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La

microsociología,
un largo tema
La microsociología es uno de los terrenos más fértiles para
la discusión y el replanteamiento de preguntas clásicas de
la sociología, que gracias a esta subdisciplina ha vuelto la
mirada desde los grandes problemas de la verdad, la
objetividad y el progreso de la sociedad en términos
abstractos, hacia el fundamento de su realidad y su
transformación: yo y el otro; la presencia de la sociedad en
cada individuo y la construcción de lo social a partir de la
interacción entre las personas. Giovanna Mazzotti nos
ofrece un excelente repaso de algunas de las corrientes,
propuestas e implicaciones más importantes de la
microsociología, desde sus orígenes hasta hoy.

Revista Cuadrivio on Diciembre 11, 2011


La microsociología es uno de los terrenos más fértiles para
la discusión y el replanteamiento de preguntas clásicas de
la sociología, que gracias a esta subdisciplina ha vuelto la
mirada desde los grandes problemas de la verdad, la
objetividad y el progreso de la sociedad en términos
abstractos, hacia el fundamento de su realidad y su
transformación: yo y el otro; la presencia de la sociedad en
cada individuo y la construcción de lo social a partir de la
interacción entre las personas. Giovanna Mazzotti
nos ofrece un excelente repaso de algunas de las
corrientes, propuestas e implicaciones más importantes de
la microsociología, desde sus orígenes hasta hoy.

Giovanna Mazzotti
Tanto o más largo y complicado es hablar de la
microsociología que de la sociología en general, y esto se
debe básicamente a dos razones: la primera, porque es
necesario remitirnos a la sociología, a sus aciertos, a sus
defectos y a sus rupturas, para entender los fundamentos
que dan lugar a la llamada microsociología; en segundo
lugar, porque su campo de estudio rebasa las fronteras
disciplinarias y da lugar a un nuevo horizonte de reflexión y
un sinnúmero de trabajos que, Wikipedia dixit, pueden ser
agrupados en distintas teorías, que van desde la teoría de la
personalidad hasta la teoría del conflicto, pasando por la
teoría de juegos, la etnometodología, los experimentos
sociales, el constructivismo radical, etc.
Los orígenes de la microsociología no son claros, es Weber
(¿quién, si no?) quien, en su obra Economía y
sociedad (1964), afirma que todo acto es siempre una
acción social, ya que ésta es siempre originada por, o
referida a, un otrosignificativo, real o imaginado. Esta
contundente afirmación, que rompe de manera radical con
la idea de que existe una esfera de intimidad individual
exenta de determinaciones sociales y culturales, no es
explorada por el pensamiento sociológico tradicional en
todas sus implicaciones. Sin embargo, se puede decir que
en ella encontramos el fundamento de lo que hoy se
entiende por microsociología, que, evidentemente, toma su
nombre por contraste a la «macrosociología» o la «meso-
sociología», las cuales tendrían como espacios de atención
el estudio de las instituciones y de la sociedad en su
conjunto.
Así, parafraseando a Marx respecto al estatuto de la
mercancía, podríamos decir que para la microsociología, la
interacción es la categoría más abstracta de la vida social,
ya que en ella se despliegan todos y cada uno de los
elementos que constituyen la sociedad. Es por esta razón
que el foco de atención de esta rama de la disciplina es el
dominio de las interacciones, es decir, el de la relación entre
el yo y el otro.
Si bien la sociología funcionalista –bajo la autoría de Talcott
Parsons, en su teoría sobre la estructura de la acción social
de 1937– desarrolla la idea de que es en la relación entre
el ego y el alter donde se ponen de manifiesto los
elementos básicos de la socialización (es decir, aquel
proceso de formación mediante el cual se encauzan
socialmente la motivación, las expectativas y la
racionalidad del individuo), al concluir que la conducta es
modelada de acuerdo a fines y forjada de acuerdo a
roles, hace reposar la dinámica del sistema social en la
conducta organizada racionalmente. Bajo esta lógica, las
interacciones son recuperadas teóricamente como
mecanismos mediante los cuales el individuo (un individuo-
recipiente) es modelado en sus motivaciones y aprende a
actuar racionalmente de acuerdo con las necesidades de un
sistema. Por otro lado, en los trabajos de Émile Durkheim se
plantea, desde muy temprano, el dilema que es la intuición
principal de la sociología (de la macro): que la dinámica de
la vida colectiva no se deriva de la suma de las dinámicas
de los individuos que la componen. De ahí que la sociología
tradicional, en el mismo tenor que la ciencia política y la
antropología clásica, haya basado sus planteamientos en el
axioma de las dicotomías básicas individuo-sociedad,
individuo-estado, individuo-institución o individuo-cultura.
Es más adelante, con la versión estructural funcionalista
que propone Robert K. Merton (1964), que se inician los
trabajos de lo que se llamaría la sociología intermedia o de
mediano alcance, que desarrolla un nuevo campo de
estudios empíricos teóricamente organizados, y que tiene la
virtud de aproximarse a la descripción de una serie de
complejidades que tienen lugar en los espacios sociales
donde la interacción entre los sujetos está altamente
institucionalizada. Gracias a ello, muchos de los supuestos
teóricos de la sociología tradicional son puestos en
entredicho, rompiendo con la vocaciónmeramente teórica
de la sociología, y se introduce la observación de los
mecanismos mediante los cuales los sujetos participan de
manera relativamente activa en la dinámica de la vida
social.
No obstante, pese a la larga data que pareciera tener en la
sociología clásica, la atención a los procesos de la
interaccióncara a cara no llega sino algún tiempo después,
quizás resultado del desencanto producido por «el fin por
los grandes relatos» y la «pérdida de las teleologías de la
historia» (Lyotard, 1988); el estrepitoso derrumbarse de los
grandes paradigmas deja paso a los trabajos acerca de las
interacciones, que empezaron a hacer equipos de
estudiosos provenientes de distintas tradiciones
disciplinarias (lingüística, biología, psicoanálisis,
antropología, administración, filosofía política, sociología y
matemáticas, por decir algunas). En este sentido, los
trabajos realizados por la Escuela de Palo Alto[1], en
California, son proverbiales. A partir de ahí, los estudios
que, casi paradójicamente, se engloban bajo el nombre de
microsociología rompen con la barrera de la disciplina, pues
la preocupación principal deja de ser el destino y la posible
evolución de la sociedad, y se vuelve la atención hacia las
interacciones entre las personas. En otros términos, la
intuición principal de la microsociología es, dicho en
palabras de Fernando Mires (1996), «que la sociedad es una
instancia intra-psíquica y que el alma es una instancia de lo
social».
Es decir, ante la pregunta ¿qué es, cómo se conforma, de
qué manera se reproduce y cuáles son los elementos que
intervienen en la composición de la vida social?, la
respuesta de la microsociología no es ni la mano invisible, ni
las leyes de la historia, ni la evolución de las fuerzas
productivas, ni el ineluctable progreso de la humanidad,
sino el qué y el cómo de las interacciones cara a cara:
entre tú y yo, entre yo y el otro, entre yo y Lo Otro y
entre nosotros y los otros.
Lo interesante en este aspecto no sólo está en que se
rompe la falsa separación de lo social y lo individual, o entre
lo objetivo y lo subjetivo, sino, sobre todo, es que se
transforma al individuo-recipiente en el sujeto (entendido a
la vez como ente delimitado y como agente articulador de
discursos), que es co-creador de su predicado.

Primer quiebre: el individuo racional y el dilema del


burro Buridán
Están jugando un juego.
Juegan a que no juegan un juego.
Si veo que están jugando, quebraré las reglas y me
castigarán.
Debo jugar el juego de no ver que veo el juego.
Nudos, R.D Laing

Es Harold Garfinkel (1917-2011) quien inaugura una nueva


línea de investigación que se caracteriza por su fuerte –
excesiva, dirían algunos– inclinación por el trabajo empírico.
Derivada de una crítica al funcionalismo –teoría en la cual
se afirma que el individuo actúa de acuerdo a normas–, la
etnometodología (2006) sostiene que, por el contrario, la
norma es utilizada indistintamente por el individuo para
justificar o para procurar explicar, a posteriori, alguna de
sus acciones. Este punto de vista acerca de las normas
implica una crítica central a la visión que el funcionalismo
tiene del individuo (como individuo-recipiente o el idiota
que juzga), ya que en esta corriente el individuo es un
sujeto activo que interpreta y actúa en función de sus
propios razonamientos (sentido común).
Una de las conclusiones más relevantes de esta propuesta
es que todo el aparato teórico funcionalista le sirve sólo a
los científicos, mientras que las personas se mueven con su
propia lógica. Por esta razón, un tema de investigación
privilegiado es el que permite demostrar cómo los sujetos
elaboran su propio conocimiento/entendimiento sobre lo
que ocurre en sus vidas, y para ello los estudios se
concentran en la observación de procesos de interacción
concretos (de la vida cotidiana) y en la constitución del
sentido común. Este sentido común, que escapa a los
científicos, es creado socialmente y se comparte de manera
tal que crea una comprensión intersubjetiva de las acciones,
la cual conduce a un efecto de «verdad por sí misma». Este
tipo de conocimiento se caracteriza por la suspensión total
de la duda (el así son las cosas) en que la objetividad de las
cosas se da por supuesta (pre-conocimiento tácito) y sirve
como fundamento para actuar.
Garfinkel afirma que si los individuos actuaran de acuerdo
con el pensamiento científico racional, su actuar no sería
exitoso sino mortal o patológico. Para mostrar esto, pone el
ejemplo del dilema del burro de Buridán: tómese un burro
perfectamente racional con la cabeza forjada de acuerdo a
normas y colóquelo a idéntica distancia de dos haces de
heno de igual tamaño. Dada esa circunstancia, el actuar
racional del burro tiene por resultado el irracional morirse
de hambre, ya que no existe ningún elemento que le haga
preferir un haz sobre otro.

Por el contrario, afirma, el sujeto actúa, y lo hace siempre


con base en un preconocimiento compartido que tiene de
una situación determinada. De lo anterior se concluye que
los actores saben «de algún modo» qué es lo que hacen, y
comparten ese conocimiento; que existe una «normalidad
percibida» de los acontecimientos, y que ésta tiene una
serie de mecanismos y una lógica de funcionamiento que se
repite independientemente de las circunstancias en las
cuales se encuentren los actores; que existe una serie de
reglas implícitas que permite a los «jugadores» tener un
esquema para reconocer e interpretar las manifestaciones
conductuales de los demás jugadores (que ignoran que
están jugando), y que, por el contrario, les parecerá estar
actuando «seria y racionalmente» en cada situación en la
que se encuentren.
Un experimento clásico que se realiza en esta dirección
consiste en tomar un grupo de estudiantes que están
haciendo su tesis y decirles que tendrán la posibilidad de
tener una asesoría especial con reconocidos expertos en su
materia, quienes les ayudarán a resolver problemas
relacionados con su trabajo. La forma en que se habrá de
desarrollar esa asesoría es, sin embargo, sui generis: el
alumno no podrá ver a su asesor y únicamente tendrá la
posibilidad de hacer preguntas que sean contestadas por un
«sí» o un «no», lo cual, de cualquier modo, les ayudará a
despejar dudas y preocupaciones teóricas. Por otro lado, las
respuestas si-no se elaboran previamente y de manera
aleatoria por el grupo de investigadores que están
realizando el experimento y, mediante ciertas argucias, se
hace creer a los alumnos que dichas respuestas son
realizadas por los científicos expertos y en consecuencia a
sus preguntas. Obviamente, la consternación de los
alumnos es el primer resultado del experimento; el
segundo, sin embargo, resulta mucho más interesante: al
ser interrogados sobre la experiencia, todos los alumnos
dicen sentirse altamente satisfechos con las respuestas, ya
que cada uno de ellos por su parte «acomoda»
racionalmente la irracionalidad de las respuestas.
El anterior experimento, además de parecer un juego
perverso, lleva a Garfinkel a plantear que las rupturas
provocadas por las conductas discrepantes provocan en las
personas intentos desesperados por restablecer el esquema
interpretativo imperante, que tales intentos por
«normalizar» la situación pueden provocar un cambio en el
paradigma referencial, y que los paradigmas interpretativos
creados a consecuencia de lo anterior tienen una gran
influencia en los sentimientos de los jugadores y
determinan las acciones subsiguientes. Es decir, que nos
movemos en el mundo bajo un esquema interpretativo,
creyendo que el mundo es de una determinada manera, y
cuando, por alguna situación discrepante, el mundo se nos
muestra de un modo distinto, nos apresuramos a
recomponerlo en nuestras cabezas.
El esquema mediante el cual ese mundo nos aparece
«recompuesto» determinará las acciones que realicemos en
el futuro. La locura es el ejemplo más trágico de esta
paradójica necesidad vital de mantener el orden
normalizado, ya que según algunos autores (Laing, Bateson,
Watzlawick) ésta es una estrategia de adaptación para
sobrevivir en una situación discrepante que no puede ser
comprendida, ni analizada, ni cuestionada por el individuo
que la sufre. El caso de la niña que actúa como chimpancé y
que afirma ser hija de un gorila porque es la única manera
que tiene de identificar la idea de padre con lo que su
padre hace con ella muestra de forma simple la complejidad
del problema.

1+1= 3: el descubrimiento de Palo Alto o la pelota


escondida de la sociología
Que «la realidad es un hecho comunicativo» resume con
contundencia el planteamiento que sustenta a todas las
escuelas de pensamiento que, de manera más o menos
radical, asumen a las interacciones cara a cara como punto
de partida para la comprensión de la incomprensible
dinámica de la vida social. Antes de Palo Alto, toda
investigación social hacía radicar la explicación de los
fenómenos o bien en el individuo, o bien en la sociedad, lo
cual, como hemos visto, hacía necesario aludir a un
principio heterónomo (la dinámica de la vida social) o
suponer que en el individuo están las razones de sus
causas. Cuestión semejante sería tratar de comprender la
locura abriendo la cabeza del individuo que la expresa. Por
el contrario, los investigadores que se agrupan en torno a la
mencionada escuela coinciden en afirmar que lo que
determina una situación cualquiera es la relación existente
entre los sujetos que participan en ella.

De acuerdo con Garfinkel, una situación es definida


previamente por el sujeto y, con base en dicha definición, el
individuo actúa, reacciona, ante un hecho social dado. Esa
acción, fundamentada en una relación, determina el
contexto frente al cual el otro sujeto, que a su vez la
interpreta, actúa a su vez. El secreto consiste en que
ninguno de los dos sujetos es consciente de que está
actuando en función de una idea, como tampoco son
conscientes de que su actuar crea el contexto a partir del
cual sus acciones se justifican como reacciones. Miles de
ejemplos son posibles. Predefino una situación: él piensa
que soy tonta y actúo con la intención de demostrar cuán
inteligente soy… y ya se sabe lo tonta que parece una
persona que actúa insistentemente tratando de parecer
inteligente. Lo anterior es expuesto por Ronald Laing en uno
de sus famosos nudos (2009):
Juana: Me crees tonta.
Juan: No te creo tonta.
Juana: Debo de ser tonta para pensar que me
crees tonta cuando no lo piensas; o bien, estás
mintiendo. De todos modos soy tonta: por
pensar que soy tonta, si no soy tonta. O bien
soy tonta por pensar que piensas que soy tonta,
si no lo piensas… Soy ridícula.
Juan: No, no lo eres.
Juana: Soy ridícula porque me siento ridícula
cuando no lo soy.

El asunto consiste en que en todo momento uno está


actuando y tal acción transmite información a los otros.
Watzlawick (1997) afirma que es imposible no comunicar,
pues ya el hecho de no comunicar está comunicando –que
uno no desea comunicar–, y toda comunicación implica un
posicionamiento y, por lo tanto, define una relación.
Siguiendo a Gregory Bateson (1989), toda comunicación
tiene dos aspectos: de un lado transmite información; de
otro, impone conductas. El primero es el aspecto referencial
de un mensaje que transmite datos, el segundo es el
aspecto connotativo que remite a la relación y refiere a
cómo debe entenderse la información transmitida. Por
ejemplo, a la declaración «yo no te amo», dicha
distraídamente, se sigue –previsiblemente– una reacción
airada o dolida, en la que el otro, el receptor, reclama la
falta de amor; ante lo cual el declarante, obviamente
indignado, acusa al receptor de malinterpretarlo. Y así,
sintiéndose ambos injustamente tratados, la situación se
perpetúa cada vez que alguien trata de aclararlo… Y ante la
pregunta que presumiblemente seguiría: «¿Quién empezó,
cómo llegamos a esto?», «es un problema de simple
puntuación», respondería Watzlawick.

En las relaciones humanas es imposible la objetividad. Aun


cuando todo pudiera ser grabado y analizado
cuidadosamente, la cuestión radica en el significado que
cada uno de los involucrados atribuye, de acuerdo a su
percepción, a las acciones del otro. Del mismo modo que el
pensamiento causal indica que una acción anterior es la
causa de la siguiente, cada uno de los personajes afirma
haber reaccionado ante la acción inicial del otro, ignorando
que el otro afirme lo mismo con igual contundencia. Y antes
de dudar de su propia percepción, llega a atribuirle al otro,
por lo menos, malas intenciones. No obstante, en muchas
situaciones humanas vemos que la lógica se subvierte. En
marzo de 1979 los periódicos en California comenzaron a
publicar la noticia de la inminente escasez en el suministro
de gasolina e inmediatamente todos los automovilistas
acudieron a las gasolineras a llenar el tanque de sus
vehículos; en consecuencia, la escasez anunciada se
convirtió en una realidad. Éste es un ejemplo clásico de lo
que Merton (1964) llamó «la profecía que se autocumple»,
que puede verse también en los mecanismos para cobrar
impuestos que tienen algunos gobiernos: se asume que los
ciudadanos tienden a evadir el pago de impuestos, por lo
que el gobierno, para compensar, cobra altas cuotas y en
consecuencia…

En los conflictos interpersonales se trata de la puesta en


escena de dos profecías que se autocumplen: mientras un
miembro de una pareja afirma que el otro lo acosa con
preguntas y por eso él calla, el otro sostiene que le
pregunta porque de otro modo el nunca dice nada… así, los
dos modos de conducta, que subjetivamente se consideran
como reacción a la conducta del otro, provocan
precisamente esa conducta en el otro, y justifican «por eso»
su propia conducta.

El comportamiento es una analogía convertida en


acción.

En cierta enciclopedia china está escrito que los animales


se dividen en
(a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados,
(c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos,
(g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación,
(i) que se agitan como locos,
(j) innumerables,
(k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello,
(l) etcétera,
(m) que acaban de romper el jarrón,
(n) que de lejos parecen moscas.
J.L. Borges, citado en Las palabras y las Cosas de Foucault
(1a ed. 1966)
El conocimiento científico busca la formulación de un orden
de clasificaciones organizado según categorías claras y
distintas que permite la identificación de los individuos con
las especies y el establecimiento de una jerarquía,
asentando en el silogismo categórico la lógica de
pertenencia de los particulares a los universales. Gregory
Bateson (1904-1980) sostiene que, en lo que respecta al
comportamiento, el establecimiento de analogías es el
recurso que utiliza la mente para la creación de significados
y la motivación de la acción. En este sentido, afirma, la
metáfora no es sólo bonita poesía, sino la urdimbre misma
de lo cotidiano. Al silogismo categórico opone el silogismo
de la hierba, que se compone de la siguiente manera: «La
hierba perece, los hombres perecen, por lo tanto, los
hombres son hierba».
En este contexto, la metáfora implica el establecimiento (no
necesariamente consciente) de una relación entre términos
distintos y cuya traducción al orden lingüístico-racional se
obtiene utilizando el enunciado «como si» para decodificar
el significado (es «como si» los hombres, al perecer, fueran
hierba). O bien, en una expresión más clara:

…al recorrer Inglaterra, las tropas de Cromwell


iban rompiendo narices, cabezas y órganos
genitales de las estatuas que encontraban en
las iglesias. No hay duda de que ellos estaban
haciendo su propia poesía (horrible) con sus
actos de vandalismo al destrozar las
estatuas como si fuesen reales (Bateson, 1989:
67).
Así, en otro ejemplo, en la llamada «guerra de los sexos», o
en la versión más aséptica y políticamente correcta de «la
perspectiva de género», los hombres y las mujeres nos
comportamos frente al otro como si fuera nuestro enemigo
y adoptamos una actitud beligerante, agresiva o defensiva,
que provoca en ese otro una acción igual y en sentido
opuesto. Pongamos el caso reciente de los gobiernos que
dicen reaccionar a la amenaza de un enemigo global –
invisible hasta entonces–, y atacan a quienes, en su
defensa, comienzan a manifestarse, efectivamente, como
enemigos mortales. A partir de ahí, por analogía, ante
cualquiera que tenga rasgos semejantes a quienes han sido
clasificados como enemigos, reaccionaremos como si fueran
nuestro enemigo. O a la inversa, cualquiera que se parezca
a nuestro amigo provocará en nosotros un acercamiento
amistoso y, en consecuencia, lo más probable es que él se
comporte con nosotros de la misma manera. Todo es
cuestión de cómo se define el contexto; en este sentido, la
dinámica de la vida social pudo ser comprendida tomando
como referencia el teatro (Goffman, 2006).

O no
Sólo conocemos cuando nos equivocamos, afirma von
Glasersfeld (1994) ya que a diferencia de lo que sostiene el
«realismo metafísico», que supone que un conocimiento es
verdadero mientras encaja con la realidad, el mundo se
manifiesta ante nosotros sólo cuando las ideas que tenemos
acerca de él se resquebrajan, del mismo modo que
el otrosólo surge como otro ante nosotros cuando se
muestra distinto a lo que según nuestros deseos o
expectativas habíamos asumido que era. Es por ello que el
gran dolor, el mayor sufrimiento, dice Jacques Lacan (1998),
es provocado cuando el otro aparece como otro; y el horror,
añadiríamos, cuando el otro se convierte en Lo Otro. Pero
más allá de eso, de acuerdo con von Glasersfeld, en el
universo construido bajo nuestras propias percepciones, la
única posibilidad que existe para que haya un nuevo
conocimiento (una reinterpretación) es que exista algún
evento que choque que nos obligue a salir de la jaula de
nuestras interpretaciones. En este sentido, afirma, nos
asemejamos al capitán de navío que una noche se ve
obligado a pasar en medio de dos riscos y, al no chocar,
supone conocer la ruta. No obstante, lo ignora todo: sólo
llegará a conocer el lugar exacto de los riscos cuando
choque con ellos.
Aún queda por determinar la verdad contenida en todos
estos planteamientos. El punto decisivo está en que al
asumir que la realidad es relativa a nuestras acciones y
definiciones hay consecuencias de carácter ético. De este
modo, afirma Heinz von Foerster (1994), el imperativo
estético de esta propuesta es: si quieres conocer, aprende a
actuar; y el imperativo ético es: actúa de modo tal que se
incremente el número de elecciones. Y así, construimos a
partir de la acción conjunta nuestra realidad.
Bibliografía
BATESON, Gregory, Donde los ángeles temen pisar. Buenos
Aires, Amorrortu, 1989.
von FOERSTER, Heinz, «Construyendo una realidad», en
Paul Watzlawick (comp.), La realidad Inventada. Barcelona,
Gedisa, 1994, pp. 38-56.
von GLASERSFELD, Ernst, «Introducción al contructivismo
radical», en Paul Watzlawick (comp.), La realidad
Inventada. Barcelona, Gedisa, 1994, pp.30-37.
GARFINKEL, Harold, Estudios en etnometodología.
Barcelona, Antropos, 2006.
GOFFMAN, Erving, La presentación de la persona en la vida
cotidiana. Buenos Aires-Madrid, Amorrortu, 2006.
LAING, R.D., El Yo dividido: un estudio sobre la salud y la
enfermedad. México, Fondo de Cultura Económica, 1964.
—————–, Nudos. Barcelona, Marbot Ediciones, 2006.
LYOTARD, Jean François, La posmodernidad (explicada a los
niños). Barcelona, Gedisa, 1988.
MARX, Carlos, El capital, Tomo I, México, Siglo XXI, 1977.
MERTON, Robert K., Teoría y estructura sociales. México,
Fondo de Cultura Económica, 1964.
PARSONS, Talcott, La estructura de la acción social. Madrid,
Guadarrama, 1968.
WATZLAWICK, Paul, Teoría de la comunicación humana.
Barcelona, Herder, 1997.
WEBER, Max, Economía y sociedad. México, Fondo de
Cultura Económica, 1964.

[1] Tales trabajos pioneros dan lugar a la nueva teoría de la


comunicación, la terapia sistémica y al interaccionismo
simbólico, y sientan las bases para el constructivismo
radical. Sus principales representantes son Gregory
Bateson, Ray Birdwhistell, Don. D. Jackson, Stuart Sigman,
Albert Scheflen, Paul Watzlawick, Edward T. Hall y Erving
Goffman.
______________
Giovanna Mazzotti es socióloga nacida en Xalapa,
Veracruz. Doctora en Estudios de Organizaciones por la UAM
Xochimilco, profesora en la Facultad de Antropología e
investigadora en la Universidad Veracruzana. También se la
da la poesía: ha publicado los libros El instante de la
gracia(2002) y Antes de que no sea cierto (2008).

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