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Juárez, lleno de optimismo, decía: “Es imposible, moralmente hablando, que la reacción
triunfe”. Y también recomendaba que al retrógrada “que no quiere oír es preciso
hablarle recio y seguido”.
El que unos años después habría de ser el mejor presidente de México llegó en ese
estado lamentable tras dos años de pobreza, persecución y exilio. Estuvo preso en San
Juan de Ulúa, fue desterrado a Cuba, trabajó en una fábrica de puros en La Habana,
viajó después a Nueva Orleáns en busca de apoyo para la causa de la libertad y cuando
supo que en Ayutla, Guerrero, se gestaba una revolución liberal, partió hacia Panamá
para cruzar el continente y embarcarse hacia Acapulco.
Y sí, para entonces ya había sido gobernador de Oaxaca, un gran gobernador: durante
su gestión reorganizó la Guardia Nacional, duplicó el número de escuelas en la entidad,
construyó caminos, fundó el puerto de Huatulco, llevó a cabo el levantamiento de la
carta geográfica del estado y del plano de su capital y manejó las finanzas públicas con
honestidad y austeridad inflexibles, lo que le permitió dejar ahorros, un superávit en la
hacienda pública.
En 1831 fue regidor del Ayuntamiento de Oaxaca y en 1833, fue diputado local. En 1841 fue juez de
lo civil y al ser derrocado de la Presidencia el Gral. Paredes Arrillaga, Juárez resultó electo diputado
federal. Al volver a Oaxaca, Juárez ocupó por poco tiempo la gubernatura a la renuncia de José
Simeón Artega. Al terminar el periodo en agosto de 1848, se presentó candidato al siguiente
periodo y resultó electo. Procuró el equilibrio económico y ejecutó algunas obras públicas: caminos,
reconstrucción del Palacio de Gobierno, fundación de escuelas normales; levantamiento de una
carta geográfica y la formación del plano de la ciudad de Oaxaca; reorganizó la Guardia Nacional y
dejó superávit en el tesoro. Terminó su mandato en 1852.
Al volver Santa-Anna al poder, muchos liberales son desterrados, entre ellos Juárez, primero a
Jalapa y luego a La Habana, tras una breve prisión en San Juan de Ulúa. De La Habana se le
deportó a Nueva Orléans, donde desembarcó en octubre de 1853. Después, al caer Santa-Anna y
llegar Juan Álvarez y Comonfort a la Presidencia, se le nombraó ministro de justicia (octubre -
diciembre, 1855). En noviembre de 1855, se expide la ley sobre administración de justicia, llamada
Ley Juárez, en la que son abolidos los fueros. Nombrado gobernador de Oaxaca, se hace cargo del
gobierno el 10 de enero de 1856. Convocó a elecciones y fue designado nuevamente. Al expedirse
la Constitución Federal de 1857, la promulgó.
González Ortega, civil improvisado general, llevó al triunfo a las armas liberales y entró a la ciudad
de México a fines de diciembre de 1860. Mientras, Juárez había prorrogado su mandato en el
Gobierno. Convocó a elecciones y resultó designado para seguir en el mando. La justa suspensión
de pagos que ordenó respecto de la deuda extranjera, provocó la expedición de Inglaterra, Francia
y España a Veracruz. Al final, Francia quedó sola y en 1862 se inició la Intervención. El ejército
francés fue detenido en Puebla por Zaragoza, el 5 de mayo de 1862, pero en 1863, a pesar de la
heroica defensa de González Ortega, la ciudad cayó tras tres meses de asedio. El 31 de mayo
Juárez dejó la ciudad de México, encarnando en el éxodo la soberanía de México.
El ejército francés se retiró por la situación europea y se inició la restauración de la República.
Juárez fue reelecto Presidente nuevamente y tomó posesión el 25 de diciembre de 1867. Tuvo que
sofocar rebeliones en México y en Yucatán, y en 1871 se rebeló Porfirio Díaz. Cuando la rebelión
iba declinando, murió Don Benito Juárez, el 18 de julio de 1872, en el Palacio Nacional. Acuñó la
frase: El respeto al derecho ajeno, es la paz.