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El narcisismo y las identificaciones

en la teoría de Melanie KIein

• EIsa del Valle Echegaray

Después de tantos años de la propuesta kleiniana parece algo ingenuo


preguntarse por los conceptos de narcisismo e identificación en su
teoría.
Se sabe desde siempre que el narcisismo en sentido estricto, como
cancelación objetal, no tiene lugar en una teoría que hace de la rela-
ción objetal un eje, si no el principal, de su estructura.
Tampoco caben muchas reflexiones sobre la identificación, en tan-
to se piense en términos de identificaciones proyectiva e introyectiva,
pues es mucho lo escrito, actualizado y discutido al respecto, y aun-
que persisten ciertos interrogantes, en lo esencial son conceptos firme-
mente establecidos y suficientemente potentes comopara haber fecun-
dado otras teorías y ganado áreas de extraterritorialidad.
Por tanto parece vano pretender una actualización de estos temas
en un momento de recordación y homenaje a M. Klein, a treinta años
de su muerte.
Las teorías, sin embargo, nunca se cierran. Ese grado de no satu-
ración permite el enriquecimiento, al replantear hipótesis que generan
el cuestionamiento vital para evitar el anquilosamiento. Así se impul-
sa al pensamiento y se abren nuevos campos a la investigación.
Por eso me propongo invitar ahora a un paréntesis, una pausa
propicia al repaso de ciertas concepciones, y a partir de ahí ensa-
yar algunas articulaciones que me parecen adecuadas para nuevas
aperturas.

* Dirección: Serrano 2485, 2° "B", (1425) Capital Federal, R. Argentina.


214 Elsa del Valle Echegaray

1. Narcisismo

Creo que habitualmente se piensa el narcisismo en tres sentidos:

a. Un estadio de la evolución psíquica previo a toda relación de ob-


jeto (narcisismo primario) o a posteriori de una relación de objeto (nar-
cisismo secundario), en que la libido se acantona en el yo.
b. Un estado que se acompaña de un sentimiento omnipotente de
completud, atemporalidad, falta de límites e indiscriminación,
c. Un sistema intrapsíquico de regulación de la autoestima (tensión
reguladora entre el superyó y el yo).

Cuando se dice que el narcisismo no tiene cabida en la teoría de M.


Klein, se lo entiende por cierto en el primer sentido, o sea como sinónimo
de anobjetalidad. Sin embargo, hay que esperar hasta 1934 ("Una con-
tribución a la psicogénesis de los etados maníaco-depresivos") para que
Klein, al romper amarras de su vieja lealtad a Abraham, inaugure su
teoría y formule explícitamente que existen relaciones objetales des-
de el comienzo de la vida.
En sus trabajos anteriores, sobre todo en los primeros, hay un lu-
gar potencial para un narcisismo previo a la entrada en juego del ob-
jeto, al cual podría volverse por regresión.

"El trauma de la operación a la edad de tres años [Félix, operación


del prepucio] --edad en que la sexualidad infantil alcanza su clímax-
fortificó su complejo de castración y lo llevó a pasar de la actitud
heterosexual a la homosexual. Pero hasta la situación edípica inver-
tida estaba obstaculizada por la angustia de castración. Su desarro-
llo sexual retrocedió al estadio sádico-anal y mostró tendencia a una
regresión mayor hacia el narcisismo. Así se dieron las bases para
un rechazo del mundo exterior, actitud que se volvió más clara en
su actitud bastante asocial" (Klein, 1925).

No hay duda de que este narcisismo no fue un concepto demasiado apre-


ciado por ella, pero lo usó como un auxiliar clínico para explicar cómo,
tras el fracaso de las posiciones edípicas, se llegaría por regresión a
un narcisismo secundario, lo que apoyaba débilmente su descripción
de las conductas asociales del niño.
Pero la insistencia del objeto la perseguía desde entonces. En opo-
sición a Ferenczi (1916), considera los tics como un síntoma tras el cual
subyacen relaciones objetales:

"... aquí surge cierto desacuerdo esencial con Ferenczi. El consi-


dera al tic como un síntoma narcisista primario que tiene una
fuerte conexión con las psicosis narcisistas. La experiencia me ha
convencido de que el tic no es accesible a la influencia terapéutica
El narcisismo y las identificaciones en la teoria de Melanie Klein 215

hasta que el análisis no ha logrado descubrir las relaciones objeta-


les en que se basa [... ] La relación objetal original se tornó clara
en el curso del análisis en los dos casos que he descrito; meramen-
te habían sufrido una regresión al estadio narcisista, bajo la pre-
sión del proceso de castración" (Klein, 1925).

En ningún momento sostiene en esos primeros trabajos una coheren-


cia adecuada a su teoría posterior, pero se esbozan en ellos líneas que
desarrollará ulteriormente. El Edipo se le adelanta sin que ello lo de-
nuncie. La genitalidad se le presenta a tan temprana edad como para
explicarle la adquisición del lenguaje.

"El habla y el placer en el movimiento tienen siempre una catexia


libidinosa que es también de carácter simbólico genital. Esta se
efectúa por intermedio de la identificación temprana del pene con
el pie, la mano, la lengua, cabeza y cuerpo de la que procede a las
actividades de dichos miembros, los que adquieren así el significa-
do de coito" (Klein, 1923).
"En el lenguaje, las fijaciones orales canibalistas y analsádicas son
sublimadas, con más o menos éxitos según el grado en que las fi-
jaciones de los primeros niveles de organización quedan abarcadas
por la primacía de las fijaciones genitales" (Klein, 1923).

Fritz, a la edad de dos años, nueve meses, se escapó de su casa y cruzó


calles de mucho tránsito sin demostrar temor. Esta inclinación a
vagabundear duró alrededor de seis meses y luego se inhibió por efec-
to de la represión por angustia de castración, ya que "El placer origi-
nal por los caminos corresponde a su deseo de coito con la madre ... "
(Klein, 1923).

''No puede haber dudas de que hay una estrecha conexión entre la
neurosis y efectos tan profundos del complejo de Edipo experimen-
tado en edad tan temprana [Rita, 15 meses]. No puedo determinar
si es a niños neuróticos a quienes la actuación temprana del com-
plejo de Edipo afecta tan intensamente, o si los niños se vuelven
neuróticos cuando este complejo se instala demasiado pronto" (Klein,
1926).

Es por la fuerza de estas ideas en germen desarrolladas posteriormen-


te en su teoría, que no resultan importantes sus primeros apuntes so-
bre un narcisismo anobjetal.
El concepto de narcisismo adquiere en cambio relieve e importan-
cia cuando KIein plantea la hipótesis de relaciones narcisistas de ob-
jeto, lo cual nos remite a la segunda acepción del concepto: completud,
omnipotencia, atemporalidad, indiscriminación. No hay aquí pérdida
del objeto, sino apartamiento del mundo externo, con intentos de fusión
con un objeto interno idealizado. Estas ideas permitieron a P. Heimann
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distinguir entre relaciones autoer6ticas y narcisistas (1943-44). En el


caso del autoerotismo se trataría de apartamientos transitorios del ob-
jeto externo, cuando, en ausencia de éste, se produce un repliegue li-
bidinal que sirve para mitigar la ansiedad, y permite un regreso fe-
liz hacia el objeto externo cuando éste reaparece. En cambio, en el caso
de regresiones narcisistas, sería el odio hacia el objeto externo lo que
induce el rechazo. El repliegue intrapsíquico es entonces mucho más
profundo y grave, pudiendo cronificarse en un apartamiento sosteni-
do del mundo externo, gracias a mecanismos intensos de negación que
coartan todo el desarrollo dialéctico entre los objetos externos e inter-
nos a través de la proyección y la introyección.

"En el autoerotismo, es principalmente en un pecho 'bueno' inter-


no en lo que el bebé se refugia cuando el pecho 'real' externo lo frus-
tra" (gratificación alucinatoria del deseo) (Heimann, 1952).

Este pecho bueno interno es proyectado sobre una parte del cuerpo mis-
mo del bebé (por ejemplo, el dedo). En el narcisismo, en cambio, la
búsqueda y fusión con el objeto interno idealizado se apoya sobre el
odio y rechazo hacia el objeto externo, por lo cual:

"Se podría decir que en este aspecto la diferencia entre simple gra-
tificación autoerótica y conducta narcisista es que en el primer caso
el volverse hacia el pecho interno bueno es la emoción determinan-
te, y en el último lo es el volverse lejos del pecho externo malo. Esto
concuerda con ciertas observaciones: en el primer caso el retorno al
objeto externo ocurrió más fácilmente que en el segundo" (Heimann,
1952).

2. Narcisismo e identificación proyectiva

El narcisismo se articula en KIein, a partir de 1946, con las hipóte-


sis sobre identificación proyectiva (Klein, 1946). En efecto, el mecanis-
mo de expulsión y dispersión de aspectos del yo y de sus objetos, que
serían disociados y proyectados dentro de los objetos, origina, en cuan-
to el mecanismo se estabiliza, relaciones narcisistas de objeto. El ob-
jeto es sentido como una parte o prolongación de sí mismo, ya que se
hace depositario de aspectos odiados o idealizados del yo. Por conse-
cuencia, puede originarse una dependencia paralizante respecto del ob-
jeto, con sentimientos de pobreza y vaciamiento del yo, y en ocasiones
ansiedades confusionales por la indiscriminación entre el sujeto y el
objeto. Este tipo de relaciones narcisistas es señalado por KIein como
propio de las personalidades esquizoides.
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3. Narcisismo y envidia

El concepto de envidia primaria es desarrollado ampliamente por KIein


en Envidia y gratitud (1956). La presenta como una manifestación di-
recta de la pulsión de muerte. Aquelloque la caracteriza específicamen-
te es el ataque al objeto bueno mismo, yeso la diferencia de los ata-
ques paranoides al objeto malo persecutorio. Además hay otro rasgo
típico de la envidia primaria: no sólo se envidia lo que el objeto tie-
ne sino lo que el objeto es. Desde esta óptica la envidia primaria os-
tenta un matiz diferencial muy peculiar, que explica su destructividad
y su tenaz oposición a ser procesada y elaborada, oposición que llega
casi a la irreductibilidad (y se manifiesta como resistencia e incluso
como reacción terapéutica negativa en el análisis). Al no poder tole-
rar la bondad misma del objeto, conspira contra una introyección es-
table del mismo y dificulta por tanto la progresión en el desarrollo. Los
ataques más virulentos se dirigen sobre todo al objeto bueno en el
núcleo del yo (lo que Klein llama "fuente de vida"). En el punto 5, me
referiré a este proceso de identificación introyectiva.
Lo cierto es que coincido totalmente con Etchegoyen (1985) cuando
piensa que KIein comete el error de subrayar sólo su dependencia di-
recta del instinto de muerte, lo que impide articularla debidamente en
un enfoque estructural, y la deja como un impulso tanático "flotando
en el aire".
La envidia es indisoluble del concepto de relación objetal, y sin em-
bargo también es indisoluble del concepto de narcisismo. El dilema
básico es: ¿son las heridas narcisistas las que desencadenan la envi-
dia hacia el objeto, o es una envidia constitucional la que provoca la
herida narcisista que imposibilita aceptar el amor y la dependencia ha-
cia el objeto bueno?
KIein rescata el carácter primigenio de la envidia. Yo me inclino a
pensar en una vulnerabilidad narcisista primaria. Lo cierto es que, en
condiciones normales, dentro del esquema kleiniano, la discriminación
sujeto-objeto se da de entrada. Si bien en Envidia y gratitud, KIein pa-
rece aceptar un narcisismo primario fetal, que provocaría la nostalgia
imborrable por la imaginaria completud, y la tendencia a idealizar el
objeto, no hay dudas de que su teoría no puede concebirse sin el pre-
supuesto de una psiquis que de entrada significa sus experiencias como
efecto de una interacción intencionada entre sujeto y objeto (fantasía
inconsciente) (del Valle, 1986).
Tampoco hay obstáculos naturalmente en la teoría kleiniana para
aceptar la coincidencia entre la relación objetal y la identificación (en-
tre el tener y el ser el objeto), ya que ambos procesos son simultáneos.
De modo que la envidia primaria y la consiguiente dificultad para acep-
tar una relación objetal placentera no pueden atribuirse, dentro de su
teoría, a una imposibilidad de establecer la dicotomía sujeto-objeto. La
envidia sólo puede implantarse sobre una previa inscripción de la di-
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ferencia. La imposibilidad de aceptar la relación parte de una atribu-


ción al objeto de cualidades y valores que el sujeto bebé requiere para
su desarrollo, es decir de una primitiva aceptación de esta diferencia.
Por ello es congruente, siguiendo a Klein, adscribir la dificultad a
la envidia primaria, o bien, como me inclino a pensar, a una vulne-
rabilidad narcisista y originaria, como eco de una falla del objeto pri-
mario madre, o del predominio de un narcisismo tanático que odiase
toda tentativa vincular de ligadura (Rosenfeld, 1964, 1971).
Sea como fuere, es indudable la concordancia entre la envidia y el
narcisismo entendido en la segunda acepción del término.

4. Identificaciones

La identificación consiste en la aprehensión y apropiación de aspectos,


funciones o cualidades de un objeto, o incluso de todo el objeto incor-
porado como modelo, y en la metabolización, por así decir, de estos
aspectos parciales o del objeto total, de modo que resulta una modi-
ficación del sujeto por la impronta del objeto.
Las primeras identificaciones explicitadas por Klein son en rigor
identificaciones superyoicas, o sea aspectos o imágenes incorporados del
objeto que van a constituir el superyó.

"Un mecanismo fundamental y universal en el juego de represen-


tar un papel sirve para separar estas identificaciones operantes en
el niño, que tienden a formar un todo único. Por la división de ro-
les el niño logra expulsar al padre y a la madre que en la elabo-
ración del complejo de Edipo ha absorbido dentro de sí, y que aho-
ra lo atormentan internamente con su severidad" (Klein, 1926).

La génesis de estas identificaciones superyoicas es detallada por Klein:


el niño proyecta sobre sus objetos imaginarios impulsos libidinales y
agresivos (más tarde aclarará: impulsos libidinales cuando el objeto lo
gratifica e impulsos tanáticos cuando lo frustra), que comportan una
distorsión fantasmática de los mismos, e introyecta estas "imagos", de
modo que constituyan un superyó primitivo.
Notemos varias características:
- El niño introyecta tanto los objetos buenos como los malos, y esto
en relación con sus impulsos incorporativos orales.
- La proyección de impulsos libidinales y agresivos no significa sim-
plemente que el niño ame u odie sus objetos sino que les confiere la
cualidad y la intencionalidad de sus propios impulsos. De modo que
esta proyección, operante de una reversión total, sólo puede actuar en
función de una fantasía inconsciente.
- Los objetos introyectados constituyen aspectos polarizados, múlti-
ples, del superyó primitivo.
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- El niño se ve así atado a una doble dependencia objetal: la del


objeto externo y la del objeto interno que lo dobla intrapsíquicamente.
Con la situación persecutoria, la presión tanática del objeto malo
interno (superyó retaliativo y sádico) forzará al yo a nuevas proyec-
ciones, gatillando así el interjuego de proyecciones e introyecciones
continuamente renovadas a lo largo de la vida, siempre sobre la apo-
yatura de los objetos reales.
A medida que se elaboren las ansiedades, los objetos externos de-
jarán sentir su impronta más realista sobre la estructura del mundo
interno. Así finalmente el superyó (los objetos internos originarios) evo-
lucionará hacia una imagen más afin a los padres reales.
- Los objetos internos adquieren en el mundo interno del niño ca-
racterísticas concretas, corporales, que explican la dramática vivencial
de las fantasías.
Hasta este momento Klein se ha referido a identificaciones super-
yoicas y no ha dicho nada sobre identificaciones yoicas. En toda su obra
hasta 1946 (''Notas sobre algunos mecanismos esquizoides") el yo goza
de una autonomía peculiar. Si bien poco cohesionado, débil, con ten-
dencia a la fragmentación y a la escisión, el yo existe para Klein desde
el comienzo de la vida, no sólo como entidad funcional puesta al ser-
vicio de la defensa contra la angustia, sino también como sujeto por-
tador sin duda de un sentimiento de mismidad, que irá procesando sus
impulsos, sus sensaciones y afectos en función de fantasías inconscien-
tes tramadas siempre sobre la relación de ese yo sujeto con objetos que
se le enfrentan.
Sin embargo, Klein ha comenzado muy tempranamente a hablar
también de un Edipo precoz, y es precisamente en ocasión de sus ob-
servaciones sobre fantasías edípicas cuando llega a la conclusión de que
existe un superyó primitivo por introyección de las figuras parentales
edípicas.
Dos conclusiones resultan evidentes:
- Para que haya triangulación edípica, el niño debe identificarse en
este momento con uno de sus progenitores para desear al otro. El dra-
ma edípico consiste sin duda en esta convergencia de la identificación
con la rivalidad, en que, como dice Freud, el elemento hostil ínsito en
toda identificación toma un carácter definido y se resuelve en una
opción -"o él o yo"-, de modo de compulsar una identificación gana-
da ahora sobre la desaparición del rival (Freud, 1921).
Existen numerosas citas que dan cuenta de esta identificación edípica.
Ahora se trata sin dudas de una identificación yoica que hará a la iden-
tidad sexual del niño.
"Cuando la niña abandona el pecho de la madre y se vuelve al pene
del padre como objeto de gratificación, se identifica con su madre,
pero tan pronto como sufre una frustración también en esta posi-
ción rápidamente se identifica con el padre ... " (Klein, 1932).
"La identificación con su padre, que la niña exhibe tan claramen-
te en la fase fálica y que tiene todos los signos de la envidia del pene
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y complejo de castración, es, según mis observaciones, el resultado


de un proceso que comprende muchas etapas" (Klein, 1932).

Hablando del varoncito:

"Si su yo puede tolerar y modificar una cierta cantidad de sentimien-


to destructivo contra su padre y si su creencia en el pene 'bueno'
de su padre es bastante fuerte, puede sostener tanto su rivalidad
con su padre (que es esencial para él, en el establecimiento de una
posición heterosexual) como su identificación con él" (Klein, 1932).

- La segunda conclusión es importante pues marca una ruptura con


Freud de incalculables consecuencias. Las identificaciones de Klein,
tanto las yoicas como las superyoicas, no son primarias ni secundarias.
No son previas a una relación de objeto, ni son consecuencia de un aban-
dono o renuncia al objeto, sino siempre simultáneas a la relación de
objeto respectiva.

"El análisis de niños muy pequeños muestra que éstos, en cuanto


surge el complejo de Edipo, empiezan a elaborarlo y de ahí a des-
arrollar el superyó" (Klein, 1926; el destacado es mío).

Identificación superyoica simultánea con el comienzo del Edipo. En


cuanto a identificaciones yoicas, hablando del niño, dice:

"En estos estadios tempranos, todas las posiciones del desarrollo


edípico son catectizadas en rápida sucesión. Esto, sin embargo, no
se nota, porque el cuadro está dominado por los impulsos pregeni-
tales. Además no se puede trazar una línea rígida entre la actitud
heterosexual, que se expresa en el nivel anal, y el posterior esta-
dio de identificación con la madre" (fase femenina) (Klein, 1928).

Coincidencia de identificación yoica con el padre y homosexualidad


(relación objetal con el padre).
Respecto a la niña:

"La identificación de la niña con la madre resulta directamente de


los impulsos edípicos [... ]. En las niñas, tanto como en los niños, esta
identificación coincide con las tendencias analsádicas de robar y des-
truir a la madre" (Klein, 1928).

Coincidencia de identificación y relación objetal con la madre.


Las consecuencias de esta hipótesis son, como dije, incalculables, so-
bre todo en relación al superyó. Llevará a desengancharlo de la con-
flictiva edípica y a ubicarlo como objeto interno desde el inicio de la
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vida (como contrapartida de las relaciones de objeto). Llevará también


a postular una elaboraci6n edípica que no pasa por la renuncia al ob-
jeto incestuoso. En compensaci6n, le permitirá explicar, en forma más
congruente que en Freud, la resoluci6n de la identidad sexual, pues
no se le plantea la contradicci6n que a él sí se le plantea. En efecto,
en la resoluci6n edípica sería de esperar, de acuerdo con la conceptua-
lizaci6n freudiana del supery6 como identificaci6n secundaria, que éste
se formara según el objeto resignado (en el niño var6n el objeto resig-
nado es fundamentalmente la madre del Edipo positivo, y por tanto
el supery6 debiera ser "femenino").
Dice Freud:

"Estas identificaciones no responden a nuestra expectativa, pues no


introducen en el yo el objeto resignado, aunque este desenlace tam-
bién se produce y es más fácilmente observable en la niña que en
el varón" (Freud, 1923).

Para explicar esta aparente desvirtuación del principio de las identi-


ficaciones secundarias, Freud tiene que recurrir a la hip6tesis de la bi-
sexualidad y del doble complejo de Edipo (normal e invertido).
En Klein, como dije, esta contradicci6n no se plantea, pues las iden-
tificaciones edípicas superyoicas no exigen la renuncia al objeto.
Para completar el tema de las identificaciones en Klein habrá que
referirse a la elaboración depresiva. Aquí la síntesis de los aspectos
disociados y contrastantes (idealizados y persecutorios) de los objetos
primitivos permitirá la síntesis o unificación del yo y del supery6. De
consecuencia de ello Klein plantea una identificaci6n del yo con el ob-
jeto bueno interno (supery6). Este objeto interno bueno es la contra-
partida de un objeto real externo, la madre, percibida ahora en su to-
talidad como "persona", con la integraci6n de sus aspectos gratifican-
tes y frustrantes. Klein hace aquí reflexiones de una resonancia muy
especial. No se puede amar sino a un semejante. Uno no puede iden-
tificarse sino con un semejante. Un "semejante" es, pues, una "perso-
na", es decir, un objeto total integrado en sus aspectos buenos y ma-
los, y real.
Tan fuerte, de tanto peso es esta conclusión de que la elaboración
depresiva procurará la identificación del yo con el objeto bueno inter-
no superyoico (asimilación del superyó al yo), y de que sólo así se sos-
tendrá el amor responsable por ese objeto (conjunción de identificación
y amor, en que un vínculo es complementario y recíproco del otro), que
Klein (1934) bosqueja toda una psicopatología basada en las vicisitu-
des de esta identificación.

"En esta fase muy temprana, en la que el sadismo oral tiene un


papel predominante y según mi criterio constituye la base de la
esquizofrenia, el poder del yo de identificarse con sus objetos es to-
davía pequeño, en parte porque todavía no está coordinado y en par-
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te porque los objetos introyectados son todavía principalmente


objetos parciales ..." (Klein, 1934).
"Yo diría que el paranoico ha introyectado también un objeto real
y total, pero no ha podido llegar a una identificación completa con
él, o habiendo llegado a ésta, no ha podido mantenerla" (Klein, 1934).

En la melancolía, la fantasía de la destrucción irreparable de ese ob-


jeto interno bueno y la identificación yoica con el mismo explican el
sentimiento de desesperanza (el yo está tan destruido como el objeto)
por la imposibilidad de la reparación. La manía sería efecto de un fuer-
te mecanismo defensivo contra la melancolía de base, por la negación
del daño al objeto, o por la negación de la importancia del objeto y del
amor por él (Klein, 1934).
Este doble condicionamiento, en que la identificación permite el amor
al objeto, y el amor al objeto sostiene la identificación, no es lamen-
tablemente mantenido en todo su vigor.
En 1948, en "Sobre la teoría de la ansiedad y la culpa", KIein lo mo-
difica explícitamente sosteniendo que se experimentan ansiedades de-
presivas por un objeto parcial -el pecho- con su correlación de emo-
ciones: amor, culpa, impulso de reparación, etc.
Sin embargo, aun entonces, rescata la importancia del objeto total
("persona") para la identificación y el amor, pues reserva la entrada
a la posición depresiva en sí al cumplimiento de esta totalización del
objeto y la consiguiente identificación con él (las primeras serían an-
siedades depresivas con el pecho emergentes durante la posición es-
quizo- paranoide)

"Ya que [en la posición depresiva] es una persona amada (interna-


lizada y externa) a la que se siente dañada por impulsos agresivos,
el bebé sufre sentimientos depresivos intensificados más duraderos
que las fugaces experiencias de ansiedad depresiva y culpa del es-
tadio anterior" (Klein, 1952).
"El bebé percibe e introyecta a la madre cada vez más como per-
sona completa. Esto implica mayor identificación y una relación más
estable con ella" (KIein, 1948).

5. Identificación introyectiva y narcisismo

En el artículo de 1946 ''Notas sobre algunos mecanismos esquizoides"


M. Klein introduce las hipótesis sobre identificación proyectiva e iden-
tificación introyectiva.
La identificación proyectiva consiste en una forma especial de iden-
tificación, en que partes escindidas del yo son proyectadas dentro del
objeto. El yo ha tomado así posesión por proyección de un objeto que
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se transforma en una extensión del yo (prototipo de relación narcisis-


ta de objeto) (Klein, 1946, 1952).
La identificación introyectiua es, por el contrario, un tipo de iden-
tificación en que el objeto es introyectado y asimilado por el yo, que
se transforma según la impronta del objeto. La identificación del yo con
el objeto bueno interno (superyó sintetizado), propia de la elaboración
depresiva, es un caso específico de identificación introyectiva. Pero
Klein introduce una importante novedad en este artículo: habría una
identificación introyectiva desde el comienzo de la vida, formativa del
mismo yo.
La nueva problemática del yo que se le plantea a Klein para esta
época aparece en el hecho sintomático de que, al hablar de la iden-
tificación proyectiva, no parece preocuparse por las proyecciones y
reintroyecciones de los objetos internos sobre objetos externos, sino di-
rectamente de la escisión y proyección de partes del yo sobre esos ob-
jetos. Este nuevo interés sobre el yo (fruto sin duda de la influencia
de Glover, Fairbairn y Winnicott) la lleva a replantearse la supuesta
autonomía del yo inicial, tesis que ella había mantenido desde sus pri-
meros trabajos. Ahora dice, sorprendentemente:

"... junto a la división entre un pecho bueno y uno malo en la fan-


tasía del niño, el pecho frustrador atacado en fantasías sádico-ora-
les es sentido como hecho pedazos, mientras que el pecho gratifica-
dor, incorporado bajo el dominio de la libido de succión, es sentido
como completo.
Este primer objeto interno bueno actúa como un punto central del
yo. Contrarresta los procesos de escisión y dispersión, contribuye a
la cohesión e integración y constituye un factor en la construcción
del yo" (Klein, 1946; los destacados son míos).

El objeto no escindido, completo (no fragmentado), forma pues el núcleo


del yo. El yo ha devenido subsidiario del pecho materno real, de la ma-
dre. Si bien persiste la primigenia capacidad funcional del yo de de-
fenderse contra la angustia, ahora el yo reclama de ese objeto incor-
porado la posibilidad de su cohesión, de su estabilidad, y hasta de la
misma disposición a escindirse en la doble relación con el objeto bue-
no idealizado y el objeto malo persecutorio, como pasos fundan tes de
un buen desarrollo.
La incorporación del objeto externo (identificación introyectiva ori-
ginaria) se realiza bajo el predominio libidinal, y fuera de los momen-
tos de ansiedad. Su incorporación completa (objeto no fragmentado)
funda por otra parte un nuevo movimiento psíquico que acompaña y
hasta sostiene al simultáneo movimiento de disociación del objeto en
un objeto bueno idealizado y un objeto malo persecutorio. Se trata aho-
ra de un movimiento alternante entre la fragmentación y dispersión,
por un lado, y la integración, por el otro.
La disociación entre el objeto idealizado y el persecutorio se hace si-
224 Eisa del Valle Echegaray

guiendo un plano, por así decir, sagital. Klein (1946, 1952) señala el
otro movimiento psíquico alternante de fragmentación versus integra-
ción como una "escisión de distinta naturaleza", pero en realidad se tra-
ta más bien de un movimiento sincopado, tipo diástole-sístole.
En tanto los objetos idealizados y persecutorios constituyen el su-
peryó primitivo, el objeto bueno completo forma el núcleo del yo: se tra-
ta pues de una identificación yoica, prototipo de la identificación in-
troyectiva. En los momentos de fragmentación yoica predomina, en
cambio, la identificación proyectiva.
H. Etchegoyen (1985) pensaba que en Klein se dificulta comprender
el origen de las primeras identificaciones, en un más acá del comple-
jo de Edipo y la posición depresiva. Según su opinión debía atribuir-
se a la envidia primaria el impulso originario de las primeras identi-
ficaciones. Creo, en cambio, que Klein responde a esta inquietud de
modo inequívoco cuando en "Notas sobre algunos mecanismos esqui-
zoides" (1946) atribuye a la libido de succión los primeros movimien-
tos de incorporación e identificación introyectiva con el objeto, como
constituyente del núcleo del yo.
Es de lamentar que en obras posteriores Klein se muestre menos
precisa y parezca a menudo perder la distinción entre la identificación
yoica y aquellas que constituyen el superyó.
En mi opinión, enfatizando no sólo el carácter fundante sino sobre
todo el cohesionante, integrador de esta identificación yoica, podría pen-
sarse en una incorporación narcisista y no en la internalización de una
verdadera relación objetal. A mi entender, el pecho es un objeto de ne-
cesidad y un objeto de deseo, pero es también fundamentalmente un
objeto narcisista que, al ser introyectado, proporciona fuerza y cohe-
sión al yo oponiéndose a los procesos de desintegración. El deseo de
la madre que libidíniza al niño en la experiencia concreta del amaman-
tamiento es el vínculo de esa incorporación aglutinante que se tradu-
ce en apoyatura narcisista para el incipiente yo.
Considero que aquí tenemos por tanto una doble articulación: la de
la identificación proyectiva con las relaciones narcisistas de objeto; la
de la identificación introyectiva originaria con un narcisismo que lla-
maré trófico.

6. Narcisismo trófico

Dice Stolorow (1975):

"La actividad mental es narcisista en la medida en que su función


consiste en mantener la cohesión estructural, la estabilidad tempo-
ral y la coloración afectiva positiva de la representación de sí".
El narcisismo y las identificaciones en la teoria de Melanie Klein 225

La misma hipótesis es la que nos acerca Rosolato (1976):

"La retracción libidinal que no excluye sistemáticamente toda rela-


ción de objeto [. ..] es además fuente de placer de manera pa-
tente en el ejercicio del pensamiento [... l. Además esta retracción
obra la cohesión, la unidad, la identidad y la estima de sí, así co-
mo la coherencia temporal y el sentimiento de estar vivo. Tal es
entonces desde el ángulo económico la función trófica del nar-
cisismo".

Si consideramos que en la teoría kleiniana la ansiedad es la que mue-


ve al establecimiento de las relaciones de objeto, y que esos objetos son
dotados de intencionalidad por la fantasía inconsciente, podemos sus-
tentar la hipótesis de que las identificaciones yoicas originarias no
asientan en relaciones objetales, sino en impulsos narcisistas, ya que
tienen lugar según Klein en momentos de gratificación no ansiógenos,
y que el objeto introyectado no mantiene un vínculo intrapsíquico con
el yo (como todos los demás objetos) sino que viene a fundar la estruc-
tura misma de ese yo. La función de este narcisismo sería pues trófica,
ya que sostiene la armazón libidinal del yo y lo cohesiona. Si postu-
lamos una fantasía inconsciente a este nivel, sería la de incorporación
y fusión con un objeto fuente de vida. De este modo podemos adscri-
birle el origen del sentimiento de mismidad y de ese "plus" de placer
al que se refiere P. Aulagnier (1975) por el ejercicio del pensamiento,
en este caso de la fantasía.
Freud (1915) se refiere al yo de placer ampliado como generador de
la dicotomía yo/no yo, en tanto el yo se identifica con todo lo placen-
tero. En Klein se trataría no sólo de la identificación con los estímu-
los placenteros sino también con la fuente misma del placer, lo que se
expresaría por ese "plus" del ejercicio de la actividad psíquica. Más aun,
al insistir Klein en que ese objeto es sentido como fuente de vida, cabría
adscribirle el plus de placer no sólo por la actividad mental, sino in-
cluso por la sensación omnipotente de autocreación y mantenimiento
de la vida misma.
Por otra parte, si queremos pensar en términos de narcisismo de
muerte y narcisismo de vida (Oreen, 1968, 1983) el modelo nos per-
mite vincular el narcisismo de muerte con la identificación proyecti-
va y el narcisismo de vida con la identificación introyectiva, en tan-
to índices respectivos de ese movimiento alternante de fragmentación
e integración. El narcisismo de muerte busca la desligadura (la frag-
mentación, la expulsión, la aniquilación de partes del yo) y el narci-
sismo de vida tiende a aumentar los niveles de ligadura (integración).
A estas propuestas de nuevas articulaciones que pretenden abrir ca-
mino son a las que me refería al comienzo del trabajo. Creo que el es-
fuerzo sostenido de la lectura de una teoría se justifica precisamente
cuando nos permite la crítica, la apertura y el enriquecimiento de la
misma,
226 Elsa del Valle Echegaray

7. Resumen y conclusiones

Todos los esquematismos que nacen de una apreciación sintética y su-


perficial de una teoría pueden dar lugar a malos entendidos. Por eso,
si bien es verdad en cierto sentido que en Klein el narcisismo "puro"
no tiene espacio, nos quedamos en una comprensión errónea y satu-
rada de la teoría si no enfrentamos la complejidad de este concepto.

1. El autoerotismo en Klein aparece como un estado transitorio de


gratificación por la fantasía de relación con un objeto bueno ubicado
proyectivamente en la zona erógena.
2. El narcisismo es un estado de fusión omnipotente con un objeto
interno idealizado, ubicado en la mente y/o proyectado en el cuerpo.
3. Las relaciones narcisistas de objeto son el resultado de identifi-
caciones proyectivas. Estas suponen en efecto un avance controlador
o una intrusión dentro de un objeto externo (secundariamente pueden
darse también sobre un objeto interno orbital). Al objeto se le atribu-
yen así aspectos negativos o positivos del propio yo.
La proyección que se apoya en una fantasía inconsciente de ruptu-
ra del yo (o de algunas de sus funciones), con la ubicación imagina-
ria de esas partes o aspectos escindidos en el interior de un objeto, da
lugar a fenómenos de identificación del yo con el objeto. Cuando la iden-
tificación proyectiva se estabiliza origina una relación narcisista (se
siente al objeto como parte de sí mismo, o se siente al yo como afec-
tado del objeto y prisionero dentro del mismo) provocando una depen-
dencia patológica hacia el objeto. Si la identificación proyectiva es ma-
siva, da lugar a vivencias de vacío, pobreza afectiva y falta de susten-
tación yoica peculiar a las personalidades esquizoides, y a fenómenos
de indiscriminación, despersonalización y confusión entre el yo y el ob-
jeto en las crisis o estados esquizofrénicos.
En tanto el mecanismo se hace preponderante se corresponde con
momentos o estados de fragmentación yoica, y puede por ello conside-
rarse tributario de un narcisismo de muerte al servicio de la aniqui-
lación de partes del yo.
4. El narcisismo en tanto fenómeno destructivo que atenta contra
la discriminación del objeto o contra todo impulso de integración es-
tructural (narcisismo de muerte) se conecta directamente con la envi-
dia primaria. La vulnerabilidad narcisista puede suscitar la envidia,
o la envidia primaria genera una herida narcisista intolerable.
5. La identificación introyectiva originaria señala una incorporación
directa del objeto bueno completo en el núcleo del yo, al cual contri-
buye a formar y cohesionar. KIein la propone como una relación ob-
jetal de los momentos libres de ansiedad, impulsada por la libido oral
de succión, e insiste en su importancia para la génesis del yo, que deja
así de aparecérsele como tan autónomo, y deviene subsidiario del ob-
jeto real externo (la madre).
El narcisismo y las identificaciones en la teoria de Melanie Klein 227

Sugiero que no se trata de una relación objetal, sino de una narci-


sización trófica de la que la madre es garante. Si en todo caso quere-
mos seguir fieles en exceso al pensamiento kleiniano que no renuncia
jamás a las relaciones de objeto, tenemos que considerarla como una
relación narcisista, pues el objeto viene a formar parte del yo.
En cuanto esta identificación sirve a la armazón y cohesión del yo,
es tributaria de un narcisismo de vida que en este caso, y en consi-
deración a sus funciones, yo postulo como narcisismo trófico.
6. A los mecanismos habituales de disociación en objetos buenos-ide-
alizados y malos-persecutorios, que constituirán el superyó originario,
vienen a sumarse mecanismos simultáneos alternantes de fragmenta-
ción y de integración del yo y de los objetos. Los movimientos de frag-
mentación del yo se corresponden con identificaciones proyectivas (pre-
dominio del narcisismo de muerte) y los de integración con identifica-
ciones introyectivas (predominio del narcisismo de vida trófico).

Resumen

En este trabajo procuro hacer un análisis de los conceptos de narcisismo y de iden-


tificación en la teoría de M. K1ein. Me guían dos propósitos. Uno es destrabar algunos
clichés con los cuales se aborda esta teoría, que dificultan asumir la riqueza conceptual
y clínica y la complejidad de la misma. Otro es presentar algunas posibilidades de
apertura y articulación, señalando el aspecto abierto de la teoría, propicia para la critica,
los replanteos y los enriquecimientos. Respecto a la identificación, me ocupo de las
identificaciones superyoicas y de las yoicas, generadas por el constante interjuego
proyectivo-introyectivo y apoyadas en relaciones objetales siempre simultáneas (ni pri-
marias, previas a la relación objetal, ni secundarias, a posteriori de la misma).
Destaco en especial la importancia de los conceptos de identificación proyectiva e
introyectiva. Planteo luego la relación entre el narcisismo y algunos procesos identi-
ficatorios. La identificación proyectiva da lugar a relaciones narcisistas de objeto. En
cuanto a la identificación introyectiva, toma carácter estructural en la teoría kleiniana.
Por un lado se propone la asimilación del superyó por el yo como prototipo de una
identificación introyectiva intrapsíquica, Por otro lado, a partir de 1946, K1ein introduce
la hipótesis de una introyección o incorporación directa del objeto primario (el pecho)
para constituir el núcleo mismo del yo, otorgándole cohesión y favoreciendo los procesos
de integración psíquica.
Señalo a este respecto la diferencia entre la disociación sagital del objeto, en bueno-
malo, idealizado-persecutorio, y otro tipo de disociación en fragmentación proyectada
del objeto e integración del aparato psíquico y del objeto asimilado al yo, a modo de
un movimiento pulsátil.
La identificación introyectiva del yo con el objeto incorporado se sustenta por tanto
en la integración mencionada.
Propongo la hipótesis de que este tipo de incorporación se basa, no en una relación
objetal como postula K1ein, sino en un aporte narcisista de la madre, constituyendo
por tanto un ejemplo de narcisismo trófico.

DESCRIPTORES: K1ein, Melanie - narcisismo - identificación - superyó kleiniano -


constitución del yo.
228 Elsa del Valle Echegaray

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