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“Mi abuela mató de un tiro a

mi abuelo”: Paul Auster revela


su historia para hablar de las
armas en Estados Unidos
El escritor acaba de publicar “Un país bañado en sangre”, donde
muestra lo que pasó en su familia con una pistola guardada bajo
la cama. Pero donde, sobre todo, analiza un fenómeno que
alarma. El libro todavía no llegó en papel a América latina pero
ya se puede conseguir en formato digital.

PorAndrés Hax
22 Ene, 2023
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[”Un país bañado en sangre” se puede adquirir, en formato digital,
en Bajalibros, clickeando acá.]
“La verdad se reduce a lo siguiente: el 23 de enero de 1919 (...) mi
abuela mató de un tiro a mi abuelo”, cuenta Paul Auster casi al
comienzo de su último libro que se llama nada menos que Un país
bañado en sangre. Estaban separados, el abuelo vivía en otra ciudad y
había ido a su antigua casa a llevarles regalos a sus hijos.

Narra el escritor estadounidense: “Mi abuela subió a la planta


superior para acostar al menor de sus pequeños (mi padre) y coger la
pistola que guardaba bajo la cama del niño, después de lo cual volvió
a la planta baja, entró de nuevo en la cocina y realizó varios
disparos contra su esposo, de quien estaba separada, dos de los
cuales lo alcanzaron en el cuerpo, uno en la cadera y otro en el
cuello, que debió de ser el que lo mató”.

Un país bañado en sangre es un ensayo en el que el autor de


la Trilogía de Nueva York se pregunta por qué el uso de armas parece
parte de la identidad de su país. “Los norteamericanos tienen
veinticinco veces más posibilidades de recibir un balazo que los
ciudadanos de otros países ricos, escribe. El libro acaba de aparecer en
Estados Unidos y en Europa y va llegando lentamente a América
latina. Pero el libro digital ya está disponible.

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Estados Unidos tras uno de los años más trágicos de su vida
En el crepúsculo de su vida como escritor, Paul Auster se ha puesto
ambicioso. En 2021 publicó una biografía de casi mil páginas sobre el
periodista, narrador y poeta, Stephen Crane (1871-1900). Más
conocido por su corta novela El rojo emblema del valor (1896) y
fallecido a los 28 años, Crane publicó una obra digna -en extensión y
originalidad- de un autor que hubiera disfrutado de una larga
vida. Auster -de 75 años- explica en esa biografía que allí él está
“mirando un joven autor con el asombro de un autor viejo.” Más allá
del personaje central de la obra, el libro se puede recomendar por el
retrato que Auster, inevitablemente hace, también, de los Estados
Unidos en los últimos 25 años del siglo XIX.

En su nuevo libro, Un país bañado de sangre -que ya se puede leer en


su edición digital- se enfrenta con la barbárica cuestión de
los asesinatos en masa en los Estados Unidos. Los eventos que son el
eje de su libro han ocurrido en los últimos 25 años. Con menos de
cien páginas, el texto es en realidad un ensayo largo.

Allí Auster reclama una nueva conciencia en sus conciudadanos para


construir un terreno en común entre la derecha y la izquierda;
alerta, desesperadamente, sobre la inminente disolución de los Estados
Unidos si este problema no es solucionado y pronto; explica los
lineamientos históricos que han llevado los Estados Unidos a esta
reiterada -ya casi común y corriente- festival diabólica de
los asesinatos en masa.

Un dolor infinito. Cuatro mujeres se lamentan tras una masacre en la


Escuela Primaria Robb en Uvalde, Texas, en 2022. (AP Foto/Darío
López-Mills)
(Entre ellos están el legado de la esclavitud, el uso de armas de
los colonos y ocupadores del Gran Oeste, y las aberrantes
inconsistencias de uno de los documentos fundadores de los Estados
Unidos, la original Carta de Derechos de los Estados Unidos).

Los datos que Auster trae a su texto para apoyar sus argumentos son


asombrosos en sí mismos. El capítulo 3, por ejemplo, comienza, sin
equívocos: “Según una reciente estimación del hospital pediátrico del
Philadelphia Research Institute, actualmente hay 393 millones de
armas de fuego en poder de residentes en los Estados Unidos: más de
una por cada hombre, mujer y niño de todo el país.”

En todo el texto Auster siempre gira entre la perspectiva macro de la


historia y el íntimo dolor de las víctimas. Observa: “Cuando
hablamos de tiroteos en este país, invariablemente centramos el
pensamiento en los muertos, pero rara vez hablamos de los heridos,
de los que han sobrevivido a las balas y que siguen viviendo, a
menudo con devastadoras heridas permanentes…”

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armas en Estados Unidos
Muchas veces hay pertinentes resúmenes históricos que podrán
reconfigurar las ideas equívocas que un lector novato sobre el tema.
Por ejemplo, una concisa, pero tal vez, dilemática observación: “Casi
con toda seguridad, el movimiento en pro de los derechos de llevar
armas tal como existe en la actualidad no se habría originado sin
las Panteras Negras.”

El grupo militante afroamericano de la década de los 60 hizo uso de


una ley que permitía la portación libre de armas. A través de esta
muestra de fuerza, reclamaban igual tratamiento bajo de la ley para su
comunidad. Inmediatamente, este grupo se convirtió en Enemigo
Público Número Uno para J. Edgar Hoover, el director del FBI.
Ahora, irónicamente, los grupos extremistas que se aprovechan de las
leyes de portación de armas, como los Proud Boys, son
mayoritariamente de una derecha extrema bajo un credo
de supremacía blanca.

La literatura de Auster suele ser un juego de formatos, de géneros y


de estilos. En este caso, además de su crítica de un problema medular
de su país, Un país bañado en sangre está construido con dos
componentes más: una narración autobiográfica que se puede leer
como un cuento corto; y un fotoensayo de Spencer Ostrander de
edificios que han sido lugares de masacres, pero años después, en
blanco y negro y con escenarios vacíos de personas y automóviles. No
es un dato menor que Ostrander salga en la tapa del libro como si
fuera coautor. ¿Eso es una jugada lúdica de Auster? O tal vez sea
exactamente así, por más que el fotógrafo escriba con luz y el autor
con letras.

Walmart. El Paso, Texas, 3 de agosto de 2019. 23 muertos; 23 heridos.


Una de las fotos de Spencer Ostrander, coautor de "Un país bañado en
sangre". (Spencer Ostrender)
Las fotos en sí mismas, sin epígrafe, parecerían salir de un manual de
arquitectura contemporánea, donde un solo de tipo estructura básica se
puede utilizar tanto para fábricas, oficinas municipales, centros de
compras y colegios primarios. Sin querer, estas matanzas tienen su
propia estética. La violencia estadounidense ha evolucionado de las
matanzas genocidas de los ‘indios’ a breves y mortales explosiones de
violencia en cubos de cemento, rodeado de enormes estacionamientos.

Es difícil, sin embargo, discernir cuál es la intención exacta del


fotógrafo en sus tomas. Esto no es necesariamente malo. Este tema
está empapado en ambigüedades. Las descripciones, casi clínicas de
las fotos, (Walmart. El Paso, Texas, 3 de agosto de 2019. 23 muertos;
23 heridos) junto con la decisión de Ostrander de sacarlas sin
personas, con un luz de mediodía (como la técnica ‘noche americana’
en las películas de blanco y negro), hacen que las fotos parezcan los
estoicos expedientes de sistemáticos investigadores de crimen.

Las fotos aparecen al final de cada de los cinco capítulos de Un país
bañado en sangre, no como ilustraciones específicas sobre los
eventos cubiertos sino como un corolario visual al tema en general.
Esta yuxtaposición las transforma. En una exclusiva galería de arte,
las fotografías podrían parecer frívolas o despectivas a las víctimas.
Adjuntas al libro de Auster pierden pretensión artística y se suman a
un reclamo existencial muy básico: “¡Por qué sigue sucediendo esto!”
[”Un país bañado en sangre” se puede adquirir, en formato digital,
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En el prólogo Auster dice sobre el trabajo de Ostrander: “Las
imágenes que acompañan el texto de este libro son fotografías del
silencio… Son retratos de edificios, construcciones sombrías a veces,
desagradables, emplazadas en paisajes norteamericanos anodinos,
neutrales…”

Pero por supuesto no son anodinos. Son campos de matanza, como la


jungla de Vietnam o los desiertos de Irak. Son sitios de una lenta
guerra civil que en cualquier momento puede florecer en algo
irreversible. Imaginense si los bárbaros invasores del Capitolio
hubieran estado armados. Imaginense si esos invasores hubieran sido
todos negros.

A primera vista, el libro de Auster es impecable, parecido al discurso


conmovedor y definitivo de un abogado culto y carismático. Pero hay
dos grandes críticas que se le puede hacer a Un país bañado en
sangre, aunque sean incómodas y políticamente incorrectas.

Por un lado -y Auster sabe esto- su argumento no provocará


absolutamente ningún cambio en la opinión de sus contrincantes. Son,
más o menos, los mismos que votaron a Trump para la presidencia en
2017. O sea aproximadamente la mitad de los votantes del país. Un
hipotético lector de este grupo abandonaría el libro en el segundo
capítulo.

Un oficial conduce a los estudiantes en la escena de un tiroteo en la


escuela secundaria Saugus en Santa Clarita, California, Estados
Unidos, en 2019. (NBCLA vía REUTERS)
Esta población defiende un derecho establecido en 1789 cuando los
hombres escribían con plumas de pájaros y las escopetas eran
primitivas y llevaba unos minutos recargarlas. Si fuera así para todos
los derechos proclamadas en ese momento histórico, aun existiría la
esclavitud.
Esta brecha no se cierra. Por lo menos con argumentos que apelen al
sentido común. Justamente, esta brecha cultural, legal y moral sucede
en gran parte por un ‘sentido común’ diametralmente opuesta de cada
campo.

La segunda crítica es que la posición de indignación moral


de Auster no es una novedad. Una de las máximas tragedias de
estos asesinatos en masa es que ya han tomado las características de
una farsa y un ritual. Suena despiadado, pero fíjense en el último
incidente de esta índole. Hace dos semanas una criatura de 6 años
llevó un arma al colegio y le disparó a su maestra. No la mató, pero
casi. La reacción del público y las autoridades fue de guión. Primero,
la requisita indignación moral; después, una mea culpa de los
administradores del colegio (¡Lo habíamos chequeado por armas, pero
se nos escapó!); y finalmente, un escueto comunicado de los padres
del chico diciendo que le desean pronta recuperación a la profesora,
pero que defienden a rajatabla el derecho de los ciudadanos
americanos a portar armas.
Paul Auster. Un escritor estadounidense leído en todo el mundo.
Es difícil que esto pare cuando un flamante adulto, con los 18 años
recién cumplidos, puede ir a una tienda de armas y comprar rifles
semiautomáticos, municiones y trajes antibalas una tarde y, menos de
24 horas más tarde, efectúa su matanza. Esto fue, justamente, lo que
pasó en Uvalde en 2022.

Esta mirada la desplegó Stephen King en un brevísimo texto titulado


simplemente, GUNS (Armas) publicado en 2013. El primer capítulo
es una majestuosa enumeración de lo que pasa después de un tiroteo
masivo. Son 21 pasos. Lo cuenta en forma irónica, adoptando la voz
de un detective en una novela de Raymond Chandler. Es devastador
porque es un estricto guión. Y se cumple siempre, al pie de la letra.

En agosto del 1955 un joven negro de 18 años de Mississippi fue


abducido, torturado y linchado por haber, supuestamente, silbado a
una mujer blanca. Su cuerpo fue desfigurado de una manera
absolutamente despiadada. En el momento de su funeral su madre -
desobedeciendo los pedidos de sus familiares- decidió velarlo con el
ataúd abierto. Para que se viera la barbaridad del racismo sin
metáforas o eufemismos.

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Auster no explica por qué no ha pasado esto en los Estados Unidos
con las víctimas de los tiroteos, tras décadas y décadas de esta
malformación en el alma del país. Las imágenes serían
insoportables. Criaturas de diez años, adolescentes, ciudadanos
ordinarios armando sus vidas como pueden, todos reventados, hechos
puré, triturados, decapitados; los supervivientes en un estado de terror
y desolación absoluta.

No son imágenes fuertes, ni son de pesadilla. Son reales. Son la


absoluta realidad básica y final de este festival macabro. No se
podrían digerir. Cambiarían todo. ¿Acaso no queremos que esto
termine?

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