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Al decir de Carlos Nino, fue el hecho de armas que tuvo más impacto en la
institucionalización del país, con “una secuela jurídica que sería el germen de una
debilidad crucial en nuestras prácticas jurídicas: el reconocimiento de los gobiernos
de facto, máxima expresión del sentido de ajuridicidad de nuestra vida pública. En
efecto, a raíz de un asunto absolutamente nimio sobre el pago de una letra de
cambio que había sido anulado por Mitre, la Corte Suprema sostuvo, en el caso
«Martínez, Baldomero y otro» (Fallos, 2:127) de 1865 que «el gobernador de
Buenos Aires y general en jefe de su ejército, fue autoridad competente para
decidir en esa clase de asuntos, por ser quien ejercía provisoriamente todos los
poderes nacionales, después de la batalla de Pavón, con el derecho de la
revolución triunfante y asentida por los pueblos, y en virtud de los graves
deberes que la victoria imponía». Este crudo reconocimiento de derechos
fundados en la fuerza tendría funestas consecuencias, que se manifestarían
1
Abandonó el país, algunos dicen que sin renunciar.
2
El Congreso se hallaba en receso desde el 1 de octubre de 1861.
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Indicaba Sánchez Viamonte, que “no hay gobiernos de facto. el gobierno es una institución, y toda
institución es de jure por su misma naturaleza. un golpe de estado no cambia el gobierno, sino los
gobernantes o funcionarios…”
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muchas décadas después, para la conformación de nuestra [mala] práctica
constitucional.”4
4
Nino Carlos, Un país al margen de la ley, Buenos Aires, Ariel, 2005, 3a ed., p. 60.
5
Ziulu Adolfo, Drecho Constitucional, Tomo II, Buenos Aires, Depalma, 1998, p. 332
6
Diana, Nicolás, Discurso jurídico y derecho administrativo: doctrina de facto y emergencia
económica.