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Defensas contra la infección

Por Larry M. Bush , MD, FACP, Charles E. Schmidt College of Medicine, Florida Atlantic
University

Última revisión completa jul. 2020

Tanto las barreras naturales como el sistema inmunitario defienden el cuerpo contra los
microorganismos que causan infecciones. (Véase también Líneas de defensa.)

Las barreras naturales son la piel, las membranas mucosas, las lágrimas, la cera de los oídos, el
moco y el ácido del estómago. Además, el flujo normal de orina elimina los microorganismos
que ascienden por el tracto urinario.

El sistema inmunitario utiliza los glóbulos blancos (leucocitos) y los anticuerpos para identificar
y eliminar los microorganismos que han atravesado las barreras naturales.

Barreras naturales

Por lo general, la piel evita la invasión de microorganismos a menos que esté físicamente
dañada, (por ejemplo, debido a un traumatismo, una picadura de insecto o una quemadura).

Las membranas mucosas, tales como el revestimiento de la boca, la nariz y los párpados,
también son barreras eficaces. Generalmente, estas membranas están cubiertas de
secreciones que combaten a los microorganismos. Por ejemplo, las membranas mucosas de los
ojos están bañadas en lágrimas, que contienen una enzima llamada lisozima que ataca a las
bacterias y que actúa como protección de los ojos contra las infecciones.

Las vías respiratorias filtran partículas externas presentes en el aire inhalado. Las paredes de la
nariz y las vías respiratorias están cubiertas de moco. Los microorganismos del aire quedan
atrapados en el moco y son expulsados al toser o al sonarse la nariz. El movimiento coordinado
de los cilios (diminutas proyecciones en forma de cabello) que revisten las vías respiratorias
contribuye a la expulsión del moco. Las células ciliadas arrastran el moco en dirección
ascendente por las vías respiratorias fuera de los pulmones.

El tracto gastrointestinal cuenta con una serie de barreras eficaces, como son el ácido del
estómago, las enzimas pancreáticas, la bilis y las secreciones intestinales. Estas sustancias
pueden matar bacterias o impedir que se multipliquen. Las contracciones del intestino
(peristaltismo, que desplaza los contenidos del intestino a través del tubo digestivo) y el
desprendimiento normal de las células que lo revisten ayudan a eliminar los microorganismos
nocivos.

El tracto urinario también cuenta con varias barreras efectivas. La vejiga está protegida por la
uretra, el tubo por el que la orina pasa cuando abandona el organismo. En los varones, la
uretra es lo bastante larga para que las bacterias rara vez sean capaces de alcanzar la vejiga a
través de ella, a menos que, involuntariamente, se facilite el paso de las bacterias cuando se
introducen sondas o instrumentos quirúrgicos. En las mujeres, la uretra es más corta, lo que a
veces permite el paso de las bacterias a la vejiga. En ambos sexos, al orinar, se expulsan las
bacterias que hayan podido alcanzar la vejiga.

La vagina es normalmente ácida. La acidez de la vagina evita que las bacterias crezcan y ayuda
a mantener el número de bacterias protectoras.

La sangre

Una manera que tiene el organismo de defenderse contra las infecciones es el aumento en el
número de ciertos tipos de glóbulos blancos (neutrófilos y monocitos), que se encargan de
fagocitar (ingerir) y destruir los microorganismos que invaden el cuerpo. Dicho incremento
puede producirse en unas pocas horas, en gran medida por la liberación de glóbulos blancos
desde la médula ósea, donde se fabrican. El número de neutrófilos en la sangre aumenta
primero. Si la infección persiste, la cantidad de monocitos aumenta. La sangre lleva los
glóbulos blancos (leucocitos) a la zona de la infección.

El número de eosinófilos, otro tipo de glóbulos blancos (leucocitos), aumentan de manera


característica en las reacciones alérgicas y en algunas infestaciones parasitarias, pero
habitualmente no lo hacen en las infecciones bacterianas.

Sin embargo, ciertas infecciones como la fiebre tifoidea, las infecciones víricas y las infecciones
bacterianas que superan el sistema inmunitario, pueden producir una disminución en el
número de glóbulos blancos (leucocitos).

Inflamación

Cualquier lesión, incluida una invasión de microorganismos, causa inflamación en el área


afectada. La inflamación es un proceso complejo siendo el resultado de diversas
circunstancias. Los tejidos dañados liberan sustancias que causan inflamación y que estimulan
al sistema inmunitario para:

Levantar una barrera alrededor de la zona

Atacar y destruir a cualquier invasor

Eliminar el tejido muerto y dañado

Iniciar el proceso de reparación

Sin embargo, a veces la inflamación no es capaz de superar a los microorganismos si existe una
gran cantidad de ellos.
Durante la inflamación, aumenta el suministro de sangre, lo que ayuda a las células
inmunitarias a llegar a la zona afectada. Debido al aumento del flujo sanguíneo, un área
infectada cerca de la superficie del cuerpo se vuelve roja y caliente. Las paredes de los vasos
sanguíneos se vuelven más porosas, permitiendo de este modo que el líquido y los glóbulos
blancos (leucocitos) pasen al tejido afectado. El aumento de líquido causa la inflamación
tisular. Los glóbulos blancos (leucocitos) atacan a los microorganismos invasores y liberan
sustancias que continúan con el proceso de inflamación.

Otras sustancias desencadenan la coagulación en los vasos de menor diámetro (capilares) de la


zona inflamada, lo que retrasa la propagación de los microorganismos infectantes y sus
toxinas.

Muchas sustancias que se producen con la inflamación estimulan los nervios, causando dolor.
La infección se suele acompañar de escalofríos, fiebre y dolores musculares producidos como
reacción a las sustancias liberadas durante la misma.

Respuesta inmunitaria

Cuando se produce una infección, el sistema inmunitario también responde produciendo


distintas sustancias y agentes diseñados para atacar al microorganismo invasor concreto (ver
Inmunidad adquirida). Algunos ejemplos son

Los linfocitos T citotóxicos (una variedad de glóbulos blancos o leucocitos) que pueden
reconocer y destruir al microorganismo invasor.

Anticuerpos que se dirigen contra el microorganismo invasor concreto.

Los anticuerpos atacan e inmovilizan a los microorganismos. Los destruyen directamente o


ayudan a los neutrófilos a seleccionar el objetivo y destruirlo.

La eficacia con la que el sistema inmunitario defiende el organismo contra todos los
microorganismos depende parcialmente de la composición genética de cada persona.

Fiebre

El aumento de la temperatura (fiebre) es una respuesta que protege al cuerpo ante la


infección y la lesión. La temperatura corporal elevada (fiebre) mejora los mecanismos de
defensa del organismo, aun cuando pueda causar malestar.
El hipotálamo, una parte del encéfalo, controla la temperatura corporal. La fiebre es
consecuencia del reajuste en el termostato del hipotálamo. Para aumentar la temperatura
corporal, el organismo desplaza la sangre de la superficie de la piel hacia el interior del cuerpo,
lo que reduce la pérdida de calor. Los escalofríos se producen para aumentar la producción de
calor mediante la contracción muscular. Los esfuerzos del organismo por conservar y producir
calor continúan hasta que la sangre llegue al hipotálamo con una temperatura más alta.
Entonces, esta nueva temperatura más alta se mantiene. Luego, al volver el termostato a su
nivel normal, el organismo elimina el exceso de calor mediante el sudor y el desvío de la
sangre hacia la piel.

En algunos individuos (alcohólicos, ancianos y personas muy jóvenes) existe una menor
capacidad para generar fiebre. En estos casos se puede experimentar una caída de la
temperatura en respuesta a la infección grave.

Desarrollo de la infección

Por Larry M. Bush , MD, FACP, Charles E. Schmidt College of Medicine, Florida Atlantic
University

Última revisión completa jul. 2020

Las enfermedades infecciosas son, por lo general, provocadas por microorganismos que
invaden el cuerpo y se multiplican en él. Existen muchos tipos de microorganismos infecciosos
(véase también Introducción a las enfermedades infecciosas.)

Los siguientes son ejemplos de cómo pueden invadir el cuerpo los microorganismos:

A través de la boca, los ojos o la nariz

A través del contacto sexual

A través de heridas o mordeduras

A través de dispositivos médicos contaminados

Una persona puede ingerir microorganismos al beber agua contaminada o al comer alimentos
contaminados. Puede inhalar esporas o polvo o inhalar gotitas expulsadas por la tos o el
estornudo de otra persona. Una persona puede manipular objetos contaminados (como el
pomo de una puerta) o entrar en contacto directo con una persona contaminada y luego
tocarse los ojos, la nariz o la boca.

Algunos microorganismos se transmiten a través de líquidos corporales, como sangre, semen y


heces. Por tanto, pueden invadir el cuerpo por contacto sexual con una pareja infectada.
También pueden entrar a través del contacto no sexual con fluidos corporales, como cuando
se proporcionan cuidados personales o servicios médicos.
Las mordeduras de humanos y animales y otras heridas que desgarran la piel pueden permitir
que los microorganismos invadan el cuerpo. Los insectos y garrapatas infectados pueden
transmitir enfermedades cuando pican.

Los microorganismos también pueden adherirse a dispositivos médicos (como catéteres,


prótesis articulares y válvulas cardíacas artificiales) que se colocan en el cuerpo. Estos
microorganismos pueden estar presentes en los dispositivos en el momento en que se
implantan, si se han contaminado de forma accidental. O bien, microorganismos infecciosos
procedentes de otro lugar pueden diseminarse a través del torrente sanguíneo y alcanzar y
alojarse en un dispositivo ya implantado. Debido a que el material implantado no dispone de
defensas naturales, es fácil para los microorganismos proliferar en él y diseminarse, causando
así la enfermedad.

Después de invadir el cuerpo del sujeto los microorganismos deben multiplicarse para producir
la infección. Tras multiplicarse, pueden suceder tres cosas:

Los gérmenes siguen multiplicándose y desbordan las defensas del organismo.

Se alcanza un estado de equilibrio, que provoca una infección crónica.

El organismo, con o sin tratamiento médico, destruye y elimina el germen invasor.

La invasión por la mayoría de los microorganismos se inicia mediante su adhesión a las células
del sujeto. La adhesión es un proceso muy específico, que implica una conexión entre el
microorganismo y las células del organismo similar a la de una llave con su cerradura. Ser
capaz de adherirse a la superficie de una célula permite a los microorganismos establecer una
base desde la que invadir los tejidos.

Si el microorganismo permanece cerca del lugar de la invasión o se extiende a otros sitios, y la


gravedad de la infección depende de factores como los siguientes:

Si el microorganismo produce toxinas, enzimas u otras sustancias

Si se desarrolla resistencia a los antimicrobianos

Si puede bloquear los mecanismos de defensa del cuerpo

El funcionamiento del sistema inmunnitario de la persona afectada

Muchos de los microorganismos causantes de enfermedades tienen propiedades que


aumentan la gravedad del proceso y les ayudan a resistir los mecanismos de defensa del
organismo: son los llamados factores de virulencia. Estas propiedades incluyen:
Toxinas

Enzimas

Sistemas para bloquear las defensas del organismo

Producción de toxinas y enzimas

Algunos microorganismos que invaden el cuerpo producen toxinas. Por ejemplo, cuando la
bacteria Clostridium tetani infecta una herida, produce una toxina que causa la enfermedad
denominada tétanos. Algunas enfermedades son causadas por toxinas producidas por
microorganismos externos al cuerpo. Por ejemplo, la bacteria estafilococo que vive en los
alimentos puede producir una toxina que causa una intoxicación alimentaria cuando se ingiere
ese alimento, incluso aunque se hayan destruido los estafilococos. La mayoría de las toxinas
tienen componentes que se unen de forma específica con moléculas de ciertas células (células
diana). Las toxinas desempeñan un papel crucial en enfermedades como el tétanos, el
síndrome del choque (shock) tóxico, el botulismo, el carbunco y el cólera.

Algunas bacterias producen enzimas que degradan los tejidos, permitiendo que la infección se
extienda con mayor rapidez a través de estos. Otras bacterias producen enzimas que les
permiten entrar y/o pasar a través de las células.

Bloqueo de las defensas del organismo

Algunos microorganismos tienen distintas formas para bloquear los mecanismos de defensa
del organismo, como los siguientes:

Interfiriendo con la producción de anticuerpos y de células T (un tipo de glóbulos blancos o


leucocitos), que tienen la capacidad específica de atacarlos

Rodearse de capas exteriores de protección (cápsulas) que impiden que los glóbulos blancos
(leucocitos) de la sangre los fagociten (los ingieran) (por ejemplo, el hongo Cryptococcus de
hecho que desarrolla una cápsula más gruesa después de penetrar en los pulmones con el
propósito específico de resistir a las defensas del cuerpo)

Resistiéndose a ser destruidas (lisis) por sustancias que circulan en el torrente sanguíneo

Produciendo sustancias químicas que contrarrestan los efectos de los antibióticos

Algunas bacterias pueden producir una capa de limo (llamada biofilm) que les ayuda a
adherirse a las células y a diversos materiales extraños, como los catéteres intravenosos, el
material de sutura, y los implantes y dispositivos médicos. El biofilm protege a las bacterias de
ser ingeridas (fagocitadas) por las células inmunitarias y ser destruidas por los antibióticos.

Los microorganismos que inicialmente carecen de sistemas para bloquear las defensas del
organismo a veces las adquieren con el tiempo. Por ejemplo, algunos microorganismos,
después de haberse visto expuestos de forma repetida a la penicilina, se hacen resistentes a
este fármaco (resistencia a los antibióticos).
Disfunción del sistema inmunitario

Si el sistema inmunitario no funciona correctamente (lo que se denomina compromiso


inmunológico), las personas son más susceptibles a sufrir infecciones. El sistema inmunitario
puede no funcionar bien porque:

Se nace con un trastorno hereditario que hace que el sistema inmunitario no funcione
correctamente (una inmunodeficiencia).

Se sufre un trastorno adquirido (como la infección por VIH o el cáncer) que lo debilita.

Se está en tratamiento con un fármaco de acción inmunosupresora (inmunosupresores), como


los que se utilizan para evitar que un órgano trasplantado sea rechazado, o los
corticoesteroides que se utilizan para reducir la inflamación.

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