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Se trataba de figuras que, por un lado, se parecían a los contratos reales, ya que
recibían eficacia procesal por la simple prestación de una de las partes, pero, por otro
lado, se separaban de dichos contratos por sus distintas consecuencias procesales, en
el cual desapareció el principio de la “especialidad de la acción.
a) Las obligaciones del venditor eran distintas a las del empior; este último debía
transmitir la propiedad del precio, mientras que el venditor no tenía que transmitir
necesariamente la propiedad del objeto vendido.
b) Según la practica romana, la compraventa se perfeccionaba por el simple
consentimiento, mientras que el acuerdo de voluntades en relación con la
permuta no producía acción antes de la prestación de una de las partes.
c) El primero que cumplía, en caso de permuta, no solo tenía acción para reclamar la
prestación prometida por la parte contraria, como sucede en la compraventa, sino
que se podía reclamar también la devolución de su propia prestación, si así lo
prefería.
2. Facio ut des:
En este grupo de contratos, se dice que la persona se declaraba dispuesta a
prestar ciertos servicios, a cambio de que otra le prometiera algún objeto, que no
era dinero (ya que en caso de contraprestación monetaria estaríamos el
arrendamiento romano como locatio-conductio operis o locatio-conductio
operarum).
3. Do ut facias
Este grupo de contratos era igual que el caso anterior, solamente que la situación
jurídica se observaba ahora desde un punto de vista, de la parte que prometía
algún objeto.
4. Facio ut facias:
Es el convenio respectivo de intercambio de servicios que no producía acción por
el simple acuerdo de voluntades, sino únicamente cuando una de las dos partes
amplia con lo pactado.
De los anteriores contratos, nacieron las siguientes acciones:
En primer lugar la condictio causa data causa non secuta, la cual servia para
recuperar lo que se había entregado, en caso de no haber obtenido la
contraprestación esperada.
Es así como el derecho romano ligo todos los contratos innominados con estas dos
acciones.
1. La permuta:
2. El aestimatum: contrato por el cual un comerciante aceptaba mercancías,
con la obligación de devolverlas, después de un tiempo, en caso de no
haberlas vendido, o entregar un precio, previamente convenido, si había
podido venderlas.
Se trataba de algo parecido a la compraventa, al mandato, al deposito
irregular, pero sin poder clasificarse claramente, es ahí que se refugian en
los contratos innominados.
¿Quien sufriría entonces el riesgo del caso fortuito? duda
El rasgo esencial del precario, era el poder absoluto, por parte del
propietario, el poder reclamar el objeto al precario accipiens, aun en el
momento mas inoportuno. Ni siquiera la fijación de un termino, concedido
por el precario dans, limitaba esta facultad.
Para dar eficacia a sus reclamaciones, el precario dans no solo disponía de
la actio praescriptis verbis, sino también del interdictum de precario.
Recordando que el precario accpiens gozaba, frente a terceros de la
protección posessoria, ya que el hecho a poseer la cosa en cuestión era
una de las formas de la excepcional possessio sine animo.
Otro problema sobre el alcance que se debía dar a una transacción queda
expuesto en el sig ejemplo:
Amparaba los derechos nacidos de un contrato innominado. Se concedía a la parte que había
cumplido la convención, a fin de conseguir la ejecución de sus obligaciones por la otra.