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La recuperación que fue frustrada

Por esos mismos años, el proceso de recupera-


ción fue frustrado. Nosotros, sin Cabildo, sin una organización
muy grande, íbamos venciendo al terrateniente. Pero se atrave-
só el Cabildo y el maestro Tumiñá se dejó comprar, y negoció
con los terratenientes Aurelio Mosquera y Francisco Morales.
Nuestro objetivo era recuperar la tierra y el objetivo del terra-
teniente era no dejar que lo hiciéramos. Tumiñá sirvió ahí co-
mo agente defensor del terrateniente, intervino para bloquear
el proceso, puso a muchos guambianos y también a muchos
blancos del pueblo en contra nuestra, con la garantía del terra-
teniente de darle a los blancos unas tierras bien baratas, y a los
guambianos, además de también venderles, regalarle un lote al
Cabildo161, más diez mil ladrillos para un centro de salud en el
Pueblito162, ahí al lado de la casa del profesor Tumiñá. Y la gente
decía que también había recibido unas cabezas de ganado y al-
gún recurso económico en efectivo, aunque en reciente conver-
sación con el profesor él negó esto último.
Cuando Isidro Almendra fue gobernador, nosotros no enten-
demos cómo surgió, pero cuando nos dimos cuenta fue que este
Tumiñá apareció en la Fundación y rumoraron que ya habían
hecho la primera reunión con el blanco, quien lo había citado pa-
ra reprimirnos, para que ayudara a sacarnos de la tierra. Nosotros
le explicamos a él, tratando de hacerle entender, creyendo que iba
a ser comprensivo. Pero él nada que se convenció; se convenció de
lo contrario, y ya hizo el primer viaje a Popayán.

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Según parece, se los dio de palabra y sólo hasta 1976 se los escrituró (Escritura
20 del 10 de febrero de 1976 de la Notaría Única de Silvia).
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Vereda El Pueblito del Resguardo, diferente al Pueblito de Fundación
Mosquera.

l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [467]
Sin embargo, Isidro Almendra no estuvo del lado del terra-
teniente. Pero como hubo cambio de cabildos, ya los siguientes
cabildos fueron distintos, ya vino Antonio Tumiñá, sobrino del
profesor Tumiñá, de gobernador. Como el Cabildo no estaba con
nosotros, el patrón se fue a llamarlo, hablando bien bonito y ofre-
ciendo regalar tierra, diciendo que nosotros éramos los malos y
lo jodíamos mucho. Y como los blancos son así, mientras noso-
tros peleábamos, a ese nuevo gobernador le empezaron a regalar
tierras, ladrillos, ganado. Ellos recibieron estos regalos y empeza-
ron a decir que los malos éramos nosotros. No entraron a nuestro
favor, sino que lo que debía de ser para nosotros lo recibieron ellos.
El lote de terreno que recibieron era como para sacarnos a la
fuerza. Pero allí mantuvimos el ganado de nosotros; ellos lo saca-
ban, pero nosotros lo volvíamos a meter. Allí entramos entonces
a pelear también contra nuestra misma gente, con ese Cabildo y
con el profesor Tumiñá.
Finalmente no pudieron sacarnos, ni recibiendo tierra, ni va-
cas, ni ladrillo, porque nosotros no peleamos por pelear, sino pen-
sando en que cuando niños pasamos trabajos. Por eso fue que nos
enfrentamos a los blancos.
(Jacinta)

Esta versión de Jacinta la confirma Mario Calambás cuando


dice:

Mi papá contaba que Aurelio Mosquera le regaló tierra al


Cabildo, pero a condición de que no vinieran a trabajar más acá y
más bien atajaran a los que estaban yendo a recuperar. Como es-
tos que iban a trabajar no eran organizados por el Cabildo, solos
ya estaban levantando cabeza, el Cabildo no pudo frenarlos. No
pudo atajar. El Cabildo hacía llamados, pero estos estaban fuera
de su control y no acataban.
Mi papá sabía estar hablando que regaló diecinueve hectáreas,
y además recibieron plata. Hicieron fiesta y tomaban aguardien-
te, e hicieron todos esos compromisos, pero el compromiso sola-
mente lo hicieron ellos.

El gobernador Antonio Tumiñá mismo —quien al igual que


su tío, el profesor, niega haberle servido al terrateniente—, en su

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versión de los hechos deja ver con claridad las artimañas del te-
rrateniente, el uso de alcohol para manejar a los indígenas, y la
actitud asumida por las ‘autoridades’ del Resguardo.

José Antonio Trochez, que también fue gobernador, […] vino


diciendo que Aurelio Mosquera estaba dando tierras baratas a
nuestra gente, […] y como agradecimiento por las tierras ya reci-
bidas iban a venir a celebrar en Pueblito. Entonces me llamó a mi
para que acompañara a este acto […] Decían que iba a subir, y su-
bió […] Se reunieron todos los compradores, que eran bastantes:
Jesús Antonio Tunubalá, Esteban Ulluné y otros. Eran hartos […]
A los unos ya les había entregado las tierras y había recibido la
plata, y otros todavía tenían deuda […] Allí empezó como la amis-
tad que he tenido con don Aurelio. Esto era como el recibimiento.
Como a él le gustaba también el aguardiente, allí estaba entre no-
sotros tomando aguardiente […]
Don Aurelio me dijo que si el Cabildo necesitaba algo y él po-
día ayudar, que él había venido a eso […] Entonces se habló de que
el Cabildo no tenía fondos para un viaje a Bogotá y […] que si él
podía ayudar algo económicamente para esto. Él dijo ahí mismo que
él contrataba un bus […] Entonces yo empecé a conocer fue por eso.
Tiempo después de que vinimos de Bogotá me vino hablan-
do de las tierras otra vez […] Después me invitó para que viniera
a verlas, que viniera a ver lo del compromiso, y que ya había en-
tregado al misak […] Me llevó allá por todas partes, entre ellos a
donde el tocayo José Antonio Trochez, a quien le habían entrega-
do bastante tierra, y también a Cástulo Quijano163. A kasuku Este-
ban Ulluné le había entregado 20 plazas. Me mostró todo eso, toda
la gran cantidad de tierra que entregó.
Regresamos de nuevo en la casa de la hacienda, en el establo,
y vi un poco de terneros […] que dicen ser el Redpool […] Don
Aurelio dijo que todo eso era de él y que me regalaba dos terneros
para la Comunidad, que si quería llevármelos. Yo dije que […]
como nosotros vivíamos en un estrecho, no podíamos tener cui-
dando un ganado porque no teníamos tierra; que ya que nos iba a
dar los terneros, que nos diera con algo de tierra para mantener-
los allí. Él se sonrió, pero no dijo nada. Entonces se quedó así de
ese tamaño en ese momento.
Un día yo venía para Piendamó y en el puente El Humilladero
me dijo: “La tierra que usted pidió, yo ya resolví darles”. Y me dijo

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que le acompañara para el siguiente sábado. Yo no me fui nada para
donde iba, sino que me regresé para avisar a mis compañeros. Hice
que avisaran a toda la gente, para que los que pudieran acompa-
ñar nos acompañen para eso. Fuimos a ver primero lo de Esteban
Ulluné, que le había dado la tierra fiada, pero como no le pagó le
volvió quitar la tierra, y esa la iba a dar al Cabildo. Entonces noso-
tros aceptamos recibir eso, y se quedó así. Esto dijo que había do-
nado al Cabildo, pero el ganado no fue dado.
El día de la cita yo bajé con mis alcaldes. Aurelio arrimó al
estanco y no me acuerdo si fueron dos o tres litros, pero los sacó.
Y ellos primero fueron los que me gastaron: Aurelio. Como a él
también le gustaba tomar, y como nos regalaba tierra, nosotros los
que decimos que somos el Cabildo, ¿no darle nada? Mucho misak
los martes llegaba a demandar y nos llevaban aguardiente, y no-
sotros no gastábamos ese aguardiente. Entonces había unos so-
brantes, no me acuerdo si eran 12 o 20 medias de aguardiente. Todo
éste lo cargamos y llevamos y allá nos lo tomamos.
Entonces se nos fue agotando el tiempo, como siempre es así,
y ya se vino el cambio del periodo. Hasta ese entonces no fue por
escritura, sino en palabra. Los Cabildos posteriores fueron los que
hicieron las escrituras. De eso ya yo no me di cuenta qué fue lo que
hicieron.

Y recibieron la tierra. Según la escritura, al Cabildo le die-


ron 19.9 plazas de un lote llamado Ulchures, frente a Media-
loma, en lo que hoy llaman Santa Clara. Mi hermana Bárbara
comenta:

El Cabildo, como no entendía, empezó a apoyar a los que iban


a comprar. Porque en vista de que ya la gente iba ganando, el terra-
teniente ofreció esas tierras en venta; toda la hacienda en venta.
Entonces, ya compró Cástulo Quijano, ya compraron unos guam-
bianos que eran José Antonio Trochez, Esteban Ulluné, Jesús
Antonio Tunubalá, un poco de personas fueron comprando en di-
ferentes sitios. Entonces, allí salía ganando nuevamente el terra-
teniente y, claro, la lucha se frustró, porque los mismos guambianos
estaban comprando.

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Blanco del pueblo.

[470] l a f u e rz a d e l a g e n te
Ya no se podía luchar con un solo terrateniente, sino ya toca-
ba enfrentar a toda esa gente que compró. Compró la gente del
pueblo, compraron los guambianos, compraron hasta unos ca-
leños, y se hicieron varios dueños. Fue la táctica del terrateniente:
vender así, para enfrentar entre todos.
Esto pasó con la hacienda El Chimán, pero ya no con las tie-
rras de la Empresa El Chimán; eso ya estaba quieto.
Después del lanzamiento empezaron todas esas cosas, porque
don Aurelio sabía perfectamente que ya estaba avanzada esa lucha.
Por no perder, ofreció en venta a todo mundo. Entonces compraron,
y allí estaba metido el Cabildo apoyando a los que querían comprar.

También recibieron otras prebendas, como los diez mil ladri-


llos que le pidieron al terrateniente dizque para construir un
centro de salud. Pero estos ni siquiera fueron utilizados para este
propósito y, como cuenta el mismo Antonio Tumiñá:

Los ladrillos se estaban partiendo y se estaban perdiendo.


Como yo estaba construyendo mi casa y me faltó un poquito […]
entonces a los miembros de la Junta de Acción Comunal les dije
que tenía este faltante, y hablé con el maestro para que me presta-
ra dos mil ladrillos. Eso lo devolví hace poquito…

Los demás ladrillos habían sido ‘prestados’ a otras personas


de Pueblito y, según lo que contó el profesor Tumiñá, a finales
de 2001 estos aún no habían sido devueltos. Cuando recién se los
dieron, nosotros veíamos el cerro de ladrillo ahí al lado de la casa
de Tumiñá, y protestábamos por esa actitud del maestro.
La construcción de la casa del gobernador Tumiñá fue juz-
gada por muchos en la Comunidad, según su propia versión,
como prueba de que él había recibido dinero del terrateniente:

[…] la gente empezó a decir que estaba construyendo con la


plata de la comunidad que me había dado Aurelio.

Pero él niega que esto fuera cierto, como también rechaza la


acusación de que hubiera recibido ganado de Aurelio:

Antonio Ulluné, que había sido mi alguacil, dijo que me vio tra-
yendo los terneros, y que yo me le robé a la Comunidad este ganado.

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Yo conseguí solamente un ternero […] Cuando pasamos en
la hacienda, negociaron 12 novillas, entonces mi compadre Cruz
Morales […] me preguntó si quería un ternero y que si tenía un
saldo de plata le diera parte, y la otra parte me daba fiado […] En-
tonces los que vieron dijeron que había recibido regalado para la
Comunidad, y cuando éste se reprodujo y se hizo varias, todos me
dijeron que tenía el ganado de la Comunidad.

Su esposa, Jacinta Paja, también considera que ellos han te-


nido que sufrir humillación y rechazo de su propia gente, sin
motivo:

En verdad es que a ratos nos ha tocado sufrir […] Nuestros


hermanos han calificado que hemos robado, pegándonos y
diciéndonos contrarios […] Y tuvimos que venir de arriba hasta
acá (Piendamó) por tanta cosa que ha pasado, que a nosotros nos
daba hasta vergüenza salir caminando. Pero nosotros no hemos
robado, no hemos hecho mal a nadie.

Sobre los acontecimientos relacionados con la venta de tie-


rras a indígenas de tierra libre y a blancos del pueblo de Silvia,
así como con la donación del terreno al Cabildo, Jacinta comenta:

En ese entonces, después del lanzamiento, como la carretera


era buena, trajeron gente en carro, hasta en tractores, y trajeron
todo el Cabildo e hicieron reunión en la escuela con los blancos.
En esta reunión acordaron hacer Junta de Acción Comunal. La
Junta que hay no fue creada por nosotros; fue creada en ese en-
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tonces, para que nos sacaran a nosotros, con gente venidera y
los de la Comunidad que se metieron a comprar tierra de entro-
metidos, como José Antonio Trochez, Esteban Ulluné y varios más.
Esteban Ulluné fue uno que traicionó. Él decía que nos iba a
apoyar, entró a luchar en las reuniones de nosotros, y después se
fue con el terrateniente. Cuando estábamos en pleno problema, él
recibió un lote junto con los blancos, lo trabajó, hizo casa, pero fi-
nalmente lo perdió. Yo estaba a punto de ir a la cárcel y él estaba

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Los blancos del pueblo.

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hablando bien con nosotros […] Vino ahí a la oficina de incora,
que estaba frente a la actual ferretería de Antonio Reyes, y allí fue
que estuvimos hablando […] Ese tal Esteban entró diciendo que
en vez de ir mama Jacinta a la cárcel, iría él, que no me preocupa-
ra, que ellos irían. Pero a la hora se fue con el terrateniente.
Aurelio iba a entregarles en un mismo día a los blancos y a los
guambianos que iban a comprar tierra. Para entregarla los llama-
ron ese día, y ahí él se fue como perro hambriento. Trajeron a va-
rios blancos y guambianos a quienes les ofrecieron tierras, para
presionarnos. En medio de esa situación fue que recibió el Cabil-
do la tierra, cuando estuvo Antonio Tumiñá de gobernador.
Otra gente también hizo como Esteban. Yo como mujer, si
hago mal, me quedo con eso; y si hago bien, también me quedo
con eso. No hablo dos y tres palabras, ni me volteo. Yo soy firme.
Ellos parecían locos, no ayudaron bien. Por eso nosotros pasamos
muchas dificultades.
Cuando recibieron la tierra dada al Cabildo, éste pidió contribu-
ción a la Comunidad para comprar alambre y cercaron esa tierra, y
entonces formaron esa Junta. Y con esa fuerza a nosotros ya nos
querían sacar. El presidente era un tal Efraín Binasco, un blanco.
En esa reunión, desde que inició la discusión, no se qué me
pasó, pero me enfrenté de igual a igual. Como hablaban mal-
tratándonos y Javier, mi esposo, es tan callado, y así era la mamá,
también callada, entonces a mi me dio rabia porque ellos lloraban.
Al ver yo, me pareció que podía enfrentarme y agarré a contestar.
Como mis hermanos se encontraban repartidos, yo agarré a
contestar, porque al ver yo, era muy feo cuando nos lanzaron. Es-
taba respondiendo bien porque había oído hablar a los mayores
sobre 1912 y me acordé de lo más antiguo, que esas tierras eran de
nosotros. Como así hicieron, agarré a contestar. Como la tierra es
de nosotros, pensé, ¡aunque nos saquen!
En ese entonces ya teníamos la tierra en Malvazá, aunque endeu-
dando, pensando en pagar aunque fuera jornaleando. Como tenía
para donde irme, pensé y me planté, y frente a frente seguí alegando.
Porque al que no se enfrenta lo sacan fácil. Sentía respaldada para
pelear, porque si las cosas salían mal teníamos para dónde ir.

Los terratenientes nos tenían bien analizados. Sabían el grado


de organización que teníamos y sabían que al Cabildo lo podían
comprar. Pero también sabían que con el apoyo del Cabildo no

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era suficiente, y que necesitaban además a los blancos del pue-
blo. Por eso les cedieron y vendieron tierras a ellos también.
Según el certificado 81-103 del 17 de marzo de 1981 de la Re-
gistraduría de Silvia, entre agosto de 1975 y octubre de 1978
Aurelio Mosquera escrituró casi 900 plazas de tierra de Santa
Clara a blancos de Silvia (Antonio José Cabal, Pedro Nel Cór-
doba Bolaños, Fernando León Durán Rivera, Gloria Durán de
Alba, Mario Angulo Doria) y a más de 20 guambianos (Mariana
Tunubalá de Muelas, Vicente Tunubalá Muelas, Eulogio Tumiñá
Muelas, Cruz Muelas Muelas, Francisco y José Antonio Hurta-
do Muelas, Avelino Hurtado Tunubalá, Manuel Ussa Almendra,
Jesús María Morales, Avelino Almendra Tombé, Joaquín
Yalanda Campo, Jesús Antonio Tunubalá, Esteban Ulluné Ussa,
Juan Bautista Ussa Tumiñá, Juan Tunubalá, Lorenzo Tunubalá
Tunubalá, Trino Morales Díaz, Cruz Tunubalá Tumiñá, Julio
Hurtado Morales, Miguel Antonio Muelas Tunubalá, Alcides
Hurtado Calambás, Eulogio Tumiñá Muelas, José Antonio Hur-
tado Muelas, Miguel Antonio Muelas Tunubalá), además de las
19 plazas del Cabildo de Guambía.
Durante la gobernación de Antonio Tumiñá hubo muchos
conflictos con el profesor Tumiñá y el Cabildo, todo a raíz de los
negociados que tenían con Aurelio Mosquera para no dejar avan-
zar la lucha de los terrajeros en Chimán. El caso del viaje a Bo-
gotá, para el cual el terrateniente les financió el bus expreso del
que habla el gobernador Tumiñá, fue uno de ellos:

Nosotros teníamos acosados al Ministerio de Gobierno, Asun-


tos Indígenas, y denunciábamos las actitudes de Aurelio y de las
autoridades del municipio y departamento. Entonces, para ellos
tomar nuevamente prestigio y desprestigiarnos a nosotros como
mentirosos, para decirle al gobierno que el terrateniente era un
buen tipo, bondadoso, que era un humanista, que les daba tierra
y todo lo que los indios necesitaran, y que los que jodían, noso-
tros los Muelas y otros, no eran sino los desobedientes, los deslea-
les, en una ocasión Aurelio Mosquera y Pacho Morales les dieron
un bus cerrado de Silvia y mandaron un carrado de guambianos
a Bogotá. Tumiñá vino con ese carrado de guambianos.
(Jacinta)

[474] l a f u e rz a d e l a g en te
Claro que hasta razón tendría en eso de que éramos deslea-
les, pues como dice Mario Calambás:
La gente cuando ya no acata, claro que es desleal. Como ya no
regalaban su fuerza de trabajo a ellos, entonces para ellos ya eran
desleales. Cuando la fuerza de trabajo ya no iba para allá sino que
venía para acá, lo hacía porque ya tenía otra concepción. Ahí es,
por ese lado. Cuando por todo los jodían y nada hacían, entonces
ellos estaban bien. Así miraba yo desde afuera.

En todo caso nosotros también vinimos, yo personalmente


vine, vino Jacinta y Juan Tunubalá y otros poquitos; pero
vinimos con la decisión de desenmascarar a Tumiñá. Ellos fue-
ron de día, nosotros vinimos en la noche. Sabíamos que iban a
llegar exactamente al Ministerio de Gobierno, Asuntos Indíge-
nas. Cuando llegaron, nosotros ya habíamos llegado y estába-
mos allí en la puerta. Cuando ellos entraron, nosotros nos inte-
gramos y entramos ahí también. Y de allí, nada que nos
separábamos. Donde quiera que ellos iban, allá íbamos noso-
tros y los desmentíamos. Les desbaratamos esa venida. Pelea-
mos. Yo estaba recién comenzando y no tenía ninguna expe-
riencia de pelear, pero allí peleamos, le cobramos la tierra, los
ladrillos, y lo incomodamos mucho. Hasta que por fin Tumiñá
y el gobernador se calmaron.
Venía una gente muy buena, como Samuel Velasco y otros,
que eran concientes del problema de nosotros, pero no tenían
ningún poder, ni fuerza para tomar decisión sobre el Cabildo,
porque Tumiñá era el que dirigía, y todo lo que decía él, eso ha-
cían. De esa ocasión Jacinta recuerda que:
Vinimos acompañados con los de Cooperativa, con finado
Juan. Fuimos a la oficina de incora para contar lo que estaba pa-
sando allá, para aclarar que nosotros no somos malos, y a hablar
de nuestros derechos. Llegamos antes que ellos, aunque a ellos les
habían entregado carro.
Para enfrentar, como era entre los mismos, no me daba mie-
do. En la oficina había mesas con puestos asignados. En la silla para
el gobernador ya estaba yo sentada. Aunque ganaran esta vez, yo
pensé que por lo menos me daría el gusto de haber ocupado la silla
del gobernador.

l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [475]
Aurelio mismo había conseguido una casa grande donde ha-
bía todo; yo no recuerdo cómo llamaba ese hotel, pero era un ho-
tel grande, donde había todo de comer, de beber. Había arrenda-
do el patrón mismo. Este hotel era solamente para ellos, y nosotros
nos metimos.
En Bogotá apareció taita Gerardo Morales. Dijo que si él cono-
ciera los problemas, ayudaría; y además que no tenía poder, que
solamente era secretario del Cabildo, que nosotros estábamos al
aire, que no teníamos ningún respaldo de este Cabildo.
Aunque nosotros decíamos que éramos de la misma gente,
hablamos la misma lengua, nunca nos quisieron entender. Yo y el
finado Juan Tunubalá entramos hablando con mucha claridad y
no nos dejamos, pero a mi me tocó muy duro.

Hubo autoridades de nuestra misma gente que no supieron


pensar para beneficio de los suyos, y más bien se aliaron con los
terratenientes, como decía taita Segundo Tunubalá:

Como el caso de Antonio de Pueblito […] Ese fue el que reci-


bió a Aurelio un pedazo de tierra. En vez de plantear para el bien
común, recibió solamente el Cabildo unos ladrillos y tres cabezas
de ganado. Junto con el profesor Tumiñá recibieron eso y se hi-
cieron al lado del terrateniente.
Siempre pensaban solamente en ellos, no pensaban cabalmen-
te, sino para el bolsillo de ellos nada más. La justicia debían ha-
cerla legalmente, pero no lo hacían. Por eso es que a ustedes les tocó
tan duro en ese momento.

Los terratenientes utilizaron la falta de claridad del Cabildo


y del profesor Tumiñá para obstaculizar nuestra lucha, porque
en realidad ellos no sabían nada sobre nosotros, nunca habían
conocido cómo vivíamos los terrajeros, ni cuáles eran nuestros
problemas, y no entendieron que nosotros teníamos la razón y
no el terrateniente. Ellos se dejaron convencer, se vendieron, y
se vinieron en contra de nosotros, e hicieron cuanta cosa para
quitarnos fuerza, para reprimirnos. Y nunca les interesó lo que
sucediera con los terrajeros, pues no nos conocían, ni nos con-
sideraban como de su misma gente. Como lo expresa el mismo
Antonio Tumiñá:

[476] l a f u e rz a de l a g e n te
A mi me nombraron de gobernador y yo solamente estaba
encargado de velar por mi Comunidad. Anduve yo con ese com-
promiso. Nosotros solamente pensamos recibir todo lo que nos
regalaran para nuestro Cabildo y Comunidad.
[…] sobre la terrajería cómo fue, como nosotros no hemos
sufrido en carne propia, entonces no entendemos en claro eso.
Como nosotros no sabíamos la vida de ustedes, sus sufrimien-
tos […], entonces no se si hicimos mal o hicimos bien.

Las reservas del Cabildo son para los sin tierra

Como no había tierra, y no había más qué hacer, los terrajeros


que habían sido lanzados se metieron en esa tierra que regaló el
terrateniente al Cabildo. Se metieron allí porque no había más a
donde. Nosotros hacíamos el argumento de que ellos también
hacían parte de la Comunidad y por eso tenían derecho.

Fue tan horroroso que el blanco le diera una tierra al Cabildo


de Guambía con la única condición de que nos reprimiera para
expulsarnos. La tierra esa que regalaron al Cabildo, que después
fue comprada por Rafael Hurtado, la ocupamos nosotros con un
ganadito.
Estando en Bogotá descubrimos la Legislación Indígena. Encon-
tramos que en la legislación decía que a la gente que carecía de tie-
rra el Cabildo estaba obligado a darle tierra. Entonces tomamos más
fuerza para seguir ocupando esa tierra. Nosotros planteamos al
Cabildo de Guambía que como la Legislación Indígena obliga a te-
ner reserva, y la reserva es para los que no tienen, que esto es nues-
tro: “Ahora lo que recibieron ustedes es de nosotros, porque a no-
sotros nos han lanzado”. Y no soltamos la tierra.
El Cabildo la había arrendado a particulares. “Aunque así sea.
Cuando nosotros teníamos problemas nunca vinimos donde uste-
des, el problema era de nosotros. ¿Por qué no dejaron arreglar a
nosotros mismos. Ustedes por qué se entrometen? Como el Ca-
bildo recibió reserva, eso es de nosotros”, con el finado Juan Tunubalá
planteamos. “Si no se hubiera entrometido el Cabildo, el patrón nos
habría cedido en alguna parte. Como se entrometieron… ese aho-
ra es de nosotros”. Y no aflojamos. Entonces como teníamos el ga-
nado, ellos no podían ocupar ni volvieron a arrendar.

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Pero mientras nosotros estábamos ocupando y teníamos ga-
nado ahí, una noche, con machete, cortaron todo el ganado y nos
lo mataron. Solamente escaparon algunitos que no se dejaron
alcanzar del machete.
Con Juan nos movimos mucho a Popayán, veníamos a Silvia,
así las autoridades no nos escucharan, los jueces, el alcalde, y tam-
bién en el incora-Popayán. Harto que corrimos, y los pocos ani-
males que teníamos ahí se nos acabaron.
(Jacinta)

La pelea fue larga, dura y difícil. Duramos como unos tres a


cuatro años peleando allí en esa tierra que regaló el terrateniente
Aurelio al Cabildo. Pero como la pelea era compleja y tenía va-
rios frentes, la solución tenía que ser de conjunto, y así lo fue.
Como los terrajeros que en ese momento encabezaban la lucha
estaban peleando a la vez por los lotes y casas de Fundación, el
lote de Coscorrón y el cedido al Cabildo, finalmente se logró la
solución de estos conflictos de manera simultánea.

Defendiendo la casa de Pueblito y aclarando lo de Coscorrón

La insistencia de los terrajeros que habían sido lanzados, en


ocupar el lote cedido por Aurelio al Cabildo, les sirvió para
defender las casitas y huertas de Fundación, de las cuales tam-
bién los querían sacar. Pero ese pleito de Fundación se pudo
ganar porque, además, desde el principio los terrajeros se ha-
bían rehusado a aceptar el lanzamiento de sus casas, a cam-
bio del lote Coscorrón que, para rematar, la Empresa Comu-
nitaria les estaba negando. Entonces, lo uno con lo otro les
permitió entrar a negociar con el terrateniente, y así logra-
ron asegurar sus hogares.

La ganada de ese pleito de Fundación fue porque insistimos


en no aceptar ese primer lanzamiento. Después de tres veces de en-
carcelamiento, Aurelio nos llamó por las buenas con el mayordo-
mo. Nosotros, al principio no queríamos hablar con él, pero ya a
la cuarta vez que nos llamó aceptamos, y nos fuimos a hacer una
entrevista aquí en el molino.

[478] l a f u erz a de l a g en te
Le preguntamos que qué era lo que le pasaba de hacernos es-
tos encarcelamientos, después de haber dicho que de allí no se mo-
viera nadie. Que aclarara bien lo que dijo, porque nosotros no
entendíamos por qué nos hacía lanzamiento de Fundación, dicien-
do que para nosotros la tierra estaba en el Coscorrón.
Como también teníamos el problema del lote frente a
Medialoma que había recibido el profesor Tumiñá para el Cabildo,
entonces nosotros, mientras no aclararan, seguíamos dentrando
donde le habían dado al Cabildo.
Así es que le pedimos a Aurelio que nos diera las escrituras de
Fundación para nosotros estar claros. Como eso le daba global a
todos, le dijimos que nos diera independiente a cada uno el lote-
cito, y él comprometió a dar la escritura y sí nos cumplió. Y así,
tenemos hasta este momento reconocido y firmado con las ma-
nos de él, pues ya hablamos por las buenas.
Cuando hicimos las escrituras de Fundación, en ese momen-
to mismo dialogamos muy bien con don Aurelio lo de la laguna
(Coscorrón), qué verdad era, para nosotros irnos a trabajar, para
no seguir molestando allá donde recibió el Cabildo. Nosotros creía-
mos que de pronto estaba engañando la Empresa, o el mismo don
Aurelio. Entonces preguntamos bien, y dijo don Aurelio que él no
estaba engañando, que él había entregado al incora y al Cabildo
para que a ustedes les adjudiquen, que sí era cierto que él le había
entregado al incora para las cuatro familias. Entonces ya el mis-
mo don Aurelio nos hizo descubrir.
Yo hice una minga grande donde teníamos siempre la parce-
la, con los de la Cooperativa, los de Chorrera que también esta-
ban con nosotros, y los de Fundación que siempre nos acompa-
ñan. Fuimos a picar en todo el camino; cogimos un lote grande y
picamos. Como ya nos dijo don Aurelio que sí era cierto que ha-
bía cedido a las cuatro familias las 56 has., entonces nosotros ya
descubrimos eso y haciendo esa minga fuimos a trabajar.
En ese momento que hicimos minga grande, ya de ver que
nosotros veníamos venciendo, de ver que nosotros no dejamos, esa
vez ellos, los de la Empresa, tenían un tractor, quitaron el alam-
bre, los postes, ya sacó en esos momentos, y ya nos dejó trabajar.
Así fue que ganamos, y así fue que calmamos, porque ya con-
seguimos donde trabajar.
Entonces nosotros sí dividimos para esas cuatro familias que
donó don Aurelio al incora para que el Cabildo de Guambía nos

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volviera a arreglar a nosotros. En esa forma fue que nos cedió, para
esas cuatro familias reconocidas. Nosotros no formamos ningu-
na empresa, sino que directamente, hasta este momento, disfru-
tamos trabajando así en parcelas. Peleando fue que rescatamos este
donado de 56 has.
Así hemos estado y no hemos aflojado, y no soltamos la tierra
de Fundación, el Pueblito; también hicimos que resultara para
nosotros esa tierra de Coscorrón que tenía la Empresa El Chimán.
(Jacinta)

Pero para obtener las escrituras de Fundación, los terrajeros


tuvieron que hacer un compromiso con el terrateniente de no
volver a ocupar el lote del Cabildo.

El compromiso que tuvimos fue que nosotros sacábamos


los animales de ese lote que él dio al Cabildo, pues nosotros cada
que nos sacaban los animales al circo de toros de Silvia volvíamos
a meterlos allá donde era del Cabildo, diciendo a ese cabildo
Tumiñá que, mientras no arregle, para qué se entremetió. Nosotros
reclamábamos al Cabildo, y a don Aurelio también, que en vez de
dar al Cabildo nos diera a nosotros que no teníamos: “¿Por qué
le da al Cabildo y por qué no nos arregla a nosotros?”. Entonces,
así en ese enredo, pues para aclarar hicimos este compromiso.
Como dijo que desocupáramos y entregáramos al Cabildo, que
sacáramos los animales que teníamos allí, nosotros sacábamos sí,
pero cuando nos dieran la escritura a todos. Ya en eso, pues sí que-
dó de dar las escrituras a las casitas de Fundación para cuatro fa-
milias, directamente para cada uno. Sí quedó de firmar; ese fue el
compromiso.
Un día dijo que si en esta mañana nosotros sacamos los ani-
males, él ese día mismo firmaba. Así hicimos el compromiso. Sí
sacamos bien de mañana y él por ahí 10 a 11 de la mañana nos
firmó la escritura de las casitas de Fundación para todos cuatro:
Juan Calambás, Cruz Calambás, Juan Tunubalá y Javier mi es-
poso. Así era el compromiso y así fue que arreglamos ya en ese
momento.
Eran 16 familias. De eso, nosotros éramos cuatro, entonces
12 familias también quedaron allí, pero a ellos dio la escritura en
global. A nosotros sí nos dio escritura independiente, a todos

[480] l a f u e rz a d e l a g en te
cuatro que nos estaban lanzando. Así hicimos el arreglo. Los otros
ahora poco fue que arreglaron. Pero nosotros fuimos los prime-
ros que conseguimos las escrituras directamente con el mismo
patrón.
Así aseguramos la casa donde vivíamos y el lote de Coscorrón.
Entonces ya no volvimos a meternos en el lote del Cabildo. Com-
prometimos de no volver a meter allá, sino que nos arreglara lo
de Fundación y que nos arreglara lo de Coscorrón que men-
cionaba. Y dejamos en paz. Así calmó. Eso fue en el 76, con el go-
bernador Antonio Tombé.
(Jacinta)

Por último, de ver que el profesor Tumiñá y el Cabildo fue-


ron impotentes contra nosotros, el terrateniente volvió y les
arrebató la tierra y vendió a otros. Porque el convenio de dar-
les ese lote allá en La Clara se había hecho con escritura, pero
con un título oneroso que exigía al Cabildo ayudar a bloquear
las luchas, o de lo contrario la tierra sería devuelta al dueño, al
terrateniente. Eso lo hizo Aurelio. Como no logró paralizar, no
logró bloquear, porque los terrajeros, en compañía de los de tie-
rra libre, siguieron la lucha, ese convenio se fue al suelo, se fue
a pique. Según me contaba el profesor Tumiñá, Aurelio metió
abogado y el título fue abolido. La demanda, según Antonio
Tumiñá, fue por ‘lesión enorme’. Entonces al Cabildo le tocó
devolver esa tierra.
Aurelio, para que el Cabildo no saliera con las manos vacías,
en compensación por la tierra le dio 200 mil pesos. Con esa pla-
ta él mismo ayudó a buscar la casa que hoy es del Cabildo, en
Silvia. Jorge Rengifo, el ex-alcalde, tenía esa casa para la venta por
200 mil pesos, le entregó esa plata y recibieron la casa.

A lo último ya no pudieron hacer nada. Ya llegó la hora de salir


del Cabildo y ya les dieron casa en Silvia.
(Jacinta)

Así es que esa casa que hoy tiene el Cabildo es también pro-
ducto de nuestra lucha y no del gran corazón del terrateniente.
Dice Pedro:

l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [481]
Los de kausro eran bien vestidos y nosotros con vestidos
rotitos nos miraban con desprecio. Pero esa gente no tenía ni casa
165
de Cabildo; tenían casa prestada no más .
La casa que ahora tiene el Cabildo es esfuerzo y trabajo de no-
sotros. No es regala’o por el patrón así por así al maestro Tumiñá
y a Antonio Tumiñá, cuando era gobernador; no por buena gen-
te, sino por el trabajo y el esfuerzo nuestro en ese momento, para
que ayudaran a sacarnos para pasarnos al Resguardo, o para que
fuéramos pa’ donde quisiéramos, para eso les dio, para que noso-
tros no siguiéramos peleando.

Pero la casa no la compraron a nombre del Cabildo de Guam-


bía, sino de la Junta de Acción Comunal de la vereda del profesor
Tumiñá. Después ya, en 1982, durante la gobernación de Abelino
Dagua, nosotros, la Cooperativa, apoyamos para que eso no fuera
para la Junta de Acción Comunal, sino para que el Cabildo se
metiera ahí. Así es como esa casa quedó para el Cabildo de
Guambía. Pero yo no se hasta ahora si legalmente el título apa-
rece a nombre del Cabildo o de Acción Comunal de la vereda del
profesor Tumiñá.

El leído también se ha sabido equivocar:


el Profesor Tumiñá

Francisco Tumiñá fue el primer profesor guambiano. Él ense-


ñaba en la escuela de su vereda. Tenía mucha influencia dentro
de los cabildos y era la persona que siempre recibía a los fun-
cionarios y otros visitantes colombianos o extranjeros que ve-
nían al Resguardo, por considerarse el leído y tal vez porque se
contaba entre las pocas personas que hablaban bien el castellano.
Cuando se dieron las últimas luchas por eliminar la terrajería y
por recuperar las tierras que se encontraban en manos de los te-
rratenientes, el profesor Tumiñá desempeñó un papel muy im-
portante, pero no a favor de los indígenas, sino a favor de los te-
rratenientes, aunque hoy en día él niega haber estado a su favor.

165
El Cabildo utilizó una casa prestada de un señor Rubén Pitingo, según Jacinta.

[482] l a f u e rz a d e l a g en te
A mi me acusaron siempre que trabajaba en favor de los blan-
cos. Por eso hasta mi casa me la dañaron. Pero mi conciencia era de
que yo no estaba a favor de los blancos, ni he trabajado para ellos.
(Profesor Tumiñá)

Sin embargo, al preguntarle por qué se le acercó Aurelio en


ese momento, regalándole tierra, ladrillo, ofreciendo ganado,
ofreciendo carro, cuando los terratenientes jamás les regalaban
nada, así estuvieran muy urgidos, cuando jamás tomaban
aguardiente con ellos, ni se acercaban al misak, su única res-
puesta fue:

Eso lo sabe solamente Antonio (Tumiñá) porque él fue el


gobernador. No se si estos regalos los hizo Aurelio por su propio
gusto. Eso yo no lo se bien, eso yo no me di cuenta.

Cuando le pregunté a Antonio Tumiñá si él pensaba que


Aurelio había hecho todo eso solamente porque era buena gen-
te, o porque quería que ellos lo apoyaran, o por qué pensaba que
se había dado este acercamiento de parte del terrateniente, lo que
dijo fue:

Ahí si yo no puedo saber […] qué pensaba en su hígado. Yo


no se si nos vieron muy pobres, porque el Cabildo no tenía fon-
dos y estábamos como quejándonos que no podíamos ir a Bo-
gotá. Yo no se qué pensó él. Pero […] nunca fue un compromiso
que como Cabildo defendiéramos su hacienda. Yo nunca he com-
prometido a defender su hacienda, ni verbalmente, ni en serio.
Éste nunca dijo […] ayúdenme a proteger lo mío; eso nun-
ca fue hablado. De la parte del Cabildo tampoco nunca hubo
compromiso. Creo que no lo hizo solamente porque era gene-
roso, sino algo pensaba que íbamos nosotros a prestarnos y fa-
vorecer a él, creo que él vino esperando alguna oferta de nuestra
parte para favorecerlo, debe haber venido con una segunda in-
tención […] Como él nunca dijo que lo ayudáramos ni nada,
entonces no hubo tal cosa, nosotros no tuvimos ningún compro-
miso de esa naturaleza […] De pronto nosotros por ignorancia
nos hubiéramos comprometido a ayudar, si él nos hubiera plan-
teado eso.

l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [483]
Pero todos nosotros sabemos que cuando estaba en pleno
auge el proceso de organización y recuperación de tierras, el
terrateniente Aurelio Mosquera, en vista de que no podía frenar
la fuerza del movimiento, acudió al Cabildo y al profesor Tumiñá
para que le ayudaran. Y también sabemos que el profesor, en vez
de defender a su gente, le dio todo su apoyo al terrateniente y
consiguió el apoyo del Cabildo, de la Comunidad y de muchos
blancos del pueblo para él. Por eso, aún hoy en día los que fue-
ron terrajeros guardan un triste recuerdo de quien debió haber
sido el defensor por excelencia de sus derechos. Muchos comen-
tan que como él era el que sabía, el que tenía conocimientos,
pensaron que los favorecería, pero que más bien usó esos cono-
cimientos en contra de su propia gente.
El compañero Javier Calambás cuenta que los blancos decían
que el profesor Tumiñá tenía “una cabeza pero bellísima”.

Entonces yo pensé que cuando dicen una cabeza bellísima era


que sabía mucho y que nos iba a ayudar […] Pero el pensamiento
que tiene él no es de ayudar a los misak, sino a los blancos. Dice
que los blancos son los honorables, esa es la palabra que tiene, y
considera que los misak no somos honorables.
A mi pensar, hablaba tanto de un viaje que hizo a los Estados
Unidos, pero no hablaba en favor de los indígenas, sino para for-
talecer a los blancos. Y decía que nosotros había que respetar a ellos
y a ellos había que hasta quitar el sombrero, descubrir la cabeza.
Así vide enseñando. Entonces yo me di cuenta que él aprendió y
tiene el mismo hígado de pensar que no es para nosotros, que no
está a nuestro lado. Por eso hace poco yo estuve recordando y
diciendo a la gente que el escudo que él dibujó, encima puso un
cordero dormido como símbolo de pacifismo. Nosotros, como res-
puesta, mandamos una nota diciendo que los guambianos no éra-
mos ovejos, sino que estábamos luchando por la tierra, y manda-
mos un folleto de los campesinos con un machete así largo en alto.
Se creía que él era el único conocedor, sabio, sabedor, y de ahí
salió lo que él mismo decía a nosotros: comunistas. Hoy todo mun-
do sabe y ahora esa ley que decían del comunismo ha expandido por
todo Guambía: las tierras fueron distribuidas. Cuando hablamos ya
de la tierra y el derecho de nosotros, y empezaron a recuperar y re-
cuperaron, entonces ahí fue que vino a doblegar y a agacharse.

[484] l a f u e rz a d e l a g e n te
Hoy en día ya no tiene nada que hablar, pero él tenía el trabajo
de ser el profesor, y de ahí que a los niños les enseñaba lo que los
blancos le ordenaban que debía de enseñar […] A estas alturas, ya
cumplidos los años, ahora ya quedó pensionado, ya no tiene nada
que hablar. Propiamente el profesor Tumiñá es, en el fondo de mi
pensamiento, enemigo del desarrollo de la comunidad guambiana.

Manuel Jesús Muelas comentaba que:

Él fue como el primer profesor, el que sabe, tiene conocimientos,


y a los demás considera que sigan siendo ignorantes. La palabra
de él es la correcta, entonces quiere que todo el mundo acate su
palabra. Él cree que lo que hablan otras personas es incorrecto.
Finalmente él no pudo hacer nada; los otros dirigentes estaban
haciendo el trabajo bien, pensando para toda la gente.

Su influencia sobre el Cabildo y sobre la comunidad en gene-


ral era grande. Por eso fue tan nefasto para nosotros que, en vez
de estar a nuestro lado, estuviera al lado del terrateniente. Siem-
pre la pelotera era con él porque andaban los otros miembros
del Cabildo, pero se mantenían callados, no decían nada, siem-
pre delegaban en él. “Lo que decía él era correcto para ellos, por
eso se mantenían callados”, comentaba Bárbara mi hermana.

El gobernador no hacía sino estar al lado, parado mirando. Yo


vi una vez en el Núcleo que el gobernador lo único que hacía era
leer un escrito que Tumiñá había hecho, y no lo que él quería de-
cir propiamente de su pensamiento.
Cada vez que un extranjero llegaba a Guambía, el gobernador
siempre traía alguna ruana o sombrero para obsequiarle, y Tumi-
ñá era el que recibía y entregaba. El gobernador parecía un niñito
no más. El que hablaba y el que estaba al frente era él. Cualquier
intervención la hacía el profesor, y los gobernadores se veía que
estaban muy contentos, se inflaban, se crecían, porque tenían a éste
hablando por ellos.
(Luis)

Su discurso estaba siempre centrado, no en las necesidades


de la gente, sino en cuestiones religiosas y en sus recorridos en
el extranjero.

l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [485]
Con Bárbara pensamos que, como él era el único castellano
y el único que era “Popayán pueblo, patrón de mandar, espejo
166
comprar, ovejo maleta…” (risas).
Jacinta tiene muchos y tristes recuerdos del profesor Tumiñá,
sobretodo porque no reconocía que los terrajeros éramos tam-
bién misak:

Al Núcleo una vez vino un funcionario de lejos, del Vaticano,


representante del Papa, a contar que el Papa había mandado una
plata del Poppulorum Progressum (1968) para comprar tierra para
la gente pobre, que con eso había que hacer la Reforma Agraria.
Así hablaban. Entonces taita Juan Sánchez nos comunicó para que
nos reuniéramos a ver qué era. Había que reunir harta gente y re-
clamar, y como estaban convocando y además era un domingo, nos
fuimos un poco de la gente de la hacienda, que también fui con
nuestro Lorenzo. Hablaron y hablaron mucho.
En eso empezó a hablar el profesor Tumiñá, y dijo que aquí
en la comunidad de Guambía no faltaba nada. Dijo que tenían
todo: alverja, papa y todo lo demás, y ganado, mulas, etcétera. Y
nosotros ahí sufriendo, nosotros entre las lágrimas. Así estaba ha-
blando Tumiñá. Nosotros creímos que era cierto cuando él decía
que en la comunidad de ellos no les faltaba nada, porque no co-
nocíamos esas tierras.
Se daba de cacique, y que era el líder, pero en vez de hablar en
favor de la gente, hizo todo lo contrario. Como líder no defendió
cuando decían que había esa plata para las necesidades de la gen-
te. Lo que dijo fue que aquí no había necesidades. Él no debe ha-
ber tenido necesidad; nosotros sí las teníamos. En ese momento
estaba Lorenzo; habría pensado hablar algo —era muy tierno, jo-
ven, Lorenzo—, entonces pidió la palabra, pero no se la dieron. Eso
pasó con Tumiñá en el Núcleo.
Él nunca reconoció que éramos los mismos misak, y empeza-
mos la dura pelea. Yo cuestioné al profesor que si no éramos guam-

166
Hace mucho tiempo, cuando los primeros patronos llegaron a Silvia, pero
tenían sus sedes en Popayán, a los terrajeros les mandaban como cargueros con
bestias. Los indígenas no sabían el castellano. Caminaban, los ojos visualizaban
y los llevaba el camino, pero lo difícil era la comunicación con la gente en el trans-
curso del camino. La gente mestiza que encontraban les preguntaban: “¿Para
dónde va?”, y el indígena respondía: “Popayán pueblo, patrón de mandar”, y les

[486] l a f u e rz a d e l a g en te
bianos cómo es que nosotros hablamos guambiano. Nosotros nos
hemos quedado enredados, un grupo pequeño, aislados del resto
de la comunidad grande que es Guambía, quitados las tierras,
empobrecidos, que no teníamos ni un trapo para cubrir el cuer-
po, entonces ya teníamos miedo hasta de salir al pueblo. Fuimos
un grupo discriminado de extrema pobreza. Pero él ni siquiera sa-
bía, ni siquiera conocía lo que éramos nosotros, y tanto en el Con-
cejo Municipal, como en la alcaldía de Silvia, como también en Bo-
gotá en las instituciones, particularmente en el incora, leía un
documento escrito en mano, y calificaba que esta gente eran los
terrajeros desleales y que por eso eran para expulsar de esas tierras.
En ese entonces yo ni entendía bien el castellano, pero pude
entender ese calificativo de ‘desleal’. Nosotros dijimos: “Para us-
ted saber que éramos terrajeros desleales ¿es que usted estuvo
arrancando maleza con nosotros, estuvo trabajando con nosotros?
¿Cómo le consta a usted que somos terrajeros desleales?”. Yo con
ira le dije al profesor Tumiñá que usted no fue terrajero, usted
nunca vivió con nosotros, nunca estuvo con nosotros, no lo ha-
bíamos visto nunca, entonces usted cómo hizo para saber todo
esto, para venir a calificar esto; nosotros a usted no lo conocemos.
Planteamos que nosotros, porque conocemos, porque sufrimos,
porque hemos pagado terraje, sabemos que somos de ahí, y por
eso consideramos que tenemos unos derechos. Y así planteamos
en el Concejo, en las alcaldías y en todas las instituciones en Silvia,
Popayán y Bogotá.
Me he equivocado mucho pensando que el profesor Tumiñá
podría representar a nuestro favor. Como el que más conocimiento
tenía era él, guardábamos la esperanza de que iba a representar-
nos, pero no fue así y por eso nos peleamos mucho. Allí me di
perfecta cuenta que él jamás representaría a la gente pobre, que no
conocía la hacienda de los terrajeros y, cuando vino, lo hizo en
contra de nosotros. De todo esto, como nosotros teníamos la ra-
zón, no perdimos; encontramos algo y lo tenemos en nuestras
manos. Y así hemos pasado, y así descubrimos que a los pobres no
voltearía a mirar. Y así terminó.

preguntaban: “¿Qué lleva?”, y respondían: “Espejo comprar, ovejo maleta”. Esas


fueron como las primeras hablas castellanas del indígena, que nunca conocía esta
otra habla. Esta oración de respuesta la aprendieron muchos a decir casi igual
siempre. Muchos años después, cuando el mismo indígena comprendió un poco
más el castellano, la oración se convirtió en un chiste entre nosotros.

l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [487]
Cuando lo llamó el patrón y ofreció prebendas, recibió todo
eso: la tierra, las vacas y los ladrillos. Ya luego trajeron los blancos,
también los guambianos, los que más tenían, y el patrón prome-
tió vender la tierra. El profesor vino también apoyando eso, sola-
mente para sacarnos a nosotros y meter otra gente. Entonces sali-
mos peleando duro. Nosotros ya en él no creíamos nada. “Usted
por qué viene a meter en las cosas que no son suyas, que no sabe,
usted no conoce nuestro problema”, le decía. Tumiñá fue siempre
de allá de la parcialidad, pero vino acá a tocar lo que no debía ha-
ber tocado. Él fue inteligente, pero a veces como que se le iba la
inteligencia.
Como el proceso siguió, con mi papá decían que eran amigos.
Siempre venía aquí a la casa a saludarlo, y un día llegó y pidió per-
dón. Pensé que debía ser así. Trajo un agua y nos sentamos a ha-
blar. Entonces yo pensé que él se había equivocado y, como ya
habían pasado las cosas, ya habíamos recuperado, pensé que yo
también en algunas cosas me habría equivocado de haber pelea-
do tanto. Desde allí ya seguimos saludándonos, pues él había pe-
dido perdón; pero quedó bien reconocido que no iba a represen-
tarnos. Así me di cuenta que el leído también se ha sabido
equivocar.

[488] l a f u e rz a de l a g en te

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