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Según parece, se los dio de palabra y sólo hasta 1976 se los escrituró (Escritura
20 del 10 de febrero de 1976 de la Notaría Única de Silvia).
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Vereda El Pueblito del Resguardo, diferente al Pueblito de Fundación
Mosquera.
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Sin embargo, Isidro Almendra no estuvo del lado del terra-
teniente. Pero como hubo cambio de cabildos, ya los siguientes
cabildos fueron distintos, ya vino Antonio Tumiñá, sobrino del
profesor Tumiñá, de gobernador. Como el Cabildo no estaba con
nosotros, el patrón se fue a llamarlo, hablando bien bonito y ofre-
ciendo regalar tierra, diciendo que nosotros éramos los malos y
lo jodíamos mucho. Y como los blancos son así, mientras noso-
tros peleábamos, a ese nuevo gobernador le empezaron a regalar
tierras, ladrillos, ganado. Ellos recibieron estos regalos y empeza-
ron a decir que los malos éramos nosotros. No entraron a nuestro
favor, sino que lo que debía de ser para nosotros lo recibieron ellos.
El lote de terreno que recibieron era como para sacarnos a la
fuerza. Pero allí mantuvimos el ganado de nosotros; ellos lo saca-
ban, pero nosotros lo volvíamos a meter. Allí entramos entonces
a pelear también contra nuestra misma gente, con ese Cabildo y
con el profesor Tumiñá.
Finalmente no pudieron sacarnos, ni recibiendo tierra, ni va-
cas, ni ladrillo, porque nosotros no peleamos por pelear, sino pen-
sando en que cuando niños pasamos trabajos. Por eso fue que nos
enfrentamos a los blancos.
(Jacinta)
[468] l a f u e rz a d e l a g en te
versión de los hechos deja ver con claridad las artimañas del te-
rrateniente, el uso de alcohol para manejar a los indígenas, y la
actitud asumida por las ‘autoridades’ del Resguardo.
l a s l u c h a s d e l o s ú l t i m o s t e r r a j e r o s [469]
que le acompañara para el siguiente sábado. Yo no me fui nada para
donde iba, sino que me regresé para avisar a mis compañeros. Hice
que avisaran a toda la gente, para que los que pudieran acompa-
ñar nos acompañen para eso. Fuimos a ver primero lo de Esteban
Ulluné, que le había dado la tierra fiada, pero como no le pagó le
volvió quitar la tierra, y esa la iba a dar al Cabildo. Entonces noso-
tros aceptamos recibir eso, y se quedó así. Esto dijo que había do-
nado al Cabildo, pero el ganado no fue dado.
El día de la cita yo bajé con mis alcaldes. Aurelio arrimó al
estanco y no me acuerdo si fueron dos o tres litros, pero los sacó.
Y ellos primero fueron los que me gastaron: Aurelio. Como a él
también le gustaba tomar, y como nos regalaba tierra, nosotros los
que decimos que somos el Cabildo, ¿no darle nada? Mucho misak
los martes llegaba a demandar y nos llevaban aguardiente, y no-
sotros no gastábamos ese aguardiente. Entonces había unos so-
brantes, no me acuerdo si eran 12 o 20 medias de aguardiente. Todo
éste lo cargamos y llevamos y allá nos lo tomamos.
Entonces se nos fue agotando el tiempo, como siempre es así,
y ya se vino el cambio del periodo. Hasta ese entonces no fue por
escritura, sino en palabra. Los Cabildos posteriores fueron los que
hicieron las escrituras. De eso ya yo no me di cuenta qué fue lo que
hicieron.
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Blanco del pueblo.
[470] l a f u e rz a d e l a g e n te
Ya no se podía luchar con un solo terrateniente, sino ya toca-
ba enfrentar a toda esa gente que compró. Compró la gente del
pueblo, compraron los guambianos, compraron hasta unos ca-
leños, y se hicieron varios dueños. Fue la táctica del terrateniente:
vender así, para enfrentar entre todos.
Esto pasó con la hacienda El Chimán, pero ya no con las tie-
rras de la Empresa El Chimán; eso ya estaba quieto.
Después del lanzamiento empezaron todas esas cosas, porque
don Aurelio sabía perfectamente que ya estaba avanzada esa lucha.
Por no perder, ofreció en venta a todo mundo. Entonces compraron,
y allí estaba metido el Cabildo apoyando a los que querían comprar.
Antonio Ulluné, que había sido mi alguacil, dijo que me vio tra-
yendo los terneros, y que yo me le robé a la Comunidad este ganado.
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Yo conseguí solamente un ternero […] Cuando pasamos en
la hacienda, negociaron 12 novillas, entonces mi compadre Cruz
Morales […] me preguntó si quería un ternero y que si tenía un
saldo de plata le diera parte, y la otra parte me daba fiado […] En-
tonces los que vieron dijeron que había recibido regalado para la
Comunidad, y cuando éste se reprodujo y se hizo varias, todos me
dijeron que tenía el ganado de la Comunidad.
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Los blancos del pueblo.
[472] l a f u e rz a d e l a g en te
hablando bien con nosotros […] Vino ahí a la oficina de incora,
que estaba frente a la actual ferretería de Antonio Reyes, y allí fue
que estuvimos hablando […] Ese tal Esteban entró diciendo que
en vez de ir mama Jacinta a la cárcel, iría él, que no me preocupa-
ra, que ellos irían. Pero a la hora se fue con el terrateniente.
Aurelio iba a entregarles en un mismo día a los blancos y a los
guambianos que iban a comprar tierra. Para entregarla los llama-
ron ese día, y ahí él se fue como perro hambriento. Trajeron a va-
rios blancos y guambianos a quienes les ofrecieron tierras, para
presionarnos. En medio de esa situación fue que recibió el Cabil-
do la tierra, cuando estuvo Antonio Tumiñá de gobernador.
Otra gente también hizo como Esteban. Yo como mujer, si
hago mal, me quedo con eso; y si hago bien, también me quedo
con eso. No hablo dos y tres palabras, ni me volteo. Yo soy firme.
Ellos parecían locos, no ayudaron bien. Por eso nosotros pasamos
muchas dificultades.
Cuando recibieron la tierra dada al Cabildo, éste pidió contribu-
ción a la Comunidad para comprar alambre y cercaron esa tierra, y
entonces formaron esa Junta. Y con esa fuerza a nosotros ya nos
querían sacar. El presidente era un tal Efraín Binasco, un blanco.
En esa reunión, desde que inició la discusión, no se qué me
pasó, pero me enfrenté de igual a igual. Como hablaban mal-
tratándonos y Javier, mi esposo, es tan callado, y así era la mamá,
también callada, entonces a mi me dio rabia porque ellos lloraban.
Al ver yo, me pareció que podía enfrentarme y agarré a contestar.
Como mis hermanos se encontraban repartidos, yo agarré a
contestar, porque al ver yo, era muy feo cuando nos lanzaron. Es-
taba respondiendo bien porque había oído hablar a los mayores
sobre 1912 y me acordé de lo más antiguo, que esas tierras eran de
nosotros. Como así hicieron, agarré a contestar. Como la tierra es
de nosotros, pensé, ¡aunque nos saquen!
En ese entonces ya teníamos la tierra en Malvazá, aunque endeu-
dando, pensando en pagar aunque fuera jornaleando. Como tenía
para donde irme, pensé y me planté, y frente a frente seguí alegando.
Porque al que no se enfrenta lo sacan fácil. Sentía respaldada para
pelear, porque si las cosas salían mal teníamos para dónde ir.
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era suficiente, y que necesitaban además a los blancos del pue-
blo. Por eso les cedieron y vendieron tierras a ellos también.
Según el certificado 81-103 del 17 de marzo de 1981 de la Re-
gistraduría de Silvia, entre agosto de 1975 y octubre de 1978
Aurelio Mosquera escrituró casi 900 plazas de tierra de Santa
Clara a blancos de Silvia (Antonio José Cabal, Pedro Nel Cór-
doba Bolaños, Fernando León Durán Rivera, Gloria Durán de
Alba, Mario Angulo Doria) y a más de 20 guambianos (Mariana
Tunubalá de Muelas, Vicente Tunubalá Muelas, Eulogio Tumiñá
Muelas, Cruz Muelas Muelas, Francisco y José Antonio Hurta-
do Muelas, Avelino Hurtado Tunubalá, Manuel Ussa Almendra,
Jesús María Morales, Avelino Almendra Tombé, Joaquín
Yalanda Campo, Jesús Antonio Tunubalá, Esteban Ulluné Ussa,
Juan Bautista Ussa Tumiñá, Juan Tunubalá, Lorenzo Tunubalá
Tunubalá, Trino Morales Díaz, Cruz Tunubalá Tumiñá, Julio
Hurtado Morales, Miguel Antonio Muelas Tunubalá, Alcides
Hurtado Calambás, Eulogio Tumiñá Muelas, José Antonio Hur-
tado Muelas, Miguel Antonio Muelas Tunubalá), además de las
19 plazas del Cabildo de Guambía.
Durante la gobernación de Antonio Tumiñá hubo muchos
conflictos con el profesor Tumiñá y el Cabildo, todo a raíz de los
negociados que tenían con Aurelio Mosquera para no dejar avan-
zar la lucha de los terrajeros en Chimán. El caso del viaje a Bo-
gotá, para el cual el terrateniente les financió el bus expreso del
que habla el gobernador Tumiñá, fue uno de ellos:
[474] l a f u e rz a d e l a g en te
Claro que hasta razón tendría en eso de que éramos deslea-
les, pues como dice Mario Calambás:
La gente cuando ya no acata, claro que es desleal. Como ya no
regalaban su fuerza de trabajo a ellos, entonces para ellos ya eran
desleales. Cuando la fuerza de trabajo ya no iba para allá sino que
venía para acá, lo hacía porque ya tenía otra concepción. Ahí es,
por ese lado. Cuando por todo los jodían y nada hacían, entonces
ellos estaban bien. Así miraba yo desde afuera.
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Aurelio mismo había conseguido una casa grande donde ha-
bía todo; yo no recuerdo cómo llamaba ese hotel, pero era un ho-
tel grande, donde había todo de comer, de beber. Había arrenda-
do el patrón mismo. Este hotel era solamente para ellos, y nosotros
nos metimos.
En Bogotá apareció taita Gerardo Morales. Dijo que si él cono-
ciera los problemas, ayudaría; y además que no tenía poder, que
solamente era secretario del Cabildo, que nosotros estábamos al
aire, que no teníamos ningún respaldo de este Cabildo.
Aunque nosotros decíamos que éramos de la misma gente,
hablamos la misma lengua, nunca nos quisieron entender. Yo y el
finado Juan Tunubalá entramos hablando con mucha claridad y
no nos dejamos, pero a mi me tocó muy duro.
[476] l a f u e rz a de l a g e n te
A mi me nombraron de gobernador y yo solamente estaba
encargado de velar por mi Comunidad. Anduve yo con ese com-
promiso. Nosotros solamente pensamos recibir todo lo que nos
regalaran para nuestro Cabildo y Comunidad.
[…] sobre la terrajería cómo fue, como nosotros no hemos
sufrido en carne propia, entonces no entendemos en claro eso.
Como nosotros no sabíamos la vida de ustedes, sus sufrimien-
tos […], entonces no se si hicimos mal o hicimos bien.
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Pero mientras nosotros estábamos ocupando y teníamos ga-
nado ahí, una noche, con machete, cortaron todo el ganado y nos
lo mataron. Solamente escaparon algunitos que no se dejaron
alcanzar del machete.
Con Juan nos movimos mucho a Popayán, veníamos a Silvia,
así las autoridades no nos escucharan, los jueces, el alcalde, y tam-
bién en el incora-Popayán. Harto que corrimos, y los pocos ani-
males que teníamos ahí se nos acabaron.
(Jacinta)
[478] l a f u erz a de l a g en te
Le preguntamos que qué era lo que le pasaba de hacernos es-
tos encarcelamientos, después de haber dicho que de allí no se mo-
viera nadie. Que aclarara bien lo que dijo, porque nosotros no
entendíamos por qué nos hacía lanzamiento de Fundación, dicien-
do que para nosotros la tierra estaba en el Coscorrón.
Como también teníamos el problema del lote frente a
Medialoma que había recibido el profesor Tumiñá para el Cabildo,
entonces nosotros, mientras no aclararan, seguíamos dentrando
donde le habían dado al Cabildo.
Así es que le pedimos a Aurelio que nos diera las escrituras de
Fundación para nosotros estar claros. Como eso le daba global a
todos, le dijimos que nos diera independiente a cada uno el lote-
cito, y él comprometió a dar la escritura y sí nos cumplió. Y así,
tenemos hasta este momento reconocido y firmado con las ma-
nos de él, pues ya hablamos por las buenas.
Cuando hicimos las escrituras de Fundación, en ese momen-
to mismo dialogamos muy bien con don Aurelio lo de la laguna
(Coscorrón), qué verdad era, para nosotros irnos a trabajar, para
no seguir molestando allá donde recibió el Cabildo. Nosotros creía-
mos que de pronto estaba engañando la Empresa, o el mismo don
Aurelio. Entonces preguntamos bien, y dijo don Aurelio que él no
estaba engañando, que él había entregado al incora y al Cabildo
para que a ustedes les adjudiquen, que sí era cierto que él le había
entregado al incora para las cuatro familias. Entonces ya el mis-
mo don Aurelio nos hizo descubrir.
Yo hice una minga grande donde teníamos siempre la parce-
la, con los de la Cooperativa, los de Chorrera que también esta-
ban con nosotros, y los de Fundación que siempre nos acompa-
ñan. Fuimos a picar en todo el camino; cogimos un lote grande y
picamos. Como ya nos dijo don Aurelio que sí era cierto que ha-
bía cedido a las cuatro familias las 56 has., entonces nosotros ya
descubrimos eso y haciendo esa minga fuimos a trabajar.
En ese momento que hicimos minga grande, ya de ver que
nosotros veníamos venciendo, de ver que nosotros no dejamos, esa
vez ellos, los de la Empresa, tenían un tractor, quitaron el alam-
bre, los postes, ya sacó en esos momentos, y ya nos dejó trabajar.
Así fue que ganamos, y así fue que calmamos, porque ya con-
seguimos donde trabajar.
Entonces nosotros sí dividimos para esas cuatro familias que
donó don Aurelio al incora para que el Cabildo de Guambía nos
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volviera a arreglar a nosotros. En esa forma fue que nos cedió, para
esas cuatro familias reconocidas. Nosotros no formamos ningu-
na empresa, sino que directamente, hasta este momento, disfru-
tamos trabajando así en parcelas. Peleando fue que rescatamos este
donado de 56 has.
Así hemos estado y no hemos aflojado, y no soltamos la tierra
de Fundación, el Pueblito; también hicimos que resultara para
nosotros esa tierra de Coscorrón que tenía la Empresa El Chimán.
(Jacinta)
[480] l a f u e rz a d e l a g en te
cuatro que nos estaban lanzando. Así hicimos el arreglo. Los otros
ahora poco fue que arreglaron. Pero nosotros fuimos los prime-
ros que conseguimos las escrituras directamente con el mismo
patrón.
Así aseguramos la casa donde vivíamos y el lote de Coscorrón.
Entonces ya no volvimos a meternos en el lote del Cabildo. Com-
prometimos de no volver a meter allá, sino que nos arreglara lo
de Fundación y que nos arreglara lo de Coscorrón que men-
cionaba. Y dejamos en paz. Así calmó. Eso fue en el 76, con el go-
bernador Antonio Tombé.
(Jacinta)
Así es que esa casa que hoy tiene el Cabildo es también pro-
ducto de nuestra lucha y no del gran corazón del terrateniente.
Dice Pedro:
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Los de kausro eran bien vestidos y nosotros con vestidos
rotitos nos miraban con desprecio. Pero esa gente no tenía ni casa
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de Cabildo; tenían casa prestada no más .
La casa que ahora tiene el Cabildo es esfuerzo y trabajo de no-
sotros. No es regala’o por el patrón así por así al maestro Tumiñá
y a Antonio Tumiñá, cuando era gobernador; no por buena gen-
te, sino por el trabajo y el esfuerzo nuestro en ese momento, para
que ayudaran a sacarnos para pasarnos al Resguardo, o para que
fuéramos pa’ donde quisiéramos, para eso les dio, para que noso-
tros no siguiéramos peleando.
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El Cabildo utilizó una casa prestada de un señor Rubén Pitingo, según Jacinta.
[482] l a f u e rz a d e l a g en te
A mi me acusaron siempre que trabajaba en favor de los blan-
cos. Por eso hasta mi casa me la dañaron. Pero mi conciencia era de
que yo no estaba a favor de los blancos, ni he trabajado para ellos.
(Profesor Tumiñá)
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Pero todos nosotros sabemos que cuando estaba en pleno
auge el proceso de organización y recuperación de tierras, el
terrateniente Aurelio Mosquera, en vista de que no podía frenar
la fuerza del movimiento, acudió al Cabildo y al profesor Tumiñá
para que le ayudaran. Y también sabemos que el profesor, en vez
de defender a su gente, le dio todo su apoyo al terrateniente y
consiguió el apoyo del Cabildo, de la Comunidad y de muchos
blancos del pueblo para él. Por eso, aún hoy en día los que fue-
ron terrajeros guardan un triste recuerdo de quien debió haber
sido el defensor por excelencia de sus derechos. Muchos comen-
tan que como él era el que sabía, el que tenía conocimientos,
pensaron que los favorecería, pero que más bien usó esos cono-
cimientos en contra de su propia gente.
El compañero Javier Calambás cuenta que los blancos decían
que el profesor Tumiñá tenía “una cabeza pero bellísima”.
[484] l a f u e rz a d e l a g e n te
Hoy en día ya no tiene nada que hablar, pero él tenía el trabajo
de ser el profesor, y de ahí que a los niños les enseñaba lo que los
blancos le ordenaban que debía de enseñar […] A estas alturas, ya
cumplidos los años, ahora ya quedó pensionado, ya no tiene nada
que hablar. Propiamente el profesor Tumiñá es, en el fondo de mi
pensamiento, enemigo del desarrollo de la comunidad guambiana.
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Con Bárbara pensamos que, como él era el único castellano
y el único que era “Popayán pueblo, patrón de mandar, espejo
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comprar, ovejo maleta…” (risas).
Jacinta tiene muchos y tristes recuerdos del profesor Tumiñá,
sobretodo porque no reconocía que los terrajeros éramos tam-
bién misak:
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Hace mucho tiempo, cuando los primeros patronos llegaron a Silvia, pero
tenían sus sedes en Popayán, a los terrajeros les mandaban como cargueros con
bestias. Los indígenas no sabían el castellano. Caminaban, los ojos visualizaban
y los llevaba el camino, pero lo difícil era la comunicación con la gente en el trans-
curso del camino. La gente mestiza que encontraban les preguntaban: “¿Para
dónde va?”, y el indígena respondía: “Popayán pueblo, patrón de mandar”, y les
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bianos cómo es que nosotros hablamos guambiano. Nosotros nos
hemos quedado enredados, un grupo pequeño, aislados del resto
de la comunidad grande que es Guambía, quitados las tierras,
empobrecidos, que no teníamos ni un trapo para cubrir el cuer-
po, entonces ya teníamos miedo hasta de salir al pueblo. Fuimos
un grupo discriminado de extrema pobreza. Pero él ni siquiera sa-
bía, ni siquiera conocía lo que éramos nosotros, y tanto en el Con-
cejo Municipal, como en la alcaldía de Silvia, como también en Bo-
gotá en las instituciones, particularmente en el incora, leía un
documento escrito en mano, y calificaba que esta gente eran los
terrajeros desleales y que por eso eran para expulsar de esas tierras.
En ese entonces yo ni entendía bien el castellano, pero pude
entender ese calificativo de ‘desleal’. Nosotros dijimos: “Para us-
ted saber que éramos terrajeros desleales ¿es que usted estuvo
arrancando maleza con nosotros, estuvo trabajando con nosotros?
¿Cómo le consta a usted que somos terrajeros desleales?”. Yo con
ira le dije al profesor Tumiñá que usted no fue terrajero, usted
nunca vivió con nosotros, nunca estuvo con nosotros, no lo ha-
bíamos visto nunca, entonces usted cómo hizo para saber todo
esto, para venir a calificar esto; nosotros a usted no lo conocemos.
Planteamos que nosotros, porque conocemos, porque sufrimos,
porque hemos pagado terraje, sabemos que somos de ahí, y por
eso consideramos que tenemos unos derechos. Y así planteamos
en el Concejo, en las alcaldías y en todas las instituciones en Silvia,
Popayán y Bogotá.
Me he equivocado mucho pensando que el profesor Tumiñá
podría representar a nuestro favor. Como el que más conocimiento
tenía era él, guardábamos la esperanza de que iba a representar-
nos, pero no fue así y por eso nos peleamos mucho. Allí me di
perfecta cuenta que él jamás representaría a la gente pobre, que no
conocía la hacienda de los terrajeros y, cuando vino, lo hizo en
contra de nosotros. De todo esto, como nosotros teníamos la ra-
zón, no perdimos; encontramos algo y lo tenemos en nuestras
manos. Y así hemos pasado, y así descubrimos que a los pobres no
voltearía a mirar. Y así terminó.
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Cuando lo llamó el patrón y ofreció prebendas, recibió todo
eso: la tierra, las vacas y los ladrillos. Ya luego trajeron los blancos,
también los guambianos, los que más tenían, y el patrón prome-
tió vender la tierra. El profesor vino también apoyando eso, sola-
mente para sacarnos a nosotros y meter otra gente. Entonces sali-
mos peleando duro. Nosotros ya en él no creíamos nada. “Usted
por qué viene a meter en las cosas que no son suyas, que no sabe,
usted no conoce nuestro problema”, le decía. Tumiñá fue siempre
de allá de la parcialidad, pero vino acá a tocar lo que no debía ha-
ber tocado. Él fue inteligente, pero a veces como que se le iba la
inteligencia.
Como el proceso siguió, con mi papá decían que eran amigos.
Siempre venía aquí a la casa a saludarlo, y un día llegó y pidió per-
dón. Pensé que debía ser así. Trajo un agua y nos sentamos a ha-
blar. Entonces yo pensé que él se había equivocado y, como ya
habían pasado las cosas, ya habíamos recuperado, pensé que yo
también en algunas cosas me habría equivocado de haber pelea-
do tanto. Desde allí ya seguimos saludándonos, pues él había pe-
dido perdón; pero quedó bien reconocido que no iba a represen-
tarnos. Así me di cuenta que el leído también se ha sabido
equivocar.
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