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La

llegada a Quilpué de la familia Valencia en el siglo XVIII y su expansión


territorial en el siglo XIX, también representa parte importante de los cambios en los
usos sociales de estos territorios y por consecuencia un aumento de la explotación de
su paisaje endémico. A diferencia de los Araya dedicados a la minería aurífera, los
Valencia eran fundamentalmente agricultores y productores de vid. Los Valencia
provenientes de Quillota, comenzaron habitando primero el sector denominado “El
Sauce”, actual Belloto, lugar en que tenían varias viñas. Los Valencia se harían durante
los siglos XVIII y XIX de gran parte de todo el territorio de Quilpué. (Troncoso, 1986,
pág. 4).
El siglo XIX para el territorio del Chile Central, fue como señalamos un siglo de
gran producción de trigo(cereales), sobre todo entre la década de 1850 y 1860. Sin
embargo, posterior a este auge vendría una depresión económica en la producción que
duraría casi 50 años. Desde ahí, comienza a definirse lo que será la historia moderna
del latifundio, la subdivisión de grandes haciendas y su conversión a hijuelas (Bengoa,
1990), es este el contexto en que aparecen estos dos fundos que en la actualidad
configuran el sector norte, el paisaje invisu de la ciudad.

El paisaje a través de un film de 1939.

En este contexto, en 1939 se estrena la película chilena El Hechizo del Trigal de
Eugenio de Liguoro. Esta es el único largometraje -a la fecha- que conserva panorámicas
de los territorios colindantes al Fundo el Carmen y Fundo el Rebaño. Exhibe algunas
tomas panorámicas que describen el paisaje de este territorio en esa época, con algunos
elementos antrópicos. Se puede observar un terreno de colinas áridas, alrededor solo
unas pocas teselas de árboles que podrían ser nativos. Sin embargo, se evidencian las
“grandes extensiones” y faenas de trigo, a modo de añoranza con el paisaje idílico del
siglo XIX, el que como señalamos representa el “exitoso” paisaje tradicional de la
Hacienda del Chile Central del siglo XIX. El antagonista del film de Liguoro es un
ingeniero en riego, figura que justamente representa “el elemento modernizador
incipiente” en el campo. Es el encuentro necesario y violento (violación) de una
sociedad agraria (premoderna, “de rulo”) con el progreso. Sin embargo, esta

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ficción/fricción (campo/ciudad), incluye en la descripción de su paisaje el quehacer de
un campesinado (mediero) “no mortificado”11. Se representa un “campesinado” que
trabaja alegre y sin pesares. El único campesino marginal del film se diferencia por su
ropa y por la habitual caricatura que mezcla una condición de alcoholismo y buen
humor. Cabe señalar que el film es prácticamente un musical en el paisaje12. Carlos Ossa
Coo historiador del cine chileno, define que este caso de películas parece orientarse
hacia la mera descripción costumbrista, que implicaba una ocultación de datos más
precisos que podrían desprenderse del momento histórico. (Coo, 1971, pág. 39) Esta
película intentaba instalar la idea de un paisaje para el progreso, que será una labor que
asumirá el cine nacional incluyendo en esta visión las películas, noticias y documentales
de corte industrial e institucional, vinculados al ISI (Industria de Sustitución de
Importaciones). Sin embargo, conociendo la condición de pobreza social y económica
del campesinado que habita/to los territorios en El Fundo el Carmen y El Rebaño, estos
fueron excluidos de las locaciones de este film. Como en muchas de las representaciones
del paisaje del Chile rural de principios del siglo XX.
La señora Carmen Marambio habitante del Fundo el Carmen rememora lo que
significaba aún el inquilinaje en este territorio:

“…se pagaba la obligación con un inquilino, con un
trabajador se mandaba al fundo a trabajar. Esa era la
obligación, y después en el tiempo, cuando llegó el
tiempo de la cegadora, se ponía un trabajador para la
cegadora. Y si faltaba gente tenía que ir el dueño de
casa. Así era, así se trabajaba. Toda la vida se ha
trabajado así, aperrado. No había regalías, no había
ninguna cosa. Nada más que usted cerraba un cierro,

11 En los relatos de María y Carmen aparece la descripción de mortificación de la vida en el campo.

Era una vida en la que literalmente se moría. Esta antinomia posiblemente calaría profundo en las
posturas religiosas del campesinado chileno.
12 Al respecto el historiador del cine Chileno Carlos Ossa Coo define que además ese proceso

coincide con el auge del cine sonoro que aparece con un film que es el Cantante de Jazz el año 1927,
pero que luego de 1929 verá una explotación absoluta. (Coo, 1971, pág. 33)

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póngase usted todo este pedazo, usted podía sembrar,
podía hacer todo lo que usted quería hacer, porque ahí
se pagaba la obligación, era la obligación del fundo que
se llamaba. …Así era la hacienda Las Palmas, pero
usted sembraba, cosechaba, usted hacía lo que usted
quería. La tierra era para el que la sembrara. Las aguas
había que buscarlas muy lejos para regar. Se
mortificaba mucho a la persona ahí. En el fundo son
muy mortificados todos, para poder tener uno algo…”.

El ejemplo anterior revela que, en varias representaciones del paisaje del Siglo
XX, se ocluyen/forcluyen las dimensiones sociales, económicas y culturales que irían
modelando el paisaje que hoy heredamos; en él vivía el campesino de estos territorios,
que se relaciona a una marcada y omitida precariedad económica. La devastación del
bosque endémico y su ecosistema coincide más fuertemente con la venta (su
conversión a valor de cambio) de los servicios de aprovisionamiento que con el valor
de uso directo que se le diera a la economía doméstica por parte del campesino, en un
contexto donde el campesinado mercantiliza de forma precaria sus productos a través
de la venta directa de materias disponibles, a menor escala y que con sus obligaciones
como mediador les eran permitidas explotar. Carmen Marambio, habitante del Fundo
El Carmen, recuerda la práctica panificadora ligada directamente a los vínculos de los
habitantes del territorio con la Iglesia Católica local:

Nosotros con el “papito” con mi viejito les hacíamos el
pan a los curas, un quintal de harina diario. Teníamos
que hacer todos los días un quintal de harina…En el
horno, horno de barro. Hacía un quintal de harina el
horno. A veces nos decían que les hiciera molde, le
hacíamos molde. A veces nos decían quiero que nos
hagan un pancito redondo, se los hacíamos como los
pedían, habían más de ciento y tantos curas nuevos,

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daba gusto ver los curas. A mí me gustaba cuando
llegaban ellos, “¡hola pos Carmencita! Hola pos mijito”
todos eran regalones míos. …Se asaba el pan, y un día
estaba tan enferma, había llegado la tarde la hora de
once y no tenían pan. Llego el que los cuidaba a ellos, y
el pan”, “estoy enferma pues mijito, no puedo hacer
pan”, vino de allá adentro. Ahí fue a comprar unas
pastillas y me dio unas pastillas y se me pasó un
poquito tuve que hacer pan inmediatamente, al tiro. En
la noche asando el pan, para poderle tener el pan a los
curas…”

María Godoy, habitante del fundo El Rebaño, recuerda la práctica de tala y producción
de leña en el territorio:

“…Aquí se cortaba leña se hacían rodelas de cuatro
cuartas y rodelas más grandes como de diez cuartas se
usaba mucho la leña antes, antiguamente. Yo alcancé a
conocer las rodelas y todo eso porque mi marido las
llevaba para Viña, las vendía todas para Viña. En el año
63, 64… Era quillay seco, litre seco, porque no se puede
cortar el quillay verde el Eucalipto tampoco se
cortaba…”

En el caso del Fundo el Rebaño y El Fundo el Carmen, el desmonte del bosque
esclerófilo resultaba en la venta urbana de leña para el lavado de ropa, para carbón,
para la maquinaria a vapor, para las cocinas, etc…, abasteciendo las ciudades cercanas
Viña-Valparaíso. (Moreno Castro & Peralta Díaz, 2010).
En síntesis, se observa que la actividad agropecuaria campesina desarrollada
por estas familias, tuvo incidencia en la transformación del paisaje a través de los usos
económicos y culturales asociados a este lugar (in situ). El tránsito hacia la

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mercantilización de la actividad agropecuaria de baja escala, obligó a vender lo que se
produjera a través de la siembra o a extracción de leña, sin embargo, el volumen de
producción y por tanto el deterioro del entorno (bosque esclerófilo) nunca fue tan
nefasto como en periodos anteriores (esto si lo comparamos con los volúmenes de
producción de la hacienda).
En el contexto de la venta y compra de predios -divididos tras un prolongado
decaimiento de la producción agrícola a escala nacional del Siglo XX- (Bengoa, 1990), y
solo unos años antes del estreno del film de Liguoro, en septiembre de 1938
(Vidal Bravo & Zamorano Carreño, 2016, pág. 5) el terrateniente Quilpueino de
reconocidos viñedos del sector del belloto, Tomas Valencia Sims, probablemente
afligido por la crisis de producción del campo (o la reticencia hacia su modernización),
cede los terrenos del Fundo el Carmen a una fundación católica creada por el mismo.
Las características testimoniales de la donación son fundamentalmente
religiosas y filantrópicas, sin embargo, considerados los antecedentes previos, esta
donación coincide insistimos con el contexto nacional de una prolongada crisis agraria
y de un cambio profundo de la “Institución Hacienda”, que llevó a un marcado cambio
territorial en Chile, con el fin de varios de los grandes latifundios. Sin embargo, este
cambio no es acompañado de una modificación de las prácticas sociales asociadas al
modelo de explotación económica de la hacienda. (Bengoa, 1990, pág. 6).

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