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Hizo una reserva en un hotel de México, allí duró tres días, de viernes a
domingo, simulando unas vacaciones. Luego se puso en contacto con la
persona que lo llevaría con su coyote. A partir de ahí comenzó su periplo
junto a su pareja sentimental.
Ese domingo por la noche, salió del hotel dejando algunas prendas de
vestir que no necesitaba para su recorrido y no hizo el check out.
“Nos llevaron a una casa sucia que parecía una pocilga, todo estaba
oscuro para que no pudiéramos reconocer a los jefes. Nos quitaron los
celulares. Allí había siete guatemaltecos y hondureños con niños y
cuatro dominicanos. No había espacio para nada, todo estaba sucio, las
cucarachas parecían ratones y los ratones gatos. Mi mujer y yo nos
tiramos en una esquina y dijimos ‘¡ay Dios mío, donde caímos!’”.
Dijo que a las 5:00 de la mañana del lunes 2 de octubre unos individuos
llegaron con una camioneta, les devolvieron los teléfonos celulares y los
montaron en ese vehículo.
Tras varias horas sin comer y en una sola posición, los coyotes hicieron
una parada en un lugar llamado Puente Chico en México, allí los
separaron por grupos para seguir el trayecto, explicó.
“Fuimos los últimos, llegó un representante del camión del 'Cártel del
Golfo' que controla esa zona, nos dio papitas y agua… Por ser llevados
por La Reina tenían a los dominicanos como los especiales, los que
mejor pagaban”, pensó inicialmente, ya que los primeros despachados
eran de otras nacionalidades.
Finalmente, dijo que llegó otra camioneta del cartel y volvieron monte
adentro para llevarlos a otra casa destruida “con hoyos de bala”. “Una
pocilga, me sentí tan diablo”, dijo apenado por la decisión que tomó.
En ese lugar volvieron a consumir agua con papitas, hasta que
recibieron el pitazo de que las autoridades migratorias se avecinaban. Se
escondieron en otra casa abandonada mientras la guardia destruía la
guagua donde se habían transportado. El grupo de siete dominicanos
duró una hora y 40 minutos escondido hasta que fueron recogidos por
un carro pequeño. “Siete personas en un carrito a ciento y pico”.
Fueron llevados esta vez a una casa conocida como “La famosa bodega”
allí pudieron comer arroz con pollo, “una comida decente”, luego de tres
días monteando y comiendo papitas. Indicó que allí les tomaron fotos y
se las enviaron a un individuo llamado El Carpintero, el coyote que los
ayudaría a pasar la frontera.
Decepción
Solo cuatro personas fueron escogidas para el primer viaje, él, su esposa
y otro compatriota se quedaron descansando en la bodega, un lugar más
confortable y limpio, donde pudieron asearse, aunque siguieron
durmiendo en el piso.
Como respuesta, dijo que les aseguraron que iban a cambiar la ruta y
los mandaron a prepararse para el sábado 8 de octubre de 2022 a las
11:00 de la noche para emprender un nuevo viaje.
Ola migratoria en el sur de Florida que supera el millar en tres días
“Ese día llegaron tres hondureños con una pistola calibre 50 y una caja
de balas, dos catanas de los Samurai, conocimos al dichoso Carpintero,
nos miró y después nos llevaron al municipio Miguel Alemán, que hace
frontera con un pueblo de Texas que le llaman Roma, nos llevaron a otra
casa que parecía una pocilga”.
Expandir imagenInfografía
Ruta de Carlos para llegar a Roma, Texas desde el sector Miguel Alemán.
(FOTO: FUENTE EXTERNA)
Para las 4:00 de la madrugada del domingo 9 de octubre, dijo que el
personal del cartel llegó con los chalecos salvavidas y les instruyó que
era tiempo de irse, de cruzar la frontera.
“Ahí pensé que todo era planeado, nos cogieron el dinero y nos pusieron
en la boca del lobo, nos rodearon las autoridades, intentamos
escondernos en una casa abandonada y llegaron como seis patrullas”,
manifestó Carlos que pensaba que el plan era cruzar sin ser atrapados
por Migración.
El domingo 9 de octubre fue el día más largo para estos migrantes, fue
también el último día que Carlos vio a su pareja. Dijo que llegaron a las
6:30 de la mañana a la Estación de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. en
McAllen, Texas. Allí separaron a las mujeres de los hombres en celdas
distantes. Les tomaron una foto y los pusieron en el grupo de migrantes
que serían procesados.
“Mi mujer me hizo una seña de adiós y jamás volví a saber de ella”,
lamentó Carlos.
Se contagió de COVID-19
Tras nueve días preso en McAllen presentó fiebre alta y gripe, pidió
atención médica, le detectaron COVID-19 y lo aislaron del grupo de
detenidos.
Estando enfermo pudo dormir más cómodo en una cama solo para él,
aunque con los molestosos síntomas del COVID-19. Tras cinco días de
aislamiento volvió a la celda sobrepoblada. Perdió 15 libras en las dos
primeras semanas detenido.
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frontera
Se enteró que si trabajaba en la cocina podía obtener el privilegio de
obtener la libertad provisional más rápido y así lo hizo. Recibía como
pago un dólar por día y un bono de 10 dólares en comida semanales.
El miedo creíble
Carlos se enteró que si realizaba “el miedo creíble” podía lograr que el
Gobierno de los Estados Unidos le concediera el asilo. El miedo creíble es
un relato que hacen los migrantes a los oficiales de Migración en el que
explican que de ser deportados a su país corren un peligro inminente.
Tras dos meses y medio apresado y con escasas esperanzas de salir del
centro de retención, Carlos obtuvo sorpresivamente el "Parole".
“Me dieron una libertad condicional para estar aquí por un año, con ese
papel por el tiempo que nos den tenemos un estatus semi legal para
trabajar tranquilamente”, expresó.
Precisó que el proceso de deportación puede tardar hasta dos años para
completarse. Indicó que las autoridades migratorias están
experimentando desde la pandemia retrasos en la celebración de
audiencias, dichas dilaciones han sido utilizadas por los migrantes que
no reciben una deportación exprés para permanecer en el país
norteamericano con un Parole. Entienden que con dos años de trabajo
pueden ahorrar suficiente dinero para establecerse en su país de origen
cuando finalmente sean deportados, explicó Salvador.