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En este sentido, cuando se habla de coordinación de políticas se está diciendo de una manera
clara que la cooperación no presupone la ausencia del conflicto, lo cual estaría dando lugar a
una situación de armonía, sino que por el contrario es una reacción frente al mismo. Por ello,
toda negociación es un proceso que se produce cuando existe un conflicto de intereses, en donde
se procede de forma iterativa, toda vez que sea necesario, y por aproximaciones sucesivas en el
tratamiento de una determinada cuestión. Así, el entendimiento “depende de la posibilidad de
re-conocer, de las pericias de las partes en detener un proceso que, de seguir descontrolado, los
perjudicaría, mientras que, de ponerse en marcha, puede beneficiarlos” (Altschuls: 1993; 39).
Por tal motivo, la cooperación está más vinculada a la presencia de una
situación de discordia la cual se produce cuando “los gobiernos consideran
que las políticas de los otros obstaculizan el logro de sus metas, y se hacen
mutuamente responsables de estas imposibilidades”.
A partir de una mutua coordinación de políticas entre las partes interesadas,
es cuando se puede llegar a establecer la cooperación, lo cual aunque
parece fácil decirlo requiere de una férrea voluntad de negociación, debido
a que no sólo basta con celebrar un acuerdo de cooperación.
Se necesita, entonces, entablar un proceso complejo en el cual se produzca
un ida y vuelta en la comunicación, con el objeto de llegar a un acuerdo
cuando las diferentes partes tienen “intereses parcialmente contrapuestos y
otros parcialmente compartidos”.
De allí que la cooperación implique un número de interacciones para que
esta pueda emerger y se genere una sinergia, porque a mayores contactos,
mayores probabilidades de que ello ocurra.
En ningún momento se debe suponer que por un único encuentro se hable
estrictamente de cooperación, en consecuencia una máxima para tener
presente es la siguiente: lo que hoy se siembra mañana se cosecha y así
sucesivamente, si la intención es realizar la cooperación.
Al respecto, Robert Axelrod plantea que “en tanto las interacciones no sean
reiteradas, será muy difícil que tenga lugar la cooperación [. . . ] es esta
interacción continuada lo que hace posible que la cooperación basada en
la reciprocidad sea estable”.
Primero, resulta interesante remarcar que la interacción continua permite
un flujo de información, a través de la comunicación entre las partes,
especialmente, cuando existe un interés para volver a encontrarse. Con
relación a este aspecto, la estrategia basada en la idea de magnificar la
sombra del futuro, es decir, hacer propicio un nuevo encuentro a
condición de que los costos en los que se puede incurrir de no efectuarse
puedan ser elevados, permitiría una vez más abordar aquellos temas en
donde se hace necesario una mayor adaptación mutua de políticas, o lo
que es lo mismo, cooperar. Para lo cual la perdurabilidad de las
interacciones es una característica sobresaliente por encima de la
confianza que pueda mediar entre las partes.
Segundo, hacer que la cooperación tenga como basamento la
reciprocidad, entre los que deciden realizar una mutua adaptación de
políticas, puede generar la posibilidad de llegar a acuerdos más
satisfactorios entre las partes. En este sentido, conviene mencionar que
por reciprocidad se entiende “a los intercambios de valores
aproximadamente equivalentes en los cuales las acciones de cada
parte dependen de las acciones previas de los demás”.