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Escuela de Sabidurías 2023 (18)

Dr. Gómez, ni plagio ni copia, con esta escuela me resteo… (11/4/2023)

Duelo nacional

El fallecimiento de la compatriota Tibisay Lucena, nos exige un breve comentario: La muerte


siempre es perturbadora, entrometida, ingrata, aunque quien llegue a ella haya estado
luchando contra una enfermedad letal por muchos años. Es que no nos preparamos para
abandonar la dimensión física (insegura y finita) de la existencia y entrar en la dimensión
(segura e infinita) de la muerte, porque no estaremos…

En clase dialógica-mente-bancaria-mente-dialógica. Respondiendo a la Profesora Minelia: con


la distinción entre sistema educativo y sistema escolar, hemos topado.

Precisión conceptual (emoticón echando humo):

Nos sugirieron que el término correcto para indicar las relaciones entre ambos sistemas, es
“distinción”, porque a simple vista no se perciben las “diferencias”, por lo que hay que realizar
un ejercicio subjetivo de análisis para “distinguir” ambos sistemas.

Aún más, siendo estrictos en el análisis, el sistema escolar es un subsistema del sistema
educativo, uno más como lo son la familia (las costumbres trasmitidas, las tradiciones, etc.), los
medios de comunicación masiva, las iglesias, las organizaciones políticas, los sindicatos y las
organizaciones gremiales.

Lo dice LAB: “Entendemos por sistema escolar a un subconjunto o subsistema educativo que
presenta características propias o particulares que pueden ser definidas. Corresponde a lo que
tradicionalmente se denomina subsistema formal de educación, donde se imparte la educación
sistemática.”

Y completa su explicación indicando los componentes de dicho sistema escolar: los docentes,
los alumnos, lo administrativo organizacional, lo jurídico-político y lo físico-ambiental, así como
su estructura formada por niveles, ciclos y modalidades.

La confusión entre sistema escolar y sistema educativo, se debe a que “la escuela” tiene un
peso determinante en nuestra vida como personas y ciudadanos al estar vinculada de una
manera “artificial” a nuestra cotidianidad por mucho tiempo. ¿Artificial la escuela? Sí, tan
artificial que nos llevan a ella obligados, prácticamente nos sacan a empujones de nuestros
hogares para “escolarizarnos”.

Lo que pasa, dice María Fince, es que sufrimos del “síndrome de Estocolmo” y terminamos
conviviendo con nuestros raptores. Artificio necesario en una sociedad de clases en la que se le
ha dado un papel decisivo a la educación sistemática, preferiblemente la formal, en las
“competencias” y “logros de éxito” que fragua la movilidad social vertical: ¡Estudia mija, para
que seas alguien en la vida!, aún es la conseja de madres y padres a pesar del desprestigio –
aparente- del sistema escolar.

En cambio, los otros componentes del sistema educativo, interactúan en nuestras vidas tan
“espontáneamente”, tan “naturalmente” que no nos damos cuenta de su influencia, como
ocurre con los medios de comunicación masiva, cuyo Sol es la televisión, hoy reforzados con
los Teléfonos Inteligentes (TI) y otros aparatos similares de uso personalísimo.
Los otros componentes se presentan como “opciones” sociales para el desempeño personal o
profesional: ser miembro de una iglesia, de un sindicato, de un gremio, etc.

La escuela no. A esa vaina vamos si porque sí, a menos que queramos ser “brutos”,
“ignorantes”, “menos que nadie”. Y es que, como institución encapsulada en unas estructuras
materiales e inmateriales (edificaciones y currículas), la escuela (léase sistema escolar), es el
pilar de la reproducción de las relaciones de clase (léase explotación de unas clases por otras),
pero no está sola, porque, ya sabemos, es parte del sistema educativo.

Y, evitando muchos aspectos que explica LAB en sus libros, llegamos al motivo de estas clases.
Hasta aquí hemos expuesto los aspectos elementales de la distinción entre sistema educativo y
sistema escolar y podríamos extendernos hasta fastidiar a la profesora Minelia y al resto de
participantes, por lo que formularemos una pregunta:

¿Para qué sirve esta distinción?

En primer lugar, sirve para reconocer que hacer una revolución cultural es mucho más que
transformar el sistema escolar, porque la socialización de las personas no es exclusiva de la
escuela, primero están (y en muchos casos son los únicos presentes) la familia, la iglesia y los
medios de comunicación.

En segundo lugar, para reconocer que la escuela está condicionada y, en algunos aspectos
determinada, por otros componentes del sistema educativo que obedecen a los intereses de
las clases dominantes en una sociedad. La escuela enseña a leer los mensajes y etiquetas de
los productos que debemos consumir. La escuela es fiel compañera de la televisión.

Sirve, evidentemente, a las clases dominantes en sus planes de dominación ideológica, porque
saben muy bien que la función de la escuela es reproducir individuos con conciencia
dominada, ingenua, mítica, alienada, convencidos de que las diferencias sociales son algo
natural y hasta “sagrado”, para que no entren en conflicto con los otros componentes del
sistema educativo y mucho menos con la sociedad.

¡¡FRENAZO!! ¿Pero acaso en la escuela no se enseñan conocimientos científicos, laicos,


asentados en la racionalidad que rompe con la conciencia ingenua, mítica y alienada? ¿Es que
acaso la escuela no fomenta la insatisfacción con los prejuicios y formas arcaicas (léase
patriarcado, machismo, etc.) de convivencia? Y, aquí entre nos, ¿No existe una Escuela
Bolivariana a contracorriente de la escuela liberal-capitalista de la Cuarta República?

Tres preguntas que nos llevan, sin dudas, a tres campos minados de conflictos y
contrariedades, donde la pregunta por las condiciones de vida de las y los maestros tapa hoy,
como ayer, a todas las otras preocupaciones. Hoy el bloqueo imperialista es determinante,
pero cuando el grito estomacal suena ensordece la conciencia política.

Pero también las preguntas nos llevan a territorios donde la imaginación, la innovación, la
creatividad y el compromiso de maestros y maestras con sus alumnos y alumnas, que son la
Patria, y los sueños de una sociedad no capitalista, proporcionan alicientes suficientes para
seguir luchando.

Hasta la próxima “clase”.

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