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LEVINSON
Levinson se educó en Bedales School y King's College, Cambridge , donde recibió una
licenciatura en Arqueología y Antropología Social, y en la Universidad de California, Berkeley,
donde recibió un doctorado en Antropología Lingüística. Ha ocupado puestos en la Universidad
de Cambridge, la Universidad de Stanford y la Universidad Nacional de Australia, y actualmente
es profesor de Lingüística Comparada en la Universidad de Radboud. En diciembre de 2017, se
jubiló como director del departamento de Lenguaje y Cognición del Instituto Max Planck de
Psicolingüística. Entre otras distinciones, es ganador del Premio Stirling en 1992, miembro
electo del Stanford Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences, miembro de la
Academia Europea y profesor Hale en 2009 de la Linguistic Society of América. En 2017,
Levinson recibió un doctorado honoris causa de la Universidad de Uppsala. Es el actual
presidente de la Asociación Internacional de Pragmática.
1. EL ÁMBITO DE LA PRAGMÁTICA
El uso moderno del término pragmática es atribuible al filósofo Charles Morris (1938),
interesado en esbozar (después de Locke y de Pierce) el perfil general de una ciencia de los
signos, o semiótica. Dentro de la semiótica, Morris distinguió tres ramas diferentes de
investigación: la sintáctica (o sintaxis), que es el estudio de "la relación formal de los signos
entre sí”, la semántica, el estudio de "las relaciones de los signos con los objetos a los que
dichos signos son aplicables” (sus desígnala), y la pragmática, el estudio de "las relaciones de
los signos con los intérpretes” (1938: 6). Dentro de cada rama de la semiótica se podía
distinguir entre los estudios puros, que se ocupan de la elaboración de un metalenguaje
pertinente, y los estudios descriptivos que aplicaban dicho metalenguaje a la descripción de
signos específicos y sus usos (1938 (1971: 24)).
Primera definición
Otra clase de definición que podría ofrecerse sería que la pragmática es el estudio del lenguaje
desde una perspectiva funcional, esto es, que intenta explicar facetas de la estructura
lingüística haciendo referencia a influencias y causas no-lingüísticas. Pero una definición, o
ámbito, para la pragmática de este tipo no distinguiría la lingüística pragmática de otras
muchas disciplinas interesadas en un enfoque funcional del lenguaje, incluyendo la
psicolingüística y la sociolingüística. Además, podría aducirse plausiblemente que adoptar una
definición de este tipo es confundir los motivos para dedicarse al estudio de la pragmática con
los objetivos o el perfil general de una teoría ( de lo cual hablaremos más adelante).
En el aumento del interés por la pragmática de los últimos años convergen un número de
razones. Algunas de ellas son esencialmente históricas: el interés desarrollado en parte como
reacción o antídoto al tratamiento chomskiano del lenguaje como un mecanismo abstracto, o
una capacidad mental disociable de los usos, usuarios y funciones del lenguaje (una
abstracción que Chomsky sacó en parte del estructuralismo postbloomfieldiano que
predominaba en los años inmediatamente anteriores a la gramática generativa
transformacional). Buscando los medios para poder minar la posición de Chomsky, los
semantistas generativos se vieron entonces atraídos por un cuerpo considerable de
pensamiento filosófico ocupado en mostrar la importancia de los usos del lenguaje a la hora de
comprender su naturaleza (nos referimos a la obra de Austin, Strawson, Grice y Searle en
particular). Hasta hoy, la mayoría de los conceptos importantes de la pragmática se han sacado
directamente de la filosofía del lenguaje . Una vez se hubo establecido este ámbito más amplio
en la principal corriente de la lingüística norteamericana, 21 la pragmática tomó muy pronto
vida propia, porque las cuestiones que surgieron tienen interés e importancia por sí mismas.
2. La deíxis
La manera más obvia en que la relación entre lenguaje y contexto se refleja en las estructuras
mismas de las lenguas es a través del fenómeno de la deíxis. El término proviene de la palabra
griega para señalar o indicar, siendo ejemplos prototípicos o principales de ello el uso de los
demostrativos, los pronombres de primera y segunda persona, el tiempo verbal, adverbios
espec íficos de tiempo y lugar como now"ahora" y here, “aquí” , y varios otros rasgos
gramaticales ligados directamente a las circunstancias de la enunciación.
En esencia, la deíxis se ocupa de cómo las lenguas codifican o gramaticalizan rasgos del
contexto de enunciación o evento de habla, tratando así también de cómo depende la
interpretación de los enunciados del análisis del contexto de enunciación. Así, el pronombre
this "éste/a/o" no se refiere a ni denomina una entidad concreta en su uso, sino que más bien
es una variable o soporte de lugar para una entidad concreta dada por el contexto (por ej.
mediante un gesto).
3. implicaturas conversacionales
Una implicatura conversacional se produce cuando hay un elemento expresado o implícito por
parte del hablante sin ser parte de lo que se dice en sentido estricto. La implicatura
conversacional, por lo tanto, constituye un componente del sentido que da el hablante al
enunciado, pero que no es parte de lo que significa la oración.
4. La presuposición
Las presuposiciones son tipos de inferencias pragmáticas por las que el emisor de un
enunciado transmite un tipo determinado de información implícita en el que es indispensable
que exista unos conocimientos compartidos entre el emisor y el receptor de este enunciado.
1. la presuposición permite dar cuenta de la veracidad del enunciado del que forma
parte. Así, por ejemplo, ante un enunciado como [Alberto ha dejado de quererme] se
presupone [Alberto me quería]; idea que debe ser cierta para que también lo sea el
enunciado desde el que se deriva la presuposición.
2. La presuposición sigue siendo válida aun negando el enunciado del que se deriva. Así,
[Alberto no ha dejado de quererme] sigue presuponiéndose que [Alberto me quería].
3. Las presuposiciones, por ser significados convencionales de las expresiones, no se
pueden fácilmente anular, sin que el hablante se contradiga. [Alberto ha dejado de
quererme, pero nunca me quiso].
1. que los enunciados en cuya formulación y uso significativo en el aula deben entrenarse
los aprendientes no pueden ser eficaces ni coherentes si hacen explícito todo el
contenido informativo, es decir, si los estudiantes no se acostumbran a hacer uso eficaz
de la presuposición en el discurso generado en el aula, tanto en la producción como en
la recepción de mensajes. Esto afecta también a los textos que se aportan al aula
(discurso aportado), que no deben ser artificialmente manipulados con el fin de
favorecer una comprensión pretendidamente más fácil de los mismos.
2. Que, para lograr el objetivo que se señala en, hay que asegurarse de que los
aprendientes comparten el necesario conocimiento suficiente para usar eficazmente
las presuposiciones.
Por lo tanto, en didáctica de segundas lenguas, el interés suscitado desde el surgimiento del
enfoque comunicativo, por el componente pragmático de la lengua, ha llevado a dar cabida a la
explotación didáctica de lo que las formas significan, de lo que presuponen y comunican, con
una aproximación a la gramática y a la semántica desde un punto de vista más pedagógico.
La teoría de los actos de habla es probablemente, de todas las cuestiones relativas a una teoría
general del uso del lenguaje, la que ha suscitado un mayor interés.
Se entiende por acto de habla la unidad básica de la comunicación lingüística, propia del
ámbito de la pragmática, con la que se realiza una acción (orden, petición, aserción,
promesa...).
Esta forma de concebir el lenguaje parte del filósofo británico J. L. Austin, quien en la década
de los 40 expuso en sus clases sus investigaciones pragmáticas en torno a la lengua, recogidas
luego en su obra póstuma de 1962. El término fue acuñado posteriormente por un discípulo
suyo, el filósofo J. Searle, quien perfeccionó y consolidó dicha teoría.
Un acto locutivo (el acto físico de emitir el enunciado, como decir, pronunciar, etc.). Este acto
es, en sí mismo, una actividad compleja, que comprende, a su vez, tres tipos de actos
diferentes:
Un acto ilocutivo o intención (la realización de una función comunicativa, como afirmar,
prometer, etc.)
Un acto perlocutivo o efecto (la (re)acción que provoca dicha emisión en el interlocutor,
como convencer, interesar, calmar, etc.)
De este modo, al emitir un enunciado como [te prometo que lo haré] estamos, por un lado,
diciendo algo (acto locutivo); prometiendo una acción (acto ilocutivo) y provocando un efecto
(convencer de la promesa al interlocutor).
Según esta teoría, los enunciados sirven no sólo para expresar proposiciones con las que
describir, constatar, en suma, decir algo, sino también para realizar acciones lingüísticas muy
diversas en contexto, por ejemplo, dar una orden o hacer una promesa. La realización de tales
actos está sujeta a un conjunto de reglas convencionales, cuya infracción afectará directamente
a los efectos comunicativos del acto. Searle propuso una tipología de dichas condiciones; éstas
se refieren a las circunstancias y al papel de los participantes del acto de habla, a sus
intenciones así como a los efectos que pretenden provocar. Son las llamadas condiciones de
felicidad. Así, por ejemplo, para prometer algo a alguien, hay que ser sincero, dirigirse a un
destinatario interesado en la realización de esta promesa, no prometer algo imposible de
cumplir o cuyo cumplimiento, por el contrario, resulta evidente, etc.
Searle agrupa los actos de habla en cinco categorías: los actos de habla asertivos dicen algo
acerca de la realidad: [el teatro estaba lleno]; los directivos pretenden influir en la conducta del
interlocutor: [no te olvides de cerrar con llave]; los compromisivos condicionan la ulterior
conducta del hablante: [si tengo tiempo pasaré a saludarte]; en los expresivos el hablante
manifiesta sus sentimientos o sus actitudes: [lo siento mucho, no quería molestarle] y los
declarativos modifican la realidad [queda rescindido este contrato].
En una primera versión de su teoría, Searle establece una relación directa entre la forma
lingüística de una expresión y la fuerza ilocutiva del acto de habla que se realiza al emitirla
(siempre que ello se dé en las condiciones apropiadas); así, por ejemplo, con un imperativo se
estaría dando órdenes, y con una interrogativa, solicitando información. Posteriormente,
observa que en muchas ocasiones se da una discrepancia entre la forma lingüística y la fuerza
ilocutiva: con una pregunta puede estar haciéndose una sugerencia, o dando un mandato. Ello
lo lleva a establecer el concepto de acto de habla indirecto, para referirse a los casos en que el
significado literal no coincide con la fuerza ilocutiva o intención, como ocurre ante un
enunciado del tipo [¿puedes cerrar la ventana?], donde bajo la pregunta se esconde una
intención de petición. Si se respondiera literalmente a este enunciado, la respuesta podría ser
un [sí, puedo]. En cambio, al formularla, lo que esperamos es que el interlocutor cierre la
ventana.
En la didáctica de las lenguas la teoría de los actos de habla ha servido de base para las
propuestas de enseñanza comunicativa. Los programas nociofuncionales elaborados en esta
metodología se construyen sobre las nociones y las funciones, conceptos que se inspiran en los
actos de habla.
6. Estructura de la conversación
Los actos de habla no se producen «en abstracto», sino que entran en funcionamiento en
realizaciones comunicativas concretas que se desarrollan en un contexto específico. De hecho,
esto es lo que motiva que, según la situación, un enunciado puede conducir a un acto de habla
u otro. Si un docente entra en una clase bulliciosa y dice «Buenos días», puede tener la
intención de saludar a sus estudiantes antes de comenzar. Sin embargo, si en clase siguen
hablando y el docente eleva un poco la voz y, de forma algo más contundente, dice «Buenos
días», la intención cambia y se produce un acto de habla distinto.
Por ejemplo, en una situación real de comunicación, no es frecuente que un hablante diga
«Buenos días» y su interlocutor diga «Adiós».
A. Buenos días.
B. Buenos días.
A. Buenos días.
B. ?Adiós.
B. Me encantaría, pero había quedado con Teresa. Pero la próxima vez me apunto.
B. Pues mira, tienes razón, tenía que haber sido un poco menos brusca.
Aunque en los ejemplos indicados más arriba se ha producido un intercambio con dos
intervenciones, también es frecuente una tercera intervención como cierre.
(Estamos en una clase el viernes a última hora y los estudiantes van saliendo del aula. Quedan
Teresa y Pablo)
La estructura de estas interacciones como las apuntadas es muy simple. Sin embargo, la
combinación de funciones comunicativas en intercambios puede llegar a tener una estructura
muy compleja.
(Estamos en la biblioteca el viernes a última hora y en las mesas próximas ya solo quedan
Teresa y Pablo)
B. ¡Buen fin de semana! (intervención reactiva 1b; función comunicativa: expresar buenos
deseos).
Vemos aquí dos intercambios distintos: uno con una intervención iniciativa, una reactiva y una
de cierre, y otro con una intervención iniciativa y una reactiva intercalada.
Cuando se producen varios intercambios comunicativos nos encontramos con una secuencia
conversacional.