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El voto, una cuestión emocional

Decimos que no hay una segunda oportunidad de crear una ‘primera


buena impresión’ cuando alguien se está preparando para una entrevista
de trabajo. En todos los contextos en los que se producen relaciones
humanas, la primera interacción entre dos o más personas deja una
importante huella en el subconsciente del otro/os y difícil de cambiar o
borrar si la misma no ha sido positiva. En el contexto político no iba a ser
menos.
 
En el momento electoral en el que nos encontramos, en el que vamos a
elegir al que va a dirigir la mayor empresa de nuestro pueblo o ciudad, la
primera impresión también cuenta a la hora de realizar el acto de votar el
domingo.
 
Según todos los estudios relacionados con la inteligencia emocional, se
dice que las personas somos personas emocionales y que en más de un
90 por ciento la toma de decisiones es un acto emocional.
 
De hecho todos hemos oído hablar de la venta emocional o marketing
emocional, donde la mayoría de las decisiones de compra se basan en la
creación de una conexión emocional con el consumidor.
 
Nuestras emociones guían la toma de decisiones continuamente, por
tanto, sin entrar al detalle sobre el funcionamiento de nuestro cerebro
emocional y racional en la toma de decisiones, en función de la emoción
del momento, negativa o positiva, tomamos una decisión u otra según la
etiqueta que nuestro cerebro emocional le pone al estimulo recibido del
entorno.
 
Es por ello que cuando estamos eufóricos, alegres, positivos, es más
probable que alguien que nos venga a pedir algo, incluso dinero, sea
más fácil, decirle que sí, que si nuestro estado emocional, es más triste,
seco, de preocupación u otra emoción negativa.
 
Si bien es cierto que hay muchas personas, que en ejercicio de máxima
responsabilidad y coherencia con sus ideas o ideología , leen los
programas electorales y buscan identificarse con el partido al que el
candidato representa; la inmensa mayoría de personas, que van a tomar,
o mejor dicho, ya hace mucho tiempo tomaron la decisión de a quién
votar, lo harán o hicieron en función de la emoción que aquel u otro
candidato le produjo la primera vez que lo vió en televisión, en una
reunión, acto sectorial o mitin.
 
Según las investigaciones, una persona se hace una imagen de otra en
tan solo 7 segundos, por ello los primeros momentos subidos a un
escenario son claves para producir una buena impresión. Un buen
candidato debería saber que solo dispone de 7 segundos para ganarse el
inconsciente del otro/os con el que se va a comunicar. Por ello debe
medir bien qué va a decir, cómo lo va a decir, qué va a hacer y cómo lo
va a hacer. El discurso empieza incluso antes de articular la primera
palabra, pues ahí es donde está generando la emoción positiva que le va
a conducir a pensar “te voto a ti”.
 
Crear rapport con la persona o grupo de personas a las que se va a
dirigir es clave para generar esa sintonía y despertar esa emoción. Por
ello se dice que no hay una segunda oportunidad de crear una primera
buena impresión.
 
Esa primera buena impresión que te produjo ese candidato, porque supo
comunicar con pasión, te sonrió a ti al llegar al lugar donde lo viste, aquel
que te hizo sentir identificado, cuando contó una historia personal y te
hizo descubrir que él es una persona con iguales inquietudes, una
persona que fue capaz de conectar emocionalmente contigo, ese es el
candidato al que vas a votar el domingo.
 
De hecho, de sobra conocemos el éxito de un incipiente partido político
nacional que ha ido ganando electorado fruto una “perfecta y preparada
improvisación”. Así ha atraido las emociones positivas del electorado a
través de su capacidad de empatizar e identificarse con un grupo de
personas indignadas y cansadas por comportamientos de algunas
personas que se hacen llamar políticos.
 
Ha sido una persona perfectamente preparada; ha sabido cómo conectar
con las emociones de indignación, tristeza, desesperanza, rabia, etc.,
convirtiéndolas en emociones positivas. Emocion que le harán tener su
voto, pues ya etiquetó y tomó su cerebro emocional la decisión hace
meses, cuando le escucharon con la pasión que es capaz de transmitir y
la ilusión que es capaz de generar en los electores.
 
Por ello si nuestros candidatos son capaces de generar en el electorado,
en cada acto, cada mitin, cada reunión, esa emoción positiva, tendrán
muchas posibilidades de ganar el voto de ese ciudadano. Al igual que un
docente tiene que ‘enamorar al alumno’ para engancharlo desde principio
de curso al proceso de enseñanza, el político tiene que ‘enamorar’ desde
el minuto uno en el que se presenta a su electorado.
 
Esa capacidad de despertar emociones positivas es lo que configura el
carisma de un candidato, esa capacidad de influencia, que le harán
ganar un seguidor, un votante.
 
Ahora te pregunto ¿Qué emoción pudiste reconocer en ti el día que
elegiste a la persona que votaras el domingo?
Sin duda una emoción positiva.

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