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Las personas que te rodean y tú mismo son diferentes entre sí. Hay hombres y hay mujeres. Hay bebés recién nacidos, jóvenes y ancianos. Hay hombres fortachones y otros pequeños y delgados.
Algunas chicas son rubias y otras morenas. Existen personas que tienen el cien por ciento de sus capacidades y otras que nacieron sordas o ciegas. Todas esas diferencias son producto de la
naturaleza, pero también hay unas que son resultado de la vida en sociedad y sus injusticias. Hay empresarios más ricos que un país entero y personas tan pobres que no pueden comprar una tortilla.
Figuras tan destacadas como el presidente de un país, o tan humildes como un limpiador de parabrisas… Y entre todo ese conjunto también estás tú.
¿Quién vale más de todos? La respuesta común dirá que los ricos, los jóvenes y los fortachones son superiores a los pobres, los viejos y los débiles. Pero si les quitamos esas diferencias superficiales
descubrimos que todos comparten algo: son seres humanos. Basta que lo sean para que cada uno merezca el mismo respeto, aprecio y oportunidades y sepa que puede hacer algo extraordinario de su
vida: los demás valen tanto como tú o, dándole la vuelta a esta frase, tú vales tanto como los demás. Ese valor es parte de cada cual y nada ni nadie se lo puede quitar, ni la naturaleza, ni las diferencias
REFLEXIONA
El soldadito de plomo
Todo empezó con el viejo cucharón de plomo que tenían unos herreros. Decidieron fundirlo y, con el material, hicieron veinticinco soldaditos. Pero el plomo no fue suficiente y a uno lo dejaron sin pierna
izquierda. A pesar de eso, le pintaron su uniforme y lo empacaron con los otros en una caja de cartón. Un señor los compró para regalarlos a su hijo.
—¡Qué bonitos son! —dijo el pequeño Eduardo al formar al grupo de combatientes. —Pero mira, a este pobre le falta una pierna.
Fuera de su caja, el soldadito sin pierna vio fascinado los otros juguetes y lo atrajo un
pequeño castillo de cartón que parecía real. En uno de sus salones una bailarina vestida de azul hacía una graciosa pirueta girando sobre una pierna.
—No —le dijeron sus hermanos— lo que pasa es que está bailando.
—No te hagas ilusiones. Ella es una princesa y tú, un soldado raso —explicó uno de los
mayores.
Aquella tarde, Eduardo no guardó bien los juguetes y dejó al soldadito en la esquina de una ventana. A las doce de la noche, el trompo, las muñecas, el yoyo, las figuras de cuerda y los animales de tela
cobraron vida en una alegre fiesta. Sólo él y la princesa permanecían quietos. De un baúl salió un malvado gnomo que le dijo:
—Nunca serás su amigo. Eres un pobre soldado sin pierna y ella es nuestra princesa.
El soldadito no respondió nada y se quedó dormido. Soñó que era capitán, que tenía las dos piernas y bailaba un dulce vals con su amada.
Al día siguiente, cuando Ofelia la cocinera abrió la ventana, el aire se llevó al soldadito que quedó a media calle. Cayó un aguacero y quedó empapado. Cuando salió el sol, dos pequeños lo encontraron.
—Mira que figurilla —comentó uno— seguro perdió la pierna en la guerra y no puede caminar hasta casa. Vamos a ponerlo en un barco de papel.
Colocaron el barco en un arroyo y fue a dar a una alcantarilla. El soldadito tenía miedo pero se negó a dejarlo. “Mi honor lo impide” se dijo. Una malvada rata, reina del drenaje, quiso detenerlo, pero la
corriente lo llevó a una cascada. La caída fue terrible; el barco quedó destruido, el soldadito estaba a punto de ahogarse, ya sólo se veía la punta de su rifle… y entonces llegó un pez y se lo tragó. Nadó
Por una casualidad, allí lo compró la cocinera Ofelia y, al prepararlo, se sorprendió al hallar al soldadito. Eduardo brincó de gusto y la figura se alegró de estar cerca de sus hermanos, del castillo y la
El calor empezó a derretirlo y, a través de las llamas, el soldadito miró a la bailarina, que le sonrió. El viento abrió la puerta y la arrastró hasta la chimenea. Ella y el soldadito estaban juntos por fin. Antes
de que las llamas los destruyeran se dieron un beso. Al día siguiente, cuando Eduardo estaba recogiendo las cenizas, halló que las dos figuras se habían fundido en un corazón de plomo. Lo tomó y lo
PARA REFLEXIONAR
Haga un dibujo que represente la parte del cuento que mas le gusto
Defina para usted que es la dignidad y que importancia tiene para su vida este valor.
• Por faltarle una pierna ¿el soldadito valía menos que sus hermanos?
¿Ya lo sabías?
Reúnase con tres compañeros y prepare una dramatización donde se evidencie el valor estudiado.