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Capítulo

UNO:

Entendiendo qué es el
arrepentimiento
“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos
adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del
arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de
bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno” (HEBREOS 6:1-2).

¿Qué es el arrepentimiento?
Muchas personas tienen un concepto errado sobre el arrepentimiento, lo
confunden con el remordimiento, o con el dolor que producen las consecuencias
de hacer algo incorrecto. Las personas piensan “sufrí mucho por haber hecho esto”
y creen que esto es un genuino arrepentimiento.

Tal vez el error más común que existe es pensar que el arrepentimiento
es una emoción cuando verdaderamente es una determinación,
algo que se da en la voluntad y no solo en las emociones.

El arrepentimiento es una rme determinación, producida por el Espíritu Santo de


cortar de nitiva y radicalmente con el pecado, cambiando nuestro estilo de vida por
uno que agrade a Dios, esto viene acompañado con un profundo dolor por haberle
fallado a Dios. Note que en este caso no es una mera emoción, sino un verdadero
quebranto que más que tocar las emociones toca la voluntad.

Solo el Espíritu Santo nos ayuda a arrepentirnos


“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio” (Juan 16:8).

El arrepentimiento es la primera muestra de la gracia y la misericordia de Dios en


la vida de una persona. Muchas veces podemos escuchar y hasta entender que




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debemos arrepentirnos, pero solamente cuando el mismo Espíritu de Dios quita el


velo podemos experimentarlo de manera genuina, además Él mismo es el único
capaz de darnos la fuerza y la convicción necesaria para ser radicales y romper
con los viejos hábitos.

El arrepentimiento es una decisión voluntaria


El hombre es un ser tripartito compuesto por espíritu, alma y cuerpo. En el alma
se encuentran las emociones, la mente y la voluntad; en ésta última, es donde se
origina el verdadero arrepentimiento, ya que una persona puede aceptar el
mensaje de Cristo, ser redargüida a nivel intelectual, e incluso ser movida
emocionalmente, pero el fruto del arrepentimiento sólo se presenta cuando la
voluntad lo decide. Si alguien decide aceptar y servir a Cristo voluntariamente, por
encima de cualquier adversidad, lo logrará.

Entendamos que, aunque el Espíritu Santo es quien trae la convicción, Él jamás


forzará a nadie a cambiar su vida. Dios, en su in nita misericordia nos confronta
con el pecado, nos ofrece su perdón y su ayuda, pero espera que nosotros
tomemos la determinación y demos los pasos de fe correspondientes, por eso
Juan el Bautista dijo, precisamente cuando predicaba respecto al arrepentimiento:

“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8).

Note que la invitación de Juan es hacer esos frutos de arrepentimiento, es decir a


demostrar con nuestras acciones que estamos dispuestos a hacer todo para
volvernos a Dios.

Arrepentimiento 

=

Cambio de vida
Si usted quiere saber si realmente una persona ha experimentado un genuino
arrepentimiento, la forma es muy sencilla, solamente observe si tiene un cambio
evidente en su forma de vivir.

El genuino arrepentimiento, conduce al individuo a dar un giro total en su modo


de pensar, renovando el entendimiento, alentando la esperanza de un encuentro
con Dios y rompiendo de nitivamente los lazos con el pecado. Cuando logramos
dar este paso, nos convertimos en nuevas criaturas, dejando atrás los errores y
sus consecuencias.

Más esto sólo es posible mediante la Cruz, pues en Ella, a través del
arrepentimiento, logramos deshacernos de la vieja naturaleza y
el Señor nos reviste de una nueva, conforme a Su semejanza.
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El arrepentimiento es una renuncia total


El verdadero arrepentimiento lleva al individuo a humillarse delante de Dios y a
renunciar a seguir consintiendo el pecado en su vida, a dejar atrás las pasiones,
los deseos y aún a las personas que lo han llevado a pasos incorrectos.

Una marca muy clara de la persona arrepentida es que verdaderamente


es radical en su manera de vivir para Dios.

Muchos pretenden negociar con Dios, justi cando que algunas conductas no son
tan incorrectas o que sería difícil hacer muchos cambios en corto tiempo, pero esto
solo demuestra falta de determinación y arrepentimiento.

El corazón recto para con Dios no deja de practicar el pecado solamente por
temor al castigo, sino que entiende que el Señor aborrece el pecado y que éste
solamente produce muerte en nosotros. También debemos recordar que somos
templos del Dios viviente, y si el Espíritu de Dios está en nuestras vidas, no
podemos coquetear con el pecado; tenemos que ver al pecado como lo que es:
muerte a la vida en Cristo como así también a nuestra vida eterna.

El arrepentimiento cambia las circunstancias


Vivir un arrepentimiento genuino ubica al ser humano en la senda correcta. Dios
permite circunstancias difíciles o adversas para confrontarnos con nuestros
pecados, hasta que los rechacemos con todo nuestro corazón, doblegando nuestro
carácter y llevándonos a entender nuestra condición.

El patriarca Job, quien era una persona íntegra, en el sentido más amplio de la
palabra, se apoyó en su propia integridad de tal manera, que cuando se encontró
frente a frente con la adversidad, se aferró aún más a ella, llegando a pensar que
si tenía un encuentro personal con Dios podría justi carse delante de Él.

“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla.


Expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de argumentos.
Yo sabría lo que él me respondiese, y entendería lo que me dijera.
¿Contendería conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me
atendería. Allí el justo razonaría con él; y yo escaparía para siempre
de mi juez” (Job 23:3-7).

En otras palabras, Job estaba diciendo: “Si tengo la oportunidad de hablar con
Dios, sé que Él, después de escucharme, me dará la razón”. Es muy interesante
notar que mientras el patriarca tuvo esta actitud nada cambió, la restauración vino
solamente cuando Job fue confrontado y cuando pudo humillarse en la presencia
de Dios, recuerde que él mismo expresó su arrepentimiento:

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“De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me
aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6).

Desde ese instante todas las circunstancias de Job fueron transformadas y Dios
le restituyó todo lo que había perdido. Esto nos permite entender que cuando
abrimos la puerta del arrepentimiento, también estamos abriendo la puerta a la
restitución, a la restauración y a la posibilidad de ver todas nuestras circunstancias
transformadas.

Un encuentro con Jesús revela nuestra verdadera condición


Es muy interesante estudiar el pasaje de Job completo, ya pudimos entender
cómo el arrepentimiento transformó sus circunstancias adversas en bendición,
pero, ¿cómo llegó el patriarca a experimentar ese genuino arrepentimiento? Si Job
pensaba justi carse delante de Dios ¿qué lo hizo cambiar tan radicalmente?

La respuesta es sencilla:

Job tuvo un encuentro cara a cara con Dios y por eso comprendió su
verdadera condición.

Esto fue lo que sucedió:

“Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién


es ése que oscurece el consejo. Con palabras sin sabiduría? Ahora
ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás”
(Job 38:1-3).

Dios convenció a Job de su propio pecado e ignorancia, éste experimentó un


verdadero arrepentimiento y como dice el pasaje que vimos anteriormente: “De
oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me
arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6).

Ahora, algunos piensan que tal vez Job no tenía muchas cosas de qué
arrepentirse, pero no entienden lo fundamental y es que conocer cara a cara a
Dios nos permite entrar en contacto con Su naturaleza que es la santidad, por eso
nuestra verdadera condición a ora y entendemos que ni aun llevando la vida más
recta (dentro de los parámetros humanos) podríamos acercarnos a la naturaleza
de Dios.

Job pensaba que podía justi carse delante de Dios, pero apenas lo conoció
personalmente entendió que la majestad de Dios era tal que lo único que podía
hacer era humillarse en Su presencia.
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Como lo expresé en la introducción de este libro, experimenté algo muy similar el


día que tuve mi encuentro con Jesús: Me sentí el pecador más grande del mundo,
y que lo que el Señor había hecho por mí no tenía precio. Esa misma noche tomé
la decisión de servir a Dios con todo mi corazón. Note que siempre un encuentro
con Jesús conlleva al arrepentimiento.

Es prácticamente imposible que una persona conozca a Jesús y siga


llevando una vida igual.

Cada persona debe vivir su propio quebrantamiento


El arrepentimiento debe ser una vivencia personal; recuerdo el caso de mi
esposa que debió tener su propia experiencia.

Ella había sido criada en un hogar en donde recibió mucho amor de sus padres;
era una hija muy consentida y siempre le dieron todo lo que deseaba. No conoció
vicios, ni mundo; aunque no era cristiana, llevaba una vida muy equilibrada.

Cuando conoció al Señor Jesús se dio cuenta que el cristianismo iba de acuerdo
con la clase de vida que ella llevaba. Cada vez que me escuchaba compartir mi
testimonio, decía: “No cuentes así tu experiencia, porque la gente pensará que
tener un encuentro con Jesús es algo sobrenatural, y Dios obra con cada persona
de una manera diferente”.

Aunque todo en su vida parecía muy normal por ser una el cristiana, una
excelente hija, una extraordinaria esposa y una madre ejemplar, no obstante, tenía
que experimentar un genuino arrepentimiento. El Señor le dio una gran ayuda,
cuando permitió que perdiera las elecciones al Senado de nuestra nación. Ella
estaba segura que sería reelegida, pero no fue así; le faltaron muy pocos votos
para lograr su objetivo, quedando en el primer puesto de los que no habían
llegado. Más esta adversidad se convirtió en la más grande bendición, pues Dios
trató con cada área de su vida; estuvo quebrantada por varios días, viviendo un
genuino arrepentimiento.

Gracias a ello, el Señor permitió que mi esposa naciera al ministerio. Creo que si
Emma Claudia no hubiese pasado por esta prueba, en este momento no tendría
esa poderosa red de mujeres que ahora lidera; grandes pastoras, conferencistas
de talla internacional y empresarias.

Dios busca que el hombre le dé la gloria a Él en todo, y que reconozca que todo
lo que tiene, proviene de Dios.

El orgullo, que es pensar que podemos hacer las cosas por nuestros
propios medios -o que no necesitamos a Dios, también es un

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pecado del cual debemos arrepentirnos y que para muchos es


muy difícil reconocer.

Cuando Jesús ve que lo reconocemos como el Señor de todas las cosas, que
nos quebrantamos y nos arrepentimos, Él encuentra argumentos para bendecirnos
de una manera sobreabundante.

“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su


corazón” (Oseas 2:14).

El Señor permite las situaciones difíciles para hablarnos y ministrarnos. Para


hablar al pueblo de Israel, Dios tuvo que hacerlos permanecer mucho tiempo lejos
de su tierra y de su gente, y de esa manera, se vieron impulsados a volver su
corazón a Dios.

Cuando atravesamos por di cultades, la mente, las emociones y la voluntad


están más abiertas a oír la voz de Dios.

Las pruebas quebrantan nuestro orgullo y nos llevan a reconocer la


única verdad: que sin Dios no somos nada.

El arrepentimiento es la puerta de entrada al Reino de Dios

“Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos,


porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).

¡Qué interesante que esta fue una de las primeras predicaciones que dio Jesús
públicamente! Antes de empezar a sanar y a hacer grandes milagros, el Señor
presentó el camino: el arrepentimiento.

Esto va muy de la mano a lo que explicábamos del orgullo o la autosu ciencia. A


través de la historia las personas han pensado que pueden ser dignos del Reino de
los Cielos a través de las buenas obras; y esto era precisamente lo que pensaban
los fariseos, quienes se aban de su celo religioso y de sus ritos, pensando que así
podían heredar el reino. Estaban tan cegados por su autosu ciencia que a pesar
de que el mismo Señor les predicó nunca pensaron que necesitaban el
arrepentimiento.

“De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de
vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de
justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le
creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para
creerle” (Mateo 21:31-32).

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En este pasaje el mismo Señor se dirigía a los religiosos de su época,
mostrándoles que un pecador arrepentido estaba más cerca del Reino de Dios que
cualquier otra persona que pensara que no necesita arrepentimiento y esto no ha
cambiado.

La primera puerta que acerca a cualquier persona al Reino de Dios es el


arrepentimiento y si esta primera puerta no se abre es imposible
alcanzar cualquier bendición espiritual.

El arrepentimiento trae restauración


El Señor dijo:

“Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al


corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido,
que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de
Jehová por todos sus pecados” (Isaías 40:1-2).

El profeta expresó el sentir del corazón de Dios hacia un pueblo al que le fue
difícil entender el lenguaje de la fe, y que por esta causa, tuvo que atravesar por
toda clase de adversidades, hasta ser quebrantado y moldeado a Su semejanza.

Dios, a través de este pasaje, le da al pueblo:

Una voz de consolación 



“Consolaos, consolaos pueblo mío”
Lo único que puede darnos esperanza y traer consolación, es la Palabra de Dios.
Pero esta cobra poder cuando las personas la reciben con un corazón abierto, se
estremecen con ella y pueden tener un verdadero arrepentimiento.

El propósito que Satanás tiene a través de la adversidad, es que las personas


desfallezcan en su fe y decidan recurrir a mecanismos humanos, sin necesidad de
tener a Dios en cuenta. Más cuando los creyentes deciden depositar sus cargas en
Dios, el Señor se apropia de sus necesidades, les da una palabra que los alienta, y
la con anza de que Él los protegerá.

El salmista David dijo: “Confortará mi alma” (Salmos 23:3a).

Una voz de esperanza 



“Su tiempo es ya cumplido”
Dios es un Dios de tiempos, y nunca llega tarde; Él es exacto en todo lo que
hace. Y este es el tiempo de salvación para cada uno de Sus hijos; pues Dios no
demorará Su promesa, sino que es paciente para con todos, pues no quiere que
ninguno perezca y que todos procedan al arrepentimiento.
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Una voz de salvación 



“Su pecado es perdonado”
Note que el tiempo del verbo está en un presente continuo, y esto habla que la
gracia redentora de Dios está disponible para perdonar “ahora” nuestros pecados.

Es importante que al momento que identi quemos aquellas cosas en nuestra


vida que no agradan a Dios, las llevemos a la Cruz y declaremos la victoria sobre
cualquier fuerza adversa que nos controló en el pasado. Pablo dijo:

“Pero los que son de Cristo han cruci cado la carne con sus pasiones y
deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”
(Gálatas 5:24-25).

Al nal de cada capítulo usted encontrará algunas herramientas de estudio que le ayudarán
a profundizar el tema y a ponerlo en práctica.

Herramientas de Estudio 1

Entendiendo qué es el arrepentimiento


Memorizar y declarar
Haga una cha bibliográ ca con el versículo y declárelo por lo menos 3 veces en el
día para memorizarlo.

“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8)

Profundizar
1. Busque en la Biblia 3 personas que hayan experimentado un genuino
arrepentimiento y haga un estudio Bíblico.

2. Escriba 3 cosas que aprendemos sobre el arrepentimiento de la experiencia de


Job.

3. Escriba en sus propias palabras lo que signi ca el verdadero arrepentimiento.

Aplicar
1. Escriba en qué áreas cree que necesita restauración a través del
arrepentimiento.
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2. Describa en una página como fue su experiencia de arrepentimiento, si no la ha
tenido separe una noche de oración y clame al Señor.

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