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Nombre estudiante:
Golpes en el coche
Una familia, compuesta por dos pequeños y sus padres, viajaban por carretera hacia
Temuco, cuando el coche se les averió. Los padres salieron a buscar ayuda y, para que
los niños no se aburrieran, les dejaron con la radio encendida. Cayó la noche y los
padres seguían sin volver cuando escucharon una inquietante noticia en la radio: un
asesino muy peligroso se había escapado de un centro penitenciario cercano a Temuco
y pedían que se extremaran las precauciones.
Las horas pasaban y los padres de los niños no regresaban. De pronto, empezaron a
escuchar golpes sobre sus cabezas. “Poc, poc, poc”. Los golpes, que parecían provenir
de algo que golpeaba la parte de arriba del coche, eran cada vez más rápidos y más
fuertes. “POC, POC, POC”. Los niños, aterrados, no pudieron resistir más: abrieron la
puerta y huyeron a toda prisa.
Solo el mayor de los niños se atrevió a girar la cabeza para mirar qué provocaba los
golpes. No debería haberlo hecho: sobre el coche había un hombre de gran tamaño,
que golpeaba la parte superior del vehículo con unas enormes manos del tamaño de dos
cabezas.
Responde, marcando con una X la alternativa correcta.
-No temas, sigue el pasillo, que justo al lado de la puerta del baño hay un interruptor.
La niña se decidió, y al entrar al pasillo no veía nada porque estaba muy oscuro, por lo
que se arrimó a una pared y fue palpando y tanteando a ciegas en busca de un
interruptor. Al seguir andando y llegar al marco de la puerta del baño, se paró y siguió
tanteando, y de repente notó como una mano huesuda intentaba arrastrarla a la
oscuridad del baño. La niña logró apartarse y fue llorando a su abuela. Desde entonces,
la niña está en tratamiento psicológico. ¿Qué pasó, si solo estaban ellas dos en la casa
y la abuela estaba en el salón cosiendo?
Responde.
La vieja tortuga, mientras se soleaba sobre las lisas y tibias rocas, al borde de la
laguna, observa cómo ascendía repetidas veces hacia las nubes el águila de anchas alas,
hasta que sólo era una manchita en el cielo. Al cabo de un instante, el ave bajó en
raudo vuelo y se posó sobre una roca próxima. -¡Hola! – dijo el águila, cordialmente
¿Cómo estás? -Bien. Pero me sentiría muy satisfecha si pudiera volar – respondió la
tortuga, exhalando un hondo suspiro – Estoy harta de arrastrarme por la tierra.
¡Quisiera remontarme por los cielos, como tú! La prudente ave trató de razonar con
ella; pero la tortuga miró las alisadas alas plegadas contra el cuerpo del águila y dijo: -
Enséñame a volar y te daré todos los tesoros que yacen en el fondo de esa laguna.
Entonces el águila tomo con sus garras a su amiga y se remontó por el azul del cielo.
Así volaron muchos kilómetros, a veces a ciegas entre las nubes y, otras, rozando, casi
las copas de los árboles, - ya ves cómo se hace – dijo el águila, superando el rumor del
viento -. Ahora vuela tú sola. Y aflojó las garras, soltando a la tortuga. Está giró sobre
si misma muchísimas veces, mientras caía vertiginosamente a tierra. Por fin, se hizo
pedazos sobre las rocas, junto a su laguna. ¡Qué inocente era esta vieja tortuga! – dijo
el águila, desplegando sus grandes alas mientras se disponía a volar de nuevo. Estaría
viva aún si se hubiera contentado con disfrutar de la vida en la plácida laguna.
Responde.