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EN A M E R IC A LA T IN A
(Sem inario de M orelia)
coordinado por
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ÍN D IC E
PRÓLOGO, p o r JO S É ARICÓ 11
P R IM E R A P A R T E : PROBLEM AS T E Ó R IC O S DE
C O N C E PT U A LIZ A CIÓN
i. Dos citas a modo de introducción, 149; n. De los felices sesenta a los difíciles ochen
ta, 152; in. ¿Hay una salida a la derecha?, 154; iv. Socialistas y comunistas: tan pareci
dos y tan opuestos, 160; v. La transformación del estado; autonomías y poderes locales,
169; vi. Movimientos sociales y democracia de base, 177; vn. A modo de conclusión:
problemas sobre la hegemonía y el cambio social, 183
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6 ÍNDICE
T E R C E R A P A R T E : H EG EM O N ÍA Y A LTE R N A T IV A S PO L ÍTIC A S
EN A M ÉRICA LA TIN A
La dispersión del cam po social. 252: Las propuestas d e unificación del cam po disperso
dc lo social, 261; Los parám etros sociológicos c históricos d e las propuestas hegemóni-
cas, 266; U na nueva propuesta de construcción hegem ónica: la corriente cultural-dis-
cursiva (ahistórica, asociológica), 273; Conclusiones, 276
i. I.a crisis hegem ónica como crisis de la relación en tre clases populares y estado. 280;
i!. Producción dc hegem onía y constitución d e las clases populares, 281; n i. M odifi
caciones en el patrón d c hegem onía: el estado nacional-popular, 291
i. Nacim iento y origen, 300; ii . El cam ino d e la izquierda hacia el poder, 304
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ÍNDICE 7
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PR ESEN TA C IÓ N
PJ
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10 PU U NTAQÓN
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PR Ó L O G O
l» )
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12 JOSÉ ARICÓ
El eje en torno al cual giró todo el debate fue el concepto gram sciano de hege
m onía, su validez como instrum ental teórico y político para reconsiderar desde
la perspectiva del presente las lim itaciones de la teoría m arxista de la política
y del estado; las reelaboracioncs m ediante las cuales tal teoría podía recon
q u ista r su potencial crítico y p ro du cto r de estrategias de transform ación en el
terren o concreto de la realidad latinoam ericana, y, finalm ente, la relación de
con tinuidad o de ruptura que podía establecerse en tre las elaboraciones de
G ram sci y la tradición leninista. Como se com prenderá, el últim o tema provocó
las más arduas y a veces enardecidas discusiones por cuanto dicha tradición
constituye precisam ente la forma teórica en q ue de m anera casi excluyem e
ad q u irió en tre nosotros la reform ulación del m arxism o como teoría y política
d e la transform ación sodal. A lgunas ponencias, que al insistir fuertem ente
sobre los elem entos de novedad aportados p or G ramsci, ten dían a sos
la y a r la problem ática relación q u e de todas m aneras m antuvo con el pensa
m iento de Lenin, fueron a veces violentam ente contrastadas p o r otras que
m enospredaban a su tu m o el valor disruptivo de un a teorización que, como
PRÓLCCO 15
la de Gramsci, se asienta sobre el reconocim iento de transform ación epocal
d e la q ue n i L enin ni el propio M arx pudieron en m odo alguno d a r cuenta.
D e todas m aneras, la discusión perm itió avanzar en el establecim iento de un
terreno com ún de confrontación q u e perm itirá sin du da en el fu tu ro relacio
n a r tendencias que hasta ah ora parecían separadas p o r áreas geográficas de
pertinencia, y a las que u na visión restrictiva de la distinción gram sciana en tre
" O rien te” y “ O ccidente” parecía d ar plena legitim idad. En este sentido, el
d ebate hizo aflorar, aun qu e no con la suficiente claridad, los dos órdenes de
problem as a los que el concepto de hegem onía en G ramsci insoslayablem ente
nos rem ite. P orque si es cierto que él se funda sobre el análisis d e cóm o un
orden burgués pudo ser im puesto encon trand o u na legitim ación en las masas
populares, incluye a la vez u n a reflexión, nu nca suficientem ente explícita
pero no p o r ello menos constante, sobre la experiencia concreta de construc
ción de un orden socialista en un país de "O rien te”. Quizás valga la pena
in sistir en esta aclaración porque n o siem pre se tiene suficientem ente en
cuenta q ue las elaboraciones de G ram sci sobre el tema son tam bién reflexio
nes sobre lo q u e estaba sucediendo en la sociedad soviética de su época, vale
decir, en u n m om ento en que la hegem onía com enzaba a extinguirse como
p rin cipio rector en la construcción de u n nuevo orden social, y la capacidad
expansiva del fenóm eno soviético encontraba insuperables barreras p ara d i
fundirse.
Si nosotros querem os aferra r el sentido más pro fun do de las reflexiones
gram scianas, si deseamos develar lo q u e m uchas veces de m anera m etafórica
in ten ta b a realm ente decim os, debemos necesariam ente leerlas a la luz de los
fenóm enos concretos de construcción del socialismo, fenómenos críticam ente
analizados por un hom bre que siem pre fue u n com unista convicto y confeso,
es decir, u n m ilitan te revolucionario q ue adm itía como p un tos d e p artida
ciertos paradigm as esenciales de la interpretación leninista de M arx. El reco
nocim iento de la centralid ad p ro letaria, la necesidad de u n p artid o com o su
puesto inderogable de la hegemonización dc las clases subalternas, la conquista
del poder como iniciación de un nuevo orden social, la reform a intelectual
y m oral de *a qu e aqu¿l d eb (a ser generador para fu n d ar el nuevo orden en
u n cem ento cultu ral unifícador de las masas pooulares. etc., fueron princi
pios que G ram sci reconoció como propios dc u n Lenin q u e en el terreno de
la política, a u n q u e no de la teoría, reconsidera en el tercer congreso de la In
ternacional Com unista la validez epocal de buena parte de una tradición que
él como nadie contribuvó a configurar. Por lo qu e nos atreveríam os a afirm ar
q u e es a ese Lenin. al Lenin q u e privilegia la conouista de las masas, que cri
tica fuertem ente la burocratización del proceso soviético, nue adm ite d iferen
cias fuertem ente significativas de los sistemas políticos de Occidente, q ue busca
form as más dinám icas v flcxib'es de organización de las masas en O riente, que
privilegia la reunificación dc las clases trabajadoras com o soporte de los proce
sos de transform ación social, en fin, al L cnin del frente único al qu e reconoce
com o su inspirador. Y es en él donde cree en co ntrar in nuce la form ulación
de u na teoría de la hegem onía q ue h ab rá d e representar su aporte aún inago
tado a u n a com prensión m oderna de la política, del estado y de la transfor
m ación. Gramsci arranca, en suma, de una serie dc conceptos, muchos dc ellos
14 JOSÉ ARICÓ
JO S É ARICÓ
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PRIM ER A PARTE
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TE SIS ACERCA D E LA FO R M A H EG EM Ó N IC A D E LA P O L ÍT IC A
[19]
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20 ERNE910 LACl.AU
em píricam ente dados. Si esto es así se desprende, claro está, q ue el carácter cla
sista de todos los rasgos y posicionalidades del agente social es u n a verdad tau
tológica. Esta concepción, sin em bargo, resulta escasam ente com patible con la
identificación de las clases a p a rtir d e su inserción en el proceso productivo
—q u e im plica lim itar la identidad clasista del agente a u n a de sus posicionali
dades y no a la totalidad de las mismas. Este obstáculo fue tradicionalm ente
salvado añ adien do al análisis em pirista u n supuesto racionalista: los otros
rasgos del agente —fam iliares, políticos, ideológicos, etc.—, se derivan lógica
m ente de su posición dc clase. Si esto fuera así, resulta claro q ue no hab ría
incom patibilidad alg un a en tre d efin ir las clases a p a rtir de sus posicionalida
des económicas e identificarlas con los agentes sociales em píricam ente dados. En
la práctica, las concepciones em pirista y racionalista dc las clases sociales se
h an com binado en u n a a c titu d teórica q ue concibe a éstas com o las unidades
últim as del análisis histórico y q ue en cu entra el p rincip io de in teligibilidad
de todo fenóm eno social en su adscripción a clases sociales determ inadas (son
conocidas, por ejem plo, caracterizaciones tales como "deform aciones pequeño-
burguesas”, “ resabios ideológicos feudales", e tcéte ra).
4. R esulta claro, pues, po r qué la noción de hegem onía era escasamente pensa-
ble para u n a concepción reduccionista del marxismo. Si las clases son conce
bidas como constituidas en torno a intereses específicos e intransferibles y o r
ganizadas a p a rtir de "cosmovisiones’' cerradas, se sigue qu e el ú nico tip o de
relación q ue pueden establecer en tre sí es u na relación de alianza para obje
tivos precisos. Y en los casos en los q ue esa alianza consolidaba u n a identidad
o ideología com ún en tre los sectores intervinientes, la concepción reduccionista
concluía que dicha ideología correspondía a la clase líder de la alianza y
que su adopción p or parte de las otras clases sólo podía representar para
éstas un fenóm eno de “falsa conciencia". (Pensemos en las innum erables ca
racterizaciones del nacionalism o com o ideología burguesa.) U n largo proceso
q u e resum im os brevem ente más adelan te (véanse tesis 5, 6 y 7) condujo, sin
em bargo, a la crisis progresiva de este enfoque reduccionista y al establecim ien
to de las bases necesarias para un enfoque alternativo, fun dad o en la noción
de hegem onía. Los supuestos básicos de este ú ltim o enfoque son los siguientes:
a] N o hay relación de im plicación definicional en tre las diversas posicionali
dades del agente (no hay, por ejem plo, relación necesaria entre la ideología
fam iliar del obrero y su inserción en el proceso p ro d u ctiv o ). Si esto es asi
debe rechazarse —a menos que se afirm e u na concepción p uram ente no m in a
lista de las clases— la identificación en tre clase social y g rup o em píricam ente
dado. Q uedan abiertos, pues, dos caminos: o bien identificar a las clases con
las posicionalidades económicas de los agentes —lo que exige desarro llar for
mas de conceptualización alternativas respecto a los conjuntos articulados qu e
abarcan a la to talid ad dc las mismas y n o sólo a las m eram ente económicas—,
o bien en ten d er p o r clases sociales a estos ú ltim os conjuntos articulados —lo
q ue significa fo rm u lar sistemas de conceptualización de las clases sociales m u
cho más concretos e históricos que los q ue el m arxism o h a producido hasta
el presente. Ambos caminos están abiertos y. desde el p u n to d e vista teórico,
son igualm ente válidos, b] La forma histórica de articulación del co n ju n to de
T IÍIS ACERCA DE LA fORMA HEGEMÓNICA DE LA POLÍTICA 21
posicionalidades de u n a sociedad es, precisam ente, lo qu e constituye su p rin
cipio hegemónico. Y este principio hegem ónico supone el p od er y la dom ina
ción. La hegem onía no es, por consiguiente, u na relación de alianza en tre
agentes sociales preconstituidos, sino el principio mismo de constitución de
dichos agentes sociales. En la m edida en q u e hay transform aciones hegemó-
nicas en la sociedad cam bia tam bién la id entid ad dc los agentes sociales. Éste
es el principio gram sciano de la guerra de posición, q u e im plica la constitu
ción histórica d e los propios agentes sociales en su proceso de d evenir estado,
c] La un idad del agente n o es, p or consiguiente, un a u n id a d apriorfstica sino
sobredeterm inada, resultan te de la articulación histórica de u n p rin cipio hege
mónico. d] Si esto es así, la determ inación de la estructuración hegem ónica dc
la sociedad constituye el p u n to de p artid a de todo análisis concreto de la
mism a, ya q ue es sólo en el in terio r de este p rin cipio hegem ónico, como form a
específica de articulación de posicionalidades, que se constituye la u nidad dc
los diversos agentes sociales.
y exitoso de form ación d c un a hegem onía burguesa sin ruptura popular. Las
dem andas d e las masas fueron absorbidas en form a diferencial p or el sistema
y d e esta m anera se dislocaron posicionalidades cuya confluencia p u d o h aber
conducido a la form ación de sujetos populares radicales. Los casos de la Ita lia
d e G io llitti y d e la A lem ania dc Bismarck son tam bién ejem plos claros del
m ism o proceso. El caso francés, p o r el con trario, representa el ejem plo clásico
d e form ación de u n a nueva hegem onía vía ru p tu ra popular. Los diversos a n ta
gonismos ( = posicionalidades dem ocráticas) no son absorbidos diferencial-
m en te p or el sistema y reconvertidos así en diferencias, sino q ue se articu lan
constituyendo u n sujeto po p u la r com plejo ( = posicionalidad p opular) q u e se
p resenta com o alternativa contradictoria al co n ju n to del antig uo régim en. En
el discurso jacobino aq u í aparece desarticulado en un sistema de equivalencias,
cada u n o de cuyos térm inos sim boliza la dom inación.
10. ¿Cuáles son las relaciones existentes en tre las diversas posicionalidades
q u e hemos definido? Señalemos, al respecto, los pu ntos siguientes:
a] R esulta claro que, si tod o antagonism o constituye posicionalidades d e
m ocráticas, y si el tip o d c articulación en tre estas últim as depende de la estruc
turación hegem ónica de la sociedad, n o es posible referir aquéllas a u n tip o
d e articulación necesaria, previa a la form a histórica q u e ado pta u n a hegemo
nía determ inada. Esto significa q u e en toda circunstancia histórica existe u na
p lu ra lid a d de antagonism os (por ejem plo: económicos, nacionales, sexuales,
institucionales) que n o tien en un a pertenencia paradigm ática —d e clase o de
o tro tip o — necesaria, y cuya articulación es el resultado de u n a guerra de po
sición qu e establece la form a hegem ónica d e la sociedad. E l corolario de esto
es que la posición m arxista tradicion al según la cual todo antagonism o se re
duce d irecta o indirectam ente, a un antagonism o de clase, es incorrecta.
b] N o existe u n a correlación necesaria en tre posicionalidades dem ocráticas
y posicionalidad po p u lar. La relación q u e exista en tre am bas dependerá de la
am p litu d de la cadena de equivalencias dem ocráticas existente en una socie
d ad determ inada. E n el proceso d e u n a revolución colonial, po r ejem plo, el
enfren tam ien to con la potencia im perialista constituye posicionalidades p op u
lares en to m o a sujetos nacionales, p ero esto n o significa q u e estas últim as
tien dan a establecer un a relación de equivalencia con todos los antagonism os
dem ocráticos existentes en dich a sociedad. M uchos pueden q ued ar excluidos de
la cadena de equivalencias y a u n presentarse como enfrentados a ésta.
c] T enem os, así, dos situaciones extrem as. E n la p rim era d e ellas las diver
sas d em andas dem ocráticas se constituyen com o posicionalidades aisladas sin
fusionarse en u n a posicionalidad p o p u la r única, rica en equivalencias. Esto
acontece con frecuencia en aquellas sociedades q u e h an asistido a u n proceso
exitoso de establecim iento de hegem onía vía transform ism o. El caso inglés q ue
mencionam os antes es p articu larm en te claro al respecto. La cu ltu ra política
inglesa es extrem adam ente sensible a las dem andas dem ocráticas y h a consti
tu id o u n a am p lia v ariedad de sujetos dem ocráticos, pero es sum am ente débil
en lo q u e se refiere a la constitución de sujetos populares q u e tien d an a d iv id ir
a la sociedad en dos campos antagónicos. (Y es claro q u e sin constitución de
sujetos populares n o hay guerra de posición.) P or o tro lado, puede darse una
TESIS ACERCA DE LA FORMA HECEMÓNICA DE LA POLÍTICA 25
situación en la q u e las posicionalidades populares se organicen en to m o a u n
rafnim o de equivalencias dem ocráticas. Es el caso, p or ejem plo, de ciertas
banderas nacionales en países del T e rcer M undo, q ue son hegem oneizadas por
grupos dirigentes conservadores con posterioridad al proceso de descoloniza
ción. Este tip o de discurso p o p u la r tiende, p or tan to , a presentar la opresión
como p u ram ente ex tern a y a im pedir la creación de u n a cadena de equivalen
cias q ue absorba los antagonism os dem ocráticos interiores a la sociedad en
cuestión.
d] E n tre estas dos posibilidades extrem as se encu en tran las situaciones más
frecuentes: aquellas en que en to m o a ciertas posicionalidades populares se
estru ctura un cierto núm ero de equivalencias dem ocráticas, m ientras que otras
qued an excluidas y no entran en la constitución d e sujetos populares. La tra
yectoria del P artido Com unista Ita lia n o es u n b uen ejem plo en tal sentido. Al
finalizar la segunda guerra m undial, T o g lia tti tenía u n a clara concepción es
tratégica acerca de la expansión del cam po p o p u la r sobre la base de u n a cre
ciente articulación d e antagonism os dem ocráticos. D u ran te décadas el p c i
entendió en form a adecuada la dialéctica en tre posicionalidades populares y
dem ocráticas en la sociedad italian a; en los últim os años, sin em bargo, el
cam po de las luchas dem ocráticas se h a exp and id o considerablem ente en Italia,
con la aparición de nuevos sujetos y antagonism os —lucha po r la liberación de
las m ujeres, conflictos en el seno de las instituciones, problem as de la juven
tu d , etc.— q u e rebasan el m arco representado po r la síntesis togliattian a: el re
sultado ha sido que la estrategia del p c i se ha revelado insuficiente para hege-
m oneizar estos nuevos antagonism os, lo qu e ha conducido a un impasse polí
tico y a una creciente desorganización del cam po popular. (No puede haber
g u erra d e posición exitosa cuando los sujetos populares n o logran articu lar la
totalidad del cam po de las luchas dem ocráticas.)
e] Los lím ites a la capacidad articulativa de ciertas posicionalidades po
p ulares pu ede ser la resultante de circunstancias objetivas: la regional ización,
la falta de integración nacional de ciertos países d a lugar a culturas políticas
diversas, de las q u e d erivarán cadenas de equivalencias fu ndam entalm ente dis
tin tas y difícilm ente integrables. E n el caso actual de la revolución irania,
p o r ejem plo, vemos claram ente cómo en torn o al islamismo p ued en consti
tuirse sujetos populares antim perialistas q u e organizarán en to m o a sí u n
cierto núm ero de dem andas dem ocráticas. O tras, p o r el contrario —como la
liberación fem enina— serán estrictam ente excluidas de esta cadena de equi
valencias. De ah í u n cierto dualism o entre lucha p o p u la r y lucha dem ocrática
q u e no es el resultado de "insuficiencias'’ estratégicas sino de lím ites históricos
objetivos. La práctica política socialista se encuentra con frecuencia enfren
tada a este tip o dc dificultades.
f] Señalemos, finalm ente, una serie d e consecuencias q ue se derivan del an á
lisis an terio r para u n a estrategia socialista. La prim era es q ue ésta no d ebe ser
u n a estrategia de clase en el sentido dc u na estrategia constituida a p a rtir de
posicionalidades únicas, sino u n a articulación de posicionalidades dem ocráticas
e n to m o a sujetos populares crecientem ente hegemónicos, q ue libren u n a guerra
de posición contra el bloque d om inante. La segunda es q u e la unificación cre
ciente en tre antagonism os dem ocráticos y sujetos populares no es u n a u nidad
26 ERNESTO LACLAU
11. El espacio teórico que intenta o cupar la noción de hegem onía ha sido
ab ierto por la crisis profunda a que el pensam iento m arxista se ve sometido
en la era del capitalism o avanzado y del im perialism o: ésta es el resultado de
la im posibilidad que el m arxism o encuentra de constru ir su discurso en tér
minos exclusivos de luchas y alianzas de clase. Ésta es la consecuencia necesaria
dc u n a etapa histórica en que la proliferación de nuevas contradicciones exige
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TESIS ACERCA DE LA FORMA HECEMÓNICA DE LA POLÍTICA 27
cada vez más concebir a los agentes concretos como sujetos m últiples y a las
luchas sociales como prácticas articulatorias. N o es erróneo decir q u e la histo
ria del pensam iento m arxista a p artir d e la prim era guerra m un dial es en bue
n a p arte la h istoria del reconocim iento progresivo de esta situación.
13. El m odelo reduccionista y paradigm ático reposaba sobre dos supuestos in-
cuestionados que constituían la condición mism a de su validez: el prim ero, q ue
se adm itiera ta n to la universalidad d e las etapas como la articulación de posi
cionalidades prop ia d e las mismas; el segundo, q ue todo tip o de contradicción
pudiera ser efectivam ente reducido a u n a contradicción de clase (de lo con
trario , no podría considerarse a las clases como sujetos de la h is to ria ). Ambos
supuestos en tran en crisis con la transform ación histórica qu e tiene su epicen
tro en la prim era guerra m undial. Y es con el leninism o q u e se abre u n espacio
teórico y político a p a rtir del cual la form a hegem ónica de la política resulta
por prim era vez pcnsable. El leninism o alcanza su p u n to teórico más alto en las
reflexiones acerca dc las nuevas contradicciones generadas p or la guerra; es,
en efecto, en to rn o a este p u nto, al tu m ultuoso surgir d e nuevas contradiccio
nes resultantes de u n conflicto de dim ensiones hasta entonces desconocidas,
q u e el leninism o insiste en u n p u n to clave: no es sólo fundándose en las con.
tradicciones económicas de clase derivadas del m ecanism o endógeno de la
acum ulación capitalista como el m arxism o debe con struir su discurso, sino
tam bién y esencialm ente fundándose en la dislocación d e las condiciones de
vida d e ¡as masas creada por las nuevas form as de reproducción del capitalism o
tardío . Esta nueva dim ensión de masa d e la política im plica q u e las clases so
ciales no tienen tan sólo que proceder a defender sus intereses específicos sino
tam bién a articu lar y organizar la acción política d c vastos sectores de la p o
blación cuyas condiciones de vida y cuyas formas de representación son radical
m ente transform adas p o r el capitalism o ta rd ío y po r la guerra. Este protago
nism o dc las masas (el p u n to ha sido correctam ente señalado por G iuseppe
TESIS ACERCA DE LA FORMA HEGLMÓNICA DE LA POLÍTICA
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52 ERNESTO LACLAU
18. Señalemos brevem ente, p ara concluir, algunos dc los problem as fundam en
tales con q u e toda estrategia hegem ónica debe enfrentarse en A m érica L atina.
El prim ero d e ellos, al q u e ya hem os hecho referencia, es la h eterogeneidad
de las bases sociales y d e los antagonism os q ue u n a estrategia socialista y po pu
lar debe in ten ta r articular. El reconocim iento de la especificidad histórica de
esta m ultip licidad —m ucho más vasta que la fractura histórica q ue Gramsci
enco n trab a en tre el n o rte d e Ita lia y el Mezzoggiorno— es la p rim era condición
d e u n a estrategia hegemónica. N o hay hegem onía sin reconocim iento dc la
to talid ad de los antagonism os q ue surcan a una sociedad. Pero la hegem onía
es algo más q u e el reconocim iento de la especificidad de estas posicionalidades
dem ocráticas: es la articulación d e las mismas en to rn o a posicionalidades po
pulares. Sólo esta articulación transform a a los agentes sociales en “ pueblo"
y a la lucha política en guerra de posición. Esto significa q u e cu an ta más he
terogeneidad encontram os en los diversos frentes de lucha dem ocrática, ta n ta
m ayor es la im portancia d e la mediación política en la constitución d e la lucha
popular. La form a concreta dc esta m ediación, sin em bargo, n o puede deter
m inarse apriorísticam ente, ya q ue depende de la especificidad de los antago
nismos que in te n ta articular. E n todo caso, la situación en la gran m ayoría
de los países latinoam ericanos donde la m ultip licidad de los antagonism os da
u n a gran variedad institucional a la lucha —desde los comités de autodefensa
en los sectores rurales hasta el sindicato y las organizaciones b arriales en los
centros urbanos— excluye ciertas formas clásicas d e organización: el p artid o
de enclave clasista —el P artid o C om unista Francés, p o r ejem plo—; el partid o
socialdem ócrata de representación corporativa; y, desde luego, el m odelo clá
sico de la vanguardia leninista. L a necesidad d e constitución de símbolos n a
cionales q u e definan al cam po po pu lar, el carácter de masa q u e debe darse
a la acción política y el am plio grado de auton om ía local q u e req uiere la
h eterogeneidad de los frentes de lucha, hacen suponer q u e algún tip o de forma
política de carácter “ m ovim ientista” es el más apro p iad o para u na estrategia
como la q ue postulam os. En todo caso, de tod o n uestro argum ento se despren
de q u e sería to talm ente erróneo po stular n in g ú n tip o d e receta aplicable a
todas las situaciones, ya q u e esto sería recaer en u na concepción paradigm ática
dc la política.
Q uiero señalar, p ara concluir, u n p u n to q ue me parece esencial: las formas
q u e adopta el discurso po p u la r en A m érica Latina están determ inadas en p arte
p or los lím ites q u e h an encontrado las clases tradicionales para im poner su
dom inación bajo form as hegemónicas. Sabemos q u e en E uro pa “dem ocracia"
y "liberalism o” han con stituido dos tradiciones diferentes y p or largo tiem po
enfrentadas. El proceso de consolidación de la hegem onía burguesa vía trans
form ism o condujo, sin em bargo, a u n a absorción progresiva de la prim era po r
el segundo, y a colm ar p o r ta n to el h ia to existente en tre ambos. C u an to más
exitoso fue el transform ism o, ta n to más “dem ocracia” y “ liberalism o” tendie
ron a constitu ir u n a u nidad inescindible. In glaterra e Ita lia representan, en
el contexto europeo, los dos casos extrem os de éx ito y fracaso respectivam ente
TESIS ACIRCA UF. LA FORMA HECF.MÓMCA DF. LA POLÍTICA 37
en este proceso de integración progresiva. En A m érica L atina, po r el contra
rio, el h ia to existente en tre am bos nu nca fue colm ado, y com o consecuencia
la ideología liberal se vio siem pre confrontada p or o tra ideología nacional-po
p u la r alternativa, que señalaba los lím ites de la absorción d e las dem andas de
mocráticas dc las masas po r parte del sistema oligárquico. Si el transform ism o
latinoam ericano alcanzó su p u n to más alto en experiencias tales com o el bat-
tlism o en U ruguay o el irigoyenismo en A rgentina, el C hile de Ibá¿icz o el
P erú y el Brasil de los años tre in ta nos señalan puntos precisos de sus lím ites
y su colapso. Lo im portan te es q u e esta situación d eterm inó u na seria fractura
en la experiencia dem ocrática de las masas latinoam ericanas. P o r un lado se
constituyó u n con ju n to dc posicionalidades como, po r ejem plo, las q ue carac
terizaron las movilizaciones de clase m edia en los centros urbanos, la reform a
universitaria, etc., q u e in ten tab an dem ocratizar in tern am en te al estado liberal.
Por el otro, para vastos sectores explotados cuyas dem andas no po dían ser ab
sorbidas vía transform ism o, la ideología dem ocrática se constituyó bajo form as
nacional-populares anlilibcralcs. Es preciso n o dism in u ir la im portancia his
tórica de esta fractura: de ella se d erivaron cadenas de equivalencias fu n d a
m en talm en te distin tas y enfrentadas, y esta articulación antagónica determ i
nó el debilitam iento del cam po po p u la r y la im posibilidad p ara el m ism o de
pla n tear alternativas hegemónicas. El dem ocratism o liberal m uchas veces se
opuso a alternativas populares antioligárquicas —|>ensemos en la conducta del
P artid o D em ocrático d e Sao P au lo en 1932 o en ios p artidos de la U n ió n De
m ocrática en A rgentina en 1945. Pero, p or otro lado, si se piensa en exp erien
cias tales como el Estado Novo, poca d u d a puede caber de q u e vastas áreas de
reivindicaciones dem ocráticas estaban excluidas de su discurso, el cual se en.
fren tab a ex plícitam ente a aquéllas. Esto perm itió a las clases d om inantes tra
dicionales m ovilizar al dem ocratism o liberal contra los regím enes populares
en los mom entos decisivos e im pedir a los mismos toda articulación hegemó-
nica de las luchas dem ocráticas. Es esta fractura histórica la que, sin em bargo,
com ienza a ser superada en los años recientes y es allí do nd e veo u na cierta
base d e optim ism o para el fu tu ro de las movilizaciones populares en América
L atina. Creo, por u n lado, que el terreno histórico de constitución d e posicio
nalidades populares, es decir, del "p u eb lo " en cuanto tal, es definitivam ente
e l de las tradiciones dem ocráticas nacional-populares y antiliberales. Y esto en
razón de que, según lo señalábam os antes, en América I-atina la distancia entre
liberalism o y dem ocracia n o ha sido nun ca radicalm ente superada. Esto signi
fica q ue la lucha p arlam en taria es tan sólo en u n a m edida lim itada el terreno
de constitución de la lucha dem ocrática: p o r el contrario, pro fun dizar esta
ú ltim a consiste en politizar u na vasta variedad dc antagonism os qu e se consti
tuyen en el cam po de la sociedad civil. Pero, p or o tro lado, las dem andas de
mocráticas ligadas a las formas liberales dc la política ya n o se presentan como
en el pasado, hegemoneizadas p or la olig arqu ía liberal y enfrentadas al cam po
po p u lar. P or el contrario, son las clases do m inantes mismas las que, a través
de la experiencia trágica de las últim as dos décadas, h an ro to las articulacio
nes q u e con stitu ían la base de dicha hegem onía y h a n creado la equivalencia
en tre las dos tradiciones dem ocráticas haciendo uso de u na violencia represi
va q u e golpea a am bas p o r igual. Esto abre p ara el cam po p o p u la r la posibi-
38 ERNESTO LACLAU
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ANEXO
Quisiera comenzar refiriéndom e a dos presupuestos teóricos sobre los que se basará mi
análisis posterior: el prim ero se refiere al estatus dc lo discursivo, el segundo a la noción
de antagonism o. Por "discursivo’' no entiendo lo que se refiere al texto en sentido res
tringido sino al co njun to de los fenóm enos de la producción social d e sentido que
constituye a Una sociedad como tal. N o se trata, pues, de concebir a lo discursivo como
constituyendo u n nivel, ni siquiera una dim ensión d e lo social, sino como siendo cocx*
tensivo a lo social en cuanto tal. Esto significa, en prim er térm ino, que lo discursivo
no constituye u n a superestructura, ya q u e es la condición misma dc toda práctica so
cial o, más precisam ente, que toda práctica social se constituye como tal en tan to es
productora d e sentido. - Es claro, en consecuencia, q u e lo no discursivo no se opone
a lo discursivo como si se tratase de dos niveles separados, ya q u e n o hay nada espe*
dficam ente social que se constituya fuera del campo de lo discursivo. La historia y la
sodedad son, como consecuenda, un texto infinito.
Esta perspectiva nos obliga a in tro ducir u n a serie de precisiones. En prim er térm ino,
afirm ar la identidad d e naturaleza entre sociedad y discurso no significa proponer una
co nccpdón “superestructural'' dc la sociedad que se opondría a o tra "in fraestru ctu ral”,
ya que se trata precisam ente de negar que lo discursivo y lo ideológico constituyan
superestructuras. En esta perspectiva, la práctica económica misma debe ser conce
bida como discurso. Afirm ar la prioridad dc lo discursivo y d c lo ideológico implica
señalar una perspectiva d e aprox im adó n teórica al análisis de la sodedad en su con
ju nto, y no implica ninguna toma de posición apriori respecto a cualquier teoría acerca
de la articulación de niveles d e dicha sodedad. La segunda p redsión se refiere al sujeto
del discurso que, desde luego no es el sujeto trascendental sino que se constituye como
d ife ren d a en el in terio r del discurso en cuestión. En este sentido, considerar lo social
como discurso es incom patible con cualquier p u n to de vista idealista y se desdobla
en u na teoría dc la producción de sujetos en el in terio r de la p ro d u ed ó n so d al de
sentido. En tercer lugar, resulta claro q u e si todo discurso tiene co ndidones d e p ro
ducción específicas, estas condidones —in d u so cuando tienen caracteres d c fijeza ins
titucional— deben ser concebidas como otros discursos. Finalm ente, si toda práctica
sodal es productora de sentido, y toda producción d e sentido es p ro d u ed ó n de un
sistema de diferencias, el sentido de toda intervención discursiva debe ser concebido
como d iferend a respecto a sus condiciones d e producción y de recepción.
Esta últim a precisión nos conduce al segundo presupuesto teórico anunciado al co
mienzo: la noción de antagonismo. Si toda producción dc sentido es p ro d u ed ó n dc
diferendas, ¿qué significa producir diferencias q u e sean antagónicas? Por decirlo en
otros térm inos: ¿qué posicionalidad especifica deben asum ir los contenidos del discurso
para que se produzca esta d ife ren d a de sentido que designamos como "antagonism o”?
Comenzaremos exam inando las formas clásicas bajo las cuales los antagonismos han
sido pesados, es decir de u na parte la oposición real (la Realrepugnanz d e K ant) y de
otra parte la contradicción dialéctica. El prim er tipo d e antagonism o expresa la contra
riedad en tre opuestos incom patibles y asume la form a "A - B '\ El segundo expresa la
• Éste es el texto dc una comunicación presentada al Coloquio sobre “Tcxle et Institu
ción”, IWpartement d ’Étudcs Littéraire» et Département de Philosophie, Université du Qué-
bcc i Montréal, octubre de 1979.
[39]
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40 LKNESIO LACLAU
etc. Sólo cuando u n a crisis particularm ente grave desarticula este sistema de diferen-
cias es que un desplazam iento de estas posicionalidades hacia u n sistema de equiva
lencias antisistem a puede ten er lugar. Pienso, p o r ejem plo, en la form ación dc un dis
curso p o pu lar radical en Inglaterra en los años trein ta y en la form a en q u e este dis
curso ha contribuido a la constitución d e posicionalidades populares que h an jugado
un papel decisivo en la polarización política de 1945.
Resumamos las conclusiones que pueden extraerse del análisis anterior:
1] Hemos señalado dos tipos fundamentales de discurso político: uno de ellos, fun
dado sobre el antagonismo, construye discursivamente sus polos sobre la base de sis
temas contradictorios dc equivalencias. Se trata del discurso popular radical, del dis
curso dc la ruptura. £1 otro, fundado sobre la articulación progresiva dc un sistema
dc diferencias, opera el desplazamiento de las posicionalidades democráticas de los
agentes sociales. £1 primero de ellos tiende a transformar las contradicciones demo
cráticas en contradicciones populares; el segundo, a transformar las contradicciones
democráticas en relaciones positivas de contrariedad entre las diversas posicionalidades
dc los agentes.
2] Es así que se crea un hiato entre las posicionalidades democráticas y las pcricio-
nalidadcs populares, hiato que da lugar a diversos tipos de articulaciones discursivas.
Porque es evidente que toda posicionalidad democrática no tiende a transformarse
por sí misma en posicionalidad popular. Esto depende dc su lugar en una cadena dc
equivalentes, cuya construcción representa una intervención discursiva específica. Pero,
por otra parte, las posicionalidades populares no tienen sus cadenas de equivalentes
constituidas únicamente dc posicionalidades democráticas. Si la construcción de una
hegemonía vía transformismo consiste en transformar las contradicciones en diferen
cias. la construcción dc una hegemonía vía ruptura populista consiste en desplazar
hacia el campo de las equivalencias populares, numerosos sistemas de diferencias que
aparecían articulados al discurso tradicional de la dominación. Esto es particular
mente cierto en el caso de las rupturas populistas dc derecha. La estrategia discursiva
del fascismo italiano ha consistido precisamente en afirmar de manera antagónica un
conjunto de posicionalidades populares —que en el campo ideológico de la Italia de
comienzos de siglo estaban constituidas por los elementos ideológicos mazzinianos y
garibaldinos— y en construir una cadena de equivalencias en las que entraban elemen
tos tales como la defensa de la familia y la lucha contra los sindicatos. Es asi que se
construyó un espacio radical-popular en cuyo interior pudo ser reconstituido un nuevo
sistema dc dominación. Paralelamente, las posicionalidades democráticas, desarticula
das del sistema dc equivalencias con el campo popular, quedaban aisladas y carecían
de toda capacidad hegemónica. El concepto dc "ruptura populista" no implica, pues,
ninguna referencia necesaria a un tipo dc orientación política determinada del dis
curso a través del cual se verifica. Hay ruptura populista en el caso del fascismo, pero
también la hay en el caso del maoísmo. Hay ruptura populista, en los dos casos porque
ambos —a diferencia de los discursos que se constituyen como puros sistemas de dife
rencias— son discursos del antagonismo que tienden a dividir el campo ideológico en
dos sistemas contradictorios de equivalencias. Pero al mismo tiempo se trata de discur
sos radicalmente distintos, en la medida en que los sistemas de equivalencias que
constituyen a partir de las posicionalidades populares son fundamentalmente diferentes.
3] Se nos podría preguntar en dónde reside el interés en subsumir al populismo en
el concepto más general de ideología popular radical. La razón es que todo discurso
popular radical, de derecha o de izquierda, incluyendo en esto a ios discursos que
han sido calificados tradicionalmcnte como populistas, se presentan siempre como
discursos del antagonismo y de las equivalencias, y que, por consiguiente,toda distin
ción entre diversos tipos de discurso popular debe hacerse en el interior de esta pri
mera caracterización general Toda diferencia especifica tiene lugar en el interior de
la cadena de equivalentes, pero esto supone ya la divisióndel campo ideológico que
hemos intentado caracterizar en esta presentación.
ACERCA D E LA H E G E M O N ÍA C O M O P R O D U C C IÓ N H IS T Ó R IC A
(A p u n tes para un debate sobre las alternativas políticas en Am érica L atina)
LILIA N A DE RIZ
E M IL IO DE ÍPO LA
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46 LIMAN A DC R1Z/C MILIO DC (POLA
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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 47
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48 LILIANA I1K U Z /E M IL IO DE ÍPOLA
* Véase al respecto, con sentido critico, el articulo dc Perry Andcison “ Las antinomias
de Gramsci", en Cuadernos Políticos, núm. 16. México, e x a , 1979.
5 Cf. los trabajos de G. O’Donnell, A. Cueva, A. Borón, E. Sadet, etcétera.
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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 49
E n efecto, la desarticulación del “ m odelo" p opulista revistió en esa sociedad
la form a de u n a do ble crisis: en prim er lugar, u n a crisis del bloque de poder,
deb ilitad o en su cohesión a causa, en tre otros aspectos, dc su incapacidad de
converger en to m o a un m odelo de desarrollo, y po r lo tan to , de más en más
d eb ilitad o e incapacitado p ara d irig ir a sus aliados; en segundo lugar, u na
crisis de las form as de acción d e las clases populares. G estadas desde abajo,
nuevas form as dc lucha obrera y p o p u la r irru m p iero n “ salvajem ente” en la
escena política y cuestionaron d e hecho u n a estrategia sindical q u e se aten ía
a los lím ites del sistem a político vigente con ta n to m ayor em peño cuan to que
su legitim idad y su peso específico p ro p io dep end ían del m antenim ien to de
este últim o. Pero, dado el carácter in cipiente y desorganizado de esas nuevas
m odalidades de lucha obrero -p op ular —hecho q u e m otivó la reticencia e in
cluso el rechazo de los sectores por ellas convocados—, las luchas en cuestión
expresaron más u n in te n to de ru p tu ra , n o exento de voluntarism o, con respecto
al m odelo de sociedad q u e u n proyecto de ord en social diferente.
Esta crisis tuvo un doble y com plem entario efecto: p o r u n a p arte, u n a suerte
de "b lo q u eo ” en la capacidad de la sociedad civil d e fo rm u lar alternativas
contrahegem ónicas sólidas y, por o tra , la descom posición acelerada del estado
populista. Q uedó así abierto el cam ino para el golpe dc estado (previsto, con
lucido fatalism o, po r la gran m ayoría de los actores sociales). La d ictadu ra
m ilitar que tom ó el po der en m arzo de 1976 p ud o así, casi con total im p u n i
dad, im poner u n orden basado en gran m edida en la violencia represiva, pero
tam bién en el consentim iento pasivo d c im po rtan tes sectores de la población
e incluso en el consenso activo de grupos sociales prestos a apoyar un régim en
au tocrático y dictatorial antes q u e el desorden y el caos qu e caracterizaban al
populism o en crisis. A cuatro años del golpe m ilitar, el problem a sigue en pie:
p o r u n lado, un estado q u e in staura un orden en el q ue el ejercicio de la re
presión juega un papel fundam ental, pero no exclusivo; p or otro. la dificultad,
p ara las fuerzas populares argentinas, de reencon trar la dialéctica social, de
reco n stitu ir los sujetos sociopolíticos capaces de transform ar o reavivar a esa
sociedad rep rim ida. Sabemos, sin em bargo, que ese problem a n o atañ e exclu
sivam ente a la A rgentina; que, con m odalidades y m atices propios, se tra ta del
mism o problem a q u e deben afro n tar hoy las clases subalternas y las fuerzas
dem ocráticas e n varios otros países del continente.
La actu al distensión e n Brasil, el caso más antig uo de estos regím enes en el
C ono Sur, constituye un buen ejem plo p ara reflexion ar sobre la especificidad
de las diversas situaciones latinoam ericanas y, p o r lo mismo, p ara p lantear
—desde esta p roblem ática— la cuestión de la n aturaleza del estado y dc su crisis
a través de u n a conceptualización más concreta e histórica, capaz de d a r la
palab ra a la especificidad.
La ap e rtu ra política controlada, destinada a asegurar len tam ente y desde
a rrib a la institucionalización de un "n uev o” capitalism o en B rasil, crea un
desafío nuevo a las fuerzas populares. Ese in ten to de "revolución pasiva" que
lim ita el ejercicio de la violencia represiva y se ab re a m ediaciones políticas
p a ra desplazar el terreno del enfrentam ien to con las masas —el estado— al espa
cio político de la negociación de los conflictos sociales (partidos políticos que
pugnen p o r reform as institucionales, ideológicam ente representadas po r las
50 LILIANA DK RIZ/F.MILIO Dr. ÍPOLA
ban deras de igualdad) supone, p a ra las clases dom inantes y sus gestores (los
m ilita re s ), una capacidad renovada dc desarticular las luchas sociales; algo
así com o u n neopopulism o fun dado en nuevas form as de exclusión-inclusión. La
lucha p olítica (lucha p o r las libertades civiles y p o r la participación social)
q u ed aría divorciada de la lucha social (lucha de clases en el terren o dc la pro»
d u cc ió n ), o sea, la separación d c lo político y de lo social se renovaría a través
de la liberalización del régim en.
Esta altern ativ a aparece cada vez menos viable en el contexto de transfor
m ación dc la sociedad brasileña; transform ación q ue afecta la estructura de las
relaciones dc clase y produce u n a creciente politización dc las luchas sociales.
Esas luchas se vuelven cada vez m enos subordinadas a fuerzas políticas exter
n as (definidas en el cam po p o lític o ).
D esde esta perspectiva, el in ten to "tran sform ista" del régim en brasileño abre
la brecha para q u e nuevas form as d e lucha p or la dem ocracia p u ed a n articu
larse contra la explotación capitalista en la sociedad. Y ése es el desafío q u e
en fren tan las fuerzas populares hoy.
A hora bien, es casi superfluo señalar q ue u na respuesta real a estos p roble
m as requiere, com o condición elem ental y básica, volver a reflexion ar sobre la
n aturaleza del estado, sobre sus form as diferenciales, sobre los mecanism os dc
funcio n am iento y de reproducción dc esas formas, sobre sus contradicciones,
en fin, sobre los procesos y situaciones q u e determ in an —o sim plem ente coad
yuvan— ya sea a su m antenim iento, ya a sus crisis. En tal sentido, aquellos aspec
tos del apo rte gram sciano do nd e !a problem ática de la hegem onía se entrecruza
con la del estado proporcionan u n p u n to de p artid a valioso para alim entar
dicha reflexión. Siem pre, claro está, que n o se confunda ese p u n to de p artid a
con el dc llegada. D icho de o tro modo, siem pre q ue los conceptos y tesis grams-
cianas sean desarrolladas, enriquecidas, y, si cabe, rectificadas a la luz dc las
nuevas experiencias históricas y del análisis de esas experiencias.
ii
« Cabe aquí Citar prevenidos contra un cierto "graraicismo” vulgar que no vacila en
encontrar en la obra dc Gramsci la* recetas políticas para el presente. En esa vulgarización
d pensamiento dc Gramsri aparece como un sistema cerrado, incapaz de ser rctrabajado desde
la problemática que plantea y, por lo unto , puramente rcfcrenciid. Como una nueva Biblia,
propicia a fomentar flamantes ortodoxias (y sus complementarias herejías).
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APUNTES PARA UN DIBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 51
G iovanni,7 tom an como p u n to de p a rtid a las tesis gram scianas, pero constituyen
más u n desarrollo de éstas q u e u n a interpretació n. Esquem áticam ente presenta
da, la tesis de De G iovanni ap u n ta a m ostrar q u e en las reflexiones de G ram sci
acerca de la nueva relación q u e el capitalism o instaura en tre estado y econo
m ía, a p a rtir de la gran crisis, están presentes los elem entos q u e perm iten com
p ren der la em ergencia dc u n a “ nueva m orfología de la p olítica” en el capita
lism o m aduro. La característica p rincip al de esta nueva form a de la política
residiría en la nueva relación que se establece en tre las masas y el esta d o /la s
masas y la política (in stituciones). La sociedad irru m p e en la estru c tu ra de las
instituciones políticas tran sform an do las form as en q u e el viejo estado in stitu
cionalizaba y perpetu aba la separación d c “ lo político". El nuevo estado, des
de el fascismo hasta el N ew Deal, acuerda u n a especial im portancia a la orga
nización política de las masas. La difusión dc la política en el tejid o d e la socie
d ad civil, el “nuevo protagonism o dc las masas” en el capitalism o m onopólico,
hace em erger nuevos “centros” a “atacar” y obliga a q ue el “ m oderno prín cip e”
replan tee las m odalidades tradicionales de su vinculo con las masas. D ada la
actual m ultiplicid ad estructural y orgánica de centros d e agregación, d e “círcu
los particulares” y de dem andas conflictuales en el seno mism o d e la sociedad
civil, esc rep lan teo desemboca en el reconocim iento de formas políticas dife
renciadas. Ello hace que De G iovanni en tiend a h allar en el ap orte de Gramsci
—d ebid am ente desarrollado y actualizado— las bases teóricas m ínim as del p lu
ralism o político como necesidad orgánica del m ovim iento obrero.
Es in dudab le que la reflexión de De G iovanni está m arcada po r el actual
contexto político italiano, po r la inserción del P artid o C om unista Ita lia n o en
ese contexto y, de m odo más general, p or los temas mayores del llam ado “ euro-
com unism o” . E n esa m edida, lo q ue nos interesa rescatar de sus aportes n o es
ta n to su lectura de G ram sci como precursor del p lu rip artid ism o 8 sino más bien
su preocupación por a n u d a r ciertos núcleos d e la problem ática gram sciana
(entre ellos, la hegem onía) a las cuestiones actuales d e la acción y la organ i
zación políticas, a p a rtir de un análisis q u e tom a com o p u n to de referencia
p rincipal la creciente intervención del estado en la esfera de lo social.
Esa preocupación está lejos de sernos ajena; po r el contrario, la ya subraya
d a diversidad de las sociedades latinoam ericanas no debe oscurecer la percep
ción de un rasgo estructural e histórico com ún a casi todas ellas. Nos referim os
al hecho de que, desde sus respectivos procesos de em ancipación nacional hasta
hoy, el estado ha desem peñado en dichas sociedades u n papel “social” fu n d a
m ental. Esto es: h a m arcado con su im pro nta a la sociedad civil (ta n to a las
“ prim itivas y gelatinosas” como a las más cercanas al polo “ occidente") , las ha
pen etrad o profundam en te y, en ciertos casos, las ha co nstituido y m oldeado
según sus propios cánones. A tal p u n to q ue no parece excesivo afirm ar q ue en
® Alain Touraine, Las sociedades dependientes: ensayos sobre América Latina, México,
Siglo XXI, 1978. pp. 97-98.
JO ibid., pp. 97-98.
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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRK ALTERNATIVAS POLÍTICAS 53
’iu
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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 55
IV
Chile puede ser analizada con arreglo a esta articulación conflictiva de orientaciones: al
Tcspccto, el Partido Socialista ofrece el ejemplo más representativo. Miembro dc la Unidad
Popular, fue a la vez partido dirigente —parte del aparato de gestión estatal— y expresión
dc la contestación a nivel social; en él coexistieron sujetos diferentes de la acción.
En esa medida, su análisis tiene significativos puntos en común con el que. desde una
perspectiva teórica muy diferente, efectúa Ernesto Laclau. Cf. E. Laclau; Política c ideo•
logia en la teoría marxista. México, Siglo XXI, 1978.
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A PU N T O PARA UN DEBATE SOBRK ALTERNATIVAS POLÍTICAS 57
ni tam poco ‘‘efectos’' vinculados en térm inos de u n a causalidad lin eal a la
in fraestru ctu ra m aterial (cualquiera q u e sea la m anera en q u e esta ú ltim a se
defina: econom icism o vulgar, privilegiando el polo "fuerzas productivas”, o
econom icism o sofisticado, d an d o prim acía a las relaciones de producción y en
consecuencia a las clases codales).
N o dudam os que la obra de G ram sci está indisolublem ente ligada a esas
posiciones antirrcd u cd o n istas; lo q ue nos interesa p regu ntarno s es si ellas
agotan la riqueza del concepto de hegem onía, en ta n to q u e este ú ltim o con
tiene, com o una de sus dim ensiones fundam entales, la dim ensión ideológica.
N u estra o p in ió n es q u e la agotan.
A un encarada en térm inos teóricos, la cuestión n o nos parece b anal. G ram sci
h a sido llam ado a m enudo ‘‘teórico de Jas superestructuras” (incluso algún
artícu lo lleva precisam ente c:? títu lo ) . P o r n uestra parte, pensam os q u e esta
‘‘definición” sólo puede ser aceptada con reservas, ya q ue si es verdad q u e la
o b ra gram sciana está esencialm ente volcada hacia lo q u e en térm inos clásicos
se d enom ina “superestructuraI”, n o lo es menos q u e esa preocupación p o r lo
jurídico-político y cu ltu ral va ap areada p o r u n cuestionam iento —a m enudo
im p lícito, a m enudo tam bién contradicho p o r ciertas fórm ulas del pro pio
G ram sd — d e la d is tin d ó n en tre estru ctura y superestructuras.
Veamos en q u é sentido la concepción d e la hegem onía —en su dim ensión
p ro p iam en te ideológica— lleva hacia ese cuestionam iento.
En su co n o d d a crítica al “ M anual p o p u la r” de B u jarin, ironizando a p ro
pósito d e algunas fórm ulas sim plistas d e este últim o, G ram sd , en tre veras y
burlas, p lan tea lo q u e llam a u n a “serie de problem as barrocos” : “p o r ejem plo,
las bibliotecas ¿son estructuras o superestructuras?, ¿y los gabinetes experim en-
tales de los hom bres de d e n d a ? Si se pu ede sostener q u e u n arte o u n a ciencia
se desarrollan d ebido al desarrollo d e los respectivos instrum entos técnicos,
¿por q u é n o pod ría sostenerse lo co ntrario y, además, q u e ciertas form as in stru
m entales son al mism o tiem p o estru ctura y superestructura?” 18
G ram sci procura m ostrar en este párrafo, m ediante una suerte de red u ed ó n
al absurdo, los impasses a q u e conduce el m aterialism o vulgar incrustado en el
m arxism o de B ujarin. Es po r dem ás sabido q u e la form a general de ese m ate
rialism o v u lgar tiene p ara G ram sd el nom bre de “econom icism o” . En su ver
sión m ás superficial —aquella de la que n o es inocente el “ Ma n u a l . . el
econom icism o reduce el desarrollo económ ico (y po r ta n to el d evenir histó
rico) a las “ m etam orfosis del in strum ento técnico”. D e ahí, p o r u n a parte, el
incisivo alcance crítico de los “ problem as barrocos” planteados p o r Gramsci;
de ah í, p o r o tra parte, la tesis —en m odo alguno irónica— según la cual “ciertas
form as instrum entales son al m ism o tiem po estructura y superestructura’\ T esis
q ue más allá de su alcance crítico16 contiene, en n uestra opinión , u n a in tu i
ción profun d a.
Sin em bargo, antes de ex p licitar esta in tu ició n es necesario referirse rápida-
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58 LILIANA DZ R IZ /E M IL IO DE ÍPOLA
Señalam os al com ienzo de este tra b ajo q u e el tem a de las alternativas políticas
d e transform ación en A m érica L atina condensaba los problem as tratado s en
los parágrafos anteriores. Las líneas q u e siguen p ueden in terp retarse com o un
in te n to d e ex p licitar y justificar esta afirm ación inicial.
Resum am os brevem ente los ejes principales de nuestro en fo qu e y el modo
en q u e m arcaron el tra tam ien to de los problem as. La hipótesis q ue nos sirvió
de p u n to de p artid a p la n teab a q u e la prob lem ática d e la hegem onía ofrece las
bases teóricas p ara u n a lectura nueva y en riquecedora de los procesos la tin o
am ericanos. P ero esta hipótesis descansaba sobre u n supuesto previo y fu n d a
m ental, a saber, q u e el de “hegem onía” no es u n concepto más, destinado a
“com pletar” la teoría del estado o a llen ar algunas lagunas en el análisis m ar
xista de las superestructuras; q u e dicho concepto no viene a agregarse a un
m arco teórico preestablecido p ara o cup ar allí "su " lu gar, sino que com porta
u n a renovación positiva y crítica de ese m arco teórico, u n nuevo p rincip io de
análisis d e la sociedad y de la política y, en esa m edida, u n a refun dició n de
la teoría m arxista en su conjun to, correlativa a u n a nueva concepción de la
praxis p olítica m ism a.20
En v irtu d d e este supuesto básico, nos rehusam os a en u nciar u n a definición
del concepto de "hegem onía”. P o r el con trario, buscam os respetar su espesor
teórico y su com plejidad, lo q u e nos llevó a desglosar, si n o todas, al menos
algunas d e sus principales facetas, las q u e fueron concebidas com o lugares
parciales p ara el plan teo de problem as necesariam ente interrelacionales: el
estado, las form as político-organizacionales, las clases y las fuerzas sociales, la
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62 LILIANA DH RIZ/F.M ILIO DH Í1*CI.A
esa lucha fue totalm ente d iferen te q u e aqu ella q u e nos pro po ne el gram scismo
vulgar. F ue u n a lucha q u e logró con cen trar a la sociedad en tera con tra el
estado de Somoza, en la m edida en q u e su po con struir y afirm ar, a tTavés de
u n largo trabajo , u n a v o lu n tad nacional de liberación, al mism o tiem p o an ti
d ic tato rial, an tiim p erialista y dem ocrática. V olun tad nacional que se desarro
lló en condiciones internacionales favorables (estím ulo eu rop eo y política no r
team ericana v acilante y co n tra d ic to ria ).
T o d o lo cual torna sensiblem ente más com pleja la caracterización del pro
ceso nicaragüense. ¿Basta, p ara d a r cuen ta de esa com plejidad, con redefinir la
lucha sandinista en térm inos d c "g u erra de posición"? P o r n uestra parte, a u n
q u e pensam os q u e esa redefinición es necesaria (en este p u n to coincidim os
con la lectura gram sciana "c lásica"), no creemos, en cam bio, q ue sea sufi
ciente. N uestras razones son las siguientes:
i] El concepto de "guerra de posición" proporciona —y ya es m ucho— el
m arco general del proceso de la revolución sandinista com o un proceso cuyos
orígenes se rem ontan a u n tiem po m uy a n te rio r al m om ento del triu n fo y que
p erm anece abierto. En sus aspectos principales, el destino objetivo de esta
g u erra de posición h a b rá de definirse en el fu tu ro : e n cierto sentido, dicha
guerra recién acaba de com enzar.
ii] Si, p o r o tra parte, es cierto q ue h ab lar de "g uerra de posición" no im plica
p reju zg ar sobre las vías concretas en q u e dicha g u erra se lleva a cabo, 110 lo es
m enos qu e esa saludable a p e rtu ra y flexibilidad del concepto (qu e constituye
su rasgo distintivo con referencia a la noción kau tsk ian a d c "estrategia dc des
gaste") n o resuelve u n problem a, sino que, al con trario, lo plantea. La guerra
d e posición p uede ad o p ta r diferentes vías y tácticas, pero esas vías y tácticas no
d ejan d e calificar al tipo d e g u erra d e posición q ue se lleve a cabo. Agregue
mos un d a to más, p ara com pletar el p lanteam ien to de dicho problem a: pese
a la com odidad dc las oposiciones binarias, no está dem ás record ar q u e G ram sci
no les acordaba más que u n carácter provisional y didáctico.23 Así, p or ejem plo,
si en algunos textos las correlaciones "O ccid en te"-» sociedad civil com ple
ja -» e q u ilib rio entre estado y sociedad civ il-» hegem onía-» gu erra de posi
ció n -» , son p lantead as con énfasis com o opuestas a las correlaciones "O rie n
te " -» sociedad civil gelatinosa-» prim ado del estado-» gu erra d c m ovim ientos,
en otros textos esas oposiciones, en aparien cia excluyentes, son sensiblem ente
relativizadas. Es el caso de la p areja de opuestos "gu erra dc m aniobras" vs.
"g u erra dc posición” : an te todo, po rq u e la ley del tercero excluido n o parece
regir (Gramsci m enciona, en efecto, u n a tercera "g u erra” : la q u e denom ina
"su b terrán e a” o dc "sorpresa”) .24 En segundo lugar, p o rq u e el mism o texto de
G ram sci afirm a de hecho el carácter no excluyentc de esas estrategias. La guerra
d e posición, e n p articular, no sólo pu ede in c lu ir mom entos de ataq u e frontal y
dc g u erra su bterránea, sino, incluso, convertirse en gu erra de m ovim ientos.
ta n to teórica com o p rácticam ente: ¿cómo crear, a p a r tir de esa v o lu n tad nacio
nal, las condiciones p ara la prestación y afirm ación de u n proyecto hegem ónico
p o pu lar, capaz de p ro p o n er y co n stru ir u n ord en altern ativ o , m antenien do
viva la dialéctica d e lo social y excluyendo toda solución a u to rita ria y jacobina?
¿Cómo d irig ir po líticam ente dicho proceso sin redu cirlo n i a u n a sim ple gestión
“ so dal-dem ócrata”, n i a u na nueva versión del estalinism o? ¿Cómo m ateria
lizar el proyecto socialista en la form a de u n a revolución dem ocrática activa?
¿Cómo, en u n a palab ra, conciliar realm en te dem ocracia y socialismo?
P reguntas estas cuya respuesta concierne hoy a N icaragua y a su pueblo,
pero cuyo p la n teo —com o nos hem os forzado en m ostrarlo— concierne a toda
A m érica L atina: nos concierne.
E n el desarrollo d e este tra b ajo nos vim os en la necesidad de in trod ucir,
de m an era in term iten te y p or lo ta n to no sistem ática, algunas indicaciones re
lativas a problem as de orden teórico y m etodológico general. D esarrollar in
extenso esos problem as es u n a tarea q ue excede am p liam ente los lím ites —in
cluso espaciales— de esta com unicación. E n este parágrafo fin al nos prop on e
mos cu m p lir con u n objetivo m ucho más m odesto: el de reca p itu lar en form a
o rd en ad a dichas indicaciones. Será, si se q uiere, u n a m anera de no concluir el
p resente trabajo , de ex h ib ir su v o lu n tario inacabam iento, su carácter de pre
tex to p ara a b rir y suscitar la discusión.
P artim os haciend o nu estra u n a tesis que, pese a no concitar u n acuerdo u n á
nim e, está lo suficientem ente d ifu n d id a com o p ara descartar toda sorpresa: la
p roblem ática gram sciana de la hegem onía com porta u n a renovación p ro fun da
—y positiva— de la teoría m arxista. T o das y cada u n a dc las reflexiones '‘epis
temológicas” con q ue fuim os p u n tu a n d o el desarrollo d e los tem as pueden
considerarse como un com entario y u n a explicitación de esa tesis inicial.
C o m entario y explicitación que, a pesar de su carácter n o sistem ático, a p u n
ta b an a precisar el sentido exacto de lo q u e entendíam os p o r esa renovación.
P or n u estra p arte, procuram os resp etar la doble connotación q u e posee esta
p alab ra e n su em pleo co rriente y q u e conjuga dos significados en p rin cipio
opuestos: “ ru p tu ra " y “ co n tin u id ad ". Se tra ta b a entonces de m ostrar cóm o se
com binaban am bos significados en la “ renovación" gram sciana.
A nuestro juicio, ta n to en el aspecto “ r u p tu r a ” com o en el aspecto “conti
n u id a d ”, era preciso d istin g u ir u n a dim ensión crítica y u n a dim ensión positiva.
Intentarem o s aho ra ex p licitar o rd enad am en te cada u n o d e esos puntos:
a) Poca d u d a cabe de q u e la concepción gram sciana d e la hegem onía efec
tú a u n a ru p tu ra crítica en el in te rio r del m arxism o. D em asiado a m enudo, sin
em bargo, suele lim itarse el alcance d e esa ru p tu ra crítica a u n sim ple cuestio-
n am ien to del economicismo. E n n uestra opinión , el antieconom icism o d e G ram
sci es sólo u n aspecto parcial de u n enfo qu e crítico m ucho m ás profu nd o: ca
b alm ente desarrolladas las im plicaciones teóricas del concepto de hegem onía
c o m p o rtan u n cuestionam iento radical de lo q u e llam arem os, recu rrien do a
u n a expresión q u e A lthusser tom a prestada al psicoanálisis, el p u n to de vista
“ tópico ” en ta n to m odelo conceptual d o m in an te en la teorización m arxista.
T a l p u n to d e vista parte de la p ostulación de u n a lista (cerrada o abierta,
poco im porta) d e niveles o instancias separadas, p ara luego pensar su “ com
b inación articu lad a" en base a la tesis de la determ inación - e n p rim era o últi-
APUNTES PARA UN DESATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 69
roa instancia, según los casos— del co n ju n to de dichos niveles p o r u n o de ellos:
la llam ada "base económ ica”. A hora bien , es ju stam en te esa concepción (a la
vez lógica y ontológica) de la "s e p arad ó n ", la q u e la p rob lem ática de la hege
m onía cuestiona. C u estionam iento necesario p orq ue, p la n tead o com o m arco
teórico general d el m arxism o, el p u n to de vista tópico es incapaz de d a r cuenta,
n o sólo de las form adones sociales p re y poscapitalistas, sino tam bién del
capitalism o mismo.
E n u n a p alab ra, sería em pobrecer la riqueza del concepto d e hegem onía si,
m a n ten ien d o la tópica d e las in sta n d as, dicho concepto rem plazara p u ra y
sim plem ente un p rincipio general de d eterm inación (la “ec o n o m ía"), po r
o tro (la “ política” o la "id e o lo g ía "). Esa riqueza sólo puede ser desplegada
y desarrollada a p a rtir d e la crítica de la “distinción orgánica” (G ram sd) en tre
sociedad civil y sod ed ad política, en tre estructura y sup erestructura, en tre “ la"
econom ía, “ la" política y “ la" ideología.
b) A h o ra bien, esta crítica de la “ lógica de la sep arad ó n " (y p o r tanto, de
los lazos que siguen a n u d a n d o la reflexión m arxista a los presupuestos del
pensam iento económ ico y po lítico burgués) n o conduce en absoluto a n in g ú n
tip o de ab d icad ó n em pirista. D icho d e o tro m odo, la ru p tu ra gram sciana
com porta u n a dim ensión positiva: la p ro blem ática d e la hegem onía pro p o r
ciona las bases teóricas de u n nuevo m odo de análisis dc lo social.25
En efecto, descartada la postulación —im p líd ta en la “ tópica"— dc u na
causalidad trascendente a los procesos sociales; elim in ada toda form a d e reduc-
cionism o, de fatalism o h istórico y tam bién de voluntarism o, la problem ática
dc la hegem onía rep lantea el análisis de los procesos históricos en base a u n
enfoque teórico p ara el cual el prim ado, en p rim era y últim a in s ta n d a , corres
po nde a la dialéctica (com pleja) de lo social. Es d e d r: a las relaciones d e lucha
y de antagonism o en tre las fuerzas sociales, a los procesos d e constitución de
esas mism as fuerzas, a las form as diversas de o rden, d e crisis y d e transform a-
d ó n sociales. D e m odo tal q u e la concepción de la hegem onía desbroza el
cam ino p ara repensar en u n todo coherente, y p o r supuesto ab ierto, la trip le
cara del m arxism o e n ta n to teoría del orden, teoría de la crisis y teoría de la
transición h a d a u n a nueva sociedad.
Se renuevan, en consecuencia, las interrog antes claves. N o se tra ta ya de
pregun tarse sobre el “sentido" o las "leyes causales" (económicas u otras) del
dev en ir histórico, n i sobre la “ esen d a" d e la ideología p roletaria, n i sobre la
relación en tre determ inism o e intervención consciente. L a p reg u n ta cen tral
pasa a ser: ¿cómo, d ad o u n d e r to ord en social (un “ m odo de p ro d u c c ió n " ),
nacen y se desarrollan las fuerzas sod ales con c a p a d d a d p a ra im p u g n ar ese
ord en y crear u n o alternativo? E l corazón del análisis se centra así en las rcla.
d o n e s sodales: relad o n es de fuerza y de p od er com plejas, en m odo alguno
transparentes, al mism o tiem po económicas, políticas, jurídicas, ideológicas,
indisolublem ente “objetivas" y "subjetivas".26
23 Cf. Leonardo Paggi: "La teoría general del marxismo", en A. Gramsci, Escritos políti
cos (¡917-19)3), Cuadernos dc Pasado y Presente, núm. 54, 1981, p. 13-81.
2« Contra un enfoque “marxista” que da prim ada a la reproduedón d d orden social
(mirando a la sodedad desde el estado y “la” ideología), y en d que la sociedad —las lu-
70 LILIANA DE M Z /E M IL IO DE (POLA
RA FA EL LOYOLA DÍAZ
CARLOS M A RTÍNEZ ASSAD
[71]
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72 RAFAEL LOYOLA DÍAZ/CARLOS MARTÍNEZ ASSAD
q u e im porte m ucho q u e con las fuertes y decisivas polém icas en las q u e L enin
lo llam ó "renegad o” —del m arxism o, claro está— se estaba decidiendo la suerte
del m ovim iento com unista internacio nal. Los dram áticos acontecim ientos de
Ita lia y A lem ania en los años veinte serían el escenario de u n a d e las ru p tu ra s
m ás relevantes m ientras e n la práctica los soviets pasaban a ejercer el pod er
real en la a n tig u a R usia zarista, do nd e al menos p o r u n lapso, p o d er político
y p u eb lo conform arían la p rim era altern ativ a an te el p o d er burgués, luego
de que la C om u na d e París fuese ahogada en sangre.
P articularizando sobre el p roblem a d e la d ic tad u ra del pro letariado , L enin
lo co n tem p laría com o el más general de la revolución, p ero en su concreción
h istórica a d q u iriría particularid ades vinculadas a la tradición y a los elem en
tos presentes en cada país; d c esta m anera la C om u na de P arís q u e teorizara
M arx ten d ría su co rrelato en los soviets rusos estim ulados p o r el bolchevismo
y, posteriorm ente, h a lla ría u n a nueva adecuación en los derrotado s consejos
de fábrica d e la E u ro pa de 1920-1921. El elem ento com ún era su carácter
estatal, u na altern ativ a política al viejo pod er d e la burguesía.
E n la práctica, el soviet pasó a ser u n organism o bu rocrático cuando la direc
ción del p a rtid o term in ó p o r im ponerse a la acción d e sus seguidores. El peligro
señalado p o r el p ro p io L enin n o p u d o evitarse: el p a rtid o bolchevique term inó
p or convertirse en un am p lio a p a ra to de p o d er p o r encim a de las masas; el
soviet se hizo estado, p ero n o era ya la representación del po der obrero. Sin
em bargo, la prim era altern ativ a al poder burgués se h ab ía d ad o y hab ía su r
gid o en condiciones dc m adurez incom pleta dc las condiciones m ateriales p or
m edio dc u n violento proceso revolucionario con am p lia p articipació n de
obreros, cam pesinos e intelectuales revolucionarios, a los q u e L enin llam ó
“ profesionales de la revolución". Se hizo posible de esta m anera u n a am p lia
alianza en la q u e tam bién los burgueses consecuentes p articip aro n , a u n q u e
supeditados al p o d er del pueblo, identificado entonces con el p artid o bol
chevique.
Esta vía revolucionaria acarrearía, vale la p ena recordarlo, la crítica exacer
b ada de K autsky a los p lan team ientos leninistas de la im posibilidad de la con
ciliación de clases. A nte la arg um en tació n de L enin sobre las condicionantes
históricas d e la d ic tad u ra del p ro le taria d o (estado d e transición), Jíautsky
in sistiría en la vía pacífica y p arlam en taria, a u n q u e ten d ría q u e reconocer él
mism o q u e " L a dem ocracia n o puede d estru ir los antagonism os de clases de
la sociedad capitalista, ni aplazar el in evitable resu ltad o final, q u e es la caída
d e esta sociedad".1
La altern ativ a dem ocrática antepu esta p o r K autsky no te n ía sentido para
L enin fuera de los lím ites del liberalism o burgués. Éste arg u m en taría en el
sen tid o d e u n gob ierno de la clase m ayoritaria, reconociendo así la dirección
del p ro letariad o sobre la alianza obrera y cam pesina. A la violencia ejercida
p o r la burguesía había q u e oponer la violencia d e las clases explotadas: ante
la violencia reaccionaria, la violencia revolucionaria, d iría Lenin.
En esencia, d e los escritos leninistas se desprende que el concepto dc d icta
2 T am b ién A ntonio Gramsci reconocerá en uno de sus escritos más polémicos que: " Todo
estado es una dictadura. Ningún estado puede prescindir de un gobierno constituido por
un númcio restringido de hombres “Jefe”, Sobre el fascismo, México, e s a , 1979.
5 V. I. Lenin da todos los argumentos sobre el carácter democrático concreto dc la dicta
dura del proletariado en su texto “ La revolución proletaria y el renegado Kautsky", en
Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1966, t. S.
74 RAFAEL LO YOLA DÍAZ/CARLOS MARTÍNEZ ASSAD
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LA HEGEMONÍA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 75
Para Lenin, en síntesis, el problem a de la dictad ura del pro le taria d o con
siste en la necesidad de la clase obrera d e co nstru ir un estado q u e consolide su
carácter d o m in an te sobre las clases opositoras. A dem ás, este objetivo com pren
d e la elaboración y d esarrollo de sus funciones dirigentes sobre las clases o g ru
pos sociales afines, p a ra lo cual d eb e desplegar u n con ju n to de alianzas que
lo conduzcan a convertirse en clase hegem ónica, es decir en la clase capacitada
p ara a g ru p ar y g u ia r al co n ju n to d e la sociedad hacia la constitución dc u n
nuevo estado.
A nto n io G ramsci fin caría sus reflexiones teóricas y su proyecto p olítico en
la experiencia bolchevique y en "el m arxism o de la época de L e n in ”. Su preo
cupación central a lo largo de su vida fue la revolución en Ita lia . Su proyec
ción de las vías q ue asum iría el proceso fue elabo rada a p a rtir de la concepción
leninista del p artid o y d e la revolución. Al igual qu e L enin, G ram sci tu vo el
g ran m érito de saber adecuar el m arxism o a su realid ad nacional, a u n q u e su
in terp retación del concepto de hegem onía se ubica en un cam po histórico d i
ferente. M ientras las elaboraciones de L enin estarían circunscritas a los mo
m entos coyunturales y a los problem as q u e en frentó y resolvió la clase obrera
rusa en el desarrollo dc su hegem onía y en la construcción de su versión de la
d ic tad u ra del p roletariad o, p ara G ram sci sus concepciones estarían influidas
por dos acontecim ientos históricos: la experiencia consejista y el proceso de
consolidación del fascismo. AI fracaso de la experiencia consejista siguió la
reflexión sobre las razones histórico-políticas q u e im po sib ilitaron la configu
ración de esa experiencia estatal p roletaria. L a reflexión lo co ndujo necesaria
m ente a u n análisis m inucioso del desarrollo alcanzado p o r el estado burgués
italiano , con avances más notorios con relación al viejo régim en zarista.
Ita lia n o d ejaba de ser u n país de tradición y desarrollo político notorios.
El régim en d e partidos, la vida sindical y diversas expresiones de dem ocracia
burguesa existían desde fines del siglo xix. La posición q ue se concentrara en
la fórm ula “O rien te d istin to de O ccidente” resaltaría las distintas tradiciones
político-culturales, y m ostraría u n a vez m ás q u e a p esar de esas diferencias
R usia era u n p u n to d e referencia p ara la reflexión sobre la revolución en
Europa.* A dem ás, la m anera como el fascismo em ergió y se encu m b ró en el
p o d er propo rcionaron a G ram sci u n cam po de reflexión cualitativam en te dis
tin to al experim en tado p o r el bolchevism o. Las elaboraciones conceptuales dc
G ram sci eran obligadas p ara poder concebir las necesidades políticas y la
estrategia q u e se debería seguir en Ita lia p ara q u e la clase obrera conquistara
la hegem onía. Com o consecuencia, G ram sci dedicó u n a buena p a rte de su
tiem po, sobre todo desde 1926, a pensar la hegem onía en ta n to fenóm eno p o
lítico y las acciones que debería em pren der el “ p rín cip e m oderno” p ara la for
m ación de u n a nueva “ v oluntad colectiva p opular-nacional” q u e condujera
a la expansión de la hegem onía de la clase o b rera italiana.
E n n in g ú n m om ento G ram sci dejó de p en sar en su o bjetivo de in sta u rar la
dic tad u ra del pro le taria d o en Ita lia ;9 sin em bargo, de h ab e r reducido su pen
8 Pcrry Anderson en “Las antinomias de Antonio Gramsci”, Cuadernos Políticos, México.
era, julio-septiembre de 1977, hace un análisis del problema en otro sentido.
o Los escritos juveniles de Gramsci hacen frecuentes referencias a la necesidad de la dicta
dura del proletariado. En las "Tesis de Lyon” el problema se plantea con mayor precisión.
LA HEGEMONÍA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 77
sam ien to a ese problem a, en n ada h ab ría avanzado con respecto al d esarrollo
d el análisis m arxista hasta Lenin, n i tam poco h a b ría co n trib u id o a la tradición
de lucha de la clase o b rera italian a. U n a d e sus aportaciones fue la am pliación
del concepto de hegem onía, su ubicación en la teoría del estado y su inclusión
en u n a estrategia para la im plan tació n de la d ic tad u ra p ro le taria . E n suma,
m ien tras L cnin analizó concretam ente el proceso d e expansión de la hegem o
n ía de la clase obrera rusa, Gram sci, p o r su parte, orie n tó su pensam iento a la
necesidad de estu d iar la viab ilidad de la construcción de la hegem onía, do nd e
el p a rtid o te n d ría la responsabilidad d e co nstru irla m ed ian te el desarrollo de
u n a nu ev a “ v o lu n tad colectiva".
E n los escritos an teriores a 1926 —año d e su encarcelam iento— G ram sci em
pleó el concepto de hegem onía sólo en el sentido de la constitución del p ro le
ta riad o italian o en estado, p ara más ad e lan te darle extensión en térm inos del
d esarrollo d e las funciones dirigentes y dom inantes. Ya en el conocido texto
A lgu n os temas sobre la cuestión m eridional m enciona q u e la creación dc un
sistema d e alianzas es lo q u e p erm ite al pro le taria d o “convertirse en clase d iri
gente y d o m in an te ", relacion an do su idea con el concepto de dic tad u ra del
p ro le taria d o .10
En los escritos de la cárcel G ram sci realiza la am pliación del concepto al
estu d iarlo com o u n a cuestión in h e ren te a las dom inaciones de clase; o sea su
p era la reflexión referida exclusivam ente al pro le taria d o p ara abarcar el fenó
m eno de la dom inación política en general.
P ara el caso baste retrotraerse al frecu en tad o texto de E l R iso rg im ento, d o n
de al analizar el desarrollo p olítico d e la burguesía italian a con referencia
a la actuación política de los jacobinos en la Revolución francesa, utiliza el
concepto de hegem onía en térm inos de dirigencia y dom inio, e n ta n to diná-
m ica p ro p ia de la actuación política d e la burguesía italian a. D c esta m an era
G ram sci concluye u n "criterio m etodológico" p a ra la ciencia p o lític a en el
sentido de q u e "la suprem acía de un g ru p o social se m anifiesta d c dos modos,
com o dom inio y como ‘dirección m oral e in telectu al' ",n relacio nand o am bas
funciones com o elem entos q u e in teg ran toda actividad política de tip o hege
m ónica.
E n el mism o texto, G ramsci define la función d irig en te com o la capacidad
q u e tiene u n a clase q u e pretenda ser hegem ónica de “ arm on izar sus intereses
y aspiraciones con los intereses y aspiraciones de los otros grupos"; la concep-
tualiza la im posición de los intereses de u n a clase sobre las dem ás.12 Desde
esta perspectiva, al igual q ue Lenin, G ram sci tien e m uy presente la política de
alianzas com o un im perativo en la conform ación hegem ónica de un a clase
social. E n los textos publicados com o N otas sobre M aquiavelo señala q u e "la
hegem onía p resupone indu d ab lem en te q u e se tienen en cuenta los intereses
Para el cato conviene recordar el texto “Sobre cuestión meridional", donde se dice: "lo*
comunistas turineies se plantearon concretamente la cuestión de la ‘hegemonía del proleta
riado*, o sea de la base social dc la dictadura proletaria y del estado obrero", en Maria-An-
tonietta Macciocchi, Gramsci y la Revolución de occidente, México. Siglo XXI. 1975, apén
dice, p. 292.
10 Ibid.
11 Antonio Gramsci, El Risorgimento, Argentina, Granica. 1974, p. 96.
i* Ibid., p. 140.
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y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegem onía, q u e se
form e u n cierto eq u ilib rio de com promisos, es decir que el g ru p o dirig ente
haga sacrificios de o rd en económ ico-corporativo, p ero es tam bién in du dable
q u e tales sacrificios y tal com prom iso n o p ueden concernir en lo esencial, ya
q u e si la hegem onía es ético-política n o pu ede d e ja r de ser tam b ién econó
m ica, n o puede menos q u e estar basada en la función decisiva q u e el gru po
d irigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económ ica”.1*
Por lo tanto , la política d e alianzas constituye u n elem ento central del desa
rro llo dc toda clase hacia su posición hegem ónica. E n la Revolución rusa Lenin
observa y estim ula esa capacidad de la clase obrera dirig id a po r el p artid o
bolchevique; en G ram sci es u n señalam iento de las acciones políticas q ue
deberá cu b rir el pro letariad o italian o b ajo la dirección del P artid o C om unista
Italian o . M ientras q u e en el prim ero se destaca la m orfología de la hegemo
n ía del proletariado, p ara éste constituye u n a aportación p ara el análisis polí
tico y un proyecto para la clase ob rera italiana.
El concepto es enriquecido por G ram sci con otros dos elem entos. El p rim ero,
vinculado a la dirigencia, se refiere al "consenso", entend iend o po r éste la
capacidad de persu ad ir a los "dirigidos” sobre la viabilidad del proyecto his
tórico de la clase dirigente. El segundo es el de la dom inación q u e se m anifiesta
por la “coerción", p o r la fuerza.14 N o es ocioso insistir en q u e p ara G ram sci
la hegem onía funciona cuando predom ina la dirigencia sobre el dom inio, el
consenso sobre la coerción. C uan d o sucede lo co n trario se ejerce u n a “d ic ta
d u ra sin hegem onía", es decir u n a clase con stitu id a en estado pero sin hege
m onía, sin capacidad de d irig ir.15
El segundo elem ento se refiere a la capacidad d e “a n u d a r” las exigencias
nacionales con las internacionales. G ram sci d esarrolla esta idea a p a rtir d e la
R evolución rusa, donde los bolcheviques tuvieron la capacidad de com binar
las exigencias de su revolución nacional con los m arcos de la lucha in ter
nacion al.1*
El concepto de hegem onía en G ramsci n o sólo se m antiene al nivel del an á
lisis político; en ten d erlo así es lim itar y p arcializar su concepción. P o r el con-
trario. alcanza su m áxim a expresión en el terreno de la lucha política y en su
ubicación en u n a estrategia p ara la im plantació n del estado proletario. En
este sentido, el concepto tiene u n a conexión estrecha con el d e “g u erra de
posiciones” y con las funciones del p artid o. E n la m edida en q u e su preocupa
ción cen tral es la revolución, le in q u ieta, sin sustraerse a la exp eriencia leni
nista, d esarrollar la hegem onía d el p roletariad o. Pero este d esarrollo no surge
por un im pulso espontaneísta de las masas; su po sibilidad se ubica en la for
m ación del "p rín c ip e m oderno", del p artido , en cu a n to organism o responsable
d e im pulsar la hegem onía.
13 A ntonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno,
México, J u a n Pablos, 1975. p . 55.
«« Ibid.
13 A ntonio Gramsci, El Risorgimento, cit., p . 140.
>0 A ntonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo. . . , cit., p . 148.
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LA HEGEMONÍA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 79
III
Gram sci, sólo p o d ría ser posible a p a rtir del estudio d e las situaciones con
cretas, lo q u e p erm itiría develar el verdadero carácter del estado y las diversas
expresiones q ue asum e la dom inación.
2] el análisis debe contem plar la relación q u e m antiene la burguesía o rg an i
zada estatalm cnte con las clases subalternas, en cuanto a su capacidad para in
co rp o rar las dem andas populares en función de sus intereses históricos, lo que
le d aría la calidad d e hegem ónica, o si po r el co n trario sólo se m an tien e como
dom inante.
3] el uso d el concepto dc hegem onía rep lan tea ría sin d u d a el análisis del
estado, q u e siem pre representaría la d ic ta d u ra de u n a clase. Es im posible, por
ta n to , desvincular al estado de la burguesía p ara el conocim iento de las socie
dades latinoam ericanas, con el fin de ev itar falsas opciones q u e lleven al fra
caso a los in tento s liberadores del pro letariad o. Del conocim iento exacto del
estado y d e sus prácticas d e dom inación depende el éxito de la revolución y el
proyecto d e hcgemoneización-consolidación d e u n a nueva sociedad.
4] d ebe evitarse q u e el concepto sea reclam ado desde posiciones q u e se dicen
m arxistas p ero q u e niegan el fu nd am en to de las posibilidades organizativas
d e la clase obrera; es decir q u e rechazan el p a rtid o en ta n to organism o nece
sario p ara " ed u c ar'' políticam ente a la clase, form ar sus "intelectuales orgán i
cos" y d elin ear u n a p olítica que posibilite sus aspiraciones hegcmónicas.
P o r últim o, a la cuestión general d el estudio de la hegem onía valdría la
pena agregar q u e ta n to en L e n in com o en G ram sci las altern ativ as se d ieron
en relación directa con la d inám ica de las luchas en las cuales p articip aron .
H icieron de la teoría y d e la práctica p olítica u na sola u n id ad . En el m om ento
actual am bos niveles tien d en a separarse. La teoría p retend e im portarse del
viejo continente, cuando los vientos del cam bio proceden de otras latitudest.
Los ú ltim os tiem pos de A m érica L a tin a h an sido los del dram a d e la búsqueda
de u n a alternativa. Si los años sesenta fueron m arcados po r la Revolución
cubana, los más recientes se identificaron con el sueño de la U n id ad P opular.
La R evolución nicaragüense hereda estas experiencias y en su ju icio crítico
reside u n fu tu ro q u e se vislum bra más halagüeño.
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A P A R A T O D E E STA D O Y FO R M A D E ES T A D O '
NORBERT LECH N ER
P rop ong o pensar las altern ativ as políticas en A m érica L atin a p artien d o del
siguiente supuesto: los p artido s de izquierda, al m enos en C hile, tienen más
bien una estrategia de poder q u e u n a estrategia d e orden.
U na estrategia de p o d er consiste en llevar la lucha p o r la organización de la
sociedad en u n p la n o corporativo com o defensa de intereses particulares. El
dilem a de la izquierda chilena es q u e su fuerza —la fuerza d c u n m ovim iento
p o p u la r con larga experiencia de organización y lucha— sea a la vez su d eb ili
d ad : u n a lim itación corporativista a la defensa de la clase o brera. Se tra ta de
u n ejem plo del reduccionism o de clase, señalado p o r L aclau,1 q u e hace d e los
procesos políticos e ideológicos meros epifenóm enos de la estru ctura económ i
ca. T o m a n d o a las clases com o "sujetos históricos” preconstituidos (con sus
"correspondientes” posiciones políticas e ideológicas) se llega a u n a visión
instru m en talista del estado; el estado es identificado con el gobierno al servi
cio d e u n a clase y la lucha d e p o d er con el control d e la m a q u in aria estatal.
La política no es entonces m ás que ac u m u lar fuerzas (o cu par posiciones, con
tro la r procesos, am p lia r cuotas de poder) p ara fin alm en te p asar al asalto y la
conquista d el estado-gobierno.
Así com o desde la oposición se p la n tean reivindicaciones fren te a l estado,
así se p la n tea la fu tu ra organización social a p a rtir del estado. E n am bos casos,
las izquierdas vislum bran solam ente el aspecto más tang ib le del estado —el
a p a ra to organizacional— y tienden a m edir la revolución po r la destrucción de
ese ap arato . Dc hecho, sin em bargo, au n allí d o n d e exccpcionalm ente se des
truy ó el viejo a p a ra to estatal com o en C ub a y N icaragua, n o se p ud o n i se
p o d rá prescindir de u n a m aq u in aria burocrática. P or el co ntrario , ésta es for
talecida y, en p arte, precisam ente po rq u e se concibe la transform ación social
com o u na actividad estatal. Se a b re entonces u n enorm e abism o en tre el nuevo
estado y a q u e lla vieja prom esa d e q u e el estado se extin gu e. El estado socia
lista ya n o en c u en tra apoyo en la representación p arlam en taria, d eclarad a ob.
soleta p o r burguesa, ni puede legitim arse p o r lo q u e a toda luz n o ocurre: la
• Este trabajo forma parte dc una investigación mayor sobre el estado que llevó a cabo
gradas a una subvención del Sodal Sdence Research Council.
i Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista, México, Siglo XXI. 1978.
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82 NOKBFRT LFCHNFR
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APARATO DF. ESTADO V FORMA DE ESTADO 83
estu d iar cómo los hom bres particulares se o bjetivan y, form ándose a sí mismos,
auto rrep ro d u cen la vida social en cuan to o rd en genérico. Sin em bargo, este
orden p e r a l, no es directamente transparente a l« hornees particulares, se
vislum bra sólo dc m anera m ediatizada a través dc la cristaliración del sentido
im plícito a las prácticas sociales. M i alusión a la "m etafísica del o rd en" quiere
llam ar la aten ción sobre " lo general” com o el referente trascendental de la
pu g na en tre intereses y valores particu lares y p roblem atizar esa trascendencia
com o p rod u cto social.
M etodológicam ente, el enfoque pone el acento sobre la sociedad en su to ta
lidad; se tra ta de ab o rd ar la sociedad en cuanto sociedad a la vez dividida
y un ida. Interesa ta n to q u é y cómo se pro du ce la división d e la sociedad como
lo q u e cohesiona y resum e la convivencia social.
C om o hipótesis afirm o que el poder un ificad or d e la sociedad, generado po r
la mism a división social, es el estado. P ropongo d istin g u ir en tre a p a ra to dc
estado y form a de estado y considerar el estado qua form a com o el referente
fu n d an te de la convivencia social. R etom an do reflexiones antropológicas de
M arcel G auchet,5 supongo q u e toda sociedad d iv id id a objetiva y exterioriza
en un lugar fuera de ella el sentido de su práctica social y q ue es p or referencia
a ese lugar dc sentido —la form a “estado”— que la sociedad se reconoce y actúa
sobre sí mism a. Se tra ta pues d e analizar, “ más allá” del a p a ra to de estado,
aq uella dim ensión “físicam ente m etafísica" del estado p ara com prender la
constitución del orden p o r m edio de esc referente trascendental.
Lugo de esbozar la problem ática propuesta en su contexto p olítico y en su
perspectiva práctica, paso a s itu a r brevem ente m i indagación d en tro de la
presente discusión sobre G ramsci. R ecurro —no casualm ente— a M aquiavelo,
u n a de las fuentes d e la renovación gram sciana del análisis político.
C uan d o el cardenal de A mboise dice q u e los italianos n ad a en tien d en del
arte dc la guerra, M aquiavelo le responde q u e los franceses n o en tiend en nada
d e los negocios de estado (E l príncipe, cap. iii, fin a l) . Lo q u e q u ie re expresar
M aquiavelo con esta anécdota es q u e los resortes del po der (la gu erra) deben
estar al servicio del o rd en (el es ta d o ). Puede decirse qu e to d a la preocupación
de M aquiavelo gira en to rn o de este asunto. H ay q u e conocer los procesos y m e
canismos del poder, pero n o com o u n “ arte p or el a rte ” sino p ara con struir
o defender un orden. Él reconoce en el orden ya n o una disposición divina
sino u n a em presa social. N o se com prendería lo novedoso de M aquiavelo si se
tom ara su tra tad o d e la política com o u n co n ju n to de “ reglas técnicas” sin
relacio narlo con la intención de fondo: la construcción de u n orden estatal en
Ita lia . P o r eso mism o, la alusión de M aquiavelo parece con trad ictoria, pues
ju stam en te los franceses dem ostraron saber cóm o se construye u n estado n a
cional. Así lo in terp reta Gramsci.® Sin em bargo, quizá el aforism o sea más qu e
un a dem ostración d e ingenio. L o q u e el florentino' puede h ab e r q uerido insi
n u a r es q u e los franceses lograron co nstru ir u n ap arato centralizado de dom i
nación (u n a p a ra to burocrático-m ilitar q ue conoce el arte de la guerra, o sea
la relación p u ra de poder), pero sin h a b e r en ten d id o la idea de orden y, po r
t Ibid., p . US.
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APARATO DE ESTADO V FORMA DE ESTADO 85
8 Ibid., p. 154.
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IV . SOBRE E L ESTADO-GOBIERNO
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APARATO DF. ESTADO V FORMA DE ESTADO 91
m ente, cada vez que eso ocurría, en una revolución".23 1.a lucha política en tre
los g rupos sociales se transform a en u n epifenóm eno de la contradicción en tre
fuerzas productivas y relaciones d e producción. Es decir la condición m aterial
dc la revolución se transform a en la condición suficiente. “ Las relaciones b u r
guesas de producción son la ú ltim a form a antagónica del proceso social dc
produ cció n ”, dice M arx en el "P rólogo" de 1859. “ Pero las fuerzas productivas
q u e se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa b rin d a n , al m ism o tiem
po, las condiciones m ateriales p ara la solución de este antagonism o. C on esta
form ación social se cierra, p o r ta n to (!), la preh isto ria d e la sociedad h u m a
n a .” Entonces, la dirección, la m eta y el resu ltad o dc la lucha d e clases ya es-
ta ría predeterm inada. Se tra ta de u na visión objetivista, q u e encontram os ya
en I m sagrada fam ilia. “N o se tra ta de lo q u e este o aquel p ro le tario o aun
tod o el p ro le taria d o se im agina com o m eta. Se tra ta de lo q u e él es y de lo que
de acuerdo con este ser está obligado a hacer históricam ente.” 24 La necesidad
p ráctica de revolucionar la sociedad burguesa se transform a —p ara u n a visión
o bjetivista de la revolución— en una necesidad histórica.
E l propósito dc M arx por refu n d ar la filosofía de la historia de H egel sobre
u n a base m a terialista lo im pulsó a enfocar el desarrollo dc la sociedad como
u n proceso con tin u o de racionalización. El énfasis en el d esarrollo de las
fuer/as productivas hace dc las luchas políticas meras form as de aparición del
d esarrollo económico. A veces, incluso la m ism a revolución parece dilu irse en
u n tip o de m etam orfosis del sistema capitalista. Así, sobre todo, en los G run-
drisse. “ Si p o r u n lad o las fases preburguesas se presentan com o supuestos
p u ram en te históricos, o sea abolidos, p o r el o tro las condiciones actuales de
la producción se presentan com o aboliéndose a s i m ismas y p or ta n to como
p o niend o los supuestos históricos p a ra u n nuevo o rden am ien to de la socie
d ad .” I.a dialéctica de alienación y em ancipación ya n o radicaría en la relación
de cap ital (y, po r ende, en u n m ovim iento práctico de em an cip a ció n ), sino
en el mism o m odo de producción en cu a n to ám b ito d istin to al capital. “ Con
ello se q u ita la ú ltim a figura servil asum ida p or la actividad h u m an a, la del
tra b a jo asalariado por un lado y el capital p o r el otro, y este despojam iento
m ism o es el resultado del m odo dc producción adecuado a l c a p i t a l 25 T a l
en fo que term ina po r hacer d e la historia u n sujeto pro p io en co ntra dc la ad.
v en en cia del joven M arx e n La sagrada fa m ilia : “ La histo ria n o hace n ad a
[ . ..] Es el hom bre, el hom bre real y vivo el que hace todo.” 20 N o se tra ta aq u í
d c p rofundizar esta perspectiva tcicológica en Marx.-’7 q u e po r lo dem ás es
sólo u n a de las dim ensiones dc su obra. Si la hem os recordado es exclusiva
m ente p ara situ a r la concepción dc la p olítica en M arx.
M arx aborda la política com o u n a form a dc ap arició n dc las leyes del desa
rro llo económ ico y, p o r ende, com o u n p rob lem a de coyuntura. P or consi
g u iente, enfoca al estado com o u n a cuestión táctica. Desde el p u n to de vista
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APARATO DK ESTADO Y FORMA DF. FJTADO 93
táctico, se tra ta de p a rtir del m ovim iento real d el pro le taria d o y del estado
d ad o d c su conciencia y d esarrollar en el in terio r de él u na crítica práctica. £1
énfasis en la legislación sobre la jo m a d a de tra b ajo es com prensible p o r la
articu lación q u e perm ite establecer en tre las reivindicaciones m anifiestas de
los obreros y la critica de la econom ía capitalista. M arx dirige esta crítica
polém icam ente contra el tradeun ionism o q ue le toca vivir en Londres y contra
la idea de u n “estado-vigilante” q u e prop ug na Lasallc en A lem ania, p o r u n
lado, y co n tra la influ en cia an a rq u ista e n el m ovim iento intern acio nal, por
el otro. De ah í su den un cia del estado burgués com o “com unidad ilusoria" y,
sim ultáneam ente, su insistencia en la acción política. Es el contexto histórico
y las posiciones de sus adversarios lo q u e determ ina a M arx a presen tar al esta-
do p rin cip alm en te com o estado-gobierno. Es decir, la posición de M arx res
pon de más a u n a decisión política q u e a u n a afirm ación teórica.
E n u n a situación com o la descrita, d o n d e la lucha obrera contra las condi
ciones capitalistas de trab ajo es objeto d e u n dob le deb ate in tern o sobre la
estrategia a seguir (la polém ica co n tra B akunin y L a sallc), M arx reduce la
cuestión del estado a una cuestión táctica. El objetivo p rin cipal son las rela
ciones capitalistas d e producción. La p erm an ente d en un cia de la opresión
estatal quiere pon er al descubierto sus raíces en el proceso dc producción capi
talista. T a l parece ser la intenció n dc u n a definición del estado com o la de
M arx en La guerra civil en Francia —" u n a m á qu in a nacion al d e guerra del
capital contra el tra b ajo "— y q u e rep ite Engels en su "In tro d u c ció n ” a esa
obra —" u n a m á q u in a para la opresión de u n a clase po r la o tra ” .28 En realidad,
tal d enuncia de la “ m á quin a de estado” responde a la experiencia del m ovi
m ien to obrero. Desde la restauración posnapoleónica y la represión dc la R e
volución de 1848 hasta el ap lastam iento de la C om una y las leyes antisociales
de Bismarck, el m ovim iento ob rero vive la opresión d irecta y ab ierta p o r parte
del a p a ra to gu bern am ental. P or lo m ism o, es ta n to más llam ativa la “venera
ción supersticiosa del estado", q ue ataca Engels en la citada "In tro d u c ció n ”
de 1891. ¿A q u é se debe esa fe en el estado a pesar de la opresión existente? Si
esa veneración supersticiosa del estado sigue vigente en el tam baleante "estado
de bienestar” del capitalism o desarrollado e incluso en nuestros países, gober
nados según la D octrina de la seguridad nacional, es tiem po d c preguntarse
si no h ab ría q u e in v e rtir la argum entación. Más im p o rtan te q u e ex plicar las
causas reales de la opresión estatal es analizar p o r q ué los hom bres, a pesar
de esa opresión, creen en el estado.
Es la mism a pregu nta q u e asum e M arx con respecto al cap ital. “ ¿Cómo ha
pod id o dev en ir el obrero, de do m in ad o r del capital —en cuan to creador del
m ism o— en esclavo del c a p ita l"? ** R especto al proceso económico, M arx
analiza la inversión de la realidad social p or la cual las relaciones de prod uc
ción aparecen "n atu rales" e independien tes de toda evolución histórica, in
cluso a ía conciencia obrera.30 Pero ¿no sería u n prejuicio ilum inista im p u tar
a la m era conciencia el hecho d c q u e el estado ad qu iera la fuerza de u n fenó-
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94 NORBERT I.FCHNER
V. SOBRE 1 j \ FO RM A DE ESTADO
Karl M an, Cn'tica del progtama de Gotha, en Obras escogidas, cit., t. li, p. 431.
32 Karl Marx, La ideología alemana, cit., p. 72.
33 G. Bcdcsehi. Alienación y fetichismo en el pensamiento de Marx, Madrid, Corazón.
1975, p. 101.
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APARATO DF. ESTADO Y FORMA DE ESTADO 95
bres consigo mismos. Nos apoyam os en el citado títu lo de 1857 q ue dice: "S ín
tesis de la sociedad burguesa b ajo la form a de estado. C onsiderada en relación
consigo m ism a.’' A firm am os com o hipótesis q u e p o r form a de estado hay que
entender la mediación de la sociedad consigo misma. Es decir, la sociedad no
puede referirse a sí m ism a sino p o r interm edio de ia religión y del estado. 1.a
form a de estado reside pues en la sociedad m ism a; se tra ta de u n a distinción
in tern a a la sociedad (y p o r ta n to diferente, p or ejem plo, de la relación entro
sociedad y naturaleza). P or consiguiente, h ab ría q ue p reg u n tar q u é es lo q ue
hace necesaria esta m ediación de la sociedad consigo mism a. H abría u n a se
g u n d a in terrog an te. A diferencia d e M arx, hablam os d e sociedad y n o de
sociedad burguesa. La p reg u n ta sería, pues, cóm o determ in a la sociedad capi
talista la relación de m ediación p o r m edio del estado.
A ntes de proseguir, retengam os un segundo elem ento d e la analogía del
estado con la religión. En un o y o tro caso se tra ta de u n a alienación. La lib er
ta d y la igualdad del ho m bre en el cielo y en el estado se levantan sobre la
servidum bre y la desigualdad en la realidad terrestre. "A llí d on de el estado
h a logrado u n au tén tico d esarrollo —dice M arx en L a cuestión ju d ia — el hom .
bre lleva, n o sólo en el pensam iento, en la conciencia, sino en la realid ad, en
la existencia, u n a doble vida, una celestial y u n a terren al, la vida d e la com u
n id a d política, en la que se considera com o ser colectivo, y la vida en la socie
dad civil, en la que ac tú a como p articu lar.”34 1.a critica al divorcio en tre el
h o m bre real y el hom b re p olítico es la crítica a un a alienación ya n o sólo ideo
lógica, com o en la religión, sino a la alienación de las fuerzas reales. El estado
es el ex trañ am ien to y la sustantivación de un prod ucto real de la actividad
hum ana. P o r consiguiente, la solución n o puede ser u n cam bio de la conciencia
n i u n m ejor estado sino la abolición misma del estado en cu anto form a escin
d id a de la sociedad. E llo explicaría el relativo desinterés d e M arx p or la
realización d e la dem ocracia com o u n perfeccionam iento del estado político.
H asta el final M arx es fiel a su po stulado inicial de la em ancipación social:
"sólo cu ando el hom bre h a reconocido y organizado sus Torces propres’ como
fuerzas sociales y cuand o p o r lo tan to , n o desglosa ya d e sí la fuerza social
bajo la form a dc fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la em ancipación
h u m a n a ”.84
E l estado es la alienación de la fuerza social o —com o dice en L a ideología
alem ana— del poder social. "E l po der social, es decir, la fuerza dc producción
m u ltip licada, q u e nace p o r ob ra de la cooperación de los diferentes individuos
b ajo la acción de la división del trab ajo, se Ies aparece a estos individuos, p or
n o tratarse d e u n a cooperación volun taria, sino n atu ral, n o com o un poder
prop io, asociado, sino com o u n poder ajen o situado al m argen dc ellos, q ue
n o saben de dónde procede n i a dó nd e se dirige y que, p o r ta n to no pueden
va d o m in ar [.. .1.” 80 ¿Es esta alienación del po der social específicam ente bur-
guesa? A diferencia d e H egel, M arx n o identifica objetivación y alienación; en
ta n to q u e toda actividad hu m ana siem pre se objetiva en objetos externos, so
lam ente en la sociedad burguesa conduce a la alienación, es u n tra b ajo ex tra
en Karl Marx, Los anales franco-alemanes, cit., p. 232.
33 ibid.. p. 249.
s® Karl Marx, La ideología alemana, cit., p. 36.
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ñado. A quí, sin em bargo, M arx se refiere a la división del tra b a jo com o u n
proceso co n tin u o y com ún a todos los períodos anteriores a u na cooperación
v o lu n taria en tre los individuos. El estado en cu a n to acto pro p io d e los hom
bres, q u e se erige an te ellos en u n po der ajen o y contrapuesto, existe “ mien*
tras los hom bres viven en una sociedad n a tu ra l, m ien tras se da, po r tanto, u n a
separación en tre el interés p articu lar y el interés com ún, m ien tras las activida
des, p o r consiguiente, n o aparecen d ivididas volu ntariam ente, sino p o r m odo
n a tu ra l’'.87 L a d istinción en tre u n a división n a tu ra l del tra b a jo y una regula
ción consciente de la producción aparecerá nuevam ente en E l capital. M arx
establece la diferencia fundam ental, u n a ru p tu ra lógica, en tre la sociedad co*
m unista y todas las sociedades anteriores (prehistóricas) d e las cuales la socie
d ad ca p italista no es más q u e el ú ltim o cap ítulo. M arx n o precisa lo q u e es la
form a del estado burgués a diferencia de form as anteriores; se tra ta siem pre
d e u n p o d er social ajeno y contrapuesto. Volvemos a en c o n trar aq u í la oscila
ción en tre el estudio de la sociedad ca p italista específica y la interpretació n
histórica del desarrollo de la sociedad en cuanto historia del género hum ano.
D e ser así, h ab ría q u e p reg u n tar en q u é m edida la sociedad ca pitalista hace
ser o hace aparecer la form a de estado. ¿H ay desde siem pre u n a form a de
estado q u e en la sociedad burguesa sólo aparece efectivam ente com o el traba-
jo “ to u t co u rt”, o se tra ta de u n a form a de estado q u e existe p o r p rim era
vez con el capitalism o?
N o encontram os u n a respuesta clara en M arx. Com o hipótesis tentativ a
presum im os q u e existe una form a de estado previa a la sociedad capitalista,
en cu a n to q u e toda sociedad dividida requ iere exterio rizar en u n lugar fuera
de ella —la religión o el estado son dos form as posibles— el sentido de la con
vivencia social; sentido p o r referencia al cual los hom bres se reconocen en tre
sí como m iem bros de u n a mism a sociedad.38 Esta exteriorización y ob jetiv a
ción es, desde luego, u n a alienación. L a sociedad po ne el sentido, q u e reún e
y resum e su división, fuera de ella; el lugar de sentido debe estar escindido
de la sociedad para po der en globar y legitim ar la escisión en la sociedad. Pero
adem ás —p u n to decisivo— la sociedad se su b ord in a a ese "algo*’ exteriorizado
com o a una fuerza autónom a, dotad a de vida propia.
Este proceso tiene lugar en sociedades prccapitalistas, sea b ajo la form a de
religión o de estado o vinculando am bas. La característica d c la sociedad capi
talista, do n d e el proceso de secularización e individualización ha exacerbado
la división social, p areciera ser la subjetivación del estado. P ara estu d iar este
proceso nos parece fructífero el concepto dc fetichism o q u e desarrolla M arx
a p a rtir del concepto de alienación.38
M arx d enom ina fetichism o (de m ercancía) a la vida p ro p ia q u e adqu ieren
los productos del tra b ajo tan p ro n to com o se crean b ajo la form a de m ercan
cía. C uand o los bienes son producidos p o r trabajos privados e independientes
los unos de los otros —u n a consecuencia del desarrollo de la división social
del tra b a jo — tom an la form a de m ercancía y establecen relaciones sociales
37 Ibid., p. 34.
3# M. Gauche!, op. cit.
39 Ycaw V. Erchenbrccht. Das Geheimnis des Fetichismus, Frankíurt, eva, 1976, y Joachim
Isiael. Der Begriff Entfremdung. Frankfuit, Rowohlt, 1972.
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APARATO D£ ESTADO Y FORMA DE ESTADO 97
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APARATO DE ESTADO V EOKMA DE ESTADO
se arran ca al p ro d u cto r d irecto el tra b ajo sob rante no re trib u id o determ ina la
relación de señorío y servidum bre tal com o b ro ta directam ente d e la pro d u c
ción y repercute, a su vez, de un m odo d eterm in an te sobre ella. Y esto sirve
luego de base a toda la estru ctu ra d e la co m unidad económ ica, d erivada a su
vez de las relaciones de producción y con ello, al mism o tiem po, su form a
política específica. L a relación d irecta existente en tre los prop ietario s de las
condiciones de producción y los p roductores directos [ . . .] es la q u e nos revela
el secreto recóndito, la base oculta d e toda la construcción social y tam bién,
p o r consiguiente, de la form a política de la relación d e soberanía y depen den
cia, en una palabra, de cada form a específica de estado." Esta relación, agrega
M arx, varía según las circunstancias em píricam ente dadas. E l análisis de la
form a de estado aparece derivado hacia la investigación em pírica. C abe e n to n
ces pregun tarse si el pensam iento de M arx da lugar a u n a teoría del estado.47
Presum im os a q u í q u e debiera ser posible u n a teorización respecto a la form a
de estado a diferencia del estado-gobierno q u e exige un análisis histórico-
em pírico.
A pesar dc la alusión citada, M arx n o desarrolla lo q u e podem os d en om in ar
un “fetichism o del estado” . E n cam bio, insiste rep etid am en te sobre u n a an a
logía en tre el fetichism o de la m ercancía, del d in e ro y d el capital con la reli
g ión y, específicam ente, con el cristianism o.48 (Bedeschi, 1975, 194 y ss; H in-
k elam m ert, 1977). Si querem os en c o n trar u na analogía al fetichism o, dice
M arx, “debam os buscar am p aro en las neblinosas com arcas del m u n d o reli
gioso. En éste los productos de la m ente h u m a n a parecen figuras autónom as,
dotadas d e vida prop ia, en relación u nas con otras y con los hom bres. O tro
ta n to ocurre en el m u n d o de las m ercancías con los productos de la m ano
h u m a n a ." 49 El cristianism o con su cu lto al h o m b re abstracto es, según M arx,
la form a religiosa más idónea al capitalism o y su sociabilidad indirecta. Para
el cristianism o el hom bre recibe su d ig n id ad y un iv ersalidad de Dios; el hom-
b re es pues u n ente abstracto, presocial o asocia!, p ara el cual la rclación con
la sociedad n o es constitutiva sino u n p rod ucto derivado d e su relación con
Dios. El cristiano es u n a persona libre p o r gracia de Dios y n o p or m edio de
las relaciones sociales. P o r consiguiente, la sociedad cristiana es u n a asocia
ción d c personas preconstituidas, o sea algo secundario y posterio r a la cons
titució n del individuo, y en eso corresponde a la sociedad capitalista, donde
los hom bres están divididos y enfrentado s en tre sí y sólo se relacionan los unos
con los otros a través del mercado.
Esta correspondencia podría extenderse al estado. P or interm edio del estado,
aq u el D ios m ortal de H obbes se constituye en el ciud ad ano libre e igual. Pero
solam ente com o h om bre asocia!, al m argen de la división social. Esta “ m argi
nal ización" es ju stam en te la razón de ser d el estado. P or m edio de la referencia
al estado los hom bres se reconocen recíprocam ente com o libres e iguales. Para
el su jeto burgués el estado aparece com o una creación de los ciudadanos tal
com o la m ercancía aparece como u n a creación d e los productores. N adie d u d a
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IOO NORBERT LECHNER
d e q u e las m ercancías sean prod ucid as p or los hom bres n i q u e el estado sea
hecho po r los ciudadanos. Sin em bargo, lo q u e es a toda vista u n p ro du cto de
la actividad h u m a n a se independiza en u n su jeto d o ta d o de vida p ro p ia. Lo
q u e desaparece en u n o y o tro caso es la m ediación. P o r m ediación M arx en*
tien de n o u n enlace estático o alg un a com binación ex tern a sino u n a relación
de im plicancia recíproca. C uando la m ediación se b o rra, desaparece y se vuelve
invisible ya n o se percibe q u e ciudadan o y estado se oponen u no al otro. Los
ciudadanos form an al estado com o el estado constituye a los ciudadanos. Éstos
n o son hom bres pre o apolíticos, anteriores al estado, sino a su vez sólo ciud a
danos ju n to a y p o r m edio del estado. E stado y ciu d ad an ía surgen en un m ism o
m ovim iento.
Se produce u n a doble sustantivación: del estado y d el ciudadano. El estado
aparece com o sujeto en la m edida en que el ciud ad ano se tom a p o r sujeto.
P o rq u e el ciud ad an o se siente sujeto au tó no m o ya n o reconoce la sim ultánea
subjetivación del estado com o resultado dc las m ism as relaciones sociales. La
división de la sociedad aparece —y se esconde— b ajo la form a del estado sobe
ran o y del ciu d ad an o libre. El ciudadano, q u e surge con y p o r la independiza-
ción del estado m oderno, sólo visualiza su p ro p ia au to no m ía in div id ual y
cree, p o r su consentim iento, legitim ar al estado. L o q u e legitim a es d eterm i
n ad o estado-gobierno. I,a form a “estado”, en cam bio, n o se legitim a, com o no
se legitim a la form a “sociedad” : u n a y otra se im plican. C om o dijim os, el esta
do es la form a q u e tom a la socicdad dividida p ara reconocerse y afirm arse a sí
m ism a. E n este sentido, la form a de estado es la legitim ación m aterial del esta
do-gobierno.
M arx n o teoriza la form a d e estado en cu anto fetichism o a pesar d e ten er
los elem entos p ara su crítica. ¿Por q u é n o desarrolla el concepto de estado?
A demás d e otras razones, creo que estaba lim itad o p o r su concepción dem a
siado estrecha de la división en la sociedad. M arx red uce la división en la so
ciedad a la división social del tra b ajo q u e ad qu iere su form a final en la con
tradicción de capital y trab ajo asalariado. A firm an do com o p rin c ip io básico
de las relaciones sociales la división social del tra b ajo , el p o d er social sólo
puede residir en las respectivas condiciones m ateriales del trabajo. De hecho,
M arx ab orda ta n to la alienación com o la recuperación d el po der social exclu
sivam ente a través de las relaciones de producción. M ien tras q u e el pod er so
cial ex trañ ad o rad icaría en el fetichism o de la m ercancía, del d in e ro y d el ca
p ital, la em ancipación social radicaría en el con tro l consciente y racional sobre
el proceso de producción.
M arx p riva a la dialéctica hegeliana del am o y del esclavo d e la categoría
m ediadora dc la dom inación, conservando solam ente la categoría d e tra b ajo .50
A p a rtir dc ésta o del concepto de capital n o creo q u e sea posible pensar el
estado sino com o in stru m en to o garante, es decir, negativam ente, com o ausen
cia de aquel "co n tro l consciente y racion al” V eremos estas dificultades más
claram en te al d iscu tir acerca del estado fu turo .
no Jürgen Uabcrma*, Wissentchaft und Technik ais Jdeologie, Frankfurt. Suhrkaropf. 1968.
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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO 101
P ara n u estra in terro g an te inicial tiene especial relevancia el m odo com o M arx
visualiza la superación del estado burgués, o sea cóm o concibe el estado fu tu ro.
T a m b ié n aq u í sus afirm aciones son am biguas y n o p erm ite n u n a in terp reta ,
ción univoca. En su análisis de L a guerra civil en Francia (p rim er esbozo),
p o r ejem plo, dice que " la C om una era u n a revolución con tra el estado mismo,
con tra este abo rto so b ren atu ra l de la sociedad; era u n a recuperación d e la
p ro p ia v ida social d el p u eb lo p o r el p u eblo y p a ra el p u eb lo ".51 Pocos años
después, en cam bio, en su Crítica al program a de G otha, M arx plan tea la pre
g u n ta p o r "el estado fu tu ro d e la sociedad com unista’*.62 En u n caso pareciera
p o stu la r la abolición d e todo tipo de estado, en el o tro, la construcción de u n
nuev o estado.
La reflexión de M arx tropieza con algunas de las d ificultades ya m enciona
das. En p rim er lugar, la distinción en tre el a p a ra to estatal y la form a de
estado. M arx critica al P rogram a de G o th a po rq u e sólo entiend e po r estado
"la m á qu ina de gobierno o el estado en cuanto, p o r efecto de la división del
tra b ajo , form a u n organism o p ropio, sep arado de la sociedad1'.53 Esta fórm ula
—si bien , im p u tán d o lo al P artid o O b rero A lem án— hace eq u iv aler el estado
en cu a n to organism o escindido de la sociedad y la m á q u in a gu bern am ental.
La confusión no es ajen a al mism o M arx, com o ya señalamos. ¿Q ué significa
entonces el po stulado de "convertir al estado de órg ano q u e está p o r encim a de
la sociedad en un órgano com pletam ente su b o rd in ad o a ella”?54
L a in terp retació n pu ed e p a rtir de la C o m un a d e París, q u e p or vez prim era
y co ncretam ente p la n tea la cuestión del estado fu tu ro . L a p rim era lección, q ue
M arx ex trae de aqu ella experiencia, es q u e "la clase obrera n o p u ed e lim itarse
sim plem ente a to m ar posesión dc la m á q uin a del estado tal y com o está y ser
virse dc ella p ara sus propios fines’’.55 L a destrucción del viejo a p a ra to estatal
d aría lu g ar a u n gobierno ejecutivo, sim ple com isionado d e la asociación de
todos los trabajadores y, por consiguiente, su bo rdin ado al desarro llo de la so
ciedad. E llo significa, en segundo lugar, la recuperación del p od er del estado
p o r parte dc la sociedad como su fuerza prop ia. "E l régim en de la C om una,
h ab ría d ev uelto al organism o social todas las fuerzas q u e hasta entonces venía
absorbien d o el estado parásito".5® Este "antago nism o en tre la C om una y el
poder del estado" se refiere a la m á q u in a del estado. "M ien tras q u e los órg a
nos p u ram en te represivos del viejo p o d er estatal h ab ían de ser am putados, sus
funciones legítim as h ab ían dc ser arrancad as a u n a a u to rid a d q u e u surp aba
u n a posición p reem inente sobre la sociedad m ism a, p ara restitu irla a los servi
dores responsables de esta sociedad”.57 M arx n o especifica cuáles serían las
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102 NORBERT LECHNER
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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO IOS
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104 NORBF.RT LFCHNER
N. Robbio et al., op. cit., y también ^ Loizu, Las nuevas vías al socialismo, Barcelona,
Avance. 1977.
W Marx-Engcls, Obras escogidas, cit., L 11, p. 341.
Ibid., p. 351.
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APARATO DE 1STADO Y FORMA DE ESTADO 10 5
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106 NORBFJtT LF.CIINEk
V II. c o n c l u s i ó n
Ibid., p . -U3.
72 A. Wcllmer, op. cit.
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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO 107
res libres e iguales, o sea la form a de gen eralidad po r hacer, aparece como
u na socialización precon stituida en y p o r el progreso económico-tecnológico
del capitalism o. Es decir, el “ hom bre socializado” d e M arx opera com o un a
razón objetiva sim ilar a la "m an o invisible" de Sm ith o la "v o lu n tad gen eral"
d e Rousseau. S uponiendo una identidad de intereses prefijada, ev itan in terro
garse acerca de su constitución histórica. Las relaciones de p o d er (cómo son
g eneradas y qu é producen) no son tematizadas.
La ausencia d e toda referencia a u n a sociedad d iv id id a y, p o r ende, a la
política en la reflexión de M arx sobre la sociedad fu tu ra condiciona el poste
rio r p ensam iento socialista y dificulta el actual deb ate sobre socialismo y d e
mocracia. E n co ntra de un enfoque reduccionista falta recup erar prim ero un
concepto dc lo político a fin dc po der p roblem atizar la dem ocracia.
L a em ancipación social im plica, desde luego, el control de la sociedad sobre
sus condiciones de vida. Esta disposición de la sociedad sobre sí m ism a es a la
ve/, más y menos qu e un control sobre “ el intercam bio de m aterias con la n atu .
raleza". Es m ás en cu a n to im plicaría toda la producción y reproducción de
la sociedad p or ella mism a, sin lim itar esta autop rod ucción social a la produc
ción económ ica. Es menos en cuanto im plicaría una disposición sobre los ho m
bres p articulares; la p articu larid ad ind iv id ual n o puede ser regulada a la m a
n era d e una planificación económ ica. La autod eterm inació n de la sociedad
sobre su d esarrollo no puede significar la abolición dc la diversidad social
sino, po r el contrario, su realización plena. Y esta diversidad exige la política,
o sea la d eterm inación (conflictiva) de un referente trascendental p or m edio
d el cual los hom bres pueden reconocerse unos a otros en su diversidad.
La necesidad d e tal m ediación se vuelve evidente en el razonam iento del
mism o M arx. De hecho, au n superadas las relaciones capitalistas d e producción,
seguirá subsistiendo u n “ reino de la necesidad". Es decir, h ab rá relaciones
m ercantiles y a u n q u e se tra te de u n a división v o lu n taria del tra b ajo no serán
relaciones sociales directas. M ientras exista u n "rein o de la necesidad" existe
u n a sociedad divid ida y toda división social im plica u n a m ediación. Es decir,
incluso si consideráram os solam ente las relaciones (no-capitalistas) de produc-
ción, u n m odo d e producción com unista, la falta d e relaciones sociales directas
exige u n a representación del tra b ajo colectivo.
l 'a l representación o m ediación de la sociedad consigo mism a no está vincu
lada lógicam ente a n in g u n a form a específica. H istóricam ente es la form a de
estado.
M i interpretación h a enfatizado, quizás exageradam ente, u n a línea red uc
cionista en el análisis de M arx p o rq u e estim o q u e ella da origen a la te n d en
cia, vigente hasta hoy, d e to m ar el ap a ra to de estado p o r el estado. P or o tra
p arte, es en M arx do n d e encontram os un a p rim era concepción de la form a
de estado. La anunciada "síntesis de la sociedad civil b ajo la form a de estado"
presenta el tem a a tra tar. Pienso qu e con el análisis del fetichism o M arx tam-
bién nos indica un cam ino p ara enfocarlo.
El m érito de M arx en su crítica a H egcl es h ab e r com prendido la idea de
estado com o u n a abstracción real, ev itan do caer en un m aterialism o vulgar. La
trascendencia no es "ab o lid a" sino analizada com o u n prod ucto social. La sub-
jetivación del estado no es u n a construcción idealista p ro p ia de Hegel; la in
108 NOKBEKT I.FCHNER
Co
APARATO DE KSTADO Y FORMA DE ESTADO 109
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11 0 NORBFRT I.f.CHNHR
división social p erm ite tem atizar la dem ocracia en un a sociedad socialista. Si
el socialism o no elim ina la división en la sociedad, entonces la m ediación
en tre " lo p a rtic u la r” y " lo general” se im pone com o u n a tarea central.
En tercer lugar, d eb o aclarar la "am p liació n ” del concepto de fetichism o.
M arx lo d esarrolla a p a rtir de las relaciones m ercantiles capitalistas, defin ien
d o la form a de m ercancía, del d in e ro y del cap ital. Establece adem ás u n a a n a
logía con la religión, q u e p o d ría extenderse al estado. C abe preguntarse, em
pero, si más q u e u n a sim ple analogía n o se tra ta de un fetichism o p ro piam en
te tal. E n efecto, presum o, sin poder arg u m en tar la hipótesis, q u e el fetichism o
es generado y se alza sobre el co n ju n to d e las relaciones sociales de producción
(en su sentido la to ) . H ab ría q u e d esarro llar esta proposición, tenien do en
cu e n ta especialm ente la creciente form alización d e las relaciones sociales. Me
parece q u e los rituales de la interacción (tal com o fueron estudiados p o r Sim-
mel y ah o ra p o r G offm an) son u n b u en cam po p ara analizar la supuesta exte-
riorización e independización del sen tido im plícito a la acción social. Si la co
m unicación social se rige por p autas form ales e im personales, que reduciendo
la com plejidad de la vida social nos p erm iten "a c tu a r”, sería porq ue la acción
com unicativa rem ite a u n significado fuera de ella. A la inversa, la actu al rebe
lión contra esas form alizaciones en n o m bre de la au ten ticid ad y de la in tim i
d ad conduciría, según R ichard S ennett, al ocaso del ho m bre público. Es decir,
así com o la diversidad de los hom bres particulares rem ite a pautas formales
d e com unicación (cierto "d en o m in ad o r com ún”), así estas reglas y " ap a rien
cias” rem iten a su vez a un sentido de orden q u e an im a el código form al.
Esta línea de investigación ha sido ab ierta p o r G ram sci en su crítica a l eco
nom icism o. G ram sci rechaza la identificación de estado y go bierno com o u n
plan teo corporativo-económ ico, q u e ve en la dom inación sólo su aspecto coer
citivo de im posición, igno ran do el consentim iento de los dom inados. El con.
s en tim ien to es, más q u e u n a disposición aním ica o u n a o p in ió n ideológica, un
ac tu ar práctico que se m anifiesta en el com portam iento cotidiano. "Las ex
presiones más fieles de la sociedad son —según G ram sci—, las reglas prácticas
d c conducta q u e los juristas llam an ‘ju ríd ica m en te indiferentes’, y cuya zona
cam bia con las épocas y con la extensión dc la intervención estatal en la vida
d e los ciudadanos.” 77 N o es posible com prender las actuales "reglas sociales
d c co nd u cta” sin h ab e r estudiado la transform ación secular de las redes y los
resortes de poder instalados a través d e un a p a ra to estatal centralizado. El
co m portam iento m oderno, rem plazando la fuerza física p or el cálculo y la ne
gociación, p o r el disim ulo, el engaño y la persuasión, supone cierta m onopoli
zación de la violencia. Si el p eligro en el cam ino ya n o es ser asaltado sino
atro p ellado, entonces los hom bres h an de d esarro llar otras capacidades. T ie n e
lugar una le n ta m utación psicológica, q u e transform a las pautas de interacción.
La acción g u bern am ental condiciona pues conductas y costum bres confor
mistas. Las form as de convivencia social así inducidas condicionan a su vez la
fo rm a dc estado. Ellas g eneran —a la m anera d e u n Sobre-Yo colectivo— los
significados y las norm as q u e encarnados bajo la form a d c estado definen lo
b u en o o lo m alo de la acción social, in clu id a la acción g ubernam ental.
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HEGEMONÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO
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HCCEMONÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO US
lím ites del a p a ra to estatal, u n a com prensión superficial d e ese concepto vigo
riza la concepción in stru m en talista del estado y la reducción del pod er al ap a
rato d c estado. U na lectura rigurosa de la arg um en tación con q u e se presenta
d ich o concepto exhibe, p o r el contrario, el pago p o r a d m itir un esquem a más
com prensivo del poder: la disolución del sistem a estatal. “Im p lícita en esta
concepción de los ‘aparato s ideológicos del estado’, subyace u n a concepción
del estado qu e cesa en teram en te de considerarlo com o u na in stitu ció n (es de
cir. com o u na estructura objetiva) [ . ..] el estado se reduce, sim plem ente, a
u n a cualidad q u e p en etra todos los niveles de u n a form ación social. Siguiendo
esta línea de razonam iento, asistimos a la disolución de la noción d e estado
com o estru ctu ra o bjetiva.” *
¿C uál p o d ría ser el criterio p ara d ecid ir en tre u n a definición estricta (algu
nos d irían estrecha) y u n a definición laxa (otros d iría n am p lia o integral)
del estado? ¿Q ué instituciones constituyen, pues, el sistem a estatal? U n a res
puesta in m ed iata fo rm u laría la definición sobre la base del carácter pú blico
o p rivado dc las instituciones e in c lu iría d e n tro del ap a ra to de estado sólo
aquellas q u e tienen carácter público. Sin em bargo, A lthusser (o sea, q u ie n
intro duce la noción “ aparatos ideológicos de estado") rechaza tal respuesta
en ta n to considera q u e la d istinción en tre lo pú blico y lo privado es in h e ren
te al d erecho burgués e inap licable al estado. “ El estado, q u e es el estado de la
clase d o m in an te, n o es n i púb lico ni privado, es, po r el co ntrario, la condición
d e toda distinción en tre público y priv ado .” En el m ism o pasaje A lthusser
ofrece u n segundo argum ento p ara rechazar tal respuesta in d icand o q u e n o
im p o rta si las instituciones denom inadas “ aparatos ideológicos de estado” son
p úblicas o privadas: “ lo q u e im porta es su funcionam iento. Las instituciones
privadas p ueden ‘fu n cio n ar’ perfectam ente com o ap arato s ideológicos de es
tad o”.* Este segundo argu m ento n o pasa dc ser u n a petición de p rin c ip io y el
p ro blem a gira, en definitiva, alrededor de lo señalado en el prim er argum ento.
Se puede aceptar la tesis de q u e el estado es condición de posibilidad p ara
diferenciar en tre lo público y lo privado, pero ello n o an u la, deb iera ser obvio,
la validez de tal distinción. P uede aceptarse inclusive q u e el estado posee la
facultad d e a lte ra r el estatu to ju ríd ic o de esas instituciones, volviendo p ú b li
cas las q u e h asta ese m om ento fuero n privadas o viceversa, pero ello no obliga
a su pon er inexistentes las fronteras del sistema estatal: cuand o más tales reco-
n ocim ientos obligan a ad m itir q ue el a p a ra to de estado 110 es algo d ad o dc una
vez p o r todas, form ado p a ra siem pre p o r u n n ú m e ro fijo de instituciones. En
cu a lq u ier caso, el concepto “aparato s ideológicos de estado” n o fue produ cido
p ara com b atir u n a idea supuestam ente estrecha del estado q u e lo reduce a su
n úcleo “ p ú b lico ”, sino p ara com batir u n a idea efectivam ente estrecha q u e lo
reduce a su fu nción com o ap a ra to de d om inación (represiva) política. N o
p o r n ad a A lthusser define los ap arato s ideológicos de estado p o r oposición al
“ap a ra to represivo d e estado”. L a receptivid ad m ostrada p o r muchos m arxis
tas an te esa conceptualización proviene de la sospecha cada vez más precisa
* Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista, España, Siglo XXI. 1978.
pp. 74-75.
* Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de estado”, en Escritos, Editorial Laia,
1974. p. 124.
114 CARU» PERKYRA
® Ibid, p. 72.
>o Nicos Poulantzas, op. cit., p. 37.
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H fC IM O N ÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO 117
social capitab'sta no perm ite n o p erar con u n esquem a b in a rio sim ple: algunas
de esas instituciones o cupan u n espacio fronterizo y oscilan entre su funciona-
ffliéfllfl éñ ¿1 iñl^FÍóP í k 1 SiSlérflá ésfátal y su actividad fuera J e ¿sle. E n cual
q u ie r caso, resulta m uy endeble u n esquem a conceptual q u e obliga a o m itir
aspectos destacados d e la realidad sociopolitica. Si se afirm a, p o r ejem plo, q u e
la Iglesia es u n a p a ra to ideológico de estado ta n to antes com o después d e la
separación en tre Iglesia y estado, entonces tal conceptualización im pone de
en tra d a posibilidades analíticas restringidas y resulta prácticam ente im posi
ble pensar gran cantidad de fenóm enos políticos concretos. D e igual m anera,
en cerrarse en el convencim iento d e q u e poco im po rta si los m edios d c com u
nicación son "públicos" (pertenecientes al sistem a estatal) o "p riv ado s” (ex
teriores a ese sistem a), equivale a ren u n ciar d e inicio a u n exam en serio del
com portam iento real de tales medios. En otros casos más, cu ando se afirm a, p or
ejem plo, q u e los organism os sindicales son aparatos de estado y se establece,
adem ás, q u e el estado es el estado de la clase d o m in an te, son todavía mayores
los elem entos de confusión introducidos, co ntrib uy end o a p ro p iciar u n a con
cepción jacob ina de la transform ación dc la sociedad capitalista p a ra la cual
esa transform ación se realiza por la actividad de u n a m in o ría organizada.
D ebe reconocerse q u e cu ando A lthusser explica la equivoca noción “a p a ra
tos ideológicos dc estado" señala u na diferencia im p o rtan te en tre éstos y lo qu e
él d en om ina ap a ra to represivo de estado. M ientras éste constituye u n sistema
organizado cuyos diversos com ponentes están centralizados bajo la u n id a d qu e
les confiere "la dirección dc los representantes de las clases en el p od er", aqué*
líos son m últiples, "relativam ente autónom os" y susceptibles d c ofrecer un
cam po de acción objetivo a la lucha de clases. A u n q u e n o hay n in g ú n esfuerzo
p a ra pensar si esta “ relativa au to n o m ía" sugiere algo respecto a la relación
en tre estos ap aratos y el sistem a estatal, al m enos sí q u ed a indicado q u e “ la
resistencia de las clases explotadas p ued e en c o n trar en ellos el m edio y la oca
sión de hacer oír su voz, sea utilizand o las contradicciones existentes en su in te
rior. sea co n quistan do p or la lucha puestos de com bate en ellos".11
Esta indicación, sin em bargo, no tien e fuerza suficiente p ara evitar la sim
plificación básica e inadm isible del texto, en to rn o a la cual gira el sentido
fu n d am en tal de la teoría de los aparatos ideológicos, derivad a dc la idea dc
q u e el funcio n am iento de estas instituciones está decidido p o r la intervención
en ellas de la ideología do m inante, es decir, “ la ideología de la clase d o m in an te
q u e d eten ta el p o d er d el estado". T a l vez se aprecia m ejor hasta q u é grad o se
tra ta de u n a sim plificación, si se recuerda q u e la lista em pírica d e dichos
ap arato s pro puesta en el texto dc A lthusser incluye el sistema de las diferentes
iglesias, centros de enseñanza, el sistem a político con los diversos partidos, o r
ganism os d e inform ación y cu ltu ra, ;el a p a ra to sindical!, etc. La sim plificación
dc todo el p la n team ien to según el cual la clase d o m in an te d e te n ta el poder
de estado y, en esa m edida, es su ideología la q ue se realiza en los aparatos
ideológicos dc estado surge de la confusión señalada po r M ilib an d en tre el
p o d er de clase y el pod er de estado, a la que se v in cu lan otras confusiones
en tre clase d o m in an te y grup o gobernan te, ideología d e la clase d o m in an te
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118 CA R IA S PEREVRA
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HEGEMONÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO 119
de las clases sociales y de la dom inación dc clase. Éste es, po r excelencia, el
papel de ciertos ap aratos q u e pertenecen a la esfera del estado y h a n sido
designados com o aparatos ideológicos de estado, lo m ism o si p ertenecen al
estado q u e si conservan u n carácter ju ríd ic o ‘privad o’. . . '\ H
Esta descripción de la m anera en q u e la clase d o m in an te refuncionaliza el
co m po rtam iento de las instituciones de la sociedad civil n o pued e o cu ltar el
hecho de q u e n o se tra ta, necesariam ente, de instituciones creadas p ara rep ro
d u cir el sistema de dom inación. En rigor, la expresión “ ap arato s ideológicos”
d ebe ser desagregada p o rq u e e n ella se entrem ezclan instituciones de diversa
índole. A lgunas de ellas (ciertos partido s políticos y organism os patronales,
p o r ejem plo) no tien en más tarea, en efecto, que la d e preservar el sistema de
d o m inación. O tras instituciones (ciertos m edios privados d c com unicación, por
ejem plo) enm ascaran con u n a p reten d id a función social su inten cio nalidad
ideológica precisa. O tros (iglesias, escuelas, centros culturales) están allí por
necesidades in eludibles de la conform ación social y jam ás poseen un a estruc
tu ra m onolítica: la clase d o m in an te p rocura utilizarlos, p ero ello n o cancela
la po sibilidad de que su funcio nam iento p ro p io se articu le a las contra-ideo
logías de las clases su balternas. F inalm en te, hay instituciones de la sociedad
civil (sindicatos y ciertos partid os políticos, p. ej.) cuyo fu ncion am ien to es ten-
d encialm en te revolucionario e inasim ilable p ara c! sistem a d e dom inación.
El fun cio nam ien to m ism o de las relaciones capitalistas de p ro d u cció n , con
d icio n a la am p lia desproporción en la presencia q ue las diferentes clases tien en
en los aparatos ideológicos de la sociedad civil. E l m a n ten im ien to del pod er
d e clase supone no sólo la estrecha articulació n d e la clase d o m in an te con el
pod er de estado, sino tam bién el p red om in io d e aq u é lla en las instituciones
d e la sociedad civil. La m ayor p a rte dc las significaciones producidas en tales
ap aratos ideológicos tienden a consolidar la dom inación de clase y a desorga
nizar tod o lo q u e a p u n ta hacia u n a nueva estructu ración social. N in g u n a clase
p u ed e conservar su po der dc m an era d u rad era sólo p or la vía de s u b o rd in ar al
p o d er de estado si n o im pone, a la vez, su hegem onía en los ap arato s ideoló
gicos. E n cu a lq u ier caso, la atención exclusiva a los fenóm enos d e dom inación
ideológica im pide ver q u e esos organism os d o n d e se conform a la hegem onía
de una clase son tam bién el ám b ito d el conflicto de clases y, com o consecuen.
cia, el lug ar dc constitución de las clases subalternas.
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120 CARLOS FFRF.VRA
xista) d e esa d ifu n d id a tendencia. N o ocurre lo m ism o, sin em bargo, con o tra
form a ig ualm ente sim plificadora del reduccionism o según la cual los ap aratos
políticos e ideológicos aparecen com o in strum en to s de clases ya dadas, previa
m en te existentes. Se tra ta, pues, d e u n a concepción in stru m en talista q u e ve en
las entid ad es ideológicas y políticas "expresiones” d e las clases, es decir, de
sujetos o rigin ariam ente dados. La reacción co n tra esta form a dc reduccionism o
es todavía insuficiente: p ara cuestion ar esta reducción dc la realidad sociopolí-
tica a u n su jeto existente en y p o r sí m ism o, h ab ría q u e p roblem atizar la ¡dea
d e q u e quienes p articip an en las relaciones políticas son los agentes mismos (en
cu a n to tales) dc las relaciones de producción o, p ara fo rm u larlo de o tra m ane
ra, p ro blem atizar la idea de q u e el su jeto de la revolución es la clase o b rera ya
conform ada de u n a vez p o r todas com o tal.
Se vuelve im prescindible concebir la sociedad com o un sistem a hegem ónico
y la lu ch a dc clases como u n com bate p o r el p o d er (no sólo p or el p od er p o lí
tico condensado en el estado, sino tam bién p o r la hegem onía en la sociedad
c iv il), p a ra colocarse en la ru ta del antirreduccionism o. En efecto, com o ha
sido señalado, "el concepto de ‘hegem onía’ [ . . . ] ab re el cam ino p ara q u e la
teoría m arxista logre su p erar el reduccionism o d e clase. La gran originalidad
d c G ram sci n o reside ta n to en su insistencia en la im po rtancia de las super
estru ctu ras en la d eterm inación de los procesos históricos —otros teóricos,
com o Lukács, h ab ían ya insistido en este p u n to — com o en su esfuerzo po r su
p erar al mism o tiem po el cconoraicism o y el reduccionism o d e clase”.14 Este
reduccionism o im plica dos errores: a] la creencia de q u e todo elem ento ideo
lógico y todo organism o p olítico pertenece d e m an era inequívoca a u na clase;
bj la creencia dc q u e hay id e n tid a d en tre los agentes de las relaciones d e p ro
d ucción y los agentes d e las relaciones políticas. A m bas creencias se apoyan,
en d efin itiv a en el supuesto tam bién errón eo d e q u e el p ro le taria d o es un
sujeto constituido previam ente a su lu cha en los aparato s ideológicos d e la
sociedad civil p o r la hegem onía.
V arios resultados lam entables derivan d c ese supuesto y creencias falsas: la
reiterad a subestim ación en el discurso m arxista d e valores dem ocráticos, popu.
lares y nacionales asim ilados a la ideología burguesa com o si el esfuerzo d e ésta
p o r a rticu lar tales valores cancelara toda po sibilidad de su integración en la
ideología proletaria. Así, por ejem plo, se sostiene a veces q u e los "intereses
nacionales" n o pasan de ser u n a abstracción utilizada p ara en m ascarar los inte
reses particulares definidos de la clase d o m in ante. Sin d u d a, los ap aratos qu e
m aterializan el po der de clase (y, en b u en a m edida, tam bién los ap arato s esta
tales q u e m aterializan el p o d er d e estado) realizan un esfuerzo persistente para
lograr la identificación intereses nacionales-intereses de la clase d o m in ante. Sin
em bargo, el hecho d e q u e los intereses p articu lares de la clase d o m in an te im po
n en un co ntenid o tam b ién p a rtic u la r a esos intereses nacionales, lejos d e condu
cir a las clases subalternas a separarse de éstos (o a n eg ar su ex isten cia), las
com prom ete con un proyecto ten d ien te a insertarlos en o tra perspectiva de
clase.
Si, com o se d ijo antes, los agentes inscritos e n las relaciones de producción
Co
lUT.FMONÍA Y APARATOS IDtOLÓCICOS DE ESTADO 125
están presentes en las estructuras actuales del tra b ajo y de la vida en general,
en el capitalism o com o form ación social. Las m anifestaciones d e esta batalla
son in fin ita m en te diversas” .1®
N o se tra ta , por supuesto, de p la n tear u n a falsa disyuntiva en tre “el p a rtid o ”
y otras form as m ediante las cuales los agentes sociales particip an en las rela
ciones políticas, pero si de ad m itir q u e n ad a g arantiza q ue el p artid o sea u n
canal p o r el cual transcurre la iniciativa de las clases dom inadas y no un centro
d e en torpecim iento de esta iniciativa. U na p osibilidad de ento rpecim iento
tiene su origen en la idea de qu e los organism os d e la sociedad civil son meros
aparatos ideológicos de estado y que, p o r tan to , el p artid o es vehículo p riv ile
g iado (prácticam ente tínico) p ara la acción de las masas. N o hace falta llegar
a este esquem a extrem o p ara q u e la relación en tre p artid o y sindicatos, po r
ejem plo, y, en general, en tre p a rtid o y organism os sociales sea más u n a relación
tensa y conflictiva q u e dc fluidez y com plem entariedad. D ado q u e el reduccio-
nism o parte del supuesto según el cual el sujeto revolucion ario es aq uel qu e
actúa conform e a u n a ideología revolucionaria concebida, a su vez, com o u n
sistem a d c verdades ya conocidas q u e tienen su origen en el discurso teórico
d el m arxism o y poco o n ad a d ependen de las vicisitudes propias de la lucha
concreta de clases y sus rasgos específicos en cada sociedad, n o puede ex tra ñ a r
la tendencia, más o menos sólida en d istintos países, a concebir la relación
en tre p a rtid o y organism os sociales en térm inos de m an ipulación y control.
N ad a difícil es, p or desgracia, en c o n trar en todos lados ejem plos de m ovi
m ientos sociales (y de instancias orgánicas en las q u e cristalizó ese m ovim iento)
q ue, lejos de h ab e r sido im pulsados p o r los p artidos “d e ” la clase obrera, fue
ro n , p o r el contrario, ignorados o inclusive saboteados toda vez q u e n o respon
d ía n al esquem a abstracto d e u n sujeto revolucionario d u eñ o de u n a ideología
igualm ente revolucionaria. E l problem a n o radica, com o dc m odo alarm an te
tan tas veces se cree, en la vo lu n tad y personalidad de los dirigentes, sino preci
sam ente en ese supuesto originario. C oncebir la lucha de clases desde la pers
p ectiva analítica ab ierta por el concepto fu nd am ental de “hegem onía” obliga
a p a rtir del supuesto con trario : no hay más su jeto revolucionario q u e el consti
tu id o progresivam ente en el transcurso de la confrontación social n i más ideo-
logia revolucionaria que la form ada e n este m ism o proceso sobre la base, en
efecto, del ap o rte discursivo del m arxism o e in teg ran d o los elem entos ideoló
gicos nacionales y populares propios de cada histo ria particular.
El reduccionism o n o puede ev itar desem bocar en posturas vanguardistas (o,
al revés, el vanguardism o resulta de esquem as reduccionistas) : n o obstante
p a rtir del supuesto de que to do elem ento ideológico y to do organism o po lítico
perten ecen de m anera inequívoca a u n a clase, su incapacidad p ara descubrir
en las luchas sociales el proceso de constitución d e sujeto e ideología revolu
cionarios, lo conduce a ratifica r su creencia en la id entidad entre los agentes
d e las relaciones de producción y los agentes de las relaciones políticas, p ero
esta vez, sin d u d a, p a ra hacer p asar a u n a fracción ex tern a a la clase com o su
com ponente más m aduro: de esta m an era la revolución n o es u n proceso gene
rad o en el seno mism o de las luchas sociales, sino la conquista lograda po r la
Co
124 CARLOS PEREYRA
vang u ard ia en u n a "jo rn a d a decisiva". Esta idea jaco bina nace de la escisión
en tre tem a del po der político con centrado en el a p a ra to de estado y cam bio
en la relació n de fuerzas sociales m edian te la progresiva construcción de u n
nuevo sistem a hegem ónico. El proyecto histórico socialista n o puede prescin
d ir de n in g u n o de estos dos m om entos, el segundo de los cuales d eterm in a la
p osib ilid ad y perspectivas posteriores del prim ero.
L a p rop ia in clinación a concebir la revolución no com o proceso social sino
com o aco n tecim iento discreto que irru m p e desde afuera en la c o n tin u id a d dc
la vida social suscita la equívoca disyuntiva "reform a o revolución". E n el
co n tex to latinoam ericano la discusión en to rn o a este asun to se desenvuelve
a veces en form a lineal y sim plista com o si se tra ta ra de fenóm enos excluyentes.
Asi concebida, tal disyuntiva n o pasa d e ser u na dicotom ía form al caren te de
significación: "la lucha p o r las reform as en u n régim en dem ocrático-burgués
nu n ca se tom ó en el m arxism o clásico com o algo in com patible con el avance
d e las m etas y los objetivos revolucionarios. Al con trario , esa lu d ia es u n a p arte
esencial d e la tradición m arxista".17
E n la m edida, sin em bargo, en q u e el vanguardism o ha angostado el signifi
cado del concepto "reform ism o" h asta volverlo m ero ind icado r de la confianza
ingenua en la p a u la tin a transform ación de la sociedad capitalista a través de
sucesivas reform as graduales, se p ie rd e toda p osibilidad de ad m itir el refo r
m ism o revolucionario, es decir, se vuelve im posible concebir la revolución como
un proceso social en el q u e la lucha de clases alred ed o r d e reform as específicas
co nd u ce a m odificaciones en la relación de fuerzas sociales m ed ian te la articu
lación del p ro le taria d o y las dem ás clases y grupos sociales excluidos d el poder.
E n el proceso revolu cionario el sistem a de dom in ació n es erosionado y fin a l
m ente d estru id o po r este bloque social organizado en m uchos frentes y no sólo
p o r su "expresión" p artid aria . Los supuestos del red u ed o n ism o sólo consiguen
exacerbar el problem a del “sus ti m ism o" y, en d efin itiv a, ju e g an co ntra la d i
n ám ica tend encialm ente socialista de la histo ria contem poránea.
n id ., p. 202.
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HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA
Los recientes estudios sobre la crisis actu al del capitalism o lian puesto en evi
d encia el carácter com plejo de esta crisis, q u e n o puede ser reducida a una
crisis económ ica, ya q u e es tam bién crisis p olítica y crisis ideológica. Esto se
explica p or el hecho d e que, dadas las características d e la fase actual del capi
talism o m onopolista, con la intervenció n creciente del estado a todos los nive
les d e la reproducción social, h ay u n a interpen etració n cada vez m ayor en tre
econom ía y política y se vuelve im posible m a n ten er la d istinción tradicional
e n tre estado y sociedad civil. Es po r esta razón q u e al referim o s a la crisis actual
podem os h a b la r d c "crisis d e la sociedad”, de "crisis d el estado" o de "crisis
d e h egem onía”.
C on el fin d e c o n trib u ir a d ilu cid a r el aspecto ideológico de la crisis del
capitalism o, nos proponem os reflexionar aq u í sobre las relaciones en tre estado
e ideología y sobre la m anera com o h a n sido teorizadas recientem ente por
ciertas co rrien tes del pensam iento m arxista en F rancia y en Ita lia . Esta elab o
ración en curso de u n a teoría m arxista del estado q u e se pro po ne su p erar la
concepción m arxista trad icio nal, q u e redu cía el estado a u n sim ple in stru m en
to d e coerción en m anos d e la clase do m in ante, se inscribe necesariam ente (ex
p lícitam en te o no) en el cam po de reflexión ab ierto p o r A n to n io Gram sci. En
efecto, com o lo ha dem ostrado C hristine Buci-G lucksm ann,1 él fue el prim ero en
cuestio n ar la problem ática econom icista e instru m en tal del estado.
1.a reflexión gram sciana sobre el estado se articula alred edo r d el concepto
ele hegem onía y dc la noción del estado integral, y estos conceptos nos servirán
d e h ilo co n d u cto r en nu estro análisis d e las relaciones en tre estado e ideología.
In ten tarem o s m ostrar q u e las diferentes m aneras d c concebir la hegem onía
im plican problem áticas diferentes d e la ideología y de su papel en u na form a
ción social, lo cual tiene consecuencias m uy im po rtantes en lo concerniente
a la naturaleza de la lu d ia ideológica y al papel q u e hay q u e a trib u ir a esta
ú ltim a cu la transición al socialismo.
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126 CIIANTAL MOUFFE
3 Ib id . p. 130.
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h e g e m o n ía , p o l ít i c a e id e o l o g í a 127
Co
128 C H A N T A L M O U FF E
d ría realizarse pues la ideología d o m inad a y cóm o po d ría ella vencer la ideo
logía d o m in an te antes de la tom a del poder? Y como, según él, u n a clase sólo
p u ed e volverse hegem ónica después de la tom a del po der de estado, ¿cuál es
d e todas m aneras el papel asignado a la lucha ideológica en el proceso de
transición al socialismo? Parece en efecto q u e el verdad ero com bate se presenta
en o tra p arte y q u e la lucha ideológica te n d rá lu gar en los a i e solam ente apos-
terio ri, p ara e x tirp a r lo q u e q ueda del p od er d e la an tig u a clase d om inante.
P ero si el papel de los a i e es precisam ente crear “ buenos sujetos" q u e acepten
sin re fu n fu ñ ar sus condiciones d e existencia, ¿cómo im aginar q u e pu ed an ser
creados suficientes "m alos sujetos” p ara hacer u n a revolución triu nfan te? Son
éstas toda u n a serie de pregu ntas q u e n o pu ed en ten er respuesta d en tro de la
p roblem ática althusseriana.
En realidad, a pesar de su rep etid a insistencia sobre la au to n o m ía relativa
de la ideología y su eficacia propia, A lthusser no logra liberarse com pletam ente
de la problem ática econom icista d e la ideología p o rq u e q u ed a prisionero de
u n o de sus aspectos: el reduccionism o de clase.8 Éste está en el origen de todas
las contradicciones en las que forcejea A lthusser y q u e le im piden desarro llar el
c o n ju n to d e potencialidades d e su aportación , ind iscutiblem ente im p ortante,
a la teoría m arxista d e la ideología.
C on el fin d e p ro b ar nuestra tesis retom arem os el análisis q ue hace A lthusser
de los a i e y de su unidad. H em os visto que, según él, la u n id a d de esos aparatos
ideológicos proviene del hecho de q u e fu ncionan m ediante la ideología dom i
n an te. ¿Pero de dónde proviene esta ideología d o m in an te y sobre q u é descansa
su unidad? A lthusser responde a esto q u e la ideología d o m in an te se realiza
en los a i e , p ero q u e "viene de o tro lado*'.7 Esto supone pues q u e la ideología
es la expresión de los intereses de esta clase en ta n to q u e clase, es decir, la
reflexión a nivel ideológico de u n a cierta posición en las relaciones de p ro
ducción a nivel económico. A hora bien, ju stam en te A lthusser, al re fu ta r reite
radam en te la concepción de la ideología como reflexión deform ada de la rea
lid ad social en la conciencia ha criticado im p lícitam en te u n a concepción seme
ja n te .8 P ero afirm ar p o r u n a p arte q u e la ideología realizada en los a i e es la
ideología de la clase do m inante, y p o r o tra parte q u e esta ideología viene de
o tro lado, im plica q u e proviene de esta clase en ta n to q u e clase y d e sus condi
ciones de existencia, y conduce necesariam ente a concebir la ideología d e una
clase com o u n sistem a de representaciones q u e son determ inad as p o r su posi
ción a nivel económ ico y los intereses q u e d e esa posición derivan.® Se m antie-
t por "rcduccionismo de dase" entenderemos aquí, siguiendo la posición expuesta por Er
nesto Laclau en tu libro PolitUa e ideología en la teoría rnarxiita, México. Siglo XXI, 19/8,
una concepción que puede resumirse en las itcs te\is siguiente*: a] todo sujeto es un sujeto
de clase; b] cada clase potce su ideología paradigmática: c] todo elemento ideológico tiene
una necesaria pertenencia de clase.
7 L. Althusser. op. cit., p. 138.
8 Véase la segunda parte del artículo lohre los a i e titulada “A propósito de la ideología”.
Althusser desarrolla en ella una serie de tesis que constituyen una indiscutible aportación
a la teoría marxista de la ideología. Si no las discutimos aquí es porque lo que nos interesa
en el marco de este artículo ton las limitaciones de Althusser en su concepción de los apara
tos ideológicos del estado.
o Al respecto coincidimos con la crítica de Paul Hirst en su articulo "Althusser and the
theory oí ideologv". Economy and Society, vol. 5. núm. 4. Londres.
HF.CEMONÍA, POLÍTICA E IOEOLOCÍA 1 29
M uchas veces ha sido afirm ad o que es en su artícu lo sobre los ap arato s ideoló
gicos de estado do nd e más se acerca A lthusser a la problem ática gram sciana. Y
en efecto, com o lo hem os visto, u n a p rim era lectura p o dría hacer creer en u n a
serie d e convergencias. P ero éstas son en gran p a rte ilusorias p uesto q u e si bien
es in d u d a b le q ue, p o r la fu nción práctico-social q u e atrib u y e a la ideología,
A lthusser está más cerca de G ram sci e n este artícu lo q u e en sus trabajos don de
o p o n ía la ideología a la ciencia, esto n o debe o cu ltar las p rofu nd as divergencias
que existen en tre am bas concepciones. E n efecto, ah í do n d e tropieza A lthusser,
el obstáculo q u e n o logra vencer —el reduccionism o d e clase— ah í se en c u en tra
ju stam ente el p u n to fuerte d e G ram sci, q u e fue el p rim er m arx ista q u e esta-
130 CHANTA!. MOUFFK
lt* C . Mouffc, Hcgemnuy and idrol«>gy in Ctratnsci, reyrarclt in ffolitical economy, USA, JA V
Press. 1978, vol. ii. m o ñ u d o en C. Mouffc (comp.), Giamsci and marxi.il theory. Londres,
Kontledge :iml Kcyi-m Paul. 1979.
ll Todas las referencias a los Cuadernos de la cárcel se basan en la «.ilición critica publica
da por Valentino (•err.ilana, Antonio Gramsci. (¿nadani del cartere, i-iv, T urín, Finan-
di !U?f>. A parlir de ahora esla «lición se indican! corno qc; qc: i. p. 1330.
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iirr.F.M O N fA, p o l í t i c a r. iD ro L cr.ÍA 131
12 qc ii, p. 1236.
1* QC II, p. 1058.
>« Por ejemplo la reciente interpretación tic Perry Anderson, "Las antinomias de Antonio
Gramsci". en Cuadernos Políticos, núm. 13. México, e r a , julio-septiembre de 1977.
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152 CHANTAL MOUFFT.
I I I . E L ESTADO INTEG RA L
i f q c i i , p . 810 .
18 QC II. p . 764.
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134 CHANTAL MOVFFR
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HEGEMONÍA, POLÍTICA E 1DEOLOCÍA 135
ción de esta noción d e estado integral. En efecto, éste es aq uel estado que
superó la fase económ ico-corporativa y q u e se p la n tea com o organizador de un
v erdadero blo que histórico m edian te la creación de u na u n id a d in telectu al y
m oral. N o era ése el caso del estado an tig u o o m edieval que según Gram sci,
eran “u n bloq ue m ecánico de g rupos sociales y frecuentem ente de razas d iver
sas: d en tro del círculo de la com prensión político-m ilitar, q u e se ejercía en
form a agu d a sólo en ciertos m om entos, los g rupos su balterno s ten ían u n a vida
p rop ia, en sí, instituciones propias, etc." -- Se tra ta pues ún icam ente del estado
m oderno, el cual “sustituye al bloq ue m ecánico de los grupos sociales una
subordin ació n suya a la hegem onía activa d el g ru p o d irigente y d o m in an te”.23
De este modo, G ram sci señala cóm o, a diferencia de las otras clases do m in antes
q u e te n ían una concepción de castas cerradas, " la clase burguesa se po ne a si
m ism a com o un organism o en c o n tin u o m ovim iento, capaz de absorber toda
la sociedad, asim ilándola a su nivel cu ltu ral y económ ico; toda la función del
estado es transform ada: el estado se convierte en 'edu cado r', e tc ." 21 Precisa
m en te p ara caracterizar esta actividad ed ucativ a y m oral del estado burgués
Hegel h ab ía forjad o la noción de “estado ético", p ero ella adolecía del mism o
defecto q u e la noción crociana de lo “ético-político": la elim inación de la lucha
de clases de la historia.
La concepción del estado integral se refiere pues en verdad a u n a a m p lia
ción del estado. C onsistente en prim er lugar en u na am pliación d e sus funcio-
nes, puesto q ue hay q u e reconocerle al estado m oderno u n pap el positivo de
educador. Evidentem ente esta educación n o es n eu tra ya q u e corresponde al
ejercicio de la hegem onía burguesa y adem ás sirve p ara rep rod ucirla. P ero
sería u n e rro r concluir p o r esa razón q u e consiste ú nicam en te en in cu lcar la
ideología burguesa y que p o r lo mism o constituye u n sim ple fenóm eno de “ vio
lencia sim bólica” . Con relación a este aspecto podem os observar lo im p ortan te
q u e resu lta p ara poder com prender el v erdadero alcance d e la noción de estado
integral h a b e r captado su concepción d e la hegem onía com o establecim iento
de u n p rin c ip io articu lad o r de los elem entos ideológicos fun dam entales d e u na
sociedad y no com o im posición de la ideología d e clase de la clase dom inante.
I-a noción de estado integral im plica u n segundo aspecto de la am pliación
del estado, el de sus bases sociales. E n efecto, a través d e la hegem onía se
establece u n a relación com pleja en tre u n a clase fu n d am en tal y los otros g ru
pos sociales q u e form arán parte d el sistem a hegem ónico. P ara p o d er devenir
hegem ónica u n a clase debe ser capaz de su p erar la fase económ ico-corporativa:
''ev id en tem ente el hecho de la hegem onía p resupone q u e h a n te n id o en cuenta
los intereses y las tendencias de los reagru pam iento s sobre los cuales la hege
m onía es ejercida, q u e se form e u n cierto eq u ilib rio , es decir, q u e el reagru-
p am iento hegem ónico realice los sacrificios de ord en económ ico-corporativo”.25
I-as consecuencias en lo q u e concierne al estado son, según G ram sci, las si
guientes:
“ E l estado es concebido com o organism o p ro p io de un gru po , d estinado a
22 qc l u . p . 22H7.
23 q c III, ib id .
21 qc ii. p . í>37.
25 QC p . 461.
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136 CHA NTAI. MOUFFE
2« q c n i , p. 1584.
27 QC i , p . 4 6 4 .
28 L. Paggi, "La teoría general del marxismo en Gramsci", en Antonio Gramsci, Escritos
políticos (¡917-193}). Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 54. México, 1981, pp. 15-81.
» q c i i . p . 1355.
HEGEMONÍA, r o L fr lC A E IDEOLOCÍA 157
po lític a com o articulación en tre los intereses de una clase fu n d am en tal y los
de otros g rupos sociales en la form ación d e u n a v o lu n tad colectiva nacional-
p o p u la r. G racias a esta concepción, G ram sci pu do d a r u n a respuesta n o revi
sionista al p rob lem a q u e se les presentó a los teóricos m arxistas cuand o fue
ev id ente q ue, co n trariam en te a las previsiones d e M arx, no h ab ría u n a prole-
tarización creciente de la sociedad sino, p o r el co ntrario, u n d esarrollo d e los
sectores interm edios. B ernstein fue u n o de los prim eros en ca p tar la im p or
tan cia de esta cuestión y en insistir sobre la necesidad de q u e la clase obrera
estableciera relaciones políticas con los dem ás g rupos p ara q u e el p a rtid o del
p ro le taria d o se to rn a ra el p a rtid o de todos los descontentos. P ero p ara B ern
stein u n a estrategia sem ejante im plicaba el ab a n d o n o del m arxism o, afirm a
ción q u e G ram sci refu ta: segón él basta con d esarrollar el m arxism o m edian te
la elaboración de la teoría de la hegem onía.
En segundo lugar la hegem onía im plica la superación d e la concepción es
trecha de la política com o actividad localizada únicam en te en la sociedad
p olítica y q u e siem pre puede ser más o m enos asim ilada a u n a actividad de
d om inación. P ara G ram sci se tra ta de recu p e rar o tro aspecto de la política
(qu e se en co n trab a en el joven M arx pero q ue posterio rm ente desapareció de
la teoría m arxista p o r las desviaciones econom icistas), su aspecto d e “ política
en el sentid o p ro fu nd o, com o c o n ju n to de las relaciones h um anas en su estruc
tu ra real, social, en su p od er de fabricación d el m u n d o ”.30 La po lítica ad q u ie
re en G ram sci u n a dim ensión de univ ersalidad ya q u e a través d e la dirección
in tele ctu al y m oral se crea u n a v o lu n tad colectiva y ello req u iere la elab o ra
ción d e u n a ideología orgánica, de u n a visión del m undo. E n el m arco de tal
concepción de la política podem os co m p rend er el v erdadero sentido d e la
ecuación q u e G ram sci establece en tre ideología, filosofía y política. Nos encon
tram os m uy lejos de u n politicism o vulgar, q u e red u ciría la filosofía a la ex
presión de intereses económ icos, ya q u e n o se tra ta d e u n a reducción de la
filosofía a la p olítica, sino de u n enriq uecim ien to de la política, la cual ad
q u ie re un carácter filosófico, u n ca rácter de universalidad. E n efecto, la p o lí
tica n o es sim plem ente lucha p o r el pod er en el in te rio r eje instituciones dadas,
o lucha p o r d e stru ir esas instituciones; es tam bién "lu c h a p o r la transform a
ción de la relación d e la sociedad con sus instituciones".31 D e lo cual se deriva
su dim ensión em in en tem ente constructiva q u e se expresa en la lu d ia p o r la
hegem onía a través de la creación de una nueva definición de la realidad, de
la transform ación del sentido com ún y d e la form ación d e nuevos "sujetos".
Esta concepción am pliada d e la política tiene consecuencias m uy im p o rtan
tes e n lo co ncerniente a la m anera com o G ram sci considera el pro blem a de la
c u ltu ra y la relació n de la clase o brera con la cu ltu ra burguesa, alejado com o
está d e la distinción sectaria en tre c u ltu ra burguesa y c u ltu ra proletaria. P or
el contrario, reto m an do u n a idea de Engels afirm a q u e "el p ro le taria d o debe
hacerse el hered ero d e la filosofía clásica alem an a" y q u e la filosofía de la
praxis d ebe ser capaz de crear “ u n a n ueva c u ltu ra in teg ral q u e tenga los ca
racteres de masa de la R eform a protestante y del Ilum in ism o francés y tenga
los caracteres de clasicismo de la c u ltu ra griega y del R enacim iento italian o".32
1.a cu ltu ra no es pues p ara él u n ap a ra to ideológico y n o se tra ta de hacer
tabla rasa de la cu ltu ra burguesa. H ay q u e transfo rm arla, som eterla a o tro
p rin c ip io de articu lación , y ello im plica q u e los intelectuales orgánicos del
pro le taria d o estén a la altu ra de su tarea. D eben ser capaces de rivalizar en
todas las cum bres de la cu ltu ra burguesa y de e n ta b la r el diálogo con sus re
presentantes más em inentes (lo que, p or su parte, G ram sci no d ejó de hacer,
m uy especialm ente en el caso de C ro ce ).
D esgraciadam ente, salvo algunas excepciones, es u n tip o de preocupación
q u e no ha sido m uy frecuente en el m ovim iento obrero, en el cual un o se ha
lim itado a m enudo a la denuncia estéril del carácter de clase de la cu ltu ra
burguesa y a m antenerse lo más lejos j>osible de ella. De a q u í se deriva la
pobreza teórica y cu ltu ral que G ram sci lam enta en el m arxism o: "el m arxism o
se ha confu ndido con una form a de cu ltu ra u n poco su p erio r a la m entalid ad
po p u lar, p ero inadecuada para com batir las otras ideologías de las clases cu l
tas. m ientras qu e el m arxism o o rigin ario era precisam ente la superación de
la más elevada m anifestación cu ltu ral de su tiem po, la filosofía clásica ale
m an a".83
U na vez más fueron el econom icism o y el reduccionism o los q u e estuvieron
en el origen de este error, de esta falta d e com prensión de la verdadera n a tu
raleza de la política y ellos tam bién los q ue trab aro n la capacidad expansiva
del m arxism o, con la m uy grave consecuencia de q u e cuantío com enzó la crisis
d el estado lib eral la clase obrera estaba m uy lejos de po der presentarse com o
fuerza hegem ónica alternativa. Com o m uy bien lo percibe G ram sci, “la crisis
consiste precisam ente en el hecho de q u e lo viejo m ucre y lo nuevo no puede
nacer",34 de lo cual resulta el cam po libre a la revolución pasiva del capital
b ajo sus form as fascistas y otras.
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HEGEMONÍA, POLÍTICA E. IDEOLOGÍA 139
W l)c Giovanni, “Gratmci e l’elaborazionc successiva del p c i " . op. cit., p. 57.
37 De Giovanni. “Crisis orgánica y estado en Gramsci". en op. cit., p. 159.
3S Ibid., p. 170.
39 De Giovanni, “Gramsci e l'elaborazione successiva del p c i ” , op. cit., p. 60.
140 CHANTAL M O U I7 I
«o Este argumento es desarrollado sobre todo en "Lenin, Gramsci y la base teórica del
pluralismo’*, op. cit.
Véase la intervención de Cesare Luporini en el coloquio de Frattochie publicada en
Egemonia, stalo, porlito in Gramsci, d t.
HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA 141
de aplicación m ucho más am p lio que el sim ple caso del estado intervencionista
pues al m ism o tiem po q u e se refiere al estado en el m o do de producción capi
talista tam bién es válida p ara el p erío do llam ado " lib e ra r ’. C u an d o G ram sci
declara q u e el estado en sentido am p lio incluye la sociedad p olítica y la socie
d ad civil, se tra ta de u n a crítica de tip o teórico q ue tien e p o r ob jeto la con
cepción in stru m en ta l del estado, y lo q u e nos p ro p o n e con el concepto de hege
m onía es u n in stru m en to teórico q u e debe perm itim o s p en sar la naturaleza
del estado y d e la p olítica en el m odo ca pitalista d e p roducción y n o sólo en
u n a d eterm in ad a fase histórica del capitalism o. N o se tra ta pues de a b rir un
"n u ev o ca p ítu lo de la teo ría política m a rx ista" q ue correspondería a la fase
posterio r a 1929, sino realm ente de u n a co n trib u ció n a la "te o ría general del
m arxism o’’ (P ag g i). I-a g u erra de posición n o debe ser considerada com o u n a
respuesta a la revolución pasiva del cap ital sino com o u n a estrateg ia válida
p a ra todo estado burgués q u e tu v o tiem po de in sta u rar su hegem onía.42
P ero lo más peligroso es q u e esta lectura dem asiado lim itad a de la concep
ción gram sciana de la hegem onía se liga en la concepción de De G iovanni a un
verdadero achatam iento de esta noción. E n efecto, tod o el aspecto q u e im plica
u n a crítica a la concepción econom icista y reduccionista d e la ideología y a
través del cual G ram sci p o n e las bases p a ra u na com prensión m arxista de la
eficacia de la ideología com o práctica p ro d u cto ra de sujetos es pro p iam en te
o b litera d o en la in terp reta ció n d e D e G io vann i al igual q u e el en riq u ecim ien
to de la política en ta n to q u e p o rtad o ra de u n a dim ensión d e universalidad.
E n la interpretación de De G iovanni sí hay u n a am pliación de la política p ero
ella consiste en su "difusió n" en lo económ ico y en !o social coextensiva a la
intervención del estado en esos terrenos. El p u n to d e vista d e la p olítica es,
según él, el d e la reproducción com pleja d e la sociedad: " la teo ría política de
Gram sci se sitú a así com o teoría de la lucha de masa en el tejid o del estad o
d o n d e está en juego la reproducción d e to d o el sistem a’’.48 L a lucha p o r la
hegem onía consiste pues, según D e G iov ann i, en u n a lucha p o r asegurarse el
co ntrol de todos los pu n to s decisivos de la reproducción social, p o r lo cual
desaparece e n esta in terp reta ció n la especificidad de la lu cha ideológica y su
im p o rtan cia, p lanteam ien tos q u e po r el co n trario caracterizan la concepción
gram sciana de la hegem onía.
Esta desaparición no es fo rtu ita, n o se tra ta de u n o lvido q u e p o d ría ser
subsanado, puesto q u e es la p ro blem ática m ism a de D e G iovanni lo q u e le
im p ide p en sar este aspecto de la hegem onía. P ara p ro b ar esto basta con exam i
n a r su concepción de la ideología. E n algunos trabajos. De G iovanni ha criti
cado la concepción de la ideología com o falsa conciencia y ha insistido en el
h echo d e q u e la critica de la ideología n o d ebe consistir ya en la crítica d e la»
representaciones subjetivas sino en la crítica d e la form ación ideológica, d el
ap a ra to q u e d a cuerpo a las form as de conciencia. P ara tal efecto in tro d u jo la
noción de "abstracción real" q u e debe servir p a ra p o n er el acento sobre la
<2 qc ni, p. 1566. Esc sentido tiene la reflexión de Gramsci cuando afirma que hasta 1870
la estrategia de la revolución permanente, de la guerra de movimiento, era aún posible pero
que se volvió inadecuada en ios años posteriores y tuvo que ser sustituida por la guerra de
posición.
-48 De Giovanni, “Crisis orgánica y estado en Gramsci", en op. cit., p. 175.
112 CHANTAL M O U m
V . IDEOLOGÍA Y PO LÍTIC A
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h í :g e m o n (a , p o l í t i c a i: i d e o l o g í a 143
ellos consideraban q u e el cam bio sólo sería posible después de la tom a del
poder, lo cual conducía a negar la im p ortan cia d e los factores subjetivos en el
proceso revolucionario. Este error, q ue provenía d e u n a concepción d e la ideo
logía com o falsa conciencia que desaparecería u n a vez q u e las condiciones eco
nóm icas h u b ieran sido modificadas, fue desastroso en el caso de los países occi
dentales, dond e la hegem onía d e la burguesía perm itió a ésta im p rim ir su d i
rección intelectual y m oral a la sociedad y presentarse com o po rtad o ra del
interés general.
A ctualm ente esta hegem onía está en crisis, pero n ad a g arantiza u na salida
de izquierda a la crisis si los sectores q u e luchan p o r el socialismo no son capa
ces de ofrecer u n a altern ativ a real a la dirección burguesa y si n o consiguen
artic u la r las reivindicaciones d e todos esos nuevos "sujetos políticos” q u e a la
burguesía le resulta cada vez más costoso articu lar, y presentar o tra concepción
de la sociedad según la cual esas reivindicaciones p o d ría n h a lla r su realización.
Es u n a lucha que, obviam ente, n o se sitú a ú nicam en te a nivel d e la ideología
pero q u e tam bién debe d arse a nivel de la ideología, p o rq u e ésta constituye
u n a dim ensión fu n d am en tal d e la práctica política en el sentido am p lio en
q u e la concebía G ramsci.
N o es, pues, necesario hacer de G ram sci el teórico del estado intervencio
nista p ara subrayar la actualidad de su pensam iento. P or el contrario , al forzar
la co n tem po raneid ad de G ram sci y al hacer de él el equ ivalen te m arxista de
Keynes, se corre el riesgo d e lim itar seriam en te la significación de su teo ría de
la hegem onía. E n efecto, si esta ú ltim a es p resentada com o la ex presión teórica
d e u n m om ento p articu lar del desarrollo del capitalism o, se sigue q u e su vali
dez se desvanecería con la crisis del estado intervencionista y con la em ergen
cia d e nuevos tipos de contradicciones. Es esto, p o r lo dem ás, lo q u e explica
q u e en Italia, do n d e esta in terp retació n está m uy en boga, se llegue a p o n er
en cuestión la po sibilidad d e com prender las contradicciones actuales d e la
sociedad italian a en el cuadro d e la problem ática gram sciana.
Es, pues, im p o rtan te reconocer q u e la reflexión de G ram sci se ha desarro
llad o en u n con texto histórico que, en b u en a m edida, h a dejado d e ser el
nu estro y q u e su pensam iento ha te n id o com o ob jeto resp on der a problem as
m uy d iferentes de aquellos q u e enfrentam os hoy día. N o es cuestión, pues, de
aplicar la teoría gram sciana a la situación p resente y de buscar en ella solucio
nes ) a confeccionadas. Lo q u e G ram sci nos ofrece es un a serie de conceptos
q u e perm iten u n a lectura radicalm en te n o econom icista del m arxism o, pero
él no ha hecho más q u e indicam o s la vía q ue debem os seguir para hacer de
la teoría m arxista un in stru m en to adecu ado para com prender las contradiccio
nes específicas de la sociedad en la q u e vivimos. Este ap o rte de G ram sci a la
teoría m arxista se articu la in cu estionab lem ente en to m o al concepto de hege
m onía, ya q u e este ú ltim o im plica, según lo hem os m ostrado, u n a concepción
rad icalm ente nueva de la ideología concebida com o co n ju n to de relaciones de
fuerza, com o relaciones d e poder en cuyo in terio r diversas estrategias son po
sibles. Es u n a concepción q u e se ap rox im a en m uchos p un tos a los trabajos
de M ichel F oucault. Así, el pensam iento de G ram sci debería p e rm itir al m ar
xism o establecer un p u en te de contacto con las investigaciones actuales sobre
el poder, lo q u e le haría posible am p lia r su concepción dem asiado estrecha
HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA 145
de la política y su p erar así u n a d e las causas p rin cip ales de la crisis q u e hoy
lo afecta. A dem ás, esta nueva concepción d e la política q u e está e n el centro
d el pensam iento d e G ram sci h a ría posible q ue el m arxism o p u d ie ra d a r cuenta
d e la especificidad d e otras contradicciones dem ocráticas, especialm ente de
aq uellas q u e se expresan a través del m o vim ien to fem in ista —u n o de los a p o r
tes fun dam entales q u e h a puesto en cuestión la concepción tradicio nal de la
política— y tam bién le p erm itiría a rtic u la r todas estas nuevas luchas dem ocrá
ticas a la lucha p o r el socialismo. E l desarrollo de la teo ría m arx ista e n esta
dirección nos conducirá sin d u d a a d escu brir nuevos te rrito rio s q u e están más
allá de los lím ites de la reflexión gram sciana; esto n o inv alida sin em b argo el
hecho d e que, en lo q u e se refiere a la dirección m ism a, G ram sci fue el p ri
m ero en h ab e r concebido su im portancia y su necesidad.
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HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA 145
de la política y su p erar así u n a d e las causas p rin cip ales de la crisis q u e hoy
lo afecta. A dem ás, esta nueva concepción d e la política q u e está e n el centro
d el pensam iento d e G ram sci h a ría posible q ue el m arxism o p u d ie ra d a r cuenta
d e la especificidad d e otras contradicciones dem ocráticas, especialm ente de
aq uellas q u e se expresan a través del m o vim ien to fem in ista —u n o de los a p o r
tes fun dam entales q u e h a puesto en cuestión la concepción tradicio nal de la
política— y tam bién le p erm itiría a rtic u la r todas estas nuevas luchas dem ocrá
ticas a la lucha p o r el socialismo. E l desarrollo de la teo ría m arx ista e n esta
dirección nos conducirá sin d u d a a d escu brir nuevos te rrito rio s q u e están más
allá de los lím ites de la reflexión gram sciana; esto n o inv alida sin em b argo el
hecho d e que, en lo q u e se refiere a la dirección m ism a, G ram sci fue el p ri
m ero en h ab e r concebido su im portancia y su necesidad.
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SO B R E LA IZ Q U IE R D A Y LA H E G E M O N IA E N LO S PAÍSES
DE EU RO PA D EL SU R *
[r e f l e x i ó n c u a n d o e m p i e z a n lo s años ochenta ]
JO R D I B O R JA
U n viejo debate. Los m edios y los fines. El m ovim iento y la m eta fin al. Los
com prom isos cotidianos y la altern ativ a global. C am biar algo cada d ía si es
posible o, si n o lo es, es preciso cam biar prim ero todo. El m arxism o u n a guía
p ara la acción o u n a totalidad. E l reform ism o y la revolución. El pragm atism o
y la retórica.
U n m al d ebate. U n a sum a de equívocos y la com p lem entariedad de las im po
tencias. D e los años veinte a los setenta, d u ra n te m ás d e m edio siglo, dogm á
ticos socialdem ócratas y dogm áticos estalinistas h a n pro tagonizado polém icas
[149]
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150 JORDI BORJA
2 Esta dialéctica requiere acccdcr a posiciones de gobierno (local, regional, central); pero
la política de oposición también puede entenderse como política de gobierno (proponer
alternativas concretas y realizables y luchar y negociar por ellas) o como política defensiva
y de denuncia, por una parte reivindicativa y por otra de principios generales y alternativas
globales.
* Recordemos la diferencia que estableció Lenin entre rewlución en sentido estricto —mo
mento de enfrentamiento general (con formas más o menos violentas) en la sociedad, de des
trucción de un sistema político-jurídico y a través de un régimen de coacción emprender la
edificación de uno nuevo, que abre paso a un nuevo tipo de organización social y económica
y al predominio de nuevos valores— y rextolución en sentido amplio: proceso histórico a tra
vés del cual se pasa de un tipo de sociedad a otro. La revolución en sentido estricto (1789-
1917) es la que no puede considerarse viable hoy en Europa y sería probablemente regresiva
si pretendiera provocarla por el hecho de que momentáneamente coinciden algunas circuns
tancias favorables. Pero esto no significa que Europa no viva un período histórico que puede
ser la revolución en sentido amplio (la historia lo dirá) y que a lo largo de este período no
puedan darse momentos de crisis aguda y de cambios con características revolucionarias.
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15 2 JORDI BORJA
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IZQUIERDA Y HEGEM O N ÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DLL SUR 15S
cristiano en el gobierno. E n los países de E u rop a del Sur, los únicos en los q u e
h ay a la vez partido s com unistas y p artid o s socialistas fuertes, se da en tre estos
partid os u n a convergencia cada vez m ayor y parece acercarse el m o m en to de
su p erar la división y los enfrentam ien to s q u e co nd ujeron a la izquierda a la
im potencia. La renovación del pensam iento socialdem ócrata y socialista (en
F rancia sobre todo, tam bién In g la terra, Suecia, e tc .), y la revolución cu ltu ral
q u e significa en el universo com unista el “eurocom unism o*' parecen p rom eter
u n a salida política viable y de izquierda a la crisis po lítica, social y cu ltu ral
con q u e se inician los setenta y q u e em peora considerablem ente con la crisis
económ ica y el ag ravam iento d e los desequilibrios y desigualdades q u e se gene
ralizan poco después.
La izquierda reacciona len tam ente an te la crisis económ ica, subestim a la
capacidad d e reacción d e las fuerzas conservadoras y n o tiene en cuenta los
efectos de la crisis en su m ism a base social. L a trad ició n econom icista conduce
a in te rp re ta r la crisis com o dem ostración d e la im potencia del sistem a vigente
y d e las fuerzas q u e lo representan y a conclu ir q u e el efecto p olítico casi
inevitable es la v ictoria de la izquierda. A l m ism o tiem po se pro po nen las
viejas recetas keynesianas q u e suponen un fu erte au m en to d e la inversión pú
blica cu a n d o n o se co ntrolan las decisiones de los grandes agentes económicos
privados (m ultinacionales) y se debe a fro n ta r una situación de p aro y de
inflación. La interdependen cia de las econom ías occidentales y la penetración
económ ica n o rteam erican a en E u ro p a reducen m ucho el m arco de actuación
a nivel nacional. P or o tra p arte, la crisis provoca fuertes reacciones grem iales,
corporativas, en tre los d istintos sectores d e los trabajadores, así com o u n a de
m an da de segurid ad y d e ord en en tre la ciu dad anía. Estas reacciones sociales
en c u en tran a la izquierda a contrapelo. L a d ificu ltad d e d a r u na salida p o lí
tica y la necesidad d e consolidar las respectivas posiciones conducen a socia
listas y com unistas a recu p erar sus diferencias y a po ner en p rim er p la n o sus
enfrentam iento s. Ix » años setenta te rm in a n de u n a form a m uy d istin ta de como
h ab ían em pezado.
El p ano ram a es de restauración conservadora a toda m archa. El com bate
electoral n o rteam ericano es ya m uy sintom ático: u n C árter m ucho más a la
derecha q u e en 1976 con tra el u ltra R eagan. La alianza EU -C hina, los errores
de la URSS (A fganistán), los en fren tam iento s en la península in dochina (Viet-
nam , C am boya) y en Á frica (E ritrea, S udán, e t c ) , el v iraje de E gipto, la agre
sividad de u n a p a rte del islam ism o ( I r á n ) , etc., han fragm entado y d eb ilitad o
enorm em ente el frente q u e luchaba p o r la distensión y p o r la paz con stituido
p o r los países socialistas y el b lo q u e n eu tralista (pro bab lem ente la C onferen
cia de L a H ab an a fue p or ahora el can to del c isn e ). E n E u ro pa el pan oram a
n o es p recisam ente m ejor. Los socialistas h a n perd id o casi todas sus posiciones
de gobierno, incluid o el q u e p arecía inam ovible P artid o Socialista Sueco. Sólo
154 JO KD l ftORJA
I I I . ¿ H A Y U N A S A L ID A A L A D E R E C H A ?
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IZQUIERDA Y H EGEM ONÍA f.N IX » PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 155
5 Véase por ejemplo el dossicr publicado por la revista francesa Le Nouvel Observateur
“Scénarios pour une troisiéme guerre mondiale”, núms. 787 y 788, diciembre de 1979.
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JORD 1
BORJA
u sar responden bien. Desde las revoluciones liberales y dem ocráticas en los
países europeos, las ideas d c igualdad y de lib erta d están p ro fu n d am en te a rra i
gadas. E l m ovim iento o b rero y los m ovim ientos sociales prom ovidos p o r la
izquierda h an defendido y h an desarrollado estas ideas y la ecuación izquierda-
lib erta d socialism o-igualdad funcio nan así com o la identificación dc los p a rti
dos socialistas y com unistas con la defensa d e la dem ocracia (resistencia a n ti
fascista) . Los nuevos m ovim ientos sociales (fem inistas, urbanos, culturales,
juveniles, ecológicos, e tc .), p la n tean ¡deas y reivindicaciones m ucho más iden
tif ic a r e s con la h isto ria y los proyectos dc la izquierda q u e con cualesquiera
otros.
P o r o tra p arte, se puede asum ir perfectam ente u n a parte d e la crítica a los
"excesos del estado” : a la burocratización d e la vida social, al desp ilfarro y
falta dc control de ciertos aparatos públicos, al centralism o, a la inoperancia
d c los parlam entos, e tc La izquierda euro pea (sobre tod o en Italia) h a p rom o
vid o la política de la descentralización, d e las autonom ías, de la reform a d e
m ocrática de los ap aratos del estado, de hacer u n p arlam en to más ab ierto a la
sociedad y más capaz de in c id ir en la vida económ ica, etc. U na form a de d a r
y de g an a r la b atalla ideológica es desarrolland o la organización d e la sociedad
civil y la p articipación en u na vida p olítica descentralizada alred edo r de n u e
vos proyectos de desarro llo y de convivencia, com o así tam bién deben asum irse
cuestiones de práctica y de ideología económicas, q u e la derecha p lantea agre
sivam ente p ero a las q u e la izquierda debe d a r u n a respuesta: ren tab ilizar el
sector público, au m en tar la pro du ctivid ad, restru ctu rar los sectores en crisis.
A n te estas cuestiones no vale te n er actitudes sim plem ente defensivas, si se qu iere
a d q u irir cred ibilid ad d e gobierno.
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IZQUIERDA Y H íC E M O N ÍA E N LOS PAÍSES DE EURO PA DEL SUR 159
En p rim er lugar por u na cuestión de aritm ética electoral. La izquierda
div id id a n o gana y si ganara n o p od ría g ob ernar (caso sobre tod o de F rancia
y P o rtu g a l), po rq ue sus contradicciones son cada d ía m ás fuertes. Incluso un id a
n o parece q u e a corto plazo p u d ie ra ob te n er u na clara m ayoría electoral,
a u n q u e la dinám ica de la u n id a d p od ría p ro d u cir cam bios políticos y electo
rales. Pero, además, la alternancia n o supone necesariam ente d iv id ir al electo
rad o en dos bloques, alred edo r de dos polos. Puede constituirse u n a mayoría
progresista con la izquierda, unas fuerzas nuevas (por ejem plo los m ovim ien
tos autonom istas, ecológicos, etc.) y tam bién con fuerzas desgajadas del bloq ue
más conservador. P rob ab lem ente es más fácil form ar m ayorías con la izquierda
en los niveles locales y regionales, alred ed o r d e ciertos proyectos económicos
o sociales, q u e en el m arco de u n a batalla global y d e carácter bipo lar. En
to d o caso u n a política de gob ierno d e la izquierda supone siem pre, en los países
d e E u ro p a del Sur, acuerdo o u n id a d en tre socialistas y com unistas. Y esto es
com plicado.
U n a segunda razón de la insuficiente in iciativ a global de la izquierda reside,
seguram ente, en q u e se propone en p rim er p la n o una p olítica de defensa de
los intereses sociales q u e más directam en te representa, especialm ente d e los
d istintos sectores d e asalariados. Estamos an te u n círculo vicioso. C om o la iz
q u ie rd a tiene pocas responsabilidades de g obierno y menos p od er a u n con
respecto a los centros de decisión económ ica, se ve em p ujada a hacer más ideo
logía q u e política, a tom ar actitud es teóricam ente radicales, pero con escasa
decisión para u n a acción de cam bios concretos, a p ro po ner u n a lín ea de acción
más “sind ical” q u e “ política”, m ás reivindicativa o defensiva q u e ofensiva o
transform adora. Y esta mism a política la hace aparecer an te los ciudadanos
más com o u n a fuerza q ue defiende a determ in ado s sectores sociales q u e como
u n a fuerza de gobierno. P ara rev ertir esta situación la izquierda debería ser
capaz de c o n stitu ir un polo susceptible de crear u n am p lio consenso social
a su alrededor, y esto supone ser algo más q u e la representación política del
m ovim iento sindical y otros m ovim ientos sociales.
U n a tercera y ú ltim a razón q u e vam os a citar reside en la mism a naturaleza
d e la izquierda, de su ideología y de su organización, d e su articulació n con la
sociedad. Socialistas y com unistas son dos tipos d istintos de partidos, como
verem os inm ediatam en te, pero sus lim itaciones "com plem entarias” provocan
las actuales dificultades p ara q u e p u edan ser fuerza gobernante. Los socialis
tas, porqu e su fuerza electoral es m uy su perior a su arraig o y capacidad de
movilización y organización sociales, p o r la d eb ilid ad de su estructu ra m ili
ta n te, son vulnerables an te u n a ofensiva p olítica e ideológica de la derecha,
n o p u ed en d a r una respuesta eficaz desde la sociedad civil y tam poco tienen
fuerza suficiente p ara forzar u n pacto (a m enos q u e sea para d iv id ir a la iz
qu ierd a) o p ara negociar en nom b re de los trabajado res (a m enos q ue no se
las utilice para acentuar la división sin d ic a l).
Los com unistas, p o rq u e p o r ideología (la m atriz básica procede de un p erío
d o en el que se entiende la participació n en las instituciones dem ocráticas
com o práctica defensiva, de acum ulación d e fuerzas para p re p a ra r el asalto al
p o d e r ), p o r la prepo nd erancia q u e tien en sus responsabilidades sindicales y
m unicipales (entendidas frecuentem ente com o “sindicalism o ciud adan o", lo
JORD! BORJA
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IZQUIERDA Y H EGEM ONÍA E N LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 161
a] L a base social. Los p artid o s com unistas tienen más influen cia y apoyo en tre
la clase o brera trad icio nal, sobre tod o d e gran des y m edianas em presas, a u n q u e
la presencia socialista tam bién es destacable y e n elecciones po líticas p ued e ser
m ayo ritaria. Los p artid o s socialistas tien en más fuerza en tre em pleados, téc
nicos, clases m edias en general, a u n q u e el caso ita lia n o sobre to do dem uestra
q u e los com unistas p u ed e n tener m u d io arraig o en estos sectores. Q uizá la
diferencia más específica es la m ayor influen cia com unista en el m ovim iento
sindical (es decir e n el m ovim iento o b rero organizado) más q u e en toda la
clase o b rera o e n tre el c o n ju n to de los trab ajado res, y la hegem onía socialista
en u n sector ta n im p o rta n te com o es la fun ció n pú blica. E n to do caso, y en la
m edida en q u e los p artid o s de izq uierd a n o son po rtado res de u n proyecto
po lítico corporativo, n o aparecen diferencias sociológicas q u e ju stifiq u en op
ciones contrapuestas. L a d iferencia p ro b ab lem en te m ás significativa reside en
q u e la articu lació n partido-base social es m uy d istin ta en la m edida en q u e
1.a polémica sobre el marxismo iniciada en Italia y España por los socialistas (articulo
de B. Craxi de 1978 y dimisión con retorno de F. González en los congresos del PSOF. de
1979) no ha «lado lugar a ningún debate de altura ni entre los socialistas ni con los comunis
tas. Ha sido una operación estrictamente política cuyo objetivo era acentuar la "autonomía"
socialista con respecto a los comunista* mediante la ruptura con la base teórico-cultural
y la ideología política que tienen en común. El marxUmo, de instrumento se ha convertido
así en “objeto instrutneiitalizado’’.
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IZQUIERDA Y HEGEM ONÍA E S IjOS PAÍSES 11
»; EURO PA OKI. M R 165
bles, parlam entarios, cabezas dc g ru p o o de tendencia, en tod o caso dirigentes
m enos integrados a u n a estructura orgánica, p or o tra parte m ucho más débil
y flexible. A p arte del contencioso h istórico q u e pued e ser más o m enos fuerte,
las relaciones en tre los núcleos d irig en tes son contradictorias. P or u n a parte
son com petitivas, se d isp u ta n el protagonism o político, la dirección de la iz
q u ierda, u nas bases sociales y electorales m uy sim ilares, la legitim idad de
origen y la garan tía de fu tu ro . P or o tra parte to do esto tam bién los acerca, y
están obligados a entend erse para acceder al po der del estado o in te n ta r fo rjar
u na m ayoría. La relación en tre cuadros m edios tam bién es co ntradicto ria. La
d im ensión u n ita ria puede p red om inar en tre los que ac tú an fu n d am en talm en te
en las instituciones representativas (p or ejem plo, m unicipios) o en las orga
nizaciones sociales u n itaria s (sindicatos, e tc .) . Pero en cam bio la oposición
está m uchas veces en p rim er plan o en tre los cuadros dedicados a la organiza
ción in te rn a y los cuadros sindicales (si hay división s in d ic a l). En estos casos
in tervienen factores com plejos, n o siem pre explícitos y a veces inconscientes.
Ix)s cuadros de organización m antienen y necesitan un fu erte patrio tism o d e
p a rtid o y claras señas dc id entidad (en tre com unistas y socialistas tiend en a
constituirse "co n tra el o tr o " ) . C u an to más diferenciados están estos partidos,
más claro y más im p o rtan te es el papel de estos cuadros medios. C om o g ru p o
profesional p ueden te n er interés en consolidar la d iferen cia y la oposición
p ara ev itar q u e un proceso u n ita rio cree una situación com petitiva y selectiva.
Es en tre estos cuadros q u e pu eden a rra ig a r el dogm atism o, las actitud es secta
rias, las polém icas y recrim inaciones históricas y los procesos de intenciones.
C on elem entos ciertos se construyen y m an tien en oposiciones q u e —in d e p en
dien tem ente d e la conciencia de sus protagonistas— pueden d isim u lar intereses
d e g ru p o (ta n to si se tra ta de funcionarios profesionales d e p artid o o sindicato
com o los cuadros políticos n o profesionales p ero q u e d efienden u n a función
y u n e s ta tu s ). E n tre los m ilitantes de base las relaciones pueden ser más senci
llas. En general p redom ina la aspiración a la unidad, p o rq u e corresponde
m ejor a un a in terp retació n sim ple y d irecta de la ]>olítica —derecha e izquier
d a, capital-trabajo, capitalism o-socialism o, etcétera— y p o rq u e así parece más
factible alcanzar éxitos y victorias.11 H ay tam bién reacciones con trarias qu e
a veces se explican po r una historia conflictiva y com petitiva (en ciertas loca
lidades o en ciertas em presas en las q u e u n p a rtid o tien e el p o d er local y el
o tro está en la oposición, o com o resu ltad o de la división sindical). En la m e
d id a en q u e la m ilitancia com unista o p or lo m enos a un a p a rte dc ella, está
cu ltu ralm en te cohesionada (se ha h ab lad o d e sul>cultura y de contra-sociedad),
pu ed e ser reticen te a un proceso de u n id a d sobre to do orgánica (las señas de
id en tid ad ) en ta n to q u e los m ilitan tes y electores socialistas pueden tem er
tam bién este proceso al considerar q u e el tip o dc organización com unista,
fu ertem en te estructu rada, cap ilar y disciplinada, puede rep resentar una ver
d ad era red que los inmovilice.
i* En Granada, en una asamblea que ícunta a militantes cnmiiniMa* dc toda la provincia,
como ocurriera que se hacían bastantes intervenciones críticas ) hasta agresivas para con los
socialistas, con los que el entendimiento resultaba difícil, se levantó un militante veterano
para decir: "Compañeros, debemos ir junto a los socialistas. Si no es así ios trabajadores no
lo entenderán. En mi pueblo dicen: ‘Nosotros sólo sabemut que al terminar la guerra los
fusilaban a todos, y no preguntaban si eran socialistas o comunistas.’ ”
164 JORD! BORJA
E n resum en, u n proceso u n ita rio re q u e riría un largo p eríod o tra n sito rio de
aproxim ación y fusión de elem entos ideológicos y de transform ación orgánica
de am bos p artid o s (flexibilización, descentralización, adm isión del pluralism o,
etc., en tre los com unistas y reforzam iento de las organizaciones de base y de
presencia en los m ovim ientos y organizaciones sociales p o r p a rte d e los soda-
listas) . Si u n p a rtid o es sobre todo u n p a rtid o de representantes en las in s titu
ciones y d e electores, y el o tro u n p a rtid o de estructu ra m ilita n te y de activistas
de organizaciones sindicales o sociales (con ten den cia a c o n stitu ir su m u nd o
p ro p io relativam en te ex tern o a las in stitu cio n es), el e n ten d im ien to es m uy
difícil. La u n id a d será v ista en el p rim er caso com o u n coste electoral y u na
prob ab le dependencia orgánica y en el o tro com o un a ren un cia a la id en tidad
ideológica y a la m ovilización social (en beneficio d e la lab or in s titu c io n a l).
i» G. I-avam: “Le Partit Comunistc dans le syjlémc politique fran^aUc”, cu AA. VV.
Le comtmisme en France, A. Colín, París. 1969.
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IZQUIERDA V HEGEM ON ÍA t S LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 167
en estos países (en Ita lia se h a h ab lad o d e bip artid ism o im perfecto) y qu e
a u n q u e se d ie ra una im prob ab le m ayoría d e izquierda con algo más del 50%
de los votos, la presión in ternacio nal y la fuerza de los poderes económ icos
y de los poderes de las instituciones n o representativas b lo q u earían una po lí
tica d e izquierda.
La altern an cia, la dialéctica gobierno-oposición, la existencia de un recam
b io de un polo q u e pueda recoger aspiraciones insatisfechas y proyectos de
cam bio, es indispensable com o g aran tía del m a nten im iento del p lu ralism o y de
las libertades públicas. £1 reconocim iento de u na oposición es garan tía del
respeto de las libertades y de los derechos de todos. Es cierto q u e la alternan cia
lim ita las posibilidades de acción de la izquierda, q u e si está en la oposición
sacrifica el corto plazo y si gobierna el largo plazo, puesto q u e debe ev itar
crear u na situación into lerab le para la oposición conservadora. O m ejor dicho
está obligada a prom over los cam bios sobre la base de u n am plio consenso.
A q uí reside el problem a. U n a alianza socialista y com unista tam poco basta
p ara fo rja r u na m ayoría y m enos aú n p ara conseguir u n am p lio consenso. Es
la justificación de las propuestas com unistas.
En to d o caso, alternancia o com prom iso histórico, u n a p olítica de izquierda
difícilm ente es viable si socialistas y com unistas ejercen la dialéctica d e la sos
pecha: si las propuestas de altern an cia encu bren (o son percibidas) una vo
lu n tad de bipolarización política y de sub ord in ació n o m arginación de los
com unistas y se ligan con un proyecto po lítico "auto nó m ico" de los socialistas,
o si las propuestas de com prom iso o de concentración n acio nal p reten den (o
pu ede parecerlo) hacer de los com unistas el foco d e izquierda activo de un
b lo qu e am plio en el que los socialistas qu eden sum ergidos y anulados. L a sum a
d e diferencias y oposiciones hasta aho ra descritas generan u na m u tu a descon
fianza y u n tem or a q u e el o tro será el l>enef¡c¡ario de u n proyecto político
im pulsado en tre am bos. El resultado, en F rancia y en Ita lia , en España y en
P o rtug al, es un blo queo m u tu o y p riv a r de hecho al país de su altern ativ a de
izquierda. En F rancia se ha dicho: la izquierda im posible. C u an to más se
acercan al poder más necesidad tienen d e rom per. A hora afirm an su id entid ad
específica sin problem as, agresivam ente y sin esperanza de representar en
m ucho tiem po una m ayoría posible. En Ita lia la sem idesaparición del P artid o
S ocialista16 h a obligado al p c i a ju g a r las dos raíces a la vez p ero sin d e ja r de
ser el p a rtid o com unista, excluido com o solución de recam bio y d ejan d o a la
vez u n m argen im p o rtan te a su "iz q u ierd a” (radicalism o, sindicalism o, m ovi
m ientos autónom os, terrorism o). M ejor solución h u b ie ra sido la realización
del proyecto de T o g lia tti d e u n ificar estos p artido s en 1945 (el " P a rtid o del
T r a b a jo ”) . En España los socialistas y com unistas tien d en a a d q u irir los roles
tradicionales, m u ltip lica n sus diferencias y perm iten así la consolidación de
10 En los últimos veinte años el fsi oscila entre el 10% y el 15% de los votos, lo que,
siendo una cifra apreciablc, no le permite ser en ningún caso un polo alternativo frente a la
dc y el PCt, partidos que superan ambos el 30% de los \otos. Su papel es puc\ Manejante al
de ios liberales en Alemania o Inglaterra, o al de los autonomistas en este mismo país o en
España, es decir, el dc hacer dc bisagra entre los grandes partidos, lo cual no resulta muy
sostenible a largo plazo para un pattido cuja base social y cuya ideología lo sitúan a un
lado muy determinado del espectro político y dc la estructura social.
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168 JORDI BO RJA
17 Véase nota 3.
IZQUIERDA V IICCEM O NÍA EN LOS PAÍSES DE EURO PA D£L SUR 1 69
L a transform ación dem ocrática del estado ligada a u n proyecto socialista tien e
i* E l a u t o r ha tr a ta d o m á s e x te n s a m e n te esto s le m a s e n d iv e rso s lib ro s y a rtíc u lo s : Los
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17 0 JORO! BORJA
varios aspectos, tales como: la dem ocratización de los “ap arato s separados" del
estado (Poder Ju d icial, Fuerzas A rm adas, etcétera); la socialización de la p ro
ducción y d e la difusión cu lturales q u e sustituya al actual m onopolio (apara
to d e estado-grandes empresas) qu e con tro la actu alm en te sobre tod o los g ran
des m edios d e com unicación social; la reform a dem ocrática dc la adm in istra
ción y dc la función pública; el control social del sector p úblico y p arap ú b lico
de la econom ía (p arlam en to p o r arrib a, sindicatos y usuarios p or a b a jo ) ; etc.
Nos referirem os a u n aspecto q u e consideram os especialm ente im p o rtan te
y q u e si se desarrolla a fondo b rin d a rá condiciones favorables para ab o rd ar
los otros q u e acabam os dc citar: la descentralización del estado y las a u to n o
m ías regionales y locales.19
Desde u n p u n to de vista de estrategia política, en estos países de estado de
m ocrático, burgués, form al, en el qu e las clases po pu lares y los proyectos socia-
lizadores están arraigados y han a d q u irid o posiciones de fuerza pero en los q u e
n o se da (no p uede darse) u n conflicto ab ierto y fro n ta l cuyo fin sea ro m per
las instituciones políticas existentes parece b astan te in discutib le q u e las fu er
zas de izquierda sólo conquistarán la hegem onía en el estado si antes la h an
co nquistado en la sociedad civil, y sólo ob ten d rán a través de los votos y del
consenso social, la dirección de los aparatos centrales del estado si p revia
m ente han ocupado las parcelas de poder, si h an o b te n id o cuotas d e pod er
real. A la izquierda le interesa un estado descentralizado: en la política local
y regional le será más factible con struir m ayorías y d esarro llar u n a política
de gobierno. A los trabajadores y a las clases populares, les interesa u n estado
descentralizado para acceder más fácil y más d irectam ente a él. p ara q u e sus
m ovim ientos sociales influyan sobre la política de las instituciones. H oy la
izquierda n o puede o p ta r ni por un a vía jacobina insurreccional n i p o r el jaco
binism o electoralista: ni para acceder al poder ni para g o b ern ar desde él. N e
cesita co n quistar la hegem onía social y g ob ernar apoyándose en u n a com pleja
red d e organizaciones sociales. N ecesita un estado q u e sea un sistem a dc a u to
nom ías: tal el que se ap u n ta en Ita lia y en España, a u n q u e n o en F rancia, país
d on de el centralism o ha pesado m ucho incluso en el pensam iento d e la iz
quierda.
El m odelo de estado u n ita rio y centralista h a sido m uy funcional ta n to para
la articulación en tre poder p olítico y po der económ ico capitalista com o p ara
el m an ten im ien to del control social m ed ian te u n a estru ctura politico-adm inis-
trativ a, je rárq u ica y burocrática, q u e reducía d e hecho considerablem ente los
molimientos sociales urbanos, Siap. 197.'*: •‘Ayuntamientos y movimientos urbanos ante la
democracia". Revista tic Estudios Sociales, núm. 21-22. Madrid, 1977; Por una política munici
pal democrático, cau, Barcelona. 1977: "La izquierda y la gestión municipal". Zona Abierta.
1978: Movimientos urbanos y democratización del estado. Taula dc Canvi, Barcelona. 1977:
Descentralización municipal y participación ciudadana, ceumt, 1979. Estado de las autonomías
y ley de régimen local. CiLMi, 1980 y I.a organización territorial de Cataluña, cf.umt, 1980.
111 En España se distingue entre nacionalidad y región: el primer termino sirve para
designar a las comunidades con conciencia nacional afirmada a lo largo dc siglos y que rn
realidad requieren una solución federal (Cataluña y l'ais Vasco sobre todo, aunque también
se reivindica el carácter nacional de Galicia, Andalucía, etc.). Situaciones parecidas se dan
en Francia (Bretaña, Córcega, etc.) aunque con mucha menos fuerya, y en Italia (regiones
con estatuto dc autonomía especial). Cuando se habla de "poderes regionales" a i Europa
pueden referirse tanto a nacionalidades como a regiones.
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IZQUIERDA Y H EGEM ON ÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 171
poderes de las asam bleas electivas (parlam entos, ay u n tam ien to s). Este m odelo
d c estado ha p erm itid o la proliferación de adm inistraciones y ap arato s separa
dos, de cuerpos burocráticos y de organism os diversos q u e de hecho han signi
ficado u n a verdadera ex propiación política p ara la m ayoría de la población,
q u e se ha en c o n trad o progresivam ente con q u e sus p artidos, sus sindicatos,
incluso las instituciones representativas q u e ha elegido n o p odían tom ar deci
siones efectivas y ni siquiera podían in flu ir sobre los centros —lejanos o desco
nocidos— q ue las tom aban. La política se convierte así en algo aparentem ente
técnico (tecn o crático ), adm inistrativo (regido p or reglas form ales in a lte ra
bles) , b urocrático (profesionalizado, n o dep en d ien te de la vo lu n tad pop ular),
opaco y cerrado (po r el alejam iento, el lenguaje, la no pub licid ad de las m o ti
vaciones reales y d e los intereses en c u b ie rto s). E l centralism o p olítico y ad m i
n istrativo genera u na cu ltu ra del au to rita rism o del po der y dc la pasividad
(o rebelión esporádica y a contrapelo) d e la sociedad.
l a izquierda, socialista y com unista, ha llegado difícilm ente a la com pren
sión dc significado de las autonom ías y la descentralización. El pensam iento
d e base m arxista ha adolecido hasta u n a época m uy reciente d e u n a falta
total, o casi total, de dedicación a las instituciones políticas, al estado liberal
y dem ocrático, para ten der a explicaciones de carácter sociologista (qué g ru
pos influyen sobre el poder) y econom icista (qué intereses re p re s e n ta n ). La
identificación po der político-clase social y la visión dicotóm ica d c la sociedad
ha condu cid o a privilegiar el aspecto de " q u é clase social dirige el estado" y
n o “cóm o es este estado y cóm o se articu la con la sociedad”. A través de u na
p articu lar in terp reta ció n de M arx y de L enin (con fuertes influencias dc
R lanqui y del pensam iento tecnocrático de u na p arte del socialismo utópico)
el jacobinism o h a pesado m ucho en la ideología p olítica de la izquierda. El
o bjetivo era acceder al estado identificado con un a p a ra to cen tral y con este
in stru m en to transform ar la estru ctura económ ica. H iperp oliticism o y ccono-
m icism o coincidían en m enospreciar u n análisis más pro fu n d o del c o n ju n to
de las instituciones entend idas com o un com plejo sistema de relaciones socia
les y con u n a dim ensión form al, técnico-jurídica, d o ta d a d e cierta auton om ía
y de efectos propios. H asta una época reciente n o h a habido, salvo excepcio
nes, en especial en lo que se refiere a las corrientes federalistas, u n a reflexión
de izquierda elabo rada sobre la política m un icipal, las au tonom ías regionales,
la función pú blica, la adm in istración com o tal, etcétera. T a m b ié n es cierto
q u e la cuestión de la descentralización y de las autonom ías ha sido sobre todo
u n a reivindicación dc grupos prccapitalistas y an ti liberales, q u e p retend ían
m antener estructuras sociales anacrónicas basadas en el caciquism o y la servi
d u m b re (recuérdense los regionalism os de resistencia a la revolución francesa
y a la unificación italian a y al fenóm eno carlista en España). D u rante un
largo período, la izquierda socialista y luego tam bién com unista, concentrada
en zonas urbano-industriales, m uy pobladas p ero dc ám b ito te rrito rial red u
cido, ha desconfiado de aquellos m ovim ientos q u e parecían dispuestos a pon er
fuera de su alcance una p arte im p o rtan te del territorio .
l a experiencia del pod er m unicipal p or u n a parte y el carácter p o p u la r y
progresivo de los m ovim ientos autonóm icos regionales fren te al estado cen tra
lista y burocrático ha generado u n nuevo tip o d e reflexión de la izquierda, en
JO R D l BO RJA
España y en Ita lia sobre todo, a u n q u e más recientem ente tam bién en F rancia
y en otros países de E u ro p a.20 E n la cuestión m u n icip a l la izquierda reivin
dicó e n u n a p rim era e tap a la auton om ía m un icip al, es decir un cam po prop io
de com petencias y u n a tutela reducida al m ínim o, p a ra p o d er d esarro llar una
po lítica p ro p ia. A esta concepción ha seguido, co m p lem entándola, otra: exi
gencia d c in flu ir en la política general del estado (lib ertad n o ta n to con rela
ción al estado sino d en tro del estado). C on respecto a las autonom ías de regio
nes y de nacionalidades, la izquierda h a descubierto en ellas la d ob le p osibili
dad de apoyarse en un tip o de m ovim ientos q u e con ten ían u n a trem en da
carga de transform ación dem ocrática del estado y de hacer de los trabajadores
n o u n elem ento m arginal sino pro tago nista en u n bloq ue social autonóm ico
q u e la g ran burguesía ab a n d o n aría.21 E n España do n d e los m ovim ientos au to
nom istas h a n correspondido a las zonas más industrializadas y avanzadas, y en
Ita lia , país de tradición autonóm ica y estru ctu ra policéntrica, la izquierda de
base m arxista se h a h echo más fácilm ente autonom ista.
Creem os q u e es necesario tra ta r la cuestión de las au to no m ías a tres niveles:
descentralización del estado, autonom ías regionales y d e nacionalidades y p o
deres locales.
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174 JORDI BORJA
C oi
IZQI'II M>\ V HEGEMONÍA EN IX » PAÍSE5 D£ EUROPA DEL SUR 175
(ración d c los recursos públicos en el es(ado cen tral h an conducido a esía
situación. Los poderes locales ad m in isiran y gestionan u na p arte de los servi
cios destinados al consum o social, vigilados de cerca p o r el estado cen tral, del
q u e d ependen de hecho la realización com pleta y la financiación dc estos
servicios.
H eredera del m unicipalisrao dem ocrático, q u e a p rincipios de siglo ya había
h echo elegir represen tantes propios en los órganos de gobierno m unicipales,24
la izquierda, ha d ad o d u ra n te m ucho tiem p o la batalla p or la au to no m ía m u
nicipal. Hoy, com o decíam os respecto a los poderes autonóm icos, no puede
entenderse la autonom ía m un icip al com o independencia sino com o capacidad
p ara actu ar y posibilidad real de in terv en ir en la política de los niveles supe
riores del estado. P orque los m unicipios, com o las regiones, tam bién son es(ado
en el estado d e las autonom ías.
La p rim era cuestión a p lantearse es el carácter m ism o dc los m unicipios: ¿po
d er o adm inistración localf U n m un icip io do tado d e au to n o m ía sólo pu ede
ser pod er local, con los mismos atrib u to s, a o tro nivel, q u e antes otorgábam os
a los ¡xxlercs autonóm icos: capacidad n orm ativa, com petencias y recursos p ro
pios, dirección del funcionariado, capacidad de autorganización o para dotarse
d e carta m unicip al, etc. Si sólo son adm inistraciones locales, es evidente que
dependen en tod o y por todo de un órg an o p olítico superior, y q u e las elec
ciones m unicipales son casi irrelevantes.
La segunda cuestión crccmos q u e consiste en no aceptar la división trad icio
nal de funciones en tre m unicipios y estado cen tral m edian te la cual aquél asum e
p arcialm ente las funciones y servicios destinados a satisfacer las necesidades de
consum o colectivo y pro cu rar o rd en ar el te rrito rio (urbanism o).23 Pero las
decisiones políticas y económ icas q u e d eterm in an la localización de actividades
productivas, las inversiones públicas y privadas, la regulación del ord en p ú
blico y d e la vida colectiva, la financiación de gran p arte d e los servicios p ú
blicos, etc., se le escapan totalm ente. El nuevo m un icipio debe exigir la am
pliación dc su cam po dc com petencias: a las tradicionales de urb anism o y ser
vicios sociales, deben añadirse las de program ación económ ica (p articipación
en la d e los niveles superiores y en la p ro pia) y organización dc la protección
ciu d ad an a. El nuevo m u nicip io debe po der coo rdin ar la actuación d e los dis
tin to s organism os públicos que intervengan en su te rrito rio. Es urg ente la
reform a de las haciendas locales y de la función pública p ara d o ta r a los m u n i
cipios d e los m edios necesarios. El nuevo m u nicip io d ebe ser, finalm ente, un
m arco y un m edio p ara prom over la particip ación cívica y política del con
ju n to de la ]>oblación.
P ara c u m p lir estas funciones parece indispensable a b o rd ar la reform a dc las
estru ctu ras m unicipales en dos aspectos. E n p rim er lug ar la consecución dc
ám bito s territoriales adecuados y la superación de la actual fragm entación
”< En Francia y en otros paises >c hablaba ya desde principios dc siglo dc "socialismo mu
nicipal". Esta larga experiencia municipal ha faltado en cambio a la izquierda española
y portuguesa.
23 El poder local tiene de hecho una capacidad muy limitada y parcial con respecto al
consumo colectivo (vivienda, enseñanza, sanidad, etc.), pero en cambio aparece como ple
namente responsable de ello ante los ciudadanos.
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176 JO RDI BORJA
29 Véase J. Borja, "La izquierda ha cumplido un año; balance del primer año dc gobier
nos municipales de izquierdas". Zona Abierta, junio de 1980.
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178 J0 R D I BORJA
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181 JORDI BORJA
in terp reta rse com o una form a más sofisticada del viejo reduccionism o: esta
d o = d ic ta d u ra de u n a clase. N o creem os q u e sea así. T a m p o co podem os caer
en las posiciones q u e frag m en tan to talm en te el po der: el análisis social y po
lítico sólo p od ría descub rir hegem onías parciales, restos dispersos de poderes
anacrónicos, “elem entos de socialism o", etc. U no s más funcionales, otros m e
nos, o disfuncionales, a una posible lógica o a u n m odelo de desarrollo y dc
reproducción s o c ia l.. . en el caso de q u e este m odelo p ueda establecerse. El
concepto de hegem onía es u n concepto a co n stru ir a p a rtir d e un análisis his
tórico concreto y no puede renunciarse a p rio ri a descu brir u n a hegem onía
básica en la sociedad. La hegem onía coexiste con form as políticas rep resen
tativas y p luralistas.
nismo e socialismo soviético, Einaudi, 1978. En 1977 hubo un interesante debate sobre la he
gemonía en Italia con contribuciones de Bobbio. Cohén, Gerratana. De Giovanni. Gruppi,
e tc . en las revistas Mondo Opcraio y Rinascila. Un tratamiento más académico dc la cues
tión del pluralismo, la alternancia y el consenso lo encontramos eu la revista Pouvoirs,
núms. 1. 5 y 7, Parts. 1977 y 1978.
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IZQUIERDA V HEGEMONÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 191
d en utilizarse de la m ism a form a y con los mismos objetivos que las organiza
ciones sociales y sindicales de la sociedad civil.
La conclusión: hoy es necesario d esarrollar u n a política de izquierda en las
condiciones de la crisis y en el m arco de las instituciones representativas, que
movilice sobre todo a los distintos sectores d e la sociedad civil sobre la base de
objetivos negociables y alcanzables (que pu eden ser m uy avanzados si se
genera u n a fuerza social suficiente) y es poco ú til, en general, y m otivo de
reacción p ública y social con traria, d e m arg in ació n y d e pasividad p o p u lar,
teorizar u n ilate ralm e n te la hegem onía conservadora y la im potencia presente
de u na izquierda que posee, (¡¡eso sí!!) u n a "v erdad era altern ativ a revolucio
n a ria " p ara el fu tu ro . E n cam bio, sí es necesario q u e los objetivos concretos
de hoy se integren en u n proyecto global, de contenid o revolucionario en sus
últim as consecuencias, pero viable, "visible", desde hoy.
este tra b ajo no sean p e rtin e n te s.. . a posteriori, es decir después del triu n fo de
u n a revolución dem ocrática y p o p u lar.
Creem os q u e el caso de los grandes países de A m érica L a tin a , ta n to aquellos
q u e viven b ajo dic tad u ras m ilitares (C ono Sur) com o los q u e m an tien en fór
m ulas dem ocráticas form ales (a veces tan poco dem ocráticas, u n precarias,
com o C olom bia o Bolivia) es d istin to . H ay u n a tradició n de estado, es decir
u n a institucionalización de la sociedad, relativam ente fuerte. La estru ctu ra
social es com pleja y los d istintos grupos sociales h a n creado form as d e o rgan i
zación y de expresión propias.44 Si p o r u n a p arte es eviden te q u e en estos
países no se d an las características q u e hem os a trib u id o a los europeos, tam
poco parecen existir las “condiciones revolucionarias” p a ra q ue se d e n en ellos
procesos de cam bio com o los q u e están en m archa en C en troam érica (que
adem ás fracasaron ya en los años sesen ta). P rob ablem ente estos países serían
más com parables con E spaña y P ortugal, y en ellos cabe sup on er u n a evolución
caracterizada p o r la progresiva organización social y p o lítica d e las clases p o p u
lares y m edias y la p aralela dem ocratización del estado, con prob ables m om en
tos de en fren tam ien to y de cam bio brusco a lo largo d e u n proceso q u e será
extend ido . In cluso cuand o se d a u n m arco p olítico dem ocrático relativ am en te
consolidado (como existía en C h ile ), la situación es frágil d eb ido a u n a serie
d e causas com o el atraso de u n a parte de las estructu ras sociales (las ag rarias
esp ecialm ente), el escaso excedente económ ico, el carácter an tidem ocrático de
u n a p arte de los aparatos del estado y la p ro b ab le reacción v iolenta de las clases
m edias si ven p elig rar sus pequeños privilegios an te las crecientes d em andas
populares.45 Estos factores explican la precariedad d e este m arco dem ocrá
tico44 y exigen a los sectores de izquierda u n a g ran p rud en cia p ara ca lib rar sus
fuerzas y n o in te n ta r prom o ver en cam bio u n a reacción social y política q u e
d ará lugar a u n a involución del proceso dem ocrático.47
10. P or ú ltim o quisiéram os, en brevísim as pinceladas, com entar algunos aspec
tos de la reflexión m arxista en E u ro pa y A m érica L atin a. Se h ab la de crisis del
m arxism o, de au^e d e las ideologías neoliberales, d e fracaso po lítico d e los
44 Hay que plantearse la cuestión de si el populismo ha organizado a las cla«cs populares
cu América Latina. Es indiscutible que lo ha hecho en el plano social, sindical, pero en
cambio no ha realizado esta (unción en el nivel político, a través de las instituciones del
estado. Es decir que el populismo no ha jugado la carta de luchar por la constitución de un
estado pluralista representativo y ha tendido a soluciones políticas de tipo dictadura mili
tar con contenidos sociales más o menos avanzados y relación lider-masas de carácter cariv
tnático. Sobre el populismo hemos tenido especialmente en cuerna los tralujos de Juan
Carlos Portantiero.
43 Además, la situación de extrema pobreza de gran parte de las clases populares y de
escándalo de las grandes desigualdades sociales provocan reacciones sociales radicales, en
especial en aquellos periodos en los que los sectores populares concretan sus expectativas
y esperan que se realicen sus aspiraciones.
46 Dejamos íuera de nuestra reflexión el caso de México, que constituye un tipo de estado
y de sociedad originales, en la medida en que han nacido de una revolución con fuertes
contenidos populares.
47 En los últimos años la izquierda latinoamericana se ha sometido a una lúcida autocrí
tica. Véase por ejemplo, el excelente libro de Teodoro Petkoff, Proceso a la izquierda, Pla
neta, I97C.
JORDI BORJA
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I/Q I'IIR P A Y HEGEMONÍA KN I.OS PAÍSES I>1 EUROPA DEL SUR 195
ilusiones <le los dogmas y d e los m itos: son precisam ente ilusiones y m itos los
grandes causantes de los fracasos y los oscurecedores de los éxitos. El realism o
n o es escepticism o n i sacar com o conclusión v ital q u e u no e stá d e v uelta de
todo. "Ya es m ucho q u e vayamos a alguna parte. Estar de vuelta, ¡ni soñarlo!”,
com o decía M achado.^1* A n te la ofensiva conservadora, con sus propuestas
agresivas en favor de la desigualdad y d e la com p etitivid ad a u ltran za, la in te
lectualidad d e izquierda tien e la g ran responsabilidad de c o n trib u ir a definir
lo q ue debe conservarse y lo q u e debe cam biarse (“¿Conservadores? M uy bien
—decía M airena—. Siem pre q u e n o lo en tendam os a la m anera de aquel sarnoso
q u e se em jjeñaba en conservar no la salud sino la s arn a”) ; de ser elem entos for
jadores o sistem atizadores de u n a cu ltu ra nacional p o p u la r (en la concepción
gram sciana: indispensable p ara la hegem onía en la sociedad civil) y p artici
p a r —con sus recursos científicos y cu ltu rales p ropios— en las tarcas d e o rga
nización de las clases po pu lares y de dem ocratización de las instituciones del
estado.
P ara co ncluir este trab ajo querem os hacer un llam ado al realism o, al an á
lisis concreto y a la superación del catecism o m arxista. F.I realism o sociológico
y el vo luntarism o político no pueden conform arse con discursos d e principios
y análisis retrospectivos. D u ran te décadas los catecismos nos h a n conducido
a fracasos y catástrofes. P ero en general se h an co n tin u ad o u tilizando: ¡la
culpa siem pre era del adversario! ¡Como si el análisis no lo tuviese q u e pre
ver y las acción no debiera tenerlo en cuenta! R ecuerdo una anécdota qu e me
contó u n veterano co m batiente com unista en el fren te soviético d u ra n te la
segunda guerra m un dial. Su destacam ento, de pocos hom bres, en u n a operación
de reconocim iento, se encontró con los alemanes. F ueron am etrallados y un
soldado recibió un a ráfaga de m etralla en el estóm ago. C u an d o se retirab an
p ro n to se apercibieron de que el soldado en n in g ú n caso p o d ría llegar hasta el
hospital de cam paña. El oficial decidió o p erarlo inm ed iatam ente y en vivo con
lo único q u e tenía: u n a hoja de afeitar. Así lo hizo. Al p regu ntarle yo cómo
acabó, m e respondió: "¡Se m u rió a las pocas horas, evidentem ente!” ¡En nom
b re d e los principios del m arxism o (o del leninism o, etcétera) cuántas o p era
ciones hem os realizado con hojas de afeitar a p esar de q u e los pacientes se
nos m orían regularm ente! L a culpa n o era ta n to d e los principios, sino del
uso q u e se ha hecho de ellos: no utilizarlos p ara in te rp re ta r y tran sfo rm ar la
realid ad sino p ara su stitu irla.
■•o Amonio Machado: "Confiejo mi escasa simpatía hacia aquellos pensadores que parecen
c?tar siempre seguros de lo que dicen ( .. .) Porque estos hombres en las horas pacificas se
venden por filósofos y ejercen una derta matoneria intelectual que asusta a los pobres de
espíritu sin provecho para nadie; y en tiempos de combate se dreen siempre au dessus de la
m elíe", para añadir: “ Nunca os aconsejare el escepticismo cansino y melancólico de quienes
piensan estar de vuelta de lodo. Es la posición más falsa y más ingenuamente dogmática que
puede adoptarse” (Notas y recuerdos de Juan de Mairena. Prosas, Cuba, Editora del Consejo
Nacional de Cultura, 1966, pp. 396-97).
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LA C R ISIS D E LA H E G E M O N ÍA D E LA B U R G U ESIA ESPAÑOLA.
1969-1979
LUDOLFO PARAMIO
JORGE M. REVERTE
1 Perry Anderson. “Las antinomias de Antonio Gramsci". Cuadernos Potilicos, núm. 13,
México, e r a . julio-septiembre de 1977.
2 Ibid., p. 6.
3 Ibid., p. 20.
[196)
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LA CUIJIS DE LA HEGEMONÍA DE LA RURCUtSÍA ESPADOLA 197
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LA CRISIS DE LA HEGEMONÍA DE LA BURGUESÍA ESPASOLA 199
ción, la lectura q ue A nderson hace de Gramsci se revela insuficiente en sus
aspectos positivos, como fuente de proposiciones teóricas, incluso au n qu e se
ad m ita que constituye una buena lectura de las lim itaciones del discurso grams-
ciano, lo cual deberfa ser objeto de o tra discusión.
U na vez más, es notable q u e A nderson haya em prendido este cam ino para
la revisión de sus posiciones gram scianas de 1964-1965. N o se tra ta de qu e éstas
no ad m itieran u n a crítica: la pro p ia argum entación de T ho m p son en su ensayo
" T h e peculiarities of th e English” contiene brillantes intuiciones e ilu m in a con
frecuencia los puntos más débiles de los razonam ientos de A nderson y N airn. Lo
q u e sorprende es que A nderson no haya seguido otra posible línea de argum en
tación autocrítica: más precisam ente, la línea abierta p or Nicos P oulantzas en
su artículo sobre “ La teoría política m arxista en G ran B retaña". En este texto,
publicado originalm ente en el núm . 43 (1967) de N ew L e ft R eview , Poulantzas
revisaba críticam ente la polém ica en tre A nderson y N airn, po r u na parte, y
T hom p so n , p or otra, sobre el carácter de la form ación social inglesa y sobre la
hegem onía (feudal o burguesa) en el seno de su bloque do m inante. Respecto a
las posiciones de A nderson y N airn, Poulantzas desarrollaba una crítica de su
reducción de la hegem onía a un fenóm eno ideológico, reducción q u e im plicaría
el recurso a la problem ática lukacsiana de la conciencia de clase. Así nos dice
Poulantzas, " la constitución del proletariado en clase hegem ónica se reduce a su
estructuración en 'clase para sí’, con u n a concepción del m un d o p ro p ia” .10
El centro de la crítica de Poulantzas se refiere al problem a de la hegem onía
d en tro del bloque d om inante en G ran B retaña, y su análisis le lleva a posiciones
próxim as a las de T ho m pson: “ En G ran B retaña [ . ..] es al com ienzo la clase
burguesa —com ercial— y luego las fracciones burguesas propiam ente dichas
—industrial y financiera— quienes constituyen la clase o fracción hegemónica,
a pesar de las supervivencias feudales del estado y de los caracteres aristocrá
ticos de la ideología dom inante. Los intereses específicos de la clase burguesa se
constituyeron políticam ente y representaron objetivam ente los de la 'aristocracia’.
E n ese bloque en el poder y con relación al estado la aristocracia es sólo u na
'em pleada’ de la burguesía." 11
Según esto, el erro r de A nderson y N airn sería suponer q u e “ una clase d o
m inante en el terreno económico-social [ . ..] sólo podría ser 'po líticam ente' dom i
n an te en la m edida en que la superestructura estatal fuese 'in m ed iatam en te' pro
ducida p o r la praxis-conciencia de esta clase. En ese contexto, ninguna autonom ía
propia puede ser reconocida a esas superestructuras." 12 Pero lo más interesante
desde n uestra perspectiva no es la crítica de las posiciones de A nderson y N airn,
sino la caracterización positiva q ue Poulantzas realiza del concepto d e hege
m onía.
E ntiendo el "b loque en el poder" como una u n id a d contradictoria, "la hege
m onía designa la estructuración objetiva de los 'intereses' específicos de u na clase
o fracción como representativa de un interés político general d e las clases o frac-
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200 LUDOL ÍO PARAM IO/JORCE M . REVERTE
L a razón fund am ental p ara el m a ntenim iento del concepto de hegem onía como
in stru m en to teórico no p u ed e ser ya, a estas alturas, el sim ple respeto a la figura
de A n to n io G ramsci. H ay dos razones más inm ediatas: la prim era, po r cierto,
es la señalada p or A nderson: el deseo de enco ntrar un lenguaje nuevo (hege
m onía, g u erra de posiciones) q u e legitim e los proyectos políticos actualm ente
m ayoritarios en el seno de la izquierda, proyectos q u e, hab ien d o aban d o n ad o la
h ipótesis insurreccional, difícilm ente p ueden ser expresados en el tradicional
leng u aje leninista. A nderson valora negativam ente estos proyectos, subrayando
su escasa novedad teórica, su co n tin u id a d con respecto al p ensam iento de Kaut-
sky o al austrom arxism o. Pero se pued e p ensar q u e la falta d e o rig in alid ad no
im plica necesariam ente esterilidad política, y q u e los cam bios en la co yu ntura
política desde los años veinte hasta los años ochen ta pu eden su po ner q u e p ro
puestas teóricas análogas conduzcan a resultados políticos distintos. Así, el re
conocim iento del aband on o de la hipótesis insurreccional como origen del auge
i* Ibid., p. J27.
n Ibid., p. 131.
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LA CRISIS DF. LA HEGEMONÍA DE LA 8URCUESÍA ESPADOLA 201
de la term inología c^amsciana no debe entenderse necesariam ente com o un
arg u m ento en contra de éste.
P ero hay o tra razón p ara el uso del concepto de hegem onía, y es u n a razón
plen am en te positiva. S ituado este concepto en u n a perspectiva como la esbozada
p o r Poulantzas, es decir, en u n a perspectiva q u e no sea estrecham ente ideolo-
gista, revela u n a ex trao rd in aria fuerza teórica p or su capacidad p ara vin cular
en tre sí los planos de la ideología, la econom ía y la política. N o se tra ta de
aceptar la fam osa escisión trip a rtita de la realidad en instancias, sino de reco
nocer la existencia de tres niveles de análisis distintos, q u e en el análisis de u na
co yu n tura concreta exigen ser articulado s en u n a u n id a d teórica. Éste es el papel
teórico fu n dam ental del concepto de hegem onía, y ésta es la fecundidad esencial
d e la o b ra de Gram sci, com o h a señalado J u a n Carlos P o rtan tiero en su ensayo
sobre “G ram sci y el análisis de co y u n tu ra”.
Es precisam ente el pro pio P o rtan tiero q uien ha realizado un o d e los más
notables análisis políticos basados en el concepto de hegem onía ("Econom ía y
política en la crisis arg en tina, 1958-1973”). E n una línea sim ilar se preten de
desarro llar el análisis q u e sigue, y q u e a su vez se basa en dos in ten to s anteriores
p o r nu estra p arte de com prender la evolución del estado en España, desde la
guerra civil, incluyendo la crisis final del franquism o y el fracaso del m ovim iento
ob rero en »u in ten to po r establecer u n a nueva hegem onía d u ra n te el proceso de
transición a la dem ocracia. A ntes de a b o rd ar el análisis pro piam en te dicho, es
bozarem os algunas hipótesis teóricas sobre las q u e aq uél se articula.
P artien d o d e la definición de hegem onía d ad a p or Poulantzas, podem os dis
tin g u ir los siguientes aspectos de la hegem onía de u n a clase (o fracción): 1] la
estru ctu ración de sus intereses objetivos como intereses del co n ju n to de clases
o fracciones q u e com ponen el bloqu e sobre el q u e se ejerce la hegem onía (n or
m alm ente, el blo qu e en el pod er o b lo qu e dom inante); 2] la expresión política
de estos intereses a través del estado; 3] la constitución de una visión del m u nd o
q u e inform a a toda la form ación social y según la cual la clase o fracción hege
m ónica aparece com o represen tativa (ideológicam ente) de los intereses generales
(nacionales).
Veamos estos tres elem entos. El prim ero im plica, según la conocida form u
lación de G ram sci en los Q u a d em i d el carcere, “ la conciencia de q u e los pro
pios intereses corporativos, en su desarrollo actu al y fu tu ro , sup eran los lím ites
de la corporación de g ru p o p u ram en te económico y pu eden y d eben convertirse
en los intereses de otros grupos subordinados” (qc, p. 1584; N otas sobre Ma-
quiavclo, p. 57). De o tra form a: “ El hecho d e la hegem onía presupone in d u d a
blem ente q u e se tien e en cuen ta los intereses y las tendencias de los grupos sobre
los cuales se ejerce la hegem onía” (qc, p. 1591; Notas sobre M aquiavelo, p. 40).
Es evidente q u e esto tiene dos aspectos: el prim ero es el de la superación
d el corporativism o, q u e debe ser su stituid o p o r la asunción de los intereses más
generales de la clase hegem ónica y de los grupos sobre los q ue se ejerce la hege
m onía. El segundo, estrecham ente vinculado con el anterior, im plica la adopción
d e u n m odelo “económ ico” en el q u e se en c am an estos intereses generales del
blo q u e d o m in an te (o ascendente, en el caso de la luch a de la clase o b rera p or
la hegemonía).
El segundo elem ento se refiere a la expresión política d e dichos intereses.
202 I.UDOLFO PARAM IO/JORCE M . REVERTE
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LA CRISIS t)K I.A IIF Í.IM O N I a I»E I.A BURGUESÍA FSPA&OtA 205
Esta au tén tica involución del régim en fran qu ista n o era, po r supuesto, ca
sual: la burguesía había o p ta d o m uchos años antes p o r la renu ncia a la represen
tación a cam bio de la seguridad de q u e el sistem a se m a n ten d ría en pie. El
estado franqu ista, fru to de esta necesidad, pasaba la factura al aprendiz de b ru jo
d an d o fe de su capacidad de autonom ía. L a im posibilidad d e ofrecer a las clases
populares un progresivo bienestar económ ico (en m edio d e u n a crisis económica
ya visible) obligaba a fortalecer el a p a ra to represivo, de m odo q u e fuera capaz
d e co ntener la ofensiva d e la clase obrera y dem ás sectores subordinados. La
m an iob ra era conducida por el delfín de Franco, C arrero Blanco, q u ien repre
sentaba el papel de B on ap arte en el in ten to de d a r c o n tin u id a d a u n régim en en
plen a y m ortal agonía.
E n diciem bre d e 1973, la organización e t a hacía v olar por los aires al delfín.
LA CUIJIS DE LA HEGEMONÍA DE LA BURGUESÍA ESPADOLA 205
con stan tem ente p ara é|xxas m ejores en q u e la estabilidad política no esté tan en
juego. L a m uerte de Franco lleva a la burguesía a acentuar a ú n más esta postura
defensiva, cerrando filas a la espera d e tiem pos mejores. P ara el verano de 1976,
el fracaso del tím id o reform ism o del presidente A rias es evidente. A dolfo Suárez,
j>or elección directa del rey Juan Carlos, asum e los poderes y abo rda de forma
d irecta u n proceso q u e altera las prioridades: se tra ta de reco nstitu ir la legiti
m id ad «le! régim en m onárquico, recon struir el bloq ue burgués para, posterior
m ente, a b o rd ar los temas económicos.
El proyecto de Suárez o btiene u n im p o rtan te éx ito inicial: el referéndum
p ara la reform a política es un a clara victoria del gob iern o a n te una oposición
a tad a de pies y manos. O b tenid a la victoria en esta área, el gobierno de Suárez
se dedica a p o n er parches e n la situación económ ica m ien tras se p rep aran las
elecciones. Los gabinetes económicos son ocupados ya po r hom bres q u e rep re
sen ta n d irectam ente al capital financiero: Carriles, Lladó, etcétera, quienes ins
tru m en ta n políticas económicas destinadas solam ente a g an ar tiem po: el pacto
p olítico en las alturas se ha conseguido.
Sin em bargo, la jugad a de Suárez tropieza in icialm ente con grandes d ifi
cultades en el seno del pro p io blo qu e do m in ante. El q u e luego sería m inistro
p ara asuntos económicos, E nrique Fuentes Q u in ta n a, afirm aba meses más tarde
q u e la clase em presarial española no se hab ía puesto a ton o con la dem ocracia y
q u e había apostado po r u n m apa electoral q u e no se había efectivizado. Efec
tivam ente, el 15 de ju n io , los sectores más im po rtan tes del gran capital apoyan
descaradam ente la altern ativ a a u to rita ria encabezada po r Fraga Irib a m e, Suárez
juega arriesgando más y, hábilm ente, consigue resultados inesperados para su
conglom erado de partidos, la U nión de C entro D em ocrático, a la q u e afluyen
m asivam ente los votos de la pequeña burguesía y d e am plios sectores campesinos.
1 .a d erecha, el capital, se divide en to rn o a dos opciones en el terreno del cam bio,
q u e pueden caracterizarse p o r su visión de la dem ocracia. P ara aquellos q u e
apoyan la opción fraguista d e A lianza P opular, cu alqu ier am pliación de las
libertades, de los derechos sindicales y políticos, significa u n recorte de sus pro
pios derechos em presariales. Para la o tra opción, la q u e apoya a Suárez, la ad o p
ción de u n m arco d e libertades políticas supone la posibilidad d e reconstruir una
legitim idad y, con ello, d e conseguir la integración d e las capas m edias en el
nuevo proyecto de dom inación. 1.a inexistencia de form as d e organización b u r
guesas obliga al capital a elegir en tre dos opciones com pletam ente autónom as: la
o]KÍón K aram anlis. representada po r Fraga, y la escogida po r la corona (po r
ta d o ra a la vez d e la legitim idad del cam bio dem ocrático y la franq uista en un
ex trañ o equ ilibrio) en la persona de Suárez, cuyas intenciones son las de in stau
rar un régim en a b ie rto en lo político y claram ente reaccionario en lo económico.
A quí es preciso detenerse un m om ento para resaltar una característica de
la opción suarista: la elección de Suárez se corresponde perfectam ente con los
h ábitos franq uistas de auton om ía en lo político con respecto a los deseos de la
clase q ue el régim en apoya, que sostiene el sistema d e dom inación. Suárez es un
h o m bre q u e en todo m om ento se m an tien e como u na incógnita para la b u r
guesía; es u n político de reflejos, pragm ático, sin u n plan preestablecido de largo
plazo, p rocedente del M ovim iento franq uista, y del cual la burguesía n o puede
hacer más (pie fiarse a ciegas.
I.A CRISIS rn L A H EGEM O N ÍA DE LA BURGUESÍA ESPAÑOLA 207
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LA CRISIS DE LA HEGEMONÍA DE LA BURGUESÍA ESPADOLA 209
del m ovim iento ob rero p a ra ofrecer u n proyecto hegem ónico altern ativ o al de
recon stitu ción orgánica d e la burguesía. Éste h a sido nu estro in ten to en un ensa
yo a n terio r (“ Resistencia o b rera y E stado burgués d e excepción: España y A m é
rica L a tin a ”), p o r lo q u e n o insistirem os a q u í en esa cara de la m oneda. Sólo
cabe m en cio nar apresu radam ente las hipótesis fun dam entales de nuestro análisis:
1] la clave del fracaso se h alla en la división del m ovim iento ob rero; 2] esta
división era prácticam ente inevitable d ad o el desarrollo m arcadam ente desigual
de las organizaciones políticas (pct: y p s o e J correspondientes a las dos p rin c i
pales opciones ideológicas con audien cia en el seno del m ovim iento obrero. N ues
tra conclusión, sin d u d a discutible, es q u e sería siem pre u n erro r creer qu e la
prep ond erancia orgánica d e un a opción radical im plica la radical ización general
del m ovim iento. Esta tesis puede ser discutible, pero la actu al y evidente d ispa
rid a d en tre los m apas parlam en tario y sindical de la izquierda española consti
tuye u n b u en arg um ento a nuestro favor.
La segunda cuestión q u e exige una reflexión es la im bricación de los aspectos
económicos, políticos e ideológicos de la crisis d e hegem onía d e la burguesía espa
ñola en el período 1969-1979. Es b astante sencillo com prender po r q u é la b u r
guesía n o se identificó con u c d hasta no ver en su política económ ica u n a opción
ta jan te p o r la recuperación de la tasa de ganancia. Es tam bién sencillo com
p ren d er q u e esta identificación salda la c risis orgánica de la burguesía al estable
cer u n claro bin om io c a p ita l/u c D . Sin em bargo, es más difícil com pren der cómo
es posible q u e la recom posición de la derecha n o haya pod id o realizarse sobre la
base de la "salida más fácil” : el derechism o del p a rtid o de Fraga Irib a rn e , A lian
za P o p u lar: o com prender cóm o es posible q u e la ofensiva ideológica de la
derecha n o haya en co ntrado respuesta e n la izquierda h asta el p u n to de q u e u c d
haya podid o consolidar su m ayoría p arlam en taria en 1979, tras dos años de ges
tió n de la crisis a expensas d e los trabajadores.
La p rim era cuestión rem ite a las transform aciones d e la form ación social
española en los años sesenta, y a los consiguientes cam bios en los apoyos de
clase con los q u e pueden co n tar las d iferentes fracciones de la burguesía. Se
puede afirm ar a grandes rasgos, y sin posibilidad d e p ro fu n d izar en la afirm a
ción, q u e estos cam bios —q u e suponen en especial u n m ayor peso de las nuevas
capas m edias— h an im puesto un desplazam iento de la hegem onía hacia la frac
ción in dustrial del capital, relegando a u n segundo p la n o al capital bancario y
a sus prolongaciones industriales (capital financiero). Este desplazam iento de la
hegem on'a, q u e se reflejaría en la p rep o n d eran cia de l c d sobre a p , se basaría
n o sólo en estas transform aciones sociales, sino tam bién en razones económicas
—inviab ilid ad del m odelo especulativo y dep red ad o r característico del cap ital
b an cario español tradicion al— e ideológicas: id entificación del cap ital financiero
con el franquism o y con a p .
La segunda cuestión es más grave. N o se tra ta ya de ex plicar el fracaso j>oli-
tico del m ovim iento o brero para d isp u ta r a la burguesía la hegem onía en la
form ación social española, sino de saber cóm o es posible q u e el b urd o neolibe-
ralism o fried m aniano d e la derecha n o la haya llevado a u n a espantosa catás
trofe electoral en 1979. La razón, sin em bargo, es relativam ente sim ple: la
inm adurez y el sectarism o h an im pedido a los partid os d e la izquierda española
presentar u n a alternativ a viable a los program as económicos de la derecha. Sin
210 LUDOLFO PARAM IO/JORCE M . RE V O T E
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R A C IO N A L ID A D Y L ÍM IT E S D E LAS C O N S T R U C C IO N E S ID EO LÓ G IC A S
EN LA P O L ÍT IC A D E LO S ESTA D O S U N ID O S H A C IA A M É R IC A L A T IN A
LUIS MAIRA
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212 LUIS MAIRA
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IJi. POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA A M ¿RICA LATINA 213
difícil p ara la Casa Blanca am p lia r los program as de ayuda económ ica en el caso
de N ix o n y su política de perfil bajo.
Com o se com probó en cada u n a de estas experiencias, asegurados los obje
tivos reales se ab a n d o n aro n las respectivas políticas, po r lo q u e las construcciones
ideológicas acabaron p o r ser el ú nico elem ento significativo de estos enfoques.
Pensamos p o r ello que es m uy im p o rtan te conocer en p ro fu n d id a d los contenidos
de los d istintos p lan team ientos ideológicos q u e an im an de tiem po en tiem po las
denom inadas relaciones in teram ericanas. Sólo así podrem os conocer efectivam en
te los factores de co n tin u id ad de la política regional de W ashington; ev itar las
esperan/as in fu ndadas a q u e lleva u n desconocim iento de los lím ites efectivos de
n uestra relación con los Estados U nidos y ex p lo rar con m ayor u tilid a d el curso
específico de las relaciones q u e los gobiernos norteam ericanos m an tien en a escala
regional frente a las subregiones q u e in teg ran n uestro co ntinen te, así com o los
asuntos concretos q u e gestionan los Estados U nidos con nuestros distintos países.
En el presente artículo inten tarem os u na p rim era y provisional aproxim ación
a las construcciones ideológicas que an im an la po lítica n orteam ericana de la
actu al adm inistración C árter hacia A m érica L atin a. E n ésta, ta n to p o r los efec
tos de la p ro longada etap a de "n o política" h acia n uestra región q u e la precedió
(luego del fracaso y ab a n d o n o del "nuevo diálogo" en 1974 com o consecuencia
del "im peach m eiu" co n tra N ixon. la adm inistració n Ford no in ten tó una fo rm u
lación sustitutiva) com o p o r la m ultip licación d e las propuestas d e u n a política
altern ativ a realizada p o r organism os privados d u ra n te la cam paña presidencial
de 1976 (tales com o la Com isión Linow itz y sus trabajos en el C entro p a ra las
R elaciones Interam ericanas de N ueva York o el gru p o especial q u e tra b ajó en
el In s titu to p a ra Estudios Políticos de W ashington), en los nuevos esquem as de
la actu al adm inistración la innovación retórica ha desem peñado u n papel p rio
ritario . P ero de todas m aneras las dificultades p ara su aplicación h an sido m a
yores y esto se ha evidenciado particu larm en te cu an do los reacomodos en la
situción in tern acio n al g lobal le h an im puesto revisiones en form a precipitada.
D e este modo, si b ien la p olítica norteam erican a de la adm inistració n C árter
se asem eja a los experim entos q u e la an tecedieron en la m edida en q u e tam bién
ello constituye u n a respuesta form ulad a casi con criterio de "term ostato" an te
los riesgos de un ascenso radical en el S ur com o resultado d e u n a excesiva des
preocupación de W ashington, y en q u e tam bién ello h a in cluido ideas tales como
la prom esa d e igualdad en el trato, el an u n c io de respeto p o r la libre d eterm i
nación d e las decisiones políticas y el ofrecim iento d e u n rep lan tcam icn to más
significativo de los vínculos económicos en tre am bas partes, la estru ctura de su
universo ideológico es m uy específica y sugerente pues responde a u n a racion a
lid ad d istin ta p ara en ten d er la ubicación d e A m érica L a tin a en el sistem a m u n
dial de poder.
L a política latinoam ericana de la adm in istración C árter representa el prim er
in te n to por ab a n d o n ar la lógica de la relación especial con A m érica L atin a en el
m arco del sistema interam ericano (m aterializado a p a rtir de 1918 en la o f a ),
sobre la base del cual se tra ta b a de arm onizar m ed iante fórm ulas jurídicas o
políticas las evidentes disparidades y asim etrías de am bas Américas. A hora, como
ex plícitam ente lo señalara el p ro p io p residente C árter en u no de sus prim eros
discursos encam inados a d efin ir la posición de su gobierno frente al co ntin ente,
214 LUIS M AIH a
II. L O S E L E M E N T O S ID E O L Ó G IC O S C E N T R A L E S E N E L N U E V O E N F O G U E
A hora bien, para asum ir estos objetivos reales q u e expresan los intereses con
cretos q u e asum e en la nueva co y u n tu ra el interés nacional n orteam erican o en
s op . cit., p. 317.
« £1 conocimiento del pmr 41. un documento que normalmente debió tener un carácter
reservado, se logró a través de la filtración que de él hizo el periódico Washington Post a fines
de 1978.
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216 LUIS MAMA
el ám b ito de sus relaciones con A m érica L atin a, esta política ha estru cturad o un
nuevo discurso ideológico q u e busca form alizar el reacom odo de su hegem onía
fren te a la p a rte su r del hem isferio y q u e incluye cu atro núcleos básicos con los
q u e se busca d a r apariencias de coherencia a la nueva retórica. Éstos son: el glo-
balism o com o m arco de referencia del nuevo enfoque; la p rop uesta d e la in te r
dep en dencia com o el p rin c ip io o rd en ad o r d e las relaciones de los Estados U n i
dos con A m érica L a tin a ; la consideración de los derechos hum anos com o p au ta
d efin ito ria p ara d eterm in ar la calidad e intensidad d e las relaciones q u e los Esta
dos U nidos d eb erían m a n ten er con cada país latino am erican o y la fó rm ula de
la dem ocracia restringida o viable com o m odelo ó p tim o de organización política.
Inten tarem os detenem os en cada u n o de estos pu ntos con el ánim o de pre
cisar más exactam ente sus raíces y contenido y la form a en q u e sirven de fu n d a
m e n to a sus acciones m ás concretas.
a] E l en foqu e global
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LA POLÍTICA DE LCS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 217
t Véase Apéndice del libro De la Ceda a la Mecía, de Gregorio Selser, Buenos Aires. Carlos
Samonta Editor, 1972, pp. 177 y « .
8 El trabajo de Hanscn fue publicado originalmente en la colección Development Papen
del propio Overseas Development Council, en 1975 y luego reproducido en el libro The
Americat in a Changing World, editado por el propio Centro para las Relaciones Interameri-
canas de Nueva York para dar a conocer los trabajos de la Comisión l.innwitz.
218 LUIS MAIRA
en favor de sus program as de desarrollo económ ico debería ser algún m ovim iento
en el in terio r de estos países en favor del olvidado 50% d e sus poblaciones,
puesto q u e sin algunas señales de progreso en esta dirección, la aprobación del
Congreso a la política q u e im plícita o ex plícitam ente transfiere recursos al T e r
cero y C u arto M undo es prob able q u e encuentre dificultades crecientes.9
Es im p o rtan te señalar q u e la p rop uesta de H ansen fue am p liam ente acogida
en el inform e de la Com isión Linow itz y q u e m ás tard e las recom endaciones
de ésta en c o n traro n total integración en este p u n to en la política latino am eri
cana de la adm inistración C árter, pasando a co nstitu ir u n ingrediente fu n
d am en tal de la misma.
Al respecto, ya el p rim er inform e Linow itz señaló: “ [ . .. ] u n p u n to debe
hacerse ya bien p aten te sobre A m érica L atina: la región incluye m uchas u n id a
des y subgrupos, cada uno con diferentes rasgos y con relaciones d istintas con
los Estados U nidos. A lgunos de los países principales com parten características
e intereses q u e g u ard an u n a m ayor relación con las naciones de N orteam érica,
Europ a y J a p ó n que con los países del T ercero o C u arto M undo. Estas naciones
com prenden sociedades altam ente urbanizadas, alfabetizadas e industrializadas
en las q u e en muchos casos el ingreso po r h ab itan te se com para favorablem ente
con el de algunas naciones europeas. En cam bio, otros países latinoam ericanos
aú n se encuentran atrapados en el círculo d e la pobreza extrem a. D ependen aú n,
e n g ran m edida, de las políticas qu e siguen sus vecinos más avanzados, cuyas
decisiones económicas y políticas los afectan profu nd am ente. M uchos de los
países se h allan en un nivel interm edio de d esarrollo económ ico y social. A lgunos
d e ellos están am pliando la participación de sus ciudadanos en la tom a de deci
siones nacionales; otros h a n estado evitando dicha participación p or diversos
medios. A lgunos países en la región aú n conservan estrechos lazos con los Esta
dos U nidos como resultad o de la interacción económ ica y social q u e ha sido la
n o rm a p or largo tiem po, o p o r el intercam bio más reciente de poblaciones q u e
es el resultado de migraciones continuas; otros están orientados en form a cre
ciente hacia las relaciones y los intercam bios con naciones fuera del hem is
ferio."10
En cu an to a su contenido sustantivo, la visión globalista considera q u e los
Estados U nidos deben d efin ir el contenido de sus políticas hacia el m un d o en
desarrollo no en función del referente regional, como ha acontecido histórica
m ente, sino de los diferentes niveles d e desarrollo relativo alcanzado po r esas
naciones, p or lo que ellas deben ser agrupadas p ara su correcto tra tam ien to en
función de su m ayor o m enor crecim iento económico. E n la aplicación de este
tip o de p autas de clasificación, A m érica L atin a debería constituirse en u n a suerte
de escenario experim ental, puesto q u e se consideraba q u e las condiciones para
extenderlas a África o a Asia aú n no estaban dadas. Esto es lo q u e explica la
aparen te contradicción q u e produce el énfasis globalista p lan teado po r C árter
casi exclusivam ente p ara América la tin a , en un m om ento en que, po r ejem plo,
se sigue hab lan d o en W ashington de u n a “política african a” po r el prop io se
cretariado de estado.
» Rogcr Hansen, op. rít. (ooc), p. 68.
io Primer informe Linowitz, verdón mimeografiada del Centro para las Relaciones Inter-
americanas, Nueva York, 1974, p. 6.
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LA POLÍTICA DE LOS KSTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 219
Si el p rim er g ran referente teórico de la nueva política latinoam ericana —el glo-
balism o— se form ula en la C om isión Linow itz, la segunda g ran visión, la teoría
de la interdependencia, es elabo rada en o tro de los "th in k tanks” q u e más in flu
yen sobre el actual gobierno; la Com isión T rila te ra l, con sede en N ueva York.
E n los inicios del gobierno de C árter la C om isión T rila te ra l concentró la
m áxim a atención de los interesados en el proceso político y económico de los
Estados U nidos cuando diecisiete de sus integrantes norteam ericanos fueron lla
m ados a o cu p ar altos cargos en el g abin ete o en la adm inistració n.11 El papel
político real de este organism o, p o r su parte, ha provocado las mayores polém i
cas: hay desde quienes creen qu e ella constituye u n supergobierno m un dial q u e
define las políticas de todos los gobiernos del m un d o capitalista desarrollado,
hasta quienes le niegan toda significación.
C u alquiera q u e sea el juicio que al respecto se tenga, en los catorce docu
m entos de discusión preparados por la C om isión T rila te ra l antes de la llegada de
C árter a la Casa Blanca figuran muchos de los análisis y supuestos q u e inspiran
la actu al política exterio r norteam ericana. De todas estas construcciones teóri
cas, la más am plia en sus alcances es la de interdependencia, puesto q u e se
liga a las reflexiones de los principales especialistas norteam ericanos en relacio
nes internacionales d u ran te la década de los setenta, de los cuales el prim er
d irecto r de la Com isión, Z. Brzezinski, es u n vocero m uy representativo.
D e acuerdo con la definición de Joseph M . N ye J r.,12 "In terdepen den cia sig
nifica u n a situación d e efectos recíprocos o de dependencia m u tu a [ . . .] Estos
efectos recíprocos, sin em bargo, son raras veces iguales p ara am bas partes y los
grados de dependencia son casi siem pre desiguales. T a l dependencia desigual
p uede ser una fuente de poder. E n los casos en q u e u n o de dos países es menos
d ep en d iente del otro, puede ju gar con este hecho p ara m a n ip u la r la relación.”
L a idea de interdependencia está, de este modo, ligada con el in ten to de
legitim ar y convertir en un nuevo d ato válido p ara las relaciones internacionales
la asim etría y el desbalance en la posición de los países, p articu larm en te en lo
q u e se refiere a las relaciones de los países capitalistas desarrollados y subdesa*
rrollados, com o u n supuesto concreto encam inado a favorecer la recom posición
d e la hegem onía internacional de los Estados U nidos, fu ertem en te erosionada
a principios de los años setenta.
E n los hechos, la teoría de la in terdepend encia em erge cu ando en el contexto
d e la crisis capitalista los problem as económicos desplazan su im portancia in ter
nacional a las cuestiones estratégico-m ilitares. P ero esto tien e ju n to a las ventajas
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I .A POLÍTICA DF. LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 2¿l
cativo de las dem andas nacionalistas o radicales en A m érica L atina, a im plem en-
ta r lo q u e el p ro p io secretario de E stado Kissinger adm itió, más de u n a vez,
q u e constituía u n a “ táctica de contención” en la q u e se m ezclaron los intentos
d e desestabilización de aquellos regím enes q u e se consideró irred uctib les en su
antiam ericanism o con u n a negociación envolvente destin ada a cam biar la n atu
raleza y los program as de aquellos q u e pu d ieran ser recuperados. (El ejem plo
m ás característico de la prim era lín ea fuero n las acciones ejecutadas p or N ixon
y Kissinger contra el gobierno chileno de S alvador A llende, m ientras el caso más
relevante de las situaciones del segundo tip o tuvieron lugar en ocasión de la
restru cturación de las políticas del gobierno p eru an o del general J u a n Velasco
A lvarado.)
D en tro de la com plejidad d e u n a p olítica exterior que, como la de C árter,
recoge a la m anera de u n mosaico diferentes preocupaciones y tesis, la p olítica
de los derechos hum anos se o rigina fun dam entalm ente en el Congreso en la etapa
inm ediatam ente posterior al proceso de W atergate. Se sabe q u e el cuestionam ien-
to de “ la presidencia im perial" 18 d eterm inó u n a m ayor preocupación y activism o
de los congresistas en am bas ram as del C ap itolio frente a la política exterior.
Esta preocupación generalizada explica el q u e desde los orígenes la tem á
tica de los derechos hum anos haya tenido los elem entos contradictorios q ue luego
se acen tuarían al convertirse en u n a línea oficial del D ep artam en to de Estado
D e u n a p a rte los senadores y representantes liberales concebían este p u n to com o
u n test para organizar las relaciones de los Estados U nidos con los países en
desarrollo, ev itando lo q u e alguna vez M aurice D uverger deno m inó el "fascism o
ex terio r n orteam ericano” . Precisam ente en este p u n to se basaba el argum ento
de los liberales, quienes sostenían q u e los Estados U nidos n o deb erían selec
cionar en el m u n d o com o asociados a gobiernos q u e negaban los valores y la
trad ición dem ocrático-liberal q u e desde sus orígenes identificaba a la nación
no rteam ericana. Luego de atacar al secretario de Estado Kissinger p or seguir
esta conducta, com enzaron a propiciar en el Congreso a p a rtir d e 1974, enm ien
das restrictivas de la ayuda m ilita r y económ ica de los Estados U nidos a las
dictaduras m ilitares latinoam ericanas q u e in c u rrían en violación ab ierta de los
derechos hum anos de sus ciudadanos (el p rim er in ten to exitoso fue la supresión
d e ayu d a m ilitar a la ju n ta m ilitar chilena en el período legislativo de 1977).
E n el o tro extrem o se ubicó u n g ru p o de congresistas de tendencia más
bien conservadora q u e tam bién veían a los derechos hum anos como u n test,
pero dirig id o a la regulación de los avances de la d éten te y al otorg am iento de
ventajas a la U n ión Soviética en las negociaciones bilaterales. P ara éstos, la
distensión d eber .'a estar condicionada al respeto efectivo de la URSS y los de
más países de E u ro pa del este p o r los derechos políticos y sociales de sus propios
disidentes. El más destacado ex p on ente d e esta tendencia fue el senador del es
tado de W ashington, H enry Jackson, u n o d e los precandidatos dem ócratas a la
presidencia en 1976. Este g ru p o organizó u n ab ierto respaldo en los Estados
U nidos p a ra los intelectuales disidentes más destacados d el m un d o socialista,
especialm ente A lexander Solyenitzin y A ndrei Sajárov, y a las acciones d e la
Este análisis tiene su expresión más elaborada en el libro de Arthur M. Schlcsinger,
Jr., The imperial presideney, Nueva York, Popular Librav, The Atlantic Monthly Companv.
1974.
222 LUIS MAIRA
m inorfa ju d ía en la URSS. El mism o año 1974 este sector consiguió form alizar
la enm ienda Jackson-V anir q u e constituyó u n a condensación de sus propósitos
y vin o a d a r expresión norm ativa a u n a nueva restricción p ara el gobierno de
W ashington en sus tratos con la U n ió n Soviética.
Fue en esta doctrin a dual del C ongreso en la q u e se inspiró el equ ip o
encabezado p o r Zbigniew Brzezinski, R ichard G ard n er (actual em bajad or de los
Estados U nidos en Italia) y R ich ard H olbrooke (entonces p rin cipal ed ito r de la
revista Foreign Policy y luego encargado del D ep artam en to de asuntos del Sud
este A siático en el D epartam ento de Estado). D u ran te la cam paña éstos com
pren d iero n q ue en sus dos vertientes la tesis de la defensa de los derechos h u m a
nos co n stituía u n excelente instrum ento p ara en ju iciar la acción de los gobiernos
republicanos. Esto explica po r qué C árter fue haciendo del tema en su cam paña
un "issue” central.17
Al asum ir el poder y especialm ente a la h o ra d e d efin ir las acciones con
cretas frente a diversos gobiernos m ilitares latinoam ericanos, la aclaración de
los alcances concretos de esta p olítica se convirtió en u n p u n to de fricción en tre
diversos sectores del gobierno. D e n ad a valieron los intento s de definición reali
zados po r el secretario del Estado, Cyrus Vanee,18 el vicesecretario de Estado,
W a rre n C h ris to p h e r19 y p o r el pro p io presidente C árter en su discurso de la
U niversidad de N o tre D am e.20 Estas intervenciones ay ud aro n a dejar dos puntos
en claro: prim ero, q u e los principales adm inistradores de la política ex terior del
gobierno norteam ericano en ten d ían los derechos hum anos no sólo com o la ausen
cia de detención a rb itra ria o de to rtu ra, sino com o la vigencia más o menos
am p lia de todos los derechos políticos y g arantías constitucionales desarrolladas
p o r el pensam iento liberal y consagradas po r las revoluciones burguesas de los
siglos xvh y x v in ; segundo, q ue se p rop on ía la observación en los diferentes
países con los q u e los Estados U nidos m a ntenían relaciones del grado de respeto
efectivo a estas garantías, haciendo de ellas el g ran tam iz q u e p erm itiera discernir
y clasificar la calidad de las relaciones norteam ericanas con estos regím enes po
líticos.
Estas precisiones con todo, no resolvieron la cuestión de la aplicación es
pecífica de preceptos tan generales y abstractos a las relaciones con las d ictaduras
m ilitares de la región, p articu larm en te las del C ono Sur. P o r el contrario,
d e n tro del D ep artam ento de Estado se form aron dos corrientes de pensam iento.
De u n lado se situaron los colaboradores directos del presidente, recientem ente
incorporados a la adm inistración y especialm ente fuertes en la nueva División
17 Es interesante hacer notar que el tema de los derechos humanos fue planteado por Cárter
en forma mucho menos importante en sus primeras intervenciones públicas, como el discurso
sobre política exterior pronunciado en el Counril on Foreign Relations de Chicago, en marzo
de 1976, que en los debates realizados sobre este tema con el presidente Cerald Ford, en
octubre de ese mismo año.
16 Discurso sobre los derechos humanos en la política exterior de los Estados Unidos,
pronunciado por Cyrus Vanee en la Universidad de Georgia, Atlanta, en abril de 1977, ver
sión oficial, usts.
** Discuno pronunciado por Warren Christopher ante la barra de abogados norteamericanos
en agoMo de 1977, versión oficial, usis.
20 Discurso pronunciado por el presidente Cárter en mayo de 1977. reproducido en Cario
Maria Santoro, Cl¡ Ctati Uniti e l'ordine mondiale, Roma, Italia, Editori Riuniti, 1978.
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LA POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 223
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224 LUIS M AIRA
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LA (“0LÍT1CA DE LCS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 225
A u n q u e el propósito de este tra b ajo consiste exclusivam ente en señalar las p ar
ticulares lim itaciones de u n enfoque basado en la agregación de categorías ideo
lógicas heterogéneas cuya sum ato ria configura u n a "p olítica de mosaico" que
difícilm ente p u ed e sostenerse con coherencia, y a u n q u e n o intentam os ocuparnos
en el del nuevo esquem a de rem plazo, algunas consideraciones fundam entales
resu ltan ineludibles.
En un p rim er ru b ro nos interesaría señalar q u e el balance d e los tres p rim e
ros años d e aplicación de lo q u e el presidente C árter an u n c iara com o u n a p o lí
tica renovadora de las relaciones en tre los Estados U nidos y A m érica L atina,
deja diversas lecciones, todas negativas, al hacer u n ju icio de la política la tin o
am ericana d e la actual adm inistración.
Éste es el resultado, en tre otros, de los siguientes factores:
a] La acentuación en las dificultades del fun cio nam ien to in tegrad o de los
diferentes departam ento s y agencias q u e actú an com o el segm ento especializado
para el ám b ito in ternacion al de los ap arato s estatales norteam ericanos.
E n esta etapa, y se podría dem o strar con u n am p lio estudio de casos con
cretos, la especialización de las políticas internacionales ha reforzado lo a u to
nom ía de las doctrinas y criterios básicos form ulados po r cada sector, q u e se
h a n tornado más rígidos, y el g obierno h a ex h ib id o m enos capacidad d e coordi
nación en los casos conflictivos.
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LA POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 227
FERNANDO FAJNZYLBER
i Como excepciones a esta tendencia general es preciso señalar, entre otros, los casos de las
llamadas "plataformas de exportación”, Hong Kong, Singapur y Taiwán y la situación peculiar
de Corea del Sur, que, contando con una situación geopolítica particular, y con base en un
proyecto de "capitalismo nacional autoritario", ha logrado una inserción dinámica en los
mercados internacionales.
(22 9 )
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230 FERNANDO FAJNZYCBF.R
de los años sesenta se observa u n crecim iento de las rem uneraciones m ayor que
el crecim iento de la productivid ad.2
Esta tendencia es resultad o de diversos factores en tre los cuales destacan los
siguientes:8 creciente escasez de m ano de obra de los países capitalistas desarro
llados; a p a rtir de la m itad de la década de los años sesenta u n id a d creciente
d e la clase o b rera organizada en E u ro pa asociada en alg un a m edida al d eb ilita
m ien to de la g u erra fría y su influencia sobre el conflicto en tre los sectores
laborales, católicos y no católicos; capacidad de las centrales sindicales de los
sectores oligopólicos de a rrastra r el increm ento d e rem uneraciones del co n ju n to
d el sector laboral, en contraposición con la incapacidad de las em presas líderes
d e los sectores oligopólicos de d ifu n d ir su creciente prod uctiv idad sobre el
c o n ju n to del a p a ra to productivo y, en p articu lar, sobre los sectores d e servicios
q u e p resen tan la d o ble característica de expandirse rápidam ente y de elevar
len tam ente su pro ductividad. Lo a n te rio r explica y a la vez se apoya en el
fo rtalecim ien to de los p artid o s y m ovim ientos políticos q u e representaban los
intereses de los sectores laborales. Esta consolidación de la fuerza política de
los trabajado res en el capitalism o m aduro, socialdem ocracia y fuerzas políticas
afines, se proyecta sobre la o tra tendencia fun d am en tal q ue caracteriza la evo
lución de esas econom ías en las últim as décadas: la participació n creciente del
estado en la actividad económ ica.4 Esta expan sió n relativ a del estado expresa,
p o r u n parte, los req uerim ientos crecientes de socializar los gastos en infraestruc
tu ra necesarios p ara el proceso de acum ulación p riv ad a; p o r o tra , la capacidad
política d e los sectores laborales de im p on er u n a tendencia a los servicios de
educación, salud, vivienda, seguro contra el desem pleo, bienestar de la infancia
y vejez.5
El m e joram iento de la posición relativa de las rem uneraciones y el proceso
p aralelo de p articip ación creciente del estado en la econom ía se proyectan y re
fuerzan en el p la n o político con la consolidación de los p artid o s socialdemócra-
tas y afines, y el ascenso de las tendencias “eurocom unistas".
A fines de la década de los sesenta, en los países capitalistas subdesarrollados
del llam ado T e rc e r M u ndo se observa u n ascenso de los partidos “ populares"
y del nacionalism o, q ue se expresa en el proceso de descolonización, de fortale
cim iento de los "m ovim ientos d e liberación n acio nal", en la aparición de go-
Véanse cuadros l, 2 y 3.
3 Véase P. McCrackcn y otros, "Toward* full employment and price stability", o c d e ,
junio de 1977; B. Rothowrn, "Late capitalism", New Left Keview, julio-agosto de 1976; Edward
F. Denison, “T he piuzling drop in productivity", The Brookings BuUetin, vol. xv, núm. 2:
Willard C. Butcher, “Raising capital formation consciousness”, International Finance, 13 de
noviembre de 1978, p. 8: Robert J. Samuel son. "T he productivity enigma", National Journal,
12 de septiembre de 1978; “Penis of the productivity sag”. Time, febrero 5 de 1979, p. 34;
Leona td Silk, “Productivity and inflation", The New York Times, 12 de enero de 1979; John
Wyles, “ Puzzling over productivity”, Financial Times, 15 de febrero de 1979; William B.
Franklin, 'T h e inflationary thrcal on the productivity front”, Business Outlook, 12 de febrero
de 1979, p. 29; Jurek Martin, “Meagre productivity upsets U. S. growth forecasts”, Financial
Times, 26 de enero de 1979.
4 Véase cuadro 4.
6 Véase además de Me. Cracken y B. Rothowrn, op. cit., “ Public expenditure trends", ocde ,
junio de 1978; J. O'Connors, The fiscal crisis of the State, St. M artin Press, 1973; R. Keohane,
“Economic, inflation and the role of the State’*, World Politics, Princcto» Univ. Press, 1978.
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 23 1
« Véase cuadro 5.
t Véanse cuadros 6 y 7.
* Véanse cuadros 8 y 9 y gráfica 1. Como referencia véase, además de P. McCrackcn
y B. Rothowm, op, cit.; Martin Feldstein y Lawrence Summcrs, *’Is the rate of profit fa-
lling?". Brookings Papcrs on Economic Activity, 1, 1977; Robert Eisncr. "Capital formaüon,
here, why and how rauch? Capital shortage: Myth and rcallty”. Capital Formation, vol. 67,
núm.. I; William D. Nordhaus, “The falling ahare of profiu”, b p e a , ], 1974; Charles L.
Schultze, “Falling profits, m ing profit margins, and the full-employment profit rate", Bro
okings Papers on Economic Activity, 2. 1975; Martin S. Feldstein y Michel Rothschild,
"Towards an economic theory of replacement investment”, Econometrica, vol. 42, mayo de
1974, núm. 3; Arthur M. Okun y George L. Perry, "Notes and numbers on the profits
squeeze”, Brookings Papers on Economic Activity, 3, 1970.
» Véase cuadro 10.
10 “Se ha incrementado en forma significativa el proteccionismo en los países industrializados
y las presiones para reforzar esta tendencia son poderosas", World Development Report, julio
8 de 1978, p. 26, World Bank.
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232 FERNANDO FAJN7.Yt.RFK
ción glo bal”, y sobre el cual convergen u n a v ertiente económ ica ligada prin ci
palm en te a la banca y a la g ran em presa in tern acio nal y las vertientes acadé
micas y políticas afines. P ara legitim arse p olíticam ente, este proyecto debe
a rtic u la r en to m o a él a vastos sectores de la sociedad. P ara esto d ebe presentarse
com o la fuerza lúcida p ara resolver los problem as y garan tizar la expansión y
p rosp erid ad del sistema.
En su diagnóstico de lo o currido en el capitalism o avanzado en los últim os
años destacan com o elem entos esenciales la degradación creciente de las ins
tituciones dem ocráticas y la ilegitim ación de la au to rid ad , la expansión in o r
gánica, ineficiente e inflacionaria d e la actividad p ú b lica y el desarrollo de u n
nacionalism o provinciano que se expresaría ta n to en los ám bitos económicos
com o políticos. Estas tendencias, desarrolladas al am paro de u n con tex to de
distensión, serían factor explicativo fu nd am en tal del d eb ilitam ien to in tern o y
externo del sistem a.11
A p a r tir de este diagnóstico em ergen com o lincam ientos básicos del pro
yecto: i) la necesidad de ev itar los eufem ísticam ente denom inados "excesos de
la dem ocracia” ; ii) la im portancia decisiva de term in a r con las "distorsiones”
generadas po r la desm edida acción del estado y de las organizaciones que, como
los sindicatos, logran a través de sus presiones alte ra r lo q u e sería el funciona
m iento norm al de los mercados; iii) su p erar el "anacrónico” nacionalism o en
sus dim ensiones políticas y económicas.12
El argum ento central de este proyecto sería el siguiente: en la m edida en
q u e se creen condiciones económ icas y políticas adecuadas p ara la expansión
L a viab ilid ad de la aplicación integral del proyecto en los países capitalistas desa
rrollados aparece como u n a aspiración difícil de alcanzar po r la fuerza económica
y política de las organizaciones laborales, p o r el grad o de afianzam iento de la
dem ocracia com o régim en político (no se o btien e un apoyo electoral m ay oritario
con u n program a en q u e se debilita la fuerza sindical, dism inuye la protección
frente a im portaciones, elim ina subsidios a regiones y sectores atrasados y dis
m inuye la acción pública en salud, educación y vivienda) y p o r la ap aren tem en te
baja pro b ab ilid ad de utilizar a las fuerzas arm adas de los países de capitalism o
m aduro como instrum ento de restru cturación interna. R esulta difícil im aginar
q u e las fuerzas arm adas se utilicen co ntra ciertos sectores del P artid o D em ócrata
ile los Estados U nidos o la b o ris ta en In glaterra o en los sindicatos del sector
autom otriz u otros sectores oligopólicos en los Estados U nidos, E u rop a o el
J ap ó n , d ond e adem ás de ser fuerza d e trab ajo constituyen, a diferencia de lo
q u e ocurre en la A m érica la tin a , u n a fracción im p ortante del m ercado fu nd a
m ental necesario p ara la expasión del sistema.
L a situación es d istinta en la América la tin a , do nd e el capitalism o semi-
industrializado conduce a q u e el m ercado p rin cipal esté co nstituido esencial
m ente p o r los sectores de ingreso m edio y alto. Sin em bargo, esto no basta para
q ue se pu eda m aterializar plenam ente el proyecto de restructuración en cual
q u ie r país de la A m érica la tin a . Es necesario q ue el sector em presarial nacional
se considere suficientem ente am enazado en sus intereses para q u e acepte u na
is "lo d o s queremos que capitales, bienes, servicios y tecnología circulen intcmacionalmcntc
« i forma competitiva según los principios económicos del liberalismo hacia un sistema econó
mico abierto", Richanl N. Cooper (subsecretario de Estado para Asuntos Económicos), "Hacia
un sistema económico abierto”. Horizontes, Estados Unidos de Norteamérica. 28.
t« "Basados en nuestra experiencia creemos firmemente con la ib m que el libre comercio
puede generar más beneficios a más gente que cualquiera otra posición. Esto es estrictamente
coherente con las realidades y necesidades del sistema económico internacional. En el mundo
de hoy y en el de mañana esto constituye un hecho inexorable. No hay alternativa viable."
R. A. Feiffer (presidente de la i b m ) . "Opening up I n t e r n a t i o n a l trade, theere is no viable
altemative", National Journal, junio de 1978.
17 “Reafirmaremos nuestra determinación de expandir el comercio internacional, una de las
fuerzas motrices básicas para lograr un crecimiento económico sostenido y equilibrado. Con
nuestros esfuerzos mantendremos y reforjaremos los sistemas de libre comercio internacional.”
“Necesitamos estimular el flujo de la inversión privada de la cual depende el progreso econó
mico. Buscamos limitar los obstáculos para la inversión privada tanto en términos internos
como internacionales. La cooperación de los países en desarrollo en cuanto a crear un clima
de protección adecuada para la inversión extranjera es necesaria para que ésta pueda desem
peñar efectivamente su papel en la generación de crecimiento económico y transferencia de
tecnología." “Acuerdos de la Reunión Cumbre de Bonn.” The New Yorw Times, julio 18
de 1978.
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SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN Df.l. CAPITALISMO 23S
20 Tal vez una expresión de lo anterior se encuentra en las presiones externas ejercidas
sobre el Brasil en aspectos que denotaban la dimensión "nadonal” de ese proyecto: conflicto
sobre el equipamiento nuclear entre el Brasil y los Estados Unidos, la superación de los acuer
dos de ayuda militar, la reciente separación del mercado nacional de minicomputadoras a la
ib m con vistas a favorecer a empresas nacionales y los conflictos de carácter comercial: "US
attacks Brazil's trade policy". Latín American Report. junio de 1978. vol. n, núm. 21: "Brazil
takes harder line on transnationals", Latín American Report, 21. abril, vol. u, nfim. 12; "The
Brazilian model becomes unglued”, These Times, julio de 1978; "Brazil open o a s meetting
with strong attack on Washington’s economic policy’', Latin American Economic Report, SO
de junio de 1978; "Pressure on Brazil mounts”, Hanson’s Latin American Letter, 27 de mayo
de 1978: "Jimmy Cárter: T he new threat to us Brazilian relations", Hanson’s Ixtlin American
Letter, 28 de agosto de 1978.
21 “En el campo del comercio internacional el desafio consiste en ampliar el área de apli
cación de los acuerdos del c a t t y por consiguiente el ámbito en los cuales la competencia
abierta y el libre comercio tienen vigencia. Con este propósito uno de los objetivos de los
Estados Unidos consiste en aumentar el número de países que están sujetos a las reglas del
c a t t , incluyendo especialmente algunos de los paises en desarrollo y rápida industríalíiaáón
que han llegado a constituir elementos significativos en los mercados mundiales.” W. Michael
Blumenthal, “Steering in crowded water*", Foreign Affaírs, junio de 1978.
22 Un cuestiona miento académico relevante de la tesis de la liberalización proveniente de
un país desarrollado cuya posición relativa en el comercio internacional es frágil se encuentra
en: Francis Cripps y Wynnc Godlcy. "Control of imports as a means to full employment and
the expansión of world trade: the u r ' s case”, Cambridge Journal of Economía, 1978,
2-327-354; Francis Cripps, "Causes of grouth and recensión in world trade", Economic
Policy Review, marzo de 1978, núm. 4; Francis Cripps, "The money supply, wages and
inflation", Cambridge Journal of Economics, 1977, 1-101-112. La resistencia en el ámbito
sindical se expresa en "El problema del mayor aumento de las importaciones que el de
las exportaciones durante la década de los afios setenta ha modificado la posición laboral
respecto al comercio”. Esa nueva posidón se expresa en el programa básicamente proteccionista
adaptado por el Consejo Ejecutivo de la a f l - c i o . Véase American Federationíst, julio de 1978.
23 Véase "US president statement on export policy", Department of State. 26 de septiembre
de 1978.
24 Véase, por ejemplo, “US trade policy and the textilc industry”, National Journal, 10 de
junio de 1978. Se describe la plataforma proteccionista del sector textil.
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 237
25 "La perspectiva pata el crecimiento de las exportaciones desde los paises en desarrollo
a los países industrializados aparece significativamente menos favorable para la próxima década
que lo que ha sido en las dos últimas. Las principales razones para esto son el lento proceso
de recuperación de la economia en los paises avanzados y el reforzamiento de las presiones
proteccionistas", World Development Report, 1978, 12 de junio de 1978, p. 112, World Bank.
2# Entre 1964 y 1970 la participación de la e t en la producción industrial del Japón
se eleva de 2.5 a 3.0%, T . Ozawa, Japan's technologieal challenge to the West, 1950-1954,
Mir Press. 1974. En la América Latina se observaron niveles superiores a 25%; la Argentina
31%, el Brasil 49%, México 27% y el Perú 46%, *'Transnational C o r p o r a ti o n * in world develop-
ment", ONU, op. cit., cuadro ltl-54.
27 Véase Charles C. Hanson, "New e e c pressure on Japan to cut trade imbalance”, Financial
Times, enero de 1979; "T he risc of Japanese competition", Dotlar and sense, enero de 1979;
Bank of Tokyo's President, “Yusuke Kashiwagi, the supremo competidor", Euromoney, enero
de 1979; "Japan steps up its 'invasión' of us", U. S. News & World Report, diciembre de
1978; Bruce Vandervort, "Japan won’t meet us trade demands", These Times, noviembre-
diciembre de 1978; “Scaling the ‘buy Japanese* wall", Business Week, diciembre de 1978;
Mitsuo Ikcda, “Japanese electronic cash registers score worldwide sales victory’\ Business Japan,
noviembre de 1978; Klaus R. Schroder, “Liberalization comes crawling in” Euromoney, enero
de 1979.
28 "La historia de posguerra del Japón revela los riesgos que para una economia m un
dial abierta puede provocar un pais que se considera asimismo pobre y dependiente habiendo
ya alcanzado una gravitación significativa en el comercio mundial y que no toma en cuenta
238 FERNANDO FAJNZYLBITR
los efectos que sobre sus propios intereses vitales puede tener el asumir seriamente las obli
gaciones reciprocas, tales como postergar la apertura de su mercado interno a las importa
ciones y eliminar apoyos innecesarios a las exportaciones. Es nuestra sentida esperanza que
los países en desarrollo más avanzados no repitan este serio error." F. Bergsten, secretario
adjunto del Tesoro para asuntos internacionales. Presentación frente a la Asociación de
Cámaras Americanas de Comercio en América Latina. Rio de Janeiro. 7 de noviembre de
1978, Department of the Treasury News.
SOBRE !_ \ RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 239
estar exentas, esta destinada a resolver equ itativ am en te las necesidades básicas
d e la población. Los efectos negativos de la protección están d irectam ente vincu
lados al "estilo de desarrollo” adoptado, y la acción p ú b lica presentó grados ele
vados de ineficiencia no po rq u e necesariam ente sea ésa su naturaleza intrínseca,
sino p o rq u e reflejaba los esfuerzos y la lucha de distintos grupos sociales p or
n eutralizar las deficiencias y u su fru ctu ar los beneficios de ese p atró n d e desarro
llo. Los sectores q u e sustenten propuestas altern ativas 110 p ued en hacer abstrac
ción de los efectos o b jetivam ente negativos generados p or la protección indiscri
m inada de las innegables ineficiencias de la acción pú b lica en ciertas áreas. Su
tarea consiste en identificar, en función de su pro p io proyecto, los nuevos re
querim iento s, conten ido y m odalidades de aplicación d e los d istintos in stru m en
tos de política, en tre los cuales la acción pública y el nivel de protección p ueden
desem peñar u n papel im portante.
E n consecuencia, es preciso em p rend er la b úsqueda de un estilo de in d u stria
lización funcional ta n to de las necesidades como de la disp o n ib ilid ad del p o te n
cial hu m a n o y los recursos n aturales con q u e cu en ta I^ tin o am érica . El
con ten id o de la industrialización de las últim as décadas en la A m érica L atin a es
estrictam ente funcional a la situación de países desarrollados en q u e las necesi
dades fundam entales de la población hace m ucho tiem p o q u e están am pliam ente
satisfechas y dond e es preciso buscar fuentes d e dinam ism o en la ap arició n de
nuevos bienes y en la diversificación de los existentes; el carácter del progreso
técnico q u e acom paña esta industrialización ha sido estrictam ente coherente con
la escasez de recursos naturales, costo creciente de la m ano de obra, y donde, ade
m ás se ha contado por m uchas décadas con acceso a fuentes energéticas a bajo
costo.
En los países desarrollados, debido al le n to crecim iento de la población y a la
elevación del costo de m ano de obra, se observa en las ú ltim as décadas que
el increm ento de la producción se ob tien e básicam ente gracias a la elevación de
la prod u ctivid ad .5® P ara co n tin u ar con esa tendencia se busca u n a restru ctu ra
ción del a p a ra to industrial q u e p erm ita lib erar la m ano de o bra (textiles, cal
zado. p a rte d el sector alim entario, p a rte de productos m etálicos).80 En estos
ru bros se buscaría desplazar la producción hacia los países en desarrollo. A cam
bio de esto los países en desarrollo deb erían dism inu ir la protección en los
ru bros en q u e p rev alece rá la ventaja com parativa de los países desarrollados.
Esto im plicaría, d e hecho, la división internacio nal del tra b ajo en el in terio r
d e los productos m anufacturados, p o r m edio d e la cual los sectores dinám icos
con una creciente prod uctiv idad perm anecerían en los países desarrollados y los
sectores intensivos en m ano de obra de escaso dinam ism o y b aja pro ductividad
se traslad arían a los países en desarrollo.
Este p ropósito de "restructu ración in d u strial" no sólo debería resultar difícil
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240 FERNANDO FAJNZYLBKR
3» Véase R. C. Cumow y C. Freeman, “Product and process change arísing from the
micro-proccssor revolución and some of the economic and social issues", Science Policy Re
search Unil, University of Sussex, Keytone Addresi to 1 Mech. E., mayo de 1978; J. Michel
Me. Lean “The impact of the microelcctronics ¡ndustry on the structure of the Canadtan
economy”, octubre de 1978: J. M. McLean y H. J. Rush. “The impact of microelectrónica
on the un", Spru Occasional Paper Series, nóm. 7, junio de 1978.
32 Un efecto particular sería la intensificación de la tendencia a utilizar maquinaría de
segunda mano por parte de subsidiarias que se establecen en los países en desarrollo y el
consiguiente efecto sobre la competitividad y el desarrollo de la producción local de bienes
de capital.
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 241
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242 FERNANDO FAJNZYLBEX
CUADRO 1
PRODUCTIVIDAD
(1967 = 100)
CUADRO 2
R E M U N E R A C IÓ N HORA RIA
(1967 « 100)
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SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 243
CUADRO 3
CO STO U N IT A R IO D E M A N O DE OBRA EN E L SECTOR DE MAN UFA CTU RA S
(1967 = 100)
Estados R ein o Alem ania
U nidos Canadá Japón U nido Francia Occidental Italia
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244 FERNANDO FAJNZYLBKR
CUADRO 5
ASOCIACIONES DE PAÍSES EXPORTADORES
cuadro 6
ín d ic e d e p r e c io s d e e x p o r t a c ió n
(1967 = 100)
Estados C om unidad R ein o Alemania
U nidos Canadá Japón Europea U nido Francia O ccidental Italia
1960 90 98 114 95 88 92 89 102
1961 92 94 108 95 89 92 93 98
1962 91 92 102 95 90 93 95 97
1963 91 92 98 97 92 94 95 98
196-1 92 93 97 98 94 97 97 103
1965 95 94 97 99 96 98 99 100
1966 98 98 97 101 100 101 100 99
1967 100 100 100 100 100 100 100 100
1968 101 103 100 98 94 99 100 100
1969 105 105 104 101 97 101 101 104
1970 111 111 110 108 104 105 115 108
1971 114 115 113 114 111 111 123 115
1972 118 121 126 125 121 123 136 126
1973 137 137 155 152 131 153 168 147
1974 174 186 200 181 166 179 199 187
1975 195 198 200 212 191 212 225 211
1976 205 211 200 205 187 190 225 192
fu e n te : Id em , c u a d r o 1, p. 143.
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SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN OF.L CAPITALISMO 245
CUADRO 7
ÍN D IC E DE PR E CIO S DE IM PO R T A C IÓ N
(1967 = 100)
1960 96 96 98 96 % 97 94 95
1961 95 95 95 97 94 95 95 93
1962 92 94 95 95 93 94 95 92
1963 93 97 96 97 96 95 95 95
1964 95 98 97 98 99 97 95 98
1965 97 98 100 99 99 99 98 98
1966 99 100 101 100 100 100 101 99
1967 100 100 100 100 100 100 100 100
1968 101 102 99 98 96 97 98 100
1969 104 105 99 102 101 98 102 101
1970 112 110 104 105 105 102 110 105
1971 117 116 109 112 112 106 114 111
1972 126 121 115 120 120 117 121 122
1973 148 129 146 151 150 142 154 156
1974 223 163 248 209 223 193 199 242
1975 241 181 260 225 240 213 210 256
1976 258 189 261 222 240 204 214 242
fuente : Id em , cuadro 1, p. 143.
CUADRO 8
R EN TA BILID A D BRUTA
(porcentajes)
Unidos Canadá Japón Francia Alem ania Italia U nido Holanda Suecia
Estados R ein o
1960 15.3 15.0 — 9.5 13.1 5.6 5.8 26.7 5.6
1961 18.9 14.7 — 9.3 12.6 6.0 5.4 24.7 5.7
1962 17.0 15.6 — 9.0 12.1 5.7 5.2 23.5 5.2
1963 17.4 16.5 12.5 9.1 11.6 5.5 5.6 22.4 5.2
1964 18.1 17.9 1 2 .8 9.5 12.0 5.1 5.5 23.0 5.6
1965 18.8 18.1 11.9 9.2 11.7 5.3 5.4 22.9 5.5
1966 18.7 17.3 12.4 9.6 11.4 5.6 6.1 26.8 5.0
1967 17.6 15.7 14.0 9.6 10.9 5.5 4.8 21.6 5.2
1968 17.1 15.6 14.7 10.0 12.5 5.7 4.7 21.5 5.0
1969 15.6 15.4 14.3 10.4 12.9 5.5 4.2 21.4 5.4
1970 14.2 14.0 14.7 10.0 12.4 4.9 3.6 19.9 5.5
1971 14.7 14.0 14.2 10.2 11.7 4.3 3.7 18.5 4.5
1972 15.5 15.2 13.0 10.3 11.3 4.2 3.5 20.0 4.6
1973 14.7 17.9 10.9 9.6 11.5 4.0 3.1 19.7 5.3
1974 13.2 21.7 11.9 8 .2 10.9 3.3 2.2 18.8 5.0
1975 13.5 18.5 13.0 5.7 10.6 3.0 2.0 18.0 4.7
fuente : “Towards full cmployment and pricc stability", oecd, 1977, p. 305.
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246 FERNANDO f'AJKZYLBI R
CUADRO 9
R EN TA BILID A D N E T A
(porcentajes)
fu e n te : Id em , c u a d ro 8. p . 307.
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SOBRE LA Rl iT R t CT l RACIÓN DEL CAPITALISMO 247
Relations Subcommíttec on Foreign Economic Policy. "International, debt, the bancks, and the US forcign policy: A staff report”,
f u e n t e : United Nations Centre on l'ransnational Corporations, con base en United States Congress, Señale, Committec 011 Forcign
©4 - • o f i o i « N O '« 'a ) - p e w i c
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Washington, D. C., Government Printing Office. 1977; 1976, informes anuales básicos, p. 218.
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18
17
16
15
14
13
22
21
20
19
18
17
16
15
14
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Japón
15
14
13
12
11
10
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fue.vte: Idem, cuadro 8, p. 162.
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TERCERA PARTE
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LOS R E F E R E N T E S H IS T Ó R IC O S Y SO C IO LÓ G ICO S
D E LA H E G E M O N IA *
• Agradezco los valiosos comentarios y críticas de Juan Carlos Portanticro y Juan Carlos
Torre (de quienes en ocasiones retomo ideas que sólo expresaron vcrbalmcntc), así como de
Julio Labaslida, Liliana de Riz y José Aricó.
• • Del Instituto de Investigaciones Sociales d e la u n a m .
[2 5 1 ]
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252 SERGIO ZFRM Efio
Pasemos pues a la prim era cuestión: ¿se p ued e h ab lar de u na dispersión del cam
po social, d e un pluralism o de m anifestaciones creciente en la sociedad contem
poránea?
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REFERENTES HISTÓRICOS V SOCIOLÓGICOS DE L A H ECEM O NÍA 253
com bativa de las clásicas luchas obreras. En efecto, su desem peño p o d ría cali
ficarse, incluso desde la caída del peronism o, como inscrito en esa lógica llam ada
in stitu cio n alizan te2 tan propia del sindicalism o en las sociedades más d esarrolla
das, es decir u n sindicalism o con cierta com batividad, pero temeroso de p erder
todo u n sistema de influ en cia y d e negociación cuidadosam ente construido.
E n resum en, trip le crisis de hegem onía en países q u e no p ued en ser tachados
de poseer una sociedad civil débil, pero q u e sí d en o tan u na parcelación y u na
proliferación de actores (oligarquías con po der hasta el presente, burguesías
m odernas asociadas y burguesías d e la pequ eñ a y la m ediana ind ustria nacional,
h eterogeneidad obrera que responde a lo anterio r, clases medias produ cto de la
m odernización y repartidas en u n abanico q u e va del radicalism o a la reacción
y al au to ritarism o más recalcitrantes, etcétera).
Esta parcelación y esta ausencia de hegem onía d e las fuerzas sociales han
colocado de m anera p rio ritaria la exigencia de un estado fuerte, capaz de im
p rim ir un a cierta coherencia social y política al desarrollo, pero al m ism o tiem po
se h an constituido en la traba más g rand e p ara el logro de tal exigencia p rio rita
ria. E n efecto, en ta n to el recurso al estado se vuelve u n requisito indispensable
p ara la consecución de cualquier proyecto (ya sea la redistribución económ ica
y la ap e rtu ra a la p articipació n política p ara las clases populares, ya sea la im po
sición de los intereses de alguna de las fraccionadas clases superiores), el estado
m ism o pierd e cualquier distancia o situación de auto no m ía ev entualm en te lo
g rad a con respecto a este abanico de proyectos y exigencias y deviene u n espacio,
podríam os decir, de plena concurrencia. Ésta es la situación q u e m ejor carac
teriza la vida p olítica en estos países: p o r un lado u na casi inexistencia del
estado prop iam ente dicho, es decir, de u n p rin cipio de au to rid ad y de decisión
con cierta distancia respecto a las exigencias de las distintas fuerzas o clases
sociales, y su reducción d en tro de un enorm e sistem a institucional o político
(juego de p artidos pol¡clasistas, parlam entarism o, presiones sindicales, política
“ in tr im uros” llevada por innum erables grupos de presión o de interés, etc.),
y, p o r o tro lado, un notable vacío de relaciones sociales pro piam ente dichas, una
ausencia d e enfren tam ientos más directos en tre los actores sociales.
Se p uede h ab lar así de u n a sobrcpolitizadó n, en el sentido de q u e todo pasa
p or el estado (sin q u e p o r ello éste sea fortalecido), pero tam bién de u na deso-
d a liz a d ó n de la dinám ica histórica latinoam ericana, en el sentido de q u e el en
frentam ien to en tre las clases o fuerzas sociales es sum am ente débil o se orienta
in m ediatam ente hacia la presión política. E n fin, es com o si todos los actores
decidieran lanzarse a un tiem po al control del estado destrozándose unos contra
otros las cabezas, en ese em budo invertido. Entonces las fuerzas arm adas se hacen
cargo d e la catástrofe suprim ien do p or com pleto el sistema político.
b] D etengám onos en seguida a observar el co m portam iento de la hegem onía
en el caso ele las sociedades desarticuladas, aquellas cuya herencia cu ltu ral b u r
guesa es sum am ente débil, con fuertes culturas precoloniales o con una gran
po blación esclavista: sociedades n o nacidas en el siglo xix. N o se tra ta, claro
2 En el sentido que Alain Touraine da al término: como la última etapa de un largo pro
ceso que comienza con el rechazo utópico de la sociedad industrial, que pasa por su período
de pleno enfrentamiento, de ruptura revolucionaria, para estabilizarse finalmente en una in
teracción institucionalizante.
SERGIO Z l’RMF.So
está, de m eter en este subgrupo al g ran rem an en te de los casos latinoam ericanos
e incluso del T e rcer M undo. Ju stam e n te su desarticulación proviene de q u e a
p esar de h ab e r sido países extraños a esa génesis burguesa, su g rado d e desarro
llo capitalista no se vio afectado en relació n directa a tal carencia. N os referi
mos, pues, a aquellos países sin u n pasado cu ltu ral burgués pero con u n alto
d esarrollo capitalista m edido en térm inos relativos al capitalism o tardo-depen
d iente: pensem os en el Brasil y en M éxico p ara A m érica L atina, y refirám onos
a este ú ltim o p o r conocerlo m ejor y p ara ev itar las analogías excesivas q u e se
h an hecho en tre los países del C ono S ur y el Brasil (el lector h ab rá d e disculpar
aq u í en cierta fuga hacia la h isto ria: u n a digresión necesaria).
H asta antes de su etap a propiam en te in d u strial, los años cincuenta, México
fue conform ado p or tres grandes influjos q u e poco tien en q u e ver con la historia
dem ocrático-burguesa clasista y con la histo ria de las hegem onías burguesas o
pro letarias de la E urop a O rien tal u O ccidental: prim ero, p o r u n volcán ple
beyo dispuesto a estallar an te la más m ínim a fisura del orden, es decir po r u na
lógica societal p o p u la r y m asiva; segundo, p or un secular estado de g u erra in
terno y ex tern o, real o potencial,* y tercero, a u n q u e en cierta form a derivado de
los anteriores, p o r u n a constante erosión d el po der de sus clases superiores. Con
respecto al p rim er factor baste reco rdar la sangrienta g u erra d e independencia,
sin p aralelo en A m érica L atin a: m edio m illó n de m uertos y la consecuente h u id a
d e ios capitales españoles, y, sin d u d a, la revolución de 1910: un m illón de
m uertos. El segundo factor, com binando bien las potencialidades del prim ero,
p uede ser perfectam ente ejem plificado al record ar las guerras de reconquista es
p añ ola, la pérd ida de T e x as en 1836 y de los estados del n o rte doce años más
tarde, la g u erra en tre liberales y conservadores q u e hizo crisis en 1857, la guerra,
luego, co n tra España, In g la terra y F rancia al o rd en ar Ju árez la suspensión del
pago por deudas al exterior, g u erra en fin con tra el em p erad or M axim ilian o en
los años sesen ta .. . Concom í tan tem en te, varias sangrías su frirían las clases altas
d e este país (y el clero com o parte de ellas), prensadas en tre el desbordam iento
plebeyo atizado p o r las guerras civiles y exteriores y p o r los estados despóticos
q u e de a h í surgieron, producto de la lógica del más fuerte.
Sin em bargo, no to do fue tan d istin to con respecto al ro stro d e A m érica La
tina: hacia fines del siglo x ix el poderoso ja ló n q u e los polos industriales del
m und o ejercieron sobre nu estra econom ía hizo re to rn a r en sólo veinte años (1880-
1900) la flor de los negocios y de los negociantes. Es cierto q u e n u estra herencia
m in era exigió, |>or cuestiones tecnológicas y financieras, el concurso elevado del
cap ital e x tran jero (como es p ro p io de tod o enclave m inero) y q u e ello lim itó
en gran m edida el renacim ien to de u n a o lig arqu ía n acional, pero tam bién es
cierto q u e M éxico, al d o b la r el siglo, n o era solam ente u n a econom ía m inera
sino, asombroso, u n a econom ía prim ario -exp ortad ora respetablem ente diversi
ficada.
A j>esar de ello, guerras, levantam ientos, h u id a de capitales e incapacidad
tecnológica, organizativa y de capital d e la burguesía m in era m exicana fren te
a la d em anda y al capital venidos del ex terio r d ieron cuen ta de u n a g ran debi
3 Países como Francia o Esparta qui/As no tuvieron rasgos tan distintos, pero es indudable
que su origen burgués acompafió mejor su evolución.
RM'ERFNTKS HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H E CE M O N I a 25 7
lidad d e las clases altas m exicanas p ara organizar su po der e n ta n to clases d iri
gentes y hegemónicas.
A ello se agrega o tro hecho y es que, a pesar del g ran tiró n qu e las econo
mías centrales ejercieron sobre la periferia en tre m ediados del siglo x ix y el p ri
m er decenio del xx, tal im pacto no fue tan n ítid o en M éxico en lo q u e hace al
fo rtalecim iento de las clases altas, pues ap arte d e los ya m encionados efectos
negativos de la m inería, nuestra diversidad geográfica y prim ario-p rod uctiva se
reflejó en u n a m arcada heterogeneidad sociopolítica y cu ltu ral de estas clases.
Asi el auge económico, en el período, fortaleció a im po rtan tes grupos, com o en
to d a A m érica L atin a, pero tuvo tam bién el efecto de e n fren tar d e m anera rad ical
a las más poderosas oligarquías en vías de m odernización: p o r una parte a u n
g ru p o de origen burocrático-estatal pero en vías de aburguesam iento, es decir
el g ru p o den om inado de “ los científicos", eq uipo tecnocrático requ erid o po r el
poderoso estado surgido d e las guerras de R eform a y de las guerras in tern acio
nales del tercer cu a rto del siglo. L a fuente de capitalización de este g ru po , lo q ue
le perm itió acceder al proceso de aburguesam iento m encionado, fu eron los im
puestos a la ex portación así com o las concesiones y los perm isos q u e el estado
p o rfirista facilitó al capital extranjero , de m anera tan com edida, en los tra n s
portes, en la m inería, etc. P or o tra parte, y d irectam ente en fren tad a a esta "co
fradía" tecnoburocrática, se organizó u n a g ran alianza facilitada p o r la presen
cia de un adversario tan evidente; al frente de ella se colocó la o lig arq u ía no rte ñ a
ajen a en lo fu n d am en tal al circuito m inero y cuyos recursos económicos n o p ro
venían de u n control sobre el estado cen tral, sino d e u n a actividad em presarial
d irectam en te ligada a la producción y a la ex portación agraria y en cierta form a
in d ustrial. El m alestar de los norteños se agudizó al verse excluidos de las deci
siones políticas u n a y o tra vez a lo largo de los tre in ta años de d ic tad u ra p o rfi
rista y no se hizo esperar su alianza con los grupos m ineros nacionales (en franca
decadencia p o r la en trad a del capital extran jero ), y con las clases m edias deseo
sas de p articip ar tam bién en esa inexp ug nable fortaleza estatal, m on opolio de
"los científicos”, fu ente co rru p ta de riqueza. U n ingrediente, en fin —el cam pe
sin ado indígena del centro, aceleradam ente despojado de sus tierras—, vino a
sellar la alianza antiestatal y anticien tífica q u e puso en m archa a la Revolución
de 1910-1917.
Es im posible, obviam ente, p ro fu nd izar e n este p un to ; el ejem plo sólo nos
sirve p ara m ostrar cóm o la lucha revolucionaria, al echar m ano, p o r p a rte de
las subsecuentes facciones en pugna, de los sectores po pu lares (cam pesinos y
obreros), n o sólo despertó el volcán plebeyo tan característico de este país, sino
q u e obligó al g ru p o triu n fan te, q u e poco te n ía ya, después de tantos años de
lucha, de g ru p o económico-social (clase) y m ucho de casta m ilita r (élite política
dirigente), a hacer efectivas las inn um erables promesas de m e joram iento a las
masas, sin lo cual era im posible su consolidación y-el re to m o d e la paz. Echó
a a n d a r así la C onstitución d e 1917 y con ella u n p rim er ja ló n de la reform a agra
ria q u e pusieron e n ja q u e a las com pañías extranjeras, prin cip alm en te las qu e
ex plotaban el petróleo. P ero lo q u e im p o rta subrayar es q u e este episodio activó
u n a vez más la lógica social y p olítica m exicana: erosión y d e b ilitam ien to de
las clases altas, prin cip alm en te agrarias, y fo rtalecim iento del ac to r estatal: de un
prin cip io de orden necesariam ente au to rita rio . C uan d o el aflu en te m exicano de
258 SOC IO ZK R M tíO
¿Cómo debe entenderse pues la hegem onía en sociedades com o ésta? ¿Con
sid erando los rasgos m arcados por la h isto ria y poniend o el acento en el estado,
en lo p o p u la r y nacional q u e se vuelve fu tu ro sobre la base de la creciente p o
breza m oderna?, ¿o aceptando más b ien , com o es tan p ro p io del pensam iento de
los economistas, q u e el vencedor h a sido el ca p ital m onopolista en ta n to el tipo
de sociedad q u e se construye está o rie n tad o p or su p o d er d e decisión de dicho
capital y favorece a sus intereses? o, en fin, ¿debemos quizás reservar nuestras
alusiones a lo hegem ónico sólo cuando hacemos referencia a las expectativas de
u n a nueva hegem onía p o p u la r y socialista, la hegem onía com o construcción a n ti
capitalista, construcción organizativa e ideológica de la oposición en su difícil
ta rea de fusionar, en u n im pulso único, aspiraciones dem ocrático-ciudadanas,
hegemónico-clasistas y po pu lares críticas? D ifícil opción en el presente ejem plo,
pero antes de cu a lq u ier com entario reseñem os el ú ltim o gru p o histórico-concreto
q u e nos hemos propuesto.
c] Se tra ta, sin más rodeos, de aquellas sociedades q u e h an realizado espectacu
lares revoluciones en los decenios recientes, revoluciones no conducidas po r
fuerzas em inentem en te proletarias, revoluciones de corte m ás bien p o p u la r y
n acional, d o n d e la ausencia de la fuerza o brera y d e u na vertiente dem ocrático-
ciud ad an a nos perm iten dedu cir un m arcado atraso en lo q u e hace al desarrollo
indu strial ca pitalista y a la génesis p rop iam ente dem ocrático-burguesa de estos
ejem plos. Se tra ta de desbordam ientos generalizados, “g u erra de m ovim ientos”
co ntra u n o rd en q u e se basa en la p u ra y sim ple d ic tad u ra en co ntra d e form as
dictatoriales q u e regu larm en te se h a n ex tend ido y profun dizado p o r largos pe
ríodos y don de p o r lo general la intro m isión im perialista se vuelve tran sp arente
en la persona m ism a del dictad o r y en el cuerpo entero de la dictad ura. Se trata,
pues, de ejem plos com o el d e N icaragua, El Salvador, G uatem ala en o tro tiem po
y, a u n q u e con ciertas salvedades en lo q u e a la com posición o b rera se refiere
(enclave), ta m b ié n C u b a y Bolivia con respecto a A m érica L atin a. A q uí el p ro
blem a de la hegem onía se confund e inm ed iatam ente con el im pulso popular-
nacional y, en los ejem plos q u e llevaron el fenóm eno a sus consecuencias más
radicales, con el p roblem a de la hegem onía estatal, com o en Cuba.
Nos encontram os así frente a u n a dificultad enorm e y q u e sería sim plista
calificar de m eram ente académ ica: el estudio de la hegem onía en los grandes
g rupos reseñados, reproduce, refleja, recrea a la sociedad en sus diversos .estadios
de “ m odernización” y tam bién en la h eterogeneidad com pleta del c o n ju n to social
nacional. Com o consecuencia la hegem onía nos coloca, al menos, a n te tres opcio
nes: a] la hegem onía com o u n a m anifestación de las clases fundam entales, b u r
guesas p rim ero y obreras más tarde (en la h istoria europea); b] la hegem onía
com o u n a trib u to pro p iam en te estatal derivado de las movilizaciones populares
y nacionales, desde el bon ap artism o hasta V ietnam , p ara m encionar dos extrem os
relevantes; y c] la hegem onía (¿hegem onía o sim ple b úsqueda de prim acía?)
de la sociedad civil, en su vertiente m od ern a, consum ista, ind ividu alista, contra
el estado colud ido con los m onopolios y contra, tam b ién , cu a lq u ier form a p ira
m idal y m onista ya sea ideológica u organizativa (del estado o del sistem a p o lí
tico e institucional en general).
¿Será to d o esto u n sociologismo?, ¿un afán de m ostrar lo com plejo, lo diverso
de las m anifestaciones presentes en la sociedad y, com o consecuencia, u n a form a
Rl.FURENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H ECEM O NÍA 201
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SERGIO Z IRM E X .i
La consccucncia importante, para una teoría de la hegemonía, que se deriva del enfoque
político y estratégico leninista es que Unto los equilibrios políticos como las rupturas —revo.
lucionarias o no— de los mismos son la m u lta n te de contradicciones múltiples cuya acumu
lación y condensación constituye una coyuntura determinada. La estrategia revolucionaria, en
tal caso, no puede fundarse en el simple despliegue de las contradicciones económicas del
sistema sino que debe constituirse como forma histórica de articulación de contradicciones
diversa\ en una coyuntura dada. De ahí se derivan el privilegio del momento político en la
entrategia revolucionaría (en oposición al enfoque de la Segunda Internacional, que hacía del
momento político una pie/a subordinada en el desencadenamiento de contradicciones econó
micas).''
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REFERENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H EGEM ONÍA 263
ideológicos y culturales del problem a: las posibilidades d e fusionar elem entos
intelectuales y m orales de agregados diversos de la sociedad sin q u e p o r ello
p erd ieran éstos su id e n tid a d o q u ed a ra n subordinados en algú n tip o de alianzas.
Y es q u e G ram sci p ud o vivir, p o r una parte, u n a E uro pa más m oderna, más
occidental, más diversificada y con u n a sociedad civil más robusta. P o r o tra
p arte, vivió tam bién u n a Ita lia m arcadam ente heterogénea d ebido a su atraso
sureño. A nte este cam po desigual y disperso, las propuestas de fusión deb iero n
hacerse con hilos m uy finos y tuvieron un alcance tan universal q u e lograron
a b rir problem as propios del desarrollo más m oderno, de ah í su éx ito en la E u ro
pa actual, y en las sociedades tardías y desarticuladas.
La riqueza del p lano ideológico y cu ltu ral en G ram sci h a generado ulteriores
y más com plejos desarrollos de la problem ática d e la hegem onía. A ntes de abo r
d a r este p u n to precisemos bien el co nten id o d e la hegem onía en este au to r.
C h an tal M ouffe, por ejem plo, nos recuerda q u e la concepción de hegem onía
en G ramsci n o puede destacar exclusivam ente la dirección política d e u n a clase,
pues de esta m anera q u edaría reducida al concepto leninista q u e se funda, diga
mos p ara abreviar, en la centralid ad de la clase ob rera en ta n to clase fu n d a
m ental: “p ara Gram sci, la hegem onía no se presenta com o u na alianza de clases
p u ram en te instrum ental a través de la cual las reivindicaciones clasistas de las
clases aliadas se expresan en térm inos de la clase fu nd am ental, m ientras cada
g ru p o conserva su p ro p ia in d iv id u alid ad y su p ro p ia ideología en el in terio r
d e la alianza”.6
P ara q u e diferentes grupos sociales se co nv iertan en u n solo sujeto político
con u n id a d ideológica, co n tinú a in terp reta n d o M ouffe, es necesario q u e la hege
m onía d e u n a clase fu n d am en tal se construya sobre u na "v o lu ntad colectiva
(sobre la base de u n a visión del m un d o com ún q u e servirá de p rin c ip io unifica-
d or) en do n d e se fusionen esta clase y sus aliados p ara form ar un ‘ho m bre
colectivo' ” .7
Esta nueva hegem onía debe construirse a través de u n a "reform a intelectual
y m oral” , de u n a síntesis más elevada, de m odo q u e tocios sus elem entos se
fu n d an en esa "v olun tad colectiva” . I,a u n id a d ideológica q u e servirá como
“cem ento" de esta nueva vo lu n tad colectiva fun girá com o u n a "religión pop ular".
"L a form a p articu lar en q u e se p resenta el elem ento ético político hegemó-
nico en la vida del estado y del país, nos dice G ramsci, es el patriotism o y el
nacionalism o, q u e son religión po pu lar, es decir, vinculo q u e produce la u nidad
e n tre los dirigentes y los dirigidos.” * Luego C h an tal M ouffe concluye: "todo
cu a n to exprese el ‘pueblo-nación’ es 'nacio nal-p op uU r'. 1.a hegem onía exitosa es
la q u e logra crear u n a ‘vo lu n tad colectiva nacional p o p u la r’ ” a u n q u e ésta pued a
construirse tam bién en base a otras "m anifestacioues ideológicas y políticas
[ . ..] cuando existe u n vínculo orgánico en tre los intelectuales y el p ueblo ”.9
A hora bien, no cabe d uda, com o veremos más adelante, de q u e G ram sci p ro
fundizó toda su concepción de la hegem onía en función de las enseñanzas bru-
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264 SKRCIO ZCRMH&O
tales q u e el ascenso del fascismo puso fren te a sus ojos. La concepción del "es
tado in teg ral” o, dicho en otros térm inos, la concepción d e la am pliación del
estado sobre la sociedad civil a través de la burocracia, los aparatos de coerción
(ejército y policía), etc., fue u n a d e estas enseñanzas, com o lo ha m ostrado con
g ran acierto C hristine B uci-G lucksm ann.10 El g ra n apoyo q u e el m ovim iento fas
cista supo en c o n trar en tre la peq ueñ a burguesía fue o tro aprendizaje m uy valioso
p ara a fin ar la idea de lo po pular-nacional en la m edida en que, en u n país con
u n a u n id a d nacional ta n p recaria com o Italia, y con u n herencia tan acendrada
en la ciudad-estado,11 "la pequeña burguesía, m uy num erosa, era la única clase
te rrito rialm e n te nacional” (Gramsci). D e a h í la ce ntralidad de lo patriótico y del
nacionalism o en esta concepción d e la hegem onía.
Sin d u d a esto fue elab orad o p o r G ram sci sobre la base del fascismo, decía
mos, com o reflejo de lo q u e la clase ob rera en su m om ento de auge (el "bienio-
ro jo ”) fue incapaz de lograr.
A quello q u e ta n to preocupó a G ramsci, y a muchos otros pensadores italia
nos desde el Risorgim ento, la unificación del cam pesino atrasado del sur con la
clase o b rera de las grandes ciudades industriales del norte, n o fue logrado pol
las organizaciones clasistas, ni siquiera p o r el P artid o Socialista Ita lia n o . L a más
im p o rtan te unificación política y cu ltu ral fue lograda p o r el fascismo en tan to
p rim era g ran m ovilización p o p u la r y nacional, a u n q u e eso se consiguió, parad ó
jicam ente, a través de contenidos ideológicos "q u e im p id iero n la identificación
en tre p ueblo y clase obrera, [esto] constituyó el logro especifico del fascismo” ,
com o lo h a explicado Ernesto L aclau.12 "¿Por q u é el fascismo tuv o éx ito en
separar ‘p u eb lo ’ y clase obrera? —agrega este au to r. ¿Por q u é el jacobinism o
de la pequeña burguesía n o fue absorbido p or el discurso po lítico ob rero en u n a
co nfrontación radical con el b loq ue de poder?”
Laclau responde a su preg un ta recordando q u e el m ovim iento o b rero se vio
obligado a colocarse tras u n a b arrera de clase po rq u e en sus orígenes su id e n ti
dad estuvo constantem ente b ajo el peligro de “las influencias de la burguesía” .
Se fue form ando así
un criterio absoluto de separación entre la clase obrera y el resto de la sociedad. Era necesa
rio. en especial, desligar las interpelaciones obreras y las interpelaciones populares difusas, ya
que la clase obrera había sido movilizada y frustrada muchas veces por el populismo de los
políticos burgueses. Habla que “desenmascarar" las ideologías populares difusas para que ellas
no impidieran la constitución de una ideología de dase. Y el mecanismo especifico de este
desenmascara mi en lo consistía en presentar todo contenido popular difuso como elemento
constitutivo de la ideología de alguna de las clases rivales: la burguesía, la pcquefla burguesía,
los terratenientes feudales, e tc [...] [Así] la clase obrera generaba prácticas políticas e ideoló
gicas que se expresaban en el reducciónisroo clasista.5*
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RHT.RENTl S HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE LA HEGEMONÍA 265
la clase o b rera y el reves q u e este triu n fo significó p ara las posiciones parlam en
tarias p ro pias d e los p artido s de la Segunda In te rn acio n a l en su política de los
"pequeños pasos” y d e las am plias alianzas electorales.
Esta doble enseñanza (ascenso del fascismo y d erro ta del m ovim iento ob rero
p or su aislam iento clasista) co nd ujo a G ram sci a p la n te a r u n a nuev a estrategia,
hoy bien conocida: el paso de la g u erra de m ovim ientos ("tom a directa del
p o d er del estado”) h acia una g u erra de posiciones (p rep ara r la revolución en
una perspectiva de más largo plazo y a través de u n a concentración in a u d ita de
hegem onía, com o el fascismo lo h ab ía puesto de m anifiesto).
Gram sci acom pañaba el razonam iento a n te rio r con u n a d o b le perspectiva:
1] Perspectiva geoespacial: en O rien te (R usia), la g uerra de m ovim ientos,
la estrategia de ataq u e frontal, de tom a d irecta del pod er del estado, fu e factible
p o rq u e “ el estado lo era todo y la sociedad civil era p rim itiv a y gelatinosa”. En
O ccidente la gu erra de posiciones se im po nía po rq u e “entre el estado y la socie
d ad civil, se d aba un a relación eq u ilib ra d a y, detrás de u n estado vacilante, p ro n
to se descubría u n a ro bu sta estructu ra d e la sociedad civil” d on de la burguesía
busca y logra asentar el poder del estado sobre u n a base de masas y la clase
o b rera se en m arca en las grandes organizaciones m odernas.
2] Perspectiva histórica en la m edida en q u e h ab lar d e O rien te y O ccidente
tam bién significa h ab lar del pasaje desde situaciones más elem entales hacia
situaciones más m odernas de la política y d e las luchas sociales. Com o lo ha
subrayado C hristine Buci-Glucksm ann: "la g uerra de posiciones ‘es u n concepto
político u n iversal’, u n p rincipio de pcriodizaa'ón de las luchas de clases".14
E n esta m edida G ram sci escribió: “ Hoy, es decir, nueve años después de o ctu
bre de 1917, no es el hecho de la tom a d el po der p o r los bolcheviques lo que
puede revolucionar las masas en O ccidente p o rq u e se tra ta de u n a situación ya
p asada q u e ha pro ducido todos sus efectos." 15
“ En la época actual, a la guerra de m ovim ientos q u e se desarrolló victoriosa
m en te de m arzo d e 1917 a m arzo de 1921 ha sucedido u na guerra de posiciones
cuyo rep resentan te ta n to ideológico (en Europa) com o p olítico (en Italia)
es el fascismo.”
Sin em bargo, si bien la concepción d e gu erra d e posiciones establece u n corte
con la R u sia de 1917, hay q u e aclarar q u e ello n o significa q u e lo establezca con
el leninism o: C hristine Buci-Glucksm ann nos recuerda las actualizadas ideas de
L enin do n d e éste parece coincidir más con G ram sci y dejar atrás la época bol
chevique p u ra: “ La revolución no llegará ta n rápido como lo esperábam os. Esto
lo ha pro bado la historia. H ay q u e saber aceptarlo com o u n hecho, hay q u e ten er
en cuenta q u e la revolución socialista m u n d ial en los países axranzados n o puede
com enzar con la m ism a facilidad q u e en R usia, país de N icolás II y de R asp utín
[ ...] com enzar sin preparación u n a revolución en u n país en do nd e se ha desarro
llad o el capitalism o, q u e h a d ad o pie a u n a c u ltu ra y a u n a organización de
m ocráticas in cluido el ú ltim o de los hom bres, sería u n error, u n absurdo [ . . .] ” 17
E ntendem os así p o r q u é G ram sci escribió, sin rodeos: "Ilich había com prendido
Co
2G6 SERGIO Z KRMF ÑO
i» Ibid., p. 227.
10 Recordemos que Gramsci concebía al fordismo como una forma de organización produc
tiva más moderna si se la compara con la europea; las superestructuras del modelo americano
son menos complejas que las de Europa, responden más directamente a la base productiva.
Son formas de vida, de cultura, valores y prácticas que se encuentran más acordes con el
taylorismo y Jo hacen posible por la ausencia de “sedimentos históricos", por la ausencia de
capas parasitarias (curas, intelectuales tradicionales, etc). De esta forma la organización de la
hegemonía en el modelo americano no reposa sobre los profesionales de la política y de la ideo
logía: "La hegemonía nace -d ic e Gramsci- en la fábrica y no tiene necesidad de untos inter
mediarios políticos e ideológicos."
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R f H R::.NTfS HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H F G rM O N fA 267
decíamos, la época posterior a la segunda guerra se encargaría de trastrocar p au
latinam en te, pero en form a continua, este panoram a.
En electo, ya el pro p io proceso fascista puso de m anifiesto ciertas m odifica
ciones a la situación clasista más o menos p u ra descrita an teriorm ente:
a] en prim er lugar dejó claro, an te el asom bro de m uchas posiciones marxis-
tas, q u e las grandes movilizaciones populares y nacionales no eran sólo un asun to
d e la historia, de la R evolución francesa o de los países p reindustriales, sino
q u e se tra ta b a de un fenóm eno paralelo al desarrollo in du strial m onopolista
y q u e po dían incluso ser posteriores a u n a conform ación clasista m adura, sobre
todo en países tan deficientes en su unificación nacional com o Italia o A lem ania;
b] segundo, q u e el fascismo no sólo in u n d ó el espacio más n ítid o de la lucha
de clases echando m ano del principio nacional y p o p u la r, inco rpo ran do al
cam pesinado y a la política y haciendo lo mism o con la pequ eñ a burguesía, a lo
largo de todo el te rritorio, sino que tam bién fue capaz de apoyarse e n el futuro,
en lo q u e estaba naciendo y term inaría por convertirse e n un acto r robusto d e la
sociedad in dustrial y urbana. Es decir, el fascismo tam bién incorporó, a tam bo r
batien te, sobre todo en Alem ania, a las capas m odernas: eso q ue se d en om ina
los sectores m edios y que j>or entonces se enco ntrab an aterrorizados y am ena
zados en su individualism o, en su egoísmo, en su posesividad, p o r el agudo ascen
so d e las luchas proletarias y el presagio socialista.
Si bien el p rim er ingrediente, lo p o p u la r nacional, ¡jasada la segunda con
flagración m un d ial, p erdería actualidad en algunas de estas sociedades, au nq ue
no parece tan obvio en Italia, todo lo co n trario aconteció con las capas urbano-
consum istas (o posesivo-individualistas) d enotadas bajo el térm ino de capas
medias.
M ucho nos desviaríam os si en este ensayo quisiéram os caracterizar lo q ue
en tal alusión se encuentra im plicado, pero al m enos dediquém osle algunos p á
rrafos con el fin tle q u e nuestras conclusiones resulten más claras. Parece obvio
q u e los rasgos centrales d e estos agregados característicos de la sociedad de con
sum o serían: a] el apoyo, en situaciones extrem as, a u n a fuerza dictato rial capaz
de preservar la sociedad ca pitalista de consum o p a ra evitar el triu n fo de una
fuerza socializante, redistributiva, a ten tato ria de la prop iedad q u e priva en el
presente (aun q ue ésta se reduzca al autom óvil). Y detrás de este principio, que
se puede en u n c iar de m il m aneras, u n afán de diversidad, u n afán ciego d e elec
ción an te u n abanico de opciones irrestricto, u n a búsqueda d e lo exclusivo, a u n
que la m oda dicte lo mism o p ara todos.
Com o extensión de esta diversidad prop ia, del consum ism o de la economía
capitalista, los principios valorativos de estos agregados se ex tien den al terreno de
la política: las más am plias posibilidades de elección, el pluralism o, a u n q u e ello
110 signifique sino destronar a la dictadu ra que, tiem po atrás, salvó sus "p ro p ie
dades” y su "lib ertad ” individual, cu ltu ral y política, an te la am enaza socialista
y el caos.
T o d o ello puede ser deleznable pero ilu stra b ien la m ecánica dem ocrática
q u e a p a rtir de la segunda posguerra, y cada vez con más fuerza, caracteriza, a
las sociedades desarrolladas.
El co m portam iento sociopolítico de este agregado a p u n ta a la conquista de
u n po der en el p la n o de la sociedad civil, a la búsqueda de u n cierto pluralism o
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276 StRCIO 7XRMEÑO
Señalemos brevemente, nos dice, algunos de los problemas fundamentales con que toda es
trategia hegemónica debe enfrentarse en América Latina. El primero de ellos (...] es la
heterogeneidad de las bases sodalcs y de los antagonismos que una estrategia socialista y
popular debe intentar articular.
El reconocimiento de la especialidad histórica de esta multiplicidad -m u ch o más vasta
que la fractura histórica que Gramsci encontraba entre el norte de Italia y el Mezzoggiomo—
es la primera condición de una estrategia hegemónica [...] Pero la hegemonía es algo más
que el reconocimiento de la especificidad de estas posicionalidades democráticas: es la articu
lación de las mismas en tomo a posicionalidades populares [...] (sic). En todo caso, la situa
ción en la gran mayoría de los países latinoamericanos donde la multiplicidad de los antago
nismos da una gran variedad institucional a la ludia —desde los comités de autodefensa en los
sectores rurales hasta el sindicato y las organizadones barriales en los centros urbanos— ex
cluye dertas formas clásicas de organización: el partido de enclave clasista [...] el partido
socialdemócrata de representación corporativa: y, desde luego, el modelo clásico de la van
guardia leninista. I-a necesidad de constitución de símbolos narionalcs que definan el campo
popular, el carácter de masa que debe darse, la acdón política y el amplio grado de auto
nomía local que requiere la heterogeneidad de los frentes de lucha hacen suponer que algón
tipo de forma política de carácter "movimicntista" es el más apropiado para una estrategia
como la que postulamos [...] (aunque) sería totalmente erróneo postular cualquier tipo de
receta (...)
V I. CONCLUSIONES
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REFERENTES HISTÓRICOS Y SOCKM.ÓCICOS DE L A H ECEM O NÍA 269
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272 SERGIO ZFR M I-S»
en el p eríodo am p lio q u e va del siglo xiv (con el avance de los burgos y del gre-
mialism o) al siglo x x , sí signifiquen partes d e u n mism o proceso, del proceso que
hace b a ja r las decisiones desde lo divino, a través del derecho d ivino d e los reyes
y de la aristocracia, hasta la burguesía y luego en form a relativa hacia el pueblo
o hacia el pro letariad o y q u e se deposita de m anera titu b ea n te pero irrem ed ia
ble en el extenso espectro de ciudadanos individualistas consum istas, p lu ralis
tas. . . En esta perspectiva de larga d ata las tres form as o m anifestaciones sociopo-
líticas sí son parte de u n m ism o proceso, a u n q u e no creemos q u e su ru ta con
duzca de m anera obvia hacia situaciones "crecientem ente hegem ónicas” .
L a m ism a crítica po d ría ser válida para J u a n Carlos P o rtan tiero: " L a dem o
cracia, nos dice este au to r, es u n a construcción po pu lar, u n a producción de las
masas, u n a etap a en el proceso de su constitución política, u n co n tin u u m p o p u -
lar-nacional q u e no se ‘realiza’ en el socialismo com o m era derivación de cam
bios en las relaciones de producción, sino que, como proceso hacia el autog ob ier
n o de la sociedad, realim enta esos cam bios estructurales y los hace históricam ente
reales." Más adelante P o rtan tiero pone en juego el tercer aspecto de nuestra
discusión: "Así p la n tead o el problem a, el significado de la dem ocracia se articu la
indisolublem ente con el de la hegem onía, recupera su dim ensión p o p u la r y se
disocia de la historia de m inorías q u e recu peran p ara sí el control de su 'necesi
d a d ’ histórica." 28
Y, sin em bargo, J u a n Carlos P o rtan tiero d a cuenta m uy claram ente d e los
ingredientes q u e está mezclando cuando afirm a q u e los populism os, a u n q u e "en
ca rn a n en la experiencia histórica de las masas profundos procesos de dem ocra
tización, m edidos com o am pliación de la particip ación ( . . . ] , n o disim u lan to ta l
m ente sus carencias. Com o otros procesos sim ilares, el peronism o o rig inal se
resuelve como transform ación básicam ente realizada (o po r lo menos absorbida)
desde lo alto, cargada de elem entos estatistas y no societalistas, orgullosos de sus
form as políticas au to rita rias y verticales” .2*
N uestro p u n to de vista es q u e los autores a q u e hem os hecho referencia re
p la n tean de m anera novedosa y prom etedora la relación en tre lo hegemónico-
clasista, lo popular-nacional y lo dem ocrático, p ero pensam os al mism o tiem po
q u e ha llegado el m om ento de distin g u ir u n a m etodología propuesta p o r G ram sci
d e la situación histórica que lo acom pañó.
Si nos separam os del espacio-tiem po gram sciano, d e esa situación de concu
rrencia de m anifestaciones sociopolíticas q u e lograron ser fusionadas, p o r su
relativo em pate, b ajo el fascismo, debiéram os p o n er en claro q u e lo popular-
nacional no es lo dem ocrático en el sentido estricto q u e la época actu al podría
definirlo.
Ix> dem ocrático correspondería a una form a de expresión social bastante
más avanzada de la sociedad in d u strial (individualista, urbana, m oderna, asen
tad a en las capas medias en p roliferación y en el m e joram ien to del nivel d e vida
y de participación de la clase obrera), m ien tras q u e lo p o p u la r nacional estaría
ligado a sectores y form as atrasadas d en tro d e este proceso y de ah í q ue se ligue
a la masa, al pu eb lo, a la pequeñ a burguesía, al cam pesinado, a la pobreza, a la
28 Juan Carlos Portantiero. "Proyecto democrático y movimiento popular”. Controvertía,
núm. 1. México, octubre de 1979, p. 6.
2» Ibid., p. 7.
Co
RKFKREKTtS HISIÓKICOS Y SOCIOLÓGICOS DE LA HEGEMONÍA 273
in cu ltu ra, al colectivismo y a las form as carism áticas o, al menos, a las a u to rita
rias y patern alistas (así p o r ejem plo, es difícil afirm ar q u e los Estados U nidos
o In g la terra vivieron en algún m om ento d e su h isto ria u n a auténtica moviliza
ción popular-nacional).
E n tre tan to, lo hegem ónico es u n a trib u to de las clases fun dam en tales y,
según lo dicho, te n d ría igualm ente u n m om ento privilegiado en la histo ria de la
sociedad in dustrial, ya sea del lado de la burguesía, en el desarrollo o rig in ario
capitalista, del lado del p ro le taria d o en los países europeos tardíos o, en u n a
acepción menos estricta (tam bién sugerida p or Gramsci), del lado d el estado, en
los grandes m om entos popular-nacionales o en aquellos casos en don de la socie
d ad civil ha sido endém icam ente débil y el estado h a sido el agente cen trali/ad o r
del p o d er (¿China, R usia, O rien te en general, quizás México?).
en uno de los polos está la sociedad tradicional: en el otro una sociedad industrial plenamente
desarrollada. E* en la asincronía en los procesos de tránsito de una a otra donde debemos
buscar las raíces del populismo. El populismo constituiría, asf, la forma de expresión política
de los sectores populares cuando no han logrado consolidar una organizadón autónoma y una
ideología autónoma de clasc. A mayor desarrollo corresponderá una sociedad más "clasista" y
menos "populista". El peronismo, por ejemplo, ocupa una posición intermedia en este con-
tinuum. Desde el punto de vista de la clase obrera, el tradeunionismo de tipo occidental
constituirla el paradigma de una forma de representadón de sus intereses correspondiente a
una sodedad altamente desarrollada [...] Es derto —continúa didéndonos Laclau— que en
las metrópolis capitalistas las experiencias populistas son menos frecuentes que en los países
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274 SU C IO ZERMEÑO
periféricos pero ¿es esto suficiente para concluir que la razón reside en el diferente grado de
desarrollo de ambos? Nótese que argumentar en estos términos implica ciertos supuestos alta
mente discutibles: 1] a mayor desarrollo económico, menor populismo; 2] pasado cierto umbral
y superadas ciertas asincronlas en el proceso de desarrollo, las sociedades industriales estarían
inmunes al fenómeno del populismo; 3] las sociedades ''atrasadas" que hoy pasan por expe
riencias populistas —ya sean éstas consideradas positivas o negativas— avanzarán necesariamente
hada formas más “modernas".*®
L aclau reacciona de esta m anera con tra los intentos de “ ligar el populism o
a u n a d eterm in ad a etap a de desarrollo ”, tal com o las tesis funcionalistas suponen,
pues incluso hoy, en E u rop a occidental, “ la recesión m u n d ial se acom paña de la
ap arició n de diversos fenóm enos —com o el florecim iento de los regionalism os—
q u e tien d en a expresarse en ideologías q u e hacen del p opulism o u n m om ento
ce n tra l”.81
Estas citas m uestran u n a do b le argum entación en el caso d e Laclau: p o r u na
p arte, la crítica al funcionalism o de G crm ani y de D i T e lia , a su trasfondo teó-
rico-paradigm ático, etapista, q u e o rden a los fenóm enos de la sociedad "atrasada”
d en tro del co n tin u u m tradicional-m odcm o; p o r o tra p arte, la conclusión sencilla
d e q u e el populism o n o corresponde pred o m in an tem en te a u n a determ in ad a
etap a del desarrollo.
El q u e re r apoyar esto ú ltim o con el ejem plo de los regionalism os europeos
n o parece evidente, p o rq u e quizás el regionalism o alu d id o no sea sino el p ro
d u cto de u n a aguda disgregación de lo p o p u la r nacional, en unos casos, o de un a
crisis franca d e la hegem onía burguesa en otros, y p o r ta n to se encuen tra m uy
lejos de presagiar nuevos m om entos de reconstrucción hegem ónica. P or o tro
lado, es posible dem ostrar q u e los grandes m om entos, popular-nacionales, el
populism o, p o r ejem plo, p ueden desm antelarse co nd uciendo a u n a determ inada
organización sociopolítica hacia u n período d e crisis orgánica o hegem ónica sin
q u e esto q u ie ra decir q u e las bases sociales m asivo-populares q ue sirvieron de
susten to a ese m om ento de alta coherencia o fusión tam bién estén en retirad a. Es
esto lo q u e debe tenerse en cuenta, com o ya hem os visto: q u e las bases sociales
m asivo-populares de M éxico, p o r ejem plo, n o se en c u en tran en retirad a a pesar
d e q u e su d esarrollo económ ico es p u ja n te y se acom paña con agregados muy
m odernos, lo cual no significa q u e el populism o o el período popular-nacional
n o haya tenido un m om ento m uy preciso en la histo ria de esta nación. D e aq u í
pues el concepto de desarticulación q u e no tiene n ad a q u e ver con u n a idea
etap ista, paradigm ática o evolucionista.
Pero es o tro el objetivo de L aclau al o rie n ta r su crítica contra concepciones
ta n superadas com o el funcionalism o folk-urbano. E n realid ad esta crítica le sirve
de plataform a p a ra "deshistorizar” n o sólo al populism o y ro m per así con sus
referentes sociológicos, sino pod er hacer lo mism o con las m anifestaciones pro
p iam en te dem ocráticas 32 y con las hegemónico-clasistas. N os parece q u e lo an te
rio r qu ed a claro cu ando afirm a: “ la ap roxim ación al análisis de la sociedad
en térm inos de u n a teoría de la hegem onía supone precisam ente esto: q u e los
mismos elem entos puedan ser articulad os diferencialm ente. Si esto no fuera así
[ . .. ] n o h ab ría producción de sujetos a través de las articulaciones hegeraóni-
cas , y agrega más adelante: “esto supone cjue el terren o de constitución de la
hegem onía es el discurso".38
E n efecto, en esta afirm ación q u ed a n to talm ente evidenciados la ausencia de
la dim ensión histórica y d e referentes sociológicos. Y es q u e p ara Laclau, y para
to d a u n a corriente d e analistas, la form a d e aprox im ació n al estudio de la hege
m on ía d ebe privilegiar lo político-ideológico-discursivo ya q u e sólo a q u í se hacen
com prensibles las form as de articulación, de fusión, d e integración de “ posicio-
nalidades” clasistas, pop ulares y dem ocráticas. P o r o tro cam ino se nos dice, ‘‘las
form as consensúales sólo se ex p licarían p o r la ‘falsa conciencia' de los sujetos
dom inados”.34
El problem a a q u e to do esto conduce es el siguiente: en ta n to el m étodo
privilegia lo ideológico-discursivo com o form a de aproxim ación, y lo ideológico-
discursivo en cuentra su m ejor terreno en aquellos m om entos d e g ra n coherencia
d e las sociedades (de grandes condensaciones, fusiones, etc.), de sus grandes ló
gicas sociopolíticas, en realidad el m étodo elegido privilegia com o objeto de an á
lisis los grandes m om entos hegem ónicos (de clase o estatales) de las sociedades.
P or algo los temas favoritos de esta form a d e ap roxim ación son los fascismos,
los populism os, el bolchevismo, el estalinism o, el bo napartism o, las burguesías
hegeraónicas del ochocientos, las oligarquías anteriores al tre in ta en América
L atina, el cardenism o com o rem ate de la Revolución m exicana y, en resum en,
todas aquellas situaciones de alta coherencia e n ta n to m om entos de fusión de
“posicionalidades” clasistas, pop ulares y dem ocráticas.
Pero, com o es obvio, en todos estos ejem plos se está haciendo referencia al
pasado, y como ni los m om entos hegem ónico-estatales parecen ser un a realid ad
evidente en las sociedades desarrolladas (y en aquellas otras de m arcada m oder
nización) desde q u e tuvieron lu gar las grandes expresiones popular-nacionales,
ni tam poco parecen serlo las situaciones d e franco enfrentam ien to en tre las
clases fund am entales (hegem ónicas), Laclau se ve obligado a atacar el referente
histórico d e tales m anifestaciones (acusándolas de paradigm áticas), pues de o tra
m anera la pertinencia, en el m om ento actual, del m étodo ideológico-discursivo se
diluye, pierde eficacia en u n terreno crecientem ente parcelado desde el p u n to de
vista sociológico.
De esta form a, si nos preguntam os p o r la desarticulación, p o r la crisis org á
nica, p o r la dem ocracia consum ista-individualista y, en fin, p o r esas situaciones
de p recaried ad hegem ónica e incluso de ocaso de las hegem onías, ¿hasta dón de es
ú til este m étodo de fusión, de análisis desde lo ideológico-político-discursivo, y
hasta dó nde tiend e a o cu ltar el p la n o sociológico, el p la n o d e las relaciones socia
les, la especificidad de las fuerzas, agregados, capas y clases sociales en su inter-
rclación conflictiva? Entonces es m ejor estu diar d irectam en te el carácter de estas
fuerzas q u e en la m edida en q u e h a n sido históricam ente construidas no tienen
n ad a q u e ver con u n reduccionism o em pirista. H ay q u e caracterizarlas en esos
largos m om entos de “n o fusión”, q u e en la época actual parecen ser la norm a
en los países de a lto desarrollo, en u n a in fin id ad d e situaciones desarticuladas
33 Ibid., p u n t o s 6 y 7 , p p . 2 2 -2 3 .
34 Ibid.
Copyrigl
276 SFJir.lO 7XRMEÑO
Señalemos brevemente, nos dice, algunos de los problemas fundamentales con que toda es
trategia hegemónica debe enfrentarse en América Latina. El primero de ellos (...] es la
heterogeneidad de las bases sociales y de los antagonismos que una estrategia socialista y
popular debe intentar articular.
El reconocimiento de la especialidad histórica de esta multiplicidad -m u ch o más vasta
que la fractura histórica que Gramsci encontraba entre el norte de Italia y el Mezzoggiomo—
es la primera condición de una estrategia hegemónica [...] Pero la hegemonía es algo más
que el reconocimiento de la especificidad de estas posicionalidades democráticas: es la articu
lación de las mismas en tomo a posicionalidades populares [...] (sic). En todo caso, la situa
ción en la gTan mayoría de los países latinoamericanos donde la multiplicidad de los antago
nismos da una gran variedad institucional a la ludia —desde los comités de autodefensa en los
sectores rurales hasta el sindicato y las organizaciones barriales en los centros urbanos— ex
cluye ciertas formas clásicas de organización: el partido de enclave clasista [...] el partido
socialdemócrata de representación corporativa: y, desde luego, el modelo clásico de la van
guardia leninista. I-a necesidad de constitución de símbolos nacionales que definan el campo
popular, el carácter de masa que debe darse, la acdón política y el amplio grado de auto
nomía local que requiere la heterogeneidad de los frentes de lucha hacen suponer que algón
tipo de forma política de carácter "movimicntista" es el más apropiado para una estrategia
como la que postulamos [...] (aunque) sería totalmente erróneo postular cualquier tipo de
receta (...}
V I. C O N C L U S IO N E S
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RKFF.RCNTIS HISTÓRICOS V SCCIOLÓCICOS DF. LA HEGEMONÍA 277
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NOTAS SOBRE CRISIS Y PRODUCCIÓN DE ACCIÓN HEGEMÓNICA
[279]
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280 JU A N CARLOS PORTANTIERO
R ecurren tem ente, los análisis más habitu ales sobre las crisis políticas q ue viven
los países en consideración tienden a p ercib ir a éstas com o procesos de desa
gregación y reconstrucción de u n a " v o lu n tad ú n ic a” capitalista: p o r distin tas
razones em píricam ente descritas (en las q ue se incluyen tam bién, com o "facto r”,
los com portam ientos de las clases dom inadas) u n a form a estatal se disgrega,
p ie rd e legitim idad, se vacía de contenido. E n la m edida en q u e el estado es p er
cibido com o resultado lineal d e u n a d eterm inación burguesa, su crisis es a su vez
vista, de m an era privilegiada, com o crisis d e la relación en tre m odalidades de
la acum ulación de capital y form a del estado. Así, las crisis expresarían u n
proceso de disfuncio nalidad en tre las "necesidades” de la econom ía y las caracte
rísticas de la oferta política. E n este m odelo (subyacente a todos los análisis
reduccionistas q u e p arten de la discusión d e los cam bios en el "p atró n de acum u
lación " p a ra derivar de allí m odificaciones en el estado), las clases populares
op eran siem pre com o abso lutam en te externas a éste, com o p u ro ob jeto de la
dom inación. La pobreza de la noción de estado q u e se h alla en la base de estos
análisis funcional-m arxistas d eterm in a u n a paralela pobreza en la noción de
crisis.
En rigor, y p artien d o de u n a conceptualización más com pleja del estado
com o prod u cto de una correlación de fuerzas q ue abarca a la sociedad com o un
todo, com o com posición de una riqueza co ntradicto ria de articulaciones y m edia
ciones. la crisis de u n a fase estatal es siem pre crisis d e u n tip o de articulación
global en tre estado y sociedad y n o sólo en tre estado y clases dom inantes. E n
n u estro caso, la crisis es tam bién de las relaciones qu e las clases populares hab ían
establecido con el estado, desagregación de los vínculos relativam ente estables
q u e las clases dom inantes establecieron p o r vía estatal, con las clases populares.
Es éste el aspecto que m e interesaría d esarrollar: el de la crisis hegem ónica
vista com o crisis d e la relación en tre clases su balternas y estado. Si la crisis esta
ta l es de la to talid ad de las relaciones de fuerza condensadas en u n a d eterm i
n ad a fase de d esarrollo social, el objetivo de estas notas será analizarla n o desde
la perspectiva de la reconstrucción de la dom inación, sino desde la perspectiva
de la (re c o n stitu c ió n política de las clases subalternas, esto es, de las opciones
ab iertas p ara la p ro ducción de una acción (contra)hegem ónica com o resultado
y a p a rtir de los datos de la crisis.
R echazando el apfnoach m etodológico q u e conduce a un discurso genérico
sobre unas clases pop ulares ahistóricas m anip ulad as p or u n estado abstracta
m en te concebido a p a rtir de u n a determ inación lineal com o "v o lu n tad única"
del capital, la propuesta analítica altern ativa nos llevaría, en lo específico, a
considerar la crisis en las sociedades latinoam ericanas d e an tig u a m odernización
com o crisis de u n estado benefactor e intervencionista, agente p rin cipal de re
d istrib u ción basado en un com prom iso nacional-popular, en el q u e las clases
subalternas (en prim er lug ar la clase o b rera indu strial) h ab ían logrado ya niveles
variables d e efectiva presencia estatal. En este caso, la crisis no es exterior a las
clases po p ulares sino q u e las envuelve directam ente, en ta n to es crisis de las for
mas organizativas con las q u e procesaron su inserción en ese eq u ilib rio , o sea
NOTAS SOBRt CUIJIS Y PRODUCCIÓN 1)E ACCIÓN HEGEMÓNICA 281
El concepto de hegem onía no puede ser exclusivam ente definido com o configura
ción ideológica, com o “superestructu ra”, o com o agregado de com portam ientos
individuales q u e acatan la legitim idad de u n orden (au n q u e el consenso así
logrado sea caracterizado com o p ro du cto de u n a dirección de clase) por vía de
la internacionalización de un sistem a de valores. T a l sería u na variación de la
versión lib eral sobre la construcción del sujeto, según la cual sería u n sistema de
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282 JUAN CARLOS PORTANTIERO
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NOTAS SOBRE CRISIS Y l'RODL'CCtÓN DE ACCIÓN HEGEM ÓNICA 2£>
de la m ism a”. P ero esta d istinción analítica jam ás encon trab a referentes orga
nizativos estrictos.*
En rigor, q u ie n intro du ce la posibilidad de identificar agentes sociales un ív o
cos de am bos tipos de acción es la socialdem ocracia alem ana po rqu e su in terp re
tación del m arxism o como m era inversión del liberalism o suponía el p rin c ip io
de la ru p tu ra en tre lu cha económ ica y lu ch a política. P or ejem plo, en el tercer
congreso de la Segunda In tern acio n al, Bebel señalaba q u e "la acción específica
de los sindicatos es la presión económica, m ientras que la acción de los partidos
es p o lític a” . P or supuesto que p ara Bebel acción p olítica equivalía a acción
p arlam entaria y la articulación en tre am bos niveles de la acción de clase era vista
com o u n a sum atoria de acción corporativa y finalism o socialista. L a distinción
así trazada bo rraba el problem a de la acción hegem ónica d e clase.4 El problem a
del p artid o com o “conciencia" y de los intelectuales com o productores-inculca-
dores de la ciencia revolucionaria nace de esta separación en tre econom ía y p o
lítica, ab solutam ente alejada de las preocupaciones de M arx. En rigor, era el
"tra u m a inglés” el q u e estaba presente: la situación de u n poderoso m ovim iento
o b rero que, como el británico, al desarrollarse n o ex p an d ía sus potencialidades
socialistas sino q u e se transform aba en un instru m en to d e integración al sistema.
La vehem encia "an tiesp o n tan e 'sta” era u n a respuesta polém ica contra los q u e
plan teab an la existencia de u n a relación directa en tre p ro letariado y socialismo,
ten iend o en cu enta u n a situación —la inglesa— en la q u e la presencia del
sindicalism o de masas coexistía con la v irtual ausencia de u n p artid o ob rero
socialista. La discusión con el anarco sindicalism o de m atriz ideológica soreliana
acen tu aría esta tendencia a e q u ip a ra r estrictam ente los dos tipos de acción con
dos form as de organización: el an tip artid ism o absoluto de anarquistas y sindica
listas forzaría au n más en el m arxism o la tendencia a reificar la distinción.
U n análisis del contrad ictorio pensam iento de Georges Sorel o del g ru p o
con stitu ido alrededo r de H u b ert L agardelle en la revista L e M ou vetn enl Socio-
liste y de su influencia sobre la corrien te anarco sin dicalista —q u e po r cierto
* En la misma carta Marx intenta explicar y, a la vez, trazar un balance de los objetivos
que se propusiera al participar de la Primera Internacional. La finalidad principal era “rempla
zar las sectas socialistas o semitocialislas por una verdadera organización de lucha de la ciase
obrera", a partir de su convicción de que "el desarrollo del sistema de las sectas socialistas y
del verdadero movimiento obrero siempre están en relación inversa entre si". Marx agrega que
‘‘todo movimiento en que la clase obrera se presente como cíate en contra de las clases do
minantes e intente imponérseles por presión exterior es un movimiento político”. Asi. la
lucha por la reducción de la jomada de trabajo en una fábrica serla un movimiento econó
mico, pero si el objetivo que se busca conseguir es una le)1 fijando la jornada de ocho horas,
ya se trata de un movimiento político, “es decir, un movimiento de la dase que tiene por
objeto imponer sus intereses en forma general, en una forma que posee una fuerza social de
compulsión general”. Cfr. Marx-Engels, Correspondencia, México, 1977, pp. 401-400. La distin
ción entre acción corporativa y acción política se funda claramente sobre los lugares institucio
nales hacia los que el movimiento obrero dirige su movilización (empresa o estado) y no sobre
el tipo de organización que la impulsa. Toda la labor de Marx en la Primera Internacional
se condensa en el intento de consolidar una organización internacional del proletariado que
pudiese superar la fractura entre lucha económica y lucha política.
4 Un muy interesante y erudito aporte a la discusión de este problema (aunque a veces
discutible por su intento de “salvar" a toda costa la originalidad del pensamiento de Lenin)
puede encontrarse en la extensa Introducción preparada por Leonardo Paggi para el libro
de Max Adler, El socialismo y los intelectuales, México, Siglo XXI, 1980.
286 JU A N CARI .OS PORTANTIERO
tuv o g ran im p ortancia en la tem pran a constitución del grem ialism o latino am eri
cano— nos alejaría de la linea central de argum entación. P ero es im posible no
hacer alg u n a referencia siquiera m arg in al a la cuestión a u n q u e más no fuera
p o r el estím ulo q u e algunas ideas de Sorel tuv ieran sobre autores m arxistas como
G ramsci.
C lásicam ente la o b ra soreliana h a q ued ad o com o el ex ponente teórico m a
yor de u n a concepción exactam ente con trap uesta a la del m arxism o de la Segun
d a In tern acio nal (que la T ercera Inte rn acio n a l no m odificaría en sus rasgos
básicos) en lo q u e se refiere a la relación en tre sindicatos y p artidos com o ins
trum en tos p ara la acción revolucionaria. Su fam oso opúsculo de 1898 L ‘avenir
socialiste des syndicats term ina con u na frase em blem ática d e la corriente: "p ara
sin tetizar la to talid ad de m i pensam iento e n u n a fó rm ula d iré q u e to do el po r
venir del socialismo se basa en el desarrollo au tó no m o de los sindicatos obreros".5
A p a rtir d e u n a identificación en tre acción p olítica y acción p arlam en taria, Sorel
consideraba q u e la verdadera lucha revolucionaria era la q u e llevaban a cabo los
sindicatos, únicos organism os internos de la clase qu e p o dían resistir —a dife
rencia d e los p artidos socialistas— la corrupción traíd a desde afuera p or los
intelectuales, cuya verdadera vocación n o era o tra que " la explotación de la po
lític a”. P o r ello, la p rim era regla del m ovim iento revolucionario era "perm anecer
exclusivam ente obrero, o sea, exclu ir de su seno a los intelectuales cuya dirección
ten d ría (sobre la acción de clase) el efecto de restau rar las je rarq u ías y d iv id ir
a los trabajadores en categorías".0 Esta fuerza m otriz de la revolución o rg an i
zada a través de los sindicatos, única institu ció n capaz d e expresar el "espíritu
d e escisión" de los trabajadores, debía expresarse a través de u n m étodo de
lucha, la violencia, y de u n a ideología, el "m ito ” de la huelga general. Y efecti
vam ente, la utilización de esta últim a consigna servirá p ara diferenciar en el
m ovim iento obrero de principios de siglo al anarcosind icalism o del socialismo
p arlam en tario y del sindicalism o reform ista, al m enos hasta q ue Rosa L uxem burg
y Parvus, en tre otros, introducen en la socialdem ocracia germ ana el tem a de la
huelga de masas.7
La R evolución rusa de 1905 vendría a m odificar, con la ap arició n de estilos
de organización no previstos, el esquem a de discusión. C laram ente será Rosa
L uxem burg quien, fuera de R usia, tra ta rá de ex traer de ese m ovim iento social
(que después de 35 años replanteab a el tem a de la revolución) las mayores con
secuencias polémicas, teóricas y organiza ti vas, p ara el m ovim iento obrero euro
peo. L a tarea q u e ella se p ro p o n e es, explícitam ente, q u ita rle a anarq uistas y
las limitaciones corporativas de toda acción sindical: se trataría, en sus palabras, de “un
trabajo de Stsifo" que jamás alcanzaría por si “la cumbre” de la revolución.
“ En rigor, el punto especifico de la relación entre partido y sindicatos fue en Lenin más
retórico que sustantivo, al menos hasta 1917. En contraste con los casos alemán e inglés, los
sindicatos eran casi inexistentes en la Rusia zarista y por lo pronto tan ilegales como el partido
en la mayoría de las coyunturas. Cuando emergen durante la revolución de 1905 quedan
eclipsados por los soviets y durante el periodo de reacción posterior virtualmente desaparecen.
En 1917, otra vez su acción se oscurece detrás de la presente central de los soviets y no tienen
ninguna participación destacada en la toma del poder en octubre. El prim er congreso panruso
de sindicatos se reunió recién en 1918. Cuando en el ¿Qué hacerT Lenin se refiere a "la lucha
económica” característica del sindicalismo, piensa que en el caso ruso ella es llevada a cabo
"por asociaciones profesionales de carácter provisional y por medio de octavillas”, es decir, a
través de formas institucionales muy precarias. La lucha económica —dice Lenin— “en los
países libres se llama lucha gremial, sindical o tradeunionista”, pero esc no sería el caso ruso.
En cambio, la relación importante entre organizaciones de masas y partido es la que se plan
teará con los soviets, organizaciones "espontáneas” de la clase a las que Lenin apoyará entu
siastamente en 1905 tras algunas vacilaciones (y en contra de buena parte de la dirección
bolchevique), en la medida en que a su juicio eran instituciones apta* para el desarrollo de
formas de "doble poder” pues eran capaces de fusionar la lucha económica con la lucha política.
Específicamente el problema de las relaciones entre partido y sindicatos será planteado por
Lenin sólo en los primeros artos del poder soviético, sobre todo en su conocida polémica contra
Tivtskl. Bujariti y la oposición obrera. En ella, si bien es Lenin quien acufla la desdichada
calificación para los sindicatos de "correa de transmisión" entre las masas y el partido, trata a
la vez de mantener una posición intermedia entre el "estatalismo” de T rouki y el pansindica-
lismo de la dirección obrera, reivindicando niveles de autonomía para la organización sindical
frente al partido y al estado. Sobre el tema véase Issac Deutscher, Los sindicatos soviéticos,
México, 1970; el comentario de E. H. Carr a dicho libro en 1917, antes y después, Barcelona,
1970, pp. 147 a 159 y Oskar Anweiler, Los soviets en Rusia (1905-1921) , Madrid, 1975: además,
por supuesto, delhacerT y la recopilación de textos de Lenin Acerca de ¡os sindicatos,
Moscú, 1978, especialmente pp. 579-406 y 455-481.
NOTAS SOBRK CRISIS V PRODUCCIÓN DI’. ACCIÓN IIEÍ.F.MÓNICA
hacert, “desde el ex terio r" significa desde fuera de la acción corporativa, desde
fuera de la esfera de las relaciones directas en tre obreros y patrones.
Esta precisión de n in g u n a m anera im plica q u e L enin haya dejad o de caer
en la reificación típica de la Segunda Intern acion al, al menos en su famoso
opúsculo transform ado luego en L ib ro Sagrado de la teoría m arxista de la orga
nización. L a bien fu ndada distinción en tre acción co rporativa y acción hege
m ónica como m om entos en el proceso de constitución política, establecida a p ar
tir de la calidad de las relaciones q u e la clase o b rera p o d ía establecer con las
o tras clases y con el estado, se transform aba en u n a precisa distinción en tre fo r
mas n a tu ralm en te funcionales p a ra uno y p ara o tro tip o de acción.
E n rigor, un a fuente de la dicotom ía ta jan te en tre los in strum en to s para la
acción sindical y los instrum entos p ara la acción política era la ya recordada
concepción —acorde con la im agen de sociedad q u e h ab ía b rin d a d o la etap a
com petitiva del capitalism o— sobre las relaciones de exteriorid ad en tre econom ía
y política. M ientras fuera posible distin g u ir en tre estado y m ercado, m ien tras la
econom ía apareciera com o ex tern a al estado, ta n to sindicalistas cu an to socialistas
p o d ía n reivindicar, cada uno en un extrem o, el privilegio de u n a form a d e orga
nización sobre la otra. Esta separación está clara en el L en in del ¿Qué hacer?
y en to d a la dirección socialdem ócrata europea de la época, salvo p arcialm en te
en R osa L ux em burg q uien llegó a com prender q u e la distinción era analítica
pero n o orgánica, q u e era el liberalism o p arlam en tario q u ie n la transform aba en
sustantiva y que, si era cierto que no necesariam ente la acción económ ica llevaba
directam ente a la lu cha política socialista, tam bién lo era que la acción política
de los partidos no llevaba ineluctablem ente a la revolución.
El proceso revolucionario posterior a la p rim era guerra reforzaría las dudas
acerca d e la pureza de esa dicotom ía institucional.
T o d a la lite ra tu ra y la práctica conciliar (en p rim er lugar la form idable
experiencia "soviética” de los bolcheviques y el te x to de L en in sobre El estado
y ¡a revolución) h ab rá de reflejar los intentos, despertados po r la p rop ia realid ad
d el m ovim iento social, de su p erar ese rígido m odelo de en fren tam ien to en tre
acción económ ica y acción política. Los textos q u e el joven G ram sci p ub licara
en L ’O rdin e N u o v o form an u n ca p ítu lo im po rtan tísim o de esa h isto ria q u e el
estalinism o después sepultará. C on vacilaciones teóricas, con intuicion es más q ue
con certezas, a p a rtir incluso de caracterizaciones incorrectas sobre la p otencia
lidad del capitalism o p a ra recuperarse de la crisis, esos escritos d e G ramsci avan
zan enorm em ente en el in ten to de rep lan tea r la relación en tre acción corporativa
y acción política, p oniendo las bases p ara el d esarrollo de la m oderna p ro b le
m ática de la hegem onía.
G ram sci p la n tea en esos textos —sin n o m b ra rla todavía— la noción de hege
m onía (que literalm en te ya había aparecido en el m arxism o de Lenin au n q u e
con alcances m ucho más lim itados) com o u n a tarea organizativa capaz d e articu
lar distintos niveles de com portam iento y dirigirlos hacia u n a finalidad p olítica
de recom posición de las clases po pu lares en u n bloq ue de masas e instituciones.
Sindicatos, partido s de d a se y consejos form arán en sus palabras “ la red de
instituciones d en tro de las cuales se desarrolla el proceso revolucionario".
La translorm ación revolucionaria es u n a com pleja tarea social (Rosa L ux em
b u rg la calificará en esos mismos años, con u n a frase perfecta, com o " u n trab ajo
290 JU A N CARÍ.OS PORTA NTIFJIO
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292 JU A N CARLOS I*ORTNNIIERO
“ Cfr. Charles S. Meicr, Recasting Burgeois Europe, Princcton University Press, 1975. passim.
Sobre la misma cuestión puede verse, en cspaftol. la notable recopilación de trabajos ele Franz
Ncutnann realizada por Marcuse, El Estado democrático y el Estado autoritario, Buenos Aires,
1975, especialmente los capítulos 1 y 2.
Para una excelente comparación entre procesos de desarrollo capitalista y procesos de cambio
político en Europa y América Latina, véase James R. Kurth. "Industrial change and political
change: a european perspeclivc”, en David Collier (comp.), The new authoritarianism in Latín
America, Nueva Jersey, Princcton University Press, 1979, pp. 319-362. Dentro de la extensa
literatura existente sobre corporativismo en América Latina, cabe destacar el libro de Alfred
Stepan. The state and society, Peni in compatative perspective, Nueva Jersey, Princcton
University Press, 1978, especialmente los capítulos 1, 2 y 3.
NOTAS v il'R K CR1SSS \ PRODUCCIÓN UF ACCIÓN HRCEMÓN1CA 293
tico, h ab ría de a lte ra r el plan teo clásico de las relaciones en tre sindicatos y
partidos de masas, term in an d o progresivam ente con la “división del tra b a jo ”
establecida en el siglo xix a p a rtir de la separación “o b jetiva” en tre econom ía y
política. El nuevo encuadre institucional del capitalism o liq u id a defin itiv am ente
las barreras q u e escindían “ lo social” de “ lo p olítico”.
En u n a prim era etapa, la del capitalism o com petitivo, la inexistencia de p ar
tidos de masas y la cantidad de fuerzas de resistencia ob rera q u e ten ían los sin d i
catos habían determ in ad o q u e estos últim os co m binaran de hecho funciones
económicas con funciones políticas en u n a única lucha p o r la am pliación de la
c iu d ad an ía y por la legalidad in d u strial. La teorización de este m om ento inicial
es la q u e pro p one M arx en la P rim e ra In tern acio nal: los lím ites en tre acción
económ ica y acción política eran im precisos en la m edida en q u e eran borrosos
tam bién los perfiles de la constitución política d e la clase obrera.
A esta etap a le sucederá o tra —au n d en tro de la fase del capitalism o com pe
titiv o — en la q u e la burguesía ya logra consolidar su hegem onía incorp oran do
temas de p articip ación dem ocrática a su discurso liberal. A parecen entonces p a r
tidos socialistas de masas q u e in ten ta n con éx ito la lucha política p arlam en taria
m ientras a su vez se otorga legalidad a la acción reivindicativa de los sindicatos.
Esto, com o hem os visto, refuerza la división de funciones en tre sindicatos y p a r
tidos, com o u n reflejo de la dicotom.'a burguesa en tre p rivado y público, entre
sociedad y estado. Es el m om ento del crecim iento ideológico d e la Segunda In te r
nacional com o inversión sim étrica de u n m odelo liberal d e desarrollo político.
El pasaje del estado "gendarm e” al estado intervencionista; el progresivo
proceso de organización y luego en cuadram ien to de las masas m ediante la corpo-
rativización del estado, ab riría p o r fin la etapa actual en q ue política y sociedad
se in terp reta n , a p a rtir de “ la progresiva constitución del estado nacional como
u n id a d económ ica organizada”.15
Estos rasgos genéricos, q u e m en tan la m utación hacia u n nuevo m odelo de
desarrollo y nuevo m odelo de hegem onía en los capitalism os centrales, pueden
ser sin em bargo replicados para ex plicar algunas d e las características del estado
de com prom iso nacional-popular, ah o ra en crisis en A m érica L atina.
Llegado a determ inado nivel de desarrollo, el estado ca p italista d epen diente
convoca a u n a com plejidad sociológica b asada en u n a com prom iso en tre clases,
para su p erar la etap a más sim ple del estado oligárquico-interm ediario. L a expli-
** Cfr. Alessandro Pinom o, "Lo* sindicatos y la acción política”, en S. Mallct y otros.
Economía y política en la acción sindical, Córdoba (Argentina). Cuadernos de Pasado y
Presente, níitn. 44, 1973. Este texto plantea el mejor enfoque que conocemos en español
acerca de la nueva problemática de la acdón sindical. Por cierto que un nueva visión de
la acción obrera que trata de elaborar esquemas de lucha articulada en la fábrica, en la
sociedad y en el estado y no ve a cada una de esas realidades como aspectos parciales de los
que v encargarían distintos agentes, es un patrimonio no sólo teórico sino político del mo
vimiento obrero italiano, sobre todo desde principios de la década de los sesenta. Véase entre
muchos otros, los textos de Bruno T rentin recopilados en Da sfruttali a produllori, Bari, 1977.
Particularmente iluminantes sobre la cuestión son los ardeulos de Trentin y Pizzomo incluidos
en Problemi del movimenlo tindacale in Italia, 1943-1973, incluidos en los Annali Feltrinelli,
1974-1975 y el trabajo de Pizzomo "Scambio político e idetitá collettiva nel conflitto di classe",
en C. Crouch y A. Pizzorno, Conflitti in Europa. Lola di claise, sindicad e Stato dopo il 68,
Milán, 1978. pp. 407-434. Para un enfoque político del punto véase Pietro Ingrao, "La nueva
frontera del sindicato", en Las matas y el poder, Barcelona 1978, pp. 119-131.
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10 Reinhardt Bendix, Estado nacional y ciudadania, Buenos Aires, 1972, p. 76. Bendix distin
gue dos situaciones con referencia a la incorporación de las clases populares en el sistema poli-
tico. La clásica en la que la ciudadanía es adquirida en el interior de una comunidad ya
existente, a través de una secuencia que pasa primero por la consecución de “derechos civiles”
(liberalismo) y se amplia luego a la adquisición de “derechos políticos" (democracia). Se
tratarla del modelo hegemónico originario caracterizado por la absorción de temas democráticos
en el discurso liberal. La otra situación, propia del capitalismo Urdió, implica "la modificación
de la comunidad política para que la plena ciudadanía sea posible".
Co
NOTAS SOBRE CRISIS Y I RO D lCCtÓ N DE ACCIÓN H EGEM ÓNICA 295
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diación p olítica según el cual el sindicato actu aba com o instancia m ediadora
entre clase y partidos y los partidos com o articulad ores en tre sindicatos y estado.18
P ara el caso m exicano, en el cual u n o de los pu nto s centrales de la fortaleza
del sistem a es la integración corporativa de los sindicatos, la discusión se encuen
tra ab ierta ya: alejada la sociedad de los círculos d e fuego de la crisis p olítica
q u e sacude al su r del continente, pero con sim ilares problem as de desarrollo q ue
em p u jan hacia inten tos de reorganización del capitalism o, los grandes sindicatos
aparecen tam bién como u n espacio privilegiado p a ra la construcción de acción
política.19
P or supuesto que, en la hipótesis de q u e el m ovim iento ob rero organizado
pu ed a transform arse en u n centro de agregación nacional, este proceso de rep o
litización de los sindicatos no será lineal: im plicará necesariam ente ru p tu ra s,
rep lan teo de relaciones en tre el sindicalism o y sus bases y el sindicalism o y el
resto de las organizaciones sociales (incluyendo al estado), así como u n a d in á
mica de conflictos en el in terio r d e las pro pias estructuras grem iales y en toda la
sociedad.
Este com plejo proceso excede obviam ente los lím ites tradicionales d e la acción
sindical en la m edida en q u e el m ovim iento grem ial am plía, pero ahora “desde
ab a jo ” y contra el estado, su cam po de acción al asum ir las relaciones q u e se
p la n tean en tre la sociedad y las instituciones políticas. Esta función articulado ra
im plica varios m ovim ientos en el in te rio r del pro pio sindicalism o. E n p rim er
lugar u n a lucha —qu e no será de n in g ú n m odo fácil— p o r la redefinición “ verti
cal” del sindicalism o, en el sentido de dem ocratizar sus estructuras colocando
a la organización de em presa y a la asam blea de trabajado res com o pivotes orga
nizativos frente a la consolidación autosuficiente de las burocracias. En segundo
lugar, u n a capacidad "h o rizo n tal” d e agregación de intereses de otras categorías
sociales q u e perm ita a ese espacio social co nstituido p or el sindicalism o transfor
m arse en u n polo articu lad o r d e la acción reivindicativa de otros grupos que
coinciden en la necesidad de fo rm u lar proyectos hacia “o tro desarrollo” .
El riesgo consiste en q u e este proceso lleve a u n a inversión sim ple d e la
teoría clásica sobre la relación en tre sindicatos y partidos, reflotand o los viejos
tem as del anarcosindicalism o. C o n tra lo q u e Ing rao califica com o “palingenesia
d e izquierda” , según la cual sería posible resolver desde la fábrica el problem a
del p o d er o contra el “ pansindicalism o”, el problem a sigue siendo cóm o sup erar
18 Algunas interesantes hipótesis sobre el caso chileno pueden verse en Guillermo Campero
Q., “Las nuevas condiciones en las relaciones de trabajo y la acción política en Chile”, en
Revista Mexicana de Sociología, afio x u , vol. x u , núm. 2, abril-junio de 1979, pp. 481-495.
Actualmente la coyuntura chilena parece marcar un proceso de reformuladón de las rela
ciones clásicas entre partidos (s) y sindicatos en el sentido de una mayor autonomía de los
segundos tris-ó-xris los primeros motivada, entre otras cosas, por las dificultades que origina la
actividad ilegal para ejercer una política de control centralizado, pese al notorio papel que
han jugado y juegan cuadros partidarios en el impulso organizativo inicial de los diferentes
movimientos de masas. Éste serla un caso típico en el que las condiciones de clausura de los
mecanismos tradicionales del sistema político plantean una ampliación del campo de acdón
sindica] a través de la emergencia de una dimensión estatal y de la necesidad de coordinación
horizontal por parte de los sindicatos de "reivindicaciones generales” que surgen de una socie
dad en la cual la representación política se ha militarizado.
i* Un aporte polémico importante para esta discusión es el trabajo de Arnaldo Córdova,
La política de masas y el futuro de la izquierda en México, México, 1979.
NOTAS SOBRE CRISIS Y PRODUCCIÓN DE ACCIÓN HEGEM ÓNICA
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I
A P R O X IM A C IÓ N A N UEVO S P U N T O S DE P A R T ID A PARA
LA IZ Q U IE R D A EN A M É R IC A L A T IN A
HÉCTO R B É JA R *
i. n a c im ie n t o y o r ig e n
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NUEVOS P U N IO S DE PARTIDA PARA L A IZQUIERDA EN A M ÉRICA L A TIN A 301
parcce cada vez más claro q u e si el colapso del im perialism o n o pasa d e ser una
hipótesis n o com probable a corto plazo, A m érica L a tin a se en cu entra frente a la
necesidad de d iseñar estrategias flexibles en sus ineludibles relaciones con el
im perialism o, a la vez q u e p la n te a r su sistem a de relaciones con las potencias
y países del cam po socialista.
2] Parece claro q u e construir las bases para u n crecim iento autó no m o equivale
a co n struir econom ías autocentradas, organizadas p ara el uso ó p tim o de nuestros
recursos natu rales y la satisfacción de las necesidades básicas de nuestros pueblos.
Ello equivale a cultivar la vo lu n tad y capacidad d e nuestras izquierdas p a ra
g o b ernar a u n cuando no están en el poder, su capacidad de generar u n nuevo
orden q u e se exprese en proyectos nacionales q u e integren las dim ensiones eco
nóm ica, social y cu ltu ral. Pero esto supone plantearse un com plejo mecanism o
d e m edidas q u e abarcan m últip les campos, y diseñar las políticas correspondien
tes, dirigidas a hacer realid ad los proyectos nacionales planteados p ara cada país.
E im plica tam bién estrategias d e enten d im ien to en cada cam po con los grupos
económ icos y sociales existentes, p ara lograr q u e cum p lan el papel q u e se les
p ro p o n e en el proyecto. Se tra ta a la vez q u e del p lanteam ien to de un o o algunos
"m odelos”, de la realización de estrategias q u e req u ieren u n a dirección política
n o dogm ática y p erm eable a los cam bios de la realidad.
3] Ello significa tam bién qu e las antiguas dem andas antim perialistas y po r la
reform a agraria, q u e constituyeron ideas-fuerza en los orígenes de la izquierda en
muchos de nuestros países, van perdiend o su sentido en cu a n to no expresan, por
sí mismas, u n a posición política dirigida a la liberación de nuestros pueblos. La
sim ple denun cia del im perialism o debe ser rem plazada p o r p lanteam ientos in te
grales de reconstrucción de nuestras econom ías y rescate de nuestras culturas.
Ya no se tra ta ta n to de d efinirse antim perialistas sino de establecer cóm o somos
antim p erialistas y q u é tipo de antim perialism o portam os; es decir, aqu el q ue
pro po nien d o soluciones concretas a nuestros problem as trascienda los lím ites de
la d en uncia y la retórica e incluya p lan team ientos viables q u e sean capaces
d e desp ertar la adhesión de am plios sectores sociales p or su realism o más q ue
por su carácter utópico.
L o mism o sucede con la reform a agraria. Desde 1930 hasta hoy, algunos
países de A m érica L a tin a han d esarrollado experiencias de reform a agraria. Y
el resto del m un d o ru ral está siendo alterad o po r la penetración de las tra n sn a
cionales y p o r procesos de acelerada m igración in tern a. El problem a del cam po
sigue siendo central en cuanto afecta a n uestra producción d e alim entos, pero lo
es m enos en cuanto tiene q u e ver directam ente con la vida de u n n úm ero cada
vez m enor d e personas. El problem a de la vida en la ciudad ha sustituido, en
urgencia, al de la población cam pesina, au n cuando am bos están ligados p or u n a
problem ática com ún. C ada vez resulta m ás claro que en nuestros países la reform a
agraria debe constitu ir u n proceso de transform ación socioeconómica integral y,
po r tanto , m ucho más am p lio q u e la sim ple redistribución de la tierra y la elim i
n ación del la tifu n d io q u e p la n tearo n los m arxistas latinoam ericanos de los años
tre in ta y q u e realizaron algunos países del contin en te com o Perú y Bolivia. Y es
q u e p ara q u e tenga éxito, la redistribución de la tierra debe ser acom pañada
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N U K V C t PUNTOS DF PAR I IDA P A X \ L A IZQUIERDA t N A M ÉR ICA 1.ATINA 305
pilcadas realidades está cada vez más lejos d e las posibilidades del pro letariad o
y las clases pobres de nuestros países de llegar realm ente a ser sujetos históricos
y hegem onizar nuestros procesos políticos.
E llo tam bién obliga a rep lan tea r y com plejizar los análisis tradicionales sobre
las clases y grupos q u e están en condiciones d e p articip ar decisivam ente en los
cam bios sociales q u e se prop on en p ara A m érica L a tin a y q u e p u ed en ser capaces
de co n stru ir u n a relación hegem ónica con el resto d e la sociedad. A quí tam bién
cabe preg u ntarse q u é otros g rupos sociales son capaces de con stru ir esta relación
hegem ónica. A p esar de la d erro ta de los procesos chileno, boliviano y peruano,
la década d e los setenta ha a p o rtad o nuevos elem entos de cam bio al presentar
en varios países casos de variación sustantiva del papel trad icion al de in stitucio
nes com o la iglesia y las fuerzas arm adas. E llo obliga a considerar con más aten
ción y menos prejuicios lo q u e acontece d en tro d e cada u n a de estas instituciones.
P or o tra p arte, el crecim iento y com plejización del estado —en ten d id o en su
sentido estricto de a p a ra to bu rocrático— ha acrecentado la influencia d e las capas
tecnoburocráticas, cuyo papel aparece m enos su b ord in ad o a su p ro p io ap arato
en la m edida en q u e los conocim ientos y las técnicas q u e p o rta n son cada vez
más escasos, y, p o r ta n to , más valiosos. T o d o ello corre p aralelo al desarrollo
de los sectores intelectuales, a la m asificación d e las universidades y al perfeccio
n am ien to d e las técnicas de investigación q u e nos pro po rcio nan cada vez más
"m a teria p rim a” p ara nu estra in terp retació n de la realidad.
Lo a n te rio r es o b jetivam en te cierto y fácilm ente dem ostrable. Sin em bargo,
ocurre q u e acrecienta la preem inencia de las clases m edias ilustradas sobre el
resto d e los sectores no oligárquicos de la sociedad. T a n to en el caso de la iglesia
progresista com o en el de las fuerzas arm adas y en el de la tecnoburocracia y la
intelectu alidad, se tra ta de grupos sociales q u e si bien ya h an logrado u n a ubica
ción expectante d e n tro del sistem a actu al, p ued en p erd erla con u n a transfo r
m ación p rofun da, con el "desorden" q u e acom paña a to d a revolución violenta
o con la redistribu ción del ingreso q u e d ebe acom p añar a toda revolución que
merezca tal nom bre. P o r ello, el sujeto de u n a nuev a hegem onía se esfum a si se
pasa del discurso a la realidad, y es necesario plantearse de q u é m an era las
clases dom inadas p ueden com unicarse con los intelectuales orgánicos p ara la
form ación de un nuevo sistema de ideas de cam bio. H ay todavía u n facto r a d i
cional q u e consiste en q u e la transferencia de conocim ientos nuevos, q u e es
tam b ién de posibilidades nuevas de cam bio, n o se está realizando con la sufi
ciente rapidez de la "clase in telectu al” a la "clase política”, de la m ism a m anera
en q u e resulta cada vez más difícil u n a com unicación flu id a en tre las clases sub
altern as y los intelectuales orgánicos. A dem ás, cada vez aparece con m ayor clari
d ad el nuevo papel "in term ed iario ” q u e cabe a los partid os en tre las necesidades
de los sectores populares y las posibilidades p lan tead as po r los sectores intelec
tuales. Pero ello, y otra s razones q u e expondrem os m ás ad elante, lleva tam bién
a re p la n te a r el papel d e los partidos políticos revolucionarios en n uestro co nti
nen te. C abe p regun tarse si, en el pasado, los líderes políticos revolucionarios no
estuvieron más cerca q u e hoy de los sectores intelectuales. Ello fu e así p o rq u e el
nacim iento de nuestras izquierdas tuvo q u e ver tam bién con el surg im ien to de
nuestras clases m edias y la incapacidad de los estados oligárquicos p ara asim i
larlas. H oy la situación es diferente. M ientras más crecen los estados y más
306 IU.CTOR B ÍJA R
asim ilan a ciertos sectores intelectuales, más se a p a rta n éstos de la acción directa
de carácter político; la calidad de las dirigencias de ciertas izquierdas y su capaci
d a d d e p ensar descienden y q u ed a n circunscritas a la repetición de las denuncias
o a la dem agogia. T a m b ié n la p olítica sufre las consecuencias de la masificación.
P o r o tro lado, parece im posible q u e, dadas las actuales condiciones de Amé
ric a L atin a, el p o d er político, en ten d id o com o el gob iern o del a p a ra to buro crá
tico estatal y la dirección d e la sociedad civil en térm inos gram scianos, p ueden ser
asum idos po r u n solo p artid o, por más respaldo de masas q u e éste pu ed a tener.
P ara d u d a r de ello hay razones p u ram en te físicas, de ocupación del te rrito rio , y
razones cualitativas, de au to rid ad y capacidad d irigente. N atu ralm en te, siem pre
es posible especular sobre el trad icion al esquem a estratégico de la g ran revolución
social, conducida p o r un heroico p a rtid o d epositario d e los intereses históricos
del proletariado. Eso no se h a p rod ucido en A m érica L atina, en el caso de que
así fuera, si nos atenem os a las lecciones de otros pueblos, d a ría com o resultado
u n a conm oción social, pero no necesariam ente el tip o de sociedad q u e preconi
zamos. El en to rn o no es favorable, y nuestras sociedades son cada vez más com
plejas, nuestros problem as cada d ía mayores, para q u e u n a sola institución, por
bien o rganizada q u e estuviere, p u d ie ra asum ir, ind iv id ual y excluyentem ente, la
dirección de toda la sociedad p a ra la transform ación de su sistema y p ara crear
u n sistem a d e valores nuevos que rearticulen el cam po de la ideología tradicional
oligárquica. Y ello es doblem ente válido si nos referim os n o ya a dicha in stitu
ción p olítica en el poder, sino a o tro problem a igualm ente decisivo: el cam ino
que ella debe seguir hacia el poder, la pro pu esta de u n a altern ativ a de acción y
hegem onía q u e no pu ed e p lan tearse sin reconciliar el m ovim iento social y el
m ovim iento político m ed ian te el apoyo de éste a aquél.
Parece, pues, in elu d ib le plantearse u n a política d e alian za y concertación de
varias fuerzas sociales e instituciones políticas q ue tom e en cuenta la m u ltip lica
ción de las organizaciones sociales d e base. Hemos m encionado ya algunos de los
nuevos factores de los últim os tiem pos q u e pu eden aco m pañ ar a las clases p op u
lares en la tarea d e transform ar el sistem a. P ero ¿cómo hacer q u e las clases
po pulares sean protagonistas y no o b je to de los cam bios sociales, actores y no
te rrito rio a hegem onizar o cam po de experim entación? Sin duda, los partidos
y organizaciones de izquierda deben rep lan tea r tam bién la práctica tradicional
que convertía a la organización p o p u la r en correa de transm isión de las -decisio
nes de las vanguardias políticas. U n a vocación y u n a práctica de servicio q ue
respete la perso nalidad d e las organizaciones, su proceso d e ap rendizaje y su
derecho a ensayar, ex perim entar y equivocarse, es consustancial a u n a nueva
m etodología de tra b ajo cuyo objetivo cen tral debe ser lograr q u e los trabajadores
a p ren d a n a llevar a cabo con éx ito las tareas del gobierno y esto replantea las
relaciones en tre las organizaciones grem iales y los grupos intelectuales, pero tam
bién p lan tea la reconversión y transform ación de las organizaciones sociales. En
este sentido, la dem ocratización de las empresas, la evolución socialista de las
com unidades cam pesinas, el perfeccionam iento del cooperativism o, el m anejo
dem ocrático de las com unas locales y las circunscripciones territoriales, en una
p alab ra el p lanteam ien to autogestionario, constituyen u n a nueva m an era de
articu lar la lucha pop ular, q u e excede la reclam ación econom icista, y cuyo desa
rro llo p o d ría conducir a u n nuevo tip o de socialismo en q u e el ejercid o d e las
NUEVOS PUNTOS DE PARTIDA PARA L A OQUIERDA F N A M ÍR IC A L A TIN A 307
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TEODORO PE TK O FF
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el reform isnio no aparece com o negador d e las reivindicaciones sino aco m pañ án
dolas y con frecuencia favoreciéndolas en cu a n to p lanteam ien to s, sin q u e el es
tado, p o r ello, se vea com prom etido ante los ojos de los respectivos sectores
p opulares, y m ucho menos, se sienta él mism o com prom etido.
8. Al lado de la com prensión sobre el m odo de o p erar del reform ism o hay que
ub icar la necesidad de e stru c tu rar respuestas reales y efectivas ta n to a lo hecho
desde el pod er com o a lo realizado en la p ráctica p artid ista. Este aspecto nos re
m ite a la vieja cuestión de relacion ar las luchas p or las reform as con la vasta
co rriente de la lucha p or la revolución. A tal efecto reconocemos el carácter
d inám ico de las reform as propuestas desde el poder, po rqu e es de elem ental sen
tid o com ún defender toda m ejoría, p o r parcial q ue sea, de las condiciones de
vida del pueblo, y po rq u e estamos interesados en el q u ie b re de los aspectos más
atrasados de la sociedad capitalista. Ello p uede crear condiciones más positivas
p ara el ad e lan to de fu turos com bates sociales. P o r lo dem ás, las reform as p ro
puestas p or las diversas fuerzas reform istas —en el poder o com pitiendo p or
llegar a él— com o soluciones inaplazables a u n a situación cargada de problem as,
suelen c o n stitu ir un cierto reconocim iento del fracaso del m odelo seguido hasta
ah o ra —q u e de acuerdo a la ortod ox ia reform ista sería reform ism o de corto
v uelo—, y de la erosión del espejism o d e u n fácil desarrollo capitalista, finan
ciado po r el petró leo y garantizado p o r la dem ocracia.
T a m b ié n nos parece conveniente, adem ás de reconocer el carácter dinám ico de
las reform as, estim u lar las luchas po pu lares p or ellas, ta n to las q u e nacen desde
el p o d er com o las q u e nacen de la situación y acción de los distintos sectores
sociales. Se tra ta de u n ir el m ovim iento socialista con los procesos reales de
luchas populares y sobre esta base im pulsar la organización del p ueb lo en to m o
a su p ro p ia actividad.
Al proceder com o lo hem os descrito, es decir u n ie n d o y h aciendo visibles
los vínculos en tre la lucha por las reform as y la lu ch a p o r la revolución, se
co ntrib uye decisivam ente a q u e la presentación de la altern ativ a socialista, lejos
de resu ltar d o ctrin aria, se haga dinám ica y enlazada a las m otivaciones q u e p er
m iten elevar la tom a de conciencia p olítica p o p u lar. D e este m odo la altern ativ a
socialista se n u tre de la proposición de cam bio radical, con soluciones a largo
plazo, y de las form ulaciones capaces d e ac tu ar sobre lo inm ed iato y p o r ello
lev an tar soluciones a corto y a m ed ian o plazo. P o r supuesto estas ú ltim as tienen
la n aturaleza, sobre to do teóricam ente, de ser viables au n d en tro del m arco d e la
sociedad cap italista, pero con frecuencia y políticam ente h abland o, p ued en a d
q u irir la calidad de confrontación con los intereses dom inantes, y con ello pu e
d en enfren tarse a los lím ites c inconsecuencias d el reform ism o —no olvidemos
q u e en la com odidad d e la teoría el reform ism o es u n a proposición económ ica
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guiam os u n a altern ativ a socialista colm ada p o r la tem ática lib ertaria, autogestio-
naria y p articip ativ a y es así com o reivindicam os la ¡dea de q u e la justeza y
aceptabilidad d e la proposición socialista tien e q u e estar basada en su propias
virtudes, y no en una presu nta fidelidad a d eterm in ad a o rtodoxia revolucionaria,
cuestión pro fu n d am en te irrelevante, y con razón, a los ojos del pueblo.
En fin, d e lo q u e se tra ta es de q u e la proposición altern ativ a p u eda levantarse
frente al reform ism o y frente a las carencias de u n a crítica de izquierda q ue
incluso se jacta de su desprecio a la dem ocracia y q u e hace suyas e incluso las
considera com o virtudes consustanciales al socialismo existente, las deform a
ciones antidem ocráticas. En épocas en q u e d e u n a u o tra m anera las virtudes del
socialismo como altern ativ a llegan a ser adm itidas y q u e el m odelo capitalista
es acerbam ente enjuiciado, la disposición a encontrarse con los com ponentes po
pulares de las fuerzas reform istas no se facilita cuando las carencias an tidem o
cráticas del socialismo existente se proclam an com o v irtu d . C uan do se procede
de esta m anera lo q u e se consigue es reforzar la dicotom ía q u e otorga al cap ita
lism o los valores de la lib erta d y al socialismo la satisfacción de necesidades
m ateriales pero con el alto precio de sacrificar la lib ertad . E n la lucha p ara
hacer m ay o ritaría una a ltern aú v a q u e n o sólo se apoye en la razón m oral sino
e n la razón de masas quienes nos identificam os con la altern ativ a procuram os
u n ir al fin lo derechos políticos y dem ocráticos q u e com ienzan con el respeto
a la lib ertad y la justicia social. Está p la n tead a una dob le negación histórica; la
d el capitalism o, q u e a la libertad la condiciona y la reduce p o r o bra de la des
igu aldad económ ica, y la del socialismo burocrático, q u e a la lib ertad la con di
ciona y la reduce en nom bre de la atención a los requ erim ientos m ateriales de
la población. Esta ú ltim a concepción p o r o tra parte, descansa sobre un a angosta
visión de lo q u e constituyen necesidades vitales, ind iv id ual y colectivam ente con
sideradas. La experiencia histórica dem uestra sobradam ente, y no po r casualidad
al precio de graves problem as p ara la estabilidad del socialismo, lo falso de la
dicotom ía a la qu e an terio rm en te aludim os y q u e parece ser com p artida en regí
menes anticapitalistas. El disfrute del po der de decisión no es u n lu jo q u e puede
ser p erm itido a p a rtir del m om ento en q u e la necesidad m aterial está resuelta,
sino q u e para resolverla m ejor, y, sobre todo con base en las cuestiones q u e p ue
d an lim itarla, el poder de decisión debe ser socializado, perm itiend o un a com
prensión global de las necesidades, q u e supere el corporativism o, y la reducción
sectorial al que se las confina tan frecuentem ente. N o puede h ab er hegem onía
d e los sectores creadores de la riqueza si éstos n o perciben la glob alidad de los
problem as q u e deben ser resueltos y tal fin im plica la lib erta d d e la inform ación
y de la iniciativa cu ltu ral, q u e a su vez no pu ede ser concebida b ajo los cánones
del m onolitism o y de la regim entación. El elem ento político es el decisivo en el
m a ntenim iento del capitalism o y no hay razón p a ra q u e sea su p lan tad o en la
edificación del socialismo. ¿Q ué pued e sustituirlo? La fuerza. Y p or eso resulta
ta n grata al prim itivism o de izquierda la idea q u e reduce el estado a m aquinaria
de coacción y de represión.
las lim itaciones q u e caracterizan al reform ism o. El pod er vive e n base a p la n tea
m ientos generales. Los organism os de base del estado dem ocrático, lo mism o q u e
los partidos reform istas, están obligados a u n a particularización d e las soluciones
y de las posibilidades y es allí don de la fuerza altern ativa debe incidir, con
v in ie n d o la política en general en vías concretas p ara aten d er problem as p ar
ticulares y com o en tre lo p articu lar de cada localidad y lo característico de la
dom inación g lobal existe u n vínculo, el m ovim iento de altern ativ a tiene la
o p o rtu n id ad de d em ostrar a su vez la relación en tre u n pod er som etido a la in
fluencia de los grupos económ icam ente dom inantes y la lim itación de los poderes
locales para satisfacer plenam ente las necesidades del caso. P o r supuesto, esto
n o es u n a ecuación algebraica; cuando hem os hab lad o de la capacidad del refor
m ism o p ara renovar la lealtad a él, hem os pensado en el jxxler central, pero
tam bién, especialm ente en el p o d er local. Sucede q u e el po der central está más
o b ligado q u e el local a los com prom isos con los grupos d om inantes m ientras
q u e el pod er local está más obligado a com batir los privilegios. El andam iaje
reform ista se conduce de un m odo tal q u e concilia u no y o tro requerim iento,
pero n o pueden sernos extraños los desfases, los desniveles y, p or supuesto, las
frustraciones potenciales y reales en el in ten to de arm onizar cóm odam ente toda
la estru ctura de la dom inación.
derse la cola con tinu am ente, lo cual supone ex p lo rar q u é cosa es la condición
revolucionaria. N o en lo que ella significa en cu an to a la sociedad q u e im pugna
sino con respecto a sí m ism a, con respecto al crisol teórico, po lítico y m oral
e n q u e h a sido m oldeada. L a ideologización de la teo ría revolucion aria con
frecuencia h a liq u id ad o lo político com o prem isa del saber revolucionario. T a n to
en la poesía de la revolución como en la academ ia de ella, esta ú ltim a es, sim
plem ente la negación de la p o lític a cuando en verdad no es sino su p roducto.
L a integración de todo lo que com pone la altern ativ a com porta u n a im ple-
m entació n v ariada, q u e va desde la aspiración ab stractam en te form ulada, co
m ú n m en te libre de los req uerim iento s tácticos, h asta los infinitos detalles q u e
nos ob ligan a p a r tir de lo local, lo circunstancial, incluso lo pasajero, p ara acce
d e r a u n p la n team ien to cuya eficacia d epende de la recep tividad q u e en sus
niveles cotidianos dispensen aquellos q u e no viven la rev olución com o hecho del
presente ni alim e n tan su fe de la in ev itabilidad del cisma social.
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D EM O C R A C IA , M O V ILIZ A C IÓ N P O P U L A R Y ESTA D O M IL IT A R
EN E L PE R Ú
JU I.I O C O TLFR *
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jjósitos reiv in d icam o s; asim ismo, cuando estas organizaciones persiguen consti
tuirse en medios de control de las actividades gubernam entales y establecen
form as de organización social q ue escapan al m olde estatal.
Esta nueva situación h a originado q u e el estado y la clase d om inan te se vean
en la obligación de aten d er estos m últiples y elevados requerim ientos de u na
población crecientem ente organizada y movilizada, a fin de legitim ar la existen
cia y desarrollo de la sociedad fund ada sobre bases capitalistas.
Es esta urgente necesidad de legitim ación política, en razón del tip o y m ag
n itu d de la participación política p o p u lar, el h e d ió que m arca la novedad de la
situación del país y el carácter crítico del ord en institucional.
E n térm inos generales puede afirm arse q u e la situación q u e hoy vive el P erú es
la culm inación de u na tendencia qu e se inició en 1930, cuando se instaló de
m anera organizada la lucha de clases. Desde entonces hasta hoy, los diferentes
sectores q u e h an expresado los intereses de la clase do m in ante ex perim entaron
infructuosam ente diversas m edidas para resolver el “ problem a social” .
1.a crisis política de 1930 inau gu ró u n cap ítu lo de la historia peruana debido
a q ue p o r prim era vez sectores populares, urbanos y costeños fun dam entalm ente,
dirigidos por un g ru p o pequeñoburgués, intelectual, u rb an o y costeño, se dife
renció p olíticam ente y se en fren tó de m anera organizada a la alianza del capital
m onopólico-extranjero y d e los terratenientes nativos. Así se plasm ó la lucha de
clases organizada po líticam ente en el Perú, expresando el reclam o dem ocrático
y p o p u la r. P or la significación d eterm in an te del capital m onopólico ex tran jero
en la vida del país, y el peso colonial de la hacienda y los terratenientes, las rei
vindicaciones an tim p erialistas y antifeudales d efinieron el co ntenido nacional de
estas luchas populares.
D e esta m anera la irrupción po p u la r buscaba d estru ir el carácter exclusivo
—oligárq uico— de la sociedad y la política, favoreciendo la incorporación ciu
dadana de las masas populares en la actividad estatal. Esto su p o n ía la realización
d e u n proceso revolucionario —en ta n to q ue p articip ació n d irecta de las masas
populares— q u e debía elim inar los fundam entos sociales coloniales y erradicar
el proceso de acum ulación q u e centralizaban unas pocas em presas extranjeras. El
resultado debía ser la p endiente esperanza d e co nstruir un estado fu n d ad o en los
intereses p o pulares y po r ende nacionales.
C om o es sabido, fren te a la “tu rb a de cholos, indios y negros”, es decir del
p u eb lo peruano, q u e preten d ía d estru ir la “civilización occidental y cristian a”
en su versión hispánica-colonial, los prop ietario s rodearon a u n o d e sus generales
q u e soltó a los “ perros guardianes” a m atar a mansalva. Asi se puso d e m anifiesto
la deb ilid ad del estado y de la clase q u e lo sustentaba, al mostrarse incapaces
de legitim arse m ediante el acom odo de las reclam aciones po pulares en el m arco
de sus intereses.
El fracaso de este esfuerzo p o p u la r po r dem ocratizar la sociedad peruan a
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324 JU L IO L U T L tft
ii
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DLM f.CKACIA, MOVILIZACIÓN PO PULA R Y ESTADO M ILIT A R EN PERÚ 325
lograron la am pliación del reclutam ien to estu d ian til, m ientras perseguían la
reform ulación del contenido educacional. Asimismo, las clases po pu lares crea
b an nuevos órganos de difusión y foros de discusión acerca d e d istintas facetas
de la realidad nacional, es decir su p ro p ia realid ad, alentándose el desarrollo de
u n am biente favorable a la constitución de u n a o p in ió n pública.
O sea q u e este em p u je p o p u la r, a u n relativam ente restring ido a ciertas áreas
y sectores de la población, resq uebrajab a las bases del o rd en social y del " p r in
cipio de au to rid ad ”, no p o rq u e hubiesen desaparecido los interesados en seguir
m an d an do, sino p o rq u e los restringidos segmentos populares m ovilizados no
estaban dispuestos a obedecer a u n gru po , q u e era extraño a sus intereses.
Los sectores populares m ovilizados perseguían q u e el estado se constituyera
en un ente red istrib utiv o, aten tan d o de ese m odo con tra el m odelo d e acum u
lación q u e co ntrolab an las em presas m onopólicas ex tran jeras y los terratenientes,
el o rd en am iento clasista y el control exclusivo q u e ejercían sobre el ap arato
estatal.
D e ah í que p ro n to los p ropietario s ro m pieran las conversaciones con el lide
razgo aprista al p ercibir q u e éste no q uería, o no podía, co n trolar el em pu je p o lí
tico p o p u la r e in stau rar la ' ‘tra n q u ilid a d ’' social y política. N uevam ente, esta
clase com enzó a buscar u n general q u e diera fin al experim ento "dem ocrático”.
M ientras tanto, sectores apristas radicalizados se lanzaron a o rganizar u n m ovi
m iento revolucionario q u e no contó con el apoyo de la dirección d el p artido ,
q u e en tre ta n to conspiraba con elem entos m ilitares.
Asi, u n a vez m ás se hizo p aten te la incapacidad de los grandes p ropietarios
de crearse u n m arco de legitim idad política y la ineficacia de la dirección aprista.
A bortada la revolución aprista del 3 de octu bre de 1948, el general O d ría recibió
todas las seguridades para erradicar la presencia p o p u la r de la p olítica peru ana.
tu
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326 JU M O COILCK
nuevo liderazgo que, sin em bargo, seguían identificándose con las organizaciones
políticas q u e d irig ían los sectores medios.
L a creciente intervención política d e nuevos y vastos sectores populares y
m edios obligó a q u e el sistema político debiera prestar atención a sus reivindica
ciones dem ocráticas, con la consiguiente alteració n del sistem a de representación
política. Es así como en 1956, al iniciarse el ú ltim o gobiern o en el q ue las tra d i
cionales clases dom inantes m antu viero n su hegem onía, la representación p arla
m entaria contó con la presencia aprista y de Acción P opular, q u e aglu tin aba
a los nuevos sectores medios. En esta nueva co yu ntura el a p r a y la representación
oligárquica lo graron la convivencia q u e no h ab ían logrado en 1945, y en la que
el a p r a deb.'a servir d e interm ediario con las masas populares, satisfaciendo las
reclam aciones inm ediatas de los segmentos m ejor organizados, a la p ar q u e debía
co ntro lar sus arrebatos democráticos.
El a c u e rd o APRA-clases d o m in a n te s tra d ic io n a le s , q u e s ig n ific a b a r e s trin g ir
la e m e rg e n c ia d e lo s secto res b u rg u ese s, así c o m o la d e las m asas q u e d e m a n e ra
c re c ie n te se m o v iliz a b a n e n el c a m p o y e n las c iu d a d e s, c o n d ic io n ó el h e c h o d e
q u e e sta s clases se id e n tific a r a n c o n la n u e v a d ire c c ió n p o lític a p e q u e ñ o b u rg u e s a ,
profesional y m odernista de A c ción P o p u lar. Pero ta m b ié n q u e en las clases
p o p u la r e s se in ic ia r a u n a te n d e n c ia f a v o ra b le a lo g ra r su a u to n o m ía p o lític a y
se d e s a r r o lla ra n los p rim e ro s e m b rio n e s d e la iz q u ie rd a re v o lu c io n a ria .
E n el p erío d o de 1956-1962, se d io u n a verdadera explosión del m ovim iento
cam pesino en la sierra y en la costa, m ientras en las ciudades se m ultiplicab an
las ocupaciones de tierras urbanas p o r los m igrantes, y los sindicatos exigían
alzas salariales, a pesar «leí control aprista, ¡H asta la guard ia civil h i/o su prim era
huelga en 1959! La dirigencia política más radical de los nuevos grupos medios
desarrolló planteos ideológicos “antim p erialistas” y pasó a exigir la estatización
d e las em presas inonopólicas, la reform a agraria y la expansión estatal en las
funciones productivas.
Las universidades am pliaron y alteraro n las bases sociales de su reclutam iento
al incorpo rar m asivam ente a las clases populares provenientes d e las diferentes
regiones del país, am pliándose los estudios referentes a la sociedad p eruan a, y la
i/q u ie rd a elim inó el tradicional control q ue hasta entonces el a p r a hab ía tenido
en estos centros.
T a m b ié n la iglesia y el ejército se sum aron a las nuevas tendencias reform istas
de los nuevos grupos medios, con el fin de realizar “desde a rrib a” las “ trans
form aciones estructurales” q u e deberían in corp orar las aspiraciones populares
en la v ida política, y otorgarle legitim idad y aceptación p o p u la r al estado.
E n 1962, an te el triu n fo electoral dc‘ la convivencia APRA-oligarquía, los
cuadros al m ando del ejército d ieron el p rim er golpe ‘'in stitu cio n a l” de América
L atin a, dem ostrando su rechazo a p e rm itir la contin uación del régim en político.
Pero este golpe tam bién p reten d ió acallar las voces populares y ap lastar su ex
presión organizada: de ah í qu e el p rim er acto de este gobierno fuera encarcelar
a dirigentes sindicales, líderes estu dian tiles y políticos afiliados a la izquierda,
d estru ir las organizaciones cam pesinas y perseguir a sus lideres.
Sin em bargo, d e n ad a valió a los m andos castrenses tra ta r de congelar la
vida política. Las clases populares estaban en p len o m ovim iento y la división en
las clases dom inantes, así com o e n las fuerzas arm adas, era evidente. De a h í que
Co
DEMOCRACIA. MOVILIZACIÓN PO PULA R Y ESTADO M ILIT A R UN PERÚ 327
IV
El fracaso d e los partidos de clase m edia creó u n vacío q ue los m andos m ilitares
se ap resu raro n a llenar. P ero a diferencia de otras o po rtu nidad es, estaban deci
didos a realizar "d e u n a vez p or todas" la m odernización del sistem a social y la
in tegración d e las clases sociales en el a p a ra to estatal, m ed ian te la reorganización
burocrática y a u to rita ria de la sociedad y el estado. Así, los m ilitares esperaban
"dem ocratizar p o r vía a u to rita ria " a la sociedad peru an a , repro du cien do expe
riencias de otros países de América L atin a.
D e este modo, la b an carrota p olítica de los p artido s políticos y las m odifica
ciones q u e se p ro d u je ro n en el in te rio r del ejército facilitaron q u e en 1968 el
gob iern o revolucionario d e la fuerza arm ad a surgiera con u n alto grad o de au to
nom ía respecto a la sociedad y pletórico de v oluntarism o au to rita rio . Es así
com o el gobierno decretó la postergada reform a ag raria y elim inó a los terrate
nientes: ex p ro p ió em presas m onopólicas y creó órganos de gestión y de control
económ ico. E ntre am bas m edidas se logró la dep uración social d e la clase d om i
n an te y el fortalecim iento económ ico del estado.
El g o b ierno ordenó la form ación de instituciones "co m unitarias" en las q ue
se concedía a los trabajadores p articipación en los beneficios em presariales, bus
cando conciliar los intereses o breros y patronales. P aralelam ente, decretó la es
ta b ilid ad la b o ral de los trabajadores, lo cual, co n ju n tam en te con las com unidades
laborales, significó el resq uebrajam iento del "p rin c ip io de au to rid ad ” en las em
presas. Asimismo, el gobierno am p lió los servicios asistenciales d e m odo de satis
facer los reclamos d e las clases populares y m edias u rbanas.
Pero co n trariam en te a lo previsto p o r la burocracia, estas m edidas am p lia
ro n el espacio de la particip ación p olítica de las clases dom inadas, con fuerte
influencia obrera, qu e no ta rd aro n en reorganizarse, pasado el prim er im pacto
de las reform as y nacionalizaciones, p ara rein iciar las luchas destinadas a alcanzar
sus reivindicaciones. M ientras tanto , los partid os políticos en traro n en u n a situa
ción de parálisis, calificada por H aya de wait an d see, q u e favoreció el d esarrollo
Co
DEMOCRACIA. MOVILIZACIÓN PO PULAR Y ESTADO M ILIT A R fc.N P tR Ú 329
neda y detener el déficit fiscal, puesto q u e afectarían los ingresos d e los sectores
populares y m edios, llevó a la paralización de las inversiones privadas. El gobier
no m ilitar decidió llen ar este vacío y seguir p rop ician do el gasto público m e
d ia n te crecientes préstam os del eurom ercado, lo q u e d eterm in ó q u e a fines de
1974 se anu nciara la b ancarro ta económ ica del país. El infructuoso in te n to del
gob iern o m ilitar por satisfacer intereses sociales incom patibles condicionó el
ru m b o caótico de la política económ ica, de claro corte populista, q u e se asoció
con u n a conducta política errática q u e golpeaba a diestra y siniestra, en su afán
de co n tro lar la sociedad y m an tener su auton om ía respecto a ella.
Esta tensión social q u e afectaba la "seguridad nacio nal”, en m om entos en
q ue el gob ierno m an tenía u na relación muy difícil con la d ic tad u ra chilena, llevó
a q u e los m andos m ilitares depu sieran al general Velasco y reo rien tara n la “ R e
volución p eru an a” : en 1975 se inició la “segunda fase", q u e un periodista oficial
se atrevió a llam ar “ la prim avera rev o lu cio n aria.. . ”
A p a rtir de ento ntes, comenzó u n proceso de franco vuelco de la tendencia
pop u lista seguida po r el gobierno. C ada vez más el gobierno fue a n u lan d o las
concesiones otorgadas a los sectores po pu lares a fin de crear el am b ien te qu e
favoreciera al capital, c inició el acercam iento con los p artidos tradicionales con
el fin de g an a r su apoyo e n la lucha q u e d esarrollaba con tra las organizaciones
populares y la izquierda.
P ara rem ediar la v iolenta crisis fiscal, el gobierno cedió a los requerim ientos
d el capital internacional, estableciendo u na política de estabilización y de prom o
ción a los exportadores no tradicionales, d eterm inand o la consolidación del p a
tró n d e acum ulación y de una nueva burguesía, m ientras paralelam ente se gene
ralizaba el em pobrecim iento de la población. Sin em bargo, este cam bio no era
suficiente: el continuo m onopolio político d e los m ilitares y sus "caprichosas"
decisiones eran resentidas po r la burguesía.
En 1977 se inició u n a serie de huelgas generales en todo el país, dirigidas
p o r la convergencia de las organizaciones po pu lares y la izquierda q u e sacudió
la p recaria estabilidad gubernam ental. F rente a esta desbocada movilización, el
g obierno se encontró desprovisto de recursos políticos y to talm ente aislado. En
efecto, la institucionalización de natu raleza corporativa q u e h ab ía in ten ta d o cons
tru ir había fracasado ro tu n d a m en te p o r la tenaz oposición po p u lar, y el despres
tigio q u e alcanzaron los m ilitares era un án im e en todas las clases de la sociedad.
Esta o rfandad obligó al gob iern o a convocar elecciones p ara la Asamblea
C onstituyente con el ob jeto de crearse u n a base de sustentación política, en ta n to
esta m edid a iba asociada con la prom esa de "tra n sferir" el po der en 1980, m ien
tras delegaba en técnicos civiles u n a conducción rigurosa de la nueva p olítica
económica.
Es decir q u e los cuadros m ilitares anticiparo n, correctam ente, q u e los partid os
de derecha se encargarían d e buscar la canalización y aplacam iento de las exi
gencias populares, institucionalizando la p articipación política p o p u la r d en tro
de los m arcos de legalidad adecuados al p atró n de acu m ulación capitalista.
Esta necesidad del estado m ilitar y d e las fuerzas de la erecha de enclaustrar
la p articipación p o p u la r se m anifiesta com o urg ente d ebido a q u e en las elec
ciones a la A sam blea C onstituyente alred edo r d e la tercera p arte de la población.
Co
DEMOCRACIA, MOVILIZACIÓN P O P li-A R Y liT A D O M ILIT A R EN PERÚ 331
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JU L IO C O T Lítt
La década que com ienza es la culm inación de un largo y lento proceso en el que,
p o r u n lado, se exp erim entó el desarrollo capitalista-dependiente y del estado,
q u e no puede copar y legitim ar la creciente movilización p o p u lar, cada vez más
a u tó n om a de las directivas ajenas a sus propios intereses. D e esta m an era tam bién
n u estro país presenta las contradicciones q u e se observan en los países de la p e ri
feria del capitalism o m onopólico: en tre las reivindicaciones dem ocráticas y n a
cionales q u e cn arb o lan las organizaciones populares y el proceso de acum ulación
privado q u e a nivel internacional d irigen las em presas m ultinacionales; y en tre
la creciente au to n o m ía de las organizaciones populares y la d eb ilitad a capacidad
d e los partidos tradicionales y el estado p ara legitim ar el ord enam iento d o m in an
te e in stitucionalizar la p articipación popular.*
De ah í q u e las fuerzas arm adas constituyan el ú ltim o recurso del sistem a de
dom inación favoreciendo la m ilitarización del estado, enfren tad as a las org ani
zaciones populares que con su tenaz sacrificio po r la dem ocracia resqu ebrajan los
fundam entos institucionales. Así, las clases pop ulares reafirm an diariam en te la
validez del aserto de M ariátegui, cuando hace 50 años afirm aba q u e solam ente
el socialismo puede resolver las exigencias dem ocráticas y nacionales del p ueblo
peruano.
• Esto» problemas son reconocidos por Samuel P. Huntington y Joan M. Nelsnn en “No easy
choicc”, Polilical participation in developing countries. Harvard University Press, 1976.
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PRO B L EM A S D E H E G E M O N IA Y C O N T R A H E G E M O N ÍA
EN R EG ÍM E N E S A U T O R IT A R IO S •
M A N U E L ANTONIO CARRETÓN M .
Las páginas q u e siguen sólo buscan p la n tear y sugerir algunos problem as y áreas
de reflexión en to m o al tem a de la hegem onía en el caso d e los nuevos regím e
nes au to ritario s en América L a tin a .1 N uestro interés consiste en tra ta r d e en ten
d er algunos de los elem entos q u e exp lican la estabilid ad relativa de estos regím e
nes, de los q u e no pu ed e darse c u e n ta exclusivam ente refiriéndose a su carácter
represivo. P ara ello nos centrarem os en el caso chileno a p a rtir d e ciertas consi
deraciones más generales.
Parece ya u n lugar com ún afirm ar q u e estos regím enes n o p u eden definirse com o
sim ples paréntesis históricos, com o in terru pcion es tem porales de u n a tradición
dem ocrática (la q u e en algunos casos no siem pre existió) o com o expresiones
"necesarias” p ara la resolución de ciertos problem as de la sociedad, u n a vez
resueltos los cuales se vuelve a la "n o rm a lid ad ”. En efecto, ellos n o se agotan
en u n a p u ra dim ensión de reacción y respuesta a u n a crisis política, sino q ue
son u n in ten to de reorganizar la sociedad desde arrib a en térm inos de u n a res
tru ctu ració n capitalista in tern a y u n a reinserción en el sistem a capitalista m un-
• Versión revisada de la presentación al Seminario "Hegemonía y alternativas políticas
en América Latina". El autor es profesor investigador del programa f l a c s o de Santiago. Chile,
y este trabajo fue realizado durante su estadía en el Latín American Program del Wilsor»
Ccnter. Washington, D. C.. EU, como parte de un proyecto más amplio. El trabajo es de
responsabilidad exclusiva del autor y no compromete a las instituciones a las que está
vinculado.
1 Muchas de las ideas de la primera parte sobre la caracterización de los nuevos regímenes
autoritarios en América Latina (término puramente nominativo para referimos al tipo «le
régimen militar del Cono Sur y cuyo uso no implica una interpretación teórica) han sido
tomadas de mi trabajo “En tom o a la discusión de los nuevos regimenes autoritarios en
América Latina" (preparado para el Seminario “América Latina y su inserción en el sistema
internacional”, patrocinado por t l a c s o -c u i c s o . Santiago, Chile, diciembre de 1979, y publicado
también como documento de trabajo por el Latín American Program del Wilson Center,
Washington, D. C.. E U ). Remitimos a él para un análisis mis detallado y para las referencias
bibliográficas que aquí hemos omitido. El concepto hegemonía es usado en este trabajo dentro
de una cieña tradición que lo ve como la capacidad de un sistema de dominación para esta
blecer, más allá de la coerción, una dirección cultural y un relativo consenso. Contrahegemonla
alude a la capacidad de desarrollar una hegemonía alternativa al sistema de dominación vigente.
[SJS]
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334 MA.NL'FI. ANTONIO CARRETÓN M.
4 Por ejemplo, lo que O’Donnell llamó "profundización" en “Reflexione* sobre las tendencias
de cambio del estado burocrático-autoritario” (documento. Buenos Aires, cr.Dts, 1975), consti
tuye, como ¿I mismo lo ha reconocido, una sola de las direcciones posibles. Véanse al respecto
los trabajos de Serra y Hirschman en David Collier (contp.), The new auihorilarianism in
ia tin America, Princeion L'niversity Press. 1979.
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336 M A N U E L A M O N IO CARRETÓN M .
q u irir form as de sentido com ún. Los temas del orden, la eficiencia, la seguridad
y hasta el de la desconfianza d e la política, son ejem plos de ello au n cuando
su grado de penetración en diversos sectores sociales sea m uy desigual. A diferen
cia de los fascismos europeos q u e buscaron la m ovilización de apoyos sectoriales
o parciales y su politización global, estos regím enes au to ritario s buscan m antener
apoyos pasivos y la desm ovilización general.8 Puesto q u e su p u n to de partid a
fue u n a sociedad altam en te m ovilizada, polarizada y politizada, se tra ta más
bien de desarticular y atom izar la base social. M ás q u e integrar consensos o
apoyos en u n m odelo global de sociedad, se in te n ta en co n trar en la atom ización
la referencia a intereses particulares q u e hagan aceptable la situación y riesgosa
o am enazante la altern ativ a de cam bio. N o m ovilizan apoyos, pero buscan m an
tenerlos latentes, reforzando, a través del co ntrol de los m edios de com unicación
y en parte de los mecanism os de socialización, la idea de q u e "las cosas son así
ah o ra” y q u e hay que adaptarse a ellas y ju g a r las nuevas reglas del juego. Ello
es especialm ente claro en los procesos de institucionalización a los q u e nos re
ferirem os más adelante. Se in ten ta provocar así u n proceso q u e sin ser de iden
tificación m anifiesta con el régim en en sí, tien de a serlo con ciertos valores,
norm as y estructuras básicas de la sociedad. En el plan o ideológico, el m onolitis-
m o inicial de u n do ctrin a de g u erra cede paso a u n núcleo crítico de la vieja
sociedad con ciertos aspectos program áticos en to m o al cual se agrupa u n hetero
géneo c o n ju n to de elem entos q u e ap elan a diversos intereses sectoriales.
Pero esta penetración parcial de u n proyecto reorganizador de la sociedad
a través d e las transform aciones estructurales in troducidas choca con su escasa
capacidad inclusiva. Incluso los m om entos de los éxitos relativos y de los “ m ila
gros económicos" en q u e se in ten ta legitim ar el régim en po r sus resultados ponen
al descubierto sus lim itaciones, desequilibrios y contradicción con las expectati
vas generadas.
Así q ueda siem pre p en d ien te el p roblem a de las relaciones más estables entre
estado y sociedad civil, es decir el p roblem a del régim en político. Se tra ta al
parecer de intentos de revoluciones capitalistas tardías y desde el estado,6 a la
búsqueda de u n m odelo político. El paso del tiem po, la pérd ida de apoyos in i
ciales y las presiones de u n a sociedad q u e tien d e a reem erger después de la fase
de instalación llevan a plantearse el p roblem a del régim en político fu tu ro y a
ap elar retórica y program áticam ente a alg un a form a de dem ocracia, a la q u e se
le adosan num erosos calificativos que im plican restricciones y postergaciones
en el tiem po. Desde el in terio r del bloque d o m in an te surgen sectores que, preo
cupados p o r la sucesión y la incertidum b rc del fu tu ro, buscan form as de “aper
tu ra ” política q u e preserven lo esencial del m odelo de desarrollo; otros buscan
la institucionalización perm an ente de u n régim en m ilitar; otros sueñan con un
o rd en político conservador q u e se establezca com o em anación de las transfor
m aciones introducidas en la base de la sociedad.
S. Procesos de institucionalización
C on relación a los procesos políticos de los regím enes au to ritario s parece conve
niente, en todo caso, in tro d u cir algunas distinciones q u e p erm ita n clarificar el
fenóm eno de las llam adas “ap ertu ras” . Así, pu ede ser ú til d istin g u ir procesos de
institucionalización y procesos de transición, a u n cuando sus respectivas d in á
m icas internas p u ed an conducir d e unos a otros. P or institucionalización e n te n
dem os los procesos p o r los cuales u n determ in ad o régim en fija sus propias instan
cias, reglas y norm as y tiend e a ser la fase q u e sigue al período de ru p tu ra cuya
extensión varía según los casos. P or transición entendem os los procesos po r los
cuales se va de u n régim en au to rita rio d eterm in ad o a u n régim en político dis
tin to , y, teóricam ente, pu ed e obedecer a u n proceso d e descom posición y erosión
in tern a del régim en, a un triu n fo de las fuerzas de oposición o a un proceso p or
el cual el bloq ue d o m in an te h a consolidado de tal m odo su dom inación qu e
llam a a los diversos sectores sociales a p articip ar de u n nuevo orden político,
pu d ien d o darse com binaciones entre estos factores. E n cu an to a los procesos de
institucionalización, es posible distinguir, a su vez, al menos dos grandes cate
gorías. La p rim era refiere a procesos por los cuales se pasa sim plem ente de una
dictadura sin reglas a u n a q u e establece sus propias reglas, m a n teniend o en lo
esencial los rasgos del poder q u e se constituye en los m om entos de la ru p tu ra .
L a segunda refiere a procesos p o r los cuales se fu n d a u n régim en p olítico con
rasgos q u e d ifieren del p od er constituido en el m om ento de la r u p tu ra pero qu e
m an tien e la p a u ta au to rita ria. L a diferencia en tre las dos radica en q u e en el
prim er caso asistim os a u na extensión au to rrcgu lada del “ p erío do d e em ergencia”
convertido aho ra en norm alid ad y en el segundo estamos en presencia de un
in ten to de crear u n régim en q u e genera m ecanism os de particip ació n restringidos
y resuelve in tern am en te sus problem as d e sucesión sin ab a n d o n ar sus rasgos
excluyentes y autoritario s. A m bos procesos de institucionalización difieren de
los de transición en q u e en los prim eros estam os an te algu na form a d e consoli
dación del au toritarism o y en los segundos an te u n cam bio del régim en a u to rita
rio p or o tro , q u e puede ser más o menos g rad u al según los casos. De tal m odo
q u e no toda proclam ada “ap e rtu ra p o lític a” es necesariam ente parte de u n pro
ceso d e transición, sino q u e puede serlo de u n o de institucionalización. Sin d u d a
q u e en tre todos estos procesos hay interconexiones y lo q u e com enzó com o ins-
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IHOBt.fM AS DE HEGEMONIA ¥ CONTRAHECEMONÍA 359
4. Problemas de la oposición
El caso chileno presenta com o uno de sus rasgos distintivos el fuerte peso o to r
gado ta n to a la dim ensión reactiva com o a la dim ensión fundacional. A fines del
gobierno d e la U n id ad P o p u lar la sociedad vive u n a crisis q u e puede describirse,
por un lado, en térm inos d e u n proceso de descom posición del sistem a capitalista
sin el rem plazo eficiente p o r u n sistema alternativo . Ello se expresa ta n to en la
crisis de funcionam iento en diversas esferas de la vida social cotidiana, com o en
el resquebrajam iento del a p a ra to del estado y su capacidad de conducción. Por
o tro lado, esa crisis se expresa en el grad o de polarización política, do nd e el
nivel organizativo alcanzado por los sectores populares y su radicalización tienen
com o co n trap artid a una alta movilización d e sectores medios, an te los cuales el
sistema p olítico h a perdido legitim idad, y u n a desinstitucionalización de la acción
política p o r parte de sectores clave de la derecha chilena.
El alto grado de organización y movilización p o p u lar, la sensación de terro r
d e la burguesía de perder todo su poder, y el apoyo tácito o explícito de sectores
m edios y del centro político a la ru p tu ra del régim en político, a u n cuando se
esgrim ieran los valores dem ocráticos p ara ello, ju n to a la desarticulación del sis
tem a capitalista, tienen, al menos, tres im plicancias q u e conviene señalar a los
fines de nuestro análisis.
L a prim era es la p ro fundidad, extensión y d u ració n d e la represión, q ue
alcanzó los grados m ás altos y brutales e n la región. La segunda es el desarrollo
de tareas de "norm alización” o "estabilización” de la econom ía q u e oscurecen
la natu raleza especifica del proyecto d e restru cturación y reinserción capitalistas
y don d e diversas direcciones parecen posibles. La tercera es q u e los sectores po lí
ticos de centro, polarizados a favor de la caída d e A llende pasiva o activam ente,
tuvieron q u e pasar por un largo proceso d e reconversión q ue los llevó progresi
vam ente al cam po de la oposición al régim en. El tiem po q u e d u ró este “cam ino
T Muchos de los temas e ideas que siguen han sido tomados de un traliajo preparado
para el Taller de Coyuntura de c l a c s o , “Institucionalización y oposición en el régimen autori
tario chileno", Washington. DC. febrero-marzo de 1980.
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ntO BI.FM AS DF, HFGFM O N ÍA Y CO NTRAH tCH M O N Í A 341
d e Dam asco", como lo han llam ado algunos, fue el tiem po necesario p ara con
so lid ar el liderazgo en las Fuerzas A rm adas y p ara resolver el pro blem a de he
gem onía in tern a en el bloq ue dom inan te. Volverem os sobre ello.
A sí, es sólo ya entrado el año 1975 cuando tiende a definirse y perfilarse
con m ayor n itidez la dirección precisa d e la dim ensión fundacional, es decir las
características particulares del proyecto, y sólo cu a tro o cinco años después del
golpe m ilitar cuando se iniciará el in ten to de institucionalización de ese proyec
to.8 Ello supone la consolidación d e u n núcleo hegem ónico en la dirección del
estado.
En térm inos del co ntenido del proyecto histórico, lo q u e parece crucial es
el cam ino en el m odelo d e desarrollo desde u n proceso de industrialización po r
sustitución de im portaciones con fuerte intervención del estado a u n desarrollo
basado en la a p e rtu ra irrestricta de la econom ía, con reorientación del ap arato
p ro ductivo hacia sectores prim arios, red ucien do drásticam ente el papel del estado
y d án d o le al m ercado y al sector p rivado el papel p red o m in an te en el desarrollo.
Este cam bio en el estilo de d esarrollo va acom pañado p o r u n m odelo de sociedad
donde se revierte pro fu n d am en te el proceso de progresiva dem ocratización p re
cedente y el pap el redistributivo del estado, se concentran las opo rtu nidad es so
ciales y se atom izan y segm entan las dem andas sociales elim inándose los sistemas
de m ediación y las correas de transm isión en tre base social y sistem a político. La
im agen de este m odelo d e sociedad se d esarrolla en to rn o a una crítica radical
del período q u e va desde el d erru m b e oligárquico al m om ento del golpe m ilitar,
po r un lado, y en to rn o a u n a filosofía política do nd e los principios de la pro
piedad p rivada y el m ercado, q u e d efinen la lib ertad económ ica, fu n d an la posi
bilid ad de la lib erta d política en el futuro .
* Es con la coyuntura económica de abril de 1975 y el lanzamiento del llamado Plan Shock
de la economía, que se opta por una determinada dirección del proyecto de recomposición y
reinserción capitalista. En septiembre de 1976, se promulgan las Actas Constitucionales consa
grando como permanentes ciertas características del estado de emergencia. En julio de 1977, en
el discurso de Chacarillas Pinochct anuncia un programa de institucionalización política que
asegura el régimen m ilitar por un muy largo plazo. Es desde 1978 y. sobre todo, en 1979 con
el Pian Laboral, la Directiva Educacional, el Plan de Salud, los decreto* sobre el sector agrario,
etc., ouc se aprecia el esfuerzo más sistemático de institucionalización a nivel de la sociedad.
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542 M A N U E L ANTONIO CARRETÓN M .
zas A rm adas caracterizadas largam ente por sus rasgos de organización form al.
N u estra hipótesis es que el aislam iento relativo d e las Fuerzas A rm adas en rela
ción con u n a sociedad política capaz de resolver p or sí m ism a sus conflictos tuvo
com o consecuencia la ausencia de un proyecto político autón om o y de consenso
in tern o en las Fuerzas A rm adas q u e no fuera el p u ro acuerdo de po ner fin a un a
situación definida como de “crisis n acio nal” y elim in ar o d esarticular un sector
social defin ido com o el “enem igo”. N o hay en el m om ento de la irru p ció n p o lí
tica de las Fuerzas A rm adas u n program a pro piam en te tal, com o n o sea el
m anejo de los mecanism os represivos.9 La dirección del “contenido" debe ser
ap o rtad a po r ciertas clases o fracciones de clases o grupos q u e las representen.
La ausencia de un “pro gram a” para resolver los problem as qu e en fren tar día
a d ía en las tareas de gobierno refuerza los princip io s jerárq uico s y d iscip lina
rios en la m antención de la cohesión in te rn a de los m ilitares, lo q u e a su vez
privilegia el papel político de la m áxim a au to rid ad jerárq uica. Ello personaliza
progresivam ente el liderazgo form al, d ad o q u e adem ás en el caso chileno coinci
d en la m áxim a au to rid ad m ilita r con la m áxim a au to rid ad política y no existen
m ecanism os de sucesión de ésta en el s>ono del régim en. J u n to a ello, u n proceso
de disciplinam iento in terno, u n id o al m anejo de los recursos del po der p o r parte
del liderazgo constituido, h an im pedido el d esarrollo d e personalism os m ilitares
altern ativo s.10
El segundo problem a a explicar es cóm o p ued e devenir hegem ónico u n p ro
yecto cuyo contenido tiend e a chocar la m en talid ad com ún m ilitar, afín a un
papel intervencionista del estado en la econom ía. N uestra hipótesis es q u e an te la
ausencia de u n “ program a” d e las Fuerzas A rm adas, se consolida en la dirección
del estado u n g ru p o tecnocrático hom ogéneo, socializado en las doctrinas econó
micas de M ilton F riedm an y la Escuela d e Chicago, p o r cu an to es capaz de ofre
cer al liderazgo m ilitar personalizado varias condiciones q u e n in g ú n o tro sector
en el blo q u e d o m in an te puede cum plir. Ellas son: p resentar u n m odelo cohe
ren te q u e no “aparece” an te los m ilitares ligado a n in gu na fracción capitalista
p articu lar sino a exigencias “científicas” y de “eficiencia” universalizables y
capaz d e a rb itra r los intereses de esas fracciones; constituirse en el aval que
p erm ite la a p e rtu ra al financiam ien to internacion al en u n a situación d e aisla
m iento político; aceptar u n alto gasto m ilita r q u e sectores capitalistas p articu
lares po d ría n ver com o com petitivo con sus propios intereses y ligar un .modelo
antiestatista con sus consecuencias “despolitizadoras”. A ello debe agregarse que
en los inicios se tra ta de u n a burguesía q u e tem ió perd erlo tod o y q u e recupera
su poder a p a rtir de la devolución de em presas estatales, lo q u e lleva a aceptar
el “ m odelo” incluso a grupos capitalistas menos privilegiados. P o r últim o, se
* Es obvio que no hay “neutralidad” de las fu eras armadas y que hay una relación indiso
luble entre ruptura m ilitar y proyecto de restructuración capitalista. Estamos solamente
señalando la ausencia de un proyecto coherente en las f p a a , que las ideologías de seguridad
nacional no podían sustituir.
10 En este proceso de disciplinamiento podemos citar la salida del ejército de la casi totalidad
de los generales que dieron el golpe militar junto a Pinochet, las modificaciones en los
mecanismos de promoción de oficiales que refuerzan la dependencia del liderazgo personal, el
papel de la d i n a y luego la c n i , organismos de seguridad dependientes directamente de Pinochet,
en el control interno, etc. Recordemos, por otra parte, la derrota de todas las alternativas
personales levantadas en estos afíos, como la de los generales Bonilla, Areltano, Lcigh.
PR O BIXM AS DE H EGEM ON ÍA Y CONTRAHECE.MONÍA 54 3
establecen progresivam ente sólidos lazos en tre los grupos económicos predom i
nantes y el sector encargado de la conducción económ ica del estado a través de
u n co n tin u o intercam bio d e posiciones.
Esta consolidación en la dirección del estado de u n núcleo hegem ónico re
presentado po r la alianza en tre el liderazgo m ilitar personalizado y el eq uip o
económ ico n o deja de en fren tar ciertos problem as en el blo qu e dom in ante. Son
muchos los sectores afectados p o r la política de restructuración económ ica y po r
la extensión de sus criterios a otros cam pos de la vida social. P or o tro lado,
algunos grupos se pregu ntan por la sobrevivencia del régim en en el fu tu ro y los
problem as de sucesión. A su vez, desde fuera del régim en hay presiones in te rn a
cionales y nacionales, en tre estas últim as la iglesia y las fuerzas reem ergcntes de
oposición. T o d o ello lleva a p lantearse el p roblem a de la institucionalización.
P ero la discusión in tern a en el blo q u e d o m in ante, q u e a veces ad qu iere co ntor
nos agudos, choca con el problem a de la altern ativ a. N o debe olvidarse que
estam os en presencia de procesos p o r los cuales u n a clase o sectores de ella, u n
c o n ju n to social, se ve á sí m ism o com o d o m in an te y haciendo u n a revolución. N o
se tra ta de u n a situación en q u e u n a organización o corporación como la m ilitar
pued e decidir p or sí sola salirse de ella. Y p ara ese co n ju n to social no hay u n a
altern ativ a viable y visible fuera del régim en actual, po r cuanto se está muy
lejos d e rep roducir las condiciones que perm itieron en 1964 la incorporación de
este co n ju n to al centro político dem ocratacristiano en u n a estrategia em inente
m en te defensiva, ni parecieran estar dadas las condiciones para coo ptar a ese
centro político que p la n tea exigencias desm esuradas p ara el b lo qu e d o m in an te
en térm inos del régim en p olítico y críticas severas a la preservación del actual
m odelo de desarrollo. Es p or ello q u e el deb ate in tern o se resuelve en la m an ten
ción a m ediano plazo del m ism o esquem a político, en la esperanza de q u e las
transform aciones in troducidas en la sociedad generen posibilidades a largo plazo
d e régim en de p articipación lim itad a.11
T o d o ello significa q u e en el caso chileno, el proceso de institucionalización
tiene com o sentido preciso, en el p lano político, m a n ten er el actual liderazgo
m ilita r personalizado, postergando ind efinid am en te la form ulación d e u n mo
delo de relación estable en tre estado y sociedad civil. A nivel de la sociedad, el
proceso de institucionalización o de cristalización no rm ativ a de las transform a
ciones estructurales busca redu cir drásticam ente el papel in terv en to r y redistribu-
tivo del estado, im poner el predom inio de los principios y m ecanism os de m er
cado y d esarticular y atom izar las organizaciones y dem andas q u e surgen en los
diversos ám bitos sociales.*2
11 Éstos parecen ser los límites del publicitado debate entre *‘apertur¡stas” o "blandos"
y "duros", donde los primeros buscarían alguna "apertura" que asegure a largo plazo la
mantención del modelo económico y los segundos buscarían reforzar el autoritarismo político,
pero enfatizando los aspectos redistribuidos en la economía y el papel del estado. Ninguno
de estos sectores üenc contactos estables hacia el centro político y ninguno puede prescindir,
por falta de alternativa, del actual esquema político, por lo que ambas estrategias se mueven
necesariamente en el marco de aumentar su influencia en el liderazgo establecido.
’* A los hitos de la institucionalización política indicados en la nota 8. habría que agregar
el proceso aún no totalmente definido para elaborar y aprobar una nueva constitución.
Cop
544 M A N U i-L A M O N IO CARRETÓN' M.
FERNANDO H EN R tQ U E CARDO SO
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PARTIOOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN PO PULA R E N UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN 349
tidos en S5o Paulo, véase Femando H. Cardoso, "Partidos e deputados etn SSo Paulo (el
voto y la representación política)", en B. Lamounier y F. H. Cardoso, Os partidos e as
cleifdes no Brasil, CEBRAP/Paz e Terra, 1975.
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350 FERNANDO HENJUQUE CARDOSO
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PARTIOOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN PO PULA R EN U N RÍ.CIMLN DE EXCEPCIÓN 351
* Corriente liderada por Jánio Quadros, político nacido en 1917 que fue presidente de
la República en 1961; dimitió a los siete meses de haber iniciado su mandato, debido a pre
siones golpistas. [ e .]
• • Peleguismo es un neologismo portugués que se habla en Brasil proveniente del
término priego, que designa la piel del carnero con la lana pero que también es el nombre
dado a ios agentes más o menos disfrazados del Ministerio del Trabajo en los sindicatos
obreros. Peleguismo sería, pues, la concepción y la práctica de carácter antisindical por parte
de los infiltrados gubernamentales entre los trabajadores y de aquellos obreros que les sirven
de instrumento, consciente o inconscientemente, [e.]
2 No me reGero aquí a la u d n (Unión Democrática Nacional), al n o (Partido Social
Democrático) ni a los demás partidos conservadores en los cuales la militancia obrera y
popular era insignificante.
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352 FERNANDO HENR1QUE CARDOSO
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358 FERNANDO «ENRIQUE CARDOSO
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PARTIOOS POLÍTICOS y PARTICIPACIÓN PO PULA R EN UN R ÉGIM EN DE EXCEPCIÓN 359
los liderazgos locales, tacto político y alguna profesionalización, esto es, personas
tra b a ja n d o tiem po com pleto, disp on iend o de recursos m ínim os de m ovilidad
(autom óvil, viáticos p ara p agar hoteles y restau rantes, etc.) y —factor decisivo—
le altad a los jefes p artid ario s q u e estén reorganizando el “a p a ra to ”.
C o n stitu id o el com ité, la m ism a asam blea q u e lo elige n o m b ra los delega
dos a la C onvención regional del p artid o , los cuales eligen el com ité regional,
q u e escoge en tre sus m iem bros a la m esa ejecutiva regional. Ésta ejerce u na
fu nción decisiva ta n to en la confección d e las listas d e candidatos del p a rtid o (a
las cám aras, el Senado y, eventu alm en te, al gobierno) com o en el señalam iento
d e fu tu ras com isiones provisorias y en el reconocim iento d e los com ités. E n un a
p alab ra: co n tro la el a p a ra to del p artido.
A pesar de los m ú ltiples controles q u e el m ecanism o descrito ofrece a los
líderes partidarios, conviene aclarar q u e el m d b pau lista, en este aspecto, es más
ab ierto q u e lo q u e jam ás fueron los p artid os p op ulares del pasado. El reclu ta
m ien to d e los cuadros q u e m ilitan en los directorios o com ités se hace incorpo
ra n d o tres tipos distintos de personas: políticos locales de inspiración o d e as
cend iente p o p u la r q u e se h u b ie ran ligado a los senadores o a los pocos dipu tad os
qu e, regionalm ente, c o n tro laran los com ités; cabos electorales más o m enos p ro
fesionalizados (a veces p o r interm edio del sistem a trad icio n al d e tru e q u e de
favores o d e em pleos en las m un icipalidad es controladas p o r el m db) quienes,
especialm ente en el G ran Sáo P au lo co n tro lan com ités; m ilitan tes con o rie n ta
ción ideológica defin id a que, habien do aceptado el m db com o el refugio necesa
rio p a ra las oposiciones, activan en u n contado n úm ero de com ités, casi siem pre
escudados en el prestigio d e algún p arlam entario .
Esta variedad de fuerzas ac tu and o in ternam en te, sum ada al hecho d e q u e el
m d b albergó liderazgos prestigiosos p ero desgarrados y separados ta n to d e las
bases p artid aria s com o de los partid os d e origen, son factores qu e ob ligaro n al
p a rtid o a fu n cio n ar en un sistem a de presiones internas y externas q u e diero n
a la vida p a rtid a ria cierta dinám ica.
Ésta, si bien no es —como en realid ad no lo es— verd aderam ente dem ocrá
tica, im pide, p o r lo menos, q u e el autom atism o del interés d e las olig arqu ías in
ternas prevalezca siem pre com o criterio fin al de decisión.
De hecho, p ara q u e esta ú ltim a hipótesis se cum pliese, sería preciso q u e todos
los com ités fuesen u n a especie de núcleos fantasm as q u e votasen en las conven
ciones sólo p a ra sancionar lo ya resuelto y, p o r lo tan to , h a ría falta u n jefe
ind iscutible del p artid o o u n acuerdo p ersistente en tre jefes. L a m ayoría d e los
com ités, p o r lo m enos en la capital del estado, fun cio nan , de hecho, como
núcleos fantasm as. A lgunos cabos electorales co ntrolan varios directorios cuyos
cargos son ocupados p o r am igos y fam iliares y no tien en n i siq uiera u n local
fijo de funcionam iento.
Sin em bargo, hay algunos com ités q u e fu n cio n an regu larm en te, incluso en el
perío do en tre u n a elección y otra. E xisten m ecanism os fluidos de asociación
en tre los com ités, u n Consejo de los com ités de la cap ital, q u e a u n q u e sin
existencia legal es capaz de presion ar sobre la Mesa ejecutiva regional. E n él
p articip an , en diversas ocasiones, n o sólo representantes d e los com ités d e m ayor
360 FERNANDO «ENRIQUE CARDOSO
connotación po lítica, sino tam bién algunos representantes del sector más liga
do a la m ecánica d e los cabos electorales.
Es a esto a lo q u e, en el lenguaje in tern o del p artid o , los interesados d en o
m in an "base p a rtid a ria ". Com o, po r o tra parte, ta n to los com ités fantasm as
com o los com ités más politizados obedecen a d ip u tad o s y líderes con o rie n ta
ciones n o coincidentes, siem pre existe alg u n a lucha in te rn a y hay necesidad
de conseguir acuerdos, muchos de los cuales no satisfacen todas las partes, o
h an g enerado d ispu tas en las convenciones partidarias.
E n general la d isp u ta se da en tre u n “chapao” • q u e acom odó los intereses
d istrib u yendo beneficios y privilegios según las áreas de infucncia, y el sector
m in o rita rio rebelde q u e n o se conform ó con la p arte q u e le correspondiera o que
no fue considerado en el reparto .
E n los marcos de la casuística legislación electoral vigente las m ayorías dis
fru ta n de ventajas definitivas sobre las m inorías partid aria s, salvo en lo q u e se
refiere a las indicaciones con vistas a las elecciones m ayoritarias, caso e n el
cual existen las subleyendas (o los sublem as), y p a ra la elección d e los delega
dos, cu an d o cada 20% de los votos ob ten id os p o r u n a lista p articip an te le ase
g u ra la representación proporcio nal.5
E n las decisiones relativas a la form ación d e las listas de candidatos la
d is p u ta in te rn a llega a ser acérrim a, especialm ente en lo q u e se relaciona con
las vacantes p ara candidatos de las áreas del in terio r del estado. D ifícilm ente, en
estos casos, se pu ed e im aginar q u e el m ecanism o d e selección obedezca a crite
rios dem ocráticos. P o r el contrario , la fuerza relativa de los candidatos sobre la
M esa ejecutiva regional es decisiva p a ra establecer los cortes y las adm isiones.
Com o electoralm ente el sistem a d e apoyo po lítico se da m ed ian te el sistema
de “dobradinhas" (o sea q u e el candid ato a d ip u tad o federa! hace proselitism o
e im prim e pro p ag an d a en c o n ju n to con varios candidatos a d ip u tad o s cstadua-
les y viceversa, p o r cada área del estado) la aceptación d e candidatos es efecti-
vizada, en g ran p arte, e n función del interés de com posición electoral d e los
q u e tien en influencia en la dirección p artid aria .
cabos electorales relativam ente independientes, diversos dip utado s, com ités de
vocación política d efinid a y variable, etcétera.®
E n otras palabras, la falta de relación en tre el p a rtid o y su electorado y
en tre aquellos q u e disponen d e votos y de prestigio político y las bases p a rtid a
rias conducen al mdb a u n sistem a com plejo de recom posiciones in tern as que,
si bien es suficientem ente fuerte com o p ara im pedir q u e se consoliden “ amos o
dueños del p a rtid o ” , com o lo fueron algunos líderes del pasado q u e hem os m en
cionado e n el com ienzo de este escrito, no llega a g aran tizar u n a relación in ter
n a d e carácter estable y dem ocrático.
E n estas circunstancias la m ovilización de masas (q ue se h a dad o poco menos
q u e exclusivam ente e n los períodos electorales y sujeta a las restricciones im
puestas p o r el régim en au to rita rio ) reposa en m ecanism os distintos del a p a ra to
p artid ario . E n efecto, así com o el mdb , e n su proceso decisorio, se “ab re ” a
corrientes de o p in ió n externas y a la in fluencia de líderes em edebistas q u e no
co n tro lan partes im portan tes del a p a ra to (y p o r eso mism o es m ás dem ocrático
q u e los partid os de cuadros basados estrictam ente e n los m ecanism os internos
d e decisión burocrática), tam bién se abre, en su relación con el elector a tr a
vés de los com ités electorales.
P or interm edio de éstos son los candidatos y n o el p a rtid o en sí mism o q u ie
nes se convierten en los m otores propulsores p ara a traer adeptos y persu ad ir a
los electores p ara q u e voten p o r ellos. De ah í la im po rtan cia de q u e se reviste
p a ra la supervivencia del pro p io p a rtid o (siendo, como es, u n p artid o básica
m en te electoral y cuya persistencia en el intervalo en tre u n a elección y o tra
depend e de la acción de los p arlam en tarios a nivel de las cám aras y d e las
asam bleas) el juego de com posiciones antes descrito. Este juego, q u e tien e
como pieza básica la Mesa ejecutiva regional, desem boca en las convenciones q u e
sancionan las listas de candidatos.
E n los períodos electorales se hace decisivo p ara el mdb d isp on er de can
d idatos con real penetración po p u lar. Son ellos qu ienes reú n en los recursos po
líticos y financieros p ara com unicarse con el electorado; re n ta n locales, pagan
funcionarios, confeccionan la prop agan da, organizan actos públicos, obtienen
vehículos p ara la cam paña, etc. P or cierto, legalm cntc to d o eso depend e de los
com ités o "directorios” y, en especial, del C om ité regional. P ero en la práctica
el p a rtid o delega la m ayor p a rte de estas funciones en los candidatos, d án d o
les p le n itu d de poderes.7
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PARTIDOS POLÍTICO» Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN S6J
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364 Frft.NAKIX» H R N R IQ rt CARDOSO
y las oposiciones sindicales h an sido capaces de m ovilizar p ara los fines especí
ficos de la lucha salarial y p ara las elecciones sindicales; el m ovim iento co ntra la
carestía de la v id a fue capaz de u n a am plia m ovilización p a ra u n p etito rio de
p rotesta; los estu diantes h an dem ostrado g ra n actividad en el p lano universi
tario , y la luch a p o r la am n istía desem peñó u n im p o rtan te pap el en la dina-
m ización política.
Sin em bargo, hay q u e d istin g u ir en tre los m ovim ientos q u e se basan e n u n a
estru c tu ra institucional (como los sindicatos), y q u e p o r lo ta n to p u eden tener
m ayor p erm anencia y co n tin u id a d , y aquellos q u e se ven m otivados p o r la o b
ten ción de u n resultado específico (la am nistía, u n a p rotesta significativa, etc.).
Estos últim os tien d en a d ism in u ir u n a vez colm ado su o bjetiv o o p ro b ad a su
im posibilidad en la práctica. C uan d o persisten es po rq u e hay detrás d e ellos al
gu n a organización política no ex p licitad a q u e tra ta de usarlos com o frente
reg im en tad or d e masas.
En cu a n to p artido, el m d b se m an tu vo en general al m argen d e estos m ovi
m ientos. Casi siem pre, no ob stante, dipu tad os, senadores y candidatos del m d b
p articip aro n intensam ente e n las m ovilizaciones e n ta n to q u e individuos.
E n el caso específico del m ovim iento sindical, los líderes “auténticos” y los
d e la oposición sindical, p o r su p arte, apoyaron candidatos e h icieron cam paña
electora!, reservándose el derecho de critic ar al p a rtid o y de defender a perso
nas consideradas po r ellos como más afines a sus objetivos. A lgunos líderes del
m ovim iento contra la carestía de la v ida y del m ovim iento estu diantil fueron
candidatos en las últim as elecciones y apoyaron a candidatos del m d b a puestos
representativos del voto m ayoritario. Com o la iglesia católica sirvió de apoyo
institucion al a algunos d e estos m ovim ientos, y la relación en tre ella y la p o lí
tica p a rtid a ria está condicionada p o r obvias reservas, no siem pre fue fácil con
ciliar la apelación política s u p rap artid aria de los m ovim ientos sociales con los
intereses d e las facciones partidarias.
Desde el p u n to de vista estrictam ente p artid ario , la conducción del m d b se
apro xim ó tím id am en te a algunos de estos m ovim ientos, e n general p o r in ter
m edio d e candidatos a puestos colectivos q u e estaban asociados a los dirigentes.
U n a im p o rtan te excepción lo constituyó el apoyo ab ierto q u e !a bancada d e la
A sam blea legislativa d io a las huelgas de los m etalúrgicos de 1979 y, desde en
tonces hasta ahora, el apoyo prestado p o r d ip u tad o s federales y estaduales a
m ovim ientos reivindicativos. Com o p artid o , sin em bargo, ni siq u ie ra el "Sector
T ra balhista" del m d b o el "Sector Jo ven ”, am bos ligados a la Mesa ejecutiva
regional, consiguieron u n a relación perm an en te y d irecta q u e los vinculara
con los m ovim ientos sociales q u e se d a b a n en el ám b ito d e sus atribuciones.
N o es u n a cuestión sencilla esta de la coordinación y sincronización en tre los
p artid o s y los m ovim ientos sociales. Las m odernas sociedades de masas parecen
privileg iar las reivindicaciones q u e p a rte n de la "sociedad civil'’ (derechos h u
m anos, ecología, fem inism o, m ovim ientos de g rupos m in oritarios, de jóvenes,
etc.), sin q u e su vinculación con los conductos políticos q u e desem bocan en el
estado (como p o r ejem plo los partid os) en c u en tre u n a resolución razonable. En
el caso brasileño, la inexperiencia de los m ovim ientos sociales y la rigidez de
PARTIDOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RACIMEN DE EXCEPCIÓN 363
u n a estru c tu ra p a rtid a ria creada fuera del am biente rcivindicativo actu al d ifi
cu ltan aú n más la referida coordinación. E n general ésta se lim ita a declaracio
nes de buena v o lu n tad p o r parte de los líderes p artid ario s más sensibles a las
reivindicaciones de las masas y a críticas acerbas p o r p a rte de los dirigentes
d e !os m ovim ientos de masas en cu a n to al co m portam iento “elitista” d e los
d irigentes partidario s.
A pesar de las contingencias del régim en, de la poca disposición in tern a para
dem ocratizar el p a rtid o y d e la esclerosis en las relaciones en tre éste y los m ovi
m ientos sociales, el m d b es identificado po p u la rm en te como "el p artid o de los
p o bres”, “la oposición al g obierno”, y, en esa m edida, recibe de hecho apoyo
p o p u la r. Es cierto q u e el p ueblo desconfía de los políticos en g eneral, p ero no
es m enos cierto q u e en las pu ertas de las fábricas, e n los trenes suburbanos, en
las ferias francas p o r lo menos e n el p eríod o electoral, los candidatos del m d b
suelen ser recibidos con la señal del ded o p u lg a r en alto : “ m d b , tod o bien".
Y es en fu nción de este clim a favorable q u e los candidatos son oídos e n sus p re
dicaciones.
Existe, p o r lo tanto, u n a relación gen uina en tre e! p a rtid o y el lector p o p u
lar, q u e se m aterializa p o r interm edio de la presencia del can did ato (en el
p eq u e ñ o m itin , en la m anifestación callejera, en el ap retó n de manos), d e la
lectura de algú n m aterial de propagand a y del voto.
Es p a ra esa búsqueda febril d e contacto q u e se organizan los com ités elec
torales, especialm ente los de los d ip u tad o s q u e hacen cam paña p o p u la r. Sería
u n equívoco pensar q u e sólo los candidatos ideológicam ente orientados, espe
cialm ente los q u e se apoyan e n los “m ovim ientos d e base", m ovilizan al electo
rado. En realid ad , a u n q u e la m ovilización hecha p o r este tip o de candidatos
sea más ruidosa e n térm inos de prensa y más articu lad a, los q u e o b tien en e!
voto po p u lar, especialm ente en la periferia, incluso cu ando son “orgánicos”,
m ovilizan bastante. Se tra ta, con todo, de m ovilizaciones con propósitos lim ita
dos: la obtención del voto. P ara ello, en el caso de Sao P aulo, existen m ecanis
mos básicos no excluyentes.
E l p rim er m ecanism o es el contacto directo, a través de las sociedades ve
cinales, d e los centros religiosos, de los clubes de bochas, de los clubes d ep o r
tivos y carnavalescos, etcétera.
Se hacen pequeñas reun iones con los directivos y con las personas influyen
tes, de vez en cu ando se ofrece u n “ asado” a todos (en el in te rio r del Brasil el
asado es indispensable) y en este proceso el electorado va conociendo al cand i
d a to p ersonalm ente y éste se com prom ete tácita o ex p lícitam ente a luchar p o r
objetivos del g ru p o q u e lo apoya.
A veces se an ticip a y ofrece camisetas de fú tb ol, hace algún favor a u n m iem
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366 FERNANDO 1IENR1QUE CARDOSO
bro influyente del grupo, etc. P o r ú ltim o, está la relación d ientelfstica clásica.
P ara ob te n er el voto p o p u la r no basta, sin em bargo, seguir la trayectoria de la
dispensa de favores: todo esto se produce en el contexto de u n discurso agresi
vam ente oposicionista, de crítica al gob iern o y, frecuentem ente, de form ulacio
nes ta n to o m ás radicales q u e las utilizadas p o r los candidatos ideológicos.
(Con respecto a esto conviene observar q u e d u ra n te la cam paña el discurso po
lítico se unifica y las form ulaciones centrales, e n general hechas p o r quienes
poseen u n a orientación político-ideológica más consistente, pasan a ser rep eti
d as p o r casi todos los candidatos, ind ep end ientem en te de sus creencias e in
tereses personales extraelectorales.)
F.1 segundo m ecanism o básico es la pen etración a través d e los m edios de
com unicación de masas. D isponer de "b u en a pren sa” ayuda. Pero d ispo ner de
u n a audición de radio o de televisión es decisivo. N o p o r azar algunos de los
d ip u tad o s más votados en la periferia (Sam ir Achóa, Jorge P aulo, N odeci No-
g ueira, en tre los más representativos) particip an en program as de rad io d e cufio
crítico, re i vindicativo y /o asistencial.
P or últim o, en el caso de los candidatos sin grandes recursos personales en
cu a n to a la obtenció n de p o p u la rid ad se refiere, pero q u e sin em bargo dispo
n en de recursos financieros p ara su p lir la falta de vinculaciones con los m edios
periodísticos y publicitarios, la votación es lograda a través d e cabos electorales
q u e sustituyen a los candidatos en su contacto con la masa, o a través de bue
nas relaciones con el a p a ra to de los gobiernos m unicipales del m d b . E n este
ú ltim o caso, el factor decisivo no es ta n to la dispo nibilidad de recursos fin an
cieros p ara lu b ricar el ap arato electoral, como la atención de los intereses d e los
prefectos (o sea de aquellos q u e ejercen el p o d er ejecutivo de los m unicipios o
“ prefecturas”) designados en el ejercicio a n te rio r al del m an dato legislativo en
juego. A u nque algunos d ip u tad o s estaduales hayan o p erad o de esta m anera,
es más com ún q u e sean !os d ip u tad o s federales quienes, a pesar de encontrarse
distantes de los m unicipios y del p ro p io estado, alcanzan u n a g ran votación
p o p u la r apoyándose en el poder de los prefectos.
El esfuerzo de m ovilización (que en el caso de la cam paña d e 1978 fue
m uy grande, especialm ente po rq u e los com ités d e los candidatos denom inados
po p ulares se com ponían básicam ente de personas q u e n o e ran políticos profe
sionales: estudiantes, profesionales liberales, sindicalistas, artistas, intelectuales,
etc.), desem boca, el día de la elección, en lo q u e se llam a "tra b ajo de boca
d e u rn a ”.
Éste consiste en el esfuerzo desesperado p ara convencer al elector cuando
se encam ina hacia el lugar de la votación en el sentido de q u e debe escoger
d eterm inado candidato.
E specialm ente en la periferia, d eb id o a las dificultades q u e la m asa poco
inform ada y sem ianalfabeta en cuentra p ara hacer correctam ente la selección en
el lugar donde se deposita el voto (m arcar las equis sobre los núm eros corres
p o ndien tes a los candidatos preferidos), es im p o rtan te hacer llegar a las m anos
¿ e l elector u n a rép lica de la cédula oficial de votación con los candidatos p red i
lectos debidam ente señalados.
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PARTIDOS POI.ÍTICOS V PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN R¿C!MEN DE EXCEPCIÓN 367
Es e n este proceso q u e los aparatos electorales se esm eran, reclu tan d o y pa
gand o (en general cien cruzeiros por persona, o el valor d e u n a com ida) a cen
tenares de individuos encargados de im pulsar la preferencia de los electores
h acia tal o cual candidato.
E n las elecciones de 1978 muchos candidatos del m d b a la C ám ara de D ip u
tados y al S enado reclu taro n g ratu ita m en te estudiantes, obreros, profesores, pro
fesionales liberales, activistas políticos, y p u d ie ro n contraponerse, de esa form a,
al a p a ra to electoral del a r e n a o a los aparatos de los candidatos del p ro p io
m d b q u e u tilizaban cabos electorales pagados.
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368 FERNANDO HENRIQUE CARDOSO
com paración con los partidos p op ulares del pasado, n o es capaz de establecer
vínculos estables en tre la m asa d e los electores o incluso en tre la masa d e los
m ilitan tes y los organism os decisorios internos. Si n o se p u ed e h ab lar de con
tro l o ligárquico del a p a ra to del p a rtid o (a causa de los factores de inestabilidad
ya ap u ntado s y de la necesidad q u e e l p a rtid o tien e de reclu tar líderes y can
d idatos con penetració n p o p u la r au n q u e con poca rep resen tativ id ad en el con
tro l de las "bases p artid arias"), tam poco se pued e caracterizar el m odo d e fu n
cio nam iento del m d b como realm ente dem ocrático, dado el bajo nivel de p a r
ticipación de los m ilitantes de base, n i se pued e decir q u e se tra ta de un
p artid o # co ntrolado popularm ente.
N o o b stan te, en los intervalos en tre u no y o tro período electoral, co n tinú a
existiendo u n a relación en tre los p arlam en tario s y los electores. Esta relación se
efectúa a través de la presentación de proyectos de interés p ara capas y sectores
p opu lares específicos.
El m d b presentó railes de proyectos d e interés económ ico o social p a ra las
capas populares y propuso to do tip o de reform as institucionales dem ocratizan
tes. hasta c u b rir prácticam ente el cam po de lo posible. Los m ecanism os a u to
ritario s del régim en blo qu ean en el congreso estas propuestas, pero los p a rla
m entarios se ocup an de inform ar al electorado, a través de la correspondencia
y de los contactos personales, sobre sus iniciativas.
P or o tra parte, el sistem a de favores o de préstam os de ho no r es am p liam ente
u tilizado p o r los sectores más tradicionales del m d b , garan tizan do u n pu en te
en tre el elector p o p u la r y el estado, a pesar de las contingencias de! régim en
a u to rita rio . En este últim o aspecto, es preciso n o olv idar q u e el m d b d eten ta el
control de las más im portan tes m u nicipalidades del estado de Sao P au lo (con
excepción de Santos y de la capital, Sao P aulo, don de no hay elecciones de
prefectos, sino q u e éstos son designados p o r la au to rid ad sup erio r del gobierno
p auüsta). En los m unicipios del m d b existe u n vasto cam po fértil p ara q u e los
d ip u tad o s y líderes p artid ario s ejerzan el clientelism o.
P ara los fines de este tra b a jo no corresponde hacer mayores especulaciones
sobre el desdoblam iento del sistem a p a rtid a rio brasileño o sobre los m árgenes
de dem ocratización in tern a q u e existen e n los p artidos. De cu a lq u ier modo, si
guiendo el h ilo de la m adeja q ue com enzam os a desenredar páginas atrás, de
la m ism a form a q u e los viejos partid os q u ed a ro n m uchas veces bloqueados y
p erd iero n fuerza política cuando la sociedad cam bió y en tra ro n en acción d en
tro del escenario histórico nuevos contingentes hum anos, parece claro q u e "la
ú ltim a escoria de la sociedad" es la q u e v ota p o r el m d b a u n q u e no p articip e
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PARTIDOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN 569
de él, así com o el nuevo pro le taria d o y el nuevo sector terciario creados p o r la
expansión del capitalism o internacionalizado están ahí, desafiando a los par-
tidos .1 que lo? incorporal, Si ístos í m n « p accs de liacerl° scrían f i ^ u e a d o .
p o r los "m ovim ientos sociales de base" y p o r nuevas propuestas d e organiza
ción p artid aria .
Obsérvese q u e no se tra ta solam ente d e "c a p ta r el voto” . El mdb fue capaz
de esa proeza (a pesar de q u e en las últim as elecciones el n úm ero de votos en
blanco y d e votos nulos fue significativo). Se tra ta de com patibilizar el m odelo
organizativo y decisorio d e los p artid o s po pu lares con la presencia de las masas
y d e los m ovim ientos sociales. Éste es el desafío m ayor q u e la co yu ntura ac
tú a! presenta.
N o está claro si será posible su stitu ir, e n el fu tu ro próxim o, el m odelo actual
de u n p a rtid o q u e capta el voto pero no dispone d e m ecanism os efectivos de
particip ació n p o p u la r en sus órganos internos n i de capacidad p a ra vincularse
de m an era estable a los m ovim ientos sociales, p or u n m odelo basado e n la
existencia de partido s m odernos y populares.
C reo incluso q u e las sociedades contem poráneas industriales y de masas p ro
p ician, en el sistem a capitalista oÜgopólico, la form ación de fuertes y fragm enta
rios m ovim ientos sociales, ju n to a la persistencia de sistem as p artid ario s q ue
sólo cuentan, efectivam ente, en el m om ento del voto y en las luchas q u e se dan
e n el in terio r del sistem a institucional de poderes establecido.
El o rd en social y el o rd en político coexisten, sin interpretarse, salvo en
los m om entos de crisis. L a desproporcionada capacidad de control de las clases
d om in an tes sobre los m edios técnicos de reproducción de la sociedad (y m uy
especialm ente sobre los m edios de com unicación de masas) hace ex trem ad am en
te difícil la m ovilización política d e los sectores dom inados en el sentido de
a d q u irir la capacidad d e ejercer presión sobre los niveles clave d e decisión.
F rente a esto, los sectores po pu lares reaccionan creando áreas d e acción
propias. D esarrollan u n a am plia capacidad d e m ovilización y de respuesta
ráp id a, pero en pu ntos circunscriptos de la sociedad: en las luchas de la p eri
feria, en reivindicaciones obreras de o rd en económ ico o sindical, en m ovim ien
tos urbano s de protesta, etc. Los partid os, qu e b ien o m al se o rie n tan hacia el
cam po del estado, puesto q u e es en dicho do m in io do n d e finalm en te desem bo
can las cuestiones atinentes al poder, q u ed a n con frecuencia al m argen de los
m ovim ientos sociales y, en el sector po lítico q u e les es p ropio, sufren las conse
cuencias d e la falta de apoyo activo p o r parte de la base social.
C arecem os de modelos de organización p a rtid a ria q u e p e rm ita n la fusión de
lo social con lo económ ico. Y falta u n a restru ctu ración d e los p artid os para
q u e en ellos q u ep a la p articipación d e las masas.
El viejo ideal d e un p artid o de cuadros q u e fusionaría las aspiraciones co
lectivas q u ed a corto ante la diversidad social y el distan ciam iento en tre las
reivindicaciones específicas de la base y los problem as institucionales del poder.
El m odelo de "p a rtid o revolucionario” , a n tiin stitu cio n al (cuando n o ilegal) p o r
d efinición, está dem asiado d istan te de la p ráctica cotidian a de las masas.
El m odelo de p a rtid o po p u lista o caudillesco no ofrece los recursos organi-
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372 FERNANDO HE MUQUE CARDOSO
Votos en Delegados
la Cámara a la C ontención
Zona U nidad Adm inistrativa Federal (1978) Regional (1979) * A filiados
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P O L ÍT IC A SO CIA L Y N O R M A LIZA C IÓ N IN S T IT U C IO N A L
E N F.L BR A SIL
[J7J¡
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374 REGIS DE CASTRO ANDRADE
A rgum ento:
a] q u e la ps es elem ento central del sistem a d e p o d er en el país: más q u e la
técnica d e reproducción de la fuerza de tra b ajo , la ps es u n a p a ra to de hegem o
n ía q ue. com o consecuencia, sum in istra elem entos p ara com pren der la relativ a
estabilidad del régim en;
b] q u e la regulación de las relaciones sociales, buscada a través de la ps,
n o se consolida d ebido a la subordinació n, e n el ejercicio de esa po lítica, de los
objetivos sociales a los objetivos económicos del capital;
c] q u e las form as de cuestionam iento y de oposición p o p u la r se definen p a r
cialm ente en el ám b ito de las estructu ras técnicas, legales y políticas generadas
en el prolongado e intenso desarrollo d e a q u e lla política.
ii
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376 RECIS DE CASTRO ANDRADE
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PO LÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 379
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380 REGIS DE CASTRO ANDRADC
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PO LÍTICA SOCIAL V NO RM ALIZACIÓ N INSTITUCIONAL E N BRASIL
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382 KtCIS DE CASTRO ANDRADE
U n ió n p ara los mism os fines (401 000 000 000 de cruzeiros) en u n 37%.* Los
gastos totales de la U n ió n en el área social crecieron 574.8% en térm inos reales
d u ra n te el período 1963-1977.®
Algunos datos sectoriales ayudan a evalu ar la expansión c u a n titativ a del
sector. En e! área d e la educación p rim aria el núm ero d e m atrículas pasó de
10 600 000 e n 1963 a 21 500000 en 1978. La u s a de escolaridad su bió en tre
1970 y 1977 de 67% a 72% en el ciclo p rim ario y de 9.9% a 17.5% en el ciclo
m edio. La enseñanza su p erio r "estalló” e n el p erío do 1968-1973 en térm inos de
ingresos (hubo u n crecim iento del 204.1% ) y de m atrículas (el aum ento llegó
al 191.5%). E n el período 1964-1977 el n ú m ero to tal de m atrículas pasó de
142 386 a 1 013 000. L a enseñanza su pletoria, p o r últim o, cobró relieve a p a rtir
de 1973, especialm ente en el cam po de la alfabetización. Según los datos oficia
les el M ovim iento B rasileño de A lfabetización, prom ovido p o r el gobierno fe
deral, alfabetizó a 8 881 personas en tre 1973 y 1978, de u n to tal de 24 831
inscritos en el m ism o período. D e esa expansión p articip aro n el sector p úblico
y el p riv ad o p ero el crecim iento de este ú ltim o fue más ráp id o .7
Los gastos totales en salu d pasaron de 5 100 000 cruzeiros a 41 500 000 en
el período com prendido en tre 1963 y 1977 (a precios de 1977). T a l crecim iento
se debe, sobre todo, al aum ento de las contribuciones d e los trabajado res a P re
visión social (contribución q u e es del 8% sobre el salario). Las p artid as p resu
p uestarias no crecieron al m ism o ritm o y en los estados incluso decrecieron. El
n úm ero d e consultas en el servicio pú blico de salud u rb an o pasó d e 40 100 000
e n 1970 a 122 400 00 en 1977. E n el área ru ra l se registraron 4 900000 consultas
e n 1972 y 12 300 000 en 1977.»
E n el área de la previsión social en sentido estricto (jubilaciones, pensiones
y otros tipos de asistencia pecuniaria) la expansión fue m uy significativa. El total
de los gastos ascendió de 10 700 000 a 102 000 000 de cruzeiros en tre 1963 y
1977 (a precios de 1977). La prop orció n de prestaciones u rb an as sobre la p ob la
ción total del país era en 1977 del 18.5%, co n tra el 7.4% en 1963.®
Só!o nos resta m encion ar la enorm e exp an sió n del a p a ra to buro crático e ins
titu cio nal ligado a la ps , e n dos vertientes: po r u n lado la m ultip licación de los
d epartam entos, servicios, convenios, program as, etc., sim ultánea a la extensión
de la presencia del estado en regiones y grupos sociales antes n o alcanzados p o r
su área de influencia; p o r o tro lado, la centralización de ese ap a ra to , d ire cta
m ente vinculado, en la cúp ula, al p residente de la R epública, a través del
C onsejo de D esarrollo Social. E n esta exp ansión /centralización , el control p o p u
lar fue totalm ente elim in ad o en las áreas donde, de algú n m odo, era ejercido.
Al m argen del escepticism o de los radicales de izquierda —q u e definen a la
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PO LÍTICA s o c i a l y n o r m a liz a c ió n in s t it u c io n a l en b r a s il 583
ps c o m o u n p u r o e n g a ñ o — la o p o s ic ió n b r a s ile ñ a h a c ritic a d o , y c o n ra z ó n ,
tre s asp ec to s d e esa p o lític a .
U n a d e las cosas q u e se arguyen es q u e la p s es a u to rita ria y tecnocrática,
p o r cu a n to los representantes de los trab ajado res —q u e son, e n resum idas cuen
tas, los dueños de los recursos utilizados— no p articip an en n in g ú n m om ento
en la decisión del sector.
U n a segunda crítica es aquella según la cual la política social es ineficiente,
o sea q u e no alcanza sus objetivos. E n este sentido algunos recu erd an q u e es ne
cesario no ilusionarse con las cifras oficiales, pues ellas se organizan según el
p u n to de vista del gobierno y no de los beneficiarios. Demos sólo algunos ejem
plos significativos: en el área de educación, u n a elaboración sum aria d e los datos
de m atrícu las y egresos en el ciclo de la enseñanza su p erio r indica u n aban do no
de los estudios de cerca de¡ 80% de los alum nos d u ra n te tod o el período. La tasa
de m o rtalid ad p o r cada m il habitantes se estancó en to rno a los 35 casos d u ran te
los años d e la década de 1970 y la tasa de m ortalid ad in fa n til (po r cada rail naci
dos vivos) su bió en los m unicipios de las capitales d u ra n te la m ism a década y
perm aneció igual (aproxim adam ente en 109 casos) en tre los años 1963 y 1977.
Se afirm a q u e el m o b r a l no integra socialm ente a los nuevos alfabetizados p o r
q u e su enseñanza deja de lado la consideración de las condiciones reales de vida
de los trab ajadores y no los p rep ara p a ra el m ercado de trabajo . El program a de
vivienda p o p u la r, como es público y no to rio , se dirigió m ás hacia las categorías
socioeconómicas m edias q u e hacia las de bajos ingresos. Y así sucesivamente.
N o es necesario, p o r o tra p arte, insistir m ucho en el catastrófico cu adro social
brasileño. E l p ro p io m inistro R ishbieter alejado recientem ente, d eplorab a la
existencia de 40 m illones de brasileños q u e viven p o r deb ajo del nivel conside
rad o com o lím ite de la m iseria absoluta.
La tercera crítica consiste en q u e d u ra n te la form ulación y la ejecución de
esa política los intereses económicos prevalecen sobre los intereses sociales. G lo
balm ente, u n a p a rte sustancial de los recursos totales se destina al financiam ien-
to o a la rem uneració n del área privad a: 49.8% en 1978.10
Los grandes fondos sociales — fgts , p is / pa se p y b n h — tienen la finalidad
ex p lícita de financiar a la em presa privad a, paralelam ente con sus operaciones
sociales. E n el área de educación se verifica u n a ten den cia n ítid a a la p riva
tización, sobre todo de la enseñanza superior. E n el área de la salud el in a m ps
opera pred o m in an tem en te a través de convenios con la red priv ad a de clínicas,
hospitales, laboratorios, e t c . . . de tal m anera que, a u n q u e sea efectuado el pago
p o r el estado (ad m inistrando contribuciones de los em pleados y de los em plea
dores), se preserva y se estim ula fuertem en te el carácter em presarial de la asis
tencia m édica en el país. E n 1978 el in a m p s m an ten ía 31 500 convenios, q ue
absorbían el 59.5% del presupuesto social d e salud (contra 19.8% en 1970). En
la esfera del en tren am ien to profesional, p o r ú ltim o, se observa u n a tendencia
a tran sferir el esfuerzo de los servido s públicos (se n a i , senac , seña r , p ip m o )
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P O lJ n C A SOCIAL Y NORMALIZACIÓN IN S tm JC IO N A L EN BRASIL 887
Si n o fuera p o r la m ediación política del estado el conflicto social alcanzaría
en el Brasil proporciones tal vez incom patibles con el objetiv o desarrollista y
escaparía a los controles represivos del estado.
Vil
* La prestación d e servicios médicos a la zona xural fue reglam entada en 1966, a través
de se am plió rápidam ente en los últim os años.
fu n ru ra l, y
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PO LÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 589
V III
El Brasil no tiene tradición de asim ilación em presarial del tra b ajad o r. Com o lo
in d ican las investigaciones históricas, la actitud p atro n al en el país con relación
a los trab ajadores siem pre fue a u to rita ria y reaccionaria. El pro p io estado var-
guista, al m ediar en tre capital y trabajo , com binaba u n a política social p a te rn a
lista con u n a represión inflexible —incorporada a la m ism a estructu ra política
del país— con tra el m ovim iento obrero de los principales centros industriales.
N o cabe aq u í hacer la historia de la R ep úb lica. Pero es preciso volver a recor
d a r que, debido a su relativ a debilid ad en el co ntexto nacional, la burguesía
no se ex pandió en el Brasil contra las o ligarquías regionales sino aliad a a ellas.
Sin condiciones p ara desem peñar su papel revolucionario clásico y p o r eso
mism o sin condiciones p ara asim ilar suficientem ente a las masas au nánd olas a
su proyecto, la burguesía debió g o b ern ar n o a través de partid os, sino a través
del a p a ra to estatal. L a im agen del estado benevolente alcanzó cierta credibilidad
en tre las grandes masas de trabajadores desam parados, dispersos y m uy pobres.
D ificultó, po r eso, la expansión de la hegem onía nacional-dem ocrática. P ero
n o im pidió q u e las reivindicaciones económicas se m u ltip licasen en los prim e
ros años de la década de 1960, ni p u d o oponerse al desarrollo de u n bloq ue
p olítico p o p u la r cuyo program a —reform as de base, lib erta d de organización,
etc.— era incom patible con la expansión burguesa en el país.
Así, la asim ilación estatal p atern alista de los trab ajado res com pletó su tr a
yectoria histórica y desapareció. L o q u e más nos interesa aqu í, con todo, es ve
rificar q u e el m odelo estatal-paternalista se co n trap o n ía al en raizam iento de
ideologías prom otoras de la integración em presarial, que incluyeran: u n a visión
liberal-dem ocrática que valorizase el in dividu o y el esfuerzo indiv idu al; la im a
gen d e la em presa com o fuente de prosperidad m aterial y ám b ito p o r excelencia
del ascenso social; y u n a ideología de la racion alid ad capitalista d en tro de la
em presa (com o el fordism o o el taylorism o) q u e vinculase los beneficios in d i
viduales a la cooperación v o lu n taria e n el proceso integral de la producción.
El m odelo estatal-patern alista (según el cual el estado am para a los pobres)
es su stituid o p o r el m odelo estatal-desarrollista (en el cual se desarrollan los
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390 RfcClS DE CASTRO ANDAADC
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POLÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 3 91
IX
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392 RECJS DE CASTRO ANDRADE
ductivo, se conform a, en tre los diversos segm entos de la fuerza de tra b ajo un
co n tin u u m social qu e denom iné, in tencionadam ente, los “ trabajadores".
C ab ría pnes preg u n tar: ¿por q u é el gobierno insiste en m antenerse intransi
gente an te las reivindicaciones económicas del pro le taria d o de la in d u stria m o
derna?
T a l vez los dirigentes m ilitares —víctim as del culto a la d isciplin a de casta
y del auto ritarism o po lítico de los intelectuales d e clase m edia— hubiesen pre
ferido llevar hasta las últim as consecuencias la victoria de 1964, a p a r tir de la
prem isa de q u e la p erfid ia o b rera tien e la p eren n id ad m etafísica del dem onio.
P ero es posible pensar el fenóm eno desde u n áng ulo m ás pragm ático.
Se pu ed e sup on er q u e el m antenim ien to de u n a tasa de plusvalor elevada en
las grandes ind ustrias m odernas resulta ú til, en u n sistem a de grandes desigual
dades económicas, p ara e n fren tar la ren tab ilid ad e n sectores más débiles. U na
deseable hom ogeneización (relativa) de la tasa d e g anancia sería ob tenida, sobre
todo, a través de la in term ediación estatal. ¿Acaso la creación de “ fondos socia
les", alim entados en g ran p a rte p o r los grandes intereses, p ara el financiam iento
d e la peq ueña y m edian a em presa no sería u n a bu en a ilustración de sem ejante
interm ediación?
Recordem os, además, q u e el perfil po lítico del régim en —e n el q u e sobresale
el com prom iso de las capas altas de la clase m edia— depende en g rado notable
d e la redistribu ción masiva del plu svalor total.
Baste m encionar q u e incluso la p s , d ad a la actual correlación general de
fuerzas, tiende a ser financiada p o r los propios trabajado res y, e n p articu lar, p or
los m ejor pagados. Es m uy p ro b ab le q u e las "cargas sociales” de las em presas
—q u e representan aproxim adam ente el 40% del to tal de la h o ja de pagos sala
riales— sean transferidas a los trab ajado res a través de la com prensión salarial.
U n estudio d etallad o de la evolución de los salarios y de las cargas sociales en
las em presas clasificadas p o r tam año, y q u e tuviese en cu en ta tam b ién el au m en
to de la prod uctiv idad , tal vez p u d ie ra m ostrar esto más claram ente.
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POLÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 39S
E n la sección a n te rio r J ije algo sobre el fenóm eno del nuevo sindicalism o y
sus m anifestaciones políticas. E n lo que sigue articularé algunas consideraciones
finales sobre las form as generales d e la protesta y del cuestionam iento po pu lar,
lo q u e se ha d ad o en llam ar después del 68 europeo la "contestación”, en el
actual estado de cosas brasileño.
Es preciso, desde luego, rep etir q u e el esfuerzo no rm alizador del estado se
h a revelado relativam ente eficaz, en el sentido de q u e los conflictos generaliza
dos fu eron contenidos sin recu rrir a represiones devastadoras y genocidas de las
q u e n u estro siglo conoce num erosos testim onios. P ero es preciso decirlo con
prud en cia.
N i los acontecim ientos de 1964 son revolucionarios e n el sentido preciso de
la p alabra, n i la p s debe ser sobredim ensionada e n sus efectos.
C onviene ten er presente q u e las innovaciones del actual régim en n o d estru
y ero n radicalm ente las estructuras económicas, políticas y culturales p reexisten
tes; en eso n o se parecen a los saltos históricos q u e o cu rrieron e n otros países,
e n otros m om entos de la historia contem poránea.
Pienso en la ráp id a y b ru ta l pen etració n de capitales, técnicas y patrones de
civilización en el universo económ ico-cultural del Irá n , q u e, n o p o r ser en sí
m ism o fun d ad o en la explotación del cam pesinado y p or consiguiente con trad ic
torio, deja por ello de ser u nido , in d ep en d ien te y pro fu n d am en te enraizado en
su p ro p ia historia.
Pienso e n el dram ático choque, descrito p o r Shólojov, en tre los bolchevi
ques victoriosos, acicateados p o r todo tipo de urgencias, y el universo nacional
cosaco, q u e d io como resultado u n a sangrienta g u erra civil a pesar de la atrac
ción q u e sobre los cam pesinos del D on ejercía el m ensaje lib erta rio d e la re
volución.
E n el Brasil el m odelo económ ico actual ya era u n a realid ad e n 1964. Las
estructu ras del pred om inio económ ico y político del estado ya existían y fueron
m antenidas. L a dem ocracia fue conservada en el discurso oficial: su supresión
sería tan sólo provisoria. V la ideología del desarrollism o no sólo fue m antenida
sino reforzada.
Las innovaciones de 1961 son, antes q u e nada, políticas: se tra ta b a de des
tru ir, de u n a vez p o r todas, a la oposición nacional-dem ocrática, así como de d ar
form a a la expansión acelerada del capitalism o central en u n a región de la
p eriferia d o n d e el capitalism o ya era hegem ónico y ya estaba d o tado de u n in
m enso potencial.
El costo social de este proceso se asocia a su velocidad y al m arco histórico
p o lítico en q u e se dio: el en fren tam ien to directo con las fuerzas populares.
N o cabe sin em bargo explicar to do a través de la p s . P ero la acción social
del estado tiene ciertam ente algo q u e ver con el hecho d e q u e el polo político
un ificad or d e las insatisfacciones parciales no fue, en los últim os años, radical,
n i m ucho menos revolucionario: fue el M ovim iento D em ocrático Brasileño
( m d b ) , ah o ra desm em brado p o r el régim en.
Se reclam aba, en el plano político, la vu elta al estado de derecho, el fin de
la arb itrarie d ad , las elecciones directas. P ero todavía la p s , como m anifestación
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391 R1GIS DE CASTRO ANDRADE
del estado desarrollista, d eterm inaba en grado considerable las form as peculiares
de contestación p o p u la r que, no ob stan te la m oderación política general, exis
ten, crecen y se radicalizan.
A la norm alización incom pleta y a u to rita ria de las relaciones sociales en el
régim en vigente corresponde u n a contestación atom izada y au to afirm ativ a con
relación al estado: se m anifiesta con fuerza en tre las masas trab ajado ras u n a p ro
fun da necesidad de autod eterm inació n, como form a de d ig n id ad frente al esta
do del q u e dependen.
Es evidente la relevancia política de las dem andas sociales en u n sistem a
donde los salarios son irrisorios, do nd e muchos ni siq uiera g anan salarios, donde
el subem pleo y el desem pleo son enorm es. L a gravedad del p roblem a au m enta
en u n m arco de capitalism o dinám ico y de ineficicncia d e los servicios públicos.
E n el B rasil, la contestación p o p u la r se vuelve, en u n p rim er m om ento, con
tra el estado: co ntra el estado ineficiente, co n tra el estado violento, co n tra el
estado m ediador om nipresente.
H ab!o de una negatividad activa, q u e se m anifiesta en la m ultiplicación de
las asociaciones de b arrio y de m inorías, com ités de so lidaridad y acción com u
n ita ria de todos los tipos im aginables.
La acción de esas num erosísim as organizaciones de base se desarrolla en las
periferias urban as y en las zonas rurales, bajo el im pulso d e conducciones locales
abnegadas y to talm en te independientes del sistem a d om inante de poder. A hí se
localiza, p o r ejem plo, la ex trao rd in aria acción social de la iglesia, de inestim able
valor p ara la com unidad. Y tam bién, en p rim er m om ento, la lucha con tra el
estado a través del desconocim iento consciente de la Ley de huelgas p o r parte
de las masas trabajado ras en todos los m ovim ientos ocurridos en el país d u ra n te
los últim os años.
En cierto m odo, y con la ex trem a cautela que este tip o de proposición req uie
re, se pu ed e ver en este fenóm eno el indicio de u n a crisis larvada y p arcial del
sistem a de poder, p o r cuan to las organizaciones autónom as de los trabajadores
escapan, conform e indicam os arrib a, al sistema jurídico-político vigente, a u n
q u e n o hayan sido capaces d e fo rm u lar n in g u n a altern ativ a global.
En el p la n o nacional, según se observó en los últim os años, las masas tra b a
jado ras m anifiestan u n a conciencia social-liberal: votan a los candidatos más
aten tos a las cuestiones sociales, al p artid o de crítica radical a la dictad ura. En
el nivel local prevalecen el ap o rte hum anístico y localista de la iglesia y la agre
sividad del revolucionarism o ético, tam b ién localista (aun qu e p o r otras razo
nes) d e los pequeños grupos.
La conciencia anticapitalista y antim p erialista es em ocional, in tu itiv a, a flor
de piel, y, por lo que se observa, sin condiciones de organización en el p re
sente contexto de iniciativa p olítica de las clases dom inantes.
H ay indicaciones, sin em bargo, de q u e la contestación p o p u la r tiend e a desa
rro lla r u n a positividad alternativa, u n proyecto político propio. E n el caso de la
p o lític a social eso no im plica negar el dinam ism o de base, sino q u e significa
incorporarlo a la política de socialización de los servicios públicos y de p artici
pación en su gestión.
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EMPATE HISTÓRICO Y DEBILIDAD CONSTRUCTIVA: LA CRISIS DEL
PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOUV1A (1978-1979)
REN É A N TO N IO MAYORCA *
I. INTRODUCCIÓN
C inco presidentes en dos años, dos elecciones frustradas y tres golpes de estado,
un o de ellos el más sanguinario y patológico del q u e se tenga m em oria en la his
to ria contem poránea del país, avances y retrocesos de u n tenso e incierto pro
ceso de dem ocratización y m ovilización p o p u lar, q u e adem ás está atravesado p or
u n a p ro fu n d a crisis económ ica: todos estos hechos constituyen la expresión más
tra n sp a re n te de u n a grave crisis estatal a cuya evidencia nadie p u ed e sustraerse.
N o obstante, la superficie fenom énica de esta crisis estatal, u n a verdadera
to rm en ta p olítica rem ite a u n a estru ctu ra de fondo q u e representa u n serio
desafío al análisis científico. ¿No revelarán el extrem o dinam ism o de las fuerzas
sociales, la trem enda fragilidad institucio nal y la inestabilidad política general
u n cierto inm ovtlism o y hasta estancam iento de las fuerzas sociales y políticas?
¿No será la tu rb u len cia político-institucional la m anifestación paradó jica de u n
relativo congelam iento en la correlación de fuerzas políticas decisivas y de u n a
persistencia de form as tradicionales y anacrónicas d e "h acer política"? Sería es
[3 9 5 ]
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3% KENÉ ANTONIO MAYORCA
I I . A C E R C A D E L A C R IS IS E S T A T A L Y D E L E M P A T E H IS T Ó R IC O
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LA CRISIS DT.L PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOLIVIA 397
i Cf. René Antonio Mayorga, “El fracaso del nacionalismo populista en Bolivia", en
H.C.F. Mansilla (comp.), Problemas de la tercera vía, Berlín, Ed. Luchterhand, 1979 (en
ilemán); “ National-popular state. State capitalism and military-dictatorship in Bolivia:
1952-1975". en Latín American Perspectiva, vol. v, núm. 2, California, primavera de 1978;
también "Dictadura militar y crisis de estado”, en Cuadernos Políticos, núm. 20, México,
c r a , abril-junio de 1979.
Copyrighted n
RENÉ ANTONIO MAYORGA
3 Cf. los análisis de Cramsci sobre esta dialéctica en el caso italiano en Scrilti polilici,
Roma, Ed. Riuniti. 1971.
Copyright©
400 RKNÉ ANTONIO MAYOKCA
Para «na explicación más amplia de esta problemática, víase mi trabajo "Dictadura
militar y crisis estatal", op. rit.
* Hacia el último trimestre de 1979 la gravedad de la crisis económica se manifestaba
con las siguientes dimensiones: serio desquiciamiento del aparato productivo de las m.1s
importantes empresas estatales (Corporación Minera de Bolivia, Yacimientos Petrolíferos Bo
livianos), descenso notable de la producción minera (estarto: 16%) y del petróleo, déficit
de la balan» de pagos estimado en 350 millones de dólares, enorme déficit del sector pú
blico calculado en 600 millones de dólares, creciente lasa inflacionaria que alcanzó al 30%
y una deuda externa contratada de 3 100 millones de dólares. Consúltese i A lin American
Fxonomic Report, vol. vil, núm. 35, Londres, septiembre de 1979: Coyuntura, núm. 29. La
Paz, septiembre de 1979.
8 Esto no quiere decir que demos por supuesta una identidad total y una continuidad
simple entre las dictaduras militares de Barrientos y de Banzer. Existe una continuidad bá
sica en términos de la política antipopular y de la política económica. Las diferencias se
ubican a nivel de una mayor consistencia del bloque de poder, de la relación más institu
cionalizada entre los grupos empresariales más importantes y el aparato estatal, un manejo
más "sofisticado" de la ideología populista y nacionalista, un avance rápido de la corpo-
rativización de los intereses militares, entre otros rasgos, en la dictaduia de Banzer. Véase,
para mayores detalles, mis artículos antes citados.
404 RF-NÍ: ANTONIO MAVoRCA
la fuerza aérea, P ered a da u n golpe de estado: era la única altern ativ a ab ierta
p ara sostener el bloque de p o d er en las condiciones establecidas po r la estrategia
inicial d e las fuerzas arm adas. Esto no q u ie re decir q u e el golpe de estado fuera
el resu ltado de la decisión concertada en tre B anzer y Pereda p ara resolver )a
situació n creada p o r su d erro ta electoral. E n realid ad, en tre el cand idato p ro
h ijad o p o r Banzer y este mism o surgieron serias divergencias y fisuras. Banzer
a len tab a el p rop ósito de presentarse com o can didato en nueva ro n d a electoral
desplazando así a Pereda. Pereda desaloja v io lentam en te a Banzer del gobierno,
lo cual era u n a m an era d e en c arar el p rob lem a cen tral de asegurar el po der
económ ico y las relaciones de dom inació n establecidas en la larga d ic tad u ra
de Banzer.
N ad a p erm itía sup on er q u e el régim en m ilita r de P ereda fuera a su p erar su
precariedad y fragilidad. S ustentado en u n a p aro d ia de frente de p artid os in
significantes, su espúreo o rigen lo conden aba al rechazo d el m ovim iento p o p u la r
y de las organizaciones políticas más poderosas. P ero tam poco co ntaba con el
respaldo u n ita rio y am plio de las propias fuerzas arm adas, ya divididas in tern a
m ente p o r la polarización política del país y p o r las divergencias en to rn o a las
vías de salida de u n a insostenible situació n de conservación d el p o d er om ním odo
y desgastado de los m ilitares. E n el impasse de po der provocado p o r el fraude y
p o r la an u lación de las elecciones, el frágil ascenso al go biern o del tosco general
P ered a se explica p o r el aprovecham iento de las diferencias in tern as de las
fuerzas arm adas en u n contexto crítico de agudización y p eligro del proceso d e
m ocrático, en el cual las fuerzas po pu lares y fu nd am entalm ente la cob no esta
b an en condiciones n i políticas n i organizativas de d eten er el go lp e m ilitar e
im p o n er el reconocim iento del triu n fo electoral de la u dp . P o r o tra p arte, la
vigencia in d iscutible del axiom a político sustancial de las fuerzas arm adas, d e ri
vado de la experiencia tra u m ática de su d e rro ta a m anos de los trabajado res
m ineros y fabriles en la revolución d e 1952, hacía posible el asalto sorpresivo
del p od er sorteando la oposición del g ru p o d e oficiales q u e alen tab a n el reto rno
d e las fuerzas arm adas a sus cuarteles. Este axiom a consiste en la preservación
incontestable de la u n id a d institucional frente a cu a lq u ier am enaza real o posi
ble de disolución o desintegración q u e p u ed a em erger del m ovim iento po pu lar;
debe hacer posible d irim ir las divisiones o divergencias in tern as en u n a in s titu
ción estatal pro fu n d am en te perm eada p o r las contradicciones políticas de la n a
ción. Pero, com o suele suceder con principios metafísicos, la preten sión de
id e n tid a d abso luta produce inevitablem ente antagonism os y se convierte en
o rigen de divisiones insoslayables. En tod o caso, !a obsesión m ilitar h a deve
n id o precisam ente en u n in strum ento d e ch a n taje de la acción golpista de oficia
les "audaces” q u e o b tien en el control de algunas un idad es m ilitares p ara luego
a rra stra r al c o n ju n to de las fuerzas arm adas con el p retex to de ev itar la división
in te rn a y salvaguardar la m an id a u n id a d in stitu cio nal. Esta historia, q u e ya
se perfila con el fru strado golpe de estado del general M irand a co ntra el general
O vando en octubre de 1969, se rep ite con P ereda y ad q uiere dim ensiones p a ra
noicas con el golpe de N atusch Busch, autocalificado de m ovim iento izqu ier
dista, nacio n alista y antim perialista.
Es im prescindible insistir un poco más en la ideología d e las fuerzas arm adas
406 KCN& ANTONIO MAYOKGA
* Es decir, dentro del marco ideológico global, el principio catalizador que integra
tanto a la tendencia de derecha fascistizante como a la tendencia institucionalista es el de
preservar la unidad institucional. El profundo temor a una eventual repetición de la des
trucción de las fuerzas armadas los une frente a los partido* de izquierda y la con. Son las
distintas tácticas de confrontación y/o neutralización de éstos la linea divisoria entre
las facciones militares. Por lo demás, la unidad institucional no implica integridad o consis
tencia de mando en la totalidad de las fuerzas armadas. Se trata, casi siempre, de una uni
dad ilusoria y elusiva a nivel de los altos mandos. No puede ser de otra manera en una
sociedad en la cual todas las instituciones de la sociedad política y civil están sacudidas
por la crisis. Por estas razones, estos principios ideológicos y los discursos políticos que
suscitan en las fuerzas armadas, no emanan de sí mismos; son “segmentos discontinuos cuya
función táctica no es uniforme ni estable" y dependen de la propia correlación de fuerzas
que define su "polivalencia táctica”. (Mkhel Foucault, Historia de ¡a sexualidad, México,
Siglo XXI. 1978, p. 122.)
408 R E S É ANTO NIO M AYORGA
Cop
LA CRISIS DLL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOUVIA 409
9
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410 HF.NÉ ANTONIO MAYOUCA
18 Sergio Almaraz, Para abrir el diálogo, La Paz, Ed. Los amigos del libro, 1979, p. 57.
LA C3USIS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN SOLIVIA 415
I.a fortaleza y la preem inencia de los sindicatos com o instru m entos de organiza
ción y m ovilización en la lucha de clases obedece en g ran parte y es correlativa
a la deb ilid ad y a las deficiencias d e los p artid os y frentes de izquierda. Sería
u n a tarea sustancial de investigación averiguar las causas históricas específicas
y las im plicaciones políticas de este p arám etro fu nd am en tal de política nacional.
Baste señalar que, en las coyunturas cruciales de confrontación en tre el m ovi
m ien to p o p u la r y el estado d ictato rial, fu eron los sindicatos y su m áxim o org a
nism o, la cob , los instru m entos decisivos. L a crisis de noviem bre fue u n a demos
tración reiterad a de la vigencia política del sindicalism o. Sin la c ob , la resistencia
al golpe m ilitar h ab ría fracasado inexorablem ente.
C om o ya hem os señalado, la cob , h a desarrollado u n a enorm e capacidad de
oposición, resistencia y veto a los proyectos d ictatoriales de las clases d om inan tes
y de las fuerzas arm adas. E n dos años el m ovim iento p o p u la r d esbarató dos serios
inten tos de supresión del proceso dem ocrático, lo q u e es ya en sí u n a verdadera
hazaña histórica. P ero su línea y fuerza de avance h a estado, sin em bargo, m ar
cada p o r u n a noto ria in capacidad p a ra su p erar las situaciones d e em p ate y de
eq u ilib rio catastrófico, hab ien d o sido hasta ah o ra d etenid a en "el u m b ra l” del
poder. Suficiente p ara hacer recu lar la política m ilitar de control o m ním odo del
pod er o d e conversión seudodem ocrática del p o d er m ilitar, la fuerza p olítica de
la cob no es la construcción del sujeto p olítico transform ador, d e la p rop uesta
de u n a altern ativ a orgánica y de la co nquista del poder. Y es q u e las crisis esta
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LA CRISIS DFI. PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN SOLIVIA 417
2« Frente a la crisis del sistema de partidos, el papel político del movimiento sindical
es fundamental. Compartimos la apreciación de Juan Carlos Portantiero que destaca al sin
dicalismo en su calidad de 'instrumento” y “centro de agregación política", que continuaría
"apareciendo globalmente como la forma principal de la identidad sociopolítica de los
trabajadores y expresando mejor que otros la voluntad de resistencia de las masas". Cf.
"Notas sobre crisis y producción de acción hegemónica”. Ponencia presentada en el semi
,
nario del Instituto de Investigaciones Sociales de la u n a m incluida en este libro, pp. 279 ss.
RE.NÉ ANTONIO MW ORCA
cional.
N o se tra ta de p o n er e n d u d a o de subestim ar la existencia y la profu nd a
im plan tació n de la con com o eje verdadero del m ovim iento p o p u la r y como
organización real de la m ayoría nacional e n to rn o a la clase obrera. L a cuestión
central es más bien, y a ello a p u n ta n estas reflexiones sobre la deb ilid ad cons
tru c tiv a de las clases populares, q u e la concentración de las fuerzas nacionales,
la form ación tendencial del sujeto político concreto a través de la con, qu e cons
titu y en dos aspectos esenciales de la lucha p o r la hegem onía, están restringidas
p o r la ausencia del núcleo ideológico-político fund am en tal: la estrategia alter
nativ a del m ovim iento p o p u la r, la construcción de u n a visión integral del
d esarrollo nacional fun dad a en la hegem onía, es decir en la dirección real de
u n proyecto encarnado en la vo lu n tad colectiva organizada d e transform ación
socialista.
P lan tead as las cosas en estos térm inos, no sería n ad a convincente, au n q u e
fuera deseable, a trib u ir a la con el carácter de u n blo qu e u n ita rio o toda p ru e
ba. Ideológica y políticam ente la c ob n o está n i podría estar exenta d e am bigüe
dades y contradicciones. Es necesario considerarlas p ara estim ar las probables
perspectivas del desarrollo de la correlación de fuerzas y del proceso de dem ocra
tización.
En p rim er lugar, la crisis de hegem onía de los p artidos de izquierda ha
o b ligado a la cob en la actual coy un tu ra a asum ir la función p olítica más
em in en te en el cam po po p u lar, si b ien esta característica es u n d ato histórico
fund acio n al de esta organización. Sin em bargo, al abarcar tareas multidimensio*
nales en lo sindical y político, la articulació n d e las acciones a am bos niveles
ha sido bastante ard u a e incluso im posible en su dim ensión estratégica. En la
D eclaración política del v Congreso de la con e n mayo de 1979 se recoge ab ierta
m ente el objetivo estratégico, proclam ado en form a reiterada en los docum entos
fundam entales del sindicalism o boliviano, d e la conquista del socialismo como
"aspiración irrenu nciable” del m ovim iento p o p u la r, conquista q u e debe alcan
zarse a través de la lucha p o r el ensancham iento de la "brecha dem ocrática” y su
articu lació n con u n proceso de transición al socialismo.2,1 A hora bien, las tarcas
y necesidades prácticas inm ediatas en las fases iniciales de esta coyuntura pusie
ro n en el p rim er plano la reorganización sindical, la reivindicación salarial y
la defensa del proceso dem ocrático. En las difíciles condiciones de la transición
dem ocrática q u e exigían u n a lucha en varios frentes sim ultáneos, la política de
la co n concentró sus fuerzas en estos objetivos y con g ran éxito a nivel de la de
fensa del proceso dem ocrático, pero sin p o d er insertarlos concretam ente en los
hechos en una visión integradora de la lucha dem ocrática “y” socialista. Como ya
hemos ap u n tad o , u n a estrategia específica, q ue trascienda los enunciados ge
nerales, de articulación de la dem ocracia y el socialismo, sim plem ente no existe
a ú n ni se la vislum bra en su ju sta dim ensión com o provecto a realizarse. N o
sólo b u en a parte d e los partidos de izquierda, sino tam bién tendencias anarco
sindicalistas y trotskistas de la cob tien d en a desconocer o a m inim izar esta ne
25 Cf. Guillermo Lora (comp.), Documentos políticos de Bolivia, La Paz, Ed. Amigos
del Libro, 1970; y la "Declaración política" del v Congreso de la c o b de 1979, en Cuader
nos de Marcha, núm. 3, México, 1979.
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LA CRISIS DEL PROCESO DF DEMOCRATIZACIÓN EN BOUV1A 419
p lica p ues u n a dob le dem arcación p olítica: se traza lím ites claros frente a cual
q u ie r estrategia de participació n, apoyo o acuerdo con relación a regímenes
burgueses o a los considerados pequeñoburgueses (po r ejem plo, el gob ierno del
general T orres); al m ism o tiem po, se rechaza y excluye q u e algún p artid o de
izquierda p ued a asum ir la dirección de la cob . E s esta posición de fondo donde
convergen las tendencias anarcosindicalistas y trotskistas del m ovim iento obrero.
Su g ra n arraigo debe atribuirse a la p en e tran te influencia q u e ha te n id o la
fracción trotskista de Lora en las últim as décadas en la definición de la política
e ideología de la cob . En la práctica su línea sindicalista-obrerista n o cae obvia
m ente en las redes del p u ro reivindicacionism o económico, pero la dob le deli
m itación anti-gobierno y anti-partido ciñe su espacio de proyección y acción p o
lítica. De esta m anera, a u n q u e existe u n entrelazam iento sindicatos-partidos de
izquierda, la política concreta de la c o b se ha g uiad o definitivam ente p or la
m áxim a d e la auto no m ía sindical. N o es el program a o la línea táctica de los
p artidos los q u e d eterm in an esta política. Sus p autas siguen u n a lógica que,
surgida d e la pu g n a in terp artid ista y d e la aplicación consecuente de esta au to
nom ía, n o perm ite la reducción a las posiciones específicas de los partidos.
A n uestro criterio, las raíces históricas d e esta línea m aestra d e la cob se
ubican, p o r u n a p arte, en la frustración histórica del m ovim iento p o p u la r d u
ra n te el cogobiem o del m n r y la c ob , etap a en la cual esta ú ltim a se erigió en la
base social y política fu nd am ental del m n r y se som etió en los hechos a la direc
ción ideológico-política de este p artid o ; p o r o tra p arte, en la fragm entación de
los p artidos de izquierda, su inorganicidad, la crisis crónica de su p olítica e
ideología, y en su peso relativam ente inferior en la conducción de las luchas p o
p ulares; todos ellos factores q u e co ntrastan con la experiencia de lucha u n itaria
b ajo la dirección de la cob . Al parecer, la conclusión q u e se im pone de lo dicho,
es la siguiente: m ientras en la escena de los p artidos tod o es dispersión y m u lti
plicación de ideología y organizaciones "a rb itra ria s'’ en el sentido gram sciano,50
sólo la cob puede ser. no ob stan te sus lim itaciones, la g aran tía de la acción
u n ita ria de las clases populares.
D e im portancia radical en la resistencia co ntra la dic tad u ra de Banzer y con
tra el golpe de estado de N atusch Busch, la política de la au ton om ía sindical
acarreó consecuencias m uy negativas en la oposición cerrada a gobiernos q ue
p rop iciaro n ap ertu ras políticas. Es decir, sirvió p ara sustentar ideológicam ente
prácticas radicalistas y m axim alistas de lucha y p a ra co nd en ar ap rio ri la p o líti
ca "peq ueñobu rgu esa" restringiendo peligrosam ente el espacio posible de pro-
fundización dem ocrática. El m axim alism o de esta posición rechaza casi ab ovo
Co
LA C R ttlS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOUVIA 42 1
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E L E STA D O C O N T R A LA SOCIEDA D :
LAS RA ÍCES DE LA R EV O LU C IÓ N N ICA R A G Ü E N SE
EDELBERTO TORRES-RIVAS
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426 i'DF.LBfRTO T0RRES-R1VAS
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428 EDEI.BERTO TORRES-RIVAS
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las r a íc e s d e i j \ r e v o l u c i ó n n ic a r a c O e n s e 4 3S
1952 y con Somoza D ebayle e n 1970. P ero esos pactos no era n negocios en tre
iguales sino com plicidades siem pre oscuras de las q u e salió gananciosa la dic
tad u ra.
T a m p o co el viejo P artid o L ib eral p u d o m a n ten er su u n id a d y su prestancia
p olítica. U n a fracción, m ayoritaria p o r cieno , apoyó el golpe de estado de So-
moza G arcía co ntra el presidente Sacasa (tío suyo) y lo acom pañó e n su elec
ción y com o p residente constitucional (1937-1943). Ése fue el P artid o L ib eral
N acionalista. O tra fracción lib eral, el llam ado P artid o L iberal In d ep en d ien te, se
m a n tu v o siem pre en la oposición. El estado d e ánim o q u e d iv id ía d e m anera
vertical la estru c tu ra social en tre liberales y conservadores, a veces con ese odio
elem en tal d e la pelea fam iliar, se rom p ió p o r vez p rim era con el alineam iento
m ilita r de Sandino, y luego con la creación del F ren te S andinista de Liberación
N acional. A m bos son m om entos im p ortantes de esa crisis, y el F ren te Sandinis
ta la expresión conspicua de su superación.
P a ra la m ejor caracterización del p o d er som ocista y del estado q u e funcionó
d u ra n te este largo perío do d e la vida nicaragüense es necesario realizar algunos
cortes analíticos en esa historia. C onviene distin g u ir el p erío do de consolidación
d e la d ic tad u ra p a ra e n ten d er la n aturaleza estatal de la mism a; en esta p rim era
etap a, com o en la de su desarrollo con la segunda generación de Somozas, a p a
rece visible la com plicidad del im perialism o n orteam ericano com o u n a cons
ta n te q u e sólo te rm in a con su d erro ta e n ju lio d e 1979. Y tam b ién la reiterad a
colaboración de diversas fracciones burguesas, cada vez más constituidas. Veamos
tales etapas.
a] 1.a consolidación de la estru c tu ra d ic tato rial se prod uce precisam ente po r
el efecto d e dos m om entos críticos: las consecuencias de la crisis m u n d ial de
1930, q u e en N icaragua tuv o u n efecto desorganizador de la v ida económ ica
de largo plazo al q u e se sum aron las consecuencias p ro fu n d am en te destru cto
ras de las fuerzas productivas, de la g u erra d e liberación sand in ista (entre 1927-
1933). L a sociedad nicaragüense se m an tu v o estancada d u ra n te este p eríodo y
sólo hacia principios de la década de los cu a re n ta los cultivos de g u erra (cau
cho, m adera, aceites esenciales) y u n a am pliació n del volum en ex p o rtab le de café
em pezaron a reactivar su econom ía, ta n largam ente paralizad a. Este periodo
coincide con la etap a de consolidación d e regím enes m ilitares au to ritario s en
C cntroam érica y el Caribe, con el apoyo no rteam ericano, com o el ex pediente in
m ediato p ara estabilizar a la región. El p rim er p eríodo de Somoza fu e estable
p o rq u e form ó p a rte de esa estrategia co ntin ental.
O bviam ente, la d ic tad u ra no se m o ntó sobre ta l condicionam iento externo;
éste sólo fue la condición necesaria p a ra q u e los factores interno s o p erara n ple
nam ente. L a tra d ició n política del país, su atraso económ ico y cu ltu ral, la p re
sencia de u n a institu ción coherente y m odernizada com o la G u ard ia N acional,
la com plicidad de bu en a p a rte d e la o lig arq u ía y, p o r supuesto, los apetitos
personales de Somoza, constituyeron la condición suficiente.
Así, la estru c tu ra del p o d er au to rita rio , q u e tiene raíces históricas, en c u en tra
en el desastroso clim a d e la crisis de la década d e los tre in ta u n abo no q u e vi
goriza aquellas raíces; en esa situación d e desorganización p ro fu n d a d e la vida
social, re tira d a la m a rin ería norteam ericana, la sociedad nicaragüense e n tra en
454 10ELBLRTO TORRÍS-RIVAS
l Anastasio Somoza García fue nom brado general, en el m arco d e la más atrasada tra
dición m ilitar, p o r el general liberal M oneada. Sus servicios profesionales fueron de otra
naturale*a; su bilingüism o prim ero y su m atrim onio después lo alejaron siem pre d e la
línea d e fuego para situarlo desde 1927 com o funcionario de la cancillería. ¡Es p o r eso que
se le llam a as(l
LAS RAÍCES DE L A REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE 435
p rim era y segunda reelección de Somoza G arcía (1943 y 1951) q u e term in a con
su m uerte, e! 21 de septiem bre de 1956, precisam ente cuando ya h ab ía sido pos-
íII L'l(1(J POr tercera YSS pVF su ^ a r t^ ° Liberal p ara la presidencia. E n este p e
río d o aparecen las lim itaciones y potencialidades de toda estru c tu ra J e poder
centralizado, au to rita rio y personalista. T o d o lo q u e se h ará después de su
m u erte p o r p a rte de los herederos es llevar hasta sus lím ites la n aturaleza sui
generis de esta atroz d om inación de clase. C on la finalización d e la g u erra m u n
dial se consolidan las raíces económicas de Somoza; en correspondencia con la
naturaleza agropecuaria de las diversas fracciones de la o lig arq u ía nicaragüense,
Somoza se coloca en el seno de las mism as com o su m ás im p o rtan te figura.2
Fue en su m om ento el ganadero más im p o rtan te de N icaragua y d isp u tó con los
grandes prop ietario s tradicionales de León y G ranad a la prim acía como cafeta
lero. C om pitió con ventaja en el m ercado p o rq u e desde el inicio confun dió sis
tem áticam ente el ejercicio del p o d er y la adm inistración p ú b lica como un asun
to personal. A p a rtir d e entonces, explotó su p o d er político como útil com ple
m ento de su pro p ied ad privad a. Sobre este p u n to , en el q u e algunos h an q u erid o
ver u n p o d er p atrim o n ial sólo explicable en el seno de u n a sociedad prccapi-
talista, poco diferenciada, volveremos más adelante.
Es im p ortante o tro rasgo que ju n to con el a n te rio r pero m anejado en la esfe
ra sem iautónom a de "lo político”, com pleta la n atu raleza estatal q u e estamos
tra ta n d o de d efin ir. L a o ligarquía tradicio nal conservadora no se liq u id ó como
clase n i com o sujeto político; no fue derro tad a ni p o r la expansión del cap ita
lism o agrícola, tardío , n i p o r su exclusión del gobierno, después d e 1927. P erdió
los favores personales, la sim patía, de los funcionarios norteam ericanos encar
gados de la relación con N icaragua; p ero siem pre h u b o algú n g ru p o del P artido
C onservador en la oposición, así como ta m b ié n h ub o o tro p ara p actar y resolver
en !a negociación las diferencias de intereses q u e los d istanciaba. En las mayores
coyunturas críticas, com o g ustaba rep etirlo Somoza viejo, es necesario p actar
con los conservadores.
E n este rasgo bip artid ista reside lo q u e califica al régim en político. La p re
em inencia lib eral te m ontó en la constitución de u n p artid o oficial q u e fue como
u n apéndice bu rocrático del mism o estado. Sus funciones expresivas de rep re
sentación, canalización de intereses, legitim ación p o r consenso real o atribu ido ,
etc., fueron siem pre funciones menores. En la p ug na in trao ligárq uica o e n las
fracturas inevitables de la burguesía local, los p artido s tradicionales fueron siem
p re los actores del juego político. Es im posible y desesperante seguir la pista de
las divisiones internas, recom posiciones, alianzas y traiciones que te jen la red
d e lo q u e fue la vida política d e N icaragua bajo los Somoza. AI juego político
legal y público só!o se e n tra b a con careta liberal o m áscara conservadora; como
consecuencia, las reglas del juego fueron d e u n bipartid ism o elitista, en tre iguales
de clase, pero con desiguales o p o rtu nidades p a ra llegar al gobierno. Así, nunca
prosperó n i u n p a rtid o socialdem ócrata n i u n o socialcristiano y menos los de
ten d en cia m arxista. D e nuevo, el F ren te Sandinista vino a ro m per este anillo
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436 l'DFC.BfRTO TO R SIVR IVAS
latin oam ericano de la época oligárquica. P ero lo fue d e m an era extem poránea,
si así p u d ie ra decirse, pues se consolida a p a rtir de 1940 cuando la declinación
de sus homólogos latinoam ericanos era evidente. E n N icaragua la crisis de la
dom inación o ligárquica se disolvió en u n proceso d e o tra naturaleza. V hab ría
q u e agregar q u e el estado q u e le corresponde no se consolidó n u n ca plenam ente,
a la m anera com o se le en contró en la histo ria concreta d e Costa R ica o Gua-
tcm a!a/E I Salvador.
E n efecto, d u ra n te el período “constitucional” de Somoza I, los precios del
café au m en taro n , y p ara 1946 se h ab ían m ultip licad o p o r siete. Según relata
W heelock,8 la Ley de m edición de tierras, en suspenso hasta 1950, se pone n ue
vam ente en m ovim iento, y la venta y adjudicación de terrenos baldíos ju n to a
procesos d e vio lenta ex propiación cam pesina n o sólo extien den la fro n te ra agrí
cola com ercial, sino q u e alteran el paisaje d e la trad icion al agricultu ra del
Pacífico h úm edo d e N icaragua. P ero es el algodón y no el café el p ro du cto q ue
favorece el g ran m om ento del capitalism o en el país. E fím ero p ero vigoroso
triu n fo de la ag ricu ltu ra de exportación y, con ello, consolidación ta rd ía e in
com pleta de u n a burguesía que no alcanza a serlo p o r el ciclo político en q ue
ese crecim iento se inscribe.
E l boom algodonero desarrolla el ciclo del capitalism o agrícola y lo lleva a
niveles d e acum ulación com o nu n ca antes conoció la burguesía local. E n el
lapso de doce años el ochenta p o r ciento de la tierra cultivable del Pacífico se
volcó al cultivo algodonero (250 000 m anzanas) con u n ritm o de crecim iento del
e n los prim eros seis años. E n tre 1950 y 1972. año del terrem oto, el café
sólo au m en tó de 17.3 m illones de dólares a 32.9 m illones como valor exportado;
en ta n to q u e el algodón aum entó de 1.8 a 62.2 m illones d e dólares.7 T am b ié n
aparecieron el ganad o y la caña de azúcar como productos q u e tran sform aro n
su stancialm ente el orden económ ico nacional.
Los hechos de la v id a económ ica q u e recibieron u n vigoroso im pulso con la
m odernización de la agroexportación prim ero , y con las o p o rtun id ades indus
trializantes del M ercado C om ún después, califican de o tra m an era el escenario
po lítico en el q u e se produce la circulación fam iliar de esta d in astía plebeya.
E n febrero de 1957 fue electo, con la sospechosa m ayoría q u e to do fraud e bien
hecho exige, el ingeniero Somoza; como es usual siem pre h u b o u n candidato
conservador, esta vez el D r. E dm undo A m ador, p ara restablecer los térm inos de
la sim ulación dem ocrática. E n 1963, im posibilitado ta n to po r el pro fu n d o males
ta r in tern o como p o r la oposición norteam ericana, el P artid o L iberal N aciona
lista se vio com pclido a p ro poner u n a ca n d id atu ra civil, la de R ené Schick,
an tig u o asalariado de Somoza, q u e concurrió d erro tan do a su rival en u n a p ro
p orción de 10 a 1. Esta vez, el conservador perdidoso fue el Dr. Diego M anuel
C ham orro. E n este interregno, q u e no d esvirtúa la n aturaleza h ered itaria del
poder de la fam ilia, Luis Somoza retu vo la je fatu ra del p artid o y A nastasio J r.
la de la G uardia.
* J . W heelock R ., Im perialism o y dictadura: crisis de una form ación social, México, Si
glo X X I. 2a. ed., 1978, p. 82.
T E n 1972, el algodón representaba el 25% del to tal d e las exportaciones d e N icaragua,
la c a in c el 15% y el cafe solam ente un 13%. Véase el inform e del Banco C entral d e 1972.
LAS RAÍCES DE L A REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE 459
E n toda esta etap a q u e estamos resum iendo, hay dos conjuntos de fenóm enos qu e
conviene analizar po rq u e siendo “ variables” de cu alqu ier m odelo de po der dicta
torial, su p erm anencia en la historia nicaragüense los convierte en rasgos pro
pios de la sobrevivencia del estado. U no de ellos, el m ás genérico, es la im posi
bilid ad de co nstituir u n poder legítim o q u e sea al m ism o tiem p o legal. L a teo
ría liberal acepta esta dicotom ía, como a ta n d o hab la d e "leyes de excepción”
q u e buscan resolver el últim o de esos requisitos. La distinción en tre legalidad y
leg itim id ad como un problem a q u e alu de a la n aturaleza de u n pod er q u e so
brevive en el cum plim iento m ínim o de las reglas form ales del o rd en liberal no
hace sino p la n tear el problem a mayor: ¿puede u n a d om inación p olítica ap o
yarse en u n a estru ctu ra incapaz d e legitim arse en el transcurso del tiempo?
L a d ic tad u ra es, p o r definición, ilegítim a; p ero desde la tradició n helénica
p o dría ser legal, justificada como u n caso d e excepción an te circunstancias a n o r
males. Sobrevive como u n a m alform ación tra n sito ria y, cu ando ello ocurre, hay
m ecanism os norm ales de read aptació n y ajuste. T a m b ié n sabem os q ue la d ic ta
d u ra to talitaria del fascismo creó su p ro p ia legalidad, como u n sistem a norm a
tivo autorreferido . L a legalidad del estado es u n asun to tautológico pues p o r
definició n su existencia com o estado es siem pre legal en el sentido de q u e el
m ism o se o rig in a en u n a vo lu n tad norm ativa, constituyente. P ero e n la tra d i
ción burguesa, el estado pu ed e no ser legítim o. Éste es u n concepto relacional
y a p u n ta específicam ente a contenidos más sustantivos. El problem a de la legi
tim id a d es u n asunto genérico de intereses d e clase, de d a se do m inante. N o
pued e h ab er u n pod er burgués q u e en el m an ejo de los asuntos generales de la
sociedad coloque al estado en u n a ac titu d de perjuicio de los asuntos p a rtic u
lares de la clase.
El problem a de la base legal del estado somocista se resolvió a lo largo del
casi m edio siglo de su funcionam iento a través d e u n a reiterad a violación y re
com posición norm ativa. Casi inm ediatam en te después de la p rim era elección de
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LAS RAÍCES DE L A REVOLVCIÓN NICARAGÜENSE 441
El somozato desarrolló el capitalism o en N icaragua y éste aburguesó antes
q u e nada a la fam ilia y luego se am p lió al círculo d e am igos y servidores más
próxim os. Al fin al de esta historia había en el país unos veinte generales cuyo
capital se h a calculado, com o prom edio, e n unos dieciocho m illones de d ó la
res. E ra u n co n ju n to em presarial im po rtante. Los mecanism os de este proceso
se parecen —pero sólo form alm ente— a aquellos procedim ientos q u e el g ran
visir po n ía a disposición del círculo estrecho de sus favoritos p ara prosperar.
C om o estos procedim ientos estaban acom pañados de u n alto g rad o de violencia
física y a rb itra rie d a d y, además, era n percibidos siem pre com o concesiones p er
sonales del califa, se creó u n a estructura de lealtades q u e recuerda el juego p a
trim o n ial d e la dom inación feudal.8 L a adm inistración d e las cosas públicas, en
este contexto p articu lar, es el gobierno d e los asuntos privados. P or eso se tuvo
la im presión, desde cualq uier ángulo, de q u e la nación era gob ernad a con la m o
ra l sultancsca d e q u ie n dirige lo p ro p io y po r derecho propio.
El elem ento decisivo d e la nueva situación es q u e con el crecim iento del
p o d er y la riqueza de la fam ilia Somoza creció tam bién u n a im p o rtan te bu rg u e
sía local en el in terio r de las form as tradicionales de la situación precedente. La
riqueza d e los cafetaleros, ganaderos y com erciantes, m a n teniend o su m em brete
ideológico, se convirtió tam bién en cap ital in du strial y financiero. P ara q u e ello
fuera posible concurrieron dos factores del origen ex tern o: la dem anda del algo
d ón y la inversión de capital ex tran jero e n las in du strias del M ercado C om ún.
L a exportación algodonera que ta n ex trao rd in aria im po rtancia tuv o p ara la
renovación del orden tradicional en el país tuv o tam bién consecuencias políticas.
Recordem os que se tra ta de u n cultivo an u a l q u e constituye una típica em presa
aven turera, de carácter especulativo. R equ iere u n nuevo sujeto productivo, m o
d ern o, gcrencial, capaz de re u n ir en u n m om ento d ad o los factores productivos
preexistentes. Y p ara ello su im plantación y desarrollo no pu ed e hacerse al m ar
gen del estado y sin su protección. El algodón en C entroam érica surge como u na
fibra política de exportación. El auge d e su cultivo e n N icaragua req u irió de
todos los m ecanism os crediticios, legales y de fuer7a q u e el p o d er pone a disposi
ción de esa burguesía av enturera, o p o rtu n ista, aten ta a las señales del m ercado
p ara cam b iar de ru b ro y sensible p ara la concesión política. N uestra o p in ió n es
q u e con el algodón no podía constituirse u n a burguesía ro b u sta y durad era,
sino u n capital av enturero e itin era n te q ue, altam en te concentrado, concurrió a
fo rm ar el capital financiero.
El o tro factor es la inversión d e las em presas transnacionales y en general
del cap ital ex tran jero en la ind ustria m an ufactu rera, que aparece en cualq uiera
d e sus m odalidades; desplazam iento de em presarios locales, asociación con ellos
p ara su m odernización inm ediata o im plan tació n directa. A unque N icaragua no
resu lta p articu larm en te beneficiada en el inicio del proyecto integraciónista,
8 Sólo recordem os, como ejem plo, que Anastasio II fue director d e la Academ ia M ilitar
violentando lodos los reglam entos del escalafón m ilitar y pasando sobre la au to rid a d , el
prestigio y la antigüedad d e doce generales. ;C óm o explicar q u e Anastasio III, el chigüfn,
a lo» 27 artos fuese m ayor d e la G uardia Nacional y tu vicia dos ayudantes generales? Ejem
plos d e esta extraña lealtad m ilitar p o drían traerse p o r centenares, pero es en este marco
com o se explica q u e la G uardia N acional haya perm anecido fiel al jefe.
412 F.DF.fJiFRTO TORRFS r.lVVS
1. E L C O N CEPTO DE H EG EM ONÍA
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I.CS TRABA JADORES V L A LU CH A POR L A HF.Cr.MONÍA E N A M ÉR ICA L A TIN A 445
I I . A L G U N A S CARACTERÍSTICAS CONCRETAS
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410 PA BLO CO NZÁLLZ CASANOVA
Las "visiones del m u n d o ” del conq uistado r ibérico, y de sus herederos crio
llos, se m ezclan con la de las burguesías nativas, y con las d e funcionarios y
voceros del nuevo im perio. Del colonialism o cu ltural se pasa al neocolonialism o
cu ltu ral, del som etim iento con la hegem onía hispánica o lusitana —q u e sacra-
liza m ediante símbolos religiosos la autoritas de amos y señores, ofreciendo a
sus súbditos el "m ás a llá"— se pasa a im po ner visiones de! m un d o hasta que
las masas llegan a creer e n "el Progreso” y "la Civilización” o en “el D esarro
llo", o e n q u e al menos los principales cuadros y organizaciones dirigentes lo
creen. En la fábrica, la plaza y el estado, la clase o b rera n o sólo recibe el doble
im pacto "tra d icio n a l" y "m oderno ”, el de la an tig u a oligarq uía y el de las n u e
vas burguesías y el im perialism o, con prelados, locutores y publicistas que
ac tú an en com pleja red de propaganda fid e y comerciales, sino q u e recibe u n
tra to o en tren am ien to especial en escuelas de cuadros m ontadas ad hoc, como
el In s titu tc o f Free Labor D evelopm ent, q u e en menos de diez años gastó alre
dedo r de 100 000 000 d e dólares p ara form ar dirigentes obreros.
La c u ltu ra colonial y neocolonial existe e n form a dram ática. Se m anifiesta
incluso en los actos de rebelión, en el p ro p io p ensam iento revolucionario. D a
lugar al m ism o tip o de errores que la lucha contra el im perialism o. Puede
aparecer como objetivo único y deriv ar en la falsificación chovinista, q u e oculta
la lu ch a de clases in terna, o su stitu ir u n auto ritarism o cu ltu ral p o r o tro , en
nuevos som etim ientos irreflexivos, incapaces de cap tar la riqueza concreta de la
luch a de clases intern acional e in tern a a p a rtir d e posiciones y decisiones real
m ente revolucionarias, prácticas, acum ulativas, destinadas a alcanzar u n a ver
d ad e ra hegem onía nacional, p o p u la r y de clase q u e incluya la ap rop iación crítica
de la cu ltu ra lib erad ora, en sus m anifestaciones superiores, científicas y técnicas,
así como la rein terpretación y revalorización de las cu lturas som etidas, coloni
zadas, cam pesinas y obreras, o de clases medias.
Los partidos y organizaciones socialistas q u e privilegian la lucha con tra la
burguesía local difícilm ente logran hegem onizar las fuerzas si no se p la n tean
tam bién la cuestión nacional, la liberación nacional. Ésta y la lucha co ntra el
tiran o constituyen los principales móviles de unificación de u n a sociedad alta
m ente heterogénea, q u e vive las hum illaciones del colonialism o y las d ictaduras
en form as perm anentes, m ás duras q u e las del tra b ajad o r y el p ueb lo m etro po li
tanos, aunadas a u n a explotación diferencial q u e afecta a la inm ensa m ayoría
de la población, de u n a población dividida en las más distintas form as sociales
y políticas d e trib u s y m inorías, ciudadanos de colores, trab ajad ores asalariados y
endeudados, sindicalizados y no sindical izados, de p la n ta , eventuales, tem pora-
leros, y m ijes. Y ésta es la tercera característica.
La lucha p o r la hegem onía p arte de la cuestión nacional y de la cuestión
dem ocrática como elem entos unificadores de u n a población altam en te hetero
génea cuyas luchas interm edias, típicas del m un do neocapitalista, se com plem en
ta n con o tras típicas de u n m u n d o neocolonial. L a lucha nacional, sin la lucha
p o r el socialismo, la lucha dem ocrática y p o p u la r, sin la lu ch a p o r el socialismo,
son p a rte d e u n co n ju n to de im portantes batallas interm edias, com o las q ue se
d a n p o r los salarios y condiciones de tra b ajo (con dem andas p u ram en te econó
micas), o las de m inorías étnicas superexplotadas y cam pesinos sin tierra, con
LOS TRABAJADORES Y L A L U CH A POR L A H EGEM ON ÍA E N A MÍRICA LATIN A
dem ocráticas, pero sin n in g u n a vocación o vo lu n tad de poder, o con ésta muy
m ellada, enco ntrada, m ediatizada, com o se vio en U ruguay, A rgentina y el
p ro p io C hile.
El m ovim iento guerrillero de los años sesenta ten dió con frecuencia a n u
trirse de la p eq u eñ a burguesía del cam po y la ciudad, de los estudiantes u niver
sitarios y de segunda enseñanza, de algunas fracciones del cam pesinado y de los
pobladores urbanos “ m arginados”. A u nq ue ev entualm en te p articip aro n en él
algunos destacam entos obreros, la clase obrera, com o co n ju n to inform e, disocia
do, despolitizado, m ediatizado, perm aneció al m argen del m ovim iento, incluso en
países donde tiene u n peso considerable, com o A rgentina, U ruguay o Venezuela.
E n los años seten ta p a rte de ese com portam iento ha cam biado, sobre todo en
C entroam érica, y en p articu lar en El Salvador, N icaragua y G uatem ala. Los
o breros se h an sum ado allí, con tod o el pueb lo, a los grandes m ovim ientos in
surreccionales y populares. P ero incluso en esos países h a n seguido m an ten ien
d o dem andas esencialm ente antim perialistas, dem ocráticas y económicas.
L a ru p tu ra de la reproducción del sistem a ocurre en tre crisis mediatizadas,
recuperadas e n form as legales e ilegales. Las vanguardias logran efectos acum u
lativos lentos, frecuentem ente a la defensiva y en la clandestinidad. A veces y
e n algunos países aprovechan los grandes m ovim ientos políticos y electorales p ara
u n a p olítica de acum ulación de fuerzas, de difusión y pro pag and a ideológica, de
form ación de cuadros e incluso de form ación de núcleos de p o d er obrero. Pero
d ad o el carácter precario de la legalidad p a rtid a ria y electoral, p ro n to esos m o
vim ientos y los partidos q u e actú an en ellos se ven igualados a los q u e operan
e n las d ictad uras p erm anentes y salvajes, com o h a o currido en A rgentina, U ru
guay, C hile o Brasil. E n las crisis se generaliza el terro r y d e éste sólo se sale,
tras el d eb ilitam ien to p o r el exterm inio, la prisió n y el exilio, p a ra regresar a
u n a vida dem ocrática lim itada y con tro lad a, am enazada constantem ente p o r la
v u elta al te rro r. T a l es la política de las clases go bernantes y el im perialism o
en A m érica L atina.
El te rro r no excluye fenóm enos de negociación y concesión diferencial. I n
cluso en los países más castigados p o r las d ictadu ras, oligarquías y burguesías
rehacen a m enudo su alianza con "sectores” significativos d e la clase obrera
in d u strial. Así ocurre hasta en condiciones de opresión y explotación casi u niver
sales. Los núcleos de obreros industriales aliados y sujetos, proporcion'alm ente
m inoritarios, perm ite n a las clases gobernantes u n e q u ilib rio inestable, afian
zado por capas medias-altas de profesionales y tecnócratas, q u e llega a apo
y arle en núcleos cam pesinos e indígenas encuadrados bajo la ignorancia y la
rep resión tradicional-paternalista-im perialista, auxiliares útilísim os, usados con
tra las vanguardias revolucionarias.
C u an d o el terror en tra en crisis, el pro letariad o y sus organizaciones son los
últim os en aspirar al relevo. G eneralm ente se sum an a m ovim ientos populares,
dem ocráticos o nacionalistas dirigidos p or organizaciones q u e n i tien en una
com posición de clase, ni sostienen u n proyecto d e clase. Más q u e hegem onizar a
las fuerzas de relevo, el pro le taria d o y sus organizaciones tien d en a sum arse a
ellas.
T o d o lo expuesto da u n cu ad ro real sobre la clase obrera, el sindicato y los
452 PAULO C O N /A l »Z CASANOVA
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456 PA BLO CONZÁI.EX CASANOVA
El carácter de las luchas p or la hegem onía y de los triun fos alcanzados p o r C uba
y N icaragua lleva con frecuencia a conclusiones falsas. U nos tiend en a ver en
esas luchas p ru eb a de q u e la liberación y el cam ino al socialismo en nuestros
países n ada o poco tien en q u e ver con u n p artid o m arxista-leninísta, con la d i
fusión del pensam iento y el ideal socialista y ni siquiera con la hegem onía de
la clase obrera. R ápidam ente se lanzan a descalificar cualq uier propuesta q u e se
fund e en !a idea del partido, del papel de la clase, de la difusión del socialismo
científico, e incluso de la lucha de clases. O tros, aferrados a im poner los esque
mas ultram arinos, q u ieren q u e la revolución sea como tienen previsto los esque
mas, o se niegan a aceptarla como tal. E n tre am bos organizan u n a polém ica de
la q u e difícilm ente salen, pues en el fondo encierra dos versiones distintas de u n
mism o colonialism o cu ltu ral, el de los negros qu e se p in ta n como blancos y el
d e los q u e creen q u e tien en q u e lu c h ar com o negros.
En éste, como en muchos otros punto s, la conceptualización de lo real queda
filtrad a y oscurecida por connotaciones d e lecturas q u e evoca la m em oria sin
traslación o redefinición a lo vivido como experiencia política y revolucionaria,
o como condición social, como relación social viva. La teo ría de la realidad es
reprim ida.
A la clase o b rera se la ve como sustancia, o no se la ve. Como sustancia
tiene u n a función asignada. C uand o no la cum ple se espera q u e p o r necesidad
esencial ha de cum plirla, o se pierde fe en su existencia mism a. E stud iar la
relació n q u e gu ard a la clase obrera ind ustrial con el resto de los trabajadores,
con los campesinos pobres, las com unidades indígenas, los pobladores urbanos,
los estudiantes, los intelectuales y, en general, las clases m edias; ver cómo se halla
organizada en form a de sindicatos, partidos, coaliciones y q u é p arte d e ella lo
está y cuál no; estu d iar sus dem andas vitales y la solución q u e d a n a las mismas
la clase p atro n al y el estado, y considerar en q u é form a se vin cu lan o separan
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LOS TRABAJADORES Y I.A LU CH A POR L A H EGEM ONÍA E N AM Í.RICA L A TIN A 401
m arxism o-leninism o real y del pensam iento revolucionario, de la form a en q ue
o p era y se d ifu n d e el socialismo científico q u e llega a tener muy poco de cien
tífico y m ucho de dogm ático, el análisis de lo dogm ático y sus características, d e
la form a en q u e es superado h asta q u e el pensam iento ad qu iere la riqueza d ia
léctica visible en los grandes líderes de la revolución latinoam ericana, así como
el estudio de las form as en q ue con u n socialismo realm ente científico o sin él
se d ifu n d e esa dialéctica revolucionaria, vinculando los conocim ientos ad q u i
ridos de aquél a la riqueza de ésta, son fenóm enos cruciales, p articularm en te
descuidados.
L a realid ad q u ed a fuera de la discusión y el análisis, de la teorización y la
investigación. T a m b ié n q u ed a n fuera sus intérpretes más experim entados. El
d ebate se realiza con discusiones abstractas y con u n leng uaje form al tam bién
irreal. L a in terp retació n y la representación llegan a convertirse en u n em peño
te atral o cerem onioso, más que político, en q u e la ideología —como expresión
falsa de la realid ad — tien e los m árgenes de in terp retació n y representación carac
terísticos del tem plo o del teatro, com o lim itaciones p ara la política y la acción;
e n q u e la idea del tiem po corresponde a escenarios ficticios y a lugares sagrados
a los q u e escapa la historia de los grandes períodos y esos mom entos densos
en q u e el a p a ra to represivo puede ser accionado en cosa d e m inutos, o en q ue
irru m p en en form a súbita y explosiva las masas m arginadas, las m ayorías q u e
n o tien en p artid o n i sindicato, o las q u e tienen u n p a rtid o q u e no se llam a
p artid o.
El debate lleva a falsas alternativas. ¿P artido o frente? ¿Lucha de clases
o lucha hegemónica? ¿Cláse o masa? ¿D emocracia p o p u la r o socialismo? Con
ese expediente se en frentan en la práctica ideológica partidos con tra sindicatos,
frentes con tra p an id o s, el "reduccionism o hegem ónico” con tra el “reduccionis-
m o de clase” , el "reduccionism o po lítico” contra el hegemónico, y así se pierde
la dialéctica de lo real p ara im poner u n a d e interlocutores qu e tom an posiciones
teóricas sin ten er posiciones políticas n i responsibilidades políticas, n i idea d e
unas y otras, con lo que todo queda reducido a posiciones y decisiones de sectas
en función de la opción q u e tom an las partes en las falsas alternativas. I.os
em bates siguen. C ada p a rte sostiene sus tesis de m anera ta n to más agresiva cuan
to sólo d a cu en ta de u n a realidad m u tilad a q ue sale de la dialéctica real p ara
instalarse en la retórica, hecha de calificativos, y tam bién de sutilezas, algunas
increíbles p o r la com plejidad de contundencias mezcladas con lo alusivo y elu
sivo, característicos de u n a an tig u a cu ltu ra colonial. Los actores representan p a
peles rebeldes con u n lenguaje revolucionario cuidadosam ente despojado de su
posib ilid ad de com prender y cam biar la realid ad colonial y oligárquica, im pe
ria lista y m onopólica, no se diga ya la esencia m ism a de u n capitalism o sólo
recordado p ara olvidar al im perialism o, y del q ue no se hab la en cam bio como
fenóm eno de explotación influyente en conductas y relaciones políticas y cul
turales. todo b ajo el espejismo de q u e los verdaderos problem as se resuelven
o p ta n d o en tre disyuntivas.
El falso análisis de la hegem onía se lim ita a la categoría del poder. Es un a
versión de la política in tern a q u e equivale al análisis de la p olítica internacio
nal, como m ero problem a de bloques. E n am bos casos se pierde la lucha de
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462 PABLO GONZÁLEZ CASANOVA
clases corao d eterm in an te in tern a e internacional. Al criticar, con razón, los fal
sos esquem atism os y las hipóstasis q u e d escuidan hechos políticos y culturales,
se ab an d o n a la explicación y el análisis de clase. Al descalificar con razón el es
tu d io q u e descuida las m ediaciones se qu ed a preso de las m ediaciones. La res
p uesta elem ental q u e consiste en e n fren tar el análisis de clase al análisis hege-
m ónico sin registrar las expresiones fenom énicas consolida la falsa disyuntiva
e n tre análisis de clase o análisis hegem ónico, análisis de p artid o de clase o an á
lisis de frente o bloque, sin considerar u n a tercera posibilidad de lucha de
clases en el pro p io frente, y de análisis de las funciones del p a rtid o e n el
fren te o bloque.
T o d o s estos errores y mistificaciones expresan sin aclarar la am bigüedad
real d e las luchas de liberación y p o r la dem ocracia. El hecho de q u e éstas
p rivilegien, d u ra n te u n a etap a más o m enos larga, la liberación nacional, la
caída del tirano , la construcción de u n a dem ocracia de masas, h a derivado en
d os tipos de teorización: u n a en q u e los procesos revolucionarios sólo se ex pre
san con el anun cio de regím enes dem ocrático-populares, y en el discurso q ue
tien d e a consolidar el poder p o p u la r, nacional, dem ocrático, u n itario ; y otra,
e n q u e el ideólogo conform ista o izquierdista declara fin iq u ita d a la lucha de
clases, o exige saltar a ésta sin la m ediación necesaria, en postulaciones irreales
de la hegem onía sin clases, o de u n p aís sin clase o b rera hegem ónica al q u e se
ex ig e saltar, sin más, directam ente al socialismo. M ientras la am bigüedad del
p rim er tip o de discurso es a m enudo necesaria y obedece a la realidad de un
m ovim iento popular, y a la necesidad de u n discurso u n itario , la teorización
dogm ática, sin clases, o con u n a clase de poderes ilusorios, es insostenible. El
problem a n o deja de ex istir en am bos casos; pero e n el prim ero se p ued e corre
g ir con la educación p olítica de cuadros y el afianzam iento real del p od er po
p u la r, m ientras en el segundo exige u n a crítica a la teoría ab stracta p ara que
vuelva a lo real.
A hora bien, lo real, lo concreto, es q u e el p rim er p rotagonista de estas lu
chas n o es el p ro letariad o sino el pueblo. En todos los casos de triu n fo aparece
la categoría de lo popu lar, desde el inicio del proceso hasta la tom a y consolida
ción del p o d er liberador. La clase o b rera y el proyecto socialista constantem ente
se ven m ediados p o r la categoría real y concreta del pueblo, ya sea antes de la
to m a del poder, ya d u ra n te el triu n fo d e las fuerzas liberadoras. Este hecho cam
bia sustancialm ente el p lan team iento sobre la hegem onía y su dialéctica en estos
países, no porque desaparezca la clase o la lucha d e clases, o la lucha p o r la
hegem onía de la clase obrera, como algunos pretend en, sino p o rq u e ésta se d a
e n distin tas condiciones, e n q u e el pueblo-protagonista cobra más o m enos re
lieve, más o m enos peso, au n q u e encierre siem pre en el fondo u n hecho innega
ble: q u e en esta etapa d e transición la lucha esencial y p ro fu n d a es en tre el
capitalism o y el socialismo, entre dos sistemas sociales y q u e en ella el frente del
tra b a jo y el frente del cap ital juegan u n papel básico y u n papel d efin id o r o
definitivo.
El estudio de la hegem onía se pued e ab o rd ar de dos m aneras, u n a —como
d ijim o s— que se lim ite a buscar diferencias en tre el pensam iento de G ramsci (o
sus sucesores) convertido e n m odelo de p olítica p a ra la d ase obrera, y o tro que
POLÍTICA ECONÓMICA V HEGEMONÍA
1. PRESENTACIÓN
[464]
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POLÍTICA ECONÓMICA Y HEGEMONÍA 465
I I . H EG EM O N ÍA Y P O LÍTIC A ECO N ÓM ICA
1. A q u í se p a rte de u n a noción "am p lia " de política económ ica com o u n a prác
tica social de! p o d er q ue. p o r serlo, es tam bién u n proceso po lítico inex tricab le
m ente relativizado p o r la historia, la estru c tu ra social (la lucha d e clases), el
avance m aterial (el nivel d e desarrollo) la form a de inserción en el m u n d o
(m ercado m u n d ial, dependencia-dom inación, etc.) y a u n la geopolítica y la geo
grafía a secas.
N o se tra ta , pues, de ver a la p olítica económ ica n i como u n a sim ple tra
ducción en actos de u n a o más "teorías” económ icas, n i com o u n a m anifestar
ción unívoca de los intereses o planes d e los grupos o clases q u e d o m in an la
econom ía. Más bien, aq u í se concibe a la política económ ica com o u n con ju n to
com plejo d e acciones q ue, si bien en c u en tran e n el estado a su pro tago nista
prin c ip al, en realid ad resum en, en cada caso y siem pre de m an era con trad icto
ria , la d ispu ta social p o r la generación y la u tilización del excedente q u e hace
posible la rep roducción de la sociedad y defin e los rum bos d e esta reproducción.
Así la p olítica económ ica es "económ ica” sólo en ta n to se dirige a la esfera
d e la producción m aterial-m ercantil, pero es esencialm ente política, en la m edi
da en q ue. vista como u n resultado, lo es siem pre de u n conflicto en tre grupos
y clases q u e tiend en a consolidar, recrear o disolver, en su caso, eq uilib rios polí-
tico-sociales. D icho de o tra m anera, a q u í se p ro p o n e en ten d er la política eco
nóm ica como una de las prácticas a través d e las cuales "el g ru p o d o m in ante
coord in a sus intereses con los intereses generales d e los grupos subo rdinad os”
(Gramsci).
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F O I .f iICA ECO NÓ MICA Y H CCEM ONÍA
2. P ara el m ovim iento obrero, surge de inm ed iato la cuestión de la dem ocracia
como u n vehículo o como u n cam ino, o como ambos, sin el cual la m entada
inscripción o sim plem ente no se realiza o se subsum e e n nuevas form as de cor-
porativism o que, en el m ejor de los casos, sólo ofrecen al m ovim iento obrero
u n a participació n ritu a l y retórica. P ero p o r el p ro p io carácter del proceso de la
política económ ica, de los aparatos del estado en q u e se opera, y sobre tod o p or
el hecho universal, q u e en nuestro caso se presenta con toda su fuerza, del "des
p ren d im ien to " autonóm ico del ejecutivo, la dem ocracia trad icion al, así sea plena
a través d e u n a parlam entarización más o m enos efectiva, es to talm en te insufi
ciente p ara p erm itir u n a penetración efectiva p o r parte del m ovim iento obrero
y p o p u la r e n las esferas q u e son "p ro p ias" de la política económ ica. Se p lan tea
así, como u n a necesidad operativa, la "am pliación " d e la dem ocracia p o r la
vía de la construcción de nuevos circuitos de participació n de masas que, sin
p reten d er definirlos a q u í —en realidad estamos frente a la necesidad de "in v e n
tarlos”— se u b ic arían en el te rren o de lo q u e vagam ente llam aríam os " la p la
nificación del desarrollo” .
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p o lít ic a f c o n ó m ic a y h e g e m o n ía 460
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E S T R U C T U R A A G R A R IA Y H E G E M O N ÍA
EN E L D ESPO TISM O R EPU B L IC A N O
FRANCISCO DKI.ICH
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ESTRUCTURA AGRARIA Y HECEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO 471
U nidos, q u e casualm ente enunció el 12 de en ero de 1954 su teoría d e !a represa
lia masiva y el 17 de ju n io de esc mism o añ o patrocinó desvergonzadam ente la
invasión de C astillo Armas a G uatem ala, q u e term inó con el régim en p o p u la r
de Arbenz.
Es prob ab le q u e p u ed a n agregarse proposiciones equivalentes o com plem en
tarias, pero e n todo caso estas circunstancias, factores y condiciones explica
ría n el acceso al poder, pero no su perm anencia, y es esto justam ente lo q u e se
tra ta rá de explicar
L a estabilidad de u n régim en político com o el q u e nos ocup a tam bién tiene
razones estructurales q u e sólo m enciono, pero cuya exploración será postergada.
Sin la tentación de ser exhaustivas, se observan las siguientes:
a) El sólido apoyo de los Estados U nidos d u ra n te todo el régim en, en p a r
ticu lar, como se mencionó, en su etap a de acceso al po der y consolidación. En
los últim os años la política de respeto a los derechos hum anos h a creado algunas
fricciones en tre la em bajada y el gobierno paraguayo. Los Estados U nidos con
trib uy ero n en su m om ento a despejar el frente ex tern o del régim en y co n trib u
yen igualm ente al orden disciplinario interno . N o obstante, la relación neocolo
n ia l n o tiene ta n to razones económicas como extraeconóm icas, con lo cual la
teoría del im perialism o debería ser revisada y p rob ablem en te en riq uecida con
u n análisis d etenido de esta clase de relaciones históricas.9 S im ultáneam ente con
viene señalar, p a ra ev itar equívocos, q u e si b ien la presencia de capital no p a
raguayo es fu erte y decisiva, lo cual constituye u n in dicado r privilegiado de
relació n neocolonial, esto no necesariam ente im plica q u e allí se encuen tra la
razón de la relación neocolonial. P ara te n er u n a idea aproxim ada, señalada po r
u n testigo insospechable de oposición al régim en, " [ . . . ] en e l sistem a p rod ucti
vo notam os q u e de las 15 empresas más im portantes 12 son de capital extran
jero y las otras tres pertenecen al estado. Esta situación es alarm ante, ya q u e el
sistem a económ ico paraguayo, fundado esencialm ente e n el sistem a de la em pre
sa priv ad a, estaría en fren tando sin em bargo, com o única alternativ a, la em presa
ex trajera a la em presa del estado. E l sistem a financiero presenta un panoram a
aún peor. La totalidad de la banca privada está controlada p or intereses extra n
jeros, en un grado m ayor al 90% . Por otra parte, vein te empresas d e capital
extranjero son propietarias de más d el 30% del territorio d e l país y quince tie
n en más del 20% d el tota l del ganado vacuno. Más d el 80% d e las exportacio
nes registradas es realizado po r firm as d e capital extranjero.’’ * Conviene p u n
tualizar, em pero, q u e "ex tran jero ” engloba aq u í capitales brasileños y sobre
todo argentinos.
s En realidad, esto íuc advenido por el propio Lcnin, pese a lo cual no es infrecuente
encontrar razonamientos materialistas vulgares que se legitiman en el revolucionario ruso.
'•Una cosa es el estudio científico de todos los aspectos del imperialismo —estudio que
no hace más que comenzar y que, por su naturaleza, es un estudio infinito, como es infinita la
ciencia en general— y otra cosa son los fundamentos de táctica socialista contra el imperia
lismo capitalista, fundamentos que han sido expuestos en los millones de ejemplares de
periódicos social demócratas y en las resoluciones de la Internadonal." Lcnin, citado por
Ernesto Ragionieri, en Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 45, México, 1981, p. xx.
* Henry Ceuppens. Paraguay año 2000, Asunción. 1971, p. 167. Este mismo autor con
cluye del siguiente modo el capitulo x x v ii dedicado a la exlranjerizactón de la economía,
"Finalmente, desde el punto de vista sociopolitico, un alto grado de extranjerización en el
472 FRANCISCO DELICH
sistema productivo conduce, lógicamente también, hacia una política de crecimiento econó
mico extrovertida. Los que fomentan esta política querrán tratar, por supuesto, de demos
trar las bonanzas de este tipo de inversiones que podríamos denominarlas como una espe
cie de neocolonialismo. (Las cursivas en las titas me pertenecen, F. D.)
5 Las cifras de mano de obra migrante fueron expuestas en el seminario sobre condi
ciones de trabajadores migrantes en Sudamérica patrocinado por la otT. Citado por el dia
rio ABC de Asunción en su edición del 8 de noviembre de 1974. En cuanto al crecimiento
“el p i b ha aumentado (en dólares constantes de 1967) de 1950 a 1970 en 1175%, o sea
a razón de una tasa anual acumulativa de 4%. Teniendo en cuenta la tasa de aumento
poblacional durante d período señalado, de un promedio de 3% anual con tendencia a
aumentar, el comportamiento del p i b revela un estancamiento”, Ceuppens, op. cit., p. 35.
Por lo demás, otro indicador de pobreza como la mortalidad infantil que para 1970
era del 24.4% en el primer año de vida y del 9.9% entre el primer y cuarto año de vida
(cf. Documento de trabajo, Paraguay, ni Reunión especial del ministro de salud de las
Américas) arroja índices tan altos como los señalados.
« “ El estudio afirma que las denuncias de torturas han disminuido considerablemente
en los dos últimos años. Tres casos creíbles se conocieron en 1979. en uno de los cuales
la víctima murió.
"Anteriormente las torturas se utilizaban para intimidar a los opositores políticos y obtener
información y confesiones. Los métodos utilizados incluían prolongados castigos y la in
mersión de la cabeza en agua.
“Frecuentemente se informa que la policía paraguaya maltrata a los presos durante las
primeras fases de la detención. Tales prácticas consisten, según se dice, en puñetazos, man
tener a los detenidos de pie mucho tiempo, no suministrarles alimento, confinamiento pro
longado, insultos verbales y amenazas contra ellos y sus familias”, prosigue el informe.
“En suma, aunque hay un mejoramiento en el ejercicio de las libertades individuales,
aún persiste en Paraguay un estado de cosas sobre los derechos humanos que deja que
desear.” Informe del Departamento de estado al Congreso de los Estados Unidos, citado por
el diario La Piensa, Buenos Aires, 7-11-80.
estructura a g r a r ia y h e g e m o n ía en el d e s p o t ism o r e p u b lic a n o 473
I.a violencia estatal es ciertam ente inm oral, lo cual alcanzaría p ara señalar su
ilegitim idad, según se verá más adelante, p ero es form alm ente legítim a e n ta n to
se fu n d a en el estado de sitio prácticam en te in in terru m p id o desde hace 25 años,
q u e a su vez constituye u n a ilegitim idad p o rq u e u n recurso excepcional se
transform a en recurso usual. El despotism o aparece a q u í claram ente com o u na
ex trem a form a de alineación estatal y societal.
d\ F inalm ente, no p o r ord en d e im p ortancia obviam ente, la form ación de
u n a sociedad agraria a la m edida de las necesidades de la rep úb lica despótica y
de la hegem onía social q u e éstas im plican, proceso del q u e nos ocuparem os con
alg ú n énfasis 7 en este tra b ajo , p ara dem ostrar q u e la estru ctu ra agraria consti
tuye ta n to u n soporte como u n p ro d u cto de este tip o de regímenes. Pero antes
convendrá p recisar algunos elem entos teóricos y conceptuales q u e se u tilizarán.
i i . i .a r f . p i ; b i . i c a d e s p ó t i c a
1. R epúb lica despótica no es, acaso, la designación más adecuada p ara u n a clase
de fenóm eno político frecuente, pero no o bstante in nom inado aú n y tam poco
analizado acabadam ente de m odo preciso. P ero tam poco es del tod o infeliz; a
veces nos sorprende p o r su ap aren te incongruencia alguna com binación super
estructura! intrínsecam ente an titética, com o p o r ejem plo democracia autorita
ria (y lo es efectivam ente): o tras veces se tra ta sim plem ente d e u n a pérdida de
sentido histórico. La repú blica dictatorial no sorp rend ería a nin gú n rom ano
co ntem poráneo de César ta n to com o la democracia de clase n o escandalizaría
a n in g ú n contem poráneo de Pericles. A quí se in te n ta —p o r necesidad del análi
sis y de la historia— separar el concepto de república del concepto de dem o
cracia. Esto no opone d ificu ltad teórica puesto que en la ciencia política clásica
cada u n o de ellos rem ite a órdenes de fenóm enos diferentes: al origen del
p o d er y su m etalegitim idad en u n caso, a su ejercicio en el otro.
H istóricam ente, la ru p tu ra del vínculo colonial coincidió en A m érica l a tin a
(excepto en el Brasil) con la elección d e la república como form a de organiza
ción política de la sociedad. E n realidad , independencia y rep úb lica se reforza
b an internam en te en ta n to la legitim idad m etro po litan a se fu nd ab a casualm ente
en la m etalegitim idad m onárquica. O tra fue la evolución de la legitim idad d e
m ocrática y su vigencia institucional e n la región: asum ida y pro piciada con
ju n tam e n te con la organización republicana, fue más u n a m eta q u e u n a form a
de desarrollo societal y, en algunos casos, la dem ocracia no fue sino la form a
ex tern a de alguno d e los llam ados despotism os ilustrados.
A q uí tratarem os de explicar u n tip o d e sistem a político q u e se autodefinc
com o rep u blican o y dem ocrático y en el cual las instituciones de u no y o tro no
son nom inales, sino q u e en cu en tran un g rado de funcionam iento y legitim idad
(in tern o y externo) aprcciables y no obstan te son sustancialm ente despóticos.
* Estas paginas forman parte de un capitulo algo más extenso de una investigación en
curso sobre Estructura agraria, atado y formación de movimientos populares.
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471 FRANCISCO DI I.ICI1
8 Durante mucho tiempo —y aún hoy, probablemente— parecía carecer de todo interés
el análisis de las elecciones y sus resultados en regímenes políticos de partidos únicos. Con
frontar, por ejemplo, “Aux urnes rAfrique", publicado por el Centre d'Étude d ’Afrique
noirc, Parí», 1978.
o Llamar autoritario a un régimen dictatorial o despótico no es sólo un desliz de len
guaje. Constituye en primer lugar un error teórico porque implica trasponer sin transición
un concepto de un espacio teórico a otro. Como se recordará, desde Adorno hasta aquí fue
claro que la personalidad autoritaria estaba eventualmentc ligada a la permisividad social
de la dictadura, pero no se raimetizaba con la dictadura misma. Identificar imperialismo a
dependencia, o confundirlos, ha sido frecuente en nuesti? literatura académica y no acadé
mica, no obstante sus diferencias. Hablar claro, escribir con claridad son prerrequ¡sitos de
una ciencia social transparente en sus propósitos.
Pero antes ¿por qué despótico? Digámoslo brevemente con Rousseau: “Pour donner
difieren» noms i\ différents choses, j'appclle tyran l'usurpatcur de l'autorité royale, et des-
pote l’usurpatcur du pouvoir souverain. Le tyran est celui que s'ingére contre les lois h gou-
verner selon les lois; le despote est celui qui se met au-dessus des lois mémes. Ainsi le tyran
peut n etre pas despote mais le despote est toujours tyran.” Rousseau, Du contrat social, París,
Edítions du Setiil, 1977, p. 258.
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r s r U l'C tl K A AGRARIV V IILr.IM ONÍA i.N E l. DESPOTISMO REI’UBI 1C\NO 175
en form a p ro porcional al n úm ero de votos obtenidos p o r los restantes partidos)
y se realizan elecciones regularm ente desde 1957. La in stitución parlam ento fu n
ciona ta n to como el régim en.
Estos mecanism os formales son utilizados despóticam ente sin ser necesaria
m ente violados. P or u n a parte, la existencia del estado de sitio, perm anente, im
plica q u e la constitución y sus mecanism os son puestos en tre paréntesis toda ve/,
qu e el p o d er ejecutivo lo estim a conveniente, con lo q u e la dom inación política
se disuelve o resuelve según criterios arbitrarios n o explicados. P or un a parte,
las condiciones sociales de aplicación de las reglas y las consecuencias sociales
de su uso sugieren u n a segunda (no p o r im portancia) lín ea de despotism o, d e la
q u e se tra ta rá algo más adelante.
N o obstante, la form a repu blicana y dem ócrata es algo más q u e una form a,
en cierto sentido no es neutral y como consecuencia sus efectos se hacen sentir
en el estado y la sociedad. Pero es menos q u e u n instrum ento de pod er legítim o
y p o r esto mism o su alcance en la hegem onía social es distinto.
Esta sing u lar asociación de form alidad institucional y com portam iento des
pótico de legitim idad e ilegitim idad, de coerción y consenso, de arb itrarie d ad y
o rd en , es algo más q u e u n caso aislado, es u n tip o de relación entre estado
y sociedad " y nos p resenta o tra clase de problem as teóricos y prácticos.
i* Emc problema parece haber sido visto con mucha claridad por Tomás Borge cuan
do explica la cía de Sotno/a. “ No hay democracia pura en ninguna parte del mundo. Siem
pre hay un sector dictatorial. En tiempos de Somoza había democracia y dictadura, pero una
democracia que favorecía a los intereses de una minoría insignificante y una dictadura que
golpeaba a los intereses de las grandes masas. Ahora es al rev¿s [ .. .]** (cable de u p publica
do en La Prensa, Buenos Aires, 17 enero 1980).
12 Maurice Codelier, “Infraestructuras, Sociedades, Historia", publicado en En teoría, Ma
drid, julio-septiembre, 1979.
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ESTRl/CTLTtA ACRARIA V IICCEMONÍA I N EL DESPOTISMO REPUBLICANO 477
nal, en la q u e se designa más el papel de la d a se o b rera en el in terio r del bloque
revolucionario (en p articu lar la alianza obrero-cam pesina), q u e las extrañas
aventuras del pod er en las sociedades capitalistas avanzadas, a cuyo análisis
G ram sci realiza u n ap orte sustancial a u n q u e aú n no definitivam ente estable
cido. En cu a lq u ier caso, y p ara ev itar discusiones aceptablem ente escolásticas,15
la o rig in alid ad de Gramsci p robablem en te resida en su capacidad de m ostrar
la com plejidad de la historia del capitalism o italian o recuperando los hilos su
tiles q u e van desde la capacidad de u n a clase p ara ser d irig ente hasta la hege
m onía, pasando p o r la sim ple dom inación,16 esto es, el trá n sito de u no a o tro
blo qu e histórico.17
A quí utilizam os el concepto de hegem onía en u n o de los sentidos utilizables
a p a r tir de G ramsci, esto es, como u n a configuración p articu lar de p o d er de
clase, vigente más allá del m ediano plazo, y como consecuencia con mecanismos
institucionales de rotación personal en su ejercicio. L a ausencia de hegemonía
social pareciera im plicar la existencia de u n a crisis orgánica en la sociedad o
e n la su p erestructura política, según el espacio de q u e se trate. De hecho, aquí
supondrem os q u e esto ocurre y q u e el espacio tem poral in term edio en tre el fi
nal de u no m ás orgánico y el establecim iento de algu na hegem onía n o es sino
un orden social m u tan te, en el cual se form an, se constituyen, las clases del
nuevo ord en hegemónico. En otros térm inos, sostendrem os la capacidad d e la
dom inación política de inducir m utaciones sociales generativas de clases sociales.
En este caso supondrem os q u e la dom inación política instaura u n o rd en
social q u e se soporta en la existencia d e u n bloq ue agrario pero q u e precede
el establecim iento d e hegem onía social y política.
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ESTRUCTURA AGRARIA Y HEGEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO 479
com prendidas sólo cuando se conoce la form a superior. La econom ía burguesa sum inistra
así la clave d e la economía antigua, etc. Pero no ciertam ente al m odo d e los economistas,
q u e cancelan todas las diferencias históricas y ven la forma burguesa en todas las formas
d e sociedad. Se pu ed e com prender el trib u to , e l diezmo, etc., cuando se conoce la renta del
suelo. P ero no hay p o r q u é identificarlos. Ademas, com o la sociedad burguesa no es en sí
m ás q u e una forma antagónica d e desarrollo, ciertas relaciones pertenecientes a form as de
sociedad anteriores aparecen en ella sólo d e m anera atrofiada o hasta disfrazadas. P or ejem
plo la propiedad com unal. En consecuencia, si es verdad que las categorías d e la econo
m ía burguesa poseen cierto grado d e validez para todas las o tras form as de sociedad, esto
debe ser tom ado cun grano salís." Elementos fundamentales para la critica de la economía
política (Grundrisse), México, Siglo X X I, 1982. 12a. cd„ pp. 26-27.
2* Carlos Pastorc. La lucha por la tierra en el Paraguay, M ontevideo. 1972. pp. 47-48.
Esto hizo pensar en el M ariátegui del Comunismo agrario: cf. Popescu, Sistema económico
de las misiones jesuíticas, Barcelona, Ariel, 1967.
22 Ibid., p. 49.
ISO FRANCISCO O tU CM
Cop
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J * « X IC O j
impreso en mar-co
prol. atrio de san francisco 67
del. coyoacán -c.p. 04320. d.f.
quinientos ejemplares y sobrantes
30 de abril de 1998