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HE G E M O N ÍA Y A L T E R N A T IV A S POLITICAS

EN A M E R IC A LA T IN A
(Sem inario de M orelia)

JO S É ARICÓ • ERNESTO LACLAU • LILIA N A DE RIZ * E M ILIO DE


ÍPO LA * RA FA EL LO YO LA * CARLOS M ARTÍNEZ ASSAD • NORBERT LECHNER
CARLOS PEREYRA * CH A N TA L M O U FFE • JO R D I BO RJA * LL’DOLFO PARA M IO
JO RG E M . REVERTE * LUIS M A IRA * FERNANDO FA JN ZY I.B ER • SERCIO ZERMF.ÑO
JU A N CARLOS PORTANTIERO * HÉCTOR B É JA R * TEODORO PE TK O FF * JU L IO COTLER
M A N U EL ANTO N IO CARRETÓN M . * FERNANDO HEN RIQ U E CARDOSO
REGIS DE CASTRO ANDRADE * RENÉ ANTO NIO MAYORCA * EDELBERTO TORRES-
RIVAS • PABLO GONZÁLEZ CASANOVA * ROLANDO CORDERA • FRANCISCO D E U C H

coordinado por

JU L IO LABASTIDA M A R T ÍN DEL CAM PO


}*a
sig lo ventiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO 0€l AGUA 24*. DOKiACÚN COYOACM 0«310 MÍXJCO. D f

siglo veintiuno de españa editores, s.a.


PftlNCtfC D f VMGAAA. 78 2* OCHA.. MADIUO, ESPAÑA

primera edición, 1985


segunda edición, 1998
O siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-1184-5

la presente obra se publica por acuerdo especial


con el instituto de investigaciones sociales dc
la universidad nacional autónoma de méxico

impreso y hecho en méxico/prmtcd and made in mexico

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ÍN D IC E

PRESENTACIÓN, p o r J U L IO I.ABASTIDA M A RTÍN DEL C AM PO 9

PRÓLOGO, p o r JO S É ARICÓ 11

P R IM E R A P A R T E : PROBLEM AS T E Ó R IC O S DE
C O N C E PT U A LIZ A CIÓN

TESIS ACERCA DE LA FO R M A HEG EM Ó N ICA DE LA PO L ÍT IC A , p o r ERNESTO LACLAU 19

a] Conceptos y problemas de una teoría de la hegemonía, 19; b] £1 concepto de hege­


monía y la tradición marxista, 26; c] Problemas de la hegemonía en América Latina,
31; Anexo: Ruptura populista y discurso, 39

ACERCA DE LA H EG EM O N ÍA CO M O PRODUCCIÓN H ISTÓRICA (A PU N TES PARA UN


DEBATE SOBRE LAS ALTERNATIVAS POLÍTICAS EN AM ÉRICA L A T IN A ), por
LILIA N A DE RIZ y E M ILIO DE ÍPO LA 45

LA H E G EM O N ÍA COM O E JE R C IC IO DE LA D O M IN A C IÓ N , p o r R A FA EL LOYOLA DÍAZ


y CARLOS M A RTÍN EZ ASSAD 71

APARATO DE ESTADO Y FORM A DE ESTADO, p O T NORBERT LECHN ER 81

L Estrategia de poder y estrategia de orden. 81; u. El concepto de estado en Marx. 85;


lu. Un doble concepto de estado en Marx, 86; iv. Sobre el estado-gobierno, 88; v. So­
bre la forma de estado, 94; vi. Sobre el estado futuro. 101; vil. Conclusión, 106

HE G EM O N ÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO, p o r CARLOS PEREYRA 112

H EG EM O N ÍA , PO LÍTIC A E IDEOLOGÍA, p O T CH A N TA L M O U FFE 125

t. Aparatos ideológicos de estado y hegemonía. 125; u. Gramsci y la hegemonía, 129;


ni. El estado integral, 133; iv. Hegemonía y capitalismo contemporáneo, 138

SEG UN D A P A R T E : R EC O M PO SICIÓ N C A PIT A L IST A Y CRISIS DE


H E G E M O N ÍA

SOBRE LA IZQUIERDA Y LA H EG EM O N ÍA EN LOS PAÍSES DE EU ROPA DEL SUR,


p o r JO R D I BO RJA 149

i. Dos citas a modo de introducción, 149; n. De los felices sesenta a los difíciles ochen­
ta, 152; in. ¿Hay una salida a la derecha?, 154; iv. Socialistas y comunistas: tan pareci­
dos y tan opuestos, 160; v. La transformación del estado; autonomías y poderes locales,
169; vi. Movimientos sociales y democracia de base, 177; vn. A modo de conclusión:
problemas sobre la hegemonía y el cambio social, 183

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6 ÍNDICE

LA CRISIS P E LA H EG EM O N ÍA P E LA BURGUESÍA ESPAÑOLA. 1 9 6 9 - 1 9 7 9 .


po r LUDOLFO PA R A M IO y JO R G E M . REVERTE__________________________ 196

i. Esplendor y miseria del concepto dc hegemonía. 196: n. Hacia un concepto opera­


tivo dc hegemonía. 200; ni. La crisis orgánica dc la burguesía espartóla, 1969-1979,
202; iv. Qbscrvatipnc? íjn a la , 208

RACIONALIDAD Y LÍMITES HE LAS CONSTRUCCIONES IDEOLÓGICAS EN LA POLÍTICA


DF. LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AM ÉRICA LA TIN A , por LUIS MA1RA 211
i. Una nueva lógica en la política norteamericana hacia América Latina, 211; 11. Los
elementos ideológicos centrales en el nuevo enfoque, 215: nt. La propuesta dc las de­
mocracias viables. 223: iv. El agotamiento del primer enfoque latinoamericano y su
remplazo por uno nuevo, 226

SOBRE I.A RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO Y SUS REPERCUSIONES EN AMÉRICA


LATINA, pQT FERNANDO FAJNZVLBER__________________________________________ 2 2 9
i. Marco internacional y tendencia» en el capitalismo maduro. 229; u. Diagnóstico y
formulación del proyecto dc restructuración global. 231; ni. Intentos dc aplicación
del proyecto de "restructuración global”, 234

T E R C E R A P A R T E : H EG EM O N ÍA Y A LTE R N A T IV A S PO L ÍTIC A S
EN A M ÉRICA LA TIN A

LOS REFERENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE LA HEGEMONÍA, p o r SERGIO


ZERM EÑO 251

La dispersión del cam po social. 252: Las propuestas d e unificación del cam po disperso
dc lo social, 261; Los parám etros sociológicos c históricos d e las propuestas hegemóni-
cas, 266; U na nueva propuesta de construcción hegem ónica: la corriente cultural-dis-
cursiva (ahistórica, asociológica), 273; Conclusiones, 276

NOTAS SOBRE CRISIS Y PROPUCCIÓN PE ACCIÓN HEGEMÓNICA, p o r JUAN CARLOS


PORTANTIERO 279

i. I.a crisis hegem ónica como crisis de la relación en tre clases populares y estado. 280;
i!. Producción dc hegem onía y constitución d e las clases populares, 281; n i. M odifi­
caciones en el patrón d c hegem onía: el estado nacional-popular, 291

APROXIMACIÓN A NUEVOS PUNTOS PE PARTIPA PARA LA IZQUIERDA EN AMÉRICA


LATINA, p o r HÉCTOR BÉJAR 300

i. Nacim iento y origen, 300; ii . El cam ino d e la izquierda hacia el poder, 304

ALTERNATIVA HEGEM ÓNICA EN VENEZUELA, p o r TEODORO PE TK O FF 308

DEMOCRACIA, MOVILIZACIÓN POPULAR Y ESTADO MILITAR EN EL PERÚ, p o r


JULIO COTLER 322

PROBLEMAS DE HEGEMONÍA Y CONTRAHEGEMONÍA EN REGÍMENES AUTORITARIOS,


p o r MANUEL ANTONIO CARRETÓN M. 333

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ÍNDICE 7

i. Algunos tema» de los regímenes autoritarios, 333; ii . Algunas especificidades del


caso vhikng. 3M

UiS PARTIDOS POLÍTICOS Y LA PARTICIPACIÓN POPU» AR EN Iffl RÉGIMEN DE


EXCEPCIÓN, p o r FERNANDO HENRIQUE CARDQSO_______________________________ 3 4 8
i. La movilización político-partidaria en el pasado, 348; n. Los partidos en el régimen
autoritario, 356; ni. Partidos y movimientos sociales, 363; iv. La movilización electo-
ral. Sfi.1»

POLÍTICA SOCIAL Y NORMAL!ZACIÓN INSTITUCIONAL EN EL BRASIL, pOT REGIS DE


CASTRO ANDRADE______________________________________________________________ 3 7 3

EMPATE HISTÓRICO Y DEBILIDAD CONSTRUCTIVA! LA CRISIS DEL PROCESO DE DEMO­


CRATIZACIÓN e n b o liv ia ( 1 9 7 8 - 1 9 7 9 ) , p o r r e n é a n t o n i o m a y o rg a __________ 3 9 5
i. Introducción. 395; n. Acerca de la crisis estatal y del empate histórico, 396; m. El
proceso de democratización y las fuenas armadas. 402; iv. La debilidad constructiva
del campo popular: dc la crisis idcológicopolítica de los partidos. 409; v. La debili­
dad constructiva del campo popular: del poder y los limites políticos dc la Central
Obrera Boliviana. 416; vi. A manera dc conclusión. 422

EL ESTADO CONTRA LA SOCIEDAD: LAS RAÍCES DE LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE,


p o r EDELBERTO TORRES-RIVAS__________________________________________________ 425
i. Las tareas burguesas incumplidas. 425; n. Estado nacional y protectorado extranjero,
427; in. El estado somocista: un poder dinástico, hereditario y plebeyo, 430; iv. La
crisis del estado, crisis revolucionaria. 439

LOS TRABAJADORES Y LA LUCHA POR I-A HEGEMONÍA EN AMÉRICA LATINA, pOT


PABLO GONZÁLEZ CASANOVA___________________________________________________ ááá
i. El concepto de hegemonía, 444; ii. Algunas características concretas, 445: in. El pun»
to de partida: la autonomía de clase, 451; iv. Algunas experiencias dc triunfo. 455;
v. La teoría cautiva. 159

POLÍTICA ECONÓMICA Y HEGEMONÍA, pOT ROLANDO CORDERA CAMPOS_____________ 4 6 4


i. Presentación, 464; u. Hegemonía y política económica, 465; ni. Movimiento obrero
y política económica, 467

ESTRUCTURA AGRARIA Y HEGEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO, pOT


FRANCISCO DELICH____________________________________________________________ 42Q
La república despótica. 473; La «tructura agraria. 477; La constitución del bloque
agrario, 481

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PR ESEN TA C IÓ N

E l presente lib ro contiene las ponencias presentadas en el sem inario sobre


"H egem onía y alternativas políticas en América L atin a” organizado, en febre­
ro de 1980, por el In stitu to de Investigaciones Sociales de la U niversidad N a­
cional A utónom a de México, en M orelia, M ichoacán.
El propósito del In stitu to de Investigaciones Sociales fue propiciar un en­
cuen tro de investigadores y analistas políticos p ara discutir am pliam ente en
to rn o a la validez del concepto de hegem onía en el análisis de las característi­
cas distintivas de las luchas sociales en A m érica L atina. P articiparon en el
sem inario u n co n ju n to de investigadores de diversos países latinoam ericanos,
así com o estudiosos europeos q ue aunq ue n o estaban en todos los casos espe­
cializados en la problem ática de la región, p or la n aturaleza específica de su
cam po d e reflexión ap ortaron consideraciones pertinentes para una perspec­
tiva d e análisis más am plia. De esta m anera se trató de sup erar ta n to el exceso
d e generalidad como el extrem o particularism o. En otras palabras, se preten ­
dió realizar u n sem inario com parativo en qu e se confrontaran ta n to en el
p lan o de la reflexión teórica como en el histórico, el análisis de procesos socia­
les q u e presentaran elem entos significativos para la profundización del tema
central.
La sociología latinoam ericana ha d ad o pasos im portantes al determ inar las
razones de las dificultades históricas d e las clases dirigentes de u n ificar a las
naciones en propuestas hegemónicas capaces de incorporar a las masas popu.
lares en el proceso de desarrollo capitalista. Sin em bargo, no se puede decir
q ue haya avanzado m ucho en el exam en del eventual papel hegem ónico dc las
clases trabajadoras en las luchas sociales y en la organización económica y so­
cial, lo cual, como es com prensible, tiene efectos sobre la p ropia potencialidad
teórica y política de los m ovimientos sociales de transform ación.
A n te la ausencia d e una teoría capaz de unificar en el cam po de la reflexión
política los m om entos dem ocráticos y socialistas, las corrientes marxistas han
insistido en la concepción clásica según la cual, y a p a rtir de un arco de alian­
zas de clases dirigidas por el proletariado, el m ovim iento reivindicativo-cor-
porativo de las masas será capaz de generar u na crisis social y, en v irtud de
la presencia de una organización política d eterm inada, podrá conducir a tras­
tocar el po der existente. El objetivo central dc las clases populares, según esta
concepción, se expresa en u n a política llam ada de "acum ulación de fuerzas"
q ue prepare el m om ento de la tom a del poder. E n la m edida en q u e dicha acu­
m ulación de fuerzas es concebida esencialm ente como una m era unificación
instru m ental y no com o la expresión consciente de una hipótesis estratégica
y de u n a teoría de la transición, n o puede u nificar en u n proyecto social único
al co n ju n to heterogéneo de las clases populares.
Los procesos políticos que condujeron en el pasado a u n a tran sitoria con-

PJ

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10 PU U NTAQÓN

q uista del poder, po r no haber sido el resultado de un a real y efectiva unifica­


ción social y política de las masas populares, se m ostraron inm aduros para
resolver las difíciles tareas que presupone la total transform ación económica,
social y política de un país, no lograron m an ten er el p leno consenso de las
masas populares y condujeron rápidam ente a soluciones autoritarias. El hecho
d e q u e en el análisis de estas experiencias frecuentem ente las izquierdas socia­
listas tiend an a hacer recaer sobre factores ‘'externos” al pro pio proceso la
responsabilidad fundam ental del fracaso, revela las lim itaciones d e las hipó-
tesis estratégicas. En últim a instancia, a un extrem o voluntarism o de la teoría
corresponde una práctica q ue dicotomiza las propuestas dem ocráticas y so-*
cialistas.
En este sentido el objetivo del sem inario fue reflexionar sobre las posibili­
dades de establecer un cam po de análisis integrado para lo q ue en la realidad
y en la teoría aparece desarticulado y hasta contrapuesto. Ello supone la re­
consideración critica de las categorías analíticas utilizadas hasta el presente.
Se tra ta dc relacionar la concepción de ‘‘hegem onía", vista como la capaci­
dad política de u n a clase para dirig ir a las demás, con las otras m anifestaciones
sociopolíticas de extrem a relevancia en nuestras sociedades: masas p au p é rri­
mas. rurales y urbanas, al lado de crecientes capas medias y otros grupos asa­
lariados. producto de las características asum idas por la modernización y rela­
tivam ente "integradas” al desarrollo urbano-industrial. En forma más precisa
se tra tó de analizar si la tem ática dc la hegem onía ofrece elem entos q u e per­
m itan reunificar, en el cam po teóricam ente renovado de u n a teoría de la tran ­
sición, agregados que en la sociedad se entrecruzan, pero q ue alim entan pro­
yectos de sociedad contradictorios o alternativos.
Pensamos que este planteam iento, conceptualm entc heterogéneo, logró m oti­
var u na discusión enriquecedora desde varios ángulos del pensam iento social,
y que aportó nuevos elem entos a la reflexión sobre los com plejos procesos qu e
experim entan nuestras sociedades.

JU M O I-A BASTID A M ARTÍN DEI. CAM PO

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PR Ó L O G O

P or causas de orden editorial, no podem os in clu ir en n uestra edición las pre­


sentaciones d e las ponencias y los debates a que éstas d iero n lugar, m aterial
q u e fue grabado y que hoy puede ser consultado po r los investigadores e in te­
resados en el In stitu to de Investigaciones Sociales. D e todas m aneras, los textos
incluidos en el presente libro, qu e no reproducen exactam ente las ponencias
iniciales puesto q ue los investigadores contaron con la posibilidad dc efectuar
correcciones finales para d a r respuestas en su elaboración definitiva a las ideas,
o cuestionam ientos, o intentos de refutaciones que afloraron en los debates,
m uestran claram ente los campos de convergencia y de divergencia que colorean
con tonalidades diversas el pensam iento crítico latinoam ericano y europeo.
Sería u n a tarea vana in ten ta r aq u í u na síntesis dc las posiciones qu e a veces
d e m anera excesivam ente contrastante se sustentaron en el sem inario. Además
d c im posible, resultaría inválida en la m edida en q ue lo q ue se in ten tab a era
más u na confrontación que una coincidencia en to rno a u na tem ática q u e todos
reconocieron com pleja y diferenciada. Sim plem ente nos referirem os a algunas
ideas allí expuestas q u e pensam os justifican estas reflexiones.
En prim er lugar convendría insistir sobre el sentido del sem inario, q ue n o
se propuso analizar cómo y a través de qué caminos se im puso históricam ente
la hegem onía dc las clases dom inantes en las naciones latinoam ericanas, sino,
más bien, cóm o y a través de qué procesos y recomposiciones teóricas y prácti­
cas puede construirse una hegem onía proletaria, o po pu lar —la definición ya
constituye de p o r sí un tem a de debate— capaz de provocar u n a transform a­
ción radical acorde con las aspiraciones dem ocráticas de las clases trabajadoras
del continente. Es precisam ente esta perspectiva de las clases populares la qu e
se deseaba subrayar puesto que organizadores y participantes reconocíamos
q ue n o siem pre, o con la debida frecuencia, tal perspectiva estuvo presente
en los debates organizados po r las instituciones qu e centralizan la actividad
intelectual de indagación de los grandes problem as políticos y sociales de nues­
tros países. En nuestra opinión, qu e como es n atu ral puede o no ser com par­
tida, se ha tendido a analizar más lo q ue existe, lo ya dado, lo q u e finalm ente
ha acabado p or im ponerse, que las alternativas q ue en la realidad se presen­
taro n para q ue pudieran im ponerse procesos efectivos d e dem ocratización y
socialización progresiva dc las sociedades latinoam ericanas. En definitiva, bue-
na parte de la reflexión teórica e histórica estuvo dedicada más al análisis de
los vencedores que a la indagación de las alternativas q ue no pudieron resolver
en su favor los vencidos. U na orientación que insiste en form a desm edida en
dicha perspectiva, concluye instituyendo u na form a de ver la realidad según
la cual detenerse en las vicisitudes dc las derrotas dc las clases populares pare-
a c r a ser un indebido desplazam iento al terreno de la política, p lano qu e
debería ser evitado si se desea perm anecer en el ám b ito "académ ico” en el

l» )

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12 JOSÉ ARICÓ

q u e tendió a concentrarse el debate no políticam ente p artid ario de los proble­


mas latinoam ericanos.
El objetivo del sem inario era rom p er esta suerte de brecha abierta entre
análisis de la realidad y propuestas teóricas y políticas de transform ación. Para
ello era preciso tender a buscar u na aproxim ación a la política que, sin des­
v irtu ar la naturaleza de un sem inario d e d en tistas sociales donde se discute
sobre teoría política, pu gn ara p o r en con trar u n nivel de mediación con la
realid ad en la q ue las fronteras dem asiado rígidas en tre lo “académico” y lo
“ p o lítico” se d esdibujaran. Cuestionada d e tal modo una brecha q ue no siem­
pre existió en el m ovim iento social, y sobre cuyas razones históricas d e consti­
tución bien valdría la pena reflexionar, en tre teoría y m ovim iento social, o d i­
cho de otro modo, en tre ciencia crítica de la realidad v propuestas políticas de
transfo rm adón, po dría establecerse u na relación de alim entación recíproca que
perm itiera superar u n d istan d am ien to e incom unicación que, en n uestra opi­
n ión , caracterizó gran parte de nuestra historia cu ltural, por lo menos desde
el fin dc la segunda guerra m undial hasta los últim os años. 1.a reflexión aca­
dém ica estuvo m utilada en su capacidad de prolongarse al m undo in terio r de
la ’política, fue más ideología legitim adora q u e crítica social, al tiem po q ue la
reflexión política tendió a excluir el reconocim iento de los nuevos fenómenos,
teorizado y tem atizado por los intelectuales. P ara usar una m etáfora de M arx,
n i la crítica se e je rd a como arm a, n i las arm as necesitaban de la crítica p ara en­
co n trar u n fundam ento.
AI reconocer la presencia de una brecha q ue acaba m utilan do las posibili­
dades creadoras de am bas dim ensiones de lo real, el sem inario se propuso ex­
perim en tar una form a dc tra b ajar en la teoría qu e perm itiera avanzar en un
estilo nuevo de elaboración capaz de in c lu ir en el prop io debate esa insuprim i-
ble y constante tensión en tre teoría y m ovim iento. Para ello escogió un tema
d e discusión cuyas fuertes connotaciones políticas no pudieran ser obviadas,
en la m edida en q u e colocaba en el centro del debate la relación en tre proyecto
d e transform ación y sujeto histórico transform ador.

El eje en torno al cual giró todo el debate fue el concepto gram sciano de hege­
m onía, su validez como instrum ental teórico y político para reconsiderar desde
la perspectiva del presente las lim itaciones de la teoría m arxista de la política
y del estado; las reelaboracioncs m ediante las cuales tal teoría podía recon­
q u ista r su potencial crítico y p ro du cto r de estrategias de transform ación en el
terren o concreto de la realidad latinoam ericana, y, finalm ente, la relación de
con tinuidad o de ruptura que podía establecerse en tre las elaboraciones de
G ram sci y la tradición leninista. Como se com prenderá, el últim o tema provocó
las más arduas y a veces enardecidas discusiones por cuanto dicha tradición
constituye precisam ente la forma teórica en q ue de m anera casi excluyem e
ad q u irió en tre nosotros la reform ulación del m arxism o como teoría y política
d e la transform ación sodal. A lgunas ponencias, que al insistir fuertem ente
sobre los elem entos de novedad aportados p or G ramsci, ten dían a sos­
la y a r la problem ática relación q u e de todas m aneras m antuvo con el pensa­
m iento de Lenin, fueron a veces violentam ente contrastadas p o r otras que
m enospredaban a su tu m o el valor disruptivo de un a teorización que, como
PRÓLCCO 15
la de Gramsci, se asienta sobre el reconocim iento de transform ación epocal
d e la q ue n i L enin ni el propio M arx pudieron en m odo alguno d a r cuenta.
D e todas m aneras, la discusión perm itió avanzar en el establecim iento de un
terreno com ún de confrontación q u e perm itirá sin du da en el fu tu ro relacio­
n a r tendencias que hasta ah ora parecían separadas p o r áreas geográficas de
pertinencia, y a las que u na visión restrictiva de la distinción gram sciana en tre
" O rien te” y “ O ccidente” parecía d ar plena legitim idad. En este sentido, el
d ebate hizo aflorar, aun qu e no con la suficiente claridad, los dos órdenes de
problem as a los que el concepto de hegem onía en G ramsci insoslayablem ente
nos rem ite. P orque si es cierto que él se funda sobre el análisis d e cóm o un
orden burgués pudo ser im puesto encon trand o u na legitim ación en las masas
populares, incluye a la vez u n a reflexión, nu nca suficientem ente explícita
pero no p o r ello menos constante, sobre la experiencia concreta de construc­
ción de un orden socialista en un país de "O rien te”. Quizás valga la pena
in sistir en esta aclaración porque n o siem pre se tiene suficientem ente en
cuenta q ue las elaboraciones de G ram sci sobre el tema son tam bién reflexio­
nes sobre lo q u e estaba sucediendo en la sociedad soviética de su época, vale
decir, en u n m om ento en que la hegem onía com enzaba a extinguirse como
p rin cipio rector en la construcción de u n nuevo orden social, y la capacidad
expansiva del fenóm eno soviético encontraba insuperables barreras p ara d i­
fundirse.
Si nosotros querem os aferra r el sentido más pro fun do de las reflexiones
gram scianas, si deseamos develar lo q u e m uchas veces de m anera m etafórica
in ten ta b a realm ente decim os, debemos necesariam ente leerlas a la luz de los
fenóm enos concretos de construcción del socialismo, fenómenos críticam ente
analizados por un hom bre que siem pre fue u n com unista convicto y confeso,
es decir, u n m ilitan te revolucionario q ue adm itía como p un tos d e p artida
ciertos paradigm as esenciales de la interpretación leninista de M arx. El reco­
nocim iento de la centralid ad p ro letaria, la necesidad de u n p artid o com o su­
puesto inderogable de la hegemonización dc las clases subalternas, la conquista
del poder como iniciación de un nuevo orden social, la reform a intelectual
y m oral de *a qu e aqu¿l d eb (a ser generador para fu n d ar el nuevo orden en
u n cem ento cultu ral unifícador de las masas pooulares. etc., fueron princi­
pios que G ram sci reconoció como propios dc u n Lenin q u e en el terreno de
la política, a u n q u e no de la teoría, reconsidera en el tercer congreso de la In ­
ternacional Com unista la validez epocal de buena parte de una tradición que
él como nadie contribuvó a configurar. Por lo qu e nos atreveríam os a afirm ar
q u e es a ese Lenin. al Lenin q u e privilegia la conouista de las masas, que cri­
tica fuertem ente la burocratización del proceso soviético, nue adm ite d iferen­
cias fuertem ente significativas de los sistemas políticos de Occidente, q ue busca
form as más dinám icas v flcxib'es de organización de las masas en O riente, que
privilegia la reunificación dc las clases trabajadoras com o soporte de los proce­
sos de transform ación social, en fin, al L cnin del frente único al qu e reconoce
com o su inspirador. Y es en él donde cree en co ntrar in nuce la form ulación
de u na teoría de la hegem onía q ue h ab rá d e representar su aporte aún inago­
tado a u n a com prensión m oderna de la política, del estado y de la transfor­
m ación. Gramsci arranca, en suma, de una serie dc conceptos, muchos dc ellos
14 JOSÉ ARICÓ

dc m atriz leninista, sobre los q ue fu nd a u n a visión del proceso revolucionario


en u na etapa caracterizada por la derrota del m ovim iento obrero, la crisis del
estado liberal y los fuertes límites de la experiencia soviética. Y vale la pena
recordar esta circunstancia porqu e son precisam ente tales conceptos los que
hoy deben ser puestos a prueba, no sim plem ente porq ue la crisis del socialismo
—para situ ar en su debido lugar lo qu e hoy denom inam os restrictivam ente
como "crisis del m arxism o"— ha provocado la proliferación de corrientes que
cuestionan un a tradición teórica fuertem ente arraigada en la historia del moví,
m iento social, sino porque toda una época histórica está concluyendo y es
difícil pensar q u e con ella no se hayan agotado tam bién partes significativas
d c tal tradición.
U n problem a q ue afloró con p articu lar agudeza en el sem inario versó p re­
cisam ente sobre la validez del prin cipio teórico y político del pro letariado
como clase fundante, como soporte histórico y social d e u na nueva form a dc
sociedad. A lgunos ponentes analizaron con m ucha claridad los peligros que
im plica pretender deducir dc las posiciones q u e se ocupan en las relaciones de
producción ciertos com portam ientos sociales q u e perm itan establecer p or sí
mismos la constitución de sujetos sociales soportes de transform aciones ra d i­
cales. La concepción de sujetos sociales “preconstituidos”, q ue deriva de u na lec­
tu ra ingenua del pensam iento de M arx pero q u e sigue siendo aplastantem ente
d om inante en el sentido com ún m arxista, se convierte dc tal m odo en la m atriz
esencial del reduccionism o economicista, lim itación q ue con distinto énfasis
los p articipantes del sem inario tendieron a considerar como la trab a fun da­
m ental para la reconquista de la capacidad explicativa y proyectiva del m arxis­
mo. El privilegiam iento deductivista del proletariado, típico de las teorizacio­
nes de la Segunda Internacion al, o aun su p a rd a l corrección m ediante la in­
corporación del concepto leninista dc "alianza d e clases” , im puesto po r la T e r ­
cera Internacional, dejaban en definitiva intocado el problem a de la com ple­
jid a d d c los procesos a p a rtir de los cuales el antagonism o instalado en el nivel
de las relaciones de producción podía expresarse en la constitución de las
fuerzas sociales en perm anente estado d c recom posición. El conccpto gramscia-
n o de hegem onía, aqu ello que —para decirlo ahora de m anera provocatoria—
lo transform a en un p u n to de ru p tu ra de toda la elaboración m arxista que lo
precedió, es el hecho de que se postula como un a superación de la noción de
alianza de clases en la medida en q ue privilegia la constitución de sujetos so­
ciales a través de la absorción y desplazam iento de posiciones q ue Gramsci
define como "económ ico-corporativas" y po r ta n to incapaces de devenir "esta­
d o ”. Asi entend ida, la hegem onía es u n proceso d e constitución de los propios
agentes sociales en su proceso de devenir estado, o sea, fuerza hegemónica. De tal
modo, aterrándonos a categorías gram scianas como las de “ form ación de una
v oluntad n acio nal” y de "reform a intelectual y m oral", a todo lo q u e ellas im ­
plican más allá del terren o histórico-concreto del q u e em ergieron, el proceso
dc configuración d e la hegem onía aparece como un m ovim iento que afecta
ante todo a la construcción social de la realidad y qu e concluye recom poniendo
de m anera inédita a los sujetos sociales mismos.
C u an d o afirm am os que el concepto gram sciano de hegem onía es irreductible
al conccpto leniniano de “ alianza de clases”, n o podemos negar que de algún
PRÓLOGO 15
m odo lo presupone. Sería absurdo n o ver q ue detrás dc Gramsci está Lenin,
au n que n o sólo él; en el mismo sentido, desconoceríamos la historia si tra tá ­
ram os d e com prenderlo sin ap elar a las elaboraciones y a la experiencia de la
T ercera In ternacional. Pero cuando se insiste en tal irreductibilidad sim ple­
m ente sé quiere señalar que, au n siendo así, de todas m aneras resultaría muti-
lador y falso encerrar a Gramsci en la m atriz leninista. T o d o lo nuevo que
pudiera h ab er aportado quedaría de hecho invalidado o subsum ido d en tro de
una tradición de pensam iento exim ida d e la p erentoria necesidad dc medirse
con la realidad de nuestro tiem po. Podría reflexionarse am pliam ente sobre
las consecuencias en la teoría y en la práctica social que esta form a sacra de
ab o rd ar los problem as acarrea. Nos g ustaría insistir solam ente sobre una en
p articu lar, por el peso asfixiante que aún tiene para ab ord ar el problem a
de los procesos de transición. Si como hem os recordado, la reflexión gram sciana
encierra m etafóricam ente un análisis d e los mecanismos que condujeron al
agotam iento de la capacidad hegem ónica de las fuerzas rectoras del proceso
soviético, estaríam os dispuestos a afirm ar que de la lectura dc los Cuadernos
dc la cárcel se deduce con m ucha clarid ad q ue G ramsci evaluó en toda su im ­
p ortancia el erro r que significó considerar al pro letariado y al campesinado
rusos como sujetos preconstituidos de cuya alianza u n p artid o q u e nunca cues­
tionó su condición de represen tante —ni siquiera cuando la fractura de su
núcleo dirig en te colocó al rojo vivo este tem a— preten dió ser exclusivo y único
g arante. Y es ésta la razón p o r la que estamos firm em ente convencidos de que
frente a Gramsci es preciso realizar siem pre u na lectura q ue coloque en el
lugar debido la relación insoslayable q ue sus reflexiones m antienen con la
experiencia m utilada de im plem entación de un proyecto hegem ónico revolucio­
nario como fue el iniciado p or la revolución de octubre. Es cierto q u e este
p rincipio herm enéutico vale para todo pensador y con más razón para u n p en­
sador político, pero en el caso d e Gramsci es doblem ente válido p or las condi­
ciones en que debió escribir, cercado com o estaba por la prisión m ussoliniana
y la desconfianza e incom prensión de sus propios compañeros.
Si la discusión sobre los parám etros fundam entales en to m o a los cuales se
elaboró el leninism o como lectura fuertem ente politizada del marxism o de la
Segunda Internacional, y la proxim idad o distancia q ue frente a él m antuvo
Gramsci, tiene u na im portancia teórica general, en el caso de América Latina
esa im portancia trasciende esos lím ites teóricos por cuanto el debate m arxista
nunca alcanzó a ser un fenóm eno in tern o al m ovim iento obrero, o, si en algu-
nos lugares lo fue, nunca la relación en tre teoría m arxista y m ovim iento de
las clases trabajadoras ad q u irió características aproxim ables a la constelación
d c form as europeas. N i la extensión y densidad histórica del p ro letariado es
sem ejante, n i su horizonte ideal tendió a reconocer el socialismo como u na
expresión política propia. De ah í entonces la u tilidad de con fron tar con las
diferenciadas realidades latinoam ericanas paradigm as que exigen de nosotros
•'traducciones” (en el sentido de Gramsci) menos p untuales e infin itam en te
más cautas. Si u n principio esencial del m arxism o era, y en gran m edida sigue
siendo, el reconocim iento de la centralidad p roletaria como supuesto indero-
gable d e todo proyecto de transform ación socialista, ¿qué vigencia podemos
otorgar a este prin cipio en condiciones o en situaciones donde la clase obrera
16 JO S Í AJUCÓ

n o ocupa en la producción ni en la sociedad espacios como los q ue d eten tó


y aú n d etenta en los países capitalistas centrales? ¿Hasta q ué p u n to el “susti-
tutivism o” —d e la clase por el p artido , del partid o p or los jefes— qu e en las
áreas centrales de constitución del m ovim iento obrero pareció ser en un p rin ­
cipio u n elem ento co nn atural del proceso dc organización del proletariado
com o clase, y luego la m anifestación perversa dc un reduccionism o de m atriz
esencialm ente teórica, en América L atin a es más la exorcización de u na reali­
d ad q ue nunca llega a ser como la teoría quiere que sea para q u e ésta tenga
capacidad explicatoria y predictiva y p or ta n to potencialidad política? ¿Por
qué las experiencias que se plantearon transform aciones sociales aparecieron
como ajenas a las elaboraciones orgánicas d e u na teoría que se pensó siem pre
com o elem ento inseparable de aquéllas? ¿Cómo explicarse la eterna querella
en tre marxism o y m ovim iento so d al latinoam ericano? Si la resolución d e tal
conflicto fue por muchos de nosotros proyectada a un fu tu ro siem pre inalcan-
zado de “m aduración" de la realidad y no de "recom posición" d e la teoría,
la actual dilatación del conflicto a los mismos lugares de configuración de la
teoría nos plantea la perentoria necesidad de som eter to do nuevam ente a críti­
ca. de m edirnos d e renovada m anera con los hechos y la significación d e un
m un d o q ue se resiste como nunca a ser catcgorizado. Pensar qu e la crisis del
capitalism o y del socialismo “real", q u e los obstáculos en apariencia insortea-
bles para com patibilizar justicia y libertad no requ ieran hoy de u na audaz
recom posición teórica —y práctica, p or supuesto— del m arxism o, au n qu e no
sólo dc él, sería sólo una forma n o p o r vergonzante menos m u tiladora d e fuga
de la realidad, de obcecada negativa a ad m itirla tal com o realm ente es, con
todo lo q u e ella encierra de posibilidades trágicas p ara el destino de la h u m a­
nidad. De más está decir hasta qué extrem os u na actitud sem ejante se con­
tradice con el espíritu y la naturaleza del program a científico de M arx.
M edirnos con las preguntas de nuestro tiem po im plica p o n er a prueb a los
principios mismos de una teoría qu e no ad m itió nunca, ni a q u í n i en parte
alguna, un a “ traducción’* p u ntual. Si a la vez que m antenem os un a adhesión
crítica a u n a tradición teórica de la q ue resulta im posib'e e in ú til escapar en
la m edida que es una dim ensión insuprim ible e “ insuperada" de la pro pia
realidad pretendem os analizar de una m anera veraz y realista los procesos
de cam bio en América L atina, debem os indagar las posibilidades y las con-
d id o n e s en q u e fuerzas sociales que se constituyen a p a rtir del carácter con­
tradictorio del m undo capitalista pueden convertirse en sujetos históricos trans­
formadores. En esta perspectiva, colocando en el tapete estas preguntas, el
sem inario de M orelia tuvo la enorm e virtud d e ab rir un cam po de problem as
hasta ah o ra inexplorado entre nosotros. Nos atreveríam os a sostener q u e es
precisam ente esta circunstancia lo que probablem ente h ab rá de proyectarlo
como un m om ento excepcional de esa fuerte dem anda de realidad q ue hoy
tcnsiona a los científicos sociales avanzados.

JO S É ARICÓ

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PRIM ER A PARTE

PRO BLEM A S T E Ó R IC O S D E C O N C E PT U A LIZ A C IÓ N

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TE SIS ACERCA D E LA FO R M A H EG EM Ó N IC A D E LA P O L ÍT IC A

a] CONCEPTOS y PROBLEMAS DE UNA TEORÍA DE LA HEGEMONÍA

1. "H egem onía” es el concepto fundam ental d e la teoría política m arxista. Es


a p artir de él q ue es posible concebir ta n to las diversas dim ensiones y lím ites
de lo político como los supuestos fundam entales de u n a estrategia socialista.
Privilegiar el m om ento dc la hegem onía en la form ulación de una teoría m ar­
xista dc la política supone, sin em bargo, u n a serie de decisiones teóricas previas
q u e rom pen con la form a en q u e u na larga tradición —q u e rem onta a la Se­
gu nda Internacio nal y au n antes— ha encarado el problem a de la política
y del estado. Estas decisiones son: 1] elim inar el reduccionism o de clase como
supuesto fundam en tal de la teorización política; 2] ro m per con las concepcio­
nes em piristas y racionalista de las clases sociales; 3} in tro d u cir en el análisis
político los conceptos fundam entales de "sobredeterm inación” y "articulación";
4] llegar a u n a concepción más am plia de los antagonism os sociales, q ue inclu­
ya los conceptos de "posicionalidad" dem ocrática y "posicionalidad" popular.

2. El reduccionism o de clase se articula en to rno a tres mom entos esenciales:


a] el m an tenim iento de un a rígida oposición b ase/superestructura; b] la iden­
tificación prim aria de las clases al nivel de la base —es decir, según su inserción
en el proceso de producción— del q ue se d erivan "intereses de clase” clara­
m ente definidos; c] la afirm ación de q u e las formas políticas y de conciencia
dc los agentes sociales son formas necesarias derivadas de la n aturaleza de clase
dc los mismos. Estas formas "superestructurales” pueden ser concebidas como
epifenóm enos (economicismo clásico) o como el m om ento más alto en la
constitución de una clase en cuan to tal (L u kács), pero en todo caso tienen
siem pre una pertenencia de clase necesaria. Las únicas dos formas de concebir
la hegem onía que resultan com patibles con el reduccionism o de clase son: a]
la concepción de la alianza de clases, p o r la qu e clases con intereses, ideologías
y organizaciones diversas se unen b ajo el liderazgo político de u na d e ellas en
to m o a objetivos tácticos o estratégicos com unes; b] la concepción según la
cual la clase dom inante im pregna con sus ideas, valores, form as dc conciencia,
etc., al conjunto de la sociedad. En esta segunda concepción, la hegem onía es
inseparable del fenóm eno de la "falsa conciencia" en lo qu e respecta a los
grupos subordinados.

3. En la raíz de esta concepción reduccionista de la sociedad se encuen tra un


supuesto em pirista según el cual las clases se identifican con los grupos sociales

[19]

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20 ERNE910 LACl.AU

em píricam ente dados. Si esto es así se desprende, claro está, q ue el carácter cla­
sista de todos los rasgos y posicionalidades del agente social es u n a verdad tau ­
tológica. Esta concepción, sin em bargo, resulta escasam ente com patible con la
identificación de las clases a p a rtir d e su inserción en el proceso productivo
—q u e im plica lim itar la identidad clasista del agente a u n a de sus posicionali­
dades y no a la totalidad de las mismas. Este obstáculo fue tradicionalm ente
salvado añ adien do al análisis em pirista u n supuesto racionalista: los otros
rasgos del agente —fam iliares, políticos, ideológicos, etc.—, se derivan lógica­
m ente de su posición dc clase. Si esto fuera así, resulta claro q ue no hab ría
incom patibilidad alg un a en tre d efin ir las clases a p a rtir de sus posicionalida­
des económicas e identificarlas con los agentes sociales em píricam ente dados. En
la práctica, las concepciones em pirista y racionalista dc las clases sociales se
h an com binado en u n a a c titu d teórica q ue concibe a éstas com o las unidades
últim as del análisis histórico y q ue en cu entra el p rincip io de in teligibilidad
de todo fenóm eno social en su adscripción a clases sociales determ inadas (son
conocidas, por ejem plo, caracterizaciones tales como "deform aciones pequeño-
burguesas”, “ resabios ideológicos feudales", e tcéte ra).

4. R esulta claro, pues, po r qué la noción de hegem onía era escasamente pensa-
ble para u n a concepción reduccionista del marxismo. Si las clases son conce­
bidas como constituidas en torno a intereses específicos e intransferibles y o r­
ganizadas a p a rtir de "cosmovisiones’' cerradas, se sigue qu e el ú nico tip o de
relación q ue pueden establecer en tre sí es u na relación de alianza para obje­
tivos precisos. Y en los casos en los q ue esa alianza consolidaba u n a identidad
o ideología com ún en tre los sectores intervinientes, la concepción reduccionista
concluía que dicha ideología correspondía a la clase líder de la alianza y
que su adopción p or parte de las otras clases sólo podía representar para
éstas un fenóm eno de “falsa conciencia". (Pensemos en las innum erables ca­
racterizaciones del nacionalism o com o ideología burguesa.) U n largo proceso
q u e resum im os brevem ente más adelan te (véanse tesis 5, 6 y 7) condujo, sin
em bargo, a la crisis progresiva de este enfoque reduccionista y al establecim ien­
to de las bases necesarias para un enfoque alternativo, fun dad o en la noción
de hegem onía. Los supuestos básicos de este ú ltim o enfoque son los siguientes:
a] N o hay relación de im plicación definicional en tre las diversas posicionali­
dades del agente (no hay, por ejem plo, relación necesaria entre la ideología
fam iliar del obrero y su inserción en el proceso p ro d u ctiv o ). Si esto es asi
debe rechazarse —a menos que se afirm e u na concepción p uram ente no m in a­
lista de las clases— la identificación en tre clase social y g rup o em píricam ente
dado. Q uedan abiertos, pues, dos caminos: o bien identificar a las clases con
las posicionalidades económicas de los agentes —lo que exige desarro llar for­
mas de conceptualización alternativas respecto a los conjuntos articulados qu e
abarcan a la to talid ad dc las mismas y n o sólo a las m eram ente económicas—,
o bien en ten d er p o r clases sociales a estos ú ltim os conjuntos articulados —lo
q ue significa fo rm u lar sistemas de conceptualización de las clases sociales m u­
cho más concretos e históricos que los q ue el m arxism o h a producido hasta
el presente. Ambos caminos están abiertos y. desde el p u n to d e vista teórico,
son igualm ente válidos, b] La forma histórica de articulación del co n ju n to de
T IÍIS ACERCA DE LA fORMA HEGEMÓNICA DE LA POLÍTICA 21
posicionalidades de u n a sociedad es, precisam ente, lo qu e constituye su p rin ­
cipio hegemónico. Y este principio hegem ónico supone el p od er y la dom ina­
ción. La hegem onía no es, por consiguiente, u na relación de alianza en tre
agentes sociales preconstituidos, sino el principio mismo de constitución de
dichos agentes sociales. En la m edida en q u e hay transform aciones hegemó-
nicas en la sociedad cam bia tam bién la id entid ad dc los agentes sociales. Éste
es el principio gram sciano de la guerra de posición, q u e im plica la constitu­
ción histórica d e los propios agentes sociales en su proceso de d evenir estado,
c] La un idad del agente n o es, p or consiguiente, un a u n id a d apriorfstica sino
sobredeterm inada, resultan te de la articulación histórica de u n p rin cipio hege­
mónico. d] Si esto es así, la determ inación de la estructuración hegem ónica dc
la sociedad constituye el p u n to de p artid a de todo análisis concreto de la
mism a, ya q ue es sólo en el in terio r de este p rin cipio hegem ónico, como form a
específica de articulación de posicionalidades, que se constituye la u nidad dc
los diversos agentes sociales.

5. H em os afirm ado que la form a hegem ónica de la política supone la des­


articulación y rcarticulación de posicionalidades. C on esto, sin em bargo, hemos
señalado tan sólo el m ódulo general a través del cual la gu erra de posición se
verifica. Es tam bién necesario considerar ta n to las condiciones específicas como
los límites históricos de una política q u e se funde en form as hegemónicas. la.
p rim era d e estas condiciones es la existencia de u na cierta distancia entre los
diversos niveles de la reproducción social, q u e establezca u n m argen de varia­
ción y articulación diferencial en tre los mismos. U n modelo de acum ulación
dc capital que sólo fuera com patible con el m antenim iento d e los salarios
obreros al nivel de la subsistencia, p or ejem plo, haría im posible la hegemoni-
zación de las dem andas de increm entos salariales p o r parte del discurso del
poder. P or el contrario, la política social de D isracli en Ing laterra fue hege-
mónica en la m edida en que logró desarticular ciertas dem andas sociales d e las
masas del discurso p op ular radical en el qu e venían planteadas hasta entonces
y rearticularlas a un discurso conservador alternativo. O tro ta n to pod ría decir­
se de la política social d e Bismarck en A lem ania. En el o tro extrem o, u n a co­
m unid ad cam pesina en la Edad M edia reproduce su existencia sobre la base
de una rígida articulación dc posicionalidades q u e n o ab re la posibilidad de
ningú n proceso dc transform ación articulativa. La form a hegem ónica de la
política está ausente. Podemos decir, en tal sentido, q u e el proceso de la re­
producción social ha tendido a asum ir formas de más en más hegemónicas en
la m edida en qu e ha descansado menos en las prácticas ancestrales de com uni­
dades sim ples y h a dependido más de decisiones políticas q ue afectan a la
sociedad en su conjunto. La hegem onía im plica, po r tanto, el prim ado cre­
ciente de la política —es decir, dc form as dc articulación q ue adm iten un am ­
plio grado de variación— en lo que concierne a asegurar el proceso de la re ­
producción social. La form ación del estado m oderno, p or consiguiente, no es
tan sólo el proceso dc form ación d e centros de decisión q u e abarcan com uni­
dades cada vez más am plias; es tam bién el proceso de distanciam iento entre
la reproducción m aterial de la sociedad y las condiciones de existencia de dicha
reproducción. Es precisam ente este h ia to histórico existente en tre am bas el
22 EJLNKCTO LACLAU

q u e in ten ta cu b rir teóricam ente el concepto de hegem onía. Podríam os decir,


en tal sentido, que si la com unidad cam pesina m edieval representa la forma
ex trem a de u n proceso dc reproducción social sin hegem onía, el m ito del
"totalitarism o ” m oderno —es decir, d e u n estado Leviatán capaz de rearticu-
la r todos los aspectos de la vida de u n a com unidad— representaría el o tro
extrem o. Esta posibilidad rearticulato ria, sin em bargo, para ser hegemónica,
necesita de o tra condición: que el proceso de articulación y rearticulación de
posicionalidades se verifique b ajo form as consensúales, es decir como proceso
o bjetivo de constitución de nuevos sujetos. Hay, pues, dos lím ites a la trans­
form ación hegem ónica q ue resulta posible en u na situación histórica dada: por
u n lado existen las áreas en la vida de u n a com unidad en las q u e la form a
hegem ónica de la política no ha penetrado aú n ; p o r el otro, si el proceso de
transform ación ha de ser realm ente hegem ónico —es decir, ha de o p erar a tra­
vés de la constitución dc nuevos sujetos y n o a través de la coerción pura y sim-
p ie— debe tener en cuenta las rearticulaciones históricas q u e son posibles en
u n m om ento dado: es decir, ha dc constituirse como gu erra de posición. Vemos
pues el problem a fundam ental que p lantea la consideración del estado en los
países del T e rcer M undo: la form a estado h a sido con frecuencia el resultado
d e la descolonización, de u n a exigencia externa, y no ha respondido al creci­
m ien to in tern o de centros de decisión hegemónica. Por consiguiente, el estado
es débil y su capacidad de in cid ir en el proceso de reproducción social, lim itada.

6. D e lo q ue llevamos dicho se desprende q ue la rcform ulación del marxism o


en térm inos de u na teoría de la hegem onía requiere u n doble m ovim iento: por
u n lado d eterm in ar analíticam ente cuáles son aquellas posicionalidades de
cuya articulación ha d ep endido un a transform ación histórica o u na determ i­
n ada estructuración hegem ónica de la sociedad; po r el otro, explicar dichas
articulaciones como form as históricas concretas y sobredeterm inadas y no como
vínculos necesarios de carácter paradigm ático. Preguntas, p or ejem plo, tales
como: " la revolución de 1950 ¿fue la revolución dem ocraticoburguesa en el
Brasil?*’, carecen de sentido. N o es posible constituir u n paradigm a —"revolu­
ción dem ocraticoburguesa"— sobre la base de hipostasiar el tipo de articula­
ción de posicionalidades q u e se d io en algunas experiencias de E uropa Occi­
d ental. Sabemos m uy bien qu e puede h aber transición al capitalism o sin de­
m ocracia e, incluso, sin revolución burguesa. P or o tro lado, un a serie de tran s­
form aciones intelectuales, sociales y políticas q ue acom pañaron la transición
al capitalism o en E u ro pa constituyen procesos objetivos de sobredeterm inación
y no m om entos necesarios en el autodespliegue de u n paradigm a. Esto im plica
posicionalidades que, en otros contextos históricos, pueden articularse y com­
binarse en form a diferente. N o es posible, po r lo tanto, ni concebir las posicio­
n alidades concretas como m om entos necesarios d e u n paradigm a ni adscribir­
las a etapas de desarrollo predeterm inadas. La aproxim ación al análisis de la
sociedad en térm inos de u n a teoría de la hegem onía supone precisam ente esto:
q ue los mismos elem entos puden ser articulados difercncialm ente. Si esto no
fuera así, y si cada elem ento se definiera no p o r su articulación histórica con­
creta sino p or su pertenencia esencial a un paradigm a, la hegem onía sería in ­
discernible de la dom inación p u ra y sim ple y las formas consensúales, se expli-
TESIS ACERCA DE LA FORMA HEGEMÓNICA DE LA POLÍTICA 23
carian p o r la "falsa conciencia" de los sujetos dom inados. N o h ab ría produc­
ción de sujetos a través dc las articulaciones hegemónicas sino eq uilib rio s in ­
te g ram o s en tre sujetos preconstituidos.

7. H em os afirm ado q u e la producción de sujetos se verifica a través de la a r ­


ticulación y rearticulación de posicionalidades. Esto supone q ue el terren o de
constitución de la hegem onía es el discurso. (P ara u n a consideración del esta­
tu s de lo discursivo, véase anexo.) Esta afirm ación requiere, p ara no ser m al­
entendid a, tres tipos de precisiones: a] al afirm ar que el cam po de constitu­
ción de la hegem onía es el discurso, n o se está afirm an do u n a concepción
"superestru ctu ralista” de la sociedad sino, tan sólo, qu e toda práctica social
se constituye com o práctica significante —y diferente, p o r tan to , de la causa­
lidad mecánica. E n tal sentido, la práctica económ ica m ism a se constituye como
discurso; b] es este carácter significante de toda p ráctica social el q u e perm ite
el co nju n to de articulaciones connotativas que, a la p a r q u e fu n d an la hegem o­
n ía constituyen a los agentes sociales como sujetos: n o hay sujetos históricos
previos al discurso; c] toda diferenciación dc niveles en la sociedad se d a en
el in terio r de las prácticas significantes y n o como diferencia en tre prácticas
significantes y no significantes: a trib u ir diferentes tipos de causalidad a los
diferentes niveles de la sociedad es incom patible con cu alqu ier noción de
totalidad.

8. H asta ahora no hem os introducido en nuestro análisis la noción de an ta­


gonism o. Éste es, sin em bargo, un p u n to central, ya que toda hegem onía no es
sólo un a articulación de posicionalidades: es articulación de posicionalidades
en un cam po surcado por los antagonism os. Esto supone q ue si toda práctica
social es práctica significante no debem os asum ir los antagonism os com o lo
dado sino constituirlos discursivam ente en ta n to diferencias específicas. Dc
nu estro análisis de la noción de antagonism o (véase anexo) se derivan las
siguientes conclusiones: a] todo antagonism o es u n a relación dc contradicción
—n o d e contraried ad— creada en el in terio r del discurso; b] el discurso de
ru p tu ra es u n discurso de equivalencias a través del cual se constituyen sujetos
democráticos. Podemos h ab lar, como consecuencia, de posicionalidades d em o­
cráticas; c] cuando un discurso no constituye tan sólo sujetos dem ocráticos
como posicionalidades específicas en u n cam po social determ inado, sino q ue
divide radicalm ente a la sociedad en to m o a u n antagonism o básico en tre
opresores y oprim idos, constituye a estos últim os en sujetos populares. Podemos
h ab lar así de posicionalidad popular; la form a d e n eu tralizar los antagonism os
p o r parte de los opresores consiste en transform ar al antagonism o en diferen­
cia, es decir en reconvertir la contradicción en contrariedad.

9. C on estas distinciones en m ente podem os volver a considerar el problem a


de la hegem onía. La hegem onía puede constituirse de dos formas: vía trans­
form ism o o vía ruptura popular. L a prim era es la q u e se fu n d a en transform ar
el antagonism o en diferencia (véase anexo) y h a sido la form a fun dam en tal
de constitución de la hegem onía burguesa en E uropa. La dem ocratización
progresiva del régim en liberal b ritánico en el siglo xix es el caso más com pleto
24 ERNJECTO LACLAU

y exitoso de form ación d c un a hegem onía burguesa sin ruptura popular. Las
dem andas d e las masas fueron absorbidas en form a diferencial p or el sistema
y d e esta m anera se dislocaron posicionalidades cuya confluencia p u d o h aber
conducido a la form ación de sujetos populares radicales. Los casos de la Ita lia
d e G io llitti y d e la A lem ania dc Bismarck son tam bién ejem plos claros del
m ism o proceso. El caso francés, p o r el con trario, representa el ejem plo clásico
d e form ación de u n a nueva hegem onía vía ru p tu ra popular. Los diversos a n ta ­
gonismos ( = posicionalidades dem ocráticas) no son absorbidos diferencial-
m en te p or el sistema y reconvertidos así en diferencias, sino q ue se articu lan
constituyendo u n sujeto po p u la r com plejo ( = posicionalidad p opular) q u e se
p resenta com o alternativa contradictoria al co n ju n to del antig uo régim en. En
el discurso jacobino aq u í aparece desarticulado en un sistema de equivalencias,
cada u n o de cuyos térm inos sim boliza la dom inación.

10. ¿Cuáles son las relaciones existentes en tre las diversas posicionalidades
q u e hemos definido? Señalemos, al respecto, los pu ntos siguientes:
a] R esulta claro que, si tod o antagonism o constituye posicionalidades d e­
m ocráticas, y si el tip o d c articulación en tre estas últim as depende de la estruc­
turación hegem ónica de la sociedad, n o es posible referir aquéllas a u n tip o
d e articulación necesaria, previa a la form a histórica q u e ado pta u n a hegemo­
nía determ inada. Esto significa q u e en toda circunstancia histórica existe u na
p lu ra lid a d de antagonism os (por ejem plo: económicos, nacionales, sexuales,
institucionales) que n o tien en un a pertenencia paradigm ática —d e clase o de
o tro tip o — necesaria, y cuya articulación es el resultado de u n a guerra de po­
sición qu e establece la form a hegem ónica d e la sociedad. E l corolario de esto
es que la posición m arxista tradicion al según la cual todo antagonism o se re ­
duce d irecta o indirectam ente, a un antagonism o de clase, es incorrecta.
b] N o existe u n a correlación necesaria en tre posicionalidades dem ocráticas
y posicionalidad po p u lar. La relación q u e exista en tre am bas dependerá de la
am p litu d de la cadena de equivalencias dem ocráticas existente en una socie­
d ad determ inada. E n el proceso d e u n a revolución colonial, po r ejem plo, el
enfren tam ien to con la potencia im perialista constituye posicionalidades p op u­
lares en to m o a sujetos nacionales, p ero esto n o significa q u e estas últim as
tien dan a establecer un a relación de equivalencia con todos los antagonism os
dem ocráticos existentes en dich a sociedad. M uchos pueden q ued ar excluidos de
la cadena de equivalencias y a u n presentarse como enfrentados a ésta.
c] T enem os, así, dos situaciones extrem as. E n la p rim era d e ellas las diver­
sas d em andas dem ocráticas se constituyen com o posicionalidades aisladas sin
fusionarse en u n a posicionalidad p o p u la r única, rica en equivalencias. Esto
acontece con frecuencia en aquellas sociedades q u e h an asistido a u n proceso
exitoso de establecim iento de hegem onía vía transform ism o. El caso inglés q ue
mencionam os antes es p articu larm en te claro al respecto. La cu ltu ra política
inglesa es extrem adam ente sensible a las dem andas dem ocráticas y h a consti­
tu id o u n a am p lia v ariedad de sujetos dem ocráticos, pero es sum am ente débil
en lo q u e se refiere a la constitución de sujetos populares q u e tien d an a d iv id ir
a la sociedad en dos campos antagónicos. (Y es claro q u e sin constitución de
sujetos populares n o hay guerra de posición.) P or o tro lado, puede darse una
TESIS ACERCA DE LA FORMA HECEMÓNICA DE LA POLÍTICA 25
situación en la q u e las posicionalidades populares se organicen en to m o a u n
rafnim o de equivalencias dem ocráticas. Es el caso, p or ejem plo, de ciertas
banderas nacionales en países del T e rcer M undo, q ue son hegem oneizadas por
grupos dirigentes conservadores con posterioridad al proceso de descoloniza­
ción. Este tip o de discurso p o p u la r tiende, p or tan to , a presentar la opresión
como p u ram ente ex tern a y a im pedir la creación de u n a cadena de equivalen­
cias q ue absorba los antagonism os dem ocráticos interiores a la sociedad en
cuestión.
d] E n tre estas dos posibilidades extrem as se encu en tran las situaciones más
frecuentes: aquellas en que en to m o a ciertas posicionalidades populares se
estru ctura un cierto núm ero de equivalencias dem ocráticas, m ientras que otras
qued an excluidas y no entran en la constitución d e sujetos populares. La tra ­
yectoria del P artido Com unista Ita lia n o es u n b uen ejem plo en tal sentido. Al
finalizar la segunda guerra m undial, T o g lia tti tenía u n a clara concepción es­
tratégica acerca de la expansión del cam po p o p u la r sobre la base de u n a cre­
ciente articulación d e antagonism os dem ocráticos. D u ran te décadas el p c i
entendió en form a adecuada la dialéctica en tre posicionalidades populares y
dem ocráticas en la sociedad italian a; en los últim os años, sin em bargo, el
cam po de las luchas dem ocráticas se h a exp and id o considerablem ente en Italia,
con la aparición de nuevos sujetos y antagonism os —lucha po r la liberación de
las m ujeres, conflictos en el seno de las instituciones, problem as de la juven­
tu d , etc.— q u e rebasan el m arco representado po r la síntesis togliattian a: el re­
sultado ha sido que la estrategia del p c i se ha revelado insuficiente para hege-
m oneizar estos nuevos antagonism os, lo qu e ha conducido a un impasse polí­
tico y a una creciente desorganización del cam po popular. (No puede haber
g u erra d e posición exitosa cuando los sujetos populares n o logran articu lar la
totalidad del cam po de las luchas dem ocráticas.)
e] Los lím ites a la capacidad articulativa de ciertas posicionalidades po­
p ulares pu ede ser la resultante de circunstancias objetivas: la regional ización,
la falta de integración nacional de ciertos países d a lugar a culturas políticas
diversas, de las q u e d erivarán cadenas de equivalencias fu ndam entalm ente dis­
tin tas y difícilm ente integrables. E n el caso actual de la revolución irania,
p o r ejem plo, vemos claram ente cómo en torn o al islamismo p ued en consti­
tuirse sujetos populares antim perialistas q u e organizarán en to m o a sí u n
cierto núm ero de dem andas dem ocráticas. O tras, p o r el contrario —como la
liberación fem enina— serán estrictam ente excluidas de esta cadena de equi­
valencias. De ah í u n cierto dualism o entre lucha p o p u la r y lucha dem ocrática
q u e no es el resultado de "insuficiencias'’ estratégicas sino de lím ites históricos
objetivos. La práctica política socialista se encuentra con frecuencia enfren­
tada a este tip o dc dificultades.
f] Señalemos, finalm ente, una serie d e consecuencias q ue se derivan del an á­
lisis an terio r para u n a estrategia socialista. La prim era es q ue ésta no d ebe ser
u n a estrategia de clase en el sentido dc u na estrategia constituida a p a rtir de
posicionalidades únicas, sino u n a articulación de posicionalidades dem ocráticas
e n to m o a sujetos populares crecientem ente hegemónicos, q ue libren u n a guerra
de posición contra el bloque d om inante. La segunda es q u e la unificación cre­
ciente en tre antagonism os dem ocráticos y sujetos populares no es u n a u nidad
26 ERNESTO LACLAU

dada desde el com ienzo —en el sentido d e q ue u na lógica in tern a a cada un o


de ellos los em pu jara a establecer su u n id a d — sino q ue es el resultado de un a
lucha y de u n esfuerzo político p o r su articulación. En tal sentido la m edia­
ción política resulta esencial ta n to en lo qu e se refiere a la u nidad del cam po
p o pu lar como a la expansión dc los antagonism os dem ocráticos concretos.
Esta mediación política, sin em bargo, n o presupone n in gu na forma institucio­
nal determ inada. N o puede asum irse q u e la form a partido es la única form a
posible de m ediación política. Si se pensara q ue los objetivos políticos socia­
listas pueden deducirse como mom entos paradigm áticos necesarios a p artir
de posicionalidades únicas de clase, resultaría posible considerar al partido
como forma apriorística necesaria dc toda mediación política. Pero si, po r el
contrario, la m ediación política articula posicionalidades y antagonism os que
son característicos de una situación y u na sociedad determ inadas, se sigue que
la form a de esta m ediación es especifica de estas últim as y no puede ser deter­
m inada apriorísticam ente. P or ú ltim o, la tercera conclusión q ue se sigue de
nuestro análisis es q u e una estrategia política fundada en la hegem onía y la
gu erra de posición se diferencia ta m o del ultraizquierdism o como de la social­
dem ocracia. En el caso de am bos se da el rechazo a concebir la política como
práctica articulatoria. En el caso del ultraizquierdism o se parte de u n p ara­
digm a revolucionario, es decir de u n sujeto preconstituido. y se considera al
sistema d c dom inación como un co n ju n to coherente q ue no hay que desarticu­
la r sino d estru ir como un todo. En el caso d e la socialdem ocracia se considera
tam bién a este sistema como un todo coherente: pero en este caso se lo acepta
y se proponen en el in terio r del mismo reform as qu e favorezcan a ciertos suje­
tos: la clase obrera, los sectores desprotegidos, etc. Pero en ambos casos la alter­
nativa reform a/revolución se plantea en térm inos igualm ente no hegemónicos.
Está pues claro que, de acuerdo a nuestro análisis, "guerra de posición” , "he­
gem onía” y "producción de sujetos”, constituyen u na tríada q u e establece su
u n id a d en térm inos d e una concepción particu lar d e la m ediación y la lucha
política y que no predice nada en lo que se refiere a las formas pacificas o
violentas de lucha. El predom inio de u na u otras depende de las circunstancias
concretas. Lo im po rtante es concebir la lucha po r la elim inación de la dom i­
nación y por la producción de nuevos sujetos —es decir, de nuevas relaciones
sociales— como un proceso q ue abarca toda u n a época histórica, q u e comienza
antes de la toma del po der y q u e con tin uará ciertam ente después de ésta.

n ] EL CONCEPTO DE H EGEM O NÍA Y LA TRADICIÓN MARXISTA

11. El espacio teórico que intenta o cupar la noción de hegem onía ha sido
ab ierto por la crisis profunda a que el pensam iento m arxista se ve sometido
en la era del capitalism o avanzado y del im perialism o: ésta es el resultado de
la im posibilidad que el m arxism o encuentra de constru ir su discurso en tér­
minos exclusivos de luchas y alianzas de clase. Ésta es la consecuencia necesaria
dc u n a etapa histórica en que la proliferación de nuevas contradicciones exige

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TESIS ACERCA DE LA FORMA HECEMÓNICA DE LA POLÍTICA 27
cada vez más concebir a los agentes concretos como sujetos m últiples y a las
luchas sociales como prácticas articulatorias. N o es erróneo decir q u e la histo­
ria del pensam iento m arxista a p artir d e la prim era guerra m un dial es en bue­
n a p arte la h istoria del reconocim iento progresivo de esta situación.

12. La im portancia de estas transform aciones resulta evidente si se com para la


problem ática del m arxism o contem poráneo con la etap a en q u e p o r prim era
vez la teoría m arxista se presentó como co n ju n to sistem ático: la época de la
Segunda Internacio nal. Éste es el m om ento en que —en p arte a través de En-
gels y en parte a través de Kautsky— el pensam iento de M arx es presentado
p or prim era vez com o doctrin a de p artid o y como concepción com pleta dc la
h istoria y de la sociedad. Es, tam bién, el m om ento en q ue la p ráctica política
d e los nuevos partidos socialdem ócratas exigía exten der el discurso m arxista
a áreas y problem as q ue habían estado ausentes de la reflexión de M arx. Esta
e n trad a a campos discursivos nuevos no significó, sin em bargo, qu e el marxis­
m o com enzara a hegem oncizar y a articu lar diferentes discursos, ya q u e la
Segunda Internacional concibió su tarea teórica y política como un esfuerzo
por cristalizar los paradigm as propios del reduccionism o de clase. Resumamos
brevem ente las características de este enfoque teórico y sus consecuencias poli,
ticas y estratégicas. En prim er térm ino, toda articulación de posicionalidades
está excluida, ya q u e los sujetos históricos son reducidos a posicionalidades de
clase. Las clases pasan a ser sujetos de la historia. La transición hacia el socia­
lism o es concebida como el resultado de la m aduración de la contradicción
en tre fuerzas productivas y relaciones de producción —qu e conducirá al co­
lapso del sistema capitalista— y de la proletarización progresiva del cam pesina­
d o y de la p equeña burguesía, q u e h ará de la clase obrera el sector m ayoritario
d e la sociedad. Como consecuencia la clase obrera, centrándose en sus propios
objetivos, acabará representando a la vasta m ayoría de los explotados. Está
claro q ue en esta perspectiva no hay tareas hegemónicas. El cam po de la dis-
cursividad m arxista es concebido com o el cam po de u na discursividad de clase,
y su extensión, por tanto, llega hasta el p u n to en que la clase obrera h a cons.
tru id o u n discurso propio. En la m edida, sin em bargo, en que el m arxism o es
presentado com o una doctrina q u e debe sistem atizar la totalid ad de la reali­
d ad social, y en la m edida tam bién en que el p u n to dc vista de clase es consi­
derad o como la fuente ú ltim a de sentido de toda producción social, se conclu­
ye que los discursos diferentes del marxism o, q u e ocupan áreas sociales y cul­
turales en las que este últim o no ha penetrado, son la expresión del p u n to de
vista dc otras clases: se com enzará así a hab lar de u n a ciencia, u n arte y u n a
litera tu ra burguesa. (¿Es preciso recordar el fin de esta historia? En la m edida
en q u e el m arxism o no se presenta tan sólo como concepción global y sistem á­
tica sino q u e pasa tam bién a ser doctrina oficial de estado, la universalidad
del pu n to de vista d e clase extiende sus efectos a aquellas áreas ocupadas por
los discursos “ pequeñoburgueses” o “ burgueses” : asistiremos así al rechazo del
psicoanálisis y a su sustitución p o r la psicología pavloviana, al rep u d io de los
avances de la lógica m oderna, al realism o socialista y como coronación de este
proceso, a la d isparatada oposición “ ciencia proletaria-ciencia burguesa” .) Lo
q ue es im po rtante para nuestro problem a es que u na perspectiva teórica d e este
ERNESTO LACLAU

tip o ponía lím ites precisos a la práctica política socialista, q u e le im pedían


constituirse como práctica hegemónica. Estos lím ites eran: a] la universaliza­
ción del criterio de clase conducía a la afirm ación de la identidad clasista de
todos los rasgos políticos e ideológicos d c los agentes sociales: n o había así
distintas posicionalidades, susceptibles de los tipos dc articulación diversos en
los q u e u n a política hegem ónica precisam ente consiste; b] si la revolución
socialista estaba asegurada por la m aduración de las contradicciones econó­
micas del sistema, la lucha socialista no debía tend er a con stituir cadenas de
equivalencias y a producir nuevos sujetos: debía, p o r el contrario, encerrarse
en un a estricta perspectiva d e clase y ag uardar a q u e la historia condujera al
capitalism o a su ineluctable derrum be; c] si la revolución es u n m om ento ne­
cesario en la m aduración de estas contradicciones, se sigue que la declinación
del feudalism o, la revolución burguesa, el desarrollo del capitalism o y la
revolución socialista son fases históricas distintas y necesarias en la evolución
de toda sociedad. Q uedan así fijados los lim ites a u na posible política de alian ­
zas por parte de la clase obrera: en la m edida en q u e el feudalism o no ha sido
abolido, las fuerzas socialistas deben aliarse con la burguesía liberal para llevar
a cabo la revolución burguesa, q u e representa u na etap a histórica más avan­
zada. Pero, claro está, n o pueden p retend er ni lid erar el m ovim iento an tifeu ­
d a l ni avanzar hacia el socialismo sin h aber pasado antes p or el proceso histó­
rico de la expansión capitalista. El "etapism o" conducía, asi, a un a concep­
ción no hegem ónica d e las alianzas.

13. El m odelo reduccionista y paradigm ático reposaba sobre dos supuestos in-
cuestionados que constituían la condición mism a de su validez: el prim ero, q ue
se adm itiera ta n to la universalidad d e las etapas como la articulación de posi­
cionalidades prop ia d e las mismas; el segundo, q ue todo tip o de contradicción
pudiera ser efectivam ente reducido a u n a contradicción de clase (de lo con­
trario , no podría considerarse a las clases como sujetos de la h is to ria ). Ambos
supuestos en tran en crisis con la transform ación histórica qu e tiene su epicen­
tro en la prim era guerra m undial. Y es con el leninism o q u e se abre u n espacio
teórico y político a p a rtir del cual la form a hegem ónica de la política resulta
por prim era vez pcnsable. El leninism o alcanza su p u n to teórico más alto en las
reflexiones acerca dc las nuevas contradicciones generadas p or la guerra; es,
en efecto, en to rn o a este p u nto, al tu m ultuoso surgir d e nuevas contradiccio­
nes resultantes de u n conflicto de dim ensiones hasta entonces desconocidas,
q u e el leninism o insiste en u n p u n to clave: no es sólo fundándose en las con.
tradicciones económicas de clase derivadas del m ecanism o endógeno de la
acum ulación capitalista como el m arxism o debe con struir su discurso, sino
tam bién y esencialm ente fundándose en la dislocación d e las condiciones de
vida d e ¡as masas creada por las nuevas form as de reproducción del capitalism o
tardío . Esta nueva dim ensión de masa d e la política im plica q u e las clases so­
ciales no tienen tan sólo que proceder a defender sus intereses específicos sino
tam bién a articu lar y organizar la acción política d c vastos sectores de la p o­
blación cuyas condiciones de vida y cuyas formas de representación son radical­
m ente transform adas p o r el capitalism o ta rd ío y po r la guerra. Este protago­
nism o dc las masas (el p u n to ha sido correctam ente señalado por G iuseppe
TESIS ACERCA DE LA FORMA HEGLMÓNICA DE LA POLÍTICA

Vacca) constituye u n a de las novedades radicales del discurso leninista. Y el


carácter de masas de la política pasa a con stitu ir u n requ erim ien to q u e se im ­
pone a todas las clases en este nuevo clim a histórico. L enin encu entra en la
acción de Lloyd George un a nueva form a de masas de la política burguesa. Es
la prolongación extrem a de esta dim ensión, en las condiciones críticas de la
p rim era posguerra, la q u e conducirá al fascismo —definid o po r T o g liatti como
régim en reaccionario de masas. P ero la segunda novedad im p ortan te es q ue
p ara el leninism o esta dislocación en las condiciones de vida de las masas n o
es sólo el resultado de las transform aciones in tern as del capitalism o m onopo­
lista sino tam bién de la articulación m un dial del mismo; para L enin la econo­
mía m u n dial tiene una dim ensión política; es u n a cadena im perialista. De ahí
q u e la dislocación sea tam bién el resultado de contradicciones externas. La
guerra, en este sentido, n o es sino el p u n to álgido de una situación q ue ha
caracterizado crecientem ente las condiciones de la reproducción social y de
los sistemas de dom inación bajo el capitalism o m onopolista. La consecuen­
cia im portan te, p ara u n a teoría de la hegem onía, q u e se deriva del enfoque
político y estratégico leninista es q ue ta n to los eq uilibrios políticos como las
ru p tu ra s —revolucionarias o no — de los mismos son la resu ltan te de contra­
dicciones m últiples cuya acum ulación y condensación constituye u n a co yu ntu­
ra determ inada. L a estrategia revolucionaria, en tal caso, no pu ede fundarse
en el sim ple despliegue d e las contradicciones económicas del sistem a sino q u e
debe constituirse como form a histórica de articulación de contradicciones di­
versas en una coyuntura dada. De ah í se derivan el privilegio del m om ento
político en la estrategia revolucionaria (en oposición al enfoque de la Segun­
da Internacion al, que hacía del m om ento político un a pieza sub ord in ada en
el desencadenam iento de contradicciones económicas); el rechazo de todo "eta-
pism o" mecánico y apriorístico; y, finalm ente, la concepción d c la política
como articulación y hegem onía. El concepto de hegem onía es así incorporado
po r el leninism o a la teoría m arxista com o pieza de u n a concepción no-para­
digm ática, anti-etapista y p opular de la política, Es necesario, sin em bargo,
señalar los lím ites históricos del leninism o. Éstos están dados p o r el hecho
de q ue el leninism o se inscribe com o diferencia en el discurso del marxism o
kautskysta; es decir, se construye como discurso antikautskysta, den tro del h o ri­
zonte intelectual sistem atizado por Kautsky. De ah í q u e n o rom pe radicalm ente
con el supuesto ú ltim o en el que éste se basaba: la concepción de las clases
com o sujetos de la historia. Para L enin las clases siguen constituyendo las u n i­
dades últim as en el análisis de la política y de la sociedad. Es verdad q ue las
clases en su análisis e n tran en contradicciones más ricas y com plejas que todo
aqu ello q ue supusiera el m arxism o clásico, pero estas contradicciones siguen
siendo contradicciones de clase y no contradicciones a p a rtir de las cuales se
constituyen sujetos n o clasistas. Masas es u n térm in o recu rren te en el análisis
leninista a p a rtir dc la guerra, q u e ocupa un vacío discursivo que se había
ab ierto en el análisis cconom icista y clasista, pero q u e no llega a constituirse
com o concepto teórico. Esta am bigüedad y tensión a qu e la noción d e clase
es som etida en el discurso leninista pro du cirá devastadores efectos en los an á­
lisis de la K om in tem , q u e llevarán hasta sus últim os extrem os la concepción
30 ERNESTO LACLAU

sustancia lista y “m ilitarista” d e las clases. El leninism o, pues, no logra supe­


ra r en su concepción de hegem onía la noción de "alianza de clases".

14. El avance hacia u n a concepción de la hegem onía q ue superara los límites


fijados por la noción de "alianza de clases" exigía ir más allá del reduccio­
nismo de clase. H ay dos mom entos fundam entales en este proceso progresivo
d e ru p tu ra . El prim ero de ellos es el q u e se abre en el período d e la lucha
antifascista. La dem ocracia pasa de más en más a ser considerada como un
discurso autónom o, como el campo en el q ue tienen lugar las prácticas hege-
m ónico-articulatorias de las clases y n o com o la sim ple ideología de una clase.
La concepción dc "nueva dem ocracia” en Mao; la concepción de "dem ocracia
progresiva” en T o g liatti —en sus diversas reelaboraciones, desde la guerra d e
España hasta la lucha de liberación en Italia—; el inform e D im itrov al V II
Congreso de la In ternacional, con su insistencia en presentar a la clase obrera
y a los partidos com unistas como los herederos históricos de tradiciones nacio­
nales y populares dc lucha q u e los preceden y los trascienden; todos éstos son
jalones d e im portancia decisiva en el avance hacia una nueva concepción de
la hegem onía. D om inando el con ju n to del período, la ob ra de Gramsci rep re­
senta el m om ento teórico fundam ental en el qu e la noción de hegem onía su­
pera el m arco estrecho de la "alianza de clases": hegem onía es el principio
articu lador de u n a nueva civilización, de la construcción d e un nuevo sentido
com ún de las masas, q u e como tal im plica u n liderazgo intelectual y m oral
y no sólo un liderazgo político. H egem onía es la construcción de nuevos suje­
tos. no la sim ple alianza en tre sujetos preconstituidos. El segundo gran m om en­
to dc avance en la ru p tu ra con la concepción reduccionista de la sociedad tiene
lugar en to m o a dos transform aciones ocurridas en la segunda posguerra. La
p rim era de ellas. la expansión del cam po de la lucha dem ocrática en los países
d e capitalism o avanzado: la burocratización creciente de la sociedad civil con­
duce a form as nuevas de lucha an tiau to ritaria —lucha an tiau to ritaria en el
in terio r de las instituciones, luchas en el seno de la fam ilia, luchas po r la libe­
ración fem enina, por la liberación de las m inorías nacionales, sexuales, racia­
les, etc. Estos sujetos políticos constituyen nuevas posicionalidades dem ocrá­
ticas, q u e las fuerzas socialistas deben hegem onizar a través de la creación dc
cadenas cada vez más am plias de equivalencias. Dc tal modo, si la noción dc
hegem onía aparece ya constituida como objeto de discursividad m arxista en el
período an terio r —el de la lucha antifascista— el cam po d e las posicionalidades
dem ocráticas se ha extendid o hoy día hasta el pu n to en que la form a política
de las prácticas hegemónicas tal como fuera pensada p o r G ram sci y T o g liatti
debe ser radicalm ente reconsiderada. La segunda gran transform ación de la
segunda posguerra h a sido la aparición de m ovim ientos d e liberación nacional
en la periferia del m undo capitalista. T am b ié n aq u í asistimos a la form ación
de posicionalidades nuevas, irreductibles a u n a pura com prensión en térm inos
clasistas. La dialéctica entre clases, tipos d e acum ulación, posicionalidades d e­
m ocráticas y posicionalidad p o p u la r asum e aq u í formas diferentes de las que
caracterizaron los procesos d e articulación hegem ónica e n los países dc E uropa
O ccidental. T o d a teoría general de la articulación hegem ónica debe tener en
TLSIS ACLRCA DE LA FORMA HEGEMÓNICA DE LA POLÍTICA SI
cuenta estas formas diferenciadas, cuya com prensión exige rom per aú n más
p ro fu n dam ente con los paradigm as propios del reduccionism o clásico.

c] PROBLEM AS DE LA H EG EM O N ÍA EN AM ÉRICA LATINA

(En lo q ue sigue no intentam os ex poner en forma exhaustiva cuáles son las


formas fundam entales de articulación hegem ónica de las sociedades latin o­
am ericanas ni la estrategia socialista q u e resulta posible a p a rtir de dichas
formas. N uestro objetivo es más modesto: consiste en señalar tan sólo en
form a sum aria 1] los obstáculos qu e el pensam iento latinoam ericano ha en­
contrado para pensar su realidad social y política en térm inos de hegem onía
y 2] los lím ites que la política de las clases dom inantes h an en co ntrado en Amé­
rica L atin a para constituirse como práctica hegemónica.)

15. H ay dos formas de pensar las diferencias: u n a que consiste en p a rtir de


u na teorización general frente a la cual la diversidad de los casos concretos
es pensada como sistema de alternativ a, y otra q u e consiste en transform ar
a un caso concreto en paradigm a y pensar a los otros com o desvíos respecto
a dicho paradigm a. Esta últim a es la práctica prop ia del colonialism o intelec­
tual, y ha sido d u ran te largo tiem po la característica del pensam iento d om i­
nan te en América Latina: pensar las sociedades latinoam ericanas en parte
como réplica y en parte como desvío de los procesos europeos. "C ivilización o
B arbarie” fu e el lema de sucesivas generaciones liberales. (Sobre la naturaleza
de esta oposición, véase anexo.) P ara un pensam iento de este tip o un concepto
como "hegem onía” resulta estrictam ente im pensable. P orq ue si toda posicio­
nalid ad pertenece por definición a un paradigm a, la articulación d e posiciona­
lidades no es u na form a histórica especifica sino una form a esencial. Y sin
concebir com o especificidad histórica la articulación de posicionalidades la
hegem onía es im pensable. Podemos señalar tres etapas fundam entales en la
historia de los paradigm as q ue h an d om inado el pensam iento latinoam ericano.
La prim era de ellas es el liberalism o. Los países latinoam ericanos son concebi­
dos por éste como sociedades europeas incipientes. La relación entre el euro-
peísm o d c u n extrem o de la sociedad y el o tro extrem o constituido p o r la vasta
m ayoría de las regiones y estratos no asim ilables p o r el m odelo europeizante
era pensada sobre una base etapista: la transición. ¿Acaso la sociedad europea
no hab ía pasado tam bién p or un proceso de transición a p a rtir del atraso y el
oscurantism o de la sociedad feudal y del A n d en Régime? C laro q u e esto exigía
un sistema de traducción: asim ilar el feudalism o europeo con las com unida­
des indígenas peruanas o la producción de los estancieros del in terio r argén-
tino. Pero la traducción, el sistema d e equivalencias específicas a través del
cual el liberalism o latinoam ericano se constituye como discurso, consiste en
hacer abstracción de estas diferencias, es decir en constitu ir u n im pensable dc
la sociedad y de la política. Las diferencias n o son articuladas sino disueltas
en u n sistema de equivalendas: no hay, pues, hegem onía. La segunda etap a

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52 ERNESTO LACLAU

corresponde a la construcción de paradigm as alternativos q ue señalan la crisis


progresiva de las formas de discursividad liberal frente a nuevos procesos po­
líticos caracterizados por la irrup ción de m ovim ientos populistas. El libera*
lism o se ve aq u í enfrentad o a la im posibilidad dc constitu ir objetos nuevos a
p a rtir de sus propios supuestos. En u n prim er m om ento son las formas de dis­
cursividad antigua las q u e tra tan todavía de d a r cuenta de los nuevos fenóme­
nos, al precio, claro está, d e ob litera r más diferencias y de con struir u n discur­
so progresivam ente abstracto. El liberalism o argentino, p or ejem plo, id en tifi­
ca peronism o y fascismo. Esto no sólo requiere hacer abstracción d e diferencias
tan im portantes com o las bases sociales de am bos m ovim ientos, sino tam bién
co n struir un sistema de equivalencias cada vez más abstracto y casi metafísico:
el peronism o es equivalente al fascismo, al rosismo del siglo xix, al clericalis­
mo medieval, etc. O tra form a sim ilar en q u e esta operación se verifica consiste
en co nstru ir conceptos p ara q u e d im pensable de la política acceda al nivel
del discurso, pero sólo en cuanto im pensable: los referentes están presentes pero
son pensados com o aberraciones en el proceso de desarrollo, desvíos, etc. En
un segundo m om ento, sin em bargo, un nuevo paradigm a term ina po r sustitu ir
al paradigm a liberal: el desarrollism o m ilitar, por ejem plo, inicia u n a valo­
ración positiva d e algunas formas políticas antiliberales, pero al precio de
o b litera r otras diferencias; el modelo m ilita r populista es considerado como
modelo político de la industrialización en los países latinoam ericanos y nuevos
sistemas de equivalencias se crean: la vía prusiana, el nasserismo, etc. F inal­
m ente, la tercera etapa se ubica a 180 grados del p u n to de p artida: los países
latinoam ericanos son países del T e rcer M undo. Es la posicionalidad com par­
tida de Asia, África y América l a tin a como extrem o ex plotado d c la relación
ce n tro /p eriferia la q ue caracteriza la esencia de estas sociedades y la q ue cons­
titu ye la base de u na estrategia política u n itaria: la lucha arm ada. E n esta
T rico n tin en tal dc la m ente las diferencias están tan to talm ente excluidas
com o en el discurso liberal: en am bos casos las posicionalidades son formas
esenciales de paradigm as constituidos en to rn o a dos polos. N o hay posibili­
dad dc articulación diferencial de las mismas ni, po r tanto, de hegem onía. Lo
único qu e ha cam biado es q u e el polo positivo ha pasado a ser negativo y
viceversa.

16. El pensam iento de la izquierda latinoam ericana ha estado p rofundam ente


in fluid o —casi diríam os constituido— p o r los paradigm as propios de la m enta­
lidad colonial. Si, según vimos, esta últim a se organizaba como u n sistema de
traducción fu nd ad o en la constitución de un im pensable de la política, el
m arxism o latinoam ericano se presentaba com o u na "m etatradu cció n” que
reproducía en un teclado conceptual nuevo las mismas oposiciones paradigm á­
ticas constitutivas del discurso do m inante. En el período d e la hegem onía li­
beral-oligárquica la operación era realm en te sencilla: la oposición sarraien-
tin a "civilización o b arbarie" —y sus equivalentes en otros países latinoam eri­
canos— era traducida en térm inos m arxistas com o la oposición "feudalismo-
capitalism o". D e ah í las com plicidades profundas en tre el liberalism o y el
m arxism o de este período, que construyen discursivam ente los mismos silen­
cios, las mismas áreas de "im p en sab ilidad ", la misma incapacidad de p ercibir
1 KSIS ACERCA t>r LA FORMA HEGEMÓNICA DI. LA POLÍTICA 33
las pecularidades históricas y dc fo rm u lar u n a estrategia q ue se fun de en ellas.
E n la etap a posterior, cuando comenzó a com prenderse q u e América L atin a
p resentaba peculiaridades q u e im ped ían la identificación directa de sus rasgos
sociales y políticos con la función q ue rasgos sim ilares h ab ían desem peñado
en el proceso dc expansión del capitalism o en E uropa, el discurso m arxista se
torna u n a estrategia de reconocimiento', h ab ía q u e detectar, p o r ejem plo, detrás
de las form as a típicas del peronism o y del varguism o, la categoría histórica
“ revolución dcm ocraticoburgucsa”. El pensam iento sigue siendo paradigmá*
tico, con la diferencia q u e ah ora req u iere operaciones intelectuales más com­
plicadas: u n conjun to de variantes históricas inás o menos accidentales ocu ltan
la form a esencial “revolución dem ocraticoburguesa". Las variantes históricas
son consideradas com o epifenóm enos relativam ente secundarios respecto a las
form as esenciales. Y como la estrategia política term in a fundándose en estas
últim as, la política m arxista tiende a te n er u n a existencia necesariam ente abs­
tracta. Los pocos casos, como el dc M ariátegui, en los q ue la p ecu liarid ad la­
tinoam ericana es considerada como el d ato esencial y la base p ara u n a estra­
tegia política socialista reflejan en el hecho mism o de su aislam iento su prop ia
excepcionalidad. Lo m ism o po dría decirse acerca de debates más recientes,
como aquellos q u e han te n id o lugar en to rn o al carácter dcm ocraticoburgués
o socialista d e la revolución latinoam ericana. Estos debates son reveladores,
no ta n to p o r su contenido sino p o r los supuestos en los que se basan y qu e
son aceptados p o r la gran m ayoría de las partes intcrvinicntcs en la discusión.
En efecto, si el m odelo de acum ulación d o m in ante en u na sociedad es consi­
derad o como el d ato esencial p ara d eterm in ar la n aturaleza dc u na revolución
po p u lar: y si el carácter d e esta últim a —burgués o socialista— es el que p er­
m itirá decidir acerca d e problem as estratégicos tales como la v iabilidad de la
vía p arlam entaria o de la lucha arm ada, es po rq u e los siguientes supuestos son
im plícitam ente adm itidos: a] el m odelo dc acum ulación en u n a sociedad d e ­
term in a la clase o clases q u e h ab rán d e co nstitu ir el bloque dc poder; b] los
únicos protagonistas del proceso histórico son las clases; c] como las formas
parlam en tarias son necesaria e inh erentem en te burguesas, tod o proceso socia­
lista debe abolirías y debe presentarse, com o consecuencia, com o destrucción del
a p a ra to del estado. P or el contrario, la vía p arlam en taria sólo pu ede justifi.
carse en térm inos del carácter n o socialista de u n a etap a determ inad a o del
proceso revolucionario en su conjunto. D entro de esta perspectiva resulta claro
que problem as tales como el de la viabilidad dc la lucha p arlam en taria en un
proceso d e revolución po p u la r sólo p ueden determ inarse sobre la base de esta­
blecer el carácter d e clase de la revolución. L a hegem onía, concebida com o
lo hem os hecho en térm inos dc articulación dc u n a m u ltiplicidad d c co ntra­
dicciones y de guerra d e posición, está, desde luego, excluida en esta perspec­
tiva. Si pensam os en el estalinism o y el trotskism o .clásicos encontram os buenos
ejem plos de esta exclusión. E l estalinism o del período de los frentes populares
—en la m ayor parte de sus lecturas, el m enos— afirm aba la p rio rid ad d e las
banderas dem ocráticas y el carácter burgués de las mismas. Esto daba lugar
a un a política n o hegem ónica d e derecha. El trotskism o afirm aba el carácter
burgués de la dem ocracia y la p rio rid ad d e la lucha socialista. Esto daba lugar
a u n a política no hegem ónica de la izquierda. En am bas estrategias estaba
34 ERNESTO LACLAU

ausente la hegem onía: n o había tentativa de articu lar la dem ocracia a un


discurso socialista. Es im portante, pues, insistir en qu e el paradigm atism o y el
reduccionism o pueden recibir versiones de izquierda o de derecha, todas las
cuales encuentran su raíz en la perspectiva q ue indicábam os al comienzo. La
salida de este círculo vicioso se encuen tra en un a nueva concepción de la po­
lítica fun d ada en la noción de hegem onía.

17. De lo an terio r se deriva qu e considerar los problem as políticos latinoam e­


ricanos desde la perspectiva de u n a teoría de la hegem onía requiere, an te todo,
co n stituir nuevos objetos de discurso, es decir proceder a un desplazam iento res*
pecto a u n a problem ática reduccionista de los antagonism os sociales. Señale­
mos algunos ejemplos:
a] Se discute hoy día el problem a de la liberación del régim en brasileño.
P ero el concepto mism o de liberalización está lejos de ser transparente. C iertas
im ágenes paradigm áticas dc la sociedad tienden a presentarnos al golpe del 64
como un corte radical, q u e rem odeló radicalm ente la sociedad brasileña e
im puso el do m inio del capital m onopolista. T eo rías tales como la del " to ta li­
tarism o” tienden a d a r u n carácter apocalíptico a esta ru p tu ra . Pero esta
im agen no resiste dos m inutos de análisis. E n prim er térm ino, el régim en
m ilita r n o suprim ió radicalm ente el sistema político: el sistema parlam entario
—si bien con cambios im p ortantes— se m antuvo y num erosas instituciones en
el país co ntinuaron en manos de sus antiguos detentadores. Y n o se tra tó sim­
plem ente de una fachada: el caso es que el golpe redefinió radicalm ente la
relación de fuerzas en la sociedad brasileña, pero p ara esto no necesitaba —ni
tam poco lo deseaba— su p rim ir d c raíz todas las form as tradicionales de rep re­
sentación, sino desplazar y rearticular algunas d e ellas, m ientras q u e consideró
q u e otras estaban en buenas manos y nadie —ap arte d e ciertos grupos jacobi-
nizados del ejército— pensó en sustituirlas y rem plazarías por form as m ilitares
alternativas. Hay, pues, u n a dialéctica de la con tinu idad y la discontinuidad
q u e se define en térm inos dc articulación de posicionalidades. En suma, dis­
tin tos m om entos de una guerra de posición. La com prensión d e ésta requiere
aislar an alíticam en te esas diversas posicionalidades y tra ta r de en tend er el
co n ju n to histórico articu lado q u e en 1964 se constituyó en tre ellas. P ero esto
exige rom per con interpretaciones qu e elim inan toda concepción diferencial
dc las estructuras políticas y los antagonism os sociales y q ue caracterizan a los
diversos periodos segón determ inaciones sim ples tales como “dom inio del capi­
tal m onopolista" y otras similares. T am b ié n la actual tendencia a la "liberali-
zación” del régim en brasileño debe concebirse en térm inos de la especificidad
del proyecto q u e la inspira. La viabilidad histórica del régim en está com pro­
m etida en la m edida en q u e no logre crear u n nuevo consenso: es decir absor­
b er vía transform ism o un co njunto de posicionalidades dem ocráticas que
hasta ah o ra hab ían estado excluidas del sistema de poder. Se trata, pues, no de
u n corte radical sino d e una redefinición q ue am plíe las bases sociales y p olí­
ticas del presente sistema. La tarea de la oposición, p or el contrario, es in ten ­
ta r la construcción de un sistema más am plio de equivalencias: es decir, que
las posicionalidades dem ocráticas no sean absorbidas en form a aislada sino que
se u n ifiq u en en to rn o a nuevos sujetos populares. La construcción de u n a iden­
TESIS ACERCA DE LA FORMA HFCEMÓNICA DE LA l*OI.flICA 55
tidad p o p ular q ue sea el polo d e reagrupam iento para un proyecto de dem o­
cratización radical d e la sociedad brasileña pasa a ser, pues, el objetivo fu n d a­
m ental de la lucha hegemónica. N o hay, pues, “ liberalización” a secas sino
"liberalizaciones” de tipos fundam entalm ente distintos.
b] Se dice con frecuencia q u e la revolución sandinista es u n ejem plo palpa­
ble de q ue la única vía hacia el poder en América Latina es la lucha arm ada.
Pero el triu n fo sandinista está lejos de p ro b ar esta afirm ación. P orque para
justificarla habría que m ostrar q u e el carácter arm ado de la lucha, al m argen
de todos los otros aspectos d e la lucha política sandinista, es el origen d e la
victoria. Pensamos, p o r el contrario, que el sandinism o es u n excelente ejem ­
plo dc gu erra de posición, de la form a en q ue la lucha constituyó progresiva­
m ente en to rn o a una identidad nacional y po p u la r u na larga cadena de eq u i­
valencias dem ocráticas q u e term inó confundiéndose con la sociedad nicara­
güense como un todo. Lejos de en co ntrar a q u í el ejem plo de una estrecha
estrategia m ilitarista, encontram os uno de los ejem plos latinoam ericanos más
claros de estrategia hegemónica.
c] F inalm ente, hoy día se habla m ucho en A m érica L atin a de socialdem o­
cracia. La proliferación de regímenes represivos en el con tinente ha conducido
a u na nueva valoración de las libertades "form ales” y d c las instituciones d e­
mocráticas. Esto últim o es un progreso innegable frente al ultraizquierdism o
de los años sesenta; el único problem a es q ue al identificar esta ac titu d con
!a advocación de la socialdem ocracia se comete u n nuevo erro r dc tip o red uc­
cionista. Es decir, no se tra ta de articu lar la defensa de las libertades in d ivid ua­
les y de las formas dem ocráticas dc representación política a u n proyecto so­
cialista altern ativ o sino q ue se acepta el tip o de articulación que dichas liber­
tades y formas representativas presentan en E uro pa O ccidental. C on esto se
olvida q ue la socialdem ocracia es un fenóm eno concreto y lim itado —en ta n to
experiencia exitosa— a ciertos países del n orte de E uropa q ue han pasado po r
un largo proceso de industrialización y q u e presentan u na estru ctura social
altam ente hom ogénea. 1.a socialdem ocracia aparece así ligada al triu n fo del
transform ism o como estrategia política de ciertas clases d om inantes en E uropa
y a la capacidad d e los sistemas políticos parlam entarios p ara absorber las de­
m andas dem ocráticas de las masas. La socialdem ocracia se constituye política­
m ente en to rn o a la defensa de las dem andas corporativas de ciertos sectores
populares, que pueden ser satisfechas d en tro del sistema existente y qu e se ex­
presan en form a exclusiva a través de la representación parlam entaria. A dvocar
la socialdem ocracia p ara América L atin a es olvidar al menos dos cosas: a]
que la fusión entre sistema liberal parlam entario y dem andas dem ocráticas de
las masas q u e se dio en E uropa no existe en A m érica L atina; b] q ue tam poco
existe la hom ogeneidad social de los sectores populares q u e perm ita a partidos
políticos de dim ensiones nacionales constituirse como representantes de g ru­
pos de interés específicos com o los sindicatos. P or el contrario, la lucha p o p u la r
en A m érica L atina debe articu lar y co nstitu ir sujetos populares p artien d o de
sectores de un a gran variedad social, regional e ideológica. Advocar, pues, el
paradigm a socialdem ócrata es aceptar u n a vez más en form a reduccionista que
las libertades individuales y la dem ocracia política son incom patibles con un
proyecto de transform ación socialista de la sociedad. Y ab re las puertas a un
36 ER.NF.Í10 LACLAU

peligro mayor: la suposición de q ue cualq uier parlam cntarización superficial


del sistema político es u n a dem ocratización real.

18. Señalemos brevem ente, p ara concluir, algunos dc los problem as fundam en­
tales con q u e toda estrategia hegem ónica debe enfrentarse en A m érica L atina.
El prim ero d e ellos, al q u e ya hem os hecho referencia, es la h eterogeneidad
de las bases sociales y d e los antagonism os q ue u n a estrategia socialista y po pu ­
lar debe in ten ta r articular. El reconocim iento de la especificidad histórica de
esta m ultip licidad —m ucho más vasta que la fractura histórica q ue Gramsci
enco n trab a en tre el n o rte d e Ita lia y el Mezzoggiorno— es la p rim era condición
d e u n a estrategia hegemónica. N o hay hegem onía sin reconocim iento dc la
to talid ad de los antagonism os q ue surcan a una sociedad. Pero la hegem onía
es algo más q u e el reconocim iento de la especificidad de estas posicionalidades
dem ocráticas: es la articulación d e las mismas en to rn o a posicionalidades po ­
pulares. Sólo esta articulación transform a a los agentes sociales en “ pueblo"
y a la lucha política en guerra de posición. Esto significa q u e cu an ta más he­
terogeneidad encontram os en los diversos frentes de lucha dem ocrática, ta n ta
m ayor es la im portancia d e la mediación política en la constitución d e la lucha
popular. La form a concreta dc esta m ediación, sin em bargo, n o puede deter­
m inarse apriorísticam ente, ya q ue depende de la especificidad de los antago­
nismos que in te n ta articular. E n todo caso, la situación en la gran m ayoría
de los países latinoam ericanos donde la m ultip licidad de los antagonism os da
u n a gran variedad institucional a la lucha —desde los comités de autodefensa
en los sectores rurales hasta el sindicato y las organizaciones b arriales en los
centros urbanos— excluye ciertas formas clásicas d e organización: el p artid o
de enclave clasista —el P artid o C om unista Francés, p o r ejem plo—; el partid o
socialdem ócrata de representación corporativa; y, desde luego, el m odelo clá­
sico de la vanguardia leninista. L a necesidad d e constitución de símbolos n a­
cionales q u e definan al cam po po pu lar, el carácter de masa q u e debe darse
a la acción política y el am plio grado de auton om ía local q u e req uiere la
h eterogeneidad de los frentes de lucha, hacen suponer q u e algún tip o de forma
política de carácter “ m ovim ientista” es el más apro p iad o para u na estrategia
como la q ue postulam os. En todo caso, de tod o n uestro argum ento se despren­
de q u e sería to talm ente erróneo po stular n in g ú n tip o d e receta aplicable a
todas las situaciones, ya q u e esto sería recaer en u na concepción paradigm ática
dc la política.
Q uiero señalar, p ara concluir, u n p u n to q ue me parece esencial: las formas
q u e adopta el discurso po p u la r en A m érica Latina están determ inadas en p arte
p or los lím ites q u e h an encontrado las clases tradicionales para im poner su
dom inación bajo form as hegemónicas. Sabemos q u e en E uro pa “dem ocracia"
y "liberalism o” han con stituido dos tradiciones diferentes y p or largo tiem po
enfrentadas. El proceso de consolidación de la hegem onía burguesa vía trans­
form ism o condujo, sin em bargo, a u n a absorción progresiva de la prim era po r
el segundo, y a colm ar p o r ta n to el h ia to existente en tre ambos. C u an to más
exitoso fue el transform ism o, ta n to más “dem ocracia” y “ liberalism o” tendie­
ron a constitu ir u n a u nidad inescindible. In glaterra e Ita lia representan, en
el contexto europeo, los dos casos extrem os de éx ito y fracaso respectivam ente
TESIS ACIRCA UF. LA FORMA HECF.MÓMCA DF. LA POLÍTICA 37
en este proceso de integración progresiva. En A m érica L atina, po r el contra­
rio, el h ia to existente en tre am bos nu nca fue colm ado, y com o consecuencia
la ideología liberal se vio siem pre confrontada p or o tra ideología nacional-po­
p u la r alternativa, que señalaba los lím ites de la absorción d e las dem andas de­
mocráticas dc las masas po r parte del sistema oligárquico. Si el transform ism o
latinoam ericano alcanzó su p u n to más alto en experiencias tales com o el bat-
tlism o en U ruguay o el irigoyenismo en A rgentina, el C hile de Ibá¿icz o el
P erú y el Brasil de los años tre in ta nos señalan puntos precisos de sus lím ites
y su colapso. Lo im portan te es q u e esta situación d eterm inó u na seria fractura
en la experiencia dem ocrática de las masas latinoam ericanas. P o r un lado se
constituyó u n con ju n to dc posicionalidades como, po r ejem plo, las q ue carac­
terizaron las movilizaciones de clase m edia en los centros urbanos, la reform a
universitaria, etc., q u e in ten tab an dem ocratizar in tern am en te al estado liberal.
Por el otro, para vastos sectores explotados cuyas dem andas no po dían ser ab­
sorbidas vía transform ism o, la ideología dem ocrática se constituyó bajo form as
nacional-populares anlilibcralcs. Es preciso n o dism in u ir la im portancia his­
tórica de esta fractura: de ella se d erivaron cadenas de equivalencias fu n d a­
m en talm en te distin tas y enfrentadas, y esta articulación antagónica determ i­
nó el debilitam iento del cam po po p u la r y la im posibilidad p ara el m ism o de
pla n tear alternativas hegemónicas. El dem ocratism o liberal m uchas veces se
opuso a alternativas populares antioligárquicas —|>ensemos en la conducta del
P artid o D em ocrático d e Sao P au lo en 1932 o en ios p artidos de la U n ió n De­
m ocrática en A rgentina en 1945. Pero, p or otro lado, si se piensa en exp erien­
cias tales como el Estado Novo, poca d u d a puede caber de q u e vastas áreas de
reivindicaciones dem ocráticas estaban excluidas de su discurso, el cual se en.
fren tab a ex plícitam ente a aquéllas. Esto perm itió a las clases d om inantes tra ­
dicionales m ovilizar al dem ocratism o liberal contra los regím enes populares
en los mom entos decisivos e im pedir a los mismos toda articulación hegemó-
nica de las luchas dem ocráticas. Es esta fractura histórica la que, sin em bargo,
com ienza a ser superada en los años recientes y es allí do nd e veo u na cierta
base d e optim ism o para el fu tu ro de las movilizaciones populares en América
L atina. Creo, por u n lado, que el terreno histórico de constitución d e posicio­
nalidades populares, es decir, del "p u eb lo " en cuanto tal, es definitivam ente
e l de las tradiciones dem ocráticas nacional-populares y antiliberales. Y esto en
razón de que, según lo señalábam os antes, en América I-atina la distancia entre
liberalism o y dem ocracia n o ha sido nun ca radicalm ente superada. Esto signi­
fica q ue la lucha p arlam en taria es tan sólo en u n a m edida lim itada el terreno
de constitución de la lucha dem ocrática: p o r el contrario, pro fun dizar esta
ú ltim a consiste en politizar u na vasta variedad dc antagonism os qu e se consti­
tuyen en el cam po de la sociedad civil. Pero, p or o tro lado, las dem andas de­
mocráticas ligadas a las formas liberales dc la política ya n o se presentan como
en el pasado, hegemoneizadas p or la olig arqu ía liberal y enfrentadas al cam po
po p u lar. P or el contrario, son las clases do m inantes mismas las que, a través
de la experiencia trágica de las últim as dos décadas, h an ro to las articulacio­
nes q u e con stitu ían la base de dicha hegem onía y h a n creado la equivalencia
en tre las dos tradiciones dem ocráticas haciendo uso de u na violencia represi­
va q u e golpea a am bas p o r igual. Esto abre p ara el cam po p o p u la r la posibi-
38 ERNESTO LACLAU

lidad dc hcgeraonizar —com o nunca en el pasado— las reivindicaciones ligadas


a la defensa de los derechos individuales y de la representación política. Y
hegem onizarlas significa precisam ente eso: articularlas como una pieza im por­
ta n te pero no única en la guerra de posición q u e el p u eb lo libra p or la supre­
sión rad ical de toda form a de explotación y dc dom inación.

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ANEXO

RU PTU R A PO P U LIS TA Y DISCURSO *

Quisiera comenzar refiriéndom e a dos presupuestos teóricos sobre los que se basará mi
análisis posterior: el prim ero se refiere al estatus dc lo discursivo, el segundo a la noción
de antagonism o. Por "discursivo’' no entiendo lo que se refiere al texto en sentido res­
tringido sino al co njun to de los fenóm enos de la producción social d e sentido que
constituye a Una sociedad como tal. N o se trata, pues, de concebir a lo discursivo como
constituyendo u n nivel, ni siquiera una dim ensión d e lo social, sino como siendo cocx*
tensivo a lo social en cuanto tal. Esto significa, en prim er térm ino, que lo discursivo
no constituye u n a superestructura, ya q u e es la condición misma dc toda práctica so­
cial o, más precisam ente, que toda práctica social se constituye como tal en tan to es
productora d e sentido. - Es claro, en consecuencia, q u e lo no discursivo no se opone
a lo discursivo como si se tratase de dos niveles separados, ya q u e n o hay nada espe*
dficam ente social que se constituya fuera del campo de lo discursivo. La historia y la
sodedad son, como consecuenda, un texto infinito.
Esta perspectiva nos obliga a in tro ducir u n a serie de precisiones. En prim er térm ino,
afirm ar la identidad d e naturaleza entre sociedad y discurso no significa proponer una
co nccpdón “superestructural'' dc la sociedad que se opondría a o tra "in fraestru ctu ral”,
ya que se trata precisam ente de negar que lo discursivo y lo ideológico constituyan
superestructuras. En esta perspectiva, la práctica económica misma debe ser conce­
bida como discurso. Afirm ar la prioridad dc lo discursivo y d c lo ideológico implica
señalar una perspectiva d e aprox im adó n teórica al análisis de la sodedad en su con­
ju nto, y no implica ninguna toma de posición apriori respecto a cualquier teoría acerca
de la articulación de niveles d e dicha sodedad. La segunda p redsión se refiere al sujeto
del discurso que, desde luego no es el sujeto trascendental sino que se constituye como
d ife ren d a en el in terio r del discurso en cuestión. En este sentido, considerar lo social
como discurso es incom patible con cualquier p u n to de vista idealista y se desdobla
en u na teoría dc la producción de sujetos en el in terio r de la p ro d u ed ó n so d al de
sentido. En tercer lugar, resulta claro q u e si todo discurso tiene co ndidones d e p ro ­
ducción específicas, estas condidones —in d u so cuando tienen caracteres d c fijeza ins­
titucional— deben ser concebidas como otros discursos. Finalm ente, si toda práctica
sodal es productora de sentido, y toda producción d e sentido es p ro d u ed ó n de un
sistema de diferencias, el sentido de toda intervención discursiva debe ser concebido
como d iferend a respecto a sus condiciones d e producción y de recepción.
Esta últim a precisión nos conduce al segundo presupuesto teórico anunciado al co­
mienzo: la noción de antagonismo. Si toda producción dc sentido es p ro d u ed ó n dc
diferendas, ¿qué significa producir diferencias q u e sean antagónicas? Por decirlo en
otros térm inos: ¿qué posicionalidad especifica deben asum ir los contenidos del discurso
para que se produzca esta d ife ren d a de sentido que designamos como "antagonism o”?
Comenzaremos exam inando las formas clásicas bajo las cuales los antagonismos han
sido pesados, es decir de u na parte la oposición real (la Realrepugnanz d e K ant) y de
otra parte la contradicción dialéctica. El prim er tipo d e antagonism o expresa la contra­
riedad en tre opuestos incom patibles y asume la form a "A - B '\ El segundo expresa la
• Éste es el texto dc una comunicación presentada al Coloquio sobre “Tcxle et Institu­
ción”, IWpartement d ’Étudcs Littéraire» et Département de Philosophie, Université du Qué-
bcc i Montréal, octubre de 1979.

[39]

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40 LKNESIO LACLAU

contradicción en sentido estricto, es decir la oposición dialéctica y asume la form a “A-


n o A". Para em plear los térm inos de K ant, la oposición p uede ser o bien lógica, es
decir q u e im plica la contradicción, o bien real q u e no im plica la contradicción. M arx,
q ue estaba perfectam ente al corriente de esta distinción, concluía: "Los extrem os rea­
les no pueden ser mediados, precisam ente porque se trata d c extremos reales. Ellos no
tienen necesidad de m ediación p orque sus naturalezas se o ponen totalm ente. No hay
nad a com ún e n tre uno y otro, no tienen necesidad uno del otro, no se com pletan uno
al otro. El un o no contiene en si u n deseo, u n a necesidad, u n a anticipación dc! oiro."
C om entando este pasaje Lucio C olletti concluye m uy justam ente: “En consecuencia, los
extremos reales no se m edian uno a l o tro . Es una pérdida de tiem po h a b la r d c u n a
dialéctica de cosas." Si H cgcl podía analizar la estructura dc la realidad en términos
d c contradicción dialéctica es porque, como todo pensador idealista, reducía la reali­
d ad al conccpto. Pero la dificultad insuperable que h a encontrado todo m aterialism o
q ue se pretende dialéctico procede del hecho de q u e p ara poder h ab lar de u n a dialéc­
tica de las cosas, es necesario hacer dc la negación la realidad últim a d e los objetos,
lo q ue es incom patible ron la noción de objeto real, cxtram ental. Es p o r esta razón
q ue d u ran te el debate acerca de la realidad objetiva dc la contradicción que tuvo
lugar en Italia hace veinte años, D ella Volpe y su escuela llegaron a la conclusión de
que era necesario elim inar, com pletam ente la noción de contradicción del análisis de
los antagonismos sociales y encarar a estos últimos, p o r el contiario, estrictam ente en
térm inos dc oposiciones reales.
Esta conclusión, sin embargo, sólo resulta defendible sobre la base de u n a epistem o­
logía em pirista que acepta al objeto real como lo dado. E n este caso es evidente que
la noción d e contradicción es lógicamente incom patible con la positividad inherente
a la noción de objeto real. ¿Qué ocurre, en cambio, si aceptam os q u e todo objeto
se constituye como tal en tan to objeto d c discurso, es decir, como diferencia en un
contexto de sentido? Si es verdad que la negatividad no puede servir de a trib u to a u n
objeto '‘real”, ¿no es posible sin em bargo significarla a través d e u n con ju n to de posi­
ciones y operaciones discursivas? Pensemos en u n ejem plo clásico de determ inación dc
sentido a través de u n sistema d c posiciones significantes: la construcción, en el p ri­
m er capítulo de E l capital, de la representación del valor a través d c las posicionali­
dades del valor d e uso dc los objetos. Es la ecuación misma en tre valores d e uso lite ­
ralm ente incom patibles la que desplaza el com ponente referencial del discurso. Fuera
del sistema de posiciones dc dichos valores dc uso en el sistema dc equivalencia del
mercado n o es posible construir discursivam ente la referencia al trabajo como sustan­
cia del valor. Como consecuencia, es la posición en el in terio r del discurso la que
constituye la significación referencial.
El problem a es, pues, el siguiente: la negatividad en cuanto tal, q u e como hemos
visto no puede servir d c predicado a objetos ‘'reales”, ¿puede significarse a través de
ciertas posicionalidades dc los objetos construidos discursivamente? La respuesta es
definitivam ente afirm ativa. Tom em os el ejem plo d e un texto de Sarmiento, escritor
liberal argentino del siglo x ix, que hemos analizado desde esta perspectiva. E n d id io
texto Sarm iento presenta el dilem a histórico de la América L atin a d e su tiem po en
térm inos dc la oposición "civilización o barbarie”. ¿En qué consiste pues este antago­
nismo? ¿Se trata de u na contradicción o d e una oposición real? A parentem ente se trata
de u na oposición rea!, d ado q ue lo que Sarm iento llam a la "barb arie” tiene un conte­
nido propio, independiente de su relación antagónica con la civilización. Sin em bar­
go, si analizam os la estrategia discursiva a través de la cual el concepto d e barbarie es
construido en el texto, descubrimos que detrás de esta ap aren te relación dc oposición
real se esconde u na contradicción p u ra y simple. Sarmiento comienza identificando
a la barbarie con la tradición hispánica, pero algunas páginas más tard e identifica al
hispanism o con la tradición asiática. Establece a continuación un serie d e equivalen­
cias del mismo tipo, como resultado d e lo cual emerge esta situación paradoja!: la
TF.SIS ACERCA DE LA FORMA HEGEMÓNICA DE LA POLÍTICA 41
adición dc nuevas determ inaciones no enriquecen al referente denotado, dado que la
posición de éstas en un sistema dc ecuaciones alude a una significación que, como en
el caso dc la ecuación establecida en tre valores d e uso en la construcción discursiva
del valor, se constituye precisam ente haciendo abstracción de las características dife­
renciales dc los diversos térm inos q ue en tran en la ecuación. En el caso dc la “ bar­
barie" de Sarm iento, es evidente q ue lo único que los diversos térm inos equivalentes
q ue la caracterizan tienen en com ún es el no ser europeos. Como, del otro lado, el
texto establece una identidad rígida e n tre “europeísmo” y “civilización”, el antag o ­
nism o entre civilización y barbarie se reduce en d efinitiva a la relación contradictoria
“civilización• no civilización", “A * n o A ”. Lo negativo, que no puede ser representado
discursivam ente de m anera directa, es construido a través de un conjunto dc posicio­
nalidades especificas. Frente a la construcción hipotáctica fuertem ente trabada con la
q u e el texto nos presenta a la civilización, la barbarie nos es presentada como con­
ju nto paraláctico de equivalencias que carecen de una positividad propia. Es im por­
tan te subrayar que no se trata de establecer la significación de u n térm ino a través de
un sistema de diferencias con otros térm inos, sino de hacer de la negatividad en
cuanto tal la diferencia característica de un o de los térm inos en cuestión.
Como consecuencia, designaremos po r antagonism o u n a relación de contradicción
creada en el in terio r del discurso. No podemos e n tra r aquí en un análisis detallado del
juego de posicionalidades en tre lo positivo y lo negativo, que tiene relación directa
con una teoría de la dom inación. Q uisiera, sin embargo, señalar brevem ente los puntos
siguientes: 1] u na tco rL de la dom inación y del poder no puede fundarse únicam ente
en el análisis de sus efectos; ella debe ser tam bién una teoría d c la construcción dis­
cursiva dc los antagonismos en cuanto tales. 2] Si el p u n to a n terio r es correcto, tal
teoría pasa por consiguiente por un análisis de los procedimientos oblicuos a través dc
los cuales las características diferenciales d e los objetos del discurso pueden pasar a
significar la negatividad. S] Si los sujetos son construidos en el in terio r del discurso,
el carácter subordinado d e ciertas posicionalidades puede ser establecido a través dc
un sistema de equivalencias que im pidan que las diferencias puedan ser establecidas
como diferencias del mismo nivel. La ideología patriarcal, p o r ejem plo, constituye la
subordinación fem enina a través de un sistema de equivalencias que hacen dc los
sujetos masculinos los representantes paradigm áticos "n o marcados”, de la especie.
Hemos estableado las bases teóricas a p a rtir de las cuales podemos ahora presentar
el concepto central dc esta comunicación, el concepto de "ru p tu ra populista”. Sin em­
bargo, para explicarlo debemos prim ero hacer otro detour a través d e la noción dc
antagonismo, considerada esta vez desde un ángulo distinto. Existe generalm ente la
tendencia a confundir dos cosas: p or un lado, la explicación de los antagonismos en
cuanto tales; p o r el otro, la explicación d e su génesis y de las condiciones que los han
hecho posibles. Si se trata, po r ejem plo, d e explicar una sublevación campesina subsi­
guiente a u na ocupación de üerras com unitarias por p arte del estado, se nos explica­
rán los motivos que tenía el estado para ocupar las tierras, el grado dc cohesión dc los
campesinos para resistir, etc., pero esto n o nos explica el antagonismo en cuanto tal,
es decir po r qué y cómo los campesinos se constituyen como sujetos antagónicos frente
a t estado. I-a explicación se basa, así, en u n supuesto antropológico o de sentido co­
m ún, del tipo “es natu ral que todo hom bre resista a la opresión”, etc. El geneticismo
d e la explicación y el antropologism o del sujeto se requieren m utuam ente. Si, p o r el
contrario, abandonam os este supuesto apriorístico y afirmam os q u e todo sujeto se
construye en el in te rio r de u na cadena significante, la transparencia del antagonismo
desaparece y pasa a ser necesario explicar la construcción discursiva del antagonismo
y no solam ente sus condiciones “extradiscursivas" de emergencia. Sabemos ya que
todo antagonism o al nivel del discurso supone u n a relación de contradicción, es decir
una relación en la que la realidad d e u n o d e los polos se agota en ser la negación
pura y sim ple del otro. Dos consecuencias se siguen d e esto: 1] el elem ento estricta­
ERNESTO LACLAU

mente contradictorio no se encuentra en la cadena pretendiente causal que ha condu*


cido a la emergencia del antagonismo, sino en el hecho bruto de la negación de un
sistema de posiciones que han consütuído al agente social como sujeto. En este sentido,
la comprensión del antagonismo en cuanto tal es independiente de la comprensión
de su génesis. 2] La construcción del antagonismo supone la construcción de cadenas
de equivalencias a través de las cuales la fuerza dominante es desarticulada en sus
diversos elementos, los cuales, en tanto objetos de discurso, pasan a representar el
momento de la negación. En el caso de ciertas comunidades andinas, por ejemplo, la
semantización de los conflictos por la tierra tiene lugar a través dc un doble proceso:
de un lado, a través de concepciones tales como la de "mundo invertido" se establece
la continuidad "cósmica" con una imagen dualista del mundo fundada sobre la lucha
entre dos principios; del otro lado, cada una de las características de los agresores —ya
se trate dc los grandes propietarios terratenientes o del estado— se presenta en una
relación de equivalencia con las otras: cada una de ellas es despojada de su significa*
ción “literal” y pasa a simbolizar la negatividad pura y simple. En los casos en los
que el conflicto pasa a ser más agudo este proceso de semantización puede ir aun más
lejos: entre los diversos "valores dc uso significantes”, hay algunos que se desplazan
y pasan a constituir el equivalente general de la negatividad. Y, desde luego, un pro­
ceso de abstracción semántica tiene también lugar en el polo positivo, que conduce a
la formación de equivalentes democráticos generales.
Estamos ahora en condiciones de establecer una distinción fundamental para nuestro
análisis: la distinción entre posicionalidad democrática y posicionalidad popular. Ob­
servemos. en primer término, que si el antagonismo no es transparente para que sus con­
diciones dc emergencia puedan ser pensadas como tales es necesario pensarlas como condi­
ciones objetivas, es decir como poseedoras de una positividad propia. Hemos visto,
sin embargo, que el antagonismo se construye discursivamente en la medida en que las
determinaciones positivas dc la fuerza antagonúantc pasan a ser organizadas como
sistemas dc equivalencias cuya única significación es la negación de la fuerza antago-
nizada. Esto significa que las mismas determinaciones que en un discurso genético se
presentan como sistema de diferencias se reagrupan como sistema de equivalencias
en el discurso del antagonismo. Es sólo gracias a esta mutación que el discurso del
antagonismo logra presentarse como discurso de ruptura. Volviendo a nuestro ejem­
plo de los campesinos que son expulsados de sus tierras: un discurso genético mostrará
cada uno de los actos de los agentes del estado que proceden a la expulsión como
constituyendo momentos objetivos positivos en una cadena causal. El discurso del
antagonismo procederá dc manera totalmente diferente: él hará de cada una de estas
determinaciones objetivas el símbolo de la negación de la que son portadoras. Las
armas dc los soldados, sus uniformes, sus voces, establecen entre si una relación de
equivalencia. Y no solamente esto. La cadena de equivalencias se extiende hasta in­
cluir la diferenda de vestimenta, el color de la piel. etc. Cuantas más determinaciones
de la fuerza antagónica sean incorporadas a la cadena de equivalencias, más el discurso
será un puro discurso del antagonismo. Desde luego, en otro extremo, el polo positivo
de la comunidad negada comienza también a organizarse como conjunto de equiva­
lencias positivas. De ahí los procesos típicos de semantización de una comunidad
cuando ésta es amenazada: un conjunto de signos se carga dc una doble función: de
un lado, en tanto que metalenguaje. pasan a significar la comunidad como totalidad
frente a la fuerza que la niega. De este modo, en la medida en que todo antagonismo
se construye discursivamente como contradicción, todo antagonismo supone el poder
y la dominación. A partir dc los antagonismos se constituyen, como consecuencia,
posicionalidades democráticas.
Sin embargo, posicionalidad democrática no implica necesariamente posicionalidad
popular. Para que haya posicionalidad popular es necesario que un discurso divida
la sociedad entre dominantes y dominados, es decir que el sistema de equivalencias
TtSiS ACEKCA »l- I-A FCRMA IIEC.I MÓNICA DE LA POLÍTICA

se presente articulando la totalidad de la sociedad en to m o a un antagonismo funda­


m ental. C uando este conjunto antagónico presenta las posicionalidades populares no
como el polo de u n dualism o irreductible, sino como p u n to dinám ico dc un enfren­
tam iento. podemos h ab lar de ruptura populista. Es claro que es esto exactam ente lo
q u e pasa en nuestro ejem plo de la com unidad cam pesina amenazada. Pero se tra ta de
un caso extrem o en el q u e todas las posicionalidades del agente son amenazadas por
la fuerza antagónica. El discurso de las sublevaciones campesinas, el discurso milena-
rista. tienden a constituirse en térm inos similares. C uando consideramos, en cambio,
los discursos a través dc los cuales se h a constituido la hegem onía burguesa en la Eu*
ropa del siglo xix nos encontram os frente a una situación com pletam ente diferente.
Nos encontramos, en efecto, frente a una estrategia discursiva q u e consiste en reabsor­
ber los antagonism os gracias a desplazamientos que reconvierten la diferencia, y la
ru p tu ra populista es relegada al horizonte del campo discursivo. En el siglo xix encon­
tram os ambos tipos d e discurso: el discurso de la ru p tu ra , que se funda en sistema de
equivalencias en sistemas de diferencias. Podemos dc este m odo afirm ar que el h o ri­
zonte político-ideológico de la Europa del siglo xtx h a estado dom inado por dos polos:
dc un lado, la ru p tu ra pop u lar jacobina; de otro, la reabsorción transform ista de las
posicionalidades populares.
Reconvertir el sistema de equivalencias en un sistema de diferencias consiste, por
una parte, en neutralizar los objetos del discurso, es d e d r en transform ar la contradic­
ción en contrariedad. La folklorización d e las ideologías populares es una operación
que, en u n doble movim iento, establece la legitim idad d e estas últim as como sermo hu-
m ilis y elim ina su antagonism o con el discurso del poder. Por o tra parte, p o r el hecho
dc presentar en térm inos positivos las posicionalidades democráticas, es d e d r d e p re­
sentarlas como dem andas q ue deben ser satisfechas de m anera específica, se desarticula
el discurso d e las equivalencias. De este m odo las posicionalidades democráticas no lo­
gran constituirse en posicionalidades populares, el discurso del antagonismo es rem ­
plazado por el discurso de la expansión del sistema de equivalencias, como por ejem-
pío el discurso del cartism o en Inglaterra, del mazzinismo en Italia y de la tradición
jacobina en Francia; de otro lado el discurso d e la in te g rad ó n fundado en la articu ­
lación de un sistema cada vez más com plejo de diferencias, como el discurso tory de
Disraeli, el de Bismarck y la revolurión conservadora prusiana o el del transformismo
de G iollitti en Italia. Es este segundo tip o de discurso el que ha predom inado en
Europa en los últim os d e n años, y la estrategia sobre la que él se ha fundado ha con­
sistido en disolver la unidad del discurso p o p u lar radical a través dc la desarticulación
de las posicionalidades q u e constituían a los sujetos dc tales discursos en unidad anti*
sistema. A través de la práctica del tradeunionism o. o del clientelismo, o del W elfare
State, o d e otras formas de cooptación, los agentes sociales han sido constituidos como
sujetos en tanto q ue sistema d e diferen d as legitimas y especificas en el in terio r del
discurso dom inante. Las posidonalidades populares han sido relegadas al horizonte
del campo ideológico y carecen de toda capacidad de establecer un sistema de equiva­
lencias con las otras posicionalidades democráticas del agente. El discurso d e la dife­
rencia ha sustituido al del antagonism o. En el discurso del dientelism o, p o r ejem plo,
la división dicotómica dc la sociedad en la que se funda todo sistema de equivalen­
cias no es negada. Al contrarío, el pueblo aparece como amenazado por el poder.
Pero esta dicotom ía no es presentada como antagonism o sino como un hecho natural
inevitable, es decir como la prim era dc las diferendas. Es a p a rtir dc esta diferencia
fundam ental q ue el d ientelism o construye un discurso d e la in term ed iad ó n protectora
y paternalista gracias al cual reabsorbe d e rta s posiciones democráticas dc los agentes
populares. De la misma m anera, en el discurso tradeunionista el antagonism o es elim i­
nado totalm ente: capitalistas y obreros son considerados como diferentes categorías
sociales igualm ente legítimas y la legitim idad d e sus dem andas debe fundarse sobre
otras diferencias: u sas de benefidos de las empresas, tasa de inflación, u s a de interés,
44 ERNFSTO I.ACLAU

etc. Sólo cuando u n a crisis particularm ente grave desarticula este sistema de diferen-
cias es que un desplazam iento de estas posicionalidades hacia u n sistema de equiva­
lencias antisistem a puede ten er lugar. Pienso, p o r ejem plo, en la form ación dc un dis­
curso p o pu lar radical en Inglaterra en los años trein ta y en la form a en q u e este dis­
curso ha contribuido a la constitución d e posicionalidades populares que h an jugado
un papel decisivo en la polarización política de 1945.
Resumamos las conclusiones que pueden extraerse del análisis anterior:
1] Hemos señalado dos tipos fundamentales de discurso político: uno de ellos, fun­
dado sobre el antagonismo, construye discursivamente sus polos sobre la base de sis­
temas contradictorios dc equivalencias. Se trata del discurso popular radical, del dis­
curso dc la ruptura. £1 otro, fundado sobre la articulación progresiva dc un sistema
dc diferencias, opera el desplazamiento de las posicionalidades democráticas de los
agentes sociales. £1 primero de ellos tiende a transformar las contradicciones demo­
cráticas en contradicciones populares; el segundo, a transformar las contradicciones
democráticas en relaciones positivas de contrariedad entre las diversas posicionalidades
dc los agentes.
2] Es así que se crea un hiato entre las posicionalidades democráticas y las pcricio-
nalidadcs populares, hiato que da lugar a diversos tipos de articulaciones discursivas.
Porque es evidente que toda posicionalidad democrática no tiende a transformarse
por sí misma en posicionalidad popular. Esto depende dc su lugar en una cadena dc
equivalentes, cuya construcción representa una intervención discursiva específica. Pero,
por otra parte, las posicionalidades populares no tienen sus cadenas de equivalentes
constituidas únicamente dc posicionalidades democráticas. Si la construcción de una
hegemonía vía transformismo consiste en transformar las contradicciones en diferen­
cias. la construcción dc una hegemonía vía ruptura populista consiste en desplazar
hacia el campo de las equivalencias populares, numerosos sistemas de diferencias que
aparecían articulados al discurso tradicional de la dominación. Esto es particular­
mente cierto en el caso de las rupturas populistas dc derecha. La estrategia discursiva
del fascismo italiano ha consistido precisamente en afirmar de manera antagónica un
conjunto de posicionalidades populares —que en el campo ideológico de la Italia de
comienzos de siglo estaban constituidas por los elementos ideológicos mazzinianos y
garibaldinos— y en construir una cadena de equivalencias en las que entraban elemen­
tos tales como la defensa de la familia y la lucha contra los sindicatos. Es asi que se
construyó un espacio radical-popular en cuyo interior pudo ser reconstituido un nuevo
sistema dc dominación. Paralelamente, las posicionalidades democráticas, desarticula­
das del sistema dc equivalencias con el campo popular, quedaban aisladas y carecían
de toda capacidad hegemónica. El concepto dc "ruptura populista" no implica, pues,
ninguna referencia necesaria a un tipo dc orientación política determinada del dis­
curso a través del cual se verifica. Hay ruptura populista en el caso del fascismo, pero
también la hay en el caso del maoísmo. Hay ruptura populista, en los dos casos porque
ambos —a diferencia de los discursos que se constituyen como puros sistemas de dife­
rencias— son discursos del antagonismo que tienden a dividir el campo ideológico en
dos sistemas contradictorios de equivalencias. Pero al mismo tiempo se trata de discur­
sos radicalmente distintos, en la medida en que los sistemas de equivalencias que
constituyen a partir de las posicionalidades populares son fundamentalmente diferentes.
3] Se nos podría preguntar en dónde reside el interés en subsumir al populismo en
el concepto más general de ideología popular radical. La razón es que todo discurso
popular radical, de derecha o de izquierda, incluyendo en esto a ios discursos que
han sido calificados tradicionalmcnte como populistas, se presentan siempre como
discursos del antagonismo y de las equivalencias, y que, por consiguiente,toda distin­
ción entre diversos tipos de discurso popular debe hacerse en el interior de esta pri­
mera caracterización general Toda diferencia especifica tiene lugar en el interior de
la cadena de equivalentes, pero esto supone ya la divisióndel campo ideológico que
hemos intentado caracterizar en esta presentación.
ACERCA D E LA H E G E M O N ÍA C O M O P R O D U C C IÓ N H IS T Ó R IC A
(A p u n tes para un debate sobre las alternativas políticas en Am érica L atina)

LILIA N A DE RIZ
E M IL IO DE ÍPO LA

A u nq u e con una intención indiscutiblem ente teórica, la presente ponencia no


p reten de en m odo alguno encasillar la discusión im poniéndole los lím ites de
u n ilusorio m arco conceptual preestablecido. N o se nos escapa q ue un o de los
papeles más negativos que, particularm en te en A m érica L atina, le ha tocado
ju g a r a m uchas teorías ha sido el de som eter la lib ertad de reflexión y d e in ­
vestigación al im perativo categórico del C oncepto —p o r lo general, al del C on­
cepto d e m oda. De instrum ento p ara el análisis, la teoría se convirtió a m enú,
d o en instrum en to para bloquearlo, en una suerte de tiránico superyó ta n to
más eficaz en su función represiva cuando q u e ésta se autodisiinulaba b ajo
la respetable máscara del "rig o r científico", a u n q u e este rigo r fuera casi sienv
pre m ucho más aparente q u e real.
C onscientes de ello, nos hem os esforzado para atenem o s en este tra b ajo a
u na concepción más pragm ática, flexible y modesta q u e la tradicional acerca
del pa|>el de la reflexión teórica. Pragm ática, en el sentido q ue juzga y evalúa
a las teorías con arreglo a su productividad, más q u e p or su coherencia de a r­
q u itectu ra lógica; flexible, en la m edida en q u e niega a los esquem as teóricos
el ex o rb itan te derecho d e fijar “ para siem pre” el sentido exacto y las reglas
d c em pleo de las herram ientas conceptuales y les otorga, en cam bio, el razona­
ble derecho d e m antener ab ierta la discusión acerca de los varios sentidos y las
m últiples posibilidades de un uso fecundo d e esas herram ientas; modesta, en
cu a n to concibe a las teorías como el lugar dc p lanteo, y no de solución, d e los
problem as, com o un cam po de reflexión que, reconociendo los lím ites qu e le
son inherentes, reclama su pro p ia ap e rtu ra y encuen tra en ella su razón de ser
y su justificación.
Las indicaciones precedentes despojarán —creemos— de toda sorpresa al
hecho de q u e abordem os nuestro tema a p artir de la siguiente p regunta ele­
m ental: ¿es posible u n a lectura de los procesos políticos latinoam ericanos con­
tem poráneos a la luz de la problem ática gram sciana d e la hegem onía? 1.a pre­
g u n ta puede parecer retórica. Sin em bargo, no lo es. P or cierto, estamos con­
vencidos de q u e esa lectura no sólo es posible, sino tam bién necesaria; que
ella puede co n trib u ir a ver m ejor nuestros problem as, a esclarecer el po rqu é
dc nuestros muchos fracasos como así tam bién d e nuestros avances, a o rien­
tarnos en la elaboración dc proyectos de transform ación social y d e altern ati­
vas políticas positivas y viables.
P ero esta respuesta, au n q u e resueltam ente afirm ativa, n o es incondicional.
Y n o lo es p o rq u e estamos tam bién convencidos de q u e esa lectura será real.
[45]

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46 LIMAN A DC R1Z/C MILIO DC (POLA

m ente fecunda, de que n o se agotará en la reiteración de generalidades banales


ni en la m era especulación, sólo si satisface ciertos recaudos previos. El más
notorio y evidente, pero tam bién el princip al, es q ue com ience p o r respetar
una dob le com plejidad: la de su o bjeto y la de sus m edios de análisis.
Q La de su objeto: para d a r dos ejem plos deliberadam ente extrem os, la
cuestión de la hegem onía no puede ser plan teada de la m ism a m anera en el
caso de la A rgentina y en el de N icaragua. L a p lu ralid ad y diversidad de los
procesos históricos, la especificidad de las diferentes situaciones subregionales
y nacionales, constituyen un a suerte de desafío al concepto con el cual nos p ro ­
ponem os interrogarlas: este ú ltim o h abrá de dem ostrar su u tilid a d y su p erti­
nencia sólo a condición d e hacerse cargo de esa irreductible m u ltip licid ad sin
p or ello tornarse equívoco e indeterm inado.
0 La de sus m edios de análisis: "cada p alab ra es un poliedro”, decía Grams-
ci.1 Esta aguda sentencia vale tam bién para la palabra "hegem onía”. M uchos
de los m alentendidos q u e ha suscitado este concepto se explican, en n uestra
opin ión , p o r el hecho de q ue sólo se h a visto, o se ha privilegiado, u na de sus
dim ensiones (un a sola cara del poliedro) ? G ramsci, más de u n a vez, definió
la novedad de la dialéctica m arxista en la afirm ación consecuente del prin cipio
m etodológico según el cual, para d ar cuenta de un proceso, dc una situación,
de un hecho, es preciso tom ar en consideración el co n ju n to com plejo de sus
determ inaciones, de sus aspectos y relaciones.-1 Pensamos qu e ese principio
m etodológico es aplicable al concepto de "hegem onía" y a la problem ática que
dich o concepto abre.
En efecto, es u n lugnr com ún erróneo el creer q u e la generalidad dc un con­
cepto es inversam ente proporcional a la riqueza dc sus contenidos. Sobre la
base de esc prejuicio, exp licar equivale con frecuencia a red ucir lo com plejo
a lo sim ple —y a m enudo lo concreto a lo v a g o -, a privilegiar las semejanzas
en desm edro de las diferencias, a asfixiar lo específico bajo el m anto de lo
indeterm inado. Com o toda noción q u e se quiera a la vez precisa y fértil, la
de hegem onía sólo afirm ará su validez en ta n to cuestione esa "evidencia”.
C u an d o señalamos qu e la hegem onía abre u n a problem ática buscábam os ante
todo llam ar la atención sobre su m ultidim ensionalidad, o sea, sobre el hecho
d e q ue en ese concepto se condensa u n a p lu ralid ad com pleja de determ inacio­
nes y tam bién de interrogantes.
Por o tra parte, y com o ya lo indicáram os, los procesos político-sociales la ti­
noam ericanos presentan una diversidad tal que los hace especialm ente refrac­
tarios a todo in ten to de generalizar, de buscar afinidades en tre ellos, d e elabo­
ra r tipologías. Sin descalificar los esfuerzos p o r d etectar rasgos com unes a dife­
rentes situaciones sociales, formas de estado o regímenes j>oIíticos, la más ele­
1 La expresión figura en Literatura y vida nacional, México. Juan Pablos, 1977, p. 160.
2 Quizás también haya alimentado esos malentendidos el notorio éxito del concepto - o
más bien de la palabra— y la inmediata propensión a convertirla en fetiche y en principio
dc explicación passe partout. Es bien posible que el principal defecto de la noción dc hege­
monía consista en que está dc moda. Dc tal suerte que no parece superfluo reiterar que
ninguna palabra aislada puede operar el milagro de resolver —ni siquiera de definir— nin­
gún problema real, teórico o práctico.
3 Por ejemplo, en El materialismo histórico y la filotofia de Benedetto Croce, México;
Juan Pablos, pp. 132-133.

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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 47

m ental prudencia invita a relativizar el alcance de esos esfuerzos, a adjudicarles


u n carácter provisorio, a encararlos com o p un tos de p artid a indispensables,
pero tam bién precarios, y a tener siem pre presente q ue la dinám ica histórica
llevari tarde o tem p rano a superarlos. A m érica L atin a n o es u na excepción
a la regla según la cual el acontecer histórico estim ula la teoría en la m edida
mism a en q u e la cuestiona.
Estas afirm aciones, sin em bargo, no im piden que, con m odalidades necesa­
riam ente específicas, la reflexión sobre los procesos latinoam ericanos y sobre
sus alternativas políticas, pueda desem bocar —y de hecho desem boque— en el
p lanteam ien to de un haz de problem as en el cual n o es difícil identificar preo­
cupaciones y ejes com unes dc discusión. En n uestra opinión , el tem a dc la he­
gem onía ab re un cam ino legitim o p ara articu lar esos ejes com unes en u na
problem ática com ún. Es esta o pinión la qu e intentarem os ju stificar en lo
q ue sigue.
P ara ello, a títu lo pu ram ente indicativo, comencemos po r enu m erar lo q ue
hem os propuesto llam ar “ejes com unes", en ten dien do p or esta expresión n ú ­
cleos de problem as lo suficientem ente am plios como para d a r cabida, en u n
m ism o espacio de discusión, a la m ayoría, si no a la totalidad , de los procesos
y situaciones sociopolíticas p o r las que atraviesa hoy América L atin a y lo su­
ficientem ente recortados com o para q u e ese espacio d e discusión no se disuelva,
p o r carecer de coordenadas, en la total indeterm inación. Los "ejes com unes"
propuestos serían los siguientes:
lj Las cuestiones relativas al estado y al sistem a político: su positividad, su
“ arm azón m aterial" (P oulan tzas), sus tantas veces invocada "auto no m ía re­
lativa”, sus relaciones dinám icas con la sociedad civil, en fin, sus contradiccio­
nes internas;
2] La cuestión de las form as organizativas a través de las cuales se llevarían
a cabo proyectos concretos de transform ación social y política;
3] La cuestión de las fuerzas sociales llam adas a desem peñar papeles prota-
gónicos en dicha transform ación;
4] Las cuestiones relativas al consenso y la ideología, a la "dirección in te­
lectual y m o ral" de esos procesos de transform ación y al papel de los inte­
lectuales;
5] F inalm ente, un problem a qu e en cierto m odo atraviesa y condensa los
precedentes: aquel relativo al contenido mism o de las alternativas políticas a
im pulsar en América L atina. Problem a crucial, cuya pro fun da com plejidad
no se evapora por el hecho de que pueda resum irse en la fácil conjunción de
dos palabras: dem ocracia y socialismo, d ado q u e la experiencia histórica re­
ciente, y no sólo la latinoam ericana, han convertido a esos térm inos en índices
de m últiples y contradictorios significados, y a su conjunción real, en el más
difícil de los desafíos dc la historia presente.
Esta enum eración n o pretende ser exhaustiva. C abría agregar, entre otros
temas, que, acom pasando la reflexión sobre estos problem as, el análisis socio­
lógico y po lítico se ve llevado a e n fren tar tam bién una serie de problem as teó­
ricos (e incluso filosóficos) q u e van desde la necesidad de repensar las rela­
ciones en tre lo “económ ico” y lo “superestructural” a la de rep lan tea r el con­
tenid o y el estatu to de, po r ejem plo, la categoría d e "contradicción”, pasando

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48 LILIANA I1K U Z /E M IL IO DE ÍPOLA

p o r problem as relativos a la m etodología del análisis sociopolítico (“estructu­


ra l'' y /o "co y u n tu ral”) y varios otros. El p lan teo de todas estas cuestiones es
legítim o —pese a su ap a re n te abstracción— en v irtu d d e la persistencia de es­
quem as d e pensam iento que, au n qu e am pliam ente desm entidos p or los hechos,
siguen aú n estando en la base de análisis y de prácticas políticas concretas.
'T am b ién estas consideraciones finales form an u n “eje com ún”. Si, a pesar de
ello, no lo incluim os com o un ítem más de la lista presentada es po rqu e p en­
samos q u e está, au n q u e im plícito, presente e n los temas enum erados.
Sea o n o exhaustiva esta lista, im po rta señalar qu e pensam os que los “ejes
com unes” en ella enunciados p la n tean problem as relevantes para la reflexión
latinoam ericana, y qu e cada u no de esos ejes com unes rem ite al menos u na de
las dos caras del poliedro hegem onía. En efecto:

Al m argen de discordancias y de deslizam ientos d e vocabulario,4 nadie discu­


tirá q u e el concepto de hegem onía está en la base de la h a rto conocida concep­
ción gram sciana del estado "am p liad o ” (hegem onía acorazada de co e rc ió n ).
Es razonable pensar, au n a títu lo dc hipótesis, que esta concepción constituye
un adecuado p u n to dc p artid a p ara el plan teo dc un co n ju n to de interrogan­
tes específicas, relativas a las diferentes formas d e estado y de regím enes p o lí­
ticos existentes hoy en A m érica Latina.
Asi, p o r ejem plo, la em ergencia, a p a rtir de m ediados de la década dc los
sesenta, d e gobiernos m ilitares dictatoriales en el sur del contin ente h a suscitado
u na prolífica discusión acerca de la naturaleza, los intereses, las form as d c fu n ­
cionam iento e incluso las perspectivas dc consolidación o de crisis dc esos regí­
menes.3 U no de los principales pu ntos problem áticos —en la m edida en q ue la
concepción gram sciana perm anezca como p u n to d e referencia— parece residir
en la aparente “ subdcterm inación orgánica” dc las form as dc estado qu e algunos
de esos regím enes expresarían (subdetcrm inación resum ible en la fórm ula
“ coerción sin consenso”) y, sobre todo, en la muy justificada renuencia a con­
tentarse con esa apariencia.
Para d a r cuenta de estas situaciones "anóm alas” parece necesario com enzar
a rem ontarse a sus orígenes inm ediatos y m ediatos. Lo cual nos conduce a p la n ­
tear la desarticulación y el consiguiente desm antelam iento d e las diversas m o­
dalidades del populism o (a la vez com o proyectos hegemónicos y como regí­
menes p o lític o s). Cabe aq u í referirse, p or su carácter en cierto m odo ejem plar,
al caso de la A rgentina.

* Véase al respecto, con sentido critico, el articulo dc Perry Andcison “ Las antinomias
de Gramsci", en Cuadernos Políticos, núm. 16. México, e x a , 1979.
5 Cf. los trabajos de G. O’Donnell, A. Cueva, A. Borón, E. Sadet, etcétera.

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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 49
E n efecto, la desarticulación del “ m odelo" p opulista revistió en esa sociedad
la form a de u n a do ble crisis: en prim er lugar, u n a crisis del bloque de poder,
deb ilitad o en su cohesión a causa, en tre otros aspectos, dc su incapacidad de
converger en to m o a un m odelo de desarrollo, y po r lo tan to , de más en más
d eb ilitad o e incapacitado p ara d irig ir a sus aliados; en segundo lugar, u na
crisis de las form as de acción d e las clases populares. G estadas desde abajo,
nuevas form as dc lucha obrera y p o p u la r irru m p iero n “ salvajem ente” en la
escena política y cuestionaron d e hecho u n a estrategia sindical q u e se aten ía
a los lím ites del sistem a político vigente con ta n to m ayor em peño cuan to que
su legitim idad y su peso específico p ro p io dep end ían del m antenim ien to de
este últim o. Pero, dado el carácter in cipiente y desorganizado de esas nuevas
m odalidades de lucha obrero -p op ular —hecho q u e m otivó la reticencia e in­
cluso el rechazo de los sectores por ellas convocados—, las luchas en cuestión
expresaron más u n in te n to de ru p tu ra , n o exento de voluntarism o, con respecto
al m odelo de sociedad q u e u n proyecto de ord en social diferente.
Esta crisis tuvo un doble y com plem entario efecto: p o r u n a p arte, u n a suerte
de "b lo q u eo ” en la capacidad de la sociedad civil d e fo rm u lar alternativas
contrahegem ónicas sólidas y, por o tra , la descom posición acelerada del estado
populista. Q uedó así abierto el cam ino para el golpe dc estado (previsto, con
lucido fatalism o, po r la gran m ayoría de los actores sociales). La d ictadu ra
m ilitar que tom ó el po der en m arzo de 1976 p ud o así, casi con total im p u n i­
dad, im poner u n orden basado en gran m edida en la violencia represiva, pero
tam bién en el consentim iento pasivo d c im po rtan tes sectores de la población
e incluso en el consenso activo de grupos sociales prestos a apoyar un régim en
au tocrático y dictatorial antes q u e el desorden y el caos qu e caracterizaban al
populism o en crisis. A cuatro años del golpe m ilitar, el problem a sigue en pie:
p o r u n lado, un estado q u e in staura un orden en el q ue el ejercicio de la re ­
presión juega un papel fundam ental, pero no exclusivo; p or otro. la dificultad,
p ara las fuerzas populares argentinas, de reencon trar la dialéctica social, de
reco n stitu ir los sujetos sociopolíticos capaces de transform ar o reavivar a esa
sociedad rep rim ida. Sabemos, sin em bargo, que ese problem a n o atañ e exclu­
sivam ente a la A rgentina; que, con m odalidades y m atices propios, se tra ta del
mism o problem a q u e deben afro n tar hoy las clases subalternas y las fuerzas
dem ocráticas e n varios otros países del continente.
La actu al distensión e n Brasil, el caso más antig uo de estos regím enes en el
C ono Sur, constituye un buen ejem plo p ara reflexion ar sobre la especificidad
de las diversas situaciones latinoam ericanas y, p o r lo mismo, p ara p lantear
—desde esta p roblem ática— la cuestión de la n aturaleza del estado y dc su crisis
a través de u n a conceptualización más concreta e histórica, capaz de d a r la
palab ra a la especificidad.
La ap e rtu ra política controlada, destinada a asegurar len tam ente y desde
a rrib a la institucionalización de un "n uev o” capitalism o en B rasil, crea un
desafío nuevo a las fuerzas populares. Ese in ten to de "revolución pasiva" que
lim ita el ejercicio de la violencia represiva y se ab re a m ediaciones políticas
p a ra desplazar el terreno del enfrentam ien to con las masas —el estado— al espa­
cio político de la negociación de los conflictos sociales (partidos políticos que
pugnen p o r reform as institucionales, ideológicam ente representadas po r las
50 LILIANA DK RIZ/F.MILIO Dr. ÍPOLA

ban deras de igualdad) supone, p a ra las clases dom inantes y sus gestores (los
m ilita re s ), una capacidad renovada dc desarticular las luchas sociales; algo
así com o u n neopopulism o fun dado en nuevas form as de exclusión-inclusión. La
lucha p olítica (lucha p o r las libertades civiles y p o r la participación social)
q u ed aría divorciada de la lucha social (lucha de clases en el terren o dc la pro»
d u cc ió n ), o sea, la separación d c lo político y de lo social se renovaría a través
de la liberalización del régim en.
Esta altern ativ a aparece cada vez menos viable en el contexto de transfor­
m ación dc la sociedad brasileña; transform ación q ue afecta la estructura de las
relaciones dc clase y produce u n a creciente politización dc las luchas sociales.
Esas luchas se vuelven cada vez m enos subordinadas a fuerzas políticas exter­
n as (definidas en el cam po p o lític o ).
D esde esta perspectiva, el in ten to "tran sform ista" del régim en brasileño abre
la brecha para q u e nuevas form as d e lucha p or la dem ocracia p u ed a n articu ­
larse contra la explotación capitalista en la sociedad. Y ése es el desafío q u e
en fren tan las fuerzas populares hoy.
A hora bien, es casi superfluo señalar q ue u na respuesta real a estos p roble­
m as requiere, com o condición elem ental y básica, volver a reflexion ar sobre la
n aturaleza del estado, sobre sus form as diferenciales, sobre los mecanism os dc
funcio n am iento y de reproducción dc esas formas, sobre sus contradicciones,
en fin, sobre los procesos y situaciones q u e determ in an —o sim plem ente coad­
yuvan— ya sea a su m antenim iento, ya a sus crisis. En tal sentido, aquellos aspec­
tos del apo rte gram sciano do nd e !a problem ática de la hegem onía se entrecruza
con la del estado proporcionan u n p u n to de p artid a valioso para alim entar
dicha reflexión. Siem pre, claro está, que n o se confunda ese p u n to de p artid a
con el dc llegada. D icho de o tro modo, siem pre q ue los conceptos y tesis grams-
cianas sean desarrolladas, enriquecidas, y, si cabe, rectificadas a la luz dc las
nuevas experiencias históricas y del análisis de esas experiencias.

ii

P or o tra parte, y aq u í abordam os el segundo p u n to de la lista precedente, la


elaboración y puesta en m archa dc nuevas alternativas políticas y, po r tanto,
de nuevos proyectos hcgcmónicos, exige tam b ién en A m érica L a tin a u n tra ta ­
m ien to específico y original de la cuestión del "m o derno p rín cip e”.*
En el d eb ate teórico-político europeo, y p articu larm ente en el italiano , en­
contram os aportes para pensar el problem a d e las m ediaciones organizativas a
través de las cuales se llevarían a cabo proyectos concretos dc transform ación
social y política. Esos aportes, estamos pensando sobre todo en Biaggio De

« Cabe aquí Citar prevenidos contra un cierto "graraicismo” vulgar que no vacila en
encontrar en la obra dc Gramsci la* recetas políticas para el presente. En esa vulgarización
d pensamiento dc Gramsri aparece como un sistema cerrado, incapaz de ser rctrabajado desde
la problemática que plantea y, por lo unto , puramente rcfcrenciid. Como una nueva Biblia,
propicia a fomentar flamantes ortodoxias (y sus complementarias herejías).

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APUNTES PARA UN DIBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 51
G iovanni,7 tom an como p u n to de p a rtid a las tesis gram scianas, pero constituyen
más u n desarrollo de éstas q u e u n a interpretació n. Esquem áticam ente presenta­
da, la tesis de De G iovanni ap u n ta a m ostrar q u e en las reflexiones de G ram sci
acerca de la nueva relación q u e el capitalism o instaura en tre estado y econo­
m ía, a p a rtir de la gran crisis, están presentes los elem entos q u e perm iten com­
p ren der la em ergencia dc u n a “ nueva m orfología de la p olítica” en el capita­
lism o m aduro. La característica p rincip al de esta nueva form a de la política
residiría en la nueva relación que se establece en tre las masas y el esta d o /la s
masas y la política (in stituciones). La sociedad irru m p e en la estru c tu ra de las
instituciones políticas tran sform an do las form as en q u e el viejo estado in stitu ­
cionalizaba y perpetu aba la separación d c “ lo político". El nuevo estado, des­
de el fascismo hasta el N ew Deal, acuerda u n a especial im portancia a la orga­
nización política de las masas. La difusión dc la política en el tejid o d e la socie­
d ad civil, el “nuevo protagonism o dc las masas” en el capitalism o m onopólico,
hace em erger nuevos “centros” a “atacar” y obliga a q ue el “ m oderno prín cip e”
replan tee las m odalidades tradicionales de su vinculo con las masas. D ada la
actual m ultiplicid ad estructural y orgánica de centros d e agregación, d e “círcu­
los particulares” y de dem andas conflictuales en el seno mism o d e la sociedad
civil, esc rep lan teo desemboca en el reconocim iento de formas políticas dife­
renciadas. Ello hace que De G iovanni en tiend a h allar en el ap orte de Gramsci
—d ebid am ente desarrollado y actualizado— las bases teóricas m ínim as del p lu ­
ralism o político como necesidad orgánica del m ovim iento obrero.
Es in dudab le que la reflexión de De G iovanni está m arcada po r el actual
contexto político italiano, po r la inserción del P artid o C om unista Ita lia n o en
ese contexto y, de m odo más general, p or los temas mayores del llam ado “ euro-
com unism o” . E n esa m edida, lo q ue nos interesa rescatar de sus aportes n o es
ta n to su lectura de G ram sci como precursor del p lu rip artid ism o 8 sino más bien
su preocupación por a n u d a r ciertos núcleos d e la problem ática gram sciana
(entre ellos, la hegem onía) a las cuestiones actuales d e la acción y la organ i­
zación políticas, a p a rtir de un análisis q u e tom a com o p u n to de referencia
p rincipal la creciente intervención del estado en la esfera de lo social.
Esa preocupación está lejos de sernos ajena; po r el contrario, la ya subraya­
d a diversidad de las sociedades latinoam ericanas no debe oscurecer la percep­
ción de un rasgo estructural e histórico com ún a casi todas ellas. Nos referim os
al hecho de que, desde sus respectivos procesos de em ancipación nacional hasta
hoy, el estado ha desem peñado en dichas sociedades u n papel “social” fu n d a­
m ental. Esto es: h a m arcado con su im pro nta a la sociedad civil (ta n to a las
“ prim itivas y gelatinosas” como a las más cercanas al polo “ occidente") , las ha
pen etrad o profundam en te y, en ciertos casos, las ha co nstituido y m oldeado
según sus propios cánones. A tal p u n to q ue no parece excesivo afirm ar q ue en

~ Véase B. Dc Giovanni, “Lenin, Gramsci c la base teórica del pluralismo", en Crítica


marxista, núm. 3-4. 1976. También: “Difíusione della política e cris» dello Stato”, en Rinas­
cita, 3, m ano dc 1978, xxxv, núm. 9. En esta perspectiva se ubican también los trabajos de
G. Vacca. Véase, por ejemplo, Quale democrazia?, Bari, 1977.
* Para una discusión de esta lectura de Gramsci, véase Chantal Mouffe: “Introduction:
Gramsci today", en Gramsci and marxist theory, compilado por Chantal Mouffe, Londres, Rou-
tledge and Kegan Paul, Boston and Mcnley, 1979, pp. 1-18.
52 LILIANA DE R IZ/EM ILIO DE ÍPOLA

esas sociedades todo pasa p or el estado, p articularm en te si se tiene en cuenta


q ue es el estado el terreno privilegiado en el q ue las fuerzas sociales se consti­
tuyen com o tales. Ya sea a través de sus “aparatos ideológicos”, ya sea a través
de sus program as económicos, ya sea a través d e sus instituciones represivas,
o de las tres, la acción del estado ha tend id o a esfum ar la separación en tre lo
político y lo social. Consecuencia dc este papel del estado h a sido la m arcada
politización de los conflictos y sujetos sociales.
Esta politización de lo social ha asum ido form as muy diversas q ue n o pueden
ser ignoradas p o r el análisis. Sin em bargo, tam poco puede ignorarse la pre­
sencia d e ciertas sim ilitudes más q u e sintom áticas. M encionem os las más per­
tinentes para este enfoque:
i) E l carácter policlasista de la mayor parte de los m ovim ientos y partidos
políticos "im portan tes" en A m érica L atina: el irigoyenismo, el a p r a , el pero­
nism o, el varguism o, el cardenism o, la U n id ad P o p u lar chilena, el m ovim iento
26 de ju lio en sus comienzos, el sandinism o incluso. La a u to id en tifica d ó n p o li-
tica de los sujetos sociales sobredeterm inó en esos casos su au to id en tifica d ó n
social. La consigna del prim er peronism o —"p a ra u n peronista n o hay nada
m ejor que o tro peronista”— es ejem plar p ara ilu strar esta p articu lar articu la­
ción en tre lo social y lo político presente en los diversos populism os. La auto-
identificación p artid aria dom inó casi siem pre lo social (dc elase) a consecuen­
cia d e lo cual, com o observa T o u ra in e,u el sistema p olítico se constituyó en el
m edio indirecto pero fundam ental de acción sobre el adversario.
La presencia de partidos de clase en la sociedad chilena con stituiría una
excepción a esta regularidad. Sin em bargo, esa excepcionalidad es sólo aparente.
Pese a q u e en lo ideológico-doctrinario los partidos se d efinieron a través de las
oposiciones de clase en la sociedad, su práctica p olítica se m aterializó en tér-
minos de la p a rtid p a c ió n en el estado y la lucha p olítica q u e lib raro n fue más
defensiva e integradora que una lucha p or la ru p tu ra del sistema de d om ina­
ción. Este divorcio en tre ideología y prácticas políticas q u e m arcó la historia
de los partidos obreros chilenos los aproxim a más a situaciones latino am eri­
canas q ue a las del viejo continente.
i») El hecho señalado p or T o u ra in e de q ue "el sindicalism o en casi todos los
países en q u e no estuvo p rohibido se desarrolló bajo la protección del estado y
en estrecha u n ió n con él” .10 M éxico, el Brasil de Vargas y la A rgentina pero­
nista son ejem plos dásicos, pero n o los únicos. A un el sindicalism o de fuerte
com posición m inera —en el que los enfrentam ientos de clase están privilegia­
dos) , com o lo es el chileno, estuvo m arcado po r esta re la d ó n p articu lar vis á
vis del estado. La protesta m inera, n a d d a com o respuesta a las condiciones de
vida y de tra b ajo en las m inas fue u n a protesta contra el régim en de explota-
d ó n del enclave (la dom inación e x tra n je ra ). Sin em bargo, el antagonism o en
el p lano de lo po lítico n o m antuvo u na relación d e correspondencia con los
antagonism os en el p la n o d e la producción. Esta situación d io un am plio

® Alain Touraine, Las sociedades dependientes: ensayos sobre América Latina, México,
Siglo XXI, 1978. pp. 97-98.
JO ibid., pp. 97-98.

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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRK ALTERNATIVAS POLÍTICAS 53

m argen d e institucionalización de los conflictos de clase en la sociedad chilena.


La oposición a la oligarquía (los mom ios) no se articu ló con la oposición de
clase en el p lano político; de allí la em ergencia de alianzas en tre fuerzas so­
ciales opuestas en el terreno de las luchas económicas (experiencia del F rente
P opular) y la consecuente estabilidad prolongada del m odelo p olítico chileno,
m odelo del q ue, sea dicho al pasar, q u ed ab a excluido el cam pesinado.
E n resum en: a diferencia de la situación europea, en A m érica L atina, el sin­
dicalism o fue p orta d o r de las reivindicaciones de clase y sim ultán eam ente fue
u n actor central en la reconstitución del estado, lo q u e le im p id ió llevar a cabo
una acción autónom a respecto al po der político (partido-estado).
iii) F inalm ente, cabe señalar que a n uestro ju icio esta politización d e lo so­
cial n o ha sido an ulada, sino q u e incluso ha sido reforzada por aquellos regí­
menes —como las ya m encionadas dictad uras m ilitares del su r del co n tin en te—
que ha im puesto por decreto la clausura de la política. Ya que, a n u lan d o o
lim itan d o drásticam ente el espacio de acción de los p artidos y de la actividad
p olítica en general, disolvieron y atom izaron la protesta colectiva, pero n o
elim in aro n la política. P or el contrario , hicieron lo necesario p ara q u e todo
hecho social se convierta en un hecho político: desde un plebiscito en las fá­
bricas h asta u n acontecim iento deportivo, desde u n a huelga hasta u n a d eclara­
ción dc la Iglesia. Desde la perspectiva de las cuestiones actuales dc la acción
y organización políticas, el debate euro peo se vuelve ú til a condición de m an­
te n er las diferencias com o contrap un to s de un eje d e reflexión com ún, consti­
tuid o alrededor dc la noción de hegem onía y sus im plicaciones.
E n efecto, en E uropa, el tem a de la redefinición del pap el del estado y dc su
creciente intervención en la esfera social desem boca en la necesidad d e repensar
la form a política-partido. Allí, los p artid o s obreros —com unistas, socialdemó-
cratas y laboristas— se organizaron a p a rtir del bin om io partido-sindicato y sus
luchas políticas fueron desarrolladas com o u n a prolongación del com bate social
(lo q u e no significó q u e esas luchas fu eran necesariam ente revolucionarias). 1.a
política fue concebida p o r los actores sociales com o el terren o de expresión de
los intereses de clase. En A m érica L atin a, el proceso tuvo u n a h istoria diferente.
I^a política fue el terreno en el que se constituyeron las fuerzas sociales con
m ayor o m enor capacidad dc expresar, según los casos, las oposiciones de dase.
La lucha de los partidos fue más la expresión de coaliciones policlasistas qu e
actu aro n en nom bre del pueblo y de la nación, que u n a lucha cuyo objetivo
cen tral fuera p ro longar el com bate nacido en el m u n d o de la producción.
El debate teórico-político actual en el viejo co n tinente p lantea la renovación
de los partidos obreros a la luz de las m odificaciones sociopolíticas sufridas por
el capitalism o, com o búsqueda d c u n a altern ativ a dc organización q u e escape al
estalinism o y no caiga en u n a su erte de neopopulism o q ue lo abarca todo.11
En A m érica l a tin a , tam bién ese debate, desde su historia diferencial, se to rna
especialm ente im portan te. C laro que el dilem a es inverso del europeo: ¿cómo
lograr la unificación política del cam po p o p u la r recu peran do la dim ensión
de la oposición de clase sin d ejar de lado la cuestión nacional y popular?;
11 Véase, por ejemplo. Pictto Ingrao, "Le pct aujourd’hui: stratégie politíque et dialectique
sociales", en Dialectiques: Nteof Poulantzas, "La crise des partís", en Le Monde Diploma-
tique, septiembre de 1979, p. 28.
54 LILIANA DE RIZ/LM ILIO DC ÍI*CLA

¿cómo u n ificar socialismo y lucha p o r la dem ocracia? Y, p o r ú ltim o, ¿a través


de q u é form as político-organizativas llevar a cabo esa unificación?
E n am bos casos, la problem ática de la hegem onía ab re un deb ate com ún
ce ntrado en la cuestión de cóm o lograr la unificación política d e las fuerzas
po pulares sin hacer desaparecer la dialéctica de lo social; y ello, sin caer en un
“ ncopopulism o” q u e disuelva lo social en lo político ni en su con trap artid a, el
"elitism o vanguardista”, q u e opera de diferente form a la separación de lo po­
lítico y deja el discurso de la dem ocracia suspendido en el aire.

’iu

Las consideraciones precedentes pueden servir de prólogo para ab o rd ar el tercer


ítem de n u estra lista de "ejes com unes” : la cuestión de las fuerzas sociales. En
el citad o artículo de D e G iovanni se señala el hecho (hoy am pliam en te difu n ­
dido) de la em ergencia actual de nuevas conflictualidades y, consiguientem en­
te, de nuevos sujetos políticos. U na im agen descriptivista de esa em ergencia
se lim itaría a tom ar constancia del su rgim iento de nuevas form as, “ a-típicas”,
“ irreductibles” de lucha: m inorías nacionales, m ovim ientos fem inistas, hom o­
sexuales, ecologistas, antinucleares, estudiantiles, etc. Sin negar, p o r supuesto,
la novedad y la significación de esas nuevas form as de contestación (no ausen­
tes, p o r lo dem ás, del horizonte la tin o a m eric an o ), tendem os a pensar q u e la
problem ática de la hegem onía proporciona elem entos para en carar el problem a
desde u n ángulo más com plejo y quizás más p ertinen te. Intentem os exp licitar
y al m ism o tiem po justificar esta afirm ación.
Se h a dicho con razón q u e el concepto de “ hegem onía” n o se agota en lo q ue
la trad ición m arxista denom ina “ alianza d c clases” . ¿En q u é consiste entonces
aq u ello qu e dicho concepto aporta de nuevo? A esta pregu nta suele respon­
derse q u e su novedad reside en q u e el concepto en cuestión pone el acento
en el papel constitutivo, y n o “superestructura!” o "epifenom énico”, del ele­
m ento intelectual y m oral (ideológico), en la génesis, desarrollo y la acción
de esos "colectivos” (llám ense clases, fracciones, m ovim ientos o fuerzas socia­
les, etc.) enrolados en u n a em presa de transform ación o bien de m anten im ien ­
to del orden social y político. Esta respuesta n o nos parece falsa, p ero sí
insuficiente.
En efecto, aq u ello q u e la p rob lem ática dc la hegem onía ap o rta va más allá
q u e subrayar el peso específico y la auton om ía de lo ideológico como p rin ­
cipio de identificación (de constitución en sujetos) d e los agentes sociales.
P recisam ente por el hecho de enfatizar ese peso específico y esa autonom ía,
dicha problem ática p erm ite rom per con u n a concepción en um erativa y empi-
rista de los ya m encionados colectivos: m ovim iento estu diantil, m ovim iento fe­
m inista, m ovim iento sindical, e t c Al mism o tiem po, p roporciona un in stru ­
m ento de análisis capaz de hacer aparecer la heterogeneidad de significados q ue
vehicula una m ovilización colectiva y tam bién su articulación, coherente o
contradicto ria, estable o inestable.

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APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 55

N o se tra ta entonces de n egar q u e es a través de esa prom oción de la d im en ­


sión significante de lo social q u e el concepto d e hegem onía ayuda a com pren-
Atf MfflA UIIA A «¡PÍA! ¿aIMIÍMS fi MHililllvMl £11 DRIA fflAVÍI«Í£BtA? V ÍU5F-
zas sociales. Pero sí de recordar que la experiencia histórica - y en especial
la latin o am erican a— m uestra q u e esa constitución n o es lineal ni unívoca.
N o es lineal: precisam ente p o r su positividad, p o r su carácter irred uctib le,
lo ideológico suele in d d ir en el sentido dc q u e b ra r la " n a tu ra l” con tin u id ad
en tre los d eterm inantes llam ados objetivos y el "p a ra sí” d e los m ovim ientos
sociales. E n esc sentido, C h an tal M ouffe y Ernesto L aclau subrayan justam en ­
te q u e el concepto de hegem onía se op on e resueltam ente a tod o red u edo nism o
econom icista o clasista. Lo ideológico, com o factor d e hegem onía, se afirm a
así n o en térm inos fic tid o s ( = "falsa co n c ien d a”, “ fetichism o”) , sino real
y positivam ente, com o m ediación sim bólica a través d e la cual u n o o varios
conjuntos sociales adquieren u n a identidad, definen los ejes de oposición o de
alianza con respecto a los otros con jun to s del cam po social y, en fin, p la n tean
los objetivos mediato* o inm ediatos de su m ovilizadón.
A sí p o r ejem plo el peronism o (al m enos en su p rim era etapa) se afirm ó
com o m ovim iento social y político cuyo protagonista era el " p u eb lo ” (los
llam ados “descam isados"), su an tagonista la "o lig arq u ía” y su objetivo, la
" ju s tid a social” ; de u n m odo sem ejante, en el C hile de la U n id a d P o p u lar, el
"p u eb lo ” se en fren tó a los "m om ios” en no m bre de la " tra n sid ó n al socialis­
m o". E n am bos casos, lo ideológico am algam ó lo societal y lo político, lo cía-
sista y lo n o clasista, en u n a u n id a d sui generis p o r lo mismo, refractaria a toda
reducción.
Sucede em pero que la constitución d e los colectivos en "sujetos” n o es tam ­
poco univoca (como la sim plicidad de los precedentes ejem plos p o d ría a u to ri­
zar a p e n sarlo ). D iciendo esto, querem os p o n er de relieve el hecho de q u e en
un mism o colectivo suelen articularse símbolos, valores, orientaciones c u ltu ­
rales, en u n a palab ra, "significados”, diferentes, q u e expresan, de m anera lar-
vada a veces, ab ierta otras, altern ativas de acción conflictivas y, en la mism a
m edida, form as dispares dc au to co n stitu d ó n de u n m ovim iento como "sujeto ”
sod al. Al respecto, constituye u n m érito d e A lain T o u ra in e el h ab e r subraya­
do la p lu ra lid a d de orientaciones que sobredeterm inaron a los m ovim ientos
nacional-populares e n A m érica L atina, definiéndolos a la vez com o expresión
de u na lucha p or la partid pación-m odern izació n capitalista y de una lucha
específicam ente " n a d o n a l”.18 Su análisis de la desarticulación d e los conflictos
en el cam po p o p u la r —más allá d e su “ recuperación” p o r u n discurso político-
d o ctrin ario merced al cual la ap a re n te u n id a d se reconstruye en la figura y la
acción del caudillo— nos parece sum am ente valioso p ara d a r cuenta, sin esque­
m atism o n i sim plificadones d e la com plejidad real de los m ovim ientos p o p u ­
lares en A m érica L a tin a .18

i* Véase A. Touraine, op. cit.


i* No faltan ejemplos que confirman la validez de este análisis: así, el sindicalismo pero­
nista, en una coyuntura profundamente marcada por la crisis del régimen dc Isabel Perón,
pudo entrar en conflicto con el estado como movimiento reivindica!ivo durante el llamado
Rodrigazo (julio dc 1975), al tiempo que, en u n to movimiento político se mantenía junto
a ese mismo estado contra una opción política alternativa. La misma Unidad Popular en
56 LILIANA DE RIZ/EM ILIO DE (POLA

D e acuerdo con su enfoque, el p opulism o d eja d e ser percibido com o u n a


m era m anipu lación de las masas po r el estado: al restablecer en sus derechos la
realid ad y el espesor social d e las dem andas conflictivas q u e m arcan a las luchas
populares, y q u e se enraízan en la historia de nuestras sociedades, d icho en­
foq u e ro m pe felizm ente con toda versión reductiva y sim plista dei fenóm eno
po pulista y redescubre en este ú ltim o u n a p lu ra lid a d de dim ensiones y signi­
ficados q u e a u n q u e com pleja, n o es en m odo alg un o antojadiza ni a rb itraria .14
C reemos q u e la problem ática d e la hegem onía nos p erm ite pen sar esta p lu ­
ralid ad com pleja de significaciones a través d e la cual los colectivos se consti­
tuyen com o sujetos -fuerzas-m ovim ientos sociales. Decimos “ pensar" (y no re­
solver) : en efecto, si p o r una parte se h a subrayado con razón la im po rtan cia
de esta dim ensión ideológico-discursiva in herente al concepto en cuestión, por
o tra no parece aú n haberse co m prendido cabalm ente q u e la afirm ación de
esa im po rtancia n o co m p ortaba d e p o r sí, u n a solución, sino más bien u n pro­
blem a: el de construir y d esarrollar, en el diálogo perm an en te con la investi­
gación em pírica y la experiencia histórica, herram ien tas idóneas p ara d ar
cu en ta d e esta dim ensión. P roblem a este ú ltim o q u e nos conduce al cuarto
p u n to d e nuestra enum eración.

IV

E n parágrafos anteriores (y en especial en el últim o) debim os hacer referen­


cias a aquellos aspectos q u e v inculan la p roblem ática de la hegem onía con la
de las ideologías. A lgunos pu ntos im po rtan tes q u ed a ro n em pero sin desarro­
llar. Dos en p articu lar nos parecen especialm ente relevantes: a) el relativo a
la concepción dc lo ideológico q ue subyace im plícitam ente en la problem ática
en cuestión; y b) el del papel d e los intelectuales. Los dos tem as poseen una
n ítid a connotación teórica; los dos interesan directam ente, sin em bargo, a la
reflexión sociológica y p olítica latino am ericana. Las observaciones q u e siguen
p ro cu ran to m ar en cu enta am bos aspectos.
a] R especto al p rim ero, com enzaremos p la n tean d o u n a tesis sin du d a
poco novedosa pero cuya originalidad nos interesa menos q u e su pertinencia:
d ebid am ente desarrollada, la concepción gram sciana d e la hegem onía conduce
a u n a revisión radical d e la concepción m arxista trad icion al d e las ideologías.
Sería lim itar el alcance real de esta revisión el re ite ra r p o r enésim a vez que,
p ara G ram sci, la cu ltu ra y la ideología poseen u n a au to n o m ía y u n a positivi­
d ad reales, q u e n o son meros epifenóm enos de la base, ni sim ples apariencias,

Chile puede ser analizada con arreglo a esta articulación conflictiva de orientaciones: al
Tcspccto, el Partido Socialista ofrece el ejemplo más representativo. Miembro dc la Unidad
Popular, fue a la vez partido dirigente —parte del aparato de gestión estatal— y expresión
dc la contestación a nivel social; en él coexistieron sujetos diferentes de la acción.
En esa medida, su análisis tiene significativos puntos en común con el que. desde una
perspectiva teórica muy diferente, efectúa Ernesto Laclau. Cf. E. Laclau; Política c ideo•
logia en la teoría marxista. México, Siglo XXI, 1978.

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A PU N T O PARA UN DEBATE SOBRK ALTERNATIVAS POLÍTICAS 57
ni tam poco ‘‘efectos’' vinculados en térm inos de u n a causalidad lin eal a la
in fraestru ctu ra m aterial (cualquiera q u e sea la m anera en q u e esta ú ltim a se
defina: econom icism o vulgar, privilegiando el polo "fuerzas productivas”, o
econom icism o sofisticado, d an d o prim acía a las relaciones de producción y en
consecuencia a las clases codales).
N o dudam os que la obra de G ram sci está indisolublem ente ligada a esas
posiciones antirrcd u cd o n istas; lo q ue nos interesa p regu ntarno s es si ellas
agotan la riqueza del concepto de hegem onía, en ta n to q u e este ú ltim o con­
tiene, com o una de sus dim ensiones fundam entales, la dim ensión ideológica.
N u estra o p in ió n es q u e la agotan.
A un encarada en térm inos teóricos, la cuestión n o nos parece b anal. G ram sci
h a sido llam ado a m enudo ‘‘teórico de Jas superestructuras” (incluso algún
artícu lo lleva precisam ente c:? títu lo ) . P o r n uestra parte, pensam os q u e esta
‘‘definición” sólo puede ser aceptada con reservas, ya q ue si es verdad q u e la
o b ra gram sciana está esencialm ente volcada hacia lo q u e en térm inos clásicos
se d enom ina “superestructuraI”, n o lo es menos q u e esa preocupación p o r lo
jurídico-político y cu ltu ral va ap areada p o r u n cuestionam iento —a m enudo
im p lícito, a m enudo tam bién contradicho p o r ciertas fórm ulas del pro pio
G ram sd — d e la d is tin d ó n en tre estru ctura y superestructuras.
Veamos en q u é sentido la concepción d e la hegem onía —en su dim ensión
p ro p iam en te ideológica— lleva hacia ese cuestionam iento.
En su co n o d d a crítica al “ M anual p o p u la r” de B u jarin, ironizando a p ro ­
pósito d e algunas fórm ulas sim plistas d e este últim o, G ram sd , en tre veras y
burlas, p lan tea lo q u e llam a u n a “serie de problem as barrocos” : “p o r ejem plo,
las bibliotecas ¿son estructuras o superestructuras?, ¿y los gabinetes experim en-
tales de los hom bres de d e n d a ? Si se pu ede sostener q u e u n arte o u n a ciencia
se desarrollan d ebido al desarrollo d e los respectivos instrum entos técnicos,
¿por q u é n o pod ría sostenerse lo co ntrario y, además, q u e ciertas form as in stru ­
m entales son al mism o tiem p o estru ctura y superestructura?” 18
G ram sci procura m ostrar en este párrafo, m ediante una suerte de red u ed ó n
al absurdo, los impasses a q u e conduce el m aterialism o vulgar incrustado en el
m arxism o de B ujarin. Es po r dem ás sabido q u e la form a general de ese m ate­
rialism o v u lgar tiene p ara G ram sd el nom bre de “econom icism o” . En su ver­
sión m ás superficial —aquella de la que n o es inocente el “ Ma n u a l . . el
econom icism o reduce el desarrollo económ ico (y po r ta n to el d evenir histó ­
rico) a las “ m etam orfosis del in strum ento técnico”. D e ahí, p o r u n a parte, el
incisivo alcance crítico de los “ problem as barrocos” planteados p o r Gramsci;
de ah í, p o r o tra parte, la tesis —en m odo alguno irónica— según la cual “ciertas
form as instrum entales son al m ism o tiem po estructura y superestructura’\ T esis
q ue más allá de su alcance crítico16 contiene, en n uestra opinión , u n a in tu i­
ción profun d a.
Sin em bargo, antes de ex p licitar esta in tu ició n es necesario referirse rápida-

A. Gramsci. El materialismo histórico..., cit., p. 159.


10 Alcance critico referido a la “desviación infantil dc la filosofía dc la praxis, determi­
nada por la barroca convicción de que cuanto más se recurre a objetos 'materiales', más
ortodoxo se es", ibid., p. 160.

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58 LILIANA DZ R IZ /E M IL IO DE ÍPOLA

m ente a otros capítulos de la reflexión gram sciana, todos ellos relacionados


de m an era d irecta o indirecta con aquel q u e nos interesa subrayar.
Pensamos en p articu lar e n su m inuciosa atención a las form as diversas, n o
sólo "discursivas” en sentido estrecho, del saber p o p u la r y en general del fol­
klore. Form as estas q u e exceden am pliam ente (aun qu e incluyen) la litera­
tu ra y las expresiones p uram en te librescas para abarcar las prácticas religiosas,
las costum bres, la conducta m oral, el derecho "p o p u la r" los objetos d e consumo
y de modo más genérico, la actividad p ráctica general (incluido el tra b ajo pro­
d uctivo mismo) .17
Pensamos asim ismo en las célebres fórm ulas gram scianas según las cuales,
"todos los hom bres son filósofos” , “ todos los ho m bre son in tele ctu ales.. “n o
se puede separar al h om o faber del h om o sapiens” y otras semejantes. Y pensa­
mos p o r últim o, en el hecho de q u e el enfoque global de Gramsci, au n qu e
esencialm ente cen trado en "el problem a de la creación de u n nuevo grupo
in telectual'',18 n o es en m odo alguno un enfoq ue intelectualista en sentido es­
trecho; puesto que p ara G ramsci, los individuos, los grupos, las clases sociales
n o asum en u na concepción del m un d o como quien aprend e u n código: adhie­
ren a ella, no sólo intelectual, sino tam bién afectivam ente; la com prenden pero
tam bién la sienten:
A unq u e breves, estas referencias son suficientes para lo q u e nos proponem os
dem ostrar en este parágrafo, a saber:
i] En prim er lugar, m ostrar en q u é consiste la intuició n gram sciana im plí­
cita en las tesis según la cual determ inadas realidades pertenecen al mismo
tiem po al do m inio de lo estructural y al de lo sup erestru ctu ral. En efecto, si
lo ideológico, com o concepción del m u n d o y d e la vida, n o se agota en lo me­
ram en te "discursivo” (en sentido lin g ü ístico ), sino q u e tam bién se enraiza
en las costum bres, los rituales, el tra b ajo y la afectividad hu m anas (po r tan to
tam bién en el c u e rp o ), en fin, en los objetos de consumo, ¿no se im pone de
ello la conclusión de q ue, para G ramsci, lo ideológico n o recorta a u n a clase,
em píricam ente separable, de realidades y hechos concretos —u n a “superestruc­
tu ra ” en el sentido ontológico de este térm ino—, sino u n a dim ensión in herente
a tod o hecho, objeto o proceso social? ¿No se infiere de ello que toda realidad
es socialm ente significante, q u e toda realid ad es, desde un cierto p u n to de
vista, ideológica y, p o r lo tanto, susceptible de u n a “ lectu ra” ideológica?
E ntiéndase bien: no estamos afirm an do q ue G ramsci ha asum ido explícita­
m ente, y menos au n desarrollado, esta concepción. S olam ente querem os mos­
tra r q ue ella figura, en estado im plícito, en sus escritos; q u e ella, en particu lar,
perm ite com prender por q u é G ramsci aven tu ra la tesis "heterod ox a” según
la cual un in stru m ento técnico es a la vez estru ctura y superestructura (es
decir, objeto q u e ad m ite u n a lectura económ ica y tam bién u n a lectu ra ideo­
lógica).
**] En segundo lugar, subrayar la ín tim a coherencia d e esta concepción con
las conclusiones extraídas en los parágrafos precedentes. Puesto que, en efecto,
n i la tem ática del estado y de sus relaciones, com plejas y profundas, con la
IT Cf. A. Graimci. Los intelectuales y la organización de ¡a cultura, México. Juan Pa­
blo*. 1975, pp. 14-15.
18 Ibidem.
APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 59

sociedad civil, n i el problem a de la unificación política del cam po p o p u la r y,


p o r tan to, d e las form as organizativas q u e expresan esa unificación, n i en fin
la reflexión acerca de la desarticulación y recomposición de las te n a s y h w y í-
m ientos sociales com o sujetos de transform ación política, p ueden ser conse­
cu entem ente p lanteadas y resueltas sin hacerse cargo de esta dim ensión signi­
ficante, ideológica, que, lejos de superponerse a lo so d al, lo atraviesa p o r en ­
tero y lo constituye como tal.
L o cual, dicho sea p ara evitar m alentendidos, n o equivale en m odo alguno
a rem plazar el esquem atism o econom icista po r u n a suerte d e "panideologism o”
vo luntarista, tan u n ilate ral com o aquél. Son al respecto conocidas las fórm ulas
de G ram sci q u e nos advierten sobre esc peligro . .si la hegem onía es ético-
p o lítica n o puede d e ja r de ser tam bién económ ica” . Frase esta ú ltim a q u e no
p o r azar figura en el parágrafo de las N otas sobre M a q u ia v elo .. específica­
m ente dedicado a la crítica del economicismo: de ella pued e legítim am ente
concluirse q u e el concepto de hegem onía n o se lim ita a cuestionar el olvido
crónico de las "superestructuras" p o r el m arxism o vulgar: lo q u e en el fondo
cuestiona es la separación ontológica en tre estru ctura y superestructura, la
transform ación reificadora de u n a sim ple “d istinción m etódica” en “distinción
o rgánica”. Pero, p o r la mism a razón, G ram sci valida la m encionada “distin-
d ó n m etódica”, en p articu lar cuando se tra ta del análisis de las sociedades
capitalistas. Si la hegem onía no pu ed e d e ja r dc ser tam b ién económ ica, y si “ lo
económ ico” rem ite, en el contexto de su consecuente antieconom icism o, a las
relaciones sociales d e producción y p o r ta n to a las relaciones y conflictos de
clase, el apo rte de Gramsci es efectivam ente in d iso d a b le dc su convicción,
nu n ca desm edida, de la centralidad de la clase o brera com o eje nu clear d e u n
verdadero proyecto hegem ónico anticapitalista y socialista.
Las conclusiones precedentes n o pu eden ser ignoradas p or la reflexión so-
dológica y política latinoam ericana. ¿Acaso el mecanicismo, el "objetivism o”
sim plista, la postulación dc u n a c o n tin u id a d lineal en tre las clases —definidas
com o soportes de relaciones estructurales—, sus intereses "objetivos” , y las fuer­
zas políticas com o sim ple y necesaria "expresión consciente” de estos últim os,
no h an sido los defectos m ás constantes y notorios de nuestro "m arxism o"? La
única y significativa excepción fue M ariátegui; significativa po r su ap o rte y
tam bién po r su carácter de excepción.
Pero, más allá de ese m arxism o vulgar, tendem os a p ensar q u e incluso los
m ejores aportes del pensam iento social y político en A m érica L atin a se h an
visto afectados po r un d e rto descuido de dim ensión cu ltu ral e ideológica de
los procesos sociales. Si. p o r u n a p arte, dicha dim ensión ha sabido ser rescatada
en el análisis dc las cuestiones raciales y d e las sociedades indígenas —la crea­
tividad del pensam iento de M ariátegui está ligada a las características de la
so d ed ad p eruana, ob jeto de su reflexión— n o h a o currido lo m ism o con el
estudio de fenóm enos tales com o el llam ado liderazgo "carism ático”, n i tam ­
poco en o tro registro, con la investigación de las propiedades y efectos d e los
discursos sociales (en p articu lar, aquellos p ro d u d d o s y d ifundidos p or los
m edios de com unicación colectiva). Y, sin em bargo, qu ien se rehúse a u na
im agen espiritualista y quasim ágica de la producción, circulación y recepción
LILIANA DE RIZ/F.M1LIO DE frOLA

d e lo ideológico, q uien conciba a este últim o en la m aterialid ad de su génesis


y d e sus efectos, d eb erá necesariam ente co ncluir que, ta n to en térm inos teóricos
com o prácticos, la cuestión de la hegem onía pasa tam bién p o r esos canales.
b] P or lo q u e se refiere al tem a de los intelectuales y a su vinculación con
ese aspecto p articu lar d e la hegem onía q u e G ram sci deno m inó con la ex pre­
sión “dirección intelectual y m oral” , n o interesa a q u í re ite ra r los análisis y
desarrollos efectuados p o r G ram sci y sus continuadores. Preferim os ce n trar la
atenció n sobre la form a de la relación intelectuales-m ovim ientos sociales en
A m érica L atina. Sin ánim o dc sim plificar, pensam os q u e u n b uen p u n to de
p artid a lo constituye el reconocim iento de q u e esa relación presenta como
rasgo com ún —más allá de la p lu ra lid a d de situaciones y procesos históricos
concretos— un a radical inorganicidad. P ara decirlo brevem ente: salvo contadas
excepciones, las ideas de los intelectuales em ergieron disociadas de las del resto
d e la sociedad y los modelos políticos se d ivorciaron de las realidades concretas
q u e se buscaba transform ar.
Esa incapacidad dc los m odelos políticos e intelectuales p ara d a r cuen ta de
(y, p o r lo tanto, anim ar) una realid ad social concreta n o se explica p o r la sola
m ención de la "ceguera” de los intelectuales. P o r el contrario, esa "ceguera"
obedece a causas más profundas, estructurales e históricas. Las sociedades la ti­
noam ericanas presentan u n rasgo diferencial respecto a las de desarrollo
capitalista clásico: son sociedades más opacas. A dm itid o el hecho d e q u e n in ­
g una sociedad es transparente, en este caso la m ayor opacidad puede ser com­
p ren d id a com o el efecto de un distanciam iento, tam bién m ayor, en tre las con­
diciones de producción y las condiciones dc reproducción social.,0 Este distan-
ciam iento —uno de cuyos aspectos centrales es la fragm entación de las o rie n ta­
ciones del cam po popular, ya m encionado antes— confirió un am p lio g rado de
auto nom ía a los procesos intelectuales e ideológicos en general.
La ideología —el m u n d o d e las ideas— tuvo u n papel so bred eterm inante sobre
la p ráctica intelectual y política. L a producción de los intelectuales fue sobre
todo u n a producción de tip o d o ctrin aria q u e expresó menos u n análisis de lo
político-social que la separación en tre los académicos y el resto de la sociedad.
Así se ve a través de la im agen mism a de la sociedad d o m in an te en esas prác­
ticas: u n a sociedad en la q u e el significado real de las luchas sociales perm a­
neció ex traño al discurso.
Los debates teórico-políticos traspusieron categorías d e análisis d e la situ a­
ción europea sin reflexio nar sobre las condiciones de la acción p olítica en las
realidades sociales dc A m érica L atina. Así, la ideología rem plazó a la reflexión
y, fue d c este m odo qu e sobredeterm inó a la p ráctica política. E n efecto, esta
ú ltim a osciló en tre la acción de u n a p u ra "clase política” vicaria del sistem a
y de las posibilidades q u e ofrecían las distin tas coyunturas y la acción de una
“ vanguardia ilu m in a d a” que, en no m bre del pueblo, se enfren tó al estado. En
am bos casos, la práctica política no pu do expresar una dirección de la política.
E l h ia to en tre producción intelectual y sociedad real se llenó a través de un
discurso, q ue com o tal, qu ed ó en el aire. El éxito del althusserism o en la ú lti­
m a década, pese a la distancia en tre esos análisis del pensam iento de M arx y el

i» Pumo esle destarado por A. Tourainc véase op. cit.


APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS

d e las realidades sociales concretas, expresó, a la vez q u e reforzó, la inorganici-


d ad d e la relación intelectuales-m ovim ientos sociales. L a perm anencia de un a
concepción evolucionista y reduccionista d e los procesos sociales frente a re a li­
dades rebeldes a ese análisis pone d e m anifiesto los obstáculos objetivos que
e n fren ta la producción intelectual en A m érica L atina, pero tam bién ab re las
pu ertas p ara superarlos.
L a d ifusión más reciente d el “gram scism o" en A m érica L atina y la p ro fu ­
sión de d istin tas lecturas de G ram sci nacidas a la luz de las urgencias políticas
del m om ento, ab re la p osibilidad de in stalar en el centro de las reflexiones
teórico-políticas sobre el presente u n nuevo m odo d e análisis de las realidades
sociales latinoam ericanas desde el m arxism o. Pero, esa p osibilidad existe a con­
dición dc n o o p erar u na sacralización del pensam iento de G ramsci. Es decir,
si n o se clausura un pensam iento y, po r el co ntrario, se tra b aja con él y desde
él (y a veces, contra ese pensam iento) p ara d a r cuenta de realidades sociales
concretas, único cam ino ab ierto a la constitución d e u n a “ dirección intelectual
y m o ra l” (un pensam iento capaz dc explicar y transform ar esas realid ad e s).

Señalam os al com ienzo de este tra b ajo q u e el tem a de las alternativas políticas
d e transform ación en A m érica L atina condensaba los problem as tratado s en
los parágrafos anteriores. Las líneas q u e siguen p ueden in terp retarse com o un
in te n to d e ex p licitar y justificar esta afirm ación inicial.
Resum am os brevem ente los ejes principales de nuestro en fo qu e y el modo
en q u e m arcaron el tra tam ien to de los problem as. La hipótesis q ue nos sirvió
de p u n to de p artid a p la n teab a q u e la prob lem ática d e la hegem onía ofrece las
bases teóricas p ara u n a lectura nueva y en riquecedora de los procesos la tin o ­
am ericanos. P ero esta hipótesis descansaba sobre u n supuesto previo y fu n d a­
m ental, a saber, q u e el de “hegem onía” no es u n concepto más, destinado a
“com pletar” la teoría del estado o a llen ar algunas lagunas en el análisis m ar­
xista de las superestructuras; q u e dicho concepto no viene a agregarse a un
m arco teórico preestablecido p ara o cup ar allí "su " lu gar, sino que com porta
u n a renovación positiva y crítica de ese m arco teórico, u n nuevo p rincip io de
análisis d e la sociedad y de la política y, en esa m edida, u n a refun dició n de
la teoría m arxista en su conjun to, correlativa a u n a nueva concepción de la
praxis p olítica m ism a.20
En v irtu d d e este supuesto básico, nos rehusam os a en u nciar u n a definición
del concepto de "hegem onía”. P o r el con trario, buscam os respetar su espesor
teórico y su com plejidad, lo q u e nos llevó a desglosar, si n o todas, al menos
algunas d e sus principales facetas, las q u e fueron concebidas com o lugares
parciales p ara el plan teo de problem as necesariam ente interrelacionales: el
estado, las form as político-organizacionales, las clases y las fuerzas sociales, la

20 Véase la conclusión del presente trabajo.

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62 LILIANA DH RIZ/F.M ILIO DH Í1*CI.A

dim ensión ideológica de lo social. En las reflexiones q u e hicim os sobre esos


problem as, la concepción global d e la hegem onía desem peñó el papel de hilo
conductor. H ilo conductor que, a la vez q u e presente en cada u no de los hitos
q u e ja lo n aro n el itin era rio trazado, com portaba un p u n to de llegada. A hora
bien, ese p u n to de llegada no podía ser o tro que el tema a ab o rd ar en ese p a rá ­
grafo: las alternativas políticas de transform ación en A m érica L atina. Y ello,
p o r la sim ple razón de que dicho p u n to d e llegada estaba ya presente en el
p u n to de p artid a, o sea, en la problem ática dc la hegem onía, n o sólo como
nuevo p rin cip io de análisis, sino tam bién com o nueva concepción del ejercicio
d e la política. Este enfoq ue m arcó el tra tam ien to de cada u no de los temas
abordados:
i] E n p rim er lugar, el d el estado: no com o u n epifenóm eno supcrcstructural,
pero tam poco com o u n a m a q u in aria o u n com plejo dc aparatos sin dinám ica
p ro p ia y sin fisuras, encerrado en su funcio nam iento " n a tu ra l” al servicio de
la clase dom inante. N uestro interés se centró en exp lorar, a la vez, su positivi­
d a d y sus contradicciones, su auto no m ía relativa y sus relaciones com plejas con
lo social. Intentam os m ostrar, a través de ejem plos parciales pero n o azarosos,
d e q u é m anera las form as diversas en q ue se en carn a el juego dialéctico en tre
form as de estado y sociedad civil perm iten d a r cuenta d e la crisis de ciertos
regím enes (po r ejem plo, los p o p ulism o s), la naturaleza p articu lar de otros (las
d ictad uras m ilitares en el su r del con tinente) y sus perspectivas d e consolida­
ción o de dislocación. P udo verse claram ente —creemos— q u e la hegem onía
com andaba ese juego dialéctico y lo h a ría inteligible.
ii] E n segundo lugar, el tem a de las formas político-organizacionales. T a m ­
bién a q u í procuram os ev itar los lugares com unes. N o se tra tó dc lam en tar la
ausencia o reclam ar la constitución del p a rtid o revolucionario, sino de p la n tear
el problem a de las organizaciones y m ovim ientos políticos desde el p u n to de
vista de la conform ación particu lar de las sociedades latinoam ericanas, po­
n ien d o especial énfasis en un rasgo com ún a todas ellas, a saber, la íntim a
com penetración en tre lo po lítico y lo social, en tre el estado y la sociedad civil,
q u e ha m arcado su h isto ria pasada y presente.
T a m p o co cedimos a la tentación de p ro p o n er respuestas prefabricadas a u n
problem a teórico y prácticam ente ab ierto :21 preferim os, en cam bio, p o n er de
relieve la p lu ralid ad y la com plejidad de sus datos com o condición sine qua
n on p ara su correcto plan teo y p ara cerrar el cam ino a soluciones simplistas.
Las indicaciones acerca de la in terpretació n del estado con la sociedad civil
nos perm itieron a n u d a r este p u n to con el anterior. E l exam en de los efectos
d e esa in terp retació n en la constitución m ism a dc los sujetos políticos nos
abrió el cam ino p ara ab o rd ar el p u n to siguiente. Es casi superfluo señalar q ue
aq u ello q u e reclam aba esa co ntin uidad en el tratam ien to de los problem as no
' era o tra cosa q u e el ya m encionado “h ilo co nd ucto r" de la hegem onía.
iii] A bordam os entonces, en tercer lugar, el tem a de las fuerzas sociales. El
m odo en que lo hicim os respetó los lincam ientos ya trazados en el desarrollo
de los temas q u e lo precedieron. C o n tra toda form a de sim plificación red u c­
21 Y no sólo en América Latina: dc allí nuestro interés en la reflexión de Dc Giovanni.
Por discutible que sea el aporte dc este último, o mejor dicho en la medida en que es discu­
tible, constituye a nuestro juicio un pumo de referencia necesario.
APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS

cionista, pusim os el acento en el carácter p lu ra l, discontinuo y com plejo del


proceso d e constitución de los "colectivos” en actores de la transform ación
política y social. P lu ralid ad de significados investidos po r los sujetos enrolados
en u n m ovim iento social; discon tinu id ad en tre las determ inaciones estructu ra­
les d e los actores y sus prin cipios (sus orientaciones) de acción; com plejidad
(e incluso antagonism o) en la autoidentificación, en la definición d e los
adversarios y en los objetivos de u n a m ism a fuerza o m ovim iento social. La
capacidad heurística y explicativa del concepto de hegem onía se p o nía de m a­
n ifiesto con la m ayor nitidez: capacidad d e pensar lo concreto y com plejo, evi­
ta n d o sim ultáneam ente las facilidades del reduccionism o y del em pirism o.
ív] El devenir "sujeto” de los conflictos sociales situaba e n u n p rim er p lano
de la reflexión a esa faceta de la hegem onía q u e pone el acento sobre la dim en­
sión ideológica y simbólica dc lo social. H abida cuenta de la im portancia de
este tem a y de la considerable lite ra tu ra dedicada al mismo, nos lim itam os
a llam ar la atención sobre la nueva concepción dc lo ideológico im plícita en
la problem ática de la hegem onía, y a fo rm u lar algunas hipótesis acerca del
p ap el de los intelectuales. En am bos casos, y especialm ente en el ú ltim o, sub.
rayam os la pertinencia d e dichos temas p a ra la reflexión sociológica y p olítica
latinoam ericana.
A hora bien, enfocados desde el ángulo de la hegem onía, el desarrollo dc
cada u n o de esos ejes tem áticos convergía hacia la form ulación de u n a serie dc
p reg untas cuyas im plicaciones políticas son tan claras com o insoslayables: ¿de
q u é m odo, la form a p articu lar en q u e los diversos tipos de regím enes políticos
defin en su articu lación respecto a la sociedad civil incide sobre la m orfo­
logía p articu lar de la política? ¿Cómo la dialéctica específicam ente societal
redefine, a su vez, dicha m orfología y es capaz, p o r ejem plo, de transform ar
las brechas del sistema político en ap ertu ras reales sobre la base d e un proyecto
d e sociedad alternativo? ¿Cuáles son las m odalidades de reconstitución de las
fuerzas sociales m otoras de procesos de transform ación en las condiciones espe­
cíficas q u e en A m érica L a tin a tiene la articu lació n en tre sociedad política y
sociedad civil? ¿Q ué alternativas d e organización pueden u n ificar los conflictos
reales o potenciales q u e ellas protagonizan? ¿Cómo p ueden los regím enes po­
líticos n eu tralizar la dinám ica de esas conflictualidades, frenarlas o incluso ca­
pitalizarlas con arreglo a su p rincip io d e orden —sea éste "hegem ónico” o
"coercitivo”? ¿De q u é m anera pueden, a su vez, las fuerzas sociales tra b ar el
fu n cion am iento de esos mecanism os recuperadores m an ten ien do e incluso in-
tensificando su capacidad de resistencia y de respuesta?
Estas preguntas perm anecen abiertas y, p o r cierto, req u ieren respuestas d i­
ferentes en cada caso concreto. P ero dicho esto, conviene agregar q u e ni esa
ap e rtu ra n i esa diversidad son tan am plias com o p ara d ilu ir la cuestión d e las
altern ativas e n u n a to tal in determ inación. En efecto, cu an do éste es el caso,
q u ed a ab ierta la p u erta a las facilidades de u n a " real-politik” ta n to más ten­
tad ora cu a n to q u e ap u n talad a p o r el m ás irrestricto de los em pirismos.
A hora b ien, si por el lado d e su vertiente crítica, la problem ática de la hege­
m onía descarta d efinitiv am ente toda solución sim plista —sea ésta “revolucio­
n a ria ” o "reform ista”—, p o r el lado d e su v ertiente positiva, redefine ciertas
' condiciones m ínim as p ara d elim itar al c o n ju n to d e respuestas legítim as a esos
64 UL!ANA o e RIZ/CM ILIO DC 1POLA

interrogantes. E n las líneas que siguen tratarem os de elucidar esas condiciones.


A firm ar q u e toda em presa de transform ación política (destrucción-construc­
ción de u n o rd en social) debe m aterializarse en la construcción de una volu ntad
hegem ónica, lleva a rep lan tea r en térm inos nuevos (y más com plejos) el tem a
d e la dem ocracia. En efecto, la dem ocracia aparece como el problem a d e las
m ediaciones institucionales en tre la dialéctica de lo social y la dialéctica de
la política (el esta d o ). «¿En q u é sentido la concepción gram sciana de la hege­
m onía ab re vías inéditas p ara o rie n ta r y en riq uecer n uestra reflexión sobre el
tema? N o es difícil responder en térm inos teóricos generales a esta pregunta.
La crítica al economicismo, en ten d id o como incom prensión d e la verdadera
n aturaleza de la sociedad y del estado, q u e realiza G ramsci, desem boca en la
negación de toda relación de im plicación necesaria en tre dem ocracia y socia­
lismo (véanse los trabajos de E. L a c la u ). L a conjunción de am bos es vista
com o el p rodu cto de las luchas sociales (y de la organización de esas luchas)
y n o c o m o 'la consecuencia necesaria del desarrollo de las fuerzas productivas.
La socialización d e los m edios d e producción sólo deviene socialización dc la
p olítica (y n o m era estatización del po der económ ico e im perio de un poder
ab soluto q u e destruye a las fuerzas mism as q u e p rep araro n su tr iu n f o ) , si se
construye u n a vo lu n tad política desde abajo o —lo q u e es su equiv alente— si
no se destruye la dialéctica de lo social. La construcción de u n nuevo estado
(p rincip io hegem ónico) deja de ser concebida como la tarea d e u na vanguar­
d ia ilum inada. E llo im plica q u e las luchas sociales son las protagonistas de ese
proceso y, por lo ta n to q u e para q u e éstas p ued an m anifestarse y organizarse,
d eben ex istir instituciones políticas q u e garanticen la libertad de expresión
(las "lib ertades civiles" en el sentido en q ue Rosa L uxem burg hablaba de ella s).
P or eso mismo, la teoría de la revolución de G ramsci aparece como una
“contrarrevolución pasiva” o u n a "revolución dem ocrática activa”.22 Las luchas
dem ocráticas, p o r sí mismas, no crean u n a nueva sociedad (u n nuevo es ta d o ).
L a condición de creación de u n nuevo estado (socialista) es la articu lación d e
esas luchas con el cuestionam iento de la explotación capitalista (las relaciones
d e p ro d u cció n ), o sea la construcción de u n p rin cipio hegem ónico. P o r otra
parte, la revolución, en ten d id a com o ru p tu ra violenta del ord en burgués a
cargo de u n a van gu ardia ilum inada, n o desem boca en el socialismo —transfo r­
m ación/destrucción de las relaciones d e clase en la sociedad— si desaparecen
las m ediaciones organizativas e institucionales a través de las cuales se expre­
san las luchas sociales revolucionarias. L a transform ación d e las relaciones de
clase en la sociedad (la transform ación d e la econom ía) pasa p o r la política
e n ten d id a com o vigencia de la dialéctica social (y, p or ende, socialización del
pod er político).
C o m b atir el econom icism o en la teo ría y en la práctica política significa,
pues, rom per con u n a visión n atu ralista de los procesos sociales (la lucha de
clases) y de la política (el esta d o ). La dem ocracia no es sinónim o de socialis­
m o y tam poco lo es del capitalism o. Las in terpretaciones q u e sostienen u na
equivalencia son variantes, opuestas y com plem entarias, de u n a concepción
reduccionista. L a dem ocracia, en el capitalism o, es an te tod o el p rod ucto de

22 Ch. Buci-Clucksman, Gramsci y el Estado, México, Siglo XXI. 1978.


APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 65
la lucha de las clases subalternas. Esa lucha —y la posibilid ad de procesos d e­
m ocráticos en q u e pu ed a m anifestarse y organizarse— form a parte constitutiva
d e la estrategia d e construcción d e u n o rden alternativo.
M ucho más difícil es, sin em bargo, tra d u cir esta respuesta general a térm inos
m ás concretos y, sobre todo, que tengan en cuenta la especificidad latino am eri­
cana del problem a. A ho ra b ien, u n a vez reconocida esa d ificu ltad , creemos
q u e sería conveniente n o apresurarse a con cluir q u e ella es insalvable. E n ese
sentido, d ad o el innegable interés q u e reviste p ara el problem a q ue estamos
analizando, nos parece ú til in tro d u cir algunas reflexiones sobre el actu al pro ­
ceso nicaragüense.
Pensam os, e n efecto, q u e se tra ta de un caso clave, desde varios p u n to s de
vista. M ás precisam ente, de u n a suerte de test político, y tam bién d e u n reto a
nu estra capacidad d e análisis. C on respecto a este ú ltim o p u n to , nos atrevería­
mos a p redecir el próxim o florecim iento d e dos líneas divergentes de lectura,
am bas "gram scianas", de d icho proceso. R ecu rriend o a u n a conocida d istin ­
ción d e M arx —n o p ara sim plificar, sino p ara destacar el valor desigual de
cada u n a d e ellas—, llam arem os a la prim era, lectu ra gram sciana " v u lg a r”,
y a la segunda, lectura gram sciana “clásica".
a) Dc acuerdo con el gram scismo "v ulgar”, N icaragua co n stitu iría u n ejem ­
p lo típico de situación " o rie n ta l” (donde el estado "es tod o” y la sociedad civil,
“p rim itiv a y gelatinosa”) ; de ello se in fiere ráp id am en te q u e el triu n fo del
fsln rep resen taría u n ejem plo n o m enos típ ico d e "g u erra d c m aniobras”
(identificada p o r esta lectura con la "lu ch a arm ad a") y, más generalm ente,
q u e ese triu n fo dem ostraría la perm an en te vigencia d c esta ú ltim a com o ca­
m in o privilegiado, si n o único, p ara u n a estrategia revolucion aria en A m érica
L atin a.
b) E n cam bio, con arreglo al gram scism o q ue denom inam os "clásico”, el
éxito d e la "la rg a m archa” del sandinism o h ab ría te n id o com o condición p rin ­
cipal la construcción progresiva y consecuente d e u n a v olu n tad n acio nal hege­
m ónica (antisom ocista), siendo la victoria m ilita r u n a consecuencia n a tu ra l
de esa prem isa. A hora bien; puesto que, com o es sabido, la oposición gram scia­
n a en tre los dos tipos de "g u erra” n o prejuzga en m odo algu no sobre las “ vías"
p ara llevar a cabo u n a u o tra , todo lleva a con cluir q u e el triu n fo sandinista
constituye u n claro ejem plo de "guerra dc posición” exitosa.
Es evidente q u e esta segunda lectura resu lta m ucho más p e rtin e n te y rica
en sugerencias q u e la prim era. P ensar el triu n fo de los sandinistas apeland o
exclusivam ente a las categorías de "g u erra de m o vim iento” y d e "v ía arm ada",
p ara luego acordar u n alcance paradigm ático (válido p ara toda A m érica L a­
tina) a esa interpretación, constituye una sim plificación ab erran te, cuya tenaz
persistencia p uede quizás ser explicada, pero no justificada. Sin d u d a, en u n
cierto sentid o el estado nicaragüense " lo era tod o”, p ero esta fórm ula n o nos
exim e de la tarea de com prender la n aturaleza específica de ese estado: u n a
factoría al servicio de intereses coloniales, personificada en la din astía d e los
Somoza. T a m p o co es falso q u e la relativ a ausencia de "fortalezas y casam atas”
en el p la n o de la sociedad civil, aprox im aba la situación dc N icaragua al caso
(evocado p o r G ram sci) d e los países coloniales. P o r cierto, esos datos iniciales
condicionaron la lucha d el sandinism o; p ero la fig ura p articu lar q u e asum ió
66 LILIANA DK M Z /E M IU O DC ÍPOLA

esa lucha fue totalm ente d iferen te q u e aqu ella q u e nos pro po ne el gram scismo
vulgar. F ue u n a lucha q u e logró con cen trar a la sociedad en tera con tra el
estado de Somoza, en la m edida en q u e su po con struir y afirm ar, a tTavés de
u n largo trabajo , u n a v o lu n tad nacional de liberación, al mism o tiem p o an ti­
d ic tato rial, an tiim p erialista y dem ocrática. V olun tad nacional que se desarro­
lló en condiciones internacionales favorables (estím ulo eu rop eo y política no r­
team ericana v acilante y co n tra d ic to ria ).
T o d o lo cual torna sensiblem ente más com pleja la caracterización del pro­
ceso nicaragüense. ¿Basta, p ara d a r cuen ta de esa com plejidad, con redefinir la
lucha sandinista en térm inos d c "g u erra de posición"? P o r n uestra parte, a u n ­
q u e pensam os q u e esa redefinición es necesaria (en este p u n to coincidim os
con la lectura gram sciana "c lásica"), no creemos, en cam bio, q ue sea sufi­
ciente. N uestras razones son las siguientes:
i] El concepto de "guerra de posición" proporciona —y ya es m ucho— el
m arco general del proceso de la revolución sandinista com o un proceso cuyos
orígenes se rem ontan a u n tiem po m uy a n te rio r al m om ento del triu n fo y que
p erm anece abierto. En sus aspectos principales, el destino objetivo de esta
g u erra de posición h a b rá de definirse en el fu tu ro : e n cierto sentido, dicha
guerra recién acaba de com enzar.
ii] Si, p o r o tra parte, es cierto q ue h ab lar de "g uerra de posición" no im plica
p reju zg ar sobre las vías concretas en q u e dicha g u erra se lleva a cabo, 110 lo es
m enos qu e esa saludable a p e rtu ra y flexibilidad del concepto (qu e constituye
su rasgo distintivo con referencia a la noción kau tsk ian a d c "estrategia dc des­
gaste") n o resuelve u n problem a, sino que, al con trario, lo plantea. La guerra
d e posición p uede ad o p ta r diferentes vías y tácticas, pero esas vías y tácticas no
d ejan d e calificar al tipo d e g u erra d e posición q ue se lleve a cabo. Agregue­
mos un d a to más, p ara com pletar el p lanteam ien to de dicho problem a: pese
a la com odidad dc las oposiciones binarias, no está dem ás record ar q u e G ram sci
no les acordaba más que u n carácter provisional y didáctico.23 Así, p or ejem plo,
si en algunos textos las correlaciones "O ccid en te"-» sociedad civil com ple­
ja -» e q u ilib rio entre estado y sociedad civ il-» hegem onía-» gu erra de posi­
ció n -» , son p lantead as con énfasis com o opuestas a las correlaciones "O rie n ­
te " -» sociedad civil gelatinosa-» prim ado del estado-» gu erra d c m ovim ientos,
en otros textos esas oposiciones, en aparien cia excluyentes, son sensiblem ente
relativizadas. Es el caso de la p areja de opuestos "gu erra dc m aniobras" vs.
"g u erra dc posición” : an te todo, po rq u e la ley del tercero excluido n o parece
regir (Gramsci m enciona, en efecto, u n a tercera "g u erra” : la q u e denom ina
"su b terrán e a” o dc "sorpresa”) .24 En segundo lugar, p o rq u e el mism o texto de
G ram sci afirm a de hecho el carácter no excluyentc de esas estrategias. La guerra
d e posición, e n p articular, no sólo pu ede in c lu ir mom entos de ataq u e frontal y
dc g u erra su bterránea, sino, incluso, convertirse en gu erra de m ovim ientos.

23 Dc allí muchas dc sus apareóles contradicciones; de allí por ejemplo el hecho de


que Gramsci pueda en un momento utilizar con desenvoltura la distinción entre estructura
y superestructura, entre sociedad civil y sociedad política, entre Occidente y Oriente y, en
un segundo momento, limitar el alcance o incluso rechazar dichas distinciones.
24 Cí. A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre frolitica y sobre el estado moderno, Bue­
nos Aires, Lautaro, 1962, p. 89.
APUNTOS PARA UN DEBATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 67

V olviendo con estos elem entos sobre el proceso de la revolución sandinista,


n o es in diferente a su caracterización el hecho d e q u e la lucha se concentró y
resolvió en u n a confrontación arm ad a en contra del estado somocista y q u e esa
lucha desem bocó en la destrucción de este últim o. Ello n o significa q u e la lucha
social estuviera ausente, n i que ésta no fuera una lucha po pu lar. P ero es im po­
sible subestim ar el que, sobre todo en las etapas q u e precedieron a la caída del
somocismo, el m om ento político-m ilitar haya ocupado le devant de la scéne.
"L a g uerra de posición e n política es el concepto de hegem onía.” Esta frase,
com o todas las "citas célebres” de G ramsci, no d ebe ser in terp reta d a como
u n a receta, sino como u n p u n to de p a rtid a p ara la reflexión. Al respecto, nos
parece necesario señalar q u e si la noción dc hegem onía descarta toda visión
coercitiva o m an ip u lato ria d e la dirección política, intelectual y m oral, n o por
ello subestim a o desconoce la necesidad de esa dirección. Se tra ta, p o r cierto,
p ara G ramsci, de u n tip o p articu lar de dirección; de u n a dirección q u e o rienta
sin coaccionar, q ue unifica las fuerzas respetando sus diferencias y sus dem an­
das y cuya legitim idad depende d e la v o lu n tad activa y crítica del conjunto.
Pero no se tra ta, en cam bio, de desconocer, n i menos a ú n de rechazar, todo
tip o de dirección, sino al contrario, d e subrayar su necesidad. Es —creemos—
en v irtu d de esa doble exigencia q ue el tem a de la hegem onía aparece en
G ram sci indisolublem ente ligado a la cuestión de las "clases fundam entales".
Lo cual, en la perspectiva revolucionaria q ue es la suya, equivale a p o n er el
acento en la articulación en tre hegem onía, proyecto socialista y clases explo­
tadas (en p articular, b ajo la dom inación del capitalism o, la clase o b re r a ).
Esa articulación es p ara G ram sci esencial: n o p o r n in g ú n p reju icio filo-
sófico-antropológico (por ejem plo, concepción d e la clase obrera com o "sujeto"
de la h is to ria ), ni tam poco p o r resabios de reduccionism o clasista; más bien
po rq u e G ramsci, a pesar de sus sarcasmos co ntra la sociología académ ica, tiene
constantem ente presente la necesidad de m an tener, com o prin cip io teórico y
práctico, el prim ado de la dialéctica de lo social, la correlación en tre las fuer­
zas sociales, el juego d e sus oposiciones, la dinám ica de su descom posición y
recom posición, com o m otor de los procesos históricos. A hora bien, esa dialéc­
tica, en el m odo de producción capitalista, sólo puede te n er com o pivote, como
eje central, a la lucha de clases. Esta afirm ación n o im plica sostener u n a visión
sim plista, visión q u e nos esforzamos p o r ev itar en este trabajo.
R etom and o el caso de N icaragua, ¿qué podem os concluir, a p a rtir de las
indicaciones precedentes?
En p rim er lugar, q u e el concepto de "g u erra de posición” constituye un
adecuado p rin c ip io de lectura del proceso nicaragüense, sólo a condición de
q u e d icho concepto no asfixie la especificidad de ese proceso ni la com pleji­
d ad de sus problem as. Especificidad q u e rem ite a las características p articu la­
res de la sociedad nicaragüense y del estado somocista, a las form as en que
se condujo y se resolvió la lucha q u e desem bocó en el triu n fo sandinista (lucha
social —diríam os, parafraseando a G ram sci— acorazada de lucha m ilitar y tam ­
bién "gu erra d e posición” q u e incluyó form as de g u erra su bterrán ea y de ata­
q u e fr o n ta l); al tipo de "v olu ntad n acio nal” q u e se fue gestando y consoli­
d an d o al calor de esa lucha.
Problem as q u e preferim os p la n tear b ajo la form a de interrog antes abiertas.
68 LILIANA DE R tZ /E M lU O Ufc f l-OLA

ta n to teórica com o p rácticam ente: ¿cómo crear, a p a r tir de esa v o lu n tad nacio­
nal, las condiciones p ara la prestación y afirm ación de u n proyecto hegem ónico
p o pu lar, capaz de p ro p o n er y co n stru ir u n ord en altern ativ o , m antenien do
viva la dialéctica d e lo social y excluyendo toda solución a u to rita ria y jacobina?
¿Cómo d irig ir po líticam ente dicho proceso sin redu cirlo n i a u n a sim ple gestión
“ so dal-dem ócrata”, n i a u na nueva versión del estalinism o? ¿Cómo m ateria­
lizar el proyecto socialista en la form a de u n a revolución dem ocrática activa?
¿Cómo, en u n a palab ra, conciliar realm en te dem ocracia y socialismo?
P reguntas estas cuya respuesta concierne hoy a N icaragua y a su pueblo,
pero cuyo p la n teo —com o nos hem os forzado en m ostrarlo— concierne a toda
A m érica L atina: nos concierne.
E n el desarrollo d e este tra b ajo nos vim os en la necesidad de in trod ucir,
de m an era in term iten te y p or lo ta n to no sistem ática, algunas indicaciones re­
lativas a problem as de orden teórico y m etodológico general. D esarrollar in
extenso esos problem as es u n a tarea q ue excede am p liam ente los lím ites —in ­
cluso espaciales— de esta com unicación. E n este parágrafo fin al nos prop on e­
mos cu m p lir con u n objetivo m ucho más m odesto: el de reca p itu lar en form a
o rd en ad a dichas indicaciones. Será, si se q uiere, u n a m anera de no concluir el
p resente trabajo , de ex h ib ir su v o lu n tario inacabam iento, su carácter de pre­
tex to p ara a b rir y suscitar la discusión.
P artim os haciend o nu estra u n a tesis que, pese a no concitar u n acuerdo u n á ­
nim e, está lo suficientem ente d ifu n d id a com o p ara descartar toda sorpresa: la
p roblem ática gram sciana de la hegem onía com porta u n a renovación p ro fun da
—y positiva— de la teoría m arxista. T o das y cada u n a dc las reflexiones '‘epis­
temológicas” con q ue fuim os p u n tu a n d o el desarrollo d e los tem as pueden
considerarse como un com entario y u n a explicitación de esa tesis inicial.
C o m entario y explicitación que, a pesar de su carácter n o sistem ático, a p u n ­
ta b an a precisar el sentido exacto de lo q u e entendíam os p o r esa renovación.
P or n u estra p arte, procuram os resp etar la doble connotación q u e posee esta
p alab ra e n su em pleo co rriente y q u e conjuga dos significados en p rin cipio
opuestos: “ ru p tu ra " y “ co n tin u id ad ". Se tra ta b a entonces de m ostrar cóm o se
com binaban am bos significados en la “ renovación" gram sciana.
A nuestro juicio, ta n to en el aspecto “ r u p tu r a ” com o en el aspecto “conti­
n u id a d ”, era preciso d istin g u ir u n a dim ensión crítica y u n a dim ensión positiva.
Intentarem o s aho ra ex p licitar o rd enad am en te cada u n o d e esos puntos:
a) Poca d u d a cabe de q u e la concepción gram sciana d e la hegem onía efec­
tú a u n a ru p tu ra crítica en el in te rio r del m arxism o. D em asiado a m enudo, sin
em bargo, suele lim itarse el alcance d e esa ru p tu ra crítica a u n sim ple cuestio-
n am ien to del economicismo. E n n uestra opinión , el antieconom icism o d e G ram ­
sci es sólo u n aspecto parcial de u n enfo qu e crítico m ucho m ás profu nd o: ca­
b alm ente desarrolladas las im plicaciones teóricas del concepto de hegem onía
c o m p o rtan u n cuestionam iento radical de lo q u e llam arem os, recu rrien do a
u n a expresión q u e A lthusser tom a prestada al psicoanálisis, el p u n to de vista
“ tópico ” en ta n to m odelo conceptual d o m in an te en la teorización m arxista.
T a l p u n to d e vista parte de la p ostulación de u n a lista (cerrada o abierta,
poco im porta) d e niveles o instancias separadas, p ara luego pensar su “ com­
b inación articu lad a" en base a la tesis de la determ inación - e n p rim era o últi-
APUNTES PARA UN DESATE SOBRE ALTERNATIVAS POLÍTICAS 69
roa instancia, según los casos— del co n ju n to de dichos niveles p o r u n o de ellos:
la llam ada "base económ ica”. A hora bien , es ju stam en te esa concepción (a la
vez lógica y ontológica) de la "s e p arad ó n ", la q u e la p rob lem ática de la hege­
m onía cuestiona. C u estionam iento necesario p orq ue, p la n tead o com o m arco
teórico general d el m arxism o, el p u n to de vista tópico es incapaz de d a r cuenta,
n o sólo de las form adones sociales p re y poscapitalistas, sino tam bién del
capitalism o mismo.
E n u n a p alab ra, sería em pobrecer la riqueza del concepto d e hegem onía si,
m a n ten ien d o la tópica d e las in sta n d as, dicho concepto rem plazara p u ra y
sim plem ente un p rincipio general de d eterm inación (la “ec o n o m ía"), po r
o tro (la “ política” o la "id e o lo g ía "). Esa riqueza sólo puede ser desplegada
y desarrollada a p a rtir d e la crítica de la “distinción orgánica” (G ram sd) en tre
sociedad civil y sod ed ad política, en tre estructura y sup erestructura, en tre “ la"
econom ía, “ la" política y “ la" ideología.
b) A h o ra bien, esta crítica de la “ lógica de la sep arad ó n " (y p o r tanto, de
los lazos que siguen a n u d a n d o la reflexión m arxista a los presupuestos del
pensam iento económ ico y po lítico burgués) n o conduce en absoluto a n in g ú n
tip o de ab d icad ó n em pirista. D icho d e o tro m odo, la ru p tu ra gram sciana
com porta u n a dim ensión positiva: la p ro blem ática d e la hegem onía pro p o r­
ciona las bases teóricas de u n nuevo m odo de análisis dc lo social.25
En efecto, descartada la postulación —im p líd ta en la “ tópica"— dc u na
causalidad trascendente a los procesos sociales; elim in ada toda form a d e reduc-
cionism o, de fatalism o h istórico y tam bién de voluntarism o, la problem ática
dc la hegem onía rep lantea el análisis de los procesos históricos en base a u n
enfoque teórico p ara el cual el prim ado, en p rim era y últim a in s ta n d a , corres­
po nde a la dialéctica (com pleja) de lo social. Es d e d r: a las relaciones d e lucha
y de antagonism o en tre las fuerzas sociales, a los procesos d e constitución de
esas mism as fuerzas, a las form as diversas de o rden, d e crisis y d e transform a-
d ó n sociales. D e m odo tal q u e la concepción de la hegem onía desbroza el
cam ino p ara repensar en u n todo coherente, y p o r supuesto ab ierto, la trip le
cara del m arxism o e n ta n to teoría del orden, teoría de la crisis y teoría de la
transición h a d a u n a nueva sociedad.
Se renuevan, en consecuencia, las interrog antes claves. N o se tra ta ya de
pregun tarse sobre el “sentido" o las "leyes causales" (económicas u otras) del
dev en ir histórico, n i sobre la “ esen d a" d e la ideología p roletaria, n i sobre la
relación en tre determ inism o e intervención consciente. L a p reg u n ta cen tral
pasa a ser: ¿cómo, d ad o u n d e r to ord en social (un “ m odo de p ro d u c c ió n " ),
nacen y se desarrollan las fuerzas sod ales con c a p a d d a d p a ra im p u g n ar ese
ord en y crear u n o alternativo? E l corazón del análisis se centra así en las rcla.
d o n e s sodales: relad o n es de fuerza y de p od er com plejas, en m odo alguno
transparentes, al mism o tiem po económicas, políticas, jurídicas, ideológicas,
indisolublem ente “objetivas" y "subjetivas".26

23 Cf. Leonardo Paggi: "La teoría general del marxismo", en A. Gramsci, Escritos políti­
cos (¡917-19)3), Cuadernos dc Pasado y Presente, núm. 54, 1981, p. 13-81.
2« Contra un enfoque “marxista” que da prim ada a la reproduedón d d orden social
(mirando a la sodedad desde el estado y “la” ideología), y en d que la sociedad —las lu-
70 LILIANA DE M Z /E M IL IO DE (POLA

c) Hemos señalado, sin em bargo, q u e la renovación gram sciana de la teoría


m arxista p resupone tam bién u n a co n tin u id ad y q ue es asim ism o posible dis­
tin g u ir en esa continuidad, u na dim ensión crítica y u n a dim ensión positiva.
E xam inem os estos dos puntos.
E n p rim er lugar, ¿a qué nos referim os cuando hablam os de “ c o n tin u id a d ’?
N o precisam ente al hecho de q ue la o bra de G ram sci se inscribe explícitam ente
en la historia del m arxism o, sino a u n hecho cuya significación es, en n uestra
o p inió n, más p ro fu nd a: gracias a G ramsci, es más bien el m arxism o mism o el
que se inscribe en la historia y reconoce su " d eu d a” con ella. G racias a Gramsci,
el m arxism o revela su capacidad d c renovarse sin por ello p erd er identidad.
E n fin, gracias a G ram sci, podem os h a b la r con pro pied ad de u na historia
d el marxism o.
En su dim ensión crítica, la con tin u id ad dc esa h istoria puede ser detectada
en el “ hilo ro jo ” que liga el antieconom icism o de G ram sci a la crítica d e la
econom ía política efectuada p o r M arx: crítica esta últim a, a la econom ía como
tal, al “ p u n to de vista económ ico” como irrem ediablem ente prisionero de los
lím ites del pensam iento burgués. Lo dice explícitam ente el M arx de 1847
( " .. .los economistas son los representantes científicos d e la clase burguesa, los
socialistas y los com unistas son los teóricos d e la clase p ro le taria” [Miseria
de la filosofía, M éxico, Siglo X X I, 1981]); lo reafirm a el M arx de 1870 (“A quí
se revela dc una m anera pu ram en te económica, es decir desde el p u n to de vista
burgués, d en tro de los lím ites de la com prensión capitalista, desde el p u n to
de vista de la propia producción capitalista, su lim ita c ió n .. [L ibro i i i de
E l capital, M éxico, Siglo X X I, 1982]); y lo confirm an, im plícitam ente, análisis
como los del 18 B rum ario, en los cuales, com o dice A lthusser, “ nunca llega la
h o ra de la ‘últim a instancia” '. Si se nos concede la ilusión retrospectiva, hay
u n gram scism o de M arx, a m enudo silencioso y, en ocasiones, perfectam ente
audible.
P or ú ltim o, esa co n tin u id ad tiene tam bién u n aspecto positivo. Ya que la
concepción gram sciana de la hegem onía n o an u la, sino q u e po r el contrario,
confirm a y desarrolla la tesis m arxian a q u e hace d e la lucha d e clases el p rin ­
cipio, no ún ico pero si el fundam ental, de inteligibilidad y de realidad del
devenir histórico. P or eso, como señalam os antes, G ram sci vincula siem pre la
cuestión de la hegem onía a la de las "clases fundam entales” ; p o r eso, .además,
sin perjuicio de criticar en su fondo la distinción ontológica en tre los niveles
del tod o social, acuerda a dicha distinción u n relativo valor "m etodológico”
cuando se tra ta de d a r cuenta del modo de producción y reproducción ca­
pitalista.
C on Gram sci, a p a rtir de la problem ática de la hegem onía, el m arxism o n o
m uere: direm os más bien, evocando su raigam bre hegeliana, que se supera.
chas sociales— se esfuma bajo ese “orden"; pero también contra la transformación dei aná­
lisis en historia política de la coyuntura, carente de articulación con la teoría y, por ende,
contra un enfoque en el que en significado de los acontecimientos difícilmente puede ser
puesto en relación con el devenir histórico. Cuando, en sus NoUts sobre Maquinvelo, Gramsci
apunta "que lo que hay dc realmente importante en la sociología no era otra cosa que
la ciencia política”, la consecuencia positiva que puede derivarse de esta tesis es la siguiente:
la sociología es ciencia política porque las relaciones sociales son relaciones políticas; rela­
ciones de fuerza entre clases en lucha.
LA H E G E M O N ÍA C O M O E JE R C IC IO D E LA D O M IN A C IÓ N

RA FA EL LOYOLA DÍAZ
CARLOS M A RTÍNEZ ASSAD

P on er en d u d a el carácter del estado es cuestionar n o sólo sus prácticas, sino


tam bién las interpretaciones que desde posiciones ideológicas h an p reten dido
criticarlo. La realidad actual se desdobla en dos: la de los políticos y la d c los
analistas. Sucesos tan opuestos com o los de N icaragua, Irá n y E l Salvador
—p o r m encionar sólo los más recientes— po nen en cuestión ta n to los análisis
hechos h asta ahora, com o la p ráctica d c algunos p artid os y organizaciones
políticas.
A n te un m un d o socialm ente convulsionado los análisis más m odernos pare­
cen estrechos. N o parece h ab e r surgido aú n u n a teoría altern ativa al m arxism o.
La irru p ció n de las masas en Irá n y la insurgcncia d el p ueblo nicaragüense
m uestran u n a vez más q u e es en la lucha d e clases, es decir en las relaciones
sociales, d o nde la sociedad encuentra su dinám ica. A dem ás, el m arxism o ha
revelado su posibilidad de analizar distin tas situaciones y no sólo las más críti­
cas. Sin em bargo, es im p o rtan te reconocer q u e las problem áticas q u e afectan
a las sociedades revisten cierta novedad, en cuanto el m odo de producción ca­
pitalista h a sufrido distintos cam bios ta n to de ord en cu an titativ o com o cuali­
tativo, a u n q u e subsiste su esencia: la del acrecentam iento del capital ex p ro ­
piado a los trabajadores p o r m edio del plusvalor. E n efecto, n u n ca fue tan
evidente la relación en tre las burguesías nacionales y los estados q u e defienden
sus intereses. Pensar q u e el estado puede m antenerse p o r encim a de las clases,
considerarlo “á rb itro " conciliador y desinteresado gestor del desarrollo econó­
m ico es retroceder a las concepciones d el liberalism o luego de la ap arición de
las p rim eras revoluciones burguesas.
Sin em bargo, el reto, co n tinú a en pie. Los cam bios sufridos en los m edios
de producción de los países capitalistas avanzados h a n llevado a d istintas for­
mas interpretativas. Para unos los cam bios en los procesos productivos, en la
organización del trabajo , estarían m ostran do la existencia de un m odo de p ro ­
ducción su p erio r al capitalista, a u n q u e n o qu ed a claro si su peraría tam bién la
etapa im perialista con su concentración m onopólica del capital. P ara los mar-
xistas, e n estos países se estarían dan d o cam bios q u e rebasarían el análisis p ro ­
bablem ente ortodoxo. La posición crítica se expresaría con relación al leni-
nism o, pues, curiosam ente, se reivin dicarían el pensam iento y las estrategias
enm arcadas en el cuad ro de la Segunda Intern acion al. E n este sentido desta­
caría la utilización n o explicitada q u e el eurocom unism o hace de Kautsky, sin

[71]

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72 RAFAEL LOYOLA DÍAZ/CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

q u e im porte m ucho q u e con las fuertes y decisivas polém icas en las q u e L enin
lo llam ó "renegad o” —del m arxism o, claro está— se estaba decidiendo la suerte
del m ovim iento com unista internacio nal. Los dram áticos acontecim ientos de
Ita lia y A lem ania en los años veinte serían el escenario de u n a d e las ru p tu ra s
m ás relevantes m ientras e n la práctica los soviets pasaban a ejercer el pod er
real en la a n tig u a R usia zarista, do nd e al menos p o r u n lapso, p o d er político
y p u eb lo conform arían la p rim era altern ativ a an te el p o d er burgués, luego
de que la C om u na d e París fuese ahogada en sangre.
P articularizando sobre el p roblem a d e la d ic tad u ra del pro letariado , L enin
lo co n tem p laría com o el más general de la revolución, p ero en su concreción
h istórica a d q u iriría particularid ades vinculadas a la tradición y a los elem en­
tos presentes en cada país; d c esta m anera la C om u na de P arís q u e teorizara
M arx ten d ría su co rrelato en los soviets rusos estim ulados p o r el bolchevismo
y, posteriorm ente, h a lla ría u n a nueva adecuación en los derrotado s consejos
de fábrica d e la E u ro pa de 1920-1921. El elem ento com ún era su carácter
estatal, u na altern ativ a política al viejo pod er d e la burguesía.
E n la práctica, el soviet pasó a ser u n organism o bu rocrático cuando la direc­
ción del p a rtid o term in ó p o r im ponerse a la acción d e sus seguidores. El peligro
señalado p o r el p ro p io L enin n o p u d o evitarse: el p a rtid o bolchevique term inó
p or convertirse en un am p lio a p a ra to de p o d er p o r encim a de las masas; el
soviet se hizo estado, p ero n o era ya la representación del po der obrero. Sin
em bargo, la prim era altern ativ a al poder burgués se h ab ía d ad o y hab ía su r­
gid o en condiciones dc m adurez incom pleta dc las condiciones m ateriales p or
m edio dc u n violento proceso revolucionario con am p lia p articipació n de
obreros, cam pesinos e intelectuales revolucionarios, a los q u e L enin llam ó
“ profesionales de la revolución". Se hizo posible de esta m anera u n a am p lia
alianza en la q u e tam bién los burgueses consecuentes p articip aro n , a u n q u e
supeditados al p o d er del pueblo, identificado entonces con el p artid o bol­
chevique.
Esta vía revolucionaria acarrearía, vale la p ena recordarlo, la crítica exacer­
b ada de K autsky a los p lan team ientos leninistas de la im posibilidad de la con­
ciliación de clases. A nte la arg um en tació n de L enin sobre las condicionantes
históricas d e la d ic tad u ra del p ro le taria d o (estado d e transición), Jíautsky
in sistiría en la vía pacífica y p arlam en taria, a u n q u e ten d ría q u e reconocer él
mism o q u e " L a dem ocracia n o puede d estru ir los antagonism os de clases de
la sociedad capitalista, ni aplazar el in evitable resu ltad o final, q u e es la caída
d e esta sociedad".1
La altern ativ a dem ocrática antepu esta p o r K autsky no te n ía sentido para
L enin fuera de los lím ites del liberalism o burgués. Éste arg u m en taría en el
sen tid o d e u n gob ierno de la clase m ayoritaria, reconociendo así la dirección
del p ro letariad o sobre la alianza obrera y cam pesina. A la violencia ejercida
p o r la burguesía había q u e oponer la violencia d e las clases explotadas: ante
la violencia reaccionaria, la violencia revolucionaria, d iría Lenin.
En esencia, d e los escritos leninistas se desprende que el concepto dc d icta­

l K. Kautsky, La dictadura del proletariado, México, Gríjalbo, 1975, p. 63.


LA HECEMONfA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 73

d u ra es sinónim o del dc estado, definiéndose fundam entalm ente p o r el carácter


do m in an te q u e tiene toda clase social q u e se estatiza.*
Así pues el fu n d am en to de la crítica a K autsky radicaba en q ue éste d ilu ía
la esencia d o m inante y coercitiva de los estados capitalistas europeos más desa­
rrollad os a principios d e siglo.
Dos problem as se despren derían de esa polém ica: a] L a cuestión del ro m pi­
m ien to d e la Segunda y la T e rcera In ternacio nal, q u e ten d ría com o conse­
cuencia in m ediata la ap arición de u n a nueva lógica d c reflex io nar las socie­
dades desde el m étodo m arxista p ara el resto de los europeos. V ale la pena
hacer u n paréntesis p a ra ac larar q u e G ram sci va a nacer a la vida política en
esta ru p tu ra ; de a h í una d e las dificultades p ara in teg rar todos los elem entos
de su discurso, relacionado ta n to con las polém icas en el seno d e la socialde-
mocracia italian a com o con las estrategias d iscutidas ya com o m ilitan te del p c i .
b] El segundo problem a se pla n tearía en función d el ru m b o q u e siguiría la
sociedad q u e llevó a cabo la prim era revolución anticap italista, en condiciones
estructu rales dc extrem a gravedad q u e la g u erra h ab ía agudizado. Desde las
Tesis de a b ril L enin había vislum brado las posibilidades q ue ofrecía el proce­
so revolucionario ab ierto desde febrero, y con trariam ente a los m encheviques
—q u e reclam aron en un m om ento a K autsky com o su teórico—, en arb olaba la
idea de q u e el p ro le taria d o debería asegurarse la dirección. La revolución había
te n id o ya u n a lto costo social como para desaprovechar la co yuntura histórica
y susten tar posiciones reform istas. El p o d er del p u eb lo debía estatizarse para
c o n tin u a r la 4revolución, pero elim inadas las clases sociales el nuevo estado se
extin guiría. El estado de transición sería el p o d er representado po r la d ic ta­
d u ra del p roletariado, más dem ocrático q ue el estado burgués.8 L a revolución
no se conten taba con u n cam bio de gobierno, de ah í q ue sobre las ru in as del
estado a n te rio r h ab ría q u e le v an tar el nuevo estado q ue se e x tin g u iría a la p ar
q u e las clases sociales, es decir, cuando se llegase a la sociedad igu alitaria.
U n reco rrid o breve como éste tien e p o r o b je to rescatar aq uello q u e de leni­
nista tiene el concepto de hegem onía, sin d u d a h ilo co nductor d el pro p io an á­
lisis d e Gram sci, p ara qu ien h a b la r de hegem onía representaba reconocer el
fu n d am en to d e la teoría del estado desarrollada p o r Lenin. L a R evolución de
octu b re es p a ra G ram sci y p ara L enin, lo q u e p ara M arx fue la C o m un a de
París: referencia necesaria para argum en tar sobre las diversas expresiones que
po d ría asu m ir el estado pro le tario en distin tas circunstancias sociohistóricas.
Es este con texto el q u e d a contenido a la noción leninista de hegem onía y al
concepto d e d ic tad u ra del proletariado.
H ay q u e ten er claro q u e es con referencia a L enin com o G ram sci comienza
a tra b a ja r sobre el problem a, a u n q u e ubicada en el país de M aquiavelo en el
m o m ento del fascismo su reflexión lo llevaría a u n a reinterpretación del estado
burgués en circunstancias histórico-concretas distintas a las de R u sia; en el

2 T am b ién A ntonio Gramsci reconocerá en uno de sus escritos más polémicos que: " Todo
estado es una dictadura. Ningún estado puede prescindir de un gobierno constituido por
un númcio restringido de hombres “Jefe”, Sobre el fascismo, México, e s a , 1979.
5 V. I. Lenin da todos los argumentos sobre el carácter democrático concreto dc la dicta­
dura del proletariado en su texto “ La revolución proletaria y el renegado Kautsky", en
Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1966, t. S.
74 RAFAEL LO YOLA DÍAZ/CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

fondo la cuestión subyacente sería la d e l proceso d e hegem oneizarión de u na


clase alternativa en ta n to fenóm eno presente en el ejercicio del p o d er poste­
rio r a las revoluciones burguesas.

L a dilucidación del concepto de hegem onía lleva necesariam ente a su revisión


sistem ática p ara aclarar la acepción que le d iero n los teóricos más reconocidos
del m arxism o contem poráneo, es decir del m om ento del im perialism o. De la
m oda h a n surgido distintas interpretaciones; abusando del concepto d e “guerra
dc posiciones” , se lo circunscribe al te rren o del p arlam entarism o o se pretend e
presentarlo com o irreconciliable con la noción leninista d c " d ic tad u ra del
pro le taria d o ”, en u n afán de co n trap o n er a am bos m ilitantes desde posiciones
academ icistas y reformistas.
E n el terren o del conocim iento se obliga a la precisión del concepto y al
estudio de su co n tin u id ad o ru p tu ra en tre los teóricos aludidos, p o r lo cual el
sentido de la preocupación n o es p o r el m om ento de tip o p artidista. E n tal
circunstancia se hace referencia a la acepción q ue le d ieron prin cipalm en te
L enin y G ramsci.
Sin em bargo, la reflexión leninista de la d ictad ura del p ro letariad o inscribe
un c o n ju n to d e elem entos q ue, en su concepción, deb erían co m p artir todas
aquellas convulsiones sociales q u e p reten d iera n ig u alar las conquistas de los
soviets. Esta d ic tad u ra en ta n to proyecto d e organización estatal debería em a­
n a r de la fuerza revolucionaria de las masas, estableciendo de facto su nuevo
p oder arm ado sin respeto alguno p o r las leyes; en este renglón L cn in fue muy
claro al enfatizar q u e ese po der p a rte d e la “ iniciativa d irecta d e las masas
popu lares desde abajo, y n o en la ley prom ulgada p o r el pod er centralizado
del estado".4
En esta perspectiva, la lite ra tu ra leninista y el decurso de la Revolución de
o ctubre expresaron la convicción de u n a revolución desde abajo, con la p re­
sencia d eterm in an te de las masas en la ejecución de los actos revolucionarios.
C ircunscribir, sin em bargo, el problem a de la d ic tad u ra p ro le taria a la em er­
gencia revolucionaria de las masas en el m om ento del m áxim o d esarrollo de
la sociedad, sim plifica el concepto y ofrece u n a visión espontaneísta de la
revolución. De acuerdo con L enin, la d ic tad u ra del p ro letariad o estaría lejos
de ser u n poder im puesto a la sociedad p o r un reducido gru p o de “ revolucio­
narios profesionales”. E n frecuentes ocasiones insiste en d e ja r claro q u e el
p roblem a de la revolución y d e la construcción d e la d ic tad u ra p ro le taria es
u n asu n to de las masas organizadas p artid ariam en te. Esta organización política
de las masas debe estar bajo la dirección política del proletariado , de ah í qu e
h acia 1921, cuando casi se h ab ía clausurado la g u erra civil, L enin escribiera:

* V. I. Lenin, “La dualidad de poderes", en Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1960, t. 1,


p. 40.

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LA HEGEMONÍA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 75

“ La d ic tad u ra del pro le taria d o significa la dirección de la política p or el p ro­


letariado. Éste, com o clase dirigente, do m ina nte, debe saber d irig ir la política
d e tal m odo q u e resuelva, en p rim er térm ino, la tarea más urgente, la m ás
c a n d e n te /'8
En este o rd en d e ideas es com prensible q u e L enin hubiese concebido de
fa d o el problem a de la hegem onía en térm inos de la capacidad d irigente del
pro le taria d o sobre el co n ju n to de los grupos afines. L a Revolución rusa, vale
la pena recordarlo, h ab ría fracasado si n o hubiese contem plado esa perspec­
tiva: la capacidad d irig ente del p a rtid o bolchevique sobre las clases aliadas qu e
p erm itió im p rim ir su carácter al m ovim iento de masas. El sistema de alianzas
se resum e en la denom inación q u e d io L en in al régim en soviético: d ictad ura
obrero-cam pesina.
El proceso de construcción del p ro letariad o ruso com o clase hegem ónica se
descubre fundam en talm en te e n el trayecto q u e va de febrero a o ctubre de 1917,
au n q u e con p ro p ied ad podría considerarse desde 1905. El p artid o bolchevique
levantó la consigna de “ tod o el po der a los soviets” en el m om ento en que
congregó bajo la dirección política del pro letariad o al grueso d e las masas
populares, fundam entalm ente al cam pesinado, al p actar alianzas con los eseris-
tas de izq u ierda y al en arb o lar las d em andas campesinas.® T o d av ía más, los
bolcheviques se decidieron a tom ar el control del estado sólo en el m om ento
en q u e aseguraron su hegem onía, es decir su dirigencia sobre las clases que
trad icionalm ente h ab ían sido explotadas p o r el zarismo, llegando incluso a d i­
rig ir a la sociedad rusa a pesar de la política burguesa que qu ería im poner el
g ob ierno de Kerensky. Dc hecho, desde la incom pleta revolución dem ocrático-
burguesa de 1905, a diferencia de los m encheviques, que aú n en 1917 insistían
en darle la dirección a la burguesía, L enin ya h ab ía insistido en q ue el proleta­
ria d o po día d irig ir el proceso. Desde esta perspectiva resultan discutibles aque­
llas tesis, hoy en boga, que resum en la estrategia de L enin com o la del "asalto
fro n ta l", atrib uyéndole posiciones blan qu istas al ex clu ir de su pensam iento el
desarrollo de u n a p olítica p o r alcanzar la hegem onía proletaria.
El hecho de que p or las condiciones rusas d e n u lo desarrollo d e las instancias
dirigentes de la burguesía se hubiese acelerado la tom a del Palacio de Invierno,
n o invalida el qu e los bolcheviques hayan d esarrollado la hegem onía de la
clase ob rera para el derrocam iento del zarism o y la consolidación de los soviets
e n ta n to órgano de poder estatal altern ativ o al poder burgués congregado en
el gobierno provisional.7

8 “Sobre el impuesto en especie", en Obras Escogidas. Moscú, Progreso, 1966. t. 3. p. 612.


(Cursivas nuestras.)
® V. I. Lenin, “Dos tácticas de la socialdemocrada en la revolución democraticoburguesa",
en Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1966, t. 3.
“ La literatura sobre el particular es abundante; para el caso baste con recordar los si­
guientes textos de Lenin del período comprendido entre febrero y octubre de 1917: “Las
urcas del proletariado en la presente revolución” (Tesis de abril); “Las tareas del proleta­
riado en nuestra revolución”; "La crisis ha madurado” y la “Carta del CC a los comités dc
Moscú, retrogrado y a los bolcheviques, miembros de los soviets de Petrogrado y Moscú”,
en Obras Escogidas, Mokú, Progreso, 1960, t. 2. El trabajo dc León Trotsky Historia de la
Revolución Rusa, México, Juan Pablos. 1972, está orientado a mostrar las formas que uti­
liza el proletariado ruso para la construcción de la hegemonía entre febrero y octubre de 1917.
76 RAFAEL LOYOLA DÍAZ/CARLOS MARTÍNEZ AJSAD

Para Lenin, en síntesis, el problem a de la dictad ura del pro le taria d o con­
siste en la necesidad de la clase obrera d e co nstru ir un estado q u e consolide su
carácter d o m in an te sobre las clases opositoras. A dem ás, este objetivo com pren­
d e la elaboración y d esarrollo de sus funciones dirigentes sobre las clases o g ru ­
pos sociales afines, p a ra lo cual d eb e desplegar u n con ju n to de alianzas que
lo conduzcan a convertirse en clase hegem ónica, es decir en la clase capacitada
p ara a g ru p ar y g u ia r al co n ju n to d e la sociedad hacia la constitución dc u n
nuevo estado.
A nto n io G ramsci fin caría sus reflexiones teóricas y su proyecto p olítico en
la experiencia bolchevique y en "el m arxism o de la época de L e n in ”. Su preo ­
cupación central a lo largo de su vida fue la revolución en Ita lia . Su proyec­
ción de las vías q ue asum iría el proceso fue elabo rada a p a rtir de la concepción
leninista del p artid o y d e la revolución. Al igual qu e L enin, G ram sci tu vo el
g ran m érito de saber adecuar el m arxism o a su realid ad nacional, a u n q u e su
in terp retación del concepto de hegem onía se ubica en un cam po histórico d i­
ferente. M ientras las elaboraciones de L enin estarían circunscritas a los mo­
m entos coyunturales y a los problem as q u e en frentó y resolvió la clase obrera
rusa en el desarrollo dc su hegem onía y en la construcción de su versión de la
d ic tad u ra del p roletariad o, p ara G ram sci sus concepciones estarían influidas
por dos acontecim ientos históricos: la experiencia consejista y el proceso de
consolidación del fascismo. AI fracaso de la experiencia consejista siguió la
reflexión sobre las razones histórico-políticas q u e im po sib ilitaron la configu­
ración de esa experiencia estatal p roletaria. L a reflexión lo co ndujo necesaria­
m ente a u n análisis m inucioso del desarrollo alcanzado p o r el estado burgués
italiano , con avances más notorios con relación al viejo régim en zarista.
Ita lia n o d ejaba de ser u n país de tradición y desarrollo político notorios.
El régim en d e partidos, la vida sindical y diversas expresiones de dem ocracia
burguesa existían desde fines del siglo xix. La posición q ue se concentrara en
la fórm ula “O rien te d istin to de O ccidente” resaltaría las distintas tradiciones
político-culturales, y m ostraría u n a vez m ás q u e a p esar de esas diferencias
R usia era u n p u n to d e referencia p ara la reflexión sobre la revolución en
Europa.* A dem ás, la m anera como el fascismo em ergió y se encu m b ró en el
p o d er propo rcionaron a G ram sci u n cam po de reflexión cualitativam en te dis­
tin to al experim en tado p o r el bolchevism o. Las elaboraciones conceptuales dc
G ram sci eran obligadas p ara poder concebir las necesidades políticas y la
estrategia q u e se debería seguir en Ita lia p ara q u e la clase obrera conquistara
la hegem onía. Com o consecuencia, G ram sci dedicó u n a buena p a rte de su
tiem po, sobre todo desde 1926, a pensar la hegem onía en ta n to fenóm eno p o­
lítico y las acciones que debería em pren der el “ p rín cip e m oderno” p ara la for­
m ación de u n a nueva “ v oluntad colectiva p opular-nacional” q u e condujera
a la expansión de la hegem onía de la clase o b rera italiana.
E n n in g ú n m om ento G ram sci dejó de p en sar en su o bjetivo de in sta u rar la
dic tad u ra del pro le taria d o en Ita lia ;9 sin em bargo, de h ab e r reducido su pen­
8 Pcrry Anderson en “Las antinomias de Antonio Gramsci”, Cuadernos Políticos, México.
era, julio-septiembre de 1977, hace un análisis del problema en otro sentido.
o Los escritos juveniles de Gramsci hacen frecuentes referencias a la necesidad de la dicta­
dura del proletariado. En las "Tesis de Lyon” el problema se plantea con mayor precisión.
LA HEGEMONÍA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 77

sam ien to a ese problem a, en n ada h ab ría avanzado con respecto al d esarrollo
d el análisis m arxista hasta Lenin, n i tam poco h a b ría co n trib u id o a la tradición
de lucha de la clase o b rera italian a. U n a d e sus aportaciones fue la am pliación
del concepto de hegem onía, su ubicación en la teoría del estado y su inclusión
en u n a estrategia para la im plan tació n de la d ic tad u ra p ro le taria . E n suma,
m ien tras L cnin analizó concretam ente el proceso d e expansión de la hegem o­
n ía de la clase obrera rusa, Gram sci, p o r su parte, orie n tó su pensam iento a la
necesidad de estu d iar la viab ilidad de la construcción de la hegem onía, do nd e
el p a rtid o te n d ría la responsabilidad d e co nstru irla m ed ian te el desarrollo de
u n a nu ev a “ v o lu n tad colectiva".
E n los escritos an teriores a 1926 —año d e su encarcelam iento— G ram sci em ­
pleó el concepto de hegem onía sólo en el sentido de la constitución del p ro le­
ta riad o italian o en estado, p ara más ad e lan te darle extensión en térm inos del
d esarrollo d e las funciones dirigentes y dom inantes. Ya en el conocido texto
A lgu n os temas sobre la cuestión m eridional m enciona q u e la creación dc un
sistema d e alianzas es lo q u e p erm ite al pro le taria d o “convertirse en clase d iri­
gente y d o m in an te ", relacion an do su idea con el concepto de dic tad u ra del
p ro le taria d o .10
En los escritos de la cárcel G ram sci realiza la am pliación del concepto al
estu d iarlo com o u n a cuestión in h e ren te a las dom inaciones de clase; o sea su­
p era la reflexión referida exclusivam ente al pro le taria d o p ara abarcar el fenó­
m eno de la dom inación política en general.
P ara el caso baste retrotraerse al frecu en tad o texto de E l R iso rg im ento, d o n ­
de al analizar el desarrollo p olítico d e la burguesía italian a con referencia
a la actuación política de los jacobinos en la Revolución francesa, utiliza el
concepto de hegem onía en térm inos de dirigencia y dom inio, e n ta n to diná-
m ica p ro p ia de la actuación política d e la burguesía italian a. D c esta m an era
G ram sci concluye u n "criterio m etodológico" p a ra la ciencia p o lític a en el
sentido de q u e "la suprem acía de un g ru p o social se m anifiesta d c dos modos,
com o dom inio y como ‘dirección m oral e in telectu al' ",n relacio nand o am bas
funciones com o elem entos q u e in teg ran toda actividad política de tip o hege­
m ónica.
E n el mism o texto, G ramsci define la función d irig en te com o la capacidad
q u e tiene u n a clase q u e pretenda ser hegem ónica de “ arm on izar sus intereses
y aspiraciones con los intereses y aspiraciones de los otros grupos"; la concep-
tualiza la im posición de los intereses de u n a clase sobre las dem ás.12 Desde
esta perspectiva, al igual q ue Lenin, G ram sci tien e m uy presente la política de
alianzas com o un im perativo en la conform ación hegem ónica de un a clase
social. E n los textos publicados com o N otas sobre M aquiavelo señala q u e "la
hegem onía p resupone indu d ab lem en te q u e se tienen en cuenta los intereses
Para el cato conviene recordar el texto “Sobre cuestión meridional", donde se dice: "lo*
comunistas turineies se plantearon concretamente la cuestión de la ‘hegemonía del proleta­
riado*, o sea de la base social dc la dictadura proletaria y del estado obrero", en Maria-An-
tonietta Macciocchi, Gramsci y la Revolución de occidente, México. Siglo XXI. 1975, apén­
dice, p. 292.
10 Ibid.
11 Antonio Gramsci, El Risorgimento, Argentina, Granica. 1974, p. 96.
i* Ibid., p. 140.

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RAFAEL LO YOLA DÍAZ/CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegem onía, q u e se
form e u n cierto eq u ilib rio de com promisos, es decir que el g ru p o dirig ente
haga sacrificios de o rd en económ ico-corporativo, p ero es tam bién in du dable
q u e tales sacrificios y tal com prom iso n o p ueden concernir en lo esencial, ya
q u e si la hegem onía es ético-política n o pu ede d e ja r de ser tam b ién econó­
m ica, n o puede menos q u e estar basada en la función decisiva q u e el gru po
d irigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económ ica”.1*
Por lo tanto , la política d e alianzas constituye u n elem ento central del desa­
rro llo dc toda clase hacia su posición hegem ónica. E n la Revolución rusa Lenin
observa y estim ula esa capacidad de la clase obrera dirig id a po r el p artid o
bolchevique; en G ram sci es u n señalam iento de las acciones políticas q ue
deberá cu b rir el pro letariad o italian o b ajo la dirección del P artid o C om unista
Italian o . M ientras q u e en el prim ero se destaca la m orfología de la hegemo­
n ía del proletariado, p ara éste constituye u n a aportación p ara el análisis polí­
tico y un proyecto para la clase ob rera italiana.
El concepto es enriquecido por G ram sci con otros dos elem entos. El p rim ero,
vinculado a la dirigencia, se refiere al "consenso", entend iend o po r éste la
capacidad de persu ad ir a los "dirigidos” sobre la viabilidad del proyecto his­
tórico de la clase dirigente. El segundo es el de la dom inación q u e se m anifiesta
por la “coerción", p o r la fuerza.14 N o es ocioso insistir en q u e p ara G ram sci
la hegem onía funciona cuando predom ina la dirigencia sobre el dom inio, el
consenso sobre la coerción. C uan d o sucede lo co n trario se ejerce u n a “d ic ta­
d u ra sin hegem onía", es decir u n a clase con stitu id a en estado pero sin hege­
m onía, sin capacidad de d irig ir.15
El segundo elem ento se refiere a la capacidad d e “a n u d a r” las exigencias
nacionales con las internacionales. G ram sci d esarrolla esta idea a p a rtir d e la
R evolución rusa, donde los bolcheviques tuvieron la capacidad de com binar
las exigencias de su revolución nacional con los m arcos de la lucha in ter­
nacion al.1*
El concepto de hegem onía en G ramsci n o sólo se m antiene al nivel del an á­
lisis político; en ten d erlo así es lim itar y p arcializar su concepción. P o r el con-
trario. alcanza su m áxim a expresión en el terreno de la lucha política y en su
ubicación en u n a estrategia p ara la im plantació n del estado proletario. En
este sentido, el concepto tiene u n a conexión estrecha con el d e “g u erra de
posiciones” y con las funciones del p artid o. E n la m edida en q u e su preocupa­
ción cen tral es la revolución, le in q u ieta, sin sustraerse a la exp eriencia leni­
nista, d esarrollar la hegem onía d el p roletariad o. Pero este d esarrollo no surge
por un im pulso espontaneísta de las masas; su po sibilidad se ubica en la for­
m ación del "p rín c ip e m oderno", del p artido , en cu a n to organism o responsable
d e im pulsar la hegem onía.

13 A ntonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno,
México, J u a n Pablos, 1975. p . 55.
«« Ibid.
13 A ntonio Gramsci, El Risorgimento, cit., p . 140.
>0 A ntonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo. . . , cit., p . 148.

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LA HEGEMONÍA COMO EJERCICIO DE LA DOMINACIÓN 79

III

E l concepto de hegem onía en la acepción final q ue le confiere G ram sci puede


ser presen tad o como u n a contrib ución valiosa p ara la reflexión d e la dom ina­
ción p olítica en A m érica L a tin a y p articu larm en te en el caso de M éxico.
P ara M éxico el pro b lem a dc las form as q u e asume la dom inación p olítica
reviste dificultades q ue en co n trarían su explicación en la m anera como están
constituidas las d istin tas fuerzas económicas q u e d an v ida al d esarrollo del
cap ital. E n esencia, el desarrollo económ ico del país está centralizado en las
em presas estatales y en las corporaciones económicas extranjeras, fu n d am en ­
talm en te norteam ericanas. A esta situación se agrega el m arcado auto ritarism o
del funcion am iento estatal, cualid ad q u e se m anifiesta frecuentem ente en la
solución de aquellos conflictos con las clases populares en cu a n to ate n ta n con­
tra la legitim idad y la au to rid ad estatal.
En tal circunstancia, se encu en tran a m enudo análisis en los q ue se divorcia
al estado m exicano de las clases d om inantes; se cuestiona incluso la existencia
d e u n a burguesía n ativ a y, otras veces, se d u d a de la capacidad dirig ente del
p ro p io estado p o r sus constantes expresiones autoritarias, en ocasiones de tip o
represivo.
L a relevancia del concepto de hegem onía en térm inos de dirigencia-consenso
p lan tea la contradicción sobre la capacidad d irigen te d e la burguesía m exicana
—sin im p o rtar la procedencia de la inversión—, en v irtu d d e q ue a pesar del
a u to ritarism o estatal resulta discutible q u e la dom inación p olítica sólo se fu n ­
d am ente en la coerción. L a existencia d e un régim en de p a rtid o único, donde
las capas m ayoritarias de la población se hacen presentes: en un a política con
“ju sticia social” q u e sólo inco rp oraría aquellas reivindicaciones po pulares fu n­
cionales a la am pliación de un m ercado in tern o —las más lim itadas, d iría
G ram sci—, serían los mecanism os consensúales más aparentes. Éstos, aunados
a u n a política dc control vía una supuesta alianza del estado con las organiza­
ciones obreras y cam pesinas, llevarían necesariam ente al reconocim iento de la
capacidad d irigente de la clase dom inante.
El problem a se com plejiza con el increm ento dc la participación d e la clase
d o m in an te en los organism os q u e integ ran la “sociedad civil’’, tales com o la
escuela, los m edios d e inform ación, las asociaciones culturales, etc., qu e refor­
zarían su dirigencia, encub riendo su carácter de clase dom inante.
El p roblem a se enriquece con la reflexión gram sciana a propósito de los
“ intelectuales orgánicos”, agentes ejecutores de la dom inación y la dirigencia.
E n este sentido se po dría pensar q u e la Revolución m exicana generó, en tre
otras cosas, un nuevo tip o de dirigentes políticos caracterizados en sus prim e­
ros años com o populistas, p ara dc ah í p asar a convertirse en tecnócratas espe­
cializados en las distintas ram as del ejercicio d e la dom inación política y de la
conducción económ ica (organizadores em p resariales).
C om o vertiente p ara la con tin u id ad del análisis político, se pu ede concretar
la validez de la utilización del concepto de hegem onía en varias propuestas
analíticas y prem isas q u e deben ser consideradas.
1] el enriquecim ien to del concepto de hegem onía, siguiendo a L enin y a
r.A iA ri l o y o i -a d ía z / c a r i .o s M a r t ín e z asaad

Gram sci, sólo p o d ría ser posible a p a rtir del estudio d e las situaciones con­
cretas, lo q u e p erm itiría develar el verdadero carácter del estado y las diversas
expresiones q ue asum e la dom inación.
2] el análisis debe contem plar la relación q u e m antiene la burguesía o rg an i­
zada estatalm cnte con las clases subalternas, en cuanto a su capacidad para in ­
co rp o rar las dem andas populares en función de sus intereses históricos, lo que
le d aría la calidad d e hegem ónica, o si po r el co n trario sólo se m an tien e como
dom inante.
3] el uso d el concepto dc hegem onía rep lan tea ría sin d u d a el análisis del
estado, q u e siem pre representaría la d ic ta d u ra de u n a clase. Es im posible, por
ta n to , desvincular al estado de la burguesía p ara el conocim iento de las socie­
dades latinoam ericanas, con el fin de ev itar falsas opciones q u e lleven al fra­
caso a los in tento s liberadores del pro letariad o. Del conocim iento exacto del
estado y d e sus prácticas d e dom inación depende el éxito de la revolución y el
proyecto d e hcgemoneización-consolidación d e u n a nueva sociedad.
4] d ebe evitarse q u e el concepto sea reclam ado desde posiciones q u e se dicen
m arxistas p ero q u e niegan el fu nd am en to de las posibilidades organizativas
d e la clase obrera; es decir q u e rechazan el p a rtid o en ta n to organism o nece­
sario p ara " ed u c ar'' políticam ente a la clase, form ar sus "intelectuales orgán i­
cos" y d elin ear u n a p olítica que posibilite sus aspiraciones hegcmónicas.
P o r últim o, a la cuestión general d el estudio de la hegem onía valdría la
pena agregar q u e ta n to en L e n in com o en G ram sci las altern ativ as se d ieron
en relación directa con la d inám ica de las luchas en las cuales p articip aron .
H icieron de la teoría y d e la práctica p olítica u na sola u n id ad . En el m om ento
actual am bos niveles tien d en a separarse. La teoría p retend e im portarse del
viejo continente, cuando los vientos del cam bio proceden de otras latitudest.
Los ú ltim os tiem pos de A m érica L a tin a h an sido los del dram a d e la búsqueda
de u n a alternativa. Si los años sesenta fueron m arcados po r la Revolución
cubana, los más recientes se identificaron con el sueño de la U n id ad P opular.
La R evolución nicaragüense hereda estas experiencias y en su ju icio crítico
reside u n fu tu ro q u e se vislum bra más halagüeño.

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A P A R A T O D E E STA D O Y FO R M A D E ES T A D O '

NORBERT LECH N ER

Zusammcnfassung dcr bürgerlichcn Gesellschaít unter der Form


des Staats [Síntesis de la sociedad civil bajo la forma de estado]
MARX (1857)

I. ESTRATEGIA DE PODER Y ESTRATEGIA DE ORDEN

P rop ong o pensar las altern ativ as políticas en A m érica L atin a p artien d o del
siguiente supuesto: los p artido s de izquierda, al m enos en C hile, tienen más
bien una estrategia de poder q u e u n a estrategia d e orden.
U na estrategia de p o d er consiste en llevar la lucha p o r la organización de la
sociedad en u n p la n o corporativo com o defensa de intereses particulares. El
dilem a de la izquierda chilena es q u e su fuerza —la fuerza d c u n m ovim iento
p o p u la r con larga experiencia de organización y lucha— sea a la vez su d eb ili­
d ad : u n a lim itación corporativista a la defensa de la clase o brera. Se tra ta de
u n ejem plo del reduccionism o de clase, señalado p o r L aclau,1 q u e hace d e los
procesos políticos e ideológicos meros epifenóm enos de la estru ctura económ i­
ca. T o m a n d o a las clases com o "sujetos históricos” preconstituidos (con sus
"correspondientes” posiciones políticas e ideológicas) se llega a u n a visión
instru m en talista del estado; el estado es identificado con el gobierno al servi­
cio d e u n a clase y la lucha d e p o d er con el control d e la m a q u in aria estatal.
La política no es entonces m ás que ac u m u lar fuerzas (o cu par posiciones, con­
tro la r procesos, am p lia r cuotas de poder) p ara fin alm en te p asar al asalto y la
conquista d el estado-gobierno.
Así com o desde la oposición se p la n tean reivindicaciones fren te a l estado,
así se p la n tea la fu tu ra organización social a p a rtir del estado. E n am bos casos,
las izquierdas vislum bran solam ente el aspecto más tang ib le del estado —el
a p a ra to organizacional— y tienden a m edir la revolución po r la destrucción de
ese ap arato . Dc hecho, sin em bargo, au n allí d o n d e exccpcionalm ente se des­
truy ó el viejo a p a ra to estatal com o en C ub a y N icaragua, n o se p ud o n i se
p o d rá prescindir de u n a m aq u in aria burocrática. P or el co ntrario , ésta es for­
talecida y, en p arte, precisam ente po rq u e se concibe la transform ación social
com o u na actividad estatal. Se a b re entonces u n enorm e abism o en tre el nuevo
estado y a q u e lla vieja prom esa d e q u e el estado se extin gu e. El estado socia­
lista ya n o en c u en tra apoyo en la representación p arlam en taria, d eclarad a ob.
soleta p o r burguesa, ni puede legitim arse p o r lo q u e a toda luz n o ocurre: la
• Este trabajo forma parte dc una investigación mayor sobre el estado que llevó a cabo
gradas a una subvención del Sodal Sdence Research Council.
i Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista, México, Siglo XXI. 1978.

{81]

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82 NOKBFRT LFCHNFR

ex tinció n del estado. La u to p ía de u n estado p o r ex tinguirse se transform a en


u n a ideología justificatoria, que oculta la persistencia de relaciones je rá rq u i­
cas dc subordinación y som etim iento.
N o es ajena a esta situación la escasa preocupación de los partidos de izquier­
d a p o r la m ediación en tre la satisfacción de los intereses particulares y la reali­
zación d e un interés general. La crítica a la falsa generalidad h a conducido
a u n a negación de " lo generar*, im p idien do el desarrollo de u n a estrategia
d c orden. N o se tra ta a q u í de rastrea r la influencia de un m aterialism o banal,
el economicismo, en esa m u tilación del pensam iento m arxista. Sólo verifico
la despreocupación de las izquierdas p o r los fenóm enos de representación co­
lectiva, desdeñando toda referencia trascendente com o u n a alienación o sim ple
su|>erstición.
El exceso de "realp o litik ” ignora la fuerza de la “ idea de ord en". De hecho,
existe u n consentim iento im plícito acerca de algo así com o el “ bien com ún"
o el “ interés general". T a l referencia tácita siem pre se vuelve m anifiesta cuan,
d o surge u n conflicto sobre m aterias fundam entales, cuestionando la validez
del o rd en establecido. I-as derechas invocan entonces ya no la ley sino el "es­
p íritu de la ley". De m anera ilustrativa, recu erd o la justificación d ada p or un
general chileno: A llende fue derrocado n o p o r h ab e r q u eb rad o la legalidad
sino p or h aber aten tad o contra el espíritu de la constitución. ¿Q ué es aquel
“ espíritu de la constitución” ? Ya H obbes en su referencia al Leviatán como
“ Dios m o rtal" y Rousseau en su “ volonté générale" in tuyeron q u e las in stitu ­
ciones sociales son anim adas por u n espíritu. Existe u n " esp íritu de las insta­
laciones" com o existe u n "esp íritu dc las leyes”. E l co m p rob ar la opcrancia
d e tal "esp íritu ” m e lleva dc u n análisis d c los m ecanism os de norm alización
m ediante los cuales los regím enes m ilitares en el C ono S ur in stau ran un
orden, un o rd en fáctico, pero orden en fin,3 a u na indagación teórica acerca
de la constitución del orden. En esta perspectiva general se sitúa el presente
estudio sobre la form a dc estado.
Intro d uzco rápidam ente m i línea d e reflexión. Presum o q ue las estrategias
dc orden se fu n d an en com plejos procesos y resortes de poder; son las relacio­
nes de poder las q u e van secretando el orden. F o u c a u lta h a m ostrado bien los
mecanism os de poder m ediante los cuales se im pone un orden d e d iferen cia­
ción y jerarquización. E l o rd en es, desde luego, u n a estructu ra de distinciones.
Pero, p o r lo mism o, tam bién u n a form a de unidad . U n a sim ple “ m icrofísica
del p o d er” 4 tiende a d ilu ir lo q u e es justam ente su ob jeto de análisis p o r no
considerar la "m etafísica del o rd en ” ; es decir, su dependencia d e u na trascen­
dencia. En otras palabras: si en el análisis d e F oucault el p o d er tien de a d i­
luirse. ello n o se debe a la falta de u na determ inación clasista prefijada. Se
tra ta ju sta m en te dc la constitución po lítica de las clases y sus contradicciones.
P ara ev itar el reduccionism o dc clase, F o ucault tiene razón en 110 red u cir las
relaciones de p o d er a las relaciones económicas y en destacar, en cam bio, el
com plejo ám b ito de la "vid a co tid ian a”. Es éste u n lu gar privilegiado para

2 Norbcrt Lechner, “Poder y orden. La estrategia «le la minoría comusiente", en Ra-ista


Mexicana dc Sudo logia, núm. 1, 1978-
3 Mulle! Foucault, Vigilar y castigar, México. Siglo XXI. 1976.
* Michel Foucault, I.a mictofisica del poder, Madrid. La Piqueta. 1978.

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APARATO DF. ESTADO V FORMA DE ESTADO 83

estu d iar cómo los hom bres particulares se o bjetivan y, form ándose a sí mismos,
auto rrep ro d u cen la vida social en cuan to o rd en genérico. Sin em bargo, este
orden p e r a l, no es directamente transparente a l« hornees particulares, se
vislum bra sólo dc m anera m ediatizada a través dc la cristaliración del sentido
im plícito a las prácticas sociales. M i alusión a la "m etafísica del o rd en" quiere
llam ar la aten ción sobre " lo general” com o el referente trascendental de la
pu g na en tre intereses y valores particu lares y p roblem atizar esa trascendencia
com o p rod u cto social.
M etodológicam ente, el enfoque pone el acento sobre la sociedad en su to ta­
lidad; se tra ta de ab o rd ar la sociedad en cuanto sociedad a la vez dividida
y un ida. Interesa ta n to q u é y cómo se pro du ce la división d e la sociedad como
lo q u e cohesiona y resum e la convivencia social.
C om o hipótesis afirm o que el poder un ificad or d e la sociedad, generado po r
la mism a división social, es el estado. P ropongo d istin g u ir en tre a p a ra to dc
estado y form a de estado y considerar el estado qua form a com o el referente
fu n d an te de la convivencia social. R etom an do reflexiones antropológicas de
M arcel G auchet,5 supongo q u e toda sociedad d iv id id a objetiva y exterioriza
en un lugar fuera de ella el sentido de su práctica social y q ue es p or referencia
a ese lugar dc sentido —la form a “estado”— que la sociedad se reconoce y actúa
sobre sí mism a. Se tra ta pues d e analizar, “ más allá” del a p a ra to de estado,
aq uella dim ensión “físicam ente m etafísica" del estado p ara com prender la
constitución del orden p o r m edio de esc referente trascendental.
Lugo de esbozar la problem ática propuesta en su contexto p olítico y en su
perspectiva práctica, paso a s itu a r brevem ente m i indagación d en tro de la
presente discusión sobre G ramsci. R ecurro —no casualm ente— a M aquiavelo,
u n a de las fuentes d e la renovación gram sciana del análisis político.
C uan d o el cardenal de A mboise dice q u e los italianos n ad a en tien d en del
arte dc la guerra, M aquiavelo le responde q u e los franceses n o en tiend en nada
d e los negocios de estado (E l príncipe, cap. iii, fin a l) . Lo q u e q u ie re expresar
M aquiavelo con esta anécdota es q u e los resortes del po der (la gu erra) deben
estar al servicio del o rd en (el es ta d o ). Puede decirse qu e to d a la preocupación
de M aquiavelo gira en to rn o de este asunto. H ay q u e conocer los procesos y m e­
canismos del poder, pero n o com o u n “ arte p or el a rte ” sino p ara con struir
o defender un orden. Él reconoce en el orden ya n o una disposición divina
sino u n a em presa social. N o se com prendería lo novedoso de M aquiavelo si se
tom ara su tra tad o d e la política com o u n co n ju n to de “ reglas técnicas” sin
relacio narlo con la intención de fondo: la construcción de u n orden estatal en
Ita lia . P o r eso mism o, la alusión de M aquiavelo parece con trad ictoria, pues
ju stam en te los franceses dem ostraron saber cóm o se construye u n estado n a ­
cional. Así lo in terp reta Gramsci.® Sin em bargo, quizá el aforism o sea más qu e
un a dem ostración d e ingenio. L o q u e el florentino' puede h ab e r q uerido insi­
n u a r es q u e los franceses lograron co nstru ir u n ap arato centralizado de dom i­
nación (u n a p a ra to burocrático-m ilitar q ue conoce el arte de la guerra, o sea
la relación p u ra de poder), pero sin h a b e r en ten d id o la idea de orden y, po r

3 Marcel Gauchet, "La dette du sens ct les racines dc l'Élat", Libre 2.


« Antonio Gramsci, La política y el estado moderno, Barcelona, Península, 1971, p. 160.
84 NORBERT LCCHNER

consiguiente, procediendo en Ita lia con u n sim ple criterio p articularista. Es


decir, la m o narqu ía francesa h ab ría actu ad o al estilo de una “ intervención
g u b ern am en ta l" en lugar de crear un nuevo orden. O bservando el surgim ien­
to del estado m oderno y su independízación de los intereses dinásticos, o sea
vislum bran do la su stan tiv ad ó n del estado en u n sujeto d o ta d o d c v ida pro p ia
—la razón dc estado— M aquiavelo estaría refiriéndose a la no-constitución de
u n a form a dc estado.
Sea com o fuera la interpretación correcta del aforism o, encontram os ya en
M aquiavelo la confrontación de poder y orden y —hipótesis tentativ a— la a lu ­
sión a u na doble noción de estado: estatal y a p a ra to burocrático.
P o r lo dem ás, esta distinción n o es ajen a a G ramsci. La fam osa contraposi­
ción del estado en O rien te y en O ccidente no es solam ente u n a d istinción gco-
gráfico-cultural. D e hecho, alude a dos conceptos de estado, q u e coexisten en
am bas partes pero con diferente predom inio. En O rien te (URSS) p redom ina
el a p a ra to estatal, la intervención gu b ern am en tal; to do se espera d e y se realiza
p o r la m á quin a adm inistrativa centralizada. Ello da lugar a lo q ue hoy llam a­
mos “ estatism o”. En O ccidente, el a p a ra to de estado n o es más q u e u na trin ­
chera avanzada o bien —en térm inos m enos m ilitares— la personificación de
u n a in tan g ib le "id ea de estado’’. Predom ina el estado en cu anto rep resen ta­
ción sim bólica d e la sociedad q u e expresa d eterm inad a “civilización" y adecúa
el co m p ortam iento de los hom bres a ella.
E stu d ian d o la fuerza de esa "idea de estado” (lo q u e p o d ría denom inarse
Staatlichkeit en alem án o stateness en in g lés), en las sociedades capitalistas
desarrolladas G ram sci elabora el concepto de hegem onía. P o r hegem onía
G ram sci en tien d e describ ir y precisar ju stam en te esa transform ación de u n
p o d er p articu lar e n u n o rd en general. La hegem onía de u n g ru p o social, dice
G ramsci, se crea "p la n te a n d o todas las cuestiones en to rn o a las cuales hierve
la lucha n o sólo en el p la n o corporativo sino en u n plan o 'un iv ersal' ”.7 Para
pasar de un p la n o co rp orativ o a u n p la n o de g eneralidad el m ovim iento po­
p u la r req u iere un "esp íritu estatal” ; d ebe p en sar el proceso social (y su inser­
ción en él) com o u n a to talid ad y n o "desde u n a esq uina”. Es decir, d ebe ad q u i­
rir la conciencia d e responsabilidad p o r u n o rden du rable. Sólo cuando ésta
se haya transform ado en u n hecho masivo se d ejará de co n fu n d ir la política
con u n a gestión b urocrático-adm inistrativa. Es tal “espíritu e sta tal” (y no
alg ún tip o de ind ivid ualism o pro p u g n ad o p o r las derechas) lo q u e se opone
al estatism o.
¿Cómo se relacionan hegem onía y estado? N o se tra ta d e u n a “am pliació n”
del estado, agregando a los "ap arato s represivos” u n sin nú m ero de "ap arato s
hegem ónicos”. G ram sci insiste en los ap aratos com o la organización m aterial
d e la hegem onía. P ero el estado es más q ue la sim ple adición d e “ hegem o­
n ía -f- coerción”. El estado debe ser concebido com o educador, dice Gramsci:
" ta rea ed u cativa y form ativa del estado, cuyo fin es siem pre crear nuevos y
m ás altos tipos de civilización, ad ecu ar la civilización y la m o ralidad de las más
vastas masas pop ulares a las necesidades del desarrollo co n tin u o del ap arato
económ ico de producción y, p o r consiguiente, elaborar, físicam ente incluso,

t Ibid., p . US.

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APARATO DE ESTADO V FORMA DE ESTADO 85

nuevos tipos d e h u m a n id ad ”.8 P lantean do la cuestión del "h om b re colectivo”


o del "conform ism o social”, G ramsci va más allá dc la educación form al o del
d erecho positivo. E l estado educa, presiona, solicita, incita y castiga, o sea
adecúa las reglas prácticas d e conducta social a d eterm in ad o estado de desarro­
llo histórico, en ta n to q u e es L ey-fundam ento de las leyes. Es este m om ento
sin tetizador del estado com o representación colectiva (el estado ético) el q ue
recu pera G ram sci con tra u n a concepción instru m en talista del estado, basada
en el a p a ra to gubem ativo-coercitivo.
Por dos razones, sin em bargo, prefiero ab o rd ar el concepto de estado en
la o b ra de M arx. E n prim er lugar, p o rq u e ella sigue siendo el p rin c ip al cuer­
p o teórico d e los partidos de izquierda y, p o r lo mism o, debe ser incorporada
al d eb ate estratégico. En segundo lugar, po rqu e es en M arx d o n d e se encuen­
tra n las raíces dc la "estrategia d e p o d er” q u e luego d esarro llará L enin. Pero
M arx nos ofrece tam bién los elem entos para exp licar la form a d e estado y,
p o r ende, p ara elab o rar u n a "estrategia de orden".

II. E L CO N C EPTO DE ESTAÜO EN MARX

R ecap itu lo el p u n to de p artid a: presum o q u e "las izquierdas" (en C hile, pero


posiblem ente en toda A m érica L atina) tienen más bien u n a estrategia de poder
qu e u n a estrategia d e orden y q u e tal o rientación estratégica les dificulta
p la n te a r u n proyecto de sociedad altern ativa. D esarrollan su proyecto social
desde u n p u n to de vista corporativo y n o en un p la n o "u n iv ersal”. E n su
crítica a las falsas generalizaciones tienden a b o ta r al n iñ o ju n to al agua de la
tin a: n o p erciben q u e au n un proyecto dc clase (y to do proyecto social lo es)
h a dc tender a la construcción de u n ord en general. Se tra ta dc u n problem a
de hegem onía en cu a n to im plica la transform ación del p od er en orden. V i­
sualizo la form a d e estado com o un m om ento dc ese proceso d e tran sform a­
ción; es p o r m edio de la form a "estado” q u e el p o d er deviene orden.
F.1 estado es la form a b ajo la cual la sociedad se unifica y se representa a sí
mism a. Es necesario d istin g u ir esta form a de estado de su personificación en el
aparato de estado. P ropongo analizar el concepto d e estado en M arx conside­
ran d o esta distinción.
P ara M arx el estado no es sino una form a p articu lar de la producción social
y cae b ajo su ley general; es u n a objetivación d e la actividad hum ana. Los
productos en q u e se ob jetivan los hom bres bajo las condiciones capitalistas de
producción se sustantivan en sujetos ap aren tem en te autónom os. Según M arx,
el estado es u na alienación en cuanto p ro d u cto social escindido de (sin m edia­
ción tran sp aren te con) los p roductores concretos. E n lugar de d eterm in ar li­
brem ente su convivencia social, los hom bres se su b ord in an a u n p o d er ajeno
que, sin em bargo, ellos mismos crearon. ¿A q u é se debe esa inversión? T o d a la
o b ra de M arx está dedicada a ese problem a.

8 Ibid., p. 154.

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NO RBU T LECHNl.R

Ya en su p rim era crítica a H egel, M arx insinúa —p o r analogía con la religión—


u n posible enfoque del estado. El estado n o sólo está separado de la sociedad
civil, es u n a separación de la sociedad con respecto a sí mism a. N o es u n en g a­
ñ o óptico n i u n a abstracción m en tal; es u n a abstracción real.® Siendo u na
secreción de las mismas relaciones sociales, la form a d e gen eralidad del estado
sólo su p era la división en la sociedad del mism o m odo q u e la redención reli­
giosa su pera la m iseria del m un d o profano, es decir, reconociéndola y afirm án ­
d ola o tra vez. H ay q u e rev ertir pues este m u n d o invertido. La exigencia de ab an ­
d o n a r las ilusiones acerca d e u n estado de cosas es lo m ism o q u e exigir q u e se
ab an d o n e u n estado de cosas q u e necesitan ilusiones. Así, parafraseando a
M arx,10 la crítica del estado sería la crítica dc la división social q u e el estado
rodea d e u n halo de generalidad. Esta proposición m etodológica suele ser e n ­
ten did a com o q u e la crítica de la sociedad civil rem plazaría la crítica del esta­
do; el estudio de la llam ada “sobreestructura” sería un m ero d erivado de la
crítica de la econom ía política. P o r el contrario , pienso q u e el enfoque pro ­
puesto es otro. Así como “la religiosa es, p o r u na p arte, la expresión de la m i­
seria real y p o r la otra, la protesta con tra la miseria real" (ibid.) así la form a
de estado es a la vez afirm ación y negación d e la división de la sociedad. Es
decir, la crítica de la falsa generalidad im plica la an ticip ació n d e u n a genera­
lidad verdadera por hacer.
La crítica de M arx a la filosofía de H egel reconoce la trascendentalidad como
u n a actividad h u m an a: el estado es u n a form a de gen eralidad necesaria por
la división de la sociedad (la lucha de clases), pero sólo puede actu ar como
sentido legitim ador en ta n to prescinde de esa división concreta. Esta genera­
lid ad es u na abstracción real: “la abstracción de la sociedad civil d e sí misma,
d e su condición re a l".11 Es la sustantivación del po der social com o fetiche. Pero
al reconocer en la idea hegeliana d e estado u n a abstracción real, se tiend e a
b o rrar la diferencia en tre las in stitucions de d om inación y su form a subjeti-
vada. El concepto de estado n o m bra a la vez el " a p a ra to de estado" y la “ for­
m a de estado”. P o r u n a parte, el estado es algo tang ib le y visible; p o r la otra,
aparece com o interp elación ideológica, u n a construcción lógica o u n sentido
valórico; en fin , com o algo intang ib le. ¿Q u é es ese algo "físicam ente metafí-
sico” q u e n o serla ni gobierno n i u n a abstracción conceptual?

111. UN DOBLE C ON CEPTO DE ESTADO EN MARX

Proponem os d istin g u ir dos conceptos de estado en M arx: la form a de estado


y el estado-gobierno o a p a ra to estatal. A m bas conceptualizacioncs se encuen­
tra n ya insinuadas —y confun didas— en L a cuestión jud ia . P or u n lado, M arx
a n u d a con la distinción hegeliana de sociedad civil y estado. El estado modei-
® Ludo Colletti, La cuestión de Stalin y otros escritos, Barcelona, Anagrama, 1977, pp.
121 y ss.
10 Karl Marx, Los anales franco-aletnanes, Barcelona, Martínez Roca, 1970, p. 102.
11 Karl Marx, Critica de la filosofía del estado de Hegel, México, Grijalbo, p. 142.

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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO 87

no se libera d c la sociedad y a la vez lib era a la sociedad. Es decir, prescinde


dc las divisiones reales de la sociedad y sim ultán eam ente las p resupone com o
su prem isa n atu ral. Sólo asi, dice M arx, "p o r encim a de los elem entos especia­
les, se constituye el estado com o generalid ad ”.’2 El estado existe en cu an to dis­
tin ció n y diferencia plan teada por la sociedad civil. P or el o tro lado, M arx se
refiere a " la revolución política que derrocó ese pod er señorial (particular)
y elevó los asuntos del estado a asuntos del p ueb lo y q ue constituyó el estado
com o asu n to general".1* A q u í se tra ta del a p a ra to estatal m od ern o e n cuanto
institución p ú b lica contrapu esta a la organización p rivada d el estado absolu­
tista. El gobierno ya n o es un asu n to personal del m onarca sino u n asun to
general de los ciudadanos.
La d istinción q u e pensam os po der d etecta r en la cuestión ju d ía sugiere u n
do b le enfoque del estado p o r p a rte de M arx: un en foq ue lógico-conceptual
d e la escisión dc la sociedad en estado político y sociedad civil, y u n enfo qu e
h istórico sobre el desarrollo del estado m oderno y su posición en el in terio r
dc la lucha d c clases. E n el p rim er caso, el interés es po r la form a del estado
en cu a n to escisión de la sociedad generada p o r la división en la sociedad. 1.a
p reg u n ta subyacente es: ¿a q u é se debe q u e la sociedad tom e la form a de esta­
do? Por form a no entendem os la form a organizativa o el régim en político del
estado sino u n a form a de aparición social. ¿Cómo se constituye la form a
"estad o ”?
E xistió "estado” en las sociedades tradicionales, en la C hin a y la R om a clá­
sica, en la época feudal, y existe en las sociedades capitalistas. E nfrentam os
a q u í u n a d e las problem áticas existentes en la o b ra de M arx —la relación de
teoría c histo ria. Su interés teórico es la sociedad burguesa, p ero ésta se consti­
tuye históricam ente. Busca reconstruir lógicam ente la estru c tu ra in te rn a del
capitalism o, siendo las categorías lógicas, a su vez, productos históricos. Hay
fenóm enos com unes a todas las sociedades y a todas las épocas, p ero sólo es
relevante la forma que ad qu ieren con el capitalism o. Lo qu e distin gu e u n a
época d e o tra n o es lo qu e se produce, sino cóm o se produce. Con respecto al
estado, la preg u n ta es pues p o r lo específico del estado burgués. A nalizar lo
q u e diferencia al estado burgués es indis¡>ensable p ara u n a reflexión sobre el
estado fu tu ro , pues nos pu ed e in fo rm ar acerca d e lo q u e se pu ede esperar dc
la superación del capitalism o. M arx oscila en tre dos posiciones: análisis dc la
sociedad ca pitalista y análisis de toda sociedad. T a l oscilación pareciera estar
vinculada a su d istinción d e esencia y form a dc ap arició n .14 ,;Se tra ta de u na
esencia ontológica, in m u tab le en el tiem po histórico, con distintas form as de
aparecer, o se transform a la esencia ju n to con su form a dc aparición? E n otras
palabras: ¿hay algo así com o "el estado" q u e sólo con el capitalism o aparece
com o tal, o el capitalism o hace efectivam ente y p o r p rim era vez al estado?
D ejam os p lanteado el problem a y pasam os a considerar el segundo caso.
M arx enfoca p rim o id ia lm e n te la actividad del estado: ¿qué hace el estado
en la lucha d c clases? El interés ap u n ta a la constitución y las funciones dc un
"acto r". P o r estado se en tien de —según la concepción usual— el a p a ra to del
12 Karl Marx. Los anales franco-alemanes, cit., p. 232.
i» Ibid.. p. 247.
M C. Castoriadis, Les carrefours du labyrinlhe. París, Seuil, 1978, p. 265.

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estado o gobierno. El análisis histórico se refiere al proceso d e concentración


y centralización del p od er en el a p a ra to estatal y las diversas funciones que
cum ple el go bierno al servicio del proceso económico.

IV . SOBRE E L ESTADO-GOBIERNO

La m ayoría d c las veces, M arx se refiere al estado en cuanto a p a ra to de gobierno.


El estado-gobierno es determ in ad o po r su origen histórico, p o r su carácter de
clase y su au to n o m ía relativa.15 En cada u n o de estos pu n to s es cen tral la con­
tradicción social en tre los intereses particulares y la form a de generalidad.
El origen histórico del estado es situado en la división del tra b ajo y la con­
siguiente contradicción en tre el interés del ind iv id uo y el interés com ún de
todos los individuos. P or m edio de esta contradicción, el interés com ún cobra
u na form a pro p ia e in dependiente com o estado. M arx distin gu e en tre intereses
realm en te com unes e intereses ilusoriam ente generales. P or un lado, existe u n
in terés com ún, n o ta n sólo e n la idea, sino en la realidad q u e se p resenta an te
to d o com o relación de m u tu a depen den cia de los individuos com o consecuen­
cia de la división del trabajo. P o r o tra p arte, el estado es la form a bajo la cual
los individuos de u n a clase d o m in an te hacen valer sus intereses com unes en
cu a n to clase y los haccn valer fren te a las dem ás clases com o algo ajeno c in d e­
p en d ien te, com o u n interés general.
A u n q u e M arx n o ofrezca u n a distinción clara, podem os sup on er la siguien­
te relación. Los intereses com unes son an te tod o los intereses q u e tiene en co­
m ú n u n a clase. En cuanto esta clase proclam a sus intereses com unes com o
válidos y vigentes p ara todos, transform a su interés p articu lar e n “ un interés
general ilusorio b ajo la form a de estado”.16 T a l transform ación es propia
a toda relación de dom inación. C u alq u ier clase q u e asp ira a la dom inación
está obligada a p resen tar su interés p ro p io com o el interés general, a im prim ir
a su concepción la form a de lo general. La dom inación se legitim a p o r m edio
del reconocim iento de d eterm in ad o orden je rárq u ico com o siendo u n orden
en el interés dc todos: u n a com unidad. La den un cia d e este interés general
com o u n a “com unid ad ilu soria” se basa en el an tagonism o de intereses. E n la
convivencia social se constituyen diferentes intereses, opuestos en tre sí. T a l
oposición, sin em bargo, constituye a la vez u n a unidad. El proceso social supone
u n a u tilid a d contrad ictoria, d e n tro d e la cual se desenvuelven los conflictos.
En este sentido, tam bién existe u n interés realm ente com ún, basado en esa
u n id a d social q u e m an tien e ju n ta s a las fuerzas centrífugas. A él alu d e M arx
com o la cooperación y la dependencia recíproca d e los individuos en tre sí a
raíz de la división del trabajo . Se tra ta de u n a u n id a d d iferente a la u nifica­
ción q u e im pone la dom inación. T o d a dom inación realiza u n a unificación
del cu erpo social en cu an to constitución de u n ord en político. T a l unificación

15 Lclio Ba&so. Geuellschaftsjormation und Staatsform. Frankfurt, Stihrkampf. 1975.


Karl Marx. La ideología alemana, Montevideo. Pueblos Unidos, 1958. p. 36.

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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO 89

u o rdenam ien to político se levanta sobre el desarrollo de u n a interdependencia


funcional. H oy no reduciríam os esta socialización fáctica al solo efecto de la
división del trabajo. Pero, p or aho ra, nos basta reten er d el análisis dc M arx,
q u e si b ien es la sociedad civil la q u e produce al estado, éste a su vez u n e a la
sociedad dividida. El estado —m ás precisam ente la form a de estado— es la
reu n ió n p olítica de la sociedad dividida. En este caso, la gen eralidad n o es la
ap ariencia q u e tom a u n interés p articu lar sino u n a g en eralidad real q ue, si­
m ultán eam ente, afirm a y niega la división social. Volverem os sobre esto
más adelante.
A q u í ya debem os destacar nuevam ente la problem ática relación en tre teoría
e historia. La interp retación del fenóm eno estatal q ue ofrece M arx en La ideo­
logía alem ana se refiere por igual a tod o estado. En n in g u n a sociedad el inte­
rés p articu lar dc los individuos coincide con su interés general y, po r tan to ,
toda clase tiend e a co nq uistar el poder para presen tar su interés com ún como
el interés general bajo la form a de estado. Lo específico del estado burgués
rad icaría, según L a ideología alem ana, en la aparición de la pro pied ad priva­
da. 1.a propied ad privada de los m edios de producción, alim entándose de u na
libre fuerza de tra b a jo asalariada, ya no req uiere form as de explotación extra-
económ ica. El capital genera p o r m edio del tra b ajo u n a am plia socialización,
d e m anera q u e el estado se separa del proceso económ ico y cobra “ una exis­
tencia especial ju n to a la sociedad civil y al m argen de e lla ”.17 E l estado se
a p a rta de la sociedad sin d e ja r dc estar pegado a ella. L a form ulación m uy
plástica de M arx tra ta de d a r cuenta de la escisión d el estado d c y su perte­
nencia orgánica a la sociedad civil. Sin em bargo, n o nos explica p o r q u é tal
sociedad liberada de las ataduras religioso-políticas del feudalism o, a ú n re­
qu ie re d e u n estado. M arx nos m uestra rep etid am en te los principios abstractos
del estado m oderno —liberté, égalité, fraternité— arraigados en los principios
concretos de la circulación y del cam bio d e m ercancías; pero no argum enta
p o r qué estos principios —q u e no son proyecciones ideológicas— cobran u na
existencia especial p o r separado. Es decir, M arx no ab o rd a la constitución
dc la form a burguesa del estado.
Posteriorm ente a La ideología alem ana (1845-1846), M arx se refiere al esta­
d o casi exclusivam ente como gobierno de la clase burguesa. U na vez situado
lógicam ente en la d enom inada sobreestructura jurídico-política q u e se levanta
sobre la estru ctu ra económ ica de la sociedad (“ Prólogo” de 1859), el estado
ya n o es o b je to d e un análisis teórico. Salvo escasas alusiones en la crítica del
capital, el estado es ab ordado solam ente en la perspectiva más concreta de una
revolución dc la dom inación burguesa. Esta línea de in terp retación histórico-
política es in augurada en el M a nifiesto com unista : ‘‘el gobierno del estado
m od erno no es más q u e la ju n ta q u e adm in istra los negocios com unes d e toda
la clase burguesa”.18 Esta definición clásica d eterm in a al estado en cuanto
p o d er d e clase y en cu a n to m á quina gu bernam ental.
C on respecto al poder de clase, el acento está puesto en los negocios com unes
respecto a toda la burguesía. E l gobierno es pues au tónom o frente a las diver-
ibid., p . 72.
l* Karl Marx, iManifiesto comunista, en Marx-Engds, Obras escogidas, Moscú. Progreso.
1973, t. i, p. 35.

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sas fracciones burguesas y sus intereses particulares. Es el represen tan te del


interés com ún de la burguesía en su co njun to . Y siendo la burguesía la clase
d o m in an te q u e proclam a su interés como interés general de todos, el gobierno
aparece como el representante oficial de toda la sociedad. R especto al a p a ra to
del estado, el estudio dc la revolución tra ta de actores. En cu a n to “ acto r” y
“ actividad” el estado es el gobierno. El estado-gobierno es visto com o la " m á­
q u in a de guerra*’ del capital contra el trabajo. De ah í la visión instrum enta-
lista del estado com o sim ple órgano ejecu tor de la burguesía.
La concepción del estado como po der dc clase se basa en su “auton om ía re­
lativa". ¿A utonom ía de quién? A utonom ía frente a las distin tas fracciones del
cap ital en com petencia. ¿Q uién es p o rta d o r de la autonom ía? Si “el estado
parece h aber ad q u irid o una com pleta au to n o m ía”, dice M arx en su análisis
del estado francés, m odelo del estado m oderno, tal auton om ía se refiere a la
c o n tin u a centralización dc la m á qu in a del estado.19 T a n to E l 18 B m m a rio
como La guerra civil en Francia enfatizan la am pliación y el perfeccionam iento
del a p a ra to estatal desde los tiem pos d e la m o narqu ía absoluta. T ie n e lugar
un proceso de concentración y centralización ad m in istrativ a qu e p erm ite al
gob iern o usu rp ar la representación del interés general. A través de u n largo
desarrollo histórico el estado-gobierno sustrae los intereses com unes de la so­
ciedad y los asum e como interés general con trap uesto a la sociedad. M ediante
este proceso de usurpación, sim ultáneo a los cam bios económicos, el estado*
gobierno va a d q u irien d o “el carácter de pod er n acion al del capital sobre el
trabajo, de fuerza pública organizada p ara la esclavización social, dc m áquina
dc despotism o de clase”.20
Pareciera ex istir un dob le proceso dc generalización ilusoria. En el prim er
caso el interés general es el interés com ún de toda la burguesía, y en el segundo,
el interés p articu lar del a p a ra to burocrático. ¿Cómo se vinculan am bos proce­
sos? A través de la dependencia fun dam ental del estado con respecto a su base
económica. Veamos la interp retació n predo m inan te: el d esarrollo del capital
define el m arco de acción del estado (gobierno); éste debe velar p or las condi*
ciones generales dc la producción capitalista. Sobre esta dejiendcncia estru ctu ral
(base económica-estado) se levanta la dependencia clasista (burguesía-estado).
De ah í q u e la usurpación del interés general por parte del a p a ra to de estado
con espo n de a la proclam ación del interés com ún de la burguesía com o interés
general.
Si pese a ser ilusoria la representación del interés general aparece verosím il,
ello se debe a q u e el estado es garante del capital en cu a n to u n a relación social:
p or un lado, el capitalista, p o r el o tro, el o brero asalariado. El capital n o es
una cosa m aterial sino u na relación social de producción, y la función del esta-
do es asegurar y desarrollar esta relación capitalista de producción. L a acción
del estado abarca p o r lo ta n to am bos exponentes de la relación: la burguesía
v el pro letariado . De ah í el dualism o del estado burgués: u n po der de clase
en cu bierto p o r u na apariencia de n atu ralid ad . En ta n to q u e burguesía y pro­
letariad o se en fren tan en la esfera dc la d istribución y el cam bio, do nd e rige

10 Karl Marx. OUras escogidas, cit., t. i, p. 170.


20 Ibid., t. i, p. 296.

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APARATO DF. ESTADO V FORMA DE ESTADO 91

el p rin c ip io de la equivalencia, el estado aparece com o el ám b ito de los


derechos hum anos y p o r encim a dc la división de clases. T o d o s com piten en
igualdad de condiciones en un "m ercado p olítico ”. P ero en ta n to q u e burg ue­
sía y p ro le taria d o se en fren tan en la esfera de la producción, do n d e rein a la
explotación, el estado es el g aran te de la producción de plusvalor. Ésta sería
la base real del estado capitalista.
Si el estado es el g aran te d el capital, ¿por q u é reivindicar fren te a él la
defensa del trabajo? ¿Por qué el p ro letariad o lucha po r “arrancar, com o clase,
u n a ley del estado”?21 El objetivo político inm ediato del m ovim iento obrero,
escribe M arx a Boltc22 es o b ten er satisfacción de sus intereses en form a gene­
ral, es dccir, en form a q u e sea com pulsiva para toda la sociedad. Insistiendo
en u n a legislación sobre la jo rn a d a de trabajo, M arx reivindica pues u n tip o
de gen eralidad au n en el m arco del estado burgués.
H istóricam ente, en In g laterra, la ya an tig u a intervención gub ernam ental en
el control sobre los salarios y la m ovilidad d e la fuerza d c trab ajo n o es una
función capitalista pura. La legislación del estado absolutista sirve ta n to al
capitalism o ascendente com o a co n trarrestar sus efectos, buscando un a estabili­
zación social. L a intervención económ ica está al servicio d e u n a política de
po der y sus correspondientes alianzas. C u and o en el siglo x vm se im pone el
m ercado como instancia reguladora de los salarios, son los obreros los q u e bus­
can volver a la regulación ad m in istrativa d e las condiciones de trab ajo. El
objetivo ta n to de la vieja “ poor law ” com o d c la posterio r p olítica laboral,
q u e M arx estudia detallad am ente, n o es ta n to ofrecer u n a fuerza de tra b ajo
b arata a la acum ulación de capital com o el control p olítico dc las masas des­
plazadas y pauperizadas. Se tra ta de asegurarles u n m ínim o nivel d e subsis­
tencia y, au n q u e el nivel d c tales “necesidades básicas” depen da, desde luego,
de las necesidades del capital, la acción estatal se opone de hecho a la expansión
n a tu ra l del capital. Incluso d u ra n te el pleno auge del capitalism o inglés en
el siglo x ix (e incluso hoy día, suponem os) las reivindicaciones obreras p o r
u n a intervención estatal n o sólo son dem andas sindicales sino reivindicaciones
p o r lo q u e estim an ser derechos ciudadanos tradicionales. A rran car al estado
u n a legislación laboral significa pues defender un derecho ad qu irido .
Este desarrollo da lugar al reform ism o laborista inglés. P ero tam bién nos
ind ica q u e la acción estatal pod ría respo nd er más a u n a “ lógica” p olítica qu e
a u n a económ ica. El m ism o M arx n o aclara teóricam ente la relación en tre
lucha política y contradicción económica. ¿Cómo se articu la la lucha contra el
estado com o u n interés general ilusorio con la lucha po r u n a ley d e estado q u e
dé a los intereses obreros una form a com pulsiva para toda la sociedad? H abría
q u e estu d iar si la política no es u n a “ relación social d e p o d er” d iferente a la
“relación social de producción”.
M arx tien de a red u cir el conflicto político a u n antagonism o económico.
En La ideología alem ana, p o r ejem plo, afirm a qu e “ todas las colisiones d e la
historia nacen [ ...] de la contradicción en tre las fuerzas productivas y la
form a de intercam bio". Y esta contradicción “ tenía que traducirse necesaria­

21 Karl Marx, El capital, México. Siglo XXI, 1977, t. i, vol. 1, p. 364.


22 Karl Marx, Obras escogidas, cit., t. i, p. 708.
KORBERT LECHNER

m ente, cada vez que eso ocurría, en una revolución".23 1.a lucha política en tre
los g rupos sociales se transform a en u n epifenóm eno de la contradicción en tre
fuerzas productivas y relaciones d e producción. Es decir la condición m aterial
dc la revolución se transform a en la condición suficiente. “ Las relaciones b u r­
guesas de producción son la ú ltim a form a antagónica del proceso social dc
produ cció n ”, dice M arx en el "P rólogo" de 1859. “ Pero las fuerzas productivas
q u e se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa b rin d a n , al m ism o tiem ­
po, las condiciones m ateriales p ara la solución de este antagonism o. C on esta
form ación social se cierra, p o r ta n to (!), la preh isto ria d e la sociedad h u m a­
n a .” Entonces, la dirección, la m eta y el resu ltad o dc la lucha d e clases ya es-
ta ría predeterm inada. Se tra ta de u na visión objetivista, q u e encontram os ya
en I m sagrada fam ilia. “N o se tra ta de lo q u e este o aquel p ro le tario o aun
tod o el p ro le taria d o se im agina com o m eta. Se tra ta de lo q u e él es y de lo que
de acuerdo con este ser está obligado a hacer históricam ente.” 24 La necesidad
p ráctica de revolucionar la sociedad burguesa se transform a —p ara u n a visión
o bjetivista de la revolución— en una necesidad histórica.
E l propósito dc M arx por refu n d ar la filosofía de la historia de H egel sobre
u n a base m a terialista lo im pulsó a enfocar el desarrollo dc la sociedad como
u n proceso con tin u o de racionalización. El énfasis en el d esarrollo de las
fuer/as productivas hace dc las luchas políticas meras form as de aparición del
d esarrollo económico. A veces, incluso la m ism a revolución parece dilu irse en
u n tip o de m etam orfosis del sistema capitalista. Así, sobre todo, en los G run-
drisse. “ Si p o r u n lad o las fases preburguesas se presentan com o supuestos
p u ram en te históricos, o sea abolidos, p o r el o tro las condiciones actuales de
la producción se presentan com o aboliéndose a s i m ismas y p or ta n to como
p o niend o los supuestos históricos p a ra u n nuevo o rden am ien to de la socie­
d ad .” I.a dialéctica de alienación y em ancipación ya n o radicaría en la relación
de cap ital (y, po r ende, en u n m ovim iento práctico de em an cip a ció n ), sino
en el mism o m odo de producción en cu a n to ám b ito d istin to al capital. “ Con
ello se q u ita la ú ltim a figura servil asum ida p or la actividad h u m an a, la del
tra b a jo asalariado por un lado y el capital p o r el otro, y este despojam iento
m ism o es el resultado del m odo dc producción adecuado a l c a p i t a l 25 T a l
en fo que term ina po r hacer d e la historia u n sujeto pro p io en co ntra dc la ad.
v en en cia del joven M arx e n La sagrada fa m ilia : “ La histo ria n o hace n ad a
[ . ..] Es el hom bre, el hom bre real y vivo el que hace todo.” 20 N o se tra ta aq u í
d c p rofundizar esta perspectiva tcicológica en Marx.-’7 q u e po r lo dem ás es
sólo u n a de las dim ensiones dc su obra. Si la hem os recordado es exclusiva­
m ente p ara situ a r la concepción dc la p olítica en M arx.
M arx aborda la política com o u n a form a dc ap arició n dc las leyes del desa­
rro llo económ ico y, p o r ende, com o u n p rob lem a de coyuntura. P or consi­
g u iente, enfoca al estado com o u n a cuestión táctica. Desde el p u n to de vista

23 Karl Marx, Ln ideología alemana, etc., p. 8<>.


Marx-EugcU. ll'erkr, Berlín, Dio!/. 1963. t. 2, p. 38.
Karl Marx, Elementos fundamentales futra la critica de la economía política (Gnm-
tlrisie), Mixiro, Siglo XXI, 1977, vol. 1. p. 422 y vol. 2, p. 282.
Marx-Kngcls. Hetkc, cit., t. 2. p. 98.
-'"A. W dlm cr, Kristische Gesellsc/iafsllieorie und Positivismos, Frankíurt, Suhrkampí, 1969.

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APARATO DK ESTADO Y FORMA DF. FJTADO 93
táctico, se tra ta de p a rtir del m ovim iento real d el pro le taria d o y del estado
d ad o d c su conciencia y d esarrollar en el in terio r de él u na crítica práctica. £1
énfasis en la legislación sobre la jo m a d a de tra b ajo es com prensible p o r la
articu lación q u e perm ite establecer en tre las reivindicaciones m anifiestas de
los obreros y la critica de la econom ía capitalista. M arx dirige esta crítica
polém icam ente contra el tradeun ionism o q ue le toca vivir en Londres y contra
la idea de u n “estado-vigilante” q u e prop ug na Lasallc en A lem ania, p o r u n
lado, y co n tra la influ en cia an a rq u ista e n el m ovim iento intern acio nal, por
el otro. De ah í su den un cia del estado burgués com o “com unidad ilusoria" y,
sim ultáneam ente, su insistencia en la acción política. Es el contexto histórico
y las posiciones de sus adversarios lo q u e determ ina a M arx a presen tar al esta-
do p rin cip alm en te com o estado-gobierno. Es decir, la posición de M arx res­
pon de más a u n a decisión política q u e a u n a afirm ación teórica.
E n u n a situación com o la descrita, d o n d e la lucha obrera contra las condi­
ciones capitalistas de trab ajo es objeto d e u n dob le deb ate in tern o sobre la
estrategia a seguir (la polém ica co n tra B akunin y L a sallc), M arx reduce la
cuestión del estado a una cuestión táctica. El objetivo p rin cipal son las rela­
ciones capitalistas d e producción. La p erm an ente d en un cia de la opresión
estatal quiere pon er al descubierto sus raíces en el proceso dc producción capi­
talista. T a l parece ser la intenció n dc u n a definición del estado com o la de
M arx en La guerra civil en Francia —" u n a m á qu in a nacion al d e guerra del
capital contra el tra b ajo "— y q u e rep ite Engels en su "In tro d u c ció n ” a esa
obra —" u n a m á q u in a para la opresión de u n a clase po r la o tra ” .28 En realidad,
tal d enuncia de la “ m á quin a de estado” responde a la experiencia del m ovi­
m ien to obrero. Desde la restauración posnapoleónica y la represión dc la R e­
volución de 1848 hasta el ap lastam iento de la C om una y las leyes antisociales
de Bismarck, el m ovim iento ob rero vive la opresión d irecta y ab ierta p o r parte
del a p a ra to gu bern am ental. P or lo m ism o, es ta n to más llam ativa la “venera­
ción supersticiosa del estado", q ue ataca Engels en la citada "In tro d u c ció n ”
de 1891. ¿A q u é se debe esa fe en el estado a pesar de la opresión existente? Si
esa veneración supersticiosa del estado sigue vigente en el tam baleante "estado
de bienestar” del capitalism o desarrollado e incluso en nuestros países, gober­
nados según la D octrina de la seguridad nacional, es tiem po d c preguntarse
si no h ab ría q u e in v e rtir la argum entación. Más im p o rtan te q u e ex plicar las
causas reales de la opresión estatal es analizar p o r q ué los hom bres, a pesar
de esa opresión, creen en el estado.
Es la mism a pregu nta q u e asum e M arx con respecto al cap ital. “ ¿Cómo ha
pod id o dev en ir el obrero, de do m in ad o r del capital —en cuan to creador del
m ism o— en esclavo del c a p ita l"? ** R especto al proceso económico, M arx
analiza la inversión de la realidad social p or la cual las relaciones de prod uc­
ción aparecen "n atu rales" e independien tes de toda evolución histórica, in ­
cluso a ía conciencia obrera.30 Pero ¿no sería u n prejuicio ilum inista im p u tar
a la m era conciencia el hecho d c q u e el estado ad qu iera la fuerza de u n fenó-

2* Fricdrich Engels. '•Introducción" a La guerra civil en Francia, en Obras escogidas, cit.,


I. i, pp. 296-297.
2* Kari Marx, El capital, cit., t. i, vol. 3, p. 771 n.
*> Ibid., t. i, vol. 3, p. 922.

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94 NORBERT I.FCHNER

m eno dc la naturaleza? La “esta d o latría” n o es u na superstición q u e desapa­


rezca con su explicación. Los hom bres hacen al estado. C om o d iría M arx: lo
hacen, pero no lo saben. Este "n o saber” n o es u n a lim itación ideológica de
la conciencia. Com o no es p o r la influencia del pensam iento de I*assalle que
incluso el P rogram a de G oth a considera “ al estado com o u n ser ind ep end ien te,
con sus propios fun dam en tos espirituales, m orales y liberales”, com o se qu eja
M arx.31
Si en realidad la sociedad produce el estado, el fenóm eno del estado des­
bo rd a d e lejos la actividad de la m á q uin a estatal. N o basta " a m p lia r" el a p a ­
rato d e coerción física p o r los aparatos ideológicos de estado y las funciones
del estado en el proceso económico. N o es q u e no sea im p o rtan te el estudio de
los condicionam ientos cultu rales y d el intervencionism o económ ico. P ero tales
estudios siguen centrados en el estado-gobierno y su acción y, de hecho, supo­
nen lo q u e falta explicar: la independización del estado en u n sujeto qu e
resum e y representa a la sociedad.

V. SOBRE 1 j \ FO RM A DE ESTADO

En la "In tro d u c ció n ” dc 1857 M arx ap u n ta com o u n o de los estudios a realizar:


"Síntesis de la sociedad burguesa bajo la form a del estado.” Esta fórm ula repite
u n a idea ya expresada en L a ideología alemana: "E l estado es la form a bajo
la q u e [ ...] se condensa toda la sociedad civil de u n a época” 32 [M arx habla
de Zusam m enfassung y sich zusam m enfassen q u e pu ede traducirse p o r resu­
m en, síntesis, ju n ta r, u n ir]. ¿Q ué significa “ la form a d e estado” a p a rtir del
teorem a d e q u e la sociedad civil, o sea el co n ju n to de las relaciones m ateriales
dc existencia, es la base real del estado?
M arx se topa con el problem a de la form a d e estado a través de la conceptua-
lización q u e hace Hegel de la escisión en tre sociedad civil y estado. E n la con-
cepción hegeliana M arx descubre u n a religión secularizada o, d icho en otras
palabras, la m istificación religiosa de la actividad hum an a-m un dan a. La form a
de estado corresponde a la form a de la religión: dos form as d e enajenación
y alienación de las relaciones hum anas. En el estado, al igual q u e en la reli­
gión, el ho m bre sólo se reconoce a si mism o a través d e u n círculo vicioso con
la ayuda d e un interm ediario. Así com o C risto es el m ediador a q u ie n el hom ­
bre atrib u y e su pro p ia divinidad, del mism o m odo el estado político es el m e­
d ia d o r en q u ie n el ho m bre deposita la lib erta d y la ig ualdad .33
U n p rim er elem ento a reten er del análisis de M arx es esta caracterización
del estado com o mediador. N o se tra ta —com o suele entenderse hoy— de la
m ediación en tre la sociedad civil y el estado sino de la m ediación de los hom .

Karl M an, Cn'tica del progtama de Gotha, en Obras escogidas, cit., t. li, p. 431.
32 Karl Marx, La ideología alemana, cit., p. 72.
33 G. Bcdcsehi. Alienación y fetichismo en el pensamiento de Marx, Madrid, Corazón.
1975, p. 101.

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APARATO DF. ESTADO Y FORMA DE ESTADO 95

bres consigo mismos. Nos apoyam os en el citado títu lo de 1857 q ue dice: "S ín­
tesis de la sociedad burguesa b ajo la form a de estado. C onsiderada en relación
consigo m ism a.’' A firm am os com o hipótesis q u e p o r form a de estado hay que
entender la mediación de la sociedad consigo misma. Es decir, la sociedad no
puede referirse a sí m ism a sino p o r interm edio de ia religión y del estado. 1.a
form a de estado reside pues en la sociedad m ism a; se tra ta de u n a distinción
in tern a a la sociedad (y p o r ta n to diferente, p or ejem plo, de la relación entro
sociedad y naturaleza). P or consiguiente, h ab ría q ue p reg u n tar q u é es lo q ue
hace necesaria esta m ediación de la sociedad consigo mism a. H abría u n a se­
g u n d a in terrog an te. A diferencia d e M arx, hablam os d e sociedad y n o de
sociedad burguesa. La p reg u n ta sería, pues, cóm o determ in a la sociedad capi­
talista la relación de m ediación p o r m edio del estado.
A ntes de proseguir, retengam os un segundo elem ento d e la analogía del
estado con la religión. En un o y o tro caso se tra ta de u n a alienación. La lib er­
ta d y la igualdad del ho m bre en el cielo y en el estado se levantan sobre la
servidum bre y la desigualdad en la realidad terrestre. "A llí d on de el estado
h a logrado u n au tén tico d esarrollo —dice M arx en L a cuestión ju d ia — el hom .
bre lleva, n o sólo en el pensam iento, en la conciencia, sino en la realid ad, en
la existencia, u n a doble vida, una celestial y u n a terren al, la vida d e la com u­
n id a d política, en la que se considera com o ser colectivo, y la vida en la socie­
dad civil, en la que ac tú a como p articu lar.”34 1.a critica al divorcio en tre el
h o m bre real y el hom b re p olítico es la crítica a un a alienación ya n o sólo ideo­
lógica, com o en la religión, sino a la alienación de las fuerzas reales. El estado
es el ex trañ am ien to y la sustantivación de un prod ucto real de la actividad
hum ana. P o r consiguiente, la solución n o puede ser u n cam bio de la conciencia
n i u n m ejor estado sino la abolición misma del estado en cu anto form a escin­
d id a de la sociedad. E llo explicaría el relativo desinterés d e M arx p or la
realización d e la dem ocracia com o u n perfeccionam iento del estado político.
H asta el final M arx es fiel a su po stulado inicial de la em ancipación social:
"sólo cu ando el hom bre h a reconocido y organizado sus Torces propres’ como
fuerzas sociales y cuand o p o r lo tan to , n o desglosa ya d e sí la fuerza social
bajo la form a dc fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la em ancipación
h u m a n a ”.84
E l estado es la alienación de la fuerza social o —com o dice en L a ideología
alem ana— del poder social. "E l po der social, es decir, la fuerza dc producción
m u ltip licada, q u e nace p o r ob ra de la cooperación de los diferentes individuos
b ajo la acción de la división del trab ajo, se Ies aparece a estos individuos, p or
n o tratarse d e u n a cooperación volun taria, sino n atu ral, n o com o un poder
prop io, asociado, sino com o u n poder ajen o situado al m argen dc ellos, q ue
n o saben de dónde procede n i a dó nd e se dirige y que, p o r ta n to no pueden
va d o m in ar [.. .1.” 80 ¿Es esta alienación del po der social específicam ente bur-
guesa? A diferencia d e H egel, M arx n o identifica objetivación y alienación; en
ta n to q u e toda actividad hu m ana siem pre se objetiva en objetos externos, so­
lam ente en la sociedad burguesa conduce a la alienación, es u n tra b ajo ex tra­
en Karl Marx, Los anales franco-alemanes, cit., p. 232.
33 ibid.. p. 249.
s® Karl Marx, La ideología alemana, cit., p. 36.

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96 NORBERT LECHNER

ñado. A quí, sin em bargo, M arx se refiere a la división del tra b a jo com o u n
proceso co n tin u o y com ún a todos los períodos anteriores a u na cooperación
v o lu n taria en tre los individuos. El estado en cu a n to acto pro p io d e los hom ­
bres, q u e se erige an te ellos en u n po der ajen o y contrapuesto, existe “ mien*
tras los hom bres viven en una sociedad n a tu ra l, m ien tras se da, po r tanto, u n a
separación en tre el interés p articu lar y el interés com ún, m ien tras las activida­
des, p o r consiguiente, n o aparecen d ivididas volu ntariam ente, sino p o r m odo
n a tu ra l’'.87 L a d istinción en tre u n a división n a tu ra l del tra b a jo y una regula­
ción consciente de la producción aparecerá nuevam ente en E l capital. M arx
establece la diferencia fundam ental, u n a ru p tu ra lógica, en tre la sociedad co*
m unista y todas las sociedades anteriores (prehistóricas) d e las cuales la socie­
d ad ca p italista no es más q u e el ú ltim o cap ítulo. M arx n o precisa lo q u e es la
form a del estado burgués a diferencia de form as anteriores; se tra ta siem pre
d e u n p o d er social ajeno y contrapuesto. Volvemos a en c o n trar aq u í la oscila­
ción en tre el estudio de la sociedad ca p italista específica y la interpretació n
histórica del desarrollo de la sociedad en cuanto historia del género hum ano.
D e ser así, h ab ría q u e p reg u n tar en q u é m edida la sociedad ca pitalista hace
ser o hace aparecer la form a de estado. ¿H ay desde siem pre u n a form a de
estado q u e en la sociedad burguesa sólo aparece efectivam ente com o el traba-
jo “ to u t co u rt”, o se tra ta de u n a form a de estado q u e existe p o r p rim era
vez con el capitalism o?
N o encontram os u n a respuesta clara en M arx. Com o hipótesis tentativ a
presum im os q u e existe una form a de estado previa a la sociedad capitalista,
en cu a n to q u e toda sociedad dividida requ iere exterio rizar en u n lugar fuera
de ella —la religión o el estado son dos form as posibles— el sentido de la con­
vivencia social; sentido p o r referencia al cual los hom bres se reconocen en tre
sí como m iem bros de u n a mism a sociedad.38 Esta exteriorización y ob jetiv a­
ción es, desde luego, u n a alienación. L a sociedad po ne el sentido, q u e reún e
y resum e su división, fuera de ella; el lugar de sentido debe estar escindido
de la sociedad para po der en globar y legitim ar la escisión en la sociedad. Pero
adem ás —p u n to decisivo— la sociedad se su b ord in a a ese "algo*’ exteriorizado
com o a una fuerza autónom a, dotad a de vida propia.
Este proceso tiene lugar en sociedades prccapitalistas, sea b ajo la form a de
religión o de estado o vinculando am bas. La característica d c la sociedad capi­
talista, do n d e el proceso de secularización e individualización ha exacerbado
la división social, p areciera ser la subjetivación del estado. P ara estu d iar este
proceso nos parece fructífero el concepto dc fetichism o q u e desarrolla M arx
a p a rtir del concepto de alienación.38
M arx d enom ina fetichism o (de m ercancía) a la vida p ro p ia q u e adqu ieren
los productos del tra b ajo tan p ro n to com o se crean b ajo la form a de m ercan­
cía. C uand o los bienes son producidos p o r trabajos privados e independientes
los unos de los otros —u n a consecuencia del desarrollo de la división social
del tra b a jo — tom an la form a de m ercancía y establecen relaciones sociales

37 Ibid., p. 34.
3# M. Gauche!, op. cit.
39 Ycaw V. Erchenbrccht. Das Geheimnis des Fetichismus, Frankíurt, eva, 1976, y Joachim
Isiael. Der Begriff Entfremdung. Frankfuit, Rowohlt, 1972.

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APARATO D£ ESTADO Y FORMA DE ESTADO 97

en tre sí. D e objetos se transform an en sujetos q ue se im p on en a los producto-


res, transform ados a su vez en objetos. Esta sustantivación de la m ercancía, su
vida p ro p ia, resulta del carácter p rivado del trabajo. P ara q u e éste encaje
d en tro del tra b ajo colectivo de la sociedad, d e n tro d e la división social del
trabajo, debe hacerse abstracción d e la desigualdad real del tra b a jo ind iv id ual.
E l tra b ajo concreto sólo vale en cu an to tra b ajo abstracto-general. Se b o rra así
toda h u ella del origen concreto d e los productos. Los a trib u to s físicos d e las
cosas son desplazados p o r u n a trib u to metafísico: el valor. Al desaparecer la
m ediación en tre los productores y sus productos, aquéllos ya n o perciben que
el v alor d e sus productos es u n a relación social en tre personas p o r m edio de
las cosas. “ L o misterioso de la fo n n a m ercantil consiste sencillam ente, pues, en
q u e la m ism a refleja an te los hom bres el carácter social d e su p ro p io tra b ajo
com o caracteres objetivos inherentes a los pro du cto s d el trabajo , como prop ie­
dades sociales n atu rales dc dichas cosas, y, p o r ende, en q u e tam bién refleja la
relación social q u e m edia en tre los pro du cto res y el tra b a jo global, com o u n a
relación social en tre los objetos, existentes al m argen dc los productores. Es
p o r m edio de este q u id pro quo [tom ar u n a cosa p o r o tra] com o los productos
d el tra b ajo se convierten en m ercancías, en cosas sensorialm ente suprasensibles
o sociales.” 40 E n u n mism o m ovim iento se sustan tiv a el p ro d u cto y se cosifica
el p ro d uctor. E l fetichism o se caracteriza p or estos dos elem entos de subjetiva-
ción y reificación. La reificación dc las determ inaciones sociales de la p ro d u c­
ción y la subjetivación d e las bases m ateriales d e la producción caracterizan
a to do el m odo de producción cap italista.41 La esencia d e la producción cap i­
talista es el d o m in io de los objetos y d e las instituciones sociales producidas
p or los hom bres sobre los p ropios hom bres, esclavos de sus m ism as fuerzas
m aterializadas.
La producción capitalista de m ercancías conform a u n a sociedad en q u e el
proceso de producción dom ina al h o m b re en lu gar d e ser el h o m b re quien
m anda sobre el proceso de producción. Incapaces d e reg u lar el tra b a jo colectivo
d e la sociedad, el trab ajo social total, los hom bres están obligados a seguir los
m ovim ientos caprichosos de las m ercancías. A l no log rar establecer u n a corres­
pondencia en tre el p rod ucto to tal y la d istrib u ció n del tra b ajo colectivo según
las necesidades sociales, es el m ovim iento del m ercado q u ie n se encarga de esta
eq uip aración ex post. Son ahora las m ercancías las q u e d ic tan las leyes que
reg ulan la actividad h um an a. La “ ley del m ercado” —esa sociabilidad in d i­
recta— aparece com o “algo necesario p or naturaleza, lógico y evidente com o
el p ro p io tra b a jo p ro ductivo”.42 Los hom bres creen obedecer a las norm as
eternas d c la naturaleza hum ana, m ien tras q ue, en realid ad , su co m portam ien­
to obedece a las leyes de la p ro ducción m ercan til. Los supuestos derechos in n a ­
tos del ind ivid uo n o son sino u n reflejo del fetichism o. Los hom bres q u e crean
el fetichism o son a la vez u n a creación d e éste. T ie n e lu gar u n a total inversión
de sujeto y ob jeto, de persona y cosa, d e lo físico y lo m etafísico, de lo p articu ­
la r y lo general, de lo concreto y lo abstracto. L a sustantivación d e lo abstracto-
gen eral es ju stam en te lo q u e caracteriza la naturaleza burguesa de las in stitu ­
to Karl Marx, El capital, cit., t. i, vol. 1, p. 88.
41 Ibid., t. i i i , vol. 8, pp. 1056 y 1117.
<2 Ibid., t. i, vol. 1, p. 99.
NORBERT LECHNE*

ciones sociales. P or consiguiente, si Hegel in vierte sujeto y pred icad o y tom a lo


concreto p o r u n a m anifestación y d eterm inación d e lo abstracto, n o se tra ta
de u n e rro r m etódico, sino del reflejo teórico de u n a m istificación operad a
p o r la realid ad mism a.
Esta inversión es un proceso histórico q u e M arx supone en toda producción
dc m ercancía. La diferencia es, q u e antes y después de la producción cap ita­
lista de m ercancías (o sea, p ara R obinson y p ara la asociación lib re de pro ­
ductores) las relaciones económicas son transparentes. N o es transp arente la
producción capitalista de m ercancías, d on de el carácter social del tra b ajo indi-
vid ual se m anifiesta sólo de m anera indirecta a través del intercam bio. A los
prod u ctores privados, independientes en tre sí, q u e solam ente e n tra n e n con­
tacto al cam biar los productos de su trabajo , las relaciones sociales entre estos
sus trab ajos privados “se les ponen de m anifiesto com o lo q ue son, vale decir,
n o com o relaciones directam ente sociales las trabadas en tre las personas mismas,
en sus trabajos, sino p o r el co ntrario com o relaciones propias de cosas en tre
las personas y relaciones sociales entre las cosas."48 Q ue aparecen com o son,
significa q u e el m u n d o fantasm agórico es u n m un d o real y el m u n d o real es
un m u n d o fantasm agórico. La señalada oscilación en tre esencia y form a feno­
m énica subyace al fetichism o. N o es un problem a de conciencia q u e se resuelva
m ed ian te un conocim iento adecuado del fenóm eno. L a n o transparencia es un
h echo real, q u e n o se disipa b ajo u n a m irad a aguda. La form a del proceso
social de vida, dice M arx, “sólo perd erá su m ístico velo neblinoso cuando,
com o p ro ducto de hom bres lib rem en te asociados, éstos la hayan som etido a su
control p lanificado y consciente” .44
Este breve esbozo del concepto de fetichism o en el pensam iento de M arx nos
p arece suficiente p a ra sugerir su u tilid a d en u n análisis de la form a de estado.
M arx mism o lo insinúa al tra ta r el fetichism o del capital, específicam ente el
carácter fetichista del salario de trabajo. Sobre la base de la trip le s ep arad ó n
en tre los productores y los m edios dc producción, el proceso de producción y
los productos, el tra b a jo realizado y su rem uneración aparecen com o equ iv a­
lentes. El salario aparece com o “precio del tra b ajo ” au n q u e, d e hecho, sólo
rem u n era u n a parte de la fuerza de tra b ajo consum ida. En esa disposición
sobre u na ca n tid ad de tra b ajo no pagado reside tod o el m isterio del capital
y su ap a re n te autorrealización. O sea, dice M arx, reside en el secreto del salario,
q ue bo rra toda huella de la división de la jo rn a d a de tra b a jo en tra b ajo nece­
sario y tra b ajo excedente, en tra b ajo pagado y tra b ajo no retrib u id o , “Sobre
esta form a de m anifestación, que vuelve invisible la relación efectiva y precisa­
m en te m uestra lo opuesto d e dicha relación, se fu n d an todas las nociones ju r í­
dicas ta n to del o b rero com o del capitalista, todas las m istificaciones del modo
cap italista de p ro d u c c ió n ...” 45 Y en el tom o m d e E l capital49 M arx establece
u n a relación explícita con el estado. La form a estado se erige sobre el tra b ajo
asalariado y su carácter de alienación corresponde al carácter fetichista del
salario. Citarem os in extenso el texto. “ La form a económ ica específica en que

Ibid., t. i, vol. 1, p. 89.


Ibid., t. i, vol. 1. p. 97.
« Ibid., t. i, vol. 2. pp. 657-658.
Ibid., t. ni, vol. 8, p. 1007.

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APARATO DE ESTADO V EOKMA DE ESTADO

se arran ca al p ro d u cto r d irecto el tra b ajo sob rante no re trib u id o determ ina la
relación de señorío y servidum bre tal com o b ro ta directam ente d e la pro d u c­
ción y repercute, a su vez, de un m odo d eterm in an te sobre ella. Y esto sirve
luego de base a toda la estru ctu ra d e la co m unidad económ ica, d erivada a su
vez de las relaciones de producción y con ello, al mism o tiem po, su form a
política específica. L a relación d irecta existente en tre los prop ietario s de las
condiciones de producción y los p roductores directos [ . . .] es la q u e nos revela
el secreto recóndito, la base oculta d e toda la construcción social y tam bién,
p o r consiguiente, de la form a política de la relación d e soberanía y depen den­
cia, en una palabra, de cada form a específica de estado." Esta relación, agrega
M arx, varía según las circunstancias em píricam ente dadas. E l análisis de la
form a de estado aparece derivado hacia la investigación em pírica. C abe e n to n ­
ces pregun tarse si el pensam iento de M arx da lugar a u n a teoría del estado.47
Presum im os a q u í q u e debiera ser posible u n a teorización respecto a la form a
de estado a diferencia del estado-gobierno q u e exige un análisis histórico-
em pírico.
A pesar dc la alusión citada, M arx n o desarrolla lo q u e podem os d en om in ar
un “fetichism o del estado” . E n cam bio, insiste rep etid am en te sobre u n a an a­
logía en tre el fetichism o de la m ercancía, del d in e ro y d el capital con la reli­
g ión y, específicam ente, con el cristianism o.48 (Bedeschi, 1975, 194 y ss; H in-
k elam m ert, 1977). Si querem os en c o n trar u na analogía al fetichism o, dice
M arx, “debam os buscar am p aro en las neblinosas com arcas del m u n d o reli­
gioso. En éste los productos de la m ente h u m a n a parecen figuras autónom as,
dotadas d e vida prop ia, en relación u nas con otras y con los hom bres. O tro
ta n to ocurre en el m u n d o de las m ercancías con los productos de la m ano
h u m a n a ." 49 El cristianism o con su cu lto al h o m b re abstracto es, según M arx,
la form a religiosa más idónea al capitalism o y su sociabilidad indirecta. Para
el cristianism o el hom bre recibe su d ig n id ad y un iv ersalidad de Dios; el hom-
b re es pues u n ente abstracto, presocial o asocia!, p ara el cual la rclación con
la sociedad n o es constitutiva sino u n p rod ucto derivado d e su relación con
Dios. El cristiano es u n a persona libre p o r gracia de Dios y n o p or m edio de
las relaciones sociales. P o r consiguiente, la sociedad cristiana es u n a asocia­
ción d c personas preconstituidas, o sea algo secundario y posterio r a la cons­
titució n del individuo, y en eso corresponde a la sociedad capitalista, donde
los hom bres están divididos y enfrentado s en tre sí y sólo se relacionan los unos
con los otros a través del mercado.
Esta correspondencia podría extenderse al estado. P or interm edio del estado,
aq u el D ios m ortal de H obbes se constituye en el ciud ad ano libre e igual. Pero
solam ente com o h om bre asocia!, al m argen de la división social. Esta “ m argi­
nal ización" es ju stam en te la razón de ser d el estado. P or m edio de la referencia
al estado los hom bres se reconocen recíprocam ente com o libres e iguales. Para
el su jeto burgués el estado aparece com o una creación de los ciudadanos tal
com o la m ercancía aparece como u n a creación d e los productores. N adie d u d a

<7 Norbcrio Bohbio, El estado y el marxismo, Barcelona. Avance, 1977.


<8 G. Bedeschi, op. cit.; véase también F. Hinkelammert, Las armas ideológicas de la muer­
te, Costa Rica, Educa, 1977.
Karl Marx, El capital, cit., t. i, vol. 1, p. 89.

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d e q u e las m ercancías sean prod ucid as p or los hom bres n i q u e el estado sea
hecho po r los ciudadanos. Sin em bargo, lo q u e es a toda vista u n p ro du cto de
la actividad h u m a n a se independiza en u n su jeto d o ta d o de vida p ro p ia. Lo
q u e desaparece en u n o y o tro caso es la m ediación. P o r m ediación M arx en*
tien de n o u n enlace estático o alg un a com binación ex tern a sino u n a relación
de im plicancia recíproca. C uando la m ediación se b o rra, desaparece y se vuelve
invisible ya n o se percibe q u e ciudadan o y estado se oponen u no al otro. Los
ciudadanos form an al estado com o el estado constituye a los ciudadanos. Éstos
n o son hom bres pre o apolíticos, anteriores al estado, sino a su vez sólo ciud a­
danos ju n to a y p o r m edio del estado. E stado y ciu d ad an ía surgen en un m ism o
m ovim iento.
Se produce u n a doble sustantivación: del estado y d el ciudadano. El estado
aparece com o sujeto en la m edida en que el ciud ad ano se tom a p o r sujeto.
P o rq u e el ciud ad an o se siente sujeto au tó no m o ya n o reconoce la sim ultánea
subjetivación del estado com o resultado dc las m ism as relaciones sociales. La
división de la sociedad aparece —y se esconde— b ajo la form a del estado sobe­
ran o y del ciu d ad an o libre. El ciudadano, q u e surge con y p o r la independiza-
ción del estado m oderno, sólo visualiza su p ro p ia au to no m ía in div id ual y
cree, p o r su consentim iento, legitim ar al estado. L o q u e legitim a es d eterm i­
n ad o estado-gobierno. I,a form a “estado”, en cam bio, n o se legitim a, com o no
se legitim a la form a “sociedad” : u n a y otra se im plican. C om o dijim os, el esta­
do es la form a q u e tom a la socicdad dividida p ara reconocerse y afirm arse a sí
m ism a. E n este sentido, la form a de estado es la legitim ación m aterial del esta­
do-gobierno.
M arx n o teoriza la form a d e estado en cu anto fetichism o a pesar d e ten er
los elem entos p ara su crítica. ¿Por q u é n o desarrolla el concepto de estado?
A demás d e otras razones, creo que estaba lim itad o p o r su concepción dem a­
siado estrecha de la división en la sociedad. M arx red uce la división en la so­
ciedad a la división social del tra b ajo q u e ad qu iere su form a final en la con­
tradicción de capital y trab ajo asalariado. A firm an do com o p rin c ip io básico
de las relaciones sociales la división social del tra b ajo , el p o d er social sólo
puede residir en las respectivas condiciones m ateriales del trabajo. De hecho,
M arx ab orda ta n to la alienación com o la recuperación d el po der social exclu­
sivam ente a través de las relaciones de producción. M ien tras q u e el pod er so­
cial ex trañ ad o rad icaría en el fetichism o de la m ercancía, del d in e ro y d el ca­
p ital, la em ancipación social radicaría en el con tro l consciente y racional sobre
el proceso de producción.
M arx p riva a la dialéctica hegeliana del am o y del esclavo d e la categoría
m ediadora dc la dom inación, conservando solam ente la categoría d e tra b ajo .50
A p a rtir dc ésta o del concepto de capital n o creo q u e sea posible pensar el
estado sino com o in stru m en to o garante, es decir, negativam ente, com o ausen­
cia de aquel "co n tro l consciente y racion al” V eremos estas dificultades más
claram en te al d iscu tir acerca del estado fu turo .

no Jürgen Uabcrma*, Wissentchaft und Technik ais Jdeologie, Frankfurt. Suhrkaropf. 1968.

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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO 101

VI. SOBRE E L ESTADO FUTU RO

P ara n u estra in terro g an te inicial tiene especial relevancia el m odo com o M arx
visualiza la superación del estado burgués, o sea cóm o concibe el estado fu tu ro.
T a m b ié n aq u í sus afirm aciones son am biguas y n o p erm ite n u n a in terp reta ,
ción univoca. En su análisis de L a guerra civil en Francia (p rim er esbozo),
p o r ejem plo, dice que " la C om una era u n a revolución con tra el estado mismo,
con tra este abo rto so b ren atu ra l de la sociedad; era u n a recuperación d e la
p ro p ia v ida social d el p u eb lo p o r el p u eblo y p a ra el p u eb lo ".51 Pocos años
después, en cam bio, en su Crítica al program a de G otha, M arx plan tea la pre­
g u n ta p o r "el estado fu tu ro d e la sociedad com unista’*.62 En u n caso pareciera
p o stu la r la abolición d e todo tipo de estado, en el o tro, la construcción de u n
nuev o estado.
La reflexión de M arx tropieza con algunas de las d ificultades ya m enciona­
das. En p rim er lugar, la distinción en tre el a p a ra to estatal y la form a de
estado. M arx critica al P rogram a de G o th a po rq u e sólo entiend e po r estado
"la m á qu ina de gobierno o el estado en cuanto, p o r efecto de la división del
tra b ajo , form a u n organism o p ropio, sep arado de la sociedad1'.53 Esta fórm ula
—si bien , im p u tán d o lo al P artid o O b rero A lem án— hace eq u iv aler el estado
en cu a n to organism o escindido de la sociedad y la m á q u in a gu bern am ental.
La confusión no es ajen a al mism o M arx, com o ya señalamos. ¿Q ué significa
entonces el po stulado de "convertir al estado de órg ano q u e está p o r encim a de
la sociedad en un órgano com pletam ente su b o rd in ad o a ella”?54
L a in terp retació n pu ed e p a rtir de la C o m un a d e París, q u e p or vez prim era
y co ncretam ente p la n tea la cuestión del estado fu tu ro . L a p rim era lección, q ue
M arx ex trae de aqu ella experiencia, es q u e "la clase obrera n o p u ed e lim itarse
sim plem ente a to m ar posesión dc la m á q uin a del estado tal y com o está y ser­
virse dc ella p ara sus propios fines’’.55 L a destrucción del viejo a p a ra to estatal
d aría lu g ar a u n gobierno ejecutivo, sim ple com isionado d e la asociación de
todos los trabajadores y, por consiguiente, su bo rdin ado al desarro llo de la so­
ciedad. E llo significa, en segundo lugar, la recuperación del p od er del estado
p o r parte dc la sociedad como su fuerza prop ia. "E l régim en de la C om una,
h ab ría d ev uelto al organism o social todas las fuerzas q u e hasta entonces venía
absorbien d o el estado parásito".5® Este "antago nism o en tre la C om una y el
poder del estado" se refiere a la m á q u in a del estado. "M ien tras q u e los órg a­
nos p u ram en te represivos del viejo p o d er estatal h ab ían de ser am putados, sus
funciones legítim as h ab ían dc ser arrancad as a u n a a u to rid a d q u e u surp aba
u n a posición p reem inente sobre la sociedad m ism a, p ara restitu irla a los servi­
dores responsables de esta sociedad”.57 M arx n o especifica cuáles serían las

51 Marx-Engcls, Wcrkc, cit., t. 17, p. 541.


32 Karl Marx, Critica al programa de Gotha, en Obras escogidas, c¡L, t. ii, p. 342.
as Ibid., p. 345.
34 Ibid., p. 341.
33 ibid., p. 295.
5« Ibid., p. 300.
37 Ibid., p. 299.

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funciones legítimas. En todo caso, serían funciones de u na au to rid ad n o u sur­


pada sino responsable frente a la sociedad. M ientras q u e el análisis concreto
se refiere siem pre al gobierno, la conclusión final es sobre el orden político.
" H e a q u í su verdadero secreto: la C om una era, esencialm ente, un gobierno
de la clase o b rera fru to d c la lucha de la d a s e prod uctora contra la clase apro-
p iad o ra, la form a p olítica al fin descubierta p ara llevar a cabo d e n tro de ella
la em ancipación económ ica del tra b ajo .” Esta conclusión nos rem ite a un
pro blem a, ya indicado arrib a: la relación en tre econom ía y política.
M arx habla dc la C om una com o " fru to de la luch a” y —en el p rim er bo rra­
d o r— enfatiza la im portancia de la lucha de clases para rem plazar “el ob rar
espontáneo de las leyes n atu rales del capital y la pro pied ad de la tie rra ” p o r "el
o b rar espontáneo d e las leyes de la econom ía social del tra b ajo lib re y asocia­
d o ”.5* Volvemos a en c o n trar la am bigua relación q u e se establece en tre la lucha
d e clases y la contradicción en tre el d esarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones sociales de producción. "E l fru to dc la lucha" n o es fin alm en te sino
“ la form a política [ ...] dc la em ancipación económ ica del tra b a jo ”. M arx sitúa
la em ancipación exclusivam ente en el ám b ito de las relaciones dc producción
e identifica la descom posición de la dom inación con el con tro l sobre el proceso
d e producción.
Esta concepción dc la revolución como "form a p olítica de la em ancipación
social” 60 ya está esbozada en E l capital. U n a de sus líneas d c argum entación
es —como señala W ellm er—61 explicar la transición de la sociedad capitalista
a la com unista com o históricam ente necesaria p or causa de las leyes del desa­
rro llo económ ico del capitalism o. "E l reino de la libertad —dice M arx— sólo
em pieza allí donde term ina el tra b ajo im puesto p o r la necesidad y p o r la
coacción de los fines externos; qu eda pues, conform e a la n aturaleza de la
cosa, más allá de la ó rb ita de la verdadera producción m aterial." *2 La em an­
cipación económ ica del tra b ajo no hacc desaparecer el tra b ajo ; siem pre h abrá
u n ám b ito d e la producción m aterial q u e es el "rein o d e la necesidad". "Al
o tro lado de sus fronteras com ienza el despliegue de las fuerzas h um anas q ue
se considera com o fin en sí, el verdadero reino de la lib ertad, q u e sin em bargo
sólo puede florecer tom ando com o base aqu el reino de la necesidad” (ib id .).
M arx d istingue a q u í e n tre la base, a crear p or la revolución, y el reino de la
libertad, q u e florece sobre esa base. A hora bien, el rein o d e la lib erta d no
puede ser real, o sea expresión de la lib erta d de los individuos asociados, si n o
es tam bién lib re la base, o sea el rein o de la necesidad. “ La libertad en este
te rren o —aclara M arx—, sólo puede consistir e n q u e el h om bre socializado, los
prod u ctores asociados, regulen racionalm ente este su intercam bio de m aterias
con la n atu raleza, lo pongan b ajo su control com ún en vez dc dejarse dom inar
p o r él com o p o r un poder ciego, y lo lleven a cabo con el m enor gasto posible
d e fuerzas y en las condiciones más adecuadas y m ás dignas d e su n aturaleza

38 Ibid., p. 301 (cursivas nuestras).


3® Marx-F.ngcls, Wetkc, cit., t. 17, p . 546.
«o Ibid., p. 545.
o» A. W elliner, op. cit, pp. 125 y u .
«2 Karl Marx, El capital, cit., t. m, vol. 8, p. 1044.

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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO IOS

h u m a n a” (ibid.). La diferencia cualitativa en tre la sociedad capitalista y la


socialista com ienza pues por la organización d el rein o dc la necesidad.
M arx describe la lib erta d de los productores asociados con respecto a su in­
tercam bio con la naturaleza com o u n a inversión de la dom inación. E n lugar
d e ser dom inados, son ellos quienes co ntro lan. Eso es, sin em bargo, pensar la
disolución de las relaciones sociales de dom inación a la m anera de u n a do m i­
nación sobre la naturaleza. Se echa de menos u n a d eterm inació n política del
"co n tro l com ún” . Éste n o puede referirse solam ente a la regulación racional
d e la necesidad. Lo racio nal n o es un d ato preíijado . El con trol com ún h ab ría
d e abarcar, sobre todo, la decisión de lo q u e es necesario, o sea u n ám b ito
púb lico d e decisión sobre lo q ue, en el fondo, realm en te se quiere. En cam bio
M arx, parece red u cir la praxis de los productores asociados al control sobre
el proceso d e producción del m ism o m odo q ue la asociación de los productores
surge del m ism o proceso de producción. Es decir, la asociación de los in div i­
duos es un supuesto económ ico y n o una form a de o rdenam iento social. Su
praxis, p o r consiguiente, se circunscribe al cam po económ ico-tecnológico. De
ser así, la lib erta d en el rein o de la necesidad, ese "co n tro l com ún ”, n o sería
sino el reconocim iento de la necesidad. A su vez, el rein o de la lib erta d que
se levanta sobre aquél, sería un ám b ito d e espacios privados insertos en u n
proceso de reproducción social determ in ad o po r im perativos técnico-adm inis­
trativos.
Esta argum entación no corresponde a la inten cio nalidad de M arx. Sin em ­
bargo, está presente y puede d a r cabida a un a estrategia que, en lu g a r de p ro ­
p o n er la "asociación de productores” com o u n a tarea política p o r hacer, la
suponga com o el resultado in m an en te de la transform ación económ ica y del
avance tecnológico. D escartando la lucha po r u n "b u en orden ", la revolución
se m ide ún icam en te po r la eficiencia en la tom a del po der p o r los rep resen ­
tantes de la "necesidad histórica” . El socialismo real se con fun de con el socia­
lism o verdadero, pues ya n o h ab ría u n criterio de r u p tu ra cualitativa. La pre­
gu n ta p or la "vid a b u en a” aparece resuelta p o r el desarrollo de las fuerzas
productivas.
Volvam os sobre el p u n to con trovertido para ind icar una segunda objeción.
El o b jetiv o final dc la revolución, dice M arx, es la em ancipación del trabajo ,
o sea lib erar al tra b ajo vivo d e su sum isión al trab ajo m uerto . E n la m edida
en q u e la lógica del capital es sustitu id a p o r la lógica del tra b ajo libre y aso­
ciado. el estado se transform aría en autogobierno. El estado persiste, p ero ya no
com o estado político, com o coerción. La d om inación n o sería más q u e el a u to ­
do m in io d e cada u n o y dc la sociedad en su con ju nto. N uestra d u d a es si la
perspectiva d e una sociedad auto go bernad a n o tien de a escam otear el p ro b le­
m a de la dom inación.
Con respecto a u n a sociedad sin clases, es decir, sin dom inación, to do orden
an te rio r es u n a d ictad u ra. Dc ah í la noción de "d ic tad u ra del p ro le taria d o ”
com o u n estado in term ed io "en q u e la 4ucha de clases pued e d esarro llar sus
diversas fases de la m an era m ás racio nal y más h u m a n a ”.83 Em pero, desde el

•3 Marx-Engcls, Werke, dt., t. 17, p. 546.

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p u n to de vista de u n o rd en sin dom inación ¿qué significa u n a d om inación


"m ás racional y más hum ana"?
L a p reg u n ta parece ab surda y quizás p o r lo m ism o n o h a sido problem atiza-
d a adecuadam ente por los m ovim ientos socialistas. Se echa d e m enos u n d ebate
acerca de lo q u e sería u n a p olítica m oral, u n a ética de la revolución. Y —en
ese contexto— u n a discusión sobre u n a institucionalización factible.*4
M ás consistente parece ser la posición an a rq u ista al p ostular la abolición
del estado y de to d a a u to rid ad . B ak un in op on e a la sociedad con estado u na
sociedad sin estado, do n d e la esp on taneidad de cada u n o concuerda con la
esp o n tan eid ad de todos los dem ás. P ostula pues u n a sociedad con relaciones
sociales directas, sin necesidad de m ediación en tre los individuos. L a existencia
de u n a sociabilidad in m ediata es idéntica a la n o existencia de u n a domina*
ción. Se tra ta de la versión secularizada del paraíso cristiano. B ak u n in procede
p o r sim ple an tin o m ia: la negación del estado sería la abolición del estado, el
no-estado.
M arx, en cam bio, afirm a —co n tra B ak u n in — la persistencia del estado y a la
vez afirm a —co n tra L assalle— la subord in ación del estado a la sociedad. C on tra
estos dos frentes p lantea com o p rin c ip io general "la sociedad existente (y lo
mism o podem os decir de cu a lq u ier sociedad en el fu tu ro ) com o base del esta­
d o existente (o del fu tu ro , para u n a sociedad fu tu ra) *\w
Para M arx, com o vimos, el estado es a la vez expresión de la sociedad y pro-
testa co n tra ella. In te rp re to : la form a de estado es la representación que se hace
la sociedad div idida de sí mism a; po r m edio de la form a d e estado ella se
reconoce y se afirm a en sus dos m om entos d e o rden y de división, de u n id a d
y d e lucha. E l estado es pues ya p o r su form a u n a negación de la sociedad
div idid a. Sin em bargo, la u n id a d q u e rep resen ta el estado, es u n a generalidad
ilusoria p o rq u e es in d irecta (escind id a). L a negación del estado sería entonces
la negación de u na negación. Se estaría negando la generalidad ilusoria que
niega a la división social; es decir, se estaría realizando la generalidad antici­
pada. La negación del estado sería, en el p ensam iento de M arx, la negación de
su escisión de la sociedad y dc su sustantivación consiguiente y, sim u ltán ea­
m ente, la afirm ación del estado en cu a n to m ediación en tre los individuos. El
estado sigue existiendo en el fu tu ro en cu a n to m ediación transp arente, o sea
co n trolada p o r la sociedad. C om o conclusión, h a b ría q u e e n ten d er p o r au to ­
gobierno no la abolición de toda d om inación en la sociedad, sino la superación
d e aquel p o d er ciego (fetichism o) p o r encim a de la sociedad.
C abe preguntarse, sin em bargo, p o r q u é la sociedad fu tu ra aú n req u iere esa
m ediación. Engels, de hecho, arg u m en ta de m anera diferente. P ara él, el estado
es u n a institu ción m eram ente tra n sito ria q u e se utiliza p ara som eter a los
adversarios; el estado fu tu ro existe en cuanto es u n a necesidad del p ro leta­
riado en lucha. T a n p ro n to ésta term ine, el estado "se disolverá p o r sí mismo
y d esaparecerá".*1 Engels concibe el estado exclusivam ente com o estado d e
clase. "C u an d o el estado se convierta finalm ente en rep resen tan te efectivo de

N. Robbio et al., op. cit., y también ^ Loizu, Las nuevas vías al socialismo, Barcelona,
Avance. 1977.
W Marx-Engcls, Obras escogidas, cit., L 11, p. 341.
Ibid., p. 351.

Co
APARATO DE 1STADO Y FORMA DE ESTADO 10 5

toda la sociedad será p o r sí mism o sup erfluo .” ®7 El estado se e x tin g u iría ju n to


con las relaciones capitalistas dc producción, pues sería superflua su actividad.
Engcls piensa sólo en la actividad estatal d irectam ente coercitiva, en el estado-
g obierno. N o considera si las relaciones no-capitalistas d e producción req uieren
"representación".
Su p erar la producción capitalista de m ercancías n o es sin ón im o d e fin de
las relaciones m ercantiles. Subsiste u n proceso de producción con u n a división
social del tra b ajo y, p o r consiguiente, u n proceso de intercam bio d e productos.
Es decir, aun en tre los productores libres y asociados es indispensable u n p ro ­
ceso d e m ediación. A él se refiere Engels com o sim ple “ad m in istración de las
cosas”. P or el contrario, pensam os q u e se tra ta de las relaciones sociales en tre
los individuos. (A dmitimos, además, con P opper, q u e n o pu ede h ab e r un a
planificación total.) De existir tal proceso de m ediación social, cabe pregu n­
tarse si la m ediación no sigue realizándose p o r m edio de algu na form a de
estado. T a n to Engels con su "adm inistració n de las cosas” com o M arx y el
m encionado “control com ún” o bvian la p reg u n ta al p la n te a r el proceso de
em ancipación social com o u n creciente control sobre la n aturaleza y las cosas.
La visión técnico-adm inistrativa que encontram os en M arx —y q u e d a lugar
a los m alentendidos cconom icistas— es la consecuencia de su énfasis en el tra ­
b ajo com o p rin cipal categoría de m ediación en tre los hom bres. Su intu ición
inicial del tra b ajo gira en to rn o al m etabolism o del ho m bre con la naturaleza,
o sea lo q ue H a n n a h A ren d t especifica como la labo r im puesta p o r el siem pre
rep etid o ciclo de la vida biológica.68 M arx define al hom bre com o anim al la-
borans, q u e se distingue de los anim ales p or p ro d u cir sus m edios de subsisten­
cia, y com o h o m o faber, que a diferencia de los anim ales im agina el ob jeto a
construir. Se refiere pues, en los térm inos de A rend t, a la lab or y al trabajo,
pero n o a la acción. N o considera suficientem ente en tre las actividades h u m a­
nas a la interacción que se desarrolla en tre los hom bres p o r el sim ple hecho
de existir hom bres (y no el H om bre). El hom bre qua hom bre, dice H an n ah
A rendt. cada in dividu o en su única d istinción aparece y se confirm a a sí m ism o
en el discurso y la acción, y estas actividades —la p olítica— necesitan un espa­
cio p ara aparecer: el ám b ito público, el estado. Éstos son m ucho más “el tra-
b ajo del h om bre” q u e la o b ra d e sus m anos o la labo r d c su cuerpo.*9 Al con­
cebir el tra b a jo en térm inos dem asiado estrechos, M arx n o logra situ a r la activi­
dad política. D e a h í el parado jal silencio sobre el "rein o d e la lib erta d ”. La
em ancipación hu m a n a del “ tra b ajo im puesto p o r la necesidad y p o r la coac­
ción dc los fines externos” es ab o rd ad a solam ente en térm inos de "tiem p o
lib re” (una lib erta d im productiva) y n o dc praxis social. Es decir, la socia­
lización cu lm ina en u n a ex trañ a libertad de satisfacción priv ad a-particular y
n o en la liberación de u n a recip ro cid ad espontánea.
Este reduccionism o ha sido puesto de relieve tam bién p o r Jü rg e n H aberm as70
con referencia a Hegel. E n la R ca lph iloso ph ie de Je n a las categorías de len­
guaje, instrum ento y fam ilia n om bran tres modos, equivalentes en tre sí, de
« Ibid., p. 446.
Hannah Arendt, La condición humana, Barcelona, Scix Barra!, 1974, pp. 111 y « .
e* Ibid., p. 247.
70 Jürgen Habermas, op. cit., pp. 9 y ss.

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relaciones dialécticas d e m ediación: la representación sim bólica, el proceso d e


tra b ajo y la interacción. Esta d istinción es aban do nad a p osteriorm ente p o r el
m ism o H egel, de m anera q u e lo q u e M arx descubre y alab a en H cgel es exclusi­
vam ente el trab ajo: h ab e r cap tado al hom b re concreto com o el resu ltad o de su
p ro p io trabajo. Esta lectura reduce la interacción al trab ajo , la acción com u­
nicativa a la acción instrum ental. Se pierde así la dialéctica de la lucha po r el
reconocim iento: la histo ria de la represión y d e la reconstrucción d e u na in-
te rsub jetivid ad espontánea. La em ancipación puede ser pensada entonces ex­
clusivam ente com o fin de la violencia p o r p arte de la naturaleza ex tern a (es
decir, com o el control sobre e lla ) . Pero, com o bien destaca H aberm as71 " la libe­
ración de ham bre y miseria no converge necesariamente con la liberación de
servidum bre y h um illa ció n ".

V II. c o n c l u s i ó n

E ncontram os en el pensam iento de M arx un m arcado énfasis sobre el estado-


gobierno. N otam os tal tendencia incluso en su reflexión sobre el estado fu tu ro.
P lan tean d o com o tarea la destrucción del a p a ra to estatal burgués, postula como
objetivo la instalación de un órgano sim plem ente ejecutivo-adm inistrativo. En
am bos casos se tra ta del a p a ra to de estado: ah o ra separado y p o r encim a de la
sociedad, en el fu tu ro sub ordinado a la sociedad. Esta perspectiva le p erm ite
afirm ar que el estado desaparecerá en cu an to pod er social extrañad o, usurp ado
y coercitivo y, a la vez, h ab lar de u n estado fu tu ro en ta n to q u e órgano de
autogobierno.
M arx p lan tea una an tin o m ia en tre pod er represivo y au tog ob ierno sobre la
base del a p a ra to de estado y determ ina este ap a ra to en función d e la estru ctura
económica. T a n to Ja cn ajen ació n /u su rp ació n del po der social en u n pod er de
clase (sociedad capitalista) com o la recuperación de ese po der social ex trañ ad o
por parte de u n a sociedad autorreg ulad a son fundadas en transform aciones
económicas. D ependiendo del m odo de producción, h ab ría u n a falsa g en erali­
d ad o u n a generalidad real, p ero no u n a m ediación pro piam ente tal en tre lo
general y lo p articu lar. T e n d ríam o s o u n a lucha de intereses particulares,
g enerando una falsa g eneralidad, o u n a gen eralidad real, consecuencia de una
identidad de intereses.
Se tra ta d e un rcduccionisrao cconom icista q u e en sus conclusiones llega
a reducir la lu cha por desm on tar las relaciones de dom inación social a un a
lucha po r co n tro lar el proceso económ ico. L a creciente identificación d e la
em ancipación con el control, típica d e tantos m ovim ientos socialistas, está ya
presente en la obra de M arx. H ay en ella u n “ positivism o secreto” 72 q u e tom a
el control com ún, el m ando consciente y racional d e los p roductores asociados
p o r u n resultado del m ism o desarrollo económico. La asociación de producto-

Ibid., p . -U3.
72 A. Wcllmer, op. cit.

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APARATO DE ESTADO Y FORMA DE ESTADO 107
res libres e iguales, o sea la form a de gen eralidad po r hacer, aparece como
u na socialización precon stituida en y p o r el progreso económico-tecnológico
del capitalism o. Es decir, el “ hom bre socializado” d e M arx opera com o un a
razón objetiva sim ilar a la "m an o invisible" de Sm ith o la "v o lu n tad gen eral"
d e Rousseau. S uponiendo una identidad de intereses prefijada, ev itan in terro ­
garse acerca de su constitución histórica. Las relaciones de p o d er (cómo son
g eneradas y qu é producen) no son tematizadas.
La ausencia d e toda referencia a u n a sociedad d iv id id a y, p o r ende, a la
política en la reflexión de M arx sobre la sociedad fu tu ra condiciona el poste­
rio r p ensam iento socialista y dificulta el actual deb ate sobre socialismo y d e ­
mocracia. E n co ntra de un enfoque reduccionista falta recup erar prim ero un
concepto dc lo político a fin dc po der p roblem atizar la dem ocracia.
L a em ancipación social im plica, desde luego, el control de la sociedad sobre
sus condiciones de vida. Esta disposición de la sociedad sobre sí m ism a es a la
ve/, más y menos qu e un control sobre “ el intercam bio de m aterias con la n atu .
raleza". Es m ás en cu a n to im plicaría toda la producción y reproducción de
la sociedad p or ella mism a, sin lim itar esta autop rod ucción social a la produc­
ción económ ica. Es menos en cuanto im plicaría una disposición sobre los ho m ­
bres p articulares; la p articu larid ad ind iv id ual n o puede ser regulada a la m a­
n era d e una planificación económ ica. La autod eterm inació n de la sociedad
sobre su d esarrollo no puede significar la abolición dc la diversidad social
sino, po r el contrario, su realización plena. Y esta diversidad exige la política,
o sea la d eterm inación (conflictiva) de un referente trascendental p or m edio
d el cual los hom bres pueden reconocerse unos a otros en su diversidad.
La necesidad d e tal m ediación se vuelve evidente en el razonam iento del
mism o M arx. De hecho, au n superadas las relaciones capitalistas d e producción,
seguirá subsistiendo u n “ reino de la necesidad". Es decir, h ab rá relaciones
m ercantiles y a u n q u e se tra te de u n a división v o lu n taria del tra b ajo no serán
relaciones sociales directas. M ientras exista u n "rein o de la necesidad" existe
u n a sociedad divid ida y toda división social im plica u n a m ediación. Es decir,
incluso si consideráram os solam ente las relaciones (no-capitalistas) de produc-
ción, u n m odo d e producción com unista, la falta d e relaciones sociales directas
exige u n a representación del tra b ajo colectivo.
l 'a l representación o m ediación de la sociedad consigo mism a no está vincu­
lada lógicam ente a n in g u n a form a específica. H istóricam ente es la form a de
estado.
M i interpretación h a enfatizado, quizás exageradam ente, u n a línea red uc­
cionista en el análisis de M arx p o rq u e estim o q u e ella da origen a la te n d en ­
cia, vigente hasta hoy, d e to m ar el ap a ra to de estado p o r el estado. P or o tra
p arte, es en M arx do n d e encontram os un a p rim era concepción de la form a
de estado. La anunciada "síntesis de la sociedad civil b ajo la form a de estado"
presenta el tem a a tra tar. Pienso qu e con el análisis del fetichism o M arx tam-
bién nos indica un cam ino p ara enfocarlo.
El m érito de M arx en su crítica a H egcl es h ab e r com prendido la idea de
estado com o u n a abstracción real, ev itan do caer en un m aterialism o vulgar. La
trascendencia no es "ab o lid a" sino analizada com o u n prod ucto social. La sub-
jetivación del estado no es u n a construcción idealista p ro p ia de Hegel; la in ­
108 NOKBEKT I.FCHNER

versión de sujeto y predicad o es u n prod ucto dc la sociedad misma. L a crítica


a H egel es u n a crítica d e la "realid ad irra cio n al”.73 Son los mismos hom bres
quienes pro du cen su dependencia de u n a trascendencia. Esta su "d eud a de
sen tid o ” (en las palabras de G auchet) p uede ser saldada p o r la religión o por
el estado. Se tra ta de dos m odalidades equivalentes de ex teriorizar en u n lugar
fuera de la sociedad, o sea “p o r encim a" de la división, el sentido de q u é se
vive y cóm o se vive en u n a sociedad dividida. ¿A q u é se d ebe esa “ alien ación ”
e n el caso del estado m oderno?
Luego de h ab e r reconocido en el estado burgués “la abstracción de la socie­
d a d civil p o r sí m ism a, dc su condición real”,74 M arx pasa a ex plicar ese p ro ­
ceso de abstracción. Ese poncr-fuera-de-sí-mism o del estado po r p a rte d e la
sociedad sería p ro d u cto de la división social del trabajo. L a división d e la
sociedad es red ucida a la división social del trab ajo. U na vez señalado el re-
duccionism o, q u ie ro destacar el ap o rte de M arx. De analizar el desarrollo de
la división social del tra b ajo en la producción capitalista de m ercancías des­
c ub re el m isterio de la form a de m ercancía: m uestra cóm o los p roductos de
la actividad h u m a n a se in depend izan y devienen sujetos q ue som eten a quienes
son sus productores. E l concepto dc fetichism o —el dob le proceso de subjeti-
vación d c los productos y de cosificación d e los productores— nos p erm ite pen-
sar la m oderna form a d e estado. Podemos reconocer la sustantivación, típica
del estado capitalista, y explicam os a través de ese fetichism o (y n o sólo po r
e l m o nopolio organizativo de la coerción física) el p o d er del estado.
El fetichism o opera en n u estro h a b la r co tidiano : el estado controla, el estado
crccc, el estado a rtic u la .. . (como decim os q u e el oro sube o q ue el cobre b a ja ) .
E n realidad, el estado aparece com o sím bolo d e d eterm in ad a burocracia gu ­
b ern am en tal: e lla afirm a, in te rv ie n e .. . P ero el lenguaje traiciona: el estado
aparece com o lo q u e es —un sujeto d o ta d o de vida pro pia. N o se tra ta de u na
sim ple m etáfora. El estado se independiza de las voluntades políticas.
Los aparatos gubernam entales responden a los im perativos económicos, las
reivindicaciones sociales, las existencias políticas. P ero lo q u e cohesiona y an i­
ma a las distintas m edidas yuxtapuestas y contrad ictorias en tre sí es u n a “ ló­
gica” ajena a la aritm ética de d em andas y recursos. Podemos estu d iar la acción
g u b ern am en tal a través d e las estructuras económicas, geopolíticas, etc., que
la condicionan; pero ellas n ad a nos dicen de la n atu raleza del estado. P ara
ello hem os de rec u rrir a la constitución d e la form a de estado.
La form a d e estado condensa las luchas (divisiones) en la sociedad, crista­
lizando, p o r así decir, el sentid o de las relaciones sociales existentes. C onden­
sación de la verd ad o el sentido del o rd en q u e pro d u jero n las luchas d c poder.
Siendo una exteriorización coextensiva a la sociedad, la form a d e estado no está
al m argen de las relaciones de d om inación y explotación. Ella es "rep resenta­
tiva” del c o n ju n to de las relaciones sociales de producción (en el sen tido lato
d e producción de las condiciones de v ida en y de la sociedad ).
A sum iendo q u e toda acción social es u n a acción significativa, la form a dc
estado sería el lugar do nd e los significados de la interacción social se objetivan

73 Karl Marx, Crítica de la filosofía del estado de Hegel, cít., p. 81.


™ Ibid., p. 142.

Co
APARATO DE KSTADO Y FORMA DE ESTADO 109

y subjetivan. B orrando toda h u ella d e su producción histórico-social, se trans­


form an en la Ley y la M oral: representación o b jetiv a del o rd en existente.
Este "esp íritu ” de las leyes y d e las instituciones fu nd am enta la legalidad y
—com o lo m ostró dram áticam ente la experiencia ch ilen a— delim ita el te rren o
d e la acción gub ernam en tal.
R especto a la conccptualización d el estado ca pitalista en ta n to q u e fetichis­
m o quisiera agregar tres aclaraciones. E n p rim er lugar, el fetichism o es u n
fenóm eno d e la producción m aterial y n o u n sim ple "reflejo so breestructural”.
Es la m ism a interacción en tre los hom bres la q u e prod uce la sustantivación
de la form a "estado” y la subordin ació n de los hom bres particu lares a ese feti­
che. El fetichism o de estado surge po r y ju n to a las relaciones capitalistas de
producción: los hom bres "lo hacen, p ero n o lo saben” . Este proceso objetivo
pu ed e d a r lu gar p osteriorm ente a u n a fetichización en cu an to acciones cons­
cientes de estad olatría: el culto a la ban d e ra , al "p a te r p a tria e ”, etcétera.
En segundo lug ar, el fetichism o no se disuelve con su explicación. J u sta ­
m ente p o r no ser la form a de estado u n a ilusión o engaño sino u na abstracción
real, p ro d u cto d e determ in ad as relaciones sociales, solam ente cam biaría con
éstas. El fetichism o sólo desaparecerá, dice M arx, cu ando el proceso social de
v ida "com o p ro d u cto de hom bres lib rem ente asociados, éstos la h ayan som eti­
d o a su control planificado y consciente”.75 A hora bien, cabe sup on er q u e
estos hom bres librem en te socializados n o tengan relaciones sociales directas
y q u e, p o r tan to , req uieran u n a estructura de m ediación. Se tra taría pues de
hacer visible esa m ediación oculta tras el fetichism o y así llegar a disp on er
("m an d o consciente y racional”) sobre la form a d c estado. Es decir, volviendo
tran sp aren te la m ediación p o r m edio de la form a "estado” se revierte la inver­
sión q u e hizo del estado u n "D ios m o rta l” al cual está som etido el com porta­
m ien to h u m a n o so pena dc "caer en el caos”. El pav or al caos se diluye mos­
tra n d o la construcción social del estado: “el em p erad o r n o lleva vestido” .
P ero con la desaparición del fetichism o n o desaparece el estado de hacer
tra n sp a re n te la m ediación de la sociedad consigo m ism a, se p o n d rá fin al so­
m etim ien to ciego a un fetiche, pero n o a la necesidad dc un referente tras­
cendente. La form a de estado c o n tin u ará siend o la m ediación históricam ente
necesaria p a ra q u e u n a sociedad —q u e seguirá estando div id id a— se afirm e
a sí m ism a y p u ed a ac tu ar sobre sí mism a.
P arece adecuado pensar la "sociedad sin clases” n o como u n a m eta concreta
sino —com o pro po ne H inkelam m ert—76 com o u n concepto-lím ite. Éste sirve
de criterio p ara pensar y ev alu ar las transform aciones sociales concretas, que
buscan desm o ntar toda relación coercitiva. Si se asum e la persistencia de u n a
sociedad dividida, la extinción del estado d eja de ser u n objetivo político. La
tarca es. p o r el contrario, u n a organización adecuada d e la división social. El
cam bio de perspectiva es decisivo. P o r u n lado, frena la tendencia a in te n ta r
ab o lir " p o r decreto” los conflictos sociales. De hecho, to do in te n to po r esta-
blecer u n a “sociedad sin clases” o u n a " u n id a d nacio nal” en u n a sociedad divi­
d id a ha conducido al totalitarism o. P o r el o tro lado, el reconocim iento de la

75 Karl Marx, El capital, cit., t. i, vol. 1. p. 97.


7« F. Hinkdammert, op. cit.

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11 0 NORBFRT I.f.CHNHR

división social p erm ite tem atizar la dem ocracia en un a sociedad socialista. Si
el socialism o no elim ina la división en la sociedad, entonces la m ediación
en tre " lo p a rtic u la r” y " lo general” se im pone com o u n a tarea central.
En tercer lugar, d eb o aclarar la "am p liació n ” del concepto de fetichism o.
M arx lo d esarrolla a p a rtir de las relaciones m ercantiles capitalistas, defin ien ­
d o la form a de m ercancía, del d in e ro y del cap ital. Establece adem ás u n a a n a ­
logía con la religión, q u e p o d ría extenderse al estado. C abe preguntarse, em ­
pero, si más q u e u n a sim ple analogía n o se tra ta de un fetichism o p ro piam en ­
te tal. E n efecto, presum o, sin poder arg u m en tar la hipótesis, q u e el fetichism o
es generado y se alza sobre el co n ju n to d e las relaciones sociales de producción
(en su sentido la to ) . H ab ría q u e d esarro llar esta proposición, tenien do en
cu e n ta especialm ente la creciente form alización d e las relaciones sociales. Me
parece q u e los rituales de la interacción (tal com o fueron estudiados p o r Sim-
mel y ah o ra p o r G offm an) son u n b u en cam po p ara analizar la supuesta exte-
riorización e independización del sen tido im plícito a la acción social. Si la co­
m unicación social se rige por p autas form ales e im personales, que reduciendo
la com plejidad de la vida social nos p erm iten "a c tu a r”, sería porq ue la acción
com unicativa rem ite a u n significado fuera de ella. A la inversa, la actu al rebe­
lión contra esas form alizaciones en n o m bre de la au ten ticid ad y de la in tim i­
d ad conduciría, según R ichard S ennett, al ocaso del ho m bre público. Es decir,
así com o la diversidad de los hom bres particulares rem ite a pautas formales
d e com unicación (cierto "d en o m in ad o r com ún”), así estas reglas y " ap a rien ­
cias” rem iten a su vez a un sentido de orden q u e an im a el código form al.
Esta línea de investigación ha sido ab ierta p o r G ram sci en su crítica a l eco­
nom icism o. G ram sci rechaza la identificación de estado y go bierno com o u n
plan teo corporativo-económ ico, q u e ve en la dom inación sólo su aspecto coer­
citivo de im posición, igno ran do el consentim iento de los dom inados. El con.
s en tim ien to es, más q u e u n a disposición aním ica o u n a o p in ió n ideológica, un
ac tu ar práctico que se m anifiesta en el com portam iento cotidiano. "Las ex ­
presiones más fieles de la sociedad son —según G ram sci—, las reglas prácticas
d c conducta q u e los juristas llam an ‘ju ríd ica m en te indiferentes’, y cuya zona
cam bia con las épocas y con la extensión dc la intervención estatal en la vida
d e los ciudadanos.” 77 N o es posible com prender las actuales "reglas sociales
d c co nd u cta” sin h ab e r estudiado la transform ación secular de las redes y los
resortes de poder instalados a través d e un a p a ra to estatal centralizado. El
co m portam iento m oderno, rem plazando la fuerza física p or el cálculo y la ne­
gociación, p o r el disim ulo, el engaño y la persuasión, supone cierta m onopoli­
zación de la violencia. Si el p eligro en el cam ino ya n o es ser asaltado sino
atro p ellado, entonces los hom bres h an de d esarro llar otras capacidades. T ie n e
lugar una le n ta m utación psicológica, q u e transform a las pautas de interacción.
La acción g u bern am ental condiciona pues conductas y costum bres confor­
mistas. Las form as de convivencia social así inducidas condicionan a su vez la
fo rm a dc estado. Ellas g eneran —a la m anera d e u n Sobre-Yo colectivo— los
significados y las norm as q u e encarnados bajo la form a d c estado definen lo
b u en o o lo m alo de la acción social, in clu id a la acción g ubernam ental.

’■ Gramsci, op. cit., p. 181.


APARATO DE ESTADO V PORMA DE ESTADO 111

N o pu ed o d esarro llar aq u í las com plejas relaciones en tre form a de estado


y a p a ra to de estado. N o p o r ello ign oro la im p ortancia del ap a ra to estatal, qu e
bien conoce q u ie n algu na vez haya "h ech o política”. P ero ¡evitem os u n a id o ­
la tría de lo inm ediato! N o podrem os analizar adecuadam ente las alternativas
políticas en A m érica L a tin a si n o abandonam os un a concepción reduccionista
d el estado.

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HEGEMONÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO

En estas notas se in te n ta d esarro llar la idea de q u e si se piensa la realid ad so-


ciopolítica a p a rtir de u n a conceptúalización según la cual los aparatos ideo­
lógicos form an parte del sistema estatal, tiend e a fortalecerse u n a concepción
instrum en talista del estado o, en el m ejo r d c los casos, a diluirse los lím ites
de ese sistem a. M ás allá d e las dificultades q u e ello añ a d e a la explicación
de los fenóm enos políticos en la sociedad capitalista, se vuelve más difícil
p la n tear el desenvolvim iento de la lucha de clases en la perspectiva dc u n
com bate p o r la hegem onía. El concepto "aparatos ideológicos d e estado'* con­
solida u n m odelo plenam ente in teg rado d e sociedad do n d e el p od er term in a
p o r identificarse de m anera ab soluta con el estado-gobierno o, si se atien de
a consideraciones y m atices destinados a restrin g ir el significado p rim ario de
los térm inos incluidos en ese concepto, "estado” y "sociedad” acaban siendo
sinónim os. N o es necesario p articip ar de las creencias liberales q u e suponen
la separación en tre sociedad civil y sociedad política p ara inclinarse hacia o tra
conceptualización q u e no propicia la confusión en tre las instituciones q u e for­
m an el a p a ra to de estado y el c o n ju n to d e organism os identificables com o apa­
ratos ideológicos de la sociedad civil. "L as fron teras del estado n o son objeto
dc indiferencia p ara la teoría m arxista o la práctica revolucionaria. Es esencial
po d er trazarlas con precisión. C o n fu n d irlas es de hecho com p rend er m al el
papel y la eficacia específicos de las superestructuras fuera del estado." 1
T a n to el reduccionism o am p liam en te d ifu n d id o en la teoría m arxista como
el vanguardism o frecuente en las corrientes políticas o rientadas a la tran sfo r­
m ación de la sociedad capitalista co n tribu yero n a crear u na idea del po der
com o "cosa” concentrada en u na in stitució n: el a p a ra to estatal. F ren te a esta
visión sim plista hay u na tendencia, poco generalizada todavía, a ver el poder
com o u n a relación de fuerzas sociales. Sin em bargo, el peso de la trad ición que
en c u en tra "cosas” do n d e hay relaciones es ta l q ue, u n a vez aceptad o el p la n ­
team ien to según el cual el p od er n o d ebe reducirse a n i identificarse con el
estado-gobierno, se p rocura m uchas veces am p lia r el referente del concepto
"estado ” h asta desem bocar en u n a concepción dem asiado laxa del mismo. La
arraig ad a costum bre de sostener la id e n tid a d poder-estado está en la base del
concepto "ap a ra to s ideológicos de estado”. A u n q u e las relaciones de poder,
las form as q u e éste ad quiere y los "lugares” en q u e cristaliza sobrepasan los

l Pcrry Anderson, “Las antinomias de Antonio Gramsci'', en Cuadernos Políticos núm.


1S. México, e r a , julio-septiembre de 1977, p. 28.

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HCCEMONÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO US

lím ites del a p a ra to estatal, u n a com prensión superficial d e ese concepto vigo­
riza la concepción in stru m en talista del estado y la reducción del pod er al ap a­
rato d c estado. U na lectura rigurosa de la arg um en tación con q u e se presenta
d ich o concepto exhibe, p o r el contrario, el pago p o r a d m itir un esquem a más
com prensivo del poder: la disolución del sistem a estatal. “Im p lícita en esta
concepción de los ‘aparato s ideológicos del estado’, subyace u n a concepción
del estado qu e cesa en teram en te de considerarlo com o u na in stitu ció n (es de­
cir. com o u na estructura objetiva) [ . ..] el estado se reduce, sim plem ente, a
u n a cualidad q u e p en etra todos los niveles de u n a form ación social. Siguiendo
esta línea de razonam iento, asistimos a la disolución de la noción d e estado
com o estru ctu ra o bjetiva.” *
¿C uál p o d ría ser el criterio p ara d ecid ir en tre u n a definición estricta (algu­
nos d irían estrecha) y u n a definición laxa (otros d iría n am p lia o integral)
del estado? ¿Q ué instituciones constituyen, pues, el sistem a estatal? U n a res­
puesta in m ed iata fo rm u laría la definición sobre la base del carácter pú blico
o p rivado dc las instituciones e in c lu iría d e n tro del ap a ra to de estado sólo
aquellas q u e tienen carácter público. Sin em bargo, A lthusser (o sea, q u ie n
intro duce la noción “ aparatos ideológicos de estado") rechaza tal respuesta
en ta n to considera q u e la d istinción en tre lo pú blico y lo privado es in h e ren ­
te al d erecho burgués e inap licable al estado. “ El estado, q u e es el estado de la
clase d o m in an te, n o es n i púb lico ni privado, es, po r el co ntrario, la condición
d e toda distinción en tre público y priv ado .” En el m ism o pasaje A lthusser
ofrece u n segundo argum ento p ara rechazar tal respuesta in d icand o q u e n o
im p o rta si las instituciones denom inadas “ aparatos ideológicos de estado” son
p úblicas o privadas: “ lo q u e im porta es su funcionam iento. Las instituciones
privadas p ueden ‘fu n cio n ar’ perfectam ente com o ap arato s ideológicos de es­
tad o”.* Este segundo argu m ento n o pasa dc ser u n a petición de p rin c ip io y el
p ro blem a gira, en definitiva, alrededor de lo señalado en el prim er argum ento.
Se puede aceptar la tesis de q u e el estado es condición de posibilidad p ara
diferenciar en tre lo público y lo privado, pero ello n o an u la, deb iera ser obvio,
la validez de tal distinción. P uede aceptarse inclusive q u e el estado posee la
facultad d e a lte ra r el estatu to ju ríd ic o de esas instituciones, volviendo p ú b li­
cas las q u e h asta ese m om ento fuero n privadas o viceversa, pero ello no obliga
a su pon er inexistentes las fronteras del sistema estatal: cuand o más tales reco-
n ocim ientos obligan a ad m itir q ue el a p a ra to de estado 110 es algo d ad o dc una
vez p o r todas, form ado p a ra siem pre p o r u n n ú m e ro fijo de instituciones. En
cu a lq u ier caso, el concepto “aparato s ideológicos de estado” n o fue produ cido
p ara com b atir u n a idea supuestam ente estrecha del estado q u e lo reduce a su
n úcleo “ p ú b lico ”, sino p ara com batir u n a idea efectivam ente estrecha q u e lo
reduce a su fu nción com o ap a ra to de d om inación (represiva) política. N o
p o r n ad a A lthusser define los ap arato s ideológicos de estado p o r oposición al
“ap a ra to represivo d e estado”. L a receptivid ad m ostrada p o r muchos m arxis­
tas an te esa conceptualización proviene de la sospecha cada vez más precisa
* Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista, España, Siglo XXI. 1978.
pp. 74-75.
* Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de estado”, en Escritos, Editorial Laia,
1974. p. 124.
114 CARU» PERKYRA

d e q u e hay u n a insuficiencia básica en la concepción m arxista tradicio nal del


estado, consistente e n registrar de m an era u n ilate ral el carácter represivo del
ap a ra to estatal, o cu ltan d o prácticam ente su eficacia p ara recab ar legitim idad
y consenso. P o r ello destaca P oulantzas q u e la form ulación del espacio estatal
en térm inos d e aparatos represivos e ideológicos “ tiene el m érito de am p lia r
la esfera estatal incluyendo u n a serie de aparatos d e hegem onía, a m enudo
‘privados’ y de subrayar la acción ideológica del estado’’.-4
La reacción ju sta con tra u n a conceptualización u n ilate ral y restrictiva del
estado tien e aq u í el inconveniente de in tro d u cir elem entos de confusión res­
pecto a la distinción en tre sociedad civil y sociedad política. N ad a pued e o b je­
tarse al esfuerzo teórico de in co rp o rar a la teoría del estado elem entos concep­
tuales q u e p e rm ita n d a r cuen ta de su función ideológica y, d ad o q u e la ideo­
logía tiene siem pre u n a existencia m aterializada en prácticas y, p o r tanto, en
instituciones y aparato s que organizan esas prácticas, tam poco pued e objetarse
la tesis de que el estado funciona tam bién com o a p a ra to ideológico: de ah í la
im p ortancia de m ostrar, p o r ejem plo, los efectos ideológicos de mecanism os
com o el de representación p arlam en taria. Este esfuerzo, sin em bargo, no tiene
p o r q u é conducir al supuesto de q u e los aparatos ideológicos, la sociedad civil,
son aparatos ideológicos del estado. “N o hay absolutam ente nada qu e autorice
a h a b la r de ‘aparatos ideológicos de estado’ en relación con las instituciones
q u e en las sociedades dem ocraticoburguesas n o form an p a rte del estado. Y
muchos aspectos im portan tes de la vida de esas sociedades se pierd en cuando
se olvida la distinción en tre los aparatos ideológicos q u e son prim o rdialm ente
p ro d u cto de la ‘sociedad civil' y aquellos otros q u e son p ro du cto y parte del
a p a ra to d e estado.’’ 6
La d eb ilid a d del argum en to de A lthusser consiste en q u e entrem ezcla dos
discusiones distintas: una tiene q u e ver con la concepción acerca del papel del
estado y o tra está relacionada con la cuestión del carácter pú blico o p rivado
dc las instituciones existentes en la sociedad. Se pued e ab a n d o n ar un esquem a
reduccionista del estado q u e lo considera sim ple in stru m en to represivo d e la
clase d o m in an te sin por ello in c lu ir d e n tro del sistem a estatal las instituciones
de la sociedad civil. L a insuficiencia de la teoría m arxista trad icio nal se localiza
en el prim er p u n to y el esfuerzo teórico p ara d isip a r esa insuficiencia 110 supo­
ne in tro d u cir elem entos de confusión respecto a esta distinción. E l entrevero de
am bas discusiones está presente ya en los propios escritos de G ramsci, en q uien
A lthusser se apoya de m anera explícita p ara fo rm u lar su concepto de " ap a ra­
tos ideológicos de estado": “ G ram sci tuvo esta ‘sin g u la r’ idea: q u e el estado
n o se redu cía al a p a ra to (represivo) de estado, sino q u e co m prendía, com o él
decía, cierto nú m e ro de instituciones de la 'sociedad civil': las iglesias, las es­
cuelas, los sindicatos, etc. D esgraciadam ente, G ram sci 110 sistem atizó sus in tu i­
ciones, q u e q u edaron en estado d e n otas agudas, pero parciales." 8
En los Cuadernos de la cárcel aparece, en efecto, la noción de “ estado inte­
g ral" y la consiguiente am pliación d e los lím ites del sistem a estatal pues esa
noción es utilizada, precisam ente, p ara sugerir la integración al estado de los
* Nicos Poubi/as, Ettiido, poder y socialismo, España, Siglo XXI, 1979, p. 34.
l Ralph Miliband, Marxismo y política, España, Siglo XXI, 1978, p. 75.
<1 I.ouis Althusser, op. cit., p. 152.
IIK .JM O N ÍA V APARATOS IDEOLÓGICOS DF. F.&TADO 115

organism os d e la sociedad civil. En los escritos de G ram sci, sin em bargo, el


asu n to n o q ueda resuelto en definitiva, com o se ad vierte p o r las variaciones
sintácticas y sem ánticas d e los antónim os “estado” y "sociedad civil”. Es fac­
tib le d esarrollar a p a rtir d e las intuiciones gram scianas o tra visión d istin ta
a la q u e asum e A lthusser de los organism os v ulgarm ente llam ados "priv ado s”.
En cu a lq u ier caso, el aspecto decisivo de la in tu ición de G ram sci radica en su
com prensión de q u e el estado es m ucho m ás q u e u n a p a ra to coercitivo. Si para
reten er este aspecto decisivo A lthusser considera necesario d efin ir unívoca­
m ente a los organism os de la sociedad ¿ v il com o "aparatos ideológicos d e esta,
d o ”, ello se debe a q u e subsisten en su concepción del estado elem entos del e n ­
foque instru m entalista característico del reduedonism o. De a h í la afirm ación
ta jan te "el estado es el estado de la clase d o m in an te”. N o hay d u d a d e que el
estado es la g aran tía ú ltim a de la dom inación de clase, n i tam poco de q u e el
poder de estado desem peña u n papel d efinitivo en la reproducción del po der
d e clase, ]>ero de ello no se sigue la ¡dea de u n a clase o riginaria, sujeto exclusivo
del com portam iento estatal. Se puede afirm ar, parafrasean do al p ro p io A lthus­
ser, q u e el estado es un a p a ra to sin sujeto " p o rq u e n o es evidente, ni m ucho
m enos, q u e si la burguesía hubiese podid o p ro d u cir el estado de arrib a abajo
y a su conveniencia, h ab ría escogido este estado”.*
A pesar del vigoroso ap o rte de A lthusser al com bate co ntra el lastre ccono-
m icista en el in te rio r del m arxism o, su aceptación acrítica de u n esquem a m uy
d ifu n d id o y elem ental d o n d e el estado aparece com o estado de la clase dom i­
n an te es d eu dora del supuesto econom icista fun dam ental: la p olítica es sim ple
m anifestación fenom énica de las relaciones que co ntraen los agentes sociales
en el proceso productivo. Si ju n to con el econom icism o no se in te n ta su p erar
el reduccionism o im plícito en la im agen d e la clase-sujeto, el rechazo ex plícito
d e aq uél no logra ev itar su reincorporació n in v o lu n taria. A un cu ando se ad m i­
ta, en u n m odelo teórico más com plejo, la extensión de la actividad estatal
y ésta n o aparezca ya com o acción p u ram en te coercitiva y, p o r tan to , se evalúe
m ejor la presencia ideológica del estado en las relaciones sociales, se sigue
prisionero de una concepción restring id a cuando en la acción del estado n o se
ve sino la expresión de la acción de la clase dom in ante. Se p uede afirm ar, p or
u n a p arte, q u e "el p o d er de clase de la clase d o m in an te n o se ejerce, en deter­
m inados aspectos im portantes, p o r m edio de la acción del estado, sino d e la
acción de la clase, al menos en los regím enes ‘dem ocrático-burgueses' e igual­
m ente en un buen n ú m ero d e las otras form as de regím enes capitalistas” 8 y,
p o r o tra p arte, tam bién es cierto q u e la acción del estado dista m ucho de ser
m era expresión de la volu ntad y conveniencia burguesas: no es acción de clase
apenas revestida. El reduccionism o consiste en su po ner u n sujeto ú nico (la
sustancia de !a tradición m etafísica) del cual las diversas form as de vida social no
son sino representaciones m anip ulad as según el lib re albedrío del sujeto. El
estado no es u n instrum ento confeccionado a su gusto p o r la clase dom inante.
El rechazo de la concepción instrum en talista del estado no conduce a igno­
rar. p o r supuesto, la función de éste como balu arte ú ltim o del sistem a de dom i­

• NÍCOS P«Hll.11lt7a\. of>. cit., p. 7.


s Ralph Milihaml. nfr. cit., p. 73.
116 CARLOS PEREYRA

nación. El estado es estado de la sociedad capitalista: sus pretensiones de velar


p o r el interés glo bal d c la sociedad no p ueden escapar a la refun do nalización
de ese interés global p o r las relaciones sociales q u e el m odo capitalista de
producción configura. Si, u tilizan d o la p areja term inológica in tro d u cid a por
M iliband, se distingue en tre p o d er dc estado y p o d er d e clase, h a b rá de con­
cluirse entonces q u e el p o d er de estado no es el p u ro disfraz p olítico del poder
d c clase y, sin em bargo, en v irtu d de la relación d e fuerzas sociales d eterm i­
n ad a p o r el m odo ca pitalista de producción, el p o d er d e estado opera necesa­
riam en te en el m arco establecido p o r el sistem a de dom inación dc clase, refun-
cionalizado siem pre p o r el poder d e clase. E n el estado se condensan las form as
básicas del pod er político en la sociedad capitalista, y si bien es d e r to q u e el
p o d er n o se ubica de m an era exclusiva en el a p a ra to estatal y, p o r el co n tra­
rio, se ejerce en todas las facetas de la sociedad, tam bién es cierto q u e en todo
caso el p o d er de clase om nipresente en la vida social está referido a esa form a
centralizada del p od er q u e es el estado. E llo n o perm ite co nfu nd ir, n o obstante,
el carácter de las instituciones v organism os de la sociedad civil m ediante los
cuales se ejerce este p o d er de clase. "L lam ar a todas estas institucion es 'ap ara­
tos ideológicos de estado’ se fu n d am en ta en, o al m enos provoca, una confu­
sión en tre el po der de clase y el p o d er de estado, diferencia que es im |>ortante
m an ten er.’’ 9
Así pues, en relación con los ap aratos ideológicos el pro b ?ma n o consiste
en saber si son públicos o privados conform e a u n a definición ju ríd ica estrecha
de tales categorías: lo im p o rtan te es sab er si se tra ta o no de instituciones exte­
riores al sistem a estatal, pertenecientes a la sociedad d v il. N o ten d ría sentido
h a b la r de u n proceso de "cstatización’’ si se supone que, dc una vez para
siem pre, todo a p a ra to ideológico es "d e estado”. N o se en tien d e cóm o puede
escribir Poulantzas q u e "el co n ju n to de los ap a ra tas de hegem onía, au n en
el caso de ser ju ríd ica m en te privados, form an p a rte del estado” y. en la mism a
página, afirm ar q u e "in terv in ien d o crecientem ente en todas las esferas de la
realid ad social, disolviendo el tejid o social trad icio n alm en te 'p riv ad o ', ese esta­
d o se filtra e n las redes más capilares y p en etra ten den cialn ten te en los sectores
del poder, dc tod o poder de clase”.10 Si el tejid o "p riv ad o " de la sociedad
civil form a parte del estado, éste n o pu ede p en e trar u n espacio q u e ocupa des­
de siem pre. El concepto "ap arato s ideológicos d c estado” n o sólo im pide pen ­
sar u n fenóm eno decisivo del capitalism o contem poráneo: la estatización cre­
ciente de instituciones tradicion alm entc pertenecientes a la so d ed ad civil,
sin o que, adem ás, al b o rra r la distinción en tre sociedad civil y sociedad p olí­
tica, oculta el aspecto fun d am en tal d el proyecto so dalista. En efecto, si se
concibe este proyecto de m anera m enos sim ple q u e la acostum brada cuando
se p one énfasis u n ilate ral en la elim inación de la pro pied ad privada, el obje­
tivo básico d e ese proyecto es cancelar la d is tin d ó n en tre do m inantes y dom i­
nados, devolviendo a la sociedad civil las facultades progresivam ente m onopo­
lizadas p or la so d ed ad política.
Las com plejas articulaciones en tre los diversos organism os d c la form ación

® Ibid, p. 72.
>o Nicos Poulantzas, op. cit., p. 37.

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H fC IM O N ÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO 117

social capitab'sta no perm ite n o p erar con u n esquem a b in a rio sim ple: algunas
de esas instituciones o cupan u n espacio fronterizo y oscilan entre su funciona-
ffliéfllfl éñ ¿1 iñl^FÍóP í k 1 SiSlérflá ésfátal y su actividad fuera J e ¿sle. E n cual­
q u ie r caso, resulta m uy endeble u n esquem a conceptual q u e obliga a o m itir
aspectos destacados d e la realidad sociopolitica. Si se afirm a, p o r ejem plo, q u e
la Iglesia es u n a p a ra to ideológico de estado ta n to antes com o después d e la
separación en tre Iglesia y estado, entonces tal conceptualización im pone de
en tra d a posibilidades analíticas restringidas y resulta prácticam ente im posi­
ble pensar gran cantidad de fenóm enos políticos concretos. D e igual m anera,
en cerrarse en el convencim iento d e q u e poco im po rta si los m edios d c com u­
nicación son "públicos" (pertenecientes al sistem a estatal) o "p riv ado s” (ex­
teriores a ese sistem a), equivale a ren u n ciar d e inicio a u n exam en serio del
com portam iento real de tales medios. En otros casos más, cu ando se afirm a, p or
ejem plo, q u e los organism os sindicales son aparatos de estado y se establece,
adem ás, q u e el estado es el estado de la clase d o m in an te, son todavía mayores
los elem entos de confusión introducidos, co ntrib uy end o a p ro p iciar u n a con­
cepción jacob ina de la transform ación dc la sociedad capitalista p a ra la cual
esa transform ación se realiza por la actividad de u n a m in o ría organizada.
D ebe reconocerse q u e cu ando A lthusser explica la equivoca noción “a p a ra ­
tos ideológicos dc estado" señala u na diferencia im p o rtan te en tre éstos y lo qu e
él d en om ina ap a ra to represivo de estado. M ientras éste constituye u n sistema
organizado cuyos diversos com ponentes están centralizados bajo la u n id a d qu e
les confiere "la dirección dc los representantes de las clases en el p od er", aqué*
líos son m últiples, "relativam ente autónom os" y susceptibles d c ofrecer un
cam po de acción objetivo a la lucha de clases. A u n q u e n o hay n in g ú n esfuerzo
p a ra pensar si esta “ relativa au to n o m ía" sugiere algo respecto a la relación
en tre estos ap aratos y el sistem a estatal, al m enos sí q u ed a indicado q u e “ la
resistencia de las clases explotadas p ued e en c o n trar en ellos el m edio y la oca­
sión de hacer oír su voz, sea utilizand o las contradicciones existentes en su in te­
rior. sea co n quistan do p or la lucha puestos de com bate en ellos".11
Esta indicación, sin em bargo, no tien e fuerza suficiente p ara evitar la sim ­
plificación básica e inadm isible del texto, en to rn o a la cual gira el sentido
fu n d am en tal de la teoría de los aparatos ideológicos, derivad a dc la idea dc
q u e el funcio n am iento de estas instituciones está decidido p o r la intervención
en ellas de la ideología do m inante, es decir, “ la ideología de la clase d o m in an te
q u e d eten ta el p o d er d el estado". T a l vez se aprecia m ejor hasta q u é grad o se
tra ta de u n a sim plificación, si se recuerda q u e la lista em pírica d e dichos
ap arato s pro puesta en el texto dc A lthusser incluye el sistema de las diferentes
iglesias, centros de enseñanza, el sistem a político con los diversos partidos, o r­
ganism os d e inform ación y cu ltu ra, ;el a p a ra to sindical!, etc. La sim plificación
dc todo el p la n team ien to según el cual la clase d o m in an te d e te n ta el poder
de estado y, en esa m edida, es su ideología la q ue se realiza en los aparatos
ideológicos dc estado surge de la confusión señalada po r M ilib an d en tre el
p o d er de clase y el pod er de estado, a la que se v in cu lan otras confusiones
en tre clase d o m in an te y grup o gobernan te, ideología d e la clase d o m in an te

ti Louis Althusser, op. cit., p. 127.

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118 CA R IA S PEREVRA

e ideología del g ru p o gobernante. E n d efinitiva, e n la base del p la n team ien to


se en c u en tra la visión de la clase d o m in an te com o sujeto exclusivo del poder:
en tre burguesía y estado se establece (para u tiliz ar térm inos ta n tas veces em ­
pleados con razón p o r A lthusser en sus críticas) u n a causalidad m ecánica y li­
neal. T a le s confusiones, vistas desde o tra perspectiva, obedecen a la concepción
reduccionista q u e supone idénticos a los agentes presentes en las relaciones
políticas y a quienes particip an en las relaciones de producción. E l reduccio-
nism o n o logra ad v e rtir que " n o pu ede identificarse a los sujetos d c la acción
política con las clases sociales [ . . .] los sujetos (las clases sociales) q u e existen
en el nivel económ ico, no se d u p lican en el nivel político; a este nivel se crean
en cam bio, d iferentes sujetos 'inter-clases* [.. .]”.12
1.a critica al concepto "aparatos ideológicos d e estado” no pu ede o cu ltar el
ap o rte decisivo de A lthusser conten id o en su d esarrollo d e la tesis de que la
ideología constituye un sistema objetiv o e institucionalizado: no es u n p uro
c o n ju n to de ideas y representaciones sino q u e se encu en tra m aterializada en
prácticas q u e su po nen aparatos. En G ram sci se e n c u en tran ya notas do nd e de
m an era expresa se a p u n ta la necesidad de la estructu ra orgánica-institucional
p ara la form ación y divulgación de las ideologías. El énfasis puesto p or G ram sci
e n la estructu ra de la sociedad civil m ed ian te la cual u n g ru p o social ejerce
la hegem onía conlleva, n o sólo im p lícitam ente, la tesis de q ue la ideología se
produce y d ifu n d e en y desde instituciones específicas. Esta intu ición , casi no
desarro llada en los fragm entarios escritos de Gram sci, p erm anece largo tiem po
desatendid a hasta q u e A lthusser (pese a sus devaneos en el em pleo del voca­
blo “ ideología”) establece u n te rren o m ás firm e p ara la elaboración de una
teoría de las ideologías, em pezando a llen ar un vacío teórico cuya nocividad
p ara el m aterialism o histórico n o puede subestim arse. Es ind ud ab le, pues, el
m érito de A lthusser al localizar y reconocer esta insuficiencia en el m arxism o
y a p u n ta r la vía de su prob able superación. Ello no dism inuye la confusión de
su concepto "ap arato s ideológicos de estado”, el cual desorienta respecto al te­
rren o en el q u e se desenvuelve la lucha ideológica de clases, to d a vez q u e ésta
involucra p rin c ip alm en te instituciones q u e no form an p a rte del sistem a estatal.
E n la perspectiva analítica sugerida p o r esa confusa noción n o se llega al
extrem o, es cierto, de suponer q u e el espacio ideológico está co n tro lad o exclu­
sivam ente po r la ideología tic la clase d o m in an te n i d e creer que los aparatos
idcológicON son, sin más, la realización de esa ideología. T a l perspectiva ad m ite
el hecho evidente dc q u e ese espacio es un lug ar de conflicto perm anen te
d on d e, en las instituciones mism as de la sociedad civil en las q ue el p o d er de
clase p reten de consolidar su hegem onía, las clases su balternas generan sus
propios elem entos hacia su hegem onía altern ativ a. Sin em bargo, el reduccio-
nistno que im pregna esa perspectiva analítica conduce a su bray ar de m odo
u n ilate ral un aspecto dc la cuestión. Así, p or ejem lo, Poulantzas escribe: " la
ideología d o m in an te se encarna en los aparatos del estado q u e desem peñan
el papel d c elab o rar, inculcar y rep ro d u cir esa ideología, lo cual tiene su im ­
p o rta n cia e n la constitución y reproducción de la división social del trabajo,

12 Chanta! Moufíe, “Hegemonía e ideología en Gramsci", en Arle, sociedad e ideología,


núm. 5, febrero-marzo de 1978, p. 78.

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HEGEMONÍA Y APARATOS IDEOLÓGICOS DE ESTADO 119
de las clases sociales y de la dom inación dc clase. Éste es, po r excelencia, el
papel de ciertos ap aratos q u e pertenecen a la esfera del estado y h a n sido
designados com o aparatos ideológicos de estado, lo m ism o si p ertenecen al
estado q u e si conservan u n carácter ju ríd ic o ‘privad o’. . . '\ H
Esta descripción de la m anera en q u e la clase d o m in an te refuncionaliza el
co m po rtam iento de las instituciones de la sociedad civil n o pued e o cu ltar el
hecho de q u e n o se tra ta, necesariam ente, de instituciones creadas p ara rep ro ­
d u cir el sistema de dom inación. En rigor, la expresión “ ap arato s ideológicos”
d ebe ser desagregada p o rq u e e n ella se entrem ezclan instituciones de diversa
índole. A lgunas de ellas (ciertos partido s políticos y organism os patronales,
p o r ejem plo) no tien en más tarea, en efecto, que la d e preservar el sistema de
d o m inación. O tras instituciones (ciertos m edios privados d c com unicación, por
ejem plo) enm ascaran con u n a p reten d id a función social su inten cio nalidad
ideológica precisa. O tros (iglesias, escuelas, centros culturales) están allí por
necesidades in eludibles de la conform ación social y jam ás poseen un a estruc­
tu ra m onolítica: la clase d o m in an te p rocura utilizarlos, p ero ello n o cancela
la po sibilidad de que su funcio nam iento p ro p io se articu le a las contra-ideo­
logías de las clases su balternas. F inalm en te, hay instituciones de la sociedad
civil (sindicatos y ciertos partid os políticos, p. ej.) cuyo fu ncion am ien to es ten-
d encialm en te revolucionario e inasim ilable p ara c! sistem a d e dom inación.
El fun cio nam ien to m ism o de las relaciones capitalistas de p ro d u cció n , con­
d icio n a la am p lia desproporción en la presencia q ue las diferentes clases tien en
en los aparatos ideológicos de la sociedad civil. E l m a n ten im ien to del pod er
d e clase supone no sólo la estrecha articulació n d e la clase d o m in an te con el
pod er de estado, sino tam bién el p red om in io d e aq u é lla en las instituciones
d e la sociedad civil. La m ayor p a rte dc las significaciones producidas en tales
ap aratos ideológicos tienden a consolidar la dom inación de clase y a desorga­
nizar tod o lo q u e a p u n ta hacia u n a nueva estructu ración social. N in g u n a clase
p u ed e conservar su po der dc m an era d u rad era sólo p or la vía de s u b o rd in ar al
p o d er de estado si n o im pone, a la vez, su hegem onía en los ap arato s ideoló­
gicos. E n cu a lq u ier caso, la atención exclusiva a los fenóm enos d e dom inación
ideológica im pide ver q u e esos organism os d o n d e se conform a la hegem onía
de una clase son tam bién el ám b ito d el conflicto de clases y, com o consecuen.
cia, el lug ar dc constitución de las clases subalternas.

11

La historia del m arxism o h a sido, en alguna m edida, la h isto ria de la p ug na


con el “econom icism o” : desde el p rin c ip io se hizo claro q u e u n a de las posibi­
lidades inscritas en el discurso del m aterialism o histórico es concebir lo polí­
tico y lo ideológico com o traducción in m ed iata y lineal de lo económico. H ay
u n a a b u n d a n te y sólida refutación (desde el in te rio r m ism o dc la teoría mar-

13 Nicas Poulantzas, op. cit., p. 27.

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120 CARLOS FFRF.VRA

xista) d e esa d ifu n d id a tendencia. N o ocurre lo m ism o, sin em bargo, con o tra
form a ig ualm ente sim plificadora del reduccionism o según la cual los ap aratos
políticos e ideológicos aparecen com o in strum en to s de clases ya dadas, previa­
m en te existentes. Se tra ta, pues, d e u n a concepción in stru m en talista q u e ve en
las entid ad es ideológicas y políticas "expresiones” d e las clases, es decir, de
sujetos o rigin ariam ente dados. La reacción co n tra esta form a dc reduccionism o
es todavía insuficiente: p ara cuestion ar esta reducción dc la realidad sociopolí-
tica a u n su jeto existente en y p o r sí m ism o, h ab ría q u e p roblem atizar la ¡dea
d e q u e quienes p articip an en las relaciones políticas son los agentes mismos (en
cu a n to tales) dc las relaciones de producción o, p ara fo rm u larlo de o tra m ane­
ra, p ro blem atizar la idea de q u e el su jeto de la revolución es la clase o b rera ya
conform ada de u n a vez p o r todas com o tal.
Se vuelve im prescindible concebir la sociedad com o un sistem a hegem ónico
y la lu ch a dc clases como u n com bate p o r el p o d er (no sólo p or el p od er p o lí­
tico condensado en el estado, sino tam bién p o r la hegem onía en la sociedad
c iv il), p a ra colocarse en la ru ta del antirreduccionism o. En efecto, com o ha
sido señalado, "el concepto de ‘hegem onía’ [ . . . ] ab re el cam ino p ara q u e la
teoría m arxista logre su p erar el reduccionism o d e clase. La gran originalidad
d c G ram sci n o reside ta n to en su insistencia en la im po rtancia de las super­
estru ctu ras en la d eterm inación de los procesos históricos —otros teóricos,
com o Lukács, h ab ían ya insistido en este p u n to — com o en su esfuerzo po r su­
p erar al mism o tiem po el cconoraicism o y el reduccionism o d e clase”.14 Este
reduccionism o im plica dos errores: a] la creencia de q u e todo elem ento ideo­
lógico y todo organism o p olítico pertenece d e m an era inequívoca a u na clase;
bj la creencia dc q u e hay id e n tid a d en tre los agentes de las relaciones d e p ro ­
d ucción y los agentes d e las relaciones políticas. A m bas creencias se apoyan,
en d efin itiv a en el supuesto tam bién errón eo d e q u e el p ro le taria d o es un
sujeto constituido previam ente a su lu cha en los aparato s ideológicos d e la
sociedad civil p o r la hegem onía.
V arios resultados lam entables derivan d c ese supuesto y creencias falsas: la
reiterad a subestim ación en el discurso m arxista d e valores dem ocráticos, popu.
lares y nacionales asim ilados a la ideología burguesa com o si el esfuerzo d e ésta
p o r a rticu lar tales valores cancelara toda po sibilidad de su integración en la
ideología proletaria. Así, por ejem plo, se sostiene a veces q u e los "intereses
nacionales" n o pasan de ser u n a abstracción utilizada p ara en m ascarar los inte­
reses particulares definidos de la clase d o m in ante. Sin d u d a, los ap aratos qu e
m aterializan el po der de clase (y, en b u en a m edida, tam bién los ap arato s esta­
tales q u e m aterializan el p o d er d e estado) realizan un esfuerzo persistente para
lograr la identificación intereses nacionales-intereses de la clase d o m in ante. Sin
em bargo, el hecho d e q u e los intereses p articu lares de la clase d o m in an te im po­
n en un co ntenid o tam b ién p a rtic u la r a esos intereses nacionales, lejos d e condu­
cir a las clases subalternas a separarse de éstos (o a n eg ar su ex isten cia), las
com prom ete con un proyecto ten d ien te a insertarlos en o tra perspectiva de
clase.
Si, com o se d ijo antes, los agentes inscritos e n las relaciones de producción

>■* Ernesto laclau, op. cit., p. 102.


HEGEMONÍA Y APXRATOS IDEOLÓCICOS DE ESTADO 121

no son, sin m ás, los q u e p articip an en las relaciones políticas, de la mism a


m anera la ideología revolucionaria no es, sin más, la ideología obrera tal como
ésta se genera po r la ubicación d e la clase en el proceso productivo. La ideolo­
gía revolucionaria n i siquiera se constituye (para u n a clase en fren tad a en el
com bate p o r la hegem onía social) m ediante la sim ple fusión de las elaboracio­
nes discursivas del m arxism o con la ideología obrera. El proceso de con stitu­
ción de la ideología revolucionaria supone, adem ás de esta fusión, la in teg ra­
ción d e elem entos ideológicos pertenecientes a las tradiciones nacionales, a las
luchas históricas p o r conquistas dem ocráticas, a la cu ltu ra y valores populares.
En este mism o proceso —q u e se desenvuelve com o lucha dc clases en los ap a­
rato s ideológicos d c la sociedad civil y en los ap arato s d e estado— se constituye
el sujeto hegem ónico. N in gu na tom a del p o d er estatal m ed iante u n golpe de
au dacia de u na vanguard ia decidida pued e su stitu ir tal proceso. La revolución
es, en efecto, un proceso social —no el resultado de la actividad de quienes
ac tú an en n om bre del m arxism o y el socialismo.
L a idea de q u e el poder se “ tom a” m ed ian te la conquista del a p a ra to estatal
favorece u n a concepción jaco bina de la revolución (y a su co ntraparte, q ue
concibe la transform ación dc la sociedad com o ejercicio p u ram en te electo ral).
El cam po prob lem ático del vanguardism o jacob in o p erm anece sin cam bio
alg u no cu an do se corrige la idea a n te rio r p o r la vía d e precisar q u e el p ro b le­
m a dc la revolución n o consiste en “ ten er" la m a q u in aria del estado sino en
ro m p erla y sustitu irla con otros aparatos. Sin d ud a, la revolución pasa p o r la
"to m a ” de las instituciones q u e form an el a p a ra to estatal y seguram ente algu­
nas dc estas instituciones tienen qu e ser elim inadas y creadas otras, pero en
ta n to el p o d er es u n a relación d e fuerzas sociales y no se reduce a su form a con­
centrada (el e s ta d o ), esta ru p tu ra revolucionaria es apenas un m om ento y, p or
supuesto, no el decisivo d el proceso social revolucionario.
E l vanguardism o se define p o r su creencia d e q u e tal ru p tu ra revolucionaria
es perm an en tem ente actual: su realización más o m enos ráp id a depen de dc
la in te n s id a d 'c o n q u e el su jeto revolucionario (la v anguardia) logra g enera­
lizar su ideología (ya d a d a ) , e x tirp an d o todo elem ento ideológico ajeno a ésta.
Se tra ta de u n a concepción pedagógica p ara la cual la revolución no es un
proceso de autotransform ación del pueblo; la élite revolucionaria posee en y
p o r sí mism a la ideología revolucionaria y sólo falta llevarla a las masas, lo­
g ran d o q u e esa ideología "im p o rtad a” p or éstas desplace cu a lq u ier o tro ele­
m ento ideológico previo. Esta concepción supone un enfo qu e d ualista donde
el sujeto rev olucionario m an tien e relaciones d c ex terio rid ad con las masas:
aqu él preexiste a las luchas e n las q u e éstas se constituyen com o fuerza hegem ó­
nica. La ideología revolucionaria no sería, pues, u n sistema concreto form ado
p or los elem entos provenientes de la m atriz teórica (el m a rx ism o ), ju n to con
los elem entos específicos forjados p or el desarrollo histórico del pueblo-nación;
p ara el vanguardism o, p or el con trario, la ideología revolucion aria es un siste­
m a abstracto (siem pre el mism o) y cerrado, constitu id o de u n a vez p o r todas,
qu e debe su stitu ir en b lo qu e a todo o tro sistem a ideológico.
I,a teoría d esarrollada en to m o al concepto "ap arato s ideológicos de estado"
tien d e a consolidar este esquem a vanguardista qu e resulta d e las falsas creen,
cias antes m encionadas. O curre así, p o r ejem plo, de m anera destacada, en vir-
122 CARLOS PLKLVRA

tu d de que fortalece la idea de que to do elem ento ideológico existente en la


sociedad pertenece unívoca e inequívocam ente a la ideología de la clase dom i­
n an te o a la de las clases subalternas la tesis en el sentido d e q u e "to do s los
aparatos ideológicos de estado, cualesquiera q u e sean, concurren al mism o resul­
tado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, de las relaciones
de explotación capitalistas. C ada u n o de ellos concurre a este único resultado en
la form a q u e le es p ro p ia ”,15 in troduce fuertes elem entos de confusión. A un acep­
tan do q u e ése es el resultado básico del funcio nam iento de la m ayor p arte de
los aparatos ideológicos, debiera ser obvio q ue n o es cierto (ni igualm ente
cierto) dc todos los aparatos y, sobre todo, no es el “único resultado”. F orm u­
lada la cuestión de esta m anera, todo sucede com o si no h u b ie ra más elem entos
ideológicos que los pertenecientes al sistem a ideológico de la clase dom inante:
d ad o que. según se dice, los aparatos ideológicos son "d c estado” y el estado es
“de la clase d o m in an te” y si, además, com o acertad am ente escribe A lthusser,
“ u n a ideología existe siem pre en u n a p a ra to y en su práctica”, parece q u e, en
d efinitiva, todos los elem entos ideológicos dc la sociedad tienen u n a adscrip­
ción de clase rígidam ente definida.
En tal caso, don de hay hegem onía burguesa los elem entos ideológicos n a ­
cionales y populares estarían subordinados en form a inelu dible al sistema ideo­
lógico im plicado en esa hegem onía. La ideología rev olucionaria ten d ría que
constituirse al m argen y en contra de tales elem entos como lo cree, en efecto,
el izquierdism o prisionero de los supuestos reduccionistas. N o puede ex trañ ar,
p or tan to , q u e en la tradición m arxista haya un a co rrien te in clin ad a a subes­
tim ar esas com ponentes ideológicas. Sin em bargo, la lucha d e clases n o es un
en fren tam ien to directo en tre las dos clases fundam entales e n ausencia de otros
protagonistas; p o r el contrario, es u n com bate p o r la hegem onía, es decir, por
la dirección política y cu ltu ral de los otros grupos sociales. Asimismo, la lucha
ideológica no es un en fren tam ien to en tre dos sistemas cerrados cuyas com po­
nentes agotarían el c o n ju n to de los elem entos ideológicos existentes en la socie­
d ad ; po r el contrario, es un en fren tam ien to q u e se in clina en favor del sistema
q u e m ejor puede in teg rar esos elem entos qu e n o necesariam ente pertenecen
a u n o u o tro sistema.
La lucha p o r la hegem onía social (donde está en juego el poder d c clase)
incluye la lucha po r el poder político, el poder de estado. C uan d o la lucha de
clases se concibe, sin em bargo, en una perspectiva d istin ta a la q u e ab re el
supuesto según el cual la sociedad es u n sistem a hegem ónico, la confrontación
política aparece com o forcejeo unidim ensional en tre instituciones políticas más
o menos aisladas de la base social. El reducciónisrao conlleva la creencia, asu­
m ida o no, de q u e la lucha de clases se desenvuelve sólo en el p lano de la
institu cionalidad p olítica (en relación con el po der de estado) y, com o conse­
cuencia, se desentiende de las m odalidades q ue ad op ta el poder de clase. Los
partidos devienen lugar (casi) exclusivo de la actividad política. F ren te a esta
visión tiene sentido reiterar q u e "el análisis d e la hegem onía y dc la conciencia
dc clase exige más q u e nu nca la inclusión del concepto de u n a batalla q u e se
libra en muchos frentes y sobre la base de las tensiones y contradicciones qu e

!'• L o tiis A lth u s se r, op. cit., p . 135.

Co
lUT.FMONÍA Y APARATOS IDtOLÓCICOS DE ESTADO 125

están presentes en las estructuras actuales del tra b ajo y de la vida en general,
en el capitalism o com o form ación social. Las m anifestaciones d e esta batalla
son in fin ita m en te diversas” .1®
N o se tra ta , por supuesto, de p la n tear u n a falsa disyuntiva en tre “el p a rtid o ”
y otras form as m ediante las cuales los agentes sociales particip an en las rela­
ciones políticas, pero si de ad m itir q u e n ad a g arantiza q ue el p artid o sea u n
canal p o r el cual transcurre la iniciativa de las clases dom inadas y no un centro
d e en torpecim iento de esta iniciativa. U na p osibilidad de ento rpecim iento
tiene su origen en la idea de qu e los organism os d e la sociedad civil son meros
aparatos ideológicos de estado y que, p o r tan to , el p artid o es vehículo p riv ile­
g iado (prácticam ente tínico) p ara la acción de las masas. N o hace falta llegar
a este esquem a extrem o p ara q u e la relación en tre p artid o y sindicatos, po r
ejem plo, y, en general, en tre p a rtid o y organism os sociales sea más u n a relación
tensa y conflictiva q u e dc fluidez y com plem entariedad. D ado q u e el reduccio-
nism o parte del supuesto según el cual el sujeto revolucion ario es aq uel qu e
actúa conform e a u n a ideología revolucionaria concebida, a su vez, com o u n
sistem a d c verdades ya conocidas q u e tienen su origen en el discurso teórico
d el m arxism o y poco o n ad a d ependen de las vicisitudes propias de la lucha
concreta de clases y sus rasgos específicos en cada sociedad, n o puede ex tra ñ a r
la tendencia, más o menos sólida en d istintos países, a concebir la relación
en tre p a rtid o y organism os sociales en térm inos de m an ipulación y control.
N ad a difícil es, p or desgracia, en c o n trar en todos lados ejem plos de m ovi­
m ientos sociales (y de instancias orgánicas en las q u e cristalizó ese m ovim iento)
q ue, lejos de h ab e r sido im pulsados p o r los p artidos “d e ” la clase obrera, fue­
ro n , p o r el contrario, ignorados o inclusive saboteados toda vez q u e n o respon­
d ía n al esquem a abstracto d e u n sujeto revolucionario d u eñ o de u n a ideología
igualm ente revolucionaria. E l problem a n o radica, com o dc m odo alarm an te
tan tas veces se cree, en la vo lu n tad y personalidad de los dirigentes, sino preci­
sam ente en ese supuesto originario. C oncebir la lucha de clases desde la pers­
p ectiva analítica ab ierta por el concepto fu nd am ental de “hegem onía” obliga
a p a rtir del supuesto con trario : no hay más su jeto revolucionario q u e el consti­
tu id o progresivam ente en el transcurso de la confrontación social n i más ideo-
logia revolucionaria que la form ada e n este m ism o proceso sobre la base, en
efecto, del ap o rte discursivo del m arxism o e in teg ran d o los elem entos ideoló­
gicos nacionales y populares propios de cada histo ria particular.
El reduccionism o n o puede ev itar desem bocar en posturas vanguardistas (o,
al revés, el vanguardism o resulta de esquem as reduccionistas) : n o obstante
p a rtir del supuesto de que to do elem ento ideológico y to do organism o po lítico
perten ecen de m anera inequívoca a u n a clase, su incapacidad p ara descubrir
en las luchas sociales el proceso de constitución d e sujeto e ideología revolu­
cionarios, lo conduce a ratifica r su creencia en la id entidad entre los agentes
d e las relaciones de producción y los agentes de las relaciones políticas, p ero
esta vez, sin d u d a, p a ra hacer p asar a u n a fracción ex tern a a la clase com o su
com ponente más m aduro: de esta m an era la revolución n o es u n proceso gene­
rad o en el seno mism o de las luchas sociales, sino la conquista lograda po r la

Ralph Miüband, op. cit., p. 71.

Co
124 CARLOS PEREYRA

vang u ard ia en u n a "jo rn a d a decisiva". Esta idea jaco bina nace de la escisión
en tre tem a del po der político con centrado en el a p a ra to de estado y cam bio
en la relació n de fuerzas sociales m edian te la progresiva construcción de u n
nuevo sistem a hegem ónico. El proyecto histórico socialista n o puede prescin­
d ir de n in g u n o de estos dos m om entos, el segundo de los cuales d eterm in a la
p osib ilid ad y perspectivas posteriores del prim ero.
L a p rop ia in clinación a concebir la revolución no com o proceso social sino
com o aco n tecim iento discreto que irru m p e desde afuera en la c o n tin u id a d dc
la vida social suscita la equívoca disyuntiva "reform a o revolución". E n el
co n tex to latinoam ericano la discusión en to rn o a este asun to se desenvuelve
a veces en form a lineal y sim plista com o si se tra ta ra de fenóm enos excluyentes.
Asi concebida, tal disyuntiva n o pasa d e ser u na dicotom ía form al caren te de
significación: "la lucha p o r las reform as en u n régim en dem ocrático-burgués
nu n ca se tom ó en el m arxism o clásico com o algo in com patible con el avance
d e las m etas y los objetivos revolucionarios. Al con trario , esa lu d ia es u n a p arte
esencial d e la tradición m arxista".17
E n la m edida, sin em bargo, en q u e el vanguardism o ha angostado el signifi­
cado del concepto "reform ism o" h asta volverlo m ero ind icado r de la confianza
ingenua en la p a u la tin a transform ación de la sociedad capitalista a través de
sucesivas reform as graduales, se p ie rd e toda p osibilidad de ad m itir el refo r­
m ism o revolucionario, es decir, se vuelve im posible concebir la revolución como
un proceso social en el q u e la lucha de clases alred ed o r d e reform as específicas
co nd u ce a m odificaciones en la relación de fuerzas sociales m ed ian te la articu ­
lación del p ro le taria d o y las dem ás clases y grupos sociales excluidos d el poder.
E n el proceso revolu cionario el sistem a de dom in ació n es erosionado y fin a l­
m ente d estru id o po r este bloque social organizado en m uchos frentes y no sólo
p o r su "expresión" p artid aria . Los supuestos del red u ed o n ism o sólo consiguen
exacerbar el problem a del “sus ti m ism o" y, en d efin itiv a, ju e g an co ntra la d i­
n ám ica tend encialm ente socialista de la histo ria contem poránea.

n id ., p. 202.

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HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA

Los recientes estudios sobre la crisis actu al del capitalism o lian puesto en evi­
d encia el carácter com plejo de esta crisis, q u e n o puede ser reducida a una
crisis económ ica, ya q u e es tam bién crisis p olítica y crisis ideológica. Esto se
explica p or el hecho d e que, dadas las características d e la fase actual del capi­
talism o m onopolista, con la intervenció n creciente del estado a todos los nive­
les d e la reproducción social, h ay u n a interpen etració n cada vez m ayor en tre
econom ía y política y se vuelve im posible m a n ten er la d istinción tradicional
e n tre estado y sociedad civil. Es po r esta razón q u e al referim o s a la crisis actual
podem os h a b la r d c "crisis d e la sociedad”, de "crisis d el estado" o de "crisis
d e h egem onía”.
C on el fin d e c o n trib u ir a d ilu cid a r el aspecto ideológico de la crisis del
capitalism o, nos proponem os reflexionar aq u í sobre las relaciones en tre estado
e ideología y sobre la m anera com o h a n sido teorizadas recientem ente por
ciertas co rrien tes del pensam iento m arxista en F rancia y en Ita lia . Esta elab o­
ración en curso de u n a teoría m arxista del estado q u e se pro po ne su p erar la
concepción m arxista trad icio nal, q u e redu cía el estado a u n sim ple in stru m en ­
to d e coerción en m anos d e la clase do m in ante, se inscribe necesariam ente (ex­
p lícitam en te o no) en el cam po de reflexión ab ierto p o r A n to n io Gram sci. En
efecto, com o lo ha dem ostrado C hristine Buci-G lucksm ann,1 él fue el prim ero en
cuestio n ar la problem ática econom icista e instru m en tal del estado.
1.a reflexión gram sciana sobre el estado se articula alred edo r d el concepto
ele hegem onía y dc la noción del estado integral, y estos conceptos nos servirán
d e h ilo co n d u cto r en nu estro análisis d e las relaciones en tre estado e ideología.
In ten tarem o s m ostrar q u e las diferentes m aneras d c concebir la hegem onía
im plican problem áticas diferentes d e la ideología y de su papel en u na form a­
ción social, lo cual tiene consecuencias m uy im po rtantes en lo concerniente
a la naturaleza de la lu d ia ideológica y al papel q u e hay q u e a trib u ir a esta
ú ltim a cu la transición al socialismo.

I. APARATOS IDEOLÓGICOS DF. ESTA1X) Y HEGEMONÍA

E n su artícu lo "Ideología y ap aratos ideológicos del estado”,2 Louis A lthusser


se pro p o n e d esarrollar la teoría m arxista del estado añadiénd ole u n a nueva
1 (lh. ituci-Glucksmann. G ranad y el Estarlo, México. Siglo XXI, 1978.
2 L, Althusser. La filosofía como arma de la revolución, México, Cuadernos dc Pasado
> Presente, núm. 4, 1974.
[1 2 5 ]

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126 CIIANTAL MOUFFE

(aceta: los aparatos ideológicos de estado ( a i e ) . Según él, la concepción m ar­


x ista clásica, a u n q u e fundam en talm ente ju sta, se lim itó sin em bargo a po ner
d e relieve al estado com o a p a ra to represivo q u e p erm ite a la clase d o m in an te
ejercer su dom inación sobre la clase o b rera a través del proceso de extorsión
del plusvalor. De a h í la identificación qu e se establecía en tre estado y a p a ra to
represivo, el cual incluye: el gobierno, la adm inistración, el ejército, la policía,
los trib u n ale s y las cárceles. O bserva q u e no obstante q u e en su práctica p o lí­
tica los clásicos del m arxism o tra ta ro n al estado com o u n a realid ad más com ­
pleja, n o elaboraron sin em bargo, la teoría correspondiente.
A lthusser se pro p o n e co n trib u ir a la elaboración de esta teoría con su con­
cepto de aie . Estos aparatos ideológicos de estado se p resentan b ajo la form a de
instituciones distin tas y especializadas en tre las cuales A lthusser cita: el aie
escolar, el aje fam iliar, el aie religioso, el aie Ju ríd ico , el aie político, el aie sin­
dical, el aif. de la inform ación y el aie cu ltu ral. L a diferencia fu n d am en tal en tre
el a p a ra to represivo de estado (are ) y los ap arato s ideológicos de estado consiste
en el hecho de q u e el prim ero funciona prin cip alm en te m ediante la violencia
m ientras q u e los segundos funcionan prin cip alm en te m ediante la ideología. P or
o tro lado, los aie constituyen u n a p lu ra lid a d de aparatos, la m ayoría d e los
cuales pertenecen al sector privado, y si A lthusser declara su p ertenencia al
estado es porque, a p esar de su diversidad, se en cu en tran unificados p or su
com ún fun cio nam iento m ediante la ideología, y po rq u e esta ideología es la de
la clase dom inante cuya función es asegurar la rep roducción de las relaciones
de producción capitalistas.
A nalicem os este razonam iento más de cerca. Presupone en p rim er lugar un a
definición del estado p or su función: la reproducción de las relaciones d e p ro ­
ducción. Estas relaciones, p o r supuesto, son reproducidas en p rim era instancia
p o r la m aterialid ad del proceso de producción y del proceso de circulación.
P ero esto no basta y es por ello que interviene el estado con sus distintos a p a ­
ratos: el a p a ra to represivo d e estado cuyo papel es el de asegurar m edian te la
fuerza las condiciones políticas d e la reproducción de las relaciones de produc­
ción, y los aparatos ideológicos q u e asegurarán las condiciones ideológicas de
esa reproducción.
¿Pero cuáles son pues esas condiciones ideológicas? P ara pod er responder
a esta p reg u n ta es necesario decir algunas palabras sobre la concepción althus-
seriana de la ideología. A lthusser se opone, y con m ucha razón, a la pro blem á­
tica m arxista tradicional de la ideología q u e no ve en ella sino falsa concien­
cia, representación deform ada de lo real q u e sería d eterm in ada p o r el lugar
o cu p ad o p o r los individuos a nivel de las relaciones de producción. Esta con­
cepción, q u e supone un su jeto o rig in ario que po d ría te n er u n a conciencia
(verdadera o falsa) de su lugar exacto en el proceso social, se apoya en una
concepción em pirista del conocim iento com o "visión" qu e A lthusser ha criti­
cado en varias ocasiones. P ropone p o r el co ntrario u n a p roblem ática d e la
ideología como práctica pro du ctora de sujetos: “ toda ideología tiene como
fu nción (que la define) co nstitu ir individuos concretos en sujetos” .3 Esta
tesis, q u e d esarrolla en la segunda p a rte del articu lo sobre los aif., es de funda-

3 Ib id . p. 130.

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h e g e m o n ía , p o l ít i c a e id e o l o g í a 127

m ental im po rtan cia para la teoría m arxista de la ideología, y n o se tra ta aq u í


de refu tarla sino p o r el co ntrario de m ostrar cómo, desgraciadam ente, A lthus-
ser n o fue capaz de desarrollar todas sus potencialidades, y el bloqueo q u e ello
im plicó a nivel de su concepción d e los aparatos ideológicos d e estado.
P ero regresem os p o r el m om ento a nu estro problem a d e las condiciones
ideológicas d e la reproducción de las relaciones de producción. U n a vez ad m i­
tid o q ue la conciencia no es un d ato o riginario o un fenóm eno de reflejo de
un a situación objetiva, se en tien d e q u e no basta rep ro d u cir los lugares que
serán asignados a los agentes en el proceso de producción, sino q u e adem ás es
necesario d o ta r a esos agentes n o sólo d e eficacia, sino tam bién de la sub jetivi­
d ad q u e necesitarán p ara desem peñar satisfactoriam ente, sin cuestionarlos,
los papeles que les serán asignados. A la creación de esta su bjetividad concu­
rren los d istintos aparato s ideológicos de estado m ediante la inculcación d e la
ideología de la clase do m inante. El objeto de ésta es crear los sujetos adecuados
a la reproducción de las relaciones de producción puesto q u e a través de ella
las relaciones de los hom bres con sus condiciones de existencia les son rep re­
sentadas de tal m anera que las aceptan com o n atu rales y se com portan en
consecuencia. Así, d eclara A lthusser, en la m ayoría de los casos los buenos
sujetos "fu n cio n an " p o r sí solos, excepto los malos sujetos q u e req u erirán de
la intervención del a p a ra to represivo d e estado.4
A lthusser nos pro po ne en esc artícu lo u n a “concepción am pliada del estado"
q u e incorpora los mecanism os de hegem onía para p od er d a r cuenta de la efi­
cacia de la ideología en una form ación social. A prim era vista p o dría un o
creerse pues en plena problem ática gram sciana, pero en realid ad se está m uy
lejos d e ella, com o lo veremos en seguida. Pero exam inem os prim ero algunos
de los problem as q u e surgen de la m anera con la cual A lthusser concibe las
relaciones en tre estado e ideología. O bservarem os q u e en realidad A lthusser
n o sale d e la problem ática in stru m en tal qu e reduce el estado a u n a p a ra to de
coerción. Se tra ta a lo sum o de u n a “concepción in stru m en ta l a m p lia d a” según
la cual el poder de estado no se lim ita ya al sim ple uso de la violencia p u ra
sino q ue incluye tam bién el uso de la "violencia sim bólica” (según la ex p re­
sión de P ierre B o u rd ie u ). H ay pues u n red ob lam iento de la dom inación, la
cual no se im pone solam ente m ediante la fuerza sino tam bién m ed iante la ideo­
logía. A lthusser concibe la hegem onía com o la im posición d e la ideología de
la clase d o m in an te gracias al control q u e ésta ejerce sobre los aparatos ideo­
lógicos d e estado, y p or esta razón afirm a q u e la hegem onía sólo es posible
después de la tom a del p o d er de estado a nivel político. E n efecto, sólo cuando
se en cuentra al frente del estado u n a clase está en po sibilidad de co n trolar
los aparatos ideológicos d e éste y de im poner a través d e ellos su ideología que
se vuelve así la ideología dom inante.8 Esto, evidentem ente, nos aleja ya de
Grainsci. P ero prosigam os. A lthusser insiste en u n postscriptum en la im p or­
tan cia d e la lu ch a de clases a nivel ideológico. P ero no se ve m uy bien cómo
po d ría darse esta lucha ya q u e (y con ra z ó n ). afirm a qu e la ideología está
siem pre inscrita en aparatos; ahora bien, éstos según él son siem pre aparatos
de estado que funcio nan conform e a la ideología d om inante. ¿En dó nd e po-
* ibid., p. 120.
* Ibid., p. 138.

Co
128 C H A N T A L M O U FF E

d ría realizarse pues la ideología d o m inad a y cóm o po d ría ella vencer la ideo­
logía d o m in an te antes de la tom a del poder? Y como, según él, u n a clase sólo
p u ed e volverse hegem ónica después de la tom a del po der de estado, ¿cuál es
d e todas m aneras el papel asignado a la lucha ideológica en el proceso de
transición al socialismo? Parece en efecto q u e el verdad ero com bate se presenta
en o tra p arte y q u e la lucha ideológica te n d rá lu gar en los a i e solam ente apos-
terio ri, p ara e x tirp a r lo q u e q ueda del p od er d e la an tig u a clase d om inante.
P ero si el papel de los a i e es precisam ente crear “ buenos sujetos" q u e acepten
sin re fu n fu ñ ar sus condiciones d e existencia, ¿cómo im aginar q u e pu ed an ser
creados suficientes "m alos sujetos” p ara hacer u n a revolución triu nfan te? Son
éstas toda u n a serie de pregu ntas q u e n o pu ed en ten er respuesta d en tro de la
p roblem ática althusseriana.
En realidad, a pesar de su rep etid a insistencia sobre la au to n o m ía relativa
de la ideología y su eficacia propia, A lthusser no logra liberarse com pletam ente
de la problem ática econom icista d e la ideología p o rq u e q u ed a prisionero de
u n o de sus aspectos: el reduccionism o de clase.8 Éste está en el origen de todas
las contradicciones en las que forcejea A lthusser y q u e le im piden desarro llar el
c o n ju n to d e potencialidades d e su aportación , ind iscutiblem ente im p ortante,
a la teoría m arxista d e la ideología.
C on el fin d e p ro b ar nuestra tesis retom arem os el análisis q ue hace A lthusser
de los a i e y de su unidad. H em os visto que, según él, la u n id a d de esos aparatos
ideológicos proviene del hecho de q u e fu ncionan m ediante la ideología dom i­
n an te. ¿Pero de dónde proviene esta ideología d o m in an te y sobre q u é descansa
su unidad? A lthusser responde a esto q u e la ideología d o m in an te se realiza
en los a i e , p ero q u e "viene de o tro lado*'.7 Esto supone pues q u e la ideología
es la expresión de los intereses de esta clase en ta n to q u e clase, es decir, la
reflexión a nivel ideológico de u n a cierta posición en las relaciones de p ro­
ducción a nivel económico. A hora bien, ju stam en te A lthusser, al re fu ta r reite­
radam en te la concepción de la ideología como reflexión deform ada de la rea­
lid ad social en la conciencia ha criticado im p lícitam en te u n a concepción seme­
ja n te .8 P ero afirm ar p o r u n a p arte q u e la ideología realizada en los a i e es la
ideología de la clase do m inante, y p o r o tra parte q u e esta ideología viene de
o tro lado, im plica q u e proviene de esta clase en ta n to q u e clase y d e sus condi­
ciones de existencia, y conduce necesariam ente a concebir la ideología d e una
clase com o u n sistem a de representaciones q u e son determ inad as p o r su posi­
ción a nivel económ ico y los intereses q u e d e esa posición derivan.® Se m antie-
t por "rcduccionismo de dase" entenderemos aquí, siguiendo la posición expuesta por Er­
nesto Laclau en tu libro PolitUa e ideología en la teoría rnarxiita, México. Siglo XXI, 19/8,
una concepción que puede resumirse en las itcs te\is siguiente*: a] todo sujeto es un sujeto
de clase; b] cada clase potce su ideología paradigmática: c] todo elemento ideológico tiene
una necesaria pertenencia de clase.
7 L. Althusser. op. cit., p. 138.
8 Véase la segunda parte del artículo lohre los a i e titulada “A propósito de la ideología”.
Althusser desarrolla en ella una serie de tesis que constituyen una indiscutible aportación
a la teoría marxista de la ideología. Si no las discutimos aquí es porque lo que nos interesa
en el marco de este artículo ton las limitaciones de Althusser en su concepción de los apara­
tos ideológicos del estado.
o Al respecto coincidimos con la crítica de Paul Hirst en su articulo "Althusser and the
theory oí ideologv". Economy and Society, vol. 5. núm. 4. Londres.
HF.CEMONÍA, POLÍTICA E IOEOLOCÍA 1 29

n e pues la concepción reduccionista, y ello im pide salir de la problem ática


econom icista y atrib u irle u n nivel real de au to n o m ía y de eficacia a la ideolo­
gía. E n efecto, si las ideologías son la expresión d e intereses dados a nivel eco­
nóm ico, consisten necesariam ente en sistem as de representaciones opuestos
com puestos d e elem entos cuyo carácter de clase es d eterm in ad o de u n a vez po r
todas. La victoria de u n a ideología sobre o tra sólo pued e resu ltar pues de la
destrucción d e esta ú ltim a y de su sustitución p o r la ideología triu n fan te. P ero
la lu d ia n o tiene lu g a r verdaderam ente a nivel d e la ideología, sino e n o tro
lado, a nivel económ ico y político, y sólo después (com o ya lo hem os observa­
do) la lucha ideológica pu ed e o c u rrir a nivel d e los a i e .
Es la im posibilidad en la cual se en c u en tra A lthusser de p en sar el proceso
de transform ación ideológica lo q u e lo conduce a concebir la lu ch a ideológica
de m an era tan restrictiva, y esta im p osib ilidad es la consecuencia d e su posición
reduccionista. E n efecto, si los elem entos ideológicos tienen u n necesario ca­
rácter de clase y si existen ideologías p aradigm áticas p ara las clases sociales
(expresando su posición a nivel d e las relaciones de p ro d u c c ió n ), es evidente­
m ente im posible pensar q u e p u ed a n ser transform ados los elem entos ideoló­
gicos. Si tal elem ento form a p arte de la ideología burguesa, es y será siem pre
la expresión d e intereses burgueses y su presencia en el discurso p ro le tario sólo
p o d rá significar la co ntam inación ideológica d e éste p o r la ideología burguesa.
D e lo cual se deduce la necesidad, p uesto q u e es im posible tran sfo rm arla, de
d estruir la ideología burguesa
D estrucción del a p a ra to represivo d e estado y destrucción d e los aparatos
ideológicos de estado: son éstas p ara A lthusser las dos condiciones p a ra q ue
u n a revolución socialista resulte victoriosa. D e n in g u n a m anera salim os pues de
la p ro blem ática clásica; únicam ente se tra ta de p o n er el acento en la com pleji­
d ad d e los m ecanism os de coerción del estado cap italista y del dob le aspecto
de la dom inación burguesa, a través de la violencia y a través de la ideología.
E n lo con cerniente a la estrategia len in ista, A lthusser la considera aú n a p ro ­
p iad a; la destrucción de los a i e to m ará sin d u d a más tiem p o en los países ca­
pitalistas avanzados, pero fuera de eso n o parece h ab er diferencia im po rtan te.

II. CRAM SCI Y LA H EGEM ON ÍA

M uchas veces ha sido afirm ad o que es en su artícu lo sobre los ap arato s ideoló­
gicos de estado do nd e más se acerca A lthusser a la problem ática gram sciana. Y
en efecto, com o lo hem os visto, u n a p rim era lectura p o dría hacer creer en u n a
serie d e convergencias. P ero éstas son en gran p a rte ilusorias p uesto q u e si bien
es in d u d a b le q ue, p o r la fu nción práctico-social q u e atrib u y e a la ideología,
A lthusser está más cerca de G ram sci e n este artícu lo q u e en sus trabajos don de
o p o n ía la ideología a la ciencia, esto n o debe o cu ltar las p rofu nd as divergencias
que existen en tre am bas concepciones. E n efecto, ah í do n d e tropieza A lthusser,
el obstáculo q u e n o logra vencer —el reduccionism o d e clase— ah í se en c u en tra
ju stam ente el p u n to fuerte d e G ram sci, q u e fue el p rim er m arx ista q u e esta-
130 CHANTA!. MOUFFK

l>lec¡ó u na problem ática 110 reduccionista de la ideología. En u n tra b ajo an­


te rio r,10 in te n té probifr esta tesis a p a r tir de u n análisis del concepto g ra n u d a -
110 de la hegem onía; rae lim itaré a q u í a reto m ar las conclusiones principales.
G ram sci define la hegem onía com o “dirección política, intelectual y m o­
r a l”. H ay q u e d istin g u ir en realidad dos aspectos en esta definición: en prim er
lugar el aspecto más pro p iam en te político, q u e consiste en la capacidad qu e
tien e u n a clase d o m in an te de artic u la r a sus intereses los d e otros grupos, con­
virtiéndose así en el elem ento d irecto r d e u na v o lu n tad colectiva, y tam bién
el aspecto de la dirección intelectual y m oral, q u e indica las condiciones ideo­
lógicas q u e deben ser cum plidas para q u e sea posible u n a sem ejante v oluntad
colectiva, la m anera en que ésta será “cim en tad a”. L o que en la concepción
gram sciana d e la hegem onía es en efecto m uy novedoso es el pap el im po rtan te
q u e se le asigna a la ideología -'e n te n d id a com o p ráctica p ro du cto ra de suje­
tos— en el proceso de transform ación de u n a sociedad. P ara G ram sci, los h om ­
bres siem pre “ tom an conciencia de si mismos y de sus tareas” en el terren o de
u n a concepción d eterm in ad a del m undo, y toda posibilidad de tran sform ar la
sociedad debe pasar necesariam ente p or la transform ación d e esta concepción
del m undo. En efecto, es la condición p ara q u e otros “sujetos” p u ed a n ser
creados.
“ D e esto se deduce la im portancia qu e tiene el m om ento cu ltu ral tam bién
e n la actividad práctica (colectiva) : cada acto h istórico n o pued e sino ser
realizado p o r el hom bre colectivo, o sea, presupone el logro de u n a un idad
'cultural-social’ p o r la cual u n a m u ltiplicidad de deseos disgregados con fi­
nalidades heterogéneas, se sueldan en to rn o a u n a mism a finalidad, sobre la
base de u n a (igual) y com ún concepción del m u n d o .” 11
H asta a q u í no parecería h ab e r a ú n una diferencia dem asiado gran d e con la
p roblem ática alth usseriana, pero el p u n to de separación reside en el hecho de
que, co n trariam en te a A lthusser, G ram sci no piensa q u e esta visión com ún
del m un d o es la ideología de clase de la clase burguesa. E n efecto, la concibe
com o u n c o n ju n to ideológico com puesto q u e consiste en la articu lació n con
el p rin c ip io hegem ónico de la burguesía de toda u n a serie d e elem entos ideo­
lógicos cuyo carácter de clase n o está predeterm inado. Este carácter d e clase
será el resultad o d e la articulación d e este elem ento con un p rin cipio hegem ó­
n ico d eterm inado. Así, para Gram sci, u na clase hegem ónica n o es (como p ara
A lthusser) u na clase q u e im puso su ideología de clase a los otros grupos socia­
les gracias al control q u e ejerce sobre los a ie , sino aqu ella q u e fue capaz, a
través d e la lucha ideológica, de a rticu lar a su p rincip io hegem ónico la m ayo­
ría d e los elem entos ideológicos im po rtan tes de u na sociedad dada. P or ello
le ha sido posible crear u n a visión del m u n d o determ in ad a y establecer un a
cierta “definición de la realid ad ” q u e es aceptada p o r aquellos sobre los cuales
ejerce su hegem onía. Si podem os llam ar “ burguesa" (en el caso de la hegemo-

lt* C . Mouffc, Hcgemnuy and idrol«>gy in Ctratnsci, reyrarclt in ffolitical economy, USA, JA V
Press. 1978, vol. ii. m o ñ u d o en C. Mouffc (comp.), Giamsci and marxi.il theory. Londres,
Kontledge :iml Kcyi-m Paul. 1979.
ll Todas las referencias a los Cuadernos de la cárcel se basan en la «.ilición critica publica­
da por Valentino (•err.ilana, Antonio Gramsci. (¿nadani del cartere, i-iv, T urín, Finan-
di !U?f>. A parlir de ahora esla «lición se indican! corno qc; qc: i. p. 1330.

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iirr.F.M O N fA, p o l í t i c a r. iD ro L cr.ÍA 131

nía de la burguesía) a esta visión del m undo, no es en el sentid o de q u e ex­


p resa la ideología paradigm ática de la clase burguesa, sino p o rq u e articu la de
u n a cierta m anera —funcional para la reproducción de las relaciones c a p ita­
listas d e p ro d u c c ió n - toda u n a serie d e elem entos ideológicos q u e p o r sí mis­
mos no tienen u n carácter necesariam ente burgués. Es u n c o n ju n to en cons­
ta n te transform ación y cuyo carácter en u n m om ento d ad o dep en de de la co­
rrelació n de fuerzas existente a nivel ideológico en tre las clases que luchan por
la hegem onía. P ara G ram sci la ideología es pues "el terreno de u n a lucha ince­
sante e n tre dos prin cipio s hegem ónicos”,12 es u n cam po de batalla en el cual
las clases principales luchan p o r apropiarse d e los elem entos ideológicos fu n ­
d am entales de su sociedad p ara articularlo s a su discurso. G ram sci n u n ca con­
cibe la lucha ideológica com o u n en fren tam ien to d e concepciones del m un do
predeterm in ad as q ue ten d rían su origen fuera de la ideología y cuya u nidad
y con ten ido estarían establecidos d e m anera definitiva. Su objetiv o n o es des­
tru ir la concepción del m u n d o opuesta, sino desarticu larla, transform arla:
"L o q u e im p o rta es la crítica a la q u e ta l com plejo ideológico es som etida
p or los prim eros representantes de la nueva fase histórica: a través de esta crí­
tica se da u n proceso de d istinción y de cam bio en el peso relativo q u e los ele­
m entos de las viejas ideologías poseían; lo q u e era secundario y su b ord in ado
o tam bién in cidental, es asum ido ah o ra com o p rin cipal. La vieja v olu n tad
colectiva se disgrega en sus elem entos contradictorios, p o rq u e d e estos elemen-
tos aquellos subordinados se desarrollan socialm ente." 13
Esta concepción de la lucha ideológica p erm ite a G ramsci a trib u irle un lu ­
g ar m uy im p o rtan te en el proceso de transición al socialismo. E n efecto, este
ú ltim o sólo será posible a condición d e q u e se cree u n a nueva v o lu n tad colec­
tiva nacional-pop ular b ajo la dirección de la clase obrera, y ello exige la trans­
form ación de la subjetividad de las masas a través d e lo que G ram sci llam a la
"refo rm a intelectual y m oral". N o basta, claro está, transfo rm ar la su bjetivi­
d ad , y G ram sci, con trariam ente a lo q u e algunos p reten d en ,14 n o olvida jam ás
el aspecto coercitivo de la dom inación burguesa. Pero la creación de nuevos
sujetos políticos a través de la lucha ideológica es según él la condición nece­
saria para q u e pued a form arse u n am p lio m ovim iento p o p u la r en condiciones
de arran carle el poder a Ja burguesía. Es en ese sentido q u e hay q u e com pren­
d er la afirm ación de G ram sci de q u e n o solam ente es posible, sino tam bién
necesario q u e la clase obrera se vuelva hegem ónica antes de la tom a del poder
d e estado, afirm ación q u e es p ropiam ente im pensable d e n tro de la p rob lem á­
tica althusseriana.
Podem os ah o ra cap tar en q u é consiste la diferencia fu n d am en tal en tre la
concepción de G ram sci y la de A lthusser. Proviene d e las distintas p rob lem á­
ticas de la ideología q u e m anejan al p la n te a r el pro blem a de la hegem onía.
E n efecto, m ientras A lthusser n o logra liberarse del reduccionism o, la concep­
ción gram sciana im plica el establecim iento en estado práctico d e u n a p ro b le­

12 qc ii, p. 1236.
1* QC II, p. 1058.
>« Por ejemplo la reciente interpretación tic Perry Anderson, "Las antinomias de Antonio
Gramsci". en Cuadernos Políticos, núm. 13. México, e r a , julio-septiembre de 1977.

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152 CHANTAL MOUFFT.

m ática n o reduccionista de la ideología, q u e niega la existencia de u n a ideo­


logía p arad igm ática p ara cada clase social y q u e considera q u e el carácter de
clase d e u n elem ento ideológico n o le es intrínseco sin o q u e es el resu ltad o del
tip o de articulación al q u e este elem ento está som etido. Es p o r lo ta n to posi­
ble, según él, tran sfo rm ar el carácter de clase de los elem entos ideológicos, y
la lucha ideológica debe ser concebida com o u n proceso d e "desarticulación-
re a rtic u la d ó n ”.
"¿Cóm o en cam bio debería form arse esta conciencia histórica q u e se plan-
tea en form a autónom a? ¿Cómo cada q u ie n debería escoger y co m b in ar los
elem entos p ara la constitución de u n a conciencia au tó n o m a sem ejante? ¿De­
berá repud iarse ap rio ri tod o elem entos 'im p uesto ’? H ab rá q u e re p u d iarlo como
im puesto, pero n o en sí mism o, es decir, h abrá q u e d arle u n a nuev a form a
q u e sea p ro p ia del g ru p o d ad o.” 15
Este texto de G ram sci m uestra claram ente cóm o en su o pinión n o se tra ta
de hacer tab la rasa de la ideología burguesa con todos los elem entos q u e la
constituyen, sino q u e hay eu ella elem entos q u e debe ap rop iarse la clase ob rera
a condición d e transform arlos, de darles un a "n u ev a fo n n a ”. En este proceso
d e desarticulación-rearticulación consiste la lucha p o r la hegem onía, y lo q ue
en ella está en juego es la apropiación p o r p a rte de u n a clase social de los
elem entos ideológicos fun dam entales de u n a sociedad dada, aquellos q u e cons­
titu yen su "im ag in a rio social” (com o d iría Castoriadis) y q u e son el resultado
de to d a su historia y d e u n c o n ju n to com plejo de tradiciones y d e luchas. U na
clase p o d rá presentarse com o p o rta d o ra del interés general y con qu istar la
dirección intelectual y m oral d e u n a sociedad d ad a a condición d e po der a r­
ticu la r esos elem entos con su discurso. P or lo tan to, la lucha p o r la hegem onía
es p ara G ram sci u n a lucha dentro de la ideología y no, com o en A lthusser,
lucha entre ideologías cuyo origen se situ aría en o tra parte.
Es en esta lucha p or la hegem onía, es decir p o r la construcción d e esta nueva
v o lu n tad colectiva n acional-po pu lar a través de la reform a intelectual y m oral
e n q u e consiste la fam osa "g u erra de posición" a la cual G ram sci atrib u y e u n
p apel tan im po rtante. N o la presenta jam ás com o excluyente d e la g u erra de
m ovim iento, sino com o la condición necesaria p a ra q u e esta ú ltim a p u ed a ser
victoriosa. L a g u erra de m ovim iento n o es pues sino uií m om ento en el proceso
de transición, m om ento q u e debe ser p rep arad o po r la g uerra de posición:
"ellos to rn a n sólo ‘p arcial’ el elem ento del m ovim iento q u e antes era 'to d a
la g u erra’ ” .*• El pensam iento de G ram sci n o representa pues u n a ru p tu ra con
la tradició n leninista sino u n en riq uecim ien to incuestionable de ésta, puesto
q u e si bien L enin hab ía visto la im p ortan cia de la hegem onía com o dirección
p olítica, n o h ab ía cap tad o (lo cual es p o r cierto com prensible, d ad o el carácter
de la form ación social rusa) la com plejidad y la im portancia de la dirección
ideológica. Si la estrategia leninista, incluso enriqu ecida p or la ap ortación
gram sciana, es aú n válida en las condiciones actuales del capitalism o m onopo­
lista. es éste u n problem a q u e n o tenem os la intención de d iscu tir d e n tro de
los lim ites de este artículo. P ero sí es in d u d a b le q ue incluso si se piensa q u e se
en cu en tra actualm ente superada, n o es menos cierto q u e la problem ática
15 q c n i , p . 1875.
q c n i, p . 1567.
iil c e m o n ía , ro ( .fn c A r id e o l o c ía 1 33

gram sciana de la hegem onía n o ha p erd id o n ada de su validez y que po r el


c o n trario se presenta com o siendo cada vez más actu al d ad a la m u ltiplicación
y la co m plejidad de las reivindicaciones dem ocráticas q u e hoy en d ía u n a clase
debe artic u la r necesariam ente p ara dev en ir hegem ónica.

I I I . E L ESTADO INTEG RA L

Es necesario te n er u n a com prensión exacta de la problem ática gram sciana de


la hegem onía y d e la nueva concepción de la ideología q u e im plica p ara po der
ca p tar el verdadero sentido y el alcance real de o tra noción gram sciana, la de
"estado in teg ral''. G ram sci presenta esta noción b ajo la fo rm a d e u n a serie de
fórm ulas lap idarias q u e h a n d ad o lu gar a interpretacio nes divergentes; p o r
ejem plo, declara: “E n la política el e rro r ocu rre p o r u n a in exacta com pren­
sión de lo q u e el estado es (en el significado in teg ral: d ic tad u ra -f- hegem o­
n ía ." 17 O tam bién: "Se p o d ría decir q u e estado = sociedad política -f- socie­
d a d civil, es d e d r , hegem onía acorazada de coerción.’’18 ¿Q ué debem os e n te n ­
d e r ex actam ente con eso? A l respecto se h a h ab lad o m uy ju sta m en te d e u na
"am pliació n d el estado” (la expresión es d e C h ristine B uci-G lucksm ann), pero,
¿en q u é consiste pues esta am pliación?
U n a p rim era in terp retació n posible es concebirla a través d e la prob lem á­
tica althusserían a d e los aparatos ideológicos d e estado com o am pliación de la
d o m inación, la cual se ejerce a su vez m edian te la violencia y m ed ian te la ideo­
logía. E n este caso la noción de estado integ ral exp resaría la n atu raleza do b le­
m en te coercitiva d el estado b urgués y el hecho d e q u e la burguesía im pone su
d om inación n o sólo a través de los aparato s represivos sino tam bién gracias
a la inculcación de su ideología de clase en los aparato s ideológicos de estado.
C onviene descartar directam ente esta in terp reta ció n ya que, com o lo hem os
señalado an terio rm en te, im plica u n a concepción d e la hegem onía absoluta-
m ente incom patible con la concepción gram sciana. A ho ra bien, es evidente
q u e en G ram sci esta noción de estado in teg ral se en c u en tra ín tim a m en te liga­
d a a su concepción de la hegem onía y q u e es precisam ente a p a rtir de esta
ú ltim a com o podrem os ca p tar el alcance de esa noción. Comenzarem os po r
situ a r los térm inos d el problem a q u e G ram sci tra ta de solucionar con su no ­
ción a m p lia d a del estado. Se tra ta en realid ad de u n a p reg u n ta q u e fue p la n ­
tead a p o r la filosofía idealista y a la cual G ram sci in te n ta d a r u n a respuesta
m arxista. E n efecto, sus punto s de referencia fund am en tales son p o r u n lado
la concepción d el "estado ético” q u e se en c u en tra e n H egel y p o r el o tro la
noción de lo “ético-político” de Croce. Así respo nd ien do a u n a crítica de Croce,
G ram sci afirm a:
“ E l p roblem a más im p o rtan te a d iscu tir e n este parág rafo es el siguiente:
si la filosofía d e la praxis excluye la h isto ria ético-política, es d ecir, no reconoce

i f q c i i , p . 810 .
18 QC II. p . 764.

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134 CHANTAL MOVFFR

la realid ad de un m om ento de la hegem onía, no da im p ortan cia a la dirección


c u ltu ra l y m oral y juzga realm en te com o ‘ap a rien cia’ a los hechos de la sup er­
e stru ctu ra. Puede decirse q u e la filosofía d e la p rax is n o sólo n o excluye la
h isto ria ético-política, sino q ue, p o r lo con trario , la fase más reciente d e desa­
rro llo de éste consiste en la reivindicación del m om ento de la hegem onía
com o esencial en su concepción estatal y en la ‘valorización' del hecho cu ltu ­
ral, de u n frente cu ltu ral com o necesario ju n to a aquellos m eram ente econó­
micos y m eram ente políticos."
Y en o tra parte:
"E l pensam iento de Croce debe por consiguiente ser apreciado p o r lo m enos
en su v alor in stru m en ta l, y así pued e decirse q u e él a tra jo enérgicam ente la
aten ció n sobre la im po rtancia de los hechos cultu rales y de p ensam iento en el
desarrollo de la historia, sobre la función de los grandes intelectuales en la
vida orgánica de la sociedad civil y del estado, sobre el m om ento d e la hege­
m onía y del consenso com o form a necesaria del bloque h istórico concreto.
Q u e esto n o sea algo ‘fútil* qu ed a dem ostrado po r el hecho d e q u e co ntem po­
ráneam ente a C roce el más grand e teórico m oderno de la filosofía de la praxis,
en el te rren o d e la lucha y de la organización política, con term inología p o lí­
tica, y en oposición a las diversas tendencias ‘econom istas’ ha revalorizado el
fren te de la lucha cu ltu ral y con stru ido la doctrina de la hegem onía com o com ­
plem ento de la teoría del estado-fuerza." 20
H e a q u í p lanteado s los térm inos del pro blem a: se tra ta d e criticar la con­
cepción econom icista del estado que lo reduce a un a p a ra to de coerción y mos­
tr a r q u e el m arxism o es capaz de d a r cuenta de lo ‘‘ético-político’’. P ero si
G ram sci reconoce q u e Croce tiene razón cu an do insiste en la im po rtancia de
lo ético-político, de n in g u n a m anera piensa aceptar la m anera com o Croce lo
concibe. E n efecto, su concepción es idealista en el sentid o de q u e hipostasia
el m o m ento de la hegem onía y establece u na d istinción h erm ética en tre socie­
d ad civil y sociedad p olítica q u e elim in a la lucha de clases de la historia. Es
necesario resaltar el papel de lo ético-político, pero ello debe hacerse en el
in te rio r de u n a problem ática que tom e en cu en ta la lucha de clases. E xacta­
m en te p ara ello servirá la noción de estado integral q ue G ram sci elab o ra para
d a r cu en ta del m om ento de la hegem onía, de la dirección in telectu al y m oral
a u n q u e sin autonom izarla, sin hacer de ella u n absoluto q u e no te n d ría rela­
ción algun a con la sociedad política, puesto q u e esta dirección in telectu al y
m o ral es siem pre u n a dirección de clase. Esta noción tam bién le sirve para
criticar o tro tip o d e error, el de G en tile (pero es tam bién el mism o tip o de
crítica q u e p odría dirigirse a A lth u sser), e rro r q u e consiste en subsum ir la
sociedad civil b ajo la sociedad política y en n o d istin g u ir en tre hegem onía y
d ic tad u ra.21 C uan d o G ram sci d eclara q u e el estado integral incluye a la vez
la sociedad po lítica y la sociedad civil n o se pro po ne pues p la n te a r u n a "esta­
tización’* de la sociedad civil sino in d icar el carácter p ro fu n d am en te político
de esta ú ltim a d ad o q u e es el te rren o d e la lucha p or la hegem onía.
Su in tención se aclara p o r com pleto cuando se estudia el cam po de ap licá­
is» q c it. p . 1224.
=« qc: ii , p. 1235.
2» q c i i . p . 691.

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HEGEMONÍA, POLÍTICA E 1DEOLOCÍA 135
ción de esta noción d e estado integral. En efecto, éste es aq uel estado que
superó la fase económ ico-corporativa y q u e se p la n tea com o organizador de un
v erdadero blo que histórico m edian te la creación de u na u n id a d in telectu al y
m oral. N o era ése el caso del estado an tig u o o m edieval que según Gram sci,
eran “u n bloq ue m ecánico de g rupos sociales y frecuentem ente de razas d iver­
sas: d en tro del círculo de la com prensión político-m ilitar, q u e se ejercía en
form a agu d a sólo en ciertos m om entos, los g rupos su balterno s ten ían u n a vida
p rop ia, en sí, instituciones propias, etc." -- Se tra ta pues ún icam ente del estado
m oderno, el cual “sustituye al bloq ue m ecánico de los grupos sociales una
subordin ació n suya a la hegem onía activa d el g ru p o d irigente y d o m in an te”.23
De este modo, G ram sci señala cóm o, a diferencia de las otras clases do m in antes
q u e te n ían una concepción de castas cerradas, " la clase burguesa se po ne a si
m ism a com o un organism o en c o n tin u o m ovim iento, capaz de absorber toda
la sociedad, asim ilándola a su nivel cu ltu ral y económ ico; toda la función del
estado es transform ada: el estado se convierte en 'edu cado r', e tc ." 21 Precisa­
m en te p ara caracterizar esta actividad ed ucativ a y m oral del estado burgués
Hegel h ab ía forjad o la noción de “estado ético", p ero ella adolecía del mism o
defecto q u e la noción crociana de lo “ético-político": la elim inación de la lucha
de clases de la historia.
La concepción del estado integral se refiere pues en verdad a u n a a m p lia­
ción del estado. C onsistente en prim er lugar en u na am pliación d e sus funcio-
nes, puesto q ue hay q u e reconocerle al estado m oderno u n pap el positivo de
educador. Evidentem ente esta educación n o es n eu tra ya q u e corresponde al
ejercicio de la hegem onía burguesa y adem ás sirve p ara rep rod ucirla. P ero
sería u n e rro r concluir p o r esa razón q u e consiste ú nicam en te en in cu lcar la
ideología burguesa y que p o r lo mism o constituye u n sim ple fenóm eno de “ vio­
lencia sim bólica” . Con relación a este aspecto podem os observar lo im p ortan te
q u e resu lta p ara poder com prender el v erdadero alcance d e la noción de estado
integral h a b e r captado su concepción d e la hegem onía com o establecim iento
de u n p rin c ip io articu lad o r de los elem entos ideológicos fun dam entales d e u na
sociedad y no com o im posición de la ideología d e clase de la clase dom inante.
I-a noción de estado integral im plica u n segundo aspecto de la am pliación
del estado, el de sus bases sociales. E n efecto, a través d e la hegem onía se
establece u n a relación com pleja en tre u n a clase fu n d am en tal y los otros g ru ­
pos sociales q u e form arán parte d el sistem a hegem ónico. P ara p o d er devenir
hegem ónica u n a clase debe ser capaz de su p erar la fase económ ico-corporativa:
''ev id en tem ente el hecho de la hegem onía p resupone q u e h a n te n id o en cuenta
los intereses y las tendencias de los reagru pam iento s sobre los cuales la hege­
m onía es ejercida, q u e se form e u n cierto eq u ilib rio , es decir, q u e el reagru-
p am iento hegem ónico realice los sacrificios de ord en económ ico-corporativo”.25
I-as consecuencias en lo q u e concierne al estado son, según G ram sci, las si­
guientes:
“ E l estado es concebido com o organism o p ro p io de un gru po , d estinado a

22 qc l u . p . 22H7.
23 q c III, ib id .
21 qc ii. p . í>37.
25 QC p . 461.

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136 CHA NTAI. MOUFFE

crear las condiciones favorables a la m áxim a expansión del p ro p io g rup o, pero


este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados com o la fuerza
m otriz d e u n a expansión universal, d e u n d esarrollo de todas las energías
‘nacionales’, es decir, el g ru p o d o m in an te es coord inad o concretam ente con los
intereses generales de los grupos subord in ado s y la vid a estatal es concebida
com o u n a c o n tin u a form ación y superación d e equ ilib rio s inestables (en el
ám b ito de la ley) en tre los intereses del g ru p o fun d am en tal y aquellos d e los
grupos subordinados, equilibrios en los cuales los intereses d el g ru p o d o m i­
n a n te prevalecen, pero sólo hasta cierto p u n to , o sea, n o hasta el estrecho in ­
terés económ ico-corporativo.” 29
Este do b le en riqu ecim iento de la concepción m arxista del estado tiene como
condición de intelegibilidad u n a concepción nueva, q u e podríam os calificar
tam bién d e "dob lem en te a m p lia d a”, d e la p olítica. E n efecto, la concepción
econom icista del estado com o m ero in stru m en to d e coerción en m anos d e la
clase d o m in an te te n ía p o r corolario u n a concepción estrecha de la política
q u e sólo veía en ésta el aspecto d e la dom inación. T a l concepción es rad ical­
m ente cuestionada p o r G ram sci con la elaboración de los conceptos de hege­
m o n ía y de estado integral. Estuvo p resente según él, en el origen d e todas las
d errotas del m ovim iento ob rero y es u rg en te corregirla; p a ra ello, declara, "es
preciso com batir co ntra el econom icism o no sólo en la teoría d e la h isto rio ­
grafía, sino tam bién en la teoría y en la práctica política. E n este cam po la
reacción debe ser llevada al te rren o del concepto de hegem onía” .27
M uchas veces se ha puesto el acento en u n o d e los aspectos d e la lectura
anti-econom icista q u e ha hecho G ram sci de la política, precisam ente en aquel
q u e consiste en atrib u irle u n p ap e l fu n d am en tal ta n to e n la estru ctu ració n
com o en la desestructuración d e u n a sociedad. Al respecto, su in terp retació n
d el p refacio d e la Critica de la econom ía política d e 1859 d e M arx es ejem plar
p uesto q u e, com o observa L eonardo Paggi,28 co n trariam en te a la in terp retació n
determ in ista, q u e era la más d ifu n d id a, G ram sci basará precisam ente e n ese
te x to su in terp retació n del m aterialism o histórico com o "ciencia de la historia
y de la p o lític a”, m ostran do cóm o "sobre la base d el prólogo de 1859 es po r
ta n to posible: 1] su stitu ir el concepto d e previsión p o r el de la constitución
de u n a po sibilidad objetiva, la cual 2] p ara convertirse en realidad d ebe m a­
nifestarse y ser acogida en el te rren o de la política”.2®
P ero h ay o tro aspecto de la concepción gram sciana de la política q u e im ­
p o rta destacar: el que concierne n o ya al papel q u e le atribu ye a la política,
sino a la m an era com o concibe su n atu raleza m ism a. Es con relación a este
aspecto q u e pro p o n g o h a b la r d e u n a do ble am pliación q u e se artic u la alre­
d ed o r de su concepción d e la h egem onía y se expresa en la n o d ó n d e estado
integral. L a hegem onía im plica, en efecto, la superación de la concepción cla­
sista y reduccionista de la política q u e presenta a ésta com o sim ple en fren ta­
m ien to e n tre clases antagónicas, puesto q u e rem ite a u n a concepción de la

2« q c n i , p. 1584.
27 QC i , p . 4 6 4 .
28 L. Paggi, "La teoría general del marxismo en Gramsci", en Antonio Gramsci, Escritos
políticos (¡917-193}). Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 54. México, 1981, pp. 15-81.
» q c i i . p . 1355.
HEGEMONÍA, r o L fr lC A E IDEOLOCÍA 157

po lític a com o articulación en tre los intereses de una clase fu n d am en tal y los
de otros g rupos sociales en la form ación d e u n a v o lu n tad colectiva nacional-
p o p u la r. G racias a esta concepción, G ram sci pu do d a r u n a respuesta n o revi­
sionista al p rob lem a q u e se les presentó a los teóricos m arxistas cuand o fue
ev id ente q ue, co n trariam en te a las previsiones d e M arx, no h ab ría u n a prole-
tarización creciente de la sociedad sino, p o r el co ntrario, u n d esarrollo d e los
sectores interm edios. B ernstein fue u n o de los prim eros en ca p tar la im p or­
tan cia de esta cuestión y en insistir sobre la necesidad de q u e la clase obrera
estableciera relaciones políticas con los dem ás g rupos p ara q u e el p a rtid o del
p ro le taria d o se to rn a ra el p a rtid o de todos los descontentos. P ero p ara B ern­
stein u n a estrategia sem ejante im plicaba el ab a n d o n o del m arxism o, afirm a­
ción q u e G ram sci refu ta: segón él basta con d esarrollar el m arxism o m edian te
la elaboración de la teoría de la hegem onía.
En segundo lugar la hegem onía im plica la superación d e la concepción es­
trecha de la política com o actividad localizada únicam en te en la sociedad
p olítica y q u e siem pre puede ser más o m enos asim ilada a u n a actividad de
d om inación. P ara G ram sci se tra ta de recu p e rar o tro aspecto de la política
(qu e se en co n trab a en el joven M arx pero q ue posterio rm ente desapareció de
la teoría m arxista p o r las desviaciones econom icistas), su aspecto d e “ política
en el sentid o p ro fu nd o, com o c o n ju n to de las relaciones h um anas en su estruc­
tu ra real, social, en su p od er de fabricación d el m u n d o ”.30 La po lítica ad q u ie ­
re en G ram sci u n a dim ensión de univ ersalidad ya q u e a través d e la dirección
in tele ctu al y m oral se crea u n a v o lu n tad colectiva y ello req u iere la elab o ra­
ción d e u n a ideología orgánica, de u n a visión del m undo. E n el m arco de tal
concepción de la política podem os co m p rend er el v erdadero sentido d e la
ecuación q u e G ram sci establece en tre ideología, filosofía y política. Nos encon­
tram os m uy lejos de u n politicism o vulgar, q u e red u ciría la filosofía a la ex­
presión de intereses económ icos, ya q u e n o se tra ta d e u n a reducción de la
filosofía a la p olítica, sino de u n enriq uecim ien to de la política, la cual ad­
q u ie re un carácter filosófico, u n ca rácter de universalidad. E n efecto, la p o lí­
tica n o es sim plem ente lucha p o r el pod er en el in te rio r eje instituciones dadas,
o lucha p o r d e stru ir esas instituciones; es tam bién "lu c h a p o r la transform a­
ción de la relación d e la sociedad con sus instituciones".31 D e lo cual se deriva
su dim ensión em in en tem ente constructiva q u e se expresa en la lu d ia p o r la
hegem onía a través de la creación de una nueva definición de la realidad, de
la transform ación del sentido com ún y d e la form ación d e nuevos "sujetos".
Esta concepción am pliada d e la política tiene consecuencias m uy im p o rtan ­
tes e n lo co ncerniente a la m anera com o G ram sci considera el pro blem a de la
c u ltu ra y la relació n de la clase o brera con la cu ltu ra burguesa, alejado com o
está d e la distinción sectaria en tre c u ltu ra burguesa y c u ltu ra proletaria. P or
el contrario, reto m an do u n a idea de Engels afirm a q u e "el p ro le taria d o debe
hacerse el hered ero d e la filosofía clásica alem an a" y q u e la filosofía de la
praxis d ebe ser capaz de crear “ u n a n ueva c u ltu ra in teg ral q u e tenga los ca­
racteres de masa de la R eform a protestante y del Ilum in ism o francés y tenga

so R. Barthcs, Mitologías, México, Siglo XXI, 1980, p. 258.


81 C. Casloriadis, La socicté bureaucralique, París, 1975, t. i, 10/18, p. 54.
158 CH A N T A !, M O U FFE

los caracteres de clasicismo de la c u ltu ra griega y del R enacim iento italian o".32
1.a cu ltu ra no es pues p ara él u n ap a ra to ideológico y n o se tra ta de hacer
tabla rasa de la cu ltu ra burguesa. H ay q u e transfo rm arla, som eterla a o tro
p rin c ip io de articu lación , y ello im plica q u e los intelectuales orgánicos del
pro le taria d o estén a la altu ra de su tarea. D eben ser capaces de rivalizar en
todas las cum bres de la cu ltu ra burguesa y de e n ta b la r el diálogo con sus re­
presentantes más em inentes (lo que, p or su parte, G ram sci no d ejó de hacer,
m uy especialm ente en el caso de C ro ce ).
D esgraciadam ente, salvo algunas excepciones, es u n tip o de preocupación
q u e no ha sido m uy frecuente en el m ovim iento obrero, en el cual un o se ha
lim itado a m enudo a la denuncia estéril del carácter de clase de la cu ltu ra
burguesa y a m antenerse lo más lejos j>osible de ella. De a q u í se deriva la
pobreza teórica y cu ltu ral que G ram sci lam enta en el m arxism o: "el m arxism o
se ha confu ndido con una form a de cu ltu ra u n poco su p erio r a la m entalid ad
po p u lar, p ero inadecuada para com batir las otras ideologías de las clases cu l­
tas. m ientras qu e el m arxism o o rigin ario era precisam ente la superación de
la más elevada m anifestación cu ltu ral de su tiem po, la filosofía clásica ale­
m an a".83
U na vez más fueron el econom icism o y el reduccionism o los q u e estuvieron
en el origen de este error, de esta falta d e com prensión de la verdadera n a tu ­
raleza de la política y ellos tam bién los q ue trab aro n la capacidad expansiva
del m arxism o, con la m uy grave consecuencia de q u e cuantío com enzó la crisis
d el estado lib eral la clase obrera estaba m uy lejos de po der presentarse com o
fuerza hegem ónica alternativa. Com o m uy bien lo percibe G ram sci, “la crisis
consiste precisam ente en el hecho de q u e lo viejo m ucre y lo nuevo no puede
nacer",34 de lo cual resulta el cam po libre a la revolución pasiva del capital
b ajo sus form as fascistas y otras.

IV. H EG E M O N ÍA V C A PIT A LISM O CONTE.MPOILÁNEO

R ecientem ente Biagio De G iovanni desarrolló en Italia u n a in terp retació n del


estado integral bastan te distin ta a la q ue acabam os de p rop on er.35 Según él,
esta noción le sirve a G ram sci p ara reflexionar sobre las características del
estado del capitalism o m onopolista después de la crisis d e 1029, esto es, que
el cam po de referencia de G ram sci es el del estado intervencionista. Según De
G iovanni, en este m arco se elabora la problem ática gram sciana de la hegem o­
nía. Ésta tom a en cuenta las m odificaciones introducidas e n el papel del estado
32 qc: ii . p. 12.13.
» qc: ii . p. 422.
3» QC I. p. Sil.
35 De Giovanni elabora esta interpretación en los «¡guiemos nabajos: “Lenin, Gramsci y
la base teórica del pluralismo”, en Temía marxUta de la política. Cuadernos de Pasado
y Presente, núm. 8‘*. México. 1981: "Crisis oig-.inica y estado en Graime i*'. en ibid: "Gramsci
e l'claborazionc succcsriva del pci", en Kgemouia, Stato, Pailita in Cram ci, Roma. Editori
Riuniti, 1977.

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HEGEMONÍA, POLÍTICA E. IDEOLOGÍA 139

después d e la crisis, m odificaciones q u e im plicaron u na transform ación pro ­


fu nd a d e la relación en tre estado y econom ía y cuya consecuencia fue un cam-
b io en la ‘‘m orfología d e la política”. E n efecto, el au m en to del tra b a jo im ­
pro du ctivo y la capacidad d el ca p ital de organizar el tra b a jo pro du ctivo p u ­
sieron a las masas en relación d irecta con el estado, que devino el organizador
d e las necesidades colectivas y am plió su base político-social. Esta expansión
del estado estuvo acom pañada de una “d ifusión in a u d ita de la h egem onía”
q u e De G io vanni define como ‘‘extensión social y política d e los ap aratos ins­
titucionales y am pliación del proceso de reproducción en su v ínculo con el
desarrollo del tra b ajo im productivo y con la introm isión del estado en todos
los niveles de la circulación".3* La hegem onía se vuelve así el ám bito d e la
recom posición d e la política y de la econom ía p ro p ia del capitalism o m o no ­
polista. En efecto la nueva relación en tre estado y econom ía d eterm in a u na
m uy d iferente relación en tre las masas y el estado, q u e se expresa en u na d ifu ­
sión de la política, lo cual interv iene ah o ra a to do lo largo de la tram a de la
reproducción social y organiza a las masas a todos los niveles de la sociedad.
Es así com o De G iovanni in te rp re ta esta “am pliación del estado” caracterís­
tica del estado integral en G ram sci: com o p enetración del estado en todas las
form as d e organización y de conciencia de las masas, com o u n a intervención
d el estado en la sociedad civil que m odifica la relación de ésta con la política.
Según De G iovanni, es en este con tex to preciso en q u e debe com prenderse
el im p o rtan te papel a trib u id o p o r G ramsci a las sup erestructuras. Esta ex ten ­
sión de la ideología es coextensiva a la interven ción de la política en todos los
niveles de la reproducción social do nd e transform a la com posición orgánica
de las masas y pone el acento en la necesidad de su organización in stitucional.
Esta d ifusión d e la ideología está en función "d e la com plejidad cada vez
m ayor de la reproducción política de las clases en u n a sociedad en la q u e el
antagonism o fundam ental en la producción in m ediata es m ediado, gobernado,
organizado por el enorm e desarrollo de las su perestructuras com plejas” .37
D icho d esarrollo de las su perestructuras corresponde, pues, a la am pliación
del estado q u e es la respuesta a la crisis y expresa “el do m in io de la esfera de
la circulación en la fase en la cual la respuesta económ ico-política a la crisis
orgánica es la ex trem a d ilatación de la relación estado-circulación”.38 Esta
nueva concepción del estado y de su relación con las masas perm ite a Gramsci
—afirm a D e G iovanni— su p erar la visión estrecha e in stru m en ta l del estado
y ro m p e r la relación restrictiva y exclusiva que ésta establecía en tre estad o
y clase d o m in an te. "E l estado n o se m uestra más com o el resultado m ecánico
del efecto d e padronazgo d e una clase sobre la o tra, sino q u e constituye el te­
rren o do n de se constituye la productividad p olítica de las clases y de su a n ta ­
gonism o.” 39
L a teoría de la hegem onía es, pues, según la in terp retació n q u e de ella nos
ofrece D e G io vann i, la respuesta de G ram sci a las m odificaciones políticas y
económ icas del capitalism o después d e la crisis d e 1929, y ab re un "n uev o ca-

W l)c Giovanni, “Gratmci e l’elaborazionc successiva del p c i " . op. cit., p. 57.
37 De Giovanni. “Crisis orgánica y estado en Gramsci". en op. cit., p. 159.
3S Ibid., p. 170.
39 De Giovanni, “Gramsci e l'elaborazione successiva del p c i ” , op. cit., p. 60.
140 CHANTAL M O U I7 I

p ítu lo de la teoría p olítica m arxista”. Efectivam ente, a p a rtir de esta fecha se


term in a de m anera defin itiva la fase cuya expresión fue el leninism o y q u e se
caracterizaba p o r la separación d e la política y d e lo social, en u n m om ento
e n q u e el estado existía com o e n tid ad separada d e la sociedad, com o concen­
tració n de la fuerza, y en q u e era posible basar u n a estrategia en su d estruc­
ción. U n a estrategia sem ejante resu lta im pensable después de 1929 y se vuelve
necesario elab o rar o tra q u e tom e en cu en ta las m odificaciones del estado, su
penetración en lo social y sus nuevas relaciones con las masas.40 Ésta debe
basarse en la idea d e la transición al socialism o com o un largo proceso de
transform ación de las correlaciones d e fuerzas a todos los niveles d e la socie­
d ad , y precisam ente G ram sci elabora u n a estrategia sem ejante, según D e Gio-
vanni, con su concepción de la "guerra de posición".
N o cabe d u d a de q u e la in terp retació n de De G iovanni es extrem adam en te
seductora dada la enorm e actualidad q u e le atrib u y e al pensam iento d e G ram s­
ci. H ay que observar asim ism o q u e p ara los m ilitantes del P artid o C om unista
Ita lia n o tiene la v en taja de resaltar la ortod ox ia gram sciana de la línea actual
d e su partido. P ero debem os considerarla in acep table p o r varias razones: po r­
q u e se basa en u n a in terp reta ció n forzada de algunos textos d e G ram sci (los
d e "A m ericanism o y Fordism o" p rincip alm ente) y no considera el con ju n to
d e la problem ática de los Cuadernos d e la cárcel, po rq u e supone u n a concep­
ción de la teoría y de sus relaciones con la realidad q u e nos parece discutible
y p o rq u e es éste el p u n to más grave, su in terp reta ció n de la hegem onía vacía
esta noción d e u n o de sus aspectos más im p ortantes y más innovadores.
Comencem os p or la epistem ología subyacente al análisis de De G iovanni.
Se tra ta de una problem ática de inspiración hegeliana en la q u e se concibe a
la teoría com o encontrándose en u n a relación d e expresión con el presente
histórico: el leninism o com o expresión de la fase a n te rio r a la crisis, la hege­
m onía gram sciana com o expresión de las condiciones pro pias del capitalism o
d e estado (lo cual sup o n d ría —hay q u e decirlo— u n cierto grad o de prem on i­
ción en G ram sci pu esto q u e m u rió en 19S7). A hora bien, com o señala Lupo-
rin i,41 hay q u e distin g u ir en tre lo que cam bió en la teoría m arxista del estado
y lo q u e cam bió en la realid ad m ism a del estado. E n este sentido es necesario
atrib u irle u n a cierta au tonom ía a la teo ría ya q u e al q u erer presentar su evo­
lución como sim ple expresión de u n cam bio a nivel histórico fácilm ente aca­
baríam os justifican do el econom icism o com o expresión teórica adecuada de
un p eríodo en el cual existía u n a separación real en tre econom ía y política
d eb id o a q u e nos privam os de la m an era de critic ar los errores a nivel de la
teoría.
A hora bien, G ram sci com ienza a elab o rar su teoría d e la hegem onía ju sta­
m en te a p a r tir de una reflexión sobre las causas de la d erro ta del m ovim iento
o b rero antes de la crisis y com o u n a crítica a los errores com etidos. Cuestiona
precisam ente la concepción del estado com o sim ple fuerza coercitiva con su
n o ción d el estado integ ral y, com o ya hem os visto, esta noción tiene u n cam po

«o Este argumento es desarrollado sobre todo en "Lenin, Gramsci y la base teórica del
pluralismo’*, op. cit.
Véase la intervención de Cesare Luporini en el coloquio de Frattochie publicada en
Egemonia, stalo, porlito in Gramsci, d t.
HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA 141

de aplicación m ucho más am p lio que el sim ple caso del estado intervencionista
pues al m ism o tiem po q u e se refiere al estado en el m o do de producción capi­
talista tam bién es válida p ara el p erío do llam ado " lib e ra r ’. C u an d o G ram sci
declara q u e el estado en sentido am p lio incluye la sociedad p olítica y la socie­
d ad civil, se tra ta de u n a crítica de tip o teórico q ue tien e p o r ob jeto la con­
cepción in stru m en ta l del estado, y lo q u e nos p ro p o n e con el concepto de hege­
m onía es u n in stru m en to teórico q u e debe perm itim o s p en sar la naturaleza
del estado y d e la p olítica en el m odo ca pitalista d e p roducción y n o sólo en
u n a d eterm in ad a fase histórica del capitalism o. N o se tra ta pues de a b rir un
"n u ev o ca p ítu lo de la teo ría política m a rx ista" q ue correspondería a la fase
posterio r a 1929, sino realm ente de u n a co n trib u ció n a la "te o ría general del
m arxism o’’ (P ag g i). I-a g u erra de posición n o debe ser considerada com o u n a
respuesta a la revolución pasiva del cap ital sino com o u n a estrateg ia válida
p a ra todo estado burgués q u e tu v o tiem po de in sta u rar su hegem onía.42
P ero lo más peligroso es q u e esta lectura dem asiado lim itad a de la concep­
ción gram sciana de la hegem onía se liga en la concepción de De G iovanni a un
verdadero achatam iento de esta noción. E n efecto, tod o el aspecto q u e im plica
u n a crítica a la concepción econom icista y reduccionista d e la ideología y a
través del cual G ram sci p o n e las bases p a ra u na com prensión m arxista de la
eficacia de la ideología com o práctica p ro d u cto ra de sujetos es pro p iam en te
o b litera d o en la in terp reta ció n d e D e G io vann i al igual q u e el en riq u ecim ien ­
to de la política en ta n to q u e p o rtad o ra de u n a dim ensión d e universalidad.
E n la interpretación de De G iovanni sí hay u n a am pliación de la política p ero
ella consiste en su "difusió n" en lo económ ico y en !o social coextensiva a la
intervención del estado en esos terrenos. El p u n to d e vista d e la p olítica es,
según él, el d e la reproducción com pleja d e la sociedad: " la teo ría política de
Gram sci se sitú a así com o teoría de la lucha de masa en el tejid o del estad o
d o n d e está en juego la reproducción d e to d o el sistem a’’.48 L a lucha p o r la
hegem onía consiste pues, según D e G iov ann i, en u n a lucha p o r asegurarse el
co ntrol de todos los pu n to s decisivos de la reproducción social, p o r lo cual
desaparece e n esta in terp reta ció n la especificidad de la lu cha ideológica y su
im p o rtan cia, p lanteam ien tos q u e po r el co n trario caracterizan la concepción
gram sciana de la hegem onía.
Esta desaparición no es fo rtu ita, n o se tra ta de u n o lvido q u e p o d ría ser
subsanado, puesto q u e es la p ro blem ática m ism a de D e G iovanni lo q u e le
im p ide p en sar este aspecto de la hegem onía. P ara p ro b ar esto basta con exam i­
n a r su concepción de la ideología. E n algunos trabajos. De G iovanni ha criti­
cado la concepción de la ideología com o falsa conciencia y ha insistido en el
h echo d e q u e la critica de la ideología n o d ebe consistir ya en la crítica d e la»
representaciones subjetivas sino en la crítica d e la form ación ideológica, d el
ap a ra to q u e d a cuerpo a las form as de conciencia. P ara tal efecto in tro d u jo la
noción de "abstracción real" q u e debe servir p a ra p o n er el acento sobre la

<2 qc ni, p. 1566. Esc sentido tiene la reflexión de Gramsci cuando afirma que hasta 1870
la estrategia de la revolución permanente, de la guerra de movimiento, era aún posible pero
que se volvió inadecuada en ios años posteriores y tuvo que ser sustituida por la guerra de
posición.
-48 De Giovanni, “Crisis orgánica y estado en Gramsci", en op. cit., p. 175.
112 CHANTAL M O U m

crítica de la ideología com o crítica m aterialista d e las instituciones. Esta ú ltim a


debe consistir, según él, e n p on er en evidencia su funcio nalid ad en el com plejo
proceso social de reproducción.
En esta mism a lín ea de pensam iento, en su ú ltim o lib ro L a teoría política
d elle classi n el CapitaleiA critica la noción de fetichism o como sim ple oculta,
ción de las relaciones reales y m uestra cóm o el efecto d e fetichism o no es una
ocultación en relación a sí mism a sino u n a ocultación funcional a la repro du c­
ción del capital y a las relaciones sociales q u e éstas expresan. Se pued e afirm ar,
d ec lara el au to r, q u e el form alism o del in tercam bio es la condición mism a de
la reproducción de las clases; es la m an era m ediante la cual el capital cons­
truye su “ p olítica". P ero al p la n tear el problem a de la ideología d e esa form a,
De G iovanni n o sale de la p roblem ática econom icista; las ideologías son con­
cebidas com o siendo el efecto de las instituciones a través d e las cuales se efec­
tú a la reproducción política de las clases; n o tienen n in g ú n tipo de auton om ía
y su eficacia es d eterm inada p or su funcion alidad con relación a la repro du c­
ción del capital. A hora bien, si p o r un lado es cierto q u e las ideologías nece­
sitan u n a inscripción in stitu cional, n o pu eden ser reducidas a ella, ya q u e las
ideologías no son segregadas p o r las instituciones en las cuales se en carnan y es
po r esa razón precisam ente, q u e la hegem onía n o pu ede lim itarse al control
<le ios ap arato s ideológicos.

V . IDEOLOGÍA Y PO LÍTIC A

-Con la in terpretación que hem os pro pu esto a q u í del estado integral y de la


hegem onía en el pensam iento d e G ram sci n o tenem os en absoluto la intención
ele in te n ta r p o n er de m oda nuevam ente u na vieja in terp retación cu ituralista
y liberal de su pensam iento según la cual Gramsci hab ría inv ertid o el p rincip io
de d eterm inación del m arxism o y puesto las "¡deas” ah í donde M arx había
puesto la econom ía. Pero nos parece q u e las interpretaciones recientes —ta n to
las influidas po r la p roblem ática alth usseriana de los a i e com o las q u e siguen
la línea de De G iovanni— pierden un o d e los aspectos más im p ortantes y más
ricos en desarrollos potenciales de la con trib ución de G ram sci a la teoría
m arxista: su concepción no reduccionista de las superestructuras.
En efecto, el e rro r fu n d am en tal q u e estuvo en el origen de las grandes de­
rro ta s del m ovim iento obrero y de la esclerosis del m arxism o consistió en la
falta de com prensión del papel y de la naturaleza de las superestructuras. Este
e r ro r se m anifestó de dos m aneras (las dos facetas del econom icism o): en p ri­
m er lugar con lo que h e propuesto llam a r el "ep ifen o m en a lism o "45 y q ue con­
siste en n o a trib u ir eficacia p rop ia a la ideología y a la política en u na form a­
ción social y en considerarlas epifenóm enos d e la base económ ica; y en segun­
d o lugar con el “ reduccionism o de clase”, q ue a su vez concierne a la n atu ra-
** ibid., p . 97.
45 Para una crítica del cconotnicismo y de sus dos íacelas, remito a mi articulo “ Hegemony
and ideology in Gramsci", op. cit.

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h í :g e m o n (a , p o l í t i c a i: i d e o l o g í a 143

le/a de las su perestructuras consistente en concebirla com o necesariam ente d e­


term in ad a por las posiciones ocupadas a nivel d e las relaciones d e producción.
L a concepción epifenom enalista en tró en crisis ju n to con el leninism o y actual­
m ente puede considerarse superada, p ero n o se pu ede decir lo m ism o del re-
duccionism o, que goza de plena salud y se presenta bajo m ú ltip les formas,
en tre las cuales algunas son m uy sofisticadas.
A hora b ien, m ientras no haya sup erad o ese obstáculo, la teoría m arxista no
estará en condiciones de b rin d a r al m ovim iento o b rero los in strum en to s de
análisis q u e necesita para estar a la a ltu ra de las tareas q u e le son asignadas
p o r el desarrollo actual del capitalism o. Felizm ente, es posible observar q ue
algunos p artidos com unistas en su práctica p olítica h an logrado su p erar ciertas
concepciones reduccionistas y conciben aho ra el socialismo n o com o la reali­
zación d e los intereses de clase del p ro le taria d o sino com o el resu ltado de un
am plio proceso de lucha de todos los sectores dem ocráticos b ajo la dirección
d e la clase obrera. P ero para q u e esta p ráctica pu eda desarrollarse y superar
los num erosos obstáculos q u e encuentra en su cam ino necesita u n a teoría ade­
cuada, ya q u e n o basta afirm ar la necesidad de la construcción de u n a vo lu n ­
tad colectiva n acional-popular, sino q u e hay q u e ca p tar adem ás cuáles son
sus condiciones reales d e form ación.
Precisam ente a este respecto la aportació n de G ram sci nos parece fun dam en­
tal. T u v o la intuició n (que 110 logró fo rm u lar d e m anera rigurosa p o r las
lim itaciones de los in strum en tos conceptuales de q u e disponía) d e la im por­
tancia decisiva de la ideología como práctica prod uctora de “ sujetos” y de su
papel de cim iento en una form ación social. P o r ello asigna a la hegem onía y
a la reform a intelectu al y m oral esa im p ortancia, com o condición m ism a, a tra ­
vés d e la creación de nuevos sujetos, d e la creación de esa vo lu n tad colectiva
q u e según él debía ser el objetivo del "P rín cip e moderno'*. P ero sobre todo, y
en esto reside el aspecto más revolucionario de su pensam iento, n o concibió
esta hegem onía com o la im posición de u na ideología de clase sino com o el esta­
b lecim ien to de un p rin c ip io articu lad o r sobre elem entos ideológicos d e origen
diverso. Es la instauración de esta "m atriz de sentido" a nivel de las diversas
form aciones discursivas la q u e d eterm in a el carácter d e clase de los enunciados
q u e se producen en ellas. Ñ o hay pues ideologías de d a se que existirían antes
d e su inscripción en prácticas discursivas, sino q u e son esas prácticas mismas
las q u e a p a rtir de la m anera con la cual articu lan ciertos elem entos que pro ­
ducen discursos q u e h ab rán de ju g a r u n papel en la reproducción de ciertos
tipos de relaciones de producción.
C u an d o se ca p ta eso se com prende q u e la lucha ideológica tiene lu gar en
el in te rio r de las form aciones ideológicas existentes a fin de m odificar su p rin ­
cipio de articulació n y no en tre form aciones ideológicas diferentes q ue ex p re­
sarían posiciones de clase opuestas.
Es en la ideología, a nivel del discurso, do nd e se crea esta definición de la
realidad que desde el filósofo hasta el sentido com ún, pasando p o r todos los
niveles de la cu ltu ra, d efin irá lo q u e es ju sto y lo q u e es in justo, lo q u e es
posible y lo q u e es im posible, y son estos "lím ites del m u n d o ” lo q ue es preciso
transform ar para crear o tro tipo de “su bjetiv id ad ”. Esta im portancia de la
ideología había sido obviam ente captada p o r los clásicos del m arxism o, pero
144 C H A N T A L M O U FFE

ellos consideraban q u e el cam bio sólo sería posible después de la tom a del
poder, lo cual conducía a negar la im p ortan cia d e los factores subjetivos en el
proceso revolucionario. Este error, q ue provenía d e u n a concepción d e la ideo­
logía com o falsa conciencia que desaparecería u n a vez q u e las condiciones eco­
nóm icas h u b ieran sido modificadas, fue desastroso en el caso de los países occi­
dentales, dond e la hegem onía d e la burguesía perm itió a ésta im p rim ir su d i­
rección intelectual y m oral a la sociedad y presentarse com o po rtad o ra del
interés general.
A ctualm ente esta hegem onía está en crisis, pero n ad a g arantiza u na salida
de izquierda a la crisis si los sectores q u e luchan p o r el socialismo no son capa­
ces de ofrecer u n a altern ativ a real a la dirección burguesa y si n o consiguen
artic u la r las reivindicaciones d e todos esos nuevos "sujetos políticos” q u e a la
burguesía le resulta cada vez más costoso articu lar, y presentar o tra concepción
de la sociedad según la cual esas reivindicaciones p o d ría n h a lla r su realización.
Es u n a lucha que, obviam ente, n o se sitú a ú nicam en te a nivel d e la ideología
pero q u e tam bién debe d arse a nivel de la ideología, p o rq u e ésta constituye
u n a dim ensión fu n d am en tal d e la práctica política en el sentido am p lio en
q u e la concebía G ramsci.
N o es, pues, necesario hacer de G ram sci el teórico del estado intervencio­
nista p ara subrayar la actualidad de su pensam iento. P or el contrario , al forzar
la co n tem po raneid ad de G ram sci y al hacer de él el equ ivalen te m arxista de
Keynes, se corre el riesgo d e lim itar seriam en te la significación de su teo ría de
la hegem onía. E n efecto, si esta ú ltim a es p resentada com o la ex presión teórica
d e u n m om ento p articu lar del desarrollo del capitalism o, se sigue q u e su vali­
dez se desvanecería con la crisis del estado intervencionista y con la em ergen­
cia d e nuevos tipos de contradicciones. Es esto, p o r lo dem ás, lo q u e explica
q u e en Italia, do n d e esta in terp retació n está m uy en boga, se llegue a p o n er
en cuestión la po sibilidad d e com prender las contradicciones actuales d e la
sociedad italian a en el cuadro d e la problem ática gram sciana.
Es, pues, im p o rtan te reconocer q u e la reflexión de G ram sci se ha desarro­
llad o en u n con texto histórico que, en b u en a m edida, h a dejado d e ser el
nu estro y q u e su pensam iento ha te n id o com o ob jeto resp on der a problem as
m uy d iferentes de aquellos q u e enfrentam os hoy día. N o es cuestión, pues, de
aplicar la teoría gram sciana a la situación p resente y de buscar en ella solucio­
nes ) a confeccionadas. Lo q u e G ram sci nos ofrece es un a serie de conceptos
q u e perm iten u n a lectura radicalm en te n o econom icista del m arxism o, pero
él no ha hecho más q u e indicam o s la vía q ue debem os seguir para hacer de
la teoría m arxista un in stru m en to adecu ado para com prender las contradiccio­
nes específicas de la sociedad en la q u e vivimos. Este ap o rte de G ram sci a la
teoría m arxista se articu la in cu estionab lem ente en to m o al concepto de hege­
m onía, ya q u e este ú ltim o im plica, según lo hem os m ostrado, u n a concepción
rad icalm ente nueva de la ideología concebida com o co n ju n to de relaciones de
fuerza, com o relaciones d e poder en cuyo in terio r diversas estrategias son po ­
sibles. Es u n a concepción q u e se ap rox im a en m uchos p un tos a los trabajos
de M ichel F oucault. Así, el pensam iento de G ram sci debería p e rm itir al m ar­
xism o establecer un p u en te de contacto con las investigaciones actuales sobre
el poder, lo q u e le haría posible am p lia r su concepción dem asiado estrecha
HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA 145

de la política y su p erar así u n a d e las causas p rin cip ales de la crisis q u e hoy
lo afecta. A dem ás, esta nueva concepción d e la política q u e está e n el centro
d el pensam iento d e G ram sci h a ría posible q ue el m arxism o p u d ie ra d a r cuenta
d e la especificidad d e otras contradicciones dem ocráticas, especialm ente de
aq uellas q u e se expresan a través del m o vim ien to fem in ista —u n o de los a p o r­
tes fun dam entales q u e h a puesto en cuestión la concepción tradicio nal de la
política— y tam bién le p erm itiría a rtic u la r todas estas nuevas luchas dem ocrá­
ticas a la lucha p o r el socialismo. E l desarrollo de la teo ría m arx ista e n esta
dirección nos conducirá sin d u d a a d escu brir nuevos te rrito rio s q u e están más
allá de los lím ites de la reflexión gram sciana; esto n o inv alida sin em b argo el
hecho d e que, en lo q u e se refiere a la dirección m ism a, G ram sci fue el p ri­
m ero en h ab e r concebido su im portancia y su necesidad.

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HEGEMONÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA 145

de la política y su p erar así u n a d e las causas p rin cip ales de la crisis q u e hoy
lo afecta. A dem ás, esta nueva concepción d e la política q u e está e n el centro
d el pensam iento d e G ram sci h a ría posible q ue el m arxism o p u d ie ra d a r cuenta
d e la especificidad d e otras contradicciones dem ocráticas, especialm ente de
aq uellas q u e se expresan a través del m o vim ien to fem in ista —u n o de los a p o r­
tes fun dam entales q u e h a puesto en cuestión la concepción tradicio nal de la
política— y tam bién le p erm itiría a rtic u la r todas estas nuevas luchas dem ocrá­
ticas a la lucha p o r el socialismo. E l desarrollo de la teo ría m arx ista e n esta
dirección nos conducirá sin d u d a a d escu brir nuevos te rrito rio s q u e están más
allá de los lím ites de la reflexión gram sciana; esto n o inv alida sin em b argo el
hecho d e que, en lo q u e se refiere a la dirección m ism a, G ram sci fue el p ri­
m ero en h ab e r concebido su im portancia y su necesidad.

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SO B R E LA IZ Q U IE R D A Y LA H E G E M O N IA E N LO S PAÍSES
DE EU RO PA D EL SU R *
[r e f l e x i ó n c u a n d o e m p i e z a n lo s años ochenta ]

JO R D I B O R JA

I. DOS CITAS A MODO DE INTRODUCCIÓN

—¿Podría decirme, por favor, por dónde puedo irme de aquí?


—Todo depende del sitio a donde quieras ir —contestó el gato.
—El sitio me importa poco.. . —dijo Alicia.
—En este caso poco importa el camino que tomes —contestó el gato.
—Siempre que llegue a alguna parte —añadió a modo de explicación Alicia.
—¡Oh! si andas bastante no dejarás de llegar a alguna parte —aseguró el gato.
A Alicia esto le pareció indiscutible.

LEWis c a r r o l l , A liria en el país de las maravillas

U n viejo debate. Los m edios y los fines. El m ovim iento y la m eta fin al. Los
com prom isos cotidianos y la altern ativ a global. C am biar algo cada d ía si es
posible o, si n o lo es, es preciso cam biar prim ero todo. El m arxism o u n a guía
p ara la acción o u n a totalidad. E l reform ism o y la revolución. El pragm atism o
y la retórica.
U n m al d ebate. U n a sum a de equívocos y la com p lem entariedad de las im po­
tencias. D e los años veinte a los setenta, d u ra n te m ás d e m edio siglo, dogm á­
ticos socialdem ócratas y dogm áticos estalinistas h a n pro tagonizado polém icas

i El ámbito político y geográfico de este trabajo es E u r o p a d e l s u r y concretamente Fran­


cia, Italia, España y Portugal, aunque muchas veces el análisis se plantea en términos más
generales y abarca al conjunto de los países de Europa Occidental. Ix>s cuatro países de
Europa del Sur citados tienen en común la existencia de una izquierda bipolariiada entre
socialistas y comunistas, el hecho de que los socialistas no han sido (o lo han sido durante
poco tiempo o en posición subalterna) un partido de gobierno (a diferencia de sus homóni­
mos alemanes, ingleses, suecos, austríacos, belgas, etc.) y los comunistas representan lo que
se ha llamado el "eurocoraunismo" (especialmente los italianos y los españoles; los portu­
gueses recusan el término aunque su política interna sea parecida, en tanto que los franceses
si bien aceptan el término y la concepción teórica del eurocomunismo, desde 1977 practican
una política que recuerda las posiciones de la III Internacional anterior a la política del
frente popular). No entramos en el análisis de estos cuatro países si no intentamos sacar
consecuencias generales de una evolución que es diferente en cada uno de ellos pero que
tiene aspectos comunes: modelo de estado centralista (el modelo administrativo “francés”),
largo período de dictadura de carácter fascista (excepto en Francia, aunque la evolución de
los últimos 50 años está muy definida por los años de ocupación del régimen "petainista."),
peso de las estructuras agrarias tradicionales (incluso en Francia, a pesar de la reforma agra­
ria realizada por la Revolución y de disponer de unas estructuras más productivas y de una
propiedad más repartida), carácter más agudo de la lucha de clases tanto a nivel político
como social, etcétera.

[149]

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150 JORDI BORJA

<lc las q u e n ad a q u ed a rá . P artidos socialistas y partid os com unistas h an ten ido


in iciativas generales, h a n prom ovido cam bios y h a n ob ten id o u n apoyo social
más o m enos am plio cuando h a n ab a n d o n ad o este terren o, cuando h an supe­
ra d o la dialéctica de la sospecha m u tu a y el clim a de g u erra fría; los frentes
po p ulares, la transform ación del p a rtid o socialista francés después de 1965, la
evolución del p c i sobre tod o a p a rtir de 1956, etcétera.
El dogm atism o es conservador, conduce a la m arginación y a la im potencia.
A estériles discusiones sobre las etapas y a peligrosas lucubraciones sobre el
m odelo d e sociedad del fu tu ro q u e construirem os. ¿Quiénes?, ¿el estado?, ¿el
partido?, ¿la clase? E n todo caso u n sujeto m ítico qu e p u ed a leg itim ar después
cu a lq u ier p o d er burocrático, au to rita rio , con vocación to talitaria. T a m b ié n
hay u n dogm atism o pragm ático y clcctoralista, ta n conservador com o el a n te ­
rior. Se aceptan las instituciones com o son los m ecanism os económ icos y los
valores, y se p ro cu ra navegar haciend o cabotaje con pequeños favores a la
clientela.
H ay que ir hacia alguna p arte, debem os irnos d e aq u í po rq u e no nos gusta.
P ero el cam in o no es sim plem ente u n m edio. Ya es la o tra parte. "Se hace ca­
m ino al a n d a r”, recordaba M achado. El cam ino de hoy d eterm in a el o bjetivo
d e m añana. N o hay credibilidad n i participación p o p u la r en un proyecto p o­
lémico si el fu tu ro n o es ya p resente y si el presente n o ap u n ta hacia el futuro .
U n viejo d irig en te socialista contaba la siguiente historia.
" E n el curso de u n viaje d e estudios fui a visitar u n a fábrica. E n la p u erta
h ab ía, a ta d o p o r u n a sólida cadena, u n p erro g ran d e q u e al acercam os em pezó
a la d rar furiosam ente. El perro d aba saltos y parecía dispuesto a despedazarnos
si la cadena cedía. De p ro n to la cadena se rom pió. El en orm e p erro d io u n
salto. Después qu ed ó inm ovilizado. Ya n o ladrab a. N os m iraba y n o sabía q ué
hacer. E ra el m om ento del po der p ero no sabía q u é hacer con él. Le faltaba
confianza. N o tenía idea de por d ó n d e em pezar. Le faltab a un program a ap li­
cable y experiencia. N o sabía cómo hacer lo q u e entonces debía hacer." (Ci­
ta d o p o r la revista F A IR E , n úm ero 41, "Sobre la socialdem ocracia’', París,
1979.)
El p a rtid o con u n a ideología revolucion aria "p u ra " , bien p o rq u e se m a n ­
tiene fuera de las instituciones, de las decisiones económico-sociales cotidianas,
p o rq u e practica la denuncia y la oposición, po rqu e resiste y esp era en su
gueto; o bien po rq u e au n p articip an d o en elecciones y en instituciones, en
negociaciones sindicales e incluso en ciertas actividades de gobierno (a nivel
m u n icip al o vo tand o ciertas leyes), m an tien e su ideología cerrada al presente,
dicotom iza su p ráctica ex tern a y su práctica in tern a, su acción cotidian a y su
ideología p ara el fu tu ro , es com o el perro de la h isto ria. En este caso se pre­
ten día ejem plificar a la socialdem ocracia clásica. Lo mism o pod ría aplicarse
al p a rtid o estalinista (siem pre, evidentem ente, q u e no se diera una situación
de p artid o único, es decir con an tagonistas in defen so s).
N o parece deseable, p o r lo m enos en sociedades com plejas com o las de E u ro ­
pa occidental, en las q u e las distintas clases sociales h an constitu id o sus orga­
nizaciones pro pias y en las q u e las instituciones son más el p ro du cto de la
lucha de clases q u e de la acción u n ilate ral d e u n a sola clase, m od elar la socie­
dad del fu tu ro a p a rtir de la acción única de u n estado = p a rtid o q ue apli-
IZQUIERDA V HEGEMONÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 151

caria u n m odelo ya elab orad o, independ ientem en te de que se respeten más


o menos las form as dem ocráticas y electorales. Si la izquierda esperase este
"g ran d ía " hay q u e decirle q u e n o llegará, q u e n o existe el d ía d, y q u e si
llegara, p rob ab lem en te no sabría q u é hacer.
La izq u ierd a debe im p lem en tar u n a dialéctica d e lucha y d e go biern o, de
arraig o en la sociedad civil y de acción institu cio nal, asum iendo las servidum ­
bres de esta p olítica (com promisos, tensión en tre las realizaciones y las expec­
tativas) p ero ap ren d ien d o de ella, in ician do transform aciones concretas y e la­
b o ran d o proyectos de fu tu ro a la vez.2
Ésta es la form a en q u e pu ed e entenderse u n a política sindical o m unicip al
q u e n o sea sim plem ente defensiva o asistencial, u n a p olítica p arlam en taria q u e
n o sea sim plem ente de d en u n c ia o de conseguir u n m ejor acom odo en el gueto.
E l proyecto revolucionario m al en ten d id o en térm inos clásicos8 n o sólo es hoy
inviable, sin o q u e puede transform ar a los p artid os q u e lo asum en en reliquias,
q u e si son volum inosas blo q u ean el proceso de cam bio posible. A h ora bien,
n o se tra ta de tira r al n iñ o con el agua sucia. P recisam ente p o rq u e los objetivos
históricos dei m ovim iento o brero y socialista son objetivos hoy más realizables
y más aceptables p ara u n a g ran m ayoría de la sociedad, su realización grad ual
debe hacerse m edian te u n a larga m archa a través de las instituciones dem ocrá­
ticas q u e h ay q u e co n stru ir y transfo rm ar en el curso del mism o proceso.
Estas ideas no preten d en ser especialm ente originales. Se h an ab ierto (o
reab ierto) paso en la izquierda europ ea (y tam bién de otras partes del m undo)
e n los últim os 20 años. A u n q u e no siem pre se h an sacado algunas de sus conse­
cuencias im p ortantes y se h an p la n tead o cuestiones polém icas com o a las que
nos vamos a referir más adelante: ¿es com patible el proyecto p o lític o de la
izquierda en el m arco dem ocrático con la división en tre socialistas y com unis­
tas?, ¿qué relación se establece en tre la acción del estado (central) y la de los
p oderes locales y en tre las instituciones rep resentativas y los m ovim ientos
sociales?
P ero hay u n a cuestión previa. Las ideas del socialism o dem ocrático y del
"curocom unism o" se h an desarrollado d u ra n te u n p eríod o —fin de la guerra
fría h asta la generalización de la crisis económ ica— de auge de la izquierda.
A hora asistim os, p o r lo m enos en E uropa occidental, a u n a restau ració n con­

2 Esta dialéctica requiere acccdcr a posiciones de gobierno (local, regional, central); pero
la política de oposición también puede entenderse como política de gobierno (proponer
alternativas concretas y realizables y luchar y negociar por ellas) o como política defensiva
y de denuncia, por una parte reivindicativa y por otra de principios generales y alternativas
globales.
* Recordemos la diferencia que estableció Lenin entre rewlución en sentido estricto —mo­
mento de enfrentamiento general (con formas más o menos violentas) en la sociedad, de des­
trucción de un sistema político-jurídico y a través de un régimen de coacción emprender la
edificación de uno nuevo, que abre paso a un nuevo tipo de organización social y económica
y al predominio de nuevos valores— y rextolución en sentido amplio: proceso histórico a tra­
vés del cual se pasa de un tipo de sociedad a otro. La revolución en sentido estricto (1789-
1917) es la que no puede considerarse viable hoy en Europa y sería probablemente regresiva
si pretendiera provocarla por el hecho de que momentáneamente coinciden algunas circuns­
tancias favorables. Pero esto no significa que Europa no viva un período histórico que puede
ser la revolución en sentido amplio (la historia lo dirá) y que a lo largo de este período no
puedan darse momentos de crisis aguda y de cambios con características revolucionarias.

Copyright©
15 2 JORDI BORJA

servadora. Los fantasm as dogm áticos de la izquierda p ued en reaparecer con


fuerza. Es necesario analizar pues en q u é consiste esta restauració n y la u tilid a d
d e las "nuevas ideas” d e la izquierda en este m arco.

I I . DE LOS FE LIC ES SESENTA A LOS D IFÍC ILES O C H EN TA

Los años sesenta fu eron vividos y pensados p o r los políticos c intelectuales de


izqu ierd a com o u n p eríodo de renovación y esperanza q u e in tro d u cía n a un
proceso de transform ación socialista d e los viejos países capitalistas europeos.
El co n texto internacional era favorable: distensión EU-URSS y superación
de la g u erra fría, m ayor au to n o m ía euro pea con relación a los Estados U nidos,
fraccionam iento del o tro ra rígid o b lo q u e socialista (URSS, países d e E u rop a
centro-oriental, C hina, partido s com unistas occidentales) y policentrism o de
T o g lia tti (precursor d el "eurocom unism o”) , procesos de liberación nacio nal
y d e revoluciones an tim p e rialistas en Asia, A frica y A m érica L a tin a (pro du c­
tores de grandes sím bolos: A rgelia, C uba, V ietnam ) y form ación de u n am p lio
b lo q u e n eu tralista. P ara los países europeos, colonialistas po r una p arte, som e­
tidos a la férula yan q u i p or otra, inm ovilizados p or la p olítica de bloques vi­
gente después d e la segunda g u erra, la coexistencia pacífica y la liberación de
sus ex colonias son condiciones básicas p ara la recuperación d e la iniciativa
p o r p a rte de la izquierda.
E n el p la n o in te rio r el largo perío do de crecim iento económ ico, de los años
cin cu en ta h asta prin cipios de los setenta, va u n id o a u n auge del m o vim ien to
obrero, ta n to en los países de E u rop a del S ur com o en los otros (In glaterra,
A lem ania, Suecia, etc.) y al desarrollo de nuevos m ovim ien to s populares, sobre
todo a p a rtir d e 1968 (barrios, fem inism o, jóvenes, m ovim ientos nacionalistas
o regionalistas, e tc .) . Los sindicatos au m en tan su fuerza y tam bién su un id ad,
ta n to en el p la n o in te rn o com o eu rop eo (hasta lleg ar a la c e s a c tu a l) . La
sociedad civil se au torganiza y m oviliza expresando dem andas q u e sólo la iz­
q u ie rd a parece d estinada a estar en condiciones d e asum ir. L a cu ltura y la ideo­
logía de los p artid o s conservadores es im p oten te y d ebe ceder o plag iar los
proyectos de la izquierda: planificación d em ocrática, particip ació n sindical,
descentralización, la "cuestión” de la m u jer o de los jóvenes, reform a ju d icia l
y p en iten ciaria, etc. Los m om entos de rebelión social y cu ltu ral d e 1968 (que
se d ie ro n en casi todos los países d e E u ro p a occidental), qu e inicialm en te des­
b o rd aro n a los partidos d e izquierd a (socialistas y co m u n istas), significaron
u n salto de la socialización política y de la m ovilización reivindicativa d e am ­
plio s sectores d e las clases tra b ajad o ra s y m edias qu e acrecentaron la fuerza
orgánica y electoral de estos partidos.
E l resultado, a prin cipios de los setenta, se exp resa en la hegem onía socialde-
m ócrata en la E u ro p a cen tral y nórdica y en el d eb ilitam ien to de las fuerzas
conservadoras y dem ocristianas h asta entonces m ayoritarias en la m ayoría de
estos países (A lem ania, H o landa, Ing la terra, Suecia, N oruega, A u s tria .. . ) . En
E u ro p a del Sur, se producen los espectaculares cam bios en P o rtug al, G recia y

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IZQUIERDA Y HEGEM O N ÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DLL SUR 15S

E spaña, q u e pasan de d ictaduras a dem ocracias y con u n a izquierda poderosa


(en P o rtu gal los socialistas ganan las prim eras elecciones; en E spaña y G recia
la izquierda no vence —a u n q u e ob tien e b uenos resultados— en las elecciones
generales, p ero sí en las m u n icip a les). F rancia vive hasta 1978 la expectativa de
u n a clam orosa v ictoria de la un ió n de la izquierda; y en Ita lia el avance del
p c i en las elecciones de 1 9 7 5 y 1 9 7 6 parecen in d icar el fin del m o nopolio demo-

cristiano en el gobierno. E n los países de E u rop a del Sur, los únicos en los q u e
h ay a la vez partido s com unistas y p artid o s socialistas fuertes, se da en tre estos
partid os u n a convergencia cada vez m ayor y parece acercarse el m o m en to de
su p erar la división y los enfrentam ien to s q u e co nd ujeron a la izquierda a la
im potencia. La renovación del pensam iento socialdem ócrata y socialista (en
F rancia sobre todo, tam bién In g la terra, Suecia, e tc .), y la revolución cu ltu ral
q u e significa en el universo com unista el “eurocom unism o*' parecen p rom eter
u n a salida política viable y de izquierda a la crisis po lítica, social y cu ltu ral
con q u e se inician los setenta y q u e em peora considerablem ente con la crisis
económ ica y el ag ravam iento d e los desequilibrios y desigualdades q u e se gene­
ralizan poco después.
La izquierda reacciona len tam ente an te la crisis económ ica, subestim a la
capacidad d e reacción d e las fuerzas conservadoras y n o tiene en cuenta los
efectos de la crisis en su m ism a base social. L a trad ició n econom icista conduce
a in te rp re ta r la crisis com o dem ostración d e la im potencia del sistem a vigente
y d e las fuerzas q u e lo representan y a conclu ir q u e el efecto p olítico casi
inevitable es la v ictoria de la izquierda. A l m ism o tiem po se pro po nen las
viejas recetas keynesianas q u e suponen un fu erte au m en to d e la inversión pú ­
blica cu a n d o n o se co ntrolan las decisiones de los grandes agentes económicos
privados (m ultinacionales) y se debe a fro n ta r una situación de p aro y de
inflación. La interdependen cia de las econom ías occidentales y la penetración
económ ica n o rteam erican a en E u ro p a reducen m ucho el m arco de actuación
a nivel nacional. P or o tra p arte, la crisis provoca fuertes reacciones grem iales,
corporativas, en tre los d istintos sectores d e los trabajadores, así com o u n a de­
m an da de segurid ad y d e ord en en tre la ciu dad anía. Estas reacciones sociales
en c u en tran a la izquierda a contrapelo. L a d ificu ltad d e d a r u na salida p o lí­
tica y la necesidad d e consolidar las respectivas posiciones conducen a socia­
listas y com unistas a recu p erar sus diferencias y a po ner en p rim er p la n o sus
enfrentam iento s. Ix » años setenta te rm in a n de u n a form a m uy d istin ta de como
h ab ían em pezado.
El p ano ram a es de restauración conservadora a toda m archa. El com bate
electoral n o rteam ericano es ya m uy sintom ático: u n C árter m ucho más a la
derecha q u e en 1976 con tra el u ltra R eagan. La alianza EU -C hina, los errores
de la URSS (A fganistán), los en fren tam iento s en la península in dochina (Viet-
nam , C am boya) y en Á frica (E ritrea, S udán, e t c ) , el v iraje de E gipto, la agre­
sividad de u n a p a rte del islam ism o ( I r á n ) , etc., han fragm entado y d eb ilitad o
enorm em ente el frente q u e luchaba p o r la distensión y p o r la paz con stituido
p o r los países socialistas y el b lo q u e n eu tralista (pro bab lem ente la C onferen­
cia de L a H ab an a fue p or ahora el can to del c isn e ). E n E u ro pa el pan oram a
n o es p recisam ente m ejor. Los socialistas h a n perd id o casi todas sus posiciones
de gobierno, incluid o el q u e p arecía inam ovible P artid o Socialista Sueco. Sólo
154 JO KD l ftORJA

se m antienen en el oasis austríaco (el país europeo q u e m ejor h a resistido la


crisis económica) y en A lem ania (donde el p artid o socialdem ócrata practica
u n a política tan conservadora q ue la D em ocracia Cristiana debe oponerle al
u ltra Strauss para d istin g u irse). En Italia la situación está bloqueada: aun qu e
el pc i h a ad q u irid o una legitim idad de p artid o capaz de gob ernar (que in tenta
hoy acrecentar con su política europea de acercam iento a los socialistas de *'eu-
roizquierda”) , la debilid ad del socialismo italiano y la identificación estado-
Democracia C ristiana, hacen im posible obten er a la vez más cam bio y más
seguridad consensuada. En Francia la derrota de la un ió n de la izquierda siguió
y avivó m ucho más el enfrentam iento en tre socialistas y com unistas, q ue han
renovado las peores polémicas de la guerra fría. En España, G recia y Portugal,
se h an consolidado gobiernos fuertem ente conservadores y la izquierda apare­
ce más dividida q ue antes, con tendencias a constituir aparatos de notables en
el socialismo y al dogm atism o estalinista (prosovietismo) en el cam po com u­
nista. Los años ochenta prom eten ser malos y difíciles.

I I I . ¿ H A Y U N A S A L ID A A L A D E R E C H A ?

Parece evidente q ue la izquierda no h a dad o u na salida a la crisis política y


económ ica de los países occidentales desarrollados en los años setenta. Las
razones probablem ente son m últiples y en cada país d an lugar a u na configu­
ración específica. Nos lim itam os a citar algunos de los factores o causas que
nos parecen más relevantes. U no es la división histórica en tre socialistas y co­
m unistas. O tro factor es la dificultad para im p lan tar u n a política económ ica
q u e tenga en cuenta a la vez las dem andas sociales de sus representados, la
tradición teórica de la izquierda (m arxism o y keynesianismo), los intereses y
com portam ientos de los agentes financiadores e inversores y las dependencias
internacionales. U n a tercera causa es la contradicción existente en tre los valo­
res de la izquierda y las dem andas de orden y seguridad. O tro factor a consi­
d erar es la dificultad de d ar una respuesta global a las reivindicaciones gre­
miales y la tendencia a las respuestas electorales por parte de las diversas orga­
nizaciones e instituciones (partidos, sindicatos, m u n icip io s). O tra de las razo­
nes q ue tam bién explican el retraso de la izquierda para prop on er salidas es
su tradicional alejam iento de los centros de poder y de los aparatos del estado,
que h an ido conociendo poco a poco y en un a época reciente (sobre todo los
com unistas, pero tam bién los socialistas en algunos países), descubriendo u na
com plejidad im prevista y que sus mismas bases aú n desconocen (lo que requie­
re una revolución cultu ral d en tro de la izquierda m uy considerable) .4
* En los últimos años el desarrollo del sindicalismo y el ejercicio de responsabilidades de
gobierno han abierto campos nuevos de reflexión para la izquierda sobre la administración
pública, la función pública, el uso de la legalidad, el control del gasto público y la elabora­
ción de presupuestos, la productividad del sector público, la reforma democrática (pero
aceptando las instituciones existentes) de los aparatos del estado (como fuerzas armadas,
magistratura, etc.). Hay que destacar la reflexión de la izquierda italiana (Centro Studi per
la Riforma del Stato. revista Democrazia e Dirilto, etcétera).

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IZQUIERDA Y H EGEM ONÍA f.N IX » PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 155

Sí en cam bio se está d an d o u n a política hegem ónica conservadora, cuando n o


reaccionaria, en E uropa occidental. Veremos si ésta pued e ser u n a “salida”, o
q u é salida puede ser. P ero in du dablem ente h ay u n a restru ctu ració n conserva­
d o ra. q u e sin p reten d er unificar artificialm en te (con expresiones sim plistas del
tip o "el im perialism o y sus agentes”, “la T rila te ra l" , “las olig arqu ías”) confi­
g uran una política relativam ente coherente q u e encuen tra u n cierto consenso
e incluso activos apoyos pop ulares en u n a p arte de la sociedad (por ejem plo,
el “ thatcherism o" en I n g la te rra ).
V eamos m uy rápid am en te algunos de los principales elem entos configura-
dores de esta restauración, lo cual nos p erm itirá en c o n trar m ejor el espacio en
q u e p uede situarse la izquierda.

a] E n política internacional hay u n a ten tativ a d e rehacer el b lo qu eo “occiden­


ta l”, hegem oneizado p o r los Estados U nidos, alrededo r de u n a política d u ra
con respecto a la URSS.5 Se acelera la carrera arm am entista q u e cum ple varios
fines: acentuación del “enem igo ex terio r”, con la consiguiente cam paña d e
u n id a d nacional y de división (subordinación o m arginación) de la izquierda;
satisfacer la d em and a de im portan tes sectores de la econom ía; m ilitarización
d e la vida política, social y cu ltu ral que facilita si es necesario la coacción;
p erju icio y descrédito de la URSS q u e se ve im pelida a sacrificar el consum o
in tern o y a au m en tar el grado de au toritarism o del sistem a político. Se recrea
el clim a de guerra fría y de peligro de gu erra m u n d ial preten d ien d o forzar de
esta form a actitudes de u n id a d n acional, d e m iedo al cam bio, exigencias de
o rden y de “solidaridad occidental”. La p olítica ex terio r prom ovida j>or los
Estados U nidos p retende rom per el blo queo n eu tralista y excitar a u n m ovi­
m ien to político-religioso tan im p o rtan te com o el islam ism o co ntra los países
socialistas y con tra la ideología de la izquierda occidental. E l uso q u e se hace
d e la política ex terio r china conduce tam bién a invocar el peligro soviético
para b lo q u e ar el cam bio en los países de E uropa occidental. Esta política p re­
tende consolidar u n a nueva división internacion al del tra b a jo basada no en
el esquem a sim ple de países subdesarrollados —productores de m aterias p rim as—
y países desarrollados —producción con alta tecnología—, sino en la utiliza­
ción intensiva del capital ta n to en unos com o en otros, en los unos m ediante
u n a tecnología m uy sofisticada (m icroelectrónica, com putadoras, etc.), y en
los otros p o r la utilización de u na m ano de ob ra más b arata. T a n to en un
caso com o en el o tro es necesario a d m itir q u e u n a p arte de la población q u e­
d a rá al m argen, p or lo cual sería necesario un sistema p olítico capaz de con­
tro lar esta situación (am plios sectores d e m arginados, pobres, parados, e tc é te ra ).
N o es difícil p ercib ir que esta política crea contradicciones y ab re espacios
p ara una política d e izquierda. F rente al arm am entism o en un m arco in te rn a ­
cional que no está caracterizado p o r los nacionalism os agresivos existentes
d u ra n te las dos guerras m undiales (excepto en O rien te M edio y en ciertas
zonas de Asia y África) la política de desarm e y de pacificación puede encon­

5 Véase por ejemplo el dossicr publicado por la revista francesa Le Nouvel Observateur
“Scénarios pour une troisiéme guerre mondiale”, núms. 787 y 788, diciembre de 1979.

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JORD 1
BORJA

tra r u n am plio consenso social, sobre todo si la URSS la po ne en p ráctica de


u n a m anera consecuente y rectifica com portam ientos recientes (instalación de
misiles nucleares ss22. intervención en A fg an istá n ). La izquierda europea no
d eb iera dejarse d iv id ir alrededo r de estas cuestiones, sino p o r el contrario
unirse d efend iendo las mismas propuestas: es a lo q u e a p u n ta n las conversacio­
nes recientes en tre socialistas franceses y com unistas italianos (“euroiz-
q u ie rd a ”) .
En política económ ica, en el m arco intern acio nal, en tre el “ neoim perialism o”
y el estrecho nacionalism o sin perspectivas, hay que en c o n trar u n a vía de
desarro llo basado en grandes bloques económicos (como es la E u rop a del
M ercado C om ún) q u e p ueden ser relativam ente autosuficientes, y el inter­
cam bio basado en u n a política de igualdad y solidaridad internacionales. U na
izquierda europea u n id a puede ju g a r un papel pacificador e n O rien te M edio
y apoyar las tendencias más dem ocráticas del islamismo, com o (parcialm ente)
o cu rrió hace veinte años en ocasión de la guerra de A rgelia. F rente al proyecto
económ ico in ternacio nal q u e supone crear am plios sectores sociales de m argi­
nados, debe prom overse una política de integración social y económ ica que
im plica nuevos m odelos de desarrollo qu e, si son d ifícilm ente im plcm cntables
e n el m arco estrecho de cada nación, pu eden elaborarse en el m arco europeo.

b] L a batalla ideológica. Los últim os años h an visto u n auge de ideas q u e pa­


recían derrotadas o superadas ta n to p or las procedentes del pensam iento de
base socialista o m arxista com o desde bases liberales progresistas o cristianas.
H an renacido las teorías sobre la desigualdad (incluso de base genética), nece­
saria y conveniente; del individualism o com petitivo; de la libre empresa com o
gan an cia económ ica. Después de los nuevos filósofos (obsesionados en la d e­
nu ncia de los proyectos socialistas) h a n venido los nuevos economistas, soció-
logos y políticos. Sin hacer am algam a n i o lvidar aportaciones interesantes del
“ neoliberalism o" es necesario verificar q u e estas corrientes ideológicas se articu ­
lan con las tentativas políticas más reaccionarias y agresivas (el thatcherism o en
Inglaterra, la extrem a derecha de la dc en Ita lia y A lem ania y del giscardism o
y chariquism o en F rancia, los halcones y los u ltras republicanos en E U ) . Ya
en 1975 la T rila te ra l d ifu n d ía sus ideas sobre los excesos de la dem ocracia:
excesos de huelgas y de libertad de expresión, fuerza excesiva de los sindicatos,
exceso d e presencia de los p artid os políticos. F ren te a todo esto se oponen las
poco originales ideas d e la a u to rid ad , del po der de los técnicos, d e la reclusión
d e los ciudadanos en la vida privada. D el exceso dc dem ocracia se ha pasado
(recuperado) al exceso de estado: “dem asiada b urocracia” (c ie rto ), "dem asia­
d a intervención económ ica”, léase menos gasto p úblico y m enos servicios socia­
les, “dem asiado centralism o” (c ierto ), p ero q u e se trad uce en dejar q u e las
adm inistraciones locales asum an —o no— los costos del consum o colectivo. Se
ataca a la izquierda com o fu e n te de inseguridad (cuando se debe a la crisis
económ ica, política y cu ltu ral del capitalism o desarrollado) y se in te n ta n des­
v iar las m etas y las agresividades de los ciudadanos hacia la into lerancia, la
defensa del o rd en p o r la violencia y el tem or al cam bio. Se ataca a socialistas
y com unistas p o rq u e pretend en som eter al individuo, a las fuerzas reales (gre-
IZQUIERDA Y H EG EM O N ÍA EN LOS PAÍSES DE EURO PA D E L SUR 157
míos, profesiones), p o rq u e están creando u n a sociedad bu rocrática y a u to rita ria
incluso en O ccidente. C on ello se tira p o r la bo rda un siglo d e dem ocratización
política y social, en te n d id a com o la consecución de derechos políticos activos
(p articip a r en el estado a través de partidos, sindicatos, etc.) y de derechos
sociales y económ icos (seguridad social, enseñanza, derecho al trab ajo, e tc .).
N o son los "elem entos de socialismo” 6 q u e se in sin ú a n en los países capita­
listas los q u e obstaculizan o niegan la dem ocracia, sino los poderes económico»
socialm ente incontrolados, los aparato s de estado n o dem ocratizados, los g ra n ­
des m edios d e com unicación social alienantes, la persistencia d e la desigualdad
y la pobreza, la fragm entación grem ial de la sociedad, etcétera.
A n te esta ofensiva ideológica conservadora y reaccionaria la izquierda n o ha
reaccionado siem pre bien. En unos casos h a te n id o dificultades p ara p ercib ir
lo q u e h ab ía d e cierto en algunas críticas (p or ejem plo, sobre "los excesos d e
la p o lítica" reducida al sistem a d e p artid o s o sobre la proliferación de huelgas
de base co rp o ra tiv a ). En otros le h a costado asum ir q u e ciertas ideas com o las
d e "leg alidad", "o rd en ", "seg uridad ”, deb en tam bién p ertenecerle, n o p ara
darles el m ism o uso q u e las ideologías reaccionarias, sino p ara to do lo co n tra­
rio, es d ec ir p a ra q u e sirvan a la solidarid ad, a la lib erta d y a la tolerancia. A
veces la izq u ierda h a respondid o de u n a m an era conservadora d efend ien do las
realizaciones d el estado asistencial sin p ercib ir los signos de agotam iento.7
En general hay q u e decir q u e el p red om in io d e los valores dem ocráticos y p ro ­
gresista existentes en E u ro p a desde el antifascism o y la segunda g u erra m u n ­
d ia l y q u e en g ran parte subsistió d u ra n te la g u erra fría se h a visto seriam ente
afectado. Sin em bargo, las bases p ara u n a contraofensiva existen y si se las sabe
• £1 patrimonio liberal progresista que representan pensadores como Tocqueville {La
democracia en América), Stuart Mili (Sobre la libertad), Max Weber (Economía y sociedady
y Schumpeter (Capitalismo, socialismo y democracia) nunca ha sido totalmente abandonado
por la izquierda, pero en los últimos artos ha sido recuperado más abiertamente por autores
como los franceses Touraine (I.'aprés-Socialisme, París, 1980), Core (Adicux au proletaria!,
París, 1980) y los adscritos a la llamada corriente ricardiana del socialismo francés. En el
eurocomunismo las propuestas de un socialismo no estatalista de los p c italiano y español
también han reivindicado elementos de la tradición liberal progresista (veamos por ejemplo
las dcdaraciones de Santiago Carrillo en Roma en 1977 o la reflexión italiana sobre la rela­
ción democracia-socialismo que se inicia con Togliatti y que en los últimos años se ha mani­
festado mediante interesantes contribuciones en Rinascita y Critica Marxista, sobre todo a
p a itir de los artículos de Bohbio en la revista sodalista Mondo Operaio (1975) y que dio
lugar a artículos y declaraciones de los principales teórico* y políticos italianos. En lengua
castdlana puede encontrare una parte de las contribuciones a este debate en las dos obras
colectivas publicadas por Editorial Avance: El marxismo y el estado y Las nuevas vías al
socialismo, Barcelona, 1977.
t Enrico Bcrlinger, en nombre del p c i , es probablemente el dirigente político que mayor
sensibilidad ha demostrado ante estos fenómenos procurando como alternativa la política de
la austeridad. Véanse los informes al xiv congreso (1975) y al xv (1978) y los dos discursos
contenidos en su libro Austcrité ocassione per transformare Vitalia, Editori Riuniti, 1977.
Estas posiciones están más desarrolladas y sistematizadas en la "Proposta di progetto a medio
termino'* y en el libro que recoge lo principíales escritos e intervenciones de Giorgio Napoli­
tano: In mezzo al guado, Editori Riuniti, 1979.
Pocos meses antes de morir, Amendola publicaba un polémico artículo sobre el caso Fiat
y las responsabilidades del movimiento obrero (Rinascita, 9 de noviembre de 1979).
Desde la óptica socialista es sugestivo el libro de los economistas franceses Jacques Callus
y Bemard Sauvage: Les variables d ’Austerlintz-Le Socialisme et la rigueur économique, París,
1979.
JORDI BORJA

u sar responden bien. Desde las revoluciones liberales y dem ocráticas en los
países europeos, las ideas d c igualdad y de lib erta d están p ro fu n d am en te a rra i­
gadas. E l m ovim iento o b rero y los m ovim ientos sociales prom ovidos p o r la
izquierda h an defendido y h an desarrollado estas ideas y la ecuación izquierda-
lib erta d socialism o-igualdad funcio nan así com o la identificación dc los p a rti­
dos socialistas y com unistas con la defensa d e la dem ocracia (resistencia a n ti­
fascista) . Los nuevos m ovim ientos sociales (fem inistas, urbanos, culturales,
juveniles, ecológicos, e tc .), p la n tean ¡deas y reivindicaciones m ucho más iden­
tif ic a r e s con la h isto ria y los proyectos dc la izquierda q u e con cualesquiera
otros.
P o r o tra p arte, se puede asum ir perfectam ente u n a parte d e la crítica a los
"excesos del estado” : a la burocratización d e la vida social, al desp ilfarro y
falta dc control de ciertos aparatos públicos, al centralism o, a la inoperancia
d c los parlam entos, e tc La izquierda euro pea (sobre tod o en Italia) h a p rom o ­
vid o la política de la descentralización, d e las autonom ías, de la reform a d e ­
m ocrática de los ap aratos del estado, de hacer u n p arlam en to más ab ierto a la
sociedad y más capaz de in c id ir en la vida económ ica, etc. U na form a de d a r
y de g an a r la b atalla ideológica es desarrolland o la organización d e la sociedad
civil y la p articipación en u na vida p olítica descentralizada alred edo r de n u e­
vos proyectos de desarro llo y de convivencia, com o así tam bién deben asum irse
cuestiones de práctica y de ideología económicas, q u e la derecha p lantea agre­
sivam ente p ero a las q u e la izquierda debe d a r u n a respuesta: ren tab ilizar el
sector público, au m en tar la pro du ctivid ad, restru ctu rar los sectores en crisis.
A n te estas cuestiones no vale te n er actitudes sim plem ente defensivas, si se qu iere
a d q u irir cred ibilid ad d e gobierno.

c] La alternativa política. M ientras q ue en los países centrales y nórdicos dc


E u ro p a la derecha adm ite la altern ativ a a u n q u e pretend a desconfiar de socia­
listas o socialdem ócratas com o causantes de los “ excesos” q u e h an llevado a la
crisis actu al, en E u ropa del S ur se descalifica la m ism a posibilidad de alte rn a ­
tiva p o rq u e supone resu citar el frente p o p u la r o la alianza en tre socialistas
y com unistas.
En realidad, actu alm en te la política de la derecha en E u rop a n o p uede ir
ta n lejos com o la nueva ideología conservadora p ropone. Si el thatcherism o
n o puede llevar a cabo y a fondo todos sus temas propagandísticos, m enos aún
p ueden p lanteárselo los gobiernos d e Francia, Ita lia , España o P ortugal, q ue
deben co n tar con u na izquierda fuerte en el parlam en to , en los m unicipios y
en los sindicatos. La política q ue pro p o n e la o c d e —q u e siem pre tiene en
cuen ta las posibilidades (la correlación de fuerzas) reales— a u n ad m itien d o la
reducción de las inversiones públicas y el m a n ten im ien to de altos niveles de
p aro, presenta tam bién m uchos elem entos kcyncsianos y n o p reten d e desm an­
te la r n i el sector público ni las realizaciones del estado asistencia!.
Pero si b ien la derecha n o pu ed e hacer u n a política rad icalm ente distinta,
com o los tem as d e la b atalla ideológica p erm itirían suponer, es cierto tam bién
q u e la izquierda aparece con u n a escasa iniciativa global y con escasas p ro b a­
b ilid ad es d c ser u na altern ativ a a corto plazo. ¿Por qué?

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IZQUIERDA Y H íC E M O N ÍA E N LOS PAÍSES DE EURO PA DEL SUR 159
En p rim er lugar por u na cuestión de aritm ética electoral. La izquierda
div id id a n o gana y si ganara n o p od ría g ob ernar (caso sobre tod o de F rancia
y P o rtu g a l), po rq ue sus contradicciones son cada d ía m ás fuertes. Incluso un id a
n o parece q u e a corto plazo p u d ie ra ob te n er u na clara m ayoría electoral,
a u n q u e la dinám ica de la u n id a d p od ría p ro d u cir cam bios políticos y electo­
rales. Pero, además, la alternancia n o supone necesariam ente d iv id ir al electo­
rad o en dos bloques, alred edo r de dos polos. Puede constituirse u n a mayoría
progresista con la izquierda, unas fuerzas nuevas (por ejem plo los m ovim ien­
tos autonom istas, ecológicos, etc.) y tam bién con fuerzas desgajadas del bloq ue
más conservador. P rob ab lem ente es más fácil form ar m ayorías con la izquierda
en los niveles locales y regionales, alred ed o r d e ciertos proyectos económicos
o sociales, q u e en el m arco de u n a batalla global y d e carácter bipo lar. En
to d o caso u n a política de gob ierno d e la izquierda supone siem pre, en los países
d e E u ro p a del Sur, acuerdo o u n id a d en tre socialistas y com unistas. Y esto es
com plicado.
U n a segunda razón de la insuficiente in iciativ a global de la izquierda reside,
seguram ente, en q u e se propone en p rim er p la n o una p olítica de defensa de
los intereses sociales q u e más directam en te representa, especialm ente d e los
d istintos sectores d e asalariados. Estamos an te u n círculo vicioso. C om o la iz­
q u ie rd a tiene pocas responsabilidades de g obierno y menos p od er a u n con
respecto a los centros de decisión económ ica, se ve em p ujada a hacer más ideo­
logía q u e política, a tom ar actitud es teóricam ente radicales, pero con escasa
decisión para u n a acción de cam bios concretos, a p ro po ner u n a lín ea de acción
más “sind ical” q u e “ política”, m ás reivindicativa o defensiva q u e ofensiva o
transform adora. Y esta mism a política la hace aparecer an te los ciudadanos
más com o u n a fuerza q ue defiende a determ in ado s sectores sociales q u e como
u n a fuerza de gobierno. P ara rev ertir esta situación la izquierda debería ser
capaz de c o n stitu ir un polo susceptible de crear u n am p lio consenso social
a su alrededor, y esto supone ser algo más q u e la representación política del
m ovim iento sindical y otros m ovim ientos sociales.
U n a tercera y ú ltim a razón q u e vam os a citar reside en la mism a naturaleza
d e la izquierda, de su ideología y de su organización, d e su articulació n con la
sociedad. Socialistas y com unistas son dos tipos d istintos de partidos, como
verem os inm ediatam en te, pero sus lim itaciones "com plem entarias” provocan
las actuales dificultades p ara q u e p u edan ser fuerza gobernante. Los socialis­
tas, porqu e su fuerza electoral es m uy su perior a su arraig o y capacidad de
movilización y organización sociales, p o r la d eb ilid ad de su estructu ra m ili­
ta n te, son vulnerables an te u n a ofensiva p olítica e ideológica de la derecha,
n o p u ed en d a r una respuesta eficaz desde la sociedad civil y tam poco tienen
fuerza suficiente p ara forzar u n pacto (a m enos q u e sea para d iv id ir a la iz­
qu ierd a) o p ara negociar en nom b re de los trabajado res (a m enos q ue no se
las utilice para acentuar la división sin d ic a l).
Los com unistas, p o rq u e p o r ideología (la m atriz básica procede de un p erío­
d o en el que se entiende la participació n en las instituciones dem ocráticas
com o práctica defensiva, de acum ulación d e fuerzas para p re p a ra r el asalto al
p o d e r ), p o r la prepo nd erancia q u e tien en sus responsabilidades sindicales y
m unicipales (entendidas frecuentem ente com o “sindicalism o ciud adan o", lo
JORD! BORJA

q u e ya conviene al g obierno y a la adm in istración cen tral) y p o r su estru c tu ­


ración m ilita n te con tentaciones de gueto, en u n p eríod o d c crisis y d e hege­
m on ía de la derecha, p ueden tend er al repliegue, a la resistencia y al cu ltivo
d e las señas dc id entidad. P robablem ente es el p c francés el q u e constituye el
ejem plo de todo esto y no el p c italiano . E n to do caso la práctica de la izquier­
da desde los poderes locales es su m ayor baza p ara recu perar y a d q u irir capa*
cidad de gobierno an te la sociedad.
T o d a la reflex ión actu al nos lleva a p la n team o s la cuestión d e socialistas y
com unistas. De su u n id a d y de sus posibilidades de iniciativa d epend erá q u e
haya u n a altern ativ a a la a c tu al hegem onía conservadora en E u ro p a del Sur.
El espacio p a ra u n a política dc izquierda es confuso p ero existe. La salida q ue
p ro p o n e la derecha g o bernante n o parece q u e vaya a resolver los grandes p ro ­
blem as p end ientes si n o es p o r el cam ino d e su agravación al m ism o tiem po q ue
significa u n a fuerte regresión d e los valores dem ocráticos y solidarios y se
p erv ierte la participación p o lític a h a d a el grem ialism o, el ind ividu alism o
y la intolerancia.

IV. SOCIALISTAS Y C O M U N ISTAS: TA N PARECIDOS Y TA N OPUESTOS 8

Ya en los años del fren te p o p u la r (1954-1936) apareció la sospecha sobre la


inconveniencia de m a n ten er la ru p tu r a pro du cid a en el m ovim iento obrero
y socialista al finalizar la p rim era g uerra y sobre to do con relació n a la revolu­
ción rusa. Socialistas y com unistas se en co n trab an lu ch an d o en el m ism o terre­
no, nacional, co n tra el fascismo, p o r la dem ocracia, p o r u n co n ju n to de refo r­
mas económ icas y sociales im pulsand o la u n id a d sindical. L uego v inieron los
años de resistencia (en F rancia e Ita lia ) y d e larga lucha co ntra la d ic tad u ra
(en España y P ortug al) y com unistas y socialistas volvieron a lu c h ar del m ism o
lado y con los mism os objetivos. L a g u erra fría im puso la división sobre to do
p o r razones de política in tern acio n al y d ejó im p o ten te a la izq uierda consoli­
d an d o la hegem onía conservadora en E u ro p a h asta los años sesenta. Los ú lti­
mos vein te años, caracterizados p o r u n proceso d em ocratizador y favorable
a la izquierda, n o h a n culm inad o en gobiernos de este signo, fu n d am en tal­
m ente p o r la división en tre socialistas y com unistas. Ya n o se tra ta d c aritm é­
tica electoral sino d e q u e su m ism a división, q u e alim en ta la sospecha m u tu a
e im p id e o b te n er u n am p lio consenso social, es causa de q u e socialistas y com u­
n istas n o sean u n a altern ativ a de gobierno. M ientras existan tal com o son
d ifícilm en te lo serán.9 Los socialistas p o rq u e solos serían dem asiado débiles,
8 En otras ocasione* el autor ha tratado este tema: Socialistas y comunistas ante la demo­
cracia, Barcelona, Taula dc Canvi, 1976, y Nuevas vias al socialismo, cit; “Socialistas y comu­
nistas de Europa Occidental". Cuadernos para el Diálogo, mayo de 1975. “ Prólogo” al libro
de Mauricc Duvcrger, Carta abierta a los socialistas, Barcelona, Grijalbo, 1977. y entrevista
publicada por la revista FAIRE núm. 32, París, 1978. En este trabajo partimos consciente­
mente de un punto de vista mAi funcionalista que consideramos útil para estudiar el papel
de los partidos en un sistema democrático pluralista.
9 Amendola, el ya citado dirigente del pci, planteó en tre* artículos que fueron muy polé-

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IZQUIERDA Y H EGEM ONÍA E N LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 161

y acom pañados de los com unistas rehacen la im agen del frente p o p u la r y de


la división d e la sociedad en dos bloqu es antagónicos. Los com unistas p o rq u e
po larizan los m iedos d e la sociedad al cam bio, son p ro d u cto y expresan la
m arg in ación de u n a p a rte p rin c ip al d el m ovim iento o b rero y au n aparecen
ligados al "enem igo e x terio r” p ara unos o a la po tencia salvadora p ara otros.
Los socialistas h a n pod id o p a rtic ip a r en el g ob ierno m ed iante la desacreditada
fórm u la del "ce ntroizquierd a” y d e la división d e la izquierda, y los com unis­
tas sólo en coyunturas de reconstrucción n acion al y en gobiernos de u n id a d
con la derecha incluida y los aparatos d e estado m a n ten ien d o u n estricto sta tu
quo. E n Ita lia , el país con u n a izquierda y u n p a rtid o com unista más fuerte, el
p c i espera p articip ar en el gobierno con la dc n o com o altern ativ a a ella. Ya
hem os visto q u é ocu rrió en F rancia con la u n ió n d e la "gau ch e”, y n o parece
q u e en breve plazo vaya a repetirse la exp eriencia. E n P o rtug al los socialistas
h a n gobernado solos y “ c o n tra” los com unistas. E n E spaña, a p esar de la u n id a d
del a n tifran q u ism o y de la q u e se d a en los m unicipios, los socialistas se p ro ­
pon en ser u n a a ltern ativ a solos o fo rm a r u n a nuev a m ayoría con fuerzas de
carácter centrista y los com unistas d esearían u n g ob ierno de concentración
nacio nal, o la alianza del g o bierno actu al (centro y derecha) con los socialis­
tas y su apoyo parlam en tario . Es decir q u e socialistas y com unistas divididos
no rep resen tan u n a altern ativ a política d e izqu ierd a viab le n i an te el electora­
d o n i (evidentem ente) p ara las instituciones y fuerzas p olíticas y sociales
conservadoras n i tan sólo p ara ellas mismas.
¿P or q u é se h a m a n ten id o hasta hoy la división en tre socialistas y com u­
nistas?, ¿qué los separa y q u é los une?

a] L a base social. Los p artid o s com unistas tienen más influen cia y apoyo en tre
la clase o brera trad icio nal, sobre tod o d e gran des y m edianas em presas, a u n q u e
la presencia socialista tam bién es destacable y e n elecciones po líticas p ued e ser
m ayo ritaria. Los p artid o s socialistas tien en más fuerza en tre em pleados, téc­
nicos, clases m edias en general, a u n q u e el caso ita lia n o sobre to do dem uestra
q u e los com unistas p u ed e n tener m u d io arraig o en estos sectores. Q uizá la
diferencia más específica es la m ayor influen cia com unista en el m ovim iento
sindical (es decir e n el m ovim iento o b rero organizado) más q u e en toda la
clase o b rera o e n tre el c o n ju n to de los trab ajado res, y la hegem onía socialista
en u n sector ta n im p o rta n te com o es la fun ció n pú blica. E n to do caso, y en la
m edida en q u e los p artid o s de izq uierd a n o son po rtado res de u n proyecto
po lítico corporativo, n o aparecen diferencias sociológicas q u e ju stifiq u en op­
ciones contrapuestas. L a d iferencia p ro b ab lem en te m ás significativa reside en
q u e la articu lació n partido-base social es m uy d istin ta en la m edida en q u e

micos el fraca&o relativo de la socialdemocrada y el comunismo en Europa Occidental (Ri-


nascila, 7 y 28 de noviembre dc 1964 y 12 de diciembre de 1964) y la necesidad dc un proyecto
unitario que reagrupara a socialistas y comunistas lo cual no debe entenderse (según ha
explicado Amendola, desde que planteó por primera vez la cuestión, en 1958, hasta poco
antes de su muerte, en declaraciones de 1979) como la renuncia de una de las dos fuerzas a su
patrimonio político y cultural para integrarse en la otra, sino que la izquierda debe asumir
y superar en una nueva síntesis ambas tradiciones.
162 JORDI RORJA

los socialistas se apoyan sobre codo en su presencia en las instituciones repre­


sentativas y los com unistas en su estru ctura orgánica m ilitan te y en su capaci­
d ad de dirección de determ inadas organizaciones sociales (fund am en talm en te
sindicatos.)

b] I m ideología teórico-polílica. H oy las diferencias son de matices o, en todo


caso, p ueden encontrarse ta n tas diferencias de este tip o d e n tro de un p artid o
socialista o de uno eurocom unista com o en tre am bos. Es cierto q u e en tre un
]>olo estalinista y o tro socialdem ócrata liberal las diferencias son casi incon­
ciliables, p e ro esto n o caracteriza h oy n i al c o n ju n to d e Jos com unistas n i al
c o n ju n to de los socialistas de E uro pa del Sur. E ncontram os p or ejem plo u n
m arxism o más rígido en un a p a rte del socialism o francés (Ceres) q u e en el
com unism o italiano. H ay veleidades izquierdistas, de tip o radical o an a rq u i­
zante en am bos partidos, com o hay posiciones ex trem adam en te m oderadas en
tem as delicados de gobiern o en am bos p artidos, com o po r ejem plo el orden
público, la defensa de Jas instituciones, la pro du ctivid ad, Ja restructuración
económ ica, la política de defensa nacional y los bloques m ilitares, la construc­
ción de E u ro pa y el M ercado C om ún, etcétera.
Hoy, es prácticam ente im posible h ab lar de u n a ideología ]>olítica co n tra­
p uesta en tre eurocom unistas y socialistas, po rq u e ni existe u n a teoría especí­
fica d e unos u otros, ni hay grandes tem as de en fren tam ien to ideológico.10
P ero sí hay un a legitim idad histórica q u e los opone: en la m edida en q u e estos
partid o s son fru to de la ru p tu ra de un tronco com ún y de u n pasado H eno-de
en frentam ien tos, cada uno justifica su existencia co n tra el o tro. I.as polémicas
de carácter histórico o sobre cuestiones ideológicas (más conflictivas p o r el uso
q u e se hace d e ellas o p o r las intenciones q u e llevan ap arejadas, in dep en ­
d ien tem en te de q u e 110 supongan g ra n diferencia en cu a n to a posiciones p o lí­
ticas) son constantes y responden más a u n a lógica de organización q u e a una
o posición de proyectos políticos globales.

r] L a organización. D istinguirem os en tre núcleos dirigentes, cuadros in term e­


dios y m ilitantes d e base. Los grupos dirigentes de todos estos partid os son
m uy heterogéneos in tern am en te en cu a n to a ed ad, histo ria, procedencia social
estatus, etc., po r lo q u e n o es muy riguroso h ab lar del g ru p o d irig en te socia­
lista o com unista com o u n todo. Q uizá la d iferencia más significativa es q ue
acceder a las direcciones com unistas supone u n a larga historia m ilitan te y una
g ra n vinculación a la vida in te rn a del p artid o , m ientras q u e las direcciones
socialistas tien d en a estar com puestas en gran parte p o r personalidades, nota-

1.a polémica sobre el marxismo iniciada en Italia y España por los socialistas (articulo
de B. Craxi de 1978 y dimisión con retorno de F. González en los congresos del PSOF. de
1979) no ha «lado lugar a ningún debate de altura ni entre los socialistas ni con los comunis­
tas. Ha sido una operación estrictamente política cuyo objetivo era acentuar la "autonomía"
socialista con respecto a los comunista* mediante la ruptura con la base teórico-cultural
y la ideología política que tienen en común. El marxUmo, de instrumento se ha convertido
así en “objeto instrutneiitalizado’’.

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IZQUIERDA Y HEGEM ONÍA E S IjOS PAÍSES 11
»; EURO PA OKI. M R 165
bles, parlam entarios, cabezas dc g ru p o o de tendencia, en tod o caso dirigentes
m enos integrados a u n a estructura orgánica, p or o tra parte m ucho más débil
y flexible. A p arte del contencioso h istórico q u e pued e ser más o m enos fuerte,
las relaciones en tre los núcleos d irig en tes son contradictorias. P or u n a parte
son com petitivas, se d isp u ta n el protagonism o político, la dirección de la iz­
q u ierda, u nas bases sociales y electorales m uy sim ilares, la legitim idad de
origen y la garan tía de fu tu ro . P or o tra parte to do esto tam bién los acerca, y
están obligados a entend erse para acceder al po der del estado o in te n ta r fo rjar
u na m ayoría. La relación en tre cuadros m edios tam bién es co ntradicto ria. La
d im ensión u n ita ria puede p red om inar en tre los que ac tú an fu n d am en talm en te
en las instituciones representativas (p or ejem plo, m unicipios) o en las orga­
nizaciones sociales u n itaria s (sindicatos, e tc .) . Pero en cam bio la oposición
está m uchas veces en p rim er plan o en tre los cuadros dedicados a la organiza­
ción in te rn a y los cuadros sindicales (si hay división s in d ic a l). En estos casos
in tervienen factores com plejos, n o siem pre explícitos y a veces inconscientes.
Ix)s cuadros de organización m antienen y necesitan un fu erte patrio tism o d e
p a rtid o y claras señas dc id entidad (en tre com unistas y socialistas tiend en a
constituirse "co n tra el o tr o " ) . C u an to más diferenciados están estos partidos,
más claro y más im p o rtan te es el papel de estos cuadros medios. C om o g ru p o
profesional p ueden te n er interés en consolidar la d iferen cia y la oposición
p ara ev itar q u e un proceso u n ita rio cree una situación com petitiva y selectiva.
Es en tre estos cuadros q u e pu eden a rra ig a r el dogm atism o, las actitud es secta­
rias, las polém icas y recrim inaciones históricas y los procesos de intenciones.
C on elem entos ciertos se construyen y m an tien en oposiciones q u e —in d e p en ­
dien tem ente d e la conciencia de sus protagonistas— pueden d isim u lar intereses
d e g ru p o (ta n to si se tra ta de funcionarios profesionales d e p artid o o sindicato
com o los cuadros políticos n o profesionales p ero q u e d efienden u n a función
y u n e s ta tu s ). E n tre los m ilitantes de base las relaciones pueden ser más senci­
llas. En general p redom ina la aspiración a la unidad, p o rq u e corresponde
m ejor a un a in terp retació n sim ple y d irecta de la ]>olítica —derecha e izquier­
d a, capital-trabajo, capitalism o-socialism o, etcétera— y p o rq u e así parece más
factible alcanzar éxitos y victorias.11 H ay tam bién reacciones con trarias qu e
a veces se explican po r una historia conflictiva y com petitiva (en ciertas loca­
lidades o en ciertas em presas en las q u e u n p a rtid o tien e el p o d er local y el
o tro está en la oposición, o com o resu ltad o de la división sindical). En la m e­
d id a en q u e la m ilitancia com unista o p or lo m enos a un a p a rte dc ella, está
cu ltu ralm en te cohesionada (se ha h ab lad o d e sul>cultura y de contra-sociedad),
pu ed e ser reticen te a un proceso de u n id a d sobre to do orgánica (las señas de
id en tid ad ) en ta n to q u e los m ilitan tes y electores socialistas pueden tem er
tam bién este proceso al considerar q u e el tip o dc organización com unista,
fu ertem en te estructu rada, cap ilar y disciplinada, puede rep resentar una ver­
d ad era red que los inmovilice.
i* En Granada, en una asamblea que ícunta a militantes cnmiiniMa* dc toda la provincia,
como ocurriera que se hacían bastantes intervenciones críticas ) hasta agresivas para con los
socialistas, con los que el entendimiento resultaba difícil, se levantó un militante veterano
para decir: "Compañeros, debemos ir junto a los socialistas. Si no es así ios trabajadores no
lo entenderán. En mi pueblo dicen: ‘Nosotros sólo sabemut que al terminar la guerra los
fusilaban a todos, y no preguntaban si eran socialistas o comunistas.’ ”
164 JORD! BORJA

E n resum en, u n proceso u n ita rio re q u e riría un largo p eríod o tra n sito rio de
aproxim ación y fusión de elem entos ideológicos y de transform ación orgánica
de am bos p artid o s (flexibilización, descentralización, adm isión del pluralism o,
etc., en tre los com unistas y reforzam iento de las organizaciones de base y de
presencia en los m ovim ientos y organizaciones sociales p o r p a rte d e los soda-
listas) . Si u n p a rtid o es sobre todo u n p a rtid o de representantes en las in s titu ­
ciones y d e electores, y el o tro u n p a rtid o de estructu ra m ilita n te y de activistas
de organizaciones sindicales o sociales (con ten den cia a c o n stitu ir su m u nd o
p ro p io relativam en te ex tern o a las in stitu cio n es), el e n ten d im ien to es m uy
difícil. La u n id a d será v ista en el p rim er caso com o u n coste electoral y u na
prob ab le dependencia orgánica y en el o tro com o un a ren un cia a la id en tidad
ideológica y a la m ovilización social (en beneficio d e la lab or in s titu c io n a l).

d] L os programas de transform ación social y económ ica y la estrategia de llegar


a l pod er del estado son m uy sim ilares, p o r n o decir p rácticam en te idénticos,
en tre socialistas y com unistas. N o es necesario en u m erar los pu ntos d e contacto:
reform as d e estru c tu ra y nacionalizaciones p ru d en tes y graduales, p rio rid ad al
consum o social y a los equipam iento s colectivos, descentralización del estado,
reconocim iento del pluralism o y de la alternan cia, pod er soberano d e las asam ­
bleas elegidas, defensa de los derechos y lib ertad es ind ividu ales y colectivas,
etc. H ay sin em bargo u n a d oble sospecha12 q u e se m an tien e viva y q u e todo
lo q u e hem os d icho hasta ah o ra contribuye a ex plicar: la de los com unistas
con respecto a los socialistas de p a c ta r sistem áticam ente con la derecha desde
las instituciones, de desm oralizar a los sectores populares: de fren ar los procesos
de cam bio iniciados; de u n a vez en el poder, ro m per la u n id a d de la izquierda,
e tc , y la de los socialistas con respecto a los com unistas de p reten d er m o no po ­
lizar el poder; de u tiliz ar los m ovim ientos de masas p ara o b te n er lo q u e no
h an g an ad o p o r la vía electoral; de forzar enfrentam ien tos q u e conducen a sa­
lidas au to rita rias; de ro m p e r con el m arco occidental (M ercado C om ún, o t a n )
al q u e los países europeos del S ur parecen ind iso lu blem ente ligados, etc. P arece
claro q u e esta do b le sospecha sólo p u ed e desvanecerse a través de u n proceso
d e p ráctica política com ún q u e perm ita consolidar u n proyecto po lítico u n itario .
H ay que tener en cuenta tam bién q u e las tradiciones ideológicas y la m a­
n era "dife ren te" de estar en el estado y en la sociedad civil, a m enudo conducen
a plan team ientos políticos distintos. E n general más próxim os a los sindicatos
y a las organizaciones sociales, los com unistas, p u ed e n p o n er en p rim er p la n o
(sobre to d o en períodos de crisis com o el actual) propuestas d e carácter defen ­
sivo y reivindicativo, m ien tras q u e los socialistas, m ás integrados, en las in stitu ­
ciones del estado y m enos ligados a u n electorado heterogéneo p o n d rán el
acento en las m edidas de g obierno y en la conciliación de intereses. Sin em ­
bargo, am bos partidos privilegian el papel del sector púb lico (corresponde
a su ideología tradicion al y a los intereses de g ru p o de am bos partidos: les
p ro p o rcio n ará posiciones d e poder) y en am bos se em pieza a critic ar y a supe­
ra r la política d e nacionalizaciones sistem áticas. A m bos p artid os deben tom ar
en cu en ta su base social (fundam entalm ente p o pu lar) y am bos necesitan p ro ­
p o n er soluciones viables y n o sim plem ente testim oniales.
12 V éanse trab ajos d ia d o s en la nota 8.
IZQUIERDA Y H EGEM ON ÍA EN LOS PAÍSES DE EURO PA DEL SUR 165
e] Sobre el proyecto de sociedad y los m odelos internacionales. D e tod o lo d icho
se deduce q u e p o r u n a p a rte los proyectos de sociedad y modelos intern acio­
nales h a n separado p ro fu n d am en te a socialistas y com unistas y q u e p o r o tra
parte a lo largo de los últimos veinte años, se han acercado hasta casi práctica-
m ente confundirse. Incluso hoy, en F rancia, cu an do el en fren tam ien to en tre
socialistas y com unistas llega a la cim a, n i los prim eros d efien den u n m odelo
tip o A lem ania y m enos a u n tip o Estados U nidos, n i los segundos confunden
su apoyo a la política in tern acio n al soviética con la asunción d el m odelo dc
sociedad a llí existente. D e todas form as, los socialistas, p o r tra d ició n cu ltu ral
y p o r tip o d e p artid o , tien d en a id e n tificar la construcción d e u n a sociedad
socialista con el desarro llo d el estado asistencial y del bien estar, m ientras q u e
los eurocom unistas ponen más el acento en la p articipación desde la base y en
la transform ación dc las instituciones.13 De todas m aneras en am bos partidos
la reflex ió n sobre el socialism o n o estatalista y m enos cen tralizad o ú ltim am en te
h a avanzado, y los socialistas ad m ite n la crítica al estado asistencial de la
so cialdem o crada m ien tras los com unistas asum en la prim acía de las in stitu cio ­
nes representativas surgidas d e los procesos electorales.
O tra cuestión es la p o lític a in tern acio nal. H ace 20 años la p rin c ip al diferen ­
cia seguram ente se p la n teab a e n to rn o a E u ro p a, bloq ueo m ilitar, ac titu d res­
pecto a la URSS, política respecto a las colonias, alianza con E U , etc. H oy estas
diferencias, especialm ente en Ita lia y España, se h a n redu cid o prácticam en te
a n ad a . Véanse si n o los p u n to s de acuerdo: el europeísm o, la distensión y el
d esarm e g rad u al y paralelo, la crítica al sistem a po lítico soviético, la defensa
d e la in dependencia de E u ropa fren te a los Estados U nidos, la oposición a las
intervenciones en otros países de las grandes potencias (V ietnam , C hecoslova­
q u ia , C hin a, A fganistán, e t c ) , incluso la defensa d e u n a solución negociada
e n O rien te M edio q u e perm ita a los palestinos recu p e rar su te rrito rio y su
estado sin q u e esto signifique la d e stru e d ó n d e Israel,14 etcétera.

f] L os valores y las funciones sociales de socialistas y com unistas. L a historia


diversa y la p o sid ó n d iferen te con respecto al estado h an forzado distintos va­
lores so dales en u n o y o tro p artid o , así com o funciones sociales q u e p ued en
com plem entarse pero tam bién oponerse. Los socialistas, p le n am en te integrados
a las in s titu d o n e s representativas desde siem pre, rep resen tantes d c u n p artid o
h eterogéneo y abierto, q u e h a conseguido sus logros sobre to do m ed ian te su
a c d ó n de g o bierno (n a d o n a l o local) y d e n ego ciadó n (en el m arco la b o ra l),
son po rtadores fu n d am en talm en te de los valores q u e ligan el p ensam ien to so­
cialista con la tra d id ó n lib eral; d a n p rio rid a d a la defensa de las instituciones

is El comunismo tradicional, determinado por el modelo soviético, es muy estatalista; pero


en cambio el eurocomunismo se muestra muy crítico a un socialismo identificado con un
estado patrono y planificador únicos. También algunas corrientes socialistas hoy se muestran
muy críticas con el estalinismo (véanse, por ejemplo, las aportaciones al Simposium organi­
zado por FAIRE y Le Nouvel Observatevr: "La izquierda, la experimentación y el cambio
social" para reconstruir una verdadera sociedad civil, celebrado en París en septiembre dc
1977 y publicado en noviembre de 1977)
a principios de 1980 los gobiernos de la Comunidad Económica Europea se han pro­
nunciado por la participación de la o l p en las negociaciones sobre Palestina sin ninguna
condición previa.
166 JORDI BORJA

representativas sobre cu a lq u ier o tra cosa; h a n d esarro llado un a c u ltu ra de


gestión y de asistencia y cum plen u n a función de integración de los sectores
m edios y trab ajadores en la vida económ ica y p olítica de sus países, así com o
constituyen u n necesario m ecanism o de prom oción social p ara m ilitantes p o líti­
cos y sindicales d e origen o b rero o po p u lar. P o r su origen histórico, los socia­
listas se legitim an com o el p artid o y la conciencia p olítica q ue con virtió a la
plebe en clase, en fuerza social protag on ista de la h istoria. Ix>s com unistas
tam b ién tienen su legitim ación histórica: nacieron del fracaso de sus com pe­
tidores (socialdem ocracia en la p rim era guerra) y de u n a revolución de la
defensa a la revolución rusa y de las tentativas frustradas en O ccidente. In d u ­
dab lem ente, su pasado d e resistencia y heroísm o tiene u n carácter épico supe­
rio r al de los socialistas, a u n q u e deben asu m ir la pesada carga de lo q u e fue
el estalinism o (más presente en la conciencia colectiva q ue los com prom isos
con el colonialism o y el im perialism o dc los socialistas). H an desarrollad o una
cu ltu ra de oposición, de d enu ncia y d e reivindicación y se ha d icho d e ellos
q u e cum plen o h an cum plido una función trib u n icia.n Si los socialistas las han
integrado, los com unistas h an agregado a las clases trab ajad o ras (o a u n a p arte
im p o rtan te de e lla s ), y el proceso de socialización política y de dem ocratiza­
ción en los países occidentales europeos a través de la irru p c ió n d e las m anos
popu lares en la política y de sus representantes en u n co n ju n to com plejo de
instituciones se debe —p o r razones distintas— a am bos. Ix>s socialistas h a n e n ­
ten d id o (han conocido) m ejor el estado y h an sabido llegar más fácilm ente
a él, d esarrolland o u n a práctica y u n a ideología de su perfeccionam iento y del
servicio público. Los com unistas h an sido depositarios de la esperanza utópica
necesaria para tran sfo rm ar el estado y la sociedad, d e la ideología de la revolu­
ción m ediante la acción colectiva, lo q ue les ha p erm itid o d esarro llar la crítica
y las alternativas a las lim itaciones, perversiones y frustraciones de la estrecha
gestión política d c la socialdem ocracia. Los socialistas h a n asum ido bastantes
elem entos del pragm atism o capitalista. M uchos de los com unistas h an recogido
algo d e la tradición profética de los cristianos.
V alores y funciones diferenciadas corresonden a dos papeles d istintos que
históricam ente h an ju g a d o socialistas y com unistas pero q u e parecen agotados
(au n q u e en F rancia y P o rtugal, especialm ente p retend en m a n ten erse). N i los
unos p ueden ac tu ar solos com o fuerza de g o biern o n i los otros pu eden volver
al g ueto después de 20 años de política p arlam en taria , sindical, m un icipal,
etc., en la q ue h a n com binado gob iern o y oposición, gestión y m ovilización
social.

g] L a cuestión de la alternancia y la cuestión de la rei>olución. En los últim os


años, sobre todo a p a rtir dc la form ulación d e la política de com prom iso his­
tórico p or el pc i y de las propuestas dc gobiern o de concentración nacional en
E spaña, los socialistas h a n reivind icado la altern ativ a com o u n elem ento clave
d e su estrategia y condición indispensable del sistem a dem ocrático. A esta crí­
tica los com unistas h a n respo nd ido q u e de hecho la altern ancia n o funciona

i» G. I-avam: “Le Partit Comunistc dans le syjlémc politique fran^aUc”, cu AA. VV.
Le comtmisme en France, A. Colín, París. 1969.

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IZQUIERDA V HEGEM ON ÍA t S LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 167
en estos países (en Ita lia se h a h ab lad o d e bip artid ism o im perfecto) y qu e
a u n q u e se d ie ra una im prob ab le m ayoría d e izquierda con algo más del 50%
de los votos, la presión in ternacio nal y la fuerza de los poderes económ icos
y de los poderes de las instituciones n o representativas b lo q u earían una po lí­
tica d e izquierda.
La altern an cia, la dialéctica gobierno-oposición, la existencia de un recam ­
b io de un polo q u e pueda recoger aspiraciones insatisfechas y proyectos de
cam bio, es indispensable com o g aran tía del m a nten im iento del p lu ralism o y de
las libertades públicas. £1 reconocim iento de u na oposición es garan tía del
respeto de las libertades y de los derechos de todos. Es cierto q u e la alternan cia
lim ita las posibilidades de acción de la izquierda, q u e si está en la oposición
sacrifica el corto plazo y si gobierna el largo plazo, puesto q u e debe ev itar
crear u na situación into lerab le para la oposición conservadora. O m ejor dicho
está obligada a prom over los cam bios sobre la base de u n am plio consenso.
A q uí reside el problem a. U n a alianza socialista y com unista tam poco basta
p ara fo rja r u na m ayoría y m enos aú n p ara conseguir u n am p lio consenso. Es
la justificación de las propuestas com unistas.
En to d o caso, alternancia o com prom iso histórico, u n a p olítica de izquierda
difícilm ente es viable si socialistas y com unistas ejercen la dialéctica d e la sos­
pecha: si las propuestas de altern an cia encu bren (o son percibidas) una vo­
lu n tad de bipolarización política y de sub ord in ació n o m arginación de los
com unistas y se ligan con un proyecto po lítico "auto nó m ico" de los socialistas,
o si las propuestas de com prom iso o de concentración n acio nal p reten den (o
pu ede parecerlo) hacer de los com unistas el foco d e izquierda activo de un
b lo qu e am plio en el que los socialistas qu eden sum ergidos y anulados. L a sum a
d e diferencias y oposiciones hasta aho ra descritas generan u na m u tu a descon­
fianza y u n tem or a q u e el o tro será el l>enef¡c¡ario de u n proyecto político
im pulsado en tre am bos. El resultado, en F rancia y en Ita lia , en España y en
P o rtug al, es un blo queo m u tu o y p riv a r de hecho al país de su altern ativ a de
izquierda. En F rancia se ha dicho: la izquierda im posible. C u an to más se
acercan al poder más necesidad tienen d e rom per. A hora afirm an su id entid ad
específica sin problem as, agresivam ente y sin esperanza de representar en
m ucho tiem po una m ayoría posible. En Ita lia la sem idesaparición del P artid o
S ocialista16 h a obligado al p c i a ju g a r las dos raíces a la vez p ero sin d e ja r de
ser el p a rtid o com unista, excluido com o solución de recam bio y d ejan d o a la
vez u n m argen im p o rtan te a su "iz q u ierd a” (radicalism o, sindicalism o, m ovi­
m ientos autónom os, terrorism o). M ejor solución h u b ie ra sido la realización
del proyecto de T o g lia tti d e u n ificar estos p artido s en 1945 (el " P a rtid o del
T r a b a jo ”) . En España los socialistas y com unistas tien d en a a d q u irir los roles
tradicionales, m u ltip lica n sus diferencias y perm iten así la consolidación de

10 En los últimos veinte años el fsi oscila entre el 10% y el 15% de los votos, lo que,
siendo una cifra apreciablc, no le permite ser en ningún caso un polo alternativo frente a la
dc y el PCt, partidos que superan ambos el 30% de los \otos. Su papel es puc\ Manejante al
de ios liberales en Alemania o Inglaterra, o al de los autonomistas en este mismo país o en
España, es decir, el dc hacer dc bisagra entre los grandes partidos, lo cual no resulta muy
sostenible a largo plazo para un pattido cuja base social y cuya ideología lo sitúan a un
lado muy determinado del espectro político y dc la estructura social.

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168 JORDI BO RJA

u n b loqu e conservador q u e se identifica con el estado y q u e d en tro de algunos


años será más difícil de desplazar q ue hoy.
Esta situ ació n de com petencia im p rod uctiv a, que se apoya en diferencias
reales pero no en proyectos políticos viables distintos, sólo p o d rá superarse si
se establece claram ente u n proyecto p olítico com ún y u n m arco organizativo
p ara llevarlo a cabo. P ero al m ism o tiem po req u iere u n ajuste d e cuentas con
dos conceptos clave de la ideología socialista y com unista: el d e “estado dem o­
crático” identificado con el m odelo occidental y el de “ revolución socialista”
en ten d id a en los térm inos de la I I I In te rn acio n a l y d e la Sociedad Soviética.
H ay q u e decir claram ente q u e el tip o d e estado existente en los países de
la E u ro p a capitalista n o es u n estado p lenam ente dem ocrático y adem ás n o
p erm ite co n stru ir u n a sociedad q u e tien d a al igualitarism o y a la autogestión,
irre n u n ciab le aspiración d e la izquierda.
Si el "estado d em ocrático" es u n p o d er con centrado en u n tip o d e aparatos
centrales d e los cuales sólo u n o , el p arlam en to , es directam en te rep resen tativo
pero obsoleto en su fu ncionam iento; si significa u n co n ju n to de aparatos eco­
nóm icos p ero d istantes del p arlam en to com o inco ntrolad os p o r los sindicatos;
si d a lugar a poderes locales reducidos a funciones ad m inistrativ as, con menos
atribu cio nes y recursos cada día; si perm ite q u e las grandes em presas económ i­
cas (en n o m b re de la lib erta d de em p re s a ), condicionen la vida, el tra b ajo , el
consum o y la conciencia d e la gran m ayoría; si el estado dem ocrático se re d u ­
ce a unos derechos form ales y a la m arginación d e h echo de la m ayoría de los
ciud ad an o s de las decisiones q u e los afectan; si d a lu gar a u n a sociedad atom i­
zada y a u n poder concentrado hay q u e decir q ue n o a este estado dem ocrático.
N o se tra ta d e ren u n ciar a la dem ocracia política n i a las elecciones, n i al p lu ­
ralism o, n i a las instituciones representativas. Se tra ta d e hacer uso de la de­
m ocracia política p a ra tran sform ar e l estado lib eral, cada vez más au to rita rio
y cada vez más burocrático, en u n estado basado en la descentralización y las
autonom ías. T a m b ié n h a b rá q u e hacer uso de la dem ocracia p o lític a para
tran sform ar las estru ctu ras económ icas y los com portam ientos sociales, n o para
co n stru ir un estado p ro p ie tario y d irector, sino p a ra p erm itir u n desarrollo
más lib re dc la sociedad civil.
Y hay q u e desm itificar tam b ién el concepto de “revolución”. P a ra la izq uier­
da la idea d e revolución p u ede ser tam b ién paralizad ora. P ued e ju stifica r la
pasividad hoy esp eran do la a u ro ra de m añ an a. H ay q u e asu m ir sin m iedo que
la revolución en el sentido estricto, aqu el q u e en los textos de h isto ria sirve
p ara describir u n p eríodo breve en el tiem po, rico en transform aciones, en el
cual los g rupos políticam ente m arginados y socialm ente op rim ido s se a m p aran
p o r la fuerza d el p o d er y crean ex no vo u n nuev o o rdenam iento jurídico-polí-
tico y nuevas relaciones sociales y económicas, im p on en nuevos valores y com ­
portam ien tos, todo ello m ediante u n a fase de coacción, esta revolución n o es
hoy la perspectiva de socialistas y eurocom unistas.17 Q ue n o se deje p ues espe­
r a r a los m ilitan te s el g ran día, q u e n o se pro p o n e n i se prevé, y q u e alim en ta
frustraciones y pasividades, esperanzas q u e n o se realizarán en unos y m iedo
q u e los em p u jan hacia la reacción en otros. A hora sí la revolución significa

17 Véase nota 3.
IZQUIERDA V IICCEM O NÍA EN LOS PAÍSES DE EURO PA D£L SUR 1 69

u n a estrategia y a la vez u n períod o largo de transform ación del estado y de


las estructuras sociales; aho ra sí, pero expliquém oslo.
P a r a c o n c lu ir e s ta p a r te d e d ic a d a a s o c ia lis ta s y c o m u n is ta s q u e r e m o s a g r e ­
g ar algo sobre la necesidad de u n proyecto político com ún. H em os visto qu e
era posible y q u e las diferencias existentes en tre am bos partido s, si este proyecto
n o existe, tien d en a b lo q u ear el acceso de am bos a posiciones de poder. Son
dos p artidos dem asiado parecidos p o r su origen, p o r su base social, p or su
ideología, p o r su perspectiva política com o p ara coexistir ju n to s p ero separa­
dos. Los p artid os socialistas o com unistas p u eden establecer relación de colabo­
ración poco com petitiva con o tro tip o de partidos: p o r ejem plo de base regional,
p artidos radicales o liberales, progresistas o p artidos procedentes de movi­
m ientos cristianos. Los unos porque tienen un ám b ito te rrito rial más restrin ­
gido y u n am p lio interclasism o, los otros po rq u e n o tienen estru ctura m ilitan te
de base, los dc más allá po rq u e tienen u n a caracterización ideológica m uy es­
pecífica y distin ta; en todos estos casos el te rren o d e la com petencia del con­
flicto y de la afirm ación de u n o contra el o tro es m uy reducido. N o ocurre lo
mism o en tre socialistas y com unistas. Es cierto q u e la existencia dc los p artidos
de izquierda im p ortantes significa u n a g aran tía de pluralism o, el hecho de
d isp on er de u n p a trim o n io político -cultu ral más rico, la p osibilidad d e am p lia r
la base social de la izquierda, el cu m p lir funciones d istin tas, q ue p ueden com ­
p lem entarse en el sistem a político y en relación a las clases populares. P ero ya
hem os visto q ue los inconvenientes parecen superiores, y mucho.
T a m p o co proponem os la fusión orgánica y a corto plazo. Sería m uy poco
realista. P ero sí afirm am os q u e es necesario u n m arco organizativo com ún para
elaborar, ap licar y d esarro llar el proyecto p olítico co njun to . N o basta el p ro ­
gram a: si las dos organizaciones son totalm en te independientes, cada u n a asume
el program a m ientras esté convencida de q u e sale más beneficiada q u e su
partenaire (véase caso fran cés). H ace falta u n m arco organizativo com ún para
p resentarse a las elecciones y p ara g o b ernar con ju n tam en te (o p ara estar en
la oposición con el mism o program a, con disciplina en su aplicación, con
organism os conjun tos p o r arrib a, p o r en m edio y p o r a b a jo ) . C on u n a pers­
pectiva de u n id a d orgánica, q u e pu ed e cum plirse lentam ente, pero q ue desde
el p rin c ip io sea más costoso ro m p e r q u e m anten er. Es posible q u e este frente
o blo q u e u n id o o b tuv iera en la p rim era fase d e su existencia menos cantidad
de votos q u e la sum a de los partidos progenitores. N o im p orta, te n d ría más
lib erta d de acción, p erm itiría su p erar a la vez "la cuestión com unista” (no
aceptables en el gobierno) y "la cuestión socialdem ócrata” (no se distinguen
en el g o b ie rn o ). A cabará con la com petencia p aralizan te en tre socialistas y
com unistas.

V. LA T RA N SFO RM ACIÓ N DEL ESTADO: A U TO NO M ÍA S V PODERES LOCALES

L a transform ación dem ocrática del estado ligada a u n proyecto socialista tien e
i* E l a u t o r ha tr a ta d o m á s e x te n s a m e n te esto s le m a s e n d iv e rso s lib ro s y a rtíc u lo s : Los

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17 0 JORO! BORJA

varios aspectos, tales como: la dem ocratización de los “ap arato s separados" del
estado (Poder Ju d icial, Fuerzas A rm adas, etcétera); la socialización de la p ro ­
ducción y d e la difusión cu lturales q u e sustituya al actual m onopolio (apara­
to d e estado-grandes empresas) qu e con tro la actu alm en te sobre tod o los g ran­
des m edios d e com unicación social; la reform a dem ocrática dc la adm in istra­
ción y dc la función pública; el control social del sector p úblico y p arap ú b lico
de la econom ía (p arlam en to p o r arrib a, sindicatos y usuarios p or a b a jo ) ; etc.
Nos referirem os a u n aspecto q u e consideram os especialm ente im p o rtan te
y q u e si se desarrolla a fondo b rin d a rá condiciones favorables para ab o rd ar
los otros q u e acabam os dc citar: la descentralización del estado y las a u to n o ­
m ías regionales y locales.19
Desde u n p u n to de vista de estrategia política, en estos países de estado de­
m ocrático, burgués, form al, en el qu e las clases po pu lares y los proyectos socia-
lizadores están arraigados y han a d q u irid o posiciones de fuerza pero en los q u e
n o se da (no p uede darse) u n conflicto ab ierto y fro n ta l cuyo fin sea ro m per
las instituciones políticas existentes parece b astan te in discutib le q u e las fu er­
zas de izquierda sólo conquistarán la hegem onía en el estado si antes la h an
co nquistado en la sociedad civil, y sólo ob ten d rán a través de los votos y del
consenso social, la dirección de los aparatos centrales del estado si p revia­
m ente han ocupado las parcelas de poder, si h an o b te n id o cuotas d e pod er
real. A la izquierda le interesa un estado descentralizado: en la política local
y regional le será más factible con struir m ayorías y d esarro llar u n a política
de gobierno. A los trabajadores y a las clases populares, les interesa u n estado
descentralizado para acceder más fácil y más d irectam ente a él. p ara q u e sus
m ovim ientos sociales influyan sobre la política de las instituciones. H oy la
izquierda n o puede o p ta r ni por un a vía jacobina insurreccional n i p o r el jaco­
binism o electoralista: ni para acceder al poder ni para g o b ern ar desde él. N e­
cesita co n quistar la hegem onía social y g ob ernar apoyándose en u n a com pleja
red d e organizaciones sociales. N ecesita un estado q u e sea un sistem a dc a u to ­
nom ías: tal el que se ap u n ta en Ita lia y en España, a u n q u e n o en F rancia, país
d on de el centralism o ha pesado m ucho incluso en el pensam iento d e la iz­
quierda.
El m odelo de estado u n ita rio y centralista h a sido m uy funcional ta n to para
la articulación en tre poder p olítico y po der económ ico capitalista com o p ara
el m an ten im ien to del control social m ed ian te u n a estru ctura politico-adm inis-
trativ a, je rárq u ica y burocrática, q u e reducía d e hecho considerablem ente los
molimientos sociales urbanos, Siap. 197.'*: •‘Ayuntamientos y movimientos urbanos ante la
democracia". Revista tic Estudios Sociales, núm. 21-22. Madrid, 1977; Por una política munici­
pal democrático, cau, Barcelona. 1977: "La izquierda y la gestión municipal". Zona Abierta.
1978: Movimientos urbanos y democratización del estado. Taula dc Canvi, Barcelona. 1977:
Descentralización municipal y participación ciudadana, ceumt, 1979. Estado de las autonomías
y ley de régimen local. CiLMi, 1980 y I.a organización territorial de Cataluña, cf.umt, 1980.
111 En España se distingue entre nacionalidad y región: el primer termino sirve para
designar a las comunidades con conciencia nacional afirmada a lo largo dc siglos y que rn
realidad requieren una solución federal (Cataluña y l'ais Vasco sobre todo, aunque también
se reivindica el carácter nacional de Galicia, Andalucía, etc.). Situaciones parecidas se dan
en Francia (Bretaña, Córcega, etc.) aunque con mucha menos fuerya, y en Italia (regiones
con estatuto dc autonomía especial). Cuando se habla de "poderes regionales" a i Europa
pueden referirse tanto a nacionalidades como a regiones.

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IZQUIERDA Y H EGEM ON ÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 171

poderes de las asam bleas electivas (parlam entos, ay u n tam ien to s). Este m odelo
d c estado ha p erm itid o la proliferación de adm inistraciones y ap arato s separa­
dos, de cuerpos burocráticos y de organism os diversos q u e de hecho han signi­
ficado u n a verdadera ex propiación política p ara la m ayoría de la población,
q u e se ha en c o n trad o progresivam ente con q u e sus p artidos, sus sindicatos,
incluso las instituciones representativas q u e ha elegido n o p odían tom ar deci­
siones efectivas y ni siquiera podían in flu ir sobre los centros —lejanos o desco­
nocidos— q ue las tom aban. La política se convierte así en algo aparentem ente
técnico (tecn o crático ), adm inistrativo (regido p or reglas form ales in a lte ra­
bles) , b urocrático (profesionalizado, n o dep en d ien te de la vo lu n tad pop ular),
opaco y cerrado (po r el alejam iento, el lenguaje, la no pub licid ad de las m o ti­
vaciones reales y d e los intereses en c u b ie rto s). E l centralism o p olítico y ad m i­
n istrativo genera u na cu ltu ra del au to rita rism o del po der y dc la pasividad
(o rebelión esporádica y a contrapelo) d e la sociedad.
l a izquierda, socialista y com unista, ha llegado difícilm ente a la com pren­
sión dc significado de las autonom ías y la descentralización. El pensam iento
d e base m arxista ha adolecido hasta u n a época m uy reciente d e u n a falta
total, o casi total, de dedicación a las instituciones políticas, al estado liberal
y dem ocrático, para ten der a explicaciones de carácter sociologista (qué g ru ­
pos influyen sobre el poder) y econom icista (qué intereses re p re s e n ta n ). La
identificación po der político-clase social y la visión dicotóm ica d c la sociedad
ha condu cid o a privilegiar el aspecto de " q u é clase social dirige el estado" y
n o “cóm o es este estado y cóm o se articu la con la sociedad”. A través de u na
p articu lar in terp reta ció n de M arx y de L enin (con fuertes influencias dc
R lanqui y del pensam iento tecnocrático de u na p arte del socialismo utópico)
el jacobinism o h a pesado m ucho en la ideología p olítica de la izquierda. El
o bjetivo era acceder al estado identificado con un a p a ra to cen tral y con este
in stru m en to transform ar la estru ctura económ ica. H iperp oliticism o y ccono-
m icism o coincidían en m enospreciar u n análisis más pro fu n d o del c o n ju n to
de las instituciones entend idas com o un com plejo sistema de relaciones socia­
les y con u n a dim ensión form al, técnico-jurídica, d o ta d a d e cierta auton om ía
y de efectos propios. H asta una época reciente n o h a habido, salvo excepcio­
nes, en especial en lo que se refiere a las corrientes federalistas, u n a reflexión
de izquierda elabo rada sobre la política m un icipal, las au tonom ías regionales,
la función pú blica, la adm in istración com o tal, etcétera. T a m b ié n es cierto
q u e la cuestión de la descentralización y de las autonom ías ha sido sobre todo
u n a reivindicación dc grupos prccapitalistas y an ti liberales, q u e p retend ían
m antener estructuras sociales anacrónicas basadas en el caciquism o y la servi­
d u m b re (recuérdense los regionalism os de resistencia a la revolución francesa
y a la unificación italian a y al fenóm eno carlista en España). D u rante un
largo período, la izquierda socialista y luego tam bién com unista, concentrada
en zonas urbano-industriales, m uy pobladas p ero dc ám b ito te rrito rial red u ­
cido, ha desconfiado de aquellos m ovim ientos q u e parecían dispuestos a pon er
fuera de su alcance una p arte im p o rtan te del territorio .
l a experiencia del pod er m unicipal p or u n a parte y el carácter p o p u la r y
progresivo de los m ovim ientos autonóm icos regionales fren te al estado cen tra­
lista y burocrático ha generado u n nuevo tip o d e reflexión de la izquierda, en
JO R D l BO RJA

España y en Ita lia sobre todo, a u n q u e más recientem ente tam bién en F rancia
y en otros países de E u ro p a.20 E n la cuestión m u n icip a l la izquierda reivin­
dicó e n u n a p rim era e tap a la auton om ía m un icip al, es decir un cam po prop io
de com petencias y u n a tutela reducida al m ínim o, p a ra p o d er d esarro llar una
po lítica p ro p ia. A esta concepción ha seguido, co m p lem entándola, otra: exi­
gencia d c in flu ir en la política general del estado (lib ertad n o ta n to con rela­
ción al estado sino d en tro del estado). C on respecto a las autonom ías de regio­
nes y de nacionalidades, la izquierda h a descubierto en ellas la d ob le p osibili­
dad de apoyarse en un tip o de m ovim ientos q u e con ten ían u n a trem en da
carga de transform ación dem ocrática del estado y de hacer de los trabajadores
n o u n elem ento m arginal sino pro tago nista en u n bloq ue social autonóm ico
q u e la g ran burguesía ab a n d o n aría.21 E n España do n d e los m ovim ientos au to ­
nom istas h a n correspondido a las zonas más industrializadas y avanzadas, y en
Ita lia , país de tradición autonóm ica y estru ctu ra policéntrica, la izquierda de
base m arxista se h a h echo más fácilm ente autonom ista.
Creem os q u e es necesario tra ta r la cuestión de las au to no m ías a tres niveles:
descentralización del estado, autonom ías regionales y d e nacionalidades y p o­
deres locales.

a] L a descentralización d el estado. A ctu alm ente el estado es un com plejo de


aparato s e instituciones m uy com plejas, ram ificado en el c o n ju n to de la socie­
d ad , q u e cu b re u n a red im p resion ante de servicios colectivos y es vital p ara
el fu n cionam iento cotidiano de la econom ía pero cuyos m edios dc decisión
están enorm em ente centralizados, a u n q u e la presencia m aterial del estado esté
muy diversificada en el territo rio : la desconcentración es inev itable y co n tri­
buye a m u ltip lica r la com pensación, las cortes y la incoherencia: en u n a mism a
área te rrito rial actú an decenas d e entes públicos con escasa, o n u la , coordina­
ción en tre ellas. Veamos cuáles son las p rin cip ales y hasta qué p u n to son des­
een tralizab les.
□ La ad m inistració n periférica del estado ha constitu id o u n tip o de u n id ad
te rrito rial: la provincia o el d ep a rtam e n to al fren te del cual hay u n delegado
del gobierno (prefecto, g o b e rn a d o r). En este ám b ito actú an las delegaciones
y servicios de ios distintos m inisterios. L a m ayor p arte de las com petencias
y servicios son deseentralizables sin dificultades.
□ La ad m inistració n institucion al, los organism os autónom os y en general
los aparatos especiales y separados d el estado (m agistratura, fuerzas arm adas.
In stitu to general de previsión, In s titu to general de ind ustria, etcétera), casi
siem pre son ap arato s separados del resto, fu ertem en te centralizados y en gene­
ral opuestos a a d m itir la fragm entación y la dependencia de varios poderes.
P ero adem ás su dem ocratización in te rn a y el co ntro l social sobre ellos p or una
20 Véanse por ejemplo los trabajos de Stuart Holland en Inglaterra, desde una perspec­
tiva marxista clásica, o los de Tom Nairn, desde una perspectiva más nacionalista radical.
21 En general los movimientos autonomistas arraigan fuertemente entre las clases popu-
lar-urbanas y medias y el campesinado. I.a burguesía no renuncia sin embargo a utilizarlos
y aunque en momentos diffdles los abandona, vuelve a ellos si de esta forma puede obtener
cuotas dc poder especial y consenso social. En las recientes elecciones en el Pais Vasco y Ca­
taluña (principios dc 1980) han salido vencedores los partidos de centro, representativos de
la mediana burguesía y clases medias.
tZQl.-ir.ROA Y HEGEMONÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 175

p a rte y la do tación dc los poderes autonóm icos de au to rid ad y m edios de


actuación exige en c o n trar fórm ulas d e descentralización o d e creación de
estru cturas regionales com plem entarías. Son organism os e instituciones espe­
ciales q u e actú an e n todo el te rrito rio y dep end en directam ente del gobierno.
Su actuación tien e im po rtantes efectos sobre cada área regional pero, en
general, su estructura in tern a se presta m uy poco a u n a descentralización
difícil pero necesaria.
□ El c o n ju n to del sector pú blico y p arap ú b lico de la econom ía actú a fu er­
tem ente centralizado y sectorializado. Su descentralización no sólo es necesaria
p ara posibilitar el control dem ocrático sino tam bién p ara co o rd in ar y raciona­
lizar la actuación del c o n ju n to del sector.
□ La seguridad social significa u n p resupuesto equ iv alen te (cuando tiene
presupuesto o parte) al del resto del estado. P o r el tip o mism o de servicios
q u e presta, su descentralización es perfectam ente posible, au n q u e signifique
tran sfo rm ar a fondo toda la estructura existente.
□ E l sector finan ciero y crediticio. Los bancos m onopolizados o interven i­
dos y las cajas dc ah o rro (que tien en u n estatu to sem ipúblico) están centrali­
zados y actú an según las directrices inm ediatas del M in isterio d e h aciend a y
del B anco nacional. El grado d e au to n o m ía será m uy precario y el fu ncion a­
m ien to del crédito m uy alejado de las necesidades sociales si n o se descentra­
lizan los centros de decisión y n o se favorece la reinversión en las zonas de
recaudación.
D escentralizar significa tra n sm itir la titu la rid ad d e u n a com petencia y /o
la gestión d e unos serv id o s a o tro órg ano d e poder, es decir supone q u e hay
o tro nivel del estado d o ta d o de u n a cuota d e p o d er po lítico (com o son en
Ita lia las regiones y en E spaña las com unidades autonóm icas y en todas partes
los m u n icip io s).
El estado cen tral (gobierno y adm in istración central) p ued en m an tener com ­
petencias y servicios propios desconcentrados así com o la tu te la sobre aque<
líos servid o s en los q u e transfiere la gestión p ero n o la titu la rid ad . La coor­
dinació n de los servicios q u e co n tin ú an en m anos del estado central y el
e je rd e io dc esta tu tela corresponderá al delegado del g ob ierno y a la ad m i­
n istración periférica, pero la lógica del m odelo auton óm ico exige r e d u d r al
m ín im o estas funciones. La form a de ac tu a r p or p a rte del estado debe ser
a través de los organism os autonóm icos p ara n o m u ltip lica r pod er y adm inis­
traciones d istintos en el mism o territorio.

&1 A uto n om ía s. La descentralización supone la existencia de un po der d istin to


del co ntrol: el po der d e las autonom ías. Las autonom ías p ueden basarse en
u n a fuerte aspiración colectiva, en una realid ad histórica, cu ltu ral, económica,
sociopolítica, geográfica, q u e ha constitu id o u n a colectividad con conciencia
p ro p ia y q u e h a generado m ovim ientos “autonom istas”, de base interclasista,
p ara conseguir u n nivel de autogobierno. Entonces las au tonom ías son más
fuertes y dinám icas (caso d e C atalu ñ a y País Vasco en España) q u e cuando
responden p rin cip alm en te a u n proyecto p olítico central (caso de la m ayoría
de las regiones ita lia n a s ).
P ara q u e sea p o d er político real, el p o d er autonóm ico, debe apoyarse en u n a

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174 JORDI BORJA

Asam blea representativa, con u n a cuota de poder soberano, elegida p o r sufra­


g io universal y con capacidad de d ictar norm as generales o leyes. Su au ton om ía
su p o n e u n c o n ju n to de com petencias propias y específicas (claram ente dife­
renciadas de las del estado c e n tra l), recursos económ icos22 cuya o btención y
uso n o dep end en del poder p olítico central, u n funcionariado d irig id o p or
e l poder autonóm ico y capacidad p ara la autorganización del co n ju n to de ins­
titu ciones de la au tonom ía (aunqu e sea en un m arco básico com ún regulado
]>or la co n stitu ció n ).
El po der autonóm ico debe ten er capacidad p ara d irig ir el c o n ju n to de los
poderes y adm inistraciones locales (respetando evidentem ente su ám b ito dc
au tono m ía, com o veremos lu eg o ). Si n o puede apoyarse en ellos, el poder
au tonó m ico q u ed a rá en el aire y se verá obligado a crear un a nueva retí adm i­
nistrativa que au m en tará el caos y los costes de la adm inistración pública.
La existencia de u n pod er y de una adm inistración de ám b ito regional es
lo q u e hace posible la descentralización efectiva. El problem a más com plejo
q u e de m om ento hay que resolver es el de la intervención de los poderes a u to ­
nómicos en la política económ ica, ta n to en u n sentido deseentralizador com o
le p articip ació n en la política económico-social global del estado.
La visión m oderna de las autonom ías p or parte de la izquierda n o consiste
en prom over la fragm entación y el localism o, sino en crear estru cturas políticas
q u e sirvan para u n ir a las com unidades de un mism o estado y q ue prom uevan
la participación de am plios sectores d e la población en la p olítica general.2*
Ix>s poderes autonóm icos n o aspiran ta n to a ten er u n cam po perfectam ente
d e lim ita d o para cultiv arlo aisladam ente com o a co n tar con los m edios de a r­
ticu la r su política autonóm ica con la política general.

r] Los poderes locales. H oy día los jxxleres locales (m unicipales) tienen a la


vez un carácter m ítico y residual. M ítico en la m edida en q u e la conciencia
p o p u la r los considera el m odelo dc dem ocracia, q u e a su vez se basa en la
particip ación ig u a litaria y activa de todos los ciudadanos o vecinos, q u e se
supone existió en el pasado y q u e probablem ente se desea para el futuro. C a­
rácter residual, sin em bargo, po rq u e h a p erdido d e hecho u na gran parte de
las com petencias q u e la costum bre e incluso las leyes le atribu yen : la creciente
com p lejid ad y el alto coste de los servicios públicos, paralelam ente a la concen-

-- 1.a financiación dc las autonomía* es el problema más difícil dc resolver. I j recauda­


ción dc los ingresos del estado es difícilmente descentrali/able. por lo menos en los casos más
importantes (tal es el caso del impuesto sobre la renta). El estado central es muy reacio a
transferir recursos puesto que ya sufre su propia crisis fiscal y repercutirá cu perjuicio dc
los poderosos aparatos centrales y de sus burocracias. La solución sólo puede encontrarse
mediante criterios objetivos de a «agnación según los servicios transferidos y las competencias
dc los poderes autónomos y en función dc la población, los déficit acumulados, el índice dc
crecimiento y otros criterios parecidos.
-3 1'. lngrao tituló asi un interesante artículo sobre estos temas: “Regiones para unir".
Critica Marxista, 1970. En dos libros rccicntcs: Las masas y el poder (1977) y Crisis y tercera
fia (1978), aborda de forma muy sugestiva cuestiones relativas a las autonomías, los poderes
lósales y la democracia de base. Un ejemplo práctico dem ostrará la necesidad de esta articu­
lación: la competencia municipal en urbanismo es de hecho muy limitada si no se articula
con el planteamiento metropolitano, comarcal y regional y no puede incidir en la política
general dc suelo, construcción, etcétera.

C oi
IZQI'II M>\ V HEGEMONÍA EN IX » PAÍSE5 D£ EUROPA DEL SUR 175
(ración d c los recursos públicos en el es(ado cen tral h an conducido a esía
situación. Los poderes locales ad m in isiran y gestionan u na p arte de los servi­
cios destinados al consum o social, vigilados de cerca p o r el estado cen tral, del
q u e d ependen de hecho la realización com pleta y la financiación dc estos
servicios.
H eredera del m unicipalisrao dem ocrático, q u e a p rincipios de siglo ya había
h echo elegir represen tantes propios en los órganos de gobierno m unicipales,24
la izquierda, ha d ad o d u ra n te m ucho tiem p o la batalla p or la au to no m ía m u ­
nicipal. Hoy, com o decíam os respecto a los poderes autonóm icos, no puede
entenderse la autonom ía m un icip al com o independencia sino com o capacidad
p ara actu ar y posibilidad real de in terv en ir en la política de los niveles supe­
riores del estado. P orque los m unicipios, com o las regiones, tam bién son es(ado
en el estado d e las autonom ías.
La p rim era cuestión a p lantearse es el carácter m ism o dc los m unicipios: ¿po­
d er o adm inistración localf U n m un icip io do tado d e au to n o m ía sólo pu ede
ser pod er local, con los mismos atrib u to s, a o tro nivel, q u e antes otorgábam os
a los ¡xxlercs autonóm icos: capacidad n orm ativa, com petencias y recursos p ro ­
pios, dirección del funcionariado, capacidad de autorganización o para dotarse
d e carta m unicip al, etc. Si sólo son adm inistraciones locales, es evidente que
dependen en tod o y por todo de un órg an o p olítico superior, y q u e las elec­
ciones m unicipales son casi irrelevantes.
La segunda cuestión crccmos q u e consiste en no aceptar la división trad icio ­
nal de funciones en tre m unicipios y estado cen tral m edian te la cual aquél asum e
p arcialm ente las funciones y servicios destinados a satisfacer las necesidades de
consum o colectivo y pro cu rar o rd en ar el te rrito rio (urbanism o).23 Pero las
decisiones políticas y económ icas q u e d eterm in an la localización de actividades
productivas, las inversiones públicas y privadas, la regulación del ord en p ú ­
blico y d e la vida colectiva, la financiación de gran p arte d e los servicios p ú ­
blicos, etc., se le escapan totalm ente. El nuevo m un icipio debe exigir la am ­
pliación dc su cam po dc com petencias: a las tradicionales de urb anism o y ser­
vicios sociales, deben añadirse las de program ación económ ica (p articipación
en la d e los niveles superiores y en la p ro pia) y organización dc la protección
ciu d ad an a. El nuevo m u nicip io debe po der coo rdin ar la actuación d e los dis­
tin to s organism os públicos que intervengan en su te rrito rio. Es urg ente la
reform a de las haciendas locales y de la función pública p ara d o ta r a los m u n i­
cipios d e los m edios necesarios. El nuevo m u nicip io d ebe ser, finalm ente, un
m arco y un m edio p ara prom over la particip ación cívica y política del con ­
ju n to de la ]>oblación.
P ara c u m p lir estas funciones parece indispensable a b o rd ar la reform a dc las
estru ctu ras m unicipales en dos aspectos. E n p rim er lug ar la consecución dc
ám bito s territoriales adecuados y la superación de la actual fragm entación

”< En Francia y en otros paises >c hablaba ya desde principios dc siglo dc "socialismo mu­
nicipal". Esta larga experiencia municipal ha faltado en cambio a la izquierda española
y portuguesa.
23 El poder local tiene de hecho una capacidad muy limitada y parcial con respecto al
consumo colectivo (vivienda, enseñanza, sanidad, etc.), pero en cambio aparece como ple­
namente responsable de ello ante los ciudadanos.

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176 JO RDI BORJA

m u n icip al exigen, si se quieren conservar los actuales m unicipios, crear u na


estru c tu ra local m ayor y com plem entaria (com arca com prensorio, co m u nidad
u rb an a, etc.) .*• Esta estru c tu ra in term edia d ebe corresponder a u n tip o de
espacio social q u e perm ita a u n a población sentirse colectividad y considerarse
rep resen tada p or u n proceso electoral. P ero tam bién son necesarios u n m ín im o
de pob lación y u n m áx im o de distancia p ara q ue p u edan gestionarse eficaz­
m ente los servicios públicos, el urbanism o, la p rogram ación socioeconómica,
etcétera. La acción de los partidos políticos y d e los m ovim ientos sociales y la
articulación con la dem ocracia de base exigen tam bién ám bitos territo riales
suficientem ente am plios y heterogéneos p a ra q u e pu edan tom arse decisiones
d e carácter general. Es decir q ue la política necesita de m ínim os dem ográficos
territoriales y d c diversidad de grupos y actividades. L a reform a territo rial
de las estructu ras territoriales tam bién d ebe hacerse, en el caso d e las grandes
ciudades, en sen tido inverso: la descentralización, la constitución d e órganos
de d istrito o b arrio elegidos, con u n a p a rte d e las com petencias y de los recursos
m unicipales y susceptibles d e prom over más fácilm ente la particip ación d e los
ciudadanos. Sin em bargo n o conviene crear estructuras político-adm inistrativas
excesivam ente ram ificadas: en fren tan el coste y la co m plejidad burocráticas,
y se "com en" el espacio de las organizaciones au tónom as de la sociedad civil.27
El o tro aspecto de la reform a d e las estructuras m unicipales que hay que
ab o rd ar es el dc su organización in tern a, com binada con la reform a de las
h aciendas y del funcion ariado, p ara q u e pu eda asum ir las funciones qu e se le
atrib u yen. E llo im plica su perar, p o r lo m enos en m unicipios grandes y m edia­
nos. el carácter poco profesional de alcaldes y regidores.28 hacer d e los órganos
d e go b iern o m unicipales órganos con capacidad ejecutiva y de dirección adm i­
n istrativ a, crear u n sector p ú b lico m u nicipal, racionalizar a fon do u n a adm i­
n istración q u e se h a constituid o p o r agregación a lo largo d e siglos, etcétera.
Los poderes locales deben articu larse con los poderes autonóm icos regiona­
les (no con el estado c e n tra l) , y ser a la vez adm inistraciones q u e gestionan
p o r delegación los sen'icios q u e aquéllos les transfieren.
T o d a s estas propuestas n o son especulaciones o buenos deseos sino q ue
corresponden a los proyectos y a las iniciativas de la izqu ierd a en los ú ltim os
años. R ecordem os q u e en 1975-1976 en P o rtu gal y en Ita lia , en 1976 en F ran ­
cia y 1979 en E spaña, la izquierda vence am p liam ente en las elecciones m u n i­
cipales, y q u e desde entonces socialistas y com unistas d irig en la m ayoría de
m u nicipios de estos países. L a izq uierda debe d a r respuesta satisfactoria a u n a
l a fragmentación municipal es muy grande en Francia (56 000 municipios); también
en Italia y España (unos 9 000 en cada país). En Inglaterra, después dc la reforma de 1972,
hay solamente unos 800.
27 Por ejemplo en las grandes ciudades los distritos (áreas de descentralización adminis­
trativa) deben ser normalmente más grandes y comprender un conjunto de barrios (unidades
elementales de vida social en los que se dan formas de organización autónoma). Es decir
que el ámbito de la democracia de base es mayor que el dc la organización popular.
3» No se trata dc que los alcaldes y regidores sean técnicos y profesionales. Por el con­
trario. es muy importante que trabajadores y representantes directos dc los sectores popu­
lares accedan a responsabilidades de gobierno (local, regional) por lo que representa además
como socialización política. Pero es precisamente esto lo que hace más necesario que tengan
los medios para ejercer estas responsabilidades: dedicación, remuneración, formación, reci­
claje. etcétera.
IZQl'URDA V HlCfcMONÍA EN LOS PAÍSES OE FU ROPA DEL SUR 177
cuestión com pleja. E n p rim e r lugar, llevar a cabo u n a actuación de efectos
visibles a corto plazo, con prio ridades sociales, pero q u e al m ism o tiem|>o
resp ond an a u n a política program ada y q u e tien d an a co nfig urar a m edio
plazo u n m arco de vida distinto. E n segundo lug ar d ebe a b o rd ar la reform a
ad m in istrativa p ara sanear la situación an terio r, au m e n ta r la baja prod uctiv i­
d ad d e los servicios públicos, hacer más tran sp aren te la gestión, su p rim ir
privilegios y establecer relaciones de más confianza y calidad con los ciud ada­
nos. E n tercer lugar debe prom over u na am p lia inform ación y participació n
en tre la población, estim u lar la v ida colectiva y asociativa, im p ulsar la descen­
tralización, crear u n a conciencia cívica más elevada. T o d o esto im plica u n alto
grado de u n id a d política d e n tro de la izquierda y de consenso social en el
m u nicipio. N o es fácil a p ro b ar este test q u e actualm en te se está exp erim en­
ta n d o y q u e aú n no p erm ite sacar conclusiones.20

VI. MOVIMIENTOS SOCIALES Y DEMOCRACIA DE BASE

N os parece indispensable com pletar los análisis y propuestas del p u n to a n te rio r


con lo que constituye la o tra cara de la m ism a realid ad : la acción d e la socie­
d ad civil y sus articulaciones con la acción institucion al. Las instituciones
del estado y los partidos, con su presencia electoral y representativa, no agotan
n i pu eden m onopolizar la vida p o lític a e n u n sentido am plio. Los m ovim ien­
tos sociales y la dem ocracia de base son indispensables p ara prom over u n a
política de izquierda desde las instituciones.
D u ran te u n largo período histórico la izquierda se ha identificado con el
m ovim iento obrero, y éste h a sido el m ovim iento social q u e com plem entaba
la actividad "p o lític a” (agitadora o institucional) dc los partido s socialistas
y com unistas. P ero progresivam ente se h an m anifestado o tro tip o de fenóm enos.
Por u n a p a rte la distinción en tre lo “ social" y lo "po lítico " se ha hecho más
com pleja. H oy los sindicatos, p or ejem plo, d ebaten las grandes cuestiones de
p o lítica económ ica con los gobiernos, tien d en a preocuparse de los problem as
te rrito riales (equipam ientos colectivos q u e d eterm in an el salario in d ire c to ),
hacen cam pañas directam ente políticas no-laborales (p or ej. de carácter in te r­
n a c io n a l). Se h a constituido un verdad ero p o d er sindical con el q u e deben
co n tar las p atro nales y los gobiernos y q ue n o es to talm en te identificable con
el de los partid os vinculados a los sindicatos.
P o r o tra p arte, se h a n m u ltip licad o los m ovim ientos sociales —q u e tienen
su base ta n to en tre las clases trab ajadoras com o en tre las clases m e d ia s - a
veces con contenidos políticos e ideológicos próxim os a los de la izq uierda y al
m ovim iento obrero, pero otras bastante alejados e incluso opuestos. L os m o vi­
m ientos urbanos, d e b a rrio y ciudades, h an d ad o lu gar a nuevas y originales
form as d e acción y organización sociales, q u e in ciden a la vez en la lucha in d i­

29 Véase J. Borja, "La izquierda ha cumplido un año; balance del primer año dc gobier­
nos municipales de izquierdas". Zona Abierta, junio de 1980.

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178 J0 R D I BORJA

recta, en la reivindicación cu ltu ral p o r nuevas form as de vida y en la exigencia


de dem ocratización y descentralización del estado. O tros m ovim ientos, como
los fem inistas, juveniles, ecológicos, etcétera, p la n te a n a la vez la crítica a los
modelos de desarrollo económ ico, a los valores sociales y a la organización
política. La cultura y los m edios de com unicación g eneran m ovim ientos de los
profesionales y d e los usuarios, q u e tienen (au nq ue n o siem pre) objetivos so-
cializadores, opuestos ta n to a las form as de producción y difusión cu ltu ral eli­
tistas, com o a los m edios controlados p o r los centros del po der político y eco­
nóm ico y d c carácter alienante. T a m b ié n se d an procesos d e organización y
m ovilización específicos y significativos en tre las clases m edias, ta n to en las
tradicionales (com erciantes, pequeños em presarios, profesionales lib e ra le s),
com o en tre las m odernas (profesionales, técnicos, funcionarios, e tc é te ra ), q ue
contienen elem entos de carácter general y progresista, com binados con otros,
m uchas veces predom inantes, estrecham ente grem iales y d e oposición ta n to al
m odelo p olítico y económ ico vigente com o a los proyectos d e la izquierda. 1.a
crisis económ ica ha radicalizado a estos m ovim ientos que en bastantes ocasio­
nes se en fren tan con la política d el "estado del bienestar o asistencial”, que
les supone im portantes cargas fiscales y tendencia a la igualación de sus ingre­
sos con los de los asalariados m edios y bajos.
1.a crisis económ ica h a significado el recrudecim iento d e los com ponentes
grem iales de la m ayoría de los m ovim ientos sociales (o, en sentido contrario,
de los contenidos utópicos o m a rg in ales). La reacción co rporativa se d a en tre
los distin tos sectores de la clase ob rera, en los barrios, en las clases medias.
Sería ilusorio su po ner q u e los m ovim ientos sociales de hoy y de los próxim os
años serán necesariam ente progresistas, universalistas y solidarios. La rebelión
fiscal, la experiencia de p o d er y seguridad, la defensa d e los privilegios ad q u i­
ridos po r ciertas capas de trab ajad ores o funcionarios, las reivindicaciones
menos estrecham ente localistas, son ejem plos del carácter con trad icto rio o con­
servador q u e p ueden te n er estos m ovim ientos. P ero a pesar de todo esto p en ­
samos q u e es positivo q u e exista u na am p lia red de organizaciones y m ovim ien­
tos: jsiem pre es m ejo r q u e una sociedad atom izada! La existencia de org ani­
zaciones y m ovim ientos sociales obliga a agregar las d em andas y p erm ite las
negociaciones en tre los grupos sociales y con las instituciones y hace posible
la m ediación de los partidos. E l cam po de la correlación de fuerzas aparece
más n ítid o . A los partidos de izquierda les resu ltará más factible conocer, rela­
cionarse y en parte representar a un as clases medias organizadas q u e disgre­
gadas.
En to do caso hem os llegado ya a dos conclusiones. La p rim era es q u e asis­
tim os a u na tendencia generalizada de autorganización d e los grupos e intereses
sociales relativam ente al m argen de las instituciones y p artid os políticos.*0 La
•to La relación organizaciones «ocíales-partidos políticos es muy compleja. Cuando se da
una identidad o una subordinación muy fuertes dc hecho uno dc los dos no cumple sus
funciones propias (por ejemplo, organizaciones dc masas que son un simple complemento
dc un partido). F.n otros casos hay una interdependencia fuerte (entre partidos dc izquierda
y sindicatos) pero con una autonomía m utua que se impone a la misma voluntad dc los
dirigentes. Muchas movimientos sociales recientes (vecinales, feministas, etc.), *c sitúan
claramente al margen de una dirección política orientada por los partidos aunque haya
momento* de convergencia.
IZQl'IFRDA V H K .IM O N ÍA F.N 1.05 PAÍSES DF EUROPA DFL SUR 179
segunda estriba en q u e esto es glo balm ente positivo, puesto q u e si la organi-
zación dc la sociedad civil se hace a p a rtir del estado, se tien de al to talitarism o,
y si es solam ente por iniciativa d e los p artido s se pu ede llegar a una frag ­
m entación social q u e divida a la sociedad en segm entos rígidos q u e dejarían
afuera a la m ayoría de los ciudadanos.
La existencia de u n a sociedad organizada desde la base m ed ian te organiza­
ciones políticas, sindicales, económicas, cívicas, profesionales, de interés, terri-
toriales, culturales, etcétera, se h a d eno m inad o democracia de masas en la m e­
d id a en q u e las masas se convierten en sujetos activos y m ú ltiples con los que
deben co n tar los aparatos políticos especializados, representativos o profesio­
nales. La ten tació n entonces es p reten d er de esta form a su p lir y liq u id a r la
dem ocracia representativa, im puesta, alejada de los ciudadanos, atacada desde
la d erech a y p o r el nuevo radicalism o. E n la tentación d e la democracia directa
q u e sin el contrapeso y la p rio rid ad d e las instituciones representativas, del
pluralism o p olítico y de las elecciones, pued e d e riv a r fácilm ente en dem ocracia
orgánica al servicio de una d ic tad u ra m ilita r y /o tecnocrática.
El p la n team ien to de la democracia de base p arte en cam bio del reconoci­
m ien to de las instituciones representativas y de la organización au tó no m a y
m ú ltip le de la sociedad civil. L a izquierda necesita alcanzar y ejercer el poder
desde las instituciones representativas a través de elecciones: solam ente así
po d rá g o bern ar en nom bre de la m ayoría, p o d rá prom over cam bios según los
procedim ientos q u e sirvan de garan tía p ara el c o n ju n to (o casi) de la socie­
d ad y pu ed e esperar tener el consenso suficiente com o p ara m antenerse en el
gobierno. P ero la izquierda necesita q u e las clases populares, q u e más d irecta­
m en te rep resen ta, irru m p an en las instituciones, en la política legal, q u e sean
u n a fuerza social q u e com pense con su m ovilización su d eb ilid ad en los ap a ra­
tos "separados" del estado y en los centros d e p o d er económ ico y q u e haga
posible el p redom inio de nuevos valores sociales. Las propuestas de la dem o­
cracia d e base tienen com o objetivo organizar o " institucionalizar" la presencia
y la in fluencia de los m ovim ientos sociales en los organism os d e gobiern o y
adm inistración derivados de la dem ocracia representativa. T ra d icio n a lm e n te
las funciones q u e cum plen los m ovim ientos sociales dc las clases p opulares y
medias en el sistem a político son:
a] Funciones de agregación de intereses particulares y de reivindicación (so­
bre tod o de carácter socioeconóm ico);
b] D esarrollo dc la vida com un itaria y asociativa y d c la so lidaridad entre
m iem bros del m ism o grupo;
c] M ovilización cívica y política p o r objetivos dc carácter general;
d] Elevación d e la conciencia colectiva hacia aspiraciones de carácter global
sobre el sistem a o m odelo social.
P ara su eficacia p olítica directa, es decir, p ara su realización, todas estas
funciones dependen de cam bios concretos en la dirección política del sistema,
de la m ediación de los partidos políticos, de los organism os de gob iern o o de
la adm inistración. Las leyes, las decisiones, la gestión, el control efectivo de los
servicios y actuaciones públicos (por ejem plo la p olítica u rb an a, asistencia
social, etcétera) q u ed a n fuera del alcance d e estos m ovim ientos y organizaciones.

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La democracia de base p retende ir más allá, acercando m ovim ientos e insti­


tuciones:
a] La dem ocracia de base es más factible si las instituciones dc gobierno y d e
adm in istración son transparentes p ara los ciudadanos, si hay un esfuerzo de
inform ación y de educación cívico-política, si se realizan sobre to do los p ro ­
cesos de descentralización q u e p erm ite n m u ltip lica r el n úm ero de organism os
representativos y acercar las decisiones a la población.
b] La dem ocracia de base supone reconocer a los ciudadanos ind iv id ualm ente
y sobre todo organizados (asociaciones, sindicatos, etcétera) o en u n n úm ero
significativo dc ellos; u n c o n ju n to de derechos m ás am plios q u e los derivados
dc la dem ocracia trad icio nal o liberal: p o r ejem plo, derech o de in iciativa y de
prom over u n referénd um , derecho a ex ig ir ser co nsultado antes dc q u e se tom en
determ inadas decisiones, d ere d io a estar inform ados dc los entredichos d c la
adm inistración , derecho a dirigirse a los órganos de gob iern o y a ser escuchado,
derecho a u tiliz ar los m edios de com unicación social, derecho a o b te n er el
apoyo público p a ra realizar ciertas cam pañas, etc. T o d o esto req u iere q u e se
prevea con rig o r quienes son los interlocu to res válidos p ara ev itar a rb itra rie ­
dades y am algam as (por ejem plo, q u e los A yu ntam ientos establezcan el censo
de entid ad es de interés m unicipal o el n ú m e ro de firm as necesarias p ara avalar
u n a p e tic ió n ).
c] L a participación y el control. I-a presencia de los m ovim ientos sociales
en los órganos y en las tareas d e la adm in istració n es seguram ente la cuestión
clave dc la dem ocracia de base. Se tra ta de org anizar los derechos dc Jos ciu da­
danos, de los usuarios, de los sujetos de la ad m inistración pú blica para que
p u edan vigilar y /o in terv en ir en la elaboración y en la ejecución d e los proyec­
tos y actuaciones q u e condicionan su vida. E l acto mism o de la decisión es
sin em bargo com petencia exclusiva del organism o rep resentativo o del orga­
nism o ad m in istrativ o delegado, puesto q u e req u iere la legitim idad p ara ac tu ar
en n o m bre del interés general, q u e sólo procede del sufragio universal. La
p articip ació n y el control se h an desarro llado en los últim os años e n Ita lia
y algo menos en F ran cia y en España: en la enseñanza (a través d e las asocia­
ciones de padres de alum nos y de m aestros y en el m arco de los d istritos y
consejos escolares); en la sanidad: en la política m u n icip a l fundam en talm en te
pero tam bién en la po lítica cultura l y deportiva. L a participació n pued e insti­
tuirse con form as y com petencias diversas: creación d e organism os consultivos
q ue elab oran propuestas: presencia en organism os d e la adm inistración p ú b li­
ca (por ejem plo consejo de dirección de un p a tro n a to o dc u n a em presa m u ­
n icipal) ; creación de organism os m ixtos p ara efectu ar u n a operación (por
ejem plo en urbanism o) o p ara p re p a ra r u n proyecto (la reform a de los im ­
puestos locales); atrib u ció n a determ inad as organizaciones sociales del derecho
de in fo rm ar o ratifica r ciertas actuaciones (com o es el caso dc la concesión de
u n a licencia dc construcción, y en el caso de q u e se opon gan , necesidad de que
el órg an o p olítico o adm inistrativo co m petente d ebata y ju stifiq u e d e nuevo
su decisión; atrib u ció n a d eterm in ad as organizaciones sociales d e los m edios
o recursos p ara gestio nar un servicio o realizar u n a actuación dirig id a p o r la
adm inistración p ú b lica (p or ejem p lo de equ ipam ien to s cultu rales o la orga­
nización de fiestas p o p u la re s ). L a lista p o d ría alargarse p ero nos parece qu e
IZQl II KDA Y 11ECEMONÍA EN LOS PAÍSES DE LUROPA DEL SUR 181

es suficientem ente explícita: el p o d er p o lític o rep resentativo y la ad m in istra­


ción pú b lica profesional n o relegan sus responsabilidades p ero renu ncian a
ejercerlas en régim en de m onopolio.
d] U n paso más allá de la p articip ación es la función de los m ovim ientos
y organizaciones sociales com o cooperadores de la adm in istració n pú blica en la
p restación d c servicios y en general en la elaboración o ejecución de sus p ro ­
yectos o bien en la sustitución de la adm in istración p o r la sociedad civil. Es
decir, significa hacer el cam ino co n trario al q u e se h a reco rrid o en las últim as
décadas. A n tañ o la sociedad civil resolvía (o más b ien no resolvía o lo hacía
m al) sus problem as: la sanidad, la cu ltu ra, el urbanism o, la enseñanza, la
asistencia social, etcétera, dep en d ían de iniciativas p articulares: se satisfacían
en el m arco de la fam ilia o del peq ueño gru p o y en tod o caso el estado q uedaba
casi to talm ente al m argen de ello. La sociedad u rban o-ind ustrial del capitalis­
m o desarrollado, la im portan cia a d q u irid a po r u n tip o d e consum o q u e sólo
pu ed e satisfacerse colectivam ente, el consiguiente d esarrollo del “ estado del
b ienestar” o "asistencial”, h a n d ad o lu gar a u n enorm e crecim iento de la b u ro ­
cracia y de los servicios públicos y a q u e la sociedad civil se en c u en tre en régi­
m en de asistencia p erm an en te y con escasa capacidad p ara resolver directam en­
te problem as colectivos. P ero ah o ra se ha llegado a u n lím ite y la crisis econó­
mica ha agudizado un p roblem a q u e ya existía: n o es posible (económ icam en­
te. funcionalm ente) q u e el estado se haga cargo directam ente dc todas las nece­
sidades colectivas, ni es p robablem en te deseable q u e así o cu rra puesto q u e se
acentúa el bu rocratism o y la falta de so lidarid ad de la vida social. Los m ovi­
m ientos y las organizaciones sociales deben recu p e rar p arcialm ente funciones
q u e parecían superadas: el intercam bio de bienes y servicios en tre pequeños
grupos, la asistencia a los ancianos y el cu id ado de los niños, la m ejora y p ro ­
tección del cu ad ro de vida (lim pieza de calles, salvaguardia del m edio am ­
b iente, e tc .), en algunos casos la form ación y el reciclaje profesionales, y ta n tas
o tras cosas. En todos estos cam pos pued e d arse la colaboración en tre d eterm i­
nados servicios públicos y organizaciones sociales o bien la in iciativ a directa
d e la sociedad civil. Se h a h ab lad o de u n tercer sector de la econom ía, distin to
del sector p rivado y del público, el sector benévolo, hecho de intercam bios y de
prestaciones prácticam ente no m onetarizados. Se h a n recu perad o experiencias
d e cooperativas, d e autogestión y de vida co m u nitaria.81 E n los barrios las
organizaciones vecinales tiend en cada vez más a ju stifica r su existencia p o r su
capacidad d e p restar servicios y de a rtic u la r la relación ciudadanos-adm inistra-
ción pública.
H ay, evidentem ente, u n a cam paña propagandística de derecha interesada en
critic ar la burocratización y los elevados costes (po r lo ta n to im puestos) del
estado asistencial, p ara ju stifica r el sacrificio de la inversión pú blica dc carác­
te r social. Es cierto y hay q u e decirlo q u e las causas principales de la crisis
y las fuentes más im p o rtan tes del desp ilfarro no están ahí. P ero tam bién es

31 Véase Simposium FAlKE'Nouvel Obscnmteur (citado en nota 13). Se ha hablado de


“ Una nueva cultura política" (P. Viveret y P. Rosanvallon, Parí», Ed. du Seuil, 1977) y se ha
criticado “La política profesional” (C. Guilliard, París, Ed du Seuil, 1977). Los poderes
locales deben ser algo más que administraciones que prestan servicios, pero los servicios
sociales no deben ser monopolizados en su gestión por la adminisuación.
182 JORDI BORJA

preciso decir q u e h ay un lím ite a la acción de la adm in istració n pú blica, q ue


hay q u e sacar recursos hum an os de la m ism a sociedad civil y q u e si querem os
q u e la inevitable p olítica d e au sterid ad n o signifique un em pobrecim iento
real, es necesario m ovilizar tam bién, con objetivos constructivos, colectivas y
solidarios, a la sociedad civil.
Pensam os q u e todas estas reflexiones sobre la dem ocracia de base perm iten
clarificar cuál es su cam po específico. La democracia de base no sustituye sino
q u e com plem enta a la democracia representativa, q u e c o n tin ú a siendo la base
co n stitutiva y legitim adora de los órganos d e g obierno y de adm inistración.
'I'am poco la dem ocracia de base se confunde con las organizaciones sociales y
populares, a u n q u e éstas sean un m edio fu nd am en tal p ara d arle vida, l a dem o­
cracia de base es tam bién representativa: son, p o r ejem plo, rep resentantes de
organizaciones com o asociaciones de vecinos o de padres los q u e p articip an en
organism os dc d istrito m unicipal o de d istrito escolar encargados de elab o rar
proyectos dc actuación p ara el p róxim o año, de co n tro lar la gestión de la
adm inistración. l a dem ocracia de base se sitúa en la articulació n e n tre los
poderes representativos (y la adm inistración) y las organizaciones sociales.
O tra cuestión q u e conviene precisar: ta n to la dem ocracia d e base com o las
organizaciones sociales n o pueden ser un m onopolio de las clases po pu lares
y de las ideologías progresistas.
Creem os q u e la izquierda está especialm ente interesada en ello puesto q ue
los grupos sociales altos y las ideologías políticas conservadoras ya disponen d e
otros instrum entos p ara ejercer su hegem onía. P ero la dem ocracia de base
d eb e estar abierta y conviene q u e sea usada por los d istintos grupos y o rg an i­
zaciones sociales, a u n q u e representen intereses contradictorios. Si en u n deter­
m inado período de g o bierno (central, regional, local) de izquierda se en tien de
la dem ocracia de base com o un m edio de p articip ació n exclusivo d e las clases
po pulares orientad as a la izquierda, lo q u e se conseguirá es q ue u n a p a rte de
la sociedad se sitúe, se organice y se enfrente con las insttiucioncs dem o­
cráticas.32
D em ocracia de base y organización de la sociedad civil po r u n lado, y des­
centralización del estado y desarro llo de poderes locales y regionales autónom os
p o r el o tro son dos procesos ín tim am en te ligados y q u e crean un cam po p ara
la acción po lítica m uy d istin to al tradicio nal del estado p arlam en tario (pero
centralizad o y bu ro crático) y de partidos. P ara la izquierda la construcción
de partidos y sindicatos ha representado dispo ner de instru m entos im prescin­
dibles de presencia y acción en la sociedad y en el estado de hegem onía capi­
talista e in icia r procesos de transform ación q u e incluso h an p erm itid o h ab lar
de "elem entos de socialism o” 83 o del estado dem ocrático y asistencial com o
resu ltad o de la lucha de clases y hoy p ro du cto de aportaciones im portantes
procedentes dc la izquierda, aú n m anteniéndose la lógica ca p italista del desa­
rro llo económ ico y la hegem onía política de las fuerzas conservadoras. H oy u n
nuevo avance de la izquierda n o p u ede hacerse sólo con los instru m en to s tra-

32 Problema importante y difícil de resolver: recuérdese el caso de Chile y la trascendencia


de la movilización de las organizaciones gremiales contra la Unidad Popular.
33 Según expresión dc Enrico Berlinguer utilizada en sus “ Reflexiones después de los
hechos dc Chile”, Rinaicila, septiembre-octubre de 1973.
IZQUIERDA * lltCE M O N ÍA KK IX)» PAÍSES DE EUROPA DEL SLR 185
dicionalcs: p artidos y sindicatos, elecciones y nacionalizaciones, m ayorías p a r­
lam en tarias y servicios sociales. El m ism o concepto de hegem onía conviene en
el espacio y en el tiem po. H ay sectores de la sociedad y m om entos en el proce­
so histórico más proclives q u e otros a la hegem onía de la izquierda. Q uizá
h ab ría q u e h ab lar d e hegem onías, dc equilibrios, d e acciones y reacciones.
El proceso de dem ocratización y socialización de la política y d e la econom ía
exige hoy co m plem entar los partidos y las organizaciones sociales clásicos con
las au ton o m ías y la dem ocracia d e base.

VII. A MODO DE CONCLUSIÓN: pr o b l em a s sobre i .a HEGEMONÍA V El. CAMBIO SOCIAL

1. L a u tilización del concepto de hegem onía p la n tea bastantes problem as teó­


ricos y prácticos. En p rim er lugar hay q u e pregu ntarse si es posible hab lar
de hegem onía en singular. Si e! estado es un c o n ju n to dc instituciones y a p a ra ­
tos atravesados desigualm ente p o r la lu cha de clases,*4 en ellos pueden m ani­
festarse hegem onías diferentes. L a hegem onía en sin g u la r im plica la po sibili­
d ad de designar un g ru p o social (o p olítico, o u n a p a ra to específico del estado)
con capacidad de im p rim ir u n a dirección y u n a coherencia, de d e fin ir u n p ro ­
yecto y d e ejercer u na dom inación sobre el c o n ju n to d e las instituciones y a p a ­
ratos del estado y p o r ende sobre el co n ju n to de la sociedad. Es u n problem a
de laboriosa solución teórica y práctica, d e d ifícil reducción al análisis em pí­
rico. El análisis concreto, en un período norm al (es decir n o de crisis absoluta)
nos descubre hegemonías parciales y equ ilibrios inestables. A u nq ue los m o­
m entos de crisis perm iten descub rir u n a hegem onía básica, e n la m edida en
q u e se resuelvan en u n o u o tro sentido.35
P ero se p la n tea adem ás la cuestión d e la p ertin en cia mism a del concepto
p ara u tilizarlo al tra ta r dc sociedades y sistemas políticos caracterizados p o r el
pluralism o y la alternancia .3tJ Se le h a negado validez a un concepto q u e pued e

3* Vía*c J. Solc-Tura, “El estado como sistema dc aparatos c instituciones”, en El marxis­


mo y el estado, op. cit. Sobre el carácter contradictorio del estado y su crisis actual, véase
también Nicos Poulantzas, La crisis de l'Élat, París, p u f , 1976; M. Castclls, C. Buci-Glucksmann,
A. Joxc. Perna, D'Albcrgo, Ochctto, Ingrao y otros, Stato e societá in Italia, Editori Riuniti,
1978; el conjunto de la revista Dialectiques (en especial los artículos de Buci-Glucksraann
y H. Portelli); las obras recientes de J. Habermas, El problema de la legitimación en el estado
capitalista: dc C. Oííe, El estado en el capitalismo moderno; de S. Holland, The socialista
challenge. Londres. 1975: de R. Miliband. El estado en la sociedad capitalista, México, Siglo
XXL 1981, ele. Sobre el estado en América Latina, hemos tenido en cuenta especialmente los
trabajos dc F. H. Cardoso. por ejemplo, Estado y sociedad en America la tin a , Buenos Aires,
1972, y dc Lechner, 1.a crisis del estado en America Latina, Caracas. 1977.
33 Véase por ejemplo la ponencia presentada a este seminario por Ludolfo Pararaio y
Jotge M. Reverte. “La crisis dc la hegemonía dc la burguesía española, 1969-1979”, en es­
pecial sus conclusiones. Kl autor ha tratado el can) español en un peí iodo anterior al anali­
zado por Paramio y Reverte. "Crisis del estado autoritario y sistema dc partidos en España”.
Rei'ista de Sociología, ntim. 8, Barcelona, 1978.
Un caso muy conocido de crisis y “demostración dc hegemonía” es su solución en el de
la “ revolución dc mayo”, Francia. 1968.
3« Véase M. L. Salvador! “Egcmonia c pluralismo" y otros textos, en el libro Eurocomu•

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181 JORDI BORJA

in terp reta rse com o una form a más sofisticada del viejo reduccionism o: esta­
d o = d ic ta d u ra de u n a clase. N o creem os q u e sea así. T a m p o co podem os caer
en las posiciones q u e frag m en tan to talm en te el po der: el análisis social y po­
lítico sólo p od ría descub rir hegem onías parciales, restos dispersos de poderes
anacrónicos, “elem entos de socialism o", etc. U no s más funcionales, otros m e­
nos, o disfuncionales, a una posible lógica o a u n m odelo de desarrollo y dc
reproducción s o c ia l.. . en el caso de q u e este m odelo p ueda establecerse. El
concepto de hegem onía es u n concepto a co n stru ir a p a rtir d e un análisis his­
tórico concreto y no puede renunciarse a p rio ri a descu brir u n a hegem onía
básica en la sociedad. La hegem onía coexiste con form as políticas rep resen ­
tativas y p luralistas.

2. El concepto de hegem onía se aplica a sociedades y sistemas políticos en los


q u e se d a a ¿a vez u n a dom inación d e clase m ed iante la dirección del estado
p o r parte de un(os) determ inado(s) grupo(s) social (es) q u e im pone(n) o
representa(n) un m odelo de crecim iento y de reproducción social y u n
relativo equilibrio dc fuerzas en tre las diversas clases en la m edida en q u e los
otros g ru p os sociales tam bién están representados en los ap arato s del estado,
reciben u n a cuota del excedente económ ico y consiguen im p rim ir cam bios y
elem entos propios en el sistem a po lítico y social. P ara q u e haya hegem onía
con p lu ra lism o y posibilidades de altern an c ia se req u iere p ro b ab lem en te q ue
haya excedente económ ico d istrib u ib le p ara toda la sociedad (o la g ran m ayo­
ría), q u e el sistem a político e institucion al perm ita la representación y el acce­
so de todas las fuerzas sociales a los centros de p o d er d el estado y que esté
vigente u n a ideología de la integración o cohesión social q u e lleve a las dife­
rentes fuerzas sociales a aceptar las mism as norm as generales y a aceptarse
m u tuam en te.
T a n to los grupos sociales (fuerzas sociales) com o los m ovim ientos n acion a­
les necesitan llegar al estado, "estar en él", es decir lu c h ar p o r la(s) hegem o­
n ía ^ ). p a ra conocerse (reconocerse) a través de la p ráctica política, del en­
fren tam ie n to con otras fuerzas sociales y d e la definición d e proyectos propios.
En las sociedades desarrolladas y p lu ralistas, esta práctica política se hace d en ­
tro d e m arcos (instituciones, negociaciones sociales, ideologías en p a rte com u­
nes) q u e h a n sido m uy poco estudiados p o r el m arxism o trad icio nal, p o r el
m ovim iento o b rero y po r la ideologia p olítica revolucionaria.

3. P ara co n q u istar la hegem onía, la izquierda necesita crear un am p lio y nuevo


consenso en la sociedad alreded or de u n proyecto d e c a m b i o y d e o r d e n . El
radicalism o tradicional de la izquierda n o pued e consistir (en E u ro p a Occi­
d en tal) e n la defensa exclusiva d e intereses sociales inm ediatos p o r grupos

nismo e socialismo soviético, Einaudi, 1978. En 1977 hubo un interesante debate sobre la he­
gemonía en Italia con contribuciones de Bobbio. Cohén, Gerratana. De Giovanni. Gruppi,
e tc . en las revistas Mondo Opcraio y Rinascila. Un tratamiento más académico dc la cues­
tión del pluralismo, la alternancia y el consenso lo encontramos eu la revista Pouvoirs,
núms. 1. 5 y 7, Parts. 1977 y 1978.

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UQt'II.H OA Y lUCEM OKÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 183

o categorías sino en la definición y realización de cam bios concretos p ara toda


la sociedad. La ideología legítim a n o debe ser ta n to d e subversión y del orden
com o de reconstrucción del orden. En las sociedades p lu ralistas y desarrolladas
las aspiraciones colectivas al cam bio vnn un id as a las dem andas de orden. Por
esto es necesario un proceso de transform ación social m uy articu lad o con las
instituciones (im portancia d e la reform a y descentralización del estado, de los
poderes locales), u n proceso g rad u al d e transform aciones económicas (reali­
zadas con consenso am plio y ev itan d o u n p erío do de colapso del sistema econó­
m ico) y la conquista de la hegem onía en la sociedad civil (dem ocracia de
masas y dem ocracia de b ase). La transform ación socialista d e estas sociedades
req u iere superar a la vez el viejo m odelo jacobino-seudolcninista (insurrección
p ara con q uistar y d estru ir el poder del estado y edificación de u n nuevo ord e­
n am ien to político-jurídico a través de u n p eríodo de coacción) y el m odelo
socialdem ócrata tradicional (gestión bu rocrática del estado y representación
exclusiva d e las clases sociales a través de partidos-elecciones g en e ra les): es
decir, hay q u e socializar la política.31

4. C am b iar la sociedad significa conocerla com o to talid ad , y esta definición


im plica q u e previam ente se niegue la sociedad existente. E l proyecto socialista
sólo podrá, prom over cam bios concretos, p ard ales, q u e a p u n te n hacia un nuevo
m odelo social, no ta n to en la m edid a en q u e tenga perfectam ente defin ido
este m odelo futuro, sino en la m edida en q u e niegue rad icalm ente los elem en­
tos básicos del m odelo presente q u e se p reten den su p rim ir o transform ar. 1.a
inexistencia de u n a alternativa de fu tu ro glob al im pide la definición d e la so­
ciedad presente. P o r o tra p arte, sin u n a negación rad ical del p resente y sin
u n a afirm ación de u n proyecto global p ara el fu tu ro n o pu eden movilizarse
las esperanzas com u nitarias y las aspiraciones de cam bio existentes hoy en gran
p a rte dc los grupos sociales (au n q u e coexistan con actitudes y valores conser­
vadores, individualistas, g rem iales). Los proyectos políticos transform adores
necesitan arraigarse n o solam ente en u n presente qu e com porta inevitable­
m ente propuestas lim itadas, com prom isos, realizaciones parciales, m om entos
d e retroceso y d e espera, sino tam bién en un pasado heroico q u e dem uestre el
progreso conseguido y en u n fu tu ro q u e incluya elem entos proféticos o u tó p i­
cos q u e confieran u n carácter épico al proyecto socialista y estim ulen la dim en­
sión solidaria de cada persona y g ru p o social.88

*7 •'Socializar la política" es un concepto que lia desarrollado espccialmcntc Ingrao (op.


ríl.). Sin ella la política económica dc nacionalizaciones puede tener muy poco que ver con
la socialización económica y por lo tanto con el socialismo. Sobre los modelos jacobino-
leninista y socialdemócrata hay que resaltar que ésto* no fueron teorizados como tales ni
por Lenin ni por Kautsky ni por Bemstein, sino que ha sido una política posteiior debida­
mente teorizada y ¿analizada la que ha establecido estos modelos.
38 Ix» comunistas, más que los socialistas por íer portadores de un proyecto dc cambio
global más arraigado en sus militantes, adhieren con más fuerza a sus sertas de identidad
forjadas por su historia y a su proyecto dc futuro (lo que tiene como contrapartida una
tendencia a la idcologización y al culto a la diferencia).

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5. La transform ación social en el m arco del plu ralism o y la alternancia y m e­


d ia n te la conquista progresiva de la hegem onía en la sociedad civil y la des­
centralización del estado obliga a replantearse la concepción tradicional del
agente (y d e los instrum entos) del cam bio. H ay que su p erar las concepciones
d e carácter sociologista ("la clase”), o vanguardista ("el p artid o ") o in stitu ­
cionalista ("el estado”). La sociedad civil es dem asiado com pleja com o para
q u e su transform ación pueda identificarse con la acción u n ilate ral de una
clase m istificada y d c hecho reducida a algunas organizaciones políticas y sin­
dicales. El p luralism o excluye el protagonism o exclusivo d e un p artid o y legi­
tim a la diversidad dc organizaciones políticas y de masas. La organización de
la sociedad civil y la com plejidad del estado d a lugar a la m ultiplicación dc
los in stru m ento s de acción y organización políticas y relativiza el pap el d e los
p artidos (sindicatos con vocación sociopolítica, organizaciones sociales, cu ltu ­
rales y cívicas, instituciones descentralizadas del estado, e tc .). El proyecto po­
lítico d e la izquierda debe articularse sobre u n c o n ju n to d e instituciones-par-
tidos-organizaciones y m ovim ientos de masas. La construcción de una sociedad
socialista (libre, igualitaria y solidaria) no puede plantearse hoy com o p ro ­
d u cto de la acción d e un agente (el estado p o r ejem plo) q ue va cub rien do las
etap as predeterm inadas teóricam ente y m odelando así la sociedad. El cam ino
es penoso y el fu tu ro incierto si se da esta reducción (en vez de socialización)
dc la política. El proceso dem ocrático socializador requ iere elem entos un ifi-
cadorcs (bloque de partidos, articulación con m ovim ientos sociales, victorias
políticas electorales q u e perm iten d irig ir las p rin cipales instituciones del esta­
do. proyecto político-económ ico-cultural q u e consigue u n a relativa h eg e m o n ía),
pero tam bién debe garantizar adem ás de la p lu ra lid a d de alternancia (el con­
ju n to de fuerzas políticas y sociales n o pueden q u ed a r integradas en el mism o
proyecto) la autonom ía y ¡a diversidad de la sociedad civil así com o la existen­
cia d e poderes e instituciones autónom as y po r lo ta n to no identificadas o d e­
p endientes de los poderes centrales (p or ejem plo los poderes lo cales).
Esta relativización del papel de los partidos y del estado n o significa olvidar
el papel globalizador de proyectos q u e cum plen los prim eros y las funciones de
organización general, de integración y de funcio nam ien to (y cam bio) reglado
q u e realiza el estado. P ero los partidos, si bien son los instrum entos m ediadores
en tre la sociedad civil y el estado en el m arco de los m ecanism os de la dem o­
cracia representativa y en general tam bién son los principales agentes globali-
zadores d c proyectos sociales y políticos, no pueden m onopolizar totalm en te
el papel representativo (debe desarrollarse tam bién la dem ocracia dc base) ni
globalizador (que tam bién cum plen ciertas instituciones, ideologías n o crista­
lizadas en partidos y a veces algunos m ovim ientos sociales). En cu a n to al esta­
do, nos parece im p o rtan te destacar q u e en los últim os años la izquierda no
sólo ha superado las concepciones tradicionales q u e id en tificaban al estado con
u n a p a ra to central único, sino q ue adem ás pro p o n e u n proceso de transfor­
m aciones sociales no es f a t a l i s t a , es decir n o m onopolizado po r la acción del
estado, a u n q u e el c o n ju n to de instituciones y aparatos q u e lo constituyen, en
la m edida en que sean representativos en su com posición y dem ocráticos en
M Las Icíís del i*si’C (Partido Comunista dc Cataluña) para su congT«o dc H>80 reciban
cxplú ¡lamente la coitccpcióu "cstatalísta" del socialismo.
IZQtlFRDA Y HICF.MONÍA EN LOS PAÍSF-S DE EUROPA DEL SUR 187

su funcionam iento, establezcan las reglas y ap ru eb en las decisiones de carácter


general.

6. C om o consecuencia de todo lo an terio r, el proyecto socialista en estas socie­


dades desarrolladas y con sistemas políticos p lu ralistas n o puede identificarse,
ni basarse p rincipalm ente, en la política d e nacionalizaciones y en la consti­
tución de u n sector público ( = estatal) de la econom ía om nipresente y o m n i­
p otente. Si no hay u na paralela transform ación y descentralización del estado,
la am pliación del sector público, tiene muchos inconvenientes: burocratiza-
ción y centralización de las decisiones y de la gestión, opacidad de la pro d u c­
ción respecto a las necesidades y viceversa, baja pro du ctiv id ad y ren tab ilid ad
d e un sector que no está som etido n i a las leyes de la com petencia y del m er­
cado n i a un control dem ocrático eficaz. El estado-propietario, con sus form as
actuales (inoperancia de las asam bleas representativas-parlam ento para con­
tro la r el sector público, gestión m ed iante aparatos separados y ce n tralizad o s),
no p erm ite considerar equivalentes nacionalizaciones y socialización económica.
Por o tra p arte, h ay q u e tener en cuenta ciertas críticas de m atiz lib eral sobre
la relación en tre p luralism o y lib ertades políticas y sociales (individuales y co­
lectivas) p o r u n lado, y p lu ra lid a d de las decisiones y de los poderes económ i­
cos (distribución de la p ro p ie d a d ), así com o las q u e hacen referencia a la
ineficacia de la planificación central y de la prop iedad estatal ta n to p ara ase­
g u rar la satisfacción de las necesidades reales de la p oblación (falta el m ercado
p ara conocerlas) com o para garantizar niveles de prod uctividad com parables
con el sector privado. C o m b atir y p ro p o n er alternativ as a las posiciones neoli­
berales extrem as hoy en boga40 req u iere asum ir u n a parte de las críticas y pro­
p o n er soluciones desde una óptica socializadora e igualitaria pero qu e tenga
en cuenta las exigencias dc lib ertad y de p roductividad. En los países occiden­
tales europeos, tan im p o rtan te com o d esarro llar el sector púb lico es reform ar
el existen te (control p arlam en tario y sindical, descentralización, elim inación
de privilegios, tran sparencia de la gestión, restructuración para m ejorar la
ren tab ilid ad , introd ucción d e controles e incentivos p ara la producción, en
algunos casos creación de em presas com petitivas con las existentes, e tc é te ra ).
E l nuevo sector p ublico que se crea no tiene po r qué ser todo él estatal, ni m u ­
cho m enos estatal-central: pu ed e ser regional, m u nicipal, m ixto. El estado
pu ed e crear u n m arco q u e establezca derechos (p or ejem plo créditos, subven­
ciones, exacciones fiscales) y obligaciones (calidad, precios, niveles m ínim os
de producción, etcétera) p ara em presas privadas q u e pueden ser lucrativas
o no. Ya q u e puede estim ularse el desarrollo de un sector sem ipúblico y en
general la iniciativa colectiva n o estatal (cooperativas, el llam ado sector “ be­
névolo” citad o anteriorm ente, e tc .) . La izquierda europea de base m arxista
ha recup erado el concepto y el discurso de la autogestión y se rep lan tea los

40 Vcasc G. S. Becker, Teoría económico, f c e , y la obra dc divulgación dc D. Lepage. Maña­


na, el capitalismo, Alianza Editorial, donde se exponen los principios dc la E«cucla dc Chica­
go. Una critica sociológica, dc fuerte inspiradóu liberal, a la evolución burocrática del estado
y al estatalismo dc la izquierda se encuentra en Michcl Crozicr (véase su último libro, On
ne change la sociéte pour décret, París, 1979).

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problem as de la planificación y del con tro l pú blico d e la econom ía p ara supe­


ra r los vicios de buro cratism o y centralización (articu la r distintos niveles te rri­
toriales y sectoriales de p lanificación, y carácter más a b ie rto y procesual de
ésta, contro l p úblico m ediante m ecanism os indirectos —crediticios, fiscales—
y sociales —sindicatos, usuarios).
Estas nuevas concepciones económicas perm iten establecer u n a clara dife­
renciación en tre el m odelo de dom in ació n política identificado con u n estado
ce n tral q u e a su vez contro la y dirig e toda la econom ía y el m odelo hegem ó­
n ico q u e im plica p lu ra lid a d de poderes y de centros de decisión y auton om ía
y diversidad d e la sociedad civil y p o r lo ta n to existencia d e d istin tas form as
<lc propied ad .

7. El proyecto socialista dem ocrático y auton óm ico hasta aho ra an alizado im ­


plica un nuevo p la n team ien to del tema de la ideología, de la lucha y d e la
d om inación ideológicas. En este te rren o la hegem onía n o pu ede evidentem ente
p la n tearse con el esquem atism o de ciertos m anuales d e "m arxism o” (?): u na
ríase —un p artid o — u na ideología q u e poseen (o conquistan) el estado y u n i­
fican todos los aparato s e instituciones sobre la base de esta ideología única
q u e tiene com o fin alidad la producción (o reproducción) social y el m a n ten i­
m ien to del sistema de dom inación existente. El estado y la sociedad existentes
h oy e n E u rop a occidental n o pu eden interp reta rse así: hay p lu ra lid a d de ideo­
logías, d c valoies sociales, de elem entos culturales. Esta p lu ra lid a d se debe a
m i proceso histórico com plejo, a la diversidad de los aparatos e instituciones,
a la acción de las distintas fuerzas sociales. A u n q u e la sociedad urbano-indus­
tria l del capitalism o ta rd ío h a hom ogeneizado y em pobrecido cu ltu ralm en te
a la sociedad ("cu ltu ra de masas”) , se h a p ro du cid o u n a reacción social signi­
ficativa (m ovim ientos nacionales y regionales, ecológicos, fem inistas, com uni­
tarios, vecinales, juveniles, contraculturalcs, etcétera) q u e ponen el acento en la
actividad, en la creatividad y en la diversidad. Es posible, p o r o tra parte, en ­
c o n tra r algunos elem entos ideológicos com unes básicos, q u e corresponden a las
funciones principales de los ap aratos del estado, pero a ú n en estos casos tienen
com ponentes m uy co ntradictorias (internam ente y en tre ellos) puesto q u e si
bien unos corresponden a los grupos socioeconómicos más poderosos, otros son
p ro pio s dc la especificidad del ap a ra to o in stitu ció n (p or ejem plo ideología tec­
nom ática o legalista, o independencia de la institución o de la categoría profe­
sional) y otros respo nd en a la influ encia de o tras fuerzas sociales. Si esto es asi,
e n el presente n o parece posible n i deseable hacer una pro pu esta ideológica
m onolítica y unificada p ara el futuro. Las consecuencias q u e pu eden deducirse
afectan a los p artidos, al estado en el socialismo y a la confrontación ideológica
en la sociedad civil. L os partidos de la izquierda se h a n hecho laicos y hoy las
d efiniciones ideológicas tienen m ucha m enos im portan cia q u e e n el pasado.
C u an d o se d a n polém icas ideológicas con virulencia, norm alm ente es po rq u e
se in stru m entalizan de esta form a debates políticos organizativos.41 H oy pare-
-o La desidcologización o laicización dc los partidos de izquierda, aunque sea un proceso
en curso, es notable y se expone hoy por la diversidad dc elementos culturales, valores c ideas
que coexisten en estos partidos.

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IZQt’l» RUA Y HKGEMONfA UN IX » PAÍSES DE EUROPA DEL SUR

cen im pensables enfrentam ientos, escisiones y expulsiones, provocadas p o r la


dialéctica, el ateísm o o el m étodo científico dc conocim iento, com o se d ieron
en el pasado. Los partidos h a n redu cido su cam po de actuación teórica al más
específicam ente político, y en este cam po la discusión teórica n orm a lm e n te no
provoca ru p tu ra s, excepto cu ando se concreta en térm inos de línea p olítica
(p ráctica y estrategia, alianzas, program as d e actuación, e tc é te ra ).
La izquierda socialista y com unista n o pro p o n e u n estado q u e organice
y exprese la construcción del socialism o a través de la im posición dc u n a ideo­
logía única a todos sus aparatos y a toda la sociedad. El respeto del pluralism o
p olítico y d e la relativa ind ependencia de la adm inistració n p ú b lica42 110 lo
h aría posible. La descentralización y los diferentes niveles dc au to n o m ía j k >1í -
tico-adm inistrativa del estado así com o la au ton om ía, organización m ú ltip le
y derecho de iniciativa económ ica y cu ltu ral de la sociedad civil im plican u n a
g ran diversidad y u n a confrontación p erm an en te d e valores o ideas. El socia­
lism o coexistirá con distin tas ideologías parciales o globales. La lucha p o r la
hegem onía en el terreno c u ltu ra l (preferim os u tiliz ar este térm in o en vez d c
ideológico) p o r p arte d e la izquierda n o pu ed e hacerse en n o m b re de u na
ideología m onolítica, cerrada y única, sino adm itien d o q u e hay q u e "desm ili­
tarizar la c u ltu ra ” (S a rtre ); q u e n o podem os "in q u ie ta r a la gente d an d o la
im agen de q u e tenem os respuesta prep ara d a p ara tod o" (B re c h t); q u e muchos
cam pos de ¡deas, valores, la ciencia, q u ed a n fuera de la confrontación política;
q ue p o n er cortapisas a la lib erta d de pensam iento y d c expresión es capitidis-
m in u ir a la sociedad y m u tila r su v italidad; q u e la dirección y organización
de la cu ltu ra no pu ed e ser com petencia exclusiva de la ad m in istración p ú b li­
ca; q u e el carácter público d e las instituciones, aparatos y servicios sociales n o
im plica q u e todos ellos d eban asum ir y p ro d u cir las mism as com ponentes ideo­
lógicas (por ejem plo escuela pú blica y laica —q u e n o es igual a estatal— no
d ebe significar un iform idad, n i im posición ideológica, sino diversidad, tole­
rancia, presencia de elem entos culturales e ideológicos ligados al contexto
social in m ed iato y a las preferencias de padres y m aestro s). La izquierda, el
p ensam iento revolucionario, debe p lan tearse la llam ada "lu ch a ideológica” ,
o m ejor la confrontación en el terren o de la c u ltu ra y de los valores, ta n to
desde la oposición com o desde el gobierno, sobre la base de la diversidad dc
ideas y de centros dc producción y difusión de éstas así com o el carácter hete­
rogéneo y ab ierto de s u (s) ideología (s) y cu ltu ra (s). P ero al m ism o tiem po
d ebe sistem atizar y d esarro llar u n co n ju n to de ideas y valores básicos (liber­
tad, igualdad, solidaridad, participació n, autonom ías, tolerancia, conjun to s dc
derechos colectivos c individuales, convivencia pacífica, ind ep end encia dc los
pueblos, etcétera) y lu c h ar ab iertam en te p o r la hegem onía de éstos en el
estado y en la sociedad civil, en todos sus niveles. P ero esta lucha cu ltu ral
n ada tiene q u e ver con los "m anuales d e m arxism o" o d e "socialism o cientí­
fico” . Estos m anuales de form ación ideológica no hay q u e q uem arlos po rq u e

Se va superando una concepción hiperpoliticista de la administración y se defienden


criterios de neutralidad, transparencia, objetividad y eficacia para una administración pú­
blica que ya no se considera necesariamente como complemento subordinado dc una dase
y de un partido.
190 JORDt BOXJA

nu n ca hay q u e q u em ar u n libro, p ero sí olvidarlos abso lu tam en te p o rq u e no


enseñan n ad a qu erien d o explicarlo todo.

8. T o d a s las reflexiones hasta ahora expuestas perm iten dedu cir q ue en el


m arco po lítico (rep resen tativ o ), económ ico (desarrollado e interd epend ien te)
y cu ltu ral (p luralista y relativ am ente cohesionado) de E u rop a O ccidental no
hay posibilidades reales, desde la izquierda, p a ra o p ta r en tre vías o m odelos
d istintos de transform ación socialista. P or esto n o consideram os válida la dis­
tinción y el m a n ten im ien to de dos proyectos diferentes: el socialista y el euro-
com unista, ni creemos qu e sean relevantes las polém icas ideológicas sobre d e­
m ocracia y d ictadu ra d el pro le taria d o y temas parecidos. A ho ra bien, esto no
nos p erm ite deducir q u e sólo haya u n a política posible, q u e la unificación de
la izquierda sea casi inevitable y q u e el m arco actual vaya a m antenerse in tacto
sea cual sea la p olítica de la izquierda y la evolución de la lucha de clases.
Las políticas actuales de los d istintos partidos socialistas y com unistas dc
Eu ro pa del S ur son u n a dem ostración palm aria de q u e políticas distintas y en•
frentadas de la izquierda son perfectam ente posibles (baste citar la p ro fu n d a
contraposición en tre socialistas y com unistas franceses o las im po rtan tes diver­
gencias en tre éstos y sus hom ónim os ita lia n o s ). P ero lo q u e sí nos atreveríam os
a afirm ar es q u e u n a política, en la m edida en q u e n o jueg ue a fondo la baza
de la intervención activa en la acción de go bierno para salir d e la crisis, la
transform ación dem ocrática y descentralizadora del estado, la organización
de la sociedad civil y la u n id a d de la izquierda n o p erm ite progresos significa­
tivos y se reduce a prácticas defensivas de posiciones ad q u irid as y d e intereses
sociales fragm entados. Lo cual n o im pide q ue esta po lítica defensiva n o m an­
tenga y au m en te la cohesión d c un a fuerza social y política q u e p o r su misma
existencia condicione la posterior evolución p olítica y económ ica.43
P o r o tra parte, los efectos continuados de la crisis económico-social (que
pu ed e in terp retarse tam bién com o crisis más general de civilización) y de la
fuerza política, institucion al y de masas de la izquierda (que encabeza o busca
salidas a las reacciones y reivindicaciones sociales populares) n o perm iten ex­
clu ir u n a transform ación del actual marco po lítico , económico y cultural en
u n sentido de au to rita rism o y tecnocratism o, pobreza y dependencia, desorga­
nización social y cu ltu ral. El estado representativ o y asistencia!, la autorgani-
zación de la sociedad civil y la existencia de derechos individuales y colectivos
reconocidos p ara todos, el desarrollo d e los conflictos sociales en cauces acep­
tados y con m ecanism os de negociación mínim os, y la vigencia d e norm as o
p au tas d e convivencia integradoras de la sociedad constituyen u n en tram ad o
conform ado a lo largo de siglos p ero q u e la histo ria tam bién dem uestra que
es p recario y frágil (citem os com o ejem plo clam oroso los fascismos y las largas
d ic tad u ras en España y P o rtu g a l).
A hora bien, esto no puede conducirnos a conclusiones exacerbadas q u e pre­
te nd ien do ser más radicales y acelerar el proceso histórico conduzcan a la mar-
« Asi por ejemplo el pcr puede mantener su actual política durante mucho tiempo sin
que esto lo conduzca forzosamente al desastre, aunque lo margine como integrante dc una
alternativa política.

Copyrigf
IZQUIERDA V HEGEMONÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 191

g inación del g ueto o a la provocación. D ecir q u e la respuesta a la crisis y a la


involución dem ocrática es prep ararse p a ra u n en fren tam ien to general y vio­
le n to conduce a la retórica im p o ten te o a la acción provocadora (es el caso de
algunos g rupos extraparlam entarios) o bien a dicotom izar u n presente defen­
sivo, a u n q u e se ju stifiq u e com o acum ulación de fuerzas, y u n fu tu ro q u e sólo
se alcanzará cu and o se d en hechos externos q u e n ada tienen q u e ver con lo
p ráctica y los objetivos del presente (tercera g u erra m u n d ial, catástrofe p o lí­
tica y económ ica generalizada, insurrección de las masas p o p u la re s ). Estas
ideas serán u n a tentación p erm an en te p ara la izquierda, sobre to do en m o­
m entos difíciles com o los actuales si n o su p era m itos y fantasm as q ue h an
configurado su pensam iento y estim ulado su acción pero qu e son inciertos y
m uchas veces paralizantes. H ay q u e re in te rp re ta r el pasado hasta hoy d el es­
tado y de la sociedad civil, de la econom ía y d e la cu ltu ra, com o un p rod ucto
d e la lucha de clases y no dc la acción u n ilate ral d e u na clase, pasado que,
salvo m om entos excepcionales, se lee dogm áticam ente com o u n a histo ria de
d erro tas y fracasos, en vez de con cluir q ue, p or ejem plo, el mal llam ado estado
b urgués en la m edida q u e es dem ocrático lo d ebe en g ran p arte a las clases y
a las luchas populares. H ay que desm itificar el concepto de revolución, q u e si
bien tien e u n in d ud able valor d c cam bio p ara a rtic u la r la relació n en tre org a­
nizaciones políticas y bases sociales, tien e u n valor de uso escaso (si en tend e­
mos revolución en el sentido estricto, com o la revolución francesa del 89 o la
rusa del 17) y m an tien e un tip o de expectativas q u e a veces h an sido movili-
zadoras, j)ero o tras paralizantes. H ay q u e p recisar con más rigo r de lo q u e se
hace h ab itu alm en te el concepto y el papel histórico de la clase obrera, que si bien
constituye la fuerza social más capaz de im pu lsar u n proyecto socialista, con
u n nivel de organización política y social más elevado q u e el resto d e la socie­
d ad , no constituye un todo hom ogéneo, está atravesada p o r contradicciones
y fuertes tendencias grem iales, no representa a la m ayoría de la población y
adem ás tiend e a d ism in u ir cuantitativam ente; no es posible in c o rp o rar a u to ­
m áticam ente al mism o concepto a los sectores d e técnicos, cuadros y profesio­
nales asalariados; n o representa necesariam ente u n polo atractiv o p a ra las
clases m edias a pesar de q u e éstas p ueden ser y sentirse o prim idas p arcialm ente
p o r el gran capital; no es p o rtad o ra hoy de u n proyecto de cam bio universal
fuertem en te arraig ad o en la sociedad (en la m edida en q u e la socialdem ocra-
cia tradicio nal h a integrad o sus proyectos en la sociedad existente y el com u­
nism o h a d eb ido ren u n ciar a la viab ilid ad del proyecto identificado con la
U n ión S o v iética). H ay q u e p erd er el m iedo a asum ir la condición d e a lternati­
va de orden en distintos cam pos (el económico, la seguridad pública, la inte­
g ración social, el respeto del derecho, etcétera) y co m b atir d ecididam en te la
doblez o la deb ilidad d e pensam iento (hoy hacemos y decim os esto pero m a­
ñan a. ..) H ay q u e sacar las consecuencias del m étod o dem ocrático y del proyecto
d c cam bio social a través del consenso de la m ayoría, lo q ue significa u n largo
proceso de cam bios q u e debe exprcsai-se y realizarse a través de victorias elec­
torales y en el m arco de instituciones representativas y pluralistas. H ay q u e ed u ­
car a la clase obrera, a las clases populares, sobre el significado y las servidum ­
bres dc las instituciones públicas representativas y ad m in istrativ as q ue no pu e­
JORJJI OüRJA

d en utilizarse de la m ism a form a y con los mismos objetivos que las organiza­
ciones sociales y sindicales de la sociedad civil.
La conclusión: hoy es necesario d esarrollar u n a política de izquierda en las
condiciones de la crisis y en el m arco de las instituciones representativas, que
movilice sobre todo a los distintos sectores d e la sociedad civil sobre la base de
objetivos negociables y alcanzables (que pu eden ser m uy avanzados si se
genera u n a fuerza social suficiente) y es poco ú til, en general, y m otivo de
reacción p ública y social con traria, d e m arg in ació n y d e pasividad p o p u lar,
teorizar u n ilate ralm e n te la hegem onía conservadora y la im potencia presente
de u na izquierda que posee, (¡¡eso sí!!) u n a "v erdad era altern ativ a revolucio­
n a ria " p ara el fu tu ro . E n cam bio, sí es necesario q u e los objetivos concretos
de hoy se integren en u n proyecto global, de contenid o revolucionario en sus
últim as consecuencias, pero viable, "visible", desde hoy.

9. Las reflexiones sobre E u ro pa occidental no son prob ablem en te in útiles para


A m érica L atin a, a u n q u e hay q u e reconocer previam ente q u e las condiciones
señaladas para que la lucha p o r el pod er y el proceso d e transform ación socia­
lista pu ed an traducirse en térm inos de hegem onía (s). pluralism o, revolución
de la m ayoría, alternancias, descentralización del estado, dem ocracia d e base,
etcétera, no se d an en A m érica L atina. F altan excedentes económicos, n o exis­
ten (o son form as que d e hecho excluyen a gran p arte d e la sociedad) las ins­
tituciones representativas, la sociedad civil está disgregada y los grujios sociales
están poco organizados y menos articulados en tre sí. Es decir, parece necesario
un largo proceso de organización po p u lar, construcción de form as dem ocráticas
del estado, desarrollo económ ico generalizado y articulació n (o integración)
sociocultural p ara q u e sean p ertin en tes la m ayoría de las reflexiones de este
trabajo. A u n a riesgo de equivocarnos p o r el esquem atism o inevitab le de estas
n otas conclusivas y p o r el insuficiente conocim iento de la realid ad latino am eri­
cana, nos perm itirem os avanzar algunas hipótesis. E n p rim er lu gar pensam os,
y parece obvio, q u e hay q u e caracterizar com o u n caso específico el de las
dictad u ras asentadas en países relativ am en te pequeños, con estructuras agra­
rias atrasadas y /o organizadas p o r el m onocultivo, cuyos sistemas políticos se
caracterizan p o r u n a dom inación violenta ejercida en beneficio casi exclusivo
de reducidas oligarq uías y castas m ilitares, directam en te vinculadas a u n a po ­
tencia im p erialista ex tran jera , sociedades en q u e las clases trab ajado ras del
cam po y de la in d u stria tien en casi to do en com ún y casi n ad a q u e p erd er y en
q u e las clases medias, n o m uy num erosas, n o en cu en tran escaso sitio en el sis­
tema p o lítico (au n q u e disfru ten de ventajas o privilegios relativos desde el
p u n to de vista socioeconóm ico). Es el caso de las repúblicas centroamericanas,
hoy en plena efervescencia, y en las q u e parecen darse las condiciones p ara la
constitución d e frentes dem ocráticos u n itario s articulados con am plios m ovi­
m ientos d e masas y organizaciones de lucha arm ada p ara realizar, m ed ian te la
insurrección p o p u la r resu ltan te de la com binación de la acción arm ada, de la
lu ch a social y de las cam pañas políticas, u n a revolución política y social en el
sentido estricto. Lo cual no im pide q u e m uchas de las cuestiones plantead as en
IZQUIERDA V HEGEMONÍA EN LOS PAÍSES DE EUROPA DEL SUR 195

este tra b ajo no sean p e rtin e n te s.. . a posteriori, es decir después del triu n fo de
u n a revolución dem ocrática y p o p u lar.
Creem os q u e el caso de los grandes países de A m érica L a tin a , ta n to aquellos
q u e viven b ajo dic tad u ras m ilitares (C ono Sur) com o los q u e m an tien en fór­
m ulas dem ocráticas form ales (a veces tan poco dem ocráticas, u n precarias,
com o C olom bia o Bolivia) es d istin to . H ay u n a tradició n de estado, es decir
u n a institucionalización de la sociedad, relativam ente fuerte. La estru ctu ra
social es com pleja y los d istintos grupos sociales h a n creado form as d e o rgan i­
zación y de expresión propias.44 Si p o r u n a p arte es eviden te q u e en estos
países no se d an las características q u e hem os a trib u id o a los europeos, tam ­
poco parecen existir las “condiciones revolucionarias” p a ra q ue se d e n en ellos
procesos de cam bio com o los q u e están en m archa en C en troam érica (que
adem ás fracasaron ya en los años sesen ta). P rob ablem ente estos países serían
más com parables con E spaña y P ortugal, y en ellos cabe sup on er u n a evolución
caracterizada p o r la progresiva organización social y p o lítica d e las clases p o p u ­
lares y m edias y la p aralela dem ocratización del estado, con prob ables m om en­
tos de en fren tam ien to y de cam bio brusco a lo largo d e u n proceso q u e será
extend ido . In cluso cuand o se d a u n m arco p olítico dem ocrático relativ am en te
consolidado (como existía en C h ile ), la situación es frágil d eb ido a u n a serie
d e causas com o el atraso de u n a parte de las estructu ras sociales (las ag rarias
esp ecialm ente), el escaso excedente económ ico, el carácter an tidem ocrático de
u n a p arte de los aparatos del estado y la p ro b ab le reacción v iolenta de las clases
m edias si ven p elig rar sus pequeños privilegios an te las crecientes d em andas
populares.45 Estos factores explican la precariedad d e este m arco dem ocrá­
tico44 y exigen a los sectores de izquierda u n a g ran p rud en cia p ara ca lib rar sus
fuerzas y n o in te n ta r prom o ver en cam bio u n a reacción social y política q u e
d ará lugar a u n a involución del proceso dem ocrático.47

10. P or ú ltim o quisiéram os, en brevísim as pinceladas, com entar algunos aspec­
tos de la reflexión m arxista en E u ro pa y A m érica L atin a. Se h ab la de crisis del
m arxism o, de au^e d e las ideologías neoliberales, d e fracaso po lítico d e los
44 Hay que plantearse la cuestión de si el populismo ha organizado a las cla«cs populares
cu América Latina. Es indiscutible que lo ha hecho en el plano social, sindical, pero en
cambio no ha realizado esta (unción en el nivel político, a través de las instituciones del
estado. Es decir que el populismo no ha jugado la carta de luchar por la constitución de un
estado pluralista representativo y ha tendido a soluciones políticas de tipo dictadura mili­
tar con contenidos sociales más o menos avanzados y relación lider-masas de carácter cariv
tnático. Sobre el populismo hemos tenido especialmente en cuerna los tralujos de Juan
Carlos Portantiero.
43 Además, la situación de extrema pobreza de gran parte de las clases populares y de
escándalo de las grandes desigualdades sociales provocan reacciones sociales radicales, en
especial en aquellos periodos en los que los sectores populares concretan sus expectativas
y esperan que se realicen sus aspiraciones.
46 Dejamos íuera de nuestra reflexión el caso de México, que constituye un tipo de estado
y de sociedad originales, en la medida en que han nacido de una revolución con fuertes
contenidos populares.
47 En los últimos años la izquierda latinoamericana se ha sometido a una lúcida autocrí­
tica. Véase por ejemplo, el excelente libro de Teodoro Petkoff, Proceso a la izquierda, Pla­
neta, I97C.
JORDI BORJA

análisis d e base m arxista. Creem os q u e desde un p u n to d e vista teórico y


científico, cu ltu ral y académ ico, el m arxism o está, ta n p lenam en te integrado
en la vida intelectual de E u ro pa y de A m érica L a tin a q u e ni pu ed e hablarse
de crisis ni de auge. F orm a p a rte d e todas las disciplinas y d e todas las ex p re­
siones culturales; todo el m u n d o es u n poco m arxista y nad ie pu ede ser sola­
m en te m arxista. P o r esto a veces intelectuales y políticos q u e p o r su pensa­
m ien to y acción h a b ría q u e considerar m uy m arxistas (em pezando p o r M arx)
d eclaran irónicam ente "n o soy m arx ista”, o “soy m arxista, pero tendencia
G ro u ch o ”. D esde u n p u n to de vista político sí hay u n a lin ea discrim inato ria
en tre m arxistas y no m arxistas: el reconocim iento de la lucha de clases y la
p rio rid ad de la organización au tón om a —social y política— de las clases tra ­
bajadoras. Creem os q u e este m arxism o debe caracterizarse p o r u n fuerte rea­
lism o sociológico (para ev itar los trágicos errores a q u e conduce el dogm a­
tism o y el vanguardism o) y p o r u n decidido vo lun tarism o p olítico (p orq ue sin
él n o hay procesos de organización, lucha y c a m b io ).
La teoría y el análisis científico (au n a riesgo de ser pesim istas, com o decía
G ram sci) no pueden servir solam ente p ara in te rp re ta r o p ara “p rev er” el
pasado sino com o gu ía p ara la acción presente y p ara presum ir la evolución
hacia el fu tu ro . P ero la volu n tad debe ser op tim ista puesto q u e la política
de la izquierda revolucionaria en cu a n to a sus objetivos finales es una apuesta,
u n reto a la histo ria, para hacer de ella el resultad o de la acción consciente
de personas libres. Es decir, hacer del pu eblo, de los trabajadores, gobierno,
y reco n stru ir u n a sociedad ig u a litaria y solidaria a través de la socialización
política.
H oy la ofensiva conservadora en el p lan o intelectual preten de desacreditar
al m arxism o a la vez com o teoría p olítica y com o práctica social. En el prim er
caso la peor de las defensas seria la de p reten d er salvar los dogm as y organ i­
zarse alred ed o r de una sabiduría d e m anuales. P o r el co ntrario , hay q ue
acep tar los retos de las críticas e in terv en ir en todos los cam pos del análisis
social, en com petición (colaboración o polém ica) con todas las ideas y mé­
todos. La defensa del m arxism o com o p ráctica social n o pued e consistir ta n to
en la justificación del pasado y d e las revoluciones inacabadas o frustradas
com o en la vinculación d e los intelectuales m arxistas con la acción colectiva
de las clases populares y la intervención en los procesos de lucha y dem ocra­
tización del estado.
En E u ro pa se ha hablado del "in v iern o del socialism o” 4n y gran p arte d e la
in telectu alid ad se h a m argin ado de la vida política para moverse en tre lo
académ ico, algunos m ovim ientos sociales de base y la p rivacidad más estricta.
En A m érica L a tin a los procesos políticos de la izquierda en los ú ltim os vein­
te años h a n provocado u n a p ro fun da crisis d e id en tid ad en tre la intelligentsia
revolucionaria, con escasos m edios de acción p olítica a su alcance.
E n esta situación a n te tod o hay q u e hacer u n esfuerzo de lucidez p ara com ­
p ren d er los po rq ués de los éxitos y fracasos con una perspectiva histórica q ue
n o se lim ite al presente n i al fu tu ro in m ed iato y q u e analice con rigo r el p a­
sado. L a lucidez a veces parece provocadora a los q u e preten d en vivir de las

Artículo de Micliel Bíand, en Le Monde Diplomatique, mayo de 1979.

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I/Q I'IIR P A Y HEGEMONÍA KN I.OS PAÍSES I>1 EUROPA DEL SUR 195
ilusiones <le los dogmas y d e los m itos: son precisam ente ilusiones y m itos los
grandes causantes de los fracasos y los oscurecedores de los éxitos. El realism o
n o es escepticism o n i sacar com o conclusión v ital q u e u no e stá d e v uelta de
todo. "Ya es m ucho q u e vayamos a alguna parte. Estar de vuelta, ¡ni soñarlo!”,
com o decía M achado.^1* A n te la ofensiva conservadora, con sus propuestas
agresivas en favor de la desigualdad y d e la com p etitivid ad a u ltran za, la in te­
lectualidad d e izquierda tien e la g ran responsabilidad de c o n trib u ir a definir
lo q ue debe conservarse y lo q u e debe cam biarse (“¿Conservadores? M uy bien
—decía M airena—. Siem pre q u e n o lo en tendam os a la m anera de aquel sarnoso
q u e se em jjeñaba en conservar no la salud sino la s arn a”) ; de ser elem entos for­
jadores o sistem atizadores de u n a cu ltu ra nacional p o p u la r (en la concepción
gram sciana: indispensable p ara la hegem onía en la sociedad civil) y p artici­
p a r —con sus recursos científicos y cu ltu rales p ropios— en las tarcas d e o rga­
nización de las clases po pu lares y de dem ocratización de las instituciones del
estado.
P ara co ncluir este trab ajo querem os hacer un llam ado al realism o, al an á­
lisis concreto y a la superación del catecism o m arxista. F.I realism o sociológico
y el vo luntarism o político no pueden conform arse con discursos d e principios
y análisis retrospectivos. D u ran te décadas los catecismos nos h a n conducido
a fracasos y catástrofes. P ero en general se h an co n tin u ad o u tilizando: ¡la
culpa siem pre era del adversario! ¡Como si el análisis no lo tuviese q u e pre­
ver y las acción no debiera tenerlo en cuenta! R ecuerdo una anécdota qu e me
contó u n veterano co m batiente com unista en el fren te soviético d u ra n te la
segunda guerra m un dial. Su destacam ento, de pocos hom bres, en u n a operación
de reconocim iento, se encontró con los alemanes. F ueron am etrallados y un
soldado recibió un a ráfaga de m etralla en el estóm ago. C u an d o se retirab an
p ro n to se apercibieron de que el soldado en n in g ú n caso p o d ría llegar hasta el
hospital de cam paña. El oficial decidió o p erarlo inm ed iatam ente y en vivo con
lo único q u e tenía: u n a hoja de afeitar. Así lo hizo. Al p regu ntarle yo cómo
acabó, m e respondió: "¡Se m u rió a las pocas horas, evidentem ente!” ¡En nom ­
b re d e los principios del m arxism o (o del leninism o, etcétera) cuántas o p era­
ciones hem os realizado con hojas de afeitar a p esar de q u e los pacientes se
nos m orían regularm ente! L a culpa n o era ta n to d e los principios, sino del
uso q u e se ha hecho de ellos: no utilizarlos p ara in te rp re ta r y tran sfo rm ar la
realid ad sino p ara su stitu irla.

■•o Amonio Machado: "Confiejo mi escasa simpatía hacia aquellos pensadores que parecen
c?tar siempre seguros de lo que dicen ( .. .) Porque estos hombres en las horas pacificas se
venden por filósofos y ejercen una derta matoneria intelectual que asusta a los pobres de
espíritu sin provecho para nadie; y en tiempos de combate se dreen siempre au dessus de la
m elíe", para añadir: “ Nunca os aconsejare el escepticismo cansino y melancólico de quienes
piensan estar de vuelta de lodo. Es la posición más falsa y más ingenuamente dogmática que
puede adoptarse” (Notas y recuerdos de Juan de Mairena. Prosas, Cuba, Editora del Consejo
Nacional de Cultura, 1966, pp. 396-97).

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LA C R ISIS D E LA H E G E M O N ÍA D E LA B U R G U ESIA ESPAÑOLA.
1969-1979

LUDOLFO PARAMIO
JORGE M. REVERTE

I. ESPLENDOR Y MISERIA DEL CONCEPTO DE HEGEMONÍA

C onstituye u n a n otab le ironía h istória el hecho de q u e, tras una docena de años


d e rein ad o casi indiscutible, el concepto de hegem onía haya sufrido un p rofu nd o
y devastador ataq u e a m anos precisam ente de un o d e los prim eros teóricos q ue
hizo de él u n uso sistem ático, coherente y eficaz. E n efecto, com o nos recuerda
el mism o Perry A nderson en su ensayo “ Las antin om ias de A nto n io G ram sci",
p ublicado e n N ew L e ft R eview ,1 fue la p rim era publicación periódica socialista
en In g la terra —y pro bablem ente la p rim era en cu a lq u ier o tro país fuera d e Ita ­
lia— “en hacer u n uso deliberado y sistem ático del canon teórico d e G ramsci
p a ra analizar su sociedad nacional y d e b a tir un a estrategia política capaz de
transfo rm arla” .2 A nderson subraya igualm ente q u e "el concepto central de ‘hege­
m o nía’, utilizado prim ero com o le itm o tiv de las tesis de la nlr a principios de
los sesenta, h a gozado desde entonces de u n a ex trao rd in aria fo rtu n a” .
D en tro d e aq uel tra b ajo inicial d e la N ew L e ft R eview , cuyos principales
exponentes corresponden a los años 1964-1965, fu ero n T o m N a irn y el prop io
P erry A nderson qu ienes personificaron la utilización del nuevo concepto. El
p rin c ip al texto de A nderson en esta lin ea es su m uy conocido artícu lo “ O rigins
of the present crisis”, q u e fue seguido, a com ienzos de 1966, p o r “Socialism
a n d pseudo em piricism ”, u n a d u ra respuesta a la crítica fo rm ulada po r E dw ard
T h o m p so n a los análisis de la n lr . P ero tam b ién a este periodo pertenece o tro
texto d e A nderson, "P roblem s o f socialist strategy", qu e sintetizaría las posicio­
nes políticas de su au to r en aquellos m om entos, y q u e n o pued e separarse p o r
ta n to de sus análisis históricos y políticos de la form ación social inglesa.
E n este contexto, "L as antinom ias de A nton io G ram sci” representa u n a auto-
critica, doce años después, de las posiciones m antenidas p o r A nderson en una
etap a q u e él caracteriza com o d e "socialdem ocracia de izquierda".* P o r tan to ,
si parece necesario considerar las observaciones de A nderson sobre las am bigüe­
dades y lim itaciones del uso gram sciano del concepto de hegem onía, resu lta im ­
prescindible referirse a ellas en su p ro p io m arco, es decir, com o tom as de posi­
ción en u n d eb ate sobre la vía hacia el socialismo en los países capitalistas

1 Perry Anderson. “Las antinomias de Antonio Gramsci". Cuadernos Potilicos, núm. 13,
México, e r a . julio-septiembre de 1977.
2 Ibid., p. 6.
3 Ibid., p. 20.

[196)

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LA CUIJIS DE LA HEGEMONÍA DE LA RURCUtSÍA ESPADOLA 197

avanzados. Esto n o im plica u na reducción d el alcance del estu dio de A nderson


en cu a n to tra b ajo filológico, sino q u e supone, sim plem ente, record ar q u e este
tra b ajo n o se desarrolla a p a rtir de u n a im posible n eu tralid ad axiológica, sino
sobre la base de prem isas estratégicas m uy precisas.
P a ra A nderson, el síndrom e característico de la socialdem ocracia de izquier­
d a está con stituid o por la creencia de q u e en la sociedad civil se en c u en tra el
nexo estratégico “q u e m antiene la hegem onía capitalista en el seno d e u n a dem o­
cracia política cuyas instituciones estatales no excluyen o rep rim en directam ente
a las masas. E l sistem a se m antien e p o r consenso y n o p o r coacción. P o r lo tanto,
la lab or p rin cipal de los m ilitantes socialistas n o consiste en com b atir co n tra u n
estado arm ado, sin o en la conversión ideológica de la clase o b rera p a ra lib erarla
de la sum isión a las m istificaciones capitalistas” .4
F rente a esta ilusión A nderson subraya el papel de la dem ocracia burguesa
y su ideología en la perpetu ación del consenso sobre el q u e descansa el o rden
burgués, y p ro p o n e u n a estrategia explícitam ente insurreccional p ara los países
capitalistas avanzados. D en tro de esta estrategia la acum ulación d e fuerzas q ue
hace posible el asalto arm ad o al estado se lleva a cabo m ed iante la acción del
“ frente ú nico ”. "L a p roblem ática cen tral del fren te único —el consejo estra­
tégico final de L enin al m ovim iento de la clase o b rera occidental antes d e su
m uerte, el interés p rim ordial de G ram sci en prisió n — retien e p o r ta n to to d a su
validez hoy. N u n ca h a sido históricam ente superada. La necesidad im perativa
sigue siendo g an a r a la clase o b rera antes de q u e p u ed a em pezar a h ablarse de
g anar el p o d er” .5
D en tro de este esquem a todo encaja: el fren te ú n ico p erm ite g an a r a las
masas trab ajad o ras p a ra el socialismo revolucionario, y u n a vez d ad o este paso
es posible llegar a u n a situación de do b le poder en la q u e las masas te n d rá n po r
p rim era vez la experiencia de u n a dem ocracia p ro le taria tangiblem ente su perior
a la dem ocracia burguesa. Desde este m om ento el po der de la ideología de la
dem ocracia burguesa se d erru m ba, y con él el consenso sobre el q u e descansa
la dom in ació n del capital. Se hace posible así la revolución.
L a crítica del concepto d e hegem onía q u e se realiza desde estas prem isas
estratégicas se cen tra en la idea de u n a oposición en tre el estado y la sociedad
civil a la q u e correspondería, a su vez, la oposición coerción/hegem onía. L a
identificación, en Gram sci, d e estas dos oposiciones co nd uciría fatalm en te a u n a
estrategia de g u erra de posiciones q u e sería u n a inconsciente refo rraulació n de
la “g u erra de desgaste” propuesta p o r K autsky com o altern ativ a a la huelga
de masas (en su polém ica de 1910 con R osa L uxem burg). L a g u erra d e posicio­
nes deb ería verse com o el resultado de u n a m ala am pliación teórica de u n con­
cepto correcto y presente en los escritos d e prisió n de G ram sci (el concepto de
frente único, precisam ente), y conduciría, ind ep end ientem en te de la v olu n tad
revolucionaria de G ram sci, al reform ism o. M ás aún* co nd uciría a las posiciones
de la ya d en u n c iad a socialdem ocracia de izquierda: " la idea de u n a g u erra de
posición ten d ía a im plicar q u e el tra b a jo revolucionario de u n p a rtid o m arxista
consistía esencialm ente en la conversión ideológica de la clase o b rera” .6
< Ibid.,
# Ibid., p. 57.
® Ibid., p. 55.
19 8 I.UDOl.FO PARA M IO/JORGE M . RE VI RTF.

Es curioso observar q ue pese a la general invocación a G ram sci po r parte


de los eurocom unistas, el provocativo y p en e tran te ensayo d e A nderson ha reci­
bido m ucha menos atención q u e las famosas declaraciones de A lthusser sobre la
crisis del m arxism o o q u e los no m enos notorios ensayos de Bobbio sobre la exis­
tencia o inexistencia de una teoría m arxista del estado. Hay sin em bargo dos
críticas q u e m erecen especial atención. I.a prim era, fundam entalm ente política,
es la de G eoff H odgson, m ilitan te de la izquierda laborista inglesa, q u ien ha
señalado q u e la consigna del fren te único d ifícilm ente p odría su stitu ir a u na re­
flexión en p ro fu n d id a d sobre los problem as de la neutralización desde dentro
del a p a ra to represivo del estado. H odgson hace hincap ié en las posibilidades q ue
ofrecen los m ecanism os dem ocráticos (burgueses) para esta tarea, siguiendo una
línea d e razonam iento m uy sim ilar a la esbozada p or M iliband, T h e rb o rn o
Poulantzas.
(Cabe señalar, siguiendo esta línea d e razonam iento, q u e es central a todo
el argum en to de A nderson la idea d e u na ru p tu ra pu n tu a l y única del ap arato
del estado capitalista, generalización de la experiencia rusa q u e parece difícil­
m ente sostenible en la perspectiva d e los países capitalistas avanzados: más
previsible resulta la idea de ru p tu ra s sucesivas q u e im p liq uen u n proceso de
transform ación del carácter de clase del estado. Ésta sería la hipótesis eurocom u-
nista presente en Poulantzas o C laud ín . po r más q u e A nderson la considere in*
com patible con “el dogm a m arxista fu nd am ental de la u n id a d política del estado
burgués”.7 T odos los dogmas, incluso los m arxistas, pueden ser falsos, y con
frecuencia notable lo son.)
U n a segunda crítica, en apariencia m ás teórica, pese a q u e sus consecuencias
políticas n o sean dem asiado opacas, es la de Carlos Pereyra. qu ien , haciendo h in ­
capié en el carácter artificioso de la correspondencia q ue A nderson cree encon­
tra r en la obra de G ramsci en tre los pares estado/sociedad civil y coerción/hege-
m o n 'a, señala q u e "el estado es un a p a ra to represivo y, a la vez. g enerador de
consenso y fuen te de hegem onía [ ...] G ram sci recu rre, pues, a la expresión
‘hegem onía política’ ju sto po rq u e no ubica la dirección hegem ónica solam ente
en la sociedad civil, ya q u e tam bién la ejerce el a p a ra to estatal. Algo sem ejante
ocurre con la coerción; [ . .. ] si bien es cierto q u e el estado p reten de arrogársela
en exclusiva, la realid ad histórica m uestra los lím ites d e esta pretensión. En todas
partes, en diferentes coyunturas, es fácil ad v e rtir la existencia de organism os en
el in terio r de la sociedad civil cuyo com etido es estrictam ente funcionar como
instrum entos de coerción”.* P robablem ente sería posible ir más allá, y, aceptan­
d o con A nderson qu e "el térm ino ‘sociedad civil’ sigue siendo u n concepto
práctico-indicativo para designar a todas aquellas instituciones y mecanism os que
q u ed a n fuera de las fronteras del sistema estatal pro p iam en te” se p odría afir­
m ar que la "sociedad civil" incluye todas las relaciones q u e podríam os llam ar,
p arafraseando a F oucault, de coerción capilar: ¿se puede sostener seriam ente la
inexistencia de coerción en el seno de la fam ilia o de la escuela?
Si aceptam os entonces qu e ta n to en la sociedad civil como en el estado (en
cu a n to partes d e u n m ism o sistem a d e dom inación) coexisten hegem onía y coer-
1 Ibid., p . 29.
8 Ibid., p . 72.
• Ibid., p. 27.

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LA CRISIS DE LA HEGEMONÍA DE LA BURGUESÍA ESPASOLA 199
ción, la lectura q ue A nderson hace de Gramsci se revela insuficiente en sus
aspectos positivos, como fuente de proposiciones teóricas, incluso au n qu e se
ad m ita que constituye una buena lectura de las lim itaciones del discurso grams-
ciano, lo cual deberfa ser objeto de o tra discusión.
U na vez más, es notable q u e A nderson haya em prendido este cam ino para
la revisión de sus posiciones gram scianas de 1964-1965. N o se tra ta de qu e éstas
no ad m itieran u n a crítica: la pro p ia argum entación de T ho m p son en su ensayo
" T h e peculiarities of th e English” contiene brillantes intuiciones e ilu m in a con
frecuencia los puntos más débiles de los razonam ientos de A nderson y N airn. Lo
q u e sorprende es que A nderson no haya seguido otra posible línea de argum en­
tación autocrítica: más precisam ente, la línea abierta p or Nicos P oulantzas en
su artículo sobre “ La teoría política m arxista en G ran B retaña". En este texto,
publicado originalm ente en el núm . 43 (1967) de N ew L e ft R eview , Poulantzas
revisaba críticam ente la polém ica en tre A nderson y N airn, po r u na parte, y
T hom p so n , p or otra, sobre el carácter de la form ación social inglesa y sobre la
hegem onía (feudal o burguesa) en el seno de su bloque do m inante. Respecto a
las posiciones de A nderson y N airn, Poulantzas desarrollaba una crítica de su
reducción de la hegem onía a un fenóm eno ideológico, reducción q u e im plicaría
el recurso a la problem ática lukacsiana de la conciencia de clase. Así nos dice
Poulantzas, " la constitución del proletariado en clase hegem ónica se reduce a su
estructuración en 'clase para sí’, con u n a concepción del m un d o p ro p ia” .10
El centro de la crítica de Poulantzas se refiere al problem a de la hegem onía
d en tro del bloque d om inante en G ran B retaña, y su análisis le lleva a posiciones
próxim as a las de T ho m pson: “ En G ran B retaña [ . ..] es al com ienzo la clase
burguesa —com ercial— y luego las fracciones burguesas propiam ente dichas
—industrial y financiera— quienes constituyen la clase o fracción hegemónica,
a pesar de las supervivencias feudales del estado y de los caracteres aristocrá­
ticos de la ideología dom inante. Los intereses específicos de la clase burguesa se
constituyeron políticam ente y representaron objetivam ente los de la 'aristocracia’.
E n ese bloque en el poder y con relación al estado la aristocracia es sólo u na
'em pleada’ de la burguesía." 11
Según esto, el erro r de A nderson y N airn sería suponer q u e “ una clase d o­
m inante en el terreno económico-social [ . ..] sólo podría ser 'po líticam ente' dom i­
n an te en la m edida en que la superestructura estatal fuese 'in m ed iatam en te' pro ­
ducida p o r la praxis-conciencia de esta clase. En ese contexto, ninguna autonom ía
propia puede ser reconocida a esas superestructuras." 12 Pero lo más interesante
desde n uestra perspectiva no es la crítica de las posiciones de A nderson y N airn,
sino la caracterización positiva q ue Poulantzas realiza del concepto d e hege­
m onía.
E ntiendo el "b loque en el poder" como una u n id a d contradictoria, "la hege­
m onía designa la estructuración objetiva de los 'intereses' específicos de u na clase
o fracción como representativa de un interés político general d e las clases o frac-

Nicos Poulaimas. “ La teoría política marxista en Gran Bretaña", en Hegemonía y domi­


nación en el estado moderno, Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente núm. 48, 1975
(3ra. ed.).
l l Ibid., pp. 127-128.
i* Ibid., p . 117.

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200 LUDOL ÍO PARAM IO/JORCE M . REVERTE

d o n e s en el poder, a pesar de sus contradicciones profundas: la ideología dom i­


n a n te es así sólo uno de los aspectos d e esta organización de la clase o fracción
hegem ónica”.18 Así, la conquista de la hegem onía p or el p roletariado supone “la
constitución verdaderam ente política de los intereses ‘específicos’ objetivos de la
clase o brera en interés general real d e todos los trabajadores, a pesar de sus d i­
vergencias particulares: constitución en la q u e la form ación ideológica de la
clase o b rera sólo concierne a u n o de sus aspectos” .14
Si aceptam os esta form ulación, la hegem onía deja de ser u n p u ro fenóm eno
de conversión ideológica de la sociedad civil, com o parecía serlo en los análisis
de A nderson y N a im de 1964-1965, y tam poco pued e ser considerada u n fenó­
m eno ex terio r al estado: p o r el co ntrario , la relación q u e u n a clase o fracción
m an tien e con el estado es fu n d am en tal en el asentam iento de su hegem onía. ¿Por
q u é A nderson no ha utilizado este cam ino de revisión del concepto en vez de en ­
cerrarse en el callejón sin salida d e la do ble dicotom ía estado/sociedad civil y
coerción/hegem onía? Se p u ed e supon er q u e la razón es q u e n o se pro po ne
c o n stru ir u n concepto operativo de hegem onía, sino reco n stru ir el uso de este
concepto p o r Gram sci. P ero p ara quienes creemos q u e la do ble dicotom ía citada
ofrece u na im agen g ravem ente d eform ada del pensam iento de G ramsci, resulta
inev itab le la sospecha de q u e el ensayo de A nderson paga u n elevado precio
p o r la previa tom a de posición política d e su au to r. L a au tocrítica de A nderson
se tran sform a en u n ajuste de cuentas con el pensam iento de G ramsci, y a tra ­
vés d e él con el reform ism o contem poráneo, eurocom unista o socialdem ócrata.
Ésta es u n a intención política legítim a, pero su resultado teórico n o es convin­
cente.

II. HACIA UN CONCEPTO OPERATIVO DE HEGEMONÍA

L a razón fund am ental p ara el m a ntenim iento del concepto de hegem onía como
in stru m en to teórico no p u ed e ser ya, a estas alturas, el sim ple respeto a la figura
de A n to n io G ramsci. H ay dos razones más inm ediatas: la prim era, po r cierto,
es la señalada p or A nderson: el deseo de enco ntrar un lenguaje nuevo (hege­
m onía, g u erra de posiciones) q u e legitim e los proyectos políticos actualm ente
m ayoritarios en el seno de la izquierda, proyectos q u e, hab ien d o aban d o n ad o la
h ipótesis insurreccional, difícilm ente p ueden ser expresados en el tradicional
leng u aje leninista. A nderson valora negativam ente estos proyectos, subrayando
su escasa novedad teórica, su co n tin u id a d con respecto al p ensam iento de Kaut-
sky o al austrom arxism o. Pero se pued e p ensar q u e la falta d e o rig in alid ad no
im plica necesariam ente esterilidad política, y q u e los cam bios en la co yu ntura
política desde los años veinte hasta los años ochen ta pu eden su po ner q u e p ro ­
puestas teóricas análogas conduzcan a resultados políticos distintos. Así, el re­
conocim iento del aband on o de la hipótesis insurreccional como origen del auge

i* Ibid., p. J27.
n Ibid., p. 131.

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LA CRISIS DF. LA HEGEMONÍA DE LA 8URCUESÍA ESPADOLA 201
de la term inología c^amsciana no debe entenderse necesariam ente com o un
arg u m ento en contra de éste.
P ero hay o tra razón p ara el uso del concepto de hegem onía, y es u n a razón
plen am en te positiva. S ituado este concepto en u n a perspectiva como la esbozada
p o r Poulantzas, es decir, en u n a perspectiva q u e no sea estrecham ente ideolo-
gista, revela u n a ex trao rd in aria fuerza teórica p or su capacidad p ara vin cular
en tre sí los planos de la ideología, la econom ía y la política. N o se tra ta de
aceptar la fam osa escisión trip a rtita de la realidad en instancias, sino de reco­
nocer la existencia de tres niveles de análisis distintos, q u e en el análisis de u na
co yu n tura concreta exigen ser articulado s en u n a u n id a d teórica. Éste es el papel
teórico fu n dam ental del concepto de hegem onía, y ésta es la fecundidad esencial
d e la o b ra de Gram sci, com o h a señalado J u a n Carlos P o rtan tiero en su ensayo
sobre “G ram sci y el análisis de co y u n tu ra”.
Es precisam ente el pro pio P o rtan tiero q uien ha realizado un o d e los más
notables análisis políticos basados en el concepto de hegem onía ("Econom ía y
política en la crisis arg en tina, 1958-1973”). E n una línea sim ilar se preten de
desarro llar el análisis q u e sigue, y q u e a su vez se basa en dos in ten to s anteriores
p o r nu estra p arte de com prender la evolución del estado en España, desde la
guerra civil, incluyendo la crisis final del franquism o y el fracaso del m ovim iento
ob rero en »u in ten to po r establecer u n a nueva hegem onía d u ra n te el proceso de
transición a la dem ocracia. A ntes de a b o rd ar el análisis pro piam en te dicho, es­
bozarem os algunas hipótesis teóricas sobre las q u e aq uél se articula.
P artien d o d e la definición de hegem onía d ad a p or Poulantzas, podem os dis­
tin g u ir los siguientes aspectos de la hegem onía de u n a clase (o fracción): 1] la
estru ctu ración de sus intereses objetivos como intereses del co n ju n to de clases
o fracciones q u e com ponen el bloqu e sobre el q u e se ejerce la hegem onía (n or­
m alm ente, el blo qu e en el pod er o b lo qu e dom inante); 2] la expresión política
de estos intereses a través del estado; 3] la constitución de una visión del m u nd o
q u e inform a a toda la form ación social y según la cual la clase o fracción hege­
m ónica aparece com o represen tativa (ideológicam ente) de los intereses generales
(nacionales).
Veamos estos tres elem entos. El prim ero im plica, según la conocida form u­
lación de G ram sci en los Q u a d em i d el carcere, “ la conciencia de q u e los pro ­
pios intereses corporativos, en su desarrollo actu al y fu tu ro , sup eran los lím ites
de la corporación de g ru p o p u ram en te económico y pu eden y d eben convertirse
en los intereses de otros grupos subordinados” (qc, p. 1584; N otas sobre Ma-
quiavclo, p. 57). De o tra form a: “ El hecho d e la hegem onía presupone in d u d a­
blem ente q u e se tien e en cuen ta los intereses y las tendencias de los grupos sobre
los cuales se ejerce la hegem onía” (qc, p. 1591; Notas sobre M aquiavelo, p. 40).
Es evidente q u e esto tiene dos aspectos: el prim ero es el de la superación
d el corporativism o, q u e debe ser su stituid o p o r la asunción de los intereses más
generales de la clase hegem ónica y de los grupos sobre los q ue se ejerce la hege­
m onía. El segundo, estrecham ente vinculado con el anterior, im plica la adopción
d e u n m odelo “económ ico” en el q u e se en c am an estos intereses generales del
blo q u e d o m in an te (o ascendente, en el caso de la luch a de la clase o b rera p or
la hegemonía).
El segundo elem ento se refiere a la expresión política d e dichos intereses.
202 I.UDOLFO PARAM IO/JORCE M . REVERTE

C on razón señala G ramsci q u e la superación del corporativism o supone " la fase


más estrictam ente política, q u e señala el n eto pasaje de la estructu ra a la esfera
d e las superestructuras com plejas” (qc , p. 1584; N otas sobre M aquiavelo, p. 57).
A hora bien, este pasaje requiere el establecim iento de u n vínculo de representa­
ción q u e traduzca en el plano de la política la acción social de la clase o fracción
hegem ónica o asp iran te a la hegem onía. Pues se debe recordar q u e n o existe un a
proyección biunívoca entre las clases y grujios sociales y las fuerzas políticas,
sino que la au tonom ía de lo político supone una verdadera transform ación/de-
form ación del m apa de clases en la esfera política: véase el caso obvio del apoyo
o brero a p artidos conservadores o claram ente fascistas.
En este sentido debe hacerse una im p o rtan te observación: el vínculo de re­
presentación no tiene p or q u é ser un vínculo ex ante, establecido p or ejem plo
m ediante m ecanism os de afiliación lib re o de sufragio universal. P or el con­
trario. puede tratarse de un vínculo ex post, en el q u e u n a clase identifica a u n
d eterm in ad o segm ento de la élite política com o su representación en v irtu d de la
actuación de facto d e aquél en la escena política. Esto qu iere decir, concretam en­
te. que un régim en dictatorial no es necesariam ente u n obstáculo para la existen­
cia d e u n a clase o fracción hegem ónica: si bien es frecuente q u e u n a crisis de
hegem onía condu/ca al establecim iento de un régim en dictato rial, la persistencia
de éste no im plica necesariam ente q ue la crisis de hegem onía siga abierta. Com o
hem os señalado en o tro lugar, y rom o a q u í asum irem os en cu a n to hipótesis, la
burgués a financiera asentó su hegem onía en España d u ra n te el ráp id o desarrollo
económ ico de los años sesenta.
El tercer elem ento d e la hegem onía es el estrictam ente ideológico, y es éste el
q u e desem peña un papel fu nd am ental en los análisis idealistas (auto) criticados
p o r A nderson, análisis según los cuales la batalla ideológica y cu ltu ral seria la
clave para la transform ación de la relación de fuerzas en tre las clases. Es im-
p o rta n te subrayar, no obstante, que este elem ento es tan im prescindible com o los
anteriores para el asentam iento de la hegem onía de un a clase, y q u e si no de-
liemos sobreestim arlo tam poco podem os caer en el erro r opuesto. La raíz de u n
análisis m aterialista de esta cuestión po dría estar, como ap u n ta Poulantzas en su
referencia al caso inglés, en el problem a de la em ergencia d e intelectuales orgá­
nicos de la clase q u e aspira a la hegem onía. U na vez más, la intu ició n de Gramsci
p od ría ser correcta.

111. LA CRISIS ORGÁNICA DE LA BURGUESÍA ESPAÑOLA, 1969-1979

N u estra hipótesis inicial es q u e la fracción de la burguesía q ue podríam os ca­


racterizar como capital financiero establece su hegem onía en España en el pe­
río do 1959-1969, y q u e desde 1969 se ab re u n a grave crisis de hegem onía en el
bloq u e d o m in an te q u e sólo con las elecciones generales de 1979 parece haberse
cerrado. Esta crisis de hegem onía pued e caracterizarse como u n a crisis orgánica
p or el hecho de q ue el factor d o m in an te en ella es la inexistencia de u n a repre­
sentación eficaz en el gobierno del estado de algu na de las clases o fracciones del
bloque d om inan te qu e pueden asp ira r a la hegem onía.

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LA CRISIS t)K I.A IIF Í.IM O N I a I»E I.A BURGUESÍA FSPA&OtA 205

Se req uieren algunas aclaraciones previas. Al singularizar al capital fin a n ­


ciero com o fracción hegem ónica pretendem os subrayar q ue el desarrollo indus­
trial de la España de los sesenta se realiza b ajo la ab ru m ad ora p repo nd erancia
del capital bancario, lo q u e supone una real fusión de am bos; fusión tan notable
como para q u e el m ism o gobierno elabore en 19f>9 un proyecto de ley de incom ­
patibilid ad es bancarias que preten de frenarla cu ando menos a nivel personal.
C on palabras de R am ón T am am es, "las interconexiones banca p riv ad a-in du stria
de base [ ...] se configuran norm alm ente com o agrupaciones de em presas q u e sin
u n a form alización ju ríd ica especial se sitúan en torn o a un gran banco m ixto qu e
actúa como cabe/a del ‘g ru p o financiero*. El banco cabeza del gru po realiza fre­
cuentem ente u n a política d iscrim inatoria en la concesión de crédito, en favor
de las em presas pertenecientes a su grupo. Y hasta cierto p u n to tam bién es el
banco el q u e de form a más o menos d irecta decide el desarrollo de las inversio­
nes de las sociedades integrantes del g ru po ." 15
Así, la expresión capital financiero p retend e ind icar en este caso: 1] q u e la
fracción terraten ien te de la clase d o m inan te ya no es p rep o n d eran te en el p la n o
económ ico y no pu ed e aspirar a la hegem onía; 2] q ue el capital indu strial q u e se
desarrolla vertiginosam ente en los años sesenta se h alla bajo la tu tela del capital
bancario, en lo q ue podríam os llam ar u n a etap a de infancia económ ica y política,
y carece de la au tonom ía precisa para aspirar a la hegem onía; 3) q u e el cap ital
ban cario no debe ser considerado aisladam ente respecto al d esarrollo ind ustrial,
sino precisam ente en relación con éste, contro lán do lo y, en cierta m edida, fusio­
nado con la creciente fracción industrial de la burguesía.
Pues bien, la fracción q u e así caracterizam os com o capital financiero esta­
blece su hegem onía en los años sesenta po r cu an to el desarrollo económ ico q u e
ella im pulsa beneficia al con ju n to de la clase do m inante, |>orque consigue ade­
más establecer u n vínculo de representación con el gob iern o de los tecnócratas
(los famosos técnicos del O pus Dei), y. p o r ú ltim o, porq ue la ideología desarro-
llista se convierte en d om inante, en am ortiguador de los conflictos en tre las
clases, y presenta al capital financiero com o p orta d o r de u n proyecto nacional
de m ejora y crecim iento. Es im p o rtan te tener en cuenta q u e los trabajadores
o b tien en beneficios reales del desarrollo económico, a u n q u e sea al alto precio
de la em igración o con salarios inferiores al resto de E uropa. La elevación del
nivel de vida de los trabajadores en los años sesenta es un hecho in d ud ab le que
explica q u e p aralelam ente a la reconstrucción del m ovim iento o b rero se pro ­
duzca una superación del clim a de guerra civil que había persistido en los años
cincuenta. Sólo la hegem onía ideológica del desarrollism o explica la liberaliza-
ción del régim en entre 1962 y 1967: los conflictos de clase no ad q uieren en estos
años u na dim ensión explosiva.
H asta 1969 se lib ra una sorda lucha en la cum bre del a p a ra to de estado en tre
los tecnócratas vinculados al O pus Dei y los burócratas del M ovim iento, el
a p a ra to po lítico heredero del falangismo. La ideología desarrollista y consumista
desplaza en las zonas urbanas de España a la ideología nacionalsindicalista, y,
con la legitim ación que la nueva ideología les otorga, los tecnócratas em prenden
la lucha p or el control exclusivo del poder. Esta lucha desem boca en la form a­
ción del llam ado gobierno "m onocolor” en octubre de 1969.
15 Ramón T3mamc*, ¡.a República. La era de Franco. Madrid, Alianza, 1973, p. 378.
£04 LUDO L ÍO PARAMIO/JORGE M . REVERTE

El asu nto M atesa, u n escandaloso caso de estafa al q u e se h allan vinculados


m ás o m enos d irectam en te varios personajes de la tecnocracia, es utilizado p or
F raga Irib a rn e —entonces aliado del sector falangista— p ara in te n ta r d e rrib a r
d el gob iern o a los hom bres del O pus D ei. Su in ten to fracasa b ru ta lm e n te —el
d ic tad o r es poco am igo de q u e la ro p a sucia se lave en púb lico — y los "teenó-
cratas”, q u e d u ra n te toda la década h a n gozado sin d u d a de preem inencia en la
cum bre del a p a ra to de estado, se convierten en este m om ento en la fuerza a b ru ­
m ad oram ente m ayoritaria d en tro del gobierno. L a cuestión es que, paradó jica­
m ente, el triu n fo de los tecnócratas significa tam bién la ru p tu ra del vínculo de
representación ex post establecido en tre ellos y el capital financiero, abriéndose
así la crisis orgánica de la burguesía.
E l auge económico, el “ m ilagro español”, m an tenid o d u ra n te casi toda la
década, h ab ía llegado en 1969 casi a su final. La dism inución de la tasa de
ganancia era u n a tendencia que se desarrollaba a ojos vista, m ientras el em puje
y la co m batividad d e las clases d om inadas crecían en form a constante. P ara las
fracciones más esclarecidas de la burguesía, aparecía com o algo im prescindible
la realización de dos tareas en el corto plazo: la instauración de u n régim en más
ab ierto, representativo de los d iferentes sectores que co nstituían el blo qu e e n el
poder, capaz d e em prender de nuevo la av en tu ra de la legitim idad, del m anteni­
m ien to del sistema de dom inación, y, en segundo lugar, la transform ación de las
bases del sistem a económico, d e m anera q u e la econom ía española se fuera acer­
cando progresivam ente a las form as de lo q u e se consideraban los "m odelos ten-
denciales” p ara España. En suma, la construcción d e u n sistem a económ ico más
próxim o a los del área europea, capaz de b rin d a r a las clases do m inantes la po­
sibilid ad d e estru cturarlo en función de su au tén tica im portancia relativa, y ca­
paz asim ism o de ofrecer u na salida in teg rado ra hacia las clases dom inadas.

El gobierno nacido de la crisis d e 1969 no está en condiciones de ab o rd ar estas tareas,


y ello por varias razones: económ icam ente el acrecentado peso de los hom bres del O pus
Dei significa un en deu d am iento del ap arato d e estado a un sector muy reducido den tro
del capital financiero. Política e ideológicam ente, el nuevo gobierno se halla bajo la
égida del alm irante C arrero Blanco, un hom bre fuertem ente reaccionario, incapaz de
em prend er o rean u dar u n a u r e a de liberalización capaz de ensam blar al franquism o en
la com unidad europea. P o r todo ello, el nuevo gobierno supone n n dram ático paso
atrás en la tarca de búsqueda de u n a solución d e c o n tin u id ad al franquism o.

Esta au tén tica involución del régim en fran qu ista n o era, po r supuesto, ca­
sual: la burguesía había o p ta d o m uchos años antes p o r la renu ncia a la represen­
tación a cam bio de la seguridad de q u e el sistem a se m a n ten d ría en pie. El
estado franqu ista, fru to de esta necesidad, pasaba la factura al aprendiz de b ru jo
d an d o fe de su capacidad de autonom ía. L a im posibilidad d e ofrecer a las clases
populares un progresivo bienestar económ ico (en m edio d e u n a crisis económica
ya visible) obligaba a fortalecer el a p a ra to represivo, de m odo q u e fuera capaz
d e co ntener la ofensiva d e la clase obrera y dem ás sectores subordinados. La
m an iob ra era conducida por el delfín de Franco, C arrero Blanco, q u ien repre­
sentaba el papel de B on ap arte en el in ten to de d a r c o n tin u id a d a u n régim en en
plen a y m ortal agonía.
E n diciem bre d e 1973, la organización e t a hacía v olar por los aires al delfín.
LA CUIJIS DE LA HEGEMONÍA DE LA BURGUESÍA ESPADOLA 205

La posib ilid ad de u n franquism o sin Franco q u ed ab a d efinitiv am ente cerrada.


P ero si este hecho dejó anonadados a algunos sectores del cap ital, h ab ia algo
más p reocup ante a u n p ara la burguesía en su co njun to : el tiem po p erdido
desde 1967/1969 hasta esa fecha parecía difícil de recuperar. La burguesía espa­
ñ o la carecía de mecanism os políticos, de cauces de representación orgánica, y
era im posible im provisarlos de u n d ía p ara otro. E n el mism o año 1978, la
subida de los precios del petró leo sacudía con u n a fuerza in u sitad a to do el sis­
tem a económ ico occidental, poniendo al descubierto la urg ente necesidad de
in tro d u cir cam bios sustanciales en la organización de la producción. El carácter
estructural d e la sacudida no pasó in adv ertido p ara nad ie desde el p rim er m o­
m ento. Sin em bargo, una reacom odación d en tro del sistem a exigía u n a ráp id a
capacidad de actuación p a ra la q u e estaba incapacitada la burguesía española
po r la necesidad previa de read ecuar el sistema político de d om inación a los
cam bios sociales, y las lim itaciones im puestas p o r la existencia de un a clase
o brera em barcada en u n a serie de m ovim ientos reivindicativos desconocidos en
los cu arenta años de existencia del régim en.
E n este sentido, la estrategia de los sucesivos gobiernos an te la crisis fue
desde su origen más política q u e económ ica. En otras palabras, los equipos m inis­
teriales q u e se suceden desde fines de 1973 n o se deciden en n in g ú n m om ento
a to m ar m edidas claram ente estabilizadoras. D u ran te la etap a en q u e B arrera de
Irim o estaba al frente del M inisterio de H acienda, la estrategia consistió en re tra ­
sar la en trad a de la crisis a la espera d e q ue u n a providencial reactivación de
la econom ía m u n d ial tirara d e la econom ía española hacia arrib a. Com o conse­
cuencia, las m edidas deflacionistas b rillan p o r su ausencia.
El fracaso de las predicciones sobre la reactivación m u n d ial tra jo consigo
u n a pérdid a de divisas más q ue considerable y tasas d e inflación m uy superiores
a las del resto d e los pa'ses desarrollados. La sustitución de B arrera de Irim o p or
o tro hom bre ligado a la em presa pública, R afael C abello de A lba, n o supuso
n in g ú n cam bio en la instru m entación de la política económica.
Es entonces cu ando se produce, tras la m u erte de Franco en noviem bre de
1975, el ú ltim o in ten to de salida a u to rita ria con alg un a viabilidad: el gobierno
Arias-Fraga, con V illar M ir al frente de los asuntos económicos. R ep resentante
del sector más reaccionario del capital financiero, este m inistro realiza los p ri­
meros intentos estabilizadores de la econom ía, basados fundam en talm en te en l:t
contención de los salarios (con la inestim able ayuda de la policía de M anuel
Fraga Iribarne). I.a contención de salarios h ab ría de realizarse paralelam ente a
la atracción de capital ex terio r en form a de créditos masivos garantizados por
el estado, de m odo q u e el control de los salarios y la disp on ibilidad de u n a
co b ertu ra exterio r im p o rtan te p erm itieran ag u a n tar con tra n q u ilid ad la tem ­
p estad q u e a ú n se preveía larga.
En enero y febrero de 1976, una larga serie de huelgas liq u id a el proyecto
d e V illar, m ientras la inflación se agudiza tam bién po r la difícil situación exte­
rio r de la peseta. Las pretensiones de todos los gobiernos surgidos desde la
m uerte d e C arrero Blanco en el sentido d e conseguir u n a m ejora de la tasa de
g an an cia q u e perm itiera reactivar la inversión se ven así condenadas al fracaso;
fracaso q u e tiene vertientes políticas evidentes.
El "ajuste d e cuentas” pendiente en el seno del b lo q u e d o m in an te se aplaza
LL'DOI.K) PA RAM IO /JO W .I M . RI.V lftTt.

con stan tem ente p ara é|xxas m ejores en q u e la estabilidad política no esté tan en
juego. L a m uerte de Franco lleva a la burguesía a acentuar a ú n más esta postura
defensiva, cerrando filas a la espera d e tiem pos mejores. P ara el verano de 1976,
el fracaso del tím id o reform ism o del presidente A rias es evidente. A dolfo Suárez,
j>or elección directa del rey Juan Carlos, asum e los poderes y abo rda de forma
d irecta u n proceso q u e altera las prioridades: se tra ta de reco nstitu ir la legiti­
m id ad «le! régim en m onárquico, recon struir el bloq ue burgués para, posterior­
m ente, a b o rd ar los temas económicos.
El proyecto de Suárez o btiene u n im p o rtan te éx ito inicial: el referéndum
p ara la reform a política es un a clara victoria del gob iern o a n te una oposición
a tad a de pies y manos. O b tenid a la victoria en esta área, el gobierno de Suárez
se dedica a p o n er parches e n la situación económ ica m ien tras se p rep aran las
elecciones. Los gabinetes económicos son ocupados ya po r hom bres q u e rep re­
sen ta n d irectam ente al capital financiero: Carriles, Lladó, etcétera, quienes ins­
tru m en ta n políticas económicas destinadas solam ente a g an ar tiem po: el pacto
p olítico en las alturas se ha conseguido.
Sin em bargo, la jugad a de Suárez tropieza in icialm ente con grandes d ifi­
cultades en el seno del pro p io blo qu e do m in ante. El q u e luego sería m inistro
p ara asuntos económicos, E nrique Fuentes Q u in ta n a, afirm aba meses más tarde
q u e la clase em presarial española no se hab ía puesto a ton o con la dem ocracia y
q u e había apostado po r u n m apa electoral q u e no se había efectivizado. Efec­
tivam ente, el 15 de ju n io , los sectores más im po rtan tes del gran capital apoyan
descaradam ente la altern ativ a a u to rita ria encabezada po r Fraga Irib a m e, Suárez
juega arriesgando más y, hábilm ente, consigue resultados inesperados para su
conglom erado de partidos, la U nión de C entro D em ocrático, a la q u e afluyen
m asivam ente los votos de la pequeña burguesía y d e am plios sectores campesinos.
1 .a d erecha, el capital, se divide en to rn o a dos opciones en el terreno del cam bio,
q u e pueden caracterizarse p o r su visión de la dem ocracia. P ara aquellos q u e
apoyan la opción fraguista d e A lianza P opular, cu alqu ier am pliación de las
libertades, de los derechos sindicales y políticos, significa u n recorte de sus pro ­
pios derechos em presariales. Para la o tra opción, la q u e apoya a Suárez, la ad o p ­
ción de u n m arco d e libertades políticas supone la posibilidad d e reconstruir una
legitim idad y, con ello, d e conseguir la integración d e las capas m edias en el
nuevo proyecto de dom inación. 1.a inexistencia de form as d e organización b u r­
guesas obliga al capital a elegir en tre dos opciones com pletam ente autónom as: la
o]KÍón K aram anlis. representada po r Fraga, y la escogida po r la corona (po r­
ta d o ra a la vez d e la legitim idad del cam bio dem ocrático y la franq uista en un
ex trañ o equ ilibrio) en la persona de Suárez, cuyas intenciones son las de in stau ­
rar un régim en a b ie rto en lo político y claram ente reaccionario en lo económico.
A quí es preciso detenerse un m om ento para resaltar una característica de
la opción suarista: la elección de Suárez se corresponde perfectam ente con los
h ábitos franq uistas de auton om ía en lo político con respecto a los deseos de la
clase q ue el régim en apoya, que sostiene el sistema d e dom inación. Suárez es un
h o m bre q u e en todo m om ento se m an tien e como u na incógnita para la b u r­
guesía; es u n político de reflejos, pragm ático, sin u n plan preestablecido de largo
plazo, p rocedente del M ovim iento franq uista, y del cual la burguesía n o puede
hacer más (pie fiarse a ciegas.
I.A CRISIS rn L A H EGEM O N ÍA DE LA BURGUESÍA ESPAÑOLA 207

F ru to de esta capacidad de auton om ía del ejecutivo es el n o m b ram ien to de


F u en tes Q u in ta n a al frente de los asuntos económicos, y de Fernández O rdóñez
com o m inistro de H acienda, hom bres am bos q u e asum en u n a tarea com pleja sin
el apoyo de sus beneficiarios (el capital en su conjunto): racionalizar la econo­
m ía u n a vez ganadas las elecciones, de m odo q ue el sistema sea m enos especu­
lativ o y depredador, de m odo que aum ente la capacidad financiera del estado
y se logre un pacto social por las buenas o po r las m alas q u e perm ita iniciar la
ta n necesaria estabilización económ ica. E n el oto ñ o d e 1977 se firm an los pactos
de la M oncloa. 1.a reform a fiscal se p on e en m archa, se sanean las cuentas de la
seguridad social y, a cam bio, la izq uierda se com prom ete a lim itar la presión
salarial.
C onsciente de las exigencias de su electorado, Suárez d eberá apoyarse en
representantes inorgánicos del capital p ara po der realizar los prim eros pasos de
su reform a. 1.a burgues.'a m antiene su desconfianza, lo q u e se plasm a en m u ltitu d
d e posturas abstencionistas (fuga d e capitales, desinversión, etc.) y otras más
beligerantes (ofensiva contra la reform a fiscal y sus protagonistas). Incluso desde
el sector más progresista de la gran organización p atro n al c e o e , encabezada por
C arlos F errer Salat, se hacen duras críticas a la gestión del gobierno. Fuentes
Q u in ta n a tendría apenas tiem po para in tro d u c ir algunas reform as antes de ser
obligado a d im itir com o m inistro. M illares de em presarios reunidos en el Palacio
d e los D eportes de M adrid b ajo el eslogan “ Reaccionem os” m uestran al gobierno
su aislam iento. El presidente de los em presarios, F errer Salat. declara sin pudor:
“creemos q u e estamos en nuestro perfecto derecho al exigirle al gobierno una
m ayor congruencia con lo q u e representa” . E n su viaje a los Estados U nidos, el
mism o personaje realiza el más d u ro ataq u e q ue Suárez pueda esperar, decla­
ran d o q u e en España “se denigra al em presario”.
Los m om entos más am argos para Suárez transcurren d u ra n te 1978. Si bien
cede en la sustitució n de Fuentes Q u in ta n a, no lo hace en cam bio en su p reten ­
sión d e m a n ten er la au tonom ía de su gobierno. Sólo la tregua constitucional, q ue
garantiza una conten ida beligerancia de la izquierda, le da algún respiro entre
los rum ores de golpes m ilitares y los constantes asedios em presariales. Con una
visión del largo plazo difícilm ente discutible, la corona sigue siendo el principal
apoyo de A dolfo Suárez. Sin em bargo, éste se ve o bligado a pro m eter al g ran
ca p ital que, un a vez asegurado el proceso legitim ador, se llevará ad elante una
política más acorde con sus intereses. M aniobra com pleja cu ando se ha d e m an­
te n er al m ism o tiem po u na política electoral q u e g arantice u n am p lio apoyo po­
p u la r a la opción de ucd. En o to ñ o de 1978, el sector socialdem ócrata de uci»
o b tien e una victoria p írrica en el seno del p artid o gu bern am ental, de m odo que
será él q u ie n ofrezca esta im agen de progresism o electoral m ientras Suárez nego­
cia u n a tregua con la burguesía. Pese a todo, Suárez in ten ta u n a m aniob ra
desesperada, consistente en colocar a R odríguez de Sahagún al frente de los
em presarios, m aniobra que fracasa. R esulta evidente q u e en un fu tu ro inm ediato
el g o bierno te n d rá q u e pactar con F errer Salat.
M ientras tanto, la política m o n tad a en to rn o a los pactos de la M oncloa co­
m ienza a d ar algunos resultados apreciables para el capital: p or p rim era vez en
muchos años, la p a rte correspondiente a los salarios d en tro de la renta nacional
exp erim enta un descenso en favor de las rentas del capital. P aralelam ente, la
208 LUDOLFO PAKAMIO/JORGE M . REVERTE

inflación desciende a la m itad de la registrada el añ o an terior. El capital sigue


sin invertir, p o rq u e le basta con po ner e n m archa u n a p arte de su capacidad
in frau tilizad a a causa de la crisis. Pero el horizonte se va despejando.
E n m arzo de 1979, las elecciones generales dan a la ucd u n a nueva victoria,
q u e asegura su m ayor/a p arlam en taria con la sum a de los votos más integristas,
colocados en tre la espada y la p ared po r su fracaso electoral. El gobierno Suárez
culm ina así la prim era p a rte de su misión histórica: hay u n a constitución acep­
tada por la inm ensa m ayoría de las fuerzas políticas, y u n a derecha con im agen
dem ocrática q u e h a ganado en las elecciones, m ien tras la m o narq uía ha conse­
gu id o u n a poco d iscutible legitim idad fuera y d en tro del país. H a llegado el
m om ento de em prender el definitivo arreglo interno.
E n los meses q u e siguen, Suárez asegura su control sobre u n p artid o poco
estructurado, colocando a sus hom bres de m ayor confianza al frente de los dife­
rentes aparatos, y p u rg an d o a quienes in te n ta n presentarle la más m ín im a oposi­
ción. Al p ro p io tiem po, el gob ierno se estru ctura con sus más cercanos amigos:
A b ril M artorcll (o tro pragm ático, adem ás d e ín tim o am igo del presidente) al
fren te de la econom ía y Rodríguez de S ahagún al frente del M inisterio de
Defensa, dispuesto a ca p tar a las Fuerzas A rm adas p ara la opción de la derecha.
Es en el verano de 1979 cuando el gob iern o po ne a p u n to en form a d efin i­
tiva su ú ltim a ofensiva legitim adora. En el mes de septiem bre se presenta en el
parlam en to el P lan económ ico del gobiern o ( peg ), q u e es ap rob ado con muy
escasas enm iendas. La im portancia del mism o es com prendida p or todos I01
sectores. E n p rim er lugar, porque es el p rim er p lan q ue m erece el nom bre de
tal desde q u e a fines de los años sesenta se exting uieran los im pulsos desarrollis-
tas de la econom ía franquista. En segundo lugar, p o rq u e es u n p lan elaborado
p a ra co n ten tar a los em presarios: se ab o rd a la restru ctu ració n del sistem a p ro ­
ductivo, y se ponen las bases p ara pasar a la iniciativa privada la dirección real
de la econom ía, acabando con el "excesivo intervencionism o estatal" de los ú lti­
mos años.
La reacción de la derecha n o se hace esperar. T a m b ié n p o r p rim era vez,
Suárez ob tiene el refrend o general del c o n ju n to de los sectores económicos: La
c eo e de F errer Salat, la c epy m f . (p atro nal de la p equeña y m ediana em presa),
el C írculo de Em presarios, la Banca, hacen unánim es críticas positivas del pro ­
g ram a. El m ilagro se ha realizado: Suárez, el oscuro hom bre del M ovim iento, el
fun cionario franquista, ha conseguido g o b ern ar con apoyo de las clases medias
y d e los más am plios sectores del capital, ucd n o sólo es u n a m áq u in a capaz de
g an a r elecciones, sino tam bién un in strum ento orgánico q u e garantiza la hege­
m onía del capital en el seno del proceso po lítico español.

IV. OBSERVACIONES FINALES

L a experiencia española d e los años de crisis de la hegem onía burguesa y d e la


resolución de esta crisis tras la transición a la dem ocracia p erm ite u n a doble
reflexión. P o r u n a parte es preciso tra ta r de com prender las razones del fracaso

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LA CRISIS DE LA HEGEMONÍA DE LA BURGUESÍA ESPADOLA 209

del m ovim iento ob rero p a ra ofrecer u n proyecto hegem ónico altern ativ o al de
recon stitu ción orgánica d e la burguesía. Éste h a sido nu estro in ten to en un ensa­
yo a n terio r (“ Resistencia o b rera y E stado burgués d e excepción: España y A m é­
rica L a tin a ”), p o r lo q u e n o insistirem os a q u í en esa cara de la m oneda. Sólo
cabe m en cio nar apresu radam ente las hipótesis fun dam entales de nuestro análisis:
1] la clave del fracaso se h alla en la división del m ovim iento ob rero; 2] esta
división era prácticam ente inevitable d ad o el desarrollo m arcadam ente desigual
de las organizaciones políticas (pct: y p s o e J correspondientes a las dos p rin c i­
pales opciones ideológicas con audien cia en el seno del m ovim iento obrero. N ues­
tra conclusión, sin d u d a discutible, es q u e sería siem pre u n erro r creer qu e la
prep ond erancia orgánica d e un a opción radical im plica la radical ización general
del m ovim iento. Esta tesis puede ser discutible, pero la actu al y evidente d ispa­
rid a d en tre los m apas parlam en tario y sindical de la izquierda española consti­
tuye u n b u en arg um ento a nuestro favor.
La segunda cuestión q u e exige una reflexión es la im bricación de los aspectos
económicos, políticos e ideológicos de la crisis d e hegem onía d e la burguesía espa­
ñola en el período 1969-1979. Es b astante sencillo com prender po r q u é la b u r­
guesía n o se identificó con u c d hasta no ver en su política económ ica u n a opción
ta jan te p o r la recuperación de la tasa de ganancia. Es tam bién sencillo com­
p ren d er q u e esta identificación salda la c risis orgánica de la burguesía al estable­
cer u n claro bin om io c a p ita l/u c D . Sin em bargo, es más difícil com pren der cómo
es posible q u e la recom posición de la derecha n o haya pod id o realizarse sobre la
base de la "salida más fácil” : el derechism o del p a rtid o de Fraga Irib a rn e , A lian­
za P o p u lar: o com prender cóm o es posible q u e la ofensiva ideológica de la
derecha n o haya en co ntrado respuesta e n la izquierda h asta el p u n to de q u e u c d
haya podid o consolidar su m ayoría p arlam en taria en 1979, tras dos años de ges­
tió n de la crisis a expensas d e los trabajadores.
La p rim era cuestión rem ite a las transform aciones d e la form ación social
española en los años sesenta, y a los consiguientes cam bios en los apoyos de
clase con los q u e pueden co n tar las d iferentes fracciones de la burguesía. Se
puede afirm ar a grandes rasgos, y sin posibilidad d e p ro fu n d izar en la afirm a­
ción, q u e estos cam bios —q u e suponen en especial u n m ayor peso de las nuevas
capas m edias— h an im puesto un desplazam iento de la hegem onía hacia la frac­
ción in dustrial del capital, relegando a u n segundo p la n o al capital bancario y
a sus prolongaciones industriales (capital financiero). Este desplazam iento de la
hegem on'a, q u e se reflejaría en la p rep o n d eran cia de l c d sobre a p , se basaría
n o sólo en estas transform aciones sociales, sino tam bién en razones económicas
—inviab ilid ad del m odelo especulativo y dep red ad o r característico del cap ital
b an cario español tradicion al— e ideológicas: id entificación del cap ital financiero
con el franquism o y con a p .
La segunda cuestión es más grave. N o se tra ta ya de ex plicar el fracaso j>oli-
tico del m ovim iento o brero para d isp u ta r a la burguesía la hegem onía en la
form ación social española, sino de saber cóm o es posible q u e el b urd o neolibe-
ralism o fried m aniano d e la derecha n o la haya llevado a u n a espantosa catás­
trofe electoral en 1979. La razón, sin em bargo, es relativam ente sim ple: la
inm adurez y el sectarism o h an im pedido a los partid os d e la izquierda española
presentar u n a alternativ a viable a los program as económicos de la derecha. Sin
210 LUDOLFO PARAM IO/JORCE M . RE V O T E

altern ativas, y d u d an d o con buenas razones de la p alab rería electoral de sus


p artido s, los trabajadores no h a n p od id o desistir a la ofensiva ideológica de la
derecha, c eo e y ucd incluidas. D isp u tan d o sobre socialismo y socialdem ocracia,
sobre reform ism o y revolución, la izquierda española no h a sabido ofrecer a los
trabajado res sino la resignación ante el p aro, a n te la caíd a de la tasa d e salarios
y el recorte de los servicios sociales.
Q uizá aú n n o sea tarde p ara u n a contraofensiva o brera y socialista, pero
cabe sospechar q u e la historia será m uy d u ra al juzgar la trayectoria de los p ar­
tidos obreros españoles en los prim eros c u a tro años del posfranquism o.

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R A C IO N A L ID A D Y L ÍM IT E S D E LAS C O N S T R U C C IO N E S ID EO LÓ G IC A S
EN LA P O L ÍT IC A D E LO S ESTA D O S U N ID O S H A C IA A M É R IC A L A T IN A

LUIS MAIRA

I. UNA NUEVA LÓGICA EN LA POLÍTICA NORTEAMERICANA HACIA AMERICA


LATINA

U n o d e los temas q u e en la investigación social latinoam ericana ha cob rado m a­


yor anim ación en los ú ltim os años es el estudio de las relaciones en tre los Esta­
dos U nidos y A m érica L atin a. Este esfuerzo viene a p o n er térm in o a vacíos e
insuficiencias m antenidos d u ra n te m ucho tiem po, los cuales, de alg u n a m anera,
eran el reflejo d e u n cierto tip o de sentim iento an tino rteam ericano q u e im preg­
n ab a toda n uestra cu ltu ra. H istóricam ente, en el curso del ú ltim o siglo los países
latinoam ericanos construyeron u n a im agen del m u n d o q u e proyectada en las
m ú ltip les m anifestaciones del arte y la ciencia d efin ía n uestra posición, y cuyo
in grediente cen tral era la d enu ncia y n o el conocim iento de lo norteam ericano.
P o r su g lobalidad, esta a c titu d o riginab a u n cierto tip o d e antim perialism o sim-
plificado r que, luego de anatem atizar a los Estados U nidos, se desentendía d e la
necesidad de d esen trañ ar su estructura productiva, su sistem a po lítico y, e n p ar­
ticu lar, la form a en q u e el centro im perial producía decisiones frente a los países
ubicados al su r de sus fronteras.
A u n q u e puede considerarse q u e estamos en vías de su p erar las lim itaciones
d e esta clase de antim perialism o p rim ario y q u e em pieza a existir en nuestro
c o n tin en te u n a acum ulación significativa d e conocim ientos sobre estos pro b le­
mas,1 com ienza a advertirse ah o ra o tro tip o de asim etrías en el nuevo cam po de
estudios pues la m ayoría de las investigaciones realizadas o bien se refieren al
proceso d e adopción d e decisiones de la política ex terio r o al co n ten ido y curso
específico d e las relaciones de los Estados U nidos con los países integran tes de
la región latinoam ericana. E n cam bio, prácticam ente no existen estudios refe­
ridos al discurso ideológico d el g o biern o no rteam ericano y a las categorías y
nociones concretas q u e sirven de su strato y fu n dam ento a sus diferentes p olí­
ticas. E n n uestra evaluación, esto resu lta p articu larm en te in q u ieta n te p or u na
razón q u e se vincula a la creciente co m plejidad en el funcion am ien to de los
departam en tos y agencias del sector pú blico de los Estados U nidos q u e p artici­

i En los últimos <los años un número no inferior a cincuenta especialistas de diversos


países de América Latina han trabajado acerca del tema de las relaciones con los Estados
Unidos. Una parte importante de los trabajos elaborados han sido discutidos en los semi­
narios “The United States, U.S. Foreign Policy and Latín American and Caribbean Regi-
mes", realizado en Washington en marzo de 1979 bajo el patrocinio del Social Science
Research Council. y “Los impactos nacionales de la política de Cárter en America Latina",
realizado en el a d e de México en enero de 1979.

[2 1 1 ]

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212 LUIS MAIRA

p a n en la definición de la política ex terio r y con las pugnas y visiones enco ntra­


das q u e se p roducen en tre los sectores burocráticos q u e se o cupan d e aspectos
internacionales específicos (diplom áticos, económicos, estratégico-m ilitares, etcé­
tera), así com o p or las tensiones q ue tien en lu gar en tre los equipos políticos q ue
incorpora a la adm inistració n cada p residente y las burocracias profesionales
q u e form an lo q u e los especialistas en el sistema político no rteam ericano califi­
can como el gobierno p erm an en te.2
Las dificultades, cada vez mayores, p a ra fo rm u lar y ejecu tar una política
ex terio r coherente acentúan entonces la im portan cia secundaria q ue tienen aq u e­
llas regiones que, com o A m érica L atina, son consideradas m ás seguras y estables
p ara los intereses norteam ericanos. D ebido a que se entrega el m anejo de ellas
a instancias burocráticas menos relevantes (baste recordar q ue la sección de
A suntos Interam ericanos es u na de las unidades regionales con m enor prio rid ad
y recursos en la estructura in tern a del D epartam ento d e estado) se produce en
los hechos u n a altern an c ia en tre políticas de co ntenido ru tin a rio q u e privilegian
las relaciones estrictam en te bilaterales y determ inad as reacciones an te coyunturas
d e crisis internacio nal, global o regional que, a u n q u e se p resentan invariable­
m en te com o "nuevas políticas” hacia A m érica L atina, n o pasan de con stituir
‘‘nuevas retóricas” q u e a lo sum o se tradu cen en rectificaciones tem porales del
e nfoq u e de los Estados U nidos hacia la región, pero q u e an te las propias d ificu l­
tades q ue su im plem entación norm alm ente provoca son ab an do nad as y rem p la­
zadas p o r nuevos esquem as. Así, detrás de cada "nu eva política” p ara Amé­
rica L atin a hay u n a "nueva retórica” y, tras éstas, u na nueva cristalización de
intereses concretos.
U na visión de co n ju n to de las políticas latinoam ericanas del gobiern o de
W ashington en los últim os cincuenta años perm ite ap reciar ta n to la diversidad
de las construcciones ideológicas q u e subyacen a los anuncios d e políticas nuevas,
com o la precariedad de su im plem entación y la rapidez con q u e sus ideas cen­
trales fueron abandonadas, las más de las veces sin darse siquiera el tra b ajo de
form alizar su agotam iento. En este periodo hallam os en tre otras "la política del
b u en vecino”, de F. D. Roosevelt: los program as del p u n to cuarto del presidente
T ru m a n , la A lianza p ara el Progreso, del presidente K ennedy, la "p o lítica de
asociación m a d u ra”, luego el "nuevo diálogo” con N ixo n y el enfoque actual
basado en los derechos hum anos y en las dem ocracias viables de la ad m in istra­
ción C árter.
N o resulta d ifícil descub rir en cada u n o de estos casos las condiciones rea­
les de las renovadas promesas de u n a nueva era d e relaciones en tre las Amé-
ricas: en el caso de Roosevelt. asegurar el alineam iento latinoam ericano ju n to
a los Estados U nidos an te los desafíos q u e plan teaba la política expansionista del
fascismo; ubicar a nuestros países ju n to a los Estados U nidos en el p eríodo de
la g u erra fría en el caso de T ru m a n ; con ten er positivam ente el peligro de ex pan­
sión del m odelo cuban o en el caso de K ennedy, o persuad ir a los gobiernos
latinoam ericanos de q u e, en el contexto d e la g u erra de V ietnam , resultaba m uy

2 Un seguimiento circunstanciado de las principales pugnas y conflictos registrados en


la actual administración notteamcricana se puede encontrar en la carta informativa mensual
"Estados Unidos: perspectiva latinoamericana", editada en México.

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IJi. POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA A M ¿RICA LATINA 213

difícil p ara la Casa Blanca am p lia r los program as de ayuda económ ica en el caso
de N ix o n y su política de perfil bajo.
Com o se com probó en cada u n a de estas experiencias, asegurados los obje­
tivos reales se ab a n d o n aro n las respectivas políticas, po r lo q u e las construcciones
ideológicas acabaron p o r ser el ú nico elem ento significativo de estos enfoques.
Pensamos p o r ello que es m uy im p o rtan te conocer en p ro fu n d id a d los contenidos
de los d istintos p lan team ientos ideológicos q u e an im an de tiem po en tiem po las
denom inadas relaciones in teram ericanas. Sólo así podrem os conocer efectivam en­
te los factores de co n tin u id ad de la política regional de W ashington; ev itar las
esperan/as in fu ndadas a q u e lleva u n desconocim iento de los lím ites efectivos de
n uestra relación con los Estados U nidos y ex p lo rar con m ayor u tilid a d el curso
específico de las relaciones q u e los gobiernos norteam ericanos m an tien en a escala
regional frente a las subregiones q u e in teg ran n uestro co ntinen te, así com o los
asuntos concretos q u e gestionan los Estados U nidos con nuestros distintos países.
En el presente artículo inten tarem os u na p rim era y provisional aproxim ación
a las construcciones ideológicas que an im an la po lítica n orteam ericana de la
actu al adm inistración C árter hacia A m érica L atin a. E n ésta, ta n to p o r los efec­
tos de la p ro longada etap a de "n o política" h acia n uestra región q u e la precedió
(luego del fracaso y ab a n d o n o del "nuevo diálogo" en 1974 com o consecuencia
del "im peach m eiu" co n tra N ixon. la adm inistració n Ford no in ten tó una fo rm u ­
lación sustitutiva) com o p o r la m ultip licación d e las propuestas d e u n a política
altern ativ a realizada p o r organism os privados d u ra n te la cam paña presidencial
de 1976 (tales com o la Com isión Linow itz y sus trabajos en el C entro p a ra las
R elaciones Interam ericanas de N ueva York o el gru p o especial q u e tra b ajó en
el In s titu to p a ra Estudios Políticos de W ashington), en los nuevos esquem as de
la actu al adm inistración la innovación retórica ha desem peñado u n papel p rio ­
ritario . P ero de todas m aneras las dificultades p ara su aplicación h an sido m a­
yores y esto se ha evidenciado particu larm en te cu an do los reacomodos en la
situción in tern acio n al g lobal le h an im puesto revisiones en form a precipitada.
D e este modo, si b ien la p olítica norteam erican a de la adm inistració n C árter
se asem eja a los experim entos q u e la an tecedieron en la m edida en q u e tam bién
ello constituye u n a respuesta form ulad a casi con criterio de "term ostato" an te
los riesgos de un ascenso radical en el S ur com o resultado d e u n a excesiva des­
preocupación de W ashington, y en q u e tam bién ello h a in cluido ideas tales como
la prom esa d e igualdad en el trato, el an u n c io de respeto p o r la libre d eterm i­
nación d e las decisiones políticas y el ofrecim iento d e u n rep lan tcam icn to más
significativo de los vínculos económicos en tre am bas partes, la estru ctura de su
universo ideológico es m uy específica y sugerente pues responde a u n a racion a­
lid ad d istin ta p ara en ten d er la ubicación d e A m érica L a tin a en el sistem a m u n ­
dial de poder.
L a política latinoam ericana de la adm in istración C árter representa el prim er
in te n to por ab a n d o n ar la lógica de la relación especial con A m érica L atin a en el
m arco del sistema interam ericano (m aterializado a p a rtir de 1918 en la o f a ),
sobre la base del cual se tra ta b a de arm onizar m ed iante fórm ulas jurídicas o
políticas las evidentes disparidades y asim etrías de am bas Américas. A hora, como
ex plícitam ente lo señalara el p ro p io p residente C árter en u no de sus prim eros
discursos encam inados a d efin ir la posición de su gobierno frente al co ntin ente,
214 LUIS M AIH a

hay u n nuevo cu ad ro m u n d ial q u e obliga a reaju star las relaciones hemisféricas,


p o r lo q u e “a la luz de estos cambios un a p o lític a norteam ericana única hacia
A m érica L a tin a y el C aribe tiene poco sentido".* Este diferen te supuesto ha
sido explicado con m ayor a m p litu d y lucidez p o r el p rin c ip al form ulador de
la p o lítica ex terio r del actual gobierno, el asesor de Seguridad N acional del
presidente, Zbigniew Brzezinski, q u ie n h a señalado: ..] las m etas globales
q u e nos hem os fijad o se h a n aplicado de m aneras diferentes a A m érica L atina.
Pero más allá de esto, hem os tratad o de centrarnos más ex p lícitam ente sobre
A m érica L atin a, ta n to de m anera con tex tu al com o en la práctica. La innovación
conceptual fue la q u e iniciam os m uy p ron to , después de q ue el presidente asum ió
el poder, a saber, tom amos u n a decisión m uy deliberad a de n o iden tificar a la
nueva ad m inistración con u n lem a único diseñado p ara expresar n uestra política
latin oam erican a".
"E sto h ab ía sido el inicio de la p ráctica de las últim as adm inistraciones, tal
vez desde F ranklyn Roosevelt, cuando cada u n a de ellas tenía su p ro p io lema
q u e su puestam ente explicaba y englobaba u n a política norteam ericana única
hacia A m érica L atin a. H em os evitado esto deliberadam ente. Y la razón de por
q u é lo evitam os estriba en q u e quisim os tra n sm itir a los latinoam ericanos qu e
deseábam os ver o p erar nuestras relaciones con ellos en tres planos diferentes al
mism o tiem po.” 4
En la caracterización de brzezinski, estos niveles diferenciables son el plano
bilateral, q u e ap u n ta a recoger en el diseño de las relaciones plantead as po r
W ashington las especificidades e im po rtancia de cada país latinoam ericano: un
n iv el subregional, q ue in ten ta reflejar las afinidades y sim ilitudes de ciertos
grupos de países, y un marco global, referido especialm ente al tra tam ien to de los
asuntos económicos.
¿Cuál es la im plem entación de la actual p olítica latinoam ericana de estos
seguim ientos y cóm o h a ag rup ado los contenidos sustantivos de estos niveles?
El nivel global ag ru p a a su vez dos planos distintos: prim ero, se busca la
particularización latinoam ericana de los problem as q u e la estrategia trilateral
define com o de m anejo com p artid o po r los países de la C o m unidad A tlántica y
Jap ó n , tales com o la definición de u n nuevo ord en económ ico in ternacional
y las negociaciones con el Sur, el m anejo de la crisis de energía y abastecim iento
de petróleo y gas p ara el m un d o capitalista desarrollado; la reorganización m o­
n etaria a escala intern acional o el aprovecham iento de los fondos m arinos y la
definición del nuevo derecho del m ar; segundo, se busca, además, com plem en­
ta r el fu ncionam iento del bloque de países capitalistas desarrollados con u n
segundo circulo de naciones a las q u e se confiere el reconocim iento de co nstitu ir
"potencias em ergentes“ y a las q u e se busca in teg rar a una estrategia general q ue
las sustraiga de sus en tornos regionales específicos. De nuevo en el lenguaje de
Brzezinski, un o bjetivo clave de este nivel de la actu al p olítica ex terio r " h a sido

s Discurso del presidente James Cárter ante el consejo permanente de la Organización de


Estados Americanos. 14 de abril de 1977, versión oficial de la Agenda de Informaciones de los
Estados Unidos.
* Conferencia conjunta del presidente James Cárter y del consejero de Seguridad Nacional
Zbigniew Brzezinski con los editores latinoamericanos el 23 de septiembre de 1978, reproducida
en Cuadernos Semestrales de Estados Unidos, núm. 5, México, cior, 1979.
LA POLÍTICA ÜF LOS LSlAfKlS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 215

am p lia r el alcance de nuestras principales relaciones de cooperación, ir más allá


de E u ro p a occidental y J a p ó n e involucrar en u n a relación m ás am plia a los
países recientem ente influyentes en el m undo. Esto q u ie re decir países com o
Venezuela, B rasil, N igeria, Irán, A rabia Saudita, In d ia , Indonesia, etc. H em os
hecho m ucho en este sentido, incluso el uso delib erad o d e visitas d el presidente
p ara cen trar nuestra atención en estos países.” 5 Sólo cabría agregar a su ejem pli-
ficación q u e, desde fines de 1977, se ha hecho eviden te la consideración de Mé­
xico en este g ru p o de países q u e por su im po rtan cia estratégica son coordinados
desde el Consejo de Seguridad N acional, en el in te rio r de la O ficina E jecutiva
del presidente. Precisam ente en dicho organism o se elaboró en la segunda m itad
de 1978 el d o cum ento de opción de política conocido com o “ P residential M e­
m o rán du m R eview 4 1 ” ( p m r 41) destinado a hacer u n inv en tario de los d iferen­
tes cursos y opciones q u e el g obierno no rteam erican o p o d ría a d o p ta r en sus
relaciones con México.®
E n cu a n to al segundo p la n o de las acciones latinoam ericanas, la ad m in istra­
ción C árter, luego de excluir a V enezuela, Brasil y M éxico del ám b ito específica­
m ente latin oam ericano , ha reagrupado a los restantes países en cu a tro subregio-
nes: el Caribe, q u e en la consideración n orteam ericana sólo incluye a los estados
insulares situados en el archipiélago del m a r C aribe, más Belize, G uy ana y
S urinam ; C entroam érica, que incluye a los países q u e en 1960 suscribieron el
acuerdo del M ercado C om ún C entroam ericano (G uatem ala, E l Salvador, H o n ­
duras, N icaragua, Costa R ica y P anam á); los países a ndinos (C olom bia, Ecuar
dor, P erú y Bolivia) q u e ju n to a V enezuela siguen ligados p or el acuerdo de
integración subregional iniciado en 1969 y los regím enes d el C om o S u r dirigidos
p o r d ictaduras m ilitares (Paraguay, U ruguay, A rgen tina y C hile) p ara los cua­
les resultó p articu larm en te significativa la preocupación p o r el p roblem a d e los
derechos hum anos en la p rim era etap a d e actividades del actu al gobierno.
F in alm en te está el ám b ito de la política b ilateral que, en verdad, constituye
u n a colección de 26 políticas diferenciadas, cada u n a de las cuales in te n ta asu­
m ir las especificidades del sistem a productivo, y la organización política d e los
países con los q u e Estados U nidos m an tien en relaciones, con u n p articu lar énfa­
sis en dos p unto s: el sum inistro de m aterias prim as y recursos estratégicos im ­
po rtan tes para la econom ía norteam erican a y el g rado de desarrollo del m ovi­
m ien to p o p u la r y las tendencias radicales q u e p u ed a n presentarse d en tro de los
procesos políticos domésticos.

II. L O S E L E M E N T O S ID E O L Ó G IC O S C E N T R A L E S E N E L N U E V O E N F O G U E

A hora bien, para asum ir estos objetivos reales q u e expresan los intereses con­
cretos q u e asum e en la nueva co y u n tu ra el interés nacional n orteam erican o en

s op . cit., p. 317.
« £1 conocimiento del pmr 41. un documento que normalmente debió tener un carácter
reservado, se logró a través de la filtración que de él hizo el periódico Washington Post a fines
de 1978.

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216 LUIS MAMA

el ám b ito de sus relaciones con A m érica L atin a, esta política ha estru cturad o un
nuevo discurso ideológico q u e busca form alizar el reacom odo de su hegem onía
fren te a la p a rte su r del hem isferio y q u e incluye cu atro núcleos básicos con los
q u e se busca d a r apariencias de coherencia a la nueva retórica. Éstos son: el glo-
balism o com o m arco de referencia del nuevo enfoque; la p rop uesta d e la in te r­
dep en dencia com o el p rin c ip io o rd en ad o r d e las relaciones de los Estados U n i­
dos con A m érica L a tin a ; la consideración de los derechos hum anos com o p au ta
d efin ito ria p ara d eterm in ar la calidad e intensidad d e las relaciones q u e los Esta­
dos U nidos d eb erían m a n ten er con cada país latino am erican o y la fó rm ula de
la dem ocracia restringida o viable com o m odelo ó p tim o de organización política.
Inten tarem os detenem os en cada u n o de estos pu ntos con el ánim o de pre­
cisar más exactam ente sus raíces y contenido y la form a en q u e sirven de fu n d a­
m e n to a sus acciones m ás concretas.

a] E l en foqu e global

Desde principios de la década d e los setenta diversos especialistas y form uladores


de la política latino am ericana de W ashington han cuestionado la validez de las
an teriores perspectivas hem isféricas y la relación especial q u e d e ellas se deriva­
ba, y h an aconsejado la inclusión de la po lítica hacia A m érica la t i n a en el m arco
m ás am plio de la política g lobal de los Estados U nidos.
D en tro de esta posición, u n tipo de análisis p articu larm en te sugerente y con
clara co n tin u id a d a lo largo de estos años es el q u e busca d a r fu n dam ento a este
cam bio sobre la base de u n a p resunta pérd id a de im po rtan cia progresiva de A mé­
rica L a tin a en el juego de la política m un dial. S em ejante supuesto, im plícito ya
en la p olítica de rebajam iento en la calidad e intensidad de las relaciones con
A m érica L a tin a ya ex plicitada p o r N ix on en 1969, ad q u iere su p rim era expre­
sión concreta y visible en el d enom inad o “ M em orándum P lan k ”. En m arzo de
1971, en u n a reu n ió n d e tra b ajo del C ouncil o n F oreign R elations, el profesor
de la U niversidad de C onnecticut y an tig u o asesor del presidente K ennedy p ara
A suntos Interam ericanos, J o h n P lank, presentó u n a disertación confidencial q u e
titu ló " L a tin A m erican & U n ite d States Assessments” . E n ella in ten tó efectuar
u n a revaluación estratégica del pap el q u e A m érica L a tin a p o dría desem peñar
en la estrategia norteam ericana. Luego de record ar u n a reflexión a trib u id a al
ex consejero de Seguridad N acional, M cG regor B undy (éste se hab ía preg u n tad o
d u ra n te u n a conferencia univ ersitaria: “si todos los latinoam ericanos se h u n d ie ­
ra n en las aguas del m ar, ¿cuál sería su efecto sobre los intereses de la seguridad
norteam ericana?'' y su respuesta h ab ía sido “ m ínim o"), postuló q u e en el clim a
de distensión y de negociaciones directas en tre W ashington y Moscú las cuestio­
nes críticas de A m érica L a tin a tam bién p odían ser bien negociadas p o r lo cual
n in g u n a tendencia radical e n el con tinente deb ía ser considerada com o u n a
am enaza seria p a ra la seguridad norteam ericana.
A l respecto sostuvo P lan k en su análisis **[...] estoy o bligado a creer que
e l p resid en te preferiría ver a A m érica L a tin a p erm aneciendo d en tro del pro tector
p erím etro de acción de los Estados U nidos. Pienso q u e le gustaría ver a las so­
ciedades latinoam ericanas p erm anecer razonablem ente cercanas a m odelos no

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LA POLÍTICA DE LCS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 217

socialistas, de libre em presa, pronorteam ericanas y en líneas d e desarrollo a n ti­


com unistas. Sé, sin em bargo, q u e el presidente es inteligente, políticam ente
sagaz y sabe que, en ú ltim a instancia, A m érica L a tin a n o tiene u n a im portancia
estratégica, política, económ ica ni ideológica vital p ara los Estados U nidos. Amé­
rica L a tin a puede valer una misa p ero n o vale u n a masiva destinación de r e ­
cursos económicos, de energía política o de atención m ilitar. P or sus propios
m edios, A m érica ¡.atin a no puede ir a n in g u n a p arte —es un lugar estratégica­
m ente solitario— y si com ienza a ir hacia algú n lu gar con la cuerda conductora
d e algún o tro poder, como la URSS, entonces los Estados U nidos tra tarán con
ese o tro gran p o d er y n o con A m érica L a tin a .” 7
Las provocativas consideraciones de P lank h an dado lu gar desde entonces
a toda u n a escuela q u e coincide, desde distintos p un tos de vista, en u n a consi­
deració n escéptica o despectiva con respecto al papel de nuestro con tinen te para
la dom inación im perial. Y es en este co ntex to q u e se fu n d a el enfoque globalista
q u e luego ad o p tará C árter. El p u n to de p a rtid a de éste está en el p rim er inform e
de la Com isión Linow itz publicado en o ctu b re de 1974, luego de q u e concluyera
el tra b ajo de cuatro meses de u n g ru p o especial d e 23 especialistas en asuntos
latinoam ericanos a los q u e se hab ía inv itado a presentar sus sugerencias con res­
pecto a u n nuevo esquem a de reorganización d e las relaciones hem isféricas. En
el m arco de las actividades de este equip o de expertos, hom bres de gob ierno y
d e negocios y diversas instituciones interesadas en A m érica L atin a p resentaron
contribuciones. U n a de las más influyentes, el “ Overseas D evelopm ent Council*’
de W ashington, ap o rtó u n trab ajo del investigador R oger D. H anscn, q u ie n ade­
más de ser b ien conocido por sus estudios sobre nuestra región contaba a su favor
con la experiencia ganada como a d ju n to en la O ficina de negociaciones com er­
ciales de la Casa Blanca. En dicho trabajo , titu la d o "U.S. L a tin A m erican Econo-
m ic Policy; b ilate ral, regional or glob al",8 luego de cu an tificar los diversos nive­
les de la vinculación económ ica en tre los Estados U nidos y A m érica L atina en el
p la n o de las inversiones directas, las im portaciones, las exportaciones y los pro ­
gram as de asistencia, se describieron cu a tro esquem as alternativos de política
fu tu ra : la relación especial, el globalism o puro, el globalism o con un sesgo la­
tin oam ericano y el bilateralism o d e facto, p ara acabar pronunciándose en favor
d e la tercera opción. Se sostuvo q u e u n a línea de globalism o reajustad o a las exi­
gencias de la región “ presentaría p ara el gobierno de W ashington m uchas ven­
tajas en térm inos del objetivo de u n nuevo ord en m u n d ial” . Inv olucraría a los
Estados U nidos en un constante y a m enudo áspero diálogo en u n área im p or­
ta n te del m und o. Éste serviría bien a am bas partes. En p rim er lu gar sería cada
vez menos posible p ara los Estados U nidos ad o p tar u na posición crecientem ente
están d ar de com placencia doctrinaria fren te a las cam biantes necesidades de u n
m u n d o en desarrollo. En segundo lugar, recordaría a las élites gobernantes de
A m érica L a tin a q u e el costo de m a n ten er el acuerdo financiero norteam ericano

t Véase Apéndice del libro De la Ceda a la Mecía, de Gregorio Selser, Buenos Aires. Carlos
Samonta Editor, 1972, pp. 177 y « .
8 El trabajo de Hanscn fue publicado originalmente en la colección Development Papen
del propio Overseas Development Council, en 1975 y luego reproducido en el libro The
Americat in a Changing World, editado por el propio Centro para las Relaciones Interameri-
canas de Nueva York para dar a conocer los trabajos de la Comisión l.innwitz.
218 LUIS MAIRA

en favor de sus program as de desarrollo económ ico debería ser algún m ovim iento
en el in terio r de estos países en favor del olvidado 50% d e sus poblaciones,
puesto q u e sin algunas señales de progreso en esta dirección, la aprobación del
Congreso a la política q u e im plícita o ex plícitam ente transfiere recursos al T e r ­
cero y C u arto M undo es prob able q u e encuentre dificultades crecientes.9
Es im p o rtan te señalar q u e la p rop uesta de H ansen fue am p liam ente acogida
en el inform e de la Com isión Linow itz y q u e m ás tard e las recom endaciones
de ésta en c o n traro n total integración en este p u n to en la política latino am eri­
cana de la adm inistración C árter, pasando a co nstitu ir u n ingrediente fu n ­
d am en tal de la misma.
Al respecto, ya el p rim er inform e Linow itz señaló: “ [ . .. ] u n p u n to debe
hacerse ya bien p aten te sobre A m érica L atina: la región incluye m uchas u n id a ­
des y subgrupos, cada uno con diferentes rasgos y con relaciones d istintas con
los Estados U nidos. A lgunos de los países principales com parten características
e intereses q u e g u ard an u n a m ayor relación con las naciones de N orteam érica,
Europ a y J a p ó n que con los países del T ercero o C u arto M undo. Estas naciones
com prenden sociedades altam ente urbanizadas, alfabetizadas e industrializadas
en las q u e en muchos casos el ingreso po r h ab itan te se com para favorablem ente
con el de algunas naciones europeas. En cam bio, otros países latinoam ericanos
aú n se encuentran atrapados en el círculo d e la pobreza extrem a. D ependen aú n,
e n g ran m edida, de las políticas qu e siguen sus vecinos más avanzados, cuyas
decisiones económicas y políticas los afectan profu nd am ente. M uchos de los
países se h allan en un nivel interm edio de d esarrollo económ ico y social. A lgunos
d e ellos están am pliando la participación de sus ciudadanos en la tom a de deci­
siones nacionales; otros h a n estado evitando dicha participación p or diversos
medios. A lgunos países en la región aú n conservan estrechos lazos con los Esta­
dos U nidos como resultad o de la interacción económ ica y social q u e ha sido la
n o rm a p or largo tiem po, o p o r el intercam bio más reciente de poblaciones q u e
es el resultado de migraciones continuas; otros están orientados en form a cre­
ciente hacia las relaciones y los intercam bios con naciones fuera del hem is­
ferio."10
En cu an to a su contenido sustantivo, la visión globalista considera q u e los
Estados U nidos deben d efin ir el contenido de sus políticas hacia el m un d o en
desarrollo no en función del referente regional, como ha acontecido histórica­
m ente, sino de los diferentes niveles d e desarrollo relativo alcanzado po r esas
naciones, p or lo que ellas deben ser agrupadas p ara su correcto tra tam ien to en
función de su m ayor o m enor crecim iento económico. E n la aplicación de este
tip o de p autas de clasificación, A m érica L atin a debería constituirse en u n a suerte
de escenario experim ental, puesto q u e se consideraba q u e las condiciones para
extenderlas a África o a Asia aú n no estaban dadas. Esto es lo q u e explica la
aparen te contradicción q u e produce el énfasis globalista p lan teado po r C árter
casi exclusivam ente p ara América la tin a , en un m om ento en que, po r ejem plo,
se sigue hab lan d o en W ashington de u n a “política african a” po r el prop io se­
cretariado de estado.
» Rogcr Hansen, op. rít. (ooc), p. 68.
io Primer informe Linowitz, verdón mimeografiada del Centro para las Relaciones Inter-
americanas, Nueva York, 1974, p. 6.

Copyrigf
LA POLÍTICA DE LOS KSTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 219

fe] E l afianzam iento de la interdependencia

Si el p rim er g ran referente teórico de la nueva política latinoam ericana —el glo-
balism o— se form ula en la C om isión Linow itz, la segunda g ran visión, la teoría
de la interdependencia, es elabo rada en o tro de los "th in k tanks” q u e más in flu ­
yen sobre el actual gobierno; la Com isión T rila te ra l, con sede en N ueva York.
E n los inicios del gobierno de C árter la C om isión T rila te ra l concentró la
m áxim a atención de los interesados en el proceso político y económico de los
Estados U nidos cuando diecisiete de sus integrantes norteam ericanos fueron lla­
m ados a o cu p ar altos cargos en el g abin ete o en la adm inistració n.11 El papel
político real de este organism o, p o r su parte, ha provocado las mayores polém i­
cas: hay desde quienes creen qu e ella constituye u n supergobierno m un dial q u e
define las políticas de todos los gobiernos del m un d o capitalista desarrollado,
hasta quienes le niegan toda significación.
C u alquiera q u e sea el juicio que al respecto se tenga, en los catorce docu­
m entos de discusión preparados por la C om isión T rila te ra l antes de la llegada de
C árter a la Casa Blanca figuran muchos de los análisis y supuestos q u e inspiran
la actu al política exterio r norteam ericana. De todas estas construcciones teóri­
cas, la más am plia en sus alcances es la de interdependencia, puesto q u e se
liga a las reflexiones de los principales especialistas norteam ericanos en relacio­
nes internacionales d u ran te la década de los setenta, de los cuales el prim er
d irecto r de la Com isión, Z. Brzezinski, es u n vocero m uy representativo.
D e acuerdo con la definición de Joseph M . N ye J r.,12 "In terdepen den cia sig­
nifica u n a situación d e efectos recíprocos o de dependencia m u tu a [ . . .] Estos
efectos recíprocos, sin em bargo, son raras veces iguales p ara am bas partes y los
grados de dependencia son casi siem pre desiguales. T a l dependencia desigual
p uede ser una fuente de poder. E n los casos en q u e u n o de dos países es menos
d ep en d iente del otro, puede ju gar con este hecho p ara m a n ip u la r la relación.”
L a idea de interdependencia está, de este modo, ligada con el in ten to de
legitim ar y convertir en un nuevo d ato válido p ara las relaciones internacionales
la asim etría y el desbalance en la posición de los países, p articu larm en te en lo
q u e se refiere a las relaciones de los países capitalistas desarrollados y subdesa*
rrollados, com o u n supuesto concreto encam inado a favorecer la recom posición
d e la hegem onía internacional de los Estados U nidos, fu ertem en te erosionada
a principios de los años setenta.
E n los hechos, la teoría de la in terdepend encia em erge cu ando en el contexto
d e la crisis capitalista los problem as económicos desplazan su im portancia in ter­
nacional a las cuestiones estratégico-m ilitares. P ero esto tien e ju n to a las ventajas

11 Para el conociraicnto del significado y los principales documentos de la Comisión Trilate­


ral se puede consultar los Cuadernos Semestrales de Estados Unidos, vol. 2, que fue precisa­
mente dedicado al tema: "La Comisión Trilateral y la coordinación de políticas de los países
capitalistas desarrollados" y "Cárter y la lógica del imperialismo". Hugo Assman y Franz
Hinkelammer (comps.), San Jos*. Costa Rica, cd. Universitaria Centroamericana, 1978
(2 vols.).
12 Nye. Joseph M. Jr.. "Independence and intcrdcpcndence". en Foreign Policy, núm. 22,
primavera de 1976, p. 133. citado por Carlos Rico en su trabajo Las relaciones mexicano-norte­
americanas y los significados de la interdependencia.
220 LUIS MAIRA

ex tern as un im pacto dom éstico negativo. C om o ano ta R o b ert Jo h n so n ,13 los


tem as q u e m otiva la interdependencia en los setenta to rn a n el proceso de ad op ­
ción de decisiones en el in te rio r del gobierno, excepcionalm ente com plejo y lo
' ‘hacen más com plicado, caótico y político p ara las cuestiones tradicionales de
política exterior, debido al alto n úm ero de participan tes en la decisión y a la
d iferenciación de los im pactos dom ésticos de estos problem as".14
"D ebid o a ello, un g ran nú m ero d e dep artam en tos y agencias g u b ern am en ­
tales se ven involucradas sustancial o m arg in alm ente frente a los temas de la
in terd ep en d en cia. P or ejem plo las negociaciones del D erecho del m ar han en ­
vuelto en tre otros al D epartam ento de Estado en relación a los aspectos de
po lítica ex terio r y com o u n coordinador general; al D epartam ento del In te rio r
p ara los as|>ectos relativos a la exp lotación de los recursos m inerales; al D eparta­
m en to de Com ercio para las explotaciones pesqueras, la navegación com ercial y
las cuestiones del m edio am biente; al D epartam ento de D efensa p ara los aspectos
d e seguridad m ilitar, y a la F undación N acional de Ciencias p ara los problem as
relativos a la investigación científica. Pero —agrega— u n n úm ero más gran de
todavía de organism os se ha visto in volucrado en los problem as relativos al des­
arrollo.*' l!s
Es su aplicación concreta hacia A m érica L a tin a el supuesto d e la in terd e­
p en dencia se traduce en el in ten to de im plantación de m ecanism os de negocia­
ción preferenciales con aquellos países líderes de la región q u e son elevados a la
categoría d e "potencias em ergentes”, ya sea en consideración a su disp on ib ilidad
de recursos energéticos, a la dim ensión de sus procesos productivos o a n te la
expectativa de que puedan desem peñar un papel subregional significativo en el
aspecto estratégico-m ilitar. Y a p a rtir de la cooptación de los países de m ediano
tam año del T e rc e r M undo se busca hacer d e la idea d e la interdep en den cia el
nuevo p rin c ip io organizador de las relaciones políticas y económicas a escala
regional así com o el elem ento racionalizador d e la convocatoria q u e in ten ta n rea­
lizar los países capitalistas desarrollados p ara o b ten er la im p lan tación de nuevas
norm as y p rincipios q u e tengan validez general p ara todos los estados q u e in te­
g ran la com unidad intern acional, p on iend o freno d efin itivo al “caos" q u e el ra ­
dicalism o creciente de los países del T e rc e r M u ndo am enazaba in trod ucir.

c] La política de derechos hum anos

De todos los "principio s" teóricos q u e el actual presidente de los Estados U n i­


dos d ifu n d ió en la etap a de su instalación en el p od er el q u e m ereció y provocó
m ayor im pacto y m ayor difusión fue su preocupación ]>or el respeto y la vigen­
cia de los derechos hum anos. E n p rim er térm ino p o rq u e desde la adm inistración
K ennedy este elem ento estaba ausente de los objetivos declarados de la política
ex terio r n o rteam ericana; en segundo lugar p o rq u e las adm inistraciones re p u b li­
canas q u e le precedieron se h ab ían visto abocadas, an te u n crecim iento signifi-
“ Johnson, Robert H.. “Managing interdepcndcncc: rcstructuring the 113. govcmracnt”,
D nrlopm ent papen, núm. 23, Washington. Otcm-as Dc\elopmcni Council, 1977.
i* R . Johnson, op. cit., p. 7.
13¡bíAem.

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I .A POLÍTICA DF. LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 2¿l

cativo de las dem andas nacionalistas o radicales en A m érica L atina, a im plem en-
ta r lo q u e el p ro p io secretario de E stado Kissinger adm itió, más de u n a vez,
q u e constituía u n a “ táctica de contención” en la q u e se m ezclaron los intentos
d e desestabilización de aquellos regím enes q u e se consideró irred uctib les en su
antiam ericanism o con u n a negociación envolvente destin ada a cam biar la n atu ­
raleza y los program as de aquellos q u e pu d ieran ser recuperados. (El ejem plo
m ás característico de la prim era lín ea fuero n las acciones ejecutadas p or N ixon
y Kissinger contra el gobierno chileno de S alvador A llende, m ientras el caso más
relevante de las situaciones del segundo tip o tuvieron lugar en ocasión de la
restru cturación de las políticas del gobierno p eru an o del general J u a n Velasco
A lvarado.)
D en tro de la com plejidad d e u n a p olítica exterior que, como la de C árter,
recoge a la m anera de u n mosaico diferentes preocupaciones y tesis, la p olítica
de los derechos hum anos se o rigina fun dam entalm ente en el Congreso en la etapa
inm ediatam ente posterior al proceso de W atergate. Se sabe q u e el cuestionam ien-
to de “ la presidencia im perial" 18 d eterm inó u n a m ayor preocupación y activism o
de los congresistas en am bas ram as del C ap itolio frente a la política exterior.
Esta preocupación generalizada explica el q u e desde los orígenes la tem á­
tica de los derechos hum anos haya tenido los elem entos contradictorios q ue luego
se acen tuarían al convertirse en u n a línea oficial del D ep artam en to de Estado
D e u n a p a rte los senadores y representantes liberales concebían este p u n to com o
u n test para organizar las relaciones de los Estados U nidos con los países en
desarrollo, ev itando lo q u e alguna vez M aurice D uverger deno m inó el "fascism o
ex terio r n orteam ericano” . Precisam ente en este p u n to se basaba el argum ento
de los liberales, quienes sostenían q u e los Estados U nidos n o deb erían selec­
cionar en el m u n d o com o asociados a gobiernos q u e negaban los valores y la
trad ición dem ocrático-liberal q u e desde sus orígenes identificaba a la nación
no rteam ericana. Luego de atacar al secretario de Estado Kissinger p or seguir
esta conducta, com enzaron a propiciar en el Congreso a p a rtir d e 1974, enm ien­
das restrictivas de la ayuda m ilita r y económ ica de los Estados U nidos a las
dictaduras m ilitares latinoam ericanas q u e in c u rrían en violación ab ierta de los
derechos hum anos de sus ciudadanos (el p rim er in ten to exitoso fue la supresión
d e ayu d a m ilitar a la ju n ta m ilitar chilena en el período legislativo de 1977).
E n el o tro extrem o se ubicó u n g ru p o de congresistas de tendencia más
bien conservadora q u e tam bién veían a los derechos hum anos como u n test,
pero dirig id o a la regulación de los avances de la d éten te y al otorg am iento de
ventajas a la U n ión Soviética en las negociaciones bilaterales. P ara éstos, la
distensión d eber .'a estar condicionada al respeto efectivo de la URSS y los de­
más países de E u ro pa del este p o r los derechos políticos y sociales de sus propios
disidentes. El más destacado ex p on ente d e esta tendencia fue el senador del es­
tado de W ashington, H enry Jackson, u n o d e los precandidatos dem ócratas a la
presidencia en 1976. Este g ru p o organizó u n ab ierto respaldo en los Estados
U nidos p a ra los intelectuales disidentes más destacados d el m un d o socialista,
especialm ente A lexander Solyenitzin y A ndrei Sajárov, y a las acciones d e la
Este análisis tiene su expresión más elaborada en el libro de Arthur M. Schlcsinger,
Jr., The imperial presideney, Nueva York, Popular Librav, The Atlantic Monthly Companv.
1974.
222 LUIS MAIRA

m inorfa ju d ía en la URSS. El mism o año 1974 este sector consiguió form alizar
la enm ienda Jackson-V anir q u e constituyó u n a condensación de sus propósitos
y vin o a d a r expresión norm ativa a u n a nueva restricción p ara el gobierno de
W ashington en sus tratos con la U n ió n Soviética.
Fue en esta doctrin a dual del C ongreso en la q u e se inspiró el equ ip o
encabezado p o r Zbigniew Brzezinski, R ichard G ard n er (actual em bajad or de los
Estados U nidos en Italia) y R ich ard H olbrooke (entonces p rin cipal ed ito r de la
revista Foreign Policy y luego encargado del D ep artam en to de asuntos del Sud­
este A siático en el D epartam ento de Estado). D u ran te la cam paña éstos com­
pren d iero n q ue en sus dos vertientes la tesis de la defensa de los derechos h u m a­
nos co n stituía u n excelente instrum ento p ara en ju iciar la acción de los gobiernos
republicanos. Esto explica po r qué C árter fue haciendo del tema en su cam paña
un "issue” central.17
Al asum ir el poder y especialm ente a la h o ra d e d efin ir las acciones con­
cretas frente a diversos gobiernos m ilitares latinoam ericanos, la aclaración de
los alcances concretos de esta p olítica se convirtió en u n p u n to de fricción en tre
diversos sectores del gobierno. D e n ad a valieron los intento s de definición reali­
zados po r el secretario del Estado, Cyrus Vanee,18 el vicesecretario de Estado,
W a rre n C h ris to p h e r19 y p o r el pro p io presidente C árter en su discurso de la
U niversidad de N o tre D am e.20 Estas intervenciones ay ud aro n a dejar dos puntos
en claro: prim ero, q u e los principales adm inistradores de la política ex terior del
gobierno norteam ericano en ten d ían los derechos hum anos no sólo com o la ausen­
cia de detención a rb itra ria o de to rtu ra, sino com o la vigencia más o menos
am p lia de todos los derechos políticos y g arantías constitucionales desarrolladas
p o r el pensam iento liberal y consagradas po r las revoluciones burguesas de los
siglos xvh y x v in ; segundo, q ue se p rop on ía la observación en los diferentes
países con los q u e los Estados U nidos m a ntenían relaciones del grado de respeto
efectivo a estas garantías, haciendo de ellas el g ran tam iz q u e p erm itiera discernir
y clasificar la calidad de las relaciones norteam ericanas con estos regím enes po­
líticos.
Estas precisiones con todo, no resolvieron la cuestión de la aplicación es­
pecífica de preceptos tan generales y abstractos a las relaciones con las d ictaduras
m ilitares de la región, p articu larm en te las del C ono Sur. P o r el contrario,
d e n tro del D ep artam ento de Estado se form aron dos corrientes de pensam iento.
De u n lado se situaron los colaboradores directos del presidente, recientem ente
incorporados a la adm inistración y especialm ente fuertes en la nueva División

17 Es interesante hacer notar que el tema de los derechos humanos fue planteado por Cárter
en forma mucho menos importante en sus primeras intervenciones públicas, como el discurso
sobre política exterior pronunciado en el Counril on Foreign Relations de Chicago, en marzo
de 1976, que en los debates realizados sobre este tema con el presidente Cerald Ford, en
octubre de ese mismo año.
16 Discurso sobre los derechos humanos en la política exterior de los Estados Unidos,
pronunciado por Cyrus Vanee en la Universidad de Georgia, Atlanta, en abril de 1977, ver­
sión oficial, usts.
** Discuno pronunciado por Warren Christopher ante la barra de abogados norteamericanos
en agoMo de 1977, versión oficial, usis.
20 Discurso pronunciado por el presidente Cárter en mayo de 1977. reproducido en Cario
Maria Santoro, Cl¡ Ctati Uniti e l'ordine mondiale, Roma, Italia, Editori Riuniti, 1978.

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LA POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 223

d e D erechos H um anos creada po r C árter en el D ep artam en to d e Estado, cuya


directora, P atricia D erian, y cuyo subdirector, M ark Schneider, eran ab ierta­
m en te p artid ario s de usar fuertes presiones con tra los gobiernos q u e en los
inform es anuales q u e p or encargo del Congreso debía p rep ara r el D epartam ento
aparecieran com o "violadores abiertos y masivos de los derechos hum anos” .
En el o tro extrem o aparecieron los burócratas con m ayor an tigü ed ad y tr a ­
yectoria en la D ivisión de A suntos Interam ericanos. P ara ellos la política de
derechos hum anos debía constituir una p au ta indicativa de los propósitos del
gob iern o d e W ashington frente a los regím enes d e fuerza. E n ten d ía n q u e el
trab ajo dip lom ático en este cam po debía consistir en u n esfuerzo pedagógico
en cam in ad o a p ersuadir a los propios gobernantes de esos países de q u e d ebían
m ejorar sus registros en este cam po. E n ú ltim o térm in o consideraban q ue la
política d e los derechos hum anos constituía u n a m anifestación más d e la p olítica
de uso altern ad o de estím ulos y sanciones (stick an d carrot policy) q u e es un
ingrediente histórico del arsenal diplom ático de los Estados U nidos p a ra nuestra
región.
N atu ralm en te esta discrepancia trab ó en poco tiem po la im plem entación de
esta política en sus alcances más am plios. P articularm en te d eterm in an te de este
resultado fue el hecho de q u e el p rim er secretario de Estado A d ju n to p a ra A sun­
tos Interam ericanos del gobierno de C árter, el d ip lom ático negro T eren ce T od -
m an, tom ó resuello p artid o en favor de la in terp retación restrictiva, hasta el
p u n to de q u e u n a intervención suya efectuada e n el C entro p ara las Relaciones
In teram ericanas en febrero de 1978 en q u e describió com o peligrosa una p o lí­
tica de presiones fren te a las dictaduras p ara exigir el respeto de las garantías
fundam entales le costó la salida de su cargo.
Así las cosas, en poco tiem po se ad virtieron las dificultades p ara hacer del
criterio de los derechos hum anos algo más q u e u n elem ento discursivo. U na ap li­
cación hasta sus últim as consecuencias d e esta línea h ab ría exigido la conver­
sión de los gobiernos au to ritario s en gobiernos dem ocrático-liberales. Este obje­
tivo, adem ás de que, como se encargaron de arg u m en tar los conservadores, hab ría
im plicado una violación del p rincipio de no intervención, resultab a desde el
p u n to de vista político lleno d e costos y riesgos en su im plem entación. Esto
d eterm in ó el ráp id o eclipse de la buena im agen de hum an itarism o q ue inicial­
m en te rodeó a la política de C árter en algunos círculos latinoam ericanos y per­
m itió a los dictadores u n m anejo en q u e p u d ie ro n coexistir desaprensivam ente
con las recom endaciones de W ashin gton haciendo algunas concesiones de poca
m on ta pero persistiendo en lo m ed u lar de su organización a u to rita ria de la
dom inación política.

n i. LA PRO PU ESTA DE LAS DEM OCRACIAS VIABLES

L a pro p ia declinación de la in terp retació n am plia d e la po lítica de derechos


hum anos abrió espacio a la ú ltim a propuesta de alcances generales y sustento

Copyrighted mater
224 LUIS M AIRA

ideológico, relativa a la definición de u n nuevo enfo qu e n orteam ericano p ara


Am érica L atina.
La tesis d e las dem ocracias v ia b les21 surgió en el in terio r del D ep artam en to
de E stado en la fase final de las adm inistraciones rep ub licanas y fue fo rm ulada
p o r los funcionarios especializados en los asuntos interam ericanos. P or lo m ism o
tien e u n a base más em pírica q u e las restantes visiones y se vincula m ucho más
con las tendencias perm anentes de la p olítica diplom ática de los Estados U nidos.
La in q u ie tu d inicial de los form uladores de esta pro pu esta es el agotam iento
de la iniciativa n o rteam ericana en la etap a q u e siguió a la contención del
ascenso radical de p rincipio de los seten ta en A m érica L atina. Luego de consi­
d erar correcta la ac titu d asum ida por el secretario Kissinger, este segm ento de
la burocracia diplom ática pasó a preocuparse de la defensa de los intereses
estratégicos perm anentes de su país e n el hem isferio. De ah í surgió la necesidad
de no considerar com o soluciones estables los gobiernos de fuerza q u e h ab .an
resultad o de las acciones norteam ericanas y de ir p rep ara n d o soluciones políticas
más aceptables.
Sin em bargo, esta búsqueda de u n a reorganización concreta de los sistemas
políticos en diversos países latinoam ericanos es asociado con u n c o n ju n to de con­
diciones q u e perm itan d ar estabilidad y co ntenido correcto a los regím enes de
rem plazo de las dictaduras m ilitares. P ara esto se recom ienda la creación de u n
nuevo tip o de régim en político capaz d e c u b rir u n a fran ja interm ed ia en tre las
dem ocracias liberales com petitivas y abiertas y los regím enes de excepción q ue
se in ten ta superar. Sólo u n a dem ocracia definida en estos térm inos puede soste­
nerse y resu ltar ‘‘viable’' p ara el país q u e la intente.
Este p lanteam ien to de los profesionales del D epartam ento de Estado se ap ro ­
xim a p or su pragm atism o a algunos contenidos del inform e R ock efeller22 q u e
ya en 1969 hab ía sugerido la necesidad de considerar a los regím enes de facto
establecidos por los m ilitares com o u n a realid ad nueva e interesante, d esenten­
diéndose del ab andono q u e éstos h acían de los mecanism os de las “dem ocracias
representativas” cuya defensa, p o r lo m enos verbal, em p ren dieran po r largo
tiem po los gobiernos norteam ericanos.
El nuevo m odelo de organización política de dem ocracias restringidas fue
más ex actam ente d etallad o a través de u n a serie de características consideradas
d eterm in antes para favorecer la ap e rtu ra de u n régim en m ilitar cerrado a u n a
dem ocracia viable.
E n tre estos, tres, p o r lo m enos, son determ inantes:
1] A segurar u n a dirección política civil y estable a los gobiernos resu ltan ­
tes. Esto im plica el ab a n d o n o de toda preferencia p or parte de los Estados U n i­
dos en relación con las personalidades dem ocráticas sin m ayor respaldo orgánico.
A hora se exige qu e el poder quede en m anos de fuerzas políticas con apoyo social
y con presencia en los sectores más dinám icos: m ovim iento obrero, m ovim iento
ju v en il, m ovim iento cam pesino, etcétera.
2] U na cierta g aran tía an te los peligros de u n a radicalización progresiva. Por

Hemos desarrollado más ampliamente el tema de las democracias viables en un trabajo


anterior: "Estados Unidos y América Latina: ¿perspectivas de cambio bajo la administración
Cárter?", publicado en Cuadernos Semestrales de Estados Unidos, núm. 1, 1977. pp. 49 y ss.
22 The Rockefeller Repon on the Americas, Chicago, Quadranglc Books, 1969.

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LA (“0LÍT1CA DE LCS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 225

lo mism o, se tra ta de identificar partidos y m ovim ientos con u n a clara definición


an tico m un ista q u e im pida q u e avancen hacia ex perim entos o posiciones socia­
listas y de izquierda. U n a experiencia q u e está m uy p resente en tre los form u-
ladores de política del D epartam ento de E stado y cuya repetición se busca ev itar
es la radicalización de am plios sectores en muchos partido s reform istas q u e en
los años sesenta recibieron u n im p o rtan te respaldo en tiem pos de la A lianza
p ara el Progreso.
3] L a preservación d e las fuerzas arm adas com o u n pod er co ntrolad or y
reg ulado r en la transición. Esto se traduce ta n to en la p reocupación p or g aran ­
tizar u n a cierta estabilidad en tre los m andos superiores o m edios del ejército
y las dem ás ram as de las fuerzas arm adas, com o en la búsqueda de ciertos m e­
canismos institucionales q u e favorezcan el papel del fiscalización po lítica p ara
los m ilitares. E n tre estas fórm ulas encontram os el d en om in ado veto de segu­
rid a d nacional q u e p e rm itiría a n u la r aquellas leyes apro bad as p o r los distintos
parlam ento s en el fu tu ro cuand o contravinieran las definiciones de la seguridad
n acional, o la im plan tació n de Consejos S uperiores de la defensa nacional como
cuerpos dotados de definidas e im po rtantes atribu cio nes políticas.
A diferencia de lo q u e recom endaban los sectores más liberales p ara la a p li­
cación de la política de derechos hum anos, los diplom áticos especializados en
asuntos latinoam ericanos im aginan u n paso m uy g rad u al de los gobiernos m i­
litares a las nuevas dem ocracias viables. E n su perspectiva la seguridad y esta­
b ilid ad del proceso es más im p o rtan te q u e la corrección ráp id a de cu a lq u ier
exceso q ue com etan los actuales gobiernos m ilitares. En su diseño la aprobación
o al m enos la com prensión p ara este cam bio de m odelo de parte de las propias
je rarq u ías m ilitares es u n elem ento m uy im p ortante.
E n los dos experim entos iniciales más significativos, a u n q u e con resultados
distintos, q uedará d e m anifiesto el apego a todos estos criterios. Se tra ta de
G u atem ala y P erú, países en los q u e las condiciones descritas parecían a co­
mienzos de 1977 m uy favorables p ara in te n ta r esta clase de experiencias, lo q u e
llevó al D ep artam ento de Estado a considerarlo com o u n a especie de proyecto
p ilo to en im p lantación de dem ocracias viables en la región.
En cu a n to a los ám bitos subregionales, dos subregiones fuero n selecciona­
das como p rio ritarias p ara el ensayo de estos nuevos regím enes políticos: el
C aribe y C entroam érica. En la p rim era de estas áreas, q u e p o r distintas razones
son m uy d irectam ente coordinadas con las nuevas p au tas de la nuev a política
p ara África (especialm ente debido a la im p o rtan te influencia de dos de los
países líderes del Caribe, Jam aica y G uyana, en el M ovim iento de Países N o
A lineados, dond e el blo qu e regional más im p o rtan te es el de países africanos) el
personcro n orteam ericano que renegoció el nuevo estatus de las relaciones fue
el em b ajad o r an te N aciones U nidas, A ndrew Young, u n o d e los personeros lib e­
rales con m ayor influencia fren te al p residente en la p rim era etap a del actual
gobierno dem ócrata. Luego de asegurar a los gobiernos del C aribe q u e con C ár­
ter no h ab ría más program as de desestabilización. Y oung garan tizó la puesta
en m archa del F ondo Especial d e C ooperación con el D esarrollo de los países
del C aribe, u n esfuerzo m u ltilate ral destinad o a com pensar a estos estados insu­
lares q u e carecen d e energéticos propios p o r el im pacto q u e ocasionara en sus
b alanzas com erciales el aum ento de los precios del petróleo.
226 LUIS MAIRA

En cu a n to a Ccntroam érica, se tra tó de u n a ten tativ a más desafo rtu nad a ta n to


p o rq u e factores de política in tern a no tom ados suficientem ente en cu en ta d ifi­
cu ltaro n u n a alianza sólida de los m ilitares con el c o n ju n to de las fuerzas re­
form istas de centro luego de la elección del actual presidente, general R om eo
Lucas G arcía, a princip ios de 1978, com o fun dam entalm ente p o r el ráp id o desa­
rro llo d e la oposición nicaragüense q u e al asediar y derrocar al gobierno de
A nastasio Somoza alteró toda la calendarización del proyecto norteam ericano
(que supo n ía u n a secuencia de dem ocratización gradu al q u e princip iaba en
G u atem ala en 1978, seguía con P anam á al in stitu cio n alí/arsc el régim en m ilitar
de T o rrijo s después de la firm a de los nuevos tratados del C an al, pasaba po r
la elección de la A sam blea constituyente de H o n d u ras en 1980 y culm inaba
con la im plantació n d e dem ocracias viables en N icaragua d u ra n te las elecciones
d e 1981 y en E l S alvador al realizarse las elecciones presidenciales fijadas para
1982).
De este m odo el ám b ito p ara ensayar nuevos casos de dem ocracias viables
se ha visto m uy re fr in g id o y sólo p u eden anotarse, adem ás del caso del P erú,
las experiencias de E cuador y Bolivia, a u n q u e estas últim as más q u e al resultado
de las acciones norteam ericanas se h an d ebid o a la deb ilidad de los regímenes
sustituidos y a la acum ulación d e fuerza política p ro pia lograda p or un sector
im p o rtan te del m ovim iento po p u lar.

IV . K». A C O TA M IEN TO DEL PR IM E R EN FO Q U E LA TIN O A M ERICA N O Y SU REM PLA ZO POR


U N O NUEVO

A u n q u e el propósito de este tra b ajo consiste exclusivam ente en señalar las p ar­
ticulares lim itaciones de u n enfoque basado en la agregación de categorías ideo­
lógicas heterogéneas cuya sum ato ria configura u n a "p olítica de mosaico" que
difícilm ente p u ed e sostenerse con coherencia, y a u n q u e n o intentam os ocuparnos
en el del nuevo esquem a de rem plazo, algunas consideraciones fundam entales
resu ltan ineludibles.
En un p rim er ru b ro nos interesaría señalar q u e el balance d e los tres p rim e­
ros años d e aplicación de lo q u e el presidente C árter an u n c iara com o u n a p o lí­
tica renovadora de las relaciones en tre los Estados U nidos y A m érica L atina,
deja diversas lecciones, todas negativas, al hacer u n ju icio de la política la tin o ­
am ericana d e la actual adm inistración.
Éste es el resultado, en tre otros, de los siguientes factores:
a] La acentuación en las dificultades del fun cio nam ien to in tegrad o de los
diferentes departam ento s y agencias q u e actú an com o el segm ento especializado
para el ám b ito in ternacion al de los ap arato s estatales norteam ericanos.
E n esta etapa, y se podría dem o strar con u n am p lio estudio de casos con­
cretos, la especialización de las políticas internacionales ha reforzado lo a u to ­
nom ía de las doctrinas y criterios básicos form ulados po r cada sector, q u e se
h a n tornado más rígidos, y el g obierno h a ex h ib id o m enos capacidad d e coordi­
nación en los casos conflictivos.

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LA POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA 227

b] Se d ebe a trib u ir u n a influencia d eterm in an te en estos resultados al hecho


de q u e la actual p olítica recogió construcciones ideológicas o propuestas com ­
pletas de o rigen diverso y no siem pre fáciles de arm on izar en u n esquem a de
política com ún. Esto perm itió a los diferentes ejecutivos seleccionar los énfasis
y los tem as de acuerdo con sus particulares preferencias políticas, lo cual se ha
trad u cid o a la larga en u n a m ayor incoherencia y confusión de la po lítica latino ­
am ericana en su conjunto.
Esto p erm itiría postular q u e es tan peligrosa la ausencia de un a política
ex terio r regional con u n cierto sustento teórico (tal com o ocu rriera al térm ino de
las anteriores adm inistraciones republicanas) com o el exceso de propuestas glo­
bales q u e e n tra n a com petir en tre sí.
el Se h an advertido incoherencias y u n a lucha político-ideológica abierta,
incluso en el in te rio r de algunas d e las construcciones ideológicas integradas «ni
nuevo esquem a latinoam ericano de C árter. El caso más relevante, a u n q u e no el
único, h a sido el de la política d e derechos hum an os en d o n d e p rincipios defi­
nidos incluso po r el presidente h a n suscitado lecturas e interpretaciones m uy
encontradas en tre sus colaboradores de u n a m ism a instancia buro crática en
función d e las inclinaciones liberales o conservadoras de éstos. C uan do este tip o
d e discrepancias se ha producido, el gobiern o ha d em ostrado (tal com o tam ­
bién h a acontecido en m uchos problem as domésticos) su incapacidad p a ra fijar
u n criterio único y coherente p ara las actuaciones futuras.
d] T o d o lo a n terio r se ha reforzado y com plicado con la ap arició n de las
nuevas tendencias de la política in tern acio n al global q u e em ergen n ítid am en te
luego de las crisis d e Irá n y A fganistán. E n este esquem a de ago tam ien to de
los m árgenes de negociación d irecta en tre los países q u e hacen de cabeza de los
bloques ca p italista y socialista y de revalidación de u n a cierta ideología de
g u erra fría, las contradicciones y fisuras del enfo qu e latino am ericano se h a n in ­
tensificado a la p ar q u e se h an reducid o los m otivos p ara buscar u n a recom po­
sición en tre los factores discordantes.
Se debe enfatizar, sin em bargo, que, a u n q u e la nu eva situación internacion al
tiene u n im pacto en nu estra región y resu lta absolutam ente indispensable hacer
u n a lectura latinoam erican a de éste, m uchos de los elem entos q u e se cristalizan
en el nuevo cu adro se v enían p rep ara n d o desde m ucho antes en A m érica L atina.
Al respecto bastaría con recordar la p ropu esta norteam ericana de form ación de
u n a fuerza in teram ericana de paz p ara in terv en ir en N icaragua antes de la caída
de Somoza, efectuada en la o e a en ju n io de 1979; el contenid o de la den un cia
de la presencia de tropas soviéticas en C u b a efectuada en septiem bre de 1979,
en los m ism os días en q u e se realizaba en La H ab an a la Sexta Conferencia C um ­
bre de los Países N o A lineados o las prevenciones am enazantes con tra los gobier­
nos de G ran ada, Sta. Lucía y D om inica efectuadas p o r el secretario de Estado
p ara asuntos interam ericanos, V irón Vaky, en octu bre del añ o pasado. U n a con­
secuencia de todas estas tendencias h a sido la definición y puesta en vigencia de
u n "nu ev o en foque de facto’’ que sin desautorizar la base ideológica y los con­
tenidos de la política an un ciad a al llegar C árter a la Casa Blanca, los ha d ero ­
gado d e hecho.
E n tre los criterios q u e organizan este reajuste de política u n prim er elem en­
to sustancial es el esfuerzo por m an ejar en form a in teg rada los aspectos de
LUIS MAIRA

seguridad m ilita r y las relaciones políticas y económicas. Al igual q u e hasta la


década de los sesenta, las pautas de raíz político-m ilitar h a n v uelto a ser cen tra­
les y en to rn o de ellas se organiza el co ntenido de las diferentes políticas in ter­
nacionales especializadas. U n ejem plo m uy claro de este m anejo integrado con
u n a p rio rid ad m ilita r es la actual discusión del program a de ayuda p ara el añ o
presu puestario q u e se iniciará el prim ero de octub re próxim o. A llí N icaragua
se ha convertido en el caso p rincipal y El Salvador h a co nstituido la segunda
p riorid ad . E n concreto la proposición de entreg ar a N icaragua 75 de los 125
m illones de dólares q u e form an el program a p ara C entroam érica y el C aribe ha
te n id o com o co n trap artid a precisas exigencias en el seguim iento de la coyuntura
in tern a de ese país en la prevención de tendencias radicales.
U n a segunda línea im p o rtan te es la b úsqueda de u na coadm inistración de
estas políticas subregionales con los países m edianos de A m érica L atina, p articu ­
larm en te M éxico y V enezuela, q u e tien en g ran ascendiente en este en to rn o geo­
gráfico. La gran prensa norteam ericana, p or ejem plo y m uy especialm ente el
W ashington Post, viene insistiendo desde los días anteriores a la caída de So-
moza en la necesidad de q u e el D epartam ento de E stado asocie sus esfuerzos
p a ra asegurar u n “ curso dem ocrático" en el proceso nicaragüense con aquellos
países q u e tuvieron u na a c titu d más positiva fren te a los grupos antisom ocistas,
y en especial con aquellos q u e apoyaron al F rente Sandinista en su lucha (ade­
más de M éxico y Venezuela, Costa R ica y Panam á).
U na tercera tendencia de la política q u e com enzará a aplicarse será la in te n ­
sificación de la coordinación con los organism os financieros internacionales en
los q u e los Estados U nidos ejercen u n a influencia pred om inan te. Se tra ta de
q u e el F ondo M onetario In te m a i.^ n a l, el Banco M undial, el Banco Intcram eri-
cano de D esarrollo y, en el Caribe, el Banco p ara el D esarrollo del Caribe, pasen
a servir en form a más estrecha los objetivos definidos p o r el gobierno n orte­
am ericano y se conviertan en elem entos perfectam ente articulados d e la estra­
tegia de estím ulos y sanciones q u e se d efin irá desde W ashington.
De esta ú ltim a orientación hem os ten id o u n a confirm ación m uy precisa en
el reciente conflicto en tre el gobierno d e Jam aica y los directivos del Fondo
M o netario In ternacional. Este organism o que, en v irtu d del p atro cin io n o rte­
am ericano, había otorgado en 1978 al régim en del p rim er m inistro M ichael
M anley u n apoyo financiero de poco más de 200 m illones de dólares p ara sos­
tener el crítico funcio nam iento de su econom ía, acaba de revisar estos acuerdos,
lo q u e h a provocado u n a crisis política in tern a q u e ha llegado al g obierno a
ad e lan ta r la realización de las elecciones generales p arlam entarias. N o deja de
ser revelador q u e en tre quienes más ásperam ente h an criticado esta d eterm in a­
ción, q u e el gobierno norteam ericano n o ha cuestionado, se encu entre precisa­
m ente A ndrew Young. el gestor de la línea ab and on ada aho ra p o r C árter.
De este m odo, en sus relaciones con A m érica L atina la adm in istración C árter
ha acabado p o r rep ro d u cir u n tip o d e fluctuación de política que, siendo ge­
neralizada. es m ucho más acentuada en los gobiernos dem ócratas que, casi
invariablem ente, p arten an unciando u n a nueva era de relaciones y cooperación
en tre los Estados U nidos y América L atin a para acabar red efiniend o en instan­
cias privadas y d en tro de m arcos más restrictivos los contenidos de su conexión
con el Sur.
SO B R E LA R E S T R U C T U R A C IÓ N D E L C A P IT A L IS M O Y SUS
R E P E R C U S IO N E S EN A M É R IC A L A T IN A

FERNANDO FAJNZYLBER

1. MARCO INTERNACIONAL Y TENDENCIAS EN EL CAPITALISMO MADURO

A p a rtir de la segunda g u erra m u n d ial la econom ía m u n d ial experim enta u n


proceso de ráp id o crecim iento y acelerada innovación tecnológica. El com ercio
in tern acio n al crece aú n más ráp id am en te q u e la producción, con lo cual se
estim u la u n a creciente interd ep end encia económ ica en tre los países y los bloques
económicos. Esta interrelación económ ica se lleva a cabo p rin cip alm en te en el
in te rio r d e los países socialistas y de los países capitalistas avanzados. A m ediados
de la década d e los sesenta las vinculaciones en tre países socialistas y capitalistas
avanzados com ienzan a intensificarse. É n este período los países capitalistas sub-
desarrollados experim entan u n proceso d e creciente m arginación com ercial, q u e
se expresa adem ás b ajo la fo rm a de u n en deu dam iento creciente, au n q u e en su
in te rio r se in ician los intentos de integración region al.1 E n el in terio r de los
países capitalistas avanzados se observa u n a erosión de la posición relativ a de los
Estados U nidos y u n ascenso de los países derrotados e n la segunda g u erra
m u n d ial, A lem ania y el J a p ó n . P aralelam en te se inicia el proceso de intem acio-
nalización en los sectores in d u strial, com ercial y, más tarde, financiero, encabe­
zado al com ienzo por las grandes em presas de los Estados U nidos y acom pañado
luego con m ayor inten sidad p o r la expansión in tern acio nal de las em presas eu ro ­
peas y japonesas. Las estructuras oligopólicas dom inan tes a nivel nacional se
ex p an den y articu lan intem acio nalm en te, vaciando d e contenido, en la práctica,
las a ú n vigentes concepciones teóricas sobre la “com petencia perfecta”. E n este
proceso se d eb ilita p au latin am en te la vigencia de los acuerdos m onetarios in ter­
nacionales d e B retton W oods, por m edio de los cuales se consolidaba al térm in o
d e la segunda g u erra m u n d ial la hegem onía de los Estados U nidos sobre la
econom ía internacio nal; este creciente d eterio ro cu lm in a en 1971 con el colapso
d e ese esquem a institucional.
E n el in te rio r d e las econom ías capitalistas m aduras se observan en el plan o
económ ico dos tendencias com plem entarias cuya proyección sobre el p la n o p o lí­
tico in tern o e internacio nal parece cada vez más evidente: a p a rtir d e la década

i Como excepciones a esta tendencia general es preciso señalar, entre otros, los casos de las
llamadas "plataformas de exportación”, Hong Kong, Singapur y Taiwán y la situación peculiar
de Corea del Sur, que, contando con una situación geopolítica particular, y con base en un
proyecto de "capitalismo nacional autoritario", ha logrado una inserción dinámica en los
mercados internacionales.

(22 9 )

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230 FERNANDO FAJNZYCBF.R

de los años sesenta se observa u n crecim iento de las rem uneraciones m ayor que
el crecim iento de la productivid ad.2
Esta tendencia es resultad o de diversos factores en tre los cuales destacan los
siguientes:8 creciente escasez de m ano de obra de los países capitalistas desarro­
llados; a p a rtir de la m itad de la década de los años sesenta u n id a d creciente
d e la clase o b rera organizada en E u ro pa asociada en alg un a m edida al d eb ilita­
m ien to de la g u erra fría y su influencia sobre el conflicto en tre los sectores
laborales, católicos y no católicos; capacidad de las centrales sindicales de los
sectores oligopólicos de a rrastra r el increm ento d e rem uneraciones del co n ju n to
d el sector laboral, en contraposición con la incapacidad de las em presas líderes
d e los sectores oligopólicos de d ifu n d ir su creciente prod uctiv idad sobre el
c o n ju n to del a p a ra to productivo y, en p articu lar, sobre los sectores d e servicios
q u e p resen tan la d o ble característica de expandirse rápidam ente y de elevar
len tam ente su pro ductividad. Lo a n te rio r explica y a la vez se apoya en el
fo rtalecim ien to de los p artid o s y m ovim ientos políticos q u e representaban los
intereses de los sectores laborales. Esta consolidación de la fuerza política de
los trabajado res en el capitalism o m aduro, socialdem ocracia y fuerzas políticas
afines, se proyecta sobre la o tra tendencia fun d am en tal q ue caracteriza la evo­
lución de esas econom ías en las últim as décadas: la participació n creciente del
estado en la actividad económ ica.4 Esta expan sió n relativ a del estado expresa,
p o r u n parte, los req uerim ientos crecientes de socializar los gastos en infraestruc­
tu ra necesarios p ara el proceso de acum ulación p riv ad a; p o r o tra , la capacidad
política d e los sectores laborales de im p on er u n a tendencia a los servicios de
educación, salud, vivienda, seguro contra el desem pleo, bienestar de la infancia
y vejez.5
El m e joram iento de la posición relativa de las rem uneraciones y el proceso
p aralelo de p articip ación creciente del estado en la econom ía se proyectan y re­
fuerzan en el p la n o político con la consolidación de los p artid o s socialdemócra-
tas y afines, y el ascenso de las tendencias “eurocom unistas".
A fines de la década de los sesenta, en los países capitalistas subdesarrollados
del llam ado T e rc e r M u ndo se observa u n ascenso de los partidos “ populares"
y del nacionalism o, q ue se expresa en el proceso de descolonización, de fortale­
cim iento de los "m ovim ientos d e liberación n acio nal", en la aparición de go-

Véanse cuadros l, 2 y 3.
3 Véase P. McCrackcn y otros, "Toward* full employment and price stability", o c d e ,
junio de 1977; B. Rothowrn, "Late capitalism", New Left Keview, julio-agosto de 1976; Edward
F. Denison, “T he piuzling drop in productivity", The Brookings BuUetin, vol. xv, núm. 2:
Willard C. Butcher, “Raising capital formation consciousness”, International Finance, 13 de
noviembre de 1978, p. 8: Robert J. Samuel son. "T he productivity enigma", National Journal,
12 de septiembre de 1978; “Penis of the productivity sag”. Time, febrero 5 de 1979, p. 34;
Leona td Silk, “Productivity and inflation", The New York Times, 12 de enero de 1979; John
Wyles, “ Puzzling over productivity”, Financial Times, 15 de febrero de 1979; William B.
Franklin, 'T h e inflationary thrcal on the productivity front”, Business Outlook, 12 de febrero
de 1979, p. 29; Jurek Martin, “Meagre productivity upsets U. S. growth forecasts”, Financial
Times, 26 de enero de 1979.
4 Véase cuadro 4.
6 Véase además de Me. Cracken y B. Rothowrn, op. cit., “ Public expenditure trends", ocde ,
junio de 1978; J. O'Connors, The fiscal crisis of the State, St. M artin Press, 1973; R. Keohane,
“Economic, inflation and the role of the State’*, World Politics, Princcto» Univ. Press, 1978.
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 23 1

bienios apoyados en coaliciones p opulares am plias, todo lo cual se tradu ce en


el p lano económ ico en la intensificación d e los procesos d e recuperación de los
recursos n aturales a través de las nacionalizaciones, la aparición de asociaciones
de productores de m aterias prim as • (o pe c , c ip e c ) y las presiones crecientes po r
in tro d u cir m odificaciones de fondo en el esquem a de relaciones económicas in ­
ternacionales. Estos fenóm enos tien en su expresión concreta en el hecho de q u e
la evolución de los térm inos de intercam bio se in vierte y com ienza a favorecer,
en los últim os años, la posición relativa de los productores de m aterias prim as,
en tre los cuales, obviam ente, los exportadores de petróleo o cupan u n pap el
privilegiado.7
La conjunción de las tendencias relativas a rem uneraciones, produ ctividad ,
participación del sector público en la econom ía y deterio ro de los térm inos de
intercam bio p ara los países desarrollados constituyen u n a presión significativa
sobre la tasa de ganancia, q u e experim en ta u n a tendencia a la dism inución.8
Esta caída en la tasa de ganancia afecta en form a diferente a las em presas olí*
gopólicas líderes y al resto del a p a ra to pro ductivo del capitalism o m aduro. Las
em presas líderes, q u e son las transnacionales, tienen capacidad de fijación de
presión, concentran el proceso de innovación tecnológica y, p o r consiguiente,
pueden in crem entar con m ayor rapidez su prod uctiv idad , y p o r m edio d e su
diversificación sectorial y regional logran n eu tralizar la m ayor carga fiscal y su
acción in tern acio nal les p erm ite m inim izar el efecto del increm ento relativo de
los precios de las m aterias prim as, el q u e adem ás n eutralizan con su capacidad
p ara in flu ir sobre los precios de los p roductos m anufacturados En la m ism a
dirección se m ueve la banca, apoyando y n utriéndose d e las tendencias an terio ­
res.9 En el resto del ap arato productivo surgen com o respuestas las presiones
hacia el proteccionism o.10

II. DIAGNÓSTICO V FORMULACIÓN DEL PROVECTO DE RESTRUCTURACIÓN GLOBAL

En este contexto em erge y adquiere coherencia conceptual u n cuerpo de pensa­


m ien to que, p a ra efectos de este tra b ajo , se denom ina "proyecto de restructura-

« Véase cuadro 5.
t Véanse cuadros 6 y 7.
* Véanse cuadros 8 y 9 y gráfica 1. Como referencia véase, además de P. McCrackcn
y B. Rothowm, op, cit.; Martin Feldstein y Lawrence Summcrs, *’Is the rate of profit fa-
lling?". Brookings Papcrs on Economic Activity, 1, 1977; Robert Eisncr. "Capital formaüon,
here, why and how rauch? Capital shortage: Myth and rcallty”. Capital Formation, vol. 67,
núm.. I; William D. Nordhaus, “The falling ahare of profiu”, b p e a , ], 1974; Charles L.
Schultze, “Falling profits, m ing profit margins, and the full-employment profit rate", Bro­
okings Papers on Economic Activity, 2. 1975; Martin S. Feldstein y Michel Rothschild,
"Towards an economic theory of replacement investment”, Econometrica, vol. 42, mayo de
1974, núm. 3; Arthur M. Okun y George L. Perry, "Notes and numbers on the profits
squeeze”, Brookings Papers on Economic Activity, 3, 1970.
» Véase cuadro 10.
10 “Se ha incrementado en forma significativa el proteccionismo en los países industrializados
y las presiones para reforzar esta tendencia son poderosas", World Development Report, julio
8 de 1978, p. 26, World Bank.

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232 FERNANDO FAJN7.Yt.RFK

ción glo bal”, y sobre el cual convergen u n a v ertiente económ ica ligada prin ci­
palm en te a la banca y a la g ran em presa in tern acio nal y las vertientes acadé­
micas y políticas afines. P ara legitim arse p olíticam ente, este proyecto debe
a rtic u la r en to m o a él a vastos sectores de la sociedad. P ara esto d ebe presentarse
com o la fuerza lúcida p ara resolver los problem as y garan tizar la expansión y
p rosp erid ad del sistema.
En su diagnóstico de lo o currido en el capitalism o avanzado en los últim os
años destacan com o elem entos esenciales la degradación creciente de las ins­
tituciones dem ocráticas y la ilegitim ación de la au to rid ad , la expansión in o r­
gánica, ineficiente e inflacionaria d e la actividad p ú b lica y el desarrollo de u n
nacionalism o provinciano que se expresaría ta n to en los ám bitos económicos
com o políticos. Estas tendencias, desarrolladas al am paro de u n con tex to de
distensión, serían factor explicativo fu nd am en tal del d eb ilitam ien to in tern o y
externo del sistem a.11
A p a r tir de este diagnóstico em ergen com o lincam ientos básicos del pro­
yecto: i) la necesidad de ev itar los eufem ísticam ente denom inados "excesos de
la dem ocracia” ; ii) la im portancia decisiva de term in a r con las "distorsiones”
generadas po r la desm edida acción del estado y de las organizaciones que, como
los sindicatos, logran a través de sus presiones alte ra r lo q u e sería el funciona­
m iento norm al de los mercados; iii) su p erar el "anacrónico” nacionalism o en
sus dim ensiones políticas y económicas.12
El argum ento central de este proyecto sería el siguiente: en la m edida en
q u e se creen condiciones económ icas y políticas adecuadas p ara la expansión

11 Una versión diáfana de este diagnóstico aparece en The govemabUity of democracies,


publicada en 1975, por la Comisión Trilateral y c u y o s autores son Miehel Crolzier, Samuel
P. Huntington y J. Watanuki. En las conclusiones se lee: i) la búsqueda de los valores de­
mocráticos de igualdad c individualismo ha culminado en la ilegitimizadón de la autoridad
y en la pérdida de confianza en los líderes; ii) la expansión democrática de la participación
política ha creado una "sobrecarga” en el gobierno, y esta expansión desequilibrada de las
actividades gubernamentales ha conducido a exacerbar las tendencias inflacionarias de la
economía; iii) la competencia política esencial a la democracia se ha intensificado, condu­
ciendo a una desagregación de intereses y a la declinación y fragmentación de los partidos
políticos: iv) la incapacidad de respuesta de los gobiernos democráticos a las presiones de
la sociedad ha conducido a que las políticas internacionales de las democracias tengan un
elevado contenido de nacionalismo local. Con referencia a los Estados Unidos Huntington
es aún mucho más preciso cuando indica: “Al Smith alguna vez señaló que el único reme­
dio para los peligros de la democracia es más democracia." Nuestro análisis sugiere que apli­
car este consejo en el tiempo presente sería equivalente a echar combustible a la hoguera.
Algunos de los problemas que plantea la actividad de gobernar en los Estados Unidos pro­
vienen precisamente de un exceso de democracia. Lo que se necesita en su lugar es una
mayor moderación en el ejercicio de la democracia.
12 Se tratará de pasar, utilizando la nomenclatura de Zbigniew Brzezinski, de una “con­
ciencia nacional” a una “conciencia global". O, como se expresa en The govemabilily of
democracies en un apartado denominado “ Provincialismo en los asuntos internacionales”:
“En tiempos de escasez económica, inflación y posible decaimiento de largo plazo en la
economía en que, sin embargo, las presiones aumentan en favor del nacionalismo y del
neomercantilismo, los sistemas políticos democráticos se encuentran particularmente vulne­
rables a tales presiones de grupos industriales, localidades y organizaciones del trabajo, que
se ven afectados adversamente por la competencia extranjera. Es reducida la capacidad de los
gobiernos para tratar los problemas sociales y económicos internos, como también lo es la
confianza que la gente tiene en su capacidad para enfrentarse con esos problemas."
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 235

“ tra n s n a c io n a r se logrará la asignación óp tim a de recursos, que elevará la efi­


ciencia del uso de los recursos a nivel m u n d ial, dism inuyendo los costos de pro ­
ducción de los bienes y servicios que la h u m a n id ad req uiera, estim uland o el
proceso de innovación tecnológica, cuyos frutos term in arán difundiéndose a lo
largo y a lo ancho del p laneta y oto rg ando a los consum idores del m u n d o entero
la po sibilidad de escoger, en fu nción de u n sistema de precios q u e refleje los
costos reales, aquellos bienes y servicios q u e en m ayor m edida p ueden co n trib u ir
a increm en tar su bienestar. C ada país te rm in a ría especializándose en la prod uc­
ción de aquellos bienes y servicios susceptibles de ser producidos eficientem ente
con la d otación de factores productivos disponibles, los q u e se in tercam b iarían
en u n m ercado libre que generaría u n a distribución eq uitativ a de los benefi­
cios. En este m arco la acción p rincipal del estado consistiría en crear las co nd i­
ciones adecuadas p ara el lib re funcionam ien to del m ercado. En esta perspectiva
em ergen com o obstáculos “conservadores” conceptos e instituciones tales como
interés nacional, estado nacional, sindicatos, satisfacción de necesidades básicas,
seguridad social, seguro de desem pleo y otras “distorsiones” q u e afectan el fu n ­
cio nam ien to creador de las fuerzas del m ercado. El proyecto aparece entonces
com o u n p ro d u cto inteligente, neutro, im personal, eficiente y eq uitativo . Su con­
traposición con el “provincialism o” de los adiposos estados nacionales, inefi­
cientes servicios públicos, benefactores d e corto plazo de los grupos sociales,
sectores o regiones circunstancialm ente desfavorecidos parece evidente. Es el con­
tra p u n to en tre u n proyecto “científico" y u n a realidad q u e es fru to de la
confluencia de mezquinos intereses locales y parroq uiales am parados po r u n a
dem ocracia reblandecida y decadente.
Esta form ulación “científica" req u iere del apoyo teórico adecuado. E n el
p lano económ ico esto provendría no sólo de la más p u ra o rtodoxia neoclásica,
sino que, adem ás, se vería reforzado con “form ulaciones teóricas” adicionales.
A|>oyándose en la estructura genética del ser h u m a n o h a surgido u n a corriente
de pensam iento q u e concluye q u e el esquem a com petitivo es la única expresión
coherente con la estructura biológica íntim a del hom bre. De acuerdo con la inci­
p ie n te ciencia d en om inada bioeconom ics la estru ctu ra genética incluiría los
factores q u e d eterm in an el in dividualism o q ue constituiría, po r consiguiente, un
rasgo estru c tu ral del ser hu m a n o y q u e conduciría inexorablem ente a considerar
el esquem a com petitivo com o el coherente con la n atu raleza h u m a n a.13 Al am ­
paro de las crisis se desarrollan p en etrantes análisis tend ien tes a dem ostrar la
ineficiencia intrínseca de la acción p úb lica y desarrollar técnicas especiales para
su evaluación crítica.14 En el ám b ito de las relaciones económicas internacionales
se destaca nuevam ente el principio de las ventajas com parativas com o pivote
básico en to rn o al cual deberían definirse las políticas nacionales. 1.a aceptación
de este p rin cip io en el seno del p equeño gru p o de países q u e d eten tan la hege-
mon.’a del p o d er económ ico y político en el capitalism o m a d u ro y q ue com piten

13 Un precursor en esa ciencia es el economista Gary Becker, de la Universidad de Chicago.


M Es interesante recordar una declaración del economista Henry C. Wallich, gobernador
del Consejo del Banco de la R eseña Federal: "Dentro de una década, cuando la mayor parte
de nosotros nos hayamos retirado, las universidades y el gobierno estarán saturados de monc-
taristas y economistas neoclásicos dedicados al mercado libre y profundamente escépticos a las
actividades de gestión macroeconómicas”, Newsweek, 26 de junio de 1978.
254 FLRNANDO KAJNZVLBE*

en tre sí en p ie de relativa igualdad es com prensible y se expresa en form a


tran sp aren te en las declaraciones de altos funcionarios del go biern o,15 ejecutivos
de grandes em presas 19 y acuerdos q u e se logran de m an era m u ltilate ral.17

III. INTENTOS DE APLICACIÓN DEL PROYECTO DE "RESTRUCTURACIÓN GLOBAL”

L a viab ilid ad de la aplicación integral del proyecto en los países capitalistas desa­
rrollados aparece como u n a aspiración difícil de alcanzar po r la fuerza económica
y política de las organizaciones laborales, p o r el grad o de afianzam iento de la
dem ocracia com o régim en político (no se o btien e un apoyo electoral m ay oritario
con u n program a en q u e se debilita la fuerza sindical, dism inuye la protección
frente a im portaciones, elim ina subsidios a regiones y sectores atrasados y dis­
m inuye la acción pública en salud, educación y vivienda) y p o r la ap aren tem en te
baja pro b ab ilid ad de utilizar a las fuerzas arm adas de los países de capitalism o
m aduro como instrum ento de restru cturación interna. R esulta difícil im aginar
q u e las fuerzas arm adas se utilicen co ntra ciertos sectores del P artid o D em ócrata
ile los Estados U nidos o la b o ris ta en In glaterra o en los sindicatos del sector
autom otriz u otros sectores oligopólicos en los Estados U nidos, E u rop a o el
J ap ó n , d ond e adem ás de ser fuerza d e trab ajo constituyen, a diferencia de lo
q u e ocurre en la A m érica la tin a , u n a fracción im p ortante del m ercado fu nd a­
m ental necesario p ara la expasión del sistema.
L a situación es d istinta en la América la tin a , do nd e el capitalism o semi-
industrializado conduce a q u e el m ercado p rin cipal esté co nstituido esencial­
m ente p o r los sectores de ingreso m edio y alto. Sin em bargo, esto no basta para
q ue se pu eda m aterializar plenam ente el proyecto de restructuración en cual­
q u ie r país de la A m érica la tin a . Es necesario q ue el sector em presarial nacional
se considere suficientem ente am enazado en sus intereses para q u e acepte u na
is "lo d o s queremos que capitales, bienes, servicios y tecnología circulen intcmacionalmcntc
« i forma competitiva según los principios económicos del liberalismo hacia un sistema econó­
mico abierto", Richanl N. Cooper (subsecretario de Estado para Asuntos Económicos), "Hacia
un sistema económico abierto”. Horizontes, Estados Unidos de Norteamérica. 28.
t« "Basados en nuestra experiencia creemos firmemente con la ib m que el libre comercio
puede generar más beneficios a más gente que cualquiera otra posición. Esto es estrictamente
coherente con las realidades y necesidades del sistema económico internacional. En el mundo
de hoy y en el de mañana esto constituye un hecho inexorable. No hay alternativa viable."
R. A. Feiffer (presidente de la i b m ) . "Opening up I n t e r n a t i o n a l trade, theere is no viable
altemative", National Journal, junio de 1978.
17 “Reafirmaremos nuestra determinación de expandir el comercio internacional, una de las
fuerzas motrices básicas para lograr un crecimiento económico sostenido y equilibrado. Con
nuestros esfuerzos mantendremos y reforjaremos los sistemas de libre comercio internacional.”
“Necesitamos estimular el flujo de la inversión privada de la cual depende el progreso econó­
mico. Buscamos limitar los obstáculos para la inversión privada tanto en términos internos
como internacionales. La cooperación de los países en desarrollo en cuanto a crear un clima
de protección adecuada para la inversión extranjera es necesaria para que ésta pueda desem­
peñar efectivamente su papel en la generación de crecimiento económico y transferencia de
tecnología." “Acuerdos de la Reunión Cumbre de Bonn.” The New Yorw Times, julio 18
de 1978.

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SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN Df.l. CAPITALISMO 23S

restructuración que im plica ab a n d o n ar su cóm oda participación en la p ro te­


g ida actividad ind ustrial nacional p ara pasar a exponerse a los riesgos de la
com petencia internacional. Esto pareciera que sólo se produce cu ando la ac­
ción social y política d e los sectores p opulares ha alcanzado u n nivel tal en
q u e parece cuestionarse la vigencia m ism a del sistema. Pero, además, es p re­
ciso m ovilizar a las fuerzas arm adas n o sólo p ara rep rim ir esos sectores, sino,
adem ás, p ara co n trib u ir al establecim iento d e u n modelo q u e im plica el desman-
te lam iento p arcial de la actividad estatal y de actividades industriales predom i­
n antem en te nacionales, adem ás de la inserción pasiva en un m ercado internacio ­
nal, en la definición de cuyas tendencias el país obviam ente no participa. P ara
esto es necesario que en el contenido ideológico de esas fuerzas arm adas la afir­
m ación de lo nacional desem peñe u n papel su bo rdinad o respecto a valores del
tipo "defensa del m u n d o libre” . Es decir, que se haya internacionalizado el paso
de la conciencia "nacional” a la conciencia "global".
E n la década de los sesenta y com ienzo de los setenta el dinam ism o de la
econom ’a in ternacional hacía innecesario p la n tear la obligación de ac tu ar contra
los nacionalism os económicos y políticos. La expansión económica internacion al
pasaba sobre las barreras aduaneras, la expansión del sector p úblico y la indus­
trialización ineficiente de la periferia. La industrialización y el nacionalism o en
la A m érica L atina podían coexistir con la expansión de la econom ía m undial.
En ciertos casos era preciso neutralizar el avance d e sectores populares, y para eso
co n stituían un a respuesta adecuada los regímenes au to ritarios que d ab an v iab ili­
d ad y dinam ism o a proyectos nacionales d e corte capitalista. E n esos proyectos
las em presas transnacionales desem peñaban u n papel decisivo p ero se articulaban
con estados en expansión q u e form ulaban proyectos de carácter em in en tem en te
nacional, q u e se expresaba tanto en el p lan o de la política internacional de la
expansión de las actividades productivas del sector público como del desarrollo
de u n a capacidad industrial de tipo bélico.18
La situación se m odifica en la década de los setenta y el hecho nuevo fu n­
d am ental es la aparición de la llam ada "crisis económ ica", qu e afecta las eco­
nom ías de m ercado y q ue se traduce en u n lento crecim iento, inflación, desem­
pleo, aum entos explosivos de la liquidez internacio nal y déficit im portantes d e la
balanza de pago de los Estados U nidos. N o se tra ta ya de en fren tar los conflictos
pun tuales, sino de resolver los problem as estructurales que aten tan contra la
salud del sistem a.10 En esta perspectiva el nacionalism o económico y político

18 En el Brasil el sector estatal ha crecido más rápidamente en la última década que en el


resto de los países de la América Latina. Actualmente contribuye con el 60% de la formación
bruta de capital fijo. Los ingresos totales del sector público pasaron del 9% del n n en 1964
al 14% en 1973. Luciano Martins, A expansio recente do estado no Brasil: seus problemas e
seus atores, « a n o de 1977
i* Además de P. McCradcen, B. Rothworn, R. Kchoanc, J. O'Con ñor*, véase R. Heilbroner,
Beyond boom and crash, Norton, 1978; "The intemational role and fate of the dollar”, Foreign
Affair, 1978-1979, p. 269; W alter G uuardi Jr., "T he new down-to-carth cconomics. Fortune,
diciembre de 1978: "Inflation toward a fair progTam". a f l - c i o , octubre de 1978; "Qucsüons
and answcrs on inflation, recession, the dollar, and wage Controls”. Economy in review, diciem­
bre de 1978; "Analysis of wagc-price control rules'’, a f l - c i o , Washington, diciembre de 1978;
"A puré and simple road to socialism", These Times, octubre de 1978; "Liberáis and inflation"
The Neur Republic, enero de 1979.
2S6 FERNANDO FAJNZYLBER

ad q uiere connotaciones negativas p ara la m aterialización del proyecto d e res­


tru ctu ració n global.20
E n estas condiciones, p ara la p rop uesta de restructuración, son proyectos
ideales aquellos q u e proporcio nan la condición de funcion alid ad a la expansión
económ ica m un dial, por la vía de facilitar las im portaciones, de elim in ar subsi­
dios a la exportación, estim ular y crear condiciones favorables p ara la inversión
extranjera, d eb ilitar la acción reguladora del sector público, congelar las pre­
siones salariales y cuestionar los esquem as d e cooperación regional.
M ientras tan to , en los países desarrollados, las declaraciones de principios
e n favor del libre com ercio y d e la necesidad de d ism in u ir las barreras proteccio­
nistas ta n to en sus países com o en los países subdesarrollados más avanzados 21
n o logran n eutralizar las presiones de los sindicatos, de la p eq u eñ a y m ediana
ind ustria, así como de las regiones que se h a n visto afectadas con la reccsión c
inflación q u e h a prevalecido en los últim os años.22
E n el caso p articu lar de los Estados U nidos la m ag nitu d y signo del dese­
q u ilib rio extern o ha estim ulado el desarrollo de u n a política de fom ento de ex­
portaciones,23 acom pañada de presiones proteccionistas, con lo q u e se espera
reforzar los efectos asociados a la devaluación del dólar.24

20 Tal vez una expresión de lo anterior se encuentra en las presiones externas ejercidas
sobre el Brasil en aspectos que denotaban la dimensión "nadonal” de ese proyecto: conflicto
sobre el equipamiento nuclear entre el Brasil y los Estados Unidos, la superación de los acuer­
dos de ayuda militar, la reciente separación del mercado nacional de minicomputadoras a la
ib m con vistas a favorecer a empresas nacionales y los conflictos de carácter comercial: "US
attacks Brazil's trade policy". Latín American Report. junio de 1978. vol. n, núm. 21: "Brazil
takes harder line on transnationals", Latín American Report, 21. abril, vol. u, nfim. 12; "The
Brazilian model becomes unglued”, These Times, julio de 1978; "Brazil open o a s meetting
with strong attack on Washington’s economic policy’', Latin American Economic Report, SO
de junio de 1978; "Pressure on Brazil mounts”, Hanson’s Latin American Letter, 27 de mayo
de 1978: "Jimmy Cárter: T he new threat to us Brazilian relations", Hanson’s Ixtlin American
Letter, 28 de agosto de 1978.
21 “En el campo del comercio internacional el desafio consiste en ampliar el área de apli­
cación de los acuerdos del c a t t y por consiguiente el ámbito en los cuales la competencia
abierta y el libre comercio tienen vigencia. Con este propósito uno de los objetivos de los
Estados Unidos consiste en aumentar el número de países que están sujetos a las reglas del
c a t t , incluyendo especialmente algunos de los paises en desarrollo y rápida industríalíiaáón
que han llegado a constituir elementos significativos en los mercados mundiales.” W. Michael
Blumenthal, “Steering in crowded water*", Foreign Affaírs, junio de 1978.
22 Un cuestiona miento académico relevante de la tesis de la liberalización proveniente de
un país desarrollado cuya posición relativa en el comercio internacional es frágil se encuentra
en: Francis Cripps y Wynnc Godlcy. "Control of imports as a means to full employment and
the expansión of world trade: the u r ' s case”, Cambridge Journal of Economía, 1978,
2-327-354; Francis Cripps, "Causes of grouth and recensión in world trade", Economic
Policy Review, marzo de 1978, núm. 4; Francis Cripps, "The money supply, wages and
inflation", Cambridge Journal of Economics, 1977, 1-101-112. La resistencia en el ámbito
sindical se expresa en "El problema del mayor aumento de las importaciones que el de
las exportaciones durante la década de los afios setenta ha modificado la posición laboral
respecto al comercio”. Esa nueva posidón se expresa en el programa básicamente proteccionista
adaptado por el Consejo Ejecutivo de la a f l - c i o . Véase American Federationíst, julio de 1978.
23 Véase "US president statement on export policy", Department of State. 26 de septiembre
de 1978.
24 Véase, por ejemplo, “US trade policy and the textilc industry”, National Journal, 10 de
junio de 1978. Se describe la plataforma proteccionista del sector textil.
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 237

Q u ed a en evidencia q u e la m aterialización de las políticas de (om ento a las


exportaciones industriales está lejos de ser u n a tarea triv ial p a ra los países de la
región.28
En térm inos generales se observa entonces qu e los países de la A m érica L atin a
se en fren tan sim u ltáneam en te a: fom ento de las exportaciones desde los países
desarrollados; barreras de creciente proteccionism o en los países desarrollados;
presiones para d ism in u ir su protección y tendencias q u e prom ueven el otorg a­
m ien to de crecientes facilidades p ara la inversión d irecta en los países. P arad ó ji­
cam en te es, de hecho, en este contexto cuand o surge con singular fuerza aq uella
crítica de la industrialización latinoam ericana q u e recom ienda la elim inación
d e la protección y la necesidad de red u cir a su m ínim a expresión las ‘‘interfe­
rencias" asociadas a la acción pública.
La A m érica L a tin a no es la única región del m u n d o en q u e la industrializa­
ción se h a desarrollado en un m arco fu ertem en te proteccionista. C on centran do
la atención en la posguerra el caso más evidente de u n a p olítica industrializa-
d ora fuertem ente protegida, adem ás de los países socialistas, lo constituye el
J ap ó n , do n de adem ás de la fuerte restricción fren te a las im portaciones se
m antu vo una política restrictiva am p lia e n lo q u e se refiere a la inversión ex­
tra n jera, q u e se expresa en la m uy escasa p articipación d e las em presas transn a­
cionales ( e t ) en la producción industrial.26 El proteccionism o japones, más
estricto q u e el observado en cu a lq u ier o tro país de la América L atina, do nd e la
intervención púb lica y su articulació n con la g ran em presa nacional tam poco
tien e parang ó n e n la región latinoam ericana, u n id o a un c o n ju n to de factores
sociales y políticos conocidos, generó u n a estructu ra ind ustrial cuyo dinam ism o
tecnológico y com ercial h a llegado a prod ucir tensiones de m a g nitu d im po rtante
con las potencias industriales más avanzadas del m undo.27 N o son ajenos a esta
situación los esfuerzos p o r disuadir a los países grandes de la A m érica L atin a de
la eventual tentación de inspirarse en el m odelo del Jap ó n .28

25 "La perspectiva pata el crecimiento de las exportaciones desde los paises en desarrollo
a los países industrializados aparece significativamente menos favorable para la próxima década
que lo que ha sido en las dos últimas. Las principales razones para esto son el lento proceso
de recuperación de la economia en los paises avanzados y el reforzamiento de las presiones
proteccionistas", World Development Report, 1978, 12 de junio de 1978, p. 112, World Bank.
2# Entre 1964 y 1970 la participación de la e t en la producción industrial del Japón
se eleva de 2.5 a 3.0%, T . Ozawa, Japan's technologieal challenge to the West, 1950-1954,
Mir Press. 1974. En la América Latina se observaron niveles superiores a 25%; la Argentina
31%, el Brasil 49%, México 27% y el Perú 46%, *'Transnational C o r p o r a ti o n * in world develop-
ment", ONU, op. cit., cuadro ltl-54.
27 Véase Charles C. Hanson, "New e e c pressure on Japan to cut trade imbalance”, Financial
Times, enero de 1979; "T he risc of Japanese competition", Dotlar and sense, enero de 1979;
Bank of Tokyo's President, “Yusuke Kashiwagi, the supremo competidor", Euromoney, enero
de 1979; "Japan steps up its 'invasión' of us", U. S. News & World Report, diciembre de
1978; Bruce Vandervort, "Japan won’t meet us trade demands", These Times, noviembre-
diciembre de 1978; “Scaling the ‘buy Japanese* wall", Business Week, diciembre de 1978;
Mitsuo Ikcda, “Japanese electronic cash registers score worldwide sales victory’\ Business Japan,
noviembre de 1978; Klaus R. Schroder, “Liberalization comes crawling in” Euromoney, enero
de 1979.
28 "La historia de posguerra del Japón revela los riesgos que para una economia m un­
dial abierta puede provocar un pais que se considera asimismo pobre y dependiente habiendo
ya alcanzado una gravitación significativa en el comercio mundial y que no toma en cuenta
238 FERNANDO FAJNZYLBITR

M uy d istin to ha sido el carácter y las consecuencias de la protección qu e


sirvió d e am paro a la industrialización de la A m érica L atina. L a déb il burguesía
nacional im puso u n a elevada protección a la im portación de bienes, pero se ab rió
generosam ente a la inversión e x tran jera q u e ejerció el liderazgo y d efinió el con­
te n id o de esa expansión ind ustrial destinada fundam en talm en te a satisfacer la
dem an d a de sectores d e ingresos m edios y altos. L a ineficiencia, frag ilid ad ex­
tern a e insuficiencia dinám ica de este p a tró n de industrialización co ndujo a los
distinto s sectores a buscar en el a p a ra to del estado u n m argen de protección y
em pleo q u e resultaba pro porcional a la fuerza política y económ ica q ue los dis­
tin tos grupos detentab an. La “dientelización de la dem ocracia", superpuesta a
u n a estru ctu ra p roductiva ineficiente q u e concentraba y req u ería de la concen­
tración del ingreso y q u e m arg inab a a un sector significativo de la población,
genera u n estado en q u e se van agregando en form a a veces inorgánica activida­
des y acciones q u e reflejan las cuotas de p o d er q u e los distintos sectores van
tenien d o a lo largo del tiem po. E n térm inos generales pu ed e afirm arse q u e las
capas m edias están en tre los sectores relativam ente más favorecidos p o r el pecu­
lia r “estado benefactor” q u e se configura en los países sem industrializados d e la
A m érica L atina.
El contraste en tre los casos del Jap ó n , los países socialistas y la América
L a tin a d ejan en evidencia q u e el esquem a de protección tiene efectos q u e depen ­
d e n básicam ente de los sectores sociales que la im pulsan del propósito q u e con
ella se persigue y de las m odalidades y condiciones estructurales en q u e se aplica.
Son tantas y tan variadas las diferencias culturales e históricas en tre el
J ap ó n y la A m érica L a tin a q u e m al po d ría n trasp lan tarse en form a mecánica
hacia la A m érica L a tin a las enseñanzas de la experiencia japonesa. P or consi­
guiente, la m ención del caso del J a p ó n sólo tiene po r finalidad p o n er en claro
q u e al analizar la experiencia de la industrialización de la A m érica L atin a es
necesario in teg rar el proteccionism o en el c o n ju n to de elem entos q u e definen el
m odo de funcionam iento de ese sistem a in d u strial. La protección es sin d u d a u n
aspecto relevante, pero es necesario interrogarse respecto al tipo de producción
q u e se buscaba proteger, la naturaleza de las em presas q u e efectuaron esa sus­
titu ción indiscrim inada de im portaciones, el papel desem peñado p o r el estado,
los sectores d e la sociedad para quienes esta industrialización resultab a funcional,
la coherencia en tre el carácter del progreso técnico incorporado y las necesidades
y potencialidades hu m an as y de recursos n atu rales q u e poseía la región.
P ara el diseño de propuestas altern ativas p a ra el fu tu ro es fu nd am en tal efec­
tu a r u n riguroso análisis crítico de lo q u e h a sido el, p atró n de d esarrollo de la
A m érica L atina, con la diferencia fu nd am ental, respecto a las criticas de in sp ira­
ción neoclásica, d e q u e la superación de las insuficiencias del pasado, en tre las
cuales las ineficiencias del ap arato p ro ductivo y de la acción p úb lica n o pu eden

los efectos que sobre sus propios intereses vitales puede tener el asumir seriamente las obli­
gaciones reciprocas, tales como postergar la apertura de su mercado interno a las importa­
ciones y eliminar apoyos innecesarios a las exportaciones. Es nuestra sentida esperanza que
los países en desarrollo más avanzados no repitan este serio error." F. Bergsten, secretario
adjunto del Tesoro para asuntos internacionales. Presentación frente a la Asociación de
Cámaras Americanas de Comercio en América Latina. Rio de Janeiro. 7 de noviembre de
1978, Department of the Treasury News.
SOBRE !_ \ RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 239

estar exentas, esta destinada a resolver equ itativ am en te las necesidades básicas
d e la población. Los efectos negativos de la protección están d irectam ente vincu­
lados al "estilo de desarrollo” adoptado, y la acción p ú b lica presentó grados ele­
vados de ineficiencia no po rq u e necesariam ente sea ésa su naturaleza intrínseca,
sino p o rq u e reflejaba los esfuerzos y la lucha de distintos grupos sociales p or
n eutralizar las deficiencias y u su fru ctu ar los beneficios de ese p atró n d e desarro­
llo. Los sectores q u e sustenten propuestas altern ativas 110 p ued en hacer abstrac­
ción de los efectos o b jetivam ente negativos generados p or la protección indiscri­
m inada de las innegables ineficiencias de la acción pú b lica en ciertas áreas. Su
tarea consiste en identificar, en función de su pro p io proyecto, los nuevos re­
querim iento s, conten ido y m odalidades de aplicación d e los d istintos in stru m en ­
tos de política, en tre los cuales la acción pública y el nivel de protección p ueden
desem peñar u n papel im portante.
E n consecuencia, es preciso em p rend er la b úsqueda de un estilo de in d u stria­
lización funcional ta n to de las necesidades como de la disp o n ib ilid ad del p o te n ­
cial hu m a n o y los recursos n aturales con q u e cu en ta I^ tin o am érica . El
con ten id o de la industrialización de las últim as décadas en la A m érica L atin a es
estrictam ente funcional a la situación de países desarrollados en q u e las necesi­
dades fundam entales de la población hace m ucho tiem p o q u e están am pliam ente
satisfechas y dond e es preciso buscar fuentes d e dinam ism o en la ap arició n de
nuevos bienes y en la diversificación de los existentes; el carácter del progreso
técnico q u e acom paña esta industrialización ha sido estrictam ente coherente con
la escasez de recursos naturales, costo creciente de la m ano de obra, y donde, ade­
m ás se ha contado por m uchas décadas con acceso a fuentes energéticas a bajo
costo.
En los países desarrollados, debido al le n to crecim iento de la población y a la
elevación del costo de m ano de obra, se observa en las ú ltim as décadas que
el increm ento de la producción se ob tien e básicam ente gracias a la elevación de
la prod u ctivid ad .5® P ara co n tin u ar con esa tendencia se busca u n a restru ctu ra­
ción del a p a ra to industrial q u e p erm ita lib erar la m ano de o bra (textiles, cal­
zado. p a rte d el sector alim entario, p a rte de productos m etálicos).80 En estos
ru bros se buscaría desplazar la producción hacia los países en desarrollo. A cam­
bio de esto los países en desarrollo deb erían dism inu ir la protección en los
ru bros en q u e p rev alece rá la ventaja com parativa de los países desarrollados.
Esto im plicaría, d e hecho, la división internacio nal del tra b ajo en el in terio r
d e los productos m anufacturados, p o r m edio d e la cual los sectores dinám icos
con una creciente prod uctiv idad perm anecerían en los países desarrollados y los
sectores intensivos en m ano de obra de escaso dinam ism o y b aja pro ductividad
se traslad arían a los países en desarrollo.
Este p ropósito de "restructu ración in d u strial" no sólo debería resultar difícil­

29 "Considerando el conjunto del sector industrial el incremento de la productividad se


convierte en la única fuente de incremento de la producción en la mayor parte de los países
europeos industrializados.” Structure and change in European industry, Naciones Unidas,
1977. p. 16.
so "F.l desplazamiento de mano de obra desde los sectores antiguos y tradicionales hacia
los nuetos y tecnológicamente avanzados parece constituir un requisito esencial para el
desarrollo industrial futuro", ibid.

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240 FERNANDO FAJNZYLBKR

m ente aceptable p a ra los países en desarrollo, donde, p o r lo dem ás, se observa u n


perfil de dinam ism o in du strial m uy sim ilar al q u e se observa en los países desa­
rrollados, sino que resulta políticam ente poco viable p o r la im p o rtan te presión
p o lític a de los sectores q u e resultarían afectados en los propios países desarrolla­
dos. E n cu a lq u ier caso tien e lugar en los países desarrollados u n a tendencia a la
aceleración del proceso de autom atización 81 debida ta n to a la intensificación de
com petencia in ternacion al al creciente costo de la m ano de obra, como a la
cada vez más articu lada presión sindical en el m u n d o desarrollado. Las im p li­
caciones de este proceso p ueden ser decisivas en el sector servicios, fu ente p oten ­
cial de m ano de o b ra en los países desarrollados y en el sector de bienes de
capital y, p o r consiguiente, en la dirección y velocidad de la innovación y trans­
ferencia de tecnología. Lo an terio r rep ercu tiría d irectam en te sobre el com ercio
internacional y el com portam iento de las em presas transnacionales, pro bable­
m ente acelerando y acentu an do la división in tern acion al del tra b ajo en el ám ­
bito del sector m anufacturero.33
E n consecuencia, los distintos agentes q u e actú an en el m u n d o desarrollado, no
o bstante sus conflictos internos, están en u n proceso p erm an en te de búsqueda
de respuestas funcionales a los problem as reales q u e enfrentan .
D ada la situación política y social en el m un d o desarrollado es poco p ro b a­
ble q u e el proyecto de "restructuración global” se m aterialice p lenam en te en
esos países. Es posible q u e en algunos de ellos y en d eterm inados sectores de la
econom ía se avance en esa dirección, pero, en térm inos generales, lo más p ro­
bable es q u e los acontecim iento evolucionen po r u n cam ino interm ed io en q u e
se concilien los requerim ientos de la expansión del capitalism o con el ám b ito
real de m ovim iento q u e otorgan los conflictos sociales y políticos latentes en el
m un d o desarrollado.
En la A m érica L atin a el proyecto de “restru cturación global” se está ab rien d o
paso en algunos países p o r la vía au to rita ria, p robablem ente la única a través
de la cual puede lograrse ese resultado. La m aterialización de este proyecto en
algunos países de la región y la evolución de los acontecim ientos en los países
desarrollados, de acuerdo con la hipótesis descrita, se tradu cirá en u n claro
d eterio ro de la posición relativa de la A m érica L atin a en el contexto internacio­
nal. Este hecho, un id o a la naturaleza d e las consecuencias q u e la aplicación de
esc m odelo está generando en distintos países de la región, conduce a la necesidad
urgente d e iniciar un vasto jvoceso de reflexión de la cual pu edan em ergen p ro­
puestas alternativas viables.
L a lección q u e debe ex traer la A m érica L atin a es la búsqueda creadora de
estilos de d esarrollo q u e respondan a su realidad , caracterizada p or u na propor-

3» Véase R. C. Cumow y C. Freeman, “Product and process change arísing from the
micro-proccssor revolución and some of the economic and social issues", Science Policy Re­
search Unil, University of Sussex, Keytone Addresi to 1 Mech. E., mayo de 1978; J. Michel
Me. Lean “The impact of the microelcctronics ¡ndustry on the structure of the Canadtan
economy”, octubre de 1978: J. M. McLean y H. J. Rush. “The impact of microelectrónica
on the un", Spru Occasional Paper Series, nóm. 7, junio de 1978.
32 Un efecto particular sería la intensificación de la tendencia a utilizar maquinaría de
segunda mano por parte de subsidiarias que se establecen en los países en desarrollo y el
consiguiente efecto sobre la competitividad y el desarrollo de la producción local de bienes
de capital.
SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 241

ción elevada de su población q u e n o tiene satisfechas necesidades fundam entales,


q u e está p arcialm ente desem pleada y q u e dispone de a b u n d a n te dotación de
recursos natu rales, superando así el com p ortam ien to pasivo e im itativ o q u e carac­
teriza la industrialización d e las últim as décadas. Se trata, p o r consiguiente, de
un desafío q u e trasciende en m ucho la p rop uesta sim ple d e red u cir la protec­
ción arancelaria y m inim izar la acción pública.
La viab ilid ad po lítica de u n a p ropu esta en esa dirección estará e n alguna
m edida asociada a la capacidad de los sectores q u e la sustentan, p ara articu lar
im aginativam ente los valores populares, democráticos y nacionales q u e h a n sido
fu ertem ente erosionados en aquellos países en q ue se in te n ta la aplicación del
proyecto de "restructuración global” .

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242 FERNANDO FAJNZYLBEX

CUADRO 1
PRODUCTIVIDAD
(1967 = 100)

Estados R ein o Alem ania


Unidos Canadá Japón U nido Francia O ccidental Italia
1960 78.8 75.5 52.6 76.8 68.7 66.4 65.1
1961 80.7 79.6 59.3 77.4 71.9 70.0 67.4
1962 84.5 83.9 61.9 79.3 75.2 74.4 74.1
1963 90.4 87.1 67.1 83.6 79.7 78.4 75.5
1964 95.2 90.9 75.9 89.7 83.7 84.5 81.5
1965 98.2 94.4 79.1 92.4 88.5 90.4 91.6
1966 99.7 97.2 87.1 95.7 94.7 94.0 95.0
1967 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
1968 103.6 107.3 112.6 107.1 111.4 107.6 103.4
1969 101.9 113.3 130.0 108.4 115.4 113.8 112.2
1970 101.5 115.2 146.5 109.1 121.2 116.6 117.8
1971 110.3 122.9 151.7 114.3 127.5 122-5 123.5
1972 116.0 127.4 163.9 121.2 135.9 130.3 132.9
1973 119.4 132.2 184.3 128.1 142.2 138.6 147.8
1971 114.7 132.3 187.5 127.9 146.1 145.6 155.6
1975 114.9 134.4 181.7 123.9 139.8 150.4 151.0
1976 123.6 139.1 204.6 125.4 153.6 162.4 154.0
fuente : "International economic report to the president”, Washington, 1977, p. 144.

CUADRO 2
R E M U N E R A C IÓ N HORA RIA
(1967 « 100)

Estados R ein o Alem ania


U nidos Canadá Japón U nido Francia Occidental Italia

1960 77.0 80.3 43.4 65.9 56.1 51.9 49.8


1961 79.3 78.9 50.3 70.8 61.8 60.2 52.8
1962 82.5 77.0 57.5 74.6 68.1 68.3 61.8
1963 85.1 79.0 61.1 77.9 75.2 73.2 78.5
1964 88.9 82.0 72.0 83.2 80.9 79.1 82.3
1965 90.9 86.2 81.1 91.2 87.0 86.5 88.9
1966 95.2 93.0 89.2 98.7 92.5 94.2 91.3
1967 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
1968 107.0 107.1 116.9 93.3 112.5 105.8 107.3
1969 114.0 115.5 139.3 100.6 111.0 117.4 117.0
1970 121.7 128.5 166.0 115.6 119.9 145.4 140.4
1971 129.8 142.2 198.2 134.8 134.5 173.8 167.5
1972 137.0 155.3 262.3 152.8 164.3 211.7 202.3
1973 147.0 167.4 358.2 171.9 210.7 238.7 255.0
1971 161.7 192.4 437.6 201.1 236.7 342.6 285.4
1975 179.8 215.3 491.2 247.4 313.2 402.3 367.2
1976 193.5 253.0 531.8 239.7 318.8 416.4 337.1
fu en te: Id em , c u a d r o 1.

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SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN DEL CAPITALISMO 243
CUADRO 3
CO STO U N IT A R IO D E M A N O DE OBRA EN E L SECTOR DE MAN UFA CTU RA S
(1967 = 100)
Estados R ein o Alem ania
U nidos Canadá Japón U nido Francia Occidental Italia

1960 97.7 106.3 82.5 85.7 81.7 78.1 76.5


1961 98.3 99.1 84.8 91.4 85.9 85.9 78.3
1962 97.7 91.8 92.8 94.1 99.5 91.7 83.4
1963 94.2 90.7 95.6 93.1 94.3 93.3 96.1
1964 93.4 90.2 94.8 92.8 96.6 93.6 101.0
1965 92.0 91.3 102.5 98.7 98.3 95.7 97.1
1966 95.4 95.7 102.4 103.1 97.6 100.2 95.1
1967 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
1968 103.3 101.1 103.8 87.1 101.1 98.3 99.0
1969 108.7 101.9 107.2 92.8 98.8 103.1 104.3
1970 116.5 111.5 113.3 106.0 98.9 124.6 119.2
1971 117.6 115.7 130.7 117.9 105.5 141.8 135.6
1972 118.1 121.9 160.1 126.1 120.8 162.5 152.2
1973 123.2 126.6 194.3 131.2 148.1 208.3 172.5
1974 140.9 145.4 233.4 157.2 162.0 235.2 183.4
1975 156.4 160.3 272.0 199.6 224.1 267.5 243.2
1976 156.6 181.9 259.8 191.0 207.5 256.3 226.4
fuen te: Id em , cuadro 1, p. 145.
cuadro 4
PA R TIC IP A C IÓ N D E L INGRESO PÚ B L IC O E N E L PN B (porcentajes)
1955-1957 1962-1964 1967-1969 1974 1976
Australia 11.0 10.7 12.9 16.9
Austria 10.6 11.6 12.0 13.0
Bélgica 7.5 8.3 10.0 15.6
Canadá 9.4 10.0 12.5 15.8
Dinamarca 11.8 12.6 16.2 25.2
Finlandia 14.2 11.3 13.4 18.4
Francia 5.2 6.0 6.7 7.7
Alemania (9.5) 10.6 10.3 12.6
Grecia 3.5 2.9 3.3 4.7
Irlanda 5.2 5.8 7.4 —
Italia 5.0 5.9 6.8 7.8
Japón 7.0 7.9 7.8 10.2
Holanda 12.5 12.7 14.0 16.2
Nueva Zelanda 16.9 17.6 18.8 23.4
Noruega 14.0 13.6 14.8 16.1
España 3.9 3.9 3.4 4.4
Suecia 15.7 15.9 19.0 22.6
Suiza 7.8 9.0 10.5 14.4
Turquía 4.4 4.2 5.2 7.8
Gran Bretaña 12.2 11.6 13.8 16.1
Estados Unidos 13.5 13.2 14.4 12.6
Promedio OECD 8.9 9.2 10.4 13.0
fu en te : "Public expediture", oecd, junio de 1978, p. 42.

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244 FERNANDO FAJNZYLBKR

CUADRO 5
ASOCIACIONES DE PAÍSES EXPORTADORES

I. Organizadas antes del noei


1960 — Organización de Países Exportadores de Petróleo ( o p e p )
— Organización Intcrafricana d e l Café ( ia c o )
— Organización Africana y de Madagascar del Café ( o a n c a f )
1962 — Alianza de Productores de Cacao ( c o p a l )
1964 — Consejo Africano del Maní
1967 — Consejo Intergubernamcntal de Países Exportadores de Cobre ( c ip e c )
1969 — Comunidad Asiática y del Pacífico del Coco
1972 — Asociación de Países Productores de Caucho Natural
— Comunidad de la Pimienta
II. Organizadas después de la Declaración del n o e i
1974 — Asociación Internacional de la Bauxita ( i b a )
— Asociación de Países del Sudeste Asiático Productores de Madera
1975 — Unión de Países Exportadores de Banana ( u p e b )
— Grupo Económico de Países Latinoamericanos y del Caribe Exportadores
de Azúcar ( g e p l a c e a )
— Asociación del Tungsteno Primario
— Asociación Internacional de Países Exportadores de Mineral de Hierro
— Organización Africana de Madera. En etapa de organización.
— Organización de Productores Africanos de Semillas Oleaginosas ( a o p o )
— Yute Internacional
— Asociación de Países Exportadores de Fosfatos
— Benotc Internacional

cuadro 6
ín d ic e d e p r e c io s d e e x p o r t a c ió n

(1967 = 100)
Estados C om unidad R ein o Alemania
U nidos Canadá Japón Europea U nido Francia O ccidental Italia
1960 90 98 114 95 88 92 89 102
1961 92 94 108 95 89 92 93 98
1962 91 92 102 95 90 93 95 97
1963 91 92 98 97 92 94 95 98
196-1 92 93 97 98 94 97 97 103
1965 95 94 97 99 96 98 99 100
1966 98 98 97 101 100 101 100 99
1967 100 100 100 100 100 100 100 100
1968 101 103 100 98 94 99 100 100
1969 105 105 104 101 97 101 101 104
1970 111 111 110 108 104 105 115 108
1971 114 115 113 114 111 111 123 115
1972 118 121 126 125 121 123 136 126
1973 137 137 155 152 131 153 168 147
1974 174 186 200 181 166 179 199 187
1975 195 198 200 212 191 212 225 211
1976 205 211 200 205 187 190 225 192
fu e n te : Id em , c u a d r o 1, p. 143.

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SOBRE LA RESTRUCTURACIÓN OF.L CAPITALISMO 245

CUADRO 7
ÍN D IC E DE PR E CIO S DE IM PO R T A C IÓ N
(1967 = 100)

Estados C om unidad R ein o Alem ania


Unidos Canadá Japón Europea U nido Francia O ccidental Italia

1960 96 96 98 96 % 97 94 95
1961 95 95 95 97 94 95 95 93
1962 92 94 95 95 93 94 95 92
1963 93 97 96 97 96 95 95 95
1964 95 98 97 98 99 97 95 98
1965 97 98 100 99 99 99 98 98
1966 99 100 101 100 100 100 101 99
1967 100 100 100 100 100 100 100 100
1968 101 102 99 98 96 97 98 100
1969 104 105 99 102 101 98 102 101
1970 112 110 104 105 105 102 110 105
1971 117 116 109 112 112 106 114 111
1972 126 121 115 120 120 117 121 122
1973 148 129 146 151 150 142 154 156
1974 223 163 248 209 223 193 199 242
1975 241 181 260 225 240 213 210 256
1976 258 189 261 222 240 204 214 242
fuente : Id em , cuadro 1, p. 143.

CUADRO 8
R EN TA BILID A D BRUTA
(porcentajes)
Unidos Canadá Japón Francia Alem ania Italia U nido Holanda Suecia
Estados R ein o
1960 15.3 15.0 — 9.5 13.1 5.6 5.8 26.7 5.6
1961 18.9 14.7 — 9.3 12.6 6.0 5.4 24.7 5.7
1962 17.0 15.6 — 9.0 12.1 5.7 5.2 23.5 5.2
1963 17.4 16.5 12.5 9.1 11.6 5.5 5.6 22.4 5.2
1964 18.1 17.9 1 2 .8 9.5 12.0 5.1 5.5 23.0 5.6
1965 18.8 18.1 11.9 9.2 11.7 5.3 5.4 22.9 5.5
1966 18.7 17.3 12.4 9.6 11.4 5.6 6.1 26.8 5.0
1967 17.6 15.7 14.0 9.6 10.9 5.5 4.8 21.6 5.2
1968 17.1 15.6 14.7 10.0 12.5 5.7 4.7 21.5 5.0
1969 15.6 15.4 14.3 10.4 12.9 5.5 4.2 21.4 5.4
1970 14.2 14.0 14.7 10.0 12.4 4.9 3.6 19.9 5.5
1971 14.7 14.0 14.2 10.2 11.7 4.3 3.7 18.5 4.5
1972 15.5 15.2 13.0 10.3 11.3 4.2 3.5 20.0 4.6
1973 14.7 17.9 10.9 9.6 11.5 4.0 3.1 19.7 5.3
1974 13.2 21.7 11.9 8 .2 10.9 3.3 2.2 18.8 5.0
1975 13.5 18.5 13.0 5.7 10.6 3.0 2.0 18.0 4.7

fuente : “Towards full cmployment and pricc stability", oecd, 1977, p. 305.

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246 FERNANDO f'AJKZYLBI R

CUADRO 9
R EN TA BILID A D N E T A
(porcentajes)

Estados Unidos U nido


R ein o

1960 8.5 2.1


1961 12.9 2.9
1962 10.5 2.7
1963 11.0 3.3
1964 11.9 3.4
1965 13.1 3.1
1966 12.7 2.7
1967 11.1 2.1
1968 9.7 1.9
1969 7.6 1.5
1970 5.3 1.4
1971 6.1 1.6
1972 7.2 1.5
1973 5.0 1.3
1974 2.5 1.0
1975 3.5 0.7

fu e n te : Id em , c u a d ro 8. p . 307.

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SOBRE LA Rl iT R t CT l RACIÓN DEL CAPITALISMO 247

Relations Subcommíttec on Foreign Economic Policy. "International, debt, the bancks, and the US forcign policy: A staff report”,
f u e n t e : United Nations Centre on l'ransnational Corporations, con base en United States Congress, Señale, Committec 011 Forcign
©4 - • o f i o i « N O '« 'a ) - p e w i c
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fue.vte: Idem, cuadro 8, p. 162.

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TERCERA PARTE

HEGEM ONÍA Y ALTERNATIVAS POLITICAS


EN AMÉRICA LATINA

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LOS R E F E R E N T E S H IS T Ó R IC O S Y SO C IO LÓ G ICO S
D E LA H E G E M O N IA *

C onvocar a u n sem inario p a ra reflexionar sobre la hegem onía puede im plicar al


menos dos preocupaciones extrem as: a] la p rim era buscaría los cam inos abiertos
o im aginables p ara la construcción de u n a síntesis hegem ónica, sobre la base de
las experiencias de d istintas sociedades, capaz de “succionar” e n u n im pulso
histórico coherente al c o n ju n to de las clases populares con vistas a la consecu­
ción de u n m u n d o m enos injusto; b) la segunda daría p or sentado q u e existen
en el m un d o actu al p ro fu nd as dificultades p ara lograr la síntesis m encionada
y se abocaría más bien al estudio del cam po social y político presente, d ejan d o
constancia de la desarticulación, la parcelación o la atom ización q u e el cap ita­
lismo co ntem poráneo denota en el p la n o de sus agregados y fuerzas sociales.
Evidentem ente, no se tra ta de dos enfoques contrapuestos, p ero el énfasis
buscado en cada u n o conduce a la prim acía de ciertos aspectos y al soslayam iento
de otros.
E n el prim er caso la vo lu n tad política y el llam ado a alg ún tipo de activación
revolucionaria se proponen reconducir al cam po de las fuerzas sociales. E n el
segundo, es este cam po de fuerzas en su estado m ultiform e y en su p lu ra lid a d de
m anifestaciones el q u e tiend e a recrearse p or m edio del análisis. D ificultad m e­
todológica p ro fu n d a q u e se ha evidenciado en las recientes discusiones sobre el
tem a de la hegem onía: vo lu n tad p olítica versus realism o sociológico.
Y sin em bargo p la n tear el problem a en estos térm inos ya conlleva u n a opción,
pues es evidente q u e no todos estarán de acuerdo en q u e la sociedad contem po­
ránea m uestra rasgos de pluralism o y dispersión más acentuados q u e los q u e se
p resentaban en el siglo xix o incluso hasta la segunda posguerra. Además, la
alusión mism a a un m un d o actual q u é pu ede significar, ¿A lem ania, N icaragua?
T o d o esto com plica enorm em ente la discusión sobre la hegem onía en ta n to
p u n to nodal de cu a lq u ier estrategia socialista, y nos coloca fren te a la pregunta:
¿la hegem onía dónde? y, p o r extensión, ¿la hegem onía cuándo?: ¿la hegem onía
burguesa del ochocientos, la hegem onía pro le taria de 1917, la de la entregu erra,
la de las clases dom inadas en N orteam érica, hoy? y, com o paso previo al objetivo:
¿la hegem onía cómo?

• Agradezco los valiosos comentarios y críticas de Juan Carlos Portanticro y Juan Carlos
Torre (de quienes en ocasiones retomo ideas que sólo expresaron vcrbalmcntc), así como de
Julio Labaslida, Liliana de Riz y José Aricó.
• • Del Instituto de Investigaciones Sociales d e la u n a m .

[2 5 1 ]

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252 SERGIO ZFRM Efio

II. LA DISPERSIÓN DEL C AM PO SOCIAL

Pasemos pues a la prim era cuestión: ¿se p ued e h ab lar de u na dispersión del cam­
po social, d e un pluralism o de m anifestaciones creciente en la sociedad contem ­
poránea?

1] Veamos prim ero las sociedades desarrolladas, consumistas, posindustriales.


¿Se pu ed e verificar o no en estas sociedades, el doble proceso descrito po r Chris­
tin e Buci-Glucksm ann? 1 P or u n lado, g u erra de posiciones, revolución pasiva
-desatada p o r los m onopolios, p o r la racionalización a la am ericana (taylorismo),
racionalización ca pitalista p o r a rrib a q u e m odifica la com posición de la clase
o b re ra y la integra con políticas de altos salarios, etc. Se tra ta pues d e nuevas
form as p ara el logro de un consenso pasivo q u e excluya to do control y autoorga-
nización de las masas en lo qu e concierne al proceso del tra b ajo y a su desarrollo
bajo la dirección de la clase d o m inante. Es u n a form a de coerción q u e se extiende
más allá d e la fábrica, al p la n o sexual y fam iliar, esforzándose p o r crear un nuevo
tip o d e hom bre "parcialm ente privado".
F rente a esta guerra de posiciones del capital en busca de u n consenso ha
d e construirse una “an tirrevolució n pasiva" enraizada en el " tra b a ja d o r colec­
tivo". En este sentido la hegem onía de la clase o b rera y de las fuerzas populares
com o contrarrevolución pasiva lejos de oponerse al pluralism o deberá asentarse
en un creciente consenso dem ocrático en su transición hacia el socialismo.
La nitidez del p la n team ien to no po ne a salvo, sin em bargo, la situación
p ro fu n d am en te parcelada, heterogénea, q u e caracteriza el cam po de las fuerzas
"p o p u la res" en los países capitalistas desarrollados, atom ización q u e se consti­
tuye, sin d u da, en el m ejor abono p ara el florecim iento del consenso pasivo
o transform ism o q u e ejercen las clases d om inantes y el capital m onopolista. Esta
hegem onía pasiva o consensual no logra ser co ntrarrestad a por u n a "an tirrev o ­
lución pasiva”, en p arte po rq u e el individualism o posesivo de la sociedad de
consum o atom iza al “ hom bre colectivo", lo separa del cen tro de tra b ajo y lo
instala en las je rarq u ías y el prestigio de las m ercancías adquiridas, etc.; en
parte, porque la dem ocracia m oderna con su fuerte dosis de individualism o
a n tia u to rita rio tiend e a desgastar a los propios ap aratos de masas, com unistas
y socialistas, al nivel del p artid o y de los sindicatos. Se g enera así u na p rolifera­
ció n de instancias representativas q u e en c u en tran regu larm ente g ra n d ificu ltad
p ara co o rd in ar y o rie n tar las luchas sociales en u n m ism o sentido. De esta form a,
los propios m ovim ientos sociales se entrecruzan volviendo oscuro su enlace en
térm inos de u na id e n tid a d clasista: m ovim ientos p o r la reducción de la jo rn a d a
d e trabajo, p or la igualdad laboral de am bos sexos, p o r la liberación fem enina,
p or el ab o rto, por la vivienda, m ovim ientos ecologistas, m ovim ientos regionales
y de m inoría nacionales, m ovim ientos en el in te rio r de las instituciones, proble­
mas de la ju v e n tu d , m ovim ientos antibélicos y contra la conscripción, etcétera.
En resum en, el avance de la dem ocracia ca pitalista in dividualista, al dispersar
en esta form a el cam po de las luchas populares, vuelve sum am ente com pleja la
l "Del consentimiento como hegemonía: La estrategia grarnsciana", Revista Mexicana de
Sociología, núm. 2. México. 1079.

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REFERENTES HISTÓRICOS V SOCIOLÓGICOS DE L A H ECEM O NÍA 253

organización de u n a contrarrevolución pasiva. Facilita, así, el orden hegem ónico


consensual del capitalism o desarrollado (la "hegem onía fáctica" del capitalism o
de q u e habla N o rb ert L echner en este m ism o volum en), q u e sí se caracteriza
po r u n a alta concentración m onopólica y q u e h a sido capaz de echar profundas
y extensas raíces en la sociedad m ejor integrada. Es de esta m anera sin d u d a
q u e pu ed e leerse el triu n fo del "neoconservatism o" d e M. T h a tc h e r y R. R eagan.

2] ¿Es distin ta la situación en los países menos desarrollados? Hagam os aq u í u na


subdivisión en tres grupos:
a] Los países con u n a fuerte herencia c u ltu ral burguesa o países m odernizados
d e m an era más hom ogénea. Si pensam os en América L atin a h ab ría q u e rem itirse
a los países del C ono S ur y preguntarn os: ¿son o no las d ictadu ras m ilitares
arg en tin a, uruguaya y chilena la com probación más obvia de u n a incapacidad
hegem ónica a todos los niveles, incapacidad reiterativ a desde el q u ie b re del
orden oligárquico? Estas d ictad uras m ilitares, instru m entos em ergentes de coer­
ción sin visos de consenso, m uestran de m anera p aten te la trip le crisis de hege­
m onía q u e las colocó en la escena reiterad as veces y q u e hoy las vuelve inevi­
tables.
C risis de las burguesías industriales, prim ero, im posibilitadas en el capitalism o
tard ío-dependiente p ara b arrer con las oligarquías primar¡o-ex|X>rtadoras pues
su destrucción im plicaba secar la fuen te de divisas p ara im p o rtar los insum os
industriales. Im posib ilidad pues d e proyecto intelectual y m oral vía revolución
burguesa al q u e no q uedó siquiera la salida nacionalista puesto q u e las b u rg u e­
sías industriales en ascenso p ro n to perdieron su fuen te de legitim idad en ta n to
clases nacionales al p asar d e una tím id a alianza reaccionaria con la o ligarquía
a u n a férrea alianza an tin acio n al con el capital extranjero . Así, p o r más q u e se
p ueda h ab lar hoy de u n a hegem onía burguesa en lo económ ico, es evidente que
desde el p u n to de vista sociopolítico y cu ltu ral (la hegem onía en sentido in te­
gral) se tra ta de burguesías (ió n icam en te débiles y triplem en te trib u tarias si se
tiene en m ente adem ás la g ran p articip ació n del estado en extensas áreas de la
econom ía q u e aquéllas son incapaces d e im pulsar (trib u tarias an te las oligar­
quías, an te el cap ital ex tran jero y an te el estado).
Segundo, crisis hegem ónica perm anente d el estado, si se nos p erm ite ya em ­
p le ar esta acepción estadista de la hegem onía (sugerida por lo dem ás en la
concepción gram sciana del estado integral b ajo el fascismo), en la m edid a en q u e
los grandes m om entos popular-nacionales en A m érica L atin a —los llam ados po­
pulism os— n o fueron capaces de provocar u na verdadera "revolución po r lo
alto". A unq u e se pueda calificar a estos populism os de in ten to s reiterativos para
lograr tal fin, el hecho es q u e no tuviero n nunca la fuerza n i económ ica ni p o lí­
tica p ara q u eb ran tar el poder de las o ligarquías y otorgar u n a altern ativ a de
desarro llo nacional a los m odernos sectores industriales. Sucum bieron m ás bien
frente a los intereses tradicionales, los del im perialism o y los ligados al capital
intern acion al (y sus profun das ram ificaciones en tre los sectores m edios aterro ­
rizados p o r la en trad a en escena del "popolo"), y tod o ello en el m om ento en q ue
la coy u ntu ra m u n d ial q u e les d io g ran im pulso —crisis económ ica o segunda gue­
rra y excedente de divisas— p erd ió vitalid ad. N o fuero n pues el p rod ucto de u n a
crisis de eq u ilib rio catastrófico, de u n ab ierto en fren tam ien to clasista en el cam ­
254 SFJtCIO Z M M E Ñ O

po sociopolítico —com o en el caso de los fascismos— y n o gozaron entonces de u n a


legitim idad y de u n a fuerza p ara lograr los cambios m encionados. P ero lo q ue
se p uede decir es que, si no nacieron, al m enos cond ujero n en ocasiones a crisis
q u e podríam os d en o m in ar prerrevolucionarias pero q u e term inaro n siendo crisis
regresivas con la en trad a em ergente de las d ictadu ras m ilitares y la supresión del
sistem a político (institucional y constitucional). N o se ve tam poco cómo éstas
—las dictaduras m ilitares— p u ed a n transform arse en verdaderas revoluciones po r
lo alto y desem bocar en u n a nueva coherencia social y política p ara el desarrollo:
en u n nuevo sistem a hegemónico.
F u efa del m arco estatal y del d e las clases superiores, el pan o ram a tam poco
ha dado visos de u n a eventual fortaleza o capacidad d e conform ción hegem ó­
nica (de m ovim ientos o de posiciones) del lado de los sectores populares y de la
clase o brera en particular. P or u n a p arte, factores económ ico-estructurales, o,
dicho de o tra m anera, factores ligados al desarrollo ta rd ío de la industrialización
(bajo la etap a m onopolista), explicarían esto: el bajo peso relativo d e la clase
o b rera industrial en térm inos cuantitativos, la severa jerarquización en su in te­
rio r con q u e nace y q u e luego se acentúa com o resultado d e la dinám ica m o­
nopolista, etc. Pero p o r o tra parte, y de m anera fu nd am en tal, son aspectos
sociopolítico-históricos los q u e d an cuenta de la baja capacidad de organización
y de acción autó no m a de la clase trab ajad o ra o, al menos, de su débil plan tea­
m iento com o clase anticapitalista, dirigen te intelectual, m oral y política del
grueso d e las masas populares y dispuesta a establecer u n a n ítid a confrontación
con su clase antagónica en el te rren o social, buscando así, la tom a del estado
com o vía de acceso al socialismo. Y es q u e po r p rin cipio de cuentas, u n a vez
d ejad o el período anarcosindicalista tan pro p io de los años anteriores a la crisis
de 1929, y q u e hiciera florecer más clásicam ente a los partidos com unistas de esta
región, la clase ob rera d ebió e n tra r en la vorágine popular-nacional. Entonces,
ap a rte de la difracción q u e ya le p la n teab a su adversario, oligarquías tra d icio ­
nales retard ata rias y burguesía naciente in du strial con visos dirigentes (pero q ue
tam poco se fu n d ía n en u n a alianza reaccionaria descarada), el cam po del con­
flicto vino a com plicarse con el surgim iento del estado populista. .Así u na cierta
m ejoría de la situación económ ica laboral, bien am algam ada con la ideología
nacionalista-am im perialista, la co ndujo inevitablem ente al colaboracionism o (cla­
sista y estatal). En fin, la gota, o más bien el caudal, q u e acabó p or co nfundir
su iden tid ad , no hay q u e olvidarlo, fue el im pacto de las "masas populares" de
reciente origen u rb an o sobre u n a cu ltu ra obrera de m ayor tradición; masas q ue
en ten d ían su pertenencia a esta clase com o algo tran sito rio y q u e estaban dis­
puestas a b rin d a r su apoyo incondicional al líder po pulista y a cu alqu ier forma
carism ático-autoritaria, con la esperanza d e ascender en la je ra rq u ía social.
En el caso chileno, es cierto, u n a defin id a econom ía d e enclave perm itió a
la clase obrera m an tener u n a id e n tid a d y u n a organización bastante elevadas,
p e ro sería un exceso h ab lar aq u í de la trayectoria d e los obreros como si se
tra ta ra de u n a fuerza cercana a lo hegem ónico (y el ejem plo de la U n id ad
P o p u lar lo m uestra con evidencia). Es sobre todo en la A rgentina, p o r su mayor
desarrollo y su im presionante urbanización, d o n d e el m ovim iento obrero, u n a
vez dejado atrás el im pacto populista, renació bajo moldes de acción y org ani­
zativos q u e d aban la im presión de haberse b rincado u n a etapa, la etapa más
REFERENTES HISTÓRICOS V SOCIOLÓGICOS DE L A H EGEM ONÍA 255

com bativa de las clásicas luchas obreras. En efecto, su desem peño p o d ría cali­
ficarse, incluso desde la caída del peronism o, como inscrito en esa lógica llam ada
in stitu cio n alizan te2 tan propia del sindicalism o en las sociedades más d esarrolla­
das, es decir u n sindicalism o con cierta com batividad, pero temeroso de p erder
todo u n sistema de influ en cia y d e negociación cuidadosam ente construido.
E n resum en, trip le crisis de hegem onía en países q u e no p ued en ser tachados
de poseer una sociedad civil débil, pero q u e sí d en o tan u na parcelación y u na
proliferación de actores (oligarquías con po der hasta el presente, burguesías
m odernas asociadas y burguesías d e la pequ eñ a y la m ediana ind ustria nacional,
h eterogeneidad obrera que responde a lo anterio r, clases medias produ cto de la
m odernización y repartidas en u n abanico q u e va del radicalism o a la reacción
y al au to ritarism o más recalcitrantes, etcétera).
Esta parcelación y esta ausencia de hegem onía d e las fuerzas sociales han
colocado de m anera p rio ritaria la exigencia de un estado fuerte, capaz de im ­
p rim ir un a cierta coherencia social y política al desarrollo, pero al m ism o tiem po
se h an constituido en la traba más g rand e p ara el logro de tal exigencia p rio rita­
ria. E n efecto, en ta n to el recurso al estado se vuelve u n requisito indispensable
p ara la consecución de cualquier proyecto (ya sea la redistribución económ ica
y la ap e rtu ra a la p articipació n política p ara las clases populares, ya sea la im po­
sición de los intereses de alguna de las fraccionadas clases superiores), el estado
m ism o pierd e cualquier distancia o situación de auto no m ía ev entualm en te lo­
g rad a con respecto a este abanico de proyectos y exigencias y deviene u n espacio,
podríam os decir, de plena concurrencia. Ésta es la situación q u e m ejor carac­
teriza la vida p olítica en estos países: p o r un lado u na casi inexistencia del
estado prop iam ente dicho, es decir, de u n p rin cipio de au to rid ad y de decisión
con cierta distancia respecto a las exigencias de las distintas fuerzas o clases
sociales, y su reducción d en tro de un enorm e sistem a institucional o político
(juego de p artidos pol¡clasistas, parlam entarism o, presiones sindicales, política
“ in tr im uros” llevada por innum erables grupos de presión o de interés, etc.),
y, p o r o tro lado, un notable vacío de relaciones sociales pro piam ente dichas, una
ausencia d e enfren tam ientos más directos en tre los actores sociales.
Se p uede h ab lar así de u n a sobrcpolitizadó n, en el sentido de q u e todo pasa
p or el estado (sin q u e p o r ello éste sea fortalecido), pero tam bién de u na deso-
d a liz a d ó n de la dinám ica histórica latinoam ericana, en el sentido de q u e el en ­
frentam ien to en tre las clases o fuerzas sociales es sum am ente débil o se orienta
in m ediatam ente hacia la presión política. E n fin, es com o si todos los actores
decidieran lanzarse a un tiem po al control del estado destrozándose unos contra
otros las cabezas, en ese em budo invertido. Entonces las fuerzas arm adas se hacen
cargo d e la catástrofe suprim ien do p or com pleto el sistema político.
b] D etengám onos en seguida a observar el co m portam iento de la hegem onía
en el caso ele las sociedades desarticuladas, aquellas cuya herencia cu ltu ral b u r­
guesa es sum am ente débil, con fuertes culturas precoloniales o con una gran
po blación esclavista: sociedades n o nacidas en el siglo xix. N o se tra ta, claro
2 En el sentido que Alain Touraine da al término: como la última etapa de un largo pro­
ceso que comienza con el rechazo utópico de la sociedad industrial, que pasa por su período
de pleno enfrentamiento, de ruptura revolucionaria, para estabilizarse finalmente en una in­
teracción institucionalizante.
SERGIO Z l’RMF.So

está, de m eter en este subgrupo al g ran rem an en te de los casos latinoam ericanos
e incluso del T e rcer M undo. Ju stam e n te su desarticulación proviene de q u e a
p esar de h ab e r sido países extraños a esa génesis burguesa, su g rado d e desarro­
llo capitalista no se vio afectado en relació n directa a tal carencia. N os referi­
mos, pues, a aquellos países sin u n pasado cu ltu ral burgués pero con u n alto
d esarrollo capitalista m edido en térm inos relativos al capitalism o tardo-depen­
d iente: pensem os en el Brasil y en M éxico p ara A m érica L atina, y refirám onos
a este ú ltim o p o r conocerlo m ejor y p ara ev itar las analogías excesivas q u e se
h an hecho en tre los países del C ono S ur y el Brasil (el lector h ab rá d e disculpar
aq u í en cierta fuga hacia la h isto ria: u n a digresión necesaria).
H asta antes de su etap a propiam en te in d u strial, los años cincuenta, México
fue conform ado p or tres grandes influjos q u e poco tien en q u e ver con la historia
dem ocrático-burguesa clasista y con la histo ria de las hegem onías burguesas o
pro letarias de la E urop a O rien tal u O ccidental: prim ero, p o r u n volcán ple­
beyo dispuesto a estallar an te la más m ínim a fisura del orden, es decir po r u na
lógica societal p o p u la r y m asiva; segundo, p or un secular estado de g u erra in ­
terno y ex tern o, real o potencial,* y tercero, a u n q u e en cierta form a derivado de
los anteriores, p o r u n a constante erosión d el po der de sus clases superiores. Con
respecto al p rim er factor baste reco rdar la sangrienta g u erra d e independencia,
sin p aralelo en A m érica L atin a: m edio m illó n de m uertos y la consecuente h u id a
d e ios capitales españoles, y, sin d u d a, la revolución de 1910: un m illón de
m uertos. El segundo factor, com binando bien las potencialidades del prim ero,
p uede ser perfectam ente ejem plificado al record ar las guerras de reconquista es­
p añ ola, la pérd ida de T e x as en 1836 y de los estados del n o rte doce años más
tarde, la g u erra en tre liberales y conservadores q u e hizo crisis en 1857, la guerra,
luego, co n tra España, In g la terra y F rancia al o rd en ar Ju árez la suspensión del
pago por deudas al exterior, g u erra en fin con tra el em p erad or M axim ilian o en
los años sesen ta .. . Concom í tan tem en te, varias sangrías su frirían las clases altas
d e este país (y el clero com o parte de ellas), prensadas en tre el desbordam iento
plebeyo atizado p o r las guerras civiles y exteriores y p o r los estados despóticos
q u e de a h í surgieron, producto de la lógica del más fuerte.
Sin em bargo, no to do fue tan d istin to con respecto al ro stro d e A m érica La­
tina: hacia fines del siglo x ix el poderoso ja ló n q u e los polos industriales del
m und o ejercieron sobre nu estra econom ía hizo re to rn a r en sólo veinte años (1880-
1900) la flor de los negocios y de los negociantes. Es cierto q u e n u estra herencia
m in era exigió, |>or cuestiones tecnológicas y financieras, el concurso elevado del
cap ital e x tran jero (como es p ro p io de tod o enclave m inero) y q u e ello lim itó
en gran m edida el renacim ien to de u n a o lig arqu ía n acional, pero tam bién es
cierto q u e M éxico, al d o b la r el siglo, n o era solam ente u n a econom ía m inera
sino, asombroso, u n a econom ía prim ario -exp ortad ora respetablem ente diversi­
ficada.
A j>esar de ello, guerras, levantam ientos, h u id a de capitales e incapacidad
tecnológica, organizativa y de capital d e la burguesía m in era m exicana fren te
a la d em anda y al capital venidos del ex terio r d ieron cuen ta de u n a g ran debi­

3 Países como Francia o Esparta qui/As no tuvieron rasgos tan distintos, pero es indudable
que su origen burgués acompafió mejor su evolución.
RM'ERFNTKS HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H E CE M O N I a 25 7

lidad d e las clases altas m exicanas p ara organizar su po der e n ta n to clases d iri­
gentes y hegemónicas.
A ello se agrega o tro hecho y es que, a pesar del g ran tiró n qu e las econo­
mías centrales ejercieron sobre la periferia en tre m ediados del siglo x ix y el p ri­
m er decenio del xx, tal im pacto no fue tan n ítid o en M éxico en lo q u e hace al
fo rtalecim iento de las clases altas, pues ap arte d e los ya m encionados efectos
negativos de la m inería, nuestra diversidad geográfica y prim ario-p rod uctiva se
reflejó en u n a m arcada heterogeneidad sociopolítica y cu ltu ral de estas clases.
Asi el auge económico, en el período, fortaleció a im po rtan tes grupos, com o en
to d a A m érica L atin a, pero tuvo tam bién el efecto de e n fren tar d e m anera rad ical
a las más poderosas oligarquías en vías de m odernización: p o r una parte a u n
g ru p o de origen burocrático-estatal pero en vías de aburguesam iento, es decir
el g ru p o den om inado de “ los científicos", eq uipo tecnocrático requ erid o po r el
poderoso estado surgido d e las guerras de R eform a y de las guerras in tern acio ­
nales del tercer cu a rto del siglo. L a fuente de capitalización de este g ru po , lo q ue
le perm itió acceder al proceso de aburguesam iento m encionado, fu eron los im ­
puestos a la ex portación así com o las concesiones y los perm isos q u e el estado
p o rfirista facilitó al capital extranjero , de m anera tan com edida, en los tra n s­
portes, en la m inería, etc. P or o tra parte, y d irectam ente en fren tad a a esta "co­
fradía" tecnoburocrática, se organizó u n a g ran alianza facilitada p o r la presen­
cia de un adversario tan evidente; al frente de ella se colocó la o lig arq u ía no rte ñ a
ajen a en lo fu n d am en tal al circuito m inero y cuyos recursos económicos n o p ro ­
venían de u n control sobre el estado cen tral, sino d e u n a actividad em presarial
d irectam en te ligada a la producción y a la ex portación agraria y en cierta form a
in d ustrial. El m alestar de los norteños se agudizó al verse excluidos de las deci­
siones políticas u n a y o tra vez a lo largo de los tre in ta años de d ic tad u ra p o rfi­
rista y no se hizo esperar su alianza con los grupos m ineros nacionales (en franca
decadencia p o r la en trad a del capital extran jero ), y con las clases m edias deseo­
sas de p articip ar tam bién en esa inexp ug nable fortaleza estatal, m on opolio de
"los científicos”, fu ente co rru p ta de riqueza. U n ingrediente, en fin —el cam pe­
sin ado indígena del centro, aceleradam ente despojado de sus tierras—, vino a
sellar la alianza antiestatal y anticien tífica q u e puso en m archa a la Revolución
de 1910-1917.
Es im posible, obviam ente, p ro fu nd izar e n este p un to ; el ejem plo sólo nos
sirve p ara m ostrar cóm o la lucha revolucionaria, al echar m ano, p o r p a rte de
las subsecuentes facciones en pugna, de los sectores po pu lares (cam pesinos y
obreros), n o sólo despertó el volcán plebeyo tan característico de este país, sino
q u e obligó al g ru p o triu n fan te, q u e poco te n ía ya, después de tantos años de
lucha, de g ru p o económico-social (clase) y m ucho de casta m ilita r (élite política
dirigente), a hacer efectivas las inn um erables promesas de m e joram iento a las
masas, sin lo cual era im posible su consolidación y-el re to m o d e la paz. Echó
a a n d a r así la C onstitución d e 1917 y con ella u n p rim er ja ló n de la reform a agra­
ria q u e pusieron e n ja q u e a las com pañías extranjeras, prin cip alm en te las qu e
ex plotaban el petróleo. P ero lo q u e im p o rta subrayar es q u e este episodio activó
u n a vez más la lógica social y p olítica m exicana: erosión y d e b ilitam ien to de
las clases altas, prin cip alm en te agrarias, y fo rtalecim iento del ac to r estatal: de un
prin cip io de orden necesariam ente au to rita rio . C uan d o el aflu en te m exicano de­
258 SOC IO ZK R M tíO

riv ó en el tum u ltu o so cauce p o p u la r y nacional q u e se abrió en la entregu erra


y se agudizó con la crisis económ ica m u n d ial de los años trein ta, q u e en América
L atin a llevó el no m bre de populism o, nu estro país hab ía sido largam ente p re ­
p arad o para convertir tal fenóm eno en algo m ucho más radical. Eso fue el car-
denism o, u n a historia de p rofundas raíces ancestrales q u e logra enclavarse en
pleno siglo xx, u n a p irá m id e p o p u la r nacional (popular-estatal) reforzada por
la lu d ia contra el enem igo ex terio r (la expropiación p etrolera) y po r u na refo r­
m a ag raria a fondo q u e d ejaría sin su aliad o político más im p o rtan te (la oligar­
quía) a unas clases altas m odernas q u e luego serían dislocadas en su hegem onía
cu ltu ral p o r la inevitable alianza con el capital extranjero.
P ero, y aq u í está lo fundam ental, a pesar de qu e este ejem plo tien e poco
q u e ver con u n a génesis cu ltu ral dem ocrático-burguesa, en ta n to fortalecim iento
de la sociedad civil fren te al estado, u n desarrollo prop iam en te in dustrial-capita­
lista, u n a urbanización y en general u n a m odernización acelerada se g eneraron a
p a rtir de los años cu aren ta p a ra convertirnos, en tres decenios, en u n país q ue
puede calificarse, com o se estila hoy, de p u ja n te desarrollo relativo.
Esto explica el calificativo de sociedades desarticuladas, es decir sociedades
q u e desde el p u n to de vista cu ltu ral, po lítico y, en u n a palab ra, social, d istaban
m ucho de poseer los a trib u to s q u e sirvieron de invernadero p ara el ascenso y la
consolidación del capitalism o en los países hoy desarrollados (siendo el carácter
p iram idal, au to rita rio , estatista y p aternalista del cardenism o la m ejor prueba),
pero q u e p o r el sim ple hecho de poseer respetables dim ensiones geopoblaciona-
les (u n m ercado in terio r suficientem ente am p lio y en constante crecim iento en
térm inos absolutos) p u d ie ro n industrializarse y m odernizarse en form a acelerada
en unas cu antas décadas.4 Se tra tó de u n proceso p ro fun dam en te desequilibrado,
precisam ente por esto (y de ah í el térm in o desarticulación), pero fue, a pesar de
ello, u n proceso efectivo en térm inos de desarrollo económico; y es q u e en el
p eríod o m onopolista del capitalism o, la génesis social, cu ltu ral y política puede
ser fácilm ente sustituida p o r el capital y la tecnología acum ulados a nivel m u n ­
dial. A hora bien, si desde el p u n to de vista de la base p rod uctiv a estas socieda­
des funcionan sobre u n a plataform a económ ica única, con tinu a, q u e extrae
excedentes desde los p u n to s de m ayor atraso canalizándolos hacia los grandes
em porios del capital in d u strial y financiero, desde el án gulo prop iam en te socio-
político y cu ltu ral de hom ogeneización no es ta n sim ple. En efecto, aqu í, como
en el caso de los países “ hom ogéneos” tard íam en te desarrollados en el capita­
lism o. las fuerzas y clases sociales propias d e la etap a in du strial se ven afectadas
p o r la parcelación radical que les confiere u n elevado desarrollo m onopolista
(donde las clases altas se dividen en tre burguesías asociadas, nacionales y m ono­
polistas o com petitivas, y o tro ta n to sucede con el “están d ar de v ida” d e la clase
obrera). P ero más allá de esta característica general del desarrollo tardío-m o­
nopolista. en los países desarticulados, y en particu lar en el ejem plo q u e ah ora
nos ocupa, se agrega un poderoso elem ento q ue parcela de m anera más radical
los im pulsos sociopol(ticos provenientes d e la sociedad civil en su relación con el
4 El ejemplo opuesto serla el del Uruguay, sociedad de poblamicnto europeo y, por lo
Unto, sociedad con marcada génesis cultural burguesa pero que, por sus dimensiones gcopo-
blacionales, resultó inviable para incorporar redituablemente a la gran industria monopolista
moderna.
R tKTRENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS Dfc L A lltO J M O N Í A 259
estado. Y es q u e el m eteórico pasaje, en sólo tre in ta años, desde una sociedad
d e masas, p iram id al, en la q u e el estado es el agente de cohesión represiva (agen­
te hegem ónico), hacia u n a sociedad do n d e ap aren tem en te predo m ina la ciudad,
la in d u stria y la m odernización en general, nos coloca fren te a u n a realidad ne­
cesariam ente dislocada. Son pocos tre in ta años de m odernización acelerada y
más a ú n cu ando se tra ta de u n proceso excluyente como es el desarrollo m o­
nopolista de nuestro tiem po. Asi, pues, la p irá m id e p o p u la r nacional (estatal),
q u e coronó a la historia m exicana b ajo el cardenism o, no es u n hecho del pasado:
subsiste y se am p lía asentando su extensa base en la sociedad trad icion al, en el
cam pesinado populista, p ero asegurando tam bién su fu tu ro en las crecientes bol­
sas del pauperism o u rbano, ya hoy im presionantes. R ecurram os, p ara concluir
esta parte, a un esquem atism o realista: ju n to a esta lógica pop ular-nacion al (i)
q u e subsiste y se am plía com o resultado d e la explosión dem ográfica, em erge con
vigor, o tra lógica q u e aq u í llam arem os dem ocrático-clasista (n). Esta ú ltim a está
com puesta en u n a de sus vertientes (1), p or las clases medias concom itantes con
to d o proceso u rb an o o de m odernización: su lógica sociopolítica en ta n to actores
consum istas, posesivos e individualistas, es inm ed iatam ente an tia u to rita ria , p lu ra ­
lista, si tom am os en cuenta el m arco h ipcrestatal en el q u e nacen. Los m ovim ien­
tos m agisteriales, médicos y estudiantiles de los sesenta en co n tra del a u to rita ­
rism o diazordacista, así com o las reacciones co n tra los actos "socializantes*’ pro ­
m ovidos p o r el echeverriism o en los años setenta, m uestran bien su voluptuoso
carácter posesivo e individualista y, sólo en esa m edida, "dem ocrático” y p lu ­
ralista.
Pero la o tra vertiente (2) de esta lógica de lo m oderno está más pro piam ente
ligada a la lucha de las clases fundam entales: p o r una p a rte (a) nos habla del
fo rtalecim iento de la iniciativa privada, nacional y ex tran jera, y de la enorm e
presión q u e el capital m onopolista internacional es capaz de ejercer sobre las
opciones del desarrollo en u n a nación com o la n u estra (sin q u e hayam os de
co n fu n d ir ese po der económ ico —¿hegem onía en lo económico?— con la concep­
ción in tegral de la hegem onía). P o r o tra p a rte (b) la clase o b rera tam bién se
fo rtifica en su organización: lo hace fu n d am en talm en te a través del sindicalism o,
a u n q u e un p artidism o larvario en busca de extensas alianzas dem ocráticas co­
m ienza a dib ujarse en form a paralela. Sin em bargo, la g ran dificu ltad a este
respecto se m anifiesta en to rn o a su m arcada heterogeneidad: d e u n lado, trib u ­
ta ria del paternalism o estatal en su am p lia masa poco calificada (afiliada al P R I
a través de la C onfederación de T ra b ajad o re s M exicanos); de o tro lado, n u m é­
rica de las actitudes de consum o, cu lturales y políticas de los sectores medios
integrados (pensemos, con todas las salvedades, en esa p arte de la clase obrera
q u e pertenece a las em presas m onopolistas ex tran jeras asociadas al cap ital nacio­
nal e incluso en algunas em presas b ien rem uneradas del sector estatal en los
ru b ro s clave de la econom ía).
As:, pues, si dejam os d e lado el am plio sector o b rero de baja calificación, esta
lógica dem ocrático-clasista (n) tiene en com ún el ser acérrim a adversaria de
n uestra herencia piram id al, en la m edida en que, po r cu a lq u ier lado q u e se
la m ire, los pilares del estado fu e rte están siendo co nstantem ente erosionados por
las dem andas, con signos diversos y en o tro p la n o antagónicas, provenientes d e la
clase o brera, el capital y los sectores medios.
260 StRClO ZrRM l.Ñ O

¿Cómo debe entenderse pues la hegem onía en sociedades com o ésta? ¿Con­
sid erando los rasgos m arcados por la h isto ria y poniend o el acento en el estado,
en lo p o p u la r y nacional q u e se vuelve fu tu ro sobre la base de la creciente p o ­
breza m oderna?, ¿o aceptando más b ien , com o es tan p ro p io del pensam iento de
los economistas, q u e el vencedor h a sido el ca p ital m onopolista en ta n to el tipo
de sociedad q u e se construye está o rie n tad o p or su p o d er d e decisión de dicho
capital y favorece a sus intereses? o, en fin, ¿debemos quizás reservar nuestras
alusiones a lo hegem ónico sólo cuando hacemos referencia a las expectativas de
u n a nueva hegem onía p o p u la r y socialista, la hegem onía com o construcción a n ti­
capitalista, construcción organizativa e ideológica de la oposición en su difícil
ta rea de fusionar, en u n im pulso único, aspiraciones dem ocrático-ciudadanas,
hegemónico-clasistas y po pu lares críticas? D ifícil opción en el presente ejem plo,
pero antes de cu a lq u ier com entario reseñem os el ú ltim o gru p o histórico-concreto
q u e nos hemos propuesto.
c] Se tra ta, sin más rodeos, de aquellas sociedades q u e h an realizado espectacu­
lares revoluciones en los decenios recientes, revoluciones no conducidas po r
fuerzas em inentem en te proletarias, revoluciones de corte m ás bien p o p u la r y
n acional, d o n d e la ausencia de la fuerza o brera y d e u na vertiente dem ocrático-
ciud ad an a nos perm iten dedu cir un m arcado atraso en lo q u e hace al desarrollo
indu strial ca pitalista y a la génesis p rop iam ente dem ocrático-burguesa de estos
ejem plos. Se tra ta de desbordam ientos generalizados, “g u erra de m ovim ientos”
co ntra u n o rd en q u e se basa en la p u ra y sim ple d ic tad u ra en co ntra d e form as
dictatoriales q u e regu larm en te se h a n ex tend ido y profun dizado p o r largos pe­
ríodos y don de p o r lo general la intro m isión im perialista se vuelve tran sp arente
en la persona m ism a del dictad o r y en el cuerpo entero de la dictad ura. Se trata,
pues, de ejem plos com o el d e N icaragua, El Salvador, G uatem ala en o tro tiem po
y, a u n q u e con ciertas salvedades en lo q u e a la com posición o b rera se refiere
(enclave), ta m b ié n C u b a y Bolivia con respecto a A m érica L atin a. A q uí el p ro ­
blem a de la hegem onía se confund e inm ed iatam ente con el im pulso popular-
nacional y, en los ejem plos q u e llevaron el fenóm eno a sus consecuencias más
radicales, con el p roblem a de la hegem onía estatal, com o en Cuba.
Nos encontram os así frente a u n a dificultad enorm e y q u e sería sim plista
calificar de m eram ente académ ica: el estudio de la hegem onía en los grandes
g rupos reseñados, reproduce, refleja, recrea a la sociedad en sus diversos .estadios
de “ m odernización” y tam bién en la h eterogeneidad com pleta del c o n ju n to social
nacional. Com o consecuencia la hegem onía nos coloca, al menos, a n te tres opcio­
nes: a] la hegem onía com o u n a m anifestación de las clases fundam entales, b u r­
guesas p rim ero y obreras más tarde (en la h istoria europea); b] la hegem onía
com o u n a trib u to pro p iam en te estatal derivado de las movilizaciones populares
y nacionales, desde el bon ap artism o hasta V ietnam , p ara m encionar dos extrem os
relevantes; y c] la hegem onía (¿hegem onía o sim ple b úsqueda de prim acía?)
de la sociedad civil, en su vertiente m od ern a, consum ista, ind ividu alista, contra
el estado colud ido con los m onopolios y contra, tam b ién , cu a lq u ier form a p ira ­
m idal y m onista ya sea ideológica u organizativa (del estado o del sistem a p o lí­
tico e institucional en general).
¿Será to d o esto u n sociologismo?, ¿un afán de m ostrar lo com plejo, lo diverso
de las m anifestaciones presentes en la sociedad y, com o consecuencia, u n a form a
Rl.FURENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H ECEM O NÍA 201

pesim ista q u e an tepone obstáculos a la vo lu n tad política, a la búsqueda de


acción u nificada, obstáculos a la necesaria tarea volu ntarista q u e es el afán de
fusionar y coaligar fuerzas, q uehacer político q ue conlleva disciplina y sum isión
si lo q u e se p reten d e es el logro de u n a sociedad más justa? D ifícil responder,
pero al menos el p la n team ien to de problem as sin respuesta fácil n o es u n a tarea
vana: un cierto "realism o sociológico” es algo q u e d ebe ilu m in a r francam ente la
ru ta d e la p raxis política.

111. LAS PROPUESTAS DF. UNIFICACIÓN DEL CAMPO DISPERSO DE LO SOCIAL

Así, u n p la n team ien to q u e difiere e n b u en a m edida del q u e hem os hecho p od ría


enunciarse com o sigue: siendo el cam po social heterogéneo p or natu raleza, corres­
pon de a la praxis política en ta n to v o lu n tad de transform ación y asentada en el
estudio científico de la historia la tarea de reunificar, hom ogeneizar, fusionar,
o rie n ta r en u n m ism o sentido, etc., a las fuerzas o prim idas y explotadas po r el
sistem a capitalista, desde las capas medias hasta las am plias masas paupérrim as.
Será la clase obrera, en ta n to clase fu nd am en tal, la abocada a servir de eje,
dirección p olítica y p u n to d e referencia intelectual y m oral del am plio espectro
de las clases populares.
La estática dispersa qu ed a pues nucleada en u n rayo fu lm in an te, y en ta n to
sobran ejem plos históricos p ara ilu strar tal evento se establece u n a polémica,
ap aren tem en te ciega, con los defensores de las tesis "dispersionistas” ilustradas
en los térm inos del inciso anterior.
En este ap a rtad o harem os u n breve recuento de las posiciones q u e h a n tend id o
a u n ificar el cam po de las prácticas sociopolíticas, desde aquellas de corte eco-
nom icista propias de la Segunda Inte rn acio n a l h asta las pro p iam en te hegemó-
nicas q u e logran su prim era sistem atización con L enin, que fu eron profundizadas
p o r G ram sci y q u e h an renacido con g ran euforia en nuestros días (después del
oscurantism o cstalinista y de la exégesis del p artid o leninista) sobre la base de la
concepción del a u to r italiano. Al finalizar ese breve recorrido abrirem os u n inciso
q u e tra te de sistem atizar algunas proposiciones p ara p la n tear histórica y socioló­
gicam ente la disyuntiva: dispersión del cam po sociológico, unificación (hegemo-
nización) d e esc m ism o cam po en función de lo político-ideológico culiuralista.
A lgunas propuestas recientes p ara el logro d e u n a nueva hegem onía en el m u nd o
actual provenientes de la corriente q u e aq u í llam arem os político-ideológico-
discursiva serán analizadas antes d e co ncluir el presente ensayo.
N o nos detengam os m ucho en lo q u e ya es bien conocido: K autsky y en gene­
ral la Segunda Internacional d ab a n p o r sentado q u e el capitalism o sufriría un
colapso com o resultado de las tendencias a q u e ap u n tab a su p rop ia base p ro ­
d uctiva y d e los efectos de ésta sobre la distrib ució n social de la riqueza. En
efecto, d ad o q u e la clase tra b ajad o ra tend ería a u n a pauperización cada vez más
paten te, p ro d u cto d e la acum ulación, de la centralización del cap ital y en ge­
n eral d e la elevación de la prod uctividad, u n a crisis de subconsum o sería inevi­
table p ara el capitalism o. La pequeña burguesía y el cam pesinado, p o r su parte,

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SERGIO Z IRM E X .i

e n tra ría n en una proletarización progresiva, y la sociedad se iría transfo rm an do


pau latin am en te en dos agregados bien definidos: u n a enorm e masa d e p ro leta­
rios desposeídos y u n p u ñ a d o de capitalistas riquísim os. T a l homogeneización
d el cam po social, au n a d a al colapso final e inevitable del sistem a productivo
ca p italista (en resum en, tal economicismo), p erm itió descuidar los aspectos más
específicos de la tom a del poder puesto q u e éste, tard e o tem p rano , vendría a
recalar en m anos de la clase obrera y de sus organizaciones. L a vía parlam en taria,
electoral, n o constituía, com o consecuencia, un pecado claudicante p o r parte de
los representantes de esta clase, sino más bien u n a posición que n o interfería
la ráp id a expansión del capitalism o y su avance hacia el gran colapso y una
form a d e en tren am ien to p ara asum ir el pod er cuando ese m om ento llegara. En
esta concepción, pues, no hay un prin cip io hegem ónico, n o hay tareas hegemo-
nizantes puesto q u e tod o llegaría p o r sí mismo, com o resultado o inercia de las
leyes económicas.
El leninism o reaccionaría b ru ta lm e n te contra sem ejante form a de concebir
el pasaje al socialismo, pero en el im pulso mismo de su reacción, y apoyado en el
triu n fo p alp ab le del bolchevism o en la vía específica q u e lo llevó al poder, so-
b revaloró el aspecto subjetivo, la capacidad vo lu ntarista d e la conciencia externa
al cam po social existente. El p artid o , u n g rup o selecto de dirigentes, apoyado
en u n a concepción científica de la historia, se convertiría desde entonces en la
fórm ula correcta del pasaje al socialismo. A la violencia burguesa h ab ría de
oponerse la violencia del estado pro letario , es decir la d ictad ura del proletariado.
Ernesto Laclau, sugerente sociólogo político latinoam ericano, cuyas tesis an a li­
zaremos en detalle, parece ce n trar bien los avances y los lím ites del leninism o
cuando afirm a:

La consccucncia importante, para una teoría de la hegemonía, que se deriva del enfoque
político y estratégico leninista es que Unto los equilibrios políticos como las rupturas —revo.
lucionarias o no— de los mismos son la m u lta n te de contradicciones múltiples cuya acumu­
lación y condensación constituye una coyuntura determinada. La estrategia revolucionaria, en
tal caso, no puede fundarse en el simple despliegue de las contradicciones económicas del
sistema sino que debe constituirse como forma histórica de articulación de contradicciones
diversa\ en una coyuntura dada. De ahí se derivan el privilegio del momento político en la
entrategia revolucionaría (en oposición al enfoque de la Segunda Internacional, que hacía del
momento político una pie/a subordinada en el desencadenamiento de contradicciones econó­
micas).''

La o bra de A ntonio G ram sci constituyó u n paso d efinitivo p ara la concep­


ción del p rin cipio de hegem onía y a pesar del gran ab an do no a q u e fue relegada
desde el ascenso del fascismo hasta los años sesenta, hoy la encontram os en el
cen tro de esta polémica.
Com o es n a tu ra l tam bién la concepción gram sciana de la hegem onía se p la n ­
teó el problem a de la unificación —hom ogeneización— del cam po social existente
o, m ejor, del con ju n to ele las fuerzas p otencialm ente socialistas. Sus soluciones
an te esta tarea superaron am pliam ente el economicismo m ecánico pero tam bién
el voluntarism o político y se orie n taro n en lo fun dam ental a relevar los aspectos

5 Véase el ensayo de Ernesto Laclau. “Tesis acerca de la forma hegemónica de la política'*,


en este volumen punto 13. pp. 28-29.

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REFERENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H EGEM ONÍA 263
ideológicos y culturales del problem a: las posibilidades d e fusionar elem entos
intelectuales y m orales de agregados diversos de la sociedad sin q u e p o r ello
p erd ieran éstos su id e n tid a d o q u ed a ra n subordinados en algú n tip o de alianzas.
Y es q u e G ram sci p ud o vivir, p o r una parte, u n a E uro pa más m oderna, más
occidental, más diversificada y con u n a sociedad civil más robusta. P o r o tra
p arte, vivió tam bién u n a Ita lia m arcadam ente heterogénea d ebido a su atraso
sureño. A nte este cam po desigual y disperso, las propuestas de fusión deb iero n
hacerse con hilos m uy finos y tuvieron un alcance tan universal q u e lograron
a b rir problem as propios del desarrollo más m oderno, de ah í su éx ito en la E u ro ­
pa actual, y en las sociedades tardías y desarticuladas.
La riqueza del p lano ideológico y cu ltu ral en G ram sci h a generado ulteriores
y más com plejos desarrollos de la problem ática d e la hegem onía. A ntes de abo r­
d a r este p u n to precisemos bien el co nten id o d e la hegem onía en este au to r.
C h an tal M ouffe, por ejem plo, nos recuerda q u e la concepción de hegem onía
en G ramsci n o puede destacar exclusivam ente la dirección política d e u n a clase,
pues de esta m anera q u edaría reducida al concepto leninista q u e se funda, diga­
mos p ara abreviar, en la centralid ad de la clase ob rera en ta n to clase fu n d a­
m ental: “p ara Gram sci, la hegem onía no se presenta com o u na alianza de clases
p u ram en te instrum ental a través de la cual las reivindicaciones clasistas de las
clases aliadas se expresan en térm inos de la clase fu nd am ental, m ientras cada
g ru p o conserva su p ro p ia in d iv id u alid ad y su p ro p ia ideología en el in terio r
d e la alianza”.6
P ara q u e diferentes grupos sociales se co nv iertan en u n solo sujeto político
con u n id a d ideológica, co n tinú a in terp reta n d o M ouffe, es necesario q u e la hege­
m onía d e u n a clase fu n d am en tal se construya sobre u na "v o lu ntad colectiva
(sobre la base de u n a visión del m un d o com ún q u e servirá de p rin c ip io unifica-
d or) en do n d e se fusionen esta clase y sus aliados p ara form ar un ‘ho m bre
colectivo' ” .7
Esta nueva hegem onía debe construirse a través de u n a "reform a intelectual
y m oral” , de u n a síntesis más elevada, de m odo q u e tocios sus elem entos se
fu n d an en esa "v olun tad colectiva” . I,a u n id a d ideológica q u e servirá como
“cem ento" de esta nueva vo lu n tad colectiva fun girá com o u n a "religión pop ular".
"L a form a p articu lar en q u e se p resenta el elem ento ético político hegemó-
nico en la vida del estado y del país, nos dice G ramsci, es el patriotism o y el
nacionalism o, q u e son religión po pu lar, es decir, vinculo q u e produce la u nidad
e n tre los dirigentes y los dirigidos.” * Luego C h an tal M ouffe concluye: "todo
cu a n to exprese el ‘pueblo-nación’ es 'nacio nal-p op uU r'. 1.a hegem onía exitosa es
la q u e logra crear u n a ‘vo lu n tad colectiva nacional p o p u la r’ ” a u n q u e ésta pued a
construirse tam bién en base a otras "m anifestacioues ideológicas y políticas
[ . ..] cuando existe u n vínculo orgánico en tre los intelectuales y el p ueblo ”.9
A hora bien, no cabe d uda, com o veremos más adelante, de q u e G ram sci p ro ­
fundizó toda su concepción de la hegem onía en función de las enseñanzas bru-

a Chanta! Mouffe, "Hegemonía c ideología en Grarnsci". Arte, Sociedad e ideología, nóm.


5, 1978, p. 75.
t Ibid., p. 79.
* Citado por Chantal Mouffe. ibid., p. 81.
* Ibid., p. 81.

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264 SKRCIO ZCRMH&O

tales q u e el ascenso del fascismo puso fren te a sus ojos. La concepción del "es­
tado in teg ral” o, dicho en otros térm inos, la concepción d e la am pliación del
estado sobre la sociedad civil a través de la burocracia, los aparatos de coerción
(ejército y policía), etc., fue u n a d e estas enseñanzas, com o lo ha m ostrado con
g ran acierto C hristine B uci-G lucksm ann.10 El g ra n apoyo q u e el m ovim iento fas­
cista supo en c o n trar en tre la peq ueñ a burguesía fue o tro aprendizaje m uy valioso
p ara a fin ar la idea de lo po pular-nacional en la m edida en que, en u n país con
u n a u n id a d nacional ta n p recaria com o Italia, y con u n herencia tan acendrada
en la ciudad-estado,11 "la pequeña burguesía, m uy num erosa, era la única clase
te rrito rialm e n te nacional” (Gramsci). D e a h í la ce ntralidad de lo patriótico y del
nacionalism o en esta concepción d e la hegem onía.
Sin d u d a esto fue elab orad o p o r G ram sci sobre la base del fascismo, decía­
mos, com o reflejo de lo q u e la clase ob rera en su m om ento de auge (el "bienio-
ro jo ”) fue incapaz de lograr.
A quello q u e ta n to preocupó a G ramsci, y a muchos otros pensadores italia­
nos desde el Risorgim ento, la unificación del cam pesino atrasado del sur con la
clase o b rera de las grandes ciudades industriales del norte, n o fue logrado pol­
las organizaciones clasistas, ni siquiera p o r el P artid o Socialista Ita lia n o . L a más
im p o rtan te unificación política y cu ltu ral fue lograda p o r el fascismo en tan to
p rim era g ran m ovilización p o p u la r y nacional, a u n q u e eso se consiguió, parad ó ­
jicam ente, a través de contenidos ideológicos "q u e im p id iero n la identificación
en tre p ueblo y clase obrera, [esto] constituyó el logro especifico del fascismo” ,
com o lo h a explicado Ernesto L aclau.12 "¿Por q u é el fascismo tuv o éx ito en
separar ‘p u eb lo ’ y clase obrera? —agrega este au to r. ¿Por q u é el jacobinism o
de la pequeña burguesía n o fue absorbido p or el discurso po lítico ob rero en u n a
co nfrontación radical con el b loq ue de poder?”
Laclau responde a su preg un ta recordando q u e el m ovim iento o b rero se vio
obligado a colocarse tras u n a b arrera de clase po rq u e en sus orígenes su id e n ti­
dad estuvo constantem ente b ajo el peligro de “las influencias de la burguesía” .
Se fue form ando así

un criterio absoluto de separación entre la clase obrera y el resto de la sociedad. Era necesa­
rio. en especial, desligar las interpelaciones obreras y las interpelaciones populares difusas, ya
que la clase obrera había sido movilizada y frustrada muchas veces por el populismo de los
políticos burgueses. Habla que “desenmascarar" las ideologías populares difusas para que ellas
no impidieran la constitución de una ideología de dase. Y el mecanismo especifico de este
desenmascara mi en lo consistía en presentar todo contenido popular difuso como elemento
constitutivo de la ideología de alguna de las clases rivales: la burguesía, la pcquefla burguesía,
los terratenientes feudales, e tc [...] [Así] la clase obrera generaba prácticas políticas e ideoló­
gicas que se expresaban en el reducciónisroo clasista.5*

A esto coadyuvó, podem os agregar, el triu n fo del bolchevism o y su tom a


d irecta del pod er en ta n to m ovim iento bastan te p u ro de expresión p artid ista de

10 Christine Buci-Glucksmann, “La concepción gramsdana de la ampliación del estado”, en


Gramsci y el Estado, México, Siglo XXI.
1J Es decir. la ciudad separada del conjunto de un territorio nacional, la dudad como
universo, la dud ad industrial como invernadero de la lucha de clases que la habitan.
12 Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxiste, México, Siglo XXI, p. 136.
i» Ibid., p. 144.

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RHT.RENTl S HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE LA HEGEMONÍA 265

la clase o b rera y el reves q u e este triu n fo significó p ara las posiciones parlam en ­
tarias p ro pias d e los p artido s de la Segunda In te rn acio n a l en su política de los
"pequeños pasos” y d e las am plias alianzas electorales.
Esta doble enseñanza (ascenso del fascismo y d erro ta del m ovim iento ob rero
p or su aislam iento clasista) co nd ujo a G ram sci a p la n te a r u n a nuev a estrategia,
hoy bien conocida: el paso de la g u erra de m ovim ientos ("tom a directa del
p o d er del estado”) h acia una g u erra de posiciones (p rep ara r la revolución en
una perspectiva de más largo plazo y a través de u n a concentración in a u d ita de
hegem onía, com o el fascismo lo h ab ía puesto de m anifiesto).
Gram sci acom pañaba el razonam iento a n te rio r con u n a d o b le perspectiva:
1] Perspectiva geoespacial: en O rien te (R usia), la g uerra de m ovim ientos,
la estrategia de ataq u e frontal, de tom a d irecta del pod er del estado, fu e factible
p o rq u e “ el estado lo era todo y la sociedad civil era p rim itiv a y gelatinosa”. En
O ccidente la gu erra de posiciones se im po nía po rq u e “entre el estado y la socie­
d ad civil, se d aba un a relación eq u ilib ra d a y, detrás de u n estado vacilante, p ro n ­
to se descubría u n a ro bu sta estructu ra d e la sociedad civil” d on de la burguesía
busca y logra asentar el poder del estado sobre u n a base de masas y la clase
o b rera se en m arca en las grandes organizaciones m odernas.
2] Perspectiva histórica en la m edida en q u e h ab lar d e O rien te y O ccidente
tam bién significa h ab lar del pasaje desde situaciones más elem entales hacia
situaciones más m odernas de la política y d e las luchas sociales. Com o lo ha
subrayado C hristine Buci-Glucksm ann: "la g uerra de posiciones ‘es u n concepto
político u n iversal’, u n p rincipio de pcriodizaa'ón de las luchas de clases".14
E n esta m edida G ram sci escribió: “ Hoy, es decir, nueve años después de o ctu ­
bre de 1917, no es el hecho de la tom a d el po der p o r los bolcheviques lo que
puede revolucionar las masas en O ccidente p o rq u e se tra ta de u n a situación ya
p asada q u e ha pro ducido todos sus efectos." 15
“ En la época actual, a la guerra de m ovim ientos q u e se desarrolló victoriosa­
m en te de m arzo d e 1917 a m arzo de 1921 ha sucedido u na guerra de posiciones
cuyo rep resentan te ta n to ideológico (en Europa) com o p olítico (en Italia)
es el fascismo.”
Sin em bargo, si bien la concepción d e gu erra d e posiciones establece u n corte
con la R u sia de 1917, hay q u e aclarar q u e ello n o significa q u e lo establezca con
el leninism o: C hristine Buci-Glucksm ann nos recuerda las actualizadas ideas de
L enin do n d e éste parece coincidir más con G ram sci y dejar atrás la época bol­
chevique p u ra: “ La revolución no llegará ta n rápido como lo esperábam os. Esto
lo ha pro bado la historia. H ay q u e saber aceptarlo com o u n hecho, hay q u e ten er
en cuenta q u e la revolución socialista m u n d ial en los países axranzados n o puede
com enzar con la m ism a facilidad q u e en R usia, país de N icolás II y de R asp utín
[ ...] com enzar sin preparación u n a revolución en u n país en do nd e se ha desarro­
llad o el capitalism o, q u e h a d ad o pie a u n a c u ltu ra y a u n a organización de­
m ocráticas in cluido el ú ltim o de los hom bres, sería u n error, u n absurdo [ . . .] ” 17
E ntendem os así p o r q u é G ram sci escribió, sin rodeos: "Ilich había com prendido

M C. Bucti-Gluck&mann, op. cil., p. 220.


Citado en ibid., p. 221.
»« Ibid., p. 220.
«7 Lenin. La guerra y la paz, t. 27, p. 95, citado en ibid., p. 226.

Co
2G6 SERGIO Z KRMF ÑO

q u e era necesario transform ar la g uerra de m ovim ientos aplicada victoriosam en­


te en O rien te en g u erra de posiciones q u e era la única posible en O ccidénte. Me
parece q u e eso significa la consigna del frente único.” 18
¿Q ué o tra cosa m uestra la atracción d e este au to r hacia el am ericanism o, el
fordism o y el taylorism o sino su interés p o r com prender los cam bios en la
sociedad capitalista más avanzada, en la sociedad civil m oderna en g en e ra l?19

IV. LOS PA RÁ M ETRO S SOCIOLÓGICOS E HISTÓRICOS DE LAS PROPUESTAS HEGF.MÓNICAS

Sin em bargo, llegados a este p u n to , la proposición gram sciana sobre la construc­


ción (fusión) de u n a nueva hegem onía abre nuevas interrogantes.
Es cierto qu e el fascismo logró crear u n a nueva hegem onía, a través de un a
guerra de posiciones y d e u n a disolución de contenidos clasistas en contenidos
popular-nacionales, y es cierto tam bién q u e de la observación de este fenóm eno
G ram sci derivó u n a nueva proposición (la g uerra d e posiciones). Se tra tab a
ju stam en te del m ism o proceso pero con u n a fórm ula invertida: los contenidos
nacionalistas, patrióticos y de otros signos, q u e ta n to m otivaron al cam pesinado,
a la pequ eñ a burguesía y a los medios, debían ser incorporados, a u n q u e de m a­
nera sup editada, a los contenidos clasistas.
La dificultad sobreviene cuando nos preguntam os q ué sucedió en la historia
posterio r al fascismo en los países europeos, es decir: ¿fue posible esta inversión?,
¿las posiciones clasistas tuvieron la ccn tralidad política y en co ntraro n los pu ntos
d e id en tid ad in telectual y m oral para en lazar al co n ju n to am plio de las fuerzas
populares b ajo la dirección p olítica del proletariad o y pro du cir así u n a concen­
tración hegem ónica q u e diera paso al socialismo o q u e ab riera al m enos u n a
perspectiva franca en este sentido?
La realid ad fue d istin ta; lo q u e el fascismo logró p or la vía popular-nacional
n o ha resultado obvio p ara las posiciones hegemónico-clasista. Y es q u e si bien
los años anteriores al ascenso fascista tuvieron com o característica u n a n ítid a
concentración de elem entos favorables a la acción y a la conciencia clasista en el
centro-oriente europ eo (pobreza extrem a de la clase trab ajado ra, deficiente u n ifi­
cación nacional y cierta pureza del en fren tam ien to clasista en las ciudades, crisis
económ ica general y crisis orgánica q u e dejaba al d escubierto la dom inación
ejercida por u na burguesía aliad a en form a reaccionaria con las clases retró ­
gradas, etc.), si bien esto m arcó el p u n to cu lm inante del en fren tam iento clasista,

i» Ibid., p. 227.
10 Recordemos que Gramsci concebía al fordismo como una forma de organización produc­
tiva más moderna si se la compara con la europea; las superestructuras del modelo americano
son menos complejas que las de Europa, responden más directamente a la base productiva.
Son formas de vida, de cultura, valores y prácticas que se encuentran más acordes con el
taylorismo y Jo hacen posible por la ausencia de “sedimentos históricos", por la ausencia de
capas parasitarias (curas, intelectuales tradicionales, etc). De esta forma la organización de la
hegemonía en el modelo americano no reposa sobre los profesionales de la política y de la ideo­
logía: "La hegemonía nace -d ic e Gramsci- en la fábrica y no tiene necesidad de untos inter­
mediarios políticos e ideológicos."

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R f H R::.NTfS HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H F G rM O N fA 267
decíamos, la época posterior a la segunda guerra se encargaría de trastrocar p au ­
latinam en te, pero en form a continua, este panoram a.
En electo, ya el pro p io proceso fascista puso de m anifiesto ciertas m odifica­
ciones a la situación clasista más o menos p u ra descrita an teriorm ente:
a] en prim er lugar dejó claro, an te el asom bro de m uchas posiciones marxis-
tas, q u e las grandes movilizaciones populares y nacionales no eran sólo un asun to
d e la historia, de la R evolución francesa o de los países p reindustriales, sino
q u e se tra ta b a de un fenóm eno paralelo al desarrollo in du strial m onopolista
y q u e po dían incluso ser posteriores a u n a conform ación clasista m adura, sobre
todo en países tan deficientes en su unificación nacional com o Italia o A lem ania;
b] segundo, q u e el fascismo no sólo in u n d ó el espacio más n ítid o de la lucha
de clases echando m ano del principio nacional y p o p u la r, inco rpo ran do al
cam pesinado y a la política y haciendo lo mism o con la pequ eñ a burguesía, a lo
largo de todo el te rritorio, sino que tam bién fue capaz de apoyarse e n el futuro,
en lo q u e estaba naciendo y term inaría por convertirse e n un acto r robusto d e la
sociedad in dustrial y urbana. Es decir, el fascismo tam bién incorporó, a tam bo r
batien te, sobre todo en Alem ania, a las capas m odernas: eso q ue se d en om ina
los sectores m edios y que j>or entonces se enco ntrab an aterrorizados y am ena­
zados en su individualism o, en su egoísmo, en su posesividad, p o r el agudo ascen­
so d e las luchas proletarias y el presagio socialista.
Si bien el p rim er ingrediente, lo p o p u la r nacional, ¡jasada la segunda con­
flagración m un d ial, p erdería actualidad en algunas de estas sociedades, au nq ue
no parece tan obvio en Italia, todo lo co n trario aconteció con las capas urbano-
consum istas (o posesivo-individualistas) d enotadas bajo el térm ino de capas
medias.
M ucho nos desviaríam os si en este ensayo quisiéram os caracterizar lo q ue
en tal alusión se encuentra im plicado, pero al m enos dediquém osle algunos p á­
rrafos con el fin tle q u e nuestras conclusiones resulten más claras. Parece obvio
q u e los rasgos centrales d e estos agregados característicos de la sociedad de con­
sum o serían: a] el apoyo, en situaciones extrem as, a u n a fuerza dictato rial capaz
de preservar la sociedad ca pitalista de consum o p a ra evitar el triu n fo de una
fuerza socializante, redistributiva, a ten tato ria de la prop iedad q u e priva en el
presente (aun q ue ésta se reduzca al autom óvil). Y detrás de este principio, que
se puede en u n c iar de m il m aneras, u n afán de diversidad, u n afán ciego d e elec­
ción an te u n abanico de opciones irrestricto, u n a búsqueda d e lo exclusivo, a u n ­
que la m oda dicte lo mism o p ara todos.
Com o extensión de esta diversidad prop ia, del consum ism o de la economía
capitalista, los principios valorativos de estos agregados se ex tien den al terreno de
la política: las más am plias posibilidades de elección, el pluralism o, a u n q u e ello
110 signifique sino destronar a la dictadu ra que, tiem po atrás, salvó sus "p ro p ie­
dades” y su "lib ertad ” individual, cu ltu ral y política, an te la am enaza socialista
y el caos.
T o d o ello puede ser deleznable pero ilu stra b ien la m ecánica dem ocrática
q u e a p a rtir de la segunda posguerra, y cada vez con más fuerza, caracteriza, a
las sociedades desarrolladas.
El co m portam iento sociopolítico de este agregado a p u n ta a la conquista de
u n po der en el p la n o de la sociedad civil, a la búsqueda de u n cierto pluralism o

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276 StRCIO 7XRMEÑO

socioculturalm ente y en Jas sociedades periféricas de "m ás an tig u a m oderniza­


ción”, y q u e nos h ab lan de u n a crisis d e las “grandes” hegem onías (¿ideologías?)
y de u n im perio de la dispersión.
Es evidente, sin em bargo, que Laclau n o ignora los problem as p lanteado s a
la construcción de u n a hegem onía hoy, ta n to en las sociedades av anzad as35
com o en las de m enor desarrollo:

Señalemos brevemente, nos dice, algunos de los problemas fundamentales con que toda es­
trategia hegemónica debe enfrentarse en América Latina. El primero de ellos (...] es la
heterogeneidad de las bases sodalcs y de los antagonismos que una estrategia socialista y
popular debe intentar articular.
El reconocimiento de la especialidad histórica de esta multiplicidad -m u ch o más vasta
que la fractura histórica que Gramsci encontraba entre el norte de Italia y el Mezzoggiomo—
es la primera condición de una estrategia hegemónica [...] Pero la hegemonía es algo más
que el reconocimiento de la especificidad de estas posicionalidades democráticas: es la articu­
lación de las mismas en tomo a posicionalidades populares [...] (sic). En todo caso, la situa­
ción en la gran mayoría de los países latinoamericanos donde la multiplicidad de los antago­
nismos da una gran variedad institucional a la ludia —desde los comités de autodefensa en los
sectores rurales hasta el sindicato y las organizadones barriales en los centros urbanos— ex­
cluye dertas formas clásicas de organización: el partido de enclave clasista [...] el partido
socialdemócrata de representación corporativa: y, desde luego, el modelo clásico de la van­
guardia leninista. I-a necesidad de constitución de símbolos narionalcs que definan el campo
popular, el carácter de masa que debe darse, la acdón política y el amplio grado de auto­
nomía local que requiere la heterogeneidad de los frentes de lucha hacen suponer que algón
tipo de forma política de carácter "movimicntista" es el más apropiado para una estrategia
como la que postulamos [...] (aunque) sería totalmente erróneo postular cualquier tipo de
receta (...)

V I. CONCLUSIONES

Si lo h asta aq u í dicho fuera aceptable, la discusión sobre la hegem onía debería,


aú n, p o n d erar dos grandes influjos q ue la h an encerrado en diálogos ciegos y
han actuado regularm en te com o fuentes de confusión.
33 En lo que hace a la problemática de la hegemonía en los países industriales desarrollados,
las siguientes referencias dejan ver claramente el actual campo complejo de parcelación sobre
el que una tal hegemonía debería articularse en Telación al que predominaba hasta antes de
la segunda guerra mundial: al final de ésta, dice Laclau: “Togliatti tenia una clara concep­
ción estratégica acerca de la expansión del campo popular sobre la base de una c re d e n te a r­
ticulación de antagonismos democráticos. Durante décadas el p c i entendió en forma adecuada
la dialéctica entre posicionalidades populares y democráticas en la sociedad italiana; en los
óltimos aflos, sin embargo, el campo de las luchas democráticas se ha expandido considerable­
mente en Italia, con la aparición de nuevos sujetos y antagonismos: lucha por la liberación
de las mujeres, conflictos en el seno de las instituciones, problemas de la juventud, etc. (y en
general en los países de mayor desarrollo en donde se agregan los problemas por la liberación
de las minorías nadonales, sexuales, radalcs, etc.) que rebasan el marco representado por la
síntesis togliattiana: el resultado ha sido que la estrategia del p c i se ha revelado insufidente
para hegemoneizar estos nuevos antagonismos lo que ha conducido a un impaue político y
una creciente desorganización del campo popular (no puede haber guerra de posidones exitosa
cuando los sujetos populares no logran anicular la totalidad del campo de las luchas democrá­
ticas) (Ibid., puntos 10 y 14, pp. 24-25 y 50-31.)
58 Ibid., punto 18, pp. 36-58.

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REFERENTES HISTÓRICOS Y SOCKM.ÓCICOS DE L A H ECEM O NÍA 269

sociedad ca p italista de alto desarrollo y no u n a concepción, a ú n irrealizada pero


deseable, del funcionam iento dem ocrático.
A lgunos autores h ab larán entonces de la sociedad p osind ustrial o de consum o
en d o n d e la sociedad civil "p le n a de pertrechos y contrafuertes” (preconizaba
G ram sci) es capaz de "producirse a sí m ism a” (afirm a hoy T o u ra in e), m a n te­
niend o en el p la n o de las relaciones sociales, o de clase en el sentido am plio,
el m otor, la dinám ica d el todo social, a pesar d e los em bates externos a este p la n o
(que vengan del estado, de la econom ía m onopolista transnacional, etcétera).
E n resum en, si la época de las hegem onías de clase, burguesas o proletarias,
se vio pro fu n d am en te in u n d a d a en su relativ a pureza p o r el arrib o , o la pre­
sencia paralela, del fenóm eno p op ular-nacional, u n segundo em bate, ya no sólo
co n tra las hegem onías en el p lano de lo social, sino co ntra las ab ru p tas form as
de ese estado popular-nacional (otra acepción de lo hegemónico), vin o a ser
asestado p o r la masiva "función del hom b re com ún en los asuntos del estado”, de
la sociedad y d e la cu ltura.
E n otros térm inos, y un poco en contra de la esperanza d e Gram sci, ¿podría
p lantearse q u e lo popular-nacional más q u e h aber sido u n ing rediente n atu ral
de las posiciones hegemónico-clasistas vino a enrarecer o a desbordar c o n tin u a­
m en te ese espacio, ya fuera po rq u e en algunos casos lo p opular-nacional precedió
a lo clasista (como en el caso francés), o po rq u e lo sucedió (como en Ita lia o
A lem ania) o corrió paralelo (como en A m érica Latina)?
Se p o d ría afirm ar com o consecuencia q u e pasado u n cierto m om ento en
d o n d e la cen tralidad de la clase o brera es más o m enos n ítid a, la posibilidad de
construir u n a hegem onía b ajo la dirección p olítica de esta clase se h a visto
ahogada por la pinza q u e form ó, p o r u n lado, lo popular-nacional (bonapartis-
mos,23 fascismos, p o p u lism o s...), y por o tro , más recientem ente, lo dem ocrá-
tico-ciudadano (sobre todo en los casos de In g la terra y de los Estados U nidos,
pero en general en todos los países actualm en te avanzados), o p o r am bos, coexis­
tien do en form a co n tu n d en te en u n a m ism a sociedad nacional.
Bajo esta perspectiva el optim ism o gram sciano en la construcción de u n a
nueva hegem onía b ajo la dirección política del pro letariad o (u na hegem onía
qu e p lantea la lucha de clases com o u n a lucha de masas y am p lía el espectro del
ac to r del cam bio incorporando la idea de pu eblo, de nación, etc.) debe ser
repensado en los dos p u n to s clave que com ponen tal propuesta. E n prim er lug ar
en lo q u e hace al pro letariad o en ta n to actor en q u ie n h ab rá de concentrarse la
dirección política del cam bio al socialismo y, en segundo lugar, dep en diend o de
esta discusión, deb iera revisarse el concepto m ism o de hegem onía, es decir la
concepción de si lo q u e h ab rá de construirse es u n a nueva hegem onía u o tra
cosa, puesto q u e lo hegem ónico es im pensable sin u n a dirección, sin la centra-
lidad d e u n actor q u e organice, discipline, sintetice y fusione el sentido global
d e los agregados q u e provocan el cam bio: u n actor q u e hegem onice dicho p ro ­
ceso, ni más n i menos.
E n otros térm inos, si la cen tralidad de la clase o b rera e n el capitalism o desa­
rro llad o hoy pu ed e ser cuestionada q u ed a rían en en tred ich o tam bién los p lantea­
m ientos q u e buscan el pasaje al socialismo en térm inos hegemótiieos.
23 A propósito de la relación entre el bonapartismo y los planteamientos clasistas en la
obra de Marx, véase el trabajo de José Aricó, Marx y América Latina, Lima, c f .d f p , 1980.
270 SFKKIO Z F R M iS o

N o cabe n in g u n a d u d a de q u e es éste el tem a actual en to rn o a las vías hacia


el socialismo: p or u n lado quienes d efienden de m anera más ortod ox a u n a vía
socialista hegcmónica q u e sigue aceptando com o indispensable la d ictadu ra del
p ro letariad o; p o r o tra parte, la corriente eurocom unista (dem ocom unista), qu e
p o stu la u n a vía socialista democrática, u n a vía consensúa!, parlam en taria, qu e
parece sintetizar la estrategia de los "pequeños pasos”, ya exenta del economi-
cismo, y todos los planteam ientos gram scianos de la g u erra d e posiciones.
Esto le da pues g ra n actu alid ad in terp reta tiv a al pensam iento de Gramsci y
lo vuelve sum am ente polém ico, po rq u e a través de el ta n to social ismo-hegemó-
nico (la construcción de u na voluntad colectiva intelectual y m oral sobre la base
d e la m ovilización popular-nacional b ajo la dirección política del proletariado),
com o socialismo dem ocrático (guerra de posiciones, com prom iso histórico, etc.),
p ueden en contrar bases de legitim ación.
Pero definitivam ente detrás de tal com plejidad u n a cosa es cierta: la discusión
sobre la hegem onía n o puede p la n tear sus argum entos en form a abstracta, no
puede hacer reflexiones y o p ta r por cam inos válidos en general. ¿La hegem onía
d ónde, en q u é época, con q u é fuerzas .sociales? P regu nta obligada para po ner
en m archa u n a estrategia sobre las vías hacia el socialismo. N o se tra ta pues de
hacer u n a m élange, sin referente histórico, en tre com ponentes clasistas, popular-
nacionales y dem ocráticos (en el sentido consum ista-individual). como si tales
com ponentes existieran en todas partes, en cu a lq u ier m om ento de la historia y
con la m ism a intensidad.
Esto es lo q u e podría reprocharse a toda u n a co rrien te hoy am pliam ente
exp an did a: 24 el hecho de apoyarse de m anera franca en Gram sci. el destacar las
enorm es virtudes de su pensam iento, el m ostrar que la construcción hegemónica
n o es u n a sim ple acum ulación o alianza de fuerzas disím bolas sino u n a conden­
sación in telectual y m oral, condensación en el p lano más elevado de los valores,
de la ideología, de la cu ltura, capaz de po ner en relación im pulsos dem ocráticos,
clasistas y populares y fusionarlos en un im pulso único, pero, y de aq u í el
reproche, el p la n tear tod o esto como u n a fórm ula sin referente en el tiem po
n i en el espacio, válida en general.
Las tesis gram scianas ad q u ieren u n a g ran actu alidad p o rq u e ab ren el camino,
en u n m un d o más y m ás parcelado, para u n ificar el cam po social sobre la base
d e propuestas de am plio contenido cu ltu ral en contraste con las tesis cconomi-
cistas de principios de siglo o de aquellas otras prop iam ente hegem onistas, las
de la cc n tralidad obrera, y la acum ulación de fuer/as aliadas.
Lo an terio r es in dudab le y m ucho se ha avanzado p o r ese cam ino, pero un
nuevo peligro puede aparecer si son descuidados los referentes sociológicos e
históricos (dónde, cuándo, quiénes) d e estas nuevas propuestas de fusión hege­
m ónica: ¿no nos estarem os colocando conceptualm ente, com o resultado de u n
gram scianism o exacerbado, en el período d e la entregu erra en E uropa, el período
y la región más ricos del m arxism o en ta n to teoría y práctica de la revolución y
de la hegem onía proletaria o rie n tad a a la tom a del poder; d o n d e la n ítid a p re­
sencia de esta clase coexistió con la m ovilización del pu eblo en busca de u n a
unificación nacional hasta entonces precaria (Italia, A lem ania, etc.), y coexistió
24 Véase Chantal Mouífc, Juan Carlos Portanticro. Ernesto Laclau, Christine Buci-Glucks*
mann y José Aricó.
REFERENTES HISTÓRICOS V SOCIOLÓGICOS DE LA HECEMONÍA 271

tam bién con m anifestaciones pro piam en te dem ocrático-ciudadanas (portadas,


sobre todo en A lem ania y en el n o rte italiano , p o r capas p ro du cto de la moder-
nización acelerada)?
Así, p o r ejem plo, refiriéndose a este p eríodo Ernesto Laclau p lan tea q ue
“ si el fascismo fue posible se debió a q u e la clase obrera, ta n to en su sector
reform ista com o en su sector revolucionario, hab ía aband on ado el cam po d e la
lucha p o p u la r dem ocrática [ ...] L a clase ob rera hub iera d ebido hacer u n lla­
m am iento a todos los sectores populares qu e condensara en símbolos ideológicos
com unes, nacionalism o, socialismo y democracia”.25
L a fó rm ula es correcta y coincide bien con las preocupaciones qu e llevaron
a G ram sci a pensar la estrategia hegem ónica en térm inos de guerra de posiciones.
P ero ello n o qu iere decir necesariam ente q u e dicha fó rm ula haya tenido éxito,
en lo q u e hace a la cen tralidad proletaria, en los cuaren ta años posteriores a la
caída del fascismo. La correlación de elem entos es distin ta aho ra q ue d u ra n te el
fascisco o antes d e él. P o r ejem plo, el significado de las m anifestaciones dem o­
cráticas y su peso en los planteam ientos d e u na nueva construcción hegem ónica
h a n cam biado y se necesita u n a definición m uy am plia de la dem ocracia par:)
seguir m an ejando el problem a en los térm inos de la entreguerra. Q uizás p o r ello
Laclau define a la dem ocracia como “u n co n ju n to de símbolos, valores, etc. —en
sum a, interpelaciones—, por el q u e el p ueblo cobra conciencia d e su iden tidad
a través de su enfrentam iento con el blo qu e d e po der".26 Así deshistorizada y
despojada d e referentes sociológicos (fuerzas, agregados, etc., q u e la ejerzan),
la dem ocracia estaría en cualquier parte.
Pero nosotros podríam os o b je ta r que estrictam ente hab lan d o n o todos los
m om entos en q u e el pueblo cobra conciencia de su iden tid ad a través del en fren ­
tam iento con el poder conducen a prácticas dem ocráticas. N o fue el caso, obv ia­
m ente, en la R evolución francesa, no lo fue tam poco en la m exicana ni en u na
in fin idad de m anifestaciones populares co ntra distintos tipos d e d ictad ura o de
bloques sociopolíticos en el poder. Lo más norm al en los casos aludidos fue un
desenlace corporativista de las luchas del pueblo, es decir la delegación de poder
en los nuevos aparatos y hom bres poderosos (el bonapartism o, el populism o,
etc.), y, com o consecuencia, la concentración del pod er en "las altu ras” (en el
estado), lo co n trario justam ente de la práctica dem ocrática, lo co ntrario del
p o d er m an ten ido en la base, en la sociedad civil, la renu ncia a u na crítica cons­
ta n te de los representantes y de los poderes carismáticos colocados en el vértice.
E llo n o q u ie re decir q u e estas luchas no hayan preparado un m ejor espacio para
el desarrollo posterior de la dem ocracia en u n sentido más estricto. Pero no
ap o rta m ucho para la discusión p olítica en u n a sociedad específica, hoy, u na
concepción tan extensa del fenóm eno, u n a concepción en q u e lo dem ocrático, lo
hegem ónico y lo p o p u la r no p ueden ser an alítica e históricam ente desglosados:
“en n uestra concepción, agrega L aclau, la extensión real del ejercicio de la de­
m ocracia y la producción de sujetos populares crecientem ente hegemónicos cons­
tituyen dos aspectos del mism o proceso” .27
¿De cuál proceso?, ¿de qu é m ism o proceso?, nos preguntam os. Quizás visto
25 Laclau, Política e ideología... op. cit., pp. 142 y 147 (cursivas del autor)
20 Ibid., p. 121.
27 Ibid., p. 121.

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272 SERGIO ZFR M I-S»

en el p eríodo am p lio q u e va del siglo xiv (con el avance de los burgos y del gre-
mialism o) al siglo x x , sí signifiquen partes d e u n mism o proceso, del proceso que
hace b a ja r las decisiones desde lo divino, a través del derecho d ivino d e los reyes
y de la aristocracia, hasta la burguesía y luego en form a relativa hacia el pueblo
o hacia el pro letariad o y q u e se deposita de m anera titu b ea n te pero irrem ed ia­
ble en el extenso espectro de ciudadanos individualistas consum istas, p lu ralis­
tas. . . En esta perspectiva de larga d ata las tres form as o m anifestaciones sociopo-
líticas sí son parte de u n m ism o proceso, a u n q u e no creemos q u e su ru ta con­
duzca de m anera obvia hacia situaciones "crecientem ente hegem ónicas” .
L a m ism a crítica po d ría ser válida para J u a n Carlos P o rtan tiero: " L a dem o­
cracia, nos dice este au to r, es u n a construcción po pu lar, u n a producción de las
masas, u n a etap a en el proceso de su constitución política, u n co n tin u u m p o p u -
lar-nacional q u e no se ‘realiza’ en el socialismo com o m era derivación de cam­
bios en las relaciones de producción, sino que, como proceso hacia el autog ob ier­
n o de la sociedad, realim enta esos cam bios estructurales y los hace históricam ente
reales." Más adelante P o rtan tiero pone en juego el tercer aspecto de nuestra
discusión: "Así p la n tead o el problem a, el significado de la dem ocracia se articu la
indisolublem ente con el de la hegem onía, recupera su dim ensión p o p u la r y se
disocia de la historia de m inorías q u e recu peran p ara sí el control de su 'necesi­
d a d ’ histórica." 28
Y, sin em bargo, J u a n Carlos P o rtan tiero d a cuenta m uy claram ente d e los
ingredientes q u e está mezclando cuando afirm a q u e los populism os, a u n q u e "en ­
ca rn a n en la experiencia histórica de las masas profundos procesos de dem ocra­
tización, m edidos com o am pliación de la particip ación ( . . . ] , n o disim u lan to ta l­
m ente sus carencias. Com o otros procesos sim ilares, el peronism o o rig inal se
resuelve como transform ación básicam ente realizada (o po r lo menos absorbida)
desde lo alto, cargada de elem entos estatistas y no societalistas, orgullosos de sus
form as políticas au to rita rias y verticales” .2*
N uestro p u n to de vista es q u e los autores a q u e hem os hecho referencia re­
p la n tean de m anera novedosa y prom etedora la relación en tre lo hegemónico-
clasista, lo popular-nacional y lo dem ocrático, p ero pensam os al mism o tiem po
q u e ha llegado el m om ento de distin g u ir u n a m etodología propuesta p o r G ram sci
d e la situación histórica que lo acom pañó.
Si nos separam os del espacio-tiem po gram sciano, d e esa situación de concu­
rrencia de m anifestaciones sociopolíticas q u e lograron ser fusionadas, p o r su
relativo em pate, b ajo el fascismo, debiéram os p o n er en claro q u e lo popular-
nacional no es lo dem ocrático en el sentido estricto q u e la época actu al podría
definirlo.
Ix> dem ocrático correspondería a una form a de expresión social bastante
más avanzada de la sociedad in d u strial (individualista, urbana, m oderna, asen­
tad a en las capas medias en p roliferación y en el m e joram ien to del nivel d e vida
y de participación de la clase obrera), m ien tras q u e lo p o p u la r nacional estaría
ligado a sectores y form as atrasadas d en tro d e este proceso y de ah í q ue se ligue
a la masa, al pu eb lo, a la pequeñ a burguesía, al cam pesinado, a la pobreza, a la
28 Juan Carlos Portantiero. "Proyecto democrático y movimiento popular”. Controvertía,
núm. 1. México, octubre de 1979, p. 6.
2» Ibid., p. 7.

Co
RKFKREKTtS HISIÓKICOS Y SOCIOLÓGICOS DE LA HEGEMONÍA 273

in cu ltu ra, al colectivismo y a las form as carism áticas o, al menos, a las a u to rita ­
rias y patern alistas (así p o r ejem plo, es difícil afirm ar q u e los Estados U nidos
o In g la terra vivieron en algún m om ento d e su h isto ria u n a auténtica moviliza­
ción popular-nacional).
E n tre tan to, lo hegem ónico es u n a trib u to de las clases fun dam en tales y,
según lo dicho, te n d ría igualm ente u n m om ento privilegiado en la histo ria de la
sociedad in dustrial, ya sea del lado de la burguesía, en el desarrollo o rig in ario
capitalista, del lado del p ro le taria d o en los países europeos tardíos o, en u n a
acepción menos estricta (tam bién sugerida p or Gramsci), del lado d el estado, en
los grandes m om entos popular-nacionales o en aquellos casos en don de la socie­
d ad civil ha sido endém icam ente débil y el estado h a sido el agente cen trali/ad o r
del p o d er (¿China, R usia, O rien te en general, quizás México?).

V. UN A N UEVA PR O PUESTA DE CONSTRUCCIÓN H E G E M Ó N IC A : LA CORRIENTE


CULTURAL-DISCURSIVA (A H tSTÓ R IC A , ASOCIOLÓGICA)

E n lo q u e precede hay dos supuestos im plícitos: 1] q u e los grandes fenóm enos


descritos (lo po pular-nacional, lo dem ocrático, lo clasista) así com o las actitudes
y conductas q u e los sustentan tienen referentes sociales, es decir q u e a cada uno
d e ellos corresponden predo m inantem ente agregados, fuerzas, clases sociales q ue
les sirven de “ soporte”, q u e los en carn an y los repro du cen ; 2] q u e cada u n o de
estos fenóm enos, actitud es y conductas colectivas tien e u n referen te histórico,
u n m om ento privilegiado más o m enos d etectab le en la dinám ica de cada socie­
d ad nacional.
A lgunos autores q u e se interesan p o r los problem as de la ideología h a n atacado
ab iertam en te esta form a de p la n tear las cosas. E l m ism o Laclau, p o r ejem plo,
claram ente form ado en la escuela estructuralista althu sseriana, insistiría en q ue
nu estra arg u m entación deriva de u n análisis em pirista, funcionalista, q u e asocia
los tipos de conductas referidas (lo dem ocrático, lo hegem ónico, lo p op u la r) con
m anifestaciones diferenciablcs sociológicam ente y, en ú ltim a instancia, con g ru ­
pos sociales observables. Esto es censurable, argu m en taría, po rq u e en el fondo
no im plica o tra cosa q u e hacer corresponder realidades diversas con paradigm as
q u e h a n sido elaborados en fu nción de la h isto ria de E u rop a occidental. T a l
es el caso, nos dice, de los estudios sobre el populism o latino am erican o elab o­
rados po r G ino G erm ani y p o r T o rc u a to D i T e lia :

en uno de los polos está la sociedad tradicional: en el otro una sociedad industrial plenamente
desarrollada. E* en la asincronía en los procesos de tránsito de una a otra donde debemos
buscar las raíces del populismo. El populismo constituiría, asf, la forma de expresión política
de los sectores populares cuando no han logrado consolidar una organizadón autónoma y una
ideología autónoma de clasc. A mayor desarrollo corresponderá una sociedad más "clasista" y
menos "populista". El peronismo, por ejemplo, ocupa una posición intermedia en este con-
tinuum. Desde el punto de vista de la clase obrera, el tradeunionismo de tipo occidental
constituirla el paradigma de una forma de representadón de sus intereses correspondiente a
una sodedad altamente desarrollada [...] Es derto —continúa didéndonos Laclau— que en
las metrópolis capitalistas las experiencias populistas son menos frecuentes que en los países

Copyrighted m aterí
274 SU C IO ZERMEÑO

periféricos pero ¿es esto suficiente para concluir que la razón reside en el diferente grado de
desarrollo de ambos? Nótese que argumentar en estos términos implica ciertos supuestos alta­
mente discutibles: 1] a mayor desarrollo económico, menor populismo; 2] pasado cierto umbral
y superadas ciertas asincronlas en el proceso de desarrollo, las sociedades industriales estarían
inmunes al fenómeno del populismo; 3] las sociedades ''atrasadas" que hoy pasan por expe­
riencias populistas —ya sean éstas consideradas positivas o negativas— avanzarán necesariamente
hada formas más “modernas".*®

L aclau reacciona de esta m anera con tra los intentos de “ ligar el populism o
a u n a d eterm in ad a etap a de desarrollo ”, tal com o las tesis funcionalistas suponen,
pues incluso hoy, en E u rop a occidental, “ la recesión m u n d ial se acom paña de la
ap arició n de diversos fenóm enos —com o el florecim iento de los regionalism os—
q u e tien d en a expresarse en ideologías q u e hacen del p opulism o u n m om ento
ce n tra l”.81
Estas citas m uestran u n a do b le argum entación en el caso d e Laclau: p o r u na
p arte, la crítica al funcionalism o de G crm ani y de D i T e lia , a su trasfondo teó-
rico-paradigm ático, etapista, q u e o rden a los fenóm enos de la sociedad "atrasada”
d en tro del co n tin u u m tradicional-m odcm o; p o r o tra p arte, la conclusión sencilla
d e q u e el populism o n o corresponde pred o m in an tem en te a u n a determ in ad a
etap a del desarrollo.
El q u e re r apoyar esto ú ltim o con el ejem plo de los regionalism os europeos
n o parece evidente, p o rq u e quizás el regionalism o alu d id o no sea sino el p ro ­
d u cto de u n a aguda disgregación de lo p o p u la r nacional, en unos casos, o de un a
crisis franca d e la hegem onía burguesa en otros, y p o r ta n to se encuen tra m uy
lejos de presagiar nuevos m om entos de reconstrucción hegem ónica. P or o tro
lado, es posible dem ostrar q u e los grandes m om entos, popular-nacionales, el
populism o, p o r ejem plo, p ueden desm antelarse co nd uciendo a u n a determ inada
organización sociopolítica hacia u n período d e crisis orgánica o hegem ónica sin
q u e esto q u ie ra decir q u e las bases sociales m asivo-populares q ue sirvieron de
susten to a ese m om ento de alta coherencia o fusión tam bién estén en retirad a. Es
esto lo q u e debe tenerse en cuenta, com o ya hem os visto: q u e las bases sociales
m asivo-populares de M éxico, p o r ejem plo, n o se en c u en tran en retirad a a pesar
d e q u e su d esarrollo económ ico es p u ja n te y se acom paña con agregados muy
m odernos, lo cual no significa q u e el populism o o el período popular-nacional
n o haya tenido un m om ento m uy preciso en la histo ria de esta nación. D e aq u í
pues el concepto de desarticulación q u e no tiene n ad a q u e ver con u n a idea
etap ista, paradigm ática o evolucionista.
Pero es o tro el objetivo de L aclau al o rie n ta r su crítica contra concepciones
ta n superadas com o el funcionalism o folk-urbano. E n realid ad esta crítica le sirve
de plataform a p a ra "deshistorizar” n o sólo al populism o y ro m per así con sus
referentes sociológicos, sino pod er hacer lo mism o con las m anifestaciones pro ­
p iam en te dem ocráticas 32 y con las hegemónico-clasistas. N os parece q u e lo an te­
rio r qu ed a claro cu ando afirm a: “ la ap roxim ación al análisis de la sociedad
en térm inos de u n a teoría de la hegem onía supone precisam ente esto: q u e los

30 Ernesto Laclau, Política e ideología... op. cit., pp. 177-17j.


3t Ibid., p. 205.
32 Ernesto Laclau: “Todo conflicto constituye posidonalidades democráticas'', afirma en
"Tesis acerca.. op. cit., punto 10, pp. 24 ts.
REFERENTES HISTÓRICOS Y SOCIOLÓGICOS DE L A H EGEM ONÍA 275

mismos elem entos puedan ser articulad os diferencialm ente. Si esto no fuera así
[ . .. ] n o h ab ría producción de sujetos a través de las articulaciones hegeraóni-
cas , y agrega más adelante: “esto supone cjue el terren o de constitución de la
hegem onía es el discurso".38
E n efecto, en esta afirm ación q u ed a n to talm ente evidenciados la ausencia de
la dim ensión histórica y d e referentes sociológicos. Y es q u e p ara Laclau, y para
to d a u n a corriente d e analistas, la form a d e aprox im ació n al estudio de la hege­
m on ía d ebe privilegiar lo político-ideológico-discursivo ya q u e sólo a q u í se hacen
com prensibles las form as de articulación, de fusión, d e integración de “ posicio-
nalidades” clasistas, pop ulares y dem ocráticas. P o r o tro cam ino se nos dice, ‘‘las
form as consensúales sólo se ex p licarían p o r la ‘falsa conciencia' de los sujetos
dom inados”.34
El problem a a q u e to do esto conduce es el siguiente: en ta n to el m étodo
privilegia lo ideológico-discursivo com o form a de aproxim ación, y lo ideológico-
discursivo en cuentra su m ejor terreno en aquellos m om entos d e g ra n coherencia
d e las sociedades (de grandes condensaciones, fusiones, etc.), de sus grandes ló­
gicas sociopolíticas, en realidad el m étodo elegido privilegia com o objeto de an á­
lisis los grandes m om entos hegem ónicos (de clase o estatales) de las sociedades.
P or algo los temas favoritos de esta form a d e ap roxim ación son los fascismos,
los populism os, el bolchevismo, el estalinism o, el bo napartism o, las burguesías
hegeraónicas del ochocientos, las oligarquías anteriores al tre in ta en América
L atina, el cardenism o com o rem ate de la Revolución m exicana y, en resum en,
todas aquellas situaciones de alta coherencia e n ta n to m om entos de fusión de
“posicionalidades” clasistas, pop ulares y dem ocráticas.
Pero, com o es obvio, en todos estos ejem plos se está haciendo referencia al
pasado, y como ni los m om entos hegem ónico-estatales parecen ser un a realid ad
evidente en las sociedades desarrolladas (y en aquellas otras de m arcada m oder­
nización) desde q u e tuvieron lu gar las grandes expresiones popular-nacionales,
ni tam poco parecen serlo las situaciones d e franco enfrentam ien to en tre las
clases fund am entales (hegem ónicas), Laclau se ve obligado a atacar el referente
histórico d e tales m anifestaciones (acusándolas de paradigm áticas), pues de o tra
m anera la pertinencia, en el m om ento actual, del m étodo ideológico-discursivo se
diluye, pierde eficacia en u n terreno crecientem ente parcelado desde el p u n to de
vista sociológico.
De esta form a, si nos preguntam os p o r la desarticulación, p o r la crisis org á­
nica, p o r la dem ocracia consum ista-individualista y, en fin, p o r esas situaciones
de p recaried ad hegem ónica e incluso de ocaso de las hegem onías, ¿hasta dón de es
ú til este m étodo de fusión, de análisis desde lo ideológico-político-discursivo, y
hasta dó nde tiend e a o cu ltar el p la n o sociológico, el p la n o d e las relaciones socia­
les, la especificidad de las fuerzas, agregados, capas y clases sociales en su inter-
rclación conflictiva? Entonces es m ejor estu diar d irectam en te el carácter de estas
fuerzas q u e en la m edida en q u e h a n sido históricam ente construidas no tienen
n ad a q u e ver con u n reduccionism o em pirista. H ay q u e caracterizarlas en esos
largos m om entos de “n o fusión”, q u e en la época actual parecen ser la norm a
en los países de a lto desarrollo, en u n a in fin id ad d e situaciones desarticuladas
33 Ibid., p u n t o s 6 y 7 , p p . 2 2 -2 3 .
34 Ibid.

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276 SFJir.lO 7XRMEÑO

socioculturalm ente y en Jas sociedades periféricas de "m ás an tig u a m oderniza­


ción”, y q u e nos h ab lan de u n a crisis d e las “grandes” hegem onías (¿ideologías?)
y de u n im perio de la dispersión.
Es evidente, sin em bargo, que Laclau n o ignora los problem as p lanteado s a
la construcción de u n a hegem onía hoy, ta n to en las sociedades av anzad as35
com o en las de m enor desarrollo:

Señalemos brevemente, nos dice, algunos de los problemas fundamentales con que toda es­
trategia hegemónica debe enfrentarse en América Latina. El primero de ellos (...] es la
heterogeneidad de las bases sociales y de los antagonismos que una estrategia socialista y
popular debe intentar articular.
El reconocimiento de la especialidad histórica de esta multiplicidad -m u ch o más vasta
que la fractura histórica que Gramsci encontraba entre el norte de Italia y el Mezzoggiomo—
es la primera condición de una estrategia hegemónica [...] Pero la hegemonía es algo más
que el reconocimiento de la especificidad de estas posicionalidades democráticas: es la articu­
lación de las mismas en tomo a posicionalidades populares [...] (sic). En todo caso, la situa­
ción en la gTan mayoría de los países latinoamericanos donde la multiplicidad de los antago­
nismos da una gran variedad institucional a la ludia —desde los comités de autodefensa en los
sectores rurales hasta el sindicato y las organizaciones barriales en los centros urbanos— ex­
cluye ciertas formas clásicas de organización: el partido de enclave clasista [...] el partido
socialdemócrata de representación corporativa: y, desde luego, el modelo clásico de la van­
guardia leninista. I-a necesidad de constitución de símbolos nacionales que definan el campo
popular, el carácter de masa que debe darse, la acdón política y el amplio grado de auto­
nomía local que requiere la heterogeneidad de los frentes de lucha hacen suponer que algón
tipo de forma política de carácter "movimicntista" es el más apropiado para una estrategia
como la que postulamos [...] (aunque) sería totalmente erróneo postular cualquier tipo de
receta (...}

V I. C O N C L U S IO N E S

Si lo h asta aq u í dicho fuera aceptable, la discusión sobre la hegem onía debería,


aú n, p o n d erar dos grandes influjos q ue la h an encerrado en diálogos ciegos y
han actuado regularm en te com o fuentes de confusión.
33 En lo que hace a la problemática de la hegemonía en los países industriales desarrollados,
las siguientes referencias dejan ver claramente el actual campo complejo de parcelación sobre
el que una tal hegemonía debería articularse en T e l a c ió n al que predominaba hasta antes de
la segunda guerra mundial: al final de ésta, dice Laclau: “Togliatti tenia una clara concep­
ción estratégica acerca de la expansión del campo popular sobre la base de una creciente a r­
ticulación de antagonismos democráticos. Durante décadas el p c i entendió en forma adecuada
la dialéctica entre posicionalidades populares y democráticas en la sociedad italiana; en los
últimos aflos. sin embargo, el campo de las luchas democráticas se ha expandido considerable­
mente en Italia, con la aparición de nuevos sujetos y antagonismos: lucha por la liberación
de las mujeres, conflictos en el seno de las instituciones, problemas de la juventud, etc. (y en
general en los países de mayor desarrollo en donde se agregan los problemas por la liberación
de las minorías nacionales, sexuales, raciales, etc.) que rebasan el marco representado por la
síntesis togliattiana: el resultado ha sido que la estrategia del p c i se ha revelado insuficiente
para hegemoneizar estos nuevos antagonismos lo que ha conducido a un ¡mpaue político y
una creciente desorganización del campo popular (no puede haber guerra de posiciones exitosa
cuando los sujetos populares no logran articular la totalidad del campo de las luchas democrá­
ticas).” (Ibid., puntos 10 y 14, pp. 24-25 y 50-31.)
58 Ibid., punto 18, pp. 36-58.

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RKFF.RCNTIS HISTÓRICOS V SCCIOLÓCICOS DF. LA HEGEMONÍA 277

E n p rim er lugar debe circunscribir cuidadosam ente la función de la coyuntura


y su im pacto sobre la construcción hegem ónica y sobre la conceptual ización
de la hegem onía. En efecto, cu a lq u ier co yu ntura política, cu a lq u ier ru p tu ra seria
del orden, revolucionaria o no, tiende a gen erar u n a concentración d e p od er en
los actores movilizados. T a les actores están constituidos regu larm en te po r fu er­
zas q u e no co n tro lan los aparato s de decisión, q u e de algu na m anera están m ar­
ginados de este control y que, d irecta o indirectam ente, se h an lanzado a la lucha
ab ierta como resultado de esa exclusión (exclusión q u e instru m en ta, o sim ple­
m en te oculta, otras tantas fuentes de desigualdad). En esta m edida, la coyuntura
tien d e a u n ificar el cam po social disperso y, en el extrem o, tien d e a a g lu tin a rlo
en u n cam po p o p u la r y en u n cam po dom in ante. El adversario d e los m ovilizados
cierra filas y estos últim os se con cen tran, se organizan, se d isciplinan, sientan las
bases de u n a nueva hegem onía.
Sin em bargo, recrear las grandes coyunturas y traerlas al centro de u n a dis­
cusión com o la q u e nos ocupa, convertirlas en arg um ento de au to rid ad para
m ostrar q u e la hegem onía se produce en cu alqu ier parte y en cualq uier época
cuando el orden cede an te la acción, es u n a p ráctica recurrente, u n a solución
fácil, q u e oculta el verdadero problem a. Y es que, u n a vez disipado el hu m o de
la batalla e, incluso, m odificadas en algú n nivel las causas d e la desigualdad,
aparecen nuevam ente los rasgos históricos y socioestructurales, recreando de
algu na m anera el panoram a q u e los "argum entos d e co yu ntura” p reten d iero n
descartar.
Así, la dispersión en u n caso, o la fusión social en o tro , vuelven a depender,
y en fo rm a creciente, de factores q u e se encuen tran fuera de la coyuntura.
N i la A rgelia de F anón, ni el mayo del 68, ni la U n id ad P o p u lar en Chile,
n i la N icaragua del 79, pu d ie ro n m a n ten er unificadas a las fuerzas populares
q u e los escenificaron. P ero inm ediatam en te salta el argu m ento con trario : la
R usia leninista, la C h in a m aoísta, la C u ba castrista y el V ietnam sí lo lograron.
¿Q ué es lo q u e sí otorga cierta perm anencia a u n cam po social en su unidad? Sin
d u d a u n a com binación de elem entos q u e son, po r un lado, sociológico-históricos
(form aciones cuya sociedad civil es endeble y d on de la gu erra de m aniobras
tiende a ser la regla; países fuertem ente am enazados en su soberanía y em p u­
jados p o r lo m ism o a red ob lar su dim ensión estatal), y po r o tro lado, factores
propios d e la coyu ntura (dependientes de la m ag nitu d en q ue se ve am enazada
la soberanía en ese m om ento preciso y de ta n tas otras eventualidades). C uando
se conjugan g u erra de m aniobras y am enaza exterior, cuand o las fuerzas p o p u ­
lares devienen estado, se desatan los más p uros m om entos de lo popular-nacional;
en ese caso la hegem onía estatal opaca a la de las clases, burguesas o proletarias
(que por lo dem ás son endebles), y se sitú a tam b ién m uy lejos, casi en el polo
opuesto del funcionam iento dem ocrático, incluso si la vía dem ocrática en cues­
tión es la socialista.
C uan d o el grado de desarrollo económ ico es más elevado, la sociedad civil
m ejor pertrechada y el m arco sociopolítico e institu cio nal más com plejo, las
ru p tu ra s del orden no se convierten tan fácilm ente en grandes coyunturas espec­
taculares. Si, además, la dim ensión de lo nacional n o logra ser im perante, las
posibilidades de unificación de u n extenso cam po social p o p u la r se vuelven
sum am ente precarias y su perm anencia es casi nula.
278 SCJtCIO ZLKMKÑO

C hile, a pesar de u n com ponente clasista ta n definido, encontró las mayores


dificultades p ara a g lu tin a r del lado d e las fuerzas pop ulares a extensos agrega­
dos de las capas m edias y de la p eq u eñ a burguesía (robusto actor e n ese país),
y ello se explica en b u en a m edida, vamos a decirlo así, porq ue la Q u in ta Flota
n o ancló fren te a V alparaíso. C o m ponente clasista, nacional y dem ocrático-m o­
d ern o p ueden encontrarse em patados en ciertas sociedades d u ra n te d e rto s m o­
m entos, incluso prolongados, de su desarrollo. P o r o tro lado, tam b ién es cierto
q u e en cu a lq u ier co y u n tu ra podem os en c o n trar m anifestaciones venidas de esas
tres com ponentes. P ero ello no debe llevam os a d escuidar la h isto ricid ad de
estas m anifestaciones d e m anera q u e clases, nación y m odernización devengan
conceptos atem porales y sin referentes sociológicos.
P o r más q u e el problem a d e la hegem onía se juegu e en tre dos aguas, en tre
lo coyu n tural y lo sociohistórico, sería sim plista fu n d ir lo ú ltim o en lo prim ero.
£1 segundo factor de oscurecim iento en to rn o al problem a d e la hegem onía,
si bien ya lo habíam os m encionado, lo subrayam os com o rem ate de nuestras
notas por considerarlo fun dam ental: siem pre h ab rá u na polém ica encendida
en tre “ realism o sociológico” y volu ntad política, pero esa sana dialéctica puede
convertirse en pasividad o en catástrofe cu ando alguna de las partes logra im ­
p o n er su verdad.

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NOTAS SOBRE CRISIS Y PRODUCCIÓN DE ACCIÓN HEGEMÓNICA

JU A N CARLOS PO RTA N TIERO *

El objetiv o de estas notas, en el m arco de la convocatoria sugerida p ara el semi­


n ario o rie n tad a a in icia r u n a discusión sobre la validez del concepto d e hegem o­
n ía p a ra analizar las características de las luchas sociales en A m érica L atin a, será
el siguiente:
a] p la n te a r algunas características de la crisis estatal (crisis d e hegem onía)
en u n g ru p o de países de A m érica L atin a, los q u e llam aré de m odernización más
tem p rana, a u n sabiendo q u e esa m ism a generalización es rie sg o sa;1
b j discutir ciertas dim ensiones del concepto d e hegem onía —q u e llam aré
institucionales u organizativas— aplicadas a la acción colectiva d e las clases sub­
o rdinadas, tra ta n d o de su p erar los peligros de ver en ese concepto u n a sim ple
“ tradu cción ” a lenguaje m arxista de la lectura q u e h a hecho el funcionalism o de
la categoría w eberiana de legitim idad, enfatizando así errón eam en te u n a visión
cu ltu ralista del "consenso social” com o si fu era equ iv alen te al concepto m ateria­
lista d e hegem onía;
c] analizar sucintam ente las alternativas p a ra la producción de acción hege­
m ónica p or p a rte de las clases sub alternas com o articu lación en tre d istintos
planos organizacionales, privilegian do la discusión d e las relaciones en tre la “for­
m a p artid o ” y la "form a sindicato” en la con stitució n política del conflicto social,
te nien d o en cu en ta q u e la distinció n en tre form as de organización im p o rta un
problem a histórico concreto y n o es el pro d u cto de u n a d eterm inación esencia-
lista y metasocial.

• Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ( f l a c s o ) . Sede México.


1 Los países que servirán de referencia para estas reflexiones son básicamente los del
Cono Sur de América Latina (Argentina, Chile, Uruguay y Brasil), todos los cuales, junto
con México y Colombia, inician un proceso de industrialización con anterioridad a la década
de los treinta y atraviesan hoy por grados diversos de crisis y recomposición política. Estas
necesidades integrarían la categoría que Albert Hirschman calificara como de “industrialización
tardía y postrera" para diferenciarlas de otras como Alemania, Italia y Rusia, por ejemplo,
clásicamente agrupadas como de “industrialización tardía". Hasta aquí el criterio clasificatorio
cortaría centralmente por características económicas (aun cuando ellas puedan ser ligadas, en
una relación causa-efecto, con otras, sociales y culturales), pero en la medida en que el análisis
que acá se intenta privilegia la dimensión política, cada una de las sociedades en consideración
es definida no sólo por el tipo de relaciones entre estado y economía (patrón de desarrollo)
sino también, y sobre todo, por el nivel que define las relacidnes entre estado y masas (patrón
de hegemonía). Por eso, una sociedad como Bolivia, cuya industrialización comienza sólo
después de la segunda posguerra pero en la que la fuerza política del movimiento sindical
ha alcanzado enorme gravitación, integra el referente histórico de estas ñolas. Pese a que no
participa del m iaño peldaño de desarrollo económico que el resto de los países en consideración,
la densidad del sistema político boliviano y la influencia que dentro de él ejerce desde 1952
el movimiento obrero acerca mucho más a Bolivia. para el sentido de estas notas, a Argentina
y Chile que a los países centroamericanos, por ejemplo, o a otros países andinos.

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280 JU A N CARLOS PORTANTIERO

I. LA CRISIS H EG EM Ó N IC A C O M O CRISIS DE LA R ELACIÓN ENTRE CLASES


PO PU L A R ES Y ESTADO

R ecurren tem ente, los análisis más habitu ales sobre las crisis políticas q ue viven
los países en consideración tienden a p ercib ir a éstas com o procesos de desa­
gregación y reconstrucción de u n a " v o lu n tad ú n ic a” capitalista: p o r distin tas
razones em píricam ente descritas (en las q ue se incluyen tam bién, com o "facto r”,
los com portam ientos de las clases dom inadas) u n a form a estatal se disgrega,
p ie rd e legitim idad, se vacía de contenido. E n la m edida en q u e el estado es p er­
cibido com o resultado lineal d e u n a d eterm inación burguesa, su crisis es a su vez
vista, de m an era privilegiada, com o crisis d e la relación en tre m odalidades de
la acum ulación de capital y form a del estado. Así, las crisis expresarían u n
proceso de disfuncio nalidad en tre las "necesidades” de la econom ía y las caracte­
rísticas de la oferta política. E n este m odelo (subyacente a todos los análisis
reduccionistas q u e p arten de la discusión d e los cam bios en el "p atró n de acum u­
lación " p a ra derivar de allí m odificaciones en el estado), las clases populares
op eran siem pre com o abso lutam en te externas a éste, com o p u ro ob jeto de la
dom inación. La pobreza de la noción de estado q u e se h alla en la base de estos
análisis funcional-m arxistas d eterm in a u n a paralela pobreza en la noción de
crisis.
En rigor, y p artien d o de u n a conceptualización más com pleja del estado
com o prod u cto de una correlación de fuerzas q ue abarca a la sociedad com o un
todo, com o com posición de una riqueza co ntradicto ria de articulaciones y m edia­
ciones. la crisis de u n a fase estatal es siem pre crisis d e u n tip o de articulación
global en tre estado y sociedad y n o sólo en tre estado y clases dom inantes. E n
n u estro caso, la crisis es tam bién de las relaciones qu e las clases populares hab ían
establecido con el estado, desagregación de los vínculos relativam ente estables
q u e las clases dom inantes establecieron p o r vía estatal, con las clases populares.
Es éste el aspecto que m e interesaría d esarrollar: el de la crisis hegem ónica
vista com o crisis d e la relación en tre clases su balternas y estado. Si la crisis esta­
ta l es de la to talid ad de las relaciones de fuerza condensadas en u n a d eterm i­
n ad a fase de d esarrollo social, el objetivo de estas notas será analizarla n o desde
la perspectiva de la reconstrucción de la dom inación, sino desde la perspectiva
de la (re c o n stitu c ió n política de las clases subalternas, esto es, de las opciones
ab iertas p ara la p ro ducción de una acción (contra)hegem ónica com o resultado
y a p a rtir de los datos de la crisis.
R echazando el apfnoach m etodológico q u e conduce a un discurso genérico
sobre unas clases pop ulares ahistóricas m anip ulad as p or u n estado abstracta­
m en te concebido a p a rtir de u n a determ inación lineal com o "v o lu n tad única"
del capital, la propuesta analítica altern ativa nos llevaría, en lo específico, a
considerar la crisis en las sociedades latinoam ericanas d e an tig u a m odernización
com o crisis de u n estado benefactor e intervencionista, agente p rin cipal de re­
d istrib u ción basado en un com prom iso nacional-popular, en el q u e las clases
subalternas (en prim er lug ar la clase o b rera indu strial) h ab ían logrado ya niveles
variables d e efectiva presencia estatal. En este caso, la crisis no es exterior a las
clases po p ulares sino q u e las envuelve directam ente, en ta n to es crisis de las for­
mas organizativas con las q u e procesaron su inserción en ese eq u ilib rio , o sea
NOTAS SOBRt CUIJIS Y PRODUCCIÓN 1)E ACCIÓN HEGEMÓNICA 281

crisis de una fase de su propia historia de constitución com o su jeto de acción


colectiva. La propuesta lleva a la necesidad de concebir an alíticam ente la fase
estatal de com prom iso nacional-po pu lar n o com o u n capítulo de la historia de
las clases d om inantes (que lo es tam bién) sino como u n cap ítulo de la historia
d e las masas, y a las relaciones establecidas p o r éstas con ese estado no como u n
m odelo abstracto de “ falsa conciencia", sino com o el resultado de u n a elección
activa en tre opciones históricas. Sintéticam ente, la característica fu nd am ental
q u e ag ru p a a los golpes m ilitares q u e desde m ediados d e los sesenta (Brasil,
1964) hasta m ediados de los setenta (A rgentina, 1976) estallaron en los países
del Cono S ur es q u e todos ellos revelan la intención de o p erar u n a reorganiza­
ción, p ro fu n da y sin puntos de reto rn o , de la econom ía y la sociedad capitalista
tal com o ésta había com enzado a desarrollarse en tre m ediados de la década de
los tre in ta y finales de la de los cincuenta. Esta p rop uesta de reorganización
im plica com o p u n to de p a rtid a transform aciones en el do ble p la n o en q u e se
configura el hecho estatal que, com o se señaló, articu la un m odelo de desarrollo
(relación estado-econom ía) con un m odelo de hegem onía (relación estado-masas).
Es el proceso de desorganización y reconversión de esta últim a relación el
q u e m arca el sentido político de estas intervenciones m ilitares: lo q u e hacen los
golpes es expulsar a las masas de las posiciones q u e hab ían co nquistado en el
sistema político com o resultado exitoso de u n proceso d e lucha de clases.
Al clausu rar p ara las masas y sus organizaciones la participación tal cual
había sido establecida en el sistem a político y n orm ar nuevos patrones de inclu­
sión-exclusión, los golpes m ilitares q u eb ra n ta n el sistem a d e m ediaciones q ue
fijab a las bases del e q u ilib rio p olítico anterior.
C lásicam ente, esas instancias m ediadoras de las clases populares q u e caracte­
rizab an al estado de com prom iso nacion al-p op ular era n los p artid os de masas
("socialistas” o “nacional-populares”) y los sindicatos politizados q u e hablaban
en nom bre de los asalariados.
Estas dos form as organizativas, m ediadoras en tre las masas y el estado, qu e
caracterizaban a la configuración social hoy en crisis representaban la m odalidad
más n ítid a de la id en tid ad sociopolítica de las clases populares, su autopercepción
com o sujetos de acción colectiva. Es desde este p u n to d e partid a, a d q u irid o insti­
tucio n alm ente y po r lo ta n to concebido com o co m portam iento global de clase,
com o deb erían com enzar a pensarse los procesos d e (reco n stru c ció n de hege­
m onía p o r p a rte de los sectores populares, en la m edida en q u e es u n a fase de
su p rop ia historia y no de u na h istoria ajen a la q u e h a en trad o en crisis.

II. PRODUCCIÓN DE H EG EM O N ÍA V CO N STITU C IÓ N DE LAS CLASES POPULARES

El concepto de hegem onía no puede ser exclusivam ente definido com o configura­
ción ideológica, com o “superestructu ra”, o com o agregado de com portam ientos
individuales q u e acatan la legitim idad de u n orden (au n q u e el consenso así
logrado sea caracterizado com o p ro du cto de u n a dirección de clase) por vía de
la internacionalización de un sistem a de valores. T a l sería u na variación de la
versión lib eral sobre la construcción del sujeto, según la cual sería u n sistema de

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282 JUAN CARLOS PORTANTIERO

creencias el q u e finalm ente articu laría u n a realid ad caótica co nstituida p o r in­


dividuos atom izados. L a hegem onía im plica necesariam ente u n a dim ensión orga-
nizacional: no hay producción de hegem onía sin desarrollo d e instituciones o
aparatos, sin u n a práctica estructurada m aterialm ente, d e la lu d ia ideológica,
c u ltu ral y política. E n el m arxism o de G ram sci (y cabe citarlo po rq u e la cate­
goría com ienza a asum ir estatus científico con su o bra), la teoría de la hegem onía
es parte fu n d a n te de una teoría de la organización. En ese sentido, el concepto
de hegem onía, com o categoría específica q u e cim enta la p osibilidad del análisis
político, incluye la p roblem ática d e la constitución de las clases en v o lu n ta­
des políticas colectivas, a través de planos articulados de acción institucional.
Así, lo político, como producción de hegem onía, no aparece com o el “ corolario"
de u n proceso social, sino com o la m o dalidad del proceso mism o ca p tu rad o en
to d a su com plejidad, porque la d is tin d ó n en tre ord en económico y orden político
no posee carácter orgánico (como lo cree el liberalism o y su versión invertida, el
m arxism o vulgar) sino q u e sólo es u n a h erram ien ta analítica.
El proceso form ativo de la política com o lu ch a hegem ónica im plica u n mism o
m ovim iento con el proceso de constitución de la conciencia de clase. En ese
sentido, la hegem onía —q u e no puede ser pensada lógica e históricam ente des­
de el exterior de las clases fundam entales, ya que, como dice G ram sci, debe estar
“ basada en la función decisiva q u e el g ru p o dirig ente ejerce en el núcleo rector
de la actividad económ ica"— condensa, e n su p ro p io proceso de producción, una
reconversión dialéctica de las relaciones en tre “estru ctura” (entend id a como
lím ite) c “historia”, en ten d id a com o conflictualidad q u e transform a las “co ntra­
dicciones” (m arcadas p o r la morfología de u n m odo de producción en u n a fase
d eterm inada de su desarrollo) en luchas en tre sujetos de acción colectiva. A cción
hegem ónica sería aq uella constelación de prácticas políticas y culturales des­
plegada p o r u n a clase fundam ental, a través d e la cual logra articu lar b ajo su
dirección a otros grupos sociales m ediante la construcción de u n a v olu n tad colec­
tiva que, sacrificándolos p ard alm en te, tradu ce sus intereses corporativos en u n i­
versales. Esto im plica un proceso d e constitución p olítica de las clases q u e no
pu ede ser visto fuera de u n análisis de las relaciones de fuerza, de la h istoria de
prácticas sociales expresadas en u n nivel organizacional.
Vista como u n elem ento histórico, la noción de hegem onía p erm ite especifi­
car la dinám ica de la lucha de clases com o relación en tre fuerzas q u e han pasado
(y están pasando, en el caso de las clases subalternas) p o r u n proceso d e consti­
tución tendiente a transform arlas de clases corporativas e n clases hegemónicas.
Se tra ta de u n proceso sociocultural com plejo q u e las relaciones de producción
co ntienen pero n o agotan po rq u e en tre ellas (que d efinen a las clases com o
lugares) y el com portam iento político se establece u n a cadena de mediaciones
q u e van plasm ando la conexión en tre econom ía y cu ltu ra en u n a configuración
de prácticas organizacionales.
Estas prácticas van constituyendo a la sociedad civil —q u e es u n espacio social
en el q u e se dirim en las relaciones de fuerza y n o un derivado de la dom inación
económ ica de clase— com o u n a red de aparatos cortados p or conflictos internos.
Es e n la sociedad civil donde la hegem onía se constituye (y no sólo donde
se expresa), p o r lo q u e ese espacio es básicam ente un lug ar de lucha en tre hege­
m onías: el "b loque histórico” estructurado po r las prácticas (com plejas) de la
NOTAS SOBRE CRISIS Y PRODUCCIÓN DE ACCIÓN HEGEM ÓNICA 283

clase d o m in an te no es estático sino tendencial y contradictorio, en tre otras cosas


po rq u e p ara constituirse debe m ovilizar tam bién a fuerzas opuestas a la do m in a­
ción. A cción hegem ónica y sociedad civil form an, ju n to con la estrategia insti­
tucional de la "guerra de posiciones” , u n a tram a conceptual q u e replica, en el
p lan o de las categorías, al desarrollo d e cada coy un tu ra com o u n concreto en
el q u e se articu la la cam b iante correlación en tre fuerzas sociales.
Las clases d om inantes son tales po rq u e tendencialm ente h a n consolidado su
u n id a d en el estado; su historia h a llegado a ser ya h istoria estatal. H asta que
no devengan estado —recuerda G ram sci— las clases su baltern as te n d rán u n a
histo ria entrelazada con la de la sociedad civil, serán u n a función "disgregada y
disco ntin u a” d e la historia de la sociedad civil.
P ero esa presencia d e las clases populares en la sociedad civil, a u n q u e sub­
o rd inada, en ta n to n o estatal, no es silenciosa n i invisible. Procesada a través
de instancias organizacionales, au n cuando n o consigue p o r m era acum ulación
u n cam bio en el co ntenido del estado, contrasta al poder, cuestiona la autom ati-
cidad de la relación q u e las clases dom inan tes tra tan de establecer en tre estado
y sociedad y transform a a ésta, en la m edida en q u e com ienza a recoger im pulsos
contrahegem ónicos, en te rrito rio de u n a guerra de posiciones q u e va m odificando
la correlación en tre las fuerzas y desplazando el p u n to de eq u ilib rio en q u e debe
colocarse el estado, como instancia q u e sintetiza la dom inación al procesar sim ul­
táneam en te la prevalencia de los intereses d e las clases do m inantes y el com pro­
miso con intereses em ergentes de las clases dom inadas.
La lucha p olítica de clases consiste en la organización del conflicto alreded or
de dos principios; un o nacional-estatal; o tro nacional-popular. P ara las clases
dom inantes, el referente de la nación es el estado; para las clases populares, su
pro p ia historia. £1 conflicto se produce po rq u e hay u n cam po de d isp u ta com ún.
U n a lucha es hegem ónica cu ando se plantea el con tro l de ese cam po y es corpo­
rativ a cu an do n o lo cuestiona. Y esta d istinción no se vincula linealm en te con el
tip o de organización q u e la lleva ad e lan te (partido vis-á-vis sindicato p o r ejem ­
plo) o con el estilo de lucha: "reform as" fren te a "revolución” .
Ya en E l m anifiesto com unista M arx p la n teab a q u e la conquista del poder
po lítico im plicaba “elevarse a la condición de clase n acion al” y q u e ello equiva­
lía a "la co nquista de la dem ocracia” .
En la concepción m arxiana, elevarse a la condición de clase nacional supone
p ara el pro le taria d o la capacidad de pro d u cir u n proceso p olítico de recom posi­
ción q u e u n ifiq u e a todas las clases populares. P ara ello es la p rop ia categoría
de p u eb lo la q u e debe ser construida, e n ta n to vo lu ntad colectiva. El p ueblo n o
es un d ato sino u n sujeto q u e debe ser producido, u n a u n id a d histórica de
m últiples determ inaciones, un concreto q u e sintetiza a "las masas”, su p rim era
apariencia, y a "las clases”, su prin cipal determ inación analítica.
Y si ideológicam ente la clase q u e pu ede aspirar a ser hegem ónica (en el in­
te rio r de los lím ites q u e m arca la estructu ra) debe recu perar en sí el sentido de
la h isto ria de todas las clases subalternas, políticam ente debe hacer lo mism o
con las form as d e organización q u e esas clases (o grupos constituidos de in te­
rés q u e n o p od rían ser an a líticam ente considerados com o "clases”) se h an ido
d an d o a sí mismas. El análisis de clase d e la hegem onía se transform a en análisis
284 JU A N CARLOS PORTA.VTIFJW

p olítico d e su producción cuando coloca su atención en la relación con las ins­


tituciones.
El p u n to crucial del m arxism o es el n ada obvio pasaje de la situación "de
clase” a la conform ación de "lo p o p u la r” , o sea la teoría y la práctica del proceso
con stitutivo de la acción política hegemónica. En la histo ria del socialismo, como
configuración ideal y com o m ovim iento social, este problem a ha sido abo rdad o
de m odo tan reduccionista q u e la “ teoría del p a rtid o ” (inexistente com o ta l, po r
o tra parte, en M arx) subsum ió en su in terio r u n a teoría más com pleja de la
organización-constitución de las clases y grupos dom inados.
E n lugar de enfatizar en el análisis de las form as concretas, variables, de p ro ­
d ucción de proyectos y prácticas políticas, éticas, culturales, creadoras de vo lu n ­
tad y de conciencia e insertas en específicas historias nacional-populares, se
hipostasió u na form a, la form a p artid o , cosificando en ella el privilegio de la
organización de la acción hegem ónica. 1.a necesaria distinción an alítica en tre
acción política corporativa y acción p olítica hegem ónica fue reificada en formas
institucionales estrictas.
C laram ente desde la época de la P rim era Intern acion al (como se sabe, un
organism o en q u e el sindicalism o tuvo gran peso) el tem a de la constitución del
pro letariad o como actor político aparece com o fundam ental. Esta centralid ad se
acentu ará después de la d errota de la C om una de P arís y ad q u irirá notable
vigencia con el crecim iento de los sindicatos y los partidos socialistas de masas,
ya en tiem pos de la Segunda In ternacio nal. U n a cu lm inación de ese debate
h ab rá de hallarse en los textos clásicos de L enin y Rosa Luxem burg, en la p ri­
m era década del siglo, cum bres visibles de un a discusión extend id a a través de
todo el m ovim iento obrero, sindicalista o socialdem ócrata.
Es en esc m om ento cuand o el deb ate sobre tipos de acción de clase deriva
a planos de en fren tam ien to en tre form as institucionales: n ítid am en te los dos
polos de la discusión se en carn an en modelos organizativos; en esa clave, p ara
el m arxism o de finales de siglo, el sindicato sería el agente de la acción econó­
mica d e clase y el p artid o de su acción política.2
Pero esta ta jan te distinción de nin g ú n m odo estaba presente en el pensa­
m ien to de M arx. Su problem ática desde los años iniciales, desde las prim eras
reflexiones sobre Ja transform ación de la "clase en si" en "clase p ara si", buscaba
d istin g u ir en el proceso de constitución del proletariad o en "clase n acio nal”
tipos de acción q u e favorecieran más q u e otros ese desarrollo. Es posible encon­
tra r en el M arx volcado a la actividad política en la P rim era In ternacional
m ú ltiples referencias a la necesidad de q u e la clase o brera constituyera su com-
poriam icnio colectivo com o u n proceso desde la acción corp orativa a la acción
hegem ónica. En la fam osa ca rta a Bolte del 23 de noviem bre de 1871 M arx
p la n tea q u e "el m ovim iento político de la clase ob rera tiene como objetivo,
desde luego, la conquista del poder político p or la clase o b rera y p ara esto es
n atu ralm en te necesario q u e previam ente se haya desarrollado hasta cierto p u n to
u n a organización de la clase o brera surgida a su vez de las luchas económicas

En una resolución del VII Congreso de la II Internacional, realizado en Stuttgart cnirc


el 18 y el 24 de agosto de l'J07 se establece que "ca«la una de estas dos organizaciones {partido
y sindicatos) posee la esfera de acción que le es inherente por naturaleza".

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NOTAS SOBRE CRISIS Y l'RODL'CCtÓN DE ACCIÓN HEGEM ÓNICA 2£>

de la m ism a”. P ero esta d istinción analítica jam ás encon trab a referentes orga­
nizativos estrictos.*
En rigor, q u ie n intro du ce la posibilidad de identificar agentes sociales un ív o­
cos de am bos tipos de acción es la socialdem ocracia alem ana po rqu e su in terp re­
tación del m arxism o como m era inversión del liberalism o suponía el p rin c ip io
de la ru p tu ra en tre lu cha económ ica y lu ch a política. P or ejem plo, en el tercer
congreso de la Segunda In tern acio n al, Bebel señalaba q u e "la acción específica
de los sindicatos es la presión económica, m ientras que la acción de los partidos
es p o lític a” . P or supuesto que p ara Bebel acción p olítica equivalía a acción
p arlam entaria y la articulación en tre am bos niveles de la acción de clase era vista
com o u n a sum atoria de acción corporativa y finalism o socialista. L a distinción
así trazada bo rraba el problem a de la acción hegem ónica d e clase.4 El problem a
del p artid o com o “conciencia" y de los intelectuales com o productores-inculca-
dores de la ciencia revolucionaria nace de esta separación en tre econom ía y p o ­
lítica, ab solutam ente alejada de las preocupaciones de M arx. En rigor, era el
"tra u m a inglés” el q u e estaba presente: la situación de u n poderoso m ovim iento
o b rero que, como el británico, al desarrollarse n o ex p an d ía sus potencialidades
socialistas sino q u e se transform aba en un instru m en to d e integración al sistema.
La vehem encia "an tiesp o n tan e 'sta” era u n a respuesta polém ica contra los q u e
plan teab an la existencia de u n a relación directa en tre p ro letariado y socialismo,
ten iend o en cu enta u n a situación —la inglesa— en la q u e la presencia del
sindicalism o de masas coexistía con la v irtual ausencia de u n p artid o ob rero
socialista. La discusión con el anarco sindicalism o de m atriz ideológica soreliana
acen tu aría esta tendencia a e q u ip a ra r estrictam ente los dos tipos de acción con
dos form as de organización: el an tip artid ism o absoluto de anarquistas y sindica­
listas forzaría au n más en el m arxism o la tendencia a reificar la distinción.
U n análisis del contrad ictorio pensam iento de Georges Sorel o del g ru p o
con stitu ido alrededo r de H u b ert L agardelle en la revista L e M ou vetn enl Socio-
liste y de su influencia sobre la corrien te anarco sin dicalista —q u e po r cierto

* En la misma carta Marx intenta explicar y, a la vez, trazar un balance de los objetivos
que se propusiera al participar de la Primera Internacional. La finalidad principal era “rempla­
zar las sectas socialistas o semitocialislas por una verdadera organización de lucha de la ciase
obrera", a partir de su convicción de que "el desarrollo del sistema de las sectas socialistas y
del verdadero movimiento obrero siempre están en relación inversa entre si". Marx agrega que
‘‘todo movimiento en que la clase obrera se presente como cíate en contra de las clases do­
minantes e intente imponérseles por presión exterior es un movimiento político”. Asi. la
lucha por la reducción de la jomada de trabajo en una fábrica serla un movimiento econó­
mico, pero si el objetivo que se busca conseguir es una le)1 fijando la jornada de ocho horas,
ya se trata de un movimiento político, “es decir, un movimiento de la dase que tiene por
objeto imponer sus intereses en forma general, en una forma que posee una fuerza social de
compulsión general”. Cfr. Marx-Engels, Correspondencia, México, 1977, pp. 401-400. La distin­
ción entre acción corporativa y acción política se funda claramente sobre los lugares institucio­
nales hacia los que el movimiento obrero dirige su movilización (empresa o estado) y no sobre
el tipo de organización que la impulsa. Toda la labor de Marx en la Primera Internacional
se condensa en el intento de consolidar una organización internacional del proletariado que
pudiese superar la fractura entre lucha económica y lucha política.
4 Un muy interesante y erudito aporte a la discusión de este problema (aunque a veces
discutible por su intento de “salvar" a toda costa la originalidad del pensamiento de Lenin)
puede encontrarse en la extensa Introducción preparada por Leonardo Paggi para el libro
de Max Adler, El socialismo y los intelectuales, México, Siglo XXI, 1980.
286 JU A N CARI .OS PORTANTIERO

tuv o g ran im p ortancia en la tem pran a constitución del grem ialism o latino am eri­
cano— nos alejaría de la linea central de argum entación. P ero es im posible no
hacer alg u n a referencia siquiera m arg in al a la cuestión a u n q u e más no fuera
p o r el estím ulo q u e algunas ideas de Sorel tuv ieran sobre autores m arxistas como
G ramsci.
C lásicam ente la o b ra soreliana h a q ued ad o com o el ex ponente teórico m a­
yor de u n a concepción exactam ente con trap uesta a la del m arxism o de la Segun­
d a In tern acio nal (que la T ercera Inte rn acio n a l no m odificaría en sus rasgos
básicos) en lo q u e se refiere a la relación en tre sindicatos y p artidos com o ins­
trum en tos p ara la acción revolucionaria. Su fam oso opúsculo de 1898 L ‘avenir
socialiste des syndicats term ina con u na frase em blem ática d e la corriente: "p ara
sin tetizar la to talid ad de m i pensam iento e n u n a fó rm ula d iré q u e to do el po r­
venir del socialismo se basa en el desarrollo au tó no m o de los sindicatos obreros".5
A p a rtir d e u n a identificación en tre acción p olítica y acción p arlam en taria, Sorel
consideraba q u e la verdadera lucha revolucionaria era la q u e llevaban a cabo los
sindicatos, únicos organism os internos de la clase qu e p o dían resistir —a dife­
rencia d e los p artidos socialistas— la corrupción traíd a desde afuera p or los
intelectuales, cuya verdadera vocación n o era o tra que " la explotación de la po­
lític a”. P o r ello, la p rim era regla del m ovim iento revolucionario era "perm anecer
exclusivam ente obrero, o sea, exclu ir de su seno a los intelectuales cuya dirección
ten d ría (sobre la acción de clase) el efecto de restau rar las je rarq u ías y d iv id ir
a los trabajadores en categorías".0 Esta fuerza m otriz de la revolución o rg an i­
zada a través de los sindicatos, única institu ció n capaz d e expresar el "espíritu
d e escisión" de los trabajadores, debía expresarse a través de u n m étodo de
lucha, la violencia, y de u n a ideología, el "m ito ” de la huelga general. Y efecti­
vam ente, la utilización de esta últim a consigna servirá p ara diferenciar en el
m ovim iento obrero de principios de siglo al anarcosind icalism o del socialismo
p arlam en tario y del sindicalism o reform ista, al m enos hasta q ue Rosa L uxem burg
y Parvus, en tre otros, introducen en la socialdem ocracia germ ana el tem a de la
huelga de masas.7
La R evolución rusa de 1905 vendría a m odificar, con la ap arició n de estilos
de organización no previstos, el esquem a de discusión. C laram ente será Rosa
L uxem burg quien, fuera de R usia, tra ta rá de ex traer de ese m ovim iento social
(que después de 35 años replanteab a el tem a de la revolución) las mayores con­
secuencias polémicas, teóricas y organiza ti vas, p ara el m ovim iento obrero euro ­
peo. L a tarea q u e ella se p ro p o n e es, explícitam ente, q u ita rle a anarq uistas y

• Georges Sorel, Scritti polilici e filotofici, Torino. 1975. p. 222.


• Ibid.
1 Un excelente resumen de la cuestión puede verse en Hubert Lagardcllc. Huelga general
y socialismo, Córdoba (Argentina), Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 61, 1975, en el
que se incluye la famosa encuesta sobre el tema realirada en víspera* de la Revolución rusa
de 1905 y en los Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 62 y 63, Debate sobre la huelga de
masas, en los que aparecen las repercusiones que la cuestión tuviera en la poderosa socialde­
mocracia alemana. Para un completo balance del momento histórico, social y cultural en el
que surge la corriente sindicalista, véase M¡chele Maggi, La formazione dell’egemonia in
Francia (L'ideología de ¡a Terza Repubblica tra Sorel e Durkheim ). Bari, 1977. El mejor análi­
sis sobre las influencias de Sorel en Gramsci se encuentra en Nicola Badaloni, II marxismo di
Gramsci, Torino, 1975.
NOTAS SOIIRE CRISIS Y PRODUCCIÓN DE ACCIÓN IIECF.MÓNICA 287
sindicalistas el m onopolio de la consigna de la huelga general. T eóricam ente sus
fundam entos se acercan a la concepción m arx iana de los tiem pos de la P rim era
Internacion al: frente al “partido-conciencia" privilegia el “ partido-proceso". Éste
es el p u n to clave de su polém ica con L en in (y de hecho con Kautsky) en 1904:
la organización política y la conciencia de clase n o están ligadas m ecánicam ente;
la lucha social u n e am bas dim ensiones e n u n proceso en el cual "causa y efecto
se altern an sin cesar”, en el que el conflicto económ ico y el conflicto político
están ligados por u n a causalidad recíproca.
Lo q u e diferencia a estos planteos de los corrientes en E u rop a en su tiem po
es la idea de que el m ovim iento hacia el socialismo im plica una totalidad, aun
cuando el centro de la m ism a sea el p artid o. Esta idea de to talid ad del m ovi­
m ien to ap arejaba a su vez u n a teoría acerca d e la constitución de la conciencia
d e clase que, au n q u e no sistem atizada, es sin d u d a el p u n to fuerte del ap orte de
Rosa L uxem burg. Lo q u e posteriorm ente la crítica vulgar del estalinism o llam a­
ra "cu lto a la espontaneid ad ” (y valga la pena señalar q u e en tre los p un tos de
desacuerdo con la revolucionaria alem ana q u e L enin señala en ocasión de su
asesinato no figura el m e n u d o "espontaneísm o") en realid ad no era o tra cosa q ue
la exaltación de la prod uctividad política del conflicto social. E n ese sentido y
en ta n to , com o señalaba en su discusión con L en in sobre problem as de organi­
zación, "en realidad la socialdem ocracia n o está ligada a la organización de la
clase o b rera; ella es el m ovim iento mism o d e la clase o b rera” ,8 la conciencia no
es el resultado de u na relación de ex ternalid ad en tre ciencia (dirigentes) e
ideología (masas), sino u n a producción colectiva de la dialéctica social generada
a p a rtir del conflicto político y sindical. Esta v irtu alid ad política de las luchas
sociales alcanzaba su clím ax en situaciones del tip o de las huelgas de masas, pues
e n ellas se producía la unificación, ta n tem ida p o r el capitalism o, de acción
económ ica y acción p olítica de las clases subalternas.
Para Rosa L uxem burg los sucesos d e 1905 dem ostraban q u e la separación
en tre luchas económicas (sindicatos) y luchas políticas (partido) era un pro du c­
to del parlam entarism o. Y en su fam oso y tan m al leído opúsculo sobre H uelga
d e masas, p artido y sindicatos, señalaba: “En u n a acción revolucionaria de masas,
lucha política y lucha económ ica son u n a sola cosa y el lím ite artificial trazado
en tre sindicato y p artid o socialista, com o en tre dos form as separadas totalm ente
distintas del m ovim iento obrero, es sim plem ente cancelado. N o existen dos lu dias
distintas de la clase obrera, u n a económ ica y o tra política; existe sólo u n a única
lucha de clase q u e tiende sim ultáneam en te a lim itar la explotación capitalista
den tro de la sociedad burguesa y a su p rim ir la explotación ca p italista y al m ism o
tiem po la sociedad burguesa.” 0 El estalinism o h ab ría de tran sform ar este texto

• Rosa Luxemburg. Obras escogidas/Escritos políticos /, México. 1978. p. 193.


* Ibid., p. 364. Cuando la critica vulgar opina sobre el presunto "pansindicalismo" de Rosa
ignora absolutamente el sentido de su pensamiento. En la coyuntura del movimiento socialista
alemán de la que ella participaba, sus dardos polémicos apuntaban precisamente contra la
exageración de la “neutralidad" de los sindicatos en relación con el partido, y eran los dirigen­
tes gremiales sus principales adversarios en la socialdemocracia. Su defensa del "espontaneísmo",
expresada en la consigna de la huelga general, iba directamente en contra de las tendencias
burocráticas y frenadoras de la combatividad política de las masas que ella veía encamada
en el reformismo de los líderes gremiales. Por otra parte, es conocida su metáfora para señalar
288 JU A N CARLOS PORTANTIERO

capital de Rosa en un ejem plo de "espontaneísm o" d e disolución "basista” del


problem a de la organización, y esta (alacia in terp reta tiv a q u ed ó incorporada p o r
décadas al sentido com ún forjado p o r la T ercera Internacion al.
T a l sentido com ún se fun dó sobre la sacralización del ¿Qué hacer?, llevando
las conclusiones del texto de L enin a lím ites q u e su au to r seguram ente n o h u b ie­
ra im aginado ni deseado. P or ejem plo, la p artid o la tría estalin ian a q u e conside­
rab a a los sindicatos com o meros "órganos auxiliares y correas de transm isión”
en tre la clase y el p artid o. £1 texto de I.enin, a u n q u e lastrado p o r la distinción
entre acción económ ica y acción política reificada en form as institucionales, era
bastante más com plejo y está recorrido po r u n a tensión conceptual q u e la "vul-
g ata" posterior no recogió.10
Lenin p artía de la necesidad de d isting uir, en el proceso de constitución p o ­
lítica del p ro letariado, dos form as centrales d e com portam iento, u n a corporativa
y o tra hegem ónica, estructuradas alred edo r de las relaciones q u e la clase obrera
establecía con el resto d e las clases. El tip o d e acción co rporativa era aquel me­
d ia n te el cual la clase o b rera se enfren tab a inm ediatam ente con la clase burguesa.
La acción política hegem ónica sería, en cam bio, aqu ella a través de la cual la
d a se ob rera era capaz de relacionarse con todas las clases de la sociedad y con
el estado. Incluso la poco feliz expresión acerca d e q ue la conciencia debía ser
ap o rtad a "desde el ex terio r” acepta la reserva de que, en algunos pasos del ¿Qué

las limitaciones corporativas de toda acción sindical: se trataría, en sus palabras, de “un
trabajo de Stsifo" que jamás alcanzaría por si “la cumbre” de la revolución.
“ En rigor, el punto especifico de la relación entre partido y sindicatos fue en Lenin más
retórico que sustantivo, al menos hasta 1917. En contraste con los casos alemán e inglés, los
sindicatos eran casi inexistentes en la Rusia zarista y por lo pronto tan ilegales como el partido
en la mayoría de las coyunturas. Cuando emergen durante la revolución de 1905 quedan
eclipsados por los soviets y durante el periodo de reacción posterior virtualmente desaparecen.
En 1917, otra vez su acción se oscurece detrás de la presente central de los soviets y no tienen
ninguna participación destacada en la toma del poder en octubre. El prim er congreso panruso
de sindicatos se reunió recién en 1918. Cuando en el ¿Qué hacerT Lenin se refiere a "la lucha
económica” característica del sindicalismo, piensa que en el caso ruso ella es llevada a cabo
"por asociaciones profesionales de carácter provisional y por medio de octavillas”, es decir, a
través de formas institucionales muy precarias. La lucha económica —dice Lenin— “en los
países libres se llama lucha gremial, sindical o tradeunionista”, pero esc no sería el caso ruso.
En cambio, la relación importante entre organizaciones de masas y partido es la que se plan­
teará con los soviets, organizaciones "espontáneas” de la clase a las que Lenin apoyará entu­
siastamente en 1905 tras algunas vacilaciones (y en contra de buena parte de la dirección
bolchevique), en la medida en que a su juicio eran instituciones apta* para el desarrollo de
formas de "doble poder” pues eran capaces de fusionar la lucha económica con la lucha política.
Específicamente el problema de las relaciones entre partido y sindicatos será planteado por
Lenin sólo en los primeros artos del poder soviético, sobre todo en su conocida polémica contra
Tivtskl. Bujariti y la oposición obrera. En ella, si bien es Lenin quien acufla la desdichada
calificación para los sindicatos de "correa de transmisión" entre las masas y el partido, trata a
la vez de mantener una posición intermedia entre el "estatalismo” de T rouki y el pansindica-
lismo de la dirección obrera, reivindicando niveles de autonomía para la organización sindical
frente al partido y al estado. Sobre el tema véase Issac Deutscher, Los sindicatos soviéticos,
México, 1970; el comentario de E. H. Carr a dicho libro en 1917, antes y después, Barcelona,
1970, pp. 147 a 159 y Oskar Anweiler, Los soviets en Rusia (1905-1921) , Madrid, 1975: además,
por supuesto, delhacerT y la recopilación de textos de Lenin Acerca de ¡os sindicatos,
Moscú, 1978, especialmente pp. 579-406 y 455-481.
NOTAS SOBRK CRISIS V PRODUCCIÓN DI’. ACCIÓN IIEÍ.F.MÓNICA

hacert, “desde el ex terio r" significa desde fuera de la acción corporativa, desde
fuera de la esfera de las relaciones directas en tre obreros y patrones.
Esta precisión de n in g u n a m anera im plica q u e L enin haya dejad o de caer
en la reificación típica de la Segunda Intern acion al, al menos en su famoso
opúsculo transform ado luego en L ib ro Sagrado de la teoría m arxista de la orga­
nización. L a bien fu ndada distinción en tre acción co rporativa y acción hege­
m ónica como m om entos en el proceso de constitución política, establecida a p ar­
tir de la calidad de las relaciones q u e la clase o b rera p o d ía establecer con las
o tras clases y con el estado, se transform aba en u n a precisa distinción en tre fo r­
mas n a tu ralm en te funcionales p a ra uno y p ara o tro tip o de acción.
E n rigor, un a fuente de la dicotom ía ta jan te en tre los in strum en to s para la
acción sindical y los instrum entos p ara la acción política era la ya recordada
concepción —acorde con la im agen de sociedad q u e h ab ía b rin d a d o la etap a
com petitiva del capitalism o— sobre las relaciones de exteriorid ad en tre econom ía
y política. M ientras fuera posible distin g u ir en tre estado y m ercado, m ien tras la
econom ía apareciera com o ex tern a al estado, ta n to sindicalistas cu an to socialistas
p o d ía n reivindicar, cada uno en un extrem o, el privilegio de u n a form a d e orga­
nización sobre la otra. Esta separación está clara en el L en in del ¿Qué hacer?
y en to d a la dirección socialdem ócrata europea de la época, salvo p arcialm en te
en R osa L ux em burg q uien llegó a com prender q u e la distinción era analítica
pero n o orgánica, q u e era el liberalism o p arlam en tario q u ie n la transform aba en
sustantiva y que, si era cierto que no necesariam ente la acción económ ica llevaba
directam ente a la lu cha política socialista, tam bién lo era que la acción política
de los partidos no llevaba ineluctablem ente a la revolución.
El proceso revolucionario posterior a la p rim era guerra reforzaría las dudas
acerca d e la pureza de esa dicotom ía institucional.
T o d a la lite ra tu ra y la práctica conciliar (en p rim er lugar la form idable
experiencia "soviética” de los bolcheviques y el te x to de L en in sobre El estado
y ¡a revolución) h ab rá de reflejar los intentos, despertados po r la p rop ia realid ad
d el m ovim iento social, de su p erar ese rígido m odelo de en fren tam ien to en tre
acción económ ica y acción política. Los textos q u e el joven G ram sci p ub licara
en L ’O rdin e N u o v o form an u n ca p ítu lo im po rtan tísim o de esa h isto ria q u e el
estalinism o después sepultará. C on vacilaciones teóricas, con intuicion es más q ue
con certezas, a p a rtir incluso de caracterizaciones incorrectas sobre la p otencia­
lidad del capitalism o p a ra recuperarse de la crisis, esos escritos d e G ramsci avan­
zan enorm em ente en el in ten to de rep lan tea r la relación en tre acción corporativa
y acción política, p oniendo las bases p ara el d esarrollo de la m oderna p ro b le­
m ática de la hegem onía.
G ram sci p la n tea en esos textos —sin n o m b ra rla todavía— la noción de hege­
m onía (que literalm en te ya había aparecido en el m arxism o de Lenin au n q u e
con alcances m ucho más lim itados) com o u n a tarea organizativa capaz d e articu ­
lar distintos niveles de com portam iento y dirigirlos hacia u n a finalidad p olítica
de recom posición de las clases po pu lares en u n bloq ue de masas e instituciones.
Sindicatos, partido s de d a se y consejos form arán en sus palabras “ la red de
instituciones d en tro de las cuales se desarrolla el proceso revolucionario".
La translorm ación revolucionaria es u n a com pleja tarea social (Rosa L ux em ­
b u rg la calificará en esos mismos años, con u n a frase perfecta, com o " u n trab ajo
290 JU A N CARÍ.OS PORTA NTIFJIO

gigantesco de civilización”) en la q u e la fuerza d e las masas se m anifiesta en u n a


p lu ra lid a d de instituciones qu e se com plem entan p ara la producción de u n pro­
yecto hegem ónico. Sólo así, a través de este despliegue im previsible de iniciativas,
las clases su balternas pueden ser capaces de q u e b ra r la fragm entación a la q ue
son condenadas p o r el capitalism o y unificarse com o sujeto de acción. E n este
esquem a los sindicatos constituirían un ejem plo de institución d u al, d e organiza­
ción frontera en tre la burguesía y el pro letariad o, en tre el estado y el m ovim iento
social: p o r u n lado m ecanism os internos de reproducción del sistem a; p o r el
o tro espacio de la lucha de clases. E n u n texto de I .’O rdine N tio vo de ju n io de
1920 escribe: "E l sindicato no es esta o aqu ella definición d e sindicato: el sin­
d icato llega a ser u n a d eterm in ad a definición y asum e u n a d eterm in ad a figura
histórica en cu a n to las fuerzas y la volu ntad obrera q u e lo constituyen le im po­
n en u n a dirección y o torgan a su acción los fines q u e son afirm ados en la defi­
n ició n .” 11
La lim itación del sindicalism o consistía /en su proclividad a considerar la
co nquista de la legalidad in d u strial como u n a conquista a p erp etu id ad y no como
un com prom iso necesario pero no definitivo; esto es, la tendencia a n o pasar
del nivel co rporativo de acción al nivel político. P ero el pasaje a ese estadio de
acción hegem ónica de clase no era garantizado m ecánicam ente p or la presencia
del p artid o (q ue en el esquem a gram sciano era u n a "in stitu ció n de p rop ulsió n”),
sino p o r la articulación en tre todas las instancias organizacionalcs q u e la clase
producía, articulación en la q u e el p rin cipal papel estatal debía ser cum p lido po r
los consejos. E n un breve artícu lo de 1918, pu blicado en II grido del Popolo, no ­
ta b le p o r su lucidez. G ram sci señala q u e el e rro r sim étrico d e sindicalistas y re ­
form istas era el de sostener la escisión en tre p olítica y econom ía, no com pren­
d ie n d o q u e "esa escisión constituye sólo u n a abstracción teórica de la necesidad
em pírica de seccionar provisionalm ente la u n id a d de la actividad social a fin de
estu diarla y com prenderla m ejor. Se tra ta —agrega— de u na necesidad absoluta­
m ente práctica; p o r razones de estudio al analizar u n fenóm eno nos vemos o bli­
gados a red ucirlo a los elem entos q ue constituyen ese fenóm eno". Al disociarlos
o rgánicam ente sólo se logra hacer "m ala política y pésim a econom ía” .12
El p u n to de p a rtid a de su concepción p lu rin stitu c io n al (hegem ónica) de la
acción política d e los trabajado res era q u e " la vida social de la clase trabajad ora
es rica en instituciones [y] se articu la en m ú ltiples actividades. H ay q u e desa­
rro llar estas instituciones y estas actividades, organizarías en con ju nto, reu nirías
e n u n sistema vasto y ágilm ente articu lad o qu e absorba y discipline a to d a la
clase tra b ajad o ra”.13
E n estos textos q u e van desde 1918 hasta 1921 aparecen, teóricam ente bo­
rrosas todavía, las categorías q u e caracterizarán la escritura d e los C uadernos de
la cárcel. Sobre todo, los intentos p o r su p erar las barreras q u e parecían teó ri­
cam ente infranqueables en tre econom ía y p olítica; la visión de la transform ación
socialista como u n hecho de hegem onía en el q u e la clase se "descorporativiza”
y constituye al p ueblo a través de u n a articu lació n d e prácticas ideales y organi-

u Véase Antonio Gramsci. "Sindicatos y consejos", en Escritos políticos, México, Cuadernos


de Pasado y Presente, núm. 54. 2a. ed., 1981. p. 113.
“ “La organización económica y el socialismo", ibid., p. 87.
s* “Democracia obrera", ibid., p. 90.
NOVAS V lllK l. fKISIS Y IHODUCCIÓN ÜF. ACCIÓN HEGCM ÓNICA 291

zacionales, creando desde el terreno de la sociedad civil u n a nueva v o lu n tad


colectiva com o p roducto de u n proceso com plejo de form ación-constitución.
G u erra de posiciones, en fin, q u e al m odificar las relaciones institucionales en tre
fuerzas, produce la acción hegem ónica com o sup erado ra de las falsas dicotom ías
en tre acción económ ica y acción política.

I II. M O D IFICA CIO N ES EN E L PA TRÓN DE H EG EM O N ÍA : E L ESTADO NACIONAL-


PO PU LA R

El aspecto sobre el q u e m e gustaría detenerm e ah o ra se vincula con o tro de los


problem as m encionados: la crisis del estado de com prom iso nacio nal-po pu lar y
sus repercusiones en el proceso de constitución p olítica de las clases subalternas.
E n la m ed ida en q u e salimos de u n a determ inación lin eal del estado como
"p ro d u cto " de las clases dom inantes p ara llegar a u na fó rm u la m ás com pleja q u e
define la constitución de la dom inación com o " u n a form ación y u n a superación
co n tin u a d e equilib rios inestables (en el m arco de la ley) en tre los intereses del
g ru p o fu n dam ental y los de los grupos subordinados, eq uilib rio s en do nd e los
intereses del g ru p o d o m in an te prevalecen pero hasta cierto p u n to , o sea hasta el
p u n to en q u e chocan con el m ezquino interés económ ico-corporativo" (Gramsci),
lo que interesaría es analizar las sucesivas fases estatales com o diferentes m odelos
de hegem onía. C ada fase estatal im plica, en efecto, u n a m odificación en las rela­
ciones q u e se establecen en tre estado y econom ía (m odelo d e desarrollo) y entre
estado y masas (m odelo de hegem onía). Esta problem ática q u e nos saca del te­
rren o de u n a teoría general del estado p ara acercam os a u n a sociología d e sus
transform aciones perm ite fu n d a r el análisis político de la producción de hege­
m onía com o u n a relación específica en tre masas e instituciones.
La característica fundam en tal del estado ca p italista frente a otras form as de
dom inación es, según G ramsci, su capacidad de absorción; las crisis estatales
tienen lu gar cuando esta capacidad se satura: el estado no sólo n o es capaz ya de
asim ilar nuevos elem entos sino q u e com ienza a disgregarse. Esta capacidad ex­
pansiva del estado capitalista ha sido p rob ad a históricam ente en E uropa, y toda
u n a lin ca de interpretació n en cuentra en G ram sci al p rim er teórico m arxista q ue
supo pensar las consecuencias políticas q u e para el m ovim iento ob rero tuv iera
la recom posición del capitalism o posterior a la crisis del trein ta, cuando el
estado p en etra definitivam en te en el m ercado, asum e el gobierno de la econom ía
y m odifica los perfiles de estratificación. L a crisis del tre in ta y sus consecuencias
políticas im p licarían u n a aceleración del d csm anielam icnto d e las bases del
estado lib eral y de sus m ecanism os privilegiados de representación: la m ediación
parlam en taria se d eteriora más desde entonces y crecen las funciones del ejecu­
tivo que, a través de un personal tecnocrático, centraliza la co ntratación directa
con las organizaciones de clase. Esta irreversible crisis del estado lib eral, q u e se
consolida después de 1930 pero que nace con la p rim era posguerra, h ab rá de d ar
lu g a r a la em ergencia de nuevas form as de organización del p od er q u e algunos
autores califican com o "corporativas” en el sentido d e q u e el consenso se busca
menos a través de la aprobación electoral q u e a través de la negociación perm a­

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292 JU A N CARLOS I*ORTNNIIERO

nen te en tre intereses organizados q u e utilizan su po der de veto sobre u n estado


cada vez m enos constituido com o representación del “ ciud adan o” ind ividu al
y cada vez m ás com o articulación de organizaciones sociales, d en tro d e u n ab a­
nico de regím enes q u e incluyen en sus extrem os al fascismo y al "N ew D eal”.14
P ara el estatus político d e las masas activadas desde la g uerra esta reorga­
nización estatal h a b rá de provocar cam bios notables: la dom inación sobre ellas
ya n o p o d rá ejercerse p o r m edio de la form a clásica de m antenerlas desorganiza­
das, sino q u e será necesario p ro p on er su organización y aceptar su presencia m e­
diatizada en el estado, q u e asi am plía sus bases de com prom iso político. E n este
sentido, el reconocim iento del sindicalism o com o sujeto legítim o en el in terio r
de u n "b arg aining system” im plica u n a d e las transform aciones políticas más
sustantivas com o parte de u n contradicto rio proceso de integración conflictiva de
las masas.
En el p lano de la producción de hegem onía p or p arte de las clases populares,
estos cam bios —asociados con el ingreso a la fase intervencionista y benefactora
del estado— deberían provocar m odificaciones estratégicas notables, en la m edida
en que dos supuestos básicos de la acción de clase se desm oronaban: la distinción
en tre estado y econom ía; la externalid ad de las masas frente al estado. La crisis
desnudaba la ficción lib eral acerca d e la escisión " n a tu ra l” en tre sociedad civil
y estado, producción ideológica d e la etap a com petitiva del capitalism o. La posi­
b ilid ad de d istin g u ir a p a rtir de entonces en tre “ lucha económ ica co ntra los
patron es” y “ lucha política contra el estado” q u e está en el núcleo de la polém ica
de principios de siglo se to rn a em píricam ente más difícil, en ta n to cada vez más
la política económ ica de la em presa dep end e de la política económ ica general,
de las decisiones directas e indirectas del estado sobre inversión y consumo.
Del mism o modo, el estilo de la acción política debía cam biar, p o rq u e la
“difusión de la hegem onía” d eterm inab a m odificaciones institucionales, en espe­
cial la constitución de u n sistem a po lítico que oficiaba d e m ediador en tre socie­
d ad y estado, procesando las dem andas. En la m edida en q u e en el m ism o com en­
zaba a te n er participació n, com o sujeto reconocido, el sindicalism o, esto alteraba
tam bién las características de la vinculación en tre lo social y lo político, an terio r­
m ente d e extern alid ad , ah o ra de in terpen etració n progresiva. E l ciclo económico
y las características q u e asum ía la lucha de clases d ep e n d ían cada vez más de los
m ovim ientos del ciclo político, del “gob iern o p olítico d e la econom ía” .
Desde el p u n to de vista del m ovim iento obrero el desarrollo del llam ado
capitalism o m onopolista de estado, al cam biar las form as sociales de la do m in a­
ción y reorganizar los m ecanism os p ara la tom a d e decisiones en el sistem a polí-

“ Cfr. Charles S. Meicr, Recasting Burgeois Europe, Princcton University Press, 1975. passim.
Sobre la misma cuestión puede verse, en cspaftol. la notable recopilación de trabajos ele Franz
Ncutnann realizada por Marcuse, El Estado democrático y el Estado autoritario, Buenos Aires,
1975, especialmente los capítulos 1 y 2.
Para una excelente comparación entre procesos de desarrollo capitalista y procesos de cambio
político en Europa y América Latina, véase James R. Kurth. "Industrial change and political
change: a european perspeclivc”, en David Collier (comp.), The new authoritarianism in Latín
America, Nueva Jersey, Princcton University Press, 1979, pp. 319-362. Dentro de la extensa
literatura existente sobre corporativismo en América Latina, cabe destacar el libro de Alfred
Stepan. The state and society, Peni in compatative perspective, Nueva Jersey, Princcton
University Press, 1978, especialmente los capítulos 1, 2 y 3.
NOTAS v il'R K CR1SSS \ PRODUCCIÓN UF ACCIÓN HRCEMÓN1CA 293

tico, h ab ría de a lte ra r el plan teo clásico de las relaciones en tre sindicatos y
partidos de masas, term in an d o progresivam ente con la “división del tra b a jo ”
establecida en el siglo xix a p a rtir de la separación “o b jetiva” en tre econom ía y
política. El nuevo encuadre institucional del capitalism o liq u id a defin itiv am ente
las barreras q u e escindían “ lo social” de “ lo p olítico”.
En u n a prim era etapa, la del capitalism o com petitivo, la inexistencia de p ar­
tidos de masas y la cantidad de fuerzas de resistencia ob rera q u e ten ían los sin d i­
catos habían determ in ad o q u e estos últim os co m binaran de hecho funciones
económicas con funciones políticas en u n a única lucha p o r la am pliación de la
c iu d ad an ía y por la legalidad in d u strial. La teorización de este m om ento inicial
es la q u e pro p one M arx en la P rim e ra In tern acio nal: los lím ites en tre acción
económ ica y acción política eran im precisos en la m edida en q u e eran borrosos
tam bién los perfiles de la constitución política d e la clase obrera.
A esta etap a le sucederá o tra —au n d en tro de la fase del capitalism o com pe­
titiv o — en la q u e la burguesía ya logra consolidar su hegem onía incorp oran do
temas de p articip ación dem ocrática a su discurso liberal. A parecen entonces p a r­
tidos socialistas de masas q u e in ten ta n con éx ito la lucha política p arlam en taria
m ientras a su vez se otorga legalidad a la acción reivindicativa de los sindicatos.
Esto, com o hem os visto, refuerza la división de funciones en tre sindicatos y p a r­
tidos, com o u n reflejo de la dicotom.'a burguesa en tre p rivado y público, entre
sociedad y estado. Es el m om ento del crecim iento ideológico d e la Segunda In te r­
nacional com o inversión sim étrica de u n m odelo liberal d e desarrollo político.
El pasaje del estado "gendarm e” al estado intervencionista; el progresivo
proceso de organización y luego en cuadram ien to de las masas m ediante la corpo-
rativización del estado, ab riría p o r fin la etapa actual en q ue política y sociedad
se in terp reta n , a p a rtir de “ la progresiva constitución del estado nacional como
u n id a d económ ica organizada”.15
Estos rasgos genéricos, q u e m en tan la m utación hacia u n nuevo m odelo de
desarrollo y nuevo m odelo de hegem onía en los capitalism os centrales, pueden
ser sin em bargo replicados para ex plicar algunas d e las características del estado
de com prom iso nacional-popular, ah o ra en crisis en A m érica L atina.
Llegado a determ inado nivel de desarrollo, el estado ca p italista d epen diente
convoca a u n a com plejidad sociológica b asada en u n a com prom iso en tre clases,
para su p erar la etap a más sim ple del estado oligárquico-interm ediario. L a expli-
** Cfr. Alessandro Pinom o, "Lo* sindicatos y la acción política”, en S. Mallct y otros.
Economía y política en la acción sindical, Córdoba (Argentina). Cuadernos de Pasado y
Presente, níitn. 44, 1973. Este texto plantea el mejor enfoque que conocemos en español
acerca de la nueva problemática de la acdón sindical. Por cierto que un nueva visión de
la acción obrera que trata de elaborar esquemas de lucha articulada en la fábrica, en la
sociedad y en el estado y no ve a cada una de esas realidades como aspectos parciales de los
que v encargarían distintos agentes, es un patrimonio no sólo teórico sino político del mo­
vimiento obrero italiano, sobre todo desde principios de la década de los sesenta. Véase entre
muchos otros, los textos de Bruno T rentin recopilados en Da sfruttali a produllori, Bari, 1977.
Particularmente iluminantes sobre la cuestión son los ardeulos de Trentin y Pizzomo incluidos
en Problemi del movimenlo tindacale in Italia, 1943-1973, incluidos en los Annali Feltrinelli,
1974-1975 y el trabajo de Pizzomo "Scambio político e idetitá collettiva nel conflitto di classe",
en C. Crouch y A. Pizzorno, Conflitti in Europa. Lola di claise, sindicad e Stato dopo il 68,
Milán, 1978. pp. 407-434. Para un enfoque político del punto véase Pietro Ingrao, "La nueva
frontera del sindicato", en Las matas y el poder, Barcelona 1978, pp. 119-131.
294 JU A N CARLOS PORTA S U F R O

catió n usual de esto es conocida: en la m edida en q u e las características par­


ticulares del trá n sito a la industrialización n o perm iten a n in g u n a fracción
asegurar p o r sí sola el control político de ese pasaje, la hegem onía debe ser el
p ro d u cto de u n a com plicada estrategia de transacciones y de u n a incorporación
perm anente d e clases auxiliares al sistem a político. E n esa situación, el ap arato
estatal actual refuerza sus funciones arb itrales y acrecienta su peso com o pro m o ­
to r del desarrollo y com o reg u lad o r d e la distribu ción . Este esquem a q u e sucin­
ta m en te caracteriza los contenidos del estado de com prom iso nacional-popular
tu v o aplicación en todos los países de in dustrialización te m p ran a de América
L atin a, más allá de q u e en algunos de ellos asum iera form as au to rita rias de
régim en y en otras liberal-parlam entarias.
E n ellos, com o lo h a p la n tead o clásicam ente Bendix p ara las sociedades cen­
trales de industrialización tardía, la consecución de la ciu dad an ía po r parte de
las clases populares im plicó, com o condición, u n a m odificación en el estado, un
desplazam iento brusco d e fuerzas en el cu ad ro político.1*
Lo q u e interesará ver som eram ente es la form a en q u e esa ru p tu ra afectó a
la historia de la constitución política de las clases po pu lares q u e pasaron a ser
desde ese m om ento u n factor cen tral del e q u ilib rio estatal, u n elem ento clave de
legitim idad.
La im agen q u e se ha d ad o h ab itu alm cn te d e la relación en tre clases p op u ­
lares y estado en el in te rio r del sistem a político característico de estos regím enes
ha sido la de la m anipulación. Los análisis sobre los "contenidos de clase” de
los regím enes q u e expresaron esa fase estatal h an insistido sobre los aspectos
sub ordin ad os de esa p articipación, enfatizando su carácter funcional p a ra u n
estadio del desarrollo del capitalism o, pero n o su o tro costado posible: el q ue
puede ubicarse com o ca p ítu lo del proceso de constitución política d e las clases
populares y en especial d e la clase o b rera urb ana, caracterizado p o r la aparición
del sindicalism o de masas como u n g ru p o d e presión en el in terio r del sistema
político. El estado de com prom iso nacion al-p op ular ha sido explicado casi siem­
pre com o el producto de una determ inación de clase burguesa, p ero no a p a rtir
de su o tra dim ensión —la de la tem pran a p articip ació n en él de las clases p o p u ­
lares— a la q u e se h a ten dido a ver solam ente en térm inos d e heteronom ía y
m anipulación.
E n ta n to q u e el proceso de constitución de las clases populares en actores
colectivos no siguió el ru m b o "clásico” y en la m edida, tam bién, en q u e la inves­
tigación latinoam ericana se vio siem pre forzada a o p e ra r en térm inos abstractos
de com paración con respecto de aquél, la presencia o b rera y p o p u la r en las
situaciones "nacional-populares" fue im aginada como anóm ala. Si la form a "eu ro ­
pea” d e constitución política h ab ía im plicado u n sucesivo crecim iento de la

10 Reinhardt Bendix, Estado nacional y ciudadania, Buenos Aires, 1972, p. 76. Bendix distin­
gue dos situaciones con referencia a la incorporación de las clases populares en el sistema poli-
tico. La clásica en la que la ciudadanía es adquirida en el interior de una comunidad ya
existente, a través de una secuencia que pasa primero por la consecución de “derechos civiles”
(liberalismo) y se amplia luego a la adquisición de “derechos políticos" (democracia). Se
tratarla del modelo hegemónico originario caracterizado por la absorción de temas democráticos
en el discurso liberal. La otra situación, propia del capitalismo Urdió, implica "la modificación
de la comunidad política para que la plena ciudadanía sea posible".

Co
NOTAS SOBRE CRISIS Y I RO D lCCtÓ N DE ACCIÓN H EGEM ÓNICA 295

participación a p a rtir del desarrollo de luchas sociales q ue alcanzaban luego a


expresarse com o lu d ia s políticas, la "desviación" latin oam erican a estribaba en
qu e ese crecim iento era constitutivo d e u n a crisis política y fu n d an te de una
nueva fase estatal en la q u e las clases populares, y en especial la clase obrera,
q u e se conform aban en el proceso de industrialización p en etrab an en el juego
político antes de haberse constitu ido com o clase con perfiles claros de acción
co rporativa.17
C iertam ente, los "populism os" intro d u cen una ru p tu ra en esa secuencia clá­
sica q ue tra ta d e articu lar los elem entos de acción corp orativ a con los de acción
hegem ónica y plantea, p ara la discusión surgida en el m ovim iento o b rero europeo
hacia finales de siglo, elem entos de novedad, en la m edida en q u e la superación
de la crisis política q u e acom pañó a los procesos de industrialización en América
L atin a desde los tre in ta im plicó u n tip o d e relación en tre estado y clases, un
m ó dulo sociológico de recom posición política, q u e pone en cuestión la im agen
clásica de las articulaciones en tre sociedad civil y estado.
Las clases populares latinoam ericanas atravesaron el pasaje de su acción cor­
po rativa a la acción política de u n a form a sui generis: llegaron a p articip ar del
sistem a político sin expresar un im pulso hegem ónico, y q u ie n las constituyó
com o " p u e b lo ” no fue el d esarrollo au tó no m o de sus organizaciones d e clase
(o de los grupos ideológicos q u e se reclam aban com o de clase), sino la crisis
p olítica general y el pap el o bjetivo q u e asum ieron en ella com o equilibrado ras
de u na nueva fase estatal. Las organizaciones de clase (o reclam adas com o de
clase) prexistentes fracasaron en su in te n to de procesar el pasaje de u n a acción
corporativa a u n a acción hegem ónica. p o rq u e concibieron a ésta m eram ente
com o u n a adición al "esp íritu clasista” corporativo d e elem entos de finalism o
socialista. D e tal m odo, fueron los populism os quienes recom pusieron la u n id a d
política de los trabajad ores a través —com o ha sido reiteradam ente se ñ a la d o -
de la acción d e élites externas a la clase y de líderes com o C árdenas, Vargas o
Perón.
Ésta fue la form a histórica específica d e constitución d e la clase o b rera u rban a
en sujeto de acción política, a p a rtir de los procesos de industrialización q ue
m odernizaron a estas sociedades: su m em oria arran ca de allí, de u n a identifica­
ción in m ediatam ente política com o clase. Las clases p opulares ab a n d o n aro n su
externalid ad con respecto al estado de la m ano de m ovim ientos nacional-popu­
lares, con lo q u e sus perfiles q u ed a ro n definidos po r las peculiaridades del p rin ­
cipal in strum ento "p ro p io ” q u e operó com o fuen te para esa constitución: el sin­
dicalism o de masas.
Éste es u n p u n to q u e inte* esa destacar: por más heterónom o q u e aparezca
su co m portam iento en térm inos de u n m odelo clásico de constitución, la presen­
cia política de las clases populares estuvo m ediada p o r instancias organizativas
"d e clase" y no p o r p u ra vinculación em otiva con u n liderazgo personal.
A q u í entram os a un p lan o en el cual, a u n d en tro de u n a m ism a m atriz, las
experiencias históricas com ienzan a diversificarse y aparecen rasgos diferenciales
de sociedad en sociedad, q u e tien en q u e ver con los pesos relativos de las form as
17 Cfr. Silva Sigal y Juan Carlos Torre, “Una reflexión en torno a los movimientos laborales
en América Latina”, en Rubén Kaztman y José Luis Reyna, Fuerza de trabajo y movimientot
laborales en América Latina, México, 1979.

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296 J U A N CARLOS PORTA,V ri ERO

institucionales asum idas p o r la acción política de las clases populares en cada


caso y con las características particulares de los procesos de agregación y desa­
gregación de la clase obrera con respecto al com prom iso nacional-popular.
Si el caso chilen o es el más desviado del resto (en cu a n to fue el q u e mayores
sim ilitudes m ostró con el m odelo clásico), el proceso en la A rgentina de Perón
d ifiere, a su vez, del q u e tuvo lugar en el Brasil de Vargas y G o u lart y éste con
el del M éxico de C árdenas o con la relación q u e se establece en Bolivia en tre
m n r y sindicatos desde los cincuenta. El tip o de sindicatos y d e partido s de
masas y la relación en tre am bas form as y el estado, fueron diversos en cada si­
tu ación, lo q u e a la vez in flu irá sobre las peculiaridades de la desagregación del
populism o, pero en todas, en g rad o m ayor o m enor, las características del com ­
prom iso nacional-p op ular como p a rte d e la h istoria de las clases subalternas
p u ed en ser generalizadas a través de las características centrales del sindicalism o.
El sindicalism o, que aparece com o la instancia de m ediación privilegiada
p a ra la inserción de las masas en el estado, fue en todos los casos u n sindica­
lism o político. Esto es, definía su acción en no m bre de todos los asalariados,
te n ía com o p rincipal in terlo c u to r al estado y n o a la em presa y buscaba colocarse
en el sistem a po lítico como fuerza gu bern am ental. Su función era la de coordinar
los intereses de la generalidad de los trabajadores, su peran do las heterogeneida­
des internas, y su objetivo p rin cipal el nivel del salario y de la ocupación. La
relativa debilidad de los trabajad ores en el m ercado d e trab ajo m arcó las caracte­
rísticas d e la acción sindical y su relación con la política: en lo rcivindicativo,
com o lucha p o r la con tratació n centralizada y la hom ogeneidad salarial; en lo
institu cio nal p o r el reconocim iento estatal de cuotas de poder político y econó­
m ico. De tal m odo la discusión clásica sobre la división de funciones en tre
sindicatos y partido s fue siem pre retórica en estos casos latinoam ericanos: desde
q u e aparece la clase obrera m oderna, el m ovim iento sindical ha sido in m ed iata­
m ente político, po r los m edios de lucha em pleados, p or las instituciones hacia
las q u e dirigía su acción y p o r los fines q u e se planteab a y, p o r o tro lado, la
relación en tre “ lo social" y "lo p olítico” se especificó com o relación entre m ovi­
m ien to o brero y m ovim ientos nacionales (con salvedades para el caso chileno) y
n o en tre sindicatos y p artid o s de clase.
Al e n tra r en crisis el estado de com prom iso nacional-popular, entra en crisis
toda u n a historia d e m ediaciones en tre clases populares y p olítica: n o es sólo una
" v o lun tad burguesa” la q u e se desagrega. Salvo en C hile (y quizás U ruguay)
d o n d e la cadena era más com pleja pues en tre sindicalism o y estado aparecían
p artid os de raíz m arxista com o instancia de m ediación, en el resto de las situ a­
ciones (au n sabiendo q u e un esquem a general no pu ede c a p tu ra r toda la r i­
queza p a rtic u la r de determ inaciones) la clausura pospopulista del sistema po ­
lítico, con la exclusión del m ism o d e los sindicatos, im plica la q u ie b ra d e u n a
fase de desarrollo de la clase obrera, de m om ento más im p o rtan te en el pasaje
de u n a acción corporativa a u n a acción política a u n q u e n o hegem ónica: se trata,
pues, de u na crisis in te rn a de las clases populares q u e pro po ne la necesidad de
nuevos in ten to s de recom posición política, pero cuya trinch era defensiva p rin c i­
pal sigue siendo el sindicalism o.
C iertam ente, u n a recom posición h ab ía sido ya in ten ta d a desde la p rop ia clase
con el surgim iento, hacia los años sesenta, de nuevas form as de com portam iento
s o r a s snnKi. c i u s is y p r o d u c c ió n d f a c c ió n h k c f .m ó n i c a

o b rero q u e p o n ía n en cuestión las orientaciones políticas del sindicalism o nacio­


n al-po p ular y que expresaban u n p u n to de ru p tu ra con la form a tradicio nal de
negociación con el estado.
Pero estos cam bios —genéricam ente agrupados bajo el nom b re de "clasism o"—
no p ud ie ro n su p erar casi nunca u n estadio prepolitico de acción: orientados
hacia la presión sobre la em presa y sobre las propias organizaciones burocrati-
zadas del sindicalism o de masas, expresaron m ejor el in te n to de los trabajadores
p o r acceder al control de sus propias instituciones q u e la vo lu n tad de su p erar
la an tig u a acción política m ediatizada a favor d e u n acción hegemónica, pues
ésta, u n a vez mas, tendió proyectualm ente a recaer en u n a com binación de
acción reivindicativa y finalism o socialista.
Así, la crisis de la form a po pu lista de participación obrera no fue superada
desde u n a política autón om a de clase q u e se desagregaba del bloque, sino que
resultó del naufragio general del estado q u e la im pulsó originalm ente.
F ren te a la actual desarticulación de la presencia sindical en los sistemas
políticos, la lucha por la construcción de acción hegem ónica p or parte de las
clases po pulares parece en c o n trar distintas alternativas. La opción p lan tead a p or
el "clasism o" no ha trascendido los lím ites corporativos, pese a su voluntarism o,
y es en esos lím ites d on de se ha em pantan ado h ab itu alm en te la teoría y la prác­
tica "consejista" y de dem ocracia o b rera directa.
P o r su parte, la inexistencia v irtu al en casi todos los casos de partidos so­
cialistas de masas im pide considerar, a su vez, com o opción realista en el corto
plazo, u n a recom posición política de los trabajadores dirigidos p o r u n a "v an gu ar­
d ia " de clase. Es un hecho q u e en la crisis actu al (entre otras cosas porq ue sobre­
viven m ejor q u e otras organizaciones a la represión estatal) los sindicatos, au n
conservando los rasgos más característicos de la etap a an terio r, siguen aparecien­
do globalm en te com o la form a p rin c ip al de la identid ad sociopolítica de los
trabajado res y expresando m ejor q u e otras organizaciones la volun tad de resis­
tencia d e las masas.
La circunstancia p erm ite p ensar q u e el sindicalism o p uede rep etir su calidad
d e instru m ento de agregación política, convirtiéndose en u n núcleo ap to para
in te n ta r el com ienzo de u n a reorganización de los asalariados en u n m om ento en
q u e esos capitalism os encaran su p ro p ia reorganización y en el q u e colocan, como
u na condición p a ra la mism a, el reforzam iento de la división entre papeles gre­
m iales y papeles políticos, tra tan d o de arrin co n ar a los sindicatos hacia el cum ­
plim ien to de sus “funciones específicas".
T o d a s las evidencias ind ican q u e el p ap e l del sindicalism o p eronista en la
A rgentina, de la cob en Bolivia, de los nuevos o reconstruidos sindicatos brasi­
leños, resulta decisivo p ara p ensar cu a lq u ier po sibilidad de acción p olítica (y
po ten cialm en te de acción hegem ónica) de la clase obrera, más allá de las discu­
siones recurrentes y abstractas sobre las lim itaciones de la acción sindical. Aun
en C hile y en U ruguay —sociedades en las q u e se d io más claram ente la d istin ­
ción en tre acción reivindicativa y acción política, en tre funciones de la org ani­
zación sindical y funciones de los partidos de clase— es n o to rio el papel crecien­
tem ente agregador de intereses políticos generales q u e cum plen los sindicatos. Lo
q u e p o d ría p la n tear a la caída de las dictaduras m ilitares (sobre tod o para el
caso chileno) la posib ilidad de u n a m odificación en el m odelo a n terio r de m e­

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298 JU A N CARLOS P O K I A V i l ERO

diación p olítica según el cual el sindicato actu aba com o instancia m ediadora
entre clase y partidos y los partidos com o articulad ores en tre sindicatos y estado.18
P ara el caso m exicano, en el cual u n o de los pu nto s centrales de la fortaleza
del sistem a es la integración corporativa de los sindicatos, la discusión se encuen­
tra ab ierta ya: alejada la sociedad de los círculos d e fuego de la crisis p olítica
q u e sacude al su r del continente, pero con sim ilares problem as de desarrollo q ue
em p u jan hacia inten tos de reorganización del capitalism o, los grandes sindicatos
aparecen tam bién como u n espacio privilegiado p a ra la construcción de acción
política.19
P or supuesto que, en la hipótesis de q u e el m ovim iento ob rero organizado
pu ed a transform arse en u n centro de agregación nacional, este proceso de rep o­
litización de los sindicatos no será lineal: im plicará necesariam ente ru p tu ra s,
rep lan teo de relaciones en tre el sindicalism o y sus bases y el sindicalism o y el
resto de las organizaciones sociales (incluyendo al estado), así como u n a d in á ­
mica de conflictos en el in terio r d e las pro pias estructuras grem iales y en toda la
sociedad.
Este com plejo proceso excede obviam ente los lím ites tradicionales d e la acción
sindical en la m edida en q u e el m ovim iento grem ial am plía, pero ahora “desde
ab a jo ” y contra el estado, su cam po de acción al asum ir las relaciones q u e se
p la n tean en tre la sociedad y las instituciones políticas. Esta función articulado ra
im plica varios m ovim ientos en el in te rio r del pro pio sindicalism o. E n p rim er
lugar u n a lucha —qu e no será de n in g ú n m odo fácil— p o r la redefinición “ verti­
cal” del sindicalism o, en el sentido de dem ocratizar sus estructuras colocando
a la organización de em presa y a la asam blea de trabajado res com o pivotes orga­
nizativos frente a la consolidación autosuficiente de las burocracias. En segundo
lugar, u n a capacidad "h o rizo n tal” d e agregación de intereses de otras categorías
sociales q u e perm ita a ese espacio social co nstituido p or el sindicalism o transfor­
m arse en u n polo articu lad o r d e la acción reivindicativa de otros grupos que
coinciden en la necesidad de fo rm u lar proyectos hacia “o tro desarrollo” .
El riesgo consiste en q u e este proceso lleve a u n a inversión sim ple d e la
teoría clásica sobre la relación en tre sindicatos y partidos, reflotand o los viejos
tem as del anarcosindicalism o. C o n tra lo q u e Ing rao califica com o “palingenesia
d e izquierda” , según la cual sería posible resolver desde la fábrica el problem a
del p o d er o contra el “ pansindicalism o”, el problem a sigue siendo cóm o sup erar
18 Algunas interesantes hipótesis sobre el caso chileno pueden verse en Guillermo Campero
Q., “Las nuevas condiciones en las relaciones de trabajo y la acción política en Chile”, en
Revista Mexicana de Sociología, afio x u , vol. x u , núm. 2, abril-junio de 1979, pp. 481-495.
Actualmente la coyuntura chilena parece marcar un proceso de reformuladón de las rela­
ciones clásicas entre partidos (s) y sindicatos en el sentido de una mayor autonomía de los
segundos tris-ó-xris los primeros motivada, entre otras cosas, por las dificultades que origina la
actividad ilegal para ejercer una política de control centralizado, pese al notorio papel que
han jugado y juegan cuadros partidarios en el impulso organizativo inicial de los diferentes
movimientos de masas. Éste serla un caso típico en el que las condiciones de clausura de los
mecanismos tradicionales del sistema político plantean una ampliación del campo de acdón
sindica] a través de la emergencia de una dimensión estatal y de la necesidad de coordinación
horizontal por parte de los sindicatos de "reivindicaciones generales” que surgen de una socie­
dad en la cual la representación política se ha militarizado.
i* Un aporte polémico importante para esta discusión es el trabajo de Arnaldo Córdova,
La política de masas y el futuro de la izquierda en México, México, 1979.
NOTAS SOBRE CRISIS Y PRODUCCIÓN DE ACCIÓN HEGEM ÓNICA

u n a te o ría “vanguardista" de la transform ación social sin q u e sea el sindicato,


inevitablem ente llevado aho ra a la form ulación de propuestas estatales, q uien
q u ie ra o cu p ar el lu g a r de los partidos.
El sentido propuesto en estas notas no es éste sino el de tra ta r de pensar,
b ajo el estím ulo directo de los cam bios q u e la co yuntura sociopolítica está p ro ­
d uciendo en los países de antig ua industrialización en América L atin a, u na
dialéctica nueva entre m ovim iento social y m ovim iento político que, au n d istin ­
guiendo an a líticam ente entre acción corporativa y acción hegem ónica, no trans­
form e esas dim ensiones en instituciones, procediendo a u n a cosificación esencia-
lista de categorías.
L a necesidad histórica de u n a form a política más global, como los partidos
o los m ovim ientos, n o está en discusión en la m edida en q u e la lucha p o r la
dem ocracia (qu e im plica transform ar u n a “ form a gen eral" com o es el estado)
necesita a su vez de u n a m ediación política general; pero sí lo está la hipótesis
de q u e esa form a debe absorber o su b o rd in ar a las dem ás y de q u e la política
em pieza con ella. l«a constitución de lo político a través d e la producción de
acción hegem ónica supone un proceso histórico com plejo del cual el p artid o es
sólo "p a rte ", p o rq u e no m onopoliza en sí la p osibilidad de la acción política,
m ientras le q u ed a ría a las otras instituciones la acción reivindicativa, en u n a
división del tra b ajo finalm ente reaccionaria pues en toda “p artid o la tría" actual
está la sem illa de la "estadolatría" fu tu ra . Así, el p artid o n o es el órgano de los
trabajadores com o clase, sino un m om ento en el desarrollo de su constitución
política.
La hegem onía es el proceso a través del cual u n a clase se produce a sí m ism a
como sujeto histórico. Es un a construcción social y como tal se expresa en m u lti­
plicidad de organizaciones y de prácticas po r las q u e u n a clase fun dam en tal al
reco nstru ir su u n id a d com o sujeto p olítico es capaz d e d irig ir al pueblo-nación.
Es el resultado de u na tensión perm an ente en tre m ovim ientos políticos y m o­
vim ientos sociales en el in terio r d e u n a con flictualid ad que jam ás debiera
clausurarse. P or ello, es plu rin stitu cio n al, y su jerarquización y articulación es
¡m predecible po r cualquier esencialism o. E n la m ed id a en q u e hem os colocado
en el centro de estas notas el problem a de la constitución política de clase a
través de la acción hegem ónica, hem os in ten ta d o dejar atrás falsas antin om ias
qu e oscurecen la discusión (cuando se las p lan tea desde la universidad estructu ­
ral y no desde la coyuntura histórica) com o la d e sindicatos versus partidos,
reform as versus revolución, vía arm ad a versus vía legal. T o das estas parejas de
contrarios no tienen valor en sí mism as; su articulación n o desciende de nin g ú n
cielo m arxista y, p o r lo tan to, sólo son inteligibles en el in terio r d e u na estrategia
específica q u e necesariam ente debe im plicar la identificación del socialismo con
la construcción de u n a volun tad colectiva nacional y p o p u la r y q u e debe subor­
d in a r to d a táctica a esa prem isa.

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I
A P R O X IM A C IÓ N A N UEVO S P U N T O S DE P A R T ID A PARA
LA IZ Q U IE R D A EN A M É R IC A L A T IN A

HÉCTO R B É JA R *

Antes q ue la sustentación de u n a ponencia, el presente texto tiene po r objeto


prop o ner u n debate q u e em piece a d iferenciar lo q u e ha sido la izquierda la tin o ­
am ericana hasta hoy, de lo que, a nuestro juicio, debería ser en el futu ro. E n ten ­
dem os p o r "izquierd a” , en sentido am plio, el co n ju n to de g rupos y partidos
políticos que se h an plan teado, a p a rtir de la década de los años veinte, la
transform ación integral de nuestras sociedades. Ello abarca a las izquierdas po­
pulistas com o el a p r a en el Perú o el peronism o en A rgentina. Y, en sentido más
estricto, incluye a las izquierdas que se ven a sí mismas com o m arxistas-leninistas.
Creem os q u e nuestro subcontinente, pese a q u e en con jun to no ha experim en­
tado a ú n u n a p ro fu n d a transform ación social, h a cam biado lo suficiente como
p ara p la n tear a los latinoam ericanos la necesidad de establecer nuevos puntos de
p artid a p ara su acción política. U na porm enorizada com paración en tre las tareas
q u e se p lan teó la izquierda de los años veinte y las q u e son necesarias hoy, al
p ro m ediar la segunda m itad del siglo, merece ser tra ta d a más extensam ente. Por
ello, en el presente trab ajo sólo señalamos, asistem áticam ente, aquellos puntos
cuyo tratam ien to nos parece in elu d ib le p ara quienes se prop on gan el resurgi­
m ien to d e u n a izquierda latinoam ericana que, m anteniéndose revolucionaria cu
sus objetivos y sus métodos, sepa ser tam bién realm ente contem poránea: nueva
po rq u e da respuesta a los nuevos problem as q u e confronta A m érica L atina.

i. n a c im ie n t o y o r ig e n

E n general, el m arxism o llegó a m uchos países en A m érica L a tin a a u n antes de


q u e el capitalism o hu b ie ra cubierto todos los ám bitos de nuestro desarrollo. C ier­
tam ente, ésta era tam bién la situación de los m arxistas rusos q u e tom aron el
poder en las especiales condiciones q u e fuero n determ inadas po r u n a catastró­
fica d erro ta m ilitar de su país; pero cabe interrogarse si América L a tin a era u n
"eslabón d éb il" d el capitalism o com o lo fue la R u sia zarista o si, antes bien, su
ubicación bajo d irecta influencia de u n im perialism o en ascenso com o el n o rte­
am ericano la convertían en "eslabón fuerte" de u n a cadena de dom inación hege­
m ónica en u n a zona alejada de las grandes conflagraciones bélicas del siglo xx,
po r tan to, carente de factores esenciales q u e perm itiesen —tal com o pretend iero n

* Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación (c e d e p) , Lima, Perú.

[300]

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NUEVOS P U N IO S DE PARTIDA PARA L A IZQUIERDA EN A M ÉRICA L A TIN A 301

h acerlo muchos m arxistas de esa época— eq u ip ararla a otros países europeos o


asiáticos q u e vivieron “situaciones revolucionarias” .
H oy podem os decir q u e en los años veinte y tre in ta la sing ularidad de Amé­
rica L a tin a era m ayor de lo q u e la izquierda de aqu el tiem po creyó. Puede
decirse q u e al nacer, la izquierda revolucionaria latinoam ericana n o se p lan teó
el subcon tinente como m otivo de reflexión, n i vio en su sing ularidad el reto
p a ra un esfuerzo de interpretación; lo percibió como cam po de acción, d e expe­
rim en tació n o repetición, de aplicación de las lecciones, positivas o negativas, de
otros procesos revolucionarios. A ntes q u e interrogarse sobre la revolución como
co n tin u id a d de la historia latinoam ericana, la izquierda p la n teó la revolución
com o con tinu ación d e la historia de o tros pueblos y otras clases sociales. Casi
siem pre —a u n q u e con excepciones— esa izquierda inicial se interrogó sobre los
problem as de revoluciones de otros continentes filtrados a través de la visión de
q uienes h ab ían triu n fad o en el asalto al po der y en las luchas in tern as q u e le
sucedieron.
T uvim os así u n a visión tendcncial, n u b la d a po r o tras visiones, de nuestros
fenóm enos sociales. P ero adem ás d e ello, la acción política estuvo —com o lo
sigue estando en la actualidad— condicionada p o r la circunstancia d e q u e A mé­
rica L atina recibe las influencias de los poderes internacionales. C ada u no a su
tiem po, el im perialism o b ritánico, los países del eje fascista, y el im perialism o
n o rteam ericano determ inaron cam bios de política, disputas po r el poder, divisio­
nes en los grupos dom inantes, m odificaciones en las relaciones de nuestros países
y, p o r ende, en gran p arte, de la inform ación q u e recibían nuestras clases po lí­
ticas y, d en tro de ellas, la izquierda. Y, desde o tra perspectiva, pero con igual
o m ayor influencia, la In te rn acio n a l C om unista d eterm inó de m anera directa las
interpretaciones y líneas políticas, los enfrentam ientos y alianzas, las apertu ras y
autoaislam ientos de u n sector im p o rtan te de nuestras izquierdas m arxistas.
E n el P en i, p o r ejem plo, el m arxism o no fue resu ltad o d e u n a larga, con ti­
n uada y n a tu ra l reflexión sobre las luchas y la conciencia populares. F ue un
artícu lo de im portación q u e llegó ju n to con el capitalism o ind ustrial, p or la vía
de nuestras clases medias ilustradas y que, en gran parte, se contrapuso a nuestra
realid ad . Esto sucedió en u n país en q u e las diferencias sociales, raciales y
cu lturales en tre la intelectualidad y las m ayorías pop ulares era m uy grande. Las
ideas d e izquierda, q u e cifraban esperanzas en la capacidad liberadora del prole­
tariado, llegaron a un país de p roletariado m ino ritario , socialm ente ind efinido
e incipiente. Las q u e ubicaban al com pesinado en u n papel sub alterno y secun­
d ario fuero n difu n d id as en un país en q u e existía u n a larga tradició n de luchas
cam pesinas y do nd e el cam pesinado constituía las cuatro q u in tas partes de la
población. A lli don de existía u n a nacionalidad aú n n o form ada coexistiendo con
restos vigorosos de naciones antiguas, fue precisam ente allí do n d e el problem a
nacional fue usado prim ero sólo com o tem a retórico, y luego subestim ado y
descartado.
H oy la izquierda hace frente a un m un d o q u e cam bia aceleradam ente, más
veloz que su percepción de la situación, y p or ello, correm os el peligro de que
n u estra com prensión sólo se realice cu ando éste se haya convertido en pasado.
H oy la hegem onía del im perialism o financiero d e ex portación de capitales que
analizó L enin se ha convertido en la hegem onía p la n etaria de las transnacionales;
302 IIÍCTO R BÍ'JAR

la p ro p ied ad y el uso de la técnica parece ser ya u n a fuente d e pod er más im ­


p o rta n te q ue el capital financiero; la revolución socialista triu n fa n te en u n solo
país ha devenido en u n c o n ju n to de países q u e tien en sus prop ias contradicciones
y com petencias p o r áreas de influencia, y h asta enfrentam ientos arm ados; el cre­
cim ien to del p ro letariad o ha sido m enor q u e el de las clases medias y los sectores
terciarios y m arginales; el problem a indígena ha sido casi superado |>or la m igra­
ción in tern a y la urbanización acelerada; las diferencias raciales están siendo
am enguadas p o r el m estizaje; nuestros estados nacionales devienen más com ple­
jos, y nuestras clases dom inantes se am p lía n y diversifican; el p o d er m ilitar tiene
en algunos países u n a capacidad de decisión eq u ip arab le o superior al antiguo
pod er oligárquico; y, en fin, n uestra dependencia de los poderes económicos y
políticos contem poráneos asum e nuevas form as y m odalidades.
P o r o tra p arte, nuestros pueblos h an realizado experiencias ta n variadas
com o n o consolidados están nuestros regím enes políticos: así, A m érica L atin a ha
presenciado sublevaciones cam pesinas de carácter masivo, lu d ias de los tra b aja­
dores m ineros q u e bordean la insurrección; m ovim ientos huelguísticos de los
obreros industriales; nacionalism os y reform ism os m ilitares; golpes de estado;
frentes po pulares electorales; m ovim ientos guerrilleros en la ciudad y en el cam­
po; sublevaciones m ilitares y caudillism os civiles; la acción de partidos populares
y h asta sectarismos m inoritarios. La m u ltiplicidad de experiencias q u e ha vivido
A m érica L atin a revela p o r sí m ism a qu e la vía del cam bio social 110 es u n ilin ea l,
ni puede estar concentrada en u n solo modelo, n i será ab ierta p or u na sola d ase
social.
T o d o ello configura u n m un do esencialm ente nuevo y exige tam bién u n
nuevo sistema de conceptualizaciones, nuevas estrategias políticas, nuevos progra­
mas de acción y un lenguaje renovado, sin los cuales las izquierdas latino am eri­
canas no po d rán ubicarse en u n a posición social y p olítica q u e les ab ra perspec­
tivas hacia el poder.
A diferencia de la época en que se recib ían experiencias ya vividas y se ap li­
caban m odelos elaborados en fo n n a de "paq uetes" ideológicos p a ra d ifu n d ir
en tre las masas, se tra ta ah ora de u n c o n ju n to d e cuestiones a discutir. Las iz­
quierdas de hoy n o debieran tener, ta n to com o en sus orígenes, u n sentido
m ístico d e su m isión com o portado ras d e u n a verdad a div ulgar en tre las masas,
sino la vo lu n tad de reflexionar y elaborar. A lgunas d e estas cuestiones son las
siguientes:

1] En la actu al situación de A m érica L atin a, y si la izquierda estuviese e n el


poder, ¿es realm ente posible ensayar revoluciones an tim perialistas de corte clá­
sico o se tra ta más bien de diseñar estrategias q u e incluyan el en frentam iento
con determ inadas áreas económicas y políticas y el en ten d im ien to con otras? Ello
va ligado a o tra cuestión no menos im p ortan te: en la com probable circunstancia
d e q u e no existen posibilidades inm ediatas de alteraciones sustanciales en la
hegem onía en g ran p a rte d e A m érica L atina, ¿es realm ente posible acabar brusca­
m ente con nuestra dependencia de los países im perialistas o debem os desde
ah o ra d iseñar estrategias p ara d ism in u ir esa dependencia, preservando al m áxim o
nuestras áreas de decisión au tó n o m a o ensanchándolas de acuerdo a u n a estra­
tegia más o m enos adecuada a factores y condicionam ientos coyunturales? H oy
NUEVOS PUNTOS DE PARTIDA PARA L A IZQUIERDA EN A M ER IC A L A TIN A 3 03

parcce cada vez más claro q u e si el colapso del im perialism o n o pasa d e ser una
hipótesis n o com probable a corto plazo, A m érica L a tin a se en cu entra frente a la
necesidad de d iseñar estrategias flexibles en sus ineludibles relaciones con el
im perialism o, a la vez q u e p la n te a r su sistem a de relaciones con las potencias
y países del cam po socialista.

2] Parece claro q u e construir las bases para u n crecim iento autó no m o equivale
a co n struir econom ías autocentradas, organizadas p ara el uso ó p tim o de nuestros
recursos natu rales y la satisfacción de las necesidades básicas de nuestros pueblos.
Ello equivale a cultivar la vo lu n tad y capacidad d e nuestras izquierdas p a ra
g o b ernar a u n cuando no están en el poder, su capacidad de generar u n nuevo
orden q u e se exprese en proyectos nacionales q u e integren las dim ensiones eco­
nóm ica, social y cu ltu ral. Pero esto supone plantearse un com plejo mecanism o
d e m edidas q u e abarcan m últip les campos, y diseñar las políticas correspondien­
tes, dirigidas a hacer realid ad los proyectos nacionales planteados p ara cada país.
E im plica tam bién estrategias d e enten d im ien to en cada cam po con los grupos
económ icos y sociales existentes, p ara lograr q u e cum p lan el papel q u e se les
p ro p o n e en el proyecto. Se tra ta a la vez q u e del p lanteam ien to de un o o algunos
"m odelos”, de la realización de estrategias q u e req u ieren u n a dirección política
n o dogm ática y p erm eable a los cam bios de la realidad.

3] Ello significa tam bién qu e las antiguas dem andas antim perialistas y po r la
reform a agraria, q u e constituyeron ideas-fuerza en los orígenes de la izquierda en
muchos de nuestros países, van perdiend o su sentido en cu a n to no expresan, por
sí mismas, u n a posición política dirigida a la liberación de nuestros pueblos. La
sim ple denun cia del im perialism o debe ser rem plazada p o r p lanteam ientos in te­
grales de reconstrucción de nuestras econom ías y rescate de nuestras culturas.
Ya no se tra ta ta n to de d efinirse antim perialistas sino de establecer cóm o somos
antim p erialistas y q u é tipo de antim perialism o portam os; es decir, aqu el q ue
pro po nien d o soluciones concretas a nuestros problem as trascienda los lím ites de
la d en uncia y la retórica e incluya p lan team ientos viables q u e sean capaces
d e desp ertar la adhesión de am plios sectores sociales p or su realism o más q ue
por su carácter utópico.
L o mism o sucede con la reform a agraria. Desde 1930 hasta hoy, algunos
países de A m érica L a tin a han d esarrollado experiencias de reform a agraria. Y
el resto del m un d o ru ral está siendo alterad o po r la penetración de las tra n sn a­
cionales y p o r procesos de acelerada m igración in tern a. El problem a del cam po
sigue siendo central en cuanto afecta a n uestra producción d e alim entos, pero lo
es m enos en cuanto tiene q u e ver directam ente con la vida de u n n úm ero cada
vez m enor d e personas. El problem a de la vida en la ciudad ha sustituido, en
urgencia, al de la población cam pesina, au n cuando am bos están ligados p or u n a
problem ática com ún. C ada vez resulta m ás claro que en nuestros países la reform a
agraria debe constitu ir u n proceso de transform ación socioeconómica integral y,
po r tanto , m ucho más am p lio q u e la sim ple redistribución de la tierra y la elim i­
n ación del la tifu n d io q u e p la n tearo n los m arxistas latinoam ericanos de los años
tre in ta y q u e realizaron algunos países del contin en te com o Perú y Bolivia. Y es
q u e p ara q u e tenga éxito, la redistribución de la tierra debe ser acom pañada

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304 lltC T O R B f J A R

de u n a reubicación de la econom ía ru ral d en tro del c o n ju n to de nuestras econo­


m ías nacionales.

4] Existe, además, u n co n ju n to de problem as q u e exigen respuestas y con stitu­


yen tareas urgentes p ara nuestros países. Ellos son: la producción masiva de
alim entos con recursos propios; la salu d general de nuestras poblaciones; la bús­
queda y consecución de fuentes propias d e energía; la movilización económ ica
y p o lític a de las masas des o subem pleadas; la búsqueda de criterios adecuados
p ara la transferencia de tecnologías o el desarrollo de tecnologías propias; el
cam bio de nuestros patrones de consum o y la reorganización de nuestros aparatos
productivos. A lgunos problem as q u e subyacen a las tareas p lanteadas h an exis­
tido antes; otros constituyen p a rte reciente de nuestra época.
Sin em bargo, una vez más la diversificación de la izquierda m arxista latino ­
am ericana en sus variantes prosoviética, m aoísta, trotsquista, etc., no es la
co n trap artid a de la m ultip licidad del fenóm eno latino am erican o sino d e los cen­
tros de poder del m un d o socialista. P o r ello, su dispersión física y sus rivalidades
en cubren u n co n ju n to d e conceptualizaciones y planteam ientos, q u e es el mismo
de los años veinte y que, en gran parte, sobrevive hasta hoy como el elem ento
com ún a todas estas tendencias: la concepción del im perialism o com o fase final
del capitalism o; la esperanza en el crecim iento cu a n titativ o y cualitativo del p ro ­
letariad o com o condición d eterm in an te del cam bio revolucionario; el señalam ien­
to del p roblem a indígena com o esencial en los países andinos; la idealización del
m odelo de organización bolchevique com o aquel q u e garantiza la tom a del po­
der; la sujeción de los partidos nacionales al liderazgo de u n país y u n p artid o
guías.

II. F.L C A M IN O DE LA IZQUIERDA HACIA EL PODER

Lo an terio r se refiere ta n to al m un d o en q u e hoy vive la izquierda latino am eri­


cana, com o a la conciencia q u e de él tiene o debería tener. A hora bien, ¿qué
relación tiene todo ello con el cam ino de la izquierda hacia el poder y su capaci­
d ad para tran sío rm r el p o d er ganado e n u n orden nuevo q u e sea ad m itid o por
la sociedad? El p u n to de p artid a de la izquierda fue su convocatoria al p ro le ta­
riad o y en segundo lugar al cam pesinado y las clases medias. H oy tam b ién los
sectores y grujios sociales con capacidad p ara p articip ar parecen m ultiplicarse y
precisarse a la vez. E n p rim er lugar, es evidente q ue el papel del pro letariad o
varía según el grado de industrialización de nuestros países. Y lo mism o acontece
con el cam pesinado, cuyo papel cam bia según la sin gu larid ad de cada país. Sin
em bargo, es evid en te q u e en buen nú m ero de países el crecim iento c u a n titativ o
y cu alitativ o del proletariado, su núm ero efectivo, su relación con los m ecanis­
mos clave de la econom ía, su nivel d e organización, d e reclam o, y su conciencia
de los problem as nacionales, no corren paralelos con las urgencias an teriorm ente
descritas. M ás aún , parece ser q u e la com plejidad de los problem as técnicos
q u e lleva aparejado el análisis y encaram iento de nuestras cada vez más com­

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N U K V C t PUNTOS DF PAR I IDA P A X \ L A IZQUIERDA t N A M ÉR ICA 1.ATINA 305

pilcadas realidades está cada vez más lejos d e las posibilidades del pro letariad o
y las clases pobres de nuestros países de llegar realm ente a ser sujetos históricos
y hegem onizar nuestros procesos políticos.
E llo tam bién obliga a rep lan tea r y com plejizar los análisis tradicionales sobre
las clases y grupos q u e están en condiciones d e p articip ar decisivam ente en los
cam bios sociales q u e se prop on en p ara A m érica L a tin a y q u e p u ed en ser capaces
de co n stru ir u n a relación hegem ónica con el resto d e la sociedad. A quí tam bién
cabe preg u ntarse q u é otros g rupos sociales son capaces de con stru ir esta relación
hegem ónica. A p esar de la d erro ta de los procesos chileno, boliviano y peruano,
la década d e los setenta ha a p o rtad o nuevos elem entos de cam bio al presentar
en varios países casos de variación sustantiva del papel trad icion al de in stitucio­
nes com o la iglesia y las fuerzas arm adas. E llo obliga a considerar con más aten ­
ción y menos prejuicios lo q u e acontece d en tro d e cada u n a de estas instituciones.
P or o tra p arte, el crecim iento y com plejización del estado —en ten d id o en su
sentido estricto de a p a ra to bu rocrático— ha acrecentado la influencia d e las capas
tecnoburocráticas, cuyo papel aparece m enos su b ord in ad o a su p ro p io ap arato
en la m edida en q u e los conocim ientos y las técnicas q u e p o rta n son cada vez
más escasos, y, p o r ta n to , más valiosos. T o d o ello corre p aralelo al desarrollo
de los sectores intelectuales, a la m asificación d e las universidades y al perfeccio­
n am ien to d e las técnicas de investigación q u e nos pro po rcio nan cada vez más
"m a teria p rim a” p ara nu estra in terp retació n de la realidad.
Lo a n te rio r es o b jetivam en te cierto y fácilm ente dem ostrable. Sin em bargo,
ocurre q u e acrecienta la preem inencia de las clases m edias ilustradas sobre el
resto d e los sectores no oligárquicos de la sociedad. T a n to en el caso de la iglesia
progresista com o en el de las fuerzas arm adas y en el de la tecnoburocracia y la
intelectu alidad, se tra ta de grupos sociales q u e si bien ya h an logrado u n a ubica­
ción expectante d e n tro del sistem a actu al, p ued en p erd erla con u n a transfo r­
m ación p rofun da, con el "desorden" q u e acom paña a to d a revolución violenta
o con la redistribu ción del ingreso q u e d ebe acom p añar a toda revolución que
merezca tal nom bre. P o r ello, el sujeto de u n a nuev a hegem onía se esfum a si se
pasa del discurso a la realidad, y es necesario plantearse de q u é m an era las
clases dom inadas p ueden com unicarse con los intelectuales orgánicos p ara la
form ación de un nuevo sistema de ideas de cam bio. H ay todavía u n facto r a d i­
cional q u e consiste en q u e la transferencia de conocim ientos nuevos, q u e es
tam b ién de posibilidades nuevas de cam bio, n o se está realizando con la sufi­
ciente rapidez de la "clase in telectu al” a la "clase política”, de la m ism a m anera
en q u e resulta cada vez más difícil u n a com unicación flu id a en tre las clases sub­
altern as y los intelectuales orgánicos. A dem ás, cada vez aparece con m ayor clari­
d ad el nuevo papel "in term ed iario ” q u e cabe a los partid os en tre las necesidades
de los sectores populares y las posibilidades p lan tead as po r los sectores intelec­
tuales. Pero ello, y otra s razones q u e expondrem os m ás ad elante, lleva tam bién
a re p la n te a r el papel d e los partidos políticos revolucionarios en n uestro co nti­
nen te. C abe p regun tarse si, en el pasado, los líderes políticos revolucionarios no
estuvieron más cerca q u e hoy de los sectores intelectuales. Ello fu e así p o rq u e el
nacim iento de nuestras izquierdas tuvo q u e ver tam bién con el surg im ien to de
nuestras clases m edias y la incapacidad de los estados oligárquicos p ara asim i­
larlas. H oy la situación es diferente. M ientras más crecen los estados y más
306 IU.CTOR B ÍJA R

asim ilan a ciertos sectores intelectuales, más se a p a rta n éstos de la acción directa
de carácter político; la calidad de las dirigencias de ciertas izquierdas y su capaci­
d a d d e p ensar descienden y q u ed a n circunscritas a la repetición de las denuncias
o a la dem agogia. T a m b ié n la p olítica sufre las consecuencias de la masificación.
P o r o tro lado, parece im posible q u e, dadas las actuales condiciones de Amé­
ric a L atin a, el p o d er político, en ten d id o com o el gob iern o del a p a ra to buro crá­
tico estatal y la dirección d e la sociedad civil en térm inos gram scianos, p ueden ser
asum idos po r u n solo p artid o, por más respaldo de masas q u e éste pu ed a tener.
P ara d u d a r de ello hay razones p u ram en te físicas, de ocupación del te rrito rio , y
razones cualitativas, de au to rid ad y capacidad d irigente. N atu ralm en te, siem pre
es posible especular sobre el trad icion al esquem a estratégico de la g ran revolución
social, conducida p o r un heroico p a rtid o d epositario d e los intereses históricos
del proletariado. Eso no se h a p rod ucido en A m érica L atina, en el caso de que
así fuera, si nos atenem os a las lecciones de otros pueblos, d a ría com o resultado
u n a conm oción social, pero no necesariam ente el tip o de sociedad q u e preconi­
zamos. El en to rn o no es favorable, y nuestras sociedades son cada vez más com ­
plejas, nuestros problem as cada d ía mayores, para q u e u n a sola institución, por
bien o rganizada q u e estuviere, p u d ie ra asum ir, ind iv id ual y excluyentem ente, la
dirección de toda la sociedad p a ra la transform ación de su sistema y p ara crear
u n sistem a d e valores nuevos que rearticulen el cam po de la ideología tradicional
oligárquica. Y ello es doblem ente válido si nos referim os n o ya a dicha in stitu ­
ción p olítica en el poder, sino a o tro problem a igualm ente decisivo: el cam ino
que ella debe seguir hacia el poder, la pro pu esta de u n a altern ativ a de acción y
hegem onía q u e no pu ed e p lan tearse sin reconciliar el m ovim iento social y el
m ovim iento político m ed ian te el apoyo de éste a aquél.
Parece, pues, in elu d ib le plantearse u n a política d e alian za y concertación de
varias fuerzas sociales e instituciones políticas q ue tom e en cuenta la m u ltip lica­
ción de las organizaciones sociales d e base. Hemos m encionado ya algunos de los
nuevos factores de los últim os tiem pos q u e pu eden aco m pañ ar a las clases p op u ­
lares en la tarea d e transform ar el sistem a. P ero ¿cómo hacer q u e las clases
po pulares sean protagonistas y no o b je to de los cam bios sociales, actores y no
te rrito rio a hegem onizar o cam po de experim entación? Sin duda, los partidos
y organizaciones de izquierda deben rep lan tea r tam bién la práctica tradicional
que convertía a la organización p o p u la r en correa de transm isión de las -decisio­
nes de las vanguardias políticas. U n a vocación y u n a práctica de servicio q ue
respete la perso nalidad d e las organizaciones, su proceso d e ap rendizaje y su
derecho a ensayar, ex perim entar y equivocarse, es consustancial a u n a nueva
m etodología de tra b ajo cuyo objetivo cen tral debe ser lograr q u e los trabajadores
a p ren d a n a llevar a cabo con éx ito las tareas del gobierno y esto replantea las
relaciones en tre las organizaciones grem iales y los grupos intelectuales, pero tam ­
bién p lan tea la reconversión y transform ación de las organizaciones sociales. En
este sentido, la dem ocratización de las empresas, la evolución socialista de las
com unidades cam pesinas, el perfeccionam iento del cooperativism o, el m anejo
dem ocrático de las com unas locales y las circunscripciones territoriales, en una
p alab ra el p lanteam ien to autogestionario, constituyen u n a nueva m an era de
articu lar la lucha pop ular, q u e excede la reclam ación econom icista, y cuyo desa­
rro llo p o d ría conducir a u n nuevo tip o de socialismo en q u e el ejercid o d e las
NUEVOS PUNTOS DE PARTIDA PARA L A OQUIERDA F N A M ÍR IC A L A TIN A 307

más am plias responsabilidades p o r p a rte del p ueblo organizado constituya u n a


necesidad tan básica com o las de alim entación, vivienda, salud y vestido.
Es esta relación de respeto m u tu o y cooperación en tre organización política
y organización p o p u la r la q u e debe con stituir el p rin icip io d e la política de
alianzas. Ella tiene p o r objetivo c o n trib u ir a la educación de quienes deben
g o bern ar las sociedades p or las cuales lucham os p ara llen ar el lug ar q u e le corres­
po nd e al p ueblo organizado com o sujeto histórico de la revolución social, lugar
q u e a ú n perm anece vacío en América L atina u ocupado, más o m enos p recaria­
m ente, j>or los p artidos o “ vanguardias" de la clase m edia. P or lo tan to , la ¡dea
d e fren te político de partidos que, se supone, im plica frentes de clases, merece
tam bién ser reexam inada, puesto q u e los actores se h a n diversificado y sus rela­
ciones deben v ariar. P arece ser q u e la concertación n o institucionalizada, o su­
cesivas concertaciones, p ara cada paso a d a r o etap a a cu b rir resultaría más
adecuada q u e los tradicionales frentes políticos, escenario de luchas in tern as por
el con tro l, antes qu e de tareas constructivas conjuntas.
Estas alianzas o concertaciones, transito rias en unos casos y estables en otros,
tienen sentido en la m edida e n q u e corresponden a los proyectos económicos
y sociales planteados, los que, a su vez, d eb erían ser form ulados dem ocrática­
m ente, con la participación de los más diversos sectores sociales incluyendo
n atu ralm en te a las oiganizaciones populares. P or ello, en A m érica L atin a, el
secreto del acceso al jxxler, más que en el crecim iento de las organizaciones re ­
volucionarias consideradas in dividu al y exclusivam ente, reside en su capacidad
d e concertar alianzas y en su h ab ilid ad p ara avanzar a través de ellas, sobre
todo en aquellos casos en q u e los sectores favorables a los cambios sociales cons­
titu yen m ayorías dispersas y desarticuladas.
Desde n u estro p u n to de vista, la nueva izquierda q u e em pieza a surgir en el
co n tin en te debería p o rta r u n a nueva im agen del m undo, u n nuevo m odelo de
orden, nuevos proyectos nacionales, estrategias, políticas de alianzas, m etodolo­
gías de tra b ajo y criterios d e organización. C ada vez hay menos p u n to s de con­
tacto en tre ella y la izquierda tnarxista-leninista d e los años tre in ta , surgida de
o tro tiem po y otras condiciones históricas, salvo la vo lu n tad de cam biar totalm en ­
te la sociedad. Em pieza pues a existir u n a nueva im agen del socialismo y nuevas
form as de tra b a ja r por él. H ace más d e cu arenta años, el revolucionario peruan o
José Carlos M ariátegui, decía q u e la p alab ra socialismo supone, abarca, antecede
a todos los adjetivos y que, p o r tanto, p o rta u n a definición q u e no necesita más
precisiones n i calificativos. H oy no podem os decir lo mism o. El socialismo ha
significado v o lu n tad d e transform ación del m undo, heroísm o y entrega, pero en
su no m bre tam bién ha existido —existe— to d a suerte de distorsiones, confusiones
y alteraciones. D esbrozar todo ello, precisar las nuevas tareas, d a r form a a un
diseño socialista contem poraneizado y verdaderam ente revolucionario y po p u lar,
ésa es la tarea central de n uestra época.

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ALTERNATIVA HEGEMÓNICA EN VENEZUELA

TEODORO PE TK O FF

Vamos a h ab lar a p a rtir de la experiencia q u e acum ulam os en una circunstancia


determ in ad a, la venezolana. N o se tra ta sólo de p rud en cia sino de q u e adm itim os
la p ecu liaridad, la diversidad y la o riginalid ad d e los procesos q u e a las fuerzas
q u e prop u g n an u n a hegem onía sustitutiva a la d om inación ca p italista les toca
en fren tar y tra d u cir en proposiciones destinadas a la acción de las mayorías.
L a revolución no es diagnóstico intelectual. Es m ovim iento de la sociedad m e­
d ia n te el cual la sociedad se niega a sí mism a. En la com prensión de este proceso
social nos situam os e n el p u n to de vista de quienes se sienten factores políticos
del cam bio posible, pero no com o separación de las diversas instancias q ue tip i­
fican la lucha p o r la hegem onía sino conscientes d e q u e en el terreno social, y
valga en esta ocasión la referencia a O rtega y Gasset, lo político es el factor de­
term in an te. H ablem os desde la perspectiva q u e nos hace ver la m odificación del
ser social com o u n hecho em inentem ente político. Y n o sólo la m odificación sino
la perp etuación del ser social existente gracias a la m ism a razón.
Los p lanteam ientos q u e nos an im an n o p reten den ser los de la ciencia so­
cial en fr/o sino, p o r lo q u e hem os dicho, los q u e h an colocado la realidad social
com o o b ra de las fuerzas q u e la conservan o la m odifican. Q uerem os p o n er de
relieve el papel de la conciencia, de la v o lu ntad, com o corresponde a la idea,
q u e com partim os, y q u e nos hace ver en los hom bres los actores y los autores del
dram a histórico.
E n tran d o en m ateria, presentarem os algunas reflexiones sobre el tema d e la
lucha p o r u n a nueva hegem onía en la sociedad venezolana, e n fren tan d o la exis­
tente, conform ada d en tro de u n and am iaje del cual el reform ism o constituye u n
com ponente fundam ental.

1. E ntendem os el reform ism o venezolano com o u n com plejo régim en político,


económ ico y social en el cual la hegem onía del sector d o m in an te sobre el con­
ju n to de la sociedad es lograda m edian te la presentación sostenida de planes de
refo rm a en aquellos órdenes —económ ico, po lítico y social— y del desarrollo de
éstos, ciertam ente parcial y lim itado, p ero n o p o r ello carentes de efecto sobre la
población. De u n m odo general pued e decirse q u e e n cu a n to práctica, las m edi­
das reform istas son d e corto alcance y q u e el sistem a reform ista de dom inación
se am para en los fabulosos recursos fiscales del estado venezolano, q u e le perm i­
ten aten d er a u n arco social variado, p ero tam b ién com o p ráctica hay q u e ubicar
la acción política de los p artid o s reform istas, disem inada a través del con jun to
de organizaciones populares y grem iales, am én d e las prop iam en te partidistas,
y en la cual puede distinguirse el hecho de q u e o p eran d o fragm en tariam ente en
el te rren o de la reivindicación p o p u la r —obrero, campesino, en los barrios, etc.—,
[308]

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ALTERNATIVA HEGEM ÓNICA EN V ENEZUELA 309

el reform isnio no aparece com o negador d e las reivindicaciones sino aco m pañ án­
dolas y con frecuencia favoreciéndolas en cu a n to p lanteam ien to s, sin q u e el es­
tado, p o r ello, se vea com prom etido ante los ojos de los respectivos sectores
p opulares, y m ucho menos, se sienta él mism o com prom etido.

2. Las m edidas reform istas q u e se han ap licado h an significado, en su conjunto,


m ejores condiciones de vida p ara relativam en te vastos contingentes de población,
o en tod o caso, alteraciones significativas, no sólo desprendidas de u n crecim iento
económ ico m eram ente vegetativo sino tam bién p o r la necesidad del reform ism o
d e aten d er a su clientela en las diversas esferas sociales. Lógicam ente, d en tro del
esquem a de desarrollo venezolano, la elevación de los estándares de vida se
acom paña no sólo p o r la persistencia de los viejos m ales sino po r la ap arició n
de algunos nuevos, más correspondientes a lo q u e se ha llam ado en tre nosotros
el “efecto V enezuela”. P o r o tra parte, las m edidas reform istas h an p erm itido
m ejores condiciones p ara la reproducción am p liad a del capital; la elevación téc­
nica y cu ltu ral de la m ano de obra, la m odernización del sistem a de com unica­
ciones, la am pliación del m ercado intern o, la form ación d e "gerentes de estado”.
En tod o caso, n o debe perderse de vista que, com o ya señalam os, la enorm e
ca n tid ad de recursos fiscales del estado venezolano, le p erm iten, au n fuera del
contexto de acciones q u e vulneren la com odidad de los explotadores, satisfacer
cierta parte de las expectativas populares y. lo q u e es m ucho más im p ortante,
ren ov ar constantem ente la lealtad electoral y p olítica de los sectores bajo su in ­
fluencia. E n síntesis, estamos en presencia de u n vasto com plejo económ ico-polí­
tico en el cual se retro alim en tan los com ponentes q u e aseguran la solidez de la
influencia política con la capacidad de plasm ar en realizaciones im po rtan tes un
m ensaje q u e de no ser p o r esto q u edaría en p u ra y sim ple dem agogia.

3. En nuestros análisis hem os p rocurad o evitar la consideración de los procesos


qu e form an n uestra historia reciente, es decir, la etap a histórica q u e se ab re en
1945, y en especial los veinte años posteriores al 23 de en ero d e 1958, fecha de
la caída de la d ic tad u ra de Pérez Jim énez, com o meras reproducciones mecánicas
de la vida económ ica. En este sentido, n uestro análisis del reform ism o político,
ya sea en su versión socialdem ócrata o en la socialcristiana, está m arcada p o r el
in ten to de tom ar en cuen ta las especificidades d e la estructuración, acción, pro ­
gram a y com unicación con la gente, de los grupos políticos q u e se h an altern ad o
en el poder, reconociéndoles el peso q u e ellos h an tenido en la conform ación
real del escenario político actual y, por consiguiente, en el m odo com o transcurre
la d isp u ta po r el poder. En este o rd en d e ideas, deviene u n a cuestión central, el
análisis de los procesos de conquista de la v o lu n tad p o p u la r y de la co ntin ua le­
gitim ación del poder. Y debemos decir q u e lo señalado no se cum ple d e m anera
lineal, absolutam ente cóm oda, sino q u e adem ás de presen tar realidades conflic­
tivas en el seno de la acción reform ista ofrece, p o r ello mism o, posibilidades
de com unicación p o r parte de los agentes revolucionarios con las com ponentes
po pu lares q u e su sten tan la acción reform ista. Los conflictos aludidos provienen
de q u e los distintos intereses y aspiraciones presentes en el abanico d e fuerzas
sociales q u e po sibilitan el poder con frecuencia n o p ueden ser fácilm ente recon­
ciliados. T a l conflicto de tip o social se hace sen tir necesariam ente en la esfera
310 TJODOUO PKTKOÍ'T

—m ucho más articulada y com pleja— de conflictos políticos expresados a tra­


vés de intereses grupales, generacionales, regionales, q u e prod ucen realidades
partid istas contradictorias, q u e tom an la form a de corrientes, algunas de ellas
p len am ente expresadas, cuyas vicisitudes g u ard an enorm e im portancia para ali­
m e n ta r en el p ueblo la inconform idad y p ara ofrecer, p or lo tanto, bases p ara el
avance de los intereses revolucionarios.

4. Com o p arte del proceso q u e ha llevado a la afirm ación de un a tendencia en


el sentido de consolidar el régim en dcm ocrático-representativo y a la hegem onía
de los dos grandes p artidos reform istas, hay q u e in c lu ir el desplazam iento p ro­
gresivo d e las capas más atrasadas d e n tro del bloq ue de p o d er y su sustitución
p o r sectores más sintonizados con el m od erno crecim iento capitalista, y cuyo
p ro p io desarrollo en ta n to que factores económicos y sociales los lleva a pro curar
u n a acción más autónom a y a reclam ar u n papel q u e m odifica la vieja relación
de sub ordin ción extrem a frente al p o d er im perial. Esto es a su vez pro du cto de
u n a contradicción estru ctural de la dependencia. T ie n e efectos políticos sobre
V enezuela en la gestión del poder y tien e efectos políticos en la form ulación y en
la práctica de una p olítica in ternacio nal de características más m odernas y con
necesarios rasgos de soberanía. Sem ejante situación se inscribe en el proceso q ue
h a llevado al estado venezolano a a d q u irir u n a enorm e fortaleza com o gestor
político, com o gestor económ ico, com o ord en ado r, y q u e p o r estar en in tim a re­
lación con estos dos grandes p artidos, le hacen desarro llar u n a acción más allá
de las timideces, los prejuicios, de las capas burguesas; en p articu lar, hecho espe­
cialm ente notorio, en el p lano intern acio nal. C om o es bien sabido, los gobiernos
son los factores dinám icos del estado, y al constituirse tales gobiernos con los
p artidos reform istas, hacen q u e el estado, con no poca frecuencia asum a jxjsícío -
nes de m ayor avance, incluso e n el sentid o de responder a exigencias q u e en algu ­
nos casos e n tran en contradicción con posturas de la burguesía, lo cual no ha
obstado p ara que, luego, ésta se acom ode a la civilización capitalista, lo fijado
p o r aquél.

5. Desde luego, los fenóm enos aludidos son inseparables de la m odernización


relativa del a p a ra to del estado, m odernización, sin em bargo, plagada de taras q ue
no sólo reflejan atrasos y trabas en el proceso po lítico general sino tam bién una
deform ación producid a p o r el crecim iento desbordado de la burocracia estatal
y p o r los vínculos establecidos en tre el sector estatal y el sector capitalista p ri­
vado. D icha vinculación h a sido favorecida po r el sector capitalista q u e h a com ­
p ren d id o la necesidad de elim in ar o lim itar algunos de los rasgos más atrasados
del capitalism o venezolano y q u e sabe q u e en la alianza con el reform ism o no
está en juego su red de privilegios y, que, más bien, p o r el contrario, com prende
q u e el m an ten im ien to de éste aconseja el reconocim iento g atto p ard ian o del papel
del reform ism o y ju n to con él el reconocim iento del peso del estado, desechando
las viejas concepciones liberales, a u n sin confesarlo y a u n m anteniéndolas fo r­
m alm en te com o recurso d e presión. A hora bien, conviene señalar q u e se han
com binado de m odo p ecu liar el parasitism o de los grupos económicos q ue en­
gordan a la som bra del estado y la in fluencia de estos grupos sobre los sectores
dirigentes de los partidos q u e h an ejercido el gobierno.
A LTER NATIVA HFCF.MÓNICA E N VENEZUELA 311

6. El estado venezolano en el cual se cruzan las influencias políticas y económ i­


cas ya aludidas y q u e es o rie n tad o p o r la alianza burguesa-reform ista, es terreno
político ta m b ié n contradictorio, cam po para la m anifestación, desigual, po r su­
puesto, d e la inconform idad frente a la hegem onía establecida. N o consideram os
al estado solam ente com o in stru m ento de pod er de las clases do m in antes n i ape­
nas com o m á quin a de represión, o h erram ienta q u e puede ser m anejada con la
m ás absoluta com odidad p o r p arte del gran capital. El estado p articip a del polo
dom inante de la sociedad pero lo hace tam bién con sus propios intereses, y la
defensa de aquellos q u e do m in an y del carácter capitalista de la sociedad en su
co n ju n to se abre paso a través de un com plejo d e ejecutorias q u e tam b ién debe
to m ar en cu en ta expectativas y reivindicaciones de las masas populares e intereses
específicos de los partidos q u e g obiernan. En la co nfrontación q u e asumimos
frente al reform ism o com o sistem a político de dom inación cobra relieve singular
la captación y aprovecham iento del fenóm eno q u e ya los clásicos d efin iero n como
el conflicto del estado consigo mismo. Q u e no es o tro sino el nacido de defender
intereses particulares y estar obligado a presentarse com o p o rta d o r del interés
social. Este conflicto no puede o p erar sólo p or v irtu d de la estru ctura m ism a del
estado sino sobre todo p o r la acción de la fuerzas q u e en la relación del esta­
do con la sociedad p u ed an poner en m ovim iento las aspiraciones y los intereses
de la m ayoría, q u e son precisam ente los q u e a ten tan contra la ilusión del estado
com o sobrepuesto e in dependiente d e la lucha de clases. D icha acción puede
expresarse en la conquista, consagrada en form a perm an en te a través d e leyes,
de objetivos de carácter progresista, conquistas q u e a su vez se basen en la
fuerza q u e eventu alm ente ad q uiera el m ovim iento de masas en sus diversas ex­
presiones y tam bién puede expresarse a través de la in fluencia q u e en in stitu cio ­
nes del estado p u ed a n d esarro llar los factores alternativos.

7. H ablarem os aq u í de la conexión en tre el estado, los p artidos reform istas, los


m edios de com unicación, el sistema educativo, la iglesia integralista, etc., a fin
de d ifu n d ir y reforzar constantem ente u n universo ideológico dom in ante. En la
apreciación del fenóm eno de la dom inación ideológica, cada vez más articu lad a
y refinada, hasta alcanzar niveles antes n unca vistos en la historia venezolana,
hem os procurado orien tarn o s de m anera tal q u e podam os p ercib ir los niveles
crecientes de efectividad d e esa d om inación, pero sin caer en la tesis típica de
un a cierta izquierda q u e no percibe los aspectos contradictorios del fenóm eno,
tan profun d am ente vinculados con los lím ites objetivos del reform ism o. Podemos
decir q u e éstos los m arca en Venezuela, de u n lado, la resistencia de los sectores
económ icam ente dom inantes y del otro, en lo ideológico, la resistencia y la fuerza
q u e vayan a d q u irien d o los agentes revolucionarios. A ho ra bien, el cob rar m ayor
fuerza depende en gran m edida de q u e las fuerzas del cam bio no solam ente pisen
en el terreno contradictorio q u e nace de la distancia en tre las palabras y los
hechos sino que tam bién sepan abrirse a la expectativa creada en los sectores
b ajo in fluencia reform ista y q u e nace de dos vertientes; una, la de com partir, al
menos teóricam ente, la aspiración a m ejores condiciones de vida, com o reiv in d i­
cación de tip o inm ediato, y la otra, la d e en trar, tangencial m ente, en la reiv in­
dicación del cam bio social. La m an era de establecer com unicación con esa expec­
tativa dep en de del m odo com o la fuerza del cam bio pu ed a m a n ejar la reper-
312 TI.ODOHO PETKO FF

cusió» de ese aspecto d u al sobre distintas porciones de las masas populares. E n


u n a palabra, es m uy difícil, pero al m ism o tiem p o m uy fértil, el arte de hacerse
escuchar desde la expectativa de quienes n o están sujetos a n uestra influencia
pero p ueden luego aceptarla. L a progresiva expansión, en el terren o político, de
u n a altern ativ a de cam bio es, en térm inos "m atem áticos”, la de alim e n tar esa
altern ativ a en base a los sectores q u e se desgajan del reform ism o. Pero n o por
desgajarse se in corporan autom áticam en te y con p le n itu d al cam po de los valores
revolucionarios, en toda su acepción (suponer eso seria idealism o). Lo cual o b li­
ga a u n a acción lo suficientem ente m atizada y flexible com o p ara p o d er u n ir
aq u ello q u e es d eterm inación ya cristalizada al cam bio, con el co n tin u o proceso
de gestación d e esa determ inación.

8. Al lado de la com prensión sobre el m odo de o p erar del reform ism o hay que
ub icar la necesidad de e stru c tu rar respuestas reales y efectivas ta n to a lo hecho
desde el pod er com o a lo realizado en la p ráctica p artid ista. Este aspecto nos re­
m ite a la vieja cuestión de relacion ar las luchas p or las reform as con la vasta
co rriente de la lucha p or la revolución. A tal efecto reconocemos el carácter
d inám ico de las reform as propuestas desde el poder, po rqu e es de elem ental sen­
tid o com ún defender toda m ejoría, p o r parcial q ue sea, de las condiciones de
vida del pueblo, y po rq u e estamos interesados en el q u ie b re de los aspectos más
atrasados de la sociedad capitalista. Ello p uede crear condiciones más positivas
p ara el ad e lan to de fu turos com bates sociales. P o r lo dem ás, las reform as p ro ­
puestas p or las diversas fuerzas reform istas —en el poder o com pitiendo p or
llegar a él— com o soluciones inaplazables a u n a situación cargada de problem as,
suelen c o n stitu ir un cierto reconocim iento del fracaso del m odelo seguido hasta
ah o ra —q u e de acuerdo a la ortod ox ia reform ista sería reform ism o de corto
v uelo—, y de la erosión del espejism o d e u n fácil desarrollo capitalista, finan­
ciado po r el petró leo y garantizado p o r la dem ocracia.
T a m b ié n nos parece conveniente, adem ás de reconocer el carácter dinám ico de
las reform as, estim u lar las luchas po pu lares p or ellas, ta n to las q u e nacen desde
el p o d er com o las q u e nacen de la situación y acción de los distintos sectores
sociales. Se tra ta de u n ir el m ovim iento socialista con los procesos reales de
luchas populares y sobre esta base im pulsar la organización del p ueb lo en to m o
a su p ro p ia actividad.
Al proceder com o lo hem os descrito, es decir u n ie n d o y h aciendo visibles
los vínculos en tre la lucha por las reform as y la lu ch a p o r la revolución, se
co ntrib uye decisivam ente a q u e la presentación de la altern ativ a socialista, lejos
de resu ltar d o ctrin aria, se haga dinám ica y enlazada a las m otivaciones q u e p er­
m iten elevar la tom a de conciencia p olítica p o p u lar. D e este m odo la altern ativ a
socialista se n u tre de la proposición de cam bio radical, con soluciones a largo
plazo, y de las form ulaciones capaces d e ac tu ar sobre lo inm ed iato y p o r ello
lev an tar soluciones a corto y a m ed ian o plazo. P o r supuesto estas ú ltim as tienen
la n aturaleza, sobre to do teóricam ente, de ser viables au n d en tro del m arco d e la
sociedad cap italista, pero con frecuencia y políticam ente h abland o, p ued en a d ­
q u irir la calidad de confrontación con los intereses dom inantes, y con ello pu e­
d en enfren tarse a los lím ites c inconsecuencias d el reform ism o —no olvidemos
q u e en la com odidad d e la teoría el reform ism o es u n a proposición económ ica
ALTER NATIVA IILCL'MÓNICA FN V ENEZUELA

más o menos audaz, pero en el terreno po lítico es u n a ac titu d do nd e la audacia


de la proposición económ ica queda m ediatizada p or la presión de los intereses de
la conservación del estatus.

9. Es fácil com prender, por todo lo q u e anterio rm en te hem os dicho, q u e el do ­


m in io político y cultu ral del reform ism o no pued e reducirse al sim ple ejercicio
d e la dem agogia, a u n q u e reconozcamos la im portancia q u e este aspecto ocupa en
el c o n ju n to d e ejecutorias y realidades q u e legitim an la política p opulista y clicn-
te lar ejercida desde el poder, y fu n d am en tan igualm ente la conducta práctica de
los distintos partid os reform istas. Es im p o rtan te subrayar q u e a u n sin llevar a
bu en térm in o las reform as prom etidas, el reform ism o venezolano, escudado tras
la ab u n d a n cia fiscal, es capaz de reno var sus ofertas y, sobre todo, capaz de dar
respuesta, a u n q u e sea fragm entariam ente, a problem as en las condiciones de vida,
logrando q u e se aten ú e el com prom iso ad qu irido . El reform ism o venezolano es
p articu larm en te dinám ico en los mecanism os q u e le p erm ite n repro du cir y m an­
te n er su in fluencia sobre la m entalid ad po pu lar. El com prom iso q u e podría
supo n er la oferta hecha o el plan prom etido, po r lo general, es relativizado,
perd iendo o dism inuyendo la supuesta condición obligante. Este m ecanism o
explica, en buena parte, la bipolarización venezolana en tre las dos grandes co­
rrien tes reform istas y la oscilación del favor p o p u la r de u n a a o tra cada vez que
se constata el fracaso de u na gestión gu bern am en tal. En consecuencia, la com­
petencia política revolucionaria con el reform ism o tien e necesariam ente que
ale ja r toda visión sim plista y fácil de la relación en tre el p o d er y las masas, si
qu ie re ser operativa y convertirse en u n a altern ativ a real.

10. Creemos q u e de lo planteado se desprenden consideraciones en to rn o a la


form a práctica de co nstruir u n a nueva hegem onía. Siem pre hemos estado situados
en el terreno q u e nos aconseja la situación venezolana, p ero esta particularid ad
no está reñ id a con la validez de la proposición según la cual la hegem onía es
prim ero u n a situación de privilegio en la o rientación política, c u ltu ral e incluso
m oral de la sociedad antes de ser cristalizada en el poder revolucionario —que
no es lo m ism o q u e poder político, p o r cierto. A firm ación q u e d ebe hacerse
to m and o en cu en ta q u e si a la revolución se llega po r la mayoría, a la m ayoría
se llega p o r la táctica revolucionaria, la cual supone, p o r definición, la ausencia
d e resignación pasiva ante la realid ad existente. En este sentido, cobra dem asiado
valor la im portancia de la coyuntura, de la sucesión de choques q u e al ser eficaz­
m ente interpretad os y respondidos en cuanto a sus exigencias p or los factores
revolucionarios, perm iten el d eb ilitam ien to progresivo de la vieja hegemonía.
Pero un a cuestión es la costum bre de h ab lar de la táctica cuando se tienen por
d elan te situaciones insurreccionales y o tra la de h a b la r de ella, ju sto para q ue
sea revolucionaria, en las condiciones n ad a espectaculares de la evolución dem o­
crática norm al, q u e si bien es tam bién escenario de choques, al mismo tiem po es
tam bién norm alidad institucional. En estas condiciones la progresiva expansión
del m ovim iento revolucionario no pu ede cum plirse com o si estuviéram os p ro ­
visionalm ente en el terren o q u e pisamos, en espera del “ verdadero" terreno
revolucionario, q u e sería el de los desgarram ientos sociales, q u e an u lan la misión
unificadora del estado. De com portarnos según esta falsa conciencia de la reali­
314 TfOOORO PFTKOKF

d ad la acción revolucionaria se esteriliza, ya q u e el p roblem a real consiste en


considerar q u e el m ism o proceso revolucionario es el que un e la sociedad q u e
conocemos y la q u e ha de venir. P o r lo ta n to n o pu ede h aber "p rov ision alid ad"
de la acción revolucionaria sino eficacia defin itiv a a la h ora de u n ir lo posible
y lo real.

11. E n correspondencia al p u n to anterior, la prim era cuestión a d efin ir es el


m odo de p la n tear la lucha frente al reform ism o según los condicionam ientos y
las determ inaciones de los valores aceptados po r la mayoría. Y n o hay n in g ú n
valor político en Venezuela más im p o rtan te q u e el de la dem ocracia com o régi­
m en, com o organización de las relaciones sociales y del estado. P or cierto, q u e al
h ab lar de esta m anera no suponem os q u e la dem ocracia es u n a tram p a de los
sectores dom inantes o u n régim en sólo nacido p ara o cu ltar el p redom inio de
ellos sino que es, antes q u e nada, conquista histórica del p ueblo y producto
del proceso civilizatorio que no p uede ser tra tad o por ios revolucionarios al modo
instrum entalista o sim plem ente o p o rtun ista. Entendem os q u e p or naturaleza la
dem ocracia es tam bién terreno con tradictorio y q u e los principales factores de
contradicción están m arcados p o r la oposición en tre la igualdad p olítica y los
principios universales de aspiración a la so lidaridad y a la justicia, p o r u na parte,
y p o r la o tra el m arco económ ico capitalista q u e lim ita los alcances d e tales
valores. P isar sobre el polo político de la dem ocracia y hacerlo de u n m odo
resuelto equivale a co m batir el polo económico-social q u e pu gn a po r acortarla,
conservándola tal com o es.
E ntendem os que u n a fuerza de altern ativ a a la hegem onía existente debe
asum ir la condición dem ocrática y n o regalar esta condición a los sectores capita­
listas. Y repetim os q u e no se tra ta d e habilidad operacional sino de consecuencia
con u n proceso histórico del cual querem os ser in térp retes y factores de estím ulo.

12. Esta preocupación tiene q u e ser tradu cid a en u na actitud política q u e no se


conform a con el análisis pro p io del diagnóstico q u e ve g lo balm ente los fenó­
menos y sus interpretaciones sino q u e tiene q ue colocar frente a las mayorías
unas m etas p o r las cuales sea necesario luchar. Es en este sentido com o debe pos­
tularse la lucha p or la am pliación de la dem ocracia, com o tem a vinculado al
centro m ism o de n uestra concepción de la sociedad venezolana y a la alternativ a
revolucionaria q u e proponem os. U na conducta en arm onía con lo q ue hem os
q u erid o decir supone varias cosas:
o] El rechazo de la falsa altern ativa en tre “dem ocracia burguesa form al y
vacia” q u e supuestam ente no tiene n in g ú n interés p ara las masas d e los explo­
tados y p ara los revolucionarios, po r una parte, y po r la o tra el sistem a político
prop io de la sociedad socialista que. basado com o está en la transform ación de
la base económica de la sociedad debería garantizar au to m áticam ente u na “dem o­
cracia real y llena de contenido social”. L a historia ha dem ostrado la falacia de
este p lanteam iento:
□ en cu anto a la im portancia real y n o form al de las conquistas dem ocráticas
vinculadas a las revoluciones burguesas;
□ en cuanto a q u e la tom a del po der p o r parte de revolucionarios inspi­
rados en ideales socialistas y la subsecuente transform ación en pro pied ad social

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- m e jo r dicho, e s ta ta l- de los grandes m edios d e producción no g arantiza auto­


m áticam ente m árgenes más am plios del ejercicio dem ocrático, ni form al n i real,
y q u e bien p o r el contrario, a m e n u d o ha resultado en el ejercicio de un poder
p o r encim a de todo control, ejercido p or cam arillas partidistas;
□ en cu anto a q u e la dem ocracia política y económ ica, con sus efectos de
control político sobre el gobiern o central, autog ob iern o de las masas y p artici­
pación po p u la r en la dirección del co n ju n to de la vida social, son elem entos
fundam entales e im prescindibles de u n a verdadera altern ativ a socialista;
□ y, en fin, en cuan to a q u e la form ación de u n am biente cu ltu ral y p o lí­
tico q ue im p lique la dirección por p a rte del pueblo, es u n largo proceso que
n o puede ser pensado sólo a p a rtir del m om ento en q u e se instaure u n poder
revolucionario, sino q u e en nuestras condiciones com porta la prep aració n que
arranca del com bate dem ocrático antes de la conquista del poder.
b] Nos negamos a considerar el problem a de la dem ocracia desde el ángulo
del m ero ideal utópico, o desde el ángulo pragm ático q u e acepta la "dem ocracia
b urguesa" com o u n sim ple terreno de juego. Esta do ble visión form a p arte de un
solo cuerpo, paradójicam ente, ta n to en la m ente de u n a cierta izquierda com o
en aquella derecha q u e de la izquierda tiene un esterotipo. M entalid ad q u e en
com ún supone la com plem entariedad en tre el más rígido de los dogm atism os y el
m ás acom odaticio e inescrupuloso oportunism o.

13. Puesto q u e la sociedad en su funcion am iento es u n a to talid ad , los objetivos


de dem ocratización no se agotan en la esfera in stitucional y p or ello cuando
hablam os de am pliación dem ocrática estamos sup on iend o las transform aciones
q u e alteran la relación en tre lo político y lo económico y q u e más precisam ente
suponen dem ocratización económ ica. Esto significa la lucha p ara q u e el poder
d e decisión no esté concentrado en las m anos d e q uienes d eten tan el pod er eco­
nómico, lucha q u e a su vez supone diferentes fases y q u e pone de relieve la
vigencia de n u trir el planteam ien to político altern ativ o con los valores universa­
les d e la dem ocracia. D entro de esta consideración los objetivos antim onopólicos
o cu pan u n lugar p rioritario, lo mism o q u e aquellos q u e llevan a hacer del estado
u na e n tid a d con m ayor responsabilidad en la satisfacción d e las necesidades bá­
sicas de la población.

14. L a lucha por la am pliación de la dem ocracia tiene que estar un id a a la


presentación d e u n m odelo alternativo, q u e al p ro p o n er la reorganización socia­
lista com parte el sello dem ocrático. U na de las cosas q u e u ne a la socialdem o­
cracia y al socialcristianism o con el socialismo estatista es la enorm e concentra­
ción del p o der de decisión en el estado, lo cual n o es sino un m odo de confesar
la desconfianza frente a la capacidad del pu eb lo p ara autogobem arse. E n n uestra
perspectiva, la lucha po r la am pliación de la dem ocracia se une con la disposi­
ción a socializar el poder político. Esto exige u n a articulación eq u ilib rad a y
d inám ica de la representatividad dem ocrática, sin cuya existencia se despolitiza
la p articipación de la m ayoría, con la dem ocracia protagonizada desde los nive­
les de base, q u e tien de siem pre a d eb ilitar el peso del p od er central y sin cuya
existencia la representatividad perm anenece lim itada, favoreciendo el q u e la vo­
lu n tad p o p u la r pu ed a ser sustituida p o r la burocracia estatal. Es así como confi-
TEODORO PETKOFF

guiam os u n a altern ativ a socialista colm ada p o r la tem ática lib ertaria, autogestio-
naria y p articip ativ a y es así com o reivindicam os la ¡dea de q u e la justeza y
aceptabilidad d e la proposición socialista tien e q u e estar basada en su propias
virtudes, y no en una presu nta fidelidad a d eterm in ad a o rtodoxia revolucionaria,
cuestión pro fu n d am en te irrelevante, y con razón, a los ojos del pueblo.
En fin, d e lo q u e se tra ta es de q u e la proposición altern ativ a p u eda levantarse
frente al reform ism o y frente a las carencias de u n a crítica de izquierda q ue
incluso se jacta de su desprecio a la dem ocracia y q u e hace suyas e incluso las
considera com o virtudes consustanciales al socialismo existente, las deform a­
ciones antidem ocráticas. En épocas en q u e d e u n a u o tra m anera las virtudes del
socialismo como altern ativ a llegan a ser adm itidas y q u e el m odelo capitalista
es acerbam ente enjuiciado, la disposición a encontrarse con los com ponentes po ­
pulares de las fuerzas reform istas no se facilita cuando las carencias an tidem o ­
cráticas del socialismo existente se proclam an com o v irtu d . C uan do se procede
de esta m anera lo q u e se consigue es reforzar la dicotom ía q u e otorga al cap ita­
lism o los valores de la lib erta d y al socialismo la satisfacción de necesidades
m ateriales pero con el alto precio de sacrificar la lib ertad . E n la lucha p ara
hacer m ay o ritaría una a ltern aú v a q u e n o sólo se apoye en la razón m oral sino
e n la razón de masas quienes nos identificam os con la altern ativ a procuram os
u n ir al fin lo derechos políticos y dem ocráticos q u e com ienzan con el respeto
a la lib ertad y la justicia social. Está p la n tead a una dob le negación histórica; la
d el capitalism o, q u e a la libertad la condiciona y la reduce p o r o bra de la des­
igu aldad económ ica, y la del socialismo burocrático, q u e a la lib ertad la con di­
ciona y la reduce en nom bre de la atención a los requ erim ientos m ateriales de
la población. Esta ú ltim a concepción p o r o tra parte, descansa sobre un a angosta
visión de lo q u e constituyen necesidades vitales, ind iv id ual y colectivam ente con­
sideradas. La experiencia histórica dem uestra sobradam ente, y no po r casualidad
al precio de graves problem as p ara la estabilidad del socialismo, lo falso de la
dicotom ía a la qu e an terio rm en te aludim os y q u e parece ser com p artida en regí­
menes anticapitalistas. El disfrute del po der de decisión no es u n lu jo q u e puede
ser p erm itido a p a rtir del m om ento en q u e la necesidad m aterial está resuelta,
sino q u e para resolverla m ejor, y, sobre todo con base en las cuestiones q u e p ue­
d an lim itarla, el poder de decisión debe ser socializado, perm itiend o un a com­
prensión global de las necesidades, q u e supere el corporativism o, y la reducción
sectorial al que se las confina tan frecuentem ente. N o puede h ab er hegem onía
d e los sectores creadores de la riqueza si éstos n o perciben la glob alidad de los
problem as q u e deben ser resueltos y tal fin im plica la lib erta d d e la inform ación
y de la iniciativa cu ltu ral, q u e a su vez no pu ede ser concebida b ajo los cánones
del m onolitism o y de la regim entación. El elem ento político es el decisivo en el
m a ntenim iento del capitalism o y no hay razón p a ra q u e sea su p lan tad o en la
edificación del socialismo. ¿Q ué pued e sustituirlo? La fuerza. Y p or eso resulta
ta n grata al prim itivism o de izquierda la idea q u e reduce el estado a m aquinaria
de coacción y de represión.

15. Com o es lógico, todo lo q u e llevam os dicho conduce a u n a conclusión q ue


■descarta la aceptación acrítica de todo m odelo socialista existente, supone el exa­
m en crítico d e sus realizaciones y levanta la necesidad d e la independencia no
ALTERNATIVA HEGEM ÓN ICA EN VENEZUELA 3 17

sólo en el p la n o de la soberanía p artidista, q u e suele ser p lan tead a com o si ya


sobre el socialismo existente no h u b iera más n ada q u e decir y sólo h u b ie ra q ue
reivindicar la facu ltad de decidir p o r sí mismos pero p rocuran do corresponder
con lo q u e existe, sino en el de la libertad de ju icio q u e p arte de considerar al
socialismo como u n proceso histórico en gestación, sobre el cual la ú ltim a p alab ra
está lejos d e ser p ro nu nciada y q u e obliga a u n a discusión perm anente de sus
actos y a u na co ntin ua definición del socialismo como alternativ a. En este sen­
tido, la lucha p o r la altern ativa se alim en ta de la referencia teórica sobre el
socialismo y de todo aquello qu e com o no rm a de civilización pued e ser creado
por los propios pueblos, tendien te a en c o n trar u n estado sup erior de civilización
sujeto a las infranqueables fron teras de la pecu liarid ad y de la especificidad local.
La construcción de la alternativa es sobre todo com prensión de esto últim o y no
trib u to ritu a l a lo universal. Este p lan team ien to p o dría parecer académ ico si
n o fuera p o r la avasallante dem ostración d e q u e las revoluciones se están cum ­
pliendo en los países del T e rcer M undo, m enos desarrollado m aterialm ente, n o
sólo po r la vía q u e supone de la dureza de las confrontaciones, posibilitadas
po rq u e no hay desarrollo dem ocrático clásico, sino tam bién po rqu e los m ovi­
m ientos de altern ativ a en algunos países d e desarrollo dem ocrático n orm al h an
ad q u irid o u n a fortaleza tal q u e suponen la m adu ració n de la m ayoría p ara el
cam bio —a u n q u e pueda adm itirse q u e el hecho es más potencial q u e real. Hasta
las experiencias fallidas abonan en favor de esta idea. En co n trap artid a, el
d eb ilitam ien to de la altern ativ a socialista en muchos de los países de alto desa­
rro llo ca pitalista no fue ta n to p roducto de u n supuesto cerco político q u e la
dem ocracia hubiera tendido com o del m odo en q u e las fuerzas de altern ativ a se
relacionaron con la versión estalinista del socialismo y, por supuesto, con el p ri­
m itivism o estalinista a la h o ra de juzgar la dem ocracia.

16. N o sólo de proposiciones generales vive la altern ativ a socialista. En la terre-


nalid ad de la lucha política la construcción d e u n a fuerza altern ativ a obliga
a cuestionar las soluciones que el adversario g lo balm ente ofrece pero tam bién a
com prender las m ediaciones en tre esa form ulación global y las diversas instancias
del estado, desde el po der ejecutivo como concentración d e u n a v oluntad hegem ó­
nica, hasta los niveles de base, q u e en nuestro caso son los organism os m u nici­
pales, com o puentes entre la cum bre y el pueblo. E n otras palabras, no se tra ta
sólo de ofrecer proposiciones alternativas qu e no se alim enten de la relación
en tre la co m un idad y las diferentes gradaciones del poder, sino q u e pu edan res­
pond er a los p lanteam ientos hechos en la cum bre con la acción susceptible de
desarrollar en las diferentes instancias en las cuales se concreta la estru ctura del
estado. D icho m etafóricam ente, más corresponde aten d er a la fisiología de la
dom inación q u e a la anatom ía de ella. E n térm inos de lucha política esto com­
pren d e la u n ió n en tre el m ensaje político de alcance nacional y el im pulso de las
luchas "p o r ab a jo ”, form ado u n nexo en el cual se articu lan la táctica política
general con la línea de acción específica frente a cada sector social y fren te a
cada nivel de la estructura dem ocrática del estado. El terreno de la reivindicación
social es la p rin c ip al n u trie n te de la altern ativ a socialista, a condición de q ue
se com prenda esta reivindicación en sus niveles locales, en sus niveles específicos,
en la p articu larid ad d e cada escenario sectorial y en la posible com prensión de
318 TEODORO P r r x o F T

las lim itaciones q u e caracterizan al reform ism o. El pod er vive e n base a p la n tea­
m ientos generales. Los organism os de base del estado dem ocrático, lo mism o q u e
los partidos reform istas, están obligados a u n a particularización d e las soluciones
y de las posibilidades y es allí don de la fuerza altern ativa debe incidir, con­
v in ie n d o la política en general en vías concretas p ara aten d er problem as p ar­
ticulares y com o en tre lo p articu lar de cada localidad y lo característico de la
dom inación g lobal existe u n vínculo, el m ovim iento de altern ativ a tiene la
o p o rtu n id ad de d em ostrar a su vez la relación en tre u n pod er som etido a la in­
fluencia de los grupos económ icam ente dom inantes y la lim itación de los poderes
locales para satisfacer plenam ente las necesidades del caso. P o r supuesto, esto
n o es u n a ecuación algebraica; cuando hem os hab lad o de la capacidad del refor­
m ism o p ara renovar la lealtad a él, hem os pensado en el jxxler central, pero
tam bién, especialm ente en el p o d er local. Sucede q u e el po der central está más
o b ligado q u e el local a los com prom isos con los grupos d om inantes m ientras
q u e el pod er local está más obligado a com batir los privilegios. El andam iaje
reform ista se conduce de un m odo tal q u e concilia u no y o tro requerim iento,
pero n o pueden sernos extraños los desfases, los desniveles y, p or supuesto, las
frustraciones potenciales y reales en el in ten to de arm onizar cóm odam ente toda
la estru ctura de la dom inación.

17. Esto significa qu e en cuanto a lucha socialista propugnam os u na pro fun d a


reform a del estado y sus instituciones, o rie n tad a a establecer la plena vigencia
d e la C onstitución respecto a los derechos políticos y civiles de la ciud adan ía
y respecto a la lim itación del desbordante presidencialism o y ejecutivism o del
actual régim en político, en aras de la extensión de los poderes populares y rep re­
sentativos. A tendem os al hecho de q u e el sistem a electoral, en ta n to q u e cauce
para definir el poder, acusa los ragos de la lim itación d e la dem ocracia en tan to
qu e distin tivo de la dom inación establecida y po r ello es obligado a establecer
objetivos de lucha q u e m odifiquen el cum p lim ien to masivo del sistem a electoral.
Asimismo, deben postularse las reform as q u e en cu a n to a la eficacia del poder
legislativo tienden a subrayar su condición d e elem ento estru ctu ral de u n régim en
dem ocrático menos decorativo y p or lo ta n to eleven su capacidad com o po d er
mismo, como poder q u e recoge la p lu ra lid a d de opciones políticas y facilita el
papel in stitucional de las m inorías. S em ejante consideración se extiend e hasta
el poder m unicipal, la adm inistración de ju sticia y toda la legislación q u e ordena
la relación de la vida en sociedad. La posibilidad de m odificaciones en el régim en
sobreestructural no debe ser considerada ind ep end ien tem en te de la posibilidad
d e transform aciones estructurales, cuyas características hay q u e inscribirlas en
un proceso cuya a m p litu d y ritm o estarán determ inados por diversas circuns­
tancias de o rd en político y económico, y q u e im plicarán en cada caso saber dis­
tin g u ir aquellos p un tos nodales q u e perm itan o rie n ta r y do m in ar todo el proceso,
siem pre dan d o p o r sentado q u e lo económico, lo político, lo social y lo cultu ral
conform an u n a totalidad.
A la luz de estas consideraciones señalam os la necesidad de dem ocratizar la
econom ía, al tiem po q ue distinguim os las situaciones clave, representadas por
el m odo com o actú a el capital bancario y financiero, el com ercio exterior, las
grandes cadenas comerciales, la g ra n in d u stria m onopolista, los latifundios y las
ALTER NATIVA H EGEM ÓNICA EN V ENEZUELA 319

grandes haciendas capitalistas, la generación y distrib ución de electricidad, etcé­


tera.
La noción de totalidad no es u n a noción q u e sólo ve las relaciones mecánicas
e n tre las diversas esferas de ella, sino q u e sobre todo ap u n ta a lo q u e unifica la
totalid ad , q u e es la hegem onía política, p or lo ta n to todo proyecto alternativo
socialista y dem ocrático confía en el elem ento político como el com bustible de
la transform ación y d a p rio rid ad a la acción del pueblo, sup on ien do qu e esta
acción es m ucho más rica, com pleta, dinám ica y creativa q u e las estructuras. En
definitiva, las categorías son abstracciones, no arb itrarias, ciertam ente, p ero el
p ueblo es la vida.

L a p rim era cuestión a responder p o r quienes perseguimos u n a civilización alter­


n ativ a es el p o rq u é existe u na distancia en tre los ideales de justicia qu e a la
m ayoría beneficia y la perm anencia de u n régim en q ue a la m ayoría perjudica.
L a p reg u n ta puede parecer ingenua, pued e lucir despojada de la seriedad con
q u e a m en udo se form ulan los presuntos diseños alternativos. Sin em bargo, po r
a q u í com ienza el problem a. L a pregu nta posee u n a dolorosa pertinencia. El
d o lo r no es académ ico sino político. Es la razón d e ser de los centenares de miles,
a ú n más, de los m illones que en el m un d o se en tregan al rem plazo del m undo.
C am biar la sociedad no puede ser u n a consigna circunstancial sino u n a estrategia
q u e equivale a cam biar la vida, en el decir d e R im b aud . P or eso, no podem os ser
indiferentes ni insensibles ni sentir com o algo pasajero la d ificu ltad para hacer­
nos en ten d er p o r la gente com ún d e la cual querem os ser abanderados. La m a­
yoría de la gente com ún, y no puede ser de o tra m anera, es la q u e sostiene la
injusticia q u e denunciam os, y en casos com o el de Venezuela, el apoyo a la in ­
justicia cobra niveles extravagantes. E n Los justos, Cam us hace decir a u n o de
sus personajes, una terrorista rusa de finales del siglo pasado, refiriéndose al
pu eblo: "Sí, lo am amos, es cierto. Lo am am os con u n vasto am or sin apoyo, con
u n am or desgraciado. Vivimos lejos de él, encerrados en nuestros cuartos, per­
didos en nuestros pensam ientos. Y el pueblo, ¿nos ama?, ¿sabe q u e lo amamos?
El p ueblo calla, q u é silencio, q u é sile n cio ..." T a l vez nuestra situación no
tenga todo el terrible patetism o de la o b ra de Cam us, pero ¿no es acaso cierto
q u e tam bién podríam os exclam ar “q u é silencio, q u é silencio”?
N orm alm ente suele atribu irse esa separación, esa distancia q ue nos aleja del
pueblo, a la acción d e la derecha, cuya inm ensa capacidad de m a n ip u la r la o p i­
n ió n pública le perm ite levantar u n a m u ralla de prejuicios y m entiras alrededor
de la izquierda y distorsionar así la percepción q u e de esta ú ltim a alcanza a
te n er la m ayoría de la población. A un cuando esto no sea to d a la verdad repre­
senta buena fiarte d e ella. C iertam ente, el socialismo n o en fren ta solam ente la
o pin ión ab ie rta de partidos políticos q u e lo adversan, así com o de gobiernos q ue
pueden darle a esa oposición al socialismo desde u n feroz co nten id o represivo
hasta u n a tenue y sutil hostilidad, q u e lo hace siem pre sospechoso, sino que
está rodead o p or una tu p id a red com unicacional, q u e sublim inalm en te o a plena
luz afirm a y defiende los valores y anti-valores del capitalism o.
A esto se u n e el hecho de que las contradicciones del sistema, en tiem pos
320 TEODORO PF.TKCFF

norm ales, son apreciadas p o r la m ayoría de un m odo fragm entario, y au n en el


caso e n q u e el rechazo a la dom inación ca p italista llega a ser m ayoritario, la
im pron ta del viejo o rd en conserva b u en a p arte de su vigor, lo cual supone para
q uienes propugnam os la alternativa, la superación del hecho de q ue en la colecti­
v idad no se percibe el establecim iento de las relaciones causales con respecto a las
calam idades q u e de aquellas contradicciones derivan. H ay q u e com batir la
dificultad p a ra q u e la gente corrien te perciba el h ilo q u e u n e a fenóm enos apa­
ren tem ente desconectados, y pueda ap reciar la base com ún en tre la m o rtalid ad
in fa n til o la deserción escolar, p o r ejem plo, y u n determ in ad o fu ncionam iento de
la sociedad. La operación de síntesis in telectu al q u e obviam ente no tien e lugar
en la vida com ún de los m ortales no pu ed e ser encarada como u n ejercicio de
pedagogía política en el cual los partid os revolucionarios son los profesores y la
sociedad constituye el alum nado, según u n a com unicación q u e confía en la ca­
pacidad de persuasión académ ica. N o, el aprendizaje d e la im pugnación es fu n ­
dam en talm ente experiencia que ponga p o r d elan te la aspiración p o p u la r y las
lim itaciones del sistema, b ien sea p ara llevarlo a com prender la razón definitiva
de la dom inación capitalista o p ara hacerlo com prender la necesidad d e la lucha.
Hemos a d q u irid o la convicción de q u e en el m odo de ser de izquierda, en el
co m portam iento político q u e se identifica con la form ulación de un proyecto
altern ativ o deben evitarse los factores q u e refuerzan la acción de los mecanism os
ideológicos que la burguesía hace o p erar con respecto a la izquierda y el socia­
lismo. D icho en otros térm inos, a la m u ra lla que la derecha lev anta co n tinu am en ­
te en tre el pueblo y los revolucionarios, éstos h an colocado unos cuantos ladrillos
q u e la hacen a ú n más alta y maciza. D e allí q u e resulte p ertin en te colocar el
acento sobre el ú nico térm ino de la ecuación revolucionaria sobre el cual pode­
mos o p erar directam ente, es decir, la conducta, en térm inos sociales, de quienes
nos declaram os agentes del cam bio. E n fin de cuentas, cu ando hablam os de re­
volución hablam os de nosotros mismos.
La tarea q u e tenem os por d elante tiene q u e in c lu ir la superación de las
lim itaciones existenciales de la izquierda. Esa variable de la q u e somos absoluta­
m en te responsables. N o se tra ta de u na discusión convencional sobre los "errores”
de uno u o tro tipo q u e se hayan pod id o com eter d u ra n te la lucha. N ada ga­
naríam os con u n inven tario de "desviaciones” según el p u n to de vista conven­
cional. Si nos aproxim am os cuanto sea posible al m odo de o p erar de los factores
alternativ os se puede descubrir q u e ta n to las desviaciones com o la llam ada o rto ­
doxia poseen una inspiración idéntica y q u e las prim eras no pasan de ser apre­
ciaciones circunstanciales, “ desviadas" en relación con u n supuesto p u n to de
equilibrio , ta n ub icuo y cam bian te com o las pro pias situaciones políticas, pero
apoyada p o r lo general en el efecto de la litera tu ra revolucionaria previam ente
existente. N o hay línea que descanse sobre un esqueleto al cual hay q u e agregarle
la carn e de las situaciones particulares, u n esqueleto táctico, en sum a: lo q u e hay
q u e resolver es la invención constante no sólo de la carne sino del esqueleto
tam bién, q u e corresponda a la o rig inalidad de la vida. E n la vida p olítica no
hay un fósil perm anente con unos adornos renovados. T o d o lo con trario, no hay
fósil. T o d a revolución es u n acto de creación in teg ral y tod o proceso revolu­
cionario es tam bién u n hecho intransferible.
Los agentes revolucionarios deben evitar el p la n team ien to q u e significa m or­
A LTER NATIVA HF.Gf M ÓN ICA E N V EN EZU ELA 321

derse la cola con tinu am ente, lo cual supone ex p lo rar q u é cosa es la condición
revolucionaria. N o en lo que ella significa en cu an to a la sociedad q u e im pugna
sino con respecto a sí m ism a, con respecto al crisol teórico, po lítico y m oral
e n q u e h a sido m oldeada. L a ideologización de la teo ría revolucion aria con
frecuencia h a liq u id ad o lo político com o prem isa del saber revolucionario. T a n to
en la poesía de la revolución como en la academ ia de ella, esta ú ltim a es, sim ­
plem ente la negación de la p o lític a cuando en verdad no es sino su p roducto.
L a integración de todo lo que com pone la altern ativ a com porta u n a im ple-
m entació n v ariada, q u e va desde la aspiración ab stractam en te form ulada, co­
m ú n m en te libre de los req uerim iento s tácticos, h asta los infinitos detalles q u e
nos ob ligan a p a r tir de lo local, lo circunstancial, incluso lo pasajero, p ara acce­
d e r a u n p la n team ien to cuya eficacia d epende de la recep tividad q u e en sus
niveles cotidianos dispensen aquellos q u e no viven la rev olución com o hecho del
presente ni alim e n tan su fe de la in ev itabilidad del cisma social.

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D EM O C R A C IA , M O V ILIZ A C IÓ N P O P U L A R Y ESTA D O M IL IT A R
EN E L PE R Ú

JU I.I O C O TLFR *

La característica de m ayor relieve del actu al m om ento p olítico p eru an o es la


evidente incapacidad del estado p ara e n fren tar y resolver las masivas reivindica­
ciones populares, y en este sentido dem ocráticas y nacionales, q u e surgen por
todos lados y de m anera desenfrenada.
Si bien esta situación n o debiera llam ar la atención, puesto q u e es la cons­
ta n te de la historia d e los últim os cincuenta años, hoy en trañ a u n a situación p ar­
ticular. En las últim as décadas el capitalism o ha logrado extenderse p or todo el
país, a u n q u e de m anera m uy desigual. Sim ultáneam ente el estado, desde 1968,
h a am p liado y diversificado sus funciones, p en e tran d o y condicionando sensible­
m ente la actuación de las clases sociales en función de d icho d esarrollo capi­
talista.
Estos dos fenóm enos h an d eterm in ado u n a definitiva subordinación de la
po b lación p o p u la r al m odo de producción cap italista —q u e supone la g enerali­
zación de u n estilo de existencia social— y, en esta m edida, a un estado y una
clase d o m in an te de clara naturaleza burguesa.
Estas situaciones han favorecido u n a masiva incorporación de la población
p o p u la r u rb a n a y ru ral, así com o d e los sectores m edios asalariados en la vida
política, im prim iéndole su sello p articu lar de m anera inco nfu nd ib le. D icha in­
corporación supone, concretam ente, el desarrollo de organizaciones q u e congre­
gan a vastos sectores sociales q u e reclam an a la clase d o m in an te y al estado
m ú ltip les reivindicaciones, caracterizadas p o r ten er com o referencia el nivel y el
estilo de vida q u e prom ueve el nuevo p atró n de consum o capitalista.
L a actuación organizada de las clases po pulares se m anifiesta, p o r ejem plo,
en la presión q u e ejercen a dia rio p ara lograr la elevación real de los sueldos y
salarios, la expansión del em pleo y la vivienda, así como p o r la dotación de
tierra, créditos y asistencia técnica, el increm ento y m e joram ien to de la atención
m édica y educacional, al igual q u e p o r la reducción del costo de los servicios de
tran sp o rte y de recreación.
A su vez, estas m últiples reivindicaciones se en cuentran referidas a aspira­
ciones de consum o de alim entos industriales, de artefactos electrodom ésticos,
m o biliario, vestim enta, recreación, q u e p or diferentes m edios prom ueven las
em presas m ultinacionales y q u e en la realidad sólo p ueden ser consum idos por
u n sector m uy reducido de la población.
Las reclam aciones po pulares rebasan el ám b ito de las exigencias económicas,
cuando persiguen q u e el estado respete la au to no m ía de sus organizaciones y no
interfiera en sus iniciativas encam inadas a hacer realidad el logro de sus pro-

• Instituto de Estudios Peruanos ( iip ) . Lima. Perú.

(3 2 2 |

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DEM OCRACIA, MOVILIZACIÓN P O P U U R V KSTAIK» M ILIT A R EN l'IR Ú 323

jjósitos reiv in d icam o s; asim ismo, cuando estas organizaciones persiguen consti­
tuirse en medios de control de las actividades gubernam entales y establecen
form as de organización social q ue escapan al m olde estatal.
Esta nueva situación h a originado q u e el estado y la clase d om inan te se vean
en la obligación de aten d er estos m últiples y elevados requerim ientos de u na
población crecientem ente organizada y movilizada, a fin de legitim ar la existen­
cia y desarrollo de la sociedad fund ada sobre bases capitalistas.
Es esta urgente necesidad de legitim ación política, en razón del tip o y m ag­
n itu d de la participación política p o p u lar, el h e d ió que m arca la novedad de la
situación del país y el carácter crítico del ord en institucional.

E n térm inos generales puede afirm arse q u e la situación q u e hoy vive el P erú es
la culm inación de u na tendencia qu e se inició en 1930, cuando se instaló de
m anera organizada la lucha de clases. Desde entonces hasta hoy, los diferentes
sectores q u e h an expresado los intereses de la clase do m in ante ex perim entaron
infructuosam ente diversas m edidas para resolver el “ problem a social” .
1.a crisis política de 1930 inau gu ró u n cap ítu lo de la historia peruana debido
a q ue p o r prim era vez sectores populares, urbanos y costeños fun dam entalm ente,
dirigidos por un g ru p o pequeñoburgués, intelectual, u rb an o y costeño, se dife­
renció p olíticam ente y se en fren tó de m anera organizada a la alianza del capital
m onopólico-extranjero y d e los terratenientes nativos. Así se plasm ó la lucha de
clases organizada po líticam ente en el Perú, expresando el reclam o dem ocrático
y p o p u la r. P or la significación d eterm in an te del capital m onopólico ex tran jero
en la vida del país, y el peso colonial de la hacienda y los terratenientes, las rei­
vindicaciones an tim p erialistas y antifeudales d efinieron el co ntenido nacional de
estas luchas populares.
D e esta m anera la irrupción po p u la r buscaba d estru ir el carácter exclusivo
—oligárq uico— de la sociedad y la política, favoreciendo la incorporación ciu­
dadana de las masas populares en la actividad estatal. Esto su p o n ía la realización
d e u n proceso revolucionario —en ta n to q ue p articip ació n d irecta de las masas
populares— q u e debía elim inar los fundam entos sociales coloniales y erradicar
el proceso de acum ulación q u e centralizaban unas pocas em presas extranjeras. El
resultado debía ser la p endiente esperanza d e co nstruir un estado fu n d ad o en los
intereses p o pulares y po r ende nacionales.
C om o es sabido, fren te a la “tu rb a de cholos, indios y negros”, es decir del
p u eb lo peruano, q u e preten d ía d estru ir la “civilización occidental y cristian a”
en su versión hispánica-colonial, los prop ietario s rodearon a u n o d e sus generales
q u e soltó a los “ perros guardianes” a m atar a mansalva. Asi se puso d e m anifiesto
la deb ilid ad del estado y de la clase q u e lo sustentaba, al mostrarse incapaces
de legitim arse m ediante el acom odo de las reclam aciones po pulares en el m arco
de sus intereses.
El fracaso de este esfuerzo p o p u la r po r dem ocratizar la sociedad peruan a

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324 JU L IO L U T L tft

d u ra n te la década de 1930 estuvo condicionado p o r la desarticulación de las


reivindicaciones cam pesinas en tre sí, y de éstas con las q u e pro p u g n ab an los
reducidos sectores populares urbano s m ovilizados. En efecto, la inexistencia de
una integración colectiva, nacional, fenóm eno asociado a la vigencia de u na
estructura social de corte señorial-colonial y a la incipiencia del capitalism o,
im pidió la agregación de los intereses populares, rurales, proletarios, y de los
sectores medios.
Asimismo, este fracaso se d ebió al d istanciam ien to social y cu ltu ral del lide­
razgo político u rb an o de las masas cam pesinas, indígenas. El liderazgo aprista
q u e coordinaba los im pulsos populares se caracterizaba, com o ya se ha dicho, po r
co n stitu ir u n g ru p o intelectual, u rb a n o y costeño, qu e tenía p o r entonces fuertes
acentos aristocráticos. De ah í q u e este liderazgo fuera social y cu ltu ralm cn te
ex trañ o al cam pesinado, hacia el q u e sigue g u ard an d o consideraciones “ p atern a­
listas” , “ indigenistas”. P or eso mism o los dirigentes apristas n o con tab an, tam ­
poco hoy, con u n a disposición para dirigirse hacia estas masas, ni entroncarse
con ellas, lo q u e por o tro lado se revierte en el hecho de q u e éstas los perciban
com o “ m istis".

ii

La co y untura internacion al de 1045 y la incesante presión p o p u la r obligó a la


clase d o m in an te a acep tar la incorporación de la representación política pop ular,
el a p r a , en el a p a ra to g u bern am ental q u e hasta entonces había co ntrolad o de
m an era privada. P ero esta incorporación se fu n d ab a en el en ten d id o d e q u e el
a p r a se a d a p taría a los m arcos institucionales de la dom inación oligárquica.
L a d irigencia aprista, concretam ente H aya de la T o rre , reacia a la posibili­
d ad d e te n er q u e regresar a las catacum bas políticas, buscó acom odarse a las
nuevas circunstancias —siguiendo el dictum según el cu al política es el arte
d e lo p o s ib le - d ifirien d o el proyecto d e dem ocratización d e la sociedad peru ana.
Esta táctica debería hacer posible la form ación de u n consenso po lítico entre
el a p r a y los grandes propietarios, sin q u e la dirigencia ap rista se preg u n tara si
u n acuerdo de esta n aturaleza con los terraten ien tes y com erciantes, y p or ende
visccralm ente antidem ocráticos, n o estaría condicionado al aband on o de las es­
peranzas populares.
P ero m ien tras H aya buscaba el arreglo q u e debería ir haciendo posible la
afirm ación d el parlam entarism o, p ara lo cual los representantes apristas ign ora­
b an cu a lq u ier proposición q u e reform ara las estru ctu ras institucionales oligár­
quicas, los restringidos sectores populares políticam ente organizados desautoriza­
b a n esa conducta e im pedían la realización de ese acuerdo a sus expensas.
Es asi com o las clases populares am p liaro n su ám b ito de p articipación, org a­
nizándose sindicalm ente y desatando huelgas p ara lograr aum entos salariales y
m ejo rar sus condiciones de trabajo ; las com unidades se organizaron p ara recupe­
ra r las tierras de las haciendas; los universitarios se ag ru p aro n , exigiendo la
expu lsió n de los profesores q u e resp on dían a las orientaciones oligárquicas y

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DLM f.CKACIA, MOVILIZACIÓN PO PULA R Y ESTADO M ILIT A R EN PERÚ 325

lograron la am pliación del reclutam ien to estu d ian til, m ientras perseguían la
reform ulación del contenido educacional. Asimismo, las clases po pu lares crea­
b an nuevos órganos de difusión y foros de discusión acerca d e d istintas facetas
de la realidad nacional, es decir su p ro p ia realid ad, alentándose el desarrollo de
u n am biente favorable a la constitución de u n a o p in ió n pública.
O sea q u e este em p u je p o p u la r, a u n relativam ente restring ido a ciertas áreas
y sectores de la población, resq uebrajab a las bases del o rd en social y del " p r in ­
cipio de au to rid ad ”, no p o rq u e hubiesen desaparecido los interesados en seguir
m an d an do, sino p o rq u e los restringidos segmentos populares m ovilizados no
estaban dispuestos a obedecer a u n gru po , q u e era extraño a sus intereses.
Los sectores populares m ovilizados perseguían q u e el estado se constituyera
en un ente red istrib utiv o, aten tan d o de ese m odo con tra el m odelo d e acum u­
lación q u e co ntrolab an las em presas m onopólicas ex tran jeras y los terratenientes,
el o rd en am iento clasista y el control exclusivo q u e ejercían sobre el ap arato
estatal.
D e ah í que p ro n to los p ropietario s ro m pieran las conversaciones con el lide­
razgo aprista al p ercibir q u e éste no q uería, o no podía, co n trolar el em pu je p o lí­
tico p o p u la r e in stau rar la ' ‘tra n q u ilid a d ’' social y política. N uevam ente, esta
clase com enzó a buscar u n general q u e diera fin al experim ento "dem ocrático”.
M ientras tanto, sectores apristas radicalizados se lanzaron a o rganizar u n m ovi­
m iento revolucionario q u e no contó con el apoyo de la dirección d el p artido ,
q u e en tre ta n to conspiraba con elem entos m ilitares.
Asi, u n a vez m ás se hizo p aten te la incapacidad de los grandes p ropietarios
de crearse u n m arco de legitim idad política y la ineficacia de la dirección aprista.
A bortada la revolución aprista del 3 de octu bre de 1948, el general O d ría recibió
todas las seguridades para erradicar la presencia p o p u la r de la p olítica peru ana.

tu

El tercer m om ento de la movilización política p o p u la r se in ició a m ediados de


la década de los cincuenta, en u n ám b ito de ráp id o crecim iento del capitalism o
im pulsado p o r las inversiones extranjeras q u e ah o ra abarcaba la producción in ­
d ustrial. E n este m arco se p ro d u jo u n a am pliación y renovación de las fuerzas
laborales urbanas y de sus organizaciones, sim u ltáneam en te con u n desusado
crecim iento u rb an o p rod ucto d e las niigraciones rurales, con la consiguiente p re­
sencia de sectores u rb ano s "m arginales" y u n in usitado m ovim iento campesino
serrano, q u e se p ro p o n ía acab ar con las decaídas, a u n q u e vigentes, form as de
d om inación precapitalista. P aralelam ente, se am p liaro n las clases medias u rbanas,
destacándose el crecim iento de los sectores profesionales y asalariados y la for­
m ación d e sus organizaciones representativas.
Es decir q u e en este cuadro de expansión del capitalism o dep en d ien te y d e
recom posición social, se d io inicio a la generalización de la p articip ació n p o p u la r
en la vida política, en especial la cam pesina y serrana. Esta nueva situación con­
d icionó la form ación de nuevas organizaciones populares y la constitución de un

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326 JU M O COILCK

nuevo liderazgo que, sin em bargo, seguían identificándose con las organizaciones
políticas q u e d irig ían los sectores medios.
L a creciente intervención política d e nuevos y vastos sectores populares y
m edios obligó a q u e el sistema político debiera prestar atención a sus reivindica­
ciones dem ocráticas, con la consiguiente alteració n del sistem a de representación
política. Es así como en 1956, al iniciarse el ú ltim o gobiern o en el q ue las tra d i­
cionales clases dom inantes m antu viero n su hegem onía, la representación p arla­
m entaria contó con la presencia aprista y de Acción P opular, q u e aglu tin aba
a los nuevos sectores medios. En esta nueva co yu ntura el a p r a y la representación
oligárquica lo graron la convivencia q u e no h ab ían logrado en 1945, y en la que
el a p r a deb.'a servir d e interm ediario con las masas populares, satisfaciendo las
reclam aciones inm ediatas de los segmentos m ejor organizados, a la p ar q u e debía
co ntro lar sus arrebatos democráticos.
El a c u e rd o APRA-clases d o m in a n te s tra d ic io n a le s , q u e s ig n ific a b a r e s trin g ir
la e m e rg e n c ia d e lo s secto res b u rg u ese s, así c o m o la d e las m asas q u e d e m a n e ra
c re c ie n te se m o v iliz a b a n e n el c a m p o y e n las c iu d a d e s, c o n d ic io n ó el h e c h o d e
q u e e sta s clases se id e n tific a r a n c o n la n u e v a d ire c c ió n p o lític a p e q u e ñ o b u rg u e s a ,
profesional y m odernista de A c ción P o p u lar. Pero ta m b ié n q u e en las clases
p o p u la r e s se in ic ia r a u n a te n d e n c ia f a v o ra b le a lo g ra r su a u to n o m ía p o lític a y
se d e s a r r o lla ra n los p rim e ro s e m b rio n e s d e la iz q u ie rd a re v o lu c io n a ria .
E n el p erío d o de 1956-1962, se d io u n a verdadera explosión del m ovim iento
cam pesino en la sierra y en la costa, m ientras en las ciudades se m ultiplicab an
las ocupaciones de tierras urbanas p o r los m igrantes, y los sindicatos exigían
alzas salariales, a pesar «leí control aprista, ¡H asta la guard ia civil h i/o su prim era
huelga en 1959! La dirigencia política más radical de los nuevos grupos medios
desarrolló planteos ideológicos “antim p erialistas” y pasó a exigir la estatización
d e las em presas inonopólicas, la reform a agraria y la expansión estatal en las
funciones productivas.
Las universidades am pliaron y alteraro n las bases sociales de su reclutam iento
al incorpo rar m asivam ente a las clases populares provenientes d e las diferentes
regiones del país, am pliándose los estudios referentes a la sociedad p eruan a, y la
i/q u ie rd a elim inó el tradicional control q ue hasta entonces el a p r a hab ía tenido
en estos centros.
T a m b ié n la iglesia y el ejército se sum aron a las nuevas tendencias reform istas
de los nuevos grupos medios, con el fin de realizar “desde a rrib a” las “ trans­
form aciones estructurales” q u e deberían in corp orar las aspiraciones populares
en la v ida política, y otorgarle legitim idad y aceptación p o p u la r al estado.
E n 1962, an te el triu n fo electoral dc‘ la convivencia APRA-oligarquía, los
cuadros al m ando del ejército d ieron el p rim er golpe ‘'in stitu cio n a l” de América
L atin a, dem ostrando su rechazo a p e rm itir la contin uación del régim en político.
Pero este golpe tam bién p reten d ió acallar las voces populares y ap lastar su ex­
presión organizada: de ah í qu e el p rim er acto de este gobierno fuera encarcelar
a dirigentes sindicales, líderes estu dian tiles y políticos afiliados a la izquierda,
d estru ir las organizaciones cam pesinas y perseguir a sus lideres.
Sin em bargo, d e n ad a valió a los m andos castrenses tra ta r de congelar la
vida política. Las clases populares estaban en p len o m ovim iento y la división en
las clases dom inantes, así com o e n las fuerzas arm adas, era evidente. De a h í que

Co
DEMOCRACIA. MOVILIZACIÓN PO PULA R Y ESTADO M ILIT A R UN PERÚ 327

los m ilitares tuvieran q u e retirarse de la dirección d el estado y favorecer el


triu n fo electoral de Acción P opular. Es así com o e n 196$ el discurso político
estuvo dom inado por las nuevas orientaciones reform istas y nacionalistas de las
clases m edias, q u e incorporaban los reclam os populares del m om ento.
En 1963, con el ajustad o triu n fo electoral de Acción P opular, se irradió un
optim ism o “desarrollista” consistente en la creencia de poder lograr un sostenido
crecim iento económ ico capitalista, p aralelo a un proceso de reform as sociales qu e
lograra red istrib u ir el ingreso nacional y afirm ara la soberanía del estado sobre
los estados y em presas extranjeros. Así el estado se fu n d aría sobre u n consenso
en tre las clases sociales q u e em ergían en la escena política y lograría su legiti­
m ación, es decir el reconocim iento y aceptación social general.
Sin em bargo, p ro n to la realidad disolvió ese optim ism o. D e inm ediato, los
cam pesinos en la costa, y m uy especialm ente en la sierra, se reorganizaron e
in iciaron su reform a agraria; los obreros, em pleados y estudiantes fortalecieron
sus reclam aciones dem ocráticas. M ientras tan to , los dirigentes apristas renovaron
su alianza con las fuer/as políticas representantes d e los viejos intereses do m in an ­
tes, blo queando el proyecto de Acción P o p u lar de relativa dem ocratización y
favoreciendo el enfrentam iento de las clases po pu lares con el gobierno, q u e fue
exp lo tad o p o r el a p r a p ara recup erar su hegem onía en tre dichas clases.
La acción ap rista y la im potencia gub ernam ental p ro d u je ro n el acentua-
m icnto d e las luchas populares en las q u e se destacó la tendencia iniciada en los
años cincuenta, dirig id a a lograr la au to n o m ía p olítica p o p u la r y la diferencia­
ción de los sectores de la izquierda revolucionaria d e los p artido s con vocación
p equeñoburguesa.
Este hecho y la co n tinu a am pliación —aú n d esordenada— d e la participación
p o p u la r condicionó, en p rim er lugar, q u e en tre los contendores políticos inser­
tos en el estado se e n tab lara u n a com petencia p a ra g a n a r el respaldo y el control
po p ular. P or o tro lado, ta n to Acción P o p u lar com o el a p r a se inscribieron en
u n a inusitada carrera del gasto fiscal a fin d e ex p a n d ir los servicios públicos,
facilitando la penetración del nuevo p atró n de acum ulación dirig id o por las em ­
presas m ultinacionales bajo el m a n to p ro tector de la p olítica de ‘‘sustitución de
im portaciones”.
P ero si bien el gasto p úblico se ex p an d ió d e m an era n o tab le en tre 1963 y
1967, ap resu ran d o el desarrollo capitalista y el ingreso de nuevos y mayores
segmentos sociales po pu lares en la vida política, n o se logró contener la avalan­
cha q u e se desató p o r tod o el país, q u e persistía en el reclam o d e la realización
d e las ‘‘transform aciones estructurales” q u e sup on ían u n a rad ical red istribución
de los recursos sociales.
Además, las mism as organizaciones políticas q u e p atrocinaban el uso del
gasto público, sucedáneo de las reform as, crearon u n a situación d e crisis política
q u e favoreció el d esarrollo de la au ton om ía política de sectores pop ulares y de
la izquierda revolucionaria.
El estancam iento de las exportaciones en 1965 obligó al go bierno a recu rrir
al end eu dam iento externo, a fin d e otorgarle al capital los m edios p ara im po rtar
insum os y m aquinarias para reproducirse. El exceso de gasto p úblico provocó un
creciente déficit anu al, m ientras que en el colm o del oportun ism o político el
a p r a p lan teab a “no más im puestos”, en u n m om ento en q u e los expertos desta­
328 JU L JO COTLEK

cados po r la A lianza p ara el Progreso consideraban q u e el P erú ten ia u n a de


las más injustas distribuciones trib u tarias del m undo. D e este m odo, el gobierno,
q u e había iniciado su gestión e n u n am b iente eufórico, se fue deshaciendo p or
su inm ovilism o y, atenazado p o r la oposición del a pr a y las reclam aciones po ­
pulares, se d errum bó en u n a sucesión d e escándalos.
S im ultáneam ente en 1967 sectores pop ulares se congregaron electoralm ente
alred ed o r de u n c o n ju n to de fuerzas d e la izquierda, o b teniend o resultados sor­
pren d en tes q u e an u n c iab an su diferenciación p olítica de los partid os de clase
m edia y q u e cu lm inaría en 1968 con la constitución de la c g t p .
Las luchas sociales no sólo rechazaban al gobierno, sino q u e com enzaban a
cuestionar la legitim idad del estado; es decir, la explotación capitalista, la estruc­
tu ra de clases q u e la acom paña y el sistem a de dom inación política q u e las
organiza, ab rien d o paso a soluciones dram áticas.

IV

El fracaso d e los partidos de clase m edia creó u n vacío q ue los m andos m ilitares
se ap resu raro n a llenar. P ero a diferencia de otras o po rtu nidad es, estaban deci­
didos a realizar "d e u n a vez p or todas" la m odernización del sistem a social y la
in tegración d e las clases sociales en el a p a ra to estatal, m ed ian te la reorganización
burocrática y a u to rita ria de la sociedad y el estado. Así, los m ilitares esperaban
"dem ocratizar p o r vía a u to rita ria " a la sociedad peru an a , repro du cien do expe­
riencias de otros países de América L atin a.
D e este modo, la b an carrota p olítica de los p artido s políticos y las m odifica­
ciones q u e se p ro d u je ro n en el in te rio r del ejército facilitaron q u e en 1968 el
gob iern o revolucionario d e la fuerza arm ad a surgiera con u n alto grad o de au to ­
nom ía respecto a la sociedad y pletórico de v oluntarism o au to rita rio . Es así
com o el gobierno decretó la postergada reform a ag raria y elim inó a los terrate­
nientes: ex p ro p ió em presas m onopólicas y creó órganos de gestión y de control
económ ico. E ntre am bas m edidas se logró la dep uración social d e la clase d om i­
n an te y el fortalecim iento económ ico del estado.
El g o b ierno ordenó la form ación de instituciones "co m unitarias" en las q ue
se concedía a los trabajadores p articipación en los beneficios em presariales, bus­
cando conciliar los intereses o breros y patronales. P aralelam ente, decretó la es­
ta b ilid ad la b o ral de los trabajadores, lo cual, co n ju n tam en te con las com unidades
laborales, significó el resq uebrajam iento del "p rin c ip io de au to rid ad ” en las em ­
presas. Asimismo, el gobierno am p lió los servicios asistenciales d e m odo de satis­
facer los reclamos d e las clases populares y m edias u rbanas.
Pero co n trariam en te a lo previsto p o r la burocracia, estas m edidas am p lia­
ro n el espacio de la particip ación p olítica de las clases dom inadas, con fuerte
influencia obrera, qu e no ta rd aro n en reorganizarse, pasado el prim er im pacto
de las reform as y nacionalizaciones, p ara rein iciar las luchas destinadas a alcanzar
sus reivindicaciones. M ientras tanto , los partid os políticos en traro n en u n a situa­
ción de parálisis, calificada por H aya de wait an d see, q u e favoreció el d esarrollo

Co
DEMOCRACIA. MOVILIZACIÓN PO PULAR Y ESTADO M ILIT A R fc.N P tR Ú 329

au tó n o m o de las organizaciones populares y el creciente peso en su seno de las


agrupaciones d e izquierda.
F ren te a 1 m ovim iento popular, él ¿OfflplfifflOIllÚ 5U 2CCÍÓÜ Cü Cl tC;
rren o económ ico m ed íante la creación de mecanism os p a ra institucionalizar la
m ovilización política a fin de absorberla co rporativam ente y controlarla. D e esta
suerte, la m odernización capitalista de la sociedad se asoció a los in ten to s de
acabar con el desarrollo autón om o de las organizaciones populares y d e la iz­
q u ierd a. Pero esta pretensión burocrática fue exitosam ente resistida p o r estas
organizaciones, resu ltan do en su creciente integración política po r fuera y con
independencia de los aparatos gubernam entales.
Em pero, el interés del gobierno p o r co n tro lar la movilización política n o sólo
fracasó debid o al desarrollo político alcanzado p o r las organizaciones q u e ag ru ­
p ab an a las clases populares y medias, sino tam bién po rqu e el logro d e sus
reivindicaciones, q u e el discurso oficial apoyaba, se enco ntraba blo qu ead o p o r la
p olítica económ ica q u e favorecía la acum ulación capitalista q u e d irigen las em ­
presas m ultinacionales.
En efecto, la m odificación de la estructu ra de la propiedad ejecutada po r el
g obierno m ilitar alteró el peso relativo de los agentes de ap rop iación del exce­
d en te económico, pero dejó relativam ente in alterad o el uso q u e se le d io a dicho
excedente. De esta m anera, al am paro de las reform as se favoreció la red istrib u ­
ción del ingreso en favor d e las capas sociales d e más alto ingreso relativo y se
d esarrolló y consolidó la estructura y com posición de la producción basada en
la sustitución de im portaciones y destinad a al consum o de dichas capas sociales.
De esta m anera, la política económ ica “revolucionaria” significaba, en los
hechos, insistir en la penetración y dom inación d e las em presas industriales m u l­
tinacionales y en el p atró n de acum ulación ca pitalista instaurad o d u ra n te la dé­
cada d e los sesenta, im pidiend o la realización de las expectativas populares.
E l estado am plió de m an era notab le el ap arato burocrático, el gasto público
y sus niveles de inversión, adecuándose a la oferta de bienes y servicios pro du ci­
dos po r las em presas capitalistas internacionales, m ientras las dejaba en libertad
p ara q u e d eterm in aran la estructura pro du ctiva y del em pleo, la distribución del
ingreso personal y regional, así como del consum o q u e favorecía, sin lug ar a
dudas, a los sectores de más altos ingresos y castigaba a las capas populares.
Sin em bargo, esta orientación económ ica estaba plag ada de contradicciones.
Las reform as y estatizaciones crearon u n a desconfianza m uy g rande del capital
h acia el gobierno, más aún cuando su representación grem ial n o fue llam ada a
colab o rar e n la acción gubern am ental; en u n desesperado in ten to au to rita rio por
im p o ner su dom inio sobre la sociedad, el gobierno estatizó los m edios de com u­
nicación, ex p ropian do a la burguesía su ú ltim o bastión p olítico m ientras las orga­
nizaciones populares lograban am p lia r sus m árgenes de acción. Así, m ientras
favorecía la creciente m onopolización de la econom ía, la política estatal in h ib ía
la constitución de u n clim a político q u e p erm itiera el desarrollo del capital.
E n tre 1973 y 1974, a la p a r que se acen tu ab an las luchas sociales, el capital
presionaba p ara q u e el gob ierno elim in ara las m edidas políticas y reaju stara la
p olítica económ ica q u e afectaban la tasa d e beneficios. El rechazo g u b ernam en ­
tal a reco rtar las prim eras y, p or el con trario, su anu ncio de pro m ulgar u n p ro ­
yecto de “ pro piedad social”, al mism o tiem po q u e se negaba a devalu ar la m o­
330 JU L IO C O ILK K

neda y detener el déficit fiscal, puesto q u e afectarían los ingresos d e los sectores
populares y m edios, llevó a la paralización de las inversiones privadas. El gobier­
no m ilitar decidió llen ar este vacío y seguir p rop ician do el gasto público m e­
d ia n te crecientes préstam os del eurom ercado, lo q u e d eterm in ó q u e a fines de
1974 se anu nciara la b ancarro ta económ ica del país. El infructuoso in te n to del
gob iern o m ilitar por satisfacer intereses sociales incom patibles condicionó el
ru m b o caótico de la política económ ica, de claro corte populista, q u e se asoció
con u n a conducta política errática q u e golpeaba a diestra y siniestra, en su afán
de co n tro lar la sociedad y m an tener su auton om ía respecto a ella.
Esta tensión social q u e afectaba la "seguridad nacio nal”, en m om entos en
q ue el gob ierno m an tenía u na relación muy difícil con la d ic tad u ra chilena, llevó
a q u e los m andos m ilitares depu sieran al general Velasco y reo rien tara n la “ R e­
volución p eru an a” : en 1975 se inició la “segunda fase", q u e un periodista oficial
se atrevió a llam ar “ la prim avera rev o lu cio n aria.. . ”
A p a rtir de ento ntes, comenzó u n proceso de franco vuelco de la tendencia
pop u lista seguida po r el gobierno. C ada vez más el gobierno fue a n u lan d o las
concesiones otorgadas a los sectores po pu lares a fin de crear el am b ien te qu e
favoreciera al capital, c inició el acercam iento con los p artidos tradicionales con
el fin de g an a r su apoyo e n la lucha q u e d esarrollaba con tra las organizaciones
populares y la izquierda.
P ara rem ediar la v iolenta crisis fiscal, el gobierno cedió a los requerim ientos
d el capital internacional, estableciendo u na política de estabilización y de prom o­
ción a los exportadores no tradicionales, d eterm inand o la consolidación del p a­
tró n d e acum ulación y de una nueva burguesía, m ientras paralelam ente se gene­
ralizaba el em pobrecim iento de la población. Sin em bargo, este cam bio no era
suficiente: el continuo m onopolio político d e los m ilitares y sus "caprichosas"
decisiones eran resentidas po r la burguesía.
En 1977 se inició u n a serie de huelgas generales en todo el país, dirigidas
p o r la convergencia de las organizaciones po pu lares y la izquierda q u e sacudió
la p recaria estabilidad gubernam ental. F rente a esta desbocada movilización, el
g obierno se encontró desprovisto de recursos políticos y to talm ente aislado. En
efecto, la institucionalización de natu raleza corporativa q u e h ab ía in ten ta d o cons­
tru ir había fracasado ro tu n d a m en te p o r la tenaz oposición po p u lar, y el despres­
tigio q u e alcanzaron los m ilitares era un án im e en todas las clases de la sociedad.
Esta o rfandad obligó al gob iern o a convocar elecciones p ara la Asamblea
C onstituyente con el ob jeto de crearse u n a base de sustentación política, en ta n to
esta m edid a iba asociada con la prom esa de "tra n sferir" el po der en 1980, m ien­
tras delegaba en técnicos civiles u n a conducción rigurosa de la nueva p olítica
económica.
Es decir q u e los cuadros m ilitares anticiparo n, correctam ente, q u e los partid os
de derecha se encargarían d e buscar la canalización y aplacam iento de las exi­
gencias populares, institucionalizando la p articipación política p o p u la r d en tro
de los m arcos de legalidad adecuados al p atró n de acu m ulación capitalista.
Esta necesidad del estado m ilitar y d e las fuerzas de la erecha de enclaustrar
la p articipación p o p u la r se m anifiesta com o urg ente d ebido a q u e en las elec­
ciones a la A sam blea C onstituyente alred edo r d e la tercera p arte de la población.

Co
DEMOCRACIA, MOVILIZACIÓN P O P li-A R Y liT A D O M ILIT A R EN PERÚ 331

centrad a en Lim a y en el sur peruano, prefirió alguna d e las organizaciones


políticas d e la izquierda.
P ero la posibilidad de lograr la esperada institucionalización d e la p a rticip a­
ción p o p u la r y su absorción en el nuevo régim en político se avizora im probable
a causa de la generalizada fragm entación política y d e la m uy restringida capaci­
dad del estado p ara satisfacer los más m ínim os requerim ientos d istributivos de la
sociedad. C on respecto al prim er p u n to , el gobierno y los voceros de los distintos
partidos de derecha pro cu ran establecer pactos a lo " P u n to Fijo" q u e aseguren la
fu tu ra estabilidad política, m ientras crecen las exigencias po pu lares po r la u n i­
ficación d e las fu e n a s de la izquierda. Pero, a su vez, esta posibilidad se encuen­
tra obstaculizada en p rim er lugar p o r la carencia de u na integración orgánica
en tre los distintos intereses dom inantes y estas agrupaciones políticas, lo que
tiene com o consecuencia el hecho de q u e n in g u n a de ellas pued a constituirse en
su representación política cabal. En segundo lugar, p o rq u e cada u no d e los p a rti­
dos tienen intereses propios que defender y clientelas políticas q u e proteger. En
sum a, estas condiciones evocan la precaria n aturaleza política de la clase dom i­
n a n te en el Perú.
C on respecto a la capacidad distribu tiva y de legitim ación del estado, ésta
se encuentra m uy restringida debido a la integración de la sociedad al nuevo p a ­
tró n de acum ulación capitalista a escala m un dial, a la reconstitución y fortaleci­
m ien to relativo de la burguesía, a los requerim ientos financieros internacionales,
am én d e la crisis económ ica m undial. Esta restricción condiciona la capacidad
política de absorber c in stitucionalizar la generalizada movilización p o p u la r qu e
hoy, además, expresa la violenta reducción de sus ingresos y opo rtun idades so­
ciales, m ientras el m ercado alienta el desarrollo de m uy altos niveles de con­
sumo.
Sin em bargo, es necesario m atizar esta ú ltim a proposición. Es m uy probable
q u e u n próxim o gobierno logre con citar el apoyo de sectores m edios y p o p u ­
lares gracias a u n a m uy lim itad a política de corte asistencia!ista. Pero, como ya
hemos dicho, la generalización de la participación po p u la r n o p erm ite satisfacer
sino en un m arco m uy restringido a lim itados segmentos de la sociedad, p or lo
cual la h istoria se repite. El in ten to de sobrepasar estos lím ites —creando u n
m illón de em pleos, por ejem plo— asegura u n a inflación descom unal.
La ¡dea de u n proyecto "socialdem ócrata" im p ortan do el m odelo sueco o
israelí 110 deja de ser u n a licencia litera ria de m al gusto. Es desde todo p u n to de
vista im posible im poner al capital internacio nal y a la burguesía peruan a u na
carga trib u ta ria sem ejante a la q u e existe en esos países, de m odo de m u ltip licar
el gasto p úblico y la inversión estatal, sin prom over la inflación.
T o d o ello hace muy probable q u e cualq uier gobierno "civil" deba sustentarse
en el fu tu ro en la fuerza arm ada, constituyendo u n g obierno "m ix to ”, en el q ue
las organizaciones p artid arias d eban com petir con las castrenses po r el uso y
destinos de los recursos estatales.

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JU L IO C O T Lítt

La década que com ienza es la culm inación de un largo y lento proceso en el que,
p o r u n lado, se exp erim entó el desarrollo capitalista-dependiente y del estado,
q u e no puede copar y legitim ar la creciente movilización p o p u lar, cada vez más
a u tó n om a de las directivas ajenas a sus propios intereses. D e esta m an era tam bién
n u estro país presenta las contradicciones q u e se observan en los países de la p e ri­
feria del capitalism o m onopólico: en tre las reivindicaciones dem ocráticas y n a­
cionales q u e cn arb o lan las organizaciones populares y el proceso de acum ulación
privado q u e a nivel internacional d irigen las em presas m ultinacionales; y en tre
la creciente au to n o m ía de las organizaciones populares y la d eb ilitad a capacidad
d e los partidos tradicionales y el estado p ara legitim ar el ord enam iento d o m in an ­
te e in stitucionalizar la p articipación popular.*
De ah í q u e las fuerzas arm adas constituyan el ú ltim o recurso del sistem a de
dom inación favoreciendo la m ilitarización del estado, enfren tad as a las org ani­
zaciones populares que con su tenaz sacrificio po r la dem ocracia resqu ebrajan los
fundam entos institucionales. Así, las clases pop ulares reafirm an diariam en te la
validez del aserto de M ariátegui, cuando hace 50 años afirm aba q u e solam ente
el socialismo puede resolver las exigencias dem ocráticas y nacionales del p ueblo
peruano.

• Esto» problemas son reconocidos por Samuel P. Huntington y Joan M. Nelsnn en “No easy
choicc”, Polilical participation in developing countries. Harvard University Press, 1976.

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PRO B L EM A S D E H E G E M O N IA Y C O N T R A H E G E M O N ÍA
EN R EG ÍM E N E S A U T O R IT A R IO S •

M A N U E L ANTONIO CARRETÓN M .

Las páginas q u e siguen sólo buscan p la n tear y sugerir algunos problem as y áreas
de reflexión en to m o al tem a de la hegem onía en el caso d e los nuevos regím e­
nes au to ritario s en América L a tin a .1 N uestro interés consiste en tra ta r d e en ten ­
d er algunos de los elem entos q u e exp lican la estabilid ad relativa de estos regím e­
nes, de los q u e no pu ed e darse c u e n ta exclusivam ente refiriéndose a su carácter
represivo. P ara ello nos centrarem os en el caso chileno a p a rtir d e ciertas consi­
deraciones más generales.

I. ALGUNOS TEM A S D E LOS REG ÍM ENES AUTORITARIOS

1. Las dos dim ensiones

Parece ya u n lugar com ún afirm ar q u e estos regím enes n o p u eden definirse com o
sim ples paréntesis históricos, com o in terru pcion es tem porales de u n a tradición
dem ocrática (la q u e en algunos casos no siem pre existió) o com o expresiones
"necesarias” p ara la resolución de ciertos problem as de la sociedad, u n a vez
resueltos los cuales se vuelve a la "n o rm a lid ad ”. En efecto, ellos n o se agotan
en u n a p u ra dim ensión de reacción y respuesta a u n a crisis política, sino q ue
son u n in ten to de reorganizar la sociedad desde arrib a en térm inos de u n a res­
tru ctu ració n capitalista in tern a y u n a reinserción en el sistem a capitalista m un-
• Versión revisada de la presentación al Seminario "Hegemonía y alternativas políticas
en América Latina". El autor es profesor investigador del programa f l a c s o de Santiago. Chile,
y este trabajo fue realizado durante su estadía en el Latín American Program del Wilsor»
Ccnter. Washington, D. C.. EU, como parte de un proyecto más amplio. El trabajo es de
responsabilidad exclusiva del autor y no compromete a las instituciones a las que está
vinculado.
1 Muchas de las ideas de la primera parte sobre la caracterización de los nuevos regímenes
autoritarios en América Latina (término puramente nominativo para referimos al tipo «le
régimen militar del Cono Sur y cuyo uso no implica una interpretación teórica) han sido
tomadas de mi trabajo “En tom o a la discusión de los nuevos regimenes autoritarios en
América Latina" (preparado para el Seminario “América Latina y su inserción en el sistema
internacional”, patrocinado por t l a c s o -c u i c s o . Santiago, Chile, diciembre de 1979, y publicado
también como documento de trabajo por el Latín American Program del Wilson Center,
Washington, D. C.. E U ). Remitimos a él para un análisis mis detallado y para las referencias
bibliográficas que aquí hemos omitido. El concepto hegemonía es usado en este trabajo dentro
de una cieña tradición que lo ve como la capacidad de un sistema de dominación para esta­
blecer, más allá de la coerción, una dirección cultural y un relativo consenso. Contrahegemonla
alude a la capacidad de desarrollar una hegemonía alternativa al sistema de dominación vigente.

[SJS]

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334 MA.NL'FI. ANTONIO CARRETÓN M.

•dial. Son, po r decirlo así, expresión de u n a vo lu n tad co ntrarrevolucionaria, pero


tam b ién de u n a volu ntad fundacional, a u n q u e en los prim eros m om entos de
instauración n o se tenga cabal conciencia y clarid ad de ello en todos los sectores
q u e constituyen el bloq ue victorioso.
L a dim ensión defensiva o de reacción an te u n a crisis se expresa sobre todo
e n la fase de instalación de estos regímenes, do nd e se define u n papel prep o n ­
d e ra n te de las fuerzas arm adas e n la dirección del estado. Ellas privilegian el
m om ento de la represión p u ra y utilizan com o p rincip io de legitim ación las
necesidades de la guerra. La definición del país en estado de g uerra y la p ro fu n ­
d id a d de la crisis política previa expresada en el g rad o de polarización y de
sentim iento de am enaza al o rd en vigente p or parte de los grupos dom inan tes y
d e vastos sectores de capas medias y sus respectivas organizaciones sociales y p o lí­
ticas proveen las bases p ara u n a aceptación en esos sectores de los drásticos p ro ­
cesos y mecanism os de represión contra los sectores populares. El g rado en q u e
la crisis política q u e precede al golpe m ilita r y a la instalación del régim en
a u to rita rio ha afectado el funcionam iento d e la sociedad fijará ciertos m árgenes
p ara el proceso de estabilización y recom posición capitalista, ta n to en lo referente
a los plazos para su definición com o en térm inos de su contenido y dirección pre­
cisas. En otras palabras, el carácter y dim ensión de la crisis precedente medidos
p or el nivel de organización y movilización p o p u la r y de polarización política
y por el grado de crisis de fu ncionam iento de la sociedad tienen efectos en el
m odelo político y en el proyecto económ ico de restru ctu ració n capitalista, que
desbordan la fase p uram en te reactiva.
En relación a la dim ensión fu ndacional o in ten to de rcstru ctu rar y reinsertar
e l capitalism o desde el estado, es im p o rtan te en ten derla no sólo com o un con ju n ­
to de requisitos de adecuación a una estructu ra económ ica, sino com o un inten to
global de reorganizar la sociedad, lo q u e im plica resolver problem as de hegemo­
n ía en el in terio r del bloque d om inante en tre g rupos con diversas aspiraciones,
valores e intereses, al mism o tiem po q u e im p lem entar u n proyecto q u e abarca
las diversas esferas de la sociedad. A quí, el princip io de legitim idad, sin ab an d o ­
n a r la referencia a ciertos elem entos de u n a "gu erra siem pre presente”, enfatiza
los intereses parciales de los diversos sectores q u e com ponen el bloque dom i­
nante. H acia el co n ju n to de la sociedad el prin cip io de legitim idad q u e se es­
grim e enfatiza tanto los éxitos en la “ reconstrucción” como, a diferencia d e la
prim era fase, algu na invocación a la soberanía p o p u la r prom etiendo la restau ra­
ción, d ep u rad a de “ vicios anteriores”, de form as dem ocráticas.2
Ambas dim ensiones, la reactiva y la fundacional, son com plem entarias y no
p u ed en desligarse una de o tra . Si bien se privilegian diferenciadam ente según el
m om ento po rq u e atraviesa el régim en, la p rim era en la fase inicial o de in stala­
ción y la segunda en la fase de consolidación, elem entos de am bas están presen­
tes en todas las fases. P or o tro lado, no todos los regím enes au to ritario s en A m é­
rica del S ur enfatizan de igual m odo las dos dim ensiones, siendo el diverso peso
oto rg a d o a ellas u n o de los criterios q u e p erm ite su subclasificación.3
2 Este punto ha sido más desarrollado en mi arüculo "De la seguridad nacional a la nueva
iiutitucionalidad” (Foro Internacional, México, julio-septiembre de 1978).
* Es posible pensar en el Biasil enfatizando la segunda dimensión, en el Uruguay la primera
y en Chile ambas.
PROfll h M AS l l t lO G K M O N ÍA V CONTOAHEC.F.MONÍA 333

E n ten der estos regímenes com o intentos d e revoluciones capitalistas tardías


desde el estado, donde el a n d e n régim e está representado p or alguna variedad
del estado de com prom iso y cuyo enem igo p rincip al son las clases populares rela­
tivam ente organizadas, movilizadas y, en algunos casos, con cierto p o d er en el
ap a ra to del estado, tiene imj>ortantes consecuencias con relación al problem a de
la hegem onía.

2. Sobre la hegem onía

L a estabilidad del régim en dependerá, en parte, de la capacidad q u e tenga algún


sector o núcleo d en tro del bloque d o m in an te p ara constituirse com o hcgem ónico
e n el c o n ju n to de este. En el in terio r de u n proyecto histórico d e recom posición
y reinserción capitalistas puede h aber diversas direcciones posibles,4 de m odo que
la definición de tal dirección depen de de la capacidad de algún núcleo de gene­
ralizar sus intereses en el in terio r de la coalición victoriosa. En otras palabras,
e n estos regím enes hay un problem a d e hegem onía in tern a del blo qu e d om inan te
n o necesariam ente resuelto en el m om ento de la r u p tu ra m ilitar y de cuya rápida
y eficaz, resolución d epende en parte el éxito de la estabilidad del régim en. Este
p u n to obliga al análisis a referirse a las características específicas d e u n deter­
m inado bloq u e y a los mecanism os y procesos d e com promisos, cooptaciones y
exclusiones, a través de los cuales se constituyen estos núcleos hegemónicos.
P ero no sólo hay u n p roblem a de hegem onía in tern a en el blo qu e dom inante.
I,as relaciones de éste con el c o n ju n to de la sociedad n o parece q u e p u ed a n re­
ducirse exclusivam ente al uso de la fuerza, p o r b ru ta l y extensiva q u e ésta sea,
especialm ente en la fase de instalación del régim en. Es obvio qu e no estamos en
presencia de u na relación d e hegem onía y q u e estos regím enes n o descansan
de nin gún m odo en el consenso. La represión en sus diversas formas, niveles
y alcance, es p a rte inseparable d e ellos; su presencia perm anente como acto
o am enaza y su co n tin u o resurgim iento au n en las fases más avanzadas de
“ norm alización" o com ol ¡dación del régim en m uestran hasta q u é p u n to ella
constituye u n elem ento explicativo fun dam ental en su estabilidad relativa. Pero
hay tam bién otros factores q u e deben considerarse. A lgunos d e ellos se relacio­
n an directam ente ccn el elem ento fuerza o represión, com o el tem or generalizado
e intern alizad o q ue lleva a reconocer a los titulares del poder y obedecerles
sin p o r ello aceptarlos como legítimos. Pero tam bién se d a la penetración parcial
de u n proyecto histórico, de transform aciones estructurales q u e significan el
advenim iento sectorial y heterogéneo de u n ord en q u e introduce u na mezcla de
lo nuevo y lo vieje desarticu lando organizaciones sociales y modelos de represen­
tación. Si se analizan diversas capas de la población, es posible en c o n trar adhesio­
nes y hegem onías parciales. C iertos tem as presentes en algunos sectores y latentes
en otros tien d en a generalizarse y a p en e trar el c o n ju n to de la sociedad y ad­

4 Por ejemplo, lo que O’Donnell llamó "profundización" en “Reflexione* sobre las tendencias
de cambio del estado burocrático-autoritario” (documento. Buenos Aires, cr.Dts, 1975), consti­
tuye, como ¿I mismo lo ha reconocido, una sola de las direcciones posibles. Véanse al respecto
los trabajos de Serra y Hirschman en David Collier (contp.), The new auihorilarianism in
ia tin America, Princeion L'niversity Press. 1979.

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336 M A N U E L A M O N IO CARRETÓN M .

q u irir form as de sentido com ún. Los temas del orden, la eficiencia, la seguridad
y hasta el de la desconfianza d e la política, son ejem plos de ello au n cuando
su grado de penetración en diversos sectores sociales sea m uy desigual. A diferen­
cia de los fascismos europeos q u e buscaron la m ovilización de apoyos sectoriales
o parciales y su politización global, estos regím enes au to ritario s buscan m antener
apoyos pasivos y la desm ovilización general.8 Puesto q u e su p u n to de partid a
fue u n a sociedad altam en te m ovilizada, polarizada y politizada, se tra ta más
bien de desarticular y atom izar la base social. M ás q u e integrar consensos o
apoyos en u n m odelo global de sociedad, se in te n ta en co n trar en la atom ización
la referencia a intereses particulares q u e hagan aceptable la situación y riesgosa
o am enazante la altern ativ a de cam bio. N o m ovilizan apoyos, pero buscan m an­
tenerlos latentes, reforzando, a través del co ntrol de los m edios de com unicación
y en parte de los mecanism os de socialización, la idea de q u e "las cosas son así
ah o ra” y q u e hay que adaptarse a ellas y ju g a r las nuevas reglas del juego. Ello
es especialm ente claro en los procesos de institucionalización a los q u e nos re­
ferirem os más adelante. Se in ten ta provocar así u n proceso q u e sin ser de iden­
tificación m anifiesta con el régim en en sí, tien de a serlo con ciertos valores,
norm as y estructuras básicas de la sociedad. En el plan o ideológico, el m onolitis-
m o inicial de u n do ctrin a de g u erra cede paso a u n núcleo crítico de la vieja
sociedad con ciertos aspectos program áticos en to m o al cual se agrupa u n hetero­
géneo c o n ju n to de elem entos q u e ap elan a diversos intereses sectoriales.
Pero esta penetración parcial de u n proyecto reorganizador de la sociedad
a través d e las transform aciones estructurales in troducidas choca con su escasa
capacidad inclusiva. Incluso los m om entos de los éxitos relativos y de los “ m ila­
gros económicos" en q u e se in ten ta legitim ar el régim en po r sus resultados ponen
al descubierto sus lim itaciones, desequilibrios y contradicción con las expectati­
vas generadas.
Así q ueda siem pre p en d ien te el p roblem a de las relaciones más estables entre
estado y sociedad civil, es decir el p roblem a del régim en político. Se tra ta al
parecer de intentos de revoluciones capitalistas tardías y desde el estado,6 a la
búsqueda de u n m odelo político. El paso del tiem po, la pérd ida de apoyos in i­
ciales y las presiones de u n a sociedad q u e tien d e a reem erger después de la fase
de instalación llevan a plantearse el p roblem a del régim en político fu tu ro y a
ap elar retórica y program áticam ente a alg un a form a de dem ocracia, a la q u e se
le adosan num erosos calificativos que im plican restricciones y postergaciones
en el tiem po. Desde el in terio r del bloque d o m in an te surgen sectores que, preo­
cupados p o r la sucesión y la incertidum b rc del fu tu ro, buscan form as de “aper­
tu ra ” política q u e preserven lo esencial del m odelo de desarrollo; otros buscan
la institucionalización perm an ente de u n régim en m ilitar; otros sueñan con un
o rd en político conservador q u e se establezca com o em anación de las transfor­
m aciones introducidas en la base de la sociedad.

* Véase a este respecto J. Linz, “Totalitarían and authoritarian regimes", en Creenstein


y Polsby. Handbook of political Science, vol. 3, Estados Unidos, Addison-Wesley, 1975.
' Sobre estos conceptos, véanse las referencias en el trabajo citado en nota 1. especialmente
el libro del Instituto de Investigaciones Sociales de la u n a m Clases sociales y crisis política en
America Latina, México, Siglo XXI, 1977 y S. Zcrmefio. "Estado y sociedad en el capitalismo
tardío’’. Revista Mexicana de Sociología, núm. I, 1977.
P R O B U M A S DE H FCE M O N ÍA Y tO N 'lR A H EG K M O N ÍA 337

Esta preocupación p o r el m odelo político revela los profundos problem as


q u e en fren tan estos regímenes y su incapacidad p ara tra n sfo rm ir el uso perm a­
nente <!e la Íuer7a. el recurso a las olas W|)F?$ÍV!R lfl 11131]ÍJJUl2CÍÓIl ílCl ICIÍ10F,
los apoyos pasivos y las hegem onías parciales en u n proceso hegem ónico globa-
lizante.
Sin em bargo, tam poco p ueden in terp retarse estos procesos de resolución del
m odelo político com o expresión exclusiva de debilidad del bloque do m inante.
Ellos pu eden darse tam bién a p a rtir de situaciones de éx ito relativo en el afian ­
zam iento del proyecto de recom posición y reinserción capitalistas, en m om entos
en q u e no hay u n a crisis generalizada de leg itim idad y com o m anera d e ev itar
más adelante salidas forzadas. E staríam os aq u í más cerca de un polo hegemónico.

S. Procesos de institucionalización

C on relación a los procesos políticos de los regím enes au to ritario s parece conve­
niente, en todo caso, in tro d u cir algunas distinciones q u e p erm ita n clarificar el
fenóm eno de las llam adas “ap ertu ras” . Así, pu ede ser ú til d istin g u ir procesos de
institucionalización y procesos de transición, a u n cuando sus respectivas d in á­
m icas internas p u ed an conducir d e unos a otros. P or institucionalización e n te n ­
dem os los procesos p o r los cuales u n determ in ad o régim en fija sus propias instan­
cias, reglas y norm as y tiend e a ser la fase q u e sigue al período de ru p tu ra cuya
extensión varía según los casos. P or transición entendem os los procesos po r los
cuales se va de u n régim en au to rita rio d eterm in ad o a u n régim en político dis­
tin to , y, teóricam ente, pu ed e obedecer a u n proceso d e descom posición y erosión
in tern a del régim en, a un triu n fo de las fuerzas de oposición o a un proceso p or
el cual el bloq ue d o m in an te h a consolidado de tal m odo su dom inación qu e
llam a a los diversos sectores sociales a p articip ar de u n nuevo orden político,
pu d ien d o darse com binaciones entre estos factores. E n cu an to a los procesos de
institucionalización, es posible distinguir, a su vez, al menos dos grandes cate­
gorías. La p rim era refiere a procesos por los cuales se pasa sim plem ente de una
dictadura sin reglas a u n a q u e establece sus propias reglas, m a n teniend o en lo
esencial los rasgos del poder q u e se constituye en los m om entos de la ru p tu ra .
L a segunda refiere a procesos p o r los cuales se fu n d a u n régim en p olítico con
rasgos q u e d ifieren del p od er constituido en el m om ento de la r u p tu ra pero qu e
m an tien e la p a u ta au to rita ria. L a diferencia en tre las dos radica en q u e en el
prim er caso asistim os a u na extensión au to rrcgu lada del “ p erío do d e em ergencia”
convertido aho ra en norm alid ad y en el segundo estamos en presencia de un
in ten to de crear u n régim en q u e genera m ecanism os de particip ació n restringidos
y resuelve in tern am en te sus problem as d e sucesión sin ab a n d o n ar sus rasgos
excluyentes y autoritario s. A m bos procesos de institucionalización difieren de
los de transición en q u e en los prim eros estam os an te algu na form a d e consoli­
dación del au toritarism o y en los segundos an te u n cam bio del régim en a u to rita ­
rio p or o tro , q u e puede ser más o menos g rad u al según los casos. De tal m odo
q u e no toda proclam ada “ap e rtu ra p o lític a” es necesariam ente parte de u n pro­
ceso d e transición, sino q u e puede serlo de u n o de institucionalización. Sin d u d a
q u e en tre todos estos procesos hay interconexiones y lo q u e com enzó com o ins-

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IHOBt.fM AS DE HEGEMONIA ¥ CONTRAHECEMONÍA 359
4. Problemas de la oposición

D esde el p u n to de vísta del desarrollo d e la oposición, es en estos espacios crea­


dos po r el proceso de institucionalización, ju n to a los q u e h an surgido al margen,
m uchas veces b ajo el am paro q u e prestan organizaciones d e am p lia legitim idad
com o la iglesia, q u e se recrea y reconstituye el m ovim iento social. Com o veremos
más adelan te, la im portan cia de las organizaciones p ro p iam en te políticas en este
proceso de recreación varía significativam ente según la experiencia p reau to r i ta­
n a de relación en tre partidos políticos y m ovim iento social. Pero, en tod o caso,
ya se tra te de organizaciones políticas sobrevivientes del régim en an terio r, ya se
tra te de aquellas q u e surgen del proceso de institucionalización política o q u e se
crean al m argen de él, las características mism as del régim en a u to rita rio generan
un a tensión en tre la tendencia a u n a política cu p u la r y la relativ a proliferación
y dispersión de organizaciones sociales. D e algún m odo, los espacios q u e gene­
ran los regím enes au to rita rio s llevan a la constitución de u n m ovim iento social
" p o r abajo ", en ta n to la acción más o m enos trad icio n al de los partidos políticos
tiend e a la constitución del m ovim iento social “p o r a rrib a ” . E n tre am bos p ro ­
cesos hay u na relación de convergencia p roblem ática q u e explica en p arte q u e la
oposición sea más u n espacio de convergencias parciales q u e u n actor político
p ro p iam en te tal, y q u e p o r lo ta n to su co nd ucta sea más bien ad a p tativ a y reac­
tiva a las dinám icas generadas p o r el blo q u e d om inante.
Lo a n te rio r se relaciona con el problem a de la "altern ativ a”. Es corrien te la
afirm ación de q u e la prolongación del régim en a u to rita rio se debe a la falta de
a ltern ativ a p or parte de la oposición. Esta altern ativ a es siem pre p la n tead a en
térm inos de u n ord en dem ocrático. P ero ya se trate, según los casos, de la refe­
rencia o u n ideal más q u e a u n a experiencia vivida o de ap e lar a u n a experiencia
histórica en la q u e las condiciones sociales q u e la hicieron posible han, sin em ­
bargo, desaparecido, el significado de la invocación dem ocrática es problem ático.
E llo po rq u e tiene un co ntenid o diferen te p a ra las diversas fuerzas q u e consti­
tuy en el bloq ue opositor. Así, la invocación exclusiva de la dem ocracia como
u n o rd en po lítico oculta el problem a de las condiciones m ateriales q u e la hacen
posible, es decir del m odelo de desarrollo y, p or lo tan to, los problem as de hege­
m onía q u e subyacen a él. P or o tro lado, esta referencia a u n o rd en alternativ o
al régim en au to rita rio n o siem pre se liga a u n a estrategia de salida d e éste, sino
q u e deja tal salida en tregada a la dinám ica del blo q u e do m inan te. F inalm ente,
es necesario no m istificar lo q u e significa u n a "altern ativ a”. Q uizás la historia
nos m uestre que u n cam bio de régim en político se deba m enos a la existencia
de u n a fórm ula program ática de rem plazo —es pro bab le q u e el tip o d e estado
q u e sucede al estado oligárquico n o haya estado explícito en la m ente de nadie—
q u e a la capacidad d e a rticu lar globalm en te la d em and a q u e surge de los nuevos
m ovim ientos sociales.
V olveremos más extensam ente sobre estos pu ntos en la segunda p arte de este
trabajo.
340 M A N U E L ANTONIO CARRETÓN M.

II. ALGUNAS ESPECIFICIDADES DEL CASO C H ILEN O

N o pretendem os aq u í u n análisis en p ro fun didad, sino solam ente m ostrar cómo


se d an en u n caso específico algunos de los temas sugeridos en la prim era parte.7
Nos referirem os a algunos rasgos generales q u e caracterizan el caso chileno, para
luego a b o rd ar dos grandes cam pos en los q u e p ueden encontrarse elem entos
p ara ex plicar la relativa estabilidad del régim en y q u e se relacionan con el tema
de la hegem onía. El prim ero es la constitución del núcleo hegem ónico in tern o
en el seno del bloq ue d o m inante y, con relación a ello, el carácter de los procesos
de institucionalización. El segundo, las dificultades d en tro de la oposición p o lí­
tica p a ra c o n stitu ir fuerzas contrahegem ónicas. N os detendrem os especialm ente
en este últim o p unto.

1. En lo m o a la doble dim ensión

El caso chileno presenta com o uno de sus rasgos distintivos el fuerte peso o to r­
gado ta n to a la dim ensión reactiva com o a la dim ensión fundacional. A fines del
gobierno d e la U n id ad P o p u lar la sociedad vive u n a crisis q u e puede describirse,
por un lado, en térm inos d e u n proceso de descom posición del sistem a capitalista
sin el rem plazo eficiente p o r u n sistema alternativo . Ello se expresa ta n to en la
crisis de funcionam iento en diversas esferas de la vida social cotidiana, com o en
el resquebrajam iento del a p a ra to del estado y su capacidad de conducción. Por
o tro lado, esa crisis se expresa en el grad o de polarización política, do nd e el
nivel organizativo alcanzado por los sectores populares y su radicalización tienen
com o co n trap artid a una alta movilización d e sectores medios, an te los cuales el
sistema p olítico h a perdido legitim idad, y u n a desinstitucionalización de la acción
política p o r parte de sectores clave de la derecha chilena.
El alto grado de organización y movilización p o p u lar, la sensación de terro r
d e la burguesía de perder todo su poder, y el apoyo tácito o explícito de sectores
m edios y del centro político a la ru p tu ra del régim en político, a u n cuando se
esgrim ieran los valores dem ocráticos p ara ello, ju n to a la desarticulación del sis­
tem a capitalista, tienen, al menos, tres im plicancias q u e conviene señalar a los
fines de nuestro análisis.
L a prim era es la p ro fundidad, extensión y d u ració n d e la represión, q ue
alcanzó los grados m ás altos y brutales e n la región. La segunda es el desarrollo
de tareas de "norm alización” o "estabilización” de la econom ía q u e oscurecen
la natu raleza especifica del proyecto d e restru cturación y reinserción capitalistas
y don d e diversas direcciones parecen posibles. La tercera es q u e los sectores po lí­
ticos de centro, polarizados a favor de la caída d e A llende pasiva o activam ente,
tuvieron q u e pasar por un largo proceso d e reconversión q ue los llevó progresi­
vam ente al cam po de la oposición al régim en. El tiem po q u e d u ró este “cam ino

T Muchos de los temas e ideas que siguen han sido tomados de un traliajo preparado
para el Taller de Coyuntura de c l a c s o , “Institucionalización y oposición en el régimen autori­
tario chileno", Washington. DC. febrero-marzo de 1980.

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ntO BI.FM AS DF, HFGFM O N ÍA Y CO NTRAH tCH M O N Í A 341

d e Dam asco", como lo han llam ado algunos, fue el tiem po necesario p ara con­
so lid ar el liderazgo en las Fuerzas A rm adas y p ara resolver el pro blem a de he­
gem onía in tern a en el bloq ue dom inan te. Volverem os sobre ello.
A sí, es sólo ya entrado el año 1975 cuando tiende a definirse y perfilarse
con m ayor n itidez la dirección precisa d e la dim ensión fundacional, es decir las
características particulares del proyecto, y sólo cu a tro o cinco años después del
golpe m ilitar cuando se iniciará el in ten to de institucionalización de ese proyec­
to.8 Ello supone la consolidación d e u n núcleo hegem ónico en la dirección del
estado.
En térm inos del co ntenido del proyecto histórico, lo q u e parece crucial es
el cam ino en el m odelo d e desarrollo desde u n proceso de industrialización po r
sustitución de im portaciones con fuerte intervención del estado a u n desarrollo
basado en la a p e rtu ra irrestricta de la econom ía, con reorientación del ap arato
p ro ductivo hacia sectores prim arios, red ucien do drásticam ente el papel del estado
y d án d o le al m ercado y al sector p rivado el papel p red o m in an te en el desarrollo.
Este cam bio en el estilo de d esarrollo va acom pañado p o r u n m odelo de sociedad
donde se revierte pro fu n d am en te el proceso de progresiva dem ocratización p re­
cedente y el pap el redistributivo del estado, se concentran las opo rtu nidad es so­
ciales y se atom izan y segm entan las dem andas sociales elim inándose los sistemas
de m ediación y las correas de transm isión en tre base social y sistem a político. La
im agen de este m odelo d e sociedad se d esarrolla en to rn o a una crítica radical
del período q u e va desde el d erru m b e oligárquico al m om ento del golpe m ilitar,
po r un lado, y en to rn o a u n a filosofía política do nd e los principios de la pro­
piedad p rivada y el m ercado, q u e d efinen la lib ertad económ ica, fu n d an la posi­
bilid ad de la lib erta d política en el futuro .

2. H egem onía interna y procesos de institucionalización

L a definició n e im plem entación de un d eterm inad o proyecto de restructuración


y reinserción ca p italista supone la consolidación en la dirección del estado de un
núcleo hegem ónico en el seno del b loq ue d o m inan te. En el caso chileno, éste se
da a través de la alianza entre el liderazgo personalizado en las Fuerzas Arm adas
q u e asegura el m anejo de los m ecanism os de pod er político, y el sector encargado
de la conducción económ ica q u e expresa los intereses de los núcleos capitalistas
d om inantes, y que asegura el "conten id o” de la dirección estatal sobre la socie­
d ad. D icho de o tro m odo, la alianza en tre P inochct y el llam ado "eq u ip o eco­
nóm ico”.
El p rim er problem a a exp licar es el del liderazgo personalista en unas F uer­

* Es con la coyuntura económica de abril de 1975 y el lanzamiento del llamado Plan Shock
de la economía, que se opta por una determinada dirección del proyecto de recomposición y
reinserción capitalista. En septiembre de 1976, se promulgan las Actas Constitucionales consa­
grando como permanentes ciertas características del estado de emergencia. En julio de 1977, en
el discurso de Chacarillas Pinochct anuncia un programa de institucionalización política que
asegura el régimen m ilitar por un muy largo plazo. Es desde 1978 y. sobre todo, en 1979 con
el Pian Laboral, la Directiva Educacional, el Plan de Salud, los decreto* sobre el sector agrario,
etc., ouc se aprecia el esfuerzo más sistemático de institucionalización a nivel de la sociedad.

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542 M A N U E L ANTONIO CARRETÓN M .

zas A rm adas caracterizadas largam ente por sus rasgos de organización form al.
N u estra hipótesis es que el aislam iento relativo d e las Fuerzas A rm adas en rela­
ción con u n a sociedad política capaz de resolver p or sí m ism a sus conflictos tuvo
com o consecuencia la ausencia de un proyecto político autón om o y de consenso
in tern o en las Fuerzas A rm adas q u e no fuera el p u ro acuerdo de po ner fin a un a
situación definida como de “crisis n acio nal” y elim in ar o d esarticular un sector
social defin ido com o el “enem igo”. N o hay en el m om ento de la irru p ció n p o lí­
tica de las Fuerzas A rm adas u n program a pro piam en te tal, com o n o sea el
m anejo de los mecanism os represivos.9 La dirección del “contenido" debe ser
ap o rtad a po r ciertas clases o fracciones de clases o grupos q u e las representen.
La ausencia de un “pro gram a” para resolver los problem as qu e en fren tar día
a d ía en las tareas de gobierno refuerza los princip io s jerárq uico s y d iscip lina­
rios en la m antención de la cohesión in te rn a de los m ilitares, lo q u e a su vez
privilegia el papel político de la m áxim a au to rid ad jerárq uica. Ello personaliza
progresivam ente el liderazgo form al, d ad o q u e adem ás en el caso chileno coinci­
d en la m áxim a au to rid ad m ilita r con la m áxim a au to rid ad política y no existen
m ecanism os de sucesión de ésta en el s>ono del régim en. J u n to a ello, u n proceso
de disciplinam iento in terno, u n id o al m anejo de los recursos del po der p o r parte
del liderazgo constituido, h an im pedido el d esarrollo d e personalism os m ilitares
altern ativo s.10
El segundo problem a a explicar es cóm o p ued e devenir hegem ónico u n p ro­
yecto cuyo contenido tiend e a chocar la m en talid ad com ún m ilitar, afín a un
papel intervencionista del estado en la econom ía. N uestra hipótesis es q u e an te la
ausencia de u n “ program a” d e las Fuerzas A rm adas, se consolida en la dirección
del estado u n g ru p o tecnocrático hom ogéneo, socializado en las doctrinas econó­
micas de M ilton F riedm an y la Escuela d e Chicago, p o r cu an to es capaz de ofre­
cer al liderazgo m ilitar personalizado varias condiciones q u e n in g ú n o tro sector
en el blo q u e d o m in an te puede cum plir. Ellas son: p resentar u n m odelo cohe­
ren te q u e no “aparece” an te los m ilitares ligado a n in gu na fracción capitalista
p articu lar sino a exigencias “científicas” y de “eficiencia” universalizables y
capaz d e a rb itra r los intereses de esas fracciones; constituirse en el aval que
p erm ite la a p e rtu ra al financiam ien to internacion al en u n a situación d e aisla­
m iento político; aceptar u n alto gasto m ilita r q u e sectores capitalistas p articu ­
lares po d ría n ver com o com petitivo con sus propios intereses y ligar un .modelo
antiestatista con sus consecuencias “despolitizadoras”. A ello debe agregarse que
en los inicios se tra ta de u n a burguesía q u e tem ió perd erlo tod o y q u e recupera
su poder a p a rtir de la devolución de em presas estatales, lo q u e lleva a aceptar
el “ m odelo” incluso a grupos capitalistas menos privilegiados. P o r últim o, se

* Es obvio que no hay “neutralidad” de las fu eras armadas y que hay una relación indiso­
luble entre ruptura m ilitar y proyecto de restructuración capitalista. Estamos solamente
señalando la ausencia de un proyecto coherente en las f p a a , que las ideologías de seguridad
nacional no podían sustituir.
10 En este proceso de disciplinamiento podemos citar la salida del ejército de la casi totalidad
de los generales que dieron el golpe militar junto a Pinochet, las modificaciones en los
mecanismos de promoción de oficiales que refuerzan la dependencia del liderazgo personal, el
papel de la d i n a y luego la c n i , organismos de seguridad dependientes directamente de Pinochet,
en el control interno, etc. Recordemos, por otra parte, la derrota de todas las alternativas
personales levantadas en estos afíos, como la de los generales Bonilla, Areltano, Lcigh.
PR O BIXM AS DE H EGEM ON ÍA Y CONTRAHECE.MONÍA 54 3

establecen progresivam ente sólidos lazos en tre los grupos económicos predom i­
nantes y el sector encargado de la conducción económ ica del estado a través de
u n co n tin u o intercam bio d e posiciones.
Esta consolidación en la dirección del estado de u n núcleo hegem ónico re ­
presentado po r la alianza en tre el liderazgo m ilitar personalizado y el eq uip o
económ ico n o deja de en fren tar ciertos problem as en el blo qu e dom in ante. Son
muchos los sectores afectados p o r la política de restructuración económ ica y po r
la extensión de sus criterios a otros cam pos de la vida social. P or o tro lado,
algunos grupos se pregu ntan por la sobrevivencia del régim en en el fu tu ro y los
problem as de sucesión. A su vez, desde fuera del régim en hay presiones in te rn a ­
cionales y nacionales, en tre estas últim as la iglesia y las fuerzas reem ergcntes de
oposición. T o d o ello lleva a p lantearse el p roblem a de la institucionalización.
P ero la discusión in tern a en el blo q u e d o m in ante, q u e a veces ad qu iere co ntor­
nos agudos, choca con el problem a de la altern ativ a. N o debe olvidarse que
estam os en presencia de procesos p o r los cuales u n a clase o sectores de ella, u n
c o n ju n to social, se ve á sí m ism o com o d o m in an te y haciendo u n a revolución. N o
se tra ta de u n a situación en q u e u n a organización o corporación como la m ilitar
pued e decidir p or sí sola salirse de ella. Y p ara ese co n ju n to social no hay u n a
altern ativ a viable y visible fuera del régim en actual, po r cuanto se está muy
lejos d e rep roducir las condiciones que perm itieron en 1964 la incorporación de
este co n ju n to al centro político dem ocratacristiano en u n a estrategia em inente­
m en te defensiva, ni parecieran estar dadas las condiciones para coo ptar a ese
centro político que p la n tea exigencias desm esuradas p ara el b lo qu e d o m in an te
en térm inos del régim en p olítico y críticas severas a la preservación del actual
m odelo de desarrollo. Es p or ello q u e el deb ate in tern o se resuelve en la m an ten ­
ción a m ediano plazo del m ism o esquem a político, en la esperanza de q u e las
transform aciones in troducidas en la sociedad generen posibilidades a largo plazo
d e régim en de p articipación lim itad a.11
T o d o ello significa q u e en el caso chileno, el proceso de institucionalización
tiene com o sentido preciso, en el p lano político, m a n ten er el actual liderazgo
m ilita r personalizado, postergando ind efinid am en te la form ulación d e u n mo­
delo de relación estable en tre estado y sociedad civil. A nivel de la sociedad, el
proceso de institucionalización o de cristalización no rm ativ a de las transform a­
ciones estructurales busca redu cir drásticam ente el papel in terv en to r y redistribu-
tivo del estado, im poner el predom inio de los principios y m ecanism os de m er­
cado y d esarticular y atom izar las organizaciones y dem andas q u e surgen en los
diversos ám bitos sociales.*2

11 Éstos parecen ser los límites del publicitado debate entre *‘apertur¡stas” o "blandos"
y "duros", donde los primeros buscarían alguna "apertura" que asegure a largo plazo la
mantención del modelo económico y los segundos buscarían reforzar el autoritarismo político,
pero enfatizando los aspectos redistribuidos en la economía y el papel del estado. Ninguno
de estos sectores üenc contactos estables hacia el centro político y ninguno puede prescindir,
por falta de alternativa, del actual esquema político, por lo que ambas estrategias se mueven
necesariamente en el marco de aumentar su influencia en el liderazgo establecido.
’* A los hitos de la institucionalización política indicados en la nota 8. habría que agregar
el proceso aún no totalmente definido para elaborar y aprobar una nueva constitución.

Cop
544 M A N U i-L A M O N IO CARRETÓN' M.

3. Partidos políticos, m o vim ie n to social y problem as de contrahcgcm onía

Si observam os ahora la problem ática de la oposición política al régim en, encon­


tram os otros elem entos p ara explicar su relativa estabilidad. Nos concentrarem os
sólo en u n determ inado aspecto indican do algunos problem as q u e se plan tean
a la form ulación d e una altern ativ a en el cam po d e la izquierda, especialm ente,
y las dificultades de ésta p ara convertirse en fuerza contrahegem ónica.
C uan d o el discurso de los partid os políticos alu d e al carácter del régim en
pareciera existir u n a especie de esquizofrenia: se afirm a en él el carácter inéd ito
y co n trario a la tradición social y dem ocrática de las políticas q u e el régim en
em prende, se reconoce q u e ellas se d esarro llaron en contra de los “grandes valo­
res d e la historia nacional", q ue “significan u n a reversión p rofu nd a" de la ex­
periencia vivida hasta entonces en el país; pero la cu ltu ra, la estru ctu ra organi-
zacional y la práctica política no parecen h ab e r sido p enetradas po r la p rofu n ­
d id a d de las transform aciones sociales, excepto en lo q u e se refiere a la elem ental
diferencia en tre la acción en u n sistema j>olítico ab ierto y la acción clandestina
cu an do la política y los p artidos h an sido oficialm ente suprim idos o elim inados,
perseguidos y reprim idos. Ello q u eda de m anifiesto al analizar las escasas varia­
ciones de los discursos p artidarios respecto de los llam ados de la prim era hora,
ya sea, según las vertientes, a la “ resistencia arm ad a” o a la “recuperación dem o­
crática” . D el mism o modo, los nuevos program as políticos, si bien in ten ta n
co rregir insuficiencias del pasado, hacen escasa referencia a q u é cosas de la socie­
dad han cam biado, de tal m odo q u e el co n ju n to del proyecto y la acción política
d eban ser m odificados. El lenguaje busca más bien cierta ad ap tació n táctica, pero
no parece creer realm ente q u e las cosas h an cam biado profundam ente. Si ello
fuera así, p robab lem ente las traasform aciones en la cu ltu ra, estru ctura y práctica
políticas irían m ucho más allá de u n m ero ajuste de cuentas con los errores del
pasado y de u n a m odificación relativa del lenguaje, p o r im p o rtan te q u e ello sea.
H ay u n a tensión en tre problem ática y actores: si la problem ática o el camjK) han
cam biado sustancialm ente, n o parece o cu rrir lo m ism o con los actores.
Es prob able q u e esta distancia en tre u n a estru ctura po lítico-p artidaria que
perm anece d e algún m odo congelada y las transform aciones q u e ex perim enta la
sociedad no tenga el mism o significado en las diferentes situaciones do nd e im ­
p eran regím enes autoritarios. A q uí la experiencia a n te rio r al autoritarism o juega
u n papel explicativo im p ortante. El peso y la eficacia de la estructu ra p artid aria
precedente parecen conspirar contra la renovación frente a u na sociedad qu e se
transform a. Pero más q u e el grado d e estructuración de los actores políticos,
parece fundam en tal el papel q u e ju gó el sistem a político p artid ario en la cons­
titu ción del m ovim iento social. L a elim inación o restricción de espacios públicos,
la persecución e in te n to de erradicación de la política no tien en el m ism o efecto
en todos los casos de autoritarism o. Si b ien tales m edidas son consustanciales o
este tipo de régim en, sus consecuencias no siem pre son las mismas. El caso c h i­
leno corresponde a aq uella situación histórica en q u e la arena po lítico-p artidaria
fue el p rincipal in stru m ento de constitución y autorreconocim iento de u n m ovi­
m ien to social; el lugar en el cual u n a clase, g ru p o o categoría social se reconocía
a sí m ism a, más q u e com o un p u ro agregado relativam ente hom ogéneo, como
u n m ovim iento persiguiendo intereses; la h erram ien ta a través de la cual esos
PROBLEM AS DE H ECEM O NÍA Y OONTRAIIECEMONÍA 3 47

E n segundo lugar, está la cuestión de la transform ación de la estructu ra de


clases q u e tiende a surgir del nuevo m odelo de desarrollo. D e algún modo, la
estru c tu ra p o lítico-partidaria es trib u ta ria de la estructu ra d e clases de u n a socie­
dad, reflejando tam b ién su hom ogeneidad o heterogeneidad. El proyecto de
restru ctu ració n y reinserción ca pitalista vehiculizado p o r el régim en au to rita rio
tien de a heterogeneizar au n más la base social a través de la atom ización de las
form as productivas. La estructu ra político -partid aria sigue ap elan d o a un sistema
d e clases sociales q u e se h a m odificado profu nd am ente, lo q u e reduce su capaci­
d ad de representación de los nuevos intereses y dem andas.
E n tercer lugar, está la cuestión de las form as organizacionales y la d ificul­
tad q u e tien en las estructuras clandestinas de p en e trar e irra d ia r los espacios qu e
ta n to el proceso de institucionalización social del proyecto histórico del a u to ri­
tarism o com o la oposición e instituciones como la iglesia crean. Esa form a de
organización m uestra su m ayor v irtu d en la prim era fase, la d e im plantació n del
régim en au to rita rio . P ero u n o de sus efectos es q u e tien d e a encerrarse en sí
m ism a y, sobre todo, a enfatizar los aspectos d e au toafirm ación y de co ntin uidad
ideológica con el período a n te rio r com o m edios de m a n ten er la id e n tid a d y co­
h erencia internas. La renovación ideológica q u e precisan los elem entos insertos
en los nuevos espacios institucionales ta rd a m ucho en llegar a las esferas p a rti­
darias, p o r lo q u e su capacidad de conducción se lim ita a los sectores más orgá­
n icam ente vinculados al ap arato, norm alm en te los sectores m ás conservadores y
reacios a la recreación y relaboración teórico-ideológica.
M uchos de los problem as aq u í planteados p ara el m ovim iento de izquierda
p ueden ser tam bién form ulados p ara el centro político. P ero la m ayor perm isivi­
d ad de la acción d e este sector po lítico cen tra sus problem as más en el erratism o
d e su estrategia de oposición q u e en los problem as de relación con el m ovim ien­
to social. E n tram pado en su altem ativism o ideológico p olítico y en su dificu ltad
d e establecer alianzas estables con la izquierda, se m uestra incapaz de ofrecer una
alternativ a q u e vincule el m om ento actu al con el régim en q u e se establezca un a
vez elim inado el régim en m ilitar. Inconscientem ente, su apuesta es a las evolu­
ciones internas del régim en, pero tam bién sin u na estrategia consistente de rela­
ciones con los sectores más "blandos” o liberales, ya sea m ilitares o civiles. Su es­
fuerzo p rin cipal es tra ta r d e co nv ertir los procesos d e institucionalización y relegi­
tim ación del régim en en dinám icas d e a p e rtu ra y rcdem ocratización, sin ofrecer
una altern ativ a al contenido m aterial de la dom inación au to rita ria. Su estrategia
se transform a en adaptativa, sólo q u e con mayores posibilidades de hegem onía
ideológica. Su proyecto de recuperación dem ocrática p osautoritarism o se enfrenta
a su incapacidad (le ligarlo a u n a estrategia de elim inación.
Así en tre el erratism o del centro político y el inm ovilism o de la izquierda,
am bos dem asiado apegados a sus m oldes ideológicos y a su tipo de acción p o lí­
tica p ro p ia de u n a arena q u e ya desapareció, la recom posición de m ovim ientos
sociales n o encuentra catalizador en la esfera de las estructuras políticas.
Q uizás si, com o en otras experiencias históricas, al derrum b e del régim en
au to rita rio , estru ctura político -p artidaria y m ovim iento social se rencuen tren.
P o r el m om ento, los problem as señalados n o p erm iten a ú n estru c tu rar una alter­
n ativ a a los procesos d e institucionalización desencadenados desde el régim en,
q u e desarrollan sus propias contradicciones y conflictos internos.
LOS P A R T ID O S P O L ÍT IC O S Y LA P A R T IC IP A C IÓ N P O P U L A R EN UN
R É G IM E N D E EX CEPCIÓ N

FERNANDO H EN R tQ U E CARDO SO

U na d e las cantinelas más viejas q ue se oyen respecto a los p artido s políticos


e n el Brasil es la de que deben abrirse a la p articipación p o p u lar. Sin bases
p opu lares actuantes, se dice, no hay partid os auténticos. Los p artid os, carentes
d e activism o, no existen regularm en te fuera de los períodos electorales, n o d an
m argen a u n a m ilitan cia de base: sólo existen organizaciones d e cúp ula. Son
capaces d e re u n ir en los parlam entos a un g ru p o de personas q u e actú an en
nom bre de las masas, p o r delegación inconsulta, pero no constituyen verdaderos
partidos. M ientras tanto, sin em bargo, a pesar de las reiteradas manifestaciones
en este sentido, ni hoy ni en el pasado los partidos políticos ab riero n espacios
efectivos p ara la m ilitancia popular.
Sería inadecuado afirm ar q u e todos los partidos, desde siem pre, se co nstitu ­
yeron sólo en función de pequeños g rupos q u e los co ntro laron oligárq uicam en ­
te. H u b o en el pasado, como todavía los hay, m ovim ientos y p artido s que, p o r
lo menos parcialm ente, buscaron organizarse ad o p tan d o m odelos más abiertos
d e particip ación . N o obstante, y por razones diferentes, n i siq uiera los partid os
populares o los ideológicos fuero n capaces de cu m p lir razonablem ente u n p ro­
gram a d e efectiva a p e rtu ra de los organism os internos de decisión a sus m iem ­
bros y, en la m ayoría d e los casos, n i siquiera co n taro n con afiliaciones n um ero­
sas y actuantes en la base.

I. LA M OVILIZACIÓN PO LÍTICO-PA RTID ARIA EN E L PASADO

De hecho, en el pasado —p o r lo m enos en Sao P a u lo - la m ovilización p o p u la r


de apoyo a los partidos se producía casi exclusivam ente d u ra n te los períodos
electorales. Esto no significa q u e los p artidos dejasen de existir en el p eríodo
q u e transcu rría en tre u n a elección y o tra , pero m odificaban su form a de fu n ­
cionam iento.
A lgunos, es cierto, fu ncionaron en el pasado com o meros rótulos, cuyos pro ­
p ietarios hacían acuerdos de cesión tra n sito ria de derechos a algún o tro p artid o
p ara q u e éste dispusiese de m ayor n úm ero de lugares en las listas de candidatos
a dip u tad o s o a representantes m unicipales. T a l fue el caso de algunos de los
"p artid o s trabalhistas” q ue, p o r diversos motivos, se fueron constituyendo 1 p ara
> Con respecto a c$to, así como para algunas indicaciones sobre la historia de los par-
[348]

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PARTIOOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN PO PULA R E N UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN 349

llen ar el vacío del p t b (P artid o T ra b a lh is ta B rasileiro) cuando éste no conse­


gu ía organizarse eficientem ente o p a ra fu n cio n ar com o com petidor desleal, a tra ­
yendo votos q u e h u b ie ran estado destinados a él de n o existir esos ocasionales
rivales. Pero, en general, los grandes partido s seguían m etam orfoseándose en
organizaciones incrustadas e n el a p a ra to d e estado p ara hacer el intercam bio
típico del sistem a de clientela: se con vertían en ganzúas p a ra forzar las p u er­
tas del fun cio nario público o p a ra favorecer soluciones de política ad m in istra­
tiva q u e pudiesen contem plar el interés de algú n g ru p o p riv a d o q u e diera apoyo
electoral (o financiero) al p artido .
Fue a través de esta mezcla en tre electoralism o —a veces p o p u lista— y
"clientelism o” estatal q u e los partidos políticos sin sello ideológico sobrevivie­
ron. E n el caso p o p u lista el más fuerte de ellos fue el P artid o Social Progresista
( p s p ) . A u n q u e este p artid o haya funcio nad o después de 1 9 4 6 de m anera típica­
m ente pop u lista —con u n líder q u e con trolab a u n sector del a p a ra to de estado
y q u e hacía el reclutam iento de clientes m edian te el intercam bio d e favores
en tre la m asa y el gobiern o— su vida azarosa, q u e siguió los altibajos de su dis­
cutid o jefe, lo co nd ujo a organizarse p a ra sobrevivir a los períodos de ayuno
oficial, es decir aquellos en qu e no estuvo en el poder.
N o es éste e! lugar adecuado p a ra describir la organización del p s p pero,
b ien o m al, ella existía fuera de los períodos electorales y resistió la p ru eb a de
sobrevivir cuando sus líderes fueron expulsados del suelo fértil en favores y
negocios q u e es el estado. Más a ú n : cu and o se constituyó el p s p , su líd er estaba
fuera del g o bierno de Sao P aulo y el p a rtid o se hizo al m argen del g ran p artid o
nacional y conservador, el p s d .
Sin em bargo, el p s p no fue, en realidad , u n p a rtid o de las masas populares.
El control in tern o del a p a ra to p a rtid a rio siem pre estaba (como p o r lo dem ás ya
era usual) en las m anos de u n reducido n úm ero d e personas cuya proyección
p a rtid a ria dep endía de u n juego de lealtades cuyo vértice e ra el jefe, Adhe-
m ar de Barros.
L a p ro p ia m ilitancia era ejercida p o r sem ifuncionarios q ue se reclu taban
m ediante el mism o p rincipio de lealtad, cuand o no directam en te al jefe, a los
jefecitos locales o a los liderazgos regionales.
Más au n : la articu lación política del p s p en el intervalo en tre u n a y o tra
elección incluía m uchas más personas d e la b aja clase m edia (los com padres, o
padrinos, de los jefes), de la nueva burguesía (árabes, inm igrantes recientes,
com erciantes y pequeños industriales q u e ex p a n d iero n enorm em ente sus nego­
cios d u ra n te la gu erra, especuladores inm obiliarios) y del lu m p en p ro le taria d o
u rb a n o (vagabundos, policías, proxenetas), q u e de la m asa trab ajad ora.
C u an d o sus jefes ocu p ab an cargos políticos im portantes, el p a rtid o se tran s­
form aba en u n lobby, en d etrim en to d e las funciones ag lu tin an tes más am plias.
M an tenía a fuego bajo las funciones ideológicas q u e cum plía, especialm ente en
cu a n to a ser anticom u nista y p o rta d o r im plícito de la ideología desarrollista

tidos en S5o Paulo, véase Femando H. Cardoso, "Partidos e deputados etn SSo Paulo (el
voto y la representación política)", en B. Lamounier y F. H. Cardoso, Os partidos e as
cleifdes no Brasil, CEBRAP/Paz e Terra, 1975.

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350 FERNANDO HENJUQUE CARDOSO

típica del capitalism o en su fase salvaje de im plan tación , sintetizada en el lema


“ ro b a p ero haz".
C u an d o los jefes estab an en el ostracism o p ro m etía e! reto rn o al poder. Esta
v u elta al p oder sólo en u n m om ento preciso d epend ía d e las masas: en las elec­
ciones. A hí sí, con sus velas henchidas la nave p a rtid a ria d erram aba torrentes
de prom esas po pulistas y participatorias.
Las "bases" e ran movilizadas a través de los com ités d istritales, q ue h ab ían
h ib e rn ad o pero no desaparecido antes del p eríodo electoral.
C onocido el resultado de la votación, si la suerte acom pañaba al m ascarón
d e p ro a q u e fijaba los rum bos partidario s, p a rte de las prom esas sería cum plida,
con nom bram ientos, contratos, distinciones honoríficas.
Los palacios, más q u e las sedes p artid arias, se llen arían y los pasillos esta­
ría n perm an en tem en te poblados p o r los “cabos electorales",* com padres —en
fin, aquellos q u e eran considerados "p op ulares"— todos ansiosos p o r no perder
la o p o rtu n id ad de p o n er sus pies en el suelo firm e de la rep artició n p úb lica, del
banco o de la agencia económ ica estatal.
El o tro g ran p a rtid o p o p u la r a nivel n acional, el p t b , no llegó a ser fu erte
e n el estado de Sao P aulo. N o obstan te, co ntrolaba u n a p a rte significativa d e
las agencias públicas federales (los In stitutos de previsión, la D elegación regio­
nal del tra b ajo , a veces sectores d e correos y telégrafos o de la C aja económ ica
federal, e tc ) y funcionaba d en tro de los m oldes sem ejantes a los del p s p , pero
em pobrecidos.
Em pobrecidos en u n doble sentido: po rq u e su cú p u la estadu al • • era m enos
poderosa (se com ponían de dip u tad o s federales y, en algunos m om entos aislados,
de algún m inistro) y p o rq u e su organización com o paiúd o-lob by era m enos d i­
ferenciada y m enos persistente.
E n el caso del p t b la relación en tre m asa y p artid o fuera de las elecciones se
restringía hasta el lím ite del clientelism o personal de m edia docena de d iputados.
P rim us inter pares rein ab a d o ñ a Ivete Vargas, p o rta d o ra d e u n ap ellido pres­
tigioso. de u n a g ran capacidad de seducción personal y, p o r encim a de todo, con
fuerza p ara in flu ir en las designaciones decisivas, las q u e defin ían el control de
los institutos de previsión (de los bancarios, de los em pleados de com ercio, etc.)
y de la D elegación regional del trabajo . O sea, q u e el vínculo fu nd am en tal para
control del "a p a ra to " era con el M inisterio de T ra b a jo y con la Presidencia de
la R epública. P ero en este caso el a p a ra to era casi solam ente el an d am iaje es­
ta tal; n i siquiera los com ités p artid ario s escuálidos, como el del p s p , se m a n te­
n ía n fuera del período electoral.
E xistían la sede regional del p a rtid o y la delegación regional del tra b ajo , q ue
se en ten d ía directam ente con la cúpu la sindical. Ésta sí d esarrollab a contactos
con la masa obrera, no ta n to en su calidad de petebista, sino en su condición de

• Jefes o caciques locales encargados de allegar votos y voluntades a cambio de pro­


tección o promesas de beneficios. [E.]
• • Estadual se usa en Brasil para referirse a todo lo relativo a los estados de la Federa­
ción, divisiones políticas territoriales, en contraposición a estatal, que se aplica a lo relacio­
nado con el estado como estructura jurídico-política de escala nacional. El neologismo es
perfectamente asimilable por el idioma castellano, [e.]

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PARTIOOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN PO PULA R EN U N RÍ.CIMLN DE EXCEPCIÓN 351

nex o im p o rtan te en tre el estado y el interés p o p u la r, prin cip alm en te en las


épocas de reaju ste salarial.
De todas m aneras, au n q u e menos estable como p artid o q u e el p s p , el p t b
" arrastra b a más p u eb lo ”, gracias a las funciones de nexo (y m uchas veces de
d iqu e) en tre el estado y el interés o b rero y p o p u la r q u e el p artid o ejercía en la
época de los reclam os colectivos y de las huelgas. Si a esto sum am os q u e la le­
y enda rodeó, en 1946, a la ca n d id atu ra victoriosa de Vargas al S enado p o r el
d istrito de Sao P au lo y su tam bién victoriosa ca n d id a tu ra a la P residencia en
1950, se hace difícil negarle al p t b el calificativo de p o p u lar.
Pero es preciso calificarlo m ejor: el p a rtid o recibía apoyo p o p u la r d u ra n te
las elecciones. N o era, sin em bargo, con trolad o p o p u larm en te. A ntes bien, el
ap a ra to petebista, como hem os visto aq u í, se sup erp on ía al del estado: estaba
com puesto p o r políticos profesionales, funcionarios de la Previsión Social y del
M inisterio del T ra b a jo , sindicalistas más o m enos am aestrados y serviles que
com p onían los cuadros m edios del p t b .
Algunos de ellos se volvieron m enos dóciles a p a r tir d e 1953 —p eríodo de
grandes huelgas—, después de q u e el P artid o C om unista y el janism o • desafia­
ro n al peleguism o • • y especialm ente después de 1954, cu ando el getulism o y la
izqu ierd a pasaro n a ac tu ar co n ju n tam en te e n el p lano sindical.
F u era de tales partid os,2 q u e recibían adhesiones po pu lares en las eleccio­
nes, ac tu ab an en el m ism o cam po algunos liderazgos popu listas y !os p artidos
ideológicos. E n el caso de los prim eros, ap arte d e A d hem ar de Barros — que
ejerció su p o d er m an ip u la n d o , al mism o tiem po, el ap arato p a rtid a rio y el con­
tacto d irecto con las masas (las cuales, com o vimos, en el caso del p s p n o eran
p recisam ente p roletarias)— el g ran liderazgo p o p u la r de S3o P au lo fue ejercido
p o r J á n io D a Silva Q uadros.
Éste, sin em bargo, cu ando necesitó d e los p artid o s p a ra su ascenso al g obier­
n o del estado y, después, a la Presidencia del Brasil, en lu gar de crear u n n ú ­
cleo p ro p io y organizado se valió de los ró tulo s (y de los aparatos) disponibles.
R ep resen tan te m unicip al electo p o r el p d c llegó al cargo m áxim o de la m u n ici­
p alid ad p au lista bajo esa m ism a sigla pero apoyado p o r u n a am plia coalición
de pequeños y ap aren tem en te inexpresivos g rupos de izquierda, en tre los cuales
se destacaba el P artid o Socialista.
Sería ilusorio, n o obstante, p en sar q u e J á n io Q uadros se apoyó en estos p ar­
tidos y grupos p a ra o b te n er u n a base de sustentación de masas. El fenóm eno se

* Corriente liderada por Jánio Quadros, político nacido en 1917 que fue presidente de
la República en 1961; dimitió a los siete meses de haber iniciado su mandato, debido a pre­
siones golpistas. [ e .]
• • Peleguismo es un neologismo portugués que se habla en Brasil proveniente del
término priego, que designa la piel del carnero con la lana pero que también es el nombre
dado a ios agentes más o menos disfrazados del Ministerio del Trabajo en los sindicatos
obreros. Peleguismo sería, pues, la concepción y la práctica de carácter antisindical por parte
de los infiltrados gubernamentales entre los trabajadores y de aquellos obreros que les sirven
de instrumento, consciente o inconscientemente, [e.]
2 No me reGero aquí a la u d n (Unión Democrática Nacional), al n o (Partido Social
Democrático) ni a los demás partidos conservadores en los cuales la militancia obrera y
popular era insignificante.

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352 FERNANDO HENR1QUE CARDOSO

d io al revés: las pequeñas organizaciones corrieron ávidas hacia el en c u en tro de


las masas en la estela del prestigio janista.
Incluso así, los cuadros de m ovilización p o p u la r fu eron reclutados en tre m i­
litantes con posiciones ideológicas. Y es innegable q ue, com parando a sus p a rti­
darios con la base p o p u la r de apoyo de A dhem ar de Barros, com puesta fu n d a­
m entalm ente p o r Ja plebe u rb an a, surge con evidencia q u e J á n io Q uadros po ­
seía cierto grado de penetración en la clase obrera.
Fero el terren o era fértil p ara q u e el p u eb lo sintiese q u e Q uadros, si bien
no lo representaba, p o r lo menos expresaba u n anhelo de la base, fue el descubri­
m iento de la tem ática u rb a n a p o r p a rte del candidato. En esa época Ján io
Q uadros sim bolizó el reconocim iento, p o r parte de los que actuab an en la gran
escena po lítica, de q u e más allá de la reivindicación o b rera (qu e b ien o m al el
p e y el p t b expresaban), existía una am plia reivindicación de la periferia u rb a ­
na. E ran las vi las, sin agua, sin desagües, sin pavim entos, sin transp ortes ade­
cuados. cuyas poblaciones irru m p ían en la política.
Dos décadas de desarrollo u rb ano-in du strial, acelerado d u ra n te la época de
la guerra, con fuertes corrientes de m igración in tern a, atrajero n hacia Sao P aulo
centenares de miles de nordestinos, m ineiros y pau üstas del in terio r del estado
q ue, incluso antes de reivindicar sus derechos en el sindicato (o m ás realistam en-
te. d e ver sus dem andas de “clien te” atend id as p o r los médicos, d entistas y abo­
gados de los sindicatos), necesitaban como moradores, como sim ples h abitantes,
de alguna atención. E n reivindicaciones m uy inferiores inclusive a la lucha p o r
la ciu d ad an ía (po r los derechos políticos y p o r la p articip ació n en el m anejo
de la cosa pública^, expresaban u n a enorm e ansiedad, u n a necesidad im perio­
sa de m ejores condiciones de supervivencia.
El janism o fue la respuesta política a esta reivindicación elem ental. Para
lograrlo no necesitó a rtic u la r ideológica y po líticam ente recursos m ucho más que
elem entales: la p alab ra candente del líder, q u e fu n d ía con su sintaxis rebusca­
da y su acento no pau lista u n a visión m odernizadora (la escoba com o sím bolo
de la necesidad de b arrer la corrupción) con u n a p ráctica clientelística. La
presencia física del líd er en la periferia, su figura b izarra, en tre austera, próxim a
a la gente y, al mism o tiem po, áspera y m an do na, así com o el reclu tam ien to de
figuras de prestigio local en las villas periféricas p ara su séquito de seguidores,
h icieron el “ m ilagro” de la explosión electoral.
Elegido prefecto m unicipal e n 1953, J á n io Q uadros cum plió: asfaltó preca­
riam en te (con e! después denom inado “ asfalto J . Q ." q u e apenas recu b ría la
tierra de las vías principales de acceso a la p eriferia), p ero asfaltó. Instaló ca­
ñerías, grifos y otras bocas de agua y, gracias a las obras de pavim entación, posi­
b ilitó q u e la red u rb a n a de transpo rtes alcanzase a las villas.
De ah í en más J á n io Q uadros sería el can didato de la “V ila M aria”, región
periférica sím bolo de tod o este proceso.
Pero el ascenso p olítico de este nuevo personaje de la vida institucion al b ra ­
sileña se llevó a cabo sin q u e la organización p a rtid a ria se hiciese más com pleja
en su relación con las masas. G o bernad or con el apoyo de la p t n y del psb y
p residente de la R epú blica con el apoyo de la udn y del pdc , después de u n
PARTIDOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN 353

breve m a ndato com o d ip u tad o federal p o r el p tb del estado de P aran á, p ueb lo y


p artid o s convivían bajo el liderazgo de Q uadros p ero n o se ju n ta b a n . Solo en
¡3 Ctífpid? 3 e! sistem aj el líd er p o p u lista u n ía lo (jue la vida política separaba.
El pt b y el p c , con sus sindicatos y u n a fu erte votación en el área tra d icio ­
n a l del p ro le taria d o p au lista (L apa. Mooca, Brás, T a tu a p é , etc.), m a n ten ían el
con trol d e algunos canales de p articip ació n electoral y p o p u la r. Las asociaciones
de am igos de b arrio (clubes y sociedades vecinales, e tc ), en vu eltos en la llam a
del janism o, se consum ían e n reivindicaciones de fácil atenció n y de escasa es­
tructu ració n .
H asta el período de Juscelino K ubitschek (1956-1960) e ra ése, a grandes
rasgos, el p an o ram a de Ja relación en tre p artid o s y masas po pu lares en Sao P au ­
lo. D en tro de los partido s ideológicos solam ente el p c , e n los sectores ya m encio­
nados, ejercía alguna in fluencia de masas. Ésta se ex ten d ía hasta in corp orar
profesionales liberales, periodistas, profesores e intelectuales. Sus cuadros d iri­
gentes, en Sao P aulo, ap a rte de los conocidos líderes nacionales de extracción
considerada “pequeñoburguesa", especialm ente m ilitar, co n tab an con obreros y,
de hecho, p or lo m enos hasta 1964, el p c ejerció influencia sobre im po rtan tes
sindicatos, com o los textiles, los de la alim entación, los gráficos y los m etalú rg i­
cos, a u n q u e fuese m in o rita rio en la cú p u la de estos últim os. P ero n o se puede
decir q u e el P artid o C om unista fuese u n p a rtid o ab ierto a las masas, au n q u e
m ás n o fuera p o rq u e su ¡legalización e n 1947 hizo im posible este proceso.
El P artid o Socialista ejercía e n escala m ucho m e n o r su influ encia sobre el
pro le taria d o y las masas. Sus cuadros quizás fuesen más “pequeñoburgueses” q u e
los del p c , a u n q u e p u d ie ra ex h ib ir u n a m ayor dem ocratización in tern a en los
procesos decisorios. Las dem ás organizaciones d e izquierda no ejercían in flu en ­
cia efectiva en la sociedad.
D u ran te el gob ierno de Juscelino K ubitschek se p ro d u jo en el país un im ­
p o rta n te corte histórico. C am bió el carácter y el ritm o de la industrialización:
la inversión ex tern a masiva en el sector in d u strial y la in ternacionalización de la
econom ía propo rcio naro n el im pulso necesario p a ra gen erar u n a transform ación
de g ran m a gnitud e n la vida u rb an o-ind ustrial. A p a r tir d e entonces se d io un
fenóm eno hasta hoy poco analizado: se desplazó el eje de com po rtam ien to de
las masas.
A ntes los escenarios de las luchas eran , p o r una p arte, la vieja fábrica p ro ­
p ie d ad de la “ burguesía nacional" (las m ism as de L apa, Mooca, T a tu a p é y
Brás, e n las cuales había u n a im p lan tació n trad icion al de la izquierda y del
rn») y p o r o tra las villas de la periferia, d o n d e el janism o im perab a (sin olvi­
d a r al getulism o, q u e era u n fenóm eno ab arcan te y, tal com o ocurría con la
convivencia d e las diversas religiones po pu lares —inclusive la u m b an d a— con el
catolicism o trad icional, ta m b ié n convivía con los dem ás ismos, inclusive con el
com unism o).
A p a rtir de los últim os años de la década de los cincuenta, y especialm ente
en los com ienzos de los años sesenta, fue en las em presas estatales do n d e se con­
centró el peso de las reivindicaciones políticas q u e afectaban a las masas. Las
grand es huelgas de 1953 y de 1957 p recedieron a las cam pañas electorales y se

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358 FERNANDO «ENRIQUE CARDOSO

E n el m d b se h acinaban y codeaban los restos q u e se salvaron de los suce­


sivos naufragios causados p o r las descalificaciones masivas, q u e se acen tu aron
después del A cta institucional v (de diciem bre de 1968). Ex pesedistas (del
p s d ) , ex pedecistas (del p d c ), ex petenistas (del p t n ) , ex socialistas y casi nadie
de los ex p t b (pues los dip u tad o s fuero n víctim as d e la an ulació n de sus m a n d a­
tos y de sus derechos constitucionales), p ara n o h ab lar del p c , se acom odaron
com o p u d ie ro n en el m d b .
L a situ ación de indiferencia p o p u la r po r el m d b d u ró hasta 1974. E n el
p eríodo del gobierno del general E m ilio G arrastazú M édici (1969-1974), cuando
la im portancia del p arlam eu to y de los partido s descendió a su nivel más bajo
(y cesaron las casaciones, o sea las anulaciones de m andatos y d e derechos dic­
tadas m ed ian te las llam adas Actas institucionales), se fue reconstituyendo u n
sen tim iento oposicionista q u e term in ó p o r tangenciar a! sistem a p artid ario .
La resistencia de algunos líderes (dos de ellos de influencia nacional, pero
paulistas: Pedroso H o rta y Ulysses G uim araes) y la presencia d e u n a nueva
generación de políticos com enzaron a am algam ar, de nuevo, u n a p a ra to p a rti­
dario . E n las elecciones de 1974 el electorado encon tró u n sím bolo p a ra ex p re­
sar su rep u d io al g ob ierno: la votación del m d b en el estado de Sao P au ’o subió
v ertiginosam ente hasta los 3 400 000 sufragios m ientras q u e el a r e n a decrecía
d e los 2 600 000 a los 2 000 000 de votos. Los votos nulos y blancos des­
cen dieron e n 300 000.
E n esta o la de oposición victoriosa, de los 21 d ip u tad o s federales electos,
14 no ten ían experiencia p artid aria an terio r; d e los 32 d ip u tad o s cstadunlcs, 21
nun ca p ertenecieron a o tro p a rtid o q u e n o fuese el m d b .
A esta revigorización de u n p a rtid o q u e nació en los laboratorios del a u to ri­
tarism o correspondió tam bién u n a fuerte sacudida en !a estru ctu ra p artid aria .
Ésta, en el caso paulista, sufrió el im pacto d e u n a disp uta in tern a q u e fue g a­
n ad a p o r el ex prefecto em edebista de C am piñas y ex d ip u tad o estadual Orestes
Q uercia. D isponiéndose a ser cand idato al Senado p o r S3o P au lo y no contando
con el apoyo de la cúp ula p artid aria , éste creó o reestru c tu ró centenares d e co­
m ités de ciudades del in terio r y, en m en or escala, en distritos de la capital.
A p esar del im pacto causado por la lucha d en tro del m d b e n tre corrientes q u e
p a ra afirm arse tu vieron q u e buscar fu era de la cú p u la p a rtid a ria los recu r­
sos de poder, sería engañoso im aginar q u e haya h ab id o sectores de las capas
po p ulares q u e in terfiriero n en el juego in tern o del p artid o . L a movilización
a n te rio r a la Convención se d io a p a rtir del uso intensivo del a p a ra to adm inis­
tra tiv o de la m u n icip alid ad del C am piñas (localidad situ ada en las afueras de
la ciudad de Sao P aulo y caracterizada p o r su elevada concentración ind ustrial)
y la articulación en el in te rio r se realizó siguiendo m oldes sim ilares a los del
an tig u o p s p : u n a mezcla de seducción personal, sin grandes atractivos carismáti-
cos p ero con u n a b uena base de fascinación y com prom iso personal, y de recursos
de in fraestructu ra, obtenidos a través del a p a ra to adm inistrativo , sum ados a
recursos financieros personales.
El tra b a jo de creación de u n a "com isión provisoria” q u e precede a la elec­
ción del directorio o com ité m unicip al req u iere u n conocim iento específico de

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PARTIOOS POLÍTICOS y PARTICIPACIÓN PO PULA R EN UN R ÉGIM EN DE EXCEPCIÓN 359
los liderazgos locales, tacto político y alguna profesionalización, esto es, personas
tra b a ja n d o tiem po com pleto, disp on iend o de recursos m ínim os de m ovilidad
(autom óvil, viáticos p ara p agar hoteles y restau rantes, etc.) y —factor decisivo—
le altad a los jefes p artid ario s q u e estén reorganizando el “a p a ra to ”.
C o n stitu id o el com ité, la m ism a asam blea q u e lo elige n o m b ra los delega­
dos a la C onvención regional del p artid o , los cuales eligen el com ité regional,
q u e escoge en tre sus m iem bros a la m esa ejecutiva regional. Ésta ejerce u na
fu nción decisiva ta n to en la confección d e las listas d e candidatos del p a rtid o (a
las cám aras, el Senado y, eventu alm en te, al gobierno) com o en el señalam iento
d e fu tu ras com isiones provisorias y en el reconocim iento d e los com ités. E n un a
p alab ra: co n tro la el a p a ra to del p artido.
A pesar de los m ú ltiples controles q u e el m ecanism o descrito ofrece a los
líderes partidarios, conviene aclarar q u e el m d b pau lista, en este aspecto, es más
ab ierto q u e lo q u e jam ás fueron los p artid os p op ulares del pasado. El reclu ta­
m ien to d e los cuadros q u e m ilitan en los directorios o com ités se hace incorpo­
ra n d o tres tipos distintos de personas: políticos locales de inspiración o d e as­
cend iente p o p u la r q u e se h u b ie ran ligado a los senadores o a los pocos dipu tad os
qu e, regionalm ente, c o n tro laran los com ités; cabos electorales más o m enos p ro ­
fesionalizados (a veces p o r interm edio del sistem a trad icio n al d e tru e q u e de
favores o d e em pleos en las m un icipalidad es controladas p o r el m db) quienes,
especialm ente en el G ran Sáo P au lo co n tro lan com ités; m ilitan tes con o rie n ta ­
ción ideológica defin id a que, habien do aceptado el m db com o el refugio necesa­
rio p a ra las oposiciones, activan en u n contado n úm ero de com ités, casi siem pre
escudados en el prestigio d e algún p arlam entario .
Esta variedad de fuerzas ac tu and o in ternam en te, sum ada al hecho d e q u e el
m d b albergó liderazgos prestigiosos p ero desgarrados y separados ta n to d e las

bases p artid aria s com o de los partid os d e origen, son factores qu e ob ligaro n al
p a rtid o a fu n cio n ar en un sistem a de presiones internas y externas q u e diero n
a la vida p a rtid a ria cierta dinám ica.
Ésta, si bien no es —como en realid ad no lo es— verd aderam ente dem ocrá­
tica, im pide, p o r lo menos, q u e el autom atism o del interés d e las olig arqu ías in ­
ternas prevalezca siem pre com o criterio fin al de decisión.
De hecho, p ara q u e esta ú ltim a hipótesis se cum pliese, sería preciso q u e todos
los com ités fuesen u n a especie de núcleos fantasm as q u e votasen en las conven­
ciones sólo p a ra sancionar lo ya resuelto y, p o r lo tan to , h a ría falta u n jefe
ind iscutible del p artid o o u n acuerdo p ersistente en tre jefes. L a m ayoría d e los
com ités, p o r lo m enos en la capital del estado, fun cio nan , de hecho, como
núcleos fantasm as. A lgunos cabos electorales co ntrolan varios directorios cuyos
cargos son ocupados p o r am igos y fam iliares y no tien en n i siq uiera u n local
fijo de funcionam iento.
Sin em bargo, hay algunos com ités q u e fu n cio n an regu larm en te, incluso en el
perío do en tre u n a elección y otra. E xisten m ecanism os fluidos de asociación
en tre los com ités, u n Consejo de los com ités de la cap ital, q u e a u n q u e sin
existencia legal es capaz de presion ar sobre la Mesa ejecutiva regional. E n él
p articip an , en diversas ocasiones, n o sólo representantes d e los com ités d e m ayor
360 FERNANDO «ENRIQUE CARDOSO

connotación po lítica, sino tam bién algunos representantes del sector más liga­
do a la m ecánica d e los cabos electorales.
Es a esto a lo q u e, en el lenguaje in tern o del p artid o , los interesados d en o ­
m in an "base p a rtid a ria ". Com o, po r o tra parte, ta n to los com ités fantasm as
com o los com ités más politizados obedecen a d ip u tad o s y líderes con o rie n ta ­
ciones n o coincidentes, siem pre existe alg u n a lucha in te rn a y hay necesidad
de conseguir acuerdos, muchos de los cuales no satisfacen todas las partes, o
h an g enerado d ispu tas en las convenciones partidarias.
E n general la d isp u ta se da en tre u n “chapao” • q u e acom odó los intereses
d istrib u yendo beneficios y privilegios según las áreas de infucncia, y el sector
m in o rita rio rebelde q u e n o se conform ó con la p arte q u e le correspondiera o que
no fue considerado en el reparto .
E n los marcos de la casuística legislación electoral vigente las m ayorías dis­
fru ta n de ventajas definitivas sobre las m inorías partid aria s, salvo en lo q u e se
refiere a las indicaciones con vistas a las elecciones m ayoritarias, caso e n el
cual existen las subleyendas (o los sublem as), y p a ra la elección d e los delega­
dos, cu an d o cada 20% de los votos ob ten id os p o r u n a lista p articip an te le ase­
g u ra la representación proporcio nal.5
E n las decisiones relativas a la form ación d e las listas de candidatos la
d is p u ta in te rn a llega a ser acérrim a, especialm ente en lo q u e se relaciona con
las vacantes p ara candidatos de las áreas del in terio r del estado. D ifícilm ente, en
estos casos, se pu ed e im aginar q u e el m ecanism o d e selección obedezca a crite­
rios dem ocráticos. P o r el contrario , la fuerza relativa de los candidatos sobre la
M esa ejecutiva regional es decisiva p a ra establecer los cortes y las adm isiones.
Com o electoralm ente el sistem a d e apoyo po lítico se da m ed ian te el sistema
de “dobradinhas" (o sea q u e el candid ato a d ip u tad o federa! hace proselitism o
e im prim e pro p ag an d a en c o n ju n to con varios candidatos a d ip u tad o s cstadua-
les y viceversa, p o r cada área del estado) la aceptación d e candidatos es efecti-
vizada, en g ran p arte, e n función del interés de com posición electoral d e los
q u e tien en influencia en la dirección p artid aria .

• Neologismo brasileño proveniente de chapa: papeleta que el elector deposita en la


urna electoral dando a s í su voto. Significa en castellano “listón", o “lista grande"- [ e .]
5 Este artículo fue escrito antes del proceso de designación de los delegados y de los
directorios distritales (o comités distritales) que tuvo lugar en agosto de 1979. En este
proceso el peso de los sectore* ideológicos del m d b creció enormemenle en la capital pau-
lista, en detrimento de los cabos electorales orgánicos. Sumando las diversas comentes con
orientación política oposicionista y popular a las tendencias ideológicas más definidas, se
obtiene un caudal que sobrepasa el 50% de los delegados. Sin embargo, éstos no se
alinean durante las disputas internas en un mismo bloque. F.n cuanto a la formación de
la nueva comisión ejecutiva del partido hubo acuerdo. Resultó del mismo una "lista"
que contemplaba a los dos grupos que disputaban el control del comité por partes igua­
les (cada uno indicó veintidós miembros del comité regional) y la presidencia otorgó
al grupo perdedor una ventaja numérica en la Mesa ejecutiva. Por otra parte, hubo un fe­
nómeno poco comón: la presentación de listas disidentes: una. denominada “de las bases",
que incorporó a los sectores considerados oportunistas y seguid istas del oficialismo parti­
dario asi como a los grupos orgánicamente insertos en el aparato del partido; otra, que unió
a la oposición ubicada “a la izquierda", compuesta por sectores autodcsignados como favo­
rables a la “unidad popular".
362 FERNANDO HENRIQUE CARDOSO

cabos electorales relativam ente independientes, diversos dip utado s, com ités de
vocación política d efinid a y variable, etcétera.®
E n otras palabras, la falta de relación en tre el p a rtid o y su electorado y
en tre aquellos q u e disponen d e votos y de prestigio político y las bases p a rtid a ­
rias conducen al mdb a u n sistem a com plejo de recom posiciones in tern as que,
si bien es suficientem ente fuerte com o p ara im pedir q u e se consoliden “ amos o
dueños del p a rtid o ” , com o lo fueron algunos líderes del pasado q u e hem os m en­
cionado e n el com ienzo de este escrito, no llega a g aran tizar u n a relación in ter­
n a d e carácter estable y dem ocrático.
E n estas circunstancias la m ovilización de masas (q ue se h a dad o poco menos
q u e exclusivam ente e n los períodos electorales y sujeta a las restricciones im ­
puestas p o r el régim en au to rita rio ) reposa en m ecanism os distintos del a p a ra to
p artid ario . E n efecto, así com o el mdb , e n su proceso decisorio, se “ab re ” a
corrientes de o p in ió n externas y a la in fluencia de líderes em edebistas q u e no
co n tro lan partes im portan tes del a p a ra to (y p o r eso mism o es m ás dem ocrático
q u e los partid os de cuadros basados estrictam ente e n los m ecanism os internos
d e decisión burocrática), tam bién se abre, en su relación con el elector a tr a ­
vés de los com ités electorales.
P or interm edio de éstos son los candidatos y n o el p a rtid o en sí mism o q u ie ­
nes se convierten en los m otores propulsores p ara a traer adeptos y persu ad ir a
los electores p ara q u e voten p o r ellos. De ah í la im po rtan cia de q u e se reviste
p a ra la supervivencia del pro p io p a rtid o (siendo, como es, u n p artid o básica­
m en te electoral y cuya persistencia en el intervalo en tre u n a elección y o tra
depend e de la acción de los p arlam en tarios a nivel de las cám aras y d e las
asam bleas) el juego de com posiciones antes descrito. Este juego, q u e tien e
como pieza básica la Mesa ejecutiva regional, desem boca en las convenciones q u e
sancionan las listas de candidatos.
E n los períodos electorales se hace decisivo p ara el mdb d isp on er de can­
d idatos con real penetración po p u lar. Son ellos qu ienes reú n en los recursos po ­
líticos y financieros p ara com unicarse con el electorado; re n ta n locales, pagan
funcionarios, confeccionan la prop agan da, organizan actos públicos, obtienen
vehículos p ara la cam paña, etc. P or cierto, legalm cntc to d o eso depend e de los
com ités o "directorios” y, en especial, del C om ité regional. P ero en la práctica
el p a rtid o delega la m ayor p a rte de estas funciones en los candidatos, d án d o ­
les p le n itu d de poderes.7

* Véase la nota 5 referente a la situación posterior a 1978.


' £1 monto de los recursos a ser gastados por los candidatos es fijado por el Comité re­
gional. y las cuentas son presentadas a la justicia electoral por intermedio de la Mesa
ejecutiva regional. Los mitines más importantes pueden ser coordinados por el dirigente
designado por la Mesa ejecutiva para orientar la campaña.

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PARTIDOS POLÍTICO» Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN S6J

III. PARTIDO Y M O V IM IEN TO S SOCIALES

U n a cuestión más difícil de en ten d er es la de la relación en tre el m d b —p artid o


em inentem en te electoral— y los m ovim ientos sociales. La presencia d e éstos en
la política del régim en au to rita rio es reciente: incluso es u n síntom a de deb ili­
d ad del o rd en autocrático. Desde 1977 el m ovim iento estu d ian til volvió a tener
presencia en la vida p olítica brasileña. Los sectores denom inados "au ténticos”
d el sindicalism o oficial y las llam adas "oposiciones sindicales” pasaron a actuar
con m ayor desenvoltura; m ovim ientos reivindicativos am plios, como el "m ovi­
m iento del costo de la vid a”, y, más recientem ente, el m ovim iento p o r la am ­
nistía p ara los presos y perseguidos políticos, tam bién se hicieron presentes en
el escenario institucional brasileño.
E n las últim as elecciones, d ad o q u e el m d b incluyó en tre sus candidatos a
personas vinculadas a algunos de los llam ados "m ovim ientos de base”, h u b o
u n a simbiosis m ayor en tre estos m ovim ientos po pu lares y la cam paña electoral.
Así, se d io el caso de candidatos apoyados p o r sectores del m ovim iento estu d ian ­
til, candidatos apoyados p o r corrientes sindicales, p o r los m ovim ientos fem inis­
tas, p o r m ovim ientos d e defensa de h ab itan tes de loteam ientos clandestinos, p o r
el m ovim iento con tra la elevación del costo de la vida, p o r el m ovim iento negro,
etc. A lgunos d e los candidatos de este tip o (casi todos electos) e ran ellos mis­
mos líderes de los referidos m ovim ientos.
La relación en tre los m ovim ientos y los candidatos (o m ejor au n, en tre los
m ovim ientos y la participación p a rtid a ria en el período electoral) fue m uchas
veces tensa. Com o vimos en los capítulos correspondientes, casi todos estos m o­
vim ientos son recientes: algunos renacieron hace poco (como el sindical) y algu­
nos de ellos no sólo n o poseen experiencia de política p artid aria , sino q u e ven
a ésta con desconfianza. T a l actitu d fue frecuente en el caso de la participación
en política de personas de las com unidades eclcsiales de base. H u bo incluso u na
tendencia, a u n q u e no m ayoritaria, al voto nulo, en tre los participantes de este
m ovim iento.
Las razones de la reserva an te el m d b son obvias: el p artid o es visto p or
algunos sectores como parte del orden au to rita rio y com o poco ab ierto al pueblo.
E n el m om ento de las elecciones, dicen los críticos, vienen los políticos y piden
el voto. Después m a n ip u la n el p o d er sin re n d ir cuentas al electorado y, en ú lti­
m a instancia, en provecho propio.
A p esar del aspecto procedente de la crítica, com o se desprende del análisis
a n terio r (que destaca la fragilidad d e los lazos en tre los electores y el p artido),
existe a m enudo e n esta a c titu d u n a subestim ación de la función política d e
los partidos.
Los críticos presuponen q u e ellos sí representan verdaderam ente el interés
p o p u lar, a u n q u e en muchos casos los m ovim ientos no sean capaces d e m ovilizar
efectivam ente a la masa, ni p ara sus propósitos p ropios n i m ucho m enos en el
p la n o electoral.
Esta reserva es válida diferenciadam ente: el sindicalism o más com bativo

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364 Frft.NAKIX» H R N R IQ rt CARDOSO

y las oposiciones sindicales h an sido capaces de m ovilizar p ara los fines especí­
ficos de la lucha salarial y p ara las elecciones sindicales; el m ovim iento co ntra la
carestía de la v id a fue capaz de u n a am plia m ovilización p a ra u n p etito rio de
p rotesta; los estu diantes h an dem ostrado g ra n actividad en el p lano universi­
tario , y la luch a p o r la am n istía desem peñó u n im p o rtan te pap el en la dina-
m ización política.
Sin em bargo, hay q u e d istin g u ir en tre los m ovim ientos q u e se basan e n u n a
estru c tu ra institucional (como los sindicatos), y q u e p o r lo ta n to p u eden tener
m ayor p erm anencia y co n tin u id a d , y aquellos q u e se ven m otivados p o r la o b ­
ten ción de u n resultado específico (la am nistía, u n a p rotesta significativa, etc.).
Estos últim os tien d en a d ism in u ir u n a vez colm ado su o bjetiv o o p ro b ad a su
im posibilidad en la práctica. C uan d o persisten es po rq u e hay detrás d e ellos al­
gu n a organización política no ex p licitad a q u e tra ta de usarlos com o frente
reg im en tad or d e masas.
En cu a n to p artido, el m d b se m an tu vo en general al m argen d e estos m ovi­
m ientos. Casi siem pre, no ob stante, dipu tad os, senadores y candidatos del m d b
p articip aro n intensam ente e n las m ovilizaciones e n ta n to q u e individuos.
E n el caso específico del m ovim iento sindical, los líderes “auténticos” y los
d e la oposición sindical, p o r su p arte, apoyaron candidatos e h icieron cam paña
electora!, reservándose el derecho de critic ar al p a rtid o y de defender a perso­
nas consideradas po r ellos como más afines a sus objetivos. A lgunos líderes del
m ovim iento contra la carestía de la v ida y del m ovim iento estu diantil fueron
candidatos en las últim as elecciones y apoyaron a candidatos del m d b a puestos
representativos del voto m ayoritario. Com o la iglesia católica sirvió de apoyo
institucion al a algunos d e estos m ovim ientos, y la relación en tre ella y la p o lí­
tica p a rtid a ria está condicionada p o r obvias reservas, no siem pre fue fácil con­
ciliar la apelación política s u p rap artid aria de los m ovim ientos sociales con los
intereses d e las facciones partidarias.
Desde el p u n to de vista estrictam ente p artid ario , la conducción del m d b se
apro xim ó tím id am en te a algunos de estos m ovim ientos, e n general p o r in ter­
m edio d e candidatos a puestos colectivos q u e estaban asociados a los dirigentes.
U n a im p o rtan te excepción lo constituyó el apoyo ab ierto q u e !a bancada d e la
A sam blea legislativa d io a las huelgas de los m etalúrgicos de 1979 y, desde en ­
tonces hasta ahora, el apoyo prestado p o r d ip u tad o s federales y estaduales a
m ovim ientos reivindicativos. Com o p artid o , sin em bargo, ni siq u ie ra el "Sector
T ra balhista" del m d b o el "Sector Jo ven ”, am bos ligados a la Mesa ejecutiva
regional, consiguieron u n a relación perm an en te y d irecta q u e los vinculara
con los m ovim ientos sociales q u e se d a b a n en el ám b ito d e sus atribuciones.
N o es u n a cuestión sencilla esta de la coordinación y sincronización en tre los
p artid o s y los m ovim ientos sociales. Las m odernas sociedades de masas parecen
privileg iar las reivindicaciones q u e p a rte n de la "sociedad civil'’ (derechos h u­
m anos, ecología, fem inism o, m ovim ientos de g rupos m in oritarios, de jóvenes,
etc.), sin q u e su vinculación con los conductos políticos q u e desem bocan en el
estado (como p o r ejem plo los partid os) en c u en tre u n a resolución razonable. En
el caso brasileño, la inexperiencia de los m ovim ientos sociales y la rigidez de
PARTIDOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RACIMEN DE EXCEPCIÓN 363

u n a estru c tu ra p a rtid a ria creada fuera del am biente rcivindicativo actu al d ifi­
cu ltan aú n más la referida coordinación. E n general ésta se lim ita a declaracio­
nes de buena v o lu n tad p o r parte de los líderes p artid ario s más sensibles a las
reivindicaciones de las masas y a críticas acerbas p o r p a rte de los dirigentes
d e !os m ovim ientos de masas en cu a n to al co m portam iento “elitista” d e los
d irigentes partidario s.

IV . LA M O V ILIZA CIÓ N KLF.CTORAL

A pesar de las contingencias del régim en, de la poca disposición in tern a para
dem ocratizar el p a rtid o y d e la esclerosis en las relaciones en tre éste y los m ovi­
m ientos sociales, el m d b es identificado po p u la rm en te como "el p artid o de los
p o bres”, “la oposición al g obierno”, y, en esa m edida, recibe de hecho apoyo
p o p u la r. Es cierto q u e el p ueblo desconfía de los políticos en g eneral, p ero no
es m enos cierto q u e en las pu ertas de las fábricas, e n los trenes suburbanos, en
las ferias francas p o r lo menos e n el p eríod o electoral, los candidatos del m d b
suelen ser recibidos con la señal del ded o p u lg a r en alto : “ m d b , tod o bien".
Y es en fu nción de este clim a favorable q u e los candidatos son oídos e n sus p re ­
dicaciones.
Existe, p o r lo tanto, u n a relación gen uina en tre e! p a rtid o y el lector p o p u ­
lar, q u e se m aterializa p o r interm edio de la presencia del can did ato (en el
p eq u e ñ o m itin , en la m anifestación callejera, en el ap retó n de manos), d e la
lectura de algú n m aterial de propagand a y del voto.
Es p a ra esa búsqueda febril d e contacto q u e se organizan los com ités elec­
torales, especialm ente los de los d ip u tad o s q u e hacen cam paña p o p u la r. Sería
u n equívoco pensar q u e sólo los candidatos ideológicam ente orientados, espe­
cialm ente los q u e se apoyan e n los “m ovim ientos d e base", m ovilizan al electo­
rado. En realid ad , a u n q u e la m ovilización hecha p o r este tip o de candidatos
sea más ruidosa e n térm inos de prensa y más articu lad a, los q u e o b tien en e!
voto po p u lar, especialm ente en la periferia, incluso cu ando son “orgánicos”,
m ovilizan bastante. Se tra ta, con todo, de m ovilizaciones con propósitos lim ita­
dos: la obtención del voto. P ara ello, en el caso de Sao P aulo, existen m ecanis­
mos básicos no excluyentes.
E l p rim er m ecanism o es el contacto directo, a través de las sociedades ve­
cinales, d e los centros religiosos, de los clubes de bochas, de los clubes d ep o r­
tivos y carnavalescos, etcétera.
Se hacen pequeñas reun iones con los directivos y con las personas influyen­
tes, de vez en cu ando se ofrece u n “ asado” a todos (en el in te rio r del Brasil el
asado es indispensable) y en este proceso el electorado va conociendo al cand i­
d a to p ersonalm ente y éste se com prom ete tácita o ex p lícitam ente a luchar p o r
objetivos del g ru p o q u e lo apoya.
A veces se an ticip a y ofrece camisetas de fú tb ol, hace algún favor a u n m iem ­

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366 FERNANDO 1IENR1QUE CARDOSO

bro influyente del grupo, etc. P o r ú ltim o, está la relación d ientelfstica clásica.
P ara ob te n er el voto p o p u la r no basta, sin em bargo, seguir la trayectoria de la
dispensa de favores: todo esto se produce en el contexto de u n discurso agresi­
vam ente oposicionista, de crítica al gob iern o y, frecuentem ente, de form ulacio­
nes ta n to o m ás radicales q u e las utilizadas p o r los candidatos ideológicos.
(Con respecto a esto conviene observar q u e d u ra n te la cam paña el discurso po­
lítico se unifica y las form ulaciones centrales, e n general hechas p o r quienes
poseen u n a orientación político-ideológica más consistente, pasan a ser rep eti­
d as p o r casi todos los candidatos, ind ep end ientem en te de sus creencias e in ­
tereses personales extraelectorales.)
F.1 segundo m ecanism o básico es la pen etración a través d e los m edios de
com unicación de masas. D isponer de "b u en a pren sa” ayuda. Pero d ispo ner de
u n a audición de radio o de televisión es decisivo. N o p o r azar algunos de los
d ip u tad o s más votados en la periferia (Sam ir Achóa, Jorge P aulo, N odeci No-
g ueira, en tre los más representativos) particip an en program as de rad io d e cufio
crítico, re i vindicativo y /o asistencial.
P or últim o, en el caso de los candidatos sin grandes recursos personales en
cu a n to a la obtenció n de p o p u la rid ad se refiere, pero q u e sin em bargo dispo­
n en de recursos financieros p ara su p lir la falta de vinculaciones con los m edios
periodísticos y publicitarios, la votación es lograda a través d e cabos electorales
q u e sustituyen a los candidatos en su contacto con la masa, o a través de bue­
nas relaciones con el a p a ra to de los gobiernos m unicipales del m d b . E n este
ú ltim o caso, el factor decisivo no es ta n to la dispo nibilidad de recursos fin an­
cieros p ara lu b ricar el ap arato electoral, como la atención de los intereses d e los
prefectos (o sea de aquellos q u e ejercen el p o d er ejecutivo de los m unicipios o
“ prefecturas”) designados en el ejercicio a n te rio r al del m an dato legislativo en
juego. A u nque algunos d ip u tad o s estaduales hayan o p erad o de esta m anera,
es más com ún q u e sean !os d ip u tad o s federales quienes, a pesar de encontrarse
distantes de los m unicipios y del p ro p io estado, alcanzan u n a g ran votación
p o p u la r apoyándose en el poder de los prefectos.
El esfuerzo de m ovilización (que en el caso de la cam paña d e 1978 fue
m uy grande, especialm ente po rq u e los com ités d e los candidatos denom inados
po p ulares se com ponían básicam ente de personas q u e n o e ran políticos profe­
sionales: estudiantes, profesionales liberales, sindicalistas, artistas, intelectuales,
etc.), desem boca, el día de la elección, en lo q u e se llam a "tra b ajo de boca
d e u rn a ”.
Éste consiste en el esfuerzo desesperado p ara convencer al elector cuando
se encam ina hacia el lugar de la votación en el sentido de q u e debe escoger
d eterm inado candidato.
E specialm ente en la periferia, d eb id o a las dificultades q u e la m asa poco
inform ada y sem ianalfabeta en cuentra p ara hacer correctam ente la selección en
el lugar donde se deposita el voto (m arcar las equis sobre los núm eros corres­
p o ndien tes a los candidatos preferidos), es im p o rtan te hacer llegar a las m anos
¿ e l elector u n a rép lica de la cédula oficial de votación con los candidatos p red i­
lectos debidam ente señalados.

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PARTIDOS POI.ÍTICOS V PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN R¿C!MEN DE EXCEPCIÓN 367
Es e n este proceso q u e los aparatos electorales se esm eran, reclu tan d o y pa­
gand o (en general cien cruzeiros por persona, o el valor d e u n a com ida) a cen­
tenares de individuos encargados de im pulsar la preferencia de los electores
h acia tal o cual candidato.
E n las elecciones de 1978 muchos candidatos del m d b a la C ám ara de D ip u ­
tados y al S enado reclu taro n g ratu ita m en te estudiantes, obreros, profesores, pro ­
fesionales liberales, activistas políticos, y p u d ie ro n contraponerse, de esa form a,
al a p a ra to electoral del a r e n a o a los aparatos de los candidatos del p ro p io
m d b q u e u tilizaban cabos electorales pagados.

El im pacto causado p o r la presencia de este tip o de activista (no profesio­


n al) fue gran d e, a u n q u e sea difícil m e d ir la eficacia relativ a q u e tu v iero n en
térm inos de o btención de votos. H u b o candidatos q u e llegaron a m ovilizar en
la ciu d ad de Sao P au lo a centenares e incluso a miles de personas p ara el tr a ­
bajo de “ boca de u rn a ” . M uchos de ellos se lanzaron no sólo a la b úsqu eda del
voto, sino a u n a discusión politizadora con el electorado.
Esta descripción tal vez dé u n a im agen u n poco negativa, en el sentido de
q u e la relación q u e se establece en tre candidatos y electores es m enos de
“p articip ació n ” o de “ m ovilización” q u e de im posición. P ero esto sería el resul­
tad o de u n a in terp retació n parcial y apresurada.
E n el transcurso de la cam paña (de tres a cu a tro meses) hay u n esfuerzo
real p o r p a rte de candidatos y com ités p a ra “ llegar al p u eb lo ”. El éx ito del in­
te n to es n atu ralm en te v ariable, según el can didato. P ero a través de reuniones,
discusiones, actos en recintos abiertos o cerrados, p ub licación de periódicos de­
dicados a d ifu n d ir la cam paña, etc., u n cand idato al puesto m áxim o alcanza a
llegar a decenas d e miles, cuand o n o a centenares de miles de personas, y los
dip u tad o s más agresivos en la cam paña llegan a volúm enes sim ilares de per­
sonas.
T o d o esto es insuficiente eñ el m u n d o actual: sin el acceso a la televisión y a
la rad io —vedadas p o r la a rb itra ria ley Falcáo aú n en vigencia— , la m oviliza­
ción se reduce a lo h u m an am en te posible e n térm inos d e contactos personales
o p o r in term edio de terceros. Bien o m al, en este proceso existe la reacción del
electorado: las críticas son frecuentes, se pro du ce el p la n team ien to de cuestiones
nuevas y, de u n a u o tra form a, el p artid o , a través de los candidatos, siente el
pulso y la presión de las masas.
T e rm in a d a la elección, la inm ensa m ayoría de los com ités se disuelve, de­
ja n d o m uchas veces u n regusto am argo, de esfuerzo n o con tinu ado , en los
railes de personas movilizadas (para u n a ca n d id a tu ra m ayo ritaria, a veces, son
m iles de personas las q u e se m ovilizan y los d ip u tad o s más activos m ovilizan
centenares, llegando en ocasiones a sobrepasar el m illar). L a falta de recursos
y de m ecanism os p ara a g ru p ar personas y encauzar energías te rm in a po r co­
rro e r el sistem a de comités. Y el p artid o , p o r las características ya señaladas, no
absorbe en los directorios (o com ités perm anentes) y en su vida ru tin a ria en tre
u n o y o tro período electoral a la red de personas q u e moviliza p ara las vo­
taciones.
Vemos así q u e, a u n q u e en este aspecto el m d b p u ed a salir m ejor p arad o en

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368 FERNANDO HENRIQUE CARDOSO

com paración con los partidos p op ulares del pasado, n o es capaz de establecer
vínculos estables en tre la m asa d e los electores o incluso en tre la masa d e los
m ilitan tes y los organism os decisorios internos. Si n o se p u ed e h ab lar de con­
tro l o ligárquico del a p a ra to del p a rtid o (a causa de los factores de inestabilidad
ya ap u ntado s y de la necesidad q u e e l p a rtid o tien e de reclu tar líderes y can­
d idatos con penetració n p o p u la r au n q u e con poca rep resen tativ id ad en el con­
tro l de las "bases p artid arias"), tam poco se pued e caracterizar el m odo d e fu n ­
cio nam iento del m d b como realm ente dem ocrático, dado el bajo nivel de p a r­
ticipación de los m ilitantes de base, n i se pued e decir q u e se tra ta de un
p artid o # co ntrolado popularm ente.
N o o b stan te, en los intervalos en tre u no y o tro período electoral, co n tinú a
existiendo u n a relación en tre los p arlam en tario s y los electores. Esta relación se
efectúa a través de la presentación de proyectos de interés p ara capas y sectores
p opu lares específicos.
El m d b presentó railes de proyectos d e interés económ ico o social p a ra las
capas populares y propuso to do tip o de reform as institucionales dem ocratizan­
tes. hasta c u b rir prácticam ente el cam po de lo posible. Los m ecanism os a u to ­
ritario s del régim en blo qu ean en el congreso estas propuestas, pero los p a rla ­
m entarios se ocup an de inform ar al electorado, a través de la correspondencia
y de los contactos personales, sobre sus iniciativas.
P or o tra parte, el sistem a de favores o de préstam os de ho no r es am p liam ente
u tilizado p o r los sectores más tradicionales del m d b , garan tizan do u n pu en te
en tre el elector p o p u la r y el estado, a pesar de las contingencias de! régim en
a u to rita rio . En este últim o aspecto, es preciso n o olv idar q u e el m d b d eten ta el
control de las más im portan tes m u nicipalidades del estado de Sao P au lo (con
excepción de Santos y de la capital, Sao P aulo, don de no hay elecciones de
prefectos, sino q u e éstos son designados p o r la au to rid ad sup erio r del gobierno
p auüsta). En los m unicipios del m d b existe u n vasto cam po fértil p ara q u e los
d ip u tad o s y líderes p artid ario s ejerzan el clientelism o.
P ara los fines de este tra b a jo no corresponde hacer mayores especulaciones
sobre el desdoblam iento del sistem a p a rtid a rio brasileño o sobre los m árgenes
de dem ocratización in tern a q u e existen e n los p artidos. De cu a lq u ier modo, si­
guiendo el h ilo de la m adeja q ue com enzam os a desenredar páginas atrás, de
la m ism a form a q u e los viejos partid os q u ed a ro n m uchas veces bloqueados y
p erd iero n fuerza política cuando la sociedad cam bió y en tra ro n en acción d en ­
tro del escenario histórico nuevos contingentes hum anos, parece claro q u e "la
ú ltim a escoria de la sociedad" es la q u e v ota p o r el m d b a u n q u e no p articip e

* En realidad la caracterización de! mdb como partido es discutible. Sin embargo, si se


aplican criterios rigurosos, las organizaciones políticas del pasado (salvo las ideológicas),
tampoco eran partidos. Quizás esa distinción polémica sea falsa: en las sociedades capita­
listas contemporáneas las grandes organizaciones partidarias son “frentes" relativamente
laxos en cuanto a las orientaciones ideológicas y poseen una estructuración interna preca­
ria. En algunos de los “grandes partidos", como el Partido Demócrata de los Estados Uni­
dos. la tolerancia ideológica va desde la izquierda basta la derecha, y lo mismo ocurre con
el Partido Laborista de Gran llretaña. que incluye a trotskistas, reformistas de todos los
tipos, demócratas, conservadores, etcétera.

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PARTIDOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN UN RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN 569

de él, así com o el nuevo pro le taria d o y el nuevo sector terciario creados p o r la
expansión del capitalism o internacionalizado están ahí, desafiando a los par-
tidos .1 que lo? incorporal, Si ístos í m n « p accs de liacerl° scrían f i ^ u e a d o .
p o r los "m ovim ientos sociales de base" y p o r nuevas propuestas d e organiza­
ción p artid aria .
Obsérvese q u e no se tra ta solam ente d e "c a p ta r el voto” . El mdb fue capaz
de esa proeza (a pesar de q u e en las últim as elecciones el n úm ero de votos en
blanco y d e votos nulos fue significativo). Se tra ta de com patibilizar el m odelo
organizativo y decisorio d e los p artid o s po pu lares con la presencia de las masas
y d e los m ovim ientos sociales. Éste es el desafío m ayor q u e la co yu ntura ac­
tú a! presenta.
N o está claro si será posible su stitu ir, e n el fu tu ro próxim o, el m odelo actual
de u n p a rtid o q u e capta el voto pero no dispone d e m ecanism os efectivos de
particip ació n p o p u la r en sus órganos internos n i de capacidad p a ra vincularse
de m an era estable a los m ovim ientos sociales, p or u n m odelo basado e n la
existencia de partido s m odernos y populares.
C reo incluso q u e las sociedades contem poráneas industriales y de masas p ro ­
p ician, en el sistem a capitalista oÜgopólico, la form ación de fuertes y fragm enta­
rios m ovim ientos sociales, ju n to a la persistencia de sistem as p artid ario s q ue
sólo cuentan, efectivam ente, en el m om ento del voto y en las luchas q u e se dan
e n el in terio r del sistem a institucional de poderes establecido.
El o rd en social y el o rd en político coexisten, sin interpretarse, salvo en
los m om entos de crisis. L a desproporcionada capacidad de control de las clases
d om in an tes sobre los m edios técnicos de reproducción de la sociedad (y m uy
especialm ente sobre los m edios de com unicación de masas) hace ex trem ad am en ­
te difícil la m ovilización política d e los sectores dom inados en el sentido de
a d q u irir la capacidad d e ejercer presión sobre los niveles clave d e decisión.
F rente a esto, los sectores po pu lares reaccionan creando áreas d e acción
propias. D esarrollan u n a am plia capacidad d e m ovilización y de respuesta
ráp id a, pero en pu ntos circunscriptos de la sociedad: en las luchas de la p eri­
feria, en reivindicaciones obreras de o rd en económ ico o sindical, en m ovim ien­
tos urbano s de protesta, etc. Los partid os, qu e b ien o m al se o rie n tan hacia el
cam po del estado, puesto q u e es en dicho do m in io do n d e finalm en te desem bo­
can las cuestiones atinentes al poder, q u ed a n con frecuencia al m argen de los
m ovim ientos sociales y, en el sector po lítico q u e les es p ropio, sufren las conse­
cuencias d e la falta de apoyo activo p o r parte de la base social.
C arecem os de modelos de organización p a rtid a ria q u e p e rm ita n la fusión de
lo social con lo económ ico. Y falta u n a restru ctu ración d e los p artid os para
q u e en ellos q u ep a la p articipación d e las masas.
El viejo ideal d e un p artid o de cuadros q u e fusionaría las aspiraciones co­
lectivas q u ed a corto ante la diversidad social y el distan ciam iento en tre las
reivindicaciones específicas de la base y los problem as institucionales del poder.
El m odelo de "p a rtid o revolucionario” , a n tiin stitu cio n al (cuando n o ilegal) p o r
d efinición, está dem asiado d istan te de la p ráctica cotidian a de las masas.
El m odelo de p a rtid o po p u lista o caudillesco no ofrece los recursos organi-

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372 FERNANDO HE MUQUE CARDOSO

Votos en Delegados
la Cámara a la C ontención
Zona U nidad Adm inistrativa Federal (1978) Regional (1979) * A filiados

253 Tacuapé 91286 30 1 720


254 Vila Guilhcrme 15 491 7 355
Vila María 57 797 24 1411
Casa Verde 37 401 15 956
255 Brasilándia 16 510 7 482
Limao 16 137 7 471
Nossa Senhora de ó 50 244 21 914
Vila Nova Cachoeirinha 19043 8 386
256 Tucuruvi 115 707 30 2 158
257 Vila Prudente 126380 30 2 930
258 indianópolis 25 536 10 525
lbírapuera 31 003 13 662
Jabaquara 43 973 18 959
259 Saúde 83 973 80 1552
260 Ipiranga 86 062 30 1 171
280 Capela do Socorro 95 094 30 1 550
Parelheiros 12216 5 398
TOTAL 2 027 507 693 40 691

• El número de delegados es proporcional al número de votos para diputados federales


obtenido por el partido en cada unidad administrativa.

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P O L ÍT IC A SO CIA L Y N O R M A LIZA C IÓ N IN S T IT U C IO N A L
E N F.L BR A SIL

RECIS DF. CASTRO AN D R AD E *

N o carecen de argum entos aquellos q u e niegan legitim idad histórica al régim en


creado en 1964. Se cuestiona el éxito del proyecto castclista d e d esarrollar p ri­
m ero la econom ía, después la sociedad y po r ú ltim o la p olítica. El m odelo eco­
nóm ico —se dice— es artificial c inviable: el p u eblo co n tinú a pob re; la d ic ta­
d u ra se m antien e a pesar de la ap e rtu ra. Además, todos concuerdan en q u e en
esos dieciséis años el país se transform ó de a rrib a abajo. Poco q u ed a d e la es­
tru c tu ra económ ica, de las instituciones, de la com posición social o de los modos
de p ensar anteriores a 1964. E n este sentido se pued e decir q u e los nuevos
dirigentes rev olucionaron el país.
Si el derrocam iento de Jo3o G o u lart fue más, m ucho más, q u e u n cuartelazo,
tam poco es suficiente, m e parece, describir los acontecim ientos de ese período
com o m eras “ transform aciones d e los principios constitucionales q u e conform an
la au to rid ad del estado". Se escribieron m uchas cosas interesantes en tre nosotros
y en otros lugares con respecto al auto ritarism o , a la arb itrarie d ad institucion ali­
zada, al proceso de m ilitarización-burocratización del estado, etc. La am p lia li­
te ra tu ra académ ica sobre la m orfología de las m odernas dictad uras la tin o a m eri­
canas constituye m uchas veces u n a su til d en un cia d e tales d ictadu ras y m ucho
nos a u x ilia en la com prensión de nuestros males. Sin em bargo, estos estudios,
com o es evidente, adm iten u n a prem isa de m étodo según la cual lo político y
lo económ ico p u ed en ser analizados separadam ente. El resultado, e n este caso,
son discusiones em pírico-institucionales en q u e el auto ritarism o , com o p uro
orden, sólo se dinam iza m ediante la adición de u n a teleología liberal dem ocrá­
tica. Al leer tales trabajos, es difícil ev itar u n a sensación de p erplejidad . Ya
q u e ¿cómo p asar de la objetivación clínica de regím enes políticos a la pers­
pectiva de cam bio si, p o r su génesis, los m ecanism os descritos son m ecanis­
mos de rep ro ducción d e los citados regímenes?
U n a p alab ra, ahora, sobre la tradició n estru cturalista, d o m in an te en tre noso­
tros. Sim plificando e n extrem o, este tip o de análisis com prende tres m om entos.
U n m om ento analítico, en el q u e se registra el carácter au to rita rio del estado.
U n m om ento critico, e n q u e el au toritarism o es relacionado d irectam ente con
las estructuras económicas dependientes y con las necesidades d e la acum ulación.
U n m om ento político, en q u e se a p u n ta la incom petencia/im p osibilidad de
nuestras clases do m inantes p ara crear u n verdadero estado nacional y en q u e se
deduce, im p lícita o explícitam ente, la necesidad de transform aciones radicales.
Pienso q u e esa línea de investigación debe ser revisada. N o se tra ta, aq u í, de
* C entro d e Estudios de C u ltu ra C ontem poránea (c e d e c ).

[J7J¡

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374 REGIS DE CASTRO ANDRADE

d iscu tir detalladam ente la cuestión. P ero q u ie ro referirm e de paso a dos


d ificultades q u e presenta ese tip o de análisis.
L a p rim era se refiere al pasaje más o m enos m ecánico de la econom ía al
análisis del estado. Dos ejem plos: la tesis sobre la necesidad del autoritarism o
e n razón de la superexplotación (M arini) y sobre el auto ritarism o en la fase
de pro fun d ización del capital (D 'D onnell). Estas tesis fuero n objeto de u n a re­
futación em pírica p o r p arte de Serra con respecto al caso específicam ente b ra­
sileño.1
La refu tació n em pírica es en sí m ism a im po rtan te, p o r cu anto dem uestra q ue
la coherencia in te rn a del argum ento, lastrad a con m aterial em pírico m uy gene­
ral, n o garantiza su veracidad. P ero n o es la invalidación específica de las citadas
tesis en el caso brasileño lo q u e m e llam a la atención. D iscuto el alcance ex p li­
cativo del m étodo. Lo insuficiente del p rocedim iento tal vez resida, en tre otras
cosas, en el h á b ito de ver a la estru c tu ra com o econom ía p u ra, de m an era tal
q u e si la econom ía d eterm in a la política el fenóm eno inverso n o es ten id o
como verdadero. E n rigor, toda solución q u e m anteng a la d istinción an alítica
en tre base y superestructu ra es insatisfactoria en la esfera d e la ciencia política,
e n la cual la co y u n tu ra —vista como síntesis de m últiples d eterm in acio n e s-
ocu p a el lug ar central. H ay q u e buscar conceptos q u e reab sorb an dich a d istin ­
ción. La teoría de la hegem onía, esbozada p o r Gram sci, constituye u n esfuerzo
p ionero en ese sentido.
L a segunda d ificu ltad de la m encionada lín ea de investigación teñ id a de
la tra d ició n estructuralista se refiere a la inevitable reducción de la política
a la econom ía. C orrelativam ente, se reduce la revolución a su dim ensión teórico-
abstracta. El resu ltad o es q u e el m arxism o se concibe com o m era filosofía crítica
(o incluso com o econom ía crítica) y la política aparece com o actividad m era­
m ente expresiva, sin eficacia histórica. E n ú ltim a instancia el estructuralism o
m arxista elim ina la política.
Según en tien d o , el concepto de anillos burocráticos (form ulado p o r Fer­
n an d o H . Cardoso p ara d a r cu e n ta d e u n m odo específico d e articulació n no
p a rtid a ria de los intereses económicos al estado) es u n esfuerzo inn ov ado r p ara
e v itar las falencias del estructura!ism o. Es verdad qu e, en el análisis de Cardoso,
la regulación d e las relaciones sociales a través de los anillos n o com prende los
intereses populares, y d ebido a ello la cuestión global de la constitución del
sistem a de poder en el Brasil q u ed a incom pleta, pero el p ro p io C ardoso sugiere
nuevos desarrollos del tem a al señalar el carácter transform ador, revoluciona­
rio , del régim en brasileño, y al ad v e rtir q u e la revolución burguesa en los países
periféricos no siem pre es liberal.2
1 R uy M auro M arini, Subdcsarrollo y revolución, México. Siglo X X I, 1969; G uillerm o
O 'D onnell, Reflexiones sobre las tendencias generales de cambio en el estado burocrático-
autoritario, c e d e s , 1975. m im eografiado; J . Serra, As desventuras do economismo: Tres
teses equitrocadas sobre a conexio entre autoritarismo e desenvolví mentó [Las desventuras
del cconomicismo: tres tesis equivocadas sobre la conexión en tre autoritarism o y desarrollo].
Dados, Instituto de Pesquisas do Rio de Janeiro [D atos, Institu to d e Investigaciones d e R io
d e Janeiro], núm . 20, 1979.
2 F ernando H. C ardoso, O modelo político brasileiro e outros ensaios [El m odelo político
brasileño y otros ensayos], S5o Paulo, d i f e i ., 1972.
PO LÍTICA SOCIAL Y NO RM ALIZACIÓ N INSTITUCIONAL E N BRASIL 375

A m i ju icio, la advertencia tien e u n sentido m uy claro: es preciso n o con­


fu n d ir m ecanism os de legitim ación pro pios de las dem ocracias parlam en tarias
—q u e no se en c u en tran , n atu ralm en te, e n los regím enes au to ritario s— con p ro ­
cesos de constitución de u n a suprem acía de clase q u e involucre u n a base de
masas (cuyas características son, a su vez, variables). N o q u ie ro con esto a fir­
m ar q u e la legitim ación electoral no sea u n im p o rtan te —ta l vez el más im por­
ta n te — m ecanism o de constitución del p o d er burgués. M ucho m enos q u ie ro
negar la p osibilidad de m om entos en q u e el o rd en burgués se m an ten ga sola­
m ente p o r la fuerza. P ero sospecho q u e sin esa d istinció n n o es posible com­
pren d er ciertos aspectos del m odelo po lítico brasileño.
Este tra b ajo con tien e algunas reflexiones sobre u n aspecto peculiar de la
articulación en tre sociedad y estado en el Brasil. M e refiero al c o n ju n to de
norm as y prácticas q u e defin en la actividad estatal en el cam po de la política
social ( ps ).

A rgum ento:
a] q u e la ps es elem ento central del sistem a d e p o d er en el país: más q u e la
técnica d e reproducción de la fuerza de tra b ajo , la ps es u n a p a ra to de hegem o­
n ía q ue. com o consecuencia, sum in istra elem entos p ara com pren der la relativ a
estabilidad del régim en;
b] q u e la regulación de las relaciones sociales, buscada a través de la ps,
n o se consolida d ebido a la subordinació n, e n el ejercicio de esa po lítica, de los
objetivos sociales a los objetivos económicos del capital;
c] q u e las form as de cuestionam iento y de oposición p o p u la r se definen p a r­
cialm ente en el ám b ito de las estructu ras técnicas, legales y políticas generadas
en el prolongado e intenso desarrollo d e a q u e lla política.

ii

El régim en m ilita r en el Brasil tien e dieciséis años. D u ran te ese p eríodo n o en ­


fren tó rebeliones po pu lares continuadas o de peso, ni suscitó el su rgim iento de
fuertes organizaciones revolucionarias. T u v o sobresaltos intragu bern am entalcs
y suscitó u n a oposición liberal considerable. P ero tales episodios n o desm ienten
la relativa estab ilidad del sistem a. N o se p u ed e to m ar este hecho a la ligera.
H ay q u e problem atizarlo. La explicación sim plista —"el régim en se m an tu vo
p o r la fuerza"— es ta n verdadera com o falsa. Si nos perm itiéram os u n m in u to
de fría o b jetiv idad, tal vez lleguem os a la conclusión d e q u e la violencia del
régim en en el Brasil ha sido más au to p ro tecto ra q u e, digam os, in q u isito ria l
(au n q u e la p rop orción en tre am enazas y respuestas no se haya m an tenid o y
a u n q u e u n tin te oscurantista se revele, p o r ejem plo, en ciertos períodos, e n las
presiones sobre la universidad). T a m p oco h a sido u n a violencia orgánica, o
sea u n factor de m ovilización p erm an en te p a ra la g uerra (au n q u e en la o b ra d e
ciertos teóricos la política contem po ránea sea id entificada con la g u erra en tre

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376 RECIS DE CASTRO ANDRADE

el occidente cristiano y el m u n d o com unista, o con la g u erra p erm an en te de


clases).
P o r ejem plo: u n a vez consolidada la v ictoria de 1964, m edian te el desman-
telam iento d e los dispositivos nacional-dem ocrático (sobre todo en los sin­
dicatos) y u n a vez ajustadas las cuentas individuales b ajo el p retex to del celo
revolucionario, la violencia política refluyó visiblem ente hasta fines de 1968. La
severidad del A cta institucional núm . 5 se explica p o r la coy un tu ra de 1968.
E l A cta constituye u n a reacción fren te a tres am enazas: la reb eldía del con­
greso, las am biciones consideradas “ ilegítim as” e n el in terio r del sistem a (sobre
to d o de los oficiales nacionalistas) y la nueva izquierda.
El "P aq u ete de A b ril”,* en fin, es u n a reacción p reven tiva an te la posible
v ictoria electoral de la oposición en aq uel año.
L a violencia del régim en no se dirig e p rim ord ial y directam ente a m an ten er
la "pureza ideológica" d e la sociedad. L a iglesia, com o se sabe, com batía las
herejías, agresivas o no; Salazar com batía todas las "ideas m odernas"; el n a­
zismo te n ía ho rro r a la cultu ra. L a histo ria de la represión en el Brasil es
p red o m in an tem en te la historia de la supresión de com portam ientos aislados,
individuales o grupales, q u e rom pen m aterialm ente la paz social. A hora bien,
es p recisam ente en la vigencia de esa paz —m ás q u e en el p ro p io ejercicio de
la represión— q u e se m anifiesta la presencia del estado.
E n tien do tam b ién q u e la p ro p ia eficacia d e la violencia estatal - e n térm i­
nos de saldo p olítico de las m edidas represivas— ha sido en p a rte d eterm in ada
p o r u n a su erte de estab ilidad del sistem a de poder tal como él se constituyó
e n el país. Com o es bien sabido, el régim en siem pre negó la violencia siste­
m ática.
N o se tra ta de la negativa cínica y grosera de los dirigentes chilenos o arg en­
tinos; en el caso brasileño se tra ta d e u n discurso dem ocrático en el cual la
violencia aparece com o "m al necesario" y siem pre referido a las vicisitudes de
la norm alización política. P or eso m ism o los gobiernos del régim en se ex p u ­
sieron a críticas an tiau to ritarias, form uladas en los térm inos del p ro p io régi­
m en. De ello resulta q u e la acción coercitiva del estado ha involucrado un
elem ento d e riesgo en cuyo cálculo e n tra n consideraciones sobre la correlación
d e am plias fuerzas políticas d en tro y fuera del sistema.
E n otras palabras, se calcula la incidencia de la acción represiva en relación
con el grado de eq u ilib rio subyacente. Es cierto q u e la violencia política ha sido
necesaria p ara el m an ten im ien to del régim en. P ero ello no eq uivale a decir
q u e la violencia es el fu n dam ento único del o rd en vigente.

E n el len g uaje de Jam es I de In g laterra, el Brasil sería hoy u n "rein o estable-


* C onjunto d e disposiciones legislativas d e carácter represivo y discrim inatorio q u e el
gobierno adoptó en ab ril d e 1969. [e .J

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PO LÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 379

reform as políticas p ara su im plem entación. A través de las "reform as de base”,


el g obierno de G o u lart soñaba con reforzar la base de masas del régim en cons­
titu cio n al q u e le aseguraba el pod er: en rigor, y más de u n a vez, las reform as
eran p ara el gobiern o concesiones populistas. P ara los sectores organizados del
m ovim iento p o p u la r, sobre todo obrero, las reform as e ran —sin em bargo— el
esqueleto de u n a política alternativa global.8
Juzgo im p ortante, p o r consiguiente, destacar q u e el m ovim iento victorioso
en 1964 representa la reasunción de la iniciativ a política p o r p a rte de las clases
dom inantes. E n esta reasunción el tim ó n cam bió de m anos: pasó de los "p o lí­
ticos” a las cúpulas em presario-m ilitares. Se tra ta b a d e reu nificar a las clases
do m in an tes y de asim ilar a las clases m edias en p rim er lugar contra el “com u­
nism o” y después e n el ám b ito de u n proyecto de desarrollo basado en la g ran
em presa. E n cu a n to a los trabajadores, serían asim ilados posteriorm ente, com en­
zando por las capas más pobres, ideológicam ente menos resistentes. El “p a rtid o
de la revolución fue el In s titu to de Pesquisas Sociales ( ipe s ), q u e organizaba
la cú p u la em presarial-m ilitar. El ipe s a d m inistraba enorm es fondos políticos,
elabo raba la estrategia de g u erra y form u lab a la política del nuevo régim en.
De sus filas salieron todos los cuadros dirigentes del gobierno de Castelo Branco.
A dueñándose del poder e n el contexto d e u n a confrontación con las fuerzas
populares, los “ m odernizadores au to rita rio s” ni siqu iera in ten ta ro n vin cu lar su
proyecto a las aspiraciones m anifiestas de los trabajadores. G ou lart fue depues­
to p o rq u e era necesario "salvar a la N ación y a la D em ocracia c e la am enaza
com unista”. Al p ueb lo no se le hizo n in g ú n tip o de prom esas o concesiones: los
nuevos gobernantes no pensaban legitim arse p o r vía electoral. H e a q u í u n a de
las características centrales del sistem a p olítico m o ntado en 1964: se gobierna
sin el pueblo. P ero eso no significa necesariam ente qu e el estado brasileño haya
aban d o n ad o su función pro p ia de organización de la suprem acía burguesa.
Q uiero caracterizar m ejor este p u n to .
El putsch de 1964 es el p rim er paso en la im p lan tación de u n nuevo orden.
Se tra ta, en p rim er lugar, de u n orden en expansión q u e se reform a, q u e se
reproduce al m odificarse a lo largo del proceso co ntrad ictorio de acum ulación
acelerada del capital. E n segundo lugar, es u n n uevo orden político: u n nuevo
condicionam iento estable de las relaciones en tre las diversas clases y los diversos
g rupos sociales. N o se tra ta, p o r lo tan to , de sim ples m odificaciones in stitu ­
cionales. L lam aré al proceso global de establecim iento del nuevo o rd en "p ro ­
ceso de expansión de clase de la burguesía en el país” .
E n esta perspectiva, la vida política en el Brasil desde 1964 no es vista como
m ero epifenóm eno de procesos económicos. La lucha política es la m anifestación
más concreta de procesos históricos q u e, en las form aciones capitalistas, de­
p end en ta n to del progreso m aterial com o del resultad o d e aquella lucha.
El proceso de desarrollo no será, p o r lo tan to , u n proceso circunscrito a la
esfera de las relaciones de explotación, m antenidas p o r u n estado pu ram en te

* Desarrollé estos puntos en el artículo "Perspectivas no estudo do populism o no Brasil**


[Perspectivas en el estudio del populism o en el Brasil], Revista C iv iliza d o Brasileña [Re­
vista Civilización Brasileña], 1979.

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380 REGIS DE CASTRO ANDRADC

coactivo. La acum ulación, puesto q u e está basada en la explotación, exacerba


e l conflicto en tre el capital y el trab ajo; en este sentido, el desarrollo p on e en
acción fuerzas disgregadoras del e q u ilib rio político. P cto el desarrollo actúa
com o integrador político en la m edida en q u e o rd en a las relaciones sociales
según u n a norm atividad (de clase) cuya expresión más acabad a es el estado. Es
n o table, a propósito de esto, la conciencia q u e tien en los go bernantes brasileños
do sem ejante problem a.
Véase, p o r ejem plo, este pasaje del I P la n N acional d e D esarrollo (i p d n ,
1972-1974);
"E l m odo brasileño de organizar el estado y m oldear las instituciones p ara,
en el lapso de u n a generación, tran sfo rm ar al Rrasil en u n a nación desarrollada,
constituye el m odelo brasileño de desarrollo.” 4
E n u n período histórico d e ráp id a expansión burguesa toda la sociedad se
unifica (en alg ún grado) en los térm inos d e esa clase. T ra b a jo y capital, en p a r­
ticu lar, son asim ilados a u n cu ad ro institucional cuya racion alidad sustantiva
está d ad a po r los valores m áxim os de la vida social.
A clarando esto; el fenóm eno de la asim ilación p olítica, q u e com pone, con
e l ejercicio d e la fuerza, el cu adro de la expansión de clase, no se pued e en ten d er
com o m era asim ilación ideológica. Lo considero como u n a institucionalización
p o rta d o ra d e norm as u nificadas p o r valores (tenidos como) supraclasistas; esta
institucionalización regulariza y m etodiza transferencias reales (en térm inos de
re n ta o d e servicios, p articu larm en te p a ra la clase tra b ajad o ra ) que, d e o tra for­
m a, serían aleatorias y conflictivas. Obsérvese q u e no es el a u m en to de las
transferencias reales lo qu e está fun dam en talm en te en juego aqu í, a u n q u e dicho
au m en to m u ltip liq u e el p o d er asim ilador d e las instituciones y, en el m arco
d e u n a ética desarrollista, deba necesariam ente ocurrir.
l.o esencial está en el reconocim iento de derechos y en la creación de canales
p ara encauzar reivindicaciones que. si no son reguladas, conducen al choque
fro n tal en tre trab ajo y capital.
De to do esto se deduce q u e el proceso d e expansión de clase es más q u e u n
proceso de d ifusión de ideas: él organiza a las masas trabajadoras.
Más aú n : la norm alización d e las relaciones sociales es necesaria p ara la
p ro p ia constitución y rep roducción d el capital, al resolver, en la esfera de los
“ intereses generales", las contradicciones inherentes a la producción capitalista.
En esta óptica, la in fraestru ctu ra (do m inad a p or la lógica del capital) no se
separa de la superestructura (el reino de la cu ltu ra, d e la política, de las ideas)
y ésta no se deriva necesariam ente d e aquélla.

E n vista de q ue las masas trab ajado ras no p articip an d e la política a través de


representaciones p artid arias, sindicatos o procesos electorales, sus relaciones di-

■* I Plano X acional d e Desenvolví m entó, p. 14.

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PO LÍTICA SOCIAL V NO RM ALIZACIÓ N INSTITUCIONAL E N BRASIL

rectas con el estado se d a n p rin c ip alm en te a través d e la “política social'’ (ps)


del régim en (excluidos, n atu ralm en te, los m om entos de conflicto en q u e e!
estado aparece com o p o d er represor).
Este hecho p o n e d e relieve, p o r solo, la im po rtancia de dicha política p ara
la com prensión del problem a q u e nos ocupa. Pero, adem ás de eso, se debe ten er
en cu en ta el ex trao rd in ario crecim iento del llam ado “ sector de p roducción de
bienes de consum o social” en el país después de 1961, proceso conducido p o r el
estado: será posible entonces p ercib ir q u e en la p olítica social está u n a de las
claves p ara com prender la relativa estab ilid ad del régim en.
E n la definició n del gobierno, la ps incluye el fin anciam iento, la producción
y la d istribu ció n d e los servicios públicos bajo la responsabilidad de los m inis­
terios de S alud, Educación, T ra b a jo y Previsión social.
E n e! Brasil posterior a 1964, la ps es fin an ciada n o sólo p or recursos presu­
puestarios sino tam b ién con fondos especiales creados y adm inistrados p o r el g o­
biern o federal. Esos fondos son sum inistrados en proporciones y en m odalidades
variables p o r contribuciones de los trabajadores, d e las em presas y del gobierno.
Su función declarada es prom over transferencias reales (bajo la form a de ah o­
rros, fondos provisionales, sen-icios sociales e incluso renta) a los asalariados y,
de m odo general, a la po blación de bajos ingresos. El P rogram a de integración
social y el P rogram a de form ación del p a trim o n io del servidor público (p is /
p a s e p ) están dirigidos a la constitución de patrim o nios utilizables en los casos de
casam iento, ju b ilac ió n , fallecim iento o invalidez, adem ás d e d istrib u ir u n ad e­
la n to salarial equ ivalente al salario m ín im o a los m iem bros q u e posean más de
cinco años de registrados. El F ondo de g aran tía p o r tiem p o de servicio (fgts )
sustituye a la vieja Ley de estabilidad, p o r la cual el tra b ajad o r no po día ser
despedido sin causa ju stificad a después de los diez años de servicio. Los saldos
e n cuentas individuales p ued en ser retirado s e n caso de cesantía y tam bién para
?a adquisición de vivienda prop ia, p ara la jub ilació n y p a ra otros casos. El
Fondo de apoyo al d esarrollo social (fas ) financia proyectos públicos y p riva­
dos en las áreas de educación y salud, con p rio rid ad p ara la atención de los
sectores de bajos ingresos. El Banco nacion al de vivienda ( b n h , B anco N acional
de IIabita$ao) fin ancia la co ntrucción de casas populares, de obras d e sanea­
m ien to y de m ejoras urban as, tra tan d o de alcanzar, en tre otros objetivos, la crea­
ción d e em pleos e n la in d u stria de la construcción civil. El P rogram a nacional
de centros sociales urbanos (csu), p o r ú ltim o, se prop on e im p lan tar centros de
esparcim iento y de deportes p ara aten d er a los sectores más pobres de la p o ­
blación.
Súm ense a estos fondos los recursos presupuestarios dedicados a los mismos
fines y tendrem os el to tal d e los recursos utilizados e n la ejecución de la p o lí­
tica social.
Este to tal pasó de $04 200 000 000 de cruzeiros e n 1974 a 549 500 000 000 en
1978 (a precios d e 1978). U n a com paración de esas cifras con el to tal del gasto
p resupuestado de la U n ió n (o sea de los Estados U nidos del Brasil) d a una
idea de su m a g n itu d relativa: en 1978 los fondos disponibles p ara la ejecución
del "p resup u esto social" (549 500 000 000 de cruzeiros) su p eran el gasto de la

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382 KtCIS DE CASTRO ANDRADE

U n ió n p ara los mism os fines (401 000 000 000 de cruzeiros) en u n 37%.* Los
gastos totales de la U n ió n en el área social crecieron 574.8% en térm inos reales
d u ra n te el período 1963-1977.®
Algunos datos sectoriales ayudan a evalu ar la expansión c u a n titativ a del
sector. En e! área d e la educación p rim aria el núm ero d e m atrículas pasó de
10 600 000 e n 1963 a 21 500000 en 1978. La u s a de escolaridad su bió en tre
1970 y 1977 de 67% a 72% en el ciclo p rim ario y de 9.9% a 17.5% en el ciclo
m edio. La enseñanza su p erio r "estalló” e n el p erío do 1968-1973 en térm inos de
ingresos (hubo u n crecim iento del 204.1% ) y de m atrículas (el aum ento llegó
al 191.5%). E n el período 1964-1977 el n ú m ero to tal de m atrículas pasó de
142 386 a 1 013 000. L a enseñanza su pletoria, p o r últim o, cobró relieve a p a rtir
de 1973, especialm ente en el cam po de la alfabetización. Según los datos oficia­
les el M ovim iento B rasileño de A lfabetización, prom ovido p o r el gobierno fe­
deral, alfabetizó a 8 881 personas en tre 1973 y 1978, de u n to tal de 24 831
inscritos en el m ism o período. D e esa expansión p articip aro n el sector p úblico
y el p riv ad o p ero el crecim iento de este ú ltim o fue más ráp id o .7
Los gastos totales en salu d pasaron de 5 100 000 cruzeiros a 41 500 000 en
el período com prendido en tre 1963 y 1977 (a precios de 1977). T a l crecim iento
se debe, sobre todo, al aum ento de las contribuciones d e los trabajado res a P re­
visión social (contribución q u e es del 8% sobre el salario). Las p artid as p resu ­
p uestarias no crecieron al m ism o ritm o y en los estados incluso decrecieron. El
n úm ero d e consultas en el servicio pú blico de salud u rb an o pasó d e 40 100 000
e n 1970 a 122 400 00 en 1977. E n el área ru ra l se registraron 4 900000 consultas
e n 1972 y 12 300 000 en 1977.»
E n el área de la previsión social en sentido estricto (jubilaciones, pensiones
y otros tipos de asistencia pecuniaria) la expansión fue m uy significativa. El total
de los gastos ascendió de 10 700 000 a 102 000 000 de cruzeiros en tre 1963 y
1977 (a precios de 1977). La prop orció n de prestaciones u rb an as sobre la p ob la­
ción total del país era en 1977 del 18.5%, co n tra el 7.4% en 1963.®
Só!o nos resta m encion ar la enorm e exp an sió n del a p a ra to buro crático e ins­
titu cio nal ligado a la ps , e n dos vertientes: po r u n lado la m ultip licación de los
d epartam entos, servicios, convenios, program as, etc., sim ultánea a la extensión
de la presencia del estado en regiones y grupos sociales antes n o alcanzados p o r
su área de influencia; p o r o tro lado, la centralización de ese ap a ra to , d ire cta­
m ente vinculado, en la cúp ula, al p residente de la R epública, a través del
C onsejo de D esarrollo Social. E n esta exp ansión /centralización , el control p o p u ­
lar fue totalm ente elim in ad o en las áreas donde, de algú n m odo, era ejercido.
Al m argen del escepticism o de los radicales de izquierda —q u e definen a la

5 f u e n t e : M inisterio de H acienda. C om prende recursos fiscales del Tesoro, ordinarios y


vinculados.
o P. Dcmo, Política social no Brasil após 1964 [Política social en el Brasil después d e
1964], Brasilia, i p e a / c n r h , febrero de 1979, p . 177.
^ f u e n t e : P. Dcmo, s e e c / m e c , op. cit.
8 FUENTE: 1NPS/M PAS y FUNRURAL/M PAS.
9 Fl'E N T E : 1PEA.

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PO LÍTICA s o c i a l y n o r m a liz a c ió n in s t it u c io n a l en b r a s il 583

ps c o m o u n p u r o e n g a ñ o — la o p o s ic ió n b r a s ile ñ a h a c ritic a d o , y c o n ra z ó n ,
tre s asp ec to s d e esa p o lític a .
U n a d e las cosas q u e se arguyen es q u e la p s es a u to rita ria y tecnocrática,
p o r cu a n to los representantes de los trab ajado res —q u e son, e n resum idas cuen­
tas, los dueños de los recursos utilizados— no p articip an en n in g ú n m om ento
en la decisión del sector.
U n a segunda crítica es aquella según la cual la política social es ineficiente,
o sea q u e no alcanza sus objetivos. E n este sentido algunos recu erd an q u e es ne­
cesario no ilusionarse con las cifras oficiales, pues ellas se organizan según el
p u n to de vista del gobierno y no de los beneficiarios. Demos sólo algunos ejem ­
plos significativos: en el área de educación, u n a elaboración sum aria d e los datos
de m atrícu las y egresos en el ciclo de la enseñanza su p erio r indica u n aban do no
de los estudios de cerca de¡ 80% de los alum nos d u ra n te tod o el período. La tasa
de m o rtalid ad p o r cada m il habitantes se estancó en to rno a los 35 casos d u ran te
los años d e la década de 1970 y la tasa de m ortalid ad in fa n til (po r cada rail naci­
dos vivos) su bió en los m unicipios de las capitales d u ra n te la m ism a década y
perm aneció igual (aproxim adam ente en 109 casos) en tre los años 1963 y 1977.
Se afirm a q u e el m o b r a l no integra socialm ente a los nuevos alfabetizados p o r­
q u e su enseñanza deja de lado la consideración de las condiciones reales de vida
de los trab ajadores y no los p rep ara p a ra el m ercado de trabajo . El program a de
vivienda p o p u la r, como es público y no to rio , se dirigió m ás hacia las categorías
socioeconómicas m edias q u e hacia las de bajos ingresos. Y así sucesivamente.
N o es necesario, p o r o tra p arte, insistir m ucho en el catastrófico cu adro social
brasileño. E l p ro p io m inistro R ishbieter alejado recientem ente, d eplorab a la
existencia de 40 m illones de brasileños q u e viven p o r deb ajo del nivel conside­
rad o com o lím ite de la m iseria absoluta.
La tercera crítica consiste en q u e d u ra n te la form ulación y la ejecución de
esa política los intereses económicos prevalecen sobre los intereses sociales. G lo­
balm ente, u n a p a rte sustancial de los recursos totales se destina al financiam ien-
to o a la rem uneració n del área privad a: 49.8% en 1978.10
Los grandes fondos sociales — fgts , p is / pa se p y b n h — tienen la finalidad
ex p lícita de financiar a la em presa privad a, paralelam ente con sus operaciones
sociales. E n el área de educación se verifica u n a ten den cia n ítid a a la p riva­
tización, sobre todo de la enseñanza superior. E n el área de la salud el in a m ps
opera pred o m in an tem en te a través de convenios con la red priv ad a de clínicas,
hospitales, laboratorios, e t c . . . de tal m anera que, a u n q u e sea efectuado el pago
p o r el estado (ad m inistrando contribuciones de los em pleados y de los em plea­
dores), se preserva y se estim ula fuertem en te el carácter em presarial de la asis­
tencia m édica en el país. E n 1978 el in a m p s m an ten ía 31 500 convenios, q ue
absorbían el 59.5% del presupuesto social d e salud (contra 19.8% en 1970). En
la esfera del en tren am ien to profesional, p o r ú ltim o, se observa u n a tendencia
a tran sferir el esfuerzo de los servido s públicos (se n a i , senac , seña r , p ip m o )

10 R . T . N eder, Notas sobre a intervenido estatal e rep ro d u jo da forfa de trabalho no


Brasil (1960-1978) [N o u s sobre la intervención estatal y la reproducción d e la fu e a a de
trabajo en el Brasil], SSo Paulo, unicamp , 1979, mimcogTafiado.
386 REGIS DE CASTRO ANDRADE

¡m plem entado si no hubiese incorporado el interés social, q u e im plica adh e­


sión, a u n q u e pasiva, d e los trabajad ores, u n id o al interés del capital, q u e atrae
el apoyo del em prcsariado. L a ausencia de política en esa área no satisfaría a
n in g u n a de las dos partes. U n a p olítica asistencialista, com o la del período
a n te rio r a 1964, n o agradab a a los em presarios, no te n ía condiciones como para
crecer y (por lo tanto) n o aten d ía a las dem andas sociales.
E n vista, pues, de q u e en el sistem a vigente ella expresa convergencia de
intereses, la integración es real. A través del estado, trabajado res y em presarios
particip an , con ventajas (distribu id as en u n a p rop orción q u e no cabe discu tir
ahora), de los mismos fondos financieros. P articip a n de esta m anera en la cons­
titu ció n del capital m on etario cuyo o rigen no es d irectam en te el plusvalor (la
co n trap artid a de estos fondos son los "costos sociales”), cuya ad m in istración no
es directam en te ca pitalista (el reto rn o o recuperación del gasto no se m ide ín te­
gram ente p o r el ren d im ie n to financiero) y cuyo ciclo repro du ctivo se com pleta
fu era de la esfera p ú b lica (es decir, e n la esfera de las em presas privadas
financiadas).
Este proceso in tegrativo es viabilizado (en su m áxim o sentido) p o r la in tro ­
m isión del estado, q u e actualiza su poten cialidad ca p italista y aten ú a su n a tu ra ­
leza co ntradictoria: el capital y el tra b ajo se integran d irectam en te en la esfera
pú blica. En esta m ediación está el núcleo ideológico del estatism o brasileño:
p ara el caso, la m ediación práctica exh ib e con m ayor n itid ez la m ediación
ideológica.
E l c o n ju n to d e las observaciones hechas hasta aq u í sugiere q u e la p s no
p u ed e ser evaluada desde u n p u n to de vista p u ram en te económ ico. N o está d iri­
gida, desde luego, a la sim ple atención de las dem andas d irectam ente económ icas
de los trab ajad ores (dem anda de bienes de consum o social), de tal m odo q u e la
m a la calid ad de los servicios, q u e deriva en p a rte d e su am pliación, puede
h asta ser necesaria p ara la consecución del ob jetiv o político.
M ás a ú n : la p s n o está dirig id a a la sim ple atención de los intereses econó­
micos capitalistas. E n otros térm inos, esa política no es u n a sim ple estrategia
d e reproducción de la fuerza de tra b ajo , no es u n sim ple m ecanism o de fin a n ­
ciación del sector privado.
E n el “m odelo social brasileño” los trabajado res no figu ran sólo com o u n a
p asiva fuerza de tra b ajo a reproducir. F ig u ran tam bién com o u n a clase social
in h e ren tem en te reiv indicato ría y con testataria en cuyo h orizonte d e aspiraciones
está el p ro p io estado.
L a p ro p ia d a se ca p italista brasileña se presenta con su rostro verdadero:
u n a clase agresiva y pred ato ria, q u e es preciso p ag ar p ara q u e concuerde. U na
clase q ue, p o r ser poderosa, confía en q u e su p o d er n o tien e lím ites, y q u e p or
ello m ism o p u ed e ser d estru id a p o r los trab ajad ores a los q u e desea ex p lo tar ili­
m itad am en te.
Es p o r eso mism o q u e la p s tra ta d e im p la n ta r u n a norm ativ id ad reguladora
d e las relaciones sociales. E l m arco institu cio nal creado reconoce y, bien o mal,
encam in a las reivindicaciones sociales. Además, norm aliza la d istrib u ció n po r
clases y g rupos de u n a g ran masa de plusv alo r d estinad a al área social.

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P O lJ n C A SOCIAL Y NORMALIZACIÓN IN S tm JC IO N A L EN BRASIL 887
Si n o fuera p o r la m ediación política del estado el conflicto social alcanzaría
en el Brasil proporciones tal vez incom patibles con el objetiv o desarrollista y
escaparía a los controles represivos del estado.

Vil

Desde el p u n to de vista de las capas sociales afectadas p o r la p s los trabajadores


p u ed en ser divididos en tres grandes grupos: los trab ajad ores del sector m oderno
( a ) , la masa de asalariados "d e cuello blanco" ( b ) —con exclusión de los p er­
tenecientes al sector a — y la m asa de trab ajad ores urb ano s y rurales del área
"in fo rm al” (c).
El g ru p o b es el m ayor beneficiario. Son los trabajad ores de bajos ingresos,
em pleados en la industria, en el com ercio y e n los servicios, los q u e se sirven
del i n a m p s . E n el área d e la educación se valen de la red de enseñanza prim aria
com o los del g ru p o a ; p ero en el área de la form ación profesional cuentan,
sobre todo, con el s e n a i y el s e n a c . P ara estos trab ajad ores el pago an ual po r
p a rte del p i s / p a s e p de u n salario m ínim o regional pu ede ten er algú n peso,
d ad o q u e su re n ta m ensual varía en tre u n o y dos salarios mínim os. La con tri­
b u ción p o r persona al i n p s es m enor en este grupo, en razón de q u e la re n ta
percápita es tam bién m enor.
El g ru p o c no tiene derecho al in a m p s o a Previsión Social. Como se sabe,
el sector inform al está tradicionalm ente desprotegido, pero la ps h a prestado u na
especial aten ció n a ciertos segmentos de este g ru p o en los últim os años.# El
m o br a l alcanza, sobre todo, a esc sector. Los program as de im p lan tació n de la
política social en el in terio r del país se m u ltip lican , orientán do se al estim ulo
del p equ eñ o p ro d uctor. Los servicios de saneam iento y previsión son prestados
sobre todo en las áreas más pobres del país. Los frugales program as de alim en ta­
ción y de n u trició n tam b ién llegan p rio ritariam en te al m encionado sector.
Si la presencia del estado es creciente en los grupos b y c n o se d a el mism o
fenóm eno en el g ru p o a . S alud: los trabajad ores de las unidades "m o dernas”
de producción son atendidos p o r la "m edicina de g ru po ", a través de la cual
em presas de prestación de servicios médicos co n tratan con las em presas em plea­
doras la atención a los em pleados m edian te u n a contribu ción m ensual de éstos.
Educación: la capacitación y el ad iestram iento profesional, antes sum inistrado
casi exclusivam ente po r el estado, ah o ra es ofrecido en gran escala p o r la p ro p ia
em presa. Esto es el resultado de la p o lític a de incentivos fiscales q u e p erm ite a
las em presas descontar del im puesto a la re n ta el do ble d e los gastos de e d u ­
cación. Previsión: las contribuciones al in p s son relativam ente mayores y los
beneficios, d ad a la predom inancia de la m edicina de g rup o, son relativam ente
menores. T ra b a jo : la legislación sobre los sindicatos y las huelgas afectan, n a­

* La prestación d e servicios médicos a la zona xural fue reglam entada en 1966, a través
de se am plió rápidam ente en los últim os años.
fu n ru ra l, y

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PO LÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 589

tal) está dispuesto a prestar. Estos servicios son, pues, organizados p o r la p ro ­


p ia em presa. A dem ás de la m edicina de g ru p o y del en tren am ien to de m ano de
o b ra , y a m e n c io n a d o » , l a e m p r e s a s u m i n i s t r a c o m i d a s s u U ¡arlas, transp orte
p ro p io o contratado, cuidados relativos a la seguridad y a las condiciones de
tra b ajo , etcétera.
E n el sector de la in d u stria m oderna se esboza u n m odelo de integración en
la p ro p ia em presa, a través de la prestación de servicios d irig id a a u n aum ento
de la produ ctivid ad del tra b ajo y m ediante la dinam ización de los denom inados
departam entos de relaciones industriales.

V III

El Brasil no tiene tradición de asim ilación em presarial del tra b ajad o r. Com o lo
in d ican las investigaciones históricas, la actitud p atro n al en el país con relación
a los trab ajadores siem pre fue a u to rita ria y reaccionaria. El pro p io estado var-
guista, al m ediar en tre capital y trabajo , com binaba u n a política social p a te rn a ­
lista con u n a represión inflexible —incorporada a la m ism a estructu ra política
del país— con tra el m ovim iento obrero de los principales centros industriales.
N o cabe aq u í hacer la historia de la R ep úb lica. Pero es preciso volver a recor­
d a r que, debido a su relativ a debilid ad en el co ntexto nacional, la burguesía
no se ex pandió en el Brasil contra las o ligarquías regionales sino aliad a a ellas.
Sin condiciones p ara desem peñar su papel revolucionario clásico y p o r eso
mism o sin condiciones p ara asim ilar suficientem ente a las masas au nánd olas a
su proyecto, la burguesía debió g o b ern ar n o a través de partid os, sino a través
del a p a ra to estatal. L a im agen del estado benevolente alcanzó cierta credibilidad
en tre las grandes masas de trabajadores desam parados, dispersos y m uy pobres.
D ificultó, po r eso, la expansión de la hegem onía nacional-dem ocrática. P ero
n o im pidió q u e las reivindicaciones económicas se m u ltip licasen en los prim e­
ros años de la década de 1960, ni p u d o oponerse al desarrollo de u n bloq ue
p olítico p o p u la r cuyo program a —reform as de base, lib erta d de organización,
etc.— era incom patible con la expansión burguesa en el país.
Así, la asim ilación estatal p atern alista de los trab ajado res com pletó su tr a ­
yectoria histórica y desapareció. L o q u e más nos interesa aqu í, con todo, es ve­
rificar q u e el m odelo estatal-paternalista se co n trap o n ía al en raizam iento de
ideologías prom otoras de la integración em presarial, que incluyeran: u n a visión
liberal-dem ocrática que valorizase el in dividu o y el esfuerzo indiv idu al; la im a­
gen d e la em presa com o fuente de prosperidad m aterial y ám b ito p o r excelencia
del ascenso social; y u n a ideología de la racion alid ad capitalista d en tro de la
em presa (com o el fordism o o el taylorism o) q u e vinculase los beneficios in d i­
viduales a la cooperación v o lu n taria e n el proceso integral de la producción.
El m odelo estatal-patern alista (según el cual el estado am para a los pobres)
es su stituid o p o r el m odelo estatal-desarrollista (en el cual se desarrollan los

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390 RfcClS DE CASTRO ANDAADC

“ recursos h um anos” y se corrigen “ciertos efectos indeseables del crecim iento’’).


C on el pasaje de u n m odelo a o tro está relacionada la d erro ta p o p u la r d e 1964:
d erro ta p ro fu n d a y d u rad era , p o r cuan to el m ovim iento sólo resurgirá muchos
años después, en o tro contexto histórico y con o tro perfil político.
La visión “ m odernizadora” y norteam ericanizada del presente régim en po­
d ría crear u n clim a favorable a la asim ilación em presarial de la fuerza de tra ­
bajo. Pero a esa visión se co ntrap on e la ideología agresiva y exp oliado ra de la
clase victoriosa. E n la nueva correlación de fuerzas in sta u rad a e n 1964, el esta­
do, sensible a las presiones de las grandes em presas, se en c u en tra en posesión de
condiciones políticas q u e le perm ite n m a n ip u la r la p olítica salarial de form a ex ­
trem adam ente p erju d icial p a ra los trabajadores. Así, si p o r u n a p a rte las em ­
presas au m en tan el salario indirecto y p ro cu ran crear mecanism os p ara la o b te n ­
ción de soluciones negociadas d e los conflictos internos, p o r o tra p a rte apoyan
el m a n ten im ien to de la presión salarial, a u n q u e a costa de u n a represión vio­
lenta. ¿Cómo crear u n “esp íritu de fam ilia” en las em presas d en tro de u n con­
texto d e sem ejante naturaleza?
A demás de la cuestión salarial tam b ién la cuestión del em pleo afecta p ro ­
fu nd am en te las relaciones industriales. E n u n cu ad ro de oferta a b u n d a n te en
fuerza d e tra b ajo el grado d e rotació n de la m ano de o b ra es m uy grande. La
em presa no es estim u lada p ara estabilizar su cuerpo d e em pleados. P or el con­
trario , se aprovecha de la situación p ara despedirlos in dividualm ente, con m í­
nim os pretextos de o rd en económ ico o disciplinario. El uso de la expresión
“exceso e stru c tu ral d e oferta de tra b a jo ” conduce a creer q u e se tra ta de una
fatalid ad histórica sobre la q u e nadie tiene control. Obsérvese, no obstante, q ue
el desarrollo dependien te, capital-intensivo (que corresponde a la expansión en
la p eriferia del capitalism o central), sólo se consolidó en el país después de la
d erro ta del m ovim iento po p u lar, q u e se h ab ía rebelado, precisam ente, con tra la
acción im perialista.
El m odelo social brasileño se caracteriza p o r u n a contradicción en tre la
necesidad de asim ilar a los trabajado res a u n o rd en po lítico nacido de u n m ovi­
m iento an tip o p u la r —q u e req u iere u n esfuerzo red ob lad o— y la capacidad po­
lítica q u e tiene el régim en de im pon er a los trab ajad ores sacrificios económicos
de todo tipo. El peso de los intereses capitalistas en la form ulación y en la eje­
cución de la p s , el énfasis en el objetivo de la norm alización, la exp ansión de los
servicios con la consiguiente burocratización e ineficacia, así com o las d ificul­
tades de asim ilación del tra b ajad o r en la em presa, todas estas características son
la co n trap artid a de la rusticid ad del capitalism o en el país, de la cual el estado
es sostenedor y de la cual el estado co ntradicto riam ente, te n d ría q u e ser el disci-
p linador. D e esta contradicción resulta q ue la satisfacción de las dem andas so­
ciales es precaria, q u e la norm alización n o se consolida, no se com pleta. El es­
tu d io de la incidencia social d iferenciada d e la p s perm ite a fin ar u n poco estas
conclusiones.

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POLÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 3 91

IX

P uede entreverse en la ps u n a estrategia g u b ern am en tal de en fren tam ien to de


la presión organizada del pro le taria d o centralizado a través de la regim entación,
o p o r lo m enos de la neutralización p olítica, de la g ran masa d e trabajado res de
m enores ingresos y m enor capacidad de organización. N o se percibe, p or el con­
tra rio , u n esfuerzo g u b ern am en tal de cooptación del pro le taria d o centralizado,
d e m odo de crear algún tip o de "aristocracia o b rera” q u e se exprese y actú e a
través de sindicatos libres y en el ám b ito de u n pacto socialdem ócrata.
En los parágrafos precedentes in te n té esclarecer algunos aspectos de la in ­
serción sociopolítica del pro letariad o de la in d u stria m o derna en el Brasil. O b­
servé q u e crece en u n contexto de d erro ta del m ovim iento p o p u la r y e n p articu ­
la r del m ovim iento obrero, som etido a presiones salariales (que se m anifiestan
m enos e n núm eros absolutos q u e en la n o p articip ación e n el crecim iento d e la
p ro du ctiv idad) y tam bién a u n régim en de in estabilidad e n el em pleo y de au ­
to ritarism o en el in terio r de las em presas. Señalé tam b ién q u e ese p ro letariad o
n o es afectado d irectam en te p o r la p s . Sus relaciones directas con el estado son
siem pre conflictivas: sufre los efectos de la p o lític a salarial, sindical y de la Ley
d e huelgas.
Estos pun tos ay ud an a com prender el nuevo sindicalism o y sus m anifesta­
ciones políticas. E n u n estudio q u e hice de las huelgas en el Brasil e n 1978 y
1979 caractericé al nuevo sindicalism o com o sigue:
a] el liderazgo del m ovim iento no se con fun de necesariam ente con la direc­
ción del sindicato, y se organiza en varios niveles, desde la sección de la fábrica
h asta el com ando general de huelga (en regiones, o e n m unicipios);
b] las huelgas son decididas dem ocráticam ente y p resen tan u n elevado nivel
d e p articipación;
c] en casi todas las huelgas, las conducciones buscan contactos directos con
los em pleadores, tra ta n d o de evitar la m ediación gu b ern am en ta l (la respuesta
p atro n al es a veces favorable y a veces negativa);
d] frente a la represión gub ern am en tal, q u e asum e variadas form as (desde
am enazas verbales h asta el asesinato de huelguistas) los m ovim ientos h a n dem os­
tra d o u n a clara disposición de resistencia;
e] el nuevo sindicalism o no parece ser u n sindicalism o de élites obreras;
f] las reivindicaciones son de carácter exclusivam ente económ ico;
g] el nuevo sindicalism o es, sobre todo, u n fenóm eno d e masas q u e genera
e n su m ovim iento líderes independientes;
h] a u n q u e restringido a las luchas económ icas e n cu an to m ovim iento clasis­
ta, el nuevo sindicalism o genera en su p ro p io seno la conciencia de la dim ensión
política q u e o b jetivam ente tiene.
L a presión salarial y represiva sobre el pro le taria d o de la in d u stria m oderna
en los grandes centros, así com o la extensión de la ps a todos los rincones del
país, tien en el efecto de prom over la unificación de la g ra n masa tra b ajad o ra . A
p esar de las diferencias económ icas y del m odo de inserción en el m un d o p ro ­

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392 RECJS DE CASTRO ANDRADE

ductivo, se conform a, en tre los diversos segm entos de la fuerza de tra b ajo un
co n tin u u m social qu e denom iné, in tencionadam ente, los “ trabajadores".
C ab ría pnes preg u n tar: ¿por q u é el gobierno insiste en m antenerse intransi­
gente an te las reivindicaciones económicas del pro le taria d o de la in d u stria m o­
derna?
T a l vez los dirigentes m ilitares —víctim as del culto a la d isciplin a de casta
y del auto ritarism o po lítico de los intelectuales d e clase m edia— hubiesen pre­
ferido llevar hasta las últim as consecuencias la victoria de 1964, a p a r tir de la
prem isa de q u e la p erfid ia o b rera tien e la p eren n id ad m etafísica del dem onio.
P ero es posible pensar el fenóm eno desde u n áng ulo m ás pragm ático.
Se pu ed e sup on er q u e el m antenim ien to de u n a tasa de plusvalor elevada en
las grandes ind ustrias m odernas resulta ú til, en u n sistem a de grandes desigual­
dades económicas, p ara e n fren tar la ren tab ilid ad e n sectores más débiles. U na
deseable hom ogeneización (relativa) de la tasa d e g anancia sería ob tenida, sobre
todo, a través de la in term ediación estatal. ¿Acaso la creación de “ fondos socia­
les", alim entados en g ran p a rte p o r los grandes intereses, p ara el financiam iento
d e la peq ueña y m edian a em presa no sería u n a bu en a ilustración de sem ejante
interm ediación?
Recordem os, además, q u e el perfil po lítico del régim en —e n el q u e sobresale
el com prom iso de las capas altas de la clase m edia— depende en g rado notable
d e la redistribu ción masiva del plu svalor total.
Baste m encionar q u e incluso la p s , d ad a la actual correlación general de
fuerzas, tiende a ser financiada p o r los propios trabajado res y, e n p articu lar, p or
los m ejor pagados. Es m uy p ro b ab le q u e las "cargas sociales” de las em presas
—q u e representan aproxim adam ente el 40% del to tal de la h o ja de pagos sala­
riales— sean transferidas a los trab ajado res a través de la com prensión salarial.
U n estudio d etallad o de la evolución de los salarios y de las cargas sociales en
las em presas clasificadas p o r tam año, y q u e tuviese en cu en ta tam b ién el au m en ­
to de la prod uctiv idad , tal vez p u d ie ra m ostrar esto más claram ente.

D efiní la norm alización de la atención social del estado com o m anifestación de


la expansión burguesa. D estaqué el hecho d e q u e el pred om in io del capital en la
esfera social (ta n to com o en la esfera p olítica) in tro d u ce u n elem ento conserva­
d o r q u e fru stra en parte los objetivos políticos de la acción g ub ernam ental. En
pocas palabras: to do se transform a, pero la m iseria p erd u ra. La precariedad de
los servicios d eb ilita la consolidación norm ativa.
Este tra b a jo no pretend e, está claro, c u b rir el co n ju n to de las políticas q ue
definen el cam po de acción del estado. A rgum ento, sin em bargo, q ue la p s es un
elem en to de g ran im portancia p a ra la com prensión de la estab ilidad del sistema
de p o d er en el país, y p ara la explicación del com portam iento sociopolítico de
las masas trabajadoras en los ú ltim os años.

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POLÍTICA SOCIAL Y NORMALIZACIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL 39S

E n la sección a n te rio r J ije algo sobre el fenóm eno del nuevo sindicalism o y
sus m anifestaciones políticas. E n lo que sigue articularé algunas consideraciones
finales sobre las form as generales d e la protesta y del cuestionam iento po pu lar,
lo q u e se ha d ad o en llam ar después del 68 europeo la "contestación”, en el
actual estado de cosas brasileño.
Es preciso, desde luego, rep etir q u e el esfuerzo no rm alizador del estado se
h a revelado relativam ente eficaz, en el sentido de q u e los conflictos generaliza­
dos fu eron contenidos sin recu rrir a represiones devastadoras y genocidas de las
q u e n u estro siglo conoce num erosos testim onios. P ero es preciso decirlo con
prud en cia.
N i los acontecim ientos de 1964 son revolucionarios e n el sentido preciso de
la p alabra, n i la p s debe ser sobredim ensionada e n sus efectos.
C onviene ten er presente q u e las innovaciones del actual régim en n o d estru ­
y ero n radicalm ente las estructuras económicas, políticas y culturales p reexisten­
tes; en eso n o se parecen a los saltos históricos q u e o cu rrieron e n otros países,
e n otros m om entos de la historia contem poránea.
Pienso en la ráp id a y b ru ta l pen etració n de capitales, técnicas y patrones de
civilización en el universo económ ico-cultural del Irá n , q u e, n o p o r ser en sí
m ism o fun d ad o en la explotación del cam pesinado y p or consiguiente con trad ic­
torio, deja por ello de ser u nido , in d ep en d ien te y pro fu n d am en te enraizado en
su p ro p ia historia.
Pienso e n el dram ático choque, descrito p o r Shólojov, en tre los bolchevi­
ques victoriosos, acicateados p o r todo tipo de urgencias, y el universo nacional
cosaco, q u e d io como resultado u n a sangrienta g u erra civil a pesar de la atrac­
ción q u e sobre los cam pesinos del D on ejercía el m ensaje lib erta rio d e la re ­
volución.
E n el Brasil el m odelo económ ico actual ya era u n a realid ad e n 1964. Las
estructu ras del pred om inio económ ico y político del estado ya existían y fueron
m antenidas. L a dem ocracia fue conservada en el discurso oficial: su supresión
sería tan sólo provisoria. V la ideología del desarrollism o no sólo fue m antenida
sino reforzada.
Las innovaciones de 1961 son, antes q u e nada, políticas: se tra ta b a de des­
tru ir, de u n a vez p o r todas, a la oposición nacional-dem ocrática, así como de d ar
form a a la expansión acelerada del capitalism o central en u n a región de la
p eriferia d o n d e el capitalism o ya era hegem ónico y ya estaba d o tado de u n in ­
m enso potencial.
El costo social de este proceso se asocia a su velocidad y al m arco histórico
p o lítico en q u e se dio: el en fren tam ien to directo con las fuerzas populares.
N o cabe sin em bargo explicar to do a través de la p s . P ero la acción social
del estado tiene ciertam ente algo q u e ver con el hecho d e q u e el polo político
un ificad or d e las insatisfacciones parciales no fue, en los últim os años, radical,
n i m ucho menos revolucionario: fue el M ovim iento D em ocrático Brasileño
( m d b ) , ah o ra desm em brado p o r el régim en.
Se reclam aba, en el plano político, la vu elta al estado de derecho, el fin de
la arb itrarie d ad , las elecciones directas. P ero todavía la p s , como m anifestación

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391 R1GIS DE CASTRO ANDRADE

del estado desarrollista, d eterm inaba en grado considerable las form as peculiares
de contestación p o p u la r que, no ob stan te la m oderación política general, exis­
ten, crecen y se radicalizan.
A la norm alización incom pleta y a u to rita ria de las relaciones sociales en el
régim en vigente corresponde u n a contestación atom izada y au to afirm ativ a con
relación al estado: se m anifiesta con fuerza en tre las masas trab ajado ras u n a p ro ­
fun da necesidad de autod eterm inació n, como form a de d ig n id ad frente al esta­
do del q u e dependen.
Es evidente la relevancia política de las dem andas sociales en u n sistem a
donde los salarios son irrisorios, do nd e muchos ni siq uiera g anan salarios, donde
el subem pleo y el desem pleo son enorm es. L a gravedad del p roblem a au m enta
en u n m arco de capitalism o dinám ico y de ineficicncia d e los servicios públicos.
E n el B rasil, la contestación p o p u la r se vuelve, en u n p rim er m om ento, con­
tra el estado: co ntra el estado ineficiente, co n tra el estado violento, co n tra el
estado m ediador om nipresente.
H ab!o de una negatividad activa, q u e se m anifiesta en la m ultiplicación de
las asociaciones de b arrio y de m inorías, com ités de so lidaridad y acción com u­
n ita ria de todos los tipos im aginables.
La acción de esas num erosísim as organizaciones de base se desarrolla en las
periferias urban as y en las zonas rurales, bajo el im pulso d e conducciones locales
abnegadas y to talm en te independientes del sistem a d om inante de poder. A hí se
localiza, p o r ejem plo, la ex trao rd in aria acción social de la iglesia, de inestim able
valor p ara la com unidad. Y tam bién, en p rim er m om ento, la lucha con tra el
estado a través del desconocim iento consciente de la Ley de huelgas p o r parte
de las masas trabajado ras en todos los m ovim ientos ocurridos en el país d u ra n te
los últim os años.
En cierto m odo, y con la ex trem a cautela que este tip o de proposición req uie­
re, se pu ed e ver en este fenóm eno el indicio de u n a crisis larvada y p arcial del
sistem a de poder, p o r cuan to las organizaciones autónom as de los trabajadores
escapan, conform e indicam os arrib a, al sistema jurídico-político vigente, a u n ­
q u e n o hayan sido capaces d e fo rm u lar n in g u n a altern ativ a global.
En el p la n o nacional, según se observó en los últim os años, las masas tra b a ­
jado ras m anifiestan u n a conciencia social-liberal: votan a los candidatos más
aten tos a las cuestiones sociales, al p artid o de crítica radical a la dictad ura. En
el nivel local prevalecen el ap o rte hum anístico y localista de la iglesia y la agre­
sividad del revolucionarism o ético, tam b ién localista (aun qu e p o r otras razo­
nes) d e los pequeños grupos.
La conciencia anticapitalista y antim p erialista es em ocional, in tu itiv a, a flor
de piel, y, por lo que se observa, sin condiciones de organización en el p re ­
sente contexto de iniciativa p olítica de las clases dom inantes.
H ay indicaciones, sin em bargo, de q u e la contestación p o p u la r tiend e a desa­
rro lla r u n a positividad alternativa, u n proyecto político propio. E n el caso de la
p o lític a social eso no im plica negar el dinam ism o de base, sino q u e significa
incorporarlo a la política de socialización de los servicios públicos y de p artici­
pación en su gestión.

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EMPATE HISTÓRICO Y DEBILIDAD CONSTRUCTIVA: LA CRISIS DEL
PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOUV1A (1978-1979)

REN É A N TO N IO MAYORCA *

"Pero lo que la experiencia y la historia enseñan es precisamente


que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido algo de la
historia y actuado de acuerdo a lecciones que hubieran sido ex­
traídos de ella. Cada época contiene circunstancias tan peculia­
res, es una situación tan individual que se tiene que decidir y
sólo se puede decidir dentro y a partir de ella. En la sucesión
apretada de los acontecimientos mundiales no nos asiste un
principio universal, tampoco el recuerdo de situaciones pareci­
das, puesto que algo así como un pálido recuerdo no tiene
fuerza frente a la vitalidad y libertad del presente."

f r ie d r ic h w il h e l m hecel, Filosofhj de la historia

"La tradición de las generaciones muertas oprime como una pe­


sadilla el cerebro de los vivos.”

k ar l. m a r x , El 18 Brumario de Luis Bonaparle

I. INTRODUCCIÓN

C inco presidentes en dos años, dos elecciones frustradas y tres golpes de estado,
un o de ellos el más sanguinario y patológico del q u e se tenga m em oria en la his­
to ria contem poránea del país, avances y retrocesos de u n tenso e incierto pro­
ceso de dem ocratización y m ovilización p o p u lar, q u e adem ás está atravesado p or
u n a p ro fu n d a crisis económ ica: todos estos hechos constituyen la expresión más
tra n sp a re n te de u n a grave crisis estatal a cuya evidencia nadie p u ed e sustraerse.
N o obstante, la superficie fenom énica de esta crisis estatal, u n a verdadera
to rm en ta p olítica rem ite a u n a estru ctu ra de fondo q u e representa u n serio
desafío al análisis científico. ¿No revelarán el extrem o dinam ism o de las fuerzas
sociales, la trem enda fragilidad institucio nal y la inestabilidad política general
u n cierto inm ovtlism o y hasta estancam iento de las fuerzas sociales y políticas?
¿No será la tu rb u len cia político-institucional la m anifestación paradó jica de u n
relativo congelam iento en la correlación de fuerzas políticas decisivas y de u n a
persistencia de form as tradicionales y anacrónicas d e "h acer política"? Sería es­

• Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (f l a c s o ), Sede México.

[3 9 5 ]

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3% KENÉ ANTONIO MAYORCA

tim u la n te e interesante elab o rar u n a hipótesis explicativa q u e refiriera los sacu­


dim ientos en el terreno político a la existencia de estructuras rígidas en el cam po
de la ideología, d e la acción y organizaciones políticas, y de la correlación de
fuerzas, todos ellos elem entos sustanciales q u e no p ueden ser explicados causal-
m ecánicam ente como sim ples efectos d el desenvolvim iento de la estructu ra eco­
nóm ica.
E n este sentido, y p oniendo énfasis en la lógica in tern a de ciertos asp eaos
ideológicos y políticos, estas notas n o tien en o tro propósito q u e el d e esbozar u n a
interpretación provisoria de los enorm es y dram áticos escollos con los q u e ha
tropezado hasta aho ra el proceso de dem ocratización y constitucionalización
q u e se desarrolla, como dijim os, en u n a co yu ntura do nd e convergen y se en tre ­
lazan m utu am ente u n a crisis política y u n a crisis económ ica de carácter es­
tru c tu ral.
P or esta razón y e n gran m edida, las tendencias políticas básicas del proceso
de dem ocratización d ependen de las m odalidades de solución d e la crisis econó­
mica. A su vez, !a m ism a n aturaleza de esta solución va su bo rdin ada a la capa­
cidad de negociación y consenso político m ín im o d e las principales fuerzas po­
líticas p ara establecer las bases de u n sistema d e po der q u e institucionalice el
proceso dem ocrático y asegure sim u ltán eam en te u n a distribu ció n aceptable de
los costos sociales em ergentes del tipo de solución de la crisis económ ica.
N o d aré un cuadro em pírico de la coyuntura. D ando p o r supuesto los hechos
y acontecim ientos más relevantes de esta corta e intensa h istoria presente, mi
o bjetivo será m ás b ien elab o rar u n a reflex ió n en to rn o a la conexión in tern a de
tres dim ensiones esenciales que, a m i criterio, subyacen a la coy un tura actual:
1] la n aturaleza de la crisis estatal, 2] la correlación de las fuerzas políticas
y la capacidad ideológica y política d e éstas p a ra co nstru ir u n a altern ativa de
resolución de la crisis estatal y 3] las dificultades y lím ites objetivos a nivel
político-ideológico q u e d eterm in an o condicionan las tendencias y posibilidades
del proceso de dem ocratización.

I I . A C E R C A D E L A C R IS IS E S T A T A L Y D E L E M P A T E H IS T Ó R IC O

N o es sólo u n a crisis del gobierno d ic tato rial de Banzer lo q u e provoca la bús­


q u ed a d e la dem ocratización del poder. La crisis política trasciende en realid ad
los lím ites de u n a crisis de esta form a de régim en y se ex tien de a u n a verdadera
crisis del estado, es decir, del estado capitalista m ism o b ajo el régim en de dic­
ta d u ra m ilitar. A hora bien, en esta crisis estatal se condensa u n a p ro fu n d a crisis
orgánica específica cuyos antecedentes históricos inm ediatos se rem o n tan al pro ­
ceso de derrum be del régim en populista del m n r consum ado en el golpe m ilitar
d e B arrientos en 1964. Si recordam os, la larga dic tad u ra m ilitar del general
B anzer nace d e u n in ten to de resolución a u to rita ria de la crisis política en la
cual desem bocaron los gobiernos nacionalistas-m ilitares de O vando y T o rres qu e
p o r su lado respondían igualm ente a proyectos de superación de la crisis p o lí­

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LA CRISIS DT.L PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOLIVIA 397

tica del esquem a de p o d er in stau rad o e n la d ic tad u ra del general Barrientos.


L a d ic tad u ra de Banzer, al buscar u n a solución a u to rita ria de la crisis p o r la vía
de la consolidación y el fortalecim iento m ilitar del estado, obviam ente no fue
capaz de elim in ar las raíces estructurales de la crisis estatal d e la cual ella
m ism a em ergía. El b lo q u e de p o d er q u e se estableció d ictatorialm cn ic p o r el
golpe de estado de agosto de 1971 estaba o bjetivam ente lim itad o en sus posi­
bilidades de consolidación hegem ónica p o r su p ro p ia form a falaz de d a r solu­
ción a la crisis estatal reforzando y exacerbando las causas históricas de la mism a
crisis.
Desde el lento proceso d e descom posición de la estru c tu ra de p o d er cons­
tru id a en v irtu d de la revolución nacional de 1952 —proceso q u e lleva a la d e­
form ación e inversión to tal de las tendencias originarias de la revolución po ­
p u la r—, la crisis estatal se d eb ate fu nd am en talm en te en el contexto de u na
lucha q u e en fren ta a la cob , q u e constituye la m áx im a representación político-
sindical de la clase o b rera y de los más im p ortantes sectores populares, y a las
Fuerzas A rm adas, convertidas p rio ritariam en te en la representación p olítica de
los g rupos em presariales.1 Esto q u ie re decir, p o r u n a p arte, q u e la crisis estatal
vigente arranca precisam ente con la debacle del proyecto de construcción del
estado nacional-popular sobre la base del régim en del go bierno com partido po r
el m n r y la cob , y tam bién significa, p o r o tra p arte, q u e las características esen­
ciales de la crisis se m a n tienen con no tab le c o n tin u id a d a lo largo de toda la
fase histórica de regím enes m ilitares de facto desde 1964, sin exceptuar siquiera
el in terrég n u m nacionalista-m ilitar d e los gobiernos de O vando y T o rres (1969-
1971). N o es de e x tra ñ a r q ue esto haya sido así, pues el go bierno del m n r y la
c o b , sobre to do en la p rim era fase de 1952 a 1956, fue realm en te el tínico en
la histo ria contem poránea del país q u e se sustentó sobre u n bloq ue hegem ónico
p o p u lar, sobre u n poder estatal que con contradicciones y fisuras internas mal
q u e b ien resum ía la dirección político-ideológica del m n r . P o r cierto, la susti­
tució n del gob iern o de orientación básicam ente po p u lista del m n r p or la dicta­
d u ra m ilita r de Barrientos, cuya condición de po sibilidad fue la disolución del
b lo q u e d e pod er po p u la r a p a rtir de la decisiva crisis ab ierta en 1956, pese a
ser u n a transform ación de estado y de régim en, no significa el inicio de u n
proceso d e crisis perm anente. Creo q u e no es p ertin en te co n fu n d ir la existencia
de elem entos genéricos de crisis política con el despliegue d e u n a crisis perm a­
nen te q u e cu b riría toda u na etap a histórica. Es necesario n o b o rrar los rasgos
específicos de la crisis y restrin g ir el cam po de validez en el cual pu ede ser u tili­
zado. Si concebim os entonces la crisis po lítica en sentido estricto com o realidad
d eterm in an te d e u n a coyuntura precisa de agudización de las contradicciones
internas del sistem a político, de las relaciones de clases y de las form as d e es­
tru c tu ració n d e las clases e n el in terio r de los aparatos estatales, exacerbación de

i Cf. René Antonio Mayorga, “El fracaso del nacionalismo populista en Bolivia", en
H.C.F. Mansilla (comp.), Problemas de la tercera vía, Berlín, Ed. Luchterhand, 1979 (en
ilemán); “ National-popular state. State capitalism and military-dictatorship in Bolivia:
1952-1975". en Latín American Perspectiva, vol. v, núm. 2, California, primavera de 1978;
también "Dictadura militar y crisis de estado”, en Cuadernos Políticos, núm. 20, México,
c r a , abril-junio de 1979.

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RENÉ ANTONIO MAYORGA

contradicciones q u e llevan a la p érd id a de la eficacia repro du ctiva de las form as


estatales vigentes d e dom inación, carece de significación inflar períodos de con­
tin u a inestab ilidad subsum iéndolos bajo u n a supuesta crisis p olítica perm anente.
Lo q u e sí pu ed e sustentarse es que los elem entos de la crisis estatal actual, qu e
son los mismos q u e ‘'exp lotaron " en las coyunturas d e 1969-1971 y d e 1978-1979,
se incuban ya, com o indicam os, en el proceso de desm oronam iento del régim en
d el m nr.
Estos elem entos son, fundam entalm ente, a m i criterio: 1] la ausencia de
u n pacto de dom inación apoyado e n la hegem onía y el consenso; 2] la falta
de alguna altern ativ a política consistente, ya sea dem ocrático-burguesa, dem ocrá-
tico-popular o socialista; 3] la fragm entación política de las fuerzas sociales y
de los partidos, y la crisis ideológico-política de los p artid o s de izquierda y del
m ovim iento p o p u lar; 4] la preem inencia del a p a ra to estatal sobre u n a sociedad
civil que, no obstante ser disgregada y d esarticulada, no pierd e en sus sectores
populares la capacidad de resistencia y veto con tra proyectos de institucionaliza­
ción au to rita ria del p o d er burgués; y, 5] an te el "vacío” p olítico q u e im plica la
crisis de hegem onía, la irru p ció n de las fuerzas arm adas en el sistema político
y en el control del ap arato estatal com o ún ica respuesta posible de las clases
d om inantes al problem a de la crisis estatal.
Pero en e! fondo de la d inám ica política de los tres lustros pasados, envuelta
e n u n a crisis defin ida p o r estas características, se puede vislu m brar com o cam po
con trad ictorio de tensión y de frágil articulación institucional, q u e hace in teli­
gible lo q u e aparentem en te es u n sim ple juego absurdo de intereses particulares,
u n a correlación de fuerzas q u e m arca los sacudim ientos y oscilaciones d e las
estructuras d e poder; u n a correlación cuya d eterm inación fun dam en tal es el
em pate histórico en tre las fuerzas centrales de la política de! país, las fuerzas
arm adas y la cob . E n los m om entos más fulgurantes de exacerbación d e las
contradicciones políticas, como en las crisis de octub re de 1970 (ascenso de T o ­
rres con el apoyo de la cob ) y en la crisis de noviem bre de 1979 (golpe de estado
fallido de N atusch Busch respaldado p o r algunas fuerzas parlam entarias), este
e m p ate tiende a devenir u n a suerte de eq u ilib rio catastrófico q u e produce, no-
lens volens, salidas de tip o " b o n ap a rtista” q u e tra ta n infructuosam ente d e al­
canzar u n a conciliación estable de las contradicciones sin q u e se altere la mism a
correlación de fuerzas. De esta m anera, los regím enes em ergidos de esta situa­
ción de eq u ilib rio catastrófico q u ed a n suspendidos en u n vacío de po der po rqu e
los propios agentes políticos no se com prom eten y se d istan cian de él y así p e r­
m anecen atrapados en u n a "tie rra de n ad ie” sin p od er cu m p lir con su papel
d e conciliación y arb itraje de fuerzas políticas q u e no p u eden n i con qu istar el
pod er estatal p o r la vía de la hegem onía n i tam poco ser vencidos política y m ili­
tarm en te. Y ya q u e se h ab la de em pate histórico, ¿cómo se p u ed e ex plicar la
larga perm anencia y c o n tin u id a d del esquem a reaccionario y au to rita rio de po ­
d e r m ilita r desde 1965? L a ocupación y el control m ilitar del a p a ra to estatal
d en tro de u n esquem a de p o d er básicam ente a n tip o p u la r y an tinacio nal co ntra­
d iría aparentem ente la tesis del em pate en tre las fuerzas arm adas y el m ovim ien­
to p o p u lar. Sin em bargo, esta contradicción desaparece si es q u e concebimos
LA CRISIS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN I N BOL1V1A 399

este em pate como u n b loqueo m u tu o y u n a incapacidad p olítica e ideológica de


las fuerzas políticas p ara d a r solución de hegem onía y consenso en escala nacio­
nal a la cuestión estatal. El em p ate debe entenderse, en térm inos del po der
estatal, como u n a situación de fuerza en q u e la crisis global de la sociedad inclina
el fiel de la balanza de poder hacia las fuerzas arm adas, q u e p ueden ap licar la
violencia y la represión aprovechando la constante fragm entación interna del
cam po p o p u la r, sobre todo la división en tre el m ovim iento m inero, popular-
u rb a n o y el cam pesinado, q u e co ndujo a u n largo aislam iento d e la clase obrera
q u e sólo en la actual coyuntura tien de a ser superado. L a d ic tad u ra m ilitar
resuelve ilusoriam ente a su favor el em p ate histórico; incapaz de con struir desde
a rrib a u n a altern ativ a nacional de poder, tien e q u e enfrentarse en form a
perm anente y violenta contra el m ovim iento p o p u lar. P or o tra p arte, el em pate
im plica tam bién q u e la cob , siendo tendencialm ente u n sujeto contraestatal, no
h a estado e n condiciones de elab o rar e im poner una altern ativ a de hegem onía
p o p u la r capaz de la conquista del poder.
El hecho de q ue el a p a ra to estatal burgués haya alcanzado m ayor consisten­
cia y eficacia de control y represión de las clases po pu lares a través de los regí­
m enes d ictatoriales de las fuerzas arm adas (especialm ente d u ra n te el largo
gob iern o d e Banzer) no significa entonces la superación del em p ate histórico
p o r las clases dom inantes. En realidad asistimos a u n a pecu liar dialéctica en que
en vista de la ausencia de u n a altern ativ a p o p u la r, la crisis del estado capitalista
dictato rial conduce a u n reforzam iento despótico más acentuad o de la do m in a­
ción au to rita ria. Es decir, existe una u n id a d con trad ictoria (en las dictaduras
m ilitares) en tre la crisis del estado y su reforzam iento m ilitar au to rita rio q ue
refleja p recisam ente la incapacidad política d e ejercer la hegem onía de las clases
en lucha.2
Como consecuencia, puede afirm arse q u e el p redom inio estatal d e las fuerzas
arm adas, m anifiesta la m ism a debilid ad q u e el estado; la d ic tad u ra m ilitar ha
o b stru id o y m ediatizado p arcialm ente al m ovim iento po p u lar, pero sin lograr
la integración corporativa o la d erro ta política "epocal” d e las clases populares.
P or el con trario , la crisis de la d ic tad u ra de Banzer e incluso la crisis de la
transición p olítica actual son los resultados directos de la recuperación de la
fuerza p olítica del m ovim iento p o p u la r y de la c ob .
En resum en, el p rolongado período de d ictad uras m ilitares se explicaría p o r­
q u e, en el contexto del antagonism o fu nd am ental en tre la c o b y las fuerzas a r­
m adas, éstas sacaron p artid o de u n desarrollo “favorable” de la correlación de
fuerzas. En efecto, las fuerzas arm adas, contaban , en tre 1961 y 1974, con la n eu­
tra lid a d y ¡ o apoyo pasivo de la m ayoría cam pesina encajada en el m ecanism o del
pacto m ilitar-cam pesino de 1965, q u e fue de fu nd am en tal im portancia y eficacia
p a ra garan tizar la estabilidad de las dictaduras, y tam bién gozaban del no despre­
ciable respaldo de sectores urban os de peq ueñ a burguesía y clase m edia qu e
obtuv ieron ciertos beneficios de la política económ ica im plcm entada p o r estos
regímenes. Esto qu iere decir q u e la clase o b rera y sobre todo su núcleo sustan­

3 Cf. los análisis de Cramsci sobre esta dialéctica en el caso italiano en Scrilti polilici,
Roma, Ed. Riuniti. 1971.

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400 RKNÉ ANTONIO MAYOKCA

cial, los trabajado res m ineros, estaban aislados o arrinconados en vista de la


atom ización política de la izquierda y de la falta d e alianzas de las clases p o p u ­
lares. E n estas condiciones era obvio q u e el antagonism o fu n d am en tal clase
obrera-burguesía local no bastaba p a ra alterar la correlación de fuerzas en su
conju nto .3
A h o ra bien, las propias tendencias y los efectos com binados de la política
represiva y de la po lítica económ ica del gobiern o de Banzcr d a n lu gar a p a rtir
de 1971 (masacre de cam pesinos en el d ep a rtam e n to de Cochabam ba) al notable
fenóm eno de los últim os 25 anos: la convergencia del proceso de recuperación
de la capacidad de lucha de la clase o b rera con o tro proceso de m aduración
política y de organización sindical au tó no m a del cam pesinado que, al ab a n d o n ar
su q u ie tu d y conservadurism o (sobre to d o los cam pesinos del valle de Cocha-
bam ba y del d ep artam en to de C huquisaca) deja de ser u n a m asa m anip ulab le
p o r la burocracia m ilita r y desconoce en los hechos el pacto m ilitar-cam pesino.
En form a p aralela se produce u n estrecham iento veloz de las bases sociales de la
d ic ta d u ra en los centros urbanos a nivel de clase m edia. L a "base social” de la
d ic tad u ra se fractu ra y ésta fracasa p o rq u e no logra consolidar u n a sólida p la­
taform a de p od er n i re a rtic u la r desde a rrib a u n blo qu e hegem ónico, y pierde
la capacidad de d eten er el nuevo avance del m ovim iento p o p u la r al mism o tiem ­
po q u e la econom ía del país en tra en crisis.4 La caída de Banzer dem ostró que,
pese al in ten to de ap licar el más persistente y terco proyecto de destrucción
política de las masas populares q u e se haya llevado a cabo h asta ahora, la dic­
ta d u ra m ilitar n o ten ía condiciones objetivas de consolidación institucional.
P odríam os afirm ar q u e desde la iniciación del ciclo m ilitar en 1964. las dicta­
duras h an sido proyectos fracasados de su p erar la crisis orgánica, la disociación
en tre sociedad civil y estado, sobre la base del fortalecim iento burocrático-m ili-
ta r y del control a u to rita rio y corporativo de la sociedad.5
L a crisis política de la dic tad u ra de Banzer revela entonces la vigencia in ­
alterad a desde 1961-1965 de u n a correlación de las fuerzas p rin cip ales de la

Para «na explicación más amplia de esta problemática, víase mi trabajo "Dictadura
militar y crisis estatal", op. rit.
* Hacia el último trimestre de 1979 la gravedad de la crisis económica se manifestaba
con las siguientes dimensiones: serio desquiciamiento del aparato productivo de las m.1s
importantes empresas estatales (Corporación Minera de Bolivia, Yacimientos Petrolíferos Bo­
livianos), descenso notable de la producción minera (estarto: 16%) y del petróleo, déficit
de la balan» de pagos estimado en 350 millones de dólares, enorme déficit del sector pú­
blico calculado en 600 millones de dólares, creciente lasa inflacionaria que alcanzó al 30%
y una deuda externa contratada de 3 100 millones de dólares. Consúltese i A lin American
Fxonomic Report, vol. vil, núm. 35, Londres, septiembre de 1979: Coyuntura, núm. 29. La
Paz, septiembre de 1979.
8 Esto no quiere decir que demos por supuesta una identidad total y una continuidad
simple entre las dictaduras militares de Barrientos y de Banzer. Existe una continuidad bá­
sica en términos de la política antipopular y de la política económica. Las diferencias se
ubican a nivel de una mayor consistencia del bloque de poder, de la relación más institu­
cionalizada entre los grupos empresariales más importantes y el aparato estatal, un manejo
más "sofisticado" de la ideología populista y nacionalista, un avance rápido de la corpo-
rativización de los intereses militares, entre otros rasgos, en la dictaduia de Banzer. Véase,
para mayores detalles, mis artículos antes citados.
404 RF-NÍ: ANTONIO MAVoRCA

sas y la huelga general tuvo u n resultad o paradójico, y la nueva situación que


surgió con el gobiern o de L id ia G u eiler m antien e en vilo al proceso dem ocrá­
tico. Es ilusorio p ensar q u e se h a llegado a u n p u n to de irreversibilidad.
L a caída de Banzer fue el resultado com binado de presiones externas (la
política de C árter) y fu n d am en talm en te de la p rolongada resistencia de la
clase o b rera y otros sectores p opulares. E n rigor, Banzer es d erro tad o en enero
de 1978 cuando el ya deb ilitad o régim en m ilita r es incapaz de con ten er la
en o rm e presión p o p u la r qu e se m anifestó en u n a masiva huelga d e ham bre q ue
im puso la am nistía general, la restitución de las libertades dem ocráticas y el
llam am ien to a elecciones generales. Esto o currió antes del p ro p io derrocam iento
de Banzer a m anos del general P ereda en ju lio del m ism o año. El resultado
esencial de la lucha p o p u la r fue q u e el proceso de dem ocratización escapó al
proyecto o rig in al de la d ic tad u ra m ilita r de constitucional izar el régim en de
facto. 1.a autolegitiinación seudodem ocrática se fru stra po rq u e la d ic tad u ra
pierde el control efectivo del proceso de conr*itucionalización y pierde asi tam ­
b ién la posib ilidad de su m etam orfosis dem ocrática. La ap e rtu ra del proceso
de dem ocratización consistió pues en u n a efectiva ru p tu ra de la d ictad u ra. Se
co nfirm a en este caso la p ertin en te observación hecha p o r P oulantzas en relación
con los regím enes dictatoriales q u e "se ven obligados a transform arse cuando ya
no p u ed e n más —y p o rq u e no p u ed e n más— co ntrolar p o r la fuerza el movi­
m ien to po p u lar, lo que qu iere decir q u e tam poco pued en , e n consecuencia —y
de n in g ú n m odo—, co n tro lar y d irig ir su p ro p ia transform ación. Esos regím e­
nes se v en acorralados p o r el viejo dilem a, o bien conceden dem asiado poco, en
cuyo caso las p retendid as transform aciones n o responden p ara n ad a a las ne­
cesidades de la situación, o bien esas transform aciones constituyen u n com ien­
zo de respuesta y esos regím enes aparecen casi auto m áticam ente, h abiendo
concedido dem asiado".10
Sin em bargo, au n en estas circunstancias el régim en de Banzer no renunció
al elem ento sustancial q u e en cubría el proyecto d e su constitucionalización: ase­
g u ra r la c o n tin u id a d del bloque de p o d er (la coalición de la burguesía m inera,
ag roin d ustrial, fin anciera y la alta je rarq u ía de la burocracia m ilitar) y de
la política económ ica correspondiente a los intereses del bloque. Se aferró a esta
estrategia —hasta ah o ra la línea m aestra d e la corrien te m ayoritaria de derecha
en las fuerzas arm adas— que, ab a n d o n an d o la ad m inistració n del a p a ra to estatal,
persigue la conservación y el control efectivo del pod er estatal. P ara cum p lir
este prop ó sito era necesaria u n a fuerza política de relevo con suficiente legiti­
m id ad q u e sustituyera en el gobierno a las fuerzas arm adas p ero q u ed a n d o sujeta
al control decisivo d e éstas. C uan d o la u d p , q u e catalizó con éxito la posición
anti-5/<ilu quo de las masas populares, triu n fa, a pesar de las adversas condiciones
d e la cam paña electoral, en las elecciones de ju lio de 1978, el can didato m ilitar
del continuism o del régim en banzerista, el general P ereda, es obligado a reco­
nocer el escandaloso frau d e fraguado a su favor p o r la m a q u in aria g u bern am en ­
tal y solicita la anulación del resultado electoral.11 Sin em bargo, apoyado po r
Nicos Poulant/as, La crisis de las dictaduras, México. Siglo XXI, 1976. p. 107.
Cf. el folleto publicado por la Asamblea de Derechos Humanos en Bolivia: *'£!
fraude electoral - Un atentado contra la voluntad popular", La Paz, 1979.
LA CRISIS DIX TROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN B O U VIA 405

la fuerza aérea, P ered a da u n golpe de estado: era la única altern ativ a ab ierta
p ara sostener el bloque de p o d er en las condiciones establecidas po r la estrategia
inicial d e las fuerzas arm adas. Esto no q u ie re decir q u e el golpe de estado fuera
el resu ltado de la decisión concertada en tre B anzer y Pereda p ara resolver )a
situació n creada p o r su d erro ta electoral. E n realid ad, en tre el cand idato p ro ­
h ijad o p o r Banzer y este mism o surgieron serias divergencias y fisuras. Banzer
a len tab a el p rop ósito de presentarse com o can didato en nueva ro n d a electoral
desplazando así a Pereda. Pereda desaloja v io lentam en te a Banzer del gobierno,
lo cual era u n a m an era d e en c arar el p rob lem a cen tral de asegurar el po der
económ ico y las relaciones de dom inació n establecidas en la larga d ic tad u ra
de Banzer.
N ad a p erm itía sup on er q u e el régim en m ilita r de P ereda fuera a su p erar su
precariedad y fragilidad. S ustentado en u n a p aro d ia de frente de p artid os in­
significantes, su espúreo o rigen lo conden aba al rechazo d el m ovim iento p o p u la r
y de las organizaciones políticas más poderosas. P ero tam poco co ntaba con el
respaldo u n ita rio y am plio de las propias fuerzas arm adas, ya divididas in tern a­
m ente p o r la polarización política del país y p o r las divergencias en to rn o a las
vías de salida de u n a insostenible situació n de conservación d el p o d er om ním odo
y desgastado de los m ilitares. E n el impasse de po der provocado p o r el fraude y
p o r la an u lación de las elecciones, el frágil ascenso al go biern o del tosco general
P ered a se explica p o r el aprovecham iento de las diferencias in tern as de las
fuerzas arm adas en u n contexto crítico de agudización y p eligro del proceso d e­
m ocrático, en el cual las fuerzas po pu lares y fu nd am entalm ente la cob no esta­
b an en condiciones n i políticas n i organizativas de d eten er el go lp e m ilitar e
im p o n er el reconocim iento del triu n fo electoral de la u dp . P o r o tra p arte, la
vigencia in d iscutible del axiom a político sustancial de las fuerzas arm adas, d e ri­
vado de la experiencia tra u m ática de su d e rro ta a m anos de los trabajado res
m ineros y fabriles en la revolución d e 1952, hacía posible el asalto sorpresivo
del p od er sorteando la oposición del g ru p o d e oficiales q u e alen tab a n el reto rno
d e las fuerzas arm adas a sus cuarteles. Este axiom a consiste en la preservación
incontestable de la u n id a d institucional frente a cu a lq u ier am enaza real o posi­
ble de disolución o desintegración q u e p u ed a em erger del m ovim iento po pu lar;
debe hacer posible d irim ir las divisiones o divergencias in tern as en u n a in s titu ­
ción estatal pro fu n d am en te perm eada p o r las contradicciones políticas de la n a­
ción. Pero, com o suele suceder con principios metafísicos, la preten sión de
id e n tid a d abso luta produce inevitablem ente antagonism os y se convierte en
o rigen de divisiones insoslayables. En tod o caso, !a obsesión m ilitar h a deve­
n id o precisam ente en u n in strum ento d e ch a n taje de la acción golpista de oficia­
les "audaces” q u e o b tien en el control de algunas un idad es m ilitares p ara luego
a rra stra r al c o n ju n to de las fuerzas arm adas con el p retex to de ev itar la división
in te rn a y salvaguardar la m an id a u n id a d in stitu cio nal. Esta historia, q u e ya
se perfila con el fru strado golpe de estado del general M irand a co ntra el general
O vando en octubre de 1969, se rep ite con P ereda y ad q uiere dim ensiones p a ra ­
noicas con el golpe de N atusch Busch, autocalificado de m ovim iento izqu ier­
dista, nacio n alista y antim perialista.
Es im prescindible insistir un poco más en la ideología d e las fuerzas arm adas
406 KCN& ANTONIO MAYOKGA

puesto q u e el axiom a de la u n id a d institucional es u n a de las piezas d en tro del


c o n ju n to más vasto de elem entos que constituyen su universo ideológico, tan
poco estudiado, y cuyo esclarecim iento es im p o rtan te p ara exp licar las p autas de
acción de la política m ilitar. E n el fondo, el p ru rito u n ita rio es quizás lo más
inofensivo d en tro de u n a ideología q ue se h a id o form ando tras la reconstrucción
de las fuer/as arm adas q u e em pezó al año m ism o de la revolución del 52 y q ue
resu ltó ser la antítesis de la ideología nacionalista q u e el m n r pensó in trod ucir
en su seno.12 A nuestro criterio, lo decisivo es el hecho de q u e en el proceso de
la crisis o rgánica las fuerzas arm adas fuero n atribuyéndose u n a suerte d e p r in ­
cipio ontológico de representativ idad p u ra de la nación y de in tan g ib ilid a d his-
tórico-política p o r el cual devienen la in stitu ció n depo sitaría de la soberanía
n acion al elevándose p or encim a de la historia, d e los conflictos sociales y d e los
intereses particulares. A las fuerzas arm adas les agrada h ab lar de sí mism as en
el sentido d e "in stitu ció n tu te la r” de la patria. Se tra ta de u n eufem ism o que
en cu bre la tendencia ideológica predom in ante qu e p o dría ser más b ien definida
como la de absolutism o m ilitar. El prolon gad o ejercicio del p od er con u n con­
tro l más o m enos om ním odo del a p a ra to estatal dirig ido co n tra las m ayorías
nacionales y la creación d e grandes intereses económico-corporativos ha "acos­
tu m b rad o ” a las je rarq u ías m ilitares a considerarse como la institución destina­
d a a d e te n ta r el p o d er en form a in co ntrolada e incontrolable. Se renace aq u í
u n a vertiente despótica en la cual un o d e los aparatos estatales recubre el
co n ju n to del estado y se arroga al derecho de d ecidir —a la m an era del Levia-
th a n de H obbes— q u é es lo bueno y lo m alo p ara la nación. E n la crisis política
in stitucional q u e h an co n trib u id o ta n to a aho nd ar, las fuerzas arm adas conside­
ran su papel com o b arrera de contención co ntra el caos, el partidism o obsoleto
e irresponsable y el "vacío del p o d er”. En esta tarea les asiste la convicción,
como declaró el m ism o general P ad illa antes de entreg ar la presidencia al doc­
to r G uevara A rce en agosto d e 1979, de q u e “ la in stitu ció n castrense está po r
encim a de to d o cálculo interesado y d e toda sospecha” 13 y, podríam os añ ad ir,
de toda responsabilidad.
N o pretendem os aclarar la génesis de esta ideología au to rita ria, pero sí seña­
la r q u e la form ación ideológica de las fuerzas arm adas en el m arco de la do ctri­
na de seguridad am p liad a y la experiencia trau m ática de los m ilitares en 1952,
com o decíamos, h an sido factores q u e contribu yero n a generar estas tendencias y
p au tas políticas q u e esconden u n p ro fu n d o tem or y desazón frente a los p a r­
tidos d e izquierda y al m ovim iento p o p u la r.14 Éstas ven p red om in antem en te la
lu cha política d en tro de u n esquem a au to rita rio dicotóm ico de relación "amigo-
enem igo” don de el p ueblo h a pasado a constituirse en la antítesis de la nación

12 Consultar como ejemplo ideológico de esta política de “identificación'' de la* fuerzas


armadas en el ‘•proceso revolucionario”, Víctor Paz F.Mcnssoro, "La misión de las fuerzas arma­
das en el proceso revolucionario’', discurso ante el estado mayor general. La Paz, mayo
de 1969. (Folleto de la Subsecretaría de Prensa e Información de la Presidencia de la Re­
pública.)
13 Coyuntura, núm. ’8. La Paz, abril de 1979, p. S.
M Cf. entrevista con el coronel Gary Prado Salmón, en Coyuntura, núm. 28, La Paz,
septiembre de 1979, pp. 5-6.
LA CRISIS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOLIVIA 407

o, en el m ejor de los casos, en el p árv u lo in m ad uro y peligroso q u e se d eb e


"vigilar y castigar”.
Es obvio q u e sería del todo insensato arro jar d en tro del m ism o saco a todos
Jos m ilitares y desconocer la existencia in term iten te de tendencias opuestas,
pero no cabe d u d a q u e la historia política del país se encarga suficientem ente
de corrobo rar q u e esta dim ensión ideológica ejerce la “hegem onía” en las fuerzas
arm adas, cuya tendencia de derecha es, p o r cierto, m ayo ritaria. Incluso en los
g rupo s llam ados institucionalistas que se opusieron al golpe de N a tu sd i Busch,
el en fren tam ien to político, sin ser de poca m onta, jam ás llegó a cuestionar el
p rin c ip io de la u n id a d institucional y así a p o n er en pelig ro la integridad del
esp íritu de casta de las fuerzas arm adas.*
El mism o resultado, paradójico, d e la crisis de noviem bre q u e sacó a flote
u n a g ran división in tern a reveló q u e la seria im pugnación de u n im po rtan te
g ru p o de oficiales al alto m ando m ilitar no m brado p o r N atusch Busch se diluyó
y desem bocó más b ien e n la consolidación de la derecha golpista y e n la a n u la­
ción y neutralización de los propugnadores de la institucionalización. Esto ocu­
rrió en el m om ento de m ayor fortalecim iento p olítico d e la c o b . E s in du dable
q u e existe u n a correlación d irecta en tre este fenóm eno y el reforzam iento del
absolutism o de la derecha m ilitar y, com o consecuencia, de la defensa ciega de
la ilusoria u n id a d institucional en to rn o a ella y contra el m ovim iento pop ular.
R eto m and o el hilo de la discusión del régim en d e P ereda, p o d ría afirm arse
q u e en la segunda m itad de 1978 la coy un tura po lítica estaba d efin id a p o r la
acum ulación de fuerzas del m ovim iento p o p u la r y p o r la ten den cia hacia un
nuevo en fren tam ien to con las fuerzas arm adas. Si P ered a fracasó en el in ten to
de prolo ngar su gob ierno postergando las elecciones exigidas de m an era u nán im e
p o r to d a la oposición del país, es p o rq u e la corrien te institucionalista, el llam a­
do g ru p o generacional dirigido p o r coroneles y mayores, logró to m ar !a direc­
ción m om entánea del ejército y derrocar sin p ena ni gloria al régim en de Pe­
reda, precisam ente p ara escapar al peligro d e u n a creciente radicalización en tre
el m ovim iento p o p u la r ( udp, cob ) y las fuerzas arm adas. A pesar del reducido
tiem po tran scu rrid o desde la a p e rtu ra política e n enero de 1978, la cob e n p ro ­
ceso de restru cturación sindical, los partido s d e izquierda reun id os en la udp e
incluso el frente político de Paz Estenssoro conform aron u n a poderosa fuente
d e presión q u e las fuerzas arm adas n o p o d ía n ignorar. Fue, sobre todo, de

* Es decir, dentro del marco ideológico global, el principio catalizador que integra
tanto a la tendencia de derecha fascistizante como a la tendencia institucionalista es el de
preservar la unidad institucional. El profundo temor a una eventual repetición de la des­
trucción de las fuerzas armadas los une frente a los partido* de izquierda y la con. Son las
distintas tácticas de confrontación y/o neutralización de éstos la linea divisoria entre
las facciones militares. Por lo demás, la unidad institucional no implica integridad o consis­
tencia de mando en la totalidad de las fuerzas armadas. Se trata, casi siempre, de una uni­
dad ilusoria y elusiva a nivel de los altos mandos. No puede ser de otra manera en una
sociedad en la cual todas las instituciones de la sociedad política y civil están sacudidas
por la crisis. Por estas razones, estos principios ideológicos y los discursos políticos que
suscitan en las fuerzas armadas, no emanan de sí mismos; son “segmentos discontinuos cuya
función táctica no es uniforme ni estable" y dependen de la propia correlación de fuerzas
que define su "polivalencia táctica”. (Mkhel Foucault, Historia de ¡a sexualidad, México,
Siglo XXI. 1978, p. 122.)
408 R E S É ANTO NIO M AYORGA

central im portancia el papel q u e desem peñó la u d p en la "estabilización” del


g o bierno de P ereda. Desde su form ación e n febrero d e 1978 h asta el 24 de
noviem bre del mism o año (día e n q u e P ereda es derrocado), la u d p canalizó
y dirigió políticam ente al m o vim iento p o p u la r. En este breve lapso pareció
im ponerse significativam ente la ten den cia hacia u n a inversión de la clásica su­
b o rd in a ció n de los p artid o s de izquierda a la organización p o p u la r m atriz de la
c o b . L a lucha a n tim ilitarista , antifascista y dem ocrática, e n efecto, es llevada a
cabo sustancialm ente p o r la v d p ; la c o b ju ega en este sentido un papel secun­
dario , q u e no era strictu scnsu político, y no logra en esta co y u n tu ra cu m p lir
su tradicio nal papel, s u p rap artid ario . l a s razones d e este hecho d eben atrib u irse
a la necesidad de reorganización estru c tu ral tras siete años de dic tad u ra, de
inserción organizativa de la co a en el proceso de reun ificació n del cam pesinado
y, al m ism o tiem po, de u nificar la lucha económ ica del m ovim iento o b rero en
to rn o a las reivindicaciones salariales basadas en el provecto de u n salario m í­
n im o v ital a escala m óvil. Si b ien la c o b discute el p la n , p o r lo dem ás frustrado,
d e o rganizar u n “ F ren te L aboral de Izq u ierd a" p ara la p articip ación en las
elecciones de ju lio de 1978, el peso de sus actividades n o radicaba e n la lucha
político -p artidista p ro p ia m en te dicha. E n realid ad , “ la p o lítica" es delegada a
la l*i>p que, com o decíam os, encabe/a al m ovim iento p o p u la r en la escena p olí­
tica, en u n esquem a de lucha p o r la dem ocracia “ p u ra ”. El pred om in io político
ad q u irid o p o r la u d p fue, em pero, d e cortísim a du ración . E n vista d e las d efi­
ciencias program áticas, ideológicas y políticas, la te n u e ten den cia de hegem o­
n ía d e las organizaciones políticas de la izquierda sobre la c o b se disuelve a
p a rtir d e 1079 y se vuelve al cauce típ ico de p rep o n d eran cia político-sindical
d e la c o b .
E n el in terio r de las fuerzas arm adas, la división en tre el blo q u e banzerista y
el g ru p o generacional institucion alista, escisión q u e estuvo laten te desde el falli­
d o golpe de estado de ju n io de 1971 realizado po r este g ru p o , d io lugar an te la
nu ev a correlación de fuerzas y las presiones d iplom áticas externas a u n avance
provisorio y precario de los institucionalistas, cuya exigencia básica era precisa­
m e n te q u e las fuerzas arm adas volvieran al cum plim iento de sus funciones espe­
cíficas y se restableciera la vigencia de la constitución política del estado. I-os
argum entos defendidos po r este g ru p o eran , e n lo esencial: ev itar u n m ayor des­
gaste político de las fuerzas arm adas, n o provocar u n nuevo en fren tam ien to
arm ad o con el p ueblo y re s titu ir u n régim en dem ocrático p ara d a r solución a la
crisis económ ica provocada p o r la p olítica d ep red ato ria de B anzer.15 Esta o rie n ­
tació n p olítica ejerció la suficiente in fluencia como p ara alterar la posición de
g rupos im p o rtan tes de oficiales de je ra rq u ía in term ed ia y q u e b ra r así el pro ­
yecto co n tin u ista de P ereda.
E n noviem bre d e 1978 se reinició entonces el proceso d e dem ocratización
con la nueva convocación a elecciones q u e fue la p rim era y fu nd am en tal m edida
de gob ierno del general P adilla. N o ob stante, este desplazam iento d e fuerzas en
el seno de las fuerzas arm adas, com o lo d em uestra el golpe de estado de N atusch
Busch, resultó ser insuficiente p ara d esarticu lar a la derecha golpista y, p o r
lo ta n to , desm o ntar el ap a ra to banzerista.
15 Declaraciones del coronel Prado Salmón en entrevista citada.

Cop
LA CRISIS DLL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOUVIA 409

A liora bien , el reto rn o m ilitar a la lín ea constitucionalista respondía nu eva­


m ente, bajo condiciones d e u n ascenso del m ovim iento p o p u la r, a la estrategia
básica de conciliar el repliegu e d e las fuerzas arm adas de las funciones de
g obierno con la conservación del control de palancas clave del p o d er estatal.
E n d efinitiva, la táctica d e las fuerzas arm adas estaba dirig id a a establecer con
la fuerza política más aju stad a a sus intereses u n acuerdo tácito p or el cual el
gobierno elegido dem ocráticam ente debería reconocerlas com o el pod er deciso­
rio detrás del trono. Era u n secreto p ú b lico q u e el g ru p o m ilitar b astan te hetero­
géneo d e los constitucionalistas no ocu ltab a sus sim patías y preferencias p o r el
fren te político de Paz Estenssoro, la organización q u e se pensaba po d ía cu m p lir
con acierto el papel d e sustitución en cub rido ra del p o d er m ilitar.
O bligadas p o r su vertien te institucionalista, las fuerzas arm adas d iero n u n
paso hacia atrás y retom aron el gobiern o en noviem bre de 1078 exclusivam ente
con el o bjetivo de p rep ara r o tra vez u n a re tira d a “o rd en ad a” del g obierno sin
ren u n ciar al p o d er estatal. La situación se p resentaba así en su verdadera com ­
p lejid ad : el fracaso su frido p o r el candidato m ilitar en las elecciones de 1978
había im pulsado a la derecha castrense a re ca p tu rar el gobierno p ara conservar
el poder. Sin em bargo, el dilem a no p o d ía ser elim inad o de esta m anera y volvió
a p lan tearse a lo largo de 1979 en su dim ensión esencial: la im posibilidad de
m a n ten er el p o d er estatal en vista del peligroso antagonism o en tre el m ovim ien­
to p o p u la r y las fuerzas arm adas; y, al mism o tiem po, la im posibilidad de! r e ­
pliegue táctico an te la ausencia de u n a fuerza de su stitución eficaz q u e instaurara
u n esquem a de poder dem ocrático lo suficientem ente rep resentativo a nivel
parlam en tario y g u bern am ental como p ara legitim ar el g ob ierno y sim ultánea­
m ente tran sfig u rar el poder intocado d e los m ilitares.

IV . LA DF.niI.lDAD CONSTRUCTIVA DEL CAMPO POPULAR: DF- Í.A CRISIS


IDEOIjÓCICO-POLÍTICA DE LOS PARTIDOS

Es necesario ahora a b o rd ar la o tra dim ensión esencial d e la dinám ica en la co­


rrelació n de fuerzas q u e ha te n id o e n esta coy un tu ra el desarrollo político con­
trad icto rio de los partidos y su persistente d eb ilid a d ideológica y program ática.
C abe discernir dos tendencias opuestas d e este desenvolvim iento. P or u n lado,
se ex ten dió u n a alarm an te y progresiva fragm entación organizativa; u n fenóm e­
n o grave y recu rre n te p a ra la izquierda cuyos p artido s y frentes fueron sacudi­
dos p o r frecuentes desplazam ientos internos, divisiones y disoluciones. N o hay
p a rtid o de izquierda, d e centro o derecha q u e n o se haya fractu rad o o n o haya
sufrido obstrucciones o parálisis. Pero, p o r o tro lado, este rasgo “clásico” de !a
fragm entación fue contenido y recubierto sim ultáneam ente p o r el reordenam ien-
to de frentes electoralistas y coyunturales de derecha e izquierda.
C om o se sabe, los dos grandes frentes, q u e p olarizaron la lucha electoral
e n 1979, fueron recom puestos ese mism o año: la A lianza del m n r de Paz Es­
tenssoro con la dc y el pc prochino, y la u dp con el m n r i de Siles Suazo, el

9
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410 HF.NÉ ANTONIO MAYOUCA

m ir ,el pc moscovita y otras pequeñas organizaciones. I-a udp , u n esfuerzo con­


siderable de la mayor envergadura en el últim o decenio, co ntab a con u n a base
clasista más perfilad a p o r su sesgo o b rero y po p u lar, m ientras q u e la alianza
del m n r expresaba más los intereses d e sectores em presariales, de clase m edia
y sectores cam pesinos en determ inadas regiones del país. L a extrem a derecha se
organizó en u n frente patrocinado p o r el ex d ictad or Banzer, en un in ten to
pecu liar d e fragm entar más bien los votos de la alianza de Paz Estenssoro.
D iferenciados p o r sus bases de sustentación social y regional,18 la u dp y la
alianza del m n r eran y son, sin em bargo, ideológicam ente indiscernibles. Ambos
frentes pro p o n ían program as políticos que, en lo esencial, co nstituían refo rm u­
laciones de carácter muy general del program a nacionalista-populista de 1952;
sostenían d e m anera im plícita y explícita el p rin c ip io de co ntin uid ad y vigencia
histórica sin fisuras del proceso de la “revolución n acional" y la necesidad de
reto m ar su curso, in terru m p id o en 1964. U n aspecto ideológico más q u e d u ­
doso. El país vivía, pues, e n esta coyuntura de transición dem ocrática, conju­
ran d o las figuras y los fantasm as políticos del pasado, u n a suerte d e rcnaissance
de la ideología po p u lista y de proyectos de reed itar u n a línea política q u e p or
razones precisam ente no cuestionadas p or estos frentes había desem bocado
en el fracaso y la frustración del m ovim iento po pu lar. Seria u n a difícil tarea,
aú n no abordada desde perspectivas m ultidim ensionales en su com plejidad y re ­
levancia,17 tra ta r de exp licar las causas de la distorsión y fracaso del proceso de
la revolución nacional. Q ue los princip io s ideológicos y políticos rectores del
nacionalism o revolucionario, la versión boliviana de ese vasto m ovim iento que
es el populism o en América L atina, h ayan pasado a o cup ar o tra vez u n lugar
de vigencia y preem inencia en la escena p olítica del país plan tea entonces u na
serie de cuestiones no resueltas p o r las transform aciones operadas en e! país
desde 1952. Pensam os qu e este reto rn o responde precisam ente a la crisis de he­
gem onía y a la ausencia de alternativas, a la persistencia d e tareas nacionales y
dem ocráticas irresueltas y a la necesidad de con struir alianzas de clase populares
p ara su p erar decisivam ente la crisis de estado y los problem as de la transición
dem ocrática. P ero tam bién pu ed e ser concebido como resultado de u n a te n d en ­
cia “n a tu ra l” del m ovim iento de la sociedad de volver sobre sus experiencias
pasadas y buscar allí las soluciones p ara los problem as actuales. En este caso,
jam ás seríam os contem poráneos d e nu estro presente.
C olocados en el esquem a de su p erar la prolongada etapa de d ic tad u ra m ilitar
y de reinsertarse en el proceso de la "revolución nacional", los dos frentes, sin
em bargo, p la n tearo n la lucha electoral en la perspectiva de la dem ocracia re­
p resentativa p u ra sin p o n er sobre el tapete la cuestión de la articulació n d e las
tareas nacional-populares con los objetivos estratégicos de la transición al socia­
lismo, defendidos no sólo po r la coa, sino tam bién p or los partido s integrantes

i® A propósito, véanse los datos proporcionados que revelan la Tcpresentatividad so­


cial y regional de la udp y de la a m n r en términos de apoyo de la clase obrera, campesina,
de los sectores urbanos y de su ubicación regional, en Coyuntura, núm. 25, La Paz, julio de
1970. p. 2.
i? Me refiero a la necesidad de emprender análisis más integrados y comparativos que
den cuenta histórica y estructural mente de la complejidad del proceso societal desde 1952.
•112 RENÉ ANTONIO M A YO R CA

cosindicalism o y el trotskism o. Esta posición h a llevado trad icio n alm en te a u n a


política excluyem e y exclusivista q u e ve la lucha p olítica como confrontación
p u ra de la burguesía y el pro letariad o y, en los hechos, ha aislado en diversas
coyunturas a la clase obrera. Pero, com o a p ropósito reiterab a Sergio A lmaraz:
" lo q u e im porta en política no es ta n to lo q u e está ad en tro com o lo que
q u e d a fuera [ . . . ] ”
Com o decíam os, la u d p y la Alianza-MNR sup on en sin fu nd am en tación teó­
rica la co n tin u id a d y la vigencia histórica de la "revolución nacio nal” . El m i r
h a sido el p a rtid o q u e más h a insistido en esta dirección con la ‘‘teoría" del " e n ­
tro n q u e histórico” de la nueva izquierda nacional (cabría preg un tarse q u e tan
n ueva es) con aquel proceso. Pero en este caso sería exagerado h ab lar de teoría
o enfoq u e coherente. Se tra ta más bien de u n esbozo m uy p relim in ar d e u n a in ­
te rp retac ió n ecléctica y fenom énica de la revolución nacional (de su ideología
y política) y de u n in ten to de recuperación de sus elem entos válidos en el con­
te x to de u n a nueva izquierda m arxista nacional cuya realid ad y dem ostración
em p írica fehaciente sería p recisam ente el m i r . Esto n o pasa de ser u n a p rtilio
p rin c ip a : se da p or sentado y realizado lo q u e a ú n no existe y lo q u e en fin de
cuen tas es u n proyecto: la organización política m arxista del m ovim iento p o p u ­
lar d o tado de u n a verdadera teoría práctica, arraig ada en !a realid ad nacional
com o prod ucto consciente de su pro p ia historia. P or su p a rte los partid os de iz­
q u ie rd a radical, p o r ejem plo de orientación trotskista, q u e n o form an p a rte d e la
u u r, se m an tien en en u n esquem a d e pureza ideológica y de apelación dogm áti­
ca a los p rincipios generales del m arxism o. Estas características genéticas d e­
term in a n su esterilidad e incapacidad teórica p a ra elab o rar un program a de
articu lació n de los objetivos estratégicos del m arxism o con las tarcas in term e­
dias planteadas p o r la realid ad nacional. U n program a de es»a n aturaleza no
surge de la aplicación mecánica de modelos construidos en otras circunstancias
históricas y sociales ni p uede ser sustitu id o p or la declaración o el celo m oral
respecto a los principios; es casi in genuo a esta a ltu ra insistir en q u e u n p ro­
gram a revolucionario nacional (como proyecto específico d e transform aciones
estructurales y como proyecto cu ltu ral hegem ónico) tiene q u e ser e! p rod ucto
d e la confrontación científica con la realid ad nacional, la aplicación creativa de
u n a "m etodología" de la acción histórica p ara desbrozar vías nacionales y
tam b ién, p o r cierto, de u n a discusión seria y am p lia, aú n existente, e n el seno
d e la i/qu ierda.
A pesar de q u e h a corrido ta n ta agua bajo el p u en te y de q u e las masas p o ­
pulares han acum ulado dram áticas experiencias desde 1952, el espectro ideoló­
gico parece haberse congelado e n las form as y concepciones establecidas en las
d ec id as de los cu a re n ta y después de los cincu enta, pues sigue aú n do m in ado p or
la dicotom ía persistente en tre la izquierda nacional d e orientación reform ista y
p o pu lista, de g ran arraigo a nivel d e las capas m edias y de sectores de obreros
y campesinos, y un a izquierda m arxista escolástica de orientación cconomicista-
estatista m arcada p o r tendencias ya sea b urocráticas y d e fidelid ad a sus respec­
tivos vaticanos, ya sea de purism o ideológico y m oralism o q u e en la práctica

18 Sergio Almaraz, Para abrir el diálogo, La Paz, Ed. Los amigos del libro, 1979, p. 57.
LA C3USIS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN SOLIVIA 415

su d u b itativ a y am bigua acción en el parlam ento, p o nien do al desnudo sus ca­


racterísticas formales y verdaderam ente electoralistas y coyunturales, y p o r cierto
su precariedad política.
D em uestra u n a perspectiva insuficiente ex plicar las inconsistencias y la fa­
lencia político-ideológica de los p artid os a p a rtir d e la desarticulación en tre las
relaciones económicas y las relaciones sociales en u n a sociedad dependiente, y
sobre tod o a p a rtir de la desarticulación in tern a d e las prop ias clases sociales p or
la dependencia económ ica.— P or sí sola, esta visión estructu ralista no pued e d ar
cu en ta de la h istoria de las trágicas condiciones de lucha del m ovim iento p o p u ­
lar, del desenvolvim iento ideológico y organizativo de los partid os d e izquierda
sobre la base de la aplicación m ecánica de modelos hipostasiados, de la fuerza
político-sindical de la cob y, en especial, del desajuste en tre la tendencia hacia
u n a movilización u n itaria de las masas pop ulares y la terca existencia de una
" c u ltu ra p olítica” e n la cual prevalece el personalism o, el activism o, el apego
al líder, el anti-intelectualism o, los intereses p articularistas, el sectarismo, el
rechazo a! com prom iso político y la ausencia de u n sentido d e " R ea lp o litik ” . Me
parece, más bien, q u e h ab ría q u e buscar desde u n enfo qu e flexible d e la d ia­
léctica socictal la "lógica” in tern a de las form as d e la sobredetcrm inación p o líti­
ca, ideológica, cu ltu ral de la lucha de clases y d e los agentes políticos. Estamos
lejos de este desiderátum . P ero de cu a lq u ier m anera, es evidente q u e en la tra ­
dición "escolástica” de la lucha política — tradición qu e representa u n enorm e
escollo—, lá izquierda nacional y m arxista oscilando en tre consignas p ragm áti­
cas, inm ediatistas, eslóganes de "largo alcance” , apelaciones a los sentim ientos
revolucionarios de las masas y la aversión a análisis teóricos de la situación con­
creta. p o r u n a parte, y el interés de la conquista in m ediata del a p a ra to estatal,
p o r la o tra , no ha sido capaz de d esarrollar condiciones ideológico-culturales
p ara la construcción de u n a altern ativ a hegem ónica. P or el contrario, su pro­
fu n do dogm atism o y espontaneísm o la h an llevado a desconocer esta tarea afe­
rrándose a u n a concepción del autom atism o del proceso social q u e ubica las
tareas urgentes m ecánicam ente a nivel de ideas generales sobre la transform a­
ción económ ica y p articu larm en te la estatización de los medios de producción,
supo n iendo además q u e el "resto” de los problem as serán resueltos autom ática­
m ente u n a vez sup erad a la contradicción "fu n d am en tal”. El obrerism o, al q ue
nos referíam os, es u n a consecuencia política de la transposición m ecánica de la
correlación econom icista en tre lo económ ico y lo político. L a derivación eco-
nom icista de la lucha política conlleva u n rcduccionism o de clase to talm en te
inaceptable p o r el cual se bo rran las diferencias y discontinuidades en tre las
clases sociales y los sujetos de la acción política; "al con trario , [ . . . ] los sujetos
(las clases sociales) q u e existen en el nivel económ ico no se d u p lican en el nivel
político; a este nivel se crean, en cam bio, diferentes sujetos 'inter-clases'f.
D e esto se desprende necesariam ente q u e “la” clase obrera no está en y p o r sí
m ism a destinada ontológicam ente a constituirse en sujeto estratégico de la
revolución. N i la ideología n i la política revolucionaria son sim ples "expresio-
22 Alain Touraine, op. cit., pp. 85 ss.
28 Chantal Mouffc. "Hegemonía e ideología en Cramsci*', en Arte, Sociedad e Ideolo­
gía, núm. 5, México. 1978, p. 78.
416 REÑÍ: ANTONIO MAYORCA

ncs" o “em anaciones” de la clase o b rera en v irtu d de su m era ubicación en


el proceso productivo. A mbos son pro du cto s sustanciales d e u n a ta rca histó­
rica de construcción de la hegem onía revolucionaria, capaz d e in teg rar el m ar­
xism o y la nación con toda la co m plejidad de sus luchas y valores. En este
sentido, y desde la perspectiva an alítica de la lu ch a p o r la hegem onía, no hay
n in g ú n sujeto e ideología revolucionarios fuera del mism o proceso social de
su constitución.
Son estas condiciones ideológicas y políticas u n o de ios troncos m ás im por­
tantes y quizás más decisivos, del cual se desprende la d eb ilid a d constructiva
del m ovim iento p o p u la r y de los p artid o s d e izquierda. P or su unidim ensiona-
lidad tam poco basta recu rrir p ara explicarse esta debilidad a proporciones como
la frágil im p lantación o escasa profundización de las relaciones capitalistas de
producción, a la dependencia económ ica, a la persistencia de u n sector agrario
de pequeños cam pesinos o a la heterogeneidad estructu ra] de las clases sociales.
Más bien h ab ría q u e preguntarse p o r q u é bajo estos factores el m ovim iento
obrero y p o p u la r h a desarrollado u n a fuerza de oposición y ja q u e ta n notable,
que, sin em bargo, está internam ente atravesada y constreñida p o r form as ideo­
lógicas y políticas anacrónicas.

V. I.A DEMUDAD CONSTRUCTIVA DEL CAMPO POPULAR: DEL PODER V LOS


LÍMITES POLÍTICOS DE LA CENTRAL OBRERA BOLIVIANA

I.a fortaleza y la preem inencia de los sindicatos com o instru m entos de organiza­
ción y m ovilización en la lucha de clases obedece en g ran parte y es correlativa
a la deb ilid ad y a las deficiencias d e los p artid os y frentes de izquierda. Sería
u n a tarea sustancial de investigación averiguar las causas históricas específicas
y las im plicaciones políticas de este p arám etro fu nd am en tal de política nacional.
Baste señalar que, en las coyunturas cruciales de confrontación en tre el m ovi­
m ien to p o p u la r y el estado d ictato rial, fu eron los sindicatos y su m áxim o org a­
nism o, la cob , los instru m entos decisivos. L a crisis de noviem bre fue u n a demos­
tración reiterad a de la vigencia política del sindicalism o. Sin la c ob , la resistencia
al golpe m ilitar h ab ría fracasado inexorablem ente.
C om o ya hem os señalado, la cob , h a desarrollado u n a enorm e capacidad de
oposición, resistencia y veto a los proyectos d ictatoriales de las clases d om inan tes
y de las fuerzas arm adas. E n dos años el m ovim iento p o p u la r d esbarató dos serios
inten tos de supresión del proceso dem ocrático, lo q u e es ya en sí u n a verdadera
hazaña histórica. P ero su línea y fuerza de avance h a estado, sin em bargo, m ar­
cada p o r u n a noto ria in capacidad p a ra su p erar las situaciones d e em p ate y de
eq u ilib rio catastrófico, hab ien d o sido hasta ah o ra d etenid a en "el u m b ra l” del
poder. Suficiente p ara hacer recu lar la política m ilitar de control o m ním odo del
pod er o d e conversión seudodem ocrática del p o d er m ilitar, la fuerza p olítica de
la cob no es la construcción del sujeto p olítico transform ador, d e la p rop uesta
de u n a altern ativ a orgánica y de la co nquista del poder. Y es q u e las crisis esta­

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LA CRISIS DFI. PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN SOLIVIA 417

tales revelan q u e al asum ir las funciones de m ovilización, organización y o rie n ­


tació n q u e los partid os no h a n pod ido cum plir, la c ob no ha superado las lim i­
taciones q u e im p iden su stitu ir la ta re a y función p ro p ia de los partid os o fren­
tes políticos de constituir u n agente eficaz de articulació n de clases po pu lares y
d e transform ación social, capaz de dirección real y efectiva. D ebem os in sinu ar
q u e la suprem acía de los sindicatos e n la lucha política no im plica de inm ediato
q u e el objetivo de construcción de u n a altern ativ a liegem ónica constituya u n a
ta re a histórica que sólo p o d ría realizar la cob . P or o tra p arte, u n a ta rea de esta
n aturaleza tam poco p o d ría ser asum ida p o r los p artido s de izquierda al m argen
de la c o b , p o r más q u e se esfuercen e n colocarse a la a ltu ra d e la histo ria p re­
sente. A u n q u e es del to d o falsa la disyuntiva de p artido s "o ” sindicatos, n o es
m enos cierto q u e la tend encia más vigorosa con proyección al fu tu ro q u e se
desprende de la h isto ria política del país seguirá siendo la suprem acía de
la cob .24
P uesto q u e la cob no está fuera de la crisis n acional, tam poco es lícito su­
p o n er q u e su política, ideología y estructu ración in tern a hayan sup erado las de­
ficiencias de los p artid os q u e ac tú an en su seno. L a sup erio rid ad po lítica de la
cob no radica, como se ha dicho, en la fuerza d e los partidos. P ero atravesada
p o r divergencias q u e expresan las posiciones políticas e ideológicas de sus m iem ­
bros, p articu larm en te a nivel del C om ité Ejecutivo, la cob no consigue todavía
trascender los lím ites de u n a acción im p regn ada p o r el consenso e n la recusación
de la derecha m ilita r y del o rd en social constituido, y n o p o r u n a estrategia
constructiva q u e vaya más allá de la negación. E n este sentido, la d eb ilid a d es­
tratégica y hegem ónica de la cob no es ajen a a la crisis ideológica de los partid os
d e izquierda.
P o r estas razones, la incongruencia en tre su fuerza política y la incapacidad
de los partidos tien d e a reproducirse en el in te rio r mism o d e la c ob . E s in h e ren ­
te al vigor del m ovim iento, a la h ab ilid ad de m ovilización espontánea d e las
masas, ex trao rd in aria e n sí m ism a, la ten den cia a reb asar en circunstancias crí­
ticas la línea política establecida p o r la cob . E n la crisis d e noviem bre se m a­
nifestó de m anera ab ierta el serio desacuerdo de la F ederación Sindical d e T r a ­
bajadores M ineros, el sindicato más im p o rtan te, con la suspensión de la huelga
general decretada p o r el Com ité Ejecutivo N acional de la cob . Las discrepancias
alcanzaban a las form as de organización de la resistencia y a la m an era de enca­
rar la lucha dem ocrática. T o m an d o e n consideración q u e los p artido s de izquier­
d a no articu lan orgánicam ente a las masas po pu lares y q u e la cob h a logrado un
nivel más integrado de articulación, n o ob stante la dispersión y la indecisión
ideológica y program ática, podríam os con cluir q u e la clase o b rera no se h a con­
v ertido a ú n plen am ente en la clase expansiva de proyección hegem ónica na-

2« Frente a la crisis del sistema de partidos, el papel político del movimiento sindical
es fundamental. Compartimos la apreciación de Juan Carlos Portantiero que destaca al sin­
dicalismo en su calidad de 'instrumento” y “centro de agregación política", que continuaría
"apareciendo globalmente como la forma principal de la identidad sociopolítica de los
trabajadores y expresando mejor que otros la voluntad de resistencia de las masas". Cf.
"Notas sobre crisis y producción de acción hegemónica”. Ponencia presentada en el semi­
,
nario del Instituto de Investigaciones Sociales de la u n a m incluida en este libro, pp. 279 ss.
RE.NÉ ANTONIO MW ORCA

cional.
N o se tra ta de p o n er e n d u d a o de subestim ar la existencia y la profu nd a
im plan tació n de la con com o eje verdadero del m ovim iento p o p u la r y como
organización real de la m ayoría nacional e n to rn o a la clase obrera. L a cuestión
central es más bien, y a ello a p u n ta n estas reflexiones sobre la deb ilid ad cons­
tru c tiv a de las clases populares, q u e la concentración de las fuerzas nacionales,
la form ación tendencial del sujeto político concreto a través de la con, qu e cons­
titu y en dos aspectos esenciales de la lucha p o r la hegem onía, están restringidas
p o r la ausencia del núcleo ideológico-político fund am en tal: la estrategia alter­
nativ a del m ovim iento p o p u la r, la construcción de u n a visión integral del
d esarrollo nacional fun dad a en la hegem onía, es decir en la dirección real de
u n proyecto encarnado en la vo lu n tad colectiva organizada d e transform ación
socialista.
P lan tead as las cosas en estos térm inos, no sería n ad a convincente, au n q u e
fuera deseable, a trib u ir a la con el carácter de u n blo qu e u n ita rio o toda p ru e­
ba. Ideológica y políticam ente la c ob n o está n i podría estar exenta d e am bigüe­
dades y contradicciones. Es necesario considerarlas p ara estim ar las probables
perspectivas del desarrollo de la correlación de fuerzas y del proceso de dem ocra­
tización.
En p rim er lugar, la crisis de hegem onía de los p artidos de izquierda ha
o b ligado a la cob en la actual coy un tu ra a asum ir la función p olítica más
em in en te en el cam po po p u lar, si b ien esta característica es u n d ato histórico
fund acio n al de esta organización. Sin em bargo, al abarcar tareas multidimensio*
nales en lo sindical y político, la articulació n d e las acciones a am bos niveles
ha sido bastante ard u a e incluso im posible en su dim ensión estratégica. En la
D eclaración política del v Congreso de la con e n mayo de 1979 se recoge ab ierta­
m ente el objetivo estratégico, proclam ado en form a reiterada en los docum entos
fundam entales del sindicalism o boliviano, d e la conquista del socialismo como
"aspiración irrenu nciable” del m ovim iento p o p u la r, conquista q u e debe alcan­
zarse a través de la lucha p o r el ensancham iento de la "brecha dem ocrática” y su
articu lació n con u n proceso de transición al socialismo.2,1 A hora bien, las tarcas
y necesidades prácticas inm ediatas en las fases iniciales de esta coyuntura pusie­
ro n en el p rim er plano la reorganización sindical, la reivindicación salarial y
la defensa del proceso dem ocrático. En las difíciles condiciones de la transición
dem ocrática q u e exigían u n a lucha en varios frentes sim ultáneos, la política de
la co n concentró sus fuerzas en estos objetivos y con g ran éxito a nivel de la de­
fensa del proceso dem ocrático, pero sin p o d er insertarlos concretam ente en los
hechos en una visión integradora de la lucha dem ocrática “y” socialista. Como ya
hemos ap u n tad o , u n a estrategia específica, q ue trascienda los enunciados ge­
nerales, de articulación de la dem ocracia y el socialismo, sim plem ente no existe
a ú n ni se la vislum bra en su ju sta dim ensión com o provecto a realizarse. N o
sólo b u en a parte d e los partidos de izquierda, sino tam bién tendencias anarco­
sindicalistas y trotskistas de la cob tien d en a desconocer o a m inim izar esta ne­

25 Cf. Guillermo Lora (comp.), Documentos políticos de Bolivia, La Paz, Ed. Amigos
del Libro, 1970; y la "Declaración política" del v Congreso de la c o b de 1979, en Cuader­
nos de Marcha, núm. 3, México, 1979.

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LA CRISIS DEL PROCESO DF DEMOCRATIZACIÓN EN BOUV1A 419

cesaria vinculación enfrentándose p o r la vía d e la exclusión o de la separación


abstracta al falso d ilem a —enraizado en la catastrófica identificación y n iv ela­
ción de fascismo y dem ocracia re p r e s e n t a b a c a M ÍÍ8Í f l l M (II SÍ ÍIl(lÍ5tilll¡l5
de la d ic tad u ra b u rg u e s a -, d e dem ocracia "o” socialismo. A un qu e obviam ente
e n condiciones sociales e históricas m uy diferentes, la política bo liviana p la n tea
la cuestión "eurocom unista" de la integración de las instituciones d e la dem o­
cracia representativa en u n a lucha p o r el socialismo qu e n o sea la sim ple nega­
ción absoluta de aquélla.26 N o creo, com o sostiene N o rb e rt L echner e n un
interesante ap o rte sobre la necesidad de la dem ocracia, q u e el dilem a d e ésta
sea que, p o r u n lado, "es la condición q u e p erm ite el desarrollo p olítico de la
lucha de clases” y que, p o r el o tro, “esa m ism a lu cha cuestiona el interés general
q u e legitim a el o rd en ” ; o sea q u e " la vigencia d e la dem ocracia supone u n con­
senso q u e el ejercicio de la dem ocracia tien de a neg ar".27 El socialismo —y ésta
es la enorm e contribu ción de Rosa Luxcm burg, la m en tab lem en te sepultada
p o r el m arxism o dogm ático— no es la negación to tal d e la dem ocracia rep resen­
tativa, sino su superación cu alitativ a en el sentido de A u fh en b u rg .“ E n este
sentido, la “ brecha dem ocrática" deja de ser u n a m era estación de paso y se
convierte en u n aspecto sustancial de la lucha socialista. Si la dem ocracia se
concibe en térm inos de u n proceso de construcción d e u n a hegem onía socialis­
ta, y no como la im posición p o r parte de auto den om inad as vanguardias de un
c o n ju n to de reglas o de u n program a prestablecido, o sea en térm inos de u n
proyecto y u n proceso abiertos, no tiene sentido lev antar u n m u ro en tre dem o­
cracia y socialismo.
En segundo lugar, h ab ría q u e destacar u n a de las contradicciones más gra­
ves d e la política de la cob q u e em ana de u n p rin c ip io fu nd am ental q u e o rienta
su línea práctica. Se tra ta del p rin c ip io de "la independencia sin dical” de la clase
o b rera y d e la cob e n su to talidad. P ara la cob esta au to n o m ía define ta n to u na
posición ideológico-política. q u e es orgánica y está libre de la influencia de cual
q u ie r régim en burgués y de sus enem igos de clase, com o u n a a c titu d d e recusa­
ción d e to do in ten to político de colocar al m ovim iento sindical b ajo el control
y la “ férula” de u n determ inado p a rtid o político. L a au ton om ía sindical ira-

20 Mencionamos este tema "eurocomunista" porque entraña una problemática de di­


mensión universal, válida y vigente también en el centro de las preocupaciones teóricas
y prácticas que nos conciernen en América Latina. Teóricamente esta cuestión del socialismo
democrático fue planteada de manera muy clara desde una perspectiva que rescata la crí­
tica de Rosa Luxemburg a la Revolución rusa, en la última obra de Nicos Poulantzas. Allí
se afirma fundamentalmente la perspectiva inédita del complejo problema para evitar tanto
el reformismo socieldemócraU como la dictadura burocrática del polithutó. en los siguien­
tes términos: "Cómo emprender una transformación radical del estado articulando la am­
pliación y la profundización de las instituciones de la democracia representativa y de las
libertades (que fueron también una conquista de las masas populares) con el despliegue de
formas de democracia directa de base y el enjambre de los focos autogestionarios: aquf está
el problema esencial de una vfa democrática al socialismo y de un socialismo democrático."
Véase Estado, poder y socialismo, Madrid, Siglo XXI, 1979, pp. 313-314.
27 Norbert Lechner, “De la necesidad de la democracia”, trabajo presentado al Semi­
nario de c l a c s o sobre Las condiciones sociales de la democracia en América Latina, en San
José de Costa Rica, octubre de 1978, p. 10.
28 Rosa Luxemburg, Crítica de la revolución rusa, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1969.
420 R E S É ANTONIO MAVORGA

p lica p ues u n a dob le dem arcación p olítica: se traza lím ites claros frente a cual­
q u ie r estrategia de participació n, apoyo o acuerdo con relación a regímenes
burgueses o a los considerados pequeñoburgueses (po r ejem plo, el gob ierno del
general T orres); al m ism o tiem po, se rechaza y excluye q u e algún p artid o de
izquierda p ued a asum ir la dirección de la cob . E s esta posición de fondo donde
convergen las tendencias anarcosindicalistas y trotskistas del m ovim iento obrero.
Su g ra n arraigo debe atribuirse a la p en e tran te influencia q u e ha te n id o la
fracción trotskista de Lora en las últim as décadas en la definición de la política
e ideología de la cob . En la práctica su línea sindicalista-obrerista n o cae obvia­
m ente en las redes del p u ro reivindicacionism o económico, pero la dob le deli­
m itación anti-gobierno y anti-partido ciñe su espacio de proyección y acción p o ­
lítica. De esta m anera, a u n q u e existe u n entrelazam iento sindicatos-partidos de
izquierda, la política concreta de la c o b se ha g uiad o definitivam ente p or la
m áxim a d e la auto no m ía sindical. N o es el program a o la línea táctica de los
p artidos los q u e d eterm in an esta política. Sus p autas siguen u n a lógica que,
surgida d e la pu g n a in terp artid ista y d e la aplicación consecuente de esta au to ­
nom ía, n o perm ite la reducción a las posiciones específicas de los partidos.
A n uestro criterio, las raíces históricas d e esta línea m aestra d e la cob se
ubican, p o r u n a p arte, en la frustración histórica del m ovim iento p o p u la r d u ­
ra n te el cogobiem o del m n r y la c ob , etap a en la cual esta ú ltim a se erigió en la
base social y política fu nd am ental del m n r y se som etió en los hechos a la direc­
ción ideológico-política de este p artid o ; p o r o tra p arte, en la fragm entación de
los p artidos de izquierda, su inorganicidad, la crisis crónica de su p olítica e
ideología, y en su peso relativam ente inferior en la conducción de las luchas p o­
p ulares; todos ellos factores q u e co ntrastan con la experiencia de lucha u n itaria
b ajo la dirección de la cob . Al parecer, la conclusión q u e se im pone de lo dicho,
es la siguiente: m ientras en la escena de los p artidos tod o es dispersión y m u lti­
plicación de ideología y organizaciones "a rb itra ria s'’ en el sentido gram sciano,50
sólo la cob puede ser. no ob stan te sus lim itaciones, la g aran tía de la acción
u n ita ria de las clases populares.
D e im portancia radical en la resistencia co ntra la dic tad u ra de Banzer y con­
tra el golpe de estado de N atusch Busch, la política de la au ton om ía sindical
acarreó consecuencias m uy negativas en la oposición cerrada a gobiernos q ue
p rop iciaro n ap ertu ras políticas. Es decir, sirvió p ara sustentar ideológicam ente
prácticas radicalistas y m axim alistas de lucha y p a ra co nd en ar ap rio ri la p o líti­
ca "peq ueñobu rgu esa" restringiendo peligrosam ente el espacio posible de pro-
fundización dem ocrática. El m axim alism o de esta posición rechaza casi ab ovo

M Antonio Gramsci distingue entre ideología» históricamente orgánicas e ideologías


arbitrarias que no crean m is que “movimientos* individuales, polémicas, etc. Cf. El mate­
rialismo histórico y la filosofa de Bcnedclto Croce, México, Juan Pablos Editor, 1975, p. 58.
En otro lugar se refiere a “la vanidad de los partidos” que “se puede d ed r que es peor
que 'la vanidad de las naciones’ de la cual habla Vico”. “¿Por qué? Porque una nación no
puede dejar de existir y en el hecho de su existencia es siempre posible considerar, aunque
sea con buena voluntad y forzando la expresión, que su existencia está plena de sentido y
significación. Un paitklo puede en cambio no existir en virtud de una necesidad interna.”
Véase Sotas sobre Marjuiavrlo, sobre política y sobre el estado moderno, México. Juan Pa­
blos Editor. 1975, p. 49.

Co
LA C R ttlS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN EN BOUVIA 42 1

u n a lín e a de com prom iso y de transacción q u e p u d ie ra favorecer procesos de­


m ocráticos de institucionalización y acum ulación de fuerzas y cae p or lo general
en form a inexorable e n la negación d e procesos reales en aras de la defensa
ab stracta de postulados revolucionarios. N o logra enraizar am bos aspectos en
u n a táctica política q u e tom e en cuenta la correlación de fuerzas y las tendencias
concretas de la coyuntura. P o r o tra p arte, coadyuva a u n a intran sigen te p o lí­
tica de presiones a gobiernos, q u e p o r su n atu raleza no son pop ulares o lo son
con poca fuerza p ro p ia, p ara la ad opción de m edidas po liticoeconóm icas qu e
e n rig o r d em and arían q u e el p ro p io m ovim iento p o p u la r se co nv irtiera en un a
fuerza estratégica del b lo q u e de p oder. Es decir, el m axiraalism o, característica
generalizada de las fuerzas políticas, conduce a u n a escisión d e la luch a política
y de la lucha económ ica. P ero significa sobre tod o q u e la p olítica de la cob , p o r
lo m enos en esta últim a década, en cierra u n a enorm e contradicción p o rqu e, a
pesar d e la reiteració n program ática, im plica la ren u n cia fáctica a la lucha po r
el socialismo q u e se expresó en la oposición to ta l o la indiferencia e n relación a
gobiernos de ap e rtu ra dem ocrática. N o ob stan te, el hecho de q u e la c ob ha esta­
blecido claram ente en su D eclaración Política de mayo de 1979 la conexión
indispensable en tre dem ocracia y socialismo, ausente e n la p latafo rm a elab o ra­
d a en el iv Congreso, persiste el fuerte y trad icio nal supuesto de o rigen trotskista
de q u e es posible “ tom ar el cielo p o r asalto” .
L o q u e h a o currid o entonces en la estrategia de la cob se p u ed e calificar
com o u n a inversión radical: se pasó de la política d e particip ació n en el gobier­
n o del m n r , q u e en trañ ó su supeditación político-ideológica, al ex trem o co n tra­
rio de oposición fron tal a alternativas interm edias de com prom iso parcial. E n
lo esencial, la c ob llegó a concebir desde u n a perspectiva fun dam entalm ente m o­
ral el com prom iso po lítico como ab andono d e los principios revolucionarios. D e
esta m anera la dim ensión p ro p iam en te política de análisis y d e acción q u e con­
sidera a la correlación de fuerzas, en casos precisos q u e asi lo exigen, com o la
aceptación negociada de acuerdos m ínim os sobre cuestiones específicas sin r e ­
n u n c ia r a objetivos estratégicos ten dió a esfum arse. Siendo entonces u n a de las
m atrices q u e d eterm in aro n la capacidad y la fuerza política de la c ob , la au to ­
nom ía sindical a u ltran za m arca sim u ltáneam en te sus lim itaciones. E n co yuntu­
ras políticas abiertas e inciertas, esta posición conlleva u n a au torrestricción del
p o d er de incidencia y decisión sobre el proceso p olítico y económico.
Estas reflexiones nos inducen, p o r últim o, a considerar brevem ente la diso­
ciación q u e existe en tre la lógica del pro gram a económ ico de la cob , q u e no
sólo ap u n ta a la satisfacción de las d em andas salariales de los sectores populares
d u ram en te atacados p o r la crisis económ ica, y la política de fortalecim iento del
proceso dem ocrático. Esta incongruencia reside en el hecho de q u e el program a
económ ico descuida las im plicaciones políticas q u e supone. Su aplicación plen a
envuelve necesariam ente el control del a p a ra to estatal; p o r lo ta n to , im pondría
p lantearse la cuestión del poder. Com o n o es posible resolver esta cuestión, p or
num erosas razones internas y externas, a través d e la vía de "to d o el p od er a la
c o b ” , q u ed a u n a altern ativ a paciente, ard u a y peligrosa de negociación y tra n ­
sacción. N ada perm ite su po ner q u e este cam ino "razon ab le” sea fácil de em p ren ­
d er cuando el p an o ram a del país es de d u ra y creciente polarización e in tran si­
RENK ANTONIO MAYORCA

gencia de las fuerzas políticas y sociales, y sim u ltáneam en te de agudización de


la crisis económ ica. P or o tro lado, h ay q u e destacar q u e las posiciones co ntra­
puestas, y hasta este m om ento casi irreconciliables, de la cob , el actual gobierno
constitucional y las fuerzas arm adas llevan cada u n a p o r su cauce a elevar obs­
táculos co n tra el proceso de dem ocratización y co n tra las perspectivas de solu­
ción de la crisis económ ica. Como señalam os al com ienzo, las posibilidades de
consolidación del proceso dem ocrático dep en den , sin em bargo, de u n acuerdo
político sobre el program a de superación de la crisis económ ica q u e es esencial
a su vez p a ra fortalecer a aquél. T o d o indica que es im pro bab le —sobre todo
si se to m an en cuen ta todas las lim itaciones im puestas p o r la dependencia y la
v u ln erab ilid ad económ ica del país— q ue la crisis económ ica pu ed a ser resuelta
sin atacar a fondo las raíces de la crisis política. N o será posible consolidar el
proceso dem ocrático si no se logra q u e b ra r el "m odelo” económ ico im plantado
p o r la dic tad u ra de Banzer y si n o se reo rien ta la b ru ta l política de con centra­
ción d e ingresos q u e éste encierra. P ero sería ilusorio p ensar q u e u n a nueva p o lí­
tica d istrib u tiv a de ingresos p o r sí sola p u ed a co n trib u ir a la recup eració n y re ­
forzam iento del deb ilitad o ap arato productivo, cu ando lo q u e se hace cada vez
más im perioso es la reconstitución de toda la base pro du ctiva p a ra g aran tizar la
acum ulación de excedentes, única condición o b jetiv a real de cu alqu ier política
d istrib u tiv a. Si la solución de la crisis económ ica exige u n a lógica em inente­
m en te política, ta n to más política deb iera ser la estrategia de fortalecim iento
de! proceso dem ocrático. Sin em bargo, el "p aq u e te económ ico” del actual go­
bierno, q u e obedece a lincam ientos de estabilización económ ica d el fm i, im pues­
to adem ás sin negociación con la cob , hace más difícil su sten tar este proceso.

VI. A MANERA DE CONCLUSIÓN

H em os hecho el in ten to m uy fragm entario e insuficiente de in te rp re ta r la ex tre­


m a fragilidad del proceso de dem ocratización a p a rtir de la existencia de un a
correlación de fuerzas antagónicas caracterizada p o r u n e q u ilib rio "catastrófico”
y u n a d eb ilid a d constructiva m u tu a. Es obvio q u e esta explicación apenas hizo
algunas referencias de carácter estru c tu ral e histórico a fin de ad u c ir la com ple­
jid ad de las dim ensiones q u e u n análisis totalizan te de u n a sociedad bloqueada
debería abarcar. A fuerza de ser reiterativ o, qu isiera insistir en dos cuestiones
q u e se d erivan de lo desarrollado hasta ahora. E n prim er lugar, el b loqueo po­
lítico es u n fenóm eno global de la escena política. T a m b ié n a nivel de la corre­
lación de fuerzas en el p arlam en to se repro du ce u n a división d e fuerzas q u e eli­
m in a la posibilidad de la dirección p red om in an te de alguno de los cuestionados
frentes políticos. Pero si el antagonism o de las fuerzas políticas decisiva*
pro duce u n a obstaculización recíproca, los m árgenes de m ediación institucio­
nal q u e exige el proceso dem ocrático se estrechan inexorablem ente. L a capaci­
d a d p o lítica de los partidos, las fuerzas arm adas, la cob alcanzan p ara v etar y
contener, pero no p ara dirigir, im po ner y construir. Es en esta realidad "ap oré­
LA CRISIS DEI. PROCESO DF. DEMOCRATIZACIÓN F.N BOLIVIA 423

tica”, casi u n a verdadera pesadilla, en q u e el pensam iento de izquierda debe


rep ara r e insistir p ara co n trib u ir a la búsqueda d e altern ativas consistentes. Los
opuestos extrem os en el juego político n o en cu en tran su p u n to de m ediación,
a u n q u e en los hechos los unos estén ligados a los otros en u n a suerte com ún en
el proceso m ism o d e dem ocratización. L a fuerza de las cosas parece im poner
a los actores sociales soluciones de m ediación "b o napartistas" o “semi-bonapar-
tistas” de carácter m ilitar o civil. T re s veces en u n a década se hicieron intentos
infructuosos de m ediación de esta n aturaleza (O vando, T o rres y G uevara Arce)
q u e acabaron en e! fuego cruzado de la polarización política; intentos im puestos
p o r la vigencia real de u n a correlación de fuerzas no tablem en te estática, p o r en ­
cim a de la cabeza de los sujetos políticos y sin la aceptación real de éstos.
A quí tam bién se hace necesaria u n a conclusión im po rtan te: los conflictos p o ­
líticos parecen estar som etidos a u n a am bigua lógica q u e induce a la m ediación
frágil y destruye sim ultáneam ente en form a veloz el te rren o de sustentación de la
p ro p ia m ediación.* Y esto p o rq u e el espacio ofrecido p o r la correlación de fu er­
zas es casi u n a camisa de fuerza. N o hay, en rigor, n in g u n a razón teleológica,
n in g u n a ley histórica d eterm inista q u e au to rice a asum ir la producción inevi­
ta b le de u na m ediación y /o superación dialéctica de los antagonism os sociales y
políticos. Estamos obligados a considerar q u e existen etapas históricas trágicas en
las cuales la lucha de clases se em p an tan a en u n a g uerra de posiciones sin posibi­
lidades de resolución de la crisis orgánica. ;N o se encon trará Bolivia de modo
fatal en u n a etap a sem ejante? ¿No estarem os sum ergidos en u n a te rrib le situación
de supresión de alternativas viables o d e "ob literación d e la histo ria posible”?
¿O bliteración q u e estaría d eterm inada p o r la estru ctu ra y la d inám ica de una
sociedad en clau strada en su p ro p ia crisis orgánica que, po r lo tanto, 110 puede
absorber sus contradicciones n i tam poco es capaz de generar fuerzas sociales de
transform ación c u a litativ a ?30
En segundo lugar, no es paradójico, si es q ue evitan do to do reduccionism o
económ ico y clasista aceptam os q u e existe u n a au to no m ía relativa del proceso

* £1 concepto de mediación no encierra necesariamente la trampa de la ilusión o la


solución aparente de contradicciones insuperables (por ejemplo, capital/trabajo). En la dia­
léctica histórica lodo es mediación, es decir, articulación y conexión interna de realidades
complejas y sobre-determinadas. No se debe contemplar entonces la mediación exclusiva­
mente desde una perspectiva conccptual-teleológica o puramente ideológica como si fuera
un simple fenómeno de aparente conciliación o encubriminto falaz de contradicciones.
Si se parte de un enfoque político y de una “lógica de la situación” , o sea si no se
antepone la lógica estructural de las contradicciones económicas fundamentales, la media­
ción so constituye en un proceso sustancial de articulación de fuerzas.
G i Florestal! Fcrnandes, ' Problemas de conceptualización de las clases sociales en Ame­
rica Latina", en Las clases sociales en América Latina, México, Siglo XXI, 1973, p. 194.
Lcnin avizoró esta posibilidad dramática: "Serla equivocado creer que las clases revoluciona­
rias tienen siempre fuerza suficiente para hacer una revolución, una vez que esta revolu­
ción ha madurado en virtud de las condiciones de desarrollo económico y social. No, la
suciedad humana no csiá ai reglada de manera tau racional y tan cómoda para los elementos
de manguardia. La revolución puede estar madura sin que las fu eras revolucionarias lla­
madas a cumplirla sear. suficientes; entonces la sociedad se pudre, y su putrefacción dura
a veces decenas de años." ("La última palabra de la táctica iskristas, o farsa electoral
como nuevo incentivo para la insurrección", en Obras Completas, Buenos Aires. Cartago,
t. ix, pp. 370-371.)
424 R ENt ANTONIO M AYORCA

político e ideológico, q u e la d eb ilid a d constructiva de las clases po pu lares p er­


sista a pesar d e desarrollos objetivos del m ovim iento social q u e tendencialm ente
las favorecen p o rq u e representan cam bios reales de trascendencia q u e alte ra n en
cierto m odo el p ano ram a vigente e n las dos últim as décadas. M e refiero a los
siguientes desplazam ientos: el resurg im iento político-organizativo au tón om o del
cam pesinado, la v irtu al disolución del om inoso pacto m ilitar cam pesino, la in te­
g ración d e la m ás im p o rtan te central cam pesina (la Confederación Sindical Ú nica
d e T ra b ajad o re s C am pesinos de Bolivia) a la c o b ; p o r lo ta n to , la am pliación
y profun d ización de la alianza de clases po pu lares en carn ada en la c ob , y la
convergencia d e la dinám ica política u rb a n a y ru ral. Estos cam bios son positivos
p o rq u e son la base de u n bloq ue p o p u la r fu tu ro q u e to rn a más difícil las con­
diciones in ternas de u n nuevo golpe m ilitar, a u n q u e tam poco sean suficientes
p a ra desterrar este peligro. E n las bases y m ovim ientos sociales de m asa h an
o cu rrid o entonces procesos de confluencia y unificación q u e abo nan el terren o
p ara la construcción de u n a altern ativ a p o p u la r bajo la hegem onía d e la clase
o brera. P ero el grave pro blem a rad ica en q u e las deform aciones político-ideológi­
cas de los partid os po pulares y las prop ias lim itaciones de la cob im p id en u n a
necesaria y rá p id a adecuación de su política a la altu ra d e estas modificaciones.
N o hay signos de u n a tal correspondencia q u e p e rm ita n vislum brar la su pera­
ción del desfasaje en tre el presente y la vigencia de u n a em brollada tradició n po ­
lítica e ideológica.
F inalm ente, sería tem erario d a r cu a lq u ier tip o de respuesta conclusiva al p ro­
blem a fund am ental sobre la capacidad de resolución de la crisis política y de
p ro puesta de u n a altern ativ a q u e poseen o p u ed a n d esarro llar las clases p o p u ­
lares. E l pasaje del m ovim iento de masas y de la organización sindical a la cons­
titu ció n de u n sujeto p o p u la r articu lad o e n u n proyecto hegem ónico real con ti­
n ú a en entredicho. La encrucijad a histórica en la q u e se h alla el país requ iere
la construcción d e este sujeto cuyo p u n to d e p a rtid a y arm azón en vista de la
crisis in te rn a de las form aciones políticas po pu lares n o p o d rá ser o tra o rg an i­
zación m ás q u e la cob . S in em bargo, éste es el d ilem a mism o de la historia p re ­
sente.

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E L E STA D O C O N T R A LA SOCIEDA D :
LAS RA ÍCES DE LA R EV O LU C IÓ N N ICA R A G Ü E N SE

EDELBERTO TORRES-RIVAS

I. LAS TAREAS BURGUESAS INCUMPLIDAS

N adie d u d a de q u e en la derro ta de la d ic tad u ra somocista hay algo más q u e una


v ictoria p o p u la r. P o r todos lados, en el d erru m b e de la d ic tad u ra m ilitar y en el
triu n fo sandinista, hay algo q u e falta y algo q u e sobra. P o r am bos costados u n
p lus histórico se en fren ta a u n a carencia q u e p o r de p ro n to ratifica la absoluta
o rig in alid ad de la experiencia q u e hoy d ía vive N icaragua.
P ara la com prensión de lo a n te rio r h ab ría q u e aten d er antes q u e n ad a a
las condiciones históricam ente específicas de la form ación y funcionam iento del
estado nacional en N icaragua y a la m anera com o se construye la hegem onía d e
u n a clase cu an do ésta no posee ya condiciones sino p ara expresarse p o r in term e­
d io de u n a d ic tad u ra personalizada q u e resum e toda la situación de atraso so­
cial de la sociedad qu e dom in a. Esto co ntribuye sin d u d a a ex plicar la m an era
com o el estado no era lo suficientem ente burgués com o p ara resistir u n recam ­
bio, pero tam bién cóm o la insurrección p o p u la r n o fue lo suficientem ente p ro­
letaria como p a ra establecer u n a lín ea clasista en el desarrollo d e la revolución.
P arece éste, sin serlo, u n em p ate del pasado con el fu tu ro . Es sólo u n a cruen ta
revancha del presente, del capitalism o deform e q u e se constituye, además, ta r­
d íam en te en N icaragua.
El ciclo histórico en el cual las tareas burguesas v an en c o n tran d o solución
tien e en la experiencia nicaragüense u n a ex trao rd in aria disociación en el tiem po
y en el espacio. E n general, en las sociedades dependientes, la destrucción de las
trabas económicas o p ropiam ente estructurales q u e constituyen obstáculos p ara
el p len o d esarrollo del capitalism o se pro du ce d e m an era incom pleta, p o r u n
lado, y p o r períodos en q u e el proceso se in terru m p e con caídas o retrocesos qu e
vuelven extrao rd in ariam e n te difícil la consecución de las m etas fundam entales,
p o r el o tro. El peculiar en trelazam iento de form as de producción precapitalis-
tas con u n capitalism o im p lan tad o desde el ex terio r constituye u n a articulación
co ntradicto ria q u e ex plica el desarrollo de estas sociedades. Se constituye como
u n a larga transición, q u e en sí m ism a es com o la form a p erm an en te q u e ad op ta
el m ovim iento del capital, adaptán do se a situaciones adversas d e las q u e no
ob stan te extrae provecho p ara prosperar.
En C entroam érica el ciclo de las llam adas revoluciones liberales se asocia
genéricam ente al inicio de u n co n ju n to d e reform as estructurales q u e tien den
p o r u n lado a la consolidación de la g ran u n id a d p rod uctiv a —latifu n d ista o n o -
b ajo control de u n pequeño g ru p o social q u e aprovecha d eterm inadas condicio-
(4 2 5 ]

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426 i'DF.LBfRTO T0RRES-R1VAS

ncs internacionales p a ra crear y desarrollar u n a estructu ra productiva; y, po r el


otro, u n co n ju n to de m edidas de naturaleza superestructura! —leyes, organiza­
ción del a p a ra to del estado, políticas frente al ex terio r y p a ra las clases d om i­
nadas, etc.— que se reconocen como intentos p o r '‘m odernizar” los viejos térm i­
nos de la d om inación colonial.
Sólo p o r una desprevención del lenguaje se p o d ría h ab lar con p ro p ied ad de
revolución liberal, en el sentido de revolución burguesa. Y menos aú n, en la
ex periencia histórica de N icaragua do nd e esa etap a de constitución de las bases
agrarias y sociales del poder de u n a burguesía liberal no se cu m p lieron satisfac­
toriam ente a la m anera centroam ericana (G uatem ala, El Salvador, Costa Rica).
I.a econom ía cafetalera de ex po rtació n fue, en térm inos relativos, d ébil, y p or
sí m ism a no im plicó u n a transform ación de las condiciones económicas q u e ya
ex istían b ajo el régim en conservador. La afirm ación p olítica de esta burguesía
liberal cafetalera, con el general Zelaya a la cabeza, se in terru m p ió v io lentam en­
te en 1909. N adie discute q u e la burguesía cafetalera y com ercial 110 pu diera
p ro sperar no sólo p o r la baja pro d u ctiv id ad de sus em presas sino po rqu e la
intervención norteam ericana alteró, p ara decirlo suavem ente, la existencia polí­
tica de estos sectores, susceptibles de com pletar su carácter burgués con el ejer­
cicio y el control del poder. En otras experiencias es desde el estado como se
p erfila no sólo su carácter burgués, sino el de la clase en si m ism a com o clase
d o m inante.
Pese a im portantes progresos en el o rd en in tern o alcanzados b ajo el gobierno
liberal de Zelaya, la hegem onía te rraten ien te y el régim en del la tifu n d io gana­
dero 110 hicieron sino confirm ar ¡>u im portancia social y política. £1 café y la
creación de u n a estru ctura productiva y com ercial m odificaron poco la n a tu ra ­
leza señorial d e toda la cu ltu ra local. El actor social, el hom bre oligarca, siguió
siendo u n rentista, u n acaparad or de tierras ajenas. Y pese al tam añ o de la
pro pied ad , era toda ella u n a pequeña producción m ercantil, déb ilm en te o rie n ta­
da a la exportación. Como sucedió e n el resto d e C entroam érica, la gran p ro p ie­
d ad la tifu n d iaria fue pro d u cto de la rap iñ a más feroz, como la q u e en N icaragua
siguió a la llam ada "g u erra d e las com unidades indígenas” en 1S81. Pero la
d erro ta de la propiedad com unal no fue seguida p o r la construcción de la g ran
em presa expo rtadora.
Es tardíam ente, como bien se sabe, q u e esta em presa se construye —después
de 19-15— con el algodón. M ientras tan to , la existencia social de esta proto bu r-
guesía com ercial/terraten iente n un ca p u d o desentenderse d e sus raíces señoría*
le?., rentísticas, patriarcales. Su reproducción como clase qued ó ligada a su con­
dición terrateniente/co m ercial, reforzada tal vez esta posibilidad p o r las in ter­
m inables guerras entre bandos partid ario s, luchas que. con matices y disfraces,
co ntinuó p rácticam ente hasta el m om ento mism o de la fuga de Somoza. en 1979.
Sin d u d a que de haberse consolidado el proyecto de la burguesía liberal ca­
fetalera, h ab ría m arcado la desaparición po lítica de las form as más atrasadas
del d om inio de clase y h ab ría dado al estado u n m ayor pod er de decisión y
control. H ab ría facilitado, en síntesis, u na p osibilidad de constitución del do­
m in io de clase más nacional y más burgués, en el sentido de apoyarse en una
sociedad integrada y con u n a clase d om inan te y menos dispuesta al fracciona-

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428 EDEI.BERTO TORRES-RIVAS

tra ta de u n a injerencia q u e se produce a nivel del p od er mism o, del ám bito


estatal.
Es bien sabido que el estado m odern o supone necesariam ente no sólo u n a
dirección de clase sino el desarrollo de intereses privados q u e se realizan e n su
provecho pero en nom bre y representación de la nación; ésta es expresión y
síntesis de u n a co m unidad de destino soberano, volun tad in depen diente q ue es
esencial a su condición y desarrollo. L a llam ada soberanía nacional es entonces
adm inistración au tón om a d e los asuntos locales, generalización de las relaciones
de dom inación, d e control y de pod er en el in terio r d e u n espacio geográfico.
El estado burgués desarrolla mecanism os m ateriales p a ra lograr la integración
y el control nacional, así como p ara la reproducción social de la sociedad. Y es
claro q u e será ta n to más avanzada la constitución burguesa del estado cuando
m ás estructurados se e n c u en tren estos m ecanism os adm inistrativos. E n ello ra d i­
ca la im portancia del a p a ra to m aterial del estado y de las políticas públicas que
genera.
Es este m arco genérico q u e sin m uchas pretcnsiones teóricas querem os u tili­
zar p ara exam inar el curso de la historia nicaragüense q ue p rep aró el adveni­
m ien to del somozato. L a ocupación de los m arines norteam ericanos debe ser
analizada en los diversos planos en q u e ocasionó efectos perturb ado res. N o se
tra ta d e u n a invasión ex tran jera en el sentido técnico del térm ino, ya q u e no
se realiza contra u n a vo lu n tad nacional, a la q u e subyuga. N o fue im puesta sino
a u n a fracción d errotad a d e la burguesía local p o r o tra q u e se valió del poder
e x tran jero p ara triu n far. El éxito del p a rtid o conservador contra la débil b u r­
guesía liberal, q u e constituyó u na p u g n a intraclase, es la o p o rtu n id ad d e la in ­
tervención norteam ericana, solicitada y ap lau d id a y en la q u e finalm ente q u ie n
p ie rd e es el estado nacional mismo.
I jo prim ero q u e debe destacarse es q u e sobre la base del p o d er m ilitar n o se
construye u n p o d er colonial sino u n p ro tectorad o político. Sobre el estado nacio­
nal en form ación se superpone u n a au to rid ad ex tern a q u e ex p ro p ia —y realiza
con eficacia— funciones reservadas a la llam ada adm inistración pú blica. Y es
q u e en térm inos estrictam ente operativos, la soberanía nacional es la facultad
de a d o p ta r decisiones de política in tern a y ex tern a, hacerlas cu m p lir en actos
de ejercicio autónom o, sin más lím ites q u e el derecho soberano de o tro estado
nacional. El estatus d e protectorado q u e d e hecho se fue aplican do en N icara­
g u a im plica q u e en el in terio r del te rrito rio nacional coexisten dos jurisdiccio­
nes, u n a d e las cuales rem ite a la otra, p o r su carácter su p rao rd in an te, la san­
ción final. Existe entonces algo que es u n a contradictio in adjecto: u n a sobera­
n ía com partida, es decir q u e funciona com o u n a estru ctu ra d u al d e deci­
siones.
Los pactos Dawson, asi llam ados en la histo ria política del país, im puestos
p o r el gob ierno n orteam ericano (el 27 de octub re de 1910) y aceptados p o r la
facción conservadora triu n fa n te (sic), son algo más q u e u n sim ple logro de la
d iplom acia im perialista. Ellos constituyen el inicio de u n a relación jurídico-
política en v irtu d de la cual el estado (nacional) parece p erd er consistencia al
volcarse contra la sociedad p ara ejecu ta r u n a política ex tran jera , q u e es clara­
m ente perju d icial a los intereses generales de la sociedad. Y cuando es así, tam-
430 EDLLBERTO TORRES-RIVAS

sión de adm inistración au tónom a de los asuntos locales. U n a burguesía nacional


es p o r definición una burguesía dirigente. Y viceversa. C o m p a rtir la hegemo­
nía es igual q u e no tenerla. Pero, al mism o tiem po, la condición de pro tecto rado
perm itió al im perialism o crear o m odernizar algunas esferas de control (adua­
nas. ejército, sistem a trib u ta rio inicial) e n las q u e posteriorm ente p u d o apoyarse
la dom inación local. Pero se ocasiona u n p erju icio evidente al carácter nacio­
n al del estado en ta n to se su b ordin an sus políticas a u n a fuerza sup erio r y ex­
tra n jera; es éste u n daño a la posibilidad d irigente de la clase en su conjunto,
a u n q u e no se perciba así en la inm ediatez de los hechos. L a intervención n o rte­
am ericana, e n ú ltim a instancia, sólo favoreció la constitución del a p a ra to m a­
terial de la d om inación en su dim ensión represiva y d e control. L a C onstabula-
ria , no m bre con el q u e se conoció orig inalm ente a la G u ard ia N acional, fue
creada como u n cuerpo policiaco, de alguaciles encargados del o rden intern o, a
semejanza de las q u e con desigual éxito crearon los norteam ericanos en F ilip i­
nas, H a ití y Santo D om ingo.

III. El. ESTADO SOMOCISTA: UN PODER DINÁSTICO, HEREDITARIO Y PLEBEYO

E n el m om ento de la intervención, la burguesía nicaragüense no existía sino en


u n a form a elem ental, con u n a expresión com ercial y agrícola (café, ganado,
azúcar) y m uy encerrada en la hacienda o en el peq ueño m u n d o local de las
ciudades rivales. Los intereses económicos de los caudillos rurales n o fueron, al
parecer, afectados d irectam ente p o r la intervención. P o r el contrario , al facilitar
¿sta u n a lim pieza in terio r del espacio económ ico, la vida m ercantil pareció co­
b ra r im pulso. Pero la clase burguesa term in a d e constituirse en el ejercicio d i­
recto del poder, y es en el juego político do nd e m ad u ran sus cualidades dirig en­
tes. Más aún, la unificación de la burguesía com o clase se realiza en el seno del
estado y desde éste se p erfila m ejor su carácter dom inante.
Es en este contexto de determ inaciones internas y externas en q u e aparece
A nastasio Somoza, director de la G u ard ia N acional, como representante, dep o­
sita rio y dueño del poder u n 10 de en ero de 1933. P o r ello no es retó rica vana
afirm ar q u e Somoza es hijo directo de la intervención norteam ericana y de la
pacificación de Las Segovias, pero tam bién el p ro du cto em in ente d e u n a socie­
d a d agraria atrasada, atraso que conform a y produce las luchas d e clase que
acom pañaron todo el largo p eríodo de la ocupación ex tran jera (1911-1933), que
c o n tin u aro n , interm itentes, en los años posteriores y q ue explican el caudillaje
y el personalism o de la vida política.
L a lucha d e clases de todo este período se en c u en tra enm ascarada como lucha
p olítica en tre las facciones agrariocom erciales dom inantes. La pelea misma
es expresión del atraso de la sociedad: las fracturas de u n a peq u eñ a élite q ue
rep ro d uce p o r generaciones las lealtades h arto tradicionales en tre liberales y
conservadores no p erfila intereses de clase sino en u n a rem ota instancia. Ellas,
las "tien d as” tradicionales de la política, n o corresponden a fracciones sectoriales

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las r a íc e s d e i j \ r e v o l u c i ó n n ic a r a c O e n s e 4 3S

1952 y con Somoza D ebayle e n 1970. P ero esos pactos no era n negocios en tre
iguales sino com plicidades siem pre oscuras de las q u e salió gananciosa la dic­
tad u ra.
T a m p o co el viejo P artid o L ib eral p u d o m a n ten er su u n id a d y su prestancia
p olítica. U n a fracción, m ayoritaria p o r cieno , apoyó el golpe de estado de So-
moza G arcía co ntra el presidente Sacasa (tío suyo) y lo acom pañó e n su elec­
ción y com o p residente constitucional (1937-1943). Ése fue el P artid o L ib eral
N acionalista. O tra fracción lib eral, el llam ado P artid o L iberal In d ep en d ien te, se
m a n tu v o siem pre en la oposición. El estado d e ánim o q u e d iv id ía d e m anera
vertical la estru c tu ra social en tre liberales y conservadores, a veces con ese odio
elem en tal d e la pelea fam iliar, se rom p ió p o r vez p rim era con el alineam iento
m ilita r de Sandino, y luego con la creación del F ren te S andinista de Liberación
N acional. A m bos son m om entos im p ortantes de esa crisis, y el F ren te Sandinis­
ta la expresión conspicua de su superación.
P a ra la m ejor caracterización del p o d er som ocista y del estado q u e funcionó
d u ra n te este largo perío do d e la vida nicaragüense es necesario realizar algunos
cortes analíticos en esa historia. C onviene distin g u ir el p erío do de consolidación
d e la d ic tad u ra p a ra e n ten d er la n aturaleza estatal de la mism a; en esta p rim era
etap a, com o en la de su desarrollo con la segunda generación de Somozas, a p a ­
rece visible la com plicidad del im perialism o n orteam ericano com o u n a cons­
ta n te q u e sólo te rm in a con su d erro ta e n ju lio d e 1979. Y tam b ién la reiterad a
colaboración de diversas fracciones burguesas, cada vez más constituidas. Veamos
tales etapas.
a] 1.a consolidación de la estru c tu ra d ic tato rial se prod uce precisam ente po r
el efecto d e dos m om entos críticos: las consecuencias de la crisis m u n d ial de
1930, q u e en N icaragua tuv o u n efecto desorganizador de la v ida económ ica
de largo plazo al q u e se sum aron las consecuencias p ro fu n d am en te destru cto­
ras de las fuerzas productivas, de la g u erra d e liberación sand in ista (entre 1927-
1933). L a sociedad nicaragüense se m an tu v o estancada d u ra n te este p eríodo y
sólo hacia principios de la década de los cu a re n ta los cultivos de g u erra (cau­
cho, m adera, aceites esenciales) y u n a am pliació n del volum en ex p o rtab le de café
em pezaron a reactivar su econom ía, ta n largam ente paralizad a. Este periodo
coincide con la etap a de consolidación d e regím enes m ilitares au to ritario s en
C cntroam érica y el Caribe, con el apoyo no rteam ericano, com o el ex pediente in ­
m ediato p ara estabilizar a la región. El p rim er p eríodo de Somoza fu e estable
p o rq u e form ó p a rte de esa estrategia co ntin ental.
O bviam ente, la d ic tad u ra no se m o ntó sobre ta l condicionam iento externo;
éste sólo fue la condición necesaria p a ra q u e los factores interno s o p erara n ple­
nam ente. L a tra d ició n política del país, su atraso económ ico y cu ltu ral, la p re ­
sencia de u n a institu ción coherente y m odernizada com o la G u ard ia N acional,
la com plicidad de bu en a p a rte d e la o lig arq u ía y, p o r supuesto, los apetitos
personales de Somoza, constituyeron la condición suficiente.
Así, la estru c tu ra del p o d er au to rita rio , q u e tiene raíces históricas, en c u en tra
en el desastroso clim a d e la crisis de la década d e los tre in ta u n abo no q u e vi­
goriza aquellas raíces; en esa situación d e desorganización p ro fu n d a d e la vida
social, re tira d a la m a rin ería norteam ericana, la sociedad nicaragüense e n tra en
454 10ELBLRTO TORRÍS-RIVAS

u n período d e relativo sosiego. Se la analiza como u n a breve e tap a de reconcilia­


ción intraclase, más proclam ada q u e real. Los rencores del P artid o C onservador
son históricos. E n verdad, la desaparición de S andino y la am enaza de su ejér­
cito de cam pesinos rebeldes recibió el b eneplácito de todos los terraten ien tes, de
ta l m an era q u e la pacificación de Las Segovias q u ed a n o sólo com o u n expe­
d ie n te tra n q u ilizad o r en el p e rtu rb a d o ánim o d e la olig arqu ía sino como un
exp ed ien te extraeconóm ico, exitoso, p ara lim p ia r de cam pesinos antiguas zonas
de ocupación. Así, la d erro ta del sandinism o n o fue u n a d erro ta liberal.
L a form a de acceso de Somoza al ejecutivo es precisam ente lo q u e le perm ite
consolidarse con p osterioridad como el cau dillo nacional im prescindible. E n las
elecciones de 1936 se p resentaría p o r segunda vez en los ú ltim os años u n a fórm u­
la liberal-conservadora civil. W ashington, q u e venía ap licand o u n a política de
no reconocim iento a gobiernos de facto, en v irtu d de los m encionados pactos
centroam ericanos d e 1907 y 1923, rom pió la coherencia d e su política ex terior
hacia la región cu ando reconoció al sangriento gobierno de facto d e M axim ilia­
no H ern án dez M artínez e n El Salvador, e n 1936.
Somoza dio el golp e de estado con tra Sacasa en ju n io de 1936. G u ardó im ­
pecablem ente los buenos m odales de la fórm ula constitucional. El congreso eli­
gió a su am igo Carlos Brenes J a rq u ín presidente in terin o ; lo obligó a q u e con­
vocara a elecciones seis meses después del aband on o del g ob ierno p o r p arte
de Sacasa p ara cu m p lir con el período m ínim o; ren un ció al cargo d e jefe-direc-
to r de la G u ard ia N acional, dejando en su lu gar al coronel R ig ob erto Reyes. Se
hizo no m in ar can didato p o r el P artid o L iberal y u n a fracción del P artid o
C onservador, y cu ando las elecciones se realizaron, se hizo elegir p o r 107 000
votos a su favor y sólo 169 votos para la oposición.
Somoza em erge con u n poder total. C on u n gobierno legítim o y com o el
pacificador del país.
b] M ontada la m a q u in aria dictato rial sobre la base del po der de la G u ard ia
N acional, lo q u e sucedió después es sim plem ente u n corolario casi inevitable.
L a lógica del p o d er hacia su concentración tu vo a q u í efectos inm ediatos, y tal
vez causas em inentes. Si la sum a de los efectos de la g u erra sandinista más los
de las crisis del tre in ta explican el apoyo de q u e gozó el “general de la espada
virgen",1 las consecuencias políticas de la segunda g u erra m u n d ial estim u laro n
su perm anencia p ara u n segundo período. L a p olítica n orteam ericana favoreció
la reelección del general U bico en G uatem ala en 1937 y 1943; la de H ernández
M artínez, e n iguales fechas, en El S alvador y la de C arias A n dino en H o n d u ­
ras, sucesivam ente en 1936 y 1942. El o rd en in tern o en el "backyard” no rteam e­
ric an o era más im p o rtan te q u e la legalidad incluso d e los p ropios tratad os in­
ternacionales q ue, como el de 1923, im piden reconocer a n in g ú n g ob ierno cen­
troam ericano surgido de la r u p tu r a del o rd en constitucional.
E n esta segunda e tap a de la historia de la d ic tad u ra somocista se p rod uce la

l Anastasio Somoza García fue nom brado general, en el m arco d e la más atrasada tra­
dición m ilitar, p o r el general liberal M oneada. Sus servicios profesionales fueron de otra
naturale*a; su bilingüism o prim ero y su m atrim onio después lo alejaron siem pre d e la
línea d e fuego para situarlo desde 1927 com o funcionario de la cancillería. ¡Es p o r eso que
se le llam a as(l
LAS RAÍCES DE L A REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE 435

p rim era y segunda reelección de Somoza G arcía (1943 y 1951) q u e term in a con
su m uerte, e! 21 de septiem bre de 1956, precisam ente cuando ya h ab ía sido pos-
íII L'l(1(J POr tercera YSS pVF su ^ a r t^ ° Liberal p ara la presidencia. E n este p e­
río d o aparecen las lim itaciones y potencialidades de toda estru c tu ra J e poder
centralizado, au to rita rio y personalista. T o d o lo q u e se h ará después de su
m u erte p o r p a rte de los herederos es llevar hasta sus lím ites la n aturaleza sui
generis de esta atroz d om inación de clase. C on la finalización d e la g u erra m u n ­
dial se consolidan las raíces económicas de Somoza; en correspondencia con la
naturaleza agropecuaria de las diversas fracciones de la o lig arq u ía nicaragüense,
Somoza se coloca en el seno de las mism as com o su m ás im p o rtan te figura.2
Fue en su m om ento el ganadero más im p o rtan te de N icaragua y d isp u tó con los
grandes prop ietario s tradicionales de León y G ranad a la prim acía como cafeta­
lero. C om pitió con ventaja en el m ercado p o rq u e desde el inicio confun dió sis­
tem áticam ente el ejercicio del p o d er y la adm inistración p ú b lica como un asun­
to personal. A p a rtir d e entonces, explotó su p o d er político como útil com ple­
m ento de su pro p ied ad privad a. Sobre este p u n to , en el q u e algunos h an q u erid o
ver u n p o d er p atrim o n ial sólo explicable en el seno de u n a sociedad prccapi-
talista, poco diferenciada, volveremos más adelante.
Es im p ortante o tro rasgo que ju n to con el a n te rio r pero m anejado en la esfe­
ra sem iautónom a de "lo político”, com pleta la n atu raleza estatal q u e estamos
tra ta n d o de d efin ir. L a o ligarquía tradicio nal conservadora no se liq u id ó como
clase n i com o sujeto político; no fue derro tad a ni p o r la expansión del cap ita­
lism o agrícola, tardío , n i p o r su exclusión del gobierno, después d e 1927. P erdió
los favores personales, la sim patía, de los funcionarios norteam ericanos encar­
gados de la relación con N icaragua; p ero siem pre h u b o algú n g ru p o del P artido
C onservador en la oposición, así como ta m b ié n h ub o o tro p ara p actar y resolver
en !a negociación las diferencias de intereses q u e los d istanciaba. En las mayores
coyunturas críticas, com o g ustaba rep etirlo Somoza viejo, es necesario p actar
con los conservadores.
E n este rasgo bip artid ista reside lo q u e califica al régim en político. La p re ­
em inencia lib eral te m ontó en la constitución de u n p artid o oficial q u e fue como
u n apéndice bu rocrático del mism o estado. Sus funciones expresivas de rep re­
sentación, canalización de intereses, legitim ación p o r consenso real o atribu ido ,
etc., fueron siem pre funciones menores. En la p ug na in trao ligárq uica o e n las
fracturas inevitables de la burguesía local, los p artido s tradicionales fueron siem­
p re los actores del juego político. Es im posible y desesperante seguir la pista de
las divisiones internas, recom posiciones, alianzas y traiciones que te jen la red
d e lo q u e fue la vida política d e N icaragua bajo los Somoza. AI juego político
legal y público só!o se e n tra b a con careta liberal o m áscara conservadora; como
consecuencia, las reglas del juego fueron d e u n bipartid ism o elitista, en tre iguales
de clase, pero con desiguales o p o rtu nidades p a ra llegar al gobierno. Así, nunca
prosperó n i u n p a rtid o socialdem ócrata n i u n o socialcristiano y menos los de
ten d en cia m arxista. D e nuevo, el F ren te Sandinista vino a ro m per este anillo

2 Hacia 1946 era propietario d e 46 haciendas de café. 51 ranchos ganaderos (cría y en ­


gorde). todos dedicados a la exportación.

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436 l'DFC.BfRTO TO R SIVR IVAS

de fuerza al descalificar p o r igual, com o cómplices, a las facciones burguesas


e n pugna.
D e hecho, los burgueses conservadores fu eron sucesivam ente enem igos y
cóm plices de los burgueses liberales, en u n a pu g n a a la q u e arrastra ro n hasta
cierto m om ento a las dem ás clases. L a o la dem ocratizante surgida del seno de la
v ictoria antifascista y q u e ad op tó en toda C entroam érica u n a clara referencia
an tioligárq uica se expresó tam b ién, con no table sincronia, en N icaragua. T a l vez
resulte obvio reco rd ar q u e en tre 1944-1948 se sustituyeron v io len tam en te todos
los gobiernos surgidos e n la crisis de los años tre in ta y p rorrogados con la vo lu n­
ta d im perialista p o r la crisis de la segunda guerra. En 1944, en N icaragua, se
d esarrolló el p rim er g ran m ovim iento antisom ocista de masas, dirig id o p o r jóve­
nes conservadores.* P ero las norm as del conflicto estaban relativ am en te altera­
das. E n G uatem ala, El S alvador y Costa R ica accedieron al escenario político
fuerzas sociales cuyo d enom inador com ún (profesionales, p eq u eñ a y m ed ian a
burguesía) era el c o n stitu ir opciones nuevas y distintas en el m arco general de
u n a dem ocratización burguesa lim itad a. E n N icaragua fuero n los conservadores,
con escaso elán antio ligárqu ico, los q u e fu n d iero n las luchas dem ocráticas con
las pugnas contra Somoza. Y fracasaron en el em peño.
C om o resum en y corolario de aqu ella ond a reno vad ora regional, la reelección
d e Somoza qu ed ó pospuesta y su P artid o L iberal ap ro b ó forzadam ente la cand i­
d a tu ra de u n viejo rival, el d octo r L eonardo A rgüeüo, p ara las elecciones de
febrero de 1947. Nos detenem os en este episodio p o rq u e constituyó e n su mo­
m en to un "test” para el carácter personalizado, sultanesco y antidem ocrático del
p o d er somocista. E n u n breve recu ento, digam os q u e A rgüello fue electo, d erro ­
ta n d o a u n a coalición con servado ra/lib eral; Somoza retuv o el control de la
G u ard ia N acional, con cuyo apoyo derrocó dos meses después al anciano y terco
presidente. H izo no m b ra r a B enjam ín Lacayo Sacasa (22 días e n el gobierno),
y tras u na forzada convocatoria a la A samblea C onstituyente, llegó a la p rim era
m ag istratu ra V íctor R om any Reyes, arabos tíos de Somoza.
Com o en su prim era elección, llam a en este caso la atención del escrúpulo
ap a rc u ic (?) po r g u ard ar las form as q u e el d ictad o r m antuvo p a ra asegurarse su
nueva reelección. D ebió esperar hasta 1951 y p actar con los conservadores, l a
ética p o lítica, ausente p o r com pleto, no pod ía tra zar aq uella estrategia esencial­
m ente o p o rtu n ista; fu ero n los Estados U nidos los q u e convencieron a Somoza
G arcía d e seguir aquellos pasos. El pacto "d e los generales” (Em ilio C ham orro
y A nastasio Somoza) e n 1959 rep itió la fórm u la ya in ten ta d a con C u adra Pasos
años atrás y sería la m ism a búsqueda p o r restablecer el m odus viven d i con la o tra
fracción d e la burguesía, la conservadora, siem pre dispuesta a la negociación, a
la reg atonería q u e es en b u en castellano la discusión sobre el precio de una
cosa. En v irtu d del pacto de 1950 se concedió al P artid o C onservador participa-

I j s m anifestaciones antisom ocistas determ inaron la intervención y luego el cierre de


la U im ersid a d N acional, del periódico conservador La Prensa y la prueba p u n tu al d e la
capacidad represiva de la G uardia N acional. Los com erciantes c industriales y agricultores
c o n te n adores realizaron un paro total d e sus actividades, p idiendo b re n u n cia d e Somoza.
T a l vez fue éste un antecedente d e los paros em presariales, tam bién dirigido» p o r la b u r­
guesía conservadora, en 1978.
438 EDELBKRTO TORRF-S-RIVAS

latin oam ericano de la época oligárquica. P ero lo fue d e m an era extem poránea,
si así p u d ie ra decirse, pues se consolida a p a rtir de 1940 cuando la declinación
de sus homólogos latinoam ericanos era evidente. E n N icaragua la crisis de la
dom inación o ligárquica se disolvió en u n proceso d e o tra naturaleza. V hab ría
q u e agregar q u e el estado q u e le corresponde no se consolidó n u n ca plenam ente,
a la m anera com o se le en contró en la histo ria concreta d e Costa R ica o Gua-
tcm a!a/E I Salvador.
E n efecto, d u ra n te el período “constitucional” de Somoza I, los precios del
café au m en taro n , y p ara 1946 se h ab ían m ultip licad o p o r siete. Según relata
W heelock,8 la Ley de m edición de tierras, en suspenso hasta 1950, se pone n ue­
vam ente en m ovim iento, y la venta y adjudicación de terrenos baldíos ju n to a
procesos d e vio lenta ex propiación cam pesina n o sólo extien den la fro n te ra agrí­
cola com ercial, sino q u e alteran el paisaje d e la trad icion al agricultu ra del
Pacífico h úm edo d e N icaragua. P ero es el algodón y no el café el p ro du cto q ue
favorece el g ran m om ento del capitalism o en el país. E fím ero p ero vigoroso
triu n fo de la ag ricu ltu ra de exportación y, con ello, consolidación ta rd ía e in ­
com pleta de u n a burguesía que no alcanza a serlo p o r el ciclo político en q ue
ese crecim iento se inscribe.
E l boom algodonero desarrolla el ciclo del capitalism o agrícola y lo lleva a
niveles d e acum ulación com o nu n ca antes conoció la burguesía local. E n el
lapso de doce años el ochenta p o r ciento de la tierra cultivable del Pacífico se
volcó al cultivo algodonero (250 000 m anzanas) con u n ritm o de crecim iento del
e n los prim eros seis años. E n tre 1950 y 1972. año del terrem oto, el café
sólo au m en tó de 17.3 m illones de dólares a 32.9 m illones como valor exportado;
en ta n to q u e el algodón aum entó de 1.8 a 62.2 m illones d e dólares.7 T am b ié n
aparecieron el ganad o y la caña de azúcar como productos q u e tran sform aro n
su stancialm ente el orden económ ico nacional.
Los hechos de la v id a económ ica q u e recibieron u n vigoroso im pulso con la
m odernización de la agroexportación prim ero , y con las o p o rtun id ades indus­
trializantes del M ercado C om ún después, califican de o tra m an era el escenario
po lítico en el q u e se produce la circulación fam iliar de esta d in astía plebeya.
E n febrero de 1957 fue electo, con la sospechosa m ayoría q u e to do fraud e bien
hecho exige, el ingeniero Somoza; como es usual siem pre h u b o u n candidato
conservador, esta vez el D r. E dm undo A m ador, p ara restablecer los térm inos de
la sim ulación dem ocrática. E n 1963, im posibilitado ta n to po r el pro fu n d o males­
ta r in tern o como p o r la oposición norteam ericana, el P artid o L iberal N aciona­
lista se vio com pclido a p ro poner u n a ca n d id atu ra civil, la de R ené Schick,
an tig u o asalariado de Somoza, q u e concurrió d erro tan do a su rival en u n a p ro ­
p orción de 10 a 1. Esta vez, el conservador perdidoso fue el Dr. Diego M anuel
C ham orro. E n este interregno, q u e no d esvirtúa la n aturaleza h ered itaria del
poder de la fam ilia, Luis Somoza retu vo la je fatu ra del p artid o y A nastasio J r.
la de la G uardia.

* J . W heelock R ., Im perialism o y dictadura: crisis de una form ación social, México, Si­
glo X X I. 2a. ed., 1978, p. 82.
T E n 1972, el algodón representaba el 25% del to tal d e las exportaciones d e N icaragua,
la c a in c el 15% y el cafe solam ente un 13%. Véase el inform e del Banco C entral d e 1972.
LAS RAÍCES DE L A REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE 459

A u n antes de la m uerte p rem atu ra de Schick, la m a q u in aria p a rtid a ria se


había m ovido p ara ratifica r lo q u e ya estaba en la esencia de los asuntos del
po der: la ca n d id atu ra del tercero de los Somoza. Los meses q u e precedieron a
la elección del 5 de febrero de 1967 rev elan la n aturaleza cada vez más díscola y
burguesa de la oposición conservadora. Estos comicios no p asarán com o los más
frau d ulento s de la historia lib eral pues siem pre será difícil m e d ir la dim ensión
exacta de este d elito contra la convivencia política, pero p o r h ab e r enfren tado
u n a form idable oposición cívica q u e estuvo en los lím ites mismos d e la insurrec­
ción po p u lar, los mecanism os represivos utilizados en el ascenso de Somoza 111
co nfiguran sin d u d a el inicio de! fin, la len ta p ero in evitable decadencia de la
estru c tu ra dictatorial. P ara entonces, el F ren te S andinista h a b ía sido form ado
y su cam ino ya estaba signado p o r sus prim eras derrotas.

t v . LA CRISIS DEL ESTADO, CRISIS REVOLUCIONARIA

E n toda esta etap a q u e estamos resum iendo, hay dos conjuntos de fenóm enos qu e
conviene analizar po rq u e siendo “ variables” de cu alqu ier m odelo de po der dicta­
torial, su p erm anencia en la historia nicaragüense los convierte en rasgos pro ­
pios de la sobrevivencia del estado. U no de ellos, el m ás genérico, es la im posi­
bilid ad de co nstituir u n poder legítim o q u e sea al m ism o tiem p o legal. L a teo­
ría liberal acepta esta dicotom ía, como a ta n d o hab la d e "leyes de excepción”
q u e buscan resolver el últim o de esos requisitos. La distinción en tre legalidad y
leg itim id ad como un problem a q u e alu de a la n aturaleza de u n pod er q u e so­
brevive en el cum plim iento m ínim o de las reglas form ales del o rd en liberal no
hace sino p la n tear el problem a mayor: ¿puede u n a d om inación p olítica ap o ­
yarse en u n a estru ctu ra incapaz d e legitim arse en el transcurso del tiempo?
L a d ic tad u ra es, p o r definición, ilegítim a; p ero desde la tradició n helénica
p o dría ser legal, justificada como u n caso d e excepción an te circunstancias a n o r­
males. Sobrevive como u n a m alform ación tra n sito ria y, cu ando ello ocurre, hay
m ecanism os norm ales de read aptació n y ajuste. T a m b ié n sabem os q ue la d ic ta­
d u ra to talitaria del fascismo creó su p ro p ia legalidad, como u n sistem a norm a­
tivo autorreferido . L a legalidad del estado es u n asun to tautológico pues p o r
definició n su existencia com o estado es siem pre legal en el sentido de q u e el
m ism o se o rig in a en u n a vo lu n tad norm ativa, constituyente. P ero e n la tra d i­
ción burguesa, el estado pu ed e no ser legítim o. Éste es u n concepto relacional
y a p u n ta específicam ente a contenidos más sustantivos. El problem a de la legi­
tim id a d es u n asunto genérico de intereses d e clase, de d a se do m inante. N o
pued e h ab er u n pod er burgués q u e en el m an ejo de los asuntos generales de la
sociedad coloque al estado en u n a ac titu d de perjuicio de los asuntos p a rtic u ­
lares de la clase.
El problem a de la base legal del estado somocista se resolvió a lo largo del
casi m edio siglo de su funcionam iento a través d e u n a reiterad a violación y re ­
com posición norm ativa. Casi inm ediatam en te después de la p rim era elección de

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LAS RAÍCES DE L A REVOLVCIÓN NICARAGÜENSE 441
El somozato desarrolló el capitalism o en N icaragua y éste aburguesó antes
q u e nada a la fam ilia y luego se am p lió al círculo d e am igos y servidores más
próxim os. Al fin al de esta historia había en el país unos veinte generales cuyo
capital se h a calculado, com o prom edio, e n unos dieciocho m illones de d ó la­
res. E ra u n co n ju n to em presarial im po rtante. Los mecanism os de este proceso
se parecen —pero sólo form alm ente— a aquellos procedim ientos q u e el g ran
visir po n ía a disposición del círculo estrecho de sus favoritos p ara prosperar.
C om o estos procedim ientos estaban acom pañados de u n alto g rad o de violencia
física y a rb itra rie d a d y, además, era n percibidos siem pre com o concesiones p er­
sonales del califa, se creó u n a estructura de lealtades q u e recuerda el juego p a ­
trim o n ial d e la dom inación feudal.8 L a adm inistración d e las cosas públicas, en
este contexto p articu lar, es el gobierno d e los asuntos privados. P or eso se tuvo
la im presión, desde cualq uier ángulo, de q u e la nación era gob ernad a con la m o­
ra l sultancsca d e q u ie n dirige lo p ro p io y po r derecho propio.
El elem ento decisivo d e la nueva situación es q u e con el crecim iento del
p o d er y la riqueza de la fam ilia Somoza creció tam bién u n a im p o rtan te bu rg u e­
sía local en el in terio r de las form as tradicionales de la situación precedente. La
riqueza d e los cafetaleros, ganaderos y com erciantes, m a n teniend o su m em brete
ideológico, se convirtió tam bién en cap ital in du strial y financiero. P ara q u e ello
fuera posible concurrieron dos factores del origen ex tern o: la dem anda del algo­
d ón y la inversión de capital ex tran jero e n las in du strias del M ercado C om ún.
L a exportación algodonera que ta n ex trao rd in aria im po rtancia tuv o p ara la
renovación del orden tradicional en el país tuv o tam bién consecuencias políticas.
Recordem os que se tra ta de u n cultivo an u a l q u e constituye una típica em presa
aven turera, de carácter especulativo. R equ iere u n nuevo sujeto productivo, m o­
d ern o, gcrencial, capaz de re u n ir en u n m om ento d ad o los factores productivos
preexistentes. Y p ara ello su im plantación y desarrollo no pu ed e hacerse al m ar­
gen del estado y sin su protección. El algodón en C entroam érica surge como u na
fibra política de exportación. El auge d e su cultivo e n N icaragua req u irió de
todos los m ecanism os crediticios, legales y de fuer7a q u e el p o d er pone a disposi­
ción de esa burguesía av enturera, o p o rtu n ista, aten ta a las señales del m ercado
p ara cam b iar de ru b ro y sensible p ara la concesión política. N uestra o p in ió n es
q u e con el algodón no podía constituirse u n a burguesía ro b u sta y durad era,
sino u n capital av enturero e itin era n te q ue, altam en te concentrado, concurrió a
fo rm ar el capital financiero.
El o tro factor es la inversión d e las em presas transnacionales y en general
del cap ital ex tran jero en la ind ustria m an ufactu rera, que aparece en cualq uiera
d e sus m odalidades; desplazam iento de em presarios locales, asociación con ellos
p ara su m odernización inm ediata o im plan tació n directa. A unque N icaragua no
resu lta p articu larm en te beneficiada en el inicio del proyecto integraciónista,

8 Sólo recordem os, como ejem plo, que Anastasio II fue director d e la Academ ia M ilitar
violentando lodos los reglam entos del escalafón m ilitar y pasando sobre la au to rid a d , el
prestigio y la antigüedad d e doce generales. ;C óm o explicar q u e Anastasio III, el chigüfn,
a lo» 27 artos fuese m ayor d e la G uardia Nacional y tu vicia dos ayudantes generales? Ejem ­
plos d e esta extraña lealtad m ilitar p o drían traerse p o r centenares, pero es en este marco
com o se explica q u e la G uardia N acional haya perm anecido fiel al jefe.
412 F.DF.fJiFRTO TORRFS r.lVVS

con p osterioridad, en la década de los setenta, hay u n im p o rtan te crecim iento


productivo.
El crecim iento y consolidación de formas m ás decantadas de burguesía ap a­
rece ya en la década de los cincuenta, cuando se constituyen las grandes ag ru p a­
ciones em presariales q u e se supone corresponden paralelam ente a los intereses
de la vieja o ligarq uía conservadora y liberal y q u e se p resen taro n asociadas unas
al gru p o Banco de A m érica (Banam er), fu nd ado en 1952, y otras al Banco N i­
caragüense (Banic), en 1953. Es in ú til hacer la descripción de estos conjuntos, a
veces difíciles de delim itar. Se tra ta, no obstante, de cúspides financieras q u e en ­
trelazan a varios niveles los más diversificados intereses em presariales. Este ca­
p ital financiero estuvo asociado a las grandes corporaciones financieras n o rte­
am ericanas y realizaron con el g ru p o Somoza diversos e intrincados negocios d i­
fíciles de desentrañar. Lo q u e el m ercado u ne q u e la po lítica n o lo desate.
El p u n to final q u e conviene precisar es q ue en su evolución ú ltim a, el estado
somocista no p u d o constituirse n un ca como u n estado burgués m oderno. Sin
ser esfera autónom a, la econom ía era crecientem ente capitalista y el g ru p o So-
moza lo era sin n in g u n a d u da. P ero e n el nivel de lo político-ideológico el re tra ­
so era ostensible. El ejercicio del po der estatal que se realiza de u n a m anera ta n
inm ediata, es decir sin la presencia de instancias interm edias independientes, no
sólo se transform a en un a dic tad u ra con rasgos tradicionales sino que, además,
se personaliza. N i el parlam ento , n i la función jud icial, n i el sistem a libre de
elecciones y el juego p artid ario , o el funcionam iento de organizaciones grem ia­
les, fueron tolerados como mediaciones de control. Se establece entonces un
a p a ra to de estado exageradam ente centralizado, u n po der casi absoluto —de
h e c h o - an te el cual desaparecen todas las com petencias —de ju re— existentes. La
figura del presidente de la rep úb lica em erge y se confunde con !a de director-
jefe de la guardia y con la de jefe suprem o del p artid o. D ebe decirse q u e este
"apod eram iento" de jurisdicciones no corresponde de n ing un a m anera a u n
estado burgués, n i a u n a d om inación burguesa de clase. A unque parezca ilim ita­
do, sin em bargo nunca im plicó la elim inación o disolución del m arco jurídico-
constitucional. Fue, com o se d efiniría en teoría política, u n “apoderam iento p ara
actuaciones de hecho".
El funcionam iento del estado en tales condiciones tiene u n carácter de ex­
cepción. El estado nicaragüense de la época final de los Somoza no era "el es­
tado de todo el p u eb lo ”, n i representaba a la nación. Com o condición de
funcionam iento estableció u n a distancia en la q u e m ediaban la G u ard ia N acio­
nal como cuerpo abiertam ente represivo, p o r u n lado, y el P artid o L iberal, como
instrum en to burocrático de reclutam ien to y control ideológico, p o r el o tro. De
hecho, se im prim ió a la vida social u n m ínim o de im perio del derecho (de ahí
el carácter em inentem ente dictato rial, au n cu ando se tolerara a u n d ia rio de
oposición como La Prensa, o el fu ncionam iento de u n p artid o co ntrario como
el co n sen ad o r), u n a inform alidad típ ica d e la cu ltu ra p olítica nicaragüense y,
paralelam ente, m anga anch a p ara la actividad discrecional de la au torid ad. Así,
el poder n o sólo se centraliza sino q u e crece la arb itrarie d ad , q u e aum enta a
m edida q u e lo hace la autoridad.
F.n realidad es inexacto h ab lar de po der personal. N i siquiera lo sería si se
LOS TR A B A JA D O R E S Y LA L U C H A P O R LA H E G E M O N ÍA EN
A M É R IC A L A T IN A

PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

1. E L C O N CEPTO DE H EG EM ONÍA

N o es casual q u e el concepto de G ram sci sobre la hegem onía tenga acogida en


A m érica L atina. P refigura la lucha p o r el socialismo en u n a estructu ra neo-
capitalista. El concepto req u iere sin em bargo la definición de rasgos correspon­
dientes a u n a situación periférica. N eocapitalism o y neocolonialism o presentan
u n desarrollo desigual de m últiples com binaciones. T o d a s p la n tean la lucha d e­
m ocrática, la lucha p o r la justicia social y la lucha contra las distin tas formas
de la c u ltu ra a u to rita ria y la organización dep en dien te de la vida, com o p arte de
u n proceso histórico de liberación en q u e el concurso activo de las masas ad q u ie­
re u n .significado en parte parecido, y en p a rte distinto, a! de los países más
avanzados del m un d o capitalista. José M artí es tal vez el ejem plo clásico más
acabado de u n líder revolucionario q u e luchó en tre nosotros p o r la hegem onía.
F.n su vida y o b ra se advierten varios rasgos im po rtan tes p ara u n a lectura de
G ram sci q u e nos acerque a la especificidad latinoam ericana.
U n resum en m ínim o del concepto indica q u e G ram sci en tien d e p o r hegemo­
nía: I] L a articulación de grupos y facciones de clase bajo u n a dirección polí­
tica y m oral, 2) la d el “p rín c ip e” o p a rtid o revolucionario —en su caso, el
P artid o C om unista Ita lia n o — q u e fusione 3] a u n a m ultip licid ad de vo lu nta­
des dispares con objetivos heterogéneos, dándoles 1] u n a "ú nica visión del m u n ­
d o " y "»] u n a “ volu ntad nacional p o p u la r”. La lucha p o r la hegem onía supone,
además, u n a estrategia q u e perm ita 6] a la clase o b rera " d irig ir a las clases
aliadas y d o m in ar a las clases opuestas” 7] d en tro de un proyecto revolucionario
p o r el socialismo. L a creación de la v o lu n tad colectiva se d a cuand o 8], u n a
ideología logra difundirse en tre 9] toda la sociedad, y d eterm in ar 10] "n o sólo
objetivos económicos y políticos unificados, sino tam bién u n a u n id a d intelec­
tu al y m oral". E n esc sentido la lu ch a p o r la hegem onía busca im p edir u na
“revolución pasiva" o u n “ consenso pasivo". H a de fundarse en 11] u n consenso
"activo y d irecto", "q u e integre en las masas Ja visión del m undo, y la lucha
económ ica, política y m oral", 12] no sólo a corto plazo sino a largo plazo. Este
objetivo supone, p o r u n lado, 13] u n a "m ística” o “relig ió n p o p u la r" (no es ca­
sual, p o r cierto, q u e M artí fuera llam ado "E l A póstol”), q u e vincule a los d iri­
gentes y a los dirigidos y, por o tro lado, 14] la difusión en la sociedad (con la
ideología y la visión del m undo revolucionarias) de u n a serie de "valores socia­
les q u e no tien en u n a única connotación de clase".
E n los estudios sobre la hegem onía q u e invocan a G ram sci suelen citarse sólo
(*»]

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I.CS TRABA JADORES V L A LU CH A POR L A HF.Cr.MONÍA E N A M ÉR ICA L A TIN A 445

algunos rasgos, o lvidando a m enudo los principales. Es u n a form a de com eter


errores y de estu d iar u n proceso irTeal. O tra consiste en lim itarse a observar si se
d an o no, y cóm o se d an, las características señaladas p o r G ramsci, o algunas de
ellas. Si en u n caso se pierden elem entos esenciales de la lucha de clases q u e
Gram sci co m pu ta, en el o tro n o se registran las experiencias de la clase o b rera
latinoam ericana en las luchas p o r la hegem onía, algunas de las cuales son, en
general y necesariam ente, distintas a las del p ro letariad o italian o q u e G ram sci li­
deró. Pero la lista de errores n o se d etien e allí. R econocida la especificidad de
las luchas en estos países, suele declarárseles de tal m odo distintas q u e se las
coloca al m argen y p o r encim a del carácter universal de la lu ch a de clases. C on
otro s autores y en o tras circunstancias se practican mistificaciones parecidas.
Ello no es casual. L a producción de errores form a parte de la lucha p o r la
hegem onía. 1.a b úsqueda de lo específico, d en tro de lo necesario y universal,
es ta rea indispensable.

I I . A L G U N A S CARACTERÍSTICAS CONCRETAS

E n p rim er térm in o la lucha p o r la hegem onía d e la clase o b rera latinoam ericana


no ocurre en u n estado hegem ónico. De este m odo, no sólo es lucha p o r im poner
el do m inio de una clase q u e d irija a sus aliados y dom ine a sus opositores en un
estado m etropolitano , sino lucha q u e se p la n tea de nación a nación y de nación
a estado, ya sea en los inicios del m ovim iento, ya conform e éste se p rofundiza y
avanza en en frentam ientos sucesivos contra el estado-dependiente y co ntra el
estado-m etropolitano, con tra el estado local, el estado-sucursal, o co n tra el "esta­
do de estados” . La “ volun tad colectiva” em erge, o se m anifiesta, con la agudiza­
ción d e la lucha como “ voluntad colectiva n acion al” frente al im perialism o. En
cu a lq u ier contienda p o r la hegem onía, la clase o b rera latinoam ericana se ve
en la necesidad de e n fren tar al im perialism o com o capital m onopólico y como
estado.
Los errores a q u e d a pie esta situación son p o r lo m enos de dos tipos. El
im perialism o puede aparecer como único ob jetiv o de lu ch a —como en algunos
m ovim ientos populistas, nacionalistas—, o n o aparecer como elem ento Iogístico,
estratégico —com o en algunos p lanteam ientos estructu ralistas e izquierdistas, en
q u e se privilegia la lucha in tern a de clases y se descuida, e incluso se niega, la
existencia de la lucha de clases a nivel in tern acion al, un as veces con el expedien­
te de desm istificar al p o p u li s m o ^ otras d e d eclarar q u e 110 existen países
socialistas o países q u e representen la lucha p o r el socialismo.
E n todo caso en los países de A m érica L a tin a la lucha es con tra u n a hege­
m onía d e la burguesía y el estado dependientes y co ntra el p ro p io estado y la
burguesía m etropolitanos. U nos y otros en trev eran las visiones del m u n d o con
qu e se im ponen. Em plean las form as más tradicionales de la cu ltu ra colonial, v
las com binan con las más m odernas del neocolonialism o y el neocapitalism o
cu ltu ral. Ésa es una segunda característica.

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410 PA BLO CO NZÁLLZ CASANOVA

Las "visiones del m u n d o ” del conq uistado r ibérico, y de sus herederos crio­
llos, se m ezclan con la de las burguesías nativas, y con las d e funcionarios y
voceros del nuevo im perio. Del colonialism o cu ltural se pasa al neocolonialism o
cu ltu ral, del som etim iento con la hegem onía hispánica o lusitana —q u e sacra-
liza m ediante símbolos religiosos la autoritas de amos y señores, ofreciendo a
sus súbditos el "m ás a llá"— se pasa a im po ner visiones de! m un d o hasta que
las masas llegan a creer e n "el Progreso” y "la Civilización” o en “el D esarro­
llo", o e n q u e al menos los principales cuadros y organizaciones dirigentes lo
creen. En la fábrica, la plaza y el estado, la clase o b rera n o sólo recibe el doble
im pacto "tra d icio n a l" y "m oderno ”, el de la an tig u a oligarq uía y el de las n u e­
vas burguesías y el im perialism o, con prelados, locutores y publicistas que
ac tú an en com pleja red de propaganda fid e y comerciales, sino q u e recibe u n
tra to o en tren am ien to especial en escuelas de cuadros m ontadas ad hoc, como
el In s titu tc o f Free Labor D evelopm ent, q u e en menos de diez años gastó alre­
dedo r de 100 000 000 d e dólares p ara form ar dirigentes obreros.
La c u ltu ra colonial y neocolonial existe e n form a dram ática. Se m anifiesta
incluso en los actos de rebelión, en el p ro p io p ensam iento revolucionario. D a
lugar al m ism o tip o de errores que la lucha contra el im perialism o. Puede
aparecer como objetivo único y deriv ar en la falsificación chovinista, q u e oculta
la lu ch a de clases in terna, o su stitu ir u n auto ritarism o cu ltu ral p o r o tro , en
nuevos som etim ientos irreflexivos, incapaces de cap tar la riqueza concreta de la
luch a de clases intern acional e in tern a a p a rtir d e posiciones y decisiones real­
m ente revolucionarias, prácticas, acum ulativas, destinadas a alcanzar u n a ver­
d ad e ra hegem onía nacional, p o p u la r y de clase q u e incluya la ap rop iación crítica
de la cu ltu ra lib erad ora, en sus m anifestaciones superiores, científicas y técnicas,
así como la rein terpretación y revalorización de las cu lturas som etidas, coloni­
zadas, cam pesinas y obreras, o de clases medias.
Los partidos y organizaciones socialistas q u e privilegian la lucha con tra la
burguesía local difícilm ente logran hegem onizar las fuerzas si no se p la n tean
tam bién la cuestión nacional, la liberación nacional. Ésta y la lucha co ntra el
tiran o constituyen los principales móviles de unificación de u n a sociedad alta­
m ente heterogénea, q u e vive las hum illaciones del colonialism o y las d ictaduras
en form as perm anentes, m ás duras q u e las del tra b ajad o r y el p ueb lo m etro po li­
tanos, aunadas a u n a explotación diferencial q u e afecta a la inm ensa m ayoría
de la población, de u n a población dividida en las más distintas form as sociales
y políticas d e trib u s y m inorías, ciudadanos de colores, trab ajad ores asalariados y
endeudados, sindicalizados y no sindical izados, de p la n ta , eventuales, tem pora-
leros, y m ijes. Y ésta es la tercera característica.
La lucha p o r la hegem onía p arte de la cuestión nacional y de la cuestión
dem ocrática como elem entos unificadores de u n a población altam en te hetero ­
génea cuyas luchas interm edias, típicas del m un do neocapitalista, se com plem en­
ta n con o tras típicas de u n m u n d o neocolonial. L a lucha nacional, sin la lucha
p o r el socialismo, la lucha dem ocrática y p o p u la r, sin la lu ch a p o r el socialismo,
son p a rte d e u n co n ju n to de im portantes batallas interm edias, com o las q ue se
d a n p o r los salarios y condiciones de tra b ajo (con dem andas p u ram en te econó­
micas), o las de m inorías étnicas superexplotadas y cam pesinos sin tierra, con
LOS TRABAJADORES Y L A L U CH A POR L A H EGEM ON ÍA E N A MÍRICA LATIN A

dem andas y form ulaciones sólo anticolonialistas, antirracistas y agraristas. A


los peligros de no d a r esas lu d ias se añad en los de quedarse sólo en ellas y en las
ideologías nacionalistas, populistas, agraristas y dem ocrático-liberales q u e las
ltegem onizan, q u e u n en lo diverso.
El p ro letariad o se en fren ta a dificultades extraord in arias p a ra lograr u n a
política hegemónica. El desarrollo desigual y com binado de modos de pro du c­
ción y cultu ras confieren u n carácter m uy d istin to a la clase o b rera de los
países capitalistas altam ente avanzados. Si allá se fom entan diferencias visibles,
éstas se m u ltip lican con la com binación de la discrim inación colonial, de la es­
tratificació n neocapitaüsta, y con el peso considerablem ente m enor que e n el
c o n ju n to de la población tiene la clase obrera y e n la clase obrera la organiza­
ción, sindical o p artid aria . Ésta es u n a cu arta característica.
I.a clase obrera actúa en u n a sociedad m ultiform e en q u e n o se expresa cla-
raram en te la hegem onía del p ro p ie tario como p ro p ietario ni surge clara la
altern ativ a hegem ónica del p ro le tario como proletario. E n el in terio r del
p aís y sus luchas está "lo nacion al” y "lo e x tran jero ”. E n muchos países y regio­
nes se halla el "b lan co ”, el “mestizo", el "in d io ", o el "negro", con relaciones
sociales y laborales diferenciadas d e m odo q u e las razas aparezcan como causa
d e injusticia, com o necesidad objetiva de lucha contra la injusticia. Lo d i­
verso del nuevo coloniaje y lo diverso neocapitaüsta, com binados, hacen p a r­
ticularm ente difícil la u n id a d hegem ónica de u n frente de trabajadores como
altern ativ a a la ideología dom inante, organizada en relaciones de discrim inación
real, com plem entaria de la explotación y de sus móviles capitalistas. La desigual­
d ad y la explotación se reproducen en u na tram a de clases do m inantes y d om i­
nadas q u e o bligan a u n a lucha avasalladora contra el ex tran jero , el blanco, el
mestizo, y a u n a lucha d istin ta según se sea trab ajad or-in dio, o negro o blanco.
L a lucha contra las mediaciones neocoloniales es inevitable. O cu lta a las
masas recolonizadas la esencia del capitalism o con las vejaciones e injusticias
q u e ocurren en u n p rim er plano. La estratificación neocapitaüsta, con obreros
industriales altam en te diferenciados en salarios, prestaciones y derechos oculta
a éstos el sentido del colonialism o actualizado, m ientras tien d e a encam inarlos
a dem andas p u ram en te económicas o corporativas. La dificu ltad de u n a volun ­
ta d colectiva proletaria es visible en la p ro p ia estru cturació n de los partidos.
Ésta es o tra característica más.
C u and o los p artid o s in ten ta n rep resentar u organizar a la clase ob rera como
clase política y revolucionaria, se en fren tan a u n m un d o colonial de incom prehen-
sión cu ltu ral, tribal, lingüística, y a masas obreras generalm ente reform istas y
laboristas, m uchas de ellas de origen cam pesino, y otras relativam ente conform es
con u n juego de sim ples negociaciones laborales del q u e salir significa a m en u­
d o p ag ar costos altísim os q u e am enazan con la caída en la m áxim a pobreza, y
con la vida. Los grupos y partidos revolucionarios, socialistas y com unistas, tie­
n en q u e expresarse en u n discurso necesariam ente m ediado, con térm inos y con­
ceptos m ediados, usuales en las masas, hasta q u e éstas adq uieren , con la lucha,
el lenguaje y la conciencia q u e a aquéllos les resu lta fam iliar. L a distancia de
lenguaje y conceptos en tre vanguardias y masas tien e u n a dim ensión colonial.
L a c u ltu ra su p erio r rebelde aparece con la je ra rq u ía de la cu ltu ra oligárquica.
448 PABLO GONZALEZ CASANOVA

La división, inevitable, en tre vanguardias y masas hace p articu larm en te vu l­


nerables a aquéllas, d an d o pie a u n a dialéctica de dim ensiones tam bién colo­
niales en tre el o p ortunism o y el voluntarism o, en tre la cooptación y la represión,
en tre la co rrupción y la masacre, a la q u e se añaden form as au to rita rias y ladi­
nas de in terp retació n del liderazgo, la p olítica y las ideologías, h a rto frecuentes
en los prim eros revolucionarios, c incluso e n sus sucesores.
T o dos estos problem as no sólo d ificu ltan la articu lación d e los d istintos sec­
tores y grupos del p u eb lo y la clase o b rera en torn o a u n proyecto y a u na
ideología socialistas, sino q u e exp onen perm an entem ente a sus líderes más fie­
les a la política de represión y elim inación de cuadros, característica de las
d ictad u ras latinoam ericanas. C uan d o los gobiernos au to ritario s d e A m érica L a­
tin a no logran d estru ir los ím petus rebeldes de líderes y masas m ediante ca p ta­
ción de unos y desprendim iento o concesiones parciales a los otros, el encierro,
el destierro o el en tierro son recursos habituales.
El fenóm eno es m uy claro p o r lo q u e respecta a los partid os socialistas y
com unistas. E n general se h a lla n de tal m odo acosados, diezm ados, aislados q ue
ese solo hecho explicaría las enorm es dificultades q u e tien en p ara pen sar o al­
canzar u n a política hegem ónica. Sus frecuentes divisiones, su po bre articulació n
in tern a, la p recaria c u ltu ra de líderes y cuadros, su com posición social con n o­
torias diferencias q u e sólo en p arte reflejan las d e los trab ajad ores; los cambios
frecuentes de línea e n actitudes au toritarias, dogm áticas y o po rtu nistas son
o tros tantos factores de inm ensa d eb ilid a d apenas superada p o r algunos p artidos
com o los de C uba, C hile, U ruguay , y en to do caso insuficientes p ara q u e p o r
sí solos p u d ie ran d irig ir u n a política hegem ónica en sus respectivos países, sobre
to d o después de las fuertes persecuciones a q u e fueron sometidos d u ra n te las
"d ictad uras de la depresión”, el auge del populism o y la "g uerra fría”.
Las políticas neocapitalistas con el p ro le taria d o in d u strial, mezcladas con
las más an tiguas de tra to represivo al obrero neocolonial, te n d iero n p o r su
p a rte a com plem entar el aislam iento y debilid ad, no se d iga ya de los p artidos
com unistas, sino de los socialistas y laboristas. En general se atacó d u ram en te
la organización de los obreros e n form a de partid os propios, y más a u n la v in­
culación de partidos obreros con uniones o centrales sindicales. Con excepcio­
nes com o la de C hile, el grueso de los trabajado res industriales fue en cu adrad o
en p artid os populistas, laboristas o socialistas dirigidos en form a vertical, en
g ra n m edida depend ientes o interm ediarios del estado. Y las centrales q u ed a ro n
sin u n a dirección política p a rtid a ria p ro p ia , g uiadas p o r líderes y caudillos sin­
dicales con frecuencia asociados a los populistas, a los p artid o s de estado lib era­
les, socialdem ócratas, dem ócrata-cristianos. La falta de sindicatos en tre los p a r­
tidos revolucionarios, com unistas y socialistas, y la de p artid o s en la m ayoría
de los sindicatos y centrales autóno m as provocaron u n a división perm anen te
q u e cerró la debilid ad hegem ónica de la clase o b rera incluso e n regiones d on de
ésta llegó a m o strar u n a g ran com batividad, com o Bolivia, A rgentina, México
o Brasil.
Las acciones voluntaristas —las decisiones desesperadas de vanguardias sin
masas— son respuestas esperadas p o r el sistem a, controlab le con políticas de vio­
lencia y sociales. A esas acciones se responde con u n a representación y u n a
450 PA BLO GONZÁLEZ CASANOVA

dem ocráticas, pero sin n in g u n a vocación o vo lu n tad de poder, o con ésta muy
m ellada, enco ntrada, m ediatizada, com o se vio en U ruguay, A rgentina y el
p ro p io C hile.
El m ovim iento guerrillero de los años sesenta ten dió con frecuencia a n u ­
trirse de la p eq u eñ a burguesía del cam po y la ciudad, de los estudiantes u niver­
sitarios y de segunda enseñanza, de algunas fracciones del cam pesinado y de los
pobladores urbanos “ m arginados”. A u nq ue ev entualm en te p articip aro n en él
algunos destacam entos obreros, la clase obrera, com o co n ju n to inform e, disocia­
do, despolitizado, m ediatizado, perm aneció al m argen del m ovim iento, incluso en
países donde tiene u n peso considerable, com o A rgentina, U ruguay o Venezuela.
E n los años seten ta p a rte de ese com portam iento ha cam biado, sobre todo en
C entroam érica, y en p articu lar en El Salvador, N icaragua y G uatem ala. Los
o breros se h an sum ado allí, con tod o el pueb lo, a los grandes m ovim ientos in­
surreccionales y populares. P ero incluso en esos países h a n seguido m an ten ien ­
d o dem andas esencialm ente antim perialistas, dem ocráticas y económicas.
L a ru p tu ra de la reproducción del sistem a ocurre en tre crisis mediatizadas,
recuperadas e n form as legales e ilegales. Las vanguardias logran efectos acum u­
lativos lentos, frecuentem ente a la defensiva y en la clandestinidad. A veces y
e n algunos países aprovechan los grandes m ovim ientos políticos y electorales p ara
u n a p olítica de acum ulación de fuerzas, de difusión y pro pag and a ideológica, de
form ación de cuadros e incluso de form ación de núcleos de p o d er obrero. Pero
d ad o el carácter precario de la legalidad p a rtid a ria y electoral, p ro n to esos m o­
vim ientos y los partidos q u e actú an en ellos se ven igualados a los q u e operan
e n las d ictad uras p erm anentes y salvajes, com o h a o currido en A rgentina, U ru ­
guay, C hile o Brasil. E n las crisis se generaliza el terro r y d e éste sólo se sale,
tras el d eb ilitam ien to p o r el exterm inio, la prisió n y el exilio, p a ra regresar a
u n a vida dem ocrática lim itada y con tro lad a, am enazada constantem ente p o r la
v u elta al te rro r. T a l es la política de las clases go bernantes y el im perialism o
en A m érica L atina.
El te rro r no excluye fenóm enos de negociación y concesión diferencial. I n ­
cluso en los países más castigados p o r las d ictadu ras, oligarquías y burguesías
rehacen a m enudo su alianza con "sectores” significativos d e la clase obrera
in d u strial. Así ocurre hasta en condiciones de opresión y explotación casi u niver­
sales. Los núcleos de obreros industriales aliados y sujetos, proporcion'alm ente
m inoritarios, perm ite n a las clases gobernantes u n e q u ilib rio inestable, afian ­
zado por capas medias-altas de profesionales y tecnócratas, q u e llega a apo ­
y arle en núcleos cam pesinos e indígenas encuadrados bajo la ignorancia y la
rep resión tradicional-paternalista-im perialista, auxiliares útilísim os, usados con­
tra las vanguardias revolucionarias.
C u an d o el terror en tra en crisis, el pro letariad o y sus organizaciones son los
últim os en aspirar al relevo. G eneralm ente se sum an a m ovim ientos populares,
dem ocráticos o nacionalistas dirigidos p or organizaciones q u e n i tien en una
com posición de clase, ni sostienen u n proyecto d e clase. Más q u e hegem onizar a
las fuerzas de relevo, el pro le taria d o y sus organizaciones tien d en a sum arse a
ellas.
T o d o lo expuesto da u n cu ad ro real sobre la clase obrera, el sindicato y los
452 PAULO C O N /A l »Z CASANOVA

u n aire de je ra rq u ía q u e deja las decisiones finales a su arb itrio , a su signo p er­


sonal, en función de u n a justicia y u n a razón q u e él m aneja. U n go bernante
así exige culto a su suprem acía y adm iración y agradecim iento. Son sociedades
q u e no aceptan el convenio en tre desiguales, n i negociación con "pelados” ("Yo
no negocio, soy u n caballero" —d ijo u n em presario—), ni presión de abajo, sín­
tom a d e reb elión y deb ilidad o cobardía en q u ie n la atiende. H asta e n las g ran ­
des ciudades, com o Buenos Aires, R ío, Santiago o M éxico, se adv ierten esos
gestos, cuanto más en pueblos y com unidades cam pesinas, y desde luego en los
países hab ituados a la existencia de largas dictaduras. £1 consenso se reduce
a jefes, caudillos, caciques, funcionarios, em presarios. E ntre ellos hay derecho
a presión, a negociación, a acuerdo in ter pares, así algunos tengan u n origen
h u m ilde y u n a vida gangsteril. P ara las masas ese tip o de tra to es im pensable,
y si existe es in terp reta d o ráp id am en te con el discurso paternalista. El "con­
senso" es m uy especial. Se logra m edian te la represión y la concesión je ra r­
quizada.
1.a represión se actualiza u n a y o tra vez con pequeñas arbitrariedad es o ata­
ques atroces. .Se logra como m iedo in tern o y como m iedo al jefe, como fe provi-
d encialisia y fe en el jefe. T a m b ié n hay ignorancia, to n tería real, torpeza p ara
h ab lar, im p ertinencia, todas ellas destacadas con iron ía y con burlas p o r el m an­
d ó n y sus auxiliares inteligentes. Además existen form as d e corrup ción p ara p o­
bres. Se com binan con juicios m orales del señor frente a los q u e n o tien en rem e­
d io, y con el cultivo de u n desánim o de salir adelante, de u n recelo frente a los
q u e q u ie ra n hacerlo, descalificados con acusaciones falsas o fundadas. F.I ju icio
severo contra los "vendidos” q u e no son vendidos y con tra los q u e sí lo son re­
nueva la ab u lia de p ensar y actuar, el descuido del discurso h ilado y la p alab ra
precisa, la falta de voluntad p ara estu diar, com prender u organizarse.
Com binados, el escepticism o frente al líd er con el m iedo a la represión alien­
ta n la estupidez política y esa form a irrespetuosa, discontinua, de pen sar y h a­
b la r q u e en M éxico se conoce como el cantinflism o, b u rla del pensam iento y la
p alab ra, del q u e hab la y del q u e oye, confirm ación d e u n sinsentido q u e p re­
ten de tenerlo. Al m ism o tiem po, en serio, hay invitaciones reiteradas a “ los
m ás listos” p a ra que com partan la viveza criolla, y los beneficios d e u n a in m o ra­
lidad irredim ible. P ara colmo, lo q u e sirve p ara d o m in ar es declarado causa de
dom inación. ¿De q u é o tra form a se pu ede g ob ernar en países de tontos, flojos,
corrom pidos, e irresponsables? El círculo feroz se cierra con filosofía satisfecha,
a la vez tradicionalista y m uy m oderna.
La hegem onía q u e ejercen Jas clases do m inantes en estas sociedades está
com puesta d e represión física y cu ltu ral, sin q u e la cu ltu ral sea m enos im p o rtan ­
te; op era hasta en los m om entos suaves, serenos. Lo q u e es más, desgasta las
alternativ as mismas, los propios intentos d e rebelión. Se inserta e n ellos como
recurso ú ltim o d e dom inación, de hegem onía esclavizante, renovada. La repre­
sión cu ltu ral no sólo sirve p a ra co n tro lar al tra b ajad o r cu ando éste tiene m iedo,
es ig norante político y to n to social, em b rutecid o indolente. Sirve p ara do m in arlo
cu ando u n a p a rte de su inteligencia se ilum ina, cuando u n a parte de su v o lu n ­
tad y de su ra b ia se enardecen, cuando se decide a actuar. E n esos casos no sólo
op era p ara d ar falsas salidas azarosas —con esperanza de m ilagros—, o arb itrarias
PA BLO GONZALEZ CASANOVA

eionario". El problem a es particu larm en te vivo en regím enes do nd e las o rga­


nizaciones jerárquicas del estado llegan a p ro n u n ciar el discurso del pueblo
o del p ro le tario y a en a rb o lar sus banderas rebeldes. P ero es aú n más pro fun do
y oculto cuando los verdaderos líderes rebeldes reproducen la cu ltu ra del
au to rita rism o y la m anip ulación de las clases gobernantes.
I.a definición no se hace p or las ¡deas que expresan ni po r los proyectos q ue
sostienen los de arrib a, así sean ex trao rd in ariam en te bondadosos y sinceros. En
ellos se en c u en tra la sem illa dem agógica, de an tem an o incapaz de cum plir, y
q u e se reserva .señalar ritm os de avances y lím ites d e concesiones y reformas,
o visiones ilusorias, vulnerables u na vez q u e se h a n cum p lido los papeles m edia­
dores. El p ro blem a sólo se resuelve con u n a au to no m ía de las organizaciones
}>opularcs y proletarias, con u n a au ton om ía de la m oral de las mism as y sus
m iem bros, y con u n a au tonom ía intelectual y práctica, q u e ex tiend e la cu ltu ra
p olítica y la práctica política consciente en tre las prop ias bases, lim itand o el
secreto a la guerra, y el engaño al enem igo, m ien tras en las pro pias filas se im ­
pone tina nueva disciplina intelectual y política, en q u e la au to no m ía de las
organizaciones frente al estado y la cu ltu ra d om inantes se fortalece con las rela­
ciones internas, no sólo respetuosas sino dem ocráticas, y con el tra to de unas
organizaciones populares con otras, no sólo respetuosas d e las bases sino de sus
representantes en toda acción conju nta, d e alianza o frente.
I.a lucha p o r la hegem onía em pieza con u n a lucha p o r la auto no m ía de las
organizaciones, p o r la autonom ía de la conciencia, la m oral y la disciplina. Se
libra necesariam ente en sindicatos, partidos, pueblos, centros de trab ajo , escuelas
y universidades. Se com plem enta —tras la tom a del poder o p ara la tom a del
p o d er— con experiencias en órganos de pod er p o p u lar, e n com ités de defensa,
en sistemas de co-gobierno, d e particip ació n, co-gcstión y autogestión, "asam ­
bleas d e reactivación de fábricas" y “Consejos de P roducción”, como en N ica­
ragua. que hagan d e la disciplina intelectual-racional y de la m oral de lucha y
producción un hecho cotidiano, eficaz en sus objetivos d e defensa y construcción
social y base o antecedente teórico-práctico de u n socialismo realm ente dem o­
crático.
luí lucha p o r la hegem onía n o sólo im plica u n a lucha co ntra la visión de
la vida cotidiana, sino p o r la preparació n de la v o lu n tad y la inteligencia p ara
u na práctica d istin ta. N o sólo exige el respeto a la dign id ad y soberanía obrera
p o r p arte de autoridades y em presarios, sino de los representantes y delegados
obreros. C uando el líder o b rero le hace tra m p a a sus com pañeros am bos d ep e n ­
d en del p atró n .
En las organizaciones trabajadoras la lucha p o r la hegem onía supone una
nueva form a de d a r órdenes, u n a cu ltu ra crítica y práctica, política y de poder,
u n a c u ltu ra del discurso consecuente, la discusión y la polém ica, con lógicas de
u n ió n y discusión fraternal, q u e acaben con la secta y la trib u —propias de tira ­
nías y colonias—, q u e desarrollen energía y au to rid ad colectivas ju n ta n d o fuer­
zas y decretan do sanciones sólo en casos claram ente punibles, pero sin concesión
a lg u n a a los sentim ientos autodestructivos, sin autocríticas q ue parezcan más
confesiones y autoflagelaciones qtie análisis p ara u n a acción cada vez más efecti­
va de las organizaciones y las bases, y q u e descarten este cúm ulo de juicios
LOS TRABAJADORES Y L A L U CH A POR L A H E CLM O N ÍA E N A M ÉRICA L A TIN A 455
absolutos (malísim o-buenísirao) sobre los triun fos alcanzados o posibles, propios
de la cu ltu ra del am o, en q u e éste observa: "C uand o digas m entiras yo voy a
saberlo. Los m entirosos h ab lan como yo les he enseñado p ara saber q u e m ien­
ten. U san u n a lógica m etafísica q u e yo dom ino. C aen e n m i tra m p a.” L a lucha
p o r la hegem onía, desde la autonom ía, supone u n cam ino de alfabetización y
concientización en que el hom bre tiene q u e ap ren d er a hab lar, y d ebe ap ren ­
d e r dialéctica.

IV. ALGUNAS E X PERIEN CIAS DE TRIU N FO

¿Cómo se logra la hegem onización de fuerzas en esas condiciones, y q u é signi­


fican los triun fos alcanzados desde el p u n to de vista político y de clase? Ayer
C u b a y hoy N icaragua, vencedores del tiran o y el im perio, nos acercan a u na
definición histórica de la lucha p o r la hegem onía en A m érica L atin a. Esa lucha
se p uede com parar con textos surgidos de m undos y situaciones distintos, y con
los propios requerim ientos q u e im pone la situación en cada país latinoam erica­
no. Su histo ria es de una extrem a com plejidad. E ncierra m ú ltiples batallas,
algunas registradas en la historiografía revolucionaria, e n obras y discursos,
o tras q u e q u ed a ro n como estilo y vivencia de colectividades sin m em oria escrita,
desperdigadas en relatos de insurgencias de enclaves, m inas, e ingenios, fábricas,
llanos y sierras, pueblos y ciudades. La h isto ria d e la enajenación, d e la au to n o ­
m ía y la conciencia d e los trabajado res y los pueblos latinoam ericanos está p o r
hacerse.
Lim itándose a las dos experiencias m encionadas, varios hechos parecen cla­
ros. E ntre ellos destacan los siguientes: 1] las vanguardias revolucionarias no
logran la hegem onía a p a rtir de la clase o brera, n i b ajo la dirección de u n o de
los partidos de la clase obrera. 2] la relación clase-sindicato-partido aparece o ri­
ginalm ente superada p o r la relación: grupos revolucionarios (que incluyen a
partid o s o fracciones de partido)-frente-sindicatos-nuevo p a rtid o organizado (o
en proceso de organización tras la tom a de poder)-órgano de p o d er popular-
y-sindicatos, organizados con el nuevo estado. 3] la relación mayoría organiza­
d a-tom a del p oder es sustituida en la práctica p o r la relación inversa: tom a
del poder-organización m ayoritaria de trab ajado res industriales, agrícolas, de
com unidades indígenas, y órganos d e po der p o p u la r y defensa revolucionaria. 4]
la ideología revolucionaria —concretam ente, el socialismo científico— no es d i­
fu n d id a en las m ayorías antes de la tom a del p o d er ni in m ed iatam en te después.
A lo sum o se d ifu n d e u n a p a rte de la m ism a, en sus .expresiones más simples. 5]
el proyecto socialista n o es en arbolad o com o p rio ritario antes de la tom a del
pod er n i in m ediatam ente después. 6] la “ visión del m u n d o ” y "la vo lu n tad so­
cial p o p u la r” o peran con símbolos m orales e ideológicos m uy generales q ue
recu erdan gestas anteriores (en p articu lar las de M artí y Sandino) y q u e invocan
la “ R evolución” com o sím bolo y exigencia de lucha y com prom iso con los héroes
y los m ártires caídos. E n to rn o a ellos se crea u n a m ística y u n a fuerza im presio­

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456 PA BLO CONZÁI.EX CASANOVA

nantes. 7] la auton om ía ideológica, sindical y política del p ro letariad o n o se


alcanza antes d e la revolución, salvo p o r núcleos y g rupos ínfim os. Lo q u e surge
es u n a ru p tu ra de la vida co tidiana y u n a decisión in q u e b ran tab le d e exponer
la vida en la lucha.
Los fenóm enos anterio res se distin gu en considerablem ente d e los q ue G ramsci
registró en su teoría y estrategia p a ra u n a política hegcm ónica del p ro le taria­
d o revolucionario. E n cam bio hay u n o q u e cobra p a rtic u la r relieve: la d ifu ­
sión de u n a serie de valores sociales q u e n o tien en u n a ún ica connotación de
clase. El fenóm eno se m anifiesta con vínculos claros con la política de frente
y con el carácter concreto en q u e se lib ra la lu cha de clases. Dos problem as
destacan al respecto: el prim ero es q u e —p o r lo menos d u ra n te una etap a de
d u ració n variable— prevalece la lógica de frente sobre la lógica de clase, el len­
gu aje de frente sobre el lenguaje de clase, el discurso de fren te sobre el
discurso d e clase. E l segundo es q u e —en esa mism a e tap a— prevalece la am bi­
güedad ideológica y program ática en relación a la lucha d e clases al tiem po
q u e ésta se intensifica y agudiza.
Las contradicciones aparecen vivam ente m ediadas y se defin en en los hechos.
Los revolucionarios y los contrarrevolucionarios tien en u n a conciencia, más o
m enos clara y a veces m uy clara, de la agudización d e la lucha de clases.
Los contrarrevolucionarios advierten en el frente u n peligro q u e am enaza
sus intereses d e clase, tem en u n proyecto antim p erialista parcial o to talm en te
an ticap italista y en este caso socialista. P ero se dividen, y m ientras unos se op o­
n en a cu a lq u ier m edid a an tim p erialista y anticapitalista, tachándolas de co­
m unistas. otros tra ta n de q u e éstas se lim iten a una restru cturación del estado,
con rcacom odo de las fuerzas sociales, d en tro del capitalism o. En cu a n to a los
revolucionarios, se dividen a su vez en tre quienes exigen u n a confrontación in­
m ediata y total d e clases p ara saltar al socialismo —q u e son u n a m in o ría incluso
e n N icaragua—, y quienes hacen de la tom a del estado el p u n to de p a rtid a p ara
u n p olítica de acum ulación de fuerzas sin p ro p o n er verbalm ente u n proyecto
socialista. P ara éstos la lógica de la lu ch a de clases se d efine con los hechos. La
lógica y el discurso de frente tam bién. Las acciones d e clase se in te rp re ta n —tras
los hechos— d en tro de u n proceso durísim o en q u e el p u n to de consolidación
de las fuerzas revolucionarias n o está definido. M uchos en N icaragua h a n escri­
to y h ab lad o en favor del socialismo, h a n m anifestado su ab ierta solidaridad
con C u b a y se h a n identificado con sus luchas; pero están dispuestos a ju g a r u n
juego e n q u e todos están conscientes d e la intenció n del enem igo y no ex p re­
san reiterad am en te sus propias intenciones q ue para ellos m ism os se d efinen en
los hechos.
Las clases desplazadas y el im perialism o tien en clara idea del p eligro q u e la
am big üedad esconde. T a m b ié n les en ojaría u n m ero proyecto nacionalista o de­
m ocrático. Si d e inm ediato no destruyen el proceso —o no in te n ta n destruirlo
con la b ru ta lid a d con q u e lo h icieran e n C u ba— es p o rq u e p la n eab an su des­
viación, desestabilización, captación, esto es, p o rq u e p la n ean co n tro lar cual­
q u ie r crisis del nuevo gob ierno intensificando los elem entos potenciales de la
m ism a con el blo queo —ab ierto y sim ulado— y la desestabilización.
1.a llam ad a política de desestabilización es el arte de con vertir las crisis re ­
«.OS TRABAJADORTS Y I_\ LU CH A POR L A HFCF.MONÍA E N A M ÍR IC A LATIN A

volucionarias y las dem andas insatisfechas del pu eblo en factores de recupera-


ción. Es el arte de u n a contrarrevolución hecha p o r el p u eb lo p a ra la oligar­
q u ía y el im perialism o. Éstos fom entan el idealism o consum ista y tam bién el
izquierdista: "P id an todo, aho ra.” E n N icaragua hay obreros q u e dem an daron
100 y 200% de au m en to de sueldo. Son alentados. H ay u n g ru p o "Sim ón Bolí­
v ar” q u e p reten d ió d irig ir y acelerar la revolución sandinista. Son penetrados,
acelerados.
La desestabilización cu enta con la falta de u n a conciencia d e clase revolu­
cio naria, de u n a conciencia decidida a sacrificar dem andas actuales. Enardece las
d em andas genuinas, reales e ilusorias. A busa de la in c u ltu ra política general.
La diferencia de N icaragua con C hile es q u e el ejército sandinista dirige el p ro­
ceso, con u n pueblo cada vez más organizado y u n ejército p ropio. L a ofensiva
desestabilizadora en c u en tra allí u n pod er p o p u la r que es organizado po r !a p ro ­
p ia dirección revolucionaria y n o co ntra ella. Pero como antes de la tom a del
p o d er no se alcanzó el nivel ó p tim o de u n a altern ativ a hegem ónica, todo ele­
m ento de in c u ltu ra política, de diferencias y enajenaciones ideológicas es u tili­
zado con signos "populistas", “socialdem ócratas”, ‘'izquierdistas” y co ntrarre­
volucionarios p a ra en fren tarlo a la dirección revolucionaria q u e derrocó al
d ictador. Ésta d a la lucha p o r la hegem onía sobre la base d e u n fervor, de u n a
“m ística” revolucionaria considerablem ente extendidos, pero desde niveles m uy
bajos, ta n bajos q u e el sim ple hecho de enseñar a leer y escribir organiza la
conciencia y la volu n tad colectivas. Las m edidas q u e afectan la prop iedad de los
m edios de producción, y las q u e respaldan a las fuerzas arm adas revoluciona­
rias con la creación de órganos de control p o p u la r y com ités de defensa, son
elem entos q u e aseguran y hacen avanzar la nueva política hegem ónica.
La p ro fundización del proceso p la n tea necesariam ente u n a dialéctica de
frente y clase en q u e varían u n a y o tra , sin q u e autom áticam ente se pase de la
p olítica de frente a la de clase. La lógica u n itaria , la lógica de frente —q u e ayudó
a g a n a r— tien de a consolidarse y am pliarse, m ientras el p u eblo tra b ajad o r se
organiza como p ueblo y como trab ajad o r. El proceso se da en m edio de fenóm e­
nos q u e sorprenden a la inteligencia política. U n a sorpresa consiste en ver cómo
se ju n ta n e n el F rente grupos y facciones revolucionarios y dem ocráticos q u e se
atacaban con extrem a violencia poco antes d e la tom a del poder. O tra cuando
se advierte la lúcida m adurez con q u e u n g ran n úm ero de dirigentes y cuadros
m aneja la p ro p ia dialéctica de frente-clase, la dialéctica nacional y po pu lar, la
d em ocrática y án tim onopólica, la nacional e intern acio nal. O tra más al ver cómo
el in telectual revolucionario integra su c u ltu ra universal con su p ráctica de lu ­
cha y gobierno, en q u e lo concreto del concepto realm ente u n e lo q u e antes
estaba dividido. T o d o ocu rre m ientras se repro du ce la am bigüedad de valores
q u e tien en la más d istin ta connotación de clase, a nivel internacion al e interno.
Y sin q u e necesariam ente se despeje con u n análisis expreso de la lucha de clases.
Es u n a lucha p o r el pod er nacional, el po der p o p u la r y la organización de
los pobladores y los trabajad ores p articu larm en te difícil y riesgosa. El im perialis­
m o y la burguesía in ten ta n perm anen tem en te recuperarla, y las fuerzas revolu­
cionarias no pueden profun dizarla en form a lineal h asta el socialismo.
L a lu ch a de clases se d a con m ayor inten sidad tras la tom a del poder. Pero
LOS TRABAJADORES Y L A L U C H A POR L A H ECEM O NÍA E N A M ÉR IC A LA TIN A 45»

el análisis de clase, y se difunde, con éste, el socialismo científico. E n C u ba la


contradicción de clases em erge como e! últim o recurso.
En N iarajua existe, hasta atiorai u n discu™ <¡»eintenta “ Atener u ™ .
gru en cia sobre la base de u n po der p o p u la r cfcctivo, con respuestas de frente
a las acciones de clase del enem igo ex tern o e interno , incluso a aquellas com o
la de R obelo, con su p artid o político de em presarios. P ero existe la intención
consciente y expresa de m a n ten er y consolidar u n prolongado po der pop ular,
una democracia revolucionaria y popula r de larga duración. E n ese sentido la
política de frente no es d istin ta a la de C uba; sólo cam bia en ta n to el proyecto
se pro p one u n a dem ocracia p o p u la r de larga duración, d istin ta a la d e frentes y
gobiernos popu lares anteriores p o r su lógica de po der basado en las masas tra ­
bajadoras y en las capas pobres del p ueb lo q u e se organizan p ara el gobierno,,
la producción y la defensa.

V. I.A TEO RÍA CAUTIVA

El carácter de las luchas p or la hegem onía y de los triun fos alcanzados p o r C uba
y N icaragua lleva con frecuencia a conclusiones falsas. U nos tiend en a ver en
esas luchas p ru eb a de q u e la liberación y el cam ino al socialismo en nuestros
países n ada o poco tien en q u e ver con u n p artid o m arxista-leninísta, con la d i­
fusión del pensam iento y el ideal socialista y ni siquiera con la hegem onía de
la clase obrera. R ápidam ente se lanzan a descalificar cualq uier propuesta q u e se
fund e en !a idea del partido, del papel de la clase, de la difusión del socialismo
científico, e incluso de la lucha de clases. O tros, aferrados a im poner los esque­
mas ultram arinos, q u ieren q u e la revolución sea como tienen previsto los esque­
mas, o se niegan a aceptarla como tal. E n tre am bos organizan u n a polém ica de
la q u e difícilm ente salen, pues en el fondo encierra dos versiones distintas de u n
mism o colonialism o cu ltu ral, el de los negros qu e se p in ta n como blancos y el
d e los q u e creen q u e tien en q u e lu c h ar com o negros.
En éste, como en muchos otros punto s, la conceptualización de lo real queda
filtrad a y oscurecida por connotaciones d e lecturas q u e evoca la m em oria sin
traslación o redefinición a lo vivido como experiencia política y revolucionaria,
o como condición social, como relación social viva. La teo ría de la realidad es
reprim ida.
A la clase o b rera se la ve como sustancia, o no se la ve. Como sustancia
tiene u n a función asignada. C uand o no la cum ple se espera q u e p o r necesidad
esencial ha de cum plirla, o se pierde fe en su existencia mism a. E stud iar la
relació n q u e gu ard a la clase obrera ind ustrial con el resto de los trabajadores,
con los campesinos pobres, las com unidades indígenas, los pobladores urbanos,
los estudiantes, los intelectuales y, en general, las clases m edias; ver cómo se halla
organizada en form a de sindicatos, partidos, coaliciones y q u é p arte d e ella lo
está y cuál no; estu d iar sus dem andas vitales y la solución q u e d a n a las mismas
la clase p atro n al y el estado, y considerar en q u é form a se vin cu lan o separan

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LOS TRABAJADORES Y I.A LU CH A POR L A H EGEM ONÍA E N AM Í.RICA L A TIN A 401
m arxism o-leninism o real y del pensam iento revolucionario, de la form a en q ue
o p era y se d ifu n d e el socialismo científico q u e llega a tener muy poco de cien­
tífico y m ucho de dogm ático, el análisis de lo dogm ático y sus características, d e
la form a en q u e es superado h asta q u e el pensam iento ad qu iere la riqueza d ia ­
léctica visible en los grandes líderes de la revolución latinoam ericana, así como
el estudio de las form as en q ue con u n socialismo realm ente científico o sin él
se d ifu n d e esa dialéctica revolucionaria, vinculando los conocim ientos ad q u i­
ridos de aquél a la riqueza de ésta, son fenóm enos cruciales, p articularm en te
descuidados.
L a realid ad q u ed a fuera de la discusión y el análisis, de la teorización y la
investigación. T a m b ié n q u ed a n fuera sus intérpretes más experim entados. El
d ebate se realiza con discusiones abstractas y con u n leng uaje form al tam bién
irreal. L a in terp retació n y la representación llegan a convertirse en u n em peño
te atral o cerem onioso, más que político, en q u e la ideología —como expresión
falsa de la realid ad — tien e los m árgenes de in terp retació n y representación carac­
terísticos del tem plo o del teatro, com o lim itaciones p ara la política y la acción;
e n q u e la idea del tiem po corresponde a escenarios ficticios y a lugares sagrados
a los q u e escapa la historia de los grandes períodos y esos mom entos densos
en q u e el a p a ra to represivo puede ser accionado en cosa d e m inutos, o en q ue
irru m p en en form a súbita y explosiva las masas m arginadas, las m ayorías q u e
n o tien en p artid o n i sindicato, o las q u e tienen u n p a rtid o q u e no se llam a
p artid o.
El debate lleva a falsas alternativas. ¿P artido o frente? ¿Lucha de clases
o lucha hegemónica? ¿Cláse o masa? ¿D emocracia p o p u la r o socialismo? Con
ese expediente se en frentan en la práctica ideológica partidos con tra sindicatos,
frentes con tra p an id o s, el "reduccionism o hegem ónico” con tra el “reduccionis-
m o de clase” , el "reduccionism o po lítico” contra el hegemónico, y así se pierde
la dialéctica de lo real p ara im poner u n a d e interlocutores qu e tom an posiciones
teóricas sin ten er posiciones políticas n i responsibilidades políticas, n i idea d e
unas y otras, con lo que todo queda reducido a posiciones y decisiones de sectas
en función de la opción q u e tom an las partes en las falsas alternativas. I.os
em bates siguen. C ada p a rte sostiene sus tesis de m anera ta n to más agresiva cuan­
to sólo d a cu en ta de u n a realidad m u tilad a q ue sale de la dialéctica real p ara
instalarse en la retórica, hecha de calificativos, y tam bién de sutilezas, algunas
increíbles p o r la com plejidad de contundencias mezcladas con lo alusivo y elu ­
sivo, característicos de u n a an tig u a cu ltu ra colonial. Los actores representan p a­
peles rebeldes con u n lenguaje revolucionario cuidadosam ente despojado de su
posib ilid ad de com prender y cam biar la realid ad colonial y oligárquica, im pe­
ria lista y m onopólica, no se diga ya la esencia m ism a de u n capitalism o sólo
recordado p ara olvidar al im perialism o, y del q ue no se hab la en cam bio como
fenóm eno de explotación influyente en conductas y relaciones políticas y cul­
turales. todo b ajo el espejismo de q u e los verdaderos problem as se resuelven
o p ta n d o en tre disyuntivas.
El falso análisis de la hegem onía se lim ita a la categoría del poder. Es un a
versión de la política in tern a q u e equivale al análisis de la p olítica internacio­
nal, como m ero problem a de bloques. E n am bos casos se pierde la lucha de

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462 PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

clases corao d eterm in an te in tern a e internacional. Al criticar, con razón, los fal­
sos esquem atism os y las hipóstasis q u e d escuidan hechos políticos y culturales,
se ab an d o n a la explicación y el análisis de clase. Al descalificar con razón el es­
tu d io q u e descuida las m ediaciones se qu ed a preso de las m ediaciones. La res­
p uesta elem ental q u e consiste en e n fren tar el análisis de clase al análisis hege-
m ónico sin registrar las expresiones fenom énicas consolida la falsa disyuntiva
e n tre análisis de clase o análisis hegem ónico, análisis de p artid o de clase o an á­
lisis de frente o bloque, sin considerar u n a tercera posibilidad de lucha de
clases en el pro p io frente, y de análisis de las funciones del p a rtid o e n el
fren te o bloque.
T o d o s estos errores y mistificaciones expresan sin aclarar la am bigüedad
real d e las luchas de liberación y p o r la dem ocracia. El hecho de q u e éstas
p rivilegien, d u ra n te u n a etap a más o m enos larga, la liberación nacional, la
caída del tirano , la construcción de u n a dem ocracia de masas, h a derivado en
d os tipos de teorización: u n a en q u e los procesos revolucionarios sólo se ex pre­
san con el anun cio de regím enes dem ocrático-populares, y en el discurso q ue
tien d e a consolidar el poder p o p u la r, nacional, dem ocrático, u n itario ; y otra,
e n q u e el ideólogo conform ista o izquierdista declara fin iq u ita d a la lucha de
clases, o exige saltar a ésta sin la m ediación necesaria, en postulaciones irreales
de la hegem onía sin clases, o de u n p aís sin clase o b rera hegem ónica al q u e se
ex ig e saltar, sin más, directam ente al socialismo. M ientras la am bigüedad del
p rim er tip o de discurso es a m enudo necesaria y obedece a la realidad de un
m ovim iento popular, y a la necesidad de u n discurso u n itario , la teorización
dogm ática, sin clases, o con u n a clase de poderes ilusorios, es insostenible. El
problem a n o deja de ex istir en am bos casos; pero e n el prim ero se p ued e corre­
g ir con la educación p olítica de cuadros y el afianzam iento real del p od er po­
p u la r, m ientras en el segundo exige u n a crítica a la teoría ab stracta p ara que
vuelva a lo real.
A hora bien, lo real, lo concreto, es q u e el p rim er p rotagonista de estas lu ­
chas n o es el p ro letariad o sino el pueblo. En todos los casos de triu n fo aparece
la categoría de lo popu lar, desde el inicio del proceso hasta la tom a y consolida­
ción del p o d er liberador. La clase o b rera y el proyecto socialista constantem ente
se ven m ediados p o r la categoría real y concreta del pueblo, ya sea antes de la
to m a del poder, ya d u ra n te el triu n fo d e las fuerzas liberadoras. Este hecho cam­
bia sustancialm ente el p lan team iento sobre la hegem onía y su dialéctica en estos
países, no porque desaparezca la clase o la lucha d e clases, o la lucha p o r la
hegem onía de la clase obrera, como algunos pretend en, sino p o rq u e ésta se d a
e n distin tas condiciones, e n q u e el pueblo-protagonista cobra más o m enos re ­
lieve, más o m enos peso, au n q u e encierre siem pre en el fondo u n hecho innega­
ble: q u e en esta etapa d e transición la lucha esencial y p ro fu n d a es en tre el
capitalism o y el socialismo, entre dos sistemas sociales y q u e en ella el frente del
tra b a jo y el frente del cap ital juegan u n papel básico y u n papel d efin id o r o
definitivo.
El estudio de la hegem onía se pued e ab o rd ar de dos m aneras, u n a —como
d ijim o s— que se lim ite a buscar diferencias en tre el pensam iento de G ramsci (o
sus sucesores) convertido e n m odelo de p olítica p a ra la d ase obrera, y o tro que
POLÍTICA ECONÓMICA V HEGEMONÍA

ROLANDO CORDERA CAM POS

1. PRESENTACIÓN

El prop ó sito de esta breve com unicación es p la n tear algunas ideas en to rn o a la


p otencialid ad de la política económ ica como u n cam po de lucha hegem ónica (de
ejercicio hegeinónico; de p ráctica contrahegem ónica; d e canal p ara la construc­
ción d e u n a nueva hegem onía).
La an terio r es u n a preocupación q u e ha ad q u irid o creciente p ertinen cia y
actu alid ad en M éxico. Com o se sabe, en los últim os años el m ovim iento p o p u ­
lar, y en especial los trab ajadores organizados, h a n em pezado a trascender el
cam po m eram ente reivindicativo, de oposición p u n tu a l, p a ra ad en trarse en el
de los p lanteam ientos program áticos, centrados en la necesidad d e llevar a cabo
reform as económico-sociales de p ro fu n d id a d y extensión considerables.
O bviam ente, este ejercicio program ático de orientación reform adora p ro n to
desem boca e n el terreno q u e e^ propio de la p o lític a económ ica. Sin em bargo,
n o h a llevado al m ovim iento obrero n i a sus partidos a asum ir a la política eco­
nóm ica como u n espado politicu susceptible de ser “p en etrad o ", más bien, en
general se ha te n d id o a concebirla com o u n a p ráctica exclusiva del estado fren­
te a la cual el m ovim iento ob rero debe, según sea la ó ptica ideológica q u e se
adopte (“reform ista”, “p ro le taria ", "revo lu cio naria", etc.), ejercer la denu ncia,
p e d ir m odificaciones en su favor, apoyar o rechazar, p ero siem pre "desde fuera".
Las notas q u e siguen tr a ta n de ubicarse en u n a perspectiva diferente. Com o
se d ijo antes, a q u í se p arte de la hipótesis de q u e la p olítica económ ica, con las
m ediaciones y especificaciones q u e se q u ie ran , no es u n c o n ju n to lineal de
decisiones generadas y procesadas en la cum bre sino u n terren o de lucha social
q u e es im prescindible " explorar” po líticam ente, ta n to en el com bate coyuntural,
hoy cen trado en la búsqueda de alternativ as p ara salir de la crisis, como en
el más general y am bicioso q u e incluye las operaciones contrahegem ónicas y de
construcción de u n a nueva hegem onía en dirección al socialismo.
Las anotaciones generales q u e siguen, más q u e postulaciones precisas, son
preg untas abiertas dirigidas a aco rtar el cam po de la discusión sobre esta p ro ­
blem ática. A pesar de su apariencia más bien abstracta, recogen un a p reocu­
pación que, en lo fundam en tal, se ha gestado en la práctica y al calor de un
debate q u e apenas em pieza pero que es u rgente desarrollar.

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POLÍTICA ECONÓMICA Y HEGEMONÍA 465
I I . H EG EM O N ÍA Y P O LÍTIC A ECO N ÓM ICA

1. A q u í se p a rte de u n a noción "am p lia " de política económ ica com o u n a prác­
tica social de! p o d er q ue. p o r serlo, es tam bién u n proceso po lítico inex tricab le­
m ente relativizado p o r la historia, la estru c tu ra social (la lucha d e clases), el
avance m aterial (el nivel d e desarrollo) la form a de inserción en el m u n d o
(m ercado m u n d ial, dependencia-dom inación, etc.) y a u n la geopolítica y la geo­
grafía a secas.
N o se tra ta , pues, de ver a la p olítica económ ica n i como u n a sim ple tra ­
ducción en actos de u n a o más "teorías” económ icas, n i com o u n a m anifestar
ción unívoca de los intereses o planes d e los grupos o clases q u e d o m in an la
econom ía. Más bien, aq u í se concibe a la política económ ica com o u n con ju n to
com plejo d e acciones q ue, si bien en c u en tran e n el estado a su pro tago nista
prin c ip al, en realid ad resum en, en cada caso y siem pre de m an era con trad icto­
ria , la d ispu ta social p o r la generación y la u tilización del excedente q u e hace
posible la rep roducción de la sociedad y defin e los rum bos d e esta reproducción.
Así la p olítica económ ica es "económ ica” sólo en ta n to se dirige a la esfera
d e la producción m aterial-m ercantil, pero es esencialm ente política, en la m edi­
da en q ue. vista como u n resultado, lo es siem pre de u n conflicto en tre grupos
y clases q u e tiend en a consolidar, recrear o disolver, en su caso, eq uilib rios polí-
tico-sociales. D icho de o tra m anera, a q u í se p ro p o n e en ten d er la política eco­
nóm ica como una de las prácticas a través d e las cuales "el g ru p o d o m in ante
coord in a sus intereses con los intereses generales d e los grupos subo rdinad os”
(Gramsci).

2. Com o resultado del p ro p io desarrollo cap italista, la p olítica económ ica ha


devenido u n elem ento con u n a g ran influencia sobre la evolución económ ica y
social, d ejan d o de ser u n a práctica subord inad a, d e carácter aleato rio y a u n m ar­
gin al com o p u d o h aber sido el caso de las etapas iniciales del d esarrollo cap i­
talista e n los países centrales. En nuestro tiem po, la relación estado-econom ía
es, p o r así decirlo, u n a relación de estrecha in terp enetració n q u e, p o r ello, le
oto rga u n lugar y u n a im portancia privilegiados a ciertas "prácticas” del pod er
estatal, en tre ellas a la política económica.
C ada vez más. Ja creación de las "condiciones favorables” p o r p a rte del esta­
d o p ara la expansión m áxim a de las clases d om inan tes de q u e h ab lab a Gram sci,
tien e lu g a r a través de u n a intervención directa del estado en la econom ía. P ero
sim ultáneam ente, el pro p io carácter d e dich a intervención, al in co rp o rar y afec­
ta r a grupos sociales cada vez más am plios, hace de ésta u n a tarea in m ediata­
m ente su jeta a la d isp u ta político-social, no sólo en la espera ideológica sino en
la de la asignación d e recursos y la creación de instituciones.
L a política económ ica es u n a práctica com pleja. Recoge, en u n a síntesis que
a veces cam bia con celeridad, n o sim plem ente las " necesidades” de la clase do ­
m in an te o las de su fracción hegem ónica, sino u n a m u ltip licid ad d e d eterm in a­
ciones ideológicas y de relaciones de fuerza q ue cruzan la dom inación clasista y
tien d en a procesarse p o r lo general en los aparatos del estado, en especial en

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F O I .f iICA ECO NÓ MICA Y H CCEM ONÍA

la em presa sino d e los salarios y, en general, de los ingresos de otras capas d om i­


n adas y explotadas y de los sectores más débiles —m enos organizados o ubica­
dos en ram as productivas atrasadas o en declive— de la p ro p ia clase obrera. I n ­
flación con “austeridad" estatal, sería la com binación p referid a p ara efectuar
esta ‘‘red istrib ución” de los logros salariales, que además son presentados ante
la sociedad com o los causantes de la inflación q u e a su vez “llevaría” a la a d o p ­
ción de u n a austeridad estatal condensada en la reducción del gasto social y el
em pleo público.

II I . M O V IM IEN TO OBRERO Y PO LÍTIC A ECONÓM ICA

1. P ara q u e esta incursión del m ovim iento obrero e n el cam po de la p olítica


económ ica se convierta en u n a inscripción perm an ente q ue haga realm ente de
e?;te cam po u n terreno de d isp u ta hegemónica, es preciso "form alizar” esta ins­
crip ción de m anera congruente con su finalidad básica: el cuestionam iento de
u n a hegem onía y parte destacada de la construcción de o tra . Es en este p u n to
e n q u e p u ed e n encontrarse ricas y com plejas potencialidades a la relación entre
econom ía y política.

2. P ara el m ovim iento obrero, surge de inm ed iato la cuestión de la dem ocracia
como u n vehículo o como u n cam ino, o como ambos, sin el cual la m entada
inscripción o sim plem ente no se realiza o se subsum e e n nuevas form as de cor-
porativism o que, en el m ejor de los casos, sólo ofrecen al m ovim iento obrero
u n a participació n ritu a l y retórica. P ero p o r el p ro p io carácter del proceso de la
política económ ica, de los aparatos del estado en q u e se opera, y sobre tod o p or
el hecho universal, q u e en nuestro caso se presenta con toda su fuerza, del "des­
p ren d im ien to " autonóm ico del ejecutivo, la dem ocracia trad icion al, así sea plena
a través d e u n a parlam entarización más o m enos efectiva, es to talm en te insufi­
ciente p ara p erm itir u n a penetración efectiva p o r parte del m ovim iento obrero
y p o p u la r e n las esferas q u e son "p ro p ias" de la política económ ica. Se p lan tea
así, como u n a necesidad operativa, la "am pliación " d e la dem ocracia p o r la
vía de la construcción de nuevos circuitos de participació n de masas que, sin
p reten d er definirlos a q u í —en realidad estamos frente a la necesidad de "in v e n ­
tarlos”— se u b ic arían en el te rren o de lo q u e vagam ente llam aríam os " la p la ­
nificación del desarrollo” .

3. E n algunos aspectos, es posible identificar con cierta facilidad la form a en


q u e tal am pliación de la dem ocracia p o d ría form alizarse p ara d a r lug ar al sur­
gim iento de u n cam po perm anente de lucha; piénsese, p o r ejem plo, en la asig­
nación de recursos y la o peración de program as d e desarrollo regional, e n p a r­
ticu la r los conocidos como de d esarrollo ru ral. A quí, la participación am p lia
puede generarse con facilidad, y el trecho p a ra q ue dicha p articipación de­
venga institucional es, en prin cipio, corto.

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p o lít ic a f c o n ó m ic a y h e g e m o n ía 460

G. E n el nivel más general, y ya p ara term in ar, es necesario señalar q u e el


hacer de la po lítica económ ica u n terreno perm anente de la lucha hegem ónica
d eb iera conducir al su rgim iento de nuevos principios y prácticas q u e capacita­
ría n progresivam ente a la clase tra b ajad o ra en el control sobre las condiciones y
los resultados del tra b ajo de la sociedad, p rep arán d o la p ara im poner a la p ro ­
pied ad el cum plim iento de finalidades sociales y, p o r o tra p arte, p erm itiría
—a través del ejercicio de la gestión dem ocrática— alla n a r los obstáculos a la
incorporación d e capas m arginales del bloque de los explotados a la cu ltu ra
m oderna de masas.

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E S T R U C T U R A A G R A R IA Y H E G E M O N ÍA
EN E L D ESPO TISM O R EPU B L IC A N O

FRANCISCO DKI.ICH

N o recuerdo con precisión si A ugusto R oa Bastos escribió o dijo algu na vez q ue


el P araguay era u n hueco en el m apa, p ero fue seguram ente su talento t i qu e
d efin ió de u n m odo ta n escueto y vivido dos siglos de historia silenciosa, salpi­
cados de grandes explosiones y singulares experiencias antes de regresar al silen­
cio q u e a veces se confunde con la inexistencia misma.
Y sin em bargo, obvia e in depen dientem en te d e su im portancia intrínseca
como sociedad, es o debería ser considerado com o u n o de los m ejores cem ente­
rios d e teorías 1 existentes en la región y sim ultáneam ente como u n a rica veta de
nuevas y prom isorias proposiciones. Lo q u e sigue es u n ejem plo probable.

i. C uando estas líneas se p u b liq u en , el general Straessner te n d rá más de 26 años


en el p o d er paraguayo y h ab rá igualado el récord del Suprem o José G aspar de
Francia (1814-1840) en su país, a la p ar q u e se h a convertido en el más antig uo
de los gobernantes actuales en A m érica L atin a.2
U n récord de este tip o es algo más que u n fenóm eno biográfico o incluso u na
configuración histórica. P or la obcecación d e su perm anencia deviene tam bién
u n a alarm a sociológica. D ejarem os entonces d e lado —p ara exp licarlo sin sul>es-
tim ar— hipótesis p u n tu a lm e n te históricas y reconocidas como tales; en tre éstas
suelen ser citadas la g u erra civil q u e comenzó en 1047 y se prolongó —de hecho—
hasta después de la asunción de Stroessner. La im portancia actual de la guerra
civil radica ta n to e n sus efectos políticos obvios, como en su transform ación en
referente obligado de! actual régim en, q u e contrapone a la “an a rq u ía ” de aque­
llos años, el "o rd en ” presente en el ú ltim o cu arto de siglo. El o rd en y la paz
tien en entonces en P araguay u n significado ideológico algo d istin to al q ue
h ab itu alm en te les adjudicam os. N o es infrecuente citar el apoyo del entonces
presidente P erón a Stroessner, en p articu lar p o r sus connotaciones geopolíticas
con relación al Brasil q ue, debe recordarse, soportó la crisis po lítica derivada
de la crisis del varguism o, agudizada a su vez p o r el suicidio del pro p io Getú-
lio el 24 de agosto d e 1954.
T a m b ié n debe señalarse q u e u n an ticom unista fanático (hasta hoy) como el
general Stroessner encuentra u n clim a p ropicio en la época d e la g u erra fría y
u n aliado decisivo e n Foster D ulles, entonces secretario d e estado de los Estados
t I.a expresión es de Raiman Silvert. Pienso sobre todo en los análisis que toman a las
clases sociales como principal referente teórico sin la precaución de estimar los fenómenos
de asimetría (teórica e histórica), las teorías vulgares del estado popularizadas algunos años
atrás en América Latina y la teoria del imperialismo a la que se hace referencia infra.
2 Aquí finalizan todas las semejanzas, aunque algunos propagandistas del régimen insis­
tan en encontrar parangones y similitudes.
(« 7 0 ]

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ESTRUCTURA AGRARIA Y HECEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO 471
U nidos, q u e casualm ente enunció el 12 de en ero de 1954 su teoría d e !a represa­
lia masiva y el 17 de ju n io de esc mism o añ o patrocinó desvergonzadam ente la
invasión de C astillo Armas a G uatem ala, q u e term inó con el régim en p o p u la r
de Arbenz.
Es prob ab le q u e p u ed a n agregarse proposiciones equivalentes o com plem en­
tarias, pero e n todo caso estas circunstancias, factores y condiciones explica­
ría n el acceso al poder, pero no su perm anencia, y es esto justam ente lo q u e se
tra ta rá de explicar
L a estabilidad de u n régim en político com o el q u e nos ocup a tam bién tiene
razones estructurales q u e sólo m enciono, pero cuya exploración será postergada.
Sin la tentación de ser exhaustivas, se observan las siguientes:
a) El sólido apoyo de los Estados U nidos d u ra n te todo el régim en, en p a r­
ticu lar, como se mencionó, en su etap a de acceso al po der y consolidación. En
los últim os años la política de respeto a los derechos hum anos h a creado algunas
fricciones en tre la em bajada y el gobierno paraguayo. Los Estados U nidos con­
trib uy ero n en su m om ento a despejar el frente ex tern o del régim en y co n trib u ­
yen igualm ente al orden disciplinario interno . N o obstante, la relación neocolo­
n ia l n o tiene ta n to razones económicas como extraeconóm icas, con lo cual la
teoría del im perialism o debería ser revisada y p rob ablem en te en riq uecida con
u n análisis d etenido de esta clase de relaciones históricas.9 S im ultáneam ente con­
viene señalar, p a ra ev itar equívocos, q u e si b ien la presencia de capital no p a ­
raguayo es fu erte y decisiva, lo cual constituye u n in dicado r privilegiado de
relació n neocolonial, esto no necesariam ente im plica q u e allí se encuen tra la
razón de la relación neocolonial. P ara te n er u n a idea aproxim ada, señalada po r
u n testigo insospechable de oposición al régim en, " [ . . . ] en e l sistem a p rod ucti­
vo notam os q u e de las 15 empresas más im portantes 12 son de capital extran ­
jero y las otras tres pertenecen al estado. Esta situación es alarm ante, ya q u e el
sistem a económ ico paraguayo, fundado esencialm ente e n el sistem a de la em pre­
sa priv ad a, estaría en fren tando sin em bargo, com o única alternativ a, la em presa
ex trajera a la em presa del estado. E l sistem a financiero presenta un panoram a
aún peor. La totalidad de la banca privada está controlada p or intereses extra n­
jeros, en un grado m ayor al 90% . Por otra parte, vein te empresas d e capital
extranjero son propietarias de más d el 30% del territorio d e l país y quince tie­
n en más del 20% d el tota l del ganado vacuno. Más d el 80% d e las exportacio­
nes registradas es realizado po r firm as d e capital extranjero.’’ * Conviene p u n ­
tualizar, em pero, q u e "ex tran jero ” engloba aq u í capitales brasileños y sobre
todo argentinos.
s En realidad, esto íuc advenido por el propio Lcnin, pese a lo cual no es infrecuente
encontrar razonamientos materialistas vulgares que se legitiman en el revolucionario ruso.
'•Una cosa es el estudio científico de todos los aspectos del imperialismo —estudio que
no hace más que comenzar y que, por su naturaleza, es un estudio infinito, como es infinita la
ciencia en general— y otra cosa son los fundamentos de táctica socialista contra el imperia­
lismo capitalista, fundamentos que han sido expuestos en los millones de ejemplares de
periódicos social demócratas y en las resoluciones de la Internadonal." Lcnin, citado por
Ernesto Ragionieri, en Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 45, México, 1981, p. xx.
* Henry Ceuppens. Paraguay año 2000, Asunción. 1971, p. 167. Este mismo autor con­
cluye del siguiente modo el capitulo x x v ii dedicado a la exlranjerizactón de la economía,
"Finalmente, desde el punto de vista sociopolitico, un alto grado de extranjerización en el
472 FRANCISCO DELICH

b] D u ran te veinte años el régim en instru m en tó u n a estrategia de estanca­


m ien to económ ico con sim ultánea capacidad d e expulsió n de población, de modo
tal q u e el excedente de m ano de obra no sólo n o presio na la dem an da laboral,
sino q u e sobre todo elim ina u n foco po tencial d e m ovilización social. Inicial-
m ente, tras la g u erra civil, la m igración d e la población tuv o obvias connotacio­
nes políticas, p ero luego tuvo razones económicas. P araguay es to davía u n o de
los países más pobres de la región, m edido p o r los indicadores habitu ales d e in­
greso p e r cápita, P roducto In te rn o B ruto, balance de pagos, etc., con u s a s de
crecim iento nulas o m uy bajas d u ra n te dos décadas y a p a rtir d e um brales
igualm ente bajos con relación a la región. E n cu an to a la m igración, alcanzó
a 680 000 trabajadores m igrantes, lo q u e “en valores relativos, la población
em igrada representa en el Paraguay el 28% del to tal [de la población] y el 92%
d e la em pleada”.5 L a m ayoría se en c u en tra en A rgentina. Pero, com o se verá
m ás adelante, am bos asp e a o s com plem entarios (estancam iento y exp ulsión de
trabajadores) probablem en te variarán a p a rtir de 1983, cuando com ience a ge­
n e ra r energía la presa de Itaip ú .
c] U n a p a ra to represivo im placable y d e extensión ilim itada, a escala de
u n a sociedad to ta lita ria en el sentido más estricto, capaz de la elim inación física
d e la oposición significativa o de su neutralización po r la cárcel o el destierro,
capaz tam b ién de crear u n a conciencia social aterrorizada, com pleta u n p rim er
tríp tic o de condiciones estructurales q u e exp lican la estabilidad del despotism o
republicano.®

sistema productivo conduce, lógicamente también, hacia una política de crecimiento econó­
mico extrovertida. Los que fomentan esta política querrán tratar, por supuesto, de demos­
trar las bonanzas de este tipo de inversiones que podríamos denominarlas como una espe­
cie de neocolonialismo. (Las cursivas en las titas me pertenecen, F. D.)
5 Las cifras de mano de obra migrante fueron expuestas en el seminario sobre condi­
ciones de trabajadores migrantes en Sudamérica patrocinado por la otT. Citado por el dia­
rio ABC de Asunción en su edición del 8 de noviembre de 1974. En cuanto al crecimiento
“el p i b ha aumentado (en dólares constantes de 1967) de 1950 a 1970 en 1175%, o sea
a razón de una tasa anual acumulativa de 4%. Teniendo en cuenta la tasa de aumento
poblacional durante d período señalado, de un promedio de 3% anual con tendencia a
aumentar, el comportamiento del p i b revela un estancamiento”, Ceuppens, op. cit., p. 35.
Por lo demás, otro indicador de pobreza como la mortalidad infantil que para 1970
era del 24.4% en el primer año de vida y del 9.9% entre el primer y cuarto año de vida
(cf. Documento de trabajo, Paraguay, ni Reunión especial del ministro de salud de las
Américas) arroja índices tan altos como los señalados.
« “ El estudio afirma que las denuncias de torturas han disminuido considerablemente
en los dos últimos años. Tres casos creíbles se conocieron en 1979. en uno de los cuales
la víctima murió.
"Anteriormente las torturas se utilizaban para intimidar a los opositores políticos y obtener
información y confesiones. Los métodos utilizados incluían prolongados castigos y la in­
mersión de la cabeza en agua.
“Frecuentemente se informa que la policía paraguaya maltrata a los presos durante las
primeras fases de la detención. Tales prácticas consisten, según se dice, en puñetazos, man­
tener a los detenidos de pie mucho tiempo, no suministrarles alimento, confinamiento pro­
longado, insultos verbales y amenazas contra ellos y sus familias”, prosigue el informe.
“En suma, aunque hay un mejoramiento en el ejercicio de las libertades individuales,
aún persiste en Paraguay un estado de cosas sobre los derechos humanos que deja que
desear.” Informe del Departamento de estado al Congreso de los Estados Unidos, citado por
el diario La Piensa, Buenos Aires, 7-11-80.
estructura a g r a r ia y h e g e m o n ía en el d e s p o t ism o r e p u b lic a n o 473
I.a violencia estatal es ciertam ente inm oral, lo cual alcanzaría p ara señalar su
ilegitim idad, según se verá más adelante, p ero es form alm ente legítim a e n ta n to
se fu n d a en el estado de sitio prácticam en te in in terru m p id o desde hace 25 años,
q u e a su vez constituye u n a ilegitim idad p o rq u e u n recurso excepcional se
transform a en recurso usual. El despotism o aparece a q u í claram ente com o u na
ex trem a form a de alineación estatal y societal.
d\ F inalm ente, no p o r ord en d e im p ortancia obviam ente, la form ación de
u n a sociedad agraria a la m edida de las necesidades de la rep úb lica despótica y
de la hegem onía social q u e éstas im plican, proceso del q u e nos ocuparem os con
alg ú n énfasis 7 en este tra b ajo , p ara dem ostrar q u e la estru ctu ra agraria consti­
tuye ta n to u n soporte como u n p ro d u cto de este tip o de regímenes. Pero antes
convendrá p recisar algunos elem entos teóricos y conceptuales q u e se u tilizarán.

i i . i .a r f . p i ; b i . i c a d e s p ó t i c a

1. R epúb lica despótica no es, acaso, la designación más adecuada p ara u n a clase
de fenóm eno político frecuente, pero no o bstante in nom inado aú n y tam poco
analizado acabadam ente de m odo preciso. P ero tam poco es del tod o infeliz; a
veces nos sorprende p o r su ap aren te incongruencia alguna com binación super­
estructura! intrínsecam ente an titética, com o p o r ejem plo democracia autorita­
ria (y lo es efectivam ente): o tras veces se tra ta sim plem ente d e u n a pérdida de
sentido histórico. La repú blica dictatorial no sorp rend ería a nin gú n rom ano
co ntem poráneo de César ta n to com o la democracia de clase n o escandalizaría
a n in g ú n contem poráneo de Pericles. A quí se in te n ta —p o r necesidad del análi­
sis y de la historia— separar el concepto de república del concepto de dem o­
cracia. Esto no opone d ificu ltad teórica puesto que en la ciencia política clásica
cada u n o de ellos rem ite a órdenes de fenóm enos diferentes: al origen del
p o d er y su m etalegitim idad en u n caso, a su ejercicio en el otro.
H istóricam ente, la ru p tu ra del vínculo colonial coincidió en A m érica l a tin a
(excepto en el Brasil) con la elección d e la república como form a de organiza­
ción política de la sociedad. E n realidad , independencia y rep úb lica se reforza­
b an internam en te en ta n to la legitim idad m etro po litan a se fu nd ab a casualm ente
en la m etalegitim idad m onárquica. O tra fue la evolución de la legitim idad d e­
m ocrática y su vigencia institucional e n la región: asum ida y pro piciada con­
ju n tam e n te con la organización republicana, fue más u n a m eta q u e u n a form a
de desarrollo societal y, en algunos casos, la dem ocracia no fue sino la form a
ex tern a de alguno d e los llam ados despotism os ilustrados.
A q uí tratarem os de explicar u n tip o d e sistem a político q u e se autodefinc
com o rep u blican o y dem ocrático y en el cual las instituciones de u no y o tro no
son nom inales, sino q u e en cu en tran un g rado de funcionam iento y legitim idad
(in tern o y externo) aprcciables y no obstan te son sustancialm ente despóticos.

* Estas paginas forman parte de un capitulo algo más extenso de una investigación en
curso sobre Estructura agraria, atado y formación de movimientos populares.

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471 FRANCISCO DI I.ICI1

Cabe preg un tarse cuál es el interés de u n análisis qu e comienza reconocien­


do la existencia de un a falacia form al como tal. N o es un o el interés, sino va­
rios. P or u n a parte n o hay n ad a más peligroso p a ra el conocim iento y p a ra la
acción q u e las identidades sustanciales probablem ente ciertas a largo plazo pero
falsas en el corto plazo. D iferenciar, establecer m atices en el in terio r de fenóm e­
nos en apariencia idénticos, es u n paso necesario no sólo —y obviam ente— p ara
un análisis correcto, sino p a ra pensar formas de transición adecuadas, y even­
tualm en te p ara preverlas.
En segundo lugar, u n fenóm eno form al (superestructural, en o tro lenguaje)
n o im plica que sea intrascendente o m ecánicam ente determ inado. Si algo ap ren ­
d ieron las ciencias sociales en estos anos fue justam en te a apreciar la significación
de este fenóm eno superestructural a p a rtir de su influencia en la acción social.8
En tercer lugar, p o rq u e la prolongación tem p oral de estas formas es u n in d i­
cador privilegiado de la existencia de otras formas sociales q u e le sirven de
fu ndam ento y a la vez se n u tre n d e su presencia.
C u alquiera de estas razones, en sf mismas, nos parece suficiente p ara in d a­
g ar la lógica d e este sistem a. P ero hay todavía o tra q u e induce el siguiente razo­
nam iento: estas zonas grises de teoría, esta inap licabilidad de categorías com u­
nes, nos obliga a precisar estas últim as en lugar de eludirlas.9
El d esp o tism o 10 repu blicano , entonces, incluye la ¿dea del funcionam iento
form al de la dem ocracia, q u e invariablem ente im plica la existencia de u n espa­
cio político real diferenciado y diferenciable de los regím enes m ilitares d ictato ­
riales, en los cuales la referencia a la legitim idad se en cu entra en el pasado (ac­
ción del terrorism o) o en el fu tu ro (regreso a la dem ocracia), pero en nin g ú n
caso en el presente. En cam bio la repú blica despótica in ten ta legitim idad en el
presente. A diferencia de las d ictaduras m ilitares más o m enos frecuentes, la re­
p ública despótica es capaz de in stau rar dom inación p olítica y hegem onía social.

2. I.a constitución paraguaya en vigor (1967) establece el sistem a repu blican o y


u n itario de gobierno, la división de poderes (ejecutivo, p arlam en to de dip utado s
y senadores en el q u e se adju dican 2 /3 de bancas al p artid o m ayoritario y 1/3

8 Durante mucho tiempo —y aún hoy, probablemente— parecía carecer de todo interés
el análisis de las elecciones y sus resultados en regímenes políticos de partidos únicos. Con­
frontar, por ejemplo, “Aux urnes rAfrique", publicado por el Centre d'Étude d ’Afrique
noirc, Parí», 1978.
o Llamar autoritario a un régimen dictatorial o despótico no es sólo un desliz de len­
guaje. Constituye en primer lugar un error teórico porque implica trasponer sin transición
un concepto de un espacio teórico a otro. Como se recordará, desde Adorno hasta aquí fue
claro que la personalidad autoritaria estaba eventualmentc ligada a la permisividad social
de la dictadura, pero no se raimetizaba con la dictadura misma. Identificar imperialismo a
dependencia, o confundirlos, ha sido frecuente en nuesti? literatura académica y no acadé­
mica, no obstante sus diferencias. Hablar claro, escribir con claridad son prerrequ¡sitos de
una ciencia social transparente en sus propósitos.
Pero antes ¿por qué despótico? Digámoslo brevemente con Rousseau: “Pour donner
difieren» noms i\ différents choses, j'appclle tyran l'usurpatcur de l'autorité royale, et des-
pote l’usurpatcur du pouvoir souverain. Le tyran est celui que s'ingére contre les lois h gou-
verner selon les lois; le despote est celui qui se met au-dessus des lois mémes. Ainsi le tyran
peut n etre pas despote mais le despote est toujours tyran.” Rousseau, Du contrat social, París,
Edítions du Setiil, 1977, p. 258.

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r s r U l'C tl K A AGRARIV V IILr.IM ONÍA i.N E l. DESPOTISMO REI’UBI 1C\NO 175
en form a p ro porcional al n úm ero de votos obtenidos p o r los restantes partidos)
y se realizan elecciones regularm ente desde 1957. La in stitución parlam ento fu n ­
ciona ta n to como el régim en.
Estos mecanism os formales son utilizados despóticam ente sin ser necesaria­
m ente violados. P or u n a parte, la existencia del estado de sitio, perm anente, im ­
plica q u e la constitución y sus mecanism os son puestos en tre paréntesis toda ve/,
qu e el p o d er ejecutivo lo estim a conveniente, con lo q u e la dom inación política
se disuelve o resuelve según criterios arbitrarios n o explicados. P or un a parte,
las condiciones sociales de aplicación de las reglas y las consecuencias sociales
de su uso sugieren u n a segunda (no p o r im portancia) lín ea de despotism o, d e la
q u e se tra ta rá algo más adelante.
N o obstante, la form a repu blicana y dem ócrata es algo más q u e una form a,
en cierto sentido no es neutral y como consecuencia sus efectos se hacen sentir
en el estado y la sociedad. Pero es menos q u e u n instrum ento de pod er legítim o
y p o r esto mism o su alcance en la hegem onía social es distinto.
Esta sing u lar asociación de form alidad institucional y com portam iento des­
pótico de legitim idad e ilegitim idad, de coerción y consenso, de arb itrarie d ad y
o rd en , es algo más q u e u n caso aislado, es u n tip o de relación entre estado
y sociedad " y nos p resenta o tra clase de problem as teóricos y prácticos.

3. I-os problem as teóricos se articu lan en to rn o a esta p reg u n ta: ¿dónde se en ­


cu en tra el consenso necesario p ara la legitim idad del despotism o en la sociedad?
;D e q u é tip o de hegem onía societal deriva o requ iere este tip o de dom inación
política? Memos supuesto aq u í q u e la existencia del despotism o repu blican o no
im plicaría necesariam ente la ausencia com pleta d e legitim idad, esto es, de algún
tip o de consenso, si adm itim os q u e toda dom inación se com pone de coerción y
consenso. Pero esta afirm ación, q u e com partirían W eber y Gram sci. tiene no p o ­
cas am bigüedades. Así, m uy recientem ente 12 M aurice G odelier vislum bra el p ro ­
blem a a u n q u e no necesariam ente deben com partirse sus conclusiones: " lo d o
p o d er d e dom inación se com pone indisolublem ente d e dos elem entos que, mez­
clados. hacen su fuerza: la violencia y el consentim iento. A un a riesgo de cho­
car a algunos, exp on dré la ¡dea de qu e los com ponentes del poder, la fuerza
m ayor no es la violencia de los dom inantes, sino el consentim iento de los dom i­
nados a su dom inación. E ntiéndase bien y n o se q u ie ra buscarnos la vuelta. Sa­
bem os de sobra la diferencia q u e existe en tre u n consentim iento forzoso, u na
aceptación pasiva, u na adhesión con reservas o u n a convicción com partida."
N o se sabe muy bien p o r q u é todo p o d er incluye violencia y consenso. Es
posible im aginar, p articu larm en te en el corto plazo, situaciones de po der exclu­
sivam ente fundadas en la fuerza sin n in g ú n consentim iento. A unque utópico

i* Emc problema parece haber sido visto con mucha claridad por Tomás Borge cuan­
do explica la cía de Sotno/a. “ No hay democracia pura en ninguna parte del mundo. Siem­
pre hay un sector dictatorial. En tiempos de Somoza había democracia y dictadura, pero una
democracia que favorecía a los intereses de una minoría insignificante y una dictadura que
golpeaba a los intereses de las grandes masas. Ahora es al rev¿s [ .. .]** (cable de u p publica­
do en La Prensa, Buenos Aires, 17 enero 1980).
12 Maurice Codelier, “Infraestructuras, Sociedades, Historia", publicado en En teoría, Ma­
drid, julio-septiembre, 1979.

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ESTRl/CTLTtA ACRARIA V IICCEMONÍA I N EL DESPOTISMO REPUBLICANO 477
nal, en la q u e se designa más el papel de la d a se o b rera en el in terio r del bloque
revolucionario (en p articu lar la alianza obrero-cam pesina), q u e las extrañas
aventuras del pod er en las sociedades capitalistas avanzadas, a cuyo análisis
G ram sci realiza u n ap orte sustancial a u n q u e aú n no definitivam ente estable­
cido. En cu a lq u ier caso, y p ara ev itar discusiones aceptablem ente escolásticas,15
la o rig in alid ad de Gramsci p robablem en te resida en su capacidad de m ostrar
la com plejidad de la historia del capitalism o italian o recuperando los hilos su­
tiles q u e van desde la capacidad de u n a clase p ara ser d irig ente hasta la hege­
m onía, pasando p o r la sim ple dom inación,16 esto es, el trá n sito de u no a o tro
blo qu e histórico.17
A quí utilizam os el concepto de hegem onía en u n o de los sentidos utilizables
a p a r tir de G ramsci, esto es, como u n a configuración p articu lar de p o d er de
clase, vigente más allá del m ediano plazo, y como consecuencia con mecanismos
institucionales de rotación personal en su ejercicio. L a ausencia de hegemonía
social pareciera im plicar la existencia de u n a crisis orgánica en la sociedad o
e n la su p erestructura política, según el espacio de q u e se trate. De hecho, aquí
supondrem os q u e esto ocurre y q u e el espacio tem poral in term edio en tre el fi­
nal de u no m ás orgánico y el establecim iento de algu na hegem onía n o es sino
un orden social m u tan te, en el cual se form an, se constituyen, las clases del
nuevo ord en hegemónico. En otros térm inos, sostendrem os la capacidad d e la
dom inación política de inducir m utaciones sociales generativas de clases sociales.
En este caso supondrem os q u e la dom inación política instaura u n o rd en
social q u e se soporta en la existencia d e u n bloq ue agrario pero q u e precede
el establecim iento d e hegem onía social y política.

III. LA ESTRUCTURA AGRARIA

El Paraguay es u n o de los escasos países de A m érica del S ur q u e sigue sien­


do consistentem ente agrario. P or consistencia debe entenderse en este caso un a
l :* Cf. el libro de Luciano Pellicani, Gramsci e la queslione comunista, Florencia, Va-
llccchi, 1976, en particular la oposición que Pellicani cree encontrar entre Marx. Lenin y
Gramsci (p. 15), o la posibilidad de insertar de modo congruente el aporte de Gramsci en
teorías no marxianas ni marxista*.
l« Cf. también la observación de Biaggio de Giovanni, en Crisis organica e Stalo in
Gramsci, aci-ica de la teoría política de Gramsci como •"teoría della lotta di mas*a nell tes-
tuto della Stato, dove c un gioco la riproduzione di tutto el sistema. In quedo senso, o a
inaugura un tapiiolo nuo\o della teoría política marxista”. pp. 252-253, incluida en el li­
bro del Instituto Gramsci Política c Storia in Gramsci, Roma, Editor! Riuniti, 1977.
17 Muy correctamente señalado por Cerroni en su Ixssico Gramsciano, Roma, Editori
Riuniti. 1978, donde señala (p. 29):
"Tres puntos de referencia esenciales para una teoría de la hegemonía:
"I. la supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como dominio o
coacción y como dirección intelectual y moral o consenso.
"2. un grupo social es dominante de los grupos adversarios y dirigente de los grupos
afines o aliados.
"3. un grupo social puede ser y debe ser dirigente antes de conquistar el poder."

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ESTRUCTURA AGRARIA Y HEGEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO 479

Se recordará q u e después de la conquista española, los jesuítas lograron orga­


nizar poderosas (reducciones) misiones fundadas sobre la ap ropiación privada
(para la Com pañía) de la tierra y el tra b ajo colectivo de los indígenas; las tierras
se div id ían en tre tupam baé (tierras d e Dios) y abam baé (tierras de indios). "Las
veinte o más tribus que form aban cada p ueblo de las misiones, ocu paban las
tierras del abam baé e n los lugares señalados p o r los religiosos, las q ue eran re ­
p artid as en tre los individuos de las tribus, en fracciones destinadas p ara h ab ita­
ción y p ara sem enteras. A cada súbdito de la tierra correspondía la superficie de
tierra necesaria p ara sem brar en el año su sustento y el de su fam ilia. Solares
p ara habitación y lotes agrícolas eran entregados a los indios sin indicaciones
d e plazo; los religiosos po d rán trasladarlos a o tro lug ar en cu alqu ier tiem po
y p o r los m otivos q u e creyeran convenientes y o portunos. N o ten ían po r
ta n to los indios n in g ú n derecho sobre las tierras y eran considerados simples
ocupantes precarios de las mism as.” 21 La concentración n o parece h aber sido
peq ueña si se tiene en cu enta q u e sólo e n Y arigua poseían tre in ta leguas cua­
d rad as (en hectáreas) con 30 000 cabezas de ganado.22 Expulsados los jesuítas,
se p ro d u jo la dispersión de las misiones y u n regreso a la organización española
de la tierra, cuyo análisis no nos interesa dem asiado aq uí. El período 1770-1814
pertenece a la época pro piam en te colonial: en cam bio, si m enciono la expe­
rien cia jesuítica es p ara com prender con qué facilidad José G aspar de F rancia
p u d o casi m edio siglo después reag ru p ar las tierras y recuperarlas p ara el esta­
do, echando las bases de peso de su régim en político. Al despotism o jesuítico
seguirá el despotism o laico de Francia, fundados am bos sobre la apropiación
d e la tierra y el trab ajo ru ra l no asalariado e n u n caso y estatal en el otro. Pero
en el caso de F rancia es más rico e interesante po rqu e el joven estado sustituirá
a u n a burguesía inexistente prep ara n d o la transición a u n em brión capitalista
q u e sobrevendría con los López, antes de la g uerra de la trip le alianza, y que
se desarro llaría n atu ralm en te p ero n o de m odo unilincal e n esa dirección.
E l Suprem o confisca todas las tierras pertenecientes a la iglesia y a los espa­
ñoles y, previo censo, recupera p ara el estado, al finalizar su vida y con ella su
régim en, "m ás de la m itad de la superficie del territo rio de la Región O rien tal
y la to talid ad del territo rio del C haco desde el río Berm ejo hasta el Ja u rú " . De
paso fueron liberados d e servidum bres los indígenas adscritos a las tierras apro-

com prendidas sólo cuando se conoce la form a superior. La econom ía burguesa sum inistra
así la clave d e la economía antigua, etc. Pero no ciertam ente al m odo d e los economistas,
q u e cancelan todas las diferencias históricas y ven la forma burguesa en todas las formas
d e sociedad. Se pu ed e com prender el trib u to , e l diezmo, etc., cuando se conoce la renta del
suelo. P ero no hay p o r q u é identificarlos. Ademas, com o la sociedad burguesa no es en sí
m ás q u e una forma antagónica d e desarrollo, ciertas relaciones pertenecientes a form as de
sociedad anteriores aparecen en ella sólo d e m anera atrofiada o hasta disfrazadas. P or ejem ­
plo la propiedad com unal. En consecuencia, si es verdad que las categorías d e la econo­
m ía burguesa poseen cierto grado d e validez para todas las o tras form as de sociedad, esto
debe ser tom ado cun grano salís." Elementos fundamentales para la critica de la economía
política (Grundrisse), México, Siglo X X I, 1982. 12a. cd„ pp. 26-27.
2* Carlos Pastorc. La lucha por la tierra en el Paraguay, M ontevideo. 1972. pp. 47-48.
Esto hizo pensar en el M ariátegui del Comunismo agrario: cf. Popescu, Sistema económico
de las misiones jesuíticas, Barcelona, Ariel, 1967.
22 Ibid., p. 49.
ISO FRANCISCO O tU CM

piadas p o r el estado, q u e asum ió su explotación directa con las célebres Estan­


cias de la P atria o bien las arrendaba a particulares con rentas m ódicas, si bien al
d ecretar López en 1848 la estatización d e tierras en m anos aú n de pueblos in ­
dios, prácticam ente la to talid ad del territo rio paraguayo pasó a ser pro pied ad
estatal. N o obstante, la estatización finalizaría antes de la gu erra de u n modo
inesperado: el m ariscal López ordenó la ven ta a su m u jer d e "437 500 hectáreas
d e campos y bosques del estado ubicados en tre los ríos Pilcomayo y Berm ejo, de
33 175 kilóm etros cuadrados de bosques, ycrbatales y cam pos ubicados al n o rte
del río A pa, p osteriorm ente incorporados a los territorio s de la R ep úb lica A r­
gen tin a y del Im perio del Brasil, y de 3 105 leguas cuadradas de campos, bos­
ques y yerbatales del te rrito rio o rien tal del Paraguay [ . . .] ”.M Con razón con­
cluye el au to r citado q u e “en el proceso de la d istribución d e tierras del P ara­
guay, las ventas de tierra del estado ordenadas p or el m ariscal López constitu­
yen el prim er paso en la liqu idación del rico patrim o n io te rrito rial del fisco”.24
Pero en realid ad estas ventas no tu vieron im po rtan cia m ientras no se hicieron
efectivos los beneficios. T e rm in ad a la guerra, m adam e Lynch reclam aría in ú til­
m ente al gobierno argentino p arte de estas tierras, las q u e se h ab ían incorpora­
d o a su te rrito rio. Esto explica el fenóm eno siguiente: la concentración de la
tierra en m anos del estado, u n a vez perd id a la gu erra, pasa a capitales ex tran ­
jeros privados. La concentración del estado d io m argen a la concentración lati­
fundista, a la form ación del síndrom e de ten encia qu e aú n hoy persiste, articu ­
lación de pocas grandes propiedades y sin nú m ero de pequeños propietarios. La
prim era en m anos de pocas com pañías, q u e com praron in m ediatam ente después
de la guerra, la segunda heredera de la colonización, q u e tam bién comenzó des­
pués de la guerra.
Stroessner asum ió el pod er en 1954, y en 1956 u n censo agropecuario per­
m itió rad iografiar la situación existente en el m om ento de su instalación en el
poder.
P ara abreviar y sim plificar, 160 000 explotaciones se d istribuyen 17 000 000
de hectáreas de este modo: 260 explotaciones d e más de 10 000 h a d isponen d e
casi el 65% d e toda la tierra. 158 000 explotaciones se ap re tu ja n en el 15%
de la superficie. U na am plia masa de m inifundistas, casi 70 000 unidades, dis­
p o n en de algo más de 160 000 ha.25 La pequ eña pro pied ad (hasta 19.9 ha) tiene
u n a población de 737 193, la m ediana (20-99.9 ha) 100 185 y la g rande (1 000
y más) de 43 508. En porcentajes, esto im plica q u e el 83% de la población ocu­
p a el 4.2% de la superficie m ientras q u e el 4.9% de la población se sitúa en el
92.7 de la tierra.26 L a tasa de desocupación ha sido constantem ente alta, a u n q u e
como se sabe es m uy difícil d e m edir en el sector ru ral. Puede estim arse razona­
blem ente u n a desocupación del o rd en del 16%, con u n a tasa de subocupación
del 37% . D eberá tenerse en cu enta igualm ente q u e el n úm ero de jornales la­
borales al añ o no sobrepasa los 120.27
m Ibid., p . 148.
2* Ibid.
m Ibid., p . 155.
2« Carlos Casado com pra después de la guerra 3 000 leguas.
27 cf. Daniel Fuentes. "A lgunas consideraciones sobre la estructura socio económica’’.
Aportes, núm . 12, p. 13. T am b ién del mismo au to r véase Acción, núm . 17.

Cop
ESTRUCTURA ACRARIA Y IICCEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO 481

IV. IA CONSTITUCIÓN DEL BLOQUE AGRARIO

U n a relación latifun dio-m in ifundio como la señalada tiene consecuencias socia­


les d istintas en función d e variables exógenas a la relación mism a, tales como
la tasa de crecim iento de la población ru ra l y la tasa de expulsión, el tip o y des­
tin o de la producción sectorial, la asim ilación tecnológica, etcétera.
E n el caso q u e nos interesa esta relación básica n o se a lte ra m uy sustancial­
m ente, p ero se incorpo ra u n elem ento novedoso y a la vez decisivo p ara la re­
constitución del blo qu e agrario: u n a p o lític a d e colonización q u e p artien d o des­
d e m ediados de los cincuenta, al cabo de 25 años h a ren d id o frutos y tam bién
p roducid o consecuencias no deseadas. Com o ocurre generalm ente en la historia,
n o p uede hablarse aq u í de u n designio planificado n i tam poco de u n proceso
espontáneo, sino de inducción p o r parte del estado y acom pañam iento racional
de algunos y espontaneísm o d e otros; en cu a lq u ier caso, la discusión acerca de la
existencia y racionalidad de tal p o lític a es menos im p o rtan te q u e la existencia
de transform aciones sociales con eventuales repercusiones políticas. Decimos
eventuales p o rq u e justam ente lo q u e se tr a ta de m ostrar es el efecto de la colo­
nización sobre el sistem a político, a través d e la m utación de la pirám ide de
clases ru ral y de las orientaciones d e sus segmentos.
E l supuesto im plicado —q ue no podem os desarrollar a q u í— es doble: u n a
com probación histórica de q u e las form as de transform ación agraria producen
consecuencias no deseadas y que, a u n cu an do ellas se produzcan en u n proceso
general de desarrollo cap italista, este proceso n o im plica necesariam ente u n a
p irám id e estim ativa de clases consistente. Esto es lo q ue constituye pro bab le­
m ente desde hace casi u n siglo el m ayor desafío teórico a m arxianos y marxis-
tas, a sociólogos e n general q u e se o cu p a n d e la genéricam ente designada "cues­
tió n ag raria”.
P araguay no es u n a excepción a esta com probación. L a reciente expansión
de la producción agrícola paraguaya —espectacular en el caso d e la soja pero
ex tem iblem en te al co n ju n to de la prod ucció n— no es, desde luego, el resultado
de u n a po lítica de colonización, sino d e u n a reconversión de algunas grandes
unidades productivas y tam bién de la producción de los colonos. L a invasión
ca pitalista e n el cam po se suelda con el len to y persistente crecim iento de las
colonias: la form a de producción reú n e entonces las form as más agudas d e ex­
plotación ca pitalista y precapitalista (la m inga, la aparcería) en u n solo proce­
so, en u n a sola configuración histórica.
L a expansión y el crecim iento de la econom ía paraguaya com enzaron en la
década del setenta y se consolidaron d u ra n te los últim os años.28 P robablem ente
será más firm e después de 1983, cu ando u n a vez q u e Ita ip ú com ience a g enerar
electricidad, Paraguay se transform e en el mayor ex p o rtad o r de electricidad del
m undo.
28 Según cepal , el crecim iento d e la econom ía paraguaya en la década del setenta fue
d el 7V&% anual prom edio, cifra, q u e a u n p artiendo d e um brales m uy bajos, es significa­
tiva. Por o tra p arte , e l cultivo d e soja se increm entó 700% y el d el algodón 800%. Paraguay
p odría e x p o rta r este aflo (1980) alrededor d e u n m illón de toneladas (exportó 600 000 en
1979), y años atrá s no tenía saldo exportable alguno.
482 FRANCISCO DLLICH

Este esquem a global de su econom ía se asienta p arcialm ente, como se señala,


e n el crecim iento de su producción agrícola y com o consecuencia en la transfo r­
m ación agraria. P or definición, esa transform ación n o pued e sino m ovilizar a la
sociedad ru ral, y su control (el control de la m ovilización) deviene p rio ritario
p ara la estabilidad del subsistem a político.
La im portancia de la colonización, m ás allá d e su éx ito o de su fracaso desde
el p u n to d e vista del gobierno q u e la im pulsó, y de sus críticos, p uede ser an a li­
zada com o los lím ites estatales a la desagregación d e viejas estructuras y can ali­
zación d e las nuevas.
L a expu lsión in ducida de la población es u n a form a d e control negativo de
la movilización: p ero es evidente q u e ello no constituye u n a política eficaz si no
se encuentra u n a form a de control positivo de la movilización, desde el p u n to
de vista de la d om inación política.
T a n to la colonización com o el desarrollo capitalista, en el in terio r de la re ­
lación latifun dio-m inifundio , operan en la m ism a dirección y conform an en su
c o n ju n to u n bloque agrario articu lan te y articu lad o r d en tro del sector.2®
C iertam ente, algunas form as de colonización funcionales al régim en son m uy
anteriores cronológicam ente, com o es el caso d e los m enn on itas; pero otras,
como en el ejem plo de la japonesa, coexisten y se desarrollan enteram en te a p a rtir
de 1954, y son ta n significativas com o aquéllas. P ero veamos prim ero el alcance
d e la colonización. Según cifras oficiales, “se h ab ría n creado 38 000 lotes en la
región o rie n tal del país d u ra n te el período 1956-1968; p o r o tra p arte, la info r­
m ación oficial sobre el nú m ero de explotaciones agropecuarias p a ra la m ism a
región indica u n aum ento de poco más d e 16 000 un id ades p a ra el período 1956-
1969. Sin em bargo, la diferencia es m ucho m enor si se consideran sólo las regio­
nes de inm igración n eta en las cuales se crearon unos 25 000 lotes y el incre­
m ento del núm ero de predios excedió ligeram ente los 17 000”. L a confusión
—significativa— de dos cifras, am bas de vertiente oficial, n o debe enm ascarar el
cam bio cu alitativo q u e im plica esta colonización, ta n to en su cifra m áxim a
como en la m ínim a,30 m ientras en los lím ites más bajos afecta al 10% d e la
p oblación to tal del país y a u n q u in to de la p oblación ru ral.
Los m ennonitas llegan al P araguay en 1926 y fu n d an la colonia M enno en
1927 con 1 743 personas; procedentes d el C anadá, d eb iero n p a r tir con el fin de

29 U n bloque no es necesariam ente la expresión d e alianzas d e clases. “ Por articula­


ción d e clase debe entenderse entonces la capacidad efectiva d e u n a fracción d e clase de
controlar la acción d e otra fracción perteneciente a u n a clase d istin ta o igual, de u n modo
tal q u e la acción d e esta ú ltim a rem place sus m etas, subordinándose a las m etas de la
fracción articulada. Esta capacidad efectiva d e articulación deriva d e u n a situación d e m a­
yor poder relativo, cualquiera q u e sea su origen en la coyuntura y cualquiera que sea la
clase a la que pertenezca la fracción. La articulación es posible entonces u n t o entre frac­
ciones d e distintas clases, com o d e una fracción d e clase sobre o tra dentro d e la m isma
clase."
so Francisco Delich, Hacia una teoría de las diferencias intradases, B arcelona, 1975.
p r e a l c , Situación y perspectivas del empleo en Paraguay, o rr , Santiago d e C hile, 1975, p. 151.
El inform e sugiere diversas hipótesis para explicar la diferencia d e cifras; si se tien e e n cuenta
el origen d e ios datos —el dato más alto se origina en la oficina d e B ienestar R u ral y el más
bajo en u n a encuesta— tal vez convenga o p ta r p o r el s e g u n d a O tros trabajos com o el citado
de H . Alegre para el eje Este parecen afirm ar la cifra m ás baja.
ESTRUCTURA ACRARIA Y HEGEMONÍA EN tí. DESPOTISMO REPUBLICANO 483

proteger su id en tid ad lingüística (el alem án) y religiosa (anabaptista-m ennonis-


ta) p ara instalarse en el Chaco do nd e com praro n 763 000 hectáreas. Luego llegan
contingentes q u e huyen de la U n ió n Soviética (1930). E n 1960, siete colonias
raen n onitas te n ían cerca de 12 000 hab itantes.31
L a ley 514 del 26 de ju lio de 1921 " [ . . . ] les otorga com pleta lib erta d de
excepción del servicio m ilitar en tiem po de paz y de g uerra, el derecho a m an ­
te n e r su pro p io sistem a educacional en su idiom a, con antig uo dialecto alem án,
así como a im p artir educación religiosa en las escuelas [. . .] ”.32 E n fin, parece
ser q u e "la füosofía q u e prevalece en la idea m en no nita de gobierno es u n a cu­
riosa com binación de teocracia calvinista y dem ocracia m o d ern a”.83
P o r su parte los japoneses com praron 187 000 hectáreas después de la segunda
g u erra y establecieron colonias en la fro ntera con la A rgentina y el Brasil,
en las q u e radicaban alrededor de ochocientas fam ilias.34 E n b u en a m edida los
japoneses m an tien en lengua y educación (con sus pro pias escuelas y maestros).
T a n to la colonización m e n n o n ita como la japonesa son colonizaciones q u e es­
tru c tu ra n el espacio físico y desestru ctu ran la sociedad con el su rgim iento y con­
solidación de islas societales. P o r o tra p a rte en am bos casos, casualm ente, son
colonizaciones q u e se asientan e n g rupos sociales organizados de m odo fuerte­
m en te a u to rita rio y do nd e to d a contestación es condenable. Los m en no nitas p o r
razones religiosas. De los japoneses-campesinos conviene reco rdar las sagaces
observaciones de B arring ton M oore acerca d el fascismo asiático.38 Es posible
apreciar q u e los colonos extranjeros n o son precisam ente po rtadores de dem o­
cracia. E n las dos últim as décadas, y en p articu lar en el llam ado eje Este, se h an
asentado n utrid os contingentes de colonos brasileños, q u e se ap ro xim an algo
m ás al farm er q u e al colono m in ifu nd ista, con u n nivel de ingresos m ayor que
el colono paraguayo. D isponen de u n a m edia d e 30 h a y tecnología m oderna.30
Com o es sabido, estos m igrantes de p rim era generación lo hacen con u n proyec­
to social e individu al ex trem adam ente reducido, q u e difícilm ente sobrespase la
explotación m ism a de la tierra. P or o tra parte, en los tres casos Jas dificul­
tades idiom áticas, el aislam iento y el escaso horizonte reivindicativo fortalecen
la idea antes ap u n tad a: estructuración del espacio físico y estructuración social
p o r agregación de unid ad es colectivas no horaogeneizables, con seguridad en una
generación y tal vez en dos.
Esta n o integración societal es de ex trem ad a im po rtancia en la constitución
del blo que agrario e n ta n to su organización y dirección p o r articulación de seg­
m entos se realiza con facilidad y eficiencia desde estructuras despóticas de p o ­
d er.37 A su vez, la colonización con paraguayos tam b ién tiene particu laridad es
Si Cf. el valioso trabajo d e Lyra P idoux d e D rachcm bcrg "Inm igración y colonización en
el P araguay", Revista Paraguaya de Sociología, núm . 34, septicm brc-dicicm brc. Asunción,
1975, pp. 99 y ss.
82 ibid.. p . 103
M Ibid., p . 104.
M Ibid., otros datos útiles relativos a producción y educación pueden consultarse en el
m ismo trabajo.
•* Cf. B arrington Moore. Las condiciones sociales de la dictadura y la democracia, B ar­
celona. Ediciones Península, 1973, p p . 191 y ss.
a« H . AlegTe, ibid., p. 143.
*7 T ocqueville h a m ostrado m uy bien la im portancia d e la solidaridad y d e la integra-
ESTRUCTURA AGRARIA Y HEGEMONÍA EN EL DESPOTISMO REPUBLICANO 485

especialm ente e n algunos sectores sociales de A sunción, capital de la R epública,


pues existió y todavía existe —a u n q u e en m ucho m enor grado — la convicción de
q u e el uso del gu aran í es u n a barrera in fran q u eab le p a ra el ap rendizaje correc­
to del español". Así escribe G raziela Corvaíán, q u e señala con agudeza cómo el
g u aran í es u n in stru m ento de relaciones sociales patern alistas capaces de alejar
la im agen de la relación dom inante-dom inado.39
U n elem ento q u e fu n d a la iden tidad forzosam ente fu nd a tam bién la oposi­
ción o, si se prefiere, la exclusión, e n este caso la exclusión d el extran jero. En
los térm inos e n q u e fue operada la colonización paraguaya no a p u n ta a la in ­
clusión a la nación de los inm igrantes, com o o currió en el R ío de la P lata a
comienzos de siglo, sino q u e se construye al m argen y con referencia a los ex­
tranjeros circunstancialm ente tolerados y adm itidos p o rq u e están claram ente
subordinados social y políticam ente a u n q u e a ellos pertenezca el m ayor poderío
económ ico, como ya se h a señalado.
Los colonos paraguayos se identifican en tre sí po r la lengua q u e conduce a
la nacionalidad. E n el vértice de la reivindicación nacional se en c u en tra tam ­
b ién el p u n to central d e la reivindicación política, el fun dam ento y elem ento
clave d e la legitim ación d e la república despótica: u n a p a rtic u la r concepción del
nacionalism o. L a rep úb lica es el instru m en to idóneo p ara co nq uistar la lib ertad
en ajen ad a po r el p ueb lo a la m on arqu ía; el despotism o es la práctica q u e per­
m ite q u e la nación recuperada se m an ten ga u n id a frente a eventuales conspira­
ciones extranjeras. El discurso del p o d er com ienza a encontrarse con la in fra­
e structura m ediatizada p o r las relaciones sociales qu e ya h a n sido señaladas. El
b loque agrario se h a organizado en to rn o de relaciones económicas (apenas se­
ñaladas aquí), pero se constituye e n relaciones sociales y en d inám ica social,
cu ando todos sus elem entos de base —la relación latifu nd io-m inifun dio, la pro ­
ducción d e subsistencia y de exportación, el uso d e tecnologías avanzadas y atra­
sadas, el salario y la m inga, el capital y la aparcería— se com binan con las for­
mas de colonización, y este co n ju n to con tradictorio se presenta p au latin am en te
com o u n a configuración histórica do nd e la lengua, su significado, la h istoria y
la cu ltu ra desbordan las tipologías.
Existen mecanism os de m ediatización e n el in terio r del bloque agrario que
explican razonablem ente la form a de dom inación. Algunos son clásicos y h an
sido señalados p ara el Paraguay p o r estudiosos locales com o Fogel y Galeano:*0

80 Graziela Corvalán. Paragüey nación bilingüe, C entro Paraguayo d e Estudios Socio­


lógicos. Asunción, 1977.
40 -L os grandes propietarios d e Itacurubí, a l igual q u e los d e V illarka, te caracterizan
p o r su heterogeneidad, toda vez q u e com o grupo ctiA constituido p o r productores de gra n ­
des em presas agrícolas, vinculados m ás a la estructura de poder regional q u e a la tram a
social local —estancieros m edianos que explotan la ganadería extensiva— com binada en
algunos casos con cultivos de tipo em presarial y agricultores q u e explotan predios agríco­
las organizados tradicionalm ente. Estas capas a l u s que constituyen el 7 p o r ciento d e las
explotaciones estarían controlando las tres cuartas partes d e la superficie disponible, m an­
tienen posiciones dom inantes en sus relaciones —im personales o de tipo seAorial— con los
m iniíundistas y agricultores m edios tendiendo a las características d e los pequeños, p o r la
vía del trabajo asalariado y del control del acceso d e aquéllos a la tierra, a través del arren ­
dam iento, la m edianería y la ocupación precaria". R am ón Fogel-Luis G aicano, Capas rura­
les y cooperativas en el Paraguy, Asunción, c e p e s , 1978. p. 50.
486 FRANCISCO DELICH

el control de la tierra y fuentes de em pleo, el arriend o, la ocupación precaria;


p ero otros h a n sido insuficientem ente explorados,41 com o el pap el d e organiza­
ciones in term edias tales com o los sindicatos y las seccionales locales de los p ar­
tidos políticos, en p articu lar del P artid o C olorado, en p au latin a simbiosis con
el estado d u ra n te los últim os quince años. Em pero, si es u n e rro r co nfundirlo
lo es tam bién creer q u e el análisis de u n sistem a de gobierno es igual al análisis
d e u n estado. E n el caso paraguayo es particu larm en te im po rtan te, po rq u e
m ientras el estado parece constituirse como u n elem ento n eu tro de la dom ina­
ción social, y como consecuencia se conform a con u n a am plia capa de burócra­
tas y tecnócratas apartidarlos, el régim en de gobierno se identifica con el P ar­
tid o Colorado. E n el vértice del estado y del régim en, u n solo hom bre logra el
e q u ilib rio entre el estado, cuyo com ponente más orgánico es la fuerza arm ada,
y el régim en político q u e articula la sociedad civil.
El blo que agrario aparece como el m ayor sustento estructu rado de la socie­
d ad, pero no necesariam ente d om in ante en lo político po rq u e el pod er p o líti­
co tien e o tro com ponente no societal, p a ra decirlo de u n m odo no totalm ente
correcto. P ara dem ostrarlo cabalm ente sería necesario (aun qu e no podem os h a ­
cerlo aq uí) analizar el carácter in a rtic u lad o de la sociedad u rb an a, el escaso peso
económ ico de la d u d a d , centro com ercial y burocrático, la inexistencia de in ­
dustrias, la p eculiarid ad de sus sectores populares; las condiciones de surgim iento
de la pequ eñ a burguesía u rb an a, análisis q u e su pera am pliam ente las posibi­
lidades de estas páginas. Y, no obstante, se dice, este blo qu e agrario socialm ente
hegem ónico no alcanza a ser políticam ente dom inan te. Es justam en te esta hege­
m onía societal la q u e no puede —y probab lem en te n o p u ed a— transform ar en
hegem onía política lo q u e constituye la m ayor fuerza de u n hom bre y la m ayor
d eb ilid ad de u n régim en político. L a movilización d e recursos q u e com ienzan
a producirse en esta década será seguida de u n a fuerte movilización social. El
destino de esta movilización m arcará, fuera de toda d u da, el p orv enir de la re­
p ú blica despótica.

♦i R obcrt A. Nickson, ‘'Sociología R u ral en el Paraguay", Criterio, núm . 10-11, Asunción


1971. Sugiere que “La reducida clase m edia ru ral, d e fuerte ascendencia extranjera ejerce
su poder sobre la clase baja a través d e su poder económ ico com o acopladores, com er­
ciantes y transportistas. Ejerce su poder social a través de la concentración de los pocos
recursos médicos y educacionales en los pequeños núcleos urbanos del m edio ru ra l y su
poder político a través de las seccionales y com ités locales (del P artid o Colorado) y d e a d ­
m inistración pública. Recibe ayuda gubernam ental a través del Servicio d e Extensión Agrí­
cola (s e a ) organism o estatal creado con ayuda extranjera como p arte d e la estrategia n o r­
team ericana para fortalecer la clase m edia ru ral latinoam ericana'*, hipótesis que m erece dis­
cutirse atentam ente.

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impreso en mar-co
prol. atrio de san francisco 67
del. coyoacán -c.p. 04320. d.f.
quinientos ejemplares y sobrantes
30 de abril de 1998

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