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DEPARTAMENTO DE ECONOMÍA APLICADA

UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

PRINCIPIOS DE POLÍTICA ECONÓMICA

RESUMEN TEMA 5
COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y POLÍTICA ECONÓMICA

1. La consideración de los políticos como variable endógena


2. Modelos de interdependencia político-económicos

GRADO: MIM
CARÁCTER: OBLIGATORIA
PERIODO DE IMPARTICIÓN: PRIMER CUATRIMESTRE
CRÉDITOS: 3 CRÉDITOS
PROFESORA: DRA. Rosario PEDROSA SANZ

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1: LA CONSIDERACIÓN DE LOS POLÍTICOS COMO VARIABLE ENDÓGENA

En los momentos actuales, resulta evidente que la política y la economía se encuen-


tran estrechamente relacionadas: las circunstancias económicas pueden provocar que
se pierdan o ganen unas elecciones y, a su vez, las ideologías políticas hacen que se
adopte una estrategia de Política Económica u otra, lo que condiciona, en buena me-
dida, la evolución futura de la economía y, con ello, la prosperidad y el desarrollo de
los países.

Sin embargo, en un pasado todavía reciente se consideraba que las actuaciones eco-
nómicas de los gobiernos constituían una variable exógena que se determinaba fuera
del conjunto de relaciones por las que se explicaba el funcionamiento del sistema eco-
nómico. Con ello, venía a establecerse una clara separación entre el ámbito económi-
co y el político. A lo sumo, se admitía que la economía influye en la política, pero sin
que pudiera producirse la interacción inversa.

La Política Económica de un gobierno se establecía en aras a conseguir el máximo


bienestar social. El keynesianismo, como doctrina económica, dotaba a este tipo de
posicionamiento de una sólida base teórico-práctica. En el plano teórico se manifesta-
ba en lo que los gobiernos deberían hacer. En el práctico, en el diseño de las medi-
das supuestamente óptimas para mejorar las condiciones generales de la vida de
todos los ciudadanos.

Frente a este enfoque, cada vez ha ido tomando un mayor arraigo la tesis de que la
economía influye en la política, pero que, también, esta última tiene cada vez más pe-
so en el mundo económico.

Los políticos son receptores de las demandas sociales y, a la vez, las estimulan y
orientan en función de objetivos, no siempre coincidentes con el interés general. Por
tanto, se produce un entramado de interrelaciones entre ambos ámbitos tan complejo
que se hace necesario un tratamiento analítico bajo premisas distintas de las conven-
cionales.

Las formulaciones más recientes de las teorías interpretativas del vínculo entre política
y económica (las de la Teoría de la Elección Pública) se basan, en buena medida, en
la Teoría de A. Downs sobre la Democracia Representativa.

Según su versión, la conducta del político se rige por auténticas operaciones de com-
pra-venta, en las que intercambia medidas de política económica y social por votos, en
competencia con otros partidos.

La información tiene una importancia casi decisiva en el funcionamiento de la demo-


cracia representativa: es costosa y el conocimiento imperfecto. La existencia de un
estado general de desinformación provoca que unos votantes traten de influir sobre
otros (a través de la información que proporcionan y facilitan los grupos de presión) y

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que el Gobierno intente conocer y dirigir el deseo de los votantes a través del inter-
cambio de ayudas políticas por apoyo a su gestión.

A partir de este tipo de planteamiento comenzó a desarrollarse una cada vez más am-
plia literatura que considera que los gobiernos no actúan a la manera de un dictador
benevolente, que únicamente persigue el bien común, sino que las decisiones que
toma, muy particularmente las económicas, son el resultado de un proceso político en
el que intervienen diversos agentes, intentando cada uno maximizar su bienestar parti-
cular.

2: MODELOS DE INTERDEPENDENCIA POLÍTICO-ECONÓMICOS

Los modelos de interdependencia político-económica constituyen un intento de análisis


formalizado de este fenómeno, con una orientación empírica, en la que los sectores
económico y político se interrelacionan por medio de ecuaciones que pretenden des-
cribir cómo el sector económico influye sobre el sector político y cómo el sector político
lo hace sobre el económico.

a) El ámbito de la demanda político-económica: las funciones de voto y de po-


pularidad.

El análisis se dirige a conocer cuáles son los elementos que inciden en el comporta-
miento del votante desde una óptica económica: ¿qué acontecimientos económicos
son importantes para él?, ¿se encuentra siempre bien informado y se comporta de
manera racional?, o, por el contrario, ¿no está bien informado y es poco racional a la
hora de dar su voto a una formación política concreta?.

Para encontrar una respuesta a este tipo de temas se elaboran las denominadas fun-
ciones de voto y de popularidad. Tratan de establecer una relación regular entre el
estado de la economía (reflejado por la evolución de las principales variables econó-
micas indicativas del grado de consecución de los objetivos de política económica fija-
dos por el gobierno: tasa de crecimiento, de desempleo,...) y el soporte electoral que
éste tiene, medido a través de los resultados obtenidos en las elecciones celebradas
(función de voto) o mediante la opinión recogida a través de sondeos del grado de
aceptación popular que posee (función de popularidad).

b) El ámbito de la oferta político-económica: la función de reacción.

Analiza las actuaciones gubernamentales, mediante la utilización de diferentes instru-


mentos de Política Económica.

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GRÁFICO 1. VISIÓN SIMPLIFICADA DE LA INTERDEPENDENCIA POLÍTICO-ECONÓMICA

VERTIENTE DE LA OFERTA POLÍTICO-ECONÓMICA

Condiciones institucionales
(autonomía de la Autoridad Monetaria,
relaciones de poder ejecutivo-legislativo)

Instrumentos de Política Económica: Objetivos de Política Económica


(trade off, restricciones)

Oferta de dinero y crédito REACCIÓN Maximización votos


Gasto público e imposición GUBERNAMENTAL
Controles directos (Políticas Objetivos ideológicos
Macroeconómicas)

RESULTADOS ADMINISTRACIÓN POLÍTICA


MACROECONÓMICOS (ESFERA POLÍTICA)
(ESFERA ECONÓMICA) GOBIERNO-OPOSICIÓN

Variables económicas

SOPORTE ELECTORAL
Inflación Percepción A LOS GOBIERNOS Preferencias económicas
Desempleo del (FUNCIONES DE VOTO de los votantes y
Crecimiento económico público Y POPULARIDAD) prioridades

Shocks e influencias
externas VERTIENTE DE LA DEMANDA POLÍTICO-ECONÓMICA
(OPEP, tipos de cambio)

c) La interacción entre demanda y oferta: los modelos político-económicos par-


ciales y globales.

Estos modelos analizan desde la perspectiva conjunta de la demanda y de la oferta la


interrelación entre los sectores económico y político. Hay dos tipos de modelos: parcia-
les y globales.

Los modelos parciales sólo consideran un aspecto del sector económico, especifica-
do generalmente a través de dos variables económicas que representan, además, un
caso típico de relaciones conflictivas entre objetivos de política económica: estabili-
dad de precios y pleno empleo, sobre las que es posible alcanzar una solución de
intercambio (trade-off).

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Los modelos globales, en cambio, tienen en cuenta la economía en su conjunto y,
por tanto, variables adicionales a inflación y desempleo, y su interacción con el siste-
ma político.

CUADRO 1
MODELOS Y TEORÍAS DE INTERACCIÓN ENTRE POLÍTICA Y ECONOMÍA

COMPORTAMIENTO COMPORTAMIENTO DEL GOBIERNO


DEL Oportunista/ Ideológico/ Oportunista/
VOTANTE Electoralista Partidista Partidista

Teoría del Ciclo Teoría Teoría


NO RACIONAL Político-Económico Partidista Ecléctica

Teoría del Ciclo Teoría


RACIONAL Político-Económico Partidista
Racional Racional

MODELOS PARCIALES MODELOS


GLOBALES

A. MODELOS PARCIALES. Parten del supuesto de que el electorado no se comporta


de forma racional, es decir, no tiene en cuenta las posibles acciones que el gobierno
pueda llevar a cabo en el futuro, ni tampoco las que ha puesto en funcionamiento en
un pasado relativamente lejano.

Bajo este planteamiento se han elaborado dos tipos de análisis:

a. Los que tienen en cuenta que los gobiernos buscan únicamente maximizar votos
para seguir en el poder y manipulan para ello la economía (comportamiento elec-
toralista u oportunista) (trabajos de Nordhaus, Fair, Lindbeck, ...); y

b. Los que consideran que la intervención económica se hace en función de un com-


portamiento ideológico o partidista (Hibbs, Minford, ...), de tal manera que es
posible diferenciar el tipo de acciones llevadas a cabo según el signo político del
partido o líder en el gobierno.

Las teorías del ciclo político de la economía: la base de su planteamiento es que


los políticos pretenden crear unas condiciones óptimas en la economía inmediatamen-
te antes de las elecciones, incluso a costa de verse obligados a hacer ajustes poco
después.

Se estarían elaborando, así, programas económicos miopes para votantes miopes,


que inevitablemente terminarán pagándose por la sociedad. Los ciclos políticos gene-
ran ciclos económicos innecesarios y subóptimos, dado que la planificación de la Polí-
tica Económica está muy condicionada por el calendario electoral.

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Por tanto, desde esta perspectiva no existe ningún tipo de diferencia entre el plantea-
miento económico que realizaría un partido conservador respecto del que llevaría a
cabo un partido socialdemócrata.

La principal virtud de estos modelos político-económicos ha sido combinar las varia-


bles económicas con las políticas, permitiendo observar el carácter influyente de las
condiciones políticas sobre la evolución de las economías a medio plazo.

Se centran en la estimación de las funciones de voto y de popularidad para demostrar


que las condiciones económicas desfavorables reducen el apoyo popular a los parti-
dos gobernantes.

Los supuestos fundamentales que adopta este posicionamiento teórico pueden sin-
tetizarse en los siguientes puntos:

(1) Los votantes eligen sus representantes políticos sobre la base de los resultados
económicos recientes. Es decir, son políticamente miopes y tienen una memo-
ria decreciente del pasado, valorando sólo la situación actual y, consecuente-
mente, votando al partido que esté en el poder si inmediatamente antes de las
elecciones la economía tiene una marcha adecuada (fundamentalmente en tér-
minos de bajas tasas de paro) o castigándolo (desviando su voto hacia la oposi-
ción) si no se producen unos resultados económicos aceptables.

(2) Los políticos están restringidos por la existencia de una estructura económica
dada. Por ello, la posibilidad de una solución de intercambio entre inflación y
desempleo se acepta sólo en el corto plazo.

(3) El votante es susceptible de manipulación, al no tomar sus decisiones racional-


mente, aunque siempre preferirá soluciones de intercambio próximas al origen.
La estrategia del partido dominante se concretará en ofrecer la combinación de
inflación y desempleo que le produzca el número más elevado de votos.

Bajo estos supuestos, esta teoría permite formular dos importantes implicaciones
empíricas:

(a) Los gobiernos siguen diferentes reglas de Política Económica, en función de la


proximidad o lejanía de las elecciones: tienden a aplicar políticas expansivas
justamente antes de la consulta y restrictivas inmediatamente después de ha-
ber ganado las elecciones.

Ello se debe a que las posibles consecuencias negativas de las primeras (en
forma de incrementos de precios) se producirán siempre con un cierto desfase
temporal (tras las elecciones) y podrán ser controladas cuando continúen en el
poder mediante acciones de signo contractivo.

(b) Dado que las elecciones se llevan a cabo regularmente, tras cierto número fijo
de años, los objetivos e instrumentos de la Política Económica mostrarán un
modelo cíclico con la tendencia antes expuesta: bajas tasas de desempleo en

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los meses previos a la consulta electoral con elevación de la tasa de inflación y
contención de la inflación una vez ganadas las elecciones, con aumento de la
tasa de paro.

De esta forma, el ciclo económico no se genera, únicamente, por la propia evo-


lución de la actividad económica, sino que debe añadirse la actuación de los po-
líticos.

La cuestión clave a plantearse es cómo es posible que se produzca un ciclo con estas
características. La respuesta está en función del supuesto adoptado de votante no
racional y corto de vista que, cuando llega el momento de ejercer su derecho de voto
ha olvidado prácticamente el pasado y únicamente tiene en cuenta el presente.

El supuesto de votante no racional y corto de vista ha sido fuente de numerosas críti-


cas. Dio lugar a una visión alternativa, desarrollada por Alesina (1989), que parte jus-
tamente de la consideración contraria: un comportamiento racional del votante.

Con arreglo a esta visión crítica, sólo puede mantenerse la existencia de un ciclo como
el descrito si los votantes tienen una información imperfecta sobre algunas caracterís-
ticas del medio económico, de los objetivos de los políticos o sobre su capacidad para
gestionar la economía. En caso contrario, las dos implicaciones empíricas antes seña-
ladas no se cumplirían.

La reducción de la importancia del ciclo político sobre la economía puede conse-


guirse a través de diversas actuaciones:

(1) Mejorando la información que el ciudadano tiene de las actuaciones públicas y


de sus consecuencias ⇒ se trata, en definitiva, de aumentar la racionalidad del
ciudadano a la hora de valorar, positiva o negativamente, los problemas políticos;

(2) Consiguiendo un consenso político sobre un conjunto de normas de actuación


política, con el propósito de reducir el poder discrecional de cada gobierno ⇒ se
trata de comprometer al gobierno, junto a los agentes sociales, en una política a
más largo plazo que diseñe objetivos económicos claros e impida la miopía del
corto plazo, propia del ciclo político;

(3) Evitando los plazos excesivamente cortos entre elecciones y reduciendo la dis-
crecionalidad del gobierno para anticipar elecciones y hacerlas coincidir con las
coyunturas económicas más favorables.

Las teorías partidistas. Constituyen otro cuerpo de teorías explicativas de la vincula-


ción de la política y la economía, no excluyentes con las del ciclo político de la econo-
mía.

Ponen su énfasis en la identificación de la manera en que los gobiernos manejan los


instrumentos económicos de acuerdo con su adscripción política.

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Su diferencia fundamental con las teorías anteriores está en considerar que la función
de preferencia para el partido gobernante no se materializa en la maximización de vo-
tos, sino en la maximización de sus objetivos ideológicos o de partido.

Los partidos políticos tienen distintas preferencias en lo relativo a la inflación y al des-


empleo, como si prefirieran situarse en puntos diferentes de una hipotética curva de
Phillips.

La hipótesis inicial de Hibbs (1977), pionero de esta teoría, se basaba en la creencia


de que los partidos de izquierda prefieren una mayor inflación y una menor tasa de
desempleo que los partidos de derecha.

Clasifica al electorado en tres grandes grupos: (a) los que tienen una fuerte aversión a
situaciones inflacionistas (clara preferencia por la estabilidad); (b) aquellos que son
contrarios a situaciones de alto desempleo (optando por el objetivo de pleno empleo);
y, finalmente, (c) los que no tienen una postura claramente definida respecto a las dos
opciones anteriores (votantes flotantes o indecisos, colectivo esencial en las consul-
tas electorales, por ser generalmente amplio).

Asumiendo, al igual que en la teoría del ciclo electoral, que el votante tiene un compor-
tamiento políticamente miope y no racional, la teoría partidista deduce dos importantes
implicaciones empíricas:

(1) Partidos distintos siguen diferentes reglas para definir sus políticas óptimas. De
aquí se deduce que el partido en el poder influenciará con sus actuaciones el lo-
gro de sus objetivos ideológicos o partidistas.

(2) Las variables objetivo (estabilidad y pleno empleo) y los instrumentos de Política
Económica fluctúan en el tiempo, según la alternancia de los partidos en el po-
der. Los gobiernos conservadores tenderán a optar por soluciones de intercam-
bio de menor inflación y mayor desempleo que los de izquierda y viceversa.

Las críticas procedentes de las expectativas racionales también afectaron duramente a


estas teorías, por cuanto plantean que las políticas expansivas tienen como conse-
cuencia una inflación más elevada, con escasas o nulas ventajas en términos de ma-
yor actividad económica, excepto a corto plazo (pocos efectos para disminuir el paro).

El enfoque de Alesina (1989) trata de incorporar a la teoría partidista la influencia de


las expectativas racionales. Sus interpretaciones no se basan en la miopía de los vo-
tantes: estos comprenden correctamente las diferencias entre los partidos y votan de
acuerdo con las mismas.

Las incertidumbres respecto de los resultados electorales se deben a los cambios en


las preferencias de los votantes, que no son totalmente predecibles (implicación bá-
sica).

Los principales resultados que aporta la teoría partidista que considera la inci-
dencia de las expectativas racionales son los siguientes:

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a) La evolución del desempleo, del aumento de la producción y de la inflación tien-
de a estar sistemáticamente relacionada con la orientación política de los gobier-
nos;

b) Existe una correlación positiva entre la estabilidad política e institucional y el


buen funcionamiento económico;

c) El funcionamiento económico tiene determinadas implicaciones normativas en


cuanto a la conveniencia de regulaciones de carácter político más o menos dis-
crecionales, a las reformas institucionales, a la necesidad de contar con un ban-
co emisor independiente y a la coordinación internacional de las políticas eco-
nómicas.

La teoría partidista racional se diferencia de la convencional en un punto importante:


las diferencias en la producción y en el paro no se mantienen, ni aumentan durante
todo el periodo de mandato de los diferentes gobiernos, son tan sólo temporales y de-
berían producirse, justamente, tras un cambio de gobierno.

No obstante, ambas tienen en común el énfasis en la diferencia entre el tipo de Política


Económica aplicada por un gobierno conservador (antiinflacionista) y la llevada a cabo
por un gobierno de izquierdas (expansiva).

B. MODELOS GLOBALES: la teoría ecléctica. Su punto de partida básico es supo-


ner que los gobiernos no pretenden sólo maximizar votos cuando manejan los instru-
mentos económicos, sino que, además, también intentan poner en práctica y alcanzar
objetivos de tipo ideológico o partidistas.

Su pretensión última es, por tanto, maximizar su propia utilidad sujeta a las restriccio-
nes que le impone su signo ideológico y a la popularidad que le otorgan los votantes.

Bajo este tipo de modelización, Frey y Schneider (1978) han desarrollado una teoría
ecléctica cuyo punto crucial es que los políticos interfieren en la economía sólo cuan-
do los problemas económicos son tan graves que sus posibilidades de reelección se
ven seriamente amenazadas o tienen conciencia de que preocupan de forma significa-
tiva al electorado, dañando su nivel de popularidad.

Desde el punto de vista de las implicaciones empíricas, esta teoría añade dos nue-
vas contribuciones:

(1) Los partidos gobernantes no intentarán influenciar las variables económicas,


salvo que se juzgue que éstas alcanzan unos niveles críticos que exijan la adop-
ción de algún tipo de intervención económica.

(2) La atención del partido en el poder cambia respecto de los objetivos económicos
a lograr en consonancia con los sentimientos de los votantes, de manera que si
éstos llegan a manifestar su malestar por la existencia, por ejemplo, de una alta

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tasa de inflación, el gobierno tenderá a variar su política económica si ésta cami-
na en una línea diferente a la antiinflacionista.

ANEXO: ANÁLISIS ESPAÑA. BARÓMETRO DEL CIS (noviembre 2022)

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