Está en la página 1de 3

Autobiografía

El primer recuerdo que tengo no es algo que se pueda llamar agradable.


Recuerdo caminar por una cueva oscura, fría y húmeda. Yo tenía un pico en la
mano y seguía a un grupo de hombres. Sabía poco en ese entonces, bueno,
tampoco es que hoy tenga mucho conocimiento. Lo único que conocíamos
aparte del trabajo era que estábamos en el 41º milenio, nuestro planeta se
llamaba Necromunda y poco más.

Mi rutina era simple, despertaba e inmediatamente yo y mi grupo empezábamos


a trabajar, solíamos hacerlo durante 3 o 4 días, a veces una semana. Con algún
pequeño descanso para dormir y comer. La comida era horrible, y dormíamos en
nuestro puesto de trabajo, es decir, en el duro suelo de las minas. Junto a mis
primeros recuerdos está la primera vez que vi morir a alguien. Era un hombre de
mediana edad, un pequeño resbalón lo precipitó a una caída de 30 metros. Su
cuerpo quedó delante de mí, aplastado por el golpe. Estaba asustado, aunque
unos meses más tarde, la normalidad con la que ocurrían estas cosas hizo que
me acostumbrase.

No había mucho que hacer cuando no trabajabas, aunque de vez en cuando


podías presenciar una disputa entre bandas por algún territorio. Aunque
recuerdo que durante un tiempo hubo unos ancianos que contaban historias.
Hablaban de nuestro planeta, antiguamente conocido como Araneus Prime, de
cómo antes era un lugar próspero y era la capital de un imperio pero tras una
guerra fue así cómo quedó, un páramo desierto a la merced de otro imperio. La
guerra dejó tantos cadáveres (muchos de los cuales aún están en el desierto) que
decidieron cambiar el nombre del planeta a Necromunda, el mundo de los
muertos. Las historias entretenían, pero yo solo conocía Necromunda como un
planeta desértico, gobernado por nobles a los cuales poco les importaba la
gente, aquí solo existía el trabajo. Al menos era fácil encontrar trabajo, podías
elegir cualquiera de las 10 fábricas que existían, cada una de la envergadura de
un país o incluido de continentes, cada uno especializado en fabricar una sola
pieza con los materiales extraídos. Trabajando, podía ganar créditos que solo
podías usar en la fábrica que te contrataba, así que no eras muy libre. Había oído
que hubo un periodo en el que la hambruna era terrible, pero por suerte se
resolvió al darse cuenta de que los cadáveres abundaban. Así que se empezó a
procesar los cadáveres para hacer una especie de almidón humano. Algo
eficiente cuando la población supera con creces los 100 mil millones habitantes.

Otro gran recuerdo que tengo es de mi adolescencia, el primer día que vi el


cielo, fue solo un momento, me colé en una azotea y en un hueco tras la extensa
nube de gases que desprendían las fábricas, pude ver el oscuro cielo de la noche.
También recuerdo que fue el primer día que maté a alguien, pues un guardia me
había visto así que tuve que hacerlo para poder seguir viviendo, aquí el único
castigo es la muerte. Aquel vistazo al cielo hizo que algo cambiase en mí, que
sintiese curiosidad por primera vez. Es por eso que cuando se me presentó la
oportunidad de irme de aquel planeta, la aproveché. Esa oportunidad fue unirme
al ejército. Yo y cientos de millones de personas nos apuntamos cuando estaban
reclutando en nuestra zona. No sabíamos lo que íbamos a hacer en el ejército,
pero al menos comeríamos de vez en cuando algo que no sea almidón humano.

Aprendimos sobre la historia de la humanidad: estábamos en el milenio 41º, por


centenares de siglos, el emperador de la humanidad ha permanecido inmóvil en
su trono dorado en el planeta capital del imperio, nos obligan a creer que él es el
amo de los humanos por la voluntad de los dioses y que gobierna millares de
mundos con sus inagotables ejércitos. Aunque se rumoreaba que tan solo era un
cadáver podrido y carcomido. Aun así, nos dicen que aún sigue vivo, pero para
impedir su verdadera muerte, 1000 personas son sacrificadas diariamente.
Vivíamos en una eclesiarquia, la religión del emperador nos gobernaba, si
ponías en duda la divinidad del dios emperador, serías ejecutado, posiblemente
en el acto.

Recuerdo ver regresar a las naves de los campos de batalla, lo cual sucedía
diariamente, pues la guerra parecía ser infinita. Las naves al regresar siempre
eran menos de la mitad que cuando salían, y el número de bajas era siempre
superior al 90% de los que habían partido. En términos simples, nuestra
esperanza de vida en el campo de batalla era de 17h.

Yo no sería una excepción, mi primera misión fue en un planeta del cual ni


siquiera recuerdo el nombre. Estaba decaído durante el viaje, pues sabía que
probablemente moriría sin pena ni gloria. Aterrizamos cubriendo un océano
entero, y nuestros batallones se extendían por toda la superficie del planeta,
disparando todo lo que veíamos mientras gritábamos palabras vacías. No se que
clase de seres eran contra los que estábamos luchando, solo recuerdo el ruido de
mis compañeros, el sonido y las explosiones de las armas. Tras 15h de gritos,
disparos y correr sin parar, una explosión cercana me derribó. Estuve tirado y
sin poder moverme durante 1 día. Recuerdo que uno de mis compañeros me vió,
pero al ver mi estado, simplemente me acercó mi arma y me dijo que guardase
una bala para mi mismo por si quería terminar ya con todo. No recuerdo nada
más de aquello, así que supongo que ese fue mi final. Una historia como la que
tendrían el 99% de los soldados que me acompañaron.

También podría gustarte