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Comentario 2do capítulo fratelli tutti

En este segundo capítulo de la encíclica “Fratelli Tutti”, el Papa Francisco lamenta que la
humanidad haya crecido tanto en diversos aspectos, pero al mismo tiempo nos hemos quedado
ignorantes en cuanto al cuidado y protección de los más vulnerables; para llevarnos a la reflexión,
nos ofrece una versión contemporánea de la parábola del Buen Samaritano, expresando esta de
tal manera que cualquiera sea creyente o no, puede dejarse interpelar por ella.

A lo largo de la lectura pude identificar distintos principios de la DSI, uno de los más resaltantes
fue el de “Dignidad”, “Bien Común” y el de “Solidaridad”, que según mi opinión van muy de la
mano.

La dignidad es el primer principio de la DSI y esta se fundamenta en que todos hemos sido creados
a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, todos nosotros sin excluir a ningún ser humano,
tenemos una dignidad ontológica que no se nos puede ser arrebatada por nada ni nadie; el hecho
de ser dignos acarrea que no solamente seamos algo, sino alguien; de aquí se deriva de que
seamos capaces de conocer y de entrar en comunión con Dios y con los demás.

Es nuestro deber defender la dignidad de aquellos que son los más vulnerables ya que solamente
cuando se reconoce la dignidad humana se hace posible el crecimiento común y personal de
todos.

Vivimos en una sociedad muy caótica y en continuo cambio, pero si nos detenemos un segundo y
nos ponemos a reflexionar sobre lo que vemos a nuestro alrededor notaremos que la injusticia
social es muy evidente y está presente en todos los ámbitos, lamentablemente tenemos el mal
hábito de ser indiferentes a esto, pero debemos recordar que al ser indiferentes estamos siendo
participes de esta injusticia y por ende terminamos ocultando el rostro de Dios a aquellas personas
que más lo necesitan, es esencial que recordemos que todos hemos sido creados a imagen y
semejanza de Dios, por lo tanto todos somos iguales, tenemos los mismos derechos y se supone
las mismas oportunidades ya que todos tenemos el mismo creador; es aquí donde podemos
empezar a hablar del “Bien Común”, este se puede definir como el conjunto de condiciones de
vida social que posibilitan el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. El bien común es
deber de todos los miembros de la sociedad y del estado ya que todos merecen vivir una vida
plena y feliz, pero para esto es esencial de que busquemos constantemente el bien de los demás
como si fuese nuestro propio bien ya que todos somos responsables de todos y es aquí donde
podemos hablar de otro principio de la DSI que es la “Solidaridad” esta nos exige reconocer que
todos los seres humanos estamos unidos y siempre debemos cuidar y defendernos los unos a los
otros.

Como dice en este segundo capítulo de la encíclica, estamos llamados a amarnos los unos a los
otros, no solo a cuidar del que está más próximo sino al prójimo; es hora de dejar de ser tan
indiferentes con nuestros hermanos y los problemas que se presentan en nuestra sociedad
moderna, muchas veces nos sentimos tan desesperados y queremos aprovechar al máximo
nuestro tiempo, pero, así como en la parábola que nos relata el sumo Pontífice el buen samaritano
a pesar de que seguramente tenía muchas cosas por hacer, fue capaz de darle su tiempo al herido
y cuidarlo, sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo. Esta historia se repite y su
reflexión es aplicable a todos los ámbitos de nuestras vidas, al final Dios nos ha dado libertad para
buscar la verdad y decidir por nosotros mismo que hacer, pero también nos ha dado voluntad para
querer el bien, “hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una
opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado
de la vida”

n el Nuevo Testamento resuena con fuerza el llamado al amor fraterno: «Toda la Ley alcanza su
plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo»(Ga 5,14). «Quien no ama a
su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve»(1 Jn 4,20)

al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el «amor que rompe
las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una
gran familia donde todos podamos sentirnos en casa. […] Amor que sabe de compasión y de
dignidad»[

. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que
estas nos golpean directamente.

Frecuentemente hay personas que atropellan a alguien con su automóvil y huyen. Sólo les importa
evitar problemas, no les interesa si un ser humano se muere por su culpa. Pero estos son signos de
un estilo de vida generalizado, que se manifiesta de diversas maneras, quizás más sutiles. Además,
como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo
nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los
problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de
espaldas al dolor.

Es un texto que nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del
mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social. Es un llamado siempre nuevo, aunque
está escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución
del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social,
su tejido de relaciones, su proyecto humano. Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que «la
existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa,
sino tiempo de encuentro»

Esta parábola es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que
necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta
herida, la única salida es ser como el buen samaritano. Toda otra opción termina o bien al lado de
los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre
herido en el camino. La parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad
a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se
erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para
que el bien sea común. Al mismo tiempo, la parábola nos advierte sobre ciertas actitudes de
personas que sólo se miran a sí mismas y no se hacen cargo de las exigencias ineludibles de la
realidad humana
Nos revela una característica esencial del ser humano, tantas veces olvidada: hemos sido hechos
para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el
dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta
hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad.

. La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los
proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Enfrentamos cada día la opción de ser
buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo. Y si extendemos la mirada a la
totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo del mundo, todos somos o hemos sido como
estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo
y algo del buen samaritano.

simplemente hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo;
las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso.

La historia del buen samaritano se repite: se torna cada vez más visible que la desidia social y
política hace de muchos lugares de nuestro mundo un camino desolado, donde las disputas
internas e internacionales y los saqueos de oportunidades dejan a tantos marginados, tirados a un
costado del camino. En su parábola, Jesús no plantea vías alternativas, como ¿qué hubiera sido de
aquel malherido o del que lo ayudó, si la ira o la sed de venganza hubieran ganado espacio en sus
corazones? Él confía en lo mejor del espíritu humano y con la parábola lo alienta a que se adhiera
al amor, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre.
Franco, me pareció muy bueno y conmovedor el ejemplo que diste acerca de cómo los médicos y
enfermeras pueden llegar a dar su vida por ayudar al prójimo, esto se hace especialmente
evidente por la crisis sanitaria que estamos viviendo actualmente; hay muchas maneras en las que
todos podemos demostrar solidaridad para con los demás en esta situación, una de las más
evidentes ha sido quedarnos en casa para de esta manera evitar ser una fuente de contagio a las
personas más vulnerables, me quedo en casa porque al ponerme en el lugar de los demás me doy
cuenta del daño que les puedo generar; es necesario que reflexionemos para darnos cuenta del
sufrimiento y el dolor que genera la enfermedad y en ese sentido llegar a la conclusión de que no
queremos provocar este, por lo tanto, mi solidaridad es desde casa, no saliendo y teniendo
cuidados básicos de higiene.

Otro acto de solidaridad sería ayudar a aquellos que han sido afectados por la crisis económica
que surge como consecuencia de la pandemia, si nosotros ya suplimos neutras necesidades
debemos darles a los más necesitados aquello que para nosotros representaría solo algo
superfluo, como decía San Jerónimo “Si tienes más de lo que necesites para vestir y alimentarte,
distribúyelo a los que no tienen y reconoce que eres deudor de ello”.

Joanna, concuerdo con todo lo que haz opinado; además me parece importante que recalques la
parte de que debemos ayudar a nuestro prójimo desinteresadamente, sin esperar nada a cambio,
“Ustedes deben amar a sus enemigos, y hacer bien, y dar prestado sin esperar nada a cambio. Así
será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso
con los desagradecidos y los malos” (Lucas 6:35), cuando ayudamos a otras personas porque
buscamos algo de ellas también no recibiremos la misma gratificación que si lo hiciésemos sin
esperar nada a cambio, pues en el caso de esperarlo vendría a ser un intercambio.

También me pareció muy interesante lo que dijiste en cuanto a no solamente ayudar al que está
más próximo sino al prójimo en general; debemos buscar el bien común de todos, sin hacer
distinción alguna, con la parábola del buen samaritano se nos recuerda que la existencia de cada
uno de nosotros está ligada a la de los demás.

Es un texto que nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del
mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social. Es un llamado siempre nuevo, aunque
está escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución
del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social,
su tejido de relaciones, su proyecto humano. Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que «la
existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa,
sino tiempo de encuentro»

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