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Brexit (La salida de Reino Unido de la Unión Europea): el camino hacia el fin de una larga

relación

Viviana Veronica Alarcón Suárez


Código 1350841

Universidad Francisco de Paula Santander


Facultad de Educación, Artes y Humanidades
Derecho
Cúcuta
2019
Hipótesis:

El brexit proceso dado desde 2017 y que se tiene previsto hasta el 2020, esta es la manera

de recuperar Reino Unido el control sobre los asuntos de su país y sobre todo en sus fronteras o

perder cuatro libertades fundamentales.


Objetivos General

Analizar el proceso del Brexit: la salida de Reino Unido de la Unión Europea, desde 2017

hasta el 2020, tiempo que se tienen previsto para los acuerdos y salida del país de la Unión

Europea.

Objetivo Específico

-Identificar los posibles efectos de los acuerdos que se establezcan al finalizar el Brexit a

las naciones constitutivas de Reino Unido.

-Definir la situación de Gibraltar como territorio británico de ultramar durante el proceso

del Brexit y los posibles efectos en esta ciudad al finalizar el proceso.

-Considerar las consecuencias económicas que traerá el Brexit después de sus acuerdos,

en todo el mundo.
Contexto

La salida del Reino Unido de la Unión Europea, comúnmente abreviado como Brexit por

las palabras inglesas Britain (Gran Bretaña) y Exit (Salida), este es un proceso político que tiene

como fin el abandono por parte de Reino Unido de su condición de Estado miembro de la Unión

Europea, esta era una meta política orientada por determinados partidos políticos, grupos civiles

y personas del Reino Unido desde 1973.

En 1975 se había celebrado un primer referéndum sobre la permanencia del país en la

Comunidad Económica Europea, precursora de la UE, con resultado favorable a la permanencia.

La celebración de un referendo para decidir si Reino Unido debía continuar o no fue una de las

promesas de campaña con las que el entonces primer ministro David Cameron logró la

reelección en 2015. La votación se realizó el 23 de Junio de 2016, que arrojó un resultado

favorable a la salida de la Unión Europea con un 51,8% de los votos, frente a un 48,1 % que

abogó por la permanencia.

El resultado no fue uniforme en todo el Reino Unido, se votó a favor de la salida en

Inglaterra y Gales, mientras que Escocia, Irlanda del Norte y el territorio de Gibraltar votaron por

la permanencia. El gran peso demográfico de Inglaterra y la alta participación en esta nación

resultaron decisivos para inclinar la balanza a favor de la salida. En este sentido, algunos

analistas señalan la posibilidad de una ruptura del propio Reino Unido, ya que podría traer de

vuelta una frontera terrestre a la isla de Irlanda y a Escocia, quienes votaron por permanecer en el

Reino Unido en el referéndum celebrado dos años antes bajo la promesa de permanecer en la

Unión Europea.
Por otra parte, el resultado del referéndum no era vinculante, ya que para iniciar el

proceso de salida de la Unión Europea, el Parlamento del Reino Unido tenía que derogar una

serie de leyes, y la Cámara de los Comunes podía echar abajo cualquier iniciativa en este sentido.

Finalmente, el 29 de marzo de 2017 tras conseguir la aprobación del parlamento

británico, el Reino Unido comunicó al presidente del Consejo Europeo su intención de

abandonar la Unión Europea, tal como establece el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea.

Esta comunicación dio inicio al proceso de salida, que según establece el tratado, tendrá una

duración inicial de dos años.

El 21 de marzo de 2019, apenas 8 días antes de que expirara el plazo para que el Reino

Unido abandonase la Unión Europea, y ante la ausencia de acuerdo, la Unión Europea y el Reino

Unido acordaron retrasar la salida británica del club comunitario hasta el viernes 12 de abril. De

nuevo, el 11 de abril, esta fecha volvió a posponerse hasta el 31 de octubre del mismo año.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea determinó que Reino Unido puede cancelar

definitivamente su salida en cualquier momento del proceso. El acuerdo presentado por Theresa

May (Ex Primera ministra) establece un periodo de transición que tiene como objetivo darles a

las partes el tiempo para ajustarse y negociar los términos de su nueva relación, este periodo se

extendería hasta el 31 de diciembre de 2020.

El acuerdo también define cuánto dinero le debe pagar Reino Unido a la Unión Europea

para honrar los compromisos adquiridos como miembro del bloque: unos 39.000 millones de

libras (casi US$50.000 millones). En el mismo acuerdo, las partes también se comprometen a

mantener los derechos para los ciudadanos británicos que actualmente viven y trabajan en otros

países de la UE, y para los ciudadanos europeos que viven y trabajan en Reino Unido. El acuerdo
de salida incluye una "salvaguarda" que establece que, mientras no se encuentren soluciones

alternativas, Reino Unido se mantendría en una unión aduanera con la Unión Europea, con

Irlanda del Norte obligada a alinearse con ciertas reglas del mercado común europeo.

Entre las consecuencias económicas que produjo el resultado del referéndum se encuentra

la caída del rendimiento de los bonos británicos hasta el mínimo desde 1703. La divisa británica

se hundió al nivel de 1985 en la mañana posterior al referéndum.

Algunos medios informaron de una oleada de hostilidad xenófoba poniéndola en relación

con la consulta y su resultado, alertando de un aumento de entre un 54 % y un 57 % en los

incidentes de racismo, estando los ataques dirigidos principalmente contra musulmanes e

inmigrantes polacos, aunque también se registraron actos contra la comunidad española. Un

informe del Gobierno británico publicado en octubre del mismo año confirmó que los crímenes

de odio subieron un 41 % tras el referéndum.

Otro problema que se avivó fue la integridad territorial británica, dado el triunfo en

Escocia e Irlanda del Norte de la permanencia en la Unión Europea. En Escocia un par de años

antes se celebró un referéndum de autodeterminación en el que se aprobó la permanencia en el

Reino Unido por miedo a que una eventual independencia supusiera la salida de la Unión,

mientras que en Irlanda del Norte ha vuelto a abrirse el debate acerca de la unión con el territorio

republicano con el fin de permanecer en la Unión Europea, unión que después del referéndum

ganó bastantes adeptos, aunque no hay planes de plantear en una consulta popular la

reunificación de toda la isla.

A nivel europeo, la necesidad de abordar los problemas internos derivados del

referéndum restaron tiempo al tratamiento de temas relacionados con la seguridad y la política


exterior europea con la Guerra Civil Siria y la consecuente crisis migratoria. Sin embargo Jean-

Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea ha presentado el Libro Blanco sobre el

futuro de Europa en el que expone cinco escenarios posibles para la evolución de la

organización, buscando dar impulso a una refundación de la Unión Europea tras el Brexit.
Fundamentación Teórica

En base a lo propuesto por Mario Bunge en su libro La ciencia, el método y su filosofía,

lo propuesto en este documento hace parte de la ciencia fáctica ya que parte de los hechos, es una

ciencia más hacia lo social, las ciencias fácticas necesitan más que la lógica formal: para

confirmar sus conjeturas necesitan de la observación y/o experimento. (Bunge, 1959, pág. 8).

Todo esto, partiendo de una hipótesis científica, basada en la sociedad, específicamente

en los acuerdos y procesos que se llevan a cabo en Reino Unido y su decisión de la salir de la

Unión Europea, comenzando así por el análisis de lo sucedido a partir de que se hizo uso del Art.

50 del TUE (Tratado de la Unión Europea).

En referencia a Bourdieu en su explicación sociológica nos habla sobre que la ruptura de

la epistemología significa la necesidad de dejar de lado las opiniones del sentido común, para

pasar de un conocimiento menos verdadero a un conocimiento mejor construido, de esta manera

ver el contexto del Brexit sin opiniones, solo por medio del método hermenéutico, para

comprender por medio de textos la situación y llegar a un estudio y conocimiento más profundo

del hecho como lo dice briones:

La comprensión de un texto, sólo es posible desde una pre comprensión o de un prejuicio

que el investigador proyecta sobre ese objeto, prejuicio que será modificado por éste, lo cual

conducirá a una nueva comprensión de éste y así, sucesivamente, sin un fin de la comprensión.

Comprender no significa trasladarse a la época del autor del texto o del acontecimiento

estudiado, sino que supone una fusión de horizontes con lo cual se define un horizonte más

amplio que los abarca. Por ello, Gadamer dice que el intérprete de un texto lo comprende mejor

que su autor. (Briones, 2002, pág.36)


Este proceso se fundamenta en que Reino Unido a través de la cláusula de retirada pide

salir de la Unión Europea a la cual ha pertenecido desde su fundación, por medio del Art. 50 del

Tratado de la Unión Europea. El brexit siendo el proceso de salida de la unión europea, muestra

la fragmentación de Europa y sobre todo las distintas opciones que tendrán los británicos en el

futuro y comprender sus implicaciones.

Según Pablo García Castrillón, cada alternativa ofrece ventajas y desventajas. Aquellas

más cercanas a la UE les hace perder soberanía y tener que aportar dinero para distintos fondos y

aquellas con las que se distanciaría más de la unión, no le ofrece acceso al mercado único. No

debemos confundir la integración con la cooperación económica internacional con la que se

firman tratados buscando alcanzar objetivos comunes sin que ello suponga la pérdida de

soberanía de las naciones participes.

Bernal-Meza y Masera (2008) añaden las implicaciones políticas, destacando que este

proceso puede limitarse a una sutil colaboración entre países o bien alcanzar la renuncia de la

soberanía por parte de estos en ciertas materias.

Una visión más severa es la que ofrece Malamud (2011) destacando que la integración

entre regiones no es más que un intento de las naciones de protegerse al verse vulnerables en el

contexto mundial actuando independientemente. Añade que simplemente asistimos a una

redefinición de las fronteras como ya antes se había sucedido.

La hoja de ruta del Brexit, desde la perspectiva británica para acometer las negociaciones

con la UE en el marco del artículo 50 TUE, viene marcada por el Libro Blanco presentado al

Parlamento Británico por la ahora Ex Primera Ministra Theresa May en febrero de 2017. En él

figuran doce secciones en las que se abordan las prioridades del Reino Unido que habrían
informado la decisión del Brexit, a saber: 1) proporcionar seguridad jurídica y claridad para las

empresas, el sector público y el público en general; 2) tomar el control sobre las propias leyes

poniendo fin a la jurisdicción del TJUE en el Reino Unido; 3) reforzar la unidad entre las cuatro

partes del Reino Unido; 4) proteger los lazos históricos con Irlanda manteniendo la zona común

de tránsito o «Common Travel Area»; 5) controlar la inmigración, incluyendo la relativa a los

nacionales de la UE que vienen al Reino Unido; 6) reforzar en la medida de lo posible los

derechos de los ciudadanos de la UE que ya se encuentren en el Reino Unido y de los nacionales

británicos que se encuentren en los otros Estados miembros; 7) proteger los derechos de los

trabajadores británicos; 8) asegurar libre comercio con los mercados europeos sin pertenecer al

Mercado Único; 9) negociar nuevos acuerdos comerciales bilaterales con otros países; 10)

asegurar que el Reino Unido siga siendo el mejor lugar para la ciencia y la innovación; 11)

cooperar en la lucha contra el crimen y el terrorismo; y 12) proceder a una salida tranquila y

ordenada de la UE.

A medida que se realicen los acuerdos y se comiencen a realizar los cambios

veremos qué tan positivos podrían tener tanto para Reino Unido como para sus fronteras y

naciones constitutivas, todo dependerá de las negociaciones que se hagan, y de que tan rápido se

comiencen a adaptar los cambios y se comenzaran a notar las consecuencias de tal acto. Cada

uno de los sectores tendrá una participación en los cambios que surjan.

El territorio de Gibraltar ha sido uno de los más sonados a partir del proceso del Brexit,

las Naciones Unidas dicen que se trata de un territorio no autónomo que está en la lista del

Comité de los 24 desde los años 60 del siglo pasado y que ―junto con las Islas Malvinas― se

distingue de los demás casos en que la forma de descolonización no está vinculada a la libre

determinación sino a las negociaciones entre España y Reino Unido. Según Paz Andrés Sáenz de
Santa María este factor fue clave en el momento de la incorporación a las Comunidades

Europeas y es también insoslayable a la hora de la salida. Ya que las acciones actuales del Reino

Unido representan un gran debate en relación con su soberanía como respecto de las

negociaciones y su situación económica.

Seguidamente para el año 2016, España dio una propuesta en la que debían compartir la

soberanía de Gibraltar, la doble nacionalidad para los gibraltareños y el respeto de su autonomía,

presentada por el representante de España ante la IV Comisión de la Asamblea General de

Naciones Unidas (la Comisión de Política Especial y de Descolonización), se hizo también

aprovechando la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (“Brexit”). Dijo, entonces, el Sr.

Oyarzun Marchesi:

“De acuerdo con los Tratados de la Unión Europea, la salida de Gran Bretaña (“Brexit”)

implicaría también la salida de Gibraltar, lo que supondría un cambio radical de las relaciones

del Territorio con España y tendría importantes consecuencias para Gibraltar, cuyo modelo

económico se basa en el de la Unión Europea, y para la comarca española vecina del Campo de

Gibraltar, cuya economía está estrechamente interconectada con la del Territorio, dada la gran

presencia de trabajadores españoles en Gibraltar”.

Y añadió:

“Para que las disposiciones de los tratados de la Unión Europea sigan aplicándose a

Gibraltar, en una Unión Europea posterior al Brexit, eso solo será posible si hay una ligazón

política entre Gibraltar y España (…). [Con la propuesta española] la economía gibraltareña

seguiría beneficiándose del libre acceso al mercado interior de la Unión Europea y España

propondría excepciones que tuviesen en cuenta las especialidades de Gibraltar y que fuesen
compatibles con el Derecho de la Unión Europea. Además, se desbloquearía la legislación

comunitaria que está pendiente de aplicación en campos tan importantes como justicia e interior,

aviación y medio ambiente. Los gibraltareños que optasen por la doble nacionalidad continuarían

gozando de todas las ventajas de ser ciudadanos de la Unión Europea”

La respuesta unánime de los gibraltareños ante el referéndum por la permanencia en la

UE les sitúa en una posición dual con respecto al Brexit. Una primera opción es la salida de la

Unión y la consiguiente pérdida de las cuatro libertades fundamentales. Gibraltar debe sopesar

otra opción en línea con la propuesta española de cosoberanía. Dicha oferta contiene al menos

cinco ventajas, que se consideran en esta contribución: 1) tiene en cuenta la voluntad de los

gibraltareños; 2) el potencial económico positivo para los habitantes del Campo y para los

gibraltareños es enorme; 3) el escenario contrario de aislamiento sería muy gravoso para

Gibraltar; 4) se pondría fin a una controversia colonial entre aliados y amigos; y 5) permitiría una

integración específica pero definitiva de Gibraltar en la Unión Europea. Al final de las

negociaciones comunitarias sobre el Brexit, los gibraltareños tendrán que tomar decisiones

históricas acerca de su futuro, y la propuesta española ofrece un camino con beneficios para

todos.

El texto definitivo de las Orientaciones, adoptado por el Consejo Europeo el sábado 29 de

abril de 2017, dice así, respecto del tema de Gibraltar: “Una vez que el Reino Unido haya

abandonado la Unión, ningún acuerdo entre la UE y el Reino Unido podrá aplicarse al territorio

de Gibraltar sin acuerdo entre el Reino de España y el Reino Unido” (párr. 24).

La cuestión es el que pasa con Gibraltar al ser un territorio de ultramar después de que

Reino Unido deje la Unión Europea, como se verán afectados sus habitantes, aquellos que deban
salir a trabajar a otros países de la UE, al Gibraltar no darse la independencia o por lo menos el

título de colonia, sus limitaciones serán variadas, más al ser un territorio alejado de su nación.

La posición de las Naciones Unidas ante el caso de Gibraltar es clara y sostenida. Pese a

la claridad del enfoque general adoptado por las Naciones Unidas en relación con las situaciones

coloniales, vinculando descolonización y libre determinación y encauzando el ejercicio de este

derecho a través de la libre expresión de la voluntad del pueblo, en el caso de Gibraltar la

Organización optó siempre por un enfoque distinto en el que la descolonización se desengancha

de la libre determinación para conectarse con las negociaciones como modo de solución e

incluso con el principio de integridad territorial. Además, pese a la práctica constante de

identificación entre población colonial y pueblo, las Naciones Unidas nunca han proclamado la

condición de pueblo de los habitantes de Gibraltar.

A la luz de la presente contribución la existencia de un binomio inesperado

Brexit/Gibraltar, en el que el segundo se presenta como un epifenómeno menor del primero, es a

nuestro juicio una realidad incontestable que se proyecta al menos en cuatro planos superpuestos,

a saber, multilateral, europeo, bilateral e interno. En el plano multilateral, asistimos a una suerte

de “Regreso al futuro”: el Brexit, aun sin consumarse, está incidiendo directamente en la

redefinición del estatuto jurídico internacional de Gibraltar, cuya suerte en términos políticos

quizás se está jugando en la UE, pero en términos jurídicos la pelota parece haber vuelto al

campo de la ONU. Como ha quedado de manifiesto en las páginas precedentes, los principios

jurídicos de la doctrina de Naciones Unidas sobre la descolonización de Gibraltar marcan las

líneas rojas, los límites infranqueables de las dos negociaciones en curso, tanto en el recién

nacido proceso de salida del Reino Unido de la UE como en la tricentenaria controversia

bilateral hispano-británica. Reivindicar el papel del Derecho Internacional y la labor inconclusa


de la ONU en Gibraltar y el resto de los Territorios No Autónomos, con especial mención al

Sáhara Occidental, parece hoy un poco menos utópico que hace un año.

Con la decisión británica de retirarse de la UE, se han producido cambios importantes en

las circunstancias de la integración europea. Uno de los aspectos donde el Brexit ha impactado

enormemente es en la situación de Gibraltar y sus implicaciones en la controversia histórica

hispano británica.

En efecto, de encontrarnos en un statu quo con un completo bloqueo negociador bilateral

y en sede ONU, favorable a RU y Gibraltar, de repente el cambio en las circunstancias lleva

inesperadamente a otra situación que aparentemente –al menos en el corto plazo resulta

favorable a España.Lo cierto es que se puede decir que existen un conjunto de asuntos

actualmente pendientes que afectan a aspectos esenciales de la economía de Gibraltar. El

Tribunal de Justicia no ha reconocido a Gibraltar el estatuto de actor privilegiado como es el caso

de un Estado miembro ni tampoco lo ha considerado como un ente especial a efectos de

interposición de recursos.

Se puede considerar que del contencioso de Gibraltar en el Tribunal de Justicia existen

importantes elementos que nos permiten aventurar jurídicamente algunos de los puntos de la

relación del territorio de Gibraltar con la Unión en el marco del Brexit. En definitiva, la

experiencia y la jurisprudencia resultante del contencioso en Luxemburgo nos pueden ayudar a

navegar en unas aguas no siempre claras e igual de revueltas que las del Estrecho.

Las relaciones futuras se basarán en el equilibrio entre derechos y obligaciones, teniendo

en cuenta los principios de cada Parte. Este equilibrio debe garantizar la autonomía de la Unión

en la toma de decisiones y ser coherente con los principios de la Unión, en particular el respeto
de la integridad del mercado único y la unión aduanera y la indivisibilidad de las cuatro

libertades. Debe garantizar también la soberanía del Reino Unido y la protección de su mercado

interior, y respetar el resultado del referéndum de 2016 también en lo que se refiere al desarrollo

por este país de una política comercial independiente y al cese de la libre circulación de personas

entre la Unión y el Reino Unido.

En cuanto a esto, Araceli Mangas plantea un abanico de posibilidades para un futuro no

muy lejano:

1) Negociar un acuerdo de retirada con una relación privilegiada o no; 2) Integrarse en el

Espacio Económico Europeo (como Noruega, aceptar las normas sin participar en su adopción);

3) Integrarse con la EFTA (regreso a 1960); 4) modelo suizo con cientos de acuerdos sin acceso

a los servicios y la City cortocircuitada; 5) Negociar un acuerdo de libre comercio con la UE; 6)

Negociar una Unión Aduanera (como Turquía) sin acceso al mercado interior; 7) Limitar sus

relaciones a las reglas de la OMC (el trato dado a Rusia, China...).

Todos estos asuntos serán motivos de acuerdos entre las dos partes, y para cada uno se

deberá tener cierto cuidado, para no afectar a la nación y su economía, al igual que las relaciones

internacionales a futuro.
Marco jurídico

El Tratado de Lisboa dio sus primeros pasos como proyecto constitucional a finales de

2001 («Declaración sobre el futuro de la Unión Europea» o «Declaración de Laeken» del

Consejo Europeo) y fue tomando forma en 2002 y 2003 en el marco de la Convención europea

que elaboró el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa (Tratado

constitucional) (1.1.4). El proceso que condujo al Tratado de Lisboa fue la consecuencia del

resultado negativo de dos referendos sobre el Tratado constitucional celebrados en mayo y junio

de 2005. En respuesta a este revés, el Consejo Europeo decidió concederse un «periodo de

reflexión» de dos años. Por último, sobre la base de la Declaración de Berlín de marzo de 2007,

el Consejo Europeo de los días 21 a 23 de junio de 2007 aprobó un mandato detallado para una

nueva Conferencia Intergubernamental (CIG) bajo la Presidencia portuguesa. La CIG concluyó

su trabajo en octubre de 2007. El Tratado se firmó el 13 de diciembre de 2007 durante el Consejo

Europeo de Lisboa y ha sido ratificado por todos los Estados miembros. El Tratado de Lisboa

por el que se modifican el Tratado de la Unión Europea y el Tratado constitutivo de la

Comunidad Europea (DO C 306 de 17.12.2007), que entró en vigor el 1 de diciembre de 2009.

Por medio del Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea (El tratado de Lisboa) , se

reconoce como derecho de los Estados miembros la salida de la Unión Europea. Este prevé un

mecanismo para la retirada voluntaria y unilateral de un país de la Unión Europea (UE).

Un país de la UE que desee retirarse deberá notificar su intención al Consejo Europeo,

que proporcionará las directrices para la celebración del acuerdo que establezca las disposiciones

necesarias para la retirada.


El Consejo celebra dicho acuerdo, por mayoría cualificada, en nombre de la UE, previa

aprobación del Parlamento Europeo.

Los Tratados dejan de aplicarse al país que realiza la solicitud, desde la entrada en vigor

del acuerdo o, a más tardar, dos años después de la notificación de la retirada. El Consejo puede

decidir prorrogar dicho período.

Cualquier país que se haya retirado de la UE podrá solicitar unirse de nuevo y deberá

someterse nuevamente al procedimiento de adhesión.

El artículo 49 del Tratado de Lisboa, que entró en vigor el 1 de diciembre de 2009,

introdujo por primera vez un procedimiento para que un Estado miembro se retire

voluntariamente de la UE. Esto se especifica en el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea,

que establece que:

1. Todo Estado miembro podrá decidir retirarse de la Unión de conformidad con sus

propios requisitos constitucionales.

2. El Estado miembro que decida retirarse notificará al Consejo Europeo su

intención. A la luz de las orientaciones establecidas por el Consejo Europeo, la Unión negociará

y celebrará un acuerdo con dicho Estado, en el que se establezcan las modalidades de su retirada,

teniendo en cuenta el marco de su futura relación con la Unión. Dicho acuerdo se negociará de

conformidad con el artículo 218, apartado 3, del Tratado de Funcionamiento de la Unión

Europea. Se celebrará en nombre de la Unión por el Consejo [de la Unión Europea], por mayoría

cualificada, previa aprobación del Parlamento Europeo.

3. Los Tratados dejarán de aplicarse al Estado de que se trate a partir de la fecha de

entrada en vigor del acuerdo de retirada o, en su defecto, dos años después de la notificación
mencionada en el apartado 2, a menos que el Consejo Europeo, de acuerdo con el Estado

miembro interesado , Decide por unanimidad prorrogar este plazo.

4. A los efectos de los apartados 2 y 3, el miembro del Consejo Europeo o del

Consejo que represente al Estado miembro que se retire no participará en los debates del Consejo

o del Consejo Europeo ni en las decisiones que le concierne. La mayoría cualificada se definirá

de conformidad con la letra b) del apartado 3 del artículo 238 del Tratado de Funcionamiento de

la Unión Europea.

5. Si un Estado que se ha retirado de la Unión pide que se reúna, su solicitud estará

sujeta al procedimiento a que se refiere el artículo 49.

Por medio de un acuerdo internacional se la DECISIÓN (UE) 2019/642 DEL CONSEJO

de 13 de abril de 2019 por la que se modifica la Decisión (UE) 2019/274 relativa a la firma, en

nombre de la Unión Europea y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica, del Acuerdo

sobre la retirada del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte de la Unión Europea y de

la Comunidad Europea de la Energía Atómica. El 29 de marzo de 2017, el Reino Unido notificó

al Consejo Europeo su intención de retirarse de la Unión Europea y de la Comunidad Europea de

la Energía Atómica («Euratom») de conformidad con el artículo 50 del Tratado de la Unión

Europea («TUE»), que se aplica a Euratom en virtud del artículo 106 bis del Tratado constitutivo

de la Comunidad Europea de la Energía Atómica.

El 5 de abril de 2019, el Reino Unido presentó al Consejo Europeo una nueva solicitud de

prórroga del plazo previsto en el artículo 50, apartado 3, del TUE. El 11 de abril de 2019,

mediante la Decisión (UE) 2019/584 (4), el Consejo Europeo, de acuerdo con el Reino Unido,

decidió prorrogar nuevamente dicho plazo hasta el 31 de octubre de 2019. El Consejo Europeo
recordó que, de conformidad con el artículo 50, apartado 3, del TUE, el Acuerdo de Retirada

puede entrar en vigor en una fecha anterior, si las Partes finalizan sus respectivos procedimientos

de ratificación antes del 31 de octubre de 2019. En consecuencia, la retirada debe realizarse el

primer día del mes siguiente a la finalización de los procedimientos de ratificación o el 1 de

noviembre de 2019, en la fecha que sea anterior. Además, como se indica en su artículo 2,

párrafo segundo, dicha Decisión dejará de aplicarse el 31 de mayo de 2019 en el caso de que el

Reino Unido no haya celebrado elecciones al Parlamento Europeo de conformidad con el

Derecho de la Unión aplicable y no haya ratificado el Acuerdo de Retirada a más tardar el 22 de

mayo de 2019, el cual se ratificó.

La respuesta del Derecho Internacional a esta cuestión dista mucho de resultar diáfana. La

Comisión de Derecho Internacional estudió durante diez años los ‘Actos unilaterales de los

Estados’ y trató, junto a la interpretación, reglas específicas aplicables y modificación, también

el tema de la revocación; emitió, en concreto, nueve informes; el último Doc. A/CN.4/569 y

Add.1. A este respecto, quien fue Relator Especial para este tema, ha escrito que el acto

unilateral no es inmutable y puede ser «objeto de modificación o revocación. Lo importante es

precisar si ese cambio puede producirse también unilateralmente; y, de ser así, en qué

condiciones y circunstancias». Y añade que «las situaciones son distintas en función del acto de

que se trate. Si se ha creado una expectativa porque un Estado promete adoptar una conducta

determinada en el futuro y en el o los destinatarios ha surgido una expectativa y lo han

considerado como vinculante para ese Estado, la revocación no podría ser unilateralmente

arbitraria»; RODRÍGUEZ CEDEÑO, V., «De la interpretación y la revocación de los Actos

Unilaterales en estricto sentido», Anuario Colombiano de Derecho Internacional 2008, vol, 1, pp.

89-106, especialmente p. 100. Así las cosas, aunque somos conscientes de que la doctrina no es
pacífica, la tarea esencial sería fijar en cada caso concreto cuáles son los elementos exigidos para

determinar la arbitrariedad; y entre estos, con una mera lectura superficial de los trabajos y

discusiones en el seno de la Comisión de Derecho Internacional, podría deducirse claramente que

las ‘expectativas generadas’ en el destinatario del acto unilateral -y la correlativa confianza

(reliance) provocada en el mismo- sería un elemento clave. Ahora bien, al margen de ello, resulta

patente también que, a la luz del artículo 62 de la Convención de Viena sobre Derecho de los

Tratados, un cambio sustancial de las circunstancias podría ser considerado como un motivo de

revocación no arbitrario. Entre nosotros, puede verse también, al respecto, el completo trabajo de

BONDÍA GARCÍA, D., Régimen jurídico de los actos unilaterales de los Estados, ed. Bosch,

Barcelona, 2004, especialmente la parte tercera del libro, dedicada a los efectos jurídicos, la

interpretación y las condiciones de validez, modificación y revocación de los actos unilaterales

de los Estados.

En el plano institucional, resulta igualmente incierto el papel que ha de corresponder al

Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), ya que existen dudas de si, dada la remisión

del artículo 50 TUE al artículo 218.3 TFUE (y no al artículo 218.11 TFUE), cabría ejercer la

jurisdicción consultiva recogida en el citado apartado 11 en relación con el acuerdo internacional

que celebre la Unión con el Reino Unido. Tampoco es necesario profundizar a este respecto en la

incidencia que ello puede tener a la hora de realizar el seguimiento de las negociaciones y la

interpretación sobre las posibles dudas jurídicas que pudieran suscitarse a propósito de

cualquiera de los términos recogidos en el artículo 50.2 TUE, incluida la cuestión de Gibraltar.

Pero, a nuestro juicio, difícilmente cabrá sostener, a la luz de la formulación del artículo 19.1

TUE, que el TJUE —antes o después— no pueda conocer del asunto a través de un cuestión

prejudicial (art. 267 TFUE) o incluso de un hipotético recurso de incumplimiento contra el Reino
Unido en caso de incumplimiento del derecho de la Unión (art. 258 TFUE) en aspectos

relacionados con el artículo 50 TUE a lo largo de las negociaciones (incluido el deber de

actuación leal, previsto en el artículo 4.3 TUE y reiterado en las orientaciones generales) o

incluso, llegado el caso, hasta cabría imaginar supuestos en los que cupiese el recurso de

anulación contra alguna actuación de las instituciones de la Unión (art. 263 TFUE).

Ciertamente, llama la atención que las orientaciones generales dediquen tres apartados al

principio de cooperación leal (orientaciones generales 25 a 27). Se deja claro, así, que «hasta el

momento en que abandone la Unión, el Reino Unido sigue siendo miembro derecho de la Unión

Europea, y está sujeto a todos los derechos y obligaciones establecidos en los Tratados y con

arreglo a la legislación de la UE, incluido el principio de cooperación leal» (orientación general

25). De esta forma, al menos en el campo de los deseos, la intención de la Unión es que «las

negociaciones con el Reino Unido se mantendrán aparte de los asuntos corrientes de la Unión y

no interferirá con la marcha de dichos asuntos» (orientación general 27 in fine).

Las relaciones futuras se basarán en el equilibrio entre derechos y obligaciones, teniendo

en cuenta los principios de cada Parte. Este equilibrio debe garantizar la autonomía de la Unión

en la toma de decisiones y ser coherente con los principios de la Unión, en particular el respeto

de la integridad del mercado único y la unión aduanera y la indivisibilidad de las cuatro

libertades. Debe garantizar también la soberanía del Reino Unido y la protección de su mercado

interior, y respetar el resultado del referéndum de 2016 también en lo que se refiere al desarrollo

por este país de una política comercial independiente y al cese de la libre circulación de personas

entre la Unión y el Reino Unido.


Conclusiones

Por tanto, en cuanto a que va a pasar con las naciones constitutivas, se establece que

después del periodo de transición, si no se ha llegado a un acuerdo comercial entre Londres y

Bruselas, Irlanda del Norte (que junto a Escocia, Gales e Inglaterra conforman Reino Unido)

quedaría sometida a algunas normas de la UE, con respecto a la frontera de Irlanda del norte con

Irlanda, el límite entre las dos pasaría a ser frontera exterior de la Unión Europea.

Con respecto a Gibraltar, el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, firmó en

marzo de 2019 con el Reino Unido un Tratado Fiscal que regula las relaciones con Gibraltar para

evitar que el territorio "sea un foco de competencia fiscal desleal". En asuntos fiscales o de

cooperación aduanera, el Gobierno ha apretado las tuercas a Gibraltar, con el objetivo de que,

una vez el Reino Unido salga de la UE, ya no haya tantos desequilibrios entre el Peñón y el resto

de la comarca del Campo de Gibraltar.

En cuanto a las relaciones futuras entre la Unión Europea y Reino Unido, se basaran en el

equilibrio entre derechos y deberes, según los acuerdos que se hagan, teniendo en cuenta los

principios de cada parte, garantizando la autonomía de la Unión en la toma de decisiones y ser

coherente con los principios de la Unión, en particular el respeto de la integridad del mercado

único y la unión aduanera y la indivisibilidad de las cuatro libertades. Debe garantizar también la

soberanía del Reino Unido y la protección de su mercado interior, y respetar el resultado del

referéndum de 2016 también en lo que se refiere al desarrollo por este país de una política

comercial independiente y al cese de la libre circulación de personas entre la Unión y el Reino

Unido.
Se considera que los efectos que se ocasionarán al establecer la separación de la Unión y

el Reino Unido, al ser una nación europea se tiene bastante por perder, ya que las importaciones

entran a una renegociación. Con Estados Unidos se afianza la relación comercial. Y con las

demás naciones aún hay una incertidumbre e inestabilidad.


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