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Esposa: Mi cielo, yo quisiera ser reina y vivir en un palacio; ve a buscar a ese bocachico generoso;
es preciso que nos dé un palacio.
Pescador: Mujer, ¿de qué te serviría ser reina y vivir en un palacio?
Esposa: (Alterada) ¿Es que no debería ser una reina?
Pescador: Ya tú eres…
Esposa: (Llena de ira) ¡Anda a hablar con el bocachico en el Lago y pídele un palacio! Además, a él
nada le cuesta y lo hará con mucho gusto.
(El pescador vuelve cabizbajo al Lago y canta su canción)
Bocachico: Pescador, has regresado. (Ríe nervioso) Déjame adivinar, ¿tu mujer otra vez?
Pescador: Señor bocachico, que pena, pero es que ella…
Bocachico: Ajá, ¿qué pidió ahora?
Pescador: No me parece bien, pero quiere ser reina y habitar un palacio.
Bocachico: ¿Un qué?
Pescador: Un palacio.
Bocachico: Te salió de gustos sencillos, ¿no?
Pescador: Que vergüenza.
Bocachico: No te preocupes, vete. El palacio está esperándote.
(Vuelve el pescador a su hogar)
Esposa: Esposo mío, cariño amado, entra conmigo. Este palacio tiene un inmenso vestíbulo,
paredes de mármol, sillas de de oro, millares de cristales que guindan del techo, alfombras en
todas las salas, mesas cargadas de vinos y manjares exquisitos. Tenemos un patio muy grande, con
establos y caballerizas. ¿No es muy hermoso todo esto?
Pescador: ¡Sí! Muy hermoso; quedémonos aquí y viviremos muy contentos.
Esposa: Bueno, sí, mi amor, pero he estado reflexionado mientras te esperaba.
Pescador: No.
Esposa: Es que…
Pescador: ¡NO! Y me voy a dormir.
(El pescador se acuesta a dormir)
Esposa: (Intenta despertarlo) Este esposo mío, no me comprende. ¿Es que acaso no merezco lo
que pido? Pero “Reina” es un titulo que se queda corto para lo que yo necesito. ¡Yo debo ser una
emperatriz! (Se acuesta a dormir)
Pescador: (Se despierta en la mañana) ¡Que sueño tan hermoso! ¡Dormí como un rey! He soñado
que…
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Esposa: (Altanera) No. No fue un sueño. Y ahorita mismo vas a agarrar camino al Lago a pedirle al
bocachico que me convierta en emperatriz.
Pescador: ¿Para qué quieres ser emperatriz? Yo no quiero molestar más al bocachico.
Esposa: ¿Y por qué no? ¡Anda a hablar con él y pídele que me haga emperatriz! ¡Y que convierta
este palacio en un lugar digno de una!
Pescador: Pero, mujer…
Esposa: ¡Anda o llamo a los guardias del palacio!
(Vuelve el pescador al Lago con molestia y canta su canción)
Bocachico: Pescador, te estoy dando la escama y te estás agarrando la aleta.
Pescador: Hermoso pescado, pequeño vecino…
Bocachico: (Con molestia) ¿Qué quiere ahora tu mujer?
Pescador: Quiere llegar a ser emperatriz.
Bocachico: Emperatriz… (Risas) No hay problema. Vuelve a tu hogar, que he concedido su deseo
desde este instante.
Pescador: Eternamente agradecido. Mi pobre esposa grita y se enfurece, y yo…
Bocachico: ¡Adiós!
(Vuelve el pescador a su hogar explorando todo lo nuevo que encontró)
Pescador: (Asombrado) Estatuas adornadas con oro. Legiones de soldados. Barones, condes,
duques que van y vienen como simples criados. Puertas de oro macizo. ¡Un trono de oro de una
sola pieza y de más de mil metros de alto! (Encuentra a su mujer) ¡Mujer, ya estarás contenta, ya
eres emperatriz!
Esposa: Ya soy emperatriz.
Pescador: (Admirado) Te miro y parece que veo al sol. ¿Qué más puedes desear?
Esposa: Siempre puedo ser todavía más; y no encuentro nada por qué decidirme. Pero ahora que
nombras al sol ¡Ah! ¿Por qué no he de poder mandar salir al sol y a la luna? Ve a buscar al
bocachico; ¡quiero ser toda poderosa!
Pescador: ¡Ah, mujer! ¿Qué dices?
Esposa: Marido mío, si no puedo disponer del sol y la luna, y si es preciso que los vea sin orden
mía, no podré descansar y no tendré una hora de tranquilidad, pues estaré siempre pensando en
que no los puedo mandar.
Pescador: El bocachico no puede hacer eso; ha podido muy bien hacerte reina y emperatriz, pero,
te lo suplico, conténtate con ser emperatriz.
Esposa: (Haciendo berrinche) No puedo. No quiero contentarme con esto.
(El marido sale rápidamente y echa a correr al lago para cantar la canción)
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Bocachico: Amigo pescador, ¡me has hecho entender por qué los seres mágicos limitan sus deseos
hasta tres! Haré una excepción, pero éste será el último deseo que te concedo. ¿Qué quiere ahora
tu mujer?
Pescador: ¡Quiere ser toda poderosa!
Bocachico: (Ríe sin control) ¡CONCEDIDO! (Feliz) Esta vez tu mujer me ha hecho un gran favor.
Desde ahora tiene mis poderes y tendrá que vivir en este Lago. A partir de mañana seré un
hombre de nuevo y ella un hermoso... ¡bagre! (Ríe burlón) ¡Corre! Corre pescador, busca a tu
mujer y tráela a su nuevo castillo. (Ríe burlón y desaparece)
(Vuelve el pescador en desespero hasta su casa)
Pescador: ¡Esposita! ¡Esposita!
(El pescador corre sin parar hasta perderse en el infinito. Aparecen nuevamente en escena
Chiringa y Pagayo)
Chiringa: ¿Estás seguro de que eso pasó así, Pagayo?
Pagayo: Palabra de guacamayo.
Chiringa: (Entre risas) ¡Vamos al Lago a buscar ese pez!
Pagayo: (Muy alterado) ¿ES QUE NO APRENDISTE NADA DEL CUENTO? La esposa del pescador
debió aprender la grandeza que existe en las pequeñas cosas. ¡Y tú deberías hacer lo mismo!
Chiringa: Estaba bromeando. (Ríe) La humildad hace magia en las personas, Pagayo.
Pagayo: Una magia que nunca deberían abandonar. (Alterado) No entiendo por qué algunos
pierden esa cualidad.
Chiringa: (Sonríe) Comete otra galletica para que te calmes. ¡Y ya se me ha pasado un poco el
cansancio! Lo mejor es que continuemos con nuestra encomienda (Pregona) ¡VOLANTINES!
¡VOLANTINES! (Busca entre el público) ¿Desea un volantín? ¡Le garantizo que será como ningún
otro que haya visto! (Pregona) ¡VOLANTINES! ¡VOLANTINES!
Pagayo: ¿Cuándo vamos a hacer más volantines?
Chiringa: Esta noche, Pagayo. Primero necesitamos vender éste y luego encontrar algo de magia
en alguna persona para...
Pagayo: (Resentido) “¡El que no escucha consejo, no llega a viejo!”
Chiringa: (Mira el cielo) Pagayo, no sé cuánto tiempo hemos hablado y este último volantín no se
van a vender solo.
Pagayo: ¿Seguiremos en esta ciudad?
Chiringa: Si apenas vamos llegando. No partiremos hasta que consigamos vender el volantín
número 2500.
Pagayo: (Espantado) Si apenas llevas 2388.
Chiringa: (Ríe) Espero que te sepas más historias.
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Pagayo: ¡Conozco historias de sobra! Pero, tanto hablar me dio sueño. Voy a dormir un rato.
Chiringa: ¿Cómo puedes dormir si todavía…
Pagayo: (Listo para dormir) Sshhhhh
Chiringa: ¡Guacamayo terco! (Pensativo) Espero que Pagayo recuerde las moralejas de las historias
de hoy. Quienes pueden decidir escoger el camino del bien serán aquellos que puedan hacer
magia. ¡La magia de hacer lo correcto! Mientras exista magia en las personas, ¡yo podré seguir
vendiendo volantines!
Pagayo: Chiringa, quiero dormir.
Chiringa: ¡Lo mejor es continuar el camino! No sé quién puede dormir con este cielo clarito, las
nubes tapando al sol, el calorcito en la cara y el compás del viento dispuesto a elevar bien alto los
volantines. (Se retira silbando, sonriente y pregonando. Haciendo volar su volantín de un lado al
otro creando formas en el aire) ¡VOLANTINES! ¡VOLANTINES! ¡VOLANTINES!
FIN