Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
net/publication/337797489
CITATIONS READS
0 2,445
2 authors:
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
[Basic principles for the adoption of Precision Agriculture in the Rolling Pampas] Principios básicos para la adopción de Agricultura de Precisión en la Pampa Ondulada.
View project
All content following this page was uploaded by Maria del Pilar Muschietti on 06 October 2020.
Introducción
En este capítulo se describirán los ciclos del carbono, del nitrógeno y del fósforo,
incluyendo algunas estimaciones de los flujos dentro del agroecosistema. También se
describirá cómo algunas decisiones de manejo son responsables de las magnitudes de las
entradas y de las salidas de lo nutrientes en los sistemas de producción.
El carbono (C) es un nutriente esencial para las plantas que es capturado desde la
atmósfera en su forma gaseosa de CO2. El proceso mediante el cual el C es capturado y
fijado en las plantas es la fotosíntesis y es realizado por los productores. Para la fotosíntesis
no sólo se requiere de la captura de CO2 del aire, sino también de la energía solar (energía
fotoquímica) y de los nutrientes que provienen del suelo, que en conjunto permiten a las
plantas la síntesis de lignina, celulosa, proteínas y otras sustancias orgánicas para el
desarrollo de sus estructuras. De este modo, la fotosíntesis es uno de los procesos más
importantes de la PPN lograda en los ecosistemas. La PPN representa la energía que entra
al sistema y que queda disponible para los organismos heterótrofos.
El balance del C del suelo surge por la diferencia entre la cantidad de C que ingresa al
suelo como residuo vegetal (humificación) y las salidas que se generan por respiración
microbiana (mineralización). La PPN y la MO son probablemente el flujo y el componente
estructural más importante del ecosistema y se encuentran estrechamente relacionadas. La
PPN representa las entradas de C al ecosistema, define la energía disponible para el resto
de los niveles tróficos (Odum, 1969), y determina la cantidad de residuo orgánico que es
pasible de ser humificado. Por otro lado, será la MO la que pueda influir en el contenido de
PPN a través de sus efectos sobre las condiciones de fertilidad del suelo.
Vías de entradas de C
Vías de salida
En los suelos bajo producción agrícola, las labranzas pueden conducir a pérdidas de
MO muy importantes. La siembra directa ha mostrado incrementos de C orgánico de
alrededor del 10 % (Alvarez, 2005), pudiendo ser atribuido en parte a la menor temperatura
del suelo bajo este sistema de labranza por presencia de residuos vegetales en superficie
que producen mayor reflectancia y de esta manera disminuir la tasa de salida. En cambio, en
los sistemas con remoción y exposición del suelo y la incorporación de rastrojos se produce
un aumento de la temperatura originando aumentos de la emisión de CO2. Sin embargo, no
todo el CO2 que es emitido se debe a la pérdida de MO humificada, sino que una porción es
atribuida a la descomposición de residuos vegetales (Alvarez et al., 2001).
Otra vía de salida del C del agroecosistema ocurre mediante procesos de erosión, por
el cual la MO se pierde del sistema unida a las partículas del suelo. Esta pérdida es relevante
en sitios con considerable pendiente y factores predisponentes a proceso de erosión.
Cuando ocurre este proceso y estas pérdidas suceden, resulta también en una pérdida de
productividad del sistema todo (Andriulo et al., 2001).
Figura 3: Ciclo del N en agroecosistemas, principales vías de entrada (flechas llenas), salida
(flechas punteadas) y ciclado interno (rectángulo punteado).
Vías de entrada de N
Tanto el NH4+ como el NO3- del suelo pueden reducir o anular la FBN. Por lo tanto,
donde hay N mineral suficiente para satisfacer la demanda de N de la planta, el
establecimiento de la simbiosis y la FBN se reducen significativamente. Es imprescindible la
formación de nódulos como condición para iniciar el proceso de FBN. En los
agroecosistemas, las leguminosas crecen mejor seguidas de no leguminosas, lo que
proporciona las condiciones ideales para el establecimiento de la nodulación. El periodo de
fijación debe comenzar en etapas vegetativas tempranas y finalizar en estados reproductivos
avanzados con la finalidad de obtener la mayor cantidad de N por esta vía. La senescencia
temprana de los nódulos indica condiciones adversas para la FBN. Para los cultivos agrícolas
anuales, la FBN representó 57 kg N ha-1 para garbanzo, aunque existe gran variabilidad en
los valores registrados (Unkovich y Pate, 2000). En una revisión internacional del cultivo de
soja en la mitad de los estudios se observó un rango de 61-152 kg N ha-1 como FBN
(Salvagiotti et al., 2008). En ensayos conducidos en región pampeana, la FBN para la soja
resulta en valores promedio de 110 kg N ha-1 que representa el 40 % del N vegetal (Di
Ciocco et al., 2012). Mientras que para la alfalfa (Medicago sativa) los valores oscilan de 100
y superiores a 300 kg N ha-1 año-1, aumentando hacia las regiones más húmedas (Alvarez y
Steinbach, 2012). Sin embargo, el cultivo de soja no satisface sus requerimientos de N
mediante la FBN, resultando en un balance negativo del N en los agroecosistemas (Cruzate
y Casas, 2012; García y Gonzalez Sanjuan, 2010).
Debido a las dificultades en la medición de la FBN, existen pocos estudios sobre FBN
(Robertson y Vitousek, 2009). Aunque en algunos ecosistemas naturales las leguminosas
pueden tener mayor abundancia, la FBN tiende a ser menor que en los agroecosistemas. Sin
embargo, se requieren más estudios que permitan comprender y cuantificar de manera más
acertada la FBN en ecosistemas naturales (McNeill y Unkovich, 2007).
Cuadro 1: Destinos principales del N por fertilización. Valores reportados para la región
pampeana (adaptado de Rimski-Korsakov et al., 2005).
Vías de salida de N
1- la volatilización
2- la desnitrificación
3- la lixiviación
4- el transporte por erosión hídrica y eólica
5- las exportaciones por cosecha
NH4+ ↔ NH4+ (solución) ↔ NH3 (solución) ↔ NH3 (gas) ↔ NH3 (gas en atmósfera) (1)
El NH4+ está presente en el suelo, ya sea libre o adsorbido físicamente a las partículas
del suelo o a la MO. Una vez que el NH4+ pasa a la solución del suelo puede transformarse
en NH3. El proceso de volatilización del NH3 puede ocurrir cuando éste se ubica en la
superficie del suelo, y dicho proceso se incrementa con el pH y la temperatura. Las pérdidas
de N por volatilización se exacerban a medida que aumentan las dosis de N, la temperatura
del ambiente y la forma de aplicación y tipo de fertilizante (Alvarez y Steinbach, 2012). La
proporción de NH4+ en los fertilizantes nitrogenados debe ser considerada en relación a esta
pérdida. La incorporación al suelo de los fertilizantes nitrogenados puede reducir
significativamente las pérdidas (Mosier, 2001). Otra alternativa para reducir las pérdidas por
volatilización es el momento de aplicación del fertilizante, asociado a la demanda del cultivo y
a las temperaturas del ambiente. Se estima que las fuentes más importantes de NH3
atmosférico corresponden a las emisiones procedentes de la agricultura por las excretas de
los animales y las pérdidas por la aplicación de fertilizantes (Mosier, 2001).
Mineralización e inmovilización. El rasgo distintivo del ciclo interno del N son los cambios
biológicos que se producen a través de los procesos de mineralización e inmovilización y
pueden esquematizarse en la Figura 4:
Por un lado, la demanda de N por los microorganismos puede competir con la de las
plantas, reduciendo el suministro de N a los cultivos. Por otra parte, la inmovilización
microbiana retiene N en los suelos, que luego puede pasar a formas disponibles para cultivos
posteriores mediante el proceso de mineralización (Robertson y Vitousek, 2009). Siendo que
los procesos de mineralización e inmovilización ocurren simultáneamente, resulta difícil
cuantificar la intensidad de los mismos. Es por ello que, cuando domina la mineralización a lo
largo de un lapso determinado, se habla de mineralización neta; mientras que cuando
predomina la inmovilización de las formas inorgánicas se refiere a inmovilización neta
(Stevenson, 1986).
Exportación
Abono Fertilizante
Estiércol
Residuos
vegetales
Erosión
Adsorción
P adsorbido P solución Min
era
Desorción Inm liza
ov ció
n
n
iliz
ció
ac
ión P orgánico
n
ta
ió
i
ip
ac
lábil
ec
Minerales
liz
Pr
bi
lu
primarios
So
P precipitado
P orgánico
P ocluido resistente
Lixiviación
Figura 5. Ciclo del fósforo en agroecosistemas, principales entradas (flechas llenas), salidas
(flechas punteadas) y ciclado interno (rectángulo punteado).
P inorgánico (Pi). Los fosfatos pueden precipitar con cationes metálicos y formar varios
tipos de minerales secundarios dependiendo del pH del suelo, lo que define la presencia y
abundancia de los cationes que precipitan con el P. Estos minerales son los fosfatos de Ca y
predominan en suelos neutros a alcalinos. En condiciones de acidez, el P precipita con el Fe
y el Al formando minerales (e.g. estrengita, vivianita y variscita). Los fosfatos de Fe y Al
aumentan su solubilidad a medida que aumenta el pH del suelo hasta valores de pH
cercanos a 8. En suelos representativos de la región pampeana, el Pi puede oscilar en un
rango de valores de 34-219,8 mg P kg-1 y representa en promedio un 39 % del P total
(Cabello, 2013 datos inéditos). Las formas de P precipitadas pueden pasar a formas solubles
mediante los procesos de precipitación-solubilización.
Por otra parte, los fosfatos pueden estar adsorbidos a la fracción mineral del suelo y
su desorción permiten comprender la disponibilidad de P en los suelos (Shapley, 2000). La
cantidad de P adsorbida para una misma concentración de P en solución varía
marcadamente según la naturaleza química de los suelos. Los procesos de precipitación-
solubilización y adsorción-desorción se describen a continuación.
P orgánico (Po). La proporción del Po del suelo puede oscilar entre 20 y 80 % del P total
(Marschner y Rendel, 2007). En suelos de la región pampeana el Po oscila entre un rango de
93,7-376,6 ppm y representa en promedio un 61 % del P total (Cabello, 2013 inéditos). Los
residuos de los cultivos, constituyen un retorno de P al suelo. Estas formas de Po
representan una fuente de nutrientes disponibles para el cultivo. En general, el contenido de
P en la MO varía entre 1 y 3 %. Para suelos del sudeste de la provincia de Buenos Aires se
puede considerar una relación promedio para C:N:P en la MO de 140:10:1,3 (Echeverría y
García, 2005). La biomasa microbiana constituye una fracción importante del Po del suelo, y
representa la fracción a través de la cual ocurre la mineralización-inmovilización del P. La
biomasa microbiana puede presentar concentraciones de P entre 5 y 72 ppm, que
representan 3 y 22 % del Po total en suelos laboreados y no laboreados, respectivamente
(Brookes et al., 1984 citado por Echeverría y García, 2005). En pasturas del sudeste
bonaerense se reportaron 28 ppm en la biomasa microbiana del suelo (Picone et al., 2003
citado por Echeverría y García, 2005).
Absorción. Por tratarse de un nutriente poco móvil en el suelo, la llegada del P al sistema
radicular de las plantas ocurre básicamente por difusión a medida que el P de la solución del
suelo es absorbido por los pelos radicales. La difusión es el principal mecanismo, aportando
entre el 80-90 % del P necesario para las plantas. El suministro de P por flujo masal es
menor que por difusión debido a la baja concentración de P en solución, excepto en suelos
arenosos o con altas dosis de fertilización de P, donde este mecanismo puede ser
significativo (Echeverría y García, 2005). La velocidad del proceso de difusión depende de
varios factores, siendo los más importantes la diferencia de concentración de P en el área de
difusión, la temperatura, la humedad del suelo (Stevenson, 1986).
Vías de entrada de P
Lixiviación. Las pérdidas del P en solución por lixiviación pueden resultar despreciables
desde el punto de vista agronómico, debido a la tendencia del P a reaccionar con la fase
sólida del suelo. Sin embargo, en suelos arenosos con baja capacidad de adsorción de P y
elevadas dosis de fertilización a largo plazo puede resultar significativas (Echeverría y
García, 2005). Estas pérdidas ocurren principalmente por el mecanismo de flujo preferencial
a través de los macroporos del suelo (Stevenson, 1986). En suelos ganaderos, las pérdidas
de P por lixiviación pueden resultar sumamente significativas y afectar la calidad del agua
(Heredia et al., 2011). Los valores de P lixiviado en un estudio realizado en condiciones de
laboratorio con suelos provenientes de corrales de sistemas de engorde intensivo de bovinos
(feedlots) de la pampa arenosa resultaron asociados al tiempo de ocupación de los animales
en los corrales. En situaciones con 1 año de ocupación de los animales en el corral, el rango
de P lixiviado resultó de 2,4-5,1 kg P ha-1 año-1. En la situación con 8 años de ocupación,
dichos valores oscilaron entre 29-102 kg P ha-1 año-1; mientras que en la situación testigo (sin
carga animal) fue de 0,16-0,30 kg P ha-1 año-1 (Heredia et al., 2012).
Exportación por cosecha de cultivos. Los sistemas de cultivos de largo plazo sin
reposición de P vía fertilizante o abonos orgánicos resultan en una reducción significativa del
contenido de P del suelo. Un suelo que contiene 500 µg g -1 de P, equivalente a 1120 kg P ha-
1
en la capa superficial del suelo, bajo sistema de agricultura continua por un periodo de 10
años y cuya extracción anual es de 10 kg de P, puede resultar en una reducción del P total
del suelo del 10 %. En los primeros años de un sistema de agricultura las pérdidas de
materia orgánica del suelo ocurren a una tasa relativamente rápida. Estas pérdidas iniciales
de P del suelo pueden atribuirse mayormente a las pérdidas de Po. Las pérdidas de P del
suelo luego de 60 años de agricultura resultaron del orden del 12-29 % de P total. Existe gran
variabilidad en los requerimientos de P por las plantas, con lo cual, el P total removido por los
cultivos puede variar considerablemente. El rango de P exportado por diversos cultivos de
grano, forraje y oleaginosas puede oscilar entre 19-54 kg ha-1 (Stevenson, 1986).
Referencias
ALVAREZ, R. 2001. Estimation of carbon losses by cultivation from soils of the Argentine
Pampa using the Century model. Soil Use Manag. 17: 62-66.
ALVAREZ, R. 2005. Balance de carbono en suelos de la Pampa Ondulada: efecto de la
rotación de cultivos y la fertilización nitrogenada. Actas: Simposio Fertilidad. Argentina,
pp. 61-70.
ALVAREZ, R.; C.R. ALVAREZ and G. LORENZO. 2001. Carbon dioxide fluxes following
tillage from a Mollisol in the Argentine Rolling Pampa. Eur. J. Soil Biol. 37: 161-166.
ALVAREZ, C; A. COSTANTINI; C.R. ALVAREZ; B.J.R. ALVES; C.P. JANTALIA E.E.
MARTELLOTTO y S. URQUIAGA. 2012. Soil nitrous oxide emissions under different
management practices in the semiarid region of the Argentinian Pampas. Nutr. Cycl.
Agroecosyst, 94:209-220.
ALVAREZ, C.R.; A.O. COSTANTINI; A. BONO; M.A. TABOADA; F.H. GUTIÉRREZ BOEM;
P.L. FERNÁNDEZ and P. PRYSTUPA. 2011. Distribution and vertical stratification of
carbon and nitrogen in soil under different managements in the Pampean Region of
Argentina. R. Bras. Ci. Solo. 35: 1985-1994.
ALVAREZ, R. y H.S. STEINBACH. 2006. Efecto de la agricultura sobre el nivele de materia
orgáncia. En: ALVAREZ, R. (Ed). Materia orgánica. Valor agronómico y dinámica en
suelos pampeanos. Editorial Facultad de Agronomía, Buenos Aires, 41-53 pp.
ALVAREZ, R. y H.S. STEINBACH. 2012. Ciclado de nitrógeno en agrosistemas. En: R.
ALVAREZ; G. RUBIO; C.R. ALVAREZ y R. S. LAVADO (Eds.). Fertilidad de suelos.
Caracterización y manejo en la Región Pampeana. Editorial Facultad de Agronomía,
Buenos Aires, 259-300 pp.
ANDRIULO, A. y G. CORDONE. 1998. Impacto de labranzas y rotaciones sobre la material
orgánica de suelos de la Región Pampeana Húmeda. En: J.L. PANIGATTI, H.
MARELLI y D. BUSCHIAZZO (Eds.). Siembra Directa. Hemisferio Sur, Buenos Aires,
Argentina, pp. 65-96.
ANDRIULO, A.; C. SASAL y M. RIVERO. 2001. Los sistemas de producción
conservacionistas como mitigadores de la pérdida de carbono orgánico edáfico. En:
En: J.L. PANIGATTI, D. BUSCHIAZZO y H. MARELLI (Eds.). Siembra Directa II. INTA,
Buenos Aires, Argentina, pp. 17-28.
ASNER, G.P.; T.R. SEASTEDT and A.R. TOWNSEND. 1997. The decoupuling of terrestrial
Carbon and Nitrogen Cycles. BioScience 47:226-234.
BREMNER, J.M. and A.M. BLACKMER. 1978. Nitrous oxide: emission from soils during
nitrification of fertilizer nitrogen. Science 199:295–296.
BURKE, I. C., C. M. YONKER, W. J. PARTON, C. V. COLE, K. FLACH y D. S. SCHIMEL.
1989. Texture, climate, and cultivation effects on soil organic content in U.S. grassland
soils. Soil Science Society of America Journal 53:800-805.
CIARLO, E. 2008. Controles biológicos y no biológicos de las emisiones de gases
nitrogenados (N2O y NO) en suelos agrícolas y ganaderos. Tesis doctoral, Universidad
de Buenos Aires, 129 pp.
CIARLO, E. y R.M PALMA. 2011. Nitrógeno del suelo. En: CONTI, M.E. y L. GIUFFRÉ (eds.),
Edafología, bases y aplicaciones ambientales argentinas. Editorial Facultad de
Agronomía, Universidad de Buenos Aires, 656 pp.
CRUZATE, G.A. y R.R. CASAS. 2012. Extracción y balance de nutrientes en los suelos
agrícolas de la Argentina. IAH 6:7-14.
DARWICH, N.A. 1983. Niveles de fósforo asimilable en los suelos pampeanos. IDIA: 1-5.
ECHEVERRIA H. y F. GARCÍA. 2005. Fertilidad de suelos y fertilización de cultivos. Editorial
INTA, Balcarce, Buenos Aires, Argentina, 525 pp.
DELGADO, J.A. and R.F. FOLLETT. (Eds.) 2010. Advances in nitrogen management for
water quality. Soil and Water Conservation Society. 424 pp.
DI CIOCCO, C.; E. PENON; C. COVIELLA; S. LOPEZ; M. DIAZ ZORITA; F. MOMO and R.
ALVAREZ. 2012. Nitrogen fixation by soybean in the Pampas: relationship between
yield and soil nitrogen balance. Agrochimica 40:305-313.
GALLOWAY, J.N.; A.J. ERISMAN; S. SEITZINGER; R. HOWARTH; E. COWLING; and B.
COSBY. 2003. The nitrogen cascade. Bioscience 53:341–356.
GARCÍA, F.O. y M.F. GONZÁLEZ SANJUAN. 2010. Balances de nutrientes en Argentina.
¿Cómo estamos? ¿Cómo mejoramos?. IPNI 48:1-5.
ECHEVERRÍA, H. y F. GARCÍA. 2005. Fertilidad de suelos y fertilización der cultivos. INTA.
Balcarce, Argentina. 525 pp.
HEREDIA, O.S. 2011. Fósforo del suelo. En: CONTI, M.E. y L. GIUFFRÉ (eds.), Edafología,
bases y aplicaciones ambientales argentinas. Editorial Facultad de Agronomía,
Universidad de Buenos Aires, 656 pp.
HEREDIA, O.S.; H. MENGONI y J.J. MARQUEZ MOLINA. 2012. Relación cronoespacial de
la calidad de suelo y agua bajo producción intensiva de ganado bovino. En: J.F.
Gallardo Lancho (ed.), Aguas, suelos y vegetación en cuencas iberoamericanas. Red
Iberoamricana de Fisica y Quimica Ambiental, Salamanca, España. 99-120 pp.
LAL, R. 2004. Soil carbon sequestration to mitigate climate change. Geoderma. 123: 1-22.
LAL, R.; J. KIMBLE; E. LEVINE; STEWART; A. BOBBY (Eds.). 1995. Soils and global
change. Boca Raton, CRC. 440 pp.
MARSCHNER, H. 1995. Mineral nutrition of higher plants. Academi Press. 889 pp.
Mc NEILL, A. and M. UNKOVICH. 2007. The nitrogen cycle in terrestrial ecosystems. En:
Nutrient cycling in terrestrial ecosystemsEn: P. MARSCHNER. and Z. RENGEL (Eds.).
Springer-Verlag Berlin Heidelberg, pp. 37-57.
NEFF, J.C.; E.A. HOLLAND; F.J. DENTENER; W.H. MCDOWELL and K.M. RUSSELL. 2002.
The origin, composition and rates of organic nitrogen deposition: a missing piece of the
nitrogen cycle?. Biogeochemistry 57–58:99–136.
ODUM, E.P. 1969. The strategy of ecosystem development. Science 164:262-270.
RIMSKI-KORSAKOV, H.; C.R. ALVAREZ; M.B. RODRIGUEZ y R.S. LAVADO. 2005.
Predicción de los nitratos a cosecha de maíz en suelos de la Región Pampeana. IPNI
27:14-17.
ROBERTSON, G.P. and P.M. VITOUSEK. 2009. Nitrogen in agriculture: balancing the cost of
an essential resource. Annual Review of Environment and Resources 34: 97-125.
RUBIO G.; M. J. CABELLO; F. GUTIERREZ BOEM and E. MUNARO. 2008. Estimating
available soil phosphorus increases after phosphorus additions in Mollisols. Soil Sci.
Soc. Am. J. 72:1721-1727.
SALVAGIOTTI, F.; K.G. CASSMAN; J.E. SPECHT; D.T. WALTERS; A.WEISS and A.
DOBERMANN. 2008. Nitrogen uptake, fixation and response to fertilizer N in
soybeans. A review. Field Crops Research, 108: 1-13.
SHARPLEY, A. 2000. Phosphorus availability. Handbook of Soil Science. CRC Press. Boca
Raton, EE. UU. pp. 18-38.
SPARKS, D.L. 2003. Environmental soil chemistry. Academic Press, San Diego, United
Status, 367 pp.
STEHFEST E. and L. BOUWMAN. 2006. N2O and NO emission from agricultural fields and
soils under natural vegetation: summarizing available measurement data and modeling
of global annual emissions. Nutr. Cyc. Agroecos. 74: 207-228.
STEVENSON, F.J. 1986. Cycles of soil: Carbon, Nitrogen, Phosphorus, Sulfur,
Micronutrients. Wiley & Sons, United States, 400 pp.
STUDDERT, G.A.; H.E. ECHEVERRIA and E.M. CASANOVAS. 1997. Crop-pasture rotation
for sustaining the quality and productivity of a Typic Argiudoll. Soil Sci. Soc. Am. J. 61:
1466-1472.
TISDALE S.; W. NELSON; J. BEATON and J. HAVLIN. 1993. Soil fertility and fertilizers. Mc
Millan publishing, New York, United States, pp. 364-404.
UNKOVICH, M. and J. PATE. 2000. An appraisal of recent field measurements of symbiotic
N2 fixation by annual legumes. Field Crops Res. 211:211–228.
URRICARIET, S.; J.J. MARQUEZ MOLINA; C. SAINATO y O.S. HEREDIA. 2010. Riesgo de
contaminación por nitratos en sistemas de engorde a corral en Hapludoles del oeste
de Buenos Aires. En: Actas del XXII Congreso Argentino de la Ciencia del Suelo,
Rosario, Santa Fe, Argentina, CD.
YIN, S.X.; D. CHEN; L.M.CHEN and R. EDIS. 2002. Dissimilatory nitrate reduction to
ammonium and responsible microorganisms in two Chinese and Australian paddy
soils. Soil Biol Biochem. 34:1131–1137.