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“LA PROTESTA SOCIAL EN EL CONTENIDO DEL CARNAVAL PRODUCIDO

DURANTE LAS FESTIVIDADES DE AYACUCHO 2023”

MARCO TEÓRICO:

a) Algunos antecedentes de la investigación

La presente investigación no cuenta con muchos precedentes en el espacio local y nacional.

Existen algunos estudios sobre el carnaval relacionados con el arte o literatura, pero

ninguno que aborde el tema desde la protesta social. En cambio, el trabajo sí ha recibido un

mejor análisis en el estudio de otras expresiones musicales en países como Colombia,

México o Argentina.

Este el caso de la investigación de (Beltrán & Másmela, s. f.) que lleva por título

“La música protesta latinoamericana: La gran arma para la resistencia de los movimientos

estudiantiles frente a la dictadura Argentina de 1976”. La tesis asevera que la música de

protesta latinoamericana sirvió como una herramienta clave en la resistencia de los

movimientos estudiantiles, ubicando a la música como medio colectivo de expresión

creativa y simbólica, realizando un estudio de las letras y mensajes de las canciones de

protesta, siendo un método de resistencia contra el gobierno argentino.

En Costa Rica, el trabajo de (Monge, 2018) se titula: “La contracultura como

protesta: rebeldía y sumisión” cuyo análisis central se organiza a partir de seis artículos,

destacando la música hip hop y la desaparición de Ayotnizapa, la primera, en el campo de

las artes, sugiriendo que a través de la música se busca articular diálogos constantes hacia

las problemáticas sociales, mediante estos nuevos escenarios redefinen las demandas

colectivas.

Del mismo modo, encontramos un trabajo académico en Colombia, titulado:

“Discurso de resistencia en la canción popular”, artículo sugerente que reconoce a

Colombia como un país de ¨resistencia¨, gracias a su contexto social, en el que se llevó a


cabo un paro nacional en respuesta a una reforma tributaria en abril del 2021, conllevando

a enfrentamientos de amplios sectores contra el gobierno. Su autora es (Ruiz-Ávila, 2022),

quien explora con cierta profundidad una colección de videos-canciones que discutían las

condiciones en varias regiones del país. Dichas canciones son tomadas como ejemplos de

expresión y resistencia manifestada en la música popular.

En México, el tema de la protesta ha producido una serie de investigaciones, sin

embargo, poco se toma en cuenta la música como herramienta, y cómo empezó a calar en

América Latina. En esto consiste el estudio de (Salazar Rebolledo, 2020), en el artículo:

“La rosa y la espina: expresiones musicales de solidaridad antiimperialista en

Latinoamérica. El primer encuentro de la canción protesta en la Habana, Cuba, 1967”.

Demostrando como la música se convirtió en una herramienta para la solidaridad

antiimperialista y la lucha de la justicia social, siendo una forma de expresión social ante la

disconformidad.

La protesta social tiene distintos estudios, desde lo socio ambiental, económico o

sociopolítica, entre otros. Esto se observa en la investigación titulada: “Transversalidad del

derecho ambiental y criminalización de las protestas sociales” de (Roque, 2020), un

análisis de la conexión entre lo derechos ambientales y la criminalización de las protestas,

el autor sostiene que estos derechos deben de estar entrelazados con las políticas públicas,

sin embargo, las protestas en defensa del medio ambiente son reprimidas, criminalizando a

los líderes o activistas que luchan por proteger el medio ambiente y sus comunidades.

Asimismo, se considera la existencia de otro trabajo académico, denominado ¨La

criminalización y judicialización de las protestas sociales en el Perú en tiempos de

pandemia (covid-19) ¨ en el que se examina como el gobierno ha utilizado medidas de

emergencia como pretexto para limitar el derecho de protestar, reprimiendo y

judicializando a los ciudadanos que luchaban por una causa que se creía justa.

Paralelamente, se aborda la cuestión sobre la protesta como un derecho que ayuda o

pone en amenaza a quiénes lo realizan. Bajo este argumento reside el artículo de


(Gutiérrez, 2022), denominado ¨Protesta social: ¿Es derecho o amenaza? Análisis de la

protesta social visionado en las amenazas a los derechos civiles del ciudadano¨, estudio

respecto a la protesta social y sus diversas manifestaciones, donde se analiza los

argumentos a favor o en contra de la restricción en aras de la seguridad y el orden público,

fundamentando el derecho de manifestarse como herramienta clave para la participación

ciudadana y una vida democrática.

Por otro lado, la investigación de (Hoyos, s. f.), ¨Los estudios sobre la protesta

social; el caso argentino¨, destaca la importancia de tener en cuenta el papel que juegan los

medios de comunicación en el desarrollo de las protestas sociales, así como el de las

políticas estatales y las respuestas represivas. Bajo esta premisa, se suma la importancia de

continuar investigando sobre la protesta en un contexto en el que la participación

ciudadana y la defensa de los derechos cobran más importancia a través de formas

creativas.

Pero sin duda una aproximación interesante de la protesta social en el contenido de

la música se abre con el trabajo de (Sevilla, s. f.) en su escrito “Cuando el sentimiento y la

música se encuentran. La praxis sonoro-emocional en las marchas de protesta en la ciudad

de México 2015-2018”, en el cual se explora el papel que jugó la música en las protestas

de México, el autor argumenta que la música y la emoción están unidas y que la música

puede funcionar como un medio para transmitir mensajes políticos en una situación de

manifestación, el artículo destaca a la música para movilizar emociones como la ira, la

indignación, la frustración, creando un sentido de identidad colectiva en la lucha.

Por añadidura en la protesta a través de la música, tomaremos el artículo de

(Carmona, 2019), denominado ¨La contracultura: El rock como protesta política¨, que

señala al rock como táctica de protesta política y cómo los artistas lo utilizaron para

desafiar las estructuras de poder, promoviendo el cambio político y social; destaca a la

música como resistencia, siendo capaz de trascender fronteras.


En la misma línea hallamos la existencia de un artículo de rock, pero esta vez

estudiado desde el enfoque de Mijaíl Bajtín, denominado ¨Black Sabbath y el cronotopo

del carnaval¨, en el que su autor (González, 2019), explora la relación entre la música de la

banda Black Sabbath y el cronotopo de carnaval, utilizando la teoría de Bajtín. Sostiene

que la música está impregnada del cronotopo, pues se caracteriza por la subversión de la

autoridad, desafiando las estructuras de poder, siendo una herramienta para la crítica y

resistencia social.

Finalmente, tomaremos el trabajo de (Molina, 2021) ¨Comunicación del poder

político en Foucault dentro del escenario antropológico del carnaval¨, una interesante

reflexión que nos aproxima a la complicidad que existe entre la protesta y el carnaval en el

espacio en el que se realiza. El autor señala que el carnaval puede ser visto como un

espacio en el que se invierten temporalmente los poderes sociales y políticos, creando una

forma de comunicación política, que permite expresar a las personas su resistencia y

desafío al poder establecido, de manera creativa y subversiva.

En el Perú se registran escasos estudios vinculados al tema de la protesta social o

conflicto en el contenido de la música. Se ha ubicado por ejemplo el trabajo de (Díaz &

Zoraida, 2021), cuyo trabajo se titula: “El canto del allwakuy harawi como expresión

musical de reparación psicológica de experiencias traumáticas generadas en contextos de

conflicto armado interno y posconflicto en el Perú”. Explora cómo la música puede ser una

herramienta de reparación en las víctimas del conflicto interno, señalando la importancia

de la expresión musical en la reconstrucción de la sociedad, una forma creativa de

exteriorizar su dolor y disconformidad ante lo sucedido.

Como se puede observar, los estudios se han centrado básicamente en el campo

social. Excepcionalmente han ingresado al campo artístico. Este es el caso del estudio

(Aroni, 2015) titulado “Coreografía de una matanza: memoria y performance de la masacre

de Accomarca en el carnaval ayacuchano en Lima, Perú” en 2015. Utiliza la danza y el

carnaval para preservar la memoria colectiva de la masacre, perpetrada por militares en


1985, dentro de su artículo, examina la importancia del carnaval como un espacio de

resistencia y protesta contra el sistema económico y político del país, destacando el valor

de la cultura popular frente a la violencia del estado. Este sería uno de los limitados

trabajos en el país que sugiere una exploración cercana a nuestro tema de estudio.

b) Enfoque teórico:

Acción colectiva también llamada protesta social. Charles Tilly

De acuerdo a las teorías planteadas en torno a la protesta social, algunos autores,

señalan que ésta se da generalmente por un cambio político de sistemas de estado o lucha

de poder, siendo una herramienta de expresión colectiva de inconformidades y deseos

reformistas, asimismo, mencionan que ésta se realiza en gobiernos democráticos, aunque

suelen ser reprimidos.

Tomaremos como soporte los estudios de Charles Tilly en Los movimientos

sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a Facebook. Dónde se sostiene que los

movimientos sociales son formas organizadas de protesta y acción colectiva que nacen en

respuesta a injusticias, siendo una clave en la lucha por el cambio social.

Tilly considera que el estigma es entendido de modo similar a como lo fue

originalmente. La única diferencia es que ya no se dirige contra las manifestaciones

corporales sino contra el mal en sí mismo (Goffman, p. 11). Hay una dosis simbólica en las

percepciones actuales, una reelaboración sometida a cuestiones subjetivas. Eso no significa

que los signos corporales que dieron origen a los estigmas del pasado hayan desaparecido

completamente, los estigmas siguen siendo marcas que exhiben algo malo y poco habitual

al status moral. Muchas enfermedades se conservan en el tiempo: el estigma del ciego, del

sordo, del tartamudo, del inválido, del viejo, de la prostituta, etc., conservan formas de

marginalidad y exclusión.
El estigma es un fenómeno complejo que –no obstante su categoría o los atributos

que posee– se subordina a un tema más amplio, el de la identidad social, sea esta real o

virtual.

Mientras el extraño está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un
atributo que lo vuelve diferente de los demás (…) y lo convierte en alguien menos
apetecible. (…) De ese modo, dejamos de verlo como una persona total y corriente
para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza
es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un
descrédito amplio; a veces recibe también el nombre de defecto, falla o desventaja
(Goffman, 12).

Un elemento fundamental en el ser estigmatizado es aquel atributo devaluado o

degradado que se construye alrededor suyo. Goffman lo menciona y asegura que se trata de

una propiedad profundamente desacreditadora. Un atributo que a los ojos de una sociedad

que comparte ciertos cánones morales establece un límite entre lo normal y lo anormal.

El estigma se alza no en función del defecto o lo que se presume es un defecto, sino

de la relación y del producto de esta relación. No existe estigma si no hay sujeto

estigmatizador, obviamente no hay estigma si no hay sujeto estigmatizado. El proceso que

da vida a este fenómeno es la relación, el lazo que une y a la vez que separa a ambos

sujetos.

Su esencia es social y no por ello adolece de una identidad, es más, esta categoría le

confieren su existencia.

La identidad, ese concepto sociológico antes que antropológico que dice que no

somos lo que somos si no hay de quién diferenciarse 1, define un vínculo social, al tiempo

que divide la relación entre los sujetos del fenómeno estigmático.

Superado este punto, veamos qué tipo de estigmas se configuran en las relaciones

sociales. Goffman menciona tres tipos de estigmas diferentes. El primero corresponde a las

deformaciones físicas, el segundo, a los defectos del carácter del individuo. En este último

punto podrían ubicarse, dice el autor, las perturbaciones mentales, adicciones a las drogas,

1
Juan Manuel Silva precisa que “La identidad es una palabra que sirve para aludir a las diferencias por las
cuales somos así y no de otro modo… ser es ser diferente”. (1996: 75).
alcoholismo, homosexualidad, desempleo, intentos de suicidio y conductas políticas

extremistas (Goffman, p. 14). Es decir, producto de estas formas de comportamiento

individual o colectivo suelen construirse estigmas alrededor del sujeto o sujetos. Un tercer

tipo se refiere a los estigmas tribales como la raza, la nación y la religión.

Lo interesante de todo esto, precisa Goffman, es que, cualquiera sea el tipo de

estigmas que se reconozca, todos ellos tienen los mismos rasgos sociológicos.

En este punto es preciso aclarar que estigma y discriminación no son lo mismo. Son

categorías que pertenecen a la exclusión o a la desigualdad social y que tienen

connotaciones diferentes.

Riesman, citado por Goffman, añade que el estigma tiene visos ideológicos que

explica la inferioridad de la persona estigmatizada y da cuenta del peligro que representa

esta persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias,

como, por ejemplo, la de clase social (Goffman, p. 15).

De cualquier forma, nuestros discursos están absorbidos por una tendencia a

estigmatizar las cosas. Eso ocurre cuando se utiliza el adjetivo para referirse a alguna cosa

o persona. A menudo solemos llegar a la ofensa y decimos “tarado”, “imbécil” sin

percatarnos del estigma que vamos construyendo inconscientemente. Para algunos, estas

expresiones triviales comportan el razonamiento cotidiano, sin embargo, su sola mención

define las imperfecciones en el espacio del comportamiento individual y grupal.

Pero el proceso estigmatizador no solo propone una relación entre dos o más

personas, tampoco la de establecer límites identitarios o diferenciar lo normal frente a lo

anormal. El estigma, además de ejercitar un tipo de violencia contra el “otro”, construye

generalmente una reacción no siempre planificada. La victimización es una forma de

respuesta.

Sin embargo, la victimización no es entendida únicamente como el reflejo del

ataque estigmatizante. Goffman se refiere a las condiciones favorables para que el

estigmatizado corrija el defecto y se allane al apoyo que habrá de recibir en su condición


de víctima. “El individuo estigmatizado puede también intentar corregir su condición en

forma indirecta, dedicando un enorme esfuerzo personal al manejo de áreas de actividad

que por razones físicas o incidentales se consideran, por lo común, inaccesibles para quien

posea su defecto” (Goffman, p. 20).

Esto ocurre solo si la víctima asume ese papel, si admite que posee un defecto

conductual o un signo corporal del que debe avergonzarse, antes que mostrar temor 2.

Tómese en cuenta que el sujeto estigmatizado se sumerge en una incertidumbre cuando

hace contacto con la eventualidad de su marginalidad.

Pero el papel de víctima implícitamente introduce otro elemento al proceso: el de la

complicidad. Se es estigmatizado solo si se comparte la voluntad para serlo. En algunos

casos, esa voluntad pasa a convertirse en una actuación utilitaria. Esto puede explicar la

intencionalidad de ciertos grupos por provocar un estigma sobre ellos y sacarle la mayor

ventaja.

No obstante esto, el estigma no siempre es indulgente, pasivo y benevolente 3.

Aunque en estos casos, dijimos, hay una voluntad de resignación que se resuelve

compartiendo el estigma. Lo cierto es que existen gradaciones y categorías de estigma.

Total, se trata de un tipo de estatus social que tiene un carácter excluyente, pero también

inclusivo, porque así como se les censura, como parte de la dialéctica social, también se les

otorga la ventaja de unirse, de cohesionarse y de enfrentar inexorablemente las formas de

exclusión.

Los judíos en plena Segunda Guerra Mundial presentaron resistencia no al estigma,

sino a la exclusión, a la opresión, a la proscripción. No aceptaron la normalización de

aquella relación, como ninguna persona que sea consciente de la necesidad de que las

diferencias subsistan a expensas de los estigmatizados. El problema no está en los “otros”.

2
La idea de Lotman es diferenciar los contextos en que se construye el miedo. Su especificidad se ordena
desde la relación con el Estado o, más bien, con el poder, con lo que resulta hegemónico. Mientras que la
vergüenza es un regulador de lo que es común a todos los hombres. (Lotman. 1979: 207).
3
Este es el caso de los estigmas construidos alrededor de los invidentes o de quienes sufren alguna dolencia
física evidente.
A diferencia de las personas que conviven con el estigma, intentando un “modelo

de normalización” (Schwartz citado por Goffman, p. 44), hay quienes apuntan a agudizar

consciente o inconscientemente las contradicciones entre los componentes del proceso,

empujándolos o propiciando una actitud fóbica que busque resolver el problema por medio

del conflicto. Reiteramos: no siempre el estigma nace de signos corporales evidentes. Ya lo

dijimos líneas arriba, los estigmas en esencia, en nuestros tiempos, aparecen sobre la base

de corporaciones simbólicas antes que físicas.

Erving Goffman incorpora el concepto de la normalidad en este fenómeno,

pensando buscar un equilibrio entre la identidad social real y la virtual. Clave, dice él, es la

colaboración que ofrece la persona estigmatizada. Pero no siempre, decíamos, el estigma

es benevolente. “La segunda posibilidad importante en la vida de una persona

estigmatizada aparece cuando su diferencia no se revela de modo inmediato, y no se tiene

de ella un conocimiento previo (…), es decir, cuando no se trata en realidad de una persona

desacreditada, sino desacreditable” (Goffman, p. 56).

Tal vez este sea el caso del enfermo mental que oculta información sobre su

identidad social real. Pero Goffman podría referirse también a los ex presidiarios o a los ex

integrantes de círculos criminales. En estos casos, cada persona o cada grupo son

susceptibles de descrédito en la medida en que ofrezcan rasgos de tal o cual conducta. Para

cierto sector social, el tatuaje en el cuerpo de las personas provoca temor e intimida, es el

esquema de valores y la realidad que termina concediendo estas percepciones. Son sujetos

desacreditables, como lo son quienes, a la luz de cierto contexto, estimulan un rechazo.

En este punto, el sociólogo canadiense, introduce el concepto de perceptibilidad para

referirse con mayor precisión al reconocimiento de esos rasgos no siempre físicos.

Este es el espacio en donde afloran aspectos subjetivos de la percepción que tiene la

sociedad sobre grupos sociales y que consciente o inconscientemente provocan una mirada

distinta del conjunto, una mirada que los convierte en “anormales”, parafraseando a

Goffman.
La subjetividad es el campo donde las ideas, donde las formas distintas de ver el

mundo, se mueven y se intensifican. Las marcas físicas del pasado se convierten en marcas

simbólicas del presente. El sistema de valores dominante definirá cuáles y a quiénes se les

impondrá esas marcas simbólicas. El uso de las diferentes formas de mediación será útil a

estos fines.

Mediación. El enfoque de Serrano

Martín Serrano (1985) habría dicho que el uso de los medios de comunicación

resultaría fundamental en este propósito. Y es que la mediación cognitiva en los medios de

comunicación produce mitos y la mediación estructural, rituales (Serrano, 1985:147).

Él dice que “la mitificación que producen los medios de comunicación de masas,

mediando cognitivamente el relato del acontecer cuando ofrecen un modelo de

representación del mundo, técnicamente se lleva a cabo operando con la dimensión

novedad/banalidad de los datos de referencia” (Serrano, p. 147). Tal vez no importe esta

dimensión, sin embargo, lo cierto es que los medios de comunicación reproducen un

modelo de representación del mundo, que termina mitificando el mensaje.

Pero no toda la responsabilidad la tienen los medios de comunicación dice Serrano.

Y es que los medios no están solos en el desempeño de esta función social. Junto a ellos o,

tal vez, otros elementos de mediación –los líderes de opinión por ejemplo- cumplen la

función de reproducir relatos oralmente, proporcionando los mitos necesarios para elaborar

una visión del mundo que mantuviese el consenso social (Serrano, p. 154). Es algo así

como preparar ciertas condiciones para que los medios hagan lo suyo. Pero el proceso

puede producirse también en sentido inverso. Lo concreto es que los medios de

comunicación servirán de soporte funcional a los procesos de control social que representa

la mediación.
Creemos, al igual que Erving Goffman, “que el manejo del estigma es un rasgo

general de la sociedad, un proceso que se produce dondequiera existan normas de

identidad” (Goffman, p. 154) y donde las diferencias tengas causas estructurales.

Finalmente, una definición que compartimos es que,

el estigma implica no tanto un conjunto de individuos concretos separables en dos


grupos, los estigmatizados y los normales, como un penetrante proceso social de
dos roles en el cual cada individuo participa en ambos roles, al menos en ciertos
contextos y en algunas fases de la vida. El normal y el estigmatizado no son
personas, sino, más bien, perspectivas. Estas se generan en situaciones sociales
durante contactos mixtos, en virtud de normas no verificadas que probablemente
juegan en el encuentro (Goffman, p. 160).

Este es el carácter procesual del estigma, un fenómeno cuya compleja construcción

es auténticamente social. Se trata, qué duda cabe, de una marca que se ordena sobre una

categoría particular y que dependerá del campo, del tiempo y del espacio en que se mueva.

El estigma ha dejado de ser un signo corporal, se ha convertido en la fuente de una

configuración simbólica.

c. Definiciones conceptuales
El estigma

Tomando en cuenta las aproximaciones de Goffman, en el marco de una lectura

sociológica, definimos el estigma como un proceso por el cual se deteriora la identidad

considerada normal del ser social, que altera su sentido social y se somete a un proceso de

estigmatización donde uno o más sujetos estigmatizadores combinan elementos sociales,

culturales y simbólicos para imponer una marca social a uno u otros, quienes actúan con

cierta complicidad en el proceso estigmatizador.

Las mediaciones

Más que medios de comunicación y de su papel en el proceso de circulación, las

mediaciones suponen procesos de control social, que establecen formas de equilibrio,


desequilibrio y reequilibrio político y social. Los medios, cuya capacidad de poder, surge

de esa retroalimentación constante entre la cultura de masas y de su comportamiento cada

vez más dominante, condensa lo más genuino del estado de la sociedad.

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