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símbolo literarios
José Antonio Hernández Guerrero
Universidad de Cádiz
Nos situamos, por lo tanto, en la línea de los trabajos desarrollados por Gaston
Bachelard, Georges Poulet, Jean Starobinski, Jean-Pierre Richard, Jean Paul Weber, Jean
Burgos, etc.4 A partir de ella, vamos a analizar dos novelas recientes: Mal de piedra
(publicada en 1987) de Enrique Montiel, y En la casa del padre (publicada en 1988) de
José Manuel Caballero Bonalds5.
Ambas guardan entre sí cierta analogía temática, hasta tal punto que sus títulos podrían
ser intercambiables o, mejor, complementarios. Cualquiera de ellas sirve para resumir el
asunto central de ambas novelas e, incluso, cualquiera de los dos podría usarse como
subtítulo del otro: (Mal de piedra en la casa del padre; En la casa del padre: mal de
piedra).
Las dos cuentan la historia de una familia; la crónica de una casa. En ambos casos, la
descripción de los espacios y la narración de las acciones son procedimientos de análisis de
los sentidos profundos de los comportamientos humanos individuales, sociales, políticos y
religiosos. Las dos novelas descubren los múltiples significados de gestos y hábitos
aparentemente insignificantes. Tratan, en definitiva de «la casa» en el triple sentido de este
término.
1. Casa como familia, estirpe, clan, saga (en el sentido en que decimos, por ejemplo, la
Casa de Borbón, de Austria o la Casa Real).
2. Casa como empresa, actividad laboral o equipo de trabajo (la Casa Philips o la Casa
Kodack).
3. Casa como edificio para vivir, como habitación o vivienda.
Pero es que, además, sus respectivos referentes (la familia, la empresa, el edificio) son
significantes, imágenes plásticas de significados ideológicos mucho más interesantes y
complejos: la casa, en los tres niveles, representa: a) una mentalidad (sistema más o menos
organizado de principios, criterios y juicios); b) una actitud (una jerarquía de valores, una
relación de preferencias, de filias y fobias); y, c) un comportamiento, unos hábitos.
En la primera acepción -la casa como familia- sirve para definir cuál es la concepción
fundamental del tiempo humano, de la vida como proceso temporal. Ya sabemos que,
simplificando mucho, caben tres visiones vitales: hacia el pasado, hacia el presente y hacia
el futuro.
El segundo sentido -la casa como empresa, o la empresa como familia- representa una
determinada concepción de lo que es el trabajo y de lo que son las relaciones laborales y,
en términos más genéricos, de lo que es la actividad humana.
Tras una primera lectura de las dos novelas, podemos adelantar, con carácter
provisional, una conclusión general: todos los comportamientos se explican,
fundamentalmente, por una preocupación prioritaria de que sean un auténtico lenguaje que
pregone con fuerza la importancia, el valor, la categoría y la talla de los protagonistas.
Se tiene plena conciencia de que todas las acciones son significativas, de que todos los
movimientos son gestos, son ritos, símbolos eficaces que muestran y realizan lo que
SIGNIFICAN.
Veamos, pues, cada uno de dichos significados del término «casa» y analicemos cada
uno de dichos referentes-imágenes.
En En la casa del padre, Sebastián elige como esposa a Adelaida Conticinio, hija
única de un encumbrado industrial que, amén del título de Conde de Malcorta, terminaría
aportando al matrimonio sus buenos dividendos en bodegas de crianza y fincas rústicas.
Por eso, cuando los padres tienen noticia de que sus hijos inician relaciones con el otro
sexo, inmediatamente repasan el índice onomástico de sus amistades, la nómina de los
grandes apellidos, y si el galán no figura en ellos -como ocurre con Carola, uno de los
personajes de En la casa del padre- esas relaciones son consideradas como una deshonra,
un agravio inflingido a toda la estirpe, un oprobio, un bochorno:
Este disgusto, esta desgracia, se resarce en alguna medida con la boda de María
Patricia:
Pero nos preguntamos -o preguntamos a ambas obras-: ¿por qué esa obsesión y ese
esfuerzo por formar un apellido que confiera prestigio a la familia, en vez de ocuparse en
dignificar y engrandecer el apellido?
La vida ordinaria, los rincones de la casa, las comidas, los vestidos..., tienen el valor de
los recuerdos; todos los objetos son fetiches, reliquias, que hacen presentes a los seres
queridos que ya murieron:
En las dos novelas se manifiesta una ansiedad acumulativa, una obsesión por
almacenar dinero, pero mientras que en Mal de piedra el dinero es promesa de seguridad
del mañana, en En la casa del padre, el dinero es garantía de la felicidad del presente:
Tras la descripción de estos cuadros, en las dos novelas se narra el proceso imparable
de transformación familiar, empresarial y social: la familia se dispersa, la estirpe
desaparece; la empresa familiar se transforma en empresa mercantil: la casa familiar se
cambia por un piso. El tránsito es doloroso, el trance es amargo, el proceso es cruel. Pero la
vida, la historia, es imparable; el tiempo, implacable: no se puede vivir de espaldas,
ignorando la realidad.
Las dos novelas hablan de la familia, del trabajo, del hogar. Una (En la casa del padre)
se refiere a Jerez de la Frontera; la otra (Mal de piedra) a San Fernando. Las dos novelas
tratan de una concepción de la vida humana que ya ha caducado. Las dos novelas revelan
zonas muertas de nuestra sociedad y tendencias disimuladas de nuestra personalidad que
pueden seguir lastrando nuestras vidas.