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CONSUMO DE SUSTANCIAS

—Está bien Luis, esta va a ser una interrogación larga si no colaboras un poco.
¿Sabes por qué estas acá?

—Sí. Pero no quiero hablar hasta tener un abogado.

—Y lo tendrás. Tienes derecho a permanecer en silencio. Voy a hacerte unas


preguntas simples.

—¿Qué tan simples?

—Podemos empezar por tu nombre completo.

—Luis Alejandro Sarmiento Gutiérrez.

—Edad.

—Cuarenta y dos.

—¿Sabes por qué te arrestamos?

—Posesión de drogas.

—¿Qué tipo de drogas encontramos en tu posesión?

—Mmm, cocaína, hierba, un par de pastillas…creo que es todo.

—¿Es la única razón por la que crees que estás acá?

—Pensé que iban a ser sólo preguntas simples. Quiero un abogado

—Está bien. ¿Quieres algo de tomar? Tengo que salir a firmar unos papeles para
conseguir el abogado y seguir con la interrogación.

—¿Puedo pedir una Coca-Cola?

—Claro, ya vuelvo.

Esa pobre muchacha. No tenía ni 25 años. Esperó puedan identificarla pronto.


Tenemos que llamar a alguien para que reclame el cuerpo. Supongo que lo mejor es llevarle
la Coca-Cola y esperar a que empiece a hablar. Quizá empezar por cuándo empezó a
consumir. Irme un poco más atrás.

—Aquí tienes tu bebida.

—Gracias.

—Sabes, Luis, me gustaría saber desde qué edad consumes. O ¿sólo vendes?

—¿Es relevante que le cuente esas cosas detective?

—Es simple curiosidad.

—Supongo que tenemos tiempo antes que llamen a un abogado.

—Bastante, entonces…

—Todo empezó cuando tenía trece años. Mi padre empezó a vender drogas a todo el
barrio. Yo lo ayudaba de vez en cuando. La policía no iba a sospechar de un niño. Cuando
cumplí quince, uno de los compradores usuales me invito a su casa. Fue la primera vez que
fumé hierba. No me pareció tan malo.

—Entonces ¿seguiste haciéndolo?

—Si, claro. Mi padre no podía saber, después de todo no consumíamos lo que


vendíamos. La verdad no sé cuándo empecé a probar todo lo demás. Me gustaba. Me gusta.
Es como olvidar el mundo del que vengo.

Odio cuando hacen pausas largas y empiezan a reírse, es como si yo no lo


entendiera. No sé cómo preguntarle por las mujeres.

—Mi padre me descubrió un día robando LCD. Me rompió dos costillas y el


tabique. Por eso mi nariz es así. Luego de eso me fui de la casa. De hecho, me fui a vivir a
donde el que le conté que me dio a probar por primera vez. Aprendí mucho.

—¿De mujeres también?

—¿Le gustan los detalles sucios detective?

Odio la risa de este sujeto.


—No, ya sabías vender, ya consumías, lo único que podría faltar es: ¿qué?,
¿mujeres?, ¿matar?

—Nunca he matado. Una vez casi lo hago, pero Mechas me convenció de lo


contrario. Y sí, mujeres. La primera vez que estuve con una mujer, fue con una de las
prostitutas que distribuían para nosotros. Ella tenía 46 y yo 18. Fue mi regalo. Fue muy
tierna ¿sabe? Lo que pasa es que las cosas no se dieron como yo quería y empecé a ser el
que probaba la mercancía.

—¿La mercancía? ¿La droga?

—No, me refiero a las nuevas que entraban a trabajar con nosotros. A algunas no les
gustaba que fuera Pitón el que las probara. La cicatriz en la cara les daba miedo y pues yo
era bastante joven, así que era más fácil. Bueno, en realidad no era tan fácil. Ellas trataban
de sobornarme. Al final me basaba en que tuvieran un buen culo. La verdad me aburrí muy
rápido. Que me complacieran era lo obvio, yo siempre quise como un reto. Una mujer que
no me diera todo por qué sí. ¿Puedo fumarme un cigarrillo?

Sé que no debería cumplir todas sus exigencias, pero quizá si hago que no me vea
sólo como un policía confiese más rápido.

—Claro, voy por el cenicero.

—Aquí, lo tienes. ¿Quieres algo más antes de continuar?

—No. Sabe, mientras se fue pensé en mi primera novia real. Fue la hermana menor
de Rojas. No es como si lo hubiéramos hecho oficial. Pero nos besamos una vez a
escondidas. Siempre nos mirábamos o tocábamos la mano sin que nadie se diera cuenta. Un
día en uno de los cuartos, recuerdo que la busqué para que estuviéramos juntos y…

—¿Qué pasa?

—Puedo decir algo sin que me lleve a la cárcel, pues porque pasó hace años,
¿cierto?

Este es el momento perfecto.

—Claro, recuerda que te arrestamos por otros motivos.


—Bueno, en realidad la Rojas menor no quería. Fue un poco más excitante. Ella se
quejó mucho. Y bueno, paso. Luego de eso ella no se iba de mi lado. Entonces mataron a
Rojas y ella se fue de la ciudad.

—¿Por qué crees que lo hiciste?

—Yo me había pegado un pase y tomado. Creo que también había fumado un poco.
Ese es uno de los problemas de las drogas. Uno olvida muy rápido todo. Es más, el impulso
de hacer algo, loco. No sé si loco. A mí la droga y el alcohol me despierta las ganas de estar
con mujeres.

—Entonces ¿crees que cualquier mala acción como matar, robar, violar, pueden ser
justificadas por el consumo de sustancias?

—Creo que es momento de traer un abogado.

Vi en sus ojos el miedo y la confusión. Me preguntó si en realidad las drogas son


tan fuertes o el alcohol tan fuerte. ¿Olvidar hacerle eso a una mujer? No sé. Quizá deba ir
por el informe. Si ya lograron identificar el cuerpo, quizá pueda hacer algo con el nombre.

—Está bien Luis, yo voy a ir a ver si ya aprobaron el abogado del estado.

Bueno, creo que Tatiana ya dejó el informe en mi escritorio.

Helena Lozano. Solo tenía 24 años. Ruiz ya llamó a la familia. Al parecer


encontraron cocaína en su ropa. ¿Algún problema de dinero con Luis? ¿Tal vez era su
dealer?

—El abogado viene en camino, Luis. Es tu última oportunidad. ¿Hay algo que
quieras decirme?

—No pienso hablar sin un abogado.

—Sabes que la mataste, ¿verdad?

—¿A quién?

—Helena.
Era nuestro. Jamás vi a alguien empezar a temblar así. Creo que pensó que seguía
viva, que no iba a ser tan grave. Se nota que la quería, aunque fuese para lo malo, pero se
siente culpable, esa mirada sí la conozco.

—Yo no quería. No me acuerdo. Fue solo una pepa, una línea y quizá uno o dos
cigarros de hierba. Habíamos tomado antes pero no fue más. Yo no sabía que iba a perder
el control así. Si me dieron ganas de tener algo de sexo. Helena es mi mejor cliente.

—Tenía dos costillas rotas, Luis.

—Yo no. Quizá sí rompí sus costillas. Quizá sí lo hice. En mi cabeza tengo sus
gritos. Ya no sé si lo disfruto o no. ¿Cómo la maté? Yo no…

—Luis, fue de un golpe en la cabeza. Los detalles no creo que sea necesario
dártelos. El estado en el que la encontraron no es algo que me gustaría repetir. No llegó
viva al hospital.

—¿Me van a arrestar?

—Si, Luis. ¿Algo que quieras decir para que quede en la grabación del
interrogatorio?

—¿Vale o sirve de algo pedir perdón?

—Siempre.

—Perdón.

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