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Gurevich, R., "Geografía: el desafío de explicar el mundo real", en B.


Aisenberg B. y S. Alderoqui (comps.), Didáctica de las Ciencias Sociales.
Aportes y reflexiones. Buenos Aires, Paidós, 1994.

Capítulo III
UN DESAFÍO PARA EXPLICAR GEOGRAFÍA: EXPLICAR EL MUINDO REAL
Raquel Gurevich

PRESENTACIÓN

Quizá sea la geografía, dentro de las materias del área de Ciencias Sociales, la más
cuestionada por sus contenidos y por los problemas que presenta su enseñanza en el aula, pero
es, a la vez, la más abandonada: poco se han ocupado de ellas las nuevas corrientes
pedagógicas, no cuenta con suficiente difusión de bibliografía actualizada y su valoración y
legitimación como ciencia social son todavía relativamente bajas.
Las dificultades con las que los maestros trabajan son muchas y muy variadas; en
particular, en lo que refiere a los contenidos de la disciplina, lo hacen en un marco d dudas y
confusión acerca de la pertinencia y la actualidad de los temas. El malestar que provoca
enseñar siempre lo mismo y del mismo modo tiene su contraparte en la insatisfacción de los
alumnos por tener que aprender de memoria abundante información, generalmente, muy
alejada de sus inquietudes e intereses. Frente a esto, las casi únicas salidas que tiene el
docente para combatir el aburrimiento y lograr que los chicos aprendan los temas escolares de
la geografía son apelar a la inventiva o a la intuición, recurrir a las noticias de los diarios y la
TV, o a la consulta esporádica y asistemática de alguna publicación reciente.
Los libros de texto que existen en plaza mayoritariamente no abordan problemáticas del
mundo de hoy; edición tras edición, presentan los mismos contenidos, con alguna actualización
estadística y nuevos modos discursivos que atrapan más a los chicos, pero en general es escasa
la incorporación de elementos que favorezcan la explicación y comprensión de los fenómenos y
procesos espaciales. Los periódicos tienen “mejor información” acerca de, por ejemplo, los
nuevos límites de los países de Europa, cómo se conforma y opera en el Mercosur, los
desastres que ocasionan los tifones en América Central o las últimas tecnologías que se aplican
en el agro.
Sin embargo, se sigue a pie juntillas el libro de texto. Sus contenidos y los programas de
geografía que se dan en la escuela poco tienen que ver con la geografía que se enseña en los
ámbitos académicos, la que se discute en los proyectos de trabajo o la que se produce en las
tareas de investigación.
La geografía escolarizada es una versión lavada y descolorida de la realidad contemporánea.
Ella describe trozos del planeta relatando sus características como si fueran postales
congeladas. Si aceptamos que el estudio de la superficie terrestre es su principal objetivo, tal
intención no llega a satisfacerse pus no alcanza a dar cuenta de los cambios que se producen, y
particularmente en un mundo que se transforma a pasos agigantados y a gran velocidad.
La geografía de la escuela es la geografía de fines del siglo XIX y de principios del XX,
entendida como la ciencia de los lugares. Es básicamente cualitativa y su interés radica en
identificar y pormenorizar aspectos y atributos de cada porción de la superficie terrestre. Se
atiende al criterio de lo único, de lo que tiene de excepcional cada lugar, sin posibilidad de
realizar articulaciones y generalizaciones que permitan transferir esos conocimientos a otros
contextos. Así, por ejemplo, los chicos transcurren por el estudio de innumerables ciudades de
los distintos continentes, y continúan sin saber qué es una ciudad.. Se empieza desde cero en
cada una de las ciudades que se estudian, las cuales se entienden exclusivamente como
portadoras de una personalidad propia. En esta concepción, más erudita que otra cosa, se
prioriza la descripción detallada de cada uno de los elementos, de modo que los contenidos que
hay que aprender se convierten en largos inventarios que memorizar.
No estamos diciendo que la ciudad de Buenos Aires sea lo mismo que la ciudad de San
Pablo, sino que podemos entender ambas y a otras si nos posicionamos en un enfoque que
permita explicar, en este caso, las particularidades de la dinámica de las ciudades
latinoamericanas en conjunto.
La geografía escolar de tradición francesa, que se pretende neutra, oculta conflictos,
contradicciones y cuestiones problemáticas. Presenta un mundo en armonía, de folleto turístico,

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cuando el rasgo más saliente sobre la superficie terrestre es la complejidad de las


manifestaciones que tienen lugar en el territorio y los conflictos dados por la diversidad de
intereses, racionalidades y formas de poder puestas en juego.
Llegados a este punto cabe la pregunta: ¿cuál es, entonces, el lugar de la geografía en la
escuela? ¡Por qué y para qué vale la pena su aprendizaje?
La respuesta la encontramos en el trabajo cotidiano que implica intentar explicar las
transformaciones que ocurren en el mundo real, a través del estudio del territorio.
La realidad, que es compleja, múltiple y contradictoria nos acerca a diario situaciones
problemáticas que merecen constituirse en objeto de estudio de nuestra disciplina. La relación
entre geografía y el problema de la relevancia de su estudio puede resolverse al ocuparnos de
problemas territoriales actuales. Esto implica recortar una parcela de la realidad que se
presenta como significativa, trascendente, conflictiva, y estudiarla en sus múltiples dimensiones.
De este modo, los contenidos no vienen dados a priori siguiendo el orden del programa, sino
que serán aquellos necesarios para explicar la situación seleccionada. La clase de geografía,
planteando de este modo el “qué” estudiar, no se convertirá en sinónimo de incremento de la
cultura general, sino que se trata de la delimitación de un nuevo objeto de estudio. No será un
saber por el saber mismo, por el placer de conocer más, sino trabajar con los chicos en un
conocer para intervenir, para decidir, para cambiar, para criticar.

PARA SITUARSE MEJOR

¿Por dónde empezar? Pensamos que será útil conocer, aunque sea muy brevemente, las
principales corrientes de nuestra disciplina que participaron y siguen participando del debate
teórico-metodológico. Esta panorámica permitirá situar con mayor claridad el alcance de la
renovación crítica ocurrida en los últimos años. En un segundo momento, analizaremos las
distintas visiones de la relación naturaleza-sociedad que han prevalecido en cada una de las
grandes corrientes del pensamiento geográfico.

Distintas corrientes en geografía

La historia de las disciplinas no puede entenderse en forma independiente de la historia de la


sociedad donde dichas teorías o modelos se producen. Los marcos de referencia de las
disciplinas son históricamente producidos; en este caso, la historia de la geografía es el
resultado de las diferentes concepciones del mundo que tuvieron lugar en los diferentes
momentos concretos de producción de la ciencia. Así, tenemos un conjunto de enfoques,
resultados, diagnósticos y valoraciones, que se tienen en cuenta en la definición y tratamiento
de los problemas.
Haremos ahora una revisión de las diferentes corrientes del pensamiento geográfico
contemporáneo, siendo necesario aclarar que sus rasgos principales perduran y conviven en la
actualidad, con distinta fuerza según los casos.

La corriente positivista. La ubicamos entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX.
Esquemáticamente se puede hablar de una postura determinista, de un determinismo natural.
Enclavada en el orden de la naturaleza, en esta corriente impera lo permanente, lo inmutable.
Le interesan los fenómenos circunscritos al ámbito de la “superficie terrestre”. El naturalismo
aplica el método de las ciencias naturales como única vía para cientifizar las sociales. Pretende
alcanzar mayor neutralidad y rigor científico, dado que el problema básico era originalmente
acentuar el status científico de la geografía.

La corriente regionalista, humanista. La ubicamos desde mediados del siglo XIX y comienzos del
XX. Enclavada en el historicismo, esta postura entiende que el conocimiento de lo humano se
realiza a través del estudio de casos particulares. Se dedica al estudio de lo excepcional, lo
único, lo irrepetible que tiene cada lugar sobre la superficie terrestre (de ahí que se hable de
“excepcionalismo en geografía”). La observación es el instrumento analítico clave, y la función
básica de esta escuela es describir el paisaje y la región. Se considera y se valora la acción
humana (frente a lo espontáneo o lo natural), como la capacidad de adaptarse, reaccionar,
elegir, actuar. De ahí que el referente más representativo de esta etapa en geografía sea el

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llamado posibilismo. “Se rompe con la idea de una determinación lineal del medio sobre el
hombre” (Grau y López Guallar, 1984).

La nueva geografía o geografía cuantitativa. La ubicamos después de la Segunda Guerra


Mundial. Recupera los argumentos de universalidad y racionalidad, por lo que reedita la postura
positivista, y añade otros nuevos para formar parte entonces del neopositivismo. Esta geografía
trabaja con gran cantidad de datos, pero no hay relación entre la abundancia de ellos y la
explicación que produce (Gómez Mendoza, 1982). Construye modelos ahistóricos y deja de ser
la biología positivista la ciencia que marca el horizonte para ocupar su lugar la matemática y la
física. El lenguaje matemático y la lógica formal son instrumentos clave de esta escuela para
estudiar la distribución espacial de los fenómenos y buscar sus leyes.

La geografía crítica. La ubicamos a partir de los años 60. Pone en el centro de su interés al
hombre y sus problemas, definiendo así la naturaleza social de la geografía. Incorpora la
historia como perspectiva ineludible para lograr explicaciones que permitan entender la realidad
y poder luego operar sobre ella. Propone una mirada global, integradora, y niega la neutralidad
de la ciencia. Sus análisis incorporan los conceptos de multicausalidad (a diferencia de una
relación lineal causa-efecto) y de múltiples racionalidades (a diferencia de una única
racionalidad dominante). El espacio es reinterpretado; se lo concibe como un producto social.
“No es cualquier espacio, es el que la sociedad construye y crea, modifica y transforma, por ello
la producción del espacio es siempre social. […] No se niega lo natural, significa que lo social y
lo natural se relativizan, entran en una intencionalidad en el momento en que son insumidos
por el proceso histórico” (Trinca, 1989).
Las confrontaciones clásicas de nuestra disciplina han pivotado sobre determinismo y
posibilismo; sobre excepcionalismo y concepción científica (Grau y López Guallar, 1984). En la
práctica escolar ha habido una dicotomía y alternancia entre naturalismo e historicismo, siendo
prácticamente nula la presencia de la geografía cuantitativa y la de la geografía crítica.
Vimos cómo cada una de las corrientes recorta un objeto de estudio diferente y también un
modo particular de acercarse a él. Tratan distintos aspectos, priorizan y dan mayor atención a
algunas cuestiones y dejan de lado otras, se ocupan de diferentes temas. Alrededor del nombre
Puna, por ejemplo, pueden construirse distintas representaciones e interpretaciones de esa
realidad. No hay un único inventario que revelar, no hay un único paisaje por percibir, no hay
una única cuestión que explicar. Por lo tanto, los contenidos que se seleccionen en uno y otro
caso han de ser diferentes, aun cuando el nombre que los convoca (la Puna) sea el mismo.

Distintas visiones de la relación naturaleza-sociedad

Así como las formas cambian en el mundo real, las concepciones también lo hacen.
Queremos decir que los conceptos no son eternos, sino históricamente construidos. En tal
sentido, analizaremos ahora, por ser una relación fundamental en la geografía, distintas
visiones de la relación naturaleza-sociedad que han tenido lugar a lo largo del tiempo.
En el transcurso de la historia de nuestra disciplina, el concepto de la relación naturaleza-
sociedad ha ido modificándose.
En algunos momentos el peso estuvo en lo natural exclusivamente; en otros, en una relación
asimétrica donde la naturaleza imponía sus condiciones al hombre; en otros, en una relación de
mayor control por parte de los hombres, y así sucesivamente. Podemos sintetizar las diferentes
posturas, aun con riesgo de caer en cierto esquematismo, del siguiente modo. Según Vila
Valenti (1984):

a) Visión tradicional. Data de los siglos V y IV a. C. y también reaparece en el siglo XVIII.


La naturaleza ejerce influencias sobre el hombre, tanto de forma individual como sobre
un conjunto humano, sobre los pueblo.
b) El concepto de medio ambiente. Data del siglo XIX y recoge las ideas evolucionistas. El
medio es una realidad envolvente, un entorno. En general, se refiere al medio ambiente
físico-natural y se prioriza la relación entre el medio físico y los seres vivos. Se inscriben
en esta visión el ambientalismo, la ecología y el ecologismo (hoy ampliado desde el
punto de vista teórico-metodológico), y el evolucionismo.

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c) El hombre agente, organizador, creador del medio. “Ya no se trata de influencias más o
menos ocultas de la naturaleza […] el hombre ya no es una pasta blanda que la
naturaleza moldea; es un actor. Es, literalmente, una de las fuerzas de la naturaleza”
(Febvre, 1922, en Vila Valenti). Se habla del paisaje humanizado, humano. En el
sentido del posibilismo, se entiende a principios de siglo al hombre como factor
geográfico.
d) Desde mediados de siglo se reconocen dos grandes corrientes. Una es aquella en la
que perduran y se renuevan conceptos naturalistas, es decir, se sigue la línea
ecologista, ambientalista, con renovaciones teóricas. El ecosistema y el geosistema,
derivados de la biología, son las palabras clave de esta postura. La otra pone en el
centro de su atención la acción humana sobre el medio físico y la formación de nuevos
medios. La ciudad aparece como el caso extremo de artificialidad del medio, y las
temáticas recurrentes de esta línea son la degradación ambiental y la política
ambiental.

Diremos, finalmente, que hablar de la relación naturaleza-sociedad supone, ante todo,


preguntarnos qué sociedad y qué naturaleza se relacionan. No es lo mismo situar la escena en
1450, en 1870, en 1950 o en la actualidad. “Desde la aparición del hombre sobre la tierra, la
naturaleza está siendo siempre redescubierta” (Santos, 1992). El hombre, o más bien la
sociedad en su accionar colectivo y no desde una intervención individual, la modifica
progresivamente. “Hablar de sociedades implica partir de la base de que no son los individuos
quienes usan la naturaleza sino las sociedades que los agrupan, e involucra una evaluación
crítica de las decisiones tomadas por quienes las manejan” (Brailovsky, 1991).
Está aconteciendo un proceso de humanización cada vez mayor en el cual la naturaleza se
torna cada día más culturizada, más artificializada. A través de la tecnificación, la sociedad
impone a la naturaleza sus formas. Es decir que los objetos culturales, artificiales, van dejando
su huella y son, por lo tanto, históricos.

Geografía física-geografía humana

El modo como se ha planteado la relación naturaleza-sociedad nos lleva a redefinir la división


entre geografía física y geografía humana.
¿Es posible pensarlas escindidas? ¿Existen de forma independiente la una de la otra? ¿Es la
geografía física una parte de la geografía humana?
Decíamos antes que la realidad es un todo complejo en el que intervienen múltiples y
diversos elementos. Algunos pertenecen al mundo físico, natural, y otros son de orden
económico, social, político, cultural. Es por ello que se rigen por leyes, regularidades, lógicas y
dinámicas diferentes.
Cuando recortamos y definimos una parcela de la realidad como una situación problemática,
ella es intrínsicamente un conjunto de relaciones entramadas de dichos elementos. ¿Por qué
fragmentarla en vez de intentar abordar su estudio a partir de las relaciones y articulaciones de
los elementos que ayuden a entender el problema? Seguramente no intervendrán todos los
temas escolares ni en el orden riguroso previsto de los currículos, pero estaremos más cerca de
un conocimiento explicativo de los fenómenos.
A modo de ejemplo, tomemos el caso de nuevas especies agrícolas en áreas áridas (el caso
de la provincia de La Rioja, República Argentina). Un nuevo paisaje se conforma: cultivos que
antes no estaban, canales de riego, pequeñas obras de infraestructura productiva, tecnologías
importadas, nuevos personajes en la zona, conversaciones nuevas están en boca de la gente,
información no habitual comienza a manejarse, etcétera.
Hagamos el ejercicio de pensar dónde se ubicaría esta temática si intentáramos separar la
geografía física de la humana. Rápidamente desechamos tal separación, entender este proceso
de agriculturización implica hacer jugar los aspectos físicos-naturales tanto como los sociales y
económicos.
La situación es una, real y concreta, pero para poder abordarla se construyen
intelectualmente categorías de análisis, conceptos, contenidos, métodos de indagación y
recolección de datos, etcétera. En este caso, uno de los contenidos a trabajar será el
correspondiente a entender por qué se desarrolla un área desértica de La Rioja. No se elimina

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el tratamiento del clima, el relieve, el suelo, sino que se lo pone a disposición del fenómeno que
interesa analizar.
Otro contenido para ser trabajado es el de las condiciones de vida de la población local:
quiénes son, cuántos son, de qué viven, cómo influyen las condiciones naturales en sus vidas
cotidianas, por qué la migración hacia los centros urbanos es tan frecuente, qué posibilidades
ofrecen las nuevas actividades productivas, etcétera.
La división entre geografía física y geografía humana es ficticia, pues ya no existe sobre el
planeta ningún lugar que pueda concebirse como natural: todos están impregnados de un
modo u otro por la acción del hombre, recibiendo y enviando información, siendo fotografiados
o barridos por los satélites.
En nuestro ejemplo vimos cómo la naturaleza ha sido modificada y ya no existe más tal
como aparece en los mapas fitogeográficos. Este proceso de artificialización de la naturaleza
ocurre a escala planetaria, con diferentes grados de intensidad (nuestro ejemplo es un orden
mínimo comparado con otras situaciones de acciones humanas sobre el medio). Esto implica
que la separación entre geografía física y geografía humana no condice con las
manifestaciones espaciales concretas y se constituye como un obstáculo para la comprensión
de las transformaciones que ocurren en la realidad.

Es la propia organización social la que prefigura la dinámica y provoca transformaciones en el medio natural.
De allí que los elementos de la naturaleza le interesan a la geografía, vistos como condicionantes de lo social y
no como elementos de igualdad de condiciones que los factores histórico-sociales, a estos últimos les compete
el rol de ser decidores y determinantes (Rojas, 1989, citado por Trinca).

El caso referido a la contaminación del Riachuelo, planteado en otro de los capítulos de este
libro, constituye un buen ejemplo para mostrar esa particular articulación entre “lo físico y lo
humano”.
Si bien en el estadio actual de desarrollo de la humanidad son los elementos de orden
socioeconómico los que regulan, planean, crean y recrean las condiciones naturales, estas
acciones de ningún modo inhiben la acción de la naturaleza. El hecho de que algunas
sociedades puedan anticipar y prevenir riesgos naturales como terremotos o inundaciones,
puedan provocar lluvias sobre las plantaciones, o retrasar o anular el granizo o las heladas, no
significa que la naturaleza haya sido dominada totalmente. Las catástrofes naturales se
considerarán entonces como incidentes críticos, riesgos naturales, y estas sociedades serán
menos vulnerables a los impactos ambientales que otras, que no puedan controlarlos o elaborar
estrategias para reducir las pérdidas materiales y/o humanas.

PARA EXPLICAR MEJOR

La geografía, junto con las otras materias del área, tiene como objetivo analizar, interpretar
y pensar críticamente el mundo social. Por ello, le cabe a nuestra ciencia la tarea de
comprender cómo se articulan históricamente la naturaleza y la sociedad, pues las distintas
formas de organización espacial son el resultado del particular modo en que las sociedades en
determinados momentos históricos se relacionan con la naturaleza, transformándola según sus
necesidades e intereses.
La geografía utiliza marcos referenciales, conceptos, contenidos, metodologías y técnicas
para llevar adelante sus tareas. En algunos casos, toma de otras disciplinas sociales y naturales
sus respectivas formas de abordaje de la realidad, y en otros, opera con categorías intelectuales
e instrumentales que le son propias.
Es nuestro propósito presentar ahora algunos conceptos y argumentaciones teórico-
metodológicas de la disciplina. Entre muchos posibles de ser elegidos, seleccionamos los que
siguen pues entendemos que la capacidad de análisis y explicación que ellos permiten es muy
potente.

El espacio producido

El espacio no es una cosa ni un lugar donde las cosas están, sino que “es un conjunto de
cosas y relaciones juntas” (Santos, 1988). Está formado por dos componentes que se integran
continuamente: un conjunto de elementos naturales, más o menos modificados por la acción
humana, y un conjunto de relaciones sociales, que definen una sociedad en un momento dado.

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Esto supone diferenciar entonces un aspecto más estructural y otro más dinámico,
respectivamente. Las distintas combinaciones sobre el territorio de los elementos naturales y
artificiales dan como resultado determinadas configuraciones espaciales. En cada momento
histórico varía el arreglo de los objetos sobre el territorio, y son las condiciones económicas,
sociales, culturales y políticas las que en cada momento histórico le dan significados distintos.
Como estas condiciones se hallan en perpetuo cambio, el espacio también se transforma a ese
ritmo, y los cambios cuantitativos y/o cualitativos que sufre van marcando las especializaciones
de cada uno de los lugares.
Los diferentes modos en la utilización del territorio significan una valoración distinta de la
naturaleza; esto significa que la relación naturaleza-sociedad se juega de un modo particular en
cada caso. “Cada lugar tiene un papel, un valor” (Santos, 1988). A la hora de analizar cuál es
ese papel, intervienen elementos de la naturaleza, una sociedad que los valora y apropia y una
intencionalita que orienta esa acción.
Naturaleza y sociedad no pueden entenderse como dos entes independientes sino
articulados permanentemente, y son las leyes sociales las que sobreconstruyen a las naturales
(Coraggio, 1988). En este proceso de valorización del espacio distinguimos las siguientes fases:
apropiación de los medios naturales, creación de una naturaleza artificializada, apropiación de
ella, creación y apropiación de formas espaciales (Moraes, 1987).
Las formas espaciales resultan entonces como correlatos de las relaciones de producción
vigentes en la época en que fueron creadas y, a la vez, tienen funciones propias del presente.
Interesa el análisis de las funciones actuales que tienen las distintas formas espaciales, porque
es el uso social el que les da significado.
La base natural se va modificando por masas de construcciones e inversiones de todo tipo
que, en distintos momentos históricos, se van depositando sobre la superficie terrestre. Esta
transformación se lleva a cabo a través de las distintas fases del proceso productivo
(producción, circulación, distribución, consumo). Ellas quedan cristalizadas en las formas
espaciales; por lo tanto, la división territorial del trabajo resulta un concepto básico para
entender cómo se organiza un espacio. Este concepto cambia históricamente, pues, por
ejemplo, la división del trabajo de la época colonial no es la misma que la actual. No podemos
seguir hablando de países exportadores de materias primas y países industrializados como eran
entendidos para el siglo XIX, pues hoy básicamente las relaciones comerciales se hacen centro-
centro, quedando la periferia excluida del intercambio. Por lo tanto, estudiar la actual división
territorial del trabajo es un punto clave para interpretar el mapa del mundo de hoy.

El paisaje transformado

“Es todo aquello que vemos, que nuestra vista alcanza” (Santos, 1988). El conocimiento del
paisaje está muy ligado a la percepción que de él tenemos, pues no es el mismo paisaje el que
aparece desde el nivel del suelo que desde un balcón, o el registro que tiene un niño rural y
otro que vive en el medio urbano. No sólo depende del punto de referencia que tomemos sino
de la selección que el observador realiza cuando observa. Se trata, pues, de superar los
aspectos fenomenológicos (lo visible, lo observable, el modo como el fenómeno se presenta)
para llegar a “captar su significado”.
Mucho de ha hablado de la diferencia entre paisaje natural y paisaje cultural, humanizado o
artificial. Recuperando algunas ideas que tratamos anteriormente, podemos decir que el paisaje
natural hoy día prácticamente no existe, pues ha sido transformado por el hombre,
constituyendo entonces el llamado paisaje artificial. Cuando más compleja y con mayor grado
de desarrollo es la vida social, más artificial es el paisaje. Ya dijimos que en los últimos 50 años
el mundo ha “fijado” gran cantidad y diversidad de objetos atornillándolos a la superficie
terrestre. Las ciudades son el mejor ejemplo de esto: selvas de hormigón, cemento, acero y
vidrio.
Los paisajes cambian en la medida en que desaparecen cosas, aparecen cosas nuevas y
permanecen otras. Estos cambios dejan marcas de los distintos momentos históricos. Pueden
ser de tipo estructural, por ejemplo el nuevo trazado de una línea de subterráneos, la
remodelación de zonas costeras, etcétera. También hay cambios de tipo funcional, por ejemplo,
el microcentro al mediodía y a la medianoche; un área de parques recreativos un día jueves y
un día domingo, etcétera.

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Es interesante cómo en los paisajes podemos rastrear objetos pertenecientes a distintos


momentos; se habla entonces de “el tiempo materializado en paisajes” (Moraes, 1987).

Desde la realidad y hacia ella

Desde la realidad se extraen los elementos para pensar el mundo. Aquí el papel de la
observación es clave para percibir cómo se presentan los fenómenos, que aspecto tienen. Ya
dijimos que no podemos quedarnos con sólo describir lo visible, lo fisonómico, pues “lo que se
ve y lo que no se ve forman una unidad que debe ser explicada” (Bagú, 1970). Es importante
tener en cuenta que la observación directa no devela la esencia y el significado de esa realidad
observada. Para comprenderla y poder explicar su estructura y cómo funciona, debemos pasar
a una construcción conceptual o compuesta por distintos niveles de abstracción. En un
momento posterior, cuando se identifican en otros lugares o en otras circunstancias las
situaciones antes analizadas, hablamos de generalización, de ideas generales: se encuentran
explicaciones que enlazan distintos lugares o situaciones. Luego podremos volver a la realidad
concreta con otros ojos, más explicativos, y podremos captar un tanto más ajustadamente su
significado.
De modo que, a partir del análisis de situaciones concretas (que no tiene por qué ser
necesariamente cercanas, locales), podemos alcanzar a entender la organización espacial.
Acercarse a lo inmediato, lo cotidiano, a través del contacto directo con el medio, estudiar el
lugar in situ o realizar estudios de campo, sen duda aumentan la calidad de la indagación
acerca de lo real, para luego ir desarrollando abstracciones cada vez más complejas. No
siempre es posible salir al medio; entonces las fuentes de información indirectas serán de gran
utilidad: bibliografía en general (textos, revistas especializadas, informes técnicos, novelas),
artículos periodísticos, información estadística (censos, anuarios, publicaciones seriadas),
cartografía, fotografías, imágenes satelitales.
Esa realidad que estudiamos está inserta en un conjunto de relaciones más generales de
modo que, al estudiar aspectos parciales del fenómeno, se conocen elementos del todo. Y a la
vez, para entender aspectos particulares es necesario abordarlos desde una mirada global,
integradora. Lo particular y lo general están entonces relacionados en el caso concreto que
estamos estudiando.
Volvamos a nuestro ejemplo en las nuevas modalidades productivas en La Rioja. Si
queremos entender ese nuevo paisaje que se está conformando, no alcanza con analizar
elementos inmediatos del lugar, los que están a la vista. Debemos incorporar niveles de
explicación más generales como inserción de nuevos mercados, oportunidad de la
contraestación (verano/invierno) para satisfacer la demanda de los países del Norte, alza de
precios de productos agrícolas especializados, tipos de empresas y las tecnologías que adoptan,
etcétera.
Los conceptos de mercado y tecnología, por ejemplo, son de un orden de generalidad
superior a compra-venta y agricultura de bajo riesgo, respectivamente. Siguiendo con el caso
analizado, los referentes más concretos serían: productores agrícolas argentinos que se
“conectan” con consumidores europeos y el sistema de canales instalados en las fincas.
Como los conceptos son herramientas que pueden aplicarse en otras situaciones, nos
permitirán entender más allá del caso analizado. Cuanto más generales sean, mayor capacidad
explicativa tendrán de un número de eventos particulares. Es decir que podremos entender la
dinámica de otras zonas áridas puestas en producción en lugares bien diferentes, aun cuando
habrá especificidades en cada uno de ellos que deberán ser tomadas en cuenta. Se verán
favorecidas así operaciones intelectuales tales como las de generalización y aplicación de ideas
generales, más abstractas.
Si bien entendemos que el conocimiento es un proceso de ida y vuelta permanente entre lo
concreto y lo abstracto, de carácter iterativo, pensamos que el hecho de partir de una situación
concreta y transcurrir luego por diferentes niveles de generalidad permite volver a esa y otras
situaciones concretas con una mirada más sistemática, más explicativa.
Estas últimas cuestiones nos llevan al tema de las escalas en geografía.

Las escalas y el tiempo en la geografía

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Cada escala corresponde a un nivel de intencionalidad diferente: lo local, lo regional, lo


nacional, lo mundial. Estos niveles no pueden entenderse en forma independiente unos de
otros, aun cuando implican distintos niveles de análisis y de conceptualización de los fenómenos
y procesos.
Las explicaciones de los fenómenos no residen en las áreas mismas y muchas veces no es
posible entender determinadas configuraciones espaciales si no es considerando racionalidades,
actores y mediaciones de diferente orden que se encuentran fuera de ellas. Ya vimos que se
deben conocer las condiciones mundiales para saber cómo cada lugar se relacionará con el
resto, cómo competirá, etcétera.
En este sentido puede decirse que “el mundo hace los lugares”. Los lugares se entienden
desde el mundo, es decir que sus significados son relativos a condiciones más generales.
No es posible comparar dos situaciones distintas de orden local o regional (el grado de
industrialización de Salta, Ushuaia y Viedma, por ejemplo) si no es haciendo referencia al orden
nacional y/o mundial (qué lugar ocupan en el contexto nacional y/o mundial). El patrón de
comparación, de referencia, es un orden más global, más general, pues desde allí pueden
elaborarse las explicaciones de los fenómenos.
Veamos dos pequeños ejemplos que muestran la interdependencia de las escalas.

No es posible entender la realidad algodonera del Chaco sin analizar la situación de esa
producción regional en el contexto nacional. En otras palabras, equivale a preguntarse: ¿qué
lugar ocupa ese cultivo regional en la economía nacional? ¿Cómo influyen diferentes situaciones
de afuera del Chaco, extrarregionales, sobre la vida de la región? ¿Cómo inciden aspectos tales
como la entrada de indumentaria importada, la reducción del consumo de prendas de vestir en
los principales centros urbanos, la sustitución por materiales sintéticos? Etcétera.
Diremos entonces que lo que ocurre en el Chaco “tiene que ver” con lo que ocurre en otras
áreas del país (Buenos Aires, Rosario, Córdoba, que consumen el producto) y aun en lugares
extranacionales (Taiwan, que avanza en la colocación de textiles). Vemos, entonces, cómo la
respuesta a una pregunta que partía de lo regional nos llevó a un ámbito más general, el
nacional, y éste a uno internacional.
Otro ejemplo sería la epidemia del cólera. No podemos recortar el problema a los límites
nacionales ni mucho menos a los regionales, pues se trata de una problemática que debe
analizarse a escala continental. Encontraremos las respuestas situando el problema en la
realidad latinoamericana.

Por otro lado, la geografía estudia un conjunto integrado de fenómenos que ocurren en
períodos de tiempo. En las formas espaciales podemos reconocer tiempos históricos diferentes
pues en ellas coexisten cosas del pasado, de distintos pasados, del presente y gérmenes del
futuro.
Poner una edad a las cosas y a las acciones de las sociedades permite reconstruir los
momentos de un proceso. Por eso es importante hacer referencia al momento temporal en que
los objetos se construyen, en el que las personas viven, en el que la información se propaga,
etc. En definitiva, los paisajes revelan las diferentes posibilidades históricas que tuvieron cada
uno de ellos, a través de sus calles, de sus edificios, de monumentos, de los servicios con que
cuentan, etc. (Santos, 1988).
Al analizar una forma espacial no sólo reconoceremos cosas de distintos pasados (unos más
lejanos, otros más cercanos) sino cosas y acciones del presente. Hacer la lista de las acciones y
objetos del presente permite a los geógrafos interpretar la dinámica de los lugares y anticipar
futuras formas espaciales. Una consecuencia importante de datar los objetos que se desarrollan
en el territorio es que los hechos diferentes que ocurren en un mismo tiempo tienen relación
entre sí. Esto no quiere decir que porque ocurran en un mismo tiempo vayan a resultar formas
espaciales iguales, pues el grado de desarrollo económico, las pautas culturales y el contexto
sociopolítico condicionan las posibilidades de cada lugar.
Le cabe entonces a la geografía el trabajo de estudiar los objetos y las acciones presentes en
el territorio, la cantidad y calidad de las interacciones, pues dan cuenta de la historia que se
está haciendo en ese momento.
Podemos comparar dos ciudades a través del número de viajes diarios que se hacen, si tiene
o no aeropuerto y subterráneos, el movimiento del correo, el número de aparatos de TV y

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computadoras la cantidad y origen de periódicos y revistas que circulan: realizar esta tarea es
indagar el presente de ambas.
Ya vimos cómo una forma espacial contiene tiempos distintos y también remite a escalas de
análisis diferentes. Los conceptos de mundialización y globalización ayudan a captar el
significado de cada parte y armar el rompecabezas del mundo actual.
Mundialización y globalización

Grandes cambios tecnológicos y productivos han ocurrido, particularmente a partir de las


últimas décadas, que han llevado a una creciente globalidad en los intercambios comerciales y
en la circulación de la información disponible. La actividad industrial ha sido históricamente la
que marcó la difusión de un tipo de formas en el territorio que hoy son dominantes. En este
sentido, mucho se ha discutido acerca de “un mundo sin fronteras, con todos y cada uno de sus
habitantes en estado de vinculación permanente con sus iguales, cualquiera que sea la
distancia a la que se encuentren, gracias al desarrollo de las comunicaciones. […] En la década
del 20 fue la radio, en la del ’60 la TV y en la del ’90 los nuevos medios y técnicas productos
del desarrollo informático” (Landesman, 1991).
Las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales se han mundializado. Esto significa
que, en escala planetaria, se produce una mundialización de los mercados, del dinero, del
consumo, de la cultura, de la política, de las técnicas, etcétera. Vivimos en un mundo donde
compartimos, al mismo tiempo, valores, símbolos, técnicas, objetos y una naturaleza
culturizada. Bienes y servicios de todo tipo se propagan por el territorio.
No sólo se trata de la cantidad creciente de población que consume determinados productos
o despliega una determinada forma de vivir. Es un fenómeno cualitativamente nuevo en la
historia de la humanidad que gran parte de ella comparta los mismos modos de hacer las cosas
(Santos, 1988). En escala planetaria, corresponde una lógica mundial que guía las inversiones,
la circulación de bienes y personas, la distribución de las mercaderías.
Estamos en un momento histórico en el que es creciente la incorporación de la ciencia, la
tecnología y la información a la vida cotidiana.

Por ejemplo, la pasada Guerra del Golfo fue seguida por todos los ojos del mundo a través de una sola
mirada. Un banco de datos de importancia tiene usuarios en más de 30 países. A través de una
videoconferencia es posible un inmediato encuentro internacional sobre cualquier tema, en el cual los
participantes no necesitan moverse de sus casas. Los tendidos de redes de cable de fibra óptica
aumentan cientos de veces la capacidad de transmitir información. Una baja pronunciada de las
acciones en la Bolsa de Tokio puede arruinarle el desayuno a un inversor en Nueva Cork (Landesman,
1991).

Las oleadas de capital que se invierten en rubros como cibernética, biotecnología, nuevas
químicas, informática, electrónica, crean y recrean las formas espaciales. Si bien tanto las
formas espaciales rurales como urbanas tienen un contenido científico-técnico, al red urbana es
fundamental en la organización del espacio, porque es el medio urbano desde donde se
comandan los procesos de producción.
Un punto importante a tener en cuenta es que este medio científico-técnico (Santos, 1988)
es una tendencia que se da sólo en determinados puntos o manchas más o menos extensas en
el espacio; no se da en todas partes, es decir que su distribución no es homogénea. Esto
implica que cuando analizamos cada lugar particular encontraremos lógicas que trabajan en
diferentes escalas (a veces pueden ser contrastantes la que opera en escala local y la que lo
hace en escala nacional/mundial) porque aquella “aldea global” que se postulaba en los años 60
no borra las particularidades ni las especificidades de cada lugar.

Un efecto de las nuevas tecnologías […] es aumentar la distancia social entre quienes tienen acceso a
ellas y las usan y quienes no. En vez de sociales unificar el planeta y convertirlo en una aldea global,
han reemplazado las barreras del tiempo y del espacio por barreras de acceso, privilegio y capacidad.
[…] Cada ola adicional de nuevas tecnologías […] refuerza esas barreras, convirtiendo a quienes viven
en un mismo país –e inclusive en la misma ciudad- no sólo desconocidos sino extranjeros el uno para el
otro (W. Barnett Pearce, 1992).

En síntesis, diremos que asistimos a un momento histórico en el que, atendiendo a la nueva


división territorial del trabajo, crece la circulación, el movimiento, la especialización. Cuando la

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producción se mundializa, las posibilidades que cada lugar tiene (recursos naturales, población
calificad, entre otras cosas) resultan fundamentales para definir su papel en el mundo.
Ya vimos que las distintas utilizaciones que se hacen del territorio significan una valorización
diferente. Las especializaciones productivas se ven facilitadas por el aumento de la circulación
en el nivel planetario, de objetos y personas, y el desarrollo de los sistemas de transportes y
comunicaciones. Los movimientos e intercambio son permanentes y cada vez más intensos.
Esto hace que se tornen falsas algunas dicotomías, como las de campo-ciudad y agro-industria.
Hoy sus términos se interpenetran, se confunden y se imbrican unos con otros.
El campo y la ciudad, por ejemplo, no pueden pensarse de modo independiente ya que en
ambos se despliegan actividades económicas que se complementan. Existe una
interdependencia mutua entre el campo y la ciudad, principalmente en lo que se refiere al
abastecimiento de productos alimenticios y de materias primas para ser industrializadas
(maderas, fibras textiles, minerales). Reparemos en el hecho de que los muchos y variados
objetos que nos rodean se originan en una materia prima que proviene de la naturaleza.
Pensar de este modo la relación campo-ciudad nos lleva a replantear los enfoques
sectoriales. Generalmente se estudia el sector agropecuario, el industrial y los servicios
separados entre sí. Sin embargo, los productos agrícolas están en íntima relación con la
industria en dos sentidos. Por un lado, por ser el sector industrial el que le provee los insumos
tecnológicos, maquinarias, fertilizantes, agroquímicos, etc., para su desarrollo, y por otro, al ser
también las industrias las que adquieren las materias para sus establecimientos. En esta visión,
el sector servicios aparece profundamente relacionado con el campo y la ciudad y también con
las diferentes actividades productivas. Por ejemplo, las materias primas llegan a la ciudad a
partir de un sistema de transporte. Los equipos tecnológicos que se utilizan en el agro también
son llevados al campo por los transportes. Las personas, a su vez, se desplazan de un sitio a
otro para realizar acciones de distinto tipo (Secretaría de Educaçâo, Sâo Pablo, 1988). De modo
que la circulación, distribución y el consumo de productos están íntimamente relacionados con
el proceso global de producción y, por lo tanto, deben ser estudiados de forma integrada.
En la sección siguiente abordaremos una metodología para analizar la cadena de producción
de diferentes productos; con ella se recuperan de forma integrada los términos campo y ciudad,
a la vez que se supera el enfoque sectorial.

La región y los circuitos de producción

La regionalización clásica dividía el mundo en regiones autónomas, aisladas entre sí. Hoy,
con la internacionalización de la economía hay una total interdependencia entre las diferentes
áreas, pues ellas se relacionan, están abiertas, son más vulnerables, es decir que no son
autónomas (Santos, 1988).
Comprender una región pasa por entender el funcionamiento de la economía global y su
repercusión en el territorio de un país. Cobra especial importancia, entonces, identificar la
presencia y el comportamiento de aquellos agentes involucrados en el proceso. Nos referimos a
la necesidad de analizar el papel del estado, los diferentes actores individuales o sociales, las
instituciones, las empresas, etcétera.
Desde esta concepción, hay cambios permanentes en los límites regionales; ya no son de
una vez y para siempre los mismos y los tiempos que pueden durar esas divisiones regionales
son también muy variables.
“Como el espacio se torna uno para atender a la demandas de la globalización, las regiones
aparecen como distintas versiones de la mundialización” (Santos, 1988). Es interesante
destacar que cuanto mayor es el grado de mundialización, más singulares y particulares se
erigen los lugares. Justamente porque hacen jugar sus especificidades de forma competitiva y
así afirman su diferenciación geográfica.
Cualquier fracción del planeta se entiende, entonces, desde el cruce de la realidad global
con sus condiciones particulares. Esto implica tener en cuenta la historia del lugar, las
condiciones preexistentes al momento de la internacionalización. Así podemos explicar cómo el
mismo proceso global en escala mundial tiene distintos resultados particulares, según los
lugares.
Si tenemos en cuenta que la región ha cambiado de significado, pues hoy el mundo se
encuentra organizado en subespacios articulados dentro de una lógica global, resulta más
explicativa de tal realidad la conceptualización de circuitos espaciales de producción. Los

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circuitos permiten reconstruir las distintas fases o eslabones del proceso productivo de un
determinado producto. Se entiende por circuito productivo al

conjunto de encadenamientos que se verifican dentro de una misma actividad productiva y que se
vinculan entre sí dando lugar a un proceso secuencial y obligado, que va desde la obtención de la
materia prima inicial hasta la entrega del producto elaborado al mercado de consumo final (Rofman y
otros, 1987).

Eso significa hacer el seguimiento desde la fase productiva hasta el consumo final (la
producción primaria, la fase industrial, la comercialización, etc.).
Implica además el análisis del papel de los diferentes actores sociales y agentes económicos
intervinientes. Importan no sólo aquellos que se hallan en un marco regional delimitado
territorialmente, sino que

también comprende a otros agentes situados fuera de ese subespacio y sin cuya intervención no se
podría reconocer ni evaluar adecuadamente tal proceso. Las relaciones entre agentes así planteadas
vinculan unidades de decisión dentro de una actividad central, en la que los agentes producen insumos
para otro u otros hasta que por último el producto final entre en el ciclo de consumo o la inversión,
dentro o fuera de la región analizada (Rofman, 1983).

A modo de ejemplo tomaremos el circuito del azúcar. En él intervienen gran cantidad de


agentes que cumplen distintas funciones en cada uno de los eslabones productivos. En la fase
agrícola están presentes, mayoritariamente en la provincia de Tucumán, los pequeños cañeros
independientes. El 90% de los productores son minifundistas con bajo nivel de mecanización,
utilizan mano de obra familiar y sus rendimientos son, en general, bajos. En cambio, en Salta y
Jujuy se hallan grandes y pocas empresas que concentran la mayor parte de la producción.
Cuentan con alta tecnificación y sus propiedades tienen grandes extensiones. Industrializan su
propia caña y cumplen las tareas de comercialización. Aprovechan numerosos subproductos del
proceso de fabricación del azúcar (papel, alconafta) y han introducido otros cultivos como
cítricos, hortalizas y legumbres. Estos ingenios, por su tamaño y por la diversificación
productiva que poseen, se colocan en un a posición muy ventajosa en lo que hace a su poder
de negociación y formas organizativas (Rofman, 1989).
Quisimos mostrar que el abordaje teórico-metodológico de un estudio regional desde la
noción de circuitos productivos supone entonces poner en relación las variables recursos
naturales, producción, tecnología, capital, intercambios, población.

Reflexión final

En el proceso de conocimiento de la realidad social, la geografía tiene un lugar importante en


la medida en que en ella se encuentran el pasado, el presente y el futuro. Como “la geografía
se alimenta del movimiento del mundo”, la posibilidad de trabajar en el presente intentando
entender el mundo real y sus transformaciones es el gran desafío de la disciplina.
Muchos temas y problemas de interés geográfico entran en la agenda de cuestiones
problemáticas en un nivel global. Entre ellos, los más importantes a tener en cuenta son: la
relación medio ambiente-desarrollo, el proceso de industrialización, las transformaciones en la
relación campo-ciudad, el proceso de urbanización en escala mundial y, especialmente, en los
países subdesarrollados.
Hicimos particular hincapié en la incorporación de la perspectiva histórica para la
comprensión cabal de los procesos. Hoy más que nunca, en un momento de grandes cambios
políticos, sociales y económicos en el nivel mundial, es fundamental analizar este tiempo no
como una transición entre dos períodos sino como un período en sí mismo. Entenderlo significa
poder identificar qué es lo que está cambiando, quiénes lideran los procesos y cuáles son sus
intencionalidades. Será útil, por lo tanto, el aporte de conocimientos acerca de las
redefiniciones del papel del Estado en la sociedad, los cambios que están ocurriendo en las
diferentes ramas de la producción, las nuevas localizaciones, la revolución de los materiales, la
revolución de las comunicaciones.
Se trata, en definitiva, de estar atentos a las expresiones actuales de la cultura y de la
naturaleza como a sus interrelaciones.
Profundizan nuestro trabajo en esta línea puede dar las bases para el conocimiento de la
nueva arquitectura del mundo.

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