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LEMA:
ESTUDIO Y RETIRO
MARZO 2023
Queridas hermanas en un ambiente festivo, en este mes de marzo de 2023 en que nos encontramos
celebrando los 120 años de bendiciones del Señor a nuestra Congregación, les estamos recordando la
invitación que el día 2 de febrero nos hacia el equipo General en el marco de la celebración de la Vida
Consagrada, a iniciar un quinquenio de preparación al 125 aniversario de Fundación que se realizará,
Dios mediante el 8 de marzo de 2028.
Con gozo, agradecimiento y esperanza celebremos la gratuidad de Dios Padre-Madre, que camina en la
historia con nuestras Madres: Teresa, Carmen, Soledad, Antonia y con nosotras desde la realidad que
cada una vivimos.
2
NACIMOS EN COMUNIDAD:
Por el don del Espíritu podemos decir con toda verdad, que nuestra familia religiosa nace en
comunidad. Nuestras Madres Fundadoras desde el inicio forman un equipo solidario, al que aportan sus
carismas personales, actitudes, capacidades, todo lo que cada una de ellas era y tenía.
Para iniciar nuestra congregación, nuestras madres vivieron un proceso de integración comunitaria que
las ayudó a crecer en el conocimiento mutuo, la confianza, la apertura en el compartir sus inquietudes
hasta llegar a un discernimiento consciente, serio y profundo, vivido hasta las últimas consecuencias.
Por esta razón, “aceptaremos con alegría la tarea de acompañarnos mutuamente en la constante
búsqueda de una vida consagrada auténtica”. 1
De este modo las Madres llegaron a ser amigas, a sentirse seguras y acogidas unas con otras, a
ver con esperanza el futuro, a tener ilusiones y anhelos de una vida religiosa vivida con autenticidad,
de manera que poco a poco, entre luces y sombras, fueron gestando una manera de ser y vivir su
consagración al Señor.
Por otra parte ellas no saben por dónde Dios las quiere llevar, qué camino seguir, qué obra
deben realizar, solamente bulle en su corazón el anhelo de un estilo de vida diferente. Esto las
mantiene unidas, fortalecidas y firmes en su fe. 2
La pobreza extrema constituía en aquella época una dificultad insuperable, y más en las
condiciones que ellas vivían y sin embargo los designios de Dios hacen que esa pobreza material se
transforme en fuertes lazos de sororidad.
Como ya es conocido por la Historia Documentada, las Madres salieron hacia la Colonia Santa María la
Ribera, a una casa vieja, sin muebles, prestada por las mismas señoritas Larráinzar y situada en la calle
de Carpio. El recorrido lo hicieron a pie, con paso firme y cargando ellas mismas sus pocas
pertenencias. Este éxodo contribuye a fortalecer la unidad entre ellas, las va transformando en
verdaderas hermanas, en compañeras de camino como Abraham hacia la tierra prometida.
Desde el principio Nuestras Madres Fundadoras vivieron la oración en comunidad. Sabemos que
eran mujeres piadosas, y nos cuenta la Historia: “La Madre Manuela (M. Teresa), trajo consigo una
imagencita de madera del Niño de Praga, la misma que le habían regalado al entrar al convento y que
todavía se venera en la capilla de la Casa General. Alrededor de esta imagencita, sentadas en el suelo,
se pasaban muchas horas rezando o trabajando…”3
Esta vida fraterna, iniciada y vivida con tanto dolor y esperanza, crea un campo magnético del
Espíritu que muy pronto atrae a seguidoras. Así, en nuestra Congregación se va consolidando la
1
Const. No. 97
2
Cf. CMST Historia Documentada 1903 – 1977, pp. 100-155
3
Cf.Ib. pp. 88 No. 1
3
fraternidad como exigencia del seguimiento de Cristo en este nuevo estilo de vida. “Porque no hay
cosa enojosa que no se pase con facilidad en los que aman…” 4
No hay que olvidar, que en los primeros años de la fundación, se vivían tiempos difíciles y la situación
económica de la naciente comunidad era muy precaria, sin embargo, las Madres se dieron con empeño
al trabajo solidario y lograron transformar la Hacienda de Santa Julia en el nuevo Colegio Carmelitano.
Nos dice la Historia: “Como la casa necesitaba ser acondicionada a su nuevo uso de convento y
colegio, las religiosas de inmediato pusieron manos a la obra… así que ellas mismas, ayudadas por las
alumnas, empezaron a transformar la casa: los macheros se convirtieron poco a poco en salones de
clases…”5
En nuestras constituciones encontramos los elementos necesarios para la vivencia de nuestra vida
comunitaria que se ha de apoyar en las relaciones interpersonales auténticas, en la convivencia sororal,
en el compromiso apostólico, en la comunión de bienes y en la decisión de todas las hermanas de
emprender cada día la difícil tarea de construir la comunidad. Que en palabras de Santa Teresa es
“aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer todas se han
de ayudar”.6 (Camino 6, 4; 11, 5 y 6, Const. No. 101).
A lo largo y ancho de nuestras constituciones está entretejida una Cristología muy nuestra:
Cristo el centro, Cristo el principio y el fin, Cristo el modelo, Cristo la razón de nuestra vocación y de
toda nuestra vida consagrada, Cristo el amor de nuestra vida, Cristo el centro de la comunidad, Cristo
camino, verdad y vida.
Como dice Santa Teresa: Cristo presente y actuante en la comunidad. Comunidad que es un
rinconcito de Dios (V 35, 12); colegio de Cristo, morada en que su Majestad se deleita (CE 20,1); todas
preocupadas por contentar al esposo (C 7, 10).
Una comunidad que sigue a Cristo en su comunicación filial y confiada con el Padre… que se
identifica con Él en todos los momentos de la vida. En fin, una comunidad plenamente Cristocéntrica.
“Dios ha querido santificarnos y salvarnos comunitariamente. Para esto nos reunió, por su Hijo,
en una comunidad fraterna, la Iglesia, Pueblo de Dios que debe crecer como su familia amada hasta el
día de Cristo Jesús” 7(Camino 6, 4; 11, 5 y 6, Const. No. 101).
Jesús mismo inició su ministerio formando una comunidad que es la Iglesia, pueblo de Dios.
4
C 4, 5.
5
Ib. pág. 110 No. 14
6
Camino 6, 4; 11, 5 y 6, Const. No. 101.
7
Camino 6, 4; 11, 5 y 6, Const. No. 101
4
El ideal comunitario no debe hacer olvidar que toda realidad cristiana se edifica sobre la debilidad
humana. “La comunidad ideal” perfecta no existe todavía. La perfecta comunión de los santos es la
meta en la Jerusalén celeste.
“En efecto, las comunidades reemprenden cada día el camino, sostenidas por la enseñanza de
los apóstoles: “Ámense cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros”…
“Tengan los mismos sentimientos los unos para con los otros” (Rm 12, 10. 16); “… acójanse
mutuamente como Cristo los acogió para gloria de Dios”… “corríjanse mutuamente” (Rm 15, 7. 14);
“Respétense los unos a los otros” (1 Cor 11,33); “Por medio de la caridad pónganse los
unos al servicio de los otros” (Gal 5, 13); “Confórtense mutuamente” (1 Tes 5, 11);
“Sobrellévense los unos a los otros con amor” (Ef 4,2); “Sean benévolos y misericordiosos
las unos para con las otros, perdónense mutuamente”… “Sométanse los unos a los otros
en el temor de Cristo” (Ef. 4, 32. 5,21); “Oren los unos por los otros” (Sant 5, 16);
“Trátense los unos a los otros con humildad” (1 Pe 5, 5); “Estén en comunión los unos con
los otros” (1 Jn 1,7); “No nos cansemos de hacer el bien a todos, principalmente a nuestros
hermanos en la fe” (Gal 6, 9-10)”8
Cuando estamos identificadas como CMST, la integración comunitaria se facilita. Cuando cada una de
las hermanas sabemos quiénes somos y para qué estamos en la comunidad logramos vivir la
fraternidad con alegría y eficacia, ayudándonos y estimulándonos mutuamente.
Vivir la identidad carismática supone participar todas del mismo don del espíritu concedido a nuestras
Madres Fundadoras, para ser “vivido, custodiado y profundizado por nosotras a lo largo de toda
nuestra vida, y ser así continuadoras del camino de configuración con Cristo”. Solamente así podemos
crecer personal y comunitariamente 9
Resignificar, desde la experiencia de Dios, la comunión entre hermanas con audacia y profecía a
ejemplo de nuestras Madres Fundadoras, a tal grado que celebremos con alegría la vida, acojamos a
las diferentes culturas. Viviendo la vida litúrgica y los momentos de encuentro amoroso con el Señor en
la oración, siendo comunidades hospitalarias, acogedoras, solidarias entre si y en nuestros apostolados.
(Cfr Mensaje de esperanza del Plan Congregacional).
COMPARTIR COMUNITARIO
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Nuestra vida comunitaria esta tejida de recuerdos, de vivencias, de expectativas, de afectos, sabores,
costumbres, sueños, anhelos, esperanzas. Lo cual puede evocar también algunos sentimientos de
gratitud y otros de toma de conciencia de situaciones donde se vive con superficialidad la convivencia
comunitaria.
Hoy ante el Señor queremos orar con una actitud agradecida por el don y la tarea de entretejer la vida
comunitaria en el día a día.
Queremos ser una comunidad FILIAL vivir en abandono filial y confiado con Dios
Padre-Madre, que es amor y nos invita a vivir en el amor.
Queremos ser una comunidad SORORAL: Sabedora que vivir en comunión de vida
con Dios implica vivir en comunión de vida con mis hermanas, compartiendo el
caminar, cultivando la comunicación personal, el conocimiento mutuo y convertirnos en
creadoras de FRATERNIDAD y ser defensoras de la vida.
Queremos ser una comunidad FIEL: Diciendo sí diariamente a la llamada al amor,
que constituye la vocación más honda de todo ser humano; es también necesidad y aspiración
más intensa y permanente del corazón.
Queremos ser una comunidad FELIZ: Sabiendo que la Felicidad es un camino de
resurrección, un estilo de vida siguiendo las huellas de Jesús.
Queremos ser una comunidad FESTIVA: Dios es una fiesta permanente para el creyente.
La identidad cristiana brota de la resurrección de Jesús por obra de Dios. Darnos espacios para
compartir alegrías y festejar la vida.
Queremos ser una comunidad FERVIENTE: Comunidad orante, seducida por el
Espíritu Santo que ilumina, reúne, integra y crea comunión entre los seres humanos distintos
y distantes.
Canto a María: “Madre de oración “Libro que mi alegría esté en ustedes” Canto No. 405
Motivación: Queridas hermanas hoy nos reunimos en nombre del Dios amor para seguir profundizando
en nuestro ser de CMST haciendo Memoria de nuestro caminar en búsqueda de Vida religiosa
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autentica, este camino solo lo podemos recorrer con un “corazón nuevo”, dispuestas a obedecer a
Dios desde lo más hondo.
En la mentalidad semita, el “corazón” no es la sede del amor y la vida afectiva. Es más bien el nivel
más profundo de la persona, la fuente de la percepción, el pensamiento, las emo ciones y el
comportamiento. En el corazón de la persona “se decide” su vida entera. Jesús lo ve así: nunca nacerá
un mundo más humano si no cambia el corazón de las personas; en ninguna parte se construirá la vida
tal como Dios la quiere si las personas no cambian desde dentro.
Invitatorio:
Sólo hombres y mujeres de corazón nuevo harán un mundo nuevo, por ello queremos dejar que Tú
transformes nuestros corazones y los modeles según tu voluntad.
Ven Dios Nuestro, toca nuestro corazón y modélalo con tu amor.
El camino para entrar en tu Reino es hacerse como los niños. Dejarse abrazar como aquellos niños que
se dejan abrazar por Él con alegría. Ante Ti hay que ser de una manera diferente a como son de
ordinario los adultos, que casi siempre andan buscando poder, grandeza, honor o riquezas.
Este lenguaje pidiendo a los adultos “hacerse como niños” está sugiriendo algo más que un cambio de
conducta. Se nos está pidiendo un nuevo comienzo, el inicio de una personalidad nueva.
Ven Dios Nuestro, toca nuestro corazón y modélalo con tu amor.
CARMELITA DE HOY
(Himno 75 años de CMST) Amanecer de un día nuevo,
Letra y música: hna. Edith Lucía Frías de más claro y bello, lleno de sol,
la Rosa, cmst + haber crecido es compromiso
de renacer en luz y en vedad.
Carmelita de hoy surge ya,
que la Iglesia te invita a luchar Como Elías en el monte de Dios,
y en la tierra tú has de cuidar te buscamos en el mundo, Señor.
la semilla hasta nuevo amanecer. Te encontramos en el pobre y el hambriento,
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es el mundo del Carmelo de hoy. y un San Juan de la Cruz.
Salmo
Vivimos la consagración a Dios en el seguimiento de Cristo por la profesión de los consejos evangélicos
mediante los votos públicos de castidad, pobreza y obediencia, en una comunidad fraterna, según la
experiencia de vida de nuestras Madres Fundadoras y el espíritu de santa Teresa de Jesús , con
proyección apostólica misionera, para edificar la Iglesia desde los pobres.
María, Madre del Carmelo, ocupa un lugar preferente en nuestra vida, como la mujer Bienaventurada
porque ha creído y ha contemplado. Ella nos precede en el seguimiento de Jesús y es signo de
esperanza en la búsqueda.
Nuestro Instituto participa del espíritu Teresiano, por tanto, vivimos la vida teologal con un amor y
dedicación especial a la oración contemplativa como experiencia del amor de Dios Padre y de Cristo a
través de los misterios de su Humanidad, en docilidad a la acción y guía del Espíritu Santo.
Nuestra Congregación, siguiendo a Cristo en su comunicación filial y confiada con el Padre, tiene la
misión de vivir la experiencia de Dios y ayudar a que otros y otras la vivan, a través de la entrega
sencilla de nuestra vida, preferentemente entre los pobres.
Esta misión evangelizadora, para ayudar a la construcción del Reino de Dios, la realizamos mediante: la
Pastoral Educativa, Pastoral de la Salud, Pastoral Misionera, Pastoral de Espiritualidad y en otras
actividades apostólicas exigidas por las necesidades del pueblo de Dios.
El amor y entrega a la Iglesia que vivieron nuestras Madres Fundadoras y los Reformadores del
Carmelo, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, impulsan nuestra acción evangelizadora.
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Vivimos nuestra vocación de Carmelitas Misioneras de Santa Teresa en espíritu de fraternidad,
sencillez, humildad en la verdad, pobreza, alegría y abnegación apostólica, como la vivieron nuestras
Madres Fundadoras y se ha vivido desde los comienzos del Instituto.
Nuestro Instituto de Carmelitas Misioneras de Santa Teresa entre los pobres y en fidelidad al Carisma
recibido del Señor, asume todos estos valores dentro de una búsqueda constante de autenticidad de
vida religiosa, en apertura continua a las circunstancias de la historia, siempre desde un discernimiento
orante en fe y esperanza activa.
Antífona 1: Aquí estoy Señor, toma mi vida, Carmelita para siempre quiero ser. (2)
Lectura:
El mandamiento del amor es el eje de toda vida religiosa. Es precisamente el amor de Cristo el que
congrega, el que reúne, el que da vida a la comunidad.
Los reunidos en las comunidades religiosas, mujeres y hombres “de toda raza, lengua, pueblo y
nación” (Ap. 7,9), han sido y siguen siendo todavía una expresión particularmente elocuente de este
sublime e ilimitado amor.
Nuestras Madres Fundadoras forman parte de estas personas llamadas y dispuestas a amar y cumplir
la voluntad de Dios
El amor no puede quedarse solamente en un sentimiento, por bueno que éste sea, sino que debe
descender a obras concretas.
Cada hermana pasa a colocar su corazón en el altar, a quienes no pueden les ayudan
las hermanas a llevarlo, al terminar de pasar todas las hermanas se canta o se recita
el siguiente estribillo:
Unos corazones tan grandes como las arenas del mar, aunque han pasado ya años, no
han dejado de amar
PRECES (Participadas).
Invoquemos al Dios que consagra y llama a una misión específica y que sólo se deja sentir en quienes
son dóciles a la acción de la Divina Sabiduría y digámosle:
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1. Te damos gracias por nuestras Madres Fundadoras que asumieron en su vida la comunicación
filial y confiada con Dios, te pedimos nos hagas capaces de crear una fraternidad donde Dios
Trino sea glorificado. Oremos.
2. Por todas las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, para que reflejemos en nuestra vida diaria
la experiencia de Dios, comprometiéndonos a vivir el perdón, la reconciliación, la esperanza y el
amor en la tarea de reconstruir la fraternidad donde quiera que estemos. Oremos.
3. Recibe Dios Padre-Madre la donación, la entrega generosa de muchas hermanas que dan
testimonio aún en el dolor y la enfermedad. Oremos.
4. Te damos gracias por la pascua de muchas hermanas nuestras, ellas son para nosotras
testimonio de fidelidad y perseverancia y te pedimos que intercedan por nosotras para que vivamos
con mayor autenticidad nuestra vida consagrada. Oremos.
5. Por nuestras formandas, laicos asociados y hermanas que les acompañan para que la semilla del
Carisma continúe dando frutos de santidad en la Iglesia y en el mundo. Oremos.
6. Por todas las mujeres para que trabajemos en el respeto a su dignidad y sus derechos. Oremos.
7. Para que como CMST asumamos un trabajo de mayor compromiso con los laicos/as desde el
Carisma en su formación y misión compartida. Oremos.
Con amor y confianza filial al Padre, en el Espíritu, digamos la oración que Jesús nos enseñó:
Padre Nuestro…
ORACIÓN: Dios que eres Padre-Madre y has preparado tu Reino para los humildes y sencillos;
concédenos la gracia de seguir fielmente el camino trazado por nuestras Madres Fundadoras,
viviendo nuestra vocación de Carmelitas Misioneras de Santa Teresa con sencillez y alegría en la
entrega; humildad y abnegación en el desempeño de nuestro trabajo cotidiano; pobreza y disponi -
bilidad en el seguimiento de Jesús; apertura y discernimiento en las circunstancias cambiantes de la
historia. A fin de que, unidas en fraternidad, busquemos una vida consagrada auténtica en el
servicio a la humanidad especialmente los más débiles, pobres y necesitados. Te lo pedimos por
Cristo Nuestro Señor que vive y reina contigo en la unidad con el Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos. Amén.
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INTRODUCCIÓN:
Queridas hermanas: El Dios de la Vida continúa siendo grande y misericordioso con nosotras. Nos ha
acompañado de generación en generación. Estamos cumpliendo 120 Años de Misión, las invitamos a
recordar y disponer mente y corazón a esta gracia, a este don que el Padre nos ha regalado para que
cada día realicemos esta tarea como tejedoras desde ese amor derramado en nosotras; cuidando la
propia vida, la vida de las hermanas y los hermanos; la vida de nuestra Congregación en busca de una
vida religiosa auténtica, compartiendo la experiencia del Dios vivo.
Nuestras Madres Fundadoras fueron fieles y dóciles a la acción del Espíritu Santo, de tal forma que,
el Espíritu se posesionó de su ser y se convirtió en su maestro y guía. En esta actitud de discípulas
fueron actuando progresivamente lo que Él les inspiraba, que, sin pretenderlo, fueron iniciando un
nuevo estilo de vida religiosa que se distingue por la forma peculiar de seguir a Jesús.
Intentaron diversos estilos de vida consagrada: vivieron como Hijas del Calvario; después fueron
acompañadas en un proceso para ser Benedictinas; y finalmente, el Espíritu las condujo hacia el
Carmelo en donde alcanzaron, siempre en la oscuridad de la fe, vivir auténticamente su seguimiento de
Cristo.
VER
Ayer como hoy, la realidad nos sobrepasa y nos desborda: las pandemias, las violencias, las guerras, el
desastre de la casa común, el abuso de la tecnología, el poder, la indiferencia, la insensibilidad, la
discriminación, exclusión y descarte (pobres, mujeres, niños, migrantes, ancianos, pueblos originarios,
afroamericanos, hispanos, LGBT, jóvenes, etc.).
La Congregación en medio de esta realidad histórica. La mayoría de las hermanas tienen limitaciones
físicas, hay disminución de vocaciones y, las que estamos en camino, no hemos sabido acompañarnos
como hermanas y no hemos creado lazos fuertes de comunión.
En nuestras comunidades, algunas hermanas hemos perdido nuestras convicciones, falta compromiso,
consciencia, responsabilidad en nuestra vocación y consagración, en nuestra identidad y pertenencia
como CMST, por lo tanto, no estamos viviendo una vida religiosa auténtica como la vivieron Nuestras
Madres Fundadoras.
Tenemos la certeza de que Dios se manifiesta en el testimonio de muchas hermanas que han amado,
siguen amando y cuidando la vida entretejiendo la comunidad. Resignifiquemos nuestra consagración,
caminemos juntas en el hoy de nuestra historia colaborando en el proyecto del Reino de Dios.
Los religiosos (as), viviendo pobremente como el Señor y sabiendo que el único absoluto es Dios. Con
su testimonio de pobreza son una denuncia evangélica y profética de quienes sirven al dinero y al
poder. Este testimonio silencioso de pobreza y de desprendimiento, de pureza y de transparencia, de
abandono en la obediencia es a la vez interpelación al mundo y a la Iglesia misma.
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En un mundo en el que el amor está siendo vaciado de su plenitud los religiosos (as), por su castidad
consagrada son testimonio de la alianza liberadora de Dios con la humanidad.
La obediencia consagrada, vivida con abnegación y fortaleza “como sacrificio de sí mismos”, denuncia
de todo proyecto histórico que, apartándose del plan divino, no haga crecer al ser humano.
Una nota característica de nuestra consagración es el vivirla en una comunidad fraterna. Esto, para
nosotras Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, es fundamental en nuestra vocación, porque fuimos
fundadas por un grupo, por una comunidad, por una fraternidad. Característica que adquiere un tinte
especial porque forma parte del Carisma Fundacional. Fueron cuatro hermanas: Teresa, Carmen,
Soledad y Antonia que iniciaron nuestra Congregación (L y E pág. 24).
PENSAR-ILUMINAR
Nuestra forma de seguir a Cristo en su comunicación filial y confiada con el Padre, constituye la
dimensión más honda y sustancial del Carisma, ahí se origina la Misión específica y la espiritualidad
propia. En esta expresión se define en pocas palabras, la actitud evangélica que vivieron Nuestras
Madres Fundadoras como don recibido del Espíritu Santo, y que estamos llamadas a vivir cada una de
nosotras al ser convocadas por Dios para ser Carmelitas Misioneras de Santa Teresa. (Encuentro
Regional de Espiritualidad: Ponencias, 2008, pág. 2)
Los tres consejos evangélicos en los que se expresa la consagración religiosa constituyen el eje
conductor de la vida religiosa y comprometen a la persona consagrada, a una entrega generosa, alegre
y total a Dios; así los vivieron nuestras Madres Fundadoras.
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La fraternidad marca nuestro nacimiento como Congregación en la Iglesia. Nuestras Madres
Fundadoras integraron un grupo, un equipo solidario, una comunidad de consagradas, una familia
convocada y reunida en el nombre del Señor.
“Ellas fueron sobre todo hermanas, se entretejieron desde el principio en el tejido fraterno de la
Congregación y con todas las hermanas supieron vivir las múltiples experiencias alegres y dolorosas del
nuevo estilo de vida que iniciaban. Estuvieron siempre en la base construyendo con el resto de las
hermanas la fraternidad. Esa fraternidad que no se logra sino a base del ejercicio heroico de las
virtudes humanas y cristianas en el seno de una comunidad” (El Largo Camino hacia la Identificación;
Letra y Espíritu… pág. 34).
Este es el espíritu fraterno que nosotras Carmelitas Misioneras de santa Teresa necesitamos para vivir
nuestra vocación.
“M. Carmelita: Quiero compartir con ustedes mis queridas hijas lo que estaba reflexionando sobre el
voto de castidad. Es en verdad un don gratuito del Señor, una llamada personal a seguir a Cristo virgen
y es también una respuesta libre y generosa, de parte de nosotras.
Qué dicha tan grande es poder decir ¡Soy de Jesús! ¡Él es mi único amor! ¡Para ti nací! Pienso que es
necesario crear en nuestras comunidades un ambiente de amor auténtico y sana alegría y esto con la
ayuda de todas. Claro que no es nada fácil, es preciso que cada una se esfuerce por crecer en la
madurez afectiva, en el amor a Jesús y a María, por ser orante, abnegada y sacrificada, tener la
Eucaristía como centro y fuerza de su vida. Ay, hermanas mías, la castidad consagrada es fuente de
vida teologal: ilumina nuestra fe, anima nuestra esperanza y acrecienta nuestro amor. Nos capacita
para crear comunión en este mundo tan dividido y abre nuestro corazón para amar a todas/os como
María” (Manual de oraciones, pág. 100-101).
“Nuestra pobreza evangélica estará configurada por la experiencia del Carisma Fundacional, según la
vivencia de nuestras Madres Fundadoras y Santa Teresa de Jesús.
Nos comprometemos a vivir en pobreza como personas y como Instituto, en un estilo de vida de
sencillez, alegría fraterna, abandono en Dios y abnegación evangélica expresado en la búsqueda de la
justicia, desde la perspectiva de los pobres” (Const. No. 17).
Vivir nuestra vocación en espíritu de pobreza significa ser pobres al estilo de nuestras Madres
Fundadoras, es decir, abandonadas en las manos de Dios. Pobreza que nos lleva, como ellas, a confiar
totalmente en Dios y esperarlo todo de Él. “Porque la satisfacción no se halla en la posesión de las
cosas, sino en la desnudez de todas ellas y pobreza de espíritu” (CB 1, 14). Pobreza que nos exige vivir
desasidas y liberadas de toda atadura que pueda impedir nuestro caminar hacia Dios.
Se trata de una pobreza que no conoce la autosuficiencia, ni el orgullo, ni el egoísmo, por el contrario,
es una pobreza que impulsa a permanecer atenta a las necesidades de los demás y al mismo tiempo,
es capaz de dejarse ayudar, de compartir, de acoger, de dar y recibir.
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Pobreza que lleva a asumir la cruz y el sufrimiento como participación gloriosa de la cruz de Cristo.
“Completo en mí lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col 1,24).
Finalmente, pobreza que nos lleva a vivir en actitud filial y confiada con el Padre como ellas vivieron.
Bien pudieron cantar con el salmista: “Como un niño en los brazos de su madre halla paz, me
abandono en sus manos sin reservas de mi parte, y confío y espero con mi pueblo Israel en el Señor”
(Salmo 130).
“M. Soledad. ¿Saben hermanitas que vivir el voto de pobreza nos hace ser felices? Porque la pobreza
nos hace libres, desprendidas, solidarias, disponibles, acogedoras, sencillas, teniendo sólo a Dios por
bien absoluto. Desde el principio nuestra Congregación ha sido pobre y por eso para cada una de
ustedes es un compromiso vivir un estilo de vida de sencillez, alegría fraterna, abandono en Dios y
abnegación. La pobreza de aquellos años del inicio de nuestra familia nos mantuvo siempre unidas y
también a estar disponibles con cuanto teníamos: inteligencia, dones naturales, aptitudes, tiempo.
Todo lo pusimos en común. ¡Qué tiempos aquellos! Trabajamos unidas, abandonadas en la Providencia
que nunca nos faltó. Poco a poco fuimos sacando adelante nuestra amada Congregación. Háganlo así
ustedes hermanitas y verán como el seguimiento de Cristo pobre las lleva a vivir la fe, la esperanza y el
amor” (Manual de oraciones, pág. 101).
“Nuestra fidelidad a la obediencia nos irá llevando por el itinerario evangélico que recorrieron con dolor
y gozo pascual nuestras Madres Fundadoras.
Por eso nos comprometemos a vivir una obediencia, humilde, responsable y sencilla en el servicio a
nuestros hermanos.
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Como María, la Virgen creyente, viviremos las dimensiones de la fidelidad –búsqueda, acogida,
coherencia y constancia-, aceptando aún incomprensiones y persecuciones antes de permitir rupturas
entre lo que creemos y lo que vivimos” (Const. 25).
“M. Teresa de la Cruz. Queridas hijas: Hoy quiero hablarles del voto de obediencia que es una
exigencia radical del Reino, cimentada en la fe, animada por una esperanza activa y comprometida en
un amor responsable que busca la voluntad de Dios para cumplirla como María. No es fácil ser
obediente, pero yo considero que es fundamental para vivir su consagración como verdaderas CMST.
ACTUAR
Sin negar que la castidad consagrada sea ante todo una reserva para Dios, hoy se pone el acento en la
capacidad que da para comprometerse con la misión. Esta dedicación al servicio de los demás la hace
más fácilmente creíble en un mundo dominado por el erotismo y el hedonismo. Este amor no egoísta ni
exclusivo, no posesivo ni esclavo de la pasión, sino universal y desinteresado, libre y liberador, tan
necesario para la misión, se cultiva y crece en la vida fraterna (VFC 44)
El voto de pobreza, vivido en el contexto de la pobreza mundial, está generando una nueva
espiritualidad que vive la esperanza cristiana en y desde la solidaridad con los pobres y acepta las
purificaciones de la fe y las exigencias ascéticas de abnegación evangélica como consecuencia de una
nueva solidaridad con el mundo de los pobres.
La obediencia da la certeza de que la vocación y los dones recibidos son un don del Espíritu para el
servicio - misión. Los signos de los tiempos y de los lugares, las necesidades y desafíos de la Iglesia y
de la sociedad, el discernimiento dialogante hecho con las superioras, serán medios para descubrir lo
que el Espíritu pide a cada una, eso requiere una visión de fe que va más allá de las apariencias para
descubrir a Dios. Así se podrá practicar una obediencia a imitación de la de Cristo, “cuyo alimento era
hacer la voluntad del Padre” (cf. Jn 4, 34).
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Jesús vivió. Además, los votos tienen una dimensión profética ante los ídolos del mundo: PLACER,
TENER, PODER. Yo les pido, hermanas mías que aprovechen la vida y vocación que el Señor en su
bondad les concede y mediante la vivencia auténtica de su consagración, sean testimonio callado de su
Reino, entregando sencillamente su vida como lo hicimos nosotras con la ayuda de Jesús y de María”
(Manual de oraciones, pág. 102).
La novedad que aporta el número 10 de nuestras Constituciones son las actitudes con las que nuestras
Madres Fundadoras vivieron su consagración religiosa. La entrega generosa durante toda su vida fue
alegre, con la alegría de quien ama a Dios y se sabe amada; fue total, sin reserva alguna, con todas
sus capacidades y, sobre todo, con amor. Es por eso que nosotras nos comprometemos como ellas,
con absoluta disponibilidad en el servicio del Reino.
Como CMST suscitadas y sumergidas en la vida del Espíritu tenemos el compromiso de estar vigilantes,
en búsqueda, tejiendo lazos de comunión ante una humanidad fracturada que alimente la esperanza
en Dios, ante un mundo que ha puesto su confianza en el dinero y el poder. Amar es cuidar y cuidar es
dar la vida.
El camino de Nuestras Madres Fundadoras fue vivido en pobreza y sirvieron entre los pobres; buscaron
con creatividad las formas concretas de dar respuesta a la realidad de su tiempo. Seamos buena
noticia, colaboradoras y tejedoras del Reino de Dios, desde lo ordinario de cada día porque es ahí
donde el amor, la comunión, la esperanza y la justicia se hacen presentes.
Seamos fuego con nuestras vidas en actitudes y obras; renovemos nuestro sí desde el corazón,
trayendo a nuestra mente a estas mujeres: Teresa, Carmen, Soledad y Antonia que arriesgaron sus
vidas por cambiar la historia; viviendo con radicalidad y autenticidad su vida religiosa.
Hacer memoria de tu llegada a la Congregación, los sueños y deseos de vivir con autenticidad tu vida
consagrada.
¿Cómo te sientes hasta este momento de tu vida como CMST?
¿Te vives con esperanza agradecida en la vivencia de tu consagración?
CELEBRAR
Renovemos nuestros votos: “Dios de misericordia y fidelidad yo….”
Buscar un símbolo por cada voto en el que veamos reflejadas nuestra vida de comunidad.
Para concluir nuestro retiro, cantar o escuchar un canto a Nuestras Madres Fundadoras o un Himno
congregacional.
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