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CRISIS FINANCIERA EN COLOMBIA A FINALES DE LOS AÑOS 90

KELI

La crisis financiera colombiana de los años 90 (1998-2001) fue la más profunda y costosa de todas
las que tuvieron lugar durante el siglo pasado.

Durante el período 1998-1999 la economía colombiana experimentó una de las crisis económicas
más agudas de su historia que involucró, no solo una fuerte desaceleración del producto (-4.2% en
1999) y el consecuente aumento en la tasa de desempleo (22% en 1999)2 , sino además una crisis
bancaria de proporciones importantes y el colapso del régimen de banda cambiaria existente en
aquel entonces. entre 1998 y 2001, la entonces Superintendencia Bancaria intervino 24
establecimientos de crédito con fines de liquidación (de un total de 104 que funcionaban en 1998.

La ocurrencia conjunta y severidad de estos hechos, ha convertido esta crisis en una de las
cuestiones de mayor análisis entre los expertos nacionales durante los últimos años, tratando de
encontrar sus causas, dinámica y lecciones a futuro.

El gobierno nacional se vio obligado a destinar cerca de 26,4 billones en noviembre de 1998 el
gobierno de entonces declaró la Emergencia Económica, la cual adoptó, entre otras medidas, el
impuesto a las transacciones financieras.

LOS DETONANTES QUE LLEVARON A LA PEOR RECESIÓN ECONÓMICA DE COLOMBIA

ALEJANDRA

El desequilibrio económico se empezó a originar a principios de 1991 con un gran apetito por el
crédito y un ‘boom’ de entidades financieras dispuestas a satisfacer las necesidades de los
colombianos.

Así mismo, un proceso de liberalización financiera que dio lugar a un aumento de la deuda externa
privada en 10 puntos del PIB, hecho que llevó a los que no tenían acceso al crédito externo a
buscarlo en el mercado local.

La deuda pública también se expandió fuertemente y los inversionistas empezaron a hacer


operaciones de alto riesgo gobernados por el aumento del precio de la vivienda, que crecía hasta
un 50 por ciento anual.

Adicionalmente, desde 1997 venían unas situaciones de orden externo que hacían que la DTF
sobrepasará amplíamente el índice de precios al consumidor.

Como consecuencia, se generó un crecimiento importante de la Upac y del valor de los créditos
que con esa referencia se habían emitido. En otras palabras, subieron las cuotas mensuales que se
debían pagar por ellos, que desembocaron en la dificultad de la gente para atender sus
obligaciones.
CRISIS FINANCIERA, CAMBIARIA Y DESEMPLEO DESBORDADO DURANTE RECESIÓN

ANGIE

En la crisis, quienes habían financiado sus casas a través de las Corporaciones de Ahorro y Vivienda
(CAV) llevaron la peor parte. El crecimiento desmesurado en la tasa DTF, que el Banco de la
República había atado a la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (Upac), desembocó en el atraso
de los pagos de los deudores y la pérdida de sus inmuebles.

El Banco de la República tuvo que abrir varios frentes de trabajo, como controlar la liquidez para
que no se desangrara la economía, evitar la fuga de capitales y la pérdida de reservas
internacionales, además, entró a negociar un plan de rescate con el Fondo Monetario
Internacional.

A finales de 1998, se calculó que los bancos recibieron como pago de las deudas más de 800.000
millones de pesos en inmuebles, mientras que se estimaba que había un billón de pesos de

créditos vencidos por préstamos de consumo.

En los primeros nueve meses de 1999 la banca perdió 79.000 millones de pesos, este hecho agravó
la crisis, pues el negocio de los bancos no era el de la vivienda y al recibir los bienes como forma
de pago también adquirieron la responsabilidad de su manutención, un gasto adicional que no
llegaba en un buen momento. Al final de 1999 la recesión había llevado a un desempleo del 20%,
restado al PIB del país 4,2% y generado una inflación que rondaba el 9%.

LAS MEDIDAS QUE SACARON A COLOMBIA DEL ATASCO ECONÓMICO

CRISTIAN

Las respuestas para contener la crisis económica que atravesaba Colombia a finales de siglo
pasado provinieron de varios frentes. En noviembre de 1998 el Gobierno declaró la emergencia
económica, que, si bien duró unas pocas horas, llegó con los primeros salvavidas para el sistema
financiero y las personas.

Tal vez, la medida más controversial para la época fue el aporte del 2X1.000 sobre los retiros de
cuentas de ahorro y corriente, con el fin de apoyar a las instituciones financieras quebradas y a los
deudores del Upac.

En otras palabras, serían las mismas personas las encargadas de salvar el sistema con una
contribución que regiría hasta diciembre de 1999, en principio. Para conjurar la crisis también se
suministró liquidez a través del banco central y se crearon agencias especializadas para vender los
activos de las entidades en liquidación.

Tampoco se les permitió a las entidades hipotecarias continuar con sus propios modelos de
amortización y se impuso un máximo del 70 por ciento a la relación entre el monto del préstamo y
el valor de la vivienda.
Del mismo modo, se creó un seguro de desempleo para responder por seis meses en las cuotas de
vivienda. Adicionalmente, el Gobierno determinó préstamos a 10 años a una tasa de interés
equivalente a la inflación para aquellos que estaban al día como para los que ya eran morosos
declarados de Upac.

LAS LECCIONES QUE LE DEJÓ A COLOMBIA LA PEOR RECESIÓN DE LA HISTORIA

CRISTIAN

A pesar del alto costo social y económico de la recesión de finales del siglo pasado en Colombia,
quedaron una serie de lecciones aprendidas en el ámbito fiscal para hacer al país menos volátil
frente a las dinámicas propias del mercado local y los choques.

Una primera lección se relaciona con la importancia de mantener una posición macroeconómica
sólida (en los frentes fiscal, monetario y externo) a la hora de afrontar un choque adverso.
Respecto de esto, cabe resaltar que Colombia ha conseguido importantes avances en la última
década, los cuales se reflejan en la mayor solidez de los “fundamentales” de su economía, en el
menor endeudamiento externo, en la adopción de un tipo de cambio flotante que desincentiva los
ataques especulativos contra su moneda y, finalmente, en un nivel de reservas internacionales que
asegura el pago de aproximadamente ocho meses de importaciones.

Una segunda lección tiene que ver con la necesidad de que los gobiernos actúen de forma
anticíclica, especialmente durante los períodos de auge, buscando contrarrestar la generación de
burbujas especulativas y el crecimiento desproporcionado del crédito. El Banco de la República ha
jugado un papel importante para abrir esa política contracíclica desde 2006.

JHON

La tercera lección que dejó la crisis tiene que ver con la necesidad de contar con un marco de
regulación y de supervisión del sistema financiero adecuado y en continua actualización. Es
precisamente a partir de esta conclusión que en Colombia la regulación prudencial del sistema
financiero se ha venido ajustando a los estándares internacionales (especialmente en lo que a
requerimientos de capital y provisiones de cartera se refiere) y que la Superintendencia Financiera
se ha fortalecido institucionalmente con el fin de mejorar su gestión y su capacidad técnica. Todo
esto ha permitido un cambio en la arquitectura del sistema financiero, el cual indudablemente es
más sólido y solvente que hace 10 años.

Una cuarta lección para tener en cuenta es la importancia de contar con mecanismos adecuados
de coordinación entre los miembros de la Red de Seguridad del Sistema Financiero, conformada
por el Ministerio de Hacienda, la Superintendencia Bancaria, el Banco de la República y el Fondo
de Garantías de Instituciones Financieras. En este frente la debilidad radicaba en que si bien
durante la crisis ya existían las instituciones que conforman la Red de Seguridad Financiera, éstas
no actuaban de manera articulada. Es por ello que desde entonces se viene trabajando en el
diseño y la instrumentación de los procesos y acuerdos interinstitucionales que permitan
compartir información relevante y actuar de manera coordinada, teniendo en cuenta la misión
asignada a cada una de las entidades.

Una última lección que dejó la crisis de los 90, tanto o más relevante que las citadas
anteriormente, es la ratificación de que la participación del Estado en la propiedad del sistema
financiero no sólo hace a los países más vulnerables frente a la ocurrencia de una crisis, sino que
además suele incrementar los costos de su resolución. En efecto, un sencillo análisis de las causas
y los costos de la crisis pasada demuestra, una vez más, que la propiedad estatal en los bancos ha
sido fuente constante de ‘desangre’ de las finanzas

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