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EDUCACIÓNHOY
LA PASTORAL
EDUCATIVA II
No. 204
LA PASTORAL EDUCATIVA II
No. 204
revista@ciec.edu.co
oscar.perez@ciec.edu.co
www.ciec.edu.co
Directora
Sor Alba Arreaga Rivas, HdlC
Editor
Oscar Armando Pérez Sayago
Consejo editorial
Hno. Alexandro Aldape, F. M. S.
México
Fray Walter Loáisiga González, O. F. M.
Costa Rica
P. José Alberto Cuello de la Cruz, S. D. B.
República Dominicana
Rómulo López Seminario
Ecuador
Oscar Armando Pérez Sayago
Colombia
Edición
Departamento Editorial
Grupo Santillana
Colombia
Las ideas expresadas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores.
EDITORIAL
LA PASTORAL
EDUCATIVA II
L
a revista que tiene en sus manos corresponde a la segunda entrega sobre la
Pastoral Educativa, que es como una ventana abierta a la reflexión. Tenemos
una Escuela católica atosigada por mil cosas, debido a una sobrecarga de
trabajos, a esa fiebre bienintencionada de generosidad y agendas llenas y de
poco tiempo para hacer procesos reflexivos a pesar de las buenas intenciones
de todos.
Necesitamos espacios de reflexión y búsqueda. De procesar interiormente. De
compartir nuestras razones y convicciones, nuestras certezas, dudas y preguntas.
No es que vayamos a encontrar en estas páginas respuestas a todas nuestras in-
quietudes, pero podemos ayudarnos a cuestionar apropiadamente nuestra realidad,
nuestra vida, nuestras opciones. Saber interrogar correctamente la realidad, es un
arte en el que debemos iniciarnos y entrenarnos en esta época tan cambiante, tan
fascinante.
La tarea esencial de la Escuela católica es la de sentirse enviada a anunciar la Bue-
na Noticia del Reino, pero hay que asumir que solo podemos anunciar lo que hemos
escuchado primero, lo que hemos integrado en nuestro bagaje de experiencias perso-
nales. Aparecida nos recordaba que “no se es cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un
nuevo horizonte a la vida, y con ello una orientación decisiva (DA 12). La palabra
clave: el encuentro. Encuentro que compromete, que desinstala, que envía. Es un im-
perativo para nosotros entonces, reavivar el amor, evangelizar desde la experiencia
del amor y así hacer creíble el Evangelio.
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Sor Alba Arreaga Rivas. HDLC
Secretaria General CIEC
Es por ello que este número de nuestra Revista subraya la exigencia de ser testigos
de gozo y esperanza; de un humanismo resplandeciente; de la belleza y dignidad de
hombre, una dignidad que no es tal si no está abierta a la trascendencia; somos testi-
gos de la belleza y la fuerza de la comunión, que no es nunca una “simple yuxtaposi-
ción de particularidades y diferencias, sino encuentro de la diversidad, de manera que
este armónico entrelazado dé esplendor y sentido a la unidad”.
Al concluir me viene a la mente una entrevista a la beata Teresa de Calcuta.
Durante una visita a Roma varios periodistas se apiñaron en el patio exterior de la
sencilla morada de las Misioneras de la Caridad en el Monte Celio, junto a la Iglesia
de San Gregorio. Uno de ellos le preguntó: “¿Madre. Ud. tiene setenta años; cuando
muera el mundo estará como antes. Que cosa ha cambiado después de tanto trabajo?”
Madre Teresa hizo brotar una luminosa sonrisa y contestó: “Vea, yo nunca he pensado
poder cambiar el mundo. He tratado solamente de ser una gota de agua limpia, en la
cual pueda brillar el amor de Dios. Le parece poco?”.
No es necesario añadir más; cada uno de nosotros tiene a mano un pequeño pero
grande, indispensable, capital de amor. Este capital personal de amor debemos pro-
curar invertirlo bien, de gastarlo por nuestros niños y jóvenes.
Consignamos nuestra gratitud al Padre Ramón Rivas, sacerdote Eudista, exsecre-
tario de la CIEC, que ha colaborado en la difusión de estos textos de su autoría, e
invitamos a todas las federaciones a enviarnos artículos pues el próximo número que
estará dedicado a las distintas regiones de la CIEC, que hacen de la colaboración
herramienta de cambio y esperanza.
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LA EDUCACIÓN
COMO MISIÓN
Y MINISTERIO ECLESIAL
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plenamente informada por el evangelio poniendo los centros en cla- Toda escuela
ve de pastoral, como veremos más adelante. verdadera hace
Porque en la Escuela católica no se puede separar la instrucción- mucho más
educación de la vida, a menos que se quieran establecer perniciosas que instruir:
dicotomías en el educando. Toda escuela verdadera hace mucho más educa; es decir,
que instruir: educa; es decir, ofrece al alumno modelos de comporta- ofrece al alumno
miento, criterios de actuación, valores que se asuman y se apliquen modelos de
en cada acto de la vida. Por tanto, todo ello debe estar animado, vis- comportamiento,
ceralmente, por el evangelio de Jesucristo. Dicho con otras palabras: criterios de
todo el proceso escolar cristiano debe situarse, en su reflexión y en su
actuación, valores
que se asuman
praxis, más dentro de la perspectiva de la misión de Dios que en la de
y se apliquen en
la simple misión eclesial.
cada acto de la
Por consiguiente, no podemos enfrentar con altura la responsabi-
vida.
lidad evangelizadora de nuestra vocación de educadores cristianos en
tanto no hayamos definido y confrontado nuestro proyecto educativo
con los valores de esa doble misión. Es a través suyo como la fe vivida
y la cultura profana se integrarán en la Escuela católica. Si no se con-
sigue tal integración, difícilmente podrá llamarse cristiana. Allí debe
encontrar hoy la Escuela cristiana la fuerza generadora y animadora
de su Proyecto Educativo.
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XXIV CONGRESO INTERAMERICANO DE EDUCACIÓN CATÓLICA
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XXIV CONGRESO INTERAMERICANO DE EDUCACIÓN CATÓLICA
¿cómo deben ser nuestros centros para que responden a su vocación La misión
evangelizadora? Las posibles respuestas nos llevarán a determinar educativa es una
cómo no basta con organizar la catequesis y una pastoral más o menos de las dimensiones
seria; que hay que empezar por evangelizar la misma escuela. y campos más
En definitiva, la “piedra angular” sobre la que debiera construirse serios de la misión
la propuesta educativa de cualquier Escuela católica es la conciencia cristiana: misión
de misión y los dinamismos que de esa conciencia derivan. Para ello, de Dios—misión
han de ser dóciles a esa inspiración del Espíritu Santo que alienta en eclesial.
toda la humanidad de nuestro tiempo y se expresa de una manera
más lúcida en los deseos de innovación y transformación de nuestro
modelo escolar.
La misión educativa es una de las dimensiones y campos más se-
rios de la misión cristiana: misión de Dios—misión eclesial. En ella
nos estamos jugando nuestra significatividad social, o sea, nuestra
capacidad de influir en los procesos de transformación y mejora es-
tructural local y mundial, nuestra contribución a la emergencia de una
nueva sociedad más justa, más pacífica, más solidaria y más ecológica,
y, por ende, más evangélica y evangelizadora, en la perspectiva siem-
pre del Reino de Dios.
Esto implica que en la misión educativa debe la Iglesia invertir
gran parte de su sabiduría, de su herencia profética y de sus mejo-
res recursos espirituales y humanos. Y hacerlo consciente de que la
escuela es un espacio privilegiado de misión pero, lleno de comple-
jidades. Es ahí donde la Iglesia se hace creíble ante la sociedad laica,
donde puede ofrecer su rica herencia y contribuir a hacer realidad los
sueños que la humanidad alimenta dentro de sí misma. El espacio
educacional es como un gran laboratorio de misión, donde la Iglesia
experimenta y verifica la validez de sus propuestas para todos los ám-
bitos y dimensiones de la misión que realiza en nombre de Dios, no
al servicio de sus propias estructuras; donde también descubre qué
modelos de misión son válidos para la sociedad de hoy y cuáles son
obsoletos, caducos e incluso negativos. No es lo mismo plantearse el
tema de la misión educacional allí donde la Iglesia tiene aún cierta
hegemonía, que donde ejerce solo una función subsidiaria dentro de
un sistema educativo dependiente de los Estados y configurado fun-
damentalmente por ellos. Pero en ambos contextos debe plantearse y
hacerse como inmersa en la «misión de Dios».
Esto supone siempre que el hacer educación cristiana se sitúe en
un marco de respeto a la legítima autonomía humana y a las institu-
ciones laicas y en un diálogo permanente con ellas que nos ayude a
depurar nuestras ideas y propuestas y a renunciar a actitudes funda-
mentalistas, dogmáticas e impositivas o presuntuosas: la fe siempre
se propone y se ofrece, nunca se impone.
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LA EDUCACIÓN COMO MISIÓN Y MINISTERIO ECLESIAL
Ciertamente la Por otra parte, no podemos olvidar que en este ámbito de la edu-
humanidad está cación cristiana la historia social guarda algunos malos y hasta malísi-
experimentando mos recuerdos. Esto requiere de nosotros cautela para no repetir erro-
un fuerte res del pasado, humildad a la hora de reconocerlos y discernimiento
dinamismo hacia muy evangélico a la hora de formular nuestras propuestas educativas.
la correlación, la No se trata entonces de repetir tópicos del pasado, ni de favorecer
proximidad, la actitudes inmovilistas o reaccionarias. Un día reconocerá toda la Igle-
solidaridad que sia el valor ejemplar —para otras áreas de la misión eclesial— de este
intenta superar proceso de reflexión pluridisciplinar, fronteriza y utópica, que esfor-
enfrentamientos zadamente hoy trata de realizar la Escuela católica.
del pasado
Desde estos presupuestos, los invito a ahondar en algunos temas
con sus cargas
relacionados con la educación como misión educativa.
de violencia
y capacidad
destructiva.
EL DESAFÍO: EDUCAR EVANGELIZANDO EN TIEMPOS
DE CAMBIO Y MUTACIÓN
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Es evidente ¿No tiene que ver con una mutación real la prevalencia en el es-
que niños, píritu humano de un cambio de perspectiva en la visión de nuestro
adolescentes, mundo y de una seria transformación en las condiciones de vida de la
jóvenes y adultos Tierra? ¿No vemos que esto ya no tiene vuelta atrás?
necesitamos,
todos, instruirnos. Educar en este tiempo
Pero necesitamos,
sobre todo, no No es fácil ejercer el arte de educar en un mundo así para el que la so-
solo descubrir ciedad todavía no está preparada. A ello se debe el que tantos padres
el mundo en dimitan de sus responsabilidades y tantos maestros se refugien en la
que vivimos sino
mediocridad del sistema pues no saben de dónde agarrarse.
aprender a pensar
Sin embargo, la educación puede y debe contribuir a la creación
por nosotros
de esa sociedad nueva, hecha de hombres y de mujeres libres, capaces
mismos.
de entender por sí mismos el universo que los rodea y su significado y
capaces de secundar con su vida el sano “espíritu del tiempo”. La edu-
cación es un arte, no una ciencia. Ningún tema social es más esencial
que el de la educación.
Es evidente que niños, adolescentes, jóvenes y adultos necesita-
mos, todos, instruirnos. Pero necesitamos, sobre todo, no solo des-
cubrir el mundo en que vivimos sino aprender a pensar por nosotros
mismos. Y la educación tiene hoy como misión prioritaria ayudarlo a
desarrollar esa lucidez competente.
La elaboración del saber no puede hacerse si no es comprometién-
dose en una búsqueda activa, no meramente almacenando verdades
ya acuñadas. Todos los niños y adolescentes tienen, sí, el derecho de
acceder a un nivel elevado de conocimientos pero también de acceder
a la vida y desde allí aprender a configurar la realidad del modo más
adecuado al espíritu transformador de nuestro tiempo. Hoy más que
nunca se hace cierta la gran intuición de Sócrates cuando describía
la misión educadora como una mayéutica capaz de ayudar al alum-
bramiento del “ser humano nuevo”, y de aquel hombre nuevo del que
hablaba Cristo.
La Iglesia, por su parte, ha descubierto que participar en este pro-
ceso educativo de la humanidad pertenece a su más íntima esencia, a
su vocación primera pues equivale a participar activamente en la gran
«misión de Dios» respecto al ser humano.
Así, desde el Concilio Vaticano II se ha venido consolidando entre
nosotros una nueva mentalidad: la de una nueva misión, en nombre
de Dios, como diálogo, como inserción en los procesos que van acon-
teciendo, como encarnación en la realidad, como acompañamiento,
iluminación, proximidad, en una dinámica de encarnación y trinitaria.
Desde esta perspectiva podemos afirmar que el Padre envió a su
Hijo a restaurar al hombre, el Padre y el Hijo enviaron al Espíritu a
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4. Elzo, Javier. «Los jóvenes españoles y la Iglesia: una relación asimétrica»: Sal Terrae
(abril, 1999).
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Ambiente propicio
8. Cf. Juan Pablo II, Mensaje a la OIEC, Brasilia, 15-20 de abril de 2002
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9. Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 2001, nº 43.
10. González-Carvajal, L., op. cit., pp. 133-135.
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Por eso, nos decía Jesús que en el Juicio Final, los hombres y
mujeres de buena voluntad quedarán extrañados ante las palabras
del Señor: “Tuve hambre y ustedes me dieron de comer... sed y me
dieron de beber...”. Sorprendidos, le preguntarán: ¿cuándo te vimos
hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? Él les
responderá: cuando hicieron una de esas cosas a mis pequeños her-
manos, a mí me la hicieron»”. Eso comprenderán los seres humanos,
el sentido del servicio que prestaron: sin saberlo, quizás, sin darse
cuenta, atendieron y ofrecieron su servicio al mismo Señor.
Ahora sabemos que todo lo que hacemos procede de Dios, está com-
prometido con Dios y a Dios llega. Esto tiene su aplicación a la misión
educativa. Dios está implicado en la misión educativa como su protago-
nista principal: el Espíritu de Jesús la lleva adelante y la comparte con
todas aquellas personas que han recibido sus carismas. No importa que
no conozcan o reconozcan ese trasfondo teológico. Podemos, entonces,
vivenciar la misión educativa —con los dones recibidos— para llevarla
a cabo de una manera más consciente, más vital, más esperanzada. Así
como Jesús era consciente de la obra que llevaba entre manos, así el
cristiano es misionero desde esta convicción: que es enviado por Dios
para realizar la obra de Dios, la misión de Dios.
Por eso, las motivaciones por las cuales hagamos las cosas son tan
importantes. Cuando conocemos el porqué y el para qué de lo que
hacemos entonces actuamos mucho mejor.
Hay, por lo tanto, en la misión “cristiana” un nivel de concien-
cia y revelación que es particularmente importante. Nosotros no
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deberíamos hablar, como solemos hacerlo: ¡este es mi trabajo!, ¡esta Una persona o
es mi tarea!, ¡este es mi destino! No, no son nuestros. Somos misio- una comunidad
neros de Dios en las obras que realizamos. Sabemos que estamos co- con conciencia
laborando en su Proyecto. Que para eso hemos sido llamados y para de misión
eso estamos en la escuela. El proyecto de Dios no puede prorrogarse nunca se siente
indefinidamente. La misión como conciencia de revelación es impa- autosuficiente;
ciente, apasionada. Conoce las claves del pasado, del presente, del se sabe humilde
futuro. Pero este conocimiento o conciencia no se da de una vez para mediadora, que
siempre. Es preciso vivir en profunda contemplación de Dios y de su comparte con
Misterio que poco a poco nos va revelando el sentido. Por eso, solo
muchas otras el
servicio al Reino
una comunidad celebrativa, en contemplación, es agraciada con los
de Dios.
carismas esenciales para realizar la misión según la voluntad de Dios.
Cada grupo en la Iglesia participa en la misión del mundo y de
la Iglesia de una forma del todo particular. El Espíritu Santo actúa
a través de personas y comunidades concretas beneficiadas con los
carismas. Por eso, es tan importante mantenernos en búsqueda per-
manente para tratar de discernir hacia dónde y cómo nos quiere llevar
el Espíritu, en nuestro propio servicio de la misión educativa. Ese dis-
cernimiento acontece en la contemplación de la realidad, en la medi-
tación de la Palabra de Dios y en la mirada atenta a los movimientos
del Espíritu en la historia humana.
Una persona o una comunidad con conciencia de misión nunca
se siente autosuficiente; se sabe humilde mediadora, que comparte
con muchas otras el servicio al Reino de Dios. Como Juan el Bautista,
el auténtico misionero está dispuesto a decrecer, para que la misión
compartida crezca.
Esta es la “piedra angular” sobre la que se construye la Escuela ca-
tólica: una concepción abierta de la Misión educativa que no renuncia
a sus aspectos más teológicos y fundamentales, pero tampoco renun-
cia a ver cómo Dios realiza la misión de las formas más insospechadas
y emplea las energías humanas para abrirnos caminos, que no son
nuestros sino de él.
A partir de ahí debe definir su Proyecto Educativo: salvaguardan-
do siempre la prioridad de la persona11 (que vale más que el tem-
plo y que la ley, según Jesús), cualificando las opciones concretas, a
11. “La cultura, recuerda el Papa, debe ser a la medida del ser humano... El humanismo
que auguramos propugna una visión de la sociedad centrada en la persona humana
y sus derechos inalienables, en los valores de la justicia y de la paz, en una correcta
relación entre personas, sociedad y Estado, en la lógica de solidaridad y subsidiarie-
dad. Se trata de un humanismo capaz de infundir alma al propio progreso económi-
co, para que esté encaminado a la promoción de todo hombre y de todo el hombre
(Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el encuentro mundial de docentes
universitarios, Roma 9 de setiembre del 2000, n.o 3, 6 (citado en Las personas con-
sagradas y su misión en la escuela, n.o 60).
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Algunas prioridades
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lleve a intuir que todo está habitado amorosamente por Dios Mantener viva la
y por lo tanto todo es gracia. A partir de ahí el alumno en- preocupación por
tenderá mejor ciertas posturas hoy contraculturales como los alumnos más
la gratuidad, la misericordia, la libertad que hace justicia al necesitados, más
débil, la responsabilidad definida como apertura generosa desestructurados
al otro... por situaciones
• Esforzarse por fraguar una Escuela Evangelizadora motiva- familiares, más
da por una vivencia de Dios que exige decirse, anunciarse, limitados por
proclamarse (Hch 4,20: «no podemos dejar de hablar de lo carencias físicas
que hemos visto y oído») y en la que brote, espontánea y li-
o psíquicas, más
en desventaja por
bre, la transmisión de nuestra razón de ser, que no es otra
motivos étnicos,
que la fe el Señor (Flp 1,21: «para mí la vida es Cristo»).
culturales, y
• Desarrollar una auténtica formación social y en la justicia que
económicos.
lleve a los jóvenes y a sus familias a la comprensión personal
de la unidad fe—justicia y a opciones prácticas de solidaridad,
voluntariado y servicio en tiempos como los actuales de com-
petitividad, individualismo y la indiferencia ante el prójimo.
• Mantener viva la preocupación por los alumnos más necesi-
tados, más desestructurados por situaciones familiares, más
limitados por carencias físicas o psíquicas, más en desventaja
por motivos étnicos, culturales, económicos... y que son me-
recedores de una especial solicitud. En consecuencia, luchar
por desterrar la imagen generalizada de una Escuela cristiana
que no está abierta a los débiles, los inadaptados, los exclui-
dos y que no es receptiva al diálogo con las culturas emergen-
tes.
• Hacer de la atención a la diversidad un distintivo que identi-
fique su acción educativa, de modo que su justificado interés
por la calidad y excelencia no la convierta en una escuela de
élites, en la que se subrayan los éxitos de los triunfadores y
se oculta a las víctimas de un proceso educativo pensado solo
para los mejores.
• Fomentar nuevas formas de relación entre las distintas ins-
tituciones religiosas, incluida la Iglesia local y diocesana,
para encarar los crecientes desafíos de la educación en la fe,
evadiendo particularismos cerrados y excluyentes.
• Finalmente, y con sentido práctico, cuestionarse y responder
adecuadamente sobre las repercusiones que supone la dina-
mización de la Escuela en clave de pastoral en cuanto a la
jerarquización de las prioridades, al organigrama, a la plani-
ficación de actividades, a la preparación del calendario, a la
política de formación del personal docente y no docente, al
régimen económico, a la implicación con las familias, etc.
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Pasar eficazmente de la
«Visión» institucional a la «Misión»
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La cultura actual se distancia cada vez más del Evangelio. La ruptura en-
tre ambos «es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo», decía Juan
Pablo II. Hace falta, conforme a lo que denominamos «evangelización de
la cultura», inculturar la fe, evangelizar la cultura, saludar todo lo que ella
encierra de positivo y humanizador pero denunciando sus falsos valores.
Para que se pueda dar el diálogo entre la fe y la cultura se precisan
que ambas se encuentren en algún lugar. En este sentido, nuestros
centros educativos están llamados a ser lugares privilegiados para ese
encuentro, laboratorios donde se ensaye la síntesis de la fe cristiana
con la cultura de hoy. Y esto como finalidad educativa irrenunciable,
puesto que el compromiso por la justicia solo resulta eficaz cuando
comporta la transformación de la cultura.
En esta dimensión, a la Escuela Evangelizadora, identificada
con un talante liberador de toda persona y de toda la persona, se le
pide que:
• sea plataforma de cercanía y diálogo entre la fe cristiana y los
puntos nucleares de las culturas contemporáneas, convencidos
de que nuestra identidad creyente y sus valores educativos si-
guen siendo una palabra válida y necesaria;
• sea pregunta creativa sobre cómo educar en el contexto de
una nueva cultura, con todos sus aspectos positivos y sus
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BIBLIOGRAFÍA
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escuela. Pero todo lo que en ella se hace lleva un espíritu, un sello Podemos afirmar
pastoral. La enseñanza de la matemática, por ejemplo, es la misma que la Escuela
en una escuela en clave de pastoral y en una escuela laica, pero el es- católica se define
píritu con que se enseña, el talante con el que se vive la educación, es y se caracteriza
distinto. como cristiana por
Hay, por supuesto, tiempos y ambientes específicos de vivencia su concepción
religiosa o pastoral, pero nunca serán entendidos como algo distinto o evangélica de la
paralelo de lo instruccional. En un centro en clave de pastoral el Pro- realidad y por su
yecto Educativo debe ser todo él también Proyecto de pastoral. Todo referencia explícita
lo que se realiza allí debe ser pastoral, espiritual y pedagógico.
al Evangelio de
Jesucristo.
La pregunta se plantea una escuela en clave de pastoral no puede
ser, entonces, cómo hablar de Jesús a sus alumnos, sino cómo habla
Jesús en ellos.
Quien se plantea la primera pregunta está convencido de haber
oído hablar a Dios y de saber qué ha dicho de una vez para siempre.
En su perspectiva, el problema pastoral es un problema de medios, de
averiguar cuáles son las adaptaciones de lenguaje que hay que hacer
para que lo mismo de siempre sea entendido hoy. El que se hace la
segunda pregunta, en cambio, sabe que el problema está en las me-
diaciones. Sabe que Dios habló en Jesús de un modo único e insupe-
rable. Pero sabe también que el Espíritu está presente en el mundo y
que Jesús es Señor de la Historia. Como dijo el Vaticano II: “El Hijo
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escolares y tareas pastorales, pues todas ellas hacen parte del Proyec- Podemos afirmar,
to Educativo y por ende del proyecto pastoral. Además, la Pastoral de entonces, que un
la Escuela católica se proyecta más allá del marco escolar, en verdade- centro en clave de
ras “acciones extraescolares”, colaborando con la parroquia, la dióce- pastoral es aquel
sis o con otras instituciones y organizaciones que promueven acciones en el que todos
evangelizadoras, sociales y culturales. sus elementos
Resumiendo, podemos afirmar, entonces, que un centro en clave —currículo,
de pastoral es aquel en el que todos sus elementos —currículo, or- organización,
ganización, pedagogía, disciplina, reglamento, personal, ambiente es- pedagogía,
colar, etc.— son concebidos, vividos y actuados, desde una apertura
disciplina,
reglamento,
creyente a los signos de los tiempos, con la coloratura de las Bienaven-
personal, ambiente
turanzas.
escolar, etc.—
son concebidos,
vividos y actuados,
EL PROBLEMA DE FONDO desde una
apertura creyente
Pareciera que la pastoral educativa vive hoy un momento de parti- a los signos de los
cular esplendor: nunca se habían empleado en ella tantos recursos, tiempos, con la
personas, presupuestos, planes y proyectos. Si uno junta las clases de coloratura de las
religión, tutorías, entrevistas, campañas, horas interdisciplinares en Bienaventuranzas.
que se hace pastoral, convivencias, oraciones, celebraciones, fiestas,
catequesis... descubre que son realmente muchas las horas dedicadas
a la pastoral!
Y, sin embargo, nunca como hoy ha sido tan fuerte la sensación de
que no estamos logrando nuestros objetivos.
En ocasiones, nos frustra el escaso atractivo que tiene nuestra
oferta religiosa en las generaciones jóvenes. Cuando egresan de nues-
tros centros sabemos cuál es su nivel de matemáticas y lengua y que
les hemos enseñado valores y a tomar decisiones… pero sabemos poco
de lo que hemos logrado realmente con nuestra pastoral. Porque lue-
go es como si un tsunami arrasara con todo lo construido. La mayoría
de nuestros exalumnos se desvinculan de toda expresión verdadera-
mente creyente. Por ejemplo, apenas va a misa un escuálido 10%. Y
no es lo más grave, porque peor es la situación cuando se trata de vivir
ciertos valores evangélicos. Ellos viven en otro mundo… ¿O seremos
nosotros los que estamos en otro mundo?... se pregunta José María
Bautista1.
Parece evidente que a las instituciones educativas católicas les
cuesta ofrecer una manera de ver el mundo que cale tan hondo y de un
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Urge entonces modo tan duradero en sus alumnos que influya realmente en la vida
pensar en un social y promueva cambios el estado de las cosas. Tampoco podemos
tipo de pastoral constatar habitualmente que nuestros alumnos terminen su escola-
específicamente ridad con una idea clara de la vida cristiana, con una comprensión
educativa y evangélica del hombre, de la sociedad y del mundo.
escolar capaz de Sucede que en nuestras escuelas los contenidos “religiosos” suelen
tocar evangélica estar yuxtapuestos a los demás contenidos curriculares. Encerrados
y profundamente en las horas de catequesis o en la materia que haga sus veces, solo
a todos los entran en relación con los demás cuando hay alguna contradicción.
integrantes de Y quisiéramos señalar que aquí pudiera estar el principal problema
la comunidad pastoral.
educativa.
Urge entonces pensar en un tipo de pastoral específicamente edu-
cativa y escolar capaz de tocar evangélica y profundamente a todos los
integrantes de la comunidad educativa. Empezando por distinguir las
acciones religiosas que se realizan en la escuela de la pastoral educa-
tiva. Una cosa es que se celebre la eucaristía, que haya horas de cate-
quesis, que funcione un grupo juvenil o que haya muchos voluntarios
que trabajan con espíritu misionero en campos y barrios y otra muy
distintas que haya pastoral educativa. Porque para desarrollar las ac-
tividades del listado que acabamos de hacer no haría falta hacer una
escuela. Bastaría con construir una capilla.
De lo que se trata, entonces, es de lograr una síntesis fe-ciencia-
cultura con la participación activa, comprometida, seria, de todos los
actores del acto educativo y en todos los espacios y mediaciones es-
colares.
Porque a la dificultad de la síntesis entre proyectos curriculares
fragmentados se une, en nuestro tiempo, la insignificancia social de lo
religioso cristiano en sociedades tan secularizadas como las nuestras
y a las limitaciones que la catequesis de iniciación ha tenido y tiene
todavía, lo cual afecta seriamente a educadores, alumnos y familias.
Es así como hemos llegado a una conclusión: si vivimos en un
mundo nuevo, entonces necesitamos una pastoral nueva, que, a poder
ser, no se llame “pastoral”. Y, si es hora de cambiar, entonces ¡cam-
biemos!
Pero los cambios no acaban de llegar. Se ve la necesidad de cam-
biar en la cabeza, pero no se la siente desde las entrañas. Y de ahí
surgen “los neutralizadores del cambio”, de que habla J. M. Bautista2,
pequeños mecanismos sutiles que hacen posible que se siga hablando
frenéticamente de cambios, entreteniendo y despistando a la gente
2. Art. citado.
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Espiritualidad de la encarnación
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Incondicionalidad de la entrega
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Condiciones
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ya que son toda la vida y el quehacer de la escuela los que deben estar
impregnados de sensibilidad Pastoral: su personal, su organización,
sus estructuras, sus metodologías, su currículo, la vida misma de la
escuela se deben convertir en agentes, lugares o plataformas de una
acción evangelizadora explícita.
Algunos serán obligatorios, otros optativos. Algunos estarán per-
manentemente, otros aparecerán en algunos tiempos significativos.
1.º Anuncio de Jesucristo (Kerigma), buscando suscitar la conver-
sión inicial y, paulatinamente, la adhesión global a su persona, a su
mensaje y a su proyecto de salvación.
2.º Catequesis: (acción catecumenal), capacitando básica y pro-
gresivamente a quien ha aceptado a Jesucristo para entender, cele-
brar y vivir la Buena Nueva del Reino.
3.º Oración y liturgia: el proceso de crecimiento en la fe tiene que
estar animado y acompañado de espacios y tiempos de encuentro
personal y comunitario con Dios, con Cristo, con su Espíritu..
4.º Discipulado: quien ha descubierto a Jesucristo y su proyecto
de vida no puede menos que sentirse impulsado a participar en él,
haciéndose su discípulo y comprometiéndose a seguir adelante su ta-
rea: vocación, servicio social, apoyo misionero, caridad, solidaridad,
etc. Lo decía San Pablo: “anunciar el Evangelio no es para mí mo-
tivo de gloria, sino una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no
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Nota importante:
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EL PROYECTO EDUCATIVO
PASTORAL DE CENTRO
INTRODUCCIÓN
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EL PROYECTO EDUCATIVO PASTORAL DE CENTRO
Objetivo general
Proponer un camino formativo para el crecimiento en la fe de todos
los miembros de la comunidad educativa, el cual, partiendo de la si-
tuación concreta, respete las normales etapas de evolución y los res-
pectivos procesos de la maduración de la fe.
Objetivos específicos
1. Analizar la relación entre el Proyecto educativo de centro y el
proyecto pastoral.
2. Precisar el concepto de Proyecto Pastoral de Centro.
3. Establecer el marco de referencia del PPC.
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EL PROYECTO EDUCATIVO PASTORAL DE CENTRO
1. LC 109.
2. EC 29.
3. EC 34.
4. DRE 109.
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5. EC 35.
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EL PROYECTO EDUCATIVO PASTORAL DE CENTRO
Para llevar adelante esa tarea educativa cristiana (es decir, evan-
gelizadora), la escuela distingue dos ámbitos mutuamente comple-
mentarios y necesarios entre sí:
1. La pastoral académica, que se desarrolla durante el tiempo
académico y está dirigida a todo el personal.
2. La pastoral extraacadémica, que se desarrolla fuera del tiempo
académico y en la que participan libremente las personas que
estén interesadas.
6. EC 86.
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transformación o paso del «nivel de desarrollo real» al «nivel de de- El PPC está
sarrollo potencial». directamente
Partiendo del análisis de la realidad pastoral del centro, el PPC ligado a la finalidad
programa los objetivos y líneas de acción para una etapa convencio- evangelizadora
nal: puede ser para un año o para varios (no más de tres o cuatro). En de la Escuela
este último caso, el Proyecto se desglosa en planes o programaciones católica, y, por
anuales. Al final de un plan anual, así como al concluir la etapa que consiguiente, ha
abarcaba el Proyecto, se debe proceder siempre a evaluar lo progra- de ser promovido
mado, antes de confeccionar el nuevo plan o proyecto. y encauzado por
la comunidad
cristiana que
¿Quién lo promueve o elabora?
patrocina y
garantiza dicha
Según la definición dada al comienzo, el PPC está directamente ligado
finalidad.
a la finalidad evangelizadora de la Escuela católica, y, por consiguien-
te, ha de ser promovido y encauzado por la comunidad cristiana que
patrocina y garantiza dicha finalidad. La comunidad cristiana se hace
presente en la escuela a través de instituciones operativas, de las cua-
les hablaremos posteriormente. En la medida de lo posible, todos los
educadores del centro han de estar implicados en la elaboración del
PPC, como lo han estado en la elaboración del PEC, pues de esa im-
plicación real, sentida y valorada, dependerá su puesta en práctica y
su eficacia real.
Sugerimos, a guisa de ejemplo, los siguientes pasos para su ela-
boración:
1. El centro lo promueve, generalmente a través del equipo de
pastoral.
2. El equipo de pastoral elabora un borrador. Que como tal es
asumido por el equipo directivo del centro.
3. Este borrador es presentado y ofrecido como material de
trabajo a todos los educadores del centro, a los agentes de
pastoral y a cualesquiera otras personas que tengan acción
educativa en el centro. Conviene igualmente abrir esta fase de
participación a la sociedad de padres y representantes y a los
mismos alumnos.
4. Con la información recabada en la fase anterior, el equipo re-
dactor elabora el proyecto, el cual pasa a examen del equipo
directivo.
5. El equipo directivo presenta el documento, para su aproba-
ción, a la Junta Directiva de la comunidad educativa.
6. Una vez aprobado por esta última instancia, el PPC se edita
y difunde, a través de los medios necesarios para que llegue
adecuadamente a todos los miembros de la comunidad edu-
cativa.
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INICIACIÓN CRISTIANA
Objetivos
• Suministrar los conocimientos esenciales del mensaje cristiano
(catequesis),
• iniciar en la vida sacramental,
• entrenar para la participación en la vida eclesial,
• integrarse a la comunidad eclesial.
COMPROMISO
Objetivos
• conseguir el discernimiento e interiorización del compromiso
apostólico, en seguimiento de Jesús,
• celebrar vivencialmente los sacramentos de iniciación,
• insertar comprometidamente en la comunidad apostólica,
• llevar a una opción vocacional consciente y libre,
• vivir coherentemente las respectivas responsabilidades: en la
educación, en la familia, etc.
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Criterios
Proceso
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Hay que potenciar alcanzar. Queremos, por ejemplo, transformar la realidad escolar des-
por lo tanto la de el Evangelio. De allí se deducen, primeramente las prioridades a
formación del atender y los valores transversales que ello exige.
hombre nuevo Consecuencialmente, el análisis realizado nos suministra cuáles se-
cultivando rán objetivos específicos y las estrategias concretos y de inmediato
los valores desarrollo. Los objetivos a su vez exigen determinar las metas gradua-
fundamentales del les y proporcionadas a las distintas etapas o niveles de la escuela. Expli-
hombre. caremos este aspecto fundamental en el capítulo siguiente.
En todos ellos deberá atenderse al desarrollo integral de todas y
cada una de las capacidades del ‘ser cristiano’ o sea:
• de interrogarse y dar sentido a la propia vida,
• de conocer la propia fe y saber dar razón de la misma,
• de descubrir los valores del Evangelio e irlos incluyendo en el
propio proyecto de vida,
• de vivir la propia fe dentro de una comunidad cristiana,
• de orar y celebrar la propia fe,
• de comprometerse en la transformación integral de la realidad.
Después, a partir de los criterios teóricos, de las urgencias históri-
cas y de las orientaciones carismáticas de la comunidad o institución,
se definen las opciones prioritarias de la pastoral del centro.
Hay opciones que son muy de fondo, o que marcan una orienta-
ción muy global. Por ejemplo, la opción por una pastoral misionera
implicaría:
• promover un proceso de conversión,
• introducir en la comunidad cristiana, y
• llevar a un compromiso personal en la construcción del Reino
de Dios.
Otras se refieren al desarrollo de un valor transversal o de un nú-
cleo importante del proceso pastoral. Ejemplos:
1. La educación liberadora
2. La opción por los pobres
3. La educación con talante misionero
4. La familia…
Finalmente debemos deducir las políticas o principios peda-
gógico-pastorales generales que, a criterio de cada centro y a tono
con su realidad, deben regir la actuación de todos los que participarán
en la realización del proyecto, fundamentalmente directivos, profeso-
res y maestros; por ejemplo:
• individualización (atender los alumnos respetando su si-
tuación y el ritmo de crecimiento de cada uno),
• autonomía (ayudar a que vayan actuando por convicción
propia y no porque los arrastra el ambiente o los obligan,
practicando el llamado «estilo de animación»),
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Objetivos y ámbitos
Nos adentramos un poco más en el cuerpo central del PPC: los obje-
tivos. Necesitamos conocerlo bien porque se trata del armazón que
dará consistencia y coherencia a todo el proyecto.
Se supone que hemos llegado aquí después de un proceso
• de análisis de la situación del entorno, del mismo centro edu-
cativo, de las personas, de los destinatarios;
• de un esfuerzo de discernimiento de esa situación a la luz de
los principios y fines y del evangelio;
• de un marco de referencia doctrinal y carismático, que nos ha
permitido realizar opciones y aplicar criterios.
Han surgido de allí los grandes objetivos u objetivos generales,
que iluminan un amplio horizonte de acción.
Así las cosas, nos es imprescindible acotar estas extensas platafor-
mas de actuación.
Objetivos
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7. EC 29.45.
8. EC 24.1.
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Ámbitos
El PPC, a partir de tres tareas fundamentales que tienen que ver con
el docente, la comunidad y los procesos, puede desarrollarse en tres
campos, que funcionan como círculos concéntricos, referidos a los
tres niveles de la propuesta cristiana. No son tres etapas consecutivas,
pues pueden darse con una relativa simultaneidad:
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EL PROYECTO EDUCATIVO PASTORAL DE CENTRO
9. E.N., 20.1.
10. Catequesis tradendae (CT) 69
11. LC 13.
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12. EC 29.
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de un nuevo ambiente a través de esos mismos valores. Pero, al mis- Todos los jóvenes
mo tiempo, la educación para los valores obliga a la escuela a revisar y adultos de
continuamente sus estructuras, para lograr que sean transmisoras de nuestras escuelas
aquellos. Y es aquí donde se sitúa la elaboración del Proyecto Organi- son destinatarios
zativo de Centro (POC). principales de la
evangelización.
2.º Diálogo fe-cultura Desde el «primer
Este debe ser uno de los objetivos fundamentales del PPC. Se trata de anuncio (kerigma)»
un diálogo, debe favorecerse desde cada una de las áreas. Por razo- y con el estilo
nes de brevedad, nos referiremos aquí solo a aquella área que preten- misionero inicial
de directamente establecer dicho diálogo, de manera que el alumno
de evangelizar el
paganismo, hasta
pueda hacer personalmente la síntesis de fe y cultura: la formación
los momentos
religiosa, vista no como educación en la fe, sino como cultu-
más avanzados
ra religiosa (ERE). Entendiendo que, para que tal síntesis pueda
de catequesis,
realizarse, esta área debe proporcionar no una simple información
liturgia y misión
sobre el fenómeno religioso, sino las claves de interpretación de las
apostólica.
experiencias vitales del alumno y la conexión con los demás saberes; y
aquí reside una de las mayores dificultades prácticas de los programas
de formación actuales.
La «formación religiosa» aporta al proceso de educación de la fe,
sobre todo, una formulación racional («cultural») de la identidad cris-
tiana, y la posibilidad de integrar el saber religioso entre el conjunto de
saberes humanos, como un elemento crítico y direccional. Su función
propia, en el ámbito de la cultura, es proponer el sentido cristiano del
mundo, del hombre y de la historia desde el cual se pueden discernir
las diferentes visiones de los mismos que proporciona la cultura actual.
Dentro del proceso educativo cristiano, se relaciona con los otros dos
campos y asume ciertas funciones propias de aquellos, pues en el proce-
so de educación de la fe es más normal la continuidad que las rupturas.
Así, de la pedagogía del umbral asume la capacidad de interrogar, de
llamar la atención sobre las cuestiones más trascendentales de la vida
humana, del sentido último de la historia y del mundo. Proporciona
una escala de valores a partir del Evangelio, efectúa una crítica de la so-
ciedad actual, al tiempo que ofrece cauces y esperanza para cambiarla.
Por otra parte, al anunciar explícitamente a Jesús y su mensaje, la
Formación religiosa se sitúa justo al otro lado del umbral, para faci-
litar el paso a quienes hayan recorrido el camino previo y deseen dar
el paso. Actúa de esta forma como lazo de conexión entre el primero
y el tercer campo.
Puede asumir también funciones más propias de la catequesis,
sobre todo en la medida en que predominan alumnos creyentes, ani-
mándoles a la vivencia del mensaje cristiano, ofreciendo momentos
de oración y celebración, incluso jornadas de reflexión y convivencia
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13. EC 27-31.
14. EC 32-33.
15. EC 34-35.
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Políticas
a) Cuidar el mensaje de los gestos y símbolos.
b) Cuidar las relaciones de fraternidad.
c) Respetar los condicionamientos de cada edad y de cada proceso.
Objetivos:
a) Crear un seminario permanente de diálogo «razón y fe».
b) Organizar momentos periódicos y significativos de celebracio-
nes de la Palabra, penitenciales y eucarísticas.
a) Ofrecer a los jóvenes y adultos más concienciados propuestas
de voluntariado social y misionero y acompañarlos.
En realidad, cada comunidad será quien deba crear este cuerpo
orgánico y central de un proyecto pastoral, en el que se desglosan con
coherencia los objetivos específicos, teniendo en cuenta la situación
real de la obra y del entorno, teniendo en cuenta los objetivos gene-
rales ya elegidos y ofreciendo al proyecto una integralidad, ajustada a
los tiempos que vivimos y a las posibilidades de la propia comunidad
educativa.
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Para dar eficacia y • Propiciar la integración y colaboración con la iglesia local: di-
calidad al proyecto señar estrategias de conocimiento mutuo y solidaridad, para
educativo- aunar voluntades y asumir responsabilidades en torno a un
pastoral conviene proyecto evangelizador común.
definir, relacionar Conviene hacer un diseño amplio y analítico de todos estos «so-
y delegar portes estructurales», acciones o programas de modo que no se limi-
funciones y ten a sumar buenos deseos sino que realmente puedan operativizar el
responsabilidades proyecto pastoral; a partir de ahí se descubrirá que:
entre los • Algunas estructuras o acciones ya se vienen trabajando.
diferentes órganos • Otras deben destacarse, por su actualidad o urgencia, en fun-
personales ción de la realidad del plantel y de los objetivos propuestos.
y colectivos
• Algunas pueden ser aplazadas para ser abordadas posterior-
que animan y
mente.
coordinan todas
las acciones
pastorales.
ÓRGANOS DE ANIMACIÓN Y COORDINACIÓN DEL PPC
Coordinador de pastoral
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Consejo de pastoral
Equipo de pastoral
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Equipo de animadores
PLANIFICACIÓN Y EVALUACIÓN
Planificación
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Cada año se eligen aquellos aspectos del proyecto más necesarios La evaluación
desde la realidad y desde las diversas evaluaciones realizadas. Es muy (semestral) y la
importante distribuir las actividades según un calendario y amparán- programación
dolas en los correspondientes responsables. anual ayudan
En consecuencia, la programación que ha de desarrollar la pasto- a acercar el
ral educativa, con sus objetivos inmediatos, se refiere, no necesaria- proyecto pastoral
mente a los últimos niveles de la evangelización, sino a la situación en a la realidad
que se encuentran los destinatarios, y promueven su transformación o inmediata del
paso del «nivel de desarrollo real» al «nivel de desarrollo potencial».
curso siguiente,
a partir de las
Partiendo del análisis de la realidad pastoral del centro, el PPC
rectificaciones
programa los objetivos y líneas de acción para una etapa convencio-
necesarias
nal, que puede ser un año o varios (no más de tres o cuatro). En este
reconocidas en
último caso, el Proyecto se desglosa en planes o programaciones anua-
la evaluación;
les. Al final de un plan anual, así como al concluir la etapa que abar-
o a partir de las
caba el Proyecto, se debe proceder siempre a evaluar lo programado, connotaciones
antes de confeccionar el nuevo plan o proyecto. nuevas que llegan
desde otros
Evaluación factores del campo
social y eclesial.
Cualquier programación elaborada para intervenir y rectificar la reali-
dad desde unos principios y criterios pastorales requiere para su ver-
dadera eficacia una correspondiente comprobación («verificación»).
El proyecto, que no debe concebirse como un minitratado de pas-
toral, está orientado a conseguir unos resultados positivos que acer-
quen a la comunidad educativa al horizonte utópico de la propuesta
evangélica. Por tanto, no ha de quedar en meras elucubraciones de
salón para mitigar la ansiedad apostólica. Todo proyecto debe ser pe-
riódica y técnicamente evaluado. Desde las actividades y soportes pas-
torales hasta los objetivos generales (camino de ida y vuelta).
Difícilmente comprobaremos el grado de avance deseado al eva-
luar un objetivo general; como mucho, podremos hablar de impre-
siones globales, e insuficientes; lo mismo ocurrirá con los objetivos
específicos. En realidad, solo podremos conseguir una evaluación
correcta desde las acciones, actividades, experiencias y otros soportes
que hacen referencia al objetivo general (obj. específicos, estrategias y
actividades o experiencias pastorales).
Conviene determinar:
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Responsables de la evaluación
Calendario de evaluación
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A modo de conclusión
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EDUCACIÓN HOY recoge y disemina un pensamiento educativo
PUBLICACIONES
no excluyente y procura una aproximación anticipatoria
de fenómenos y escenarios para rutas de viaje. Nuestra
publicación será inacabada porque siempre habrá nuevas
situaciones, posibilidades nuevas y nuevos intentos de
solución.
Si desea participar activamente como escritor, sugerir temas
o hacer propuestas, puede dirigirse a:
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Proyecto Educativo
Pastoral
LA PASTORAL EDUCATIVA II
INFORMES
Federación de Escuela Católica de su país
www.ciec.edu.co
No. 204