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Según describe el artículo 20 de la Ley Federal del Trabajo, que se entiende por
relación de trabajo, cualquiera que sea el acto que le dé origen, la prestación de un
trabajo personal subordinado a una persona, mediante el pago de un salario. A lo
que podemos decir en otras palabras, que, la relación de trabajo es un nexo jurídico
entre patrones y trabajadores.
Para que pueda existir una relación de trabajo, según establece el mismo artículo
20 de la Ley Federal del Trabajo, debe de existir un contrato individual de trabajo,
cualquiera que sea su forma o denominación, es aquel por virtud del cual una
persona se obliga a prestar a otra un trabajo personal subordinado, mediante el
pago de un salario; es decir, que en el contrato individual del trabajo se establecen
derechos y obligaciones entre el empleado y el patrón.
“Con fundamento en esa normativa, tres son los elementos que caracterizan la
relación laboral: a) la prestación personal de servicios; b) la subordinación jurídica
y c) el pago de salario. Como la prestación personal del servicio y la remuneración,
son comunes a otro tipo de contrataciones, jurisprudencial y doctrinariamente se ha
establecido que, en principio, la subordinación o dependencia es el elemento
distintivo de una relación de trabajo. Este elemento ha sido definido como un estado
de limitación de la autonomía del trabajador con motivo de la potestad patronal, para
dirigir y dar órdenes sobre las labores a desempeñar y su correlativa obligación de
obedecerlas (CABANELLAS (Guillermo), Contrato de Trabajo, Volumen I, Buenos
Aires, Bibliográfica Omeba, 1963, pp. 239 y 243). De lo anterior se deduce que la
subordinación laboral, lleva implícitos una serie de poderes que, el empleador,
puede ejercer sobre el trabajador, cuales son: el poder de mando, el poder de
fiscalización, el poder de dirección y el poder disciplinario. Sin embargo, si se
comprueba la prestación personal de los servicios, se debe presumir la existencia
del contrato de trabajo, de tal manera que si la parte empleadora niega esa
naturaleza, para liberarse de las consecuencias propias de ella, debe ofrecer las
pruebas necesarias para desvirtuar la presunción. Es decir, en virtud de esa
presunción relativa prevista en la normativa, la persona o entidad beneficiada con
la fuerza laboral del trabajador que niegue su carácter de empleadora, es quien
debe acreditar –sin lugar a dudas- que en realidad no lo es”.