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Español

1°, 2° y 3°
SECUNDARIA OLVIA
PAMELA
GÓMEZ DORANTES

LIC. EN EDUCACIÓN CON


ESPECIALIDAD EN ESPAÑOL

CUADERNILLO DE ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN


LECTORA Y PRODUCCIÓN DE TEXTOS
ÍNDICE

Juicio justo…………………………………………………………………………………3-4

Historia de Alejandro y Samuel……………………… ………………………..5-7

El almohadón de plumas…………………………………………………………8-10

Leyendas del estado de Guanajuato……………… …………………….11-12

No oyes ladrar a los perros…………………………………………………..13-15

Los zapatos…………………………………………………… ……………………….16-18

Paredes invisibles……………………………………………… ………………….19-20

La caída del mentiroso……………………………………… ………………….21-22

La fiesta del diablo…………………………………………… …………………..23-25

La asamblea de las herramientas………………………………………..26-28

El comprador de gratitud………………………………………………………………...29-32

El asustado……………………………………………………………………………………….33-35

Los dos asnos……………………………………………………………………………………36-37

Las variaciones……………………………………………………………………………………..38

Diario a diario……………………………………………………………………………………….39

El último viaje del buque fantasma………………………………………………….40-43


JUICIO INJUSTO

Antes de comenzar la lectura:

1º.- Vamos a comentar esta frase: “Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los que se encargan de ejercerla”

JUICIO INJUSTO

Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue
injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad, el verdadero
autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer
momento se procuró un “chivo expiatorio” para encubrir al culpable. El hombre fue
llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas esperanzas de escapar al
terrible veredicto: ¡La horca! El juez, también comprado, cuidó no obstante, de dar
todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado: -“Conociendo tu fama de
hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino: Vamos a
escribir en dos papeles separados las palabras ‘culpable’ e ‘inocente’. Tú escogerás
y será la mano de Dios la que decida tu destino”. Por supuesto, el mal funcionario
había preparado dos papeles con la misma leyenda: ‘CULPABLE’. Y la pobre víctima,
aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una
trampa. No había escapatoria.

El juez ordenó al hombre tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos
cuantos segundos con los ojos cerrados, y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y con una
extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca, lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados,
los presentes le reprocharon... -“Pero..., ¿qué hizo...?, ¿y ahora...?, ¿cómo vamos a saber el veredicto...?”. -“Es muy
sencillo, respondió el hombre... es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué”.
Con un gran coraje disimulado, tuvieron que liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo... Por más difícil que se
nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. Muchas veces
creemos que los problemas no tienen solución y nos resignamos a perder y no luchar.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. RESPONDE EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN

1.- El acusado de asesinato, ¿qué clase de persona 2.- En aquel reino, ¿cómo se castiga a los culpables de
era? Explica tu respuesta a detalle. asesinato? Explica tu respuesta a detalle.
3.- ¿Qué hizo el acusado con uno de los papelitos? 4.- El juez, sabiendo que el hombre era honrado, trasladó el
Explica tu respuesta a detalle. veredicto a manos de…. Explica tu respuesta a detalle.

5.- ¿Qué significa esta expresión: “chivo 6.- ¿Qué pretendió el juez con los dos papelitos? Explica tu
expiatorio”? Explica tu respuesta a detalle. respuesta a detalle.

7.- ¿Qué opinas de la solución que encontró el viudo cuando parecía que no tenía escape?

8.- “A grandes males, grandes remedios” Comenta este refrán aplicándolo al texto.

9.- “Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último
momento.” Comenta este consejo que viene al final del texto.
HISTORIA DE ALEJANDRO Y SAMUEL

Antes de comenzar la lectura:

1º.- Qué opináis sobre este refrán: “La generosidad no precisa salario; se paga a sí misma”.

HISTORIA DE ALEJANDRO Y SAMUEL

Cuentan los antiguos libros que en la ciudad egipcia de Tebas vivía un


hombre joven llamado Alejandro. Y en el mismo callejón de Alejandro
habitaba otro hombre llamado Samuel.

Un día en que Alejandro paseaba por su calle, vio cómo Samuel, muy
enfadado, regañaba a un niño que le había pedido un vaso de agua.

-¿Por qué me molestas? El agua cuesta mucho dinero. Ve a beber al río y


no vuelvas por aquí.

Alejandro pensó que Samuel se merecía un buen escarmiento. Y al


instante se le ocurrió una idea. Ni corto ni perezoso, Alejandro se acercó a casa de su vecino y le saludó muy
cortésmente:

-Buenos días, amable vecino – le dijo -. Hoy viene a visitarnos el prometido de mi hija, que es un hombre rico.
Queremos invitarle a comer, pero no tenemos cucharas suficientes. Si me prestaras tú una, mañana mismo te la
devolvería. Seguro que los dioses sabrán recompensar tu generosidad. Samuel miró desconfiado a su vecino, pero no
pudo negarse a su petición. Al fin y al cabo, pensó, no perdía nada por prestarle una cuchara durante unas horas.

Al día siguiente, Alejandro regresó alborozado a la casa de Samuel con la cuchara.

-¡Oh, querido Samuel – le dijo -, he de darte una excelente noticia! Esta noche, tu cuchara ha tenido una hija. Aquí
tienes tu cuchara junto a su pequeña.

-¡Alabados sean los dioses! –Exclamó Samuel-

¡Qué cucharita más bonita! Sin duda, tú has sido el intermediario en este regalo divino. Pasaron unos días y Alejandro
se presentó otra vez en casa de Samuel.

-Buenos días, generoso vecino - le saludó Alejandro- . Hoy viene a visitarnos el prometido de mi hija con sus padres
para concertar los detalles de la boda. Queremos que coman en casa, pero la cazuela que tenemos en muy pequeña.
Si me pudieras prestar tú una cazuela, mañana mismo te la devolvería. Seguro que los dioses volverán a recompensar
tu generosidad. Samuel recordó lo que había ocurrido con la cuchara y al momento trajo la cazuela rogándole a
Alejandro que la cuidara mucho y la devolviera como muy tarde al día siguiente. Continúa…

Y así fue. Al día siguiente, Alejandro volvió a casa de Samuel con dos cazuelas bajo el brazo.

- ¡Oh, querido Samuel! - le dijo -. Los dioses han querido premiarte una vez más. También tu cazuela ha tenido una
hija durante la noche. Aquí tienes tu cazuela junto a su pequeña.

- ¡Qué cazuelita más bonita! – exclamó Samuel -. No hay duda de que los dioses ven mis virtudes a través de tus ojos.
Unas semanas después, Samuel vio pasar ante su casa a Alejandro. Parecía triste, y Samuel le llamó:

-¿Qué te pasa, Alejandro? - le preguntó Samuel.

-Pues resulta que mañana se celebrarán las bodas de mi hija y no tenemos vajilla suficiente para dar de comer a
todos los invitados. Temo que la familia de mi futuro yerno se ofenda y la boda no llegue a celebrarse.

-Yo te puedo dejar mi vajilla- le dijo Samuel recordando lo ocurrido con la cuchara y la cazuela -. Pero sólo por un día,
porque es muy valiosa.

- No sabes cuánto agradezco tu generosidad. Los dioses te darán pronto lo que mereces.

Transcurrieron unos días desde que Alejandro se llevó la vajilla y, como no la devolvía, Samuel decidió presentarse
en casa de su vecino.

-Querido vecino –dijo Samuel-, hace ya unos días que te presté mi valiosa vajilla y todavía no me la has devuelto. No
es que haya perdido la confianza en ti, pero…

- ¡Ay, querido vecino; no sabes qué disgusto tengo! - se lamentó Alejandro -. ¡Pobre vajilla! ¡Que los dioses la tengan
en su reino! ¡Nunca pensé que tendría que darte una noticia así!

- Pero, ¿qué ha ocurrido? - preguntó Samuel impaciente.

- ¡Pues que esa misma noche tu vajilla murió!

- ¡Por todos los dioses! - exclamó perplejo

Samuel-. ¿Es que acaso puede morir una vajilla?

-Sin duda, los mismos dioses que hicieron que la cuchara y la cazuela
tuvieran hijos han hecho que la vajilla pueda morir. Sólo nos queda
acatar los designios divinos. Y Alejandro cerró su puerta dejando a
Samuel con tres palmos de narices.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. RESPONDE EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN

1.¿Por qué Alejandro pensó que Samuel se merecía 2. ¿Qué excusa utilizó Alejandro para pedirle a Samuel la
un escarmiento? Explica tu respuesta a detalle. cuchara, la cazuela y la vajilla? Explica tu respuesta a detalle.

3. ¿En qué momento le devolvió la vajilla? Explica 4. ¿Cómo crees que es el carácter de los protagonistas?
tu respuesta a detalle. Compara los rasgos de cada uno de los dos personajes. Explica
tu respuesta a detalle.
5. Al principio, Samuel desconfía de Alejandro. 6. ¿Qué crees que quiso expresar Alejandro cuando dijo que la
¿Mantiene esta actitud durante todo el cuento? vajilla había muerto? Explica tu respuesta a detalle.
Razona tu respuesta.

7. ¿Qué te parece la forma en que actuó Alejandro? 8. ¿Crees que realmente Samuel merecía un escarmiento?
Explica tu respuesta a detalle. ¿Por qué? Explica tu respuesta a detalle.

9. ¿Qué significa la expresión: “dejó a Samuel con tres palmos de narices”?

10.- Comenta estos dos refranes y como los relacionas en tu vida cotidiana:

“Según siembres cosecharás”

“Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”


EL ALMOHADÓN DE PLUMAS

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el


carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo
quería mucho, sin embargo, aunque a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle,
echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde
hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a
conocer. Durante tres meses –se habían casado en abril–, vivieron
una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad
en ese rígido cielo de amor; más expansiva e incauta ternura; pero el
impasible semblante de su marido la contenía siempre. –La casa en que vivían influía no poco en sus
estremecimientos. La blancura del patio silencioso –frisos, columnas y estatuas de mármol –producía una otoñal
impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes,
afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa,
como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia. En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el
otoño. Había concluido, no obstante, por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa
hostil sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido. No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de
influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín
apoyada en el brazo de su marido. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le
pasó muy lento la mano por la cabeza, y Alicia rompió enseguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró
largamente, todo su espanto callado, redoblando el llanto a la más leve caricia de Jordán. Luego los sollozos fueron
retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni pronunciar una palabra. Fue ése el
último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con
suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos. –No sé– le dijo a Jordán en la puerta de calle–.Tiene una
gran debilidad que no me explico. Y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida. Al día
siguiente Alicia amanecía peor. Hubo consulta. Constató se una anemia de marcha agudísima, completamente
inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con
las luces prendidas y en pleno silencio. Pasaban se horas sin que se oyera el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán
vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Pasease sin cesar de un extremo a otro, con incansable
obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo
de la cama, deteniéndose un instante en cada extremo a mirar a su mujer. Pronto Alicia comenzó a tener
alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche
quedó de repente con los ojos fijos. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor. –
¡Jordán! ¡Jordán!–clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió al dormitorio, y al verlo
aparecer Alicia lanzó un alarido de horror. –¡Soy yo, Alicia, Soy yo! Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió
a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, volvió en sí. Sonrió y tomó entre las suyas la mano
de su marido, acariciándola por media hora temblando. Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide
apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos. Los médicos volvieron inútilmente. Había allí
delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente. En la última
consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron
largo rato en silencio, y siguieron al comedor. –Pst... – se encogió de hombros desalentado el médico de cabecera –.
Es un caso inexplicable... Poco hay que hacer... –¡Sólo eso me faltaba!– resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente
sobre la mesa. Alicia fue extinguiéndose en subdelirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las
primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi.
Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Tenía siempre al despertar la
sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la
abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aun que le arreglaran el
almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaban ahora en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama, y
trepaban dificultosamente por la colcha. Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media
voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no
se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán. Alicia
murió, por fin. La sirvienta, cuando entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
–¡Señor! –llamó a Jordán en voz baja–. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre. Jordán se acercó
rápidamente y se dobló sobre aquél. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la
cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras. –Parecen picaduras –murmuró la sirvienta después de un rato de
inmóvil observación. –Levántelo a la luz –le dijo Jordán. La sirvienta lo levantó; pero enseguida lo dejó caer, y se
quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban. –¿Qué
hay? –murmuró con la voz ronca. –Pesa mucho –articuló la sirvienta, sin dejar de temblar. Jordán lo levantó; pesaba
extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán corto funda y envoltura de un tajo. Las
plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horro con toda la boca abierta, levándose las manos
crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal
monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca. Noche a noche,
desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca –su trompa, mejor dicho– a las sienes de
aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón sin duda había
impedido al principio su desarrollo: pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco
días, en cinco noches, había el monstruo vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual,
llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente
favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. RESPONDE EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN
1.- Actividad: en tu libreta copia y contesta las siguientes preguntas sobre la lectura, asegúrate de que tu narración
no sea breve utiliza por lo menos una cuartilla de tu libreta considerando letra clara y legible, cuida tu ortografía y
puntuación.

¿Qué sucedió primero?

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¿Qué paso después?

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¿Cómo finaliza la historia? ¿Qué hubieras hecho si encontraras un insecto igual en tu almohada?

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LEYENDAS DEL ESTADO DE GUANAJUATO

Actividad: Lee las 2 leyendas que se te proporcionan a continuación y posteriormente copia en tu libreta y contesta
el cuadro en base a los textos leídos.

Leyenda de la Casa de los Lamentos

Se dice La Casa de los Lamentos fue habitada por la hija del


marqués de San Clemente quien era dueño de las minas de Cata y
de Mellado. Esta casa, que data del siglo XVIII, funcionó como
oficina postal y en el año de 1890 pasó a manos de un acaudalado
ingeniero minero que compraría la propiedad con fines de
acondicionarla para su prometida Doña María Constanza de la
Rivera Olmedo. Esto antes de que sus vidas fueran marcadas por
una tragedia. Entre sus rincones oscuros y colmados de misterio, la
casa aguarda la historia de Don Tadeo Fulgencio y Doña Constanza:
ella fue asesinada y él enloqueció a raíz de la muerte de su mujer.

Constanza fue asesinada en un asalto fallido, esto provocó que Tadeo perdiera la razón. En su dolor, buscó a una
bruja para que lo ayudara a contactar a su mujer en el más allá. La bruja le enseñó rituales de magia negra a Tadeo,
entre los cuales se incluían sacrificios humanos; en la casa se hallaron restos humanos y libros de magia negra. En el
interior de la Casa de los Lamentos podrá conocer los pasatiempos preferidos de Don Tadeo Fulgencio, sus deseos, su
tragedia, su venganza, disfrutando de una leyenda más de la ciudad. Si desea descubrir las historias que encierra este
lugar y está acostumbrado a las emociones fuertes y al misterio, visite la Casa de los Lamentos ubicada en la carretera
a Dolores Hidalgo Km. 4, Valenciana, Gto. Abierto todos los días de 10:00 a 7:00 pm y en esta temporada vacacional
de 10:00 a 8:00 pm incluyendo días festivos.

LA JOVEN CONVERTIDA EN PIEDRA Y EN SERPIENTE

Cuentan en Guanajuato que hace muchos años una jovencita muy hermosa andaba sola por los rumbos de la cueva
vieja y por alguna razón inexplicable se convirtió en piedra. Nadie sabe por cuántos años la joven convertida en
piedra ha estado ahí, pero hay una conseja guanajuatense que explica cómo romper el encanto.
Dicen que para que se deshaga el hechizo, un muchacho valiente debe cargar la piedra sobre su espalda y desde la
cueva en el cerro bajar con ella hasta la basílica sin ver hacia atrás. No debe mirar lo que trae a cuestas. ¿Por qué?
Porque en realidad no es una piedra ni es una mujer, sino una horrible serpiente.
Si el muchacho la ve, lo más seguro es que se espante y la suelte, lo que conlleva a que el hechizo siga vigente. La
serpiente entonces regresará a la cueva para volver a convertirse en piedra y seguir esperando hasta que alguien
logre desencantarla.

Hasta la fecha nadie ha logrado romper ese encanto. Cuentan que hace algunos años hubo un muchacho valiente que
se propuso deshacer el hechizo, pese a conocer esta leyenda, aunque no creía mucho en ella. Fue a la cueva y
encontró la piedra, la cargó sobre su espalda y se fue caminando hasta casi llegar a la basílica. Cuando ya iba por las
calles de Guanajuato, la gente le gritaba que estaba loco, que por qué traía una serpiente cargada en la espalda.
El muchacho no se dejaba vencer por la curiosidad, sino hasta que alguien se le atravesó y le dijo que viera bien lo
que traía, que no era una piedra sino una horrible serpiente que lo iba a morder. El muchacho volteó hacia atrás y se
llevó el susto de su vida. Cayó desmayado y nunca más regresó a la cueva para tratar de romper el hechizo. La gente
vio que la serpiente se arrastró rapidísimo hacia los cerros y nadie, por temor, intentó atraparla o matarla.
Según explica la leyenda, si la curiosidad no le gana al muchacho y éste no
mira hacia atrás ni se fija en lo que trae sobre la espalda, cuando llegue a la
basílica debe colocar la carga en el último escalón del altar. Si la pone en
algún otro punto el encanto continúa y la piedra o serpiente se regresa sola
al lugar donde siempre ha estado. Dicen que si cumple con todos los
requisitos, entonces al dejar la piedra o la serpiente sobre el último escalón
del altar se transformará en la joven mujer que era antes, el hechizo se
habrá roto para siempre y la mujer quedará libre, y tendrá la libertad de
casarse con el muchacho que le devolvió la felicidad. Todos creen que es
una mujer tan hermosa que el muchacho se casaría con ella de inmediato.

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CONTINUACIÓN

PREGUNTAS DE ANALISIS LEYENDA DE LA CASA DE LOS LEYENDA DE LA JOVEN


LAMENTOS CONVERTIDA EN PIEDRA Y
EN SERPIENTE
¿De que tratan las leyendas?
¿Quiénes son los personajes?
¿En qué época crees que transcurre
la historia?
¿Qué elementos maravillosos se
mencionan en las leyendas?
¿A qué lugares reales y
acontecimientos históricos hace
referencia?
¿Qué fue lo que más te gusto de la
lectura y porque?
¿Cuál es la trama de la leyenda?
Recuerda que la trama es el
acontecimiento de mayor
suspenso en la lectura.
Redacta un resumen de la trama de
las leyendas (recuerda que la trama
son los momentos más interesantes
de un texto)

No oyes ladrar a los perros


(El Llano en llamas, 1953)
AUTOR: Juan Rulfo
—TÚ QUE VAS allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
—No se ve nada.
—Ya debemos estar cerca.
—Sí, pero no se oye nada.
—Mira bien.
—No se ve nada.
—Pobre de ti, Ignacio.
La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo,
trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la
orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.
—Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas
de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijeron
que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio.
—Sí, pero no veo rastro de nada.
—Me estoy cansando.
—Bájame.
El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros.
Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse, porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su
hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces.
— ¿Cómo te sientes?
—Mal.
Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo le
agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como
espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una
sonaja. Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba:
— ¿Te duele mucho?
—Algo —contestaba él.
Primero le había dicho: "Apéame aquí... Déjame aquí... Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me reponga
un poco." Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso decía. Allí estaba la luna. Enfrente de ellos.
Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra.

—No veo ya por dónde voy —decía él.


Pero nadie le contestaba.
E1 otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él
acá abajo.
—¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien.
Y el otro se quedaba callado.
Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo.

—Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no
se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirme qué ves, tú que vas allá arriba,
Ignacio?
—Bájame, padre.
— ¿Te sientes mal?
—Sí
—Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con
él. Te he traído cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acaben contigo quienes sean.
Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a enderezarse.
—Te llevaré a Tonaya.

—Bájame.

Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:

—Quiero acostarme un rato.


—Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.
La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió los
ojos para no mirar de frente, ya que no podía agachar la cabeza agarrotada entre las manos de su hijo.
Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago.
Ella me reconvendría si yo lo hubiera dejado tirado allí, donde lo encontré, y no lo hubiera recogido para llevarlo a
que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella la que me da ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debo
más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas.
Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Y sobre el sudor seco, volvía a sudar.
Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de
que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos,
donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso... Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangre
que usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. He dicho: “¡Que se le pudra en los riñones la
sangre que yo le di!” Lo dije desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo del robo y
matando gente... Y gente buena. Y si no, allí está mi compadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio su
nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted. Desde entonces dije: “Ese no puede ser mi
hijo.”

—Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo.
—No veo nada.
—Peor para ti, Ignacio.

—Tengo sed.
— ¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya es muy noche y han de haber apagado la luz en el
pueblo. Pero al menos debías de oír si ladran los perros. Haz por oír.
—Dame agua.
—Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y aunque la hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me
ayudaría a subirte otra vez y yo solo no puedo.
—Tengo mucha sed y mucho sueño.
—Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces.
Despertabas con hambre y comías para volver a dormirte. Y tu madre te daba agua, porque ya te habías acabado la
leche de ella. No tenías llenadero. Y eras muy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquella
rabia a la cabeza... Pero así fue. Tu madre, que descanse en paz, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú
crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a tener la mató. Y tú la hubieras matado
otra vez si ella estuviera viva a estas alturas.
Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó de apretar las rodillas y comenzó a soltar los pies,
balanceándolo de un lado para otro. Y le pareció que la cabeza; allá arriba, se sacudía como si sollozara.
Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de lágrimas.

¿Lloras, Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre, ¿verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella. Nos
pagó siempre mal. Parece que en lugar de cariño, le hubiéramos retacado el cuerpo de maldad. ¿Y ya ve? Ahora lo
han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los mataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran podido
decir: “No tenemos a quién darle nuestra lástima”. ¿Pero usted, Ignacio?
Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la impresión de que lo aplastaba el peso de
su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al llegar al primer tejaván, se recostó sobre el
pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo hubieran descoyuntado. Destrabó difícilmente los dedos con que
su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros.

—¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza.

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CONTINUACIÓN

Actividad: lee con atención. Posteriormente copia y contesta en tu cuaderno las siguientes preguntas.

1.- ¿Qué lugares aparecen en la historia? 2.- ¿Quiénes son los personajes que aparecen en la
historia?

3.- ¿Cómo son las formas de actuar de los personajes? 4.- ¿A qué situación o conflicto se enfrentaron?

5.- ¿Qué palabras ubicaste en el texto, que son difíciles 6.- ¿Cómo resolvieron la situación de conflicto?
de entender?

7.- ¿Qué relación tenían los personajes en la historia?

8.- ¿Por qué los personajes necesitaban ir a Tonaya? ¿Qué fue lo que paso?

9.- ¿Crees que esta historia fue real? Explica porque.


LOS ZAPATOS

Antes de comenzar la lectura:

1º.- Piensa en alguna broma que sepas. ¿Crees que las bromas deben tener algunos límites?

LOS ZAPATOS

Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a


quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para
quienes seguían sus instrucciones. Mientras caminaban, vieron en el
camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un
anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar
sus labores diarias.

El alumno dijo al profesor:

-Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás


de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.

-Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y
puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo
reacciona cuando las encuentre.

Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en
busca de sus zapatos y su abrigo.

Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la
moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar.

Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato;
su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.

Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente
agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido
a una mano desconocida no morirían de hambre. El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los
ojos de lágrimas.

-Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?

El joven respondió:

-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar
que recibir.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. COPIA Y RESPONDE EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN
1.- ¿Dónde estudia el joven?

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2.- En esta historia intervienen 3 hombres de distintas edades. Identifícalos con edades supuestas.

68 años:_______________________

20 años________________________

50 años:_______________________ (escribe la profesión)

3.-La primera intención del joven ¿cuál fue?

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4.-Cuando el campesino fue en busca de sus zapatos ¿qué hora podría ser?

9 horas_____ 10 horas_____ 12 horas____ 18 horas_____

5.- El anciano al encontrar las monedas se acordó de dos penalidades, ¿Cuáles eran?

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6.- El hecho de ver al anciano dando gracias ¿afectó al joven?

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7.- ¿Qué aprendió el joven en aquel paseo?

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8.- ¿Cómo era aquel día en relación a la temperatura?

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9.-Comenta este refrán: “Haz bien y no mires a quién”

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10.- Imagínate que el joven hubiese realizado la broma. Termina tú la historia…

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PAREDES INVISIBLES
(CUENTO POLICIACO)

“Los oficiales Roberto Andrade e Ignacio Miranda se dirigieron a una pequeña casa
ubicada en un barrio de clase media alta de la ciudad. Fueron destinados a investigar
dentro de ella, porque se encontraban investigando sobre un fraude fiscal enorme,
producto de la corrupción que habían perpetrado unos miembros del ayuntamiento.

A eso de las seis de la tarde, los policías llegaron a la casa. Traían consigo una orden
judicial que les permitía entrar seas cuales fueran las circunstancias.

Para comenzar, Andrade y Miranda tocaron la puerta. Nadie contestó. Volvieron a


tocar y escucharon unos pasos. Una linda viejecita les abrió la puerta. Los policías,
amablemente, le explicaron la situación y las razones por las cuales tenían una orden
de cateo para entrar a la casa.

La señora entendió la situación aunque les explicó que ella no tenía ninguna relación con las personas investigadas y
que no las conocía. De cualquier manera los oficiales debían entrar, algo que la señora aceptó.

Posteriormente, los dos policías comenzaron a registrar la casa. La anciana les indicaba que no iban a encontrar nada,
pues ella era la única que vivía en esa casa desde que enviudó. Sin embargo, en ningún momento interrumpió la labor
policial.

―Parece que no vamos a encontrar nada, Ignacio ―le dijo Roberto Andrade. ―No se ve ningún indicio de dinero
escondido, tal y como las investigaciones indicaban. Creo que esto es un fiasco ―le contestó.

Finalmente, los oficiales salieron al gran patio trasero de la casa, que a la vez era un jardín con muchos árboles.

― ¿Recuerdas que el señor Vallenilla, uno de los investigados en la trama, es amante de los bonsáis? ―le preguntó
Miranda a Andrade. ―Ciertamente. Es verdad.

Miranda hizo ese comentario mientras señalaba una parte del jardín lleno de bonsáis, de todo tipo. Los bonsáis
estaban dispuestos por filas. Cada una de ellas tenía bonsáis de un tipo. En una había pequeños árboles de naranja,
en el otro había pequeños árboles de limón y así consecutivamente. Una de las filas que más destacaban era la de
árboles tipo bonsáis que parecían auténticamente japoneses. De hecho, había varias de estas filas.

― ¿Excavamos? ―preguntó Andrade. ―Por supuesto ―contestó Miranda.

Aunque no tenían herramientas para excavar en la tierra, los policías comenzaron a hurgar por los lugares donde
estaban sembrados los bonsáis con la mano.

―Creo que estoy tocando algo firme ―dijo con efusividad Miranda. ―¡Muy bien!

En efecto había sido así. Les llevó un par de horas lograr desenterrar toda una gran caja que estaba sellada por los
cuatro costados.

―Ahora el reto es abrirla ―afirmó Andrade.

Aunque fue bastante complicado, gracias a un martillo que los policías consiguieron, lograron romper uno de los
costados de la caja.
Con mucha paciencia, fueron deshaciéndose de gran parte de una de la superficie de la caja para poder abrirla. En
poco tiempo ya habían podido abrirla.

― ¡Bien hecho! ―entonaron al unísono. Dentro de la caja había miles de billetes envueltos en ligas, de varias
denominaciones. Se pudo constatar que dentro de la casa estaba escondido dinero.

Los oficiales cargaron la caja hasta el interior de la casa y se percataron que no había rastros de la anciana que les
había abierto la puerta. No le dieron importancia a este hecho y se dispusieron a salir. Cuando intentaron hacerlo,
pasó algo inverosímil, que sin duda Andrade y Miranda nunca hubiesen esperado.

― ¡Hay una pared invisible! ―exclamó Miranda.

Los oficiales de policía pudieron abrir la puerta de la casa sin inconvenientes y podían ver el exterior de la casa. Sin
embargo, ¡no podían salir!

― ¡No entiendo qué está pasando! ―gritó Andrade.

De pronto, la dulce viejecita apareció con una mirada maquiavélica, apuntándoles con un arma.

― ¡No podrán salir! Esta casa está protegida con un sistema que activa un campo electromagnético que bloquea
todas sus entradas.

Rápidamente, Andrade se dispuso a sacar su arma, cuando se percató que no estaba. Miranda hizo lo mismo.

― ¡Sois tan tontos que os habéis quitado las armas cuando estaban desenterrando la caja! ―gritó la vieja.

Los policías estaban impactados. No sabían qué hacer. Eran conscientes de que la vieja los había tomado por rehenes.

― ¡Dejad la caja y huid, si queréis vivir!

Los dos policías se miraron de una forma cómplice y soltaron la caja. De inmediato, arrancaron a correr fuera de la
casa.

―No podemos contar nada de esto en comisaría ―dijo Andrade. ―Por supuesto que no ―sentenció Miranda".

Moraleja: a veces las personas no son lo que parecen, por lo que es mejor no fiarse de los prejuicios y los
estereotipos, ya que la edad o la ropa, por ejemplo, no significan nada. En profesiones como la de policía, es mejor
“desconfiar hasta que se demuestre lo contrario”.

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CONTINUACIÓN

Actividad: Elabora un mapa mental explicando con imágenes lo


entendido en la lectura. Recuerda que este tipo de esquema está
representado por imágenes y poco texto, considerando una
secuencia organizada con ramificaciones de acuerdo a como giran
las manecillas del reloj. Al terminar… colorea las imágenes. (Observa
el ejemplo)
LA CAÍDA DEL MENTIROSO
(CUENTO POLICIACO)
“Todo el mundo lo sabía, menos John. Como es costumbre cuando estas
cosas pasan. Cada detalle era contado de manera distinta por los
chismosos del pueblo, grandes y pequeños, altos y bajos, gente ruin y sin
oficio que solo disfrutaban el vivir de habladurías y nada más.

“John lo robó, fue él”, se escuchaba en una esquina; “Sí, él fue el que se
robó el carro”, se escuchaba en la otra”; “Yo lo vi manejando el vehículo
a las 5:00 de la madrugada por la estación de gasolina”, decían en una
mesa de la plaza.

Resulta que a Marco le habían robado el carro en frente de su casa a las


3:50 a. m. hacía dos días, el miércoles 5 de marzo del 2003.

Todo ocurrió en el pueblo de La Blanquecina, un pueblo sano en donde no se acostumbraba a escuchar ninguna
noticia extraña, pero la gente tenía la mala costumbre de ser chismosa.

John llegó a escuchar el sábado dos cuando dos muchachitos decían “Allí está el roba carros”, mientras lo señalaban.
Él se quedó extrañado y fue a hablar con Vladimir, su amigo barbero.

—Hola, Vladimir, ¿cómo te ha ido? ¿Cómo anda todo? —pregunto John, en tono normal. —Hola, John, todo bien… —
respondió el barbero, con cierta ironía. —Habla claro, Vladimir, ¿qué es lo que se dice de mí en las calles? —¿No vas a
saber tú? —No, no lo sé. —Que te robaste el carro de Marco, eso es lo que dicen.

Sí, tal y como se dijo al principio, todo el pueblo sabía, menos John. Por el pueblo corría el rumor, la infamia de que el
joven hombre había robado el auto de Marco. Todo estaría normal si John no trabajara de siete de la mañana a
nueve de la noche para mantener a su familia y si no diera clases los fines de semana a niños con necesidades
especiales.

Quizá por eso, porque no perdía el tiempo en chismes, John no se había enterado de que hablaban de él, pero,
gracias al barbero, ya lo sabía.

Allí en la barbería hablaron largo rato él y Vladimir. John tenía unos contactos con un agente de la policía que sabía
de espionaje informático y logró atar cabos hasta llegar con el que comenzó la habladuría. El día lunes, apenas cinco
días después de que comenzaron los chismes contra John, la policía tocó la puerta de Marco con una orden de cateo.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me hacen esto a mí? ¿Yo soy la víctima? —dijo Marco mientras le ponían las esposas. —
Sabemos todo, de internet nunca se borra nada —le dijo el policía. —¿Y de qué me acusan? —De infamia en contra
de John Martínez, de fraude contra una aseguradora y de colaboración en un delito de auto robo.

Dentro de la computadora del hombre hallaron una conversación con un sujeto donde negociaban el precio por
partes del carro que supuestamente le habían robado días atrás.

Además, consiguieron en efectivo más de 20 mil dólares en la mesa, dinero por el cual estaba asegurado el carro de
Marco. Afuera de la casa esperaba John y casi todos los vecinos, quienes no dudaron en pedirle disculpas al hombre
por el daño que le hicieron a su nombre".

Moraleja:
Otro cuento cuya moraleja hace alusión a la importancia de decir la verdad, ya que esta siempre acaba saliendo a la
luz. Será cierto eso que dicen de que “las mentiras tienen las patas muy cortas”. Otro aprendizaje que sacamos de
este cuento es que los rumores no siempre son ciertos (de hecho, la mayoría de veces contienen más mentiras que
verdades).

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CONTINUACIÓN

Actividad: Elabora una línea del tiempo con los sucesos más importantes de la historia. Ilustra y colorea cada
acontecimiento.
LA FIESTA DEL DIABLO

Anastasio García Núñez

San José de Viborillas, Apaseo el Grande

Corría el año de 1895 cuando el Sr. Cástulo Galván del poblado de San
José Agua Azul se encontraba descansando en la puerta de su casa; de
repente vio que por la polvosa calle se acercaba un jinete montando un
precioso caballo; pelo negro, de muy buena alzada y muy ligero. Para no
variar, el señor jinete también vestía de negro; en pocas palabras, tal
para cual. Bueno, le extrañó al señor Cástulo que aquel personaje se
detuviera frente a él y le hablara de esta manera, no sin antes saludarle:

- “¿El señor Cástulo Galván?” Preguntó el jinete.

- “En qué puedo servirle?” Contestó el señor Galván.

- “Sé de buena fuente que usted toca bastante bien el arpa”.

- “Algo hay de eso”, dijo el señor Galván.

“Qué bueno” dijo el jinete, “porque yo vengo a solicitar sus servicios, si está usted de acuerdo”.

- “Claro” respondió el señor Cástulo, “Dígame dónde y a qué horas para prevenirme”.

Amables lectores, ya nos imaginamos el motivo del señor Cástulo al preguntar eso. Si el guateque era retirado y con
su arpa a cuestas, pues no sería nada agradable.

El jinete se le adelantó diciéndole: “No se apure por eso, yo lo llevo y lo vuelvo a traer; por dinero no hay problema,
usted nada más dígame si tiene tiempo. No es lejos ni cerca tampoco. La fiesta empieza a las once de la noche y
acaba a las tres de la mañana. Pero como le dije antes, yo lo llevo y lo traigo”.

--“Bueno”, dijo el señor Cástulo, “Si así es, estoy para servirle”.

--“No se hable más” dijo el jinete, “Paso a las diez de la noche por usted”.

--“De acuerdo” replicó el señor Galván y el jinete se despidió diciéndole:

--“Hasta mañana por la noche, señor Galván”.

Dicho personaje se perdió por las obscuras callejuelas del poblado de San José Agua Azul; aquel caballo era más ligero
que el viento y en un instante desapareció.

El señor Galván se quedó pensando: “Este hombre de verdad trae muy buena montura, ni los hacendados que yo
conozco le igualan. Bueno, y aparte de eso ni su nombre le pregunté”.

Se retiró a sus aposentos y otro día siguió su rutina diaria. Él se dedicaba a trabajar el oro y la plata, haciendo
“milagros” con esos metales. Terminando su trabajo se puso a descansar según acostumbraba. Lentamente llegó la
tarde, el cielo azul se iba tornando gris y los últimos rayos solares teñían las nubes de carmesí. Y llegó la noche con su
negro manto, cubriendo todo por completo. Don Cástulo se preparó para hacer el viaje en compañía del misterioso
personaje. Dando las diez en punto se presentó el jinete, saludándolo y preguntando si estaba listo para partir. El
señor Cástulo asintió.

--“Antes que nada, le voy a decir algo”, repuso el jinete.

--“Diga usted” respondió el señor Galván.

--“Cuando lleguemos a la fiesta, no quiero que usted platique con mis invitados; usted dedíquese a lo suyo”.

--“Como usted diga”, fue la respuesta de don Cástulo.

--“Bueno, pues vámonos”, dijo el del caballo.

El señor Galván se montó sobre aquel caballo más negro que la noche que cubría la tierra y comenzó a trotar por las
desiertas calles del pueblo de San José Agua Azul. Cuando salieron del poblado, el señor Cástulo sintió que un mortal
frío recorría su cuerpo y cerró los ojos para no sentir el vértigo de lo desconocido; para no ver de qué manera
cruzaban las llanuras o los cerros, ya que él sentía que no corrían, sino que aquel negro animal volaba. Después de un
rato, que para él se hizo una eternidad, llegaron a su destino.

--“Ya puede bajar. Hemos llegado” le dijo el misterioso personaje.

--“Está bien”, respondió don Cástulo.

En seguida se acomodó lo mejor que pudo y los invitados no tardaron en aparecer. No eran diez ni veinte, eran
cientos los invitados a esa tertulia. Empezó a correr el vino y la cosa se puso buena. Todos contentos y alegres, en fin,
estaban en una fiesta, no en un velorio para que ahí se asomara la tristeza. Dio la seña convenida el misterioso
personaje y el señor Galván se puso a tocar. Ni tardos ni perezosos los invitados empezaron a danzar. El que no reía
cantaba; el que no bailaba, tomaba.

Aquello se iba convirtiendo en una bacanal. Esas personas sí sabían honrar al dios Baco, con sus copas llenas de licor.
Brindaban por sus hazañas viejos y jóvenes, señoras y señoritas; todo era un revoltijo de mil diablos. De repente, el
señor Cástulo se volvió de piedra mirando gente que él conocía y que acababa de descubrir. “No puede ser” pensó
don Cástulo, “Ahí está la señorita fulana tomando y bailando; pero si se acaba de confesar, ¿Cómo es posible que ella
se encuentre aquí? Allá anda la señora zutana haciendo lo mismo, tan disolutas; si esas personas a diario rezan el
santo rosario. ¿Cómo es posible tal cosa? Y allá tenemos al señor mengano tomando y fumando y por si fuera poco
danzando pecadoramente. Y más allá el hijo de perengano bailoteando con mujeres que visten muy deshonesto. Si
todas son personas muy rectas ¿Pues dónde estoy? ¿Qué baile es éste?” Pero, como él no podía preguntar se quedó
callado y la orgía siguió en apogeo.

Aquí hago una pausa y pienso si el señor Galván no se encontraría en la antesala del infierno. ¿Por qué tanto
desenfreno, tanta lujuria de esas personas tan intachables, que de todo se santiguaban y escandalizaban? Pero lo
que dejó pasmado al señor Cástulo fue lo que en seguida vio. A la seña que le hizo dicho personaje dejó de tocar y los
invitados se retiraron. El señor Galván tuvo la ocurrencia de mirarles los pies a dichos personajes y el que no tenía
pezuñas de becerro, las tenía de burro; y el que no tenía pezuñas de chivo, las tenía de cerdo, y así por el estilo, todos
tenían pezuñas de animal.

El misterioso jinete se le acercó y le dijo: - “La fiesta se terminó, señor Galván, vámonos”.

--“Vámonos”, dijo un señor Cástulo muy asombrado.


Volvieron a hacer el mismo recorrido y de la misma manera como lo había llevado lo volvió a traer a su casa. Le pagó
lo convenido y se retiró, no sin antes darle las gracias por haber ido a ese guateque.

El señor Cástulo se dirigió pensativo a su aposento diciendo, para sí mismo: “De todo el tiempo que tengo tocando,
nunca me había pasado tal cosa. ¿Invitados con patas de animales? ¿Rectas, intachables personas procedentes de
familias muy católicas, y además conocidos mios, pecando de esa manera? Lo vi, y no lo paso a creer”. Así con esos
pensamientos pasó lo que restaba de la noche. Y otro día muy de mañana se dio a la tarea de buscar a las personas
que había visto en el baile y les preguntaba:

--“¿Señora, se divirtió anoche en el baile?” -

--“¿Cuál baile?” le contestaba “Dios me libre de andar en bailes” decía, y así sucesivamente a todas las personas que
les preguntaba decían lo mismo.

Amables lectores, ¿Qué fue lo que sucedió al señor Galván? ¿Fue un sueño? No, de eso él estaba bastante seguro, no
soñó lo que vio. Yo me pregunto: ¿El señor Cástulo sería el elegido para llevar esa desagradable noticia a dichas
personas? ¿Por qué lo escogió, dicho personaje? ¿O acaso les brindaba una oportunidad para que por medio de eso
se arrepintieran y tomaran el camino correcto? O a ciencia cierta, ¿Cuál era el juego de tan misteriosos personajes?
Yo no creo que al señor Galván lo hayan hecho partícipe nada más, porque sabía tocar el arpa. El señor Galván jamás
volvió a tocar el arpa. Por eso, jóvenes amigos tengan cuidado cuando vayan a un baile, no sea que el anfitrión vaya a
ser el jinete misterioso y después se den las malhayas fuera de tiempo.

Gracias, señor Guadalupe Galván M. por dignarse a contarme lo que le sucedió a su abuelito hace bastante tiempo.

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CONTINUACIÓN

ACTIVIDAD: realiza un cuadro comparativo de los sucesos reales y sucesos fantásticos de la historia. Considera por lo
menos 6 acontecimientos de cada apartado.

SUCESOS REALES SUCESOS FANTÁSTICOS


1.- 1.-

2- 2-

3.- 3.-

4.- 4.-

5.- 5.-

6.- 6.-
LA ASAMBLEA DE LAS HERRAMIENTAS

Adaptación de una fábula de origen desconocido

Según cuenta una curiosa fábula, un martillo, un tornillo y un trozo de papel


de lija decidieron organizar una reunión para discutir algunos problemas que
habían surgido entre ellos. Las tres herramientas, que eran amigas, solían
tener peleas a menudo, pero esta vez la cosa pasaba de castaño oscuro y era
urgente acabar con las disputas.
A pesar de su buena disposición inicial pronto surgió un problema: chocaban
tanto que ni siquiera eran capaces de acordar quién tendría el honor de dirigir
el debate.
En un principio el tornillo y la lija pensaron que el mejor candidato era el
martillo, pero en un pispás cambiaron de opinión. El tornillo no se cortó un pelo y explicó sus motivos.
– Mira, pensándolo bien, martillo, no debes ser tú el que dirija la asamblea ¡Eres demasiado ruidoso, siempre
golpeándolo todo! Lo siento, pero no serás el elegido.
¡El martillo se enfadó muchísimo porque se sentía perfectamente capacitado para el puesto de moderador!
Rabioso, contestó:
– Con que esas tenemos ¿eh? Pues si yo no puedo, tornillo miserable, tú tampoco ¡Eres un inepto y sólo sirves para
girar y girar sobre ti mismo como un tonto!
¡Al tornillo le pareció fatal lo que dijo el martillo! Se sintió tan airado que, por unos segundos, el metal de su cuerpo
se calentó y se volvió de color rojo.
A la lija le pareció una situación muy cómica y le dio un ataque de risa que, desde luego, no sentó nada bien a los
otros dos.
El tornillo, muy irritado, le increpó:
– ¿Y tú de qué te ríes, estúpida lija? ¡Ni en sueños pienses que tú serás la presidenta de la asamblea! Eres muy áspera
y acercarse a ti es muy desagradable porque rascas ¡No te mereces un cargo tan importante y me niego a darte el
voto!
El martillo estuvo de acuerdo y sin que sirviera de precedente, le dio la razón.
– ¡Pues hala, yo también me niego!
¡La cosa se estaba poniendo muy pero que muy fea y estaban a punto de llegar a las manos!
Por suerte, algo inesperado sucedió: en ese momento crucial… ¡entró el carpintero!
Al notar su presencia, las tres herramientas enmudecieron y se quedaron quietas como estacas. Desde sus puestos
observaron cómo, ajeno a la bronca, colocaba sobre el suelo varios trozos de madera de haya y se ponía a fabricar
una hermosa mesa.
Como es natural, el hombre necesitó utilizar diferentes utensilios para realizar el trabajo: el martillo para golpear los
clavos que unen las diferentes partes, el tornillo hacer agujeros, y el trozo de lija para quitar las rugosidades de la
madera y dejarla lustrosa.
La mesa quedó fantástica, y al caer la noche, el carpintero se fue a dormir. En cuanto reinó el silencio en la
carpintería, las tres herramientas se juntaron para charlar, pero esta vez con tranquilidad y una actitud mucho más
positiva.
El martillo fue el primero en alzar la voz.
– Amigos, estoy avergonzado por lo que sucedió esta mañana. Nos hemos dicho cosas horribles que no son ciertas.
El tornillo también se sentía mal y le dio la razón.
– Es cierto… Hemos discutido echándonos en cara nuestros defectos cuando en realidad todos tenemos virtudes que
merecen la pena.
La lija también estuvo de acuerdo.
– Si, chicos, los tres valemos mucho y los tres somos imprescindibles en esta carpintería ¡Mirad qué mesa tan chula
hemos construido entre todos!
Tras esta reflexión, se dieron un fuerte abrazo de amistad. Formaban un gran equipo y jamás volvieron a tener
problemas entre ellos.

Moraleja: Valora siempre tu propio trabajo pero no olvides que el que hacen otros es igual de importante que el
tuyo. Todas las personas tenemos muchas cosas buenas que aportar a nuestro entorno y a los demás.

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CONTINUACIÓN

Actividad: anota personajes, inicio, desarrollo, cierre, moraleja y como se relaciona el texto en tu vida cotidiana.

Anota los personajes que participan en la historia y como es su carácter o conducta:

Inicio:

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Desarrollo:

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Final:

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Moraleja:

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¿Cómo relacionas la lectura en tu vida cotidiana?

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EL COMPRADOR DE GRATITUD

Lee cuidadosamente y comprende.

Hace mucho tiempo, en un lejano reino de China, vivía un ministro


llamado Mong. Un día se presentó en su palacio un joven muchacho que
buscaba trabajo.

-¿Qué sabes hacer? –le preguntó el ministro.

-Nada, señor –respondió el joven-.

Pero aprenderé lo que sea necesario. Soy honrado y os serviré con


lealtad. A Mong le gustó la seguridad del joven y decidió contratarlo.
Ordenó que le dieran una habitación, ropas adecuadas, suficiente
comida y un pequeño sueldo. Tiempo después, llegaron a palacio noticias sobre la lejana aldea de Sue. Los vecinos
llevaban años sin pagar sus impuestos y la deuda contraída sumaba una importante cantidad. Además, tres enviados
del ministro habían tenido que huir porque los habitantes de la aldea amenazaban con matarlos.

-¿Por qué no dejáis que vaya yo a la aldea? – le rogó el joven sirviente al ministro.

-Es una misión muy peligrosa –respondió Mong. ¿Sabes que arriesgas tu vida?

-Sí, señor. Pero ya es hora de que yo corresponda a vuestra generosidad. El ministro Mong accedió a los ruegos del
joven y ordenó que prepararan todo lo necesario. Antes de irse, el muchacho se presentó ante el ministro y le
preguntó:

-¿Queréis que os traiga algo de aquel lejano lugar?

-No necesito nada. Pero, si quieres, antes de partir, mira en el palacio y si me falta algo tráemelo. El joven dio una
vuelta por el palacio para ver qué le faltaba al ministro y luego partió hacia la aldea. Cuando llegó allí, los vecinos le
recibieron con cara de pocos amigos. El joven habló con los vecinos, examinó sus deudas y después dijo:

-Mi señor ha decidido perdonaros lo que debéis. Estáis libres de cargas.

-¡Que la fortuna acompañe a nuestro dadivoso señor! –exclamaron los vecinos.

Cuando días después el joven regresó a palacio, el ministro le mandó llamar y le preguntó si había cobrado las
deudas.

-Pues… veréis, señor –contestó el joven-.Después de mirar en el palacio comprendí que erais un hombre
inmensamente rico, pero que había una cosa que no teníais: el cariño y el agradecimiento de la gente. Por eso decidí
perdonar las deudas y traeros a cambio este regalo: la gratitud de todo un pueblo.

El ministro Mong no supo qué decir. Desde luego, aquel muchacho tenía toda la razón, aunque por su culpa había
perdido una importante suma de dinero. Ante el asombro de todos, Mong decidió perdonar al joven sirviente y
olvidar lo ocurrido. Pasados los años, una terrible invasión obligó a Mong a abandonar su palacio y a huir.

-No os preocupéis, señor –dijo el joven sirviente-. Iremos a un lugar en el que seremos bien recibidos. Y el muchacho
llevó a Mong a la aldea de Sue. Cuando llegaron allí, los vecinos los recibieron entre aclamaciones.
-No hemos olvidado lo que hiciste por nosotros –dijeron los vecinos-.

¡Te debemos gratitud eterna, señor Mong! Y así fue como Mong pudo pasar el resto de sus días en aquella pequeña
aldea, gracias al regalo que años atrás le había hecho su joven sirviente: el cariño y la gratitud de todo un pueblo.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. RALIZA LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A CONTINUACIÓN, COPIA LAS
PREGUNTAS Y RESPONDE EN TU LIBRETA

1.- ¿Dónde ocurre la historia?

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2.- ¿Qué quería el joven que llegó al reino?

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3.-Qué dos virtudes dijo el joven que tenía: (Subraya lo correcto)

-honradez y lealtad -belleza y valor

-bondad y fiel - lealtad y valor

4.- El señor de la historia ¿cómo se llamaba? ¿Qué cargo tenía?

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5.- ¿Qué ordenó el ministro que le dieran al joven?

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6.- ¿Por qué contrató el ministro al joven?

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7.- Elige la respuesta verdadera:

A. Los vecinos de la aldea de Sue sufrían una gran sequía.


B. El enemigo había invadido la aldea de Sue.
C. Los vecinos de la aldea de Sue llevaban años sin pagar los impuestos.
D. Los vecinos de Sue eran muy ricos

8.- Di si es verdadero (V) o falso (F):


A. El joven le dijo al ministro que había cobrado todas las deudas. ( )
B. El joven decidió perdonar las deudas para traerle a cambio la gratitud del pueblo. ( )
C. El ministro Mong perdonó al joven y olvidó lo ocurrido. ( )
D. El joven le trajo muchos regalos al ministro ( )

9.- ¿Por qué quería el joven ir a la aldea?

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10.- ¿Qué hizo el joven cuando llegó a la aldea?

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11.- ¿Qué les ocurrió a los tres enviados del ministro?

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12.- ¿Por qué el joven quiso hacerle un regalo tan especial al ministro?

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13.- El ministro le dijo al joven que era una misión peligrosa. Busca en la lectura el párrafo en el que se explica el
riesgo que tenía la misión y escríbela.

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14.-Explica para qué le sirvió a Mong el regalo del joven pasados los años.

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15.- ¿Si el ministro no hubiera acogido al joven como lo hizo hubiera terminado bien la historia?
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16.- El joven fue 2 veces a la aldea de Sue. ¿Los habitantes de la aldea lo recibieron felices las dos veces?

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17.- ¿Qué nos enseña esta lectura?

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18.- ¿Piensas que es importante la gratitud? Cuenta alguna experiencia en la que tú hayas sentido gratitud por
alguien

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EL ASUSTADO

Lee cuidadosamente y comprende.

Aquel día Jenaro Lara entonaba una canción alegre dentro del duro trabajo de la mina; sus compañeros conocían y se
daban cuenta de que por la noche estaría seguramente con su adorada Rosita, de quien estaba muy ilusionado.
La mina de “La Cata” había sido descubierta desde los albores de la penetración Ñhañhó-Española en la región. Los
nativos no entendían bien a bien el por qué los hombres blancos tenían en tanta estima aquellas piedras brillantes
que luego cargaban en mulas rumbo de la nueva Ciudad de México.
Mas, además de no entenderlo, menos les gustó que esos hombres, por medio de sus caciques, los hicieran entrar en
las profundidades de la tierra y cargarlos con canastos muy pesados a sus espaldas. Los sucesivos dueños de las
minas se enriquecían y luego se ausentaban para vivir en Querétaro, o también en la Ciudad de México donde tenían
sirvientes por centenares.
Así había sido durante siglos y quien sabe por cuánto tiempo más.
Jenaro finalmente terminó su turno y esta vez no se quedó a platicar con ninguno de los amigos quienes a gritos lo
invitaban a que en el puesto de la india Mariana tomaran algunos mezcales para el cansancio. Él sonreía y se alejaba.
Uno de los amigos le gritó: “¡Jenarooooooooooooo... jala más un cabello de mujer que una yunta de bueyes!” Se
alejó pensando que el dicho mexicano decía toda la verdad.
Jenaro no acababa de entender la relación con Rosa. La había conocido un domingo al salir de Misa en compañía de
sus patrones de la casa grande, en la pequeña placita frente al templo. Su cara limpia y mirada escondida le habían
llamado poderosamente la atención. La examinó de arriba abajo y pensó: “Antes que otro me la gane yo le voy a
escribir un recadito”.
Consiguió tinta y papel en el tendajón del poblado y allá en su casa, como haciéndolo a escondidas, finalmente pudo
escribirle algunas frases donde le comunicaba:
“Señorita espero que al recibir la presente se encuentre usté bien de salú que por lo que a mi toca, estoy bien gracias
a Dios. Perdone usté la letra pero solo quiero desirle que estaré en la puerta de la ilesia el domingo para verla así de
cerquitas y para dirijirle unas palabras. Dejare un clavel en la pila del agua bendita si uste lo recoje quedra desir que
no le desagrado” Jenaro Lara (sic)
Mandó el papel a la salida de Misa con un chiquillo que por ahí jugaba; éste, corriendo, furtivamente colocó el escrito
en la mano de la muchacha, guardándolo ésta en el pecho.
Entre la gente humilde los noviazgos comenzaban siempre por carta y la mayor parte de la relación se hacía de la
misma manera. También se aprovechaban las salidas al pan, al rosario, o cuando llevaban de comer a los familiares
en el campo. Los amores de Rosa y Jenaro así se iniciaron, y por las noches Rosa se asomaba por las tapias de atrás de
la casa, allá por la orilla del río para platicar.
Pronto Jenaro le pidió a su novia mayores muestras de su amor, y la muchacha, recatada, se negaba rotundamente,
pues el sacerdote le había dicho que tan sólo con agarrarse de la mano bastaba. Pero Jenaro insistía cada vez más en
mayores muestras de cariño. Iba ensimismado pensando, cuando ya anocheciendo llegó junto al mezquite que le
servía de sombra encubridora detrás de la casa.
Aquella ocasión lo cerrado de la noche hacía la obscuridad más densa, pero acostumbrado como estaba a la salida de
su novia, en cuanto llegó aquella imagen, confiadamente la saludo y le empezó a platicar de las bromas de sus
compañeros. Luego volvió a la insistencia de siempre; que él no hacía otra cosa que pensar en ella, que era muy
esquiva e ingrata con él, que los otros muchachos le presumían que sus novias eran mucho más cariñosas que Rosita,
que ya se estaba cansando y que la deseaba intensamente.
Extrañadísimo quedó cuando con una voz distinta, aquella figura le dijo que aquella noche le demostraría todo su
amor. “Sígueme”, le dijo. Siempre la muchacha caminaba adelante muy conocedora del camino. Jenaro impaciente
quería quedarse en el primer meandro del río, mas la mujer indicaba que adelante. “Aquí ya, pues nos estamos
alejando”, decía Jenaro. “No, más adelante”. Pasaron el llano y finalmente al llegar al socavón aquella figura
femenina dijo: “Aquí”
Jenaro sintió que al fin todas sus caricias iban a ser expresadas con la fuerza de las aguas del río por donde
caminaban. No, aún más fuerte que esta agua, y pensó en la del mar. No atinaba a comenzar aquella fiesta de amor,
cuando teniendo abrazada aquella figura amada se percató de que no era Rosa, sino la misma muerte que encubierta
con un rebozo negro lo había llevado muy lejos del pueblo.
La tierra se abría a sus pies, los animales del río habían callado misteriosamente, un sudor helado recorría su cuerpo y
le faltaban las fuerzas para siquiera moverse. No podía dejar de abrazar aquella figura de ultratumba.
Con el pelo erizado y el color mudado pudo al fin volver sobre sus pasos dando tumbos hacia el pueblo. Largos y
muchos se le hicieron los segundos que duró en desandar el camino, no parando sino hasta la iglesia de la Sagrada
Familia donde finalmente cayó de rodillas y rodando por el suelo.
Aunque no murió, “el espíritu se le fue”. Muchos días pasó en su casa donde los mejores doctores de campo lo
atendían. Parecía inútil todo esfuerzo, constantemente veía aquella visión macabra que le decía: “Más adelante” y él
caminaba dando vueltas por la casa. El tiempo, que todo cura, finalmente le concedió el descanso.
Mientras tanto Rosita no comprendía la ausencia de su enamorado, sabiendo luego por boca de la gente de la suerte
de Jenaro. Como las reglas sociales lo mandaban, ella no se presentó en la casita del “asustado”, mote con el que ya
era conocido en el poblado, aquel minero enamorado.
El hombre emigró hacia las tierras del norte con rumbo de La Huasteca y aún sus familiares atestiguan en la cabecera
municipal de Atarjea lo sucedido al “tío Jenaro” quien ya no volvió jamás.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. RALIZA EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN
ACTIVIDAD: realiza un cuadro comparativo de los sucesos reales y sucesos fantásticos de la historia. Considera por lo
menos 6 acontecimientos de cada apartado.

HECHOS REALES HECHOS FANTÁSTICOS


1.- 1.-

2- 2-

3.- 3.-

4.- 4.-

5.- 5.-

6.- 6.-

Dibuja y colorea un acontecimiento que más te haya llamado la atención


LOS DOS ASNOS

Lee cuidadosamente…

Un comerciante tenía dos asnos con los que transportaba


mercancías. Uno de los burros era humilde y discreto, y el otro
era muy vanidoso. -El amo me aprecia a mí más que a ti –solía
decir el burro vanidoso. En toda la comarca no hay burro como
yo. Una mañana el amo despertó a los asnos y les colocó las
alforjas. Al más humilde le tocó llevar un cargamento de sal, y al
vanidoso, una partida de esponjas. El burro vanidoso se dio
cuenta de que él salía ganando en el reparto y dijo: -No me
negarás que el amo me cuida más que a ti. Tú casi no puedes
moverte del peso que llevas y yo, ya ves... Y es que, como todo el
mundo sabe, la sal es mucho más pesada que las esponjas. Nada más comenzar a andar, el burro vanidoso empezó a
burlarse de su compañero: -¿No puedes correr más? ¡Pareces un burro viejo! Al cabo de un rato, llegaron a un río.
Sólo unos desgastados tablones unían las dos orillas. El comerciante se quedó pensativo durante unos segundos, pero
al fin decidió cruzar por allí. Cuando los dos animales y el hombre pisaron los tablones, la madera crujió con el peso.
El burro humilde avanzó mirando al frente para no perder el equilibrio. Su compañero hizo lo mismo, pero se
despistó un momento y... ¡cataplof! Con la caída, los tablones se movieron y también el comerciante y el otro asno
acabaron en el río. Una vez en el agua, la sal que llevaba el burro humilde comenzó a deshacerse y el animal pudo
salir fácilmente: ahora sus alforjas no pesaban nada. Sin embargo, las alforjas del burro vanidoso pesaban cada vez
más. ¡Las esponjas se habían llenado de agua! -¡Socorro! ¡Socorro!- rebuznaba angustiado, a punto de ahogarse.
Entonces el comerciante nadó hacia él y le soltó las alforjas. Por fin, el burro pudo salir. Después, los tres no tuvieron
más remedio que regresar a casa. Por el camino de vuelta, el burro vanidoso comprendió que no debía ser tan
presumido. Y, por supuesto, decidió no volver a burlarse de su compañero.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. RALIZA EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN

1.- ¿Qué pasó con la carga de sal en contacto con el agua?

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2.- ¿Qué adjetivos describen a los personajes del cuento? vanidoso humilde trabajador burlón flojo discreto etc

A. Burro con carga de esponjas:

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B. Burro con carga de sal:


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3.- Busca en la lectura un sinónimo (palabras que se escriben diferente pero tienen el mismo significado) de cada
una de estas palabras: Viejos: mercancía: asno:

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4.- ¿Qué tarea realizaban los dos asnos?

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5.- ¿Cómo consiguió salvarse el burro que cargaba las esponjas?

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6.- ¿Qué lección aprendió el burro vanidoso?

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7.- ¿Por qué las esponjas pesaban más al caer al agua?

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8.- ¿Qué nos enseña este texto?

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9.- ¿Le contarías esta historia a alguien que se burla de otras personas? ¿Por qué?

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LAS VARIACIONES

A) Ordena lógicamente en tu libreta los siguientes párrafos. La primera oración


queda igual. Fíjate en la idea fundamental, o bien, en la idea expresada en la
oración inicial. Cada párrafo es independiente del siguiente.

1. Cuando reventaron las tuberías de la casa se produjo una gran confusión entre los
vecinos. El agua corría por todas partes; las habitaciones estaban convertidas en
pequeñas lagunas. Todos gritaban y daban órdenes, pero nadie se entendía.

2. El ladrón corría por las calles, blandiendo una enorme navaja y sembrando el
pánico entre los transeúntes. La policía corría tras él y, varias veces estuvo a punto
de darle alcance. La gente se apartaba al paso del enfurecido y peligroso
delincuente. Hubo algunas personas que se sumaron a la policía en esta accidentada
persecución.

3. Pasamos una alegre mañana de campo: comimos, reímos y cantamos. De pronto, nos llegó una mala noticia que
turbó nuestra alegría. Nuestro sano holgorio no iba a durar mucho.

4. Era un paisaje de una desolación profunda. Fernando se detuvo allí y quedó pensativo, absorto, la respiración
contenida. No se veía un árbol, ni una persona, ni siquiera un perro.

5. Fue anocheciendo. Se levantó un vientecillo agradable y fresco. Parpadearon las primeras estrellas. Las luces del
crepúsculo se fueron extinguiendo, apagándose.

B) Ordena, de acuerdo a la secuencia cronológica, las siguientes oraciones que conforman un párrafo.

1. Fue capellán de Felipe II.


2. Don Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba y pertenecía a una familia noble.
3. Se ordenó sacerdote a los cuarenta y cinco años.
4. A los quince años, ingresó en la Universidad de Salamanca.
5. Al final de su vida recibió grandes beneficios.

C) Indica el orden que deben seguir los siguientes párrafos para crear un texto completo y coherente:

- Hasta el momento los cuerpos de rescate, la policía y los militares han avanzado en la búsqueda de sobrevivientes
en los principales edificios del centro de la ciudad.

- Este mediodía, un terremoto de 8.9 en la escala de Richter, casi acabó con la Sultana del Norte. El movimiento
telúrico tuvo su epicentro en las costas del Gofo de México.

- El sismo provocó un intenso pánico en los regiomontanos, quienes a esas horas estaban en sus áreas de trabajo y
otros en sus hogares, pues era la hora de la comida.

- Las labores de rescate más intensas se han llevado a cabo en el edificio de CONFIA, en el hotel Crown Plaza, en
Condominio Acero y dos inmuebles más, de donde ya se han extraído más de trescientos cincuenta cadáveres.

- De varios países del mundo ha llegado ayuda de todo tipo. Francia y Rusia son los países que más recursos han
enviado. Monterrey muestra un panorama aterrador; pareciera como si Dios se hubiera olvidado de ella.
DIARIO A DIARIO

Lee con atención y contesta en tu libreta lo que se te pide a continuación. Julio Cortázar

Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo debajo


del brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario debajo del
mismo brazo.

Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el


señor abandona en un banco de la plaza.

Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte


otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee y lo deja
convertido en un montón de hojas impresas. Apenas queda solo el banco, el
montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un anciano lo encuentra, lo lee y lo deja
convertido en un montón de hojas impresas. Luego se lo lleva a su casa, y en el camino lo usa para empaquetar
medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis.

Identifica los adverbios y después clasifícalos:

Adverbios: es una parte de la oración que complementa a un verbo, los adverbios expresan circunstancias, como
pueden ser modo, lugar, tiempo, cantidad, afirmación, duda, etc., respondiendo a preguntas como ¿cuándo?,
¿dónde?, ¿cómo?, ¿de qué manera?, entre otras.

DE LUGAR DE TIEMPO DE MODO DE CANTIDAD

DE AFIRMACIÓN DE NEGACÓN DE DUDA RELATIVOS

INTERROGATIVOS
EL ÚLTIMO VIAJE DEL BUQUE FANTASMA

Gabriel García Márquez


Ahora van a ver quién soy yo, se dijo, con su nuevo vozarrón
de hombre, muchos años después de que viera por primera
vez el trasatlántico inmenso, sin luces v sin ruidos, que una
noche pasó frente al pueblo como un gran palacio
deshabitado, más largo que todo el pueblo y mucho más alto
que la torre de su iglesia, y siguió navegando en tinieblas hacia
la ciudad colonial fortificada contra los bucaneros al otro lado
de la bahía, con su antiguo puerto negrero y el faro giratorio
cuyas lúgubres aspas de luz, cada quince segundos,
transfiguraban el pueblo en un campamento lunar de casas fosforescentes y calles de desiertos volcánicos, y aunque
él era entonces un niño sin vozarrón de hombre pero con permiso de su madre para escuchar hasta muy tarde en la
playa las arpas nocturnas del viento, aún podía recordar como si lo estuviera viendo que el transatlántico desaparecía
cuando la luz del faro le daba en el flanco y volvía a aparecer cuando la luz acababa de pasar, de modo que era un
buque intermitente que iba apareciendo y desapareciendo hacia la entrada de la bahía, buscando con tanteos de
sonámbulo las boyas que señalaban el canal del puerto, hasta que algo debió fallar en sus agujas de orientación,
porque derivó hacia los escollos, tropezó, saltó en pedazos y se hundió sin un solo ruido, aunque semejante
encontronazo con los arrecifes era para producir un fragor de hierros y una explosión de máquinas que helaran de
pavor a los dragones más dormidos en la selva prehistórica que empezaba en las últimas calles de la ciudad y
terminaba en el otro lado del mundo, así que él mismo creyó que era un sueño, sobre todo al día siguiente, cuando
vio el acuario radiante de la bahía, el desorden de colores de las barracas de los negros en las colinas del puerto, las
goletas de los contrabandistas de las Guayanas recibiendo su cargamento de loros inocentes con el buche lleno de
diamantes, pensó, me dormí contando las estrellas y soñé con ese barco enorme, claro, quedó tan convencido que no
se lo contó a nadie ni volvió a acordarse de la visión hasta la misma noche del marzo siguiente, cuando andaba
buscando celajes de delfines en el mar y lo que encontró fue el trasatlántico ilusorio, sombrío, intermitente, con el
mismo destino
equivocado de la primera vez, sólo que él estaba entonces tan seguro de estar despierto que corrió a contárselo a su
madre, y ella pasó tres semanas gimiendo de desilusión, porque se te está pudriendo el seso de tanto andar al revés,
durmiendo de día y aventurando de noche como la gente de mala vida, y como tuvo que ir a la ciudad por esos días
en busca de algo cómodo en que sentarse a pensar en el marido muerto, pues a su mecedor se le habían gastado las
balanzas en once años de viudez, aprovechó la ocasión para pedirle al hombre del bote que se fuera por los arrecifes
de modo que el hijo pudiera ver lo que en efecto vio en la vidriera del mar, los amores de las mantarayas en
primaveras de esponjas, los pargos rosados y las corvinas azules zambulléndose en los pozos de aguas más tiernas
que había dentro de las aguas, y hasta las cabelleras errantes de los ahogados de algún naufragio colonial, pero ni
rastros de trasatlánticos hundidos ni qué niño muerto, y sin embargo, él siguió tan emperrado que su madre
prometió acompañarlo en la vigilia del marzo próximo, seguro, sin saber que ya lo único seguro que había en su
porvenir era una poltrona de los tiempos de Francis Drake que compró en un remate de turcos, en la cual se sentó a
descansar aquella misma noche, suspirando, mi pobre Holofernes, si vieras lo bien que se piensa en ti sobre estos
forros de terciopelo y con estos brocados de catafalco de reina, pero mientras más evocaba al marido muerto más le
borboritaba y se le volvía de chocolate la sangre en el corazón, como si en vez de estar sentada estuviera corriendo,
empapada de escalofríos y con la respiración llena de tierra, hasta que él volvió en la madrugada y la encontró
muerta en la poltrona, todavía caliente pero ya medio podrida como los picados de culebra, lo mismo que les ocurrió
después a otras cuatro señoras, antes de que tiraran en el mar la poltrona asesina, muy lejos, donde no le hicieran
mal a nadie, pues la habían usado tanto a través de los siglos que se le había gastado la facultad de producir
descanso, de modo que él tuvo que acostumbrarse a su miserable rutina de huérfano, señalado por todos como el
hijo de la viuda que llevó al pueblo el trono de la desgracia, viviendo no tanto de la caridad pública como del pescado
que se robaba en los botes, mientras la voz se le iba volviendo de bramante y sin acordarse más de sus visiones de
antaño hasta otra noche de marzo en que miró por casualidad hacia el mar, y de pronto, madre mía, ahí está, la
descomunal ballena de amianto, la bestia berraca, vengan a verlo, gritaba enloquecido, vengan a verlo, promoviendo
tal alboroto de ladridos de perros y pánicos de mujer, que hasta los hombres más viejos se acordaron de los espantos
de sus bisabuelos y se metieron debajo de la cama creyendo que había vuelto William Dampier, pero los que se
echaron a la calle no se tomaron el trabajo de ver el aparato inverosímil que en aquel instante volvía a perder el
oriente y se desbarataba en el desastre anual,
sino que lo contramataron a golpes y lo dejaron tan mal torcido que entonces fue cuando él se dijo, babeando de
rabia, ahora van a ver quién soy yo, pero se cuidó de no compartir con nadie su determinación sino que pasó el año
entero con la idea fija, ahora van a ver quién soy yo, esperando que fuera otra vez la víspera de las apariciones para
hacer lo que hizo, ya está, se robó un bote, atravesó la bahía y pasó la tarde esperando su hora grande en los
vericuetos del puerto negrero, entre la salsamuera humana del Caribe, pero tan absorto en su aventura que no se
detuvo como siempre frente a las tiendas de los hindúes a ver los mandarines de marfil tallados en el colmillo entero
del elefante, ni se burló de los negros holandeses en sus velocípedos ortopédicos, ni se asustó como otras veces con
los malayos de piel de cobra que le habían dado la vuelta al mundo cautivados por la quimera de una fonda secreta
donde vendían filetes de brasileras al carbón, porque no se dio cuenta de nada mientras la noche no se le vino
encima con todo el peso de las estrellas y la selva exhaló una fragancia dulce de gardenias y salamandras podridas, y
ya estaba él remando en el bote robado hacia la entrada de la bahía, con la lámpara apagada para no alborotar a los
policías del resguardo, idealizado cada quince segundos por el aletazo verde del faro y otra vez vuelto humano por la
oscuridad, sabiendo que andaba cerca de las boyas que señalaban el canal del puerto no sólo porque viera cada vez
más intenso su fulgor opresivo sino porque la respiración del agua se iba volviendo triste, y así remaba tan
ensimismado que no supo de dónde le llegó de pronto un pavoroso aliento de tiburón ni por qué la noche se hizo
densa como si las estrellas se hubieran muerto de repente, y era que el trasatlántico estaba allí con todo su tamaño
inconcebible, madre, más grande que cualquier otra cosa grande en el mundo y más oscuro que cualquier otra cosa
oscura de la tierra o del agua, trescientas mil toneladas de olor de tiburón pasando tan cerca del bote que él podía
ver las costuras del precipicio de acero, sin una sola luz en los infinitos Ojos de buey, sin un suspiro en las máquinas,
sin un alma, y llevando consigo su propio ámbito de silencio, su propio cielo vacío, su propio aire muerto, su tiempo
parado, su mar errante en el que flotaba un mundo entero de animales ahogados, y de pronto todo aquello
desapareció con el lamparazo del faro y por un instante volvió a ser el Caribe diáfano, la noche de marzo, el aire
cotidiano de los pelícanos, de modo que él se quedó solo entre las boyas, sin saber qué hacer, preguntándose
asombrado si de veras no estaría soñando despierto, no sólo ahora sino también las otras veces, pero apenas
acababa de preguntárselo cuando un soplo de misterio fue apagando las boyas desde la primera hasta la última, así
que cuando pasó la claridad del faro el trasatlántico volvió a aparecer v ya tenía las brújulas extraviadas, acaso sin
saber siquiera en
qué lugar de la mar océana se encontraba, buscando a tientas el canal invisible pero en realidad derivando hacia los
escollos, hasta que él tuvo la revelación abrumadora de que aquel percance de las boyas era la última clave del
encantamiento, v encendió la lámpara del bote, una mínima lucecita roja que no tenía por qué alarmar a nadie en los
minaretes del resguardo, pero que debió ser para el piloto como un sol oriental, porque gracias a ella el trasatlántico
corrigió su horizonte y entró por la puerta grande del canal en una maniobra de resurrección feliz, y entonces todas
sus luces se encendieron al mismo tiempo, las calderas volvieron a resollar, se prendieron las estrellas en su cielo y
los cadáveres de los animales se fueron al fondo, y había un estrépito de platos y una fragancia de salsa de laurel en
las cocinas, y se oía el bombardino de la orquesta en las cubiertas de luna y el tumtum de las arterias de los
enamorados de altamar en la penumbra de los camarotes, pero él llevaba todavía tanta rabia atrasada que no se dejó
aturdir por la emoción ni amedrentar por el prodigio, sino que se dijo con más decisión que nunca que ahora van a
ver quién soy yo, carajo, ahora lo van a ver, y en vez de hacerse a un lado para que no lo embistiera aquella máquina
colosal empezó a remar delante de ella, porque ahora sí van a saber quién soy yo, v siguió orientando el buque con la
lámpara hasta que estuvo tan seguro de su obediencia que lo obligó a descorregir de nuevo el rumbo de los muelles,
lo sacó del canal invisible y se lo llevó de cabestro como si fuera un cordero de mar hacia las luces del pueblo
dormido, un barco vivo e invulnerable a los haces del faro que ahora no lo invisibilizaban sino que lo volvían de
aluminio cada quince segundos, y allá empezaban a definirse las cruces de la iglesia, la miseria de las casas, la Ilusión,
y todavía el trasatlántico iba detrás de él, siguiéndolo con todo lo que llevaba dentro su capitán dormido del lado del
corazón, los toros de lidia en la nieve de sus despensas, el enfermo solitario en su hospital, el agua huérfana de sus
cisternas, el piloto irredento que debió confundir los farallones con los muelles porque en aquel instante reventó el
bramido descomunal de la sirena, una vez, y él quedó ensopado por el aguacero de vapor que le cayó encima, otra
vez, y el bote ajeno estuvo a punto de zozobrar, y otra vez, pero ya era demasiado tarde, porque ahí estaban los
caracoles de la orilla, las piedras de la calle, las puertas de los incrédulos, el pueblo entero iluminado por las mismas
luces del trasatlántico despavorido, v él apenas tuvo tiempo de apartarse para darle paso al cataclismo, gritando en
medio de la conmoción, ahí lo tienen, cabrones, un segundo antes de que el tremendo casco de acero descuartizara
la tierra y se oyera el estropicio nítido de las noventa mil quinientas copas de champaña que se rompieron una tras
otra desde la proa hasta la popa, v entonces se hizo la luz, y ya no fue más la madrugada d e marzo sino el
medio día de un miércoles radiante, y él pudo darse el gusto de ver a los incrédulos contemplando con la boca
abierta el trasatlántico más grande de este mundo y del otro encallado frente a la iglesia, más blanco que todo,
veinte veces más alto que la torre y como noventa y siete veces más largo que el pueblo, con el nombre grabado en
letras de hierro, balalcsillag, y todavía chorreando por sus flancos las aguas antiguas y lánguidas de los mares de la
muerte.

COMPRUEBA SI HAS COMPRENDIDO. REALIZA EN TU CUADERNO LA ACTIVIDAD QUE SE PRESENTA A


CONTINUACIÓN

Actividad: Elabora un mapa mental explicando con imágenes lo entendido en la lectura. Recuerda que este tipo de
esquema está representado por imágenes y poco texto, considerando una secuencia organizada con ramificaciones
de acuerdo a como giran las manecillas del reloj. Al terminar… colorea las imágenes. (Observa el ejemplo)

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