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· CRISTÓBAL ALJOVÍN DE LOSADA

CAUDILLOS Y CONSTITUCIONES:
PERÚ 1821-1845

PONTIPlCJA U)'aVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ


INSTITUTO RIVA•AG0ERO

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO • ARCE!fflNA • BRASIL • COLOMBIA
CHILE. ESPAÑA • ESTADOS UNIDOS OE A.'ffill1CA
1>l1R (f • VllNl!'ZUELA
Primera edición, Lim•,julio del 2000
LS.B.N. 9972-332-fil-3
DepósitoL<:gal N' 1501412000-2201 (seg¡ln lo dispuesto en laLeyN'26.905)

Dise�o de car6tula: lvánLarco D.


Correción de pruebas: Martha Solano Ccancc:e
Diagramación: Ada Arriela Álvarez

C Cristóbal Aljov!n de Losada

D.R. lt, 2000 de esta edición


POHTIFlC1A UNIVERSlDAO CATOUCA DEL PERO

d
Instituto Riva-AgUero, Carnaná 459, Lima 1

Publicación dellnstiluto Riva-Agüero N' 185

FoNoo oE CutTURA EcoNóMJCA S.A. oa C. V,


Av. Picacho Ajusco 227, Col. Bosques del Pedregal,
Deleg. 11alpan
14200, Mtxico D.F.

PONDO EnrTOlllAL D6 CULTUAA


Berlín 238, Lima, 18, Penl

lmpreso en Penl
CAPfruLO 6

Violencia y legitimidad: las revoluciones1

L
as revoluciones han sido parte de la culrura política peruana, y de ta
mayoría de- los países Jatinoamerieanos desde el inicio mismo de la
repábtica y bas1a el presen1e. Los principalcs·actores han aceptado
los golpes de Estado como pane de las; reglas del juego. Seg�n estas reglas.
la legitimidad es una complicada relación entre elecciones e insurrecciones.
De este modo, el republicanismo peruano ha vivido en eonsr.an1e conflicto
enlrc la lógica represen1ativa y la lóg;ica jacobino-cauditlesca.' Estas dos
conductas no· eran excluyentes entre sí, más bien se complemenlaban de
manera paradójica. Para ambas, el pu1110 de partida era la premisa moderna
de que la soberanfa está en la nación y de que la opinión publica expresa ta
autoridad polltica.
La lógica representativa re1ra1a al pueblo a 1ravé$ de los acllls electorales,
forjando as( una asamblea nacional en donde la voluntad general está
eonfonnada por el discurso racional. La voluntad nacional no puede ser una
porción de la sociedad; ella debe descansar en la propia nación. En un país
excenso, en donde la democracia directa no es posible, una asamblea nacional
represenia al pals y forja la voluntad nacional. Sin embargo, la socicdad civil
sigue ejerciendo el poder político a tra.v�s de debates pdblicos, que 1icncn el
rol de controlar el poder del Estado y de los miembros de la sociedad civil.
Los debates se sostienen con uno de los principios básicos del liberalismo: la
libertad de prensa.

I
l, A comien20s del si¡lo XIX, d tl!rmino revolución significaba un cambio-de gobierno a
trt :vls de ta violencia política. Hoy in dfa us:arfomos los 1&1ninos ..g.oipede Estado" y ..guerra
civ:iJ", Aun ,uf, este c�nníno fue usado de modo más radical cuando se hada referencia a las
revolucioneshis�s. y a lafrancesa )1 amcdcana. Véase.por tjemplo,LaMisc�láruuJ
·().ima), 283, 11 de junio de 1831.
l. Vtanie hu rt.flex!ones de F�s Guerra p.tra Am6.rlca Latina.Mod�midad, 28--33, S4.
y las de F=ols Fure, pan, Francia. La R,w,/uno11 (Ptris: Hachc<e, 1988).
261
262 CRISTÓBAL ALJOV(N DE <-OSADA

En la lógica jacobino-caudillesca, el pueblo no cede jamás su poder a una


asamblea nacional.' Esta institución pierde su legitimidad cuando no representa
a la nación y cuando no hay transparencia entre la sociedad y la asamblea,
sino sólo la oscuridad de intereses particulares. Es en1onces que el pueblo
recobra su derecho o dirigir lo participación política. creándose así el mi10 de
la democracia directa. En el contex.to de principios del siglo XIX, esto
significaba que tanto el pueblo como el ejln:ito nacional tenían-en teoría­
derecho de crear un nuevo gobierno. El uso de la fuerza era aceptado como
el \11tímo recurso a usar para corregir los desmanes ptlblicos. De este modo,
la lógicajacobino-caudillesca sufrió uncambio fundamemal con respecto a la
doctrina jacobina francesa. Los jacobinos franceses se veían a sí mismos
como los representantes de la nación y no de sus intereses particulares.' �
igual manera, Napoleón Bonaparte se describió a sí mismo como el
representante de la nación y no del ejército. Por el contrario, los caudillos
peruanos creían 1ener una doble represen<ación: la de la nación y la del ejéreito.
M4s aún, el cjfacito era concebido como una corporacÍón con derechos y
deberes específicos. Los caudillos peruanos tambitn diferían de losjacobinos
franceses en ttnninos de valores democráticos. La mayoría de el.los seguía
un discurso cxclusivis<a en donde una minoría selecta debía controlar los
asuntos públicos. Y, al igual que los franceses, algunos de ellos pensaban que
podrían cambiar la sociedad y la política a través de la acción del Estado, so
pretexto de salvar la repl1blica.'
En el siglo XIX, el discurso liberal de los ciudadanos independientes
\ colisionó con la realidad de una sociedad tradicional. Por lo general, los hombres

3. Uso d 1úmino ••jecobino .. en el contr.xco peruano de modo muy general, en donde ]os
compoñamíentos de c.ste dpo estfn rclaciol\ac20$ con un enfoque volhivo de la polt'tiai. En
consecuenci3.., los jacobinos rompen 1a rcg,la de b ley a ua-.-&: del uso de Ja íuen.a cuando, segdn
ellos, la reprC$C.nlaci6n vtl en contra de la ..voh:.uuad_gcneral'",,.Aun asf, lo gran mayorfa de los
líderes tevoluclonBrlos no se consideraban a s-C mismos como jacobinos. si.no mis bfen como
libcrtilC$ o p0triou1.s, Más llln, consideraban o los jacobinos írinceses unos dema¡og0$ que
eran apoyados por una masa de gente miserable, no por verdaderos ciudadanos. Llamar a
alguien "jacobino" equivalía a lanz.ade un insulto polflico. Al lg,lal que los ,cnnidorlanos
franceses.. lO$ lídcres revolucionarios peruanos buscaron poner fin a l a rel.'oludón y íundar una
rcpóbllca estable- En otras palabras, querían disfrutar de los beneficios de la revolución,
4. Fran9ois Furct, Pensarlarew>luci6n, 2.Sl-252.
5. Frnn.;ois Furec. •·0ouvcmcmcn1 r�volulÍOMaire", F!a�is Furet y Mona Ozour. eds.,
Dictionna,ieCritfqu� d� la Re..-0l1ttlol'I Fw1ttJist (Parls: Flamm.arion, 1988), 574-585.
VlOLENCtA Y LEGITIMIDAD: LAS REVOLUCIO�'l!S 263'

no tenían autonomía, sino que se relacionaban unos con otros en un mundo


corporaúvo o cons_lituido en ténninos de dependencia. Éste último estaba ··
basado en la relación patr6n-clien1equc reflejaba, en mucho, el mundo agrario.'
Ln política moderna que persegula el ti,ombre democrático se construyó en
una sociedad patemalista y patrimonial. Esta.era una pequeña sociedad,
patemalista y reducida, que ayudó a erigir relaciones patriarcales debido a
que "todos conocían a todos" en la elite. Las relaciones patrimoniales p1iblicas
se incrementaron enormemente después de la independencia. Los caudillos
hicieron uso del Estado de un modo patñmonial, pngnndo favores y amismdcs, >,
y castigando a los adversarios. Sin embargo, al mismo tiempo, ellos fueron
delineando (en teoña) un &1ado moderno fundado en la razón y en los derechos
constitucionales.
Durante las décadas que siguieron a la independencia, las semillas de In
revolución se sembraron en cada gobierno. Ninguna administración poseía la
legitimidad constitucional completa. Todas tenfon su lado oscuro, el que fue
usado por sus adversarios para organizar una oposición. ya sea pacífica y
electoral, ya violenta y conspiratoria. Fue por eso que cada movimiento
revolucionario asumió retóricamente la defensa de· las libertades constitu,
eicni&lel. Los rcYOlücionarios declarabíilique la libertad era sócáYada pór la
conupción y la ilegalidad del gobierno de tumo; ellos se retrataban u sí mismos
como los verdaderos representantes de la voluntad geneml, ya que el presidente
y el congreso esmban motivados por intereses propios. Es decir, construían
· la imagen deque la corrupción y el raccionalismo eran los verdaderos principios
del gobierno. Por ende, los revolucionarios sostenían que eran ellos quienes
realmente representaban la voluntad general. Las revoluciones tenían el
objetivo teórico de canalizar la república hacia la regeneración del Estado y la

XX:
sociedad civil. Sin embargo. los líde;res revolucionarios no percibían sus
acciones del mismo modo que mucho ,de sus pares del siglo Ellos no
persegufan una redistribución drástica de la riqueza en favor de los sectores

6. F'ran�ols Guem, Mlxico: del antiguo rlgímu, a la revoluci6n (M�x.ic« FCR, l985).
Vol. 1, 127• l 57.
7. Igualmente persistid la noción dd gclpe de .E!tado como un medio de resolwr Ja
corrupción y el autoritarismO del país. Vto.se, p«ejemplo. 1 Augus10 Ourand, "El derecho de
lnsurrccci6n" (Tesis de b2chillcr, UNMSM, 1890).
"264 CRJS'TÓBAL AUOYIN DE LOSADA

populares a través del cambio del modelo tcenómico y representativo,• ni


mmpoeo defendían un gobierno autoritario por el tiempo que fuera necesario
para desarrollar el pa!s.9
Para llegar a la presidencia había un camino distinto de las elecciones: el
uso de la fuerza. A pesar de que la elite temía la anarqula militar, a la plebe
urbana y a los montoneros, algunos de sus miembros organizaron revoluciones
porque pensaban que su causa íun<!arfa la estabilidad política y los protegerla
de sus enemigos. Además, cada grupo ticmfa que sus adversarios utilizaran la
fuerza para e.liminarlos de las esferas públicas. En algunos casos la violencia
fue usada en su nivel más alto: el asesinato del adversario polftico. Fuera y
dentro del éampo de batalla, la independencia trajo consigo el concepto de la
guerra a muerte, que significaba la destrucción del enemigo y de su entorno.
' La guerra a muerte fue declarada varias veces durante las guerras civiles.
Por ello, el historiador argentino Tulio Halperin Donghi observó acertadamente
que uno de los legados de la independencia fue la violencia pol(tica."
¿Cuálés fueron exactamente las justificaciones de las revoluciones
armadns7 Esta u la pregunta clave pafll entender la culrura política del Pení
y de otros palses latinoamericanos. Ahora bien, para comprender el uso de la
violencia como un mecanismo para ad<¡uirír poder, tenemos que considerar
que la cul¡ura política peruana estuvo, siempre ligada al conflicto entre la
lógica jacobino•caudillesca y la lógica representativa. Aun así, es importante
anotar que la cultura política se perfiló con la sintaxis y el vocabulario
republicano. Los diversos actores históricos no escaparon a este lenguaje
constitucional. más bien lo manipularon de acuerdo a sus inrereses. Esto
dependió, por supuesto, del poder del presidente, La manipulación de Bollvar,
por ejemplo, fue mucho mayor que la de Orbegoso, quien nunca dio muestras
de verdadero lideraz.go. El lenguaje constirucíonal tuvo un papel fundamental
en la cultura política: las revoluciones eran, por lo general, levantamientos e.n
defensa qe la coostirución,

8. Véa¡e, po1' ejemplo, a Jo� Rodríguez. Elizondo, La crisis de /(1.s itqul,ud'1J ,,. Amirica
!Aliiu, (Madrid: Edhorial N•••• Sociedad, 199()),
9. Vé2se. por ejcmpJo,bt defensa del cau.dillismo dc.sarrollisla ddde el punto de vi&:ta
pos1ti"Yüta en ·Francisco Gare:f-a Calderón, !.tfJ Dtrnocran"ts lcull1es ch l'Amiriqi,e (Pa.ñs:
Flanunruion, 19 J 4),
JO. Tulio Halpc.rin Dof\&hi, Histo,·in conwnporáI1tta dtAnririca Lat,;1o(Mb'.teo: Alianza
l!dhoriaJ Mcxlc.na, 1983), 134-38.
VIOLENCIA Y LEGITIMIDAD< LAS REVOLUCIONES 265,

El uso de la fuerza no tenía relevancia por sí mismo sin una agenda


política, y más bien reque¡fa de pilares ideológicos que le dieran un significado.
Uno de esios pilares fue el lenguaje constitucional, que muchos creyeron que
era la v(a para vivir en la civilización (muchos otros Jo odiaron, aunque no
contaban con ninguna alternativa). Varios de esios últimos vieron al ejército
como una institución crucial para un pals con una vida institucional incipiente.
Un Estado sin ej6rcito.serla un compleio desa.stre.11 Es por ello que la violencia
fue percibida como la creadora del ve.rdadero orden, en una sociedad donde
1 imperaba el caos. Para muchos. el desorden estaba relacionado no sólo con
la anarquía sino también con cómo y por quién se gobernaba el Estado. La
legitimidad deljeíe iba más allá de los asuntos estatales, y eSto se relacionaba
con la cuestión .de quién tenia derecho a gobernar. Los dirigentes se
pregumaban quiénes eran los herederos del Estado colonial. Las respuestas
m�ltiples y cambiantes se entremezclaron con asuntos constitucionales,
ideológicos, étnicos, de división de clones y de poder.
La nación fue otro factor usado para justificar las revoluciones: "El Pero
para los peruanos", fue la arenga de buena parte de ellas. El nacionalismo
surgió fuenemente durante la adminis:uación de San Manín y, sobre todo, de
Bolívar. Posieriormeme, el gran nómero de extranjeros, tanto en las burocracia.�
civiles como, en las militares. sirvió también de detonante para la pasión
revolucionaria. Las elites provinciales-obre todo las del sur-no estuvieron
del todo comprometidas con la administración limeña. De este modo, el
regionalismo muchas veces iba a la par con diferentes concepciones del
territorio nacional.

El dktador romano y su metamorfosis

Los jefes revolucionarios no intentaron fundar un nuevo orden político, esto


es. no quisieron construir un gobiem,o ,ºde facto"; su objetivo era más bien
guiar a la repüblica a un oasis de estabilidad, insistiendo en la necesidad de
evadjr la anarquía. 1:os révolucionai:ios acusaron a las gobiernos anteriores
de comipción y íaccionalismo, y vieron la re�blica como un régimen falso

ll. La v�rdad(Lima). "La Verdad'', 3, 1S dedidembre de 1831.


266 CRISTÓBAL AUOVfN DB LOSAOA

en donde las palabras y los hechos seguían caminos separados. El Estado


republicano del momento era visto como una máscara de un régimen despó<ico
y, en consecuencia, los revolucionarios consideraban que era un derecho y un
deber el que el pueblo pusiera orden en medio del caos. Esto significó
implementar un nuevo régimen republicano en donde las palabras y los hechos
fueran de la mano. Por ello, los revolucionarios vieron sus acciones como
•!,:IPSJ)utifi�dores del aparato polftico.
Los caudillos militares se presentaron como sal�adores de 110•_Etoublica
� en estado de emergencia. Esta fue la versiónjacobino-caudiUesca del es1ado
de emergencia o, utilízando ta terminología de la tpoca, de ta necesidad de un
dictador. Desde el inicio mismo de las guerras de independencio, los dirigen les
políticos habían usado conceptos similares. Por ejemplo, San Martín defendió
su gobierno provisional afirmando que había asumido el poder total debido al
"imperio de flasJ circunstancias", 'Él estaba al tanto de que no 1enía otros
derechos, ya que no había recibido el poder a través de ele«iones o de un
congreso insiaurado. San Manín sabía que de haber sucedido esto dltimo
habría perdido por lo menos pane de su poder. Mencionó tambitn qua �I no
in1eríerirfa con el poder judicial, ya que i!ste era la base de la libertad polCtica. 11
Bolívar era consciente de los poderes de emergencia que recibió de.l
congreso y de los peligros que éstos acarreo. ban, tanto cuando fue nombrado
dictador en 1824, como en 1825. Los legisladores peruanos utilizaron el
concep10 de dic1ador, que provenía de la legislación republicana romana."
Aseveraban ellos que la única forma de terminar con la anarquía y llevar la
guerra de independencia a una conclusión satisfactoria en, mediante un

12. Juan Oviedo, Coleccl6n de /,y,,, Vol.!, 173-74,


13. La diei:odu,a romana fue iDJ1turod1 de modo extrnordinario alrededor de SOO ,.C. y
sobrevivió hasll Onalcs del tercer siglo de nu.e,tn Cl'II. El senado daba el tCtulo dcdktador a un
¡e.neral con d fin de que salvara la repdbllca en un momento de cmcc¡cncia. El scn':ido cct1fa su
podt.r y se retiraba de la ltt.fla polítice por un la� ddcrnunado; pantque cJ dla:1dor re.instaunra
el orderr, después de ello &te 1enía que devolvu su � al»oluto al senado. Su misidn
oonsínía en salvar la tcpóbllca, lt cual no podría 5cc c!cetlva.i.ntnte salvada si no 1e sujctab:i a
la "con$titud6n romana". En resumen. las caraccerfsticas de lo dictadura romana cran:.un
estado de emergencia. podcrc:s plenos a un hombte. un Hde.tugoespcdfico y una cÓn• duracidn.
Sin embargo, el dlc1adot no contaba con ·el dcteebo a cal'Obiar el Estado romano. Norberto
8obbio. D�mocro,ey and Di.cu:uonhip (Minncapolfs: UnJvcrshy of Mlnneso{a Peen, 1989
11978)), 158-66.
VIOLENCIA Y LEOITIMIDAD: LAS REVOLUCIONES 267

diclador, tal como lo entendían los romanos. Antes de las batallas de Junfn y
de Ayacucbo, Bolívar se enfrentó con. las divisiones internas de un país
escindido en diferemes facciones: Riva-AgUero, que se hallaba en Trojillo, y
Torre Tagle, que se hallaba en Lima y (!\le en un comienzo lo habla apoyado
en su lucha contra el aristócrata limeño." Cuando se le confirieron los poderes
dictatoriales por segunda vez. en 1825, fue porque un grupo importante de
legisladores temía la anarquía social y política. Benito Laso. diputado por
Puno, afirmó que no habla más que ver el espectáculo que ofrecían otros
países latinoamericanos." Laso, y otros más que defendían a Bolívar, pensaban
que su carisma y su eireito minañan cualquier amago de revolución. Además,
los proycc1os sociales y políticos del Libertador cumplirían la promesa de la
independencia."
El concepto de dictador fue usado por Bolívar, y_posteriormente por los
legisladores peruanos. al diseñar la noción constirocional de las facultades
extraordinarias que el congreso otorgaba al presidente. Muchos líderes, como
Orbeg·oso, que usaron las facultades extmordinarlas, reconocieron que �Stas
no eran más que un nuevo nombre para l a dictadura," pero al mismo tiempo
admitían la necesidad de las mismas en una época de constantes guerras
civiles. El concepto del dictador romano fue bien conocido en todo
Latinoamérica med¡ante el esrodio de los clásicos y de los pensadores ilustrados.
Los políticos mexicanos. por ejemplo, tilicieron uso de este concepio en sus
pugnas por el poder cuando recunían a la violencia, lo cual era algo frecuente
a comienzos del siglo XIX. 11
Los caudillos tomaron la idea de la dictadura, o de las facultades
extraordinarias, en su versión cxtra.-constil\Jcional. Consideraban que la
república, en vías de convertirse en un régimen despótico, estaba al borde de

14, A.G. (Antonio Gu1itrrez], FtulOI, 1·18.


IS. Benho uso, E.rposici6',, t 11-140.
16. Vtase, por ejemplo, Jost Muria de Pando, ''LaEpíS1Dl1 del'1'\spero (1826]". Leonardo
AlcuveCanillo. cd,, Genio yapoteo1i1 tu BolíWlrt" ltJ eampoiíaiUI P�rrí (Ban:e1ona: Hetder,
1979) 481-492.
17, Luis 1o,t de Orbegoso, M,morfa, del g1ntrol Luis Josi dt Orbegoso (Uma: Gil,
1940), 47-48.
J8, Vtosc, para el rno mexicano, a Brin.r.i HGmnett, ''PW-ldos políticos: mexicanos t
intervenelón mUittt. J82J..1855"'. Antonio Annlno, ed., AJntrica ÚJ.riila Dallo Sto/o Colonial,
alfo Stato Nati"'1<(Mllfo: F=co Angell Libri, 1987). S7S.
268 CRISTÓBAL AUOVJN 06 LOSAOA

perder su sitio entre las naciones civilizadas. El.cargo e.ra que la llllllfqufa, y
no el progreso, iba ganando terreno en la sociedad y el Estado. En Ulles
circunstancias, las revoluciones eran des.critas por sus defensores como actos
de desesperación en tiempos de emergencia y su objetivo era defender los
derechos inscritos en la constítución. Por ende, los Uderes revolucionarios, al
igual que un dictador romano, cederían Sil poder a un congreso legítimo con la
esperanza de que sus actos habrían de: fundarse en un régimen estable y
constitucional. A diferencia del dictador romano, no admitlan recibir el poder
del congreso, sino más bien, a la moderna, de la opinión pública y del apoyo
del ejército. Esa era la raz.ón que legitimaba el uso de la violencia que, de
acuerdo cori esta retórica, terminarla con la oscuridad que los falsos profetas
traían consigo. De este modo, todos los líderes revolucionarios afirmaban
haber luchado contra la anarqula, el despotismo y la barbarie: buscaban un
oasis de paz para la replÍblica.
La noción de dictador ganó adeptos, aunque en muchas ocasiones el
¡iode. dictatorial perdió su connotación romana clásica y se tomó en el moderno
concepto del ilictador revolucionario. Un dictador clásico tenla que respetar
la constitución y estar a cargo de funciones específicas, como la de derrotar
a un enemigo externo o acabar con uma revuelta, De ningún modo podla
cambiar la,constitución o el Estado, A diferencia del dictador clásico, su
contraparte moderna usaba el poder para cambiar el Estado y la sociedad,
aunque muchas veces aseverase que su poder era el del dictador clásico."
·El caso de Bolívar es interesante porque fue. a la vez, un dictador clásico y
moderno. De manera esque�a y ,controvet'Sial podemos afirmar que
cuando recibió los poderes en �ena parte de sus energías se consumieron
eo poner fin a la anarquía, terminar la guerra de independencia y�rdenar la
sociedad y el Estqdo.20 En cambio, en su nuevo mandato de ®/Bolívar
usó sus poderes dictatoriales para imponer una nueva conslirución y reformar
la socied�d, El Libertador �izo redactax una nueva constitución que incluía
nuevas instituciones y abolía la institución curacal transformando, de este
modo, el Estado y la socjcdad, y la relación entre ambos.

19. NorbcrtO Bobbio, D�moc.mC')� 163-66.


20. Josl. FaU$dno Sdnchci Carrión, ··Mc.m.oria Jeydo aJ con¡rcso comtituycn� (12 de
febrero de 182$)", Leor.acdo Ahuvc Carrillo, cd.. (;e11i<Jyapo1t0Jis d� Bolfl'Or, 2$3-280.
VIOLENCIA Y LEGITIMIDAD: LAS R6VOLUCIOl'IES 269

Despu� de In partida de Bolívar, la diferencia emre sus dos períodos


dictatoriales provocó u'! deba1e entre muchos de sus adeptos, como fonna de
juslificar su participación en el régimen bol.ivariano. Ellos distinguían entre la
dic1adura de Bolívar durante la guerra de independencia, bas1a la victoria de
Ayacutho, y despu� de la capitulación española cuando, para varios de ellos,
el Libertador abusó de su poder. Sin embargo, esta imagen no reflejaba los
even1os históricos, y,a que Bolívar siempre fue estratega a la vez que legisladot
Aun así, muchos de sus seguidores describieron su primera dictadura
apologéücamen1e,' como una defensa de la dictadura clásica, siendo esa la
razón por la cual � pidieron ser dictador nuevamente. Este fue el argumento
usado por el dipu1ado Ma,puel I:errevros, quien firrnó la petición dirigida a
Bolívar para que siguiera en et t'enl como dictador. En 1828 Ferreyros
defendió su apoyo al "régimen despótico", aclarando que uno 1enía que
distinguir entre el Bolívar del afio 1824 y el que vendría después. En ese
entonces, seg\ln Ferreyros, nadie esperaba que fuera a volcarse ai despotismo.
Por ende, él era inocente porque no pudo prever sus inlenciones.11 Pero
cabe recalcar, al contrario de ia visión de Ferreyros, que Bolívar fue acusado
desde su primer mandato de ser un dictador que no respetaba lns leyes
fundamcncales y abusaba del poder conferido.21
Despu� de Bolívar, el poder dictatorial, o las facultades exrraordinarias
conferidas por el congreso, siguieron usándose de los dos modos: el de la
dictadura clásica y la revolucionaria. El congreso, por ejemplo, le concedió a
Orbcgoso las facultades exrraordinarias en dos ocasiones. La primera vez
las empleó con el dnico fm de acabar con la rebelión de Berrnúde2, y luego
renunció a ellas en 1834, La segunda ocasión fue un acto de desesperación
ocasionado po� la rebelión de Salaverry, que comrolaba buena parte del país,
salvo Arequipa y parte del sur andino, cuando cedió su título de presidente y
las faculrades exr:raordinarias en favor de Santa Crut, el presidenre de Bolivi.a
en ese momento. Con los poderes conferidos, Santa Cruz no sólo apaciguó el
país al vencer a Gamarra y ierminar con Salaverry, sino que 1ambién cambió

21. E/Mtrcurl0Pu11.a11o(Llm.a).351.10denovicmbrcde 18'28.


22. Vúnse, por tjcmplo, las \lCUlaC:ioncs de: Fciderico Brandsen, "Apet,cíón a la nación
penaoa eo \lno de los ca.lcbozo.s d-tl palee.lo dictatorial en Limaco.e] me.s de febrero de 1825",
Federico Santa Co!oma. Brn.ndsen, ed., Escritos dt.l Co,·01ttl D. Ftdt.rico dt Brand.st11 (Bucoos
Aires: Compafifa. Sudamericana de Billctt.s deBanco. 191O). 174, 198.
270 CRISTÓBAL ALJOVIN DE LOSADA

las reglas de juego al constiruir "un nuevo contrato social y político": la


Confederación Penl-Boliviana.
Esta división entre la dictadura revolucionaria y la c�ica tambi6n se
expresó en el golpe de Estado. El primer golpe de Gamarra, en 1829, buscaba
restaurar la constiwción. Gamarra afirmaba respetarla y convocó a una
convención con el fin de preparar una nueva carta magna, una vez fuera
electo presidente. A pesar de su aspiración a reescribir la ley fundamental
del pafs, su golpe de Estado estuvo concebido en el estilo de una dictadura
clásica, tanto por el tenor del discurso como por IM propios hechos. De otro
lado, el régimen de Vivanco, el llamado "r!gimen regenerador" de 1843,
perseguía la dictadura revolucionaria. Él, al igual que su consejero Pardo y
Aliaga, insistla en cambios constitucionales y sociales drásticos.
En resumen, a pesar de usar el mismo lenguaje, los reglmenes
cons1ítucionales y revolucionarios ienía:n dos enfoques diferentes de la dictadura
1 y de las facultades extraordinarias. Los dictadores podían respetar la
constitución en un esiado de emergencia y restaurar el orden, respetando el
congreso o convocando a elecciones parlamentarias; o si no, un dictador podía
usar su podera la manera revolucionaria, cambiando la constitución, el Estado
y la sociedad, pe.ro sin poder escapar de las formas repu.blicanas.

El dictador: juez supremo .' ,.

El poder dictatorial tenla tambitn o,tro ·significado más simple: el de una


neccsi� de legitimidad, dada la imposibilidad de resolver'las disputas pol!ticas
dentro de un marco co.nstltucional. En tiempos de crisis, -.parecía la necesidad
de un caudillo para resolver las disputas políticas en calidad de "juez supremo".
El caudillo se tornaba así en árbitro de la vida pública y en e l proveedor de la
paz momentánea; �I era visto. así. como el padre de la oatri!, una situación
que Gamarra y Santa Cruz usarían en provecho propio. Los caudiJIM eran
los �nicos que podían fungir como unjuste milieu (un justo medio), pero aun
así no intentaron erigir una dictadura, smo más bien.un gobierno constitucional
en el que ellos fueran el "juez supremo". .
El mismo Bolívar también jugó el papel de "juez supremo", gracias al
cual se le veía éomo el padre de la patria. Benito Laso describió el papel del
Libenador como el de un mediador en los conflictos entre disúntos sectores
'\
VIOLENCIA Y LEOlTlMIDAD: LAS REVOLUCIONES 271

de la sociedad. Laso temía que sí Bolívar no gobernaba el país, ello darla


lugar a la anarquía pues, para 61, la sociedad era como un organismo en
desarrollo y el Perú todavía no había llegado a la adultez. El legado colonial
era desastroso, ya que la población carecía de virtudes republicanas. En una
aproximación sociológica, Laso creía egue los indios estaban lejos de la visión
idealizada descrita por los legisladores de la Constitución de 1823. Para.él,
los indios tenían un lrislC historial de vida en regímenes ajenos a tas nociones
de ciudadanla: el comportamiento pasivo fue el legado incaico y colonial. Y
los criollos no eran mucho mejores: sólo buscaban puestos públicos obedeciendo
a sus propios intereses porque no hablan adquirido ning,ln compromiso público. 1
Tal como lo predijese Monteagudo, los peruanos no leníllll ningún espíritu
nacional ni cívico. Por ello, según Laso, Bolívar era crucial como una.f!!"'�
paterna que resolviera conflictos y velara por una sociedad en estado
revolucionada. Un padre como Bolívar tenía que ejecutar esos cambios ya
que, como escribiera Laso, "pensar que los hombres obedezcan las leyes
positivas por instinto es suponerlos meros autómatas sin razón ni voluntadc,;
propias: querer que las adopten por convencimiento. es figurarlos por naturaleza
virtuosos"." Esta defensa del dictador se acercaba a la de la monarquía
constitucional de Monteagudo, en Jo que el monarca desempeñaba el papel
de mediador en una sociedad tradicional que ansiaba convertirse eo una
modema.
Fue amplia la aceptación del líder como una figura pate-ma que resolvía
los conflictos. Pando y los que lo rodeaban creían en la necesidad de un l!der
fuerte. Él habría preferido un monarca constitucional pero transó, primero
con la constitución vitalicia de Bolívar (un estilo de monarqula constitucional­
republicana), y desputs con la figura de un tlder militar fuerte durante el
primer gobierno de Gamarra. Pando creyó que Oaroarra podía éonstruir una
república estable contando con el apoyo del ejército.14 La otra figura interesante
es la de Santa Cruz, quien asumió el título de protector supremo de la
Confederación Penl,Jlolivjana.. La lllJliyoría de los presidentes adoptaron un
papel similar comQ patriarcas.,¡ue resolvían conflictos. La construcción de
una legitimidad polltical'líc más allá de una constitución escrita y fue moldeada
en la vida cotidiana de una fiiura central aue reoartfa favQres.

23. Bcoito La,o, Erposici6n, l l 1-130.


24. Petcr Bnltes. "los6 Matf• P:ando, c:<>lnl>omdor de Ganuura··.
272 CRISTÓBAL AUOVIN DE LOSADA

El factor carismático

Los presidentes y otros l!deres exitosos buscaron· crigÍr un c;ultsi: a !a


personali�d pero, a pesar de sus esfuerzos, esta construcción carismática
del poder usualmente quedaba restringida a un pequeño grupo de seguidores.
La manipulación de la opinión pública formó parte de la construcción de una
fi gura carismática, lo que estaba con frecuencia relacionado con asuntos
· militares y el honor: las balallas victoriosas. A comienzos del siglo XIX fueron
sobre todo tres figuras, todas ellas mifüares, las que erigieron un culto a la
personalidad: Bolfvar, Santa Cruz y Vivanco. Bollvar fue de lejos el más exitoso:
su aura como libertador nutrió el mito de,quc fue él quien acabó con la anarquía
y creó la rcpóblica. Las conmemoraciones y los discursos polllicos lo
presentaban como la ónica solución para el Peró. Diversos autores relatan la
histeria que se generaba·en tomo a su persona tanto en fiestas privadas como ,
póblieas, en las cuales se realzaba su figura. El paroxismo rctóri.co generado
alrededor de la figura de Bollvar es casi único en la historia peruana." En su
arenga de Pucará, de'l825, José Domingo de Choquchuanca, descendiente
de los curacas de Aúngaro, lo describ!a dentro de un plan dlvino que
comenzaba con la fundación del imperio incaico con Manco Cápac." De
otro lado, Basadre nos recuerda que en. las iglesias se cantaba:

De ti viene todo
lo bueno, seffor.
Nos diste a Bollvar
Gloria a ti, gran Dios."

A diferencia de BoUvar, Santa CIUi. era una figura más tradicional. Pero
aun as!, él también buscó erigir un culto a su persona, como padre de la
nación;organizando innumerables conmemoraciones alrededor de sf mismo
que celebraban sus victorias militares y sus políticas modernizaotes. La
Confederación creó una pompa milillllr, de cómica grandiosidad, en lo que

25. Vwc, por ejemplo, Benito uso y lo!é Ma¡(a de Pondo, "La epístola".
26. Jost Oomiog0Choquebu1nca, "Acenpde l'U<:Mlen t82S", uonudo Allllvc Cardllo,
.ed. 1 Genio )' o¡x,uuuls de Bolf...ar, 595.
27. Jorge Basadre, P�rú: problema. 30.
VIOLSNCIA Y LEGITIMIDAD: LAS RBVOLUCIONllS 273
'-�--·

Santa Cruz era visto como AJejondro Magno y Bolivia como una nueva
M¡lcedonia. Se le comparó también c<¡n Napoleón por sus victorias militores
y su_pol!tica legisla1iva. °Los atributos del cráneo de Napoleón también fueron
comparados con los de Santa Cruz: según sus panegiristas, ambos cráneos
medían igual y eran de la misma forma. Este afán de gloria también se
percibe en la media página de títulos y honores que seguían a su nombre en
las proclamas. En términos geopolíticos y territoriales, Santa Cruz no sólo
quena que Perú-BoÍivia recuperaran su glorioso pasado incaico, sino también
instituir un moderno Estado napoleónico."
Por último, el culto a la personalidad de Vivanco se restringió a un pequeño
gntpo de la elite limeña, cuyo centro era Pardo y Aliaga. Vivanco, un general
culto y de un estrato social más alto que el de la mayoría de los oficiales, e.ra
visto como el salvador que crearla una repOblica rcstringida a la elite, como la
de Diego Portales en Chile. Vivanco. baria que se vieran satisfechos los
sueños de esta elite recelosa de la movilidad social de los mestiws y de Is
anarqu!a social y militar de la repOblica en general. Este fue el sueño de
Pardo y Aliaga. Desde las páginas de la Guardia Nacional, un periódico
vivanquista de 1843, l'ardo intentó crear un culto en tomo a Villineo, una
repóblica de notables que tendría como centro al caudillo, Sin embargo, lo
que imperó fue la apalfa."
Pero el carisma no era el factor más imponante: la figuro paterna se
delineaba esencialmente en base a la capacidad del líder de diS"'-nsarfavores.
Una sociedad tradicional, como lo era la sociedad pontana del siglo xrJr. ño
acepraba un poder basado en el culto a la personalidad. La mayoría de los
'lfderes no conquistaron el corazón y las almas de sus conciudadanos, salvo
por una minoría de sus seguidorcs. Su reputación se relacionaba con �
capacidad de otorgar favores. De algún mOdo, la idea del supremo protector
tenla cone,u6n con la fundación de nuevas naciones, por lo que la soberanía
residfa en su persona. Bolívar (,y quizá Santa Cruz) estuvieron más cerea de
erigir una imagen militar paterna y, a la vez. de crear un culto en tomo a sus
personas.'°

28. Mark l. van AJcon, EJ rq d, la 1,ocht. 197-198.


29. Raru Zamall... "La Guerdio Nacional", 40. 105-112.
30. Cabe rccalCllfque eJ presidc:D&c patcmalh.ta más e.xitino de 1\�rica Latina no perteneció
a la hl.stori.aandina, doo a11 mexicana: fue Porfüio Ofaz, quien e.s:luvo en el poder treinta afto.s,
..,,.. 1876 y 1880. y 1884 y1910.
274 CRISTÓBAL AUOVÍN DE LOSADA

Bolívar. CDnstant y Pradt

Es in1eresan1e no1ar que el debate sobre la dictadura bolivariana cruzó el


océano Allán1ico y dividió a los liberales franceses, en lo que respecia al
lema de los poderes de emugencia. Es1a di�cusi6n reflejaba los temores del
recorte de las libertades por parie de lai!110narqula francesa de 1814. Benjamln
Constan, y el abate Dominique Dlilfour De Pradt tenían sentimienios
enconlrados frenle a los méritos del uso de los poderes de emergencia Ó, 'para
ser precisos, del uso que Bolívar le daba al poder dictalorial. Consiant, un
defen sor fervienle de.los derechos individuales y del gobierno consti111cion�I.
afirmaba que el poder dic1a1orial romano no brindaba una solución a largo
plazo porque destruía 1oda é1íca republicana. e incentivaba el despotismo.
Siguiendo la versión queMon1esquieu daba de la cafda de la república romana,
Consian1 consideraba la dictadura como una semilla de decadencia moral. El
uso de los poderes dic1a1oriales causaría la muerte de la república porque no
dejarla que florecieran las virtudes de los ciudadanos que, para Monlesquieu,
eran la esencia de las repdblicas. De olrO lado, el abate Prad! (que había sido
un defensor de los pa{ses latinoamericanos, 8I7.0bispo de Mechellin y embajador
napoleónico), acusó a Constan! de miop!a política, ya que no podía distínguir
entre Europa y Lalinoamérica. Pradl manienfa que los países latinoamericanos
acababan de librarse del yugo colonial y eran sociedades en estado de cambio,
en las que las pasiones gobernaban sobre las leyes. A diferencia de los
países europeos, Latinoamérica sentfa incertidumbre an\e su supei:vivencia
por la anarquía política. su condición de sociedad emergente y la presencia de
generales ansíosos de ocupar el mando supremo. Por ende, una mano fuerte
con vastos poderes que defendiera la oonslitución, evila'tla que la sociedad se
convirtiera en una masa de gente peleando enlre sl sin lógica alguna."
Aunque sus posiciones eran antagónicas, 1anto Constan! como De Pradl
eslaban paradójicamente en lo cierto. Constan, sabía que una dictadura no
podía resolver el problema; más aún, ella creaba un sisiema político monsuuoso

31. Co11nurFrangaís(ParEs), I, lo.decn=de 1829; Í2.12doenerode 1829; IS. ISdo


en=de 1829;48, 27deencmde 18'29;49,20<1ee11Ct0de li29;S4,3deíebrcrode 1829.Josf
AntonJo Aguilar Rivera. '"The U"bcnl Cloalc.: 1beConstant De Pradt Conuoversy on Bollvar's
4

Latt Dlctato.rship", Ph, D. Qualifyin¡ Plper, Universidad de Chkago. 1992.


VIOL.ENCIA Y LEGITIMIDAD: LAS REVOLUCIONES T/5

basado en ln falta de respe10 a la ley. Pero cal como pensaba De Pradt, ésta
era una salida natural cuando los nacientes Estados-naciones andaban enweltos
en una espiral de violencia que conducía a la anarquía y a la destru.cción,
creándose así u.na república com1pta (tal como la entiende Raymond Aron):
un sistema republicano en el cual la ley es constantemente manipulada, o no
se la respeta.»

El arte de la conspiración

La-pasión revolucionaria dominaba a la sociedad y a los miembros del Estado,


especialmente a los del ejército: creaba una cultura conspirativa y perfeccionó
el ane del derrocamiento violento del gobierno de tumo. En el siglo XIX, el
primer "golpe de Estado" fue dado en el campo realista al obligarse al virrey
Pezuela, un absolutista, a renunciar en favor de La Serna, un liberal. Este
cambio rorudo reflejó la división entre rulistas no sólo sobre tem&1 militates;
sino también sobre cuestiones ideológicas. La Serna estaba de lado de los
liberales, que iniciaban su segundo intento de construir una monarqufa
constitucional en España." El primer golpe de Estado republicano fue la
rebelión de Riva-Agllero contra el coogreso. �I fue el primer presidente
peruano que llegó al poder gracias a u11a revolución mílitar. Riva-Agüero
contaba con el respaldo de los jefes militares comandados por And.-6s de
SMta Cruz en Lima, para quienes el congreso habla llevado al país a la anarquía
durante la guerra contra el ejlrcito realista." Ambos golpes de Estado fueron
apoyados por los militares en tiempo de guerra. Además, se iniciaron con una
conspiración. en base a negociaciones secretas y campañas poi fricas llevadas
a cabo dentro del ejmito. Ambos golpes iniciaron tarnbitn u.na nueva forma

32. Raymond Aron, Dhnocro.tU, et Totalilarismt (Paris: Oallimard, 1996 {l96SD, 166-
219.
33. Joaquín de Pciuela, Memoria dt gobiun.odt.f vi"rydtJotu¡u(n dt P�utla, edición de
Vicente Rodd'SlJ<Z Cwdoy Guillermo Lohmann Vill<na (Sevilla: EsroclA de Estudios Hispsno­
Americaoos, 1947), XIV-XXII, 773-774, 841-84:3; Alb<no Wagoerde Reyna. Ochoallosdt lo
Stmo tn ti Ptrú, 37.59 Jo� de l1 Puente Brul\b., "'El virrey Pezucla frente 11 proedO de la
independencia peruana··, Hontt.nqjt a Don �urwUoMiro Quuada Sosn (Lima: 1998), ISS,
Véase, tambiEn, el pie de página ndmero 48 del scgundocapfrulo.
34. Provoneno, Mnnorias y doc,u,1e111os, Vol.), 171-174.
276 CRISTÓBAL ALIOVIN DE LOSADA

de participación política basada en el ane de la conspiración, pero Riva-Agilero


realmente inauguró el arte de la conspiración en la política democrática.
Las revoluciones no fueron una actividad militar aislada, sino que eran
compartidas, más bien, tanto por los civiles como por los militares. Es más, la
incapacidad de los civiles para forjar un consenso era lo que llevaba a las
revoluciones." Muchas veces ellas comenzaban como una simple conspi­
ración militar con apoyo civil, pero a veces se convertían en guerras civiles
que envolvían a muchas personas, creando movimientos sociales que
mostraban la diversidad del entramado polltico y social peruano. Las guerras
civiles gencnúmente estallaban en las ciudades y de allí se expandían al campo.
Ellas ejemplificaban lo complejo de la población urbana y del ejército; también
revelaban el problema que planteaban las alian-zas pollticas con distintos grupos
rurales, en particular con los monto11eros.
El adoctrinamiento; la infiltrad ón y la conspiración influlan en la lealtad
del ejército. La conspiración afectaba a todos sus miembros, involucrando no
sólo a los oficiales�· más alto ran_go, Jino también a los subalternos. Era
dlffciÍ controi.ar el ejército por las distintas relaciones que habla enttc los propios
oficiales, y enttcéstos y los grupos políticos. El manejo de un batallón resultaba
complicado debido a lo impredecible del mundo de los subalternos, Muchas
veces, los oficiales prefeñan construir un nuevo batallón de lo nada antes que
recibir uno'ya formado, porque temían las antiguas alianzas. En sus memorias,
José Rufino Echenique describió las dificultades que tenía un jefe de batallón
que no podla comandar a sus sul>altemos. El mismo Echeniquc fue victima
de una conspiración perpetrada en su batallón, cuando el cusque�o Felipe
Rossell planeó revolucionarlo para re1>rlarse contra el presidente Gamarra,
en 1833. Ros.!éll no actuó solo, sino que fue más bien parte de un grupo
compuesto por militares y políticos liberales, muchos de ellos congresistas.
Su participación en este complot le mostró a Gamarra cuAn dificil era construir
lealtades en el ejtrcito, ya que �I había considerado que Rossell, un paisano
suyo, sena un aliado incondicional. Todo lo contrario: lo traicionó y fue leal al
grupo liberal nacionalista.-"

lS. Vtaose los ruonamientos de Brian H.omnect. "Partidos políticos:".


�- Jc,tRufino F.cheiúque. Manar/aspara In historiad,/ p.,.._ /808-/878(Urn.: Ed!Joñ,I
Hu-, 1952) , Vol� 35-44.
VJOLeNCJA Y LEGITIMl!>AD: LAS R.eVOLUCIONES 277

El senódo de la obcdi�ncia prevalecía en mucho sobre una endeble libertad


individual. No era nada inusual que la lealtad de los batallones cambiara en
- tiempos de guerra civil, io que trasiocaba el equilibrio del poder militar entre
las dis1intas facciones del ejército. Dada la fulla de estructura de la cadena
de comando, no era extraiio que se alentara a un batallón a que se rebelara.
Habla ocasiones en que los subalternos se rebelaban contra el superior y
tomaban el control <!e su unidad para unirse a la facción contraria, Muchos
comandantes, como Miller y VaUc 'Riestra, fueron traicionados por sus
subalternos. El casó de este 6ltimo fue especialmente triste: combatiendo por
Orbegoso en lea, fue traicionado por sus subalternos y entregado a Salaverry,
quien lo mandó ejecutar."
La cultura ¡le la conspiración generó una desconfianza en los pactos
políticos; la sombra de anti guas traiciones se erguía sobretoda alianza. Muchos
pollticos hicieron carrera traicionando a sus aliados. La mayoría concedía su
apoyo a revoluciones aun cuando antes lo hubiera hecho a favor del régimen
contra el que conspiraban. Pocos podían ostentar un pasado constitucional
sin mancha y fueron aun menos los que lograron ganarse ia confianza de sus
contemporáneos. La conspiración y la traición eran los elementos
fundamentales de las pugnas por el poder. En ciudades como Lima, Arequipa,
Cuzco, Tocna y Trujillo siempre habla rumores de nuevas alianzas que se
basaban en sentimientos antigubernamentales y en la sed de cargos públicos;
por ende, ningtln presidenie podía estar seguro de las personas que lo rodeaoon.
Esto generó conductas paranoicas en todo presidente para con sus aliados y
adversarios políticos. La experiencia les advertía de lo precario de su posición,
tan precaria como la de un monarca en una pieza shakesperiana. La
descripción que el cónsul fran!;ts M. Bamrc hiciera del comportamiento
seguido por el presidente Gamarra en 1833 es aterradora. Ante las continuas
rebeliones y atentados, Gamarra ha'bfa perdido la confianza en sus más
cercanos allegados, por lo cual habla exiliado y acusado a muchos inocentes
y vivía temeroso de los alentados contra su vida, lo que le hizo reducir sus
solidas de palacio de gobierno."

37. Estedesen1ace sc ex.plica enparte por le largahistoriade intrigas en1;re los dos, ya que
Valle Riestra había intentado.separar a Salaverry del ej�"'ito, Sin embargo, ru muene cuvo un
¡:riln impacto y rue calificada como un cut:ij."O desp6tico que burlaba toda ley y coslumb.rc.
Mmlel Bilbao, Hlstorl• tkl gtntrt>I, t6t-16ó.
38. AD: Corre.spondance Potiliquc. Pbou, n.5. t 10, 141.
278 CRISTÓBAL AWOV(N DE LOSADA

Podemos· entender muchas revoluciones como el resultado de la


desconfianu imperante en el momento en que se realizaba un pacto. El
espectro de asonadas anieriores y la historia personal de cada jefe hacia
diílcil que surgiera la confianza. En 1834, el detonante de la revolución de
Benmldcz fue la falla de entendimiento en ere liberales como Gamarra, Luna
Pizarra y Orbegoso. Luna Pizarro temía un golpe de Estado similar al de
Gamarra, que derrocó a La Mar. Al mismo tiempo, Gamarra no confiaba en
absoluto en los liberales porque sabia que habían planeado reducir su poder
en el ejército. Esta desconfianza entre los dirigentes no era rara y s!, más
bien, la norma. Contamos con muchos ejemplos de ello. Uno de los más
famosos fue la áspera relación entre Gamarra y Santa Cruz, caracterizada
por alianzas y traiciones mutuas. Una vez más, fue el golpe de Estado contra
La Mar el que creó la relación bilateralmente inestable entre ambos, cuando
el primero no cumpli!S su promesa y traicionó al segundo.
En este mundo de traiciones mutuas, debemos tener en cuenU1 que la
elite política estaba conformada por un pequeño grupo: los herederos de las
guerras de independencia.. Ellos no peleaban contra enemigos abstractos.
Esta era una elite que entablaba relaciones personales y que, en numerosas
ocasiones, esU1ba unida por lazos familiares ficticios o reales.39 Bn estas
circunstancias, las pasiones políticas se mezclaban con las personales; es por
ello que senienciar a muerte a un hombre implicaba perder amigos y, quizá,
dividir a la propia familia por los muchos lazos que unían aJa eliie.
Estos conflictos personales usullllmente se enmarcaban dentro de un
lenguaje abstracto, en el cual se los describ(a como una pugna entre el bien y
el mal: el régimen republicano con1ra el despotismo, la nación contra sus
enemigos, los intereses nacionales contra los particulares, etc. Estas sepa­
raciones drásticas en facciones que ezan a la vez reconciliables e irrecon-

39. En mucho!casos. J� polftica. unía• toda la familia y adj\Jdic:aba un papel lmporllhte 1


Ju mujeres. Al¡unas de eUa.s, como dol\a fra,w;:isca de Zubiaga, la esposa de Gamarra. se
(ompo,taban en combaxecomo \·erdaderos hombres. Otras, como dol\a Juana Ftre.z. e Infamas,
la e1po,5,a del ¡cneraJ Salaverry, apoyaban a s11Js csp0sos en ,us campafias y trab11jaban con
ellos.. Las mujeres ten{An mayor Jibertad pJLnl ltlbajar en l a oposición que los val'Qnc,:, Sus
maridos podían ser deportados y ellas podían c:ntablat alianzas polWceJ durante su.ausencia.
C.rl-Os Neuhou•Rizo Plmln, l.as MorlsMla.r(Uma; Walki� Edicion<S, tm), 140-42; Manuel
Bilbao, HistorúJ dtl gamnl, 292•%.
VIOLENCIA Y LEOTTIMIDAD: LAS REVOLUCIONES 279

ciliables, eran las que justificaba el uso de la violencia para resolver las cons­
lllntes crisis.

El interés público contra los intereses privados

Segdn la teor!a del gobierno repre sentativo, uno de los objetivos básicos de la
rep�blica era contar can un congreso que buscara el inte� nacional a travts
de debates basados en la razón. Según la doctrina constitucional, los
congresistas representaban a la nación mientras ejercían sus funciones, no a
intereses locales ni corporativos. De allí que una acusación que usualmente
se hacía a todo gobierno era la de ser egoíslll y corrupto por estar formado
por personas inescrupulosas, que no teoían eo cuenta el inte� general porque
los dominaban las pasiones y los intereses personales. En otras palabras, se
acusaba al gobierno de estar conformado por argollas que sólo podían sobrevivir
a travts del terror y la corrupción, con lo que socavaban la unidad nacional.
Los jefes revolucionarios argumentaban que la administración estaba
creando un.rigimen desp6tico qué se eséóñdfa bajoüM cm1aconstlwcloñal,
y aducían que el gobierno respetaba las forroas republicanas de modo sólo
aparente. Ellos sostenían que, en realidad, el sistema pol/Lico estaba basado
en elecciones fraguadas, una falsa separación de poderes, el castigo de
ciudadanos inocentes y la protección de ciudadanos corruptos. Por ello, el
congreso no cumplía con su función de llevar la voluntad nacional al debate
parlamentario.
Todos los líderes revolucionarios justificaban sus golpes de Es1rulo
pintando a la administración de turne, como divísora del país, y como una
entidad que restringía el acceso al gobierno a un círculo estrecho sin olro
compromiso moral fuera de sus propios intereses. Esto creó el derecho legítimo
del "pueblo" a interveni r directamente en la política-la democracia direct&­
y resolver los problemas institucionales mediante la insurrección armada. En
consecuencia, era necesario usar la fuena militar para extirpar el mal. Como
ya vímos, fue así que Gamarra justificó el golpe de Estado contra La Mar en
su proclama del 8 de junio de 1829 ... Gamarra denunció, por supuesto, n

•O. El Tells"lf• dtlin,a (Lima). 648. 23 dejunio de 1829.


280 CRISTÓBAL AUOV(N DE LOSADA

Luna Pizarro, su enemigo político acérrimo en el congreso de 1828 (y


nuevamen1e en el de 1833). Para Gamarra, Luna Pizarra representaba al
político astuto e inlrigante que sabía cómo canalizar los debaies del congreso
y las voi.aciones (es evídente que a pesar de sus numerosos enemigos, Luna
Pizarro, que perteneciera al "club" liberal, sabía cómo ganar votos}. Tanto en
1829 -<:ontra La Mar- como en 1834 -<:ontra Orbegos�, el "club" de
Gamarra aseveraba que una facción políiica antipatriótica esmbacontrolando
a un presidente honesto y dfbil para sus propios fines, y que Luna Pizarro era
quien dirigía este círculo. El temor de Gamarra por la actuación de Luna
Pizarro tenla ciertn validez y no se debía únicamen1e a su paranoia. Luna
Pizarro era una amenaza para un militar como él, que no 1enía el don de la
palabra ni la capacidad de llevar a cabo negociaciones prolongadas dentro del
sistema parlamentario.

Las revoluciones y la constitución

La defensa de la constitución fue un reclamo constan1e de los líderes


revoludonanos que habían enlazado sus acciones pol/tlcas eon la causa popular.
Su imagen era la de defensores de la ley, no la de rebeldes sin ninguna base
legal. En otras palabras, ellos se veían a si mismos como los seguido!CS de la
eonstirución, y acusaban más bien al gobierno de lumo de ir en conu-a de la
ley. Los jefes revolucionarios actuaban según la mentalidad jacobino·
caudillesca, que rechazaba la interprei.ación de la constitución como un mero
cuerpo de normas legales. Según ellos, u,nían derecho a rebelarse porque la
constirución -paradójicamente- legalizaba sus actos. La lectura de la
constitución iba más allá de lo que ella establecía, ya que su significado no
podía percibirse sólo con palabras (tal como San Pablo afinnara que la Biblia
no podía leerse literalmeot�, sino por el mensaje). De este modo, los líderes
revolucionarios muchas veces esgrimieron ca"zona.m.ien1os bizantinos para
justificar su conducta.
Contradiciendo el 1,>a1r6n de comportamienlO descrito líneas arriba, el
general Juan Crisóstomo Tonico fue uno de los pocos militares que no esgrimió
razón constitucional alguna cuando se rebeló conu-a el presidenu, interino,
Manuel Men6ndez. Según él, Menlnde, había tomado el poder en un acto de
desesperación: la repGblica necesiiabaser salvada. En su proclama a la nación
VIOLENCIA Y_ LEGITU,flDAD; LAS REVOLUCIONES 281

de 1842, Torneo defendió la revolución a la luz. del fracaso de Menéndez en


poner fin a la anarquía p\)lítica causada por sus enemigos, los generales Vida!
y La Fuente, comandantes del ejército del sur. A pesar de fallarle legitimidad
constitucional, Torrieo se sintió obligado (según su pronunciamiento) a tomar
el podér para evitar un régimen despótico."
A diferencia de Torrico, La Fuente si contaba con credenciales
constituciorutles suficientes como par .a encabezar la revolución porque actuaba
en respaldo del general Vida!, vicepresidente del Consejo de Estado, que se
declaró a sí mismo presiden te provisional y acusó a Menéndez de
incompetencia. Según la constitución, el vicepresidente del Consejo de-Estado
(Figuerola) debió haber sucedido a Menéndez, pero fue rechazado por su
faccionalismo político y se le acusó de favorecer al general Torrico. De este
modo, el siguiente en el orden de sucesión era el general Vida!." La
interpretación que éste hacia de la constitución no tenla ninglln asidero legal,
pero Je ayudó a calificar su rebelión de constitucional; tenía, además, el respaldo
c1ucial del ejército del sur. AJ final, La Fuente y Vida! derrotaron militarmente
a Torrico, La victoria militar, conjuntamente con algunas justificaciones
constitucionales. le dieron la presidencia a Vidal, mientras que La Fuente se
convini6 en el poder detrás del tron.o, a la espera de tomar la presidencia en
las siguientes elecciones."
Los razonamientos constitucionales eran débiles y no soportaban la
interpretación convencional de la ley constitucional. Las palabras y los hechos
no calzaban. Se trataba de una lectura jacobino-caudillesca de la constitución.
Más aún, esta lectura reflejaba el poder militar del caudillo. Por ejemplo,
Santa Cruz sostuvo en su correspondencia que él había tenido eo cuenta los
derechos constitucionales de Orbegoso cuando decidió brindarle su respaIdo.
Él entendfa la política como algo basado en normas legales, ya que era crucial
con¡ar con una base legal para defemdcr sus acciones no sólo en Bolivia y el
Perll, sino también en el extranjero. Por cieno que Santa Cruz se dio cuenta
de que Orbegoso era un hombre débil, mientras que Gamarra era un aliado

41. Juan CriJ6stomo Torrioo, Exp,,síci6n q1,e dflige 4 sus cornpa.hiotas el Jt./� dr la Nación
(Lima: lmprcnl1 del Esta.do poa- Eusebio Aranda., 1842).
.
42. El Comtrdo (Uma), . Intimidación del Oeneral La Puente...", 98S., 9 de septiembre de
1842.
43. E/Co,,wdo(Uma), '"Remilldot'', l l33,22demariodc 18�3: J 13S.24dc marz.ode
1843.
282 CRISTÓBAL AUOV!t< DE LOSADA

problemático que ya lo habfa traicionado antes, dcspué$ del golpe de Estado


contra LaMar." Aun 11SÍ, para él los argumentos legales eran fundamentales.
Uno de los primeros actos y promesas de los caudillos era la convocatoria
del congreso. En teoría, esto decidiría la direcc.ión que el pa(s tomaría. Se
consideraba que el nuevo congreso debía esw conformado por los verdaderos
representantes de la nación y, por consiguiente, que debía ayudar a crear un
marco de legitimidad para un gobierno surgido de la violencia. Por lo tanto,
las annas únicamente eran pane de la expresión de la voluntad general,
mientras que los votos ratificaban los actos revolucionarios ex post Jacto.
La obsesión por "representar" a la opinión pdblica y justificar sus actos, incluso
dentro de los grupos más autoritados, muestra la tensión entre el uso de la
fuerza y la búsqueda de legitimidad política que no podía escapar a las
elecciones. Dentro de esta lógica, los, caudillos solían convocar a elecciones
para acabar con el faccionalismo y la corrupción del sistema que acababan
de derrocar.
BI congreso ratificaba a los l[dercs revolucíonarios y les daba un nuevo
status legal. Los revolucionarlos sabían que necesitaban no sólo del apoyo
del ejército y de la población civil, sino también del respaldo simbólico de las
elecciones, ya que si no las convocaban, irían en contra de los principios de
sus movimientos. Los procedimien1os para la legitimación eran bastante
sencillos: primero, los revolucionario.s eran ratificados por los notables, bien
del consejo municipal existente (los cabildos), o de una asa!)lblea abierta (un
cabildo abierto)." Segundo, estas ratificaciones requer!an de un b:reve periodo
para la posterior aprobación del congreso. Pero la aprobación definitiva era
la elección presidencial, tras la cual el caudillo pasaba a ser presidente
constitucional. El mecanismo electoral se realizaba -en dos etapas: los
ciudadanos elegían a los miembros de los colegios electorales de cada
departamento, y los colegios elegían luego al presidente. Según varias de las
constituciones, su elección correspondía al congreso cuando ningún candidato
alcanzaba la mayoría en los colegios electorales.
De este modo, las convocatorias del congreso fabricaban la legitimidad
política, como antes los cabildos abit!:rtos. Pero a diferencia de la colonia, el
congreso encamaba en principio la soberanla popuJar y 1enía plenos poderes
'
44. AHMSC, VoL IV (1835), lt4-129.
45. AHMSC, VoUV (1835), 122.
VIOLENCIA Y LEOITIMIDAD; LAS REVOLUCIONES 283

para accuar. En el virreina10, los cabildos y las juncas eran el único puence
eocre los notables y el rey, quien encamaba la soberanía. De ocro.lado, la
convocacoria a un congreso era la aucoridad que legitimaba la revolución.
BoUvar fue uno de los primeros que lo percibió. En 1819 convocó el congreso
de Angoscura (Vene1uela) que declaró !·a independencia de la Gran Colombia
(ahora Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador) y lo eligió presidence. Años.
después, Bolívar afirmarla que el congreso de Angostura fue un medio con el
cual institucionalizar las guerras de independencia y ganar el respaldo europeo
(aun cuando ese congreso estaba convenientemente compuesto por personas
que él había escogido).''
La aceptación de las formas constitucionales no implícaba que el uso de
la fuerza terminara con las elecciones posteriores al golpe de Escado. A
diferencia del congreso de Angostura, los congresistas eran usualmente
elegidos y las elecciones eran un crabajo difícil. Un líder necesicaba ser
excepcionalmente popular para incentivar una fuerte dependencia emocional
hacia su persona. Pero lo com�n fue que usaran una gran presión para que
ellos y sus aliados salieran elegidos en los colegios eleccorales y en el congreso.
El dinero, los soldados, la prensa y los lazos personales --iOn una sociedad
cerrada en la que las personas se conocían unas a ocrns- fueron factores
cruciales en las elecciones. En un mundo pdblico anterior a la formación de
los partidos pollúcos, los lazos personales, los clubes y las organizaelones
informales eran los principales engranajes de las alianzas electorales. En los
pueblos y ciudades había una fuerte manipulación del voto por parte de los
notables. Muchas veces, los grupos populares y, sobre todo, los soldados,
hacían presión para cambiar la tendencia del voco en el poder legislativo.
Ciertos milicares y civiles presionaron bascante para que los soldados tuvieran
derecho a votar. Al final de su primer gobierno, Gamarra intentó concederles
el derecho al voto, una propuesta que fue rechazada por los "liberales". El
conservador Pando publicó muchos artfculos en defensa del derecho de los
militares al voto, al igual que cualquier ciudadano, si reunían los requisitos
constitucionales.''

46. OavJd Br1ding, Orbe lndio11t1, 654.


41. ÚI V,nlad (Urna), "El«ciont:s", 12.12 de ene.ro de 1833; El Candliadar(Lima), "El
Conciliado('. 4.5, 16 de enero de 1833.
284 CRISTÓBAL AU,()VIN DB LOSADA

El primer gobierno de Gamarra ( 1829-1833) es un buen ejemplo del uso


de In fueria como una forma de acceder al poder, y de las relaciones tensas
que generaba su necesidad de legilirnidad constitucional. So golpe de Estado
de 1829 contra La MM fue apoyado por La Fuente y Santa Cruz, y desde un
comienzo se hicieron esfuerzos para. legitimarlo. Una junta del cabildo de
Lima declaró jefe supremo a La Fuente huta que se convocara el congreso
por ausencia de Gamarra, que estaba en Piura. De otro lado, tanto el presidente
La Mar como el vicepresidenle Manuel Salaiar y Baquíjano renunciaron bajo
presión militar, manteniendo así la ficción legal de una transferencia legitima
del poder. Gamarra aceptó la renuncia de La Mar en Piura, y La Fucnle la de
Salazar en ·Lima, promoviendo de este modo la imagen de que ambos les
habían delegado su autoridad." Rápidamente, siguiendo el ritual constitucional,
el congreso nombró presiden1e provisorio a Gamarra, ya que eran las elecciones
presidenciales las que ienían la palabra final. Gamarra y La Fuente ganal'on
en ellas, pero el camino al poder no en, sencillo. Mientras que Gamarra ganó
sin tropiezos en las juntas eleClOrales, La Fuente no obtuvo la mayor!a necesaria
para la vicepresidencia y no fue elegido por el congreso sino después de dos
elecciones frustradas. Al final, Gamarra presionó lo suficiente como para
que el congreso finalm�nte aceptara. a La Fuente."

La utopía de un nuevo comienzo

La cultura revolucionaria estaba en constante tensión entro el respeto a la


constitución y el de.seo de una n·ueva repóblica, Ubre de 1� normas
preexistentes y de su pasado reciente- Todos los caudillos acariciaban la idea
d� fundar un Estado republicano libre de la corrupción imperante, pero al
mismo tiempo aceptaban la constitución previa, al menos para justificar sus
golpes de Estado. Los diferentes Hderes, como Bolívar, Salaverry, Santa
Cruz o Vivanco, pensaban que su objetivo era fundar una nueva repóblica, lo
que significaba romper con el pasado y empezar de nuevo. Sin embargo, no
pretendieron establecer un nuevo régimen mediante la vía antiliberal, como lo

48-. El Republicano (Arcc¡Wpa), ''RepdbJfca Petu&lla, Minisierio de. Ooblcmo y Relaciones


Exterioru(C.sadeGoblcmoeoLima,6dejuniode 1829)", 4.25, 20dejuolode 1829.
49. SandagoTiv:ira, His1ori4 de l.o1 ¡xwll'doJ. s9.60.
VIOLENCIA Y LEGITIMIDAD: LAS RBVOLUCIONES 285

harían los líderes revolucionarios del siglo XX, sino más bien por la vfa de un
Estado republicano; esto implicaba promover el mito de una nueva constitución,
que establecerfa el equilibrio político apropiado.'°
A los congresos, y a las llamadas convenciones nacionales, se les conminó
muchas veces a que redactaran nuevas constituciones. Los debates
constitucionales eran comunes entre la elíte y llenaban las páginas de los
diarios, que segufan 1ambi� los debates que se daban en el resto de América
Latina y en Europa. _Los periódicos tomaron seriamente su rol de dífundir los
principios liberales básicos: libertad de prensa, separación de poderes, soberanfa,
razón. Había la creencia de que una buena constitución llevarla al pafs a la
estabilidad; de esté modo, las enmiendas constitucionales podrían exorciuu' el
fantasma de las revoluciones.
Esta obsesión de redactar nuevas constituciones generó un continuo
debate. Hubo siete constituciones entre 1823 y 1845: las de 1823, 1826, 1828,
1834, l1!39y, en 1836, dos constituciones, las delos Estados nory sur peruanos
de la Confederación. Estos cambios constitucionales se relacionaban con
crisis insiltuclonales y no estaban limitados a un pequefto grupo de personas
en una convención o a una argolla de interesados. Los debates tuvieron lugar
en diversos foros públicos, y uno de los momentos cruciales era elj_u.ramento
dp lealtAñ • la constitución.en cada ciudad: cil(ia miembro de las corporaciones
(la Iglesia, el municipio. etc.) tenla que prometer obedecerla. El arzobispo de
Lima, siempre bajo la presión del gobierno, instaba a los sacerdotes a que
participaran en estas ceremonias. En muchos casos, los sacerdotes rurales
hacían largos viajes a lomo de mula para cumplir con su obligación de
ciudadanos (incluso se preparaban listas de los ausentes, teniendo los Mios
que dar explicaciones)."
Pardo y Aliaga vio claramente los dilemas que presentaba el reescribir la
constitución y las relaciones entre revolución y estabi.lidad polltien. Por eUo
se preguntaba cómo podía surgir la estabilidad de un putsch militar. Pa.rdo
defendió el régimen "regenerador" de Vivaoco, arguyendo que si bien las
revoluciones quebraban la ley constitudonal repetidas veces-como sucedió
con la revolución de Vivanco-, aun así eran legitimas. Para él, cada sistema

50. VWSe las rcnexiones de Carmen Me Svoy, LA u1opla J't'pubti00110 (Uma: PUCP,
1997). t-5,
51. Vtase, por <j<mplo, AAL. Comuoicaci,ones, 1827-1929. 1838 y IS.1.
286 CRISTÓBAL AUOV-(N DS LOSADA

político tenía un comienzo violento que rompía con el viejo sis1ema, a pesar de
ser
lo cual su fundación pÓCÍ!a legítima. IEn el caso de Vivaneo su legitímidad
·i provenía, según Pardo, de la parte ilustrada de la sociedad y del ejército.
Además, Pardo forjó un argumento utilitario en defensa de este caudillo que
buscaba lograr la paz y el desarrollo económico. Sin embargo,�¡ argüía que
el nuevo rigimen tenla que transfonnarsc rápidamente en uno legal, en el que
la obediencia estuviera basaba en la ley y no en la voluntad del caudillo. En
otras palabms, Pardo consideraba crucial que los actos de violencia fundaran
un régimen legal, basado en una buena constitución, para que así perdurara lo
logrado en un inicio."
La elite crela fervientemente que la anarquía existente no se debla sólo a
las argollas, sino 1alllbién al tipo de constitución que el pals ICD!a. Sus miembros
usualmente criticaban la constirueión vigente porque decían que ella no reflejaba
las necesidades nacionales. Siguiendo a Montesquieu, una buena constirución
tenía que reflejar el "espíritu de un país''. ya que leyes similares tienen efectos
diferentes seg�n la realidad de cada nación. Por lo tanto, Montesquieu argüía
que un legislador tenla que en1ender primero el "espíritu de un país", si quería
preparar las leyes de modo apropiado ." Es1e tipo de razonamiento se hallaba
detrás de todo debate constitucional posterior a la constitucion de 1823, que
fue clasificada como u16piea por varios de los mismos legisladores que la
prepararon. Es evidente que detrás de los deba1es constitucionales, lo que
yacía era el desafío de fundar una rep�blica en un país sin ninguna tradición
liberal. . . ! 1 ,,, '

A finales de los años veinie, Gamarra y su grupo creían en la necesidad


de realizar refonnas constirucionales. La crftica más ñie.rte que hacían a la
carta de 1828 era que había una excesivadivisi6n y subdivisión del poder, lo
que creaba un vacío de au10ridad y una fuerte 1endencia al caos. Por lo 1anto,
los garnarristas buscaron una constiru.ción más centralista y pre�idencial."
Pando, uno de sus aliados, sostenía que la solución a la crisis era la

1 52. R;l\ll Za.malloa. "La Guardia Nacional .. y "El pcnsainicnto".


53. Montesquieo, TJie Splri1 ofthe �: libro XIX
54. Vtase, por ejemplo. eJMucurio Pu,um,o(Lln,a), "Proclama del Jefe.de Ooblemo de
lll Rep\lblic.a a las dos Cámaras'', 607. 1 de septiembre dC 1829� "Rem.l11dos'', 645, 17 de
oc1u.bre de 1829: El Miner.'<t d1I Cu:co (Cuzcoj, '"Convcndón t', 6, 2.9 de octllbrc de l829: El
Puiodiqi,ito 8w.ntual (Llma), 2, 1829.
VIOLENCIA Y LEOITIMIDAO: LAS REVOLUCIONES 287

reformulación de la constitución de 1828, incrementando los poderes


presidenciales y atenuando algunos derechos de lasjuntas departamentales y
del congreso. Pando pensaba que el sistema de elección de prefectos y
gobernadores era inefic.iente y peligroso, ya que las juntas depariamentales
seleccionaban tres nombres de entre los cuales el ejecutivo debía escoger
uno. Para Pando, este sistema reducía el poder presidencial. La solución
COMistfa en que el ejecutivo eligiera directamente a los funcionarios
departamentales. Era necesaria una mano dura porque el Penl era un país
· que se podía desmoronar fkilmente." Y no le faltaba razón, ya que hubo
muchos intentos entre la elite del sur por romper sus lazos con Lima y unirse
a Bolivia, movimientos que íueron apoyados por el presidente de Bolivia,
Santa Cruz."
Es importante tener en cuenta que cada C,!!!!Stitución reflejaba la
�rsonaljdad y las ideas políticas del líder que estaba en el poder. En este
sentido, Santa Cruz fue un líder más c,omplejo que su adversario Gamarra.
De hecho, él modificó la naruraleza de tos debates constitucionales y regresó
a las ideas de Bolívar: una federación o una confederación (una unión del
Penl y Bolivia, sin incluir a Colombia),'"' un ejecutivo poderoso. elecciones
restringidas y el cambio de la relacióm entre el Esiado y la sociedad civil.
Santa Cruz estaba orgulloso de su estrategia de socavar las elecciones, que
para él era la clave de su éxito como presidente de Bolivia." Al igual que
Bolívar. Santa Cruz dabn mucha imponancia al diseño constirucionnl, pero en
cambio no tenía miedo de demostrar su admiración por Napoleón, que para ti
era todo un ejemplo. Santa Cruz tambitn difería de Bolívar en su falta de
pretensiones intelectuales, mientras que Íos ideales líbertarios de Bollvar
contrastaban con su conducta ¡iolluca real.


e1er8Altes., ...Jost Maria Pando", 21.
linte Herrera AJare6n, Rtbtb'onn qu� inltnJaJ·o11 dtsmt.mbrar tisw•del Pt,·Jí (Umll:
lm efe! Colegio Mili1ar t..concio Prado, 1961),
57. Jorge .Bscobañ Cusic•nql.li, ..Aspeccos intemacion.alcs de la Conícd¡eración Pcnl·
Boliviana'._ Andtt:s de Santa Cruz. S. et al., Vi'do Ji obro del Mari#c.l Andds de Santa Cru.t y
Ca/ahw•ana U.. Pu: Casa do la Cul1urt, 1992). 211. 271.
58. AHMSC. Vol. !JI (1833,34), .14. 200,201. 211-13.
288 CRISTÓBAL AWOVIN DE LOSADA

Las purgas políticas

La búsqueda de la legitimidad política a través de las convocatorias a elecciones


ren!a su lado oscuro en la práctica de deportar y a veces mandar fusilar a los
,miembros de la oposición. La expresión más común de este lado oscuro fue
la deportación. La idea que esraba detrás era la de justificar el golpe
sosteniendoque el gobierno anteri.or habla estado conformado por una argolla
de políticos conuptos y faccionalistas que hablan dividido '11 país. E l concepto
era similar al del ostracismo en la repllblica griega clásica. Los enemigos de
la patria tenían que ser expulsados para impedir que la ética republicana se
contaminara con el faccionafürno. Los malos elementos eran, por ejemplo,
los demagogosque confundían al pueblo. Los peligros del arte de la persuasión
ejercido por los falsos profetas tenían que ser erradicados de la sociedad, la
cual tenía un miedo pcnnanente a la conspiración. El nervio de cada movimiento
renovador era el ideal de la purga polftica como elemenlo purificador de la
sociedad.
La deportación fue aceptada como una práctica legal y poUtica y, a pesar
de que se temía su uso excesivo, fue considerada una práctica necesaria,
siempre que rontara con cuidadosas restricciones y reglamentaciones, Es1a
fue la acti.tud del presidenle Orbegoso al firmar el decreto del 28 de junio de
1834, que implementaba la ley de depo.rtación promulgada durante el primer
gobierno de Gamárra, en 1832.. Orbegoso pensó-erróneamente-que eran
tiempos pac(ficos y por ende ventajosos para implementar la ley que socavarla
el podcr ejeco•tivo. La ley estipulabaque el juez era 6111nico que pod!a deportar
a un ciudadano, no el presidente, lo e,a! implicaba el concepto de la separación
de poderes. Sin embargo, las continuas guerras civiles impidieron que se
cumpliera con este decreto."
Toda persona involucrada en políLica y con capacidad de organizar una
revo.lución, era candidaLa al cx.ilio1 sin importar que fuera militar, civil o
sacerdot�. 1.a acusación usual era la <le conspiración revolucionaria. Los
exiliados eran descritos como personasque pertenecían a una facción con un
interés privado. Además, se les acusaba de pretender destruir las instituciones
constitucionales y de crear un régimen despótico. Algunas de estas acusa-

59. El Rtdactor(Un,a), ''Min.i5tcri-o de Relacione;¡ Ex1eriores:'.. 2 de julio de 18.34,


VIOLENCIA Y l.ECITIMl[>AO: LAS R6V0l.UCIONES 289

ciones no eran del todo fal;as, porque un político era tlllnbién un conspirador.
La prác1íca de la depor1ación era variada y complicada segiln el caso, pero
podía dividirse en dos tipos: la depor1a.ción legal y el "auto-exilio voluntario"
(esto 6llimo quería decir que los perseguidos partían antes de que se les
arres1ao,, o temiendo por su seguridad, casi siempre a Chile, Ecuador o Bolivia).
La deportación territorial no implicaba el destierro político. El exiliado se
iba pero sus amigos, esposa y familiar'!S por lo general quedaban atrás. En
es1e imbricado mundo de negociaciones secretas las mujeres, y en especial
las esposas, en mucl:fos casos tomaban una parte activa. Ellas eran protegidas
en calidad de mujeres y como parientes de otros miembros de la elite por
lazos familiares y amicales. Si era amigo de la familia, un enemigo polf1ico
cuidaba de la esposa e hijos del dester.rado (un código de honor censuraba el
trato áspero para con la esposa), Su vestimenta lambién las ayudaba: podían
ir tapadas y asl, con los rostros cubicrws, pasaban inadvertidas por las calles.
Esto las ayudaba a organizar actividades, jugando muchas de ellas un papel
activo en este mundo secreto de intrigas y negociaciones.
Tres ejemplos de exiliados, "voluntariamente" o por la fuena, pueden
QC!aru el pa.noram� que �siamos illlillliAndo;
' Manuel Lorenw Vidaurre y Encalada, uno de los inu:lccluales más
brillantes y pol6micos de su tiempo, manifiesta haber sido exiliado o haberse
auto exiliado tres veces: en el gobierno de los españoles en 18 l 7, duranre la
tiran(a de BoUvar en 1825, y en el gobierno de La Mar en 1828. Con su típica
grandilocuencia, manifiesta en su �e.fensa de los hechos de 1_!!�8. f;fectos de
las fncr:úmet en fo., MbitrM• nacientu, que 61 ha sido y es enemigo de
iodo gobierno despótico. Los tuanos, por eUo, le temen y lo acusan de
"demagogo y exclamador: t!lulo el más honroso, que puede tribut�e por los
1iranos a los que aman la virrud", De ese modo, Vidaurre construye la imagen
de sí mismo como el del !ribuno de laJlbcnaj atacado ferozmente por la
tiranla.60 La explicación de Vidaurre contiene parte de la verdad. Pero, a
partir de la guerra de independencia, Vidaurrc no escapa de la culrura de la
conspiración en nombre de la libertad y de la república.
- Es interesante analizar las razones del exilio de Vidaurre durante el
gobierno de La Mar, quien, duran1e ese tiempo, mantuvo su salario como

60. Manuel Lorel.'lzo Vidawre,Ef,c,101 de la1Jaccion-1s. 209�210.


290 CRISTÓBAL ALJOVfN DE LOSADA

diputado. Defiende su actuación política manifestando que los Godos


(españoles) y sus amigos crearon un a atmósfera conn·a él. La razónpara
ello es senciUa: se opuso a una ley g,ie los incluía como ciudadal)OS. Para
Vidaurre, esta política era peligrosa por la poca lealtad de los godos a los
ideales republicanos y a la independencia. La guerra había concluido hace
poco. En España, los criollos eran considerados como lraidores." Por el
otro lado, se le acusaba de haber planeado un levantamiento militar y de
intentar incentivar el golpe en un regimiento de caballcr/a apostado en Lima.61
Esto era verosfmil porque era bien conocida la inclinación de Vidaurre a
conspirar y a organiuir golpes. Francisco Javier Mariátcgui y él habían
organizado el golpe de Estado de 182:7, que desmoronó los planes peruanos
de Bolfvar. Vidnurreera un constirucionalista brillante, que jugaba con la idea
de usar la fuerza en caso de emergencia. Sin embargo, él jamás renunció a
sus ideales republicanos, pues consideraba que había derechos naturales
previos a la constirución, que debían ser ejercitados cuando un gobierno no
era legítimo. Vidaurre creyó fervientemente en el derecho a la rebelión e
hizo uso de él muchas veces en el transcurso de su vida."
e.) El clérigo y congresista arequipeño Luna Pizarro representaba a los
miembros de la iglesia inmersos en la lucha por el poder, lo que obligó a laelite
a distinguir entre las actividades sagradas y las actividades profanas de los
sacerdotes. En varias 0<:asiones se le trató como un ciudadano común y
corriente, sin tener en cuenta su condición de religioso. Luna Pizarro fue uoo
de los dirigentes más importantes del club "liberal", y su poder se debla• la
habilidad que mostraba en las eleccíon,es y denuo del congreso, y a su posición
en la Iglesia; participó, además, en el gobierno liberal de La Mar y Orbegoso,
en el cual fue el "pode.r tras el trono". Debido a su liderazgo político, Luna
Pizarro tuvo que ir al exilio en tres oc-asiones: en la primera de ellas recurrió
al autoexilio por su animosidad para con R.iva-AgUero; la segunda vez Bolívar
le ofreció una misión diplomática en México, la cual rechazó, siendo deportado
a Chile; la última vez fue puesto en prisión y luego desterrado • Chile,
inmediatamente después del golpe de Estado que Gamarra diera contra L a
Mar.

6 l. /bid.. 18. 16-4S.


62. El A1ala.)•o co11tro lo1 Yitaficios (.Lime). 2. 13 do mayo de 1828.
63. El R..i,or(Um.1), "Pen!", 7,6doabril do 1827.
VIOLENCIA Y LEOITIMIOAD: LAS REVOLUCIONES 291

Muchos, incluyendo a Gamarra, temían la influencia que Luna Piurro


tenía en el congreso y entre los liberales. El general cuzqueño veía en él a un
político lleno de recursos, que podrla realizar sus aspiraciones en el congreso.
Su desconfianza era la del hombre de armas frente al de letras, 1al como
explicara en una carla a La Mar. Gamarra descñbía las maniobr�s de Luna
Pizarro en �aninos algo crudos: "miles de hombres gimen bajo el peso del
despotismo de LunaPizarro, que se ha hecho el regulador de nuestros destinos,
y el patriarca de esas nocrumas sesiones donde se juzga de todo, se dispone
en jefe, ordena y manda". Eslas fueron las razones, reales y ficticias, que
motivaron la tercera deportación -y las dos anteriores- del clérigo
arequipcño. Estos períodos de exilio lo desalen1aron de seguir con su vigorosa
intervención en la política, y lo convirtieron en un opositor más maleable y
menos desafiante. 60
3) El general Gu1iérrez de la Fuente ,. la figura clave en muchas ':'voluciones.
fue un caso Upico del aSGenso social a través de la participación ea el ejérc.ilo
republicano. Según los rumores, La Fuente era hijo de una sirviema.01 él era
un hombre que comprendía bien los problemas de las campañas militares y
las conspiraciones. y el mundo civil de las negociaciones. las elecciones y
-nuevamente- las conspiraciones. Su carrera progresó notablemente
cuando apresó a Riva-Ag1lero, en ese entonces el presidente del Perú. Riva­
Agüero le había ayudado en su carrera militar y lo .consideraba una persona
de confianza; por esta razón hubo qu,enes creyeron que había traicionado al
presidente en una acción oportunista que buscaba congraciarlo conllolívar,
quien lo premió por su deslealtad (La Fuente alegó en su defensa que Rlva­
AgUero habfa traicionado la causa pa.triota al entrar en negociaciones con el
virrey La Serna).
Aunque La Fuente no tenía re,putación de ser una persona leal, su
aspiración era ser presidente. Como si fuera poco, constantemente cambiaba
de bando, lo que refonó aún más su imagen desleal y provocó que fuera
deportado en varias oportunidades. En 1831 Gamarra lo acusó (a su propio
vicepresidente) de conspirar con los l.iberales y lo exilió. En otro episodio de
su vida, Orbegoso también lo acusó de entablar una alianza con Bennúdez,

"'
64. Alberto Tauro dc.t Pino, ''Prólo¡o , Escrilos polfiicOJ d1 Javc'tr Luna PiU1rro (Lima:
UNMSM, 1959). XXJV-XXXVlll
65, AD. Correspondoncc Politique, P�u. N. 10, íoL 126v.
292 CRISTÓBAL AWOVIN DE LOSADA

Pando y oll'Os, par'aderrocarlo después del abrazo de Maquinhuayo. Orbegoso


se sintió doblemente traicionado por'La Fllente, ya que él le iíabfa invitado a
que volviera del exilio a combatir contra Bermlldez y Gamarra. Orbegoso
sostenla que le era difícil confiar ea él, que habla traicionado a Riva-AgUero.
La sombra de esta traición seguirla a La Fuente durante toda su vida.
El ostracismo también se daba a nivel local, cuando un hombre era
deportado de su ciudad o departamento pero podía seguir viviendo en el país.
Por lo general, en estos casos se les acusaba de dar un mal ejemplo a las
personas, siendo entone.es mejor que se les deportara. Esto pasó con Pedrp
J'lsé ®J•.l:i.l!!? cuando reehaz.6 varios puestos publicas, incluyendo el de
gobernador de Jauja,60 en el departamento de Junfn. Irri1ado por la
intransigencia de La Oart.a, Echeniqt10, el prefecto del departamen10, decidió
exiliarlo argumentando que era un mal ejemplo para los ciudadanos. Era
importante que éstos tuvieran virtudes patrióticas y no intereses egoístas, ya
que los puestos ¡n!blicos no tenlan compensaciones materiales; el Estado
necesitaba que la mejor gente posible trabajara en el sector póblico. Sin
embargo, los prefectos estaban mucho mas limitados que los presidentes. El
fiscal Mariátegui rechazó la actitud de Echenique, por considerar que so estaba
violando el derecho del ciudadano a aceptar o no un puesto póblico.67 Este
,tipo de exilio de un departamento o ciudad fue también utilizado por los
presideníes, con mayor eficacia que los prefectos."
El os1racismo perdió fuerza cuando las pugnas por el poder se tomaron
en extremo violentas: En momento.s de severa crisis, la deportación no era
vjsta como una solución. Más aún, a veces se la percibla como una señal de
debilidad porque nó ponla fin a la pasión revolucionaria. Por ejemplo, se
recurrió a ella en el incruento golpe de Estado de 1829, pero fue probadamente
ineficaz en las violentas revoluciones conl!'a Gamarra y Orbegoso. El uso de
la violencia y el asesinato de los adve,:sarios retomó con fuerza durante el
primer gobierno de Gamarra, quien sobrevMó a diecisiete rebeliones, ocho de
las cuales se dieron en 18'.l'.l, durante su ólümo año en la presidencia." Este

66.. Un puesto entre tos de subprcfce-to y alcalde, sln pa¡a.


67. AGN, RJ, �fecwradcJunfn, leg. 110, "El prefecto de Junfn ... d. Pedro José de la
Ga!"Z,Ji••,",
68. AD: Co,..,poocaooe Poliúquo, l'trou, N.S, folio 110.
69. Jorge Bmdre, HÍ.ltoria d, lo r,público. Vol.!, 278.
VIOLENCIA Y. LEGITlMIOAD� LAS REVOLUCIONES 293

mundo 'de revoluciones se agudizó con el ascenso al poder de Orbcgoso,


quien se vio obligado a sqlicitar ayuda al general Santa Cruz, lo que incrementó
las pasiones y avivó los sentimientos nacionalistas basta producir la rebelión
de Salaverry. Dado el creciente atractivo de las revoluciones, la pena de
muerte Ueg6 a ser vista como el mejor castigo para los conspiradores y los
revolucionarios.
La revolución del general SaJavc;r� fue la más cruel de iodas; ambos
bandos se declararon la �erra a muene: el objetivo primordial de uno y otro
ejéreito era el de asesinar a los oficiales del bando contrario. Salaveny comenzó
todo con su declaraloria de "guerra a mucne", al incitar el odio a los bolivianos
en cada peruano y el exaltar las bondades que tenla la muerte de los miembros
del ejéreito de Santa Cruz.'º En respuesta, su rival también declaró la guerra
a muerte." Al ser capturado después de su derrota en Socabaya, Salaverry
fue condenado, en un juicio sumario, a ser fusilado en la Plaza de Armas d.e
Arequipa, junto con sus oficiales más altos. Esta decisión fue defendida por
Santa Cruz y Orbegoso, y también por sus aliados, ya que, según ellos, no
había otro clistigo que pudi�ra frenill' la p;uión revolucionill'ia. El Republi,ano,
el diario oficial de Arequipa, defendió las ejecuciones como el único medio
con el que se podía disuadir a otros de iniciar una revolución."
Pero la pena de muerte era extremadomente problemática para un grupo
de personas que se conocían entre sí. Todos los altos oficiales tenían amigos
o parientes en ambos bandos. Por supuesto que siempre hubo peticiones de
clemencia. Y, si la persona era ejecutada, entonces aparecían las acusaciones
de que se habfa traicionado a un amigo. Salaverry, por ejemplo, se rindió ante
su buen amigo, el general Miller, a cuyo lado habfa combatido en muchas
batallas. Miller entregó a Salaverry a Santa Cruz. quien a su vez ordenó que
éste fuera juzgado en un tribunal militar. Sin la intervención de los amigos, el
veredicto era inevitable: la pena de .muerte. Alios más tarde, Miller sería
acusado de haberse comportado deshonrosamente con Salaverry."

70. Manud Bilbao, HfJtol'ia dtl ,,nual.190-193.


11. El Rep«bUcono (Al'CQulpa), 10, 36, 19 d•i,g0$to de 1833.
'12. EIR,publicano(Arcqulpa), ll,6,24defebruode 1836;Joc¡eBasodre,H!norla, Vol.
11,45•46,
73. Manuel BIibao, Hisiorlo <kl tenerol, 270-277.
294 CRISTÓBAL ALJOVIN DE LOSADA

Esta reducida elite hizo que la pena de muerte fuera inusual en el siglo
XIX, en comparación con otras sociedades corno la Francia revolucionaria.
Santiago Távara, un liberal de la época, señalaba con orgullo que la historia
del Penl no tenía nada comparable a las persecuciones de la Revolución
Fr11ncesa y sus oleadas de terror y contra-terror. Un total de 92 personas
fueron ejecutadas por razones políticas entre 1820 y 1843, y sólo una más fue
ejecutada en 1854. En 34 años, la pena de muerte por razones políticas había
causado 93 muertes y los asesinatos políticos 4."
La persecución masiv.a no tuvo un papel importante en las revoluciones
peruanas; sin embargo, durante el proléC!orado de San MMtfn, algunos lidelistas
españoles y criollos fueron perseguidos y sus propiedades expropiadas. A su
vez, los clérigos estaban sujetos a ciena presión y tenían que mostrar lealtad
para evitar aparecer como enemigos de la nación. San Martín creó un tribunal,
llamado de purificación, en el que lOdos los clérigos debían demostrar su
adhesión a la independencia. Esta medida fue seguida por otras disposiciones
administrarivas. por las cuales cada sacerdote que hu.biese apoyado al antiguo
régimen podta perder su posición. En sus descargos, los sacerdoces utilizaron
el vocabulario revolucionario de la independencia, mencionando entre sus
rrirltos sus enfrentamientos con los "jueces déspotas de la inquisición", su
defensa de la "santa causa" o sus luchas contra el "despotismo"." El régimen
de Bolívar, y los que le siguieron, también dispusieron controles sobre los
miembros de la Iglesia por temor a la influencia que la religión tenía sobre la
población."
El presidente Omegoso adoptó u.na política similar contra Gamarra y sus
aliados en 1834, a la cual también llamó de "purificación". Los orbegosis1as
también int,:ntaron movilizar a la plebe. limen a contra los-gomarristas prominen­
ces, \o que fue criticado por el periódico de Gamarra e.orno un acto despótico.

74. Santitgo T,\11.ra. Hi11oria. lSS--9 l. Thara obvia.menee no contaba los ce.ntcnarc.$ o
m1leJ de. M>ldtdos o civiles muertos (muchos de ellos indígenas o cescu) en 10$ campos de
batalla.
75. Germán .Le¡ufa y Manrnei . . HiJtori'a de la emane/poción: ll P1t>r«torado, Vol. IV
().Jma: Comldón Nacional cid Sc,quiC<ntc!Ulriode la Jodcpebdcncladel Penl, 1972). 543-544,
628-662; CDIP, )O(,.J, 2.
76. Para el caso de Bolh1arváse. por ejemplo , a Josi Faus,lno Si6nch� Cicrión; ..
Mernoria".
262-263: Agustln Gamarra y Calixto Orihuda� RuJ«ción de lo corrtspondmdo tntre ti
preftcto gao,ra/A,g1.stln Gomorro y,1 JUO. Sl: Obúpo d, e_. (Uma: lmprcna Rq,ubllcana,
1825)
VIOLENCIA Y LEOITIMIDA.D: LAS REVOLUCIONES 295

Sin embargo, cabe recalcar que ninguna de estas persecuciones tuvo un gran
impac10 o llegó a contar con mayor respaldo, aunque indirectamente sí obligaron
a muchos miembros de la oposición a emprender el autoexilio. Aun así, los
lazos familiares y la a.mi.stad predominaron sobre la ideología, y no hubo ning\ln
exterminio ni expulsión masiva.
Después de las guerras de independencia no se expropiaron los bienes
de los enemigos de la nación, como sí lo hiciera San Martfn con los realistas.
Un exiliado podía ejercer sus derechos como propietario, pero igual sufría por
sus enemigos y la distancia que mediaba entre ti y su propiedad. El objetivo
del ostracismo era sacar de la esfera pública a un demagogo o a un enemigo
del régimen, pero respemndose la esfera privada del exiliado. La expropiación
de los bienes no era un castigo al mal componamiento. Una razón de ello
pudo ser que la situación cambiaba con tanta rapidez que los que se
encontraban en el poder podían a su vez perder sus propiedades en, la siguiente
revolución.
Las revoluciones peruanas jamás instauraron un régimen de terror como
el de Francia. La política peruana se perfiló no sólo por su conducta golpista
sino también por su conducta termidolriana, en la cual la elite política evitaba
las ejecuciones masivas por razones política$, ideológicas o personales. Es1a
conducta menos fanática obedecía a dos razones fundamentales. La primera
de ellas fue que, como la política estalba basada en las relaciones personales
y en los pactos, el papel de la ideología fue decreciendo gradualmente. La
imaginación política hundía sus rafees en ideas patemalistas y tradicionales
que hicieron que la ideología perdiera importancia como un factor de peso en
la vida pdbliéa. Las relaciones personales, ficticias o reales, impusieron un
conjunto de valores que opacaban el fa.naúsmo ideológico extremo. Además.
la religión saboteó el concepto de la ideología política como la verdad dltima:
muchos de los liberales de la 6poea creían que la soberanía venía de Dios. La
segunda ratón a tener en cuenta fue que la naturaleza transitoria de los
gobiernos hacía que los distintOS personajes cambiaran rápidamente de posición,
al cambiar su fortuna. La preservación personal y el rechazo a la pena de
muerte fueron el resultado de la inestabilidad y la fragilidad de los regímenes.
Ninglln gol;)iemo podía asegurar a sus seguidores que se mantendría en el
poder. Fue así que, de acuerdo a un e6digo de honor no escrito, la protección
del enemigo era tenida como algo caballeroso, y como un seguro contra los
reveses de la fortuna.
296 CRISTÓBAL AUOV!N DE LOSADA

La administración y el malestar poHtico

Cada cambio adrninisll'.ativo repercutía en todas las esferas de la burocracia


estatal. Un nuevo presidente implicaba cambios drásticos y rcacomodos del
personal en las instituciones civiles y militares. Es por ello que las pugnas por
el poder solían involucrar los puestos públicos. El país se dividía en diferentes
facciones que percibían al Estado como una fuente de premios a través de
puestos remunerados. Los cargos en la burocracia civil o en las fuerzas
armadas eran vistos por la "gente decente" -una pequeña elite que se
consideraba a sí misma como lo mejor de la sociedad- como la única opción
laboral que calzaba con su status social, una visión de sí que venía de los
tiempos del virreinato. Además. el "sector privado" no ofrecía muchas
oportunidades debido a la gran crisis. económica producida por el estado de
guerra continua desde 1810. Loscargoo pllblicos ofrecían un ingreso respetable
que combinaba el prestigio con la influencia. en una sociedad en la cual el
prestigio social era algo central para la autoestima de·crioUos y mestiz.os.n
Es por ello, que para muchos, las pugnas por el poder (las revoluciones
iI¡�lµid�) enm un medio �ncial 1.on q11e Megurarse 11n tribajo umill
deseable.
La "empleomanla", o la obsesión por el cargo pOblico, creó una clientela
política generadora de conflictos. Los analistas políticos la veían como una
importante causa de las revoluciones: los intereses del sector pllblico atraían
a los ejfrcitos. El diario gamarrista El Conciliador, afirmó que uno de los
mayores males de la sociedad civil esmibaba en que babia demasiados hombres
ansiosos de participar en las revoluciones para as( adquirir puestos pllblicos.
El desorden político era la loteóa de los desempleados.
La solución para alcanzar la estabilidad, decla El Conciliador, era f!lcil
de encontrar: la reducción del Estado y la reactivación de la economla para
,que el sector privado creara trabajos decenteS, El objetivo era la construcción
de una répdblica ideal en la que los hombres se preocuparan por sus negocios
privados:• Sánchez Camón, quien defendiera el orden republicano en los
debates constitucionales de 1821 y 1822, vislumbró un Estado republicano
con una sociedad ocupada en sus aS'untos privados, como lo hicjeran otros

77. Fran'°ls Guerra, Mb:!co, Vol. l. 310-314.


78. El Coru:iliador(Lima), ''Variedades", 4. 71. 4 de setiembre de 1833.
VIOLENCIA Y LEGITIMllDAD: LAS REVOLUCIONES 797

pensadores liberales coll'!o Thomas Poine y Benjamín Constant La sociedad


comercial era la contraparte económica del Estado republicano. Juntos
eliminarían la obsesiónº colonial poir los puestos estatales como medios de
ingreso, poder y prestigio social. E! secreto de una repllblica exitosa era el
sueño de Adarn Smith: el de un pequeño Estado que no entorpeciera la
prosperidad de la sociedad civil. El sustento material del ciudadano se
alcanzaría trav� de su propio trabajo cuando no tuviera que buscar favores
del Estado; esto, a sú vez, redundaría en su condición de ciudadano autónomo
y racional con inteleses que proteger."
La "empleoman(a" fue un gran problema de difícil solución para cada
presidente, que deb(a apl icar dos estrategi as opuestas: compensar a sus aliados
y reducir el déficit fiscal disminuyemdo el gasto pl!blico. En el contexto del
presupuesto nacional de principios del siglo XIX, la responsabilidad fiscal
obligaba a reducirel ejército, que representaba másde la mitad del presupuesto.
Pero una polltica dura de eliminación de oficiales podía ser peligrosa, ya que
ellos tenían una fuerte autonomla y podlan rebel�.
Las pugnas más recalcitrantes se daban dentro del ejército, lo que creaba
distintas facciones entre los oficiales. Como tenían un papel importante cuando
se trataba de decidir quién sería el nuevo presidente, cada mandatario tenla
que controlar a la mayor cantidad poslble de oficiales, con lo cual cada gobierno
debía enfrentar una controversia permanente sobre el escalafón militar. El
ejtrcito estaba extremadamente politizado y tenfa poca cohesión institucional.
La carrera de un oficial guan!aba relación directa con sus inclinaciones polfticas,
sus conexiones y con la persona del presidente. Celia Wu nos muestra que
los nombres de los oficiales apareeian y desaparecían en la lista oficial del
ej6rcito segOn quito fuera el presidente y qui6nes sus aliados. Esto fue
especialmente cierto durante las guerras civiles.10
Cada administración sufría de un descontento militar que favorecía los
golpes de Estado. Gamarra fue el primero en ser acundo de haber maltratado
a un grupo do oficiales: los peruanos nativos. A pesar de su retórica nacionalista,
su reforma militar favoreció a los extranjeros y a los capitulados. Ot·begoso
quiso rediseñar y reducir el ejército para así alcanzar dos objetivos: controlar

79. Josi faustino Sanchet CUtión, '"Consldctationes sobre la djgnidad republicana··.


CDIP, � 9: 393-96.
80. Celia Wu Bradíng, Gtntralt.s, 31·65,
298 CRISTÓBAL AUOV(N DE LOSADA

el déficit füeal y reducir la influencia de Gamarra en el cjtrcito. En esto no


bacía sino seguir los lineamientos e.stablecidos ya por su predecesor. Sin
embargo, esta polftica puso en su contra a la mayoría de los oficiales adictos
a Gamarra. En consecuencia, un grupo importante de oficiales se opuso a su
gobierno y siguió al general Bermúde:1. en su rebelión de 1834. Bermúdez
jusúficó su revolución aduciendo que a Orbegoso le faltaba legiúmidad pues
había sído elegido con sólo 47 votos d,,J congreso y, además, que sus actitudes
hab(an desuuido la organización y el honor militar." Una vez más, un año
después, en 1835, otro general-Salaverry-consiguió apoyo para su rebelión
contra Orbegoso gracias a la hosúlida.d de los jefes militares." Orbegoso fue
acusado en ambas revoluciones de ser un enemigo de los militares.
El gobierno del general Francisco Vida! causó muchos escándalos porque
se basó casi exclusivamente en el patronazgo y en la dislribución de muchos
cargos públicos, especialmente dentr0 del ejérciio. Esta fue una de las causas
principales de la rebelión del coronel Vivanco, en 1843. Vivanco acusaba a
Vidal de corrupción, porque este último hab(a nombrado a a.lrededor de
quinientos oficiales, entre los cuales se encontn1oan sus propios hijos y los de
sus aliados, como La Fuente." Vida! criticó la revisión de los nombramicnios
que su gobierno había hecho una vez derrotado Vivanco y anies de que el
general Castilla tomara el poder corno presidente electo. Vida! argumentó
que sería peligroso que los nombramientos y las decisiones de un gobierno no
se respetaran, porque de hacerse as! el Estado perderla credibilidad."
El caso de la administración del general Vida! no es el �nico que muesua
la importancia que el patronazgo tuvo en las pugnas por el poder, pero si nos
revela la indignación y la ansiedad ,que la corrupción despertaba entre las
personas sin contactos, que estaban ansiosas de conseguir un cargo público.
Esto produjo el surgimiento de un discurso que buscaba la "purificación" de l.a
administración pública. En suma, la purificación del Estado y las pugnas por
los cargos pGblicos fueron las dos caras de una misma moneda. De otro lado,

81. El Conci/lodor(Lima). "El Coociliador", S, 4, 1 de febrerode 1834,


82. EtT,llgn,fo d, Limo (Limo), ''El Je!c wp,.mo de IJ 1<pllblica, su, conciudadano,'',
756, 2defebtcrode 1835.
83. Manuel Mené.ndet, Monijksto, rc{lllació,i docim1ttUada (Lfma: Imprenta de Josd
Masías, l84S).
84, El Com,rclo(Lln1aJ, "CoruejodeEstado". 1,64'1 , 22 denoviembre de 1844.
VIOU!NCIA Y LllOITIMIOAO: LAS REVOLUCIONES 299

esta relación enttC la revolución y los cargos públicos creaba un fuerte sistema
de patronazgo, lo que estableció una relación de dependencia segón el número
de favores que un caudillo podía dar a su gente. Aun así, la relación fue en
muchos casos' d�il.15 ya que los lazos de dependencia se ataban y desataban
a gran velocidad."

El papel de los militru,es en la política

La pugna por la presidencia se daba en gran parte entre los oficiales. Aun
así, los conflictos dentro del ejtrcito no implicaban el uso gratuito de la violencia,
Todo lo contrario: la violencia gozaba de legitimidad dentro de ciertas reglas
de juego. Los militares se veían a sí mi.smos como la fuente de la estabilidad
y el orden, y se sentían con derecho a apelar a la fuerza y cambiar.el gobierno
cuando el ejtrcito y el pueblo se sintieran disconformes con el gobierno de
turno. La visión que tenían de sí mismos era Ja de una elite que representaba
al pueblo. una suene de "pueblo en armas".n Y como sus crndenciales
provenían de sus actos en las gucmis de independencia y las sucesivas guerras
civiles, no sólo eran guerreros, sino también padres fundadores dela palria y
-n el caso de las guerras civiles- defensores del honor peruano.
Gamarra es el mejor ejemplo de todos: su carrera heroica comenzó en
las guerras de independencia y se extendió en las guerras internacionales y
civiles. Su popularidad aumentó JrCmendamente en la guerra con Bolivia de
J 829, cuando derrocó al regimen de Sucre y firmó el tratado de Piquiza con el

8S. Las alianzas políticas no fueron siempre de índole otilicari&. 81 hotior t6mbi6n era uo
faciorquc se tomaba en ¡:ucntL Vk$e, por ejemplo, el ctsodcl escritor Segura en Luis Alberto
S4nche� El stñor �,1,ra, 2()4.20S.
86, Ou.nnte su rebelión con1ra-Ot1:iegos.o, S alavcrry tprcnd)d en carne propia que much»
lealtades mn efimetaS y oportunistas. El ca.so del general colombiMo Delgado y su relación
con el general Salaverry, TCHJta lu dificuJtlSd.cs que teoía la re1.Dei6n patrón--clicnte, Cuando
Salaveny se convini6 en jefe supremo de la revolución, Delgado le pidió un pue$to en el
ejército, Salavcny le dio uno en el Tribunal dc:1 Cuentes Porque era demasiado viejo )'11 para
combatir. pero Delgado le traicionada mú tarde escribiendo una cana a Lage.ntedeJ..ambaycque.
en laque los incitaba a que se rebelenncontra s.u liran{a. Manuel Bilbao, HltlQria dtl&tntrol.
18&-189.
87. Véase, por ejemplo, a Franf()is GUC1TD, Mixieo, '¼>l. l. (99.
300 CRISTÓBAL AUOVIN DE LOSADA

presidente boliviano, que favoreció al Penl. Sin embargo, su actuación ca las


guerras con laGran Colombia no favoreció su imagen como gran guerrero y
tuvo, más bien, que defenderse del cargo de haber traicionado al presidente
La Mar en la batalla de Portete de 'I:arqui." Como presidente buscó otm
guerra con Bolivia, a comienzos de los años treinta, pero l.a oposición liberal
en el congreso frenó sus ambiciones militares. Los legísladores recordaban a
un Napoleón y a un Bolívar, hambrientos de poder, y temían queGamarra se
convirtiera en una figura páblica muy poderosa, que luego sería dificil de
contener, A finales de la década de IS30.Gamarra nuevamente se convi.rtió
en presidente gracias a la victoriosa campaña contra la Confederación Pera­
Bolivianá. Vemos, pues, que como jefe militarGamam, utiliió al ejército para
saltar a la palestra polftica.
La guerra civil e internacional durante la Confederación creó una nueva
aristocracia guerrera:los oficiales victoriosos de Yungay. Estos oficiales, que
habían dirigido la lucilo coatra Santa Cruz, se veían a sf mismos como héroes
nacionales y fueron. de hecho, idolatmdos por el ejército y por el Estado ea
general. Gamarra; que había recibido la mayor atención y por ende los mayores
beneficios, apoyó el mito de los héroes de la guerra contra la Confederación.
Sin embargo, y tal como pasara con los capítulados después de la independencia.
los ofic(ales de Santa Cruz fueron reincorporados al ejtrcito. No tuvieron
que esperar mucho. Con la muerte de Gamarra en 1841, Menéndei, el
presidente en funciones, llamó a los oficiales exiliados a que se unieran al
ej6rci10 después de la invasión boliviana del departamento sureño de Puno.
Mentndez tambitn pensaba que iba a necesitar de estos oficiales para socavar
a La Fuente, quien estaba ganando poder como comandante en jefe del ejército
del sur. Sin embargo, al igual que los capitulados, los ex-oficiales de Santa
Cruz iuvieron que enfrentar el cargo de haber traicionado a la nación peruana.
Ellos sortearon esta dificultad gracias a que 1.as revoluciones requeóan· de
oficial�s, por lo que su experiencia y contactos los hacían imprescindibles en
tiempos convulsionados.
Los oficiales siempre temían adquirir una mala reputai:ión, ya que su
poder e ingresos provenían del ej6rcito. Su reputación y honor solían ser
discutidos abiertamente en los diario� y tenían que defenderse en los debates

88:. Santiago Távara. His1or1·a, S 1-56,


VIOLEl<CIA Y L.EOITIMIDA.0: LAS Rl!VOLUCIOllllS 301

pllblicos. Pero tste no era sólo asunto de generales, sino también de oficiales
de rango medio y bajo. Todos temían ser excluidos del ascenso si no contaban
con un historial l.impio y heroico. En 1840, en una cana abierta al periódico
limeño El CQmercio, erteniente coronel Jost Ponce defendió su conducta en
las batallas libradas en Ancash contra Santa Cruz, pues se hablan escuchado
versiones poco halagüeñas de sus actos "heroícos". Ponce acudió en su
defensa a sus oficiales superiores, Montoya y Torcico, para que dieran
testimonio d.e su conducta pasada, además de mostrat registros oficiales al
periódico." De esie modo esperaba haber defendido su honor y también su
carrera y sus ingresos.
La culrurajacobino-caudillesca, basada en una suene de aristocracia de
la espada, creó la figura del líde, militar. Los oficiales no sólo tenían derechos
especiales, sino también deberes cruciales que cumplir que iban más allá de
la defensa de la nación de los enemigos externos: tenían que salvar a la
rep6blica de lós malos elementos y de la anarquía. Seg6n sus defensores, el
cue.rpo de oficiales constituía lo mejor de la sociedad porque sus miembros
luchaban por la nación y no estaban divididos por inte,eses particulares, como
si ocuróa con los civiles y sus vidas pllblicas y privadas. Sí los militares eran
los mejores ciudadanos, era porque su primera prioridad era el bien comán.'°
La facultad extra y anticonstitucional de participar en la revolución halló su
legitimidad en l.o que el general La Fuente llamarla la voz del pueblo y del
ejército. Los militares. decía, tenían que someterse no sólo a los dictámenes
de la opinión p,lblica sino tambitn a los del ejército. La Fuente describía a los
militares que derrocaron a La Mar en· 1829 como los representantes de los
intereses del ejtrcito y del pueblo, y defendió su participación en el golpe de
Estado como una cuestión de deber y honor militar. Un general jamás debla
omitir el sacrificio en ams de la república. Los medios no imponaban si los
fines eran sagrados. Esto implicaba el uso de la fuerza contra un gobierno
que se llamaba a sí mismo constituoional, pero que eta conupto en la práctica.
Sin embargo, este llamado de la gen1e y el ejército exigía una duración limitada
del uso de la fuerza: sólo penni!fa el derrocamiento del gobiemo de tumo, y de

89. El Comtrdo (µm-,), "Mis compaficros de armas y compatriotas de la l'C$ta.urad6n del


Penl en el al!o de 1839", 391!. IS de setiembre ele 1840.
90. La V,nlod (Lina), "La Verdad", 1. 12 de diciembre de l832.
'.l02 CRISTÓBAL AUOVIN OE LOSADA

allluna convocatoria al congreso y a las elecciones presidenciales. En otras


palabras, los militares 1enfan como fin formar un orden constitucional nuevo y
limpio. No aspiraban a erigir ninglln tipo de dictadura, en el sentido moderno
de la palabra."
La revolución de Salaverry, una de las mís crueles y violentas, no escapó
a la lógica de la doble representación, en la cual el lfder revolucionario debla
interpretar dos voces desc<>nlentas: la del pueblo y la del ejército. La primera
se dejaba oír en los debates públicos: era la opinión pllblica. &ta era escuchada
a iravts de los medios de comunicacióo, como los periódicos y panfiet0s. En
cambio, la voz del ejtrcito era escuchada a través de la articulación de
contae;tos interpersonales antes que a llravés de la prensa. Salaverry vela y
e�uchaba a los viejos oficiales. El diario limeño El Voto Nacional argüía
que la revolución era respaldada por dos grupos: el de la mejor gen.te (y "no ...
la hez impura de la nación, sino ... los sujetos más distinguidos por el rango
que ocupan en la escala social"} y el ejército (la "columna firme del honor
MCÍQnal")," :S.Sta !Jq)>Je �p��e!!t�ión nq n�cesiiaba tomar en C\!�nta �I
deseo de la mayoóa, como Jo exigía la consliroción, sino sólo el de la pane
más dislinguida de la sociedad, como Iinsisúa Felipe Pardo y Aliaga. En el
manifiesto que justificaba la rebelión de 1835 contra el presidente Orbegoso,
Salaverry paradójicamente screttataba a sf mismo como el defensor del orden
constirucional y de la jerarqufa militar.., De este modo, tanto él como los
demás oficiales diseñaron una legitimidad política para pa{ticipar en ella, en la
cual se velan a si mismos como la voz genuina del pueblo y del ejército en pos
de la salvación de la república.

91. El Republicono(Arequlpo), "Re¡,Qbllca del Penl. Mini01erio de Gcblcmo y Relaciones


Extcrlore,(ca,adcGoblcmodeLima6clejunlocle 1829,circular 129)",4, is:20dejuniodo
1829.
92. El Voto Nocio110/(Uma), 89. 26 de febmo de t83S.
93. E/Tellgrofo d, Umo(Umll), 156, 28<1e feb,.,,,de 1835, 7S7, 4 de mano dé 18JS.

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