Está en la página 1de 4

Visión Mundial para la Familia

La iglesia en las casas

LECCIONES PARA NUEVOS CREYENTES 10

DISFRUTAR LAS RIQUEZAS DE LA SALVACIÓN DE DIOS

Filipenses 2: 9-11

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la
tierra, y debajo de la tierra;  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre.

Colosenses 1: 16-17

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue
creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

Las bendiciones que disfrutamos en la salvación de Dios son muy ricas. Dios mismo, Cristo y el
Espíritu Santo son nuestra porción. La muerte y resurrección de Cristo, su glorificación, que él haya
recibido autoridad sobre las cosas en el cielo y en la tierra y que él haya trascendido por sobre
todos sus enemigos, todo ellos es nuestra porción. Obtuvimos todo esto en el momento en que
fuimos salvos, sin embargo, debemos rendirnos a fin de disfrutar estas bendiciones.

Si nunca nos hemos rendido al Señor, no tenemos manera de disfrutar al Dios Triuno, aunque
more en nosotros. Tampoco podemos experimentar la misteriosa muerte del Señor y su gloriosa
resurrección, y el Espíritu Santo no tendrá manera de guiarnos a estas experiencias.

Aunque hemos ascendido con él y estamos sentados juntamente con él en lugares celestiales,
seguiremos siendo personas terrenales en nuestro vivir practico si no estamos consagrados.
Aunque la victoria del Señor es nuestra porción, permanecemos en nuestros fracasos si no nos
rendimos a él.

El Señor ha recibido la autoridad sobre todas las cosas en los cielos y en la tierra, y esta autoridad
también nos ha sido dada.

Efesios 1: 21-23

Sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo
en este siglo, sino también en el venidero;  y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por
cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,  la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena
en todo.

Sin embargo, a fin de disfrutar y experimentar esta autoridad debemos estar rendidos. Si no nos
entregamos al Señor y permanecemos firmes en él, tendremos su autoridad posicionalmente,
pero no en experiencia ni en realidad.
Todo lo que el Señor logro por nosotros es nuestro; no obstante, para experimentarlo debemos
estar rendidos.

El estar consagrado, rendido, es una entrada, una puerta. Si no pasamos por esta puerta,
permaneceremos afuera; seremos incapaces de ver y participar de las riquezas que hay adentro.

La única forma de disfrutar de lo que hay dentro de una casa es entrando por la puerta. La
rendición es la puerta de entrada para experimentar todas las riquezas en la salvación de Dios.

El que no haya entrado por esta puerta no puede experimentar de manera practica de la salvación
de Dios.

UNA RESPUESTA AL AMOR DE DIOS

Cada creyente a recibido el amor de Dios, el cual es inmenso.

Romanos 5: 5

Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones


por el Espíritu Santo que nos fue dado.

Ac nos dice que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu
Santo.

2 Corintios 5: 14

Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos
murieron.

Aquí se nos dice que el amor de Cristo nos constriñe. Nosotros merecíamos morir y perecer. No
obstante, el Señor murió por nosotros. El amor que llevo al Señor a morir por nosotros nos
constriñe. Es imposible que como hijos de Dios no seamos conmovidos o constreñidos por este
inmenso amor del Señor. No podemos si no responder a este amor que nos conmueve y nos
constriñe.

El amor de Dios nos constriñe interiormente cuando él requiere algo de nosotros. El amor de Dios
nos lleva a responder a las demandas de Dios, diciéndole: Estoy dispuesto a ofrecerme a ti.

Aunque no tengo nada más que mi terrible yo, lo único que puedo hacer es ofrecerme a ti por
completo. Presentarnos a Dios de esta manera es una respuesta a su amor.

Romanos 12: 1

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Esto es al amor de Dios que nos constriñe y lo que él requiere de nosotros. Por este amor,
deberíamos responder a Dios y decirle no tengo manera de recompensarte por tu amor; cualquier
pago esta más allá de mi alcance. Tan solo puedo presentarme ante ti.

Cuando alguien expresa su amor por nosotros, ¿Cómo no corresponderle? Queridos santos hemos
recibido de Dios tan inmenso amor, ¿Cómo no corresponder al amor de Dios?

EL DERECHO QUE DIOS MERECE

Ofrecernos a Dios es también otorgarle el derecho que él se merece con relación a nosotros.

1 Corintios 6: 19-20

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Aquí se nos dice que no somos nuestros porque hemos sido comprados por precio. Este precio es
la sangre preciosa que el Señor derramó en la cruz. El Señor nos compró con su sangre, él tiene
autoridad sobre nosotros y le pertenecemos, así como nosotros somos dueños de todo aquello
por lo cual hemos pagado.

Aunque Dios nos ha comprado, es posible impedirle disfrutar su derecho sobre nosotros si no
estamos de acuerdo con que él nos use. Por esta razón es necesario que nos rindamos.

La rendición equivale a permitirle a Dios tener el derecho que se merece.

Necesitamos decirle: Señor, puesto que me compraste por precio, no me pertenezco a mi mismo;
soy tuyo. Te cedo toda autoridad. Soy tu esclavo por amor. De ahora en adelante tú tienes la
autoridad sobre mi y me entrego a ti para siempre. No quiero huir ni actuar ilegalmente.

Romanos 14: 7-8

Porque ninguno de vosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor
vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del
Señor somos.

Cada uno de nosotros le pertenece a Dios. Le pertenecemos no solo mientras vivimos sino
también después de morir.

Necesitamos rendirnos a Dios en reconocimiento de su autoridad sobre nosotros y como una


indicación de que le permitimos tener el derecho que él se merece. Nuestro consentimiento a la
autoridad que Dios tiene sobre nosotros se debe a que su amor nos constriñe y a que él pagó el
precio para comprarnos. Todo creyente nuevo debería mostrar tal disposición delante del Señor.

Visión Mundial para la Familia

La iglesia en las casas

También podría gustarte