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Restauracion de Rios y Riberas
Restauracion de Rios y Riberas
B B'
A'
COEDICIÓN
MADRID, 2001
FUNDACIÓN CONDE DEL VALLE DE SALAZAR
E.T.S. de Ingenieros de Montes
Ciudad Universitaria
28040 - Madrid
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Ediciones Mundi-Prensa
I.S.B.N. 84-7114-969-9
Imprime. Joyra
Este libro trata de cubrir un vacío bibliográfico existente en nuestro país, dentro
del ámbito de la restauración de los ríos y las riberas.
Los Autores.
AGRADECIMIENTOS
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1. INTRODUCCION
Los ríos han sido los ecosistemas más aprovechados por el hombre a lo largo de su
Historia, suministrando agua, pesca, etc. siendo su característica más atractiva la del
movimiento unidireccional de la corriente, constituyendo un recurso renovable, un sistema
rápido de transporte y de remoción de deshechos, y una fuente potencial de energía.
Son muchas las actividades humanas que alteran los componentes de los ecosistemas
fluviales (Boon, 1992) (ver Tabla 1.1), y cada vez en mayor medida estas actividades afectan
a superficies mayores, a grandes distancias desde donde se producen, y con mayor intensidad
en función del creciente poder tecnológico y de desarrollo de los países.
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La agricultura de regadío y las plantaciones de choperas ocupan con mucha
frecuencia en nuestros ríos las riberas y llanura de inundación de estos, llegando hasta la
misma orilla del cauce y provocando erosiones de márgenes y disminución de la fauna
asociada a las aguas, especialmente de las aves.
Tabla 1.1.- Principales actividades humanas que afectan a los sistemas fluviales
Inter-cuenca:
- Contaminación atmosférica y Deposición ácida
- Transvases entre cuencas.
Intra-cuenca:
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1.2. NECESIDAD DE RESTAURAR Y CONSERVAR LOS SISTEMAS
FLVUIALES
Hoy día, aparece cada vez con más frecuencia entre los científicos, gestores y
políticos, a nivel internacional, el concepto de "desarrollo sostenido", aceptando la
necesidad de adecuar el aprovechamiento de los recursos naturales a su mantenimiento y
conservación, reconociendo la utilidad, incluso en términos económicos, de seguir las leyes
de la Naturaleza (mantenimiento de los proyectos sin costo adicional) en lugar de
contradecirlas (gastos de mantenimiento de los proyectos periódicos, a veces muy superiores
a los de realización de los mismos).
Son varios los motivos que podemos aludir para justificar la restauración y
conservación de los sistemas naturales, entre ellos los que aparecen en la Tabla 1.2.
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Tabla 1.2.- Motivos para la restauración de los ecosistemas naturales (Boon, 1992).
2. Valor práctico (ej. control de la erosión, potencial terapéutico, potencial genético para especies
cultivadas, etc.)
4. Investigación científica.
5. Educación.
7. Consideraciones éticas.
Tabla 1.3.- Recursos y valores que ofrecen los ecosistemas fluviales naturales.
1. Agua
2. Movimiento y energía
6. Sedimentos aluviales
8. Valor paisajístico
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El régimen de caudales resultante configura una morfología de los cauces variable y
dinámica, e impone unas características hidráulicas dentro del rio, a las que se adaptan las
comunidades biológicas teniendo en cuenta su variación en el sentido transversal, desde el
centro del rio hasta las orillas, y su variación en el sentido longitudinal, desde la cabecera
hasta la desembocadura.
A estas tres dimensiones espaciales del río es necesario incorporar una cuarta
dimensión, el tiempo (Amorós et al., 1987; Ward, 1989), que tiene especial importancia en
las aguas quietas, meandros abandonados, etc., pero que el río en movimiento rejuvenece de
forma constante, retrasando procesos de colmatación típicos de sistemas acuáticos sin
corriente, aunque ejerza un efecto notable en la geomorfología, hacia perfiles más estables
a escala geológica.
Figura 1.1.- Concepto multidimensional del río, indicando su conexión con el medio
hiporreico y la ribera, en un contexto espacio-temporal.
Este concepto del río, como sistema dependiente de su cuenca vertiente, y con las
tres dimensiones espaciales unidas al efecto del tiempo antes apuntadas, es el que debe de
regir en la gestión y planificación hidrológica, y en el diseño de la restauración y
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conservación de los ecosistemas fluviales.
Para la restauración y conservación de los cauces fluviales habrá que tener presente
la necesidad de restaurar y conservar no solo la "estructura" de cada componente del río sino
también su "función", permitiendo las interrelaciones mutuas entre ellos.
Indudablemente la perspectiva del hidrólogo es muy útil para el diseño de los cauces,
proponiendo estructuras estables frente a la fuerza de la gravedad, tensión de arrastre y
energía de la corriente, etc. Atendiendo a las leyes físicas se pueden deducir fórmulas o
modelos teóricos para el cálculo de tales estructuras, y en la práctica darles solución quitando
grados de libertad al río, para reducir el número de variables a calcular o predecir.
Es pues necesario unir a la visión del hidrólogo la perspectiva biológica de los ríos,
teniendo así un enfoque mucho más completo del medio fluvial y más información para
elaborar los proyectos de restauración, tomando siempre ejemplo de la propia Naturaleza.
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Figura 1.2.- Distinta percepción del río del ingeniero hidráulico y del ecólogo (modificado
de Gordon et al. 1992 y Osborn y Anderson, 1986).
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2. ANTECEDENTES A LA RESTAURACION Y CONSERVACION
DE LOS RIOS
La Historia del hombre puede decirse que va unida a la utilización más o menos
intensa de los ríos, aprovechando directamente los recursos que éstos ofrecen (agua, pesca,
medio de transporte, energía, recreo, etc.) para multitud de usos, por las diferentes
sociedades y culturas.
Con el desarrollo de las primeras industrias y el comercio, los ríos son intensamente
utilizados como medio de transporte, y a tal fin se realizan en los países más avanzados de
Europa y Norte América, durante los siglos XVIII y XIX, diversos trabajos de canalización
y control del calado mediante la estabilización de márgenes.
Así se llega hasta mediados de este siglo, con grandes acometidas de transformación
de los grandes ríos a escala mundial, siendo un ejemplo de ello el número de presas
construidas y la intensificación de la regulación del régimen de los caudales.
Croome et al. (1976) han estimado que para el año 2.000 aproximadamente el 66 %
del total del agua que circula por los ríos estará controlada por presas y embalses, habiendo
sido calculada por el Comité Internacional de Grandes Presas (1973) una tasa media de
construcción de presas a nivel mundial de 2 por día.
España no ha sido ajena a esta regulación del agua en los ríos, teniendo en la
actualidad un número de presas construido superior a 900 (DGOH, 1986), con una tasa de
construcción más acelerada durante los años 40-60. Asimismo, los trabajos de canalización
y dragado de los ríos se han acentuado en las últimas décadas, tratando de fomentar el uso
de las tierras adyacentes a los ríos (llanuras de inundación) fundamentalmente para la
agricultura, fin para el cual también se han acometido trabajos y programas de drenaje de
los suelos o puesta en regadío, causando graves problemas de descenso del nivel freático y
salinización.
Pero no es hasta los años 60-70 cuando empiezan a estudiarse los ríos desde un punto
de vista biológico, apareciendo los primeros tratados básicos de Ecología Fluvial (Hynes,
1960; 1970; Whitton, 1975; Oglesby et al., 1972, etc.).
Va surgiendo así una gran bibliografía que documenta las características, estructura
y funcionamiento de los ecosistemas acuáticos, sintetizada en obras recientes como la de
Naiman y Décamps (1990) y Calow y Petts (1992) entre otras, paralela a la que estima su
capacidad de recuperación frente a las intervenciones humanas (Yount y Niemi, 1990).
A partir de entonces, y dado el creciente interés surgido por las zonas de ribera ante
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su progresivo deterioro, surgen cada vez con más frecuencia reuniones o conferencias
interdisciplinares para tratar la gestión de los hábitats riparios compatible con su
funcionamiento ecológico y conservación, plasmados en las publicaciones de Johnson y
McCormick (1978), Warner y Hendrix (1984), Johnson et al. (1985) o Gresswell et al.
(1989).
Con relación a las riberas de los ríos españoles, en general han sido muy poco
estudiadas, siendo muy escasa la bibliografía disponible acerca de su tipología,
funcionamiento y principales causas de alteración por actividades humanas. No obstante, en
los últimos años se aprecia una mayor preocupación por su estado de deterioro, habiéndose
procedido en algunos casos a su restauración, a veces sin demasiado éxito.
Quizás los trabajos de Fernández Aldana (1983) sobre los Sotos y Riberas de La
Rioja y de Montserrat (1982) sean las referencias que pueden considerarse más pioneras en
el estudio de las riberas en nuestro país, existiendo hoy día estudios completos como el de
Heras y Morante (1989) sobre los ríos alaveses, Onaindia et al., (1987) sobre los ríos
vizcaínos, González del Tánago et al., (en prensa) sobre la Cuenca del Segura, y otros
muchos dentro del campo de la fitosociología, recogidos en la publicación de Arco y
Wildpret (1987).
También con un sentido amplio, recogiendo los diferentes aspectos que configuran
las riberas (hidrología, vegetación, dinámica fluvial, ecología acuática, etc.), pero con un
carácter aplicado a la restauración de las riberas, es interesante citar la publicación del
CEDEX (1988), donde también se contemplan los aspectos legislativos sobre riberas en el
ámbito nacional y del Consejo de Europa.
Mención especial requiere el trabajo de Sterling (1990) sobre los valores ecológicos
de los sotos y bosques de ribera, estudiando el caso del río Guadarrama. En dicho trabajo se
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establece una metodología para abordar el estudio de la vegetación ripícola, su composición
y estructura, su relación con la morfología del cauce impuesta por determinadas variables
hidrológicas de la cuenca vertiente, y su capacidad de acogida para la avifauna y los
ropalóceros, habiendo realizado algunos trabajos anteriores sobre este mismo tema (Sterling,
1984; Viejo et al., 1985).
Finalmente, otro trabajo relacionado con el estudio de las riberas en España, en este
caso en la Cuenca del Duero, es el realizado por González del Tánago et al. (1992), donde
se analiza el estado actual de las zonas riparias de los principales ríos de esta cuenca, en
cuanto a su vegetación y grado de ocupación, y se proponen las bases para su restauración y
conservación.
Así mismo se organizan cada vez con mayor frecuencia Congresos, Seminarios o
Grupos de Trabajo internacionales (York, Inglaterra (1990) sobre Manejo y Conservación
de los Ríos; Lund, Suecia (1991) sobre Restauración de Ríos de llanura; Rosenheim,
Alemania (1992) sobre Gestión y Restauración de Ríos; Leicester, Inglaterra (1993) sobre
Bases Ecológicas para la Gestión de los Ríos; Berkeley, USA, sobre Procesos Físicos en el
manejo de los Ríos, etc.), donde se trata de poner en común diferentes enfoques o
perspectivas, y de los que se puede concluir la necesidad de poner a disposición de los
técnicos y políticos, de forma sencilla e inteligible, toda la documentación científica hoy día
disponible, para llevarla a la práctica en la planificación, diseño y ejecución de los proyectos
sobre ríos.
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3. EL RIO Y SU CUENCA VERTIENTE
Al estudiar los ríos es necesario mantener presente el origen de las aguas y de los
sedimentos que por ellos discurren, y por ello necesitamos considerar siempre las
características de su cuenca vertiente.
Figura 3.1.- Ciclo hidrológico del agua (según Dunne y Leopold, 1978).
El esquema simplificado del ciclo hidrológico (Fig. 3.1) nos permite analizar el
movimiento general del agua, considerando los procesos de precipitación, intercepción,
infiltración, evapotranspiración y formación de escorrentías, que dan origen al régimen
de caudales de cada río.
Tanto su forma de producirse (lluvia, nieve, etc.) como su cuantía dependen del
clima y región considerada, y para su formación es necesario que se condense el vapor
atmosférico, por enfriamiento de las masas de aire, y se produzca la caída de las gotas
de agua debido al incremento de su tamaño.
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Las variables de la precipitación que más interesan para su análisis hidrológico
son
Una parte del agua caída en las precipitaciones es detenida por la vegetación o
cualquier forma de cobertura del suelo, mediante el proceso de la intercepción.
El agua infiltrada y retenida por las partículas del suelo constituye la humedad
del suelo, que es absorbida por las raíces de las plantas y devuelta en gran parte a la
atmósfera mediante el proceso de la evapotranspiración. La evaporación es un proceso
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físico, que se produce a partir del agua libre, y la transpiración es un proceso biológico
que realizan las plantas para su funcionamiento interno. Ambos se producen de forma
continua, con o sin precipitación.
Siempre que el suelo está en capacidad de campo, o con mayor cantidad de agua
hacia la saturación, la evapotranspiración tiene lugar al nivel máximo potencial
(evapotranspiración potencial), y en este caso su cuantía depende de las condiciones
meteorológicas (temperatura, humedad atmosférica, energía radiante, viento, etc.) de la
atmósfera circundante.
Figura 3.2.- Diagrama de flujo de los distintos procesos hidrológicos desde la precipitación a los caudales
circulantes por el río..
La evaporación del agua desde los mares u océanos (lagos o embalses) cierra el
ciclo hidrológico, mediante el paso del agua líquida nuevamente a fase de vapor,
esperando su posterior condensación por enfriamiento de las masas de aire cargadas de
humedad y desplazadas sobre la superficie terrestre.
Las partículas de suelo pueden quedar expuestas al efecto erosivo de las aguas,
tanto por la lluvia directamente como por las escorrentías generadas, y así ser
transportadas hacia los cauces o quedar retenidas en las laderas.
Tanto las sales disueltas como las partículas sólidas erosionadas siguen
trayectorias similares a las del agua que las transporta, y así constituyen
respectivamente las propiedades fisicoquímicas de los caudales, y la granulometría y
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estructura física de los cauces.
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Finalmente, también como variable independiente a corto plazo es necesario
considerar la pendiente del valle por donde discurre el rio, que a su vez se hace
dependiente de los procesos de erosión y sedimentación fluviales cuando consideramos
el tiempo a escala geológica.
Aplicando estos principios a la restauración de los ríos, es evidente la necesidad
de identificar el origen de los problemas en los ríos, y reconocer si están originados por
actividades desarrolladas en las laderas o cuenca vertiente, o si proceden de actuaciones
dentro del propio cauce o llanura de inundación.
4. EL REGIMEN DE CAUDALES
4.1. INTRODUCCION
El régimen de caudales de los ríos es una de las características más alteradas por las
actividades humanas, no solo mediante su regulación en los cauces con embalses o
transvases, sino también con usos consuntivos (ej. regadío) y cambios de usos del suelo (ej.
deforestaciones, usos agrícolas, incremento de zonas urbanizadas, etc.), que alteran los
componentes del ciclo hidrológico acelerando las escorrentías.
El efecto de las presas es distinto según el uso a que se destinen, pero en general
puede decirse que ocasionan aguas abajo una disminución de los caudales punta. En el caso
de embalses destinados a la producción de energía hidroeléctrica, el régimen de caudales
generado aguas abajo se caracteriza por su gran fluctuación, respondiendo a los picos de la
demanda de energía. En el caso de los embalses para regadío el régimen de caudales se
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caracteriza por la disminución de las avenidas ordinarias, y el aumento de los caudales de
estiaje coincidiendo éste con el periodo de riego.
La morfología de los cauces, así como las distintas especies que habitan los ríos,
están adaptadas a un determinado régimen de caudales, que fluctúa de forma natural a lo
largo del año, y de unos años a otros.
Por otra parte, el problema de la calidad de las aguas está muchas veces relacionado
con una falta o escasez de caudal en el cauce, debido a un estiaje natural o, con más
frecuencia, a derivaciones del agua a canales para regadío o producción de energía eléctrica,
sin tener en cuenta el uso prioritario en ese caso de dilución de los vertidos o contaminación
orgánica, para mantener en el cauce un nivel aceptable para la vida acuática.
El estudio del régimen de caudales de un río reviste gran interés, no solo desde el
punto de vista de aprovechamiento de las aportaciones, o el control de las avenidas, sino
también para estimar los efectos de muchas actuaciones que lo alteran, como los embalses o
transvases, permitiendo la comparación del régimen existente antes y después de la
regulación.
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Expresa la cantidad media anual desaguada por la cuenca definida para una
determinada sección, y da una indicación del tamaño de la cuenca y de su régimen
hidrológico.
Puede calcularse a partir de los caudales medios diarios, como media aritmética de
estos, expresándose en m3/seg. También puede calcularse dividiendo el volumen anual
desaguado, o aportación anual, en millones de m3 (Hm3), por el número de segundos de un
año, igual a 31.536 x 106.
El caudal medio diario es el caudal que, si se mantuviera durante las 24 horas, daría
el mismo volumen de agua que el observado ese día. Con este razonamiento, el caudal medio
anual es un valor que, mantenido de forma constante a lo largo de todo el año, daría la
aportación anual.
Para cada año se obtiene así un valor del caudal medio anual. Cuando se dispone de
datos de varios años se puede estimar la media aritmética de los caudales medios anuales, y
obtener así un valor promedio para dicho periodo, o módulo anual.
El caudal medio anual tiene una relación directa con la superficie drenada, según se
indica en la Figura 4.1, ya que el volumen de agua que recibe una cuenca por precipitación
aumenta progresivamente con su superficie (a veces de forma lineal), y también lo hace el
volumen de agua retenido en la cuenca y devuelto a la atmósfera por evapotranspiración.
Figura 4.1.- Relación entre el caudal medio anual (expresado como aportaciones) y la superficie vertiente en el río Ebro.
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Cuando se alteran las condiciones de respuesta de la cuenca, mediante regulación de
caudales, cambios de uso del suelo que implican aumento o disminución de las escorrentías,
etc. se pueden observar estas mismas relaciones entre caudal y superficie vertiente truncadas,
en este caso no en el espacio, al pasar de una zona homogénea a otra, sino en el tiempo, antes
del tratamiento y después, pudiendo ser un buen procedimiento para su evaluación, como se
ha propuesto para el caso del estudio de la emisión de sedimentos por los caudales (Dunne,
1978).
Variabilidad temporal. -
En las zonas áridas o semiáridas existe una variabilidad muy alta tanto en las
precipitaciones como en las escorrentías o caudal medio anual, en este último caso debida a
las variaciones en la cuantía y en la distribución de las lluvias de unos años a otros.
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Figura 4.2.- Coeficiente de variación de los caudales y aportaciones medias anuales, en ríos de todo el mundo y de zonas
semiáridas (Gordon et al., 1992).
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Figura 4.3.- Variabilidad de la escorrentía anual en 126 países de todo el mundo y en ríos de Europa (Gustard, 1992).
Si estos periodos sin agua son predecibles en el tiempo por los organismos acuáticos,
produciéndose cada año de forma similar, permitirán la existencia de determinadas especies
capaces de sobrevivir a dicho estiaje, coincidente con alguna fase de su desarrollo más
resistente a la sequía.
Pero si la duración y frecuencia de estos periodos sin corriente son muy variables de
unos años a otros, debidos a una sequía extraordinaria o, más frecuentemente, a una
regulación por embalses, pueden ser la causa de la desaparición de muchas especies, no
existiendo ciclos biológicos adaptados a tales fluctuaciones impredecibles.
Estadísticos mensuales. -
Cálculos similares a los comentados para los caudales anuales pueden hacerse con
caudales mensuales, estimando el caudal medio mensual (media aritmética de los caudales
medios diarios de cada mes) y los módulos mensuales para un determinado periodo de años,
con sus respectivos coeficientes de variación.
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El estudio de los caudales medios mensuales a lo largo del año permite conocer la
evolución de estos en cada periodo hidrológico. Con su representación gráfica se pueden
analizar fácilmente las variaciones estacionales, diferenciando tipos de regímenes según los
máximos se produzcan en el periodo de lluvias (régimen pluvial), en el periodo de deshielo
(régimen nival), o en ambos (régimen pluvio-nival) (Figura 4.4 y 4.5).
Figura 4.4.- Régimen de caudales del río Cega en su cabecera, de tipo pluvio-nival.
Figura 4.5.- Régimen de caudales del río Águeda en su tramo medio, de tipo pluvial.
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cuyo valor próximo a la unidad indica un régimen uniforme a lo largo del año, mientras que
un valor pequeño o próximo a cero indica un carácter intermitente o efímero del cauce.
Dicho índice puede verse muy alterado por la regulación del régimen por embalses, que
alteran drásticamente los niveles mínimos.
Predictibilidad. -
Por ejemplo, la puesta de los salmones tiene lugar en invierno, cuando de forma
natural se producen elevados caudales en los ríos que mantienen los frezaderos limpios de
partículas finas y bien oxigenados, coincidiendo con temperaturas frías que elevan el nivel
de saturación de oxígeno disuelto en las aguas. El hecho de que estos caudales altos se
mantengan de un año a otro en dicha época asegura el mantenimiento estable de las
poblaciones de salmones, mientras que en las zonas donde ello se produzca unos años sí y
otros no, puede resultar un factor limitante para las mismas.
Colwell (1974) establece tres tipos de medidas para describir las fluctuaciones
temporales de los fenómenos físicos y biológicos, definiendo los siguientes conceptos:
- Predictibilidad, como medida del grado de certidumbre en conocer el estado del fenómeno,
en un determinado momento. Puede considerarse que integra dos componentes o aspectos,
la constancia y la contingencia.
- Constancia es la medida del grado en que un determinado estado del fenómeno se repite
año tras año (ej. el estiaje, o las avenidas ordinarias).
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predecibles, estacionales, o impredecibles, sin estacionalidad, y con ello evaluar el efecto de
la regulación de los caudales, que altera no solo la magnitud y frecuencia de estos, sino su
secuencia en el tiempo, disminuyendo en la mayoría de los casos su predictibilidad.
Este tipo de curvas con frecuencia se refieren a los valores mínimos anuales, para
detectar la frecuencia de dichos caudales mínimos; o a los valores máximos anuales, para el
cálculo del periodo de retorno de las avenidas (Figura 4.6).
Tanto para el estudio de las avenidas (caudales máximos) como para el de caudales
mínimos, es necesario crear la serie de datos anuales (un valor extremo por año) y ajustar
una función de distribución de valores extremos, como la de Gumbel o cualquier otra similar,
a las frecuencias observadas calculadas según una de las fórmulas propuestas como la de
Weibull, m/(n+1), donde m es el rango de cada valor, y n el número de años de la serie.
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Con la fórmula de Weibull, u otra equivalente, se calculan las probabilidades de
excedencia o su inversa, el periodo de retorno a que corresponden, y estos valores se pueden
representar gráficamente para comprobar el grado de ajuste de estos a la función de
distribución seleccionada.
Dichas curvas pueden utilizarse para conocer la duración del periodo en que el río
suministra unos caudales mínimos para un tipo de requerimiento dado, como la dilución de
unos vertidos, el aprovechamiento hidroeléctrico, o la duración del periodo en que el caudal
se hace crítico para la supervivencia de algunas especies piscícolas, etc. (ver Figura 4.7).
Mediante dichas curvas podemos responder a preguntas como qué porcentaje del
año el río lleva unos caudales por encima de un determinado valor, planificando así el uso
del excedente; o cuántos días al año desciende por debajo de un determinado caudal,
presentando problemas debidos a la escasez de agua en el cauce, etc.
Con mucha frecuencia estas curvas se refieren a los caudales medios diarios,
obteniéndose así una descripción detallada de la variación de los mismos a lo largo del año,
aunque también pueden confeccionarse a partir de caudales medios mensuales, caudales
relativos a un periodo de 10-15 días, etc.
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en el año o periodo considerado.
Figura 4.7.- Curva de duración de los caudales del río Segre en Lérida.
En los ríos más estables la fluctuación de los caudales es pequeña, estando los
caudales mínimos bien alimentados por acuíferos, mientras que las avenidas se ven
reducidas por una elevada capacidad de almacenamiento en la propia cuenca vertiente,
debido a la presencia de suelos y rocas permeables, presentando en este caso curvas de
duración más tendidas; mientras que en los ríos torrenciales o en los efímeros, la pendiente
de la curva es mucho más acusada, indicando una gran diferencia entre los caudales de
estiaje, que pueden ser nulos, y los de avenidas, a veces de gran magnitud.
- Q50 es el valor de caudal excedido o superado por el río el 50 % del tiempo (año).
- Q90, Q95 son valores del caudal que se utilizan para reflejar los mínimos del río, superados
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el 90 y 95 %, respectivamente, del tiempo al que se refieren los cálculos.
Valores como Q30, Q10, pueden utilizarse como indicadores de los caudales de
avenida, relacionándolos con el tiempo en que la ribera está inundada, o como variable
relacionada con las dimensiones del cauce (ver apartado 3.3).
El análisis de los intervalos de estos caudales mínimos tiene un gran interés desde el
punto de vista biológico, considerando la posible adaptación de las especies cuando éstos
son predecibles y se concentran en un periodo consecutivo.
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Figura 4.8.- Representación gráfica de la secuencia de caudales mínimos, indicando la duración del
periodo y el déficit hídrico acumulado.
La duración del periodo de mínimos es la del periodo de tiempo en que el caudal del
río está de forma constante por debajo de un determinado umbral; y la cuantía del déficit es
el volumen de agua que sería necesario incorporar para mantener el río a este nivel crítico.
El caudal ejerce una influencia fundamental en todos los ríos. Como Walker y Thoms
(1992) establecen, el caudal es un elemento clave en el hábitat fluvial, una prescripción de
los requerimientos de la flora y fauna presentes en el rio a lo largo de sus ciclos biológicos,
que influye en la variedad de respuestas que ocurren después de las perturbaciones.
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El régimen de caudales de un río influye notablemente en los tipos de organismos
que alberga, diferenciando en primer término los ríos permanentes de los temporales o
efímeros, estos últimos donde solo pueden desarrollarse las especies adaptadas a superar un
determinado número de días al año sin caudal.
Para estimar el efecto que tiene la regulación de los caudales sobre las comunidades
biológicas de los ríos habrá que tener en cuenta no solo el efecto de la reducción o aumento
de su cuantía, sino también la alteración en la distribución temporal de dichos caudales y en
su predictibilidad, considerando tanto a las especies que viven dentro de las aguas (ej. peces)
como a las que dependen asimismo de la existencia y periodicidad de las avenidas (ej.
vegetación riparia).
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5. MORFOLOGIA Y DINAMICA FLUVIAL
5.1. INTRODUCCION
Figura 5.1.- Sección transversal del cauce, indicando los distintos niveles de las aguas.
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avenidas ordinarias, quedando la llanura de inundación fuera del cauce propiamente dicho
(concepto recogido en la Ley de Aguas).
En los tramos altos o sobre rocas duras dominan los valles de sección en V, y en ellos
la llanura de inundación es muy pequeña, llegando la vegetación terrestre casi hasta el borde
de las aguas, entremezclándose con las especies típicamente riparias.
Respecto a la dinámica, hay que tener presente la capacidad de ajuste del río a las
condiciones impuestas por los caudales procedentes del tramo de aguas arriba, y los procesos
más frecuentes de incisión del cauce, con aumento de la sinuosidad por mayor erosión, o los
de inestabilidad lateral, con disminución de la sinuosidad por mayor sedimentación.
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5.2. MORFOLOGIA FLUVIAL
El perfil longitudinal de un río describe la forma en que éste pierde cota a lo largo de
su recorrido, como se representa en la Figura 5.2.
En general los perfiles longitudinales de los ríos presentan una forma cóncava, con
la pendiente disminuyendo desde las zonas de mayor erosión de las partes altas, a las zonas
de mayor sedimentación de las zonas bajas. Ello permite establecer una función del tipo:
Sx = So e-ax
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Son muchas las variables que determinan la pendiente del cauce, entre ellas el caudal,
la carga de sedimentos y su tamaño. Por regla general la pendiente de los cauces disminuye
al aumentar la superficie de la cuenca vertiente, estando inversamente relacionada con la
magnitud de los caudales.
Para una misma superficie vertiente, la pendiente del cauce guarda una estrecha
relación con el tamaño del sustrato, pudiéndose generalizar una ecuación empírica de la
forma (Hack, 1957):
S = 18 ( d/Ad )0,6
donde S es la pendiente del canal (en pies por milla), d es el tamaño medio de los sedimentos
del lecho (en mm) y Ad es la superficie vertiente (en millas cuadradas).
La disminución de la pendiente hacia aguas abajo puede explicarse en gran parte por
la disminución del tamaño de los sedimentos al aumentar la superficie de la cuenca. Así,
respecto al diámetro de estos se puede plantear una ecuación similar a la formulada para la
pendiente:
dx = do e-bx
Existen varias razones que justifican la disminución del tamaño de los sedimentos
hacia aguas abajo, entre ellas los procesos de abrasión y clasificación por las aguas. Respecto
al primero, el tamaño de los sedimentos va disminuyendo al aumentar la distancia del punto
de origen, debido a su meteorización, fraccionamiento, desgaste por fricción, etc. A este
efecto se superpone el de las aguas, cuya capacidad de transporte efectúa una clasificación
de los sedimentos por tamaños, llegando a las zonas más alejadas o bajas del río los de menor
tamaño o de mayor facilidad de transporte.
El perfil longitudinal puede ser cóncavo cuando se producen descensos del nivel de
base del río principal, y existen procesos de erosión remontante que se transmiten por dicho
cauce y sus afluentes.
También se pueden presentar formas del perfil con la pendiente aumentando hacia
aguas abajo en ríos o arroyos de regiones semiáridas, donde el caudal medio disminuye
también hacia aguas abajo debido a su evaporación o a pérdidas por trasmisión en el cauce
(Gordon et al. 1992).
En líneas generales, la pendiente de los ríos tiende a ser mayor en tramos sobre rocas
duras, y más tendida en los tramos de sustrato menos resistente a la erosión.
36
humanas, indicando la sección crítica.
El trazado de los ríos se refiere al tipo de trayectoria que desarrollan en planta, y que
fácilmente puede observarse sobre una fotografía aérea.
- Trazado trenzado, que se desarrolla en tramos de mayor pendiente o cuando la carga sólida
es elevada, y se caracteriza por la formación de un curso de agua ancho y poco profundo,
que se divide en varios brazos dejando islas intercaladas, uniéndose hacia aguas abajo y
volviéndose a separar, a modo de trenzas.
37
Figura 5.3.- Diferentes tipos de trazados meandriformes (Church, 1992).
Las condiciones bajo las cuales se desarrolla un tipo u otro de trazado han sido
analizadas por numerosos investigadores, existiendo en la Naturaleza todo tipo de trazados
intermedios a los descritos.
S = 0,0125 Q-0,44
38
Figura 5.4.- Relaciones de pendiente y calado, diferenciando el trazado trenzado y meandriforme
en ríos naturales (Chang, 1988).
39
Figura 5.5.- Umbrales del trazado de los ríos definidos por la pendiente y el caudal sólido (en
Knighton, 1984).
40
Figura 5.6.- Trazado de los ríos en función de la erosionabilidad y facilidad de transporte de las
orillas (en Knighton, 1984).
Geometría hidráulica. -
41
a un determinado caudal, generalmente el dominante o de "bankfull".
w = Ca Qa
d = Cb Qb
u = Cc Qc
Qs = Cs Qd
donde Ca, Cb, Cc y Cs son constantes numéricas, distintas en cada río y en cada sección.
Ca * Cb * Cc = 1
a+b+c=1
42
Figura 5.7.- Relaciones de la geometría hidráulica en una sección de un cauce y el caudal
circulacte (en Dune y Leopold, 1978).
Respecto al caudal sólido, típicamente se dan valores del exponente "d" entre 2 y 3,
lo que significa que la carga de sedimentos crece más deprisa que lo hace el caudal.
43
Hacia aguas abajo:
En la gráfica de la Figura 5.8 se representan las relaciones entre las variables antes
apuntadas y el caudal medio anual, indicando una mayor pendiente en este caso para la
anchura.
a = 0,39 - 0,60
b = 0,29 - 0,40
c = 0,09 - 0,28
En este caso se observa una mayor variación de la anchura del cauce según se va
incrementando el caudal hacia aguas abajo, junto a una menor variación de la profundidad
y más pequeña o casi nula variación de la velocidad de las aguas. Respecto a la velocidad,
ello puede explicarse atendiendo a las variables relacionadas con ella, como son el calado,
que aumenta ligeramente hacia aguas abajo; la rugosidad, que disminuye; y la pendiente,
que lo hace en mayor medida.
Existen varias teorías que tratan de explicar la forma en que el río trata de ajustarse
o alcanzar este estado de equilibrio dinámico. Una de las más utilizadas es la propuesta por
Yalin (1976), basada en el principio de la entropía, según la cual los ríos ajustan su flujo y
geometría hidráulica para minimizar la tasa de trabajo efectuado, o la energía utilizada por
unidad de superficie, lo que equivale a minimizar el producto velocidad x pendiente.
44
Figura 5.8.- Relaciones entre el caudal dominante y la anchura máxima, profundidad media y
velocidad de las aguas, hacia aguas abajo.
45
Bajo estas hipótesis se plantea el concepto de "caudal dominante", que puede
definirse como el caudal que determina ciertos parámetros del cauce, como la longitud de
curvatura de los meandros; o el caudal que efectúa mayor trabajo en términos de transporte
de sedimentos. Mientras que el orden de magnitud del cauce puede venir condicionado por
caudales mayores, menos frecuentes, el mantenimiento de una determinada forma y las
características a escala menor están en general estrechamente relacionadas con caudales
inferiores, más frecuentes.
Figura 5.9.- Caudal dominante, definido por su magnitud y frecuencia (en Knighton, 1984).
46
La curva C es el producto de la curva A y la B, y refleja la cantidad acumulada de
sedimentos exportados en el periodo considerado en B, por cada caudal. El valor máximo
de esta curva indica el caudal que exporta una cantidad mayor de sedimentos, el que efectúa
un mayor trabajo en la sección considerada, denominado Qd. Si se compara este valor de
caudal con el que ocupa toda la sección transversal, se observa que ambos tienen un valor
muy similar, considerándose su valor como el del caudal dominante, o más representativo
del régimen de caudales en dicho tramo.
Según la Ley de Aguas, las "riberas" son las partes laterales del cauce que quedarían
entre este nivel y el de aguas bajas o de estiaje, quedando definidas exclusivamente por
criterios de forma de la sección transversal.
47
Figura 5.10.- Determinación de la sección del cauce ocupada por el caudal de bankfull (en
Knighton, 1984).
Pero en la mayoría de los casos, el efecto y conexión con el cauce continúa más allá
del extremo superior del cauce, existiendo una banda riparia conectada con la dinámica
fluvial, de anchura variable según la geomorfología del valle, pero siempre ilustrada con una
vegetación de ribera característica, que depende de la humedad freática y frecuencia de
48
avenidas del cauce (de periodo de retorno superior a 1,5-2 años). En estos casos la definición
de la ribera responde no solo a la sección transversal del cauce, sino a la del valle y a su
conexión hidrológica y biológica con el acuífero aluvial (Amorós et al. 1987), siendo en
estos ríos necesario ampliar el concepto de ribera establecido en nuestra Ley de Aguas.
La correspondencia a uno u otro tipo de ribera está relacionada con la forma del valle
Figura 5.11.- Geomorfología e implicaciones ecológicas de los ríos (Amorós et al., 1987).
y el tipo de trazado del cauce (Figura 5.11). En tramos de garganta o secciones en V cerrada,
apenas existe movimiento lateral de las aguas. Dichos tramos se refieren en condiciones
naturales a los de trazado recto con una cierta pendiente, que aparecen sobre rocas duras en
tramos altos o de garganta, o a los tramos encajados de muchos ríos meseteños con el caudal
regulado y escasa energía hidráulica. En ellos es pequeña la diversidad de hábitats en la
ribera, así como su producción en biomasa, y en estos casos podría aplicarse la definición
de riberas de la Ley de Aguas.
Como caso opuesto aparecen los tramos de trazado meandriforme, situados sobre
valles muy amplios y de escasa pendiente, donde el río abarca una gran distancia en el
sentido transversal de la corriente. Debido a la presencia del cauce existe en todo el valle un
nivel freático relativamente alto, formándose un gran espacio afectado por la dinámica
fluvial, con una evolución en el tiempo según la cual se van acentuando los tramos curvos,
o el río cambia de trazado abandonando meandros, formando "madres", galachos, etc., que
suponen una gran diversidad de hábitats creados por el propio río, teniendo una gran
producción en biomasa. En estos casos es necesario ampliar el concepto de ribera establecido
49
por la Ley de Aguas, abarcando toda la zona afectada por el río y ligada a su funcionamiento,
ocupando un espacio mucho más amplio que el relativo a las avenidas ordinarias.
Muchas de las obras hidráulicas o diseños de cauces fallan por no tener en cuenta de
forma suficiente la influencia de los sedimentos, y el hecho de que por los ríos circulan no
solo los caudales líquidos, sino que se mueven y distribuyen también partículas sólidas.
50
Tabla 5.1.- Clasificación del caudal sólido atendiendo a su origen y principal forma de
transporte.
En los tramos o ríos arenosos se desarrollan las denominadas rizaduras, dunas, lecho
51
liso o antidunas, en función del tipo de régimen de los caudales (respectivamente del
subcrítico al supercrítico), como aparece representado en la Figura 5.12.
Figura 5.12.- Formas del lecho en ríos arenosos (en Chang, 1988).
52
Figura 5.13.- Relación entre el coeficiente de rugosidad y las formas del lecho en ríos aluviales
(en Chang, 1984).
En los tramos o ríos de granulometría más gruesa (gravas, guijarros) se forman barras
de sedimentación ("bars") a un lado y otro de los meandros ("point-bar"), o acumulaciones
dentro del cauce formando secuencias de rápidos y remansos ("riffles" y "pools") que son
muy evidentes durante los caudales bajos, quedando parcial o totalmente cubiertas por los
caudales de avenidas (Figura 5.14).
53
Figura 5.14.- Clasificación morfológica de las acumulaciones y depósitos de sedimentos en
cauces (en Church, 1992).
54
Rápidos y Remansos. -
La formación de rápidos y remansos dentro del cauce es una constante de los ríos de
sustrato grueso, y tiene una gran importancia en la diversidad de hábitats y especies que
viven en las aguas. Los rápidos son zonas muy productivas para los macroinvertebrados,
siendo una fuente principal de alimento para muchos peces. Los remansos son utilizados por
su mayor profundidad por los individuos de mayor tamaño, teniendo una gran importancia
como refugio para numerosas especies.
Los remansos se localizan en las pozas ("pools") donde el río es más profundo y
estrecho. Los rápidos ("riffles") se centran en las secciones más anchas y menos profundas
(Figura 5.15), existiendo en los ríos ingleses una relación para condiciones de caudal
dominante ("bankfull"), profundidad del cauce en la poza/profundidad en el rápido, de 1,07;
y anchura del cauce en la poza/anchura en el rápido, de 0,907 (Hey, 1993).
55
elevados tanto las variaciones morfológicas como las de velocidad entre rápidos y remansos
se atenúan llegando a anularse (Figura 5.16).
El tamaño de los sedimentos también varía, siendo el de los rápidos 1,47 veces mayor
que el de los remansos de los ríos ingleses (Hey y Thorne, 1986).
En tramos curvos las pozas se localizan en las partes más externas del meandro,
mientras que los rápidos aparecen en los tramos rectos, entre meandros. En los tramos rectos
se distribuyen de forma similar, siguiendo la sinuosidad que traza la línea del thalweg.
56
convergente que favorecen la socavación del cauce, en las pozas; y la aparición de células
de flujo divergente que favorecen la acumulación de sedimentos en el centro del lecho, en
los rápidos, como se indica en la Figura 5.17.
Las secciones transversales en las curvas (pozas) son asimétricas tendiendo a formas
triangulares, al verse favorecida la remoción o socavación del fondo en uno solo de sus lados,
mientras que las secciones transversales de los tramos rectos entre curvas (rápidos) tienden
a ser más rectangulares y simétricas.
Con caudales elevados esta circulación secundaria de las líneas de corriente es menos
pronunciada, ya que el caudal tiende a rectificar las curvas, pero con caudales bajos la
corriente se hace más sinuosa, siguiendo las secciones más profundas del cauce.
Sobre los rápidos ocurre lo contrario. En aguas bajas la profundidad es pequeña pero
la pendiente muy pronunciada, haciéndose máxima la tensión de arrastre. Cuando el caudal
aumenta la profundidad sobre el rápido aumenta, pero la pendiente disminuye más deprisa
ya que el rápido tiende a desaparecer, y por ello la tensión de arrastre disminuye.
57
Figura 5.17.- Flujos secundarios en la formación de rápidos y remansos, en tramos rectos y
sinuosos (en Hey, 1986).
58
en los rápidos y el material es depositado en las pozas.
En los primeros se encuentra por tanto un material más grueso y mejor clasificado
que en las pozas, lo que indica que en los rápidos las tensiones de arrastre son mayores
durante los caudales bajos. Ello explica en parte la mayor diversidad de macroinvertebrados
de los rápidos, ligados a un sustrato más favorable y estable, removido únicamente durante
las avenidas.
Por otra parte, al ser los rápidos más sensibles al descenso del nivel de los caudales,
quedando más fácilmente sin agua, su mantenimiento y el de las especies que albergan puede
ser un criterio para establecer los caudales mínimos o ecológicos, especialmente en tramos
salmonícolas (Bovee, 1974).
La morfología del cauce, descrita en los apartados anteriores, está determinada por
la interacción del caudal líquido con los materiales erosionables del contorno del cauce. El
balance entre los procesos de erosión, transporte y sedimentación efectuados por los
primeros dan lugar a las distintas formas, tamaños y trazados que observamos en la
Naturaleza.
La velocidad del agua varía en cada punto de la columna del agua, siendo mínima
en las proximidades del perímetro del cauce, y máxima hacia el centro de la sección,
pudiéndose establecer como valor medio el obtenido a una distancia 0,6 de la profundidad
(ver Figura 5.18).
59
Figura 5.18.- Variación de las velocidades del agua en una sección transversal del cauce, y
cálculo de la velocidad media.
Asociada a una variación de la velocidad de las aguas dentro de cada sección, y a
una variación de esta velocidad hacia aguas abajo, está la presencia de flujos secundarios o
trayectorias helicoidales de las líneas de corriente, que tienen un significado especial en el
desarrollo de los meandros y en la formación de rápidos y remansos de los tramos rectos.
La fuerza de fricción que determina la resistencia que opone el contorno del cauce,
puede expresarse por unidad de superficie como tensión de arrastre ("shear stress"), siendo
proporcional al gradiente de velocidades, y equivalente a la componente del peso del agua
paralela a la superficie de desplazamiento.
Esta tensión es máxima en el fondo, donde es mayor el peso del agua o calado, y en
este caso se denomina τo, calculada como:
τo = Y.R.S
siendo Y el peso específico del agua, R el radio hidráulico que en un río puede ser sustituido
por el calado o profundidad, y S la pendiente del cauce. En general la tensión de arrastre se
expresa en Newtons/m2, o dinas/cm2.
60
v = C (RS)1/2
w = τo v
w=YQS
expresada en watts/m.
61
Tabla 5.3.- Valores del coeficiente de rugosidad de Manning a utilizar en ríos naturales
(Chow, 1985).
Umbrales de erosión
62
movimiento por la corriente sea el diagrama de Shields (1936), en función de una tensión
crítica de arrastre. No obstante, dicha tensión se puede relacionar con la velocidad y
representar el inicio del movimiento de las partículas como aparece en la Figura 5.19. En
dicha Figura se observan las velocidades que inician el movimiento de las partículas, siendo
las arenas (2 - 0,062 mm) las más fácilmente erosionables. Partículas más finas necesitan
velocidades mayores debido a su cohesión, y partículas más gruesas necesitan mayores
velocidades debido a su tamaño y peso. En la misma figura se observan también las
velocidades en que se inicia la sedimentación, siendo menor la velocidad requerida para el
transporte que la correspondiente al inicio del movimiento, para un mismo tamaño de
partícula, resaltando el comportamiento de las partículas más finas cuando se disgregan y
mantienen en suspensión.
Figura 5.19.- Velocidades críticas de la corriente para el inicio del movimiento y transporte de
sedimentos, en función de su tamaño.
Dinámica Fluvial
Aunque los principios básicos, obedeciendo a las leyes físicas o mecánicas, son bien
conocidos, no es posible plantear soluciones analíticas que permitan predecir con exactitud
la morfología del cauce ante determinados cambios en el régimen de caudales, tratándose
del movimiento simultáneo de agua y sedimentos, sobre un espacio o cauce a su vez
deformable.
Hey (1982) refiere la dinámica de los ríos a la identificación de las variables que
definen la geometría hidráulica del cauce, y a las relaciones que pueden establecerse entre
ellas y las variables independientes (régimen de caudales, de sedimentos y pendiente del
valle), determinando los grados de libertad o posibilidades de ajuste que el río tiene en cada
63
caso, como aparece en la Tabla 5.4.
No obstante, esta dificultad para predecir la respuesta en la estructura del cauce ante
determinados cambios, podemos siempre recurrir a relaciones cualitativas como la de Lane
(1955), para aproximarnos al comportamiento o ajuste de los ríos, mediante la expresión:
Tabla 5.4.- Grados de ajuste del río y ecuaciones para su predicción (Hey, 1982). U:
velocidad media; d: profundidad media; S: pendiente del cauce; W: anchura; dm:
profundidad máxima del agua; l: longitud de onda de las formas del lecho; A: amplitud de
las formas del lecho; p: sinuosidad; z: longitud del arco del meandro; Q: caudal; Qs: caudal
64
sólido; D, Dr, Dl: diámetro característico de los sedimentos del lecho, orilla derecha y orilla
izquierda, respectivamente; Sv: pendiente del valle.
Incisión de cauces
65
Un cauce encajonado de esta forma aparece cuando las fuerzas erosivas debidas a la
concentración de los caudales superan la resistencia de los materiales por los que discurren.
Su evolución depende de las características del mismo tramo donde comienza el proceso de
incisión, así como de los cambios producidos aguas arriba y aguas abajo de este tramo, que
afectan a su estado.
Son muchas las causas que pueden desencadenar el proceso de incisión de los cauces,
debidas a procesos naturales (ej. cambios de clima, descenso del nivel de base, etc.) o a
cambios inducidos por el hombre (ej. cambios de uso del suelo, modificaciones del cauce,
etc.), ajenas al río o intrínsecas al mismo como un aumento de la pendiente del valle, por
deposición de sedimentos. En todos los casos se trata de una situación donde se ha superado
un umbral de estabilidad anteriormente existente (Schumm, 1977).
- el incremento de las fuerzas erosivas, por estrechamiento del cauce y concentración de los
caudales;
- obras longitudinales en el cauce, con motas o estructuras laterales que aumentan la altura
del cauce, incrementando así su capacidad durante las avenidas;
66
disminuyendo la rugosidad del canal. Ello trae consigo un aumento de la velocidad de las
aguas, y un incremento notable de la tensión de arrastre ejercida sobre el perímetro del cauce,
produciendo erosiones muy notables, que en ocasiones han arruinado el proyecto de defensa
contra avenidas como se ha puesto en evidencia reiteradamente en la historia de la ingeniería
fluvial (ver Harvey y Watson, 1986; Chang, 1988).
No todos los ríos canalizados presentan el problema de incisión, y así los ríos estables
antes de su canalización pueden permanecer estables o presentar menos problemas que los
inestables antes de la canalización. La estabilidad inicial puede deberse tanto solo a un
equilibrio geomorfológico, como al efecto añadido de la vegetación dentro del agua y en las
orillas y riberas, que aumenta la rugosidad del canal y la cohesión de los materiales situados
en las partes laterales del cauce, disminuyendo por una parte las fuerzas erosivas efectivas
(disminuyendo la velocidad de las aguas) y aumentando por otra la resistencia del cauce a la
erosión.
La degradación del lecho crea un desnivel y altura de las orillas cada vez mayor,
hasta que se supera un límite de estabilidad mecánica de los materiales, y éstos se
desmoronan cayendo hacia el cauce, provocando el ensanchamiento y retraimiento de las
orillas. Esta caída de los taludes laterales depende del grado de cohesión de los materiales,
y así en suelos arcillosos o más cohesivos pueden quedar sujetos taludes verticales o muy
pendientes, de mucha mayor altura que con texturas gruesas, siendo la estructura resultante
del talud, y su perfil longitudinal, función de las propiedades geotécnicas de los materiales
que lo componen.
67
ancho y menos profundo.
Los mecanismos de erosión en las orillas pueden estar ligados a la acción de la propia
corriente, como veíamos en el caso de incisión del cauce, o asociados a una pérdida de
cohesión de las orillas debida a su contenido de humedad.
Cuando los materiales no son cohesivos, como sucede con las arenas, gravas, etc., la
erosión de las partículas se hace de forma individual. Pero generalmente en las orillas existen
materiales con una granulometría más fina y abundancia de agregados, que hace que se
comporten como materiales de baja densidad, pero de mayor tamaño, por lo que el proceso
erosivo es muy variable y difícil de predecir (Thorne, 1982).
Refiriéndonos a un tramo concreto de río donde se produce esta erosión de las orillas
con rotura del talud, se puede considerar que están actuando uno o varios de los siguientes
mecanismos (ver Henderson y Shields, 1984):
a) Erosión de la base del talud por la acción directa de la corriente, provocando la rotura de
la orilla que queda por encima de la porción erosionada. Este tipo de mecanismos actúa en
la fase de descenso de las avenidas, cuando el nivel de las aguas desciende por debajo de la
altura media del talud.
e) Erosión del suelo por movimiento del agua subterránea hacia el exterior en el talud.
f) Erosión de la parte superior de las orillas o de su parte inferior, debida al oleaje de las
aguas por el viento o paso de embarcaciones.
68
Según sea la estructura y composición de las orillas predominan uno o varios de estos
mecanismos, ante la acción de la corriente y la presencia de agua en el suelo.
- Orillas de roca, generalmente muy estables y sometidas únicamente a una erosión gradual
y rotura intermitente de bloques, debida a la acción de cambios de temperatura,
meteorización, etc. Cuando aparece la roca en el lecho o en una de las orillas, aumenta el
riesgo de erosión de la parte restante del cauce.
- Orillas de material cohesivo, constituidas por suelos con un elevado porcentaje de arcillas,
con minerales activos que determinan la formación de agregados. Estas orillas son más
resistentes a la erosión superficial, pero más susceptibles a la rotura cuando se produce un
descenso rápido del nivel de las aguas, debido a su escasa permeabilidad.
- Orillas con materiales estratificados, generalmente las más frecuentes, donde se observan
sucesivas capas o estratos de material diverso en cuanto a su tamaño, permeabilidad y
cohesión. La respuesta a la erosión de este tipo de orillas depende de la erosionabilidad de
los materiales de cada capa, y del espesor y posición de los estratos no cohesivos.
La erosión de las orillas del cauce y su inestabilidad lateral se pueden deber a muchos
factores, naturales o relacionados con actividades humanas, entre las que podemos citar la
modificación de la morfología del cauce, la construcción de embalses y los cambios de uso
del suelo de la cuenca vertiente y, especialmente, de las riberas y llanura de inundación.
En toda el área de aguas arriba afectada por el embalse se eleva el nivel de base y
aumenta notablemente la humedad del suelo en las orillas. Cuando desciende el nivel de las
aguas embalsadas se pueden producir procesos muy severos de erosión remontante en los
afluentes y tributarios al mismo durante su periodo de aguas altas, como consecuencia del
descenso de su nivel de base de referencia; y roturas de los taludes de orillas de forma similar
a las producidas en la fase de descenso de las avenidas, por exceso de humedad en el suelo
69
y falta de cohesión o dificultad de drenaje.
70
Elevación de los bancos de sedimentos del
cauce por encima de los más antiguos Sedimentación
expuestos en las orillas
Elevación de los bancos de sedimentos del
cauce por debajo de los más antiguos Incisión
expuestos en las orillas
71
6. ECOLOGIA FLUVIAL
6.1. INTRODUCCION
La Ecología Fluvial es una parte de la Limnología, ciencia más general que abarca
el estudio de las aguas continentales (ríos y lagos).
El estudio de los ríos es mucho más reciente, aunque hayan representado un elemento
natural de mucha mayor importancia para las poblaciones humanas, constituyendo la red de
drenaje natural de la superficie terrestre, aportando numerosos recursos al Hombre con el
agua en movimiento.
72
Figura 6.1.- Diagrama de la estructura y funcionamiento del ecosistema fluvial.
73
partículas grandes de detritus orgánicos (hojas, ramillos, restos animales, macrófitas,..); b)
los fitófagos se alimentan del perifiton mediante el raspado de las superficies que ocupan, o
del fitoplancton mediante filtración; c) los colectores filtran las partículas finas de detritus
suspendidas en la columna de agua, o bien, las recolectan una vez sedimentadas; y los
depredadores y parásitos obtienen sus alimentos de otros animales.
Los recursos materiales y energéticos del ecosistema están representados por los
nutrientes inorgánicos y diversos tipos de materia orgánica. Dependiendo del tamaño de la
partícula la materia orgánica se compone de: materia orgánica disuelta (<0,5μm); materia
orgánica particulada fina (0,5μm - 1 mm); materia orgánica particulada gruesa (1mm - 1dm);
material leñoso (>1dm). El material leñoso no solo tiene importancia como fuente de
recursos, sino también por sus efectos físicos en la morfología del cauce. De todas maneras,
esta clasificación es un tanto artificial, ya que el tamaño de las partículas de materia orgánica
forma un continuo desde los troncos grandes que caen al cauce hasta las partículas más finas
en que acaban de transformarse.
Los ríos y los ecosistemas terrestres que componen la cuenca vertiente mantienen
numerosas interrelaciones. Los regímenes de caudales, de sedimentos, nutrientes y la
materia orgánica originados en las laderas de la cuenca conforman los hábitats físicos del
río, y suministran energía y recursos a las comunidades reófilas. En especial, la vegetación
de ribera estabiliza las orillas del cauce, contribuye con materiales leñosos y residuos
vegetales a la materia orgánica del rio y controla la entrada de luz y la llegada de otra materia
orgánica y nutrientes al cauce.
74
6.2. FUNCIONAMIENTO BIOLOGICO DE LOS RIOS
Zonación Longitudinal
Por ello el ecosistema fluvial, en cada tramo, funciona como un sistema abierto en
el que su fauna y flora, la materia orgánica, los nutrientes y las características físico-químicas
conforman una estructura dinámica en el tiempo y en el espacio, desde su nacimiento a su
desembocadura, a su vez íntimamente ligada al bosque de ribera. La energía que entra,
atraviesa y sale del sistema fluvial es tanto de origen solar como procedente de detritus, y es
procesada por las comunidades acuáticas que obtienen de ella la energía para su actividad,
crecimiento y reproducción. Este funcionamiento varia a lo largo del gradiente longitudinal
del río, y para su análisis es conveniente diferenciar básicamente tres tramos, alto, medio y
bajo dentro de cada río.
Es el caso de los ríos de montaña, con fuertes pendientes en las laderas vertientes y
en el cauce, y en general con aguas transparentes. La anchura del cauce es en estos casos
pequeña, sobre todo en relación con el tamaño dominante del sustrato, de 2 a 6 metros
aproximadamente, y los árboles de las orillas dan sombra a todo o gran parte del cauce, por
lo que la entrada de energía luminosa es escasa. En este caso los únicos productores
primarios son las algas del perifiton que tapizan los cantos rodados del lecho, estando
limitado el crecimiento de otro tipo de plantas verdes por el carácter oligotrófico (escasez de
nutrientes) de las aguas, la velocidad de corriente y la escasez de luz.
75
En estos tramos altos, las aguas del río también arrastran materia orgánica disuelta y
en "partículas finas" que proceden de los arroyos y tramos más altos que los considerados,
si bien todavía en pequeñas cantidades debido a la poca importancia relativa de estos
últimos.
Figura 6.2.- Interacciones entre los distintos componentes biológicos de un ecosistema fluvial correspondiente al tramo de
Rhithron.
Al aproximarse a las llanuras, las aguas de los ríos pierden velocidad, el cauce se
ensancha (15-30 m) y el lecho del fondo queda constituido en general por gravas y cantos
rodados de menor tamaño. La cobertura del cauce por la vegetación de las orillas es menor
en relación con la anchura del río, y las radiaciones solares llegan perfectamente hasta el
fondo, siendo intensamente aprovechadas por el perifiton y sobre todo por una densa
76
vegetación macrofítica. El río tiene ya su propia materia orgánica sintetizada dentro del
mismo (materia orgánica autóctona) y de ella solo se aprovecha directamente el perifiton,
que es consumido por los raspadores del macrobentos y por los vertebrados fitófagos como
algunos peces, y aves (fochas y patos). Las macrófitas no son utilizadas sorprendentemente
por ningún consumidor primario del río, por lo que al finalizar su ciclo biológico se
descomponen, mediante la acción de bacterias y hongos, y de esta forma, ya transformadas
en partículas, pueden ser digeridas y recicladas en el sistema, en los tramos de aguas abajo.
La entrada de energía procedente de los sistemas terrestres (alóctona) sigue siendo
importante en estos tramos, aunque menos que en los de cabecera, debido a la fotosíntesis
efectuada en el propio tramo. La materia orgánica aportada por la vegetación de ribera es
proporcionalmente menos importante que en los tramos altos, y es la materia orgánica que
proviene de los tramos más altos, principalmente en forma de partículas finas y disuelta, la
que predomina.
Los ríos de llanura discurren por valles muy abiertos y amplias llanuras de
inundación, describiendo generalmente pronunciados meandros sobre un cauce en cuyo
lecho predominan los sedimentos finos. Las aguas van turbias, indicando abundancia de
sales disueltas y partículas finas en suspensión, y su profundidad supera con frecuencia los
2 o 3 m, por lo que las macrófitas se restringen a las orillas, al no llegar suficiente luz al
fondo, en el centro del río. Las aguas discurren lentamente, lo que permite el desarrollo
intenso de fitoplancton en sus capas más próximas a la superficie. Este fitoplancton sirve de
alimento al zooplancton, que a su vez es parte de la dieta de algunos macroinvertebrados
(filtradores-colectores), de los peces omnívoros y de todo tipo de anátidas (Figura 6.3).
77
Figura 6.3.- Interacciones entre los distintos componentes de la comunidad biológica de un río de llanura (Potamon).
La materia orgánica que contienen estas aguas está disuelta en su mayor parte,
arrastrando también la fracción fina de los sólidos en suspensión. El macrobentos es
relativamente escaso en estos tramos debido a la inestabilidad del sustrato, constituido por
elementos muy finos, y está compuesto por colectores y depredadores casi en exclusividad.
78
Figura 6.4.- Comunidad de vertebrados de un tramo bajo de río.
Sistemas de Zonación
Así como los aspectos funcionales y estructurales del ecosistema del río cambian
desde los tramos altos a los bajos, también existe un cambio en la composición de sus
comunidades. Analizando la distribución de las especies desde el nacimiento hasta la
desembocadura del río se observa que hay especies que se restringen a los tramos de
cabecera o a los tramos bajos (especies estenoicas), y especies que habitan en casi todo el
recorrido del río (especies eurioicas). De forma general existe una sustitución continua de
especies a lo largo del río, que se denomina sucesión longitudinal.
Quizás la zonación más conocida en ríos europeos sea la de Huet (1954) que fue
adaptada a los ríos españoles por Gutiérrez Calderón (1968), donde cada zona fluvial es
definida por una especie piscícola principal y una lista de especies asociadas como sigue:
79
* Zona de transición al barbo. Esta zona fue caracterizada por el tímalo, especie no existente
en las aguas ibéricas. Las especies asociadas son una mezcla de salmónidos y ciprínidos
reófilos (piscardo, barbo, boga, loina, cacho y gobio). Representa ríos más anchos y
profundos (hasta 2 m), con pendientes menores y con un lecho de piedras pequeñas y gravas,
con alternancia de rápidos y remansos.
* Zona del barbo. En ella domina el barbo, asociado a otros ciprínidos reófilos en ausencia
de salmónidos, que son sustituidos por otros predadores (anguila y lucio). Se refiere a los
ríos de pendiente moderada, en los que se alternan tramos de aguas rápidas con tramos de
remanso, dominando ya estos últimos.
* Rhithron. Define a los ríos de montaña donde la temperatura media mensual de las aguas
no excede los 20 ºC; la velocidad de corriente es rápida y los caudales son generalmente
pequeños. El sustrato del lecho está compuesto por rocas de tamaño grande, piedras, gravas
y arenas, y solo en las zonas de remanso se acumulan limos. En esta zona se distinguen a su
vez tres subzonas consecutivas, el Epirhithron (riachuelos cuya anchura varía entre 2 y 10
m), el Metarhithron (ríos de 10 a 20 m de anchura) y el Hyporhithron (20-30 m de ancho).
* Potamon. Representa los tramos bajos de los ríos donde las temperaturas medias
mensuales exceden los 20 ºC, la velocidad de corriente es pequeña, en régimen más
homogéneo, y el lecho del río está compuesto principalmente por arenas, limos y arcillas,
aunque pueden existir algunas zonas de gravas en los pequeños rápidos que a veces se
forman. A su vez en esta zona también se distinguen tres subzonas, Epipotamon (zona de
transición y ríos pequeños de llanura), Metapotamon (grandes ríos de llanura) e
Hypopotamon (deltas y estuarios).
80
El Río como un Continuo
Vannote et al. (1980) proponen la interpretación ecológica y conceptual del río como
un continuo, en contraposición con las ideas anteriores, basadas principalmente en el estudio
de tramos aislados. En realidad, este nuevo concepto no es más que la integración del
continuo morfológico del río (Leopold et al., 1964) con las teorías biológicas ya existentes,
perfectamente engarzados entre sí, lo que proporciona por vez primera cohesión al concepto
del río como un ecosistema único.
Bajo este concepto del río se analiza con detalle la evolución de la materia orgánica
en las aguas, como principal fuente de energía en las mismas, y el desarrollo de los distintos
grupos funcionales que aprovechan dicha materia según su estado físico, tamaño de las
partículas, etc., produciéndose de forma continua una sucesión de especies a lo largo del río
(ver Figura 6.5) que responde a esta disponibilidad de alimento y a las condiciones físicas
de las aguas a lo largo del mismo.
81
Figura 6.5.- Continuo fluvial en un río ibérico típico, señalando las comunidades macrobentónicas, piscícolas
82 y de
productores primarios.
Este nuevo enfoque incluye en su concepción del río ideas y teorías de
geomorfología fluvial, donde es necesario considerar al río como un ente continuo, haciendo
hincapié en el gradiente de energía de las aguas y en la situación de equilibrio que tiende a
alcanzarse en cada tramo entre la potencia hidráulica, función del caudal y la pendiente, y
las características físicas del cauce (anchura, profundidad, tipo de sustrato, velocidad, etc.)
que dependen de ésta.
Espiral de Nutrientes
Este tipo de movimiento de los nutrientes representa una espiral, con una traslación
hacia aguas abajo seguida de un ciclo biológico, repitiéndose sucesivamente a lo largo del
curso del río. Esta circulación en espiral de los nutrientes y otros elementos es característica
del funcionamiento del ecosistema fluvial y se define por la "longitud de espiral" que es la
distancia media de río que recorre cada partícula entre dos ciclos consecutivos, la cual es
más corta cuánto más complejo y estable es el río por donde discurre, y mayor cuanto más
simplificado se encuentre (ej. en tramos canalizados, donde domina la traslación de los
detritus orgánicos sobre los ciclos de asimilación).
83
Estabilidad y Organización
Cada sistema fluvial se va estabilizando de forma natural hacia aguas abajo. Desde
un punto de vista geomorfológico, los arroyos y afluentes de cabecera van confluyendo y
organizándose en un sistema de evacuación cada vez con menos cauces; desde un punto de
vista hidrológico, los diferentes regímenes de caudales y velocidades de las aguas de cada
río se van compensando cuando se unen en el principal; y desde un punto de vista químico,
se van mezclando aguas de características fisicoquímicas muy diferentes, que drenan
cuencas de distinta naturaleza geológica, determinando a partir de su confluencia el aumento
del área total drenada, siendo cada vez menor la influencia que pueden tener en las aguas del
cauce principal las características puntuales de una porción de su cuenca, y mayor el efecto
homogeneizador del mismo.
Desde un punto biológico, también aguas abajo se van produciendo una mayor
estabilización por competencia y relación continúa entre las diferentes poblaciones y
comunidades que van apareciendo en el río, si bien la riqueza de especies y su diversidad
disminuyen.
Las comunidades de los tramos más bajos, donde predomina la "respiración" frente
a la "reproducción, aprovechan la relativa ineficacia de las comunidades de los tramos más
altos, que no son capaces de aprovechar toda la energía en forma de materia orgánica que
reciben. Pero estas comunidades de tramos altos, debido quizás a una mayor heterogeneidad
de las restantes características del río, tienen una mayor diversidad que las de los tramos
bajos, y presentan mejores condiciones de adaptación.
Donde las características del río son más estables (en los tramos bajos), la
contribución biológica a dicha estabilidad es muy pequeña, y ello se traduce en una baja
diversidad de las comunidades.
Por el contrario, en los tramos de río donde se producen fluctuaciones del medio
fluvial relativos a caudales, temperaturas, materia orgánica, etc. (tramos altos y sobre todo
medios), generalmente existe un número elevado de especies que constituyen comunidades
muy diversas, estando las relaciones de competencia muy aminoradas por lo que pueden
convivir entre ellas tratándose de una situación por debajo de la óptima para la mayoría de
las especies.
Finalmente, en los tramos de río donde estas fluctuaciones son muy grandes nos
encontramos sistemas muy estresados, tolerados únicamente por las especies más pioneras,
en los que también disminuye notablemente la diversidad biológica.
84
6.3. LOS MACROINVERTEBRADOS ACUATICOS
Generalidades
Los invertebrados que habitan el fondo de los ríos tienen una gran importancia, ya
que su biomasa es con frecuencia la principal componente animal del ecosistema acuático.
Su actividad biológica resulta imprescindible para comprender el funcionamiento de ríos y
lagos.
85
El interés de los macroinvertebrados está justificado desde varios puntos de vista:
- como eslabón fundamental en la cadena trófica sirviendo de alimento a los peces, así como
a las aves y anfibios asociados al medio acuático.
- como indicadores biológicos de la calidad del agua (García de Jalón y González del
Tánago, 1984).
- ecosistemas lénticos o de aguas tranquilas entre los que se incluyen lagos, lagunas y charcas
de distinta magnitud.
- ecosistemas lóticos o de aguas rápidas como son los ríos, arroyos, etc.
Estos dos ecosistemas tiene una dinámica muy diferente en cuanto a entrada de luz,
recirculación de nutrientes, flujos de energía etc., existiendo además una importante
diferencia entre ambos como es el hecho de que los ríos tienen un carácter más continuo en
el tiempo, a escala geológica, mientras que los lagos y lagunas tienen una existencia más
corta y acaban colmatándose, de manera que no existe una fauna propiamente lacustre, y la
considerada como tal está representada siempre por elementos derivados de la fauna fluvial.
Tricládidos. - Son las planarias, de formas aplanadas como su nombre indica, alargadas,
que son frecuentes en nuestros ríos. A pesar de la poca consistencia física de su cuerpo son
predadoras de otros macroinvertebrados. Las más comunes son Cenobia alpina, que habita
los ríos de montaña y las de los géneros Dugesia y Polycelis, que son frecuentes en los
tramos bajos.
Briozoos. - Son especies sésiles (fijas) que forman colonias, habitando en los tramos bajos
de los ríos con aguas ricas en seston, tanto orgánico como inorgánico del que se alimentan
por filtración mediante una corona de tentáculos ciliados.
Porífera. - Son las esponjas de agua dulce que recubren las partes inferiores de las piedras
de los ríos en sus tramos bajos o de Potamon. Los géneros Spongiella y Ephydatia son
frecuentes en nuestros ríos.
86
Figura 6.6.- Distintas formas de macroinvertebrados presentes en los ríos.
Oligochaeta. - Son anélidos (gusanos de cuerpos segmentados) con sedas. Las lombrices de
agua (familia Lumbricidae) habitan fondos de piedra, mientras que el resto de los
oligoquetos viven sobre fangos. Los pertenecientes a las familias Haplotaxidae, Naididae y
sobre todo Tubifidae pueden vivir en condiciones de anoxia (falta de oxígeno) en las aguas,
87
debido a su capacidad para regular la concentración de hemoglobina en su hemolinfa, que
les confiere una tonalidad rojiza.
Hirudinea. - Comprende este grupo las sanguijuelas, anélidos que se alimentan de los
fluidos internos de otros animales acuáticos, con el cuerpo terminado en una ventosa. Hirudo
y Piscicola son ectoparásitos de vertebrados, mientras que Erpobdella, Helobdella,
Glossiphonia y Haemopis son depredadores de otros invertebrados.
Gastropoda. - Incluye a los caracoles de agua dulce y a las lapas de río (Ancylus fluviatilis).
Los más primitivos son los prosobranquios, que respiran mediante branquias, con un
opérculo y un par de tentáculos. Entre estos es muy abundante la especie Theodoxus fluvialis
y los pequeños Hydrobiidae. El género Melanopsis es muy común en los ríos del litoral
mediterráneo de nuestra península. Los pulmonados carecen de opérculo y tienen dos
tentáculos. Las especies más comunes, Limnaea pereger y Physa fontinalis, pueden vivir en
aguas con escaso oxígeno disuelto, al tomar este elemento directamente de la atmósfera.
Bivalvia. - Estos moluscos comprenden a las almejas y mejillones de río, que se alimentan
filtrando las aguas y recogiendo las partículas orgánicas que llevan en suspensión. Su hábitat
es siempre fondos de sedimentos finos. Los mejillones de río (familia Unionidae) tienen una
vida larga (l0 años) y su tamaño puede llegar hasta 20 cm. Sus larvas, denominadas
gloquidios, son ectoparásitos de los peces, a los que se agarran mediante un par de pinzas
duras en forma de gancho. Las almejas (familia Sphaeriidae) son más pequeñas (hasta 20
mm), siendo Psidium y Sphaerium los géneros más abundantes.
Crustacea. - Entre los isópodos de los ríos, el género Asellus está representado por algunas
especies tolerantes a la contaminación ligera y también a las oscilaciones bruscas de caudal.
Entre los anfípodos, los Gammaridae están representados en la península ibérica por
diversas especies de los géneros Gammarus, Echinogammarus, Eulimnogammarus, que se
caracterizan por una vertiginosa velocidad evolutiva y un gran interés biogeográfico
(Margalef, 1983). Son crustáceos detritívoros cuyas poblaciones son a menudo
extraordinariamente densas, y cuya presencia está ligada a las aguas duras y fuertemente
mineralizadas.
Hydracarina. - Estos pequeños arácnidos acuáticos en estado larvario son parásitos de otros
invertebrados y de adultos son generalmente depredadores. Existe una cierta especificidad
entre el hospedante y el huésped parásito, al menos a nivel de superfamilias. Así,
Lebertioidea parasita quironómidos y simúlidos, y Uninicola es parásito de bivalvos y
poríferos.
88
Ephemeroptera. - Son insectos con estados adultos aéreos de características primitivas,
tales como sus tres largos cercos o su incapacidad para doblar las alas cuando están en
reposo. Sus ninfas acuáticas son muy abundantes en los ríos, presentando algunas especies
poblaciones extraordinariamente densas. Son detritívoros y fitófagos, y constituyen las
presas alimenticias de numerosos predadores, por lo que son básicos en las cadenas tróficas
de los ecosistemas fluviales. Su nombre alude a que sus adultos tienen una vida muy efímera,
en algunas especies solo dura dos o tres horas.
89
Figura 6.7.- Larva de Rhithrogena spp. en la que se observa su forma aplanada.
Las ninfas de Caenidae son de pequeño tamaño y habitan los remansos y orillas de
los tramos medios y bajos de los ríos. Toleran la contaminación de las aguas y a menudo
forman parte de las comunidades bénticas muy simplificadas que existen en los tramos
contaminados.
90
Odonata. - Constituyen los conocidos "caballitos del diablo" (suborden Zygoptera) y las
"libélulas" (suborden Anisoptera).
Son insectos primitivos como los efemerópteros, y como ellos sus adultos son
incapaces de doblar las alas en reposo. Pero al contrario que éstos, los odonatos son
excelentes voladores que cazan activamente insectos y cuya vida adulta es muy larga.
Sus ninfas son todas predadoras, con movimientos lentos y que capturan su presa
mediante el labio, pieza bucal que está muy desarrollada y es extensible, en forma de
máscara.
Viven generalmente ocultos entre las raíces de las macrofitas de las orillas, o entre
los detritus y sedimentos acumulados en las zonas de remanso. Las únicas especies capaces
de vivir en los rápidos sobre sustrato pedregoso son Boyeria irene y las del género
Onychogomphus, todas ellas del grupo de las libélulas.
Los Calopterygidae son caballitos del diablo muy frecuentes y abundantes en todos
los tipos de ríos, y su presencia está siempre asociada a las macrofitas de las orillas.
Plecoptera. - Son insectos cuyas ninfas son exclusivamente acuáticas y se caracterizan por
la presencia de un par de cercos. Aunque son primitivos, sus adultos son ya capaces de doblar
las alas en reposo. Las especies de mayor tamaño son las llamadas "gusarapas", que los
pescadores de caña utilizan como cebo.
Las ninfas de Leuctridae son en general de difícil determinación puesto que son todas
ellas muy parecidas entre sí. Son detritívoras, y habitan los tramos altos de los ríos, si bien
la especie Euleuctra geniculata puede vivir en tramos más bajos, con aguas mineralizadas
más o menos eutróficas. Se distinguen dos grupos de Leuctra, aquellas cuyas ninfas se
desarrollan durante los meses de invierno y pasan a la fase de adulto en primavera
(grupohippopus-inermis) y aquellas de desarrollo estival y vuelo otoñal (grupo fusca). La
especie Thyrrenoleuctra minuta vive en los ríos temporales del Sur de España.
La familia Capniidae incluye los géneros Capnia y Capnioneura, cuyas larvas tienen
un desarrollo precoz, con vuelo invernal y primaveral.
Los Perlodidae son todos depredadores en sus fases ninfales. Sus adultos vuelan en
primavera. Perlodes es de un gran tamaño medio y en su distribución llega a tramos medios
y bajos de los ríos. Hemimelaena flaviventris y Guadalgenus franzi son habitantes
91
característicos de nuestros ríos y arroyos temporales (que se secan en los meses del estiaje).
Las especies de la familia Perlidae son las gusarapas propiamente dichas, y
constituyen un grupo de grandes predadores del río que necesitan dos años para completar
su ciclo biológico. Perla y Dinocras son reófilas de tramos altos y aguas frías, mientras que
Eoperla y Marthamea viven en los tramos medios y bajos.
Heteroptera. - Son insectos acuáticos, con metamorfosis todavía incompleta (falta el estado
de "pupa"). Tienen un aparato bucal muy modificado, en forma de pico adaptado para la
succión.
Solo el género Aphelocheirus es capaz de vivir en las zonas de corriente de los ríos.
Nepa y Ranatra son népidos que viven en el fondo de las orillas y remansos, respirando el
aire de la atmósfera mediante un largo sifón abdominal.
Coleóptera. - El orden Coleoptera incluye a los llamados escarabajos y es muy diverso, con
algunas familias acuáticas.
Son insectos con metamorfosis completa (entre la larva y el adulto pasan por una
fase de pupa), cuyos adultos se caracterizan por tener las alas anteriores endurecidas en
forma de "élitros" que generalmente recubren dorsalmente todo el abdomen.
Los Dryopidae son colectores polífagos que tanto en estado de adulto como de larva
viven en zonas de corriente, alimentándose del perifiton del fondo de los ríos. Las larvas
tienen una respiración branquial y sus imagos respiran mediante un fino revestimiento
ventral de pelos hidrófugos (repelen el agua), los cuales forman una burbuja de aire que
físicamente funciona como una branquia al permitir el intercambio de gases (respiración)
92
dentro del agua.
Los Hydraenidae son colectores polífagos de pequeño tamaño, cuyas formas adultas
son acuáticas mientras que sus larvas son terrestres. Los adultos hydrénidos habitan en la
facies lótica de los ríos y su alimentación se basa en un régimen fitófago del perifiton. Las
especies ibéricas de esta familia presentan un gran interés biogeográfico que ha sido puesto
de manifiesto por diversos investigadores.
Los Hydrophilidae son polífagos que viven siempre en las zonas de remanso y orillas
de los ríos. Sus adultos son en su mayoría detritívoro-filtradores, mientras que sus larvas son
todas ellas depredadoras.
Los Helodidae son polífagos, con larvas acuáticas exclusivamente ya que sus imagos
son terrestres. Su alimentación es principalmente detritívora.
Neuroptera. - Son insectos con metamorfosis completa cuyos adultos tienen una venación
alar muy reticulada. Incluye al suborden Megaloptera, cuyas larvas tienen mandíbulas
masticadoras y al suborden Planipennia, de larvas con mandíbulas perforadoras, adaptadas
a la succión.
Sus larvas se caracterizan por la presencia de un par de falsas patas anales y porque
hilan seda con la que construyen redes, refugios y estuches transportables de forma cilíndrica
(los llamados "canutillos").
93
Los Philopotamidae son tricópteros microfiltradores que se alimentan de los detritus
finos que quedan atrapados en las redes que construyen. Viven tanto en facies léntica como
en zonas de aguas rápidas. Los géneros Philopotamus y Wormaldia habitan los tramos de
cabecera de los ríos y arroyos, mientras que Chimarra se encuentra en los tramos medios y
bajos.
La familia Hydropsychidae está constituída por tricópteros que filtran las partículas
del seston, para lo que construyen unas redes en las zonas de corriente. Dentro de esta familia
existen especies que solo habitan los tramos de cabecera de los ríos, como Hydropsyche
dinarica e Hydropsyche tibialis; otras viven en los tramos medios, como Hydropsyche
pellucidula e Hydropsyche siltalai y otras son características de tramos bajos como
Hydropsyche exocellata e Hydropsyche contubernalis (García de Jalón, 1987).
Los Polycentropidae viven en las facies lénticas o de poca corriente, y son
depredadoras que capturan a sus presas mediante unas finas redes que ellas fabrican. El
género Plectrocnemia vive en los tramos altos, mientras que en Polycentropus hay especies
de tramos altos (Polycentropus kingi), de tramos medios (Polycentropus telifer) o de todos
ellos (Polycentropus flavomaculatus).
Diptera. - Este orden es uno de los más grandes, está muy evolucionado y biológicamente
es el más diverso. Incluye una serie de familias cuyas fases inmaturas son acuáticas, algunas
94
de las cuales tienen adultos que pican y chupan sangre de mamíferos transmitiendo
importantísimas enfermedades.
Los dípteros se caracterizan porque sus adultos tienen solo el par de alas anterior (su
nombre alude a este carácter, dos alas), habiendo transformado las alas posteriores en unas
estructuras denominadas "balancines". Sus larvas tienen formas muy diversas, lo que les ha
permitido adaptarse a todo tipo de hábitats.
Los Blephariceridae son dípteros nematoceros cuyas larvas están adaptadas a resistir
fuertes corrientes, puesto que están dotados de ventosas y ganchos para agarrarse al sustrato.
Son microfitófagos que habitan los tramos altos de los ríos.
Los Dixidae son unos dípteros nematoceros cuyas larvas viven en las aguas
remansadas y en las orillas. Se alimentan colectando las partículas de materia orgánica que
llevan las aguas en suspensión (seston) mediante movimientos del cuerpo que mantienen
doblado.
95
Ecología de los macroinvertebrados fluviales
La fauna invertebrada que habita los ríos tiene un origen diverso. Existen algunos
grupos cuyo origen es propiamente fluvial, como los órdenes Trichoptera, Ephemeroptera o
Plecoptera. Otros proceden de antecesores marinos que colonizaron el agua dulce como las
familias de crustáceos presentes en los ríos. Y otros proceden de grupos terrestres con
familias enteras adaptadas al medio acuático como es el caso de los Dípteros.
El medio fluvial ofrece una serie de características que obligan a ciertas adaptaciones
por parte de los organismos que lo habitan. Estas adaptaciones pueden ser de tipo
morfológico, fisiológico o incluso etológico.
Adaptaciones morfológicas
Uno de los obstáculos fundamentales que deben salvar los organismos que viven en
el medio fluvial es evitar ser arrastrados por la corriente, y por ello gran parte de sus
adaptaciones morfológicas están orientadas en este sentido.
Muchos animales que viven sobre las piedras del fondo presentan formas aplanadas,
como los efemeropteros Epeorus y Heptagenia, quedando incluidos en la capa límite, de
esta manera pueden desplazarse por la piedra sin ser arrastrados por la corriente.
En el caso de los tricládidos, todas las especies son de forma aplanada, lo cual les
permite vivir sobre las piedras, ofreciendo la menor superficie a la corriente.
Formas aerodinámicas
96
Reducción de las estructuras salientes
Incorporación de ventosas
Es un tipo de adaptación en la que concurren grupos muy distintos. Son típicas las
ventosas de las sanguijuelas o el modo de fijación de los gasterópodos. Entre los dípteros
son destacables las complejas ventosas de la familia Blephariceridae, que les permite resistir
elevadas velocidades del agua.
Muchos animales aplanan y modifican sus estructuras corporales hacia una mayor
superficie de contacto con el sustrato dificultando ser arrastrados por la corriente. Los
efemerópteros del género Rithrogena disponen de unas branquias muy amplias que
extienden por debajo de su cuerpo de manera que dificulta, que el agua pase entre su cuerpo
y el sustrato, y le levante.
Desarrollo de ganchos
Secreciones de seda
Es frecuente entre los artrópodos las secreciones sedosas que utilizan con fines
diversos. Los tricópteros las utilizan en la formación de sus canutos, que pueden fijar al
sustrato también con seda. Otros tricópteros de vida libre fabrican fundas de seda dentro de
97
la cual pupan.
Incorporación de lastre
Vida en la vegetación
Otra adaptación a la vida en el medio fluvial es el hecho de que los adultos tengan
una capacidad de dispersión pequeña. Un sistema de vuelo precario, que no permita al adulto
desplazarse mucho del lugar de origen, asegura que la puesta se realice de nuevo en el medio
acuático.
Entre los plecópteros sucede que en la misma especie hay individuos con alas bien
desarrolladas y otros con capacidad de vuelo muy reducida, de esta manera es posible cierta
dispersión a la vez que se asegura que un cierto número de individuos se reproduzcan en el
lugar de origen.
Adaptaciones etológicas
98
su hábitat o nicho concreto, la selección del tipo de hábitat es en sí una adaptación.
Algunos optan por un hábitat críptico, viviendo exclusivamente bajo las piedras,
siendo entre éstos frecuentes las formas aplanadas. Otros como los efemeropteros Caenis,
Leptophlebia o Habrophlebia, eligen zonas donde la corriente es tolerable. Otros adquieren
hábitos excavadores construyendo túneles en el sustrato, como los anélidos o algunos
dípteros, adquiriendo siempre formas alargadas y estrechas.
Los invertebrados pueden cambiar de estrategia a lo largo del día o durante las
distintas etapas de su ciclo vital. Algunos plecópteros y efemerópteros permanecen durante
el día en la obscuridad debajo de las piedras ocultándose de sus predadores, saliendo de sus
escondites durante la noche.
Crenobia alpina es un tricládido de aguas frías que se desplaza aguas arriba cuando
la temperatura es excesiva o está listo para reproducirse, de manera que asegura que sus
descendientes nazcan en aguas frías, en cambio cuando está hambriento desciende hacia
zonas más bajas donde es más fácil encontrar alimento.
Es frecuente que parte de la población de una especie sea arrastrada aguas abajo
constituyendo la "deriva", de igual modo existe una tendencia a que los adultos vuelen hacia
aguas arriba recuperando el terreno perdido por la deriva.
Emergencia de adultos
99
superficie. La forma pupal o la última fase larvaria asciende hasta la superfie y allí se
desprende del estuche pupal o muda subimaginal. Los tricópteros disponen de potentes
mandíbulas para romper el estuche pupal.
El mayor problema lo presentan las pupas que no son libres o se encuentran en zonas
de mucha corriente. Oligoplectrum maculatum es un tricóptero cuya forma pupal queda
orientada con la cabeza en dirección a la corriente; en el último estadio larvario construye
una estructura alrededor de la boca del estuche pupal a modo de pequeña trompeta, de
manera que puede desviar el agua y consigue una zona muerta en la boca del tubo en que se
evita la corriente. Entre los dípteros, los simúlidos tienen pupas más o menos libres, y los
blefaricéridos tienen pupas totalmente inmóviles, pero ambos utilizan la misma estrategia
para emerger. En los últimos estadios larvarios acumulan gases y aire entre sus cutículas de
manera que el adulto emerge dentro de una burbuja.
Mientras que los invertebrados cuyo ciclo vital es totalmente acuático tienen
asegurado que la puesta tenga lugar también en el medio acuático, los invertebrados con fase
aérea deben asegurarse de que la puesta se realice en el lugar apropiado.
Existen dos tipos básicos de estrategias para la puesta. En un caso la hembra deja
toda la puesta en el mismo lugar, y en el otro la hembra reparte la puesta entre varios sitios
consiguiendo cierta dispersión.
Adaptaciones fisiológicas
Las aguas rápidas constituyen un ambiente fisiológicamente más rico que las aguas
tranquilas, existiendo una mayor riqueza de especies y mayor número de individuos en este
tipo de hábitat.
100
desarrollo de un sistema eficaz de respiración es clave para asegurar el éxito de una especie.
La captura del oxígeno tiene lugar en epitelios respiratorios, que pueden presentar
distinto tipo de estructura.
Algunos desarrollan epitelio vibrátil en la propia branquia. En otros la respiración se produce
por movimiento de la branquia que puede estar situada sobre apéndices locomotores o
independiente de ellos.
Ictiofauna ibérica
En los ríos ibéricos existe una fauna piscícola relativamente pobre en especies
autóctonas, debido a las glaciaciones del Pleistoceno que dejaron aisladas a las especies
piscícolas entre las cordilleras de la península Ibérica, cuya orientación es con frecuencia de
Este a Oeste. La sequedad de nuestro clima y la ausencia de verdaderos lagos no han
favorecido la invasión posterior de las especies centroeuropeas y, así, los Pirineos
representan el límite suroccidental de la distribución natural de muchas especies piscícolas,
como el lucio, gobio, perca, brema, escardino, rutilo, acerina y lota.
101
En la península Ibérica se encuentran unas 80 especies de peces fluviales (García de
Jalón et al. 1989), pertenecientes a 25 familias diferentes, de las cuales 64 son autóctonas y
el resto han sido introducidas por el hombre (Figura 6.8).
Sin embargo, aunque pobre, la ictiofauna ibérica tiene un gran interés biogeográfico,
ya que las peculiaridades torrenciales y régimen temporal de muchos ríos influyen en el
carácter de los animales que albergan, favoreciendo la aparición de endemismos al resultar
difícil su dispersión debido al tamaño reducido de las masas de agua.
Dentro del grupo de los osteíctios se consideran dos grandes subgrupos, los
Chondrostei, donde se incluye el esturión (Acipenseridae), caracterizado por un esqueleto
parcialmente osificado, cola asimétrica (heterocera) y escamas gruesas, rígidas y no
imbricadas (ganoideas); y los Teleostei, que incluye a los restantes peces, caracterizados
por un esqueleto totalmente osificado, cola simétrica (homocerca) y escamas delgadas,
flexibles e imbricadas (Maitland, 1980).
Familia Petromyzontidae
En esta familia se incluyen las conocidas lampreas, que parasitan otros peces, para
lo cual disponen de una boca reducida a un embudo suctor provisto de pequeños dientes
córneos, careciendo de mandíbula.
Familia Acipenseridae
Son los esturiones que en la península ibérica están representados por una única
especie, Acipinser sturio. Los esturiones son unos grandes peces, de l a 2 metros, primitivos,
cuyo cuerpo carece de escamas pero posee varias filas de grandes placas óseas. Son
migradores marinos que penetran en los grandes ríos en primavera para reproducirse.
A principios de este siglo había esturiones en los tramos bajos de los ríos Ebro,
Guadalquivir, Guadiana y Duero y en la actualidad solo quedan en el Guadalquivir, si bien
en condiciones muy próximas a la extinción.
Familia Engullida
Esta familia comprende una sola pero abundante especie, la anguila. Se reproduce
en el fondo del Mar de los Sargazos, frente a las costas de Florida y sus larvas (llamadas
leptocéfalos) atraviesan todo el Atlántico y llegan a la desembocadura de nuestros ríos a
comienzos del invierno, siendo entonces las conocidas "angulas" que en los ríos se
convierten en "anguilas".
103
Las anguilas viven en los ríos de 8 a l5 años. Las formas inmaduras tienen el vientre
amarillento, mientras que las que empiezan su migración son más oscuras y plateadas.
Habitan los tramos medios y bajos de los ríos. Su alimentación se basa principalmente en
macroinvertebrados, aunque los ejemplares mayores también capturan alevines peces
pequeños). Las anguilas son capaces de salir del agua y desplazarse reptando por tierra
aprovechando la noche y el tiempo húmedo. De esta forma evitan obstáculos en el río
(pesqueras y saltos de agua) y también se trasladan a lagos y lagunas.
Familia Cupleidae
Esta familia incluye el género Alosa, con los sábalos y sabogas. Son especies
principalmente marinas, que forman grandes cardúmenes (bancos de peces) y que entran en
los ríos en primavera, donde frezan en fondos de arena y grava.
El sábalo es de mayor tamaño, sube más por los ríos y es más abundante en las costas
atlánticas, mientras que la saboga es más frecuente en los ríos mediterráneos.
Familia Salmonidae
Los salmónidos son sin duda los peces fluviales que más han interesado al hombre,
debido a su apreciada carne y a su interés deportivo. Incluyen a las truchas y a los salmones,
caracterizados por ser activos nadadores en contra de la corriente y por sus costumbres
depredadoras tanto en el fondo, entre dos aguas, como en superficie. Se reconocen por la
presencia de una segunda aleta dorsal posterior, de naturaleza adiposa y carente de radios,
que es peculiar en esta familia.
Todas las especies de salmónidos son muy parecidas entre sí, y a su vez dentro de
cada especie existen numerosas razas locales cuyo aspecto externo es muy variado, debido
a su gran plasticidad biológica. Solo los machos viejos en celo presentan caracteres más
claros para su determinación.
En la península ibérica existe un solo género autóctono, Salmo, que incluye al salmón
del atlántico (Salmo salar), a la trucha común (Salmo trutta fario) y al reo o trucha marisca
(Salmo trutta trutta). Existen también otros géneros introducidos, como Hucho (salmón del
Danubio), Salvelinus (salvelinos) y Oncorhynchus (salmón del Pacífico).
El salmón del Atlántico es sin duda el mayor trofeo existente para el pescador de caña y
es también la especie fluvial más apreciada gastronómicamente. Pero sus poblaciones son
cada vez menores en la Península Ibérica, en Portugal ya han desaparecido y en los ríos de
la Cornisa Cantábrica van por el mismo camino.
Los salmones llegan rollizos y plateados a nuestros ríos desde finales de invierno
hasta principios del verano. Los primeros en llegar son los de mayor edad y tamaño, con
más de tres años en el mar y más de 8 kg de peso, mientras que los últimos en llegar son los
de un solo invierno en la mar, con solo 3 kg de peso. Cada individuo vuelve al río donde
104
nació, ya que es capaz de recordar el olor del agua que habitó cuando era alevín. Durante el
viaje remontante hasta los lugares de freza, los salmones consumen todas sus reservas
energéticas acumuladas ya que no se alimentan en el agua dulce y el esfuerzo que realizan
es considerable.
La reproducción o freza los deja exhaustos y son pocos los salmones que logran
volver vivos al mar. La eclosión de los huevos tiene lugar de noviembre a enero, tres meses
después de la freza. Al cumplir 5 ó 6 meses los alevines tienen los flancos cubiertos de
manchas oscuras y motitas negras y rojas, y por ello se llaman "pintos". A partir de los dos
años de edad los pequeños salmones inician el descenso hacia el mar, al mismo tiempo que
sufren una serie de cambios metabólicos y hormonales mediante los cuales "fijan el olor de
sus aguas natales" y adquieren capacidad para vivir en aguas salinas. Durante este proceso
los salmones de l5-25 cm de longitud se tornan plateados, y se les conoce como "esguines".
La trucha común es una especie de gran plasticidad ecológica, pues vive en arroyos,
ríos, lagos y rías variando su talla, forma, color y costumbres según el hábitat que ocupa.
Pero en cualquier caso exige siempre aguas frías y bien oxigenadas, siendo la especie típica
de los ríos y arroyos de montaña, en cuyos tramos más altos es con frecuencia la única
especie piscícola existente.
El reo o trucha marisca emigra al mar, pero no penetra tan profundamente en sus
aguas como los salmones. Su colorido a la vuelta del mar es parecido al del salmón pero con
mayor número de pintas negras, y es de mayor tamaño. No se sabe a ciencia cierta si se trata
de la misma especie que la trucha común, debiendo sus diferencias exclusivamente a los
distintos ambientes en que viven.
Familia Esocidae
El lucio (Esox lucius) es la única especie europea de esta familia. Fue introducida en
los ríos españoles en los años 40 y actualmente está en franca expansión. Es un macro
depredador, cuyo alimento principal son los peces (incluso congéneres), si bien también
incluye en su dieta invertebrados, anfibios y aves. Vive en aguas remansadas, cazando sus
presas al acecho. La freza tiene lugar a comienzos de primavera, entre macrofitas sumergidas
en donde quedan pegados los huevos.
Familia Cyprinidae
Los ciprínidos constituyen la familia más importante de peces de agua dulce, por el
gran número de especies que incluyen y por el tamaño de muchas de sus poblaciones. Viven
en todo tipo de hábitats, aunque predominan en los tramos medios y bajos de los ríos. Se
caracterizan por la ausencia de dientes en la boca, pero en cambio tienen potentes dientes en
la faringe. Su reproducción tiene lugar en primavera y en verano, generalmente entre
vegetación sumergida. En la época de celo muchas especies presentan una coloración vistosa
105
y son frecuentes en los machos las verrugas nupciales en la cabeza.
La carpa (Cyprinus carpió) habita los ríos profundos de aguas remansadas, siendo
bastante tolerante a la escasez de oxígeno disuelto. Tiene un régimen alimenticio variado,
comiendo tanto plantas acuáticas como invertebrados y hasta pececillos.
La tenca (Tinca tinca) también es una especie de aguas estancadas, pero en su dieta
incluye una mayor proporción de invertebrados.
Los barbos (Barbus spp.) son los ciprínidos más abundantes en nuestros ríos. Se
caracterizan por sus labios carnosos y por la presencia de dos pares de barbillas bucales. Su
dieta es omnívora. Barbus bocagei es la especie de barbo más abundante en casi toda la
península ibérica y la de mayor tamaño. La especie Barbus comiza tiene un hocico largo, y
vive en los ríos del sur de la península ibérica. Barbus microcephalus es un barbo cabecicorto
que vive en la cuenca del Guadiana. Finalmente, el culirojo (Barbus meridionalis) es el único
barbo que habita en ríos de montaña, restringiéndose a la zona de Pirineos.
El piscardo (Phoxinus phoxinus) es un pequeño ciprínido que vive en los ríos del
norte de España formando grandes bandas de peces o cardúmenes. Convive con la trucha y
es también, a pesar de su tamaño, un depredador de macroinvertebrados.
El jarabugo o foxinelo (Anaecypris hispanica) es otro pequeño ciprínido que forma
cardúmenes. Es un endemismo ibérico que habita en la cuenca del Guadiana.
Los cachos ibéricos o escalos son en realidad tres especies pertenecientes al género
Leuciscus, de un tamaño intermedio. Todas ellas son principalmente depredadoras del
macrobentos. Habitan en los tramos medios y bajos de los ríos, aunque en la poca de freza
pueden ascender a los tramos medio-altos.
106
La boga es de mayor tamaño y tiene el labio inferior rectangular. Es endémica y se
encuentra en casi toda la península salvo en la Cornisa Cantábrica y en el Ebro. La madrilla
tiene el labio inferior de forma semilunar y habita en el valle del Ebro, Cataluña y Norte.
Familia Cobitidae
Los cobítidos son unos pequeños peces delgados y alargados que habitan los fondos
de los ríos alimentándose del macrobentos. Dentro de esta familia se incluyen las colmillejas
(género Cobitis) y la locha o lobo (Noemachoeilus barbatulus).
Las lochas son de mayor tamaño y habitan en la cuenca del Ebro y en los ríos
cantábricos. Las colmillejas o lamprehuelas tienen una espinilla debajo del ojo y en la
península ibérica existen dos especies, Cobitis calderoni, endémica y de distribución más
septentrional, y Cobitis marrocana, cuya distribución es más meridional.
Familia Ictaluridae
Son los peces-gato que habitan en ríos de curso lento. Fueron introducidos en Europa
en el siglo pasado, procedentes de Norteamérica. La especie más abundante en nuestros ríos
y que se encuentra en franca expansión es Ictalurus melas, que se localiza en ríos de Cataluña
y en la cuenca del Jarama, siendo una especie omnívora y de hábitos bentónicos (de fondo).
Familia Siluridae
Familia Poecilidae
Familia Cottidae
En ella se incluye el cavilat (Cottus gobio), pez relativamente pequeño que vive en
los ríos y arroyos de montaña del Pirineo, con fuerte corriente, en hábitats similares a los de
la trucha con la que convive en ocasiones, pudiendo ascender a tramos más altos que ésta.
107
Familia Centrarchidae
Son peces aplanados lateralmente que viven en los ríos de curso lento del este de
Norteamérica. En la actualidad tenemos introducidas en nuestros ríos dos especies, el
black-bass o perca americana (Micropterus salmoides) y el pez-sol (Lepomis gibbosus).
Familia Bleniidae
Los blénidos son unos pequeños peces marinos a excepción del fraile (Blenius
fluviatilis) que lo encontramos en los ríos de Levante y sur de la península. Habita en los
fondos de los ríos remansados, alimentándose de forma general del macrobentos existente.
Los peces fueron probablemente la principal razón por la que el Hombre comenzó a
interesarse por la fauna acuática, utilizándolos como alimento y recreo. Pero es sin duda su
papel ecológico el que más resalta su importancia, ocupando una posición superior en la
organización de los ecosistemas fluviales.
En definitiva, las comunidades piscícolas son las que predominan en los niveles más
altos de las cadenas tróficas de los ecosistemas dulceacuáticos (nivel de
macroconsumidores), ejerciendo un papel de control en estos ecosistemas mayor del que les
correspondería atendiendo a la cantidad de energía que fluye a través suyo (Margalef, 1983).
Desde el punto de vista de la biogeografía de los peces, los ríos son los sistemas
acuáticos de agua dulce de mayor interés, ya que en ellos están representados casi todos los
grupos taxonómicos de peces, en donde ha evolucionado la mayoría. En efecto, los ríos son
recintos relativamente aislados unos de otros, con una gran variedad de hábitats, y a escala
geológica evolucionan y se trasladan, pero no desaparecen como es el caso de los lagos. Por
ello, los ríos constituyen verdaderos caldos de cultivo de las especies dulce acuáticas,
108
mientras que los lagos son con frecuencia trampas evolutivas.
Atendiendo al tipo de hábitat que normalmente ocupan, podemos clasificar los peces
en tres grupos:
3- Los que viven próximos al fondo, tanto en aguas remansadas como en rápidos. Es
el caso de las colmillejas, lobos, cavilat, blenios, pez-gato y siluro. Estos peces
presentan formas aplanadas dorsoventralmente, están arqueados dorsalmente o
tienen vientres aplanados. Sus ojos tienden a situarse dorsalmente, y sus aletas
pélvicas y aberturas branquiales se sitúan más lateralmente. En general tienen el
cuerpo desnudo de escamas, siendo frecuente que estén provistos de espinas
venenosas, como en la colmilleja, el cavilat o en el pez-gato. Otra adaptación a las
costumbres bentónicas es la desaparición o la reducción de la vejiga natatoria, caso
de los cobítidos y centrárquidos, con lo que su peso específico es siempre mayor que
el del agua.
En cuanto al comportamiento podemos diferenciar también entre los peces dos tipos
de costumbres, las de aquellos que sus individuos defienden sus territorios y las de los que
forman grandes bandadas o cardúmenes.
109
embalses pierden estos hábitos.
Migraciones
Sabemos que algunas especies fluviales, entre ellas la trucha, tienen poblaciones que
son sedentarias en muchos ríos (Hynes, 1970). Pero lo más frecuente en los ríos de la
Península Ibérica es que los peces efectúen grandes desplazamientos, bien por causas ajenas,
como son las grandes crecidas y avenidas que arrastran a las poblaciones aguas abajo, o
como la sequía estival que obliga a las especies de corriente y de aguas frías a emigrar aguas
arriba; o bien por razones biológicas propias de la especie, como son las migraciones de
freza, los movimientos aguas abajo de los individuos de mayor talla y los movimientos por
presión de otras poblaciones.
Las migraciones más espectaculares son las realizadas por ciertas especies para la
freza. Diferenciamos dos tipos, las especies "anadromas" que se alimentan en la mar y van
a desovar a los ríos, como es el caso de las lampreas, reos, salmones y esturiones; y las
especies "catádromas" que van a frezar al mar como la anguila.
En ciertos lagos existen poblaciones piscícolas que pueden frezar aguas abajo en el
río emisario, como sucede con las truchas del ro Tera debajo del lago de Sanabria.
110
arroyos de cabecera. Durante el verano las truchas descienden nuevamente a sus territorios
y a finales de otoño vuelven a ascender efectuando su propia migración de freza.
El mecanismo que pone en marcha los estímulos necesarios para desencadenar las
migraciones de reproducción es el cambio fisiológico originado por un aumento de la
actividad del tiroides.
Parece ser que en nuestras latitudes los estímulos externos que motivan esta actividad
fisiológica están relacionados con las crecidas de las aguas, las variaciones de temperaturas
que llevan asociadas y la variación de la duración de los días.
Tanto la presencia como la abundancia de las poblaciones piscícolas, así como las
relaciones entre ellas, vienen determinadas por numerosos factores ecológicos que
interactúan entre sí, produciendo unos efectos también correlacionados. No obstante, merece
la pena analizar los más significativos de estos factores, atendiendo a su mayor influencia
en los peces de los ríos.
Oxígeno. -
Las aguas de los ríos normalmente tienen un contenido de oxígeno disuelto próximo
al nivel de saturación debido a su continúa reaireación, por lo que no suele ser limitante en
condiciones naturales para los peces fluviales.
Temperatura. -
En general todos los peces fluviales toleran bien las aguas frías, mientras que
responden de forma diferente según la especie a las aguas cálidas. Así la trucha resiste hasta
25º C, el gobio hasta 27º, el lucio hasta 29º y la carpa puede vivir en aguas que alcanzan
hasta 36º C. Aunque todas las especies de nuestros ríos viven en un rango de temperaturas
relativamente amplio, no resisten las variaciones bruscas de este parámetro.
Velocidad de corriente. -
Por ello, la estrategia de las especies que viven en la corriente consiste en nadar
111
rápidamente durante pequeños trechos y refugiarse a descansar entre ellos. Las especies que
viven en aguas remansadas pueden mantenerse constantemente nadando.
Las velocidades de corriente máximas toleradas por los peces varían mucho de unas
especies a otras, desde los 8 m/seg en que puede vivir el salmón, los 4,5 m/seg que tolera la
trucha, hasta las velocidades pequeñas de 0,5 m/seg. para el lucio y la tenca y 0,4 m/seg.
para la carpa, con valores intermedios de 3,5 m/seg. para la boga y 2,4 m/seg. para el barbo.
Los alevines y formas más jóvenes son los más susceptibles a ser arrastrados por la
corriente, aunque los lugares de desove están elegidos en zonas resguardadas de las fuertes
corrientes.
La dureza de las aguas es uno de los factores que afecta más claramente al
crecimiento de los peces de los ríos, favoreciéndolo.
Es frecuente observar que la trucha crece más rápido y adquiere mayores tamaños
en aguas relativamente duras que en aguas blandas, teniendo un umbral de dureza alrededor
de l50 mg/l de carbonato cálcico, donde crece en la máxima proporción.
Este hecho parece ser debido a que en los ríos de aguas más duras suelen existir
mayor cantidad de alimento (macrobentos) a lo largo de todo el año y también un alimento
más apetecible para los salmónidos, como son los crustáceos y moluscos, cuyas poblaciones
son más frecuentes en aguas duras.
Sustrato y cobertura. -
Para la mayoría de las especies piscícolas la naturaleza del lecho de los ríos es
indiferente, salvo en la poca de freza en la que cada una selecciona específicamente el tipo
de sustrato deseado para el desove.
Los salmónidos frezan sobre fondos de gravas o cantos rodados, en donde hacen una
pequeña depresión en forma de nido cónico. Los centrárquidos construyen también este tipo
de nidos, pero en ellos la puesta es vigilada por el macho hasta después de la eclosión. Los
gobios y Nemacheilus frezan directamente sobre fondos de grava a los que se adhiere la
puesta mediante una sustancia pegajosa. El lucio y la mayoría de los ciprínidos frezan sobre
vegetación sumergida.
112
La presencia de cobertura y de refugios sobre el lecho del río tiene tanta importancia
en la distribución de las especies como el tipo de sustrato. Normalmente las especies más
reófilas (de corriente) abundan más en tramos donde hay más refugios para esconderse. En
los grandes ríos donde el lecho es muy uniforme, constituido por sedimentos finos, los peces
se localizan en las orillas, entre las raíces de la vegetación ripícola, bajo su sombra o en
cualquier obstáculo que ofrezca un refugio suficiente.
113
7. RIBERAS Y LLANURAS DE INUNDACION
7.1. INTRODUCCION
Las riberas de los ríos, en un sentido amplio, representan las zonas más próximas a
los cauces. Son espacios abiertos que bordean a los ríos estableciendo su límite, y
constituyen a la vez una zona de transición entre los sistemas terrestres de la ladera y los
acuáticos del cauce.
Aunque la Ley de Aguas restringe las riberas a las partes laterales del cauce, entre el
nivel de aguas bajas y el de crecidas ordinarias, los sistemas de ribera afectan a una zona
mucho más extensa, quedando fácilmente identificada por tener un nivel freático muy alto,
debido a su proximidad al cauce, y sustentar una vegetación característica, ligada a la
constancia de humedad en el suelo. Esta vegetación en condiciones naturales aparece
siguiendo el trazado del río, formando el bosque de galería donde existe una gran diversidad
de especies y una elevada productividad.
En las regiones templadas se reconoce cada vez en mayor medida que las zonas
riparias desempeñan un papel ecológico importante, tanto en los paisajes naturales como en
los alterados por el Hombre (Naiman y Décamps, 1990). En las regiones semiáridas la
importancia del bosque ripario es si cabe mayor, ofreciendo un mayor contraste paisajístico
entre las especies caducifolias dependientes del agua y las especies esclerófilas del entorno
seco, constituyendo un refugio esencial para numerosas especies, donde encuentran un
ambiente más fresco y húmedo muy útil también para el hombre.
Siendo las riberas uno de los ecosistemas de mayor valor ecológico y paisajístico
(González Bernáldez, 1988), hoy día presentan un nivel de degradación considerable,
habiendo desaparecido de las grandes arterias fluviales en sus tramos medios y bajos debido
principalmente a la invasión de la agricultura, plantaciones de choperas, urbanizaciones, vías
de infraestructura; o por estar sometidas a un uso incontrolado para la extracción de áridos,
pastoreo, etc. Las canalizaciones, dragados y rectificaciones de los cauces también han
ocasionado la destrucción del bosque ripario, considerando a la vegetación un impedimento
u obstáculo para el paso de las aguas.
Muchos programas subvencionados para la restauración de los ríos, más que proteger
los hábitats riparios han originado su destrucción. Proyectos de control de avenidas,
canalizaciones o puesta en regadío con la construcción de canales, acequias, etc., han
determinado la desaparición del bosque ripario existente en muchos de nuestros ríos, debido
en la mayoría de los casos a una ignorancia sobre el valor de estos sistemas, y a la perspectiva
excesivamente simplificada de lo que es un cauce fluvial.
Kusler (1985) apunta como razones de esta destrucción del bosque ripario por tales
proyectos las siguientes:
114
1ª. Las riberas con frecuencia no son consideradas "zonas húmedas" en sentido estricto, y
no están sujetas a su legislación protectora. Ello es patente en los Planes Hidrológicos, donde
en general se observa un desconocimiento casi total (falta absoluta de información) del
estado de las riberas, mientras que sobre las zonas húmedas existen inventarios y numerosos
trabajos antecedentes.
2ª. Los políticos y legisladores con frecuencia no han recibido suficiente información
específica relativa a:
- necesidades de protección de los distintos tipos de riberas
- razones por las cuales proteger las zonas riparias
- los tipos de usos que necesitan ser regulados, y los niveles necesarios para alcanzar
la protección de las riberas.
Son numerosos los estudios donde se recogen las ventajas o beneficios que reporta
la vegetación de las riberas al sistema fluvial, pudiéndose concretar en:
b) Control de la influencia de la cuenca sobre el cauce. - Por las riberas circulan las
escorrentías procedentes de la cuenca antes de llegar al cauce, y la vegetación que contienen
puede utilizar o retener gran parte de esta escorrentía, al tener una elevada tasa de
evapotranspiración (Gay, 1985).
115
Asimismo, esta vegetación también utiliza una proporción importante de nutrientes
que van disueltos en esta escorrentía (nitratos principalmente) procedentes del lavado de
zonas agrícolas, y supone una protección muy considerable de la eutrofización de las aguas
del cauce (Megahan y King, 1985; Pinay y Decamps, 1988).
Finalmente, las riberas cubiertas de vegetación representan zonas con una capacidad
de retención de sedimentos muy elevada, al tener una pendiente muy pequeña y suelos muy
permeables. Estudios en USA (Phillips, 1989) han demostrado que de los sedimentos que
llegan a un tramo, del 29 al 93 % es acumulado en las llanuras aluviales, ya que la presencia
de vegetación y de sus residuos sobre el suelo hace disminuir considerablemente la velocidad
de las aguas.
- Proveer de hábitat para la fauna y flora, albergando una diversidad biológica alta, una
productividad alta y hacer posible la dispersión de las especies.
El contraste de esta vegetación con el resto del entorno es mucho mayor en los tramos
bajos de los ríos, donde el relieve suele ser plano, en general con cultivos agrícolas sobre los
que destacan notablemente las choperas u olmedas, que en los tramos altos donde un valle
cerrado y con carácter forestal disminuye este contraste de formas y colores.
116
vegetación de frondosas de la ladera se entremezcla con la de la ribera (González Bernáldez,
1988; Morla, 1988).
Finalmente, las riberas presentan una serie de valores muy positivos para el hombre,
en cuanto que suministran un microclima fresco y húmedo (Sterling, 1990) muy apreciado
en los meses cálidos, ofrecen una calidad sonora (sonido del agua y del canto de los pájaros)
y olfativa notable, y representan enclaves de diversidad ecológica que a lo largo de la
Historia el Hombre ha querido representar en jardines, parques, ambientes relajantes, etc.,
uniendo la presencia del agua y de la vegetación (González Bernáldez, 1988).
Aspectos hidrológicos. -
Una de las características que quizás mejor define a las riberas fluviales, recogida en
la definición de Brown et al. (1979), es la de tener un nivel freático muy alto durante todo el
año, al recibir un aporte hídrico constante del acuífero representando el límite de una zona
de descarga; y estar en contacto con los caudales del río procedentes de los tramos de aguas
arriba, siendo periódicamente inundadas por ellos.
Respecto al primer tipo de aporte hídrico por escorrentías procedentes del acuífero,
el funcionamiento de las riberas es similar al de las restantes zonas húmedas. El agua que se
ha infiltrado en el suelo durante las lluvias desciende por gravedad o capilaridad a los
horizontes saturados, y en ellos circula lentamente hacia las zonas de menor presión,
aflorando en depresiones del terreno o donde el nivel topográfico corta al piezométrico,
como sucede en los cauces (zonas de descarga) (González Bernáldez et al., 1987). Las
riberas fluviales aparecen donde el nivel de saturación de agua en el suelo queda muy cerca
de la superficie del terreno, correspondiente a la zona más baja de la ladera, inmediatamente
antes de llegar al cauce.
El otro tipo de aporte hídrico que reciben las riberas se debe al efecto de las avenidas
y desbordamientos del cauce. Durante estas avenidas e inundaciones las riberas actúan como
zonas de carga, al quedar el nivel de las aguas del río por encima del nivel freático de la
ladera (Figura 7.1). En estos casos se origina un flujo del cauce hacia el acuífero, que es
esporádico en el tiempo pero que puede tener una gran importancia en las zonas áridas y
semiáridas, para la recarga de acuíferos. Asimismo, la inundación de la ribera representa la
llegada de sedimentos, semillas, materia orgánica, etc. a los suelos riparios, representando
una fertilización y siembra natural de gran importancia para el mantenimiento del bosque de
galería y su riqueza faunística.
117
En cada tramo del río, las
zonas riparias tienen de esta forma
un aporte de agua "transversal", de
forma más o menos continúa
procedente del acuífero hacia el
cauce, y de forma esporádica del
cauce hacia el acuífero, durante las
avenidas. Y también reciben un
aporte de agua "longitudinal",
procedente de los tramos de aguas
arriba y trasmitido a través de toda la
red fluvial, que es continuo en los
ríos permanentes y esporádico en los
efímeros o temporales, y tiene una
especial importancia durante el
estiaje cuando no existen, o se ven
muy reducidos, los aportes
transversales.
118
- Aumento de la cohesión de las orillas, evitando la inestabilidad lateral del cauce.
- Formación de orillas cóncavas por sedimentación lateral (Hicken, 1984; Gregory y Gurnell,
1988).
Quizás una de las características más relevantes de las riberas sea precisamente su
vegetación. Una vegetación exuberante, debido al grado de humedad permanente del suelo
donde se asienta, que define el trazado del río permitiendo su reconocimiento a distancia,
dando una gran belleza y amenidad al paisaje.
Todos estos factores mencionados que afectan a la vegetación de las riberas van
variando progresivamente a lo largo del río según su eje longitudinal, de forma que es posible
diferenciar una vegetación característica de los tramos altos, otra de los tramos medios y una
tercera de los tramos bajos de los ríos.
Según descendemos por el río nos encontramos en su tramo medio con formaciones
vegetales típicas de ribera, como las alisedas, en zonas de mayor estabilidad en el nivel
freático sobre suelos preferentemente ácidos, con influencia atlántica; las olmedas, donde la
oscilación del nivel freático es más acusada, en suelos más compactos; o las choperas de
álamo negro en suelos de textura más gruesa y suelta, con variación de condiciones freáticas.
Las saucedas, formaciones arbustivas situadas más cerca del agua, aparecen de forma
119
abundante a lo largo de todo el tramo medio de nuestros ríos, teniendo mayor desarrollo en
los tramos o sectores más inestables, con sustrato grueso y removido periódicamente por las
avenidas, no tolerando para su mantenimiento estable la sombra de las especies arbóreas
anteriores.
Finalmente, en las zonas más bajas de los ríos aparecen de forma general las
alamedas de álamo blanco y las saucedas arbóreas, como bosques de ribera típicos de estas
zonas, si bien han sido quizás los más destruidos debido a la constante intervención humana,
ejerciendo sobre ellos una gran presión agrícola, ganadera y urbanística.
Así se observa dentro del agua la presencia de una vegetación macrofítica sumergida,
cuyo crecimiento y desarrollo depende de los nutrientes de las aguas (grado de eutrofia).
Próximas a las orillas, pero con parte de su estructura aérea fuera del agua se desarrollan los
helofitos, o macrofitas emergentes, donde se incluyen el carrizo, las espadañas, tifas, caña,
etc.
En las orillas del río, ya con el sistema radical fuera del agua, aparecen las saucedas
arbustivas, que colonizan rápidamente las orillas e islas del cauce. Las saucedas presentan
unas características muy claras de adaptación al paso de las aguas, como la flexibilidad de
sus tallos para resistir el empuje de la corriente, y la facilidad de reproducción y colonización
de nuevos sustratos depositados por las avenidas.
Entremezcladas con las saucedas arbustivas aparecen las alisedas, muy cerca del
agua, las choperas, los sauces arbóreos, alamedas, etc. Más hacia el interior, donde el nivel
freático oscila más y el suelo es menos pesado se desarrollan las fresnedas, y las olmedas.
Cuando los suelos son salinos o yesíferos aparece en las riberas los tarays, como
especies pioneras e invasoras de fácil regeneración, que también toleran periodos de sequía
o falta de humedad edáfica, apareciendo en zonas donde no existen otras especies.
120
La resistencia de la estructura vegetal, y su tasa de crecimiento, también indican la
adaptación de la vegetación de las riberas al paso de las aguas. En las partes inferiores de las
riberas, e incluso en el propio cauce, se disponen las agrupaciones de crecimiento y
regeneración más rápida, o asociaciones de especies anuales que aparecen nuevamente cada
año, creciendo y desarrollándose durante la época en que el nivel de las aguas está más
estabilizado (ej. carrizo, eneas, etc.).
Y finalmente, en la zona del soto más alejada del río se disponen los ejemplares de
crecimiento más lento y mayor talla, que son inundados por el río de forma esporádica
(avenidas extraordinarias), asentándose sobre un suelo húmedo, pero con mayor aireación.
Los sotos y riberas son muy ricos en fauna, ya que representan un gran soporte,
refugio y fuente de alimentación y dispersión para muchas especies.
Pero también albergan con frecuencia especies que no siendo características de los
sotos y riberas encuentran en ellos refugio o fuente de alimentación. Nos referimos a la
presencia en estas zonas de gavilanes, milanos negros, palomas torcaces, tórtolas, picapinos,
jilgueros, etc. y dentro del grupo de los mamíferos a zorros, tejones, gato montés, jabalíes,
corzos, etc. a menudo visibles en estas zonas próximas a los ecosistemas acuáticos.
También dentro de las comunidades de animales podemos diferenciar las que son
características de las partes altas de los ríos de las que habitan las zonas medias y bajas. Así,
nos encontramos en las zonas altas de montaña ciertas especies como el mirlo acuático, el
martín pescador, y entre los mamíferos, el desmán pirenaico, la nutria, etc.
En las alisedas del norte de la península podemos encontrar estas mismas aves, junto
a la curruca capirotada, el pinzón vulgar, el zorzal común, el carbonero común, el ruiseñor
bastardo, etc. Y dentro de los mamíferos, citar como habitantes de esta vegetación de los
tramos medios de los ríos distintas musarañas, topo común, rata de agua, lirón careto, etc.
121
milano negro, gavilán, jilguero, palomas, tórtolas, ruiseñores, carriceros, currucas, pájaros
moscones, escribanos, carracas, etc.
Algunas aves aprovechan los taludes y cortados de los ríos para construir su nido,
como el abejaruco, el martín pescador, los aviones, golondrinas, etc., y cuando se forman
desfiladeros rocosos y hoces son frecuentes las buitreras de leonados, alimoches, abundantes
córvidos, nidificando en estas zonas, y también en ocasiones, águilas y halcones.
En relación con los mamíferos o animales de mayor talla, su presencia en las riberas
está también ligada a una conectividad del bosque ripario en sentido transversal con los
bosques o zonas de vegetación de las laderas, de donde proceden o a donde acuden
periódicamente a lo largo de su desarrollo.
122
Figura 7.2.- Evolución de las comunidades vegetales en el galacho de la Alfranca (río Ebro) a partir de 1956 (Regato,
1988).
De forma simplificada, cada rio puede dividirse en tres zonas principales (Figura
3.5.3). La primera comprende los cauces de cabecera, de primer a tercer orden, y puede ser
vista como una zona de producción de agua (la mayor fuente de agua para abastecimiento),
sólidos disueltos y sedimentos procedentes de las laderas. La segunda ocupa el tramo medio,
y se refiere a la zona de transporte, caracterizada por una elevada heterogeneidad ambiental
y alta riqueza específica. En tercer lugar, aparecen los tramos bajos del río con su llanura de
inundación, representando una zona de almacenamiento o de depósito. Los ríos de orden
superior al cuarto están con frecuencia aislados de las laderas adyacentes por los sistemas
riparios de la llanura de inundación, siendo éstos los tramos que han sido más severamente
impactados por las actividades humanas (Large y Petts, en prensa).
123
Figura 7.4.1.- Diagrama simplificado de la red de drenaje de una cuenca, indicando las tres zonas principales en que puede
dividirse.
Las funciones potenciales de los márgenes fluviales difieren en cada una de estas
principales zonas de la red hidrográfica, así como la gestión más recomendada en cada caso.
En la zona de transporte las riberas suministran hábitats lineales muy valiosos para
la dispersión de las especies riparias, ofreciendo sombra y refugio para numerosos
organismos del río con su sistema radical (ej. refugio para peces) o parte aérea (ej. fase alada
de numerosos macroinvertebrados, soporte y refugio para aves acuáticas, etc.).
Conectividad. -
En las regiones con regímenes de caudales estacionales, los hábitats riparios son
particularmente sensibles a los cambios hidrológicos. Por ejemplo, los cursos temporales
muestran rasgos de variación de los parámetros físicos y químicos mucho mayores que los
encontrados en ríos permanentes (Williams, 1987).
125
con dicha regulación (especialmente si existe agricultura de regadío). La persistencia durante
largos periodos de estos caudales mínimos ocasionará cambios en la comunidad vegetal,
favoreciendo la dominancia de especies adaptadas a una menor humedad edáfica (invasión
de la ribera por especies no ripícolas, o aproximación a las orillas de las menos exigentes en
humedad, como olmos, fresnos, etc.).
La limitación del agua por la regulación de caudales puede también exacerbar los
problemas de contaminación por reducción de la dilución y pérdida de capacidad de
autodepuración. La reducción en los caudales circulantes puede ocasionar, también,
intrusión salina en el río y en su ribera, cuyos efectos tendrá una gran persistencia si, además,
se reducen las crecidas e inundaciones.
Continuidad. -
Una superficie mínima y una determinada forma del hábitat para la fauna silvestre
condicionan la productividad de las especies, siendo ello especialmente cierto en el caso de
los corredores fluviales.
Es más conveniente, pues, crear bosques continuos de una cierta dimensión, aunque
su conservación esté sometida a un mayor conflicto de usos, que proteger fragmentos de
estos bosques, quedando aislados entre ellos.
Esta generalización se pone en evidencia si cabe con mayor énfasis en las riberas,
donde el perímetro que ofrecen en relación con su superficie es siempre muy alto (Odum,
1978), y en los bosques riparios aislados y de pequeña dimensión, la proporción de superficie
de contacto con el entorno "hostil" se acentúa, debiendo incrementar para su conservación
no solo su longitud sino también su anchura.
Heterogeneidad. -
126
ecotono ripario. En una situación natural, esta heterogeneidad viene determinada
principalmente por una variabilidad espacial de la topografía (ej. elevación respecto al nivel
del río), la permeabilidad de los sedimentos y la frecuencia de la perturbación. Es la
estructura geomorfológica del margen del río la que suministra la plataforma para que operen
otros procesos físicos, químicos y biológicos, determinando la heterogeneidad de espacios
y su biodiversidad.
Muchas especies ocupan los distintos nichos que aparecen en el continuo desde las
masas de agua relativamente permanentes o secas durante solo unas semanas al año, hasta
las masas de agua temporales que se secan durante muchos meses al año. En esta última
situación la comunidad se compondrá enteramente de especies muy adaptadas y restringidas
a estas condiciones, mientras que, en las primeras, la comunidad consistirá en especies
facultativas, encontradas principalmente en masas de agua permanentes pero con un ciclo
biológico flexible, siendo capaces de sobrevivir cortos periodos fuera del agua (Williams,
1987).
127
8. PRINCIPIOS BASICOS PARA LA RESTAURACION DE RIOS Y
RIBERAS
8.1. INTRODUCCION
A lo largo de los capítulos anteriores, relativos al análisis de los sistemas fluviales, hemos
intentado ofrecer una visión de los ríos desde varias perspectivas, como componentes de su cuenca
vertiente, de la que reciben un determinado régimen de caudales; como sistemas dinámicos
capaces de ajustarse al comportamiento hidrológico de su cuenca o a los impactos debidos a las
actividades humanas; y como sistemas biológicos, albergando en el medio acuático una gran
riqueza de especies y formas de vida, y en el medio ripario, ecotono entre el río y los sistemas
terrestres adyacentes, asimismo una gran biodiversidad y productividad..
Del conocimiento detallado del sistema fluvial se pueden concluir los principios que debe seguir
cualquier actuación en los cauces o riberas, ya sea tendente a su control en beneficio de ciertos
objetivos (ej. canalización para el control de las avenidas) como enfocada a su restauración y
conservación.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha manejado y controlado los ríos para su propio
beneficio. Con la ampliación y mejora de las técnicas de construcción, los trabajos de ingeniería
hidráulica se han extendido a todo el mundo, efectuando infinidad de presas, trasvases,
canalizaciones, etc.
Dichos trabajos de ingeniería fluvial afectan en la actualidad no solo a los grandes ríos sino a los
pequeños cursos de agua, en un afán de llevar hasta el máximo posible el desarrollo económico
basado en las disponibilidades de agua, hoy día de forma general cuestionado, y por algunos
sectores sociales fuertemente criticado.
Quizás los objetivos para este desarrollo que han determinado mayores obras y perturbaciones en
los ríos hayan sido el control de las avenidas y el drenaje del suelo para su utilización en la
agricultura (Hey y Heritage, 1993).
La abstracción directa del agua del río, así como el desarrollo de pozos para tomas de agua
subterránea, aumenta notablemente la duración de los periodos de caudales mínimos y su
frecuencia, causando la sequía total del cauce en muchos lugares de nuestro país.
La construcción de grandes presas reduce la frecuencia de las avenidas y su impacto depende del
nuevo régimen de caudales suministrado por la presa, y del aporte de agua de los afluentes no
regulados del cauce principal.
Los embalses pueden originar la degradación (erosión) del cauce hasta una distancia considerable
de las presas, ya que sueltan aguas sin sedimentos que erosionan el lecho, quedando en éste
únicamente los más gruesos. El proceso continúa hasta que se forma un sustrato estable sin
elementos finos (a veces rocoso), de carácter impermeable e inapropiado para las poblaciones de
macroinvertebrados y peces (salmónidos) anteriormente existentes. En ocasiones la erosión de
fondo se ve acrecentada por la cohesión de las orillas, reforzada por la presencia de la vegetación
que ya no es desestabilizada periódicamente por las avenidas, con lo cual se va disminuyendo la
anchura del cauce retroalimentándose el proceso de degradación de fondo (Raynov et al., 1986).
Los programas de explotación de acuíferos crean una zona no saturada del suelo cada vez mayor,
llegando a originar Ja desaparición de fuentes, pequeños arroyos, ríos, y la disminución de los
caudales base de los ríos principales.
El aumento de la capacidad de acumulación de agua en el suelo por descenso del nivel freático
hace que se reduzca la frecuencia de las avenidas, y disminuyan considerablemente los caudales
mínimos.
Hoy día ya no es posible plantear modelos de desarrollo económico con los proyectos de
ingeniería hidráulica realizados a primeros de siglo en Europa, y durante los años 50-60 en
España, para un uso intensivo exclusivamente del recurso agua o de los terrenos adyacentes a los
cauces, produciendo el deterioro de los restantes valores que ofrecen los ecosistemas acuáticos.
La aplicación universal de los métodos ingenieriles clásicos ya no es aceptada por gran parte de
la Sociedad, y ello es debido no solo a razones ecológicas o medioambientales, sino también a
razones económicas, teniendo en cuenta la necesidad de sobredimensionar las obras por el riesgo
que generan, y el costo de mantenimiento adicional que suponen al ir en contra, en la mayoría de
los casos, a los procesos naturales de la dinámica fluvial (Hey, 1994).
Así, Hey (1994) propone numerosos métodos alternativos, basados en una mayor sensibilidad
hacia los recursos y valores naturales, para resolver los problemas de control de avenidas o
129
estabilización de cauces, existiendo una gran documentación para mitigar los efectos de la
regulación de los caudales (Gore y Petts, 1989).
1- Dar oportunidad al río para desarrollar su propia dinámica dentro del cauce, atendiendo a
los procesos de erosión y sedimentación variables en el tiempo, con el régimen de
caudales.
2- Crear una morfología estable con dichos procesos, y flexible dada la incertidumbre en la
respuesta del río.
3- Potenciar la mayor heterogeneidad de formas y condiciones hidráulicas, para favorecer
la diversidad de hábitats y de especies.
El diseño de esta ingeniería medioambiental logra el objetivo de control del río a veces con un
costo menor que la ingeniería fluvial clásica, actuando a favor de los procesos fluviales y dejando
que el rio efectúe parte del trabajo, pero respeta los valores medioambientales que éste representa.
Esta práctica es a veces incompatible con una tendencia especulativa en el aprovechamiento de
los terrenos adyacentes al cauce, ya que para el desarrollo de la dinámica fluvial y su llanura de
inundación es necesario dar al río "espacio", y muchas de las obras de canalización y rectificación
de los ríos han sido proyectados en nuestro país no tanto para resolver el problema de las avenidas,
a veces de escasa frecuencia, como para estabilizar los terrenos de márgenes de gran valor
urbanístico (canalizaciones en tramos urbanos) o agrícola (ej. vega del Segura).
Especialmente en los trames urbanos, la canalización de los ríos suprime una función cultural del
río a su paso por la ciudad, mostrando la dinámica de la Naturaleza cambiante en formas y colores
según las estaciones del año, que contribuiría notablemente a la educación ambiental, cuidando
su limpieza y estudiando su comportamiento, ofreciendo al mismo tiempo un espacio muy
apreciado para actividades recreativas que no estamos acostumbrados a disponer, o exigir, dentro
de la propia ciudad.
Atendiendo a estas ideas generales de la dinámica de los ríos y sus valores medioambientales, se
pueden establecer una serie de principios básicos que deben ser tenidos en cuenta en los proyectos
de restauración, haciéndolos extensivos a cualquier otro tipo de proyecto o intervención en los
cauces.
130
- tipo de sustrato (granulometría, formas del lecho, estabilidad del lecho y orillas),
- condiciones hidráulicas de la corriente (velocidad, calado, tensión de arrastre, rugosidad
del sustrato, etc.),
- comunidades biológicas del río (poblaciones de algas, macrofitas, macroinvertebrados,
peces, aves acuáticas, etc.)
- llanura de inundación (vegetación riparia, zonas acuáticas formados por corta de
meandros, madres, galachos, fauna asociada, etc.)
y de restaurar, o de no alterar, las funciones de cada uno de los componentes de dicha estructura,
permitiendo las interrelaciones mutuas dentro del propio río, y entre éste y su llanura de
inundación.
Una constante fundamental en la restauración de los ríos es el medio acuático propiamente dicho,
en cantidad y calidad.
Cualquier proyecto de restauración debe de contar con el elemento agua en las condiciones
necesarias, partiendo de un régimen de caudales apropiado para la existencia de los organismos
acuáticos presentes o a introducir (reintroducir) o mejorar su hábitat; y de una calidad de ese agua
suficiente para asegurar el desarrollo de los mismos, y sin la cual cualquier actuación de
restauración no será rentable o justificable bajo los conceptos ecológicos antes apuntados.
La dependencia del río con su cuenca vertiente se pone de manifiesto analizando el origen de las
aguas y de los sedimentos que circulan por los cauces (ver capítulo 3).
El régimen de caudales que circula por un tramo de río es consecuencia del comportamiento
hidrológico de la cuenca vertiente al tramo, y de la regulación de los mismos en el tramo situado
aguas arriba. Asimismo, los sedimentos que transporta, junto a las sales disueltas, materia
orgánica, etc., proceden de actividades o usos del suelo en las laderas vertientes que implican
erosión del suelo, lavado de nutrientes, contaminación, etc. que llega a las aguas del río a través
de las escorrentías.
Dentro del propio río, y ante las condiciones geomorfológicas del cauce y del valle, los caudales
configuran determinadas condiciones hidráulicas, que a su vez representan distintos hábitats para
los respectivos organismos acuáticos.
De Bano y Schmidt (1989) establecen una relación directa entre el estado de la cuenca y el estado
de sus cauces, recomendando un análisis detallado de las relaciones causa-efecto de los problemas
observados, antes de proceder a cualquier programa de restauración o mejora de los ríos y riberas
(ver Tabla 8.1).
Procediendo a la restauración propiamente dicha, hay que tener siempre presente la causa del
problema o estado de degradación en que se encuentra el tramo o río a mejorar.
Será inútil cualquier restauración o mejora del tramo cuando dicha degradación se deba a
variables ajenas al propio tramo del río, como un deficiente régimen de caudales (periodos secos,
oscilaciones bruscas de caudal, avenidas frecuentes, etc.), un cambio en el balance de sedimentos
(retención de sedimentos en la presa de aguas arriba, excesiva carga sólida por erosión en la
cuenca, etc.), o uso incontrolado de la ribera (sobrepastoreo, disposición de basuras, escombros,
etc.), si no se procede con anterioridad a mejorar o eliminar dicha causa de perturbación.
131
cuenca y estado de las riberas.
Condición de la ribera: Buena Degradada
Condición de la cuenca:
Buena Muy probable Poco probable
Pobre La menos probable Muy probable
El régimen de caudales circulantes por el río aparece como el elemento clave del desarrollo del
ecosistema fluvial, permitiendo la existencia de una determinada estructura (condiciones
hidráulicas, forma del cauce, flora y fauna acuáticas, etc.) y la conexión y vitalidad de la llanura
de inundación.
Para estimar los efectos de la regulación de los caudales hay que comparar la situación antes y
después de la regulación, no solo en términos de parámetros integradores o valores medios (medio
anual, mensual, mínimo, etc.) sino también en términos de frecuencia y duración de los valores
extremos.
A menudo se tiende a definir un caudal ecológico por el caudal mínimo circulante por el río, con
frecuencia calculado a partir de valores medios. En relación a los procesos naturales, dichos
valores medios pueden no tener ningún significado, siendo necesario tener en cuenta las
secuencias con que se producen, la duración de los periodos de mínimos, la magnitud del déficit
hídrico en el cauce, la repercusión del descenso del nivel de las aguas en la morfología del cauce
dejando ciertas zonas (ej. frezaderos) sin agua, etc.
Dicho régimen ecológico, una vez establecido debe de mantener una cierta predictibilidad por
parte de las especies, ligada a la constancia de este y a su sincronización con otras variables del
medio relacionadas con su fotoperiodo y termoperiodo.
Las distintas formas y trazados de los ríos que se observan en la Naturaleza no son caprichosas,
sino que responden al régimen de caudales y de sedimentos que suministra la cuenca vertiente, y
132
a los procesos de erosión y sedimentación que tienen lugar en el propio cauce, determinados por
dicho régimen y las actividades humanas.
Un cauce estable responde a una situación de equilibrio entre dichos procesos, mientras que la
inestabilidad, puesta de manifiesto en una erosión del lecho u orillas del río, o en una excesiva
sedimentación interior o en la llanura de inundación, responde a un desequilibrio o fase de reajuste
del río a cambios de las condiciones hidrológicas de su cuenca.
El diseño de cauces, o su restauración, debe de tender a lograr o mantener una situación estable
de equilibrio, mediante actuaciones que detengan o aceleren la fase de reajuste del río a las
condiciones actuales.
Cualquier obra o proyecto en el río debe de ir a favor de los procesos naturales que en él operan,
resultando así mismo estable frente a la fuerza de la corriente para su remoción o destrucción, en
función de la potencia hidráulica de aquélla.
Los procesos de incisión del cauce, configurando secciones transversales cada vez más profundas
y con un coeficiente anchura/profundidad menor, llegan a ser muy desfavorables para la fauna
acuática, reduciéndose la diversidad de hábitats existente en el fondo y en las orillas del cauce.
Ello favorecerá la formación de un cauce más superficial, donde por sedimentación se vaya
elevando el nivel freático de la llanura de inundación y nuevamente quede conectada ésta con el
cauce, mediante afluencia de agua subterránea y avenidas periódicas, favoreciéndose asimismo
la formación de distintos hábitats dentro del río y el desarrollo de una vegetación que estabiliza
la biodiversidad de todo el sistema fluvial (Figura 8.1).
133
Figura 8.1.- Recuperación de un rio con problemas de incisión y desconexión de las riberas
con su acuífero (en Sedell et al., 1991).
Los procesos de inestabilidad por erosión lateral de las orillas del cauce representan el caso
contrario, donde un excesivo ensanchamiento del río determina aguas muy superficiales, de
velocidades lentas, a menudo con temperaturas elevadas debido a su elevada insolación al faltar
una vegetación riparia que sombree el cauce. En estos casos con frecuencia se acentúan los
procesos de eutrofización de las aguas (excesivo crecimiento de algas y macrofitas) y el río se
hace desfavorable para numerosos organismos acuáticos, debido a un déficit de oxígeno, falta de
sustrato adecuado, etc.
La restauración en estos casos debe proceder a la profundización del cauce concentrando las
aguas, favoreciendo el inicio de una cierta incisión del cauce que asegure una determinada
velocidad de las aguas, un sustrato adecuado sin estar colmatado por partículas finas, y una
estabilización de las orillas que permita el desarrollo de la vegetación riparia, mejorando con ello
las condiciones de temperatura dentro del río, y apareciendo gradualmente toda la estructura e
interrelaciones deseadas entre el cauce y su llanura de inundación (Figura 8.2) .
134
Figura 8.2.- Recuperación de un río con inestabilidad lateral y aguas muy superficiales, hacia un
cauce estable y más profundo (Van Haveren y Jackson, 1986).
La diversidad biológica está basada en el mantenimiento de toda la cadena trófica del ecosistema,
quedando limitada por la escasez o ausencia de algunos eslabones, que a
su vez limitan o impiden el desarrollo de las restantes especies.
En la cadena trófica de un río tiene especial importancia la materia vegetal sintetizada en las
riberas o llanura de inundación, al ser pequeña la producción primaria dentro de las aguas
corrientes que es directamente utilizada por los consumidores del río. Ello pone en evidencia la
dependencia mutua entre el río y su llanura de inundación, manteniendo un intercambio
fundamental de materia y energía.
135
La diversidad biológica requiere una heterogeneidad de hábitats y espacios útiles para las distintas
fases de desarrollo de las especies que componen la comunidad. La presencia de rangos de calados
dentro de una misma sección, que representan rangos de velocidades, de tipos de sustrato, de
condiciones físico-químicas, etc. permitirá la presencia simultánea de especies adaptadas a zonas
de corriente, a zonas de aguas lentas; a especies que viven en el fondo, con sustrato estable, a
especies que se mueven en la columna de agua; y a especies que dependen del contorno del cauce,
siendo éste mayor cuanto más irregular es la sección, actuando en este caso el medio hiporreico
y las orillas del cauce como zonas de refugio o desarrollo para determinados estadios de su ciclo
biológico.
La falta de conexión del cauce con su llanura de inundación, por canalizaciones, dragados, etc. o
la homogeneización del medio ripario y acuático por simplificación de la estructura fluvial,
determina la pérdida de esta biodiversidad, favoreciendo a las especies oportunistas que son
capaces de tolerar las condiciones homogéneas resultantes (Figura 8.3).
En el diseño o mejora de esta estructura diversa del río hay que tener en cuenta la necesidad de
que funcione o esté articulada mediante interrelaciones entre el régimen de caudales y la fo1Jna
del cauce, su llanura de inundación y las variables biológicas que interactúan, poniendo especial
atención en la organización de una estructura trófica completa.
136
6°. Actuar a favor de la Naturaleza, con sus propios medios, resulta más económico y eficaz
que actuar en su contra.
Un hecho avalado por experiencias históricas es la imposibilidad de controlar ciertos ríos de forma
indefinida, debido a su potencia hidráulica para destruir las obras dispuestas en su cauce cuando
éstas no responden a su dinámica natural en momentos de avenidas.
El caso del río Mississippi es quizás el ejemplo más clásico mostrando multitud de
errores cometidos en las obras de ingeniería hidráulica clásica, diseñadas para la
estabilización del cauce. La canalización y rectificación de su tramo bajo han determinado
procesos de erosión remontante transmitidos por el cauce principal a sus afluentes, causando
grandes problemas de sedimentación que han originado cambios de trazado y mayor inestabilidad
que la existente antes de la canalización (Winkley, 1982).
En España, en ríos muchísimo más pequeños que el aludido se repiten estas mismas experiencias,
necesitando muchos proyectos de canalizaciones, dragados o rectificaciones de cauces un
mantenimiento constante después de cada avenida, por excesiva erosión o rotura de las
estructuras, o por una gradual sedimentación.
Muchos de los problemas que existen en los ríos se deben a la erosión de las orillas por falta de
vegetación protectora, a la presencia de obstrucciones al paso de las aguas (naturales o creadas
por el hombre), o al excesivo crecimiento de macrofitas (por excesiva eutrofización de las aguas
y elevada temperatura).
En estos casos el propio rio dispone de medios para resolverlos, mediante avenidas periódicas que
arrastran los obstáculos del cauce, limpiando de forma natural las acumulaciones de sedimentos
o eliminando una excesiva materia vegetal dentro del cauce (troncos caídos, acumulaciones de
detritus, macrofitas, etc.); y mediante la presencia de la vegetación en las orillas y riberas, la cual
da fuerza y cohesión a los suelos impidiendo su erosión, y suministra sombra a las aguas del cauce
regulando la temperatura y entrada de luz a las aguas y controlando el crecimiento masivo de
macrofitas.
En los Estados Unidos, y cada vez con mayor frecuencia, se contempla en la restauración de los
ríos el Método Palmiter (Herbkersman, 1984), que ha diseñado y puesto en práctica técnicas
sencillas para estabilizar las orillas y mejorar la capacidad de desagüe de los ríos, bajo el lema
"deja que el río haga el trabajo" (let the river do the work), habiendo recibido un reconocimiento
oficial y gran difusión pública para su aplicación en numerosos estados del país (NRC, 1992).
137
En ríos pequeños o de baja potencia hidráulica siempre será posible recurrir a estos
elementos naturales del cauce para su restauración; y en los de mayor tamaño, se deben de
utilizar sistemas suficientemente resistentes a la fuerza de la corriente, pero que permitan
una posterior recolonización o recubrimiento por la vegetación (ej. geotextiles, gaviones,
escollera suelta con mezcla de tamaños, etc.), para que ésta complete su efecto estabilizador
y suministre, entre otras funciones, sombra a las aguas y aporte de materia orgánica al
cauce, a la vez que refugio a numerosas especies.
Mantener una diversidad de hábitats y formas de vida, que responda a un funcionamiento estable
del ecosistema fluvial, puesto de manifiesto en su morfología y dinámica, exige disponer de un
determinado espacio en el cual del río desarrolla su trazado y se desplaza libremente,
desbordándose periódicamente y manteniendo activa la llanura de inundación.
En la mayoría de los casos, los problemas de inestabilidad o degradación de los sistemas fluviales
han sido provocados por un confinamiento del cauce, reduciendo su anchura y cortando su
conexión con la llanura de inundación.
Las riberas o llanura de inundación de los tramos bajos de los ríos representan las zonas más
apreciadas para el establecimiento de núcleos urbanos, zonas industriales, vías de infraestructura,
etc. debido a su relieve llano muy favorable para las comunicaciones, y a la fertilidad de sus suelos
para la agricultura.
Son estos tramos bajos los más alterados por el hombre, y donde es mayor la presión de ocupación
de las riberas, existiendo un mayor conflicto de usos en los mismos. La planificación del territorio
a escala regional debe resolver dicho conflicto, dando prioridad a la conservación de los ríos en
los tramos que presentan mejor estado en la actualidad.
Para llevar a cabo la restauración de estos tramos será necesario en muchos casos ampliar el
espacio disponible por el río para su desplazamiento lateral, estableciendo una banda de anchura
variable a cada lado del ca1;1ce, en función de la dimensión de éste y de las características
geomorfológicas del tramo, donde poder llevar a cabo de forma apropiada la restauración del
trazado del cauce y el desarrollo de la vegetación.
En el costo del proyecto de restauración habrá que considerar en la mayoría de los casos partidas
del presupuesto destinadas a la adquisición de terrenos, o a la subvención a los propietarios
ribereños para que se acojan a las medidas protectoras o planes de restauración, siendo necesario
en la mayoría de los casos proceder a un deslinde de las riberas y del dominio público hidráulica.
Por otra parte, el área del proyecto de restauración necesita tener una extensión mínima para que
el efecto de borde e influencia de las actividades o usos del suelo adyacentes no malogren la
restauración, impidiendo la integridad de las funciones acuáticas internas en dicha área.
138
8º. Prevenir la degradación de los ríos puede ser menos costoso que proceder a su
restauración.
La restauración de los ríos puede llegar a ser muy costosa, en función del estado de deterioro del
que se parta. Cada vez en mayor medida es necesario asumir los gastos que genera la conservación
de los sistemas naturales (ej. instalación de plantas depuradoras), pero simultáneamente es
también necesario evitar su actual degradación con las nuevas obras
proyectadas.
No parece razonable hoy día seguir realizando proyectos de ingeniería hidráulica que no atiendan
a los aspectos medioambientales de· los ríos, y que, con el paso de los años y mayor educación
ambiental de la Sociedad, supongan nuevas inversiones para su restauración.
Dichas soluciones responderán a criterios de estabilidad y equilibrio dinámico, sostenidos por los
técnicos en morfología e hidráulica fluvial, y a criterios de biodiversidad sostenidos por los
técnicos en ecología fluvial, resultando ser en la mayoría de los casos de menor coste económico,
al responder a la dinámica fluvial (sin gastos de mantenimiento a corto y medio plazo) y evitar el
deterioro del sistema fluvial (sin gastos de restauración a corto, medio o largo plazo).
Medios económicos para estudios y proyectos La restauración de los ríos, en diferentes tramos y
llevada a cabo en diferentes cursos de agua dentro de cada cuenca hidrográfica, debe responder a
un programa de conservación resultado de un estudio previo a escala de cuenca (ver apartado 5.1).
139
En el coste de los proyectos de restauración es necesario introducir algunas partidas de
presupuesto para el seguimiento de los mismos, asegurando durante algunos años el desarrollo de
la vegetación (posible riego, nuevas siembras, plantaciones, etc.), la estabilidad de las estructuras
diseñadas, la disposición de cercas o alambradas para evitar la entrada de ganado donde ello sea
necesario, el pago de subvenciones a los ribereños o usuarios en conceptos compensatorios, y la
realización y difusión de estudios de seguimiento para el control de la efectividad de lo
proyectado.
Personal especializado
Tanto los estudios aludidos como los proyectos de restauración deben ser realizados por personal
especializado en los sistemas fluviales. Una conceptualización errónea o deficiente de estos
sistemas conduce a fallos en la planificación de la restauración, y en la redacción y ejecución de
los proyectos.
El deficiente conocimiento de los ríos radica con mucha frecuencia en no considerarlos parte de
un sistema· más amplio río-llanura de inundación, a su vez integrante de un sistema a mayor
escala, dentro de una cuenca.
Otro fallo frecuente en el concepto de los ríos es ignorar su equilibrio dinámico, que puede ser
roto cuando se supera algún umbral de estabilidad. O desconocer la estructura biológica que albera
y su funcionamiento, causando su destrucción por ignorancia o no logrando su mejora por la
presencia de algún factor limitante en la cadena trófica o en el desarrollo de las especies.
La historia de la intervención humana en los ríos es una sucesión de técnicas de prueba y error
(Rosgen y Fittante, 1986), con infinidad de ejemplos de éxitos y fracasos que responden a un
mejor o peor conocimiento de las condiciones operantes en cada caso, diferentes de unos tramos
o ríos a otros.
Para contribuir a un conocimiento cada vez más completo de los ríos es necesario realizar
evaluaciones de los proyectos de restauración con estudios antes y después de los mismos,
describiendo y cuantificando su efecto en todos los componentes del sistema fluvial
(García de Jalón, en prensa), haciendo públicos los resultados obtenidos a través de revistas
científicas, congresos o publicaciones técnicas.
únicamente mediante la difusión de las técnicas empleadas y los resultados obtenidos en cada
caso se irá logrando un mayor conocimiento de la respuesta de los ríos a intervenciones humanas,
y una mejor formación de los técnicos involucrados en su restauración y conservación.
Las obras proyectadas no deben de ir en contra de los intereses locales, o de usos tradicionales en
el cauce o sus riberas, debiendo ser éstos considerados como condicionantes o limitantes del
proyecto. No es posible llevar a buen fin proyectos de restauración o intervención en Jos cauces
que supongan un enfrentamiento con los usuarios (pescadores, agricultores, ganaderos,
asociaciones deportivas, culturales, etc.), resultando dicho enfrentamiento en general un costo
adicional del proyecto, que debe ser resuelto previamente a la realización de este.
140
Ello no obsta para que en el proyecto se contemple un gradual cambio de usos o comportamiento
social, basado en un plan de subvenciones o compensaciones a los
ribereños, y en un plan de educación ambiental que debe ser iniciado por las poblaciones más
jóvenes (colegios infantiles), dando a éstas la responsabilidad del mantenimiento de los proyectos,
la realización de estudios sencillos del medio fluvial, la interpretación del paisaje
del río mediante concursos de pintura, fotografía, etc., que supongan un gran estímulo para
su buen mantenimiento y conservación.
La restauración de los ecosistemas fluviales debe ser no solo la ejecución de proyectos concretos,
sino la expresión de una ideología asumida en la Planificación Hidrológica de las cuencas
vertientes.
Son muchas las actividades que afectan a los cauces y riberas fluviales, cuyo control supone un
ámbito de actuación de mayor rango que el de la propia restauración de un tramo de río.
141
aportaciones hídricas, características geomorfológicas, etc.), de calidad de las aguas y sus
condiciones biológicas.
Como objetivo general en dicha Planificación Hidrológica debe de aparecer, entre otros, el de
restaurar y conservar los cauces y riberas fluviales. La clasificación de los ecosistemas fluviales
dentro de cada cuenca permitirá seleccionar los tramos o ríos más apropiados para restaurar o
conservar, siendo en ellos prioritario este objetivo, y complementario o secundario en los
restantes.
En la Planificación Hidrológica se deben de crear figuras de protección de los ríos, similares a las
recogidas por la legislación de espacios protegidos, introduciendo la de "Parque Fluvial" ya
existente en otros países mediterráneos (ej. Italia).
142
9. ETAPAS EN LA RESTAURACION DE LOS RIOS
9.1. INTRODUCCION
La restauración de los ríos tiene como objetivo retornar el cauce a un estado próximo al natural o
previamente existente antes de su deterioro. En nuestro país, como en el resto de los países
europeos, un estado natural de los ecosistemas naturales es prácticamente imposible de alcanzar
por varios motivos fundamentales; (1) la historia de la transformación del medio por el hombre
es muy antigua, y (2) desconocemos cómo eran los ríos en condiciones naturales.
A estas dos razones podríamos añadir una tercera en relación con los cambios de las condiciones
climáticas ajenos a la influencia humana, que no permiten hoy día la existencia de cauces o
vegetación riparia en las condiciones de antaño.
Se trata por consiguiente de restaurar una degradación de los ríos sufrida en las últimas décadas,
que afecta tanto a la llanura de inundación y vegetación riparia como al estado físico del cauce,
dejando aparte la alteración del medio acuático propiamente dicho en relación con la regulación
de los caudales y a la contaminación de las aguas.
En dicha restauración, una vez resuelto el problema de cantidad y calidad de las aguas, debe
procederse a dos actuaciones fundamentales:
- La recuperación de la llanura de inundación, con una vegetación adecuada en las riberas
fluviales
- La recuperación de la morfología del cauce, en relación con su sección transversal, perfil
longitudinal, trazado y redistribución de los sedimentos dentro del lecho.
Petersen et al. (1992) han propuesto una metodología básica para la restauración de tramos de ríos
canalizados en zonas agrícolas, dando prioridad entre otras a las siguientes
actuaciones:
Un primer paso en la restauración de los ríos debe ser el establecimiento o delimitación del espacio
ripario, como una banda protectora en cada margen, a lo largo de los cauces, donde no se lleven
a cabo actuaciones ajenas a la dinámica fluvial.
La medida de restauración más importante y prioritaria en este caso es alejar dichas actuaciones
agrícolas o forestales (incluyendo el pastoreo) del cauce, dejando una banda protectora entre
ambos donde sea posible llevar a cabo actuaciones posteriores (Figura 9. 1-b).
143
Únicamente con dejar este espacio o banda protectora sin cultivar se consiguen varios efectos
positivos, como el de la reconsolidación del suelo y mejora de su resistencia a la erosión; la no
adición de fertilizantes, o de cualquier otro producto desfavorable a la calidad de las aguas, en las
zonas más próximas al cauce; y la recuperación gradual de la vegetación riparia.
En el caso de tramos canalizados, las motas o diques de defensa contra las avenidas deben de
dejar un espacio ripario donde pueda desarrollarse la vegetación, en lugar de situarse próximas al
cauce formando taludes donde ésta no pueda instalarse (ver Figura 9.2).
Un paso inicial en la restauración de los ríos debe ser recrear nuevamente la morfología del cauce,
abriendo su sección para facilitar el desplazamiento lateral de las aguas.
144
Figura 9.2.- Diseño de un tramo canalizado dejando un espacio ripario entre la mota y el
cauce, en uno de los márgenes (en Purseglove, 1988).
A menudo el uso intensivo de la llanura de inundación y la rectificación del trazado del río han
determinado procesos de incisión, donde el cauce se ha hecho más profundo y estrecho. Por otra
parte, en los trabajos de canalizaciones o dragados el hombre tiende en la mayoría de los casos a
dismin1ir la anchura del cauce, para disponer de mayor espacio aprovechable en la llanura de
inundación.
Con estas formas más y menos encajonadas del cauce, y dependiendo de las propiedades
geotécnicas del material de las orillas, se forman taludes laterales más o menos pendientes, no
hábiles para el establecimiento de la vegetación.
El rebajamiento de tales pendientes, aumentando la anchura superior del cauce para llegar a
perfiles 1 :4 (pendientes inferiores al 25 %) , resulta necesario para su estabilidad y favorecer el
crecimiento de la vegetación a partir de sustratos más estables (Figura 9.1-c).
Con ello se favorece también la conexión gradual del cauce con su llanura de inundación. Al
aumentar la anchura de la sección disminuye el calado, y con ello la velocidad de las aguas y su
capacidad de transporte. Progresivamente se pasa del proceso de erosión de fondo a un proceso
de sedimentación, a través del cual se va elevando el nivel del thalweg y el del freático afectando
a la llanura de inundación, llegando a quedar comunicada la ribera con el cauce y ser posible su
inundación periódica por las crecidas.
La reducción de las pendientes laterales del cauce tiene además otras ventajas, como evitar la
rotura de los taludes existentes por inestabilidad geotécnica, disminuyendo con ello la
incorporación de suelo erosionado a las aguas; y la de permitir que dichas partes laterales del
145
cauce actúen como llanura de inundación, donde el río disipa energía durante las crecidas y
sedimenta la carga sólida que transporta de tramos de aguas arriba (Brookes, 1989).
La revegetación de estos espacios riparios se logra de forma natural en un tiempo más o menos
breve, según sean las condiciones del tramo correspondiente. Pero procediendo a su restauración,
la plantación o siembra de dicho espacio ripario con especies nativas de crecimiento rápido
acelera notablemente este proceso natural, y debe ser una actuación prioritaria en la recuperación
de los ríos (Figura 9.3-a).
Los alisos fijan el nitrógeno del aire al suelo mediante una asociación de bacteria-hongo presente
en los nódulos de sus raíces, y pueden actuar como fuentes significativas de nitrógeno a las aguas
(Dugdale y Dugdale, 1961), mientras que el chopo temblón (Populus tremuloides) minimiza la
salida de nitrógeno del suelo a las aguas (Gosz, 1978).
146
Figura 9.3.- a) Revegetación de las riberas; b) Alternancia de rápidos y remansos; c)
Recuperación de la sinuosidad (Petersen et al., 1992).
Pero si el trazado del cauce está logrado, o se desea estabilizar, las plantaciones en el margen de
mayor erosión (borde externo de los meandros) contribuirá a la sujeción de las orillas, siendo
entonces en estos tramos donde se deberán reforzar las plantaciones (ver Figura 9.4).
147
Figura 9.4.- Plantaciones de ribera reforzando la estabilidad de las orillas en los márgenes
externos de los meandros (Staatsministerium des Innern, 1991).
148
2. Actuación como filtro natural de la contaminación difusa originada en las laderas o
llanura de inundación. Los bosques de ribera eliminan gran parte de los nitratos disueltos
en las escorrentías subterráneas que circulan a través del espacio ripario.
3. Fuente de carbono orgánico para los ríos. La materia vegetal que aporta la ribera al cauce
es la base de la cadena trófica en las aguas, teniendo una importancia vital para la fauna
macroinvertebrada de los tramos altos.
4. Línea de conexión para determinados flujos y desplazamientos de las especies.
Para mantener todas estas funciones del ecotono fluvial es necesario conservar, o en su caso
restaurar, una banda continua de vegetación riparia natural que proteja el cauce de las actividades
que se llevan a cabo en las laderas más próximas o en la propia llanura de inundación.
El establecimiento de esta banda protectora de los cauces se ha extendido como una práctica
habitual, y fase inicial en la restauración y conservación del medio fluvial, en numerosos países
desarrollados de Europa y Norte América (Petersen et" al., 1992).
Para lograr la existencia de dicha faja protectora a lo largo de los cauces es necesario delimitar un
espacio continuo, de anchura variable (Large y Petts, 1992b), donde:
- Se introduzca y desarrolle la vegetación riparia natural, facilitando su interrelación con
el cauce principal.
- No se lleven a cabo prácticas ajenas al mantenimiento de dicha vegetación, como el
laboreo periódico del suelo, las cortas de la vegetación, el pastoreo, la aplicación de
fertilizantes o productos fitosanitarios, la acumulación de sedimentos del río por dragados
o la extracción de áridos, etc.
Hoy día existe una gran preocupación por la contaminación de las aguas por entradas difusas de
las escorrentías, que atraviesan superficies agrícolas y transportan hacia los cauces una gran
cantidad de nutrientes, determinando una eutrofización crónica y general en toda la red
hidrográfica.
Las fajas o bandas continuas de vegetación riparia, que denominamos "protectoras", tienen una
gran influencia en la calidad de las aguas del cauce, a través de los siguientes procesos (Nieswand
et al., 1990):
1. Retención de los sedimentos y nutrientes (disueltos o adheridos a partículas) que llegan a
la zona de ribera a través de las escorrentías superficiales, aumentando las posibilidades
de filtración, deposición, infiltración, absorción, adsorción, descomposición y
volatilización.
2. Reducción de la eros1on laminar, de márgenes y de fondo del río, por estabilización de
las orillas y disminución de la velocidad de las escorrentías superficiales próximas al
cauce.
3. Alejamiento del cauce de las actividades que suponen un riesgo potencial de
contaminación de las aguas.
149
Pero la función de dichas fajas de vegetación riparia es siempre múltiple, asociada tanto al control
de la llegada de nutrientes al cauce o al de la erosión, relacionados con la calidad de las aguas,
como al control de su temperatura, entrada de luz, suministro de alimento y hábitat para la vida
acuática, etc., relacionados con el funcionamiento ecológico del sistema fluvial.
No obstante, según se pretenda potenciar uno o varios de estos efectos, la banda de vegetación
riparia debe de tener distintas dimensiones, y así Nieswand et al. (1989) proponen los siguientes
valores de su anchura:
- Control de la sedimentación en avenidas: 15 - 60 m.
- Control de la erosión de márgenes y del lecho del río: 25 - 60 m.
- Control de la llegada de nutrientes al cauce: 25 - 65 m.
- Protección de los embalses: 25 - 90 m.
- Control de la temperatura de las aguas del cauce: 7 - 60 m.
- Protección de las especies acuáticas: 1 - 15 m.
- Protección de la fauna silvestre: 60 - 90 m.
Estos mismos autores recomiendan estudiar con detalle en cada tramo la anchura
y condiciones que debe tener la banda protectora de vegetación riparia, aludiendo al hecho
de que una "anchura excesiva invita a la violación de esta", y una vez que ello ha
sucedido, el valor de dicha banda riparia desaparece.
La anchura más frecuente que se propone en los diferentes estudios sobre bandas
protectoras ("buffer strips ") oscila entre 30 y 50 metros a cada lado del cauce, habiendo
sido demostrado por Doyle et al. (1977) la conveniencia de que la anchura de esta banda
sea siempre superior a 10 metros, para una efectiva reducción de la llegada de nitratos al
cauce.
Por otra parte, Nieswand et al., (1990) proponen un modelo paramétrico para estimar la anchura
de la banda protectora riparia, partiendo del concepto de que ésta actúa como un filtro de las
escorrentías, y en ella es necesario controlar su velocidad o el tiempo de paso, asegurando su
infiltración. Por ello el cálculo de la velocidad de la escorrentía superficial es esencial en el
modelo propuesto, que se desarrolla como sigue:
De la expresión (2), y teniendo en cuenta que la velocidad de la escorrentía sería igual al espacio
recorrido, en este caso la anchura de la banda protectora riparia W, dividida por el tiempo de
traslado, tenemos:
W = 2,5 T S1/2 (3)
150
siendo T el tiempo asumido para que se produzca una reducción significativa de los sedimentos
o nutrientes en las escorrentías (por intercepción o infiltración). La anchura así calculada depende
de las características del suelo, de la cobertura vegetal, y sobre todo de la pendiente, que no debe
sobrepasar el 15 %.
Este modelo representa un método posible para el cálculo de la anchura mínima de la faja
protectora riparia, con el criterio de asegurar su funcionamiento para el control de la calidad de
las aguas del cauce (controlando el tiempo de las escorrentías dentro de la misma).
El valor definitivo de dicha banda, según los autores del modelo siempre ha de ser superior a 15
metros, debiendo elegir como tal el mayor entre 15 y el suministrado por el modelo, para el caso
de ríos permanentes; entre 30 y el suministrado por el modelo, para el caso de embalses de
regulación y tomas de agua; y entre 90 y el suministrado por el modelo en los embalses para
suministro doméstico.
Una anchura de 5 metros solo podría permitir la existencia de un pie arbóreo por unidad de
longitud de río. Considerando la necesidad de crear una cierta estructura de "bosque", Petersen et
al. (1992) estiman que sería necesario facilitar la presencia de al menos dos pies arbóreos por
unida l de longitud, es decir dar una anchura a esta banda protectora de al menos 10 metros a c da
lado del cauce, como fase inicial en la restauración del medio ripario fluvial.
Una vez establecida la llanura de inundación, y con ella una cierta libertad del río para su
desplazamiento lateral, el cauce se irá haciendo de forma natural más sinuoso, tratando de
establecer un equilibrio entre su trazado y las condiciones de caudal, pendiente longitudinal y
características de sus orillas (ver capítulo 5).
El diseño de secciones simétricas, alternadas con secciones asimétricas (con la zona más profunda
en un margen y otro, sucesivamente), favorece la formación de meandros, al provocar la.
concentración de las líneas de corriente e 1 las zonas de pozas (en la curva del meandro) y su
dispersión en los tramos rectos, entre dos meandros consecutivos (Figura 9.5).
Con la formación de dichos meandros (Figura 9.3-b) aparece dentro del cauce una gran
variabilidad espacial de las condiciones hidráulicas, al dominar los procesos de erosión en los
márgenes externos de las curvas, con formación de pozas, y los procesos de sedimentación en los
márgenes internos de las curvas (aparición de bancos de sedimentos) o entre curvas. Dichos
procesos determinan recíprocamente la formación de secciones asimétricas más o menos
triangulares en los meandros, y de secciones simétricas y de formas rectangulares en los tramos
rectos intermedios.
Esta variación de condiciones hidráulicas dentro del tramo determina una clasificación de los
tamaños dominantes del sustrato en cada punto, según la tensión de arrastre de las aguas a la que
151
están sometidos, favoreciendo la aparición de distintos tipos de hábitats para los organismos
acuáticos.
La variación de las condiciones hidráulicas debida al desarrollo de los meandros del cauce
favorece la convergencia de las líneas de flujo en las curvas, y su divergencia en los tramos
intermedios, entre curvas.
Ello determina la formación de pozas o remansos en los primeros, donde el cauce se hace más
profundo y estrecho, con un sustrato dominante más fino e inestable, sometido a una socavación
especialmente en aguas bajas; y la formación de rápidos en los tramos rectos entre curvas
consecutivas, donde el cauce es más ancho y menos profundo, debido a la acumulación de
sedimentos gruesos.
Figura 9.5.- Forma de las secciones transversales en relación al trazado del cauce, que debe
tenerse en cuenta en la restauración de los ríos (Brookes, 1989).
En los casos donde el río no aporta nuevas gravas o sedimentos gruesos procedentes de aguas
arriba, y los del propio tramo hayan sido eliminados por dragados anteriores o propia erosión de
fondo, se deben añadir al cauce tales sedimentos gruesos (Brookes, 1992), con el fin de que el
propio río los redistribuya y forme nuevamente la secuencia de rápidos y remansos, alcanzando
152
de forma natural un equilibrio entre el caudal líquido y su carga sólida en cada sección (Figura 9.
3-c).
El espaciamiento entre rápidos y remansos puede estimarse entre 5 y 7 veces la anchura del cauce,
aunque en cada caso debe observarse la formación natural dentro del propio río en los tramos
donde existan.
La incorporación al lecho del río de nuevos sedimentos para la formación de estos rápidos debe
estar basada en los principios de morfología y dinámica fluvial (ver capítulo 5), teniendo en cuenta
su actuación como una variable más de equilibrio del río.
Una última fase de Ja restauración de los ríos en sus tramos bajos debe ser la3 formación de zonas
húmedas conectadas con el propio cauce, y el desarrollo de una vegetación asociada a las crecidas
periódicas, con su dinámica propia.
La formación y mantenimiento de dichas zonas húmedas puede no ser costosa, y solo exige un
espacio suficiente en la llanura de inundación, teniendo en cuenta que muchas veces, en terrenos
agrícolas, dichas zonas son las que presentan con frecuencia problemas de saturación del suelo y
encharcamientos, siendo en ellas difícil realizar las prácticas agrícolas.
9.3. DISCUSION
Respecto a la revegetación de las riberas, en los casos de una restauración completa debe
plantearse siempre como una etapa final, después de la remodelación de la morfología del cauce.
Pero en los casos en que esta última no se lleve a cabo, el completar la delimitación de las bandas
protectoras del cauce con plantaciones de vegetación riparia natural debe realizarse de forma
urgente, con el fin de evitar otro tipo de ocupación indebida en dicho espacio. Con ello también
se mejorará la estabilidad de las orillas, y se facilitarán las labores de una fase posterior de
restauración, en que se aborde la recuperación de la morfología fluvial.
Respecto al costo de la restauración, en este caso debemos resaltar las condiciones favorables que
ofrece el propio río para:
153
b) La revegetación acelera el proceso de colonización de las especies, logrando un desarrollo
completo en menos tiempo, pero cuando no haya recursos económicos se puede /dejar
actuar a Ja propia Naturaleza, siempre que esté asegurada la no ocupación de la ribera por
otras actividades ajenas a su dinámica natural.
c) La recuperación de la morfología del cauce a través de su propia dinámica, según el
régimen de caudales y de sedimentos.
El río sin controles externos vuelve a recuperar su morfología, relativa a la forma de la sección
transversal, al perfil longitudinal, a su trazado y a la redistribución de los sedimentos dentro del
lecho, formando rápidos y remansos, en equilibrio con su régimen de caudales.
En las fases de restauración descritas se trata de acelerar este proceso de recuperación natural, si
bien cuando exista una limitación de medios económicos puede procederse únicamente a destruir
o eliminar los controles existentes en el cauce (ej. protecciones laterales, obras de defensa contra
avenidas, escolleras, etc.) y esperar a la recuperación natural, en un plazo más o menos breve
según sea la potencia hidráulica del *cauce.
El rebajamiento de los taludes laterales del cauce mejora las condiciones de estabilidad y favorece
la colonización de las especies riparias por mecanismos naturales. La recuperación de la
sinuosidad, mediante el trazado de secciones transversales apropiadas, ahorra un esfuerzo de
maquinaria y movimiento de tierras, dejando al río que efectúe él mismo el trabajo de adaptación
de la morfología del cauce a su régimen de caudales, y la redistribución de los sedimentos.
Finalmente, el trabajo de creación de zonas húmedas y bosques aluviales también puede ser
asignado al propio río, si se favorece la conexión del río con su llanura de inundación, e impiden
en ella ciertos usos del suelo ajenos al mantenimiento de la dinámica fluvial.
154
10. CAUDALES ECOLOGICOS
10.1. INTRODUCCIÓN
Los caudales ecológicos han sido diseñados para mantener un hábitat fluvial con
capacidad para sostener la vida de la ribera y del medio acuático. Estos caudales se pueden
justificar por muchos motivos: para preservar especies autóctonas de fauna y flora, para
conservar la pesca, para mantener la calidad estética de un paraje fluvial, o para proteger
tramos de interés científico o cultural.
Un caudal circulante por un cauce podría ser considerado como ecológico, siempre
que fuese capaz de mantener el funcionamiento, composición y estructura del ecosistema
fluvial que ese cauce contiene. Es evidente que existe una gama amplia de caudales
circulantes que son ecológicos para un determinado cauce. Así podríamos definir dentro de
esta gama de caudales unos extremos máximos y mínimos. En los casos más frecuentes, en
que el agua es considerada un recurso escaso, nos interesará fijarnos en ese valor mínimo.
Pero habrá casos en que será necesario vaciar muy rápidamente un embalse (ante la amenaza
de inundaciones, la necesidad de producción hidroeléctrica, o de transvase de aguas) por lo
que en estos casos habrá que fijar también los valores máximos del caudal circulante por el
cauce.
Por otra parte, la necesidad de aprovechar el recurso agua para multitud de usos
demandados por la sociedad, obliga a pensar no ya en unos regímenes de caudales
ecológicos óptimos, sino más bien en unos regímenes de caudales ecológicos mínimos,
definidos como aquellos que mantengan las poblaciones naturales del río y sus valores
ecológicos, y que cualquier disminución de su cuantía implique una pérdida marcada de los
mismos. La fijación de estos caudales mínimos deberá tener en cuenta cuestiones diversas,
como los caudales necesarios para que los peces migradores asciendan a sus frezaderos y
pasen por las escalas; para que proveen suficiente espacio para los peces; para asegurar
niveles aceptables de temperatura del agua, del oxígeno disuelto o de la salinidad en una
zona particular del río, etc.
Por otra parte, se han desarrollado unas ideas sobre caudales mínimos pensando en
la mejora de la calidad de las aguas. Según estas ideas se define el criterio de que los caudales
ecológicos sean aquellos capaces de diluir los vertidos contaminantes que existan en el tramo
de aguas abajo. Ello supone un claro error, pues no hay que confundir el tema de "cantidad"
con el de "calidad", ya que la aplicación de caudales ecológicos exige como condición previa
unas aguas no contaminadas. De nada sirve tener suficiente caudal para el desarrollo de
organismos acuáticos, si la contaminación de esas aguas lo impide. Además, según este
156
criterio, a un río sin vertidos le correspondería un caudal ecológico nulo.
Una primera aproximación para señalar los caudales mínimos que deben circular por
los tramos regulados, utilizada frecuentemente por las autoridades gestoras de las aguas
debido a su sencillez, es el criterio de fijar el 10 % o cualquier otro porcentaje fijo de las
aportaciones naturales de la cuenca vertiente a dichos tramos. Resulta obvio que este criterio
no está sostenido por ninguna base científica y carece de la más mínima comprensión del
funcionamiento del ecosistema fluvial, ya que cada río tiene un régimen de caudales y unas
características geomorfológicas peculiares, que exigen unos porcentajes de caudales
distintos en cada caso para mantener sus comunidades biológicas.
También se ha utilizado como criterio para fijar el caudal ecológico, la media de los
caudales mínimos registrados durante una serie de años. Este criterio no tiene
suficientemente en cuenta las necesidades de las poblaciones del río, ya que la fauna fluvial
está adaptada a vivir con esos caudales mínimos, pero durante cortos periodos de tiempo, y
no de forma permanente o más o menos duradera.
Resulta obvio que es necesario tener en cuenta si el régimen natural de caudales del
río en que se aplican los caudales ecológicos tiene un carácter torrencial (con marcados
estiajes y crecidas) o por el contrario las fluctuaciones estacionales son poco pronunciadas.
Con esta idea se han diseñado criterios de caudales mínimos en base a las curvas de
distribución de frecuencias de los caudales diarios, a partir de una serie larga de caudales
históricos. Como caudales de referencia se han utilizado con más frecuencia el Q347 y el Q330,
que representan los caudales superados por 347 y 330 días al año. El problema con estos
criterios es, una vez más, la carencia de justificación ecológica de unos u otros valores.
157
Método de Tennant. -
Las recomendaciones sobre los caudales circulantes por el cauce se hacen en base a
las observaciones de Tennant de cómo varían la anchura, profundidad y velocidad medias
de la sección mojada en función de los caudales circulantes, y de las necesidades de la fauna
ictiológica. Aquí reside la principal limitación de este método, pues es dudosa la validez de
extrapolar los resultados a otros ríos diferentes a los que fue diseñado.
Tabla I.- Caudales mínimos establecidos como porcentajes del caudal medio anual, según
el método de Tennant (1976).
Porcentajes del caudal
medio anual
Tipos de caudales Otoño-Invierno Verano-Primavera
de Arrastre 200 200
Intervalo Optimo 60 - 100 60 - 100
Sobresaliente 40 60
Excelente 30 50
Bueno 20 40
Regular 10 30
Pobre 10 10
Degradación Severa < 10 < 10
Método de Hoppe. -
Tabla II.- Caudales recomendados por Hoppe según su finalidad para el mantenimiento del
hábitat piscícola.
158
Caudales excedidos durante el número de
Tipos de caudales circulantes días al año
Caudales de arrastre Q-62
Caudales de freza Q-147
Caudales de producción y refugio Q-294
El criterio que nos parece más acertado es el que liga las exigencias de hábitat de las
especies fluviales, con las variaciones de las características de éste en función de los caudales
circulantes.
Este método ha sido presentado por diversos autores y desarrollado en ríos de Idaho
(USA). Entre ellos cabe señalar a White (1976), quién desarrolla un método basado en el
análisis comparado entre los caudales circulantes y el perímetro mojado del cauce (Figura
6.3.1), asumiendo una relación creciente entre éste y la capacidad biogénica del río.
Figura 10.1.- Variación del perímetro mojado de un cauce en función de los caudales circulantes, señalando los
cambios de pendiente significativos.
159
de estas zonas se comparan las curvas con los requerimientos biológicos conocidos de las
principales especies piscícolas que habitan el río, y con ello se establecen los caudales
mínimos para freza, cría y migración.
Metodología IFIM. -
Esta metodología está basada en los conceptos de IFIM (Instream Flow Incremental
Methodology), creada por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos para
relacionar los valores ecológicos de los ríos con los usos potenciales de sus aguas en
términos comparables, y de esta forma planificar de forma objetiva la utilización de los
recursos hídricos. La exposición en detalle de esta metodología IFIM puede verse en Bovee
(1982) y su revisión crítica ha sido presentada por Souchon (1983) y Gore y Nestler (1988).
1) Un modelo de hidráulica fluvial: A través del cual se pueden relacionar los diferentes
caudales circulantes (Qi) con una serie de parámetros físicos que varían con ellos, como son
la profundidad de las aguas, su velocidad, anchura del cauce inundado, temperatura,
cobertura y granulometría del sustrato de fondo.
2) Curvas de preferencia de la fauna: Definidas para cada uno de los parámetros hidráulicos
anteriores. Se refieren al grado de adecuación de la fauna acuática a los distintos valores que
toman dichos parámetros cuando varían los caudales, según su espectro ecológico. Cada
especie encuentra su óptimo en un rango de variación de cada parámetro, y fuera del mismo
tolera las condiciones existentes o deja de poder existir ante ellas. Se puede así definir para
cada parámetro una curva de preferencia de alguna especie representativa de la fauna del río,
como aparece en la Fig. 6.3.2 (normalmente se elige la trucha u otro pez abundante), que se
uniformiza para fluctuar entre 0 y 1, de forma que se da el valor 0 para valores del parámetro
que resultan intolerables, y el valor 1 para aquellos valores del parámetro hidráulico que
resulten óptimos para la especie.
3) Valor potencial del hábitat fluvial: Podemos considerar que el río está dividido en celdas
diferenciadas, en las que para un determinado caudal circulante existe una profundidad
media (pi), una velocidad media (vi) y un tipo de sustrato (si) determinados. Las curvas de
160
preferencia nos dan unos valores de preferencia de cada parámetro que son c1(pi), c2(vi) y
c3(si). El producto de ellos es un indicador del valor de esa celda como hábitat potencial, y
la integración de dicho valor en todas las celdas de una sección transversal del río,
ponderándolas por la superficie que representan, sirve a su vez de indicador del valor como
hábitat potencial del tramo fluvial representado por esa sección.
Finalmente, utilizando el modelo hidráulico es posible simular para cada caudal los
valores de las variables físicas que le corresponden a cada celda, y por consiguiente el valor
como hábitat de todas las celdas y por integración el de todo el tramo fluvial. Así se obtiene
una relación entre el valor ecológico del hábitat potencial y los caudales circulantes por el
río, sirviendo de instrumento para fijar los caudales mínimos ecológicos con base científica,
ante el Objetivo de mantener una comunidad piscícola determinada.
Modelo Hidráulico
161
Figura 10.2.- Curvas de preferencia de los adultos de trucha común respecto de la profundidad, velocidad, temperatura
y cobertura.
162
Curvas de Preferencia
Con este fin se seleccionan aquellos parámetros del medio acuático que tienen un
control predominante sobre las poblaciones y las comunidades, y que se ven afectados por
la regulación de los caudales circulantes del cauce. Entre estos parámetros se incluyen
obviamente los hidráulicos sencillos como la velocidad del agua y su profundidad, el
perímetro mojado o la anchura del cauce, y en ocasiones otros más complejos como el
espesor de la capa límite o la tensión de arrastre. Además, también se utilizan parámetros de
muy diversa índole como la temperatura del agua, el sustrato del fondo o la cobertura del
cauce que también se ven frecuentemente alterados por la regulación de los caudales.
Con este objetivo podemos medir la respuesta biológica de una población a través
de su tamaño (densidad o biomasa) y la de una comunidad mediante alguno de sus atributos
(riqueza, diversidad, densidad o equitabilidad). En cada punto del río donde se muestrea se
evalúan los parámetros biológicos y se miden los del hábitat. Con el conjunto de datos
obtenido se hace una representación gráfica de la variable biológica acumulada vs. los
valores o intervalos de la variable del hábitat, y se determinan los valores de esta última más
favorables para cada población o comunidad asumiendo que corresponden a aquellos en que
el incremento de la variable biológica es máximo.
En el caso de los peces, cuyo tamaño y movilidad impide asociar la densidad de sus
poblaciones con las características del hábitat donde se encuentran, se analizan éstas donde
se localiza cada pez individualmente. Las curvas acumuladas para los diferentes valores del
parámetro físico nos permiten determinar analíticamente la curva de preferencia de dicho
parámetro, ajustando una curva polinómica de cuarto o quinto orden, cuya derivada
(normalizada a 1 en su valor máximo) es precisamente la curva de preferencia de ese
parámetro. En la Figura 6.3.3 se expone un ejemplo de este tipo de análisis.
163
Figura 10.3.- Elaboración de la curva de preferencia de la velocidad de la corriente, a partir de la
curva de frecuencias acumuladas con ejemplares de la especie en diferentes velocidades.
164
Figura10.4.- Curvas de preferencia de los distintos estados de desarrollo de la trucha común respecto a los
parámetros profundidad y velocidad de la corriente.
165
Evaluación del Hábitat Potencial Útil
El estudio del Hábitat Potencial Útil permite conocer las posibilidades de uso del río
por parte de la especie o especies consideradas, en función de las características de la
corriente y a medida que va variando el caudal. Se trata de establecer una combinación de
condiciones hidráulicas (velocidad y profundidad), características del cauce (sustrato y
cobertura) y características del agua (temperatura), óptimas para cada especie y estado de
vida. Con la información del tramo de río recogida en el desarrollo del modelo hidráulico y
en la puesta a punto de las curvas de preferencia, se dispone de una serie de datos sobre la
profundidad, velocidad, tipo de sustrato y cobertura, así como su distribución longitudinal y
transversal en el río. La evaluación del HPU dispone de esta información sectorizada en las
celdas de las secciones transversales establecidas en el modelo hidráulico, y su
procedimiento consiste en engarzar dicho modelo con las curvas de preferencia, como a
continuación detallamos.
APU = Ci * Areal
siendo Areal la anchura real de la celda. La anchura ponderada útil de la sección será la suma
de las APU's de todas las celdas de esta, y corresponderá a un caudal determinado.
siendo:
Ch: índice de conformidad debido a la profundidad.
Cv: índice de conformidad debido a la velocidad.
Ccob: índice de conformidad debido a la cobertura.
Cs: índice de conformidad debido al sustrato.
Ct: índice de conformidad debido a la temperatura. Estos últimos tendrán el mismo valor
para todas las celdas de cada sección.
166
Realizando este cálculo para distintos caudales se obtendrán relaciones numéricas que
permiten conocer cómo evoluciona el APU en función del régimen de caudales (Figura
6.3.5).
Figura 10.5.- Curvas que relacionan el hábitat potencial útil (APU) de los distintos estados de desarrollo de la trucha
común en el alto Aragón-Subordan (Huesca).
167
10.4. CRITERIOS PARA SELECCIONAR CAUDALES ECOLÓGICOS
Para su obtención se utilizan las curvas APU/caudal para cada una de las estaciones
situadas aguas abajo de los embalses. Entrando por la ordenada de 1 m. obtendríamos el
caudal correspondiente. Sin embargo, se hace una corrección en función del estadio de vida
que se considere. Partiendo de la cantidad de hábitat necesaria para los adultos (valor que se
toma como unitario), se hace una corrección para el resto de los estadios de acuerdo con los
valores siguientes (Bovee, 1982):
Juveniles/Adultos = 0,8
Alevines/Adultos = 0,3
Frezaderos/Adultos= 0,1
Es decir, el hábitat necesario para los alevines es un 30 % del que necesitan los
adultos y de igual forma los juveniles precisarían un 80 % y los frezaderos supondrían un
10% del hábitat de los adultos.
Se puede reforzar el criterio del mínimo absoluto con la exigencia de que la APU
debe ser mayor que el 50% de la anchura real del cauce en las condiciones de estiaje, ya que
una reducción mayor afectaría forzosamente a la ecología de numerosas especies adaptadas
a un río de cierta dimensión.
Para su cálculo buscamos en la curva APU/Q el valor de caudal que proporciona una
APU igual al 50% de la anchura media del cauce (Q50%) en estiaje, utilizando la misma
corrección que en el caso del caudal mínimo absoluto para los frezaderos, alevines y
juveniles.
168
Caudal Mínimo Optimo
Caudal Aconsejable
Consideramos que en los ríos ibéricos el caudal aconsejable es aquel que proporcione
hábitat suficiente para mantener una población truchera con una biomasa de 10-20 gr/m2, si
se trata de un tramo de Rhithron, o de 20-30 gr/m2 de ciprínidos en el caso de Potamon. Para
su obtención se utilizan las relaciones Biomasa/APU, calculando el APU necesario para
mantener dicha biomasa. Con este valor de APU se determina el caudal circulante necesario
(aconsejable) a partir de las relaciones APU/Caudal (Figura 6.3.5), según el tipo de río de
que se trate.
169
Figura 10.6.- Curvas de regresión entre la biomasa piscícola en la cuenca del Jarama y las respectivas APU's,
separando entre tramos de Rhithron y Potamon.
Las exigencias de hábitat y de caudales circulantes por parte de los peces y de las
comunidades reófilas no son las mismas a lo largo de las diferentes estaciones, sino que
existen temporadas críticas en las cuales estas exigencias se hacen más perentorias. Así, los
periodos de freza y de desarrollo de los embriones exigen unos caudales determinados sin
crecidas, y en las épocas estivales con aguas cálidas, los salmónidos exigen aguas más
rápidas para poder tolerar la escasez de oxígeno disuelto. Por ello los caudales ecológicos
circulantes han de ser mayores en estas épocas críticas y por lo tanto estos caudales, si
deseamos que sean mínimos, han de fluctuar de unas estaciones del año a otras.
De esta forma los regímenes de caudales ecológicos en los ríos trucheros pueden
definirse con unos caudales circulantes superiores o similares a los aconsejables de los
frezaderos, durante los meses de Diciembre a Marzo (época de freza y desarrollo
embrionario) y durante Julio a Septiembre (época estival), mientras que durante el resto del
año el caudal circulante podría ser menor y sólo limitado por el mínimo absoluto o por el
mínimo de estiaje.
170
Quedaría por establecer, dentro de este régimen de caudales ecológicos, los caudales
de avenida y su periodicidad, para mantener en buenas condiciones el sustrato del río y la
vegetación riparia, adaptando Asimismo dicho régimen a las necesidades de otras especies
presentes en el ecosistema.
171
11. MEJORA DEL HABITAT FLUVIAL PARA POBLACIONES
PISCICOLAS
11.1. INTRODUCCIÓN
Los gestores de la pesca llevan implementando mejoras del hábitat desde hace más
de sesenta años (Hubbs et al. 1932), aunque las consideraciones científico-técnicas en las
cuales se basan han sido desarrolladas posteriormente, a partir de la Ecología Fluvial que es
una ciencia moderna, desarrollada principalmente en los últimos treinta años. Ello es un
claro ejemplo de cómo los aspectos aplicados del conocimiento van por delante del
desarrollo formal de la ciencia, indicando que el hombre abre su curiosidad a la comprensión
de la naturaleza empujado por su interés en sacar provecho de ella.
El hábitat acuático está constituido por aquellos factores que forman la estructura
dentro de la cual habitan los peces. Incluye las condiciones físicas y químicas del cauce
(substrato, macrófitas, características hidráulicas, calidad del agua...), las orillas y las riberas.
Desde un punto de vista del gestor, el hábitat se percibe como el lugar donde los peces se
desarrollan (incluyendo zonas de refugio, de freza y desarrollo larvario, de alimento, etc.).
Al proyectar una actuación de mejora del hábitat se reconocen las siguientes etapas:
172
1.- Selección de los ríos y tramos donde actuar.
2.- Evaluación del hábitat y diagnosis de la problemática de las
poblaciones piscícolas.
3.- Diseño de un plan de actuaciones.
4.- Implementación de las medidas planificadas.
5.- Seguimiento y evaluación de resultados.
Revees et al. (1991) han realizado una revisión de la mayoría de los proyectos de
restauración y mejora del hábitat con evaluación posterior llevados a cabo en Norte América,
y han concluido que los mejores resultados se obtuvieron en aquellos casos en los que las
condiciones del hábitat antes de la actuación eran peores. En estas condiciones previas no
solo ha de considerarse el tipo y la intensidad de la perturbación, sino también su extensión,
ya que cuanto mayor sean los tramos degradados más tiempo tardarán en ser recolonizados
por las biocenosis. Obviamente las mejoras del hábitat serán más efectivas cuanto mayor sea
el potencial biogénico del tramo considerado.
Para valorar el hábitat piscícola de un río se necesita tener un criterio biológico como
referencia, con el cual comparar las necesidades de hábitat. Tradicionalmente la gestión de
la pesca ha enfocado este criterio en los requerimientos de hábitat de alguna especie
173
"indicadora", normalmente seleccionada por su interés económico, social o valor ecológico.
Se supone que las necesidades de hábitat de dicha especie son representativas de las de todas
las especies que coexisten en el tramo. En teoría la evaluación del hábitat debería de
considerar los requerimientos de todos los estados de desarrollo a lo largo del ciclo biológico
de las especies incluidas en la comunidad fluvial (incluso incluyendo las de otras especies
no piscícolas). Sin embargo, las limitaciones tanto de conocimientos, de personal
especializado como monetarias, hacen inviable esta opción.
Existe una extensa bibliografía sobre las necesidades de hábitat de la mayoría de las
especies de salmónidos (Wesche, 1985; Raleigh et al. 1986; García de Jalón, 1992),
normalmente seleccionadas como indicadoras, y también sobre ciertas especies apreciadas
por su valor como trofeo de pesca deportiva, como es el caso del lucio o el black-bass. Pero
se conoce muy poco de las demandas de hábitat de las demás especies de peces.
Los peces requieren buenos frezaderos para la reproducción y para incubar huevos y
desarrollo de las larvas. Con frecuencia las densidades de las poblaciones de salmónidos
dependen de la calidad y cantidad de las graveras que forman sus frezaderos (Beard &
Cardine, 1991). Las diferentes técnicas de restauración de estos frezaderos han sido
analizadas por White & Brynildson (1967) y por Reeves et al. (1991).
Las áreas de refugio son aquellas que proveen protección principalmente frente a las
fuertes corrientes de agua y frente a los depredadores. Esta protección es proporcionada por
la cobertura de la vegetación acuática, grandes piedras, oquedades de orillas, o por la
profundidad o la turbulencia de la columna de agua. En ríos pequeños y arroyos el refugio
es un factor limitante para los peces de mayor tamaño, que son los más apreciados por los
pescadores, y por ello la creación de cobertura con mayor capacidad de refugio ha sido
siempre un importante objetivo en la mejora del hábitat piscícola.
174
los peces varían mucho, dependiendo de las especies y de la estacionalidad y del estado de
desarrollo. Sus ciclos biológicos están adaptados a los regímenes naturales, pero la
regulación de caudales por parte del hombre puede ocasionar el que no se pueda completar
su desarrollo. Con frecuencia se necesitan unos caudales mínimos para el mantenimiento de
ciertas poblaciones fluviales (ver apartado 6.3).
Análogamente la calidad del agua debe mantener unos estándares mínimos para
permitir la vida piscícola. Desde el punto de vista físico, la temperatura es un factor
primordial en el funcionamiento de todo el ecosistema. En ríos mediterráneos, pequeños
cambios en las temperaturas estivales de las aguas pueden ocasionar cambios bruscos en la
composición de las pesquerías. Ello es especialmente cierto en los tramos de transición, en
la zonación longitudinal entre el Rhithron y el Potamon.
Una de las cuestiones más importantes que debemos afrontar a la hora de mejorar el
hábitat consiste en evaluar la adecuación de las poblaciones piscícolas a las características
del hábitat en que viven. El fondo de esta cuestión reside en el grado de correlación existente
entre el tamaño y la estructura de la población piscícola y la estructura del hábitat. Debido a
la movilidad de los peces, los factores que caracterízan el hábitat suelen ser más predecibles,
menos variables y más fácilmente medibles que los correspondientes a factores biológicos.
Además, cada especie tiene diferentes rangos de tolerancia para cada uno de los factores
físicos, siendo algunos más críticos que otros. Por lo tanto, los factores físicos del hábitat
pueden utilizarse para predecir las abundancias de las poblaciones que en ellos habitan. Estos
factores que resultan buenos predictores de las poblaciones son con frecuencia los factores
que limitan sus poblaciones, y por consiguiente su conocimiento es vital para poder mejorar
el hábitat con eficacia.
Faush et al. (1989) han revisado 99 modelos de este tipo desarrollados en USA,
concluyendo que los modelos de mayor precisión con frecuencia carecían de generalidad y
que la suposición de que las poblaciones piscícolas están limitadas por variables de hábitat
en vez de limitadas por factores dependientes de la densidad (depredación y competencia)
no se ha demostrado generalmente. Otros autores no han encontrado ninguna variable de
hábitat válida para predecir abundancias totales de población, pero sin embargo sí alguno de
sus estadios de desarrollo, como el área del habitat lateral de orillas para predecir densidades
de alevines (Moore &Gregory, 1988); o las pozas como hábitat para los juveniles de salmón
coho (Nickelson et al. 1979).
Como hemos visto, con frecuencia algún tipo de factor de hábitat sirve para predecir
las abundancias de pesca, mientras que en otros casos no. Cuando sirven, podemos asumir
que el hábitat está actuando como factor limitante, y por ello la producción piscícola está
constreñida por factores del hábitat. Se ha de prestar en estos casos especial atención a la
identificación de estos factores físicos que están actuando como limitantes de la población.
175
Ejemplos de estos cuellos de botellas debidos al hábitat a lo largo del ciclo biológico de los
salmónidos han sido presentados por Masson (1976) y por Murphy & Meehan (1991). En la
Figura 6.6.1 se exponen casos en que el hábitat limita a distintos estados de desarrollo de
una población piscícola.
Figura 11.1.- El hábitat como factor limitante o cuello de botella en las diferentes etapas del desarrollo de una población
piscícola.
176
Consideraciones Geomorfológicas
Una primera precaución que tomar cuando se planifican las medidas de mejora
consiste en asegurarse que el cauce está en condiciones de estabilidad. Aún en el caso de
que el cauce sea estable, la mejora del hábitat puede ocasionar su inestabilidad. Aunque
todavía hoy en día nuestro conocimiento sobre el equilibrio dinámico de cauces es
insuficiente (Heede & Rinne, 1990), la inestabilidad puede detectarse cuando se encuentra
un desequilibrio entre la capacidad de transporte de acarreos del cauce y la entrada de
sedimentos al mismo.
177
Figura 11.2.- Velocidades críticas de la corriente para el inicio del movimiento y el transporte de los sedimentos,
dependiendo de su tamaño.
Potencia Hidráulica
a) En ríos de gran potencia (>35 W/m2) las actuaciones de mejora siempre tendrán
un riesgo de fallo por erosión. Si hay suministro de sedimentos son posibles reajustes
que remodelen el cauce a morfologías compatibles con las mejoras, mientras que, si
el sumistro de sedimentos es precario, se deben esperar erosiones en el cauce y las
mejoras serán poco efectivas.
- Deflexión del caudal hacia la orilla opuesta. Este proceso tiene lugar en los
meandros ocasionados por las barras de depósitos.
- Obstrucciones en el cauce que provocan arrastres del sustrato al pasar las aguas por
encima, debajo o al lado de piedras, troncos, ramas y otros materiales.
Los rápidos se forman con las aguas altas o durante las crecidas y con frecuencia
suponen acumulaciones y depósitos de cantos rodados y materiales gruesos, localizándose
en los tramos en que el thalweg se eleva. En río con meandros los rápidos se encuentran
entre dos meandros consecutivos, en el tramo recto del cauce (ver Figura 6.6.3).
179
Figura 11.3.- Formación de rápidos en zonas de caudales divergentes que acumulan sedimentos, y de remansos
donde convergen y excavan el lecho.
El cociente entre las longitudes de los rápidos/remansos del río ha sido sugerido
como un criterio de la bondad del hábitat para las poblaciones de ciertas especies (Platts et
al. 1983): 0.5 resulta una tasa óptima para la trucha arco-iris, 0,4 para la trucha común, y
valores menores para los salvelinos.
* Substrato: Debido a que la velocidad del agua en un tramo depende de los caudales
circulantes, sus frecuencias y magnitudes controlan el transporte de sedimentos y las
remodelaciones del cauce (Carling, 1988). La magnitud y las frecuencias de las crecidas
pueden relacionarse con un porcentaje del caudal dominante o generador de la forma del
cauce. Reice et al. (1990) han supuesto las siguientes relaciones:
60 % del caudal generador de la forma del cauce: Arrastra los sedimentos finos, pero
no origina reajustes morfológicos (produce unos claros beneficios biológicos al
mejorar la capacidad intersticial del medio hiporreico).
60-90 % del caudal generador de la forma del cauce: Las gravas situadas en la
superficial del lecho son arrastradas, pero no así las piedras grandes y los cantos
rodados, por lo que el sustrato del lecho rápidamente se reestabiliza ya que el sustrato
grueso impide el arrastre de las gravas y finos más profundos.
> 130 % del caudal generador de la forma del cauce: Todo el sustrato del lecho
puede removerse al ocasionarse intensos arrastres de material.
* Taludes de orilla: Corresponde a la parte del cauce que en sección transversal limita el
movimiento lateral de las aguas, y desempeña un importante papel en el control de la
productividad del ecosistema fluvial, suministrando refugios y nichos diversos para los
peces. Su estabilidad está muy controlada por la vegetación de ribera.
180
* Sinuosidad de los meandros: La sinuosidad de un río aluvial es un mecanismo para
disipar su exceso de energía. Por ello cuando las medidas de mejora del hábitat modifican la
morfología de los meandros, se puede causar una inestabilidad en el cauce (Hasfurther,
1985). Leopold & Wolman, 1957) han analizado las relaciones entre las longitudes de los
meandros (M) y la anchura del cauce (W):
M = 11,03 W1,01
Deflectores de corriente
Figura 11.4.- Detalle de un deflector de ala diseñado para favorecer la creación de una poza en la orilla opuesta
aprovechando un remanso.
Azudes
Son pequeñas presas de perfil bajo, utilizadas generalmente para crear o ahondar
pozas, y para recolectar y sujetar gravas para potenciar los frezaderos naturales en ríos de
Figura 11.5.- Mejora mediante dos azudes consecutivos diseñada para crear poza y un frezadero de gravas.
fuertes pendientes (Figura 6.6.5). Los azudes se construyen con piedras, troncos, o gaviones
con un vertedero para facilitar el paso de peces migradores en aguas bajas. La forma del
azud puede ser recta o bien en ángulo, siendo la ventaja de estos últimos que protegen mejor
los anclajes laterales. En la creación de frezaderos es más efectiva la disposición de dos
azudes próximos, de tal manera que el fondo del azud más alto esté al nivel del desagüe más
bajo. Otras estructuras similares con el mismo tipo de usos son las rampas de Hewitt, los
saltos de troncos o las estructuras de tablas.
182
En ríos pequeños de llanura, los azudes bajos se pueden utilizar para la creación
aguas abajo de rápidos, para favorecer la producción de macroinvertebrados y la diversidad
de hábitats.
Las grandes piedras pueden soportar las fuertes crecidas sin ser arrastrados y
representan cobertura y refugio para los peces y zonas de cría para los alevines. La
disposición de bolos aislados o en grupos es, pues, una técnica sencilla y práctica para
cualquier tipo de rio. Si se disponen en las orillas, dejando estrechos huecos entre ellas para
la plantación de estaquillas de sauces y chopos (rip-rap ecológico), permiten estabilizar los
taludes de orillas y al mismo tiempo crear una gran cantidad de refugios y cobertura.
Figura 11.6.- Relación entre la sucesión ecológica después de la protección ripícola frente al sobrepastoreo y la
calidad del hábitat piscícola.
183
para la mejora del hábitat piscícola, siendo barata y con la que se logra un aspecto natural
del entorno fluvial. Sin embargo, la sucesión ecológica que tiene lugar desde una ribera sobre
pastoreada hasta su transformación en un denso bosque de galería produce en sus estados
intermedios (dominados por matorral y sauces subarbustivos) las condiciones de hábitat más
beneficiosas para las poblaciones piscícolas (Figura 6.6.6). Por consiguiente, se recomienda
mantener estos estados de la sucesión, mediante la corta de los grandes árboles, la poda de
las ramas basales de los sauces de orilla, o la quema controlada. Además, si se evita el
excesivo sombreado del cauce se permite el desarrollo de macrófitas acuáticas que proveen
refugio para los peces y sustrato para los macroinvertebrados.
La primera idea básica que es necesario considerar en los proyectos de mejora del
hábitat es la integración del río con su valle (Hynes 1975). Se debe adoptar una perspectiva
de cuenca hidrográfica, para detectar las causas que deterioran el hábitat físico del río. En
184
cuencas en las que existen problemas de erosión en laderas es más efectivo intentar resolver
este problema en las laderas que no en el cauce. El mismo principio debe aplicarse si las
poblaciones piscícolas están afectadas por problemas de contaminación o de regulación de
caudales, ya que, al no poder ser solventados a nivel de tramo fluvial, es inútil aplicar
técnicas de mejora del hábitat en dicho tramo.
La mejora del hábitat nunca debe verse como un sustituto de las tareas de
conservación y protección del hábitat, no solo por razones de tipo moral, sino principalmente
porque prevenir la degradación del cauce en sus comienzos es más efectivo y barato que
arreglarlo cuando esté degradado.
Todavía hoy en día nuestros conocimientos son insuficientes para tener la certeza de
que la modificación del cauce que diseñemos esté en equilibrio dinámico (Heede & Rinne,
1990), y por consiguiente las medidas de mejora del hábitat que planifiquemos han de ser
flexibles. Sin embargo, con frecuencia algunas estructuras que se diseñan para la mejora
piscícola han de ser rígidas y permanentes, por lo que se deben proyectar teniendo en cuenta
los reajustes geomorfológicos que producirán. Por ello se deberá dar mayor énfasis, siempre
que sea posible, al empleo de técnicas no estructurales, como la restauración y conservación
de la vegetación riparia y al mantenimiento de la estabilidad del cauce.
Las técnicas de mejora que han resultado efectivas en un río no tienen por qué ser
directamente aplicables a otro. Resulta más práctico analizar primero con la mente abierta
los principios que subyacen en esas técnicas, y buscar su aplicabilidad a las condiciones
particulares, basándonos en experimentos de prueba y error.
185
12. REVEGETACION DE LAS RIBERAS
12.1. INTRODUCCION
Analizando estos conceptos, se entiende por "zona riparia" el espacio más próximo a lo
largo de los cauces o zonas con agua, que se ve afectado por la presencia de éstos.
La "vegetación riparia" se puede definir de varias maneras (Stanley, 1993), como (1) la
vegetación que se desarrolla a lo largo de los cursos de agua y es, florísticamente y
estructuralmente, distinta a la que se desarrolla en las zonas más próximas, no afectadas
por la presencia del río; (2) la asociación de especies de plantas que típicamente crecen
en las proximidades de los cursos de agua y necesitan y toleran una mayor humedad en
el suelo respecto a las restantes especies de las laderas; o (3) la vegetación terrestre que
crece a lo largo de los ríos o de otras zonas acuáticas, y depende del agua suministrada
por éstas para disponer en el suelo de mayor humedad que la correspondiente a las
precipitaciones recibidas en la zona.
Son por tanto estos dos aspectos, composición florística propia y una mayor necesidad y
tolerancia a la humedad del suelo, los principios que deben de regir la elección de las
especies riparias, su distribución a lo largo y ancho de los cursos fluviales, su técnica de
plantación y sus cuidados posteriores y mantenimiento.
La vegetación riparia existente informa sobre las especies adaptadas a la zona.
En las riberas se localizan plantas que sujetan la tierra de las márgenes y que están
adaptadas a las fluctuaciones del caudal. Muchas de ellas son capaces de seguir viviendo
aún después de haber sido tumbadas por el agua. En las inundaciones, gramíneas
helófitos, juncos y ciperáceas, son enterradas sin que mueran, y vuelven a arraigar en los
nudos a 10, 20 e incluso 50 centímetros por encima del suelo anterior (Montserrat, 1982).
Mimbreras (Salix spp.), chopos (Populus spp.), tamujos (Securinega tinctorea), tarayes
(Tamarix spp.), álamos (Populus alba) aguantan también las inundaciones. Sin embargo,
si el régimen de caudales ha variado últimamente, no es suficiente que una especie
ripícola se encuentre en un lugar determinado para que éste sea su emplazamiento
correcto, ya que en algunos árboles los efectos causados por el exceso o el déficit de agua,
no son patentes hasta el día en que fenecen repentinamente.
186
Uno de los primeros pasos que hay que dar en el diseño de las plantaciones es, por tanto,
referir el lugar del proyecto a la zonación longitudinal del río (tramo alto, medio o tramo
bajo), y a la zonación transversal, delimitando en esta última las sucesivas bandas riparias,
sometidas a distinto grado de humedad y frecuencia de inundación, como se muestra en
la Figura 12.1.
Respecto a la zonación transversal del río, según el nivel de las aguas podemos designar
dos grandes zonas que contienen diferente tipo de vegetación:
• Zona de vegetación acuática, compuesta principalmente por espermafitas
acuáticas llamadas también macrófitas. Son plantas que germinan tan sólo en
condiciones de humedad elevada y que desarrollan su ciclo vegetativo, por lo
menos en parte, dentro del agua. Las hay sumergidas, flotantes, emergentes y de
orilla. Las sumergidas, flotantes y emergentes se encuentran en la zona
correspondiente al estiaje de las aguas y las de orilla se sitúan en la zona
comprendida entre el nivel del estiaje y el nivel medio del caudal del agua.
• Zona de vegetación ripícola que designamos como la franja que va desde el nivel
medio de las aguas hasta mas allá del nivel que alcanzan las aguas en las máximas
crecidas ordinarias.
Figura 12.1.- Bandas riparias sometidas a distinto grado de humedad, frecuencia de inundación
y estabilidad.
187
Cada una de estas formaciones vegetales aludidas se ve enriquecida por otras especies
arbóreas y un nutrido cortejo de especies arbustivas y lianoides, en función de su posición
relativa al contínuo longitudinal del río , mereciendo especial atención la presencia de
abedules, chopo temblón, arces, servales, etc. de los tramos altos, en general con mayor
diversidad de especies leñosas que los tramos bajos (ver Lara y Garilleti, 1993).
188
3°.- Estabilización de la forma Y. trazado del cauce.
La vegetación leñosa, con un sistema radical vertical más desarrollado que la herbácea,
es generalmente más efectiva que ésta en la estabilización de pendientes y taludes (Gray
y Leiser, 1989).
Es indudable que la vegetación, por sí sola, resulta a veces insuficiente para controlar
erosiones en el cauce, y que su efecto debe ser reforzado con el de estructuras tales como
pequeños diques o azudes, para controlar la erosión de fondo o lecho del río; espigones,
deflectores o malecones laterales, para controlar la erosión de márgenes, especialmente
en el borde externo, a la salida de los meandros; escolleras en la base de los taludes, etc.
En este caso, el elemento vegetal no debe ser considerado como una "cosmética"
superpuesta a la estructura, sino como parte de la misma, que contribuye a la sujeción del
suelo y al mantenimiento de la obra.
Según Meisel 1985 (en Fernandes, 1987), las técnicas constructivas utilizando
materiales vivos, comparadas con las técnicas convencionales que utilizan materiales
inertes, presentan una serie de ventajas e inconvenientes que podemos sintetizar de la
forma
siguiente:
189
Plantas como material de construción
Ventajas:
a) No son afectadas por procesos de degradación, proporcionando una estabilización
creciente, debido a su capacidad regenerativa creciente.
b) Protegen el cauce de manera elástica, absorbiendo los elementos y acciones
agresivas disminuyendo su intensidad (ej. velocidad de las aguas).
c) Son biológica y ecológicamente activos.
d) Posibilitan una valoración estética del paisaje.
Desventajas:
a) No proveen de todas las exigencias de consolidación y seguridad requeridas en
algunos casos.
b) Exigen una determinada época del año para su implementación.
c) Alcanzan su plena eficacia después de un intervalo de tiempo.
d) Exigen espacio.
Ventajas:
a) Son más estables ante determinadas situaciones.
b) Son independientes de las características del sitio y su aplicación está menos
limitada temporalmente.
c) Son funcionales inmediatamente.
d) Exigen normalmente menos espacio.
Desventajas:
a) Tienden a perder su eficacia debido a la corrosión y degradación y no poseen
capacidad de regeneración.
b) No se deforman frente a los esfuerzos ag esi\ os de la naturaleza.
c) No desempeñan ninguna función biológica.
d) Constituyen elementos extraños al paisaje.
190
tipo de suelo y ctras condiciones del lugar, así como el procedimiento de transporte,
plantación y cuidados posteriores a la misma.
Vegetación
En todos los trabajos de revegetación es necesario realizar previamente un inventario de
las especies nativas presentes en la zona, mediante reconocimientos de campo. En los
tramos rurales, dicho inventario facilitará la selección de especies y la interpretación de
las condiciones generales de crecimiento de Ja vegetación, mientras que en los tramos
urbanos o más humanizados, el estudio de la vegetación presente reflejará las condiciones
de supervivencia o mantenimiento de cada especie, respecto al uso más o menos intensivo
del espacio ripario en dicho tramo.
En la mayoría de los casos, en la lista florística obtenida podremos diferenciar una serie
de especies "pioneras" o invasoras, poco exigentes en cuanto a condiciones del medio y
más adaptadas a la colonización rápida de suelos degradados o inestables, y una serie de
especies que requieren mayor estabilidad del sustrato y mejores condiciones de humedad,
fertilidad, etc.
No hay que olvidar que en los bosques de ribera no se debe de hablar de vegetación o
especies "climax", sino más bien de comunidad estable, mejor adaptada a la dinámica
fluvial de cada tramo.
Orientación y Topografía
La orientación y la topografía en términos de elevación, pendiente de los taludes, etc. de
los sectores a revegetar deben analizarse con detalle, teniendo en cuenta que ambos
aspectos pueden ser muy variables de una márgen a otra, y a lo largo del cauce, según van
variando con la sinuosidad, la orientación del río, su anchura, etc.
191
Los suelos de las riberas son generalmente suficientemente sueltos (arenosos), húmedos
y fértiles como para que no necesiten enmiendas, abonados, etc. No obstante, en el
reconocimiento de campo debe observarse si existen zonas desprovistas de vegetación, y
si.ello corresponde a zonas de suelos muy compactados (por afluencia de personas, paso
de coches, ganado, etc.), con problemas de encharcamiento, saturación, etc. debiendo en
este caso proceder a una aireación y avenamiento adecuados, antes de la plantación.
Figura 12.3.- Muro sujetando la base del talud, permitiendo en la zona superior la formación
de pendientes inferiores a la primitiva (en Gray y Leiser, 1989).
Debe también analizarse el pH del suelo y su salinidad, en el caso de que puedan existir
indicios de condiciones limitantes para determinadas especies, así como el exceso de
materia orgánica acumulada en el suelo (fangos negros, con procesos anaerobios),
procedente de la contaminación de las aguas , que favorece el desarrollo de especies
ruderales, imposibilitando el desarrollo de otras de mayor interés.
En este caso, será necesario proceder, previamente a las plantaciones, a una mejora de las
condiciones del suelo (remoción y sustitución del suelo, enmiendas, aireación, etc.) o al
diseño de secciones transversales del cauce más favorables, rebajando las zonas riparias
hasta el nivel freático actual para facilitar su conexión con los caudales circulantes, etc.
192
La selección de especies adaptadas a las condiciones del clima, suelo y dinámica fluvial
del tramo a revegetar, plantea siempre el dilema entre especies "nativas" y especies
"exóticas".
Las plantas nativas presentan una serie de ventajas, que podríamos enumerar como
sigue:
1. Han evolucionado en las mismas condiciones locales de clima y suelo.
2. Están adaptadas a las fluctuaciones meteorológicas y del régimen de caudales.
3. Son las que, a menudo, presentan menores problemas fitosanitarios (hongos,
ataques de insectos, etc.).
4. Una vez establecidas, no necesitan riego ni mantenimiento.
5. Son las que utiliza la fauna silvestre de la zona.
6. Son las que mejor se integran en el paisaje fluvial del tramo.
Existen algunas limitaciones al uso de las especies nativas, sobre todo relativas a la
disposición de plantas o semillas, al no ser comercialmente demandadas en los viveros,
en general más enfocados a la jardinería, y al desconocimiento de sus tratamientos
culturales o de propagación.
Las especies leñosas requieren un cierto tiempo para su desarrollo y efecto protector. Por
ello es conveniente, en muchos casos, establecer cubiertas herbáceas rápidas, que sujeten
el suelo ·de taludes recientes, durante los primeros meses de la plantación.
La elección de especies en este caso debe basarse en los mismos principios que la de las
leñosas, cuidando de que estén adaptadas a las condiciones de clima, suelo y humedad
existente.
193
Las especies herbáceas más favorables para la sujeción del suelo serían en este caso las
de mayor desarrollo radical con mínima estructura aérea, debiendo preparar una mezcla
apropiada de especies, incluyendo leguminosas para la mejora del suelo.
En los tramos urbanos o más humanizados, la composición y estructura del bosque ripario
natural puede enriquecerse con especies más propias de la jardinería, que indudablemente
aumentan la diversidad de formas y colores. Pero en este caso siempre habrá que tener en
cuenta el riesgo de contaminación genética (hibridación de sauces y chopos) y rehuir el
fomento o propagación de especies que en otros países son en la actualidad consideradas
plaga o peste, por su excesivo poder de colonización, propagación y desplazamiento de
especies nativas, como sucede con:
Robiniap seudacacia: Invade las riberas de muchos ríos del Norte de la Península,
en laderas de valles húmedos. En los Alpes es una auténtica plaga.
Ailanthus altissima: Especie muy resistente y colonizadora, que invade con gran fuerza
zonas degradadas, bordes de carreteras y de cauces, estando especialmente extendida en
la Cuenca del Ebro, donde se la combate sin éxito (ej. en el Galacho de la Alfranca),
estando considerada una plaga en la región oeste de Estados Unidos.
12.3.3. Plantaciones
Una vez elegida la lista de especies, debe diseñarse la ubicación de cada una de
ellas, y su forma de plantación.
Refiriéndonos a la sección transversal del río a restaurar (ver Figura 12.1), de la lista de
especies seleccionada habrá que decidir cuáles de ellas pueden o deben situarse en las
orillas o más próximas a Ja corriente, donde es mayor la humedad (ej. Alnus glutinosa,
Saüx elaeagnus) y cuáles deberán plantarse en la banda riparia más alejada del río (ej .
Fraxinus excelsior, Corylus avellana, etc.). Y a su vez decidir, dentro de cada grupo, qué
especies se sitúan en cada márgen de los meandros (atendiendo a la estabilidad del cauce
y tipo de sustrato (ej. en ríos de lecho de gravas, Alnus glutinosa en márgen externo del
meandro, con taludes más pendientes y estables, y Salix elaeagnus en márgen interno del
meandro, con taludes mucho más tendidos, donde se acumulan las gravas y es mayor la
fluctuación del nivel de las aguas con los caudales, etc.); o qué especies deben plantarse
en orientaciones de solana o de umbría, atendiendo a su posible desarrollo y porte, dando
sombra hacia el cauce o hacia los terrenos limítrofes, donde puede haber conflictos con
cultivos agrícolas, zonas urbanas, etc.
Una vez elegidas y situadas en cada banda riparia las correspondientes especies, es
necesario decidir la estructura final del bosque ripario, optando por el fomento de una
determinada formación vegetal.
194
intentemos lograr, una aliseda pura, una aliseda mixta, sauceda arbórea, arbustiva,
fresneda, olmeda, tamujal, etc.
Se debe de dejar un cierto espacio (2 a 3 metros) entre módulo y módulo, con el fin de
facilitar las plantaciones y acceso al río. Con el tiempo, dicho espacio se irá cubriendo de
vegetación riparia, llegando a desdibujarse por completo la delimitación de los módulos.
195
Figura 12.4.- Ejemplos de módulos de plantación en riberas.
Por ello se sugiere introducir únicamente las especies arbóreas y arbustivas de mayor
porte, y las herbáceas que sean necesarias para la sujeción y estabilización de suelos y
taludes, sin pretender en ningún caso completar, desde el primer momento, toda la lista
florística que le corresponde al río en el tramo de proyecto.
Los principios básicos que se deben tener en cuenta cuando se diseñan las plantaciones
pueden resumirse en:
196
suelo, como olmos, fresnos, etc. Los abedules pueden aparecer de forma aislada,
intercalados con otras especies de los tramos altos, en valles estrechos, o formando
masas puras que excluyen a los chopos, en tramos altos de valles más anchos. Los
alisos también pueden aparecer intercalados con otras especies riparias, pero con
frecuencia constituyen alisedas puras, cuya sombra interior impide el desarrollo
de otras especies riparias típicas, más heliófilas.
2) La vegetación riparia debe quedar conectada funcionalmente con el cauce. Debe
existir una franja de especies en contacto con las orillas de la lámina de agua (que
ofrezca hábitat y refugio para la fauna acuática, sombra a las aguas, materia
orgánica, etc.) y en su conjunto debe situarse en la zona beneficiada por la
presencia del río, en cuanto mayor humedad edáfica e inundación periódica.
3) La vegetación riparia debe ofrecer un corredor continuo para el desplazamiento
de la fauna. Las plantaciones deben procurar la formación de un "bosque de
galería" más menos continuo a lo largo de todo el corredor fluvial, bien en las dos
orillas o alternando la vegetación en uno y otro margen del cauce, pero siempre
ofreciendo un medio continuo, fresco y húmedo, para el desplazamiento y
dispersión de las especies acuáticas o asociadas a la presencia del río.
La dimensión del corredor fluvial varía de unos tramos a otros, de unos ríos a otros, etc.
Un criterio a establecer puede ser el que su anchura sea como mínimo la anchura del río
(recomendable 2 a 5 veces la anchura del río), y nunca inferior a 5-6 metros
(recomendable entre 15 y 30 metro~). Estas dimensiones atienden a la consideración de
que al menos puedan desarrollarse una hilera de especies al borde del agua, que ofrezca
hábitat y refugio a la fauna acuática (2-3 metros) y otra por detrás que aísle a la primera
del entorno terrestre limítrofe (2-3 metros).
El lugar donde se van a realizar las plantaciones debe presentar una serie de
condiciones que faciliten el establecimiento de la vegetación durante los primeros
periodos
vegetativos. Para ello, en muchos casos habrá que proceder a:
Cuando se trate de erosiones que afectan al perfil del suelo en profundidad, debidas a un
exceso de humedad del suelo del talud, deben disponerse en la base de éste estructuras
permeables, utilizando piedras grandes sueltas (Figura 12.5), gaviones (Figura 12.6),
enrejados de troncos (Figura 12.7), bloques de cemento u hormigón (ver Figura 12.3),
etc.,
de forma que se sustente la porción superior del talud y pueda salir por su parte baja el
exceso de agua hacia el cauce, favoreciendo al mismo tiempo la disminución de su
pendiente por acumulación de material de relleno dispuesto aguas arriba del muro,
directamente aportado o como consecuencia de una sedimentación. Sobre dicho material,
simultáneamente o con posterioridad, puede establecerse la vegetación.
Figura 12.5.- Mampostería reforzando la base del talud, permitiendo por encima una pendiente
más estable (en Schiechtl, 1986).
Otra medida necesaria en la preparación del terreno puede ser la de control de las
escorrentías procedentes de las laderas adyacentes, que llegan a los taludes de la ribera de
forma difusa o ya encauzadas, por pequeñas vaguadas o inclusb por tuberías o colectores
(ej. en tramos de ríos próxi 1os a carreteras, tramos urbanos, etc.).
En este caso es necesario disponer vías de paso del agua hacia el cauce, donde se controle
perfectamente el poder erosivo de las escorrentías mencionadas, utilizando una
198
vegetación herbácea de elevada densidad de cubierta y resistencia al paso de las aguas, o
con pequeñas pavimentaciones con piedras, troncos, elementos de cemento, hormigón,
etc., dispuestos sobre el suelo y bien anclados en el mismo, y en su caso debidamente
escalonados, que dejen pasar las aguas superficiales disipando su energía potencial y
cinética hacia el cauce.
Figura 12.6.- Gabiones sujetando la base del talud, elevando el nivel de base de la parte
superior del talud (en Schiechtl, 1986).
Las especies leñosas pueden plantarse también mediante la aportación de semillas, pero
con más frecuencia se utiliza en este caso el trasplante de ejemplares, bien de 3estaquilla
sin enraizamiento, o con cepellón, con un sistema radical ya desarrollado.
199
Figura 12.7.- Pequeño muro de troncos o estacas, actuando conjuntamente con material de
relleno y vegetación para estabilizar la base del talud (en Schiechtl, 1986).
Los volúmenes que suelen excavarse son bastante menores, causa en muchos casos del
lento desarrollo de las plantaciones (Ramos, 1970). Aún para la plantación de pequeños
matorrales, en suelos compactos o poco favorables, el hoyo de plantación no debería ser
nunca inferior en profundidad a 40 ó 50 cm.
En estas zonas pueden encontrase toda una serie de planeas emergentes o helófitos entr
las que podemos destacar carrizos y cañas (Phragmites communis y Arundo donax), eneas
(Typha angustifolia), espadañas (Typha latifolia) y esparganios (Sparganium erecrum),
lirios (Iris pseudacorus), junqueras (Juncus spp., Schoenoplectus lacustris), berros
(Berula spp, Veronica spp., Nasturtium spp.), o perejiles (Oenanthe spp.). Son plantas
que están en las orillas entre el nivel bajo y medio de las aguas. Se encuentran
principalmente en los tramos medio y bajo de los ríos y en las orlas de vegetación acuática
de las lagunas.
Las plantas acuáticas son beneficiosas en cuanto a que fijan el suelo bajo el agua, frenan
la energía de la corriente, y constituyen el alimento, el hábitat o el frezadero de algunas
especies. Pero también estas plantas tienen el peligro de convertirse en infectantes
acuáticas, estrechar el cauce del río con el consiguiente riesgo de inundaciones y
contribuir a la contaminación de las aguas por materia orgánica putrescible.
200
- Cepellón: Es una modalidad adecuada para todas las plantas. Tras recortar los
órganos aéreos, se introduce el cepellón en una fosa abierta previamente, de tal
manera que las plantas queder cubiertas como máximo en sus dos terceras partes.
- Rizomas y renuevos (retoños): Se utilizan para plantar cañizo, espadaña, alpiste,
carrizo, lirio amarillo y la gliceria acuática. Durante el periodo vegetativo se
cortan los órganos aéreos y se desentierran los rizomas y los renuevos,
protegiendo las yemas y los extremos de los brotes. Para plantarlos, se colocan en
agujeros o en estrechos regueros, en la linea del nivel medio de las aguas en verano
de manera que los brotes aéreos queden emergentes.
- Esquejes: De esta manera pueden plantarse cañas en cursos de aguas lentas o
remansadas. Para ello se introducen tres esquejes en un hoyo de 30 á 50
centímetros de profundidad. En los suelos compactos o pedregosos los hoyos
deben hacerse con un plantador.
- Siembra: Los alpistes, las glicerias y gramíneas en general, pueden sembrarse en
orillas muy húmedas, siempre que la superficie sembrada no se inunde durante los
primeros meses después de la siembra.
Entre estas estructuras combinadas están los rulos de cañas, eficaces tanto en aguas lentas
como en aguas rápidas. Consisten en una fila de estacas con una zanja detrás, de unos 40
centímetros de arista. En ambos lados de la fosa se desenrrolla una tela metálica,
ayudándose con dos planchas rígidas, y se deposita sobre ella el material de relleno -
gravas, tierra con hierba y los cepellones de cañas. Los dos costados de la tela metálica
se unen con alambre galvanizado. La parte superior del rulo no ·debe sobrepasar más de
5 centímetros el nivel del agua. Por último se retiran las planchas y se rellenan los huecos
del rulo con tierra y con restos de cepellones:
La plantación de las plantas de orilla, cañas, también puede combinarse con el empedrado
o revestimiento de piedras, implantando los cepellones, rizomas o renuevos en las juntas
a la altura del nivel medio de las aguas de verano (Figuras 12.8 y 12.9).
La vegetación ripícola está dominada por formaciones arbustivas y arbóreas que forman
una franja a ambos lados del río. Los principales árboles que constituyen la 3vegetación
ripícola son los sauces, alisos, chopos, fresnos, olmos, arces, etc.; entre los arbustos
encontramos mimbres, saúcos, boneteros, majuelos, cornejos, etc.; y el estrato herbáceo
lo constituyen principalmente gramíneas, ciperáceas, leguminosas, junquillos y mentas.
La parte aérea de la vegetación ripícola representa una estructura no rígida, que adquiere
especial importancia cuando es alcanzada por el nivel de las aguas. El ramaje flexible de
los sauces, así como la parte aérea de la vegetación herbácea, se doblan hacia el lecho en
momentos de avenida formando una capa protectora del mismo, mientras que cuando
descienden las aguas recuperan su posición erguida, ofreciendo entonces una resistencia
mucho mayor al paso de las aguas.
201
El gran poder de regeneración de la vegetación ripícola ha impulsado desde hace tiempo
el desarrollo de métodos de protección de las riberas con materiales vivos. Todas las
especies de esta zona brotan fácilmente de cepa, siendo los sauces incluso capaces de
desarrollar raíces secundarias en los troncos y ramas cortados, y de desprenderse de la
borra de los brotes durmientes.
En la elección de especies a repoblar hay que tratar de abarcar los estratos herbáceo,
arbustivo y arbóreo.
La vegetación herbácea se planta por siembra. Una técnica que da buenos resultados es
la hidrosiembra, que consiste en la proyección de una mezcla de semillas, fertilizante, y
"mulch" (estabilizante, como la paja por ejemplo) en un medio líquido. Es conveniente
sembrar una mezcla de diferentes semillas, que, por ejemplo, puede ser un 50% de
Bromus sp., 25% de Trifolium sp. y 25% de Festuca sp .. El fertilizante ayuda al desarrollo
de la vegetación y el "mulch" estabiliza la superficie del suelo e impide la pérdida de
semillas, reduce la evaporación del agua del suelo y, en algunos casos, aumenta la
infiltración del agua, (Hansen, 1968).
Figura 12.8.- Plantaciones a base de cepellones, entramados vegetales y tepes protegidos por
escollera suelta al nivel de las aguas (en Barroco, 1989).
202
aguas. Su sistema radical retiene sedimentos y sujeta las orillas; además tolera la
inundación durante largos periodos. Como quiera que crece antes que otros vegetales,
proporciona cobertura desde los comienzos de la primavera. Soporta bien los cortes en
prevención de crecimientos excesivos, pero por esca razón no debe utilizarse en cursos
estrechos (2-3 m.) ya que puede llegar a cegarlos.
Las ciperáceas tales como Carex sp. y Cyperus sp. parecen ser menos beneficiosas ya que
forman matas diseminadas que cubren peor la orilla y su rango de tolerancia a la humedad
es menor; sin embargo son especies a tener en cuenta ya que se dan de forma natural en
nuestros cauces.
203
Los alisos y los abedules se repueblan bien sembrando las semillas y trasplantando los
arbolillos al segundo invierno a zonas menos fértiles (Fernández López, 1988).
Los sauces se emplean mucho para las repoblaciones de ribera y se plantan generalmente
por estaquilla. Los sauces de tamaño pequeño son muy útiles para la protección de las
márgenes, aunque deben podarse periódicamente. Las hojas y ramas proporcionan poca
sombra y cobertura para los peces, pero no sucede lo mismo con las raíces. Estas
proporcionan abundantes refugios para la pesca. La densa masa de raíces forma bancos
con cornisas y oquedades en las que pueden esconderse los peces. Para mantener un
constante crecimiento de renuevos que formen un revestimiento completo con sus raíces
es necesario podar los sauces en su base. Tesch (1962) recomienda hacer podas cada tres
años en los ríos alemanes, aunque posiblemente estas podas no sean necesarias en los
países mediterráneos.
Por el contrario, los sauces arbóreos (S. alba, S. fragilis) pueden ser menos beneficiosos
para la fauna piscícola de los cursos fluviales pequeños: su sombra impide el crecimiento
de renuevos y el de las macrofitas subacuáticas. Sus raíces proporcionan cobertura, pero
en puntos muy aislados, no de una forma continua. Una cubierta densa de sauces
arbustivos que no sombre todo el cauce, es mucho más beneficiosa que unos pocos sauces
reviejos aislados.
El sauce púrpura (Salix purpurea) y el Salix eleagnus son muy aptos para repoblar las
márgenes inestables de los ríos torrenciales, aunque también se pueden utilizar los
numerosos sauces y mimbreras autóctonas de cada ribera. Las varitas de sauce que se
plantan pueden tener una altura de 30 centímetros y un diámetro de 2-3 centímetros, y
aunque no crecen apenas durante el primer año alcanzan una cobertura de copa de 15 á
75 centímetros (Anderson et al.,1 978); también pueden ser de una altura de 45
centímetros, como aconsejan Lines et al. (1978).
Los alisos (Alnus glutinosa) proporcionan cobertura cuando las ramas más bajas tocan o
incluso se introducen en el agua. Su mayor inconveniente es que sombrean excesivamente
el lecho. Sólo son recomendables en aquellos cauces de más de 10 m. de anchura. No es
conveniente dejar que se forme un bosque galería en grandes extensiones a lo largo de
Jos cursos pequeños que quedan así completamente sombreados, aunque ello puede ser
recomendable en los ríos más cálidos; en general parece recomendable una alternancia de
tramos sombreados con otros menos cubiertos donde se permite que el sol
204
alcance el lecho. Por otra parte, las raíces del aliso sujetan bien las orillas y gracias a su
asociación con una bacteria (Frankia alni) fijan gran cantidad de nitrógeno. Este se
incorpora a La cadena alimenticia con Ja caída de sus hojas al cauce.
Los chopos (Populus sp.) pueden emplearse para fijaciones y defensas rápidas de riberas.
Sus raíces forman masas densas que se introducen en el mismo cauce, proveyendo
refugios a la pesca. Son extraordinariamente aptos para Ja multiplicación vegetativa por
trasplante, plantones, estacas, estaquillas, esquejes, acodos o injertos (Ruiz de Ja Torre,
1979). Se deben observar las mismas precauciones que con los alisos, si bien su grado de
sombreado sobre el cauce no es tan elevado.
Estructuras combinadas
Con mucha frecuencia, en las riberas de los ríos es necesario disponer estructuras mixtas
de materiales inertes y vegetación, cuyo efecto combinado asegura de forma más
completa la estabilización del talud y la resistencia del suelo a la fuerza de transporte de
Ja corriente, desde el primer momento de su instalación.
En la Tabla 12.1 se indican distintos ejemplos de estructuras mixtas, con distintos efectos
sobre los taludes riparios, atendiendo a diferentes objetivos.
205
Tabla 12.1.- Distintos ejemplos de estructuras mixtas para la revegetación y estabilización
de las riberas.
- Las faginas y los rulos de faginas. Las faginas son grupos de estaquillas lo menos
ramificadas posible y atadas con alambre bien prieto. Se ponen en la orilla de tal forma
que las partes que deban emaizar estén en contacto con el suelo fuera del agua. Los rulos
de faginas son estructuras cilíndricas de unos 4 á 20 metros de longitud y unos 10 á 40
centímetros de diámetro. Los rulos se rellenan y se cubren con tierra para disminuir la
desecación (Figuras 12.10 a 12.12).
206
Figura 12.10.- Preparación de Ja fagina y procedimiento de instalación (Gray y Leiser, 1989).
- Los anclajes. Son varas de sauce de 2-3 años y de una longitud de 1,5 a 2 metros,
separadas paralelamente de 1 á 5 centímetros y dispuestas perpendicularmente a la
dirección de la corriente o en dirección inclinada hacia aguas abajo. La base de las varas
se introduce en una zanja longitudinal de 15 centímetros de profundidad y tras colocarlas
se cierra la zanja. Las varas de sauce extendidas en el suelo se fijan con alambre, con
faginas o bien con una estera de sauces. Se ponen estacas de 60 centímetros a 1 metro
para fijar el alambre y para anclar al suelo las esteras de sauce, clavándolas en la tierra
antes de instalar las varas de manera que todavía emerjan 10-20 centímetros. Después de
colocar las varas, las estacas se unen entre ellas con alambre (hilo galvanizado) y se
clavan de nuevo hasta que la capa de varas esté totalmente fijada al suelo (Figuras 12.13
a 12.15).
207
Figura 12.11 .- Plantaciones con rulos de rizomas, cepellones y gaviones (Schiechtl, 1980).
Figura 12.12.- Técnicas de revegetación del talud lateral del cauce mediante salicáceas con
apoyo de piedras, gaviones, fajinas o troncos (Schiechtl, 1980).
208
paralelamente al sentido de la corriente o formando con ella un ángulo de 30 grados. Las
faginas pueden remplazarse por alambre. Si es necesario extender varias capas de haces
de ramas, los extremos de la capa de abajo deben recubrir la base de los troncos (tallos)
de la capa situada encima. La línea inferior se fija por la base en una zanja excavada
previamente al pie del talud. Por último, se recubre codo con una capa de 15 a 25
centímetros de espesor de tierra o grava fina.
Figura 12.13.- Enramado fijado al lecho en orillas someras para favorecer la sedimentación
(en Fernandes, 1987).
Las estaquillas de aliso no dan renuevos por lo que deben plantarse con raíz. Es
importante que la línea inferior de la plantación no esté alejada más de 0,5 a l metro del
nivel medio de estiaje, o de la plantación del cañaveral. De esta manera el arbolado sólo
se desarrolla en la zona a proteger. Todas estas repoblaciones pueden ser protegidas
eficazmente de las crecidas del río, mediante la construcción de empalizadas en sus
orillas.
209
12.3.6. Cuidados posteriores a la repoblación
Figura 12.14.- Estabilización del talud con fajas de sauces. a) Con planta enraizada; b) con
ramas (Gray y Leiser, 1989).
Una vez realizada la plantación hay que asegurarse de que las plantas estén bien
protegidas el tiempo suficiente para que arraiguen bien en la tierra. Para ello se puede
cercar la plantación de tal forma que los animales no puedan pasar. En algunos casos se
permitirá el paso del ganado cuando hay hojas caídas de los árboles, que protegen el suelo
(Montserrat, 1982). Si la zona acotad<. es extensa hay que dejar vías de acceso para que
el ganado pueda beber en el río. Recordemos que el ganado acostumbra a ir a los
abrevaderos conocidos; por eso es conveniente que el pastor de los animales informe de
las vías de acceso frecuentadas. Las plántulas jóvenes también pueden protegerse con
pinturas especiales (McCall & Knox, 1978).
210
Figura 12.15.- Encañizado o trenzado de mimbres, ramas de chopos o cañas para sujetar
taludes de orillas (Seixas y Almodovar, 1991).
211
13. PLANIFICACION DE LOS PROYECTOS DE RESTAURACIÓN
13.1. INTRODUCCIÓN. -
El término "restauración" significa restablecimiento de las características anteriores.
Aplicado a los sistemas fluviales, indica el proceso de reponer las funciones acuáticas y
las características físicas, químicas y biológicas asociadas a ellas, preexistentes antes de
su alteración o degradación (Cairs, 1988).
Objetivos
Restaurar no es lo mismo que crear nuevos hábitats, rehabilitar o mejorar los existentes
mediante la manipulación de elementos aislados. La restauración implica un enfoque
holístico del río, incluyendo la introducción de plantas y animales, y el restablecimiento
de las relaciones mutuas entre ellas y el sistema físico fluvial.
El objetivo fundamental de la restauración es favorecer el paso hacia un sistema natural,
autorregulado, que está integrado ecológicamente en el paisaje donde ocurre.
A menudo esta restauración incluye uno o varios de los siguientes procesos:
- Reconstrucción de las condiciones físicas anteriores.
- Mejora de las condiciones químicas del agua y del suelo.
- Intervención en las condiciones biológicas, incluyendo la reintroducción de
especies nativas ausentes de flora y fauna, o de aquellas amenazadas por la
degradación ecológica.
La esencia de un ecosistema fluvial radica en el equilibrio dinámico del sistema físico, el
cual a su vez establece un equilibrio dinámico entre los componentes biológicos. Por ello
la restauración de un río supone restaurar este equilibrio dinámico, y no estabilizar sus
orillas, rectificar su sinuosidad o efectuar plantaciones de choperas.
Se trata en todos los casos de retornar el sistema fluvial a una situación cercana a la
existente antes de su deterioro. Para ello será necesario proceder a las siguientes acciones
sucesivas (NRC, 1992):
1. Restaurar el régimen natural de caudales y sedimentos. Dicho régimen se refiere.
al menos, a dos escalas de tiempo: Variación diaria-estacional de caudales y de
sedimentos, y variación anual-interanual de avenidas y sequías. En las zonas
áridas, algunos organismos dependen de las avenidas poco frecuentes e
impredecibles, mientras que en las zonas templadas o tropicales. los organismos
de la llanura de inundación dependen de las avenidas e inundaciones periódicas y
predecibles.
2. Restaurar la geometría hidráulica del cauce natural, si con el restablecimiento del
régimen de caudales y de sedimentos ello no se alcanza.
3. Restaurar la comunidad natural de plantas riparias, que representan una parte
funcional de la geometría hidráulica del cauce y de la hidrología de la ribera y
llanura de inundación. Esta actuación será necesaria únicamente cuando la
comunidad de plantas riparias no se reestablezca de forma natural, después de
lograr los pasos previos 1 y 2
212
4. Restaurar las especies nativas de plantas y animales acuáticos, si ellos no
recolonizan de forma natural el sistema fluvial.
Prioridades
Las medidas de restauración más prioritarias serán aquellas que eviten la pérdida de vidas
humanas (ej. por riesgo de avenidas), ahorren dinero o prevengan el deterioro de los
ecosistemas fluviales.
Dichas medidas incluyen -la delimitación de las zonas de ribera y de llanura de
inundación; las prácticas de conservación de suelos en las laderas en lugar del dragado de
cauces o limpieza de embalses; la remoción de estructuras de defensa de avenicia5
innecesarias; y la reducción o control de las subvenciones públicas que promueven e1
sobrepastoreo o la remoción de la vegetación riparia natural para plantaciones agrícolas
forestales (choperas).
En la selección de las zonas a restaurar, a escala regional o nacional, hay que tener
presente la necesidad de incluir sectores más o menos largos de los tramos bajos de los
grandes ríos, haciendo especial esfuerzo en su restauración dado su carácter único, mucho
más acentuado que en los ríos de menor tamaño.
Según aumenta el orden del río, muchos kilómetros de ríos pequeños confluyen para
formar un tramo de cauce de orden superior, pero de menor longitud, y así sucesivamente
hasta llegar a las grandes arterias fluviales de nuestra Península (Ebro, Duero, Tajo,
Guadiana, Guadalquivir, Júcar, Segura, Miño), cuya peculiaridad y características propias
se van acentuando hacia aguas abajo.
Técnicas
Respecto a las técnicas de restauración, de forma convencional se distinguen las "no
estructurales", relativas a actuaciones que no implican alteración física del cauce o
construcción de alguna estructura, y las técnicas "estructurales", que representan una
intervención más severa introduciendo nuevas estructuras que aceleran el proceso de
restauración.
Entre las primeras es necesario contemplar, entre otras, las siguientes:
a) Medidas legislativas y administrativas,
b) Establecimiento de un régimen de caudales ecológico,
c) Manejo adecuado de la llanura de inundación,
d) Creación de bandas protectoras riparias ("buffer strips "),
e) Cercado del cauce o la ribera para evitar la entrada de ganado o el desarrollo de
actividades nocivas a los mismos (como vertederos, extracciones de áridos, paso
de coches, etc.).
Entre las segundas, o estructurales, cabe citar entre otras:
a) Estabilización del cauce evitando la erosión de fondo y orillas,
b) Recuperación de la morfología primitiva, en cuanto a su perfil longitudinal,
sección transversal o trazado,
c) Repoblación del bosque de galería
d) Aporte o retirada de sedimentos del cauce para establecer una secuencia natural
de rápidos y remansos, etc.
213
13.2. MEDIDAS LEGISLATIVAS Y ADMINISTRATIVAS
En la vigente Ley de Aguas se definen las riberas como las zonas laterales del cauce que
quedan comprendidas entre el nivel de estiaje y el nivel de las máximas avenidas
ordinarias (art. 4, Ley). Este espacio, perteneciente al dominio público hidráulico, queda
dentro del cauce y en general no corresponde al espacio donde se establece de forma
permanente la vegetación riparia, sino los sedimentos fluviales más recientes y la
vegetación más pionera que es arrastrada periódicamente por las aguas.
A partir de donde finaliza el "cauce" o canal del río comienzan las "márgenes", sujetas en
toda su extensión longitudinal a una zona de servidumbre de 5 metros de anchura, para
uso público y con los siguientes fines (art. 7, Reglamento):
a) Paso para servicio del personal de vigilancia del cauce.
b) Paso para el ejercicio de actividades de pesca fluvial.
c) Paso para el salvamento de personas o bienes.
d) Varado y amarre de embarcaciones de forma ocasional y en caso de necesidad.
214
León, regula el anticipo de rentas a los propietarios que realicen plantaciones forestales
con especies de crecimiento rápido, y dice textualmente:
"Las plantaciones de riberas en cursos de aguas permanentes deberán respetar, para
hacerse acreedoras a los beneficios de este Decreto, una franja de la anchura suficiente,
en cada caso, para garantizar la persistencia del bosque en galería, o la creación del
mismo, y sin perjuicio de lo dispuesto a tales efectos en la vigente Ley de Aguas y el
Reglamento del Dominio Público hidráulico".
También la Ley de Aguas establece para todas las autorizaciones y concesiones de los
bienes situados en los cauces, tener en cuenta su "posible incidencia ecológica
desfavorable, debiendo exigirse las adecuadas garantías para la restitución del medio".
En el caso de los cultivos agrícolas, estos no necesitan autorización, estando libremente
permitidos siempre que no impidan el paso. Para las plantaciones forestales (ej. choperas),
el peticionario debe presentar a la Administración una documentación incluyendo la
extensión superficial, tipo de arbolado y densidad (art. 71 del Reglamento). Y en cuanto
a los pastos, la autorización, salvo que la Administración lo considere necesario para una
mejor explotación, no se otorga con carácter de exclusividad (art. 73.4 del Reglamento),
y tiene un plazo máximo de validez de dos años, debiendo el peticionario acompañar a su
solicitud, una documentación relativa a la superficie a aprovechar y al plan de
aprovechamiento.
A la vista de la situación actual de muchos de nuestros ríos y riberas, no parece que estas
medidas legislativas recogidas en la Ley de Aguas sean suficientes para prevenir la
degradación de los cauces y el aprovechamiento de las riberas.
Es necesario reconocer que en muchos casos es la propia Administración la que desarrolla
el aprovechamiento (ej. plantaciones de choperas en las riberas gestionadas por las
Confederaciones Hidrográficas) o no ejerce el control suficiente para la restauración del
medio fluvial después de obras de infraestructura (puentes, presas, canales, etc.) o
aprovechamientos extractivos (ej. graveras).
Más eficaz que la mera legislación obligatoria y punitiva, puede resultar una política
administrativa de fomento y subvenciones a los ribereños que se acojan a los planes de
restauración, siguiendo el ejemplo de otros países como Inglaterra o Alemania, donde los
Organismos de Cuenca correspondientes pagan una anualidad a los agricultores locales
para que no roturen o introduzcan el ganado en las zonas más cercanas al cauce, en
función de la superficie protegida.
Una vez más se pone en evidencia la necesidad de llevar a cabo una educación ambiental
en este sentido, dedicando suficientes medios económicos a la población tanto rural como
urbana, con campañas demostrativas de los valores que ofrecen los ríos en condiciones
naturales, no solo ecológicos sino también económicos.
215
y, por otra, una mayor probabilidad de éxito en la restauración con menor inversión de
recursos.
La planificación de las actuaciones de restauración en una cuenca debe implementarse a
diferentes escalas, de una complejidad y precisión crecientes. En cada una de estas escalas
se necesita utilizar diferentes procedimientos en la toma de datos y en su posterior
análisis. Se debe seguir un proceso de análisis jerarquizado, de tal forma que los
resultados obtenidos a una escala sirvan para enfocar el estudio de aspectos más
concretos, a una escala de mayor resolución.
Es frecuente que los proyectos de restauración se centren en zonas pequeñas, a una escala
de gran resolución, pero olvidando el entorno más amplio en que se ubican estas zonas,
cuya consideración exige escalas de trabajo más amplias como la de paisaje, o la
integración de esa zona en el funcionamiento de toda la cuenca hidrográfica a la que
pertenece.
No tener en cuenta esta mayor escala conduce a fracasos, especialmente en el caso de que
los objetivos del proyecto estén dirigidos a la conservación de ciertas especies,
comunidades, o parajes de interés.
En nuestro país existen numerosos ejemplos de fracaso en los proyectos de restauración
de riberas, cuando éstos han sido diseñados únicamente a escala de tramo. En este caso,
es frecuente proceder a las obras de restauración sin haber resuelto el problema causa de
la degradación del río, procedente en ocasiones de la cuenca vertiente (ej. escasez de
caudales circulantes, excesiva llegada de sedimentos al tramo, etc.), de un uso indebido
de las riberas (vertederos incontrolados, sobrepastoreo, etc.) o de actividades llevadas a
cabo en otros tramos (ej. extracción de áridos, canalizaciones, etc.); problemas que se
hubieran puesto de manifiesto en un estudio a escala más amplia, de cuenca vertiente, y
que han sido a su vez la causa del fracaso de las intervenciones en el tramo restaurado,
algunos años más tarde.
Las escalas de planificación útiles para la restauración de los ríos y riberas comprenden
los siguientes niveles:
- Cuenca hidrográfica,
- Tramo de río o subcuenca,
- Localidad o estación.
216
Figura 13.1.- Estructura y movimiento del agua en una cuenca hidrográfica.
A su vez, un determinado río forma parte de una red de drenaje de la cuenca, y cada tramo
de éste se ve afectado por lo que recibe de aguas arriba, o le llega de aguas abajo por
efecto remontante.
Finalmente, las condiciones de detalle de una determinada sección del río (microhábitats)
son a su vez consecuencia ·de las condiciones hidráulicas del tramo, que dependen a su
vez del resto de la red de drenaje y, en último término, de la cuenca vertiente a dicha
sección (Figura 13. 2).
Esta jerarquía del sistema fluvial, expuesta claramente por Frissell et al. (1986), es la que
debemos tener en cuenta en la planificación de los proyectos de restauración, tanto en el
proceso de selección de un tramo, partiendo de una información general de la cuenca,
como en el proceso de análisis del estado de la cuenca, partiendo de la información del
tramo concreto que queremos restaurar.
El marco conceptual en que nos debemos mover se basa en la idea de que la estructura,
funciones y otros aspectos de la organización y desarrollo de las comunidades acuáticas,
están estrechamente ligados a la organización, estructura y dinámica de los hábitats físicos
del río, unidos al conjunto de especies disponibles para la colonización de los tramos
correspondientes (Wevers y Warren, 1986). Y que a su vez, la organización, estructura y
dinámica de estos hábitats físicos dependen de las -condiciones del caudal líquido y de
sedimentos circulante, a su vez originados en la cuenca vertiente.
217
Figura 13.2.-Formación de microhábitats en cada sector, tramo, río y cuenca vertiente
(según Frissell et al., 1986).
Dos son los casos que se pueden plantear a la hora de planificar los proyectos de
restauración, desde una perspectiva de gestión de los ríos:
1 °. -Querer potenciar una determinada especie o comunidad biológica, por encontrarse
en peligro de extinción, tener especial interés de conservación, etc.
2º.-Querer restaurar o conservar determinados tramos fluviales con un objetivo más
amplio y general, como puede ser la conservación del paisaje fluvial, la dinámica fluvial,
etc.
En el primer caso se trataría de conseguir unos determinados microhábitats necesarios
para la presencia de la especie o comunidad a conservar, para lo cual será necesario
reestablecer la dinámica del tramo, cauce y situación de la cuenca capaces de crear o
mantener dichos microhábitats.
En el segundo caso se trata de conseguir unas determinadas condiciones del tramo (ej.
vegetación riparia), a su vez dependiente de un tipo de sustrato, condiciones hidráulicas,
etc. ligadas tanto al comportamiento de la cuenca (ej. régimen de caudales) como a la
existencia de unos determinados microhábitats (ej. sedimentos).
Vemos que en ambos casos es necesario tener en cuenta la interdependencia de los
distintos componentes del río y de éstos con su cuenca, tanto moviéndonos hacia la escala
de detalle (rnicrohábitat para una determinada especie) como hacia una escala más amplia
(condición general del tramo), manteniendo en todas las actuaciones de restauración una
perspectiva holística del sistema fluvial.
Cuando la finalidad del proyecto de restauración sea potenciar una determinada especie
o comunidad biológica, la selección de los tramos de actuación debe estar basada en la
siguiente información:
- Cartografía de la distribución actual de la especie o comunidad, clasificando los tramos
donde se encuentra según el tamaño y estado de las poblaciones, condición sanitaria, etc.
- Cartografía de la distribución potencial, incluyendo los tramos donde la especie o
comunidad estuvo anteriormente, y en la actualidad reúnen las condiciones físicas
necesarias para su crecimiento y desarrollo.
218
Con el primer tipo de cartografía se localizan los tramos donde se pueden llevar a cabo
proyectos de mejora de los hábitats requeridos por la especie, allí donde las poblaciones
estén más disminuidas o en peor estado. La distribución potencial de la especie
Cuando los objetivos de restauración se centren no tanto en una sola especie, como en
todos los componentes del sistema fluvial, la información necesaria para la priorización
de los tramos a restaurar debe estar basada en (1) una clasificación de los tramos según
su estado actual de conservación, obtenida a través de la superposición de cartografías
relativas a:
- Situación del actual régimen de caudales
- Estado de la morfología y dinámica del cauce
- Calidad de las aguas
- Estado de la vegetación de las riberas
- Estado de la fauna acuática, etc.
completada con (2) una información del estado de la cuenca vertiente, basada en:
- Cartografía de la vegetación y usos del suelo de la cuenca
- Cartografía de los procesos erosivos conectados con la red de drenaje
- Localización de los núcleos urbanos o centros que supongan una
presión de uso sobre el río.
- Cartografía de zonas de emisión de contaminantes al río, incluyendo
la localización de los focos puntuales (núcleos urbanos, minería,
industrias, granjas, etc.) y la de las zonas de contaminación difusa
(zonas agrícolas de regadío, aportes de fertilizantes, etc.).
Tabla 13.1.- Probabilidad de que ocurran las distintas combinaciones posibles de las
condiciones de la cuenca vertiente y las riberas del cauce (adaptado de De Bano y
Schmidt, 1989).
Condición de la Ribera: Saludable No saludable
Estado de la Cuenca:
Bueno Muy probable Poco probable
Pobre La menos probable Muy probable
La selección de los tramos a restaurar debe estar basada, por tanto, en (1) una clasificación
de los tramos de río según su estado actual (respecto a las posibilidades de existencia de
una determinada especie, o según su nivel general de conservación), y en (2) unas
posibilidades o garantías de mantenimiento o persistencia de la restauración, en función
del estado de la cuenca vertiente.
219
Tabla 13.2.- Principales atributos que caracterizan el estado de la cuenca vertiente,
"bueno" "pobre o degradado" (adaptado de De Barro y Schmidt, 1989).
Cuenca en buen estado Cuenca Degradada
A: Vegetación y cobertura sobre el suelo A': La energía de las precipitaciones altera
capaces de absorber la energía de la las condiciones del suelo, aumenta la
precipitación, aumentando la infiltración erosión, disminuye la infiltración, se
y retardando la llegada de las originan avenidas transportando gran
escorrentías a los cauces. cantidad de sedimentos, aparecen cursos de
agua temporales o efímeros.
B: Densidad de drenaje necesaria para la B': Densidad de drenaje de la cuenca
conducción y desagüe de las escorrentías creciente, acomodándose a unas
excedentes en la cuenca, mínima. escorrentías excedentes cada vez mayores.
C: Almacenamiento temporal de agua en C ': Conducción y salida rápida del agua
la cuenca máximo. excedente en la cuenca, con un
almacenamiento temporal de agua en la
cuenca mínimo.
Una actividad, en la que siempre será rentable invertir una parte del dinero destinado a la
restauración de los ríos, es la "educación ambiental", consiguiendo a medio y largo plazo
un mayor control por parte de toda la Sociedad de las causas de degradación de los ríos,
así como una mejor respuesta a las actuaciones emprendidas y, sobre todo, a su
mantenimiento.
220
inferiores a la avenida media anual quedan confinados dentro del cauce,
(periodo de retorno entre 1,5 y 2,5 años) donde se observan procesos de erosión
sin producir erosiones en orillas o lecho severa en lecho u orillas, que aumentan su
anchura.
B: Potencia hidráulica inferior a la B ‘: Potencia hidráulica superior a la
Potencia crítica. Potencia crítica.
C: El cauce tiene poco gradiente de C ': El cauce tiene un elevado gradiente de
energía hidráulica y elevada sinuosidad. energía hidráulica, y baja sinuosidad.
D: Los caudales superiores a la avenida D’: Los caudales superiores a la avenida
media anual pierden su energía hidráulica media anual mantienen su elevada
en la llanura de inundación, donde ésta se velocidad en la llanura de inundación,
disipa depositando los sedimentos disipando muy poca energía y arrastrando
transportados. sedimentos y nutrientes de la misma.
E: Formación de escalones por troncos y E': Ausencia de escalones en el cauce por
barras de gravas en determinados tramos. troncos o acumulaciones de residuos
Rara presencia de aumentos bruscos de orgánicos. Frecuente presencia de
pendiente (knickpoints). Meandros bien "kinckpoints".
desarrollados en cauces amplios.
F: Cauce generalmente estable, con una F': Cauce erosionado con infrecuentes
llanura de inundación con procesos de acumulaciones de depósitos en la llanura
sedimentación. de inundación. Riberas degradadas y
erosionadas.
G: Nivel freático cercano a la superficie, y G': Nivel freático bajo y disminución
capacidad de acumulación de agua progresiva de la capacidad de
creciente. acumulación de agua en las riberas
H: Abundante vegetación con raíces que . H': Escasa vegetación riparia y poca
penetran y estabilizan las orillas y estructura radical que proteja y estabilice
márgenes. las orillas.
I: Caudales al final del estiaje I': Caudales al final del estiaje bajos o
relativamente grandes. inexistentes.
221
14. ORGANIZACION Y CONTENIDO DE LOS PROYECTOS DE
RESTAURACION DE RIOS
Figura 14.1.- Evolución del ecosistema en relación con la recuperación o pérdida del
equilibrio entre estructura y funciones (según Bradshaw, 1992).
222
Figura 14.2.- Flujo de información en la elaboración de proyectos de restauración fluvial.
El diagnóstico del problema es quizás el punto más importante del Proyecto, del
cual se van a derivar las soluciones propuestas, y la probabilidad de acierto con ellas.
Este diagnóstico debe ser consecuencia de un estudio detallado del tramo, analizando
tanto la influencia que recibe de su cuenca vertiente, a través del cauce o a través de los
márgenes, como del propio tramo, consecuencia de esta influencia o de actividades
desarrolladas dentro del mismo.
Respecto a la influencia de la cuenca vertiente, será necesario analizar los siguientes
aspectos:
A través del cauce
A)-Régimen de caudales que llega al tramo. En muchas ocasiones, y tratándose de ríos
regulados, puede ser una de las causas mayores de alteración de las comunidades
biológicas.
B)-Procesos fluviales que están actuando en dicho tramo. Dichos procesos son
consecuencia del régimen de caudales o de controles de aguas abajo, y determinan el éxito
o fracaso de lo proyectado en la restauración. Se refieren al balance de entrada y salida
de sedimentos en el tramo: Cuando salen más sedimentos que entran, hay erosión en el
tramo con procesos de incisión e inestabilidad de las orillas. Cuando entran más que salen,
hay sedimentación en el tramo con procesos de ensanchamiento de la sección,
inestabilidad de las orillas y aterramiento del lecho.
223
A través de los márgenes:
D)-Usos del suelo de la llanura de inundación o terrenos adyacentes. En ocasiones la
ocupación indebida de la ribera o llanura de inundación más próxima al cauce es la causa
de deterioro del río, por una excesiva presión agrícola, forestal (choperas), ganadera,
urbana, extractiva (graveras), etc.
Respecto a la problemática creada en el tramo, aunque en general va a depender de la
influencia de la cuenca vertiente, su estado debe analizarse a través de los siguientes
aspectos:
E)-Morfología fluvial. Para su estudio será necesario analizar (1) la sección transversal
del cauce, indicando la anchura máxima y las distintas profundidades dentro de cada
sección, diferenciando zonas de rápidos y zonas de remansos, de la que puedan derivarse
coeficientes de forma y los distintos niveles alcanzados por las aguas (estiaje. crecidas
ordinarias, extraordinarias, etc.; (2) el perfil longitudinal del río, estimado e: campo para
detectar cambios puntuales de pendiente; (3) el trazado en planta del cauce. observado en
fotografías aéreas recientes; (4) el tamaño y estructura del sustrato prese en el lecho del
río, indicando granulometrías dominantes y formas del lecho.
F)-Las comunidades biológicas presentes en el tramo. Para ello se describirán grupos
más representativos del tramo, incluidas las comunidades de macrofitas,
macroinvertebrados y peces, analizando su composición específica, diversidad, estructura
trófica, y en el caso de los peces de mayor interés (ej. salmónidos), algunas características
de sus poblaciones (crecimiento, mortalidad, distribución en edades, biomasa, etc.).
G)-Riberas y llanura de inundación. El estado de las riberas se describirá en cuanto a su
vegetación y conexión funcional con el cauce. En este caso será necesario proceder a un
inventario florístico de la vegetación, con datos de cobertura, disposición espacial, edades
dominantes para cada especie arbórea, etc. y a un inventario de la fauna de vertebrados
asociada al río. Y estudiar así mismo la conexión hidrológica de la ribera y el cauce, a
través del suelo o nivel freático y a través de las inundaciones por crecidas periódicas de
este último.
El análisis de todos estos componentes fluviales permitirá hacer un diagnóstico del
problema y la causa que lo genera, mediante el reconocimiento de síntomas de
perturbación reconocibles en la morfología del cauce, sus comunidades biológicas o
estado de las riberas.
Una comparación del estado actual del río o tramo a restaurar con una situación óptima o
deseada según los objetivos de restauración, tomada de sectores mejor conservados del
propio río o ríos equivalentes, en tramos ecológicamente similares, permitirá establecer
un nivel de referencia y diseñar las actuaciones necesarias para lograr la restauración.
224
D. Ordenación de usos del suelo en la llanura de inundación, con (1) alejamiento del
cauce y control de las actividades agrícolas, forestales, ganaderas, etc.; (2)
ampliación del espacio concedido al río.
2 °. - Actuar dentro del tramo para acelerar el proceso de recuperación natural, una
vez eliminada la causa de perturbación, con una o varias de las alternativas siguientes:
E)- Diseño o mejora de la morfología fluvial, incluyendo (1) la reforma de la sección
transversal, para mejorar su estado actual, aumentar la diversidad de hábitats, favorecer
la formación de meandros, la conexión del cauce con la llanura de inundación, etc.; (2) la
mejora del trazado del río para disminuir su pendiente longitudinal, estabilizar el lecho,
aumentar la diversidad de hábitats, promover la secuencia de rápidos y remansos, etc.
F)- Mejora del hábitat para las poblaciones piscícolas, con medidas no estructurales (ej.
revegetación de orillas) u obras transversales, deflectores, etc. que aumenten la diversidad
de refugios, granulometría del sustrato, etc.
G)- Revegetación de las riberas para la estabilización de las orillas, retención de
nutrientes, sombreado de las aguas, suministro de alimento y refugio para organismos
acuáticos, etc.
H)- Diseño de cualquier otra actuación o estructura considerada necesaria para la
estabilización del cauce, teniendo presente los efectos desfavorables que pueden
ocasionar en la biología y paisaje fluvial, eligiendo siempre la opción más "blanda" (uso
prioritario de la vegetación o de estructuras que puedan recolonizarse posteriormente,
como las escolleras, frente a muros continuos de cemento u hormigón), y el diseño que
maximice el perímetro de contacto cauce-ribera y la diversidad de condiciones hidráulicas
dentro del cauce (secciones irregulares, alternancia de formas simétricas y asimétricas,
etc.).
3°.-. Justificar las actuaciones proyectadas, esperando que con ellas se lograrán, en un
tiempo más o menos breve, los siguientes aspectos fundamentales de la restauración:
- Estabilidad geomorfológica del tramo ante el régimen de caudales y de
sedimentos que recibe de la cuenca y terrenos adyacentes.
- Conexión hidrológica y ecológica del cauce con la ribera y llanura de
inundación que permita el desarrollo estable de su vegetación.
- Mantenimiento de las comunidades biológicas en los niveles deseados, a partir
de la disposición de alimento y hábitat necesarios para su desarrollo.
4 °. - Plan de seguimiento y control de las obras proyectadas, que atienda a la reposición
de las plantaciones falladas en el periodo de establecimiento; a la estabilidad de las,
estructuras o diseño de la morfología después de varias crecidas ordinaria¡,; al
mantenimiento y cumplimiento del plan de ordenación de usos de la llanura de
inundación; al uso recreativo de las riberas, etc.
225
las características de la cuenca vertiente, a las del propio tramo a restaurar, a la
descripción de las causas o procesos de degradación, a la propuesta de soluciones y a la
justificación de las mismas, debidamente presentados como:
I-Memoria
II-Planos
III-Pliego de Condiciones Técnicas
IV -Presupuesto
14.4.1. Memoria
La Memoria de los proyectos de restauración o mejora de los ríos debe incluir (ver
Apéndice 1):
1. INTRODUCCION
En este apartado se deben de comentar, en términos generales, la problemática del río, la
justificación de la intervención y el marco social, administrativo, etc. en que se
desarrollan la propuesta y las condiciones del Proyecto.
2. ANTECEDENTES
Bajo este epígrafe se deben de incluir todas las actuaciones o circunstancias anteriores
que hayan influido en el estado actual del río o tramo de río, así como los estudios u otros
proyectos que se hayan realizado sobre la misma zona o en otros ríos, en condiciones
similares.
3. OBJETIVOS DEL PROYECTO
Los Objetivos del Proyecto deben de establecerse de forma concreta, aludiendo a la
finalidad de las intervenciones tendentes a la restauración, mejora o adecuación de los
cauces. Dichos Objetivos justifican las soluciones adoptadas en el Proyecto, y en su
enumeración debe hacerse una distinción entre los Objetivos generales, relativos a las
intenciones generales de la gestión de los ríos, y los Objetivos particulares, relativos al
tramo concreto de Proyecto.
226
En el análisis de la cuenca vertiente se debe incluir una información básica sobre:
*Climatología, haciendo alusión a las condiciones medias de precipitación y
temperatura del entorno, mediante mapas de isolíneas de estas variables
meteorológicas. El clima, unido a otros factores del medio físico, va a condicionar el
régimen de caudales y la vegetación, componentes directamente relacionados con el
sistema fluvial.
* Geología y Suelos de la cuenca vertiente, incluyendo clasificaciones funcionales de
los sustratos geológicos que van a incidir en la composición fisicoquímica de las
aguas, o del comportamiento de los suelos en cuanto a sus condiciones de infiltración,
facilidad de drenaje, etc.
Resulta a veces interesante observar dónde se producen los cambios de tipos de rocas
dentro de la cuenca en estudio, y analizarlos en relación a la calidad de las aguas,
trazado de la red de drenaje, etc.
Tanto la sinuosidad de cada tramo, como la densidad de la red de drenaje en conjunto,
están condicionados por el tipo de roca sobre la que discurre, sabiendo que los tramos
más rectos, o las redes menos ramificadas, se desarrollan sobre los sustratos más
resistentes a la erosión (granitos, gneis, etc.), mientras que sobre las rocas
sedimentarias más blandas (ej. margas, sedimentos cuaternarios, etc.) los ríos
desarrollan trazados mucho más sinuosos, con pendientes menos acentuadas.
En cuencas degradadas por procesos erosivos, la litología condiciona fuertemente la
densidad de drenaje, formando e las de textura más fina (redes de drenaje muy
ramificadas) sobre los sustratos geológicos sedimentarios, menos resistentes a la
erosión.
* Relieve, analizado a partir de la cartografía topográfica, a una escala ajustada al
tamaño de la cuenca de estudio.
La topografía de la cuenca es necesaria, en primer término, para dibujar su divisoria,
y a partir de ella se puede representar la curva hipsográfica de la cuenca y el perfil
longitudinal del río.
La curva hipsográfica representa una sección transversal de la cuenca, e indica cómo
se distribuye su superficie según las distintas altitudes (Figura 14.3).
227
Figura 14.3.-Curva hipsográfica de la cuenca del río Inglares.
228
La conexión de zonas arboladas a lo largo de un eje transversal del cauce favorece el
movimiento y dispersión de muchas especies de fauna silvestre, que no
necesariamente viven en las proximidades del río pero que se acercan periódicamente
a las aguas, o a sus proximidades para beber, pastar, aparearse, etc.
La conexión de zonas arboladas a lo largo de un eje longitudinal paralelo al cauce
(bosques riparios) favorece el movimiento y dispersión de las especies acuáticas y de
ribera.
La superficie y densidad de la vegetación en ambos tipos de corredores de vegetación,
en relación a su perímetro externo, juega un papel primordial en la riqueza y
diversidad de especies, y su mejora, ampliación o reorganización deben estar
contemplados en los proyectos de restauración, siendo el objetivo prioritario en
muchos casos.
Por otra parte, el estudio de los usos del suelo en la cuenca, diferenciando zonas
forestales, agrícolas, de pastoreo, zonas urbanas, industriales, etc., permite analizar
los distintos efectos que producen en las condiciones del río, en relación a su
localización y extensión; y mejorar en términos económicos la rentabilidad de los
trabajos de restauración, cuando nos encontrarnos en zonas donde los usos del suelo
circundantes s ponen una amenaza permanente a la supervivencia de los trabajos de
restauración.
229
Figura 14.4.- Río Inglares. a: Perfil longitudinal del río; b) Perfil longitudinal del
tramo; c) Fluctuaciones de la pendiente en el tramo.
Los tramos de orden 1 son los que solo reciben la escorrentía directa de las laderas.
Dos tramos de orden 1 forman uno de orden 2, y así sucesivamente.
La ordenación resultante está condicionada por la escala topográfica que se maneja,
y ésta última debe indicarse siempre en la ordenación obtenida. También deben ser
relatados los criterios seguidos para la consideración de los cauces, contemplando
solo aquéllos que aparecen en la cartografía utilizada, o recurrir a completar la red de
drenaje que aparece en los mapas·, bien. con la ayuda de fotografía aérea o bien a
partir del tamaño del ángulo que forman las curvas de nivel (ver Zavoianu, 1985;
Knighton, 1984).
La superposición de esta red de drenaje con el mapa geológico, la documentación de
procesos erosivos en la cuenca, etc., permite ver claramente la trasmisión de la
influencia de la cuenca a través de la red de drenaje principal.
230
Figura 14.5.- Jerarquización de la red de drenaje según el orden de cada tramo.
Por otra parte, el análisis de las superficies que vierten directamente al cauce principal,
en relación a las superficies que vierten a través de afluentes, permite valorar las
posibilidades de control de las avenidas, llegada de sedimentos, contaminación, efecto
de la regulación de caudales, etc., actuando en las subcuencas correspondientes, o en
el propio cauce principal (Figura 14.6).
Figura
14.6.-Superficies vertientes a cada tramo de cauce, indicando los espacios interfluvios
que drenan directamente al cauce principal (Leopold et al., 1964).
231
4.1. 3. El medio social
En este apartado se debe mencionar la titularidad de los terrenos limítrofes al río, las
actividades o aprovechamientos que se llevan a cabo en los mismos, el origen de la
propiedad, etc., considerando todos los aspectos que puedan influir o condicionar las
actuaciones de restauración o mejora del cauce, en cuanto a la propiedad y
servidumbres o limitaciones de uso de los terrenos afectados.
También se debe hacer una referencia a los aspectos económicos de la cuenca,
resaltando los relativos a las zonas más cercanas al tramo de río a restaurar, con el fin
de integrar las soluciones propuestas, en el aprovechamiento y desarrollo local y
regional.
232
El perfil longitudinal del "thalweg" puede realizarse también con el equialtímetro.
dividiendo cada tramo de río en pequeños subtramos, donde se van midiendo las
diferencias de altura de cotas; o con la ayuda de una manguera de pequeña sección,
llena de agua, que sigue el trazado del cauce y permite la medición de la diferencia de
alturas del agua en la manguera respecto a la del agua en el río, entre sus extremos
(Figura 14. 7).
Figura 14.7.- Medición de la pendiente longitudinal del río por diferencia de alturas
del agua en una manguera y el agua del cauce.
El trazado de los cauces, y su evolución en el tiempo, debe estudiarse a través de
fotografías aéreas y documentación disponible sobre el espacio que ocupa o ha
ocupado el río, procedente de cartografías antiguas, planos de catastro, etc.
El estudio de la distribución de velocidades, así como los aforos directos en el río, se
realiza con la ayuda de un molinete que mide la velocidad del agua en los diferentes
puntos o celdas de la sección del cauce considerada.
La realización de aforos (Figura 14.8) en diferentes épocas del año (aguas bajas, nivel
de avenidas, etc.) permite calcular de forma directa los coeficientes de rugosidad
11n11 de Manning de cada sección para diferentes valores del caudal, siendo de gran
utilidad para el ajuste posterior de modelo hidráulicos aplicados a cada sección o
tran10.
Para calcular las dimensiones del cauce (“bankfull”) deben de elegirse las secciones
transversales donde son más evidentes los límites naturales por donde pasan
regularmente las avenidas ordinarias. Esta selección debe hacerse después de un
reconocimiento de campo del tramo a restaurar, indicando en los respectivos perfiles
transversales los bordes del cauce y las características de la vegetación, sustrato, etc.
que aparecen dentro y fuera de dichos bordes.
La progresiva estabilización de los sedimentos, junto al tipo de acumulación de
elementos finos y tipo y edad de la vegetación, permiten aproximar II in situ II la
periodicidad con que las avenidas inundan cada tramo, y ello debe ser detalladamente
anotado en las hojas de campo de cada sección, para poder deducir, posteriormente,
la dimensión del cauce en equilibrio.
233
Figura 14.8.- Medición del caudal del río con un molinete.
Finalmente, se debe también analizar con detalle la granulometría del lecho del río,
midiendo, cuando los materiales son de gran tamaño, su longitud según los tres ejes
(estimando su tamaño como la media aritmética de estos tres valores), e indicando el
porcentaje o cobertura sobre el lecho de cada tamaño, en el río.
Para estudiar la dinámica y condiciones de estabilidad del cauce debe de observarse
la forma de las orillas, desde las más tendidas o cóncavas hacia arriba indicando
procesos de retraimiento de las orillas por efecto del pastoreo, grandes fluctuaciones
de los caudales, inestabilidad lateral del cauce, etc.; hasta las formas más estables,
formando cornisas que dejan por debajo amplias cuevas, muy apreciadas por los
organismos acuáticos de mayor tamaño (ej. truchas), que responden a un crecimiento
de las orillas por sedimentación, muy favorecida por la presencia de macollas de
herbáceas. ramas y raíces de sauces, especies arbóreas, etc.
Junto al estudio realizado de las secciones del cauce, debe realizarse un esquema de
su trazado en planta, indicando todas las características que puedan ser de interés para
el proyecto (Figura 14. 9), tales como:
- Localización de las secciones transversales analizadas, y la de los lugares
de muestreo de flora, macroinvertebrados y peces.
- El tipo de corriente, si es uniforme o caótico.
- El tamaño y distribución de los materiales del lecho, indicando la existencia
de formas del lecho, barras de gravas, etc.
- La presencia de residuos orgánicos en el cauce (troncos, hojas, ramillas,
frutos, etc.
- La zona del cauce sombreada por la vegetación en cada margen.
234
- Las líneas de corriente, convergentes o divergentes, formación de
remolinos, etc.
- La presencia y tipo de vegetación acuática, emergente y de ribera.
- Los síntomas de inestabilidad de las orillas, cuando existan.
- La forma de las orillas, indicando dimensiones de las cornisas, pendiente del
talud lateral, etc.
- El tipo de criterio considerado ·para establecer "in situ" los límites del cauce,
en sentido transversal.
- La anchura de la llanura de inundación.
- La presencia de fuentes o afloramientos de agua en las orillas.
235
Figura 14.9.- Esquema del trazado del cauce, detallando las características de mayor
interés para el proyecto.
236
Cada una de estas zonas presenta unas condiciones de suelo (granulometría) y de
humedad diferentes, y está sometida a distintas frecuencias de inundación, por lo que su
vegetación es también diferente, adaptada a las características respectivas.
La dimensión de cada una de estas zonas es muy variable a lo largo del río, según la
geomorfología del valle y la presencia de controles geológicos existentes, pudiendo faltar
algunas de ellas en ciertos sectores del río. En general, la zona de márgenes y riberas
aumenta hacia aguas abajo, y es mayor en los tramos de menor pendiente del cauce, donde
el nivel freático está más alto; aunque en los tramos altos, y en lugares frescos, la
vegetación de márgenes puede extenderse por las laderas o terrenos limítrofes al río,
cuando existe suficiente humedad en el suelo.
En Inglaterra se ha desarrollado una metodología para realizar los estudios de los
"corredores fluviales" (NRA, 1992), proponiéndose lo siguiente:
1) Elegir una escala de trabajo igual o inferior a 1:10.000.
2) Seleccionar secciones representativas de 500 m de longitud, con ayuda de
fotografía aérea.
3) Rellenar hojas de campo estandarizadas, siguiendo las siguientes normas:
a. Cada esquema debe estar orientado, de forma que la dirección de la
corriente sea desde la base de la hoja hasta su parte superior. La orilla
izquierda del río aparece a la izquierda en el papel, y la derecha del río, a
la derecha en el papel.
b. Las secciones se numeran de aguas abajo hacia aguas arriba.
c. En cada hoja se incluye la siguiente información:
- Nombre del río
- Número de referencia del tramo
- Nombre del que realiza el esquema
- Coordenadas UTM de los límites superior e inferior del tramo
representado
- Fecha de realización
- Orientación norte
- Escala gráfica utilizada, indicando longitudes y anchuras
- Flechas indicando la dirección de la corriente
d. En cada sección estudiada se debe indicar, utilizando los símbolos que
aparecen en la Figura 14.11, lo siguiente:
- Zona acuática:
1. Comunidades de plantas
2. Características de los caudales y de la corriente
Características físicas del sustrato
- Zona de orillas:
1. Comunidades de plantas
2. Características físicas del sustrato
- Zona de márgenes:
1. Especies arbóreas
2. Otras comunidades de plantas
237
3. Características físicas
- Zonas adyacentes:
1. Tipos de hábitats
2. Usos del suelo
Figura 14.11.-Símbolos estandarizados para los estudios de las riberas (NRA, 1992).
e. El nombre de las especies debe ser indicado por la primera letra del género
y las tres primeras de la especie (ej. Aglu = Alnus glutinosa).
f. Se debe indicar cuál es la especie visualmente dominante, y resaltar la
presencia de especies que tengan un interés especial de conservación.
g. Cada esquema del tramo de río en planta debe ir acompañado por un perfil
transversal tipo de dicho tramo, donde se refleje a su vez:
- Anchura máxima del agua (nivel de "bankfull ")
- Profundidad del agua
- Altura de las orillas, pendiente y anchura
238
- Uso del suelo en los terrenos limítrofes, hasta al menos 50 m desde
el borde del río.
h. También resulta muy útil anotar toda la información disponible, relativa
a:
- Insectos, aves y mamíferos de especial interés.
- Aspectos recreativos.
- Tratamiento de la vegetación, si existe (podas, limpias del cauce,
etc.).
- Riesgos observados que pueden afectar a la conservación del río.
- Sugerencias para posibles mejoras.
- Fotografías en color de la zona estudiada.
La documentación y estudio de campo de las condiciones del río o tramo de río a restaurar,
debe completarse con inventarios de las comunidades acuáticas existentes, aludiendo a su
riqueza específica, diversidad, estructura en edades, datos de alimentación, etc., todo ello
con mayor o menor desarrollo en función de los Objetivos del Proyecto.
Para estudiar las comunidades de macroinvertebrados deben de realizarse muestreos en
los distintos tipos de hábitats existentes (zonas de mayor corriente, zonas remansadas,
acumulaciones de detritus, sedimentos del lecho del río, etc.), preferentemente en dos o
tres épocas del año, con el fin de colectar todas las especies presentes, incluyendo las de
ciclo biológico más corto.
Los datos relativos a dichas comunidades deben de analizarse en términos de:
- Riqueza específica (inventario y número total de taxones).
- Diversidad (distribución de los individuos en las especies o taxones presentes).
- Composición trófica (diferenciando los grupos de "desmenuzadores",
"colectores", "raspadores", "filtradores", "predadores", etc.).
- Densidad y Biomasa (expresando el número de individuos por unidad de
superficie, o el peso de materia seca animal por unidad de superficie,
respectivamente.
Las comunidades piscícolas son en muchos casos uno de los principales Objetivos de la
restauración de los ríos, y su estudio en detalle puede constituir el principal componente
del trabajo de campo.
En términos generales interesa conocer la composición de las comunidades, su diversidad
y la dinámica de las poblaciones, especialmente la distribución en edades (ej. proporción
de alevines, proporción de ejemplares de mayor tamaño, etc.) que puede reflejar la
existencia de problemas o factores limitantes del hábitat, de alimento o de refugio,
movimientos migratorios, especies predadoras, etc.
La consulta de publicaciones específicas sobre las técnicas de muestreo, tanto de
macroinvertebrados (ver García de Jalón y González del Tánago, 1986; Tachet et al.,
1980, etc.) como de peces (ver García de Jalón et al., 1993) puede ser muy útil en los
casos en que sea la fauna acuática en conjunto, o una determinada especie piscícola, el
principal Objetivo de mejora o restauración del Proyecto que nos ocupa.
239
4.3. EVALUACION DEL ESTADO ACTUAL Y COMPORTAMIENTO DEL RIO.
DIAGNOSTICO DE SU PROBLEMATICA.
Con las medidas y observaciones hechas en campo se puede hacer ya una evaluación del
estado actual del río, así como de su comportamiento, analizando su problemática tanto
respecto a la estructura que presenta (carencia o deficiencia en alguno de sus
componentes), como a su funcionamiento.
Con dicho estudio se debe poder responder a las siguientes cuestiones:
- ¿El régimen de caudales es adecuado para mantener la flora y fauna acuáticas de
cada tramo?
- ¿Las secciones transversales de cada tramo son las adecuadas en tamaño y forma,
para desaguar los caudales circulantes más frecuentes?
- ¿Las avenidas extraordinarias disipan su energía desbordándose en la llanura de
inundación, sin provocar erosiones ni inestabilidad?
- ¿El trazado del cauce es el adecuado para el régimen de caudales circulante?
- ¿Las orillas del cauce son estables y presentan una forma adecuada, donde se
desarrolla la vegetación correspondiente, en contacto con las aguas?
- ¿Las riberas mantienen una vegetación estable, diversa en estratos y especies,
ofreciendo un corredor continuo, longitudinal y transversal en el río, para el
movimiento y dispersión de la fauna acuática?
- ¿Las comunidades de fauna acuática tienen la riqueza y diversidad
correspondiente al tramo?
- ¿Las poblaciones piscícolas presentan una densidad, estructura en edades, estado
sanitario, etc. correspondientes al tramo?
- ¿El paisaje fluvial es el deseado y correspondiente al tramo, destacándose la
presencia del curso del río y su trazado en lontananza, a través del contraste de
colorido, formas, textura, etc. de la vegetación riparia?
La respuesta conjunta a éstos y a otros aspectos del comportamiento del río que puedan
surgir en cada caso, permitirá hacer un diagnóstico acertado de su problemátic:1,
definiendo las causas de alteración, y sus efectos y problemas observados en la estructura
y funcionamiento del río, consecuencia de las mismas.
En la presentación de alternativas a los problemas detectados, deben de incluirse las bases
científico-técnicas de la restauración, aludie:1do a los Objetivos generales del Proyecto y
al estado actual-de conocimiento de los procesos fluviales, y técnicas para su control y
conservación, justificando la elección de las soluciones propuestas, más adecuadas a cada
caso.
240
5. INGENIERIA DEL PROYECTO
1. Régimen de caudales
2. Procesos fluviales
241
a. Influencia de aguas arriba, por presencia de obras de retención de
sedimentos (ej. Embalses): Actuar aguas arriba con medidas de disipación
de la energía de las aguas, y en el propio tramo con medidas de sujeción del
lecho con obras transversales, hasta alcanzar la situación de equilibrio (ver
Figura 14.12). Estudiar posibilidades de aportaciones de sedimentos al
tramo, o disminución de la retención en el embalse.
b. Influencia de aguas abajo, por aumento brusco de la pendiente longitudinal
del cauce con procesos de erosión remontante: Actuar aguas abajo del
tramo, inmediatamente por encima de la sección donde se produce el cambio
de pendiente, para detener el proceso aludido con obras de sujeción del
lecho.
2.3. El cauce presenta problemas de sedimentación en el lecho, con síntomas de
inestabilidad lateral:
a. Si los sedimentos proceden del tramo de aguas arriba, actuar en dicho
tramo (retención o trampas de sedimentos) o en su respectiva cuenca
vertiente (control de la erosión).
b. Si los sedimentos proceden de los márgenes del propio tramo, estabilizar
las orillas de forma continua con vegetación o con otros métodos, fijando
los límites del cauce para detener su progresivo ensanchamiento (ver
capítulo 12).
2.4. Se observan procesos de desplazamiento lateral.
a. Aguas arriba o aguas abajo del tramo existen controles que provocan un
cambio de la sinuosidad del río. Diseñar la nueva situación de equilibrio
en cuanto a la longitud de curvatura de meandros.
b. Si el problema es local, estabilizar las orillas en la medida de lo posible
con vegetación o estructuras combinadas.
a. La calidad de las aguas a lo largo del año es aceptable para los organismos
acuáticos .................................................... Proceder a partir de 4.
b. La calidad de las aguas a lo largo del año o en un determinado periodo es
inaceptable para los organismos acuáticos .................................... Proceder
a la mejora de la calidad de las aguas antes de iniciar cualquier otra medida
de restauración. Si ello no es posible, volver al punto inicial (Selección del
tramo a restaurar).
242
Figura 14.12.- Proceso de incisión y restauración mediante un dique transversal, que
retiene sedimentos y eleva el nivel de base (en De Bano y Schmidt, 1989).
243
4.3. Las riberas y llanura de inundación están desconectadas del cauce por
dragados, motas cualquier otra obra de defensa contra inundaciones. En el
proyecto de restauración incluir las siguientes actuaciones:
4.3.1. Conectar la ribera y llanura de inundación con el cauce eliminando la
infraestructura de aislamiento, o mediante horizontes permeables que
permitan el paso de agua a través del suelo.
4.3.2. 4.3.b. Mejorar en la medida de lo posible la morfología del cauce,
aumentando el perímetro de contacto cauce-ribera, y proceder a la
revegetación de los márgenes.
5. Morfología Fluvial
244
estructuras dentro del cauce que aceleren la velocidad de las aguas y efectúen esta
limpieza (ej. deflectores o azudes. Ver capítulo 11).
b. 5.5.b. Granulometría excesivamente gruesa con afloramientos rocosos formando
superficies continuas, y ausencia de elementos finos. Si ello no es natural en I
tramo, revisar el punto 2.
6. Biología Fluvial
7 .1. La ribera está conectada funcionalmente con el cauce, y ocupada por vegetación
riparia en condiciones naturales. Proceder al plan de seguimiento de la restauración
proyectada.
7 .3. La ribera está conectada funcionalmente con el cauce, pero carece de una estructura
adecuada de vegetación (ej. por obras de limpieza del cauce para control de avenidas).
Incluir en el proyecto de restauración las siguientes medidas:
a. Remoción de basuras y vertederos dispersos existentes.
245
b. Revegetación posterior maximizando la diversidad de especies y variabilidad
espacial dentro del tramo, con plantaciones discontinuas y alternas en un margen
y otro.
7.4. La ribera está conectada funcionalmente con el cauce, pero carece de una estructura
adecuada de vegetación, habiendo sido aprovechada para la extracción de áridos. Referir
el proyecto de restauración a:
a. Explanación y redistribución de las escombreras, e implementación del proyecto
de restauración de la gravera.
b. Revegetación posterior de las orillas del cauce (ver capítulo 12).
14.4.2. Planos
Los planos del Proyecto deben ser a una escala suficiente para reflejar con detalle las
obras proyectadas, tanto en sus dimensiones como en su localización en el río.
El éxito de lo proyectado radica en la exacta localización, dimensiones, pendiente de los
taludes, composición de las plantaciones, etc. y todo ello debe de quedar reflejado en los
planos, indicando dimensiones o escalas gráficas verticales y horizontales de las obras
proyectadas, secciones del cauce, espacio ripario para efectuar las plantaciones,
separación entre módulos de plantación, etc.
246
Deben de incluirse, como mínimo, los siguientes:
a) Planos descriptivos:
- Plano de situación.
- Plano de terrenos limítrofes, extensión y propiedad.
- Plano de localización de zonas de especial interés.
- Plano de localización de problemas del río.
- Plano de la vegetación riparia existente.
b) Planos del Proyecto, según los Objetivos o tipo de Proyecto relativos en su caso
a:
- Plano de tramos afectados por el nuevo régimen de caudales
- Plano de ampliación o rectificación del cauce, con los correspondientes
esquemas de rectificación de las secciones transversales, rectificación del
trazado, etc.
- Plano de obras de mejora del lecho, obras de estabilización, etc.
- Plano de plantaciones, con los correspondientes esquemas de módulos de
plantación, etc.
- Plano de ordenación de usos del suelo en las riberas
- Plano de tramos acotados a determinados usos, etc.
14.4.4. Presupuesto
247
También deben de incluirse en el presupuesto partidas de rozas, podas o limpias selectivas
de la vegetación existente, antes de proceder a las nuevas plantaciones.
Finalmente, una vez elaborado el presupuesto de la ejecución de las actuaciones
proyectadas, deben incluirse algunas partidas de "primeros cuidados", especialmente
relativos a las plantaciones, y de "supervisión y mantenimiento" de las obras durante uno
o dos años, con el fin de disponer de medios económicos para comprobar el grado ele
acierto en las soluciones adoptadas, y mejorar el conocimiento que se tiene del río en
dicho tramo.
Sería de desear en este sentido que, por parte de la Administración encargada de la gestión
de los ríos, se dedicara cada cierto tiempo un determinado presupuesto a la revisión del
estado de los proyectos realizados, a la discusión de aciertos y errores, y a su difusión en
el ámbito de la ingeniería fluvial, como se hace de continuo en otros países europeos, con
gran beneficio para la Administración y para los consultores en el desafío de nuevos
proyectos de restauración de cauces fluviales.
248
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ZWICK, P. 1992. Stream habitat fragmentation. A threat to biodiversity. Biodiversity and
Conservation, 1: 80-97.
260
APENDICE I
PROYECTO DE RESTAURACION DE RIOS Y RIBERAS
MEMORIA
I. INTRODUCCION
II. ANTECEDENTES
5. Valoración de alternativas
261
PLANOS
- Situación geográfica
- Topografía
- Geología y geomorfología
- Usos del suelo en márgenes
- Titularidad de las márgenes
- Zonas o puntos de interés
- Zonas con vegetación riparia
- Zonas con deficiente estructura
- Zonas con deficiente comportamiento
- Otros
PRESUPUESTO
262
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