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ATENCION DE LA EMERGENCIA DEL COVID-19 EN LOS

CENTROS PENALES DE HONDURAS (2020-2021), UNA


GESTION EXITOSA.

En el mes de diciembre del año 2019 el gobierno de la república mediante


Decreto Ejecutivo PCM-068-2019 declaró “Estado de Emergencia en el Sistema
Penitenciario Nacional”, y ordenó a FUSINA (órgano creado por el Consejo
Nacional de Defensa y Seguridad en el año 2014) ejecutara una intervención
para retomar su control, de esta forma, el 16 de diciembre del 2019 un
contingente de efectivos militares y policiales, realizaron una operación para
asumir la dirección de las cárceles del país.
Con base a un análisis de la situación general y una valoración de riesgos, se
decidió intervenir 14 centros penales de 25 existentes, y los cinco centros de
menores, con ello, se intervino el Instituto Nacional Penitenciario (INP) y el
Instituto Nacional para la atención a Menores Infractores (INAMI), (este último
bajo control de la Policía Nacional). Para ese entonces, la población penitenciaria
rondaba las 22 mil personas, custodiadas por unos 1,600 agentes penitenciarios,
y asistidos por un aproximado de 700 empleados que desarrollaban tareas
administrativas a nivel nacional.
En ese mismo mes de diciembre, en la comunidad de Wuhan en China
continental, se reportaban casos de personas con un tipo de neumonía
desconocida hasta ese entonces, pero por no ser algo trascendente en el
momento, y estando enfocados en tareas de seguridad en esta nueva misión
encomendada, este evento paso casi desapercibido en ese año.
Iniciado el 2020 y luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS)
declarara el virus como una emergencia de salud pública de importancia
internacional, se ordenó en el Instituto Nacional Penitenciario activar una sala de
crisis, conformada por personal de salud y de otras especialidades, con el fin de
resolver el problema que se planteaba: ¿cómo emplear los medios y recursos
disponibles para atender esta situación sanitaria, manteniendo la
seguridad y el control de la población penitenciaria, garantizando su vida
y el respeto a los derechos humanos?. Para ello, se consideró como factores
críticos los siguientes: una capacidad limitada de infraestructura que ocasionaba
un hacinamiento de 153%, escases de recursos, insumos y material médico en
general, poco personal de salud para brindar atención médica, incertidumbre en
el ambiente, por el desconocimiento del virus y la inexistencia de un protocolo de
atención eficaz, entre otros.
La suma de todo esto generaba un ambiente de tensión en los centros penales,
en el que familiares, organismos de derechos humanos, organizaciones de la
comunidad LGTB, miembros del sistema judicial, abogados independientes,
iglesias y Organizaciones internacionales tenían puesta su mirada, expectantes
de las acciones de comando que se ejecutarían.
En este contexto se inició el proceso de planificación, y se determinó
conceptualmente atender la crisis en tres fases: una fase de preparación, una
fase de contención, y una fase de estabilización y seguimiento, así mismo, se
consideró necesarias una línea de operación y tres líneas de esfuerzo, la línea
de operación enfocada en misiones de seguridad, y las líneas de esfuerzo con
tareas sanitarias, legales y de comunicación estratégica, con ello se dio enfoque
a los esfuerzos del grupo de planeamiento involucrado y se facilitó la ejecución
del plan.
Como condiciones decisivas se estimó la reconfiguración de la fuerza y ajustes
a los protocolos de seguridad, la adecuación de espacios para la atención
sanitaria, la coordinación eficaz con los centros de atención departamental de la
Secretaría de Salud, el aprovisionamiento de insumos, la contratación y
capacitación del personal médico y de enfermería, la clasificación interna de la
población, la restricción de ingresos, el ajuste en los protocolos de traslados, el
establecimiento y ejecución de un protocolo de manejo mortuorio precavido y
discreto, y también una estrategia de comunicación efectiva a lo interno y externo
de la institución.
Finalmente se valoró como riesgos con alta probabilidad de ocurrencia y alto
impacto: un contagio masivo de la población privada de libertad dado el nivel de
hacinamiento existente, un deceso elevado de personas con base a la tasa de
mortalidad de la población del país (por el oden del 5% al inicio de la pandemia),
escasez de insumos de bioseguridad y alimentos en el mercado local, fugas
masivas de privados, reyertas y amotinamiento a lo interno, y recrudecimiento
de la crisis por presiones externas de grupos antagónicos.
La fase de preparación tuvo lugar en los dos primeros meses del año, fue un
esfuerzo integral que contó con la participación de varias organizaciones de
apoyo, se logró alcanzar la condición deseada al contratar y capacitar más de 50
empleados del área de salud, instalar sistema de tanques de oxígeno para
asistencia respiratoria en los centros penales de mayor concentración de
personas, al logar la suspensión temporal o posterga de audiencias judiciales, la
cancelación de la visita de familiares de privados de libertad, la adquisición de
insumos de bio seguridad, y la adecuación de espacios para atención médica.
En el mes de marzo y luego que la Secretaría de Salud emitiera un comunicado
oficializando la detección del primer caso de COVID-19 en el país, se pasó de
una fase de preparación a una fase de contención, el propósito de esta fase era
postergar al máximo el primer contagio en los centros penales, dar atención
oportuna para impedir la muerte de personas y evitar un contagio masivo que
desencadenara en pánico.
Fue así que en fecha 15 de mayo del año 2020 se detecto en el centro penal de
Tamara el primer caso de COVID-19 en el sistema penitenciario, el contagio
probablemente vino por parte de algún agente o personal administrativo que
permanecían en contacto con la población civil, al ocurrir este evento se activó
todas las medidas planificadas, en esta fase fue decisivo la creación de un grupo
de médicos de reacción de intervención, quienes asistían al centro penal donde
se detectaba un foco de contagio, también la centralización del ingreso de los
nuevos privados de libertad en un centro penal en la zona centro (Centro Penal
de Siria) y otro en la zona norte (Centro Penal de El Progreso), donde se hacía
una cuarentena obligada antes del traslado al centro penal correspondiente, con
ello se pretendía reducir el riesgo de contagio de los otros centros penales,
además, fue fundamental la gira a nivel nacional de los mandos directivos,
quienes se encargaron de hablar con la población privada de libertad para
inspirar confianza, el tema del mensaje operacional fue “los soldados no
dejamos morir a nuestra gente”.
Así y luego de estar luchando 12 meses con la pandemia, gracias a la buena
gestión de la comisión interventora y al apoyo de la Secretaría de Salud ,se logró
en el mes de mayo del año 2021 iniciar la vacunación de la población
penitenciaria, esto dio lugar a pasar a la fase de estabilización y seguimiento con
la que se ha venido manejando hasta la actualidad.
Al final la cantidad de fallecidos producto de la pandemia en el año 2020 fue de
cuarenta y tres (43) personas privadas de libertad y cinco (5) en el año 2021,
esto representó una tasa de mortalidad de 0.19% y 0.022%, valores bajos si se
consideran todos los factores adversos y si se contrasta con la tasa de mortalidad
del país.
Considero clave del éxito la integración de los actores en la acción unificada de
la operación, y la suma de los siguientes factores: un liderazgo directivo
comprometido en todos los niveles, la anticipación y acertada concepción en la
planificación, el compromiso de los directores de los centro penales en la
ejecución de lo planificado, la colaboración de la población privada de libertad
al acatar instrucciones emanadas, la habilitación de espacios de atención
sanitarias, la dedicación y esmero en atención por parte del personal de salud
del INP, el apoyo de la Secretaría de Salud al proporcionar las dosis de vacuna
requeridas por cada privado de libertad, la cancelación oportuna de la visita
familiar, la colaboración permanente por parte de la Cruz Roja Internacional
(CICR), la supervisión de los órganos de derechos humanos, el
aprovisionamiento oportuno de insumos de bioseguridad y medicamentos en
todos los centros penales, la excelente estrategia de comunicación desarrollada
por el personal de relaciones públicas de INP, la activación de los protocolos de
segregación y traslado de la población privada de libertad, la reconfiguración del
sistema de seguridad , la centralización de los nuevos ingresos de privados de
libertad en dos centros penales, haber otorgado facilidades de acceso para
productos naturales que fortalecían el sistema inmune de la población
penitenciaria, la cancelación y/o posterga de los juicios por parte del poder
judicial, el empleo del personal sanitario que se encontraba en condición de
privado de libertad, la monitorización diaria de la temperatura corporal de toda
la población penitenciaria por parte de los coordinadores de celdas, la
supervisión, evaluación y vigilancia continua por parte del personal de salud de
INP, la segregación y manejo especial a la población con enfermedades base, la
activación de un protocolo de recuperación post covid en todos los centros
penales, haber postergado el primer contagio por 2 meses y la vacunación
relativamente temprana de la población privada de libertad.
Todas estas acciones de comando y otras que sin duda escapan a mi memoria
fueron las ejecutadas por miembros de la Comisión Interventora y Directores de
los Centros Penales en el periodo 2020-2021 ante la amenaza del virus SARS-
CoV-2. con ello se alcanzó la situación final deseada establecida por el mando
estratégico, la cual consistió en atender la emergencia sanitaria y salvaguardar
la vida de la población privada de libertad, manteniendo el orden y control de las
cárceles, bajo el marco del respeto a los derechos humanos.

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