Está en la página 1de 2

EL NIÑO YUNTERO

LOS MUERTOS DE LA PLAZA (1937)


Pablo Neruda Miguel Hernández
(28 de enero de 1948. Santiago de Chile)
Carne de yugo, ha nacido
YO no vengo a llorar aquí donde cayeron: más humillado que bello,
vengo a vosotros, acudo a los que viven. con el cuello perseguido
Acudo a ti y a mí y en tu pecho golpeo. por el yugo para el cuello.
Cayeron otros antes. ¿Recuerdas? Sí,
Nace, como la herramienta,
recuerdas.
a los golpes destinado,
Otros que el mismo nombre y apellido
de una tierra descontenta
tuvieron. y un insatisfecho arado.
En San Gregorio, en Lonquimay lluvioso,
en Ranquil, derramados por el viento, Entre estiércol puro y vivo
en Iquique, enterrados en la arena, de vacas, trae a la vida
a lo largo del mar y del desierto, un alma color de olivo
a lo largo del humo y de la lluvia, vieja ya y encallecida.
desde las pampas a los archipiélagos
fueron asesinados otros hombres, Empieza a vivir, y empieza
otros que como tú se llamaban Antonio a morir de punta a punta
y que eran como tú pescadores o herreros: levantando la corteza
carne de Chile, rostros de su madre con la yunta.
cicatrizados por el viento,
Empieza a sentir, y siente
martirizados por la pampa,
la vida como una guerra
firmados por el sufrimiento. y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Yo encontré por los muros de la patria,
junto a la nieve y su cristalería, Contar sus años no sabe,
detrás del río de ramaje verde, y ya sabe que el sudor
debajo del nitrato y de la espiga, es una corona grave
una gota de sangre de mi pueblo de sal para el labrador.
y cada gota, como el fuego, ardía.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,


y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

También podría gustarte