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Corría una noche de diciembre del 2004 cuando en el barrio de Once ocurre “la tragedia de
Cromañón”, donde en el transcurso de un recital de la banda de rock “Callejeros” todo el lugar se
prende en llamas, cobrándose la vida de 194 fanáticxs- la mayoría de ellxs jóvenes- y dejando
heridas a casi 1500 personas. Rápidamente el caos se extendió, entre gente que lograba escapar del
lugar y familiares, policías y ambulancias que llegaban para tratar de ayudar a estos.
ANTROPOLOGÍA DE LA POLÍTICA
A raíz de este suceso, el Dr. en antropología Diego Zenobi realiza su trabajo Familia, política y
emociones. Las víctimas de Cromañón entre el movimiento y el Estado (2014), basándose en el
estudio del movimiento de Cromañón que es protagonizado por lxs familiares de sobrevivientes y
fallecidxs, junto con la participación de sobrevivientes propiamente dichos. El autor identifica como
su corriente antropológica a la Antropología de la Política, la cual se centra en el análisis de las
múltiples maneras en que las problemáticas categorías que habitualmente asociamos con la política
se asocian u oponen a ella. El objetivo de la investigación etnográfica es reconstruir el punto de
vista de los autores desde las cuestiones que resultan significativos para ellos en los propios
términos en que estos los representan. En este caso se propone analizar etnográficamente los
sentidos de las categorías de familia, política y politización, por lo que toma estas categorías
nativas- locales y socialmente construidas- para volverlas unidades analíticas, con lo que
constantemente va contraponiendo las categorías nativas con las del investigador. Los modos en que
los individuos representan los aspectos de su vida son tomados para 1. Observar el modo en que los
marcos de referencia del analista cambian al confrontarlo con las perspectivas locales; 2. Para
integrarlas coherentemente a la hora de describir el mundo analizado. También se retoman sus
perspectivas para desnaturalizarlas.
ESTRATEGIA METODOLÓGICA
Considero importante aclarar que tanto el autor en su trabajo, como en esta monografía, el
Movimiento de Cromañón es tomado como una resistencia, que en palabras de Scott (2014), tiene
por objeto mitigar o negar demandas hechas por las clases superiores o promover demandas frente a
estas clases superiores.
Como anticipé anteriormente, realiza esta tesis bajo una perspectiva etnográfica en la cual extrae
información a través de las interacciones del campo. Dice, desde este punto de vista, la importancia
de realizar trabajo de campo estriba en que ningún dato tiene importancia por sí mismo si no es en
el seno de una situación social que condensa el conjunto de relaciones que le dan sentido
(Zenobi:2014:61).
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Así, a lo largo del estudio Zenobi va a realizar una descripción densa –mediante una narrativa lineal
que se funde con el análisis- a partir del trabajo de campo que le permite contextualizar y lo aleja de
las 3 formas de rechazo etnográfico(Ortner: 2016), errores que parecieran tener el resto de las
investigaciones sobre el siniestro), que supone una refutación a esa densidad. Esta presencia de
perspectiva etnográfica le permite tomar la investigación con una cuota política, dejando la
“romantización” de las resistencias (estudios realizados sin perspectiva etnográfica tienen una
visión “esterilizada” de la vida política y de las relaciones de poder en estos grupos, ignorando las
divisiones internas de los grupos) y visibilizando las ambivalencias y ambigüedades- políticas,
psicológicas y sociales- que existen dentro del movimiento causadas por, en este caso, las
complejidades políticas y morales internas (se generan también por clase, género, edad,etc). Esta
postura metodológica permite el acercamiento a lxs sujetxs entendiendo el papel activo de la cultura
en el proceso histórico y social de la mistificación de las causas reales de las formaciones y los
acontecimientos – lo que permite comprender mejor tanto a la resistencia como a sus límites, es
decir, se aleja del 2do rechazo porque no minimiza la relevancia de los factores culturales,
religiosos, simbólicos y de tradición de los grupos dominados a la hora de explicar sus relaciones
con el poder dominante. Por último, Zenobi termina de superar el rechazo etnográfico porque si
bien incorpora complejidad, ambigüedad y contradicción a la visión del movimiento respecto a la
política y la cultura que es diversa dentro de él, no comete el error de los académicos
posestructuralistas que estudian las resistencias de llevar al extremo la complejización de su sujetx
de estudio hasta llegar a su disolución.
Tener una perspectiva etnográfica como el autor en cuestión, revela las ambivalencias y las
ambigüedades de la resistencia, en este caso las que hay al interior del Movimiento Cromañón, que
lejos de presentarlo como una unidad homogénea, lo hace como un frente común lleno de tensiones
– que surgen de las redes de articulaciones y desarticulaciones que hay entre dominados y
dominadores.
En suma, solo es posible apreciar las formas en que la resistencia puede extenderse más allá
de la oposición y ser verdaderamente creativa y transformadora si se valora la multiplicidad de
proyectos en los que siempre participan los seres sociales y las múltiples maneras en que esos
proyectos se nutren mutuamente y chocan entre sí (Ortner:2016:77).
El foco en las formas de resistencia devino en obsesión por todo aquello que escapa a la
lógica estatal: las emociones, los valores, la informalidad, la esfera íntima, la pequeña escala…
Pero es evidente que las relaciones entre Estado y resistencia se expresan en una multiplicidad de
formas que enfrentan a la antropología con la necesidad de desarrollar un enfoque que permita
desacoplar las asociaciones automáticas de estas categorías con formas específicas de poder y
acción política (Abèlés, Marc y Badaró:2015:53). En efecto, conviene mostrar que las
desigualdades políticas, las contradicciones y los aspectos ambiguos no son incompatibles con la
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comprensión de la resistencia, sino por el contrario, como lo expresa Ortner, resultan inevitables
para conocerla (Bermúdez:2017:77).
Abélés y Badaró hablan de una oposición simplista entre dominación y resistencia - que se ven en el
estudio de Scott, por ejemplo- que no presta atención a las ambivalencias de las subjetividades y a
las posiciones de los dominados en las relaciones de poder, y a las transformaciones que estos
pueden sufrir dentro de sus diferentes contextos; las resistencias son también ambiguas porque el
poder dominante tiene cosas que ofrecer. Así explican retomando a Ortner que estos estudios
tienden a mostrar a los subalternos solo cuando resisten al poder y no siempre se rebelan contra el
poder, sino que también hay conflicto al interior de estos grupos. Según Abélés y Badaró, un gran
problema en los estudios de resistencia es que se basan en modelos morales y normativos sobre la
vinculación entre los subalternos y el poder dominante, en el cual los primeros son dejados como
víctimas. Cuando en realidad las relaciones de poder entre estos no se reducen a este modelo lineal
de subordinación-resistencia, sino que hasta tienen contradicciones; son más complejos de lo que
los estudios como el de Scott aparentan. Las concepciones lineales entre cultura, poderes y
desigualdad de estos estudios ocultan las dinámicas sociales ambiguas y contradictorias ente poder
y alteridad. Por tanto, hacer un análisis no etnocéntrico del poder (línea resistencia-subordinación)
permite entender el lugar que ocupa el consenso en la legitimación de las relaciones de desigualdad.
Según Ortner, la falta de densidad etnográfica es lo que lleva a estos rechazos etnográficos, como
dije, además de diluir al sujeto en la textualización, no reconocer la política y cultura auténtica y no
simplemente reactiva de estos grupos, es decir, existe una dilución política interna y cultural de los
grupos dominados. Por tanto, poder salir del binomio DOMINACIÓN-RESISTENCIA, permite
realizar un análisis global que entrevé la complejidad psicológica y sociopolítica de la resistencia y
la no resistencia.
En esta monografía me interesa profundizar en las tensiones y desigualdades que Zenobi postula a
lo largo de su trabajo como lo es la cuestión sobre la politización de la lucha, bajo la premisa de que
las resistencias son heterogéneas en su interior. Sin embargo, primeramente, considero oportuno
explayarme sobre cómo la categoría de familia se vuelve una víctima a los ojos del Estado, y por
tanto comienza a tener carga social y política que la lleva a ser una figura política. Luego hondaré
en las tensiones recién nombradas.
ESTRUCTURA DE LA TESIS
Dentro de la Antropología política el parentesco ha sido clave para entender los tipos de
comunidades políticas, desde los estudios de los africanistas como Radcliffe-Brown o Evans
Pritchard que analizan sociedades “sin estado” pero que aun así poseen un sistema político
representado por otras instituciones, como lo es en este caso del parentesco. Así, el sistema de
parentesco aparece como un medio para la estrategia política en sociedades donde el sistema
político esta descentralizado, como es el caso de los Nuer con Evans Pritchard, y cumple una
función organizadora y reguladora de las relaciones sociales y políticas – por tanto, este sistema se
encuentra tanto en la esfera pública como privada de la vida social.
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En las sociedades donde el Estado-Nación se hizo vigente el parentesco aparece como el conjunto
de relaciones ligadas al mundo de lo privado, ahora el Estado es quien se encarga de regular y
organizar las relaciones sociales y políticas de la población; así pareciera que la importancia de la
filiación queda reducida a la esfera privada. Sin embargo, la modernidad no significó la
erradicación del parentesco en la escena pública, y esto es posible ver en los enfrentamientos de
civiles por parte de los grupos de Derechos Humanos que se definen públicamente como sujetos
políticos a partir de una relación de consanguinidad frente al Estado (Vecchioli).
De esta manera, y cerrando, el aporte que dan los estudios de parentesco en la modernidad dentro
del marco de Estado Nación tiene que ver con que permite entender un tipo específico de
producción de identidades públicas y políticas basadas en los lazos de sangre - no como algo
simplemente biológico sino como algo judicial – que intervienen en las construcciones culturales de
la nación.
Por ejemplo, el Programa de Atención Integral fue una política pública que tenía como objetivo
atenuar la situación de quienes fueron víctimas (sobrevivientes y sus familiares y familiares de
fallecidos). Otorgaba asesoramiento en materia de trámites y gestiones, así como una ayuda
económica para cubrir los gastos derivados de los decesos. También promovía la realización de
acciones tendientes a brindar atención médica y mental a quienes definía como víctimas. Otra
política pública fue la del Subsidio Único, que lo obtenían hijos, cónyuges y padres de los
fallecidos.
Para poder ser beneficiados con estas políticas públicas debían cumplir con ciertas especificaciones
técnicas: los PADRES debieron exponer documentación para acreditar su identidad y también
acreditar el vínculo con su hijo mediante documentación adecuada como una copia de la Partida de
Nacimiento y/o de Defunción, o la libreta de Matrimonio de Ambos. En el caso de los
SOBREVIVIENTES, se debía demostrar la relación “directa” de algún modo como presentar
constancia médica de que se encuentra en tratamiento y su diagnóstico, presentar constancia que se
encuentra en tratamiento psicológico y está imposibilitado de retornar a sus tareas habituales.
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Los lazos de sangre son los que generan la adhesión colectiva.
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Así es que gracias a la lucha jurídica y política en la calle de les familiares, junto con el
reconocimiento y oficialización que le da el Estado a las relaciones filiales, dejándoles entrar en el
marco legal, es que les actores se convierten en una figura pública. Siguiendo a Vecchioli
entendemos que se reconoce- oficializa e institucionaliza- la existencia de este grupo específico
siempre y cuando se cumplan las especificaciones orientadas a saber quiénes pueden acceder a estas
políticas públicas; en este caso, les actores legítimes son quienes pueden demostrar, a través de la
documentación adecuada, la relación entre un familiar y un fallecido. Cuando el Estado reconoce
les fallecides a su vez reconoce también a sus familiares como un grupo social específico, y
oficializar esta relación filial contribuye a hacer de elles una nueva víctima porque la categoría de
víctima es creada como indisociablemente unida al reconocimiento de un este grupo social
específico. La relación entre víctimas y familiares ya no es una categoría natural, sino que están
estatalmente instituidos, son hechos de Estado. Y es a partir de esta relación que estas nuevas
figuras políticas se definen, en este caso, el Estado reconoce la existencia de los familiares de
Cromañon a partir de las víctimas de Cromañon.
A través de sus acciones de demanda y el reconocimiento por parte del Estado hacia elles como una
figura pública, y a su vez oficializando la relación de parentesco también como jurídica entre
víctimas y familiares, es que se hace posible una imbricación recíproca entre lo privado y lo
público, lo que transforma lo familiar (privado) en político, esto es, lo politiza.
Se puede decir entonces que la importancia del parentesco en la definición de familiar como
categoría local NO es autoevidente ya que, para saber si una persona es padre o madre nos
debemos fijar en si están relacionados o no con jóvenes fallecidos. P8
Ahora sí, teniendo en claro cómo es que sucede la formación jurídica de estos lazos, y gracias a la
metodología etnográfica del autor que es densa e interesada en la vida política y cultural de les
actores, podemos adentrarnos a las distintas tensiones y heterogeneidades que se suceden al interior
del movimiento de resistencia de Cromañón. Bien explica el autor que ante las distintas moralidades
e ideologías políticas y judiciales el movimiento se va complejizando y da lugar a grupos como
“Que No Se Repita” – teniendo a Pablo Asturias como cabeza de querellante-, “Memoria y Justicia
Por Nuestros Pibes”, “Familias por la Vida” y la “Comisión de Familiares de Cromañón”, entre
otros más minoritarios. Existían tensiones por la politización de la lucha, reclamo que fue muy
frecuente entre aquellos que planteaban que partidos políticos y organizaciones de DDHH estaban
aprovechando la ocasión con réditos políticos y no por la búsqueda de justicia. Se pueden identificar
dos grandes grupos: por un lado aquellos que se resistían a considerar su militancia como una lucha
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política ya que la política en si misma estaba cargada negativamente con nociones como la
corrupción, por ejemplo; y, del otro lado tenemos al grupo de padres que sí trataban lo que hacían
como una lucha política. Estas diferencias se expresaban en el modo de ambos grupos de
manifestarse públicamente, mientras que el primer grupo lo hacía en silencio como un duelo
personal, el otro seguía un modelo más político agrupándose con partidos de izquierda.
Entendiendo el término politización desde la perspectiva de los actores (QNSR, quienes no querían
que se use a Cromañón para hacer política), el mismo no representa un pasaje de lo familiar a lo
político sino una evaluación negativa de lo politizado. Por tanto, en el contexto del movimiento
Cromañón, la expresión politización denota una oposición entre familiares, una distinción en el
campo de las relaciones sociales. Los familiares no entienden a la política como algo
completamente negativo, sino que la política se torna problemática según el modo en que se use. En
este sentido, se diferencia el modo en que cromañón usa la política y el modo en que los políticos
usan a Cromañon.
Según los padres, mientras que los políticos pretendían usar Cromañón, ellos buscaban usar la
política. El primer modo de usar la política se percibía como un aprovechamiento, como algo que
los políticos utilizaban para cumplir sus propios fines de carácter política. Oponerse a la
politización es entonces oponerse a ser usados por los políticos, no oponerse a usar la política.
Zenobi se aleja con esto último de aquellas visiones de muchos estudiosos han presentado a los
familiares como individuos apolíticos. Sobre esto, Vecchioli explica que la apelación a la categoría
de familiar de Cromañón, identifica dos formas de intervenir en la vida pública; por un lado, los
familiares, quienes tienen un compromiso moral que se opone al otro lado, el de los políticos, que
se trata de aquelles que cumplen una función política y su compromiso no es moral sino de interés.
Dentro de las tensiones sobre el sobre el término “politizar”, Zenobi da cuenta de diferentes
sentidos que tiene las palabras dentro del movimiento, por lo que metodológicamente toma
casos en donde se usa el mismo concepto de diferente manera, ya que las nociones locales de
política y los modos de usarla han sido importantes dentro del movimiento que a partir de
ellas se han ido moldeando distintos grupos. Así, es el caso del grupo CoFaCrom que se crea tras
la primera marcha luego de una semana del siniestro. En el participaban grupos activistas de
izquierda nucleados alrededor de Gutiérrez y Mariela Marconi, junto con gente sin historia militante
como Miri. Esta última gente rechazaba la participación de militantes porque creían que su
demanda no era política ya que sus hijos habían sido asesinados por sujetos específicos (Ibarra), y
veía las intervenciones organizadas por los militantes (como corte de ruta) como si quisieran sacar
provecho político de la situación dolorosa, pretendían usar Cromañon. Todo esto termina por
dividir el grupo en dos, creando APHAC (Asociación de Padres de Hijos Asesinados en Cromañon)
que no toleraba la participación de militantes (aunque luego comprenden que la muerte de sus hijos
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no se debía a la irresponsabilidad de un sujeto individual sino a la corrupción del Estado y de los
empresarios, por lo que terminan de comprender la lucha como una cuestión política. Por otro lado,
se formó AVISAR (Asociación de Víctimas de la Inseguridad Social en Argentina), que se nutrió
desde un principio de grupos políticos de protesta porque creían que la unión de intereses fortalecía
la lucha, Cromañon era una cuestión política.
Así como APHAC en un principio, QNSR es el único grupo que no tiene militantes en su interior y
ningún familiar politizado, porque entendían que su lucha es una lucha política sin fines políticos
sino el fin de la justicia. No permiten gente politizada por miedo a que se politice la lucha, es decir
se use Cromañón para otros fines políticos, lo que al final perjudicaría la vida pública del
movimiento. Se alejan del resto de las organizaciones por considerarlas politizadas. En el grupo
QNSR se habla de politización para hacer referencia a los modos de actuar sancionados como
inadecuados de usar la política para alcanzar la justicia
Con todo lo anterior trato de exponer la importancia y el porqué de Zenobi de traer las
distintas nociones de “política” dentro del movimiento; permite ver lo que tiene que hacer un
antropólogo, buscar significados nativos que siempre son heterogéneos y superpuestos, y
segundo, dar cuenta de interpretaciones desde diferentes aristas porque ese mundo social está
protagonizado por distintos actores.
Para el autor, el hecho de que las acciones se orientan dependiendo de las evaluaciones morales
interiores y exteriores permite pensar que entre lo construido como correcto/deseable e
incorrecto/indeseable se asienta en postulados normativos. Algunos creen que se debe actuar con
respeto y educación y otros creen que es necesario hacer quilombo; los primeros son considerados
moderados pero por el otro grupo son entendido como pasivos, mientras que los del segundo grupo
se ven asi mismos como frontales los del otro grupo los entienden como violentos e irracionales.
Los diferentes grupos surgen de tener moralidades distintas de como recordar a las víctimas, según
esas distintas valoraciones de las personalidades sociales se configuran los grupos y estos se
tensionan. El autor cita a Balbi para especificar que en la medida en que los actores se refieren a sus
acciones en términos morales, los analistas deben pensar esto en dichos términos. En la elección del
comportamiento se ponen en juego dos polos, el de la obligatoriedad y el de la deseabilidad,
motores que según Durkheim posibilitan la eficacia social de lo moral. Muchas veces cumplir con
las obligaciones morales es visto como algo deseable (cuidar de los hijos) y muchas veces no (pagar
impuestos). Durkheim lee la obligación como algo también deseable, está bien pedir por los hijos,
son obligaciones sociales esperables que obligan a uno a actuar de cierto modo.
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Sobre esto, Bermúdez (2017) explica que, retomando a Zenobi, las demandas de justicia de
Cromañón están ligadas a las nociones de parentesco, y los lazos de sangre aparecen como
imperativo moral que justifican y legitiman la intervención y la organización para reclamar. De esta
forma, la obligatoriedad de parentesco, regulada por sanciones morales, terminan de modelar las
prácticas políticas que desarrollan los familiares de los distintos grupos, y por tanto, el modo en el
que se deviene o no en activista familiar. Con esto intento explicar que las diferencias entre las
agrupaciones respecto de los cursos de acción pueden tener que ver con quiénes son lxs que los
integran; los grupos más politizados cuentan con la presencia de militantes políticos y personas que
no entran dentro de la categoría de familiar, mientras que en los grupos que hondaban por un
accionar más educado se componían mayormente por familiares de las víctimas. Como las
resistencias no son homogéneas sino que se trata de grupos heterogéneos, las diferentes culturas y
políticas auténticas que dentro de ellas habitan, salen a la luz con por ejemplo este tipo de tensiones.
Todo esto nos lleva a un punto, y es que las resistencias no son una unidad homogénea, sino que los
símbolos, las normas, las formas ideológicas que crean, constituyen el trasfondo histórico
indispensable de su comportamiento. Por muy parcial o imperfecto que sea su comprensión de la
situación, están dotados de intenciones, valores y propósitos que condicionan sus actos
(Scott:2014:10), y pueden diferir en su interior debido- siguiendo a Abeles y Badaró (2015)- a que
existen ambivalencias y ambigüedades de las subjetividades y las posiciones de los actores en
relación con el poder, y a las transformaciones que estos sufren de acuerdo con los diferentes
contextos y procesos históricos en los que se encuentran.
Uno de los mayores disensos en el grupo de Cromañon es el de si los músicos son o no culpables.
Muchos sobrevivientes los entienden como víctimas, por lo que se ha decidido darle un papel
secundario a esta discusión, perseverando en la unión que les da la lucha para que encierren a
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Ibarra. Los padres ven a los sobrevivientes como si se tratara de sus chicos ya que comparten edad e
incluso la mayoría se conocía antes del incendio. Se da una equiparación por edad entre los chicos y
los sobrevivientes, lo cual genera un trato cálido entre padres y sobrevivientes. Sin embargo, la edad
también es un parámetro jerárquico ya que la decisión que toman los padres siempre será la final,
estos últimos ven las discusiones con los sobrevivientes de Cromañon como si fueran discusiones
que tienen con sus hijos.
No debemos olvidar la unidad como movimiento. Para los padres la idea de familia implica una
cierta unidad en virtud de las relaciones afectivas y ‘de sangre’ que se dan entre sus miembros, la
familia Cromañón es la expresión de unidad entre padres y chicos, familiares y sobrevivientes, en
virtud de la experiencia común de sufrimiento, el cariño y la búsqueda de justicia que unos y otros
comparten. Así, a pesar de los posicionamientos divergentes en relación al grupo de rock, el
lenguaje que viabiliza las posiciones diferentes aquí señaladas sobre ciertos temas incluye
referencias como “seguimos juntos y abrazados, aún con algún disenso. . . y marchando juntos. . .
y discutimos. . . cómo se discute en toda familia –grande o pequeña– (. . .) el dolor es uno solo y el
pedido es uno solo”. Esta referencia al movimiento como una familia se reitera en aquellas
situaciones en las que se promueve la búsqueda de unidad.
Cuando los integrantes del grupo se refieren al mismo como familia en vez de movimiento no es
primero algo casual, ya que se hace en ciertas situaciones y, segundo no es algo natural dado por la
relación chicos-padres. La metáfora familia es un mecanismo que se usa para evocar a la unidad,
enfatizando en lazos afectivos, objetivos en común y solidaridad mediante la alusión a la adhesión
por lazos de sangre, es decir, la consanguinidad. Al mismo tiempo en que se iguala entre padres y
chicos se fundan relación -apoyada mas que nada en la edad- entre ellos. La apelación a la familia
es eficaz por su carácter instituido y naturalizado.
Para finalizar y a modo de reflexión, considero que el trabajo hecho por Zenobi (2014) es una gran
herramienta a tomar para poder comprender cómo estudiar estos movimientos de resistencia que
incumben a los DDHH en Argentina, como así también en otros lugares, siempre y cuando
recordemos que se trata de estudios que deben analizarse como históricamente situados y no deben
perder la perspectiva etnográfica. También, creo que el tipo de análisis en cuestión es una invitación
a la antropología de la política en tanto se encarga de estudiar de lo que cada grupo construye en
cierto momento lo que es o no es político según criterios relacionales y situaciones.
BIBLIOGRAFÍA