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Postítulo en PEDAGOGÍA DE LA LECTURA LITERARIA


Literatura Argentina y Latinoamericana
Literatura para Niños y Jóvenes

Clase 9

La lectura en voz alta - Parte 3


Lectura libre, silenciosa y sostenida

Autor: Mempo Giardinelli

La LLSS: Lectura libre, silenciosa y sostenida

En la Argentina no sabemos cuántos padres leen diariamente a sus


hijos, como tampoco sabemos cuántos maestros leen, ni a cuántos de
sus alumnos, ni qué textos, ni en qué momentos, ni cuánto tiempo real,
ni con qué frecuencia.

Por supuesto, esto no significa más que la simple constatación de otra


de nuestras carencias, que es la siempre imprecisa medición estadística
del estado de la lectura. Lo cual en esta materia es clave porque para
evaluar y mejorar las políticas de lectura es imperativo contar con datos
ciertos, imprescindibles para una disciplina aún en formación y muchas
de cuyas prácticas se definen todavía intuitiva y/o experimentalmente.

Las estadísticas en materia de lectura son habituales y constantes en


muchos países, pero en la Argentina son esporádicas, dispersas y no
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siempre rigurosas. La primera Encuesta Nacional de Lectura la hizo el


Ministerio de Educación nacional en 2001, y la segunda en 2011, pero
casi no circuló, probablemente por no confiable y porque fue
rápidamente desprestigiada. A su vez, algunos diarios, revistas y/o
portales publican cada tanto encuestas extranjeras o de ocasión, y/o
estimaciones locales poco confiables. Por lo que el cabal conocimiento
del estado de la lectura en la Argentina es irregular. 1

Por supuesto que toda sociedad, todo país, necesita esta información, y
para ello sería fantástico realizar encuestas que permitieran, por lo
menos, saber cómo los padres y maestros aplican o descartan algunos
recursos fenomenales que, de aplicarse de manera constante y
consistente, permitirían profundizar y mejorar los resultados en este
campo.

Como fuere, al menos ahora sabemos que las estrategias lectoras que
más y mejor se aplican en el mundo, y las cuales Jim Trelease
desarrolla e informa en sus trabajos desde hace muchos años, son dos:
la Lectura en Voz Alta (que hemos venido desarrollando) y su
complemento más eficaz: la Lectura Libre Silenciosa y Sostenida (LLSS)
que aplicada sistemática y perseverantemente rinde frutos
extraordinarios. Y que en la escuela argentina no sólo es aconsejable
sino también urgente implementar.

El gran objetivo es estimular e inducir a niñ@s y jóvenes a que sientan


que el momento de la lectura (esos pocos minutos de lectura en voz
alta) es como un recreo encantador, enriquecedor y hasta divertido. Si

1
Obviamente la Fundación Mempo Giardinelli no puede ni pretende compensar por sí sola estas
carencias, pero al menos sostiene desde hace años un Observatorio de Lectura dedicado
enteramente a estadísticas serias y al menos confiables: http://fmg-observatorio-nacional-
lectura.blogspot.ar
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esto se logra, entonces lo hacen propio y lo incorporan a sus vidas, ya


que este aprendizaje puede y debe perfeccionarse mediante modos y
tiempos de lectura que se dirían más consistentes e íntimos, y que l@s
nuev@s lector@s adoptarán en libertad absoluta. Objetivo al que es
posible y sencillo llegar mediante esta estrategia llamada Lectura Libre
Silenciosa y Sostenida.

Uno de cuyos propósitos fundamentales, postula Trelease, es "motivar


al niño para que lea de manera individual por placer. En términos
académicos, a esta clase de lectura se la denomina lectura silenciosa
sostenida (...) Nada de interrupciones para responder preguntas, nada
de cuestionarios o informes; sólo leer por placer".

La formulación de esta idea reconoce diversas denominaciones,


además, dependiendo de las diferentes siglas en Inglés que pueden
traducirse como: “Momento diario de lectura individual”, “Deja todo y
lee”, “Lectura silenciosa ininterrumpida”, “Lectura Libre Voluntaria”.2 En
cualquier caso, el espíritu que la gobierna es que “leer es una habilidad,
y mientras más se use, mejor se hace” (Trelease, p.174), lo cual
obviamente para nosotros suena típicamente funcionalista y por eso
mismo debe ser adecuado a nuestras realidades, que son tan
diferentes. El contexto socio-educativo argentino, y el latinoamericano
en general, imponen atender de manera menos mecanicista
"habilidades" que en nuestras realidades están inexorablemente
sometidas a durísimos contrastes sociales y socio-económicos, que
suelen contraponerse a los criterios funcionalistas.

2
Trelease dice que esta estrategia empezó como “Lectura Silenciosa Sostenida” en 1960, en la
Universidad de Vermont, EEUU, impulsada por el profesor Lyman C. Hunt, y luego desarrollada
por los especialistas en lectura Robert y Marlene McCracken. Op.cit (págs 173-177).
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No obstante, y partiendo de la base de que nuestro magisterio reconoce


que los alumnos casi no leen y que ello se ha convertido en un
problema de difícil solución, es un hecho que hoy en la sociedad civil
argentina sobrevive una especie de pensamiento mágico: el de que "si
los chicos no leen en casa, al menos lo harán en la escuela". Lo cual es
falso e incomprobable, y genera por lo menos otros dos graves
problemas: exime de culpas familiares; y transfiere a la educación
escolar una responsabilidad que ella no puede cumplir.

No se conocen mediciones de cuánto tiempo real de lectura se dedica


en las escuelas argentinas, pero es muy probable, y muchos docentes
seguramente lo saben y comprueban, que, de medirse seria y
responsablemente, arrojaría un porcentaje ínfimo de las cuatro o cinco
horas continuas de cada jornada.3 Lo cierto es que no existen, que
sepamos, ni estadísticas ni informes serios que determinen los tiempos
de lectura.

"Si la mayoría de los niños aprende a leer pero no lee, debemos


preguntarnos por qué no están leyendo –razonaba Trelease hace años–.
Y las únicas respuestas lógicas son: porque no les gusta o porque no
tienen tiempo (...) La lectura en voz alta resolvería el primer problema,
y la lectura silenciosa sostenida atacaría el segundo".4

¿En qué consiste, entonces, esta estrategia llamada sintéticamente


LLSS? Según el agudo maestro norteamericano su implementación es

3
De por sí son muy pocas estas mediciones, y es otro de los recurrentes problemas de la
educación argentina: no sólo es dudoso que se cumplan los 180 días netos de clases por año sino
que también el cúmulo de horas es muy bajo en comparación con los de otros países, y el tiempo
de lectura es menor aún.
4
En los Estados Unidos, en 1990, se realizó un estudio en este sentido, que demostró que sólo el
20% de los padres leía diariamente a sus hijos. Trelease, op.cit. pág.47
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extremadamente sencilla puesto que depende de que cada docente,


cada día y todos los días, al comienzo de cada jornada ofrezca una
breve y atractiva lectura, luego de la cual anuncie una variedad
posterior de opciones de lectura (libros, revistas, diarios, fotocopias)
que puede dejar sobre su mesa, o en el piso sobre mantas o alfombra,
o en un canasto o bolsa, o en el pupitre de cualquier alumn@.

La clave radicará en que lo primero que el/la docente lea en voz alta
sea un texto muy breve, sugerente, atractivo, que tanto puede ser
narrativo como poético o informativo, unitario o secuenciado (como
capítulos de novelas) dependiendo de la edad de los alumnos. Sólo hace
falta que el docente lea primero, y en voz alta, clara y atractiva. Luego
de lo cual y sin necesidad de comentarios ni opiniones, dará comienzo a
la clase regular de la jornada.

Al finalizar la misma, y unos minutos antes de que acabe el tiempo


reglamentario de la clase, el/la docente complementa la inducción
alentando a sus alumnos a que durante algunos minutos sean ell@s
quienes lean en silencio y en libertad, para lo cual pueden tomar los
libros, textos y otros materiales de lectura que deseen, de entre los
previamente colocados al alcance de l@s estudiantes.

A esos pequeños, trascendentes momentos de cada jornada escolar,


chicos y chicas los valorarán rápidamente y los reconocerán enseguida
(y acaso para siempre) como una grata manera de abrir y cerrar cada
jornada.

La Lectura Libre Silenciosa y Sostenida, como su nombre lo indica, se


define por la libertad de elección, por el silencio respetuoso y respetado,
y por la segura perseverancia de repetirse cada día.
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Por eso la sesión de lectura al terminar cada jornada debe garantizar la


libre elección de cada alumno, lo que es aplicable a todos los niveles,
desde el inicial hasta el universitario.

En todos los casos, también convendrá que la sesión de LLSS sea breve,
tanto como la LVA inicial. Quizás sean suficientes entre 10 y 15 minutos
de LLSS como cierre de la actividad de cada jornada, dejando que en
ese lapso cada alumno lea para sí lo que quiera. Y si no quiere, dejar
que salga del aula o haga lo que desee en ella a condición de no
molestar a quienes leen. La clave es la libertad a partir de una única
consigna: leer en silencio y con la garantía de que el docente no juzgará
ni la conducta del grupo ni las distracciones de cada un@, y no
formulará preguntas.

Para esto es fundamental, al principio, disponer de un menú de textos


en canasta, o traídos cada día de la biblioteca. O bien —y con el tiempo
esto es lo ideal— serán l@s mism@s alumn@s los que irán trayendo
textos que ellos quieran leer silenciosamente, o acaso deseen compartir
o intercambiar con sus compañer@s. Lo importante es que toda la clase
lea en silencio, cada quien concentrado en lo suyo, sin controles, hasta
que suene el timbre y se vayan a sus casas.

Como se advierte, es condición sine qua non la perseverancia de l@s


docentes en alentar y disponer todo lo necesario para esta práctica. La
persistencia y consistencia de esta actividad es fundamental para que
rápidamente los alumnos sepan que cada jornada se inaugurará con
una lectura a cargo del docente, y se cerrará con el permiso de leer en
silencio el texto que cada estudiante quiera, elija y tome del acervo
común de cada día.
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Así, muy rápidamente, al abrirse cada jornada comenzarán a esperar la


lectura inicial y luego, al final del día escolar, participarán eligiendo
determinados textos a voluntad, cuyas lecturas podrán compartir o no
con sus compañer@s. Incluso podrán darse casos de repetición de
lecturas, o pedidos de autorización para llevarlas hasta el día siguiente,
y no faltarán alumn@s que se ofrezcan a leer en voz alta lo que por sí
mismos trajeron de sus casas o de la biblioteca.

Estas sencillas prácticas lectoras permitirán, además, una interesante


recuperación lexical. Por tratarse de estrategias complementarias,
dispuestas armónicamente arrojarán resultados asombrosos. Entre ellos
hay uno que resaltará como el más interesante, porque esa doble
instancia diaria de lectura conlleva la posibilidad de multiplicar el
lenguaje coloquial de l@s chic@s, por el solo hecho de que estarán
leyendo miles de palabras semanales, lo que puede equivaler a decenas
de miles mensuales.5 Difícil imaginar una posibilidad mejor, más rápida
y más agradable de aumentar, mejorar y precisar el vocabulario
estudiantil, hoy empobrecido dramáticamente como cualquier adulto
sabe y comprueba a diario.

No son muchas las experiencias internacionales de aplicación escolar de


esta doble propuesta que conozcamos, pero una muy interesante se dio
en la escuela pública Solomon Lewenberg, de Boston, que estuvo a
punto de ser cerrada en 1984 por sus bajísimos niveles académicos y
por los innumerables problemas de conducta de sus estudiantes. Allí se
aplicó una combinación de LVA y LLSS que, en sólo cuatro años,

5
Tomemos por ejemplo cuentos breves y brevísimos, de entre 50 y 500 palabras. En voz alta,
clara y lentamente, se pueden leer en pocos minutos. Y en silencio, como sabemos, cualquier
lectura demanda mucho menos tiempo.
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produjo un cambio fenomenal: los casi 600 estudiantes de esa escuela


pasaron a tener los puntajes más altos de lectura de toda la ciudad. 6

Otro caso extraordinario, en la década siguiente, fue el de Hiroshi


Hayashi, un profesor de secundaria japonés que, harto de ver cómo los
jóvenes empeoraban su conducta (pues al contrario de lo que se piensa
los chicos japoneses también son indolentes, y la deserción escolar
había aumentado un 20% desde 1997) implementó la combinación de
LVA y LLSS en su propia escuela. La experiencia con esta última
estrategia produjo efectos tan extraordinarios que Hayashi empezó a
enviar cartas a sus colegas de otras escuelas, los que a su vez incitaron
a otros. Los resultados fueron tan asombrosos que a finales del Siglo XX
más de 3.500 escuelas japonesas aplicaban esta combinación y sus
alumnos alcanzaban las mejores calificaciones lectoras del país.7

Y en la Argentina nosotros mismos hemos comprobado la eficacia de la


LLVS. No como fenómeno masivo, pero sí conocemos experiencias
similares en escuelas de nuestra provincia y de otros puntos del país
desde los que cursantes de este Postítulo nos han hecho llegar sus
experiencias. Y es que esa doble estrategia es perfectamente
considerable y quizás aconsejable para todo tipo de escuelas públicas y
privadas.

Es interesante reflexionar, además, que como cierre de jornada la LLSS


no es otra cosa que un permiso de pocos minutos, al final de las clases,
para que cada estudiante lea lo que se le dé la gana, en silencio y sin
dudas apaciguándose, antes de retirarse. Nada más que eso. Y nada
menos. Además de que por supuesto es también gratificante, para todo

6
Trelease, op.cit. pág.60-63.
7
Trelease (op.cit. pág. 63) y diario Asahi Evening News, de Tokio, del 17 de mayo de 1998.
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docente, ver prontamente cómo sus alumn@s, una vez superadas


ciertas reticencias e incomodidades iniciales que pueden darse,
agradecen que se les permita leer en silencio y en completa libertad.
Ell@s también necesitan (aunque no sepan expresarlo en palabras) que
en algún momento del día el mundo se detenga.

Se trata de ayudarlos, así, a leer como se sueña. Los sueños, se sabe,


bastante generalizadamente son narrativos. Aun los más lineales, todos
contienen historias. Y en tal sentido, cada sueño es una narración.
Aunque una persona solamente sueñe números, o signos, o enigmas, es
casi imposible que ellos no compongan una narración, porque como
explica el Psicoanálisis siempre hay un significado en los sueños, o sea
una historia, una narración a descifrar. Y así es como leemos y nos
interesa lo que leemos. Es en el silencio donde amasamos y cocinamos
lentamente, en nuestro espíritu, lo que leímos o soñamos.

Y es claro, además, que ese hermoso momento recoleto, íntimo, no


debe de ninguna manera ser arruinado forzando a nadie a explicar lo
que sintió, ni encargándole trabajo alguno, ni sometiendo a evaluación
lo que acaso comprendieron, o no, ni lo que “vieron” en el texto, ni lo
que pensaron ni lo que fuere. Es indispensable garantizarles ese
momento y ese espacio de lectura en silencio, sinónimo de intimidad, y
muy especialmente respetar el sentimiento que expresen –o no– luego
de cada experienicia.

De paso, y esto es fundamental, también así es como se instala y


fortalece la idea de que la escuela es un espacio en el que se lee y no
un lugar en el que se habla de lo importante que es leer.
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7. LVA y LLSS: un ejemplo de acción para la escuela

Aunque tenemos conocimiento de que en algunos establecimientos del


país se practican lecturas en voz alta, y hay otros en los que se
estimula y autoriza un tiempo libre para leer, la combinación de ambas
estrategias no se practica como actividad de todo el año, todos los días,
todos los años y en todos los cursos, ni como acción coordinada al inicio
y al cierre de cada jornada. De ahí el sentido de esta propuesta, que no
necesita de resoluciones ministeriales ni autorizaciones especiales, y
que permitiría superar la falta de una política institucional sistemática al
respecto.

Para implementarla, los establecimientos educativos sencillamente


deben garantizar que todos los alumnos tendrán, cada día, por lo
menos esos dos momentos de lectura asegurados: unos minutos al
inicio de la jornada y unos minutos al finalizar la misma.

Lo más recomendable sería poner en marcha ambos programas a la


vez. Y no sólo porque es sencillo hacerlo, sino porque es lo más eficaz.
Aunque en realidad el mayor o menor éxito de ambos programas
dependerá siempre de la voluntad y constancia de la Dirección del
establecimiento y, claro, de cada docente.

Veamos un modelo concreto de implementación de esta propuesta:

—Lectura en Voz Alta para iniciar la jornada: cada mañana (o cada


tarde, o noche) antes de empezar las clases, cada maestr@ (o profesor
en el nivel secundario) lee un texto en voz alta durante unos pocos
minutos (idealmente no más de cinco). Lee el texto que él/ella haya
elegido, el que haya leído la noche anterior, el que le parezca
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interesante y/o quiera compartir con sus alumn@s. No hace falta, como
introito, nada más que decir que quiere compartir con ell@s el texto que
va a leer. Nada más. Y entonces lee. Unos pocos minutos.

Y claro: lee de pie y en voz alta y pronunciando correctamente. No de


manera solemne, pero sí con las inflexiones que imponga el texto
escogido. O sea con gracia y encanto, como celebrando el
acontecimiento de esa lectura. Lo cual será comprendido rápidamente
por los estudiantes. Y luego de lo cual, y sin transición, el docente
iniciará las clases con toda naturalidad.

—Lectura Libre, Silenciosa y Sostenida para terminar la jornada:


Cada mediodía (o tarde, o noche), al fin de la jornada el/la docente
invitará a sus alum@os a leer un rato en silencio, lo que deseen y
durante no más de 10 o 15 minutos. No hace falta más que una breve
explicación de las reglas la primera vez, para que quede claro que se
trata de una propuesta de absoluta libertad, que es lo que
verdaderamente es. La única condición que se pide –no se impone, se
pide– es que lean en silencio, cada quien lo que quiera. Y dado que
seguramente los alumnos no han traído nada, el maestro/a o
profesor/ora sí tendrá a la mano varias lecturas que habrá seleccionado
y sabrá aconsejar si es consultado. Y el canasto o pila de libros y otras
lecturas estará ahí, disponible en libertad. La idea es tan sencilla que
vale reiterarla: se trata de que cada alumno elija y tome la lectura que
quiera y la lea como se le dé la gana. Al cabo de lo cual, se despedirán
hasta el día siguiente.

Rápidamente se verá cuáles son los intereses de l@s alumn@s, cuando


ell@s mism@s quieran hablar de sus lecturas, compartirlas, recomendar
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textos, intercambiar con sus compañeros y/o con maestros/as o


profesores/as. O mantener el silencio que quieran.

En este punto hay que decir también que es esencial que el docente lea
a la par. De ninguna manera su labor termina con la lectura en voz alta
del inicio de la jornada, ni mucho menos se trata de "dejar a los chicos
leyendo". Es indispensable que en el cierre el/la docente también lea en
silencio, lo que desee y a la par de sus alumnos. Y esto no para “dar el
ejemplo” sino porque los alumnos suelen identificarse con maestros y
profesores y perfectamente han de sentirse estimulados si ven leer al
docente, e incluso si busca una palabra en el diccionario o se sumerge
en el diario o en un libro en particular.

Si la LVA y la LLSS se conciben, como dijimos, como espacios-tiempos


en los que el aprendizaje va de la mano de la lectura en libertad, puede
convenir sugerirles a los chicos –avanzada la experiencia, desde ya–
que sean también ellos los que traigan lecturas al aula. Da excelentes
resultados motivarlos para que cada día sean ellos mismos quienes
propongan textos para compartir en clase (y sobre todo teniendo en
cuenta que la palabra "clase" siempre remite a obligaciones y
evaluaciones, lo que obligará a tener mucho cuidado al usarla en la
instancia de lectura libre silenciosa y sostenida).

Queda claro que por ninguna razón se interrumpirán esos minutos


finales de cada jornada, que son de propiedad, digamos, de l@s
alumn@s. Tampoco se harán preguntas ni se encargarán tareas, ni
mucho menos se evaluará nada.

Y aquí corresponde otra aclaración importantísima, porque el solo


vocablo evaluación es clave en la docencia. Corresponde entonces
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precisar los términos: por "no se evaluará nada" debe entenderse que
no habrá examen en ningún momento, ni se juzgará a los alumnos de
modo convencional. Y ellos deben saberlo. Pero lo cual no impide que
los maestros sí puedan llevar evaluaciones personales, íntimas e incluso
curriculares, para ir viendo cómo se desarrolla la estrategia y qué
nuevas lecturas proponer.

Así, también los docentes sabrán qué leer, intercambiando títulos y


experiencias, y llegarán a ser lectores ellos mismos. Y será muy
alentador, incluso, si también el establecimiento es capaz de organizar
reuniones de evaluación para compartir experiencias y observaciones,
ver cómo cada docente lleva adelante las estrategias de inducción y
mediación lectora, si se crean bien los climas, si el tiempo es el
adecuado o conviene aumentarlo/disminuirlo, etc. Todo esto va a
provocar, de paso, que incluso ell@s, l@s maestr@s, se pongan a
"hablar de lecturas y de literatura". Lo que será un maravilloso
resultado adicional.

Queda claro, y cabe insistir, que bajo ningún concepto se encargarán


tareas o guías de estudio, ni habrá más preguntas que las que deriven
de la curiosidad espontánea de los alumnos. Tampoco se valorará la
actitud del niño/a frente a los libros, los textos y la lectura. Ell@s deben
saber y sobre todo sentir en todo momento que no se trata de una
actividad (ejercitación didáctica) sino que esos minutos de lectura son
momentos absolutamente libres, un íntimo espacio propio en el que
sólo importan la libertad y la sensibilidad, y en el que el aprendizaje, en
todo caso, irá de la mano de la lectura no condicionada. Por eso es
indispensable que los alumnos no se sientan evaluados ni controlados.
De ahí el concepto de lectura libre, además de silenciosa y sostenida.
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Como se advierte, en la experiencia que aquí se propone el docente lo


más importante que tiene que hacer con sus alumnos es leerles en voz
alta al inicio de la jornada, y luego garantizar que ellos lean en silencio
al final. Y si el docente también lee durante esos minutos, mejor aún.

Por cierto, es muy probable que algunos alumnos/as quieran expresarse


en relación a sus lecturas, y l@s docentes mediadores deberán estar
atent@s a ello. Porque la esencia de esta propuesta es que la lectura en
voz alta es formadora a partir de lo que el maestro lee a toda la clase:
textos unitarios (cuentos, poemas, artículos de diarios o revistas) o
seriados (novelas por capítulos, dependiendo de la edad y nivel de los
alumnos). Y la lectura libre silenciosa y sostenida también, porque es la
oportunidad respetuosa, y en libertad, de leer para sí y porque sí, sin
obligaciones y sin que esa lectura deba "conducir" a nada.8

Desde luego que no estamos proponiendo una hora curricular de


lectura, sino solamente una experiencia de algunos minutos por día y
porque sí, sin vueltas, puesto que se trata de leer por leer, sin la
obligación de hacer tareas posteriores. La idea de no calificar ni medir
rendimientos deriva del más elemental sentido común, que también se
debería recuperar para la docencia de nuestro país. Salvo casos
profesionales, l@s adult@s no "trabajamos" con los libros, revistas o
diarios. Simplemente los leemos. Y jamás hacemos evaluaciones,
ejercicios ni exámenes. ¿Por qué, entonces, vamos a forzar a los chicos
a hacerlo?

8
Es claro que es posible que algún alumno/a, a medida que avance en su propia formación
lectora, se sienta motivado a escribir y espere o requiera que su maestro/a o profe lea sus textos.
En tales casos, lo mejor que podrá hacer cada docente es orientar al chico/a hacia nuevas,
mejores y pertinentes lecturas, sin constituir esa relación en un taller literario. Son las buenas
lecturas, y no la práctica escritural, las que estimulan y favorecen vocaciones literarias.
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Por otra parte, y aunque pueda parecer pueril, cabe subrayar que estos
recursos son sencillos, fáciles, buenos y baratos. La decisión de leer no
cuesta dinero ni implica realizar una reforma educativa. Mucho menos
hacen falta nuevas leyes o resoluciones ministeriales. Un buen Plan
Nacional de Lectura –como el que hasta 2016 tuvo la República
Argentina y desde diciembre de 2019 se está reimplementando– trabaja
siempre con esa conciencia. Y puesto que las decisiones de los
directivos de los establecimientos y la acción de los docentes son
fundamentales, bastaría con que cada escuela comenzase por hacer una
medición interna previa sobre cuánto, qué, cuándo y cómo leen sus
alumn@s, para luego comparar los resultados.

Y además es aconsejable ser conscientes de que estas estrategias no


dan frutos automáticamente, y de que cuando los resultados se
demoran es porque posiblemente no han sido correcta y completamente
implementadas. Así, se han observado maestros/as y bibliotecarios/as
que improvisan al ofrecer lecturas en voz alta. Y lo único seguro que
eso provoca es que la práctica resulte muchas veces confusa y se
presenten problemas durante la lectura (aparte de cuestiones de tono y
modulación, también la elección misma del texto a leer puede ser
fallida). En esos casos seguramente la lectura no resultará estimulante,
y/o no transmitirá emociones, y el mediador acabará frustrado por ser
en ese caso apenas una persona que se paró frente a sus alumnos a
leer, pero incapaz de captar su atención.

Subrayar lo anterior es importante para que no se crea que la LVA es


una acción que da buenos resultados mágicamente, por el solo hecho
de realizarse. En realidad, cada mediador debe ser consciente de que
leer en voz alta exige un conocimiento y una preparación previa, o sea
que es menester no sólo hurgar en bibliotecas (propias o
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institucionales) sino también ensayar la lectura, la vocalización, la


modulación de acuerdo al temperamento de cada texto, y todo ello en
aras de que no se traicione jamás la atención de quienes integran el
auditorio. Para lo cual es necesario conocer profundamente el texto que
se escoge, haberlo ensayado varias veces y, por supuesto, es
imperativo que el texto sea del completo agrado de quien lee. Cuya
seguridad y eficacia dependerá en cada caso de su estricto autocontrol
para vencer toda tendencia a la improvisación. Leer en voz alta es, en
este sentido, como una actuación teatral pero no memorizada sino
leída. Una performance, entonces, en la que los furcios y desaciertos,
de texto o de dicción, serán indisimulables y provocarán la inmediata
desatención por parte de niñ@s o jóvenes, llevando esa práctica a una
desvalorización muy difícilmente remediable. Y corresponde aclarar aquí
que la comparación entre teatro y LVA es sólo ejemplificativa, porque
los mediadores de lectura son completamente diferentes de los
narradores orales. Y es que toda la actividad del mediador gira en torno
al objeto libro, pero a cabal conciencia de que el texto debe ser leído y
no representado, para así fortalecer y transmitir su valor simbólico y
fomentar la lectura.

Finalmente, hay que decir también que muchos mediadores relacionan


la lectura en voz alta con una práctica que debe tener fines prácticos,
como impartir valores, ejemplificar o reforzar temas o contenidos
pedagógicos dados en el aula, los cuales muchas veces se pretende
ejemplarizar mediante la lectura en voz alta. Esta concepción encierra
un error importante, porque la lectura no puede ni debe ser considerada
con un sentido instrumentalista. Por eso subrayamos la necesidad y
conciencia de nunca utilizar la lectura, ni para la realización de
actividades didácticas pues cualesquiera de ellas inexorablemente
atentará contra la lectura en sí misma, ni para nada más que leer.
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El objeto fundamental de la práctica de la LVA es –conviene subrayarlo


una y otra vez– experimentar y transmitir un momento de sosiego
combinado con belleza, reflexión e introspección, lo que a la vez
desarrolla la imaginación, el pensamiento propio y el sentido común. De
donde instrumentar la lectura para o con un sentido práctico, por bien
intencionado que sea, desnaturaliza a la lectura como fin en sí mismo.

Aplicarle finalidades a la lectura, como a la literatura, es un error grave


del que todo buen lector o mediador debe ser muy consciente.
Instrumentalizar la literatura y/o la lectura puede provocar rechazo en
niñ@s y jóvenes, hacia la lectura y obviamente hacia la literatura. @

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