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4 de Mayo de 2008
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Hacia ti, morada santa; Somos un pueblo que camina; Hoy me
siento peregrino.
Gloria.
Santo. Gregoriano.
Comunión. Cerca de ti, Señor; No busquéis entre los muertos; Yo estaré con
vosotros; Junto a ti al caer de la tarde.
SALUDO
O
Que el Dios que en Jesús ha cumplido sus promesas y que quiere llenar de
dicha nuestros corazones esté con todos vosotros.
MONICIÓN DE ENTRADA:
Que esta Eucaristía nos ayude a confiar en Jesús que nos ofrece razones para
vivir y esperanza para morir.
O
INTRODUCCION
Pero, también, que Jesús permanece con nosotros en los Sacramentos y deja
su Evangelio en nuestras manos.
Pedimos perdón a Dios y a los hermanos, por las veces que no hemos
cumplido fielmente la misión encomendada por el Señor.
Primera lectura.
Segunda lectura.
Poner los ojos en el Cielo puede ser sinónimo de contemplar en qué consiste
el misterio, y cuáles son las cualidades del Dios en el que creemos. Pablo lo
expone para que conocerlo nos llene de alegría y confianza. Escuchémoslo.
Evangelio.
Dios cuenta con nuestras vidas y nuestras manos para seguir haciendo el
mismo regalo a todos los hombres y mujeres del mundo: ser y saberse hijos
de Dios, y de ese modo llenarles de paz, perdón, reconciliación y la dicha de
conocer la Buena Noticia. Escuchémosla ahora.
1.- Por todos los que formamos la Iglesia, para que conozcamos la misión
que hemos recibido de anunciar el Evangelio hasta que el Señor vuelva.
Roguemos al Señor.
2.- Por los cristianos, para que vivamos fiados de la entrega de Jesús y
sepamos hacer frente a las dificultades que vienen del anuncio del Evangelio.
Roguemos al Señor.
3.- Por todas las personas que trabajan buscando el bien y la justicia, para
que vean apoyados sus esfuerzos de hacer un mundo más humano. Roguemos
al Señor.
4.- Para que la capacidad de perdonar se extienda cada día más entre todas
las personas y entre todas las naciones. Roguemos al Señor.
5.- Hoy, Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, pedimos por los
periodistas y por quienes trabajan en estos Medios. Para que sean fieles en la
difusión de la verdad y estén al servicio del entendimiento entre los pueblos.
Roguemos al Señor.
6.- Para que los bienes que Dios ha puesto en este mundo lleguen a todos, y
nadie tenga que sufrir la tragedia del hambre. Roguemos al Señor.
7.- Por quienes estamos celebrando esta Eucaristía. Para que vivamos con
ilusión la tarea de ser testigos de esperanza en medio de tanta confusión.
Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, nuestra oración y acoge también las que cada uno de tus
hijos llevamos en nuestro corazón. Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
O estas otras
-Deseamos que tu Iglesia crezca cada día como casa de acogida para todos los
hombres.
-Queremos que los que sufren encuentren en nosotros tu mano tendida a ellos.
PREFACIO: I de la Ascensión.
PADRENUESTRO:
INVITACION A LA COMUNION:
O
BENDICION FINAL
- Dios Padre, que por medio de su Hijo Jesús ascendido al cielo nos ha abierto
el camino de su Reino, nos llene de sus bendiciones. Amén.
SEGUNDA LECTURA
FEDERICO PASTOR
EVANGELIO
Observaciones preliminares. Galilea: remite a Mt.4,12-16. El monte: remite a
Mt.5,1. El final del evangelio de Mateo remite a los dos enclaves iniciales de la
actividad de Jesús. En el evangelio de Mateo, ambas referencias desbordan el
interés puramente geográfico para adquirir valor de símbolos. Galilea: símbolo
de apertura, de universalidad. El monte: símbolo de enseñanza, de revelación.
Ellos se postraron, pero algunos dudaban: esta traducción, al igual que otras
muchas, atribuyen la adoración a todos y la duda a algunos. Es, sin embargo,
textualmente posible la siguiente traducción: Ellos se postraron y, sin
embargo, dudaban. Es decir, todos se postran y todos dudan. Se me ha dado
pleno poder: remite a la visión del capítulo 7 del libro de Daniel: una figura
humana acercándose al anciano sentado en el trono; la figura humana es
investida de poder sobre todos los pueblos. Haced discípulos de todos los
pueblos: esta magnífica traducción del original griego no es en absoluto
sinónima de convertir a todos los pueblos, como algunos, todavía hoy, se
afanan torpemente en propalar. Bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo: esta fórmula trinitaria refleja la praxis bautismal de la
Iglesia avanzado el siglo primero. La expresión en el nombre de expresa
dedicación, consagración a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu.
Texto. Presencia del Resucitado en medio de los once, que se postran en señal
de adoración, aunque también dudan. ¿De Jesús? ¿De la identidad de su
persona? Es difícilmente asumible esta posibilidad en un evangelio, en el que la
identidad divina de Jesús ha sido ya reconocida por los discípulos en vida
terrena de éste (véase Mt. 14,33).
La duda guardaría más bien relación con la situación y función de los once a
partir de la resurrección de Jesús. ¿Cuál va a ser su situación, cuál va a ser su
función a partir ahora que Jesús ya no vive terrenalmente?
Los vs.18-20 son la respuesta a esa duda. Jesús, a quien Dios, resucitándolo, ha
conferido señorío y poder universales, les envía a una misión universal, ya no
limitada a los solos judíos, como ha sido la misión de Jesús. Jesús ha sido el
germen y, en cuanto tal, limitado al enclave judío. Los once representan el
desarrollo ilimitado de ese germen.
Como rito de consagración en el pueblo de Dios universal, los once
administrarán el bautismo, con la invocación trinitaria explícita.
Se inaugura así el tiempo de la Iglesia, cuyo final no es inminente. Los once
deberán vivir y actuar en este tiempo con la certeza de que Jesús, aunque se haya
ido físicamente, está realmente con ellos. Emanuel era Dios con nosotros en la
historia del pueblo elegido. Ahora es Jesús glorificado con su Iglesia por
siempre.
Comentario. El texto sanciona el final de una etapa particularista y el comienzo
de otra universal. Resuena aquí la gran promesa hecha a Abrahán en Gén.12,2-3:
Haré de ti un gran pueblo; con tu nombre se bendecirán todas las familias
del mundo.
Hacer discípulos de todos los pueblos significa que cualquier persona, sin
importar la nación, el color o la lengua, puede ser discípulo de Jesús. La
formulación empleada expresa ampliación, no imposición ni proselitismo; hay
que entenderla desde la perspectiva de la superación de la estrechez y
particularismo judíos. A partir de ahora los gentiles pueden ser miembros del
pueblo de Dios universal, sin haberse tenido que integrar antes en el pueblo de
Dios judío.
El nuevo Señor universal es Jesús, cuyo poder lo ejerce en la línea expresada en
el Sal.72: defensa de los desvalidos (los que teniendo derecho no lo pueden
hacer valer) y quebranto de los explotadores (los que teniendo derecho hacen
uso abusivo del mismo).
Los once representan la oferta de Dios a todos los hombres sin excepción.
Cualquier tentación de fundamentalismo o de racismo tiene en este texto su total
desautorización.
ALBERTO BENITO
REFLEXIONES SOBRE LAS LECTURAS
Reflexión: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
La la lectura de hoy narra el acontecimiento de la ascensión del
Señor.
Pero la narración no queda encerrada en ese acontecimiento sino que
nos ofrece el paso de la ascensión del Señor al comienzo de la misión
de la Iglesia hasta el final de los tiempos con la venida definitiva de
Jesús.
Desde la partida de Jesús hasta su vuelta, los discípulos no pueden
quedarse inactivos, "mirando al cielo", contemplando la victoria de
Jesús, sino que han de ser los testigos de su resurrección en todo el
mundo, "hasta los confines de la tierra".
Jesús había dicho a sus discípulos que "ahora no podéis entender
muchas cosas".
Por ello, estuvo 40 días (un período más simbólico que cronológico)
instruyéndoles y confortándoles.
Sus Apóstoles (la Iglesia) han de tomar el relevo en la misión
evangelizadora de Jesús: ¡Ser testigos de su Evangelio!
Jesús lo encomendó a sus inmediatos discípulos y también a
nosotros.
Ha dejado en nuestras manos su "Buena Noticia". Y depende de
nosotros el que sea conocida y acogida por quienes la desconocen.
Somos una comunidad de creyentes y estamos unidos en un quehacer
común: ¡plantar el Evangelio de Jesús en el mundo, por la palabra y
por las obras!
Todo ello será posible si no cortamos nuestra colaboración, porque el
Espíritu Santo nos conforta y está con nosotros en la realización de
esa misión encomendada por el Señor.
Hoy nos corresponde hacerlo a nosotros, como en aquellos tiempos
lo realizó la primera comunidad de cristianos, tal como se nos dice
en la primera lectura de hoy.
Nota: Hechos de los apóstoles 1, 1-11
• 1,1-2: El libro de los Hechos, lo mismo que el evangelio de Lucas,
está dedicado a Teófilo, un personaje desconocido y tal vez
simbólico (Lc 1,3). El ministerio de Jesús, hecho de acciones y
palabras, da paso, después de su ascensión, a la acción del Espíritu a
través de los apóstoles. Ambos, el Espíritu y los apóstoles, serán los
protagonistas del libro.
San Mateo nos ofrece el final de la vida de Jesús entre sus discípulos
en un lugar muy significativo: en Galilea, donde el Señor había
comenzado su misión; y en un monte, como cuando Dios congregó a
su pueblo.
Allí se reúnen los discípulos de Jesús, aunque antes se habían
dispersado a causa de la pasión y muerte del Señor, y su fe había
estado vacilante y desconcertada por aquellos acontecimientos.
Es ahora cuando Jesús les deja una misión. Reciben "el testigo" de
manos de Jesús: "Id por el mundo y proclamad todo lo que yo os
he enseñado, consagrando a todos los hombres y bautizándoles".
Para nosotros esta misión que Jesús encomienda a sus discípulos se
nos presenta como una auténtica exigencia de nuestra fe cristiana. No
es suficiente estar inscritos en un libro de bautizados en la Iglesia del
Señor, sino que es necesario aceptar la misión evangelizadora que la
propia fe entraña.
Jesús envía a sus discípulos al mundo. No los retira del mundo. "Se
me ha dado toda autoridad y yo os la transmito a vosotros". "No
pido que los retires del mundo sino que los guardes para que
conozcan que tú, Padre, me has enviado".
La Ascensión del Señor es el recuerdo gozoso de una misión que
Jesús nos encomienda y que si nosotros no la cumplimos, nadie nos
sustituirá: testimoniar que Jesús es el Salvador de los hombres.
Es la fiesta del compromiso y de la esperanza. El compromiso de
hacer presente el Reino de Dios entre nosotros, contribuyendo a la
solución de los males que nos sobrepasan, en lo que nos sea posible,
sin descuidar hacer el bien, en el pequeño radio de acción de nuestro
entorno de cada día. Vivir la lucha por el triunfo del bien en este
mundo, con los ojos y el corazón puestos en la gloria que nos espera.
Misión y compromiso para hoy y gozosa esperanza para mañana.
Comentario Mt 28,16-20
Decir que Jesús resucitado se manifestó a sus discípulos durante cuarenta días
quiere decir que aquél fue un período suficiente, completo, y que tuvo
características muy especiales; durante aquel tiempo, los discípulos de la
primera generación cristiana experimentaron vivo a Jesús, sintieron su
presencia en la comunidad de forma única. Su fe se robusteció con esta
experiencia, y a partir de ella toda su vida cambió y se orientó al seguimiento
de Jesús; a partir de ahí, empezó a extenderse la fe cristiana.
Nuestra fe nos dice que Jesús sigue vivo y junto a nosotros: eso es lo que
quiere decir el misterio de la ascensión.
Acabamos de escuchar el final del evangelio de S. Mateo. S. Mateo
no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la
Ascensión. ¿Por qué? porque su evangelio, redactado en condiciones
difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final
diferente al de Lucas, que sí narra la Ascensión.
Y es que una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía
crear en aquellas comunidades que lo estaban pasando mal, la
sensación de orfandad, de soledad, de desvalimiento y abandono,
ante la partida definitiva de Jesús. Precisamente por eso S. Mateo
termina su evangelio con esa frase inolvidable de Jesús resucitado
que acabamos de escuchar: “Sabed que yo estaré con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo”.
Esta es la fe y ésta es la promesa que ha animado a las comunidades
cristianas desde sus comienzos. No estamos solos, no andamos
perdidos en medio del mundo, de la historia, no nos sentimos
abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro propio pecado.
Jesús resucitado está con nosotros.
Ciertamente que Jesús se va al Padre, pero al mismo tiempo continúa
presente entre nosotros. Nos reserva la primera fila. Aquí podríamos
incluir los versos que dejó un soldado en la segunda guerra mundial
a los pies de un crucifijo mutilado:
“Cristo no tiene manos, sólo nuestras manos, para hacer hoy su
trabajo...
Cristo no tiene labios, sólo nuestros labios, para contarle a los
hombres quién es él...
No tiene ninguna ayuda, sólo nuestra ayuda, para traer a los
hombres a su lado”.
En momentos como los que estamos viviendo los creyentes hoy, es
fácil caer en lamentaciones, en desalientos y en derrotismo. Se diría
que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar:
Jesús Resucitado está con nosotros.
Este es el gran secreto que alimenta y que sostiene al verdadero
creyente: el poder contar con Jesús resucitado como compañero
seguro y fiel de su vida. Día a día, Jesús está con nosotros disipando
las angustias y los miedos de nuestro corazón y recordándonos algo
importante: que Dios es alguien próximo y cercano a cada uno de
nosotros.
Jesús resucitado está con nosotros todos los días para que no nos
dejemos dominar nunca por el mal, ni por la desesperación, ni por la
tristeza. Jesús infunde en lo más íntimo de nuestro ser la certeza de
que no es la violencia, ni la crueldad sino que es el amor la energía
suprema que hace vivir al hombre más allá de la muerte.
Jesús resucitado está con nosotros todos los días y nos comunica la
seguridad de que ningún dolor es irrevocable, ningún fracaso es
absoluto, ningún pecado es imperdonable, ninguna frustración
definitiva. Con Jesús es siempre posible empezar de nuevo.
Jesús resucitado está con nosotros todos los días y nos ofrece una
esperanza inconmovible en medio de un mundo cuyo horizonte
parece cerrarse a todo optimismo, a toda esperanza. El es quien nos
descubre el sentido profundo que puede orientar nuestras vidas en
medio de una sociedad, capaz de ofrecernos medios fabulosos con
qué vivir, pero incapaz de poder decirnos para que hemos de vivir.
Jesús resucitado nos ayuda día a día a descubrir la verdadera alegría,
el verdadero sentido de la vida en medio de una civilización que nos
proporciona tantas cosas, sin poder indicarnos qué es lo que nos
puede hacer verdaderamente felices.
En Jesús resucitado tenemos la gran seguridad de que el amor
triunfará por encima de todo. No nos está permitido el desaliento. No
puede haber lugar para la desesperanza. Pero, cuidado, esta fe en
Jesús resucitado no nos dispensa a los creyentes del sufrimiento ni
hace que las cosas nos resulten más fáciles. Pero es el gran secreto la
clave que nos hace caminar día a día llenos de vida, de sentido, de
ternura y esperanza. Y es que Jesús el resucitado está con nosotros
todos los días hasta el fin del mundo.
¿Dónde y cómo encontrarlo, si se queda con nosotros? En los
sacramentos, especialmente en el de la Eucaristía. En el prójimo,
principalmente en el débil. En los evangelios. En lo que el Concilio
Vaticano II llamó “los signos de los tiempos”.
De cualquier forma cuando se ama a una persona, ésta aparece por
todas partes; cuando impera la indiferencia, difícilmente la
recordamos, ni la descubrimos en las mil incidencias de la vida. Al
fin y al cabo amor es “sentirse poseído por el otro”.
¿Vivo mi vida cristiana apoyada en esta promesa de Jesús?
¿Busco a Jesús resucitado y Señor de la vida y de la muerte?
¿Leo los Evangelios por mi cuenta? ¿Se me nota en mi vida?
HOMILÍAS JOSÉ ANTONIO PAGOLA
EL GRAN SECRETO
El está ahí para que no nos dejemos dominar nunca por el mal, la
desesperación o la tristeza. El infunde en lo más íntimo de nuestro
ser la certeza de que no es la violencia o la crueldad sino el amor, la
energía suprema que hace vivir al hombre más allá de la muerte.
Pero es el gran secreto que nos hace caminar día a día llenos de
vida, de ternura y esperanza. Jesús está con nosotros.
SALVACIÓN
Hay dos hechos que todos podemos comprobar cada uno a nuestra
manera. Por una parte, está creciendo en la sociedad moderna la
expectativa y el deseo de un futuro mejor. No nos contentamos con
cualquier cosa. Queremos algo diferente. El mundo debería ser más
digno, más justo, más humano y feliz para todos.
AMOR Y FIESTA
Pregustar El Cielo
¿Qué hacéis ahí parados mirando al cielo?
Hay ocasiones en las que la Palabra de Dios resulta tan impactante y tan
concentrada en una sola frase que incluso “duele” un poco descartar todo lo
demás para focalizar el comentario… pero en este día en que celebramos la
fiesta de la Ascensión no me resisto a centrarme única y exclusivamente en
esta frase… tal y como narra el libro de los hechos de los Apóstoles, un
mensajero de Dios les dice a éstos, que se habían quedado plantados, mirando
al Cielo, esa frase contundente: ¿Qué hacéis ahí parados, mirando al cielo?
Es una frase que concentra varias preguntas que podemos hacernos.
La primera de las preguntas es: ¿hacia dónde debemos mirar?
Desde que Jesús se fue (no vamos a literalizar las cosas pensando que ese
paso al Cielo fuera algo físico, como un cohete… creo que todos entendemos
la imagen, más allá de que el Cielo esté arriba o abajo) la vida del cristiano
muchas veces consiste en mirar al Cielo. Miramos al Cielo, y elevamos
nuestros ojos a él, cuando desde nuestras prácticas religiosas confiamos en la
presencia de Dios en nuestras vidas; cuando nos dirigimos a Él en la oración;
cuando le buscamos en cada recoveco de nuestra existencia para buscar su
presencia esquiva y a veces silenciosa; cuando pedimos explicaciones para la
presencia del dolor en nuestras vidas o del mal en el mundo.
Pero también miramos al Cielo, y elevamos nuestros ojos, cuando nuestro
interés es mucho más elevado que lo terreno; cuando renunciamos a lo
material y lo consideramos un mero instrumento regalado por Dios para
compartir; cuando disponemos de nuestro tiempo, tan preciado hoy en día, y
lo regalamos al otro para escucharle, acompañarle, tomarle de la mano o para
auxiliarle en sus necesidades… aunque eso parece ya que no sea mirar al
Cielo, sino a la tierra…
Y por eso hay que empezar a entender el mensaje divino que les lanzó y nos
lanza el ángel hoy a cada uno de los cristianos. Si mirar al Cielo implica
quedarse cómodamente en la pura contemplación del misterio de Dios, pero
nos hace quedarnos quietos, impasibles, esperando que pase algo como quien
espera que llueva, o como quien presencia una obra de teatro, estamos
equivocados. Poner los ojos en el Cielo implica de inmediato mirar, en primer
lugar, hacia nosotros mismos: Dios está en nosotros, en nuestros corazones, en
nuestra vida, en nuestra cotidianeidad, anda entre nuestros cacharros y
nuestros fogones… y ahí es donde hay que buscarle. Dios está al lado de
nosotros, en el próximo-prójimo, en el que nos muestra el rostro sufriente de
Dios y en el que nos muestra el rostro materno, amable, complaciente, alegre,
jovial, disponible, cercano de ese Dios que se niega a dejarnos solos ni un solo
día hasta el fin del mundo. Mirar al Cielo, sí, pero mirando a la tierra, a
nuestro lado y también dentro de nosotros.
La segunda de las preguntas sería: …y si no estamos parados, ¿para qué
debemos movernos?
Pues ahí sí que podemos buscar la respuesta en el Evangelio. Cuando uno
mira al Cielo con los ojos de la fe y ve lo que ve; cuando miras a tu propia
vida y descubres la presencia de ese Dios tan cercano a ti; cuando miras al
prójimo a veces tan necesitado, o al mundo, a veces tan reseco… ¡quedarse
quieto es casi un crimen! Brota de forma espontánea la necesidad de salir
corriendo a gritar a todos que Dios está vivo, que está con nosotros, que hay
esperanza, que podemos hacer un mundo mejor, que tenemos nada menos que
una noticia, una Buena Noticia, de amor, de perdón, de reconciliación y que
anuncia que, en este mundo que algunos envejecidos de corazón dicen que
está ‘tan perdido’, en realidad, ¡tiene salvación!
A cada uno de los que hoy miramos al cielo casi de reojo seguro que se nos
ilumina una gran sonrisa en el rostro que grita desde nuestro interior: ¡gracias,
Señor, por darme el empujón que necesitaba para moverme y salir al mundo a
buscarte y compartirte! Ése es el mejor mensaje de la Ascensión de Jesús al
cielo, que se ha ido para quedarse.
RAMON GARCÍA