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Gert
Había algo en prepararse para las fiestas que le respigaba de pies a cabeza.
Nervios, prisas, cientos de cosas por preparar, cuarenta cremas para echarse
una encima de otra y el perfume. El perfume que solo usaba para las fiestas; olía
a pachuli y a fresas. Era un regalo de Navidad que su abuela entregaba
puntualmente. Había conseguido que el bote le durara exactamente un año solar.
Por lo que le quedaba una semana exacta de vida.
Lo último era vestirse. El vestido fucsia lo había elegido su madre. Ella sí tenía
buen gusto para la ropa. A veces se dejaba llevar por su estilo para sorprender
con algo que no le pegase. Gracias a ella había abandonado el negro como
norma. Una costumbre que la acompaño toda la adolescencia. Bueno, al menos
desde que había sucedido el accidente de su hermano. Un día negro que ni
quería, ni podía olvidar. Un día que se repetía hoy. Habían pasado ya 7 años
desde aquello.
Valentina era muy fuerte. Su hermano pequeño había desaparecido, y aun así
había conseguido seguir adelante. Lucas se había escapado cuando estaba a
su cargo. Seguramente, había entrado en el bosque persiguiendo a su perro y
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se había perdido. Le costó mucho recuperar la ilusión de vivir; más aún en esas
fechas, en las que volvían los recuerdos a llenarle la mente.
Para ella, Lucas significa sufrimiento, ilusión desvanecida, pérdida; pero también
superación, fuerza, valor y amor. Sobre todo significaba amor. Fuera dónde
fuese, el dolor siempre estaría ahí acechando. Aceptarlo era la única manera de
continuar.
Cuando llegó a la gala, sus compañeras ya la esperaban en una mesa. Sus risas
podían oírse en todo el comedor; aunque no así sus comentarios. El típico grupo
que todo el mundo aborrece desde fuera y ama desde dentro. Juana la reconoció
y le señaló sonriente la etiqueta donde rezaba Valentina en el plato junto al suyo.
Saludó y se sentó muy contenta de pasar aquella noche con ellas.
En la misma mesa estaban Laura y su novio Fidel, que también eran compañeros
del trabajo, y otros tres platos aún sin ocupar. Discretamente, solo pudo leer la
etiqueta que estaba a su lado. Ponía Tobías con letras verde esmeralda.
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- Me encanta que seáis tan chismosas. Venir solo con estos dos hubiera
sido una muerte lenta y dolorosa –, susurró indicando sutilmente a la
pareja que los acompañaba – solo hablan de su perro.
Mientras lo comentaba, pudo ver que Laura giraba la cabeza al oír las risas y
comenzó a hablarle para disimular.
- Laura, ¿Qué tal?; ¡menuda semana que hemos tenido en la oficina! Por
lo menos aquí desconectamos, ¿Eh?
- Bien, bueno, estamos preocupados por Lola. Es la primera vez que se
queda sola. Pero bueno, le hemos puesto niñera y la hemos llamado ya
dos veces para asegurarnos de que está bien. Una no respira tranquila
cuando deja a los niños solos, ¿Verdad?
- ¿Y tú no tienes mascotas?
- Tuve… - no pudo evitar una mueca de disgusto en su sonrisa ante la
pregunta –, pero, ya tuvimos suficiente con uno. Da tanta pena cuando se
van.
Por dentro, Valentina sintió todo de color negro y una flojera en el estómago que
la dejaba sin respiración. Intentó sobreponerse en la mirada de sus amigas; que
le mostraban todo el apoyo al entender lo que pensaba. Bebió un sorbo de agua
y buscó a su alrededor un pretexto para despistar a su cabeza.
Un hombre joven y apuesto, con barba de dos días y pelo cortado de hacía tres,
acababa de entrar. Le acompañaba un chico fondón de mirada sonriente y una
chica muy alta y delgada. Sus amigas sonrieron asintiendo ante la evidencia. Sus
miradas se encontraron brevemente mientras él preguntaba por su asiento. Las
mejillas de Valentina enrojecieron cuando la encargada señaló su mesa.
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- ¡Plan de evasión! – las chicas se miraron y empezaron a hablar
aleatoriamente de cualquier tema.
- No me gusta ir al casino en navidad – dijo Teresa resuelta a solucionar el
problema –, me da mucha pena la gente que prefiere el juego a la familia.
Aquel momento mágico duró bien poco. Una serie de golpes muy fuertes se
oyeron desde el comedor, seguidos de un griterío de pánico. Alguien gritó
silencio y se pudo oír a un hombre hablando algo ininteligible. Las tres amigas
se asomaron a la puerta. Tras observar brevemente lo que pasaba, volvieron a
entrar rápidamente en el aseo.
Sus amigas intentaron retenerla, pero Valentina tenía que averiguar si todo era
un malentendido o si de verdad estaban siendo secuestrados. En la sala, un
hombre encapuchado se situaba en el medio de la escena. Las dudas de si era
una comedia o no se les pasaron rápidamente cuando vieron a la mujer rubia del
vestido dorado llorando desconsolada. A su lado, su marido yacía inconsciente.
Debía haber intentado algo y los secuestradores debían haberle noqueado para
evitar mayor algarabía.
La cara de Valentina palideció cuando se dio cuenta de que uno de ellos estaba
preguntando por las tres sillas vacías en su mesa. Lucas se levantó a punta de
pistola y avanzó, seguido por aquel hombre, hacia el aseo.
Las tres amigas daban vueltas por el baño buscando una salida a aquella
situación, hasta que acabaron las tres encerradas en un cubículo. Oyeron como
la puerta se abría lentamente. Después, unos pasos que iban hacia ellas. Las
tres estaban subidas a la taza, para evitar que las vieran por debajo de la puerta.
¡Pum!, oyeron como se abría la primera puerta. Con esa fuerza, el golpe
rompería el pestillo fácilmente. ¡Pum!, la segunda puerta cayó al suelo al darle la
patada con aún más fuerza. Las tres se miraron con pánico intentando ver una
solución en la cara de alguna de las otras.
Valentina las miró decidida, indicando claramente lo que iban a hacer. ¡Pum!,
una lluvia de desodorante hizo de niebla. Una confusión perfecta para el ataque.
Mientras Teresa apretaba el desodorante con fuerza, Juana se abalanzó sobre
la pistola para quitársela y Valentina le lanzó una patada en la cara, al más puro
estilo Bruce Lee. Las clases de karate se rentabilizaban por si solas.
Pero Juana y Valentina tiraron con fuerza y lo sacaron de un último tirón. Con
tan mala suerte que el cinturón se rompió y los pantalones se deslizaron
suavemente hasta el suelo del baño. Lucas se levantó dolorido, con toda la tripa
magullada por el proceso.
En ese momento oyeron como la puerta del baño se abría nuevamente. Los tres
salieron corriendo como nunca en su vida habían hecho antes. Oyeron al hombre
gritar y la puerta del recinto abrirse. Muchas voces gritaban detrás de ellos.
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Valentina avanzaba como podía, o más bien, como su vestido le dejaba.
Sorteaba espinos, rocas y troncos caídos que iban saliéndole al paso, pero se
enredó el pie en una de las ramas y se cayó al suelo. Estaba tan asustada que
no pudo levantarse. Gateó como pudo hasta una zona resguardada y espero allí;
concentrándose únicamente en mantener la respiración lo más calmada posible.
Valentina se levantó. Comenzó a mirar las estrellas que se dejaban ver entre las
copas de los árboles. Lucas la miraba asombrado, aún sin poder levantarse.
Valentina señalaba un claro de cielo entre dos copas. Había tres estrellas muy
cercanas y muy brillantes; estaban separadas entre sí a una misma distancia;
formaban una línea recta.
- Las veo.
- Bueno, pues eso es el cinturón de Orión, o también, las tres Marías. Si te
fijas, puedes formar el cuerpo del guerrero entorno a ellas. Si alineas su
hombro, que se llama Betelgeuse, con su pie izquierdo, Rigel, la línea que
se forma corta al horizonte, señalando directamente al sur. Cuando paré
en la gasolinera, el sol me quedaba a la espalda y estaba atardeciendo.
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Así que, hay que ir en esa dirección - Dijo muy resulta señalando a la
oscuridad –, ¡vamos!
- Eres increíble.
- ¡Para nada!, solo hice un curso de orientación de tres días. Es bastante
fácil, si le coges el tranquillo.
- ¿Pero cómo recuerdas todas esas estrellas?
- Es más fácil si lo asocias a una historia. Para mí, la historia de Orión es la
historia de mi vida. Verás, Orión representa a un guerrero enamorado de
las Pléyades, aquel cúmulo de estrellas un poco más arriba, pero entre él
y ellas, se encuentra enfrentándose la constelación de Tauro que
simboliza la lógica: todo lo terrenal y material. Orión representa la idea de
que intentar ganar el amor y la dicha por la fuerza y la lógica, es igual que
enfrentarse a un toro; una tarea del todo imposible. Orión tiene que
aceptar su parte femenina y entender que, a veces, aquello que nos hace
más felices, no depende de nuestros actos más valerosos, sino de nuestra
paciencia y dedicación.
- Entiendo. O sea, que tú, básicamente, intentas ganar las cosas por la
fuerza.
- Sí, y no solo eso. Siempre me ha costado mucho entender que no podía
controlar todo lo que pasase a mi alrededor. Cuando era una adolescente,
mi hermano se escapó de casa; persiguiendo a un perro perdido. Desde
aquel día, no volvimos a verle. Desde entonces, me cuesta mucho asimilar
que hay cosas que escapan a mi control. Por ejemplo: si le hubiese
enseñado a ver las estrellas a mi hermano. Aún estaría vivo.
- Al menos, ahora me salvas a mí.
- ¡Sigamos!
Continuaron avanzando por el bosque durante una hora, hasta que, a lo lejos,
empezó a verse una luz que les indicaba el camino. A medida que se acercaban,
iban aumentando el paso. Al final, llegaron corriendo y jadeantes a la gasolinera.
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Lucas entró a hablar con el dependiente, mientras, Valentina se asomó a la
carretera para avisar si veía a algún coche venir desde el restaurante. Pero
cuando se dio la vuelta vio que ya había un coche aparcado a un lado. Intentó
avisar a Lucas, pero ya era demasiado tarde. Un hombre le apuntaba a la
espalda.
- ¿Dónde están las otras? – oyó que aquel hombre le decía a Lucas.
El grito de aquel hombre se vio interrumpido cuando Valentina le atizó con una
pala que había encontrado en el exterior de la tienda.
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- ¿Entonces supiste que habías nacido para ser policía mamá?
- Sí, entonces lo supe.
Fin
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