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-West Brooklyn, por favor – La estanquera era pelirroja y muy muy despistada,
- ¿Has preparado tus deseos para la noche de san Juan?, he preparado unos
depararía de aquel hecho tan simple. A la vuelta hacia su casa pensó en los
deseos que pediría en ese año. Pensó en su tía Amanda y su hermana Alejandra
y en lo que les gustaba a ambas fantasear con las brujas y los hechizos de San
Juan.
Alejandra que le había puesto los cuernos con su mejor amiga Brenda. Después
de eso Alejandra se sintió fatal cuando al día siguiente el chico se había caído y
roto un brazo. Desde entonces juraron no volver a practicar hechizos nunca más.
Pero nunca, siempre, todo y nada eran palabras que no solían llevar a ninguna
subir los 5 pisos de su edificio y dejó las llaves en el bol que tenía junto a la
haciendo una lista para la compra. El saquito con el papel para los deseos estaba
cualquier mortal, pero eso no le había ido muy bien. El amor nunca duraba
equilibrio, templanza. Todo ello tampoco le llevo a ningún sitio distinto del que
estaba. Solo la hizo más sabia para entender que la vida no tenía solución.
¿Qué podría pedir ahora? Felicidad: un horizonte infinito que no tiene dimensión
real. Trascendencia: poder pasar a otros todo lo que había aprendido. Había
muchos que ya habían hecho eso e igualmente no les llevaba a resolver las
En su interior sentía un vacío que solo conseguía llenar con comida, alcohol,
“Me gustaría meterme en líos, encender fuegos y crear ilusiones para otros”
todos los actos populares volvían a cobrar más vida incluso que antes.
Los niños se perseguían sin miedo corriendo por las calles cortadas mientras los
padres con un ojo aquí y otro allá divisaban los peligros a su paso para evitar
males mayores.
El fuego ya estaba encendido. La magia podía olerse en el aire. Amelia había
acudido sola a la cita. Sus amigos estaban lejos buscándose el futuro. El pasado
Al sonido de la media noche los niños comenzaron a lanzar sus saquitos con
Amelia avanzó lenta pero sin temor hacia el fuego. Ya ni eso la quemaba, tiro su
saco sin ninguna esperanza en el corazón y fue entonces cuando sintió una llama
en su interior que la llamaba. A lo lejos, al otro lado de la hoguera una mujer rubia
En el camino de vuelta se dejó llevar por el viento como le gustaba hacer de vez
dio la vuelta para tomar el buen camino un animal la sorprendió. Un lobo negro
Amelia no podía sentir absolutamente nada. Estaba allí de pie inmóvil y muy
parecieron horas. Hasta que no pudo evitarlo más e hizo un movimiento: muy
El lobo se lanzo corriendo sobre ella. Todo pasó muy rápido, pero pudo ver cada
segundo a cámara lenta. Una sombra se interpuso entre ambos y lanzó al lobo
pudo ver con claridad su rostro. Era la mujer rubia que había visto en la hoguera
minutos antes.
La miró con una sonrisa y le dijo claramente:
-Bienvenida hermana.
Amelia se despertó sudorosa y agitada. ¿Había soñado todo aquello? ¿De quién
era la cara de aquella mujer?, juraría que la había visto antes en la vida real. No
solo en un sueño.
Cuando salió a la calle aquel día se sentía otra persona. Sentía el agua, la tierra,