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En lo que va del año, la Dirección de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional

del Perú (Diresc) ha logrado crear 5.255 nuevas juntas vecinales en 14 regiones
del país, sumando en total 14.119 de estos grupos organizados de vecinos para
apoyar las labores de los agentes. Así se informó esta mañana durante una
ceremonia por el 20° aniversario de creación de esta unidad, realizada en el
Complejo Policial de la avenida Aramburú, en Surquillo.
 
En lo que va del año, las labores de la Diresc también permitieron la conformación
de 990 redes de cooperantes, 915 clubs de menores, 4.252 policías escolares,
1.156 brigadas de autoprotección escolar y 119 patrullas juveniles.
 
Además, la Diresc llevó acabo 300 actividades de sensibilización sobre violencia
familiar, en las que participaron más de 45 mil personas, así como 308
operaciones policiales de prevención de menores en riesgo. Asimismo, han sido
resueltas 481 denuncias de un total de 489 recibidas de la comunidad.
 

Como parte del trabajo de protección que la Policía brinda a los niños y
adolescentes, los agentes también albergaron temporalmente a 1.124 menores de
edad.
 
“Es necesario destacar que esta unidad policial es como los Bomberos. Cada día
trabajan para la sociedad con cariño, entrega y sacrificio”, observó el ministro del
Interior, Carlos Basombrío Iglesias, durante su participación en la ceremonia de
aniversario.
 
A su turno, el director de la Dirección de Seguridad Ciudadana, Gral. PNP Julio
Díaz Zulueta precisó que la estrategia multisectorial “Barrio Seguro” ha sido de
gran ayuda para su división, pues permite acercar al policía con la ciudadanía para
luchar en favor de la seguridad.
 
Un momento significativo para todos los asistentes fue la juramentación de 150
voluntarios para integrar las Juntas Vecinales de Lima Metropolitana. Estos
entusiastas jóvenes y adultos prestaron juramento en el servicio ante el General
de Policía Vicente Romero, director general de la Policía Nacional.
 

A la ceremonia de aniversario también asistieron  el viceministro de Seguridad


Pública del Ministerio del Interior, Ricardo Valdés Cavassa, entre otras autoridades
de la PNP.
 
Cabe señalar que la fecha para el aniversario de la Dirección de Seguridad
Ciudadana se instituyó el 22 de agosto de 1997, bajo el nombre de Dirección de
Participación y Seguridad Ciudadana de la PNP.
 
Video: https://youtu.be/Cum61qo34SQ
Fotos: https://goo.gl/eW54co
 
 
Lima, 22 de agosto del 2017
Oficina General de Comunicación Social e Imagen Institucional
Ministerio del Interior
La clave son las juntas
01/07/2013
César Bazán Seminario

La inseguridad ciudadana es un problema capital y nacional. Sobran los

diagnósticos y los hay de todas las tallas y colores. Con todo, el problema, lejos

de disminuir y de que se hayan ensayado diversas medidas de solución

(policiales, penales y judiciales), parece incrementarse. Sin embargo, desde hace

algún tiempo, y de manera tenaz, las juntas vecinales cobran cada día mayor

protagonismo en la lucha contra la delincuencia. Aquí una radiografía de un

fenómeno que bien puede convertirse en parte de esa piedra filosofal que tanto

andamos buscando para la inseguridad en el país.

La inseguridad ciudadana es un problema capital y nacional. Sobran los

diagnósticos y los hay de todas las tallas y colores. Con todo, el problema, lejos

de disminuir y de que se hayan ensayado diversas medidas de solución

(policiales, penales y judiciales), parece incrementarse. Sin embargo, desde hace


algún tiempo, y de manera tenaz, las juntas vecinales cobran cada día mayor

protagonismo en la lucha contra la delincuencia. Aquí una radiografía de un

fenómeno que bien puede convertirse en parte de esa piedra filosofal que tanto

andamos buscando para la inseguridad en el país.

Don Quintiliano Olivas y Susano Enciso son dos líderes históricos de las juntas

vecinales, una de las más interesantes experiencias de trabajo conjunto de la

Policía Nacional del Perú (PNP) y los vecinos para enfrentar la delincuencia y la

inseguridad ciudadana. Mucho antes de que existiera la idea y la política de crear

juntas, ellos ya estaban trabajando en sus barrios, enfrentando a asaltantes,

drogos, microcomercializadores de droga, organizando a los vecinos para tratar

de vivir en localidades más seguras.

Cuando Susano Enciso llegó a las faldas del Cerro El Pino, en La Victoria, a

mediados de los noventa, era una locura para cualquier empresario poner un

negocio ahí. Incluso era descabellado vivir ahí. La delincuencia se había

apoderado de todo. Pero no había muchas opciones. Tocaba vivir en algún lugar

de esa Lima que sufría las secuelas del terrorismo, devastada por la inflación, el

fujishock y la corrupción en todos los niveles.

Lo mismo don Quintiliano Olivas. Él llegó a Villa El Salvador en 1982, cuando el

arenal dominaba y era complicado vivir tranquilo. Las pandillas marcaban su

territorio y se enfrentaban a pedradas en la vía pública. Un buen día, cansado de

sobrevivir rodeado de inseguridades y de que sus hijos se expusieran a la

violencia, se organizó junto con otros vecinos para enfrentar a la delincuencia.

Todavía no había nacido la primera Junta Vecinal, que surgió algún tiempo

después. Pero la indignación y la cólera estaban sembradas, como lo estaban los

cimientos de la organización vecinal; faltaba la voluntad política policial, su


respaldo al más alto nivel y sus directivas para que la experiencia de las juntas

vecinales viera la luz como una clave para enfrentar la inseguridad ciudadana en

la Lima gris de mediados y fines de los noventa.

La experiencia de vecinos espontáneamente organizados en diversos puntos de

Lima y otras ciudades ─y que es muy propia de la organización comunal, que

venía con los migrantes─ fue avizorada y canalizada a través de una política de

alto nivel, desde 1997. Entre las autoridades que dieron el puntapié inicial y

colocaron a las juntas vecinales como un elemento central de una política de

Policía Comunitaria, podemos destacar nombres como el del general Enrique

Yépez, Adolfo Alfaro y otros tantos policías y civiles a través de la Dirección de

Participación Ciudadana y sus correlatos en las regiones, así como de comisarios

y policías que se comieron el pleito de pensarse a sí mismos como policías

comunitarios.

Juntas vecinales en Lima y Callao: ¿Cuántas son? ¿Dónde están?

A don Quintiliano Olivas, líder histórico, premiado innumerables veces, le gusta

decir que hay una fiebre de juntas vecinales que se ha extendido por todo Lima y

el país. Y las cifras ─aunque no suelen ser exactas en Seguridad Ciudadana─ le

dan la razón: en Lima y Callao teníamos, a mediados del 2012, más de 50.000

vecinos organizados en juntas, según fuente oficial. Este elevado número casi

quintuplica a los más de 10.000 policías destinados para enfrentar los delitos y

las faltas en la capital.

Además, en el caso de las JV parece haber una lógica inversa a la de la

distribución de recursos policiales y municipales para contrarrestar la inseguridad

ciudadana. Ahí donde las municipalidades y la Policía cuentan con menos

personas y menos recursos materiales, los vecinos son más activos para
organizarse y conformar juntas vecinales. O, dicho de otro modo: ahí donde hay

menos policías y serenos, hay más vecinos decididos (u obligados) a tomar las

riendas de su seguridad. Distritos como San Juan de Lurigancho, Los Olivos y

Puente Piedra ocupan los tres primeros puestos en número de integrantes de

juntas vecinales, con 7.210, 4.960 y 4.110 respectivamente. Mientras que en

Miraflores y San Isidro hay menos de 130 vecinos por distrito en esta lid.

Si bien la lógica descrita ayuda a entender en parte la fiebre de las JV, no agota

las razones para explicar su número en cada distrito. Por ejemplo, no explica por

qué San Miguel ocupa el cuarto lugar en número de integrantes en JV, o que La

Perla se ubique en el último lugar. Para entender eso se deben explorar otras

razones, como cantidad de población, interés de los gobiernos locales y de los

vecinos por conformar juntas, o la compleja relación entre la PNP y las JV.

Susano Enciso

Empresario, coordinador de las juntas vecinales del Cerro El Pino, La

Victoria, Lima

“En el fondo, a mí me da cólera. ¿Hasta cuándo vamos a estar así?

¡Eso no puede estar pasando!”

Del miedo a la cólera, de la cólera a la acción

Cuando yo llegué a Cerro El Pino todo era delincuencia. Se vendía la droga

a todas horas del día, delante de los vecinos, los niños, los jóvenes. La

Policía era parte de este juego. No había respeto a la autoridad policial.

Diario moría una persona. Nadie decía nada. Prácticamente, la calle era

tierra de nadie. No se podía caminar libremente, nada. Los rateros hacían

cola para robar. Uno por uno salía.

 
Mira, en el fondo, a mí me da cólera. ¿Hasta cuándo vamos a estar así?

¡Eso no puede estar pasando! Cogí este local y lo convertí en un taller. Los

clientes no podían venir. Yo mismo tenía que estar metido dentro de mi

tienda para evitar que me roben o me hagan daño. ¡Era una indignación!

En el 92 unos vecinos me buscaron e hicimos un memorial a un general de

la PNP, contando todo lo que pasaba aquí. Se envió el memorial al general

y éste se animó e hizo un operativo. En 1997 el entonces coronel Yépez

Dávalos me mandó llamar. Y me dijo que estaba fundando las juntas

vecinales y que yo debía ser el coordinador de esta parte. En el 2000 llegó

el coronel Alfaro y con su apoyo se fortalecieron las juntas.

El difícil camino de las juntas vecinales de Cerro El Pino

Para empezar, todo el mundo tenía miedo. Comenzamos con dos o tres

personas. Eran vecinos y no podían ir contra sus propios vecinos, porque

eran sus conocidos. Había varias mafias. Cuatro mafias dirigidas por

mujeres.

Era muy difícil hacer el cambio. Los policías estaban coludidos con los

delincuentes. Con el general Yépez empezó el cambio en la PNP. En la

comisaría, varios policías se habían repartido el territorio. Ellos manejaban

todo y encubrían. Todo eso teníamos que desbaratar. Gracias a Yépez y al

capitán Sánchez Pupuchi logramos hacer cosas, coordinando con la VII

Región.

 
Llegó el 2000 y la situación mejoró considerablemente. Logramos erradicar

a aproximadamente 700 fumones y ya no había mafias. Recuperamos la

calle, que era una feria. Cuando había un asalto en los bancos, los

delincuentes venían para aquí. Todas esas cosas se han limpiado en esta

zona. Tuvimos que hacer incluso labor de inteligencia, filmaciones. Hemos

recibido agresiones, amenazas contra nuestras vidas.

Los problemas y la necesidad de reorganizarse

Actualmente las juntas vecinales de Cerro El Pino están en reorganización.

El comisario anterior las dejó desorganizadas, pues trataba de controlarlas.

Ahora estamos intentando ordenarlas. Por otra parte, la Municipalidad de La

Victoria no está aportando nada. Solo se acuerda de Cerro El Pino cuando

llegan las elecciones. Su ayuda es cero. Sería bueno que el Alcalde sea

una persona comunitaria.

Las juntas están en la ley

Ante el movimiento y la fiebre de JV, la ley no tardó mucho en reconocerlas. A

poco del inicio formal de la experiencia, ya se hablaba de las juntas vecinales en

documentos oficiales. Y es en el 2003, tiempo de los activistas de derechos

humanos en el Ministerio del Interior, cuando se promovió la ley 27933, que creó

el Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana (SINASEC), que contaban con las

JV como un actor clave en los consejos provinciales y distritales de Seguridad

Ciudadana.

Varios años después, en las postrimerías del gobierno de Alan García, se aprobó

la ley 29701, que establece beneficios para los integrantes de las juntas, pero

también plantea algunas definiciones normativas sobre ellas y sus funciones,


además de que fija como su día conmemorativo el 15 de diciembre. Y por si

faltase más reconocimiento formal, el 22 de marzo del 2013 el ministro Pedraza

reglamentó la ley de beneficios con el fin de que se cumpliera con compromisos

importantes, como que los miembros de las JV gocen al menos de la cobertura

del Seguro Integral del Salud (SIS).

Los vecinos son más activos para organizarse y conformar juntas vecinales. O,

dicho de otro modo: ahí donde hay menos policías y serenos, hay más vecinos

decididos (u obligados) a tomar las riendas de su seguridad.

La PNP y las juntas vecinales: aliados para enfrentar la delincuencia… ¿o a

veces rivales?

La ecuación vecinos y PNP trabajando juntos por la seguridad ciudadana es, sin

duda, una clave para tener calles menos peligrosas, donde podamos ejercer con

libertad nuestros derechos. La teoría de Policía Comunitaria así lo reza, y

también lo hemos visto en la práctica tantas veces con comisarios y oficiales de

Participación Ciudadana que asumen la tarea de reencontrarse con la

comunidad, rehaciendo los lazos de confianza y respeto, y con vecinos

comprometidos, capaces de invertir su tiempo y arriesgar su integridad personal

por su localidad. Ésa es la apuesta de IDL-Seguridad Ciudadana, y a eso

apuntamos con la contribución que le pedimos al comandante PNP Guillermo

Bonilla para este especial sobre juntas vecinales.

Sin embargo, las cosas no siempre son así. A pesar de los esfuerzos de

comisarios y policías comunitarios, como el comandante Díaz Zuloeta o Bonilla,

entre tantos, la labor de la PNP no siempre se inyecta del espíritu comunitario, ni,

menos, de la honestidad. Eso explica la reiteración de casos de conflictos entre

juntas vecinales y policías.


La relación entre la JV y sus dirigentes, por un lado, y la PNP, por otro, es mucho

más compleja de lo que se puede imaginar, y se cruza con rasgos propios de una

institución que ha tenido serios problemas de corrupción e historias de alianzas

con la delincuencia, a la par de una marcada jerarquización interna y distancia

con los ciudadanos, entre otras características de la PNP, sin dejar de mencionar

extendidos casos de heroísmo y valentía, además de proyectar la imagen de ser

una vía de asenso social y de servicio a la patria.

En su complejidad, son latentes los casos en que la PNP no ve a las JV como un

aliado con autonomía propia, sino que trata de subordinarlo al comisario de turno,

estableciendo niveles de coordinación que limitan la tarea de las juntas, e incluso

tratando de cooptar líderes o colocando en puestos clave de las juntas a

personas manejables. Una situación como ésta puede debilitar intensamente la

organización de las JV y generar su desprestigio ante el resto de la población de

la localidad.

Pero mucho más grave es cuando el comisario u otros policías ven en las juntas

un problema, debido a que ellos mismos están involucrados en la cadena de

actuación de las bandas que operan en su localidad. En nuestro querido Perú,

debemos reconocer que la PNP muchas veces forma parte activa o pasivamente

de la comisión de ilícitos. Esos mismos ilícitos que las JV buscan erradicar. En

esos casos, las juntas vecinales y la Policía no son más aliados, sino

efectivamente rivales.

Comandante PNP Guillermo Bonilla

Jefe de la División de Familia, Participación y Seguridad Ciudadana de

la Región Policial Callao


Ante la urgencia de encontrar una adecuada estrategia cuya

aplicación no violente los derechos humanos y que genere una cultura

de paz que permita solucionar el problema de la inseguridad que en el

país es muy grave y complejo, en el Callao parece haberse

encontrado ese camino ideal. A esa conclusión puede llegarse si se

observa con detenimiento el trabajo silencioso que desde hace varios

años atrás vienen realizando los promotores de las oficinas de

seguridad ciudadana de las 19 comisarias chalacas, quienes han

conformado las juntas vecinales de seguridad ciudadana, integradas

por voluntariosos vecinos deseosos de vivir en paz y ser protagonistas

de ese cambio que todos deseamos.

Los integrantes de las JV han entendido y puesto en práctica el

derecho de todos ellos a participar en el diseño, impulso, evaluación y

vigilancia en políticas públicas, en este caso específico la de

Seguridad Ciudadana. Ellos ya son reconocidos como los vecinos

vigilantes aliados de la nueva Policía Nacional, trabajando siempre en

equipo premunidos de su mejor arma: el entusiasmo. No hay

obstáculo que se les interponga en el camino. Hacen rondas

nocturnas, confeccionan los mapas de incidencia delictiva de su

barrio, compran silbatos y linternas, y ponen el pecho cuando “las

papas queman”. Ahí están, cuando el deber los llama, sin esperar

nada a cambio, acompañando muchas veces a su comisario y demás

policías. En la actualidad son 400 juntas vecinales que vienen

funcionando en el Callao, y a fin de año deben llegar a 600.


 

La Región Policial Callao ha diseñado un plan de Seguridad

Ciudadana cuya principal estrategia es la participación ciudadana.

Están convencidos de que el mejor amigo de un policía es el vecino, y

que fomentando la participación vecinal se conquistará la seguridad

ciudadana. Esta estrategia tendrá éxito en la medida en que todos los

ciudadanos se involucren y sean parte de la solución, en que la

Policía actúe con mayor sensibilidad social y tenga un carácter

comunitario. Tendrá éxito si el Gobierno Regional y los gobiernos

locales apoyan las iniciativas y requerimientos de los vecinos, creando

o mejorando los espacios públicos para convertirlos en lugares de

concentración masiva donde los ciudadanos puedan reencontrarse

para conversar o realizar actividades deportivas, culturales y de

recreación sin el riesgo de ser víctimas de la inseguridad.

Fomentar la participación ciudadana es la tarea por cumplir para

lograr el binomio policía-vecino como el nuevo paradigma de la

seguridad ciudadana en el Callao.

Las juntas vecinales como clave para enfrentar la inseguridad ciudadana

Sea como fuese, las juntas vecinales son un actor clave para enfrentar la

inseguridad ciudadana. Su elevado número y extendida difusión por el territorio

nacional, el reconocimiento legal y el respaldo formal que han tenido a lo largo de

diferentes gestiones ministeriales, incluyendo la actual, con acciones concretas

de la Dirección de Participación Ciudadana, a cargo del general Aldo Miranda,

hacen de las juntas vecinales un componente que ningún comisario ni otro policía
puede omitir. Más aún: tanto su extensión como difusión, y sus múltiples

reconocimientos, son precisamente un mérito del trabajo que han realizado miles

de personas en diferentes partes del país, algunas veces con más éxitos y

compromiso que en otros lugares.

Dieciséis años desde el impulso inicial en 1997 no pasan en vano: han hecho que

las JV se ganen un espacio reconocido entre policías, delincuentes y ciudadanos

en general, incluso en zonas que antes eran “tierra de nadie”. A estas alturas,

para nadie es un misterio que ellas son un actor clave para enfrentar la

inseguridad, pero no son el único. Para tener barrios más seguros se necesita

más que vecinos valientes, comprometidos y organizados. Se necesita también

policías comunitarios y alcaldes dedicados a la causa. Son varios los actores que

deben hacer frente a la inseguridad, y varios los elementos que se deben

considerar. En ese ámbito, las juntas son esenciales.

Quintilinano Olivas

Mecánico, conferencista y promotor de Seguridad Ciudadana, ex

coordinador distrital de las juntas vecinales de Villa El Salvador, Lima

“Actualmente hay una fiebre de juntas vecinales en todo el Perú”

Antes de las juntas, los vecinos ya estábamos trabajando

Antes de que hubiera JV, nosotros trabajábamos con el Comité Cívico

de Villa El Salvador desde 1994, que eran los amigos de la Policía.

Desde ahí realizábamos actividades de apoyo a la comisaría. Era

servir sin recibir nada a cambio.

También realizamos varios operativos por iniciativa nuestra, antes de

que hubiese junta. Inteligencia para combatir el pandillaje e


inteligencia para acabar con la comercialización de drogas. Ahora, en

mis viajes, cuento siempre la experiencia de cómo en Villa El Salvador

trabajamos este tema. Para convencer a los vecinos, les decía que

teníamos que proteger nuestra cuadra, nuestro barrio, porque aquí

vamos a vivir siempre. Había que hacer justicia. Y, lamentablemente,

algunos efectivos PNP eran parte del problema. Pero por suerte conté

con el apoyo de generales y logramos atacar a las mafias de drogas

con éxito.

Fiebre de JV y consejos de la experiencia de Villa El Salvador

Actualmente hay una fiebre de JV en todo el Perú. Yo vengo de hacer

viajes por varias partes del país, como promotor, y en todos los

lugares hay juntas. Hay que ir de pueblo en pueblo, ordenando la

calle.

Una cuestión esencial son los líderes de las juntas. Cuando una

persona tiene vocación, motivación, habla bien, trasmite autoestima,

entonces los vecinos la apoyan, le cumplen. Hay que motivar a los

vecinos, decirles que de ahora en adelante vamos a vivir como gente,

puesto que aquí vamos a vivir para siempre. El responsable es el

líder, el que quiere que su pueblo tenga progreso.

También son importantes las juramentaciones, que tienen que ser en

el campo, ante la comunidad. Nosotros en Villa hacemos

juramentaciones grandes, con banda, donaciones, con presencia de


PNP y vecinos, A veces incluso vienen generales. Antes de juramentar

paseamos por la calle, la nueva directiva de la junta va con pantalón

negro y camisa blanca. Luego de la juramentación se ponen su

chaleco distintivo. Es importante que, en la ceremonia, el comisario

salude a todos los hombres y mujeres, como le recomendé a un

general cuando juramentó a la primera junta aquí en Villa. Sin

alfombras rojas, sino con el pueblo, pisando tierra, arena.

Luego, todos los domingos hacemos nuestra ceremonia de izamiento

de bandera. A veces he tenido que hacer hasta 38 izamientos en un

mismo día. El mensaje es que las JV están en la calle, no en la puerta

de la comisaría, sino en el campo.

En nuestra experiencia, vale contar con el apoyo de las fuerzas de

arriba. Por ejemplo, en una oportunidad fui a buscar al comisario para

salir a patrullar, pero se negó. Entonces, ya había coordinado para

llamar al general. El general hizo que el comisario me fuera a buscar y

saliera a patrullar, que nos diera el respaldo que necesitábamos. Con

eso ya nos atienden mejor. Los policías piensan que hay que trabajar

con las juntas vecinales.

Las JV no deben politizarse, pero sí deben trabajar con el Municipio.

En mi caso, me han pedido que sea teniente alcalde, gobernador.

Pero siempre me he negado. No necesitamos el cargo.


Ubicado al lado de zonas tan peligrosas como el mercado de autopartes de San
Jacinto o el achorado barrio de La Floral, el cerro El Pino ha logrado disminuir sus
altos índices delictivos con una alianza entre las juntas vecinales y la Policía
Nacional.
Texto: Raúl Mendoza.
Fotografía: David Huamaní.

Desde lo alto del cerro El Pino el paisaje de la ciudad es impresionante: miles de


luces encendidas hasta donde la vista alcanza. La noche ha caído y estamos en la
plaza de este asentamiento ubicado al final de la avenida México, en el límite de La
Victoria con El Agustino y San Luis. Deben ser las ocho y media de la noche y un
vecino con el que hablamos nos dice: “Hasta hace unos meses, si hubieras estado
aquí con el fotógrafo a esta hora, ya te hubieran asaltado”. Ahora, en cambio, hay
policías apostados en este lugar y la gente viene y conversa sin temor de que le
roben.

Algo ha cambiado en El Pino desde hace por lo menos cuatro meses. El general
PNP Aldo Miranda, jefe de la Dirección de Seguridad Ciudadana de la Policía
Nacional, se mudó a un local frente a esta plaza en junio pasado y allí instaló su
puesto de comando para coordinar con los vecinos la organización de las juntas
vecinales. Así se inició el plan para combatir la delincuencia en el lugar. “Dos
meses despaché aquí para que la gente vea la seriedad del proyecto y nos diera su
confianza”, cuenta el oficial. Hoy policías y vecinos que patrullan los 21 sectores
del cerro.

Esos patrullajes barriales buscan espantar a quienes insisten en actuar al margen


de la ley. El martes y jueves pasado acompañamos a los integrantes de estas
brigadas en un recorrido por el lugar. A pesar de que las cosas empiezan a
cambiar, todavía hay lugares peligrosos. Por eso la ronda mixta avanza por
los pasajes pidiendo documentos, acercándose a grupos sospechosos,
deteniendo mototaxis, evitando que cualquier actividad –una fiesta por ejemplo–
bloquee la vía pública. “La Policía es la que interviene. Nosotros los apoyamos con
nuestra presencia”, dice Susano Enciso, coordinador de las juntas vecinales de la
comisaría de Yerbateros.

Desde hace mucho tiempo el cerro El Pino ha tenido mala fama debido a la zona
en donde está ubicado y los delincuentes que pululan por allí. En las faldas del
cerro, por ejemplo, en el lado que da para la avenida Circunvalación, está el
mentado barrio de La Floral, conocido hace mucho tiempo por la presencia de
vendedores de droga, fumones, prostitutas y delincuentes. Y más allá, cruzando la
avenida México, se encuentra también el mercado de autopartes de San Jacinto,
donde van a dar –ya desarmados– gran parte de los vehículos robados en otras
partes de la ciudad. Muchos de los delincuentes que robaban en los alrededores
del cerro –a las personas o a los autos– subían y se ocultaban aquí.

La demanda de presencia policial en esta zona tiene muchos años. Víctor Soncco,
residente y jefe de las juntas del sector 19, cuenta que los choros asaltaban a la
gente en las calles del cerro. “Éramos asaltados por los propios vecinos”, comenta.
Los choros andaban en mototaxis, en grupos de cuatro o cinco, y si te cruzabas
con ellos, con seguridad te robaban. Incluso peores cosas podían pasar. “A veces
las jovencitas que estaban subiendo o tomaban un mototaxi eran secuestradas y
llevadas a alguna de sus guaridas donde las violaban. Eso ahora ya no pasa”,
afirma convencido el dirigente.  

Mientras caminamos acompañando la ronda, el vecino Julián Cuello, residente del


sector 2 y fundador del asentamiento –vive aquí hace 40 años– recuerda que este
fue un lugar tranquilo donde la mayoría se conocía y trabajaban juntos para habitar
el cerro, abrir vías de ingreso y construir escaleras, pero en los últimos veinte años
se convirtió en un lugar donde cualquier cosa podía pasar. “Aquí siempre ha
habido gente trabajadora, pero la delincuencia hizo que nos vieran mal”, dice.
Alguna vez, en la peor época del terrorismo, El Pino también fue considerado “zona
roja” por la Policía. Una vez que esa etapa pasó, el delito apareció con fuerza.

Un cambio

Cuando el general Miranda y su equipo policial llegaron hasta aquí, lo primero que
hicieron fue un empadronamiento general de la gente. (En El Pino viven unas 25
mil personas). Como parte de este trabajo llevaron máquinas para verificar si había
personas requisitoriadas. “Mucha gente no quería empadronarse por eso, y hasta
supimos que por lo menos quince casas alquiladas por delincuentes fueron
desocupadas y se fueron”, cuenta un agente de inteligencia. La Dirección de
Seguridad Ciudadana también hizo acciones cívicas y actividades de
sensibilización como charlas sobre violencia familiar o protección de la niñez.
También formalizaron a una asociación de mototaxistas y, con participación de
cadetes de las escuelas de Policía, pintaron varias casas. “Hicimos una profilaxis
social y ahora las juntas vecinales están organizadas para protegerse”, explica el
general Miranda.

Las juntas vecinales han hecho su parte. En los 21 sectores hay 74 juntas que
agrupan de 10 a 12 personas. Es decir, hay unas 800 personas que participan de la
seguridad en el cerro. Su primera arma es un pito –igual a los de los árbitros de
fútbol– que todos deben tener. Pero también han conseguido megáfonos y una
alarma-sirena por sector. “Hay cerca de 70 alarmas en todo el cerro”, nos dice una
señora integrante de las juntas, vestida con su chaleco de colores amarillo y rojo.
Ella cuenta que en cuanto algún vecino se da cuenta de un robo, de inmediato se
hacen sonar los silbatos y después las sirenas. Entonces salen todos y junto a los
policías se detiene o repele a los delincuentes.

La mejora de la seguridad en el cerro pasa también por la activación de un Puesto


de Auxilio Rápido frente a la plaza de El Pino, en la parte alta, y la reactivación de
otro PAR en la esquina de México y La Floral, abajo. Don Susano Enciso,
coordinador de las juntas y empresario de La Floral que llegó aquí en 1970, dice
que antes en la esquina de Circunvalación con la vía a Yerbateros los choros
asaltaban a transeúntes y hasta podían dejarlos desnudos. “Hoy, como ves, nada
de eso ocurre. Están los PAR y hay patrullaje. Por eso decimos que los delitos han
bajado en  70, 80 por ciento”, explica.

El programa ha obtenido buenos resultados. “Había familias que vendían droga en


la parte alta, en los sectores 20 y 19 y ya han sido erradicadas. Se ha detenido a
conocidos cogoteros, y muchos requisitoriados han sido puestos a disposición del
Poder Judicial. Y si se tiene que ‘golpear’ puntos específicos tendrán que intervenir
el Escuadrón Verde o la Dirincri”, explica el general Miranda. También se ha
erradicado a fumones que consumían droga en la zona del tanque de agua (un
lugar muy conocido en el cerro) a escasos metros de una guardería ubicada allí.  

¿Han disminuido los delitos en El Pino? Sí, aunque siempre ocurren atracos a
personas o vehículos en los alrededores. Y todavía hay microcomercializadores de
droga y bares achoradazos. “Están con las horas contadas”, nos dijo el general
Miranda. La delincuencia ha disminuido, pero no desaparecido. Un reconocido líder
barrial, Galo Flores, señala que si bien ahora hay más tranquilidad en la zona, este
esfuerzo debe hacerse sostenible en el tiempo para que el delito no vuelva a
campear por aquí. La clave para él es que la presencia policial se mantenga
siempre. “Si se van en unos meses, esto sería flor de un día”, dice.
Lo bueno de esta experiencia es que ha dado frutos en poco tiempo. Hoy la gente
ya no camina con sobresaltos. Confía en su propia organización vecinal y en la
Policía. Quieren cambios empezando por el nombre. Ahora esperan llamarse
“Mirador El Pino” porque buscan dejar atrás la mala imagen dejada por la
delincuencia. Y también porque desde aquí el paisaje de la ciudad se ve
espectacular.
Policía Comunitaria y Juntas Vecinales
- El Caso de El Agustino y La Victoria

El mecanismo clave para la consecución de la seguridad ciudadana es la integración de la


policía con la comunidad. Es lo que se llama “policía comunitaria” o policía de proximidad.
Esto comienza, ya lo hemos dicho, con la relación entre las comisarías y las municipalidades
en los Comités Distritales de Seguridad Ciudadana (CODISEC) liderados por el alcalde. Allí se
aprueba el plan distrital o provincial de seguridad ciudadana, y se le hace un seguimiento
semanal con la ayuda de un mapa del delito, según lo establecido en el reglamento de la ley
del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana. Pero, como hemos visto, si bien el 100% de
las municipalidades han instalado sus CODISEC y han aprobado dicho planes, son muy pocos
los que se reúnen semanalmente. En Lima solo lo hace la municipalidad de Miraflores, con
resultados excelentes. Ver: Los Comités Distritales de Seguridad Ciudadana.

Los CODISEC son los puntos de partida para la coordinación de la policía con las entidades u
organizaciones representadas en él. Pero la policía comunitaria va más allá: supone una
actitud proactiva del Comisario y los policías de la Comisaría buscando alianzas con todas las
organizaciones y entidades significativas que haya en su jurisdicción: con las juntas vecinales,
los clubes deportivos y culturales, los comedores populares, los mototaxistas, las iglesias, etc.,
con la población misma. Y con Ministerios, instituciones públicas y empresas. Alianzas para
prevenir el delito recuperando espacios públicos y realizando actividades que fortalezcan el
tejido social: también para alertar acerca personas sospechosas o de hechos cometidos, y
para generar una ‘inteligencia comunitaria’ que permita planificar intervenciones eficaces. Una
policía comunicada y amiga de la gente dispone de toda la información necesaria para
prevenir y atacar el crimen y promueve la solidaridad para resolver problemas comunes.

En las últimas décadas, desde el terrorismo, la policía no ha sido muy afecta a estas prácticas .
Recientemente, sin  embargo, con las nuevas consignas, el liderazgo de un jefe policial y su
equipo hizo posible el desarrollo de una experiencia de policía comunitaria en los distritos de
La Victoria y El Agustino que resultó muy exitosa al punto que ganó el 2015 el premio de
buenas prácticas otorgado por Ciudadanos al Día.

Esto comenzó el 2014, con un proyecto piloto en Cerro el Pino, dirigido por el  Coronel José
Díaz Guevara, actualmente Director Nacional de Prevención y Programas Especiales de
Seguridad Ciudadana. Esta fue la base para dar el salto al conjunto de los distritos de El
Agustino y La Victoria el 2014. Para ello, en enero del 2015 el Coronel Díaz Guevara fue
nombrado jefe de la División Territorial Centro 2 (DIPTER 2), que incluye precisamente a esos
distritos y que tiene bajo su mando a 8 comisarías. Díaz Guevara era el Comisario Mayor, o
comisario de comisarios.

La situación en Cerro el Pino, San Pedro, San Cosme, El Porvenir y Renovación se había
degradado a niveles infrahumanos. Según el Coronel Díaz Guevara, de cada diez pobladores,
ocho habían sido víctimas de un acto delincuencial. Había bandas armadas, homicidios,
familias expendedoras de estupefacientes, extorsión, violaciones sexuales, hurtos a domicilio,
delincuencia juvenil, prostitución, violencia familiar, jóvenes pandilleros y niños desertores del
colegio.

Inteligencia comunitaria: los tukuyrikuy


Su primera labor fue el empadronamiento casa por casa para conversar con la población,
empezar a ganarse su confianza y detectar de paso casos de violencia familiar. A partir de allí
comenzó a organizar, por un lado, las juntas vecinales, capacitándolas, y, por otro,
paralelamente, la “red de cooperantes”, integrada por mototaxistas, chocolateros, canillitas,
etc. Formaron 74 juntas vecinales en Cerro El Pino y alrededor de 229 en total incluyendo San
Pedro, San Cosme, El Porvenir y Renovación.

Cada Junta está formada por 10 personas y su labor principal consiste en vigilar su zona y
pasar la voz a la policía de cualquier acto cometido o sospechoso: “son los tukuyricuy de la
policía”, indica. “Nos informan donde hay drogas, por ejemplo. Cumplen una función de
prevención e inteligencia, lo que llamamos ‘inteligencia comunitaria’. Es la mejor información
posible”, explica el Coronel Díaz Guevara. Incluso llaman al comisario a cualquier hora de la
madrugada e inmediatamente éste envía un patrullero si es el caso. La policía, al responder
de manera inmediata, va recuperando la confianza de la población. Confianza que se
consolida cuando el Coronel o los comisarios participan en caminatas con las juntas los fines
de semana, a modo de expansión deportiva. Las “redes de cooperantes”, de otro lado, sirven
para alertar acerca de personas sospechosas o de actos cometidos.

De otro lado, junto con las municipalidades se controló el expendio de bebidas alcohólicas:
muchos bares que eran nido de delincuentes fueron cerrados, se prohibieron las fiestas en la
vía pública sean patronales o no y cadetes de la policía pintaron las casas. Se crearon
puestos policiales de auxilio rápido con personal motorizado y vigilancia policial las 24 horas
del día.

Recuperación de espacios públicos

Pero allí no quedó todo. El Coronel Díaz formó un pequeño grupo voluntario de profesionales
civiles, a quienes conoció en el CAEN, y a los cuales luego se sumaron otros, para diseñar y
ejecutar mediante donaciones, sin costo para el Estado, pequeñas obras que permitieron
recuperar espacios públicos en los distintos cerros y zonas degradadas de ambos distritos.
Así, se recuperaron espacios públicos en los Cerros San Pedro y San Cosme y en las
Avenidas El Porvenir, Renovación/Huascarán, Grau/Aviación y en el Damero de Gamarra A y
B. Lo que hicieron fue poner policías en esas zonas y ejecutar obras tales como losas
deportivas, recuperación de áreas verdes, locales comunales y pintado de casas, por ejemplo.
En la ejecución de esas obras participó la comunidad y también los propios policías e incluso
generales invitados, “que se sumaron como peones a los trabajos”.

Alianzas con ministerios y universidades

Además, se estableció alianzas con ministerios y universidades “para darle futuro a los
jóvenes”. El Ministerio de Trabajo fue reclutado para aplicar el programa “jóvenes productivos”
que otorgó becas para 19 jóvenes a fin de que siguieran una carrera técnica de jóvenes
emprendedores en la Universidad de San Marcos, contratada para ese fin por el Ministerio. De
los 19 jóvenes, 11 terminaron y 3 sacaron los primeros puestos. A ellos la Universidad les dió
un capital semilla de 2,500 soles. La Universidad de las Américas, por su parte, fue reclutada
para dar clases de computación a las que acuden, por ejemplo, abuelos y nietos juntos. La
Universidad Privada del Norte ofrece cursos en formación de pequeñas empresas, tratamiento
de alimentos, etc.

Con el ministerio de Salud realizan acciones cívicas periódicamente, en las que el ministerio
aporta médicos, enfermeras y medicinas. El Ministerio de Educación organiza  programas
especiales tales como policía escolar, brigadas de autoprotección con padres y profesores
para que no se venda drogas a la salida de los colegios, clubes de menores (deportivos) y
campeonatos. El Instituto Peruano del Deporte, por su lado, lleva a cabo el programa “Tu otra
Mitad”, que capacita en deportes a través de la web, “pero desarrollan las horas prácticas con
nuestros menores: les damos certificación de prácticas a cambio de que capaciten a nuestros
menores”, explica el Coronel Díaz Guevara.  

Integración con las municipalidades y los CODISEC

Por supuesto, trabajan con los alcaldes. “Somos amigos”, dice el Coronel. Los comisarios
forman parte de los Comités de Seguridad Ciudadana (CODISEC), como debe ser. Los
CODISEC de El Agustino y La Victoria sesionan una vez al mes, pero los comisarios se
reúnen con los gerentes de seguridad ciudadana respectivos semanalmente. El gerente de
Seguridad Ciudadana de El Agustino era un coronel en retiro de la PNP, lo que facilitaba la
coordinación. Este CODISEC tiene un mapa del delito integrado, que es actualizado cada
mes.

“El 2014 el CODISEC de El Agustino no tenía fondos, pero planificó para adquirir con el
presupuesto del año siguiente alarmas inteligentes, cámaras de video vigilancia, 10
camionetas, sirenas así como chalecos y megáfonos para equipar a las Juntas Vecinales. Se
compraron unas 20 alarmas inteligentes: los miembros de las juntas vecinales presionan un
número en su celular y activan la alarma. Con el mismo teléfono pueden hablar a través del
magáfono que tiene la alarma”, narra el Coronel Díaz Guevara.

Recientemente la DIPTER ha conseguido que la empresa Jaitera les regale un ‘video wall’
para las Juntas Vecinales, que es una pantalla grande con mapa para ver donde están los
patrulleros y serenos dotados de GPS. Y le han pedido a mil teléfonos a Telefónica para las
Juntas a nivel nacional.

El alcalde del distrito de La Victoria realiza audiencias públicas todos los jueves a 5.30 de la
mañana. “Los comisarios no querían ir por temor a recibir ‘palo’ de la gente. Entonces les dije
por eso mismo debemos ir, para atender los reclamos y quejas de los vecinos. Y empezamos
a resolver sus problemas. Ahora la relación con la población ha mejorado mucho”.

Otra decisión fue que los 8 comisarios de ambos distritos participaran juntos en las
intervenciones. “Es una manera de asegurar que no haya malos manejos”, explicó.

Acciones y resultados

Según Díaz Guevara, con todas estas medidas las denuncias han bajado en un 80% según
las estadísticas de la SIDPOL. Los delincuentes se fueron. Los resultados se pueden observar
en los siguientes cuadros:
Generalizar la policía comunitaria a nivel nacional

Ahora el Coronel Díaz Guevara y su pequeño equipo han sido promovidos a una función
normativa en la Dirección Nacional de Prevención y Programas Especiales de Seguridad
Ciudadana. Su tarea es sistematizar y generalizar el piloto desarrollado en estos dos distritos.
Aún son pocos los policías comunitarios pero, según él, hay ya una tendencia hacia la policía
comunitaria en la PNP. Para acelerarla, se estaba organizando una reunión con 180
comisarios de Lima, gerentes de seguridad ciudadana y presidentes de Juntas Vecinales. La
idea era replicar estas reuniones a nivel nacional. De hecho, el Coronel Díaz Guevara y su
equipo habían empezado a viajar al interior para dar charlas explicativas, y el 2016 el piloto
antes reseñado se replicaba en profundidad en tres DIPTER: Sur 2 (Lurín, Pachácamac,
Villamaría del Triunfo y las playas), DIPTER Este 2, (Ate, Manchay, Cieneguilla), y Este 1 (San
Juan de Lurigancho). La idea era incluso comenzar a hacer operativos dentro del nuevo
esquema en esas DIPTER.

Esto forma parte de una política orientada a que los comisarios coordinen con los alcaldes.
“Comisario que no trabaje con el alcalde, es cambiado de colocación. Ya se dio esa
disposición. Se les ha dicho a los alcaldes que pueden pedir cambio del comisario si no
cumple con coordinar, con informar y trabajar conjuntamente”, nos reveló el general Villar,
Director General de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior.
Las juntas vecinales a nivel nacional

En el país hay una base para avanzar rápidamente hacia una policía comunitaria.  Son las
Juntas Vecinales. El artículo 41 del reglamento de la Ley de Seguridad ciudadana le ordena a
la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana de la Policía nacional llevar el Registro
Nacional de las Juntas Vecinales de Seguridad Ciudadana. Estas deben ser  promovidas por
las Oficinas de Participación Ciudadana (OPC) de las Comisarías. El artículo establece que “El
Comisario, como máxima autoridad policial en su jurisdicción, deberá determinar y mantener
actualizada la información sobre las zonas, sectores, barrios y poblaciones que constituirán el
territorio jurisdiccional de las respectivas Juntas Vecinales de Seguridad Ciudadana
promovidas por la Policía Nacional del Perú. En ese propósito, el Comisario sostendrá
reuniones periódicas con el Alcalde de su jurisdicción”.

El número de Juntas Vecinales va en aumento a nivel nacional, lo que significa que la PNP ha
empezado a tomar en serio este trabajo. En efecto, según información de la Dirección
Ejecutiva de Seguridad Ciudadana de la Policía, durante el año 2014 existieron 8,138 Juntas
Vecinales, con 102,315. El  2015 el número de Juntas vecinales había subido a 8,593, con
120,289 integrantes. Y a marzo del 2016 había ya 9,784 Juntas, integradas por 133,390
personas. Esta Dirección ha elaborado, además, un Manual de Organización de Juntas
Vecinales de Seguridad Ciudadana promovidas por la PNP. “Asimismo, actualmente se tiene
un Coordinador Nacional de Juntas Vecinales, cargo que ostenta el Sr. Manuel Ugarte
Chirinos”, informa.
https://seguridadciudadanapnp.com/

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