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La reforma en materia de derechos humanos no llegó sola. En un país acostumbrado a
modificar su constitución de manera constante no debe sorprender que a la operación
constitucional en este ámbito la precedieran otras reformas de gran trascendencia. Tal es el
caso de las reformas sobre amparo, acciones colectivas y justicia penal que desde 2008 y hasta
el mismo 2011 fueron delineando un nuevo marco normativo relacionado de manera directa o
indirecta con los derechos humanos (cuadro 3)
El bloque en México
El derecho a tener acceso a un juez civil no está previsto de manera expresa en la cadh ni en
la Constitución mexicana. Sin embargo, la Corte idh lo derivó y lo dotó de contenido a partir
de los artículos 8.1 y 25 de la cadh y la jurisprudencia que ha venido construyendo desde
1999 con el Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, a los que se suman varias disposiciones de
artículos de la Constitución mexicana: el 17, párrafo segundo, sobre el derecho de acceso a la
justicia, y el 20 “C”, fracción II, sobre el derecho de la víctima a “intervenir en el juicio”. De
esta manera, la Corte idh amplió la base constitucional y configuró un bloque constitucional en
la materia. El segundo caso es el de la Acción de Inconstitucionalidad 155/2007, en la cual la
scjn declaró inconstitucionales algunos preceptos de una ley de Yucatán porque contravenía
disposiciones contenidas en tres tratados internacionales, los cuales establecen como excepción a
los trabajos forzosos u obligatorios el que sean impuestos como pena por autoridad judicial.
Esto implicó la falta de correspondencia entre las disposiciones de Yucatán y las convencionales.
Al considerar los tratados internacionales como parte del entramado normativo que sirvió de
referente interpretativo para las normas sobre derechos humanos, la scjn determinó que éstos
ofrecían una protección mayor que la Constitución, incluso ante una previsión constitucional
que expresamente era compatible con la legislación sujeta a examen. De esta manera, se dotó
de contenido al artículo 5º de la Constitución al interpretarse de conformidad con los artículos
8 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 2º del Convenio 29 de la
Organización Internacional del Trabajo y 6º de la cadh.
En virtud de esas obligaciones, los Estados partes se comprometen a respetar las normas de
derechos humanos contenidas en la cadh. El control de convencionalidad es una herramienta en
esa dirección porque sirve para garantizar la compatibilidad de las normas nacionales y de las
actuaciones de las autoridades estatales con el marco internacional. En los últimos años, el uso
de este instrumento de control, que originalmente se aplicaba sólo por parte de los jueces de
la Corte idh, se ha extendido hacia los jueces nacionales. De hecho, según algunas
interpretaciones de la propia Corte idh se trata de una tarea que también deben realizar las
demás autoridades nacionales, ya que todas están obligadas a interpretar las normas jurídicas
de origen interno a la luz de la cadh y de la jurisprudencia de la Corte idh. Esto, en una clara
similitud con lo que se conoce como efecto de irradiación de los estándares internacionales a los
nacionales, y que se fue generando a partir del efecto de cosa interpretada desarrollado por el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Aunque se trata de dos figuras distintas, la doctrina del control de convencionalidad se asemeja
al concepto del efecto de cosa interpretada porque ambas se refieren a los alcances normativos
que tiene la interpretación de los tribunales internacionales de derechos humanos a escala
nacional. Sin embargo, el efecto de cosa interpretada alude al ámbito de aplicación nacional de
la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y a su impacto general. En
cambio, el control de convencionalidad se refiere al deber de contrastar la cadh y la
jurisprudencia de la Corte idh con las normas internas por parte de todos los operadores
jurídicos nacionales (control difuso).
y con ello se distingue del control de los instrumentos interamericanos que realiza la propia
Corte idh (control concentrado). De hecho, en la doctrina del control de convencionalidad el
destinatario de este instrumento no ha sido el Estado en general, como sucede ante el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos con el efecto de cosa interpretada, sino la judicatura
en un primer momento y, posteriormente, todas las autoridades estatales. Vale la pena
recuperar las etapas de esta evolución. Aunque la doctrina del llamado control de
convencionalidad se había desarrollado paulatinamente en votos particulares, el Pleno de la
Corte idh la hizo explícita por primera vez como una obligación para los jueces nacionales en el
año 20063 en la sentencia del Caso Almona cid Arellano vs. Chile. En esta resolución, la
Corte idh señaló expresamente la obligación de los jueces nacionales de resolver de acuerdo con
lo que establecen la cadh y su jurisprudencia, en cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 2
de la cadh. De esta manera, quedó asentado que el acto de control normativo que tiene como
parámetro a las normas internacionales es una obligación a cargo de todos los jueces.
Posteriormente, en la sentencia del Caso Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú, la Corte
idh reiteró que es obligación de la judicatura nacional ejercer un control de convencionalidad en
cumplimiento del artículo 2 de la cadh. Pero, a diferencia de lo que había establecido en la
sentencia del Caso Almonacid Arellano, en la que se refirió a esta obligación como “una especie
de control de convencionalidad”, ahora se manifestó expresamente sobre un control de
convencionalidad. Por ello, se puede afirmar que la figura emergió en ese momento.
En la sentencia del Caso Radilla Pacheco vs. México, la Corte idh confirmó su jurisprudencia al
obligar al órgano judicial mexicano a interpretar el artículo 13 constitucional en lo relativo a la
jurisdicción militar de conformidad tanto con lo establecido en otras disposiciones de la propia
Constitución, como en la cadh y en la jurisprudencia que ha emitido al respecto.
A partir de esta sentencia, en los casos subsiguientes contra México que han aludido a este
deber del Estado (Fernández Ortega y otros, Rosendo Cantú y Cabrera García y Montiel
Flores), la doctrina del control de convencionalidad se ha asentado también como una forma de
reparación del daño a las víctimas de violaciones de derechos humanos en su modalidad de
garantías de no repetición. En la sentencia del Caso Cabrera García y Montiel Flores, de hecho
se precisó que todos los órganos pertenecientes al Estado parte están sometidos al
cumplimiento
Así, en varias sentencias la Corte ha establecido que es consciente de que las autoridades
internas están sujetas al imperio de la ley y, por ello, están obligadas a aplicar las
disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado es Parte en un
tratado internacional como la Convención Americana, todos sus órganos, incluidos sus
jueces y demás órganos vinculados a la administración de justicia en todos los niveles,
también están sometidos al tratado, lo cual les obliga a velar para que los efectos de las
disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de normas contrarias
a su objeto y fin, de modo que decisiones judiciales o administrativas no hagan ilusorio el
cumplimiento total o parcial de las obligaciones internacionales. Es decir, todas la
autoridades estatales, están en la obligación de ejercer ex officio un “control de
convencionalidad” entre las normas internas y la Convención Americana, en el marco de sus
respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes. En esta
tarea, deben tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que
del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención
Americana.
El control de convencionalidad y la interpretación conforme