El enfrentamiento entre fuerzas opuestas: imaginación y realidad, dependencia y libertad, razón y sensibilidad… todo ello constituye el núcleo de la famosa novela de Benito Pérez Galdós: “Tormento”.
Ambientada en la época de Isabel II, la novela es una fuerte crítica, ante todo, de la hipocresía y del conflicto que hay entre el ser y el parecer. Se trata de una detallada crónica de la sociedad del siglo XIX, concretamente de noviembre de 1867 a febrero de 1868. La novela “Tormento” salió a la luz en 1884. Se publicó entre “El Doctor Centeno” y “La de Bringas” con las cuales, de alguna forma, está emparentada. Y es que todas ellas comparten varios personajes como pueden ser: José Ido del Sagrario, Felipe Centeno, Francisco Bringas y Rosalía.
Lo que nos quiso transmitir Galdós con esta obra es que la realidad pura y dura es la que rige nuestra vida diaria. Ello tal y como afirma el personaje de Ido en el libro nos queda muy claro: “¿Ves, ves? La realidad nos persigue”. Lo cierto es que los personajes son los típicos de este tipo de literatura popular: “Hombres embozados, alguaciles, caballeros flamencos y unas damas, chico, más quebradizas que el vidrio y más combustibles que la yesca”.
“Tormento” pertenece al ciclo de las novelas contemporáneas que comenzó Galdós con “La desheredada”. Con “Tormento” el autor vuelve a romper con los modelos establecidos en sus anteriores obras. Así, no se deja llevar por lo tradicional y toca varias técnicas narrativas al mismo tiempo. Nada más empezar la obra, José Ido del Sagrario explica a Felipín Centeno que está redactando un folletín acerca de dos hermanas huérfanas y ello será realmente el tema de esta novela: “Mis heroínas tienen los dedos pelados de tanto coser, y mientras más les aprieta el hambre, más se encastillan ellas en su virtud. El cuartito en que viven es uno. Ni Refugio o Amparo se ganan la vida cosiendo, ni menos se aferran a su virtud en los crecientes momentos de necesidad económica por la que pasan. Refugio, que vende sus encantos a quien pueda pagárselos, intenta en un principio esconder a su hermana el verdadero origen de sus entradas de dinero: ¿Soy yo mala? No. Me preguntas que cómo he comprado las botas y he arreglado mi vestido. Pues te lo diré. Estoy sirviendo de modelo a tres pintores… Modelo vestido, se entiende. Gano mi dinero honradamente”.
Pero, el argumento gira sobretodo entorno al personaje de Amparo Sánchez Emperador, la cual es pretendida por dos hombres que no tienen nada que ver el uno con el otro. Por su parte, Amparo va a dudar siempre sobre si revelar su secreto o no. Así, el dolor de la muchacha, que no sabe si hablar de lo que la preocupa o no, es evidente: “Si yo me atreviera -pensaba después en casa de Bringas-. Pero no; segura estoy de que no me atreveré. Ahora sé lo que he de decirle, y cuando lo veo delante, adiós idea, adiós propósito. Soy tan débil, que sin duda me hizo Dios de algo que no servía para nada”.
Uno de los intereses que tiene la novela es que no se comenta con detenimiento el supuesto pasado sombrío que tiene Tormento. Ese pasado, que a ella le cuesta tanto revelar no queda aclarado del todo y por ello la imaginación del lector, en este caso, juega un papel muy importante. De este modo, cuando la joven se pronuncia respecto a esto, la verdad es que no se detalla la conversación. No obstante, hay que decir que la novela sí nos permite hacernos una idea aproximada de lo que le haya podido ocurrir anteriormente a la muchacha.
La obra entremezcla varias técnicas narrativas como es la de comenzar y acabar en teatro. Luego, el curso de la novela sigue con la típica voz del narrador y transmite el modo de pensar de los personajes. Se trata de una novela realista. De esta forma, el autor adapta el lenguaje a la naturaleza de cada personaje y describe además, todas sus características físicas, así como sus actuaciones. El resultado es que tenemos la sensación de estar viendo a tal persona en vivo y en directo. Sin duda, Galdós consigue adentrarnos completamente en la novela y en el característico ambiente de ésta gracias a su cuidado en los detalles.
La minuciosidad en la descripción nos lleva a conocer a los protagonistas perfectamente. Así, entendemos fácilmente la forma de ser que tienen los personajes. Por ejemplo, nos fijaremos en el caso de Agustín Caballero: “En el cerebro del tímido surgió un bullicioso tumulto de ideas; palabras mil acudieron atropelladas a sus secos labios. Iba a decir admirables y vehementes cosas, sí, las diría… O las decía o estallaba como una bomba. Pero los nervios se le encabritaron; aquel maldito freno que su ser íntimo ponía fatalmente a su palabra le apretó de súbito con soberana fuerza, y de sus labios, como espuma que salpica de los del epiléptico, salpicaron estas dos palabras: vaya, vaya”.
En cuanto a estilo, el de Galdós cuenta con una habilidad especial para el lenguaje popular. No es de extrañar que el mismísimo Baroja comentara de él que: “sabía hacer hablar” al pueblo. De este modo, el célebre escritor se servía a menudo del diálogo. De hecho llegó a ensayar obras totalmente dialogadas. Básicamente, el estilo de Galdós se complace en la naturalidad. Se aleja de cualquier técnica retórica para alcanzar un objetivo. Esto es, hacer llegar al público su visión realista, de una forma directa. Por este motivo, su lenguaje es siempre un acercamiento constante al habla popular y en ocasiones, hasta al lenguaje más vulgar. Otras veces, el Galdós más costumbrista llega a presentar unos personajes un tanto infantiles. Desde luego, un toque de humor nunca le falta al narrador canario. Un humor que roza, a menudo, el sarcasmo y la ironía.
Finalmente, decir que el título de la obra no es más que una alusión a la manera en que Pedro se dirige a Amparo. Lo vemos, por ejemplo, a través de su dramática correspondencia: “Tormento mío, Patíbulo, Inquisición mía”. También nos percatamos de esto cuando ella firma sus misivas: Nada puedo leer sino un nombre que era la firma y decía: Tormento. Con la o final se enlazaba un garabatito… Sí, era su garabatito, su persona autografiada en aquel rasgo que parecía un pelo rizado”. Pero, el título del magistral libro de Galdós también se refiere, por otra parte, al inevitable sufrimiento de la dama y a sus terribles vacilaciones.
http://mundoliteratura.portalmundos.com/tormento-benito- perez-galdos/
Una novela teatral
La construcción del NARRADOR como criatura independiente del autor fue un gran reto que se planteó el realismo a mediados del siglo XIX, cuando se empezó a imponer la idea de que convenía relatar los episodios de una forma objetiva. El francés Gustave Flaubert fue quien de forma más aguda sintió la necesidad de borrar del texto las huellas del autor. Consideraba que el escritor debía volverse invisible, porque su misión había de limitarse a controlar desde fuera todos los detalles de la creación artística. El resultado de esa premisa fue Madame Bovary en 1857.
Uno de los grandes hallazgos de Flaubert fue EL ESTILO INDIRECTO LIBRE por el que el narrador incorporaba la voz y los pensamientos de los personajes en su propio discurso. Conseguir que el autor desapareciera para que el texto fuese impersonal y transmitiera la impresión de vida fue una de las grandes preocupaciones de Galdós desde que inició sus novelas contemporáneas. En esas fechas por influencia del naturalismo, empezó a utilizar la técnica de Flaubert. Sin embargo, su solución al problema de la objetividad fue conflictiva, porque Galdós consideraba utópico un relato totalmente aséptico. En sus novelas el narrador es una criatura voluble que unas veces resulta casi imperceptible, pero que en otras ocasiones se impone por la potencia de su voz. La serie El doctor Centeno, Tormento y La de Bringas puede considerarse una autentica enciclopedia de los distintos tipos de narrador que había ido manejando la narración decimonónico.
En Tormento, enseguida nos percataremos de que el narrador es una criatura excéntrica y caprichosa. Hace acto de presencia en el capítulo II y, a partir de ese momento organiza una narración que se basa en dos triángulos. El primero lo forman Amparo, Caballero y Polo, y el segundo, que es atípico, lo integran Caballero, Amparo y Rosalía. La historia progresa linealmente, aunque con saltos hacia atrás en el tiempo para ponernos en antecedentes, siguiendo una conversación narrativa de presentación y retrospección ( ya visto en Balzac). Por ejemplo, conocemos al indiano Agustín Caballero cuando entra en escena al final del capítulo III, pero tendremos que esperar hasta el V para que el narrador nos cuente el pasado de Caballero en América.
El punto de vista va cambiando a medida que avanza la historia. En el capítulo II, que nos presenta a la familia Bringas montando su nueva casa, podemos observar la huella del costumbrismo romántico. El narrador que relata la historia desde 1884, sugiere haber tenido cierto trato con don Francisco, como reflejan sus palabras " los que le tratamos entonces, apenas le conocemos hoy". Efectivamente en La de Bringas, que es continuación de la historia de Tormento, veremos que el narrador forma parte del circulo de don Francisco y Rosalía. La presencia de este narrador es más enigmática pues parece que espía los movimientos de los personajes sin ser visto.
Este narrador testimonial sale pronto de escena, y se transforma en un narrador omnisciente que se cuela a menudo en la conciencia de los personajes.
Con frecuencia, el narrador usa el estilo indirecto libre para mostrarnos desde dentro lo que piensan los personajes, sobre todo, a partir del capítulo XXV. A partir de ahí, el relato, dominado por el sentimiento de culpa de Amparo, deriva hacia lo psicológico y se convierte en un drama en estilo indirecto libre que se desarrolla en los interiores de la conciencia.
Pese al uso del estilo indirecto libre, son múltiples los pasajes de Tormento en que el narrador expresa sus propias opiniones orientando la interpretación del lector.
El narrador llega a sermonear al lector..
En el capítulo IV contiene una comparación de la época de la Restauración, a la que pertenece el autor, con la época isabelina, a la que pertenecen los personajes. Se trata de una reflexión sobre las clases medias y las fuerzas morales que rigen los cambios histórico-sociales.
En el capítulo XXXIV habla sobre el papel que desempeña el azar en la vida y en el arte. Esta reflexión subraya el carácter teatral de Tormento. La escena predomina como forma de presentación objetiva de la realidad, y se menciona a los personajes en los diálogos antes de que se materialicen en el espacio que les corresponde. Es el caso de Pedro Polo que no aparece hasta el capítulo XIII, pero al que ha sido aludido misteriosamente con anterioridad.
De construcción dramática son los capítulos inicial y final de la novela. Lo es también aunque parcialmente el capítulo XXXVIII, que contiene el dialogo en que Ido del Sagrario imagina una nueva novela sobre Amparo que piensa titular Del lupanar al claustro. Es, en fin, teatral toda la secuencia en que Marcelina encuentra el guante de Amparo en casa de Pedro Polo.
Galdós concibió Tormento como un híbrido de novela naturalista sobre el fluir dela vida y drama romántico fundamentado en un conflicto.
El narrador trata la acción en torno a un misterio, el de la antigua relación de Amparo con el sacerdote Pedro Polo, en el que han sido iniciados algunos de los personajes, pero del que ni Agustín Caballo ni el lector tendrán nunca conocimiento cabal. El conflicto se construye sobre el vacío de secretos susurrados al oído o revelados fuera de campo y sobre una correspondencia a la que solo accedemos en parte. Nunca sabremos si el sobre que lleva Felipe. En el primer capítulo es el mismo que abre Amparo en el XI, ni que dicen las viejas cartas que Marcelina quema en el brasero. Para. El autor las carta debían utilizarse solo como pretexto para dinamizar la acción, sin necesidad de que su contenido quede revelado ante los lectores.
La estructura dramática de la novela depende tanto del narrador como de Felipe Centeno. El muchacho teje y desteje los hilos del destino al ser, en última instancia, responsable de la solución anticlimatica del suicido de Amparo y, por tanto, artífice indirecto del final de comedia en el que triunfa irónicamente el amor libre.
Los personajes de Tormento
Y el retrato de la clase media.
Resulta difícil en Tormento atribuir el papel protagonista a un único personaje. Amparo Sánchez Emperador ( la Emperadora del narrador o la Tormento de Pedro Polo) se perfila como figura principal desde el título, centra gran parte de la acción y clausura la novela. Sin embargo, Rosalía también tiene una gran complejidad psicológica. La cuestión del protagonismo resulta todavía más problemática si valoramos el papel de los héroes masculinos, pues el narrador dedica tanto espacio a Pedro Polo como a Agustín Caballero, por más que el indiano protagonice el desenlace y el sacerdote desaparezca definitivamente del mapa en el capítulo XXXII. Las dos mujeres y los dos hombres están construidos con tal complejidad que ninguno de ellos puede ser considerado estrictamente un personaje secundario. Además, la combinación de técnicas narrativas y dramáticas hace de Tormento una novela de protagonismo cambiante. Así, en el fluir temporal del relato, los personajes se eclipsan, como le pasa a Polo, o se agrandan, como ocurre con Rosalía, y, en un convencional movimiento teatral, avanzan, retroceden y salen de escena, como hacen alternativamente los dos enamorados de Amparo.
Encontramos dos arquetipos confrontados: el de la mujer débil de carácter y el de la mujer enérgica. Se trata de dos mujeres anodinas de clase media que, en vísperas de la Revolución de Septiembre, reaccionan ante sus pequeños dramas privados condicionadas por su temperamento, el medio del que proceden y en el que viven y el momento histórico. Amparo y Rosalía provienen de familias de empleados de simpatías políticas divergentes. El padre de Amparo logró el puesto de conserje de la Escuela de Farmacia en los años del Bienio Progresista (1854-1856), debió de ser admirador del general Espartero, el héroe popular por excelencia de mediados de siglo. Por otra parte, el desparpajo de Refugio, la menor de las Sánchez Emperador, son rasgos característicos de los tipos populares de la chula y la maja, " Maja calipigia" la llama el narrador cuando nos dice que, de esa guisa, Refugio posa para un cuadro que representa a un grupo de mujeres ayudando a enterrar a las víctimas del Dos de Mayo. Pese a ser hija de un empleado y haberse relacionado con las clases medias, la hermana de Amparo representa el ímpetu y las costumbres libres de las mujeres del pueblo que participaron en los motines que forjaron la historia de Madrid del siglo XIX desde el heroico levantamiento de la ciudad contra los franceses en 1808. La rebeldía de Refugio se esboza en Tormento y culmina en la larguísima y soberbia escena del cara a cara con Rosalía en La de Bringas.
El medio en el que se mueve Rosalía es completamente distinto al de Amparo. La señora de Bringas es afín a conservadores y neocatólicos, se codea con funcionarios, frecuenta familias de aristócratas arruinados e idolatra a la Reina. Sus hijos llevan los regios nombres de Paquito, Isabelita y Alfonso. Su padre Juan Bragas de Pipaón era un importante personaje absolutista que se pasó a los liberales a la muerte de Fernando VII ( aparece en los Episodios Nacionales). El retrato de su padre junto al de la reina Isabel II cuelga en el salón familiar de Costanilla de los Ángeles. En Tormento la de Bringas está también emparentada con los Pez, una familia de empleados incombustibles que en las " novelas contemporáneas" domina los entresijos de la administración, sin que le afecten los cambios de gobierno. Rosalía es una dama que se ha criado en el viejo Madrid de los cuadros de costumbres y que abomina el proyecto de ensanche de la ciudad más allá e la vieja muralla de Felipe IV. De sus mayores ha aprendido a detestar el progreso y a arrimarse a los poderosos. Se trata además de una cursi a la que le gusta aparentar, pérfida e hipócrita y maquinadora, mezquina y de fuertes convicciones. En conjunto, resulta un personaje enérgico de concepción romántica.
Frente a Rosalía, Amparo es un ser carente de voluntad, incapaz de tomar decisiones. Galdós pretendía crear una heroína vulgarmente débil, incapaz de inspirar pasiones en el lector.
Por sus virtudes domesticas, Amparo responde al ideal femenino puritano en el que se formaron las clases medias anglosajonas de la época victoriana. Modelo que fomentaba las virtudes de trabajo, fortaleza moral y sumisión en hijas, esposas y madres, para que fueran el sostén de la familia. Era un tipo idealizado y sin fisuras que entusiasmaba a los moralistas católicos y abundaba en el folletín. Amparo tiene madera para ser una ejemplar madre de familia, pero su personalidad no se deja encasillar fácilmente, y las reacciones que suscita entorno son contradictorias. Es sucesivamente un dechado de virtudes, una hipócrita, una mosquita muerta y cuando se deja dominar por la idea de la culpa una neurasténica melancólica. Aunque su religiosidad es más bien tibia, no replica a Rosalía cuando esta pretende que ingrese en un convento. Igual que en el pasado cedió a los deseos de Pedro Polo, en el presente cede a los de Caballero. Para el sacerdote y el indiano Amparo es tanto un oscuro deseo como un ideal domésticos.
Los enamorados de Amparo son dos tipos enérgicos muy parecidos, pero marcados por un medio y un tiempo histórico diferentes. Polo, un advenedizo provinciano de pocas luces, es el fruto de la anacrónica sociedad española del siglo XIX, donde todavía se podría medrar socialmente por medio de la carrera eclesiástica. Por naturaleza, es de temperamento lujurioso y colérico, cualidades incompatibles con la castidad y mansedumbre que se exige a los religiosos. Víctima de sí mismo y de las circunstancias, se enamoró fatalmente de Amparo y descargaba su malhumor en los alumnos de la escuela. En Tormento, don Pedro es un pobre miserable que lo ha perdido todo ayudando a los pobres y se ha quedado sin ingresos porque el obispado le ha suspendido las licencias y no puede decir misa. El tema del cura enamorado fue un lugar común en la narrativa del siglo XIX (Víctor Hugo, Zola, Clarín en la Regenta). El cura de Galdós tiene, sin embargo, rasgos que lo singularizan. Recuerda el héroe romántico. El borrador de la novela decía que Polo sufría de histeria, un trastorno neurótico que la medicina del siglo XIX consideraba propio de las mujeres. El sacerdote posee una imaginación exaltada y es propenso a evadirse de la realidad.
En el capítulo XVII, el narrador nos lo muestra sumido en una especie de duermevela en el que afloran sus deseos íntimos de ser otro y de vivir en otra parte. Por el sueño que tiene sabemos que a Polo le habría gustado ser un héroe de acción, pero también habría querido gozar de la vida apacible de los hidalgos rurales. En su afán por liberarse de las ataduras sociales y por convertirse en un tipo de clase media en una sociedad democrática, el sacerdote se imagina a sí mismo leyendo un periódico que anuncia el triunfo de la revolución y el fin de la monarquía en España.
Muy diferente es la trayectoria de Agustín Caballero. Nacido en Cádiz, en una familia de comerciantes prósperos venida a menos durante las guerras napoleónicas, tuvo que emigrar a América. Allí, Caballero llevó la dura dulcísima de los pioneros y se labró una fortuna dedicándose al comercio y al contrabando en la frontera de México con los Estados Unidos. Al volver a Europa, montó casa en Madrid y en Burdeos, ciudad esta última que tenía una importante colonia de indianos. Agustín Caballero es un hombre de su tiempo. No tiene glamour, es inculto y poco imaginativo, y solo se siente a gusto hablando de finanzas. En el Madrid prerrevolucionario, ha intentado hacerse un hueco en la sociedad y ha aceptado las costumbres de los que mandan. Simpatiza con la Unión Liberal, ha participado en debates sobre el librecambismo y ha contribuido a la causa política del Papa. Pero, acostumbrado a vivir fuera de la ley, sigue siendo un salvaje, y se siente tan desubicado en España como Pedro Polo. Cuando, al final, se marcha con Amparo a Burdeos, el salvaje que habita en su interior se impone al hombre civilizado. El ambiguo desenlace de sus amores con Amparo resulta folletinesco, subversivo y hasta cínico. El indiano de Tormento es un tipo novedoso desde el punto de vista literario. Galdós tuvo varios hermanos que se habían abierto camino en Cuba. Galdós traspasó parte de los recuerdos que conservaba de sus familiares y narró las aventuras del personaje tomando como modelo la historia de una expedición al desierto de Chihuahua. El indiano es también fruto de una moda literaria fomentada desde la década de 1840.
El interés por los Estados Unidos era grande en los años finales de la era isabelina y en los del Sexenio. Agustín es el resultado de este interés. Por un lado, ha concentrado toda su energía en los negocios, como hombre capitalista; por otro lado, como enamorado de Amparo es arquetipo máximo del burgués que se procura una especie de afecto hondo, regular y apacible que da encanto y seguridad en la vida.
En Tormento, las trayectorias de Polo y Caballero son vidas paralelas que no se cruzan nunca. Los personajes saben el uno del otro, pero no llegan a encontrarse, como si vivieran en tiempos distintos y les fuera imposible coincidir. El contraste que se da entre el sacerdote y el indiano refleja la opinión pesimista que Galdós tenía sobre la capacidad de cambio y regeneración de las clases medias españolas.
De la generación revolucionaria, representada en la novela por el grupo de Paquito Bringas y sus amigos, tampoco cabía esperar gran cosa. Estos jóvenes no tenían más aspiración que medrar en las oficinas del estado y se preparaban para la revolución ensayando absurdos discursos de una demagogia hueca. Galdós los presenta desde una perspectiva negativa porque, en su opinión, la oratoria de políticos y periodistas había sido culpable del fracaso de los ideales que impulsaron " La Gloriosa". Es decir, que en conjunto, Galdós relata en Tormento, desde la perspectiva distanciada que dan los años, el tipo de individuos y actitudes que convirtieron las esperanzas de 1868 en la frustración de 1884.
"Tormento" y "La Regenta"
Tormento de Galdós sale a la luz al iniciarse 1884. En junio del mismo año "Clarín" ha llegado a escribir la mitad del primer tomo de La Regenta. Aun así, se pueden apreciar ciertas semejanzas en las dos obras. Naturalmente que las semejanzas no son en cuanto a las obras en su totalidad.
Uno de los temas comunes de las dos, la transgresión del voto de castidad de los religiosos, es común a muchísimas otras novelas europeas. Sin embargo, hay similitudes semejantes en algunos terrenos. Para empezar, una similitud poco frecuente en la literatura decimonónica: la angustia de la mujer que se siente atraída por dos hombres -y también dividida en lo más profundo de su ser- ambos de personalidad fuerte y decidida, mucho más definida psíquicamente que la de ellas.
Las dos protagonistas, Amparo Sánchez Emperador y Ana de Ozores, son dos mujeres diferentes.
La figura de Amparo está apenas esbozada en lo que se refiere a su historia. Nada sabemos de su madre (también muerta en la primera infancia) y poco de su padre, un modesto conserje de la Escuela de Farmacia. Nada de su niñez, probablemente humilde y sin relieve. Dos puntos comunes entre las dos: su indiscutible belleza, clásica y romántica al mismo tiempo, y su carácter dulce e indeciso. Ana lucha contra su infelicidad matrimonial; Amparo se debate con su solitaria miseria. En cierto momento de sus existencias, dos hombres, entran en sus vidas y son causa del conflicto vital que es el nudo y el eje de las dos novelas. En cada uno de los casos, una de las figuras masculinas es un religioso, el Padre Pedro Polo en Tormento, el Magistral Fermín de Pas en La Regenta? Amparo ha sido amante de Polo, pero sin duda por motivos Morales ha roto su relación con él. Sin embargo, basta que él la llame a su lado para que acuda, según ella, por motivos caritativos, aunque sin la menor intención sexual por su parte ( la narración de estos amores jamás aparece en la novela). En El doctor Centeno, Amparo y Polo parecerían figuras secundarias, aunque hay algunas referencias a sospechas sobre ciertos paseos al caer el día. En Tormento los amores entre Amparo y Polo son una cuestión del pasado, cuyo peso siente la muchacha como una mancha sobre sí misma.
La relación entre Ana Ozores y Fermín de Pas es muy diferente. Ana nunca "cae" con el religioso, aunque siente una fuerte atracción hacia él. Tanto los sentimientos morales de Ana como los de Amparo son los que inducen a ambas a alejarse de los sacerdotes. Sin embargo, las dos van a regresar a ellos.
Las dos mujeres buscan subterfugios -de tipo moral- para poder conservar la relación con los religiosos. Amparo visita al padre Polo en su pobreza y enfermedad, cuando ha recibido ya proposiciones matrimoniales de otro hombre e, incluso, dinero, con el cual compra regalos y comida para el cura. Pero encuentra excusas para sus actos.
La debilidad de carácter de Amparo y Ana las une como una tendencia común, así como su temperamento depresivo e indeciso, que las lleva a recurrir al suicidio cuando no encuentran salida a una situación vital. El falso suicidio de Amparo revela evidentemente su situación histérica, su caos mental. Ana, muerto el marido y abandonada por su amante -y por toda la sociedad- cae en un caos mental, un preámbulo del suicidio.
La lluvia, tanto en Tormento como en La Regenta, subraya los momentos de gran tensión: el día en que Amparo se "suicida", miércoles, llovía. Las depresiones de Ana están relacionadas con el comienzo del otoño.
Pero, posiblemente, el punto que más acerca a las dos novelas es la personalidad de los dos religiosos. Polo está dibujado mucho menos pormenorizadamente que Fermín de Pas. Podría decirse que Polo es un esbozo de Fermín, el cual es más inteligente, más complicado, más sutil y refinado. Polo no es canónigo; es un cura modesto que apenas ha salido adelante; es tosco y más primitivo que don Fermín. Galdós no le concede la misma importancia que Clarín.
Tanto Galdós como Alas dedican algunas páginas para narrar la infancia de los religiosos. Solo lo hará Galdós con Pedro Polo.
Los detalles son comunes: los dos niños proceden de pueblos pequeños, de familias pobres en las que el padre es una figura borrosa que desaparece en época temprana y de manera violenta. La única herencia que reciben de sus padres los dos mozos es su fortaleza corporal, lograda durante los años en que, junto a sus progenitores, anduvieron dedicados a la vida del campo y a la caza. Polo " había pasado la niñez y lo mejor de su juventud dedicado a divertirme tos corporales y al saludable ejercicio de la caza". Ambos abandonarán esta vida pero se seguirá manifestando en su rigor físico y en su gusto por el vestir, cuando es posible, la ropa de cazadores. Vestimenta simbólica, opuesta a la sotana, a la cual sienten que, debajo de esta, " son hombres para rato".
Tanto Polo como Fermín son "hijos santos". No solo han llegado al sacerdocio impulsados por sus madres, sin vocación alguna, " vencieron la repugnancia de Polo, le fingieron una vocación que no tenía", sino también como única solución para salir de la miseria.
Por encima de estas cuestiones materiales hay otra que queda flotando sobre ellas: el deseo de las madres de un único hijo, de no compartirlo con ninguna mujer y entregarlo a la Iglesia como forma de conservarlo, al mismo tiempo para ellas. Las situaciones incestuosas, del complejo de Edipo, son obvias en las dos obras. En el caso de Polo, una vez muerta su madre, la hermana, antes silenciosa, absorbe todo el amor como única culpable de las desviaciones de su hermano, de su " vicio asqueroso". La infeliz Amparo es juzgada por ella como " buena pieza" y "maldita mujer".
La carrera eclesiástica de cada uno de nuestros dos hombres se realiza también, en parte, a dos canónigos interesados en ello, que la apoyan en el terreno material y social. Un paciente lejano de Polo je le protege bastante tiempo, hasta que consigue una posición estable. En La Regenta tendremos a Fortunato Camoirán que será el protector definitivo de la carrera de Fermín.
Físicamente también tienen puntos de contacto, son hermosos y saben vestir sus ropas con elegancia. Galdós con su sutil ironía, achaca a estas características el éxito que don Pedro Polo tiene en el púlpito.
La sotana es pieza clave para las dos religiosos: los dos o a visten con verdadera elegancia, hecho sobresaliente en el caso de Polo, ya que difiere en ello de la mayoría de los sacerdotes que pueblan las obras de Galdós. La sotana no es ya su " segunda piel", sino la tenaza que les impide vivir. La presión mental que sobre ellos ejerce la prenda, que les impide "ser hombres", es decir, expresar una sexualidad a la cual sienten que tienen derecho.
Los dos están dotados de un temperamento violento y fuerte. Ya en el Doctor Centero desde el principio Galdós nos hace saber que "don Pedro Polo era sanguíneo, tirando a bilioso, ambicioso y emprendedor". Su frustración amorosa lo lleva a perder el control de sí mismo en varias ocasiones, ataques e incluso a intentos de matar a la amada, que lo desdeña. Su desesperación amorosa le lleva a perder el control de sí mismo hasta convertirse en una especie de animal herido, que no maneja sus acciones.
El contexto histórico de la revolución de 1868.
El sexenio Revolucionario y las novelas históricas.
La revolución "Gloriosa" de septiembre de 1868 fue de ejecución rápida. Prim llegó a Cádiz el 16 de septiembre y se pronunció el 18. El 19 se le sumaron seis generales unionistas que procedían de Canarias, adonde habían sido desterrados en el mes de julio. El 28, las fuerzas gubernamentales fueron derrotadas en la batalla de Alcolea y, el 30, Isabel II, que estaba veraneando en San Sebastián, y tomó el tren en Irún y partió hacia su exilio parisino.
Se inicio el Sexenio Revolucionario, de esperanza y frustración, de inestabilidad y enfrentamientos civiles, en el que tuvo un protagonismo destacado la élite universitaria inaudita. Entre 1868 y 1874, los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente. El general Serrano asumió el poder en octubre; en junio, se aprobó una constitución decididamente liberal. En septiembre, el descontento popular desencadenó las primeras insurrecciones federales; en noviembre de 1870, tras más de un año de intensos debates sobre posibles candidatos a la corona, Amadeo de Saboya, al que avala Prim, fue elegido rey; en diciembre, Prim murió víctima de un atentado; en abril de 1872, se produjo un nuevo alzamiento de la reacción carlista. En febrero de 1873, la abdicación de Amadeo de Saboya dio lugar a la I República, que duró menos de un año y tuvo que hacer frente al conflicto en el norte y en Cataluña y a diversos levantamientos federales en Levante; el 3 de enero de 1874, el golpe de estado del general Pavía acabó con la República y Serrano ocupó el poder; en diciembre, España volvía a tener un rey borbónico: Alfonso XII, el hijo de Isabel II. Comenzaba así la Restauración, largo período de relativa estabilidad cuyo artífice fue Antonio Cánovas del Castillo.
Galdós observó los acontecimientos de estos años. Presenció la entrada en Madrid del general Prim, y siguió desde la tribuna privilegiada de la prensa los cambios históricos que se iban produciendo. Durante el período constituyente, fue cronista parlamentario para el diario demócrata Las Cortés, y colaboró con asiduidad en la Revista de España, una importante publicación liberal. Más tarde, dirigió El Debate, desde el que se promovía una línea editorial de justo medio, alejada de los planteamientos políticos contrarios a la Unión Liberal.
Para Galdós la " Gloriosa" fue, de entrada, una "revolución de alegría, de expansión de un pueblo culto". En ella vio el primer paso hacia la regeneración de la vida nacional. Al optimismo inicial siguió, sin embargo, el desengaño. De la acción se pasó a la demagogia de la prensa y de los parlamentarios. Las clases dirigentes no sintonizaban con una masa popular que, o no se sentía concernida, o se identificaba cada vez más con el federalismo republicano y el movimiento obrero, especialmente en Andalucía y Cataluña.
En el norte y en Catañuña, la ultra católica reacción carlista desencadenaba una nueva guerra civil. La visión de Galdós evolucionaba con los acontecimientos. Rechazó por igual el carlista y los levantamientos cantonales, de ahí que su reacción ante el golpe del general Pavía fuera fundamentalmente escéptica. En los primeros años del siglo XX, desde una postura republicano-socialista, evaluaría el fracaso de la revolución mucho más radical.
Galdós nació como novelista en el Sexenio.
Los cambios políticos exigían nuevas formas a la literatura, especialmente a la novela, que era el género por excelencia de la burguesía europea. El clima de libertad inaugurado por la Revolución y el protagonismo que en ella habían tenido las clases medias favorecían la consolidación de una novela nacional que había de ser "el vehículo que las letras escogen en nuestro tiempo para llevar al pensamiento general, a la cultura el germen fecundo de la vida contemporánea" según palabras de Clarín.
Desde el principio, Galdós buscó una fórmula narrativa que fuese tributaria de la tradición cervantina y estuviese a la altura del pensamiento y el arte europeos. El proyecto que cristalizó tras el triunfo de la "Gloriosa", fue el fruto de la observación directa de la realidad social española, del análisis de la actualidad política que Galdós conocía de primera mano, del estudio de la historia reciente y del descubrimiento de la narrativa de Balzac y de Dickens.
Galdós empezó la construcción de un universo narrativo protagonizado por las CLASES MEDIAS, a las que consideraba el motor de la historia del siglo:
"La clase media, la más olvidada por nuestro novelistas, es el gran modelo, la fuente inagotable. Ella es hoy la base del orden social: ella asume por su iniciativa y por su inteligencia la soberanía de las naciones, y en ella está el hombre del siglo XIX con sus virtudes y sus vicios, su noble e insaciable aspiración, su afán de reformas, su actividad pasmosa".
Galdós comprendió que la novela histórica le permitía reflexionar sobre cuestiones que, como liberal, le preocupaban mucho: la revolución, la guerra civil, el papel del siniestro Fernando VII...
Por eso entre 1873 y 1879 se consagraría casi en exclusiva al género histórico. En esos años redactó las veinte novelas de las dos primeras series de Episodios nacionales, abordó la historia del siglo XIX desde la batalla de Trafalgar 1805 hasta el inicio de la primera guerra carlista 1834. Por medio de los Episodios nacionales, Galdós indagó en las fuerzas morales que recorrían el siglo XIX, en las razones por las que había fracasado una y otra vez la revolución, en las consecuencias que había tenido la guerra civil entre los partidarios del absolutismo y los partidarios del progreso. Y, al mismo tiempo, rastreó el origen de la mesocracia de 1868, que Galdós consideraba un producto híbrido de clases populares, hidalgos y pecheros del Antiguo Régimen.
La redacción de las dos primeras series de Episodios nacionales fue una labor titánica.
Galdós acabó muy cansado y, al terminar el último episodio de la segunda serie, dio por cerrada esta etapa de su obra, aunque dejó bien claro que iba a conservar a los personajes para "casta de tipos contemporáneos". En novelas posteriores recurriría a figuras de estos Episodios. Por ejemplo, con la familia Bringas.