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Una de las grandes conquistas del homo civilizado es la conducción de los conflictos
connaturales a nuestra vida en sociedad, a través de normas de conducta. Lo anterior, que
corresponde a la expresión más lacónica del derecho, “como conjunto de normas para
garantizar la convivencia del hombre en sociedad”, es un lienzo inacabable.
Suele ocurrir primero o bien el daño, ora el conflicto, y luego, la “civilizada” solución desde
lo jurídico, expresada generalmente como una formula o mandato conjurante.
Así, la historia del Derecho se ha construido sobre el reproche deóntico de la realidad que
pretende remediar, como rectitud u orden que llega a lo declinado. Es una suerte de lucha
entre la luz y la oscuridad, y tal como en el génesis judeo-cristiano la luz se hizo en la
entraña de lo oscuro. De esa manera, en esa misma historia evolutiva del Derecho, y de
nuestra sociedad, constante y temporalmente hay vacíos de lo jurídico.
Este flujo de sociedad y derecho, lo revela muy bien la paradoja de Aquiles y la tortuga
atribuida al griego Zenón de Elea, según la cual, el veloz Aquiles nunca alcanzaría al animal,
en la medida en que una vez recorrida la distancia que lo separaba de la posición de la
tortuga, ésta ya se habría movido así sea un mínimo espacio, y cuando Aquiles quisiera
tornar al nuevo espacio de la tortuga, ella ya no estaría allí, sino en un ínfimo lugar diferente,
que en todo caso, no es el mismo al que ya habría llegado Aquiles.
Por ejemplo, ocurría en un lugar de Colombia, de cuyo nombre no quiero acordarme, (como
tampoco los dirigentes influyentes de Colombia) que no hace mucho vivían comunidades
negras, sencillas, artesanales, pescadoras y tranquilas ligadas al río Atrato. Sin embargo,
el río comenzó a devorarlo la minería ilegal, y en cada bocado se iban marchitando los
derechos a la vida, a la salud, al agua, a la alimentación adecuada, al medio ambiente sano,
a la cultura y al territorio de las comunidades étnicas que habitan en su cuenca y afluentes.
La tutela interpuesta por la ONG Tierra Digna, dio lugar a que la Corte Constitucional
profiriera la sentencia T-622 de 2016, en la cual se reconoció al río Atrato, su cuenca y
afluentes como una entidad sujeto de derechos a la protección, conservación,
mantenimiento y restauración a cargo del Estado y las comunidades étnicas. Así mismo, se
declaró la existencia de una grave vulneración de derechos fundamentales mencionados,
y en cuya protección, se dispuso un plexo amplísimo de protecciones.
El anterior caso, permite visibilizar cómo lo jurídico, y los valores de justicia que debe
encarnar, encuentran una forma de poderosa realización, en el litigio estratégico.
Con lo anterior, se logra no solo la reparación del conflicto, sino la transformación de la
sociedad, a partir de ese conflicto. Los efectos del litigio estratégico en ese caso, no solo
implicaron la orden de que se suspendiera la minería ilegal, sino la articulación intersectorial
con el fin de transformar a la comunidad y lograr una justicia que no anide inerte en el papel,
sino que descienda al reino de los vivos.
Muchas gracias por mostrar la capa, el antifaz de héroe, la proyección social que habita en
la profesión de abogado.