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del Santísimo Niño Jesús, del Instituto del difunto Rvdo. P. Barré,
mínimo. Principalmente para los tiempos de sus retiros y de sus
ejercicios espirituales sobre los principales deberes de su estado, las
cuales podrán también servir a todos los demás maestros y maestras
de escuela para darles a conocer la importancia y las obligaciones de
su profesión.
Por el R. P. F. Giry, exprovincial de los Mínimos y Director del mismo Instituto.
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De este modo, no hay que dudar en lo más mínimo que Dios, que hace todas las cosas con
perfección, no llame a ciertas personas a este empleo y que no haya en ello una vocación celestial
y sobrenatural, lo mismo que la hay para el estado religioso o para el estado eclesiástico.
Reconozcan delante de su divina majestad que esta es su vocación y que es lo que Él pide de
ustedes: y ponderen, al mismo tiempo, aquel honor que les ha hecho al elegirlas entre una
infinidad de personas de su sexo más capaces, más virtuosas y que habrían sido más fieles que
ustedes, para tomar parte en un empleo tan excelente. Convénzanse bien de la necesidad que
tienen de responder por sus acciones y de desempeñar exactamente todos los deberes.
Confúndanse en ustedes mismas al no haber hecho todavía una reflexión suficientemente seria
sobre una gracia tan considerable, de no haberle agradecido todavía la divina bondad con toda su
afectividad y de haber descuidado a menudo los ejercicios más importantes.
Giman también en el fondo de su corazón por haberse movido algunas veces por motivos
humanos en lo relativo a su perseverancia en este estado, por no haberlo mirado sino con frialdad
e indiferencia y por haber, incluso, en algún momento, deliberado acerca de abandonarlo para
tomar partido por otro más agradable a la naturaleza, sin considerar que es Dios quien las ha
llamado y sin tener en cuenta la necesidad apremiante de tantas almas que perecen faltas de
instrucción. Tomen una firme resolución de vivir y morir al servicio de estas queridas almas
rescatadas por la sangre de su Salvador y de aguantar todo tipo de fatigas, rechazos y
persecuciones pacientemente para socorrerlas.
Segundo punto
Consideren 2. Que lo primero que debe tener en vista una maestra de escuela al abrazar esta
profesión por inspiración de Dios y lo que debe proponerse en el tiempo del retiro espiritual es el
convertirse a Dios de todo corazón y avanzar siempre más y más en el desprendimiento de todas
las cosas creadas, en la muerte a sí misma y en la pureza del amor divino. Porque ella debe
persuadirse de que es a ella que se dirigen las palabras del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses
(cap. 4): Haec est voluntas Dei sanctificatio vestra, la voluntad de Dios es que ustedes trabajen sin
cansancio en su perfección y en volverse santas. También será una gran ilusión que se imagine
poder ayudar a las personas de su sexo a caminar en las sendas de la virtud y de la santidad a
pesar de que estén todavía muy vivas sus pasiones y sus apetitos desregulados y que descuidaría
su propio avance. Es necesario que ella entre en el camino que quiere mostrar a las otras. Es
necesario que vaya hasta el final de aquel sitio al que quiere atraer y conducir a las otras. Es
necesario que tenga pureza de corazón de manera de poder inspirar a otras. Sin esto, sus trabajos
serían muy estériles y no producirían sino muy poco fruto. Y aun cuando fueran capaces de
producir un bien tal que le permitiera ganarse el mundo, si dejara perecer miserablemente su
alma, no tendría ninguna participación en los bienes que trataría de distribuir entre sus discípulas.
Vean, entonces, si acaso hasta el presente han tenido estos sentimientos y si han tomado el
cuidado de proponerse este fin. ¿Ah! Cuánto hay que temer que se hubieran puesto inútilmente
en la pena de no producir sino poco progreso en la vida espiritual desde que han entrado en el
Instituto. Porque, díganme, les suplico, ¿qué vicio han vencido? ¿qué virtud han adquirido? ¿qué
pasión han domado? ¿No siguen estando llenas de ustedes mismas, tan atadas a sus propios
intereses, tan sensibles a las injurias, tan delicadas sobre el punto del honor, tan sensuales e
inmortificadas, tan vacías de Dios como lo estaban al comienzo? ¿Dónde aparecen la humildad, la
paciencia, la sumisión de espíritu, la caridad para con el prójimo, la devoción y el amor cordial por
Jesucristo?
Suspiren en lo más profundo de su corazón por esta gran negligencia, pidan el perdón de Dios y
formen a partir de ahora el designio de una perfecta renovación interior.
Que así, de aquí en más, constituyan siempre su capital del gran negocio de la salvación. Que no
cesen de reformar sus costumbres y su conducta en todo lo que sea contrario a la perfección. Y
que declaren una guerra inmortal a su amor propio. Harán que todas las luces e impresiones del
cielo que reciban en sus ejercicios, todos los ejemplos de mortificación y de piedad y de fervor
que vean en sus Hermanas, sirvan para esto.
Tercer punto
Consideren 3.