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EL PUÑO INVISIBLE

ARTE, REVOLUCIÓN Y UN SIGLO DE CAMBIOS CULTURALES


DE: CARLOS GRANÉS MAYA
INFORME DE LECTURA

MAURICIO ANTONIO HOYOS GÓMEZ

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE ARTES
MAESTRÍA EN HISTORIA DEL ARTE
SÉPTIMA COHORTE
PERIODO 2016-1
HISTORIA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO
PROFESOR: EFRÉN A. GIRALDO QUINTERO
MEDELLÍN
MAYO DE 2016
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El Puño Invisible
Arte, revolución y un siglo de cambios culturales
Por: Carlos Granés Maya

El Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco, convocado anualmente por el Grupo


Editorial Santillana, en su versión 2011 concedió este galardón al antropólogo colom-
biano Carlos Granés Maya, quien bajo el seudónimo de Stiller, presentó el trabajo titula-
do El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales; “Por la
importancia del tema que aborda y de la tesis que sustenta, por la amplitud y la profun-
didad de la documentación que subyace en la obra y la creatividad con que la maneja,
por la calidad de su escritura –rica, amena, apasionante-”, como lo enunció el jurado en
el acta correspondiente.

Granés, doctor en antropología, especializado en arte, asistente de dirección en la Cátedra


Vargas Llosa y autor de otros escritos relacionados con temas de índole similar, en esta
ocasión nos presenta una obra que sintetiza de manera ambiciosa la influencia de las van-
guardias artísticas en las transformaciones culturales del mundo Occidental a lo largo de
cien años, desde finales de la primera década del siglo XX hasta la primera década del
XXI. De esta manera, el autor estructura la obra a partir de dos momentos importantes a
los que ha denominado respectivamente ‘Primer Tiempo’ y ‘Segundo Tiempo’. Mientras
que el primer momento aborda aquellos acontecimientos que marcan el surgimiento de las
primeras vanguardias artísticas, entre las que se encuentran el Dadaísmo y el Futurismo,
hacia 1908, hasta los movimientos revolucionarios juveniles de 1968; el segundo momen-
to expone las nuevas tendencias del arte contemporáneo y otros aspectos relevantes que
tienen lugar luego de 1968 hasta mayo de 2011. Al final, se presenta un epílogo y se in-
cluye una relación de las obras que demuestran el amplio repertorio de fuentes consulta-
das, el índice onomástico y un índice analítico.

Cada una de las dos partes en que se configura la obra está antecedida por una serie de
epígrafes, pequeños fragmentos de los enunciados que expresan algunos de sus protago-

 
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nistas y que de manera anticipada anuncian al lector el tipo de contenidos con que se va a
encontrar. A su vez, cada una de estas partes se halla constituida por pequeños capítulos
antecedidos por un título que señala el tema, el periodo y los sitios geográficos en que
tienen lugar los acontecimientos.

Es así como Granés inicia su recorrido con un Primer Tiempo caracterizado por la revo-
lución y un anarquismo que dio lugar a la renovación absoluta de las artes con resulta-
dos de importante trascendencia. Inicialmente, este periodo se caracterizó por el
nacionalismo, la apasionada militancia y el furor guerrero del futurismo, con Marinetti
como su fundador y principal impulsor; igualmente por el germen anarquista y liberta-
rio que llegó con el dadaísmo y su rebelión en contra de las convenciones literarias y
artísticas, con Ball, Tzara, Huelsenbeck, Duchamp, Picabia y Man Ray entre algunos de
sus principales exponentes; luego con el surrealismo y su búsqueda por trascender la
realidad a partir del impulso síquico de lo imaginario y lo irracional, con André Breton
a la cabeza; acto seguido con los letristas y su interés por una poesía que atendiera el
valor sonoro de las palabras más allá de su significado, con Isou, Pomerand, Lemaitre y
Roland Sabatier entre sus más destacados seguidores; posteriormente con los situacio-
nistas que, como su nombre lo dice, sería la denominación del pensamiento y la práctica
en la política y las artes inspirada por la Internacional Situacionista y cuyo planteamien-
to central era forjar una nueva civilización en la que el ser humano jugara permanente-
mente y creara situaciones apasionantes, allí se distinguieron Debord, Nieuwenhuys y
Jorn; más adelante con los estudiantes sesentaiochistas y su afán por cambiar el orden
de una sociedad dominada por fuerzas económicas, la primera vez que la juventud apa-
recía como un conglomerado que podía producir cambios radicales en la sociedad; fi-
nalmente, esta primera parte culmina con el intento de asesinato de Andy Warhol por
parte de Valerie Solanas, feminista de la época.

La continuación de este último suceso sirve como abrebocas para el Segundo Tiempo,
donde el autor, de manera menos explicativa que los acontecimientos descritos en la pri-
mera parte, pero con un tono crítico y mordaz, expone los motivos por los cuales durante

 
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este periodo las vanguardias artísticas decayeron en un espectáculo frívolo, consumista,


caracterizado sobre todo por la ausencia de propuestas estéticas relevantes. Luego de rea-
lizar una de sus más largas intervenciones mientras narra brevemente cómo logra Warhol
sobreponerse al atentado, de considerar los detalles más relevantes del legado del artista y
su ‘Fábrica’ de arte, de referirse a Prince y Levine, con los actos plagiarios producto de su
carencia de ideas –como él mismo lo menciona-, y a la banalidad de Koons y su talento
para los negocios, el ensayista se introduce en otros temas.

Entre los más destacados se encuentran el mercadeo artístico de McLaren y los Sex Pis-
tols, el arte corporal del accionismo vienés y sus intervenciones transgresoras, el hedo-
nismo escultórico de Hirst y los cuestionamientos a las instituciones universitarias y a los
museos; asimismo cuestiona la figura del curador y su influencia en el circuito artístico,
reflexiona sobre la concepción de la obra desde el discurso que la acompaña y que se tor-
na más importante que la obra misma, se refiere al deslumbramiento por la teoría que ha
convertido al arte en una aburrida y pedante práctica pata iluminados, realiza algunas
consideraciones sobre el papel de la industria del espectáculo y la contracultura revolu-
cionaria que valida el lema “sexo, droga y rock’n roll”, además del amarillismo y la pér-
dida de la intimidad promovidos por los medios masivos, para finalmente concluir con las
acciones realizadas por el movimiento de los indignados de mayo de 2011 en España, la
que señala quizá como la última revolución juvenil de un largo siglo de revoluciones de
ese mismo orden en Occidente.

En cuanto a la manera en que Granés estructura la obra, cabe destacar que aunque el or-
den cronológico de los hechos se presenta de forma segmentada, dada la discontinuidad
que presenta cada uno de los relatos mediante los cuales se abordan las diferentes van-
guardias, existen elementos comunes que concatenan los acontecimientos y que hacen
posible articular de manera lógica y comprensible el relato; es una historia de las van-
guardias que se consolida a partir de pequeñas historias cuya continuidad se establece
gracias a las relaciones generadas entre los personajes que las protagonizan, los sucesos

 
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que les son comunes a los mismos, los lugares que frecuentan, las obras que producen y
los eventos que realizan, las organizaciones que conforman, los ideales que comparten.

Los enunciados de cada capítulo, los sitios geográficos que se enuncian, las fechas que
establecen los límites del periodo que se va a abordar y los personajes y situaciones que
allí se tratan, aunque en principio se presentan de manera atomizada y podría parecer que
por su divergencia interferirán en la comprensión de los acontecimientos, finalmente se
van configurando como un rompecabezas que poco a poco van aportando piezas para
concretar el cuadro que se plantea.

Un lugar, un personaje, una obra, un acontecimiento, una idea, la formulación de genea-


logías y líneas de contacto entre los distintos episodios, son algunos de los recursos que
eventualmente se abordan en cada capítulo y que al tocarse en otros, así sea de manera
tangencial, se convierten en un hilo conductor que permite armar progresivamente el teji-
do argumental que la obra va proponiendo a medida que se avanza en ella; un recurso
que, a mi modo de ver, aunado a la riqueza de imágenes que el autor ofrece mediante las
herramientas narrativas que emplea, presenta un escenario casi cinematográfico que hace
amena y digerible la lectura del texto, lo que se ve además beneficiado por el uso de un
lenguaje absolutamente coloquial.

Otro aspecto que llama la atención es la manera en que el relato de algunos capítulos,
sobre todo los del Primer Tiempo, se construyen a partir de pequeños episodios cuyas
anécdotas parecen sugerir de manera metafórica la repercusión de una acción específica
en un acontecimiento de trascendencia mayor para el momento social, político o cultural
en la cual se halla enmarcada, como pequeños aconteceres que parecen ilustrar figurada-
mente sucesos importantes para las manifestaciones culturales y artísticas del contexto en
que tienen lugar.

En la medida en que nos vamos adentrando en el relato, se hacen visibles las particulari-
dades de cada una de las vanguardias desde su dimensión social, política y cultural, ade-

 
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más de los rasgos humanos de sus protagonistas; se manifiestan así encuentros y desen-
cuentros, alianzas y disidencias, pasiones y odios, adhesiones y renuncias, apogeo y de-
cadencia; situaciones de las que hacen parte genios, delirantes, fantasiosos, mesiánicos y
hasta locos o terroristas.

Con respecto a la capacidad de Granés para conectar un concepto interno y otro externo
de vanguardia, es posible inferir que efectivamente lo hace, en tanto el autor establece la
relación entre los principios que promovía cada movimiento, la ruptura que estos busca-
ban generar con el contexto en el cual y contra el cual se concibieron y la manera en que
dichos preceptos llegaron a afectar ese contexto; muestra de ello es cómo la vanguardia
cultural pudo llegar a influir en la eclosión de algunas guerrillas urbanas que protagoniza-
ron actos terroristas en Estados Unidos y varios países de Europa durante el periodo del
Primer Tiempo, es decir, entre 1909 y 1969.

La manera en que el autor plantea la estructuración de la obra mediante la narración de


los acontecimientos en un Primer y Segundo Tiempo, como se mencionó inicialmente en
este trabajo, está directamente relacionada con cómo cada uno de esos momentos tuvo
una caracterización específica de acuerdo con el impacto que precisamente presentaron
las vanguardias, no solo en las artes sino el contexto en que estas tuvieron lugar. Es así
como el autor destaca la transformación y la renovación que presentaron las artes y la
manera en que estas afectaron el entorno en el Primer Tiempo, mientras que el Segundo
Tiempo significó su derrota, una vez que el discurso anárquico del anterior fue asimilado
por la sociedad y enaltecido por el mercado, pues su gesto transgresor se convirtió en una
pintura estereotipada. (Granés, 2011, p. 418).

Es así como el ensayista colombiano llega durante el Segundo Tiempo a conclusiones que
comparativamente abordan algunos aspectos presentes en cada una de las dos partes del
relato, cuestionándose sobre las razones por las cuales el arte contemporáneo de las últi-
mas décadas carece de propuestas estéticas contundentes, a pesar del legado que, de algu-
na forma, le dejaron las vanguardias artísticas que pretendían por medio del arte

 
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revolucionar la sociedad. Habla entonces de Warhol, del arte pop y la cabida que se le dio
a la trivialidad y a lo mediático para ingresar a la institución del arte, no como un desafío
o una burla, al mejor estilo de Duchamp, sino como una exaltación de la estética publici-
taria, donde la copia no se concebía como una transgresión, sino como una salida a la
ausencia de creatividad. Así Prince y Levine harían lo propio, con fotografías publicita-
rias de Marlboro el primero y con fotografías de Walker Evans y reproducciones doradas
del orinal de Duchamp la segunda.

Igualmente, reflexiona sobre la destrucción de la alta cultura sustentada en valores como


la pericia, la imaginación y el talento, como lo deseaban futuristas, dadaístas y surrealis-
tas, mas no con ello sobrevino la muerte del arte y del museo, sino un segundo tiempo en
el que cualquier cosa puede convertirse en arte siempre y cuando genere expectativa sufi-
ciente y escándalo como para llamar la atención de los museos, como magistralmente lo
hace Koons con la producción banal de su arte en serie, quien a pesar de seguir atacando
la burguesía, ya no encarna la rebeldía de otros tiempos.

De otro lado, critica la manera como la idea vanguardista de fundir arte y vida terminaría
por ser una mina de oro para los medios de comunicación y la prensa escrita. Una fusión
que por supuesto no convirtió la vida en arte, sino en el espectáculo más lucrativo de los
últimos 30 años, donde todas las propuestas de la vanguardia, como la aceptación del
mundo, la cotidianidad, la vida real, el humor, la ironía, la rebelión, el disparate, fueron
explotados comercialmente con formatos como el reality show, el talk show y programas
como Fear Factor, Jackass y Extreme Makeover; un cambio de la cultura y los valores
que la sustentan, donde la libertad para hacer payasadas, escudriñar en la intimidad de los
demás, disfrutar sin cargos de conciencia sobre la banalidad e insultar al otro es en lo que
se convirtió la libertad de expresión promulgada por Man Ray, Duchamp y Cage, y que
ahora se legitimiza para la ofensa y el ataque personal. En el sensacionalismo actual pulu-
lan también los programas de televisión que recrean asesinatos, que hurgan en las mentes
criminales o que graban en directo a las autoridades en tiroteos con bandidos; todas, téc-

 
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nicas de la transgresión y de la ruptura de tabúes a las que recurren los medios masivos
para conquistar la audiencia.

También hace referencia a cómo después de las revoluciones tercermundistas, el sensa-


cionalismo llegó a convertirse en la última aventura de Occidente, donde riesgo y emo-
ción ya no serían resultado de aventuras y revoluciones, sino de viajes al lado oscuro del
ser humano y de la sociedad. En este sentido alude las obras del shock art y a uno de sus
principales exponentes, Damien Hirst, el artista británico que con sus instalaciones de
animales en proceso de descomposición, algunos cortados en trozos o por la mitad, logró
generar horror y fascinación en los 90’s. A diferencia del arte de vanguardia del primer
tiempo, la preocupación de este movimiento no es liberalizar la sociedad ni ampliar los
márgenes de libertad individual, sino desacralizar lo que sea y sin razón alguna, con el fin
de generar algún tipo de reacción asociada con el estremecimiento, la rabia o la indigna-
ción; parece ser que hoy día asistir a un museo sin sentir una sacudida emocional, ofen-
derse o abochornarse por alguna extravagancia, es aburrido e insulso.

En lo que respecta al ámbito de las exhibiciones, el segundo tiempo también se ha carac-


terizado por una aparente ansiedad por parte de algunos artistas para formar parte de los
establecimientos culturales, donde la cuestión ya no es destruir el museo, en discordancia
con la revolución cultural del primer tiempo, sino ser acogido y vanagloriado por él. En el
caso de los procesos de curaduría, anteriormente otros personajes que solían influir en la
percepción y el gusto del público, entre ellos el crítico, el marchante o el pope vanguar-
dista, han sido desplazados y la figura del curador ha ganado un papel preeminente; el
artista ha perdido la potestad para determinar cuál es el rumbo que ha de tomar el arte y
se ve sometido a los afectos del curador para acceder al circuito de galerías y exhibicio-
nes. Adicional a esto, asistir a una exhibición de arte contemporáneo, en algunos casos,
ha llegado a tornarse en una experiencia inverosímil en condiciones generalmente poco
favorables por la complejidad de algunas instalaciones, entre las que se encuentra el des-
ciframiento de diversos tipos de documentos y la interpretación de piezas que hacen dis-
pendiosa y, por tanto, poco placentera la apreciación de la obra.

 
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De otra parte, mientras en el primer tiempo había que hacer un esfuerzo para rechazar la
forma de vida burguesa, actualmente lo difícil es pertenecer a ella, pese a contar con to-
das las condiciones para serlo, como una carrera profesional, estudios de posgrado, viajes,
intercambios, compromisos ciudadanos, etc. Lo que desean los jóvenes hoy día es preci-
samente lo que rechazaron los vanguardistas, desde una formación profesional y un futuro
asegurado, hasta la propiedad y el reconocimiento social.

Para concluir, el autor cierra con una reflexión mediante la cual cuestiona si puede la civi-
lización vivir sin artistas y escritores que escarben en sus entrañas, si no indefinidamente,
tal vez durante un tiempo, o por lo menos con la confianza de que así sea, y apuesta a que
el engaño del arte contemporáneo no va a durar mucho más, como se atreve a suponer por
algunas prácticas culturales que ya asoman su agotamiento.

Finalmente, en este viaje por las vanguardias que el autor ha sabido reconstruir de manera
muy audaz y que proporciona una lectura placentera mediante la narrativa que emplea,
aunque con un tono de lamentación y hasta de reclamo que se percibe en la segunda parte,
se constituye en un aporte importante que proporciona información valiosa, que ofrece de
manera didáctica una aproximación interesante a las transformaciones culturales que
promovieron las vanguardias artísticas y a su repercusión en la concepción del arte actual.

Referencias
 
Granés, C. (2011). El Puño Invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales.
Madrid, España: Taurus.
 

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