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Leo Huberman, Los bienes terrenales del hombre, editorial Era.


Capítulo 1: Clérigos, Guerreros y Trabajadores
Los directores de las primeras películas de cine a menudo hacían cosas extrañas.
Una de las más curiosa era su costumbre de llevar a la pantalla gentes que
tomaban un automóvil e iban a cualquier parte sin pagar al chofer. Paseaban por
la ciudad, se divertían, o iban a un centro de negocios, y ahí terminaba todo. No
había que pagar. Igual pasaba en los libros de la Edad Media, en los que por
páginas y páginas, caballeros y damas, con armaduras brillantes o trajes
suntuosos, vivían entre torneos y juegos. Siempre residían en castillos
espléndidos y comían y bebían a su gusto. Pero alguien tenía que pagar por todo
ello, porque los árboles no dan armaduras, y los alimentos que produce la tierra
tienen que ser plantados y cultivados. Y así como uno tiene que pagar por un
paseo en taxi, alguien en el siglo X o XII tenía que pagar por las diversiones y las
cosas buenas de que los caballeros y las damas disfrutaban. Y alguien también
tenía que proveer los alimentos y los vestidos para los sacerdotes y clérigos que
oraban mientras los caballeros combatían. Además de estos clérigos y guerreros,
en la Edad Media existía otro grupo: el de los trabajadores. Porque la sociedad
feudal consistía de estas tres clases, clérigos, guerreros y trabajadores, con ésta
última al servicio de las dos primeras, la eclesiástica y la militar. Así lo entendió
por lo menos una persona que vivió en aquella época, y que lo comentó en esta
forma:

“Para el caballero y el clérigo, ha de vivir quien hace el trabajo”.

¿Qué clase de trabajo era aquel? ¿En fábricas o en talleres? No, porque éstos no
existían. Era un trabajo en la tierra, cosechar alimentos o cuidar ovejas para
obtener lana destinada a los trajes. Era un trabajo agrícola, pero tan diferente del
actual que apenas podríamos reconocerlo. La mayor parte de las tierras de cultivo
de la Europa central y occidental estaban divididas en zonas conocidas como
“feudos”. Un feudo estaba formado por simplemente por una aldea y varios
centenares de acres de tierra laborable en torno, en que los aldeanos trabajaban.
En el borde de la tierra laborable había habitualmente una faja de terreno
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consistente en praderas, yermo, bosques y pastos. Los feudos variaban en


algunos lugares en tamaño, organización y relaciones entre sus pueblos, pero sus
características principales eran algo semejantes.

Cada propiedad feudal tenía un señor. Comúnmente se dijo del período feudal que
“no había señor sin tierra, ni tierra sin señor”. Cualquiera probablemente ha visto
grabados de la casa de un señor medieval. Es siempre fácil reconocer ésta,
porque lo mismo si es un castillo que una casa de campo grande, siempre está
fortificada. En esta residencia fortificada el señor del feudo vivía (a menudo sólo
estaba de visita, pues solía poseer varias, y había casos en que poseía
centenares) con su familia, sus sirvientes y sus auxiliares, nombrados para
administrar la hacienda.

Los pastos, praderas, bosques y yermos eran usados en común, pero la tierra
cultivable estaba dividida en dos partes. Una, usualmente un tercio del total,
pertenecía al señor y era llamada su “heredad”. La otra parte estaba en manos de
los arrendatarios, que hacían el trabajo agrario. Un aspecto curioso del sistema
feudal era que la tierra de los agricultores no formaba una sola pieza, sino estaba
dividida en franjas, como indica el diagrama:

Campo 1 Campo 2 Campo 3


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Obsérvese que la tierra del arrendatario A se extendía por tres campos y estaba
dividida en franjas, ninguna de las cuales era inmediata a la otra. La del
arrendatario B, lo mismo, y todas las demás. En los primeros tiempos del sistema
feudal lo mismo ocurría a la tierra de la heredad, del señor. También estaba
dividida en franjas mezcladas, pero en años posteriores tendió a convertirse en
una sola gran pieza.

El cultivo por franjas fue típico del periodo feudal. Evidentemente se malgastaba
mucho y después de unos cuantos siglos se le abandonó completamente. En
nuestros días hemos aprendido bastante sobre la rotación de cosechas y los
fertilizantes, y las cien maneras de obtener más del suelo que lo que obtenían los
agricultores feudales. La gran mejora actual es el cambio del sistema de dos
campos al de tres campos. Aunque en la época feudal no se había aprendido que
aunque las cosechas deben seguirse unas a otras, de modo que el suelo no se
agote, sabían que plantar la misma cosecha todos los años era malo y por ello
trasladaban sus siembras anualmente de un campo a otro. Así, un año la cosecha
de alimentos, trigo o centeno, podía estar en el Campo 1, con la cebada en el
campo 2, mientras el campo 3 permanecía en barbecho, es decir, descansando un
año. La explotación en los tres campos se efectuaba así:

1er. año 2º año 3er. año


Campo 1 Trigo Cebada En barbecho
Campo 2 Cebada En barbecho Trigo
Campo 3 En barbecho Trigo Cebada

Estos, entonces, eran dos importantes aspectos del sistema feudal. Uno que la
tierra laborable estaba dividida en dos partes: una perteneciente al señor y
cultivada sólo para su beneficio y la otra dividida entre los numerosos
arrendatarios. Y el otro, que la tierra era cultivada no en campos compactos, como
lo hacemos hoy, sino por el método de las franjas dispersas. Había una tercera
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característica marcada: los arrendatarios trabajaban no sólo su propia pertenencia,


sino también la heredad del señor.

El campesino vivía en una choza del tipo más miserable. Trabajando mucho y
duramente en sus franjas de tierra (que en conjunto representaban de 15 a 30
acres en Inglaterra y de 40 a 50 en Francia) se las arreglaba para arrancar una
existencia miserable de la tierra. Pudiera haber subsistido mejor, a no ser por el
hecho de que cada semana, dos o tres días, tenía que trabajar en la tierra del
Señor sin paga. Y no era éste el único servicio que había que prestar. Cuando
surgía una urgencia, como las que acontecían en la época de la cosecha, tenía
que trabajar primero en la heredad del señor. Estos días extra eran adicionales a
los servicios de trabajo. No era eso todo. Nunca se planteó la cuestión en cuanto a
qué tierra era la más importante. La del señor tenía que ser arada primero,
sembrada primero y cosechada primero. Y los períodos de urgencia se sumaban
al servicio normal de trabajo. ¿Una tormenta amenazaba arruinar las siembras?
Pues era el grano del señor el que había de ser salvado primero. ¿Llegaba el
momento de la cosecha y ésta tenía que ser reunida rápidamente? Pues el
campesino debía dejar su campo propio, para acudir al del señor. ¿Quedaba algo
que pudiera ser llevado al pequeño mercado local? Pues eran el grano y el vino
del señor que debía ser llevado primero al mercado por el campesino.
¿Necesitaba reparación un camino o un puente? Pues el campesino debía
abandonar su trabajo propio, para hacerla. ¿Necesitaba el campesino que su trigo
fuese al molino o sus uvas a la prensa del lagar? Podía llevarlos, pero había de
ser al molino o a la prensa del señor, donde tenía que pagar por el servicio. No
había casi límites para lo que el señor podría imponer al campesino. Según un
observador del siglo XII, el hombre del campo “nunca bebe el fruto de su viña, ni
prueba un pedazo de buen alimento. Es bastante feliz, si puede disfrutar de su pan
negro y de algo de su mantequilla y de su queso…”

“Si tiene un ganso o una gallina gorda, o pan de harina blanca en su arcón, es su
señor quien debe disfrutarlos”.
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¿Era entonces el campesino un esclavo? En realidad, la mayoría de los


arrendatarios eran llamados siervos que viene del latín “servus”, que significa “el
esclavo”. Pero no eran esclavos en el sentido que nosotros damos a esta palabra.
Aunque hubiese habido periódicos en la Edad Media, no se habría encontrado en
sus páginas un anuncio como el aparecido en el Charleston Courier el 12 de abril
de 1828 “…oferta de venta consistente en un cocinero de unos 35 años de edad,
su hija de unos 14 y su hijo de unos 8. El lote será vendido completo o por
separado, como convenga al comprador”.

Esta dispersión de una familia de negros esclavos a voluntad del comprador no


habría ocurrido a una familia de siervos. Estos tenían el derecho de mantener su
familia unida, fuese cual fuese la voluntad del Señor del feudo. El esclavo era una
propiedad que podía ser vendida o comprada dondequiera y en cualquier tiempo,
pero el siervo no podía ser vendido aparte de su tierra. Su señor podía transferir la
posesión del feudo a otro, pero eso simplemente significaba que el siervo tenía un
nuevo Señor y se quedaba en su pedazo de tierra. Era una diferencia importante,
porque daba al siervo una clase de seguridad que el esclavo nunca tuvo. Por mal
que se le tratase, el siervo poseía familia, un hogar y el uso de alguna tierra. Y
porque los siervos gozaban de seguridad a menudo ocurría que una persona que
era libre, pero que estaba arruinada, por una razón u otra, y carecía de hogar, de
tierra y de alimentos, “se ofrecía a sí misma (a un señor, como siervo) con una
cuerda al cuello y un penique sobre la cabeza”.

Hubo varios grados de servidumbre, pero ha sido difícil a los historiadores precisar
todas las diferencias entre las diversas clases. Hubo los “siervos de la gleba”,
permanentemente unidos a la casa del señor y que trabajaban en sus campos
todo el tiempo, no sólo dos o tres días a la semana. Los hubo muy pobres,
llamados “bordars” (de la palabra borde o límite) que disponían de dos o tres acres
de tierra en el borde de la aldea y “colonos” que ni aún tierra poseían, sino sólo un
casucho, y los que podían trabajar para el señor como jornaleros, a cambio del
alimento.
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Hubo también los villanos que, al parecer, eran siervos con más libertades
personales y económicas. Estaban más adelantados en el camino de la
independencia que los siervos de la gleba, y tenían más privilegios y menos
deberes para con el señor. Otra importante diferencia era que sus deberes eran
más definidos que los de los siervos de la gleba. Era una gran ventaja porque los
villanos sabían cuál era su posición en todo momento. No se les podía hacer más
demandas aunque al señor se le antoje. Algunos villanos estaban exentos de las
“urgencias” y sólo prestaban el servicio regular de trabajo. Otros ni prestaban éste,
pero pagaban al Señor con una parte de su cosecha. Otros, en cambio, pagaban
en dinero. Esta costumbre se desarrolló con los años, y más tarde llegó a ser muy
importante.

Algunos villanos estaban tan bien como si fueran hombres libres y podían ser
capaces de arrendar parte de la heredad del Señor, además de sus propias
tierras. Los había que fueron propietarios independientes y que nunca prestaron
servicio de trabajo, sino simplemente pagaron un impuesto a su Señor. Tenencia
de libertos, villanos y siervos de la gleba era diferente, en dos diversos niveles.
Pero es difícil fijar exactamente cuál era cuál y exactamente la posición de cada
clase.

Ninguna descripción del sistema feudal puede ser estrictamente correcta, porque
las condiciones variaban en los distintos lugares. Sin embargo, podemos estar
acertados sobre algunos puntos fundamentales del trabajo no libre del período
feudal.

Los campesinos fueron más o menos dependientes. Los señores creían que los
campesinos existían solamente para el beneficio de los señores. Nunca la
cuestión de la igualdad entre el señor y el siervo fue tomada en consideración. El
siervo trabajaba la tierra y el señor explotaba al siervo. Hasta donde concernía al
señor había poca diferencia entre el siervo y el ganado de su “heredad”. Baste
saber que en el siglo XI un campesino francés estaba valorado en 38 (sou: un
centavo francés), y un caballo en cien sous. Así como el señor podía preocuparse
por la pérdida de uno de sus bueyes, porque los necesitaba para trabajar en su
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tierra, podía preocuparse por la pérdida de uno de sus siervos, ganado humano
que necesitaba igualmente. Por esto mismo el siervo no podía ser vendido fuera
de su tierra, ni podía dejarla. Su posesión era llamada “tenencia” (del latín
“tenere”, tener). Pero en Derecho, huir y ser capturado, podía ser castigado
severamente y era indiscutible que habría de volver. En los documentos de la
Corte del Feudo de Bradford, de 1349 a 1358, se conserva este extracto: “Está
probado que Alice, hija de William Childyong, esclava del Lord, reside en York, y
por consiguiente que sea arrestada”.

Porque el señor no quería perder a ninguno de sus trabajadores, hubo


disposiciones de que los siervos o sus hijos no podían casarse fuera de la
“heredad”, excepto con permiso especial. Cuando un siervo moría, su heredero
directo podía heredar la tierra pagando un impuesto. Hay un caso típico en los
mismos documentos judiciales citados antes: “Robert, hijo de Roger, hijo de
Richard, quien poseía un toft y ocho acres de tierra aquí, ha muerto. Y por ello
John, su hermano y heredero, toma esas tierras para retenerlas para sí y sus
herederos, según la costumbre del feudo…y paga al Señor 3 chelines como multa
de entrada”.

En esta cita las palabras “según la costumbre del feudo” son importantes. Ellas
constituyen una manera de entender la organización feudal. La “costumbre del
feudo” significaba lo que las leyes aprobadas por el gobierno de un país o una
ciudad en estos tiempos. La costumbre en el período feudal tenía la fuerza que
tienen las leyes en el siglo XX. No había en la Edad Media un gobierno fuerte que
pudiera hacerse cargo de todo. Toda la organización se basaba en un sistema de
obligaciones mutuas y de servicios, desde lo más alto a lo más bajo. La posesión
de la tierra no significaba que usted pudiera hacer con ella lo que le viniese en
ganas, como puede hacerlo hoy. La posesión implicaba determinadas
obligaciones, que debían ser cumplidas. De lo contrario, se le podía quitar la tierra.
Los servicios que el siervo debía al señor y los que el señor debía al siervo -por
ejemplo, protección en caso de guerra- eran convenidos y cumplidos según la
costumbre. Ocurría, por supuesto, que la costumbre era a veces violada, como las
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leyes lo son hoy. Una riña entre dos siervos era resuelta en la corte del señor,
según la costumbre. Y una riña entre el siervo y el señor era natural que fuese
decidida en favor de éste, ya que era juez en la disputa. No obstante, hay casos
conocidos en que un señor que violó la costumbre con mucha frecuencia fue
llamado al orden por su superior. Esto ocurría particularmente en Inglaterra, donde
los campesinos podían ser oídos en la corte del Rey.

¿Qué acontecía en el caso de una disputa entre el señor de un feudo y otro? La


respuesta a esa pregunta es la pista de otro hecho interesante sobre la
organización feudal. El señor de un feudo, como el siervo, no poseía la tierra, sino
que era el arrendatario de otro señor de más jerarquía. El siervo, villano o liberto
“ocupaba” la tierra dada por el señor del feudo, que a su vez la “tenía” en nombre
de un conde, que a su turno la había “recibido” de un duque, como éste del rey. En
ocasiones se iba más lejos, pues el rey la tenía dada por otro rey. Esta serie de
señoríos queda bien expuesta en el siguiente extracto de los archivos de una corte
de justicia inglesa, en 1279: “Roger de St. Germain ocupa un “messuage” (unidad
agraria) de Robert de Bedford, en el servicio de pagar tres peniques al supradicho
Robert, de quien la ocupa y de pagar seis peniques a Richard Hylchester, en lugar
del mencionado Robert, quien ocupa la tierra. Y en mencionado Richard ocupa en
nombre de Alan de Chartres, al que paga dos peniques anuales, y éste a William
the Butler, y el mismo William a lord Gilbert a lady Devorguilla de Balliol, y
Devorguilla al rey de Escocia, y el mismo rey al rey de Inglaterra”.
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Actividades: de forma individual completa el siguiente cuadro comparativo con la


información que se te solicita a partir de la lectura anterior. Apóyate en el ejemplo.
Se requiere un mínimo de tres ideas en cada entrada y un máximo de cinco. No
está permitido consultar internet.

Características de la sociedad feudal.

Económicas Políticas Sociales


-El señor feudal es juez
en su territorio.
1. 1. 1.
2. 2. 2.
3. 3. 3.
4. 4. 4.
5. 5. 5.
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Una vez que hayas terminado, ahora traduce cada una de las características en
conceptos. Para ello puedes apoyarte en la explicación de conceptos que viene a
continuación:

Los CONCEPTOS son palabras concretas que se pueden representar


mentalmente o a través de un dibujo: casa, gato, perro, árbol, tortilla, pescado,
revolución, guerra, hombre, constitución, escuela, preparatoria, universidad… Los
nombres de países también son conceptos.

Ejemplo aplicado a esta lectura:

Conceptos

Económicos Políticos Sociales


-Señor feudal, juez,
territorio.

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